Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

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Parte I Saberes indígenas, ciencia y política en la Colonia

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Parte I

Saberes indígenas, ciencia y política en la Colonia

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Roberto Pineda Camacho

DEMONOLOGÍA Y ANTROPOLOGÍA

EN EL NUEVO REINO DE GRANADA (SIGLOS xvi-xvm)

Introducción

El descubrimiento de América hizo tambalear ideas fundamentales de la antropología europea medieval, basadas en las tradiciones aristotélica y tomista. Los conquistadores, misioneros, teólogos y otros doctores se interrogaron acerca de la naturaleza de este Nuevo Mundo y sus extraños seres y hombres. Los hombres, en particular, ¿eran gente o "monas"? ¿De dónde provenían? ¿Eran también descendientes de Adán? ¿Tenían orígenes diversos? Sus interrogantes y discusiones comprendieron otros apasionantes temas sobre el verdadero lugar del paraíso y la naturaleza de las religiones americanas y los monumentos aborígenes: ¿se encontraba el paraíso en América? ¿Las religiones americanas eran una mimesis diabólica de la cristiana?

La nueva experiencia fue, como era de esperarse, leída a partir del Génesis y de la etnología mosaica. Entonces se pensaba que Adán había sido creado por Dios, a su imagen y semejanza, en un período histórico reciente; se creía firmemente en la historicidad del Diluvio, el Arca de Noé y la dispersión de sus hijos (Cam, Sem, Jafet) por toda la tierra. Se pensaba que la diversidad lingüística era consecuencia de la caída de la Torre de Babel, y que la dispersión de lenguas fue un verdadero castigo divino por las vanas pretensiones humanas de alcanzar el Cielo, en la muy humana tendencia de competir con la Divinidad. A pesar de la unidad en torno al modelo mí-

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tico, las interpretaciones tuvieron variaciones y hubo grandes des

acuerdos acerca de los pormenores y los detalles.

A finales del siglo XV, la idea de la omnipresencia del Diablo se

apoderó de Europa y en particular de los reinos de Castilla y de

Aragón: la creencia en la presencia del Ángel Caído no era en reali

dad nueva, pero la lucha contra los infieles de Granada y Andalucía

la convirtió en una verdadera obsesión. Algunas de las mentes más

ilustres de su época se dedicaron a pensar y representar al Maligno.

La gente convivía con el Demonio, lo palpaba, lo sentía; el Mal se

ducía a hombres y a mujeres, los cuales pactaban con el diablo cier

tos beneficios. Lucifer era una verdadera peste, de la que no era fácil

escapar o al menos permanecer indiferente. La Iglesia debía estar

alerta ante su insidiosa e imprevisible influencia.

La España del siglo XVI enfrentó al Demonio y a la modernidad de

manera simultánea. Su antropología expresa esta doble tensión que

se reflejó en sus pensadores, ingenieros navales, matemáticos, cro

nistas y misioneros. Pero su obstinada lucha contra la Reforma y los

príncipes heréticos propició que su antropología se convirtiese cada

vez más en una demonología, al menos en algunos de sus reinos ame

ricanos. Sostenemos que en el siglo XVI los españoles pudieron haber

fundado la antropología moderna, y de hecho se avanzó en este senti

do pero los constreñimientos ideológicos la orientaron en otra direc

ción porque el Nuevo Mundo se percibió en el ámbito -como se men

cionó- del problema del Mal. Se desarrolló en España y en América

una "ciencia" del Mal apasionante que merece aún ser estudiada en

profundidad, porque constituye un objeto legítimo al cual consagra

ron sus fuerzas algunos de los mejores hombres.

Este ensayo se concentra en la descripción y el análisis de las

representaciones y actitudes de los españoles y criollos letrados con

relación a las religiones amerindias en la Nueva Granada, y en par

ticular respecto a los diversos objetos producidos por las culturas

indígenas, encontrados en sus templos, casas y sitios funerarios. De

manera similar a otras regiones de América, estos objetos fueron

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resignificados como "ídolos del diablo", y sometidos a un discurso

y práctica que los percibió como la manifestación misma del Mal, y

en cuanto tal fueron sistemáticamente destruidos, exorcizados, fun

didos y confiscados a sus propietarios y antiguos poseedores. Aun

que algunos de ellos no dejaron de ser admirados, esta actitud difi

cultó que se formasen no sólo colecciones sino que se constituyese

en la Nueva Granada un espíritu coleccionista, lo cual, a su vez, im

pidió la conformación de un saber positivo sobre los "colonizados".

Solamente hasta finales del siglo XVIII encontraremos en los pa

sillos de la Casa Virreinal de Santafé de Bogotá algunas momias

provenientes de Ocaña, las mismas que prefiguran los Gabinetes de

Curiosidades y la existencia de un tenue espíritu coleccionista que

por entonces se apoderaba de Europa. Esta situación coincide, tam

bién, con la primera defensa del patrimonio histórico de la ciudad,

por parte del criollo Moreno y Escandón. El polémico oidor se opu

so a la demolición de la ermita del Humilladero argumentando que

se trataba de una "memoria" de la Conquista; los dominicos pre

tendían, por su parte, demolerla para construir allí su iglesia (Du

que, 1996: 43).

Los discursos y las prácticas frente a las "antigüedades" no fue

ron, sin embargo, uniformes. La antropología colonial no se reduce

a un discurso sobre el diablo, sino que se "inventaron" otras narra

ciones que simultáneamente coexistieron y circularon en los cole

gios y monasterios. En el Nuevo Reino tomó fuerza la idea de que el

Paraíso estuvo en América, en particular en nuestro territorio, y la

convicción de que gran parte de los monumentos indígenas - e in

cluso parte de sus costumbres- fueron las huellas de la peregrina

ción de santo Tomás y el fruto de sus enseñanzas. A finales del siglo

XVIII, estas ideas no habían perdido fuerza todavía, aunque se esta

ba forjando una nueva concepción de nuestros orígenes y de la iden

tidad americana.

En las postrimerías del siglo XVIII, en efecto, el padre José Do

mingo Duquesne y el sabio Caldas promovieron los primeros estu-

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dios sobre las antigüedades neogranadinas mediante la recolección y

representación de ciertos objetos indígenas. Duquesne coleccionó di

versos objetos votivos que la comunidad indígena de Gachancipá guar

daba en una cueva sagrada próxima a dicha localidad; entre ellos, se

destaca un supuesto calendario de los muiscas que fue utilizado por

Alejandro von Humboldt en sus especulaciones sobre los calendarios

americanos. Por su parte, Caldas resaltó el interés de estudiar las "rui

nas de San Agustín" y describió algunos de los monumentos incas

localizados en el Ecuador. Inmediatamente después de la Indepen

dencia, Matiz y Céspedes asumieron la tarea de describir con más

detalle los monumentos agustinianos y se albergaron diversas anti

güedades neogranadinas en el Museo Nacional.

Las tumbas y los bohíos del diablo

Corría el año de 1514, cuando las huestes de Pedrarias de Ávila se

internaron en la tierra firme de Santa Marta, antes de dirigirse a San

ta María la Antigua del Darién. Entonces, de acuerdo con Pascual

de Andagoya, los expedicionarios excavaron algunas tumbas y pro

cedieron a extraer ciertas piezas con figuras de animales:

Quiso saber el secreto de la tierra y entrando cierta capitanía

de gente dieron en cierto pueblo, desamparando los indios sus ca

sas: se les tomó algún despojo y se halló cierta cantidad de oro en

una sepultura. La gente desta tierra son casi a la manera de los de

la Dominica; son flecheros y de yerba. Aquí se hallaron ciertos pa

ños y las sillas en que se sentaba el demonio, figurado en ellas de

la manera que a ellos les parecía y hablaban con ellos, tomaban la

figura de él y la ponían en sus paños (Andagoya /l547/1986: 84).

Asimismo, desde los primeros años de la fundación de Santa Mar

ta, en 1526, su gobernador, García de Lerma, implantó un ventajoso

intercambio con los indios de la región, en particular con sus caciques:

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al visitarle le traían "mucho oro u joyas", las cuales -de acuerdo con

Juan Cueto y otros vecinos de Santa Marta, sus contradictores- "ama

saba solo para sí", sin compartir con sus huestes y vecinos.

En 1530, el gobernador ordenó que las sepulturas taironas "po

drían sólo abrirse con su permiso personal", para salvaguardar pre

suntamente los derechos del rey (Reichel-Dolmatoff, 1997: 7). Pero

García de Lerma, según la Memoria redactada por Juan de Cueto y

otros vecinos en 1537, también promovía subrepticiamente el saqueo

de las tumbas de forma desaforada "y antes que nadie supiese el aviso

de las sepulturas, él sacó secretamente muchas y las mas rricas de

todas porque truxo dos canteros de Castilla que se las sacaban con

otros muchos criados suyos que el tenya y gente que él alquilaba, y

desta manera saco mas de quinze días que lo trayan a costales" (Cueta

/1537/, en Relaciones, 1916: 47).

Con este proceder, el gobernador profanó, en pocos años, casi

todas las sepulturas "a la redonda,... porque no las avya syno a medya

legua de aquí de Santa Marta, porque heran enterramientos anti

guos, porque en toda la tierra no se ha hallado cosa semejante..."

(Cueta/1537/, enRelaciones, 1916: 47).

Unos pocos años después, al sur de Santa Marta, en los alrededo

res de Cartagena, las huestes de Heredia asaltaron y destruyeron gran

des pueblos nativos, apoderándose de sus mujeres y pertenencias. En

1534, cuando Pedro de Heredia recorrió por primera vez la región del

Sinú, hizo circular, de manera astuta, el rumor de que sus caballos

comían oro, obteniendo de esta manera que algunos caciques - teme

rosos ante la presencia de este insaciable caníbal- le entregasen

"chagualas" -o figuras orfebres- para sus animales. En las tierras del

cacique Finzenú, Heredia y sus hombres encontraron grandes tem

plos llenos de "ídolos" revestidos con oro, y descubrieron enormes

túmulos funerarios, claramente visibles en el paisaje.

[...] Al cabo de aver pasados grandes arcabucos y ciénagas

fyimos a dar en un pueblo que se dezia el Cenú, a donde se tomó

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un yndio que tenya cargo del oro del cacique, y pidiéndole que

nos diese oro mostrónos en el arcabuco dos habas de oro que

nosotros llamamos caxas, en las quelas hallamos mas de XX mil

de oro fino, sin mas de xv mil pesos que hallamos en un buhío

que ternya mas de cien pasos en largo, que eran de tres naves,

que llamaban los yndios el buhio del diablo, a donde estaba una

hamaca muy labrada, colgada de un palo que estaba atravesado,

el qual sostenía en los hombros quatro bultos de personas, dos

de hembras y dos de machos, y encima de la hamaca donde dezian

que se venya a echar el diablo, estaban las dichas havas, y en este

bohío avia sus guardas para que no entrara todos los yndios en el,

y verdaderamente hablan los yndios con el diablo, y por hay en

los pueblos buhíos para ello e yndios que se llaman piaches, para

hablar con ellos (Heredia/1533/, en Relaciones, 1916: 13-14).

Los españoles no quedaron satisfechos; interrogaron a un nati

vo sobre los lugares donde presumiblemente se encontraba el oro,

el cual "dixonos que cavásemos en un montón de tierra que era

sepoltura dellos, de las quales avía gran cantidad, y sacamos del mas

de X mil pesos de oro fino, y dezianos el yndio que cavásemos y que

sacaríamos mas" (Heredia/1533/, en Relaciones, 1916: 14).

Entonces comenzó el saqueo sistemático de las tumbas de Gran

Cenú, verdaderas, a juicio de los españoles, sepulturas del diablo,

cuya riqueza orfebre despertó aún más la codicia de los peninsula

res, enloqueció a los pobladores de Cartagena y produjo una cala

mitosa inflación en los precios de la recién fundada ciudad de

Cartagena de Indias.

Los sucesos del Sinú abrieron serias e irreparables heridas en

tre los conquistadores. Se acusó, posiblemente con fundamento, a

Heredia de apoderarse de gran parte del tesoro, mediante diversas

triquiñuelas, y de burlar los derechos del rey al no pagar los debidos

quintos del oro fundido. Desde entonces la suerte de Heredia cam

bió: fue sometido a un severo juicio de residencia y enviado a Espa-

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ña. Durante su viaje de regreso, su nave naufragó y nuestro triste

mente célebre fundador de Cartagena sucumbió en la mar. No faltó

gente que atribuyese esta desgracia a su codicia excesiva y a la pro

fanación de las sepulturas del diablo, según enseñaban la misma tra

dición cristiana y diversos doctores de la Antigüedad que condena

ban la avaricia y codicia de los ladrones y saqueadores de los difuntos.

Pero los peninsulares también advirtieron la presencia e influen

cia del diablo en las costumbres, prácticas religiosas, casas y aldeas

de los indios, e incluso en sus propios cuerpos u atuendos. Por ejem

plo, cuando las huestes penetraron en el río Cauca, encontraron nu

merosas aldeas, cuyas casas principales estaban rodeadas de cala

veras, manos y otros restos humanos.

Según Cieza de León, por ejemplo, "a la puerta de las casas de

los caciques (de la Provincia de Picara) hay plazas pequeñas, todas

cercadas de las cañas gordas, en lo alto de las cuales tienen colgadas

las cabezas de los enemigos, que es cosa temerosa de verlas según

están muchas, y fieras con sus cabellos largos, y las caras pintadas

de tal manera que parescen rostros de los demonios" (Cieza de León,

1962: 83-84). Asimismo, el cronista nos indica la presencia de bo

híos del diablo, en los cuales el demonio se revelaba a los hombres

en la figura de un gran gato.

Con relación a las sociedades de Anserma, Cieza anota:

Casa de adoración no se la habernos visto ninguna. Cuando

hablan con el demonio dicen que es a oscuras, sin lumbre, y que

uno que para ellos esté señalado habla por todos, el cual da las

respuestas (Cieza de León, 1962: 82).

De otra parte, Cieza insertó una interesante "imagen de salva

jismo" en la primera edición de su obra La crónica del Perú, la cual

acompaña el capítulo XLX titulado "De los ritos y sacrificios que es

tos indios tienen y quan grandes carniceros son de comer carne". La

ilustración representa dos posibles víctimas del canibalismo, colga-

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das, cubiertas con ropa, esperando su turno para ser "sacrificadas"

por un "carnicero" que abre su pecho con un cuchillo. A un lado,

sobre una pequeña columna, está una figura del diablo que preside

la escena. En la fe de erratas, Cieza anota que las personas que es

peraban su turno, colgadas de una cabuya, estaban en realidad des

nudas, en vez de vestidas como el pudoroso grabador las había des

crito. Al lado, en la página siguiente de la edición original, se lee:

Cuando los descubrimos, la primera vez entramos en diha

provincia con el capitán Jorge Robledo, me acuerdo yo, se vieron

indios armados de oro de los pies a cabeza; y se le quedó hasta oy

la parte donde los vimos por nobre la loma de los armados (Cieza

de León, 1985: Capítulo xvm). (Véase lámina 1).

Durante la toma de la provincia de Pozo, Robledo fue gravemente

herido, lo que lo decidió a hacer guerra cruel a sus habitantes. El

mariscal y sus huestes, aliados con otros indígenas - los indios

carrapa y picara-, asaltaron las casas de los pozos, localizadas en las

partes altas de los cerros:

Los indios amigos -refiere Cieza en Las guerras- mataron

algunos de los enemigos, a los cuales comieron aquella noche, y

nosotros nos aposentamos en las casas que estaban en la loma;

eran grandes y estaban en ellas gran cantidad de ídolos de made

ra, tan grandes como hombres, en lugar de cabezas tenían cala

veras de muerto y las caras de cera; sirvieron de leña... -comenta

tajantemente el cronista- (Cieza de León, 1985: 167).

De acuerdo con la Descripción de Tenerife (19 de mayo de 1580),

los indios de la región tenían cierto tipo de señores, llamados moanes,

aunque también había moanas, "que saben curar con yerbas que

ellos saben que tiene birtud, que quitan las calenturas y otras el dolor

de cabeza y otras los dolores que tienen. Ay otros... que curan con

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soplos trayéndole la mano por los brazos y cuerpo y soplando..."

(Tovar, s.f.: 331-332). Entre los diversos moanes, se destacan aque

llos que controlaban las lluvias, a través de su contacto con el dia

blo. Asimismo, los moanes amenazaban, según la relación, a sus

gentes si aceptaban la fe cristiana:

[...] Y les dicen que no se bauticen, que se enoxa el diablo

con ellos sino que se estén como sus pasados, dánles a entender

que quando byene alguna enfermedad en los pueblos quel dia

blo está enoxado por alguna cosa quel ynbenta dediles y que para

que desenoje el diablo que agan una borrachera solene, la qual

acen en el buyo del diablo que tienen echo para él aparte en el

monte, y es más galano que nynguno porque todos los estantes y

estantillos los labran y les pintan allí sapos y culebras... y otras

sabandixas y figuras mal echas (en Tovar, s.f.: 333).

De otra parte, la discusión sobre la legitimidad de la expropiación

y del saqueo se planteó desde los primeros años de la Conquista. Des

de el punto de vista legal, se consideraba como hurto el apropiarse de

joyas, oro y otros bienes de los indios que éstos hubiesen escondido

por miedo a la presencia española o por temor a su despojo. La discu

sión era, en realidad, más compleja cuando estos tesoros se encontra

ban en bohíos y templos, cuevas, labranzas, ollas, a manera de ofren

das. Fray Bartolomé de las Casas consideraba que si dichos bienes

estuviese en posesión de indígenas a los cuales no se les pudiese de

clarar "guerra justa" o que fuesen gentiles y se convirtieren a la fe ca

tólica, era ilegítimo hacerlo porque la ofrenda no es, en palabras del

padre Simón, "hacienda derrelicta, desamparada y sin dueño, pues es

su dueño el que la ofreció"1.

1 En México y en Perú la situación no había sido tampoco muy distinta. Allá los peninsulares saquearon templos y tumbas, ídolos y momias, cuyas existencia era un buen motivo para legitimar la conquista, así fuese a sangre y fuego, argumentando su naturaleza diabólica.

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El mismo padre Simón, basado en algunos pasajes de la Biblia

(v.g., "Dijo Jacob a su suegro Labán cuando buscaba los ídolos que

le habían hurtado su hija Raquel y criados: Búscalos y si los halláis,

llévatelos pues son tuyos"), concluía: "hallándose esos santuarios y

que tengan dueños, si no son cosas de precio se deben disipar y des

truir, y si lo son, deben volver a sus dueños, declarándoles no ser

aquello a quien deben adorar" (Simón, 1991, t. V: 183).

De acuerdo con Simón, este acto era legítimo cuando hubiese

guerra justa, en cuanto que "así como las personas, vidas y demás

bienes están sujetos al vencedor, también lo estará lo ofrecido a los

ídolos" (Simón, 1991, t.V: 183); asimismo cuando fuesen indios cris

tianos y con suficiente conocimiento de Dios, ya que en este caso se

trata de un verdadera idolatría, "en castigo de su apostasía e infide

lidad".

La profanación de los sepulcros estaba sancionada en la tradi

ción cristiana y en las mismas leyes de Castilla. Por lo general se con

denaba a los saqueadores de tumbas, en cuanto se consideraba que

los bienes depositados tenían el propósito de honrar la "memoria

de los difuntos". El robo de una sepultura era una falta grave de

En México, por ejemplo, se registraron saqueos sistemáticos de las tumbas desde 1522 en la isla Sacrificios y en el río Tonalá; en 1533 se le concedió al conde de Osorio, presidente del Consejo de Indias, una licencia para excavar tumbas, con el requisito del pago del quinto real. En 1587, el virrey de la Nueva España expidió una licencia con el mismo propósito: esta política se mantuvo, según Alcina Franch, hasta 1774 (Alcina, 1995: 21).

Algo similar ocurrió en el Perú. La Huaca de Lamayahuana fue saqueada con la complicidad del cacique local, quien la señaló a los españoles con la condición de que se le participase en las ganancias "para aliviar la pobreza de su pueblo, encontrándose grandes cantidades de oro". Entre 1577 y 1578, el virrey Gutiérrez de Toledo desenterró por lo menos ocho mil kilogramos de oro (Alcina, 1995: 22). Algunas huacas, como la excavada por Gutiérrez de Toledo, produjeron oro durante más de 50 años, y se evaluó su producción "en un millón de pesos".

Anorte, enlngapirca, en el Ecuador, Juan de Salazar Vills excavó, en 1560, diversas tumbas de pozo, encontrando piezas de oro, hachas, monedas de cobre, etc. (Salomón, 1987, citado en .Alcina, 1995:22).

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codicia y avaricia, o un verdadero hurto. Pero en América estas disposiciones tuvieron excepciones que por lo general se convirtieron en regla. En primer término, en muchos casos -como el del Sinú-, la presencia de ricos tesoros no podía tomarse -aseveraban- como un propósito de honrar la memoria del muerto, sino como un "acto de avaricia" para que no lo gocen o usufructúen sus parientes.

Con frecuencia, los sepulcros eran tan antiguos que aparentemente no tenían ya propietarios que pidiesen su restitución. En los otros casos, argumenta Simón, sus dueños tendrían derechos a la devolución.

Tesoros de las Indias y cámaras de maravillas

Pero los objetos de los indios no sólo fueron objeto de saqueo y des

trucción. Aunque fueron resignificados como ídolos, símbolos de la

presencia del diablo o de la existencia de una religión de idólatras,

sabemos que también fueron objeto de una relativa admiración. El

arte plumario, en particular, llamó poderosamente la atención de los

peninsulares, y algunos de sus mejores logros fueron a parar a ma

nos de las cortes europeas.

Los grandes descubridores y conquistadores enviaron parte de

sus tesoros a los reyes y magnates. El mismo Colón remitió diver

sos cemíes ("ídolos" de los tainos), bancos, guacamayos, etc., a Es

paña. También envió indios "caribes", algunos de los cuales fueron

empleados (posiblemente no sin aprehensión) como esclavos o sir

vientes. Cortés, por su parte, remitió diversos objetos plumarios,

máscaras, etc., de la corte de Moctezuma. El Tesoro de Moctezuma

"inventariado y recibido por los procuradores Montejo y Hernández

Portocarrero..." salió hacia España el 10 de julio de 1519. Fue exhi

bido, ante el asombro de sus contemporáneos, en Sevilla, Toledo y

Valladolid. Cuando Carlos I se desplazó a Bruselas, en el año de 1520,

donde fue entronizado como Sacro Emperador Romano, el tesoro

fue expuesto en la gran plaza del Ayuntamiento de la ciudad. En 1522,

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el mismo Cortés remitió 260 piezas a España (plumería, mantas,

instrumentos de cuero y jade, etc.), que aún se encuentran en los

museos europeos (Alcina, 1995: 24 y ss.).

Pizarro tampoco escapó de esta conducta. Del rescate pagado por

el infortunado Atahualpa, guardó una parte para sí (entre otros, un

gran banco de oro plano) y remitió una proporción considerable al

rey.

De acuerdo con Alcina Franch, los "regalos de las Indias" (ca

sabe, hamacas, cemíes, etc.) que recibió el cardenal Cisneros -en

los primeros lustros del siglo XVI- de manos del padre Francisco Ruiz,

fueron depositados por su "eminencia" en el Colegio de la Univer

sidad de Alcalá de Henares. (Alcina, 1995: 22); con estos objetos se

constituyó uno de los primeros museos etnográficos del mundo. En

este contexto, también a mediados del siglo XVI, el virrey De Toledo

del Perú sugirió a Felipe II organizar un museo en el palacio, reunien

do los objetos de las Indias2.

2 La idea de constituir un Gabinete de Curiosidades se remonta a Felipe V, el primero de los monarcas españoles de la Casa de los Borbones. Probablemente, siguiendo el ejemplo de los monarcas franceses, organizó —en 1712- la Biblioteca Pública, en la que se coleccionaron "libros y objetos raros y curiosos de la naturaleza".

En una real orden del 9 de enero de 1713, instruyó a los virreyes, gobernadores, corregidores y otras autoridades, eclesiásticos o seculares, "pongan con muy particular cuidado toda su aplicación, en recoger cuanto pudiesen de estas cosas singulares bien sean piedras, minerales, animales o partes de animales, plantas, frutas o de cualquier otro género, que no sea muy común, sino extraordinario o por su especie o por su tamaño o por sus propiedades..." (citado en Alcina, 1995: 74-75). En 1752, Antonio de Ulloa propuso a Fernando VI conformar un Gabinete de Historia Natural, en el marco de un proyecto mayor de crear un Estudio Universal de las Ciencias, el cual abarcaba un Gabinete de Historia Natural, de Geografía y Antigüedades (Alcina, 1995: 75). Aunque Ulloa fue nombrado primer director de este Gabinete de Historia Natural, el proyectó fracasó; en 1755, renunció de manera categórica a su cargo.

Dos años más tarde, en 1757, Mutis propuso al rey la creación de un Gabinete de Historia Natural, pero al parecer la idea tampoco logró concretarse, entre otras razones porque Mutis viajó a América como médico del nuevo virrey Mesía de la Zerda. Desde Santa Fe, el sabio reiteró a Carlos III la conveniencia de la creación del Gabinete de Historia Natural y de un Jardín Botánico (Alcina, 1995: 77).

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De todos modos, los regalos de las Indias, los botines de los sa

queos, etc., conformaron, junto con plantas, piedras, animales, ar

tefactos y toda clase de bizarrerías y curiosidades de la misma Eu

ropa o del resto del mundo bárbaro, las "cámaras de maravillas",

localizadas con frecuencia en corredores y salones de los palacios y

castillos de la nobleza, para el goce de su sensibilidad, mientras que

el pueblo las admiraba en los muelles, las tabernas y quizás en sus

propias casas. Estos objetos no eran meras curiosidades, sino que

estaban revestidos de una áurea mágica. Y a no ser por la Sagrada

Inquisición y la Reforma, posiblemente la misma Europa se hubie

ra inundado de lo que podríamos llamar hoy bienes chamánicos, cuya

difusión hubiese sido paralela a la del tabaco, el cacao, la papa y otros

productos que tanto bien hicieron por mejorar la calidad de vida

europea y transformaron sus sistemas agrícolas, sus dietas y sus cos

tumbres.

En efecto, como se dijo, los habitantes de las principales ciuda

des costeras españolas se agolpaban en los muelles para escuchar

las noticias de las Indias y admirar las curiosidades que de esta nueva

y maravillosa tierra llegaban en los barcos: piedras, animales, ban

cos, plantas, "caribes", etc. Algunos de ellos decidieron su viaje a

América motivados por esas primeras exposiciones públicas que ex

hibían los tesoros de las Indias. El ya mentado Pedro Cieza de León,

por ejemplo, probablemente encontró allí su primer acicate para des

plazarse a América. Y en los años sucesivos los indianos no dejaron

de sorprender a sus familias y amigos con fantásticos regalos prove

nientes de las tierras americanas.

"Lapestilencia de las idolatrías"

Cuando Gonzalo Jiménez de Quesada invadió el país de los muiscas

-guiado por la ruta de la sal- sus hombres buscaron afanosamente

multiplicar su botín, que fue inventariado de forma detallada; des

contada la parte correspondiente al rey, el fruto del saqueo se repar-

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tió entre las huestes según su jerarquía, mérito y codicia. El balance

no fue malo, de manera que esto sirvió de estímulo para proseguir

el saqueo, pese a la reacción tardía del Adelantado, que comprendió

la quimera de El Dorado.

Quesada y sus colaboradores no dudaron en aplicarle implacables

torturas al sagipa para que confesase la localización del gran tesoro

que el zipa supuestamente había escondido de los españoles.

En los años subsiguientes, y una vez establecida la Audiencia en

Santa Fe de Bogotá, por allá en el año de 1550, el interés por los te

soros y bienes de los indios se intensificó y mantuvo. Por una parte,

los frailes franciscanos veían en las piezas orfebres, el arte plumario,

los caracoles y otras piezas votivas verdaderas idolatrías, a través de

las cuales intervenía el demonio; las consideraban serios obstácu

los para la evangelización de los indios. De otra parte, muchos con

quistadores las estimaban, sobre todo, en cuanto fuente de riqueza

y consideraban que, a toda costa, debían de ser fundidas.

En 1556, las constituciones del sínodo de Santa Fe, expedidas

por el arzobispo fray Juan de los Barrios, ordenaron que todos los

santuarios existentes en los pueblos de indios, y en particular don

de ya hubiese indígenas cristianos, fuesen "quemados y destruidos",

y suplantados por una iglesia o por lo menos una cruz; algunos años

más tarde el arzobispo Zapata de Cárdenas criticó la medida, por

que de alguna forma conservaba la memoria de los santuarios o de

las idolatrías.

El sopor de la Colonia y sus intrigas fue sacudido en 1578 cuan

do los frailes franciscanos descubrieron que los indios continuaban,

con vigor, sus demonolatrías. En Fontibón no sólo existía una ver

dadera legión de jeques, sino que los hombres en trance de morir

sostenían con una mano una cruz, pero con la otra se aferraban a

sus figuras de Bochica. Y poco valían las amenazas de cortarles el

cabello -que tanta vergüenza causaba a los indios- porque de todas

manera en las goteras de Santa Fe y Tunja aquellos proseguían con

sus "supercherías".

Page 17: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 37

Como reacción, se expidió una orden perentoria para que los ca

ciques entregasen de manera compulsiva -so pena de azotes y casti

gos- todas sus idolatrías. Cerca de Tunja, los misioneros registraron

minuciosamente las "idolatrías" de los indios. Ante el estupor de los

nativos, una multitud de tunjos, plumas y guacamayos disecados, "ído

los" de madera y piedra, topos, tejuelos, tejidos y otros objetos cubier

tos con hilo de algodón, etc., fueron quemados y destruidos.

En este caso -como ha sido señalado por Vicenta Cortés- los ob

jetos fueron clasificados en dos clases: aquellos susceptibles de ser

echados al fuego y destruidos in situ y aquellos remitidos a la capital

para ser fundidos (como el oro) o para ser tasados, v.g., las esmeral

das. El oro fue avaluado en 1.724 pesos y 4 tomines; se recogieron

250 piedrecitas de esmeraldas (Cortés, 1959: 399). Las piezas orfebres,

al parecer, fueron fundidas también.

Los objetos no sólo eran satanizados, sino que sobre ellos se "im

ponía una práctica eucarística". Los "ídolos" hallados en Sogamoso,

por ejemplo, fueron quemados después de una "misa mayor" entre

los indios (Serna, 1996: 74).

A lo largo de la segunda mitad del siglo XVI, los españoles, enca

bezados por los oidores, acusaron a los frailes de implementar una

perversa estrategia para apoderase de las "huacas" de los indios. En

realidad, lo que más les dolía era su reducida participación en el fruto

material de la extirpación; los oidores eran particularmente sensi

bles, ya que la legislación colonial no les permitía tener negocios ni

otras granjerias, pero, de hecho, las obtenían por "otros medios".

Por la relación del padre jesuita Alonso de Medrano, escrita a fi

nales del siglo XVI, sabemos que los muiscas tenían numerosos sacer

dotes y santuarios, donde hablaban al "demonio" y en los cuales te

nían tantos "ofrecimientos" en oro que "los hombres [tienen] mañas

para sacárselo aun al demonio de las uñas" (en Lloreda, 1992: 61).

Los jesuitas, que habían entrado tardíamente (1598) al Nuevo

Reino, durante el arzobispado de Bartolomé Lobo Guerrero, se vie

ron pronto confrontados con las idolatrías. En alguna ocasión "su-

Page 18: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

38 / Roberto Pineda Camacho

cedió, pues, que llegase a noticia de los dichos padres de nuestra

Compañía que una yndia traya, en las manos, un ydolo abominable,

hecho de algodón, que para el mesmo demonio, cuya figura era, la

qual, dijo, averio tomado a otra yndia que lo adorava. Y, dejándolo en

sus manos, se escapó sin ser vista" (en Lloreda, 1992: 67).

En relación con este suceso, un domingo por la tarde "sacaron

los padres dicho ydolo a la placa; y, predicando contra aquel error

uno dellos, fue grande el espanto que causó, así en los yndios como

en los españoles. Y se remató el sermón con entregar el ydolo al braco

seglar de los muchachos, que lo pisaron, escupieron y echaron en el

lodo; y después lo quemaron, con espanto y no poco provecho de in

numerables yndios que avían concurrido a la doctrina y a aquel es

pectáculo" (en Lloreda, 1992: 66).

