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POLTICA DEL LENGUAJE Y GEOPOLTICA: ESPAA, LA RAE Y LA POBLACIN LATINA DE
ESTADOS UNIDOS1
Jos del Valle
Si Espaa se consigue colocar como referente de identidad o como proveedor de seas de
identidad culturales con respecto a la comunidad hispanohablante de Estados Unidos,
estaremos en una inmejorable situacin para mejorar nuestras posiciones en aquel pas.
SCAR BERDUGO, presidente de Eduespaa,
ante el II Congreso Internacional de la Lengua Espaola en 2001.
Compartimos races culturales comunes [con la poblacin hispana de Estados Unidos],
que constituyen la base de nuestra identidad. Hablo de una identidad que supera las
fronteras, de una comunidad transnacional con un impresionante legado histrico, artstico,
lingstico y cultural.
FELIPE DE BORBN, prncipe de Asturias, ante el Congressional Hispanic Caucus Institute
en Washington, D.C., en octubre del 2006.
Nuestra Academia, con sede en Nueva York, se encuentra en el ojo del huracn,
GERARDO PIA ROSALES,
director de la Academia Norteamericana de la Lengua Espaola,
declaracin hecha en enero del 2008 tras su eleccin.
1. INTRODUCCIN
En el trnsito por la historia de los Estados Unidos de Amrica, lengua y poltica han estado siempre
estrechamente enmaraadas (habr algn pas en el que no lo estn?). Ya a mediados del siglo XVIII, Benjamin
Franklin se mostraba ansioso ante la ubicuidad del alemn en las calles de Filadelfia y se refera con desdn casi
histrinico a sus hablantes: Los alemanes que aqu llegan en general proceden de los sectores ms estpidos e
ignorantes de su nacin [...] Y como pocos ingleses saben alemn y no pueden dirigirse a ellos desde el plpito o
la prensa, es casi imposible librarlos de los prejuicios que traen [...] Pronto nos superarn en nmero hasta tal
punto que, en mi opinin, todas las ventajas de que gozamos de nada servirn para mantener nuestra lengua.
1 Quiero expresarles mi agradecimiento a Silvia Senz y Montse Alberte por haberme incluido en el proyecto y por su extraordinaria labor
como editoras. Tambin doy las gracias a Ana Nuo, quien, hace aos ya, me anim a escribir un ensayo sobre el espaol en Nueva York
para la revista Quimera, y a Clare Mar-Molinero y Miranda Stewart por publicarme en Globalization and Language in the Spanish-
Speaking World un artculo sobre estas cuestiones. En este ensayo retomo asuntos tratados en aquellos.
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Incluso nuestro gobierno se debilitar (Crawford, 1992: 19).2 Eran estas palabras, escritas en 1753, indicio
temprano de lo que habra de ser una preocupacin recurrente a lo largo de la historia del pas que, en aquellas
colonias, nacera pocos aos despus: la permanente tensin entre el dinamismo introducido por los diversos
grupos migratorios y las dislocaciones del orden cultural y lingstico anglosajn causadas por la incorporacin
de aquellos a la sociedad norteamericana.3 Es bien sabido que, de las mltiples olas de inmigrantes que ha
habido a lo largo de la historia del pas, en la ltima han predominado, y con diferencia, los hispanohablantes. Y,
como cabra esperar, los temores de siempre por la integridad cultural, lingstica y poltica del pas han vuelto a
salir a la superficie. As lo demuestra, por ejemplo, la intensa actividad de instituciones tales como la U. S.
English Foundation, creada en 1983, el grupo de accin ciudadana ms numeroso y antiguo del pas dedicado a
preservar el papel unificador de la lengua inglesa en los Estados Unidos,4 o las mltiples iniciativas que a lo
largo y ancho del pas han propuesto (en muchos casos con xito) la eliminacin de los programas de educacin
bilinge. En el pasado reciente, una de las ms intensas polmicas sobre el asunto estall tras la publicacin en
2004 de un libro titulado Who Are We? The Challenges to Americass National Identity.5 El autor, el catedrtico
de la Universidad Harvard Samuel Huntington, predice la hispanizacin de los Estados Unidos, seala que el
mantenimiento del espaol6 obstaculizar la asimilacin de los inmigrantes mexicanos al proyecto nacional y
anticipa que, leales al pas de origen, estos se convertirn en agentes de la transformacin de la cultura del pas
receptor.
El 29 de noviembre del 2007, el Pew Hispanic Center7 publicaba un detallado informe sobre el uso del ingls
entre la poblacin hispana o latina.8 Los resultados dinamitaban la base de la teora avanzada por Huntington: el
23 % de los inmigrantes (la llamada primera generacin) dicen hablar ingls muy bien; de los nacidos en los
Estados Unidos de padres inmigrantes (la segunda generacin) responden en el mismo sentido el 88 %; y
2 Todas las traducciones a lo largo del ensayo son mas.
3 Sobre la historia glotopoltica de los Estados Unidos se puede leer Baron (1990) o Crawford (1992).
4 Cf. .
5 Vase especialmente el captulo 9. Est disponible en espaol: Quines somos? Los desafos a la identidad nacional estadounidense,
Paids Ibrica, 2005.
6 El idioma tiene dos nombres: castellano y espaol. Adopto el segundo en este ensayo por ser el de uso ms general en el entorno cultural
desde el que escribo. Sobre el problema del nombre del idioma se puede consultar el clsico de Amado Alonso de 1943 o el libro ms
reciente de Mondjar Cumpin.
7 Organizacin dedicada a la investigacin de temas relacionados con la poblacin latina de Estados Unidos; cf.
.
8 En Estados Unidos se discute la propiedad de los trminos hispanic y latino. El primero fue adoptado por la oficina del censo y su uso se
ha generalizado. El segundo tiende a ser abrazado, con distintos argumentos, por intelectuales y activistas vinculados a la causa de la
defensa de los derechos e intereses de este sector de la poblacin estadounidense. Latino empieza tambin a extenderse por otros mbitos
tales como el de los medios de comunicacin y el mrquetin. En gran medida esta variacin y los parmetros que la condicionan se ha
transferido al espaol, donde hispano y latino alternan de manera similar a la de sus equivalentes ingleses. En este ensayo, cuando la voz
de la enunciacin sea ma, usar latino.
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llegando a la tercera generacin el porcentaje sube al 94 %. Estas cifras no dicen nada, desde luego, sobre el
nivel de mantenimiento del espaol. Sabemos que, en el ao 2000, segn los datos del censo, la poblacin
hispana rondaba los 35.000.000 (un 12,5 % del total) y que en Estados Unidos hay ms de 28.000.000 de
personas que hablan espaol en casa.9 En general, los estudios sobre el nivel de mantenimiento del espaol
confirman la bien conocida regla de las tres generaciones: los nietos de emigrantes poseen un conocimiento
escaso o nulo de la lengua de sus abuelos. De mantenerse este patrn, la presencia del espaol en Estados Unidos
como lengua inicial depender de modo fundamental de la presencia de inmigrantes de primera generacin. Es
cierto que en las ltimas dcadas se han producido transformaciones significativas en las redes de interaccin
social en las que se mueven los inmigrantes y sus descendientes y bien pudiera ser que las mayores facilidades
para mantenerse en contacto con el pas de origen as como la extensin de los medios de comunicacin en
espaol alteraran la vieja dinmica de la sustitucin lingstica total en las tres generaciones. Este es, sin
embargo, un tema sobre el que no se deben aventurar conclusiones sin antes realizar las investigaciones
necesarias. Otro factor que podra alterar esa dinmica es la adopcin por parte de las autoridades locales,
estatales y federales de polticas lingsticas que promocionen la transmisin intergeneracional de las mltiples
lenguas habladas en el pas y que ofrezcan el soporte institucional necesario para su mantenimiento. Las
condiciones polticas presentes (incluso tras la llegada a la presidencia del demcrata Barack Obama) no animan
a ser optimista: el discurso dominante entre la clase poltica y en la prensa es decididamente asimilacionista. Con
todo, hacer predicciones tajantes en relacin con este asunto resulta a todas luces imprudente.
El hecho es que el fenmeno demogrfico que supone el espectacular crecimiento de la poblacin latina de los
Estados Unidos (con obvias ramificaciones no slo lingsticas sino tambin culturales, econmicas y polticas
an escasamente comprendidas) ha despertado un inusitado inters en los pases hispanohablantes y muy
especialmente en Espaa.10
Un entusiasmo que slo se podra calificar de triunfalista parece haberse adueado
de ciertos sectores de la opinin pblica espaola o, mejor dicho, de ciertos actores sociales con capacidad para
generar opinin. Ya hace ms de una dcada El Pas ofreca un sorprendente titular: 40 millones de hispanos
forzarn a EE.UU. a apoyar la educacin bilinge (Bayn, 12/02/1997: en lnea). Y unos aos despus, Juan
Cruz, en las pginas del mismo diario, afirmaba Porque ellos creyeron que el ingls sera la lengua avasalladora
y ya les est saliendo el tiro por la culata. De veras? Hay datos, dicen, que llevan al optimismo sobre la lejana
pero posible equiparacin de las lenguas (Juan Cruz, 06/05/2000, en lnea). Afirmaciones como estas han
seguido apareciendo apoyadas con frecuencia en datos bien conocidos que subrayan la cantidad de latinos que
9 Cf. < http://www.census.gov/prod/2003pubs/c2kbr-29.pdf> y
.
10 La poblacin latina estadounidense era de 9.600.000 (4,7 % del total) en 1970. Se prev que en 2010 superar los 47.000.000 (15,5 %
del total). Los datos se pueden consultar en
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forman parte de la poblacin estadounidense, las perspectivas de crecimiento y la popularidad del espaol como
lengua extranjera.
El objeto de este ensayo es precisamente situar en un contexto geopoltico preciso no slo las efusivas
celebraciones de la extensin del espaol en Estados Unidos que con frecuencia perpetran distorsiones
importantes de la realidad sociolingstica estadounidense sino tambin la naturaleza del inters que ciertos
sectores del mundo de la cultura, economa y poltica espaolas han exhibido por su poblacin latina.
