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I - . . ULTIMOS MOMENTOS ."\ DE 1. JOSEMI~~E~ GARB CUADRO DEL PINTOR ORIENTAL D. JUAN M. BLANES JUAN MARIA TQWRES

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    ULTIMOS MOMENTOS ."\

    DE

    1. J O S E M I ~ ~ E ~ GARB CUADRO DEL PINTOR ORIENTAL

    D. JUAN M. BLANES

    JUAN MARIA TQWRES

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    triotismo, la audacia de su carticter, la generosidad de BUN eentinientos, el conjunto de dotes felices con que le favo- r e n ; ~ la ratn-lpnr v &mna+iwar onn 1~ inm+r&ih infor-

    1 aemblanteyy de 6ar4cier simptitic0 y CI 16 Miguel Carrera naci6 en Santiago el 1E 1785. I, x l... n..-na -..: l:.y'.p.s..mb jG '4nibnn

    A=\." 1" yyyu'uA''u,, "'"^y.' -I..- ""- _)-- -~ . tunios que le hicieron victima de celos cobardes, 7 de una polftica criminal y sanguinaria.

    Reasumiendo p e s en pocas palabras Isr historia eor- ta per0 llena, de una existencia casi fabulosa, en que el heroismo, la fatalidad y la trajedia se disputan la prima- cia, diremos apenas lo muy necesario para justificar en el pintor la eleccion del asunto: despues nos ocuparemos de su ejecucion.

    Hijo de una familia r i a y distinguida de Chile, dotado de un ternperamento vigoroso, enerjico y altanero, de be- llo y varonil aemblante, y de car6cter simptitico y caba- lleresco, Jose Miguel Carrera naci6 en Santiago el 15 de Octubre de 1785.

    Arrastrado 6 la8 armag; por la' ' fuerk ife su ?obacion, pas6 6 Europa en 10s primeros dias de su juventud, y 8e distingui6 en la guerra de la independencia espaflola con- tra Napoleon I? Se encontr6 en ocho combate8 de 10s que sali6 herido, y era ya Swgento Mayor en 10s htisares de Galicia, cuando el ruido de la revolucion americana des- pert6 en su pecho el amor 4 la patria, hash entonces ador- mecido por el suefio colonial.

    Tenia veinte y seis aaoa cuando volvi6 6 ella, desembar- csndo en Valparaiso el 25 de Julio de 1811.

    Chile, como toda la AmBrica, deseaba ser duefio de SUB destinos y llamarse nacion; per0 le faltaba el caudillo que . debia ponerse ti su frente y realizar sus deseos. Carrera lo fu6. ,

    La revolucion alll, no habia sido la obra del pueblo, si- no de la aristocracia. Un pufiado de abogados y ricos pro- pietarios se habia apoderado del yoder sin eangre ni tras- tornos el 18 de Setiembre de 1810; mas que revolucion, era un simple cambio de personas en el mando. AI capitan jeneral, representante del Rey, habian sucedido siete chi- lenos influyentes por sus familias y fortunaca, que seguian

    bandera espaflola, y acatando con respeto 10s mandatos de la Real Audiencia. JA misma tlctica hip6crita J cobarde

    I gobernando en nombredel monarca, ti la sombra de la

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  • con que se inaugur6 la revolucion de Mayo en Buenos Ay- res:-pratestar amor J fidelidad a1 Rey, y cubrirse con su bandera, para mejor hacerle la guerra.

    Entretanto, y mientras el pueblo contemplaba con indi: , ferencia un cambio de mandatarios en que no habia teni- do parte, y cuyas tendencias no comprendia, la aristocracia se habia dividido en dos partidos; moderados, y exalta- dos; es decir, 10s que gobernaban, y 10s que qnerian go-- bernar.

    E n tales circunstancias lleg6 Carrera 6 su pais, Pocos dias le bastaron para ponerse a1 corriente de la situacion, y comprender el partido que se podia sacar de ella. Uni6- se 6 10s exaltados, se pus0 8 su frente, y el dia cuatro de Setiembre, 6 10s cuarenta de su llegada, derrib6 4 10s mo- derados, y pus0 8 10s suyos en el poder. Per0 estos, nova- lian mas que sus antecesores, y viendo que el pueblo no habia ganado nada con ellos, que la revolucion no mar- chaba, y que estaba espuesta 4 perecer bajo una reaccion, 6 B la primera invasion realista del Pert?, resolvi6 empu- Bar con mano firme el poder para encsminarla, y ser el li- bertador de su patria. Suefio noble y generoso, que debia serle funesto!

    E n efecto, el 15 de Noviembre disolvi6 el Coogreso, y redujo 4 tres personas la Junta de Gobierno, cuya presi- dencia se reserv6.

