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C R O M I C A DE L I B R O S
CURZIO M ALA PARTE: La pisl. Traducción de Manuel Bosch Burrelt. B.'.r.. "ü.:o, L os L ibros de Nuestro Tiempo (Jcsé Jünés editor). 19 10. 299 pp. - Edición italiana: La pelie. Roma, Aria dTtolia, 1949. 416 pp.
La piel es una crónica de la i :vasión norteamericana a Italia. O mejor dicho: de la liberación de Italia por las merr^s aliadas. E l desembarco en Nápo^es la inaugura; concluye con la entrada en Roma. Malnparte iué oficial de enlace ante el ejército del general Clark. No es, >in embargo, una crónica m ilitar, Los cañones suenan generalmente a lo lejos. Lo que el autor quiere mostrar (y hasta el hartazgo) es la corrupción, la peste que (según él) trajeron los ejércitos libertadores. Los italianos que (según él) habían sabido resistir moralmente al invasor alemán, supieron prostituirse al invasor norteamericano. En un caso (alega Malaparte con sutileza dialéctica que no todos compartirán) se trataba de luchar para no morir y era fácil ser digno; en otro, en este caso, se trataba de luchar para vivir, lo que es siempre humillante y conduce (según él también) a la venta de la hermana o de la esposa, del hijo adolescente ende la propia progenitora.
¿Cuál es ia actitud de Malaparte ante un envilecimiento unánime? Una página del libro la define así: Noi puré, ín quesia nostra xniserabile Europa, abbíamo paura e rorgogna del nostro pudore. Esa vergüenza y miedo del pudor lo conduce a un exhibicionismo de las lacras, a una- eyeculación incontenida, operética, de sarcasmos, a una denuncia histérica y grandilocuente. Lo que no parecerá novedoso a ningún, lector de su anterior Kapuit. Acá como allá, Malaparte se reserva el papel de censor desgarrado por dentro (R idi Pa- sliaccio, otra vez); acá como allá es él e l único lúcido y responsable, e l único’ incorruptible, el que todo lo ve y lo penetra, e l que todo lo explica; el divo, en fin- Ante e l espectáculo de la corrupción general, monótono en su no mitigado horror. Malaparte responde sólo con el sarcasmo y con la pureza, en tonto que sus
fríos, registradores, ojos se empanan ocasio-1 nalmente con. una lágrima que quizá no se&¡ de glicerina.
Muchos se han encargado ya (en la propia Italia en la que su nombre parece perdurablemente asociado a los calificativos de bufón o espía, en Francia") de denunciar las contradicciones, las exageraciones, las mentiras en las que incurre Malaparte en su pueril deseo de epatar al lector, en su frenétiva avidez de excitar al cliente, de demudarlo, de encontrar e l camino de sus reacciones instintivas. A lgunas son tan burdas que no requieren documentación previa. Cualquier lector podrá reconocer la mentira del episodio en que las lánguidas vampiresas germánicas se transforman, súbitamente, en temerarios pilotos de la Luftwaife. CV. cap. IV : Le rose di carne). Otras fabulaciones reclaman un examen más atento del texto. Otras, en fin, son denuncia- bles después de una pequeña investigación en la biografía de Malaparte. Así, por ejemplo, ese mes y medio de cárcel que le impusieron sus nuevos amos, los norteamericanos, al entrar en Nápoles, y por sus notorias actividades fascistas; episodio que Malaparte omite completamente, así como omite contar que sólo logró e l puesto de oficial de enlace después de un prolongado asedio y agasajo de los oficiales norteamericanos en su palacio de Capri (construido, por otra parte, con e l producto de sus colaboraciones en la prensa fascista).
Pero no parece necesario documentarse mucho para descubrir que la corrupción que denuncia Malaparte no ha dejado de contaminarlo; para comprender que no era necesario que los norteamericanos desembarcaran en Europa para que estallara la peste. L a Peste ya estaba. Lo que los norteamericanos trajeron fueron dólares y poder, cigarrillos y clientes ávidos de todo: de mujeres y niños, de obras de arte y espectáculos pornográficos, de la flo r de la civilización y también, del vicio sin trabas. Y como pudieron pagarlo, lo encontraron.
