De la Democracia Liberal A La Soberanía Popular

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CLACSO - 2015

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  • DE LA DEMOCRACIA LIBERAL A LA SOBERANA POPULAR

  • De la democracia liberal a la soberana popular : articulacin, representacin y democracia en Amrica Latina / Laura lvarez Garro...

    [et al.] ; coordinacin general de Daniel Vzquez. - 1a ed. - Ciudad Autnoma de Buenos Aires : CLACSO, 2015.

    Libro digital, PDF - (Grupos de trabajo de CLACSO)

    Archivo Digital: descarga ISBN 978-987-722-099-5

    1. Democracia Participativa. 2. Democracia Popular. I. lvarez Garro, Laura II. Vzquez, Daniel, coord.

    CDD 323.1

    Otros descriptores asignados por CLACSO:Democracia Representativa / Democracia Participativa / Polticas Pblicas / Estado / Ciudadana / Movimientos Sociales / Gobierno / Pueblo / Amrica Latina

  • Coleccin Grupos de Trabajo

    DE LA DEMOCRACIA LIBERAL A LA SOBERANA POPULAR

    VOL. 1

    ARTICULACIN, REPRESENTACIN Y DEMOCRACIA EN AMRICA LATINA

    DANIEL VZQUEZ(Coordinador)

    Adrin Velzquez RamrezJorge Durez Mendoza

    Eduardo Crdova EguvarAntonio J. Hernndez

    Francisco J. CantamuttoHctor Hurtado Grooscors

    Daniel VzquezDavid Lujn Vern

    Hctor BriceoLaura lvarez Garro

    Alvaro MartosMara Elena Makuc Urbina

    Agostina CostantinoLeandro Gamallo

  • Secretario Ejecutivo de CLACSO Pablo Gentili

    Directora Acadmica Fernanda Saforcada

    Programa Grupos de Trabajo

    Coordinador Pablo VommaroAsistentes Rodolfo Gmez, Valentina Vlez y Giovanny Daza

    rea de Acceso Abierto al Conocimiento y Difusin

    Coordinador Editorial Lucas Sablich Coordinador de Arte Marcelo Giardino

    Produccin Fluxus EstudioArte de tapa Ignacio Solveyra

    Primera edicin en espaolDe la democracia liberal a la soberana popular. Vol. 1, Articulacin, representacin y democracia en Amrica Latina (Buenos Aires: CLACSO, julio de 2015)

    ISBN 978-987-722-099-5 Consejo Latinoamericano de Ciencias SocialesQueda hecho el depsito que establece la Ley 11.723.

    Este libro est disponible en texto completo en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO www.biblioteca.clacso.edu.ar

    CLACSOConsejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - Conselho Latino-americano de Cincias Sociais (Latin American Council of Social Sciences)Estados Unidos 1168 | C1101AAX Ciudad de Buenos Aires, ArgentinaTel. [54 11] 4304 9145 | Fax [54 11] 4305 0875 | |

    Patrocinado por la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional

    La responsabilidad por las opiniones expresadas en los libros, artculos, estudios y otras colaboraciones incumbe exclusivamente a los autores firmantes, y su publicacin no necesariamente refleja los puntos de vista de la Secretara Ejecutiva de CLACSO.

  • NDICE

    Introduccin 9

    SOBERANA POPULAR, DEMOCRACIA, REPRESENTACIN Y COMUNIDAD. CONCEPTOS EN DISPUTA

    Adrin Velzquez Ramrez y Jorge Durez MendozaCambio poltico y cambio conceptual. Las variantes populistas y comunitarias de la representacin en Argentina y Bolivia 35

    Eduardo Crdova EguvarMovimientos y democracia liberal. Contribuciones desde la sociedad a la recuperacin del principio de soberana popular en Bolivia (2000-2010) 67

    Antonio J. HernndezDemocracia, restauracin o fundacin. Estudio sobre el nexo entre utopa y enemigo en la insurreccin militar del 4 de febrero de 1992 en Venezuela 93

  • LAS DISTINTAS FORMAS DE ARTICULACIN-REPRESENTACIN

    Francisco J. Cantamutto y Hctor Hurtado GrooscorsGobiernos populistas y demandas irresueltas. Los casos de Argentina y Venezuela 125

    Daniel Vzquez y David Lujn VernLa democracia en la miseria. Las construcciones de la representacin poltica, el poder y las prcticas clientelares en una municipalidad chilena 159

    Hctor BriceoDesde la sociedad y contra el Estado o a la inversa? Los Consejos Comunales y la Democracia Participativa en Venezuela 193

    LMITES DE LA ARTICULACIN-REPRESENTACIN

    Laura lvarez GarroEl mito democrtico costarricense y la invisibilizacin del conflicto. Un anlisis de los lmites de la subjetivacin poltica bajo una democracia liberal-procedimental 219

    Alvaro Martos y Mara Elena Makuc UrbinaIzquierda independiente y elecciones en Argentina y Chile. Nuevas? formas de articulacin poltica 245

    Agostina Costantino y Leandro GamalloLos conflictos socioambientales durante los gobiernos kirchneristas en Argentina 277

  • 9INTRODUCCIN

    1. SOBRE EL GRUPO DE INVESTIGACINLos autores de los captulos de este libro pertenecemos al grupo de in-vestigacin Procesos polticos contemporneos de Amrica Latina. En dicho grupo interactuamos alumnos e investigadores de diversas instituciones acadmicas. Ms interesante es que a FLACSO-Mxico llegan cada ao estudiantes de varios pases de Amrica Latina, por ende a las distintas sesiones de debate del seminario han asistido investigadores y alumnos de todos los pases de la regin a lo largo de estos aos.

    Esta propuesta nace en 2005 en FLACSO-Mxico, con el proyec-to de investigacin Populismo, Buen Gobierno y Justicia Social1. Desde 2005 a la fecha hemos publicado cuatro libros que perfecta-mente identifican los intereses analticos por los que ha transitado

    1 El seminario sesiona desde septiembre de 2005 en las instalaciones de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales sede Mxico (FLACSO-Mxico). Los integran-tes del seminario realizamos reuniones mensuales y algunos simposios intensivos donde se discuten documentos que se publican en revistas o en libros, tesis de maes-tra y doctorado, o ponencias que se presentan en conferencias y congresos naciona-les e internacionales. Para ms informacin, consultar: .

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    el seminario. En el primero Vox Populi. Populismo y Democracia en Latinoamrica (2007) comenz a esbozarse la pluralidad del grupo tanto en la ptica de los fenmenos sociales analizados como en la metodologa para hacerlo. En dicho libro se encuentran, por lo tanto, textos de reflexin puramente terica, artculos que recu-peran las discusiones en torno al concepto de populismo en sus con-frontaciones con la democracia liberal-procedimental, documentos que, si bien se escriben desde la teora poltica, tienen una impor-tante base emprica y, finalmente, artculos con un anlisis emprico ms puntual donde se revisan los casos de Ecuador, Bolivia, Vene-zuela y Paraguay.

    El segundo texto Poltica y Sociedad en Mxico. Entre el des-encuentro y la ruptura (2008) lo dedicamos a analizar el caso de Mxico utilizando como trasfondo analtico el fenmeno populista y las cerradas y debatidas elecciones de 2006, donde se enfrentaron Felipe Caldern por el Partido Accin Nacional, en ese momento en el gobierno, y Andrs Manuel Lpez Obrador por el Partido de la Re-volucin Democrtica. En este libro encontramos artculos dedicados al problema de la construccin nacional, anlisis de discurso en las campaas de 2006, la relacin del populismo con la cultura poltica en el marco de las elecciones mexicanas, la relacin del populismo y la economa en el discurso de Felipe Caldern y de Andrs Manuel L-pez Obrador y textos dedicados al conflicto en Oaxaca que tuvo como marco la eleccin de 2006 y el movimiento de masas. En el tercer libro Autoritarismo o democracia? Hugo Chvez y Evo Morales (2009) hacemos un anlisis de los procesos polticos observados en Bolivia y Venezuela: la conformacin de las fuerzas polticas y sociales que llevaron a estos gobiernos al poder, los primeros aos de gobierno, los principales desafos y las tendencias actuales.

    En estas tres obras hay dos lneas de continuidad. La primera se refiere a la forma de plantear la relacin entre la democracia y el populismo, una relacin mucho ms compleja que la simplemente antagnica donde ms que dos conceptos opuestos democracia y populismo son dos elementos entrelazados a partir de las expecta-tivas generadas e incumplidas por la democracia, que tienen como consecuencia la generacin de gobiernos populistas. As, se presenta al populismo como una reaccin correctiva frente al desencanto con la democracia realmente existente que se aleja de la idea de sobera-na popular, de la participacin de las masas y de la recuperacin de demandas de justicia sustantiva. La segunda lnea de continuidad se refiere a la complejidad en la construccin de la cuestin social, en particular la construccin del lazo entre la sociedad y el Estado que nos habla de la formacin del orden poltico.

  • Introduccin

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    A partir de 2010, en el seminario de investigacin consideramos que si bien el anlisis de los gobiernos populistas segua siendo rele-vante era necesario ampliar la mirada a otro tipo de procesos polti-cos que nos permitiran revisar la nueva conformacin poltico-social de Latinoamrica. As, sin perder la forma de pensar las interacciones en la construccin de lo poltico y lo social, decidimos ampliar la mi-rada y cambiar el nombre del seminario a Procesos polticos con-temporneos de Amrica Latina. El cuarto libro lleva precisamente ese nombre Procesos polticos de Amrica Latina. Una lectura crtica al neoliberalismo y fue publicado en 2013. En esta nueva entrega realizamos una incisiva lectura crtica del neoliberalismo que ha do-minado en la regin desde la dcada del ochenta, un modelo que lejos de resolver los problemas crnicos, concentr la riqueza, debilit las instancias estatales de integracin y fortaleci las instituciones repre-sivas, conden por organicista la presencia estatal, invoc la moder-nizacin y la competitividad, pero acentuando las asimetras entre el capital y el trabajo, precarizando a los ms vulnerables, y reduciendo la democracia a meros procedimientos electorales.