    Bajo su mando, todo march6 con rapidez, ideas, hom- bres y cosas. E l hizo popular la revolucion difundiendola en todas las clases del pueblo, y entusiasmsndolas por ella. Fund6 una imprenta, y por primera vez se vi6 en Chile un peri6dico. Cre6 recursos, levant6 tropas, form6 bata- llones, hizo fabricar armaq y municiones, dobl6 las rentas, fund6 el Instituto Nacional, y con gran pasmo y admira- cion de moderados, exaltados y realistas, cambi6 la ban- dera espafiola por la bandera y cucarda que di6 5 su pais, queson las que tiene hoy la nacion. Su voz fu6 1s pri- mera que hizo retumbar en 10s valles y crestas de 10s An- des, ]as palabras m6jicas de Patria, Libertad, Independen- cia. E: fu6 quien di6 10s primeros laureles ft la corona de Chile; 61, quien escribi6 con SU espada 10s primeros trjun- fos de sua males, Su actividad, sus talentos y sus calidades,

  • hicieron de 61; el primer ciudadano, p fu6 el primer jene- ral 4 quiea 10s chilenos tributaron el homenaje de su amor y entusiasmo.

    Per0 su prestijio y su gloria, debian perderle. Los pri- meroo frutos que d6n las revoluciones y con que pagan siempre 6 sus heroes, son las rivalidades, 10s celos, la en- vidia cobarde, y por fin, la ingratitud de 10s pueblos. BUS enemigos encontraban la recompensa auperior 6 SUB servi- cios. Su jeneralato, su credit0 y el poder que ejercia; qui- taban el sueno 6 10s que no habian sabido ser antes, ni mas que 61,los primeros en la empresa, 10s primeros en 10s campos de batalla. h i , las contradicciones, lo3 obstAculos, las resistencias, brotaron por todas partes, y mup pronto 88 vi6 rodeado bajo pretest0 de libertad y bien ptiblico, de dificultades insuperables.

    Nada hay que enfurezca mas B las mediocridades vul- gares, 6 esos pigmeos del talento; nada que came mas 6 loa pueblos, que la vista de un hombre que les sea superior por cualquier titulo. Los primeros, ven con envidia un as- tro que 10s eclipsa, loa segundos, una luz que 10s ciega aquellos, quieren ocupar sn lugar, estos, quieren deehacerse del pesado fardo de la gratitud; asi unos y otros se po- nen de acuerdo para derribar a1 hombre que les estorba. Tal fu6 la suerte de Carrera.

    Mientras la victoria permaneci6 fie1 d su nombre, su au- toridad fu6 acatada; per0 cuando 10s reveses llegaron, cuan- do el rijido invierno de 1813 le oblig6 6 levantar el sitio de Chillan, y emprender una desastrosa retirada que nin- gun poder humano hubiera podido evitar, sus enemigos levantaron la cabeza, pidieron su destitucion, y quisieron reemplazarle con el coronel arjentino D. Marcos Salcarce, que el gobierno de Buenos-Ayres habia mandado con 150 hombres en ausilio de Chile.

    Carrera pado resistirse, estaba seguro de sus tropas, era el fdolo de la juventud, y hubiera sido dificil disputarle el poder; per0 no quiso que si1 persona fuese causa de guer- ra civil, ni que por 61 se derrnmase una gota de sangre chi- lens. Entreg6, pues, el mando; per0 patrietaante todo, no quiso cederlo 6 un gtfe estranjero, y se hizo reemplazar por

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    uno de SUB rivales, don Bernando O' Higgins, porque era chileno como 61.

    S u generosidad y su patriotismo, le perdieron. 0' Hig- gins, que habia sido un simple coronel bajo sus 6rdenesy- 6 quien 61 habia enaltecido y hecho brillar en SUB partes, tal vez mas all6 de su mbrito, 6 quien habia colmado de hono- res y distinciones, hacgndolo miembro de BU gobierno, y S quien cedia el mando del ejbrcito, fu6 su mas celoso y en- carnizado enemigo; pag6 SUB entuaiastas recomendaciones con la mas negra ingratitud, y d 61 debi6, como toda su fa- milia, su ostracism0 y su' muerte.

    El desquicio en que cay6 el pais despues de su abdicacion, el vergonzoso tratado de Lircay, por el que Chilevolvia 6 reconocer la autoridad del Rey y su bnndera, que reemplaza- ba la chilena, y la inmerecida y cruel persecucion que sufri6 del nuevo Gobierno; 19 pusieron otra vez la4 armas en la mano, y como siempre, venci6. La venganza que tom6 del Director Lastra, que habia ofrecido una recompensa a1 que lo entregara 6 denunciase, fu6 mandsrlo en paz y liber- tad 6 su casa. Lo mismo hizo con 0' Higgins, 6 quien des- pues de haberlo vencido en Maipo, le di6 el mando de la vanguardia del ej6rcito.

    Per0 el desastre de Ranc&gua, en que este, fu6 comple- tamente deshecho por el espstfiol, pus0 t6rmino 6 su PO- der, y 6 la naciente independencia de Chile. L a emigracion fu6 general; cuantas personas se creyeron comprometidas por su patriotismo, huyeron i Mendoza, y 61, con el resto de sus tropas, proteji6 la retirada de 10s fugitivos, bati6n- dose 6 su ,retaguardia, y pasando el dltimo de todos b Cordillera.