Este acontecimiento causó de nuevo un gran revuelo entre las

autoridades del Reino y seguramente entre los jeques, mohanes y

gentes del común muisca. Se resolvió que el mismo arzobispo y uno

de los oidores saliesen a "averiguar, castigar y estirpar esta tan pesti

lencial ydolatría", en el área de la jurisdicción de Santa Fe. En Fon

tibón, a las puertas de Santa Fe, encontraron otra vez que se practi

caban "idolatrías" por todas partes:

[...] los ordinarios ydolos déstos, eran de oro; apenas no huvo

casa donde no se hallasen otros ydolos. Se hallaron de plumería

de varios colores, hechos con grande artificio: sacáronse aquí más

de tres mil ydolos; los de pluma se quemaron; los de oro se deshazían,

aplicando lo que se dispone por las reales leyes al real fisco; y los

demás, empleándolo en adorno de las yglesias y altares y culto de

nuestro verdadero Dios, según la determinación de San Agustín

(en Lloreda, 1992:68).

Como en otros casos, los frailes organizaron una procesión, por

todas las ermitas y cruces levantadas en Fontibón, "llevando delan

te los penitenciados".

Page 19: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 39

Después pasaron a la localidad de Bosa, donde también descu

brieron "más de diez mil ídolos de oro, fuera de otros innumerables

de pluma, madera y palo. Y aquí, por medio de un cacique, se vino a

entender que en la plumería de esta tierra, de que ay grande copia y

riqueza entre los yndios, estava gran parte de sus ydolatrías y supers

ticiones. Y así, todo este género se condenó a fuego" (en Lloreda, 1992:

71), a pesar de que algunos españoles e indígenas estaban dispuestos

a pagar hasta 4.000 escudos, y que las plumerías parecían ser un pro-

metedor negocio.

La comisión no sólo penetró en las ermitas (templos) de esta

población, destruyendo y quemando sus ídolos, sino que también

desenterró las raíces de los viejos árboles, donde habían sepultado

a algunos de sus antepasados "Cavóse por sus rayzes, y halló dos

vultos grandes, de oro maciso, hombre y mujer, sentados en sus si

llas de oro; quellos dezían ser la diosa Baque y su hijo; que no poco

espanto dio a los indios averse descubierto. Y otro ydolo semejante

a los pasados, se halló también en otro árbol. Y comenzaron a dezir

los yndios, que ya echaban de ver quienes eran sus dioses mentiro

sos, pues no se avían podido ocultar ni defender de nuestros sacer

dotes" (en Lloreda, 1992: 72).

Finalmente, los extirpadores se desplazaron a Bojacá, Caxica,

Chía, Suba y otros lugares, quemando los "ídolos" y castigando a los

"sacerdotes del demonio".

El diablo se las ingeniaba de diversas formas para engañar a los

españoles. Según Simón, un español necesitado de oro se dirigió a

un paraje -aconsejado por una mujer india-, donde localizó un bo

hío en el cual se hallaba un hombre anciano de más de cien años,

rodeado de 4 o 5 muchachos muyjóvenes, no mayores de diez años,

aprendices del oficio de jeque. El anciano les ofrece llevarlos a un

santuario donde podrían satisfacer su apetito. Después de recorrer

agrestes montañas y paisajes, el sacerdote decide rociar al viejo con

agua bendita que ha preparado con algunas plantas que ha recogido

en los alrededores:

Page 20: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

40 / Roberto Pineda Camacho

Quiero echarle agua bendita a este viejo para que tengan buen

corazón en darnos mucho oro [había pensado]; mojó las yerbas

en el agua bendita y rociándolo, cosa maravillosa, al punto cayó el

cuerpo del viejo en el suelo y comenzó a rodar cuesta bajo como

si fuese un madero seco. De que quedaron admirados los espa

ñoles, y volviéndolo a mirar echaron de ver había muchos años

que era muerto, según estaba seco y que lo había poseído el de

monio por instrumento en quien hablaba y hacía las demás ac

ciones del hombre que vieron y también consideraron la burla que

les había hecho el demonio (Simón /1627/, 1981, t. III: 418).

La triste historia del mercader que quiso ranchear Guatavita

La laguna de Guatavita fue el mayor santuario que llamó la atención

de la codicia de los españoles. En ella, como se sabe, los caciques

realizaban diversas ofrendas con motivo, sobre todo, de la consagra

ción del cacique; dicho cacique, montado en una balsa, revestido con

polvo de oro, se sumergía en la laguna, mientras que sus ofrendas y

las de sus coetáneos se lanzaban al agua, todo con el propósito de

"ofrendar y sacrificar al demonio que tenía por su dios y señor".

[...] En aquella laguna se hiciese una gran balsa de juncos,

aderezábanla todo lo más vistoso que podían... Desnudaban al he

redero en carnes vivas, lo untaban con una lijia pegajosa y espolvo-

riaban con oro en polvo y molido, de tal manera que iba cubierto

todo de este metal.

[...] Hacía el indio dorado su ofrecimiento echando todo el

oro que llevaba a los pies en medio de la laguna y esmeraldas que

llevaba en el medio de la laguna, y los demás caciques que lo acom

pañaban hacían lo propio, lo cual acabado, batían la bandera que

en todo el tiempo que gastaban en el ofrecimiento la tenían le

vantada, y partiendo la balsa a tierra comenzaba la grita, gaitas y

fototutos con muy largos corros de baile y danzas a su modo, con

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 41

la cual ceremonia recibían al nuevo electo y quedaba reconocido

por señor y príncipe... De esta ceremonia se tomó aquel nombre

tan celebrado de el Dorado, que tantas vidas y haciendas ha cos

tado (Rodríguez Freile /1636/, 1988: 103-104).

El cacique Guatavita era famoso por sus grandes "riquezas

orfebres", las que decidió esconder cuando le llegaron noticias de los

españoles:

Dijéronle al Guatavita cómo los españoles había sacado el

santuario grande del cacique de Bogotá que tenía en su cercado

junto a la Sierra y que eran muy amigos de oro. Que andaban por

los pueblos buscándolo y lo sacaban donde lo hallaban, con lo cual

Guatavita dio orden de guardar su tesoro, llamó a su contador que

era el cacique de Pauso y diole cien indios cargados de oro con

orden que lo llevase a las últimas cordilleras de los cerros que dan

vista a los llanos... (Rodríguez Freile /1636/, 1988: 147).

El cacique cumplió la orden a cabalidad: de regreso este conta-

dory sus quinientos hombres fueron "pasados a cuchillo" para guar

dar el secreto.

Parece que este fue consejo del diablo por llevarse todos aque

llos y quitarnos el oro, que aunque algunas personas han gastado

tiempo y dinero en buscarlo, no lo han hallado (Rodríguez Freile

/1636/, 1988: 147-148).

Además, se narraba que cuando llegaron los españoles los abo

rígenes ofrendaron grandes cantidades de oro en ésta y otras lagu

nas, para protegerse de esta verdadera calamidad:

Cuando se fue divulgando que entraban unos hombres bar

budos y buscaban con cuidado el oro entre los indios, sacaron

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42 / Roberto Pineda Camacho

mucho del que tenían guardado, llevándolo y ofreciéndolo en la

laguna o rogando con aquel sacrificio que les librase la cacique

de aquellos hombres que entraban en sus tierras como las de

más les solían venir, o queriendo más tenerlo ofrecido en su san

tuario que en sus casas y a peligro que lo hubiesen a la mano los

españoles. Hicieron esto algunos en tanta cantidad de oro, que

sólo el cacique del pueblo de Simijaca echó en esta laguna cua

renta cargas que llevaron cuarenta indios desde el pueblo a la la

guna, como se verificó de ellos mismos y del cacique, sobrino y

sucesor en el cacicazgo el que lo envió [...] que cuando menos

seria cuarenta quintales de oro fino... (Simón, 1981, t. III: 329).

Éstas y otras historias motivaron, sin duda, a los españoles a in

quirir sobre la riqueza de la laguna. Según Duque Gómez, fue el

mentado Cieza de León el primero que habló de su existencia. De

otra parte, se cuenta que el capitán Gonzalo de León Venero per

suadió -quizás sea mucho decir así- a su cacique para que le indi

case la existencia de los santuarios "pues era mejor servirse del oro

que tenerlo sin provecho ofrecido al Diablo" (Simón, 1981, t. III, 329).

El indio respondió, en señal de amistad y con secreto, que si des

aguaba la laguna de Guatavita obtendría una infinita riqueza.

Al parecer, el capitán Lázaro Fonte, capitán de las huestes de

Gonzalo Jiménez de Quesada, intentó desaguar la laguna, pero no

tuvo mayor éxito; el hermano de Quesada bajó los niveles de la la

guna en tres metros y obtuvo 3.000 a 4.000 pesos de oro (Lleras,

1998). Un mercader de Santa Fe de Bogotá, Antonio de Sepúlveda,

probó también suerte: obtuvo la aprobación de su empresa median

te real cédula: por medio de ella tenía derecho a obtener todo el apoyo

de la Real Audiencia y a contar con la mano de obra de los indios3.

3 Una transcripción de la capitulación entre Antonio Sepúlveda y el rey, del año 1562, se encuentra en el Boletín de Historia y Antigüedades, Academia Colombiana de Historia, 8: 235 y ss.

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 43

Sepúlveda levantó casa alrededor de la laguna; mediante una

barca sondeaba las profundidades de la misma. Al cabo del tiem

po, y con la ayuda de ingenieros y de los nativos, "abrió una boca al

desaguadero, vaciando parcialmente las orillas de la laguna, y po

niendo al descubierto "algunas joyas de oro de mil hechuras, cha

gualas o patenas, sierpezuelas, águilas, espemalada que sacaban de

entre la lama y el cieno que iban descubriendo" (Simón, 1981, t. III,

330).

Porque a cada desagüe que se iban dando, se iban hallando

mayores y más ricas piezas de oro y esmeraldas, y tal vez saca

ron una como un huevo (una ni otra báculo de obispo) hecha

de planchas de oro, y el báculo formado de las mismas canillas

de oro y otros joyas, que fue por todo hasta la cantidad de cinco

y seis mil ducados que se iban metiendo en la caja Real, por

haber sido una de las condiciones con que se había dado la li

cencia, para que se partiesen después de todo junto lo que se

sacase por la mitad el mercader y la Caja, habiéndole pagado la

costa, de la cual no había de poner el Rey alguna (Simón, 1981,

t. m, 330).

A medida que sus obras avanzaban, en efecto, se descubrieron

otras piezas, que a su vez estimulaban la codicia del mercader. Pero

sus esfuerzos se vieron truncados con la llegada de las aguas de in

vierno, que desbarrancaron las orillas y dieron al traste con sus obras

taponando las salidas del desagüe. Sin los recursos suficientes y cada

vez más agotados, el mercader tuvo que darse por vencido: "Y así le

fue forzoso dejar la ranchería y labor e irse a morir a un hospital, sin

haberle quedado caudal para otra cosa, no haber después quién se

atreva a tomar entre manos la empresa de propósito", pese a que lo

gró extraer doce mil pesos de oro, equivalentes a 55,2 kg de oro (Lle

ras, 1998).

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44 / Roberto Pineda Camacho

Los huesos endemoniados del mohán

Los españoles encontraron, en diversas regiones, que las culturas

aborígenes practicaban la momificación —o disecación- de sus ca

ciques o principales. Los cueva del Urabá, por ejemplo, preserva

ban el cadáver de sus principales, que mantenían en sus bohíos; los

muiscas, los indígenas del Cauca y de otras regiones de Colombia

también tuvieron diversas prácticas de momificación, y sus "cadá

veres vivientes" jugaron un rol destacado en la vida social. La situa

ción, como se sabe, no era exclusiva de Colombia. Algo similar ocu

rrió entre los incas y otros pueblos andinos.

Desde un comienzo, los misioneros se ensañaron contra las mo

mias y demás restos disecados. En el Perú, por ejemplo, se destru

yeron sistemáticamente las momias de las diversas dinastías incas.

En la Nueva Granada, la relación con los restos momificados ge

neró también una gran tensión entre los peninsulares y los indios.

A este respecto es, sin duda, notable la actitud de fray Luis Beltrán

con relación a los "huesos de un mohán" que veneraban los indios

en la Sierra Nevada de Santa Marta.

Fray Luis Beltrán, el santo patrono de la Nueva Granada, era real

mente un hombre excepcional. Perteneció a la orden dominica; se

encontraba como maestro de novicios en Valencia, España, cuando

llegó a sus puertas "un indio en hábitos de fraile de la misma orden,

con recados falsos, que todos entendieron fue permisión divina"

(Simón, 1981, t.V: 421). Se dice que en la conversación con este su

puesto fraile surgió en san Luis un ánimo misionero infinito, fomen

tado en gran medida por el martirologio que la vida misionera en

América deparaba a los sacerdotes; era vox populi que a "muchos

ministros del Evangelio les quitaban la vida con tormentos y se los

comían" (Simón, 1981, t.V: 421).

Beltrán pasó a América y en 1562 pisó la tierra de Cartagena; el

futuro santo poseía el don de lenguas, una capacidad profética que

aterrorizaba y un excepcional poder de sanación. Se cuenta que el

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 45

demonio lo maltrataba, lo golpeaba, lo tentaba y perseguía, "furio

so" por su labor y la destrucción de ídolos.

Al cabo del tiempo, pasó a predicar en la jurisdicción de Santa

Marta, desafiando, se dice, al diablo y a todos los peligros derivados

de la naturaleza y de los hombres.

En alguna ocasión, el fraile se enteró que los indios de la monta

ñas de la Sierra Nevada:

[...] veneraban los huesos de un mohán, antiguo sacerdote en

el mayor caney del Diablo, a quien hacían grandes fiestas en días

señalados y embriagueces, y guardaban con infatigable vigilancia

por haberles el demonio certificado que si les faltaban aquellos

huesos, se les caería el cielo encima, tuvo traza el santo de entrar

con secreto en el templo y haber a las manos los huesos y trans

portarlos dos o tres leguas de allí... (Simón, 1981, t. V: 425).

Enterados los indios, y bajo conseja de uno de sus más podero

sos mohanes, envenenaron su comida, colocándolo al borde de la

muerte. Beltrán, lejos de desesperarse, asume su muerte "con mu

cha alegría", con el consuelo de su crucifijo y rosario, al cual enco

mendaba su alma. Cuenta Simón que el poder de Dios quiso que el

santo vomitara el veneno en forma de serpiente, salvando en reali

dad su vida. Los indios intentaron, entonces, matarlo con la fuerza

de las armas, pero Beltrán -oponiéndose a las acciones de sus "guar

daespaldas" (dos grandes negros horros)- calmó a sus adversarios,

haciéndoles ver la necedad de sus creencias, fruto del engaño del

demonio.

No obstante, sus interlocutores ("gente obstinada en su infide

lidad") inquirían con insistencia o "empleaban todo su conato en

pedirle los huesos del sacerdote".

De manera desconcertante para sus contemporáneos, Beltrán

retornó los "huesos del mohán" a los indios, lo que sin duda concitó

serias reflexiones teológicas entre los religiosos y sus sucesores acer-

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46 / Roberto Pineda Camacho

ca de la legitimidad de su acción, en contravía de la política de la ex

tirpación de la demonolatría.

Simón recuerda que san Luis quedó profundamente impresio

nado por este suceso:

Quedóle al santo tan estampada en la memoria la reverencia

con que llegaba a los huesos el mohán que los llevaba cuando se

los volvió a entregar, que lo predicaba muchas veces diciendo: que

era tanto el respecto que les tenía, que arrodillándose delante de

ellos y cruzando las manos sobre el pecho, temblaba como azo

gado. Y estaba tan turbado que, preguntándole el santo si había

algún remedio para curar del todo aquel veneno de que padecía,

no le pudo responder palabra, ni quitaba los ojos de aquellos

endemoniados huesos (Simón, 1981, t. V: 426-427).

Pero el dominico Zamora interpreta - a finales del siglo XVII- de

otra manera los acontecimientos y explica que el mismo fray Luis

habría declarado en su casa en Valencia, una vez de regreso a casa,

que si hubiese estado en buenas condiciones de salud habría impe

dido que los indios se llevasen por la fuerza sus huesos:

Si yo estuviera alentado [decía] que pudiera ponerme en pié,

para defenderlos, hubiese perdido mil veces la vida, antes quien

dejarlos llevar a los idólatras (Zamora /1701/, 1980, t. II: 109).

Empero, el mismo Zamora anota inmediatamente después las

mismas acotaciones de Simón:

Muchas veces predicó este suceso porque le quedó tan es

tampado en la memoria la reverencia con que el mohán y los in

dios veneraban los huesos de aquel falso sacerdote, que arrodi

llándose ante su presencia, no apartaban de ellos los ojos. De que

se fervoriza predicando a los católicos la veneración y reverencia

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 47

en que debemos estar en la presencia de Cristo Sacramentado

(Zamora/1701/, 1980, t. II: 109).

En 1578, el arzobispo fray Luis Zapata propuso desenterrar los

cuerpos de los indios difuntos, para examinar si habían fallecido en

condición de idólatras, lo que levantó una fuerte oposición de parte

del presidente y de los oidores de la Real Audiencia: el arzobispo se

defendió, aduciendo que se trataba de "escándalo pasivo y que no

cae en consideración mayormente que a los indios en quitarles esto

no se les quita cosa suya, pues se desapoderaron de ello el día que lo

dieron y ofrecieron al demonio" (Lara, 1988: 31).

No obstante, la negativa de la Audiencia fue tajante; le prohibie

ron "desenterrase los cuerpos de los indios que están sepultados en

las iglesias y constase que habían apostatado e idolatrado después

de convertidos... porque no pareciese que esto se hacía por buscar

si tenían algún oro o joyas en las dichas sepulturas para tomárselo"

(Lara, 1988:31).

La disputa por los cadáveres continuó durante el resto de la cen

turia. En 1595, según el licenciado Egas de Guzmán, los indios de

Iguaque exhumaron los huesos de un cacique, a cuyos restos rendían

culto en una cueva. En este caso, los españoles exhumaron sus restos

y les dieron sepultura en la iglesia, mientras que los indios eran acu

sados de idolatría (Lara, 1988: 33)4.

4 En contraste con diabolización de los huesos y cuerpos de los difuntos indígenas, el cuerpo de monseñor Almanza, arzobispo del Nuevo Reino, fue venerado, por algunos años, como una verdadera reliquia. El ilustre arzobispo murió el 27 de septiembre de 1633, en Villa de Leiva, víctima de una "calentura". A pesar de que se preveía una descomposición rápida de su cadáver, éste no sólo se preservó sino que "olía a pina", a "perfume de pina". Después de diversas exhumaciones fue trasladado a Bogotá y objeto de honras fúnebres en la catedral. En el oratorio, los frailes lo trataban como si fuese un ser vivo, y luego sus despojos mortales se tuvieron en la capilla de Pedro de Valenzuela, donde también se conservaron sus restos. Éstos fueron trasladados a un convento en Madrid de las hermanas de Jesús, María y José, que reclamaban su cadáver (Groot, 1889: 290 y ss.).

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48 / Roberto Pineda Camacho

Sin embargo, a pesar de las campañas contra la "idolatría", el

culto a los antepasados y sus huesos subsistió por lo menos hasta

finales del siglo XVII. De acuerdo con Valcárcel, por ejemplo, que es

cribe en 1687, "en el pueblo de Onzaga, el año 85, halló el doctrinero

algunos indios retirados en un bosquecillo donde un viejo dogmatista

instruía en... los ritos de sus antepasados haciéndoles adorar un

hueso de un mohán antiguo, diciendo que aquél era su dios y no el

de los cristianos, que por él vivían, tenían salud y cogían frutos; te

nían un santo sacrificio debajo del hueso y hacía irisión de él" (en

Langebaek, 1995).

La omnipresencia del Ángel Caído

El encuentro con las religiones amerindias desencadenó, como se

ha comentado, diversas reacciones y consideraciones acerca de su

naturaleza y la legitimidad de las creencias religiosas amerindias. Los

primeros discursos relacionados con los incas y aztecas reconocie

ron en sus sistemas de representación y acción social verdaderos

complejos religiosos, al señalar la existencia de sacerdotes, templos,

ídolos y la práctica del sacrificio. Las Casas, en particular, enfatizó

en la legitimidad de su práctica religiosa, en función de dichas con

sideraciones, en gran parte derivadas de santo Tomás de Aquino. En

realidad, los europeos no pudieron dejar de sorprenderse con la in

tensidad de la vida religiosa amerindia y la similitud de algunos as

pectos de la misma con la religión cristiana: no sólo el sacrificio era

relativamente común, sino que en algunos casos se trataba del sa

crificio de hombres "divinos", vale decir, de "hombres dioses": con

frecuencia las religiones amerindias incluían las prácticas de ayu

nos, la confesión, etc., tan caras a la tradición cristiana.

De manera similar a la Nueva España y al Perú, los más conno

tados cronistas del Nuevo Reino reconocen en gran medida en las

prácticas religiosas muiscas los signos fundamentales del compor

tamiento religioso, marcado por la existencia del sacrificio. Gonza-

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 49

lo Jiménez de Quesada presenta, en el Epítome del Nuevo Reino de

Granada, las prácticas de sacrificio muisca de una manera escueta,

sin mayores juicios de valor, como si en alguna medida estuviese des

cribiendo una institución propia de la vida religiosa de la gente pa

gana, o similar a las prácticas de los hombres civilizados, mas no

cristianizados, de la antigüedad clásica.

Sin embargo, como se dijo, paralelamente se implemento un dis

curso que interpretó las religiones amerindias como la obra del dia

blo y, en consecuencia, se definió a sus sacerdotes como "sacerdo

tes del diablo"; los diversos acontecimientos sobre los cuales se

basaban la creencias de los nativos fueron interpretados como "mi

lagros del Maligno". En efecto, los misioneros y demás españoles

estaban firmemente convencidos de la intervención del Ángel Caí

do en la vida cotidiana de los hombres, y en particular en la de los

indígenas.

Según los misioneros franciscanos de la segunda mitad del si

glo XVI, el demonio mismo intervenía para evitar la conversión de los

aborígenes. Por ejemplo, se narra que a un indio infiel, al que un sa

cerdote en vano había intentado persuadir de bautizarse, se le apa

recía el demonio, en figura de un hombre negro, amenazándole si

prestaba atención a las demandas del hombre de la Iglesia. Éste, ad

vertido de lo sucedido en la noche anterior

[...] le dijo que pusiese, a la cabecera, un santo crucifijo, que

allí le dio y estaría seguro del demonio... El qual bolvió otra no

che; y, diziéndole que entraze, respondió, que no podía, mientras

estuviese allí aquella cruz. Aquí alumbró el spíritu Sancto al po

bre Yndio y dijo: pues tú temes a éste questá en la cruz, sigúese

ques mayor que tú; a él quiero servir. Llamando al sacerdote, le

pidió que le hiziese cristiano. Fué informado en las cosas de la

fee en quatro días que vivió; y al cabo dellos, fue bautizado: y lue

go murió con tan dichosa prenda de su predestinación (Lloreda,

1992: 72).

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50 / Roberto Pineda Camacho

Cuenta el mismo Medrano, a finales del siglo XVI, que en otra

oportunidad un indio que aparentemente era tenido por muerto, y

estaba incluso ya amortajado, se levantó y confesó

[...] aver visto tres hornos de fuego, bocas de ynfierno, en

aquel pueblo, a los quales llevavan los demonios encadenados los

yndios, por treys géneros de vizios que reynan mucho entre ellos;

en el uno entraban los ydólatras; en el segundo los incestuosos;

en el tercero, los dados a la embriagues (Lloreda, 1992: 72).

Esta experiencia no sólo enmendó al supuesto difunto sino que

influyó de forma ostensible en el comportamiento de los indios de Bosa.

Durante el siglo XVII, la presencia del diablo se multiplicó e in

cluso algunos caciques fueron percibidos como la misma materiali

zación del Malo. De acuerdo con Simón, los tres gobernadores de

las provincias del Senú eran, asimismo, demonios; Goranchacha, uno

de los últimos grandes caciques muiscas (a quien se le atribuía una

naturaleza divina pues era hijo del mismo Sol), tenía también esa

misma condición, de igual forma que su pregonero ya que ambos

poseían una cola posiblemente de felino. Poco años antes de llegar

los españoles profetizó la llegada de los extranjeros:

[...] hizo un día juntar toda su gente y por su pregonero, a

quien ponían muchas mantas en rollo dejando en medio, hubo

donde entrase la cola que tenía, que era como de león, y se sen

tase. Les hizo una larga plática en que les adivinó había de venir

una gente fuerte y feroz... y despidiéndose que se iba por no ver

los padecer que después de muchos años volvería a verlos, que

los había de maltratar y afligir con sujeciones e trabajos, se entró

en su cercado y nunca más lo vieron. El pregonero, por desenga

ñar más del todo y dar más claras muestras de quién era, delante

de todos dio un estallido y se convirtió en humo hediondo, que

fue la última despedida (Simón, 1981, t. ni: 422).

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 51

A medida que avanzaba la colonización de los pueblos nativos,

los misioneros se obsesionaron por la extirpación de toda clase de

idolatrías, vigilando y castigando celosamente no sólo a los mesti

zos sino también a los mismos españoles pertenecientes a los sec

tores populares.

Los catecismos, en particular, expresaron esta preocupación. El

primer catecismo de Santa Fe de Bogotá, escrito por fray Luis Zapata

de Cárdenas, segundo arzobispo del Reino de Granada, contiene ins

trucciones precisas en el capítulo 14, relativo al "Remedio contra la

idolatría", para que los santuarios sean destruidos y se borre toda

memoria de ellos; en cuanto a los objetos de oro y de valor se plantea

que se "distribuyan en utilidad de la iglesia do el tal santuario se hallare

y lo mismo sea de lo que se hallare en las sepulturas por aviso del sa

cerdote, y lo que sobrara, distribuido en las Iglesias, se gaste en la en

fermería y en obras pías tocantes al mismo pueblo". El capítulo 18,

relativo a los materiales de los sacrificios y sahumerios, ordena que se

queme el moque -con que momificaban sus muertos-y otros objetos

que vendan en los mercados que puedan ser asimilados a idolatrías.

No hay que olvidar que, durante casi un siglo, los indios, aunque bau

tizados, tuvieron una condición de catecúmenos. Solamente hasta 1634

los jesuitas se decidieron a darles la primera comunión, lo que de he

cho implicaba que antes de esta fecha los indios debían salir del recin

to de la capilla doctrinera cuando se iba a celebrar la santa eucaristía.

La llegada de los esclavos africanos incrementó la preocupación

por la propagación de falsas religiones y supercherías. La Inquisi

ción se encargaría de extirpar el dominio del diablo y de la brujería

de los negros y españoles.

En este contexto, no nos debe extrañar que prácticamente no

hubiese ninguna inquietud entre los hombres de esa época por con

servar las que serían llamadas después reliquias de los indios. De

acuerdo con Duque Gómez, la única excepción fue la del licenciado

Juan Vásquez, gran aficionado a la conservación de las antigüeda

des de los indios (Duque, 1965: 88).

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52 / Roberto Pineda Camacho

Los ídolos en Roma

A finales del siglo XVII, el misionero franciscano Romero pisó por

primera vez la Sierra Nevada de Santa Marta, aunque conocía ya parte

del territorio de la Nueva Granada. Según Giraldo Jaramillo, era una

sacerdote agustino, nacido en Lima, Perú. Había sido ordenado des

de muy joven; trabajó en la evangelización de los indios tamas, en el

alto Magdalena, y luego se trasladó, ante las dificultades para la evan

gelización de este pueblo del alto Amazonas, desplazado a las inme

diaciones de Timaná mediante prácticas de rescate y esclavitud, al

Valle de Upar, en el norte de Colombia. Su experiencia está conden-

sada en un bello libro titulado Llanto sagrado de la América meri

dional, publicado en Milán en 1693, cuya parte correspondiente a la

Sierra Nevada y Valledupar ha sido analizada de manera interesante

por nuestro colega Carlos Uribe, sobre la base, además, de un do

cumento hasta ahora inédito, redactado por el licenciado Melchor

de Espinosa, párroco de Río Hacha, que fuera comisionado como

notario de la expedición de Romero a la Sierra (este documento, en

contrado por Cari Langebaek en Sevilla, aún inédito, relata también

su experiencia entre los arhuacos de la Sierra, dándonos una ver

sión complementaria del libro).

Romero penetró también a sendos templos de los indios de la

Sierra Nevada y combatió con el fervor de sus antecesores lo que él

considera eran verdaderas idolatrías y "obras del demonio". Pero la

novedad de su discurso no descansa, como veremos, en la condena

ción de las supersticiones de los indios y la destrucción de sus "ído

los", sino en la recolección de algunas máscaras que después de tres

siglos fueron redescubiertas por el arqueólogo alemán H. Bischof

en el mismo Museo del Vaticano, en Roma (1972).

Las piezas fueron traídas por el sacerdote peruano en su viaje

de regreso a Europa en 1692: posiblemente las entregó al Colegio

de Propaganda Fide en Roma, con ocasión de su visita a esa ciudad,

en búsqueda de apoyo para su labor misional entre los tamas. El

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 53

mismo sacerdote cedió su manuscrito a los editores de Milán, y presumiblemente contribuyó también a la descripción visual de las cansamarías que ilustran el texto. En efecto, la primera edición de su obra está acompañada de una serie de ilustraciones que describen el templo y sus actores y registran las mentadas máscaras del diablo, como si su visión fuese en alguna medida neutralizada, ya sea por la imprenta o, al menos, como si la fuerza en las creencias de la brujería se hubiese debilitado.

El padre Romero se define, con razón, como un extirpador de idolatrías. De hecho, la leyenda que acompaña la lámina reza: "La idolatría de los Indios de la Nación Aruacos, que habitan en la Sierra de S. Martha; destruida, por un religioso Del orden de S.Agustín de la Provincia de Lima, el año de 1691, con diez templos, en que daban abominables cultos al Demonio".

La ilustración representa la casa sagrada coronada por un templo griego: a diferencia de laya mencionada lámina de Cieza, no aparece la figura de Satanás, y sus personajes tienen un fisonomía europea; uno, en particular, se encuentra arrodillado, como si estuviese adorando a sus dioses (véase lámina II).

Tenemos, como dijimos, dos versiones del texto. La primera, la relación del sacerdote incluida en Llanto sagrado de la América meridional; la segunda, el documento encontrado por Langebaek en Sevilla, que se refiere a esta experiencia, y estudiado parcialmente por Carlos Uribe (1996).

En el primero, Romero relata que el visitador general del obispado había percibido que en lo encumbrado de la montaña existía un templo de la nación aruaca, donde los indios sacrificaban víctimas al demonio; como resultado de esta convicción, escribe un auto a fray Francisco Romero, en el cual le encomienda la destrucción y aniquilación de dichas "iglesias" (sic), donde los indios no solamente practicaban idolatrías, sino también tenían "ásperas penitencias y ayunos". Pero el auto no sólo le solicita amorosamente que estirpe las idolatrías, sino que también traiga los ídolos ante su presencia y

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54 / Roberto Pineda Camacho

dé testimonio de todos los actos y acontecimientos que en dicho

tránsito le sucedieren (Romero /1693/ 1955: 80).

En este marco, entonces, los aruacos son calificados como idóla

tras; sus templos son denominados "cansamarías, los cuales están

dedicados al demonio", y en ellos, se dice, realizaban diversos "sacri

ficios de piedras labradas, de ropas y de alhajas y de horribles morti

ficaciones, como era ayunar quince días, sin otro mantenimiento que

un grano de maíz deshecho de agua fría, y no comer sal"... Asimismo

"sabía que entre los detestables ídolos que tenían sus templos, vene

raban por principales dioses tres abominables cuyos nombres era

Cabisurí, Dunuma y Moatama..." (Romero/l693/ 1955: 82-83). De

otra parte, Romero poseía por arma un crucifijo para vencer los ído

los paganos.

Entre los objetos encontrados se destacan, sobre todo, "figuras

incógnitas", flautas, etc.; en efecto, recoge una gran cantidad de ob

jetos, mientras que quema -como en los primeros años de la Con

quista- otros a la vista de los indios. Los que guarda tienen como

objeto "aclarar más en ambas curias la gran necesidad de operarios

en algunas partes principales de la América".

