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    RDTP, vol. LXIV, n.o 1, pp. 297-324, enero-junio 2009, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2009.019

    De parques y naturalezas. Enunciados,cimientos y dispositivos

    On Parks and Nature. Enuntiations,Foundations and Mechanisms

    Beatriz Santamarina CamposUniversidad de Valencia

    RESUMEN

    Desde nuestra perspectiva, los parques naturales presentan, tanto una oportunidadpara reflexionar sobre los cimientos ideolgicos de nuestra prctica cultural, como unainvitacin para poner en entredicho las polticas conservacionistas neoliberales presen-tadas y revestidas como ecolgicas. Las reas protegidas son un campo complejo de

    anlisis, llevan procesos asociados de territorializacin y desterritorializacin, dehomogeneizacin e hibridacin, de terciarizacin, regulacin y reurbanizacin, dentro delo que se ha venido denominando la globalizacin. En este artculo abordamos la com-pleja expresin de los parques naturales. Para ello, nos acercaremos a las mltiples di-mensiones de lo natural, centrndonos en la poltica. Atenderemos a los dispositivosde configuracin y legitimacin de los espacios naturales como un primer marco de an-lisis y nos aproximaremos a la etnografa producida en nuestro pas con el objeto de

    ver los procesos con los que se identifican hoy en da. Por ltimo, planteamos los retosa los que se enfrentan las reas naturales y el papel de la antropologa como disciplinaen este campo.

    Palabras clave: Espacios naturales; Patrimonializacin; Apropiaciones; Conflictos.

    SUMMARY

    This article takes the view that natural parks are as much an opportunity to pausefor reflection on the ideological foundations of the way we live our culture, as they arean invitation to cast doubt on neoliberal conservationist policies dressed up as ecologically-minded ones. Protected areas make for difficult analysis. They entail processes that areassociated to territorialization and de-territirialization, to homogenization and cross-breeding, to tertiarization, regulation and re-urbanization, and so on, within what has

    come to be known as globalization. This way of exercising power leads to the regulation

    Revista de Dialectologa y Tradiciones Populares,vol. LXIV, n.o 1, pp. 297-324, enero-junio 2009,

    ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457,doi: 10.3989/rdtp.2009.019

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    of nature through a variety of ways of mercantilization. This article looks at the complexexpression of natural parks. To do so, we have approached the multiple dimensions ofthe natural, focusing particularly on the political dimension. We have paid special

    attention to the mechanisms of configuration and legitimization of natural spaces, suchas in the first framework of analysis, and we approach the ethnography produced inour country with the aim of looking at the processes with which they are identifiednowadays. Finally, we consider the challenges facing natural areas and the role ofanthropology as a discipline in this field.

    Key Words: Nature areas; Heritage; Appropriations; Conflicts.

    1. INTRODUCCIN

    Al proponer una reflexin sobre los espacios naturales no estamos ha-ciendo otra cosa que poner sobre la mesa la consideracin conjunta de di-versos aspectos que han sido abordados desde distintas disciplinas y desdediferentes perspectivas antropolgicas. La produccin etnogrfica sobre par-ques naturales se ha disparado en los ltimos aos como se refleja en laextensa bibliografa aparecida (West et al. 2006), siendo uno de los camposms prolficos en la actualidad. Varios factores explican este creciente inte-rs. Por un lado, si nos asomamos a los datos ofrecidos por la UNEP (UnitedNations Environment Programme) a travs de WDPA (World Database onProtected Areas) vemos cmo el crecimiento de los espacios naturales ha

    sido una constante en el mundo, sobre todo, a partir de la dcada de los70 del siglo pasado (Santamarina 2005a). Este movimiento conservacionistaglobal y globalizador, con mltiples consecuencias sociopolticas y ecolgicas,se ha convertido en un importante campo de trabajo. Adems, la declara-cin de reas protegidas ha recado sobre zonas rurales remotas donde losantroplogos han trabajado tradicionalmente, lo que ha contribuido a quelas etnografas sobre las mismas se hayan multiplicado. Por otro lado, laincorporacin en los debates antropolgicos de los procesos de globalizacin

    y los conflictos medioambientales, junto al desarrollo de la ecologa polti-

    ca, han permitido un giro sobre los intereses y los enfoques tradicionales(West y Brockington 2006). La propia crisis ecolgica actual, que evidenciala necesidad de profundos cambios en un sistema que, en su funcionamientonormal y normalizado provoca un ecocidio y genocidio sistemtico, ha ge-nerado un interesante volumen bibliogrfico.

    En nuestro pas, este inters por las reas protegidas se refleja, por unlado, en la aparicin de investigaciones, seminarios y grupos de trabajo1 y,

    1 En este sentido, es significativa la constitucin en los dos ltimos Congresos Nacio-

    nales de Antropologa, de un grupo de trabajo especfico sobre espacios naturales,

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    por otro, en las publicaciones conjuntas aparecidas en los ltimos aos querecogen distintos enfoques sobre los espacios naturales (Santana y Rodrguez2002; Pascual y Florido 2005; Frigol y Roig 2006; Vaccaro y Beltran 2007;

    Beltran et al. 2008). Esta produccin se enmarca tambin en el crecimientoimparable de las reas protegidas en Espaa, sobre todo, en los ltimos aos:rara vez, en la historia reciente de nuestro pas, hemos asistido a un pro-ceso que afecte a una proporcin tan elevada de territorio, y que se pro-duzca, adems de manera tan rpida (Beltran et al. 2008: 12). Las cifras soncontundentes en menos de dos dcadas los espacios naturales protegidosse han incrementado exponencialmente: si en 1994 haba 465, en diciem-bre del 2007 se contabilizan 1587 (Europarc 2008)2.

    Ahora bien, Qu son los espacios protegidos? Cul debe ser su marco

    de anlisis o qu fenmenos interrelacionados conllevan? Las preguntas queformulamos son tan sencillas como de difcil respuesta. La primera, desdeun prisma institucionalista, es fcil de contestar, ya que se asumen global yacrticamente los criterios y definiciones de la International Union forConservation of Nature and Natural Resources (UICN) para las reas natu-rales. Aunque del manejo de los espacios naturales interesa sobre todo loimplcito, porque aproxima a la forma en que nuestra prctica ha trazadola(s) naturaleza(s) como dominio externo a partir de la constitucin moder-na que sostiene una divisin de mundos (naturaleza/cultura) (Latour 1993).

    Las reas naturales encapsulan de forma magistral las contradicciones denuestra praxis cultural, al fundarse stas como modelos eclogicos sobreuna mxima antiecolgica.

    La segunda cuestin nos sumerge en la complejidad. De forma eviden-te, las reas protegidas son un campo enmaraado de anlisis en la medidaen que conllevan procesos asociados de territorializacin y desterritorializa-cin, de homogeneizacin e hibridacin, de terciarizacin, regulacin yreurbanizacin, etctera, dentro de lo que se ha venido denominando laglobalizacin neoliberal o el nuevo imperialismo (Petras y Veltmeyer 2002).Dicha prctica de poder, en ltima instancia, llevara a la regulacin de la

    naturaleza a travs de formas de mercantilizacin, es decir, la reducira amercanca insertndola en los circuitos del mercado global (Escobar 1995,1996; Haraway 1995; y un largo etctera).

    Desde esta perspectiva, los parques naturales presentan, tanto una opor-tunidad para reflexionar sobre los cimientos ideolgicos de nuestra prctica

    aunque en anteriores se haban presentado comunicaciones sobre este tema, especial-mente en el celebrado en Barcelona en el 2002.

    2 Esto sin contar con los espacios que integran la Red Natura 2000. Para ms detallever Anuario de Europarc-Espaa (2008).

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    cultural (su enunciacin se articula sobre conceptos fuertemente connota-dos y deificados: naturaleza versus cultura, cultura versus naturaleza), comouna invitacin para poner en entredicho las polticas conservacionistas

    neoliberales (Igoe y Brockington 2007) presentadas y revestidas comoecolgicas o medioambientales.

