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22 Ventajas comparativas, Ventajas comparativas, industrialización y desarrollo: industrialización y desarrollo: apuntes para una necesaria discusión apuntes para una necesaria discusión política en la Argentina política en la Argentina Debates * UBA-CONICET. Se agradecen los valiosos comentarios de Daniel Azpiazu a una ver- sión preliminar y se lo exime de cualquier responsabilidad en cuanto a los errores y las omisiones que pudieran existir. Este artículo consta de dos partes. En la primera se plantea muy esquemáti- camente la diferencia existente entre las denominadas ventajas comparativas estáticas y las dinámicas, al tiempo que se problematiza la cuestión de la com- petitividad de un país. Se trata de dos aspectos teórico-conceptuales de una indudable importancia política por cuanto de las mismas se desprende la aso- ciación existente entre industria y desarrollo, la centralidad de contar en el ámbito nacional con un sistema industrial sustentable (y del papel que en el mismo juega un segmento crítico como el de bienes de capital) y la necesidad de la intervención estatal en pos de la concreción de semejante objetivo estra- tégico. A partir de asumir que en nuestro país no se debería renunciar a concretar un programa de reindustrialización ligado con una redistribución progresiva del ingreso y una modificación sustantiva en el perfil estructural de la actividad y sus modalidades de inserción en el mercado mundial, en la segunda parte se enumeran una serie de factores adicionales que justifican sobradamente los motivos por los cuales se considera prioritario encarar tal reindustrialización y, en consecuencia, abandonar definitivamente la visión predominante si a lo que se aspira es a desandar el cuadro de subdesarrollo en el que estamos inmersos desde hace décadas. Ricardo Ortiz* Martín Schorr*

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Ventajas comparativas,Ventajas comparativas,industrialización y desarrollo:industrialización y desarrollo:apuntes para una necesaria discusiónapuntes para una necesaria discusiónpolítica en la Argentinapolítica en la Argentina

Debates

* UBA-CONICET. Se agradecen los valiosos comentarios de Daniel Azpiazu a una ver-sión preliminar y se lo exime de cualquier responsabilidad en cuanto a los errores ylas omisiones que pudieran existir.

Este artículo consta de dos partes. En la primera se plantea muy esquemáti-camente la diferencia existente entre las denominadas ventajas comparativasestáticas y las dinámicas, al tiempo que se problematiza la cuestión de la com-petitividad de un país. Se trata de dos aspectos teórico-conceptuales de unaindudable importancia política por cuanto de las mismas se desprende la aso-ciación existente entre industria y desarrollo, la centralidad de contar en elámbito nacional con un sistema industrial sustentable (y del papel que en elmismo juega un segmento crítico como el de bienes de capital) y la necesidadde la intervención estatal en pos de la concreción de semejante objetivo estra-tégico.

A partir de asumir que en nuestro país no se debería renunciar a concretar unprograma de reindustrialización ligado con una redistribución progresiva delingreso y una modificación sustantiva en el perfil estructural de la actividad ysus modalidades de inserción en el mercado mundial, en la segunda parte seenumeran una serie de factores adicionales que justifican sobradamente losmotivos por los cuales se considera prioritario encarar tal reindustrialización y,en consecuencia, abandonar definitivamente la visión predominante si a lo quese aspira es a desandar el cuadro de subdesarrollo en el que estamos inmersosdesde hace décadas.

Ricardo Or t iz*Mar t ín Schor r*

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“Resulta evidente pues que quienesjuzgan sobre la ineficiencia de nues-

tras industrias comparando simple-mente sus costos reales con los queprevalecen en otros países aplican,

seguramente sin proponérselo, prin-cipios de comercio colonial y nocomercio internacional” (Olivera,

1977)

Introducción

El objetivo principal de este tra-bajo es aportar algunos elemen-tos conceptuales y ciertas eviden-cias empíricas para reflexionaracerca de la relación que es posi-ble establecer entre el comporta-miento del sector industrial y elproceso de desarrollo socioeco-nómico de una nación. Se espera,así, aportar una serie de ejesargumentativos para confrontarcon aquellos sectores académi-cos, políticos y empresarialesque, con amplio consenso social,plantean de modo recurrente quela mejor opción para la Argentinapasa por consolidar un perfil deespecialización productivo-indus-trial estrechamente ligado al pro-cesamiento de recursos básicos(derivados de los sectores agro-pecuario, hidrocarburífero y elenclave minero). Es decir, por lapreservación y la potenciación delstatu quo productivo resultante dellargo período de vigencia del neo-liberalismo en nuestro país (1976-2001) y, en varios aspectos, de latrayectoria de la economía y la

industria en la posconvertibilidad1.Para estos sectores, muchos de

los cuales abrevan en el “progre-sismo”, mientras que otros confor-man o se integran a los estamen-tos más tradicionales del esta-blishment doméstico, la mejorestrategia nacional pasa por forta-lecer aún más el reducido univer-so de actividades consideradas“eficientes” dados sus costosabsolutos y relativos de produc-ción (y, por esa vía, a los grandescapitalistas que las controlan,objetivo que naturalmente no sedeclama). Dejar que el “resto delmundo” nos provea de todosaquellos productos cuya elabora-ción local resulta “ineficiente” y,por ende, innecesaria (comobuena parte de los bienes indus-triales). De allí que para los defen-sores de esta estrategia, la mismanecesariamente debe articularsecon esquemas amplios de liberali-zación que propicien un intercam-bio comercial “eficiente”. Tambiénque carezca de sentido gastaresfuerzos y recursos en diseñar einstrumentar un programa deindustrialización que procureavanzar en la integración y ladiversificación del aparato fabril apartir de la expansión y el fortale-cimiento de rubros de producciónde, a título ilustrativo, maquinariasy equipos, electrónica industrial ydiversos bienes de consumo (entodo caso, la intervención estataldebe focalizarse en el apoyo a

1 Véase Azpiazu y Schorr (2008 y 2009), Fernández Bugna y Porta (2008) y Ortiz ySchorr (2009).

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aquellos nichos de “eficiencia”existentes en el ámbito productivoy garantizar la mencionada aper-tura comercial y un régimenmacroeconómico afín a la concre-ción de tales propósitos).

