De Cuando El Gol Se Llamaba Uriarte.

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Alberto Bacigalupe NO se ha difuminado aún el re- cuerdo de aquella tarde mágica. Faltaban horas para que nos aban- donara 1967. El 31 de diciembre, sucumbía de manera rotunda en San Mamés el Real Betis Balom- pié. Nada menos que por 8-0. Una goleada que todavía mantienen en su memoría los privilegiados es- pectadores presentes y vivientes. Agustín Gainza tenía consigo una pléyade de jóvenes futbolistas que a lo largo del partido ofrecie- ron al respetable un anticipo de sus posibilidades presentes y futu- ras. Aranguren, Estéfano (2) y Uriarte (5), fueron los culpables de que el hombre del marcador vi- viera una jornada de singular tra- bajo. Al final de la temporada, Fidel Uriarte se convertía en “pichichi” con una marca de 22 tantos, casi la mitad de los logrados por el resto del equipo, que fueron 49. Uriarte era extraordinario en el remate de cabeza. El setenta y tres por cien- tos de los goles obtenidos a lo lar- go de su trayectoria balompédica los logró de tal guisa. Pero tam- bién gozaba de poseer una zurda letal en el disparo a gol. Sumen ambas virtudes a su colocación en el campo y la precisión de sus ser- vicios y estaremos ante un hombre impresindible en el esquema de cualquier equipo. Fidel Uriarte pertenece a una generación de precoces jugadores, que efectuaron el tránsito de juve- niles a titulares del primer equipo casi sin solución de continuidad. Nacido en Sestao, el uno de marzo de 1945, comenzó su andadura futbolística en los Hermanos de La Salle de la localidad fabril. Bien pronto fijaron sus pretensiones en él los ojeadores de Athletic, por lo que José Luis Garay lo tuvo al po- co bajo su disciplina. El primer trofeo Tenía dieciséis años cuando sa- lió vestido de rojiblanco al Nou Camp. Estaba la Copa de España juvenil en juego y enfrente nada menos que el Real Madrid. Perfo- ró dos veces el portal merengue –guardado por Manolo Delgado Meco, el hoy preparador físico de Lezama– aunque , en verdad, fue- ron cuatro. Sucede que el árbitro le anuló dos, uno de ellos absoluta- mente legal. Ya tenía su primer trofeo impor- tante, pero sumaría muchos más. Las Copas, por ejemplo, de 1969 y 1973. Comentemos ambos aconte- cimientos. El Athletic estaba ayu- no de “su” trofeo desde 1958. Lo expliqué en mi anterior entrega. Llegar a la villa del oso y el ma- droño para ampliar la vitrina de Bertendona, era una ilusión de Ra- fael Iriondo y todos sus hombres. Por el camino de la competición fueron dejando a Real Zaragoza, Deportivo de La Coruña y Grana- da. La final los emparejó con el Elche en el Bernabéu y el desenla- ce fue favorable a los bilbainos, con un gol de Arieta II que resultó suficiente. Cuatro años después y también en Chamartín, se repitió la victo- ria, esta vez bajo la dirección de Milorad Pavic. Esta vez los elimi- nados fueron Real Oviedo, Sevilla y Málaga. Como último rival, el Castellón. En la calurosa tarde del 29 de junio, Arieta II en la primera mitad y Zubiaga en la continua- ción dejaron el compromiso visto para sentencia. Empero, no tiene Uriarte un tí- tulo de Liga en su palmarés. Pudo ser en 1969. Estaba al alcance de la mano y una serie de hechos di- versos, pero concatenados, evitó lo que para muchos era una seria posibilidad de éxito. ¿Qué diantres sucedió entonces?, continúan pre- guntándose algunos aficionados cuando hacen memoria. Recapitulemos. El Athletic pre- cisaba ganar en casa los tres últi- mos partidos del campeonato. De ser así y con un sólo punto que ob- tuviera en sus desplazamientos a San Sebastián, Sevilla y Valencia, el objetivo estaba asegurado. De Donosti se volvió con derrota y al- go peor: la expulsión de Rojo y Arieta. En la capital andaluza no hubo puntos tampoco; ni se