    Representante todavia del Gobierno y nacionalidad chilena, y jefe de 10s soldados que le acompaflaban, baja 10s Andes, y viene 6 las Provincias Unidas del Plata, en busca de hospitalidad y simpatias. Una, y otras, le fal- taron.

    El Gobierno de Buenos Aires que veia en 3u fracas0 y en la caida de Chile la ocasion de llevar 6 61 SUB ej&citoe, 6 imponerse como un protector, y el jeneral San Martin go- bernador de Mendoza, que debia conducirlos, y ser el li- bertador, le recibieron con abierta hostilidad. El bltimo,

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  • - a - so‘bre todo, que veia en su valor, en su cardcter, y ensu prestigio, un obst6culo 6 sus planes, y nn estorbo 4 sa futura gloria, se uni6 6 O’Higgfns, de cuyos celbs p bajeza esperaba mas sumision, para contrariarlo y perseguirlo. E l dia de su llegada 5 Mendoza, empezb para 61 esa serie de desventuras que sietr! afios despues, liabian de terminar con su vida en ese mismo pueblo que tan mal le recibia.

    Destituido por San Martin, que di6 el mand:, de BUS fuerzas 6 0’ Higgins; encerrado por aquel, en un calabozo, sin mas motivo que su voluntad despGtica; perseguida su familia p sus amigos; remitido B Buenos Aires con escolta; malmirado en esta ciuded, de donde sali6 para ir 6 Esta- do? Unidos B buscar recursos con que libertar 4 Chile; preso otm vez en Buenos Aires 5 su regreso; insultado cobarde- mente por San Martin en au prision; refugiado en Montevi- deo; separzdo de su esposa B hijos; sumergido en la indi- gencia; obligado 6 defenderse por la prensa de sus enemi- gos que lo cubrian de insultos p calumnias, sufre en su honor, en su persona y en las de cuantas le son queridaa por la amistad y el parentesco, cuanto un hombre puede sufrir. Como esos heroes de la historia antigua, marcados

    razon, sin justicia, todo era adverso, Carrera apur6 todos

    fortuna, su familia, sus adictos; viendo 6 sus hermanos asesinados judicialmente en Mendoza, y B su anciano pa-

    lega del asesinato de sus hijos.

    jura vengarse de sus implacables enemigos, y, . libertar su , patria del doble yugo de la tirania, y del estranjero. Aban- dona su refugio de Montevideo, pasa B Entre-Rios, se ha- ce amigo de su gobernador, el celebre Ramirez, lo enco- na contra el Gobierno de Buenos Aires, lo mismo que 6 Lopez de Santa FB, p 10s acompafia en sus empresas, de las que era el director y ‘el alma.

    tratado del Pilar, y le dieron por Gobernador 4 D. Ma- nuel Sarratea. Este, que debis el poder 6 la influencia de

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    I I con el sello inex6rable de un fatal destino, B quienes sin

    10s sufrimientos, viendo caer en torno suyo, su patria, su

    dre morir de dolor, cuando le presentaron la cuenta sacri-

    Desesperado con tan inmerecidos y sangrientos sucesov,

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    Vencedores en Cepeda, impusieron 4 Buenos Aires el ‘

  • Chrrera, le permiti6 formar una division con 10s chilenos que se hallaban incorporados 5 las tropas arjentinas. Reu- ni6 600, 6 10s que di6 el titulo de Ejercito Restaurador, y con ellos se hizo una potencia en las Provincias del Plata.

    Esta Bpoca, la mas tumultuosa, la mas dramatics de su vida, pertenece por sum naturaleza y su tr6jieo fin, 6 la epo- peya. Mezclado inevitablemente en todos 10s des6rdenes y trastornos que ajitaron 6, la coufederacion en 10s afios 1820 y 21, su nombre domina 10s acontecimientos con el cariicter odioso que sus enemigos, duefios del poder, y de la prensa, le dieron. Vencedor, vencido, rehecho, sorpren- dido, refugiado entre 10s indios, separado de ellos, perdido y sin recursos, su valor indomable, su enerjia y su auda- cia, sostienen su prestijio, y animado siempre por 10s sen- timientos que lo armaron, emprende una s6rie de correrias y combates desde C6rdoba d 10s Andes, tan ritpidos, tan estraordinarios, tan felices, p e parecen fabulnsos. Su acti- vidad y su j6nio se pasean en triunfo en las Provincias ar- jentinas durante doce meses, sin que 10s esfuerzos reuni- dos de sus pueblos, puedan poner un dique a1 torrente de su marcha victoriosa.

    Pero, su tempestuosa y brillante carrera,-se acercaba 6 su Grmino, pues la fortuna inconstante cansada de segtlir- le, le abandon6 en la dltima campafia, que tan funesta de- bia serle.