2. COMUNIDAD PANHISPNICA Y GEOPOLTICA
El anlisis de las relaciones pasadas, presentes y futuras entre Espaa y los pases de la Amrica hispanohablante
(en la cual hay que incluir a Estados Unidos) pasa necesariamente por la revisin de los fundamentos y objetivos
del movimiento hispanoamericanista o panhispanista.11
y 12
Este proyecto se basaba en la conviccin de que la
cultura espaola, encarnada en la lengua, persista como vnculo inalienable entre las naciones hispanohablantes
incluso tras la independencia de los territorios americanos. A lo largo de su historia el hispanoamericanismo ha
perseguido el fortalecimiento de esa unidad y la construccin de una armnica comunidad panhispnica
postimperial, cultural, econmica y polticamente operativa. Isidro Seplveda ha definido el
hispanoamericanismo como [l]a interpretacin de la continuidad hispana en Amrica como base para la
construccin e incluso como evidencia de su existencia de un ascendente espaol sobre las sociedades del
continente; ascendente susceptible de ser instrumentalizado para fundamentar una poltica exterior de prestigio
que recuperara el valor internacional de la Espaa de comienzos del siglo XX (Seplveda, 2005: 22). La
anhelada unidad lingstica y cultural hispanoamericana sera por tanto un valor estratgico para Espaa al
facilitarle sus operaciones en la Amrica hispanohablante y al contribuir a la elevacin de su prestigio
internacional. De ah que al estudiar el movimiento se hable del hispanoamericanismo como conceptualizacin
de la reunin de iniciativas y la propuesta de programas, ya de forma individual o colectiva, y la participacin
coordinada y solidaria en la idea de una cualidad especial y superior de las relaciones hispanoamericanas;
buscando al mismo tiempo su potenciacin con la promocin de unos elementos operativos con fines variados,
desde polticos a culturales, religiosos, militares o econmicos (Seplveda, 2005: 93, el nfasis es nuestro).
Por supuesto, las vertientes derecha e izquierda del movimiento no deben ser confundidas, en tanto que en cada
caso el abrazo de la unidad cultural panhispnica se pone al servicio de proyectos de sociedad considerablemente
distintos; pero tampoco hay que ignorar la base ideolgica comn sobre la que se concibe la relacin entre
Espaa y la Amrica hispanohablante desde las ramas tanto conservadoras como progresistas del
11 V. Fogelquist, 1968; Pike, 1971; Rama, 1982, y Seplveda, 2005.
12 Vase tambin, en esta misma obra, S. Senz, pp. ???. (N. de las Eds.)
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hispanoamericanismo. Y esta base ideolgica comn no nos debe sorprender, pues el mantenimiento de una
relacin privilegiada con las antiguas colonias no slo ha sido una prioridad estratgica para Espaa al margen
del color del gobierno de turno, sino tambin, como ha sealado Seplveda, un elemento central del
nacionalismo espaol (de derechas o de izquierdas): [...] uno de los componentes bsicos del nacionalismo
espaol y de la poltica exterior espaola a lo largo del siglo XX: la creencia en y la utilizacin de la continuidad
cultural espaola en Amrica, tratada de materializar en una comunidad transnacional que una a la antigua
metrpoli con las repblicas nacidas en los territorios y, sobre todo, en el seno de las sociedades de su antiguo
imperio. La creacin de esa comunidad resulta de especial relevancia para explicar tanto la conformacin de una
identidad transatlntica materializando un imaginario de afirmacin nacionalista, como la elaboracin y
ejecucin de la poltica exterior espaola, para la que su proyeccin hacia Amrica y su capacidad de influencia
supone un elemento de extraordinario valor (Seplveda, 2005: 12).
El hispanoamericanismo comenz a manifestarse a mediados del siglo XIX y se expres en principio a travs de
publicaciones tales como La Ilustracin Ibrica, La Ilustracin Espaola y Americana o La Revista Espaola de
Ambos Mundos. Esta ltima, por ejemplo, defina su misin en su primer nmero de 1853 en los siguientes
trminos: Destinada a Espaa y Amrica, pondremos particular esmero en estrechar sus relaciones. La
Providencia no une a los pueblos con los lazos de un mismo origen, religin, costumbres e idioma para que se
miren con desvo y se vuelvan las espaldas as en la prspera como en la adversa fortuna. Felizmente han
desaparecido las causas que nos llevaron a la arena del combate, y hoy el pueblo americano y el ibero no son, ni
deben ser, ms que miembros de una misma familia; la gran familia espaola, que Dios arroj del otro lado del
ocano para que, con la sangre de sus venas, con su valor e inteligencia, conquistase a la civilizacin un nuevo
mundo (cit. en Fogelquist, 1968: 13-4). Aparecan ya expresadas, como podemos apreciar, algunas de las ideas
troncales del hispanoamericanismo inicial: la identidad cultural entre Espaa y sus ex colonias y la lectura de la
conquista como misin civilizadora.
Un momento clave en la historia de este movimiento fue la creacin en 1885 de la Unin Iberoamericana, que
enseguida se convertira en su principal rgano de expresin. Segn sus Estatutos, la Unin se propona
estrechar las relaciones de afecto sociales, econmicas, artsticas y polticas de Espaa, Portugal y las Naciones
americanas, procurando que exista la ms cordial inteligencia entre estos pueblos hermanos (cit. en Martn
Montalvo y otros, 1985: 163). Para ello se trataba de promover, por ejemplo, la extensin e intensificacin de la
enseanza, el intercambio de las ideas cientficas y de los mtodos educativos, y la firma de tratados de
propiedad literaria (Martn Montalvo y otros, 1985: 164). Con todo, los objetivos econmicos ocuparon
siempre un lugar privilegiado en el ideario de esta organizacin (declarada en Espaa, por cierto, de fomento y
utilidad pblica en 1890): Desde sus comienzos, la Unin Iberoamericana determin cuatro puntos de inters,
encabezados por el fomento de los lazos comerciales, bajo la idea de que Iberoamrica era el mercado
natural de Espaa (Martn Montalvo y otros, 1985: 163, el nfasis es nuestro).
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Por supuesto, las exigencias tanto polticas como discursivas de cada momento histrico han forzado la
modulacin de los trminos en que se plantea la hermandad panhispnica. Como acabamos de ver, hubo un
tiempo en que se afirmaba sin pudor la absoluta identidad de los pueblos hispanohablantes a ambos lados del
Atlntico y se negaba incluso la impronta dejada por los pueblos precolombinos y africanos en el desarrollo
moderno de Amrica. El escritor espaol Juan Valera (1824-1905), por ejemplo, escriba a finales del siglo XIX:
La unidad de civilizacin y de lengua, y en gran parte de raza tambin, persiste en Espaa y en esas Repblicas
de Amrica, a pesar de su emancipacin e independencia de la metrpoli; Lo que yo sostengo es que ni el
salvajismo de las tribus indgenas en general, ni la semicultura o semibarbarie de peruanos, aztecas y chibchas,
aadi nada a esa civilizacin que ah llevamos y que ustedes mantienen y quiz mejoran y magnifican (Valera,
1958: 313 y 365).13
En el hispanoamericanismo de principios del siglo XXI afirmaciones tales han quedado casi excluidas de las
discusiones pblicas de la materia. El casi se debe a que, por ejemplo, an en el pasado reciente un director de
la RAE, Manuel Alvar, afirmaba: Mxico saba mejor que nadie el valor de tener una lengua que unifique y que
libere de la miseria y del atraso a las comunidades indgenas [...]. Salvar al indio, redimir al indio, incorporacin
del indio, como entonces gritaban, no es otra cosa que desindianizar al indio. Incorporarlo a la idea de un Estado
moderno, para su utilizacin en unas empresas de solidaridad nacional y para que reciba los beneficios de esa
misma sociedad [...]. El camino hacia la libertad transita por la hispanizacin (Alvar, 1991: 17-18).14
No sorprende que, en un contexto poscolonial, los esfuerzos espaoles por mantener una relacin privilegiada
con sus ex colonias (por construir un ascendente sobre ellas, en palabras de Seplveda) fueran recibidos con
cierta reserva si no con clara desconfianza por sectores de la sociedad y clase poltica americana, y menos aun
sorprende que actitudes como las anteriormente descritas hayan generado reacciones abiertamente hostiles en la
Amrica hispanohablante. En efecto, la consolidacin de la comunidad panhispnica, ya no slo como idea sino
como entidad econmica y polticamente relevante, se ha tenido que enfrentar a importantes desafos.
Recordemos por ejemplo la articulacin de identidades nacionales en las nuevas repblicas y la aparicin de
rivalidades regionales y conflictos fronterizos, el debilitamiento de Espaa como referente cultural, las profundas
desigualdades entre pases y sectores sociales que perturban la imagen de armona que persigue crear el
hispanoamericanismo, el carcter plurilinge de la mayora de los pases que integraran la ideal comunidad
hispanfona (empezando por la propia Espaa). De entre todos estos obstculos, tienen especial inters para el
presente ensayo las disputas entre intelectuales de ambos lados del Atlntico que escenificaban pugnas por
dominar el frgil campo cultural constituido sobre la base del espaol, polmicas que giraban en torno al control
13 Cito aqu de las Obras completas.
14 Al referirse a Mxico Alvar recordaba el primer Congreso de Academias de la Lengua Espaola que tuvo lugar en ese pas en 1951 por
iniciativa del presidente Miguel Alemn. Vase el breve tratamiento de ese congreso que se hace ms adelante en el presente ensayo.
Diremos aqu que las palabras de Alvar distan mucho de hacer justicia al espritu del discurso inaugural que en el congreso pronunci el
presidente mexicano (y que se puede leer en las Memorias del congreso).
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de la norma y del estatus simblico de la lengua, fundamental, como hemos visto, para el cumplimiento de los
objetivos del hispanoamericanismo: centrmonos por lo tanto, brevemente, en la llamada batalla del idioma.15
2.1. La batalla del idioma
Durante los primeros aos de vida de las jvenes naciones americanas surgieron ya los primeros sntomas de
resistencia a la preservacin de un sistema cultural nico, es decir, las primeras manifestaciones tanto del
desarrollo de una actitud desde indiferente hasta escptica e incluso hostil a la autoridad lingstica espaola
como de la emergencia de un rgimen de normatividad especficamente americano. Iban apareciendo, en efecto,
individuos e instituciones que gestionaban (o aspiraban a gestionar) la lengua, la cultura, la educacin desde la
misma Amrica y en base a las necesidades propias de las nuevas naciones. Quizs el caso ms conocido y de
mayor impacto en la primera etapa sea el del gramtico venezolano Andrs Bello (1781-1865), quien publicaba,
en 1847, la Gramtica de la lengua castellana destinada al uso de los americanos. La famosa gramtica de
Bello no supona una declaracin explcita de independencia lingstica. De hecho no slo naca con voluntad
unificadora y como respuesta a los temores de fragmentacin lingstica que se empezaban a expresar en
Amrica, sino que utilizaba como base para la seleccin de la norma las variedades peninsulares castellanas del
espaol.16
Sin embargo, la simple aparicin de este texto revelaba la debilidad normativa de la Real Academia
Espaola (RAE) en Amrica, la conciencia de al menos ciertos sectores de su intelectualidad de que, como
resultado de la emancipacin, tenan que asumir el control de la gestin del idioma igual que haban hecho en
otros mbitos de su vida independiente.
