DE JOSÉ GABRIEL NÚÑEZ...muñeca sin pupilas y las lagartijas que atraviesan como espantadas. Con...
Transcript of DE JOSÉ GABRIEL NÚÑEZ...muñeca sin pupilas y las lagartijas que atraviesan como espantadas. Con...
CASA DE SANGRE Y CENIZAS
DE
JOSÉ GABRIEL NÚÑEZ
A Caridad Martínez
A Gladys Gabaldón
In memoriam.
Por todo el amor y la felicidad
que me dieron.
PERSONAJES.
Altagracia, 45 años.
Faustino Alvarado, 50 años.
Ignacio, 17 años. Hijo de ambos.
Rosángela, 19 años. Hermana de Ignacio.
Alejandro Ceballos, 29 años. Novio de Rosángela
Guillermina, cincuenta años. Sirvienta de la casa.
Gerónimo, empleado de Faustino, 20 años.
Liliana, 35 años. Prostituta.
Un periodista.
El texto fue concebido para ser
representado en un espacio no convencional, en
este caso, el correspondiente a una casa del
interior de Venezuela por los años 30. En el
presente está vacía y sólo quedan rastros de su
antiguo esplendor.
Básicamente se trabajarían los siguientes
espacios: Dos salones, dos habitaciones, el
comedor, un espacio neutro entre las
habitaciones que tal vez pueda ser usado para las
escenas del prostíbulo.
Los espectadores harán el recorrido por la casa
siguiendo los pasos de Guillermina y el
Periodista.
De no poder escenificarse de la manera
prevista, se podría lograr el mismo efecto en un
espacio muy amplio, en donde se trabajaría con
diferentes volúmenes, entarimados y rincones,
para conservar la propuesta de que el
espectador vaya desplazándose por los distintos
planos en los que transcurre la acción.
CASA DE SANGRE Y CENIZAS
OSCURIDAD Y SILENCIO ABSOLUTOS. MUY SUTIL, CASI
IMPERCEPTIBLEMENTE, SE ESCUCHA AL PIANO UN NOCTURNO DE
CHOPIN QUE PARECE ACENTUAR LA TRISTEZA QUE SE IRÁ
FILTRANDO EN LA ATMÓSFERA
UN RAYO DE LUZ VA ROMPIENDO LA PENUMBRA EN UN PEDAZO
DEL ESCENARIO, DEJANDO VER UNA SILLA VICTORIANA QUE EN
ALGÚN MOMNETO TUVO UN PASADO GLORIOSO. EN LA SILLA,
HAY UNA MUÑECA DE PORCELANA CON VESTIDO DE ENCAJES Y
TERCIOPELO AZUL COBALTO. LAS CUENCAS DE SU OJOS ESTÁN
VACÍAS. EL PELO RALO. LENTAMENTE ALGUIEN SE ACERCA. AL
COMIENZO SE IDENTIFICA QUE ES UNA FIGURA HUMANA Y SÓLO
CUADO ESTIRA SU BRAZO PARA TOMAR LA MUÑECA, SABREMOS
QUE SE TRATA DE UNA MUJER: GUILLERMINA. EN LA MEDIDA
QUE ABRAZA LA MUÑECA Y COMIENZA A HABLAR, LA LUZ
AUMENTARÁ DE INTENSIDAD DEJANDO VER ESPESAMENTE AL
PERIODISTA QUE ESTÁ CON ELLA.
GUILLERMINA.- ¿Por qué insiste en indagar lo que ocurrió aquí? A
los muertos se les deja en paz.
PERIODISTA.- Soy periodista y desde que empecé a enterarme de
lo que padecieron ustedes…me atacó la curiosidad por conocer
toda la historia, de armar un rompecabezas que está incompleto
para todo el mundo, menos para usted.
GUILLERMINA.- ¿Y qué se va a ganar con eso? Nadie va a vivir de
nuevo .Los muertos no resucitan y mejor se deja que reposen en
sus ataúdes. No se ponga a desenterrar una historia que no va a
salvar a nadie.
PERIODISTA.- Pero que debe saberse. (SILENCIO) Acabamos de salir
de una dictadura y los sucesos que ocurrieron acá tienen que ver
con ella, según tengo entendido. Hay mucho que ocultar…
intereses. Hay voces que deben decir la verdad.
GUILLERMINA.- Chismes! La política! Lo que se vivió acá va más allá
de eso. ¿Quién le dijo que me buscara?
PERIODISTA.- La gente del pueblo.
GUILLERMINA.- Para alborotar otra vez el candelero y tener algo de
que cotorrear. Seguramente fueron Zoraida, Zobeida y Zenaida, las
tres madres del maleficio.
PERIODISTA.- Ellas y otras gentes. El caso es que cada uno tiene su
propia versión. Tal vez usted…
GUILLERMINA.- Tal vez yo no tenga una versión. O la verdad. Tiene
razón, yo soy la única que sabe lo que ocurrió en esta casa, si es
que a esto se le puede llamar casa… (GIRA SOBRE SI MISMA
MIRANDO ALREDEDOR) Una casa vacía donde solo viven esta
muñeca sin pupilas y las lagartijas que atraviesan como espantadas.
Con el saqueo no dejaron nada. Un cascarón que una vez brillaba y
que ahora se va desconchando, se desmorona reseco y sin siquiera
la luz de una vela para las noches.
PERIODISTA.- Pero llegó a ser más importante que el mismo pueblo.
GUILLERMINA.- Importante, si, Luego fue un infierno. Ahora no es
ni infierno ni paraíso. Mírela, no es nada, vacía. Esta casa ya no
existe. La casa es el alma de quienes están dentro de ella. Ahora no
hay risas, ni tormentos ni lujuria. No es un lugar… erosionada por
los vientos, olvidada por la misma gente que le daba vida…
extraviada en el pajonal reseco que la rodea y que cuando llueve
parece que va a tragársela.
PERIODISTA.- No se detenga. Cuénteme aunque sea…
GUILLERMINA.- Tal vez tenga razón y alguien deba saber lo que
pasó acá. Sobrevivo yo, pero creo que me falta poco para
quedarme callada de una vez. (PAUSA REFLEXIVA) Después no
habrá quien recuerde si lo que sucedió aquí fue real. ¿Quiere
comenzar a hablar con los fantasmas? (APUNTA, MUÑECA EN
MANO, A LOS ESPACIOS QUE RODEAN LA SALA) Ellos están allí. En
las casas siempre quedan los espectros, como almas en pena…
siempre queda algo de ellos… Pregúnteles usted mismo.
(COMIENZA A ESCUCHARSE EL NOCTURNO DE CHOPIN. SE ILUMINA
EL ESPACIO QUE CORRESPONDE A LA HABITACIÓN DE ALTAGRACIA.
ELLA TOCA AL PIANO DELICADAMENTE. SE VUELVE Y SE DIRIGE AL
PERIODISTA QUE EN NINGÚN MOMENTO ACTUARÁ COMO
INTERLOCUTOR SINO QUE SERVIRÁ DE HILO PARA LA
PRESENTACIÓN DE LOS PERSONAJES)
ALTAGRACIA.- Qué le puedo decir! En otro tiempo todo acá era
esplendor. Felicidad. Risas. Yo no tocaba cosas tristes en el piano.
Después que le parí mis dos hijos las cosas cambiaron. El se
empeñó en salir del pueblo y construir esta casa en este paisaje
agreste y solitario. Aún así todo era esplendor. Lámparas,
alfombras, platas, bronces, cristales, candelabros… (PAUSA.
APOCADA) Luego comenzó a invadirme la tristeza,
subrepticiamente, silenciosa. Ahora… mis dedos arrancan un
nocturno de Chopin. Rozo las teclas y no se escapa de ellas nada
alegre. Yo no quería vivir en esta casa, pero él lo tenía todo
premeditado. Me he ido apagando lentamente. La casa se fue
convirtiendo en lo que sospechaba, en el no lugar, en algo que no
nos pertenece, en un sitio donde no estamos nosotros, donde se
fueron esfumando los afectos. Llevo muchos años tocando el piano
por las tardes. Desde las cuatro de la tarde. Me impregno con
colonia francesa, suavizo mis manos con cremas de Marsella… y
toco el piano. Ya no es un lugar. No es una casa. Luego llegó la
muerte. Yo no quería vivir acá, en este desierto, lejos del pueblo.
Todo era esplendor. Luego, silencio. Se impuso el silencio, como en
el pueblo. Igual que en el país entero. Donde hubo esplendor…
(PAUSA) ¿Sabe? En algún momento de mi matrimonio yo llegué a
ser feliz. Ahora…acaricio las teclas de este piano. (SE VUELVE AL
PIANO Y SUTILMENTE TOCA UNOS COMPASES DEL NOCTURNO DE
CHOPIN).
(SE ENCIENDEN SUAVEMENTE LAS LUCES EN EL ANGULO DONDE SE
ENCUENTRA FAUSTINO. GUILLERMINA SE HA ACERCADO AL
PERIODISTA, LO TOMA DEL BRAZO Y LO TRASLADA EN SILENCIO
FRENTE A EL. LA ESCENA TRANSURRE EN EL PASADO)
FAUSTINO.- Altagracia, no rehuyas. Vamos a tomar esta decisión de
una buena vez.
ALTAGRACIA.- (ENTRANDO) La decisión ya está tomada. Y es tuya,
solamente me la estás comunicando.
FAUSTINO.- (CON FINGIDA AMABILIDAD) Altagracia… siempre
hemos resuelto hasta las nimiedades entre los dos.
(ALTAGRACIA LO MIRA Y SONRÍE. SU ACTITUD ES AFECTIVA, SI SE
QUIERE HASTA ALEGRE. LA DE FAUSTINO ES DE UNA REFINADA
HIPOCRESÍA)
ALTAGRACIA.- No me mientas. Esta vez lo que yo opine no va a
variar en nada tu decisión. ¿O me equivoco?
FAUSTINO.- (TOMÁNDOLA CON FINGIDA DULZURA DE LOS
HOMBROS) Como buena mujer, tu intuición se impone, ¡ganaste
de nuevo! Pero de paso le has quitado el encanto y la emoción a la
sorpresa que te tenía.
ALTAGRACIA.- Para mí no es ninguna sorpresa. Pero insisto en que
no me gusta la idea, no quiero irme a vivir a esa casa, me voy a
aislar, lejos del pueblo, de mis amistades…
FAUSTINO.- (ANIMÁNDOLA) Es que no se trata solo de la casa, sino
de todo cuanto tendrás en ella.., imagínala… dos enormes salones…
Tu piano de cola, si, Altagracia, tu piano traído en un barco desde
Austria. Y toda la casa repleta de muebles venecianos, franceses.
Todos los pisos de mármol de Carrara, las lámparas de bacarat, las
alfombras persas, tapices parisinos, candelabros de plata
mexicana… ese esplendor no es para instalarlo en el pueblo, se
necesita un lugar especial, con la intimidad de un templo, un lugar
sólo para ella.
ALTAGRACIA.- (PUNZANTE) Y para nosotros.
FAUSTINO.- Por supuesto. Somos nosotros quienes vamos a vivir en
ella, a pisar sus alfombras, a comer en la vajilla de limonges. Todo
para nosotros y para ti, particularmente.
(ALTAGRACIA SE APARTA SIN CONVENCIMIENTO, EL LA OBSERVA)
ALTAGRACIA.- No me imagino cómo puede ser mi vida aislada en
una casa, aunque tenga pisos de mármol y todas las maravillas del
mundo. ¿Por qué ese empeño en salir de acá?
FAUSTINO.- Altagracia, es muy simple: debemos cambiar de vida.
(PAUSA. SE MIRAN) Nos casamos, tenemos dos hijos, la hembra
para ti, el varón para mi, esos hijos ya van a la escuela por si solos.
Ahora tenemos que pensar en nosotros.
ALTAGRACIA.- Como si fuésemos dos ancianos que deben retirarse
a un claustro.
FAUSTINO.- No, exactamente. Pero después de diez años de
matrimonio hay que hacer un cambio, caminar por otros rumbos.
