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1 POLÍTICA DEL LENGUAJE Y GEOPOLÍTICA: ESPAÑA, LA RAE Y LA POBLACIÓN LATINA DE ESTADOS UNIDOS 1 José del Valle «Si España se consigue colocar como referente de identidad o como proveedor de señas de identidad culturales con respecto a la comunidad hispanohablante de Estados Unidos, estaremos en una inmejorable situación para mejorar nuestras posiciones en aquel país.» ÓSCAR BERDUGO, presidente de Eduespaña, ante el II Congreso Internacional de la Lengua Española en 2001. «Compartimos raíces culturales comunes [con la población hispana de Estados Unidos], que constituyen la base de nuestra identidad. Hablo de una identidad que supera las fronteras, de una comunidad transnacional con un impresionante legado histórico, artístico, lingüístico y cultural.» FELIPE DE BORBÓN, príncipe de Asturias, ante el Congressional Hispanic Caucus Institute en Washington, D.C., en octubre del 2006. «Nuestra Academia, con sede en Nueva York, se encuentra en el ojo del huracán», GERARDO PIÑA ROSALES, director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, declaración hecha en enero del 2008 tras su elección. 1. INTRODUCCIÓN En el tránsito por la historia de los Estados Unidos de América, lengua y política han estado siempre estrechamente enmarañadas (¿habrá algún país en el que no lo estén?). Ya a mediados del siglo XVIII, Benjamin Franklin se mostraba ansioso ante la ubicuidad del alemán en las calles de Filadelfia y se refería con desdén casi histriónico a sus hablantes: «Los alemanes que aquí llegan en general proceden de los sectores más estúpidos e ignorantes de su nación [...] Y como pocos ingleses saben alemán y no pueden dirigirse a ellos desde el púlpito o la prensa, es casi imposible librarlos de los prejuicios que traen [...] Pronto nos superarán en número hasta tal punto que, en mi opinión, todas las ventajas de que gozamos de nada servirán para mantener nuestra lengua. 1 Quiero expresarles mi agradecimiento a Silvia Senz y Montse Alberte por haberme incluido en el proyecto y por su extraordinaria labor como editoras. También doy las gracias a Ana Nuño, quien, hace años ya, me animó a escribir un ensayo sobre el español en Nueva York para la revista Quimera, y a Clare Mar-Molinero y Miranda Stewart por publicarme en Globalization and Language in the Spanish- Speaking World un artículo sobre estas cuestiones. En este ensayo retomo asuntos tratados en aquellos.

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    POLTICA DEL LENGUAJE Y GEOPOLTICA: ESPAA, LA RAE Y LA POBLACIN LATINA DE

    ESTADOS UNIDOS1

    Jos del Valle

    Si Espaa se consigue colocar como referente de identidad o como proveedor de seas de

    identidad culturales con respecto a la comunidad hispanohablante de Estados Unidos,

    estaremos en una inmejorable situacin para mejorar nuestras posiciones en aquel pas.

    SCAR BERDUGO, presidente de Eduespaa,

    ante el II Congreso Internacional de la Lengua Espaola en 2001.

    Compartimos races culturales comunes [con la poblacin hispana de Estados Unidos],

    que constituyen la base de nuestra identidad. Hablo de una identidad que supera las

    fronteras, de una comunidad transnacional con un impresionante legado histrico, artstico,

    lingstico y cultural.

    FELIPE DE BORBN, prncipe de Asturias, ante el Congressional Hispanic Caucus Institute

    en Washington, D.C., en octubre del 2006.

    Nuestra Academia, con sede en Nueva York, se encuentra en el ojo del huracn,

    GERARDO PIA ROSALES,

    director de la Academia Norteamericana de la Lengua Espaola,

    declaracin hecha en enero del 2008 tras su eleccin.

    1. INTRODUCCIN

    En el trnsito por la historia de los Estados Unidos de Amrica, lengua y poltica han estado siempre

    estrechamente enmaraadas (habr algn pas en el que no lo estn?). Ya a mediados del siglo XVIII, Benjamin

    Franklin se mostraba ansioso ante la ubicuidad del alemn en las calles de Filadelfia y se refera con desdn casi

    histrinico a sus hablantes: Los alemanes que aqu llegan en general proceden de los sectores ms estpidos e

    ignorantes de su nacin [...] Y como pocos ingleses saben alemn y no pueden dirigirse a ellos desde el plpito o

    la prensa, es casi imposible librarlos de los prejuicios que traen [...] Pronto nos superarn en nmero hasta tal

    punto que, en mi opinin, todas las ventajas de que gozamos de nada servirn para mantener nuestra lengua.

    1 Quiero expresarles mi agradecimiento a Silvia Senz y Montse Alberte por haberme incluido en el proyecto y por su extraordinaria labor

    como editoras. Tambin doy las gracias a Ana Nuo, quien, hace aos ya, me anim a escribir un ensayo sobre el espaol en Nueva York

    para la revista Quimera, y a Clare Mar-Molinero y Miranda Stewart por publicarme en Globalization and Language in the Spanish-

    Speaking World un artculo sobre estas cuestiones. En este ensayo retomo asuntos tratados en aquellos.

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    Incluso nuestro gobierno se debilitar (Crawford, 1992: 19).2 Eran estas palabras, escritas en 1753, indicio

    temprano de lo que habra de ser una preocupacin recurrente a lo largo de la historia del pas que, en aquellas

    colonias, nacera pocos aos despus: la permanente tensin entre el dinamismo introducido por los diversos

    grupos migratorios y las dislocaciones del orden cultural y lingstico anglosajn causadas por la incorporacin

    de aquellos a la sociedad norteamericana.3 Es bien sabido que, de las mltiples olas de inmigrantes que ha

    habido a lo largo de la historia del pas, en la ltima han predominado, y con diferencia, los hispanohablantes. Y,

    como cabra esperar, los temores de siempre por la integridad cultural, lingstica y poltica del pas han vuelto a

    salir a la superficie. As lo demuestra, por ejemplo, la intensa actividad de instituciones tales como la U. S.

    English Foundation, creada en 1983, el grupo de accin ciudadana ms numeroso y antiguo del pas dedicado a

    preservar el papel unificador de la lengua inglesa en los Estados Unidos,4 o las mltiples iniciativas que a lo

    largo y ancho del pas han propuesto (en muchos casos con xito) la eliminacin de los programas de educacin

    bilinge. En el pasado reciente, una de las ms intensas polmicas sobre el asunto estall tras la publicacin en

    2004 de un libro titulado Who Are We? The Challenges to Americass National Identity.5 El autor, el catedrtico

    de la Universidad Harvard Samuel Huntington, predice la hispanizacin de los Estados Unidos, seala que el

    mantenimiento del espaol6 obstaculizar la asimilacin de los inmigrantes mexicanos al proyecto nacional y

    anticipa que, leales al pas de origen, estos se convertirn en agentes de la transformacin de la cultura del pas

    receptor.

    El 29 de noviembre del 2007, el Pew Hispanic Center7 publicaba un detallado informe sobre el uso del ingls

    entre la poblacin hispana o latina.8 Los resultados dinamitaban la base de la teora avanzada por Huntington: el

    23 % de los inmigrantes (la llamada primera generacin) dicen hablar ingls muy bien; de los nacidos en los

    Estados Unidos de padres inmigrantes (la segunda generacin) responden en el mismo sentido el 88 %; y

    2 Todas las traducciones a lo largo del ensayo son mas.

    3 Sobre la historia glotopoltica de los Estados Unidos se puede leer Baron (1990) o Crawford (1992).

    4 Cf. .

    5 Vase especialmente el captulo 9. Est disponible en espaol: Quines somos? Los desafos a la identidad nacional estadounidense,

    Paids Ibrica, 2005.

    6 El idioma tiene dos nombres: castellano y espaol. Adopto el segundo en este ensayo por ser el de uso ms general en el entorno cultural

    desde el que escribo. Sobre el problema del nombre del idioma se puede consultar el clsico de Amado Alonso de 1943 o el libro ms

    reciente de Mondjar Cumpin.

    7 Organizacin dedicada a la investigacin de temas relacionados con la poblacin latina de Estados Unidos; cf.

    .

    8 En Estados Unidos se discute la propiedad de los trminos hispanic y latino. El primero fue adoptado por la oficina del censo y su uso se

    ha generalizado. El segundo tiende a ser abrazado, con distintos argumentos, por intelectuales y activistas vinculados a la causa de la

    defensa de los derechos e intereses de este sector de la poblacin estadounidense. Latino empieza tambin a extenderse por otros mbitos

    tales como el de los medios de comunicacin y el mrquetin. En gran medida esta variacin y los parmetros que la condicionan se ha

    transferido al espaol, donde hispano y latino alternan de manera similar a la de sus equivalentes ingleses. En este ensayo, cuando la voz

    de la enunciacin sea ma, usar latino.

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    llegando a la tercera generacin el porcentaje sube al 94 %. Estas cifras no dicen nada, desde luego, sobre el

    nivel de mantenimiento del espaol. Sabemos que, en el ao 2000, segn los datos del censo, la poblacin

    hispana rondaba los 35.000.000 (un 12,5 % del total) y que en Estados Unidos hay ms de 28.000.000 de

    personas que hablan espaol en casa.9 En general, los estudios sobre el nivel de mantenimiento del espaol

    confirman la bien conocida regla de las tres generaciones: los nietos de emigrantes poseen un conocimiento

    escaso o nulo de la lengua de sus abuelos. De mantenerse este patrn, la presencia del espaol en Estados Unidos

    como lengua inicial depender de modo fundamental de la presencia de inmigrantes de primera generacin. Es

    cierto que en las ltimas dcadas se han producido transformaciones significativas en las redes de interaccin

    social en las que se mueven los inmigrantes y sus descendientes y bien pudiera ser que las mayores facilidades

    para mantenerse en contacto con el pas de origen as como la extensin de los medios de comunicacin en

    espaol alteraran la vieja dinmica de la sustitucin lingstica total en las tres generaciones. Este es, sin

    embargo, un tema sobre el que no se deben aventurar conclusiones sin antes realizar las investigaciones

    necesarias. Otro factor que podra alterar esa dinmica es la adopcin por parte de las autoridades locales,

    estatales y federales de polticas lingsticas que promocionen la transmisin intergeneracional de las mltiples

    lenguas habladas en el pas y que ofrezcan el soporte institucional necesario para su mantenimiento. Las

    condiciones polticas presentes (incluso tras la llegada a la presidencia del demcrata Barack Obama) no animan

    a ser optimista: el discurso dominante entre la clase poltica y en la prensa es decididamente asimilacionista. Con

    todo, hacer predicciones tajantes en relacin con este asunto resulta a todas luces imprudente.