mere- cieron. De lo que sucediera en el Luis Casanova valenciano depen- día la gloria, tan largo tiempo aca- riciada. Perdió el Athletic y mate- rializó el fracaso un tal Nebot, au- tor del único tanto. Actuación la- mentable la del Athletic, presa de la impotencia y un extraño cansan- cio que se evidenciaba de manera alarmante a medida que discurrían los segundos. Pronto surgió la pa- labra dopaje, poco en boga para la época. Un dopaje (?), eso sí, mal administrado, dadas las conse- cuencias. Fidel Uriarte, con una sinceridad que le define, hacía es- tas declaraciones al diario deporti- vo “As” en los años ochenta: –Si hubiera sido “doping”, por supuesto que hubiéramos ganado el partido. Creo que se trataba de un complejo vitamínico. El equipo iba para abajo a marchas forzadas, llevábamos una temporada muy dura, ir arriba obligaba a un gran esfuerzo y la verdad es que el ser- vicio médico del club nos quiso “mantener” pero, vamos, no puede considerarse un “doping”. No en- tiendo mucho de medicina y creo que fueron como unas pastillas re- constituyentes lo que nos dieron después de cenar la noche anterior al partido. Yo tomaba todo, la ver- dad. Y si hubiese sido necesario drogarme para ganar la Liga lo hu- biera hecho tranquilamente. Dicen que aquello no resultó. En aquel momento inició Ron- nie Allen su imparable caída. Ape- nas gozó de tregua entre el fulgor y el fracaso. Internacional en todo A Uriarte le cabe la importante particularidad de haber sido inter- nacional en todos los escalafones. A saber: 5 veces como juvenil; 7 de aficionado; 2 con la selección militar; 4 con la de promesas. En el equipo absoluto tuvo nueve titu- laridades. Debutó ante Suecia en Sevilla el 28 de febrero de 1968 (2-1) y se despidió el 23 de mayo de 1972 en Madrid ante Uruguay (2-0). De toda esa trayectoria, guarda dos experiencias inolvida- bles. Su llamada –era Kubala el seleccionador– para jugar en 1969 contra Alemania, con victoria his- pana por dos a cero, en la que los teutones se mostraron cláramente inferiores, y el disputado a Italia en 1971. Fue en el estadio Sant`Elia de Cagliari. Antes del minuto 40, Pirri y Uriarte habían colocado a la selección en clara franquía. Luego, cuando faltaban diez minutos para el final, De Sis- ti maquilló un poco la deblacle. Al finalizar la temporada 1973- 1974, Uriarte abandonó Bilbao con destino Málaga. Tras doce años sirviendo al Athletic cambió de colores y disfrutó de un grato ambiente entre compañeros como Deusto, Migueli, Bustillo o Vila- nova. Se le acogió con cariño y hasta volvió a encontrarse con Mi- lorad Pavic quien –escribo de me- moria– llegó a alinearle durante varios encuentros de defensa cen- tral. Estuvo tres años y luego col- gó la botas. Es un capítulo obligado en la historia del Athletic. Y en él se hablará de quien, todo afición y entrega, hizo de su juego un ho- menaje al gol. Sí; ya lo he escrito: fue “pichichi”. Nuestro penúltimo “pichichi”. El ariete en una de sus especialidades, el remate Dos mitos rojiblancos: Zarra saluda a Uriarte En 1969 Uriarte conquistó la Copa con el Athletic De cuando el gol se llamaba Uriarte Athletic eta bere istorioak-El Athletic y sus historias Bilbao febrero de 2004 45 Cinco dianas al Betis en San Mamés (31.XII.67), su mejor y más espectacular registro Fidel es el penúltimo “pichichi” rojiblanco. Más de las tres cuartas partes de sus tantos fueron logrados con la cabeza

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Alberto Bacigalupe

NO se ha difuminado aún el re-cuerdo de aquella tarde mágica.Faltaban horas para que nos aban-donara 1967. El 31 de diciembre,sucumbía de manera rotunda enSan Mamés el Real Betis Balom-pié. Nada menos que por 8-0. Unagoleada que todavía mantienen ensu memoría los privilegiados es-pectadores presentes y vivientes.

