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CARLOS ARTURO TORRES

LITERATURA

DE IDEAS

DISCURSOS Y CONFERENCIAS

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CARLOS ARTURO TORRES

DISCURSOS

EMP. EL COJO

CARACAS. 1911

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https://archive.org/details/discursosOOtorr

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LA POESIA Y LA HISTORIA

Discurso pronunciado en los Juegos Florales de Bogotá,

el 18 de julio de 1910

Señores:

DEBO reputar dichoso el pensamientoque ha tenido el Jockey Club de

contribuir á las festividades del Cen-tenario de nuestra Independencia conun certamen del Gay Saber que, á la

C& rememoración de este día—solemnepor su magia evocadora de tántas glo-

rias y grave por su virtud sugestiva

de tántas meditaciones—viene á po-

ner un toque de luz, una nota alada

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de arte y de belleza, bien así comola corona de rosas con que las jóve-

nes atenienses decorar solían en las

mañanas diáfanas de su clima feliz,

el mármol austero de los númenestutelares de la ciudad.

Distinguido el pueblo colombianoentre sus hermanos de Hispano Amé-rica, desde el primer despertar del

alma colectiva y las prístinas iniciati-

vas de su vida pública, por su noble

preocupación de las cosas del espíritu,

era bien que en tales momentos comoéstos no desdeñase las justas de la

mentalidad que insinúan el amable re-

cuerdo de Clemencia Isaura y de los

garridos provenzales, campeones del

canto, y les consagrase una hora, bri-

llante entre todas por la gallardía del

concurso á que da realce la presencia

del Jefe del Bstado, de los altos fun-

cionarios nacionales, de tántas damas,encanto supremo de la sociedad yde la vida, y ennoblecida por la Rei-

na de la fiesta y su grácil cortejo dejóvenes hermosuras: hora de ensueño

y de triunfo, propicia al culto dos ve-

ces santo de la poesía, que es un ideal,

y de la Patria, que es una religión.

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El apostolado de la República, queviene á identificarse por modo supe-

rior en la mente de quienes lian to-

mado parte en esta festividad con el

apostolado del arte, es hoguera en-

cendida en una cumbre muy alta;

para ascender hasta la irradiación vi-

vificadora de sus llamas, tomamos esta

noche el alígero vuelo de la musa denuestros jóvenes trovadores; ellos nosinician en el rito de la belleza, quees la esencia de la Poesía y el sen-

tido supremo de la noción de arte,

para llegar, en el campo de la Moral

y del Derecho, al culto de la Justi-

cia, que es la esencia de la Repú-blica y el sentido supremo de la no-

ción de Patria. Procuramos así levan-

tar nuestro espíritu á la tradición delas proceras virtudes del pasado, hon-rando á los fundadores de la Repú-blica, por medio de la exaltación delos generosos anhelos del futuro, co-

ronando á los jóvenes que han deenaltecerla y glorificarla. De esta

suerte, á la justicia retrospectiva quenos manda consagrar la memoria dequienes nos trasmitieron, vinculada

en bienes de orden perdurable, la obra

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de su iniciativa y de sus esfuerzos,

agregamos esa otra justicia, no me-nos alta y acaso más fecunda, queordena estimular todo noble esfuerzo

y abrir horizonte á todo vuelo gene-roso. La una es la justicia con el

pasado; la otra, la justicia con el

porvenir; aquélla aquilata el concepto

de nacionalidad, en su más elevada

acepción; estotra da á ese concepto

toda su potencialidad y toda su efica-

cia; es la una la resurrección de las

glorias muertas; la otra, el llama-

miento á las glorias nacientes; la una,

hace ilustres á los pueblos; la otra,

los hace poderosos. A ese inmutableresultante de la armonía de arte yde la fuerza, que se llama una pirá-

mide, aporta contribución tan valiosa

el obrero que asienta en las lóbregas

entrañas de la tierra las bases incon-

movibles, como quien erige el vértice

altivo que arde en luz al beso del

amanecer.

Es ya un postulado en las ciencias

colaterales que integran y dan á la

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historia su sentido más hondo, quela poesía, como facultad simbolizadora

puesta al servicio de una idea, es la

proyección en el plano superior de la

inteligencia y del sentimiento, de los

supremos trances de la vida de los

pueblos, de las crisis políticas deci-

sivas, de las concepciones filosóficas,

de las luchas religiosas; ella acendra,

como en ánfora milagrosa, la expre-

sión del alma colectiva, hace la reve-

lación del fondo oscuro de los desti-

nos y de la conciencia milenaria delos pueblos; es la crónica, grabada enmármol más duradero que el de las

columnas de Ancyra, del pensamientohumano en sus irradiaciones de ar-

monía y de luz, y es también la escul-

tura perenne de su dolor. Más que por

un hombre representativo ó por una ins-

titución civil ó religiosa, cada período

histórico que se hunde en el pasado,

se simboliza en una concepción poé-

tica capital, á la manera como los con-

tinentes sumergidos señalan el dilata-

do trazo de sus contornos en cimas queemergen de las aguas y orlan y embe-llecen el horizonte marino cual islas

florecidas y archipiélagos de verdor.

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Así, á las edades heroicas corres-

ponden las epopeyas de Helias, delos Sagas, de los Bddas; á las edades

teológicas los vastos poemas alegóri-

cos, cuya cifra es la peregrinación deDante más allá de la vida; á la edadfilosófica, presentida por Lucrecio, la

mentalidad de un Goethe, la extrahuma-na inspiración de un Shelley, la fiera

renunciación de un Alfredo de Vigny.Los espíritus excelsos, como Bdgar

Quinet, como Teófilo Braga, para quie-

nes las generalizaciones filosóficas tie-

nen un recóndito sentido poético, hanconcebido, de acuerdo con las más au-

daces inducciones de la sociología, el

poema multisecular de la Historia,

una Leyenda de los Siglos,una Visión

de los Tiempos,

una Epopeya de la

Humanidad. Bse poema, cuyo héroeepónimo es un viajero eterno queavanza, nimbada en luz la frente,

sangrientos los pies, llena el alma defe y de negras zozobras el corazón, yá quien, como al sombrío Ahasverusde la leyenda le es imposible dete-

nerse ni morir; ese drama, digo, es

en definitiva una suprema afirmación.

Como de una selva poderosa, preñada

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de sombras y de pavura emana el

aliento embalsamado que restaura álos desmayados ánimos la frescura dela juventud, evapórase así, de esta

concepción colosal una esencia de idea-

lismo, un efluvio de esperanza y defe. Afírmase, en efecto, en ese Evan-gelio de la Humanidad, el creciente

dominio de la conciencia sobre los

instintos, de las potencias morales so-

bre las fuerzas ciegas de la materia;

establécese la indestructible vincula-

ción del pasado con el presente, y la

actual é incesante elaboración del por-

venir; troquélase la eterna efigie dela voluntad vencedora de todas las

fatalidades; idealízanse las conquistas

por ella realizadas, é ilumínase, enuna grande síntesis poética, el dolo-

roso y magnífico éxodo de la huma-nidad, la lenta marcha ascensional

del progreso, la tragedia del conflicto

de los intereses y de las ideas, la

solidaridad de la especie y el triunfo

de su actividad inextinguible. Allí

toda la ascensión humana que va, al

decir del poeta, desde Eva, madre delos hombres, hasta la República, ma-dre de los pueblos.

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En el Ciclo de la Fatalidad la Na-turaleza oprime al hombre, reina la

noche del Erebo, incontrastable y uni-

versal, y el espíritu pávido y sobre-

cogido ante el Misterio del mal y del

dolor, se extravía en monstruosasteogonias, ó estalla en las impreca-ciones del libro de Job. Adviene enel amanecer de la historia la triple

revelación auroral por el amor, porla luz y por la palabra, y se cantaá los Dioses, envueltos en peplos deazur que velan su radiosa serenidad,

á la Tierra, la Demeter griega y la

Ceres latina, al Cielo, al Sol, y pal-

pita en los labios del Arya ignoto

el himno de la emoción primitiva

ante las formas espléndidas de la vi-

da. El Ciclo de la Lucha,

caracte-

rizado desde luego por el conflicto

diez veces secular entre el mundooccidental y el oriental, entre la men-talidad greco-romana, y teogonias ysupersticiones asiáticas, afirma con la

Ilíada y la Odisea, mejor que los hu-bieran hecho las alianzas antifictióni-

cas, la unidad social del pueblo grie-

go y crea, con el inquietante mito de

Prometeo, el símbolo trágico de la

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rebeldía irreductible de la razón. Unsolo hemistiquio de Virgilio, Pacis

imponere morem,

sintetiza, al decir deun sociólogo contemporáneo, la ac-

tuación definitiva de Roma, porquela Eneida corresponde á la incorpo-

ración jurídica de los pueblos de oc-

cidente, y al principio de la deca-

dencia del patriciado guerrero. Avan-zan los tiempos y no hay códice, ni

institución, ni tradición que revelen

mejor que las leyendas del Ciclo deArthus, que las epopeyas célticas, quelas gestas de los Carlovingios, queel Romancero, que las canciones delos caballeros del Santo Graal, quelos Nibelungos, ese período de los

siglos medioevales, parcial eclipse dela civilización, profunda y soporosa

noche entre el crepúsculo sangriento

de la decadencia romana y la esplen-

dorosa aurora del Renacimiento. En-tonces, por ejemplo, cuando llegó la

hora de la substitución de la. hege-

monía imperial por el temporal pre-

dominio de la Iglesia, en la ingente

concepción dantesca, como en el cón-

cavo de una montaña poblada de ecos,

resuena el fenómeno de la unidad de

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las conciencias por las disciplinas ca-

tólicas y el conflicto de la autonomíacivil de las nuevas nacionalidades querepelían el dominio temporal de los

Papas. Bn los poemas de caballería

y en posteriores y más perfectas epo-

peyas como las del Tasso y Camoens,la poesía canta en broncíneos metrosla formidable impulsión que aunandola fe ingenua al espíritu aventurero,

((lanza los cruzados al oriente y los

conquistadores al occidente,» y hacellegar á la humanidad á la arista su-

perior de la historia, donde comien-zan á brillar desconocidas constelacio-

nes que anuncian los valles de pro-

misión de la edad moderna.Con el fin del régimen feudal y

el prodromo de las más grandes crisis

de la civilización de occidente, va pa-

sándose del Ciclo de Lucha al Ciclo

de la Libertad. Bntonces el espíritu

poético, que con la portentosa intui-

ción de Shakespeare esculpe, en las

figuras de Hamlet y Falstaíf, de Ariel

y de Calibán, de Goneril y de Cor-delia los polos contrapuestos del almahumana, erígese en el testigo, intér-

prete, y exponente del carácter de

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los pueblos modernos y de la orien-

tación de su cultura y de sus ideas.

La fugitiva grandeza imperial de Es-paña, su espíritu caballeresco y la

ardentía de su fe religiosa que con-

quistó un mundo, crean las comediasde Lope y de Moreto, los tipos impe-recederos de Don Juan Tenorio y deDon Quijote de la Mancha, los in-

tensos dramas de Calderón, ese Sha-kespeare de la raza latina. La Fran-cia del Rey Sol y la apoteosis de la

monarquía absoluta, proyéctanse enlo que tienen de noble, en Racine;,

en lo qtie tienen de humano, en Mo-liere; en lo que tienen de sobrehu-mano, en Corneille. El Satán deMilton y el Caín de Byron constitu-

yen el símbolo poético de las dos con-

vulsiones políticas más formidables delos tiempos modernos: la revolución

inglesa, que decapitó un monarca, yla revolución francesa que decapitó la

monarquía.Predestinado á personificar la con-

ciencia agitada de su siglo, á embo-car el áureo clarín de las pasiones

y de las transformaciones del espíritu

heredero de la Revolución, tocados

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con el ascua bíblica los proféticos la-

bios, Víctor Hugo, en su multiformeproducción, es el panorama prestigioso

de las aspiraciones modernas, y co-

rresponde en sus diversas maneras á

la turbulenta vida pública de Franciaen el pasado siglo. Oscilante entre

todas las formas del despotismo ytodos los ensayos de la libertad, la

gran Nación latina recorrió en el de-

curso de una centuria las fórmulasmás antagónicas de organización ylos más contrapuestos ideales de po-

lítica; cesarismo militar y democrático,

monarquía tradicionalista, monarquíaliberal, millenium social, imperio, re-

pública; así el poeta pasa de los can-

tos realistas á la imprecación de los

Castigos, y al ensueño igualitario de

Los Miserables. El genio de Víctor

Hugo es el propio genio de la Fran-cia, proteico, colosal, cuyos cambiosson á veces una verdadera transfigu-

ración, y en el cual, como en aquella

página admirable del Noventa y tres,

sobre la gracia y la- ligereza repre-

sentadas en los niños que juegan an-

te un incendio, pasa un trágico sa-

cudimiento de sombras y de fulgu-

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raciones que anuncia la agonía de unmundo y el advenimiento de otro

mejor.

En los momentos presentes pudiera

señalarse una correlación no menosíntima entre el pensamiento poético

y la actividad política de las nacio-

nes. ¿Quién no ve, por ejemplo, enlos cantos de Rudyard Kipling ó de

Henry Newboldt, mejor que en las

empresas de Rhodes y de Milner ó

que en los discursos de Chamberlain,una revelación de ese estado de almadel pueblo británico que determina el

imperialismo coercitivo y avasallador?

Las desconcertantes paradojas de Ber-

nard Shaw, en el teatro, ¿no corres-

ponden, por ventura, con las audacias

revolucionarias y aun francamente so-

cialistas de Lloyd George, en la ad-

ministración ? ¿ No es acaso ese extra-

ño viejo, Walt Whitman, cuyas es-

trofas parecen versículos de una biblia

ruda y augural, el auténtico Evan-gelista de la democracia americana ?

La tendencia del espíritu á traspasar

sus propios límites y las tentativas

anarquistas á destruir el orden actual

de la sociedad alientan en el Elias

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Sang de Bjórnson; Ibsen, en suStockmann plantea la activa reivin-

dicación del individualismo, la afir-

mación irreductible del yo, en sumajestad nativa contra la tiranía delas multitudes y el extravío de las

mayorías, y en Rosmersholm conden-sa, como la niebla sobre un lago deNoruega, la melancolía del anheloperpetuamente defraudado que aspira

á fundar, extirpando la doble raigam-bre del prejuicio reaccionario y del

revolucionario, la ciudad del Derecho

y de la Liberación definitiva, cuyascúpulas lejanas dora un sol que paranosotros aún no ha aparecido sobre

el horizonte. Desde Lucrecio hasta

Nietzsche, desde Esquilo hasta Ibsen,

no ha habido—idea—fuerza ni crisis

espiritual ó histórica que, así comoel trémulo espejo de los mares refle-

ja los astros y se estremece á sus

efluvios desconocidos, no hayan re-

flejado, con milagrosa virtud de sin-

ceridad, las almas de los poetas, ple-

nas como el mar, de fecundidad, demisterio y de inquietud.

La circunstancia de estarse cele-

brando en la presente velada por me-

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dio de torneo poético y Juegos Flo-

rales un grande acontecimiento histó-

rico que fue al propio tiempo nuestra

más trascendental transformación po-

lítica, me halaga con la ilusión deque no ha sido del todo inoportuno

el intento por mí acometido, para co-

rresponder en la medida de mis fuer-

zas á la honrosa designación del Joc-

key Club, de esbozar los vagos linca-

mientos del cuadro—hasta hoy notrazado, que yo sepa—de la acción depresencia de la poesía en el génesis

de las crisis sociales, de su influen-

cia en el proceso de las civilizaciones

y de su sentido militante en la ela-

boración general de la historia. Cua-dro del cual sólo he aspirado á dar

la imperfecta figuración, siquiera sea

con la mano torpe y mal regida conque el niño tendido en una playa del

Magdalena se entretiene en dibujar,

en las arenas del gran río, la silueta

lejana con que recortan audazmenteel cielo azul, las excelsas cumbres,siempre blancas, de la cordillera cen-

tral.

Pasemos á nuestra patria.

No se ha escrito aún entre nosotros

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la página de filosofía histórica que es-

tudie la actuación de la intelectuali-

dad granadina en la guerra de la in-

dependencia y revele las causas pro-

fundas de la ausencia de la granpoesía en el movimiento de espíritus

que preparó y realizó tan gloriosos

empeños. Bs evidente, en efecto, quesi las fecundas iniciativas políticas de1810 tuvieron en Nariño la supremaintuición revolucionaria, en CamiloTorres el superior sentido jurídico, enCaldas y en Camacho el espíritu cien-

tífico, el genio político en Santander

y Castillo Rada, el concepto crítico dela historia en Restrepo, el arrebato

tribunicio en Acevedo Gómez, la ma-gia del verbo en Zea, y la unción de

la sagrada cátedra en Rosillo y Cay-cedo Flórez; preciso es confesar, encambio, que la dulce Musa de Fer-

nández Madrid y el estro entusiásti-

co de Salazar, no obstante muy apre-

ciables cualidades, no encumbran esa

llamarada inmortal que revela al ge-

nio y vivifica sus creaciones con unhálito de su propia eternidad. Var-gas Tejada,—y quisiera que este nom-bre hiriese, en el corazón de las pre-

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sentes generaciones, una fibra de ge-

nerosidad intelectual—dignifica y re-

dime con el carácter de su genio yel sentido de su obra, lo escaso denuestra producción literaria en el pe-

ríodo de guerra emancipadora y deformación de la nacionalidad. Fueeste portentoso joven el genuino re-

presentativo de su época: su obra re-

coge, como haz de luz, el tumultode ideas de aquellos tiempos; resuenaallí la tormenta de la revolución, es

la revolución misma, con sus grande-

zas y sus errores, iluminada al pro-

pio tiempo por ideales antiguos y por

la férvida elación de un nuevo espí-

ritu, y sobre la cual, por desgracia,

lanzan también siniestros reflejos los

puñales de Septiembre. Fue un An-drés Chenier con los principios y el

corazón de Marco Bruto; hubiese vi-

vido unos años más, y su obra depu-rada por el cincel rectificador de la

experiencia, que imprime en toda crea-

ción sincera del genio humano unsello de augusta serenidad, alcanzaría,

sin duda, á equipararse con la del ca-

raqueño Bello y con la de Olmedo,hijo del Guayas, y formaría con ellas

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la magnífica trilogía colombiana, mo-delando, el granadino, por la orienta-

ción de sus ideas y su espíritu mili-

tante la norma intelectual definitiva

de su generación . Personificación do-

lorosa y singularmente exacta de supatria, aquel ingenio malogrado antes

de la perfecta floración, rico de en-

cumbrados pensamientos y de esforza-

dos ánimos, pero perseguido por la

tenacidad de un hado adverso, sucum-bió en el exilio y la desesperanza,

solo, ahogado en el torrente del de-

sierto. Su obra y su nombre, injus-

tamente desconocidos y olvidados, nohan recibido las póstumas consagra-

ciones de la fama, como si la poste-

ridad, cómplice de las pasiones polí-

ticas contemporáneas, hubiese decretado

una segunda proscripción para aquella

víctima—como muchos en su patria ycomo su patria misma—del histerismo

revolucionario, de un generoso pero fu-

nesto concepto político, del propio ex-

travío y de la implacable persecución!

Lus intensas corrientes políticas ylos conflictos de partidos que han col-

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mado en un siglo los patrios anales

con el rumor de sus ideas y el fra-

caso de sus combates, y dado á nues-

tra vida pública los atormentados ras-

gos de su carácter, culminan, como la

ola del naufragio en irisadas espumas,en nombres que tienen por sí solos la

resonancia de himnos guerreros y el

prestigio de banderas desplegadas: Ar-boleda, los dos Caros, Ortiz, Rojas, Nú-ñez, los Pérez, Arrieta. . . ahí está la másintensa psicología de nuestros partidos,

su expresión extrema, la más caracte-

rística y relevante acentuación de dog-

mas políticos que hayan partido el sol

en nuestra turbulenta democracia; cadauno de esos poetas, más que un por-

talira, ha sido iin portaestandarte delos principios contrapuestos é irreduc-

tibles que sucesivamente han hechi-

zado el alma nacional; en ellos hanencarnado esos principios con sus arran-

ques nobles y sus aciagas faltas, conla cumbre de sus triunfos y el vór-

tice de sus caídas. El alma de Co-lombia vive en su alma; ellos la can-

taron grande y la amaron desgraciada

y no hubo gloria, ni aspiración ni

dolor de la Madre que no vibrara

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en sus arpas conmovidas y como pa-

ra formar la eterna voz del océano lleva

cada ola su rumor, todos nuestros poe-

tas han llevado y llevarán su acento

para formar el himno eterno de la

Patria.

