Del Crisol de Razas a La Argentina Desintegrada - Un Itinerario de La Idea de Nacion - 1911 a 1932

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DOSSIER: EL LIBERALISMO ESPAÑOL Coord. por Manuel Suárez Cortina JOSÉ M. PORTILLO Catolicismo y liberalismo FIDEL GÓMEZ OCHOA El conservadurismo Mª CRUZ ROMEO Memoria del progresismo GONZALO CAPELLÁN El krausismo y la política MANUEL SUÁREZ CORTINA El liberalismo democrático ESTUDIOS MARÍA INÉS TATO La idea de nación en Argentina SALVADOR RUS RUFINO Aristóteles y la historia RAQUEL SÁNCHEZ GARCÍA Literatura e identidad nacional CHARLES POWELL Kissinger y España Madrid enero/junio 2007 ISSN: 1575-0361 17 DOSSIER ESTUDIOS RECENSIONES CENTRO DE ESTUDIOS POLÍTICOS Y CONSTITUCIONALES Historia y Política ISSN: 1575-0361, Núm. 17, Madrid, enero-junio 2007 CEPC Historia y Política

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  • DOSSIER:EL LIBERALISMO ESPAOLCoord. por Manuel Surez Cortina

    JOS M. PORTILLOCatolicismo y liberalismo

    FIDEL GMEZ OCHOAEl conservadurismo

    M CRUZ ROMEOMemoria del progresismo

    GONZALO CAPELLNEl krausismo y la poltica

    MANUEL SUREZ CORTINAEl liberalismo democrtico

    ESTUDIOSMARA INS TATOLa idea de nacin en Argentina

    SALVADOR RUS RUFINO Aristteles y la historia

    RAQUEL SNCHEZ GARCA Literatura e identidad nacional

    CHARLES POWELLKissinger y Espaa

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    2007ISSN: 1575-0361

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    DOSSIER

    ESTUDIOS

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    Historia y PolticaISSN: 1575-0361, Nm. 17,

    Madrid, enero-junio 2007

    Departamento de Historia Socialy del Pensamiento Poltico

    Departamento de Historia del Pensamientoy de los Movimientos Sociales y Polticos

    CENTRO DE ESTUDIOS POLTICOS Y CONSTITUCIONALESCEPC

    ISSN 1575-0361

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    CEPC

    Historiay Poltica

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  • CONSEJO DE REDACCIN

    DIRECTORSantos Juli Daz (Universidad Nacional de Educacin a Distancia, UNED)

    VOCALESRafael del guila Tejerina (Universidad Autnoma de Madrid)Mara Ctedra Toms (Universidad Complutense de Madrid)Juan Francisco Fuentes Aragons (Universidad Complutense de Madrid)Jordi Gracia Garca (Universidad de Barcelona)Manuel Prez Ledesma (Universidad Autnoma de Madrid)Isabel Prez-Villanueva Tovar (Universidad Nacional de Educacin a Distancia, UNED)Fernando del Rey Reguillo (Universidad Complutense de Madrid)Mara Luisa Snchez-Meja Rodrguez (Universidad Complutense de Madrid)

    SECRETARIODiego Palacios Cerezales (Universidad Complutense de Madrid)

    El Centro de Estudios Polticos y Constitucionalesy la revista Historia y Poltica no se identifican necesariamente con los juicios de los autores cuyos trabajos se publican.

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  • Historiay Poltica

    Ideas, procesos y movimientos sociales

    17

    enero/junio

    2007

    CENTRO DE ESTUDIOS POLTICOS Y CONSTITUCIONALESPlaza de la Marina Espaola, 9. 28071 Madrid

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  • SUMARIO DEL NMERO 17

    EL LIBERALISMO ESPAOL

    MANUEL SUREZ CORTINA: Presentacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9-15JOS M. PORTILLO VALDS: De la Monarqua Catlica a la Nacin del los

    Catlicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17-35FIDEL GMEZ OCHOA: El liberalismo conservador espaol del siglo XIX: la

    forja de una identidad poltica, 1810-1840 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37-68MARA CRUZ ROMEO MATEO: Memoria y poltica en el liberalismo pro-

    gresista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69-88GONZALO CAPELLN: Liberalismo armnico. La teora poltica del primer

    krausismo espaol (1860-1868) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89-120MANUEL SUREZ CORTINA: El liberalismo democrtico en Espaa. De la

    Restauracin a la Repblica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121-150

    ESTUDIOS

    MARA INS TATO: Del crisol de razas a la Argentina desintegrada: un iti-nerario de la idea de nacin, 1911-1932 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153-173

    SALVADOR RUS RUFINO: Poltica e historia en Aristteles . . . . . . . . . . . . . 175-204RAQUEL SNCHEZ GARCA: Espaa y los espaoles en la obra de Jos Zo-

    rrilla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205-222CHARLES POWELL: Henry Kissinger y Espaa, de la dictadura a la demo-

    cracia (1969-1977) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 223-251

    RECENSIONES

    MARTIN L. DAVIES: Historics. Why History Dominates Contemporary So-ciety, por Aitor M. Bolaos de Miguel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 255-263

    CHRIS EALHAM: La lucha por Barcelona, por Fernando del Rey Reguillo . . 264-270JAMES M. MCPHERSON: This Mighty Scourge: Perspectives on the Civil

    War, por Nigel Townson . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 270-274

    COLABORAN EN ESTE NMERO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275-277

    5Historia y Poltica

    ISSN: 1575-0361, nm. 17, Madrid, enero-junio (2007), pg. 5

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  • 223Historia y Poltica

    ISSN: 1575-0361, nm. 17, Madrid, enero-junio (2007), pgs. 223-251

    HENRY KISSINGER Y ESPAA, DE LA DICTADURA A LA DEMOCRACIA (1969-1977) (*)

    CHARLES POWELLUniversidad CEU San Pablo (Madrid)

    1. KISSINGER Y NIXON ENCAUZAN SU RELACIN CON ESPAA, 1969-1973.2. KISSINGERY FORD, ANTE LA CRISIS FINAL DEL FRANQUISMO, 1974-1975.3. KISSINGER Y EL INICIO DELA TRANSICIN DEMOCRTICA, 1975-1977.4. CONCLUSIN.

    RESUMEN

    Este artculo es un estudio de las polticas desarrolladas por Henry Kissinger haciaEspaa durante la etapa 1969-1977, primero como consejero presidencial de SeguridadNacional y luego como Secretario de Estado, bajo las presidencias de Richard Nixon yGerald Ford. En l se argumenta que, dada la visin geoestratgica y las prioridades po-lticas de Kissinger, ambas administraciones se centraron en la necesidad de garantizarsu acceso a las bases militares situadas en territorio espaol. Como resultado de ello,desarrollaron una estrecha relacin con el rgimen de Franco a la vez que procurabaninvertir en el futuro a travs de la figura de D. Juan Carlos, poltica que finalmente li-mitara sus posibilidades de realizar una contribucin importante a la transicin a la de-mocracia en Espaa.

    Palabras clave: Henry Kissinger, transicin a la democracia, Espaa, bases militares.

    (*) Dedico este artculo a mi doctorando y amigo Miguel Hueta Maroto, que recopil bue-na parte de la documentacin utilizada en su elaboracin, que su familia tuvo a bien depositar enla Biblioteca del Instituto Universitario de Investigacin Jos Ortega y Gasset, institucin en laque siempre ser recordado con admiracin y cario. Este trabajo es fruto de la investigacin queactualmente dirijo en la Universidad CEU-San Pablo, financiada por el Ministerio de Educaciny Ciencia (referencia SEJ2005-203867/CPOL), sobre la dimensin internacional de la transicina la democracia en Espaa.

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  • ABSTRACT

    This article is a study of the policies developed by Henry Kissinger towards Spainduring the period 1969-1977, first as National Security Adviser and later as Secretaryof State, under the presidencies of Richard Nixon and Gerald Ford. It argues that, givenKissingers geostrategic outlook and political priorities, both administrations weremainly concerned with the need to guarantee their continued access to Spanish militarybases. As a result, they continued to have close ties with the Franco regime while at thesame time seeking to invest in the future by expressing support for Juan Carlos, a po-licy which ultimately limited their ability to make a major contribution to Spains tran-sition to democracy.

    Key words: Henry Kissinger, transition to democracy, Spain, military bases.

    A lo largo de la segunda mitad del siglo XX, la relacin bilateral oficial en-tre Espaa y Estados Unidos estuvo dominada en buena medida por los acuer-dos sobre las bases militares firmados en 1953 y las negociaciones que hicieronposible su renovacin en ocasiones, con importantes modificaciones en1963, 1970, 1976 y 1988. Dada la importancia de estos acuerdos, es lgico quela literatura acadmica sobre dichas relaciones se haya centrado prioritaria-mente en este aspecto formal, y ms concretamente en los esfuerzos de sucesi-vos gobiernos espaoles por corregir en la medida de lo posible los desequili-brios heredados del acuerdo de 1953 (1). En cambio, hasta la fecha ha recibidomenos atencin la actitud de sucesivas administraciones estadounidenses antela evolucin poltica del rgimen de Franco durante los ltimos aos de vida deldictador y el cambio de rgimen que se produjo tras su muerte, siempre muycondicionada por el deseo de Washington de garantizar a toda costa su acceso alas bases militares en territorio espaol (2). Este artculo elaborado funda-mentalmente en base a fuentes documentales oficiales estadounidenses pre-tende contribuir al conocimiento de este aspecto de las relaciones entre Madridy Washington a travs del anlisis y valoracin de las polticas definidas e im-plementadas por Henry Kissinger, sin duda la figura ms influyente de la accinexterior norteamericana de la poca, durante las administraciones de RichardM. Nixon (1969-1974) y Gerald R. Ford (1974-1977).

    Antes de adentrarnos en el anlisis pormenorizado de las polticas impulsa-das por Kissinger en relacin con Espaa, resultan necesarias algunas aclaracio-

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    (1) La obra de referencia al respecto es NGEL VIAS, En las garras del guila (Crtica, Bar-celona, 2003).

    (2) El primer trabajo en plantear este asunto fue seguramente ALFRED TOVIAS, US policy to-wards Southern Europe, en GEOFFREY PRIDAHM (ed), Encouraging democracy (Leicester Uni-versity Press, Leicester, 1991). Ver tambin CHARLES POWELL, La dimensin exterior de la tran-sicin poltica espaola, en Revista del Centro de Estudios Constitucionales, 18, mayo-agosto1994, pgs. 82-88.