Si Bello fue, con todo, sumamente respetuoso con la autoridad de la RAE y con el modelo de norma que esta
propona, no lo fue tanto la generacin argentina del 1837.17
Esteban Echeverra (1805-1851), por ejemplo,
afirmaba: El nico legado que los americanos pueden aceptar y aceptan de buen grado de la Espaa, porque es
realmente precioso, es el del idioma; pero lo aceptan a condicin de mejora, de transformacin progresiva, es
decir, de emancipacin (cit. en Alfn, 2008: 52). Una emancipacin que reivindicaba tambin, a su manera,
Juan Bautista Alberdi (1810-1884): Si la lengua no es otra cosa que una faz del pensamiento, la nuestra pide
una armona ntima con nuestro pensamiento americano, ms simptico mil veces con el movimiento rpido y
directo del pensamiento francs, que no con los eternos contornos del pensamiento espaol (cit. en Alfn, 2008:
53). Vemos que, tras la independencia poltica, aquellas primeras generaciones reclamaban tambin la
emancipacin cultural y lingstica. Y, aunque con el paso de los aos se haba de templar la retrica
antiespaola (fue el caso de Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento, por ejemplo), el anhelo de autonoma no se
15 Para un tratamiento ms detallado de estas polmicas se puede consultar J. del Valle y Gabriel-Stheeman (2004) y Rama (1982).
16 Vase el estudio de Mor, 2004.
17 Un tratamiento de las generaciones argentinas del XIX y su visin de la lengua lo ofrece Rosenblat (1960). Ms recientes son Ennis
(2006) y algunos de los estudios en Gonzlez (2008).
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apagara. En 1876, Juan Mara Gutirrez (1809-1878), miembro destacado de aquella misma generacin,
protagonizara un revelador incidente con la Real Academia Espaola. Unos aos antes, la RAE haba iniciado un
proyecto de creacin de academias correspondientes en Amrica. Este gesto, se esperaba, les demostrara a los
americanos la voluntad de cooperacin de los acadmicos espaoles, consolidara la autoridad acadmica y
reforzara la unidad lingstica y cultural al acercar a las clases letradas de ambos lados del Atlntico. Si bien la
iniciativa cuaj en ciertos pases,18
el resultado de aquellos esfuerzos estuvo lejos de obtener el xito esperado.
Como adelantbamos arriba, Juan Mara Gutirrez, al ser nombrado miembro correspondiente de la Espaola,
rechaz el nombramiento declarando: Creo, seor, peligroso para un sudamericano la aceptacin de un ttulo
dispensado por la Academia Espaola. Su aceptacin liga y ata con el vnculo poderoso de la gratitud, e impone
a la urbanidad, si no entero sometimiento a las opiniones reinantes en aquel cuerpo (Gutirrez, 2003: 72).
Expresaba as Gutirrez, incluso dcadas despus de las efusiones independentistas de la juventud, la necesidad
de conformar sistemas culturales autnomos y los peligros que entraara la subordinacin y dependencia de
instituciones que, por mucha afinidad lingstica y cultural que en efecto exhibieran, representaban a pases
extranjeros y por lo tanto los intereses de estos. Esta actitud no era exclusiva de intelectuales argentinos.
Representativas de ese mismo sentir son tambin las siguientes palabras del escritor peruano Manuel Gonzlez
Prada (1844-1918): Cunde hasta el servilismo internacional: las agrupaciones literarias y cientficas tienden a
convertirse en academias correspondientes de las reales academias espaolas. Literatos, abogados y mdicos
vuelven los ojos a Espaa en la actitud vergonzante de mendigar un ttulo acadmico (cit. en Rama, 1982: 134).
Otra sonada polmica en torno a la lengua que acabara por revelar disputas sobre el orden cultural poscolonial la
protagonizaron a finales del siglo XIX y principios del XX el ya mencionado escritor espaol Juan Valera y el
fillogo colombiano Rufino Jos Cuervo (1844-1911). En 1899, el colombiano lamentaba la lejana pero
inevitable fragmentacin del espaol en mltiples lenguas. Las diferencias dialectales que empezaban a
manifestarse incluso en textos literarios, segn Cuervo, representaban el inicio de un proceso de colapso del
espaol anlogo al que en su momento haba dado lugar a que del latn se desarrollaran las lenguas romnicas.
Esta prediccin preocup a Juan Valera, quien respondi en un artculo publicado el 24 de septiembre en Los
Lunes del Imparcial de Madrid. Afirmaba el espaol la salud de la lengua y apelaba a los hombres de letras para
que cumplieran, con el necesario optimismo, la misin de guardianes que les corresponda. La polmica fue
larga y compleja19
y dio lugar a que salieran a la superficie las tensiones que venan caracterizando la gestin
colectiva del idioma: Los espaoles, al juzgar el habla de los americanos, han de despojarse de cierto invencible
desdn que les ha quedado por las cosas de los criollos (Cuervo, 1950: 288), escribi Cuervo; y, cuando, harto
de los trminos en los que Valera planteaba la discusin, dio por cerrada la polmica, lo hizo con reveladoras
18 De hecho al correr de los aos todos los pases de la Amrica hispanohablante incluido Estados Unidos acabaran por formar su
academia de la lengua. Cuestin aparte es el grado de reconocimiento y prestigio que las academias tengan en sus respectivos pases.
Vanse Lpez Morales (1995), Guitarte y Torres Quintero (1968) o Zamora Vicente (1999).
19 Vase el captulo 4 en J. del Valle y Gabriel-Stheeman, 2004.
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palabras: [Valera] pretende que las naciones hispanoamericanas sean colonias literarias de Espaa, aunque para
abastecerlas sea menester tomar productos de pases extranjeros, y, figurndose tener an el imprescindible
derecho a la represin violenta de las insurgentes, no puede sufrir que un americano ponga en duda el que las
circunstancias actuales consientan tales ilusiones: esto le hace perder los estribos y la serenidad clsica. Hasta
aqu llega el fraternal afecto (Cuervo, 1950: 332).20
Sealemos, aunque sea brevemente, otra importante querella con brillantes protagonistas: el escritor argentino
Jorge Luis Borges (1899-1986) y el fillogo e historiador espaol Amrico Castro (1885-1972). Este ltimo, en
un libro titulado La peculiaridad lingstica rioplatense y su sentido histrico y publicado en 1941, expresaba su
consternacin ante el estado de la lengua en el Ro de la Plata y la indiferencia con que las lites argentinas
(quienes, en su opinin, deberan estar comprometidas con la proteccin de la unidad del idioma) parecan no
slo ignorar sino incluso agravar el problema. En su respuesta, Borges, rechaz de plano el diagnstico (No
adolecemos de dialectos, aunque s de institutos dialectolgicos [Borges, 1989: 32]) y, en tono
caractersticamente borgesiano aadi: He viajado por Catalua, por Alicante, por Andaluca, por Castilla; he
vivido un par de aos en Valldemosa y uno en Madrid; tengo gratsimos recuerdos de esos lugares; no he
observado jams que los espaoles hablaran mejor que nosotros. (Hablan en voz ms alta, eso s, con el aplomo
de quienes ignoran la duda) (Borges, 1989: 32).
El ao 1951 nos ofrece un captulo importante en la batalla del idioma (J. del Valle, 2010). Por iniciativa del
presidente de Mxico, Miguel Alemn, la Academia de este pas, correspondiente de la Espaola, convoca un
congreso que, costeado por el gobierno de Mxico, habra de reunir en su capital a todas las academias de la
lengua. Una delegacin mexicana visit la RAE en octubre de 1950 para cursar la invitacin oficial a los
espaoles. Estos aceptaron gustosos y el congreso qued fijado para finales de abril de 1951.21
El temario fue
elaborado por la Mexicana y aprobado por la Espaola y el anteproyecto de reglamento estableci que la
presidencia del congreso le correspondera al director de la RAE (o a su representante). La primera bomba estall
pocas semanas antes de la gran reunin. La RAE le comunic a los organizadores que, por indicaciones de la
Superioridad, no podran asistir. Ms tarde se sabra que el Gobierno espaol haba exigido al mexicano la
renuncia a su reconocimiento del gobierno republicano en el exilio. Ante la negativa de los mexicanos el
gobierno franquista les indic a los acadmicos que no podran asistir al congreso y estos procedieron a
informar a sus colegas mexicanos. La polmica no se hizo esperar. As describa el ambiente Jos Len Pagano,
representante en Mxico de la Academia Argentina de Letras: A poco de haber descendido en Mxico del avin
despus de treinta horas de vuelo entr de sbito en una atmsfera enardecida, a causa de la no concurrencia
de Espaa al Congreso de la Lengua [...] Es menester haber estado en Mxico por aquellos das para justipreciar
20 Cito de la reproduccin de aquellos artculos en Disquisiciones, publicado aos despus.
21 Los detalles de esta visita se pueden consultar en el Boletn de la Real Academia Espaola, tomo XXX, cuaderno CXXXI (septiembre-
diciembre, 1950), pp. 456-487.
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el resentimiento de la Nacin azteca, motivado por la ausencia de la Real Academia Espaola (Pagano, 1951:
249-250). La indignacin que capt Pagano en el ambiente de la capital fue expresada ya dentro del Congreso
con gran elocuencia por el escritor mexicano Martn Luis Guzmn. En una larga intervencin durante el primer
pleno del congreso, Guzmn propuso una iniciativa que habra transformado la relacin entre las academias. El
primer punto de la iniciativa recomendaba a las Academias americanas y filipina, correspondientes de la Real
Academia Espaola, renuncien a su asociacin con esta ltima en los trminos previstos por el artculo IX del
texto estatutario que las une, y asuman as de lleno la autonoma de que no deben abdicar y la personalidad
ntegra que les es inalienable (Guzmn, 1971: 1386). Y ms adelante aclaraba: No es verdad que yo pida
ningn rompimiento definitivo con la Real Academia Espaola. Recomiendo tan solo un procedimiento digno y
prctico para llegar a una verdadera asociacin o confederacin de academias de nuestro idioma, incluida la
Academia Espaola (p. 1387).22
La iniciativa de Guzmn no prosper: slo las delegaciones de Guatemala,
Panam, Paraguay y Uruguay (adems de los votos particulares de Augusto Iglesias, de Chile, y Germn
Arciniegas, de Colombia) apoyaron el paso de la iniciativa a la comisin pertinente del congreso.