    El hecho es que el fenmeno demogrfico que supone el espectacular crecimiento de la poblacin latina de los

    Estados Unidos (con obvias ramificaciones no slo lingsticas sino tambin culturales, econmicas y polticas

    an escasamente comprendidas) ha despertado un inusitado inters en los pases hispanohablantes y muy

    especialmente en Espaa.10

    Un entusiasmo que slo se podra calificar de triunfalista parece haberse adueado

    de ciertos sectores de la opinin pblica espaola o, mejor dicho, de ciertos actores sociales con capacidad para

    generar opinin. Ya hace ms de una dcada El Pas ofreca un sorprendente titular: 40 millones de hispanos

    forzarn a EE.UU. a apoyar la educacin bilinge (Bayn, 12/02/1997: en lnea). Y unos aos despus, Juan

    Cruz, en las pginas del mismo diario, afirmaba Porque ellos creyeron que el ingls sera la lengua avasalladora

    y ya les est saliendo el tiro por la culata. De veras? Hay datos, dicen, que llevan al optimismo sobre la lejana

    pero posible equiparacin de las lenguas (Juan Cruz, 06/05/2000, en lnea). Afirmaciones como estas han

    seguido apareciendo apoyadas con frecuencia en datos bien conocidos que subrayan la cantidad de latinos que

    9 Cf. < http://www.census.gov/prod/2003pubs/c2kbr-29.pdf> y

    .

    10 La poblacin latina estadounidense era de 9.600.000 (4,7 % del total) en 1970. Se prev que en 2010 superar los 47.000.000 (15,5 %

    del total). Los datos se pueden consultar en

    .

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    forman parte de la poblacin estadounidense, las perspectivas de crecimiento y la popularidad del espaol como

    lengua extranjera.

    El objeto de este ensayo es precisamente situar en un contexto geopoltico preciso no slo las efusivas

    celebraciones de la extensin del espaol en Estados Unidos que con frecuencia perpetran distorsiones

    importantes de la realidad sociolingstica estadounidense sino tambin la naturaleza del inters que ciertos

    sectores del mundo de la cultura, economa y poltica espaolas han exhibido por su poblacin latina.

    2. COMUNIDAD PANHISPNICA Y GEOPOLTICA

    El anlisis de las relaciones pasadas, presentes y futuras entre Espaa y los pases de la Amrica hispanohablante

    (en la cual hay que incluir a Estados Unidos) pasa necesariamente por la revisin de los fundamentos y objetivos

    del movimiento hispanoamericanista o panhispanista.11

    y 12

    Este proyecto se basaba en la conviccin de que la

    cultura espaola, encarnada en la lengua, persista como vnculo inalienable entre las naciones hispanohablantes

    incluso tras la independencia de los territorios americanos. A lo largo de su historia el hispanoamericanismo ha

    perseguido el fortalecimiento de esa unidad y la construccin de una armnica comunidad panhispnica

    postimperial, cultural, econmica y polticamente operativa. Isidro Seplveda ha definido el

    hispanoamericanismo como [l]a interpretacin de la continuidad hispana en Amrica como base para la

    construccin e incluso como evidencia de su existencia de un ascendente espaol sobre las sociedades del

    continente; ascendente susceptible de ser instrumentalizado para fundamentar una poltica exterior de prestigio

    que recuperara el valor internacional de la Espaa de comienzos del siglo XX (Seplveda, 2005: 22). La

    anhelada unidad lingstica y cultural hispanoamericana sera por tanto un valor estratgico para Espaa al

    facilitarle sus operaciones en la Amrica hispanohablante y al contribuir a la elevacin de su prestigio

    internacional. De ah que al estudiar el movimiento se hable del hispanoamericanismo como conceptualizacin

    de la reunin de iniciativas y la propuesta de programas, ya de forma individual o colectiva, y la participacin

    coordinada y solidaria en la idea de una cualidad especial y superior de las relaciones hispanoamericanas;

    buscando al mismo tiempo su potenciacin con la promocin de unos elementos operativos con fines variados,

    desde polticos a culturales, religiosos, militares o econmicos (Seplveda, 2005: 93, el nfasis es nuestro).

    Por supuesto, las vertientes derecha e izquierda del movimiento no deben ser confundidas, en tanto que en cada

    caso el abrazo de la unidad cultural panhispnica se pone al servicio de proyectos de sociedad considerablemente

    distintos; pero tampoco hay que ignorar la base ideolgica comn sobre la que se concibe la relacin entre

    Espaa y la Amrica hispanohablante desde las ramas tanto conservadoras como progresistas del

    11 V. Fogelquist, 1968; Pike, 1971; Rama, 1982, y Seplveda, 2005.

    12 Vase tambin, en esta misma obra, S. Senz, pp. ???. (N. de las Eds.)

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    hispanoamericanismo. Y esta base ideolgica comn no nos debe sorprender, pues el mantenimiento de una

    relacin privilegiada con las antiguas colonias no slo ha sido una prioridad estratgica para Espaa al margen

    del color del gobierno de turno, sino tambin, como ha sealado Seplveda, un elemento central del

    nacionalismo espaol (de derechas o de izquierdas): [...] uno de los componentes bsicos del nacionalismo

    espaol y de la poltica exterior espaola a lo largo del siglo XX: la creencia en y la utilizacin de la continuidad

    cultural espaola en Amrica, tratada de materializar en una comunidad transnacional que una a la antigua

    metrpoli con las repblicas nacidas en los territorios y, sobre todo, en el seno de las sociedades de su antiguo

    imperio. La creacin de esa comunidad resulta de especial relevancia para explicar tanto la conformacin de una

    identidad transatlntica materializando un imaginario de afirmacin nacionalista, como la elaboracin y

    ejecucin de la poltica exterior espaola, para la que su proyeccin hacia Amrica y su capacidad de influencia

    supone un elemento de extraordinario valor (Seplveda, 2005: 12).

    El hispanoamericanismo comenz a manifestarse a mediados del siglo XIX y se expres en principio a travs de

    publicaciones tales como La Ilustracin Ibrica, La Ilustracin Espaola y Americana o La Revista Espaola de

    Ambos Mundos. Esta ltima, por ejemplo, defina su misin en su primer nmero de 1853 en los siguientes

    trminos: Destinada a Espaa y Amrica, pondremos particular esmero en estrechar sus relaciones. La

    Providencia no une a los pueblos con los lazos de un mismo origen, religin, costumbres e idioma para que se

    miren con desvo y se vuelvan las espaldas as en la prspera como en la adversa fortuna. Felizmente han

    desaparecido las causas que nos llevaron a la arena del combate, y hoy el pueblo americano y el ibero no son, ni

    deben ser, ms que miembros de una misma familia; la gran familia espaola, que Dios arroj del otro lado del

    ocano para que, con la sangre de sus venas, con su valor e inteligencia, conquistase a la civilizacin un nuevo

    mundo (cit. en Fogelquist, 1968: 13-4). Aparecan ya expresadas, como podemos apreciar, algunas de las ideas

    troncales del hispanoamericanismo inicial: la identidad cultural entre Espaa y sus ex colonias y la lectura de la

    conquista como misin civilizadora.

    Un momento clave en la historia de este movimiento fue la creacin en 1885 de la Unin Iberoamericana, que

    enseguida se convertira en su principal rgano de expresin. Segn sus Estatutos, la Unin se propona

    estrechar las relaciones de afecto sociales, econmicas, artsticas y polticas de Espaa, Portugal y las Naciones

    americanas, procurando que exista la ms cordial inteligencia entre estos pueblos hermanos (cit. en Martn

    Montalvo y otros, 1985: 163). Para ello se trataba de promover, por ejemplo, la extensin e intensificacin de la

    enseanza, el intercambio de las ideas cientficas y de los mtodos educativos, y la firma de tratados de

    propiedad literaria (Martn Montalvo y otros, 1985: 164). Con todo, los objetivos econmicos ocuparon

    siempre un lugar privilegiado en el ideario de esta organizacin (declarada en Espaa, por cierto, de fomento y

    utilidad pblica en 1890): Desde sus comienzos, la Unin Iberoamericana determin cuatro puntos de inters,

    encabezados por el fomento de los lazos comerciales, bajo la idea de que Iberoamrica era el mercado

    natural de Espaa (Martn Montalvo y otros, 1985: 163, el nfasis es nuestro).

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    Por supuesto, las exigencias tanto polticas como discursivas de cada momento histrico han forzado la

    modulacin de los trminos en que se plantea la hermandad panhispnica. Como acabamos de ver, hubo un

    tiempo en que se afirmaba sin pudor la absoluta identidad de los pueblos hispanohablantes a ambos lados del

    Atlntico y se negaba incluso la impronta dejada por los pueblos precolombinos y africanos en el desarrollo

    moderno de Amrica. El escritor espaol Juan Valera (1824-1905), por ejemplo, escriba a finales del siglo XIX:

    La unidad de civilizacin y de lengua, y en gran parte de raza tambin, persiste en Espaa y en esas Repblicas

    de Amrica, a pesar de su emancipacin e independencia de la metrpoli; Lo que yo sostengo es que ni el

    salvajismo de las tribus indgenas en general, ni la semicultura o semibarbarie de peruanos, aztecas y chibchas,

    aadi nada a esa civilizacin que ah llevamos y que ustedes mantienen y quiz mejoran y magnifican (Valera,

    1958: 313 y 365).13

    En el hispanoamericanismo de principios del siglo XXI afirmaciones tales han quedado casi excluidas de las

    discusiones pblicas de la materia. El casi se debe a que, por ejemplo, an en el pasado reciente un director de

    la RAE, Manuel Alvar, afirmaba: Mxico saba mejor que nadie el valor de tener una lengua que unifique y que

    libere de la miseria y del atraso a las comunidades indgenas [...]. Salvar al indio, redimir al indio, incorporacin

    del indio, como entonces gritaban, no es otra cosa que desindianizar al indio. Incorporarlo a la idea de un Estado

    moderno, para su utilizacin en unas empresas de solidaridad nacional y para que reciba los beneficios de esa

    misma sociedad [...]. El camino hacia la libertad transita por la hispanizacin (Alvar, 1991: 17-18).14

    No sorprende que, en un contexto poscolonial, los esfuerzos espaoles por mantener una relacin privilegiada

    con sus ex colonias (por construir un ascendente sobre ellas, en palabras de Seplveda) fueran recibidos con

    cierta reserva si no con clara desconfianza por sectores de la sociedad y clase poltica americana, y menos aun

    sorprende que actitudes como las anteriormente descritas hayan generado reacciones abiertamente hostiles en la

    Amrica hispanohablante. En efecto, la consolidacin de la comunidad panhispnica, ya no slo como idea sino

    como entidad econmica y polticamente relevante, se ha tenido que enfrentar a importantes desafos.

    Recordemos por ejemplo la articulacin de identidades nacionales en las nuevas repblicas y la aparicin de

    rivalidades regionales y conflictos fronterizos, el debilitamiento de Espaa como referente cultural, las profundas

    desigualdades entre pases y sectores sociales que perturban la imagen de armona que persigue crear el

    hispanoamericanismo, el carcter plurilinge de la mayora de los pases que integraran la ideal comunidad

    hispanfona (empezando por la propia Espaa). De entre todos estos obstculos, tienen especial inters para el

    presente ensayo las disputas entre intelectuales de ambos lados del Atlntico que escenificaban pugnas por

    dominar el frgil campo cultural constituido sobre la base del espaol, polmicas que giraban en torno al control

    13 Cito aqu de las Obras completas.

    14 Al referirse a Mxico Alvar recordaba el primer Congreso de Academias de la Lengua Espaola que tuvo lugar en ese pas en 1951 por

    iniciativa del presidente Miguel Alemn. Vase el breve tratamiento de ese congreso que se hace ms adelante en el presente ensayo.

