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Domingo 20 de marzo de 2016 DOMINGO DE RAMOS María Josefa del Corazón de Jesús, fundadora (1912) Is 50,4-7: No me tapé el rostro ante los ultrajes Salmo 21: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Flp 2,6-11: Se humilló, por eso Dios lo ensalzó sobre todo Lc 22,1423,56: Hagan esto en memoria mía E l tema central de las lecturas del Domingo de Ramos, como bien puede verse, es el del Mesianismo. Éste tiene varias etapas en la Biblia. «Mesías» significa ungido, siervo, enviado, pero en sí, la idea más profunda de «Mesías» que el pueblo de Israel asumió es la espera de la aparición salvífica de un líder carismático descendiente de David que habría de instaurar definitivamente en la tierra «el derecho y la justicia». En el Primer Testamento es Isaías el profeta quien más profetiza y anuncia la llegada del Mesías de Dios. Mesías que él entiende como el Siervo de Yavé que llega. El Mesías es para el profeta la gran realidad de Dios viviendo con nosotros, la realidad del gran restaurador que libera de la esclavitud, de la gran violencia (violencia estructural diríamos hoy), de la gran miseria (pobreza extrema y masiva diríamos actualmente) a la que ha sido condenado el pueblo de Dios (los muchos pueblos de Dios). El Mesías, en su calidad de Ungido de Yavé, no es sino su enviado, su representante, el encargado de promulgar sus designios. La idea del Mesías y de los tiempos mesiánicos estaba fundada en la esperanza de que Dios cumpliera plenamente las promesas hechas al pueblo elegido, a la nación que se creía a sí misma la elegida por Dios. La llegada del «Mesías» es la instauración del reinado de Dios en la historia y en el tiempo, y es allí donde, según la concepción judía (según, pues, un pensamiento muy humano, no según una revelación divina), Israel se vengaría de los «paganos» (la mayor parte de ellos tan religiosos como los propios israelitas), de los no judíos. La idea mesiánica del Primer Testamento está basada en la fuerza político-militar de un enviado del Dios de Israel para dominar a todas las naciones de la tierra y hacer que Israel se convierta en una nación fuerte y poderosa capaz de someter a todos los pueblos que no tienen a Yavé por Dios. Como se ve, un mesianismo muy humanamente comprensible... El Mesianismo es una de las herencias que el Segundo Testamento recibe de la tradición veterotestamentaria. En tiempo del Nuevo Testamento, gobernado el mundo de entonces por Roma con toda su fuerza, riqueza y pretensiones, también hay grupos mayoritarios que esperan la llegada definitiva del Mesías que los liberará del domino explotador romano. Todos esperaban entonces la intervención de Dios en la historia a través de un líder que fuera capaz de derrocar el poder imperial y hacer de Jerusalén la gran capital de Israel.

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DDoommiinnggoo 2200 ddee mmaarrzzoo ddee 22001166

DDOOMMIINNGGOO DDEE RRAAMMOOSS

MMaarrííaa JJoosseeffaa ddeell CCoorraazzóónn ddee JJeessúúss,, ffuunnddaaddoorraa ((11991122))

Is 50,4-7: No me tapé el rostro ante los ultrajes Salmo 21: ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado? Flp 2,6-11: Se humilló, por eso Dios lo ensalzó sobre todo Lc 22,14–23,56: Hagan esto en memoria mía

El tema central de las lecturas del Domingo de Ramos, como bien puede verse, es el

del Mesianismo. Éste tiene varias etapas en la Biblia. «Mesías» significa ungido, siervo, enviado, pero en sí, la idea más profunda de «Mesías» que el pueblo de Israel asumió es la espera de la aparición salvífica de un líder carismático descendiente de David que habría de instaurar definitivamente en la tierra «el derecho y la justicia».

En el Primer Testamento es Isaías el profeta quien más profetiza y anuncia la llegada del Mesías de Dios. Mesías que él entiende como el Siervo de Yavé que llega. El Mesías es para el profeta la gran realidad de Dios viviendo con nosotros, la realidad del gran restaurador que libera de la esclavitud, de la gran violencia (violencia estructural diríamos hoy), de la gran miseria (pobreza extrema y masiva diríamos actualmente) a la que ha sido condenado el pueblo de Dios (los muchos pueblos de Dios). El Mesías, en su calidad de Ungido de Yavé, no es sino su enviado, su representante, el encargado de promulgar sus designios.