    Pero, para una aproximacin a la elaboracin y construccin de los es-pacios naturales es necesario atender al menos a dos cuestiones previas. Enprimer lugar, hay que tener presente su origen y constitucin, porque engran medida la concepcin decimonnica que los impuls sigue hoy vigente.En el ltimo tercio del XIX, se sita el origen de la constitucin de la redde los primeros parques naturales, a los cuales se denomin de forma sig-nificativa National Parks. En los mismos podemos apuntar las primeras con-

    tradicciones y la dificultad de representar esferas antagnicas bajo la solu-cin de un enunciado. Asimismo podemos ver los distintos paralelismos entrelas activaciones patrimoniales culturales, encapsuladas en el denominadomonumento nacional, y naturales, sintetizadas, en el parque nacional, ascomo los distintos procesos de musealizacin de ambos dominios y los pro-cesos de apropiacin y expulsin que conllevan. Ms adelante veremos lasmltiples paradojas con las que arranca este movimiento de conservacin,

    ya que hoy en da son especialmente significativas porque muchas de ellassiguen presentes. En este sentido, no podemos dejar de sealar que lapatrimonializacin de la naturaleza es un proceso paralelo a la patrimonializa-cin de la cultura que configura realidades discursivas y prcticas y quegenera multitud de instituciones alrededor de procesos asimtricos caracte-rizados por los conflictos, las apropiaciones y los desplazamientos. Y quelleva, por tanto, a preguntarse, de forma forzosa, qu mecanismos se acti-

    van en cualquier restitucin patrimonial y cules son los marcos de inter-vencin sobre los que se asientan.

    Y en segundo lugar, hay que atender a la expansin y normalizacinde los espacios naturales. En la actualidad, la proliferacin y propagacinde espacios declarados se enmarca en un contexto, tanto de crisis ecolgica

    global, como de respuesta poltica fragmentada ante los riesgos generadospor el sistema. Poltica que niega el conflicto ecolgico, parchea solucionesdesintegradas y ostenta una hipermetropa necesaria para legitimar sus despla-zamientos al futuro. Adems, la profusin sealada se acompaa de la mul-tiplicacin de figuras proteccionistas y de rganos de gestin lo que aadi-ra, por un lado, complejidad en su anlisis y, por otro, retrica disfrazadade polticas proteccionistas inoperantes (Santamarina 2008b). No en vano,muchos autores hablan de un fracaso institucional en la gestin de los re-cursos y en las polticas de conservacin (Acheson 2006; Peterson et al. 2008).

    En este artculo abordamos, en primer lugar, la compleja expresin de

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    los parques naturales, donde el adjetivo natural coloniza el enunciado. Paraello, nos acercaremos a las mltiples dimensiones de lo natural que sedesprenden de nuestras prcticas y que tienden a ser ignoradas por el dis-

    curso hegemnico, pero que emergen en los escenarios de conflicto y enla lucha por definir los espacios. En segundo lugar, nos centramos en ladimensin poltica, haciendo una breve aproximacin a la dualidad natura-leza/cultura, como constructo occidental cardinal. En tercer lugar, aten-deremos a los dispositivos de configuracin y legitimacin de los espaciosnaturales como un primer marco de anlisis. En cuarto lugar, nos aproxi-maremos a la etnografa producida en nuestro pas con el objeto de ver losprocesos complejos con los que se identifican hoy en da. Y por ltimo, amodo de conclusin, planteamos los retos a los que se enfrentan las reas

    naturales, as como el papel de la antropologa como disciplina en este cam-po. Con todo, partimos de asumir dos premisas bsicas. Primero, conside-ramos que los espacios naturales son esencialmente espacios polticos. Sonun tipo de intervencin de lo que podramos denominar como gobernanzamedioambiental, entendiendo la misma como sinnimo de las intervencio-nes destinadas a introducir cambios en el medio ambiente relacionados conlos incentivos, los conocimientos, instituciones, la toma de decisiones y com-portamientos (Lemos y Agrawal 2006: 298), es decir, el conjunto de proce-sos normativos, mecanismos y organizaciones que la atraviesan. Y, segun-

    do, es necesario tener presente que la conservacin es un nexo de relacionesentre las grandes organizaciones y los donantes, entre organizaciones ygobiernos, entre cientficos y la poblacin local, y as sucesivamente (Brosius2006: 683).

    2. ENUNCIADOS: DE LA(S) NATURALEZA(S)

    Si algo ha de llamar nuestra atencin es la particular forma en que de-nominamos a los espacios naturales como territorios susceptibles de protec-cin e intervencin. Bajo la versatilidad de las formas adoptadas (parque

    natural, reserva natural, monumento natural, etctera), la frmula ms utiliza-da es la de aunar parque y natural. Es decir, los espacios naturales fusionanen su enunciado algo que se da como dado, lo natural, y algo que sepercibe como construido, lo cultural. Aunque, en realidad, la cultura apare-ce negada, implcita o explcitamente, subrayndose la naturaleza, y no cual-quier naturaleza como veremos a continuacin, como motor de su activacin.

    Atendamos a su formulacin. El enunciado es tan sencillo como para-djico, al casar dos conceptos de difcil maridaje en nuestro sistema de cog-nicin basado en un modelo jerrquico y antidialgico. El concepto parque,

    atendiendo a su etimologa, hace referencia a terreno cercado, un espacio

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    acotado, al cual se le imponen lmites tan reales como simblicos. Adems,viene marcado, fundamentalmente, por la actividad recreativa desarrolladaen el mismo. Ambas consideraciones, espacio cerrado y ldico, nos acer-

    can a su representacin e ideologa. Pero, ahora, lo que nos interesa rete-ner es que en la enunciacin de los espacios naturales, se obvia la explicita-cin de los parques (solo sirven para reconocer la imposicin de la prcticacultural) y se entrona lo natural como calificativo conceptualmente coloni-zador. Es decir, el calificativo natural va ms all de matizar el primer con-cepto, lo coloniza y desplaza, de tal manera que substantiviza la frmulaempleada, dejando atrs el trmino parque que parece slo como un merorecordatorio de nuestra voluntad de asentar lmites o como prembulo ofuerte prescriptor de lo que nos vamos encontrar (o deseamos encontrar).

    De facto, la complejidad y el dinamismo de los espacios naturales se venobviados al trazar fronteras y demarcaciones conceptuales y reales.

    Los espacios naturales configuran y representan el mundo de lo naturalde una manera particular que obliga a prestar una especial atencin a laconstruccin social de lo natural. La importancia que adquiere natural, yde una naturaleza no cualquiera, es decir, connotada de atributos redundan-temente naturales, fuerza a descubrir las mltiples dimensiones del com-plejo cultural naturaleza. Resta decir que las percepciones de la(s) natura-leza(s) no slo mudan en el tiempo sino tambin en el espacio (Descola y

    Palssn 1996)

    3

    . Los distintos saberes locales han significado, utilizado y di-luido la naturaleza a travs de una variedad de prcticas. Eder (1996) hasealado la importancia de atender a cmo en nuestra prctica cultural seconstruye la naturaleza, y cmo las ideas y las figuraciones que se tienende la misma mediatizan las relaciones que la sociedad establece con la na-turaleza. As, la actual construccin social de la naturaleza en las socieda-des modernas industriales explicara la destruccin de la misma. El hechode sealar que existe una construccin social de la naturaleza, pese a noser ninguna novedad, posibilita una mejor comprensin de los espaciosnaturales. Al fin y al cabo, los mismos son una manera de construir nuestro

    mundo.Ahora bien, no es fcil hablar de naturaleza cuando el recurso ms uti-

    lizado para definirla en nuestra prctica cotidiana es que es natural. Cabeplantearse entonces de qu platicamos cuando nos referimos al mundo delo natural. Podra pensarse que la naturaleza es algo objetivo y real; unaentidad propia, caracterizada por una esencia fundamental que la conforma

    3 La propia disciplina antropolgica ha ido modificando su consideracin: como pro-ceso evolutivo en continuo, como esfera delimitada y contrapuesta, como sistema de flu-

    jos... (Santamarina 2008a).

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    como tal, y que no necesita de subjetivacin porque es tal cual es. Pero, lanaturaleza no es neutra, ni dada, ni esencial, ni objetivable. Estos sonms bien atributos variables que podemos encontrar en distintos contextos

    discursivos. Nos detendremos, por un momento, en dos ejemplos para ilus-trar a qu nos estamos refiriendo. El primero pone al descubierto un meca-nismo grfico de elaboracin narrativa muy socorrido en nuestra prcticacultural. El segundo pertenece al campo de lo semntico, y nos invita a unareflexin sobre la utilizacin normalizada, en nuestro vocabulario comn,de los usos derivados del concepto naturaleza.