Yo estoy pensando en una oferta de trabajo muy llamativa. La casa
será una buena excusa para ambos. Son diez años, Altagracia, ahora
vienen los tiempos de la rutina, del cansancio, del desgaste…
(ELLA SE LE ACERCA CON LA INTENCIÓN DE HABLAR, PERO EL LA
DETIENE COLOCANDO SU DEDO PULGAR EN LA BOCA DE ELLA)
Shhh! Silencio. Es así Altagracia. El tiempo y su desgaste inexorable.
Precisamos nuevas motivaciones, la casa es un buen pretexto.
ALTAGRACIA,. ¿Y nuestro amor, dónde queda en todo esto?
FAUSTINO.- (SECO, FRÍO, CASI CON CINISMO) Igual yo te sigo
queriendo.
(SE MIRAN EN SILENCIO, ELLA BAJA LOS PÁRPADOS AL UNÍSONO
CON LA INTENSIDAD DE LA LUZ QUE FINALMENTE LOS
DESAPARECE)
(LA ACCIÓN SE TRASLADA A LA HABITACIÓN DE ROSÁNGELA. ESTA
EN BATA DE DORMIR, SENTADA FRENTE AL ESPEJO DE SU
PEINADORA. GUILLERMINA CEPILLA SU CABELLO PLÁCIDAMENTE)-
GULLERMINA.- Yo sospechaba que andabas de amores! Si sabré yo
de esas cosas.
ROSANGELA.- No vayas a decir nada.
GUILLERMINA.- Mejor es que lo hables cuanto antes, hay que
ganarle la carrera a las malas lenguas de este infiernito.
ROSANGELA.- Me da pena hablarlo con papá.
GUILLERMINA.- Nada de penas ni miedos! Ni que estuvieras
hablando de un amante. Es muy sencillo, los reúnes a todos y se lo
dices: “estoy de novia con Alejandro Ceballos” y San se acabó!
ROSÁNGELA.- (EMOTIVA) Guillermina, escucho como tú lo dices… y
me pongo a temblar! “Estoy de novia con Alejandro Ceballos” Ni yo
misma lo puedo creer
GUILLERMINA.- Así mismo tienes que decírselos, firme y decidida.
Verás que todos se alegrarán. Alejandro es un buen partido para ti,
el mejor muchacho del pueblo, de buena familia, estudia en la
universidad…
ROSÁNGELA.- Y es hermoso, todo en el es bello. Desde que lo vi se
me reseca la boca, el corazón me da saltos en el pecho, se me
acelera y el estómago se me encoge.
GUILLERMINA.- Ay! Los amores! Igualito en todas las mujeres. Igual
que tu mamá. Yo la peinaba con este mismo cepillo… “el cepillo
con mango de plata, me decía, porque es el que me deja el pelo
más brillante”… y yo la complacía, y mientras la cepillaba, me contó
sus amores.
ROSÁNGELA.- ¿Cómo se enamoró ella?
GUILLERMINA.- Pero si te lo estoy diciendo, igual que tu, una noche
la estaba peinando, igual que ahora, y me confesó que se veía a
escondidas con tu padre, en un callejón que quedaba detrás de la
casa. Y yo le dije lo mismo que te digo a ti ahora: habla con tu
familia antes de que las brujas comiences a inventar historia sucias
de ustedes.
ROSÁNGELA.- En este pueblo que no hay otra cosa que hacer que
inventar historia sucias.
GUILLERMINA.- Todas sobre lo mismo; que si Rosita perdió el virgo
con un forastero, que si las hermanas Contreras abortaron el
mismo día del mismo hombre.
Rosángela.- Guillermina! No seas exagerada.
GUILERMINA.- Pero si no exagero! Esa historia fue verdad. Eran
mellizas y se acostaban con el mismo hombre y salieron preñadas. Y
la comadrona soltó la lengua y todo el pueblo se enteró de que les
había hecho el aborto juntas y el mismo día!
ROSÁNGELA.- Me imagino que tuvieron historia sucia para todo el
año.
GUILLERMINA.- Más de un año. Y tuvieron que irse del pueblo para
que las dejaran en paz, porque no podían ni asomarse a la puerta
de su casa! (TRANSICIÖN) Pero, cuéntame de Alejandro.
ROSÁNGELA.- Qué quieres que diga… Tenemos seis meses
viéndonos… él me dijo que yo le gustaba, que quería seguir
encontrándose conmigo y venir a mi casa, que hablara con papá y
mamá.
GUILLERMINA.- ¿Te das cuenta? Lo mismo que te dije. Bueno,
sigue, sígueme contando.
ROSÁNGELA.- Pero si tú sabes el resto. Pues, nada, que me gusta su
mirada, la manera como me besa las manos… y el pelo negrísimo
que tiene que domárselo con brillantina para que el viento no se lo
despeine . (SE RIEN)
GUILLERMINA.- (SUSPIRANDO) Ay! Qué bonito, enamorarse así por
primera vez. Que bueno que al fin haya una historia xxxx en este
rincón donde solo se habla de adulterios, crímenes y sangre.
(CONTINÚA PEINANDO SU CEBELLO MIENTRAS LAS LUCES
DECRECEN. PAULATINAMENTE SE VAN ENCENCIENDO EN EL
ESPACIO DE LA SALA DE FAUSTINO. HABLA CON GERÓNIMO).
FAUSTINO.- Crímenes y sangre!. Fue una verdadera orgía de sangre
lo que hicieron en este pueblo la última revuelta. Tú no puedes
acordarte de ella porque tendrías como dos años de nacido. Pero la
montonera entró disparando y matando. Una bala para cada
hombre. Caían muertos o heridos y las calles se iban llenando de
cadáveres. No respetaban nada, ni las casas de las familias, ni los
ranchos. Creo que a veces atacaban hasta a la gente que estaba
con ellos.
GERÓNIMO.- La misma cosa me cuenta mamá. A papá lo mataron
casi al final de la batalla.
FAUSTINO.- No fue una batalla, Gerónimo. Aquí nadie estaba
armado. Nos agarraron desprevenidos y arrasaron con todo,
después, comenzó el saqueo. Casa por casa, caminaban por las
calles pateando cadáveres, pisoteando los heridos, incendiando,
robando, cargando el botín. Todos manchados de sangre. Todo
estaba manchado de sangre.
GERÓNIMO.- ¿Y ustedes cómo se salvaron?
FAUSTINO.- Cuando comenzó la masacre, yo me di cuenta que no
era cosa de escaparse por la puerta trasera y nos metimos en la
cisterna que había detrás de la cocina. Altagracia cargó a Ignacio y
yo me encargué de Rosángela. Allí nos metimos con el agua hasta el
pecho, sentimos como destrozaron toda la casa, pero cómo no nos
encontraron, agarraron lo que les interesó y se fueron rápido.
GERÓNIMO.- Tuvieron suerte, señor Faustino.
FAUSTINO.- Tú lo has dicho, suerte. (PAUSA) Allí estuvimos hasta la
madrugada, cuando se fueron. Salimos y las mujeres estaban
recogiendo sus muertos o cargando a los heridos. Tiznadas de
humo y pólvora, manchadas con la sangre. Muchas de ellas
quedaron sin hombres y al tiempo se metieron a putas, fue cuando
se abrió el primer burdel del pueblo. (PAUSA. MEDITANDO) Menos
mal que tuvimos la suerte de que el General le puso la mano dura a
esto… mano dura y peinilla y se acabó la vagabundería.
GERÓNIMO.- Mamá me cuenta que ella me agarró de la mano y
corrió para el río. Un día me enseñó el escondite, es como una
cueva chiquita entre las piedras.
FAUSTINO.- Si, ella me llevó al lugar. Y no se metió en el burdel
porque te tenía a ti. Y pasó hambre y trabajo, con todo y que yo la
ayudaba en lo que podía porque tu padre siempre me fue fiel,
como espero que tú lo sigas siendo conmigo.
GERÓNIMO.- Está demás lo me lo diga, señor Faustino.
FAUSTINO.- Ya lo sé. Y de eso quería hablarte. Quiero que te
quedes a trabajar acá en la casa. Tienes tu cuarto en al patio de
atrás, con baño y lo que necesites.
GERÓNIMO.- (ANIMADO) Usted me está ofreciendo su casa! No
sabe como se lo agradezco.
FAUSTINO.- Necesito un muchacho de confianza, como tú, aunque
ya eres un hombre, pero quiero alguien aquí que me ayude con
Rosángela, con Altagracia y con la misma Guillermina, que se está
poniendo vieja y no puede con todo.
GERÓNIMO.- Cuente conmigo, señor Faustino.
FAUSTINO.- Yo sabía que no me ibas a defraudar. Es ponerle el ojo
a esto. Ayudar en lo que puedas y sobre todo vigilar que en esta
casa no pase nada extraño ni que nadie se meta con mis hijos ni
con Altagracia. Me entendiste bien, ¿no? ¡Vigilar! Yo no puedo
estar aquí todo el tiempo… tengo que trabajar en asuntos delicados
que precisan mucha discreción, asuntos confidenciales que tal vez
me obliguen a pasar hasta dos y tres días en Caracas.
GERÓNIMO.- Lo entiendo.
FAUSTINO.- Más adelante te diré de qué se trata y a lo mejor hasta
en mi hombre de confianza te conviertes.
GERÓNIMO.- (FELIZ) Cuente conmigo, señor Faustino, para lo que
sea.
FAUSTINO.- Ah, se me olvidaba, trata de ganarte la amistad de
Ignacio, lo veo muy solitario. Que se ponga a trabajar contigo con
los caballos, y si no sabe montar pues enséñalo. Le hace falta
moverse, vive encerrado en si mismo y yo no quiero un hijo tímido.
GERÓNIMO.- Hemos hablado de vez en cuando… trataré de
hacerme más amigo de él.
FAUSTINO.- Habla con él y amíguense. Lo quiero fuerte como tú.
Enséñale a domar los caballos y a montarlos. Este país es de los
hombres fuertes, no de los débiles ni los honestos. Este es un país
de militares y para los militares. País de caudillos, Gerónimo. La
gente busca siempre un militar con mano dura y que le ponga la
pata en el pescuezo.
(LAS LUCES DECRECEN SOBRE ELLOS. SE ILUMINA LA ZONA DE LA
SALA DONDE ESTÁN GUILLERMINA Y EL PERIODISTA)
PERIODISTA.- Ignacio. No me ha hablado nada de él, ni siquiera me
lo ha mencionado.
(GULLERMINA, CON UN GESTO DE PREOCUPACIÓN Y DE ANGUSTIA,
LE DA LA ESPALDA AL PERIODISTA MIENTRAS SE SEPARA UNOS
PASOS DE ÉL)
GUILLERMINA.- Ignacio… mi debilidad. Si hubiera parido un hijo tal
vez no le hubiese tenido tanto afecto, tanto amor. Era un niño tan
hermoso.
PERIODISTA.- Me interesa mucho saber la verdad de lo que pasó
con él.
GUILLERMINA.- Lo peor. Fue lo más espantoso. Todos estos años he
estado luchando por sacarme esa historia de mi mente y es
imposible. No quisiera que usted se aprovechase de lo que pasó
para que se inventen más cosas escabrosas y sucias sobre esta
gente.
PERIODISTA.- Confíe en mi, vine buscando la vedad para que no
continúen especulando XXXXXXX
GUILLERMINA.- Ignacio era un ángel. Rosángela y él eran como dos
luces en la familia, hasta que nos mudamos a esta casa, cuando
tomo comenzó a hacerse turbio, viscoso… Su luz se fue apagando
hasta que llegó la desgracia definitivamente y se le metió en el
alma a todos…
(LAS LUCES VAN DECRECIENDO SOBRE ELLOS EN LA MISMA
MEDIDA QUE SE ENCIENDEN TÍMIDAMENTE EN LA HABITACIÓN DE
IGNACIO. LO PODEMOS VER DIFUSAMENTE, EN CONTRALUZ. ES EL
IGNACIO NIÑO. ESTA ARRODILLADO Y CANTA CON SU VOZ
INFANTIL EL AVE MARÍA DE SCHUBERT. PARECE LEVITAR, EN UNA
ESPECIE DE TRANCE CONTEMPLATIVO. GUILLERMINA HACE SU
ENTRADA A LA HABITACION, LO OBSERVA CON DULZURA UNOS
INSTANTES. IGNACIO DEJA DE CANTAR AL NOTAR SU PRESENCIA.