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  • nes previas. La primera se refiere a la percepcin que entonces se tena de la im-portancia de Espaa en crculos oficiales estadounidenses. Un anlisis estricta-mente bilateral de las relaciones entre la superpotencia norteamericana y una po-tencia media, de peso econmico y poltico creciente pero todava relativamentemodesto en trminos comparados, como era Espaa a principios de los aos se-tenta, podra llevarnos a exagerar la importancia que los actores polticos y ad-ministrativos estadounidense de la poca atribuan a su aliado europeo meridio-nal. Para contrarrestar esta peligro, basta quizs recordar las contadsimasreferencias a Espaa en los tres volmenes de memorias publicados por Kissin-ger sobre su etapa al frente de la diplomacia norteamericana, que suman casi cua-tro mil pginas. Sin embargo, sera igualmente equivocado errar en sentido con-trario, minusvalorando en exceso la importancia de la relacin. Ciertamente,aunque para Espaa las inversiones directas procedentes de Estados Unidos ten-an una importancia notable, en perspectiva norteamericana la relacin econmi-ca bilateral era una cuestin relativamente menor (3). En cambio, y como vere-mos ms adelante, las sucesivas administraciones estadounidenses siempreotorgaron cierta importancia a su acceso a las bases militares situadas en territo-rio espaol, si bien dicho inters fluctuara en respuesta a los cambios registradosen el contexto geopoltico regional. As lo confirman, entre otros datos, los ochodesplazamientos efectuados por Kissinger a Madrid entre 1970 y 1976, as comolos viajes de estado de los presidentes Nixon y Ford en 1970 y 1975, todos ellosrelacionados, en mayor o menor medida, con el seguimiento y la renegociacinde los acuerdos sobre las bases. Por ltimo, el propio Kissinger afirmara en susmemorias que la contribucin norteamericana a la evolucin espaola durantelos aos setenta constituy uno de los principales logros de nuestra poltica exte-rior (4). Dada la elevada opinin que siempre tuvo de sus propios xitos, esta esuna afirmacin harto llamativa, que examinaremos con cierto detenimiento.

    En segundo lugar, conviene recordar que la posicin de Kissinger en el senode la estructura poltica y administrativa estadounidense y por lo tanto, su ca-pacidad de influencia y decisin experiment fluctuaciones importantes a lolargo de la etapa 1969-1977, que puede dividirse en tres fases (5). Cuando fuenombrado consejero presidencial de seguridad nacional por Nixon en enero de1969, era todava un catedrtico de la Universidad de Harvard absolutamentedesconocido para el gran pblico, aunque respetado en crculos relacionados

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    (3) En 1969, Estados Unidos proporcionaba el 40% de la inversin extranjera en Espaa(por valor de $700 millones anuales), y era tambin su comprador ms importante, al recibir el18% de las exportaciones espaolas, valoradas en $307 millones.

    (4) HENRY KISSINGER, The White House Years (Little, Brown and Company, Boston, 1979),pg. 931.

    (5) La mejor biografa poltica de Kissinger probablemente sea WALTER ISAACS, Kissinger.A Biography (Simon & Schuster, New York, 1992). Para un estudio ms reciente de su diploma-cia, ver JUSSI HANHIMKI, The flawed architect. Henry Kissinger and American Foreign Policy(Oxford University Press, Oxford, 2004).

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  • con la poltica exterior por sus escritos sobre las armas nucleares. (El nuevo pre-sidente apenas conoca a Kissinger, que haba asesorado espordicamente a suspredecesores demcratas, John F. Kennedy y Lyndon B. Jonson, pero le nom-br a recomendacin de Nelson Rockefeller, el entonces gobernador de NuevaYork, un peso pesado del partido republicano a quien tambin haba asesoradoen el pasado.) Nixon lleg a la presidencia con la intencin de centralizar el di-seo y control de la poltica exterior en la Casa Blanca, y desde el primer mo-mento excluy de las decisiones ms importantes a su propio Secretario de Es-tado, William P. Rogers, un abogado sin experiencia poltica internacionalalguna. Adems, el nuevo presidente desconfiaba por completo de los diplom-ticos de carrera del Departamento de Estado, a quienes atribua una peligrosaproximidad ideolgica al partido demcrata, y una igualmente irreprimible ten-dencia a filtrar informacin confidencial a la prensa. Por ello, Nixon impuls elfortalecimiento del Consejo de Seguridad Nacional, institucin creada en 1947para asesorar al presidente en materia de poltica exterior y de defensa, y que enteora poda beneficiarse de las aportaciones de todos los departamentos rela-cionados con estos mbitos de gobierno. Con el apoyo inestimable del presi-dente, el presupuesto del Consejo aument de $700.000 a $2.2 millones entre1968 y 1971, y sus efectivos se duplicaron hasta sumar 46 asistentes y 105 ad-ministrativos (6). En la prctica, esto permiti a Kissinger forjar una relacininusitadamente estrecha con Nixon, as como excluir del proceso de toma de de-cisiones a sus rivales, ficticios o reales. (Slo el Secretario de Defensa, MelvinLaird, logr defenderse con cierto xito de las maniobras excluyentes del ase-sor presidencial, gracias sobre todo a la informacin que le proporcionaba su ac-ceso a la inteligencia militar.) As pues, el peso poltico de Kissinger y su pro-tagonismo en la definicin y puesta en prctica de la poltica exteriornorteamericana no hizo sino aumentar a lo largo del primer mandato de Nixon.A ello contribuy de forma decisiva el xito de la diplomacia secreta que hizoposible la primera visita de un presidente estadounidense a China en febrero de1972, y a la Unin Sovitica tres meses despus, durante la que se firm un im-portante acuerdo sobre limitacin de armamento nuclear (SALT I).

    Tras el notable triunfo electoral de Nixon en noviembre de 1972, y una vezfirmado el cese de hostilidades con Vietnam del Norte que habra de valerle elPremio Nobel de la Paz ms controvertido de la historia, en septiembre de 1973Kissinger sustituy a Rogers como secretario de Estado, pero sin abandonar elcargo de consejero presidencial de Seguridad Nacional. El hecho de ocupar si-multneamente ambos puestos, unido a la parlisis que se apoder de Nixon trasel estallido del escndalo de Watergate en el verano de 1973, aument si cabesu influencia, y tambin su popularidad; a finales de ese ao la empresa de-

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    (6) Sobre la evolucin del Consejo de Seguridad Nacional, ver DAVID J. ROTHKOPF, Runningthe World. The inside story of the National Security Council and the architects of American po-wer (Public Affairs, Washington, 2005).

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  • moscpica Gallup le proclam el ciudadano ms admirado de Norteamrica,y un congresista entusiasta propondra incluso una enmienda constitucionalpara que pudieran postularse a la presidencia norteamericanos que no lo fuesende nacimiento. Su ltimo gran servicio a Nixon fue sin duda su manejo de laguerra del Yom Kippur en octubre de 1973, y sus posteriores esfuerzos por lo-grar una paz duradera entre Israel y Egipto.

    La dimisin de Nixon en agosto de 1974 como consecuencia del escndalode Watergate y su sustitucin por Ford supuso un cambio importante en la rela-cin de Kissinger con la Casa Blanca. Mientras que el primero tena una largaexperiencia en el campo de la poltica exterior, el segundo era un nefito al queapenas le interesaban los asuntos internacionales. A pesar de ello, el secretariologr que se involucrara de lleno en asuntos a los que siempre otorg la mxi-ma importancia, como pudo constatarse en la cumbre celebrada en Vladivostokcon Leonidas Brezhnev en noviembre de 1974, que sirvi sobre todo para de-mostrar que la poltica de dtente impulsada por Nixon segua vigente, algo quese pondra de manifiesto en agosto de 1975 con la firma del Acta Final de Hel-sinki sobre Seguridad y Cooperacin en Europa. Al mismo tiempo, el nombra-miento de su antiguo mentor Rockefeller como vicepresidente Spiro Agnewse haba visto obligado a dimitir en octubre de 1973 al verse involucrado en unescndalo financiero le ayud a estrechar su relacin personal con Ford. Sinembargo, la cada de Camboya y de Vietnam del Sur en abril de 1975 merma-ra notablemente el prestigio y la credibilidad de Kissinger en el seno de la pro-pia administracin. El secretario pronto tuvo problemas con el jefe de gabinetedel presidente, el ex congresista Donald Rumsfeld, que quiso contrarrestar laimpresin de que Ford careca del criterio y la capacidad suficientes para opi-nar en materia de poltica exterior, y tambin entr en colisin con el secretariode Defensa, James Schlesinger. En vista de ello, el presidente se vio obligado aefectuar un amplio reajuste de su equipo en octubre de 1975, que ha pasado a lapequea historia como la masacre de Halloween: en contra de su voluntad,Kissinger cedi el puesto de consejero presidencial de Seguridad Nacional a sucolaborador Brent Scowcroft, aunque se mantuvo al frente de la Secretara deEstado; Rumsfeld pas a ocupar la Secretara de Defensa; y su segundo, Ri-chard Cheney, le sustituy como jefe de gabinete. Como resultado de todo ello,a partir de entonces Kissinger perdera influencia en la Casa Blanca y en el senodel propio gobierno, tendencia que se acentuara durante el ao electoral de1976, al constatarse la animadversin que suscitaba tanto entre los seguidoresdel demcrata Jimmy Carter como entre los sectores ms conservadores del par-tido republicano, afines a Ronald Reagan.

    Tambin resultan pertinentes algunos comentarios previos sobre la visinideolgica y geoestratgica de Kissinger, que obviamente influyeron en su ac-titud hacia el cambio de rgimen en Espaa. Tradicionalmente, Kissinger hasido considerado un representante destacado de la escuela realista de las rela-ciones internacionales, que contempla las relaciones entre estados a travs del

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  • prisma de las esferas de influencia y los equilibrios de poder. Nacido en 1923en el seno de una familia juda alemana que se vio obligada a huir de la ciudadbvara de Frth en agosto de 1938, y que perdi a una docena de sus miembrosen el Holocausto, su visin conservadora y pragmtica, cuando no pesimista,del mundo y de la naturaleza humana incluso spengleriana, a decir de algu-nos ha sido atribuida con frecuencia a este trgico pasado familiar. Es por elloque algunos autores norteamericanos siempre le consideraron un producto tpi-co de la Europa de entreguerras, absolutamente ajeno tanto al idealismo inter-nacionalista encarnado por Woodrow Wilson como al anticomunismo ideolgi-co de los neoconservadores que llegaran al poder con Reagan.

    Dada su biografa familiar, es de suponer que Kissinger no sintiese especialsimpata por el rgimen franquista. Sin embargo, su realismo conservador le ha-ca poco partidario de inmiscuirse en los asuntos internos de un estado aliado, ano ser, claro est, que la evolucin poltica del mismo pusiese en peligro su per-tenencia a la esfera de influencia estadounidense. De ah su reaccin implaca-ble al triunfo electoral de Salvador Allende en las elecciones presidenciales chi-lenas de septiembre de 1970, y su temor obsesivo a que la revolucin de losclaveles de abril de 1974 pudiese dar paso a un rgimen comunista pro-sovi-tico incompatible con la continuidad de Portugal en la OTAN.