Este episodio presentado aqu por medio de unas muy superficiales pinceladas resulta revelador de muchas
de las dimensiones de la batalla del idioma. La iniciativa de Miguel Alemn nos muestra, por ejemplo, que
versiones del hispanoamericanismo tambin han tenido vida en la Amrica hispanohablante, y no slo entre los
sectores ms conservadores de las sociedades americanas. La propuesta de Guzmn nos muestra la existencia,
an a mediados del siglo XX, de una voluntad emancipadora en el campo de la cultura; una voluntad
emancipadora, en este caso, que no persegua la negacin o renuncia a la relacin con Espaa sino la
reconstitucin de la misma en trminos de igualdad. Finalmente, el resultado de la votacin subraya la
complicidad de un sector de la clase letrada americana en la perpetuacin de un orden lingstico y cultural de
perfil claramente colonial.
2.2. Del hispanoamericanismo a la poltica lingstica panhispnica23
Hemos visto hasta ahora que el movimiento hispanoamericanista se esforz por consolidar un modelo de
relacin entre Espaa y la Amrica hispanohablante y que el idioma fue con frecuencia el objeto de discursos y
acciones orientadas al logro de ese objetivo. La seccin anterior habr dejado claro tambin que no todo el
monte es organo: el hispanoamericanismo se tuvo que enfrentar a numerosos obstculos que se han manifestado
de modo patente en la gestin de la norma lingstica y de su estatus simblico. Con todo, a pesar de estos
desafos, el movimiento, en sus distintas reencarnaciones, sobrevive, y podramos afirmar incluso que, en la
22 Los detalles de la polmica pueden ser consultados en las Memorias del Congreso y en la historia oficial (y no por ello deja de ser
excelente) de la RAE de Alonso Zamora Vicente (1999).
23 Sobre este particular, vase tambin S. Senz, pp. ???. (N. de las Eds.)
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ltima dcada del siglo XX, adquiri renovada energa al darse por fin, en un nuevo contexto geopoltico, las
condiciones que han provedo al proyecto de combustible econmico, argumentos polticos y soporte
institucional.
En primer lugar, a partir de los ochenta, un grupo de compaas de capital predominantemente espaol
(representantes de mltiples sectores: financiero, energtico, editorial, telecomunicaciones, turismo,
construccin, energas renovables) se proyectaban internacionalmente y, con la complicidad de parte de la clase
poltica y empresarial local, escogan Amrica Latina como campo de operaciones privilegiado (Bonet y de
Gregorio, 1999; Casilda Bjar, 2001). Ya a mediados de los noventa, Jess de Polanco, forjador del importante
imperio editorial y meditico PRISA, asociaba, en la mejor tradicin hispanoamericanista, la proximidad cultural
al derecho legtimo de su pas a dirigir el punto de mira hacia las antiguas colonias: Sin embargo, el presidente
de PRISA entiende que Amrica Latina es un objetivo poltico, econmico y empresarial legtimo para los
espaoles. [...] Estamos mucho menos lejos de Amrica Latina de lo que nadie puede pensar (cit. en El Pas,
22/07/1995: en lnea). Una dcada despus la anunciada penetracin se haba producido generando, al menos en
la opinin de algunos lderes empresariales, un alto nivel de integracin, de nuevo, tal como el
hispanoamericanismo haba previsto desde sus inicios: Lo que est pasando en Latinoamrica no se entendera
sin la presencia de la empresa espaola, como tampoco se entendera el fortalecimiento de Espaa en el mundo
sin la expansin de la empresa espaola en Latinoamrica (Francisco Luzn, consejero director general del
Grupo Santander para Amrica Latina; cit. en Miguel . Noceda, 10/07/2007: en lnea). Ntese que, en este
nuevo contexto en que las economas nacionales se abran a la inversin extranjera, el desarrollo econmico de
Espaa se hace depender en gran medida de las posibilidades de inversin en Amrica Latina y que este
potencial se vincula inequvocamente a la existencia de un pasado compartido y una herencia lingstica comn.
En segundo lugar, estas nuevas perspectivas de inversin para el capital espaol coincidan con profundas
transformaciones del sistema capitalista, como sealbamos en el prrafo anterior: se globalizaba la economa
mundial y se relativizaba el poder de los Estados nacin, que se vean compelidos a responder a las nuevas
condiciones geopolticas. Los procesos de integracin regional se presentaban en tal contexto como sine que non
para el desarrollo, y el nivel de protagonismo de cada pas en las distintas reas se perciba como factor
determinante del rol global que a cada uno le habra de corresponder. Si a mediados de los ochenta Espaa
consegua incorporarse al vagn de cola de Europa (a lo que entonces se llamaba Comunidad Econmica
Europea), desde finales de esa dcada pasaba a concentrarse en su poltica hacia lo que cada vez con ms
frecuencia se llama Iberoamrica, asumiendo el liderazgo de un proceso de integracin que, de realizarse con
xito, acabara por conformar la Comunidad Iberoamericana de Naciones: A principios de los aos ochenta,
que es cuando por parte espaola se empieza a plantear la oportunidad de celebrar una Cumbre Iberoamericana
en torno a 1992, la posibilidad de que se celebrase una reunin de esta naturaleza y alcance y de que la Cumbre
Iberoamericana obtuviese un cierto reconocimiento, apareca en el horizonte de 1992 como algo remoto, casi
imposible de lograr, en funcin del escenario internacional, de la diversidad y heterogeneidad de los pases
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iberoamericanos y del todava escaso nivel de las relaciones entre Espaa e Iberoamrica. En este contexto, la
realidad es que slo la diplomacia espaola apostaba decididamente por este objetivo, sin que en esos momentos
hubiera especial inters en los pases iberoamericanos en apostar, ms all de la retrica, por el mismo (C. del
Arenal, 1999: 206). Los esfuerzos de la diplomacia espaola encontraran efectivamente sus primeras
recompensas con la cumbre de Guadalajara, Mxico, que tuvo lugar los das 18 y 19 de julio de 1991, y la del
Quinto Centenario, celebrada en Madrid el 24 de julio de 1992. Como ha sealado el diplomtico chileno Ral
Sanhueza Carvajal el trabajo diplomtico para consensuar esta iniciativa estuvo determinado por el ejercicio de
un liderazgo espaol, el cual en esta etapa, asumi la forma de liderazgo ejemplificador o pedaggico,
caracterizado por la prudencia y una inspiracin idealista (2003: 38). Teniendo en cuenta la complicada historia
de las relaciones entre Espaa y sus antiguas colonias, las mltiples disputas en torno al estatus relativo de los
pases americanos y la vieja metrpolis y los recelos ante sus intenciones y ademanes paternalistas, no sorprende
que la diplomacia de este pas operara con especial prudencia. Nada ms lejos de sus objetivos que la posible
identificacin de impulsos neocoloniales en la proyeccin iberoamericana de Espaa; de ah que se insistiera en
que hay que dejar muy claro que no se trata de construir el equivalente de la Francofona, o la Commonwealth
en las que las antiguas metrpolis juegan un papel hegemnico. En el caso espaol, la relacin no es paterno-
filial sino fraternal (Papell, 1991: 166). La proyeccin de esta imagen de hermandad, el ansia por elidir la
preeminencia de Espaa que tanto dao haba hecho al hispanoamericanismo a lo largo de la historia (como
vimos arriba ejemplificado en el terreno de la gestin del idioma), se convertira por tanto en un objetivo
prioritario para la diplomacia espaola.
Por ello, en tercer lugar, al tiempo que, como acabamos de ver, se iban produciendo, en los mbitos econmico y
poltico, desarrollos en los que se perfilaba la Amrica hispanohablante como objetivo preferente de la poltica
exterior espaola y que parecan exigir la activacin del viejo proyecto hispanoamericanista, los sucesivos
gobiernos de este pas (socialistas y populares) iban movilizando agencias culturales que ofrecan soporte
institucional y ponan en marcha acciones al servicio de la defensa de sus intereses geopolticos. Nos
centraremos a partir de aqu en dos de estas agencias (la Real Academia Espaola y el Instituto Cervantes, IC) y
en algunos de los objetivos por ellas asumidos: asegurar la unidad del idioma y promover su difusin
internacional.
3. LA RAE, EL INSTITUTO CERVANTES Y LA HISPANOFONA
La defensa de la unidad lingstica, como vimos arriba, ha sido una de las preocupaciones centrales del
hispanoamericanismo y est liderada en la actualidad por la Real Academia Espaola. Desde principios de los
noventa, la RAE ha puesto gran empeo en la modernizacin de su imagen adoptando pblicamente una actitud
que, lejos del clsico purismo elitista, se plantea un dilogo permanente con el pueblo, sealando una y otra vez
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su compromiso con las tecnologas del lenguaje, y vinculando su actividad al desarrollo econmico y
empresarial. Ha apostado, por ejemplo, por una fuerte presencia en la Red y por asociar el espaol con el mundo
digital. En este contexto cabe recordar la publicidad que se le dio, en 1999, a la visita del magnate de Microsoft
Bill Gates a la sede de la Academia en Madrid. El diario El Pas abra la noticia con el siguiente titular: Bill
Gates y la Academia firman un acuerdo para mejorar el espaol que usa Microsoft: el empresario estadounidense
visita a la Real Academia Espaola y alaba su nivel tecnolgico (Miguel Mora, 16/09/1999: en lnea). Y cabe
sealar tambin en este mismo contexto el cuidado que la corporacin a puesto en sus relaciones con el mundo
empresarial: Convenio entre la Academia y Prisa. [...] Prisa [...] y el Grupo Santillana han realizado una
aportacin econmica a la Fundacin Pro Real Academia, donde estn integrados los principales bancos y las
grandes empresas y corporaciones espaolas (El Pas, 11/12/1998: en lnea); Las fundaciones pro RAE y
Endesa renuevan su acuerdo de colaboracin. [...] La empresa elctrica se compromete a invertir 60 millones
entre 2002 y 2004, que la Academia destinar a continuar la revisin de los americanismos en el Diccionario
(El Pas, 10/10/2001: en lnea); El director de la Real Academia Espaola, Vctor Garca de la Concha y el
secretario de la Agencia Espaola de Cooperacin Internacional (AECO), Miguel ngel Corts, firmaron ayer un
acuerdo para la difusin del espaol que incluye diversos programas (El Pas, 11/10/2001: en lnea).24
Quizs la preocupacin central de la RAE haya sido su relacin con la Amrica hispanohablante, la cual se ha
trabajado principalmente a travs del fortalecimiento de la Asociacin de Academias de la Lengua Espaola
(Asale) y de la adopcin de una poltica lingstica llamada panhispnica. Los que siguen de cerca la actividad
de la RAE saben bien que el viejo lema limpia, fija y da esplendor, tan explcito en cuanto a la clsica funcin
profilctica de la institucin, ha ido siendo progresivamente desplazado hacia una zona menos visible de la
imagen pblica que la Academia ha ido proyectando de s misma. En su pgina web, en una brevsima seccin
de introduccin histrica, la RAE describe su propia evolucin en los siguientes trminos: La institucin ha ido
adaptando sus funciones a los tiempos que le ha tocado vivir. Actualmente, y segn lo establecido por el artculo
primero de sus Estatutos, la Academia tiene como misin principal velar porque los cambios que experimente
la Lengua Espaola en su constante adaptacin a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad
que mantiene en todo el mbito hispnico.25 La nueva imagen pblica de la RAE se presenta de manera
inequvoca en un texto clave para la comprensin del proyecto actual, La nueva poltica lingstica
panhispnica, publicado en 2004 por la RAE y firmado por la Asale: En nuestros das, las Academias, en una
orientacin ms adecuada y tambin ms realista, se han fijado como tarea comn la de garantizar el
mantenimiento de la unidad bsica del idioma, que es, en definitiva, lo que permite hablar de la comunidad
hispanohablante, haciendo compatible la unidad del idioma con el reconocimiento de sus variedades internas
24 Para un tratamiento ms extensor del asunto vase el captulo 10 en J. del Valle y Gabriel-Stheeman 2004 o La RAE y el espaol total
en J. del Valle (2007).