El segundo documento denomina a los templos "cansamarías";

sostiene que el demonio les habla a los indígenas a través de los ídolos

y que éstos representan la figura del diablo. En algunos templos en

contraron tres ídolos de madera que se componían de dos figuras

de formas no conocidas y una cara horripilante, con diversos bone

tes llenos de plumas, y otros instrumentos de idolatrías como flau

tas y chirimías. En otros cuatro templos halla ídolos y otros instru

mentos de idolatrías, como plumas, flautas y macanas esculpidas.

Las idolatrías recibidas por el padre Cuadrado, en Valledupar,

fueron quemadas en la plaza pública el 3 de agosto de 1691, con ex

cepción de las ya mencionadas llevadas por Romero. Como ha sido

señalado por Carlos Uribe, en un auto final expedido por el mismo

Cuadrado, se ordenaba detener a uno de los mamas encontrados por

Romero, "el mayor idólatra", para que fuese condenado a cadena

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 55

perpetua. En cumplimiento de lo dispuesto en el sínodo organiza

do por el arzobispo Bartolomé Guerrero en 1606, debía darse cárcel

perpetua a los zeques y maestros comprometidos en la idolatría o

que se "hallaren comprendidos en perjudicial enseñanza" (Uribe,

1996: 32).

Es probable que los ecos de un nuevo pensamiento religioso, fun

dado en la crítica del racionalismo europeo del siglo XVTI, y la consi

guiente secularización del discurso respecto a la religión, ya estu

viese calando en la mente de este limeño, de manera que los antiguos

bohíos del Diablo cedieron su paso a los templos o cansamarías, y a

una nueva percepción del ídolo como fetiche.

Historia del diablo y de la América paradisíaca

Desde los primeros años del descubrimiento de América, Colón,

Vespucciy otros hombres tuvieron una compleja y contradictoria idea

respecto a las tierras del nuevo mundo. La idea de sentirse en una

tierra paradisíaca no dejó de rondar en sus mentes de una forma u

otra, aunque a menudo quedaba sepultada por interpretaciones com

pletamente opuestas. Vespucci, por ejemplo, quedó profundamen

te impresionado por los bosques del Brasil, su exuberante flora y fau

na, que lo hace "sentirse en el Paraíso terrenal" (Pereira, 1994: 51).

[...] y vimos tantos animales, que creo que dificultosamente

tantas especies entrasen en el arca de Noé y animales domésti

cos no vimos ninguno (Pereira, 1994: 51).

Como se ha mencionado, en la segunda mitad del siglo XVI exis

tía una fuerte tradición que pensó lo americano -y en particular su

vida religiosa- como consecuencia de la acción del diablo. En 1590,

el padre jesuita José Acosta, considerado como uno de los fundado

res de la antropología moderna, resaltó en su Historia Natural y

Moral de las Indias la similitud entre la religión cristiana y las reli-

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56 / Roberto Pineda Camacho

giones amerindias. Acosta señaló la presencia de templos, de mo

nasterios, de la comunión, de dioses hechos hombres sacrificados,

e incluso de la confesión como un fenómeno muy extendido en

América. Pero, a diferencia de Las Casas, calificaba esta situación

como una perversa actuación del demonio; según su concepto, la

conquista fue "un acto de liberación mediante el cual los naturales

del Nuevo Mundo quedaron libres del dominio de Satanás y de los

tiranos humanos, y se les ofrecieron los medios de salvación (Bra-

ding, 1993:218). Los indios, en general, eran considerados víctimas

o "hijos de Satanás" irrevocablemente sentenciados a la condena

ción eterna (Brading, 1993: 219).

En ese sentido, las sociedades americanas estaban profundamente

"corrompidas hasta el meollo por el dominio del demonio" (Brading,

1993) y la conquista española era un acto providencial que permitiría

su salvación. No obstante, el mismo Acosta se preguntó de forma casi

heterodoxa sobre el origen del hombre americano, y llegó incluso a

sugerir que era más antiguo que el Diluvio o incluso que el mismo

Adán.

Amediados del sigloXVIH, el jesuitaAntonio Julián, cuya actividad

intelectual es sobre todo recordada por su famoso trabajo sobre la

Nueva Granada titulado La perla de América, Provincia de Santa

Marta (1787), retomó esta temática en el recientemente publicado

libro Monarquía del Diablo. En la gentilidad del Nuevo Mundo ame

ricano. Su tesis general es que América había sido el escenario de la

acción del demonio y que éste se había confabulado aquí para imitar

el Reino de Cristo. Es realmente -como ha sugerido monseñor Ro

mero- una verdadera Historia del Diablo, cuya idea le vino -al pare

cer- de la lectura de Acosta. El objeto del libro es demostrar que

América estuvo cautiva por el Demonio y que, gracias a la acción de la

Iglesia y de España, el Nuevo Mundo se pudo liberar de sus dominios.

Pero el mismo Julián escribió un texto, aún perdido, titulado E l

paraíso terrestre en la América meridional y Nuevo Reino de Gra

nada. Según Ezequiel Uricochea, el último que tuvo el manuscrito,

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 57

Julián intentó demostrar que el Paraíso estuvo localizado en Améri

ca, en particular en Colombia, y que Adán y los primeros hombres

salieron de nuestro territorio. De hecho, Julián argumenta en \aMo-

narquía del Diablo que Cristo evangelizó a los indios americanos,

durante los cuarenta días antes de su resurrección.

La idea no era, como se sabe, totalmente nueva. Desde los pri

meros años de la Conquista la condición paradisíaca de América ha

bía rondado ya -como vimos- a varios autores. En 1650, el ilustre León

de Pinelo sostuvo algo semejante, en un fascinante tratado sobre el

Paraíso, al cual localizaba en el río Amazonas: "la existencia de los

cuatro grandes ríos, el Amazonas, el Orinoco, el Cauca o el Magdale

na y el río de la Plata", que regaban el corazón del continente demos

traban la verdad de esta tesis. Era una región que gozaba de "eterno

verano y perpetua primavera". Si también se encontraban gran nú

mero de cactos, espinas y serpientes que se criaban en los lodazales,

todo esto no era más que un recordatorio de la expulsión de Adán,

argumento confirmado por la presencia de una cadena de volcanes que

rodeaban la región, como las bíblicas espadas de fuego que expulsa

ron del paraíso al primer hombre (Brading, 1993: 226).

Según León de Pinelo, el río Magdalena se identifica con el Tigris

bíblico: los volcanes y montañas propios de los Andes son símbolos

del Ángel guardián que con una tea encendida impedía el regreso

de Adán o de sus descendientes al paraíso; en América habrían vivi

do los primeros hombres hasta el diluvio, cuando Noé se embarcó y

al cabo del tiempo llegó a Armedina. Los grandes monumentos del

Perú y de la Nueva España fueron construidos por esos primeros ha

bitantes descendientes de Adán (Brading, 1993: 227).

El autor "peruano" considera que la granadilla fue el fruto del

pecado, el árbol de la culpa; su capacidad de seducción no sólo se

fundaba en su olor, color y sabor, sino que exhibía en sí misma los

signos de La Pasión de Cristo: lanza, esponja, escalera, cruz y coro

na de espinas, como si Dios hubiese en la misma "fruta del pecado

ofrecido los signos del perdón".

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58 / Roberto Pineda Camacho

La obra de Pinelo es sin duda un texto extraordinario que bien valdría la pena analizar en detalle. Por ella, por ejemplo, sabemos exactamente cuánto medía el Arca: 300 codos de largo, 50 de ancho y 30 de largo; era capaz de contener 350 bueyes y llevó, en una gran carga de heno, 600 ovejas para sustentar a los carnívoros y una cisterna llena de peces".

Pinelo se oponía a la tesis del dominico Gregorio García, quien, en su famoso libro Origen de los indios del Nuevo Mundo (1607), sostenía que los indios descendían de las diez tribus perdidas de Israel y consideraba que, en realidad, América -que denomina Ibérica- había sufrido la maldición de Dios desde la época del Diluvio hasta la encarnación de Cristo, con el resultado de que los indios únicamente había resurgido en los primeros siglos de la era cristiana (Brading, 1993: 227).

La lluvia de venados-

De acuerdo con Bernard y Gruzinski (1992), durante el siglo XVIII

el discurso de las idolatrías en América cedió su paso a una visión

moderna de la religión y de los indios. Lo que antes se percibía como

un síntoma de la acción del diablo o del demonio, ahora era conce

bido, sobre todo, como una consecuencia de la ignorancia y de la falta

de educación. Aquellos que eran definidos anteriormente como "idó

latras" comenzaron, paulatinamente, a ser vistos como "pobres". El

ídolo cedió su campo al "fetiche". No obstante, el rompimiento con la percepción de los siglos an

teriores no fue tajante ni absoluto. Sobre todo en el territorio de lo que es hoy Colombia, en el cual los libros circulaban con gran dificultad y la imprenta no llegaría sino hasta 1737, casi dos siglos después de su instalación en México o el Perú.

En la Nueva Granada la convicción de la actividad del diablo no sólo estaba, todavía a mediados del siglo XVIII, en la mente de los teólogos, sino que el mismo padre Julián expone diversos ca-

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 59

sos de brujería motivados por pactos diabólicos, y las autoridades

eclesiásticas intervenían en ciertas regiones en el control de la mis

ma. En efecto, la brujería era una práctica presente en diversas co

munidades. El 14 de noviembre de 1764, por ejemplo, en el pueblo

de Silos, en la provincia de Pamplona, las autoridades indígenas

aplicaron la pena de muerte, en la horca, a tres mujeres acusadas

de hechicería. Se les acusaba de haber dado muerte a distintas per

sonas, usando yerbas, bebidas, contras, polvos. Las tres mujeres

confesaron ser "moanas públicas y haber dado venenos" (Tovar, s.f.:

83):

[...] Juana Mogotocoro le puso veneno al cura para que se mu

riera "desansiéndose", a otros yndios para que murieran "secos",

o estropeados por vacas. Su maestra Juana Rimualdo tenía pode

res como para hacer que le creciera una culebra en la barriga a

"Dominga Curtidora" o a Lauriana, y para que una lluvia de ve

nados espantara el caballo a Juan Villamizar y lo matara. Pero Juana

Canuta no era menos imaginativa, ya que ella era capaz de dar

veneno para que alguien muriera de puses o invocar espíritus que

formaran "una nube para tempestade". Eufemia Delgado del co

mité de hechiceras de Silos dejó siete enfermas con ratones, tába

nos, cangrejos, lagartos metidos en sus cuerpos" (Tovar, s.f.: 83).

Porque creían en la realidad de la brujería, los indígenas actuaban

de esta forma tan severa.

Pero, como advierte Tovar, la actitud de la autoridad española fue

contraria a la actuación de los indígenas, en cuanto consideró que

carecían de autoridad para azotar o imponer la pena de muerte a las

moanas. El teniente y sus alcaldes fueron condenados a pagar una

severa pena, "a ración y sin sueldo", en las fábricas del Castillo de

San Carlos, en Maracaibo, durante un año, al cabo de los cuales se

rían enviados en calidad de tributarios a otros pueblos de la juris

dicción de Pamplona (Tovar, s.f.: 85).

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60 / Roberto Pineda Camacho

Unos años antes, también se habían presentado diversos juicios y actos de ajusticiamiento por brujería. Por ejemplo, en 1747, una mujer fue azotada hasta morir en Tabio, acusada por este mismo delito; en 1755, en la misma localidad, otras tres mujeres fueron muertas por esta misma razón.

En el territorio de la Nueva Granada no sólo las antiguas religiones se habían transformado, sino que la evangelización había fomentado nuevos cultos religiosos y promovido nuevas reliquias. Algunos sacerdotes sospechaban de la presencia de los antiguos cultos tras la fachada de las nuevas reliquias y santos cristianos.

Cuando las momias se exhiben en palacio

Durante el siglo XVIII prosiguió el saqueo de las antiguas tumbas de los indios. En la costa caribe, por ejemplo, los habitantes de Santa Marta continuaron excavando las "huacas" con cierto temor a la posible intervención del Diablo. Pero algunas de las creencias en torno a los " santuarios", como ahora se les denominaba en gran parte de la Nueva Granada, habían, al parecer, cambiado entre los saqueadores y la gente en general.

El padre Julián describe, en La perla de América, con algo de incredulidad, las aseveraciones sobre existencia de "ruidos extraordinarios" o luces como indicio de la presencia de un santuario. Piensa no sólo que ello puede ser un engaño, sino que posiblemente se deba a una "exhalación" u otra causa natural. Y aunque advierte que siempre ha tenido por fábula la idea de la intervención del diablo, no la descarta del todo. Ya sea por razones de la Divina Providencia o por la acción del diablo, o porque no se profundiza en la excavación, lo cierto -advierte- es que con frecuencia los excavadores encuentran ciertos indicios del tesoro, pero no lo encuentran.

Pero lo que más admiración le produce es la calidad de ciertas figuras orfebres -tairona-, generalmente representaciones de animales, y los retos tecnológicos que debieron enfrentar sus ejecutores

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada / 61

para fraguarlas: "basta decir que eran [refiriéndose a unos leoncillos

y pequeñas columnas propias de un sagrario] unas y otras piezas dig

nas de un Museo, por su antigüedad, por su belleza, y primor"

(Julián, 1980: 66); el citado sacerdote piensa que los indios de la

provincia de Santa Marta poseían una hierba para fundir el oro, lo

que corrobora con algunos sucesos similares en Italia.

En el capítulo XXI de su obra, titulado "De los muertos incorruptos

que se hallan en los montes de la provincia de Santa Marta", Julián

describe la existencia, en los alrededores de Ocaña, de

[...] ciertas cavernas donde se halla indios muertos sin co

rrupción alguna. A más de los cuerpos, se hallan mantas y con

chas de cama, aptas todavía al servicio, como pudo constatar en

una casa de Ocaña, a las que considera como antigüedades (Julián,

1980: 224).

Según su testimonio, el virrey Messia de la Zerda ordenó traer

uno de esos cadáveres incorruptos

[...] y lo mostraba á las personas de su cariño, como también

mostraba una punta de oro del valor, á lo que me parece, de qui

nientos escudos, hallada en río Negro, y un pedruscon hermosísi

mo de las minas de esmeraldas de Muzo, con los almendrones de

esmeraldas enteras que tenía: alhajas que guardaba su majestad,

no por interés, sino por el gusto de poderlas presentar a su mo

narca por cosa raraypreciosa de sus Reales dominios (Julián, 1980:

225)5.

5 Las aficiones del virrey no nos deben sorprender. En primer lugar, porque Carlos III, entonces rey de España, había sido el patrocinador de las primeras excavaciones propiamente arqueológicas, en Pompeyay Herculano, como anterior rey de Ñapóles; el mismo rey, fundó el "llamado Gabinete de Antigüedades de Portici... 'el primer museo de sitio' que se

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Julián caracteriza la "momia", a la que los médicos del virrey lla

maban "carne de momia", por una contextura "lenificada"; dice que

se hallaba en cuclillas y tenía al parecer una mortal herida en el cue

llo provocada por una espada o sable. Consideró que su naturaleza

"lenificada" se debía a la influencia del frío, como ocurría en otras

regiones de los Andes y de Europa.

Sin duda, la mirada sobre los cadáveres y los objetos de los indios

se había desplazado. El carácter satánico del ídolo o del cadáver fue

sustituido por una percepción estética o de coleccionista. El ídolo ce

dió su paso -como en toda América y en España- a la curiosidad.

Sin embargo, esta tendencia tuvo sus matices y excepciones. Fray

Juan de Santa Gertrudis, por ejemplo, fue testigo de la actividad lleva

da a cabo por un clérigo y seis mestizos popayanejos en San Agustín,

quienes -armados con buenos instrumentos para "cavar guacas", se

gún su propia expresión- "buscaban extraer el oro de las tumbas",

y encontrado apenas "un zarcillo muy chico, y los demás tiestos, mu

ñecos y chucherías de indios antiguos" (Santa Gertrudis, t. II: 97).

El mismo clérigo advierte a Santa Gertrudis la existencia de otros mo

numentos, esta vez de piedra, vale decir, las estatuas de San Agustín.

halla creado nunca, al tiempo que Pompeya y Herculano son las primeras grandes excavaciones de ciudades exhumadas enteramente" (Alcina, 1995: 68).

"El Museo, obra de Carlos vil, nunca fue considerado por éste como propiedad privada; por eso y aunque con ciertas limitaciones se abrió al público y era posible visitarlo mediante un billete del ministro, muy fácil de conseguir. Solamente quedaba reservado para visitas más limitadas el grupo del sátiro y la cabra, considerado obsceno" (Represa, en Alcina, 1995: 68-69).

En realidad en la segunda mitad del siglo xvm, los museos o Gabinetes de Curiosidades se habían puesto de moda en Europa. Un ciudadano guayaquileño, don Pedro Francisco Dávila, hizo entre 1740 y 1771 un verdadero gabinete conformado por piedras, plantas y objetos, como bronces, figuras de barro, medallas, miniaturas. En 1767 le propuso a Carlos II su venta, acompañada de un catálogo. En 1771, Carlos III compró la colección y nombró al mismo Dávila como su primer director. En 1776 el Real Gabinete abre sus puertas; ese mismo año, el director redactó una Instrucción dirigida a las diversas autoridades españolas y coloniales, solicitándoles que provean de objetos y otras "curiosidades" al museo.

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 63

El fraile interpreta las tres primeras estatuas que encuentra como

representaciones de obispos y halla otras cinco que presume que son

imágenes de frailes franciscanos observantes {Ibid, 99-100). Anota

que el conocimiento de su existencia data desde la conquista de

Timaná, pero expresa que está persuadido de que

[...] el demonio los fabricaría, y me fundo en que en la India

los indios no tenían fierro, y por consiguientes tampoco instru

mentos para poderlos fabricar. Ellos tenían noticias por oráculos

e ídolos que habían de venir los hijos del Sol, esto es del Oriente,

y habían de conquistar aquella tierra ; y asi creo que el demonio

les fabricaría aquellas estatuas y les diría: Hombres como éstos,

o de este traje, serán los que gobernarán esta tierra. Y esto me

parece que es lo más verosímil {Ibid, 100-101).

La tradición de los Santos Apóstoles

La convicción de que América había sido visitada por emisarios de

Cristo con anterioridad a la conquista española es relativamente tem

prana. Por ejemplo, en la Crónica del Reino de Chile, de Jerónimo

de Vivar, terminada en 1558 pero publicada por primera vez en 1966,

se sostiene que los apóstoles visitaron la zona comprendida entre el

Atacama y la Costa de Chile, "... y que ellos (los indios) por ser tan

malos no quisieron entender aquello que les decían" (Vivar, 1558,

en Pereira, 1994: 128).

Con la presencia de la Compañía de Jesús se reafirmó un dis

curso que percibió en las religiones amerindias (en lo que respecta

a sus semejanzas con la cristiana) las huellas de una antigua pre

sencia del hombre blanco en América, anterior a Colón, y sobre todo

el signo de la actividad del antiguo apóstol santo Tomás, quien -se

decía- había evangelizado a los gentiles (véase lámina III).

Desde Norteamérica hasta el sur del continente la historia de santo

Tomás se repite de varias formas; se le atribuye la presencia del sím-

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bolo de la Cruz y las huellas de la "civilización" entre los indios; se

asevera que el apóstol santo Tomás anunció la venida de Colón y de

los misioneros a América, razón por la cual muchos pueblos recibie

ron con un verdadero interés la llegada de los europeos; las huellas de

su predicación se evidenciaban en diversos indicios: estatuas de pie

dra, marcas en las rocas, caminos abiertos, cuevas, cruces, etc.

Los principales cronistas del Nuevo Reino asumieron este dis

curso, llamando la atención sobre la posible identidad de Bochica,

el dios civilizador chibcha, con santo Tomás.

En el Nuevo Reino corría la tradición de que el virtuoso Nemque-

teba, de la tradición muisca, era en realidad el apóstol santo Tomás

o san Bartolomé, cuyas huellas de los pies se habían grabado en di

versas piedras y rocas.

A finales del siglo XVI, en efecto, el ya citado jesuita Alonso de

Medrano sostenía:

Bolbiendo a lo de dentro de el Nuevo que vino a esta su tie

rra, de la parte del oriente, un hombre sancto, blanco, con vesti

do blanco y cabello rubio, hasta los hombros; el qual les predicó

y enseñó el camino de su salvación. Éste caminava en un camello

que trujo consigo, que no se a visto otro por acá; y ellos le pintan

por señas; y les enseñó a baptizar los niños, en naciendo. Y de

aquí les quedó la costumbre, que oy tienen de llevar las criatu

ras, rezien nacidas a lavar al ryo. Este hombre sancto, fue tenido

en grande veneración entre ellos. Y, quando yva a predicar de unos

pueblos a otros, dizen que se le abrían los caminos y se allanavan

las sierras... (en Lloreda, 1992: 60).

Puede ser que esta historia sea patraña, como otras que cuen

tan los yndios; pero si fue verdad, se puede creer, como algunos

historiadores quieren, que viniesen a estas partes algunos de los

apóstoles, o de los del apóstol Santiago, como se refiere de los

yndios del Cuzco, en el Pyrú, que tienen otra semejante tradi

ción (en Lloreda, 1992: 61).

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada / 65

Muerto el sobredicio sancto varón, refieren los yndios viejos,

por traddición de mano en mano, de sus mayores, que luego vino

deste Reyno uno dizen que fue demonio, y en figura de muger

anciana, a quienes ellos llaman la diosa Baque, madre de todos

sus dioses, como otra Juno. Les entró predicando contra la doc

trina de sobredicho sancto varón, procurando deshacer y borrar

de su ánimos, lo quél les avía enseñado... Y de aquí se fueron

estendiendo a adorar a sus caciques y señores muertos, con tan

tas ceremonias y supersticiones, ques cosa de espanto (en Lloreda,

1992: 61).

En el siglo XVII, Simón retoma dicha tradición en su conocida

crónica del Nuevo Reino; según su conocimiento, Bochica penetra

por el Oriente:

Desde allí vino al pueblo de Bosa, donde se le murió un ca

mello que traía, cuyos huesos procuraron conservar los natura

les, pues aún hallaron algunos los españoles en aquel pueblo

cuando entraron, entre los cuales dice que fue la costilla que

adoraba en la lagunilla llamada Baracio los indios de Bosa y Soacha

(Simón /l625/1981, t. ni: 374).

Enseñóles a hacer cruces y usar de ellas en las pinturas de

las mantas con que se cubrían y por ventura, declarándoles sus

misterios y los de la encarnación y muerte de Cristo, les diría al

guna vez las palabras que él mismo dijo a Nicodemus tratando

de la correspondencia que tuvo la Cruz con la serpiente de metal

que levantó Moisés en el desierto, con cuya visa sanaban los

mordidos de serpientes. De donde pudo ser la costumbre que

hemos dicho de poner las cruces sobre los sepulcros de los que

morían picados de serpientes. También les enseñó la resurrec

ción de la carne, el dar limosna y otras muy buenas cosas, como

lo era también su vida (Simón /l625/ 1981, t. ni: 375).

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66 / Roberto Pineda Camacho

De otra parte, en algunos símbolos reconocía el misterio de la

Trinidad:

Los indios pijamas y algunos del distrito de Tuna, han teni

do figuras en sus santuarios con tres cabezas humanas o con tres

rostros en un solo cuerpo, que dicen ser tres personas en un sólo

corazón (Simón /l625/1981, t. ni: 374).

Empero, el misionero franciscano se muestra particularmente

cauto sobre la veracidad o verosimilitud de la identidad de Bochica:

"La cual tradición ni apruebo ni repruebo, solo la refiero como la he

hallado admitida como cosa común entre los hombres graves y doc

tos de este Reino" (Simón /l625/ 1981, t. III: 375).

Simón tenía la certidumbre de que la luz del evangelio había

penetrado por algún camino ya que, según su opinión, los indígenas

creían en la ocurrencia de un juicio universal, la inmortalidad del

alma y la resurrección de los muertos.

A lo largo del siglo XVII esta creencia se perpetuó en el Nuevo Reino

de Granada. El padre Zamora, cronista de la orden de los predicado

res, asevera, en su conocida crónica de la orden de San Antonio:

Con que de este sagrado apóstol se verificarán las señales que

se halla en todo este Nuevo Reino de Granada. En la provincia de

Cartagena hallaron los españoles algunos ídolos con mitras y bá

culos. En el cerro de Itoco de los muzos, se halla una losa y en

ella impresas huellas de pie humano. En la de Guane, en los in

dios de tocaregua está una losa de dos varas y media de alto y dos

de ancho, algo encajada en la tierra en que están tres figuras

humanas de hombres de medio relieve con un mismo género de

vestidos, como indios o apóstoles. El que está en medio tiene

barba, sandalias y un libro y a los pies cinco renglones que no se

entienden por ser letras no conocidas. A estas noticias verdade

ras que dieron al padre presentado fray Gregorio García (que las

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 67

refiere) los religiosos fundadores de esta provincia, solo faltó la

que una quebrada de aguas saludables que pasa por donde está

la losa, se llama la quebrada de los Santos.

En el valle de Ubaque. De jurisdicción de esta ciudad de San

ta Fe, cerca a una quebrada llamada Zaname se halla en una pie

dra estampado un pie humano. Y cuando la tradición de los na

turales no asegurara ser vestigio del pie del apóstol que predicó

en este Reino, lo acreditaran los continuos milagros que dicen a

obrado los polvos de aquellas piedra que los indios dan a beber a

los enfermos (Zamora/1701/, 1.1: 195, 274).

Y, más adelante, agrega:

Entre los sagrados Apóstoles se halla que Santo Tomás dejaba

estampadas en las piedras señales de su cuerpo y gloriosas plan

tas... Y habiendo determinado la Iglesia que predicó a las Indias

orientales en que se han hallado estas señales, hallándose en estas

occidentales del Nuevo Reino las de las plantas de pie humano de

este glorioso apóstol, se puede asegurar que fue el sol resplande

ciente, que derramó los primeros rayos del Evangelio en este Nuevo

Reino... Como un abismo llama a otro abismo... solo tocaba a este

abismo de la predicación llamar á los misterios del Evangelio a este

abismo del Nuevo Mundo (Zamora /1701/, s.f., 1.1: 276).

A finales del siglo XVII, asimismo, Lucas Fernández de Piedrahita,

obispo de Santa Marta, y calificador del Santo Oficio de la Inquisi

ción, consideraba también irrefutable la presencia de san Bartolomé

en el Nuevo Reino, como lo ponían de presente sus huellas encon

tradas en diversos parajes. Siguiendo un documento manuscrito de

Quesada, Fernández de Piedrahita anota:

Esperan el juizio universal, y creían la resurrección de los

muertos, pero añadían, que en resucitando avían de bolver a vi-

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68 / Roberto Pineda Camacho

vir, y gozar de aquellas mismas tierras en que estavan antes de

morir, porque se avían de conservar en el mismo ser, y hermosu

ra, que tenían entonces. Tenían alguna noticia del diluvio, y de la

creación del mundo, pero con tanta adición de disparates, que

fuera indecencia reducirlos a pluma (Fernández de Piedrahita, /

1668/1987: 17).

[...] y siendo tan corriente en los Autores modernos (a que

dieron luz los antiguos) que entre las demás partes que predicó

el bienaventurado Apóstol S. Bartolomé, fue una de ellas estas

Yndias Occidentales: es muy verosímil, que el Bochica, de quien

hazen esta relación, fuese este glorioso Apóstol... (Fernández de

Piedrahita,/l 668/1987: 19).

Entre las pruebas de su naturaleza apostólica se encontraban su

túnica, manta y cabello similares al Nazareno, el haber recibido el

mismo nombre (Zuhe) con que los chibchas designaron a los espa

ñoles y, sobre todo, sus enseñanzas; además de las mencionadas evi

dencias, se destaca "la veneración a la Santísima Cruz poniéndola...

sobre algunos sepulcros".

De otra parte, la prueba material de su existencia "se halla es

tampada en una piedra de la provincia de Ubaque, fue señal del pie

del Apóstol, que dejó para prueba de su predicación, y tránsito por

aquellas partes, como por las de Quito, donde se halla otra en la

misma forma" (Fernández de Piedrahita, /1668/ 1987: 19).

La tradición se proyecta aún en el siglo XVIII de diversas formas.

El sacerdote José Domingo Duquesne no duda, en 1790, de la pre

sencia del apóstol santo Tomás en los primeros tiempos.

No obstante, como hemos mencionado, una nueva mirada ge

neral sobre la naturaleza de la religión penetró lentamente en la se

gunda mitad del siglo XVIII. En efecto, a través de Feijoó y otros au

tores españoles, los estudiantes de teología y de derecho pudieron

forjar una nueva sensibilidad frente a la vida religiosa, que se reflejó

en la comprensión de las "idolatrías" y en su transformación en

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 69

antigüedades. Pero estas nuevas ideas no sustituyeron las anterio

res ideologías, sino que se superpusieron como un verdadero pa

limpsesto.

Un almanaque sagrado

El mérito de José Domingo Duquesne, en la tradición de los estu

dios sobre las antigüedades en Colombia, es doble. Por una parte,

Duquesne respeta las creencias religiosas de los muiscas y, por otra,

recopila y efectúa sus propias interpretaciones sobre el simbolismo

de diversas piezas votivas que conservaban los indios de Gachancipá,

con singular sigilo, en un cueva. Duquesne era párroco de dicho pue

blo y fue llevado por las autoridades aborígenes a visitar este sitio

sagrado. Este sacerdote, nacido en Bogotá en 1748, transitó y obtu

vo todos los honores académicos disponibles en la Santa Fe de en

tonces, y fue uno de nuestros primeros hombres formados en gran

medida bajo el espíritu de la Ilustración. Desempeñó un papel des

tacado en diversos sucesos durante los años turbulentos de la Inde

pendencia, y elaboró una gramática muisca, lamentablemente aún

perdida.

Entre los diversos escritos de Duquesne sobresalen su Diserta

ción sobre el calendario de los muyscas. Indios naturales de este

Nuevo Reino de Granada, y su no menos interesante Sacrificio de

los moscas y significado o alusiones de los nombres de sus víctimas

(1795).

Como su nombre lo indica, la Disertación sobre el calendario tie

ne como objeto demostrar, con base en diversos elementos votivos,

que los muiscas poseían un complejo calendario, equiparable al que

por entonces también se había descubierto en México. Duquesne

define los objetos votivos como antigüedades y precisa, además, su

naturaleza de imágenes o figuras sagradas. Asimismo destaca la re

levancia del número veinte en la cosmología muisca y la estrecha re

lación del calendario con el sacrificio; encontró una gran similitud

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70 / Roberto Pineda Camacho

entre la astronomía egipcia y la indígena, y destacó la complejidad

de su "zodíaco" (véase lámina IV).

Se ve también una gran conformidad entre los signos de los

Egipcios y los símbolos de los Indios. No pretendemos de que

los caracteres que hoy usamos en la astronomía sean los mismos

originales que inventaron los antiguos pero todos conocen que

retienen alguna semejanza de los elementos sobre que se forma

ron. Como también que los Egipcios no fueron sus primeros in

ventores, habiéndose propagado desde el valle de Senaar, junto

con los primeros conocimientos astronómicos. Pero los Egipcios

y los Indios que son descendientes de Can en la más probable

opinión, como aquellos, cultivaron la escritura simbólica, con más

aplicación que otras naciones, hasta hacerla propia (Duquesne,

1795:414).

Según Duquesne, el "portentoso" Tomagata, "fuego que hier

ve", se transformó en un famoso cometa. Aquél fue uno de sus más

notorios zaques: tenía un solo ojo, cuatro orejas y una gran cola si

milar a la de un tigre, o león, que arrastraba por el suelo. Pero po

seía ciertos poderes extraordinarios y una gran capacidad de trans

formación en otros seres, que se representaban con ocasión de

ciertos rituales.

El barón Alejandro von Humboldt obtuvo, a través del sabio Mu

tis, copia del manuscrito del calendario de Duquesne. Acogiéndose a

su interpretación, comparó el calendario y su sistema de numeración

con el mexicano y los de otras regiones del mundo. Humboldt no

dudaba de que la piedra "adornada con símbolos" representaba un

calendario lunar, con sus respectivas estaciones o períodos.

