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De La Gramatología
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![Page 1: De La Gramatología](https://reader035.fdocuments.ec/reader035/viewer/2022081804/5695d5001a28ab9b02a3a0a2/html5/thumbnails/1.jpg)
De la gramatología, de Jacques Derrida
En la filosofía del siglo XX cobró prominencia aquello que vino
a llamarse el ‘giro lingüístico’. Muchos filósofos, especialmente aquellos de habla
inglesa, decidieron suspender sus discusiones sobre los temas tradicionales de la
filosofía, y prefirieron concentrarse en el lenguaje. Pues, según se alegaba, antes de
entrar a discutir temas filosóficos, es necesario aclarar los conceptos, en vista de que
muchas discusiones filosóficas reposan sobre confusiones lingüísticas.
Así, a partir de este giro lingüístico, los filósofos dieron gran valor a la claridad y la
precisión en el lenguaje. Y, según argumentaban, un lenguaje claro y preciso será
precisamente conducirá al refinamiento de la razón. Pero, lamentablemente, a partir
de mediados del siglo XX, aparecieron los filósofos postmodernistas, y se opusieron al
predominio de la razón, tal como había sido defendido por los ilustrados del siglo
XVIII.
Quien se opone al predominio de la razón, obviamente empezará por oponerse
a la claridad del lenguaje. Y, ése es precisamente un punto de partida para muchos
postmodernistas. Los ilustrados y sus herederos intelectuales han confiado en la
capacidad del lenguaje para reflejar el mundo, como plataforma para promover el
predominio de la racionalidad. Los postmodernistas, por su parte, han preferido
sostener que el lenguaje nunca podrá reflejar el mundo, y muchos deliberadamente
buscan confundir para ratificar su postura frente a las pretensiones del lenguaje como
representación clara del mundo.
Jacques Derrida encabezó el ataque postmodernista en contra de la claridad del
lenguaje. De la gramatología, publicada en 1967, es su obra más importante. Ahí, en
un estilo opaco y casi ininteligible, intentó analizar las posturas en torno al lenguaje,
procedentes de autores tan variados como Rousseau, Levi Strauss y Saussaure, entre
otros.
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El punto central de De la gramatología es un ataque en contra de lo que
Derrida denomina ‘logocentrismo’. La palabra ‘logos’, en griego, significa ‘palabra’,
pero también ‘razón’. Obviamente, los griegos entendieron que el lenguaje y le
pensamiento van de la mano. Derrida considera que, en la civilización occidental, se ha
privilegiado lo racional por encima de lo irracional, y esto, a su juicio, constituye una
forma de violencia.
Al conceder privilegio al logos, opina Derrida, la civilización occidental ha
asumido que el lenguaje tiene la capacidad de reflejar el mundo nítidamente, pero
según él, esto dista de ser evidente. La razón y el lenguaje operan con base en
oposiciones binarias. Por ejemplo, cuando hablamos de alguien, asumimos que, o está
vivo, o está muerto. Pero, Derrida sostiene que podemos ubicar conceptos que desafían
el orden de estas oposiciones binarias; en nuestro caso, por ejemplo, alguien podría no
estar ni vivo ni muerto, sino ser un zombi.
Derrida llama ‘indecidibles’ a los elementos que no encajan en nuestras
categorías de pensamiento. Y, según su propio testimonio, su principal objetivo en la
filosofía ha sido buscar indecidibles, de manera tal que coloquen en jaque las bases que
reposan sobre las oposiciones binarias. La racionalidad es un intento por ordenar el
mundo en categorías. Derrida considera que aquello que él llama ‘logocentrismo’ ha
consistido en dividir al mundo en pares binarios (tal como hace la lógica), y privilegiar
a un elemento por encima del otro (hombre vs. mujer, occidental vs. oriental,
colonizador vs. colonizado, etc.). Derrida intenta subvertir el orden logocéntrico,
buscando elementos que no encajen nítidamente en sus categorías.
En realidad, lo que Derrida intenta hacer con un lenguaje evocador de bombos y
platillos, ya ha sido adelantado por varios lógicos, en un lenguaje mucho más claro.