La idea del Mesías y de los tiempos mesiánicos estaba fundada en la esperanza de que Dios cumpliera plenamente las promesas hechas al pueblo elegido, a la nación que se creía a sí misma la elegida por Dios. La llegada del «Mesías» es la instauración del reinado de Dios en la historia y en el tiempo, y es allí donde, según la concepción judía (según, pues, un pensamiento muy humano, no según una revelación divina), Israel se vengaría de los «paganos» (la mayor parte de ellos tan religiosos como los propios israelitas), de los no judíos.

La idea mesiánica del Primer Testamento está basada en la fuerza político-militar de un enviado del Dios de Israel para dominar a todas las naciones de la tierra y hacer que Israel se convierta en una nación fuerte y poderosa capaz de someter a todos los pueblos que no tienen a Yavé por Dios. Como se ve, un mesianismo muy humanamente comprensible...

El Mesianismo es una de las herencias que el Segundo Testamento recibe de la tradición veterotestamentaria. En tiempo del Nuevo Testamento, gobernado el mundo de entonces por Roma con toda su fuerza, riqueza y pretensiones, también hay grupos mayoritarios que esperan la llegada definitiva del Mesías que los liberará del domino explotador romano. Todos esperaban entonces la intervención de Dios en la historia a través de un líder que fuera capaz de derrocar el poder imperial y hacer de Jerusalén la gran capital de Israel.

En el ciclo C de la liturgia leemos el relato de la Pasión del Señor según Lucas. Consideremos las características teológicas que nos presenta este relato.

Lucas, como es sabido, es considerado como el evangelista de la misericordia, o lo que es lo mismo, como el evangelista que ha marcado toda la tradición que nos entrega, con el pensamiento del amor infinito de Dios que se ha manifestado en Jesucristo. Ninguno de los evangelistas ha percibido como él la sensibilidad del amor del Padre, que se deja sentir de manera especial entre los pobres, entre los que sufren, entre los marginados. No es difícil constatar en el evangelio de Lucas la preocupación de Jesús por los débiles, por las viudas, por los huérfanos, por los pecadores, por las mujeres.

Este mismo interés se manifiesta en la narración de los acontecimientos de la Pasión del Señor. En primer lugar, porque todo este relato está sustentado por un conocimiento del alma de Jesús, cuya intimidad nos es desvelada por el evangelista cuando nos deja ver su estrecha relación con el Abba misericordioso, en los momentos de oración (Lc 22,42); o cuando su Padre le da valor en medio del sufrimiento (Lc 22,43).

En segundo lugar, la cruz aparece en este relato de la Pasión como un verdadero sacramento del amor divino: la revelación de la misericordia en medio del sufrimiento. Lucas no pone la atención en los aspectos negativos y crueles de esta situación. En su narración se omiten recuerdos o referencias que aparecen en los otros evangelistas como la flagelación o la coronación de espinas que sirven para inculpar a los que llevaron a Jesús a la muerte. Lucas nos quiere hacer descubrir el amor del Padre hacia su Hijo y hacia todos los hombres, aún en esta situación de dolor. Jesús no aparece abandonado en el Calvario (no se cita a Zac 13,6 sobre la dispersión del rebaño): está acompañado de amigos y conocidos (Lc 23,49 en contraposición con Mt 27,55-56 y Mc 15,40-41). Y reemplaza el grito del Salmo 21 (22) que cita Mateo por la manifestación ilimitada de confianza del Salmo 30,6 (31,6): “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.

A la luz de todo esto es comprensible el papel que desempeña en este relato de la Pasión la actitud del perdón, sólo explicable desde el misterio de la misericordia. En definitiva todo el mundo queda limpio y se insiste en hechos positivos, sólo explicables desde la virtud reconciliadora del sufrimiento de Jesús o desde su actitud de perdón: el caso de Pilato (Lc 23,4.13-15.20-22); el del agresor a quien Pedro cercenó una oreja y que es sanado por Jesús (Lc 22,51); el de Pedro (Lc 22,61); el de todos los judíos (Lc 23,34); el del malhechor bueno (Lc 23,39-43); el del centurión (Lc 23,47); el de la reconciliación entre Herodes y Pilato (Lc 23,6-12).

Jesús aparece claramente como el inocente, el justo perseguido. Aun en el proceso de los romanos, Pilato proclama la inocencia de Jesús. El centurión también reconoce su inocencia.

Sólo en Lucas Jesús se dirige con palabras consoladoras a las mujeres que de lejos los siguen. Realmente, Lucas ha sido llamado el evangelio de las mujeres y de la misericordia con los más pobres e ignorados, y las mujeres hacían parte de la clase marginada en Israel. Pero para Jesús, en todo el evangelio de Lucas, las mujeres hacen parte del discipulado y merecen un trato respetuoso. Ahora, camino del Calvario, la fidelidad de las mujeres a su maestro es reconocida por el Señor.

