¿De la 'tragedia' al 'milagro'? - Cristianisme i Justicia · sobre la situación actual del...

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¿DE LA «TRAGEDIA» AL «MILAGRO»?ÁFRICA SUBSAHARIANA

EN EL NUEVO CONTEXTO MULTIPOLAR

Oscar Mateos

INTRODUCCIÓN ....................................................................................................................

1. DEL «AFRO-PESIMISMO» AL «AFRO-OPTIMISMO» ..................................................

2. ÁFRICA SUBSAHARIANA EN UN MUNDO MULTIPOLAR ..........................................

3. MÁS ALLÁ DE LAS «RECETAS PARA ÁFRICA» ........................................................

NOTAS ....................................................................................................................................

CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN ...................................................................................

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Protección de datos: La Fundación Lluís Espinal le comunica que sus datos están registrados en un fichero de nombreBDGACIJ, titularidad de la Fundación Lluís Espinal. Sólo se usan para la gestión del servicio que le ofrecemos, y paramantenerlo informado de nuestras actividades. Puede ejercitar sus derechos de acceso, rectificación, cancelación yoposición dirigiéndose por escrito a c/ Roger de Llúria 13, Barcelona.

Oscar Mateos Martín es responsable del área social de Cristianisme i Justícia. Profesorde la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés (Universitat Ramon Llull).Doctorado en Relaciones Internacionales por la Universidad Autónoma de Barcelona(UAB) y miembro del Grupo de Estudios Africanos (GEA) de la Universidad Autónoma deMadrid (UAM). Ha publicado en esta colección: Cambio de época. ¿Cambio de rumbo?(Cuaderno 186); África el continente maltratado (Cuaderno 137).

Edita Cristianisme i Justícia - Roger de Llúria, 13 - 08010 Barcelona Tel.: 93 317 23 38 - E-mail: [email protected] - www.cristianismeijusticia.netImprime: Ediciones Rondas S.L. - Depósito Legal: B 7211-2015 ISBN: 978-84-9730-352-1 - ISSN: 2014-6509 - ISSN (ed. virtual): 2014-6574

Impreso en papel y cartulina ecológicos - Dibujo de la portada: Roger Torres Revisión y corrección del texto: Pilar de la Herran - Maquetación: Pilar Rubio Tugas Marzo de 2015

El origen de este cuaderno es fruto de la reflexión conjunta realizada en el marcodel Seminario sobre África subsahariana de CJ entre los años 2009 y 2011, enel que participaron, entre otras personas: Josep F. Mària (Cris tianisme i Justícia),Àlex Prats (Oxfam Intermón), Luis Sols (Cristia nisme i Justícia), Neus Ramis,Dani Gómez (Observatori del Deute en la Globa lització, ODG), Carles Gil (ServeiSolidari), Nani Vall-llossera (Cristianisme i Justícia), Miguel Ángel Prieto, CarlesIbáñez (Farmamundi), Eulàlia Reguant (Justícia i Pau) y Oscar Mateos (Cristia -nisme i Justícia).

Este cuaderno está dedicado a la memoria de Eduard Soler, amigo, persona cercana a Cristianisme i Justícia y miembro durante algún tiempo

del Seminario sobre África.

INTRODUCCIÓN

En muchas de las conferencias o foros donde se analiza la actualidadafricana, es habitual empezar haciendo referencia a las dos famosasportadas que el semanario The Economist ha dedicado a África subsa-hariana en los últimos años. En la primera, en mayo de 2000, aparecíaun guerrillero armado dentro de un mapa de África y tras un fondonegro podía leerse un titular que rezaba: «The hopeless continent» («Elcontinente sin esperanza»). En el editorial de ese mismo número, el se -manario relataba las miserias de un continente, hundido –aseguraba–por las guerras, la corrupción, los desastres naturales o el hambre. Unadécada más tarde, concretamente en diciembre de 2011, la mismarevista dedicaba nuevamente la portada a África, si bien esta vez la fotomostraba a un niño sosteniendo una cometa con la forma del continen-te y pintada con los colores del arcoíris. Encabezando esta imagen apa-recía un titular que afirmaba: «Africa rising. The hopeful continent»(«África emerge. El continente esperanzador»). En el editorial posterior,The Economist vaticinaba, con un cambio substancial en el lenguaje,un futuro próspero y prometedor para el continente africano. Este giro copernicano en la visión y en el discurso sobre África no sóloatañe a esta influyente revista, ya que organizaciones internacionales,otros medios de comunicación o académicos vienen reforzando estaola de lo que se ha denominado como «afro-optimismo». Para aquellaspersonas no tan familiarizadas con la realidad cotidiana de África sub-sahariana, y cuyo imaginario sigue muy influenciado por el discurso trá-gico sobre el destino de este continente, este cambio puede resultardesconcertante. ¿Qué está sucediendo en África subsahariana paraque haya cambiado tan radicalmente esta visión? Entonces, ¿Áfricaafronta un futuro esperanzador y nuevo, contrastando con el pasado deguerras, hambrunas y pobreza que siempre nos habían explicado?Otro de los lugares comunes cuando se analiza el presente y futuroafricano suele ser el de cómo la presencia de los países emergentes,especialmente de China y de India, está cambiando la correlación defuerzas en el continente y configurando una nueva realidad de relacio-nes políticas y económicas de los países africanos con el conjunto delplaneta. En esta nueva realidad que ya definimos como «multipolar»(un sistema internacional en el que cohabitan diferentes potencias y enel que el poder está más distribuido), África podría haber logrado unnuevo posicionamiento, quizás más notorio y relevante que en el pasa-do. La Cooperación Sur-Sur (cooperación entre países habitualmenteconocidos como «en desarrollo»), sumado a la crisis política, económi-

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ca e incluso existencial del mundo occidental, certifica que el cambio deépoca también tiene que ver con un nuevo tablero de juego en el queexisten, seguramente, nuevas reglas de juego a nivel global.En medio de este cambio de relato hacia África y ante esta nueva rea-lidad global, el presente cuaderno trata, precisamente, de analizar quéaspectos caracterizan la realidad política, social o económica de Áfricasubsahariana. ¿Se trata de un giro radical? ¿Qué elementos determinanentonces el presente y futuro de África? Para ello, vamos a desa rro llartres ideas principales que van a estructurar los diferentes apartados deltexto:

– En primer lugar, analizaremos las causas del tránsito del discur-so «afro-pesimista», que ha inundado nuestra visión sobre Áfricadesde su descolonización en los años sesenta, al nuevo discurso«afro-optimista», tratando de establecer un balance más ecuánimesobre la situación actual del continente desde una perspectiva quemuchos autores han denominado como «afro-realista». Des deesta última perspectiva constataremos cómo, lejos de discursosmaniqueos (totalmente «trágicos» o totalmente «eufóricos»), lasluces y las sombras coexisten por igual en el presente africano.

– En segundo lugar, y ante este nuevo marco multipolar en el quelos países emergentes han redibujado la correlación global defuerzas, analizaremos los elementos que caracterizan la relaciónde los países y sociedades africanas con el resto del planetadesde diferentes perspectivas, comprobando que existen conti-nuidades y discontinuidades respecto al pasado.

– Finalmente, y a modo de conclusión, trataremos de reflexionarsobre algunos aspectos a tener en cuenta a la hora de impulsarel bienestar y la mejora de la vida de las sociedades africanas, yque parten de la idea de huir de aquellas agendas internacionalesacostumbradas a implementar «recetas» políticas y económicashacia el continente.

Un apunte introductorio final, casi de obligado cumplimiento. Hablar deÁfrica subsahariana (entendiendo los 49 estados al sur del Sáhara)como categoría, tiene el gran riesgo de reducir una gran diversidad ycomplejidad histórica, política, social, cultural o lingüística a un todo. Y es que, no olvidemos que, en el vasto territorio africano cabrían lasextensiones de Europa, EEUU y China juntas.1 Este dato ya da cuentadel reduccionismo en el que caemos al hablar de «África» como tal y del enorme esfuerzo que debemos hacer para abordar esta realidadsiempre desde la complejidad.

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1.1. «África, pesadilla de lamodernidad»: la hegemonía deldiscurso «afro-pesimista»El «afro-pesimismo» es la narrativa queha predominado en la interpretación deÁfrica subsahariana desde prácticamen-te su descolonización en la década delos sesenta, y con la breve excepción delos primeros años de independencia enque algunos de sus países parecieron ex-perimentar un crecimiento económico,incluso industrial, bastante notable.Pero al margen de ese paréntesis, casianecdótico, organismos internacionales,y muy especialmente, medios de co mu -

nicación, nos han presentado a Áfricadesde entonces como un «no-lugar», enel que el hambre, las recurrentes guerras,las tragedias humanitarias, la po breza o la corrupción eran los elementos que,des graciadamente, configuraban esteterritorio condenado por la historia de lahumanidad. Este discurso se acentuó in-cluso en los años noventa con el despe-gue de las economías asiáticas y en el quese constataba que, mientras una partesubstancial del llamado «Tercer Mundo»avanzaba económica y socialmente,África continuaba anclada, de maneraendémica, en sus graves problemas.

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1. DEL «AFRO-PESIMISMO» AL «AFRO-OPTIMISMO»

El ejemplo de la portada de la revista The Economist que acabamos decitar y en el que se habla de África como «continente esperanzador»no es, para nada, una excepción, sino una tendencia en los discursossobre África subsahariana. El siguiente apartado trata de analizar losmotivos de fondo de este repentino tránsito del discurso «afro-pesimista»a uno «afro-optimista», para contrastarlos finalmente con la emergenciade un tercer discurso, que llamaremos «afro-realista», que trata de esta-blecer las luces y sombras del momento actual en el continente africano.

As I dey say beforeE dey happen to all of us every day

We Africans all over the worldNow listen

Suffering and smiling!