    La pertenencia de Espaa al bloque occidental, merced a sus relaciones conlos Estados Unidos, constitua un hecho universalmente reconocido cuandoKissinger lleg a la poltica. Espaa era una pieza de cierta importancia en eltablero geoestratgico occidental, ya que poda actuar de plataforma desuministro y de repliegue en el caso de producirse una agresin sovitica en Eu-ropa central. Por otro lado, en los aos inmediatamente anteriores a la muertede Franco se produjeron varios conflictos, algunos relacionados entre s, que au-mentaron el valor geoestratgico de Espaa para Washington. Ante todo, la cri-sis desencadenada por la guerra rabe-israel del Yom Kippur de octubre de1973 convirti al Mediterrneo oriental en una de las zonas ms inestables delglobo. En la primavera de 1974, la revolucin de los claveles suscit dudassobre la futura orientacin poltica de Portugal y el acceso norteamericano a labase naval de las Azores. Poco despus, el Mediterrneo oriental fue tambinescenario del conflicto armado entre Grecia y Turqua con motivo de la disputachipriota, que trajo consigo la cada de la junta militar griega, dando paso a ungobierno civil que se retir de la estructura militar de la OTAN en protesta con-tra la actitud complaciente de Washington hacia la dictadura desbancada. Almismo tiempo, y con el fin de satisfacer al poderoso lobby griego-americano,Washington impuso un embargo de armamentos a Turqua, cuyo gobierno reaccion con la amenaza de acudir a los soviticos en bsqueda de suministrosmilitares. Por ltimo, los primeros aos de la dcada de los setenta conocieronun notable incremento en el peso electoral de los partidos comunistas italiano yfrancs, hasta el punto de que muchos creyeron inminente su llegada al poder.

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  • En vista de este contexto regional crecientemente inestable, y dadas las bue-nas relaciones existentes con Madrid desde 1953, quizs no deba sorprendernosla cautela de Kissinger ante un posible cambio de rgimen. Ciertamente, unaEspaa democrtica podra integrarse finalmente en la OTAN, reforzando as elflanco sur que tanto le preocupaba. Entre otras ventajas, ello permitira a Was-hington reducir el coste econmico de su presencia militar en Espaa. Sin em-bargo, tambin caba esperar que un futuro gobierno democrtico espaol semostrase ms exigente a la hora de renovar el acuerdo sobre las bases. Al mis-mo tiempo, y a pesar de que podra perjudicar sus propios intereses comercia-les, los estadounidenses eran partidarios del ingreso de Espaa en la Comuni-dad Europea, lo cual requera necesariamente un cambio poltico profundo,pero ni siquiera los estados miembros manifestaban gran impaciencia al res-pecto. En suma, Kissinger apoyara un cambio de rgimen ordenado que no pu-siese en peligro el acceso a las bases militares en territorio espaol, y en la me-dida en que ello facilitase la plena y definitiva incorporacin de Espaa albloque occidental.

    1. KISSINGER Y NIXON ENCAUZAN SU RELACIN CON ESPAA, 1969-1973

    Cuando Nixon y Kissinger llegaron a la Casa Blanca a principios de 1969,las relaciones con Espaa no atravesaban su mejor momento. En septiembre de1968, el gobierno espaol haba roto las negociaciones para la renovacin de losacuerdos de 1963 por considerar insuficientes las concesiones ofrecidas porWashington, abrindose un plazo de seis meses para unas consultas que, casode fracasar, habran dado lugar al desmantelamiento de las instalaciones esta-dounidenses en Espaa (7). Madrid deseaba elevar lo que hasta entonces habasido un mero acuerdo ejecutivo al rango de tratado, lo cual hubiese requerido laaprobacin del legislativo estadounidense, de aplastante mayora demcrata, yaspiraba a conseguir ayuda militar por valor de casi $600 millones, frente a los$140 millones que ofreca la administracin Johnson. Adems, el gobierno es-paol no renunciaba a su pretensin de obtener de Washington una largamenteanhelada garanta formal de defensa, ni a situar la relacin bilateral bajo el pa-raguas de la OTAN. Para evitar una ruptura que el rgimen de Franco no se po-da permitir, en junio de 1969 se firm una prrroga que concluira en septiem-bre de 1970, a cambio de $50 millones de ayuda militar y $35 millones encrditos (8).

    HENRY KISSINGER Y ESPAA, DE LA DICTADURA A LA DEMOCRACIA (1969-1977) CHARLES POWELL

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    (7) Ver ROSA PARDO, Las relaciones hispano-norteamericanas durante la presidencia de L.B. Johnson: 1964-1968, en Studia Historica. Historia Contempornea, Universidad de Sala-manca, Vol. 22, 2005.

    (8) Ver ROSA PARDO, EE.UU. y el tardofranquismo: las relaciones bilaterales durante la pre-sidencia Nixon, 1969-74, en Historia del Presente, n. 6, 2005.

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  • La crisis de gobierno de octubre de 1969, provocada por el escndalo Ma-tesa, y sobre todo la sustitucin de Fernando Mara Castiella por Gregorio L-pez Bravo al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores, fue recibida con ali-vio por la Administracin Nixon, que atribua al primero las dificultadessurgidas en las negociaciones. Sin embargo, stas no se retomaron hasta enerode 1970, cuando finalmente estuvo listo el nuevo informe sobre Espaa queKissinger haba encargado al Consejo de Seguridad Nacional. En l se obser-vaba que, a pesar del nombramiento de D. Juan Carlos como sucesor de Fran-co a ttulo de Rey en julio de 1969, y de la reciente formacin de un gobiernodominado por tecncratas modernizadores, a corto plazo no caba esperarcambios en la naturaleza del rgimen. Aunque se constataba que el crecimien-to econmico no garantizaba la paz social, la oposicin a Franco se considera-ba dbil y fragmentada, aunque las instituciones oficiales tambin se califi-caban de dbiles e ineficaces. Tras afirmar que no tenemos ni el poder ni lasabidura necesarios para influir a corto plazo en el desarrollo de la situacinespaola, el texto conclua que hay pocos motivos para mostrarnos distan-tes con el rgimen con la esperanza de que ello acelere la llegada de un gobier-no ms democrtico, si bien consideraba importante preservar una posturalo suficientemente flexible como para proteger los intereses estadounidensesante acontecimientos polticos inesperados, sobre todo tras la muerte de Fran-co. Por otro lado, el texto tambin se mostraba partidario de apoyar el acer-camiento de Espaa a la Comunidad Europea (con la que Madrid firmara unAcuerdo Preferencial en agosto de 1970), por entender que ello podra favore-cer la democratizacin a largo plazo, a condicin de que se respetaran las re-glas del GATT (9).

    En respuesta a este estudio, a finales de febrero de 1970 Nixon opt por pro-curar mantener el acceso a todas las instalaciones militares disponibles en Es-paa sin realizar grandes concesiones econmicas, si bien se mostr partidariode firmar ms adelante un tratado general de cooperacin, que contemplara as-pectos no militares de la relacin (10). Por su parte, Lpez Bravo deseaba ce-rrar un acuerdo cuanto antes, lo que le hizo desaprovechar algunas bazas nego-ciadoras importantes. As pues, el nuevo Convenio de Amistad y Cooperacin,firmado en agosto de 1970, volvera a ser un acuerdo ejecutivo de cinco aos deduracin. Tampoco se obtuvo una garanta de defensa como la que recogan losacuerdos bilaterales ms vinculantes, y ms adelante el Senado insistira en lainexistencia de compromisos defensivos con Espaa. Adems, la aportacineconmica result escasa: $20 millones en ayuda directa para defensa y otros$125 millones en crditos para compra de equipos materiales. Sin embargo, a

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    (9) Revised paper on US Policy towards Spain, Secret, Cover Memorandum, National Se-curity Study Memorandum 46 Related, 27/1/70.

    (10) US Policy Toward Spain: Base Negotiations, Secret, National Security Decision Me-morandum 43, 20/2/70.

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  • partir de entonces las instalaciones pasaron a ser de titularidad espaola, y de-sapareca la clusula secreta de 1953, lo cual significaba que en teora, al me-nos los estadounidenses no podran activar las bases sin consulta y acuerdoprevio en caso de conflicto.

    Nixon siempre mostr ms inters por Espaa que sus predecesores dem-cratas, y a diferencia de ellos, no le intimidaba la relacin directa con Franco, aquien haba conocido brevemente durante una visita privada a Barcelona en ju-nio de 1963. En sus memorias, el presidente reconocera con pesadumbre quedurante la Guerra Civil espaola haba tomado partido por los defensores de laRepblica, cuya orientacin comunista rara vez se mencionaba en la prensa,y lejos de ser el dictador rgido y desagradable de los medios de comunica-cin norteamericanos, el jefe del Estado que le recibi le pareci un lder sutily pragmtico cuyo inters principal era mantener la estabilidad interna necesa-ria para el progreso de Espaa (11). En lgica consonancia con esta postura,en febrero de 1970 afirmara ante el Consejo de Seguridad Nacional que, dadoque nada iba a cambiar salvo que alguien mate a Franco, no poda compartirlas reticencias de quienes no estaban dispuestos a trabajar con dictadores cuan-do lo requiriese el inters estadounidense, en vista de lo cual era necesario de-sarrollar una nueva relacin con Espaa (12).

    Este cambio de actitud no tard en hacerse presente en la embajada de Esta-dos Unidos en Madrid. Mientras que el embajador Angier B. Duke (1965-68) ha-ba procurado mantener abiertas las lneas de comunicacin con sectores de lasociedad espaola contrarios al rgimen, su sucesor Robert C. Hill (1969-1972),un multimillonario que haba realizado importantes donaciones a las arcas delpartido republicano, se mostr mucho ms reacio a incomodar a las autoridadesespaolas. As se constat en mayo de 1970, cuando el gobierno espaol se nega que el secretario de Estado, Rogers, que se encontraba en Madrid para impul-sar la negociacin sobre las bases, recibiese a una delegacin de la oposicinsemi-tolerada, aunque no pudo evitar que le entregasen un documento, firmadopor sesenta y siete personalidades y ampliamente difundido por la prensa ex-tranjera, contrario a la renovacin del acuerdo mientras no hubiese democraciaen Espaa (13). (Esta actitud contrasta vivamente con la de las autoridades ale-manas, cuyo empeo hizo posible que su ministro de Asuntos Exteriores, Walter

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    (11) RICHARD NIXON, The Memoirs of Richard Nixon (Simon & Schuster, New York, 1978),pg. 45 y 248.

    (12) Minutes of NSC Meeting on Post-De Gaulle France, February 23, 1970. NARA. NixonPresidential Materials Project, National Security Council Institutional Files. Box 110. NSC Ori-ginals 1970.

    (13) Sin embargo, segn Enrique Tierno Galvn, uno de los firmantes, el incidente fren elproceso de proteccin americana, y sirvi para hacerles ver que deban poner ms cuidado yque lo que pudiramos llamar tcnica ITT no era la ms valiosa en el caso espaol. ENRIQUETIERNO GALVN, Cabos Sueltos (Bruguera, Barcelona, 1982), pgs. 414-419. JOS MARA DEAREILZA, Crnica de Libertad (Planeta, Barcelona, 1985), pgs. 150-155.