Más allá de si se trata o no de un calendario, el aspecto aquí re

levante es la manera como ambos leyeron la pieza. Para Duquesne y

Humboldt los signos tienen una significado propio, cuya interpre

tación debe hacerse en gran parte en el mismo marco de su cultura

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 71

y sociedad, casi como lo haría cualquier arqueólogo moderno. Estos

objetos no son ni ídolos ni fetiches, sino antigüedades; la mirada ar

queológica de Duquesne es, en realidad, más profunda. Se trata de

hieroglifos, de símbolos sagrados, cuyo sentido profundo se alcan

za solamente a través de la conciencia religiosa. Su ensayo sobre el

sacrificio, basado en el análisis etimológico de ciertos vocablos

muiscas, refleja una nueva dimensión de su pensamiento, en la que

el sacerdote se dedica a tratar de comprender el sentido de la des

trucción de la víctima sacrificial y su relación con la casa sagrada y

otras dimensiones de la cosmología aborigen.

Duquesne es, sin duda, el verdadero padre de la antropología

moderna en Colombia, por su actitud tolerante frente a otros pen

samientos y por su espíritu crítico y comparativo.

Guacas que arden y bienes sagrados de la Patria

Con relación a las prácticas religiosas y sus objetos se tejieron -como

se advirtió en la introducción y se expuso a lo largo de este ensayo-

diversos discursos hegemónicos. Los ídolos fueron percibidos como

símbolos de la acción del diablo y en cuanto tales fueron considera

dos fuentes del Mal. Esta satanización del pasado les confirió po

der, y seguramente las comunidades indígenas, mestizas y españo

las los consideraron focos de maleficios, brujería o magia.

Las imágenes mágicas afectaban de una forma u otra la vida de

los hombres. El discurso religioso cristiano relegó a los "infieles",

sus espíritus y bienes, y en particular sus restos funerarios, al "tiem

po del paganismo"; los "antiguos", o sea los infieles o paganos de

los tiempos prehispánicos o sus "dioses", se convirtieron -en vir

tud de la misma ideología católica, como bien lo ha advertido Taussig

refiriéndose a la situación de Sibundoy, al sur de Colombia-, en ver

daderos Anticristos (Taussig, 1988: 373). En este contexto, sus ído

los, instrumentos, etc., fueron "imágenes del diablo" y mecanismos

mnemotécnicos de su historia (Taussig, 1988: 375).

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72 / Roberto Pineda Camacho

Simultáneamente, las comunidades indígenas coetáneas fueron

representadas bajo epítetos como "caribes", "antropófagos", "sal

vajes "idólatras", que mediatizaban ideas y poderes similares. Los

infieles del pasado y los salvajes del presente se convirtieron en las

fuentes de grandes males o de grandes bienes, según la situación y

el contexto. Las brujas de Silos o las visiones de los letrados como

el padre Julián o santa Gertrudis ponen de presente que en el siglo

XVIII seguían con fuerza gran parte de las mismas ideas que anima

ron la mentalidad medieval y los grandes procesos de brujería lleva

dos a cabo en España y también en los países reformistas durante

los siglos XVI y XVII.

Esto no nos debe extrañar, máxime cuando en la misma época,

en la Europa ilustrada, se adelantaban juicios de brujerías, por par

te de la Inquisición, incluso contra ciertos animales (cerdos, perros,

gallinas, etc.) acusados y juzgados formalmente como demoníacos.

La convicción de que los territorios indios se identificaban con

los dominios del diablo se proyectó, en efecto, a lo largo de toda la

Colonia. Por ejemplo, santa Gertrudis asevera que el pueblito de Po

tosí, en Nariño, estaba controlado por el diablo, hasta que fue insta

lado en sus inmediaciones el Santuario de la Virgen de las Lajas: sus

habitantes "eran gentiles y gentiles se conservan, y el demonio los

tenía ilusos con sus idolatrías que tenían; y cauteloso de conservar

y perpetuar allí su culto y adoración, y que nunca entrase allí la luz

del evangelio, arbitró la traza de aparecerse en una forma horrorosa

a todos los que querían acercarse a bajar al Guáitara, y si iban a ca

ballo, se les ponía sentado en la grupa. Era esto de manera, que ate

morizaba la gente no había quien se atreviese a ir al dicho paraje"

(santa Gertrudis, 1970, t. III: 82).

De manera simultánea, las "memorias de las figuras de salva

jismo", para utilizar la expresión de Taussig, también fueron ad

quiriendo otro sentido desde finales del siglo XVII, pero sobre todo

en las postrimerías del siglo XVIII: con un Duquesne, un Caldas, o

un Humboldt, iniciaron su tránsito hacia su transformación en an-

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Demonología y antropología en el Nuevo Remo de Granada I 73

tigüedades, o sea en piezas de museo. De hecho, el lenguaje utili

zado en la descripción de una guaca efectuada por Santa Gertrudis,

a mediados del siglo XVIII, ya ponía de presente un cambio en este

sentido:

Este pueblo [de Pedregal] fue muy rico antes de la Conquis

ta, y lo advierto que los indios entonces enterraban todo cuanto

tenían. Y estos entierros o sepulcros llaman guacas: y cuando

moría algún cacique, todos los del pueblo le tributaban oro, ya

labrado o sin labrar, y lo echaban en la guaca; y como había in

dios ricos y pobres, de aquí es que hay guacas ricas donde se ha

lla mucho oro, y guacas pobres donde no se hallan sino juguetes,

como son platillos, ollitas, jarras, muñequitos y varios pájaros de

animales. Pero todo de un barro muy fino y la figura con una total

perfección. El día que fui en La Plata al trapiche de doña Manuela

Flórez, ahí junto al trapiche había cavado una guaca. Era una

concavidad hecha de propósito en una peña, por una boca por

donde la fabricaron y después se cavó. Y la vi, y según lo grande y

primorosa que está, hubo de ser guaca de algún cacique. Así lla

maban a los que gobernaban los pueblos, o de algún indio de gran

nombre. La guaca se descubrió por las llamas que echaba de

noche. La cavaron y no hallaron sino tiestos y muñecos. Lo que

digo que arden las guacas es cosa cierta, especialmente y los vier

nes y los cuartos de luna. Y por estas llamas se han descubierto

muchísimas (Santa Gertrudis, 1970, t. II, Cap. 5).

Como bien lo ha advertido Serna (1996), el proceso se invirtió:

los objetos satanizados se transformaron de manera lenta y sinuosa

en "bienes sagrados", consagrados en el Museo Nacional, ese ver

dadero, al decir de muchos de sus visitantes, "altar de la patria", sin

que desaparezcan los seculares discursos sobre el salvajismo ni tam

poco las visiones sobre los hombres de Antigua y sus memorias

materiales entre la élite, los viajeros y el pueblo.

Page 54: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

74 / Roberto Pineda Camacho

Este proceso de "santificación" alcanzó una primera expresión pú

blica con la apertura del Museo de Historia Natural en 1824, en Bo

gotá, que exhibía, además de muestras de piedras y otros minerales,

un meteorito, un momia muisca, huesos de animales antediluvianos

de Soacha, el manto de la mujer de Atahualpa y, luego, la corona que

Bolívar recibió de la comunidad del Cuzco en reconocimiento a su

labor libertaria6.

Uno de sus directores, el coronel Joaquín Acosta, publicó pos

teriormente una de las primeras Historias de la Conquista y coloni

zación de la Nueva Granada, que dedica parte de su atención a la

6 De acuerdo con Boussignault, en la Capuchina, un monasterio de Bogotá, los frailes conservaban ciertas reliquias humanas. El científico francés visitó el monasterio, en los años veinte del siglo pasado: los frailes habían sido expulsados, con excepción de uno que montaba guardia.

"Por fuera, la Capuchina es un bonito monasterio y al golpear vino a abrir una pesada puerta, como de fortaleza, un fraile bien encapuchado... Lo que me llamó especialmente la atención fue una colección de reliquias artísticamente arregladas, con sus respectivas etiquetas, guardadas en armarios, vitrinas, cuyas llaves pedí. Mi cicerone, quien conocía muy bien las preciosas reliquias, me explicó su origen y su poder: se veían dientes, maxilares, tibias y omoplatos de una gran cantidad de santos y el cura me los presentaba, pidiéndome que los mirara muy de cerca: me parecía estar en un museo paleontológico en presencia de osamenta de fósiles...

"Al día siguiente recibí la visita del señor cura cicerone: "—Y bien, qué piensa de las reliquias? "-Nada, usted sabe muy bien, mi querido cura, que yo no creo en porquerías. "-Porquerías, porquerías, de acuerdo, pero valen mucha plata: i no se ha dado usted cuen

ta que esas santas osamentas tienen un aspecto muy diferentes de las que no son santificadas?"

Según Boussignault, el fraile le propuso falsificar las osamentas, por medio de procedimientos químicos, con lo cual harían un pingüe negocio:

"Podríamos hacer dinero; yo le traería osamentas y Ud. la santificaría por medio de la química. En cuanto a venderlos, no se preocupe, se venderían más de los que Ud. pudiera santificar".

El científico francés, indignado, rechaza la supuesta oscura oferta del fraile, ya que la asimila a una proposición de robo:

"-Así que no hay negocio? "-No y salga de aquí" (Boussignault /1892/ 1994; 375-376).

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 75

historia indígena prehispánica. Asimismo, en su obra transformó las

representaciones del padre Romero sobre el templo de los "idólatras

aruacos" -que visitó a finales del siglo XVII- y algunas ilustraciones

de los objetos muiscas recogidos por Duquesne (véase lámina V).

De ahí en adelante el Museo Nacional albergará, con múltiples

altibajos, los nuevos objetos sagrados, entre los cuales se mezclan

minerales, las antigüedades de los indios, memorias de la Colonia,

retratos de los héroes de la Independencia, espadas, pinturas, etc. A

finales del siglo XIX, por ejemplo, allí estaban depositados, entre otros

objetos, según el testimonio de Rosa Carnegie-Williams, "la calavera

del virrey Solís, un taburete de fusilamiento, huesos de un mastodonte,

terneros de dos cabezas conservados en alcohol, algunos tigres dise

cados, una viejo baúl, raros minerales, una reliquia de las pirámides

de Egipto, muestras de flora y fauna, un reloj solar, retratos de Hum

boldt y Caldas, y... también estaban expuestas lanzas, espadas y otras

armas pertenecientes a los antiguos indígenas..."; frente a la cama de

Bolívar en la noche septembrina, "había un cofre que contenía ídolos

indígenas de piedra, así como un así llamado almanaque, muy curio

so, labrado en piedra y cubierto con símbolos y ranas, el cual era uti

lizado por los indios muiscas" (citado en Serna, 1996: 105).

Las momias, el calendario muisca, la cama de Bolívar, los retra

tos de virreyes y de Felipe II, de monjes y sacerdotes, grandes cua

dros de escenas religiosas {Magdalena moribunda, La resurrección

de Lázaro, El apedreamiento de Esteban, entre otros), estaban to

dos reunidos en un mismo albergue, en un gran montaje que debía

ser leído de forma múltiple por sus visitantes. Mientras tanto, se ur

día una nueva historia sobre el pasado aborigen y la nación, cons

truida, en gran medida, como bien lo advierte Serna, en los esfuer

zos intelectuales, en las prácticas de extirpación de idolatrías, en las

formas de apropiación del pasado por los sectores populares, etc.,

de los hombres de Antigua, de la Colonia.

Pero la santificación fue parcial, y los tesoros de los indios fue

ron también objeto de la codicia de la élite criolla y de los guaqueros,

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76 / Roberto Pineda Camacho

con un fin exclusivo de lucro. A los pocos años de la conformación

de la República de Colombia, algunos de los hombres más prestantes

de Bogotá -entre ellos, el general Santander- conformaron una ver

dadera sociedad para desaguar -otra vez- la laguna de Guatavita, el

lugar por excelencia de El Dorado. De acuerdo con el propio testi

monio del viajero inglés Stuart Cochrane, el desagüe de Guatavita

era una tema corriente de conversación en aquella época, y él mis

mo ofreció al señor "Pepe" París, director del proyecto de desagüe,

sus conocimientos técnicos con este propósito. Con motivo de una

fiesta que el inglés ofreció a lo más selecto de la sociedad bogotana,

aquel instaló "en el jardín de la casa un gran sifón, a través del cual

el agua era llevada de una alberca a otra ubicada a considerable dis

tancia, para mostrarles a los colombianos que, aun cuando fracasa

ra el actual desagüe de la laguna, éste sería posible con la ayuda de

un sifón. Al mismo tiempo repartí un grabado en cobre de la laguna

y una hoja con los cálculos de costos para desaguarlo y el tiempo ne

cesario para lograrlo. Cuando me di cuenta de que mi ayudante rea

lizó mal el experimento, me dispuse yo mismo a la tarea y, por fin, el

experimento resultó exitoso".

No obstante los esfuerzos y análisis técnicos del viajero inglés,

el proyecto fracasó, y fue retomado con relativo éxito a principios del

siglo XX por una compañía inglesa'. Una década después, en 1933,

el gobierno expidió una ley que legalizó el saqueo de los "tesoros de

los indios", reconociéndoles el derecho de propiedad a los guaqueros

y excavadores de tumbas. Bajo este amparo legal, la República im-

' En 1911 la empresa inglesa Contractors Ltd. de Londres desecó casi completamente la laguna. La piezas se remataron por parte de la Casa Sotheby's. La Casa mencionada elaboró un catálogo de las piezas, que contiene las primeras descripciones y fotografías de las piezas halladas en la laguna. Se estima que de la laguna se extrajo multitud de piezas de oro durante los diversos intentos de desagüe, con un jieso total de por lo menos 100 kg. Lleras menciona, a manera de comparación, cómo 800 piezas actuales del Museo del Oro, en Bogotá, pesan 9 kilogramos, de manera que de esta forma podemos presumir la gran diversidad y variedad de piezas de allí extraídas y representadas en los 100 kg. (Lleras, 1998).

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Demonología y antropología en el Nuevo Reino de Granada I 77

pulsó también la profanación de las huacas de los indios, cuyos ob

jetos y piezas orfebres serían fundidos en las Casas de Oro, o ini

ciarían un tortuoso tránsito, junto con otros objetos arqueológicos y

etnográficos, hacia los museos locales o extranjeros.

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ANEXO

Lámina I

Page 59: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Demonología y antropología en el Suevo Reino de Granada I 79

i ^ j ^ > J g y V ^ s a ^ 2 g f S a g ^ g ^ ^ ^ S ^ g 3 g

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Lámina II

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80 / Robería Pineda Camacho

Lámina III

Page 61: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Demonología y antropología en el Suevo Reino de Granada I 81

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82 / Roberto Pineda Camacho

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Lámina V

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Demonología y antropología en el Suevo Reino de Granada I 83

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Page 69: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Mauricio Nieto Otarte

REMEDIOS PARA EL IMPERIO:

de las creencias locales a l conocimiento ilustrado en la botánica del siglo XVIII

Toda ciencia es necesariamente local; el conocimiento, en cualquiera

de sus expresiones, tiene su origen y adquiere credibilidad dentro de

grupos sociales, lugares geográficos y momentos históricos específi

cos. La historia y la sociología de la ciencia deben dar cuenta de los

procesos que hicieron posible que ciertas formas de conocimiento

perdieran su localidad y adquirieran la categoría de universales. La

idea de "ciencia moderna", que con tanto entusiasmo se convirtió en

la bandera de la Ilustración europea, tiene un carácter global y uno de

sus más destacados atributos es el de no pertenecer a ningún lugar

en particular, lo cual le dio al conocimiento un sentido político sin pre

cedentes en la historia de Occidente. La Ilustración es un período en

el cual los europeos viven un creciente sentimiento de poder sobre la

naturaleza y sobre otros seres humanos. El éxito de la física newtoniana

se convierte en una convincente muestra del triunfo de la razón so

bre la naturaleza, que parecía dejar claros los criterios de demarca

ción entre conocimiento y creencia.

La historia natural y los sistemas de clasificación del siglo XVIII,

como es el caso de la taxonomía linneana, pretenden ser la expre

sión del único orden posible en la naturaleza y, por lo tanto, se con

vierten en la expresión de una empresa política de control global.

La historia natural durante el siglo XVIII fue una empresa políti

ca con la cual los europeos buscaron apropiarse del mundo entero.

El propósito de los viajeros naturalistas durante la Ilustración era

entonces el de poder reconocer, nombrar, clasificar y, en la medida

Page 70: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

90 / Mauricio Nieto Otarte

de lo posible, transportar a Europa cada uno de los objetos natura

les sobre el planeta. La historia natural es un conjunto de prácticas

cuyo fin es hacer familiar, domesticar y estar en control de todo lo

que parece extraño y ajeno.

Las expediciones científicas de la Ilustración europea fueron, a

su vez, parte de un proyecto económico en el que los imperios euro

peos competían por el monopolio de la comercialización de plantas

útiles. Carlos III y sus ministros parecían coincidir en que la solución

a los problemas económicos de España estaba en una explotación más

eficiente de los recursos naturales de América, pero ya no solamente

del oro y la plata, sino de la riqueza vegetal del Nuevo Mundo. Su mayor

interés estaba en las virtudes medicinales que parecían tener nume

rosas plantas americanas1.

Hipólito Ruiz fue uno de los viajeros españoles a cargo de la Real

Expedición al Nuevo Reino del Perú y Chile. Fue uno de los pocos

españoles que logró publicar sus trabajos sobre plantas medicina

les, los cuales nos servirán de guía para examinar la relación entre

los saberes locales y la ciencia ilustrada.

Como lo veremos con algunos ejemplos, las investigaciones de

los naturalistas españoles tenían como prioridad aquellas plantas que

podían substituir productos que llegaban a Europa del Oriente y que

España se veía obligada a comprar. El interés español por las espe

cies americanas es el reflejo de una política económica de substitu

ción de productos importados, los cuales, eventualmente, España

estaría en capacidad de exportar. Algunos ejemplos importantes son

los estudios sobre la canela, el té, el bejuco de la estrella, la raíz china

u otras plantas que se suponía podrían cultivarse en América para

acabar con el monopolio de ingleses y holandeses sobre éstos y otros

productos importados de colonias orientales.

1 Mauricio Nieto, "Políticas imperiales en la Ilustración europea: historia natural y la apropiación del Nuevo Mundo", en Historia Crítica, N° 11, 1995, pp. 39- 51.

Page 71: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Remedios para el Imperio I 91

El papel central que tiene la medicina dentro de las empresas

científicas españolas durante el reinado de Carlos III debe ser en

tendido como parte de un proyecto político que pretende recobrar

la salud del imperio.

Mostraremos aquí cómo el "descubrimiento" de nuevas espe

cies o de plantas medicinales debe ser explicado como un proceso

de traducción de saberes locales propios de los habitantes de Amé

rica a la ciencia de la Ilustración europea. Para entender este proce

so de traducción por medio del cual los viajeros se hacen portavo

ces y se proclaman descubridores y dueños de la naturaleza, de las

plantas y sus virtudes medicinales, debemos abandonar la románti

ca idea del explorador que en medio de la selva encuentra, "descu

bre", una nueva medicina por primera vez. Los logros de los natu

ralistas serán explicados en términos de un proceso de traducción

de conocimientos locales y testimonios populares a un lenguaje que

pretende perder su localidad y ser presentado como universal. La

taxonomía linneana y la medicina de la Ilustración europea son cla

ros ejemplos de dicho proceso. Como es obvio, los exploradores no

estaban en capacidad de probar las virtudes medicinales, culinarias

o industriales de cada una de las especies americanas, y su primera

fuente de información no era, como repetidamente se afirma, la

observación directa de la naturaleza. El conocimiento de las virtu

des medicinales de las plantas americanas generalmente depende

de tradiciones locales.

El gobierno español había promovido la incorporación de reme

dios americanos mucho antes del siglo XVIII. Desde 1570, cuando

Felipe II nombró los Protomédicos para las Indias, éstos tenían como

una de sus principales funciones recopilar información sobre la

medicina local y el conocimiento de hierbateros en América, y to

mar nota de cada hierba, árbol, raíz o semilla que pudiera tener al

guna utilidad médica. Una cédula real firmada por Felipe II en 1570

muestra el interés del Estado en las plantas medicinales de Améri

ca: "... todas las hierbas, árboles, plantas o semillas que puedan ha-

Page 72: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

92 / Mauricio Nieto Olaríe

liarse en aquellos lugares y que tengan alguna utilidad médica de

ben ser enviadas a este reino..."2.

Cuatro años más tarde aparecería otra cédula real en la cual se

ordena la recolección y traducción de todos los reportes sobre las

prácticas medicinales de los nativos. Buena parte de éstos se publi

caron en 1577 bajo el título Instrucciones y memorias de la descrip

ción de las Indias que su majestad manda hazer pa ra el buen

govierno y para el enoblecimiento de ellas.

Además de estos reportes, antes del siglo XVIII aparecerían otras

publicaciones sobre plantas medicinales que alimentaron las expec

tativas sobre el poder curativo de las plantas americanas. Tenemos

por ejemplo el trabajo de Nicolás Bautista Monardes, Dos libros, el

uno que trata de todas las cosas que traen de nuestras Indias Occi

dentales que sirven al uso de la medicina... traducido y publicado

en varios idiomas en 1572; la Historia natural de las Indias... del pa

dre José de Acosta, publicada en 1590; los escritos de Garcilaso de

la Vega y Bernardo Cobo; el trabajo del francés Louis Feuille, Histo

ria de las plantas medicinales mas usadas en los reinos del Perú y

Chile en la América meridional... de 1714.

Todos estos autores coinciden en suponer que América es un

enorme jardín de plantas medicinales y que muchas de ellas han sido

usadas con éxito por los nativos americanos. Sin embargo, las cul

turas americanas y sus conocimientos son descritos como salvajes,

irracionales y supersticiosos. El sacerdote jesuita Bernardo Cobo

escribe:

[...] los tratamientos médicos de estos indios del Perú están

acompañados de magia y superstición... son bárbaros con poco

conocimiento... y su ignorancia es tal que ninguno de ellos sabe

2 Francés María del Carmen Causape, "Estudio de la especialidad farmacéutica en España", enBoletín de la Sociedad Española de Parmacia, 94 (1973), p. 49.

Page 73: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Remedios para el Imperio I 93

cómo informar a un doctor sobre sus dolencias ni cual podría ser

la causa de éstas. Sin embargo... poseen numerosas hierbas para

curar sus enfermedades y entre ellos encontramos hierbateros,

de ellos nosotros hemos aprendido sobre el poder curativo de

muchas de las hierbas usadas hoy en la medicina3...

Se resalta también la falta de conocimiento entre los nativos de

los principios básicos de una medicina racional, como es la teoría

hipocrática de los cuatro humores.

Las fuentes que existen para investigar las prácticas médicas de

los nativos americanos son escasas y en su mayoría se limitan a tes

timonios de cronistas europeos, quienes coinciden en suponer que

hay mucho que aprender de los indígenas, pero que sus conocimien

tos no tienen ninguna justificación racional y, por lo tanto, es nece

sario que estas plantas sean incorporadas a los sistemas de clasifi

cación europeos y que sus virtudes terapéuticas sean interpretadas

a la luz de las doctrinas de la medicina tradicional europea.

Los diarios, correspondencia y reportes de los exploradores es

pañoles en América contienen cientos de referencias sobre plantas

medicinales que llamaron la atención de los viajeros por sus simili

tudes botánicas con otras plantas útiles ya conocidas o porque eran

utilizadas por los nativos. En la Relación histórica del viaje a los rei

nos del Perú y Chile, de Hipólito Ruiz, se presenta un índice de nom

bres populares y científicos de 170 plantas. La gran mayoría de és

tas son remedios para enfermedades venéreas o tienen propiedades

febrífugas, las enfermedades con mayor impacto sobre la población

del Imperio español.

Dentro de los programas para el fortalecimiento de la Corona y

centralización del gobierno, los ministros de Carlos III buscaron un

3 Bernardo Cobo, Inca Religión and Customs, trad. Ronald Hamilton, Austin: University

of Texas Press, 1979, pp. 220-222.

Page 74: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

94 / Mauricio Sieto Olarte

control más efectivo sobre la farmacia y la medicina a través del

protomedicato. Uno de los resultados de estas políticas se puede ver

en las publicaciones de las distintas ediciones de \aPharmacopeia,

que se publican en España entre 1739 y 1860. La Pharmacopeia no

son más que listas de drogas que tienen un reconocimiento legal y

que pueden ser comercializadas con el permiso y el control de la

Corona española. Desde su primera edición ya aparecen remedios

extraídos de plantas americanas como la quina, pero uno de los pro

pósitos de las Reales Expediciones Botánicas del siglo XVIII, tal y

como lo expresa su principal organizador, Casimiro Gómez Ortega,

era el fortalecimiento de la industria farmacéutica española, que se

haría conocer en Europa a través de dichas publicaciones4.

De creencias nativas a conocimiento científico

Parece obvio suponer que las civilizaciones del Nuevo Mundo depen

dieron en buena medida del conocimiento, cultivo y recolección de

plantas útiles, y como lo podemos corroborar en múltiples casos, las

prácticas de los nativos se convirtieron en la principal fuente del co

nocimiento médico y botánico de los europeos ilustrados. Sin embar

go, los diarios de los viajeros europeos dejan ver una pobre opinión

de las culturas y creencias de los nativos americanos. Es común en

contrar referencias sobre los nativos americanos como gente "pere

zosa", "malvada", "rateros", "belicosos", "supersticiosos" y "decla

rados enemigos de los europeos".

Debemos tener claro que los exploradores científicos no pudie

ron haber descubierto una nueva droga en las selvas americanas. Las

tareas de los expedicionarios son parte de un proceso de traducción

y apropiación de las prácticas locales a una ciencia ilustrada. Su fun-

4 Casimiro Gómez Ortega, Instrucción sobre el método más seguro y económico de transportar plantas vivas, Biblioteca de Clásicos de la Farmacia Española, pp. 1-12.

Page 75: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Remedios para el Imperio I 95

ción consistió en desplazar objetos naturales y hacer públicos sus

usos medicinales y su valor comercial, pero pensar en los viajeros

naturalistas como autores de descubrimientos específicos, por ejem

plo, decir que Mutis descubrió la Cinchona officinalis, o que Ruiz

descubrió las propiedades curativas de la raíz de yallhoy contribuye

a crear una visión incorrecta de los viajes de exploración científica.

Todos los casos que discutiremos enseguida presentan patro

nes similares, y todos ellos nos permiten reconocer la importancia

de los saberes nativos y muestran la función que tiene la taxonomía

como un mecanismo de traducción y apropiación de plantas medi

cinales, al igual que nos permiten ver que el estudio de la naturale

za es inseparable del comercio y de la política.

La planta americana de mayor importancia para los científicos

viajeros del siglo XVIII es el árbol de la quina, cuya historia está llena

de leyendas sobre su descubrimiento y sobre los diferentes usos que

les daban los indígenas americanos3.

Calaguala

haPharmacopeia Matritensis de 1762, mucho antes de que Hipólito

Ruiz partiera para América en 1777, incluía la calaguala como des

coagulante y sudorífico. Aparece también en la Instrucción sobre el

modo más seguro y económico de transportar plantas vivas, de Casi

miro Gómez Ortega, como una de las plantas para ser estudiada por

los naturalistas españoles.

En 1796 Ruiz publica su Memoria sobre la legítima calaguala y

otras raíces que con el mismo nombre nos vienen de la América me

ridional. Éste, como muchos otros de los escritos sobre plantas de

los viajeros españoles, era un intento por establecer las diferencias

5 Ver por ejemplo Jaime Jaramillo Arango, "A Critical Review of The Basic Facts in The History of Cinchona", en: Journal ofthe Linnaean Society, N° 53, 1949, pp. 272-311.

Page 76: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

96 / Mauricio Sieto Otarte

y reconocer una única y genuina especie dentro de un grupo de plan

tas que se vendían bajo el mismo nombre.

Entre los traficantes, droguistas y profesores de la medicina

se conocen baxo el mismo nombre de Calaguala las tres espe

cies de raíces que nos vienen del Perú, pero los indios y natura

les de aquel reyno distinguen estas tres especies con nombres

muy diferentes derivados con bastante propiedad de las mismas

plantas. A la primera y legítima Calaguala la llaman Ccallahuala,

a la segunda Puntu-puntu y a la tercera Huacsaro6.

De manera similar, Mutis, en su trabajo sobre quinas, presenta

cuatro especies distintas, las cuales corresponden a criterios de los

recolectores americanos.

Ruiz es enfático en que el propósito de su escrito es hacer clari

dad para el reconocimiento de la especie genuina. Pero, ¿cuáles son

los criterios y fundamentos de sus conclusiones? La especie genui

na es la originalmente usada por los indios, la cual, según él, era co

nocida por los habitantes de estas regiones mucho antes de la llega

da de los europeos. En cuanto a los usos de la planta, también busca

respaldo en la experiencia de los nativos:

Los indios y demás naturales del Perú creen que las virtudes

descoagulante, anti-reumática, sudorífica, antivenérea y febrífuga

de esta raíz son reales y verdaderas, y disputárselo parecería te

meridad cuando la experiencia de tantos años se las tiene com

probados'.

6 Hipólito Ruiz, Disertaciones sobre la raíz de la ratánhia, de la calaguala y de la china y acerca de la yerba llamada cachalagua, Biblioteca de Clásicos de la Farmacia Española, pp. 20-21. ' Hipólito Ruiz, Ibid., p. 31.

Page 77: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Remedios para el Imperio I 97

Ruiz explica las diferencias taxonómicas linneanas de las tres

plantas que pertenecen al género Polipodium, y que son en su con

cepto tres especies distintas. También se incluye, como es común

para cualquier descripción botánica, un dibujo de la planta que per

mita apreciar sus caracteres específicos para una clasificación acorde

con el sistema linneano.

A pesar de que el argumento principal que nos presenta Ruiz a

favor de las virtudes de la calaguala, al igual que para el adecuado

reconocimiento de la especie, se basa en las costumbres y tradicio

nes locales, que son presentadas como antiguas y confiables, éste

parece presentarse más tarde como mera anécdota. La legitimidad

de sus descubrimientos no podía sustentarse sobre las creencias de

salvajes que suelen ser vistos como supersticiosos e inútiles.

Los nativos americanos no compartían con los europeos del siglo

XVIII categorías linneanas como género o especie, ni tampoco concep

tos propios de la medicina europea, como antirreumático, sudorífico,

descoagulante, antivenérea o febrífuga.

Se requiere entonces un proceso de traducción en el cual el ex

pedicionario español, como botánico y médico de la Ilustración euro

pea, sea el verdadero portavoz y autor de dichos descubrimientos.

Un principio importante, que se repite en los escritos sobre plan

tas medicinales, es la idea de que especies emparentadas taxonómi

camente deberían presentar virtudes similares, de manera que se

proclaman descubrimientos de especies nuevas que por su familia

ridad podrían reemplazar a otras plantas con un comercio ya esta

blecido. Ruiz señala las múltiples propiedades medicinales de otras

plantas de la familia de los heléchos, citadas por Linneo en su Ma

teria médica, los cuales además crecen en condiciones similares a

las de la calaguala.

La traducción de costumbres y creencias populares a un conoci

miento ilustrado requiere de una serie de acciones: referirse a la planta

con un nombre en latín, lo que le da a ésta un lugar en el sistema de

clasificación linneano; elaborar una representación gráfica adecuada,

Page 78: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

98 / Mauricio Nieto Otarte

en la cual se hagan visibles los caracteres necesarios para su recono

cimiento botánico; explicar sus efectos curativos en términos de en

fermedades europeas e indicar formas de preparación de los reme

dios utilizando métodos familiares en la farmacia del siglo XVIII.

Ratánhia

En su memoria sobre la ratánhia, Ruiz explica:

En todos los tiempos el hombre para el alivio de sus enfer

medades ha procurado indagar los usos y virtudes, tanto de las

plantas y de sus partes, como las de las demás producciones na

turales. Las naciones bárbaras y las gentes menos cultas, como

dice Brunn, han sido seguramente las que han dado mayor au

mento en esta parte de la medicina. Los chimicos y físicos han

puesto su mayor atención y conato en realizar y adelantar los

descubrimientos, hechos por aquellas naciones y gentes poco o

nada civilizadas... Son muy pocos los profesores de medicina que

se han dedicado al descubrimiento de las virtudes de algún pro

ducto natural; pero muchos los que se han ocupado de propagar

los... Las primeras virtudes y usos de las raíz de la ratánhia de

ben también contarse entre los descubrimientos hechos por

naciones bárbaras y gentes poco cultas, pues que los indios del

Perú usaban desde tiempo inmemorial de esta raíz como un re

medio y un específico poderoso para afirmar la dentadura...8.