    Tambin en 2013 el seminario fue reconocido como Grupo de Trabajo de CLACSO con el proyecto Amrica Latina: gobiernos, mo-vimientos y persistencias (). De este modo el espacio de investigacin, debate y trabajo se ampli para lograr una amplia cobertura dentro de la regin: se sumaron investigadores e investigadoras abocados al estudio de Argentina, Bolivia, Chile, Costa Rica, Cuba, Mxico, Paraguay, Per y Venezuela. El trabajo previo y la organizacin de eventos de discusin que nos permitieran desarrollar una base temtica comn fueron claves. A partir de una convocatoria interna al grupo, se lanz la propuesta de estudiar las estrategias que desde distintos gobiernos en Amrica Latina se llevan a cabo para enfrentar el contexto reciente. La propuesta implicaba la premisa de pensar al gobierno como una actividad que trasciende el mbito insti-tucional y que tiene que generar vnculos con y entre distintas arenas sociales y econmicas. En este marco, se sealaron cuatro arenas po-sibles para ordenar las investigaciones:

    - Arena institucional: Cuestionamiento de la representacin democrtica de corte liberal procedimental. Reformulacin de las instituciones ante la emergencia de nuevas formas de expresin de voluntad popular y de cuestionamientos ante la situacin econmico-social. Estrategias de conservacin del orden institucional. El papel de los partidos polticos y del sis-tema electoral.

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    - Arena sociopoltica: Estrategias de los gobiernos ante el sur-gimiento o en algunos casos resurgimiento de actores so-ciales. Por parte de los pases que sufrieron un cambio en la ideologa de los gobiernos (el llamado giro a la izquierda): los dispositivos de gobierno ante los ciclos de movilizacin inicia-dos a finales del siglo XX. Las explicaciones aqu varan entre la cooptacin y la alianza estratgica entre organizaciones pop-ulares y gobiernos. Surgen nuevas modalidades de militancia y participacin poltica, as como nuevas formas de populismo. Por parte de los pases que mantuvieron un mismo perfil ide-olgico afn al programa neoliberal las estrategias van desde la represin, la consolidacin de un Estado policial y el aco-tamiento de la participacin electoral, as como nuevas mo-dalidades de golpe de Estado (Paraguay, Honduras).

    - Arena econmica: En qu medida se puede afirmar que los cambios reflejan una ruptura con el modelo econmico neo-liberal? Existe algo de indito en las estrategias que vuelven a poner al Estado en un punto central de la economa?

    - Repertorios de accin y tradiciones polticas: Si bien en el contexto histrico hay situaciones, actores y repertorios de ac-cin novedosos, tambin es cierto que las tradiciones polticas disponibles as como las identidades polticas histricamente sedimentadas funcionan como herramientas disponibles para afrontar estos cambios. Cmo se manifiesta esta relacin entre lo nuevo y lo histricamente dado?

    Sobre la base de estos lineamientos, los y las integrantes del Grupo de Trabajo hicieron propuestas de captulos. Dichas propuestas fueron discutidas en agosto de 2013, buscando plantear un orden de inte-gracin entre las mismas que permitiera componer la discusin de modo sistemtico. Entre octubre y diciembre de ese ao, utilizando un mecanismo de comentaristas cruzados entre los y las integrantes del Grupo de Trabajo, se realizaron sucesivas reuniones analizando los avances de cada captulo. Estas reuniones fueron de vital impor-tancia tanto para encontrar dilogos y discusiones comunes entre los aportes de cada integrante, as como para solventar miradas comunes sobre los problemas trabajados, lo que incluye no trivialmente el acer-vo de un vocabulario conceptual comn.

    Finalmente, los das 28, 29 y 30 de abril de 2014 se realiz el Congreso Internacional De la democracia liberal a la soberana po-pular: articulacin y crisis en Amrica Latina, en la sede de FLACSO-Mxico. La actividad fue posible gracias al financiamiento del Progra-

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    ma Grupos de Trabajo de CLACSO, as como al aporte realizado por FLACSO-Mxico y cont con la participacin completa de quienes de-sarrollaron propuestas de investigacin dentro del Grupo de Trabajo, configurando un espacio de debate intenso y fructfero. Este ya largo proceso de investigacin y conformacin del grupo es el que enmarca el libro que ahora tiene en sus manos, que compone una de las dos partes del conjunto de reflexiones e investigaciones discutidas en este contexto.

    Esta reunin no podra haber tenido xito sin la participacin comprometida de otros Grupos de Trabajo de CLACSO (Pobreza, desigualdad social y ciudadana. Los lmites de las polticas sociales en Amrica Latina, mediante la Dra. Alicia Puyana, Ciudadana, organizaciones populares y representacin poltica, mediante el Dr. Alberto Olvera, y Anticapitalismos y Sociabilidades Emergentes, mediante el Dr. Armando Chaguaceda Noriega), otras lneas de in-vestigacin de FLACSO (Integracin y dinmica socio-econmica de Amrica Latina), e investigadores de las Universidades Nacionales General Sarmiento y de Avellaneda (Dra. Ariana Reano, Dr. Gabriel Vommaro y Dr. Claudio Veliz). Asimismo, fue particularmente fruct-fera la intervencin de representantes de organizaciones sociales y del gobierno, donde cabe destacar la participacin de Santiago Aguirre, abogado del Centro de Derechos Humanos de la Montaa Tlachino-llan, que participa activamente en la dimensin jurdica de conflictos socio-ambientales en Mxico; Juan Carlos Gutirrez Contreras, ex ti-tular de la Unidad para la Promocin y Defensa de los Derechos Hu-manos, Secretara de Gobernacin (Mxico); Hctor Vzquez Aguirre, ex presidente de la Comisin de DH de la ALDH y actual Director de Verificacin y Reglamentos del GDF (Mxico); y Lorenzo Crdova, Presidente del Instituto Nacional Electoral.

    El paso de los aos y de las publicaciones nos ha permitido ma-durar como grupo de investigacin. Pese a los cambios en el nfasis de las investigaciones, mantenemos la idea esencial de que la poltica es algo ms que la interaccin de las instituciones gubernamentales, que la poltica pasa por la interaccin entre el Estado y la sociedad. De hecho, es justamente esa interaccin lo que conforma el principal elemento del orden poltico desde una lgica social. El acento de este libro est puesto en dicha interaccin. Adems, el paso de los aos nos ha permitido, especialmente, reflexionar sobre las diferencias da-das al interior de los gobiernos identificados como parte del giro a la izquierda, sobre todo observando las rupturas que se producen entre la llegada de estos gobiernos en 1999 inicindose con Venezuela y las reconstrucciones sucedidas quince aos despus. Si bien hay un especial inters en lo que sucede en pases como Venezuela, Bolivia y

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    Argentina, no nos constreimos al anlisis de los gobiernos conside-rados de izquierda, sino que en esta entrega tambin damos cuenta de lo que sucede en pases como Chile y Costa Rica. De ese modo, la pregunta de investigacin que engloba los textos que conforman este volumen es: cmo se da y cules son los lmites de la relacin entre el Estado y la sociedad a partir de conceptos como la representacin, la articulacin y la soberana popular?

    2. EL CONTEXTO REGIONAL DE LOS CASOS ABORDADOSHacia finales del siglo pasado, los cuestionamientos al frreo con-senso neoliberal que prevaleci en Amrica Latina desde la dcada del ochenta, dieron lugar al surgimiento de movimientos y organiza-ciones populares con fuerte capacidad de interpelacin, as como a gobiernos que, elegidos democrticamente, se presentaban como un giro a la izquierda y una alternativa a las polticas de corte neoliberal llevadas a cabo hasta entonces.

    Los estragos que la crisis econmica de aquellos aos caus a la poblacin, colabor con el quiebre de las bases del consenso sobre las que el programa neoliberal se sostena. La amenaza de inflacin o desempleo como alternativas a la poltica de ajuste aparecan como riesgos peores que la realidad tal como se mostraba (Piva, 2007). Ins-crita en esta crisis, en algunos pases de la regin la movilizacin so-cial desbord los canales institucionales de atencin a las demandas, desestabilizando as a la hegemona neoliberal y provocando cambios polticos importantes.

    Es en este marco que, como observan Makuc y Martos en este libro, a mediados de la dcada del noventa comenzaban a darse las primeras batallas que dieron lugar a la conformacin de una nueva izquierda. El levantamiento del EZLN en 1994, los cortes y puebla-das en Cutral-Co y Plaza Huincul en 1996 y 1997, la guerra del agua en Bolivia en 2000, el Foro Social Mundial en Porto Alegre en 2001, la contra-cumbre en rechazo al proyecto del ALCA en Mar del Plata en 2005, el levantamiento de estudiantes secundarios en Chile en 2006 y las resistencias contra los proyectos mineros a lo largo y an-cho de nuestra Amrica, entre otros, comenzaban a dar cuenta de un lento proceso en el cual el neoliberalismo empezaba a ponerse en cuestin desde las luchas y resistencia de los sectores populares en nuestro continente.

    Como explicaciones a este cambio poltico en la regin se sue-len mencionar las siguientes: a) el fracaso del neoliberalismo como proyecto poltico (Laclau, 2006; Paramio, 2006); b) la crisis de las instituciones de la democracia liberal procedimental (muchas here-dadas de las dictaduras de los setenta) (Born, 2004); c) el aumento

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    de la pobreza y la desigualdad (Caldern, 2008; Castaeda, 2006); d) la ruptura entre Estado y sociedad provocada por todo lo anterior (Campione, 2002; Tapia, 2007); e) una disminucin en el inters de Estados Unidos en la regin (Arditi, 2009; Lynch, 2007; Wallerstein, 2008) excepto en materia de comercio, inmigracin y drogas, principalmente despus del 11-S, cuando Washington reorient sus intereses al Medio Oriente; f) la globalizacin de los movimientos anti-neoliberales (Born, 2004), que permiti la formacin de redes y el consenso internacional en torno a la necesidad de cambios; y, g) la reconsideracin por parte de los partidos de izquierda de su partici-pacin en la democracia electoral (Arditi, 2009; Lanzaro, 2008; Lynch, 2007) luego de las derrotas de los aos setenta y ochenta, lo cual los llev a dirigirse a un espectro ms amplio de la poblacin (no slo a los sindicatos o la clase obrera) y a aceptar el capitalismo de mercado como sistema de produccin.