GUILLERMINA SE LE ACERCA Y LO APRIETA CONTRA SU VIENTRE
MIENTRAS LE ACARICIA EL PELO)
GUILLERMINA.- Ignacio, mi niño, ya no vas a tener que cantarle más
a la virgen. Aquí estaré yo para acompañarte y protegerte siempre,
siempre. Mi vientre seco te cobijará, te librará del mal como la
propia virgen. Como Dios.
(OSCURO. LA ATMÓSFERA MÍSTICA ES ROTA POR EL ALBOROZO DE
ROSÁNGELA CUANDO CONVERSA CON ALTAGRACIA ENEL SALON
DEL PIANO)
ROSÁNGELA.- Quería que lo supieras primero que nadie! Que estoy
enamorada, que lo adoro, que él me quiere también, que
queremos casarnos, que vamos a casarnos!
ALTAGRACIA.- (SONRIENTE) Siempre que yo te dé mi
consentimiento.
ROSANGELA.- Tú no me vas a decir que no.
ALTAGRACIA.- Por supuesto, Rosángela. Me basta con verte tan
feliz, tan llena de amor y de esperanzas que es como si la alegría
hubiese vuelto a esta casa- La alegría, Rosángela un fuego que se ha
ido apagando desde que nos mudamos acá.
ROSANGELA.- No hables así, mamá, quiero saber cómo te sientes, si
tienes la misma felicidad que yo siento, si me vas a acompañar, si
vas a estar conmigo y vas a aceptar a Alejandro.
ALTAGRACIA.- Cómo te voy a decir que no. Y me alegro que lo
hayas escogido, es tan caballero, tan circunspecto, tan serio… casi
que me parece mentira, Alejandro y tú.
ROSANGELA.- (GIRANDO ALEGRE POR EL SALON) Alejandro y yo! Yo
y Alejandro! Los dos, como si fuésemos dueños el mundo, de todo
el amor del mundo.
ALTAGRACIA.- Así se siente uno cuando está enamorada: con todo
el amor del mundo y sin que haya espacio para alguien más.
ROSÁNGELA.- ¿Así te sentiste tú cuando papá te pidió que se
casaran?
ALTAGRACIA.- Si, así me sentí yo. (PAUSA BREVE. SE RECOMPONE)
Así me “sentía” yo y creo que Faustino también. Si, éramos felices.
ROSÁNGELA.- Entonces me entiendes. Quiero vivir para estar con él
y darle todos los hijos que quiera, y marcharme de este pueblo para
Caracas o para cualquier ciudad donde haya alegría, donde se
respire, donde se viva.
ALTAGRACIA.- Esa es una de las primeras cosas que tienen que
planificar, salir de este purgatorio. Me imagino que tan pronto se
gradúe estaremos celebrando la boda.
ROSÁNGELA.- Así es mamá. Hemos pensado en todo eso y no veo
cuándo va a llegar ese momento. Quiero que pasen los días
rápidamente, como un soplo, y que yo no me dé cuenta de nada y
que de repente, me vea con el traje de novia.
ALTAGRACIA.- Ya, ya, no te precipites. Los días van a pasar más
rápido de lo que tú misma crees.
ROSANGELA.- ¿Verdad que si, mamá? Entonces, ven y toca ese
piano. Pero eso sí, algo que sea muy alegre. Tan alegre como la
alegría que tenemos. Ven, ven, toca algo, para las dos.
(ROSANGELA LLEVA A ALTAGRACIA DE LA MANO HASTA EL PIANO.
VAN SONRIENTES. ALTAGRACIA COMIENZA A TOCAR. AL
MOMENTO, ENTRA FAUSTINO Y LAS OBSERVA. AL DARSE CUENTA
DE SU PRESENCIA, ALTAGRACIA SE DETIENE Y LO MIRAN CON
EXPECTATIVA)
FAUSTINO.- ¿Por qué te has detenido? Sigue tocando, sigue
tocando.
ROSÁNGELA.- (TEMEROSA) Ay, papá, no me digas que estabas
escuchando.
FAUSTINO.- Con semejante algazara que se traen, hasta los sordos
escucharían sin necesidad de que Jesús les haga un milagro.
(ROSÁNGELA SE LE ACERCA CON ANGUSTIA)
ROSÁNGELA.- Si ya lo sabes, pues… quiero saber su cuento con tu
permiso.
FAUSTINO.- El amor no necesita permiso. Y si me niego, ustedes,
por rebeldes, como todo joven, me van a llevar la contraria y
seguirán sus amores a escondidas.
ROSANGELA.- (ABRAZÁNDOLO CONTENTA) Entonces aceptarías que
yo me case con Alejandro.
FAUSTINO.- Un momento, yo no he hablado de matrimonio. Una
cosa es que sea tolerante y otra que los esté empujando de una vez
a la iglesia. (LE SONRIE. FINGE UNA AMABILIDAD QUE NO TIENE)
Los amores requieren tiempo. Conózcanse bien, que no todo es
dicha ni los novios son perfectos. Con el tiempo van apareciendo
los “detallitos”… que terminan en problemas. La felicidad es algo
muy complejo, y el matrimonio es para toda la vida. ¿No es así,
Altagracia?
ALTAGRACIA.- Si, para toda la vida. Y cada uno tiene que adaptarse
a los defectos que no vio cuando novios.
ROSÁNGELA.- Alejandro y yo somos perfectos! A nosotros no nos va
a ocurrir nada de eso. ¿Acaso les pasó a ustedes, no han sido felices
desde que se conocieron?
(SE PRODUCE UNA LIGERA PAUSA, ALTAGRACIA Y FAUSTNO SE
MIRAN)
FAUSTINO.- No somos perfectos, pero la vida nos ha enseñado a
aceptarnos
ALTAGRACIA.- (POR ELUDIR LA SITUACIÓN) Nada, si Faustino y yo
estamos de acuerdo, gocen de su felicidad. Yo tendré que hablar
con su madre para ir allanando el camino.
FAUSTINO.- Y luego tendrá que venir Gonzalo Ceballos a pedir tu
mano, como debe ser.
ROSANGELA.- Cuánto protocolo! Díganles que queremos casarnos y
ya.
FAUSTINO.- (CON OTRA INTENCIÓN) Un matrimonio es cosa seria, y
tú lo has dicho, tiene un protocolo. Alfredo Ceballos debe venir a
pedir tu mano, con su esposa y con Alejandro, como tiene que ser
ROSANGELA.- (SALTANDO DE ALEGRÍA) Pues vendrán! Y cuanto
antes. Y ahora mismo vamos a buscar tu traje de novia, mamá, me
voy a casar con él.
ALTAGRACIA.- (CONMOVIDA) ¿Vas a llevar mi traje de novia?
ROSÁNGELA.- Y lo quiero ver ahora mismo, por si hay que hacerle
algún arreglo. (LLAMANDO) Guillermina!... Guillermina!... ven acá
un momento.
ALTAGRACIA.- Dios Santo! Parece que un huracán se ha metido en
esta casa.
ROSÁNGELA.- Buena falta que le hace, un huracán, para que todos
se agiten y bailemos de felicidad.
(ENTRA GUILLERMINA, LOS MIRA AZORADA)
GUILLERMINA.- ¿Qué está pasando? Por qué tanta agitación?
ROSÁNGELA.- Porque me voy a casar con Alejandro. Y necesito el
traje de novia de mamá.
GUILLERMINA.- (ASOMBRADA) ¿Y te piensas casar ahora mismo,
Cuál es el apuro?
ALTAGRACIA.- Guillermina, ve al desván, y busca en el baúl donde
están mis cosas. Trae el vestido de novia.
FAUSTINO.- Bien, ya estos son asuntos de mujeres. Las dejo solas
para que terminen de hacer sus planes. Ah, Altagracia, ábrele bien
los ojos… no todo es felicidad. Háblale del desgaste… Háblale de
cuando esto ocurre, a veces comienzan las distancias y cada uno
tiene un pedazo de vida aparte, en otros espacios, con otras
personas. Particularmente los hombres aliviarnos con otras
compañías. Hasta más tarde, voy precisamente, a pasar un rato en
mi otro lugar…
(SALE.LA ESCENA SE CONGELA Y LA PENUMBRA LA VA BORRANDO
LENTAMENTE HASTA DESAPARECER)
(EL SILENCIO ES ROTO POR EL ESTALLIDO DE LA MÚSICA DE UN
BOLERO. LA ACCIÓN SE TRASLADA AL ESPACIO DESTINADO AL
PROSTÍBULO. LILIANA CANTA UNO DE SUS BOLEROS. FAUSTINO LA
OBSERVA COMPLACIDO. LA APLAUDE AL TERMINAR).
FAUSTINO.- Qué maravilla! Ese no lo conocía.
LILIANA.- Lo tenía reservado para ti. Sabía que iba a venir esta
noche.
FAUSTINO.-Si estuvieras en Caracas, ya te habrían contratado para
cantar en algún cabaret o en la misma radio. Cada noche cantas
mejor.
LILIANA.- Exagerado. Es que me gusta cantar, canto desde chiquita,
desde que me conozco. En vez de rezar, cantaba antes de
acostarme.
FAUSTINO.-(SARCASTICO) Quién lo iba a decir.
LILIANA.-Me gustan más los boleros que los tangos, es que me
parecen tristes, llorones, en cambio los boleros me hablan a mí.
FAISTINO.- Se nota, los vives como si estuvieras en un escenario
cantando una ópera.
LILIANA.- Nunca he visto una ópera, pero si tú lo dices debe ser así.
Yo cantaba en el baño, en el patio, en la plaza, en todas partes,
claro, eran canciones alegres. Ahora no, ahora los boleros me
ayudan a soportar esta vida triste, aunque ustedes crean que es
alegre.
FAUSTINO.- Es Alegre! Ustedes nos alegran la vida y nos la hacen
más llevadera, aún cuando los tangos sean tristes y los boleros de
vez en cuando.
LILIANA.- Yo creo todo lo que dicen los boleros con sus letras. Como
si me las hubieran escrito a mí, y me meto en ellos cuando los
canto, y los vivo… los amores perdidos, los desengaños, las lágrimas
de sangre…
FAUSTINO.- Ah, no! Eso sí que no está bien! No te me vayas a poner
sentimental que yo vine aquí a alegrar mi vida y a maravillarme con
las caderas más portentosas del mundo!.
LILIANA.- Entonces que venga la alegría. Vamos a tomar champaña,
todavía tengo la botella que me trajiste la otra noche.
FAUSTINO.- Champaña y amor! Amor comprado!
(TRANSICION.SUSURRANDOLE) Pero eso si, en tu cama. La cama
con el espaldar de bronce de Liliana.
(ELLA SONRÍE CON LA PICARDÍA DE SU OFICIO Y SE LO LLEVA)
LILIANA.- Vamos.
(SALEN MUY JUNTOS. FAUSTINO LE HA PASADO EL BRAZO POR LA
CINTURA. ELLA LE ACARICIA EL PELO MIENTRAS LA OSCURIDAD LOS
VA OCULTANDO)
(LAS LUCES SE ENCIENDEN EN EL ESPACIO DE LA HABITACIÓN DE
IGNACIO. ÉL ESTÁ CON GUILLERMINA Y ROSÁNGELA. TIENEN EL
VELO Y LA CORONA DEL VESTIDO DE NOVIA. CONVERSAN
ALEGREMENTE)
ROSÁNGELA.- Es mucho más bello de lo que yo creía. Los azahares
están intactos.
GUILLERMINA.- Sólo la uso su noche de bodas. Y por lo demás, la
naftalina se encarga de que todo se conserve perfectamente, igual
que las tumbas de los faraones.
ROSÁNGELA.- Guillermina, no hables de tumbas delante de mi
corona y mi velo de novia (SE LOS COLOCA)
IGNACIO.- Van a tener que recortarlo, es demasiado largo para ti.
GUILLERMINA.- Es así. Todo el traje es largo, inmensamente largo.
(RECUERDA) la cola era de raso francés…laaaaarga, interminable.
