De desierto a zona rosa

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DE DESIERTO A ZONA ROSA Por: Jimmy Aristizábal El Santuario es un municipio ubicado a 63 km de la ciudad de Medellín, es considerado la capital agrícola de Colombia, durante muchos años ha sufrido por grandes transformaciones y por sus calles corre la serpiente evolutiva, que deja a su paso una cucharadita de novedad: la receta de la mágica de un municipio revestidos por los encantos bajo la luz de la noche. Son los bares, las discotecas, los lugares en que las penas de los santuarianos se pierden entre los pasos al bailar una canción y, las sonrisas brotan como luces fugaces ayudando a irradiar el pac-pac de las luces de esos lugares. Allí se va a dialogar, a escuchar música o a lanzar las tristezas entre los pasos de una salsa, un trac, un reggaetón o lo que sea, porque cada vez los nuevos géneros se están imponiendo entre los jóvenes. Las discotecas están ubicadas en la hoy zona rosa del municipio, a donde se puede llagar fácil, es sólo recordar una letra del abecedario, la Y, desde el parque principal José María Córdova, sólo se tienen que pasar por tres Y, al realizarlas se llega al parque de La Judea como se le conoce popularmente. Bajo la luz del día este parque acoge a las almas solitarias que van respirar un poquito de vida y a aliviar sus heridas, también acoge a otros que van a realizar amenas charlas en la sala del pueblo. Hay espacio para quienes llevan a sus hijos a jugar en la plazoleta, a rodar las pelotas, a correr en ruedas, a dar vueltas en una bicicleta y a saltar de las escaleras. Bajo la oscuridad de la noche con las luces de colores que salen de las discotecas y que rebotan en las lentejuelas de los vestidos, la zona rosa de El Santuario abre la esfera ilusoria a las mujeres y hombres que aspiran los aromas de las noches, se consumen la música y sus pupilas saltan al encuentro de un amor, da espacio a los fugases besos y a los estrepitosos gritos que claman que su vida no acabe. Plazoleta de La Judea, lugar para sano esparcimiento

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DE DESIERTO A ZONA ROSA

Por: Jimmy Aristizábal

El Santuario es un municipio ubicado a

63 km de la ciudad de Medellín, es

considerado la capital agrícola de

Colombia, durante muchos años ha

sufrido por grandes transformaciones y

por sus calles corre la serpiente

evolutiva, que deja a su paso una

cucharadita de novedad: la receta de la

mágica de un municipio revestidos por

los encantos bajo la luz de la noche.

Son los bares, las discotecas, los

lugares en que las penas de los

santuarianos se pierden entre los pasos

al bailar una canción y, las sonrisas

brotan como luces fugaces ayudando a

irradiar el pac-pac de las luces de esos

lugares.

Allí se va a dialogar, a escuchar música

o a lanzar las tristezas entre los pasos de

una salsa, un trac, un reggaetón o lo que sea, porque cada vez los nuevos

géneros se están imponiendo entre los jóvenes. Las discotecas están ubicadas en

la hoy zona rosa del municipio, a donde se puede llagar fácil, es sólo recordar una

letra del abecedario, la Y, desde el parque principal José María Córdova, sólo se

tienen que pasar por tres Y, al realizarlas se llega al parque de La Judea como se

le conoce popularmente.

Bajo la luz del día este parque acoge a las almas solitarias que van respirar un

poquito de vida y a aliviar sus heridas, también acoge a otros que van a realizar

amenas charlas en la sala del pueblo. Hay espacio para quienes llevan a sus hijos

a jugar en la plazoleta, a rodar las pelotas, a correr en ruedas, a dar vueltas en

una bicicleta y a saltar de las escaleras.

Bajo la oscuridad de la noche con las luces de colores que salen de las discotecas

y que rebotan en las lentejuelas de los vestidos, la zona rosa de El Santuario abre

la esfera ilusoria a las mujeres y hombres que aspiran los aromas de las noches,

se consumen la música y sus pupilas saltan al encuentro de un amor, da espacio a

los fugases besos y a los estrepitosos gritos que claman que su vida no acabe.