La raíz de la ratánhia fue uno de los pocos remedios que se in

corporaron en la Pharmacopea hispánica como resultado de las in

vestigaciones de las Reales Expediciones Botánicas. Fue incluida en

la cuarta edición de 1817 como astringente.

Hipólito Ruiz, ibid., pp. 9-10.

Page 79: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Remedios para el Imperio I 99

En 1799 Ruiz publica en Madrid su trabajo Disertación de la

ratánhia, específico singular contra losfluxos de sangre... Ruiz ex

plica que él no tenía conocimiento de las propiedades de esta raíz

hasta no haber visto a una mujer cepillándose los dientes con un tro

zo de la raíz de la misma ratánhia, Krameria triandra, que él había

descubierto en 1780. Ruiz cuenta cómo el sabor ácido y austero de

la raíz lo hizo suponer que, al igual que otras substancias de similar

sabor, podría tener propiedades astringentes. Ruiz se refiere a al

gunos incidentes en los cuales la medicina fue utilizada con éxito

como antihemorrágico: la hemorragia nasal de un herrero, la mens

truación prolongada de una esclava y otros episodios en que él había

sido testigo o había escuchado de su eficacia.

Yallhoy

Otra de las publicaciones de Hipólito Ruiz sobre plantas medicina

les es su Memoria sobre las virtudes y usos de la raíz de la planta

llamada "Yallhoy" en Perú..., donde una vez más se cuenta cómo el

primer indicio que tienen los doctores españoles de sus virtudes

proviene de costumbres de los nativos americanos. Ruiz nos cuenta

cómo en la provincia de Huanuco los doctores lograron controlar una

epidemia de disentería gracias a un remedio preparado con la cor

teza de la raíz de una planta llamada yallhoy, la cual era usada entre

los nativos para limpiarse los intestinos cuando sufrían de diarrea.

Todos los escritos de Ruiz sobre plantas medicinales están acom

pañados por una detallada descripción botánica que incorpora la

planta dentro del sistema linneano de clasificación, determinando los

nombres latinos de su clase, género y especie: Octandria, Monnina

polystachya. De igual manera, no puede faltar una elaborada ilus

tración.

En ocasiones, se hacen referencias a análisis químicos y a rece

tas con cantidades específicas para preparar los remedios, infusiones,

pildoras, polvos o lavados.

Page 80: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

100 / Mauricio Nieto Otarte

Podríamos extendernos con muchos otros ejemplos similares,

como es el caso de la planta conocida como bejuco de la estrella,

sobre la cual Ruiz afirma que el gran aprecio del que goza dicha plan

ta entre los indios despertó en él interés por conocerla, planta que

más tarde será considerada por Ruiz como una poderosa droga con

tra la disentería, las fiebres inflamatorias, los resfriados, los dolores

reumáticos y varias enfermedades causadas por la fatiga.

Conclusiones

Las publicaciones, manuscritos y diarios de los viajeros españoles

que durante el siglo XVín viajaron a América en busca de plantas útiles

sugieren patrones comunes en la introducción y certificación de los

nuevos remedios.

En primer lugar, es evidente que los botánicos españoles desa

rrollan sus investigaciones dentro de un proyecto de fortalecimien

to económico y político del imperio. Con algunas excepciones, to

das las plantas que llamaron la atención de los naturalistas ibéricos

eran, o se asumía que podrían ser, especies que podrían remplazar

medicamentos ya conocidos. Los botánicos asumían que especies

emparentadas taxonómicamente deberían tener propiedades simi

lares, de manera que la taxonomía y en particular el sistema linneano

de clasificación se convirtieron en una herramienta fundamental de

legitimación.

También es evidente que las prácticas médicas y el uso de plan

tas medicinales entre los nativos americanos tuvieron un impacto

importante sobre las investigaciones de los expedicionarios españo

les. El conocimiento médico de los americanos nunca fue reconoci

do como tal, y fue, por el contrario, visto como una serie de creen

cias irracionales y, sin embargo, podemos ver que dichas creencias

eran reinterpretadas y traducidas a un lenguaje y a un estilo más

acorde con los intereses y las creencias de la Ilustración europea. Se

trata de un proceso de traducción en el cual no sólo los viajeros to-

Page 81: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Remedios para el Imperio / 10)

man parte: en Europa, farmaceutas, químicos y médicos cumplen

con la suya.

Para la percepción del europeo las creencias de los nativos pare

cen ser útiles, pero no tienen ninguna credibilidad; la credibilidad está

en la forma como se presentan estas creencias, no en su contenido.

El lenguaje utilizado para describir las virtudes de las plantas,

términos como "astringente", "diurético", "febrífugo", o la referen

cia a órganos específicos en la anatomía humana, hacen de los doc

tores europeos portavoces y les dan control sobre los nuevos reme

dios que ya parecen logros y propiedad de la medicina ilustrada.

Traducir es desplazar, transferir, remover de una persona, lugar

o condición a otro; es también expresar en nuestra propia lengua,

en nuestros propios términos, lo que otro dice o hace. El resultado

de este proceso, diría Callón, es una situación en la cual unas per

sonas adquieren control sobre otras9.

Hay un desplazamiento de los bosques americanos a los labora

torios del Palacio Real en Madrid. En el Real Jardín Botánico de Ma

drid, en el gabinete de historia natural o en los laboratorios de la Real

Botica es donde los europeos ganan total control sobre la vegetación

americana. Es dentro de las paredes de estos edificios en el centro

de Madrid donde la complejidad, variedad y exotismo del mundo

natural de América es domesticado.

Para resumir, podríamos identificar tres fases en el proceso de

traducción. Una primera en la cual los viajeros reportan conocimien

tos de tradiciones locales, y en la cual se recrean historias de descu

brimiento. Con esto no sólo se despierta el interés y la curiosidad

de la comunidad científica, los comerciantes y el público en gene

ral, sino que se le da cierta credibilidad a los hallazgos de los expe-

9 Michael Callón, "Some Eleraents of a Sociology of Translation: Domestication of The Scallops and Fishermen of St. Brieuc Bay", en Johon Law (ed.), Power Action and Belief, London: Routledge and Kegan Paul, 1986, pp. 196-233.

Page 82: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

102 / Mauricio Síeto Otarte

dicionarios. En una segunda fase los botánicos elaboran una identi

ficación taxonómica dentro de un orden ya familiar a los europeos,

el cual, en el caso de plantas medicinales, es una práctica indispen

sable para la certificación de una especie genuina. Finalmente, po

demos ver una tercera etapa en la cual las plantas no solamente son

incorporadas en un sistema de clasificación, sino que reciben un

nombre binario y en latín que denota el género y la especie, son di

bujadas y disecadas y en ocasiones reducidas y analizadas en sus

componentes químicos.

El resultado de las prácticas descritas es que el conocimiento

médico, las drogas y su comercialización se convierten en propie

dad exclusiva de una comunidad cuyos intereses están centraliza

dos en Europa.

Los intereses comerciales y científicos de la Corona española

estaban a su vez atrapados en una red de poder político, económico

y científico sobre la cual España no tenía control. El conocimiento y

el comercio parecían estar, cada vez más, bajo el control de otras na

ciones y los remedios americanos no curaron los males del Imperio

español.

Page 83: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

J o s é Antonio A m a y a

UNA FLORA PARA EL NUEVO REINO

Mutis, sus colaboradores y la botánica madri leña (179I-1808)1

Nuevos planes para la Expedición

El 11 de noviembre de 1791 el virrey José de Ezpeleta (1742-1823)

accedía a la petición elevada por el director de la Expedición Botá

nica, José Celestino Mutis (1732-1808), en el sentido de vincular a

aquel centro en calidad de adjuntos científicos a Francisco Antonio

Zea (1766-1822), a los hermanos José (1772-18 ? ?) y Sinforoso Mu

tis Consuegra (1773-1822) y a Juan Bautista Aguiar2. Casimiro

Gómez Ortega (1741-1818), director del Real Jardín Botánico del

Prado, jefe inmediato de Mutis, había objetado, ya desde 1783, no

poder aprobársele a éste nuevos adjuntos sin que mediara el envío a

Madrid de avances de su obra3. No se sabe si el virrey Ezpeleta se

hallaba enterado de esta objeción, lo cierto es que optó por acatar la

voluntad de Carlos IV, que había dispuesto deber franqueársele a

1 Este artículo forma parte de un trabajo en preparación que podría titularse Mutis, su expedición y la historia natural española (1749-1816). Las dos primeras entregas del mismo aparecieron en Amaya (1992a y 1994), y tratan de los períodos 1749-1760 y 1760-1765; el estudio correspondiente a los años 1766-1790 se halla inédito. Lo que ahora se presenta es un avance relativo al lapso 1791-1808, de carácter preliminar, en razón del espacio que se le ha ofrecido generosamente al autor, y de que la investigación se halla en proceso de realización.

2 La solicitud de Mutis fue fechada en Santafé el 27 de octubre de 1791; las respuestas del virrey Ezpeleta, en la misma ciudad, el 27 de octubre y el 11 de noviembre del mismo año. Todos estos documentos se hallan publicados en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 2: 65-70 y tomo 3: 266-269.

3 Al respecto J. C. Mutis le comentaba en carta a A. J. Cavanilles, director del Jardín Botánico del Prado: "No podrán ocultarse los perjuicios irreparables que se me han seguido.

Page 84: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

104 / José Antonio Amaya

Mutis todos los auxilios necesarios para dar impulso a sus obras,

según real orden de 27 de enero de 1790 reiterada en 25 de enero de

17914.

Mutis había justificado su petición aduciendo varias razones. In

vocó en primer lugar la necesidad de depositar sus conocimientos en

jóvenes capaces de sucederlo. Frisaba los sesenta años y sus acha

ques de salud, que habían hecho temer lo peor en 17875, tendían a

complicarse. La vinculación de nuevos auxiliares no prometía resul

tados inmediatos en lo referente a montaje de herbarios, clasifica

ción de plantas o preparación de memorias. Había que comenzar por

impartirles la enseñanza del abecé de la botánica. Esta formación

únicamente podía ofrecerla el propio Mutis, habida cuenta de que

en los centros universitarios neogranadinos de entonces, como se

sabe, todavía no se ofrecían cátedras de Historia Natural.

Instalado en la capital desde 1791, Mutis no veía la hora de re

cogerse en su gabinete y entregarse al aprontamiento de la edición

de la Flora de Bogotá. Los materiales de esta obra consistían, para

entonces, en un herbario, el primero que había sido formado en el

[Casimiro Gómez Ortega] cometió la maldad de extender a su arbitrio la real orden [del Io-XI-1783] en que se aprobó esta Expedición dejándome sin los tres adjuntos de que ahora me hace cargo [ca. 1792], y con la precisa condición de no entrar ya al goce del miserable sueldo hasta que hubiese remitido todos mis manuscritos y dibujos... (Santafé, 19-VII-1802, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 2: 184-185). Mutis se refiere, sin duda, a los adjuntos que había propuesto para su Expedición en 1783, es decir, a los botánicos discípulos suyos, Bruno Landete y Eloy Valenzuela, así como al geógrafo José Camblor. Únicamente se le aprobó el nombramiento de Valenzuela. Ver oficio del virrey A. Caballero y Góngora a J. de Gálvez, Santafé, 31-111-1783, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 1: 120.

4 Oficio del virrey J. de Ezpeleta aj. C. Mutis, Santafé, 1 l-XI-1791, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 3: 268. 5 Fue en 1787 cuando el virrey Caballero y Góngora, en razón del "estado deplorable" de

la salud de Mutis, le ordenó "abstenerse absolutamente de todo género de trabajo" y "retirarse por seis meses o más al lugar que acomode mejor a sus pensamientos, y tenga todas las proporciones para el restablecimiento de [...] su salud [...] por lo mucho que la necesitan el Rey y el Estado" (Cartagena, -IV- 1787, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 3: 71-72).

Page 85: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Suevo Reino /IOS

virreinato, más de seiscientas láminas y otros tantos diseños6, y un

conjunto de más de quinientas descripciones, unas trescientas se

senta y cuatro de ellas en latín y unas ciento cincuenta en español,

sin contar una serie de observaciones cuyo número se aproximaba a

ciento diez y ocho7.

Las descripciones se referían a la flora de unas contadas locali

dades y sus contornos más o menos inmediatos: Cartagena e itine

rario de Cartagena a Santafé, La Montuosa (Cácota de Suratá, Girón,

Pamplona), Sapo y Mariquita (Bocaneme, Guaduas, Honda, Mesa

de Juan Díaz). Lejos de constituir una Flora del Nuevo Reyno de

Granada (aproximadamente la Colombia actual), este trabajo era el

resultado de incursiones en floras microrregionales. De hecho, Mutis

nunca había dirigido una expedición itinerante propiamente dicha

a lo largo y a lo ancho de espacios considerables, ni tampoco había

recibido de forma sistemática plantas de las diversas provincias del

virreinato.

Se trataba de un trabajo comenzado desde su llegada al Nuevo

Reyno en 1760, de carácter muy irregular, con alternativos períodos

de producción y largos ciclos de interrupción. Es indudable que su

proyecto hacía gala de una cierta continuidad, pero también es evi

dente que no se había desarrollado en un eje determinado sobre una

estructura perfectamente clara. Puede asegurarse que sus Apunta

mientos diarios se habían interrumpido definitivamente hacia 1786

(Amaya, 1992: 41), y su última descripción botánica conocida había

sido fechada en Mariquita el 5 de octubre de este mismo año {Ibidem:

431). La totalidad de sus descripciones estaba lejos de ser un con-

6 Se refiere quizá a las anatomías de flores y frutos que se dibujaban en tiras de papel separadas para ser incluidas luego en el dibujo de la planta (oficio de Mutis al virrey J. de Ezpeleta, Mariquita, 2S-VHI-1790, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 2: 48).

7 Todos estos materiales se hallan catalogados en Amaya, 1992, Apéndice N° 1: Catalogue des descriptions et observations pour la "Flore de Bogotá" [...] conservées au Jardin Botanique de Madrid, pp. 378-477.

Page 86: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

106 / José Antonio Amaya

junto publicable, aunque revelaba un esfuerzo significativo en ma

teria de recolección y observación de las plantas vivas.

Podría pensarse que a partir de 1783 Mutis habría avanzado en la

edición de sus trabajos anteriores, conforme a lo dispuesto en la real

cédula de creación de la Expedición (ver infra), lo que no fue así.

La penuria en materia bibliográfica que había tenido que pade

cer durante cerca de un cuarto de siglo (1760-1783), y la imposibi

lidad de consultar otros herbarios explican, en parte, el carácter

prolijo de sus descripciones, cuya debilidad más notoria radica en

la falta casi completa de clasificación. La mayor parte de ellas no

presenta determinación de rango específico y con frecuencia falta

incluso el rango genérico; se echa de menos en ellas ei aporte del

botánico propiamente dicho, quien frente a una planta debe saber

si ésta es conocida o no por la ciencia. Para las plantas conocidas,

basta con indicar su nombre, mientras que para las otras es preciso

describirlas como nuevas para la ciencia y proceder a determinar

las. Ayer como hoy, la satisfacción de estas exigencias requiere del

esfuerzo sostenido por mantenerse al día en materia de bibliogra

fía, además de una consumada facultad de discernimiento para des

envolverse con éxito en medio de una profusión de informaciones.

Mutis había llegado al Nuevo Reyno con una colección restrin

gida y un tanto anacrónica de libros de historia natural8. Con moti

vo de la creación de la Expedición Botánica había emprendido la for

mación de una biblioteca de historia natural, cuyos pedidos más

importantes fueron solicitados a partir de 1783. La posibilidad de

consultar con provecho la Real Biblioteca Pública era nula por decir

lo menos. Este depósito, abierto al público en 1777, se hallaba abas

tecido con un fondo de cerca de trece mil ochocientos volúmenes

expropiados a los jesuitas en 1767, ninguno de los cuales trataba te-

8 Amaya (1992: 232-238) describe ia biblioteca botánica de Mutis para el período 1760-1783.

Page 87: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Suevo Reino I 107

mas relacionados con la botánica sistemática9. Para 1791 Mutis ha

bía logrado formar, con sus propios recursos, una importante colec

ción de libros que le permitía plantearse el dilema de clasificar sus

manuscritos o concebir una obra enteramente nueva10. La consulta

de las mejores obras del momento pudo contribuir a mitigar su

entusiasmo, haciéndole tomar conciencia del retardo de sus cono

cimientos y de las dificultades que tendría que afrontar para editar

una flora según las exigencias del Siglo de las Luces. En este senti

do le manifestaba al virrey Ezpeleta en 1790:

Habiéndome entregado [...] a la inmoderada lección de las

obras botánicas [...], descubrí el dilatado campo que me faltaba

recorrer para ordenar la multitud de notas que había ya recogi

do, sin las cuales no podían manifestarse mil equivocaciones de

los predecesores y viajeros coetáneos11.

Sus palabras no ocultaban la sensación de escepticismo que co

menzaba a embargarlo: todavía no me aflige poco la incertidumbre

de poder concluir con toda la proyectada extensión la Flora de Bo

gotá {Ibidem). Es indudable que para un ojo ilustrado los manus

critos de Mutis podían aparecer como un trabajo preliminar. Sin

embargo, dado que pertenecían a una obra emprendida y en proce

so de realización en la Nueva Granada de la época, expresaban una

voluntad y un espíritu de independencia muy novedosos.

Mutis esperaba delegar en sus colaboradores las salidas de cam

po destinadas a colectar material fresco para el dibujo y alternar con

9 Ver índice General de los Libros que tiene esta Real Biblioteca Pública de la Ciudad de Santafé, establecida en el año 1776 (sic)..., Biblioteca Nacional de Colombia, Sala de Libros Raros y Curiosos, manuscrito 308. 111 Ver nuestro trabajo en preparación La colección de libros de Historia Sutural de J. C. Mutis. 11 Oficio fechado en Mariquita el 2S-VIIM 790, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo

Page 88: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

110/ José Antonio Amaya

A raíz del fallecimiento de su hermano Manuel, ocurrido el 24

de octubre de 1786, Mutis hubo de asumir la responsabilidad de

cabeza de familia de sus sobrinos, los Mutis Consuegra, integra

dos por cuatro mujeres: Dominga, Micaela, Justa y Bonifacia, y tres

varones: José, Sinforoso y Facundo. Su responsabilidad consistía en

contribuir, en compañía de su cuñada María Ignacia Consuegra, a

su educación, colocación y casamiento.

Nacido en Cádiz en 1745, Manuel había muerto repentina y pre

maturamente en Mompós, en un viaje de negocios. Llegado al Nuevo

Reyno en 1760, pasó en estas tierras una gran parte de su edad tute

lar, que prolongaba entonces hasta los veinticinco años, bajo la pro

tección cuasipaternal de su hermano Celestino. Nunca fue a la uni

versidad. Ocupó la alcaldía de Bucaramanga en 1769, sin haber

cumplido la mayoría de edad, gracias a los buenos oficios de su her

mano, médico a la sazón del virrey Pedro Messía de la Cerda (1700-

1783); luego se dedicó a los negocios; murió sin dejar a ninguno de

sus hijos encarrilado en la universidad.

El tío debía contribuir a la educación de los huérfanos porque la

herencia paterna no alcanzaba para completar sus estudios^. La

ayuda económica de Mutis a sus sobrinos varones debió ser muy con

siderable. Baste señalar que durante los treinta y cuatro meses que

corrieron desde el Io de marzo de 1789 hasta finales de 1791, su apoyo

alcanzó la cifra nada despreciable de dos mil cuarenta pesos16, can

tidad equivalente a 36% del sueldo devengado durante este mismo

período por Mutis, cuyos emolumentos en el real servicio ascendían

a la cifra de dos mil pesos anuales; sin contar sus desvelos en pro de

la colocación de algunas de sus sobrinas en los conventos de la ca

pital.

15 Carta de J. C. Mutis a Ignacia Consuegra, Santafé de Bogotá, 6-X-1793, en Hernández de Aba, 1968 & 1975, tomo 2: 94. 111 Carta de J. C. Mutis a I. Consuegra, Santafé, 12-1-1793, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo II: 81.

Page 89: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Suevo Reino I 107

mas relacionados con la botánica sistemática9. Para 1791 Mutis ha

bía logrado formar, con sus propios recursos, una importante colec

ción de libros que le permitía plantearse el dilema de clasificar sus

manuscritos o concebir una obra enteramente nueva10. La consulta

de las mejores obras del momento pudo contribuir a mitigar su

entusiasmo, haciéndole tomar conciencia del retardo de sus cono

cimientos y de las dificultades que tendría que afrontar para editar

una flora según las exigencias del Siglo de las Luces. En este senti

do le manifestaba al virrey Ezpeleta en 1790:

Habiéndome entregado [...] a la inmoderada lección de las

obras botánicas [...], descubrí el dilatado campo que me faltaba

recorrer para ordenar la multitud de notas que había ya recogi

do, sin las cuales no podían manifestarse mil equivocaciones de

los predecesores y viajeros coetáneos11.

Sus palabras no ocultaban la sensación de escepticismo que co

menzaba a embargarlo: todavía no me aflige poco la incertidumbre

de poder concluir con toda la proyectada extensión la Flora de Bo

gotá {Ibidem). Es indudable que para un ojo ilustrado los manus

critos de Mutis podían aparecer como un trabajo preliminar. Sin

embargo, dado que pertenecían a una obra emprendida y en proce

so de realización en la Nueva Granada de la época, expresaban una

voluntad y un espíritu de independencia muy novedosos.

Mutis esperaba delegar en sus colaboradores las salidas de cam

po destinadas a colectar material fresco para el dibujo y alternar con

9 Ver índice General de los Libros que tiene esta Real Biblioteca Pública de la Ciudad de Santafé, establecida en el año 1776 (sic)..., Biblioteca Nacional de Colombia, Sala de Libros Raros y Curiosos, manuscrito 308. 10 Ver nuestro trabajo en preparación La colección de libros de Historia Natural de J. C

Mutis. 1' Oficio fechado en Mariquita el 2S-VIII-1790, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 2:47.

Page 90: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

108/ José Antonio Amaya

ellos la dirección de los pintores. No manifestó voluntad alguna de

conformar un equipo encargado de ordenar y clasificar sus consa

bidas descripciones. A mediano plazo proponía enviar un par de estos

adjuntos a la Corte madrileña para que asistieran allí al grabado e

impresión de su Flora.

La idea de Mutis de editar en América la Flora de Bogotá no era

nueva. Ya en 1783, al momento de proyectar la Expedición Botánica,

en cierto modo se había comprometido a preparar la edición de su obra

en el Nuevo Reyno y a enviarla lista para su publicación en Madrid.

Ello suponía que era aquí en América donde se iba a realizar la totali

dad del trabajo científico, es decir, la recolección y la preparación de

los materiales, su descripción, dibujo y clasificación. En este esque

ma se le reservaban de forma tácita a la metrópoli funciones puramen

te técnicas relacionadas con el grabado, la iluminación, la impresión,

la encuademación y quizá la distribución. Era Mutis quien adelanta

ría la edición científica propiamente dicha; el director del Prado asu

miría el papel de coordinador de la publicación.

En 1783 Mutis había asegurado a la Corona ser inminente la pu

blicación de su obra. El virrey Antonio Caballero y Góngora (1723-

1796) había rubricado este compromiso garantizándole al ministro

de Gracia y Justicia, José de Gálvez, que los manuscritos de la His

toria Natural del Nuevo Reyno estaban prácticamente listos para ser

publicados12. Bajo este supuesto la Corona le acordó su auspicio a

Mutis. Hay que recordar que durante los últimos diez años, en Es

paña nada se había publicado en materia de botánica, en un momento

en que las ediciones de historia natural conocían una edad de oro

en toda Europa. Es cierto que en la real cédula de creación de la Ex

pedición (Io -XI- 1783) se dispuso que antes de salir de viaje, es ne

cesario que Mutis concluya y perfeccione sus trabajos para enviar

los al ministerio de Gracia y Justicia. Pero al momento de promulgarse,

12 Oficio del virrey A Caballero y Góngora a J. de Gálvez, Santafé, 31-III-l 783, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 1: 119 y 120.

Page 91: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Nuevo Reino / 109

este despacho ya había sido desobedecido. De hecho, Mutis había em

prendido su Expedición seis meses antes, el 29 de abril. Aun así, Ca

ballero y Góngora no se tomó el trabajo de exhortarlo para que re

gresara a Santafé a cumplir con lo dispuesto por Carlos III. Unos años

más tarde, en 1787, Mutis se había comprometido ante el ministro

Gálvez a entregar, en el curso de aquel año, tres volúmenes de su

Flora13, promesa que tampoco pudo cumplir.

Nótese que en los nuevos planes de 1791 se ignoraba por com

pleto a Gómez Ortega; era a los adjuntos a quienes se les asignaba

la coordinación de la publicación. Otro aspecto novedoso de estos

planes era la reducción de la obra a la parte botánica. En el proyecto

de 1783 se pretendía investigar todos los ramos de la historia natu

ral, incluidas, aparte de la botánica, la zoología y la mineralogía.

También Mutis se había obligado, sin que nadie se lo hubiese pedi

do, a levantar un mapa del virreinato, e incluso una historia comple

ta en lo geográfico, civil y político, acompañada de todas las obser

vaciones físicas correspondientes de la América septentrional14.

Los adjuntos

¿Por qué Mutis había permanecido sin colaborador científico algu

no, durante más de siete años, desde el retiro de Juan Eloy Valenzuela

(1756-1834), subdirector de la Expedición durante el breve lapso de

trece meses, desde abril de 1783 hasta mayo de 1784? Quizá este

retraimiento se explique por el hecho de que ninguno de los sobri

nos varones del director de la Botánica se hallaba en edad de ser vin

culado a la Expedición, al menos entre 1786 y 1791.

13 Oficio del virrey A. Caballeroy Góngora a Mutis, Cartagena, 3-III-1787, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 3: 70. 14 Oficio de J. C. Mutis al virrey A Caballero y Góngora, Santafé, 27-111-1783, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 1: 114.

Page 92: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

110/ José Antonio Amaya

A raíz del fallecimiento de su hermano Manuel, ocurrido el 24

de octubre de 1786, Mutis hubo de asumir la responsabilidad de

cabeza de familia de sus sobrinos, los Mutis Consuegra, integra

dos por cuatro mujeres: Dominga, Micaela, Justa y Bonifacia, y tres

varones: José, Sinforoso y Facundo. Su responsabilidad consistía en

contribuir, en compañía de su cuñada María Ignacia Consuegra, a

su educación, colocación y casamiento.

Nacido en Cádiz en 1745, Manuel había muerto repentina y pre

maturamente en Mompós, en un viaje de negocios. Llegado al Nuevo

Reyno en 1760, pasó en estas tierras una gran parte de su edad tute

lar, que prolongaba entonces hasta los veinticinco años, bajo la pro

tección cuasipaternal de su hermano Celestino. Nunca fue a la uni

versidad. Ocupó la alcaldía de Bucaramanga en 1769, sin haber

cumplido la mayoría de edad, gracias a los buenos oficios de su her

mano, médico a la sazón del virrey Pedro Messía de la Cerda (1700-

1783); luego se dedicó a los negocios; murió sin dejar a ninguno de

sus hijos encarrilado en la universidad.

El tío debía contribuir a la educación de los huérfanos porque la

herencia paterna no alcanzaba para completar sus estudios1^. La

ayuda económica de Mutis a sus sobrinos varones debió ser muy con

siderable. Baste señalar que durante los treinta y cuatro meses que

corrieron desde el Io de marzo de 1789 hasta finales de 1791, su apoyo

alcanzó la cifra nada despreciable de dos mil cuarenta pesos16, can

tidad equivalente a 36% del sueldo devengado durante este mismo

período por Mutis, cuyos emolumentos en el real servicio ascendían

a la cifra de dos mil pesos anuales; sin contar sus desvelos en pro de

la colocación de algunas de sus sobrinas en los conventos de la ca

pital.

15 Carta de J. C. Mutis a Ignacia Consuegra, Santafé de Bogotá, 6-X-1793, en Hernández de Aba, 1968 & 1975, tomo 2: 94. !6 Carta dej. C. Mutis a I. Consuegra, Santafé, 12-1-1793, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo n: 81.

Page 93: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Nuevo Reino / 111

Se dispuso que los sobrinos estudiarían derecho en el Colegio

Mayor de Nuestra Señora del Rosario de Santafé. Simultánea o su

cesivamente Mutis se propuso impartirles o seguirles impartiendo

una formación privada en botánica, medicina y astronomía. Por lo

tocante a la mineralogía, deseaba confiar la educación de uno de ellos

al mineralogista vasco Juan José D'Elhuyar (1754-1796), quien ha

bía seguido la química en París con Rouelle (1772-1777), la meta

lurgia y la geología en Freiberg, con Abraham Werner (1778), pasando

luego a la Universidad de Upsala, donde estudió bajo la dirección

de Tobern Bergman (1781-1782). Al llegar al Nuevo Reyno en 1784

con el cargo de administrador de las Minas de Santa Ana (hoy mu

nicipio de Falan, Tolima), localidad ubicada cerca de Mariquita

(Glick, 1983, vol. 1: 297-299), sede de la Expedición Botánica (1783-

1791), D'Elhuyar trabó una gran amistad con Mutis, quien hubo de

renunciar a sus planes para uno de sus sobrinos, en razón de su tras

lado definitivo a Santafé en 1791.

El contacto de los sobrinos con el tío no había sido particular

mente cercano, al menos geográficamente. Los niños habían naci

do y crecido en la provincia de Pamplona, mientras el tío llevaba la

vida itinerante de un minero y de un expedicionario, en Santafé

(1770-1776), en El Sapo (1777-1782) y en Mariquita (1783-1790).

Pese a ello y al menos para el caso de Sinforoso, puede entreverse

una precoz iniciación a la botánica bajo la dirección del tío. La pri

mera descripción botánica conocida de Sinforoso data del 8 de agosto

de 1785 (¿vacaciones escolares?) y corresponde a una supuesta es

pecie del género Pterocarpus; fue preparada probablemente en

Honda, como lo deja suponer el hecho de que su segunda descrip

ción identificada, referida a un "Espino de Cruz", hubiese sido ela

borada en esta localidad dos días después, el 10 de agosto (Amaya,

1992: 432). Resulta interesante constatar que para agosto de 1785

Sinforoso contaba sólo 12 años de edad, y que su tío José Celestino

se hallaba en esta villa el 18 de agosto de aquel año (Hernández de

Alba, 1983, tomo 2: 661).

Page 94: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

112 I José Antonio Amaya

La primera vez que el director de la Botánica insinuó oficialmen

te su deseo de ver colocados a sus sobrinos en el real servicio se pro

dujo el 3 de enero de 1789, en una comunicación al virrey Caballero

y Góngora:

Si alguna esperanza me queda, si sobrevivo al feliz éxito de

mis principales comisiones, la tengo reducida a traer a mi lado

tres sobrinos míos, que a mis expensas se están educando y a

quienes podré manejar con los derechos que sobre ellos me ha

dado la naturaleza, para depositar en ellos por herencia mis tales

cuales conocimientos en Historia Natural, Medicina y Astrono

mía; y por mi pasión al importante ramo de minería dedicar al

guno de ellos a esta ciencia al lado del sabio director don Juan

José D'Elhuyar17.

La temprana influencia del tío sobre Sinforoso aparece confir

mada cuando se consulta otra descripción de este último, referida a

una especie de Cestrum, conocida popularmente con el nombre de

"Ubillo", fechada en Santafé el 12 de agosto de 1789: justo por es

tos días Mutis se hallaba en la capital18.

La determinación de Mutis de colocar a su parentela en la Ex

pedición estaba relacionada, según decía, con la frustración que le

había ocasionado su intento de ganar talentos para la historia natu

ral en el Colegio del Rosario. Hay que tener en cuenta, sin embargo,

que durante su penúltima residencia en la capital (1770-1776) sólo

había dictado un curso de matemáticas en las aulas rosaristas {ca.

1774). Por lo demás, a partir de 1777 y hasta 1791 había vivido lejos

de la capital. El hecho es que para este último año no estaba en ca-

17 Oficio de J. C. Mutis al virrey A. Caballero y Góngora, Santafé, 3-1-1789, en Hernández de Aba, 1968 & 1975, tomo 1: 438. 18 Esta permanencia de Mutis en la capital se prolongó al menos desde el 15 de junio hasta el 27 de agosto de 1789 (ver Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo l:487y495).