ta triple acción de
Autorizado por la ComkJón H. de C. de Medicamento*
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En un pasaje de este libro<,> en que se discute la autenticidad documental de Kapull, dice un oficial norteamericano: Non ha alcuna imporitanza sa quel che Malaparte xacconia é vero, o falso. La questione da porsi é un'altrar se quel cfc'egli fa é arle, o no. Sí; quizá lo que esté en juego no sea si Malaparte es verídico o falso; quizá lo que importe es si se trata de arte o no. Lo que es otra cosa, y exige una distinta lectura. Sin duda alguna, muchos admiradores podrán señalar en este libro pasajes en que la fuerza descriptiva, e l horror de la abyección en que se hunde Malaparte, alcanzan cierta grandilocuente grandeza. Incluso puede comprenderse que un Louls Ferdinand Céline (que un Juan Carlos Onetti, si se prefieren ejemplos locales) lamente n o haber escrito un capítulo como el de La vergoña d i Napoli: o que alguien se sienta tentado a creer que algunas metáforas de evidente inspiración dantesca son dantescas (y- no pedantescas, se
gún e l celebrado retruécano de Groussac). Pero, también a*' cierto que un examen, atenta de la factura revela que Bay aquí más hojaresca que arte, más periodismo irresponsable y sensacionalista que pasión; más m aquillaje y bufonería que dolor verdadero, más “a la manera de D'Annunzio <b de M arcel Proust o de Axd Munthe)” que D ’Anunzzia ® Munthe — salvadas^.claro está, las inevitables * higiénicas distancias que e l arte ha puesto) entre ellos.. Q u i z á s . j chos c r e a n con razón. qñ« é l único valor de este libra ) testimonial o artístico) es d de ser índice, no completo*; mente voluntario, de una do-) ble corrupción: la. de Europ^f la de Curzio Malaparte. •5'S9T. S. SORLEY: Historia
la ixlosofia inglesa (A Hxstoí r y oC Englísh PMfosophjV^ Traducción, de Teodora Efróif y Julieta Góm ez Paz. Bá*| nos A ires, E ditorial Losada" 1951. 328 pp.
a la
LIBERTAD SOCIEDAD ANONIMAT.
' ALM ACENES PESQUERA S. A. PEDRO FERRES & Cío. <Sección^
it I
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Deseamos a todos las mayores felicidades en el año que
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de la _ Sociedad al mayor . prestigia de nuestro gremio
M q n ievideo+l Enero de l 952
Carta l>esdc L©íi<il*es~ <w
DALI, ORSON WELLES Y OTROS------------------------------------- --------------- ----------------— p e r R A U L B O R R O ---------
— Ya que uno está en Europa ¿por no coiPOortarse de vez en cuan-
¿9 ea £© »»a res¿tnente “ europea” ? ¿Por § no tratar de ser oo¿co esos personajes novela a les que siempre les está por
ceder algo interesante? En teoría al me- , ir desde Piccadüly Circus a Traíalgar
_uare o desde el Arco de Triunfo a T?o- Ifee Dame es mucho más fascinante qu;ejt e minar desde El Gaucho hasta la Plaza
dependencia.Asi es que iuz día deeieií ir a almorzar un restaurará londinense intitulado "A a
cok de París” (mucho ‘•'carácter” , ios fantásticos), y visitar luego h espo
lón surrealista.Cuatro días antes Salvador Da&i, había
ahecho su impacto en los diarios vesperi- Btinos. .Entre otras cosas había declarado: ■"Picasso es un genio, y yo, por s«puesto, £»©y otro” . En algunas fotografías aparecía 'de frac, en otras con traje de buzo. Uno ;«áe los cuadros de la muestra que exhibe ;.en Londres estaba avaluado en £5.000; -libras.
La exposición está integrada por varios Seos y una serie de bosquejos complementarios a lápiz, pastel y acuarela, en los que
ueden verse distintos elementos de los
fe) &
f e
A rida Pellars -creado por André Bretes, pretende s»*eH -
- wkr te a r e n t e g se rle a m e rie a se e dél geeamistificador
cuadros completos en proceso de desarropo, en estado semi-embrionarío. H. rinoceronte explosivo estaba a llí en uno de los ¡bosquejos, y se repetía luego restaurado e ¿integro debajo de la "Madonna «fie Fort i l lg s í" , con im cierto aire de bibelot siniestro. Había además varias otras cosas en explosión, entré ellas la cabeza deformada de un ángel rafaelesco, que parecía querer transformarse en la cúpula - de una catedral. Este boceto se llamaba, explicativamente, "T e te Rapfa&elescroe écl aíanle''.
Los entendidos aTninwai! qué D alí está dejando de lado e l surrealismo galopante y adopta en cambio un cierto tipo de naturalismo. Su Cristo en la Cku, por ejemplo, suspendido « i perspectiva inesperada sobre un paisaje difuso, no tiene ninguna de las, características anatómicas alarmantes que han hecho famoso a l surrealismo. 351 retrato de Lady Mcimtbatten ce Birmania pertenece quizá a una etapa intermedia ya que la cabellera de la dama se transforma previsiblemente en un naanogo de lianas y raíces.