Medía 14 metros, casi del mismo largo del altar.
IGNACIO.- Si, ahora recuerdo, vi unas fotos en el álbum de mamá-
ROSÁNGELA.- Pero en la foto que está en la sala no se ve tan larga.
GUILLERMINA.-Porque tuvieron que recogérsela para que ellos
cupieran en la foto. Es la cola más bella que se ha visto en el
pueblo.
IGNACIO.-¿Dónde compraron el vestido? Seguramente fue en París.
GUILLERMINA.- Las telas las trajeron de París, pero el vestido lo
hicieron en Caracas. Lo bordaron unas monjas de un convento por
allá por el centro de Caracas, por San José. Son unas monjas que
bordan maravillas, imagínense que le hacen los vestidos a todas las
imágenes de las vírgenes tanto de Caracas como de otras ciudades.
ROSÁNGELA.- Bordado con manos santas.
IGNACIO.- ( TOCANDO SUAVEMENTE LA CORONA) Manos
inmaculadas.
GUILLERMINA.- Para una virgen como Altagracia. Y no solo era el
largo de la cola, sino que toda ella estaba repleta de incrustaciones
de nácar, miles de pedazos de nácar y de perlas blancas y rosadas
entre los encajes. Y cuando Altagracia caminaba hacia el altar, las
lámparas de la iglesia hacían resplandecer el nácar y las perlas
parecían estallar por las luces que despedían los velones inmensos.
Fue el traje de novia más hermoso de toda la historia del pueblo, ni
mis abuelos recuerdan haber visto otro igual, tampoco yo.
ROSANGELA.- (ILUSIONADA) Y ahora seré yo quien lo lleve.
IGNACIO.- (BROMEANDO) Si es que te queda bien.
ROSÁNGELA.- Claro que me va a quedar bien. Y si no me sienta,
pues las costureras le harán el arreglo.
GUILLERMINA.- Cómo quisiera verte con el traje de novia
nacarado!... Y tan feliz como lo fue Altagracia
IGNACIO.- ¿Fue? (PAUSA) ¿Es que mamá no es feliz ahora?
GUILLERMINA.- Yo no quise decir eso.
(ENTRA GERÓNIMO, SE TURBA AL VER A LAS DOS MUJERES)
GERÍNIMO.- Disculpen, no sabía que estaban aquí.
ROSÁNGELA.- ¿Y por eso pones esa cara? ¿Por qué te asustas?
GERÓNIMO.- Perdonen, es que debí llamar antes de entrar.
IGNACIO.- No te preocupes, pasa.
GUILLERMINA.- No estamos hablando de nada que tú no sepas o
vayas a saber muy pronto. La señorita se va a casar.
GERÓNIMO.- Ah!. Pues… felicitaciones.
ROSÁNGELA.- Gracias, Gerónimo. (A IGNACIO) ¿Van para el pueblo?
IGNACIO.- No, vamos por los caballos. Quedamos en trotar hasta el
cerro.
GUILLERMINA.- Están locos. Son como dos horas. Ni las bestias ni
ustedes van a aguantar.
GERÓNIMO.- El señor Ignacio está aprendiendo rápido. Y aguanta.
ROSÁNGELA.- ¡El “señor” Ignacio! Ni que fuera tan viejo. Todavía
toma biberón! (TODOS SE RIEN DE LA BROMA)
IGNACIO.- No tanto, Rosángela, no exageres.
ROSANGELA.- Ya te escucharé quejándote cuando regreses. (A
GUILLERMINA ) Guillermina, por qué no me traes la cola del
vestido?
GUILLERMINA.- Porque yo sola no puedo con ella! Además, eso es
pavoso. Ningún hombre, y mucho menos el novio, debe ver el traje
de la novia sino hasta que estén en el altar.
IGNACIO.- Si es por nosotros, pueden ir a buscarlo, ya nos vamos.
Hasta luego.
GERONIMO.- Con su permiso, señorita.
(SALEN IGNACIO Y GERÓNIMO. ROSANGELA SE TORNA
REPENTINAMENTE SERIA)
ROSÁNGELA.- Guillermina, ¿Quisiste decir algo con eso de “tan feliz
como lo fue Altagracia”? (PAUSA) ¿Crees que mamá no es feliz
ahora?
GUILLERMINA.- Yo no me meto en la vida privada de ningún
matrimonio, ni en el de Altagracia, que es como mi hija.
ROSÁNGELA.- No me tomes por tonta. Y papá dijo algo muy
extraño…eso de buscar otras personas… de tener otro lugar.
GUILLERMINA.- Ya tú estás en edad de comprender muchas cosas.
Y debes saber que la felicidad no es eterna y que en los
matrimonios más felices también hay sus turbulencias.
ROSÁNGELA.- Entonces hay algo que me están ocultando. Si tengo
la edad de comprender, ¿por qué no me dices lo que está pasando?
GUILLERMINA.- Rosángela, la felicidad no es solo tocar un piano y
tener unas macetas de geranios en la ventana. (TRANSICIÓN) Ven,
vamos a buscar tu vestido de novia.
(SALEN. OSCURO. LA LUZ SE ENCIENDE EN EL ESPACIO DE LA SALA
DONDE ESTÁN EL PERIODISTA Y GUILLERMINA)
GUILLERMINA.- Tengo los párpados como si fueran de plomo.
PERIODISTA.-Disculpe, no pretendí molestarla.
GUILLERMINA.- No me ha molestado en nada. Es que estoy
cansada, tantos recuerdos juntos pesan demasiado. A veces nos
acordamos de uno solo y se soporta. Pero tantos, todos, y juntos…
es demasiado para mí.
PERIODISTA.- Puedo volver en otro momento, cuando usted quiera.
GUILLERMINA.- No, no vale la pena, mejor terminamos de una vez.
¿Qué le falta saber?
PERIODISTA.- Casi todo. No sé si se casaron finalmente o no, todos
cuentan una historia diferente-
GUILLERMINA.- El matrimonio… El traje de novia con la cola de
encajes y nácar…
(LAS LUCES SE VAN OCULTANDO LENTAMENTE SOBRE ELLOS. LA
ACCIÓN SE TRASLADA AL ÁNGULO OPUESTO DE LA SALA.
ROSÁNGELA Y ALEJANDRO SENTADOS EN EL SOFÁ CONVERSAN
ALEGREMENTE)
ROSÁNGLA.- El traje de novia tiene una enorme cola llena de
encajes, nácar y perlas.
ALEJANDRO.- Debió costar una fortuna.
ROSÁNGELA.- Pero valió la pena. No creo que haya otro parecido.
Ya me veo entrando a la iglesia y los pajes sosteniendo la cola. Voy
a necesitar como diez niños para poder llevarla. Cómo me gustaría
que lo vieses.
ALEJANDRO.- Pero el novio no puede enterarse de eso detalles,
dicen que da mala suerte.
ROSÁNGELA.- No creas en eso, entre nosotros no cabe la mala
suerte.
ALEJANDRO.- A veces no es cuestión de suerte, ni de nosotros
mismos, sino de las circunstancias, del imprevisto.
ROSÁNGELA.- ¿Qué te pasa, por qué hablas así?
ALEJANDRO.- Nada, no me pasa nada. (SE LEVANTA) No es nada.
ROSÁNGELA.- Me estás evadiendo. Mírame a los ojos. (SE PLANTE
FRENTE A ÉL) Tú no me engañas, Alejandro. ¿Por qué cambiaste de
repente?
ALEJANDRO.- Porque me preocupan ciertas cosas. Quisiera que la
boda fuese cuanto antes y marcharnos a Caracas. Sé que van a
suceder cosas y no quisiera estar en este pueblo porque no puedo
seguir actuando ni pensando como un niño. Rosángela, la boda y
cien cosas más me han transformado en un hombre.
ROSÁNGELA.- ¿Qué significa ser un hombre en este pueblo?
ALEJANDRO.- Ser distinto a toda esta gente que ni mira, ni piensa ni
siente. Aletargados, inconmovibles.
ROSÁNGELA.- No sigas! Yo también siento que he cambiado. Desde
que me medí el vestido de novia, todo un mundo diferente me
rodeó. Me sentí mujer porque estaba contigo. Y creo que para toda
la vida.
ALEJANDRO.- Y qué es ser mujer en este pueblo?
ROSÁNGELA.- No ser un esqueleto que se consume en los fogones,
o en los patios regando las macetas de geranio y de claveles. Saber
que no me estoy secando, que tengo un vientre vivo. Que no quiero
padecer el dolor de esas maestras que se van doblando envejecidas
sobre los pupitres de las escuelas. Es poder decidir por mí misma.
ALEJANDRO.- Yo decidí por mí mismo y te escogí a ti. Desde ese
momento me sentí hombre.
ROSÁNGELA.- Desde ese mismo momento me sentí mujer.
(SE ABRAZAN TIERNAMENTE)
ALEJANDRO.- Rosángela tengo que decírtelo, debemos salir de acá
cuanto antes. Debo estar en Caracas y no sólo por mis estudios.
ROSÁNGELA.- ¿Es algo muy grave? Me has dado miedo de repente.
ALEJANDRO.- No temas. No somos nosotros. Es esta tierra. El país.
Vivimos momentos oscuros en donde se impone el absolutismo y la
ignorancia. Descubrir que debo estar del otro lado es lo que me ha
hecho hombre, y luego, encontrarte a ti.
ROSÁNGELA.- Cuando me enteré de que mis padres no era felices,
tuve que despertar. Ahora tú me mencionas una palabra que me
termina de abrir los ojos; absolutismo. Eso ocurre en la casa. Tal
vez igual al país.
ALEJANDRO.- Si lo vislumbraste con tus padres, podrás entender el
resto. Estos tiempos oscuros ya pasaron para el país. Ya va a llegar
el final de las horas del absolutismo y el cuartel.
ROSÁNGELA.- Con todo, tengo miedo. El mismo miedo de toda esta
gente que no acierta a mirar.
ALEJANDRO.- El silencio temeroso dura poco. Ellos van a reaccionar
cuando se den cuenta y salgan de su ceguera.
ROSÁNGELA.- ¿Tú crees que en verdad falta poco?
ALEJANDRO.- Tal vez menos de lo que creemos, Caracas es un
hervidero, la Universidad es un hervidero, los profesores y los
alumnos nos hemos unidos. Se conspira en silencio por todos los
rincones. En la facultad estamos trabajando fuerte en la
clandestinidad.
ROSÁNGELA.- No me asustes.
ALEJANDRO.- A estas cosas no se es teme, al contrario, hay que
empujarlas, se trata de conocer lo que casi nadie conoce aquí
después de tantos años, la palabra libertad.
ROSÁNGELA.- De todas formas me da miedo Se va a voltear todo y
las consecuencias pueden ser terribles.
ALEJANDRO.- El riesgo hay que correrlo. Ya no se puede retroceder,
hasta se están organizando los partidos políticos. Este momento
nos necesita a todos.
ROSÁNGELA.- Y tu papá… ¿Lo sabe, te apoya?
ALEJANDRO.- El es uno de los que se está moviendo por estos lares.
Mi único temor es que lo delaten.
(ELLA LO ABRAZA TEMEROSAMENTE. ALEJANDRO LUCE DECIDIDO)
(LA LUZ SE DESVANECE SOBRE ELLOS, AL TIEMPO QUE VA
ILUMINÁNDOSE EL ESPACIO DEL OTRO SALÓN DONDE SE HA
COLOCADO LA MESA PARA CENAR. CUBIERTOS DE PLATA,
CRISTALES Y LINO MUY BLANCO. ESTÁN FAUSTINO, ALTAGRACIA E
IGNACIO. BIEN VESTIDOS PARA LA OCACIÓN.)
FAUSTINO.- ¿Qué sorpresa nos tienes para esta cena?
ALTAGRACIA.- Una sorpresa no se confiesa, pero es algo especial y
que te gusta mucho.
IGNACIO.- Ya sé, algo afrancesado: coq au vin!
ALTAGRACIA.- Impertinente, imprudente! Me quitaste la ilusión de
verlos suspirar por el aroma!
IGNACIO.- ¿Y el postre?