25 Cf. .
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(Asale, 2004: 3). En este fragmento vemos condensadas las ideas que definen la estrategia para la defensa del
idioma y que nos permiten entender su funcin en el ms amplio contexto de los intereses econmicos y
geopolticos de Espaa: primero, la adopcin de un modelo de normatividad policntrica asumible por las
academias americanas (y por las sociedades de la Amrica hispanohablante) y, segundo, la instrumentalizacin
del espaol, de su unidad (ms conceptual que formal),26
como basamento de la comunidad panhispnica, es
decir, la proyeccin de una imagen del idioma que convenza a la opinin pblica de la existencia de esta
comunidad y de la legitimidad de sus custodios. La trascendencia de esta nueva aproximacin al idioma la ha
sealado inequvocamente el actual director Vctor Garca de la Concha: creemos que con ello estamos
prestando un servicio cuyo inters rebasa lo estrictamente lingstico para situarse en un valor importantsimo en
la integracin de Comunidad Iberoamericana de Naciones, y creemos que esto se realiza como el mejor servicio
al robustecimiento de la unidad del espaol, pero con el respeto ms absoluto a las realizaciones variadas que ese
espaol unido tiene en cada una de las regiones (Francia, 15/09/2005).
Por lo que a la promocin internacional del espaol se refiere, la agencia que ha liderado los esfuerzos por
definirla como lengua global, o al menos como valioso producto en los mercados lingsticos internacionales, es
el Instituto Cervantes. Creada por el Gobierno de Espaa en 1991 para la promocin y enseanza de la lengua
espaola y para la difusin de la cultura espaola e hispanoamericana (la cursiva es ma), esta importante
agencia define, en la actualidad, su misin en los siguientes trminos:
[CITA INTERCALADA:]
Organizar cursos generales y especiales de lengua espaola, as como de las lenguas cooficiales en Espaa. Expedir en nombre del
Ministerio de Educacin y Ciencia, los Diplomas de Espaol como Lengua Extranjera (DELE) y organizar los exmenes para su
obtencin. Actualizar los mtodos de enseanza y la formacin del profesorado. Apoyar la labor de los hispanistas. Participar en
programas de difusin de la lengua espaola. Realizar actividades de difusin cultural, en colaboracin con otros organismos
espaoles e hispanoamericanos y con entidades de los pases anfitriones. Poner a disposicin del pblico bibliotecas provistas de
los medios tecnolgicos ms avanzados. [El nfasis es nuestro.]27
[FIN DE CITA INTERCALADA:]
En esta declaracin de objetivos se vislumbra, como ocurra al analizar el discurso de la RAE, la presencia de
preocupaciones que trascienden lo puramente lingstico y que nos remiten de nuevo tanto a los avatares de la
poltica nacional como a los intereses internacionales de Espaa. Fijmonos, por ejemplo, en el compromiso al
26 El ansia por preservar la unidad formal de la lengua, es decir, por reducir la variacin dialectal para evitar la fragmentacin y proteger
la unidad, est prcticamente ausente de los discursos actuales que surgen del entorno acadmico. Es ms, el abrazo de la variedad ha
pasado a ser uno de los ejes de la poltica lingstica panhispnica. Lo que interesa ahora es proteger la unidad conceptual del idioma, es
decir, procurar que el espaol, al margen de su diversidad interna, sea concebido como una sola lengua que representa y posibilita la
existencia de una comunidad cultural y, como se expone en el presente ensayo, de un mercado.
27 Cf. .
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menos, sobre el papel a ensear no slo espaol sino tambin las lenguas cooficiales (cataln, gallego y
vasco). Esta lnea de accin adquiere pleno significado en el contexto de una dinmica poltica concreta: la
existencia de mltiples procesos de construccin nacional dentro del pas y los esfuerzos del gobierno central por
consolidar la unidad poltica y la legitimidad del Estado adoptando una retrica de apoyo a la diversidad cultural
y lingstica. Fijmonos tambin en que el Cervantes se compromete con la promocin no de la cultura
espaola sino de las culturas espaolas e hispanoamericanas, compromiso que se ve con mayor claridad a la
luz del proyecto panhispnico ya discutido. Ante la posibilidad de que se interprete la accin cultural exterior de
Espaa en clave neocolonial, el Instituto se erigen en representante no de Espaa sino de la comunidad basada en
la lengua comn. Vemos pues que el Cervantes es sensible ante el hecho de que sus operaciones tienen
repercusiones tanto en el complejo entramado de nacionalismos que se despliega en Espaa como en el mbito
internacional, es decir, en el rea idiomtica delimitada por el espaol y en los mercados lingsticos globales.
Conviene dejar claro que la proyeccin de esta poltica sobre mbitos que se sitan ms all de lo lingstico no
ocurre de modo subrepticio. Al contrario, Carmen Caffarel, directora del Cervantes desde el ao 2007, expresaba
sin ambigedades la vinculacin de la agencia que dirige con los intereses de Espaa: El Cervantes sirve para
abrir puertas a las empresas espaolas en el exterior. [...] En la medida en que seamos ms conocidos en el
mundo, nuestro peso como pas ir creciendo, la economa se ver beneficiada, y un intangible como el espaol
se convertir en embajador de nuestro pas en el mundo (Ana Martnez, 09/01/2008: en lnea).
En sntesis, la accin de la RAE y del Instituto Cervantes presenta un alto grado de integracin en la poltica
exterior espaola y se materializa, primero y como acabamos de sealar, en la una estrategia de cobertura a la
expansin empresarial (una suerte de soporte propagandstico y logstico), segundo, en esfuerzos por dar al
idioma forma de valioso activo econmico y controlar su gestin en el mercado global y, finalmente, en una
aportacin retrica a la consolidacin del mundo hispanohablante como hispanofona.
Detengmonos brevemente en este trmino. Las etiquetas usadas para referirse al grupo de naciones donde se
habla espaol o a la comunidad de seres humanos que lo tienen como lengua nativa exhibe una cierta
inestabilidad. La etiqueta que aqu propongo, hispanofona, pretende sugerir una conceptualizacin distinta de la
que se deduce de trminos convencionales tales como Iberoamrica. En el horizonte terico aqu dibujado, la
hispanofona no sera simplemente un hecho objetivo, un grupo de naciones, una red de interaccin tejida por un
cdigo comunicativo compartido. El trmino nos remitira ms bien a una comunidad imaginada, anclada en una
lengua comn que une en un vnculo afectivo a todos los que la poseen y a todos los que sienten un lazo de
lealtad hacia ella. Al hablar de la hispanofona como comunidad imaginada no queremos sugerir que se trate de
una fabricacin. Usamos el trmino en el sentido que le dio Benedict Anderson (1982): es una comunidad cuyos
miembros no viven directamente la experiencia del contacto y de los hbitos y valores compartidos, pero son
capaces de imaginar tal comunin gracias a la existencia de redes de interaccin facilitadas por una lengua
compartida y gracias a la presencia de seales discursivas, tales como referencias directas a la comunidad, o
simblicas, tales como banderas que les recuerdan cotidianamente la existencia de un colectivo humano de
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alguna manera afn. Pensamos, pongamos por caso, en Galicia, como una comunidad constituida por gallegos.
Y, aunque no los hemos visto a todos, imaginamos que en todos y cada uno de ellos se manifiestan los rasgos
que circunstancias histricas (culturales y polticas) concretas han establecido como seales de la galleguidad.
La hispanofona se basa en realidad en una ideologa lingstica, es decir, en una concepcin cultural de la
naturaleza, forma y sentido del lenguaje y de las prcticas comunicativas como escenificaciones de un orden
colectivo (Gal y Woolard, 2001:1).28
Pensar en las representaciones de una lengua (por ejemplo, las
afirmaciones que se hacen sobre el espaol como recurso econmico o como sea de identidad panhispnica)
como ideologas lingsticas nos invita a que no las aceptemos acrticamente sino a que las contextualicemos
identificando su anclaje institucional y su funcin naturalizadora de un orden extralingstico. Nos invita a que
nos planteemos a qu intereses puede servir que se generalice una determinada visin de la lengua y no otra.
La hispanofona por tanto no es slo una comunidad sino tambin una ideologa lingstica: se basa en una
visin del espaol que, por un lado, emerge de instituciones (la RAE y el Cervantes entre otras) cuya actividad se
coordina con proyectos de orden econmico (la obtencin de un estatus privilegiado en el mercado
panhispnico) y poltico (la integracin de los pases hispanohablantes como entidad con peso poltico
internacional) y, por otro, naturaliza y legitima estos proyectos al representar el idioma como base de una
comunidad unitaria y armnica. Vctor Garca de la Concha, actual Director de la RAE, expresaba la esencia de
esta ideologa con sucinta elocuencia: Es realmente emocionante cmo la lengua est sirviendo de lugar de
encuentro y no slo como canal de comunicacin. La lengua nos hace patria comn en una concordia superior
(cit. en El Pas, 07/09/2000: en lnea).