Al principiar el segundo siglo denuestra vida de Estado independiente,

aparece en los espíritus un intenso

aunque todavía no bien definido mo-vimiento de revaluaciones intelectua-

les que ha de influir por contragolpe

en los conceptos políticos y en la men-talidad de los hombres á quienes to-

cará en suerte hacer nuestra historia

futura. En incesante trabajo de de-

moliciones, de rectificaciones y de re-

habilitaciones, se desarrolla penosamen-te la trayectoria humana: con el siglo

que hoy nace para nosotros repítese

el milagro del perpetuo renovamientode la vida, en que cada aurora es unaresurrección; en el gastado manto del

mundo, como en el peplo de un Dios,

borda cada siglo que nace las flores

de una nueva juventud, senectus mun-di

,juventus seculi! La inteligencia

humana, en constante devenir,se baña

en ondas siempre frescas y de ellas

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surge, como la mitológica Hera, re-

juvenecida y vii'gen cada vez, pero nocomo Hera celosa del pasado ni des-

tructora de sus creaciones. La vi-

viente marea de aspiraciones y de ideas

que han de modelar la segunda edadde nuestra historia apenas principia

á ascender, y no sabemos á qué playa

de la isla encantada del porvenir lle-

vará el mensaje de sus rumores enel orgullo triunfal de la pleamar.

Las hermosas iniciativas de la ju-

ventud, á las cuales debemos ya unatransformación política, pueden así

mismo determinar una transfiguración

intelectual y dar un rumbo nuevo yfeliz al pensamiento colectivo en nues-tra Patria; rumbo más amplio, másgeneroso, más moderno, en más ínti-

mo contacto con las corrientes univer-

sales. Buena prueba de ello es el

Congreso de Estudiantes de las tres

Repúblicas Colombianas, en cuyos dis-

tinguidos miembros me es grato salu-

dar á los heraldos de la intelectuali-

dad de pueblos enlazados en el pasadopor una comunidad de glorias y enel porvenir por una vinculación deideales. Esa juventud, que hará nues-

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tra historia por la acción, la exaltará

también por el pensamiento; ella es

la esperanza del tiempo y la prima-

vera de la Patria; y la edad que ad-

viene abre á su esfuerzo una era depotencialidad incalculable, porque enlas múltiples actividades que despier-

ta, en el seno del movimiento todavía

impreciso que inicia, vibra y canta,

con la repercusión argentina de unacampana matinal en las montañas, el

himno de la Patria futura, bella, prós-

pera y fraternal.

Exhibíase, he dicho en un libro

reciente, en la exposición artística

de 1905 en París, un bajo relieve

admirable como ejecución y concep-

ción: tres mujeres hermosas, pero

de belleza diferente, van en una barca

que boga por un mar ilimitado. Laque ocupa el centro del esquife remacon vigor, y en sus facciones graba-

da está la energía del esfuerzo actual,

la labor inmediata y apremiante, la

obra del día, el afán de la hora; la

que va en la popa, lánguida y pen-

serosa, hunde la mirada plena de las

melancolías y las soñaciones del re-

cuerdo en la playa que se va alejan-

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do; en todo lo que la ausencia irre-

mediable arrebata para siempre, entodo lo que se ama y se deja para novolverlo á ver jamás; la que va en la

proa, radiante de fe y de juventud,

leda y férvida explora las aztiles le-

janías de donde ha de surgir la isla

encantada que forja el ensueño y pro-

mete la esperanza. Al pie hay gra-

badas estas palabras: pasado,presen-

te,

porvenir. Esas tres tripulantes de

la barca misteriosa, son en el caso

presente las generaciones que funda-

ron la Patria, las que hoy luchan porsalvarla, las que la salvarán, erigien-

do con las energías del presente ysobre las formaciones del pasado, los

sistemas del porvenir.

En los días alcyónicos de la Greciaenviaban las ciudades enemigas theo-

rías de cantores y de vates á las fies-

tas pan-helénicas; allí la poesía y la

música operaban, como en el mito or-

feico, el portento de la dulcificación

de las iras y de la conciliación de los

corazones; eran las justas de la paz,

que en el recinto augusto del Pritá-

neo exaltaban el culto de la patria

común por el culto del arte nacional.

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Es la presente una festividad igual:

los jóvenes portaliras á quienes hemoscoronado esta noche, acendran en su

alma y recogen en sus cantos las es-

peranzas y las aspiraciones de la Pa-

tria: su estro ha de determinar, por

lo más alto de las corrientes intelec-

tuales modernas, la nueva modelación

del alma colombiana; modelación enque aparecen como canon supremo quese afirma incansablemente en la idea

y se sabrá defender heroicamente enla acción, el derecho y la dignidad

que son la soberanía del individuo yla integridad y la independencia queson la dignidad de la República.

El mensaje de las nuevas genera-

ciones reivindicará también para nos-

otros el prestigio literario que nos

discernía otrora el veredicto hispano-americano; lo reivindicará por mediode disciplinas intelectuales que con-

densen esencia de verdadera sabidu-

ría en la mente y aroma de sereni-

dad y de tolerancia en el corazón.

No de otra suerte podrá conquistarse

nuestra segunda independencia, la de

los odios y prejuicios seculares quehan entorpecido nuestra marcha y en-

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negrecido nuestro horizonte hasta lle-

gar, en horas de sombrío abatimiento,

á hacernos dudar del bien mismo dela independencia política y de nues-

tra capacidad cívica para merecerlo.

Para cumplir tan alto propósito cuen-tan los jóvenes triunfadores en las

lides del pensamiento con la fuerza

del espíritu en el incontrastable di-

namismo de las ideas: esa fuerza es

la eficiencia inmortal de la mente hu-mana, de la cual brotan los hechos

y la acción, como brota la vida del

germen; ella preserva al progreso ma-terial de su degeneración en una suer-

te de grosero materialismo, de arrivis-

mo vulgar, de febricitante actividad

de apetitos sin delicadeza y sin ideal;

ella es en definitiva la que salva álos pueblos, y esculpe las civiliza-

ciones perdurables porque, como lo

dijo Pascal en frase profunda, «to-

dos los astros del firmamento y to-

dos los imperios de la tierra no va-

len lo que el menor de los espíri-

tus».

He dicho.

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LA LITERATURA DE IDEAS

Discurso de Recepción en la Academia Colombiana,el 10 de Julio de 1910

La grande merced, señores, quehabéis otorgado á mi obscuro

nombre al abrirme el recinto de es-

ta docta corporación, ha sido real-

zada por vuestra benevolencia cuandoos servísteis designarme—ya que nopara reemplazar, porque él es irreem-

plazable—para ocupar entre vosotros

el sillón de mi ilustre y veneradomaestro el esclarecido colombiano D.Santiago Pérez, Tan sincera es migratitud y por tal manera apreciado

el honor que me discernís, que me

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— 32

he apresurado á pediros mí recepción,

temeroso de que una próxima ausen-cia de la patria pudiera ser parte

de acuerdo con una disposición de la

Real Academia Española—á privarmedel alto honor de ser vuestro colega

en la Academia Colombiana de la len-

gua. Atribuid á esa excepcional cir-

cunstancia la precipitación y el des-

aliño de mi discurso, y considerad

cuánto debe ser codiciable y precioso

para todos y muy más para un es-

critor de menguadas ó ningunas eje-

cutorias como el que os habla, para

que se exponga á perderlo, el honorde pertenecer á la más alta corpora-

ción literaria de la República, ilustrada

desde su fundación por cuanto másexcelso hemos tenido en letras y em-presas del espíritu.

Ra rica personalidad intelectual deD. Santiago Pérez sugiere múltiple

evocación de eminentes dotes, pode-

rosas todas y cada una de ellas áilustrar un nombre y hacer perdu-

rable una memoria. La alta posición

del hombre de Estado, ex-Presidentede la República, la brillante carrera

del político, la militante actividad del

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— 33 —

periodista, la incomparable labor del

maestro, la multiforme actuación del

magistrado, arrojaron, en cierto modo,la reputación del literato á una dis-

creta,penumbra. No hay justicia en

esa relegación á la sombra de lo queen él fue cualidad eminentísima y pre-

clara. El atildado escritor, el perfecto

estilista, el primoroso artífice de la

palabra escrita, el poeta de límpidainspiración, el orador académico, me-rece y alcanza puésto de elección en-

tre lo más alto con que pueden ufa-

narse las patrias letras. Si se estu-

dian su vida y los caracteres de sumentalidad, luego se advierte que él

fue ante todo y sobre todo un hom-bre de letras que tenía, á lo Flaubert,

la noble preocupación de la forma su-

prema como digna vestidura del pen-

samiento eterno. Su estilo de prosa-

dor es de una belleza y de una co-

rrección insuperables; páginas suyashay que serán siempre modelos debuena prosa castellana y de no eclip-

sada elocuencia. ¿Cuándo más altos

pensamientos tomaron concreción enfrases más elegantes como en las cláu-

sulas dignas de ser esculpidas en el

5

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— 34 —

mármol pentélico del Discurso en el

Ateneo de Bogotá,

del Discurso ante

el cadáver de Murillo ó del Discursoen la distribución de premios universi-

tarios? Quien ha trazado esas pági-

nas ¿no está inscrito por derecho pro-

pio en el libro de oro de los grandesmaestros? B1 veredicto sosegado de lo

que ya es para el señor Pérez la pos-

teridad, confirma el aplauso contem-poráneo y clasifica definitivamente esas

piezas entre las obras maestras de la li-

teratura y de la elocuencia nacionales.

Nada diré de su labor científica ydocente, trasmitida á sus numerososdiscípulos en epítomes y programasde pasmosa intensidad y de una co-

rrección, claridad y método tales, quesólo podrían compararse, ganando enla equiparación los de nuestro com-patriota, con los famosos MEMENTOSde L,a Balleur y de Vaquette, quepermiten al estudiante releer la másvasta de las materias en el decurso

de unas horas. Así sus Programasde Derecho internacional, de De-recho público, de Economía polí-

tica, etc., son maravillas de síntesis,

de exposición y de doctrina.

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— 35 —

Bntre las eminencias intelectuales

de la América hispana, Santiago Pé-

rez fue una cumbre: su producción,

que la irreductible voluntad y la es-

toica renunciación del autor condena-

ron, en gran parte, al desconocimiento

de lo inédito, fue tan extensa como va-

riada y profunda; en toda materia á

la cual tocara este mágico prodigiosode la palabra, dejaba impreso el sello

de su peregrino ingenio. Acostúm-brase negar á los periodistas toda ca-

lidad literaria, pero es lo cierto queartículos suyos hay de la prensa dia-

ria que podrían, como los de Adisson,

coleccionarse en antologías, á título

de «lecturas escogidas,» sin que á la

afanosa é improvisada redacción de la

jornalera labor, hubiese necesidad decastigar un lapsus de dicción ó reto-

car la elegancia de un período. Esauna de las características de los es-

critores de la gran raza.

En la obra del señor Pérez con-

viven armoniosamente la profundidad

y el esmero, la verdad y el arte; hay enella lo que hace á las obras bellas y lo

que las hace fecundas: lo poético y lo

trascendental; encanta y enseña, com

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— 36 —

mueve y aconseja, y bajo la formaprimorosa vive y alienta el pensa-

miento fecundo. Consagrado desde

muy joven á serios empeños de la

inteligencia y á la enseñanza, que fue

para él un apostolado, siempre huboen sus atareadas horas un vagarpara las letras y un culto para la

belleza, que es una de las formasde la verdad.

Su pluma brilló militante y sobe-

rana, como su palabra, al servicio deideales supremos, y su vida entera

fue un asiduo é intenso culto de ellos.

Como poseía, según su propia expre-

sión, «el doble dón de la palabra es-

crita y de la palabra hablada,» lo

hizo fértil durante una austera exis-

tencia, con irrecusable virtud de sin-

ceridad en las porfías de la Repú-blica y del derecho, de la verdaddel bién, del arte y de la libertad.

Nuestro incipiente teatro le debe dos

creaciones que exhiben en grado emi-nente así las excelencias como los de-

fectos de la suntuosa y lírica escuela

predominante en el tiempo en quefueron escritas; y en donde se ad-

vierten, junto á impericias de factura

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37

y á la hinchazón y á las exagera-

ciones románticas, rasgos de granfuerza, de auténtica inspiración y de

aliento juvenil: Jacobo Molay y el

Castillo de Berkeley.

Pero si la influencia de Dumas, el

del Enrique II y Catarina Howardlogró extraviar un punto el innato

gusto y sanas tendencias literarias del

señor Pérez en la época de juventud

y de formación de su mentalidad, encambio nuestra poesía le debe notas

tan sentidas y hermosas como A Vir-

ginia,que al decir del señor Cuervo

«siempre se lee con placer»: hay enella toda la frescura de una aurora

y la elación de los más puros senti-

mientos que han hecho vibrar el dia-

pasón del alma humana. En la co-

lección de poesías que publicó en sujuventud se advierten, al lado de en-

sayos que se resienten de la tempranaedad del autor, acentos vibrantes deentusiasmo y de inspiración, dignosde su ingenio y de la elevación desu estro. Lástima grande que el an-

dar de los tiempos hubiese enfriado

su entusiasmo por el cultivo de la

poesía y le hubiese hecho desdeñar

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— 38 —

el dar la última mano á su Juvenilia

y unir á ella en una publicación com-pleta, el fruto de la serena y robusta

inspiración de sus años posteriores.

Las novelitas que dejó escritas yque principió á coleccionar en NuevaYork, como la delicada «Ana María»

y dos artículos de crítica literaria

recuerdo uno sobre el «Plagio» y otro

sobre Campoamor—muestran bien queen ese campo el señor Pérez daba,

como en todos aquellos que le plugoabordar, las notas más salientes ennuestro país.

Las turbulencias de la vida polí-

tica fueron desviando poco á poco al

señor Pérez del amable comercio delas musas y de la literatura, hasta

alejarlo del todo de un campo endonde su ingenio hubiera podido es-

paciarse aún, con grande fruto decreaciones superiores; pero su espíritu,

semejante al de Renouvier, alto y me-lancólico, mantúvose hasta el instante

postrimero fiel á la religión de la in-

teligencia, en la forma de adquisi-

ción, ya que no en la de producción;

sacerdote de esa deidad suprema, de

que fue entre nosotros personificación

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— 39 —

arqnetípica, y así es bien que lo en-

cuentre, como en posición definitiva, el

futuro historiador de las patrias letras.

La índole de las labores literarias

del señor Pérez, y lo que me atre-

vería á llamar la naturaleza y carác-

ter de su formación intelectual, mellevan naturalmente á haceros algu-

nas consideraciones que he de com-plementar en trabajo de mayor reposo

y entidad, sobre la «literatura deideas,» como género y escuela, no re-

comendable como exclusivo pero sí

plausible como grandiosa ampliacióndel horizonte en donde se espacia el

vuelo de las concepciones literarias.

La Literatura de ideas no es, desdeluego, y para fijar de una vez mipensamiento,—que difiere algo del dePaul Adam y Camile Mauclair—la lite-

ratura de tesis ni mucho menos la do-

cente; es la literatura de finalidad, el

arte puesto al servicio de las eternas

aspiraciones humanas, ennoblecido porlas grandes ideas, que son las que ha-

cen, al decir de Guyau, la gran poesía

y la gran literatura. Confundirla conla didáctica es la total incomprensiónde ambas: sepáralas toda la distancia

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— 40 —

que media entre Lucrecio y el AbateDelille.

Distínguese nuestra época, lo be di-

cho ya, por la innegable penetración

que la política, la moral, la sociología,

la ciencia en fin, operan en el campode la literatura. ¿Es esto un bien, es

esto un mal? No entro á examinarloahora: el hecho existe y cumple á mipropósito declararlo así. Del propio

modo como la época de Richardsonllamarse suele la de la literatura sen-

timental, día vendrá en que la nues-

tra sea llamada, «la época de la lite-

ratura de ideas,» y debo de pasoobservar que nunca como hoy son

tan necesarias, en mi sentir, las dis-

ciplinas académicas para encauzar ydar castiza expresión—única que se

impone á los tiempos con el presti-

gio de la belleza inmutable—á lo quesin eso sería turbio, desbordado y aso-

lador torrente.

Un tiempo fue cuando los grandesnombres literarios de Francia, Chateau-briand, Benjamín Constant, Guizot,

Royer Coliard, Lamartine, Hugo, eran

también grandes nombres de luchado-

res, de caudillos y de apóstoles: el

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— 41 —

poeta dejaba entonces su torre de marfil

para convertirse en el evangelista dela justicia social. Cambiaron luego las

circunstancias y después de luengosaños de divorcio al parecer irreducti-

ble entre la literatura y las actuacio-

nes sociales y políticas, no son ya, co-

mo en los días alcyónicos de las ideas

democráticas, la política y la filosofía

social las que toman á la literatura

sus ideales y sus hombres, sino porel contrario, es la literatura la queinvade el campo de aquellas y á sucontacto se hace más humana, másgrande y más fecunda. La actividad

de los hombres de letras en las gran-

des crisis sociales trae correlativamente

la proyección de esas luchas y deesos anhelos, de esas doctrinas y deesas ideas, en la obra de arte y deimaginación.

Kn alguna parte he intentado tra-

zar el vasto cuadro de la actitud mi-litante de la poesía y de su acción

de presencia en la elaboración gene-

ral de la historia; pudiera trazarse

cuadro no menos interesante para mos-trar la influencia de la historia, dela política y de la sociología en las

6

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— 42

bellas letras, hasta producir lo quehe llamado «literatura de ideas». Si

la actuación de los literatos en la po-

lítica trajo en el pasado siglo las dos

reivindicaciones capitales de la demo-cracia francesa, la libertad parlamen-taria entre 1815 y 1830, y luego la

solidaridad social entre 1830 y 1850,

iniciadas 37 sostenidas las unas por

Constaut, Royer Collard, Chateau-briand, las otras por Lamartine, Lam-menais, Hugo, Quinet, la influencia

de las ciencias y problemas sociales

en la literatura inspira las obras ca-

pitales de Ibsen y de Bjórnson, las

visiones milenarias de Braga, el ma-ravilloso y formidable lirismo del poe-

ma de Zarathoustra, las imprecaciones

de Ada Negri, los Versos de un Filósofo

de Guyau. Como la atmósfera recibe

y acendra la evaporación de las aguasoceánicas y luego las devuelve al marfrescas y dulces, así el arte embelle-

ce las ideas que recibe del hirviente

mar de las luchas humanas y las

vierte desde lo alto, como elíxir mi-lagroso, á la vasta circulación de la

vida.

Hase observado ya que la filosofía

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— 43 —

de la historia literaria establece leyes

de orden estático y leyes de orden di-

námico; esto es, leyes de conservación

y constancia y leyes de evolución yprogreso. Los elementos estáticos sonespeciales de cada pueblo, en tanto

que los dinámicos lo son de cada es-

critor: de ahí las literaturas de tradi-

ción y las literaturas de revolución.

Sobre el fondo relativamente fijo dela raza, de la lengua y de la tradi-

ción, cada escritor con la plasmantevirtud de su originalidad personal

puede esculpir su mármol y modelarsu bronce. Las ideas predominantes—resultado casi siempre de lo que meatrevería á llamar el estado de almade cada generación—son una sutil

vinculación entre los escritores, pero

no un férreo patrón que ha modela-do como un troquel uniforme, su es-

tilo y su pensamiento. La literatura

de ideas sin restringir ni trazar lin-

des á la originalidad de los escrito-

res, establece en definitiva y fija para

la historia, las corrientes generales

del pensamiento en cada época. Yapuede verse el valor inmenso que hade tener como dato de la sociología.

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— 44

Y aquí entra y se impone, natu-

ralmente, una grave cuestión: la dela legitimidad del neologismo, y la delos límites de esa legitimidad, puesasí como cada época tiene sus propias

ideas, tiene y debe tener su propio

lenguaje, so pena de que la insufi-

ciencia del instrumento atrofie la fa-

cultad ó que ésta se disloque ó ex-

travíe en viciosas y bárbaras expre-

siones. Bs la evolución del lenguaje,

una verdad científica establecida y yapor nadie discutida. La hermosa len-

gua que hoy resuena en todos los ám-bitos del orbe que adora y cree enCervantes, dista tánto de la de los

idilios del delicioso Arcliipreste de Hita

y de los regocijados escritores y poe-

tas anteriores al siglo catorce, cuan-do seguramente distará de la nuestrala que han de hablar y escribir los

hispanoamericanos del ignoto siglo

veintiséis; acaso la diferencia ha deser mucho mayor, pues la evolución

de las lenguas sigue una marcha uni-

formemente acelerada.