Se trata de los preceptos básicosque “ordenaron” la mayoría de laspolíticas económicas aplicadas enel país en las últimas décadas, lasque derivaron en una acuciantedesindustrialización que se expre-sa, entre otras cosas, en un acen-tuado repliegue de la estructurafabril hacia actividades ligadascon la explotación de recursosnaturales y la producción de com-modities, así como el desmantela-miento de las manufacturas demayor complejidad y densidadtecnológica, en particular las rela-cionadas con la fabricación nacio-nal de bienes de capital. A modode ejemplo se destacan el “aran-cel cero” para la importación deequipamiento para la producción ylas políticas de “promoción indus-trial” instrumentadas en distintosperíodos, incluso durante elgobierno de Kirchner, así comonumerosas “omisiones estatales”en diferentes ámbitos (anti-dum-ping, compre argentino, legisla-ción anti-monopólica y de defensade la competencia, funcionamien-to del sector financiero, etc.).Dada la estructura de los merca-dos prevaleciente en el niveldoméstico en los diferentes ramosindustriales, no resulta casual quela señalada reestructuraciónregresiva del sector fabril se hayadado de la mano de una fenome-

nal concentración y centralizacióndel capital, que se refleja en laconsolidación de un puñado degrandes empresas y grupos eco-nómicos (mayoritariamente decapital extranjero) y un marcadoretroceso del segmento de laspymes, todo lo cual a su vezrepercutió negativamente sobre elmercado laboral, la distribucióndel ingreso y la configuraciónregional de la producción indus-trial generada en el país.

En relación con esta visión pre-dominante, cabe recuperar losseñalamientos de uno de los prin-cipales estudiosos del proceso deindustrialización de América lati-na: “Parecería claro que la res-puesta neoliberal, que enfrentalas precariedades de la industriali-zación realmente existente por lavía de cuestionar su existenciavolviendo a esquemas pretéritosde división internacional del traba-jo en que los países de Américalatina aparecerán resignados a laopaca y poco trascendente fun-ción de exportadores de recursosnaturales, no sólo no resuelve lascarencias sociales acumuladas,sino que las intensifica, agregan-do la carga adicional de desalen-tar estructuralmente la creatividadnacional” (Fajnzylber, 1983).

Es precisamente con el mencio-nado enfoque predominante quese plantea la necesidad de con-frontar, máxime si se consideraque cuenta con amplio respaldoen el nivel de funcionarios guber-namentales con poder de decisióny, paradójicamente, también es

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avalado e impulsado por diversosnúcleos del gremialismo empresa-rial del sector manufacturero(inclusive por varios que repre-sentan intereses sumamente per-judicados por los cambios estruc-turales acaecidos bajo la predomi-nancia de los postulados aludi-dos).

¿Por qué se considera que esnecesario dar la discusión en lostérminos mencionados? Porvarias razones, entre las quesobresale el reconocimiento, ava-lado por las innumerables eviden-cias con que se cuenta, de la cen-tralidad que juega el sector indus-trial en todo proceso de desarro-llo, sobre todo en un país con lascaracterísticas de la estructuraeconómica y social de la Argenti-na. Como lo indica la experienciahistórica de la mayoría de lasnaciones que lideran la actualfase del sistema capitalista y denuestro propio país durante lavigencia del esquema de sustitu-ción de importaciones que estuvovigente hasta su interrupción en1976, el desarrollo manufactureroresulta decisivo por cuanto sientalas bases para, entre otras cues-tiones relevantes: aumentar lariqueza socialmente disponible;avanzar hacia una creciente inte-gración y diversificación de laestructura económica; generarempleo y acceder a mayores nive-les de calificación de la fuerza detrabajo; obtener beneficios de dis-tinta índole por incorporación alproceso de producción de tecno-logías, bienes de capital y conoci-

mientos; ganar en términos deautonomía nacional; mejorar ladistribución del ingreso; etc. Enotras palabras, el desarrollo fabrilconstituye una condición de posi-bilidad del desarrollo en su senti-do más amplio (no la única obvia-mente, pero sí una de las mástrascendentes).

Este artículo consta de dos par-tes. En la primera se plantea muyesquemáticamente la diferenciaexistente entre las denominadasventajas comparativas estáticas ylas dinámicas, al tiempo que seproblematiza la cuestión de lacompetitividad de un país. Setrata de dos aspectos teórico-con-ceptuales de una indudableimportancia política por cuanto delas mismas se desprende la aso-ciación existente entre industria ydesarrollo, la centralidad de con-tar en el ámbito nacional con unsistema industrial sustentable (ydel papel que en el mismo juegaun segmento crítico como el debienes de capital) y la necesidadde la intervención estatal en posde la concreción de semejanteobjetivo estratégico.

A partir de asumir que en nues-tro país no se debería renunciar aconcretar un programa de rein-dustrialización ligado con unaredistribución progresiva delingreso y una modificación sus-tantiva en el perfil estructural de laactividad y sus modalidades deinserción en el mercado mundial,en la segunda parte se enumeranuna serie de factores adicionales

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que justifican sobradamente losmotivos por los cuales se conside-ra prioritario encarar tal reindus-trialización y, en consecuencia,abandonar definitivamente lavisión predominante si a lo que seaspira es a desandar el cuadro desubdesarrollo en el que estamosinmersos desde hace décadas.