Uno de los tres principios fundamentales de la lógica es el del ‘medio excluido’ (los
otros dos principios son el de identidad y el de no contradicción). Según este principio,
si una proposición no es verdadera, entonces su negación sí debe serlo, y viceversa.
Como corolario de esto, el principio de bivalencia sostiene que una proposición, o es
verdadera, o es falsa. No es admisible una tercera opción. Algunos lógicos han
considerado que podemos prescindir de estos principios si permitimos una ‘lógica
difusa’ que permite diversos grados de verdad. Bajo esta lógica, una proposición podría
no ser verdadera, pero tampoco falsa, sino medianamente verdadera, y en términos
matemáticos, podría asignársele un valor de verdad de 0,5 (0 sería ‘falso’ y 1 sería
‘verdadero’).
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Esto no es trivial, pero el aporte de Derrida sí lo es. Pues, además del hecho de
que ya muchos lógicos han discutido los méritos y desméritos de la lógica bivalente, es
innecesario el lenguaje tan confuso en que Derrida intenta expresar este punto.
Derrida hace un alboroto de algo que ya los promotores de la lógica difusa venían
manejando.
Ahora bien, Derrida parte de una crítica plausible a la lógica tradicional, pero la
extiende a campos en los que claramente es ilícito hacerlo. Derrida sostiene que,
cuando el ‘logocentrismo’ opera con base en pares binarios, ejerce una forma de
violencia al excluir a los elementos que no encajan en esos pares. Esto ya empieza a
sonar como un disparate. Cuando hablamos de ‘violencia’, el común de las personas
piensa en asesinatos, violaciones y guerras, no en procedimientos de la lógica. Quizás
el principio del tercero excluido sea erróneo, pero sostener que el uso de este principio
es ‘violento’, es ir demasiado lejos.
Derrida ha llegado a sostener que el tipo de exclusión que se emplea en las
oposiciones binarias es el mismo tipo de exclusión en contra de mujeres, negros,
homosexuales, y demás grupos socialmente marginados. Esto ya es un disparate en
pleno sentido. La exclusión en lógica es muy distinta a la exclusión política, y el alegre
salto de una esfera a otra no parece ser lícito.
Al atacar a los principios de la lógica tradicional, Derrida también pretende atacar la
búsqueda de la verdad en sí misma. De hecho, Derrida considera que cualquier
presunción de que existe una verdad contrapuesta a la falsedad es en sí misma
logocéntrica, y de nuevo, opera con base en la oposición binaria verdad-falsedad. Así,
la búsqueda de la verdad es igualmente excluyente y tiránica, y en función de eso, es
más conveniente abandonar la pretensión de encontrar la verdad. Esto ha servido de
fundamento para que hoy en día esté muy en boga la idea según la cual la verdad no
existe en un sentido universal, sino que la distinción entre lo verdadero y lo falso en
relativa a cada contexto. Así, posturas como las de Derrida ya no son disparatas, sino
que también empiezan a aparecer nihilistas. Si no existe la verdad, ¿qué queda
entonces?
Derrida es al menos consecuente (y para ello, parece haber empleado los principios
deductivos de la lógica, una obvia concesión al ‘logocentrismo’ que él mismo critica) en
entender que, para atacar el ‘logocentrismo’, debe atacar el corazón de la racionalidad:
el lenguaje. Hay una tradición filosófica estimable que ha intentado colocar límites a
las pretensiones y alcances del lenguaje. Quizás de forma ingenua, algunos filósofos
han confiado en que el lenguaje es una representación clara de la realidad, o que en
![Page 4: De La Gramatología](https://reader035.fdocuments.ec/reader035/viewer/2022081804/5695d5001a28ab9b02a3a0a2/html5/thumbnails/4.jpg)
todo caso, es posible formular un lenguaje que represente el mundo de una manera fiel
y nítida. Por ello, ha sido estimable la labor de algunos filósofos para señalar algunas
de las limitaciones del lenguaje.
Pero, el intento de Derrida ya va demasiado lejos, y raya en lo disparatado. Para
empezar, Derrida sostendría que la distinción entre sentido y sinsentido es una
instancia de las oposiciones binarias que él denuncia y, por extensión, una forma de
violencia. Así, quien enuncia frases sin sentido estaría revirtiendo el orden tiránico del
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