ALTAGRACIA.- Ignacio, silencio! Me dejan esa incógnita al menos.
Una delicia, una exquisitez.
FAUSTINO.- Sospecho que son unas islas flotantes o un
bienmesabe.
(ENTRA GUILLERMINA BASTANTE AGITADA)
GUILLERMINA.- Señora, no encuentro la canela en polvo para
echarle a las islas flotantes!
ALTAGRACIA.- (CON RABIA RISUEÑA) Guillermina! Has descubierto
mi secreto! Ya no hay sorpresa!
(TODOS RIEN. GUILLERMINA LOS MIRA DESCONCERTADA)
GUILLERMINA.- Pero, yo que dije?... ¿Por qué me miran así?
ALTAGRACIA.- Nada mujer. La canela está en el seibó!... y ten todo
listo, que vamos a cenar de una vez. (LLAMANDO) Rosángela!...
Alejandro! Acérquense, por favor.
GUILERMINA.- Voy a comenzar a servir la comida. Hasta por un
frasco de canela se arma un lío en esta casa.
(GUILERMINA SALE DE ESCENA, POR EL LADO OPUESTO ENTRAN
ROSÁNGELA Y ALEJANDRO. FAUSTINO ABRA LA BOTELLA DE VINO Y
COMIENZA A SERVIR EN LAS COPAS).
ALTAGRACIA.- Vengan, siéntense! Rosángela y Alejandro de este
lado…
ALEJANDRO.- Gracia por su amabilidad.
ALTAGRACIA.- Faustino a la cabeza, como jefe de familia.
ROSÁNGELA.- Qué protocolar todo esto.
FAUSTINO.- Hay que atender como debe ser a tu futuro esposo,
desde esta noche se integra a la familia. Y eso merece un brindis.
Tomen sus copas.
(TOMAN LAS COPAS Y LAS MANTIENEN EN ALTO)
ALEJANDRO.- Gracias por recibirme en su mesa.
FAUSTINO.- Salud! Chantè!
TODOS.- Salud!
ALTAGRACIA.- Salud y felicidad.
(SE SIENTAN, LA CONVERSACIÓN SE INICIA EN UN TONO AMABLE Y
POCO A POCO SE IRÁ ENRARECIENDO HASTA CREAR UNA GRAN
TENSIÓN)
FAUSTINO.- Dígame una cosa, futuro yerno, ¿piensa permitir que
Rosángela siga sus estudios?
ALEJANDRO.- Por supuesto, siempre que ella quiera. Rosángela no
va a ser una esclava del matrimonio, sino mi compañera.
FAUSTINO.- Pero no olvide que a veces a la mujer hay que tenerla
con las tuercas ajustadas.
ALEJANDRO.- No creo que entre nosotros sea necesario eso.
ROSANGELA.- Nos entendemos perfectamente bien.
FAUSTINO.- ¿Y se piensan residenciar en Caracas definitivamente?
ALEJANDRO.- Si, claro. Y más cuando me gradúe. Un abogado tiene
un futuro bien opaco en un pueblo tan pequeño como este.
FAUSTINO.- Me perdona la curiosidad, pero ¿cómo andan las cosas
por la universidad?
ALEJANDRO.- Bien… (VACILA BREVEMENTE) normales, los estudios
exigen demasiado.
FAUSTINO.- Pero me cuentan que también suceden otras cosas
aparte de los estudios. Que están mezclándolos con la política.
Espero que usted no sea uno de esos aprendices a usurpadores.
ROSÁNGELA.- Papá…
FAUSTINO.- Tranquila, hija, pregunto por preguntar, Alejandro no
tiene cara de ser un rebelde insurgente, de esos que piensan que
estamos sometidos al autoritarismo del General--- qué se yo.
ALEJANDRO.- (CORTADO) No, no pienso de esa manera.
ALTAGRACIA.- Un poco más de vino. No hay nada más apropiado
para romper la armonía de una reunión que hablar de política.
(TODOS BEBEN UN SORBO)
FAUSTINO.- Tienes razón, Altagracia, mientras no se enciendan los
ánimos ni se ofenda. Sólo que quiero conocer un poco mejor con
quién se va a casar mi hija.
ALEJANDRO.- (CONTENIDDO) está en todo su derecho.
FAUSTINO.-Alejandro, yo soy un hombre frontal. Creo que lo que
tenemos es lo que más nos conviene. Las fuerzas armadas no
pueden estar sometidas al poder civil. Eso de la democracia será
para países que tienen un esquema mental más avanzado que el
nuestro, aquí todavía estamos en la etapa del plato de frijoles en
lugar de los votos.
ALEJANDRO.- Si, es lamentable. En gran parte por culpa del
analfabetismo… y otros factores que parecen demostrar que el
autoritarismo es más veloz que la democracia.
(BREVE PAUSA. SE MIRAN MUY TENSOS POR UN SEGUNDO Y LA
SITUACIÓN SE ROMPE POR LA ENTRADA DE GUILLERMINA CON
UNA FUENTE DONDE ESTÁ LA ENSALADA)
GUILLERMINA.- Permiso. Aquí está la ensalada, para comenzar. Si
necesitan algo más…
ALTAGRACIA.- Gracias, Guillermina, creo que todo está bien.
GUILLERMINA.- Permiso. (SALE)
ALTAGRACIA.- Vamos a servir. Esto tiene muy buena cara.
FAUSTINO.- (INCISIVO, ALGO PICADO) ¿Usted piensa que tenemos
un gobierno autoritario?
ALEJANDRO.- Hablo en términos generales. Lamentablemente
Latinoamérica está a merced de la ignorancia, del plato de frijoles,
como usted acaba de señalar, que la rebelión militar sea la única
salida. (INTENCIONADO) Y que la corrupción sea el pasatiempo
nacional.
FAUSTINO.- Amigo, es cierto. Pero no creo que sea nuestro caso.
Aquí hay progreso, un orden, estamos más adelante que muchos
otros países, aunque a veces no haya habido otra salida que las
armas.
ALEJANDRO.- Eso es lo lamentable, que no haya otra salida que las
armas… en ciertos países (PUNZANTE). Pero bajo ese pretexto se
han cometido muchos desmanes, siempre la imagen del caudillo y
las armas.
FAUSTINO.- Considere que tampoco se le puede dar municiones al
enemigo.
ALTAGRACIA.- Rosángela, sírvele la ensalada a Alejandro, por favor.
(LE PASA LA FUENTE)
FAUSTINO.- Y a propósito, ¿qué piensa su padre de todo esto, de la
situación que vivimos… a quién se aproxima políticamente?
ALEJANDRO.- Papá es un hombre de ideas avanzadas…
modestamente, creo que es un hombre adelantado a su tiempo y
en particular a este pueblo. No sé cómo se ha quedado acá.
FAUSTINO.- Si es así, me imagino que habrá encontrado buena
compañía en los libros.
ALEJANDRO.- Efectivamente, lee mucho.
FAUSTINO.- (CON UN DEJO DE CINISMO) Montesquieux… Rousseau.
También fueron mis lecturas predilectas en otros tiempos. (PAUSA)
¿Y que de Carlos Marx?
ALEJANDRO.- Me imagino que sí. Papá parte de la idea que hay que
ir a las fuentes de todo cuanto sea doctrina, religión, filosofía, y no
enterarse por terceros que a veces deforman su verdadera esencia.
FAUSTINO.- Así tiene que ser.
ALEJANDRO.- Considera un derecho pensar diferente y no un
motivo para fusilar a nadie.
(NUEVA PAUSA TENSA QUE ROMPE ALTAGRACIA)
ALTAGRACIA.- El vino y la comida, están pidiendo a gritos que le
presten atención.
FAUSTINO.- Es cierto. El paladar y el estómago exigen un disfrute
sin condimentos desagradables! Paro, de todas formas, Alejandro,
dele de mi parte una voz de alerta a su padre. Tengo informaciones
ciertas de que en el pueblo hay gente conspirando.
ALTAGRACIA.-En el pueblo sólo tienen cabida los chismes, y no la
política.
IGNACIO.-Es verdad, mamá. En el colegio hay profesores que
hablan de presos políticos. Los tienen en el castillo de Puerto
Cabello y dicen que los torturan, que les ponen grillos en los pies
con unas enormes pelotas de hierro que pesan hasta más de
cincuenta kilos… y que algunos han muerto porque le han puesto
vidrio molido en la comida.
(SE PRODUCE UN SILENCIO TENSO. LAS MIRADAS SE CRUZAN.
ALTAGRACIA TRATA DE PONER FIN A LA SITUACIÓN).
ALTAGRACIA.- Ignacio, dijimos que estaba bien hablar de asuntos
incómodos. Estamos cenando y tratando de divertirnos un rato.
IGNACIO.- Disculpen.
(SILENCIO. COMIENZAN A COMER SIN DECIR PALABRA. IGNACIO
TRATA DE LEVANTAR LA COPA QUE TIEMBLA EN SUS MANOS,
FINALMENTE SE LE CAE SOBRE EL MANTEL Y EL VINO SE DERRAMA.)
ROSANGELA.- (TRATANDO DE SONREÍR) Felicidad! Cuando se
derrama el vino es señal de alegría!
LAS LUCES SE VAN DESVANECIENDO SOBRE ELLOS. QUEDA
SOLAMENTE UN DÉBIL RESPLANDOR SOBRE IGNACIO QUE
TRANSMITE LA SENSACIÓN DE IR ADENTRÁNDOSE EN OTRO
MUNDO. SE LEVANTA LENTAMENTE DE LA MESA Y SE ENCAMINA
HACIA SU HABITACIÓN. EL TIEMPO VA TRANSCURRIENDO EN LA
MISMA MEDIDA DE LOS PASOS DE INGACIO. SE DETIENE EN LA
PUERTA DE SU HABITACIÓN. MIRA DE UN LADO A OTRO, LA
MIRADA PERDIDA, COMO LEJANO. SE EMPAPA CON LOS RUIDOS DE
LA NOCHE, LA BRISA, EL CROAR DE LAS RANAS.
SE RECUESTA PENSATIVO EN LA CAMA. HAY UNA
TRANSFORMACIÓN PROGRESIVA EN ÉL.
ENTRA A ESCENA GERÓNIMO, COMO SI BUSCASE ALGO. SE
DETIENE CERCA DE LA HABITACIÓN DE IGNACIO. ESTE LO MIRA Y SE
INCORPORA LENTAMENTE DE LA CAMA)
IGNACIO.- Gerónimo.
GERÓNIMO.- Ah!... estás aquí… los demás toman vino allá afuera y
hablan...
IGNACIO.- De la boda.
GERÓNIMO.- Si, de la boda.
(SILENCIO EMBARAZOSO. SE MIRAN. IGNACIO DA DOS PASOS
HACIA ÉL)
IGNACIO.- Entra.
(GRAN PAUSA. SE MIRAN, SE DETALLAN. AMBOS VAN
COMPRENDIENDO A DÓNDE VAN A LLEGAR. SE VA PRODUCIENDO
UNA APROXIMACIÓN DE SUS CUERPOS MUY LENTA HASTA QUE
ESTÁN A UN PASO, FRENTE A FRENTE)
IGNACIO.- Tócame.
GERÓNIMO.- (DÉBILMENTE) no…
IGNACIO.- (ABRIÉNDOSE LA CAMISA, DESPACIO, MUY DESPACIO)
Tócame. Acá, en el pecho.
GERÓNIMO.- No me atrevo.
(IGNACIO ESTIRA LENTAMENTE SU BRAZO Y COMIENZA A
DESABROCHAR LA CAMISA DE GERÓNIMO. LA ABRE TOTALMENTE.
TODO ESTO OCURRE MIENTRAS SE MIRAN FIJAMENTE A LOS OJOS.
IGNACIO ROZA SU MANO LEVEMENTE POR EL PECHO DE
GERÓNIMO.
GERÓNIMO.- Tus manos tienen fiebre.
IGNACIO. Tu cuerpo tiene fiebre.
IGNACIO.- La misma fiebre. Ambos.
GERÓNIMO TOCA FINALMENTE EL PECHO Y LOS HOMBROS DE
IGNACIO.
GERÓNIMO.- Tu cuerpo tiene fiebre.