Algunas definiciones conceptuales

Una primera definición concep-tual remite a la distinción entre lasventajas comparativas estáticas ylas dinámicas.

Las primeras están basadassobre la dotación dada de factoreso recursos con que cuentan lasnaciones (abundantes materiasprimas y mano de obra barata,entre las más usuales dentro delos países dependientes).

Las segundas son construidas yreconstruidas a lo largo del tiempoa través de una sostenida y diná-mica intervención estatal, por logeneral con una elevada deman-da de reciprocidad hacia los sec-tores empresariales favorecidospor las medidas de asistencia (porcaso, mediante la fijación de dis-tintos tipos de estándares dedesempeño en materia producti-va, comercial, laboral, ecológica,de investigación y desarrollo,etc.). Se encuentran muy relacio-nadas con, y procuran avanzaren, el progreso científico y tecno-lógico, la dinamización del siste-ma nacional de innovación, la cre-

ación y el fortalecimiento derubros productivos no “bendeci-dos” por la dotación de factores yque son considerados esencialesen función de la densidad del usode tecnología, el valor agregadodoméstico, los mercados dedemanda potenciales, los encade-namientos industriales, la crea-ción de empleo, el consumo racio-nal de la energía y el componentemedioambiental, entre otros crite-rios selectivos.

De acuerdo con los principios dela economía ortodoxa (tan enboga en el ámbito local desdehace largos años, incluso en elpresente, a pesar del discurso“industrialista” y “neodesarrollista”que tiende a manifestarse en múl-tiples ámbitos académicos, políti-cos y empresariales), el destinomanifiesto de los países es el deespecializarse en aquello que pro-ducen con el menor costo en fun-ción de su particular dotación defactores, es decir, en sus ventajascomparativas estáticas.

Ahora bien, las múltiples eviden-cias con que se cuenta indicanque no casualmente en aquellospaíses, como la Argentina, en losque el postulado de las ventajascomparativas estáticas ha “guia-do” la intervención estatal tiendena prevalecer situaciones más omenos intensas de subdesarrollo,por cuanto en tales ámbitos nacio-nales suelen existir débiles estruc-turas productivas (o truncas, aten-to al alto grado de desintegraciónque caracteriza a la matriz indus-trial, particularmente marcado en

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los segmentos de mayor compleji-dad), una inserción en el mercadomundial de escaso dinamismo(salvo en coyunturas puntuales),un bajo nivel de ingreso medio,crisis estructural en el mercadolaboral y, como resultado de todoello, una distribución del ingresoregresiva.

Por lo contrario, en aquellasnaciones en las que han prevale-cido las ventajas dinámicas comoprincipio “ordenador” de la praxisestatal tienden a manifestarsesituaciones más o menos intensasde desarrollo caracterizadas, porlo general, por el cuadro inverso almencionado para las nacionessubdesarrolladas. Tales son loscasos de los países que actual-mente ocupan posiciones de lide-razgo en el escenario mundial (nosólo los centrales, sino también,con sus matices, muchos de laperiferia, como el Brasil, los delsudeste asiático y crecientementeIndia y China).

Se trata de sociedades que hanrealizado (y realizan) esfuerzosmuy marcados con vistas a avan-zar en el desarrollo de un sistemaindustrial nacional (en algunoscasos prácticamente desde cero).Ello fue posible merced al aban-dono del criterio de “eficiencia”basado sobre el principio de lasventajas comparativas estáticas.Como se ha apuntado: “estas acti-vidades industriales nunca hubie-sen podido surgir ni superar suetapa de menor productividad si

las ventajas comparativas inme-diatas (las estáticas) hubiesencondicionado su nacimiento, talcomo sucede cuando la políticaeconómica se inspira en la econo-mía clásica. Por ello –e indepen-dientemente de las restriccionesde demanda y de oportunidad deempleo en el sector primario–,aun cuando la industrialización delos países exportadores primariosparecería quizás ineficiente a laluz de la teoría clásica, es en rea-lidad altamente deseable, aunquepara realizarla haya que apartarsedurante algunas décadas del prin-cipio de las ventajas comparati-vas. Es muy sugestivo que estefuera, precisamente, el caminorecorrido en su momento por casitodos los países industriales quehoy, una vez que ingresaron en elclub de los poderosos, se convier-ten en defensores acérrimos delprincipio de las ventajas compara-tivas” (Diamand, 1973)2.

Al respecto, resulta ilustrativotraer a colación lo sucedido en elJapón. En palabras de un ex vice-ministro de Industria de dichopaís: “El MITI (Ministerio deIndustria) decidió establecer en elJapón industrias que requerían lautilización intensiva de capital ytecnología, y que, considerandolos costos comparativos de pro-ducción resultarían en extremoinapropiadas para el Japón. Setrata de industrias como la delacero, refinación de petróleo,petroquímica, automotriz, aérea,

2 Sobre estos temas, consúltese también la investigación de Chang (2002).

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maquinaria industrial de todo tipoy electrónica, incluyendo, compu-tadoras electrónicas. Desde unpunto de vista estático y a cortoplazo, alentar tales industriasparecería entrar en conflicto conla racionalidad económica. Pero,considerando una visión a máslargo plazo, éstas son precisa-mente las industrias en las cualesla elasticidad del ingreso esmayor, el proceso tecnológicomás rápido y la productividad dela mano de obra se eleva másrápidamente. Estaba claro que sinestas industrias sería difícilemplear una población de 100millones y elevar su nivel de vidapara igualar al de Europa yNorteamérica únicamente conindustrias ligeras” (citado enFajnzylber, 1983).