    En cierta medida la naturaleza se viene hoy edificando a travs de undispositivo parecido al de las culturas primitivas (Comas dArgemir 1998).La imagen de los pueblos salvajes connotados de naturalidad ha alimenta-

    do durante largo tiempo nuestro pensamiento4 y, de hecho, hoy el mito delbuen salvaje sigue vigente (Milton 2001; Descola 1998), ahora como el no-ble salvaje ecolgico, produciendo interesantes debates acerca de la con-servacin y la sostenibilidad en las comunidades indgenas (Krech 2005;Hames 2007). Desde la melanclica bsqueda del estado de naturaleza,encontramos numerosos autores que han volcado en los pueblos elemen-tales y naturales un paternalismo benvolo que contribuy a las ambicio-nes colonialistas. Pero la representacin romntica del noble salvaje se co-rresponde hoy con la elaboracin de una noble naturaleza. La bsqueda de

    espacios naturales vrgenes y la recreacin forzada de lo natural (Frigol 2007)es sntoma de una reconstruccin de un pasado idlico perdido. Resta decirque la realidad dista mucho de esta ficcin.

    Por otra parte, el recurso de lo natural en nuestro da a da es tan ha-bitual como significativo. En lo cotidiano, expresiones como es natural,naturalmente o tener naturalidad son utilizadas en numerosos contextos,apareciendo siempre con un denominador comn: todas se califican de formapositiva. Cuando algo nos parece lgico y razonable decimos que es natural.

    Al mismo tiempo, cuando se nos presenta algo sin artificio le atribuimos lacaracterstica de natural. Si el desarrollo de un acontecimiento ha salido segn

    lo previsto, decimos que todo ha transcurrido con naturalidad. Y, cuandoalguien acta o se expresa con desenvoltura o familiaridad decimos que esuna persona natural. En contrapartida, tambin utilizamos estar desnaturali-zado y, en este caso, los significados estn tildados negativamente. Por ejem-plo, cuando se falsifica o altera cualquier cosa, y con ello se le hace perder

    4 Pensemos un momento en el esquema terico de Rousseau, considerado el primerromntico en el seno de la Ilustracin. En su bsqueda del hombre en estado de natu-raleza (como recurso terico hipottico) tom como modelo, entre otros, a los pueblosprimitivos (salvajes) por considerarlos ms cercanos al mundo de lo natural.

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    las cualidades asignadas originalmente, se dice que se ha desnaturalizado.Ms contundente resulta el hecho de que se considere a alguien desnatura-lizado al perder actitudes que se consideran innatas en referencia a su pa-

    rentesco. Y, tradicionalmente, desnaturalizar tambin ha sido desterrar a al-guien de su lugar de origen, privarlo de su referente inmediato y desligarlode su ubicacin original. Por no hablar de contra-natura o anti-natural.

    Como vemos, la conceptualizacin de la naturaleza conduce a multitudde imgenes que la sitan con unas caractersticas muy particulares, y queresponden a un mapa de atribuciones y valores complejos. As, la naturale-za es tanto un recurso retrico como un instrumento central en nuestro marcode inteleccin y en los procesos culturales se la construye a travs de tc-nicas, instituciones, prcticas y discursos. Podemos entonces hacer un ejer-

    cicio de entendimiento para comprender sus mltiples dimensiones interre-lacionadas. En primer lugar, la elaboracin cultural de la naturaleza tieneuna dimensin ontolgica, en la medida en que se constituye como unaherramienta fundamental para pensarnos en el medio y para dotarnos deidentidad. La naturaleza es y no es, al mismo tiempo, parte esencial denosotros mismos, y como referente bsico pasa a ocupar una posicin cen-tral a la hora de situarnos en el mundo. Al hablar de naturaleza no pode-mos pasar por alto que nos enfrentamos a una categora esencial en nues-tra forma de concebirnos. La naturaleza se convierte en pieza clave y en

    esquema de discernimiento a travs de dicotomas que operan eficazmenteen nuestra prctica cultural: cultura frente a naturaleza, salvaje frente a civi-lizacin, humano frente animal, alma frente a cuerpo5. En segundo lugar, lanocin de naturaleza contiene una dimensin epistemolgica al ofrecernosaspectos cardinales bsicos, puesto que se alza como punto estratgico enla edificacin de procesos tan fundamentales como la atribucin de orden

    y la asignacin de sentido. La naturaleza no es una esfera bien delimitada,ni un objeto aproblemtico; ms bien constituye un eje primordial de unacosmovisin del mundo que intenta dar respuesta a problemas tales comoel orden y el desorden, el caos y la disciplina, la coherencia y el sentido.

    Asimismo, la naturaleza tiene una tercera dimensin simblico-cognitiva, encuanto se nos presenta como construccin social. La aprehensin de la na-turaleza se realiza a travs de la percepcin, conceptualizacin y categoriza-cin en representaciones simblicas que estn dentro de un sistema msamplio de cognicin. En el campo de lo cultural se elabora y reformula deforma constante a partir de la experiencia, y constituye una parte importan-te de su cosmologa global. As, en nuestros procesos culturales podemos

    5 A este respecto, es interesante el anlisis sobre las metforas primarias de Fernndez(1993).

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    ver cmo a travs de la personificacin se la disfraza o desnuda (madre,madrastra, etc.) y se le otorga un papel principal en el trazado de lmites.

    Adems, al ser utilizada como frontera se convierte en protagonista de valo-

    res. Las percepciones sobre la misma varan y sirven a menudo como fuen-te de litigios simblicos y reales. En cuarto lugar, la naturaleza posee unadimensin ecolgica, en la medida en que se nos manifiesta como escena-rio de vida. Al establecerse como medio se constituye tanto en recurso parala existencia como en una referencia imprescindible para nuestra ubicacinen el mundo. La(s) naturaleza(s) se convierte en un entorno susceptible detransformaciones. De ah las relaciones que se establecen con ella, aunquestas sean percibidas en trminos utilitaristas o funcionalistas, idealistas omaterialistas. Y, por ltimo, tiene una dimensin poltica, entendiendo que

    nos referimos a un trmino amplio, flexible y abarcador que incluye dife-rentes prcticas discursivas, tales como las sociopolticas y las econmicas.Pero al hablar de esta dimensin hacemos especial nfasis en el poder (elpoder en su sentido ms pragmtico, como forma tradicional de imponerdefiniciones del mundo). As, podemos observar cmo la naturaleza hasufrido una inmensa tarea normalizadora, necesaria para la legitimacin demodelos nicos de interpretacin. El dominio de la naturaleza, a travsde mecanismos de subordinacin, ha sido una constante en nuestro pensa-miento occidental. Y es una expresin ms de la morfologa del poder, que

    reduce y conduce a los sujetos, objetos, individuos, sociedades y naturale-zas a travs de mecanismos de control (Santamarina 2008a). En este senti-do, la dimensin poltica de la naturaleza, pone de relieve un entramadocomplejo a travs del cual podemos observar cmo se han ido configurandolos sentidos y cmo se manifiesta un dispositivo poltico clave: la naturaliza-cin de la cultura y la culturalizacin de la naturaleza. Y, a l, queremosdedicar una atencin especial ya que el mecanismo de representacin de losespacios naturales se asienta sobre la lgica de exclusin. Es decir, en laprctica y en el discurso nos encontramos reproducido el mismo marco deinteligibilidad, que sita en nuestra prctica cultural la naturaleza y la cul-

    tura como realidades diferenciadas y reificadas (exclusiones luego traslada-das a las prcticas de apropiacin del territorio y de regulacin de los usos).