El consmopolitismo de nuestros días,

su actividad intelectual y filosófica yla pasmosa de los descubrimientos in-

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— 45

dustriales y científicos, algunos deellos de tan desconcertante y maravi-llosa verdad que parecen derogar le-

yes científicas que ayer no más pordefinitivas se tenían, la convivencia

de personas de nativas lenguas dife-

rentes en un hogar común, como su-

cede en los países del Plata, todo

ello establece tales innovaciones en el

pensar, que por fuerza han de impli-

car novedades no siempre recomenda-bles en el escribir. Ejemplo de in-

novaciones, restauraciones y á mi verplausibles modernismos del lenguaje

diferentes por cierto, de los absurdosengendros con que cierta escuela pre-

tende sorprender por la extravagancia

á falta de real genio y de originali-

dad—nos dan los novelistas españoles

de la hora presente, un Valle Inclán,

un Ricardo León, para no citar otros

que, dicho sea de paso, reivindicando

están para su patria con la hermo-sura y castiza originalidad de sus crea-

ciones, la gloria y esplendor de la

edad de oro. Un famoso novelista ita-

liano de nuestros días acaba de escri-

bir un libro con el ostensible objeto

de introducir en el lenguaje literario

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— 46

las palabras que ha creado el nuevodeporte é industria de la navegaciónaérea en aparatos más pesados que el

aire: y ya estáis viendo cómo he te-

nido que valerme de largo circunlo-

quio por no estar aún autorizada la

palabra «aviación», la cual no aparece

en la decimatercia edición del Diccio-

nario de la Real Academia y en otros

sólo está en la acepción de facilidad

ó instinto de algunas aves para des-

cubrir su camino, y no en la defacultad ó poder de volar como ellas,

que es la que los nuevos inventos

del vuelo humano imponen. La pala-

bra «radioactividad», por ejemplo, co-

rresponde á una idea enteramente des-

conocida algunos años ha y ya em-pieza á pasar del lenguaje meramentecientífico al literario por expresar demodo insuperable é insustituible unavirtud de eficiencia al propio tiempoenérgica y sutil, misteriosa en sus

orígenes, inconmensurable en sus re-

sultados, constante é indeficiente, la

cual puede existir así en el mundomoral como en el físico, así en la

esfera de las ideas como en el reino

de la materia. La sutil psicología de

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— 47 —

las presentes generaciones introduce

palabras que son como su honda re-

velación y su síntesis. Cuando á las

•ideas concretas y definitivas, cuandoá las formas irrevocables se sustitu-

yen las penumbras de sentimientos yde ideas, las vagas medias tintas, lo

indefinido de los anhelos, íntima ca-

racterística de una generación satu-

rada de alta cultura, pero presa demás acerbas inquietudes y de másdolorosas vacilaciones, de más intenso

escepticismo que las anteriores, sur-

gen palabras como «impreciso, eva-

nescencia», que habrían sido inconce-

bibles en épocas en que predomina-ban el concepto de lo absoluto, las

convicciones netas y formuladas comoen un código, la inflexible precisión

del criterio, la conciencia modelada enun patrón inmutable.

Pudiera fatigaros muchas horas conla multiplicidad de ejemplos para ilus-

trar esta tesis.

El neologismo es pues muchas ve-

ces corrupción, pero puede ser tam-bién enriquecimiento legítimo é incon-

tenible progreso. La transformación

de las lenguas suele verificarse en

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— 48

proceso de siglos, pero en períodos de

excepcional actividad se impone coer-

citiva é inaplazable so pena de ocurrir

á barbarismos ó pedir á extrañas len-

guas lo que la pobreza de la propia

no puede darnos. B1 espíritu acadé-

mico no puede impedirlo ni lo pre-

tende, pero puede y debe aspirar á

regularizarlo discreta y prudencialmen-te; ese espíritu limpia, fija y da es-

plendor al acervo glorioso, mas cuandola hora llega y el caso se impone,presta también su alta sanción á las

legítimas y nuevas adquisiciones: su

mensaje no es de inmovilidad y an-

quilosis sino de conservación y deperfeccionamiento de la lengua, y len-

gua pobre ó retrasada no puede ser

instrumento perfecto ni eficaz vehículo

del pensar humano. De otra suerte

la actitud académica sería la de unaestatua, hermosa y digna de todas las

Veneraciones, pero inmóvil orillas del

río del Tiempo.Cuando la noble literatura busca sus

inspiraciones en la realidad viviente

é interpreta, con la sinceridad irre-

vocable del arte, algunas de las ideas

trascendentales que agitan en un mo-

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— 49 —

mentó dado la mente de los hombres,cumple una misión dos veces plausi-

ble: consigna y fija, por una parte,

las necesidades y aspiraciones de unageneración; aquilata, depura y enno-blece, por otra, esas mismas aspira-

ciones con el prestigio de la palabra

escrita y de la forma consagrada. Lascultas sociedades modernas, por ejem-plo, poseen, como su característica

intelectual más relevante, un espíritu

crítico que no puede tolerar la men-tira ni el convencionalismo, y unadelicadeza exquisita que no soporta

bien la percusión de afirmaciones de-

masiado categóricas y demasiado vio-

lentas: de ahí un florecimiento deobras serenas y que marcan y defi-

nen, en los dominios del arte litera-

rio, lo que ya empieza á llamarse

renacimiento del idealismo, el cual se

apoya sobre una aspiración intensa ydurable de nuestra naturaleza. Lascreaciones literarias que interpretan

esta modalidad del intelecto contem-poráneo son documentos de inestima-

ble valor y á fuero de sinceras yhumanas, alcanzan, á mi ver, unaperfección de forma y una elevación

7

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— 50 —

de concepto que han de graduarlas

de clásicas cuando reciban las sancio-

nes purificadoras del tiempo. Aquelserá un escultor de almas y apóstol

de ideales, que llevó la contribución

de su esfuerzo mental á fines deverdad y de bien; quien alcanzó árecoger en la concepción de su menteuna chispa siquiera del espíritu de sutiempo, ese la ha vivificado con unsoplo de eternidad. Bjemplos ilustres

de esta literatura de ideas pudierancitarse en los momentos presentes, para

no hablar sino de los más ilustres,

además de Guyau, el dulce Maestronimbado por la aureola del genio yde la muerte del amado de los dioses,

el belga Maeterlinck, Ibsen, Nietzsche,

Teófilo Braga. Bntre los hispanoame-ricanos, Varona, González Prada, Rodó,García Calderón: entre vosotros algu-

no—el señor Marroquín—ha merecido,

para una novela suya, estas palabras

de un ilustre académico español, las

cuales me complazco en recoger aquí:

«la América toda debe estar obligada

al autor de una obra de tanta fina-

lidad.»

Bn la gran poesía lírica española del

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— 51 —

pasado siglo aparecen dos esclarecidos

representantes de la literatura militante

y de la poesía trascendental, social ypolítica: Quintana y Núñez de Arce,

intérpretes y vates uno y otro de los

procelosos tiempos en que les cupoen suerte el doble dón de la vida

y del canto. Tiene Quintana el estro

poderoso y rotundo de una edad deafirmaciones y de luchas, el generoso,

juvenil entusiasmo de su siglo y delas glorias de la guerra de indepen-

dencia. La lectura de sus fastuosas

y resonantes odas puede darnos unaidea del espíritu de un pueblo afron-

tado al más tremendo y glorioso delos empeños guerreros, pleno de fe

en la patria y de amor á ella, quees la forma excelsa de la fe. Núñezde Arce, vástago de una edad de rec-

tificaciones y desengaños, revela en

sus cantos la honda perturbación de

los espíritus de su época, tocados de

vacilación y enfermos de escepticismo.

El historiador futuro de la penín-

sula no encontrará para sus resurrec-

ciones del siglo XIX, documentos másreveladores, elocuentes y auténticos quela obra de estos dos ingenios que

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— 52 —

abren y cierran la centuria con su

vida y con la resonancia de sus egre-

gias liras. Si hoy apareciese en cuan-

tos son los ámbitos del habla caste-

llana, un gran poeta, su lenguaje nosería ya la trompeta de bronce, re-

sonante y triunfal pero sin escala cro-

mática; oratoria, vehemente, concep-

tuosa y elocuentísima de aquellos dos

varones consulares de la poesía. K1gusto del día, que puede ser fugitivo

como una moda intelectual, pero quees, si espontáneo, auténtica revela-

ción de toda una psicología, tiende ála exquisitez y al refinamiento, á la

delicadeza sutil, á la disociación pro-

gresiva, á las penumbras de sentimien-

tos indefinidos y como de transición

entre los conceptos concretos del arte

y otros más complicados é inquietantes,

fiel reflejo del alma contemporánea.La poesía filosófica y científica es

una de las formas, acaso la más dis-

cutida, de la literatura de ideas. D.Melchor del Palau, en su discurso derecepción en la Real Academia Espa-ñola, dice hermosamente de cómo pue-den armonizar la ciencia y la poesía;

así lo creían Guyau, Sully Prudhomme

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- 53

y toda una escuela de poetas pensa-

dores, quienes afirman, además, quela teoría del arte por el arte, bien

interpretada, y la teoría que asigna

ál arte una función moral y social,

son igualmente verdaderas y no se

excluyen. El literato no debe ser

solamente un cincelador exquisito del

sagrado vaso de la forma, sino quedebe acendrar en su mente el divino

licor del pensamiento: lia de tener

«cura de almas» y verter á manosllenas sobre los corazones, la gene-

rosidad, la piedad y la verdad, comolos sacerdotes las bendiciones sobre

las multitudes prosternadas. Ya lo

había dicho un gran pensador quefue al propio tiempo un luchador yun apóstol: «la poesía debe ser la

facultad de simbolización puesta al

servicio de una grande idea.»

El arte y la ciencia. Hé ahí dos

palabras que representan las dos másgrandes manifestaciones del genio hu-mano. Cuando Gounod, que escu-

chaba las explicaciones de M. Janssensobre las leyes de Keplero, exclamóconmovido hasta las lágrimas: «¡Cuánbello es esto!» afirmó el elemento es-

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tético de la ciencia y su alianza porlo más alto del espíritu, como la poe-

sía, corroborando tal vez sin saberlo

aquel concepto de Rene: «son los poe-

tas quienes verdaderamente explican

las leyes del universo.»

La teoría del arte por el arte es

verdadera, siempre que por arte nose entienda exclusivamente la forma,

sino también su consubstancialidad conel fondo; en el cuadro del Juicio fi-

nal no se admira solamente el pro-

digio del movimiento y del vigor, sino

la vasta y milenaria concepción del

pensador artista que transportó al muroconsagrado, todo un dogma cristiano.

Y es que en todo grande artista hayun educador y pensador: «la poesía

del alma, dice Hugo, inspira los nobles

sentimientos y las nobles acciones,»

y agregaría yo: «las grandes ideas.»

El manoseado aforismo de que «el es-

tilo es el hombre» contiene, una ver-

dad mucho más honda de lo que á

primera vista parece. Las maneras li-

terarias son la comprobación inequívoca

de los quilates de nobleza moral del

escritor y aun si se quiere, de su

personal distinción. Temperamento,

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~ 55 —

hábitos mentales, predilecciones inte-

lectuales, hasta la social categoría yel medio en que se vive aparecen enese exponente soberano é inequívoco

del carácter y de la mentalidad. Asícomo hay escritores cuyo ingenio puededeslumbrar, pero que es imposible leer

sin disgusto como agresivos de la dig-

nidad mental y aun del personal de-

coro del lector, así también los haycuya sociedad y comercio intelectual

son un verdadero «sursuin», un apren-

dizaje de maneras hidalgas y proceras

virtudes: modalidades literarias hayque revelan la intensidad moral del

autor, como una agua límpida y serena

muestra bien la profundidad de ungran lago. Y es que la manera deexpresión no puede ser otra cosa queel reflejo de las ideas y hábitos de la

mente, y así quien tiene ideas y sen-

timientos de elección, poseerá un es-

tilo firme y noble. He ahí como la

literatura de ideas alcanza á depurarla forma y á ennoblecer el magisterio

social del escritor.

No ha mucho un publicista hispanoamericano invitaba á otro á dar im-

pulso con el ejemplo de ambos, en

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— 56 —

América, á un movimiento de ideas yde producción literaria que se enca-

minase á un fin de educación social,

de formación de la conciencia colec-

tiva de estas democracias sobre funda-

mentos de paz, de amor, de tolerancia

y de cultura. En efecto, la noble aus-

teridad en el pensar, el sentimiento

amplio y generoso, la honradez y dig-

nidad del escritor, pueden ser parte

no pequeña en la exaltación de los

destinos intelectuales y sociales denuestros Estados de la América his-

pana.

Un pensador ha afirmado que la másalta misión de la mente humana es

la de fundar y conciliar, no la dedemoler y refutar. Ya podemos ima-ginarnos el inmenso bién que han de

hacer en nuestra patria esos princi-

pios y las múltiples consecuencias quehan de tener, así por directa aplica-

ción como por analogía en los di-

versos ramos de actividad de nuestra

vida de relación, tan menesterosa deoptimismo, de justicia y de caridad.

Pláceme imaginar desde este puntode vista la nacional importancia queha de tener, como institución social,

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57 —

la ilustre corporación que hoy abre ámi obscuridad sus puertas decoradas;

en ella han de concentrarse, como enun poderoso foco, las diversas irradia-

ciones de la mente literaria del país;

ella las ha de estimular y sugerir,

reivindicando para nosotros el concep-

to que ya nos discernió el veredicto

hispanoamericano, de pueblo propicio álas cosas del espíritu y á las mejo-res formas de la civilización; con la

amplitud y generosidad intelectual deque ha dado buena muestra al llamará su seno escritores como el que os

habla, ha de ser como el ara sacrosanta

del culto de las humanas letras, noimporta el punto del horizonte polí-

tico ó filosófico de donde sople el viento

de espíritu que las anime; ella con-

tribuirá á levantar y aquilatar la cul-

tura nacional, á acercar las inteligen-

cias de elección y á fundar, con el

intercambio de ideas y la comunidadde vocaciones, un sentido de toleran-

cia y generosidad intelectual, de casti-

cismo y de atildamiento cuya influen-

cia en la vida y en el arte no puedemenos de ser benéfica y noble.

La Academia Colombiana, que aho-

8

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— 58 —

ra inicia la segunda etapa de su be-

nemérita existencia, será con los es-

fuerzos que estimula, con las tradi-

ciones y legítimas veneraciones quepreserva y con los férvidos anhelos

que despierta, para la patria una ilus-

tre y gloriosa institución, para las

letras un templo inviolable, y para

quienes tenemos la fortuna y la honrade pertenecer á ella, timbre de legí-

timo orgullo y repuesto asilo de nues-

tra vida intelectual.

He dicho.

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NARINO (I)

En (a inauguración de su estatua en la Plaza de Nariño de

Bogotá, el 20 de julio de 19S0, Centenario de la Inde-

pendencia de Colombia.

Señores:

A Comisión organizadora de las

festividades del Centenario ha te-

nido á bien designarme para que la

represente y hable á nombre suyo enla inauguración del monumento conque la gratitud nacional honra al Pre-

cursor de nuestra Independencia. De-bo, sin duda, honra tamaña á mi

1. Se publica el discurso en su integridad, inclu-yendo las partes que, por premuras de tiempo, se su-primieron al pronunciarlo.

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— 60 —

conocida admiración por el liéroe y á

la circunstancia de haber pedido para

él este monumento en un opúsculo

escrito en Buropa y del cual han de

ocurrir, naturalmente, reminiscencias

en las palabras que ahora diga y enlas glorias que aquí evoque.

Bu la sociedad mundial de los pue-

blos, dije entonces, una nación puedemedir el derecho que tiene al respeto

y á la consideración de las demás,tal vez no tanto por la imposición

abrumadora de su entidad ó el expo-

nente de su potencia material, cuantopor los grados de capacidad de amorá ella que se acendren en el corazón

de sus propios hijos. Ante el crite-

rio superior de la razón, un ciuda-

dano de Ginebra tiene mayor dere-

cho á enorgullecerse de su patria queno un súbdito del Czar de todas las

Rusias y Grecia afirma en la histo-

ria una virtualidad civilizadora que el

mayor de los imperios no ha poseído

jamás. B1 sentimiento de amor pa-

trio debe, pues, cultivarse con tenaz

esmero y nimio como un elementomoral de eficiencia irrecusable, comoun factor de fértil realidad en todo

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— 61 —

empeño encaminado al desarrollo delas fuerzas vivas de un país. Nipuede transitorio desmedro alegarse

como una razón para que ese amordescaezca y amengüe, puesto que es

precisamente el cultivo de tal senti-

miento, el reencender de tal amor,uno de los agentes más poderosos á

levantar de postraciones y á restau-

rar abatidas fierezas. Es, pues, nece-

sario regresar al optimismo, es nece-

sario creer en la patria, en su poten-

cialidad, en su porvenir y en la alteza

de sus destinos. El concepto de pa-

tria no es ni un prejuicio desdeña-

ble ni una vacua abstracción; ni se-

ñuelo de cándidos ni urdimbre de pa-

trioteros. Es algo muy real: comuni-dad de muy tangibles y positivos in-

tereses humanos y al propio tiempovinculación ideal de tradición, de sen-

timientos y de aspiraciones. Es cuan-to amamos y cuanto nos ama, lo me-nos fugaz y lo mejor de nosotros

mismos: la piedra ennegrecida de nues-tro hogar, la cuna de nuestros hijos

y la tumba de nuestros padres, el

valle de nuestro pasado y la ciudad

de nuestro porvenir. La exaltación

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62 —

de esa religión de la patria, comportatambién la más pura enseñanza ética,

como que es la natural ampliación,

la proyección luminosa en el tiempo

y en el espacio, de aquel precepto

de elemental equidad y de sacrosanta yeterna sabiduría que nos previene ante

todo, sobre todo y á pesar de todo:

«honra á tu padre y á tu madre.»Se ha observado ya que todos los

pueblos comprenden la necesidad y la

importancia de una gloriosa tradición

nacional y cuando la tienen escasa,

la magnifican, y cuando no la tie-

nen, la inventan: de ahí el deificar

á un Washington y el crear á un Gui-llermo Tell: el héroe engrandecidopor la veneración nacional y el héroeforjado por la tradición popular. B1General de milicianos, probo y patrio-

ta, pero desprovisto de genio, se trans-

figura, por la alquimia milagrosa del

amor y de la gratitud, en el héroeepónimo de un continente: el cazador

legendario, el arquero fantástico, per-

dura, con acción de presencia que la

crítica corrosiva que le niega no hapodido destruir, como el símbolo sa-

cramental de una idea. La adoración

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— 63 —

colectiva, auténtica manifestación deuna colectiva necesidad, erige así, enel vértice de las tradiciones de cada

pueblo, el superhombre representativo

en quien se encarnan las condiciones

superiores de la raza: la surgente mi-lagrosa y única de donde las nacio-

nes, con generosa superstición, hacenbrotar su origen, su carácter, su his-

toria y su gloria, como de un invio-

lado Horeb.Nosotros, á dicha, no habernos me-

nester de la lámpara de Aladino de

la leyenda para hacer surgir nuestros

Héroes á la existencia y á la glori-

ficación: los tenemos muy reales yde una excelsitud que se antojaría

legendaria si no estuviese ahí la his-

toria para afirmarla. A esas efigies

egregias sólo falta un pedestal dignode ellas—la grandeza nacional—para

que sean visibles desde todos los pun-tos del horizonte. Levantémosele.

El Evangelio de la Patria, integra-

ción excelsa del Evangelio de la jus-

ticia y del amor, impone hora por horael deber de preservar para la crea-

ción de nuestros padres, el sentido

íntimo que tuvo en la mente de quie-

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— 64 —

nes la concibieron: entidad de forta-

leza, de dignidad y de justicia, solar

hospitalario y fértil heredad, albergueinviolable de nuestra vida moral y ara

de nuestras adoraciones sacrosantas.