Una de Ias cosas que sorprende al ojo inexperto en Ies óleos de D alí es la brf- >Hante nitidez de todos los objetos y detalles y é l llam ativo colorido; sin mencionar
supuesto, la elección y tratamiento de diversos temas.
A l salir a 2a calle una vez más, e£ Los- otoñal era una acuarela compietamen-
jte pasada de moda. Dos hileras de faroles fue gas, encendidos ya en e l crepúsculo de fias tres de la tarde; en e l aire, e l humo ;¿e una fogasa de hojas secas dé Oreen. iPark.¡j^T^C—- Orson Welles acaba, de presentar
O&eK© por una temporada breve de parias semanas, desempeñando é l papel dél SHoro, y dirigiendo la obra al mismo ííem- 9 0 . Simultáneamente, el Oíd V3c decidió ^también presentar OCieHo con im reparto de- actores jóvenes y relativamente poco cono
cidos, lo cual dió al público u«a interesante oportunidad de ver y comparar distintos estilos.
La mayor parte de las obras tea»toale| tiene un nudo o resorte dr-amátiqo en é l que se basa toda su estructura. En. OfiteMo «ate resorte está en el carácter del propio Moro (tranquilo y equilibrado en un principio pero susceptible luego a la ceguera de los celos), y en el odio frío y calculador de la^o. Para que el espectador viva la obra y la acepte este efecto básico debe aparecer, en forma clara .y convincente: lago aprisionando a Othello en sus intrigas como una arimita envuelve en su tela a trn moscardón. Y eso íué precisamente lo que Orson WeUes no logró ' obtener; todo ocurrió en forma aparentemente arbitraria. Su OtheSo tuvo la voz y la presencia necesarias, pero e l resto de la compañía, lago en L-teülar, brilló por su ausencia. Todo el espectáculo tuvo además una cierta calidad circense, con abundancia de golpes de luz y de efecto y una falta total de medios tonos. El genio de Mr. Welles no da para tanto; dirigir e interpretar a la vez una tragedia shakes- peariana tiene sus bemoles.
En el Oíd V3c, en cambio, las cosas se hicieron con mayor cuidado. El joven actor que hizo de Othello no fué tal vez una elección acertada para el p a p e lp e r o aún así, cuánto más diáfano resultó e l texto, cuánto más profundo y conmovedor su contenido. lago y Des demema adquirieron, las proporciones y el relieve de que carecían en . le versión de Welles, cada verso apareció * con una claridad y lógica insospechadas. Este es e l resultado de los años de experiencia y dedicación del Oid Y ic en el campo shakespeariano. Hoy en día resulta imposible comprender totalmente una obra de Shakespeare; el idioma ha cambiado, los chistes y alusiones a persona jes de la época son. a veces un. misterio absoluto. Lo que subsiste es lo esencial: la belleza de las palabras y sobre Todo la visión reveladora y certera del hombre y del universo. En eso lo que las versiones del Oíd Yac ponen de ceüeve con artesanía consumada; sin eKo hay obras de Shakespeare (él Cufióte de I nvierno, por ejemplo) que podrían Segar & parecer un disparate aburridísimo.
— La película sueca Mies Asüe^ basada en la obra de Strindberg,
he suscitado controversias entre -él cronista cinemato^áfico del semanario socialista New Staiesman y algunos de sus lectores. Sostiene e l cronista que VBsx JveSc constituye un ejemplo de cómo debe hacerse buen cine, pero los lectores protestan diciendo que se aburrieron. Debo confesar que, en m i calidad de espectador memo, yo también me aburrí. A l director y a l fotógrafo se Ies ha ido la mano, con la imagen, el montaje y e l simbolismo •"* Je SSB&fiBstexn". La película resulta algo fría y remota, a pesar de los buenos actores y la-evidente inteligencia y seriedad con. que se la ha firmado. .L a batalla de Alejandro Hfivskv, por ejemplo, es de gran, perfección. artística, pero . lo importante es qse logra producir en e l espectador una sensación. Mxss Julie, en cambio, no conmueve profundamente en ningún momento; toéo sucede por fría necesidad intelectual.
Efe grave defecto de una obra teatral o cinematográfica que é l espectador^ tenga tiempo de analizar su mecanismo inferno a l verla por primera vez; e l mecanismo tiene que existir, sin. duda, pero sólo como medio para lograr un cierto efecto. Si « I recurso empleado se haee demasiado ¿S - dente, pierde su valor.