    3. CIMIENTOS IDEOLGICOS: DEDUALIDADES

    En ese intento de no dar por hecho el mecanismo de lo evidente por smismo, entendemos que se hace necesario sacar a la luz las relaciones queatraviesan y sustentan las representaciones que dan sentido a los espaciosnaturales. En la formulacin de los espacios naturales se dan por asumidas

    al menos dos consideraciones fundamentales: la naturaleza es evidente

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    (proceso de objetivacin) y la proteccin es indiscutible (proceso de in-tervencin). Es decir, la concepcin se levanta sobre la propia constitucinhegemnica de nuestra praxis cultural, en el corazn de la misma, que de-

    termina, entre otras, como esferas independientes la cultura y la naturaleza(Strathern 1980; Latour 1993; Descola y Palsson 1996; y un largo etctera) atravs de un modelo subordinado y sometido, lejos de modelos alternati-

    vos dialgicos y heterrquicos. Con ello, no negamos ni excluimos que exis-tan otras formas de conceptualizar, entendemos que si algo caracteriza adichos dominios6 es su carcter ambiguo, hbrido, polifactico y polifnico,donde se enfatizan y entrecruzan las distintas dimensiones de la(s) natura-leza(s). Pero al referirnos a discursos hegemnicos hablamos de los marcosuniversalizadores y homogneos que conforman las frulas prcticas y

    discursivas (objetivas y subjetivas, reales y simblicas).La dualidad naturaleza/cultura es central no slo porque se ha converti-

    do en un mecanismo fundamental de aprehensin del mundo (asignaciny distribucin de sentidos) sino tambin porque su constitucin hegemnicaha sido un eje fundamental para la legitimacin de nuestro sistema. Pese asu carcter autoevidente, dicha dualidad parece no haber existido siempre7.El desarrollo de la ciencia moderna, con la matematizacin del mundo y su

    visin mecanicista y materialista (Rifkin 1980; Botkin 1993; Shapin 2000), esclave para comprender el proceso de normalizacin y fiscalizacin de lo

    natural. De hecho, para Latour (1993) el rasgo distintivo de los modernosva a ser precisamente la separacin entre el mundo natural y el mundo social,gracias a los procesos de purificacin que se establecen8. La aparicin yfortalecimiento del capitalismo temprano y el liberalismo, que sitan a larazn burguesa (frente al sentido comn) como duea del progreso y eldestino de la humanidad, no harn ms que abundar en una visin de lanaturaleza en la que sta aparece sometida, controlada, mecanizada, cuantifi-cable, mercantilizada y funcional.

    La importancia de la ideologa de la ciencia, que impregna todo el pen-samiento occidental desde su constitucin, fuerza, por un lado, a compren-

    6 Al fin y al cabo, hemos incorporado en nuestro texto una ese entre parntesis (s)detrs de cultura y naturaleza para mostrar, al menos como recurso, la heterogeneidadde los conceptos. Tan irreductibles como complejos. En este sentido, nuestro discursono deja de caer en la trampa de la reificacin.

    7 Tal y como seala Plsson, en el medievo europeo no haba una separacin radi-cal entre naturaleza y sociedad; fue a lo largo del Renacimiento cuando se empez atransformar dicha visin (1996: 65).

    8 Con todo, para Latour (1993), nunca hemos sido modernos, ya que la ciencia mo-derna nunca ha cumplido la mxima del modelo dualista al multiplicar hbridos de lanaturaleza y la cultura.

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    der los mecanismos que enaltecen ciertas praxis y discursos (Woolgar 1991;Haraway 1995; Latour y Woolgar 1995; Maffesoli 1993 y 1997) y, por otro, aentender su lgica dentro de los procesos de construccin hegemnica que

    conducen a una sociedad marcada por la dualidad en el pensamiento (natu-raleza/cultura, cuerpo/mente, objeto/sujeto, etc.) y en el discurso (cientfico/sentido comn) y por una racionalidad poltica, econmica y social que con-lleva un imperialismo y un reduccionismo con dimensiones cognitivas ysociopolticas. No es extrao, por tanto, que la antropologa haya tardadotanto en desmantelar la dicotoma naturaleza/cultura (Descola y Palsson 1996),

    ya que la misma se sita en la mdula que articula y alimenta al sistema.De todo ello interesa retener dos aspectos. Por una lado, la dualidad

    naturaleza/cultura fortalecida por la constitucin de la ciencia moderna (con

    la matematizacin y reduccin de lo natural) y la consolidacin de la eco-noma (con la mercantilizacin y la comercializacin de la naturaleza) si-gue condicionando nuestro modo de representar el mundo de la naturale-za. De facto, con la era neoliberal y el neocapitalismo estamos asistiendo a

    viejas-nuevas consagraciones, como son: la vuelta al orden fundado, esta vez,en la mxima de la seguridad (frente a riesgos sociales, ecolgicos y eco-nmicos); la fe en la verdad de la ciencia y la tcnica como portadores delfuturo (frente al presente); y la mercantilizacin de la naturaleza a travsde una doble consideracin: como recurso para la produccin y como pro-duccin de productos con el valor aadido de lo natural. Y, por otro, di-

    cha dicotoma sigue funcionando como un potente imaginario en el discur-so hegemnico al constituirse en una prctica efectiva para el control, a travsde su reificacin y construccin objetiva9. Desde nuestro punto de vista, lamxima expresin de la dominacin de la naturaleza, reducida paradji-camente a naturaleza, la encontramos en los lugares declarados parquesnaturales, como exhibiciones y reductos de espacios sagrados, sacralizados

    y sacrificados.Sin duda, las polticas medioambientales, que impulsan la proteccin de

    la naturaleza, se articulan sobre la visin simplista y dualista (naturaleza/

    cultura) que refuerzan y entronan a travs de la profusin reiterativa (endistintas versiones, ora espacios naturales ora desarrollo sostenible). Y quizspara entender mejor esa profusin es necesario atender a los mecanismosde configuracin que hicieron posible la creacin de las reas protegidas ysu posterior expansin y normalizacin.

    9 Es decir, la estrategia de reduccin para el control y la destruccin de la(s)naturaleza(s) y de la(s) cultura(s) se ha basado en una edificacin objetiva de estas rea-lidades como objetos transaccionales y como sujetos de apropiacin lcita. La legitima-cin sobre el(los) otro(s) ha pasado por estrategias de subordinacin que incluan su

    confinamiento como paso necesario para su colonizacin (Santamarina 2008a: 178).

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    4. DISPOSITIVOSDECONFIGURACIN: LOSESPACIOSNATURALES

    Nuestra intencin al hablar de configuraciones hegemnicas pretenda

    situar en una posicin de salida las reflexiones acerca de los dispositivosideolgicos que han permitido la legitimacin y multiplicacin de los espaciosnaturales en un contexto de degradacin ecolgica global y de radicaliza-cin de la modernidad. La expresin parque natural sintetiza, como veni-mos apuntando, de forma magistral, el ments que implica la compartimen-tacin de dominios brindando una oportunidad para rastrear cmo hemostrazado como dominio externo la(s) naturaleza(s). Y es que, sin duda, elgnero de ser un otro, el atributo de su externalizacin y el carcter de sucuantificacin es el que ofrece la posibilidad de constituir la(s) naturaleza(s)

    como campo de fiscalizacin a travs de constantes mediaciones. Ahora bien,Qu naturaleza(s) es susceptible de ser activada? O dicho de otro modo,Qu naturaleza(s) debe ser acotada y patrimonializada para generacionesfuturas siguiendo el argumento de las activaciones patrimoniales? La respuestadada es tan natural como naturalizada: se debe conservar la natural natu-raleza. En este sentido, advertamos, que no era una naturaleza cualquierasino una natural naturaleza naturalizada. La construccin de esta concep-cin basada en una triada tautolgica es especialmente interesante, porquese constituye en el propio mecanismo normalizador y legitimador de losespacios naturales y se sita en origen de los mismos.

    El primer parque nacional del mundo, Yellowstone (EEUU, 1872), respon-di a una politizacin temprana de la naturaleza basada en una idealizacinde lo que se consideraba como un paraso perdido y supuso el arranqueen la creacin internacional de los espacios naturales (Riechmann y Fernn-dez Buey 1994; Stevens 1997)10. La naturaleza original representada comonaturaleza salvaje, verdadera en cuanto haba sido inviolada, se transfor-m en el principal principio de activacin. El pasado, en versin naturalezaprstina, se convirti en escudo frente a los intensos cambios experimenta-dos y en herramienta para la construccin de identidades (Lowenthal 1998).

    Ese pasado extrao y reinventado (Hobsbawm y Ranger 1988) ser el mo-tor de los primeros movimientos patrimoniales (naturales y culturales siguien-do la lgica practicada) ligados a la constitucin de la primera modernidad

    y a los procesos de produccin, destruccin y aceleracin asociados a lamisma (Ballart 1997; Santamarina 2005b). La consagracin de la catedral de

    10 Desde finales del XIX y principios del XX, la corriente conservacionista se ir ex-tendiendo impulsada por el proteccionismo aristocrtico y el ambientalismo burgus yobrero, por los movimientos naturalistas y romnticos, por el incipiente desarrollo de ladisciplina ecolgica, etctera (Santamarina 2006).