    Empefiado en abrirse paso 6 Chile por las provincias de Mendoza 6 San Juan, se diriji6 6 esta. Hallabase el 31 de Agosto a1 frente de 450 hombres casi 6 pie, estenuados de hambre y de fatiga, en la Punta del MQdano, cuando se encontr6 con 700 mendocinos, tropa fresca y bien mon- tada, 6 la que la suya, abatida por la debilidad y el cansan- cio, no podia resistir. No pudiendo evitar el combate, 10s atac6, per0 fuQ batido. A la derrota, sigui6 la dispersion. Carrera sali6 del campo acompafiado de 10s coroneles Be- navente y Alvarez, veinte oficiales y ochenta soldados. Crey6ndose perdidos estos miserables, trataron de cornprar su seguridad, entregando su general y 10s dos coroneles, ti sus enemigos. Pasada la media noche, y en medio de una marcha precipitada, se arrojan sobre ellos, y amarran 6

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  • - 10 - Carrera y Alvarez, como si fueran facinerosos. Benavente logr6 escapar, per0 fu6 para caer a1 dia siguiente.

    Pocos ejemplos presenta la historia de una infamia tan vergonzosa, y nada pudo ser mas humillante y doloroso para este hombre caballeresco y leal, que la perfidia cobar- de de sus soldados. Su destino implacable se le presenta- ba otra vez con toda la crueldad de sus mas aciagos dias, ha- ciendole caer en manos de los que querian beber su sangre no prisionero, sinG vendido! y vendido por soldados qu- amaba comG amigos, que habian participado constante- mente de sus victorias yreveses, cuyas acciones y nom- bradia estaban identificadas con las suyas, y en 10s mo- mentos precisos en que iba 6 franquear 10s Andes, A ll+ varlos 6 la patria, y 6 encontrar con ellos, 6 una muerte gloriosa, 6 un noble porvenir!

    Loa mendocinos le llevaron 8 su capital, Q aquel mismo pueblo en que siete aiilos antes habia entrado a1 frente de sus fuerzas como jeneral, y como representante de la na- cionalidad chilena, y que lo recibia ahora cargado de ca- denas como a i fuera un infame bandido. Atraves6 la ciu- dad en medio de un tumulto de amenazas, de insultos y de gritos, y fu6 encerrado con sus compafieros en el mismo calabozo en que lo habian sido sus hermanos. Su sen- tencia, como la de aquellos, estaba pronunciada de ante mano. Fuaron condenados 6 ser fusilados, dhdoles diez y seis horas para disponerse ti morir.

    E n la mafiana del dia Rigniente, 4 de Setiembre, escri- bi6 dos cartas que no pudo concluir. L a primera dirijida 8 su espopa decia:

    . . . . . .Ten resignacion para escuchar que morir6 boy 6 'as once, Si, mi querida, mor% con el a010 pesar de dejarte abandonada con nuestros tiernos einco hijos, en pais estraiilo, sin amigos, sin relacio- nes, sin recursos. Mas p e d e la Providencia que 10s hombres ......

    Aqui llegaba cuando fu6 interrumpido por el oficial D. Manuel Olazabal que venia 6 darle esperanzas de sdva- cion, la que infelizmente solo alcanaG a1 coronel Benaven- te. Entre tanto ae apresur6 6 escribir otra 6 UXI amigo,re:

    Mi adorada, per0 muy desgraciada Mercedes.

  • comenddndole su familia, y aun no habia acabsdo, man- do lleg6 el carcelero 6 decirle.. . . . .

    ((Que lo esperaban!u Salib acompafiado del coronel Alvarez. Todo Mendoza, todas las clases de la sociedad, habian

    acudido 6 la plaza, cuyos balconea y azoteas estaban car- gadas de seaoras, L ver este sangriento espect&culo, como si frlera una fiesta. A1 entrar en ella, una senora que esta- ba enel balcon del Cabildo, lo insult6 en alta voz Ila- m&ndole-ladron chileno y asesino-A1 verse ultrajado se volvi6, y dijo-Este ex un pueblo incivil y bdrbaro id6n- de se ha viato que Zas sdoras sepreaenten de c8ta manera en tales e.spect&culos?

    Llegado a1 banquillo, el mismo en que habian muerto sus hermanos, no quiso sentarse, ni que le vendaran loa ojos, y pidi6 que le permitieran mandar el fuego que ha- bia de matarle. No se lo concedieron. Entonces pidi6 a1 ofi- cia1 encargado de la ejecucion, que elijiera buenos tirado- res, y apuntaran a1 lugar donde pusiera la mano. Cuatro soldados se adelantaron; pus0 la mano sobre el corazon, tron6 una descarga, y cay6 sin dar un jemido: dos balas se lo habian atravesado, y otras dos le habian deshecho la cabeza. Inmediatamente le cortaron esta, y el brazo dere- cho. La cabeza la metieron en una jaula de fierro, y el brazo colgado de ella, y asi la espusieron a1 pdblico en loa arcos del Cabildo, hasta que su putrefaceion les oblig6 S sepultar esas tristes reliquias, junto a1 cuerpo 6 que per- tenecieron.