Plazoleta de La Judea, lugar para sano esparcimiento

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Pero la hoy zona rosa como se le echar de ver a La Judea ha pasado por uno y

mil cambios para llegar a ser uno de los lugares más importantes y el que acoge

mayor número de personas los viernes, sábados y domingos. Fue un lugar que se

construyó poco a poco, y paso de ser algo sin importancia a convertirse en la zona

rosa de la capital agrícola de Colombia.

INVADIDOS POR LA SOLEDAD

Este se podría llamar el curso de la muerte porque el flujo de público era mínimo,

había escasos locales comerciales. La Judea era un barrio común, uno más,

incluso podía considerarse inferior a los

demás, pocas personas subían allá; las

que lo hacían era porque vivían por el

lugar. La población que optaba por tener

vivienda en la Judea era baja, las

propiedades que existían eran de

mezquino valor, lo que se hallaban eran

lotes para la siembra de productos

agrícolas.

Alrededor del “desierto” como lo llama

José Héctor Giraldo habían unas cuantas

casas, el convento de las monjas de

claustro, el cual siempre ha permanecido

allí, había un edificio habilitado para la

educación, se enseñaba primero y

segundo de bachillerato, eso fue

temporalmente. En el lugar había un

kiosco que permanecía sólo, y la cafetería

de Arturo Escobar.

Como en todo parque no faltaba el templo,

en este oratorio se encuentra la imagen de

San Judas Tadeo y así se llama la iglesia.

Siempre ha sido considerado patrimonio histórico-religioso, y de vez en cuanto era

visitado por algún feligrés. Era un templo rustico; pero grande, con tres entradas

que se asemejan a las puertas del cielo, un largo pasillo que contiene la luz al final

del túnel y tantas bancas como pecadores en el mundo.

En ese tiempo en los pocos negocios de la plazoleta la música que se escuchaba

era guasca, popular y carrilera. Se oían autores como: Los Relicarios, Olimpo

Kiosco de la Judea

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Cárdenas, Alci Acosta, Las Hermanitas Calle, Elenita Vargas, Los Trovadores de

Cuyo entre otros.

Un tiempo sin precedentes, un momento de paz que no volverá, donde los

cantantes eran hombres sin pelos en la legua que gritaban a diestra y siniestra

una grosería y que con su canción identificaban la población campesina que en

ese entonces habitaba el municipio.

El parque de La Judea se encontraba lleno de árboles, era deshabitado. Como la

población joven de la época no tenía un sitio para encontrarse con los amigos o

para tropezar con una buna mujer con quien formar una familia, “la única opción

que teníamos era pararnos en las esquinas o en las puertas para poder conseguir

novios”, comenta Alba Giraldo.

LOS NOVIOS CAEN A LA PUERTA

No había un lugar entre los pobladores para su diversión, así que los hombres

tenían que pasar calle por calle observando a las mujeres que se paraban a la

puerta a esperar que su príncipe azul arribara a conquistar su espíritu. Las

señoritas en edad de casarse se paraban a mirar los muchachos pasar.

Alba una jovencita del pueblo se salía a la puerta o iba a la esquina y era en ese

momento cuando pescaba un admirador. “En el tiempo que estuve en la puerta me

cuadré con tres hombres” afirma Alba.

El primero fue Ramiro. Él paso un día por su barrio y al verla le pico el ojo se le

acercó, le habló, se quedaron dos horas conociéndose y él le manifestó que

quería seguir tratándola, ella asedió y con el pasar de los días y las visitas se

hicieron novios. El suspiro de un amor había llegado a la puerta, era su primer

amor. Llegaba se acercaba y sus rostros se iluminaban.

Esa muchachita se empezó a cansar del meloso hombre y termino con él, pero de

inmediato resultó otro amor, Luis Carlos, un hombre de Granada, y si del otro se

aburrió este corrió más rápido que el anterior, fue muy precipitado el cuadre y del

mismo modo el fin. La ilusión duro quince días. Alba necesitaba un compañero,

estaba en edad de casarse, esperaba y esperaba y a su puerta no llegaba el

hombre vestido de azul que se llevaría su corazón.

La soledad no se podía callar, ella necesitaba alguien más, alguien a quien querer.