    Diremos aqu que las palabras de Alvar distan mucho de hacer justicia al espritu del discurso inaugural que en el congreso pronunci el

    presidente mexicano (y que se puede leer en las Memorias del congreso).

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    de la norma y del estatus simblico de la lengua, fundamental, como hemos visto, para el cumplimiento de los

    objetivos del hispanoamericanismo: centrmonos por lo tanto, brevemente, en la llamada batalla del idioma.15

    2.1. La batalla del idioma

    Durante los primeros aos de vida de las jvenes naciones americanas surgieron ya los primeros sntomas de

    resistencia a la preservacin de un sistema cultural nico, es decir, las primeras manifestaciones tanto del

    desarrollo de una actitud desde indiferente hasta escptica e incluso hostil a la autoridad lingstica espaola

    como de la emergencia de un rgimen de normatividad especficamente americano. Iban apareciendo, en efecto,

    individuos e instituciones que gestionaban (o aspiraban a gestionar) la lengua, la cultura, la educacin desde la

    misma Amrica y en base a las necesidades propias de las nuevas naciones. Quizs el caso ms conocido y de

    mayor impacto en la primera etapa sea el del gramtico venezolano Andrs Bello (1781-1865), quien publicaba,

    en 1847, la Gramtica de la lengua castellana destinada al uso de los americanos. La famosa gramtica de

    Bello no supona una declaracin explcita de independencia lingstica. De hecho no slo naca con voluntad

    unificadora y como respuesta a los temores de fragmentacin lingstica que se empezaban a expresar en

    Amrica, sino que utilizaba como base para la seleccin de la norma las variedades peninsulares castellanas del

    espaol.16

    Sin embargo, la simple aparicin de este texto revelaba la debilidad normativa de la Real Academia

    Espaola (RAE) en Amrica, la conciencia de al menos ciertos sectores de su intelectualidad de que, como

    resultado de la emancipacin, tenan que asumir el control de la gestin del idioma igual que haban hecho en

    otros mbitos de su vida independiente.

    Si Bello fue, con todo, sumamente respetuoso con la autoridad de la RAE y con el modelo de norma que esta

    propona, no lo fue tanto la generacin argentina del 1837.17

    Esteban Echeverra (1805-1851), por ejemplo,

    afirmaba: El nico legado que los americanos pueden aceptar y aceptan de buen grado de la Espaa, porque es

    realmente precioso, es el del idioma; pero lo aceptan a condicin de mejora, de transformacin progresiva, es

    decir, de emancipacin (cit. en Alfn, 2008: 52). Una emancipacin que reivindicaba tambin, a su manera,

    Juan Bautista Alberdi (1810-1884): Si la lengua no es otra cosa que una faz del pensamiento, la nuestra pide

    una armona ntima con nuestro pensamiento americano, ms simptico mil veces con el movimiento rpido y

    directo del pensamiento francs, que no con los eternos contornos del pensamiento espaol (cit. en Alfn, 2008:

    53). Vemos que, tras la independencia poltica, aquellas primeras generaciones reclamaban tambin la

    emancipacin cultural y lingstica. Y, aunque con el paso de los aos se haba de templar la retrica

    antiespaola (fue el caso de Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento, por ejemplo), el anhelo de autonoma no se

    15 Para un tratamiento ms detallado de estas polmicas se puede consultar J. del Valle y Gabriel-Stheeman (2004) y Rama (1982).

    16 Vase el estudio de Mor, 2004.

    17 Un tratamiento de las generaciones argentinas del XIX y su visin de la lengua lo ofrece Rosenblat (1960). Ms recientes son Ennis

    (2006) y algunos de los estudios en Gonzlez (2008).

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    apagara. En 1876, Juan Mara Gutirrez (1809-1878), miembro destacado de aquella misma generacin,

    protagonizara un revelador incidente con la Real Academia Espaola. Unos aos antes, la RAE haba iniciado un

    proyecto de creacin de academias correspondientes en Amrica. Este gesto, se esperaba, les demostrara a los

    americanos la voluntad de cooperacin de los acadmicos espaoles, consolidara la autoridad acadmica y

    reforzara la unidad lingstica y cultural al acercar a las clases letradas de ambos lados del Atlntico. Si bien la

    iniciativa cuaj en ciertos pases,18

    el resultado de aquellos esfuerzos estuvo lejos de obtener el xito esperado.

    Como adelantbamos arriba, Juan Mara Gutirrez, al ser nombrado miembro correspondiente de la Espaola,

    rechaz el nombramiento declarando: Creo, seor, peligroso para un sudamericano la aceptacin de un ttulo

    dispensado por la Academia Espaola. Su aceptacin liga y ata con el vnculo poderoso de la gratitud, e impone

    a la urbanidad, si no entero sometimiento a las opiniones reinantes en aquel cuerpo (Gutirrez, 2003: 72).

    Expresaba as Gutirrez, incluso dcadas despus de las efusiones independentistas de la juventud, la necesidad

    de conformar sistemas culturales autnomos y los peligros que entraara la subordinacin y dependencia de

    instituciones que, por mucha afinidad lingstica y cultural que en efecto exhibieran, representaban a pases

    extranjeros y por lo tanto los intereses de estos. Esta actitud no era exclusiva de intelectuales argentinos.

    Representativas de ese mismo sentir son tambin las siguientes palabras del escritor peruano Manuel Gonzlez

    Prada (1844-1918): Cunde hasta el servilismo internacional: las agrupaciones literarias y cientficas tienden a

    convertirse en academias correspondientes de las reales academias espaolas. Literatos, abogados y mdicos

    vuelven los ojos a Espaa en la actitud vergonzante de mendigar un ttulo acadmico (cit. en Rama, 1982: 134).

    Otra sonada polmica en torno a la lengua que acabara por revelar disputas sobre el orden cultural poscolonial la

    protagonizaron a finales del siglo XIX y principios del XX el ya mencionado escritor espaol Juan Valera y el

    fillogo colombiano Rufino Jos Cuervo (1844-1911). En 1899, el colombiano lamentaba la lejana pero

    inevitable fragmentacin del espaol en mltiples lenguas. Las diferencias dialectales que empezaban a

    manifestarse incluso en textos literarios, segn Cuervo, representaban el inicio de un proceso de colapso del

    espaol anlogo al que en su momento haba dado lugar a que del latn se desarrollaran las lenguas romnicas.

    Esta prediccin preocup a Juan Valera, quien respondi en un artculo publicado el 24 de septiembre en Los

    Lunes del Imparcial de Madrid. Afirmaba el espaol la salud de la lengua y apelaba a los hombres de letras para

    que cumplieran, con el necesario optimismo, la misin de guardianes que les corresponda. La polmica fue

    larga y compleja19

    y dio lugar a que salieran a la superficie las tensiones que venan caracterizando la gestin

    colectiva del idioma: Los espaoles, al juzgar el habla de los americanos, han de despojarse de cierto invencible

    desdn que les ha quedado por las cosas de los criollos (Cuervo, 1950: 288), escribi Cuervo; y, cuando, harto

    de los trminos en los que Valera planteaba la discusin, dio por cerrada la polmica, lo hizo con reveladoras

    18 De hecho al correr de los aos todos los pases de la Amrica hispanohablante incluido Estados Unidos acabaran por formar su

    academia de la lengua. Cuestin aparte es el grado de reconocimiento y prestigio que las academias tengan en sus respectivos pases.

    Vanse Lpez Morales (1995), Guitarte y Torres Quintero (1968) o Zamora Vicente (1999).

    19 Vase el captulo 4 en J. del Valle y Gabriel-Stheeman, 2004.

  • 9

    palabras: [Valera] pretende que las naciones hispanoamericanas sean colonias literarias de Espaa, aunque para

    abastecerlas sea menester tomar productos de pases extranjeros, y, figurndose tener an el imprescindible

    derecho a la represin violenta de las insurgentes, no puede sufrir que un americano ponga en duda el que las

    circunstancias actuales consientan tales ilusiones: esto le hace perder los estribos y la serenidad clsica. Hasta

    aqu llega el fraternal afecto (Cuervo, 1950: 332).20

    Sealemos, aunque sea brevemente, otra importante querella con brillantes protagonistas: el escritor argentino

    Jorge Luis Borges (1899-1986) y el fillogo e historiador espaol Amrico Castro (1885-1972). Este ltimo, en

    un libro titulado La peculiaridad lingstica rioplatense y su sentido histrico y publicado en 1941, expresaba su

    consternacin ante el estado de la lengua en el Ro de la Plata y la indiferencia con que las lites argentinas

    (quienes, en su opinin, deberan estar comprometidas con la proteccin de la unidad del idioma) parecan no

    slo ignorar sino incluso agravar el problema. En su respuesta, Borges, rechaz de plano el diagnstico (No

    adolecemos de dialectos, aunque s de institutos dialectolgicos [Borges, 1989: 32]) y, en tono

    caractersticamente borgesiano aadi: He viajado por Catalua, por Alicante, por Andaluca, por Castilla; he

    vivido un par de aos en Valldemosa y uno en Madrid; tengo gratsimos recuerdos de esos lugares; no he

    observado jams que los espaoles hablaran mejor que nosotros. (Hablan en voz ms alta, eso s, con el aplomo

    de quienes ignoran la duda) (Borges, 1989: 32).

    El ao 1951 nos ofrece un captulo importante en la batalla del idioma (J. del Valle, 2010). Por iniciativa del

    presidente de Mxico, Miguel Alemn, la Academia de este pas, correspondiente de la Espaola, convoca un

    congreso que, costeado por el gobierno de Mxico, habra de reunir en su capital a todas las academias de la

    lengua. Una delegacin mexicana visit la RAE en octubre de 1950 para cursar la invitacin oficial a los

    espaoles. Estos aceptaron gustosos y el congreso qued fijado para finales de abril de 1951.21

    El temario fue

    elaborado por la Mexicana y aprobado por la Espaola y el anteproyecto de reglamento estableci que la

    presidencia del congreso le correspondera al director de la RAE (o a su representante). La primera bomba estall

    pocas semanas antes de la gran reunin. La RAE le comunic a los organizadores que, por indicaciones de la

    Superioridad, no podran asistir. Ms tarde se sabra que el Gobierno espaol haba exigido al mexicano la

    renuncia a su reconocimiento del gobierno republicano en el exilio. Ante la negativa de los mexicanos el

    gobierno franquista les indic a los acadmicos que no podran asistir al congreso y estos procedieron a

    informar a sus colegas mexicanos. La polmica no se hizo esperar. As describa el ambiente Jos Len Pagano,

    representante en Mxico de la Academia Argentina de Letras: A poco de haber descendido en Mxico del avin

    despus de treinta horas de vuelo entr de sbito en una atmsfera enardecida, a causa de la no concurrencia

    de Espaa al Congreso de la Lengua [...] Es menester haber estado en Mxico por aquellos das para justipreciar

    20 Cito de la reproduccin de aquellos artculos en Disquisiciones, publicado aos despus.

    21 Los detalles de esta visita se pueden consultar en el Boletn de la Real Academia Espaola, tomo XXX, cuaderno CXXXI (septiembre-

    diciembre, 1950), pp. 456-487.