FELA KUTI

¿Qué estábamos haciendo mal paraque África continuara maldita por la his-toria del desarrollo que el resto de pue-blos parecía experimentar? ¿Qué extrañomaleficio afectaba al devenir de esta tie-rra? Desde el discurso oficial, y desde unimaginario colectivo construido en basea esta visión trágica del continente, Áfri-ca, señala el economista Serge La tou che,se había convertido «en el lado oscurode nuestro destino», en «el sueño de lamodernidad convertido en pesadilla».2Y es que los discursos oficiales, a un

lado y a otro, que han analizado Áfricahan tendido a enfatizar esta visión apo-calíptica sobre el continente, reforzandolas palabras del propio Hegel quien ensu día señaló que «África era un conti-nente ahistórico, sin movimiento o de -sarrollo propio», en el que sólo se podíaexplicar su historia a través del paso delos europeos por éste.3Este hilo narrativo ha estado siem-

pre presente y ha tenido una enorme re-percusión en la manera de entenderÁfrica. «La tragedia de África es que elhombre africano nunca ha entrado ver-daderamente en la historia», se ñalaba en2007 el entonces Presi den te francés,Nicolás Sarkozy, en una visita a variospaíses africanos. El mandatario francéssentenciaba en aquel polémico discur-so: «El campesino africano, quien du-rante siglos ha vivido en función de lasestaciones, cuyo ideal es vivir en armo-nía con la naturaleza, sólo ha conocidoel eterno paso del tiempo mediante la inacabable repetición de sus acciones yde las mismas palabras. En esta menta-lidad, donde todo vuelve a empezar, nohay lugar para la aventura humana, niespacio para la idea de progreso».4

Es cierto que desde visiones másprogresistas se ha tratado de enfatizar laimportancia de dar voz a los africanos yde huir de este discurso claramente ra -cista que figuras como Sarkozy u otroshan proclamado sin ningún tipo de com - plejos. Tony Blair, por ejemplo, se refi-rió a menudo al continente africano co-mo «una cicatriz en la conciencia delmundo».5 Ahora bien, más allá de losmatices, la construcción del mito de «latragedia africana» se ha hecho desde unlugar y otro. Las grandes divergenciasentre izquierda y derecha eran sobre to-do determinar quién era el culpable dela tragedia de África y cuándo y cómose había producido.Para el historiador Stephen Ellis

existen, en este sentido, dos discursosque se han contrapuesto. Por un lado, el discurso del «África incompetente»,elaborado, en general, por el pensa-miento (neo)liberal, que ha atribuido laresponsabilidad de la situación del Áfri-ca poscolonial a los propios líderes afri-canos, considerando que con su corrup-ción endémica, casi patológica, hacondenado a sus sociedades a vivir enun constante atraso social, político yeconómico. En frente, ha existido undiscurso del «África víctima», en el queel pensamiento estructuralista y marxis-ta ha tenido una gran influencia al con-siderar que el problema de África ha si-do siempre la explotación sistemáticaque ha sufrido a manos de los países oc-cidentales. Para abordar esta situación,ambos discursos han ofrecido solucio-nes, obviamente, distintas y contrapues-tas: mientras que el primer discurso haenfatizado la buena gobernanza o elajuste estructural como recetas para

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buena parte de los problemas, el discur-so estructuralista insistió en su tiempo,y fruto de un contexto sociointernacio-nal determinado, en que la solución pa-saba por una industrialización haciaadentro y, sobre todo, por confrontar elpoder occidental.El problema es que ambos discursos,

en sus diagnósticos y sus soluciones, noexplican ni resuelven nada por sí solos.Son, en este sentido, discursos simplifi-cadores, además de etnocéntricos. Poruna parte, cuestiones como la corrup-ción o la «fragilidad» estatal –insistiránnumerosas voces africanistas– han sidosiempre entendidas desde una perspec-tiva occidental que no ha querido apro-ximarse a las complejidades sociales yculturales africanas a la hora de enten-der su diferente funcionamiento en estosámbitos, esto es, lo que Patrick Chabaly Jean Pascal Daloz en su popular obra«África camina» interpretaron como las«lógicas propias» de las diferentes so-ciedades del continente.6 Por otro lado,la perspectiva estructuralista ha tendidoa omitir la responsabilidad histórica delas élites africanas en la explotación desus propias sociedades, negando la pro-pia responsabilidad de los africanos o sucapacidad de reacción y de resistencia.7Y es que la implicación de las élites afri-canas va desde la llamada «trata de es-clavos» (en las que se calcula que dece-nas de millones de africanos perecierona lo largo de tres siglos),8 pasando por lacolonización y hasta llegar al presente.Es cierto que la historia africana de losúltimos cinco siglos no se entiende sinla presencia y el papel de las potenciasoccidentales (especialmente significati-va es la historia, por ejemplo, de la Re -

pú blica Demo crá tica del Congo y el pa-pel, en este caso, de Bélgica),9 pero nue-vamente, esta última narrativa, por sí so-la, no es capaz de explicar el conjuntode la historia. Ambos discursos, apuntanalgunos africanistas críticos,10 conver -gen así en su incapacidad de entender aÁfrica como sujeto debido a una claratendencia a construirla como un simpleobjeto.

1.2. ¿«África emerge»?: la aparición repentina del discurso«afro-optimista»

Pero el discurso sobre África ha cam-biado substancial y repentinamente enlos últimos años. En paralelo a revistascomo The Economist, otras voces signi-ficativas como la de la revista Time, in-formes como el de la Comisión paraÁfrica establecida por el gobierno delentonces Primer Ministro británico,Tony Blair, o bien trabajos académicosde numerosos intelectuales, se han su -mado a la ola «afro-optimista», conso-lidando una nueva narrativa de modasobre el continente africano: el relatodel Africa rising (África emerge).11

1.2.1. El crecimiento de los nuevos«leones africanos»¿Qué aspectos apuntalan este nuevo re-lato? En general, el discurso afro-opti-mista hace referencia a múltiples trans-formaciones que se están produciendoen el continente en los últimos años, sibien todas giran en torno a un epicentrodeterminado como es el gran creci-miento macroeconómico de los paísesafricanos. Si en el periodo 1980-2000 el

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crecimiento del PIB de África experi-mentó un promedio del 2,4%, en la dé-cada 2000-2010 este dato alcanzó el5,7%, a un ritmo superior del promediode América Latina (3,3%) e incluso queel de Europa (2,5%). Según el FondoMonetario Internacional (FMI), entre2001 y 2010, seis de las diez economíasque más rápido crecieron en el mundofueron africanas (Angola, Nigeria, Etio -pía, Chad, Mozambique y Ruanda).Las expectativas de crecimiento de

muchos de estos países, a los que se hansumado incluso otros como Sudán delsur o Sierra Leona (este último registróen 2012 un crecimiento del 17,2%), siguen siendo, según los organismos financieros internacionales, muy pro-metedoras. Mientras que en 2014 el cre-cimiento medio de las economías afri-canas fue del 4,8%, para los próximosaños el Banco Africano de Desarrollo(BAD) estima un ritmo promedio del 5 o 6%, contrastando claramente con lacrisis de crecimiento que padecen lospaíses occidentales.12 Todo ello ha lleva -do incluso a algunos organismos inter-nacionales y medios de comunicación ahablar de los «leones africanos», en claracomparación con el crecimiento econó-mico experimentado en los noventa poralgunos países en Asia conocidos comolos «tigres» o «dragones» asiáticos.Es obvio, como señalarán más ade-

lante las voces del discurso afro-realis-ta, que este crecimiento depende direc-tamente de los precios de las materiasprimas y de la creciente demanda de re-cursos naturales por parte de paísesemergentes como China o India, perotam bién de un cierto desarrollo empre-sarial interno: desde 1998 unas 500 em-

presas africanas vienen creciendo a unritmo del 8%, algunas de las cuales sehan desplegado ya por todo el mundo.De los recursos naturales que exportaÁfrica, los minerales son los más impor -tantes: el continente africano posee el95% de las reservas mundiales de los me -tales de platino, el 90% de las reservasde mineral de cromita y el 85% de lasreservas de roca fosfática, así como másde la mitad del cobalto mundial y un ter-cio de la bauxita. Asimismo, las reser-vas conocidas de petróleo del continentehan aumentado en un 40%. La agricul-tura africana está aumentando tambiéndebido al crecimiento de la demanda dealimentos por parte de los paí ses emer-gentes con una población al alza.

1.2.2. ¿Una «clase media» africana?Al mismo tiempo, organismos como elBanco Mundial han subrayado queÁfrica «puede estar consolidando unaclase de ingreso medio de unos 100 y300 millones de personas» (que para dicho organismo son todas aquellas quese encontrarían en un ingreso de entre 2 y 20 dólares al día).13 Este auge de lallamada «clase media africana», con unpoder adquisitivo y de consumo cre-ciente, es significativo ya que está aso-ciado a la efervescencia del sector pri-vado. Estos nuevos profesionales sonparticularmente activos en los serviciosde la industria, tienen cuentas bancariasy utilizan formas convencionales deprés tamos y de ahorro, consumen bie -nes –generalmente importados– en can-tidades substanciales, viajan, leen el periódico, ven la televisión…Existe también una enorme deman-

da de bancos a lo largo de todo el con-8

tinente, mientras que el impacto de la telefonía móvil y de la tecnología, engeneral, está siendo del todo extraordi-nario, no sólo en los grandes negocios,sino también en el pequeño comercio.De los 15 millones de usuarios de tele-fonía móvil registrados en el año 2000en el continente se ha pasado a los 500millones en 2010, mientras que el usode Internet creció en un 2500% compa-rado con un crecimiento global de cer-ca del 480% (en Nigeria, el país más poblado de África, el número de usua-rios de Internet se disparó de 200.000 a 44 millones en el mismo periodo).Algunos países como Ruanda han em-pezado incluso a fabricar sus propios teléfonos móviles y en muchos otroscontextos se está registrando el retornode una parte de la diáspora que regresapara hacer negocios y afincarse en susrespectivos países.14

1.2.3. Más allá del plano económicoEste nuevo discurso afro-optimista sebasa también en otras transformacionesque van más allá del plano económico,como por ejemplo: la democratizaciónde la mayoría de países africanos; lasmejoras de los indicadores de goberna-bilidad registradas en muchos paísesque centros de estudio como el africanoMo Ibrahim Foundation vienen seña-lando; la integración regional, especial-mente la creciente relevancia de laUnión Africana (antigua Organizaciónpara la Unidad Africana) que, refunda-da en el año 2003, ha popularizado laidea de «soluciones africanas para losproblemas africanos» con el objetivo deabordar internamente los conflictos yproblemas de seguridad que aquejan al

continente, e incluso se han logrado me-joras en algunos indicadores socioeco-nómicos que parecían imposibles tansólo hace algunos años (el acceso a laeducación básica se ha triplicado, la es-peranza de vida media en África subsa-hariana ha aumentado ocho años en lasúltimas cuatro décadas, se ha producidouna importante reducción de la mortali-dad infantil con caídas de entre el 4% yel 8%, según el país, o bien 41 paíseshan logrado mejoras en el Índice deDesarrollo Humano).Toda esta fotografía nutre hoy la ma-

yoría de discursos sobre África de losprincipales organismos internacionales,los cuales son cautos en algunos aspec-tos, si bien, en general, tienden a divisarun futuro esperanzador para el conjuntodel continente. Un futuro que, en pala-bras textuales de algunos de estos do-cumentos, debe considerarse como un«milagro»:

La impresión general es que Áfricaestá despegando y es el grupo másreciente de las economías emergentesllamando a la puerta del mercado glo-bal. Hay una confianza política y em -presarial en África actualmente querecuerda a la euforia generada duran-te sus independencias hace más decincuenta años. África es ahora el lu -gar para estar y ciertamente no es unlugar para evitar. [...] No hace mucho,el continente era visto como un lugarrezagado, un lugar lleno de violencia,de hambre y de enfermedad, siendosiempre una amenaza para la estabili-dad mundial o un lugar desechable.Sin embargo, su imagen ahora esesperanzadora, convirtiéndose en unpunto neurálgico en la nueva realidad

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geopolítica de este mundo multipo-lar.15

1.3. El «peligro de una sola historia»: hacia un discurso«afro-realista»

Frente a este discurso afro-optimista hanaparecido voces en los últimos años quehan tratado de analizar, desde una pers-pectiva crítica, cuáles son las motivacio-nes de fondo de este relato. Un aspectoesencial tiene que ver con lo que la es-critora de origen nigeriano, Chimaman -da Adichie, considera «el peligro de unasola historia», es decir, construir, nue-vamente desde fuera del continente afri-cano, un discurso homogéneo y cerrado,en este caso optimista, sobre el presentey el futuro de África, en el que, nueva-mente, el protagonismo y la capacidadde actuar y expresarse de las sociedadesafricanas son negados: «Es así comocrea mos la historia única, mostramos aun pueblo como una cosa, una sola co-sa, una y otra vez, hasta que se convier-te en eso […] Es imposible hablar sobrela historia única sin hablar del poder. Elpoder es la capacidad no sólo de contarla historia del otro, sino de hacer que esasea la historia definitiva», señala la es-critora en una conferencia que ha circu-lado intensamente por las redes sociales.

1.3.1. Un crecimiento sin redistribuciónOtro aspecto problemático de esta na -rrativa es su esencia claramente econo-micista, invisibilizando así las dinámi-cas que se esconden detrás de estesupuesto «milagro macroeconómico»

africano. Y es que esta fotografía gené-rica del continente oculta, por ejemplo,que el crecimiento económico se con-centra esencialmente en no más de unadecena de países productores de mate-rias primas, sin tener en cuenta la ex-tensa reali dad económica del resto delcontinente. Asimismo, se olvidan lasnuevas dinámicas de desigualdad quecaracterizan ya a muchos de los paísesafricanos. El caso de Sudáfrica es el másparadigmático: el 10 por ciento de lossudafricanos más ricos tienen hoy sieteveces más ingresos que el 40 por cien-to más pobre, a diferencia de una cifraque a principios de los noventa era de«sólo» cinco veces mayor.16 Los benefi-cios de esta riqueza, por tanto, van a pa-rar en muchos casos al capital extranjeroy a unos pocos socios locales. En algu-nos casos la riqueza pertenece a grandescorporaciones estatales, lo que permitea destacados políticos locales, sus fami-lias y su séquito extraer ganancias parasus bolsillos. Esto es especialmente im-portante en lugares como la GuineaEcuatorial de Teodoro Obiang o en laAngola de José Eduardo Dos Santos,cuyos regímenes políticos se mantienendesde hace décadas.17La creciente desigualdad africana es

homologable a lo que está sucediendoen el resto del planeta, poniendo de relieve que el crecimiento económicono es sinónimo de bienestar social perse si no va acompañado de una redis -tribución de esa riqueza. Este hecho essignificativo, como señalaremos poste-riormente, ya que en el discurso afro-optimista hay implícita una victoria delrelato neoliberal («África crece y se de -sa rrolla porque por fin ha entendido e

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implementa las recetas que nosotrosprescribimos») cuando la realidad es to-do lo contrario: África subsahariana hasido claramente diezmada por las polí-ticas de ajuste estructural impuestasdesde finales de los ochenta y que hancontribuido a que hoy, por ejemplo, losestados no tengan sistemas tributarioscapaces de redistribuir la riqueza.

1.3.2. Un presente y futuro de grandesdesafíos socialesPero más allá de este problema de cre-cimiento sin redistribución, existenotros matices que contraponen el dis-curso optimista actual. Ello no quieredecir que el desarrollo socioeconómicoo las mejoras en gobernabilidad de mu-chos países del continente no sean bue-nas noticias, sino que es necesario esta-blecer miradas diferentes ante un nuevorelato que tiende a barnizarlo todo, sinmatices ni contrapesos, al mismo estiloque el relato afro-pesimista lo hicierahace tan sólo unos años. En esta mirada más compensada se

prefiere hablar de «retos» y no sólo deproyecciones prometedoras generalis-tas. Muchos de esos desafíos, en estenuevo escenario del crecimiento econó-mico, son esencialmente sociales, comoya ob servábamos con el problema de ladesi gualdad creciente y tienen que vercon al menos tres problemas de futuroque señalamos brevemente a continua-ción:a) Jóvenes, frustración social y ur-

banización acelerada. África crece de-mográficamente de manera exponen-cial: actualmente tiene mil millones dehabitantes, una cifra que se duplicará en

2050, según la ONU, superando a laIndia (1.600 millones en 2050) y a Chi -na (1.400 millones). Para entonces, unade cada cinco personas en el mundo se-rá africana. Fruto de la mejora de su es-peranza de vida, el futuro del continen-te se caracterizará por sociedades consectores poblacionales muy jóvenes:mientras en Europa actualmente la edadmedia es de 40,1 años y en Asia de 29,2,en el continente africano esta cifra des-ciende hasta los 19,7 años.Asimismo, las condiciones de vida y

de trabajo son muy pobres y creciente-mente precarizadas. Un reciente infor -me del African Progress Panel instabaa los políticos africanos a centrarse en lacreación de puestos de trabajo, en la jus-ticia y en la igualdad, para asegurar uncrecimiento sostenible y equitativo quebeneficie a todos los africanos y africa-nas. Si este objetivo fracasase se llega-ría a lo que los autores del informe lla-man un «desastre demográfico» que secaracterizaría por altos niveles de de -sem pleo juvenil que conducirían al desa -rraigo social y que generaría mu chahambre y conflicto social en el conti-nente.18 Y es que la población juvenilafricana (15-24 años) pasará de 133 mi -llones al inicio del presente siglo a 246millones en el 2020, lo cual significaque deberían crearse, al menos, otros 74millones de puestos de trabajo, sólo pa-ra evitar que el paro juvenil crezca.También es importante tener en

cuenta la rápida urbanización que elcontinente está experimentando y losdesafíos sociales que esto implica: si enla actualidad un 40% de africanos vivenen suburbios urbanos, esta cifra aumen-tará al 50% para 2025.19

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b) Pobreza multidimensional. El ba-lance de los Objetivos de Desarrollo delMilenio en África es positivo en algu-nos aspectos. No obstante, aunque lapobreza ha disminuido proporcional-mente, en términos absolutos, y fruto deese crecimiento poblacional, el nú merode personas que vive por debajo del um-bral de la pobreza (menos de dos dó laresdiarios) es hoy superior a la de décadaspasadas.20 Mientras, según el nuevo Ín-dice de Pobreza multidimensional ela-borado por el PNUD (que muestra la ín-dole y la intensidad de la pobreza a nivelindividual en tres aspectos básicos co-mo la educación, la salud y el nivel devida) señala que los diez países más po-bres del mundo siguen siendo africanos.Asimismo, siete de cada diez personasque continúan padeciendo el VIH a ni-vel mundial se encuentran en Áfricasubsahariana.c) Tendencia dualizadora en la go-

bernabilidad y el desarrollo. El centrode estudios Mo Ibrahim Foundation haseñalado un aspecto a tener verdadera-mente en cuenta: se está detectando unacierta tendencia a la dualización delcontinente, entre lo que ellos mismosconsideran como un «pelotón que va encabeza» en términos de mejoras políti-cas (Botsuana, Mauricio o Ghana) yotros que claramente están en el «vagónde cola» con problemas estructurales

muy graves (Somalia, Eritrea, RepúblicaDemocrática del Congo, República Cen - troafricana, Chad o Guinea-Bissau).21 Es -ta dualización también es observable entérminos de violencia política y conflic-tos sociales, en países en los que los en-frentamientos armados siguen causandoestragos (especialmente destacable aquíes la República Democrática del Congo,la República Centroafri ca na, el reciente-mente independizado Sudán del sur oNigeria con el grupo terrorista BokoHaram) o en los que la violencia políticay electoral se ha agudizado de formapreocupante (Zimbabue, Kenia, etc.).22

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En resumen, las transformaciones detodo tipo acaecidas en el continenteafricano son extraordinarias y dibujanun nuevo panorama que hemos de sercapaces de interpretar. El reto planteadopor el afro-realismo es leer la realidadcon unas lentes diferentes, unas lentescapaces de abstraerse de la fotografíageneralista, esencialmente exógena ymuy simplista que nos plantea el nuevoafro-optimismo, con el objetivo princi-pal de saber cómo podemos contribuirefectivamente al bienestar de las pobla-ciones africanas, y no sólo al mero cre-cimiento económico de sus estados.

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Si en el primer apartado hemos tratadode ver los relatos que han predominadoy predominan sobre el presente y futurode África, destacando el giro substan-cial que se ha producido en los últimosaños y las limitaciones del discursoafro-optimista, este segundo apartadopretende analizar los elementos que ca-racterizan la relación de África subsaha-riana con el mundo, teniendo en cuentalos grandes cambios internacionalesque se han producido. Todos estos cam-bios dan cuenta de un mundo que ya no es unipolar y dominado por un solo actor (los EEUU) como en las últimasdos décadas, sino en el que existen nue-

vos focos de poder, los cuales han idoconfigurando un mundo cada vez másmultipolar.