Para fecundar los campos de la Pa-tria necesario es arrancar primero deellos toda semilla de odio, porque el

odio es consusbtancialmente infecundo

y devastador: después cumple sem-brar, sembrar mucho, sembrar ideas,

sembrar virtudes; sembrar esfuerzos ysembrar granos: sembrar en la tie-

rra y sembrar en el espíritu, sem-brar en el presente y sembrar en el

porvenir. Cuando venga la cosechaque sembró nuestra buena voluntad

que vendrá, de ello estad ciertos, porla óptima causalidad de toda expan-sión de vida—será una cosecha debendición, como la del sembrador dela parábola: entonces tendrán nuestroshéroes un pedestal digno de su es-

tatura. Tal es el examen de con-

ciencia que determina y el pensa-miento que evoca la fecha del cente-

nario, pregonera de que la Repúblicaha llegado ya á su mayor edad. Masdel propio modo como en las religio-

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— 65 —

nes positivas se discierne un elementoesencial y otro formal, el dogma ylas prácticas, en el amor patrio, quees también una religión, hay doctrina

y hay culto externo, necesario éste

como manera de exteriorización desentimientos sociales: es la dedicación

de los emblemas visibles y objetivos

con que el respeto público honra nues-tro mejor blasón y la más pura denuestras tradiciones: tal es el alto

sentido de las festividades cívicas, de

las apoteosis y de las estatuas.

Tarde llega para Nariño la san-

ción del bronce, pero llega al fin.

Bogotá glorifica hoy, en su mejor día,

á aquel hijo preclaro suyo que cuandose proclamó la independencia, en esta

misma hora una centuria hace, yallevaba diez y siete años de esfuerzos

y de cadenas por esa causa suprema:que fue su verbo inflamado y su brazopoderoso, su numen y su mártir, suPrecursor y su realizador: que desdela publicación de Los Derechos del

Hombre en 1794, hecha por él y por

9

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— 66 —

él impresa, hasta la proclamación dela independencia absoluta, verificada

por su iniciativa y con su sanción,

en la inquieta parábola que describió

su existencia, ora filósofo, ora soldado,

ora conspirador y ora Dictador, con-

densa y simboliza, como exponenteauténtico, todos los esfuerzos de pen-

samiento y de acción de un agregadocolonial para convertirse en pueblo:

que, en una época de sopor intelec-

tual, que fue nuestra edad media,

tuvo de la libertad un concepto tan

alto y una visión tan intensa y tan

moderna, que la comprendió no sólo

como una aspiración ineluctable del

alma humana, sino como una consa-

gración de superioridad moral queimplica la previa labor de merecerla

y por eso, antes de independizar pue-

blos, comenzó por emancipar espíritus!

No iguala Nariño á Bolívar en la

llamarada del genio, ni á Santanderen el superior sentido administrativo,

ni á Sucre en las dotes ni en la for-

tuna del soldado, pero nadie le su-

pera en cuanto es la egregia gran-

deza del carácter, la generosidad ynobleza del espíritu, la formidable in-

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67 —

tuición revolucionaria y la intensidad

del patriotismo.

Concentraba Nariño en su alma,

como potente foco, el movimiento de

ideas de su época, que la Revoluciónfrancesa esparcía á la sazón, en for-

ma de lenguas de fuego, por el mundoy su espíritu inquieto presidía y es-

timulaba, de esta suerte, en plena

adormida noche de la Colonia, unformidable despertar intelectual, pre-

ñado de las más fecundas germina-ciones. Bienhallado y aun distinguido

durante el Gobierno español, fueron

sus opiniones y militante actitud nodeterminación de condiciones persona-

les, ni brotes de mal regida ambición,

sino férvida surgente de una intensa

visión interior de patria y de un al-

tivo concepto de dignidad humana;tales caracteres quedaron impresos enla revolución que brotó al calor desu iniciativa. Si, en vez de la fata-

lidad que le detuvo en los Ejidos dePasto, hubiera una estrella propicia

llevádole á coronar la última etapa

de su marcha triunfadora y entrado

á Quito como Libertador, según el

vasto propósito de su campaña del

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— 68 —

Sur, se habría anticipado diez arios

nuestra Independencia y el destino del

país variado singularmente. No lo

determinó así la misteriosa ley querige la historia de las Naciones, y el

prócer sin ventura hubo de extin-

guirse como sol apagado por turbios

cendales de bruma antes de alcanzar la

pompa gloriosa de un ocaso en el mar.No llegó en la epopeya americana

á la eminencia única en donde eri-

gida está la efigie de Bolívar, deWashington, de Sucre, de San Mar-tín: pero aparece en esa otra cumbremás lejana, velada por las evanescen-

cias melancólicas de lo que pudo ser,

pero siempre muy alta, en donde unaequidad retrospectiva é incorruptible

venera á los precursores y á los már-tires y lo reúne para los propósitos

de la rememoración y de la gloria, con

Hidalgo, con Miranda y con Martí.

*

La actuación política de Nariño enlos primeros días de la República ca-

lifícase al propio tiempo de inexperta yextremosa, como lo es siempre en los

períodos caóticos de formación de los

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— 69 —

Estados. Mas ¿qué mucho que los

hombres de 1810 no acertasen desde

el principio con la verdadera fórmulade nuestra redención, si quienes les

han sucedido y después de un siglo

de dolorosos ensayos no han dado conella todavía? Hoy—digámoslo en ho-

nor de nuestros padres—se exhibe al

buscarla la misma dolorosa inexperien-

cia que en 1810, sin aquel sello desinceridad y desinterés ennoblecidos é

irrecusablemente garantizados por la

anticipada aceptación del sacrificio, quefue como la constante en el carácter

de los hombres de la Independencia

y que los redime de toda sombra deerror y los consagra á la admiracióndel porvenir. Centralista en 1811,

federalista en 1821, exhibió, empero,el ilustre cundinamarqués en esta apa-

rente inconsciencia un sentido político

profundo y una alta comprensión delas necesidades de un país que, si

para resistir á España había menesterde aquella vigorosa centralización deesfuerzos que dió tan formidable efi-

cacia á los revolucionarios franceses

al favor de su fórmula adamantina«La Francia una é indivisible,» en

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— 70 —

cambio, después de constituido exige

de los imperativos mismos de su to-

pografía y de su etnografía aquella am-plia descentralización bajo cuyo impe-rio la República vio sus mejores días.

El valor de sus opiniones que le

llevó á separarse dos veces de las ideas

en boga, condensó sobre su cabeza

caliginosas nubes que ni la muerteni el tiempo lian sido parte á disipar.

Los extraviados lo perdonan todo, me-nos la irrefutable comprobación de suerror: haber tenido razón contra to-

dos es un pecado que la expiación yla tumba no alcanzan á redimir. Enla vida de las naciones las ideas másavanzadas y generosas, como sol na-

ciente, iluminan sólo las cimas másaltas y aquel grupo profético de quenos habla Quinet, destinado á recibir,

á elaborar y á propagar las ideas quehan de ser más tarde la fórmulasalvadora de una sociedad y el lote

común de los pueblos, tiene que pa-

gar al precio de la incomprensión,del desdén y de la injusticia de sus

contemporáneos, el dón de su claro-

videncia y la audacia de sus revela-

ciones.

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Fue Nariño hombre de guerra y lo

fue eminente: así lo exigían las du-

ras necesidades de la hora luctuosa.

Su campaña del sur, que fue una su-

cesión de victorias y entre ellas el

paso del Juanambú y la épica ascen-

sión de Tacines, son timbre bastante

para una vida y consagración suficien-

te para una gloria. Fue hombre de

guerra, repito, mas no eso lo rele-

vante de su carácter, ni la definitiva

actuación de su carrera: fue antes

que eso y más que eso, un revolu-

cionario formidable, un apóstol deprincipios, un agitador de ideas, unintelectual de soberana y sutil men-talidad. Arquetípica personificación desu patria bogotana en cuanto son las

áticas gracias del espíritu y gentile-

zas y donaires del carácter, así comotambién en sus defectos y errores in-

negables, Nariño es ante todo unhombre civil. Debe, por tanto, com-prendérsele entre las personalidades

de pensamiento militante que dieron

á nuestra revolución sus rangos dis-

tintivos y aquilataron, aun en mediode las violencias de la guerra deemancipación y de las miserias de la

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— 72 —

civil porfía, las tradiciones legalistas

de nuestro país, que nos distinguen

todavía á fuero de pueblo culto é

intelectual entre nuestros hermanosde América. Tal parece como si ennuestro destino y nuestra historia

estuviesen predeterminadas las moda-lidades de nuestro carácter nacional.

Fue nuestro conquistador español, Ji-

ménez de Quesada, un letrado enquien el cultivo de letras y estudio

de leyes no andaban reñidas con las

partes de audaz y esforzado capitán:

pronto establecióse entre nosotros el

Gobierno Civil de los Virreyes encontraposición al militar de los Capi-

tanes Generales de otras Colonias.

Casi todos los soldados eminentes conque la Nueva Granada contribuyó ála guerra emancipadora fueron al pro-

pio tiempo hombres de letras: el pu-

blicista de Los Derechos del Hombre,

Cabal, de quien dijo Bello:

«Llorado de las Ciencias,

De Popayán llorado.»

García Rovira «.El Estudiante de De-recho ,» Santander «El hombre de las

Leyese etc., etc. Pero nuestros ver-

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— 73 —

daderos prohombres son los civiles.

A esa luz aparece el perfil catoniano

del Adversario, vigorosamente deli-

neado ante el Precursor no menosgrande que él y como él representa-

tivo de un principio y de un sistema.

Camilo Torres, la otra grande perso-

nalidad de los orígenes de la Repú-blica, severo é inmaculado, realza, enefecto, con su carácter y su actitud,

el relieve histórico de su rival, comoen el drama shakesperiano la virtud

de Bruto acentúa la grandeza de Cé-sar. Un pueblo que en la iniciación

trágica, en las tormentas del primermomento, exhibe tales figuras comoexponentes geniales de la raza, pue-

de sentirse orgulloso y debe estarlo,

que nunca será entidad desdeñable enel concierto de las naciones, aquella

dentro de la cual es posible la apa-

rición simultánea de tales espíritus.

Destácanse en la carrera de Nariño,toda ella retemplada por la acción yaquilatada por el ideal, ciertos rasgos

supremos, como cimas blancas en la

alta cordillera: esos rasgos, de untemple de alma antigua y de unamagnanimidad vencedora de toda fia-

io

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74 —

queza de venganza ú odio, esculpen

para todos los tiempos la verdadera

efigie, la real excelsitud de su almaen donde la necesaria sombra de cul-

pa ó de error, lote de toda vida, noalcanzan á amenguar ni el encumbra-miento de cénit, ni la irradiación ge-

nerosa de calor y de luz. Cuandodespués de las perpetuamente infruc-

tuosas jornadas de nuestra primeraguerra civil tiene para Baraya, su ad-

versario, abiertos brazos de compañe-ro y para Niño, su enemigo, corazón

más abierto aún, de hermano; cuandorecibe afable y gentil al individuo

enviado para asesinarle y le entrega

todas las llaves de la casa «para quepueda huir después de muerta suvíctima». No, yo no mataré á Na-riño, balbuce el asesino, conmovidopor tánta generosidad y tánto valor:

«Sentaos entonces, dícele aquél, y ha-

blemos de estas cosas de la Patria»;

cuando condena duramente la conduc-ta del matador de Asin, como Césarla del de Pompeyo, y se expone por

el resentimiento de su subalterno á

la traición y á la muerte; cuandoentrando con su Ejército vencedor,

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75 —

pero hambreado, en Popayán, prefie-

re el descontento y la privación de

los suyos antes que se toque un átomode la propiedad de sus enemigos;cuando ante el amotinado populachoque pide á gritos en Pasto la cabeza

del prisionero, sale indefenso y grita:

«Aquí tenéis á Nariño.» ¿No son

éstos, por ventura, ecos no atenuados

de aquella voz cuya resonancia llena

los ámbitos de la antigüedad: «Sol-

dado, te atreverás á matar á CayoMario?»Fue de los que consagran su vida

entera á la realización de un ideal

de deber ciudadano y de justicia so-

cial; de los que marchan, férvida yluminosa el alma, sin detenerse y sin

vacilar; de los que ofrendan, en so-

brehumano renunciamiento, todas las

energías del alma y todas las dulzu-

ras de la vida al propósito supremode su misión; de los fuertes cuya ac-

tividad formidable es un ejemplo yun reproche á las generaciones con-

taminadas de pesimismo, de depresión

ó de egolatria; esa grandeza esencial

para cuya estatura nada importan el

éxito ni el triunfo, que emerge por

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— 76 —

sí misma, á pesar del infortunio, del

vencimiento y de la persecución, comouna roca ingente de en medio de la

onda de pequeñez y vulgaridad quenos asedia, nos lleva á reiterar, de-

lante de esta estatua, lo reversible yeterno de la ley moral, lo augustodel sacrificio, el imperativo categórico

del deber, lo fecundo del desinterés,

todas las grandes realidades de la con-

ciencia humana, cuya afirmación su-

prema establece que solamente la jus-

ticia de los hombres puede fundar la

libertad de los pueblos!

No desconozco sus faltas, ni las ex-

cuso: ellas son el fondo de sombranecesario para que se destaque, entoda su fuerza y con toda su pureza,

el mágico toque de luz de los cuadrosde Rembrandt. Será siempre lamen-table, empero, ver á una personalidad

superior empeñada por la fuerza ma-yor de las circunstancias, en porfías

cuya intrínsica miseria excluye de ellas

toda posibilidad de grandeza moral;pero si el procer entra un momentoen el descenso obscuro de la onda desu vida, es para reaccionar luego ylevantarse con su actitud verdadera-

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— 77 —

mente nacional y procera de 1814 yrestaurar después de modo definitivo,

ennoblecida por la renunciación y pu-rificada por el infortunio, la magnitudintegral de su carácter histórico.

Entre todas las grandezas tiene este

Edipo americano, cual ninguno otro,

la del infortunio que nimba la frente

de los predestinados de la fatalidad

con un halo misterioso y terrible quedilatan las sombras del sepulcro. Entoda marcha ascensional hay el ab-

negado que sucumbe y el afortunado

que llega: el que siembra la planta

y el que recoge el fruto: el Moisésque muere en el desierto y el Josuéque entra en la tierra de promisión:

el que merece triunfar y el que triunfa.

Un lauro para el vencedor, una lá-

grima para el vencido! pero nó: al-

guna vez la Equidad suprema corri-

ge el error del destino ciego, y la

posteridad glorifica á los que sucum-ben. Victis honoSy honor á los ven-

cidos! Nariño fue el gran vencido denuestra historia, el sempiterno pros-

crito y algunas de las persecuciones

de que fue víctima constituyen la máselocuente revelación del extravío de

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— 78 —

los partidos y la inaudita crueldad de

las pasiones políticas. Cuando ante

el Senado se pretende convertir los

títulos de su gloria en estigma deignominia, se le enrostra su desgracia

como un crimen y de sus padecimien-

tos por la patria se forman indignas

acusaciones para proscribirlo de la Re-pública; cuando por eliminar al Hom-bre superior y por tanto rival temi-

ble no se vacila en deshonrarlo ydeshonrar á Colombia en uno de sus

hijos más preclaros, se le discernió

sin saberlo y sin quererlo uno de los

timbres que mayor realce dan á sufigura ante los espíritus de elección

de la incorruptible posteridad. Fueentonces cuando pronunció su admi-rable Defensa ante el Senado queresuena entre los anales de nuestra

elocuencia como el Tequendama enlas montañas. B1 ambicioso vulgarve en el hombre de intrínsico valer

su natural adversario y le señala ne-

cesariamente, á los dardos enherbola-

dos de la animadversión. Ser, pues,

calumniado, excluido, proscrito, insul-

tado, es una distinción, es un honor,es casi un magisterio: es ser señalado

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— 79 —

por la medianía para representar el

mérito, por la ruindad para represen-

tar la elevación, por el abuso pararepresentar el derecho, por el crimenpara representar la virtud. Quienconcitó los rayos de arriba, era bien

que atrajese los lodos de abajo: ese

odio es una nueva consagración, sin

él su relieve histórico no sería com-pleto; faltaría un codo á su estatura.

Por una suerte de reparación intui-

tiva de la conciencia pública, el másperseguido y olvidado de nuestros pro-

ceres recibe hoy la mejor rememora-ción (l). Este concurso brillantísimo

de distinguidas damas—grácil teoría

de hermosuras que marcha á un pro-

pósito de exaltación del alma colom-

biana, en homenaje patriótico del cual

1. A la inauguración del monumento de la Plazade Nariño, en Bogotá, el inolvidable 20 de julio de1910, concurrió llevando coronas de laurel, banderascolombianas y flores, una procesión de más de dos mildamas de lo más distinguido de la sociedad bogotana.Este homenaje extraordinario fue organizado por la

señora Soledad Acosta de Samper, autora de una Bio-grafía de Nariño. En pos de las damas iban diez milniñas de las escuelas públicas, vestidas de blanco ycon los colores nacionales, portadoras de flores paraarrojarle al Procer al compás del himno nacional: des-pués todas las Universidades, todas las Academias,todos los colegios y escuelas, los gremios de artistas

y de obreros, cuantos cupieron en la anchurosa pla-za, que pueden calcularse en treinta mil personas..

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— 80 —

sería difícil encontrar el precedente

ni buscar la imitación—Esta apoteo-

sis, digna del héroe que ante todo

fue gentil y apuesto caballero y mo-delo de honor y de virtudes priva-

das, esta inmensa reunión de pueblonunca antes vista entre nosotros, esta

férvida y unánime elación del almacolectiva, este estremecimiento que hacirculado como un espasmo eléctrico

por la inmensa concurrencia en el

instante en que se ha descubierto el

bronce vivificado por el ya ilustre

genio de Greber; este entusiasmo de-

lirante y atronador, este diluvio deflores y este concierto de aplausos yde himnos, más que la glorificación

de un hombre, es la glorificación deColombia misma en su representativo

genial y auténtico, es la afirmación

suprema del concepto de solidaridad

compatricia, su símbolo y su ideal.

La fiesta es digna de nuestra his-

toria y de nuestra sociedad y nuncacomo ahora se ha cumplido mejor aquel

concepto de que el insulto de hoy es

el primer sufragio para la Estatua demañana. Hemos tardado un siglo para

esta reparación, pero ella será como

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— 81 —

aquella flor maravillosa de la India

que tarda cien años en brotar, pero

que una vez abierta no muere jamás.

Nariño, como el trágico griego, hapodido escribir en la obra de suexistencia esta altiva dedicatoria: AlTiempo.

La estatua está erigida ya; el bron-

ce inmutable preside desde su augustaserenidad al tráfago de nuestra vida

y la vana agitación de nuestros días:

en su plasmante síntesis personifica-

dora, en su alta significación emble-mática, es como una sugestión deperenne elocuencia, como una ense-

ñanza austera que el arte esculpe

ante el sol de la plaza pública. Esla milagrosa evocación, en la línea

y en el contorno, que hace concurrir

á nuestra vida, como un ejemplo,

como un reproche, como una lección

lo excelso del carácter y lo heroico

de la actitud del grande hombre des-

aparecido. La efigie del ciudadanoque tuvo para su ciudad natal unaespecie de amor apasionado de amante,se yergue por fin, como una perpetuaresurrección del héroe, como una vi-

sión del infinito ante el vasto hori-

II

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— 82 —

zonte de la Sabana. Alta y melan-cólica la frente, dominadora de los

tiempos, tendida en vaga ensoñación

la mirada hacia el hogar de sus pre-

dilecciones; descubriendo inerme perodecidido el pecho á sus enemigos á

quienes nunca supo temer ni odiar;

firme y tranquilo ante el hervor tu-

multuario como cuando gritó á las

multitudes que pedían su cabeza: «Yosoy Nariño»; en un gesto de sublimedesafío á la injusticia de los hados

y á las pavuras de la Muerte. Laarrogancia del héroe y la tristeza del

vencido armonizan felizmente en este

bronce que más que la glorificación

de un hombre, representa la rehabi-

litación de un pueblo, el símbolo yel ideal de la Patria misma: la efigie

veneranda visible desde muy lejos

será desde hoy el numen prestigioso

de la ciudad.... Yo saludo al procer

esclarecido en nombre de las inquie-

tas generaciones presentes; lo saludo

porque tuvo la triple virtud de ciu-

dadano, de patriota y de hombre; por-

que tuvo el genio que hace á los

hombres grandes y el infortunio quelos hace excelsos; porque fue un es-

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— 83 —

píritu de valor, de nobleza y de ge-

nerosidad; porque aun en el fondo desu calabozo de Cádiz, aun después dela inaudita acusación ante el Senado,nunca dudó de Colombia ni de los

colombianos; porque tuvo la virtud

humana de cerrar su corazón al des-

aliento y la virtud sobrehumana deextirpar de él todo dejo de amarguraó de rencor; porque después de tántos

anhelos, de tántos esfuerzos, de tán-

tas luchas y de tántos infortunios,

murió con la sonrisa en los labios

y en el alma el himno sin palabras

de la renunciación, concentrando suespíritu egregio en esa indefinible ex-

presión que el escultor sorprendió ensus labios y que ante el certamen denuestras miserias no sabemos si sea

un gesto de admonición ó de piedad;

que ante el esfuerzo de nuestro re-

surgir parece alentarnos con el supre-

mo ejemplo de su espíritu y de suvida á ascender sin vacilaciones ni

dudas, adelante por sobre los vórtices,

el áspero Tacines de la rehabilitación

nacional!