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  • Scheel, pudiese recibir a una delegacin de la oposicin moderada durante su es-tancia en Madrid en abril de ese mismo ao.) Pocos meses despus, los esfuer-zos de la oposicin espaola por hacer llegar un documento de protesta al presi-dente Nixon correran idntica suerte. El sucesor de Hill al frente de la embajada,Horacio Rivero (1972-1974), el primer hispano en alcanzar el rango de almiran-te en la US Navy, se mostrara incluso ms inflexible, sorprendiendo a propios yextraos con su entusiasmo por un rgimen autoritario en fase terminal. No fuehasta su marcha en noviembre de 1974 que un secretario de Estado adjunto James Lowenstein tuvo finalmente la posibilidad de reunirse con representan-tes de la oposicin en Madrid, a finales de ese mismo ao (14).

    La firma del acuerdo sobre las bases en agosto de 1970 hizo posible la an-helada visita de estado de Nixon a Espaa dos meses despus, acompaado porKissinger, a pesar de que segn ste la transicin posfranquista era un tema ex-cesivamente delicado incluso para la alusin ms oblicua. El asesor presiden-cial recordara en sus memorias que Espaa estaba como suspendida, espe-rando a que termine una vida para poder reincorporarse a la historia europea.A pesar de ello, no dejaba de irritarle que muchos observadores tuviesen difi-cultades para reconocer que Franco haba sentado las bases para el desarrollo,tras su muerte, de instituciones ms liberales, y que el rgimen espaol eramucho menos represivo que ningn estado comunista. Sea como fuere, la vi-sita no result demasiado fructfera. Agotado por el paseo en coche descubier-to, Franco se adormil en su nica entrevista con Nixon, y Kissinger, afectadopor el jet lag, no pudo evitar seguir su ejemplo, mientras Nixon departa tran-quilamente con Lpez Bravo. El presidente mostr mucho inters por saber sihaba ms madrileos en la calle que los que haban acudido en 1959 a recibira Dwight Eisenhower, poltico al que respetaba y envidiaba, y Franco no tuvoinconveniente en tranquilizarle al respecto. Impresionado por el entusiasmo delos madrileos, Nixon comentara a su squito que esta gente realmente esamiga nuestra (15).

    El viaje de Nixon y Kissinger a Madrid les permiti evaluar de primeramano a los principales protagonistas de la vida poltica oficial espaola. De ahseguramente su muy reveladora decisin de interceder ante Franco por la vidade los etarras condenados a muerte en el clebre juicio de Burgos, celebradoen diciembre de 1970, que entonces se mantuvo secreta. Kissinger tema quela ejecucin de los condenados embarcara al rgimen en una va involucionis-

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    (14) SAMUEL D. EATON, The forces of freedom in Spain, 1974-1979. A personal account (Hoover Institution Press, Stanford, 1981), pg. 27. WELLS STABLER, The view from the US Em-bassy, en HANS BINNENDIJK (ed), Authoritarian regimes in transition (Center for the Study of Fo-reign Affairs, Washington, 1987), pg. 193.

    (15) KISSINGER (1979), pg. 931-932; LAUREANO LPEZ ROD, El principio del fin: Memo-rias III (Plaza y Jans, Barcelona, 1992), pgs. 84-85; VERNON A. WALTERS, Silent Missions(Doubleday, New York, 1978), pgs. 570-571. No deja de ser curioso que las memorias de Nixoncontengan referencias a su viaje de 1963, pero no al de 1970.

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  • ta de la que D. Juan Carlos difcilmente podra rescatarlo, aumentando as laposibilidad de un estallido revolucionario que perjudicara los intereses esta-dounidenses (16).

    Nixon regres a casa con un recuerdo especialmente grato de su conversa-cin con D. Juan Carlos, que le caus una excelente impresin. Poco despusvisitara Washington Lord Mountbatten, to-abuelo del prncipe, quien procurconvencer al presidente y a Kissinger de la necesidad de apoyar al futuro rey deEspaa. Sus palabras surtieron efecto, y en enero de 1971 D. Juan Carlos efec-tu un largo viaje oficial a los Estados Unidos, de una semana de duracin, queinfluy notablemente en la actitud del Nixon y su consejero hacia la situacinpoltica espaola. A solas con l en el Despacho Oval, el presidente aconsej alprncipe que su mxima prioridad tras la muerte de Franco debera ser mante-ner el orden pblico, sin preocuparse por acometer grandes reformas hasta queno estuviese garantizada la estabilidad. Tambin le anim a no preocuparse enexceso por presentar una imagen deliberadamente liberal ni reformista, sino porsubrayar su juventud, dinamismo y simpata, ya que ello bastara para proyec-tar el mensaje de que las cosas cambiaran cuando l estuviese al mando. Nixonconfirm la opinin favorable que ya se haba formado del prncipe, aunque se-gua teniendo dudas sobre su capacidad para defender el fuerte tras la muer-te de Franco. No obstante, George Landau, el responsable de Espaa en el De-partamento de Estado, comentara a un diplomtico britnico que el viaje sehaba organizado para expresar la confianza de Washington en el prncipe noslo en el contexto de las futuras relaciones hispano-estadounidenses, sino tam-bin como la mejor apuesta para asegurar la estabilidad interna de Espaa des-pus de Franco. Al parecer, en el transcurso de su estancia, Kissinger comen-t al prncipe que, si alguna vez poda serle de utilidad, no deba dudar encomunicrselo (17).

    En aquellos momentos, Washington vaticinaba que cuando tomara las rien-das D. Juan Carlos habra un periodo de gracia de seis a doce meses, tras lo cualaumentara notablemente la presin a favor de un cambio de rgimen. A pesarde ello, se estimaba que, durante varios aos, existira una situacin autoritariacompatible con una cierta liberalizacin, antes de dar paso a un sistema demo-crtico de corte occidental. A su entender, los cambios socio-econmicos pro-ducidos en los aos sesenta proporcionaban un colchn de prosperidad sufi-ciente para apaciguar a la poblacin. Fiel a su pragmatismo habitual, Kissingertema tanto un trnsito rpido del franquismo a la democracia como una situa-

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    (16) Spain: Death Sentences, 20/2/71, en NARA RG69, SNF, 1970-1973 PD 2598.(17) PHILIP ZIEGLER (ed.), From Shore to Shore. The Tour Diaries of Earl Mountbatten of Bur-

    ma, 1953-1979 (Collins, Londres, 1980), pg. 204. PHILIP ZIEGLER, Mountbatten. The official bio-graphy (Collins, Londres, 1985), pg. 678. LAUREANO LPEZ ROD, El principio del fin (Plaza y Ja-ns, Barcelona, 1992), pg. 147. PHILIP CROWE (Washington) to Thomas (FCO), 4/2/71,FCO9/1455, WSS3/304/1. Pilar Cernuda, 30 das de noviembre. (Planeta, Barcelona, 2000), pg. 21.

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  • cin excesivamente continuista, ya que ambas frmulas podan llevar al caos ya una nueva dictadura (18).

    Alarmado por el deterioro fsico del dictador, que haba constatado perso-nalmente, en febrero de 1971 Nixon envi a Madrid en misin secreta al te-niente general Vernon Walters, el agregado militar norteamericano en Pars quehaba actuado como intrprete suyo en Espaa, para explorar la posibilidad deque Franco coronase a D. Juan Carlos en vida. Walters, que sera nombrado sub-director de la CIA poco despus, convers largamente con el jefe del Estado,quien le asegur que la sucesin ser ordenada e insisti que no haba nin-guna alternativa al prncipe, a la vez que expresaba su confianza en la capaci-dad de ste para hacer frente a la situacin tras su muerte. El militar norteame-ricano regres a Washington con el firme convencimiento de que Francopermanecera en el poder hasta el final de sus das, y con la sospecha no menosfirme de que el rgimen no sobrevivira a su fundador (19).

    A pesar de un desmentido oficial del Departamento de Estado, en julio de1971 The Washington Post inform que la Administracin Nixon estaba em-barcada en una discreta pero intensa campaa para convencer a Franco de la ne-cesidad de ceder el poder a D. Juan Carlos cuanto antes, y a lo largo de ese aofueron varios los funcionarios que visitaron Madrid para transmitir el mensaje.En vista de su fracaso, Kissinger cifr sus esperanzas en el nombramiento de unpresidente del gobierno afn al prncipe, que compensara la prdida de faculta-des del dictador, y por ello vio con buenos ojos el nombramiento del almiranteLuis Carrero Blanco en junio de 1973, aunque le sorprendi la sustitucin deLpez Bravo por Laureano Lpez Rod al frente de la diplomacia espaola.Aunque Carrero Blanco era visto con recelo por el Departamento de Estado de-bido a su visceral oposicin a las formas de gobierno demoliberales, Kissingervaloraba su igualmente visceral anticomunismo y su temor a la influencia so-vitica en el Mediterrneo, y en todo caso pensaba que no seguira al frente delgobierno una vez realizada la transicin a la Monarqua (20).

    Durante sus breves meses como ministro de Asuntos Exteriores, LpezRod fue un negociador ms duro de lo esperado por los norteamericanos. Ini-cialmente mostr un gran inters por firmar la Declaracin Conjunta de Princi-pios Atlnticos promovida por Kissinger para reforzar la maltrecha relacintransatlntica, fundamentalmente con el nimo de vincular a Espaa a laOTAN. Al mismo tiempo, Lpez Rod quiso iniciar cuanto antes los sondeosde cara a la renovacin del acuerdo de las bases, que expiraba en 1975, con el

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    (18) The Juan Carlos Visit, 22/1/71 en NS-NSCF Harold Middle East Neg. Files 1189;Spain: the Approaching Transition, 27/4/71, en NARA RG69, SNF, 1970-3 PD 2599.

    (19) WALTERS (1978), pgs. 551-557.(20) Spain: Franco Restructures his Government, 27/6/73, y Changes in the Spanish Go-

    vernment, 5/7/73, en NARA RG69, SF 1970-73 PD 2598; Memo for Kissinger, 8/6/73, en NARARG69, SF 1970-73 PD 2895.

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  • propsito de lograr la garanta de defensa que no se haba alcanzado en 1970,logrando exasperar a Kissinger por su falta de sutileza negociadora. Sin em-bargo, lo que ms molest al flamante secretario de Estado fue la actitud espa-ola durante la guerra del Yom Kippur, ostentosamente contraria al uso de lasbases espaolas por parte de las fuerzas armadas estadounidenses en sus es-fuerzos por evitar una derrota militar israel. Washington viol reiteradamenteel acuerdo de 1970 al utilizar los aviones cisterna de la base de Torrejn parareabastecer en vuelo a los F-4 en trnsito hacia Israel, aunque sin sobrevolar te-rritorio espaol, pero Madrid poco pudo hacer al respecto, ya que reconocerlohubiese alimentado la ya considerable oposicin popular a la presencia militarnorteamericana en Espaa (21).