2.1. África en el nuevo contextomultipolar El mundo unipolar de los EEUU, here-dero de la posguerra fría, ha sido for-malmente clausurado. Los países emer-gentes, especialmente los llamadosBRICS (Brasil, Rusia, India, China ySudáfrica), junto con los también lla-mados «Next-11» («los siguientes 11»,entre los que se encuentran Bangladesh,Egipto, Indonesia, Irán, México, Nige ria,

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2. ÁFRICA SUBSAHARIANA EN UN MUNDO MULTIPOLAR

«Ante un emisario que quería convencerle del deseo altruista de lacorona británica de aportar a su reino los beneficios de la civilización,el rey Ashanti le respondió: “Su motivación no puede ser ésta. En lasartes y la industria, ustedes son superiores a nosotros. Pero nosotrosmantenemos relaciones con otro pueblo, los kong, que son inferiores anoso tros como nosotros lo somos a ustedes. Aún así, no encontraránni a uno sólo de mis súbditos dispuesto a abandonar su casa para ir acivilizar a los kong. Entonces, ¿cómo esperan convencerme de quehan dejado la próspera Inglaterra por un motivo tan absurdo?”» (Jean-François Bayart)23

Pakistán, Filipinas, Turquía, Corea delSur y Vietnam) son, según los grandesorganismos financieros internacionales,países con un gran potencial económicocuya nueva influencia (muchos de ellosse han agrupado en nuevos espacios deencuentro y decisión) redibujan forzo-samente las correlaciones de fuerza a ni-vel internacional. En este nuevo mundomultipolar, en el que sobresalen EEUUy China (hasta el punto de que muchosprefieren entender el escenario interna-cional actual no tanto como multipolarsino como una nueva «bipolaridad»),África está también presente, como po-ne de relieve la incorporación a estosnuevos acrónimos (BRICS y Next-11)de países como Sudáfrica o Nigeria.

2.1.1. Nueva Cooperación Sur-Sur y nuevos espacios de decisiónMuchos de estos países emergentes secaracterizan también por tener un espe-cial interés en el continente africano ypor estar disputando en la actualidad lahegemonía que tenían los países occi-dentales en África en el plano económi-co o político. Según el politólogo IanTaylor, la presencia de todos estos paí-ses, que no es genuinamente nueva pe-ro sí mucho más intensa, ha llevado aque África subsahariana sea vista comoel experimento más importante de laCooperación Sur-Sur.24 Valgan algunosdatos como prueba de este hecho:– Sólo entre 2003 y 2008, el comer-cio entre Brasil y África subsaharia-na se cuadruplicó, hasta alcanzar lacifra de 26.000 millones de dólares.– Rusia, que en el contexto post- soviético se había caracterizado por

una cierta desconexión del conjuntodel continente africano, ha relanzadodesde 2009 sus relaciones comercia-les, especialmente con países comoNigeria o Angola.– India ha seguido esta estela, mul-tiplicándose por diez las relacionescomerciales entre ambos contextos,hasta alcanzar los 30.000 millones.– Todas estas cifras quedan lejos, sinembargo, de la expansión de Chinaen el conjunto del continente, que só-lo en tér minos comerciales duplica a las de los otros tres países juntos.La expansión política y económicachina en África, a la que algunos yatienden a referirse como «Chináfri -ca», debe considerarse como elacontecimiento más importante queha tenido lugar en el continente des-de la guerra fría.25

Esta nueva realidad, que no se cir-cunscribe estrictamente a cuestioneseconómicas, sino que también ha impli-cado intensas relaciones en materia deayuda o a nivel político, ha generadouna nueva arquitectura institucional en-tre todos ellos, cuyos máximos expo-nentes son, precisamente, los BRICS yel llamado IBSA. Los BRICS, en tantoque foro que organiza periódicamenteencuentros y reuniones con objetivosconcretos, pretende convertirse en uncontrapoder económico y político almundo occidental. La presencia sudafri -cana y, en definitiva, del conjunto delcontinente, no es sólo testimonial: Áfri-ca sigue siendo un importante mercadode materias primas y minerales en el queel resto de países emergentes aspiran,como acabamos de ver, a ser los socios

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preferenciales. Por su parte, el llamado«India-Brazil-South Africa DialogueForum» (IBSA), constituido oficial-mente en 2003, se ha erigido como unespacio en el que sus integrantes pre-tenden reivindicar mayor protagonismoeconómico, comercial y político y for-talecer sus políticas de cooperación e in-tercambio. Todos estos acontecimientos certifi-

can un hecho incontestable: los paísesemergentes han erosionado sensible-mente el monopolio económico, políticoy comercial de los países occidentalesen el conjunto del continente africano.La Unión Europea (UE), con Francia yReino Unido a la cabeza, y los EEUU,así como la importante presencia insti-tucional de Naciones Unidas en el con-texto de posguerra fría, rivalizan ahoracon unos países que han establecidounos criterios políticos y económicosdiferentes a los suyos, tal y como ob-servaremos más adelante.

2.1.2. Para analizar las interaccionesde África con el entorno multipolar…Una pregunta principal al constatar estecambio de escenario es si toda esta pre-sencia, y la utilización de nuevos crite-rios, son buenas o malas noticias paraÁfrica. Para analizar las característicasde este entorno multipolar y del impac-to que ha tenido en el continente africa-no, el apartado pretende centrarse entres lógicas que han caracterizado histó-ricamente la interacción de África conel resto del mundo y que siguen activasen la actualidad: – la lógica político-estratégica (ob-jetivos políticos, institucionales y

estratégicos de los países externosrespecto a África), representada pormuchos autores por la figura del«soldado» o «diplomático»; – la lógica comercial (intereses eco-nómicos o en el comercio), repre-sentada por la figura del «comer-ciante» o la «multinacional», y – la lógica civilizatoria (agendas humanitarias o de cooperación aldesarrollo), representada por el «mi-sionero», el «cooperante» o el «di-plomático humanitario». Estas tres lógicas y sus figuras re-

presentativas nos ayudarán a entenderlas continuidades y discontinuidadesque caracterizan la presencia externa enÁfrica, teniendo en cuenta las noveda-des que supone el contexto multipolar.En este sentido, observaremos cómo, sibien los países emergentes –especial-mente haremos referencia a China– hantenido una presencia más discreta en lalógica política o la civilizatoria, es en el plano comercial y económico dondemás cambios se están produciendo,afectando indirectamente a las otras dosdimensiones analizadas.

2.2. El «soldado»: neoliberalismoy «securitización» en ÁfricaDesde la colonización de África a fina-les del siglo XIX, los países, en este ca-so, europeos, promovieron un modelopolítico, con rasgos diferentes. Mientrasque Reino Unido apostó por la idea delGobierno indirecto (ceder la gestión gu-bernamental a elites locales tuteladas porla metrópolis), Francia se caracterizópor una tutela directa y por la voluntad

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de asimilar a los ciudadanos de los paí-ses colonizados, considerándolos comociudadanos franceses. Desde la desco-lonización en los años sesenta (con laexcepción de las colonias portuguesasque se independizarían a mediados delos setenta), muchos de estos países tra-taron de desarrollar un proyecto deEstado-nación en torno a líderes fuertesformados en muchas ocasiones en lasrespectivas metrópolis.Durante esta primera etapa de des-

colonización los diferentes proyectospolíticos africanos trataron de apuntalarlas estructuras de Estados que al pocotiempo adolecerían de problemas gra-ves como la corrupción o el crecientepersonalismo autoritario de algunos desus líderes, derivando en situaciones deinestabilidad política interna e inclusoen conflictos armados. Asimismo, estaúltima etapa se caracterizaría sobre to-do por la presencia de dos nuevos acto-res, EEUU y la Unión Soviética, queutilizarían algunos países africanos co-mo plataforma de enfrentamiento en elcontexto de guerra fría (Mozambique,Angola, Somalia, etc.).26En las últimas décadas, especialmen-

te desde los años ochenta y tras el fin dela guerra fría, la lógica político-estraté-gica del mundo occidental (la pre senciadel «soldado»), se ha caracterizado sobretodo por dos aspectos principales queexplicaremos de forma somera a partirde varios ejemplos. Por un lado, las for-mas y mecanismos en que el proyectoneoliberal ha logrado ser replicado en lamayoría de países africanos. Por otro la-do, la creciente «securitización» que haexperimentado el continente en el con-texto post 11 de septiembre de 2001.

2.2.1. La hegemonía del proyectoneoliberal en África: de Ruanda aSierra LeonaDesde los años ochenta, los organismosfinancieros internacionales, NacionesUnidas y el conjunto de países occiden-tales han promovido la consolidación deproyectos basados en el ajuste estructu-ral y macroeconómico (lo que hoy lla-mamos «políticas de austeridad») y lallamada «buena gobernanza». Áfricasubsahariana, así como América Lati na,han sido, en este sentido, «laboratorios»de la doctrina neoliberal, que ha consi-derado al Estado (y a las élites africanasen particular) como un problema, fo-mentando así la privatización y la des-regulación (con la idea de incentivar elmercado y el despegue económico demuchos de estos países), así como polí-ticas de transparencia o de lucha contrala corrupción. Este proyecto (que en lo económico

se fundamenta esencialmente en el lla-mado «Consenso de Washington»), hallegado de la mano sobre todo del BancoMundial y del Fondo Monetario Inter na - cional y ha tenido una gran repercusiónen la fisonomía de lo que hoy son los es-tados africanos, muchos de ellos consistemas públicos de salud o de educa-ción muy débiles. Tal y como numero-sas ONG o centros de investigación handenunciado, este hecho ha tenido reper-cusiones concretas en el desarrollo hu-mano y social de los diferentes países,hasta el punto que muchos consideran ladécada de los noventa –momento en elque se intensificó este proyecto neolibe -ral en África– como la «década perdida».Pero, ¿cómo ha logrado ser el neoli-