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    la Wilderness supona la proteccin de espacios naturales para admirar envivo el espectculo de la natural naturaleza (Descola 2007), una suerte demuseos in situ para preservar un pasado mitificado, intervenido y enno-

    blecido11.Ahora bien, la importancia atribuida a Yellowstone, como modelo

    conservacionista fundamental para la preservacin de la biodiversidad, lo queha venido a llamarse finalmente patrimonio natural, ha ocultado las propiascontradicciones en las que incurra el modelo y, lo que es ms importante,ha negado el desahucio sobre el que se articul su puesta en marcha. Loque podramos denominar, siguiendo a Biersack (1999), como el primer tipode ecoviolencia. La reinterpretacin de la historia de las reas protegidas enEEUU ha puesto en evidencia cmo para mantener la esencia de la Amri-

    ca salvaje no se ha explicitado lo que podra haber sido un sistema decontencin y expulsin de los indios impulsado por las elites del Este nor-teamericano (Stevens 1997; West et al. 2006). En este sentido, Yellowstone,

    Yosemite (1890), Sequioa (1890), General Grant (1890) y Mount Rainier(1899) trazaran un mapa hacia la hostilidad indgena y dibujaran una pol-tica nacional que persegua confinar a los indios en reservas (Stevens 1997).

    Y, podramos aadir, refleja el proceso de legitimacin de los proyectosnacionales a partir de la triangulacin de la patrimonializacin de la histo-ria, la naturaleza y la tradicin (Prats 1997).

    Con todo, nos interesa retener dos aspectos fundamentales e interrelacio-nados de la concepcin decimonnica articulada sobre el paradigma cultu-ra/naturaleza. En primer lugar, dicha conceptualizacin, desde su origen,evidenci claras contradicciones. Por una parte, su consagracin se asenta-ba en la negacin de la historia de los indios americanos (naturaleza prsti-na lejos de la intervencin humana), pero al mismo tiempo que eran borra-dos fueron ms tarde recuperados para el entretenimiento (West et al. 2006:260). En este sentido, Stevens (1997) considera una irona que Yellowstonese convirtiera en el modelo internacional de los parques nacionales, basadoen la naturaleza salvaje y deshabitada, por el parque siempre estuvo habi-

    tado12 por distintos grupos indgenas que dejaron su impronta en el paisajehasta que finalmente fueron expulsados hacia finales de 1880. Sin embar-go, fue el smbolo de la proteccin estricta de la naturaleza y su patrn tuvogran repercusin en la creacin de los primeros parques internacionales. Y

    11 En Europa, encontramos un paralelismo significativo en el impulso de los prime-ros parques de la vida tradicional escandinavos dentro de esta primera ola patrimonia-lizadora.

    12 Stevens (1997) seala que hay constancia de que el territorio fue ocupado desdehace once mil aos.

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    por otra parte, la construccin se bas en una naturaleza sin seres huma-nos, pero para ser visitada, disfrutada y contemplada por seres humanos(Selmi y Hirtzel 2007: 12). La nica actividad permitida ser la turstica

    (Stevens 1997). Lo que inaugur, a su vez, una particular mercantilizacinde la naturaleza a travs del ocio y el consumo. En segundo lugar, con

    Yellowstone se instaura un patrn que pivota sobre dos premisas: sirvecomo modelo para los esfuerzos conservacionistas y para la desposesinde indgenas en todo el mundo (Spence 1999 citado en West et al. 2006:258). De hecho, los primeros parques declarados en el mundo se concibie-ron como reas en las que desaparecan las actividades humanas (caza, pesca,recoleccin, etc) lo que supuso la expulsin de muchos indgenas de sustierras (Stevens 1997). De ello se desprende que este inicial proteccionismo

    se asentara en una poltica de conservacin de la naturaleza guiada por unamezcla de intereses, patrimoniales, estticos y recreativos y afianzada a tra-vs de mecanismos de expulsin y regulacin del territorio. Poltica en laque se antepusieron los intereses hegemnicos a los criterios ecolgicos,negando una triple evidencia: el fluir de la vida no es irreductible ni estti-co, los espacios son siempre mediados y la biodiversidad no es natural nibiolgica. No es extrao que esta historia de la conservacin, la ms inc-moda, no haya sido sacada a relucir. Al fin y al cabo, ha primado la ideade la preservacin como necesidad prioritaria, sin cuestionarse los mediospara alcanzar la misma.

    Dicha premisa fue la responsable del inicio de la institucionalizacin delos espacios naturales que arranc, sobre todo, con la creacin de laInternational Union for the Protection of Nature(IUPN) en 1947 por la ONU,ms tarde reconvertida en UICN (1956). Esta institucin ha sido fundamen-tal en al menos dos sentidos: por su labor para la conservacin de la natu-raleza, entendiendo que la conservacin es inherentemente poltica (Brosius2006), y por su trabajo para la definicin y el establecimiento decategorasde espacios naturales. Esto ltimo es especialmente interesante porque dela descripcin de las distintas reas protegidas, se desprenden importantes

    cuestiones ideolgicas y prcticas. De las primeras, se hace evidente la ex-portacin y colonizacin de modelos cognitivos (Stevens 1997; Kottak 1999;Brosius 1999b; y un largo etctera). La dualidad naturaleza/cultura se des-pliega como nico modelo interpretativo, imponiendo un nico paradigmaglobal, que obvia y destruye, en muchos casos, la diversidad de conocimien-tos locales que no siguen esta distincin, como ha puesto de manifiesto deforma relativamente reciente la etnografa (Descola y Palsson 1996; Hornborg

    y Plsson 2000). Adems, recordemos que el propio modelo dualista entor-pece la visin ecolgica al separar dominios. De las segundas interesa rete-

    ner que las categoras descriptivas terminan por tener efectos materiales

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    (West y Brockington 2006: 610). Pensemos que la variedad de categorasmanejadas por la UICN representan en realidad diferentes grados de inter-

    vencin humana. Lo que implica importantes regulaciones en los territorios

    (usos y recursos).El trabajo normativo realizado por la UICN comenz en 1969 (X Asam-

    blea General de la UICN, Nueva Delhi) con la definicin de parque nacio-nal: Son reas relativamente amplias, donde uno o varios ecosistemas nose han visto materialmente alterados por la explotacin y ocupacin huma-na, donde las especies vegetales y animales, las formaciones geomorfolgicas

    y los hbitats, son de especial inters cientfico, educativo y recreativo, ocontienen un paisaje natural de gran belleza; donde la mxima autoridadcompetente del pas ha tomado las medidas para prevenir o eliminar lo antes

    posible la explotacin u ocupacin de todo el rea, y para hacer cumplirde modo efectivo el respeto por los rasgos ecolgicos, geomorfolgicos yestticos que motivaron su establecimiento; donde se permite entrar a los

    visitantes bajo condiciones especiales, con propsitos de inspiracin, edu-cativos, culturales y recreativos. En la misma se puede ver cmo se asu-ma la definicin decimonnica sin apenas variaciones, asentndose sobreel paradigma dualista. Tres aos despus de la definicin se produca el pri-mer reconocimiento de los espacios naturales como Patrimonio Mundial(Conferencia de Pars, 1972). La distincin de la UNESCO del patrimonio

    natural

    13

    , como Patrimonio de la Humanidad, fortaleca, de nuevo, la dico-toma naturaleza/cultura y respaldaba la frmula de los parques nacionalesal otorgar a los mismos, de forma mayoritaria, la nueva distincin creada.

    Casi diez aos despus de la definicin de parque, la UICN publicabael informe sobre Categoras, objetivos y criterios para las reas protegidas(1978), realizado por la Comisin de Parques Nacionales y reas Protegidas(CNPPA)14. En el documento se definan diez reas de manejo15 y se mante-na la definicin de parque, asumida en Nueva Delhi. De entre ellas desta-

    13 A partir de la definicin de bienes naturales, catalogados bajo tres criterios: los

    monumentos naturales constituidos por formaciones fsicas y biolgicas, las formacionesgeolgicas y fisiogrficas y los lugares naturales o las zonas naturales estrictamente deli-mitadas.