  • 10

    el resentimiento de la Nacin azteca, motivado por la ausencia de la Real Academia Espaola (Pagano, 1951:

    249-250). La indignacin que capt Pagano en el ambiente de la capital fue expresada ya dentro del Congreso

    con gran elocuencia por el escritor mexicano Martn Luis Guzmn. En una larga intervencin durante el primer

    pleno del congreso, Guzmn propuso una iniciativa que habra transformado la relacin entre las academias. El

    primer punto de la iniciativa recomendaba a las Academias americanas y filipina, correspondientes de la Real

    Academia Espaola, renuncien a su asociacin con esta ltima en los trminos previstos por el artculo IX del

    texto estatutario que las une, y asuman as de lleno la autonoma de que no deben abdicar y la personalidad

    ntegra que les es inalienable (Guzmn, 1971: 1386). Y ms adelante aclaraba: No es verdad que yo pida

    ningn rompimiento definitivo con la Real Academia Espaola. Recomiendo tan solo un procedimiento digno y

    prctico para llegar a una verdadera asociacin o confederacin de academias de nuestro idioma, incluida la

    Academia Espaola (p. 1387).22

    La iniciativa de Guzmn no prosper: slo las delegaciones de Guatemala,

    Panam, Paraguay y Uruguay (adems de los votos particulares de Augusto Iglesias, de Chile, y Germn

    Arciniegas, de Colombia) apoyaron el paso de la iniciativa a la comisin pertinente del congreso.

    Este episodio presentado aqu por medio de unas muy superficiales pinceladas resulta revelador de muchas

    de las dimensiones de la batalla del idioma. La iniciativa de Miguel Alemn nos muestra, por ejemplo, que

    versiones del hispanoamericanismo tambin han tenido vida en la Amrica hispanohablante, y no slo entre los

    sectores ms conservadores de las sociedades americanas. La propuesta de Guzmn nos muestra la existencia,

    an a mediados del siglo XX, de una voluntad emancipadora en el campo de la cultura; una voluntad

    emancipadora, en este caso, que no persegua la negacin o renuncia a la relacin con Espaa sino la

    reconstitucin de la misma en trminos de igualdad. Finalmente, el resultado de la votacin subraya la

    complicidad de un sector de la clase letrada americana en la perpetuacin de un orden lingstico y cultural de

    perfil claramente colonial.

    2.2. Del hispanoamericanismo a la poltica lingstica panhispnica23

    Hemos visto hasta ahora que el movimiento hispanoamericanista se esforz por consolidar un modelo de

    relacin entre Espaa y la Amrica hispanohablante y que el idioma fue con frecuencia el objeto de discursos y

    acciones orientadas al logro de ese objetivo. La seccin anterior habr dejado claro tambin que no todo el

    monte es organo: el hispanoamericanismo se tuvo que enfrentar a numerosos obstculos que se han manifestado

    de modo patente en la gestin de la norma lingstica y de su estatus simblico. Con todo, a pesar de estos

    desafos, el movimiento, en sus distintas reencarnaciones, sobrevive, y podramos afirmar incluso que, en la

    22 Los detalles de la polmica pueden ser consultados en las Memorias del Congreso y en la historia oficial (y no por ello deja de ser

    excelente) de la RAE de Alonso Zamora Vicente (1999).

    23 Sobre este particular, vase tambin S. Senz, pp. ???. (N. de las Eds.)

  • 11

    ltima dcada del siglo XX, adquiri renovada energa al darse por fin, en un nuevo contexto geopoltico, las

    condiciones que han provedo al proyecto de combustible econmico, argumentos polticos y soporte

    institucional.

    En primer lugar, a partir de los ochenta, un grupo de compaas de capital predominantemente espaol

    (representantes de mltiples sectores: financiero, energtico, editorial, telecomunicaciones, turismo,

    construccin, energas renovables) se proyectaban internacionalmente y, con la complicidad de parte de la clase

    poltica y empresarial local, escogan Amrica Latina como campo de operaciones privilegiado (Bonet y de

    Gregorio, 1999; Casilda Bjar, 2001). Ya a mediados de los noventa, Jess de Polanco, forjador del importante

    imperio editorial y meditico PRISA, asociaba, en la mejor tradicin hispanoamericanista, la proximidad cultural

    al derecho legtimo de su pas a dirigir el punto de mira hacia las antiguas colonias: Sin embargo, el presidente

    de PRISA entiende que Amrica Latina es un objetivo poltico, econmico y empresarial legtimo para los

    espaoles. [...] Estamos mucho menos lejos de Amrica Latina de lo que nadie puede pensar (cit. en El Pas,

    22/07/1995: en lnea). Una dcada despus la anunciada penetracin se haba producido generando, al menos en

    la opinin de algunos lderes empresariales, un alto nivel de integracin, de nuevo, tal como el

    hispanoamericanismo haba previsto desde sus inicios: Lo que est pasando en Latinoamrica no se entendera

    sin la presencia de la empresa espaola, como tampoco se entendera el fortalecimiento de Espaa en el mundo

    sin la expansin de la empresa espaola en Latinoamrica (Francisco Luzn, consejero director general del

    Grupo Santander para Amrica Latina; cit. en Miguel . Noceda, 10/07/2007: en lnea). Ntese que, en este

    nuevo contexto en que las economas nacionales se abran a la inversin extranjera, el desarrollo econmico de

    Espaa se hace depender en gran medida de las posibilidades de inversin en Amrica Latina y que este

    potencial se vincula inequvocamente a la existencia de un pasado compartido y una herencia lingstica comn.

    En segundo lugar, estas nuevas perspectivas de inversin para el capital espaol coincidan con profundas

    transformaciones del sistema capitalista, como sealbamos en el prrafo anterior: se globalizaba la economa

    mundial y se relativizaba el poder de los Estados nacin, que se vean compelidos a responder a las nuevas

    condiciones geopolticas. Los procesos de integracin regional se presentaban en tal contexto como sine que non

    para el desarrollo, y el nivel de protagonismo de cada pas en las distintas reas se perciba como factor

    determinante del rol global que a cada uno le habra de corresponder. Si a mediados de los ochenta Espaa

    consegua incorporarse al vagn de cola de Europa (a lo que entonces se llamaba Comunidad Econmica

    Europea), desde finales de esa dcada pasaba a concentrarse en su poltica hacia lo que cada vez con ms

    frecuencia se llama Iberoamrica, asumiendo el liderazgo de un proceso de integracin que, de realizarse con

    xito, acabara por conformar la Comunidad Iberoamericana de Naciones: A principios de los aos ochenta,

    que es cuando por parte espaola se empieza a plantear la oportunidad de celebrar una Cumbre Iberoamericana

    en torno a 1992, la posibilidad de que se celebrase una reunin de esta naturaleza y alcance y de que la Cumbre

    Iberoamericana obtuviese un cierto reconocimiento, apareca en el horizonte de 1992 como algo remoto, casi

    imposible de lograr, en funcin del escenario internacional, de la diversidad y heterogeneidad de los pases

  • 12

    iberoamericanos y del todava escaso nivel de las relaciones entre Espaa e Iberoamrica. En este contexto, la

    realidad es que slo la diplomacia espaola apostaba decididamente por este objetivo, sin que en esos momentos

    hubiera especial inters en los pases iberoamericanos en apostar, ms all de la retrica, por el mismo (C. del

    Arenal, 1999: 206). Los esfuerzos de la diplomacia espaola encontraran efectivamente sus primeras

    recompensas con la cumbre de Guadalajara, Mxico, que tuvo lugar los das 18 y 19 de julio de 1991, y la del

    Quinto Centenario, celebrada en Madrid el 24 de julio de 1992. Como ha sealado el diplomtico chileno Ral

    Sanhueza Carvajal el trabajo diplomtico para consensuar esta iniciativa estuvo determinado por el ejercicio de

    un liderazgo espaol, el cual en esta etapa, asumi la forma de liderazgo ejemplificador o pedaggico,

    caracterizado por la prudencia y una inspiracin idealista (2003: 38). Teniendo en cuenta la complicada historia

    de las relaciones entre Espaa y sus antiguas colonias, las mltiples disputas en torno al estatus relativo de los

    pases americanos y la vieja metrpolis y los recelos ante sus intenciones y ademanes paternalistas, no sorprende

    que la diplomacia de este pas operara con especial prudencia. Nada ms lejos de sus objetivos que la posible

    identificacin de impulsos neocoloniales en la proyeccin iberoamericana de Espaa; de ah que se insistiera en

    que hay que dejar muy claro que no se trata de construir el equivalente de la Francofona, o la Commonwealth

    en las que las antiguas metrpolis juegan un papel hegemnico. En el caso espaol, la relacin no es paterno-

    filial sino fraternal (Papell, 1991: 166). La proyeccin de esta imagen de hermandad, el ansia por elidir la

    preeminencia de Espaa que tanto dao haba hecho al hispanoamericanismo a lo largo de la historia (como

    vimos arriba ejemplificado en el terreno de la gestin del idioma), se convertira por tanto en un objetivo

    prioritario para la diplomacia espaola.

    Por ello, en tercer lugar, al tiempo que, como acabamos de ver, se iban produciendo, en los mbitos econmico y

    poltico, desarrollos en los que se perfilaba la Amrica hispanohablante como objetivo preferente de la poltica

    exterior espaola y que parecan exigir la activacin del viejo proyecto hispanoamericanista, los sucesivos

    gobiernos de este pas (socialistas y populares) iban movilizando agencias culturales que ofrecan soporte

    institucional y ponan en marcha acciones al servicio de la defensa de sus intereses geopolticos. Nos

    centraremos a partir de aqu en dos de estas agencias (la Real Academia Espaola y el Instituto Cervantes, IC) y

    en algunos de los objetivos por ellas asumidos: asegurar la unidad del idioma y promover su difusin

    internacional.