En el marco de la “ventana deoportunidades” que se ha abiertoa partir de la reciente irrupción dela crisis internacional3, de lo seña-lado se desprenden elementos

para reafirmar la necesidad de darla discusión política e ideológicacon los sectores que plantean queel destino manifiesto de laArgentina pasa por el aprovecha-miento de sus ventajas comparati-vas dadas (recursos naturalesabundantes y costos laboralesreducidos en términos internacio-nales). Básicamente, porque lacerrada hegemonía del postuladode las ventajas comparativasestáticas de 1976 a la fecha hatraído aparejada la consolidaciónde un modelo desindustrializador,fuertemente concentrador en loeconómico y excluyente en losocial. Se trata, en suma, de lavigencia de un planteo que hacolocado a nuestro país en lasantípodas de una situación dedesarrollo, con enormes costos enlo económico y lo social, y conmúltiples dificultades para aban-donar siquiera parcialmente elseñalado cuadro de dependencia.Vale enfatizar que muchos de los

3 Si algo ha demostrado la actual crisis del sistema capitalista es que numerosos paí-ses, en muchos casos gobernados por coaliciones conservadoras, se han visto forza-dos a recurrir a una prolífica gama de instrumentos que hasta no hace mucho tiempoeran fuertemente repudiados por el mainstream neoliberal “ordenador” de la praxisestatal y la institucionalidad rectora del “orden global”: nacionalizaciones y salvatajesde empresas, diversas medidas proteccionistas (e incluso de aliento al dumping) ypolíticas explícitas de fomento a sectores escogidos en términos estratégicos, entreotras modalidades de intervención pública (Schorr, 2009). En ese marco, en un estu-dio que analiza las principales implicancias de la crisis mundial se concluye: “Trasaños de preconizarse el ajuste incondicional a la especialización basada en las ven-tajas comparativas y el crecimiento liderado por las exportaciones, queda claro quelos países más dependientes de unos pocos productos primarios son los que sufriránun cambio más drástico en sus condiciones de crecimiento y que, en el marco de unaeconomía y de un comercio mundial que crecerán más lentamente, la existencia deuna estructura productiva diversificada y apoyada en un mercado interno significativoconstituye un elemento esencial para afrontar los cambios en el orden internacional”(Arceo, 2009).

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actores que en los últimos años sehan venido embanderando detrásdel “nacionalismo industrialista” oel “neodesarrollismo” han sido losdefensores más acérrimos deeste esquema, así como sus prin-cipales beneficiarios en lo econó-mico y lo político.

Sobre estas cuestiones, caberecuperar nuevamente el pensa-miento esclarecedor de Fajnzyl-ber (1983): “el criterio de eficien-cia que inspira esos modelos tieneun carácter estrictamente microe-conómico, de corto plazo y haceabstracción de las consideracio-nes de carácter social. En efecto,en esa perspectiva es eficienteaquella industria capaz de compe-tir, actualmente, en los mercadosinternacionales, independiente-mente de cuáles sean las conse-cuencias que la aplicación de esecriterio tenga para el efecto delcrecimiento económico en su con-junto, para el nivel de bienestar dela población, el grado de equidado el de autonomía interna en lasdecisiones correspondientes. Siese criterio conduce a eliminaruna parte importante de la indus-tria y permite exclusivamente lasupervivencia de aquellos rubrosbasados sobre recursos naturalesgenerosos, o bien, en el hecho deque dadas las características físi-cas del producto resulta incostea-ble su importación, es algo que noafecta la vigencia del criterio. Latesis central es que independien-temente de cuáles sean los efec-tos negativos que provoque laaplicación de este criterio en el

corto plazo, a mediano plazo seestará gestando una estructuraproductiva que finalmente lograráresultados exitosos que termina-rán difundiéndose en el conjuntode la sociedad. Este criterio nosólo hace abstracción de ladimensión social, sino además delhecho de que el factor determi-nante para la competitividad inter-nacional a largo plazo es, precisa-mente, el proceso de aprendizaje,inclusive si éste se refiere al pro-cesamiento de recursos natura-les; máxime si en estos casos nose incluyen recursos de carácterestratégico o de escasez mundialtan elevada, que los precios tien-dan, al menos por un tiempo, acompensar la carencia de compe-tencia técnica en otros ámbitos dela actividad productiva del país.Ahora bien, entre las actividadesque resultan fuertemente dañadascon la aplicación de este criteriofiguran precisamente las de inves-tigación, reflexión, capacitación yla búsqueda de soluciones origi-nales a los problemas propios, yaque se trata de actividades que enel corto plazo tienen, evidente-mente, una rentabilidad menorque la que proporciona, por ejem-plo, la importación de aquellosbienes que el país ya no estará encondiciones de producir `eficiente-mente´ de acuerdo con la aplica-ción de este criterio y de todasaquellas expresiones de `moder-nidad´ con las cuales aún no secontaba”.

Las consideraciones que antece-den se vinculan directamente con

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otro concepto económico relevan-te: la competitividad.

Desde una perspectiva demediano y largo plazos, la compe-titividad consiste en la capacidadde un país para sostener y expan-dir su participación en los merca-dos internacionales, incluido sumercado interno, y elevar demanera simultánea el nivel devida de su población. Entre otrascuestiones, esto exige el incre-mento de la productividad por lavía de la incorporación de progre-so técnico; en otras palabras, lacreación y la recreación de venta-jas de carácter dinámico. En efec-to, la experiencia internacionalseñala que no existe otro senderopara conseguir una mejora perdu-rable en la competitividad de unpaís. Si bien en el corto plazo ladevaluación de la moneda localpuede mejorar la posición relativade los sectores elaboradores debienes transables, este recurso esde limitada eficacia, ya que por sísolo no incrementa la productivi-dad ni estimula la incorporación

de progreso técnico (aunque síreduce los salarios). Por lo contra-rio, puede erosionar la cohesiónsocial, lo que en definitiva atentacontra la viabilidad de una inser-ción internacional más dinámica yun desarrollo sustentable de laeconomía nacional4.