E l director ha agregado m ste^gj suplementario a la obra de Strindberg, que in troduce por medio de hábiles "Bashbasfcs" retrospectivos, con muy poco diálogo. La fotografía es de primera calidad y é l espectáculo, a pesar de los detaHes aceitados, muy faferesante.
Por loaem ás, el panorama cmemategrá- ffco es francamente decepcionante. Los -estudios británicos desfallecen eeoaérañca- mente y producen pocas películas, no siempre buenas. Xas francesas y las italianas llegan con gran retraso y en número ase- ducado. A sí que todo lo demás 3© minada el arrebatado tecnicolor y las violencias convencionales de Hollywood. Por otra parte los asientos de los cines de Londres sen terriblemente incómodos. Es mucho mejor; por ahora, ir a l teatro o escuchar la radio.
20 de diciembre.
<>raGCM&:T ‘>ÍFO M A D A p a r a c a l z a d o .
•parece estar en otro lado; la¿ verdad es (quizá) que la filo sofía inglesa nace — &&n la . «á tu ra inglesa — en la Ecfeo ̂Media, va creciendo y desarro- Tlándose hasta producir algunos de los más glandes filósofos oocsde» tales, y continúa siendo 6kasta hoy) e l objeto de na estudio severo y minucioso, capaz de alimentar las especulaciones eontemporáeeas- de un Wfeátehead, de un Ber- trand BusseH.
A demostrar esta verdad parece estar dedicada esta objetiva HSetorfa de Sorley. Ésto no significa que el autor se coloque en postura de polemista. Significa «pie su libro ne ^presenta a o>fa S ésofo ; ha esto croaolój^c© de datos; sig&i- fíca que Soi'fcy iáe»e m a «a - nrffeivm q fa e com vm icax. Esta eneessa&sa aparee© resumida am. ee les últimas palabras de la obra: Jfo existe tm& filosofía mmmio«m í menoe preocupada per osmKo bm de escuela que te ángfesa. Muchos de sus groada* cultores han sido hombres de oeio o de graades ocu- padones opte se se ocupaban profesaocc&mosfce ée la filosofía pero <pta se swafian atraídos por él teiwés d « 3 o de sus problemas- Ko se atabes
de
propio ángulo Bagar a
r i .paedo d d yo
y epae —— “13
Lo el Freí a cío explica So: - Igy ei método de este Hfcro. Ká tratado de colocarse en el p-ujit-o de vista mismo de los filósofos (y no en el del hisío- ríaiétes: de la filosofía); ha estu- dsed© cada tema como se le presenta a cad afilósofo; ha estado en estrecho contacto con. los dooumentos mismos, con. los textos. Las ventajas de este método son obvias. Se evitan- les simplificaciones peda- gúfcfteas de k>s distintos puntos de vista, se muestran las teorías a su verdadera luz, se feoáite e l acceso a la palabra misma del filósofo. La desventaja principal puede residir en que la visión minuciosa del detalle ahogue el conjunto, que se vean sólo los árboles. A corregir tal defecto se ha dedi- eado también Sorley, gracias a un cuidadoso equilibrio del esparció concedido a cada filó sofo; gracias a oportunas comparaciones, que traen al lector a considerar siempre e l con- j«2a*o (por ejemplo, es excelente fe. comparación entre los estilos de Bacon, Hobbes, Ber- feefey y Hz&nc, que ocurre en la péfg. 71*); y gracias también a una redacción sintética y expresiva, sia digresiones.
Esta obra — que estudia la fitesotía inglesé óesée sus o rígenes hasta ffees del siglo XBC — fué orígsnarkune»te éo&céhtiai oosvo una serie de capítulos para la monumental C am bridge o f EnglúmLiters^aare. Ahora se publica en español como una obra orgánica, de indudable valor pedagógico. Sólo un reproche merece esta cuidada versión: la falta de un índice analítico (o siquiera de nombres) entorpece e l manejo de le que es, de lo que debió ser, una .obra de consulta. - 5 . R. M.
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como un conjunto ¡ se, Pista parece reducida a (di-jgsic alado de antemano, como gamos) Bacon. y Locke, Hobbes
y Berkeley, Hume y Adam Sxnith, Bentham y Spencer, — para no citar sino a los clási-
en Ia S osofía fesgle- J eos. Otra frecuentada sim plifi- ¿ ley y so. esc&éla. Lia
sucesaon homogénea* no es féea descubrir esa cche-
esa sucesión do mte-
:lx»_í Icacñón ve est 3a fSf>se&a sa una sola actitud: el-em pirismo, aunque para éBo haya que olvidar (nada menos) el ejesvolo heterodoxo de Berke-
W W Mr ! # 4
H9
*
i F í£IMz - 4 &