He dicho.

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i.

0f

'

*

«

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LA LITERATURA HISTORICA

EN VENEZUELA

En la Academia Nacional de la Historia de Caracas

Señores:

A distinción—tan alta como inme-recida—que habéis discernido al

escritor extranjero que es hoy Repre-sentante oficial de Colombia en la

cuna de Bolívar, patentiza bien vues-

tra generosidad intelectual y la sim-

patía que os vincula á la Repúblicahermana: vuestra elección, más queal Diplomático está encaminada áhonrar al Estado que él en este ins-

tante personifica aquí, en este fortu-

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— 86 —

nado hogar de tántas glorias y queyo considero como la prolongación pres-

tigiosa de la gran Patria colombiana.

Kilo obliga dos veces mi gratitud yestimula la que pudiera llamar unasuerte de afinidad electiva que siem-

pre ha atraído mi espíritu hacia la

intelectualidad venezolana, la cual, en

este docto recinto, exhibe exponentesde la más elevada potencia y eminen-te y preclaro valer.

Como dos astros que se hiciesen si-

multáneamente visibles en la más fúl-

gida región sideral, Colombia y Vene-zuela aletargadas é ignoradas durantela luenga y soporosa época colonial

que fue á la vez nuestra edad pri-

mitiva y nuestra edad media, lenta

propiria del grandioso incendio denuestra edad heroica, aparecen de sú-

bito, erguidas sobre la misma cuadri-

ga de guerra, nimbado el casco deoro, acerado el brazo, sobre la fren-

te, sobre el pecho y en la punta dela lanza trisulco toque de luz, enla epopeya formidable de la guerrade independencia. ¿Bn qué igno-

to semillero, del seno de qué madresfecundas surgió el germen de tan pro-

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— 87

digiosa floración de energía nacio-

nal como evidenciaron, en la horasolemne y trágica de las iniciaciones,

aquellos dos pueblos desconocidos? Kslo cierto que, invisibles hasta enton-

ces, los dos astros, de primera mag-nitud en el recuento de los heroísmoscolectivos, tuvieron su conjunción enpleno cénit.

Por razones sociológicas que ya em-piezan á estudiarse y en las que apa-

rece, con extraño relieve, esa fatali-

dad de la influencia telúrica sobre la

humana actuación, que ha inspirado áKarl Ritter sus famosos paralelismos

entre la civilización y la geografía,

Colombia y Venezuela han mostrado—predeterminados en su etnografía yen su topografía,—desde el alborear desu ingreso en la cultura occidental,

los rasgos diferenciales de su carác-

ter, de su historia y de su mentali-dad. Unos pocos grados de latitud,

dice Taine, determinan entre el in-

glés y el francés una notable dife-

rencia en el concepto de la vida.

Unos cuantos grados de calor, la di-

ferencia de unos miles de metros enel relieve, la diversa proporción en

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las unidades fisiológicas que se mez-clan en las razas pobladoras de unacomarca y la historia ritma sus ar-

monías al suspiro del aura ó al háli-

to proceloso de la tempestad. El cielo

azul del Atica inflama las odas deAnacreonte y el horizonte lívido del

Norte forja el ensueño místico de Swed-emborg ó la rígida concepción religio-

sa de John Knox. Es imposible, pues,

que en Bogotá, en Pamplona, en Pasto,

en Tunja bajo cielos austeros y ho-

rizontes que recuerdan los highlandsde la pensadora Escocia, floresca la

planta humana y se dilaten las pompasdel espíritu como en los verjeles deCaracas, de Maracaibo ó de CiudadBolívar, embalsamados por el limone-

ro y el jazmín, al blando susurrar delas palmeras; ni es natural, tampoco,que en el centauro irreductible de la lla-

nura sin lindes se arraigue, como en el

ciudadano, el concepto serio de la vi-

da y el ideal austero de la libertad.

Pero esos dos pueblos, complementán-dose y confundiéndose en la identi-

dad de un mismo propósito y en la

excelsitud de un mismo sacrificio, con-

curren á la cita suprema con fúlgida

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— 89 —

y maravillosa corradiación. Nariño yMiranda, esos dos legendarios caba-

lleros andantes de la Revolución, se

comprenden al grado que el caraque-

ño, en los días de prueba que pre-

cedieron y siguieron á las oscuras

campañas de Valencia y de los Va-lles de Aragua, dice del bogotano:

«Nariño es de los pocos liombres conquienes se puede hacer una revolu-

ción en América» y luego, cuandollega la hora, sombría entre todas, del

irremediable desastre, piensa en el

distante hermano del corazón y del

espíritu como un refugio y como unaegida. Camilo de Torres, el granprocer civil de la Nueva Granada, ex-

celso por el talento y más excelso

aún por la virtud, comprende con la

intuitiva visión del genio y estimula

noble y generosamente al otro genio

incomparable, héroe epónimo de uncontinente, cuando el joven Bolívar,

entonces apenas en la aurora de su

gloria y de su obra, solicita del Con-greso de la Nueva Granada, ya libre,

auxilios para libertar á Venezuela so-

juzgada. Un puñado de granadinos,

cruzados del Derecho, vuela en 1813

12

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— 90 —

á emancipar á sus hermanos y el sa-

crificio de Girardot y de Ricaurte ponedoble sello de púrpura y de fuego á

aquella santa alianza de los pueblos,

refrendada en 1819 con la campañade Boyacá, iniciada por Bolívar y San-tander y que fue en sus marchas,una estela del prodigio y en sus ba-

tallas un ensueño magnífico, conver-

tido en formidables realidades de es-

fuerzo y de liberación. K1 paralelis-

mo de nuestra doble historia acentúa,

después de 1830, de modo definitivo,

la actuación respectiva y el carácter

de los dos pueblos, destinados por la

misma intrínseca desimilitud de suscondiciones, á complementarse hoy enla sociedad internacional como se com-plementan en la historia y en la glo-

ria, con esa identidad plena de eficien-

cias que las modernas concepciones

científicas afirman entre la materia yla energía, integradas indisolublemen-

te en una sola potencialidad de resis-

tencias y animadas por una sola im-pulsión de actividad.

Ras brillantes iniciativas de Vene-zuela en cuanto fueron las empresasde la guerra y de la política durante

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— 91 —

la magna lucha, lian tenido su lumi-

nosa proyección en el campo de la

literatura histórica: el hecho heroico

inspira la idea heroica y la fórmulainsuperable de su expresión. La ma-teria ha sido tan rica y tan fecun-

dantes los manantiales de inspiración

que, si exceptuamos á Bello y á Ce-cilio Acosta, puede decirse que no hahabido escritor venezolano que no ha-

ya esculpido su nombre, con relieve

más ó menos alto, en el mármol yel bronce del templo de la severa

Clío, que aquí se impone á nuestro

espíritu con la majestad y el prestigio

de un Panteón nacional. Baralt—y este

nombre acude necesariamente el pri-

mero cuando quiera que se junten los

dos conceptos de historia y de literatura

—y su compañero Díaz trazan conno superada maestría y toda la sere-

nidad de una escultura clásica, la

síntesis del esfuerzo que hizo del agre-

gado colonial un pueblo de liberta-

dores, sin que deba olvidarse cuánadmirablemente sirve á su castizo re-

sumen la anterior y meritísima labor

del Procer Don Francisco Javier Ya-nes; ya antes que ellos Don Feliciano

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— 92 —

Montenegro había inaugurado en supatria los estudios históricos con unaobra en la cual la entidad corre pa-

rejas con el mérito del esfuerzo; ni

puede dejar de mencionarse, en la

época de la guerra á quien sirvió ácausa adversaria con pasión aunqueno sin vigor: José Domingo Díaz ve-

nezolano realista, mejor, absolutista.

Austria intenta felizmente la historia

militar, Páez canta su propia Ilíada yDarrazábal en un libro lírico y elo-

cuente que tiene más de canto épico

y de hagiografía que de historia crí-

tica, hace del Libertador un semidiós

y se erige en su Homero. O’Leary,Blanco, Aspurúa y el General Ra-fael Urdaneta descorren el velo de

las reconditeces de aquella fabulosa

hazaña y asientan para siempre las

bases de la historia sobre la obser-

vación directa, comprobada y minucio-sa y el códice severo é incontroverti-

ble: continúa y complementa labor

tan útil como ingente vuestra per-

ilustre Academia y en especial la

comisión de los señores Coronado,Viso, Saluzzo y Gutiérrez Coll conla publicación de los once volúmenes

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— 93 —

de «Documentos para los Anales de

Venezuela» desde 1829 en adelante.

El implacable panfletista Juan VicenteGonzález escritor de vigorosa origina-

lidad y gran potencia, fulmina el ariete

de su estilo demoledor en un libro tre-

mendo y cruel, dictado por la pasión

política contra un alto personaje,—ha-

blo de La vida del General /osé Fé-lix Ribas y que más que una vida,

es una decapitación. Don Felipe Te-jera es á vosotros lo que en Colom-bia el noble Quijano Otero, el Evan-gelista de la Patria. El marqués deRojas, fascinado por la romancesca fi-

gura de don Francisco de Miranda,aborda la vida del paladín amarteladode la libertad, como Arístides Rojasentre otros muy importantes trabajos,

nos muestra el papel del caraqueño,

ciudadano y soldado de la Repúblicauniversal, al servicio de la Revoluciónfrancesa, en la época del Terror. ElDoctor Ricardo Becerra, ilustre compa-triota mío á quien, por múltiples razo-

nes hay derecho para incluir en este re-

cuento, con alto ingenio, recóndita in-

formación y seguro y amplio criterio,

nos deja en su Vida del Generalísimo y.

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— 94 —

eu lo que alcanzó á escribir de la deSoublette, páginas que, á semejanza delas de Don Fermín Toro, perduraráncomo modelos de severa é indestruc-

tible arquitectura histórica. ArismendiBrito á quien saludada Abigaíl Lozano«Al par guerrero y vate» y en quienparecen alentar, con juventud perem-ne, las más puras tradiciones venezola-

nas: Seijas, intemacionalista eminenteé historiador de la mayor excepción;

Villavicencio y Calcaño que unen á la

más intensa cultura científica el uno,

como á las más castizas formas litera-

rias el otro, el amor fervoroso de la pa-

tria y de la tradición: Gutiérrez Coll

y Blanco Fombona, dos espíritus dedistinción suprema; Rodríguez, Díaz,

Pachano, Tosta García, Rojas Paúl, los

Guzmanes, López Méndez, Muñoz Té-bar, Núñez Cáceres, Angel César Ri-

vas, Arteaga, Urdaneta, LeveldeGoda,Duarte Level, Meló Landaeta, Valle-

nilla Lanz, Anzola, Tavera Acosta ytántos otros en esta Academia y fuera

de su recinto dedicaron y dedican á las

investigaciones históricas raros talentos,

fe ardorosa, ferviente actividad. Lan-daeta Rosales con singular fortuna y

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— 95 —

paciencia de benedictino hace día pordía una y otra revelación importante

y fija este y aquel punto dudoso:rastrea el abolengo de Piar, por ejem-plo, y reivindica para Ricaurte la po-

sición de Codro colombiano que en malhora quiso negarle el francés Perúde la Croix: Sucre y Vargas encuen-tran en el Doctor Villanueva un Bió-

grafo digno del genio militar del uno,

del genio científico del otro y de la

virtud procera de ambos; el DoctorMarco A. Saluzzo, cumbre entre las ci-

mas, ateniense extraviado en una de-

mocracia tropical, aplica á la crítica

histórica su erudición, su elocuencia,

el aticismo de su espíritu y el DoctorEduardo Blanco emboca la broncínea

trompa y en un libro en que la poste-

ridad sancionará el aplauso contem-poráneo y refrescará el lauro discer-

nido, nos deslumbra con un desfile

titánico, con un épico sacudir de alas

flamígeras como las que arrebataron

á la inmortalidad, en la visión bí-

blica, el carro de sombras y de fuegode Ezequiel.

La actividad de la literatura histórica

venezolana en los momentos presentes

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— 96 —

es realmente admirable y, proporcionesguardadas, superior á la de no impor-ta que país de intensa producción in-

telectual; los sucesores de Baralt yO’Eeary no han bastardeado de tan al-

to origen; y vuestros anales se enri-

quecen día por día con las nuevas crea-

ciones de la originalidad nacional. B1Doctor González Guinán pacientemen-te, concienzudamente, como quien la-

bora para los tiempos, con criterio

sereno aunque no exento del calor dela convicción y del partidarismo que,

según Macaulay, da á la narración el

vigor y el fuego de la vida, asienta los

vastos sillares del monumento de suHistoria Contemporánea de Venezuela:

luce allí la documentación amplia, esme-rada y minuciosa, campea el estilo cla-

ro y fluido y pasma la tenacidad con quesigue uno por uno los múltiples detalles,

la información casi diaria de todo unpaís en largos períodos de existencia, nosiempre interesantes y que sin la vasta

labor del Doctor González Guinán, se

habrían extinguido en la olvidadiza in-

diferencia de las nuevas generaciones.

El parentesco espiritual de este escritor

hay que buscarlo entre los sajones: un

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— 97 —

Fronde, un Fiske; á las veces, sobre

todo, en el tomo I, el más esmerado, li-

terariamente, un John Morley. Laobra, cuyo tomo 8, acaba de aparecer,

constará de 14 volúmenes copiosos, debella estampa y será sin duda, el es-

fuerzo histórico de mayor entidad deVenezuela y acaso de la América Lati-

na. Andara y Gil Fortoul crean la so-

ciología venezolana y el primero inves-

tiga los orígenes de la Gran Colombiareivindicando, para Miranda, Madaria-ga y los proceres granadinos de los pri-

meros tiempos de la República, el gran-

dioso pensamiento que realizó, en el

espíritu y en el hecho, el genio tauma-túrgico del Libertador. Kn los dos inte-

resantes volúmenes de su Historia Cons-titucional de Venezuela

,escrita confor-

me á las inducciones de la ciencia mo-derna, Gil Fortoul se exhibe como unescritor de la gran raza, y como un pen-sador original y audaz; su obra es unasíntesis luminosa é intensa de la mar-cha, no siempre ascensiónal, de un pue-blo y de su evolución legislativa, inte-

lectual y económica; con criterio noble-

mente filosófico reseña la vida militante

de los partidos para desentrañar la obra

J3

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— 98 -

de patriotismo que hayan intentado ó

realizado y la pureza del ideal á que ha-

ya servido: allí aparecen las penosasgestaciones de la civilización compatri-

cia: los ciclos de luchas, de fe, de virtud

constructiva; la onda descendente de la

guerra y de la desolación, la alteza delos propósitos, la decepción de los re-

sultados; los ensueños de pensadores yde artistas, las siniestras regresiones,

las intermitencias del progreso, el espí-

ritu de las leyes y el sentido supremode la Historia de Venezuela: Gil For-tonl, masque un historiador es un so-

ciólogo y su obra en los anales de la

literatura histórica de hispanoaméricatiene todo el valor de una iniciación.

El Doctor Arcaya adopta un mé-todo más rigurosamente científico aún.

Al estudiar á Bolívar, por ejemplo,

cree, con Herbert Spencer «que la

génesis del Grande Hombre dependede una larga serie de influencias

complejas que han producido la raza

en medio de la cual aparece.» Dis-

cípulo clarovidente, aunque algo sis-

temático, de Le Bon, de Spencer, de

Taine; asiduo cultivador de Tarde,

de Ribot, de la escuela antropológi-

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— 99 —

ca y criminalista italiana, estudia á

los hombres de la historia patria á la

luz exclusiva del criterio sociológico

de Le Bou y de los métodos positi-

vos de la filosofía spenceriana que Tai-

ne aplica con un rigor que los críti-

cos modernos encuentran excesivo, á

las investigaciones históricas. Para él

Bolívar es un caso de psicosis genial

y la asombrosa personalidad de es-

te Profesor de energía que fue tam-bién un Director espiritual y un es-

cultor de pueblos, es la culminaciónde una luenga sucesión de superexci-

taciones psicopáticas hereditarias. ConLombroso en la mano estudia á Bo-lívar y á Páez apartándose del crite-

rio metafísico y literario que antes

privaba en la historia, y sus intere-

santes monografías son á manera decuadros sintomatológicos; el centauro

fabuloso de los llanos que lanza enmano en su corcel bravio realizó la

más maravillosa de las epopeyas, es,

para él, la personificación del mesti-

zo, nostálgico de vida nómade, agui-

joneado por atavismos combativos ypor la innata necesidad de una acti-

vidad tumultuaria, guiando á empre-

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sas imposibles á un puñado de leo-

nes, reviviscencia de la horda preco-

lombina. El propósito de la inde-

pendencia no es en Bolívar sino unamagna obsesión y él un poseído, «quefue por eso capaz de realizarla.» Elgenio, como la perla, es la magní-fica enfermedad y al propio tiempola floración suprema de una raza. Si-

tuado en esta abroquelada posición

impugna Arcaya las conclusiones de

Muñoz Tébar quien en su libro ElPersonalismo y el Legalismo atribu-

ye á imperfecciones de educación yno al determinismo ambiente, ni á la

fatalidad científica, el innegable conta-

gio de personalismo que troquela el

alma venezolana, su historia, su po-

lítica y su literatura.

El mensaje de Eloy G. González

tribuno elocuente y brillante escritor

—es el de las revaluaciones históricas;

el de la tramutación nitzscheana de

todos los valores de la tradición y de

la leyenda; como Edmond Biré, es

un demoledor de mitos, severo y con-

vencido; fuerte de talento y de infor-

mación se atreve á todos los ídolos.

Tiene el valor de sus convicciones y

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- 101 -

una absoluta virtud de sinceridad. Sucrítica implacable de la actitud políti-

ca del General Páez en el luctuoso

año de 1826 es un libro «doloroso

según su propia expresión—que dice

de un soplo fatídico de insensatez,

arrastrando á los hombres eminentesá las gemonías de la historia.» Tie-

ne para Santander el juicio firme yel veredicto irrecusable de la equi-

dad. El eminente estadista neo-gra-

nadino, el organizador de la victoria,

el fundador de la Administración ci-

vil en su país, no resulta disminuidopor la pluma de González. Las faltas

del Hombre de las Leyes, que la pa-

sión política ó el espíritu regional re-

cargan de sombra, no alcanzan á amen-guar la excelsa estatura integral de

su carácter histórico. Como Dentro de

la Cosíala,es Al Margen de la Epo-

peya un libro conceptuoso y brillante;

Altamira, Seignobos, toda la escuela

sociológica-histórico moderna, han en-

señado al autor que la historia es unaciencia profunda y un sacerdocio de la

austera Verdad y él oficia ante el ara,

férvido, inspirado, pitouisante. Debo,con todo, consignar la integridad de

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mi pensamiento—ya expuesto en otra

parte, sobre el criterio histórico delas revaluaciones. La crítica histórica

—lo he dicho ya y lo repito aquí, es

una verdadera labor de demolición, ico-

noclasta, corrosiva, irreverente, pero enel polvo mismo de las ruinas que acu-

mula algo hay que incesantemente ger-

mina: los destructores de leyendas—za-

padores sinceros de la verdad y arma-dos del implacable documento, como deuna piqueta, así los más grandes co-

mo los menores, desde Wolf y Nie-

buhr hasta Biré, no sospechan acaso,

en su ardor de análisis y de exacti-

tud, las reparaciones que guarda el

porvenir. Cuando Taine, penseroso

ante una gloria desvanecida, exclamóun día en la ciudad Ktema: «Quétriste cementerio es la historia,» olvi-

dó que, preservado dentro de las ce-

nizas mismas de ese campo de muer-te, arde el fuego de una perpetua re-

surrección. Así, á pesar de cuanto pue-

da alegar la lógica, el frío análisis,

la rigurosa deducción y la desemba-razada inducción, la voz de mando deCórdova en las faldas del Cundurcun-ca y el sublime «Vuelvan caras» de

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— 103 —

las Queseras del Medio, seguirán re-

sonando eternamente en nuestros ana-

les, con la agria vibración de un cla-

rín de guerra en las llanuras, exal-

tando las fibras más intensas de la

raza como perenne sugestión de triunfo

y de libertad. Que el mito — si lo fue-

sen— es, por ventura, en ocasiones unaverdad más alta, más rica de sentido

humano y de símbolo, que la fría ydescarnada realidad.