    El estallido de la crisis financiera global de 2008 ha cambia-do nuevamente el contexto en el que se desenvuelven los diferentes procesos sociopolticos a nivel regional. Si bien esta crisis tiene de-terminantes especficos de corto plazo en el mercado financiero, sus fundamentos estructurales se encuentran todava en el conjunto de reformas que conocemos como neoliberalismo. Esta nueva etapa de la crisis econmica global encuentra ahora en la regin a gobier-nos con una filiacin poltica que se distingue del neoliberalismo y que se ven obligados a buscar alternativas para salir de la crisis, que no pueden ser aquellas que propona el programa neoliberal (ajuste fiscal, recorte de las prestaciones sociales a los asalariados, entre otros). Para los pases que no observaron un cambio poltico, el desafo ahora es hacer frente a una nueva oleada de reclamos y demandas populares.

    Es este marco de reorganizacin poltica y reconstruccin del lazo entre la sociedad y el Estado el que sirve de contexto para el grue-so de las reflexiones que proponemos en este texto. En especial, las posibilidades y lmites de lo que fue el paso de la democracia liberal a la soberana popular, y la forma en que en ese paso se reconfiguraron conceptos como la representacin y la democracia.

    3. LA DEMOCRACIA LIBERAL Y EL PODERComo observan Velzquez y Durez en su captulo, con el ocaso de las dictaduras y las llamadas transiciones democrticas, el concepto de democracia se instal como el gran organizador de la poltica latinoa-mericana. Pero no se trat de cualquier tipo de democracia, sino del modelo liberal que otorgaba nfasis al aspecto procedimental, es decir al concepto mnimo para pensar la democracia.

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    Ya hay un largo trecho para identificar el nacimiento y conse-cuencias de este concepto mnimo tanto despus de la Revolucin Francesa por medio de la diferencia de la libertad de los antiguos y de los modernos de Benjamn Constant (1943), y a travs de la recons-truccin de la idea de gobierno representativo en el Congreso Consti-tuyente de Estados Unidos en 1787, realizada por Roberto Gargarella. Recuperemos esta ltima por ser la ms cercana a lo que posterior-mente sucedera en Amrica Latina.

    El nacimiento del gobierno representativo radica en Estados Uni-dos, en el Congreso Constituyente de 1787. Para comprender lo que sucedi en este Congreso es necesario conocer algunos antecedentes. Explica Roberto Gargarella (1995 y 1996) que desde comienzos de 1780 y hasta la Convencin Constituyente los Estados Unidos su-frieron un periodo de enorme agitacin popular que gener un fuerte nimo contramayoritario en la ya de por s oligarca clase poltica y econmica estadounidense de ese momento2. Hay que tomar tambin en cuenta que en este proceso Congreso Constituyente de 1787 la idea de democracia rememoraba siempre a la democracia directa, a la participacin en una asamblea popular y a la toma de decisiones polticas mediante discusiones y votacin a mano alzada. En aquel entonces, cuando se pensaba en democracia se pensaba en este tipo de democracia. Es por eso que en los Estados Unidos, con este nimo contramayoritario y frente a este tipo de democracia, el gobierno re-presentativo no es un segundo mejor debido a algn tipo de imposi-bilidad de la democracia directa. Por el contrario, el nacimiento del gobierno representativo se presenta como una mejor opcin frente a la democracia directa. El aspecto poltico que se encuentra en medio es que la ciudadana es incapaz de gobernar, aspecto que posterior-mente ser desarrollado por el autor ms influyente de la democracia representativa, Schumpeter (1942). El sentimiento que predominaba a partir de ese fuerte nimo contramayoritario era que los ciudadanos no deban inmiscuirse en poltica. Por el contrario, antes de ser lleva-da a la prctica, la voluntad de la ciudadana deba pasar por el tamiz de un grupo elegido de ciudadanos (Gargarella, 1995 y 1996).

    De esta forma, el gobierno representativo se asienta sobre una idea principal: no es bueno que la ciudadana se involucre en la dis-cusin de cuestiones pblicas (Gargarella, 1995: 94; y 1996). El obje-tivo del gobierno representativo era desalentar la discusin colectiva y reforzar la independencia de los representantes electos; con estos

    2 Una buena identificacin del tipo de clase poltica cerrada que exista a finales del siglo XVIII en Estados Unidos se encuentra en la clebre obra Who governs?, de Robert Dahl.

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    dos aspectos, las autoridades justamente podrn cumplir con el prin-cipal objetivo del gobierno representativo: desatender las pasiones momentneas del pueblo (Manin, 1995).

    A partir de ese nimo contramayoritario, el tipo de instituciones polticas de rendicin de cuentas que se instauraron tuvieron como principal objetivo posibilitar la autonoma de los gobernantes para desatender las pasiones momentneas del pueblo en lugar de ge-nerar procesos efectivos de rendicin de cuentas que dieran mayor capacidad poltica a los ciudadanos. Por ejemplo, se establecieron me-canismos de elecciones indirectas para que los cuerpos intermedios tomaran decisiones ms juiciosas en torno a la eleccin final de los gobernantes, se establecieron largos periodos de gobierno, mandatos no vinculantes y no revocatorios, distritos muy amplios, un Poder Ejecutivo unipersonal y un Congreso bicameral (Gargarella, 1995 y 1996). As, uno de los aspectos centrales de la conformacin del go-bierno representativo es que las mayoras ya no gobiernan. En efecto, en esta nueva forma de entender la democracia como bien men-ciona Schumpeter, 1942 el pueblo no gobierna en ninguno de los sentidos de las palabras pueblo y gobernar. Lo que hace el pueblo es elegir a quien ser el gobernante, pero no toma las decisiones polticas de un determinado pas.

    Uno podra vlidamente preguntarse, pero qu relevancia puede tener el diseo institucional de la Constitucin de los Estados Unidos de 1787 para pensar la reforma constitucional en materia de derechos humanos de Mxico? La respuesta es que justo este diseo consti-tucional con esta ideologa y esta forma de pensar la articulacin entre los ciudadanos y el gobierno fue utilizado como ejemplo para disear el resto de las constituciones de Amrica Latina durante el siglo XIX (Gargarella, 2010 y 2012). Este diseo institucional y esta idea mnima y procedimental de democracia es la que tambin perdu-r en los procesos de transicin de lo que se conoce como la tercera ola democrtica.

    Ms an, el triunfo del neoinstitucionalismo en la ciencia poltica que se puede observar hacia finales de la dcada del ochenta pero esencialmente en la dcada del noventa tuvo otra consecuencia re-levante, que fue limitar lo que se analiza como fenmeno poltico. En la medida en que este neoinstitucionalismo inicialmente puso nfasis en las instituciones gubernamentales formales, si bien logr generar autonoma en la idea de poder dentro de la ciencia poltica, tambin dej fuera de la idea de la poltica a fenmenos que antes la confor-maban, como la estructuracin social del poder. Con esta idea reduci-da del poder poltico, fenmenos como la conformacin de clases, la distribucin de recursos de poder poltico, la estructuracin social del

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    orden e incluso la construccin de la identidad de quienes participan en la poltica quedaban fuera de la ciencia poltica.

    Estas limitaciones para pensar la democracia y la poltica se ven trastocadas con la ruptura proveniente de la llegada del giro a la iz-quierda a finales de la dcada del noventa. Ms an, lo que hoy tam-bin se abre es la posibilidad de replantear la relacin Estado-socie-dad. Si bien esta relacin ha sido ampliamente debatida y estudiada, nos parece que puede ser retomada porque pensamos que estamos en una coyuntura en la que se puede estar dando, tanto en la realidad como en las investigaciones acadmicas, un cambio en la dinmica de la misma. Consideramos que hoy en da acudimos a una dislocacin y conformacin de un nuevo orden poltico cuyo proceso es an difuso. Proponemos analizar esta relacin entre el Estado y la sociedad por medio de ideas como la democracia, la soberana popular, la repre-sentacin y la articulacin. Esta dislocacin y rearticulacin proviene justamente de dos grandes concepciones del orden social que han sido elaboradas en la regin: una que reserva para la sociedad civil un pa-pel destacado en la construccin del orden social que muchas veces toma un cariz incluso claramente antiestatal y otra que, de la mano de los llamados populismos que conforman la vuelta a la izquierda en la regin, reivindica el papel del Estado en tanto constructor y garante del Estado social.

    As, como observan Velzquez y Durez en este libro, la refor-mulacin del concepto de representacin poltica tendr que respon-der a una profunda brecha entre representantes y representados. En este contexto, el concepto de representacin encuentra en la tradicin movimientista-populista algunos rasgos que le permitirn actualizar-se y cumplir con funciones de integracin poltica en el marco de un proceso de democratizacin social. En sentido semejante, Antonio Hernndez observa la disputa por la idea de la democracia en la in-surreccin venezolana del 4 de febrero, que dar forma al chavis-mo. En particular la disputa se daba entre calificar tal insurreccin como un golpe o como una accin democrtica. La defensa del ca-rcter democrtico de la insurreccin, explica Hernndez, present una doble argumentacin: la insurreccin no era un golpe porque los golpes interrumpen el orden constitucional vigente, mientras que su insurreccin parta de una ruptura de facto del orden constitucional (ejecutada previamente por el gobierno de Prez). En este sentido, la insurreccin no era un golpe: buscaba restaurar una democracia perdida, no romper con ella. Y la insurreccin no era un golpe porque mientras los golpes, si tienen xito, instalan gobiernos dictatoriales de emergencia, su insurreccin instalara, por un lado, un gobierno de emergencia con carcter democrtico, pero adems dara lugar

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    a una forma de democracia inexistente hasta el momento. En este sentido, la insurreccin no era un golpe, sino que buscaba fundar una nueva democracia.