    La mejor prueba de este malestar es un documento fechado en octubre de1973 en el que, a peticin de Kissinger, los expertos del Departamento de Esta-do exploraban posibles frmulas de presin para obligar a las autoridades espa-olas a mostrarse ms acomodaticias en el futuro. Washington podra abando-nar su tradicional equidistancia en relacin con el contencioso gibraltareo, porejemplo, pero ello dificultara la renegociacin del acuerdo de las bases y ade-ms sera un favor al Reino Unido que quizs en este momento no deseamoshacer. Tambin podra apoyar a los pases rabes que venan reclamando ladescolonizacin del Sahara en la Asamblea General de las Naciones Unidas, locual enfurecera a los espaoles, que estn paranoicos en lo referente a la po-sibilidad de que los rabes ocupen el Sahara, con el resultado de la prdida delas inversiones espaolas all y de la amenaza potencial a las islas Canarias,pero como en el caso anterior, Espaa sin duda se vengara dificultando su ac-ceso a las bases. Otra opcin sera oponerse a los esfuerzos espaoles por vin-cularse a la OTAN, pero eso constituira un movimiento contrario a un intersbsico de los Estados Unidos, y adems tendra un impacto escaso sobre elgobierno, puesto que Espaa ha reiterado constantemente su preferencia pormantener acuerdos bilaterales con Estados Unidos en lugar de ser miembro dela OTAN. En el terreno militar, se podran recortar las ayudas materiales, perolos militares espaoles no se sentiran muy afectados debido a que estn con-vencidos de que el acuerdo bilateral beneficia ms a Estados Unidos que a Es-paa. De forma parecida, la retirada de tropas estadounidenses de las bases es-paolas no hara sino entregar nuevas bazas negociadoras a Madrid.Finalmente, las represalias de tipo econmico haran ms dao a Estados Uni-dos que a Espaa, dado el desequilibrio existente en la balanza comercial a fa-vor de los primeros. En suma, la necesidad de garantizar su acceso a las basesespaolas situaba a Washington en una situacin curiosamente vulnerable, envista de lo cual no se tomara represalia alguna (22).

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    (21) HENRY KISSINGER, Years of Upheaval (Phoenix Press, London, 1982), pg. 709.(22) Citado en EDUARDO MARTN DE POZUELO, Los secretos del franquismo (Libros de Van-

    guardia, Barcelona, 2007), pgs. 318-321.

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  • Superado el conflicto de Oriente Medio, Kissinger viaj a Madrid en di-ciembre de 1973 para entrevistarse con Franco, D. Juan Carlos, Lpez Rod yCarrero Blanco, siendo una de las ltimas personas en ver a ste con vida antesde su asesinato. Las conversaciones versaron fundamentalmente sobre la re-ciente crisis de Oriente Medio, aunque el almirante aprovech la ocasin paraaleccionarle sobre el peligro que conllevara un aumento de la presencia sovi-tica en el Mediterrneo y la necesidad de reforzar a la OTAN. Kissinger mani-fest su apoyo al ingreso de Espaa en la Alianza, pero Carrero Blanco no erapartidario de presentar una solicitud que no fuese bien recibida. En cambio, creadeseable un tratado de defensa mutua, a lo que Kissinger no se opuso, aunquedudaba que el Congreso lo aceptara. Tras constatar con estupor que el legislati-vo norteamericano era aparentemente insensible al peligro comunista, a decirde un diplomtico espaol que presenci la conversacin, el almirante se en-caram, encendi un cigarrillo y, con espontaneidad, como hablndose a simismo, murmur: pues estamos aviados! (23).

    En contra de lo que han venido sosteniendo con sorprendente insistencia al-gunos autores y actores polticos espaoles supuestamente bien informados entre ellos, el dirigente comunista Santiago Carrillo no existe ninguna evi-dencia de que el asesinato de Carrero Blanco a manos de la organizacin terrorista ETA contara con la aquiescencia o colaboracin, directa o indirecta,de los Estados Unidos. Como l mismo reconoce en sus memorias, Kissingerera capaz de sugerir y apoyar el uso de mtodos ilcitos para presionar e inclu-so derribar a gobiernos no afectos, como hizo tras el triunfo de Allende en sep-tiembre de 1970. Ms an, unas instrucciones impartidas por l a la CIA, aun-que posteriormente canceladas, daran lugar al asesinato del general RenSchneider, el comandante en jefe de las fuerzas armadas contrario a un golpemilitar contra Allende (24). Si resulta inverosmil la participacin de EstadosUnidos en el asesinato de Carrero Blanco es porque, a priori, su desaparicinslo poda generar el tipo de inestabilidad que tanto aborreca la administracinnorteamericana, alentando de paso a la nica organizacin armada capaz de en-frentarse con xito al rgimen. En cambio, su continuidad al frente del gobier-no y al servicio de D. Juan Carlos permita albergar la esperanza de un trnsitogradual del franquismo a la monarqua como el que apoyaba Washington. Porsi fuera poco, el almirante podra haber sido un excelente aliado en las inmi-nentes negociaciones para la renovacin del acuerdo de las bases (25).

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    (23) Memorandum of Conversation, 18/12/73, en NPMP NSC CF Spain 706, y Memoran-dum of Conversation, 19/12/73, NARA, RG59. DSS-NF, 1970-73. POL 27-14 Arab-Isr; LpezRod (1992), pgs. 504-11. LUIS GUILLERMO PERINAT, Recuerdos de una vida itinerante (Com-paa Literaria, Madrid, 1996), pgs. 142-148.

    (24) JONATHAN HASLAM, The Nixon Administration and the Death of Allendes Chile (Verso,Londres, 2005), pgs. 69-71.

    (25) Death of Spanish President Carrero Blanco y Memo for the President, 20/12/73, enNPMP NSC CF Spain 706.

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  • Impresionado por la muerte de quien le haba recibido en su despacho ape-nas unas horas antes, Kissinger insisti que, por respeto a Franco, era importan-te que la representacin de los Estados Unidos en su funeral corriese a cargo delvicepresidente Ford, a lo que Nixon accedi de inmediato. Inevitablemente, elcontraste entre tan alta representacin y la ausencia total de polticos europeosde rango comparable puso una vez ms de manifiesto las servidumbres de la po-ltica exterior y de defensa norteamericana.

    En contra de lo que caba esperar, el asesinato de Carrero Blanco apenas mo-dific la poltica de Kissinger hacia Espaa. Si acaso, el nombramiento de CarlosArias Navarro como sucesor del almirante fue bien recibido, dada su experienciaen cargos de responsabilidad, y tampoco se vieron con malos ojos los contenidosaparentemente aperturistas del llamado esprutu del 12 de febrero. Kissinger notard en retomar las conversaciones para la renovacin del acuerdo de las basescon el nuevo ministro de Asuntos Exteriores, Pedro Cortina Mauri, con el que sereuni en Barajas de camino a Egipto en enero de 1974, y los acontecimientosposteriores en Portugal, Grecia y Turqua no hicieron sino aumentar su valor ge-oestratgico a ojos de Estados Unidos. En julio viaj de nuevo a Madrid para ru-bricar una Declaracin Conjunta de Principios, versin espaola del texto apro-bado por la OTAN en junio, que pretenda subrayar la contribucin espaola a ladefensa de Occidente, algo que segua levantando ampollas entre muchos miem-bros de la Alianza. La hospitalizacin de Franco oblig a D. Juan Carlos a firmarla declaracin final por parte espaola, mientras Nixon haca otro tanto en su re-sidencia californiana de San Clemente. Poco despus, recibira all al ministro deasuntos exteriores de Alemania, Hans-Dietrich Genscher, quien le inst a estre-char lazos con los representantes de la oposicin democrtica a fin de facilitar laaproximacin de Espaa a Europa. El presidente no se opuso al razonamiento desu ltimo visitante extranjero, pero para entonces slo le preocupaba la dimisinque presentara al cabo de unas semanas. A Genscher sin duda le habra tranqui-lizado conocer un texto elaborado al respecto por el Departamento de Estado alpoco tiempo de la dimisin presidencial, en el que se afirmaba con rotundidad quees nuestro objetivo favorecer y trabajar por una mayor integracin de Espaa enOccidente, debido tanto a la importancia estratgica de ese pas como para pro-porcionar un anclaje para su estabilidad interna en la etapa posfranquista (26).

    2. KISSINGER Y FORD, ANTE LA CRISIS FINAL DEL FRANQUISMO, 1974-1975

    La marcha de Nixon y su sustitucin por Ford aumentaron si cabe la in-fluencia de Kissinger en la definicin de la poltica norteamericana hacia Espa-

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    (26) VIAS (2003), pg. 415. Memorandum (Briefing Papers on Spain and Portugal) fromthe State Department to Brent Scowcroft, 20 August 1974, Spain (1), Box 12, National SecurityAdviser. PCF-EC, GFL.

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  • a. Por ende, este traumtico acontecimiento desencaden un proceso que ha-bra de tener consecuencias inesperadamente positivas para la embajada esta-dounidense en Madrid. Cuando el embajador Rivero aprovech la dimisin deNixon para seguir su ejemplo, Ford quiso que le sustituyera un antiguo asesoreconmico del presidente, Peter M. Flanigan. Sin embargo, las dudas sobre suidoneidad manifestadas por el Senado obligaron a retirar su candidatura, cir-cunstancia aprovechada por Kissinger para proponer el nombramiento de un ex-perimentado diplomtico de carrera, Wells Stabler, que ya haba colaborado conl como secretario de estado adjunto para Asuntos Europeos. Stabler demostra-ra una notable capacidad para establecer vas de comunicacin con sectores dela sociedad con los que la embajada no haba tenido mucha relacin hasta en-tonces, aunque sin perder por ello el apoyo de su secretario de Estado.

    Como ha reconocido Kissinger en sus memorias, tras la revolucin de losclaveles Washington tena ms inters que nunca por garantizar el acceso a lasbases espaolas. El secretario pretenda reeditar el convenio de 1970, sin acep-tar la retirada de los aviones cisterna de Torrejn que Madrid buscaba desde laguerra del Yom Kippur, y sin ofrecer una garanta de seguridad que fuese msall de la declaracin de julio de 1974. Por su parte, los negociadores espaolesexigan elevar el convenio al nivel de tratado, renegociar a la baja las facilidadesmilitares, y establecer algn tipo de vnculo entre Espaa y el sistema defensivode la OTAN. Tras varios meses de duras negociaciones, en abril de 1975 la par-te espaola exigi formalmente la salida de los aviones cisterna de Torrejn, laretirada de armas y submarinos nucleares de Rota, y el abandono del territorioespaol de las fuerzas norteamericanas asignadas a la Alianza. Sorprendido porla dureza de esta postura, Kissinger convenci a Ford de la necesidad de inter-ceder por Espaa ante el Consejo Atlntico en Bruselas, para que la OTAN to-mara conciencia de la importancia de la contribucin espaola a la defensa co-lectiva de Occidente. Sin embargo, y a pesar de que la Alianza haba tenido entresus socios fundadores a la dictadura portuguesa, y de que Grecia y Turqua dis-taban mucho de ser democracias ejemplares, el entusiasmo de los miembros dela OTAN por la gestin estadounidense fue perfectamente descriptible. El primerministro holands, Johannes den Uyl, no dud en contestar a Ford que cualquierbeneficio militar que pudiese reportar un gesto hacia el rgimen espaol seracontrarrestado por la prdida de credibilidad que la OTAN sufrira por ello (27).