Tras haber expuesto las lneas de la poltica lingstica panhispnica que se entrecruzan con la proyeccin
exterior de Espaa, podemos abrir la reflexin sobre el inters que entre los mismos actores ha despertado la
poblacin hispanohablante de Estados Unidos y la popularidad del espaol como lengua extranjera en sus
escuelas y universidades.
4. ESPAA, ESTADOS UNIDOS Y LA PUJANZA DE LO HISPANO
En el verano del 2003, en un extenso artculo titulado President Lpez? el diario madrileo El Pas
examinaba el llamado fenmeno latino en los Estados Unidos: Los hispanos, adems de estar ya por encima de
la minora negra, son ms jvenes, tienen ms hijos y empiezan a salir del pozo de la pobreza para atisbar su
propia manera de realizar el sueo americano. An no son una clase media poderosa, pero sus posibilidades de
28 La formulacin de esta categora terica y su utilidad para el desarrollo de la sociologa del lenguaje ha sido posible gracias a un
esfuerzo interdisciplinario por converger en torno a una visin del lenguaje orientada hacia sus funciones no referenciales, la conciencia
lingstica de los hablantes (Kroskrity, 2000: 4-23) y su especificidad histrica y cultural (Gal y Woolard, 2001; Joseph y Taylor, 1990;
Kroskrity, 2000; Schieffelin, Woolard y Kroskrity, 1998).
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crecimiento resultan cada vez ms atractivas para los mercados y para los cazadores de votos (Javier Casqueiro,
20/07/2003: en lnea). El origen del artculo estaba en un informe, hecho pblico unos meses antes por la Oficina
del Censo, que confirmaba que los hispanos se haban convertido en el grupo minoritario ms numeroso del pas.
Este hito demogrfico le ofreca una excelente oportunidad a la prensa espaola para celebrar las oportunidades
que ofreca la creciente prominencia de este grupo poblacional para instituciones espaolas que intentaban
fortalecer o establecer su presencia en los Estados Unidos: DON FELIPE CELEBRA LA PUJANZA DE LO HISPANO
EN LA APERTURA DEL INSTITUTO CERVANTES DE NUEVA YORK. Acompaaron al Prncipe el secretario de
Estado de Cooperacin Internacional, Miguel ngel Corts, y el Director del Instituto Cervantes, Jon Juaristi
(Alfonso Armada, 12/10/2003: 61). En efecto,desde su fundacin, el Instituto Cervantes ha considerado a los
Estados Unidos (y Brasil) un objetivo prioritario y ha celebrado la pujanza de lo hispano como un proceso no
slo demogrfico sino de relevancia cultural, econmica y poltica que facilita sus operaciones de promocin del
espaol y, por ende, como vimos en la seccin anterior, de defensa de los intereses de Espaa.29
A nadie se le oculta la importancia estratgica que tiene para cualquier pas del mundo definir los trminos de su
relacin con una potencia econmica y militar como Estados Unidos. Jaime Malet, presidente de la Cmara de
Comercio Americana en Espaa, lo expresaba en los siguientes trminos: Espaa es hoy una potencia
intermedia que ha ganado prestigio internacional por su desarrollo social, poltico y econmico en los ltimos 30
aos de democracia. Sin embargo, este desarrollo inaudito, muy valorado en la Europa continental, sigue sin
levantar pasin en el mundo anglosajn, donde se duda de l (Reino Unido) o se ignora (EE.UU.). Y sin
visibilidad en el mundo anglosajn, especialmente en EE.UU., es muy difcil que Espaa mantenga su estatus
relativo o lo mejore (Jaime Malet, 20/05/2008: en lnea). Al margen de que se pudiera disputar la opinin de
Malet (condicionada, naturalmente, por su posicin), el hecho es que los recientes gobiernos espaoles han
cultivado con decisin (si bien en trminos muy distintos unos de otros) la relacin con la potencia
norteamericana. Fuera de toda duda est el compromiso del ex presidente del gobierno Jos Mara Aznar desde
la foto de las Azores el 16 de marzo del 2003, donde se escenific no slo el apoyo a la invasin de Iraq sino la
voluntad de alineamiento incondicional con Estados Unidos. Desde el 2004, aunque tras la retirada de las tropas
espaolas de Iraq ordenada por el nuevo presidente Rodrguez Zapatero el trato superficial entre el gobierno
espaol y la administracin Bush ha sido fro, las relaciones entre ambos pases no se han suspendido ni mucho
menos. No slo Espaa se convirti en el cuarto inversor extranjero en 2007 (las inversiones espaolas han
crecido aceleradamente en los ltimos 5 aos hasta situarnos como su cuarto inversor, segn el ministro
espaol de Asuntos Exteriores Miguel ngel Moratinos),30
sino que el discurso pblico producido por los lderes
polticos espaoles se muestra inconfundiblemente abierto a la amistad hispano-estadounidense. En una
29 A la misma estrategia responde el anuncio de apertura de la Casa de Espaa en Washington, D.C., una embajada cultural, social y
econmica que atienda, dinamice y atraiga a un colectivo que supone la primera minora del pas y sirva como polo de atraccin al resto
de la poblacin estadounidense para estrechar lazos (lvaro Carvajal, 13/05/2008: en lnea).
30 Cf. .
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conferencia pronunciada en Nueva York ante el Foro de Liderazgo Mundial, Zapatero afirmaba: Queremos ser
un buen amigo de EE.UU. (El Pas, 24/09/2008: en lnea).]
Si ha habido, en general, consenso sobre la importancia de mantener una relacin comercial sustancial con
Estados Unidos, tambin lo ha habido sobre la estrategia a seguir para penetrar el difcil entramado poltico y el
enorme mercado norteamericano: nos referimos al cuidadoso cultivo de la amistad con la poblacin hispana
estadounidense y el fortalecimiento de las afinidades existentes o potenciales. El ya citado Jaime Malet opinaba
en el mismo artculo: Espaa tiene, a mi modo de ver, dos oportunidades histricas para ganar visibilidad y
peso en EE.UU. El primero son los estadounidenses de origen hispano. [...] Tener un colectivo tan grande y de
creciente influencia que sin ser espaoles s sienten una cierta afinidad por Espaa es una gran oportunidad.
Quizs las declaraciones ms directas sobre el inters de Espaa en los latinos estadounidenses fueron hechas
por Aznar durante una visita realizada en 2003. Los siguientes titulares, tomados de la cobertura de aquel viaje,
nos ayudarn a entender los trminos en los que se conceba la relacin entre Espaa, los Estados Unidos y su
poblacin latina y la orientacin que se esperaba dar a la accin cultural exterior en Norteamrica: Aznar trata
de afianzar en Estados Unidos un liderazgo entre la poblacin hispana (Peru Egurbide, 08/07/2003: en lnea);
Aznar anima a los hispanos para que acerquen EE.UU. a Iberoamrica y Europa (Peru Egurbide, 14/07/2003:
en lnea); La pujanza econmica y demogrfica configura estas comunidades como un mercado en alza y una
fuerza social en auge (Peru Egurbide, 08/07/2003: en lnea). The Wall Street Journal, en un reportaje sobre esa
misma visita, lo expona de modo todava ms claro. En un artculo titulado As His Tenure Winds Down,
Aznar Stresses Spains Ties to Americas [Hacia el final de su mandato Aznar enfatiza los vnculos de Espaa
con las Amricas], se citaban las siguientes palabras del presidente del gobierno espaol: Quiero que los
hispanos de los Estados Unidos sepan que tienen races europeas comunes y una herencia que puede ser tan
slida como la anglosajona (F. Kempe y C. Vitzthum, 16/09/2003). Y se comentaba a continuacin: Con
razn. En slo una dcada, las compaas espaolas han invertido ms de 90 millones de dlares en su expansin
por Amrica Latina y han hablado ms y ms de utilizar Mxico como plataforma para entrar al mercado
estadounidense.
El ministro de asuntos exteriores de los gobiernos Zapatero, Miguel ngel Moratinos, ha descrito una estrategia
similar en este sentido a la planteada por Aznar. En la inauguracin del coloquio California: races, presencia y
futuro de la latinidad, afirmaba: El Gobierno de Espaa otorga gran importancia a todas las acciones e
iniciativas que ponen de manifiesto la contribucin de nuestro pas a la formacin y constitucin de los Estados
Unidos de Amrica, desde el convencimiento de que compartimos lazos histricos y unas buenas y estrechas
relaciones polticas y diplomticas que fortalecen y actualizan las seas de identidad de la pujante comunidad
hispana o latina de Norteamrica. [...] La puesta en valor y difusin de la vertiente espaola e hispana de la
historia de los Estados Unidos es un patrimonio que compartimos con los estadounidenses que no slo debe
servir para comprender el pasado, sino para impulsar el presente e inspirar el futuro. Creo que es un legado til
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para la comunidad hispana o latina y para enraizar sus seas de identidad.31
La narrativa es clara: Espaa ha de
insistir en el papel que jug en la formacin y constitucin del pas norteamericano, ha de presentarse como
referente identitario para la poblacin latina y, a partir de estas convergencias histricas y culturales,
posicionarse privilegiadamente ante Estados Unidos de cara al futuro.32
Las polticas de defensa de la unidad y promocin de la lengua que describamos en la seccin anterior no han
sido ajenas a lo que podramos llamar la poltica estadounidense de Espaa y al proyecto de penetracin
comercial en Estados Unidos. Valga como muestra la importancia dada al tema por los congresos internacionales
de la lengua espaola (los CILE) organizados peridicamente por el Instituto Cervantes, la RAE (excepto el
primero) y agencias lingsticas, culturales y polticas del pas anfitrin.33
Durante el segundo de estos
congresos, celebrado en 2001 en Valladolid, Enrique V. Iglesias, por aquel entonces presidente del Banco
Interamericano de Desarrollo y en la actualidad Secretario General Iberoamericano, enfatiz en su conferencia
plenaria la importancia de los latinos: La poblacin hispana de los Estados Unidos constituye la tercera entidad
econmica del mundo latino; [...] el espaol tiene una importante y creciente impronta en la cultura, las
comunicaciones y en el volumen del consumo de los Estados Unidos (Iglesias, 2001). Obviamente le interesaba
sealar el valor econmico de este sector poblacional; pero el aspecto ms relevante de su intervencin para los
objetivos del presente ensayo es el papel que Iglesias le asignaba al espaol: como sea de identidad que permite
aislar un segmento del amplio mercado estadounidense (construir a los latinos como consumidores), como marca
asociada al valor de ciertos productos (el valor que se pueda derivar de, por ejemplo, publicitar una mercanca en
espaol) y, finalmente, como producto mismo (el espaol como lengua extranjera, la traduccin, la
interpretacin y servicios relacionados).