La Pasión y la muerte de Jesús son una verdadera revelación: la manifestación de la misericordia del Padre. Sólo quien ha comprendido una actitud tan conmovedora, como

la que nos trae este evangelio en la parábola del padre misericordioso, podrá entender por qué el evangelista ha mirado así el misterio del sufrimiento y de la muerte de Jesús.

Lucas concibió el relato de la Pasión como una contemplación de Jesús. Por eso este relato es una invitación al lector-oyente a aproximarse al Señor, a seguirlo, a llevar con él la cruz de cada día (9,23). En la palabra que dirige en la cruz al malhechor arrepentido, ese ‘hoy’ nos remonta a Lc 4,21 cuando en la sinagoga de Nazaret, Jesús declara que “hoy se ha cumplido” el pasaje de Is 61,1-2 que acababa de leer. El tiempo se ha cumplido y él, que ha venido para anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos y para proclamar el año de gracia del Señor” ha cumplido su misión, porque va a morir colgado de la cruz pero seguirá viviendo en medio de nosotros.

Nota para lectores críticos

El evangelio de hoy es más largo que de ordinario: toda la Pasión de Jesús, por lo que muchas homilías hoy serán más breves. Por otra parte, la homilía debería enfocarse pues hacia el conjunto de la Pasión y su significado. También el viernes santo se leerá la Pasión, según san Juan. Y durante toda la semana, el trasfondo litúrgico-espiritual es ése: la pasión y muerte de Jesús. Es pues un momento apropiado para plantearse algunos criterios críticos respecto a la interpretación de la pasión de Jesús en su significado de conjunto.

Si somos cristianos, y si el cristianismo profesa la convicción de la significación salvadora de Jesús, necesitamos tener un «modelo soteriológico» («sotería» = salvación), o sea, una explicación de cómo Jesús salva a la humanidad y en qué consiste esa salvación. Es claro que esto es el corazón de la fe cristiana.

Pues bien, en la historia ha habido varios «modelos soteriológicos».

El modelo que nos ha llegado a nosotros es, fundamentalmente, el que elaboró san Anselmo de Cartebury en el siglo XI sobre la tradición jurídica del derecho romano. En este sentido. El ser humano ofendió a Dios con el pecado original, y con ello se rompieron las relaciones de Dios y la humanidad. Dios fue ofendido en su dignidad, y el ser humano, por su parte, quedó privado de la gracia de la relación con Dios y no tenía capacidad para superar esta situación, pues aunque había ofendido a Dios, no tenía capacidad para reparar una ofensa de carácter infinito. En su obra Cur Deus homo? (¿Por qué Dios se hizo hombre?) Anselmo elabora la teoría de la «satisfacción penal sustitutoria»: Jesús muere en sustitución de la humanidad pecadora culpable, para satisfacer con ello la dignidad ofendida de Dios, y restablecer así las relaciones de Dios con la humanidad.

Por una parte, hay que hacer notar que esta explicación, que nos ha llegado a todos nosotros en una tradición tan longeva, no deja de ser «una» explicación, la del siglo XI en concreto; es decir: no es «la» explicación, no es la única. Además, no está en el Nuevo Testamento: es una elaboración teológica, muy posterior, que asume las categorías y la lógica del derecho romano «recepcionado» en el mundo feudal europeo de la alta Edad Media: el derecho inapelable y absoluto de los señores, la servidumbre de los siervos, las obligaciones jurídicas relativas a la ofensa y a la satisfacción o reparación. Es la teología de la «redención», del redimir («re-d-emere»), re-comprar al esclavo para liberarlo de su antiguo dueño.

Esta teología, hoy ya insostenible, es, sin embargo, la que la mayor parte de los cristianos y cristianas, incluyendo a muchos agentes de pastoral tienen todavía en su conciencia, en su comprensión del cristianismo, o en su subconsciente al menos. Y es para muchos de ellos «la» explicación mayor del misterio cristiano, el misterio de la «redención».