    Haciendo caso omiso de las protestas de Stabler, Kissinger tambin con-venci a Ford de la necesidad de visitar Madrid en mayo de 1975 para desatas-car las negociaciones, aun a sabiendas de que esto tampoco sera bien recibido

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    ISSN: 1575-0361, nm. 17, Madrid, enero-junio (2007), pgs. 223-251

    (27) HENRY KISSINGER, Years of Renewal (Phoenix Press, Londres, 1999), pgs. 632-633. Elhecho de que Kissinger citara literalmente el discurso pronunciado por Ford el 29 de mayo de1975 en sus memorias da una idea de la importancia otorgada a esta iniciativa. Las actas de la reu-nin del gabinete norteamericano celebrada el 4 de junio de 1975, en la que Ford y Kissinger expli-caron al resto del gobierno su visita a la OTAN y a Madrid, estn disponibles en http://128.83.78.237/library/exhibits/cabinet/750604.htm

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  • en las capitales europeas. En vsperas del viaje, el britnico James Callaghanmanifestara a Kissinger que era prematuro vincular Espaa a la OTAN mien-tras viviese Franco. Poco despus, el canciller Helmut Schmidt recordara aFord que es ms que evidente que la era de Franco est tocando a su fin; toda-va no est claro quien tomar el timn, pero deberamos estar animando a quie-nes esperan poder gobernar despus de Franco. Eso significa que no debemosrelacionarnos solamente con los que estn en el poder en la actualidad. Ford,por su parte, le hizo ver que los Estados Unidos se encontraban en plena rene-gociacin del convenio, aadiendo que la prdida de las bases militares supon-dra un duro golpe para Occidente, y no solamente para Washington. A esto,Schmidt replic que para que puedan estar ustedes seguros de sus bases y susvnculos estratgicos con Espaa pasado maana, tambin deberan hablar so-bre ello con quienes estarn en el poder en el futuro. Poco despus, el primerministro italiano Aldo Moro le planteara idnticas objeciones (28).

    En vsperas del viaje, Kissinger entreg al presidente un largo informe expli-cando la situacin espaola en perspectiva estadounidense. El secretario era cons-ciente de que la juventud espaola est cada vez menos dispuesta a aceptar losaspectos ms represivos del rgimen autoritario franquista, y vaticinaba acerta-damente que muchos observadores dentro y fuera de Espaa vern su visitacomo... un esfuerzo por apuntalar a Franco y su sistema. A pesar de ello, Kissin-ger crea necesario el viaje por la importancia que tena garantizar el acceso a unasbases esenciales para la presencia norteamericana en el resto de Europa, el Medi-terrneo y Oriente Medio. No obstante, era consciente de que muchos espaolesopinan que la presencia de EE.UU. en las bases espaolas es ms importante paralos EE.UU. que para Espaa, y que algunos las ven como un smbolo embara-zoso del apoyo de los EE.UU. a Franco, en vista de lo cual era necesario forta-lecer nuestros lazos con los lideres actuales, sobre todo en relacin con la coope-racin en defensa, pero evitando una excesiva identificacin con Franco (29).

    Mirando al futuro, el texto afirmaba que las perspectivas para la sucesinde Franco son razonablemente buenas a corto plazo, pero ms inciertas a la lar-ga. Juan Carlos y Arias Navarro seguramente gozarn de una aceptacin bastan-te amplia al principio, aunque no tendrn mucho apoyo activo... a largo plazo, elxito de los dirigentes posfranquistas depender de su habilidad para trazar uncurso intermedio entre las presiones a favor del cambio y la insistencia derechistapor preservar el status quo. La fragmentada oposicin clandestina, incluido el ac-tivo Partido Comunista de Espaa (PCE), seguramente no podr forzar un cam-

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    (28) Conversation with Secretary Kissinger and UK Secretary of State for Foreign andCommonwealth Affairs James Callaghan, 8/5/75. NARA, RG59. DSR. Records of Joseph Sisco.1951-1976. Box 19. Helmut Schmidt, Men and Powers. A political retrospective (Jonathan Cape,Londres, 1990), pgs. 167-168. Meeting with Gerald Ford and Helmut Schmidt, 29/5/75, NARA,RG59, RDS. Office of the Counselor, 1955-77. Box 5. Germany 1975.

    (29) President Fords visit to Madrid May 31-June 1 1975, from the Secretary of State to thePresident, RG59, Briefing Books, 1958-1976, E.5037, Box 217, NACP.

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  • bio de gobierno por su cuenta, pero intentar aprovecharse de los problemas amedida que vayan surgiendo. Esta visin globalmente optimista del futuro des-cansaba en su percepcin del papel disuasorio de los militares, que parecen es-tar unidos y dispuestos a aceptar cambios polticos, y que quieren quedar al mar-gen de la poltica, pero que estaran dispuestos a intervenir si apareciera unaamenaza seria al orden pblico o si la extrema izquierda estuviese a punto de ha-cerse con el poder. En suma, dado que las probabilidades de un estallido radi-cal en la vida poltica espaola durante el crepsculo del rgimen y la etapa desucesin son escasas, a Kissinger no le preocupaban en exceso las consecuen-cias de la muerte del dictador para los intereses norteamericanos, si bien reco-noca que en el futuro los gobiernos espaoles sern mucho ms susceptibles ala presin popular de lo que ha necesitado ser Franco, y desde luego hay secto-res de la opinin publica espaola no todos izquierdistas partidarios de unamenor dependencia de los Estados Unidos en la defensa y otras reas.

    Las entrevistas de Ford y Kissinger con Franco, celebradas el 1 y 2 de juniode 1975, y a las que el secretario no dedica mencin alguna en sus memorias,no tuvieron el resultado apetecido por aqullos (30). Por parte norteamericanase puso de manifiesto una notable preocupacin por la evolucin poltica dePortugal, y Ford, instado por Kissinger, lleg incluso a sugerir la posibilidad deque Espaa prestase ayuda para contrarrestar la marea revolucionaria que, a suentender, amenazaba con arrastrar al pas vecino a la esfera de influencia so-vitica. Aunque el presidente se expres con cierta ambigedad, pareci estarsugiriendo algn tipo de accin lanzada desde territorio espaol. Afortunada-mente, Franco no comparta el alarmismo de sus huspedes, y se mostr con-fiado de que la situacin portuguesa se encauzara sin consecuencias adversaspara Espaa (31). En parte, al menos, Kissinger seguramente exager el peligro

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    (30) Las memorias (todava inditas) del diplomtico espaol que actu de intrprete deFord captan a la perfeccin lo difcil que resultaba el trato con Franco. Sentados los tres en el co-che que les conduca al centro de Madrid desde Barajas, la voz de Ford rompi el embarazoso si-lencio inicial con un leve comentario sobre el buen tiempo con que acogamos su visita. Franconi siquiera contesta. Nuevas palabritas del presidente americano sobre las joviales caras de lamultitud que se apiaba en las terrazas del aeropuerto. Sigue el imperturbable silencio de nuestroJefe del Estado, esta vez ms prolongado y profundo si cabe. Al fin, ya en la carretera de Barce-lona, pregunta de Ford sobre los aos de esa magnfica avenida. Franco con voz lejana, perdi-da, le dice entre rpidos parpadeos veintisis, lo cual es acogido con muestras de asombro porel estadounidense, entre bocanadas de una pipa que se haba decidido a encender para tener algoque hacer con las manos. Nuevo espacio en blanco y nuevo comentario de Ford sobre las espo-rdicas caras juveniles que bordean la ruta. Periodo de reflexin de Franco, y, al fin, su inaudiblevocecita que dice: la juventud siempre es optimista, si no fuera por la prensa que la envenena.Grandes gestos de asentimiento del visitante y comentarios sobre lo parecido de la situacin ensu pas. ANTONIO DE OYARZBAL, Recuerdos Polticos (Madrid, 2005), pgs. 48-49.

    (31) No obstante, conviene recordar que en octubre de 1974 Cortina Mauri haba pedido aKissinger armas ligeras y sistemas de comunicacin para ayudar a las Fuerzas Armadas espao-las a impermeabilizar la frontera portuguesa. Memorandum of Conversation, 9/10/74, NARA,RG59, DSR. Records of Henry Kissinger, 1973-1977. Box 5.

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  • de la amenaza comunista en Portugal para que sus anfitriones cerraran cuantoantes la renovacin del convenio en los trminos ms ventajosos posibles paraEstados Unidos, estratagema que no dio muy buenos resultados (32).

    Aunque contrario a la visita, Stabler pens que podra al menos servir paramejorar la imagen de su pas si su presidente tena un gesto con la oposicin mo-derada. En su informe al presidente, Kissinger haba reconocido que debera-mos manifestar nuestro deseo de mantener las actuales relaciones de coopera-cin con los dirigentes posfranquistas, a fin de desarrollar un amplio consensosobre el valor de las relaciones hispano-estadounidenses que incluya a dirigen-tes dentro y fuera del gobierno. En vista de ello, el embajador obtuvo su au-torizacin para que Ford se reuniese con algunos lderes de opinin, pero elgobierno espaol se opuso y el secretario de Estado no quiso insistir (33). Sta-bler reconocera aos despus que Arias Navarro habra cedido ante una tomade postura ms firme, lo cual habra supuesto un gesto aunque pequeoen el sentido de que s tenamos una opinin sobre las relaciones con la oposi-cin. Por si fuera poco, la visita de Ford coincidi con la declaracin del esta-do de excepcin en Guipzcoa y Vizcaya, y fue duramente condenada por laoposicin comunista y socialista. A pesar de esta ocasin perdida, a lo largo de1975 Stabler lograra establecer contacto con los principales dirigentes de laoposicin no-comunista, incluido Felipe Gonzlez (34). Sin embargo, y no obs-tante la importancia que entonces se atribua a los comunistas en un futuro pos-franquista, tanto en Espaa como en el extranjero, la Administracin Ford nun-ca quiso relacionarse con sus dirigentes de cierto nivel. Dado que el partidocomunista no poda personarse en los Estados Unidos como tal, finalmente lohizo a travs de la Junta Democrtica, cuyos dirigentes se presentaron ante laopinin pblica norteamericana en una reunin celebrada en el Capitolio en ju-nio de 1975. Los portavoces de la Junta tuvieron especial cuidado en no exigirla retirada norteamericana de las bases espaolas, ni cualquier otra medida que

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    (32) Memorandum of Conversation, 31/5/75, NACO, RG59, Records of Henry Kissinger,1973-1977, E. 5403, Box 13. PERINAT (1996), pgs. 158-160. Segn el embajador norteamerica-no, no haba ningn motivo para la visita presidencial. No se trataba de apuntalar al rgimen deFranco, porque no haba necesidad de ello. Durante y despus de la visita muchos espaoles mepreguntaban: Por qu tenais que hacer esto? Qu habis ganado con ello? Si pensbamos quehabamos obtenido algo importante en relacin con la bases, sencillamente, no era cierto. La vi-sita no logr nada en absoluto, salvo demostrar, desde la perspectiva de Franco, que el gran ami-go de Espaa acuda en su ayuda. STABLER (1987), pgs. 193-195.