Nótese que en la definición delconcepto se ha incorporado explí-citamente a las variables “merca-do interno” y “nivel de vida de lapoblación”. Ello, por tres razonescentrales.

Primero, porque es necesariocontar en el nivel doméstico conuna base productiva sólida e inte-grada como soporte de las activi-dades de exportación: desde laperspectiva de la competitividad,de nada sirve que un país tengaciertos nichos industriales expor-tadores y el resto del tejido manu-facturero debilitado y “sustituido”por importaciones (como ha veni-do sucediendo en la Argentina,inclusive en el marco del esquema“de dólar alto” vigente desde elabandono de la convertibilidad)5.

4 En Bianco (2007), Chudnovsky y Porta (1990) y Fajznylber (1988) se puede encontrarun amplio recorrido analítico por las diferentes conceptualizaciones existentes sobre lacompetitividad.

5 Las evidencias disponibles indican que en la posconvertibilidad se ha asistido a unaumento considerable en las exportaciones fabriles, que estuvo explicado en buenamedida por las ventas al exterior de derivados del sector agropecuario, acero y alumi-nio y la “armaduría automotriz” (aunque las exportaciones automotrices fueron másque compensadas por el elevadísimo componente importado del sector, que derivó enabultados y crecientes déficits comerciales, sobre todo en el segmento autopartista).Y también a un incremento mucho más pronunciado en las importaciones manufactu-reras (en especial, de insumos intermedios y bienes de capital), lo que propició la acu-mulación de importantes déficits comerciales en el bienio 2007-2008. De resultas deello, en los años recientes se ha afianzado el cuadro de “dualidad estructural” del sec-tor manufacturero argentino gestado entre 1976 y 2001, lo cual se expresa en que un

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Segundo, porque se requierecontar con sectores industrialescompetitivos para el mercadointerno, es decir, en condicionesde enfrentar exitosamente la com-petencia externa una vez asegu-rados sus respectivos procesosmadurativos. Como se ha apunta-do: “No es casualidad que los paí-ses más exitosos en el comerciointernacional han sido precisa-mente aquellos que... han tenidoel cuidado de favorecer un apren-dizaje paulatino, sólido y en pro-fundidad, y sólo una vez que hanlogrado esa simetría relativa conla competencia internacional, enalgunos rubros, han comenzadopaulatinamente a abrir su merca-do interno. Ha sido precisamenteel crecimiento del mercado internoabastecido con los proveedoreslocales en aquellos rubros compa-tibles con el tamaño y las escalastécnicas de producción, lo que lesha permitido recuperar un rezagohistórico a través de un aprendiza-je intensivo cuya vigencia desapa-rece del cuadro de posibilidadescuando se aplica (el) criterio deeficiencia basado sobre el arcaicoprincipio de las ventajas compara-tivas estáticas” (Fajnzylber, 1983).

Tercero, porque la vigencia deuna distribución del ingreso equi-tativa resulta ampliamente funcio-nal a la mayor competitividad deuna economía. ¿Por qué? Porqueestá sobradamente probado quela existencia de estándares devida relativamente elevados y unamatriz distributiva equitativa viabi-lizan la existencia de un mercadointerno con una importante masade consumidores e incrementosde productividad, además de eco-nomías de escala y elevados nive-les de calidad, lo que contribuye ala competitividad de las industriaslocales, tanto las de exportacióncomo las ligadas con el mercadointerno.

Es indudable que la cuestión dela redistribución progresiva delingreso debería ocupar un lugarprotagónico en cualquier estrate-gia económica e industrial queintente revertir los efectos regresi-vos de los últimos largos años devigencia de neoliberalismo extre-mo y los aspectos críticos de laposconvertibilidad. En última ins-tancia, ello no haría más que refle-jar la estrecha relación existenteentre la distribución del ingreso yel desarrollo socioeconómico,

puñado de rubros productivos ligados al procesamiento de recursos básicos presentóuna balanza comercial positiva, mientras que los restantes fueron deficitarios, sobretodo a medida que se avanza hacia manufacturas más complejas, más intensivas enla utilización de conocimiento científico-tecnológico, más demandantes de mano deobra con elevada calificación, con mayores potencialidades para traccionar con su cre-cimiento a otras industrias y difundir el progreso técnico al tejido económico y social, yque por lo general han venido conformando los senderos de mayor dinamismo en elcomercio mundial de manufacturas. Para un análisis del desempeño fabril desde laperspectiva del comercio exterior, consúltese Azpiazu y Schorr (2008 y 2009) y Bianco,Porta y Vismara (2008).

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donde las desigualdades crecien-tes (como es el caso de laArgentina) constituyen uno de susprincipales obstáculos. Como lomuestra la experiencia históricade numerosas naciones, no existerelación positiva entre una regre-siva pauta distributiva, la genera-ción de ahorro, la inversión en lossectores productores de bienes yel desarrollo de las fuerzas pro-ductivas. Por lo contrario, en lospaíses en los que se manifiestanlas mayores desigualdades, lapropensión a ahorrar e invertirsuele ser mucho más baja que laque se da en aquellos con unreparto más equitativo del ingre-so.

Ciertamente, tanto la tasa comoel nivel del ahorro y la inversión noson independientes de las pers-pectivas y las potencialidades delos distintos mercados. Por suparte, estas últimas dependen delperfil de la demanda global y sunivel y grado de diversificación,aspectos íntimamente vinculadoscon la distribución del ingreso.Así, la marginación de una frac-ción importante de la población deuna serie de consumos atentacontra las posibilidades deampliar y diversificar la capacidadproductiva local.