La Literatura histórica en Venezue-la ha seguido, pues, la general evo-

lución del pensamiento contemporáneo.Literaria y ditirámbica en Larrazábal,

militante y pasional en Juan VicenteGonzález, tórnase impersonal en Gon-zález Guinán, filosófica en Gil For-toul, científica en Arcaya, crítica al

grado de su singular potencia de aná-

lisis y de su rigurosa documentaciónen Eloy G. González. Al conceptohistórico de un Michelet, de un La-martine, suceden los de Buckle, los

de Taine, los de Seignobos, los deAltamira, los de Albert Sorel. Lahistoria que fue ayer un arte, conviér-

tese hoy en una ciencia. Dentro de esa

ciencia caben dos concepciones anta-

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gónicas bien definidas: La nna, queatribuye al factor personal la exclu-

siva iniciativa de los fenómenos socia-

les que integran la Historia. «La his-

toria del mundo—afirma Carlyle—noes sino la biografía de los grandeshombres.» Nietzsche repite: «La ver-

dadera historia no es la de las masassino la de los hombres de genio;» «LaNaturaleza parece existir para los hom-bres excelsos» dice Emerson y WilliamJames agrega «Las mutaciones de las

sociedades son debidas á los indivi-

duos de genio». Para George Brandes,

«el grande hombre es el origen y el fin

de la civilización;» Remy de Gour-mont observa sagazmente que «puesto

que todo en el hombre se refiere á

la inteligencia, todo en la historia de-

be referirse á la psicología,» y Palan-

te define la sociología como la cien-

cia «que estudia la mentalidad de las

unidades ligadas para la vida social.»

Siempre el elemento personal como el

factor único de la historia y de la vi-

da. Esa es la concepción clásica, aun-que adaptada al moderno aristocrati-

cismo nietzscheano. La escuela socio-

lógica aspira, por su parte, á hacer

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de la historia tina verdadera ciencia

natural, algo como el eslabón supe-

rior de la biología; en los aconteci-

mientos humanos busca la influencia

de la raza y del medio, la múltiple

causalidad de los hechos físicos, in-

dependientes de la humana actuación;

la vibración paralela y armónica dela naturaleza y del hombre. ParaGrant Alien «las diferencias de las

naciones entre sí no dependen de nin-

guna misteriosa calidad racial ni de

otras desconocida y recónditas abstrac-

ciones, sino simplemente de las cir-

cunstancias físicas á que están suje-

tas;» la cultura griega, agrega, «es

simplemente el producto de la geo-

gráfica Helias en acción sobre el fac-

tor especial del no diferenciado cere-

bro ario.» Para Novicow «la ciencia

es una, como la naturaleza; no hayninguna solución de continuidad entre

la química, la biología, la sociología

y la historia;» Buckle atribuye á la

topografía, al medio, á las condicio-

nes físicas de la vida, al desarrollo dela actividad mental en los pueblos, yDraper niega rotundamente el libre

arbitrio histórico. Más allá del con-

14

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fiicto de las escuelas y de las tesis,

Tarde dice luminosamente de la si-

multaneidad de la influencia física conel factor moral en la elaboración defi-

nitiva de la historia.

Con la excepción, acaso, de Gil For-toul, de Andara y de Arcaya, quie-

nes por la orientación peculiar de suespíritu se inclinan al concepto po-

sitivista de Compte, la totalidad de la

literatura histórica que estoy estu-

diando puede clasificarse de ernerso-

niana y herolátrica. Da colosal esta-

tura de los caudillos de la indepen-dencia explica y justifica suficiente-

mente esa suerte de fanatismo por las

glorías épicas, que inspira, en la lite-

ratura, páginas brillantes y concita

con la vida pública, revoluciones san-

grientas; que exalta el caudillaje é in-

tensifica la fascinación de los hom-bres de presa, con la reviviscencia

del culto á la Deidad de los escitas:

la espada. De ahí también el des-

conocimiento de la vasta obra del es-

fuerzo anónimo, de la eternal creación

del obrero colectivo, de la colabora-

ción del pueblo en los movimientossociales, de la acción de presencia su-

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prema del demos en la historia. «Im-posible es, dice Arcaya, concebir enVenezuela la existencia de partidos

políticos que no concluyan por hacer-

se personalistas de un caudillo.» Así,

para la historia venezolana la Revo-lución es Miranda, la Independencia,

Bolívar y Bolívar la libertad: la pa-

tria chica Páez, Falcón el federalis-

mo, Guzmán Blanco la prosperidad

material, etc., etc., etc. El esfuerzo

de toda una nación, en laborar decenturias ó en una hora de férvida

virtud constructiva, desaparece ante

la figura del hombre representativo

que surge, ante la ingenuidad de las

multitudes, con la estatura integral

de la pirámide que él no levantó yde la cual ocupa sólo el vértice ba-

ñado por todo el sol de la fortuna,

de la gloria y del poder.

Surge en este punto y con fuerza

coercitiva solicita mi espíritu la com-paración entre las formas generales

de la mentalidad colombiana con la

vuestra, según las diferencias geográ-ficas y etnográficas de que hablé an-

tes y que han trazado tan distinta

orientación á nuestra historia que «es

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la política del pasado y á nuestra po-

lítica, que es la historia del presente»,

y que, en el campo especialísimo queahora exploro, dan tan diferente in-

tensidad y sentido á nuestra literatu-

ra histórica. Placeríame investigar el

por qué del predominio del civilismo

en Colombia en contraposición al mi-litarismo de Venezuela, el por quéaquí se ha ido á la guerra civil y á

la porfía política por caudillos y allá

por principios ó á lo menos por par-

tidos; el por qué aquí el fanatismo porlos hombres y allá la superstición delos nombres; el por qué el problemareligioso que no existe en Venezuela,aparece á cada momento perturbador

é inquietante, en la patria de Santan-der, propagandista de Tracy y Ben-than, y de Nariño, discípulo de los

enciclopedistas; el por qué, en fin, de

la pobreza de nuestra literatura his-

tórica y la sobriedad que desde Res-trepo hasta el actual joven escritor

José Joaquín Guerra, la caracterizan

en contraposición con la suntuosa fron-

dosidad de la vuestra. Apartaríameasí, empero, del tema de estas pala-

bras en las que tan sólo he aspirado

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109 —

á reseñar con mal regida mano yhacer justicia con límpida intención

á un esfuerzo intelectual grande yplausible que demostrando está cómola cuna de Bolívar merece también ser

la de Bello: que el hacer la historia

es poderosa surgente de inspiración

para escribirla, que Baralt comple-menta entre vosotros á Sucre y á

Urdaneta, que en el espíritu de JuanVicente González arde un fuego decombatividad no menos devorante queel que movió la espada del vencedoren La Victoria y que la trompa re-

sonante de Blanco es digna de la épi-

ca lanza de Páez.

El culto á vuestros héroes—y repi-

to que esa es la síntesis suprema devuestra literatura histórica, en la ob-

jetivación más relevante y la más po-

sitiva forma de la religión de la Pa-

tria; ellos lo fueron para crearla y la

crearon porque lo fueron; así, para los

propósitos de la ejemplaridad y de la

rememoración, el Libertador y la Na-ción libertada, por ejemplo, se con-

funden en la identidad de una mis-

ma altísima concepción moral. Exal-tarlos es exaltar la Patria misma,

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reencender sus adormidas potencias, es-

timular sus latentes energías con unareacción de altivez y de vida. An-drés Bello, vuestro gran poeta, nosdice hermosamente de esa constela-

ción tropical, la Cruz del Sur, queél contemplaba bajo una palma enlas llanuras del Aragua, ardiendo enla bóveda nocturna como una señal

al caminante errabundo por la espa-

ciosa soledad. Así de la constelación

de vuestros grandes hombres, siem-

pre visible en el horizonte nacional,

fanal’ inextinguible que alumbra yguía la marcha ascensional de unpueblo, como un inmenso crucero deluz.

He dicho.

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HOSTOS

Conferencia leída en el Paraninfo de la Universidad de

Caracas para la Asociación de Estudiantes de Vene-zuela.

Iustitiam,Dilexit

,Veritatem

,Coluit.

(Inscripción para la tumba de Hostos)

Señores:

ANTE mí se abre un libro, irradia

un pensamiento su halo de serena

luz, esculpe la nitidez de su relieve

un carácter y afirma su apostolado

de bien y de verdad una vida, quesubyugando están mi espíritu con la

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— 112 —

virtud y el milagro de su fascina-

ción. Patentizar ese apostolado, exal-

taros ese carácter y deciros de esa la-

bor de ideas, paréceme materia dignade esta noble asociación de jóvenes

estudiantes en donde levanta el ideal

su exultante canción de primavera ytema alto al nivel del honor que se

me discierne con vuestra excitación áhablar y con vuestra benevolencia

para escuchar. Demás de eso, el Di-

rector espiritual, escultor de concien-

cias libres de quien aspiro á hacerfugaz memoria aquí, tiene para vos-

otros la vinculación y el interés de sularga convivencia con vuestros maes-tros y amigos en este hogar venezo-

lano, en donde él formó el suyo yen donde también, con la sugestión

del ambiente que dió propicia vida

á la mentalidad de un Miranda,- deun Bolívar, de un Bello y de - unVargas, aquilató en su alma el do-

ble culto de la libertad y de la jus-

ticia, de la revolución y del derecho,

del arte de formar pueblos y de la

inspiración de modelar espíritus. Quie-ro hablaros del sentido supremo y de

la intensa actuación educacionista del

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— 113 —

pensador hispano americano Don Eu-genio María de Hostos. (1)

Al dirigirme á los jóvenes intelec-

(1) Don Eugenio M. de Hostos nació en Mayagüez,Isla de Puerto Rico, en 1839. Estudió en las Univer-sidades españolas de Bilbao y Madrid con singularprovecho, y luego se consagró á un activo trabajo pe-riodístico y de actuación personal en pro del implan -

tamiento de la forma republicana en España. Cuandocayó la República Española con Castelar, encaminóHostos sus esfuerzos en el sentido de la independen-cia de Cuba y Puerto Rico con propaganda valerosa éincansable, en Madrid, en París y en Nueva York.Con ese mismo objetivo trasladó su residencia á Eitua

y á Santiago de Chile en donde adquirió gran repu-tación como escritor, educacionista y publicista: ges-tiones relacionadas con la independencia de Cuba yde su propaganda le trajeron á Venezuela en 1876instado, según parece, por su antiguo amigo el Ge-neral Pedro Arismendi Brito á quien había conocidocuando fué Arismendi á Nueva York, en 1870 á ofre-cer sus servicios á la libertad de Cuba. En Caracascontrajo matrimonio con una señorita hija del patriotahabanero Doctor Carlos Filipo de Ayala y en el co-legio del señor Soteldo, de esta ciudad, inició el emi-nente Magisterio educacionista que continuó luégo du-rante el resto de su vida y que ha perpetuado en suslibros. Fijó por fin y definitivamente su residenciaen la República Dominicana, que puede considerarsecomo su patria adoptiva, patria que lo acogió generosaen vida y lo ha honrado, honrándose á sí misma, enmuerte. Falleció en agosto de 1903. Las obras prin-cipales del señor Hostos son: La Peregrinación de Ba-yoan

,novela-poema, político social, La Moral Social

,

La Sociología,Estudios de Sociología americana

,Tra-

tado de Lógica,El Derecho Constitucional

,La Geo-

grafía Evolutiva,Historia de la Pedagogía é innu-

merables trabajos sobre Derecho, Ciencias, política,educación, historia y Crítica literaria, y por último, unmagistral estudio sobre Hamlet. Debo á la galan-tería del ilustrado gobierno dominicano, por conduc- *

to de su digno Cónsul General en Caracas, DoctorDavid Ricardo (pariente de su homónimo el grandeeconomista inglés,) el valiosísimo obsequio de las obrasde Hostos.

i5

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— 114 —

tuales de esta tierra de heroicas tradi-

ciones, debo escoger un caudillo intelec-

tual que sea al propio tiempo un héroe

moral y lo busco fuera de mi patria yfuera de la vuestra, para que mis pala-

bras exaltadoras sean insospechables demotivo menos puro que el culto desin-

teresado de las ideas.

Las ondas migratorias europeas quedesde las postrimerías del siglo XVcon los fieros hombres de presa que las

carabelas aventureras arrojaban «comoun vuelo de gerifaltes», que dice Here-dia, sobre la tierra primitiva, hasta el

hacinamiento de emigrantes que los

trasatlánticos modernos van depositando

—lento aluvión de pueblos—en la rada

fluminense ó en el estuario del Plata,

han suscitado, al ocupar el suelo ameri-

cano y desalojar el degenerado aborigen,

una germinación de nacionalidades, gé-

mulas de altas civilizaciones que yaprincipian su magnífica floración . As-tures, castellanos, vascos y andalucespoblaron de blancos campanarios el va-

lle' recóndito, la intrincada selva, la

arista de la cordillera, la abierta pampay la orilla del mar; allí mezclándose endiversos grados hoy á razas de tipo in-

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— 115 —

ferior, luego á europeas de más avanza-

da evolución, pero siempre con predo-

minio del elemento celtíbero, afirmaronen todo un continente, con mayor ó me-nor energía, su unidad política y reli-

giosa y los rasgos relevantes de su et-

nografía. De ahí que, á fuero de su co-

mún origen, de su contigüidad en la

misma delimitación geográfica, de suidentidad de lengua y religión y de los

paralelismos de su historia y de sus for-

mas institucionales, aparezcan ante el

resto del mundo los pueblos así forma-

dos, si no como un agregado político, sí

como una inmensa unidad sociológica.

Desparramado archipiélago de naciones,

imperio esporádico sin cohesión política

ni intercambio comercial, pero con in-

negables vinculaciones de orden máselevado y afinidades demográficas ymentales suficientes á justificar la co-

munidad de un nombre y la identidad

de un destino histórico y de una con-

ciencia colectiva: la conciencia, el nom-bre y el destino de la América Latina.

He dicho una conciencia colectiva ydebo explicarme:

La comunidad de origen ha creado la

afinidad de pensamiento; la convivencia

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— 116 —

geográfica determina la comunidad deintereses y de peligros: la identidad ins-

titucional suscita el paralelismo de los

destinos y de los ideales. Desde la épo-

ca inmediatamente anterior á las gue-rras de independencia, unánime co-

rriente de ideas ha entrado á la vasta

circulación intelectual de Hispano Amé-rica y tomado concresión en correlati-

vas modelaciones de la política, de la

filosofía, de la literatura. Ala iniciación

en el estudio de la filosofía cartesiana,

en el conocimiento de Deibnitz, de Ba-con, de las ideas de Beccaria, de Filang-

hieri, sigilosamente introducidas á las

viejas universidades de anquilosado ti-

po salmantino de Lima, de México, deQuito, de Santa Fe, corresponden las

primeras iniciativas revolucionarias: los

intelectuales de la guerra leen á Rous-seau y á los enciclopedistas. Para reac-

cionar contra la intrusión del caudi-

llaje y la disociadora ignorancia de las

masas, aquellos que, como Santanderen Colombia, como Rivadavia en Bue-nos Aires, como Portales en Chile, co-

mo Rocafuerte en el Ecuador, tenían el

instinto de la organización, asociaban ásu fuerte labor administrativa una aten-

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— 117 —

ta lectura de los utilitaristas ingleses yde los sensualistas del tipo de Condillac

y Tracy: en un momento dado de nues-

tra vida de naciones Alberdi y Bello, co-

mo Azuero y Soto interpretan el pensa-

miento británico, y Sarmiento y Floren-

tino González el latino. El liberalismo

de Benjamín Constant y el doctrinaris-

mo de Guizot luchan y se imponen ála vez en los remotos confines del conti-

nente, como predominará luego, al pro-

pio tiempo, en México con Ocampo yJuárez, en Colombia con los dos Rojas,

con Bilbao en Chile, con Vigil en el Pe-

rú, la doctrina laica y la reacción contra

el catolicismo conservador. El positivis-

mo comtiano y la filosofía de Spencerimprimen una nueva orientación á los

espíritus, que coincide en todo el conti-

nente con el principio de la reacción,

contra el radicalismo generoso y utópico

del 48: Fouillée y Guyau y Bergson yWilliam James y hasta el inmiseri-

cordioso Nietzsche despiertan eco profun-

do de simpatía y proselitismo simultánea-

mente en México y Buenos Aires, enCaracas y en Lima, en Bogotá y en San-tiago. Las escuelas literarias, formamás visible aún del pensamiento colee-

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— 118 —

tivo, acentúan con el ardor de sus com-bates y la ingenua fe de sus apostolados,

la incuestionable unanimidad de ideales,

de gusto, de criterio y de prejuicio entoda la América. Esta solidaridad in-

telectual que forma un elemento impor-tante en la elaboración de la con-

ciencia colectiva, me releva de otras

pruebas y me autoriza á formular el

postulado sociológico de su existencia.

Si Henri Beranger afirma la persona-

lidad moral de una nación: la Francia: si

Sir Francis Galton, en sus prospectos deuna nueva ciencia, la ciencia de las ra-

zas, la Eugénica, ( eugenics} recono-

ce esa personalidad, no ya en unanación, sino en una raza esparcida

por toda la faz del planeta, nosotros

también podemos señalar el nexoque nos vincula, la personalidad

moral que nos integra y la concien-

cia de esa personalidad. Esta alma co-

mún y solidaria, que no es la sumade las unidades parciales, sino algo

superior y diferente á ellas, ha te-

nido exponentes genuinos que la in-

terpretan, la exaltan y la hacen ex-

pansiva y fecunda. Hostos ha sido

uno de las más altas voces de la con-

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— 119

ciencia colectiva de Hispano Amé-rica.

Lo fue al propio tiempo por los

azares especiales de su existencia ypor la formación general de su pen-

samiento: fue un ciudadano de la

América latina y un profesor de his-

pano-americanismo. Acogido con igual

calor y admiración en Santiago queen Caracas, en Santo Domingo queen Lima, su cosmopolitismo era unasuerte de patriotismo continental, al

que quiso agregar una vez á la Es-paña republicana cuando por ella lu-

chó y en ella creía. Constituir la

comparencia de los pueblos que ha-

blan español bajo la égida de la Re-pública, y por el espontáneo y recí-

proco acercamiento de unidades inde-

pendientes y soberanas para el mejorservicio de los eternos intereses de la

raza; realizar como necesario peldañoinicial de esa ascensión la indepen-

dencia de Cuba y Puerto-Rico, de tal

suerte que el universal imperio deCarlos de Aubsburgo, transfigurado ensu resurrección, glorioso y fuerte ensu avatar democrático y republicano,

conquistador del derecho y descubrí-

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120 —

dor de la Ciudad Futura, volviese á

ver sobre su horizonte un sol sin oca-

so. Hé ahí un espléndido sueño: en-

tre tanto, los pensadores, como Hos-tos, capaces de concebirlo, hacen detoda la América su patria de elección

y á ella consagran los alientos de suvida y la suprema flor de su espíritu.

Las manifestaciones del pensamientohispanoamericano encontraban en la

mente del Maestro armónica vibración

y por eso, bajo cualquier cielo, cons-

tituíase como por derecho propio ensu propagandista y su vocero, hacien-

do conocer nombres y obras de es-

critores é intelectuales con ahinco teso-

nero y entusiástico como para conlle-

var con ellos la intensa labor de la

educación para la libertad que fue el

sentido de su obra y el mensaje desu vida.

No sé qué conmovedor interés meinspiran esos emigrados del ideal quellevan en su manto de caballeros erran-

tes, polvo de ideas para aventarlo álo largo de los caminos de la pros-

cripción. A donde quiera que los lle-

va el viento de la fortuna, próspero

ó adverso, asumen con fe superior á

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— 121 —

todo abatimiento, lo que un compa-triota mío ha llamado, con fra-

se feliz, «el Consulado de las Ideas.»