beralismo un proyecto hegemónico en16

la mayoría del continente africano? Taly como sucede con las actuales políticasde austeridad, la mayoría de gobiernosafricanos se han visto «condicionados»en las últimas décadas a aplicar políti-cas de ajuste para continuar recibiendoayudas y créditos. Es decir, en general,no han tenido más remedio que aplicarlas políticas que venían ya diseñadasdesde Bruselas o Washington. No obs-tante, para autores como James Fergu -son27 o Graham Harrison, en muchos países esa condicionalidad no ha hechofalta ya que las elites africanas encarga-das de implementar las políticas se hansocializado en el «sentido común» neo-liberal. En países como Ruanda o Tan za -nia, la política se ha acabado convirtien-do en un ejercicio técnico, en el que lasmedidas a aplicar para obtener «éxitomacroeconómico» o bien para ser unpaís con mayor «transparencia», son me -didas diseñadas desde fuera, sobre lasque no cabe debate político e ideológicoentre, por ejemplo, el Go bierno y laoposición del país en cuestión, porquese considera que son, al fin y al cabo, lasúnicas políticas posibles. Además, enmuchos casos, las elites gobernantes(presidentes, ministros, técnicos loca-les, etc.) desempeñan su función al ladode «consultores» y «asesores interna-cionales» enviados por los organismosinternacionales, que tienen una enormeinfluencia en las decisiones internas. Esta dinámica también se ha produ-

cido en países posbélicos como SierraLeona o Liberia. Allí, los organismos in-ternacionales impulsan políticas de todotipo que tratan de poner en marcha paí-ses devastados por la guerra. Las elitesy la sociedad civil acaban participando

muy poco en el diseño e implementa-ción de todas estas medidas, dejando enlas manos de los actores internacionalesel grueso de las decisiones políticas yeconómicas. De este modo, en paísescomo Tanzania, Ruanda, Sierra Leona oLiberia, la política se ha convertido enun ejercicio de «ingeniería social» en elque los actores internacionales han aca-bado moldeando, en función de sus in-tereses y visiones, el grueso de las so-ciedades y los estados africanos.

2.2.2. ¿África como amenaza a laseguridad internacional? Otro de los elementos que caracteriza lapresencia de la figura del «soldado» enla actualidad es la creciente militariza-ción del continente. Desde los atentadosdel 11 de septiembre de 2001, en el quese constató el papel de Afganistán, losllamados «estados frágiles» o «fallidos»han sido percibidos por los países occi-dentales como potenciales amenazas ala seguridad internacional. En general,se considera que estos contextos políti-camente «frágiles» son el vivero per-fecto de redes terroristas yihadistas queluego pueden acabar atentando en inte-reses occidentales, o bien contextos enlos que es más difícil controlar los flu-jos migratorios o el creciente tráfico dedrogas que se detecta desde África sub-sahariana hacia Europa.Todo ello ha derivado en un mayor

intervencionismo internacional, sobretodo occidental, que busca «securitizar»(hacer más seguros) estos estados «frá-giles» o «fallidos». Un primer ejemploes el de la famosa iniciativa AFRICOM,un mando militar unificado creado porlos EEUU que está presente en la prác-

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tica totalidad de países africanos. ElAFRICOM tiene como objetivo forta -lecer las estrategias de seguridad en elcontinente bajo la supervisión de Wa -shington. Francia es otro de los paísesque mayor actividad ha desplegado enes te campo. Su intervención militar enMalí en 2013 y 2014, trató, con la ayudade varios países africanos y de la ONU,de frenar el avance de rebeldes islamis-tas ligados a Al Qaeda y que desde 2012gobiernan de facto el norte del país. Engeneral, la actividad militar internacio-nal se ha intensificado en toda la regióndel Sahel, la cual es considerada comoun territorio muy inestable y en el queel terrorismo yihadista es muy activo.El narcotráfico se ha convertido

también en una de las principales preo-cupaciones. En los últimos años, porejemplo, el tráfico de cocaína que pasa-ba tradicionalmente por Madrid se hadesviado, fruto de los controles, a Áfricaoccidental. Países como Guinea Bissauson ahora enclaves estratégicos en eltráfico de drogas (hasta el punto de quemuchos denominan a este país como un«narco-Estado»). Esto ha llevado a queorganismos internacionales estén apos-tando en la actualidad por fortalecer lossistemas de seguridad de estos países, esdecir, afianzar un mejor ejército o unamejor policía, con el objetivo de quetengan más capacidad de control de es-te tipo de problemas transnacionales. Elproblema es que muchas de estas ayu-das destinadas a la seguridad militar vanen detrimento de las ayudas a políticassociales y de desarrollo. Lo mismo su-cede con el fenómeno migratorio. Paragarantizar que países de África occi-dental sean más efectivos en el control

de los flujos migratorios, la UE y países,en especial, como Es paña, dedican partede la ayuda al desa rrollo a canalizarlacomo ayuda a la seguridad. En los últi-mos tiempos se ha detectado, por ejem-plo, cómo el gobierno español ha desti-nado al Senegal partidas de cooperaciónal desarrollo orientadas a la compra desistemas tecnológicos de precisión (ra-dares, etc.) para mejorar el control de losmovimientos migratorios.De este modo, un continente como

el africano que en los años noventa eraconcebido esencialmente como un «pro -blema de subdesarrollo», ahora es en-tendido como «un problema de seguri-dad global». Esto se ha acabado tambiéntraduciendo en los presupuestos inter-nos de cada uno de los países africanos.Y es que, según los centros especiali -zados, África es el continente en el quemás ha aumentado el gasto en arma-mento en la última década (por encimaincluso de la región de Oriente Medio),destacando por ejemplo casos como losde Chad, Ghana, Angola o Malawi.28

2.3. El «comerciante»: ¿un nuevo«saqueo» de África?La nueva presencia de los países emer-gentes en África es especialmente signi -ficativa en el plano comercial y econó-mico, tanto desde una perspectivacuantitativa como cualitativa. Por un la-do, África está experimentando en losúltimos años la mayor inversión de ca-pital de toda su historia.29 Por otro lado,las relaciones entre los países emergen-tes y los gobiernos africanos parten deunas coordenadas substancialmente di-ferentes. Mientras que la UE, a través de

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sus acuerdos económicos, ha forzadosistemáticamente la apertura de los mer-cados africanos, generando así un tipode competitividad muy desigual, los pa-íses emergentes han configurado unasreglas de juego distintas.

2.3.1. Nuevas reglas de juego en ÁfricaBrasil, por ejemplo, es para algunos elpaís que parece aspirar a establecer unasrelaciones económicas y comercialesmás simétricas con el conjunto de los paí -ses africanos (especialmente intensa essu relación con los países lusófonos co -mo Mozambique, Angola, Cabo Ver de oGuinea-Bissau), si bien su agenda eco-nómica es evidente que está condicio-nada por cumplir sus propios obje tivose intereses económicos y comer ciales. India, por su parte, ha consolidado

también su presencia en el continenteafricano, especialmente a través del sec-tor privado. Los «Foros India-África»que se celebran periódicamente desdehace un tiempo, han puesto de relieve lavoluntad india de dejar su impronta enel continente compitiendo con China ylos países occidentales en el control delos recursos energéticos y otras materiasprimas con el objetivo de garantizar elcrecimiento de su economía. Asimismo,destacan numerosos programas de coo-peración bilateral en el plano tecnológi-co o bien el papel de la diáspora indiacuya presencia en el continente africa-no ha sido históricamente relevante. Lacorporación automovilística india Tataensambla ya vehículos en Sudáfrica ySenegal.No obstante, y como señalábamos

anteriormente, la presencia de China es,

sin duda, el gran acontecimiento inter-nacional que tiene lugar hoy en Áfricasubsahariana. China se ha convertido enel principal socio comercial de África(superando a los EEUU), así como en elmáximo acreedor e inversor en todo elcontinente.30 Esta realidad se intensificósobre todo desde inicios de 2006, cuan-do tuvo lugar el Tercer Foro de Coope -ración China-África (FOCAC, por sussiglas en inglés), espacio de encuentroque se celebra desde 2000 cada tresaños. En dicho foro se establecieron losprincipios que regirían la relación co-mercial entre ambos socios, entre losque destacaban: «el respeto por el mo-delo de desarrollo que elijan los paísesafricanos», la «reciprocidad y beneficiomutuos», una «interacción basada en laigualdad» o bien «la consulta y coope-ración en los asuntos globales».31Desde entonces, el Gobierno de Pe -

kín, sobre todo a partir de sus propiasempresas estatales, se ha caracterizadopor establecer un tipo de relaciones eco-nómicas no condicionales, en el que elsu ministro de inversiones, de créditos ode ayuda no está vinculado a la mejorade los derechos humanos o a la celebra-ción de elecciones. La estrategia chinapa sa, en general, por un tipo de acuer-dos que lleva a los gobiernos africanosa aceptar el dinero o bien la construc-ción de infraestructuras (carreteras, edi-ficios públicos o presas como la deMerowe, en Sudán, la más grande de to-da África) a cambio de la explotación avarias décadas vista –en algunos casosincluso a 99 años– de tierras o de minas,que China utiliza para monocultivos opara su explotación económica, segúnsea el caso.

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Este modus operandi, que contrastaclaramente con el impulsado histórica-mente por los países occidentales, ha sido bautizado como el «Consenso deBeijing», en contraposición al «Consen -so de Washington» que antes hemosmencionado.

2.3.2. El acaparamiento de tierrasEn los últimos tiempos también se haconstatado un auge de la política de«venta de tierras» africanas, en la queempresas chinas e indias están tomandogran parte. Se estima que África contie-ne alrededor del 80% de las tierras ac-tualmente disponibles para agricultura,muchas de las cuales se concentran enpocos países africanos como Congo,Angola o Sudán.32 Según un informe deOxfam Internacional, desde 2001, losGobiernos de países en desarrollo ha-brían arrendado, vendido o cedido 2,27millones de kilómetros cuadrados a paí -ses occidentales, a China, a India o aotros países como Arabia Saudí o Coreadel Sur. Más del 70% de esos contratoshan tenido lugar en África subsahariana,especialmente en países como Etiopía(donde sólo en la región de Gambella elgobierno etíope ha alquilado 2.500 ki-lómetros cuadrados de tierra fértil a másde 36 países diferentes), Mozambique,Zambia o Madagascar, por citar sólo al-gunos ejemplos. Estas adquisiciones suelen conllevar

grandes perjuicios para las poblacionesafricanas: una mayor concentración delas corporaciones interesadas en la tie-rra; la expulsión de las comunidades lo-cales que habitan en estas tierras (lascuales son usadas con fines comercialescomo la producción de biocombustibles

o para el cultivo de alimentos básicoscomo los cereales o el arroz); el mayorriesgo de despido de los trabajadoresagrícolas por la creciente mecanización;el deterioro de la calidad del suelo porel uso de enormes cantidades de fertili-zantes químicos y pesticidas; la mono-polización de las semillas por parte deunas pocas corporaciones (habitual-mente extranjeras); y el deterioro del ac-ceso al agua, que a menudo favorece alos grandes terratenientes a costa de lospequeños agricultores. Se incentiva,además, al campesinado para que entreen sistemas de producción bajo contra-to para las grandes transnacionales de latierra. Por su parte, las corporacionespresionan de forma creciente para quese revisen las leyes sobre la tierra, queen muchos países africanos pertenecenal Estado, proyectando grandes nego-cios de la mercantilización de la tierra.33El fenómeno del «acaparamiento de tie-rras», en el que los países emergentescomo China e India y algunas de susempresas, tienen un notable protagonis-mo, ha contribuido también a la crisisalimentaria que afecta algunas regionesafricanas.