    He aqu un punto central, las disputas en el terreno poltico tam-bin son observables en el mbito conceptual. En particular, hay con-ceptos que son esencialmente controvertidos y cuyo contenido se en-cuentra en abierta disputa. En la medida en que la idea de democracia se ha establecido como uno de los centros del orden poltico, sin duda que ste es uno de los principales conceptos en disputa. De la mano de la democracia, la idea de la representacin y las formas de articu-lacin son otros dos aspectos centrales. Juntos, democracia, represen-tacin y articulacin constituyen las distintas formas de interaccin entre la sociedad y el Estado y ensanchan o disminuyen la idea bsica de la poltica. De esta forma, siguiendo todava a Velzquez y Durez, los recientes cambios polticos en Amrica Latina se reflejan en los conceptos a travs de los cuales se constituye lo poltico.

    4. EL REGRESO DE LA SOBERANA POPULAR Dentro de la matriz que conform la idea procedimental de la demo-cracia, el nimo contramayoritario y el perfil esencialmente liberal de disminucin del control sobre el Estado dejaron fuera de la ecuacin a uno de los elementos centrales para pensar a la democracia: la so-berana popular.

    Como observa Antonio Hernndez en su texto, a lo largo del li-bro hay distintos fragmentos en los que las nociones de pueblo, soberana popular y democracia son recuperadas esencialmente por l, por Velzquez y Durez y por Eduardo Crdova. En el primer caso, Hernndez analiza la forma en que una organizacin militar clandestina usa estas nociones, por lo que en este estudio pueblo, soberana popular o democracia son trminos de las fuentes, no de la teora. En cambio, Velzquez y Durez recuperan estos mismos tres conceptos desde una perspectiva de la construccin de las ideas, en particular de la reformulacin de la representacin desde la lgica comunitaria a partir del desarrollo conceptual del vicepresidente Gar-ca Linera en Bolivia, o desde la lgica populista en el kirchnerismo en Argentina. Por su parte, Crdova recupera la idea de soberana po-pular y de pueblo como una reformulacin de la democracia a partir de la incidencia de los movimientos sociales en la toma de decisiones gubernamentales en Bolivia.

    Pese a lo anterior, no hay una idea ingenua de la recuperacin de la soberana popular. Como observa Eduardo Crdova en su texto, examinar la ampliacin de la democracia gracias a los movimientos no implica que los movimientos sean inherentemente democrticos o que

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    sus efectos promuevan de modo inevitable la democracia. En la medi-da en que el repertorio de la accin colectiva durante el siglo XX y lo que va del siglo XXI es modular (Tarrow, 1997), ste sirve tanto para enarbolar demandas que se pueden considerar democrticas como el reconocimiento de la identidad o la distribucin igualitaria de bienes como para demandas abiertamente antidemocrticas como el quitarle los derechos civiles a las personas lsbico-gays, restringir el derecho de la mujer sobre su propio cuerpo o promover una poltica de seguridad de mano dura que sea abiertamente contraria a los derechos humanos. Este tipo de movilizaciones se han conocido como movimientos incivi-les (Payne, 2007).

    Ms all de este hecho, lo que nos interesa es analizar los cambios en la idea de representacin y, en especial, la irrupcin de la sobera-na popular en la restringida articulacin proveniente del gobierno representativo. As, la idea de soberana popular puede ser planteada como una idea esencialmente contraria a la democracia, especialmen-te cuando la democracia toma esta forma de gobierno representativo con ese nimo contramayoritario y profundamente elitista, como su-cedi en el Congreso Constituyente de 1787 en los Estados Unidos. Pero puede tambin pensarse que la democracia es compatible con la soberana popular slo en el momento de formacin del gobierno por medio de las elecciones, o a travs de los resultados de las decisiones gubernamentales como lo supone el modelo de democracia consti-tucional elaborado esencialmente por Ferrajoli (2001): Todo para el pueblo, pero sin el pueblo.

    Lo cierto es que, como seala Eduardo Crdova, lo que se entien-da por soberana popular depender lgicamente de lo que se entienda por pueblo, y este es el principio de todos los problemas. Las ideas de pueblo, popular y soberana son conceptos relevantes para seguir pensan-do los fenmenos polticos, pero difcilmente son conceptos operaciona-lizables en trminos empricos. Nos permiten dar cuenta de la forma-cin de ideas en disputa para conformar el sentido poltico, pero no para pensar el fenmeno poltico desde un criterio ms cercano a la lgica institucional. Por ejemplo, en su captulo Antonio Hernndez observa que los jefes de la insurreccin del 4 de febrero en Venezuela hicie-ron uso del concepto pueblo desde una idea de restauracin, donde el pueblo apareca como el defensor de la Constitucin que haba sido violentada por el entonces presidente Carlos Andrs Prez. Era se podra decir soberano, pero en el sentido de un soberano normativo atado a la legalidad constitucional vigente (poder constituido). En un segundo caso, sigue Antonio Hernndez, desde una idea de fundacin, el pueblo apareca como el fundador de la Constitucin. Segua sien-do el pueblo soberano, pero un soberano existencial cuya realidad y

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    actividad legisladora desbordaba ampliamente la constitucionalidad vigente (poder constituyente). El MBR-200 pasaba, sin solucin de continuidad, de la acusacin de un gobierno a la acusacin de un sis-tema. El pueblo, en sus variaciones semnticas, era tanto el indicio de una utopa como el de una hostilidad. Apelando a l comenz la historia del chavismo.

    Esta conformacin conceptual de ideas como pueblo, si bien no son empricamente operacionalizables, s tienen un impacto institu-cional como lo acabamos de sealar en el caso venezolano. Otro ejem-plo es analizado por Crdova en la formacin de lo que ahora es el Movimiento al Socialismo. Explica el autor que el partido de gobierno en Bolivia insiste en destacar su opcin por la idea de soberana. Creado en marzo de 1995 como Asamblea por la Soberana de los Pueblos, en 1998 adopt el nombre de Instrumento Poltico por la Soberana de los Pueblos y desde enero de 1999 utiliza el nombre y la sigla del Movimien-to Al Socialismo. Para sus creadores, eran ms importantes su definicin como instrumento poltico de las organizaciones campesinas y su de-fensa de la soberana de los pueblos que el socialismo. La referencia a la soberana popular contina Crdova es indispensable para en-tender cabalmente el origen y la actuacin de los movimientos sociales en Bolivia, en tanto que cambiaron el balance de las dos polticas, dando mayor peso a la poltica en las calles, y determinaron tambin la adop-cin de nuevas formas de democracia directa y participativa.

    De hecho, como observan Makuc y Martos, una de las principa-les caractersticas de lo que denominan izquierda independiente es precisamente la idea de la conformacin del poder popular entendida como el proceso a travs del cual los lugares de vida (de trabajo, de estudio, de recreacin, etc.) de las clases subalternas se transmutan en clula constituyente de un poder social alternativo y liberador que les permite ganar posiciones y modificar la disposicin del poder y de las relaciones de fuerza y avanzar en la consolidacin de un campo contra-hegemnico. (Mazzeo y Stratta, 2007: 11, citado por Makuc y Martos)3. Esta recuperacin de la idea de poder popular se observa

    3 Las otras cuatro caractersticas que los autores identifican en la izquierda independiente son: 1) una concepcin integral y amplia de la poltica, entendida como la articulacin y definicin de las metas colectivas ancladas en lo social; 2) la autonoma como forma de hacer poltica, basada en la lucha por la independencia del capital, del Estado y las clases dominantes; 3) construccin de base como forma de anclaje de la militancia y lgica de construccin poltica; y 4) la conformacin de un sujeto plural y multisectorial entendido como la articulacin de los sectores populares autnomos que a partir de prcticas heterogneas participan en el enfrentamiento al actual sistema, superando la dinmica sectorial vinculada a la centralidad del sujeto trabajador.

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    tambin en el contenido de la idea de democracia que se disputa en-tre una democracia representativa o una participativa. Como observa Antonio Hernndez en su anlisis de la insurreccin venezolana del 4 de febrero que antecede a lo que posteriormente ser el chavismo, la soberana popular entendida desde el principio de todo el poder para el pueblo solo podra ser ejercida plenamente si, en lugar de representacin partidista, se desplegaba como autogobierno del pue-blo. Aqu los partidos polticos no tenan lugar y habran de ser exclui-dos. Pero, asimismo, allende los partidos, el MBR-200 denunciaba la responsabilidad de la alianza poltico-econmica entre stos y las lites empresariales. De esta forma, la exclusin se denunciaba en dos campos: el poltico y el econmico. En el mismo sentido Hctor Bri-ceo analiza la construccin de esta idea del poder popular y, con ella, de la democracia participativa, pero pone el acento en la desviacin y concentracin del poder que se puede observar en el diseo institucio-nal del Estado Comunal.

    De hecho, tanta fuerza ha cobrado la necesidad de recuperar lo popular en el quehacer poltico que no slo la izquierda se ocupa de ello, como lo muestran Vzquez y Lujn en su captulo donde analizan la forma en que el partido de derecha Unin Demcrata Independiente codifica y procesa las demandas populares en Chile. De aqu que no sea extrao que Amrica Latina se haya convertido en todo un campo de experimentacin para pensar las formas alternativas de participacin poltica que van desde las formas ms institucionalizadas a travs de consejos, consultas y asambleas, hasta la protesta en las calles. En este ltimo caso, a diferencia de lo que podra pensarse, la protesta puede conformarse como una forma institucionalizada de la toma de deci-siones gubernamentales. Esto es lo que Eduardo Crdova denomina la elicitacin de los movimientos sociales, es decir la legitimacin en las calles de la decisin poltica que se tomar en los palacios de gobierno.

    Crdova observa que en Bolivia el principal aporte de esta elicita-cin de los movimientos sociales a la poltica fue la apertura del proceso constituyente. Sin embargo, este proceso parti de un desafo en tr-minos de soberana popular como poder constituyente y acab desa-rrollndose en trminos de soberana como imposicin de la mayora. Parti de una idea fundacional del poder a un proceso que conform la cotidianidad de la toma de decisiones. En este ltimo caso, se corre el riesgo sigue Crdova de subordinar los movimientos a la gestin pblica, de corporativizar su relacin y devaluar la apelacin al pue-blo o a la soberana popular como expresin especular de las polticas pblicas. En este caso, la soberana se entiende solamente como la im-posicin de la voluntad de un grupo movilizado y se aleja de cualquier aspiracin relacionada con el poder constituyente.