Dada la elevada elasticidad-ingreso de la demanda de buenaparte de los bienes manufactura-dos, la redistribución progresivade los recursos asume una espe-cial gravitación en todo procesode industrialización. Mucho se hainsistido sobre las restricciones

que impone al desarrollo fabril ellimitado tamaño de los mercadosdomésticos, en especial paraaquellas actividades fabriles conexigencias de escala. El que seadjudique al reducido tamaño delmercado interno la principal res-tricción a la incorporación de eco-nomías de escala y de tecnologí-as de avanzada, sólo puede serinterpretado como consecuenciadirecta de la existencia de profun-das desigualdades de ingreso queno sólo limitan las potencialidadesglobales de la demanda internasino también las que podrían sur-gir de su ampliación y diversifica-ción. Bajo dicho marco, la incorpo-ración de nuevos estratos de lapoblación al consumo de manu-facturas a raíz de la redistribuciónprogresiva del ingreso constituyeun fuerte impulso a todo procesode industrialización y desarrolloen su sentido más abarcativo. Lamisma no sólo posibilitaría elacceso a superiores escalas deproducción en muchos rubrosfabriles, sino que también tende-ría a dinamizar al conjunto de lasindustrias tradicionales, generan-do a la vez una expansión de lademanda de productos interme-dios y de bienes de capital, cuyaproducción pasaría a resultar fac-tible y rentable ante la ampliaciónde los mercados (fundamental-mente en el campo de los noseriados, a partir del aprovecha-miento de los nichos tecno-pro-ductivos existentes y la escasarelevancia que suelen asumir laseconomías de escala).

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Así, la reducción de consumossuntuarios y la generalizada difu-sión de otros requerimientos deconsumo, o sea la conformaciónde una nueva estructura de lademanda interna, junto con diver-sos mecanismos que compatibili-cen la redistribución del ingresocon el crecimiento económico,coadyuvarían a impulsar modifica-ciones en el perfil y la capacidadproductiva de la industria argenti-na. En tal sentido, esa redistribu-ción progresiva sentaría las basesnecesarias (aunque no suficien-tes) para que se afirme un proce-so de industrialización más equili-brado; más integrado verticalmen-te; con un mayor y mejor aprove-chamiento de las economías deescala; con sólidos entramadosintra e interindustriales; con ade-cuados acoples entre las dimen-siones macro, meso y microeco-nómicas; con la generación denuevas cadenas de valor; y con lapotenciación del papel de laspymes.

Asimismo, es importante repararen que la redistribución del ingre-so no sólo resulta central por lasrazones expuestas, sino tambiénporque posibilitaría incrementarlas exportaciones fabriles. Enmuchos casos, sólo a partir deuna recuperación de la demandainterna se alcanzarían escalasque tornen viable el surgimiento ola recuperación y/o la maduraciónde procesos sustitutivos de bienesfinales, intermedios y de capital, ypor esa vía el avance hacia un

diferente perfil de las exportacio-nes

En palabras de uno de los princi-pales referentes del análisisindustrial en la Argentina:“Aunque parezca obvio, hay quevolver a insistir en que la despreo-cupación por el fortalecimiento delmercado interno es una posiciónsuicida, tanto en términos econó-micos como morales. Sin eserequisito previo, aumentando lademanda interna a través demejores niveles de vida de lapoblación en un marco de atenua-da desigualdad distributiva, nopuede pensarse en una industriacompetitiva hacia fuera y con losproductos de la importación… Laestrechez de los mercados, de lademanda, clama por urgente solu-ción. En ese sentido el mercadointerno para los bienes de consu-mo masivo... debe desempeñarun papel crucial, sin descuidar lasposibilidades que se abren a lasexportaciones manufactureras.Téngase bien presente que, enúltimo análisis, esas demandasfinales serán las que han de pro-porcionar el elemento dinamiza-dor para una mayor producción demateriales intermedios y la maqui-naria y equipos. Es menestermantener siempre el convenienteequilibrio intraindustrial, sin perderde vista las prioridades en cadanivel” (Dorfman, 1992).

De lo expuesto surge que paraque un país tenga ganancias decompetitividad genuinas (y noespurias vinculadas, por ejemplo,

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con la caída de los salarios, laproliferación de prebendas estata-les de diversa índole, la aplicaciónde prácticas de dumping comer-cial, social, ecológico, etc.), esnecesario que cuente con unaintervención estatal planificada,sostenida y dinámica que promue-va y asegure en el mediano ylargo plazos un reparto equitativode la renta nacional y la confor-mación de un sistema industrialintegrado (que en la actual fasedel capitalismo en escala globalno requiere ser plenamente auto-suficiente, ni es deseable que losea). En otros términos: que pro-cure la generación de ventajascompetitivas dinámicas con eje enuna mayor competitividad nacio-nal (reconociendo las dos dimen-siones del concepto: la externa yla interna).

Ello invita a reflexionar acerca dela importancia que en ese marcoasume el sector productor de bie-nes de capital.

Por producir las máquinas y losequipos que emplean las activida-des productivas y las vinculadascon la prestación de servicios,contribuir a la ampliación de lacapacidad productiva potencial,incorporar en forma endógena lageneración de tecnología y difun-dir el progreso técnico al resto dela economía, contribuir a la forma-ción y la capacitación de la fuerzade trabajo y viabilizar una mayorintegración y complementación delos ciclos productivos, la industriade bienes de capital ocupa un rol

estratégico en el proceso de desa-rrollo de los países. En efecto,aquellas naciones que han logra-do internalizar la fabricación dealgunos medios de producción(para lo cual la intervención esta-tal ha sido decisiva), han tendido aelevar su autonomía tecnológica yampliar su potencial de desarrolloeconómico. Así, la industria debienes de capital, aliada con otrosfactores, influye decisivamente enel ritmo de crecimiento de la pro-ductividad y la competitividad sis-témica (interna y externa) de laeconomía nacional.