2.3.3. ¿Vaso medio lleno o mediovacío?El debate sobre las potencialidades ycontradicciones de todo este nuevo mo-delo está servido desde hace años en elámbito académico o del activismo so-cial. Si bien para algunos la presenciachina o india representa una lógica«win-win» y es un síntoma saludable deemancipación del mundo occidental,que tantas restricciones ha impuesto ytan pocos beneficios ha dejado, otros lo

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interpretan como un «nuevo colonialis-mo», como «un nuevo saqueo» o como«una nueva contienda» por los recursosafricanos (A new scramble for Africa),que respondería a la necesidad de paí-ses como China de expandirse en nue-vos territorios para adquirir materiasprimas para su industria energética, taly como Europa hiciera en el siglo XIX. Si bien a corto plazo, esta nueva ma-

nera de relacionarse puede parecer unbuen negocio para los dirigentes africa-nos –los cuales pueden mostrar a suelectorado mejoras en infraestructurasbásicas, que no sólo mejoran el trans-porte interno, sino que además puedenayudar a impulsar el comercio y la eco-nomía– a largo plazo, el «trueque» noparece tan rentable. Muchos países afri-canos, denuncian algunas voces, estánhipotecando así una parte de su territo-rio y, en definitiva, de su riqueza.Además, muchas de las infraestructuras«made in China» suelen fabricarse conmateriales procedentes de este país ycon su propia mano de obra (en algunoscasos «esclava», tratándose de reos chi-nos que son enviados a hacer trabajosforzados en países africanos), por lo quela rentabilidad del negocio parece toda-vía más cuestionable.34Por su parte, organizaciones como

Human Rights Watch han denunciadolas terribles condiciones laborales a lasque muchas empresas chinas someten ala mayoría de trabajadores africanos.Especialmente significativo ha sido elcaso de Zambia, donde cuatro filiales dela china CNMC (empresa de propiedadestatal) han sido denunciadas por violarsistemáticamente los derechos de lostrabajadores de las minas de cobre.35

2.4. El «misionero»: límites y contradicciones de la cooperaciónal desarrolloCuando hablamos de ayuda internacio-nal o de cooperación al desarrollo es im-portante distinguir los diferentes actoresque la conforman. En este sentido, losgobiernos occidentales, a menudo a través de sus agencias de cooperación(DfID en Reino Unido, USAID enEEUU o AECID en España), han im-pulsado una ayuda muy ligada a la ló-gica político-estratégica, es decir a susintereses domésticos en el continenteafricano. El caso que hemos analizadode la creciente «securitización» de Áfri-ca es paradigmático, ya que en los últi-mos años, una parte de la cooperaciónal desarrollo ofrecida por los donantesse canaliza a través de políticas que pro-mueven la construcción de estados fuer-tes que, por ejemplo, sean capaces de regular los flujos migratorios o el nar-cotráfico que posteriormente llega aOccidente o bien de tener mejores me-canismos para combatir las redes de te-rrorismo que se afincan en territoriosafricanos.Es obvio que en esta intencionalidad

estratégica también existe una lógica ci-vilizatoria, la cual ha sido una clara con-tinuidad desde la colonización. Europa,luego EEUU o la URSS, han tratadosiempre de moldear los estados africa-nos en función de sus visiones políticaso económicas, subyaciendo un intentode traer la modernización a espacios queconsideraban como no civilizados. A esta misión civilizatoria, señalan

voces como la de Stephen Ellis, ha con-tribuido el conjunto de la «industria dela ayuda», en la que también se integran

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algunas ONG o las agencias multilate-rales de ayuda, muchas de las cualespertenecen a Naciones Unidas (UNI-CEF, PNUD,…):Los profesionales de la industria deldesarrollo de los países ricos persistenen una única y simplista idea que haprevalecido en los últimos 200 años:que África necesita ser mejorada, yque los europeos y los estadouniden-ses están singularmente capacitadospara garantizar que esto suceda debi-do a la superioridad de su conoci-miento técnico, incluyendo sus cuasi-científicas percepciones de cómo lassociedades evolucionan. Actualmenteutilizan expresiones menos arrogan-tes, aunque independientemente de laspalabras elegidas, tienden a reducirlotodo a la misma convicción: que Áfri-ca sigue viviendo en el pasado, peroque con unas buenas dosis de conoci-miento técnico el continente puede po-nerse al día.36

Esta visión civilizatoria que muchasveces ha derivado en convertir la coo-peración al desarrollo en un proceso deingeniería social, y no tanto en una ex-periencia precisamente de cooperacióne intercambio horizontal, incumbe alconjunto de los actores internacionales,ONG incluidas, si bien algunas de ellashan potenciado estrategias más de aba-jo a arriba (bottom-up), que contemplanel trabajo sociocomunitario o la volun-tad de escuchar las voces e intereses delas personas afectadas, reconociendo asíel protagonismo de las sociedades afri-canas. No obstante, en términos genera-les, la cooperación al desarrollo ha par-tido de una dinámica de arriba a abajo(top-down), desembocando a menudo en

resultados negativos o no satisfactorios,que generaban frustración a un lado y aotro. En realidad, insiste Stpehen Ellisnuevamente, «no es que los países afri-canos hayan fracasado en el desa rro llo,sino que éstos se han desarrollado enformas que la agenda internacional noha previsto o no ha sabido registrar ensus indicadores oficiales».37Por todo ello desde hace unos años

la propia agenda internacional del desa -rrollo, especialmente desde la llamada«Declaración de París» de 2005, ha tra-tado de impulsar una cooperación basa-da en principios como «la apropiaciónlocal» o la «armonización» entre do-nantes y receptores, que contribuyan auna mayor eficacia de la ayuda ofre-ciendo un mayor protagonismo a los ac-tores locales. Si bien los resultados deesta nueva agenda son todavía difícilesde valorar, según sea el caso, lo que po-ne de relieve son los límites de un mo-delo de cooperación que ha partido deuna visión del desarrollo muy etnocén-trica y poco participativa.La agenda de los países emergentes

en el plano de la ayuda es algo diferen-te. En el marco de lo que hemos defini-do como «Cooperación Sur-Sur», y enla que se encuentran antiguos recepto-res, existen dinámicas algo más hori-zontales. Por ejemplo, Brasil promuevela cooperación con el envío de personalmédico que capacite al personal local,mientras que la ayuda china de «in-fraestructuras por tierras», con todas laslimitaciones ya comentadas, debe con-siderarse como novedosa en este sentido.No obstante, debemos evitar tambiénuna cierta idealización de la «Coope ra -ción sur-sur», ya que en el fondo sigue

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tratándose de actores que tienen comoobjetivo maximizar sus intereses políti-cos y económicos.

2.5. Sobre el papel de las elites ylas resistencias africanas

Este segundo apartado ha tratado deana lizar dos aspectos importantes. Enprimer lugar, el mundo en el que se in-serta África ha cambiado substancial-mente, caracterizándose ahora por serun mundo multipolar en el que existennuevas dinámicas entre el conjunto deactores internacionales (estados, multi-nacionales, organismos internacionales,ONG, etc.) y los países africanos. Se -gun do, las tres lógicas que han ca rac -teri za do la relación entre el mundo y África en los últimos siglos (político- estratégica, económica-comercial y ci-vilizatoria) y que hemos representado através de tres figuras (el soldado, el co-merciante y el misionero) plantean con-tinuidades y discontinuidades respectoal pasado. Por un lado, África siguesiendo objeto (y no sujeto) en muchasde estas relaciones, lo cual pone de re-lieve un doble rasero por parte de los ac-tores internacionales, que a veces dicenquerer ayudar a África, pero por otraparte acaban sobreponiendo sus agen-das domésticas por encima de todo. Porotro lado, la presencia de los nuevos pa-íses emergentes, más proclives a una re-lación no condicionada pero que siguesiendo asimétrica, ha roto el monopoliode la presencia y de las agendas occi-dentales en África, generando nuevasrealidades.

No obstante, en esta categorizaciónde África como objeto por parte de losactores internacionales es importantevolver a insistir en la existencia de«agencia» de las sociedades y actoresafricanos, es decir, en la capacidad delas sociedades y actores africanos paraactuar. Frente a las dinámicas que ca-racterizan a las tres lógicas analizadas,las elites africanas, así como sus socie-dades y los actores que las conforman(autoridades tradicionales, organizacio-nes de la sociedad civil, comunidades,etc.), no han permanecido pasivos, niahora ni antes. Mientras que las eliteshan mostrado históricamente una grancapacidad de adaptación y superviven-cia a los diferentes contextos políticos y sociointernacionales, las sociedadestambién han reaccionado ante los dife-rentes proyectos implementados en susrespectivos países, hasta el punto de quemuchos autores han insistido en enten-der los estados africanos como «híbri-dos» de las políticas internacionales y lamanera en que las sociedades han aca-bado interiorizando y africanizando. En los últimos años también se han

detectado un número creciente de pro-testas de trabajadores y activistas socia-les ante el impacto social o ecológicoque muchas empresas transnacionalesestán teniendo en diversos países afri-canos, tal y como veíamos en el caso deZambia. Y es que en medio de todas es-tas agendas internacionales, ha seguidoexistiendo una pulsión permanente porparte de las sociedades africanas deemancipación social, que se ha traduci-do muchas veces en conflictos, revuel-tas y movilizaciones sociales.