    3. LA RAE, EL INSTITUTO CERVANTES Y LA HISPANOFONA

    La defensa de la unidad lingstica, como vimos arriba, ha sido una de las preocupaciones centrales del

    hispanoamericanismo y est liderada en la actualidad por la Real Academia Espaola. Desde principios de los

    noventa, la RAE ha puesto gran empeo en la modernizacin de su imagen adoptando pblicamente una actitud

    que, lejos del clsico purismo elitista, se plantea un dilogo permanente con el pueblo, sealando una y otra vez

  • 13

    su compromiso con las tecnologas del lenguaje, y vinculando su actividad al desarrollo econmico y

    empresarial. Ha apostado, por ejemplo, por una fuerte presencia en la Red y por asociar el espaol con el mundo

    digital. En este contexto cabe recordar la publicidad que se le dio, en 1999, a la visita del magnate de Microsoft

    Bill Gates a la sede de la Academia en Madrid. El diario El Pas abra la noticia con el siguiente titular: Bill

    Gates y la Academia firman un acuerdo para mejorar el espaol que usa Microsoft: el empresario estadounidense

    visita a la Real Academia Espaola y alaba su nivel tecnolgico (Miguel Mora, 16/09/1999: en lnea). Y cabe

    sealar tambin en este mismo contexto el cuidado que la corporacin a puesto en sus relaciones con el mundo

    empresarial: Convenio entre la Academia y Prisa. [...] Prisa [...] y el Grupo Santillana han realizado una

    aportacin econmica a la Fundacin Pro Real Academia, donde estn integrados los principales bancos y las

    grandes empresas y corporaciones espaolas (El Pas, 11/12/1998: en lnea); Las fundaciones pro RAE y

    Endesa renuevan su acuerdo de colaboracin. [...] La empresa elctrica se compromete a invertir 60 millones

    entre 2002 y 2004, que la Academia destinar a continuar la revisin de los americanismos en el Diccionario

    (El Pas, 10/10/2001: en lnea); El director de la Real Academia Espaola, Vctor Garca de la Concha y el

    secretario de la Agencia Espaola de Cooperacin Internacional (AECO), Miguel ngel Corts, firmaron ayer un

    acuerdo para la difusin del espaol que incluye diversos programas (El Pas, 11/10/2001: en lnea).24

    Quizs la preocupacin central de la RAE haya sido su relacin con la Amrica hispanohablante, la cual se ha

    trabajado principalmente a travs del fortalecimiento de la Asociacin de Academias de la Lengua Espaola

    (Asale) y de la adopcin de una poltica lingstica llamada panhispnica. Los que siguen de cerca la actividad

    de la RAE saben bien que el viejo lema limpia, fija y da esplendor, tan explcito en cuanto a la clsica funcin

    profilctica de la institucin, ha ido siendo progresivamente desplazado hacia una zona menos visible de la

    imagen pblica que la Academia ha ido proyectando de s misma. En su pgina web, en una brevsima seccin

    de introduccin histrica, la RAE describe su propia evolucin en los siguientes trminos: La institucin ha ido

    adaptando sus funciones a los tiempos que le ha tocado vivir. Actualmente, y segn lo establecido por el artculo

    primero de sus Estatutos, la Academia tiene como misin principal velar porque los cambios que experimente

    la Lengua Espaola en su constante adaptacin a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad

    que mantiene en todo el mbito hispnico.25 La nueva imagen pblica de la RAE se presenta de manera

    inequvoca en un texto clave para la comprensin del proyecto actual, La nueva poltica lingstica

    panhispnica, publicado en 2004 por la RAE y firmado por la Asale: En nuestros das, las Academias, en una

    orientacin ms adecuada y tambin ms realista, se han fijado como tarea comn la de garantizar el

    mantenimiento de la unidad bsica del idioma, que es, en definitiva, lo que permite hablar de la comunidad

    hispanohablante, haciendo compatible la unidad del idioma con el reconocimiento de sus variedades internas

    24 Para un tratamiento ms extensor del asunto vase el captulo 10 en J. del Valle y Gabriel-Stheeman 2004 o La RAE y el espaol total

    en J. del Valle (2007).

    25 Cf. .

  • 14

    (Asale, 2004: 3). En este fragmento vemos condensadas las ideas que definen la estrategia para la defensa del

    idioma y que nos permiten entender su funcin en el ms amplio contexto de los intereses econmicos y

    geopolticos de Espaa: primero, la adopcin de un modelo de normatividad policntrica asumible por las

    academias americanas (y por las sociedades de la Amrica hispanohablante) y, segundo, la instrumentalizacin

    del espaol, de su unidad (ms conceptual que formal),26

    como basamento de la comunidad panhispnica, es

    decir, la proyeccin de una imagen del idioma que convenza a la opinin pblica de la existencia de esta

    comunidad y de la legitimidad de sus custodios. La trascendencia de esta nueva aproximacin al idioma la ha

    sealado inequvocamente el actual director Vctor Garca de la Concha: creemos que con ello estamos

    prestando un servicio cuyo inters rebasa lo estrictamente lingstico para situarse en un valor importantsimo en

    la integracin de Comunidad Iberoamericana de Naciones, y creemos que esto se realiza como el mejor servicio

    al robustecimiento de la unidad del espaol, pero con el respeto ms absoluto a las realizaciones variadas que ese

    espaol unido tiene en cada una de las regiones (Francia, 15/09/2005).

    Por lo que a la promocin internacional del espaol se refiere, la agencia que ha liderado los esfuerzos por

    definirla como lengua global, o al menos como valioso producto en los mercados lingsticos internacionales, es

    el Instituto Cervantes. Creada por el Gobierno de Espaa en 1991 para la promocin y enseanza de la lengua

    espaola y para la difusin de la cultura espaola e hispanoamericana (la cursiva es ma), esta importante

    agencia define, en la actualidad, su misin en los siguientes trminos:

    [CITA INTERCALADA:]

    Organizar cursos generales y especiales de lengua espaola, as como de las lenguas cooficiales en Espaa. Expedir en nombre del

    Ministerio de Educacin y Ciencia, los Diplomas de Espaol como Lengua Extranjera (DELE) y organizar los exmenes para su

    obtencin. Actualizar los mtodos de enseanza y la formacin del profesorado. Apoyar la labor de los hispanistas. Participar en

    programas de difusin de la lengua espaola. Realizar actividades de difusin cultural, en colaboracin con otros organismos

    espaoles e hispanoamericanos y con entidades de los pases anfitriones. Poner a disposicin del pblico bibliotecas provistas de

    los medios tecnolgicos ms avanzados. [El nfasis es nuestro.]27

    [FIN DE CITA INTERCALADA:]

    En esta declaracin de objetivos se vislumbra, como ocurra al analizar el discurso de la RAE, la presencia de

    preocupaciones que trascienden lo puramente lingstico y que nos remiten de nuevo tanto a los avatares de la

    poltica nacional como a los intereses internacionales de Espaa. Fijmonos, por ejemplo, en el compromiso al

    26 El ansia por preservar la unidad formal de la lengua, es decir, por reducir la variacin dialectal para evitar la fragmentacin y proteger

    la unidad, est prcticamente ausente de los discursos actuales que surgen del entorno acadmico. Es ms, el abrazo de la variedad ha

    pasado a ser uno de los ejes de la poltica lingstica panhispnica. Lo que interesa ahora es proteger la unidad conceptual del idioma, es

    decir, procurar que el espaol, al margen de su diversidad interna, sea concebido como una sola lengua que representa y posibilita la

    existencia de una comunidad cultural y, como se expone en el presente ensayo, de un mercado.

    27 Cf. .

  • 15

    menos, sobre el papel a ensear no slo espaol sino tambin las lenguas cooficiales (cataln, gallego y

    vasco). Esta lnea de accin adquiere pleno significado en el contexto de una dinmica poltica concreta: la

    existencia de mltiples procesos de construccin nacional dentro del pas y los esfuerzos del gobierno central por

    consolidar la unidad poltica y la legitimidad del Estado adoptando una retrica de apoyo a la diversidad cultural

    y lingstica. Fijmonos tambin en que el Cervantes se compromete con la promocin no de la cultura

    espaola sino de las culturas espaolas e hispanoamericanas, compromiso que se ve con mayor claridad a la

    luz del proyecto panhispnico ya discutido. Ante la posibilidad de que se interprete la accin cultural exterior de

    Espaa en clave neocolonial, el Instituto se erigen en representante no de Espaa sino de la comunidad basada en

    la lengua comn. Vemos pues que el Cervantes es sensible ante el hecho de que sus operaciones tienen

    repercusiones tanto en el complejo entramado de nacionalismos que se despliega en Espaa como en el mbito

    internacional, es decir, en el rea idiomtica delimitada por el espaol y en los mercados lingsticos globales.

    Conviene dejar claro que la proyeccin de esta poltica sobre mbitos que se sitan ms all de lo lingstico no

    ocurre de modo subrepticio. Al contrario, Carmen Caffarel, directora del Cervantes desde el ao 2007, expresaba

    sin ambigedades la vinculacin de la agencia que dirige con los intereses de Espaa: El Cervantes sirve para

    abrir puertas a las empresas espaolas en el exterior. [...] En la medida en que seamos ms conocidos en el

    mundo, nuestro peso como pas ir creciendo, la economa se ver beneficiada, y un intangible como el espaol

    se convertir en embajador de nuestro pas en el mundo (Ana Martnez, 09/01/2008: en lnea).

    En sntesis, la accin de la RAE y del Instituto Cervantes presenta un alto grado de integracin en la poltica

    exterior espaola y se materializa, primero y como acabamos de sealar, en la una estrategia de cobertura a la

    expansin empresarial (una suerte de soporte propagandstico y logstico), segundo, en esfuerzos por dar al

    idioma forma de valioso activo econmico y controlar su gestin en el mercado global y, finalmente, en una

    aportacin retrica a la consolidacin del mundo hispanohablante como hispanofona.

    Detengmonos brevemente en este trmino. Las etiquetas usadas para referirse al grupo de naciones donde se

    habla espaol o a la comunidad de seres humanos que lo tienen como lengua nativa exhibe una cierta

    inestabilidad. La etiqueta que aqu propongo, hispanofona, pretende sugerir una conceptualizacin distinta de la

    que se deduce de trminos convencionales tales como Iberoamrica. En el horizonte terico aqu dibujado, la

    hispanofona no sera simplemente un hecho objetivo, un grupo de naciones, una red de interaccin tejida por un

    cdigo comunicativo compartido. El trmino nos remitira ms bien a una comunidad imaginada, anclada en una

    lengua comn que une en un vnculo afectivo a todos los que la poseen y a todos los que sienten un lazo de

    lealtad hacia ella. Al hablar de la hispanofona como comunidad imaginada no queremos sugerir que se trate de

    una fabricacin. Usamos el trmino en el sentido que le dio Benedict Anderson (1982): es una comunidad cuyos

    miembros no viven directamente la experiencia del contacto y de los hbitos y valores compartidos, pero son

    capaces de imaginar tal comunin gracias a la existencia de redes de interaccin facilitadas por una lengua

    compartida y gracias a la presencia de seales discursivas, tales como referencias directas a la comunidad, o

    simblicas, tales como banderas que les recuerdan cotidianamente la existencia de un colectivo humano de

  • 16

    alguna manera afn. Pensamos, pongamos por caso, en Galicia, como una comunidad constituida por gallegos.

    Y, aunque no los hemos visto a todos, imaginamos que en todos y cada uno de ellos se manifiestan los rasgos

    que circunstancias histricas (culturales y polticas) concretas han establecido como seales de la galleguidad.

    La hispanofona se basa en realidad en una ideologa lingstica, es decir, en una concepcin cultural de la

    naturaleza, forma y sentido del lenguaje y de las prcticas comunicativas como escenificaciones de un orden

    colectivo (Gal y Woolard, 2001:1).28

    Pensar en las representaciones de una lengua (por ejemplo, las

    afirmaciones que se hacen sobre el espaol como recurso econmico o como sea de identidad panhispnica)

    como ideologas lingsticas nos invita a que no las aceptemos acrticamente sino a que las contextualicemos

    identificando su anclaje institucional y su funcin naturalizadora de un orden extralingstico. Nos invita a que

    nos planteemos a qu intereses puede servir que se generalice una determinada visin de la lengua y no otra.