    14 Junto a la UICN, en la labor de descripcin de categoras, es necesario sealar elprograma MAB (Hombre y Biosfera) desarrollado por la UNESCO en 1971, que cre lacategora de Reservas de la Biosfera.

    15 I Reserva cientfica/ Reserva natural estricta; II Parque nacional; III Monumentonatural; IV Reserva de conservacin/ Reserva natural manejada/ Santuario de vida sil-

    vestre; V Paisaje protegido; VI Reserva de recursos naturales; VII reas de biota natural/Reservas antropolgicas; VIII reas de uso mltiple; IX Reserva de la biosfera y X Luga-

    res del Patrimonio Mundial.

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    ca la distincin de Reservas antropolgicas, quizs como un guio a lo quemuchos reclamaban, pero los seres humanos quedaban en algunas reasnaturales. Fue el primer paso haca el reconocimiento de los conocimientos

    locales, aunque hay que esperar a la dcada de los noventa para encontrarun salto cualitativo en la formulacin de los espacios naturales. En el IVCongreso de Mundial de Parques Nacionales y reas Protegidas (Caracas,1992) se redefinieron las reas naturales, establecindose un amplio consensoen su descripcin como un rea de la tierra y/o del mar dedicados espe-cialmente a la proteccin y al mantenimiento de la diversidad biolgica, yde recursos naturales y culturales asociados y manejados por medios lega-les u otros medios eficaces. La definicin sufra as una significativa trans-formacin: desapareca la premisa instaurada por Yellowstone (no se han

    visto materialmente alterados por la explotacin y ocupacin humana) con-templndose recursos naturales y culturales asociados. Este giro coperni-cano, se concret en la sustitucin poco a poco de parque por rea prote-gida (Stevens 1997).En consonancia con este cambio, en 1994 apareca unanueva clasificacin, Directrices para las Categoras de Manejo de reas Pro-tegidas, en las que se identificaban seis reas de manejo16. En realidad, lascinco primeras categoras prcticamente se mantuvieron y se intent simpli-ficar la terminologa y hacer ms flexible el sistema de clasificacin, incor-porando las reas marinas que haban sido relegadas. Y en el Congreso

    Mundial de la Naturaleza de 1996, pese a la resistencia de muchos pases,se reafirmaba este giro poltico reconociendo a las comunidades locales suderecho a participar en el manejo de los espacios naturales.

    De forma evidente, desde los primeros intentos de definicin hasta ahoraes posible ver importantes transformaciones en los conceptos manejados quereflejan: las nuevas maneras de conceptualizar las reas protegidas, y la(s)naturaleza(s); las luchas de muchos grupos por estar representados en unadefinicin institucionalizada que les exclua; y el nuevo contexto de crisismedioambiental. De hecho, la crisis ecolgica ha impulsado los espaciosnaturales como praxis conservacionista y, en la actualidad, dicha prctica seha visto fortalecida por la segunda ola patrimonializadora de la moderni-dad avanzada y por el empuje obtenido por distintas conferencias y conve-

    16 I Reserva Natural Estricta/rea Natural Silvestre: Proteccin estricta con fines cien-tficos/ fines de proteccin de la naturaleza salvaje; II Parque Nacional: Ecosistema paraconservacin y recreo; III Monumento Natural: Conservacin de caractersticas naturalesespecficas; IV rea Ordenacin de Hbitat / Especies: Conservacin y gestin a travsde una ordenacin activa; V Paisaje martimo-terrestre Protegido: conservacin yrecreo; y VI rea protegida de Ordenacin de Recursos: Ecosistemas naturales para usosostenible.

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    nios internacionales que la han situado como un campo de intervencin fun-damental.

    Desde su creacin, nadie ha puesto en duda su necesidad, aunque s se

    han cuestionado las lgicas y modos desplegados para la preservacin. Pesea los avances reseados en los noventa, las demandas de muchos grupostan slo se resolvieron en una declaracin de buenos principios y en uncambio terminolgico que no condujo a una implementacin real en el ma-nejo de los espacios naturales. En juego haba demasiados intereses, desdela propiedad de la tierra hasta la propia concepcin de la conservacin.Muestra de este fracaso fueron las voces que se alzaron en el V CongresoMundial sobre Parques de Durban (2003), rechazando los actuales modelosde conservacin transnacionales (polticos, conservacionistas y cientficos) y

    poniendo sobre la mesa muchos de los supuestos bsicos de la conserva-cin17. En realidad, la patrimonializacin de la naturaleza se ha caracteriza-do por los mismos procesos de exclusin de cualquier activacin patrimo-nial. Los espacios naturales permiten ver las relaciones de dominacin queexisten tras su conformacin histrica. Relaciones de poder, fundamentalmen-te, asimtricas, donde afloran disputas materiales (propiedad, recursos y usos)

    y simblicas (identidad) entre clases, gneros, grupos y etnias. De tal formaque las desigualdades estructurales (locales, nacionales y globales) puedenser observadas en las formas de apropiacin de los espacios naturales. As,

    no es raro que los intensos procesos de patrimonializacin natural se hayanvisto acompaados por numerosos conflictos al estar plagados de negacio-nes, algo que es visible a lo largo y ancho del planeta (Brockington y Igoe2006; West et al. 2006; Pascual y Florido 2005; Selmi y Hirtzel 2007; Igoe yBrockington 2007; Beltran et al. 2008) y que responde a la imposicin deun nico modelo de conservacin. De esta forma, hoy en da, como vere-mos a continuacin, pese a las transformaciones sealadas, en la proteccinde las reas naturales podemos encontrar vigente el esqueleto decimonnicosobre el que se conform la conservacin de la naturaleza.

    17 Lo sorprendente de la cumbre, como seala Brosius (2004), fue la numerosa pre-sencia y la voz de grupos indgenas y comunidades locales que subrayaron que estabana favor de la conservacin pero no de las formas que les excluan y marginaban. Esteprotagonismo, molest a muchos. Brockington e Igoe (2006) recogen las quejas deTerborgh (2004), quien se lamentaba de que en la conferencia las discusiones sobre lapobreza, la injusticia social, los derechos de los pueblos, etc., haban desplazado la con-servacin de la vida no humana en el planeta (de nuevo, la estrechez de la mirada).Las conclusiones de la conferencia muestran estos cambios (UICN, 2005).

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    5. ETNOGRAFADE LOSESPACIOSNATURALESEN ESPAA

    Si bien es cierto que las polticas conservacionistas se han ido flexibilizan-

    do conforme han sido objeto de anlisis y de crtica, y en la medida quehan cobrado voz actores antes vedados, no deja de ser menos cierto quelas mismas siguen asentadas sobre dos de los pilares de la constitucinmoderna. Por un lado, en la dicotoma naturaleza/cultura, donde la natura-leza, en aras de la biodiversidad sigue representndose bajo la natural na-turaleza18. Y por otro, en la distincin conocimiento cientfico/conocimien-to comn, donde el conocimiento tcnico-cientfico es el soporte para laspolticas de conservacin verdaderas, desplazando as, y de forma legti-ma, a los conocimientos locales.

    Podemos ver estos aspectos reflejados en la bibliografa etnogrfica pro-ducida sobre espacios naturales en Espaa. Algunos autores sealan que lapropia legislacin, estatal o autonmica, sobre espacios naturales y los pre-tendidos Planes de Ordenacin de los Recursos (PORN) y Planes de Regu-lacin de Usos y Gestin (PRUG), cuando los hay, evidencian una polticareduccionista basada en la dualidad naturaleza/cultura (Coca y Daz 2005;Coca y Quintero 2006; Santamarina 2008b; Coca 2008). Las normativas, ex-plcita o implcitamente, reifican y construyen los dominios natural y cultu-ral como independientes, con las consecuentes derivaciones prcticas (pres-cripciones y prohibiciones). Esta poltica de redefinicin del territorio, msall de lo discursivo, provoca expropiaciones, apropiaciones y reapropiacio-nes en contextos tradicionalmente marginados.