31 Cf. .
32 Es bien sabido que la Casa Real espaola cumple una activa e importante misin diplomtica en representacin de su pas. En la
proyeccin de Espaa hacia Estados Unidos no ha sido menos y ha desplegado todo su poder simblico para apuntalar los fundamentos
del proyecto ideado por los gobiernos de Espaa. En octubre del 2006, el prncipe de Asturias viajaba a Washington, DC, con el objeto de
dirigirse a la comunidad hispana y en aquella oportunidad declaraba lo siguiente: Deseamos estrechar nuestros lazos con una comunidad
con la que compartimos tantas cosas [...] Compartimos races culturales comunes, que constituyen la base de nuestra identidad sin que
importen nuestros orgenes nacionales. Hablo de una identidad que supera las fronteras, de una comunidad transnacional con un
impresionante legado histrico, artstico, lingstico y cultural (cit. en El Periodico de Mxico, 04/10/2006: en lnea).
33 La importancia que se le ha dado al tema es visible no slo en los CILE, sino tambin en las publicaciones del I. Cervantes. La sede de
Chicago, por ejemplo, ha organizado ya dos simposios. A finales del 2002 se abord el tema El espaol en los medios de comunicacin
de EE.UU. Cultura de emigracin o cultura tnica; cf. . En el
2003 se debati sobre los principales mbitos que afectan a la planificacin y desarrollo de La enseanza bilinge en EE.UU.; cf.
. El IC tambin ha publicado en lnea un ndice de recursos El espaol en EE.UU.,
que compendia los artculos sobre el tema publicados en los sucesivos anuarios del Cervantes, diversos seminarios monogrficos y las
ponencias de los CILE dedicadas al espaol en Estados Unidos; cf. . Finalmente,
se acaba de publicar la Enciclopedia del espaol en los Estados Unidos; cf.
.
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Es importante resaltar que el propio lenguaje utilizado por la prensa en el tratamiento del tema revela la
estrategia de los agentes espaoles de jugar un papel activo en la configuracin de la identidad del latino
estadounidense: Aznar trata de afianzar en Estados Unidos un liderazgo, Aznar anima a los hispanos, El
objetivo del prncipe de Asturias es demostrar a los latinos [...], El prncipe de Asturias record a los latinos
de Estados Unidos que formaban parte de un mundo de 400 millones de personas. Hay que convencerlos no
slo de que el espaol es una lengua valiosa sino tambin de que es el pilar central de una comunidad
panhispnica a la cual pertenecen y en la cual Espaa es un benvolo primus inter pares. Estamos ni ms ni
menos que ante la promocin, desde el mbito de la poltica y la actividad empresarial, de la hispanofona, la
ideologa lingstica que representa el espaol como elemento constitutivo de una comunidad unitaria y
armnica que justifica un proceso de integracin.
Como vimos arriba, la RAE ha jugado un papel protagnico en la promocin de la hispanofona. El
fortalecimiento de la Asale y la tan publicitada colaboracin con las academias americanas en la elaboracin del
diccionario, ortografa y gramtica han sido la base de una campaa de imagen en la que la Asale y el idioma
que custodia se presentan como iconos de una comunidad panhispnica caracterizada por la comunicacin
armnica. Poco se sabe an del papel jugado por estas agencias en la promocin de la hispanofona en Estados
Unidos, poco clara est todava su contribucin al despliegue de la estrategia de acercamiento a la poblacin
latina estadounidense. Pero no olvidemos los esfuerzos que se hacen por recordarles un pasado compartido y por
naturalizar la extensin en territorio norteamericano de la comunidad panhispnica: La presencia latina en los
Estados Unidos no es un fenmeno nuevo, sino que se remonta al siglo XVI en el Sur, Sudoeste y Oeste
norteamericanos, desde Florida a California, pasando por Texas, Luisiana o Nuevo Mxico. Tiene hondas races
histricas en la exploracin y poblamiento de esos territorios, que han sido escenario de episodios de enorme
trascendencia (Moratinos).34
Los acadmicos de la lengua no han sido ajenos a ese proceso de naturalizacin y
han insistido, como el ministro espaol, en afirmar la continuidad histrica y geogrfica entre el espaol hablado
en Estados Unidos y el resto de las variedades: Se trata adems de una lengua privilegiada, pues es de una
unidad muy trabada desde el sur de Estados Unidos hasta la Patagonia, el 90 por ciento del lxico es comn,
as como la sintaxis, la gramtica y la ortografa (Vctor Garca de la Concha, director de la RAE, en La
Vanguardia, 09/01/2008, monogrfico especial cultura espaola).35
Conciencia de la importancia que para el proyecto panhispanista tiene la accin acadmica en Estados Unidos s
que la hay. Recordemos las declaraciones de Gerardo Pia Rosales en enero del 2008 al ser elegido director de la
34 Cf. .
35 La naturalizacin de la hispanofona estadounidense a travs del discurso histrico implica, claro est, sacar a la luz el pasado imperial
que dio lugar a esa armnica y fraternal comunidad hispanohablante. Parece ser, sin embargo, un riesgo que merece la pena correr:
[California] territorio en el que permanece la huella del esfuerzo de la Corona espaola por extender su presencia americana, para lo que
cont con el concurso inestimable de militares, sacerdotes y colonizadores mejicanos, procedentes del Virreinato de Nueva Espaa
(Moratinos, 2008).
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Academia Norteamericana de la Lengua Espaola (ANLE):36
Nuestra Academia, con sede en Nueva York, se
encuentra en el ojo del huracn (Juan Luis Tapia, 05/03/2008: en lnea).37
Ahora bien, qu perspectivas hay de
que el entorno de la RAE opere con eficacia en la seduccin identitaria de la poblacin latina, tal como exige la
estrategia de la diplomacia espaola? Qu posibilidades hay de que intervengan activamente en la produccin
de un sistema cultural y un mercado lingstico autnomo en el seno de la sociedad estadounidense? En qu
medida le podrn ofrecer a los latinos recursos lingsticos que respondan a sus necesidades y anhelos y una
autntica alternativa, un modo de concebir el lenguaje y la cultura distinto del que pone a su disposicin la
sociedad norteamericana? Son, estas, preguntas en exceso generales y ambiciosas. No nos proponemos, claro
est, darles respuesta; pretendemos ms bien desplegarlas como teln de fondo frente al cual iniciar una
reflexin sobre el papel hasta ahora jugado por estas agencias en los Estados Unidos.
5. EL COMPLEJO PERFIL SOCIOLINGSTICO DE LOS LATINOS
5.1. El repertorio plurilectal
Al hablar del espaol en Estados Unidos, hay que poner por delante el hecho de que la poblacin latina se
caracteriza por su extraordinaria heterogeneidad: son de muy diversos orgenes nacionales, llevan diferentes
perodos de tiempo en el pas, pertenecen a grupos raciales distintos, presentan niveles diferentes de
escolarizacin y ocupan posiciones diversas en la estructura socioeconmica del pas (aunque los latinos tiendan
a tener niveles de ingresos bajos). Segn datos hechos pblicos por la oficina del censo en 2006, de la poblacin
latina estadounidense (que superaba ya los 44.252.000), son mexicanos o de origen mexicano el 64 %,
puertorriqueos el 9 %, centroamericanos el 7,6 %, suramericanos el 5,5 %, cubanos el 3,4 % y dominicanos el
2,8 %. Un 7,7 % seleccionaron la opcin Other Hispanic. Esta diversidad de orgenes, as como complejas
experiencias vitales tales como la emigracin, la adaptacin a un nuevo entorno, el aprendizaje de nuevas formas
de comunicacin, el posicionamiento marginal en la estructura tnico/nacional de la sociedad estadounidense y,
a veces, la difcil relacin con el pas de origen (propio o de los antepasados), deben bastar para frenar el impulso
de hacer generalizaciones simplificadoras sobre la identidad latina. Con la lucidez que la caracteriza, Ana Celia
Zentella intelectual latina neoyorquina de ascendencia mexicana y puertorriquea, antroploga y
sociolingista describe as este complejo entramado identitario: L@s latin@s tambin cruzan las fronteras
nacionales para unirse al colectivo de la sociedad estadounidense en su pasin por el bisbol y otros
36 Hay que dejar claro, por supuesto, que la ANLE, establecida en 1973 como correspondiente de la RAE, es prcticamente invisible en la
sociedad estadounidense.
37 Y quizs esta conciencia sea lo que estimul al secretario de la Asale, Humberto Lpez Morales, a proponer la celebracin del prximo
congreso de la asociacin (el del 2011) en Nueva York (cf. ).
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entretenimientos nacionales y, sobre todo, en su apoyo a las instituciones democrticas. Desplazarse de una a
otra identidad - por ejemplo, una ligada a una nacin concreta de Latinoamrica, otra ligada a los ideales de los
Estados Unidos y otras identificadas con ciudades, barrios, bloques y clasificaciones individuales de gnero,
raza y clase - es normal entre l@s latin@s de EE.UU. (Zentella, 2002: 321).38
Esta diversidad, que se traduce en la presencia de mltiples variedades dialectales y sociolectales del espaol
(hay incluso quienes traen en su repertorio lingstico lenguas indgenas como el zapoteco o el mixteco), no ha
de ser entendida slo como un fenmeno macro, es decir, como una caracterstica de la poblacin hispana en su
conjunto que desaparece al observar comunidades ms pequeas de un mismo origen nacional. Incluso en estas
encontramos un alto grado de variacin. Utilicemos como ilustracin el trabajo realizado por la misma Zentella
(1997) en El Barrio de Nueva York, el clsico enclave puertorriqueo de la seccin Este de Harlem (hoy en vas
de rpida transformacin ante la llegada, por un lado, de inmigrantes mexicanos, muchos de ellos poblanos, y
por otro, de jvenes profesionales anglohablantes monolinges de clase media y media alta). En su estudio,
Zentella conclua que describir el perfil sociolingstico de El Barrio afirmando que se hablan dos lenguas (el
espaol y el ingls) sera una escandalosa simplificacin de la realidad. Ms que de bilingismo convendra
hablar de un amplio repertorio plurilectal integrado por las variedades estndar y popular del espaol
puertorriqueo, por el espaol de los hablantes nativos de ingls, por el ingls estndar, afroamericano y
puertorriqueo de Nueva York y por el ingls hispanizado (Zentella, 1997:41-48). Y no slo eso, aada, sino
que una descripcin ajustada a la realidad no debera consistir en la identificacin de una serie de situaciones o
contextos y las variedades que se correspondieran con cada una. El comportamiento verbal de los
puertorriqueos de El Barrio se describira mejor identificando las redes de interaccin social en que cada
individuo se mueve y subrayando que, aunque en cada red tiende a predominar una variedad, es comn que en
todas ellas aparezcan diversas variedades.