El venezolano Andrés Bello en San-tiago de Chile, los colombianos Gar-cía del Río en Londres, Florentino

González en Buenos Aires, RicardoBecerra en Caracas; el ecuatoriano

Montalvo en Colombia y en Europa,los argentinos Miralla en Bogotá, Sar-

miento y Mitre en Santiago, Varelaen Montevideo, los cubanos Martí enNueva York y Merchán en Bogotá; el

portorriqueño Hostos en Santiago, enLima, en Caracas y en Santo Domin-go, para no citar sino á los muertos,

fueron verdaderos varones consulares

que bajo cielos extranjeros decían deuna patria ideal de justicia y de unareal patria de amor y confrontabanlos grandes problemas sociales y po-

líticos de que ambas son solidarias;

fueron como los voceros de una as-

piración continental hacia la unidadde acción, y la hermandad de vida

internacional en los pueblos y en los

gobiernos para apropiar á la civiliza-

ción, las sociedades y al poderío legí-

timo, los Estados. La cátedra, el li-

16

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— 122 —

bro y un periodismo serio, ilustrado

y doctrinario los vehículos fueron deesta inmensa tarea educacionista y enellos hizo Hostos una tan intensamentecomprensiva del moderno espíritu cien-

tífico, tan firmemente asentada en ci-

mientos filosóficos, tan plena de intui-

ciones luminosas, tan fundamental ensus propósitos, de tanta finalidad en

sus resultados y de tal manera en-

noblecida por los más puros elemen-tos éticos y estéticos, que justifica

el irrecusable prestigio que su origi-

nalidad intelectual despierta en la Amé-rica que piensa y sembrando está parael porvenir.

Hay, en el sacerdocio laico de las

ideas una figura austera y grande conla cual tiene el señor Hostos relevan-

tes afinidades mentales y extrañas si-

militudes de carácter y de destino:

José Mazzini, el apóstol y mártir de la

Unidad de Italia sobre la base de la Re-pública. Igual amplitud de compren-sión política que, con el vuelo de la in-

ducción, concibe las fusiones de Estadospara formar la nacionalidad y la unidadde nacionalidades en un cosmopolitis-

mo universal, hogar de una humanidad

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— 123 —

mejor redimida por la justicia y digni-

ficada por la libertad. Igual formaciónmental que sustenta las cimas genera-lizadoras de la filosofía sobre los silla-

res de una fuerte educación literaria.

Lo que se lia llamado literatura deIdeas—no en el sentido de la categórica

distinción que de ella hacen CamileMauclair y Paul Adam como térmi-

no opuesto á la literatura de senti-

miento sino en el de elemento estético

en la obra trascendental—tiene enMazzini como en Hostos dos repre-

sentantes genuinos. Bastaría recordar

el estudio del primero, Opere minoridi Dante y el admirable análisis del

segundo, Hañilet, para comprender la

altura y la fuerza que un artista

del pensamiento puede alcanzar enservicio de un principio. Identifica

igualmente á los dos pensadores la

constante preocupación del concepto

moral en la actuación política, de la

virtualidad esencial del deber en la

función del sér social y anticipándo-

se instintivamente á Guyau, la con-

cepción del sociomorfismo en el Es-tado, en la vida y en el arte: LaMoral Social de Hostos es el com-

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— 124 —

plemento necesario, de los Deberesdel Hombre de Mazzini, en donde el

hispano americano aporta á la mis-

ma finalidad ética todas las ideas ytodas las conclusiones de una ciencia

en formación que Mazzini no alcanzó

á conocer. Resalta, por último, paraacentuar el paralelismo de estos dos

espíritus y de estas dos vidas, la se-

mejanza de sus destinos y de sus caracte-

res. Apóstoles de una genero-

sa utopia política, ascendían, pensero-

sos como Dante, los peldaños de la

escalera ajena, llevando, bajo remotoscielos, el doble culto del Ideal y de

la Patria: conscientes de la austeri-

dad de su misión, del áspero destino

de sus existencias: en los labios el

pliegue doloroso que imprimen las

zozobras de una lucha superior: sere-

na la frente aunque abrumada por el

mal de pensar: siempre firme, aun-que á las veces transido el corazón.

Viandantes superiores á toda fatiga yá todo abatimiento, á las perfidias

del señuelo, al clamoroso llamamien-to del halago de una fácil victoria:

caracteres en que la hermética seve-

ridad de la moral no entibiaba las

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— 125

más cálidas emanaciones de simpatía

cordial y de generosidad intelectual

ni llegó á extirpar la fibra del hu-manitarismo ni á aridecer el silencio-

so efluvio de la piedad: almas visio-

narias de ideal y aquilatadas por la

renunciación. Sobre la tumba de uno

y otro, el veredicto incorruptible dela posteridad sanciona la inscripción

ideada para la humilde losa del pen-

sador antillano, que es también el

comprensivo lema de su mentalidad:

Iustitiam,Dilexit

,Veritatem

,Coluit.

Acerquémonos al edificio de su ori-

ginalidad de pensador.

Ignoro si el conjunto apodíptico yarmonioso de las obras del señor Hos-tos—desde el fugaz artículo de la

prensa diaria hasta la entidad de suconcepción sociológica ó de su minu-cioso libro expositivo—fue la feliz

ejecución de un plan completo, la

exposición de un concepto intelectual

absolutamente definido y predetermi-

nado: aun cuando no desconozco la

cronología de su multiforme produc-ción ( fue uno de los publicistas másfecundos de la América ), ignoro tam-bién si el orden de publicidad de sus

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— 126 —

obras obedeció, más que á prelativas

razones de ideología, á motivos me-ramente de oportunidad y circuns-

tancias, pero es lo cierto que la con-

cepción hostosiana constituye por la

euritmia de sus partes, como la gran-

de síntesis de Herbert Spencer, unaadmirable unidad filosófica que arran-

ca de la cúspide misma en dondeculminó la portentosa fábrica del

Aristóteles inglés: la Sociología. B1Tratado de Sociología

,los estudios

históricos y políticos de aplicaciones

sociológicas: la Geografía Evolutiva,

la Lógica,

el Derecho Constitucional,

el Derecho Penal,

los estudios de De-recho público externo, de Historia de

la Pedagogía y planes y métodos dereforma educacionista, con todo el ri-

co acervo de estudios colaterales y ad-

venticios sobre crítica literaria, biogra-

fía é historia, constituyen la mayes-tática homogeneidad de una granmontaña. Para coronarla, el artista

inspiró al sabio y sobre la montañaerigió una columna de inmaculadomármol estatuario: el libro sobre

Ha7nlet.

Da Sociología, bien lo sabéis, no

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— 127 —

pudo reclamar su categoría científica

sino cuando esa otra ciencia que la

implica, la Historia, pasó de narrativa

á hacerse crítica y de crítica á ha-

cerse filosófica. La filosofía de la his-

toria afirmó la existencia del ser so-

cial, la realidad de la vida colectiva

del agregado humano en función enla historia y en la política; patente

ya con naturaleza vivida, característi-

ca y propia la existencia de unorden superior en la vida de la hu-manidad, apareció la necesidad de des-

cubrir y estudiar las leyes invaria-

bles en que se funda ese orden. Poreso la sociología, implícita é intuitiva

en los legisladores y filósofos antiguos

que concibieron y aplicaron las ideas

generales de organización social, prin-

cipia á esbozar sus vagos lincamientosen la obra de algunos pensadores, van-guardia profética de una ciencia aún nofundada: Vico, creador del sistema dela historia, Plerder, del de la filosofía

histórica, Montesquieu, Condorcet, Gi-

bbon y el desconocido autor de la Mecá-nica social; entonces y con ellos hay yasociólogos, pero aún no hay Sociología.

La Ciencia Social, presentida por

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128 —

Quinet, bautizada Sociología por Córa-

te, sistematizada por Spencer, adquiere

al fin su inmenso desarrollo en los

trabajos múltiples y de tan diversa

entidad y desigual mérito de Le Bon,de Letourneau, de la obra póstumade Reclus, de las concepciones de Gu-yau y Fouillée, de Taine y de Tarde;de la escuela positivista inglesa des-

de Buckle basta Grant Alien, deNovicow, de los estudios de Greef,

de Roberty, de Shaffe, de Lilienfield,

de la escuela italiana y de las induc-

ciones de Benjamin Kidd, de los tra-

bajos de Posada, de Sales y Ferré,

de Giner de los Ríos, de Cornejo, deHostos; ciencia que con Bastian, conLazaras y con Wundt, ve en toda evo-

lución social una derivación de la

Psicología colectiva; que estudia, conGumplowitz la eficacia civilizadora dela lucha y muestra, con Lippert, la

irrecusable acción civilizadora mayorde la paz; que revive, con Fustel deCoulanges la ciudad antigua, y regu-

la, con Izoulet, la ciudad moderna;ciencia en perpetuo devenir

,cuyo pro-

greso según las observaciones de DuboisRaymond, nos autoriza á concebir que

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— 129 —

eu sus arcanas inducciones pueda un día

predecir una revolución como hoy se

predice un eclipse; la vuelta de un régi-

men político como el regreso de un co-

meta; la formación de una nacionalidad

como la de una capa geológica, hasta

que una inteligencia superior «puedaleer en sus ecuaciones el día preciso enque la cruz griega vuelva á erguirse so-

bre la cúpula de Santa Sofía ó enque Inglaterra queme su último peda-

zo de carbón».

La concepción sociológica de Hos-tos es de una originalidad poderosa;

el pequeño libro en que la expone,

escrito con exclusivo propósito peda-

gógico, es tan intenso, que cada pá-

gina sugiere y comporta un desarrollo

de volúmenes; tiene además para nos-

otros el interés de su vigilante fina-

lidad hispano americana. Es, comotodos los otros libros de su autor, unaobra de ciencia sumada á una obrade patriotismo, «una virtualidad quetiende á la acción.» Conforme á este

pensador los órganos sociológicos son el

individuo, que es para él y no la fami-

lia, como para Bourget y su escuela,

la célula social, la familia, principio

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de agregado, el Municipio, la Re-gión, la Nación y la Humanidad: las

etapas evolutivas, la tribu (no men-ciona la horda, eslabón previo quetan bien ha estudiado el sociólogo co-

lombiano Camacho Roldan), el gens,

la ciudad, el Estado nacional y el

Estado internacional: los ciclos ó eda-

des sociológicas: el salvajismo, la bar-

barie, la semibarbarie, la semiciviliza-

ción, la civilización. Pero su origina-

lidad está en la concepción de las siete

leyes naturales de la sociedad: las dos

generales de la sociabilidad y de los

medios (materia de la mesología) ylas cinco funcionales: Ley del trabajo,

Ley de la Libertad, Ley del Progre-

so, Ley de la Conservación y Ley dela Civilización ó Ley del Ideal, y en supostulado de las capacidades en actua-

ción implicadas en la misma existen-

cia de la sociedad y de las latentes

ó potenciales que corresponden á lo

que la sociedad ha realizado ya ó puederealizar en lo porvenir: la prosperidad

relativa, por medio de su potencia eco-

nómica; la libertad relativa, por me-dio de su potencia jurídica; la perfec-

ción relativa, por medio de su poten-

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— 131 —

cia educadora y el bien relativo, pormedio de su potencia moral.

El desarrollo progresivo del mundoinorgánico, del orgánico y del superorgá-

nico, que es mecánico y geométrico en el

mineral, mecánico y biológico en la plan-

ta, biológico y sistemático en el animal

y omnímodamente funcional en el agre-

gado superorgánico, implica tambiénla fatalidad de la evolución recurrente

y de la declinación. La sociedad, co-

mo todo organismo, está sujeta á in-

fluencias mórbidas que perturban sudesarrollo, la paralizan y la matan.El actual sistema social de HispanoAmérica es vicioso y enfermizo y an-

te él se precisan, netos y formidables,

los dos términos de un dilema defi-

nitivo: «civilización ó muerte.» Estu-diar las causas de esa condición y la

posibilidad de su remedio es el obje-

to de la parte de la Sociología que Hos-tos llama Sociopatía y que yo quisie-

ra que se gravase en el cerebro detodo hispanoamericano como una admo-nición severa y más que eso como la

óptima posibilidad de nuestra rehabili-

tación. Es lástima, en verdad, que el

autor no hubiese dado al estudio del

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— 132 —

«militarismo» y del «revolucionismo»

dolencias que señala como un estig-

ma en las organizaciones enfermas dehispanoamérica, siquiera la extensión

que dio á su acerado análisis del «poli-

tiqueo,» la otra gravísima dolencia encuyo estudio se advierten, al través dela sobriedad de la exposición científica,

la indignación del apóstol, la tristeza

del pensador y el dolor del patriota.

El estudio de las ciencias sociales notendría, para Hostos, una verdadera fi-

nalidad positiva ni un resultado práctico

evidente, sin su aplicación á los princi-

pios que determinan la organización delos Estados, como natural derivado delas condiciones esenciales del ser colecti-

vo. A los estudios sociológicos siguen,

pues, en la concepción positivista hosto-

siana, los de Derecho constitucional yadministrativo, penal é internacional.

Caracterízalos la novedad, la amplituddel criterio filosófico, la seguridad de la

inducción, la potencia de generalización

y la variedad y reconditez de las infor-

maciones;campea sobre todo su indis-

cutible originalidad en los tópicos relati-

vos á la distribución de la soberanía, á

las funciones del poder y á la organiza-

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133 —

ción de la capacidad cívica electoral.

Las semicivilizaciones, á cuyo tipo perte-

necen casi todos los pueblos modernos,pues ninguno lia alcanzado á ver la si-

multánea, armónica y perfecta floración

del industrialismo, del intelectualismo

y del moralismo cuya suma culminantesería la civilización ó ideal sociológi-

co, no lian pasado aún, especialmente

en la América hispana, de lo que Mae-terlinclc llama «la edad de las genera-

ciones sacrificadas». Sacrificadas por suneurq^ismo político al Moloch, ebrio desangre, de la guerra civil; por su defi-

ciencia de educación y de su potencia

económica al estancamiento y á la de-

presión y por la relajación de su poten-

cia jurídica al histerismo anárquico ó álas pavuras del caudillaje, de la tiranía

criolla, de todas las formas del absolutis-

mo. Dos remedios hay para ese mal,dos caminos para salvar ese vórtice: la

remodelación del alma pávida ó impul-sión de las multitudes por una educa-

ción sistemática, vigorosa, incansable:

la escultura del pensamiento colectivo

por el perseverante cincel de la volun-tad pedagógica, por la inculcación firme

del doble y correlativo concepto del dere-

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— 134 —

cho social y del deber ciudadano. Bsa la

obra de los educadores del tipo de Var-gas, de Ocampo, de Pinzón Warlosten,de Sanabria, de Sarmiento, de Hostos;

para hablar el lenguaje de Carlyle,

del Héroe como educador. Cuandoel mal se agrava, cuando la con-

ciencia colectiva se esfuma en eva-

nescentes penumbras, cuando el re-

sorte moral de un pueblo se ha dis-

locado al punto de ser ya imposible

la salvación por el esfuerzo común y la

misión docente, entonces viene la reac-

ción del Kstado contra la sociedad: es

decir del núcleo de acerados cerebros

que representan lo que queda de razón yde conciencia pública, que asume la im-

posición coactiva de esa razón y de esa

conciencia sóbrela soporosa bruma déla

estulticia general ó sobre el hervor tu-

multuario del extravío colectivo ó los

espasmos de la pasión insana. Si eso noes posible, si en ese agregado informeque fue un pueblo no ha sobrevivido ungrupo de elección, una conciencia soli-

taria, viene el «tirano providencial» ó

todo ha concluido. De los dos térmi-

nos del dilema ineluctable, civilización

ó muerte,sólo queda el segundo: la his-

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— 135

toria ha visto el naufragio irremediable

de una nacionalidad.

Pero en las manos del señor Hostosno se rompen los irisados prismas del

optimismo. Su severa concepción cien-

tífica que dice del mal y del estigma, se

abre al cabo en el florecimiento apologé-

tico á la virtud rehabilitadora del es-

fuerzo, de la verdad y de la justicia,

igual que la rígida estría de la columnadórica culmina en decorados frisos v fio-

recidos acantos. En la Moral social,

li-

bro en el cual la rígida estructura cien-

tífica de la sociología y del Derecho se

esparce en brillantes generalizaciones ycláusulas de insuperable elocuencia,

se investigan la cantidad de bien yarealizado y los medios del bién por rea-

lizar, convirtiendo, según fórmula in-

tensa, los deberes en costumbres y au-

mentando el exponente de la dignidadhumana hasta hacer en lo individual yen lo colectivo, al hombre digno de la

vida y á la vida digna del hombre. Talel postulado que como una hoguera en-

cendida en la cumbre de una montañaesplende de la moral hostosiana hasta

los más remotos horizontes de obscu-

ridad.

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— 136

Los pueblos hispano americanos, pa-

ra los cuales cinceló Hostos los már-moles de su templo indestructible,

han condensado en un siglo de vida

varios siglos de historia: la parábola

de su conturbada existencia se abre

hoy sobre perspectivas indefinidas.

Todo lo hemos ensayado en cien

años: si la unidad sociológica de la

América y en especial de nuestra

madre colombiana se ha patentizado

en unánimes corrientes intelectuales,

muéstrase también en la identidad dela prueba, del infortunio y del es-

fuerzo. Revolución de independencia,

oscilaciones turbulentas de centralis-

mo y federación, simas de la anar-

quía, vórtices del despotismo nero-

niano, generosos ensueños del radica-

lismo, reacciones de la autoridad,

barbarie de la guerra civil, disloca-

ción de la potencia jurídica, que hasuscitado el abuso de arriba y el his-

terismo de la reacción de abajo: la

inseguridad y las revoluciones; flaci-

dez de la potencia económica que nosha debilitado y empobrecido hacién-

donos blando plasmo á todas las ex-

poliaciones. Hemos ascendido á todos

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— 137 —

esos calvarios y descendido á esos va-

lles de lágrimas y desolación, pero á

pesar de todo y sobre todo, la ba-

lanza en que la eterna Bquidad pon-dera y califica hombres y pueblos nosha puesto en su platillo y no hemossido hallados faltos.

Bn el más perfecto de sus estu-

dios literarios nos muestra Hostos al

penseroso héroe de la más grandecreación shakespeariana en el momentoagónico de su revolución moral, cuan-do la conciencia no ha elaborado aúnsu armonía ni encadenado en su ór-

bita precisa las turbulentas fuerzas

psicológicas que agitan su razón yvierte, en el insondable monólogo dela duda . . . «ser ó no ser ...» las zozo-

bras y la trágica anarquía de su es-

píritu. Nos muestra, digo, la tene-

brosa disención entre todas las poten-

cias morales de Hamlet y agrega:

«Bn toda revolución, igual momento.Cuando las sociedades atormentadasde Colón rompieron para siempre la

cadena que había durante tres siglos

embargado el movimiento de su vida,

se hallaron lanzados al vacío, se asus-

taron; se encontraron en la anarquía

18

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— 138 —

y se aterraron. Cuando Jesús meditódefinitivamente el problema de la trans-

formación de la humanidad, sudó san-

gre y exclamó dirigiendo su voz al

infinito: Pater! si possibile est tran-

seat á me calix istef Hubo una luz,

la de su sacrosanta conciencia para

el Cristo: bebió en ella la fe de susublime obra, y la acabó. Hubo unaluz, la del progreso, para los pueblos

de Colón: bebieron en ella la fe de

su porvenir, y continuaron.»

El mensaje de Hostos es, en defi-

nitiva, una afirmación. La posibili-

dad de remodelación de los agrega-

dos políticos hispanoamericanos por

medio de una fuerte y sistemática ac-

tuación educadora que arranque enel estudio comprensivo de su geogra-

fía evolutiva, de su sociología, de su

historia, de su derecho privado, de

su potencia jurídica, de su poten-

cia económica, de su política, de

sus necesidades y vinculaciones in-

ternacionales y culmine en la mo-ral colectiva, en la correlación in-

mutable de los derechos y de los

deberes públicos como sociedades ycomo pueblos; la posibilidad, pues,

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— 139 —

de su cumplimiento de la Ley del

ideal ó de la civilización en la per-

fecta euritmia y omnilateral concu-

rrencia de sus tres caracteres esen-

ciales: el industrialismo, el intelectua-

lismo y el moralismo. Hostos, á quienpudiera por el sentido, por la mag-nitud de su edificio intelectual lla-

marse el Herbert Spencer de la Amé-rica hispana, no se limitó al aposto-

lado pedagógico ni á la especulación

científica y filosófica; para dar á su al-

to cometido docente la sanción del he-

cho y el estímulo de la ejemplari-

dad, laboró por la República en Es-paña, por la Independencia en las

Antillas, por la prosperidad material

en el Perú y en Chile, por la refor-

ma del método educacionista público

y privado en Lima, en Santiago y enCaracas: por la fundación de la edu-

cación científica en Santo Domingo:por la libertad y la unidad en toda

la América: por la libertad, el arte,

el derecho, la ciencia, la civilización,

en fin, en todo el orbe español.