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    Pese a lo anterior, Crdova an observa un fuerte componente de autonoma en las movilizaciones sociales, que sirve de limitacin a las decisiones gubernamentales en Bolivia. De all que un aspecto central a analizar en este proceso de construccin de la democracia participativa bajo un criterio de poder popular sea la direccin que tienen los flujos del poder. Mientras que de acuerdo con Crdova en Bolivia an se puede observar que el flujo va de abajo hacia arriba con capacidad de limitacin de las decisiones de Evo Morales, Hctor Briceo identifica que en los cambios y actuales tendencias del diseo de los Consejos comunales en Venezuela el flujo de control y de poder es justamente al revs, de la presidencia hacia los consejos sin inter-mediaciones claras.

    De la mano de la recuperacin de las ideas de pueblo, popular y soberana, tambin se reformula otro de los conceptos esenciales de la democracia: la representacin.

    5. REPRESENTACIN Y ARTICULACIN EN LAS DEMOCRACIAS LATINOAMERICANASComo afirman Velzquez y Durez en su captulo, el llamado giro a la izquierda ha implicado la redefinicin del concepto de represen-tacin poltica establecido por el neoliberalismo. La representacin en el neoliberalismo continan los autores se asume como una prctica de intermediacin entre gobernados y gobernantes, en don-de se tramitan aquellas demandas sociales que no ponen en riesgo la estabilidad del patrn de acumulacin. Esta idea de representacin se ha trastocado, por lo que cabe observar los nuevos juegos de re-presentacin poltica y los procesamientos polticos de las demandas, anhelos y aspiraciones sociales. Para ello nos preguntamos cmo se materializa hoy la representacin poltica? Cules fueron los proce-sos de exclusin? Cules han sido los mecanismos de inclusin en Amrica Latina? y Qu tipo de inclusin y exclusin se puede pensar en Amrica Latina?

    Si bien desde los estudios sobre democracia existe una mayor ten-dencia a pensar la representacin a partir del acto electoral como observan Vzquez y Lujn siguiendo a Pitkin, el carcter didico y singular de la relacin representado-representante que se construye en los anlisis electorales, as como el vaco en el que operan, repre-senta una mala analoga del proceso representativo, ya que ste se encuentra imbricado en una red de demandas, presiones y obligacio-nes, intermediarios, mltiples actividades y funcionamientos a nivel de rgimen y sistema. Por ello, preferimos pensar a la representacin no en el origen del gobierno de turno por medio de una eleccin, sino a partir del ejercicio especfico de gobierno a travs de la accin polti-

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    ca. Especficamente, en el texto se analiza esencialmente la represen-tacin a travs de las formas de articulacin.

    Se entiende a la articulacin en un sentido fuerte, no como simple tctica. Es algo diferente a la agregacin y es, a su vez, desde algunas perspectivas, el camino para la construccin de sociedades modernas. Por ejemplo, en su texto Cantamutto y Hurtado siguiendo a Laclau y Mouffe definen a la articulacin como aquella prctica que esta-blece una relacin tal entre los elementos que modifica la identidad de los mismos. Esto tiene mltiples implicaciones que se relacionan entre otras cosas con la relacin poltica-sociedad. En efecto, en la medida que hay ms de una forma de articulacin por ejemplo coo-perativa o subordinada pues hay tambin ms de una forma y resul-tados de la misma (algunas ms claras, otras ms conflictivas).

    Aqu vale la pena detenernos un momento y pensar: una ma-yor articulacin de demandas supone un rgimen ms democrtico?, Cualquier articulacin de demandas supone un ejercicio democrti-co? Sobre el primer punto, Vzquez y Lujan especifican en su texto que habr, por un lado, quien considere que un gobierno democrtico ser aquel que tenga una mayor capacidad de procesamiento de deman-das, es decir, de procesar con xito las demandas llevadas en una lgica de pluralidad por los distintos grupos sociales. Por el contra-rio, habr quien sostenga que la articulacin de demandas no es el ele-mento central donde radica la democraticidad de un gobierno, sino en el elemento fundante proveniente de la eleccin. Por lo anterior, la articulacin de demandas no hace ni ms ni menos democrtico a un gobierno y, ms an, la no articulacin de ciertas demandas por ejemplo, demandas que suponen procesos de discriminacin racial o cualquiera semejante sern necesarias para mantener justamente la esencia democrtica del gobierno. Lo cierto es que, como observan Cantamutto y Hurtado, sera esperable que al menos un gobierno que es considerado populista intente atender a las demandas particulares bajo una lgica diferencial, pero reactualizando una y otra vez la l-gica equivalencial que fundament la ruptura inicial. Esto es lo que Aboy Carls (2010) indaga continan Cantamutto y Hurtado bajo la idea de permanente intencin fundacional y la administracin en los gobiernos populistas. En efecto, si el momento de ruptura popu-lista es aquel de condensacin e identificacin mutua entre demandas bajo la lgica equivalencial, el populismo como gobierno necesita tra-mitar al menos parcialmente esas demandas.

    Esta reinvencin de la representacin junto con nuevas formas articulatorias se observa con mucha claridad en el captulo de Velz-quez y Durez, quienes analizan que el concepto de representacin en la lgica neoliberal reproduca una inclusin subordinada tanto de

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    lo indgena como de lo popular, ya sea mediante la reivindicacin de la diversidad tnica que supona un mecanismo de integracin de la diversidad como a travs de un clientelismo desarrollado en el periodo menemista. Frente a estas dos formas subordinadas de representacin es que se conforman las variantes de la representacin comunitarista y populista. Los cambios que las variantes comunitaria en Bolivia y populista en Argentina que Velzquez y Durez analizan implican la tensa revalorizacin poltica de ciertos grupos sociales las comu-nidades indgenas y los sectores populares que resultaron menos favorecidos por el fenmeno neoliberal.

    Sin embargo, a quince aos de la vuelta a la izquierda en Am-rica Latina, uno de los puntos ms interesantes est en los lmites de la propia lgica articulatoria que se da tanto en los gobiernos de izquierda como en la exclusin inherente de la idea de democracia liberal que an se mantiene en varios pases. Plantear que hay lmites articulatorios no es una novedad. Lo novedoso en el texto es la mirada de las recurrencias empricas y los dilemas que estas plantean. Por ejemplo, las enormes dificultades que representa el problema de la acumulacin y el desarrollo, la prctica poltica concreta con actores polticos y sociales concretos, o los horizontes ideolgicos, en pocas palabras el juego entre necesidad y contingencia.

    Sobre los lmites de la articulacin, el texto de Cantamutto y Hur-tado nos propone analizar varias demandas que se han concentrando en Argentina y Venezuela y que no han logrado ser articulados por el kirchnerismo ni por el chavismo. Estas nuevas demandas surgen a partir de situaciones problemticas: inflacin, reclamos laborales, ideas de defensa de la repblica y derechos liberales, y el problema de la inseguridad. En este mismo sentido, Costantino y Gamallo ob-servan que el estancamiento de las mejoras salariales que comienza a producirse a partir de 2007 en Argentina, desembocar no slo en conflictos laborales tradicionales demandas salariales, mejoras en las condiciones laborales, etc., sino que tambin tendrn un impac-to en la discusin por la apropiacin de los recursos naturales a nivel nacional, en particular la nacionalizacin de dichos recursos natura-les, sobre todo aquellos ligados a la generacin de energa (petrleo, gas, etc.). En general, explican Costantino y Gamallo, uno de los con-flictos que este orden poltico nunca ha podido procesar son precisa-mente estos conflictos socio-ambientales. A pesar de que los gobiernos nacionales y provinciales han tenido distintas respuestas ante cada conflicto en particular, la mayora de estas reivindicaciones y por extensin los actores que las protagonizan han quedado fuera del universo simblico que define a la coalicin gobernante, ya sea a tra-vs de la exclusin de estas demandas en las formaciones discursivas

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    identitarias y/o en las polticas pblicas nacionales, a travs de la re-presin directa.

    Las demandas en torno a los reclamos relacionados con los con-flictos ecolgicos continan los autores se pueden conformar en dos tipos: mientras que los vecinos y otros actores tpicamente urba-nos (como organizaciones de trabajadores, partidos polticos y ONGs) reclaman fundamentalmente en torno al problema de la contamina-cin; las organizaciones rurales de campesinos, indgenas y chacare-ros protestan en funcin de la tierra.

    Estos dos distintos discursos con los que se presenta la misma demanda, tendrn efectos diferenciados en la articulacin estatal. As, observan Costantino y Gamallo, mientras los conflictos socioambien-tales urbanos se encuentran protagonizados por vecinos, estn gene-ralmente motivados por la contaminacin del ambiente y suelen tener mayor visibilidad y mayor tratamiento poltico por parte de las insti-tuciones estatales en todas sus escalas por lo que han logrado ciertos avances y cumplir con xito algunos de los objetivos propuestos; los conflictos rurales son protagonizados por organizaciones de indge-nas, campesinos y chacareros, estn generalmente motivados por el acceso y defensa de la tierra y suelen tener menor visibilidad pblica con un escaso tratamiento poltico por parte de las instituciones es-tatales, por lo que estn mucho ms expuestos a la represin pblica y privada, y tienen una menor probabilidad de xito en sus reclamos.

    Por su parte, para Velzquez y Durez la irrupcin del MAS en el escena poltica boliviana implic la articulacin de la reivindica-cin indgena con la demanda por la refundacin estatal, generando el complejo encuentro entre la tradicin katarista y la tradicin nacio-nalista revolucionaria, actualizando sus significados. En este proceso complejo el concepto de comunidad adquiri un estatus constituyente que traspas las fronteras de lo indgena, entrando en tensin con el Estado. Esta tensin revelara los mltiples sentidos de colectividad, que permite experimentar la variante comunitaria de la representa-cin, es decir la identidad nacional a partir de la diferencia.