    (33) En un tenso intercambio, Cortina Mauri observ que sera muy malo para nuestrasnegociaciones, a lo que Kissinger contest No me amenace! Memorandum of Conversa-tion with Pedro Cortina Mauri, 28/5/75, NARA. RG59. DSR. Records of Henry Kissinger,1973-77. Box 13.

    (34) Segn Motrico, tuvo que llegar en marzo de 1975 Wells Stabler, fino y experto diplo-mtico, para que la gran Repblica norteamericana tomara un rumbo definido de apoyo a la cau-sa democrtica y a la Monarqua incipiente. AREILZA (1985), pg. 110. STABLER (1987) pg. 195.Gonzlez no visitara los EE.UU. hasta despus de las primeras elecciones democrticas, en no-viembre de 1977.

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  • pudiese alimentar los temores de Kissinger, a pesar de lo cual la Secretara deEstado se neg a recibirles. Carrillo tambin recurrira a los buenos oficios deNicolae Ceacescu, a quien Kissinger cultivaba para alimentar sus desavenen-cias con Mosc, pero sin xito. Ni siquiera Deng Xiaoping lograra convenceral Secretario que el PCE no era una mera marioneta de los soviticos (35).

    El viaje presidencial a Madrid se tradujo en una postura ms acomodaticiade Washington en relacin con las bases, y, paradjicamente, en un endureci-miento de la postura espaola. De ah en parte la tibia reaccin norteamericanaa la crisis desatada en septiembre de 1975 por la ejecucin de cinco terroristasacusados de delitos de sangre, que contrast vivamente con la firmeza de las de-mocracias europeas (36). A pesar de ello, Kissinger pareci salirse con la suya,y tras varias conversaciones con Cortina Mauri, el 26 de septiembre, da quevenca el convenio vigente, el ministro espaol rubric un acuerdo cuyo conte-nido no se dio a conocer. El 4 de octubre se comunic tan slo que el nuevoacuerdo tendra una vigencia de cinco aos, y que los Estados Unidos seguirandisfrutando de las mismas facilidades.

    A pesar de la seriedad de los asuntos que traa entre manos, o precisamentepor ello, Kissinger siempre hizo gala de un notable sentido del humor, y de unaigualmente marcada tendencia a la indiscrecin. Aunque luego afirmara haberencontrado a Franco en mejor estado fsico que en 1970, por aquel entonces rei-ter su deseo de verle dejar el poder cuanto antes, aunque a Deng Xiaoping leexplicara con gracejo que lo consideraba poco probable, dado lo aferrada al po-der que estaba su mujer. En lo que a D. Juan Carlos se refiere, a lo largo del aohizo comentarios jocosos sobre las aptitudes polticas de los Borbones a ms deun interlocutor extranjero. Ms sorprendente resulta, quizs, su comentario aldirigente chino de que el prncipe era un hombre agradable, aunque inge-nuo, que no sabe de revoluciones ni a lo que se va a enfrentar y que pensa-ba que lo puede lograr con buena voluntad, llegando a la conclusin de que,si bien sus intenciones son buenas, no creo que tenga la fuerza suficiente paramanejar la situacin por s solo (37).

    Como en ocasiones anteriores, la falta de sensibilidad de Washington por elcontexto interno espaol no dej de suscitar las crticas de sus aliados europeos.El primer ministro irlands Garrett Fitzgerald advirti a Kissinger en octubre

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    (35) STANLEY G. PAYNE, The Franco Regime, 1936-1975 (The University of WisconsinPress, Madison, 1987), pg. 611. Memorandum of Conversation, 11/6/75, NARA, RG59, Officeof the Counselor, 1955-1977. Box 3. Memorandum of Conversation, 21/10/75, NARA. RG59.RDS. RPPS, Directors Files (Winston Lord), 1969-77. Box 374.

    (36) Kissinger comentara al ministro de asuntos exteriores francs que, aunque considera-ba las ejecuciones un error poltico, el gobierno espaol estaba en su derecho. Memorandum ofConversation with Jean Sauvagnargues, 27/9/75, NARA. RG59. RDS. Office of the Counselor,1955-1977. Box 4. France 1975.

    (37) Memorandum of Conversation, 21/10/75, NARA. RG59. RDS. RPPS, Directors Files(Winston Lord), 1969-77. Box 374.

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  • que la firma del acuerdo poda tener resultados contraproducentes tras la muer-te de Franco, provocando una reaccin anti-norteamericana similar a la ocurri-da en Grecia tras la cada de los coroneles. Fitzgerald crea tener la autoridadmoral suficiente para criticar la postura estadounidense por ser uno de los pocosgobernantes europeos que no haba llamado a consultas a su embajador tras lasejecuciones de septiembre, por considerarlo un gesto intil. Sin embargo, Kis-singer se mantuvo en sus trece, sealando que la retirada de los embajadores eu-ropeos era un ejemplo ms de la hipocresa de sus aliados, atribuible al hechode que los europeos viven en el pasado en lo que a Espaa se refiere (38).

    En vsperas de la muerte de Franco, la realpolitik kissingeriana pudo contri-buir a una crisis internacional que podra haber tenido graves consecuencias parala evolucin poltica espaola. Desde haca varios aos, la diplomacia espaolavena manifestndole su preocupacin ante la postura crecientemente beligerantede Marruecos en relacin con el Sahara, pero Kissinger sola restarle importancia,y todo hace pensar que no utliz a fondo su considerable influencia sobre HassanII. El secretario de Estado tema que la descolonizacin del territorio pudiese re-dundar en beneficio del rgimen pro-sovitico de Argelia, debilitando de paso aMarruecos, un firme aliado de Washington. Aunque procur aparentar un postu-ra de estricta neutralidad, asegurndose de que los suministros militares nortea-mericanos a Rabat no modificasen el equilibrio de fuerzas regional, sus comenta-rios sobre la inviabilidad de un nuevo estado independiente la idea de un pasllamado Sahara espaol no es algo exigido por la Historia, le dira a CortinaMauri en noviembre de 1974 hicieron temer a Madrid que su aparente indife-rencia ocultaba en realidad un apoyo tcito al irredentismo marroqu (39).

    No obstante lo anterior, cuando Hassan II lanz la llamada marcha verdecontra el Sahara espaol en octubre de 1975, D. Juan Carlos, alarmado por laposibilidad de que una guerra colonial trastocara sus planes sucesorios, envi aWashington a un emisario amigo, Manuel Prado y Coln de Carvajal, para so-licitar la ayuda de Kissinger. ste intercedi de inmediato ante el monarca ma-rroqu a travs del general Walters, que ya se encontraba en Marruecos yhablara tambin con otros dirigentes rabes y con el presidente francs, Valery

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    (38) GARRET FITZGERALD, All in a Life (Gill & Macmillan, Dubln, 1991), pg. 180. Tras lasejecuciones de septiembre, la Casa Blanca hizo pblico un comunicado segn el cual el Presi-dente lamenta la espiral de violencia que ha conducido a este trgico resultado. El secretario deDefensa, James Schlesinger, reconocera que el gobierno Arias haba amenazado con suspenderlas negociaciones sobre las bases si Washington se una a las peticiones de clemencia. Time, 13de octubre 1975.

    (39) Memorandum of Conversation with King Hassan of Morocco, 6/11/73, NARA. RG59.DSR. Records of Henry Kissinger, 1973-1977. Box 2. NODIS Action Memos 1973-1976; Memo-randum of Conversation with Pedro Cortina Mauri, 9/10/74, NARA. RG59. DSR. Records of HenryKissinger, 1973-1977, Box 5; Memorandum of Conversation with Pedro Cortina Mauri, 9/11/74,NARA. RG59. DSR. Records of Henry Kissinger, 1973-1977, Box 21; Memorandum of Conversa-tion with Spanish ambassador Alba, 20/12/74, NARA. RG59, DSR. Records of Henry Kissinger,1973-77, Box 4.

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  • Giscard dEstaing. Aunque el rey de Marruecos tardara todava una semana ensuspender la marcha verde, las gestiones de Kissinger al menos contribuye-ron a enfriar los nimos en un momento crtico, si bien es posible que una ac-cin ms decidida por su parte hubiese podido evitar la agresin (40).

    Consciente de que la vida de Franco tocaba a su fin, a principios de noviem-bre de 1975 Kissinger envi a Stabler unas directrices nuevas. En ellas se recor-daba al embajador que el objetivo prioritario de los Estados Unidos en Espaasigue siendo el de fortalecer el conjunto de nuestras relaciones polticas y de se-guridad con una Espaa ms estrechamente unida a la comunidad Atlntica.Adems, Washington era partidario de una evolucin poltica gradual, en tr-minos aceptables para el pueblo espaol, que conduzca a una sociedad msabierta y plural. Aunque Kissinger no deseaba que se apoyase a ninguna op-cin poltica concreta dentro del campo democrtico, vaticinaba que la transi-cin estar en manos de gentes esencialmente conservadoras, y no ocultaba elhecho de que veramos una participacin comunista en un futuro gobierno es-paol como un desarrollo poco saludable, que inevitablemente daara los lazoscon nosotros y con las instituciones de Europa Occidental. En suma, Washing-ton desempear un papel estabilizador y de apoyo, y aconsejar en contra decualquier esfuerzo por impulsar cambios mas rpidos, que pudieran forzar elproceso mas all de lmites realistas, con el riesgo de provocar reacciones seve-ras. Por ltimo, Kissinger aceptaba que la embajada deba tener contactos con-tinuos pero discretos con los grupos de la oposicin, incluidos aquellos gruposrazonablemente moderados actualmente obligados a operar ilegalmente, perotodo contacto con la oposicin deber ser monitorizado cuidadosamente paraevitar dar la impresin de que favorecemos a algn partido en concreto (41).

    El debate que se produjo en Washington sobre quin deba representar a losEstados Unidos en el funeral de Franco y la proclamacin de D. Juan Carlos po-cos das despus dice mucho de los dilemas de la Administracin en relacin conEspaa. Cuando el embajador Rivero suscit este asunto por vez primera en elverano de 1974, recomend que el propio presidente estuviera presente en ambasceremonias, lo cual fue considerado excesivo por el Departamento de Estado. Unao despus, ste sugiri que la delegacin norteamericana fuese presidida porun miembro del gobierno, pero Ford insisti que acudiese el vicepresidente Roc-kefeller. (A ltima hora, D. Juan Carlos intent que asistiera Ford, de vuelta deun viaje a China, pero no fue posible.) A diferencia de las grandes democracias

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    (40) VICTORIA PREGO, As se hizo la Transicin (Plaza y Janes, Barcelona, 1995), pg. 290-92. Kissinger comentara poco despus al nuevo ministro de Asuntos Exteriores espaol que sise hubiesen visto envueltos en una guerra en el Sahara, habra sido un desastre. Memorandumof Conversation with Foreign Minister Jos Mara de Areilza of Spain, 16/12/75. NARA. RG59.RDS. Office of the Counselor, 1955-77. Box 3.