    Siete afios pasaron sobre su tumba solitaria; siete aiioa SUB restos olvidados en pais estraqjero, esperaron su reha- bilitacirm; esta lleg6! Sus enemigos habian caido uno8 traa otros, 6 habian desaparecido en un olvido mas profundo que el suyo. San Martin, humillado ante el gBnio de Bolivar, 6 incapaz de concluir la obra que habia comenzado, abandon6 la America, legando L su glorioso rival la tarea de libertar el Perfi y Bolivia. 0’ Higgins, habia caido de su ominosa dictadura;. 3: 10s que tenia en la Rep& blica Argentina, 6 no existian, 6 estaban anulados por 106 acontecimientos.

    Chile se acord6 entonces de 10s hombres 6 quienes de-

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    13 = A R Z T I C U L O S E G U N D O

    EL CUADRO

    A1 entrar en la sala de Blanes, y por prevenido que se est6 de lo que va 6 verse, no puede uno librarse de cier- ta sorpresa mezclada de piedad yrespeto, ante el espect6- culo que se presenta 6 la vista. No ee un cuadro, no es un lienzo lo que se v6, esun calabozodepro- vinoia con todos 10s tristes accesorios que le son inhe- rentes. Aquellas paredes oscuras, lbbregas, de pobre mamposteria manchadas de sebo y time, aquel piso de anchas loeas mal unidas y remendadas con un grueso y cuadrado ladrillo; aquella puerta pequem y such, per0 a6lida, ornada en su marco con nidos de arafla, aquella vieja estera de junco casi desecha en que uno de 10s pre- 80s ha pasado la noche; aquel porron, aquella mesa de pi- no, aquel candelero de laton amarillo lleno de sebo J de mugre, de cuyo tub0 vacio sale la dltima llamarads de una luz moribunda, y cuyo hum0 t6nue y blanquecino ele- vhdose en espirale~ sobre el f.mdo sombrio, ea la viva imljen de la vida que v4 B estinguirse; aquel crucifijo sus- pendido de la pared, y que parece tomado de un altar; todos estos detalles, tristes, melanc6licos, tan perfectos, tan exactos, tan naturales que parecen palparse, est4n di- ciendo al espectador queno es en un salon, que no es en u~ Museo donde se encuentra, si06 en :a pobre c4rcel de Mendoza, en la manana del 4 de Setiembre de 1821.

    A la luz, nopintada, sin6 6 la luz natural del dia que penetra por la puerta del calabozo, que acaba de abrirse, seven cinco personas llenas de animacion y de vida, pensando, sin tiendo, hablando, accionando. En sua. ros- tros, en sus actitudes, se reselan el dolor y 10s slentimien- tos de que estln poseidas. A1 verlas, se siente uno pene- trado de esa impresion religiosa que sentimos en presencia de 10s grandes infortunios; quisi6ra mos hablarles, conso- larlas, manifestarles nuestros pesares y simpatias.

    E n el centro, de pie, se halla Carrera. Representa treinta y cuatro 6 treinta y seis afloe; 11e-

    va el uniforme de ,ham, pantalon y chaqueta de pano

  • _ _ - 14 9 rerde, con alamares; sua botas estfin cubiertas todavia del polvo de la marcha, y una pesada barra de grillos traba BUS pi&. Sus formas bien pronunciadas, sus contornos perfectamente redondeados, su ancho y saliente pecho que Be ve respirar con la plenitud de la vida, su planta dis- tinguida, y su marcia1 continente, imponen atencion y rea- peto.

    Emribia recornendando su familia 6 uu amigo, cuando vino el carcelero 6 decirle-que lo esperahan! A este lla- mamiento, se Ievanta con altivez; su mano derecha opri- me convulsivamente la pluma, y la izquierda aprieta su gorra de campafia. S u rostro medio iluminado por la lue clue recibe de lzdo. espresa con vital enerjia la amargura de la decepcion, ei d&den de su rigoroso destino. Lapar - te derecha del rostro donde la luz se refleja, imprime 4 su espaciosa frente, y,$ su ojo, animado por la indignacion, una espresion particular; aquella frente est& poderosa de altaneria 7 orgullo; aquel ojo, v6, habla, y dice Q sua e m migos:

    K V O ~ 6 morir, a€, jpero como he vivido! A vosotros.. . . .. . OB desprecio!~

    Detr6s de 61, est6 fray Jose Benito Lamas, j6ven y fraile antonces, que le acompafia en SUJ dltimcs momentos. En

    i6 delante del carcelero, con su mano derecha levantada ' f6cia 61, y su rostro compasivo,. parece decirle:--ccEspe-

    rad un inntante, dejadle conc1uir.u Esta figma es simp4tica; su rostro juvenil, BU actitud,

    su aire, todo en ella revela la piedad y el deber. Su pie, aquel yequefio pi6 que el sayal descubre, y sobre que so apoya, aquel pi6 cuya forma y belleza le envidiara una dama,e3 de una perfeccion y d e una naturalidad admira-

    queffos y adamados, resucitase y viese el cuadro, estoy cierto que esclamaria-iHlanes me ha robado el pie!- y echaria mano 5 la rodilla para asegurarse de que real- .mente le faltaba; tanto mas, cuanto que aquel pie, anda, camina, se sostiene con gracia y vigor sobre el piso, y si 6 nu duefio le faltara vida, 61 se la daria. . Y que decir del hhbito, de sus pliegucls, de la manga, ,del cordon, del rosario? . . . . . . ique es precis0 verlos!