IGNACIO.- Tus manos tienen fiebre. (NUEVA PAUSA. LA CARICIA ES
UN TEMOR) Pasa. Ven.
(NUEVAMENTE INMÓVILES. LOS OJOS FIJOS, EL UNO FRENTE AL
OTRO. APENAS UN LEVE ACARICIAR CON LA PUNTA DE LOS DEDOS.
IGNACIO SE VUELVE Y ENTRA A LA HABITACIÓN. VOLTEA EL
ROSTRO Y MIRA PROFUNDAMENTE A GERÓNIMO QUE AL FINAL SE
DECIDE A ENTRAR. DE NUEVO FRENTE A FRETE)
GERÓNIMO.- Tengo miedo.
IGNACIO.- Yo también.
GERÓNIMO. El fuego… arde. Tu piel (LO TOCA)
IGNACIO.- El fuego del miedo. Tu piel (LO TOCA) Como el infierno.
GERÓNIMO.- Como el infierno. Le tengo el mismo miedo.
(AHORA COMIENZAN A TOCARSE AL UNÍSONO. LAS CARICIAS SON
MUY SUAVES AL COMIENZO, PERO VIRILES. VAN DESPOJÁNDOSE
DE LAS ROPAS, EL UNO AL OTRO MIENTRAS LAS CARICIAS
AUMENTAN, LLEGAN AL BESO SOBRE LOS BRAZOS Y EL ABDÓMEN
MIENTRAS QUEDAN COMPLETAMENTE DESNUDOS. SE MIRAN Y
TERMINAN ABRAZÓNDOSE CON FURIA. SE RECUESTAN EN LA
CAMA. LOS DOS CUERPOS SE ENTRELAZAN. LAS LUCES DEBERÁN
HACER UN JUEGO ESPECIAL PARA CREAR UNA ESPECIE DE DANZA
CON LOS MÚSCULOS TENSOS DE LOS DOS HOMBRES. EL
ENCUENTRO DEBE TENER UN CARÁCTER RITUAL. LENGUAS QUE
LAMEN, BRAZOS Y PIERNAS QUE SE ESTIRAN HACIA UN INFINITO.
LAS LUCES ILUMINAN PEDAZOS DE SUS CUERPOS: UN MUSLO
SOBRE OTRO. UN TORSO SOBRE OTRO. EL CONTRASTE DE LA PIEL
MORENA CON LA BLANCA. UN ESTERTOR. UN TEMBLOR. CUATRO
MANOS QUE HURGAN COMO SI BUSCASEN LO QUE HAY DENTRO
DE SUS CARNES.
LENTAMENTE LAS LUCES SE VAN CONSUMIENDO Y AL UNÍSONO SE
ENCIENDEN CON POCA INTENSIDAD SOBRE LA FIGURA DE
GUILLERMINA QUE VIGILA CERCA DE LA PUERTA. HIERÁTICA.
PARECIESE HABLAR CON EL PERIODISTA.
GULLERMINA.- Estuve casi toda la noche agazapada frente al
cuarto, con el nudo del miedo en el pecho. Estuve allí afiebrada casi
hasta el amanecer. Estuve esa noche y muchas otras noches. En el
fondo estaba protegiéndolos, tenía terror de que alguien llegara a
enterarse de…
Se detiene cuando se escuchan ruidos, alguien llama a la puerta de
la calle. Ella parece regresar a la realidad. Va hacia la puerta.
GUILLERMINA.- Voy! Voy… ¿Quién es?
ALEJANDRO.- (DESDE AUERA) Soy yo, Guillermina, Alejandro.
Ábreme, por favor.
(ELLA ABRE LA PUERTA. ALEJANDRO ENTRA SOFOCADO)
GUILLERMINA.- ¿Qué tiene, por qué está así?
ALEJANDRO.- Algo grave pasó. ¿Dónde está Rosángela. Hay alguien
más en la casa?
GUILLERMINA.- La señora Altagracia.
ALEJANDRO.- (AGITADO) Llama a Rosángela, dile que venga.
(GUILLERMINA SALE PRESUROSA. ALEJANDRO NO CONTIENE SU
ANGUSTIA Y LLAMA A ROSÁNGELA QUE ENTRA INMEDIATAMENTE)
ALEJANDRO.- Rosángela!
ROSANGELA.- (ENTRANDO) Alejandro, que pasa, por qué estás así?
ALEJANDRO.- Rosángela, se llevaron a papá?
ROSANGELA.- ¿Cómo es eso que se lo llevaron, quienes, para
dónde?
ALEJANDRO.- La policía. La Sagrada.
ROSANGELA.- Dios Mío! No puede ser! ¿Cuándo, cómo fue eso?
ALEJANDRO.- Alguien nos delató. Yo no estaba en casa, fue hace un
par de horas, como a las siete de la noche.
ROSÁNGELA.- ¿Por qué lo delataron, quien se iba a atrever a hacer
semejante cosa. A Don Alfredo todo el mundo lo quiere y lo
respeta?
ALEJANDRO.- Pues parece que no es así. Ya ves.
ROSÁNGELA.- ¿De qué lo acusan, es un cuestión política?
ALEJANDRO.- Qué otra cosa puede ser. Afortunadamente dos
amigos me alertaron y me dijeron que no me acerca a la casa, que
todavía están rondando cerca y de ser cierto, debe ser que esperan
por mí.
ROSANGELA.- Dios, no puede ser! ¿De qué lo pueden acusar si él?...
ALEJANDRO.- Conspiración. Tú sabes que vivimos así, no es
necesaria una prueba, basta que alguien delate y te llevan sin
derecho a nada.
ROSÁNGELA.- ¿Qué vas a hacer?-
ALEJANDRO.- Tengo que salir de aquí, esconderme hasta tanto
sepa al detalle lo que está pasando.
ROSÁNGELA.- Quédate aquí.
ALEJANDRO.- Aquí menos que en ninguna parte! No quiero
comprometerlos en nada. Sólo vine a avisarte. Tengo que irme
Rosángela. Ya veré cómo y con quien te hago llegar noticias mías.
Está pendiente.
ROSANGELA.- (ABRAZÁNDOLO) Alejandro! Por favor, cuídate
mucho!
ALEJANDRO.- De eso se trata. Debo irme, Rosángela, debo irme.
(SE SEPARAN. EL COMIENZA A SALIR. SE VUELVE Y LA MIRA CON
TRISTEZA)
ALEJANDRO.- Hasta pronto.
(ROSÁNGELA SE ALEJA TRISTEMENTE HACIA SU HABITACIÓN. LA
LUCES DECRECEN LENTAMENTE SOBRE ELLA HASTA BORRARLA DE
LA ESCENA. EN LA PENUMBRA SE ESCUCHA LA MÚSICA QUE TOCA
ALTAGRACIA AL PIANO. HA CAMBIADO RADICALMENTE, SU
ROSTRO ES INEXPRESIVO, APENAS UN DEJO DE TRISTEZA Y MUCHO
DE AUSENCIA. FAUSTINO ENTRA Y SE ACERCA, LA MIRA, ELLA DEJA
DE TOCAR Y SIN UN GESTO, PERMANECE CASI INMÓVIL.)
FAUSTINO.- ¿Por qué te detienes?
ALTAGRACIA.- Nada.
FAUSTINO.- ¿Qué está pasando contigo, que está sucediendo en
esta casa?
ALTAGRACIA.- Rosángela está destrozada. Todos estamos
acongojados. Dos meses sin saber nada de Alejandro ni de Don
Alfredo.
FAUSTINO.- ¿Hasta cuándo vamos a seguir en esto! A permitir que
un asunto ajeno a nuestra familia nos derrumbe?.
ALTAGRACIA.- ¿Ajeno? Se iba a casar con nuestra hija.
FAUSTINO.- Exageraciones, patetismo! Apenas habían comenzado
unos amores. No es como para echarnos a morir. Ya aparecerán y
se sabrá en qué asuntos ilegales estaban comprometidos.
ALTAGRACIA.- Tú sabes que ellos no pertenecen a esa clase de
gente.
FAUSTINO.- Por mucho respeto que Alfredo se merezca, si cometió
un delito no podemos condescender. La tolerancia puede ser
complicidad.
ALTAGRACIA.- Faustino, tú sabes quién los delató.
FAUSTINO.- (MOLESTO) Yo no sé nada! Lo sabe y lo dice todo el
pueblo: estaban conspirando contra el General y eso tiene su
precio. Y basta de seguir hablando en esta casa de este
asunto.(TRANSICIÓN. FIRME) Voy a salir un rato, a respirar otro
aire. Me llevo a Ignacio conmigo.
ALTAGRACIA.- (EXTRAÑADA) Ignacio… ¿dónde vas?
FAUSTINO.- A un lugar donde pueda olvidarme de esta gruta de
tristeza en que se está convirtiendo esta casa. (LLAMANDO)
Ignacio!
(SE ENCAMINA HACIA EL ESPACIO DONDE ESTA LA PUERTA DE
ENTRADA A LA CASA) Ignacio!
(ENTRA IGNACIO. SE MIRAN UN MOMENTO)
IGNACIO.- Si, papá.
FAUSTINO.- Vente conmigo, vamos a salir un rato.
IGNACIO.- (EXTRAÑADO) ¿A salir… a dónde?
FAUSTINO.- (PASÁNDOLE EL BRAZO POR LOS HOMBROS) A
divertirnos un rato. A olvidarnos de los problemas y del agobio de
esta casa donde no se oyen ni los pasos de nadie. (ANIMÁNDOLO)
Vamos, y cambia esa cara, algún día teníamos que tratarnos como
amigos y no con la severidad entre padre e hijo. Vámonos.
(SALEN HACIA LA CALLE. LA ACCIÓN SE TRASLADA A LA HABITACIÓN
DE ROSÁNGELA. ESTÁ SENTADA FRENTE A LA PEINADORA.
GUILLERMINA PASA SUAVEMENTE EL CEPILLO CON MANGO DE
PLATA POR SU PELO. ROSÁNGELA TIENE LA MUÑECA EN SUS
MANOS)
GUILLERMIA.- Deja de pensar en eso, deja por esta noche esa
pesadumbre, mija.
ROSÁNGELA.- No puedo. Soy una ruina.
GUILLERMINA.- No digas eso.
ROSÁNGELA.- (LEVANTANDO LA MUÑECA) Ella tiene más alegría
que yo.
GUILLERMINA.- Todos estamos afligidos, pero tienes que
reponerte, no puedes seguir sumida en esta pena como si se tratara
de una muerte.
ROSÁNGELA.- ¿Y quién nos dice que no? Son dos meses y nada se
sabe. Lo que murmura el pueblo, chismes, suposiciones. Pero nada
cierto. ¿Cómo es posible que nadie sepa nada, ni las autoridades?
Esta incertidumbre es peor que la muerte, Guillermina.
GUILLERMINA.- Ya, ya… deja de pensar… deja de recordar.
ROSÁNGELA.- No puedo, estoy rota. Siento el ruido del aleteo de
unos pájaros oscuros sobre mi silencio y no puedo descansar, no
me dejan en paz.
(LAS LUCES SE DESVANECEN SUAVEMENTE SOBRE ELLAS Y AL
LLEGAR LA OSCURIDAD TOTAL, LA ATMÓSFERA CREADA ES ROTA
POR EL SONIDO DE UN ESTRIDENTE DANZÓN. NOS TRASLADAMOS
AL ESPACIO DEL PROSTÍBULO. LILIANA ESPLENDOROSA EN UN
TRAJE ANARANJADO. RESPLANDECE CUANDO VE LLEGAR A
FAUSTINO)
LILIANA.- Pájaro de mar por tierra! Cuánto tiempo sin verte!
FAUSTINO.- No te malacostumbres! Sólo te he faltado la semana
pasada.
LILIANA.- No es mala costumbre, sino que extrañé tu ausencia.
FUSTINO.- Caramba, eso me levanta el ánimo!
LILIANA.- Por qué, qué ha pasado?.
FAUSTINO.- Problemas, complicaciones. ¿Te parece poco todo lo
que ha ocurrido en este pueblo?
LILIANA.- Siempre andamos en las mismas.