Nuevamente Alba salió a la puerta y llegó un viernes llego el corazón tan

esperado, Uriel, el joven tomaba sus manos y le susurraba lindas palabras al oído.

Seguía con sus visitas a la puerta los viernes los sábados y los domingos.

Hablaban largas horas y ella se sentía muy cómoda. Sin embargo, con Uriel

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tampoco se casó Alba; pero si fue uno de los que logro meterse dentro de su alma

y con el cual duro varios meses.

LA APARICIÓN DE LOCALES COMERCIALES

El kiosco aún seguía en el mismo lugar, ahora sí era frecuentado, las mesas y

sillas eran de sementó, había un piano. La plaza era plana, existían algunas

discotecas; pero, eran muy oscuras y como El Santuario siempre ha sido una

población tradicionalista, las mujeres no entraban a las discotecas porque según

sus padres no era apropiado, “la gente tenía otra opinión de las discotecas. Las

que entraban a las discotecas eran

personas muy loquitas”. Asegura

Aura Giraldo

Es por eso que las mujeres preferían

entrar a las heladerías donde podían

charlar con sus pretendientes hasta

las 9 de la noche, hora en la que

debían regresara a sus casas. La

heladería Clara Luna era una de las

más frecuentadas. Una de las

discotecas que había en ese

entonces era la discoteca de Manuel

Hoyos. Lentamente comenzaron a

llegar los locales comerciales y a

apoderarse del lugar, fue así como

también llego la peluquería de Noemí

“La Coneja”.

Esquina tras esquina se impusieron

las heladerías, y en las sombras del

desierto se posaban casas de familia,

una de las más recordadas la de la

señora Marta Ligia Duque. Entre los

negocios los cafés y las heladerías, igualmente se coló la casa de eventos de

Edelmira en todo el parque de la Judea, allí las personas más pudientes

realizaban sus celebraciones y se volaban por un guarito a la cafetería de la

familia Escobar, que aún seguía en pie.

De izquierda a derecha: la casa de Edelmira, Fronteras, Kolors Bar, Disco Bar La Fiesta.

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En ese entonces el ritmo de la guitarra y el acordeón enaltecían la música

romántica y los vallenatos, se oían las voces de Raúl Santi, Luzaida, José Luis

Perales, Fausto, El Binomio de Oro, Lisandro Mesa, Oto Serge y Diomedes

Díaz.

“Las mujeres del santuario siempre se han caracterizado por la elegancia, siempre

han tenido muy buen gusto al vestir” comenta Lucia Giraldo, es por eso que en los

80 siempre salían bien vestidas los domingos, además de ir a misa salían en la

noche a las heladerías y a finales de la década las mujeres empezaron a entrar a

discotecas y desaparecer en la oscuridad de la entrada.

La iglesia era la misma y ahora se frecuentaba más, en vista de que la devoción a

San Judas Tadeo se había incrementado, fue entonces, cuando las personas de la

población cogieron por costumbre subir todos los miércoles a Los Miércoles de

San Judas.

Al son del rocanrol la pinta no se hacía esperar los jeans chic, los sacos de satín,

los calentadores de piernas, los aretes grandes de metal, el pelo de neón, las

camisas largas de colores, los pantalones teñidos del arcoíris, los brazaletes de

plástico, los pantalones de paracaídas, el guante de Michael Jackson, Los lentes

Ray Ban, los overoles y las botas de Peter Pan.

EL NOVIO Y LA MEJOR AMIGA

A las 04:20p.m sonó el teléfono Alba fue a contestar y era su novio, él le decía que

ese sábado no podían salir, ella le respondió: “no hay problema mi vida”. Ella

estaba vestida como para salir y no se quiso quedar vestida y alborotada, tomo el

teléfono nuevamente, eran las 04:50p.m de la tarde y llamó a sus amigas para

salir con ellas.

Las miradas excitadas bajo la luz de la noche se encuentran en la Judea, se

pierden unas con otras, se buscan entre sí, con la esperanza de encontrar un

sueño. “La Mona” como llamaban sus amigas a Alba sospechaba de la fidelidad

de su novio Carlos, no podía comprobarlo aún; pero siempre mantuvo la sospecha

viva.