    bles. Si el padre Lamas, que 10s tenia en efecto muy pe- l

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  • - 15 - A la izquierdar de Carrera, sentado en una mala eilla, d

    a d o sobre la mesa, y la frente apoyada sobre su mano, cuyoa dedos se pierden entre 10s cabellos, est6 el coronel Benavente, su amigo Intirno, su compafiero de glorias 6 infortunioa, cuya vida ha sido perdonada. Acaba de recibir las Gltimas y sagradas confidencias de su jefe, y abismado en un mundo de reflexiones y de dolor, contempla el fin horroroso adonde la fatalidad ha conducido a1 primer h6- roe de Chile, a1 eaposo, a1 padre, a1 amigo cuya suerte ha compartido durante diez aiios, y del que v4 6 separarle la muerte.

    Benavente, es indescriptible; aquella mano, cuyos hues08 cuyas venas, cuyos tendones y arterias se v6n 4 traves der cutis; aquella mano, no es figurada, es la mano viva, ani- mada deun hombre que piensa, que medita, y que cubre con su sombra un rostro doode se reflejan las emociones de un corazon palpitante4 impulsos de 10s mas nobles y pro- fundas sentimientos. Benavente cst6 vivo! Cuando uno se acerca 6 61, cuando examina aquel rostro 6 quien la som- bra aumpnta la espresion, aquel rostro donde se ven retra- tadoa 103 tormentos del alma, parece que se le v6 respirar J jemir, y se siente uno tambien poseido de dolor y piedad J teme interrumpir con su presencia pesares que solo Dios puede calmar.

    A su frente, y 4 la derecha de Carrera, hay un grupo admirable en que el dolor material, y la sublimidad de la relijion, llaman la atencion y respeto del espectador,

    Sobre un pobre banco, el viejo y valeroso Alvarez, car- gad0 de afios y de trabajos, victima de su lealtad 4 su jefe, 8e acuerda tal vez de su esposa, de sus hijos, de su hogar, y aunque coronel, no teniendo como sus cornpafieros el or- g u l h de la prosapia, y el sosten poderoso de la educecion, 8e entrega sin reserva 6 su dolor. Eocorbado, con un cruci- fijo en la mano, tendida sobre la rodilla derecha, un pa- fiuelo atado 4 la cabeza, su rostro sostenido por la mano izquierda, est6 inconsolable; 61, que taotasveces vi6 la muer- te defrente en 10s campos de batalla, tiene miedo de morir! el relijioso que est6 5 su ladc, le consuela, le exhorta, per0 no le oye; nada v6, nada siente, mas que la muerte que se aproxima, el banco que le esperd En su rostro,..... per0

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  • - - 16 n - qn6 rostra!...... ensn color, en EUS armgas, Be ven sua

    afios; en sua facciones descompuestas, la intensidad de su angustia! Si la figura altiva de Carrera, si la dolorida de Benavente inspiran afectuoso respeto, esta pide compasion, sf, compasion que nadie puede negarle, porque no es una pintura, sin6 un hombre, un viejo 6 quien se v6, 6 quien se siente sufrir y quejar! . iDon poderosodel j6nio, que 6 un pedazo de tela dri la animacion de la vida, y las piadosas emociones del a1 ma, a1 que la contempla!

    El relijioso que lo exhorta, que lo consuela, es ua tip0 orijinal, es un fraile de proviocia, testimonio palpable del talent0 del pintor. Blanes ha huido de lo vulgar, de lo trillado; no ha ido 6 buscar RUS frailes 6 la escuela clisica de 10s conventos europeos, n6; no nos ha dado un fraile de a o s que vemos diariameiite en 10s cuadros y en ]as ilus- traciones; nos ha dado un fraile, tip0 caracteristico de las provincias en que pasa la eseena; fraile qut un mendocino, un cordob6ss, un sanjuanino, pileden Ccilmeute reconocer. Pero @imo est6 ejecutadn?. Como todos 10s personajes del cuadro. Como ellos, est6 vivo, como ellos, respira, ha- bla, acciona. Sus manos entreabiertas, una sobre la espal- da del paciente, la otra delante, se mueven; sus dedos, contorneados y algo recojidos, est6u separados, y la lue que 10s rodea, 10s penetra y hace ver hasta en sus menores detalles,la testura de sus carnes. Q u e manos! solo son comparables 6 la de Benavente y nada puede darse mas perfecto, mas animado, mas natural que ellas; impoaible!