Es por ello que en los paísesindustrializados (y en muchos delos que están en vías de convertir-se en potencias industriales), enpos del objetivo de acrecentar lacompetitividad por la vía de lapotenciación de las ventajas com-parativas no dadas por la simpledotación de factores, los gobier-nos impulsaron, y sostuvieron concriterio flexible, programas deapoyo a sectores de alto conteni-do tecnológico definidos comoprioridades estratégicas; promo-vieron a compañías de capitalnacional; readecuaron y vigoriza-ron el sistema educativo y el deinvestigación y desarrollo; lleva-ron a cabo esquemas de apoyoselectivo a firmas de los rubrosescogidos con un claro y respeta-do sistema de “premios y casti-gos” y un componente explícito dereciprocidad; las medidas de asis-tencia implementadas en los nive-les micro y mesoeconómico secomplementaron con el esquema

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macroeconómico adoptado; crea-ron condiciones propicias para lacooperación entre las empresas yel sector público; y diseñaron sis-temas crediticios para tales fines,entre otras acciones estatales arti-culadas que se emprendieron6.

De las consideraciones realiza-das surge una conclusión de lomás relevante de cara a la nece-saria confrontación político-ideoló-gica con el amplio abanico de sec-tores que plantean que el destinomanifiesto de la Argentina estánecesariamente asociado con elaprovechamiento de sus ventajascomparativas estáticas (vale enfa-tizar: recursos naturales y depri-midos costos salariales en mate-ria internacional).

Cuando, como es habitual, losdebates sobre una cuestión tancompleja como la de la competiti-vidad nacional termina girandocasi exclusivamente alrededor dela “competitividad-costo” (es decir,el nivel de los salarios), los plante-os no pueden ser otros que la

devaluación monetaria o de loscostos salariales (o ambas)7. Así,se pierde de vista que tales accio-nes no generan ganancias amediano y largo plazos en térmi-nos del país, aunque sí, a cortoplazo, en los beneficios empresa-riales (sobre todo para los capita-les oligopólicos). Desde la pers-pectiva nacional, la asunción deesta conceptualización acotadade la competitividad conlleva unostensible error estratégico, máxi-me si se considera que la vigenciade salarios reducidos y un patrónregresivo de distribución del ingre-so juegan en contra de que unpaís sea más competitivo tanto enel plano local como en términosdel mercado mundial. Como seplanteó, el concepto reconocemúltiples dimensiones (producti-vas, tecnológicas, distributivas,etc.), con lo cual una política quepromueva una mayor competitivi-dad nacional no puede carecer depropuestas articuladas referidasal desarrollo industrial (con espe-cial atención a la expansión de las

6 Respecto de estos temas, véanse los estudios de Amsden (2001 y 2004), Arceo (2004y 2005) y Nassif (2008).

7 La actual crisis internacional y las medidas “anti-crisis” implementadas en numerosospaíses (referidas al manejo del tipo de cambio, el movimiento de capitales, políticasactivas hacia los sectores productivos, etc.) han generado las condiciones para que enel nivel local una vez más gane creciente consenso la idea de que es necesario deva-luar la moneda nacional. Así, una vez más el tipo de cambio se presenta como la varia-ble clave y, como tal, está llamada a constituirse en el eje prácticamente exclusivo dela política estatal hacia la industria y el vector “ordenador” del patrón de acumulación.Se trata de una visión compartida por el sector empresarial (la UIA principalmente), unamplio espectro del campo académico y diversos referentes del sistema político (inclu-yendo a no pocos funcionarios de alto rango del gobierno). A modo de ejemplo, con-súltese Damill y Frenkel (2009) y los recurrentes señalamientos de la UIA y otros sec-tores afines a una devaluación (La Nación, 19/10/08, Clarín, 21/10/08, Crítica de laArgentina, 10/5/09, La Opinión de Rafaela, 17/5/09 y Página/12, 18/5/09 y 24/5/09).

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actividades productoras de bienesde capital) y la redistribución pro-gresiva del ingreso.

De allí la imperiosa necesidad derecentrar el debate acerca de lascaracterísticas y los alcances deuna política industrial y de desa-rrollo para la Argentina, así comode las alianzas sociales requeri-das para la consecución exitosade tales propósitos8.

Ventajas dinámicas, competitividad nacional ydesarrollo: el rol clave dela industria

Hasta aquí se ha presentado unaserie de planteos sobre por quéen nuestro país es imperiosoabandonar el criterio de las venta-jas comparativas estáticas como“vector organizador” del compor-tamiento estatal y avanzar en laformulación y la puesta en marchade una estrategia nacional dedesarrollo que persiga la reindus-trialización y la redistribución delingreso. A la luz de la experienciade la mayoría de las nacionesindustrializadas y aquellas perifé-ricas que están ganando crecienteprotagonismo en la división inter-nacional del trabajo, en lo quesigue se plantean argumentosadicionales respecto de los bene-ficios que para un país como laArgentina podría acarrear el con-tar con un sistema industrial inte-grado, con un desarrollado y diná-

mico sector productor de bienesde capital.