    La hispanofona por tanto no es slo una comunidad sino tambin una ideologa lingstica: se basa en una

    visin del espaol que, por un lado, emerge de instituciones (la RAE y el Cervantes entre otras) cuya actividad se

    coordina con proyectos de orden econmico (la obtencin de un estatus privilegiado en el mercado

    panhispnico) y poltico (la integracin de los pases hispanohablantes como entidad con peso poltico

    internacional) y, por otro, naturaliza y legitima estos proyectos al representar el idioma como base de una

    comunidad unitaria y armnica. Vctor Garca de la Concha, actual Director de la RAE, expresaba la esencia de

    esta ideologa con sucinta elocuencia: Es realmente emocionante cmo la lengua est sirviendo de lugar de

    encuentro y no slo como canal de comunicacin. La lengua nos hace patria comn en una concordia superior

    (cit. en El Pas, 07/09/2000: en lnea).

    Tras haber expuesto las lneas de la poltica lingstica panhispnica que se entrecruzan con la proyeccin

    exterior de Espaa, podemos abrir la reflexin sobre el inters que entre los mismos actores ha despertado la

    poblacin hispanohablante de Estados Unidos y la popularidad del espaol como lengua extranjera en sus

    escuelas y universidades.

    4. ESPAA, ESTADOS UNIDOS Y LA PUJANZA DE LO HISPANO

    En el verano del 2003, en un extenso artculo titulado President Lpez? el diario madrileo El Pas

    examinaba el llamado fenmeno latino en los Estados Unidos: Los hispanos, adems de estar ya por encima de

    la minora negra, son ms jvenes, tienen ms hijos y empiezan a salir del pozo de la pobreza para atisbar su

    propia manera de realizar el sueo americano. An no son una clase media poderosa, pero sus posibilidades de

    28 La formulacin de esta categora terica y su utilidad para el desarrollo de la sociologa del lenguaje ha sido posible gracias a un

    esfuerzo interdisciplinario por converger en torno a una visin del lenguaje orientada hacia sus funciones no referenciales, la conciencia

    lingstica de los hablantes (Kroskrity, 2000: 4-23) y su especificidad histrica y cultural (Gal y Woolard, 2001; Joseph y Taylor, 1990;

    Kroskrity, 2000; Schieffelin, Woolard y Kroskrity, 1998).

  • 17

    crecimiento resultan cada vez ms atractivas para los mercados y para los cazadores de votos (Javier Casqueiro,

    20/07/2003: en lnea). El origen del artculo estaba en un informe, hecho pblico unos meses antes por la Oficina

    del Censo, que confirmaba que los hispanos se haban convertido en el grupo minoritario ms numeroso del pas.

    Este hito demogrfico le ofreca una excelente oportunidad a la prensa espaola para celebrar las oportunidades

    que ofreca la creciente prominencia de este grupo poblacional para instituciones espaolas que intentaban

    fortalecer o establecer su presencia en los Estados Unidos: DON FELIPE CELEBRA LA PUJANZA DE LO HISPANO

    EN LA APERTURA DEL INSTITUTO CERVANTES DE NUEVA YORK. Acompaaron al Prncipe el secretario de

    Estado de Cooperacin Internacional, Miguel ngel Corts, y el Director del Instituto Cervantes, Jon Juaristi

    (Alfonso Armada, 12/10/2003: 61). En efecto,desde su fundacin, el Instituto Cervantes ha considerado a los

    Estados Unidos (y Brasil) un objetivo prioritario y ha celebrado la pujanza de lo hispano como un proceso no

    slo demogrfico sino de relevancia cultural, econmica y poltica que facilita sus operaciones de promocin del

    espaol y, por ende, como vimos en la seccin anterior, de defensa de los intereses de Espaa.29

    A nadie se le oculta la importancia estratgica que tiene para cualquier pas del mundo definir los trminos de su

    relacin con una potencia econmica y militar como Estados Unidos. Jaime Malet, presidente de la Cmara de

    Comercio Americana en Espaa, lo expresaba en los siguientes trminos: Espaa es hoy una potencia

    intermedia que ha ganado prestigio internacional por su desarrollo social, poltico y econmico en los ltimos 30

    aos de democracia. Sin embargo, este desarrollo inaudito, muy valorado en la Europa continental, sigue sin

    levantar pasin en el mundo anglosajn, donde se duda de l (Reino Unido) o se ignora (EE.UU.). Y sin

    visibilidad en el mundo anglosajn, especialmente en EE.UU., es muy difcil que Espaa mantenga su estatus

    relativo o lo mejore (Jaime Malet, 20/05/2008: en lnea). Al margen de que se pudiera disputar la opinin de

    Malet (condicionada, naturalmente, por su posicin), el hecho es que los recientes gobiernos espaoles han

    cultivado con decisin (si bien en trminos muy distintos unos de otros) la relacin con la potencia

    norteamericana. Fuera de toda duda est el compromiso del ex presidente del gobierno Jos Mara Aznar desde

    la foto de las Azores el 16 de marzo del 2003, donde se escenific no slo el apoyo a la invasin de Iraq sino la

    voluntad de alineamiento incondicional con Estados Unidos. Desde el 2004, aunque tras la retirada de las tropas

    espaolas de Iraq ordenada por el nuevo presidente Rodrguez Zapatero el trato superficial entre el gobierno

    espaol y la administracin Bush ha sido fro, las relaciones entre ambos pases no se han suspendido ni mucho

    menos. No slo Espaa se convirti en el cuarto inversor extranjero en 2007 (las inversiones espaolas han

    crecido aceleradamente en los ltimos 5 aos hasta situarnos como su cuarto inversor, segn el ministro

    espaol de Asuntos Exteriores Miguel ngel Moratinos),30

    sino que el discurso pblico producido por los lderes

    polticos espaoles se muestra inconfundiblemente abierto a la amistad hispano-estadounidense. En una

    29 A la misma estrategia responde el anuncio de apertura de la Casa de Espaa en Washington, D.C., una embajada cultural, social y

    econmica que atienda, dinamice y atraiga a un colectivo que supone la primera minora del pas y sirva como polo de atraccin al resto

    de la poblacin estadounidense para estrechar lazos (lvaro Carvajal, 13/05/2008: en lnea).

    30 Cf. .

  • 18

    conferencia pronunciada en Nueva York ante el Foro de Liderazgo Mundial, Zapatero afirmaba: Queremos ser

    un buen amigo de EE.UU. (El Pas, 24/09/2008: en lnea).]

    Si ha habido, en general, consenso sobre la importancia de mantener una relacin comercial sustancial con

    Estados Unidos, tambin lo ha habido sobre la estrategia a seguir para penetrar el difcil entramado poltico y el

    enorme mercado norteamericano: nos referimos al cuidadoso cultivo de la amistad con la poblacin hispana

    estadounidense y el fortalecimiento de las afinidades existentes o potenciales. El ya citado Jaime Malet opinaba

    en el mismo artculo: Espaa tiene, a mi modo de ver, dos oportunidades histricas para ganar visibilidad y

    peso en EE.UU. El primero son los estadounidenses de origen hispano. [...] Tener un colectivo tan grande y de

    creciente influencia que sin ser espaoles s sienten una cierta afinidad por Espaa es una gran oportunidad.

    Quizs las declaraciones ms directas sobre el inters de Espaa en los latinos estadounidenses fueron hechas

    por Aznar durante una visita realizada en 2003. Los siguientes titulares, tomados de la cobertura de aquel viaje,

    nos ayudarn a entender los trminos en los que se conceba la relacin entre Espaa, los Estados Unidos y su

    poblacin latina y la orientacin que se esperaba dar a la accin cultural exterior en Norteamrica: Aznar trata

    de afianzar en Estados Unidos un liderazgo entre la poblacin hispana (Peru Egurbide, 08/07/2003: en lnea);

    Aznar anima a los hispanos para que acerquen EE.UU. a Iberoamrica y Europa (Peru Egurbide, 14/07/2003:

    en lnea); La pujanza econmica y demogrfica configura estas comunidades como un mercado en alza y una

    fuerza social en auge (Peru Egurbide, 08/07/2003: en lnea). The Wall Street Journal, en un reportaje sobre esa

    misma visita, lo expona de modo todava ms claro. En un artculo titulado As His Tenure Winds Down,

    Aznar Stresses Spains Ties to Americas [Hacia el final de su mandato Aznar enfatiza los vnculos de Espaa

    con las Amricas], se citaban las siguientes palabras del presidente del gobierno espaol: Quiero que los

    hispanos de los Estados Unidos sepan que tienen races europeas comunes y una herencia que puede ser tan

    slida como la anglosajona (F. Kempe y C. Vitzthum, 16/09/2003). Y se comentaba a continuacin: Con

    razn. En slo una dcada, las compaas espaolas han invertido ms de 90 millones de dlares en su expansin

    por Amrica Latina y han hablado ms y ms de utilizar Mxico como plataforma para entrar al mercado

    estadounidense.

    El ministro de asuntos exteriores de los gobiernos Zapatero, Miguel ngel Moratinos, ha descrito una estrategia

    similar en este sentido a la planteada por Aznar. En la inauguracin del coloquio California: races, presencia y

    futuro de la latinidad, afirmaba: El Gobierno de Espaa otorga gran importancia a todas las acciones e

    iniciativas que ponen de manifiesto la contribucin de nuestro pas a la formacin y constitucin de los Estados

    Unidos de Amrica, desde el convencimiento de que compartimos lazos histricos y unas buenas y estrechas

    relaciones polticas y diplomticas que fortalecen y actualizan las seas de identidad de la pujante comunidad

    hispana o latina de Norteamrica. [...] La puesta en valor y difusin de la vertiente espaola e hispana de la

    historia de los Estados Unidos es un patrimonio que compartimos con los estadounidenses que no slo debe

    servir para comprender el pasado, sino para impulsar el presente e inspirar el futuro. Creo que es un legado til

  • 19

    para la comunidad hispana o latina y para enraizar sus seas de identidad.31

    La narrativa es clara: Espaa ha de

    insistir en el papel que jug en la formacin y constitucin del pas norteamericano, ha de presentarse como

    referente identitario para la poblacin latina y, a partir de estas convergencias histricas y culturales,

    posicionarse privilegiadamente ante Estados Unidos de cara al futuro.32

    Las polticas de defensa de la unidad y promocin de la lengua que describamos en la seccin anterior no han

    sido ajenas a lo que podramos llamar la poltica estadounidense de Espaa y al proyecto de penetracin

    comercial en Estados Unidos. Valga como muestra la importancia dada al tema por los congresos internacionales

    de la lengua espaola (los CILE) organizados peridicamente por el Instituto Cervantes, la RAE (excepto el

    primero) y agencias lingsticas, culturales y polticas del pas anfitrin.33

    Durante el segundo de estos

    congresos, celebrado en 2001 en Valladolid, Enrique V. Iglesias, por aquel entonces presidente del Banco

    Interamericano de Desarrollo y en la actualidad Secretario General Iberoamericano, enfatiz en su conferencia

    plenaria la importancia de los latinos: La poblacin hispana de los Estados Unidos constituye la tercera entidad

    econmica del mundo latino; [...] el espaol tiene una importante y creciente impronta en la cultura, las

    comunicaciones y en el volumen del consumo de los Estados Unidos (Iglesias, 2001). Obviamente le interesaba

    sealar el valor econmico de este sector poblacional; pero el aspecto ms relevante de su intervencin para los

    objetivos del presente ensayo es el papel que Iglesias le asignaba al espaol: como sea de identidad que permite

    aislar un segmento del amplio mercado estadounidense (construir a los latinos como consumidores), como marca

    asociada al valor de ciertos productos (el valor que se pueda derivar de, por ejemplo, publicitar una mercanca en

    espaol) y, finalmente, como producto mismo (el espaol como lengua extranjera, la traduccin, la

    interpretacin y servicios relacionados).