    Cuando se ha pasado la revista fisica y moral de 10s personajes en sus rostros y actitudes, la mirada se fija atraida por el iman poderoso de la verdad, en su postura, en sus trajes, en 10s accesorios que 10s rodean; y aqui, en el campo material, como en el moral de las fisonomias, el pintor ha igualado 6 mas bien, ha sobrepujado 6 la na- turaleza! Es imposible ver esos trajes, esos ponchos, esas botas, esos grillos, sin creer en su palpable existenci:i! Que pantalones! qu6 ponch3s! sus dobleces, sus ajaduras, el polvo que 10s cubre, las sombras que proyectan, est6n di- diciendo--aVen, t6came! yo soy pano! yo soy lanat des- nuda 6 estos hombres, J te vestiremos 6 ti!u

  • i 1 y - L

    Las botas arrugadas, magulladag, empolvadas , SLI corte su inclinacion, sus tacos, la luz que las envuelve y que pasa por debajo de sus zuelas, est6u diciendo 6 gritos ----Rhace semanas que dormimos sobre estos pies y hace me- sesque no vemos betun ni cepi!lo!w

    Y 10s grillos? a1 ver aquellas gruesas y sdlidns barrsls de hierro, aquellos fuertes aros que encadenan 10s pies de esas victimas del 6dio y de la perfidia, la indignacion y la piedad se apoderan del alma, y se est6 tentado it arrojarse ante ellos, limarlos, sacitrselos y dtcir1es.-xYa estais li bres!

    iCu6nta verdad, cuanta realidad, en estos detalles! no son pintados, n6; son cosas que no solo se ven, sin6 que se palpan: Atado 6 10s grillos de Carrern por una d e sus pua- tas, est6 un pafiuelo colorado; sin duda lo at6 para alijertr su peso cuando se pu&ra de pie; el. pafiuelo, fie1 cornpafie- ro desu duefio, est6 como su traje, ajado, descolorido; a1 levantarse, cay6 delante de 61. Nadie verit ese paauelo, sin desear levan&rlo J decirle-Jeneral! he aqui vuestro pafiuelo, habia caido 6 vuestros pi6a!a

    Lo mismo sucede con la manta de lana blanca que est6 medio caida del taburete en que estaba sentado. Es una manta que acaba de caer de sus hombros, y est6 pi- .';endo que la levanten, y la .pongan sobre el taburete. En la parte superior de la estera de junco en que Alvn-

    rez pas6 la noche, hay arrollado un poncho que sin duds le sirvi6 de abrigo. Este poncho est6 en el cas0 del pa- iiuelo y la manta de Carrera; no solo es visible, es mate- rial, es palpable!

    Un sombrero de paja caido sobre la estera, est6 brindan- do 6 10s visitantes it tomarlo y presentarselo con bondaci y sariao 6 Alvarez, dici6ndole-&ubrios senor, que la ma- Bana est& fresca!)) Este sombrero, como el pafluelo, serian levantados centenares de veces por 10s visitantes, si una auerda tendida con prevision delante del calabozo, no les impidiera ejercer este acto de piedad y cortesia.

    L a prodijiosa perfeccion de estos objetos, cuyo merit0 solo puede apreciar el que loa haya visto, he podido cono- wrla por esperiencia propia, En mi cuarto he repetido

  • - 18 - muchisimas vecesjas pruebas con ellos, sin quedar satisfe- CllS.

    H e arrojado pafiuelos colorados a1 suelo, 10s he atado a1 travesero de la silla, soltrindolos de mil maneras diversas; he tendido 6 medio a e r 10s cobertores en mi cama, en si- l l ~ ~ , e r sofaes; he hecho rodar mis sombreros, y los he co- locado en todas las posiciones posibles y jam& he logrado igualar la esactitud, la verdad, de 10s sombreros, coberto- res y pafiuelos trazados por el pincel de Blanes; su pincel

    El cuadro est6 terminado por un numeroso grupo que obstruye la puerta del calabozo. Ee el carcelero que viene ti llamar 6 10s presos, .y loa soldados que le acomp2iIan.

    Este personaje, dignisimo tipo tambien del carcelero de provincia, es un ser, menos que vulgar, cuyo semblante estcipido est6 revelando la nulidad de su intelijencia, la os- curi dad de su a h a , la inserisibilidad de su corazon; m6- quina viviente, su tinico pensamiento, su bnico deber, ea encerrar un prisionero; abrirle I P S puertas si debe salir, 6 entregarlo a1 cadalso si ha de morir; y lo cumple eon la misma indiferencia, con la misma impasibilidad, que si tratarade comer 6 dormir.

    Los soldados que le acompaflan, J que han de escoltar 6 10s presos, son otra cosa; estos, no revelan ni estupidez, ni compasion, ni intelijencia, per0 revelan en alto grado, cu riosidad. Apifiados contra el oarcelero, se empinan, esti- ran 109 pescuezos, huamean con las narices, sepultan sug miradas curiosas en el calabozo, y qpieren ver lo que pasa

    . en 61. Uno de ellos, representa aqui el papel del mucha- cho en el cuadro de la epidemia. Colocado 6 espaldas de1 carcelero, alarga su cuerpo cuanto puede, se alza, y asoma ~ su cabeza COD una espreslion de curiosidad indecible, so- bre el hombro de este; est5 ansioso, impaciente, por ver lo que pasa adentro; quiere saber curintos son 10s reos, si est&n tristes 6 alegres, y leer en sus rostros, si moririn con valor 6 con miedo. Estos soldados tan distintos del soldado eu- ropeo por BUS fisonomias, su uniforme y su poca disciplina, terminan y completan con su orijinalidad, la perfeccion del cuadro. Si entro 10s espectadores de este, Be enouentra

    I I

    ha realizado la f6bulade Iriarte! Su mano, ha vencido 6 la naturaleza representada por las mias.