FAUSTINO.- (LLAMANDO A IGNACIO) Ignacio, pasa, no te quedes
allí.
IGNACIO.- (ENTRANDO) Buenas noches.
LILIANA.- (ADMIRADA, INSINUANTE) Caramba, y esta criatura… ¿de
dónde la sacaste?
FAUSTINO.- Es mi hijo, Ignacio. (ELLA CAMBIA TOTALMENTE SU
ACTITUD) Te presento a la mujer más extraordinaria de este
pueblo! Las caderas que el demonio y Dios amasaron con mayor
dedicación y amor, porque no iban a ser propiedad de un solo
hombre. Aunque yo me pueda dar el lujo de que tengo casi-casi la
exclusividad.
LILIANA.- Qué tal, Ignacio. No le hagas mucho caso.
IGNACIO.- No, claro… está bien.
FAUSTINO.- Bueno, Liliana, esta noche tu visitante no voy a ser yo.
Te traje a mi hijo para que me lo hagas un hombre, como le
corresponde hacer a un padre que quiera tener un varón de
verdad.
LILIANA.- Me comprometes, Faustino.
FAUSTINO.- No me vas a decir que es el primero. Nadie mejor que
tú para confiarle esa tarea. Aquí lo tienes. (SEÑALA A IGNACIO)
carne fresca (SEÑALA A LILIANA) y una cama prohibida. Ignacio,
aquí tienes a Liliana, la primera dama de este pueblo, mitad
heroína… mitad libertina. Los dejo solos, me voy a tomar un trago
con tus muchachas.
(FAUSTINO SALE. SE PRODUCE UNA PAUSA EMBARAZOSA ENTRE
IGNACIO Y LILIANA.)
LILIANA.- Seguramente no sabías nada de nuestra… amistad.
IGNACIO.- No. Supondrá que de esas cosas no se habla.
LILIANA.-Cierto, no se habla, se murmura. (TRANSICIÓN) A veces ni
con los clientes hablamos. La tarifa, desvístete y hasta luego.
(PAUSA) ¿Y tú?...
IGNACIO.- Yo, nada… ya ve, me trajo para que usted se hiciese
cargo de mí, me iniciara… (BAJA LA MIRADA. RESPIRA HONDO. LA
MIRA Y COMIENZA A DESABOTONAR LA CAMISA.-
LILIANA.-No! (SUAVEMENTE) No sigas. No voy a cumplir con el
encargo de Faustino. (PAUSA TENSA)
IGNACIO.- ¿Por qué no?
LILIANA.- No tiene por qué hacerte esto. Sé muy bien cómo te
sentirás
IGNACIO.- No siento nada.
LILIANA.- No tienes que explicármelo. Si hubieses venido por tu
cuenta, porque tú decidiste venir a buscarme en la cama, te habría
aceptado. Pero no así, como te trajo. Si me acuesto contigo, eso no
va a hacerte más hombre.
IGNACIO.- Gracias por comprender-
LILIANA.- No eres el primero ni serás el último. Así se demuestra en
este pueblo la valentía de sus hombres, es la primera lección para
aprender a ser sementales, como ellos. Conozco muy bien esos
rostros, como el que tienes ahora, el rostro del miedo. (PAUSA)
pero, puedes quedarte tranquilo… son sólo diez minutos y abrimos
la puerta como si todo hubiese salido perfectamente, a su medida.
IGNACIO.-Gracias… pero, tengo miedo, no por usted, pero siento
miedo.
LILIANA.- El miedo se borra con la ternura. (ELLA SE SIENTA EN LA
BUTACA. LO MIRA DULCEMENTE. LE TIENDE LA MANO) Ven, ven
acá, acércate.
(IGNACIO SE ACERCA LENTAMENTE. CUANDO ESTÁ FRENTE A ELLA,
LILIANA LO TOMA DE UNA MANO. CON SUAVIODAD LA GUIA PARA
QUE SE SIENTE A SU LADO. LUEGO LE ACARICIA LA FRENTE, EL
ROSTRO Y HACE QUE APOYE LA CABEZA SOBRE SUS PIERNAS)
LILIANA.- El miedo se borra con la ternura. Y el deseo no tiene por
qué nacer ahora, como una imposición. Lo sentirás adentro, en el
pecho, en tu miembro y tú mismo buscarás la persona que te
estará llamando para que te le entregues y le regales ese deseo.
Tranquilo (LE ACARICIA EL PELO) Olvídate de todo esto. Deja que te
acaricie el pelo… cierra los ojos y no veas al mundo. (TRANSICIÓN,
COMO EN UN SUEÑO) ¿Sabes una cosa? Quisiera que me
recordaras con cariño, con un pedacito de afecto. Quisiera que en
un mañana te acordaras de mi como tu primera mujer, pero no
como la que te hizo hombre en las sábanas de un prostíbulo porque
tu padre te arrastró hasta acá… Tu primera mujer… y la otra será la
que tu escojas para amar… (LEVE PAUSA. ELLA COMIENZA A
CANTURREAR UNA CANCIÓN: “ALMA MÍA”) Si yo encontrara un
alma como la mía/ cuantas cosas secretas, le contaría/ un alma que
al mirarme sin decir nada/ me lo dijese todo con la mirada…
(LA ESCENA SE INTERRUMPE VIOLENTAMENTE CUANDO FAUSTINO
LE DA UNA PATADA A LA PUERTA Y LOS MIRA INDIGNADO, FUERA
DE SI)
FAUSTINO.- Cabrona! Creías que me ibas a engañar? Me quedé
escuchando tras la puerta porque sospechaba que esto iba a pasar.
LILIANA.- Faustino! Por favor.
FAUSTINO.- (DESAFORADO, A IGNACIO) Y tú, cobarde… Tenerle
miedo a una mujer! A una hembra como esta.
IGNACIO.- Papá, escucha…
FAUSTINO.- No tengo nada que escuchar.
LILIANA.- Por supuesto que nos vas a escuchar. Aquí tú no vas a
imponer lo que se te venga en gana! Yo no tengo por qué
someterme a tus aberraciones ni a tu cobardía.
FAUSTINO.- Y yo no tengo por qué aguantar los insultos de una
puta! (A IGNACIO) Así que es verdad! Yo mismo me anudé la soga al
cuello cuando te puse en manos de Gerónimo! Maricón! (SACA UN
REVÓLVER DE LA CINTURA) Maricón!
(DISPARA DOS VECES CONTRA IGNACIO. ESTE SE TAMBALEA POR
UNOS SEGUNDOS Y CAE FINALMENTE AL PISO. LILIANA GRITA Y
MIENTRAS LE HABLA, SE ESCAPAN GRITOS ENTRECORTADOS.
AFUERA SE ESCUCHAN LOS GRITOS DE LAS PROSTITUTAS)
LILIANA.- Faustino! Qué hiciste! Detente, no sigas disparando.
FAUSTINO.- Cállate! Deja los gritos!
LILIANA.- (TOCANDO A IGNACIO) Ignacio!.. Ignacio! Dios mío, lo
mataste.
FAUSTINO.- Que te calles, te he dicho. Y que se callen esas mujeres!
LILIANA.- Dios mío! Está muerto. Faustino, mataste a tu propio hijo
FAUSTINO.- Deja de gritar! No tienes por qué estar llorando a un
muerto que no te duele.
LILIANA.- Lo mataste! Criminal! Criminal!
FAUSTINO.- Anda a callar los gritos de esas mujeres! (CAMINA
HACIALA PUERTA Y LE GRITA A LAS MUJERES) Qué se callen he
dicho! Cállense! Hay un hombre muerto y ya! Yo respondo por lo
que pasó aquí.
(LOS GRITOS SE ACALLAN. LILIANA SE LEVANTA ESPANTADA,
RETROCEDE, LOS MIRA A AMBOS)
LILIANA.- Era un niño… tu propio hijo… criminal.
FAUSTINO.- Mi propio hijo, mi propio error. Yo no puedo darme el
lujo de tener en mi vida un fracaso como hombre! Menos con un
hijo.
LILIANA.- ¿Cómo hombre? Tú no tienes un solo sentimiento
humano. Tú no eres un hombre.
FAUSTINO.- Cállate ya!. Y en vez de lloriqueos, dile a tus puticas que
vayan a buscar a las tres brujas del pueblo, que traigan ramas de
espino para que azoten el cadáver y le saquen los espantos. Quiero
que llegue sin demonios a la casa.
(MIRA EL CADAVER DE IGNACIO, INCONMOVIBLE. SALE CON
ACTITUD DECIDIDA. LILIANA MIRA DE UN LADO A OTRO
DESCONCERTADA. LAS LUCES DECRECEN SOBRE ELLA Y
COMIENZAN A ESCUCHASE GRITOS Y AGITACIÓN LEJANOS QUE
PROVIENEN DE LA CASA, DEL PUEBLO, DE LA CONSTERNACIÓN
GENERAL.
EN UN RICÓN, AL TRASLUZ DE UNA PANTALLA O TELA BLANCA
ATIRANTADA, VEMOS LAS SOMBRAS DE TRES MUJERES QUE
AZOTAN EL CADÁVER DE IGNACIO CON RAMAS SECAS. EMITEN
UNA SUERTE DE GEMIDOS CASI ANIMALES CREANDO UNA
ATMÓSFERA SINIESTRA QUE SE ACENTÚA CON LAS CARRERAS Y LOS
AYES DE ROSÁNGELA, ALTAGRACIA Y GUILLERMINA, QUE CORREN
ENLOQUECIDAS DE UN LADO A OTRO DE LA CASA.
FINALMENTE, TODO SE DETIENE DE UN SOLO GOLPE. DESAPARECE
LA PANTALLA Y SE VAN ENCENDIENDO LAS LUCES EN LA CASA. LAS
TRES MUJERES ESTÁN DESOLADAS. PARTICULARMENTE DESTACA
LA ACTITUD DE ALTAGRACIA. PARECE NO HABER DERRAMADO UNA
LÁGRIMA, SU ROSTRO ES PÉTREO, BLANQUECINO, APENAS SE
MUEVE, PARECIESE ESTAR EN OTRO MUNDO LEJANO)
ROSÁNGELA.- (ADOLORIDA) Ignacio… cómo pudo pasar todo esto?
GUILLERMINA.- ¿Qué hora funesta atravesó esta casa!... Qué
oscuridad! Parece que nos hemos llenado de cenizas.
ROSÁNGELA.- De sangre. De Desgracia.
ALTAGRACIA.- (INMÓVIL, CON UN HILO DE VOZ) Mi hijo…
(LA ACCIÓN SE DETIENE POR UN MOMENTO, JUSTO CUANDO
ENTRA FAUSTINO. IMPONENTE. LAS MIRA. NINGUNA DE LAS
MUJERES SE MUEVE NI PRONUNCIA PALABRA ALGUNA)
FAUSTINO.- No quiero gritos ni escándalos. Y si no les quedan
fuerzas sino para llorar, déjenme todo a mí para enfrentarme a lo
que haya que hacer.
ROSÁNGELA.- (TEMBLANDO, CASI SIN VOZ) Papá, que cosa
espantosa pudo haber pasado para que tú…
FAUSTINO.- Algún día lo sabrás y hasta me perdonarás lo que hice.
Muy bien muerto está, y si volviese a nacer, lo volvería a matar.
(GUILLERMINA CONTIENE UN GRITO QUE AHORA APENAS ES UN
GEMIDO. ROSÁNGELA SE ACERCA A FAUSTINO SIN LA FUERZA PARA
INTERROGARLO, APENA MUEVE LA CABEZA DE UN LADO A OTRO,
NEGATIVAMENTE. LA ACCIÓN SE DETIENE CUANDO VEMOS
ENTRAR AL FONDO, A GERÓNIMO QUIEN CARGA EN SUS BRAZOS EL
CADÁVER DE IGNACIO. SILENCIO ABSOLUTO, LAS LUCES BAJAN SU
INTENSIDAD, ACENTUANDO SOLAMENTE LOS CUERPOS DE
IGNACIO Y GERÓNIMO, QUIEN DEPOSITA SUAVEMENTE EL
CADÁVER EN EL PISO)
GERÓNIMO.- Su carne aún está caliente… la conocí muy bien.