    Claramente, las limitaciones en la articulacin de las demandas no slo se observa en los gobiernos que conforman el giro a la iz-quierda en Amrica Latina, sino que tambin se encuentran en los gobiernos identificados con la derecha. Una comparacin interesante en estos lmites de la articulacin por parte de estos dos tipos de go-bierno se observa en el texto de Macuk y Martos. Los autores nos pro-ponen observar los lmites de las articulaciones a partir de dos lgicas: las que se tejen de arriba hacia abajo, en donde el gobierno no logra articular las demandas de los movimientos sociales, pero sin perder de vista la falta de articulacin de abajo hacia arriba, es decir la in-

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    capacidad de formacin de influencia de los movimientos en la toma de decisiones gubernamentales. As, Macuk y Martos se preguntan: Cmo se configuran las herramientas polticas de la izquierda inde-pendiente, tanto argentina como chilena, frente al desafo electoral y cules son sus lmites y potencialidades?

    El agotamiento de las estrategias de articulacin de arriba hacia abajo se manifiesta en Argentina de acuerdo con Macuk y Martos en los lmites del kirchnerismo, fundamentalmente luego de 2008, para articular los intereses de los sectores populares y mantener los acuerdos previos con las clases dominantes. De abajo hacia arriba, se evidencia en la percepcin desde las propias bases de las organiza-ciones de la izquierda independiente, de los techos de la mediacin poltica basada en el conflicto, la presin y la accin colectiva extra-institucional. Estos dos procesos simultneos instan a una parte de la izquierda independiente a avanzar en la construccin de herramien-tas electorales y a profundizar su intervencin y disputa en el campo de la institucionalidad, ante la amenaza de la marginalidad poltico-organizativa y el vaciamiento de sus bases va integracin.

    En Chile continan los autores los lmites de la articulacin de arriba hacia abajo tienen orgenes en la transicin pos-autoritaria, pero se ha manifestado con ms fuerza en la ltima dcada a travs del incremento de los niveles de apata y abstencin electoral. Esto se combin con un estrechamiento de los canales de representacin po-ltica de arriba hacia abajo y con la ampliacin de demandas de abajo hacia arriba en un contexto donde, a diferencia del caso argentino, las instituciones del Estado y los mecanismos de representacin electoral se vean seriamente cuestionados.

    Otro anlisis de la limitacin de la articulacin en un gobierno de derecha es el que realizan Vzquez y Lujn respecto a la UDI en el municipio de Renca en Chile. Los aspectos centrales del anlisis se centran en la concentracin del poder que tienen los intermediarios en la codificacin y procesamiento de las demandas populares. En la medida en que los representantes polticos poseen capitales social, econmico y poltico mayor al de los representados, as como acceso privilegiado al campo de la toma de decisiones pblicas, tambin tie-nen capacidad de articular ciertas demandas, o de mantenerlas fuera del espectro de decisiones polticas. Por el otro, a partir de las dis-tintas formas y grados de articulacin se generarn tambin grados variables de legitimidad y disputa.

    As, observan los autores, en la construccin del lazo representati-vo a nivel microsocial por medio de la resolucin de demandas de los ciudadanos en el municipio de Renca, las Juntas de Vecinos han to-mado un papel relevante, ya que su cercana a la municipalidad en ge-

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    neral, y la alcaldesa en particular, permite visualizarlos como espacios privilegiados de canalizacin de beneficios materiales. Se trata de las brokers de la poltica, en la medida que construyen como trabajadoras por lo social (canalizacin de beneficios por y para el barrio) y por lo poltico (aconsejar o pedir el voto por la alcaldesa). Sin embargo, no construyen cualquier tipo de articulacin, la intermediacin va la reputacin de la alcaldesa y el intermediario, el uso de los mecanis-mos establecidos, la espera y la promocin del auto-emprendimiento inhibe las posibles disputas en torno al esquema de tratamiento de resolucin promovido. De hecho, la ausencia de disputas acompaa el xito de las presidentas de las juntas como mediadoras. As, lo que se observa en la codificacin y procesamiento de demandas es la cons-truccin de una articulacin subordinada.

    Hasta aqu hemos visto algunos lmites del proceso poltico de la articulacin y, con ellos, formas de construccin de la idea de repre-sentacin por parte de gobiernos tanto de izquierda como de derecha. Sin embargo, probablemente uno de los aspectos ms interesantes es la exclusin que se construye desde la definicin misma de la idea de democracia. Como especifican Cantamutto y Hurtado en su texto, los gobiernos necesariamente tienen que definir un marco que asume a ciertas demandas como legtimas y a otras no, basando en ello su ma-terialidad discursiva como rgimen. En trminos formales, requiere redefinir una y otra vez los lmites del pueblo y su nmesis. En este mis-mo sentido, Velzquez y Durez observan que el particular concepto de representacin poltica funcionaba como un filtro y se le adjudicaba la tarea de distinguir entre aquellas demandas que podan tramitarse al interior del sistema poltico sin comprometer la recin recobrada estabilidad democrtica y aquellas que la podan poner en riesgo. El anlisis ms profundo sobre este proceso poltico de limitacin a la ar-ticulacin en la democracia se encuentra en el texto de Laura lvarez.

    lvarez observa que el modelo de democracia liberal-procedi-mental, si bien no cancela de antemano la aparicin del disenso, s lo regula a travs de una propuesta normativa que procura minimizar o regular su aparicin a travs de lo que se considera institucionalmente vlido. En buena medida sigue la autora lo institucionalmente vlido se construye a partir del planteamiento ideolgico-nacional de cada pas4, el cual posiciona a la democracia como parte de un mito de construccin de identidad nacional. De all que los lmites en la aparicin del disenso se observan por la forma en que se articulan los conflictos polticos con dicho planteamiento ideolgico nacional.

    4 A esto Robert Dahl lo denomina credo democrtico en su obra Who governs? (1961).

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    Laura lvarez analiza el caso de Costa Rica, en dnde la demo-cracia est inscrita en una narrativa de construccin de identidad que responde a un planteamiento ideolgico-nacional, por lo que sta apa-rece como s estuviera inscrita en el carcter costarricense, adqui-riendo el estatus de un discurso hegemnico y la fuerza de un mito inaugural, con lo cual su defensa es la defensa de lo costarricense. Este discurso hegemnico seala cules acciones son consideradas vlidas para ejercer el disenso, aquellas que estn contenidas dentro de los marcos democrticos institucionales provistos por el Estado. Fuera de esos mecanismos, cualquier accin es calificada de violenta, antidemocrtica y por ende anti-costarricense. De aqu la conforma-cin de una exclusin estructural en donde la forma en que el Estado maneja el conflicto es a travs del descarte de aquellos grupos o secto-res sociales que estaran sealando las fracturas del mito democrti-co. La consecuencia inmediata de esto es que los movimientos socia-les en Costa Rica utilizan ms medidas pacficas y poco confrontativas para interpelar al Estado.

    Hasta aqu vemos que la conformacin de determinada idea de democracia tendr consecuencias que van de la articulacin exitosa de ciertas demandas a la articulacin subordinada de otras, la in-capacidad de articulacin de algunas otras o, incluso, la exclusin estructural de ciertas formas de conflicto. Pese a lo anterior, parecie-ra que la opcin por la oportunidad electoral que analizan Makuc y Martos en los casos de la izquierda independiente en Chile y Argen-tina nos indica que, a pesar de lo cerrado del sistema democrtico, an se mira como un marco de oportunidad para la accin poltica. Ms an, Laura lvarez se pregunta si la institucionalizacin sera un resultado favorable para el xito de las demandas, o si ms bien obtura su desarrollo y termina siendo servil a los intereses del Esta-do. Pregunta especialmente relevante para pensar si, en efecto, sera deseable una forma de rgimen capaz de articular todas las deman-das sociales.

    * * *

    Slo resta mencionar que el libro est ordenado en tres secciones. La primera dedicada a la Democracia, representacin, soberana popular y comunidad e integrada por tres captulos: el de Velzquez y Durez, el de Eduardo Crdova y el de Antonio Hernndez. La segunda seccin se dedica a Las distintas formas de articulacin-representacin inte-grada tambin por tres captulos: el de Cantamutto y Hurtado, el de Vzquez y Lujn, y el de Hctor Briceo. Finalmente la tercera parte del libro se dedica a la reflexin sobre los Lmites de la articulacin-

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    representacin y est integrada por tres captulos: el de Laura lvarez, el de Martos y Makuc, y el de Costantino y Gamallo.

    Agosto de 2014

    Daniel Vzquez

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  • SOBERANA POPULAR, DEMOCRACIA, REPRESENTACIN

    Y COMUNIDAD

    CONCEPTOS EN DISPUTA

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    Adrin Velzquez Ramrez y Jorge Durez Mendoza

    CAMBIO POLTICO Y CAMBIO CONCEPTUAL

    LAS VARIANTES POPULISTAS Y COMUNITARIAS DE LA REPRESENTACIN EN ARGENTINA Y BOLIVIA

    1. INTRODUCCIN: LA ESCRITURA DE LO POLTICO EN AMRICA LATINAEn los ltimos aos, la relacin entre cambio poltico y cambio con-ceptual se instal como un novedoso objeto de estudio, siendo abor-dado por distintas disciplinas y desde diversos enfoques.1 Los supues-tos que habilitan este tpico parten de rechazar la oposicin entre idealismo y materialismo para indagar en el carcter performativo del lxico poltico y su relacin con las experiencias que le dan forma. Los conceptos pasan de ser considerados como unidades de sentido con definiciones inmanentes y estables para convertirse en ndices de la

    1 Adems de la Historia Conceptual de Reinhart Koselleck, que ser abordada ms adelante, encontramos desarrollos en torno a esta problemtica en los trabajos de Quentin Skinner, John Pocock y la llamada Escuela de Cambridge (para una buena aproximacin a esta perspectiva ver la compilacin Political Innovation and Conceptual Change editada por Terence Ball, James Farr, y Russell L. Hanson en 1989). Asimismo, Pierre Rosanvallon enmarca su trabajo en el proyecto de una Historia Conceptual de lo poltico (2003) e intenta relacionar los cambios polticos en el largo plazo con desplazamientos y corrimientos al interior de los conceptos. Si bien esta nota no es exhaustiva de los trabajos que de alguna manera abordan el problema del cambio poltico como cambio conceptual, busca reflejar mnimamente el panorama de los trabajos que se pueden insertar en dicha temtica.

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    constitucin de un orden poltico. Construimos nuestro mundo pol-tico e intervenimos en l a travs de conceptos, por lo que los signifi-cados que estos adquieren se encuentran en estrecha relacin con los contextos de experiencia en los que son invocados.