Agustín Gainza tenía consigouna pléyade de jóvenes futbolistasque a lo largo del partido ofrecie-ron al respetable un anticipo desus posibilidades presentes y futu-ras. Aranguren, Estéfano (2) yUriarte (5), fueron los culpablesde que el hombre del marcador vi-viera una jornada de singular tra-bajo.

Al final de la temporada, FidelUriarte se convertía en “pichichi”con una marca de 22 tantos, casi lamitad de los logrados por el restodel equipo, que fueron 49. Uriarteera extraordinario en el remate decabeza. El setenta y tres por cien-tos de los goles obtenidos a lo lar-go de su trayectoria balompédicalos logró de tal guisa. Pero tam-bién gozaba de poseer una zurdaletal en el disparo a gol. Sumenambas virtudes a su colocación enel campo y la precisión de sus ser-vicios y estaremos ante un hombreimpresindible en el esquema decualquier equipo.

Fidel Uriarte pertenece a unageneración de precoces jugadores,que efectuaron el tránsito de juve-niles a titulares del primer equipo

casi sin solución de continuidad.Nacido en Sestao, el uno de marzode 1945, comenzó su andadurafutbolística en los Hermanos de LaSalle de la localidad fabril. Bienpronto fijaron sus pretensiones enél los ojeadores de Athletic, por loque José Luis Garay lo tuvo al po-co bajo su disciplina.

El primer trofeoTenía dieciséis años cuando sa-

lió vestido de rojiblanco al NouCamp. Estaba la Copa de Españajuvenil en juego y enfrente nadamenos que el Real Madrid. Perfo-ró dos veces el portal merengue–guardado por Manolo DelgadoMeco, el hoy preparador físico deLezama– aunque , en verdad, fue-ron cuatro. Sucede que el árbitro leanuló dos, uno de ellos absoluta-mente legal.

Ya tenía su primer trofeo impor-tante, pero sumaría muchos más.Las Copas, por ejemplo, de 1969 y1973. Comentemos ambos aconte-cimientos. El Athletic estaba ayu-no de “su” trofeo desde 1958. Loexpliqué en mi anterior entrega.Llegar a la villa del oso y el ma-droño para ampliar la vitrina deBertendona, era una ilusión de Ra-fael Iriondo y todos sus hombres.Por el camino de la competiciónfueron dejando a Real Zaragoza,

Deportivo de La Coruña y Grana-da. La final los emparejó con elElche en el Bernabéu y el desenla-ce fue favorable a los bilbainos,con un gol de Arieta II que resultósuficiente.

Cuatro años después y tambiénen Chamartín, se repitió la victo-ria, esta vez bajo la dirección deMilorad Pavic. Esta vez los elimi-nados fueron Real Oviedo, Sevillay Málaga. Como último rival, elCastellón. En la calurosa tarde del29 de junio, Arieta II en la primeramitad y Zubiaga en la continua-ción dejaron el compromiso vistopara sentencia.

Empero, no tiene Uriarte un tí-tulo de Liga en su palmarés. Pudoser en 1969. Estaba al alcance dela mano y una serie de hechos di-versos, pero concatenados, evitólo que para muchos era una seriaposibilidad de éxito. ¿Qué diantressucedió entonces?, continúan pre-guntándose algunos aficionadoscuando hacen memoria.