Carlos esa noche salió por su parte, se encontró con Lorena. Salieron juntos y

entraron a una heladería como para que nadie los viera, lo que él no sabía era que

“La Mona” ese día había salido con las amigas y una de ella, Oliva, le dijo que le

pareció ver a Carlos entrar a la heladería.

Ese sábado salieron Aura, “La Mona” y oliva, “La Mona” les dijo que entraran a la

heladería Aura no quiso dijo: “allá sólo entran los novios, que pena entrar

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nosotras”. Oliva si quería acompañarla y para no quedar mal y bajar la el color rojo

de su cara fueron por Adriana y su novio, les pidieron el favor de entrar con ellas.

“La Mona” escogió en que mesa sentarse, después de pasar la mirada por todo el

lugar y fichar a su novio, escogió una mesa justo en frente, se sentaron y

comenzaron a pegar su ojo a los movimientos de él. Para su sorpresa la mujer que

lo acompañaba y que casi no lograba ver era Lorena su amiga. “En La Judea

siempre se ve de todo, desde años atrás ha habido peleas, siempre ha sido un

sitio caliente, incluso se han visto balaceras” testifica Alberto Giraldo.

A REY MUERTO REY PUESTO

A pasos acelerados el frenesí de los 90 alcanzó a convertir con su barita mágica el

lugar de los tugurios en el ritmo del camaleón que saltó a gran paso, puso uno y

luego otros, de heladería se pasaba a discoteca, de casa a discoteca, de tienda a

bar y así sucesivamente; nunca faltaba algo siempre que moría el rey de la fiesta

aparecía uno que suplía su lugar.

Está fue la época donde las pocas heladerías sucumbieron para darle paso a las

vivaces luces y los estrepitosos ruidos de las discotecas. La heladería Gloria cerró

sus puertas para abrir con gran júbilo la discoteca Camelot, primera discoteca que

incluyó a las personas haciendo un concurso para buscar su nombre.

La costumbre de cafeterías término por desaparecer, La Judea había pasado a

llenarse de heladerías y bares y posteriormente, dio en convertirse en el lugar que

se escogía para salir los fines de semana, los santuarianos tomaron por

costumbre este lugar y lo cazaron como su morada los días de descanso.

“A la discoteca de Edelmira, cosmos 2000, no se tenia la costumbre de entrar”

asegura Liliana Gómez, todavía algunas muchachitas no entraban a las

discotecas, aunque ya esta costumbre era muy común. En vista de que la

discoteca de Edelmira era la parte más concurrida, se creó un bar donde está

ubicado actualmente Fronteras, era la discoteca de Manual, en el intento de

hacerle competencia a cosmos, pero no fue fácil, La Cosmos como le conocía

tenía más fuerza que un tornado.

“Domingos y sábados uno dejaba la ropa más bonita para salir a La Judea”

añade Liliana Gómez. A quienes no les era permitido perderse entre la oscuridad

de una discoteca, de igual modo subían a La Judea, daban una vuelta y luego se

sentaban en el kiosco o en el atrio de la iglesia.

En 1995 se hizo la remodelación de la Judea, por el hecho que un lugar como este

se estaba convirtiendo en el epicentro de la población, se gestionó por parte de la

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oficina de planeación, una renovación

del parque, en miras de mejorar el área

y brindar más espacios de sana

diversión. En esta regeneración se creó

un teatrino en el centro de la plaza y el

kiosco tumbó sus mesas de sementó y

adecuó unas mesas y sillas rojas.

LA JUDEA EN TODO SU

ESPLENDOR

Y llego un ciclo sin precedentes y con él

la locura de una población llego a su

máximo esplendor, cayeron a montones

los ritmos, era difícil no dejarse

contagiar, al llegar la apertura del

recorrido por la zona rosa, la música, la

gente, los gritos, las luces y las calles

moviéndose al son del compás, hacen

que los que acababan de llegar se

integraran a la fiesta y se sintieran

como en casa.

La Judea es hoy la zona rosa, a su paso a lado y lado un bar o una discoteca,

cada una con su propio estilo, además hay algunos restaurantes, cafés y por

supuesto vendedores ambulantes.