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Teniendo en cuenta que las agendas in-ternacionales actuales muestran impor-tantes límites, fracasos y graves contra-dicciones y dobles raseros (muchas deellas, tanto las de los países occidenta-les como emergentes, priorizan intere-ses domésticos), cabe preguntarse quées necesario para impulsar verdadera-mente una ayuda que fortalezca a las sociedades africanas y su bienestar. Eneste sentido, cabe señalar también la im-portancia de huir de «fórmulas» o de«recetas» únicas, que, como hasta aho-ra, han aspirado a implementar un mis-mo modelo en todos los países, fomen-tando una dinámica de ingeniería socialque no tiene en cuenta las vicisitudes

culturales, históricas o políticas de cadacontexto. Para ello señalaremos dos importan-

tes aspectos que recoge la literatura crí-tica en los últimos años y que enfatizanla necesidad, por un lado, de devolver lavoz y el protagonismo del desarrollo yde los procesos a los actores locales (es-pecialmente a la sociedad civil y a lascomunidades locales) y, por otro lado,la importancia de establecer unas reglasde juego que logren gobernar y domes-ticar una globalización neoliberal quetanto en el continente africano como enel conjunto del planeta, está provocan-do estragos democráticos, sociales yecológicos.

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3. MÁS ALLÁ DE LAS «RECETAS PARA ÁFRICA»

Este último apartado tiene como objetivo plantear qué aspectos puedencontribuir a impulsar el bienestar y la mejora de la vida de las socieda-des africanas.

No se trata de pensar en las buenas acciones que deberíamos hacer en África, sino de

reflexionar sobre aquellas malas accionesque deberíamos dejar de hacer.

ROYAL AFRICAN SOCIETY38

3.1. Devolver el protagonismo a lo localPara Serge Latouche, reivindicar otramanera de hacer las cosas en África sub-sahariana significa, de algún modo, re-conocer el fracaso de los proyectos exó-genos para África. Supone, también,analizar la alteridad y distinguir sus es-pecificidades, una indagación que se ha-ce necesaria tanto en la teoría como enla práctica.39 Es cierto que hablar de fra-caso justo en un momento en que se en-salza el discurso afro-optimista y losbuenos réditos en el plano macroeconó-mico, resulta menos fácil que hace unosaños cuando predominaba el discursotrágico hacia África, considerada enton-ces como la «pesadilla de la moderni-dad». Pero, tal y como insistimos en elprimer apartado, aceptar sin maticesotra narrativa homogénea y exógena so-bre el presente y futuro de África nos si-túa exactamente ante la misma tesitura.Aunque la economía crezca, sabemosque la desigualdad y la precariedad dela vida dominan la vida de los africanos;aunque, afortunadamente, algunos indi-cadores sociales como la esperanza devida o la mortalidad infantil mejoran,sabemos que también es fruto del desa -rrollo global de la ciencia, que de formatodavía parcial beneficia a los paísesafricanos. Si no, ¿cómo se explica quemiles de personas sigan muriendo dia-riamente en África como consecuenciadel sida cuando en Occidente es ya só-lo una enfermedad crónica?Enfatizar la agencia de las socieda-

des africanas es sólo poner el foco enprocesos que de facto ya están teniendolugar. Por ejemplo, en los debates sobrepaz y conflictos de los últimos años, nu-

merosos autores vienen señalando queen algunos países algunas experienciasde paz o de mediación de conflictos lo-cales (la de los Tiv en Nigeria o las quetienen lugar en la región de Somalilan -dia)40 están poniendo en evidencia cómodesde el plano local, desde las cosmo-visiones autóctonas, pueden aprenderseexperiencias verdaderamente positivas.Experiencias que dan voz a las autori-dades tradicionales o a las organizacio-nes comunitarias locales, o a prácticasbasadas en una dinámica mucho más so-cial y relacional, en contraposición mu-chas veces a iniciativas de negociacióno de construcción de paz exógenas, aus-piciadas por las organizaciones interna-cionales y que parten habitualmente deuna concepción demasiado verticalista. Pero desde el plano del desarrollo

esto debería ser también especialmentesignificativo en un momento de crisis decivilización, en la que constatamos laim posibilidad de universalizar el mode-lo de vida capitalista, no sólo por razonesecológicas sino también éticas. Des deesta coyuntura compleja que atraviesa lahistoria de la humanidad debería ser es-pecialmente relevante escuchar otrosmodos de vida y de organización socialy política que no sólo pueden contribuirmejor al bienestar de las propias pobla-ciones locales, sino también enseñarnosotras praxis y formas de vida que vayanmás allá del rodillo neoliberal de los úl-timos treinta años.Todo esto no significa, insistimos,

idealizar lo local como una forma casirousseauniana donde todo es puro o vá-lido… Se trata de impulsar un ejercicioético de dignidad y a la vez práctico, sitenemos en cuenta, como señalábamos

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antes, que todos los intentos históricospor imponer un modelo de vida y de or-ganización en África han desembocadoen resultados insatisfactorios. Esto esasí hasta el punto que la agenda inter-nacional ha reconocido la necesidad depotenciar la «apropiación local» comoforma de llevar a cabo una ayuda máseficaz en el conjunto del continente.

3.2. Gobernar la globalización(por el bien de todos)Hace ya algunos años, la Royal AfricanSociety (un centro de estudios británicosobre la realidad africana) señaló la ne-cesidad de «no centrarnos tanto en loque podemos hacer por África sino so-bre todo en lo que podemos dejar de ha-cer que hace daño a África».41 Se tratade un interesante giro en el discurso, yaque obsesionados por la pulsión civili-zadora hacia África, olvidamos a menu-do que existen elementos de nuestras re-laciones internacionales que tienen unimpacto negativo mucho mayor quecualquier acción positiva que podamoshacer por África. En el fondo, tiene quever con lo que algunos han denominadocomo «anticooperación», es decir, aque-llas acciones o políticas que, generadasen el Norte global, interfieren negati va -mente sobre el buen vivir del Sur glo -bal.42 Si analizamos este tipo de acciones«anti-cooperadoras» en el continenteafricano la lista es extensa. Aquí sólohacemos mención de algunos ejemplos,tales como: – el impacto de la deuda externa, quetransfiere diez veces más recursos de África hacia el Norte en el pago delos intereses de la deuda (a veces

contraída hace décadas) que delNorte hacia África en materia deayuda oficial al desarrollo; – el comercio de armas, del cual loscinco miembros permanentes y conderecho a veto del Consejo de Se gu -ridad de la ONU (EEUU, China, Ru -sia, Reino Unido y Francia) son losprincipales impulsores, o bien la cre-ciente presencia en los últimos añosde compañías de seguridad privada(muchas de ellas británicas, esta-dounidenses o de Europa del Este)que son contratadas por gobiernoslo cales, grupos armados e incluso lospropios gobiernos occidentales paracombatir a sus oponentes militares;– la corrupción y los flujos financie-ros ilícitos, que desde 1970 hasta2008 podría haber supuesto, segúnel Global Financial Integrity (GFI),la fuga desde África hacia paraísosfiscales de unos 854.000 millones dedólares,43 una cantidad que duplica lacantidad de ayuda que África habríarecibido en todo este período y quees consecuencia de un sistema fi-nanciero internacional muy desregu-lado, o bien– la fuga de cerebros que el conti-nente ha padecido en las últimas dé-cadas y que, según algunos datos, hallevado a que al menos el 30 porciento de los graduados universita-rios viva fuera del continente (sueleseñalarse que hay más médicos denacionalidad sierraleonesa en la ciu-dad de Chicago que en la propiaSierra Leona), o bien a que en los úl-timos años se esté produciendo unnuevo éxodo de mano de obra hacialas fábricas de China.44

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Estos son sólo algunos ejemplos, alos que podríamos añadir, los frágilessistemas tributarios existentes comoconsecuencia de las políticas de ajusteestructural, la nueva dinámica de aca-paramiento de tierras y de expulsión delos campesinos y habitantes locales o laprivatización de muchos sectores quehan imposibilitado el desarrollo de unmínimo servicio público de educación osanitario. Todos estos ejemplos forman parte,

en definitiva, de la hegemonía de unaglobalización que es neoliberal y quepermite o fomenta este tipo de situacio-nes, fruto de la inexistencia de contro-les y de reglas de juego. La urgencia dedomesticar esta globalización no sóloincumbe al bienestar de las poblacionesafricanas, sino que, más que nunca, tie-ne que ver con el futuro de la democra-cia, del planeta y del bienestar del con-junto de la humanidad.

3.3. Epílogo: África y las paradojasde la crisis del ébola

En el año 2014 estalló la llamada «cri-sis del ébola» que afectó especialmentea tres países de África occidental: SierraLeona, Liberia y Guinea. El estallido yexpansión de este virus letal provocó enpocos meses la muerte de más de 9000personas, así como el colapso de los res-pectivos sistemas sanitarios o un graveimpacto y crisis de confianza en las di-ferentes poblaciones. Esta crisis eviden-ció algunas de las contradicciones quehemos estado analizando a lo largo deestas páginas. Por un lado, los grandesorganismos internacionales y paísesdesoyeron las alarmas de organizacio-

nes como Médicos Sin Fronteras (MSF)que advirtieron de la gravedad de la epi-demia y de las repercusiones que podríatener. Sólo cuando los primeros casosllegaron a países occidentales comoEEUU o España, la crisis empezó a re-cibir atención mediática y política. Lassoluciones fueron ofrecer poca ayuda yuna parte de esta militarizada, ya que seoptó en algunos casos por fortalecer lapresencia del ejército para que garanti-zara el cumplimiento de las medidas decuarentena dictadas en los diferentes países. Por otro lado, investigadores dela Universidad de Cambridge45 denun-ciaron en un polémico estudio en losmomentos finales de la epidemia delébola, que uno de los factores que habíacontribuido claramente a la expansióndel virus y al colapso de los servicios desalud de estos países africanos, habíansido las medidas de ajuste estructuralimpulsadas desde finales de los ochen-ta por organismos como el FMI.46En la «crisis del ébola» subyacen va-

rias contradicciones del modus operan-di de la agenda internacional hacia Áfri-ca. En este cuaderno hemos tratado deofrecer una radiografía, genérica e in-completa, de cómo África afronta unarealidad con luces y sombras que cabetener en cuenta y más allá de discursosmaniqueos que no muestran las com-plejidades existentes. Asimismo, hemosobservado como el nuevo mundo mul-tipolar supone un cambio substancial enlas reglas de juego y nuevas dinámicasque, como mínimo, rompen con las quehan predominado en las últimas déca-das. Sea como fuere, y en eso hemos in-sistido en el último apartado, debemosprocurar que más que imponer recetas,

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se trate de acompañar procesos de cam-bio social autóctonos, desde una verda-dera relación horizontal y cooperadora.Este último ejercicio no resulta para nadafácil, debido a la inercia civilizatoriaque ha acompañado siempre las relacio -nes del mundo con el continente afri -cano.No obstante, la nueva realidad glo -

bal y crecientemente interdependientenos enseña, tal y como señala Latouche,que el cambio del mundo pasa en pri-mer lugar por un cambio en nuestra for-ma de mirar al mundo,47 a lo que cabeañadir, que ese cambio pasa por mirar ytratar de entender y de re lacionarnos conÁfrica de forma diferente.