    (41) Telegram from the Secretary of State to the Embassy in Madrid, 1 November 1975.Spain-State Department Telegrams from SECSTATE-EXDIS, Box 12, National Security Adviser.PCF-EC, GFL.

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  • europeas, Washington estuvo representado por la misma persona en el funeral deFranco y la proclamacin del rey, como resultado de lo cual Rockefeller se vio encompaa de Imelda Marcos y Augusto Pinochet en el primero, y del duque deEdimburgo, el presidente de Francia y el canciller de Alemania en la segunda. Ensuma, hasta el ltimo momento, Kissinger procur invertir en el futuro posfran-quista sin distanciarse un pice de la dictadura, una poltica cuya sutileza no fuesuficientemente apreciada por la opinin pblica espaola (42).

    3. KISSINGER Y EL INICIO DE LA TRANSICIN DEMOCRTICA, 1975-1977

    Muerto Franco, la Administracin Ford reanud de inmediato sus esfuerzospor cerrar un nuevo acuerdo sobre las bases. Para el rey y su nuevo ministro deAsuntos Exteriores, Jos Mara de Areilza, lo importante no era tanto el conte-nido del mismo, como la posibilidad de elevar el rango del convenio existentea la categora de tratado, lo cual supondra un reconocimiento de que la muertede Franco abra una nueva etapa, y de que el Congreso norteamericano (y noslo el ejecutivo) apoyaba la incipiente democratizacin promovida por la Mo-narqua. Al mismo tiempo, el ministro deseaba situar las relaciones bilateralesen el contexto de una ms amplia contribucin espaola a la defensa de Occi-dente, como paso previo a una futura integracin de Espaa en la OTAN.

    Kissinger, que haba telefoneado a D. Juan Carlos el mismo 20 de noviem-bre para manifestarle su apoyo, quiso viajar cuanto antes a Madrid, pero el reyle disuadi para darle tiempo a su ministro a definir una posicin negociadora,que Areilza traslad al primero el 16 de diciembre en Pars. Washington acce-da a retirar los aviones cisterna, y a que los submarinos nucleares estacionadosen Rota iniciaran una retirada escalonada a partir de 1979, as como a no alma-cenar armas nucleares ni sus componentes en territorio espaol. (El acuerdoeconmico, cifrado en $600 millones en prstamos para adquirir material mili-tar, $75 millones en donacin y otros $10 millones para adiestramiento, se al-canzara sin muchas dificultades.) Por su parte, Kissinger acept la peticin deelevar el convenio al rango de tratado, algo que tambin deseaba el legislativonorteamericano, y prometi estudiar una frmula para vincularlo a la OTAN. Encambio, Areilza no suscitara la cuestin de la garanta de seguridad tan larga-mente anhelada por Espaa (43).

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    (42) El informe confidencial del Departamento de Estado preparado para el vicepresidenteafirmaba que nuestro objetivo al asistir a estas ceremonias es transmitir nuestras condolenciaspor la muerte de un lder fuerte y garantizar nuestra intencin de establecer relaciones incluso msestrechas con los nuevos lderes. Vice Presidents Mission to Spain, November 1975, from theState Department, E.5037, Box 231, NACP.

    (43) Memorandum of Conversation with Foreign Minister Jos Mara de Areilza of Spain,16/12/75. NARA. RG59. RDS. Office of the Counselor, 1955-77. Box 3. Jos Mara de Areilza,Diario de un ministro de la Monarqua (Planeta, Barcelona, 1977), pg. 26.

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  • La firma del nuevo Tratado de Amistad y Cooperacin el 24 de enero de1976 que Areilza no dud en calificar de excelente regalo a la Monarquasupuso un importante espaldarazo de los Estados Unidos a D. Juan Carlos. Sinembargo, dado que el segundo gobierno de Arias Navarro todava no haba dadomuestras de una verdadera voluntad democratizadora, algunos, tanto en Espaacomo en Estados Unidos, lo consideraron prematuro. Por otro lado, tanto Was-hington como la embajada en Madrid se mostraban ms bien cautos en relacincon la evolucin poltica del pas. Tras su primera entrevista con Stabler comoministro de Asuntos Exteriores, Areilza anotara en su diario que los EstadosUnidos desean la democratizacin del sistema, pero fieles a su pragmatismo,sin demasiado afn, exigencias ni prisas. Desean sobre todo que no vayamos porel camino de Portugal. En diciembre, Kissinger quiso tranquilizarle personal-mente: Quiero que sepa que no estar bajo la presin de los Estados Unidos. Sa-ben que tiene que haber una cierta evolucin, y lo estn haciendo; si algn es-tadounidense le presionaba, si es del Departamento de Estado, dgamelo, y sino lo es, ignrelo. Al mes siguiente, volvera a ofrecerle consejo: No hagancaso a las exigencias de los europeos ms que en aquello que realmente les con-venga a ustedes. Bastar probablemente para que entren en la Comunidad y lue-go en la Alianza Atlntica... Hagan cambios y reformas y den libertades. Pero elcalendario lo fijan ustedes. Y mantengan la fortaleza y la autoridad del Estadopor encima de todo. El ejemplo portugus supongo que ha de servirles. Vayandespacio!. Y en junio, Areilza comprobara que la preocupacin del secretarioera el cmo y el cundo de la reforma espaola. Y el hasta dnde. Que la de-mocracia y las libertades haban de venir, lo consideraba lgico y adems inevi-table. Sin embargo, se le vea un alto grado de reserva en orden a lo que eseproceso poda traer como elemento discordante o factor de complicacin en elajedrez poltico europeo y mediterrneo No es de extraar que Areilza conclu-yera que Kissinger era un hombre de grandes dudas y pocas esperanzas (44).

    Kissinger tuvo ocasin de conocer de primera mano los planes del primergobierno del rey en una interesante reunin celebrada en Madrid el 25 de enerode 1976 con Areilza y el ministro de la Gobernacin, Manuel Fraga, con oca-sin de la firma del nuevo Tratado de Amistad y Cooperacin, que puso de re-lieve tanto la perspicacia del husped como la insuficiencia del proyecto defen-dido por su anfitriones. Fraga abog por realizar una reforma constitucionallimitada, que permitiera la creacin de unas nuevas Cortes bicamerales, en lasque el Congreso sera elegido por sufragio universal y el Senado mantendrauna composicin corporativa. El futuro presidente del gobierno sera nombradopor el rey, a partir de una terna que le elevara el Consejo del Reino, teniendoen cuenta los resultados electorales. Como comentara el propio Kissinger, estemtodo de eleccin indirecta, adems de otorgar un poder excesivo a los miem-

    HENRY KISSINGER Y ESPAA, DE LA DICTADURA A LA DEMOCRACIA (1969-1977) CHARLES POWELL

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    ISSN: 1575-0361, nm. 17, Madrid, enero-junio (2007), pgs. 223-251

    (44) AREILZA (1977), pgs. 14-15, 60-67, 195-196. Memorandum of Conversation, 25/1/76,NARA. RG59. RDS. Office of the Counselor, 1955-1977. Box 3.

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  • bros del Consejo elegidos por el Senado, podra plantear graves problemas si laselecciones no arrojaban un resultado inequvoco. El propio Fraga tema la pro-liferacin de partidos polticos, mostrndose partidario de que hubiese cuatro,dos en la derecha y dos en la izquierda: uno neofranquista, otro en el que pu-diesen militar Areilza y l mismo, uno que reuniese a las distintas formacionesdemcrata cristianas, y uno socialista. Por su parte, el norteamericano se mos-tr pesimista sobre el futuro de la democracia en el mundo, incluidos los Esta-dos Unidos, y muy especialmente sobre la capacidad de los conservadores paradefender sus intereses: los capitalistas acabarn por darle la razn a Marx, quecrea que eran unos idiotas polticos (45).

    Durante estos meses, Kissinger se mostrara especialmente reacio a la par-ticipacin del PCE en el proceso democratizador espaol. En enero de 1976 lerecord a Fraga que el partido comunista era ilegal en Alemania, y le tranqui-liz saber que ste no tena intencin alguna de legalizarlo. En marzo, el pri-mer ministro irlands, Fitzgerald, que acababa de recibir a Areilza en Dubln,insisti ante Kissinger que estaba en un error, puesto que lo importante es de-rrotar a los comunistas, no suprimirles. Olof Palme, el primer ministro sueco,volvera a la carga con argumentos similares en mayo. A pesar de ello, en ju-nio el Secretario comentara a Areilza con su franqueza habitual que no va-mos a decir nada si ustedes se empean en legalizar el partido comunista. Perotampoco les vamos a poner mala cara si lo dejan ustedes sin legalizar unos aosms. En respuesta al debate suscitado al respecto en varios medios de comu-nicacin norteamericanos, a finales de ese mes el Departamento de Estado severa obligado a aclarar que, si bien se trataba de un asunto interno espaol, anuestro juicio sera absurdo determinar si est teniendo lugar o no un procesode democratizacin en funcin de la legalizacin de un partido dedicado aprincipios autoritarios. Absurdo o no, la opinin pblica espaola s haba es-tablecido una relacin entre la legalizacin del PCE y la sinceridad de las in-tenciones democratizadoras del gobierno Arias, algo que la embajada deberahaber detectado. A pesar de ello, por aquel entonces las instrucciones de statodava prohiban la relacin directa de sus diplomticos con miembros del co-mit central del PCE (46).

    La firma del nuevo tratado hizo posible la visita de los reyes a Washingtonen junio de 1976, coincidiendo con la conmemoracin del bicentenario de la in-dependencia de los Estados Unidos. En vsperas de su llegada, Kissinger trasla-d un largo informe a Ford examinando detalladamente la evolucin poltica es-paola. El secretario no dudaba en manifestar que nuestro propsito con esta

    HENRY KISSINGER Y ESPAA, DE LA DICTADURA A LA DEMOCRACIA (1969-1977) CHARLES POWELL

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    ISSN: 1575-0361, nm. 17, Madrid, enero-junio (2007), pgs. 223-251

    (45) Discussion of Spanish Political Issues with Foreign Minister Areilza, 25/1/76, NARA.RG59. RDS. Office of the Counselor, 1955-1977. Box 3.

    (46) Memorandum of Conversation with Irish Foreign Minister Fitzgerald, 18/3/76, NARA,RG59. RDS. Office of the Counselor, 1955-77. Box 9. POL 2 Ireland. Areilza (1977), pg. 196.Eaton (1981), pgs. 116-117; pg. 128.

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  • visita es demostrar nuestro pleno apoyo al Rey como la mejor esperanza para laevolucin democrtica con estabilidad que proteger nuestros intereses en Espa-a. A su entender, D. Juan Carlos reconoce que, para que la monarqua puedasobrevivir, no debe convertirse en un actor ms del proceso poltico. Para evitarconvertirse en rehn de ninguna faccin o una mera figura decorativa, debe pro-yectar una imagen ms amplia, por encima de la poltica entendida en sentidopartidista, pero comprometido con los cambios que sean aceptables a una socie-dad espaola en evolucin. Tambin reconoce que el futuro de la