Los pueblos colombianos han tenido

su hora trágica de la agonía de Gethse-mani, déla duda hamlética, del abati-

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— 140 —

miento y del sudor de sangre y esa horaha durado cien años: empero, la estrella

que preside sus destinos fulge ya sobre

entreabiertas rosas de aurora. Al he-

roísmo de la acción que nos dió indepen-dencia como Estados, se congrega, enel ara de las adoraciones nacionales, el

heroísmo del pensamiento que afirma

nuestra dignidad como pueblos. Esbien, pues, que al héroe representativo,

Soldado y Libertador, hermanemos para

los propósitos de la justicia y la reme-moración, el héroe representativo, Pen-sador y Educador: al arquitecto de na-

ciones, el escultor de espíritus .... Nohay que olvidar que Carlyle y Emersonnivelaron en su Panteón de superhom-bres á Mahoma, á Napoleón y á Crom-well con Platón, con Dante, con Sha-kespeare, con Johnson y con Goethe.

En el apostolado de las ideas, Mostos,

es en nuestro mundo americano, unacumbre: su vida como Pensador y comopropagador tiene la tersura, la resisten-

cia y la unidad de un mármol pentélico;

cumbre es por la triple aptitud mental,

moral y funcional y por la triple excel-

situd de la razón, de la intención y dela misión: por la potencialidad de su

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141 —

obra y por su finalidad. La iniciativa

genial que hace comparecer al llama-

miento de Bolívar una constelación de

pueblos libres, esplende en otra menta-lidad diversamente orientada y suscita á

la voz del Maestro una constelación de

espíritus libres. Bolívar hace de toda la

América el ara en donde encumbra la

llamarada de su genio y se forja una pa-

tria continental: el Pensador cosmopo-lita de la América, levanta una cátedra

que tiene por términos de resonancia

las aulas de Buenos Aires y Santiago ylos paraninfos de la Habana y Santo Do-mingo y hace de la América Latina unavasta Patria moral. Yo presento esos

dos Hombres-Síntesis—conciencia polí-

tica el uno y conciencia moral el otro de

un continente—esos dos Profesores desalvadora energía que condensan en su

obra y en su vida el concepto de la soli-

daridad hispano-americana en sus for-

mas más altas, á la juventud universita-

ria de Venezuela que me escucha, comoquisiera presentarlos á la de mi Patria

colombiana y á la de toda la gran Patria

hispánica. Los presento á esa fuerza nue-va que está elaborando el porvenir y lle-

va, en el Desierto, los penates de la

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— 142 —

América; á esa teoría del ideal á cuyamarcha se abre la postrimera etapa de la

peregrinación de un siglo; los presento

como dos columnas de fuego en ese de-

sierto de la desconfianza y déla pruebaque, según dice hermosamente SantiagoPérez, se extiende siempre delante de

toda tierra de promisión!

He dicho.

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APENDICE

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DISCURSO DE CONTESTACION

al Discurso de recepción de D. Carlos Arturo Torres en la

Academia Colombiana de la Lengua.

Señores académicos:

on sincero agrado me levanto ádar la bienvenida en nombre de

la Academia Colombiana á mi anti-

guo amigo el eminente poeta y pu-blicista D. Carlos Arturo Torres,

quien llega el primero á cubrir la

fila, en que la muerte ha ido dejandotántos irreparables vacíos. Al haceresta elección la Academia ha procu-

rado mostrarse fiel al amplio espíritu

DE

D. ANTONIO GOMEZ RESTREPO

O

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— 146 —

de concordia que exhibió desde sufundación, cuando al lado de ManuelMaría Mallarino y de Sergio Arbo-leda, hizo sentar á Santiago Pérez yá Felipe Zapata. Se ha acusado másde una vez á las Academias de obe-

decer á un criterio exclusivista é in-

transigente en la elección de sus in-

dividuos; y esta acusación es injusta

respecto de la Academia Española yde sus correspondientes americanas,

pues tanto en aquélla como en éstas #

han figurado y siguen figurando hom-bres de diverso credo y de opuestafiliación política; y á los cuales uneun solo pero tortísimo lazo: el amorá las letras, el cultivo cuidadoso yatento de la lengua castellana.

Viene á ocupar el señor Torres el

sillón que honró D. Santiago Pérez,

uno de los hombres de inteligencia

más eximia y de conocimientos másvarios y profundos que ha tenido Co-lombia. Su actividad intelectual se

ejercitó en campos muy diversos; yen el de la política llegó él á los

honores supremos y ciñó á su pechola banda de los Presidentes de la

República. Pero su recuerdo vive en

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— 147 —

esta Academia, no por esa circuns-

tancia, ni por sus actos como hom-bre público; sino por los triunfos queobtuvo en el campo del arte cada

vez que tomó la pluma del escritor

ó pulsó la lira del poeta. Las pocas

ocasiones en que venció su repugnan-cia á exhibirse como literato, produjo

páginas que deben considerarse comoclásicas en nuestra literatura, porqueen ellas mostró el admirable equili-

brio de sus facultades; la alteza de

su inteligencia; la gracia de su ima-

ginación; la sobriedad y proporción

de sus concepciones; la pulcritud irre-

prochable de su estilo. En mediode la sencillez señorial de las cláu-

las, adquieren más fulgente esplen-

dor las imágenes nuevas, las frases

magníficas, que sin esfuerzo brotaban

de la pluma de oro del maestro.

Pocas veces vi á D. Santiago Pé-

rez. Una de ellas fue en la sesión

solemne que celebró el Ateneo en el

vecino Salón de Grados, el 24 de ju-

lio de 1884. Era yo un niño; pero

aún guardo vivo el recuerdo de aque-

lla fiesta. Presidían la corporación

D. José Joaquín Ortiz y D. Santia-

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— 148 —

go Pérez, altas glorías de los dospartidos tradicionales. El viejo can-

tor de la patria, descendió del solio

y leyó uno de esos cantos á Bolívar,

que él solo sabía escribir, porque paraproducir otros iguales no basta el

genio poético; siempre faltaría ese

aroma de los tiempos heroicos queOrtiz conservó intacto en su almahasta el extremo de su vejez, y quecuando se derramaba de aquel pomoincorruptible para perfumar los ver-

sos del poeta, causaba dulce embria-guez patriótica en el auditorio. Lue-go irguió su procera figura D. Sergio

Arboleda, y leyó, grave y mesurado,un estudio de profunda filosofía po-

lítica.

Y por último, D. Santiago Pérezdesató el torrente armonioso de supalabra; y dando á la voz las mássuaves inflexiones, el timbre más sim-pático y persuasivo, pronunció undiscurso que parece un diamante deaguas purísimas en que juegan libre-

mente los rayos de luz, y que undiestro orfebre hubiera montado en el

cerco de oro de un lenguaje perfec-

to. ¡Qué grandes triunfos eran esos;

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— 149 —

y qué hombres tan insignes los alcan-

zaban! Los tres oradores de esa so-

lemnidad fueron miembros de esta

Academia y se sentaron aquí, al la-

do de otros varones no menos pre-

claros. Cuando pienso en esto; cuan-do repito mentalmente la lista de la

antigua Academia, tengo que hacerun acto de humildad para ocupar el

sillón que me tocó en suerte. Yosiento—y creo que mis compañerosjóvenes comparten, aunque con me-nos motivo, esta misma impresión

lo que puede sentir el heredero ca-

sual de una casa solariega, cuandocontempla en la panoplia la férrea

armadura de un viejo infanzón, ypiensa que esos arreos eran llevados

fácil y alegremente por su antiguo

dueño y harían crujir los huesos desu flamante poseedor.

Por lo que se refiere al caso pre-

sente, creo con toda sinceridad que el

señor Pérez mismo, si levantara lá

cabeza, vería con satisfacción que susilla académica fuera ocupada por unescritor que guarda con él grandeanalogía de principios políticos; y que,

pisando apenas los umbrales de edad

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— 150 —

madura, lia ilustrado su nombre enel continente americano y aun en Bs-paña con trabajos de poeta y de pen-sador, dignos de alto encomio, y quepermiten predecir la riqueza de la

futura cosecha, madurada por el sol demás larga experiencia.

El nuevo académico, en el bello

discurso que acabáis de oír, hace la

apología de la «literatura de ideas,»

que es aquella á cuyo cultivo haconsagrado todas las energías de sumente. Porque no es él uno de esos

rimadores frívolos é insuntaciales quese enamoran de la pompa sonora delas palabras y dejan que en la abun-dancia de ellas, naufrague el pensa-

miento. Torres ha cultivado la poe-

sía con respeto, y cuando ha tomadoen sus manos el arpa simbólica, la

ha coronado de rosas, como hace el

amante con el objeto de su culto.

Si revestido con la enseña del trova-

dor, ha tomado actitudes de comba-tiente, no ha sido para lidiar en el

campo polvoriento de los intereses ma-teriales, sino en la región elevada don-

de se pelea por un ideal y dondelas ar

mas, al chocar, lanzan destellos de luz.

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— 151 —

No pretende Torres, al ponderar la

importancia de la idea en el arte, re-

sucitar la antigua poesía didáctica,

esa que daba reglas técnicas de unaciencia ó un arte, y hacía á la poe-

sía tributaria de la utilidad. Si enGrecia y Roma, en manos de poetas

que estaban dotados de una imagi-

nación tan plástica y poderosa queles permitía convertir en materia poé-

tica abstrusas teorías filosóficas, comoen Lucrecio, ó humildes lecciones

agronómicas, como en Virgilio, pudovencer, hasta cierto punto, las difi-

cultades de su carácter mixto; en los

tiempos actuales, su cultivo conduci-

ría á un completo fracaso. El rigor

con que se han organizado las cien-

cias, la precisión de su tecnicismo,

la profundidad de los procedimientos

de análisis, y hasta el exotismo deun vocabulario forjado en países de

lenguas extrañas, que llevan el cetro

de estos estudios, todo esto constitui-

ría un obstáculo invencible para quienquisiera escribir hoy un poema comoel «Hermes, » que esbozó Chénier.

Pero hay una poesía que no buscala enseñanza directa, sino que se im-

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152 —

pregua de las ideas que conmuevenla atmósfera intelectual y las trans-

forma en imágenes, como las plantas

convierten en límpidas gotas de rocío

las emanaciones nocturnas de la tierra.

Bsta poesía sólo podría llamarse di-

dáctica en un sentido mucho másalto y sublime, porque sus enseñan-zas son como las del vidente, comolas del profeta, como las de los gran-

des maestros y educadores de pue-

blos. Esa poesía ha tenido cultiva-

dores inmortales desde los tiempos re-

motos de Píndaro, David é Isaías

hasta los de Schiller y Manzoni.¿Quién removió más hondamente

las ideas de su tiempo desde la es-

fera teológica hasta la política; quiéndio formas más concretas á los pro-

blemas que agitaban las conciencias

de su época; quién hizo pensar ysentir á sus contemporáneos con ener-

gía más intensa, que el vate formi-

dable de la Divina Comedia? Y los

creadores de Segismundo y de Ham-LET ¿ no se levantan ahí como hi-

tos terminales que señalan el esfuerzo

extremo que ha logrado hacer la ima-

ginación humana para encarnar en

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— 153 —

la historia de un personaje el pro-

blema enigmático de la vida?

En la literatura española hay dosmaestros de la poesía filosófica y so-

cial, á quienes el señor Torres rinde

en su discurso merecido homenaje:son Quintana y Núñez de Arce. Enlos últimos tiempos de exageraciónde la escuela decadente, ha sido mo-da entre los partidarios de los nue-vos procedimientos artísticos, el afec-

tar desdén por estos poetas, que die-

ron las notas más altas del lirismo

español en las postrimerías de los si-

glos XVIII y XIX, respectivamente.

Pero esta preterición injusta no harádescender un punto del lugar culmi-

nante que ocupan, á estos dos egre-

gios artífices déla lengua castellana,

que dieron al período poético unarotundidad y una arrogancia desusa-

das. Quizá ningún poeta europeo dela centuria décimaoctava, emuló áQuintana en el arranque y brío conque cantó el imperio de la razón, el

triunfo de la ciencia, el filosofismo

humanitario, todo aquello en que cre-

yó, ó con que soñó la generación

educada en las páginas de la Enci-

20

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- J54 -

CLOpedia. Poesía monocorde, ajena álos sentimientos blandos y suaves,

pero grande en su austeridad, y su-

blime cuando la inspiración patriótica

pasa por sus recias estrofas, hacién-

dolas resonar como bosque de encinas

sagradas, sacudidas por la tempestad.

Núñez de Arce es más humano, está

más próximo á nosotros. Sus versos

cuentan las angustias de una genera-

ción inqiiieta y atormentada que va-

cila entre la fe antigua, consoladora

de las almas, y la ciencia flamante, quedice á sus adeptos: ¡si creéis en mí,

seréis como dioses! Núñez de Arceve avanzar con terror la ola materia-

lista, engendradora de brutales revo-

luciones, y quiere, con desesperadoesfuerzo, poner en salvo los sacros

penates de las creencias cristianas.

Sus versos tienen broncíneas, vibra-

ciones, pero su timbre metálico se

suaviza con los tonos delicados del

sentimiento, con el rumor patético delos sollozos.

El señor Torres no ha imitado áestos maestros, pero tiene de ellos el

lenguaje oratorio, el período rotundo,

la viril robustez de los versos. Su

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— 155 —

obra poética es muy varia, mas nopuede negarse que lo que le da carácter

propio, lo que la distingue de las pro-

ducciones de los más inspirados poe-

tas de la generación á que pertene-

ce, es la tendencia al simbolismo fi-

losófico, es su preocupación por los

temas de trascendencia social. El poe-

ta se presenta como heraldo de la

justicia, de la libertad, del derecho;

y confía en que estos ideales impera-rán en el mundo, á medida que el

género humano se purifique de la

vieja escoria de heredados errores; ycomo término de dolorosa peregrina-

ción, escale las cimas de la verdad ydel bién. El poeta da pruebas de unidealismo generoso, pero vago, porqueno se apoya en la base de una con-

vicción religiosa definida. Grande es

el poder civilizador de la ciencia, masella sola no bastará para la reden-

ción moral de los hombres. Entre el

grupo de poesías filosóficas, hay dos

que me parecen destacarse sobre todas:

«El Cáliz,» en que al describir- la

agonía de Cristo en el huerto, ensal-

za el poeta la eficacia purificante é

infinita del dolor; esta página breve

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— 156 —

pero de grande intensidad de pensa-

miento, no sería indigna de figurar en«Las Contemplaciones.» La otra pie-

za es la extensa meditación titulada

«La Abadía de Westminster,» en quepredomina una vigorosa inspiración

sociológica. La primera parte dondese describe el venerable monumentogótico, panteón de las glorias inglesas,

es como ejecución, lo más perfecto

quizá que ha escrito el poeta. Y el

resto, en que expone la teoría dar-

winiana de la selección, y la aplica-

ción que de ella ha hecho el impe-rialismo británico, á fin de dominará los pueblos débiles é inadaptados,

es un esfuerzo generoso para dar á

una exposición doctrinal el vuelo li-

bre, el carácter imaginativo de la

poesía lírica. Casi siempre triunfa; ysi hay una ú otra frase menos fe-

liz, debe reconocerse que Torres noha tenido las caídas de otros poetas

americanos, algunos tan ilustres comoManuel Acuña y Olegario Andrade,quienes humillaron la entonación dealgunos de sus cantos con frases del

vocabulario prosaico del periodismo po-

lítico.

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— 157 —

Quiero, para amenizar un pocoesta fatigosa disertación, recordaros

algún breve trozo de «La. Abadía deWestminster.»

A solas recorría, con paso grave y tardo,Los claustros y las naves que alzó el primer Eduardo:Allí de reyes y héroes el postrimer asilo,

¡Cuán mudo, cuán sombrío, cuán triste y cuán tranquilo!

Allí los reyes yacen en túmulos augustos,Que ostentan sus estatuas en arreos adustos,El blasonado escudo al brazo y en la diestraLa espada, como prestos á entrar en la palestra.Ora efigies de vírgenes, de pálidas extáticas,Flores de un sueño triste, misteriosas, hieráticas,Ora estatuas yacentes de reinas ya difuntasHa siglos, sobre el pecho las blancas manos juntas,En los marmóreos tálamos las formas extendidas,Donde grabó un artista la historia de sus vidas.Ornada con diademas de piedras la cabeza,Soñando el sueño eterno de amor y de belleza,La altiva Catarina, la cándida Eleonora,La Virgen de Occidente, soberbia y triunfadora,Y faz á faz su víctima, la inspiración del bardo,La amante, la cantada, la incomparable Estuardo,Hermosa aun en sus faltas, amada con delirio,

Deidad que el amor hizo, que consagró el martirio,Y pasa por la historia como una silía blanca,Que lágrimas y cantos al universo arranca!

En su obra poética ha concentradoTorres lo más puro de su pensa-

miento. Completan su fisonomía li-

teraria, sus bellas traducciones de in-

signes poetas modernos, sus libros enprosa Estudios ingleses é Idola Fori.

Por estos trabajos y por su manera pe-

riodística, bien podemos aplicarle el ca-

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— 158 —

lificativo que él da á Morley de «el

literato de la política.» Su tempera-mento de luchador no le permitiría

encerrarse en la torre de marfil deVigny; y en efecto, desde su primerajuventud ha tomado participación in-

tensa en las contiendas políticas, peroaun al dar ó recibir los más recios

mandobles, ha sabido conservar la

apostura estética; y en sus más ar-

dientes editoriales se ve la huella del

amante de la belleza. Torres se for-

mó en época de grande intransigencia

sectaria, pero su experiencia adqui-

rida con los años y su permanenciaen Inglaterra, le han permitido de-

cantar sus ideas, ampliar el horizon-

te de su visión política, adquirir cier-

ta serenidad de criterio que los par-

tidos no siempre comprenden ni aplau-

den, pero que permite el acercamiento

de los espíritus superiores. Carlos

Arturo Torres responde dignamenteen Colombia al esfuerzo que realiza

en otro extremo de la América José

Bnrique Rodó, otro profesor de idea-

lismo, otro apóstol de la tolerancia,

otro fustigador de la propaganda ja-

cobina, y artista, además, que nos ha

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— 159 —

dado en Ariel una de las cosas másbellas de la literatura contemporánea.

La tendencia ecléctica que repre-

sentan Torres, Rodó, García Calde-

rón y otros escritores americanos, sig-

nifica un avance, con relación á las

negaciones radicales de otras escue-

las; y debemos desear los que admi-ramos el talento de estos publicistas,

que en su camino ascensional, lleguen

hasta donde extiende sus brazos el

signo redentor, clave única del enig-

ma de la creación. ¿Por qué no?Cuando el hombre traspone la cum-bre de la juventud, que alegran re-

flejos de ilusiones, y empieza á gus-tar la inanidad y futileza de todo lo

que sale de manos caducas, se vadesencantando del trato exclusivo conla razón, y, se inclina á poner másfirme confianza en el poder revelador

del sentimiento. Una voz misteriosa,

con inflexiones maternales, murmuraá su oído: «sufisum,» y entonces, cuan-do levanta la vista para interrogar al

cielo, suele hacer 'lo que el viajero

nocturno de éstas alturas andinas,

cuando ál explorar con mezcla de te-

rror y de arrobamiento el espacio sin

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— 160 —

límites, vuelve por instinto los ojos

allá donde brillan las cuatro estrellas

simbólicas de la Cruz austral, comoseñalando la puerta de la mansión«de oro y luz labrada» donde hallará

la paz en el goce de la suprema sa-

biduría.

He dicho.

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INDICE

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INDICE

PÁGS.

La Poesía y la Historia 5

Literatura de Ideas 31

Nariño 59

La Literatura histórica en Venezuela 85

Hostos : 111

APÉNDICE

Discurso del señor A. Gómez Restrepo en

la recepción de D. Carlos Arturo Torres, en la

Academia Colombiana de la Lengua 145

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'

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DEL MISMO AUTOR:

LOPE DE AGUIRRE.—Echeverría Hermanos,

Bogotá.

OBRA POETICA.—Madrid, Angel de San Mar-

tín.—Puerta del Sol,nümero 6.

ESTUDIOS INGLESES.—(Estudios varios), An-

gel de San Martín, Madrid, Puerta del Sol

número 6.

POEMAS FANTASTICOS.— París, Roger Cher-

noviz, 99 Boulevard Rasp.ail.

LA ESTATUA DEL PRECURSOR.-Liverpool,

Philip & Son.

1DOLA pORI.—(Ensayo sobre las supersticiones

políticas). Valencia (España). F. Sem-

pere, & Ca.

EN PREPARACION :

LA EVOLUCION POLITICA- EN COLOMBIA.-

(Estudiada en la personalidad y en la actua-

ción paralela de Nariño y Camilo Torres, Bo-

lívar y Santander, Mosquera y Mariano Os-

pina, Murillo y Núñez y precedida de un es-

tudio sobre la Sociología Colombiana.)