    31 Cf. .

    32 Es bien sabido que la Casa Real espaola cumple una activa e importante misin diplomtica en representacin de su pas. En la

    proyeccin de Espaa hacia Estados Unidos no ha sido menos y ha desplegado todo su poder simblico para apuntalar los fundamentos

    del proyecto ideado por los gobiernos de Espaa. En octubre del 2006, el prncipe de Asturias viajaba a Washington, DC, con el objeto de

    dirigirse a la comunidad hispana y en aquella oportunidad declaraba lo siguiente: Deseamos estrechar nuestros lazos con una comunidad

    con la que compartimos tantas cosas [...] Compartimos races culturales comunes, que constituyen la base de nuestra identidad sin que

    importen nuestros orgenes nacionales. Hablo de una identidad que supera las fronteras, de una comunidad transnacional con un

    impresionante legado histrico, artstico, lingstico y cultural (cit. en El Periodico de Mxico, 04/10/2006: en lnea).

    33 La importancia que se le ha dado al tema es visible no slo en los CILE, sino tambin en las publicaciones del I. Cervantes. La sede de

    Chicago, por ejemplo, ha organizado ya dos simposios. A finales del 2002 se abord el tema El espaol en los medios de comunicacin

    de EE.UU. Cultura de emigracin o cultura tnica; cf. . En el

    2003 se debati sobre los principales mbitos que afectan a la planificacin y desarrollo de La enseanza bilinge en EE.UU.; cf.

    . El IC tambin ha publicado en lnea un ndice de recursos El espaol en EE.UU.,

    que compendia los artculos sobre el tema publicados en los sucesivos anuarios del Cervantes, diversos seminarios monogrficos y las

    ponencias de los CILE dedicadas al espaol en Estados Unidos; cf. . Finalmente,

    se acaba de publicar la Enciclopedia del espaol en los Estados Unidos; cf.

    .

  • 20

    Es importante resaltar que el propio lenguaje utilizado por la prensa en el tratamiento del tema revela la

    estrategia de los agentes espaoles de jugar un papel activo en la configuracin de la identidad del latino

    estadounidense: Aznar trata de afianzar en Estados Unidos un liderazgo, Aznar anima a los hispanos, El

    objetivo del prncipe de Asturias es demostrar a los latinos [...], El prncipe de Asturias record a los latinos

    de Estados Unidos que formaban parte de un mundo de 400 millones de personas. Hay que convencerlos no

    slo de que el espaol es una lengua valiosa sino tambin de que es el pilar central de una comunidad

    panhispnica a la cual pertenecen y en la cual Espaa es un benvolo primus inter pares. Estamos ni ms ni

    menos que ante la promocin, desde el mbito de la poltica y la actividad empresarial, de la hispanofona, la

    ideologa lingstica que representa el espaol como elemento constitutivo de una comunidad unitaria y

    armnica que justifica un proceso de integracin.

    Como vimos arriba, la RAE ha jugado un papel protagnico en la promocin de la hispanofona. El

    fortalecimiento de la Asale y la tan publicitada colaboracin con las academias americanas en la elaboracin del

    diccionario, ortografa y gramtica han sido la base de una campaa de imagen en la que la Asale y el idioma

    que custodia se presentan como iconos de una comunidad panhispnica caracterizada por la comunicacin

    armnica. Poco se sabe an del papel jugado por estas agencias en la promocin de la hispanofona en Estados

    Unidos, poco clara est todava su contribucin al despliegue de la estrategia de acercamiento a la poblacin

    latina estadounidense. Pero no olvidemos los esfuerzos que se hacen por recordarles un pasado compartido y por

    naturalizar la extensin en territorio norteamericano de la comunidad panhispnica: La presencia latina en los

    Estados Unidos no es un fenmeno nuevo, sino que se remonta al siglo XVI en el Sur, Sudoeste y Oeste

    norteamericanos, desde Florida a California, pasando por Texas, Luisiana o Nuevo Mxico. Tiene hondas races

    histricas en la exploracin y poblamiento de esos territorios, que han sido escenario de episodios de enorme

    trascendencia (Moratinos).34

    Los acadmicos de la lengua no han sido ajenos a ese proceso de naturalizacin y

    han insistido, como el ministro espaol, en afirmar la continuidad histrica y geogrfica entre el espaol hablado

    en Estados Unidos y el resto de las variedades: Se trata adems de una lengua privilegiada, pues es de una

    unidad muy trabada desde el sur de Estados Unidos hasta la Patagonia, el 90 por ciento del lxico es comn,

    as como la sintaxis, la gramtica y la ortografa (Vctor Garca de la Concha, director de la RAE, en La

    Vanguardia, 09/01/2008, monogrfico especial cultura espaola).35

    Conciencia de la importancia que para el proyecto panhispanista tiene la accin acadmica en Estados Unidos s

    que la hay. Recordemos las declaraciones de Gerardo Pia Rosales en enero del 2008 al ser elegido director de la

    34 Cf. .

    35 La naturalizacin de la hispanofona estadounidense a travs del discurso histrico implica, claro est, sacar a la luz el pasado imperial

    que dio lugar a esa armnica y fraternal comunidad hispanohablante. Parece ser, sin embargo, un riesgo que merece la pena correr:

    [California] territorio en el que permanece la huella del esfuerzo de la Corona espaola por extender su presencia americana, para lo que

    cont con el concurso inestimable de militares, sacerdotes y colonizadores mejicanos, procedentes del Virreinato de Nueva Espaa

    (Moratinos, 2008).

  • 21

    Academia Norteamericana de la Lengua Espaola (ANLE):36

    Nuestra Academia, con sede en Nueva York, se

    encuentra en el ojo del huracn (Juan Luis Tapia, 05/03/2008: en lnea).37

    Ahora bien, qu perspectivas hay de

    que el entorno de la RAE opere con eficacia en la seduccin identitaria de la poblacin latina, tal como exige la

    estrategia de la diplomacia espaola? Qu posibilidades hay de que intervengan activamente en la produccin

    de un sistema cultural y un mercado lingstico autnomo en el seno de la sociedad estadounidense? En qu

    medida le podrn ofrecer a los latinos recursos lingsticos que respondan a sus necesidades y anhelos y una

    autntica alternativa, un modo de concebir el lenguaje y la cultura distinto del que pone a su disposicin la

    sociedad norteamericana? Son, estas, preguntas en exceso generales y ambiciosas. No nos proponemos, claro

    est, darles respuesta; pretendemos ms bien desplegarlas como teln de fondo frente al cual iniciar una

    reflexin sobre el papel hasta ahora jugado por estas agencias en los Estados Unidos.

    5. EL COMPLEJO PERFIL SOCIOLINGSTICO DE LOS LATINOS

    5.1. El repertorio plurilectal

    Al hablar del espaol en Estados Unidos, hay que poner por delante el hecho de que la poblacin latina se

    caracteriza por su extraordinaria heterogeneidad: son de muy diversos orgenes nacionales, llevan diferentes

    perodos de tiempo en el pas, pertenecen a grupos raciales distintos, presentan niveles diferentes de

    escolarizacin y ocupan posiciones diversas en la estructura socioeconmica del pas (aunque los latinos tiendan

    a tener niveles de ingresos bajos). Segn datos hechos pblicos por la oficina del censo en 2006, de la poblacin

    latina estadounidense (que superaba ya los 44.252.000), son mexicanos o de origen mexicano el 64 %,

    puertorriqueos el 9 %, centroamericanos el 7,6 %, suramericanos el 5,5 %, cubanos el 3,4 % y dominicanos el

    2,8 %. Un 7,7 % seleccionaron la opcin Other Hispanic. Esta diversidad de orgenes, as como complejas

    experiencias vitales tales como la emigracin, la adaptacin a un nuevo entorno, el aprendizaje de nuevas formas

    de comunicacin, el posicionamiento marginal en la estructura tnico/nacional de la sociedad estadounidense y,

    a veces, la difcil relacin con el pas de origen (propio o de los antepasados), deben bastar para frenar el impulso

    de hacer generalizaciones simplificadoras sobre la identidad latina. Con la lucidez que la caracteriza, Ana Celia

    Zentella intelectual latina neoyorquina de ascendencia mexicana y puertorriquea, antroploga y

    sociolingista describe as este complejo entramado identitario: L@s latin@s tambin cruzan las fronteras

    nacionales para unirse al colectivo de la sociedad estadounidense en su pasin por el bisbol y otros

    36 Hay que dejar claro, por supuesto, que la ANLE, establecida en 1973 como correspondiente de la RAE, es prcticamente invisible en la

    sociedad estadounidense.

    37 Y quizs esta conciencia sea lo que estimul al secretario de la Asale, Humberto Lpez Morales, a proponer la celebracin del prximo

    congreso de la asociacin (el del 2011) en Nueva York (cf. ).

  • 22

    entretenimientos nacionales y, sobre todo, en su apoyo a las instituciones democrticas. Desplazarse de una a

    otra identidad - por ejemplo, una ligada a una nacin concreta de Latinoamrica, otra ligada a los ideales de los

    Estados Unidos y otras identificadas con ciudades, barrios, bloques y clasificaciones individuales de gnero,

    raza y clase - es normal entre l@s latin@s de EE.UU. (Zentella, 2002: 321).38

    Esta diversidad, que se traduce en la presencia de mltiples variedades dialectales y sociolectales del espaol

    (hay incluso quienes traen en su repertorio lingstico lenguas indgenas como el zapoteco o el mixteco), no ha

    de ser entendida slo como un fenmeno macro, es decir, como una caracterstica de la poblacin hispana en su

    conjunto que desaparece al observar comunidades ms pequeas de un mismo origen nacional. Incluso en estas

    encontramos un alto grado de variacin. Utilicemos como ilustracin el trabajo realizado por la misma Zentella

    (1997) en El Barrio de Nueva York, el clsico enclave puertorriqueo de la seccin Este de Harlem (hoy en vas

    de rpida transformacin ante la llegada, por un lado, de inmigrantes mexicanos, muchos de ellos poblanos, y

    por otro, de jvenes profesionales anglohablantes monolinges de clase media y media alta). En su estudio,

    Zentella conclua que describir el perfil sociolingstico de El Barrio afirmando que se hablan dos lenguas (el

    espaol y el ingls) sera una escandalosa simplificacin de la realidad. Ms que de bilingismo convendra

    hablar de un amplio repertorio plurilectal integrado por las variedades estndar y popular del espaol

    puertorriqueo, por el espaol de los hablantes nativos de ingls, por el ingls estndar, afroamericano y

    puertorriqueo de Nueva York y por el ingls hispanizado (Zentella, 1997:41-48). Y no slo eso, aada, sino

    que una descripcin ajustada a la realidad no debera consistir en la identificacin de una serie de situaciones o

    contextos y las variedades que se correspondieran con cada una. El comportamiento verbal de los

    puertorriqueos de El Barrio se describira mejor identificando las redes de interaccin social en que cada

    individuo se mueve y subrayando que, aunque en cada red tiende a predominar una variedad, es comn que en

    todas ellas aparezcan diversas variedades.