Page 95: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Nuevo Reino I 113

pacidad de recoger fruto alguno de su magisterio. En 1789 apoyaba

la colocación de sus sobrinos con el argumento de

[...] no haber tenido por conveniente pedir al Rey otros ad

juntos. Nadie podrá entrar ya en mi empeñadísimo modo de pen

sar; ni yo puedo acomodarme ya al modo de pensar aun de los

jóvenes más aplicados, que mirarían siempre por premio de su

elección y talento para disfrutarla con algún descanso, y no por

carrera, la dotación de su destino.

En esta temprana declaración de intenciones no se incluía en la

plantilla de personal de la Expedición a ningún extraño al linaje del

director. Los sobrinos del Primer Botánico y Astrónomo de Su Ma

jestad Católica debían brillar sin sombra en el panorama de las cien

cias de la Nueva Granada. El plan consistía en dejaren carrera a los

herederos no forzosos. La cuestión se reducía a aguardar la ocasión

para concertar la mudanza de los sobrinos de Santafé a Mariquita.

Al ser trasladado a Santafé en 1791, presionado por el virrey

Ezpeleta para entregar su obra19, Mutis sintió que había llegado el

momento de comenzar a encarrilar a sus sobrinos en el real servicio.

19 En 1789 Sebastián José López Ruiz (n. 1741) se había trasladado de Santafé a Madrid con el fin de insistir en sus litigios a los pies de la Corona sobre su envejecida pretensión de ser el descubridor de las quinas de Santafé. En esta ocasión no halló mejor arbitrio que alertar al Consejo de Indias acerca de la dilación de Mutis en el envío de avances de la Flora de Bogotá. El Consejo previno al virrey Ezpeleta para que le tomara cuentas a Mutis. Aquél cometió un abuso de poder conminando al director de la Botánica a que se trasladase a la capital con todo su equipo a título definitivo, con el fin de poder controlar mejor el avance de la Flora. Aunque hizo creer lo contrario, a don José le produjo no poco alborozo la mudanza de la infeliz Mariquita: "Estoy ciertamente complacido con mi resolución (sic) de haber salido finalmente de aquellos países cálidos, que tanto han desmedrado mi anterior robusta salud. No son aquellas tierras al propósito para entregarse a la escritura y a los libros [...] Aquí [en Santafé] lo paso mejor, pero siempre achacoso, y sujeto a una severísima vida, con el disgusto de no poder atarearme cuanto quisiera y cuanto podía prometerme de mi antigua robustez y buen régimen" (carta de Mutis a I. Consuegra, Santafé, 14-X-1791, en Hernández de Aba, 1968 & 1975, tomo III: 63).

Page 96: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

114/ José Antonio Amaya

José había nacido en 1772, Sinforoso en 1773 y Facundo en 1775, de

modo que para 1791 frisaban respectivamente los 19, los 18 y los 16

años de sus edades. José y Sinforoso se habían trasladado de su natal

provincia de Pamplona a Santafé en 1787, año en el que vistieron la beca

del Colegio del Rosario (Guillen, 1994, tomo 2: 521). Facundo había

ingresado poco tiempo antes al claustro rosarista en 1790 {Ibidem: 547).

En estas condiciones Mutis se limitó a proponer a Ezpeleta la

designación de José y de Sinforoso al lado de Francisco Antonio Zea;

también solicitó la ratificación del nombramiento del cirujano ro

mancista Juan Bautista Aguiar, vinculado informalmente a la Expe

dición20 hacia mayo de 1791. Por lo que toca a las asignaciones, a Zea

se le fijó un sueldo anual de quinientos pesos. Aguiar y los sobrinos

ingresaron como agregados meritorios, es decir, sin más gratificación

que la enseñanza [de la botánica]21. Se suponía que una vez apren

dieran los principios de esta ciencia la administración les asignaría

un sueldo según su aplicación y desempeño.

Resultaría anacrónico censurar a Mutis de nepotismo. Como se

vio más arriba, éste comunicó sin reserva alguna, tanto al virrey Caba

llero como al virrey Ezpeleta, sus designios con sus consanguíneos.

Las pretensiones de Mutis no eran nuevas, al menos en el ámbito

de la botánica europea. Baste recordar las aspiraciones de Gómez

Ortega a la dirección del madrileño Jardín de Migas Calientes, fun

dadas parcialmente en el parentesco que lo unía con su tío carnal

José Hortega¿2 (1703-1761), alma de la fundación de aquel centro, y

quien había educado al sobrino con esta mira. Joseph Quer (1695-

1764), por su parte, también intentó, sin éxito, colocar a su hijo pu

tativo, Dionisio Androver, en la dirección de Migas Calientes, funda-

20 Oficio de J. C. Mutis al virrey J. de Ezpeleta, Santafé, 27-X-1791, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 2: 66, 21 Ibidem, tomo cit., p. cit. 22 Nótese que de una generación a otra hubo un cambio en la grafía del apellido Hortega, que con Casimiro pierde la H. En relación con el uso dado por Casimiro Gómez al apellido Ortega, ver Puerto, 1992: 29.

Page 97: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Suevo Reino I 115

mentándose en la preparación botánica de éste a su lado durante veinte

años, en sus méritos como auxiliar de cirujano en las campañas ita

lianas, en la asistencia durante ellas a las universidades de aquel país

y en la necesidad de obtener alguna ayuda para poder concluir la Flo

ra española (Puerto, 1992:41). En Suecia, Linneo (1707-1778) le legó

a su hijo la dirección del Jardín Botánico de Upsala; para no hablar de

la familia de los Jussieu que dominó la escena botánica francesa des

de finales del siglo XVII hasta mediados del siglo XDC

Lo que resulta claro es que durante la segunda mitad del siglo

XVIII el honor de la familia prevalecía sobre el mérito personal y las

simpatías individuales, sobre todo tratándose de una progenie como

la de los Mutis Consuegra, primera generación criolla por el lado

paterno. Bien conocido es que entre Mutis y Sinforoso no media

ban afectos profundos, ni siquiera una mediana afinidad. Mutis le

reprochaba a su sobrino su indisciplina y su negligencia para estu

diar las matemáticas23; Sinforoso, por su parte, debía considerar al

tío como un viejo perfeccionista y gruñón. El hecho fue que a su

muerte, Mutis le transmitió a su sobrino la dirección de la parte bo

tánica, la más importante de la Expedición. Como veremos, Sinforoso

hubo de desplegar mucho celo y no poca maña para salvar el honor

de su tío, comprometido por la falta de edición de la Flora de Bogotá.

La solución alcanzada con el nombramiento de los agregados re

sultaba poco onerosa para el real erario. En medio de repetidas di

laciones para entregar su obra, Mutis no podía permitirse solicitar

la aprobación de una plantilla de auxiliares con asignaciones que en

conjunto podían equivaler a la de su propio sueldo anual. Además,

en la medida en que el equipo de adjuntos se hallaba integrado úni

camente por neogranadinos en Santafé desaparecían los sueldos

elevados y los costos de desplazamiento desde la metrópoli.

23 "[Sinforoso] sabe tanto de matemáticas como su hermano [¿José?] porque ambos no hicieron más que perder el tiempo y pensar en divertirse". Carta de J. C. Mutis a I. Consuegra, Santafé, 6-X-1793, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 2: 93.

Page 98: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

116/ José Antonio Amaya

Oriundo de Medellín, Francisco Antonio Zea (1766-1822) era

egresado del Real Colegio Seminario de San Francisco de Asís en

Popayán, donde había tomado el conocido curso de filosofía que allí

impartía José Félix de Restrepo (1760-1832). El programa de este

curso seguía los derroteros fijados por Mutis en su cátedra de Ma

temáticas y Filosofía Newtoniana inaugurada en el Rosario en 1762.

Figuraban en el contenido del curso, al lado de la dialéctica racio

nal, la aritmética, la astronomía, la mecánica, la hidráulica, la estéti

ca y la óptica. En cierto modo Mutis recogía el fruto de su acción,

puesto que Restrepo había aprendido la filosofía newtoniana de uno

de los discípulos del propio Mutis. Restrepo también habría inicia

do a Zea en el estudio de la botánica24.

¿Por qué un hombre como Zea, que aspiraba a ser abogado, se

mostraba tan atraído por la ciencia en general y por la historia natu

ral en particular? Haciéndose eco de los nuevos tiempos, Mutis sos

tenía el criterio de incluir el estudio de las matemáticas y la física

en la formactón rlp todo orofesional En el caso neogranadino la

universidad se ocupaba casi exclusivamente de la preparación de

sacerdotes y abogados. Los criollos de avanzada se acantonaban en

las facultades de derecho, pues en el país prácticamente no existie

ron durante la época colonial estudios modernos de medicina dota

dos de cátedras de botánica, zoología o mineralogía.

En 1786 Zea marchó a Santafé, donde inició sus estudios univer

sitarios en el Colegio de San Bartolomé. Sin haber concluido su for

mación en leyes, se lo invitó a regentar la Cátedra de Humanidades

24 "Don Félix de Restrepo, mi maestro de Filosofía, que la había aprendido de un discípulo de Mutis, tiene el mérito de haber ido a propagarla en Popayán y es el primero que en aquellas partes atrajo la juventud al estudio de la Naturaleza. Mutis lo consideraba digno de una estatua [...], habiendo sido este estudio el que más promovió, aunque no logró le permitiesen introducir en la física sino lo concerniente a vegetación, nutrición, etc." (Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, Cádiz, 26 de abril de 1799. Original en el Real Jardín Botánico de Madrid (RJBM), Archivo del Iltmo. Sr. Dn. Antonio Joseph Cavanilles (AAJC), Correspondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta Na 4.

Page 99: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Suevo Reino I 117

de su alma máter, cátedra que regentaba todavía hacia 1792. El pro

pio virrey Ezpeleta no tardó en nombrarlo preceptor de sus hijos.

Pocos meses antes de su nombramiento, en abril de 1791, Zea

comenzó a publicar en el Papel Periódico de la Ciudad de Santafé

de Bogotá (1791-1797), el único que circulaba cada semana en el

virreinato, una serie de artículos titulada "Avisos de Hebéphilo";

ocultó su nombre tras el pseudónimo de Hebéphilo, que significa

"amante de la juventud". Con estilo más bien incendiario, sostuvo

que los sabios (intelectuales se diría hoy en día) son en las repúbli

cas lo que el alma en el hombre. Ellos son los que animan y ponen en

movimiento este vasto cuerpo de mil brazos [¿la nación?] que ejecu

ta cuanto le sugieren, pero que no sabe obrar por sí mismo, ni salir

un punto de los planes que le trazan. Sostenía que la función pri

mordial de los sabios consistía en llevar las luces filosóficas, es de

cir, los principios de la economía, de la agricultura, de la industria,

de la política, etc., a l taller, al campo, a la oficina ([Zea], 1791: 61).

Esta nueva función asignada a los intelectuales se hallaba asociada

con el descubrimiento de la noción de patria y de naturaleza ame

ricanas por parte de los criollos. El novísimo concepto de ciudada

nía, calidad que Zea se adjudicaba, no podía definirse sin el ingre

diente de la educación en la nueva filosofía, basado en el ejercicio

de la razón y en la observación de la naturaleza, la educación del gusto

y el culto de la lengua española25. En este esquema de pensamiento

se le asignaba a la monarquía la tarea de garantizar a sus subditos

una universidad pública acorde con los nuevos tiempos. Aseguraba

que sin la reforma de la educación no podía concebirse una explo

tación racional de la naturaleza ni el aumento de la riqueza. Adver

tía el fracaso de Francisco Antonio Moreno y Escandón y de J. C.

25 A partir de su nombramiento como director de la Expedición Botánica (1783), Mutis abandonó el latín y adoptó el español en la redacción de sus descripciones botánicas; sus colaboradores, E. Valenzuela, J. B. Aguiar, S. Mutis yj. T Lozano, utilizaron sistemáticamente el castellano en sus descripciones y en sus trabajos para la Expedición.

Page 100: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

118/ José Antonio Amaya

Mutis en sus intentos de reformar la educación superior en la déca

da de los 1770, y puntualizaba que la existencia de criollos cultos en

el Nuevo Reyno no era en modo alguno producto de una política

oficial en materia de educación:

Los filósofos y naturalistas criollos se han formado por sí mis

mos [aludía a casos como el de Restrepo y el de Valenzuela] en

su retiro y en sus libros. Y esto, que a ellos les hace tanto honor,

es lo que más desacredita la enseñanza pública. Ésta se debe re

formar porque sólo está reservado a los genios sublimes mudar

de doctrina y formarse en los autores. El resto de los hombres

sigue constantemente el camino que les enseñaron ([Zea], 1791:

59).

El amor de Zea por la naturaleza americana y la curiosidad por

su estudio, que no parecen haber sido fruto del contacto directo con

Mutis, se revelan en sus palabras:

Este Reyno que veis sumergido en la última barbarie y a pe

sar de su vasta extensión habitado solamente de millón y medio

de hombres miserables, sin ciencias ni artes, agricultura ni co

mercio, en medio de su miseria es el favorito de la naturaleza. Aquí

es en donde ella se muestra en toda su magnificencia. Aquí puso

su jardín y su gabinete. Aquí ha expuesto a los ojos más indife

rentes y menos reflexivos el brillante espectáculo de sus maravi

llas. ¡Que no tenga yo tiempo de recorrer con vosotros nuestras

fértiles provincias para iros mostrando por todas partes las más

bellas producciones de la tierra, las más abundantes riquezas,

tantos primores que a lo menos merecen una mirada reflexiva!

Los bosques están llenos de plantas aromáticas y medicinales, a

cada paso se encuentran bálsamos, gomas y aceites exquisitos

([Zea], 1791:68).

Page 101: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Suevo Reino I 119

Como se ha dicho, el artículo apareció bajo pseudónimo. Pero no

hay que olvidar que el editor del Papel Periódico, Manuel del Socorro

Rodríguez, era persona muy cercana de la Expedición, en particular

de su director, a quien llegó a componerle una Oda a la Flora de Bo

gotá. Zea era perfectamente consciente de que su discurso podía ser

interpretado como el intento defomentar una sedición literaria {[Zea],

1791: 63). Y no se equivocaba, pues ante la queja de algunos sujetos

encargados de la enseñanza pública, el editor Rodríguez se vio obli

gado a intentar, sin éxito, retirar de la imprenta el segundo Aviso, y a

renunciar a seguir publicando el resto del manuscrito en razón de su

mucho amor a la p a z y buena armonía con todos los hombres

(Rodríguez, 1791: 1). Quizá el silencio al que Zea fue sometido deba

ser interpretado como el inicio en el Nuevo Reyno de la ofensiva con

tra la expansión de la influencia de la Revolución Francesa.

Así, al momento de su nombramiento, Zea era conocido, al me

nos en la capital, como el líder de la lucha contra el ergotismo y la

escolástica. Se le veía constantemente paseándose por los claustros,

estudiando siempre. Su desgreño y su gusto por lucir abrigos viejos

y raídos eran un síntoma de rebeldía antes que de pobreza. El esta

blecimiento de Mutis en la capital, hacia mayo de 179126, coincidió

con el desencadenamiento de la polémica. La selección de Zea re

vela una complicidad del director de la Botánica con el contenido de

los Avisos, y también un intento de reparar el silencio al que el joven

Francisco Antonio había sido sometido.

¿En qué circunstancias conoció Mutis a Zea? La iniciativa del

nombramiento parece que provino de Mutis, quien se habría dirigi

do al Colegio de San Bartolomé a conquistarlo para la botánica1''. Al

26 Es seguro que Mutis se hallaba de nuevo establecido en Santafé en mayo de 1791, como lo demuestra la primera descripción conocida de J, B. Aguiar para la Expedición Botánica, fechada en Santafé el 10 de mayo de 1791 (Amaya, 1992: 443). 27 Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, Cádiz 20-VI-1798. Original en RJBM, A\JC, Correspondencia Científica, Cartas de F A. Zea, Legajo 24, Carpeta N2 4.

Page 102: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

120 / José Antonio Amaya

ingresar a la Expedición, Zea estaba muy próximo a alcanzar la mayo

ría de edad, puesto que había sido bautizado el 23 de noviembre de

1766 (Botero, 1969, tomo 1: 25). Venía a reemplazar a Eloy Valenzuela

en la subdirección de aquélla y, conforme a las razones que Mutis adujo

ante el gobierno, sería Zea quien habría de sucederlo en la dirección

de la Expedición.

Se le acordó sueldo teniendo en cuenta su sobresaliente instruc

ción. El reducido monto del mismo (quinientos pesos al año, como

se ha dicho), que equivalía a la partida autorizada por la administra

ción para el pago de un pintor calificado, hizo temer que Zea desis

tiera, tanto más cuanto que se hallaba obligado a trabajar tiempo

completo al servicio de la Expedición, como todos y cada uno de los

demás adjuntos.

Como se ha dicho, J u a n Baut is ta Aguiar se vinculó a la Expe

dición de modo informal pocas semanas después del establecimiento

de Mutis en Santafé. Para finales de 1792 tenia estudiada y entendi

da la Philosophia Botánica1*, texto con el cual Mutis iniciaba a sus

discípulos, sin que se sepa si la edición utilizada fue el original lati

no publicado en primera edición en Estocolmo en 1751 o la traduc

ción española, Explicación de la filosofía y fundamentos botánicos

de Linneo, preparada por Antonio Palau y Verdera (1734-1793) en

Madrid en 1778.

Aguiar formó un herbario cuyas muestras no han sido identifi

cadas y que seguramente fue integrado al Herbario de la Expedición

Botánica, que hoy por hoy se conserva en el Jardín Botánico de Ma

drid29. Preparó no menos de treinta y tres descripciones botánicas

2!í Carta de J. B. Aguiar a J. C. Mutis [¿Fusagasugá, 1792-1793?], en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 3: 3. 29 Carta de J. B. Aguiar a J. C. Mutis, [¿Fusagasugá?], 22-1-1793. Original en RJBM, Fondo Documental de José Celestino Mutis (FDJCM), Correspondencia aj . C. Mutis, III, 1, 1, 2. M. P. De San Pío (1995) coordinó la preparación del FDJCM.

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Una flora para el Suevo Reino / 121

que se conservan en el Archivo de aquel centro30 y en el Instituto de

Francia (l)31 . Todas ellas fueron elaboradas a partir de plantas co

lectadas en Santafé (29), en Fusagasugá (3) y en la Parroquia de San

Antonio (1); no presentan correcciones ni comentarios de J. C. Mu

tis, aunque sí anotaciones de su sobrino Sinforoso, inscritas después

de 1808. Del análisis de las fechas límite de estos manuscritos -mayo

de 1791 y junio de 1793- puede inferirse que Aguiar trabajó en la

Expedición aproximadamente dos años. Su nombre ya no figura en

la plantilla de personal de la Expedición correspondiente a 1794. A

partir del análisis de las localidades de las descripciones y de su

correspondencia con Mutis, se puede observar que realizó un viaje a

Fusagasugá entre finales de 1792 y principios de 1793, quizá entre

noviembre y enero (ver Amaya, 1992:445), en búsqueda de Cinchonas,

Melastomas y Passifloras.

Nada indica que Aguiar ni sus compañeros Zea y S. Mutis hu

biesen trabajado y ni siquiera conocido los manuscritos mutisianos

para la Flora de Bogotá, que permanecieron para ellos como un ar

cano. Además, Aguiar y Zea se desempeñaron independientemente

el uno del otro, de modo que no hubo trabajo en equipo, ni entre los

adjuntos ni, como se ha dicho, en relación con la obra manuscrita

del director. Francisco José de Caldas (1768-1816) y Sinforoso Mu

tis accedieron a estos manuscritos sólo después de la muerte de

Mutis en 1808, y quedaron perplejos ante el desorden y la pobreza

de los mismos32. Lo que resulta claro es que para 1791 Mutis había

30 Los originales de las descripciones botánicas de J. B. Aguiar se conservan en el RJBM, FJCM, 4. Botánica, 4. 11. Escritos, III, 4, 11, 73. La descripción de estos materiales con relación a nombre científico, vernáculo, localidad y fecha puede consultarse en Amaya, 1992: 443-445 y 459. 1' Biblioteca del Instituto de Francia, Fondo Joseph Decaisne. Aparece publicada en Amaya, 1992. 32 AI respecto, Caldas le informaba a José Ramón de Leyva, secretario del virreinato y juez comisionado para los asuntos de la Expedición Botánica de Santafé: "Ahora he penetrado las lagunas y los vacíos que encierra la Plora de Bogotá, ahora he visto que no existen dos o tres

Page 104: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

122 / José Antonio Amaya

abandonado la elaboración de descripciones y la continuación de sus

Apuntamientos diarios. A partir de esta fecha delegó en sus adjun

tos la parte descriptiva, aunque el trabajo de éstos resultó ser de corta

duración, irregular y precario.

Se ignora la fecha y el porqué del retiro de Aguiar de la Expedi

ción, pero se sabe que para 1804 se hallaba enredado en litigios con

Mutis, quien le inició un juicio que condujo al embargo de su caja

de cirujano, de su biblioteca y de algunos de sus enseres33. Se sabe

que colaboró con materiales para la preparación de la Historia de los

árboles de la quina, de Sinforoso Mutis (ver De San Pío, 1995, en

trada 3315).

Pese a su nombramiento, es probable quejóse Mutis Consuegra

nunca trabajase efectivamente para la Expedición. José necesita ha

cer todos los esfuerzos para manifestar aplicación, sermoneaba el tío34.

Justo en 1791 desapareció la posibilidad de verlo hecho abogado. Aban

donó el Colegio, luego de haber cursado la gramática (1787-1790) e

iniciado la filosofía (1791), sin alcanzar a recibirse de bachiller. Para

1793 José y Facundo habían regresado a su provincia de Pamplona, cuya

capital, Bucaramanga, contaba para entonces con una población de

escasos ciento cincuenta habitantes (Alcedo, 1967, tomo I: 179). Allí

tomaron la carrera del comercio, perpetuando la tradición del padre,

del abuelo Julián Mutis y del bisabuelo materno, Damián Bosio, li

breros estos dos últimos en Cádiz. Pese a todo, el tío no perdía las

palmas, que la criptogamia casi está en blanco enteramente [...]; que los manuscritos se hallan en la mayor confusión; que no son otra cosa que borrones; que cuarenta y ocho cuadernillos hacen el fondo de la Flora de Bogotá; que las demás obrillas que [Mutis] ha emprendido durante su vida no son sino apuntamientos; que el tratado de la quina no está concluido sino en la parte médica; que las descripciones de estas plantas importantes se hallan en borradores miserables..." (Santafé de Bogotá, 30-IX-l 808, en Lniversidad Nacional de Colombia (ed.), 1966: 353). La reacción de S. Mutis puede consultarse en Amaya, 1992: 35-36. 33 RJBM, FJCM, Correspondencia a Salvador Rizo, III, 1, 3, 2-6. 34 Carta de J. C. Mutis a I. Consuegra, Santafé, 12-1-1793, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 3: 81.

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Una flora para el Suevo Reino / 123

esperanzas de educar a José en el espíritu de las ciencias y acaricia

ba la idea de ponerlo bajo la guía de E. Valenzuela, a la sazón cura de

Bucaramanga3,>.

Quedó únicamente Sinforoso Mutis Consuegra a la sombra

del tío. Desde 1790 había comenzado sus estudios de bachillerato

en filosofía luego de cursar el latín y la gramática (1787-1790)

(Guillen, 1994, tomo 2: 521-522). Se esperaba verlo litigando en 1798,

al completar la mayoría de edad, una vez hubiese concluido sus estu

dios de derecho, con escolaridad de cuatro años seguidos de una pa

santía al lado de un abogado titulado, que duraba otros cuatro años.

Entre la ciencia y la política

Zea y Sinforoso tenían un pie en la Expedición y otro en la tertulia

de Antonio Nariño (1765-1824), elArcano de la Filantropía. Como

se ha visto, el pie de Sinforoso en la Expedición era más formal que

real. El líder estudiantil y su seguidor estaban perpetrando un ma

ridaje entre política y ciencia. En política encarnaban los ideales de

Independencia que los Estados Unidos habían alcanzado en 1776 y

los de la Revolución Francesa de 1789: algo inédito para los terrícolas

de la Nueva Granada.

Las reuniones del Arcano se habían iniciado justo en 1789 y te

nían lugar en la residencia de Nariño, siguiendo la moda de los sa

lones de París. Zea figuraba entre los miembros fundadores. Poseía

Nariño una espléndida biblioteca familiar y personal provista con las

últimas novedades políticas (Montesquieu, Voltaire, Rousseau, etc.)

y se hallaba suscrito a los mejores periódicos del momento. Entre

sus proyectos se contaba el de mandar construir un salón de reunio

nes adornado con frescos representando, entre otros, a Linneo y a

Buffon. Conspiraban contra el absolutismo y por las formas repu-

35 Carta de J. C. Mutis a I. Consuegra, Santafé, 12-1-1793, en Hernández de Alba, 1968 <

1975, tomo 2: 81.

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124 / José Antonio Amaya

blicanas, la división tripartita del poder y la representación popular.

Pregonaban que ya era tiempo de sacudir el yugo del despotismo y

fundar una República Independiente a ejemplo de la de Filadelfia.

Sinforoso Mutis, por ejemplo, protestaba diciendo que de buena

gana tiraría el manto [de colegial del Rosario] y tomaría el fusil.

Figuraban entre los habituales de aquel cenáculo, periodistas,

profesores, comentaristas, viajeros, hombres de ciencia y estudio y

hasta un cura. Puede citarse al médico francés Louis de Rieux, gra

duado en Montpellier, de confesión masónica, en quien las autori

dades identificaron, con razón, a un agente al servicio del gobierno

revolucionario francés. Su misión en estas tierras consistía en pro

palar los Derechos del hombre y del ciudadano. Pedro Fermín de

Vargas, Zea, Sinforoso Mutis, José María Cabal y Enrique Umaña,

entre otros, se contaban entre los incondicionales de Nariño.

Conocidas son las relaciones de Mutis con Pedro Fermín de

Vargas. El señor director fue durante un tiempo su protector, le con

siguió su primer puesto en el real servicio, como administrador del

estanco de la quina. Le abrió su corazón y los detalles de su vida. Ya

en el exilio, Pedro Fermín publicaría en Londres, hacia 1805, una

biografía muy informada y laudatoria del Primer Botánico y Astró

nomo de su Majestad (ver Kónig & Sims, 1805). Produce perpleji

dad la lectura de esta biografía, cuando se piensa que fue escrita por

uno de los conspiradores más temidos y buscados por las embaja

das españolas en el mundo.

Nariño, hombre rico, culto y de familia distinguida, era propie

tario de la Imprenta Patriótica, ubicada en la Plaza de San Carlos,

frente al Colegio de San Bartolomé, el sitio de reunión de la pobla

ción estudiantil. A mediados de 1794 se dio a la tarea de traducir clan

destinamente del francés la Declaración de los derechos del hombre

y del ciudadano. Le ordenó a su impresor, Bruno Espinosa de los

Monteros, tirar ochenta copias. La maquinación incluía la fijación

de pasquines sediciosos, un plan de toma del Batallón Auxiliar de

Santafé, y el posterior derrocamiento del gobierno. Entre las acusa-

Page 107: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Nuevo Reino I 125

ciones que pesaban contra Sinforoso Mutis figuraba la de mante

ner correspondencia con P. F. de Vargas, revolucionario prófugo de

la justicia a la sazón en Filadelfia, y que habría ofrecido entrar por

los Llanos con un ejército de diez y ocho mil hombres. Las autori

dades descubrieron la conspiración antes de que la edición de los

Derechos saliera de los límites de la tertulia. Destruyeron todas y cada

una de las copias, al punto de no dejar ni un ejemplar para uno de

nuestros museos actuales. Mutis se hallaba puntualmente informado

de lo que acontecía detrás de las puertas de la casa de Nariño y de

las personas que frecuentaban el círculo de éste. Cuando sintió que

la tensión llegaba a un momento culminante, le ordenó a Zea tras

ladarse a Fusagasugá.

Los desvelos de Sinforoso en pro de la ciencia amable de las plan

tas no parecen haber sido particularmente sostenidos, al menos para

esta primera época, que se extiende desde el 11 de noviembre de

1791, fecha de su nombramiento, hasta agosto de 1794, cuando fue

aprehendido por las autoridades. Tío y sobrino vivían entre regaños

y contestaciones. No le sale la inclinación del amor a las letras, ase

guraba el tío36. Hay que precisar que Sinforoso vivió bajo el mismo

techo con su tío en la santafereña sede de la Expedición únicamen

te veinte meses, desde el consabido 11 de noviembre de 1791 hasta

el día de San Juan (24 de junio) de 1793, cuando decidió internarse

en el Colegio del Rosario, desertando de las clases informales que

el tío le prodigaba. Nada indica que Mutis informara a las autorida

des acerca del abandono del puesto por Sinforoso.

Zea permaneció veintidós meses en la santafereña sede de la Ex

pedición instruyéndose en la botánica31, desde noviembre de 1791,

fecha de su nombramiento, hasta agosto de 1793, cuando, como se

36 Carta de J. C. Mutis a I. Consuegra, Santafé, 6-X-1793, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 2: 93. 37 Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, Cádiz, 20 de junio de 1798. Original en RJBM, AAJC, Correspondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta N" 4.

Page 108: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

126 / José Antonio Amaya

ha dicho, Mutis determinó enviarlo a Fusagasugá38. Las razones del

alejamiento no fueron científicas. La finalidad era liberarlo de la

quema, es decir, de la persecución de las autoridades39. Ha de notarse

que el hecho ocurrió un año antes de que Zea fuese privado de la

libertad, lo que sugiere hasta qué punto Mutis se hallaba puntual

mente informado acerca de las actividades y de los peligros deMr-

cano de la Filantropía.

En el Fondo Mutis del Jardín Botánico de Madrid no se conser

va ningún vestigio del trabajo de Zea en materia de recolecciones ni

de descripciones para el período comprendido entre 1791 y 1794,

aunque es seguro que Zea recolectó y preparó descripciones desti

nadas a la Flora de Mutis.

Veinte son las descripciones fechadas que se conservan de puño

y letra de Sinforoso Mutis en el Botánico de Madrid y que fueron

preparadas durante su desempeño como adjunto de la Expedición;

la mayor parte de éstas fueron elaboradas en Santafé entre el 10 de

mayo de 1792 y el 5 de junio de 179340.

A mediados de 1794, en Santafé se armó la de san Quintín. Nariño,

Zea y Sinforoso, entre otros, fueron acusados de alta traición a la Co

rona. Hechos prisioneros, fueron deportados a España en 1795. Lle

garon a Cádiz el 18 de marzo de 1796 y allí permanecieron confina

dos hasta finales de agosto de 1799.

38 Sobre el trabajo de Zea en Fusagasugá, puede consultarse la biografía de Enrique Umaña Barragán que actualmente prepara el autor de este trabajo para la obra de Mauricio Umaña Blanche, intitulada Los Umaña. 39 Carta de J. C. Mutis a I. Consuegra, Santafé, 21-IV-1794, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 2: 100. 40 También se conserva en el Archivo del RJBM una descripción de Sinforoso Mutis elaborada en La Habana, seguramente entre 1803 y 1808. Otras catorce descripciones suyas corresponden al período durante el cual tuvo bajo su dirección la Parte Botánica de la Expedición (1808-1816); las fechas límite de estas últimas son 13-111-1809 y 28-VI-1815 y se refieren a plantas de tierra fría y de tierra caliente en la Nueva Granada. Ciento tres descripciones suplementarias carecen de fecha y no siempre presentan determinación de localidad (ver Amaya, 1992: 432-443 y 459).

Page 109: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Nuevo Reino I Vil

Con el destierro de los adjuntos se pusieron a la orden del día,

una vez más, los asuntos del adelantamiento de la Flora de Bogotá y

de la sucesión de Mutis. La solución lograda en 1791, más mala que

buena, se vino abajo en 1794. Mutis se hallaba rodeado de un verda

dero enjambre de pintores y de aprendices de este oficio que cum

plían sus obligaciones puntualísimamente, pero seguía careciendo

de colaboradores científicos. Los cartapacios de láminas botánicas

y los pliegos de herbario se abultaban día tras día haciendo cada vez

más acuciantes los problemas de la adquisición y consulta biblio

gráficas, de la clasificación científica y de la publicación.