Recapitulemos. El Athletic pre-cisaba ganar en casa los tres últi-mos partidos del campeonato. Deser así y con un sólo punto que ob-tuviera en sus desplazamientos aSan Sebastián, Sevilla y Valencia,el objetivo estaba asegurado. DeDonosti se volvió con derrota y al-go peor: la expulsión de Rojo yArieta. En la capital andaluza nohubo puntos tampoco; ni se mere-cieron. De lo que sucediera en elLuis Casanova valenciano depen-día la gloria, tan largo tiempo aca-riciada. Perdió el Athletic y mate-rializó el fracaso un tal Nebot, au-tor del único tanto. Actuación la-mentable la del Athletic, presa dela impotencia y un extraño cansan-cio que se evidenciaba de maneraalarmante a medida que discurríanlos segundos. Pronto surgió la pa-labra dopaje, poco en boga para laépoca. Un dopaje (?), eso sí, maladministrado, dadas las conse-cuencias. Fidel Uriarte, con una

sinceridad que le define, hacía es-tas declaraciones al diario deporti-vo “As” en los años ochenta:

–Si hubiera sido “doping”, porsupuesto que hubiéramos ganadoel partido. Creo que se trataba deun complejo vitamínico. El equipoiba para abajo a marchas forzadas,llevábamos una temporada muydura, ir arriba obligaba a un gran

esfuerzo y la verdad es que el ser-vicio médico del club nos quiso“mantener” pero, vamos, no puedeconsiderarse un “doping”. No en-tiendo mucho de medicina y creoque fueron como unas pastillas re-constituyentes lo que nos dierondespués de cenar la noche anterioral partido. Yo tomaba todo, la ver-dad. Y si hubiese sido necesario

drogarme para ganar la Liga lo hu-biera hecho tranquilamente. Dicenque aquello no resultó.

En aquel momento inició Ron-nie Allen su imparable caída. Ape-nas gozó de tregua entre el fulgory el fracaso.

Internacional en todoA Uriarte le cabe la importante

particularidad de haber sido inter-nacional en todos los escalafones.A saber: 5 veces como juvenil; 7de aficionado; 2 con la selecciónmilitar; 4 con la de promesas. Enel equipo absoluto tuvo nueve titu-laridades. Debutó ante Suecia enSevilla el 28 de febrero de 1968(2-1) y se despidió el 23 de mayode 1972 en Madrid ante Uruguay(2-0). De toda esa trayectoria,guarda dos experiencias inolvida-bles. Su llamada –era Kubala elseleccionador– para jugar en 1969contra Alemania, con victoria his-pana por dos a cero, en la que losteutones se mostraron cláramenteinferiores, y el disputado a Italiaen 1971. Fue en el estadioSant`Elia de Cagliari. Antes delminuto 40, Pirri y Uriarte habíancolocado a la selección en clarafranquía. Luego, cuando faltabandiez minutos para el final, De Sis-ti maquilló un poco la deblacle.

Al finalizar la temporada 1973-1974, Uriarte abandonó Bilbaocon destino Málaga. Tras doceaños sirviendo al Athletic cambióde colores y disfrutó de un gratoambiente entre compañeros comoDeusto, Migueli, Bustillo o Vila-nova. Se le acogió con cariño yhasta volvió a encontrarse con Mi-lorad Pavic quien –escribo de me-moria– llegó a alinearle durantevarios encuentros de defensa cen-tral. Estuvo tres años y luego col-gó la botas.

Es un capítulo obligado en lahistoria del Athletic. Y en él sehablará de quien, todo afición yentrega, hizo de su juego un ho-menaje al gol. Sí; ya lo he escrito:fue “pichichi”. Nuestro penúltimo“pichichi”.

El ariete en una de sus especialidades, el remate

Dos mitos rojiblancos: Zarra saluda a Uriarte

En 1969 Uriarte conquistó la Copa con el Athletic

De cuando el golse llamaba Uriarte

Athletic eta bere istorioak-El Athletic y sus historias B i lbaofebrero de 2004 45

Cinco dianasal Betis enSan Mamés(31.XII.67),su mejor y másespectacularregistro

Fidel es el penúltimo “pichichi” rojiblanco.Más de las tres cuartas partes de sustantos fueron logrados con la cabeza