(ROSÁNGELA Y GUILLERMINA SE ACERCAN LLOROSAS)
Faustino.- (A GERÓNIMO) Traidor! Degenerado!
ROSÁNGELA.- Ignacio… Dios mío.
FAUSTINO.- No lo toques. Déjalo allí, ya voy a ordenar que vengan
por él. Y nada de llantos! No quiero lloriqueos en esta hora aciaga!
Tampoco un entierro que termine siendo un circo para este
maldito pueblo y sus lenguas llenas de veneno! Que todo sea de
inmediato, no quiero que la sangre comience a oler dentro de la
casa.
GUILLERMINA.- Ya apesta!
FAUSTINO.- No comiences tú también. He dicho silencio y es una
orden.
(ALTAGRACIA COMIENZA A REACCIONAR, AL MENOS SE MUEVE UN
POCO. SU VOZ ES DÉBIL, EXTRAVIADA)
ALTAGRACIA.- Seguramente ya vienen en camino para detenerte…
entiendo que tengas prisa.
FAUSTINO.- (LA ENFRENTA IRACUNDO) A mi no me va a detener
nadie! No se atreverán! ¿Es que acaso ustedes no saben quién soy
yo, el poder que tengo en mis manos? Qué jefe civil se va a atrever
a poner preso a Faustino Alvarado!. Yo iré a la cárcel si me da la
gana, si me entrego. Al fin y al cabo era mi hijo.
ALTAGRACIA.- (SECA) Y pudiste disponer de su vida.
GERÓNIMO.- Y quién sabe si de la vida de Alejandro y de su padre.
(ROSÁNGELA REACCIONA ESPANTADA Y ENCARA A FAUSTINO)
ROSÁNGELA.- Fuiste tú. ¿Fuiste tú quien los delató?
FAUSTINO.- Ahora ellos no interesan, hay que resolver lo que haya
que hacer con este cadáver.
ROSANGELA.- Fuiste tú. Mataste a Ignacio, quien sabe si mataste
también a Alejandro. Nos mataste a todos. Acabaste con la vida de
todos nosotros!
FAUSTINO.- Te exijo que te calles.
ROSÁNGELA.- No me puedo callar! ¿Qué clase de hombre eres, en
que te convertiste? ¿Cómo no te has dado cuenta de la
monstruosidad que has hecho?
FAUSTINO.- No me increpes, no reclames nada. Hice lo que tenía
que hacer. Y los motivos sólo yo los sé, ninguno de ustedes lo
entendería.
ROSÁNGELA.- No, al menos yo no los entiendo. Por eso quiero que
me lo respondas, ¿por qué hiciste todo esto, por qué toda esta
desgracia?
FAUSTINO.- No dramatices, tenía que hacerlo y lo hice, alguien
tiene que hacer el trabajo sucio, esta vez me tocó a mí. Esta casa, la
familia, ustedes, todo esto no se me puede escapar de las manos.
ALTAGRACIA.- (SÚBITAMENTE FIRME) Al gran patriarca, al
semental. A la copia del déspota que nos gobierna. ¡Esta casa y
nosotros somos tu pequeño país!
FAUSTINO.- (SORPRENDIDO) Tú… tú te atreves a…
ALTAGRACIA.- (LO CORTA) Si, me atrevo. Era eso lo que ocultabas,
el cargo que te ofrecían. Mentiras! Ya lo estabas ejerciendo, el
funcionario! Tú eres el funcionario y te ensuciaste de poder. Tú y tu
severidad! Mira a lo que nos llevó tu severidad. Me rio de tu
severidad inmoral y asquerosa, de la oculta autoridad que llevas
puesta, como un uniforme militar.
FAUSTINO.- Vete al infierno tú también.
ALTAGRACIA.- Justamente vivo en el. Y quiero decir algo… quiero
gritar! ¿Es que nadie me va a escuchar jamás? Es que debo seguir
callada? Por dentro estoy callada! Ni yo misma me escucho cuando
hablo. Hasta cuándo voy a admitir que me extingas poco a poco.
FAUSTINO.- Vete a tu cuarto y grita allí tu sola! Toca tu piano, haz
lo que sea, pero no me sigas retando.
ALTAGRACIA.- ¿Es que nadie me va a oír? Ya me cansé de jugar a
que soy feliz, a que fui feliz. Ahora quiero abrir las paredes y las
ventanas de esta casa donde nunca quise vivir, y hablar, que me
escuchen todos, que me vean llorar todos, que sepan que mis
carnes también sienten dolor y mi cerebro va a estallar porque mi
corazón ha comenzado a sentir odio.
FAUSTINO.- (LA TOMA DEL BRAZO Y LA SACUDE) Vete a tu cuarto,
con tu llantén no vas a resolver nada.
ALTAGRACIA.- No estoy llorando. Estoy levantando mi voz por
primera vez en mi vida, óiganme, porque sé que nunca más volveré
a levantarla. (LOS MIRA) ¿Es que nadie me va a oír? No nos amamos
nunca, no nos merecemos, porque tú rompiste el cristal que
envolvía nuestras vidas, nuestro fracaso, el tuyo y el mío, los peores
actores de esta farsa… ya nada mantiene la ilusión y no hay que
sonreírle a nadie para hacer creer la mentira de siempre, la de esta
comedia bufa, de que aquí existió felicidad (PAUSA. LOS MIRA A
TODOS. SE ACERCA AL CADAVER DE IGNACIO. LO TOCA SIN
LLANTO) Vacía, Ignacio, vacía. (SE LEVANTA. LOS MIRA) Hagan algo.
Denme algo. ¿Por qué nunca me dieron nada, especialmente tú,
Faustino? No merezco yo algo? ¿Lo único que me queda de ti es mi
dignidad deshonrada por tu lujuria perniciosa?¿Por qué me has
quitado todo y sólo me dejas este dolor?
FAUSTINO.- Voy a salir para terminar con esto. No puedo permitir
más desórdenes en esta casa. (A ALTAGRACIA) No todo puede ser
el olor dulzón de tus jazmines y las macetas de geranio,
(SALE. SE PRODUCE UN GRAN SILENCIO. SE MIRAN ENTRE SI SIN
SABE QUE HACER)
ALTAGRACIA.- Vete tú también, Rosángela. Vete antes de que sea
tarde para ti.(COMIENZA A CAMINAR COMO UN ESPECTRO,
DESORIENTADA, HASTA QUE AL FIN ENCUENTRA EL CAMINO QUE
LA LLEVA AL PIANO. LA OSCURIDAD LA VA ESFUMANDO Y SE
CENTRA EN LOS CUATRO PERSONAJES)
GUILERMINA.- Apesta, la sangre. El hedor se empieza a colar por los
aires.
ROSÁNGELA.- Ignacio… y Alejandro… Cuánto dolor, mi dolor. Hasta
hace un minuto pensé que me iba a entregar a mi pena y a la
muerte con gran docilidad… paro no, creo que mamá tiene razón,
debo marcharme de aquí.
GUILLERMINA.- ¿A dónde? No tenemos salida.
ROSÁNGELA.- La encontraré. Yo no quiero echar raíces en esta casa
con el piso cubierto de cenizas, me niego a convertirme en un
espectro que camina sobre ellas. Ahora mismo estoy sintiendo todo
el dolor que un ser humano puede resistir, pero me asombro
también a ver que lo puedo resistir y que tengo que marcharme de
aquí.
GERÓNIMO.- Tenemos que enterrarlo. Quisiera hacerlo antes de
que vengan a buscarlo.
(SE MIRAN UN MOMENTO CON ASOMBRO)
GUILLERMINA.- No vamos a poder nosotros solos, tenemos que
buscar ayuda.
GERÓNIMO.- Si podremos. Ya cargué el cadáver hasta acá, puedo
llevarlo más lejos, donde ustedes digan, no me van a faltar fuerzas.
ROSÁNGELA.- Vamos a enterrarlo. Tienes razón, Gerónimo, en un
sitio donde nadie sepa, donde nadie nunca lo encuentre. Donde
sólo nosotros tres lo sepamos.
GUILLERMINA.- Al pie de un árbol, para que al menos su sombra lo
proteja.
GERÓNIMO.- Vámonos ya, van a llegar en cualquier momento. Yo
no quiero estar aquí ni un instante más, quiero irme lo más lejos
que pueda.
ROSÁNGELA.- Llévame contigo! (DECIDIDA) No te extrañes, lo sé
todo y adivino el dolor que estás sintiendo, tienes razón, vete bien
lejos, pero llévame. Este mundo no existe ya para mí. Lo único
bueno de mi vida se quedó en el pasado. No veo, no entiendo, no
oigo, y quiero ver, entender y escuchar en un lugar remoto, lejos de
todo esto. Si quieres mi carne, te la doy! Si quieres dejarme en un
prostíbulo, como hicieron una vez tantas mujeres en este pueblo,
puedes hacerlo, prefiero rebotar de hombre en hombre que
enfrentar lo que me espera.
GUILLERMINA.- No digas eso! Ni siquiera lo pienses.
ROSÁNGELA.- Lo pienso y voy a hacerlo, Guillermina. Llévame
contigo Gerónimo, no tenemos nada que hacer en estas tierras.
Vamos a enterrar a Alejandro. Y que nadie sepa nunca dónde está
su cadáver ni a donde nos fuimos nosotros.
(GERÓNIMO SE ARRODILA, TOMA EL CUERPO DE ALEJANDRO. LO
RETIENE. LAS DOS MUJERES LO MIRAN. LOS CUATRO PERSONAJES
SE VAN CONSUMIENDO COMO DEVORADOS POR LAS LUCES QUE SE
OSCURECEN. SE ENCIENDE LA LUZ SOBRE EL PERIODISTA.
GUILLERMINA SE LA ACERCA, LLEVA LA MUÑECA ROTA EN SUS
MANOS. VOLVEMOS AL PRESENTE)
GUILLERMINA.- ¿Don Faustino? Lo trasladaron a Caracas y no
estuvo preso ni un año. Después casi que llegó a ser ministro. El
poder! El Poder! Cuando está en manos de un déspota parece que
hasta la justicia le tiene miedo y se le agacha.
PERIODISTA.- La misma historia de siempre.
GUILLERMINA.- Discúlpeme, pero estoy cansada, revivir recuerdos
como estos agobia a cualquiera.
PERIODISTA.- La entiendo. Su testimonio ha sido invalorable, ahora
todo me resulta claro. El rompecabezas del que le hablé está
armado.
GUILLERMINA.- Dígame una cosa, ¿usted piensa publicar todo esto?
PERIODISTA.- Para mí, ahora, me resulta necesario, es un asunto
de conciencia.
(COMIENZA A ESCUCHARSE EL NOCTURNO DE CHOPIN, LENTO. UN
RAYO DE LUZ APENAS ILUMINA A ALTAGRACIA FRENTE AL PIANO.
SU TEZ CENIZA HACE RESALTAR UNAS CEJAS MUY NEGRAS Y UNOS
LABIOS MUY ROJOS. PARECE ENAJENADA, LA MIRADA EXTRAVIADA
APUNTA AL VACÍO. MUEVE LA CABEZA DE UN LADO A OTRO)
GUILLERMINA.- Me alegra haberlo conocido… Espero haberlo
ayudado en algo.
PERIODISTA.- Gracias, se lo agradezco de veras (LE TIENDE LA
MANO, ELLA NO RESPONDE AL GESTO SINO QUE LE ALARGA LA
MUÑECA)
GUILLERMINA.- Es para usted. Llévesela. Total, ya en esta casa no
queda nada.
PERIODISTA.- Gracias, no sabe en cuanto estimo su generosidad.
(MIRA LA MUÑECA. TOCA LAS CUENCAS VACÍAS DE LOS OJOS ) A
veces las lagartijas se comen también las pupilas de los pueblos.
(EL PERIODISTA SE VUELVE Y COMIENZA A SALIR. ALTAGRACIA
PARECE ESTALLAR Y ABANDONA LA ARMONÍA DEL NOCTURNO
DÁNDOLE MANOTAZOS AL TECLADO. EL PIANO PARECE GRITAR
POR ELLA).
OSCURO VIOLENTO.
F I N