El trabajo de Mutis relacionado con la descripción y la clasifica

ción botánicas no fue prolífico en absoluto durante su quinta y últi

ma residencia en Santafé que, como se sabe, se prolongó desde mayo

de 1791 hasta su muerte en septiembre de 1808. Puede asegurarse

que con posterioridad a 1794 las actividades se concentraron en la

ilustración botánica y en el acrecentamiento de la biblioteca.

El exilio en Cádiz

Aparentemente Mutis volvió a quedar solo en la santafereña sede de la

Expedición con su confidente y mayordomo Salvador Rizo Blanco

(1762-1816) y con los pintores. Aparentemente, porque el Primer Bo

tánico de Su Majestad continuó comunicándose regularmente con

Zea41 y con Sinforoso -acusados de alta traición, como se sabe-, y se

guardó de solicitar a la Corona nuevos adjuntos. Por lo demás, ni ésta

ni el gobierno virreinal volvieron a ocuparse del asunto de la publica

ción de la Flora de Bogotá, ni de la sucesión de Mutis. Todo parece

indicar que éste se hallaba determinado a continuar formalmente con

sus adjuntos, guardándoles sus posiciones en la Expedición, mientras

41 En sus cartas a Cavanilles, las alusiones de Zea a su correspondencia con Mutis son frecuentes, y ello a través de toda la relación epistolar Zea-Cavanilles, que se prolongó desde el 20 de junio de 1798 al menos hasta el 14 de junio de 1802.

Page 110: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

128 / José Antonio Amaya

se producía el fallo de los tribunales. Lo que sugiere que el presidio

de Zea y de Sinforoso no alteraba en lo sustancial los planes de 1791.

Nariño fue separado de sus cómplices, mientras que Zea, Sinfo

roso, José María Cabal (1769-1816) y Enrique Umaña (1772-1854)

compartieron la cárcel en Santafé, el viaje de destierro y la prisión

en Cádiz. Se mantenía viva una parte del "cogollito" que había lo

grado germinar en casa de Nariño.

Mutis practicaba una estrategia múltiple. Por una parte se que

jaba con acritud de las andanzas políticas de Sinforoso, ante su cu

ñada, Ignacia Consuegra. Por la otra, se aprestó a recomendar a éste

y a Zea ante Antonio José Cavanilles (1745-1804), reputado botánico

residente en Madrid, con entradas en la corte, muy favorable a Mu

tis. Le exponía lo ocurrido en Santafé en los siguientes términos:

La inconsiderada precipitación de estos ministros [¿del vi

rrey Ezpeleta?, ¿de la Real Audiencia?], que nos hicieron creer

alborotos intestinos de la mayor consideración, y últimamente nos

hemos desengañado de la falsedad de aquel concepto. Quisiera

dilatarme algo sobre este punto, porque por allá [en la Corte de

Madrid] habrá sonado demasiado este acontecimiento y sería

razón desengañar con mi acostumbrada sinceridad las personas

de alto carácter con quienes tenga vuesamerced alguna amistad

[...] Más debemos temer en las actuales circunstancias de todo

el mundo revuelto [por la Revolución Francesa y sus consecuen

cias] de los imprudentísimos procedimientos de estos deslum

hrados ministros, por su notoria pasión contra los patricios [es

decir los criollos sindicados] que de la sospechada infidencia

americana [...] A la verdad que la buena política del día pide que

las provindencias de la Corte satisfagan completamente el honor

vulnerado de los patricios [la nobleza criolla]42.

42 Carta de J. C. Mutis a A. J. Cavanilles, Santafé, 19 de enero de 1795, en Hernández de

Alba, 1968& 1975, tomo 2: 112-113.

Page 111: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Nuevo Reino I 129

El ideario revolucionario que en Santafé era juzgado como delito

de lesa majestad, en Cádiz hacía el rigor de la moda. La Revolución

Francesa había ganado el alma de aquel pueblo eminentemente cos

mopolita, comercial y liberal. Los sindicados fueron tratados con be

nevolencia. Pronto se les mejoró su situación, permitiéndoseles cir

cular por la ciudad sin custodia alguna, cultivar relaciones de amistad

y, hasta cierto punto, utilizar el tiempo a su arbitrio.

Es en Europa donde nuestros jurisconsultos en ciernes reafir

man unos, descubren otros, su inclinación por la historia natural.

Advirtiendo la importancia creciente de la ciencia en la administra

ción del Estado, van trocando su deportación en viaje de estudios,

con el apoyo de Mutis, de Cavanilles y de las autoridades metropo

litanas. Las ciencias les abrían un camino seguro para la continua

ción y para la promoción de sus carreras. ¿Más política que ciencia

en Santafé y más ciencia que política en Cádiz? El hecho es que el

viaje a Europa se concretó sin la intermediación familiar, muy im

probable por lo demás en el caso de Zea, dados los recursos limita

dos de sus progenitores. En los casos de Umaña y Cabal, vastagos

de poderosas familias en Santafé y en Buga, no se sabe que éstas hu

biesen previsto, con anterioridad a 1794, viajes de estudio para sus

hijos. Sea como fuere, los costos de los cinco años de presidio ha

brían sido cubiertos en alguna medida por las familias de los sin

dicados.

Zea y Sinforoso, al lado de Cabal, asistieron a los cursos de bo

tánica que impartía por aquellos días Francisco de Paula Arjona en

Cádiz. Se sabe que Zea tomó el curso en el Hospital de la Marina,

probablemente durante el primer semestre de 179843. Cabal habría

seguido, además, sendos cursos de anatomía y de diseño botánico

(Tascón, 1930: 31).

43 Carta de F. A, Zea a A. J. Cavanilles, Cádiz, 30-VII-1798. Original en RJBM, AAJC, Correspondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta N° 4.

Page 112: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

130/ José Antonio Amaya

Arjona había sido discípulo de Cavanilles en Madrid hacia 179444

y su cátedra se hallaba integrada al plan de estudios médico-quirúrgicos del Colegio de Cirugía de Cádiz, en el cual Mutis había cursado su carrera cuarenta años atrás (1749-¿1757?). Tomó posesión de la gaditana cátedra de Botánica en 1797 que regentó hasta 1799, cuando fue trasladado al Colegio de Medicina y Cirugía de Burgos. Murió en Cádiz en 180045. Con razón o sin ella, Zea se permitió calificar el curso de Arjona de demasiado elemental^, lo que podría indicar la calidad de su formación botánica adquirida al lado de Mutis. Por lo que toca a la afición de Cabal y de Umaña por las ciencias naturales, hoy por hoy ésta no ha sido documentada como un hecho surgido en Santafé.

Cabal y Sinforoso se aplicaron a la tarea de montar sus herbarios respectivos. En relación con el herbario de Sinforoso, cuyo Catálogo"'1 se conserva en el Fondo Documental J. C. Mutis del Jardín Botánico de Madrid, se trata de un huerto seco formado [¿en Madrid?] en 1801 por un principiante. Variopinto, con especies bastante comunes, europeas en su mayoría o susceptibles de cultivarse en Eu-

44 Cavanilles (1797, tomo 4: 57, plancha 383) celebró a don Francisco de Paula consagrándole el género Arjona que apareció publicado con la dedicatoria: "In honorem Domini Francisci Arjona, qui Gadibus Botanicem summa cum laude publice docet". ["En honor de Don Francisco Arjona quien regenta en Cádiz la Cátedra Pública de Botánica de la manera más laudable"], 45 Ver Galán, 1988: 244, 328, 330, 399, 400, 401, 403, 405. 46 Al respecto Zea le comentaba por carta a Cavanilles, a cuya protección aspiraba: "Cuando he asistido, como discípulo, al curso que acaba de darse en el Hospital y estudiado los principios más triviales, como si no tuviera algún conocimiento botánico, juzgue vuestra merced del anhelo que tendré por las lecciones de un Sabio, que miro como el único que en España puede dirigirme en esta carrera, en que veo extraviados y perdidos a todos los demás" (Original en RJBM, AAJC, Correspondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta No 4). 47 Catálogo de las Plantas que existen en el Herbario de Don Sinforoso Mutis Consuegra-Año de 1801. Pinto (1989) publicó un artículo en el que figura un estudio de las Gramíneas incluidas en este Catálogo.

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Una flora para el Nuevo Reino / 131

ropa, muchas de ellas no precisamente de Cádiz48. Lo que sugiere

que fue en Europa donde Sinforoso se formó botánico propiamente

dicho pues, como se sabe, su permanencia al lado del tío, breve, in

termitente y obstaculizada por motivos familiares, personales y po

líticos, fue más bien precaria en contenido científico.

La formación histórico-natural se hallaba en Cádiz inscrita en

el programa de un centro universitario con una tradición de casi me

dio siglo en la enseñanza de la medicina y de la cirugía, dotado de

una biblioteca y de un jardín botánicos. Además, los estudiantes rea

lizaban sus prácticas en el Hospital de la Marina de Cádiz49. Este

hecho colocaba a nuestros criollos en una situación bien distinta de

aquella que habían tenido que observar en Santafé, donde la botá

nica era todavía objeto de enseñanza privada, con un alto ingredien

te autodidacta y dirigida a abogados en trance de formación.

Todos estos datos conducen a restringir el papel de Mutis como

maestro y a descubrir una nueva dimensión de su personalidad como

alguien más apto para integrar talentos a su Expedición que para for

marlos. El exilio exponía a los neogranadinos a una influencia cul

tural imprevista por Mutis, pero que éste trataría de reforzar y apro

vechar con el tiempo.

En 1798 Zea tomó la iniciativa de escribirle a Cavanilles, cuyo

nombre había llegado a oídos suyos por intermedio de Mutis, co

rresponsal del naturalista valenciano desde 1786. Las biografías de

Mutis y de Cavanilles presentan afinidades notables. Compartían la

sotana de sacerdotes seculares. Defendían las ideas de Newton (1642-

1727), Christian Wolff (1679-1754) y Pieter van Musschenbroeck

(1692-1771). Sus formaciones botánicas nada tenían que ver con

48 A solicitud del autor, Félix Muñoz Garmendia, investigador del Jardín Botánico de Madrid, se pronunció en estos términos sobre el Herbario de S. Mutis (comunicación personal, 1989). 49 Sobre la historia del Colegio de Cirugía de Cádiz, ver los documentados trabajos de Ferrer, 1963 y Galán, 1988.

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132 / José Antonio Amaya

Migas Calientes ni con el Prado. La vocación de naturalista de Cava

nilles, un tanto tardía, se había despertado en París en 1777, a la edad

de 32 años. Vivió en la capital francesa durante los doce años siguien

tes, desempeñan dose como ayo de los hijos del duque del Infantado.

En París había sido discípulo de Antoine-Laurent de Jussieu (1748-

1836), justo por los años en que éste maduraba el sistema natural

de clasificación que terminaría sustituyendo al de Linneo, a partir

de 1789, con la publicación del Genera plantarum.

Cavanilles mereció la amistad de su maestroy de la familia de éste;

en todos ellos dejó un recuerdo entrañable que perduró en una nutri

da correspondencia que ambos supieron cultivar después del regreso

de Cavanilles a Madrid50. Cavanilles había consolidado su prestigio

en París como propietario de un rico herbario, como botánico de ga

binete y como reformador del sistema de Linneo. Se propuso adelan

tar una obra con marcado carácter universal y acumulativo, que se

proyectó con rasgos en extremo novedosos en la tradición botánica

española51.

Fue Cavanilles quien tomó la iniciativa de escribirle a Mutis en

Mariquita, desde París, en mayo de 1786. Para entonces el nombre

de Mutis circulaba en París, como lo demuestra la honrosa alusión

que Cavanilles había hecho del Mutis naturalista en sus Observa

ciones sobre el artículo España de la Nueva Encyclopedia (1784).

En 1786 le solicitaba materiales para su ohraMonadelphia, en la cual

acometió una revisión y actualización de la Clase XVI del Sistema de

Linneo.

Nadie puede contribuir como vuesamerced -le aseguraba-,

que se halla en el centro de la vida; aquí son los herbarios los que

50 La formación botánica de Mutis se halla documentada en Amaya, 1992: "Mutis amateur de botanique, son approche de Linné á Cadix puis á Madrid", pp. 170-186. 51 Para un estudio bibliográfico de A. J. Cavanilles, ver López & López, 1983: 51-80.

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Una flora para el Nuevo Reino / 133

debo consultar con frecuencia, pero vuesamerced lee en el gran

libro de la naturaleza que se manifiesta sin sombras ni equivoca-

Desde París le envió al menos dos cartas. Ya en Madrid y sin lo

grar satisfacer su deseo de recibir colecciones de Santafé, retomó la

correspondencia con Mutis en 1794 y la continuó hasta 1803, el año

anterior a su muerte, enviándole un total de siete cartas. Mutis por

su parte le remitió a Cavanilles un total de unas cinco cartas desde

Santafé (1794-1803)53.

Zea optó por omitir la mediación de Mutis para entrar en co

municación con Cavanilles. Se presentó como discípulo del gaditano,

solicitando de Cavanilles sus luces y consejos para adelantar mis co

nocimientos botánicos5 \ La correspondencia de Zea con Cavanilles

llegó a ser más frecuente que la de Mutis con este último, como lo

demuestran las treinta y una cartas conocidas de Zea a Cavanilles

escritas entre el 20 de junio de 1798 y el 14 de junio de 1802. Ofre

cía para un futuro cercano sus servicios como recolector en Nueva

Granada, propuesta que no podía sino despertar vivamente el inte

rés de Cavanilles. Al momento de recibir la misiva de Zea, Cavanilles

carecía de corresponsal en América, si se exceptúa a Mutis, quien

se había mostrado más que parco en el envío de plantas neogranadinas

para el valenciano.

Zea no tardó en recibir respuesta de Madrid. Por aquellos días

Cavanilles se hallaba empeñado en adelantar su obra botánica no

menos que en arruinar la carrera del director del Prado, Casimiro

52 Carta de A. J. Cavanilles a Mutis, París, P-V-1786, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 3: 200. 33 La totalidad de estas cartas puede consultarse en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomos 2 y 3. 54 Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, Cádiz, 30 -vil- 1798. Original en el RJBM, AAJC, Correspondencia Científica, Legajo 24, Carpeta N" 4.

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134/ José Antonio Amaya

Gómez Ortega. Para 1798 la obra de Cavanilles alcanzaba cerca de

una docena de títulos de botánica, los últimos de los cuales habían

salido de la Imprenta Real (ver López & López, 1983). La República

de las Letras (comunidad de científicos se diría hoy por hoy) asistía

al hecho paradójico de que los costos de impresión de los recientes

fascículos publicados por el director del Jardín Real, contestación de

factura modesta, hubiesen debido ser cubiertos por el propio autor55.

La Corona y la comunidad científica internacional mostraban un

creciente descontento con la gestión de Gómez Ortega al frente del

Prado. Gómez Ortega padecía de una gordura desfigurante que lo

inhabilitada día tras día. Varios viajeros europeos que visitaron el Pra

do a finales del siglo dejaron testimonios incontrovertibles acerca del

estado de abandono de las siembras, de la pobreza de los herbarios,

del ausentismo de las directivas y de los profesores. Uno de aquellos

testimonios pertenece al propio Zea, quien tuvo ocasión de conocer

el Prado en 1800, en vísperas de la caída de Gómez Ortega. No vaciló

en calificarlo desde París, en 1801, de ridículo56. Comparada con su

institución de tutela, la Expedición de Santafé resultaba ser un cen

tro modelo en miras científicas, organización y disciplina.

A medida que la correspondencia entre Zea y Cavanilles fue ha

ciéndose más frecuente y personal comenzó a perfilarse un reorde

namiento de las alianzas en el horizonte de la botánica española. Por

un lado estaba el bloque dirigido por Gómez Ortega y conformado

por los expedicionarios al Perú y Chile, Hipólito Ruiz López (1752-

1816) y José Antonio Pavón Jiménez (1754-1840), sin olvidar al ma

logrado Sebastián José López Ruiz en Santafé. Este grupo había

venido orientando los destinos de la botánica oficial española desde

1770, año en que Gómez Ortega accedió a la dirección del Real Jardín

55 Puerto (1992) es autor del mejor estudio biográfico que existe en la actualidad sobre C. Gómez Ortega. 56 Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, Ibiza, -vil- 1801. Original en RJBM, AAJC, Correspondencia Científica, Cartas de F. A Zea, Legajo 24, Carpeta N° 4.

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Una flora para el Nuevo Reino / 135

de Madrid. Por otro lado, se perfilaba con creciente nitidez el grupo

dirigido por Cavanilles y conformado por Mutis y Zea; Salvador Rizo

también llegó a cartearse con Cavanilles.

La situación de los deportados comenzó a aclararse. España se

mostraba cada día más solidaria con la política exterior y los hom

bres de la Revolución Francesa. El tratado de Basilea, firmado en

1795, había establecido la paz entre las dos naciones. Dos años más

tarde, en 1797, Carlos IV aliado con Francia le declaraba la guerra a

Inglaterra. El embajador de Francia en la Corte de Madrid no tardó

en aprovechar la coyuntura para intervenir en favor de su conciuda

dano Louis de Rieux, cuya liberación apuró la de los neogranadinos.

En 1799 el Consejo de Indias declaró concluida la causa de Zea,

de Sinforoso Mutis, de Cabal y de Umaña, entre otros. Ordenó su

libertad completa y la restitución de sus bienes, como si no se hu

biera procedido en modo alguno contra ellos. A Sinforoso se lo rein

tegró a la Expedición Botánica de Santafé el 23 de octubre de 1799.

A éste y a Zea se les indemnizó por brazos caídos y se les brindó la

posibilidad de continuar en sus empleos y profesiones. Sinforoso

supo arreglárselas para justificar un cargo que había abandonado y

un salario de quinientos pesos anuales que nunca se le había asig

nado. Todas estas providencias favorecían a los excarcelados, cuya

situación profesional era, como se sabe, por lo menos incierta.

Concluido el juicio, Zea, Sinforoso y Cabal expresaron su inten

ción de regresar cuanto antes al Nuevo Reyno, no sin antes pasar a

conocer la Corte y en ella a la persona de Carlos IV y, claro está, a

Cavanilles. Zea no tardó en manifestar su deseo de despedirse de la

Expedición de Santafé y tratar de manejarse por sí mismo. Si no lo

gro algunas ventajas más, no me contento con el empleo que tenía51,

le revelaba a Cavanilles. Se decía dispuesto a organizar una expedi-

57 Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, Cádiz, [i?] -vm- 1799, Original en RJBM, AAJC, Correspondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta N° 4.

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136/ José Antonio Amaya

ción por su natal Provincia de Antioquia, una idea que había sido con

cebida en realidad por Mutis, por los días en que Zea fue encarcela

do; en los planes originales se entreveía incluso la posibilidad de asig

narle un par de pintores a Zea.

Mutis, quien desde 1794 se había mantenido fiel a sus discípu

los, no estuvo de acuerdo con el regreso inmediato de éstos. Movido

por el afán de contar con colaboradores idóneos para editar los cen

tenares de láminas y plantas secas que seguían acumulándose sin

cesar en su gabinete, les sugirió permanecer dos años en Madrid

perfeccionando su formación botánica al lado de Cavanilles. Se

mostró incluso dispuesto a asumir los costos de la estada, con la

condición, claro está, de que Sinforoso fuese aceptado por Cavanilles.

Como se sabe, el compromiso adquirido por Mutis con la Coro

na en 1783 consistía en preparar el manuscrito de la Flora de Bogo

tá en Santafé y, una vez editado, enviarlo para su publicación en

Madrid. Ahora, en las postrimerías del siglo, parecía determinado a

realizar las dos operaciones en América. Con el fin de asumir el reto

de la publicación habría negociado una imprenta en 179858, y se ha

llaba empeñado en la conversión de algunos dibujantes suyos en gra

badores (Humboldt, 1846). La envergadura del desafío no era de

poca monta y ello en cualquier país de América. En el Nuevo Reyno

este reto resultaba inédito por completo. Zea y Sinforoso eran pie

zas claves en esta estrategia. El tiempo empezaba a mostrar que el

destierro de los adjuntos había terminado por beneficiar a la Expedi

ción. Podía esperarse que en un futuro cercano este centro contaría

con colaboradores de excelencia. La cooperación de Zea y Sinforoso

era lo único que podía sacarlo de la situación bochornosa en que se

hallaba al seguir dando largas a la entrega de su obra. Mutis había

18 Al respecto F. A. Zea le comentaba A. J. Cavanilles: "Dentro de un año comenzará a publicarse la Plora de Bogotá. Ya estaba la imprenta cerca de Santafé" (carta fechada en Cádiz el 4-XII-1798. Original en RJBM, AAJC, Correspondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta N° 4).

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Una flora para el Nuevo Reino / 137

venido aprovechando el destierro de sus discípulos para acopiar un

verdadero arsenal bibliográfico al tiempo que concentraba el traba

jo de la Expedición en una iconografía botánica, zoológica y antro

pológica única en el mundo por su calidad y cantidad59. Se trataba

de preparar sin apuros pero sin tregua los recursos humanos y ma

teriales para la ansiada síntesis científica. Hay que puntualizar,

sin embargo, que el resultado logrado con la formación de Zea y

Sinforoso no era únicamente el producto de una política trazada

desde Santafé.

En Madrid, Cavanilles les abrió sin reservas las puertas de su ga

binete, herbario y biblioteca. Es muy probable que los neogranadinos

se beneficiaran no sólo de sus lecciones privadas, que ganaban fama

en toda Europa, sino de sus orientaciones científicas, no menos que

de su atrayente personalidad. Cabal, en particular, llegó a ser discí

pulo suyo, muy aventajado. ¡Qué mozo tan sobresaliente! ¡Qué talento

tan despejado y apto pa ra las ciencias naturales!, le comentaba

Cavanilles a Mutis en carta de 18 de agosto de 1801 (publicada por

Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 3: 210).

El plan de Mutis enderezado a que sus agregados culminaran

su formación botánica al lado de Cavanilles no tuvo éxito. Lo que

sucedió fue que Cavanilles optó por apoyar en 1800 a Zea, Sinforoso

y Cabal para que éstos se trasladaran a París a conocer mundo y a

completar allí sus estudios de ciencias naturales. Respaldo similar

le había acordado, por ejemplo, al botánico peninsular discípulo suyo

Simón de Rojas Clemente (1777-1827). Las miras de Cavanilles

parecían puestas en la formación de una escuela metropolitana con

proyección en las colonias. Les extendió cartas de recomendación

para Rene Louiche Desfontaines (1750-1830), A-L. de Jussieu, Nicolás

•l9 Para un estudio de la iconografía mutisiana, ver Amaya (1986), y el trabajo en preparación de J. A. Amaya y de Beatriz González, "Diccionario de pintores, aprendices y alumnos de la Expedición Botánica", con un capítulo introductorio titulado "Los pintores de la Expedición Botánica bajo el poder del número".

Page 120: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

138/ José Antonio Amaya

Louis Vauquelin (1763-1829), Etienne-Pierre Ventenat (1757-1808)

y otros connotados naturalistas franceses. Influyó para que la Coro

na española le concediera a Zea una beca que le permitió prolongar

su permanencia en París hasta 1802.

La aprobación del viaje de estudios de Zea tuvo que tener un tras-

fondo político, como lo sugiere el hecho de que las autoridades le

negaran el permiso que solicitó, en 20 de mayo de 1800, para incor

porarse a la Expedición de Santafé. La Corona favorecía y hasta ob

sequiaba a quienes habían conspirado contra ella, pero se mostraba

remisa a permitir el regreso de Zea. Más tarde Cavanilles logró que

Cabal fuera becado por el gobierno español durante tres años em

pleados en París en el estudio de la química.

Zea estuvo a punto de no poder cumplir con el objetivo de llegar

a París al ser obligado a guardar cuarentena en la frontera francesa,

con motivo de una epidemia de fiebre amarilla que azotaba por en

tonces a España. Por esta razón Sinforoso no alcanzó a remontar los

Pirineos y aprovechó la oportunidad para regresar de inmediato a

Santafé.

Es de lamentar el regreso de Sinforoso, pues era probablemente

quien más precisaba de la experiencia parisina. En repetidas ocasio

nes, como se sabe, Mutis se había quejado de la desaplicación e in

disciplina de su sobrino; Zea nunca dio por verdadera la vocación por

la botánica de su antiguo contertulio; Cavanilles, por su parte, no

manifestó particular entusiasmo por el talento del criollo, al menos

no el mismo entusiasmo que le produjeron Zea y sobre todo Cabal60.

Llegado a París, Zea se apresuró a comunicarle a Cavanilles que

[...] los profesores a quienes vuestra merced tuvo la bondad

de recomendarme, me han recibido con todo el aprecio que Vd.

60 Carta de A. J. Cavanilles a J. C. Mutis, Madrid, 18 -VIII- 1801, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 3: 210.

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Una flora para el Nuevo Reino / 139

sabe inspirar a los que le tratan, adelantándose a mis deseos me

han proporcionado cuantos medios puedo desear para desempe

ñar con gloria el encargo que traigo61.

El encargo tenía varios aspectos por lo que se refiere a la Expe

dición de Santafé. En primer lugar, como se ha dicho más arriba,

Zea debía enriquecer su formación con miras a asumir las funcio

nes de editor de la Flora de Mutis. El apoyo y las consideraciones

de que fue objeto en la capital francesa se hallan asociados con su

condición de recomendado de Cavanilles y, ante todo, con su cali

dad de discípulo de Mutis y de agregado de la Expedición de Nueva

Granada, calidad con la que el naturalista de Medellín solía presen

tarse oficialmente. Detrás del encargo se movía la mano de Cava

nilles, en quien Zea identificaba a su amado favorecedor. Otro as

pecto de la misión de Zea consistía en adquirir la bibliografía más

reciente para la preparación de la Flora de Bogotá. En este sentido

supo asesorarse de Ventenat, curador a la sazón de la Biblioteca de

Santa Genoveva, muy al corriente de todo lo relacionado con el co

mercio del libro. Zea había venido colaborándole a Mutis en la con

secución de libros de historia natural desde sus días de presidio en

Cádiz, y en este desempeño había merecido la invaluable asesoría

de Cavanilles. Operaba no como un intermediario cualquiera, sino

que se beneficiaba con la lectura de los libros antes de remitirlos a

Santafé. Como agente librero de la Expedición de Santafé llegó a

reemplazar al diplomático sueco Hans Jacob Gahn (n. en 1748),

muerto en Cádiz en 1800, víctima de la epidemia de la consabida

fiebre amarilla, en desempeño del cargo de cónsul de Suecia. Nada

indica que se haya puesto en contacto con los neogranadinos en

aquella ciudad durante el presidio de los mismos. Zea también ope

raba como agente en la venta de quinas de Santafé, negocio que re-

61 Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, París, -XII- 1800. Original en RJBM, AAJC, Correspondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta N° 4.

Page 122: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)
Page 123: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Nuevo Reino / 139

sabe inspirar a los que le tratan, adelantándose a mis deseos me

han proporcionado cuantos medios puedo desear para desempe

ñar con gloria el encargo que traigo61.

El encargo tenía varios aspectos por lo que se refiere a la Expe

dición de Santafé. En primer lugar, como se ha dicho más arriba,

Zea debía enriquecer su formación con miras a asumir las funcio

nes de editor de la Flora de Mutis. El apoyo y las consideraciones

de que fue objeto en la capital francesa se hallan asociados con su

condición de recomendado de Cavanilles y, ante todo, con su cali

dad de discípulo de Mutis y de agregado de la Expedición de Nueva

Granada, calidad con la que el naturalista de Medellín solía presen

tarse oficialmente. Detrás del encargo se movía la mano de Cava

nilles, en quien Zea identificaba a su amado favorecedor. Otro as

pecto de la misión de Zea consistía en adquirir la bibliografía más

reciente para la preparación de la Flora de Bogotá. En este sentido

supo asesorarse de Ventenat, curador a la sazón de la Biblioteca de

Santa Genoveva, muy al corriente de todo lo relacionado con el co

mercio del libro. Zea había venido colaborándole a Mutis en la con

secución de libros de historia natural desde sus días de presidio en

Cádiz, y en este desempeño había merecido la invaluable asesoría

de Cavanilles. Operaba no como un intermediario cualquiera, sino

que se beneficiaba con la lectura de los libros antes de remitirlos a

Santafé. Como agente librero de la Expedición de Santafé llegó a

reemplazar al diplomático sueco Hans Jacob Gahn (n. en 1748),

muerto en Cádiz en 1800, víctima de la epidemia de la consabida

fiebre amarilla, en desempeño del cargo de cónsul de Suecia. Nada

indica que se haya puesto en contacto con los neogranadinos en

aquella ciudad durante el presidio de los mismos. Zea también ope

raba como agente en la venta de quinas de Santafé, negocio que re-

61 Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, París, -XII- 1800. Original en RJBM, AAJC, Correspondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta N° 4.

Page 124: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

140 / José Antonio Amaya

portaba jugosas ganancias que permitían comprar libros y hasta un

laboratorio de química que Mutis pedía con insistencia. El asunto

de las quinas conforma todo un capítulo de la Expedición Botánica

del cual no nos ocuparemos en esta ocasión.

El 17 de junio de 1801, Cavanilles fue nombrado para gobernar

y dirigir el Real Jardín Botánico, en reemplazo de Gómez Ortega, a

quien la Corona determinó jubilar de modo fulminante. En Europa

hasta los rusos se alegraron de la reforma, según le comunicaba Zea

a Cavanilles en carta del 10 de julio62.

El ministro Pedro Cevallos se aprestó a enviar una instrucción el

17 de junio de 1801, justo en la fecha de la nominación de Cavanilles,

definiendo la vocación centralista del Real Establecimiento de Botá

nica de Madrid, en relación con sus satélites en el imperio:

Es la voluntad de Su Majestad que el Real Establecimiento

de Botánica en Madrid sea el centro de los demás de la Penínsu

la y de los que existan [...] en todos sus dominios [...] Para el

mutuo fomento en bien todos, cada año [deberán presentar] un

estado circunstanciado de las plantas vivas que tengan, herbarios,

bibliotecas, enseñanza y discípulos; otro de los fondos y gastos; y

una noticia de los descubrimientos que hayan hecho y de las obras

que quieran imprimir; para que vistas y aprobadas por el profe-

62 " [...] había suspendido dar a vuestra merced el parabién de su nuevo destino [de director del madrileño Jardín del Prado] y participar la satisfacción que ha causado a los amigos. Aun los que no son, se han alegrado por amor de la ciencia y del bien público. Yo no sé cómo habían acertado los ex profesores a dar en toda Europa tan malas ideas de su manejo como de su enseñanza. Aquí hay millares de extranjeros y hasta los rusos tienen el mismo concepto, se alegran de la reforma y se prometen mil felicidades. Considero a vuestra merced muy ocupado no sólo en la enseñanza, sino tirando ya sus líneas para engrandecer nuestro ridículo Jardín y hacerlo como debe ser, el primero de la Europa. Ahora se puede con gusto concurrir a su adelantamiento y la ciencia se propagar entre la gente civilizada" (la carta fue fechada en Ibiza. Original en RJBM, AAJC, Correspondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta N° 4).

Page 125: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Suevo Reino / 141

sor de Madrid, se den al público para hacer constar en honor de

la nación los adelantamientos de la botánica63.

Mutis recibió el instructivo y tampoco en este caso dio señales

de cumplir con las obligaciones que allí se le fijaban.

Para entonces Zea se hallaba en París ocupado en la preparación

de un proyecto de reforma de la Expedición neogranadina. Que el

gobierno español debía hacer efectiva la sucesión de Mutis. Que la

Expedición de Santafé debía articular su acción con aspectos prác

ticos relacionados con la agricultura del país y abandonar su carác

ter prioritariamente botánico (taxonomía) o más bien pictórico. Que

la Expedición debía diversificarse integrando a sus investigaciones

de botánica, la agricultura, estudios de zoología, mineralogía y quí

mica. Que la acción científica en Santafé debía estar vinculada de

modo orgánico con la política científica de la metrópoli. Que Cabal

debía ocuparse de una proyectada sección de química, mientras que

a Umaña se le confiaría la de mineralogía (el proyecto fue publicado

en Zea, [1802]).