    Los cambios que se dan entre concepto y experiencia es decir entre la conformacin de un orden poltico y su expresin concep-tual no pueden pensarse bajo una causalidad lineal ni simtrica. Al contrario, es un proceso complejo que rompe cualquier identidad plena entre teora y prctica, por lo que resulta imposible adjudicarle a alguno de estos polos una eficacia privilegiada. Los conceptos deli-mitan campos de accin e intervencin poltica en donde son puestos a prueba las definiciones y sentidos que les adjudicamos. El presente captulo se propone trabajar sobre esta relacin, entendiendo que los recientes cambios polticos en Amrica Latina se reflejan en los con-ceptos a travs de los cuales se constituye lo poltico.

    En este sentido, nos enfocaremos en los cambios en torno al con-cepto de representacin poltica a la luz de dos experiencias. Para ello analizaremos desde una perspectiva histrico-conceptual los casos de Bolivia y Argentina. Consideramos que este tipo de lectura permite mostrar cmo los cambios polticos se traducen en variaciones con-ceptuales especficas. Sin bien los procesos en Bolivia y Argentina son muy diferentes entre s, ambas experiencias convergen en presentarse como una ruptura respecto al concepto de representacin poltica que acompaa al neoliberalismo. Como marco comn a estas experiencias, el descontento respecto a la representacin poltica y su capacidad para procesar demandas populares llev a una reformulacin de este concepto, adaptndolo con ello a las nuevas tramas discursivas que lo enmarcan y de las cuales adquiere una funcionalidad determinada. Dentro de estos cambios, las tradiciones polticas sedimentadas, as como los sentidos y experiencias previas disponibles en ambos pases, aportaron una plataforma desde la cual se realizaron estos cambios.

    Los casos de Bolivia y Argentina se inscriben en un intenso proce-so de transformacin de los conceptos polticos a nivel regional. Con el ocaso de las dictaduras y las llamadas transiciones democrticas, el concepto de democracia se instal como el gran organizador de la poltica latinoamericana. Sin embargo, el concepto de democracia que prevaleci estuvo condicionado por un marco interpretativo liberal de la poltica. Las condiciones de estabilidad de los recin recobrados re-gmenes democrticos pasaban entonces por la adecuada separacin entre Estado, economa y sociedad. Es importante destacar que esta diferenciacin presentada a menudo como un dato objetivo era en realidad una forma de organizar el espacio poltico en la cual el concepto de representacin poltica juega un papel importante. Se tra-

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    taba de establecer una separacin entre el Estado y las desigualdades sociales y econmicas radicadas en la sociedad. El particular concep-to de representacin poltica funcionaba as a la manera de un filtro y se le adjudicaba la tarea de distinguir entre aquellas demandas que podan tramitarse al interior del sistema poltico, sin comprometer la recin recobrada estabilidad democrtica, y aquellas que podan ponerla en riesgo.2

    Paulatinamente, esta configuracin de los espacios nacionales mostr su ineficacia para asegurar sus propias condiciones de esta-bilidad, y diversos ciclos de protesta emergieron en la regin. Para finales del siglo pasado, el arribo al poder de gobiernos que partan de una frrea crtica a esta forma de organizar las relaciones entre Estado, economa y sociedad provocaron una desnaturalizacin de los contenidos normativos asociados a esta definicin de democra-cia, produciendo una interesante renovacin conceptual.3 El llamado giro a la izquierda de Amrica Latina planteaba el desafo de llevar la conceptualidad democrtica a otros imperativos.

    Dentro de este marco regional, los casos de Bolivia y Argentina ofrecen dos variantes diferentes en torno al concepto de representa-cin poltica. Con la llegada de Evo Morales a la presidencia de Bolivia en 2006, el Estado boliviano comienza un proceso de refundacin que con sus alcances y sus limitaciones tiene un profundo impacto en la conceptualidad poltica vigente. En particular, la centralidad que adquieren las comunidades indgenas como entidades colectivas que funcionan como unidad bsica de la representacin, implica un des-plazamiento que le impondr al concepto de representacin una parti-cular funcin integradora en condiciones de diversidad tnica.

    En Argentina, tras la crisis de 2001-2002 y con los gobiernos de Nstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernndez de Kirchner (2007-2011 y 2011-2015), la reformulacin del concepto de representacin poltica tendr que responder a una profunda brecha entre represen-

    2 Recordemos el diagnstico de la Comisin Trilateral de 1975, titulado The Crisis of Democracy. Report on the Governability of Democracies to the Trilateral Commission. All el concepto de gobernabilidad sealaba la preocupacin por la estabilidad de las democracias occidentales ante la posibilidad de sobrecargar al sistema poltico de demandas provenientes de la sociedad.

    3 Resulta por dems interesante que este cambio conceptual sigui desplazndose en torno a la centralidad de la democracia como eje organizador de la poltica. Lejos de abandonar el lxico democrtico, esta crtica al marco liberal se apropi de l, resignificndolo mediante su exposicin a nuevas coyunturas polticas. Conceptos como representacin, participacin o democracia lejos de perder credibilidad en la regin vieron reforzada su centralidad al dar cabida a una heterogeneidad de expresiones y prcticas.

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    tantes y representados. En este contexto, el concepto de representacin encuentra en la tradicin movimientista-populista algunos rasgos que le permitirn actualizarse y cumplir con funciones de integracin po-ltica en el marco de un proceso de democratizacin social.

    La estructura del captulo ser la siguiente, en primer lugar desa-rrollaremos la relacin entre concepto y experiencia tal como aparece en la propuesta de historia conceptual de Reinhart Koselleck. Bus-caremos all las claves para una sociologa de los conceptos que nos permita vincular los cambios conceptuales con su sustrato material, es decir con las relaciones de fuerza y las prcticas que le dan especi-ficidad en un momento dado. Esta clarificacin nos ayudar a especi-ficar la pertinencia de esta lectura en relacin con la representacin poltica. Con este bagaje pasaremos al anlisis de los casos de Bolivia y Argentina para posteriormente, en las reflexiones finales poner en dilogo ambas variantes conceptuales en torno a la representacin poltica.

    2. CONCEPTO Y EXPERIENCIA: CLAVES PARA UNA SOCIOLOGA DE LOS CONCEPTOS POLTICOSComo parte de los profundos cambios en nuestra comprensin del lenguaje, durante las ltimas dcadas se ha consolidado un viraje en la forma de entender el papel de los conceptos polticos. Esto ha sig-nificado la emergencia de un campo de estudios novedoso, asentado analticamente en la reconstruccin del vnculo entre los conceptos y los procesos polticos en los que estn inscritos. De ese modo, la historia conceptual parte de la determinacin histrica de los con-ceptos, alejndose as de una perspectiva trascendental en la cual las definiciones conceptuales son situadas por fuera de la contingencia histrica y al margen de la accin poltica. Por el contrario, la idea de una historia conceptual parte de la imposibilidad de todo concepto de generar un definicin estable e inequvoca. Toda definicin es precaria y contingente, en tanto se encuentra enmarcada en las necesidades de la accin poltica presente, as como de las estructuras de largo plazo que definen los diferentes contextos de enunciacin.

    En la historia conceptual (Begriffsgeschichte) que propone Kose-lleck, la capacidad de los conceptos para cristalizar experiencias pol-ticas es lo que hace de estos artefactos polticos algo ms que simples palabras. En este sentido, la relacin entre concepto y experiencia es el fundamento que da entidad a la historia conceptual que inaugura Koselleck: una palabra se convierte en un concepto si la totalidad de un contexto de experiencia y significado sociopoltico, en el que se usa y para el que se usa esa palabra, pasa a formar parte globalmente de esa nica palabra (Koselleck, 1993: 117). Esta capacidad de aglutinar

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    los sentidos en torno a una experiencia no niega la naturaleza polis-mica de los conceptos. Es precisamente su carcter abierto y dispu-tado lo que les permite resumir semiticamente un acontecimiento.

    Para Koselleck, los conceptos polticos guardan una doble rela-cin con la experiencia. Por un lado, permiten que un estado de cosas sea experimentable. En esta primera dimensin operan los supuestos del giro lingstico: no hay un afuera del lenguaje, toda experiencia es una construccin simblica y en este sentido los conceptos tendran un efecto ordenador sobre la experiencia. Por otro lado, al carecer de una definicin unvoca es decir, al estar histricamente determina-dos los conceptos sirven de registro de la experiencia. As entendi-dos, los sentidos y definiciones conceptuales son tambin indicadores, marcas que deja un acontecimiento y que dan al concepto su particu-laridad histrica. Esta doble dimensin de la relacin entre concepto y experiencia ser central en el proyecto intelectual de Koselleck:

    Un concepto no es slo indicador de los contextos que engloba, tam-bin es un factor suyo. Con cada concepto se establecen determinados horizontes, pero tambin lmites para la experiencia posible y para la teora concebible (Koselleck, 1993: 118).

    De la propuesta de Koselleck se desprende una teora de la accin y del cambio poltico, interpretado como cambio conceptual, y que es particularmente relevante para nuestro anlisis. La temporalidad de los conceptos polticos que se desprende de la Begriffsgeschichte es compleja e implica la convergencia de diferentes estratos temporales dentro de un mismo espacio de experiencias. Los conceptos, si bien carecen de una definicin sustancial, implican sentidos y significa-dos previamente sedimentados durante experiencias polticas previas. Teniendo como criterio las exigencias que se le imponen a la accin dentro de un espacio de experiencia determinado, la seleccin y ac-tualizacin de significados asociados a cada concepto provoca des-lizamientos semnticos, haciendo emerger nuevas significaciones y ocluyendo otros. Presente, pasado y futuro quedan subordinados a la accin poltica que, junto con las transformaciones estructurales en las que est inscrita, otorgan a los conceptos su particular sentido epocal. La historia de los conceptos se convierte as en una disciplina de lo poltico, pues considera a los conceptos como recursos lings-ticos disponibles para la accin, armas en un campo de batalla que es posible recrear poniendo especial atencin a su historicidad.4

    4 El texto terico-filosfico tiene aqu una posicin radicalmente diferente respecto a la que ocupa en la tradicional historia de la filosofa; no se trata ya de una verdad

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    En su doble relacin con la experiencia como factores y como ndices los conceptos polticos sealan espacios de intervencin prctica. Por un lado, delimitan un mbito especfico de accin que es comn a los actores que all intervienen. Por el otro, la particularidad histrica de tal o cual concepto queda subordinada al curso de accin que se observe en dicho espacio de intervencin. Este desplazamiento en la interpretacin de los conceptos nos lleva de considerarlos como entidades provistas de definiciones objetivas a pensarlos como indica-dores de mbitos problemticos que admiten diversos tipos de solu-ciones. Es aqu donde encontramos un anclaje para pensar una socio-loga de los conceptos polticos. Consideramos que esta perspectiva resulta altamente sugerente para abordar los casos que nos interesan. Como veremos, las variantes en torno al concepto de representacin que introducen las experiencias de Bolivia y Argentina se encuentran profundamente asentadas en cambios en las relaciones de fuerzas, en los actores implicados en la dinmica representativa, as como en las prcticas bajo las cuales se realiza la representacin poltica.