    Desde su comienzo19, estos procesos se han venido caracterizando porsu imposicin, es decir, se han asentado en polticas diseadas desde arri-ba (Santamarina 2005b), que se basan en el modelo vertical (top-down)(De la Cruz y Pascual 2005: 97) caracterizado por una excesiva centraliza-cin en la toma de decisiones que responde al propio modelo de gestin

    18 En este sentido, las categoras de la UICN no dejan de ser una gradacin, de ms

    a menos, de los espacios considerados ms naturales. Del mismo modo, la globalizacindel patrimonio (patrimonio de la humanidad) sigue perpetuando esta concepcin alapuntalar las categoras cultural/natural, al redistribuir de forma asimtrica las distincio-nes y al reforzar la concepcin decimonnica (el 50 % de las nominaciones de patrimo-nio natural recae en los parques).

    19 En Espaa los primeros parques nacionales (Covadonga y Ordesa) fueron declara-dos en 1918, gracias a la iniciativa del Marqus de Villaviciosa y desde el principio es-tuvieron plagados de conflictos con sus vecinos (Santamarina 2005b). De hecho, la Leyde Creacin de Parques Nacionales de 1916, aunque escueta, tan slo contena tres artcu-los, fue una de las primeras en desarrollarse en Europa. La misma respondi a distintosintereses conservacionistas (Muoz Flores 2006).

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    implementado en el diseo institucional (Cabrera y Cabrera 2005: 122). Ade-ms, histricamente, la declaracin de los espacios naturales protegidos seha efectuado mediante el procedimiento de urgencia, lejos de plantearse en

    trminos de un proyecto comunitario (Carbonell 2007: 65). De hecho, laparticipacin de las poblaciones locales afectadas, en la declaracin de unespacio, suele ser extremadamente limitada (Pascual et al. 2005: 59), mssimblica que real. A menudo sus peticiones son ignoradas (De la Cruz yPascual 2005; Coca 2008) o se sustentan en un mero trmite burocrtico yno como una apuesta real por el consenso social (Corbacho 2005: 174).Salvo honrosas excepciones, como ocurre en las reas marinas (Rodrigues

    y Pascual 2008) donde quizs la participacin se deba ms al carcter ypropiedad de los recursos (Pascual y De la Cruz 2008), los procesos de par-

    ticipacin social acaban convirtindose en teatros (Coca y Daz 2005: 291).La mayora de las investigaciones realizadas ponen en evidencia la falta

    de interlocucin entre los diversos grupos implicados y la exclusin quesufren las comunidades locales. En gran medida la exclusin viene justifi-cada por una paradoja irnica: su desconocimiento verdadero del entorno(Coca 2008)20. Aparece aqu una nueva jerarquizacin, la del conocimiento,entre los que saben y no saben, es decir, entre expertos y locales. Mientrasque unos miran a los otros como ignorantes, los otros ven a los de fueracon hostilidad ante la competicin por los usos y recursos (Batista 1999; Coca

    y Quintero 2006; Batista y Pascual 2005; Coca y Zaya 2008). La ordenacinterritorial se sustenta sobre criterios tecnoecolgicos y, de esta manera, seborran los usos y la historia local (Coca 2002 y 2008). El resultado es unproceso definido por la distribucin desigual de conocimientos que llevapareja una distribucin desigual de los recursos. El borrado tecnocientficoes una prctica de apropiacin que se configura como un primer problema:la mirada homogeneizadora del diseo tcnico de los espacios protegidosse convierte en un primer factor que obstaculiza su desenvolvimiento (Flo-rido y Clavero 2008: 267). Dicho modelo homogeneizador, globalizador yhegemnico, de una parte, no permite puentes entre conocimientos que no

    son ni excluyentes, ni estancos y se asienta en una contradiccin entre ladescontextualizacin (prcticas cientficas) y la contextualizacin (prcticaslocales) (Pascual y Florido 2005; Florido 2005) y, de otra, responde a inte-reses y valores a menudo externos y ajenos a las comunidades locales(Beltran et al. 2008: 15).

    Por otro lado, las normativas reconfiguran los espacios al tener la capa-

    20 Algo que ya se puso de manifiesto en las primeras declaraciones de parques natu-rales: haba que frenar, segn el marqus de Villaviciosa, a esos salvajes espaoles

    (Fernndez 1999).

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    RDTP, vol. LXIV, n.o 1, pp. 297-324, enero-junio 2009, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2009.019

    cidad no slo de dictar qu es y no es la(s) naturaleza(s) sino de prescribirsus usos, qu se puede y no puede hacer (afianzadas ambas a travs delmodelo de conocimiento excluyente). Con respecto a la primera, la arbitra-

    riedad y la subjetividad parecen regir en el proceso de asignacin de lo quees la(s) naturaleza(s) (Duran 2002; Hernndez 2008; Quintero et al. 2008),establecindose una premisa basada en una(s) naturaleza(s) poco explota-da como si la explotacin y apropiacin de los recursos slo se midierapor el grado de densidad urbana e industrial (Hernndez 2008:84) 21. En lareconstruccin de esta imagen ideal podemos ver reproducidos los sistemastradicionales de jerarquizacin del territorio y de subordinacin (Quintanaet al. 2008; Coca 2008). En este sentido, es interesante resear el trabajo de

    Vaccaro (2005) donde traza una genealoga poltica de la apropiacin terri-

    torial en el contexto pirenaico. Desde su punto de vista es necesario aten-der a los procesos de territorializacin del Estado espaol (la racionalizacinterritorial, la expropiacin de tierras y el control de los recursos naturales)iniciados hace doscientos aos, para poder comprender las actuales reasprotegidas. Factores como la propiedad territorial, los lmites administrati-

    vos, las infraestructuras y los recursos son necesarios para entender las l-gicas de las polticas de las reas naturales y de sus sistemas de proteccin.

    Al fin y al cabo, un parque supone el establecimiento de una nueva de-marcacin jurisdiccional sobre el territorio (Vaccaro 2006b, Vaccaro y Beltran

    2007 y Beltran y Vaccaro 2007) y sobre l se despliegan posiciones de po-der (Durn 2006; Quintero et al. 2008).Por lo que respecta a la segunda, la regulacin de las actividades, las

    normativas limitan los usos y recursos del territorio marginando e inclusonegando las prcticas locales (Vaccaro y Beltran 2007; Coca 2008). En lasnormas, desaparecen algunas (prcticas calificadas de tradicionales, quepueden aparecer ms tarde reinventadas) e introducen otras nuevas (prcti-cas calificadas de modernas o posmodernas). La nueva gestin poltica delterritorio, sobre la que giran las expropiaciones prcticas, se funda en lapromesa de una vieja conocida, la mxima del desarrollo. En este caso, re-

    vestida de local y sostenible. El desarrollo local/sostenible es un potenteinstrumento discursivo que se certifica con la necesidad y el inters generalpara la conservacin como legado para el futuro (Hernndez, 2008). Supuesta en marcha vendra dada por la activacin patrimonial de la natura-leza (ms tarde completada con la vertiente cultural). El valor o valores delo natural, adobados por la profusin de trminos que ayudan a connotarel territorio (ecolgico, rstico, rural, etctera), se convierte en instrumento

    21 Es interesante sealar que el 73 % del territorio espaol protegido se sita porencima de los 1500 metros de altitud (Europarc, 2008).

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    central en el contexto de terciarizacin de la economa (Roig 2006; Frigol2007). La expansin y democratizacin del turismo, las nuevas demandasde consumo patrimonial y la fiebre patrimonializadora a la que asistimos

    convierten a los espacios en mercancas preparadas para un consumo cadavez ms exigente (Santana 2002; De la Cruz y Santana 2008; Hernndez2008). El territorio y los recursos naturales pasan de ser espacios de extrac-cin y transformacin a ser de contemplacin, disfrute y tranquilidad (Vaccaro2006b). El turismo y la demanda turstica muta los espacios, apropindosede los territorios a partir de una reconstruccin fsica, cultural y discursivaadaptada a las necesidades de los visitantes urbanos (Vaccaro 2005 y 2006a;Beltran y Vaccaro 2007; Coca y Quintero 2006), se tratara de mercanti-lizarlos, convertirlos en objetos, en bienes de consumo para colmar las ex-

    pectativas de los turistas (Florido y Clavero 2008: 277). De tal forma que latendencia general del desarrollo histrico es que la poblacin local, que viveen la naturaleza, pasa progresivamente a vivir de la naturaleza, de su uso,de su transformacin, a vivir de los que vienen temporalmente a vivir en lanaturaleza (Frigol 2006: 26). En realidad este proceso constituye unaapropiacin urbana del paisaje rural de acuerdo con las directrices produc-tivas ofrecidas por la actual economa hipermoderna (Vaccaro 2006a: 87).El resultado del mismo es la reconfiguracin de las actividades econmicas

    y redefinicin de las identidades. En cuanto a las primeras, la crecienteterciarizacin del territorio tiene resultados e impactos diferentes segn loscontextos: urbanizacin de los espacios rurales, construccin masiva de vi-

    viendas e infraestructuras, multiplicacin de los servicios, etctera (Vaccaro2006b; Beltran y Vaccaro 2007; Hernndez 2008). Los impactos generadospor esta poltica volcada al turismo provocan multitud de impactos sobreun territorio, que recordemos, se quiere preservar. Y en realidad expresauna propuesta mercantilista que hace difcil por s misma la diversidad na-tural y cultural (Florido y Clavero 2008: 277). De hecho, la fuerte presinurbanstica, de segundas residencias y de infraestructuras, provoca actuacio-nes, en muchos casos ilegales y polmicas (Cabrera y Cabrera 2005; Snchez