    5.2. Los efectos del contacto

    La influencia del ingls en las variedades del espaol usadas por los latinos se manifiesta en mltiples procesos,

    la mayora de los cuales afectan al lxico. Encontramos por ejemplo palabras del ingls adaptadas a la estructura

    fnica del espaol: nais (del ingls nice), bil (del ingls bill) o jolope (del ingls hold up) se utilizan

    donde otras variedades del espaol utilizaran amable, factura o atraco respectivamente. Encontramos

    tambin palabras que, siendo fonticamente similares pero semnticamente distintas en espaol e ingls, asumen

    en la situacin de contacto el significado que tienen en ingls: se puede usar librera (en ingls library) o

    38 El ms reciente y completo tratamiento del espaol en los Estados Unidos, de su complejidad lingstica y sociolingstica, es Lipski

    (2008).

  • 23

    papel (en ingls paper) donde otras variedades del espaol utilizaran biblioteca o peridico/diario

    respectivamente.

    Otro importante aspecto del perfil lingstico de los latinos es la alternancia de cdigos, que consiste en la

    insercin de palabras, frases u oraciones de una lengua X en un texto oral o escrito en que se est utilizando

    como matriz la lengua Y. Valga como ejemplo de este fenmeno la siguiente oracin (extrada del corpus de

    Zentella, 1997:180): I remember when he was born que naci bien prietito, que he was real black and my father

    said que no era hijo dl because era tan negro (Me acuerdo que cuando naci, naci muy negrito, que era muy

    negro; y que mi padre dijo que no era hijo suyo porque era tan negro).

    Se suelen aducir varias razones para condenar tanto el intercambio de cdigos como la adopcin de neologismos

    procedentes del ingls: se considera que es reflejo de un conocimiento deficiente de ambas lenguas, que condena

    a la marginacin al individuo que lo exhibe y que constituye una amenaza para la salud lingstica de la

    comunidad (vase abajo la seccin sobre el discurso del entorno de la RAE). Aunque no entraremos aqu a

    discutir las abundantes investigaciones sobre este tan comn fenmeno, sealaremos que la sociolingstica

    contempornea ha rechazado la validez de tales crticas y que ha insistido en que la alternancia de cdigos es

    sistemtica y est regida por reglas, y que el habla as producida est dotada del mismo potencial expresivo que

    cualquier otro dialecto o lengua homogneos.39

    La alternancia de cdigos y la adopcin de neologismos puede

    efectivamente deberse a un desconocimiento o a un conocimiento parcial de las variedades estndar de ambas

    lenguas. Pero incluso en estos casos, el potencial expresivo del individuo que as habla y su capacidad para el

    uso elocuente del lenguaje no son limitados; desde luego no ms limitados que la expresividad y elocuencia de

    un monolinge, por muy estndar que sea su variedad. Pero el caso es que muchos individuos plurilinges

    utilizan el intercambio de cdigos (consciente o inconscientemente) como un recurso comunicativo, como un

    mecanismo de interaccin, y no como solucin circunstancial a una supuesta deficiencia lingstica que de hecho

    no padecen. En otras palabras, hay gente que, aun dominando ambas lenguas, optan en ciertas situaciones y

    contextos por las prcticas de contacto.

    Insistiremos una vez ms en que este tipo de modificaciones del habla en situaciones de contacto lingstico (la

    incorporacin a una lengua de palabras e incluso estructuras gramaticales de otra) es un fenmeno normal y

    probablemente inevitable, y la influencia entre lenguas en contacto (ya sea mutua o unidireccional) no es, en

    principio, perniciosa en ningn sentido. El hecho de que un hispanohablante que se instala por ejemplo en Nueva

    York vaya incorporando a su habla palabras y expresiones del ingls es simplemente un indicio de que est

    inmerso en un mundo cultural y lingsticamente complejo y que est respondiendo a las necesidades

    comunicativas de ese contexto. Este tipo de modificacin del habla no implica que el sujeto en cuestin sea

    incapaz de retornar a su habla anterior (previa a la influencia del ingls) dadas las circunstancias apropiadas.

    Dicho de otro modo, todos los seres humanos somos plurilectales (y la inmensa mayora plurilinges) y

    39 Los estudios clsicos que establecieron la sistematicidad de la alternancia de cdigos son C. W. Pfaff (1979) y S. Poplack (1982).

  • 24

    adaptamos nuestras prcticas lingsticas a las situaciones en que nos hallamos. De igual modo, es normal que

    un latino nacido en Nueva York aprenda una variedad influida por el ingls que satisface sus necesidades

    comunicativas en determinados contextos (en el seno de la familia, por ejemplo), sin que esto impida que, en el

    curso de su vida, aprenda otras variedades del espaol no influidas por el ingls si se dan las condiciones

    necesarias. De la sociedad y del sistema educativo y, en menor medida, del entorno familiar depende que se

    pongan a disposicin de la juventud latina recursos que les permitan aprovechar y extender su amplio repertorio

    plurilectal para que este incluya tanto las variedades de contacto como las variedades usadas en el pas de origen

    y, por supuesto, los registros cultos del idioma que le permitan moverse con soltura en el mayor nmero de

    campos posible. Ciertamente, los discursos que condenan las hablas de contacto poco conducen a estimular a los

    jvenes latinos a que mantengan el espaol e intenten ampliar el repertorio de lectos de esta lengua que manejan.

    El efecto de estos discursos puristas condenatorios es justamente el de generar inseguridad lingstica e inhibir el

    uso del espaol por temor a ser etiquetados de ignorantes. No debe extraar entonces que las prcticas

    lingsticas propias de una situacin de contacto entre espaol e ingls se reifiquen, se etiqueten (se les llame,

    por ejemplo, espanglish) y se conviertan en un smbolo de una identidad latina que se conforma en los

    mrgenes de la sociedad norteamericana y, a la vez, del mundo hispanohablante.

    5.3. Repertorio plurilectal, prcticas de contacto e identidad

    No hay duda de que las prcticas que resultan del contacto entre espaol e ingls (y las experiencias y saberes

    que las hacen posibles) son, al menos para un sector de la poblacin latina, algo ms que simples estrategias de

    interaccin verbal; se han convertido tambin, como enseguida veremos, en un capital altamente valorado en

    ciertos mercados y en un signo de pertenencia a un colectivo que refleja icnicamente los mltiples mundos en

    que se desarrollan sus vidas y las complejas lealtades que en el curso de las mismas van forjando (Urciuoli,

    1996; Zentella, 1997). Quizs una de las declaraciones ms emblemticas de esta conexin entre las hablas de

    contacto y la identidad latina sea la de Gloria Anzalda en su clsico Borderlands/La Frontera: Para una gente

    que ni es espaola ni vive en un pas donde el espaol es la primera lengua; para una gente que no es anglosajona

    pero vive en un pas donde el ingls es la lengua dominante; para una gente que no se puede identificar

    completamente ni con el espaol estndar (el formal, castellano) ni con el ingls estndar, qu recurso les queda

    sino crear su propia lengua? Una lengua con la que poder conectar su identidad, capaz de comunicar realidades y

    valores propios una lengua con palabras que no son ni espaol ni ingls sino ambas. Hablamos un patois, una

    lengua partida en dos, una variante de dos lenguas (Anzalda, 1999: 77). La posicin representada por esta

    escritora afirma una cultura latina comprometida no con una lengua sino con una multiplicidad de normas que

    reflejan la heterogeneidad del grupo y su dislocada posicin frente a nociones estticas de lengua e identidad

    dominantes tanto en la sociedad estadounidense como en los pases hispanohablantes (vase ms adelante la

    discusin de la monoglosia, 7).

  • 25

    Este tipo de prcticas y su representacin como fuente de identidad pueden alcanzar un alto grado de visibilidad

    y ser reificadas y utilizadas como instrumentos polticos o recursos econmicos. Ilan Stavans, por ejemplo,

    catedrtico de espaol y cultura latina y latinoamericana en una importante universidad de Massachusetts

    (Amherst College), ha intentado legitimar estas prcticas lingsticas. Stavans ha optado por iniciar un proceso

    de domesticacin que en realidad las reduce y desvirta al aplicarles las cmodas categoras descriptivas y

    operativas (diccionario, traduccin) propias de las lenguas en sentido convencional: dice estar trabajando en

    un diccionario de espanglish y ha publicado una versin en espanglish del primer captulo de El Quijote

    (Stavans, 2003). Sus esfuerzos, aunque frecuentemente ridiculizados (y no slo por los puristas de la RAE), han

    servido desde luego para llamar la atencin de los medios de comunicacin y para que Stavans se convierta en

    referencia casi inevitable en las discusiones pblicas del tema. Desgraciadamente no est tan claro que sus

    intervenciones hayan servido para legitimar las hablas de contacto y por tanto se hayan traducido en accin

    poltica transformadora (parece pertinente aqu aquel verso en que Nicanor Parra sugiere que la transgresin no

    es tirarles piedras a los pjaros sino pjaros a las piedras).40

    Otro ejemplo de utilizacin simblica del espanglish,

    de resignificacin de estas prcticas lingsticas, nos lo ofrece Daniel Villa, catedrtico de lingstica hispnica

    en New Mexico State University, quien en 2001 pronunci la conferencia presidencial en el congreso de la

    Linguistic Association of the Southwest en Puebla, Mxico, alternando el ingls y el espaol y haciendo uso de

    neologismos lxicos propios del contacto entre las dos lenguas. De esta manera, haca del acto una suerte de

    declaracin poltica que desafiaba las convenciones lingsticas acadmicas (Villa, 2001). Fijmonos,

    finalmente, en la popularidad y xito internacional del reggeatn, estilo musical hbrido que combina ritmos

    diversos y letras que mezclan espaol e ingls y que nos ofrece un interesante ejemplo de otra ramificacin del

    fenmeno: la mercantilizacin de formas de expresin cultural no slo cercanas a las hablas de contacto sino

    inexorablemente ligadas a ellas. D.J. Nelson, uno de los creadores del gnero, describa el proceso con absoluta

    claridad: Hace diez aos, el reggaetn era msica; ahora es un negocio (Mireya Navarro, 17/07/2005).

    Este conjunto de fenmenos que, para bien o para mal, se designa coloquialmente como espanglish ha

    llamado poderosamente la atencin de los medios de comunicacin y, cmo no, del entorno de la RAE, que, con

    frecuencia, por su condicin de vigilante de la unidad del idioma, se siente obligado a intervenir. Y lo hace casi

    siempre en trminos condenatorios y en general, como veremos, sorprendentemente ajen