    Este abordaje nos permite desnaturalizar el contenido normativo de los conceptos y ponerlos en relacin con sus contextos particulares. Recurrentemente encontramos en las ciencias sociales el siguiente procedimiento: se parte de una definicin particular de determinado concepto que funciona como patrn o medida de las propias experien-cias que son evaluadas a la luz de esa definicin. De esta manera, las experiencias se miden como la distancia entre esta definicin y su rea-lizacin efectiva. Como alternativa, el abordaje que proponemos ve en los conceptos polticos la delimitacin de un mbito problemtico que demanda intervenciones prcticas. De esta manera, las definiciones quedan subordinadas al contenido que se le da a tal o cual concepto en este mbito problemtico. En el caso del concepto de representa-cin poltica, este mbito est caracterizado por las diferentes modali-dades que puede adquirir la construccin de los vnculos polticos que definen a una sociedad en un momento dado.

    En este sentido, el concepto de representacin poltica seala una prctica que juega un papel central en la organizacin de la heteroge-neidad social. Para Pierre Rosanvallon (2003), la representacin po-ltica se ubica siempre en la tensin que surge entre el pueblo como principio poltico y las diferentes relaciones de poder que constitu-yen lo social. Mientras que el pueblo como principio poltico basa su legitimidad en la unidad de la soberana democrtica, el contexto material en el que la representacin poltica tiene lugar remite a la

    revelada por la erudicin, sino de un documento poltico que interviene y da cuenta de una realidad concreta.

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    diferenciacin, a la pluralidad de actores y recursos de poder dife-renciados que conforman lo social. Para Rosanvallon, la dimensin figurativa de la representacin es el mecanismo que permite el siem-pre incompleto trnsito entre uno y otro principio. Es por ello que el pueblo siempre es una entidad inalcanzable (introuvable), pues en este trnsito siempre queda un exceso/un faltante en el cual la unidad poltica nunca termina de coincidir con la totalidad de las relaciones diferenciales que conforman su sustrato material. Si el pueblo carece de una sustancia definida previamente, el concepto de representacin indicar el proceso mediante el cual este pueblo adquiere una deter-minada sustancia. La relacin entre representacin poltica y poder es central: hay una economa de poder en la cual la lgica representativa juega un papel creativo. Con esta argumentacin queremos enfatizar dos cuestiones que son relevantes para los casos analizados: a) como prctica, la representacin poltica nunca se da en un vaco, sino que responde a una materialidad caracterizada por las relaciones de poder diferenciales que caracterizan a una sociedad en un momento deter-minado; b) la representacin como prctica no es el mero reflejo de esta materialidad sino que tiene un efecto ordenador sobre esta.5

    De esa manera, los cambios en el concepto de representacin que introducen las experiencias que a continuacin analizaremos, refieren a actores colectivos especficos como las comunidades indgenas en Bolivia o el campo nacional popular en Argentina y dan cuen-ta de una reformulacin de las relaciones de poder en dichos pases. En este entramado relacional, los conceptos de representacin poltica que emergen de ambas experiencias adquieren una determinada fun-cionalidad, en tanto deberan reproducir cierto estado de cosas.

    3. EL MAS Y LA VARIANTE COMUNITARIA DE LA REPRESENTACIN POLTICAPara abordar el caso de Bolivia, nos aproximaremos al impacto que tiene para el concepto de representacin la centralidad de la comuni-dad a partir de la irrupcin en el espacio poltico boliviano del Movi-miento al Socialismo (MAS), liderado por Evo Morales. Mientras que el concepto de representacin previo reproduca lo que podramos lla-mar una inclusin subordinada de lo indgena, con la reivindicacin de la diversidad tnica, el concepto de representacin vendra a sealar un mecanismo de integracin de la diversidad. En nuestra argumen-tacin nos valdremos de algunos trabajos del intelectual y poltico

    5 Una primera aproximacin a la relacin entre representacin y poder puede encontrarse en Velzquez (2014).

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    lvaro Garca Linera.6 Nos interesa identificar en estas referencias los diferentes registros que adquiere el concepto de comunidad y sus alcances performativos en la construccin del Estado Plurinacional Comunitario de Bolivia.

    A. COMUNIDAD, REBELDA E INDIANIDADTras una consulta popular, el domingo 25 de enero de 2009 es aproba-da la nueva Constitucin Poltica del ahora llamado Estado Plurina-cional y Comunitario de Bolivia por el 61,43% del electorado. Para el gobierno del MAS y los movimientos sociales que lo respaldan entre ellos los movimientos campesinos e indgenas este hecho marcaba la refundacin poltica del pas andino.

    Quince aos atrs, en un trabajo escrito al calor de la represin y del neoliberalismo y titulado Forma valor y forma comunidad. Apro-ximacin terica-abstracta a los procesos civilizatorios que preceden al Ayllu universal7, lvaro Garca Linera (1995: 350-366) llam la atencin acerca de los efectos del capitalismo (la forma valor) sobre las comunidades andinas (la forma comunidad).8 La economa mo-derna tendra efectos desestructurantes en el sistema de organizacin social y la produccin comunitaria, mas segn el autor no conducira necesariamente a la inminente extincin de las comunidades andinas. Es justamente en las resistencias de las comunidades andinas don-

    6 Somos conscientes que quedan fuera de nuestras reflexiones importantes in-telectuales bolivianos que tambin han reflexionado en torno a la comunidad. Sin embargo, por cuestiones de espacio los reservaremos para futuras investigaciones. Aproximarnos al concepto de comunidad teniendo en cuenta las reflexiones de Gar-ca Linera nos permite vincular de forma privilegiada el registro intelectual y poltico del mismo, toda vez que el intelectual boliviano es vicepresidente de Bolivia.

    7 En adelante Forma valor y forma comunidad. Disponible en .

    8 Las comunidades andinas tienen por unidad bsica a la familia, a partir de la cual se estructura una organizacin basada en la propiedad colectiva, en la participacin comunal y en una cosmovisin milenaria. La solidaridad o reciprocidad es identificada como la caracterstica principal de las comunidades en los Andes, expresin de ello es el ayni, forma de trabajo que se desarrolla principalmente durante el ciclo agrario. En las ciencias sociales existe un debate sobre el origen de las comunidades andinas. Para algunos investigadores, las comunidades andinas son el resultado de la reconstruccin de los antiguos ayllus pre-hispnicos (familias extensas), mientras que para otros son el resultado de la relacin durante la poca colonial entre caractersticas de los ayllus y las comunas mediterrneas. Ms all de esta discusin, podemos sostener con el historiador Flores Galindo (1987) que la comunidad andina es un fenmeno social cambiante a travs del tiempo, no es un fenmeno esttico ni un residuo de un pasado remoto; y que sin la comunidad resulta inteligible el mundo andino. Sobre la comunidad en el mundo andino ver Mayer (2004), Wachtel (2001), Glave (1992) y Matos Mar (1976).

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    de Garca Linera reconoce las posibilidades de un proyecto poltico emancipatorio, el cual tiene como desafos la superacin de las con-flictividades y divisiones internas de las comunidades andinas y del capitalismo. La construccin de un Ayllu universal, imagen al cual el autor apela como mito de un momento postcapitalista, demandara la autounificacin de las comunidades indgenas, superando de esta manera su aislamiento local.

    Durante la XI reunin anual de Etnologa llevada a cabo en la ciudad de La Paz en 1997, Garca Linera dio una conferencia titulada Narrativa colonial y narrativa comunal. Un acercamiento a la rebe-lin como reinvencin de la poltica.9 En esta conferencia el autor postul que la modernidad y la nacionalidad han supuesto en Bolivia la negacin de lo indgena, en tanto ambos fenmenos socio-histri-cos estn anclados en el colonialismo, el cual no sera otra cosa que la enajenacin fundacional del devenir de la Bolivia contempornea. Tanto el Estado oligrquico resultado inmediato de las luchas inde-pendentistas como el nacionalismo de Estado resultante de la revo-lucin de 1952, habran producido segn el autor un achatamiento homogeneizante en lo econmico, lo poltico y lo cultural, al desco-nocer la pluralidad nacional y civilizatoria de la poblacin boliviana. Para Garca Linera, a pesar de los intentos de homogeneizacin, la identidad indgena en Bolivia ha resistido a travs de la forma co-munidad y sus rebeliones. Indgena-comunidad-rebelda conforman en los planteamientos del autor boliviano un trpode conceptual, una estructura discursiva en donde cada uno de los conceptos se ve se-mnticamente enriquecido por los otros dos. Dentro de este trpode conceptual la comunidad es entendida como:

    [] una forma de socializacin entre las personas y de la naturaleza; es tanto una forma social de producir la riqueza como de concep-tualizarla, una manera de representar los bienes materiales como de consumirlos, una tecnologa productiva como una religiosidad, [] una tica y una forma de politizar la vida, un modo de explicar el mundo; en definitiva, una manera bsica de humanizacin, de repro-duccin social distinta y en aspectos relevantes antittica al modo de socializacin emanado por el rgimen del capital [] (Garca Linera, 1997 [2008]: 204).

    Pero Garca Linera llama tambin