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1. Lluís TORRENT, «¿Es el mundo tal y como sale enlos mapas? El espejismo de Mercator», UnitedExpla nations, 2013, en: http://www.unitedexplanations.org/2013/05/27/el-mundo-no-es-como-sale-en-os-mapas-el-espejismo-de-mercator/

2. Serge LATOUCHE, La otra África. Autogestión yapaño frente al mercado global, Barcelona,Oozebap, 2005, p. 11.

3. Ian TAYLOR, The International Relations of Sub-Saharan Africa, New York, Continuum, 2010,p. 1.

4. Discours de M. Nicolas Sarkozy, président de laRépublique française, le 26 juillet 2007 àl’Uni versité Cheikh Anta Diop, Dakar, Sé -négal, en: http://www.afrikara.com/index.php?page=contenu&art=1841&PHPSESSID=fd7509bb460226172a605eb0ca1ddb59

5. Chris MCGREAL, «Blair confronts ‘scar on world’sconscience», The Guardian, 7 de febrero de2002, en: http://www.theguardian.com/world/2002/feb/07/politics.development

6. Patrick CHABAL y Jean Pascal DALOZ, Áfricacamina. El desorden como instrumento político,Barcelona, Edicions Bellaterra, 1999.

7. Stephen ELLIS, Seasons of Rains. Africa in theWorld, Londres, Hurst & Company, 2011, p. 39.

8. Oscar MATEOS, África, el continente maltratado,Barcelona, Cristianisme i Justícia, Cuadernonº 137 (2006).

9. Véase Adam HOCHSCHILD, El fantasma del reyLeopoldo, Madrid, Península, 2007.

10. I. TAYLOR, op. cit., p. 2.11. A modo de ejemplo, basta señalar cinco publi-

caciones recientes que, desde diferentes ámbi-tos (academia, think-tanks, Gobiernos, etc.),coinciden en apuntar la existencia de un esce-nario totalmente novedoso y positivo paraÁfrica: COMISIÓN PARA ÁFRICA, Our CommonInterest, 2005, en: http://www.commissionforafrica.info/2005-report; Jakkie CILLIERS, Afri -can Futures 2050. The next forty years, SouthAfrica, Institute for Security Studies, 2011, en:http://www.issafrica.org/uploads/Mono175.pdf;

Ton DIETZ, Silverlining Africa. From imagesof doom and gloom to glimmers of hope. Fromplaces to avoid to places to enjoy, Leiden Uni -versity & African Studies Centre, 2011; ManuelDE LA ROCHA y Laura GÓMEZ, «África: unavisión optimista», Revista Economía Exterior,nº 55 (invierno 2010-2011), y NORDIC AFRICANINSTITUTE (NAI), The rise of Africa: Miracle orMirage?, 2010 Annual Report, Up psala, en:http://www.nai.uu.se/about/organisation/annualreport/AnnualReport2010_mini.pdf

12. «Africa in 2014: the good, the bad and theugly», Institute for Security Studies, 19 dediciem bre de 2014, en: http://www.issafrica.org/iss-today/africa-in-2014-the-good-the-bad-and-the-ugly

13. Mthuli NCUBE, The Making of the MiddleClass in Africa, Banco Mundial, 2013, en:http://blogs.worldbank.org/futuredevelop-ment/making-middle-class-africa

14. S. ELLIS, op. cit., pp.: 70-74.15. T. DIETZ, op. cit.16. En Nigeria, Ghana y Suráfrica, tres de los países

que han experimentado un mayor crecimientoeconómico, la diferencia entre los ingresos del10% más rico de la población y el 40% más po -bre (el denominado índice Palma) ha aumenta-do de forma significativa en los últimos quinceaños. Véase Alex PRATS, «¿Despierta África»,Blog 3500 millones, El País, 26 de mayo de2014, en: http://blogs.elpais.com/3500-millones/2014/05/despierta-africa.html

17. David FIG, El nuevo saqueo de África, FuhemEcosocial, 2015, en: https://www.fuhem.es/media/cdv/file/biblioteca/Analisis/2015/estado-de-la-extraccion_D_FIG_feb15.pdf

18. AFRICAN PROGRESS PANEL (APP), Jobs, Justiceand Equity. Sezing opportunities in times ofglobal change, 2012, en: http://allafrica.com/download/resource/main/main/idatcs/00031701:14b51160c4c3c4a100e8a69324daca79.pdf

19. Jaco MARITZ, «‘Africa rising’: TIME magazineagrees with The Economist, How We Made Itin Africa», 2012, en: http://www.howwemade

NOTAS

itinafrica.com/africa-rising-time-runs-with-same-title-as-now-famous-the-economist-cover/22337/

20. Oscar MATEOS, «África, el milagro inexistente»,Revista Alternativas económicas, nº 20 (2014),diciembre, en: http://alternativaseconomicas.coop/posts/el-milagro-inexistente

21. Para ver actualizado el Índice Mo Ibrahim Foun -dation: http://www.moibrahimfoundation.org/interact/

22. Richard DOWDEN, «Africa’s rising rage: themiddle clases call for revolution», AfricanArguments, 2013, en: http://africanarguments.org/2013/02/07/africa%E2%80%99s-rising-rage-the-middle-classes-call-for-revolution-%E2%80%93-by-richard-dowden/

23. En S. LATOUCHE, op. cit., p. 23324. I. TAYLOR, op. cit.25. Rita ÁLVAREZ, «Chináfrica (I)», Periodismohu -

mano.com, 18 de mayo de 2010 en:http://periodismohumano.com/economia/chinafrica-desde-china.html

26. O. MATEOS, África, el continente..., op. cit.27. J. FERGUSON, The Anti-Politics Machine: ‘Deve -

lop ment’, Depoliticization, and BureaucraticPower in Lesotho, Cambridge, University PressCambridge, 1990.

28. Véase SIPRI (Stockholm International PeaceResearch Institute): «Military expenditure inAfrica, 1988-2011», en: http://www.sipri.org/research/armaments/milex/resultoutput/regional/milex_africa

29. S. ELLIS, op. cit., p. 67.30. F. CHERU y C. OBI, The Rise of China and India

in Africa, Londres, Zed Books, 2010, p. 3.31. F. CHERU y C. OBI, op. cit., p. 5.32. S. ELLIS, op. cit., p. 433. D. FIG, op. cit.34. O. MATEOS, «¿Una nueva era para África?»,

Boletín ECOS, Número 18 (2011), FundaciónFuhem, en: http://www.fuhem.es/media/eco

social/file/Boletin_ECOS/boletin_18/una_nueva_era_para_Africa_O._MATEOS.pdf

35. «Zambia: Safety Gaps Threaten Copper Mi -ners», Human Rights Watch, 20 de febrero de2013, en: http://www.hrw.org/news/2013/02/20/zambia-safety-gaps-threaten-copper-miners

36. S. ELLIS, op. cit., p. 6.37. S. ELLIS, op. cit., p. 32.38. ROYALAFRICAN SOCIETY, «Un mensaje para los

líderes del mundo: ¿Qué ocurre con el dañoque le estamos infligiendo a África?», RevistaAcadémica de Relaciones Internacionales, nº.8 (2008), GERI-UAM.

39. S. LATOUCHE, op. cit., p. 13.40. T. MURITHI, «African indigenous and endoge-

nous approaches to peace and conflict resolu-tion», en D. J. FRANCIS (ed.), Peace and con-flict in Africa, Nueva York, Zed Books, 2008,p. 20

41. ROYAL AFRICAN SOCIETY, op. cit.42. D. LLISTAR BOSCH, Anticooperación. Interfe -

ren cias Norte-Sur, Barcelona, Icaria-Antrazyt,2009.

43. D. CARTWRIGHT-SMITH, «Africa: Hidden Re sour -ce for Development», Global Financial In te -grity (GFI), 26 de marzo, en: http://www.gfintegrity.org/report/briefing-paper-illicit-flows-from-africa/

44. S. ELLIS, op. cit., p. 34. 45. A. KENTIKELENIS, L. KING, y M. MCKEE, «The

International Monetary Fund and the Ebolaoutbreak», The Lancet, Vol. 3., 2014, en:http://www.thelancet.com/pdfs/journals/langlo/PIIS2214-109X(14)70377-8.pdf

46. O. MATEOS, «La crisis del Ébola y la construcciónde estado en África subsahariana», Opi niónCIDOB, n.º 296 (2015), en: http://www.cidob.org/es/publicacions/opinio/seguridad_y_politica_mundial/la_crisis_del_ebola_y_la_construccion_de_estado_en_africa_subsahariana

47. S. LATOUCHE, op. cit., p. 28.

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CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN

El cuaderno trata de explicar los grandes cambios que se han producido en elcontinente africano en los últimos años y los diferentes discursos y análisisque existen al respecto.

Algunas preguntas que pueden ayudar a enfocar la reflexión:

1. ¿Qué datos de los ofrecidos por el cuaderno te resultan más llamati-vos e inesperados?

2. ¿Qué motivos crees que explican el nuevo discurso «afro-optimista»?¿Qué aportaciones crees que hace el discurso «afro-realista»? A partirde tu concepción y conocimiento de la realidad africana, ¿con cuál de lostres discursos te sientes más identificado y con cuál menos? ¿Por qué?

3. ¿Cómo valoras los cambios que se han producido a nivel mundial y lapresencia de nuevos actores en el continente africano, en especial deChina? ¿Cómo valoras esta nueva realidad?

4. ¿Qué aproximación crees que deberíamos tener hacia el continenteafricano? ¿Cómo valoras el papel de la ayuda al desarrollo, en este sen-tido?

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