5.2. Los efectos del contacto
La influencia del ingls en las variedades del espaol usadas por los latinos se manifiesta en mltiples procesos,
la mayora de los cuales afectan al lxico. Encontramos por ejemplo palabras del ingls adaptadas a la estructura
fnica del espaol: nais (del ingls nice), bil (del ingls bill) o jolope (del ingls hold up) se utilizan
donde otras variedades del espaol utilizaran amable, factura o atraco respectivamente. Encontramos
tambin palabras que, siendo fonticamente similares pero semnticamente distintas en espaol e ingls, asumen
en la situacin de contacto el significado que tienen en ingls: se puede usar librera (en ingls library) o
38 El ms reciente y completo tratamiento del espaol en los Estados Unidos, de su complejidad lingstica y sociolingstica, es Lipski
(2008).
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papel (en ingls paper) donde otras variedades del espaol utilizaran biblioteca o peridico/diario
respectivamente.
Otro importante aspecto del perfil lingstico de los latinos es la alternancia de cdigos, que consiste en la
insercin de palabras, frases u oraciones de una lengua X en un texto oral o escrito en que se est utilizando
como matriz la lengua Y. Valga como ejemplo de este fenmeno la siguiente oracin (extrada del corpus de
Zentella, 1997:180): I remember when he was born que naci bien prietito, que he was real black and my father
said que no era hijo dl because era tan negro (Me acuerdo que cuando naci, naci muy negrito, que era muy
negro; y que mi padre dijo que no era hijo suyo porque era tan negro).
Se suelen aducir varias razones para condenar tanto el intercambio de cdigos como la adopcin de neologismos
procedentes del ingls: se considera que es reflejo de un conocimiento deficiente de ambas lenguas, que condena
a la marginacin al individuo que lo exhibe y que constituye una amenaza para la salud lingstica de la
comunidad (vase abajo la seccin sobre el discurso del entorno de la RAE). Aunque no entraremos aqu a
discutir las abundantes investigaciones sobre este tan comn fenmeno, sealaremos que la sociolingstica
contempornea ha rechazado la validez de tales crticas y que ha insistido en que la alternancia de cdigos es
sistemtica y est regida por reglas, y que el habla as producida est dotada del mismo potencial expresivo que
cualquier otro dialecto o lengua homogneos.39
La alternancia de cdigos y la adopcin de neologismos puede
efectivamente deberse a un desconocimiento o a un conocimiento parcial de las variedades estndar de ambas
lenguas. Pero incluso en estos casos, el potencial expresivo del individuo que as habla y su capacidad para el
uso elocuente del lenguaje no son limitados; desde luego no ms limitados que la expresividad y elocuencia de
un monolinge, por muy estndar que sea su variedad. Pero el caso es que muchos individuos plurilinges
utilizan el intercambio de cdigos (consciente o inconscientemente) como un recurso comunicativo, como un
mecanismo de interaccin, y no como solucin circunstancial a una supuesta deficiencia lingstica que de hecho
no padecen. En otras palabras, hay gente que, aun dominando ambas lenguas, optan en ciertas situaciones y
contextos por las prcticas de contacto.
Insistiremos una vez ms en que este tipo de modificaciones del habla en situaciones de contacto lingstico (la
incorporacin a una lengua de palabras e incluso estructuras gramaticales de otra) es un fenmeno normal y
probablemente inevitable, y la influencia entre lenguas en contacto (ya sea mutua o unidireccional) no es, en
principio, perniciosa en ningn sentido. El hecho de que un hispanohablante que se instala por ejemplo en Nueva
York vaya incorporando a su habla palabras y expresiones del ingls es simplemente un indicio de que est
inmerso en un mundo cultural y lingsticamente complejo y que est respondiendo a las necesidades
comunicativas de ese contexto. Este tipo de modificacin del habla no implica que el sujeto en cuestin sea
incapaz de retornar a su habla anterior (previa a la influencia del ingls) dadas las circunstancias apropiadas.
Dicho de otro modo, todos los seres humanos somos plurilectales (y la inmensa mayora plurilinges) y
39 Los estudios clsicos que establecieron la sistematicidad de la alternancia de cdigos son C. W. Pfaff (1979) y S. Poplack (1982).
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adaptamos nuestras prcticas lingsticas a las situaciones en que nos hallamos. De igual modo, es normal que
un latino nacido en Nueva York aprenda una variedad influida por el ingls que satisface sus necesidades
comunicativas en determinados contextos (en el seno de la familia, por ejemplo), sin que esto impida que, en el
curso de su vida, aprenda otras variedades del espaol no influidas por el ingls si se dan las condiciones
necesarias. De la sociedad y del sistema educativo y, en menor medida, del entorno familiar depende que se
pongan a disposicin de la juventud latina recursos que les permitan aprovechar y extender su amplio repertorio
plurilectal para que este incluya tanto las variedades de contacto como las variedades usadas en el pas de origen
y, por supuesto, los registros cultos del idioma que le permitan moverse con soltura en el mayor nmero de
campos posible. Ciertamente, los discursos que condenan las hablas de contacto poco conducen a estimular a los
jvenes latinos a que mantengan el espaol e intenten ampliar el repertorio de lectos de esta lengua que manejan.
El efecto de estos discursos puristas condenatorios es justamente el de generar inseguridad lingstica e inhibir el
uso del espaol por temor a ser etiquetados de ignorantes. No debe extraar entonces que las prcticas
lingsticas propias de una situacin de contacto entre espaol e ingls se reifiquen, se etiqueten (se les llame,
por ejemplo, espanglish) y se conviertan en un smbolo de una identidad latina que se conforma en los
mrgenes de la sociedad norteamericana y, a la vez, del mundo hispanohablante.
5.3. Repertorio plurilectal, prcticas de contacto e identidad
No hay duda de que las prcticas que resultan del contacto entre espaol e ingls (y las experiencias y saberes
que las hacen posibles) son, al menos para un sector de la poblacin latina, algo ms que simples estrategias de
interaccin verbal; se han convertido tambin, como enseguida veremos, en un capital altamente valorado en
ciertos mercados y en un signo de pertenencia a un colectivo que refleja icnicamente los mltiples mundos en
que se desarrollan sus vidas y las complejas lealtades que en el curso de las mismas van forjando (Urciuoli,
1996; Zentella, 1997). Quizs una de las declaraciones ms emblemticas de esta conexin entre las hablas de
contacto y la identidad latina sea la de Gloria Anzalda en su clsico Borderlands/La Frontera: Para una gente
que ni es espaola ni vive en un pas donde el espaol es la primera lengua; para una gente que no es anglosajona
pero vive en un pas donde el ingls es la lengua dominante; para una gente que no se puede identificar
completamente ni con el espaol estndar (el formal, castellano) ni con el ingls estndar, qu recurso les queda
sino crear su propia lengua? Una lengua con la que poder conectar su identidad, capaz de comunicar realidades y
valores propios una lengua con palabras que no son ni espaol ni ingls sino ambas. Hablamos un patois, una
lengua partida en dos, una variante de dos lenguas (Anzalda, 1999: 77). La posicin representada por esta
escritora afirma una cultura latina comprometida no con una lengua sino con una multiplicidad de normas que
reflejan la heterogeneidad del grupo y su dislocada posicin frente a nociones estticas de lengua e identidad
dominantes tanto en la sociedad estadounidense como en los pases hispanohablantes (vase ms adelante la
discusin de la monoglosia, 7).
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Este tipo de prcticas y su representacin como fuente de identidad pueden alcanzar un alto grado de visibilidad
y ser reificadas y utilizadas como instrumentos polticos o recursos econmicos. Ilan Stavans, por ejemplo,
catedrtico de espaol y cultura latina y latinoamericana en una importante universidad de Massachusetts
(Amherst College), ha intentado legitimar estas prcticas lingsticas. Stavans ha optado por iniciar un proceso
de domesticacin que en realidad las reduce y desvirta al aplicarles las cmodas categoras descriptivas y
operativas (diccionario, traduccin) propias de las lenguas en sentido convencional: dice estar trabajando en
un diccionario de espanglish y ha publicado una versin en espanglish del primer captulo de El Quijote
(Stavans, 2003). Sus esfuerzos, aunque frecuentemente ridiculizados (y no slo por los puristas de la RAE), han
servido desde luego para llamar la atencin de los medios de comunicacin y para que Stavans se convierta en
referencia casi inevitable en las discusiones pblicas del tema. Desgraciadamente no est tan claro que sus
intervenciones hayan servido para legitimar las hablas de contacto y por tanto se hayan traducido en accin
poltica transformadora (parece pertinente aqu aquel verso en que Nicanor Parra sugiere que la transgresin no
es tirarles piedras a los pjaros sino pjaros a las piedras).40
Otro ejemplo de utilizacin simblica del espanglish,
de resignificacin de estas prcticas lingsticas, nos lo ofrece Daniel Villa, catedrtico de lingstica hispnica
en New Mexico State University, quien en 2001 pronunci la conferencia presidencial en el congreso de la
Linguistic Association of the Southwest en Puebla, Mxico, alternando el ingls y el espaol y haciendo uso de
neologismos lxicos propios del contacto entre las dos lenguas. De esta manera, haca del acto una suerte de
declaracin poltica que desafiaba las convenciones lingsticas acadmicas (Villa, 2001). Fijmonos,
finalmente, en la popularidad y xito internacional del reggeatn, estilo musical hbrido que combina ritmos
diversos y letras que mezclan espaol e ingls y que nos ofrece un interesante ejemplo de otra ramificacin del
fenmeno: la mercantilizacin de formas de expresin cultural no slo cercanas a las hablas de contacto sino
inexorablemente ligadas a ellas. D.J. Nelson, uno de los creadores del gnero, describa el proceso con absoluta
claridad: Hace diez aos, el reggaetn era msica; ahora es un negocio (Mireya Navarro, 17/07/2005).
Este conjunto de fenmenos que, para bien o para mal, se designa coloquialmente como espanglish ha
llamado poderosamente la atencin de los medios de comunicacin y, cmo no, del entorno de la RAE, que, con
frecuencia, por su condicin de vigilante de la unidad del idioma, se siente obligado a intervenir. Y lo hace casi
siempre en trminos condenatorios y en general, como veremos, sorprendentemente ajen