La cafetería de los Escobares permanece intacta, en el mismo lugar, don Arturo

murió y su hijo don Domingo siguió con el negocio de la familia. El kiosco ha

pasado a mejorar sus mesas y sillas ahora son blancas y cómodas, se cuenta con

gran espacio, se tiene una pantalla gigante para ver los partidos y los videos de

algunas canciones y del pasado permanece una pintura de la arcaica cerámica de

El Santuario.

La peluquería de Noemí ya no está, paso a ser: primero la discoteca de Manuel y

ahora es el territorio para las personas con carteras grandes, Fronteras al lugar

que se va, sí se tiene con qué pagar la cuenta.

La Cosmos sigue en firme, ya sin su letrero, en este momento no es el sitio

preferido para fiestas como lo era antes, ya hay más competencia. De todas

formas es frecuentado, si no lo fuera Edelmira no hubiese tenido que adaptar la

sala de su casa como otro salón de fiestas. De la reina del carnaval doña Edelmira

no queda nada, se fue con Dios, pero dejó remplazo.

Templo San Judas Tadeo

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Las heladerías todas pasaron a discotecas o bares y todas también han tenido sus

cambios, Arizona la discoteca del milenio, la que abre el telón de La Judea,

cambio el nombre en el 2005, se llamó Krakatoa Bar, bajo la administración de

Camilo García, y por planes del mismo dueño se cerró. No fue por mucho tiempo,

porque luego llego Santiago para montar el hoy café bar Casa Blanca.

Hoy se llama Disco Bar La Fiesta una de las discotecas que más nombres ha

cambiado, en un mes puede llegar a cambiar dos veces su letrero, aunque

siempre juegan con sus viejos nombres: Tropical Mix, Disco Bar Calua, Arcángel,

La Kiss, toma uno en seguida lo guarda y al poco tiempo vuelve a conocerse así.

En seguida del bar al que no quieren entrar las jovencitas por miedo a perderse

entre lo mundano, Disco Bar La Fiesta, encontramos a Kolors Bar, administrado

por Mireya. Se caracteriza por sus sillas y mesas de color rosa y su larga barra.

Antes el sitio era San Bartolo, el lugar de los menores, y mucho antes fue Orange.

De la antigua tienda ubicada perfectamente en la esquina se pasó al bar que más

años lleva con su identidad, Morgan, un sitio pequeño, con unas cuantas mesas y

con una imagen muy particular, tiene el estilo de un barco, su interior es semejante

a estar dentro de un barco pequeño y por fuera su ancla y las cadenas le dan su

estilo.

La invencible Raíces es otra discoteca que nunca cambia su nombre, los niños

pupis la reconocen por el nombre y es imposible cambiarlo. Raíces siempre estuvo

al extremo derecho de la iglesia, hasta que ese lugar fue pedido para la comisaria

de familia, pasó entonces a ser vecina de Morgan, en un garaje que era usado

para vender comidas rápidas. El sábado 12 de junio cerró su reja, se cree que

para no volver.

De los que menos se conocen y los más misterios, Erotanatos el sitio de los

roqueritos, en donde la música es sólo rock, con espacio para Aerosmith, Panda,

Mana, Metálica y Green Day. Por otro parte Tijuana con sus puertas tan grandes y

a la vez tan impenetrables, de él no se conoce mucho y al son de los vallenatos

que identificaban su anterior nombre se goza con Miguel Morales, Andy Mesa,

Daniel Calderón, Peter Manjarres, silvestre Dangond.

La hilera de casas viejas a punto de caer se a convertido en el refugio de los

roqueros, roban energía de los faroles, de los cinco que hay en la línea, en y

escuchan a altos tonos Heavy Metal y Black Metal.

Porque hoy en día no hay un género único en la majestuosidad de la rumba, hoy

todo se vale, y entre los tantos árboles del parque, 8 Urapán, 4 Araucaria y 1

Chaquiro Pino, retumban los sonidos de una mescla sin igual de la más brava

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fiesta y la peligrosa Judea después de los tragos de las 12:00 de la noche, donde

las peleas son el centro de atracción.