    Garrido 2008). Y llevara, en algunos casos, a procesos de gentrificacin porla fuerte demanda urbanizadora. Adems, las nuevas estrategias y benefi-cios econmicos, no recaeran sobre los locales producindose de nuevo unamarginacin (Coca 2008).

    En cuanto a las identidades, hay que tener presente que las reproduc-ciones locales estn sujetas al hecho de que una parte importante de sucontenido, an siendo de carcter local, ha sido elegido desde una pers-pectiva externa, por estar orientada hacia el exterior y por estar en buenaparte gestionada por gente de fuera (Frigol 2006: 29). La imposicin de

    una reinvencin ms rentable (mercantilizacin de la identidad), que sea acor-

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    RDTP, vol. LXIV, n.o 1, pp. 297-324, enero-junio 2009, ISSN: 0034-7981, eISSN: 1988-8457, doi: 10.3989/rdtp.2009.019

    de a las expectativas e intereses de los turistas, obliga a desplegar medidaspara recrear una imagen buclica y pastoril de acuerdo con los cnonesimpuestos. Para un espacio natural (naturaleza natural) se espera un pue-

    blo naturalizado (naturalizacin de historias, gentes, tradiciones y memorias).Un todo sobresaturado, bien aderezado (Frigol 2007; Beltran y Vaccaro 2007;Quintero et al. 2008).

    Con todo, los estudios muestran que los espacios naturales son tambinuna oportunidad poltica para el desarrollo local y la identidad en escena-rios muy dinmicos (Hernndez 2005; Beltran et al. 2008). En este sentido,los recursos se convierten en un campo de disputa, donde los distintos ac-tores buscan su voz, producindose constantes mediaciones entre ellos(Quintana et al. 2008), aunque finalmente se vean desplazados. La etnogra-

    fa realizada demuestra la extremada complejidad de los procesos de lapatrimonializacin de la naturaleza y la necesidad de convertir a la antropo-loga en una herramienta clave para abrir dilogos hacia una gobernanzamedioambiental basada en la participacin, la diversidad y la restitucin, frentea la exclusin, la homogeneizacin y la apropiacin.

    6. CONCLUSIONES

    Para finalizar, es necesario realizar una reflexin conjunta sobre todo loabordado. Desde nuestra perspectiva, las tesis conservacionistas impulsadas,bajo distintas lgicas, para las reas naturales tropiezan de lleno con mlti-ples contradicciones insostenibles. En primer lugar, su articulacin sobre lacompartimentacin de la naturaleza/cultura es una premisa antiecolgica queniega las dinmicas ecosistmicas y, por ende, la imposibilidad de lmites(alcance de los fenmenos transfronterizos como el calentamiento global,el deterioro de la capa ozono, la lluvia cida, etctera). En segundo lugar,su impulso como estrategia de desarrollo versus conservacin reafirma elprincipio neoliberal del mercadeo de la naturaleza, provocando mltiplesimpactos socioecolgicos (presin sobre el territorio, terciarizacin, urbani-

    zacin, etctera) y reduciendo la(s) naturaleza(s) a bien tasable, consumibley comerciable en el juego de intereses y beneficios. En tercer lugar, su ex-pansin y crecimiento como modelo para preservar la biodiversidad presentanumerosas fisuras al chocar con la evidencia de una reduccin cada vezmayor de la biodiversidad y de una degradacin generalizada de los eco-sistemas. No slo se trata de una falta de recursos, planificacin y gestinde las reas protegidas, es decir, una buena gobernanza de las mismas, sinode la carencia real de polticas sostenibles. Y dicha carencia es difcil desolventar mientras no se reconozca que los desequilibrios ecosociales son

    el resultado normal y normalizado de un sistema afianzado en la distribu-

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    cin asimtrica de relaciones y en la mercantilizacin de todo lo susceptiblede ser objetivable (sujetos, naturalezas, culturas). Ms que desajustes, el sis-tema se ajusta generando desigualdades y desequilibrios que difcilmente

    pueden ser resueltos con el confinamiento de espacios reinventados y puestosa su disposicin. As las cosas, los espacios naturales no pueden ser unabuena opcin poltica cuando se promueven como herramientas retricasmedioambientales aisladas sin polticas sustentables globales y locales; nopueden ser una buena opcin social cuando se asientan sobre la apropia-cin y expropacin de territorios, conocimientos y memorias; no pueden seruna buena opcin cientfico-tcnica cuando se construyen sobre criterios anti-cientficos y excluyentes.

    Realizar una crtica contundente a los espacios naturales y sacar a la luz

    los conflictos y paradojas que emergen tras ellos es poner el dedo en lallaga. Es decir, en un contexto marcado por la urgencia de solventar losproblemas ecolgicos prdida cada vez mayor de la biodiversidad, cam-bio climtico debido a la accin humana, presin insostenible de los recur-sos, destruccin de tierras frtiles, degradacin de los ecosistemas, aumen-to de las desigualdades y un largo etctera (Evaluacin de los Ecosistemasdel Milenio 2004; IPCC 2007; PNUMA 2007; PNUD 2007), puede resultarbalad e irresponsable, y contraproducente para algunos, no dar por hechosu necesidad. No es extrao que la crtica a la construccin de los espacios

    naturales se perciba como hostil para la conservacin (Brosius 2006;Brockington et al. 2006). Adems, teniendo en cuenta, que defender las reasprotegidas no slo es un valor en alza y un deber tico, sino que hoy seencierran en el discurso de lo polticamente correcto, osar a cuestionarlospuede ser fcilmente malinterpretado. Brosius (2006) apunta a que las crti-cas vertidas por los antroplogos suelen ser mal recibidas e incluso se vencomo un lujo que los conservacionistas no pueden permitirse: se consi-dera que los antroplogos estn tocando la lira mientras Roma arde en lla-mas (2006: 683). No es extrao, entonces, que sean percibidos como corro-sivos e irresponsables22. Parafraseando a Haraway, Brosius (2006) seala que

    los antroplogos y conservacionistas debemos establecer colaboracionessituadas, a partir de los nexos que nos unen (la lucha contra un mundohomogneo). La solucin pasa por vincular la crtica al compromiso, con-tribuyendo a ofrecer alternativas con una participacin activa en los procesos.

    En este sentido, quizs convenga decir y afirmar con contundencia queestamos a favor de la conservacin y proteccin del mundo, de su riqueza

    y diversidad, para resituar nuestro discurso. Pero eso no puede dejar de lado

    22 Adems, hay que aadir que a veces los propios antroplogos se convierten en lavoz de comunidades locales.

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    el compromiso poltico-acadmico de denunciar los desequilibrios ecosocialesque muchas veces se endulcoran o se tergiversan presentndonos una fic-cin lejos de la cruda realidad. De ah, la necesidad deconstruir los pilares

    en los que se asientan las reas naturales para empezar a construir nuevasbases sobre modelos dialgicos y heterrquicos basados en una pluralidadde conocimientos locales y multisituados, de espacios y memorias. Nuevosmodelos de gobernanza medioambiental polifnicos, donde no se haganecesario hablar de ecologas de la coexistencia porque se construyan loslugares como un campo integral de mediaciones y donde los esfuerzos seanen por legitimar la diversidad y la diferencia como praxis ecopoltica deotro mundo posible.

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