La curiosidad que experimentaba Cavanilles por la Flora de Bo

gotá no conocía límites. Y es que la obra tuvo en vilo a toda la comu

nidad científica europea a lo largo de la segunda mitad del siglo

XVIII64. Cavanilles supo aprovechar la correspondencia de Zea para

explorar e inquirir al criollo sobre el asunto. El testimonio de Zea

era invaluable, en la medida en que éste había trabajado cerca de dos

años en el santuario (nombre con el que se designaba el gabinete

de Mutis) donde se guardaban los materiales de la obra. Zea res

pondió a Cavanilles en los siguientes términos:

63 Oficio de Pedro Cevallos a J. C. Mutis remitido por intermedio de A. J. Cavanilles, jefe y único profesor del Real Establecimiento de Botánica de Madrid, Madrid, 17 de junio de 1801. La carta de Cavanilles tiene por fecha el 18 de agosto de 1801. Uno y otra fueron publicados por Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 3: 209. 64 Sobre las expectativas que generó la Plora de Bogotá en Europa, ver Amaya, 1992: 16-25.

Page 126: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

142 / José Antonio Amaya

Diré a vuestra merced todo lo que sé de las obras del señor Mu

tis. De hFlora de Bogotá, que está para publicarse, hay sobre 3.000

láminas en colores y otras tantas en negro [...] A la descripción de

las plantas acreditadas en el Nuevo Reyno precede la historia de su

descubrimiento y aplicaciones, despreciando unas, adaptando otras,

que Mutis ha comprobado e indicando algunas nuevas que pudie

ran hacerse. Muchas maderas preciosas, muchísimas resinas y

anices, varios tintes, la manteca y cera de palmas, cortezas aromá

ticas, multitud de plantas medicinales, una especie de cacao en cuya

lámina apuró Rizo todos los primores del arte, una especie de Clusia

que da incienso comparable al de Arabia, otras muchas drogas, unas

nuevas y otras conocidas, pero cuyas plantas están mal determina

das o se ignoran, harán esta flora útilísima a nuestras artes y co

mercio así como preciosa y singular en la botánica. Tiene también

multitud de flores hermosísimas que encantarán a los aficionados.

Los botánicos encontrarán en ellas fructificaciones singulares y aún

partes desconocidas en las plantas a que ha sido preciso dar nue

vos nombres. Sus prolijas observaciones sobre el sueño y poliga

mia de las plantas, sobre sus fructificaciones y otras partes, sobre

las fecundaciones recíprocas y las especies híbridas o mestizas, le

darán a la ciencia luces inesperadas. Me olvidaba de advertir que

la obra en mi tiempo pasaba de 30 volúmenes de a 100 láminas; pero

hoy en día creo llegue a 40, porque se han añadido muchas lámi

nas, cuyo total no bajar de 4.000. Es de notar que con todos los co

lores con que están dibujadas son tomados de las mismas plantas.

El negro que parece tinta de china es el jugo de las bayas de la

Ubilla, especie de Cestrum, que acaso debe reducirse a Lisium.

Esta misma planta da otros dos o tres colores descubiertos por Rizo

sobre las ideas del señor Mutis [...]6S.

65 Carta de F. A. Zea a A. J. Cavanilles, Cádiz, 27-XII-1798. Original en RJBM, AAJC, Correspondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta N° 4. Cavanilles utilizó estas informaciones en su trabajo publicado en 1800.

Page 127: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Suevo Reino I 143

Nótese que Zea no se refiere en su detallada comunicación al

texto de la Flora de Bogotá, del que no parecía tener mucho conoci

miento, pues su jefe había mantenido en la más absoluta reserva este

aspecto de su obra, como ocurrió con Caldas, e incluso con el propio

Sinforoso. Cuando Mutis murió en 1808, ninguno de sus discípulos

conocía los manuscritos de la Flora de Bogotá.

La descripción por Zea de la obra de Mutis no podía sino aguzar

aún más el interés de Cavanilles, como autor y como editor. Y es que

el campo de estudio de Cavanilles abarcaba la extensión del Imperio

español, sin distinción de fronteras provinciales. Tenía acumulada

experiencia en el tratamiento de plantas americanas, particularmente

gracias a las colecciones que le había transmitido Louis Neé, viaje

ro francés al servicio de la Corona española66. Desde finales del si

glo XVIII, venía publicando sus Icones, obra en la que figuran géne

ros y especies de múltiples latitudes de las posesiones españolas. La

autoría de esta serie de amplio espectro geográfico contribuía a que

Cavanilles fuese reconocido como el Linneo español. Justo en aquella

obra apareció la única planta de Mutis publicada en España metro

politana: el Caryocar amigdaliferum (Cavanilles, 1797, tomo 4: 37,

grabados 361 & 362). ¿Acaso no fue el interés por la Flora de Bogo

tá lo que movió a Cavanilles a acordarle protección a Zea? Sea como

fuere, es preciso puntualizar que la relación de Cavanilles con el

equipo de Mutis no le significó al naturalista valenciano ninguna

ventaja para el adelantamiento de su obra botánica.

Resulta improbable que Mutis, condecorado con el título de Pri

mer Botánico del Rey y honrado con el cargo de director de una Ex

pedición Botánica, para no hablar de su condición de veterano de

los naturalistas españoles, estuviese dispuesto a aparecer ante los

ojos de la República de las Letras como colector de su colega Cavani-

66 Los trabajos en los que Cavanilles utiliza o menciona la recolecciones de Neé aparecen descritos por Muñoz, 1989: 64-68.

Page 128: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

144 / José Antonio Amaya

lies. Sobre todo cuando se tiene en cuenta su arraigo e identifica

ción con la tierra neogranadina, que le hacía preferir la práctica de

una ciencia autónoma con respecto a la metrópoli.

La calidad de Cavanilles de cofundador y coeditor de los Anales

de Historia Natural (editados en facsímil por Fernández, 1993), ma

drileña revista que comenzó a aparecer en 1799, revela otra dimen

sión de su interés por la Flora de Bogotá. Cavanilles invitó e incluso

requirió las contribuciones de Mutis. El ofrecimiento de publicar

en la metrópoli iba asociado con la ventaja de poder incluir ilustra

ciones que serían grabadas por los más destacados artistas de la

Península. La revista incluía, entre otros, artículos de botánica, de

mineralogía, de geología, entre otras. Aparecía regularmente y per

mitía ir publicando memorias y artículos de corta extensión, sin las

exigencias de un libro. Brindaba una oportunidad excelente para ase

gurar la prioridad de los géneros y especies descubiertos en Nueva

Granada. A Mutis y a su equipo les faltó diligencia para aprovechar

esta oportunidad que sencillamente nunca existió durante la direc

ción (1771-1801) de Gómez Ortega y su equipo.

Ha de recordarse que durante su desempeño como profesor del

Real Jardín de Madrid, Gómez Ortega se cruzó con Mutis una car

ta; de la correspondiente respuesta de Mutis (1784), sólo se conoce

el borrador incompleto (que aparece en Hernández de Alba, 1968 &

1975, tomo 1: 179-185). Probablemente no hubo más intercambio

epistolar. En realidad la Expedición neogranadina perdió poco de esta

falta de relación. La asistencia que el Prado podía ofrecer era men

guada cuando no improbable. Reducidísimo era el número de estu

diantes que asistían a las lecciones de botánica que allí se impartían

y, por lo demás, ninguno de éstos fue propuesto para ser enviado a

colaborar con Mutis. Seguían el Curso de Botánica publicado por

Gómez Ortega en 1785. Este manual, impreso bajo los auspicios de

la Corona y utilizado como texto oficial de la botánica metropolita

na, no conoció éxito alguno en la Nueva Granada. Mutis lo habría

tildado de monumento de vergüenza (carta de Zea a Cavanilles,

Page 129: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Nuevo Reino I 145

Cádiz, 14-K-1798) para la botánica española; Zea lo encontraba

desatinado en el plan y erróneo en el método {Ibidem); Caldas lo

calificaba de miserable en el arte. Todo apunta a que los naturalistas

en el Nuevo Reyno prefirieron aprender la botánica en las fuentes

de laPhilosophia botánica de Linneo (1751). Por otra parte, el Jar

dín botánico metropolitano estuvo lejos de ofrecerle a Mutis la po

sibilidad de clasificar y publicar sus colecciones. Éste siempre per

cibió con aprehensión la posibilidad de enviar los materiales de su

obra a Madrid, alimentando sus recelos con el ingrediente de algu

nos comentarios de Cavanilles:

[Gómez Ortega] prometía y vendía favores, como si tuviese

a los ministros en la mano; pero si alguno cayó en el lazo y se des

prendía de sus obras, podía darse por olvidado. Aparentando celo,

instaba continuamente a los oficiales para que forzasen los auto

res a enviar sus trabajos. Vuesamerced era uno de los destinados

al sacrificio [...]67.

Mutis se guardó de solicitar cualquier tipo de asistencia científi

ca del Prado de Madrid, en lo relacionado con el personal de natura

listas y el pedido de libros. Y se mantuvo inconmovible en esta deter

minación, hasta 1801, cuando Gómez Ortega fue jubilado. Se limitó a

requerir dos dibujantes de la Real Academia de San Fernando, centro

independiente de Migas Calientes. Gómez Ortega, por su parte, tam

poco ofreció ningún tipo de apoyo y dictaminó dejar al arbitrio de Mutis

todo lo correspondiente a su expedición6*3. La creación y existencia de

la Expedición neogranadina poco y nada significó para salvar las dis

tancias entre Madrid y Santafé. Baste evocar sólo un aspecto. Está

67 Carta de A.J. Cavanilles aj . C. Mutis, Madrid, 28-IV-1795, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 3: 204. 68 Carta de J. C. Mutis a E. Valenzuela, Santafé, 31-XII-1783, en Hernández de Alba, 1968 & 1975, tomo 1: 150.

Page 130: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

146 I José Antonio Amaya

documentado que los expedicionarios del Perú y Chile, junto con los de México, contribuyeron activamente con semillas americanas a las siembras en el Jardín del Prado. En este sentido la Expedición de Nueva Granada brilló por su ausencia, a pesar del título de asociado correspondiente del Real Jardín Botánico que se le extendiera a Mutis en 1784, condición que obligaba al gaditano a mantener correspondencia e intercambio de plantas y semillas con Madrid.

Ha de saberse que la Expedición neogranadina cerró sus puertas sin que ninguno de sus miembros publicara una sola planta en Madrid. La oferta de Cavanilles incluía, claro está, la edición del trabajo, como lo habían hecho en sus días Linneo y sus discípulos con las colecciones remitidas por Mutis69. Todas estas realizaciones nos indican que la crisis española de finales del siglo XVIII y principios del siglo XK era de carácter político y económico, pero no científico, al menos en el campo de la botánica.

Todo indicaba que una vez finalizada la estadía de Zea en París, éste regresaría sin tardanza a ocupar la subdirección de la Expedición neogranadina. La suposición se mantuvo hasta que el criollo, camino de Santafé, fue notificado de su nombramiento, el 13 de enero de 1803, como segundo profesor, pero del Jardín Botánico del Prado, y de segundo redactor de los periódicos madrileños la Gaceta y él Mercurio. El gobierno le asignó una renta anual de veinticuatro mil reales por el ejercicio de estos cargos (Arias, 1973). La monarquía se mantenía inconmovible en la decisión de impedir el retorno de Zea al Nuevo Reyno.

La nominación revestía un inocultable carácter político, pues a pesar de sus merecimientos Zea se hallaba lejos de ser reconocido como figura descollante en el campo de la botánica. Se trataba de un arma de doble filo para el elegido; éste no despertaba las simpatías de los discípulos de Cavanilles, quienes le declararon una oposi-

69 El conjunto de las colecciones de Historia Natural que J. C. Mutis envió a Suecia fue catalogado por Amaya, 1992, Apéndice N° 2, pp. 478-683.

Page 131: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Nuevo Reino / 147

ción formidable mientras permaneció en el equipo de dirección del

Prado. Ha de saberse que Cavanilles no apoyó la candidatura del

antioqueño, a pesar o en razón de los lazos de amistad que a él lo unían

desde 1798. Por otra parte, la aceptación del cargo por Zea compro

metió el futuro del vínculo de éste con Mutis y con la Expedición Bo

tánica. Como subdirector, Zea podía aspirar a la dirección del Prado,

en modo alguno a la subdirección, ni siquiera a la dirección de la Ex

pedición neogranadina. Ascender era posible, y bajar de cargo, inde

coroso, y esto fue lo que comprendió y utilizó el gobierno español.

La noticia de que Zea no regresaría a Santafé puso al anciano

Mutis a punto de romper con aquél70. A partir de ahora el gaditano

quedaba bajo la subdirección de su antiguo discípulo, a quien se le

acordó, como se sabe, una asignación anual ampliamente superior

a la del maestro. Mutis y Zea nunca volvieron a cartearse. El nom

bramiento de Zea contribuyó más que otra cosa a alejar a la Expedi

ción neogranadina de su institución de tutela, el Prado de Madrid.

El gobierno español hacía gala de astucia política y, al mismo tiem

po, de una irritante cortedad de miras en lo relativo a política cultu

ral y científica. De un plumazo se echaron por la borda ocho años de

espera e inversión en dinero de Mutis, a quien no se le pidió con

cepto sobre el nombramiento.

La muerte repentina de Cavanilles en 1804, a la edad de 59 años,

determinó el nombramiento de Zea como director del Prado, el 25

de mayo de aquel año (Arias, 1973: 211), cargo en el que permane

ció hasta 1807, cuando abandonó Madrid para fugarse con las tropas

napoleónicas de las que era seguidor y agente.

70 J. I. de Pombo le comunicaba a J. C. Mutis la noticia del nombramiento de Zea como subdirector del Prado en los siguientes términos: "Me han asegurado que a Zea lo han destinado con un sueldo regular en el Jardín Botánico de Madrid [...], y por consiguiente ya no vendrá a este reino. Lo siento, pues además de la falta que hará a vuesamerced actualmente, ésta ser mayor después de sus días" (Cartagena, 10-VI-1810, en Hernández de Aba, 1968 & 1975, tomo 4: 108-109).

Page 132: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

148 / José Antonio Amaya

El regreso de Sinforoso Mutis a Santafé se produjo en 1803. La

expectativa era que ahora sí el sobrino se consagraría a la edición de

la Flora de Bogotá. Pero no fue así, lo que vino a multiplicar los efec

tos catastróficos de los nombramientos de Zea. A Sinforoso se le

ocurrió un negocio más o menos confuso con las quinas del rey al

macenadas en Honda y puestas bajo la responsabilidad del tío71.

Mutis accedió, pues la propuesta se produjo en medio de los cre

cientes apuros económicos generados por la construcción del Ob

servatorio Astronómico en los jardines de la Expedición Botánica.

Ante la administración virreinal, Mutis encubrió la finalidad comer

cial del desplazamiento de Sinforoso con el ropaje de una expedi

ción científica a Cuba, en donde Sinforoso permaneció durante el

nada despreciable lapso de cinco años (1803-1808). Regresó en vís

peras de la muerte del tío, quien al permitir el desplazamiento del

sobrino dio muestras de una enorme incoherencia en materia de

política científica.

Conclusiones

Cuando se observa la preparación de la Flora de Bogotá durante el

cuarto de siglo que transcurre entre el establecimiento de la Expe

dición Botánica (1783) y la muerte de Mutis (1808), puede percibirse

el cambio de papel que se les asignó y que adoptaron efectivamente

las instancias colonial y metropolitana en la elaboración de esta obra.

La erección de la Expedición puso en evidencia un período de cre

ciente protagonismo virreinal, que corrió parejas con el desdibu-

jamiento y la casi desaparición del desempeño de la metrópoli, y que

se prolongó hasta la jubilación de Gómez Ortega en 1801. La pro

pensión autonomista de la Expedición fue estimulada desde Madrid,

71 Sobre las circunstancias del viaje de S. Mutis a Cuba véase el oficio de S. Rizo fechado en Santafé, 16-111-1810, en Hernández de Alba, 1986: 157-160.

Page 133: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Nuevo Reino / 149

a través de Gómez Ortega, quien dejó a Mutis en libertad para lle

var adelante su empresa. Luego se produjo un breve y fallido inten

to de centralización, promovido por Cavanilles desde la dirección del

Jardín Botánico del Prado (1801-1804), y uno de cuyos objetivos

consistió en integrar efectivamente la Expedición a la órbita de la

botánica madrileña. Finalmente se observa, de nuevo, una autono

mía casi absoluta de la colonia con respecto a su metrópoli, durante

el período que se extiende desde la muerte de Cavanilles en 1804

hasta la de Mutis.

Conforme a los planes del director de la Expedición, expresa

dos en 1783, serían las instancias madrileñas las que se encargarían

de coordinar la publicación de la Historia Natural del Nuevo Reyno.

Poco tiempo después se mostraba decidido a trabajar la parte cien

tífica de esta obra en la Nueva Granada, dejando los detalles técni

cos para ser ejecutados en España. En 1791 aseguraba que, incluso

estos detalles, serían adelantados por sus adjuntos, quienes viaja

rían a Madrid a ocuparse del grabado e impresión de la obra, mien

tras él en Santafé se ocuparía de la edición científica, no ya de una

Historia Natural que abrazase los reinos mineral, vegetal y animal,

sino únicamente de la Flora de Bogotá. En este nuevo esquema se

ignoraba por completo al Prado de Madrid.

De regreso a la capital en 1791, Mutis obtiene del virrey el nom

bramiento de cuatro colaboradores; desde 1784 había venido traba

jado sin adjunto científico. Quizá no se consultaron los nombramien

tos con las instancias científicas metropolitanas. Sea como fuere, a

través de la administración virreinal, la Corona continuaba auxiliando

a Mutis, a pesar de su tardanza en entregar la Flora de Bogotá, pro

metida para mediados del decenio de 1780. Como puede verse, la

autonomía de la Expedición también era tolerada y estimulada por

la autoridad política del virreinato.

Integraban el nuevo equipo jóvenes estudiantes universitarios

(abogados en ciernes en su mayoría), pertenecientes a la nobleza

criolla, y un cirujano de origen modesto, todos de condición civil.

Page 134: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

150 / José Antonio Amaya

Mutis logró colocar a dos de sus sobrinos, aunque sólo uno perduró

en la Expedición, lo que puso en evidencia el fracaso relativo de su

estrategia enderezada a ubicar a sus tres sobrinos en los puestos

científicos más importantes del Nuevo Reyno. Se optó por no soli

citar asistencia científica de Madrid, a pesar de que todos los agre

gados necesitaban aprender el abecé de la botánica. El costo del nue

vo equipo se reducía a quinientos pesos anuales, cuando una plantilla

de cuatro naturalistas importados de la Península hubiera costado

no menos de cuatro mil pesos anuales.

Zea, el adjunto más cualificado, era el líder de los estudiantes.

En un artículo suyo aparecido en el periódico del virreinato evocó

las obligaciones de la monarquía con la educación de la nobleza

americana, y definió el compromiso de la intelectualidad criolla fren

te a la educación popular. Postulaba que la formación en la Nueva

Filosofía era la condición básica del novísimo concepto de ciudada

nía, además de ser un factor de incremento de la productividad en

la explotación de la naturaleza americana y en la producción de ri

queza para la patria neogranadina. ¿No fue acaso el nombramiento

de Zea un intento de desagravio frente al silenciamiento de que éste

fue víctima por sus opiniones políticas ? No hay que olvidar que el

criollo figuraba entre los fundadores del Arcano de la Filantropía

(1789) ni que, hacia 1791, era, con Sinforoso Mutis, uno de los ha

bituales de aquel círculo. Uno y otro encarnaban los ideales de la

Independencia de los Estados Unidos y los principios de la Revolu

ción Francesa.

La vida del equipo en Santafé fue breve, intermitente y obsta

culizada por motivos políticos y personales. Los logros botánicos al

canzados durante los años 1791-1794 fueron más bien modestos. No

podía ser de otra manera teniendo en cuenta la condición de ama

teur éclairé de su mentor. Los agregados trabajaron cada uno por

su cuenta y no se implicaron orgánicamente los unos con los otros,

ni con la preparación de la Flora de Bogotá, cuyos manuscritos pre

paratorios no les fue dado conocer en toda la vida de Mutis. El equi-

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Una flora para el Nuevo Reino / 151

po no pudo consolidarse en Santafé. Aguiar quedó por fuera de la

Expedición antes de 1794, y motivos políticos condujeron a la prisión

de Zea y de Sinforoso, en Santafé y en Cádiz, desde 1794 hasta 1799.

Las acusaciones de alta traición a la Corona que pesaban sobre

Zea y sobre Sinforoso no fueron ápice para que el Primer Botánico

del Rey continuara en correspondencia y activa colaboración con

aquéllos. Esta colaboración se materializó en la compra de biblio

grafía, adquirida con la asesoría de naturalistas europeos. Zea pasó

a ser el principal proveedor de libros de la Expedición, durante los

años que corren entre 1796 y 1802, lo que significó una mayor auto

nomía para Mutis, quien dejó de depender de extranjeros en este

aspecto estratégico.

Zea y Sinforoso fueron trocando su deportación en viaje de estu

dios, con el apoyo de Mutis, de Cavanilles y de las autoridades metro

politanas, logrando ganar para la causa científica a Cabal y a Umaña.

La formación gaditana que adquirieron en historia natural se hallaba

inscrita en el programa del Colegio de Cirugía, centro universitario

con tradición de casi medio siglo, y que hacía contraste con aquella

impartida en Santafé, de carácter privado, con un alto ingrediente de

autodidaxia y dirigida a abogados en trance de formación. La deuda

de Sinforoso Mutis con España, en lo relativo a formación botánica,

es sin duda mayor que aquella que contrajo con su tío.

La presencia del equipo de Mutis en España, sin olvidar la de

Cabal y la de Umaña, apasionados de la Expedición de Santafé, vino

a reforzar la oposición del grupo de Cavanilles contra el de Gómez

Ortega. Zea adhiere a Cavanilles en 1798 en un momento en que la

controversia se aproximaba a su desenlace. La correspondencia de

Zea con Cavanilles llegó a ser más frecuente y copiosa que la de Mutis

con Cavanilles. Ha de notarse, sin embargo, que Zea se cuidó de

hacer público su rechazo a Gómez Ortega, mientras éste se sostuvo

en la dirección del Prado.

Zea y Sinforoso, junto con Cabal y Umaña, son liberados en 1799;

a los dos primeros se los restituye en sus empleos en la Expedición.

Page 136: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

154/ José Antonio Amaya

hallaba fundado en un análisis realista de las condiciones científi

cas del virreinato, comparadas con las reinantes para entonces en la

península. Semejante argumento tampoco justificaba la negligen

cia para cultivar correspondencia e intercambio con la metrópoli,

desaprovechando posibilidades de edición y publicación inéditas

hasta entonces. Quizá el decano de los botánicos españoles no de

seaba aparecer como colector de su colega Cavanilles.

El interés de Mutis por sistematizar la Flora, aunque sincero,

no era parte esencial de su política científica. De hecho no supo apro

vechar el regreso de Sinforoso, optando por consentirle un viaje de

negocios de quina camuflado en una prolongada expedición cientí

fica a Cuba (1803-1808); así se perdieron cinco años preciosos para

el adelantamiento de la edición de la obra. Como se verá en la con

tinuación de este trabajo, la instrucción adquirida por Sinforoso en

España será un elemento básico en su desempeño como continua

dor de la Flora de Bogotá (1808-1816). Lo que resulta incompren

sible es que Mutis le hubiese dado prelación al beneficio económi

co sobre la producción científica.

Referencias

Archivos y colecciones

Biblioteca Nacional de Colombia (Santa Fe de Bogotá).

. Biblioteca Nacional de Colombia, Sala de Libros Raros y Cu

riosos, manuscritos.

Real Jardín Botánico de Madrid

. Fondo Documental de José Celestino Mutis y de la Real Ex

pedición Botánica del Nuevo Reyno de Granada.

.Archivo del Iltmo. Sr. Dn. Antonio Joseph Cavanilles (AAJC),

Correspondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Car

peta n§ 4.

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Una flora para el Suevo Reino / 151

po no pudo consolidarse en Santafé. Aguiar quedó por fuera de la

Expedición antes de 1794, y motivos políticos condujeron a la prisión

de Zeay de Sinforoso, en Santafé y en Cádiz, desde 1794 hasta 1799.

Las acusaciones de alta traición a la Corona que pesaban sobre

Zea y sobre Sinforoso no fueron ápice para que el Primer Botánico

del Rey continuara en correspondencia y activa colaboración con

aquéllos. Esta colaboración se materializó en la compra de biblio

grafía, adquirida con la asesoría de naturalistas europeos. Zea pasó

a ser el principal proveedor de libros de la Expedición, durante los

años que corren entre 1796 y 1802, lo que significó una mayor auto

nomía para Mutis, quien dejó de depender de extranjeros en este

aspecto estratégico.

Zea y Sinforoso fueron trocando su deportación en viaje de estu

dios, con el apoyo de Mutis, de Cavanilles y de las autoridades metro

politanas, logrando ganar para la causa científica a Cabal y a Umaña.

La formación gaditana que adquirieron en historia natural se hallaba

inscrita en el programa del Colegio de Cirugía, centro universitario

con tradición de casi medio siglo, y que hacía contraste con aquella

impartida en Santafé, de carácter privado, con un alto ingrediente de

autodidaxia y dirigida a abogados en trance de formación. La deuda

de Sinforoso Mutis con España, en lo relativo a formación botánica,

es sin duda mayor que aquella que contrajo con su tío.

La presencia del equipo de Mutis en España, sin olvidar la de

Cabal y la de Umaña, apasionados de la Expedición de Santafé, vino

a reforzar la oposición del grupo de Cavanilles contra el de Gómez

Ortega. Zea adhiere a Cavanilles en 1798 en un momento en que la

controversia se aproximaba a su desenlace. La correspondencia de

Zea con Cavanilles llegó a ser más frecuente y copiosa que la de Mutis

con Cavanilles. Ha de notarse, sin embargo, que Zea se cuidó de

hacer público su rechazo a Gómez Ortega, mientras éste se sostuvo

en la dirección del Prado.

Zea y Sinforoso, junto con Cabal y Umaña, son liberados en 1799;

a los dos primeros se los restituye en sus empleos en la Expedición.

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152/ José Antonio Amaya

Movido por el afán de contar con colaboradores idóneos para editar

los centenares de láminas y de plantas secas que seguían acumu

lándose en su gabinete, Mutis les sugiere a Zea y a Sinforoso per

manecer dos años en Madrid perfeccionando su formación botáni

ca al lado de Cavanilles. Después de una breve asesoría en Madrid,

Cavanilles opta, en 1800, por apoyar a Zea y a Cabal para que viajen

a París, con recomendaciones suyas para los naturalistas franceses,

y mediante el apoyo financiero del gobierno español; Umaña tam

bién se traslada a París. Cavanilles se inclinaba por la formación de

una escuela metropolitana con proyección en las colonias. Zea per

manece en París hasta 1802, perfeccionando su formación al lado de

A.-L. de Jussieu, con el fin de regresar a Santafé a ocuparse de la

edición de la Flora de Bogotá. En París, también actúa como agente

de Mutis en el comercio de las quinas de Santafé, realizando varias

operaciones cuyo monto no ha sido calculado con exactitud.

El nombramiento de Cavanilles como sucesor de Gómez Orte

ga hizo prever el inicio de una nueva época en las relaciones de la

Expedición Mutis con la botánica oficial metropolitana. Cavanilles

y el ministro Pedro Ceballos diseñaron una política centralista de

dimensiones imperiales para el establecimiento botánico madrile

ño. Durante los últimos treinta años, Mutis había venido operando

como un satélite suelto en la órbita botánica española. Sin el con

curso científico de Madrid, había logrado concebir y adelantar uno

de los proyectos botánicos más ambiciosos de su tiempo, dotando a

la Expedición con una biblioteca de historia natural que mereció ser

comparada con la de Joseph Banks, la mejor reputada del mundo de

entonces; con uno de los herbarios más ricos del mundo (20.000

ejemplares) y con una escuela de iconografía que había logrado pro

ducir la colección más importante de Occidente en la materia.

A principios del siglo XTX, Mutis tenía puesta la atención en va

rios frentes. Se empeñaba en continuar favoreciendo el incremento

de la iconografía, en particular la botánica, mientras estimulaba la

formación de criollos en Europa, con el fin de asegurar la sistema-

Page 139: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

Una flora para el Suevo Reino I 153

tización de su Flora, tarea que él no podía asumir en razón de los

vacíos de su formación como naturalista y de los achaques de su edad.

Para encarar el desafío de la publicación, negoció una imprenta y se

aplicó a la conversión de algunos pintores en grabadores.

Estos eran precisamente los recursos que Cavanilles tenía al

alcance de la mano. La situación científica de la metrópoli se había

transformado radicalmente, con respecto a la coyuntura que había

presidido Gómez Ortega. Su formación y experiencia le permitían

a Cavanilles sistematizar en poco tiempo y con un éxito previsible

una obra como la Flora de Bogotá. Desde un punto de vista prácti

co, los artistas grabadores que trabajaban para los Anales de Histo

ria Natural podían asegurar la publicación de la obra, fuese por en

tregas en aquella revista o fuese de modo independiente. La crisis

española de finales del siglo XVIII y principios del XIX era de carácter

político y económico, en modo alguno de naturaleza científica, al

menos por lo que toca a la botánica. En pocas palabras, Cavanilles

reunía todas las condiciones para practicar con éxito una política

imperial. En su Proyecto de Reforma de la Expedición Botánica (Pa

rís, 1802), Zea se mostraba incondicional de los planes de Cavanilles,

aunque no pudo convertirse en agente de ellos en Santafé, en razón

de sus nombramientos como subdirector y luego como director del

Prado. Estos nombramientos pusieron en evidencia la incoherencia

de la Corona en materia de política científica con Santafé -recuér

dese que desde 1794 el gobierno se había desentendido por com

pleto del control sobre los avances de la Flora de Mutis. No era ima

ginable que la presencia de Zea frente al Prado coadyuvase al

mejoramiento de las relaciones entre Madrid y Santafé. Con estos

nombramientos, las autoridades políticas echaron por la borda al

menos ocho años de espera e inversión de Mutis, para no hablar de

los esfuerzos realizados por la propia Corona.

Mutis se resistió a integrarse a la política de Cavanilles, con la

convicción de que la Flora de Bogotá era una obra que debía editar

se y publicarse enteramente en el Nuevo Reyno. Este criterio no se

Page 140: Demonologia y Antropologa (Roberto Pineda Camacho)

154 / José Antonio Amaya

hallaba fundado en un análisis realista de las condiciones científi

cas del virreinato, comparadas con las reinantes para entonces en la

península. Semejante argumento tampoco justificaba la negligen

cia para cultivar correspondencia e intercambio con la metrópoli,

desaprovechando posibilidades de edición y publicación inéditas

hasta entonces. Quizá el decano de los botánicos españoles no de

seaba aparecer como colector de su colega Cavanilles.

El interés de Mutis por sistematizar la Flora, aunque sincero,

no era parte esencial de su política científica. De hecho no supo apro

vechar el regreso de Sinforoso, optando por consentirle un viaje de

negocios de quina camuflado en una prolongada expedición cientí

fica a Cuba (1803-1808); así se perdieron cinco años preciosos para

el adelantamiento de la edición de la obra. Como se verá en la con

tinuación de este trabajo, la instrucción adquirida por Sinforoso en

España será un elemento básico en su desempeño como continua

dor de la Flora de Bogotá (1808-1816). Lo que resulta incompren

sible es que Mutis le hubiese dado prelación al beneficio económi

co sobre la producción científica.

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. Biblioteca Nacional de Colombia, Sala de Libros Raros y Cu

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.Archivo del Iltmo. Sr. Dn. Antonio Joseph Cavanilles (AAJC),

Correspondencia Científica, Cartas de F. A. Zea, Legajo 24, Carpeta n§ 4.

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rís) el 10 de abril de 1992, ante un jurado integrado por los pro

fesores Jean-Pierre Berthe (presidente), Guy Chaussinand-

Nogaret, Jean-Pierre Clément, Bernard Vincent, Claude Sastre

y Jeanne Chenu. 805 p. ilus. Esta tesis presenta tres apéndices:

Apéndice N° 1: "Catalogue des descriptions et observations pour

la 'Flore de Bogotá' de don José Celestino Mutis, conservées au

Jardin Botanique de Madrid", pp. 376-477. Apéndice N° 2: "Ca

talogue General des Collections d'Histoire Naturelle envoyées

par don José Celestino Mutis en Suéde", pp. 478-683. Apéndice

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