  • - 19 - por casualidad, algun provinciano del eentro, 6 del Oeste de la Repdblica Arjentina, estoy seguro que tendrl ten- taciones de darles 6 pedirles noticips de la tiema, de las fa- milias, de las comadres!

    Este lionzo es casi irreprochable. Sin dada que tiene defectos, igu6 obra humana est6 escenta de ellos? p o lc~s tienen 10s lienzos de Rafael? porqu6 pu-3, no 10s ha de& ner eat07 Pnrn ann t a n nnona v tsn liinrna niioanln nncClnn Y V * V U V U . A V I " Y " Y "UY r"-y .a- ","'"U, y"V"v'" y"V"uAs coaocerlos ojos muy perspicaces; a1 paso que sus bellezas son tan eml6ndidas. tan numerosas. aue todo el mundo las

    , las iplaude; qu i Lablar, pues, de eso8 o tienen imporhncia, y que FOCOS, muy pc+ en ver? I ..L:~,A ;I, n a ~ ~ ,,:,,a, -:at

    v6, las conoce, lunares que n cos ojos, pned

    L a realidzd vlvlGuuG uc yuc Gmua aYluauu, put cu LluL- culo 5 la critica tecnol6gica. A1 que en su presencia me hablara de las--nprescripciones de la estetica, de la correc- cion del dibujo, de iuces, de sombras, de toques firmes, de pinceladas valientess &.&. &. le diria- --c(Amigo mio; en vez de perder su tiempo en decir tonterias, abraze V. iE ese hombre, 6 ese heroe que v6 6 morir, y en cuyo, pecho late todavia un corazon lleno de calor y de vida; y si PI darle el Gltimo adios, la amargura y la indignacion oc .- pan aun su alma, descuelgue ese crucifijo, y mu6streselo como el Juez supremo que ha de juzgarle, y 6 cuya clemen- cia debe recomendarse 6 sf y li sus cnemigos; y est6 geguro de que serj

    Tome T; fcente, y a rapidez sus arterias a impulsos aei aolor y del sutilmiento. RecuBrdeIe 10s compromisos que ha contraido con su gefe y amigo, lo que se debe 6 sf rrismo y Et la causa por que combati6; y le verli erguirse con la 'dignidad del militar, J agradecerle con un abrazo gus simpatfas y su afecto.

    Recoja V. ese hixmilde sombrero, presentel0 6 ese afli- jido anchno, que olvida que fu6 un valients; recuerdele su juventud, su valor, su nombre, y ver& renacer en su pecho el coraje, y en BU eemblante la calma.

    Agradezca B esos reliiiosos su piedad y 10s consueloa que dieron Si esos m&rtires; y diga a1 carcelero que aguarde

    - . _ - i escuchado. r. la mano en que ese vderoso coronel apoya SKI 1 estrecharla entre las suyas, sentirB pulsar con . . * . 0 . 3 - q . 3 . a. . .

  • - 20 - a'gmos momentos, que el general tiene que conoluir au carta.

    Est0 es lo que yo le &fa, y.10 que creo dir6n cuanbas personas de corazon y de sentimiento le vean. Un liedzo del que pueda hablarse de Pqte modo, est6 juzgado; es tan suverior 6 todo3 sus defectos, como 5 la pueril fraseolcjia del arte.

    Cuadro esclusivamente americano, todo en 61 es orijinal . y local. Cuando est( +' paises.hayqn cambiado de ideas y de

    co~tumbres 6 impulsos de la poblacion creciente, y de 10s progresos sociales, cuando se haya perdido en fin, el reciier- do de aquella Gpoca, de su modo de ser y de vivir, el cuaclro de Blanes, testimonio imperecedero de verdad, dir8 6 las je- neraciones venideras, que rostrr 1 tenian, como se vivia, co- rno se vestia y militaba entonces.

    aun por el modo con que est& ejecutado, t G atravesaras r"" as'edft- des y dir6s B la posteridad admirado.

    ESTE ERA EL CARACTER, ESTAS LAS

    PASIONES POLITICASLY MILITARES

    Cuadro hist6rico, grnnde por el asunto, mas granj

    DE LA REPUBLICA ARGENTINA EN 18201

    sf, tfi fie lo d id8 con ese lenguaje de color y de realidad, con que daspues de medio siglo, has arrancado B Josh Mi- guel Carrera, a1 olvido del tiempo y de la tumba!

    Tal es el cuadro que est6 destinado 6 atsavesar 10s ma- res, ii visitar las playas del Pacifico, y la patria del heroe que lo ha inspirado. L e deseamos un viaje feliz, y una acojida digna del asunto, de su ejecucion, y del noble pue- blo 5 que est5 dedicado.

    Juan JX Torrm. Montevideo, Junio 10 de 1873.