Los beneficios de una estructurafabril de dichas característicasserían múltiples y muy variados;ello, por cuanto la misma sentaríalas bases para:- motorizar un incremento en la

capacidad productiva potencialy la acumulación de capital;

- potenciar los encadenamien-tos intra e interindustriales y,por ende, la generación localde valor agregado y mayoreseconomías de escala;

- aumentar la capacidad genera-dora de empleo de la econo-mía, acceder a una mayor cali-ficación de la fuerza de trabajoy, por ese rumbo, viabilizarsubas en la productividad y lossalarios;

- posibilitar la difusión de nuevastécnicas de control y gestiónempresarial y organizacional;

- consolidar procesos de apren-dizaje tecnológico y de genera-ción y difusión de conocimien-tos y saberes, pilares clavepara la conformación de unsistema nacional de innova-ción;

- avanzar hacia una mayor arti-culación, integración y comple-mentación de los procesosproductivos en los niveles intrae intersectoriales;

- empezar a desandar la regresi-8 Los lineamientos básicos de una política industrial para el país con eje en los men-

cionados objetivos estratégicos se pueden encontrar en Schorr (2009).

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vidad industrial iniciada amediados de la década de1970 (uno de los factores queestán detrás del notable estan-camiento absoluto y relativoque experimentó la Argentinavis-à-vis los países centrales yde muchos que por entoncespresentaban similares o inclu-so inferiores estadios de desa-rrollo);

- contar con una base producti-va que permita encarar unapaulatina redefinición del perfilde especialización productivo-industrial del país y de inser-ción en el mercado mundial(en la actualidad claramentepasiva y subordinada, precisa-mente por su sesgo marcadohacia los recursos naturales ylas commodities industriales);

- promover procesos virtuososde sustitución de importacio-nes, con el consecuente bene-ficio sobre el sector externo dela economía (ahorro de divi-sas) y la posibilidad de acce-der a crecientes umbrales deautonomía nacional por efectode la reducción de la depen-dencia tecnológica y el carác-ter trunco de la estructura fabrilque se consolidó al calor de lahegemonía de los postuladosde la economía ortodoxa y elautoproclamado “neodesarro-llismo” de los años recientes; y

- desde una perspectiva máspolítica, disminuir la centrali-dad estructural y el enormepoder de veto que, en el marco

de una estructura industrialtrunca y desarticulada como laactual, detentan los sectoresempresarios proveedoresmayoritarios de divisas (estoes, un núcleo muy reducido degrandes capitales cuya dinámi-ca de acumulación y reproduc-ción gira básicamente alrede-dor de la dotación dada derecursos del país y se encuen-tra fuerte y crecientementeinternacionalizada, es decir,cada vez más “desengancha-da” del mercado interno enmúltiples aristas: perfil de lademanda, nivel ocupacional,salarial y distributivo, utiliza-ción de tecnologías, etc.).

Se trata de un conjunto de ele-mentos que, en su interrelación,asumen una indudable importan-cia estratégica en términos de lageneración de ventajas dinámi-cas, la obtención de gananciasgenuinas y sustentables de com-petitividad y, en suma, de colocaral país en un sendero sustentablede desarrollo económico y social.

Ahora bien, en función de loexpuesto en estas líneas, estáclaro que todo ello no podrá serobra del “mercado” o el predomi-nio del esquema de las ventajascomparativas estáticas, sino quese requiere una intervención esta-tal decidida, sostenida y flexible.Como ha destacado una estudio-sa de los procesos de industriali-zación en el sudeste asiático: “elpapel del Estado en la industriali-zación tardía es el de mediador

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entre las fuerzas del mercado. ElEstado en la industrialización tar-día ha intervenido para considerarlas necesidades tanto de los aho-rradores como de los inversionis-tas, y las de los exportadores eimportadores, creando preciosmúltiples. Algunas tasas de inte-rés son más altas que otras, y losimportadores y exportadores seenfrentan a precios diferentespara las divisas. En la medida enque el Estado en la industrializa-ción tardía ha intervenido paraestablecer precios múltiples en elmismo mercado, no se puededecir que haya logrado fijar`correctamente´ los precios relati-vos, dictados por el juego de laoferta y la demanda. De hecho, elEstado dentro del proceso deindustrialización tardía ha fijadoprecios relativos deliberadamente`equivocados´ con el fin de crearoportunidades de inversión renta-bles... La intervención estatal esnecesaria aun en los casos másclaros de ventajas comparativasporque el mayor activo del atraso,los bajos salarios, es contrarresta-do por los altos pasivos... Es difícillograr la equidad a través de lasfuerzas del mercado en presenciade grandes aglomeraciones depoder económico” (Amsden1992).

Ello invita a reflexionar acerca delas dos dimensiones del Estado:como aparato de gestión y comoexpresión de la relación de fuer-

zas entre clases sociales y frac-ciones de clase.

De lo primero surge la necesidadde definir los contenidos y losalcances de un programa de rein-dustrialización de la Argentina quetenga como “norte” la creación deventajas competitivas dinámicas,un salto de nivel (cuantitativo ycualitativo) en la competitividad dela economía argentina y unamejora sustancial en el nivel devida de la población, así como lascaracterísticas de la estructuraestatal más afín a la concreciónde semejante estrategia. De losegundo se desprende la necesi-dad de avanzar en la conforma-ción de un esquema de alianzascon aquellos sectores que seencuentren genuinamente con-sustanciados con la reindustriali-zación y la redistribución delingreso. Sin duda, esto últimoimplicaría asumir las dificultadesderivadas de enfrentar en loscampos económico y político-ide-ológico a importantes sectores dela sociedad (muchos del campo“progresista”); sin embargo, ellasno serían más serias ni más ries-gosas que las que se desprende-rían de no hacerlo o de aplicaruna estrategia de conciliación deintereses inadecuada que, a lalarga, resultaría inapropiada einconveniente en tanto profundi-zaría aún más el subdesarrollonacional.

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