Hay que recordar que los modelos soteriológicos, como todo el resto de la teología, no dejan de ser un lenguaje metafórico, y que la metáfora nunca debe ser tomada al pie de la letra, tanto sea en n sentido directo como en un sentido metafísico, sobre todo en el segundo término al que traslada el sentido (“meta-fora” = cambio, traslado de sentido). Las teologías y los modelos soteriológicos se apoyan sobre las lógicas y los símbolos de las culturas en las que son creados. Por eso, cuando la evolución cultural cambia de lógica y de símbolos, esos modelos soteriológicos, y en general, esas teologías, aparecen crecientemente desfasadas, se hacen incluso ininteligibles, y finalmente quedan obsoletas. La visión de Dios como «Señor» feudal irritado por una ofensa de la primera pareja humana... para cuyo aplacamiento habría sido necesaria la reparación de la ofensa por medio de la muerte cruel y cruenta de su Hijo, es una imagen de Dios hoy sencillamente insostenible, e inaceptable. La sola idea de que un mítico pecado de Adán y Eva hubiera torcido los planes de Dios, y hubiera sumido en las tinieblas del pecado y del alejamiento de Dios a toda la humanidad desde la primera pareja, durante miles y miles de años –hoy la ciencia nos dice que habrían sido millones de años-, hasta la aparición de Jesús, es absolutamente inaceptable para la mentalidad actual. La misma fórmula jurídica de la «satisfacción sustitutoria» resulta hoy día inviable desde los mínimos éticos de nuestra época. Un Dios así resulta increíble, provoca ateísmo, con razón.

Si este modelo nos parece hoy día sobrepasado, no debemos dejar de considerar que ha habido otros modelos todavía más inadecuados. En el primer milenio la teología dominante, en efecto, no fue la de la «satisfacción sustitutoria», sino la del «rescate»: por el pecado de Adán la humanidad había quedado «prisionera del demonio», literalmente bajo su poder (sic). Según san Ireneo de Lyon (+ 202) y Orígenes (+ 254) el Diablo tendría un «derecho» sobre la humanidad, debido al pecado de Adán. Jurídicamente, la humanidad estaba bajo su dominio, le pertenecía, y Dios «quiso actuar con justicia incluso frente al diablo» (Ireneo, Adversus Haereses, V, 1,1), al anular tal derecho sólo mediante el pago de un rescate adecuado. Para ello, entregó a su Hijo a la muerte, a fin de liberar a la humanidad del dominio «legítimo» del diablo. San Agustín lo dice aún más explícitamente: Dios decretó «vencer al Diablo no mediante el poder, sino mediante la justicia» (De Trinitate XIII, 17 y 18).

Este modelo del «rescate pagado al Diablo» para rescatar a la humanidad, aún resuena en las personas que tuvieron una formación cristiana. Pero hoy nos resulta no sólo inaceptable, sino inimaginable, y hasta grotesco: no podemos aceptar un Diablo, concebido como un contra-poder cuasi-divino, que está apostado frente a Dios y que retiene a la humanidad bajo su poder, durante milenios, hasta que es «justamente resarcido» por Dios, nada menos que con la muerte del Hijo de Dios, un Diablo que sólo así sería «derrotado por la victoria de Cristo»...

¿Qué queremos decir con todo esto? Muchas cosas:

-que las teologías son metafóricas, no narraciones históricas ni descripciones metafísicas;

-que las teologías son muchas, variadas, no sólo una... y que cuando adoptamos una de ellas no debemos nunca perder de vista que se trata sólo de «una» teología, no de «la» teología;

-que las teologías son contingentes, no necesarias;

-que son elaboraciones humanas, no revelaciones divinas bajadas en directo del cielo, y que están construidas con elementos culturales de la sociedad en la que han sido concebidas;

-que son también transitorias, no eternas, y que con el tiempo y los correspondientes cambios culturales pierden plausibilidad y hasta inteligibilidad y pueden acabar resultando inaceptables y hasta desechadas;

-que los agentes de pastoral que atienden al Pueblo de Dios han de estar atentos a no prolongar la vida de una teología sobrepasada, superada, que ya no habla de un modo adecuado a las personas de hoy;

-que pueden (y deben) tratar de encontrar nuevas imágenes, nuevos símbolos, nuevas respuestas interpretativas de parte de nuestra generación actual a las preguntas de siempre.

La Semana Santa no es el único momento en el que debemos referirnos a la significación de la salvación operada por Cristo, pues ésta es una referencia central de la fe cristiana; pero sí es una ocasión privilegiada para plantearnos la conveniencia de la revisión de nuestros esquemas teológicos al respecto.

- Aunque los señalaremos concretamente en los próximos días, recordamos que los temas de la Pasión de Jesús están recogidos ampliamente en la serie «Un tal Jesús», de los hermanos LÓPEZ VIGIL, principalmente en los episodios 106 a 126. Los audios y los guiones de estos episodios pueden recogerse libremente de www.untaljesus.net

- La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, tiene un capítulo, el 85, titulado «¿Los judíos mataron a Cristo?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el tema. Su guión y su audio puede recogerse en www.emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=180085

- Como bibliografía para recuperar lo mejor de la visión clásica de la teología respecto a la pasión y muerte de Jesús, recomendamos el excelente libro de BOFF Pasión de Cristo, Pasión del mundo (Sal Terrae en España, Indoamerican Press en Colombia, Vozes en Brasil... y también en inernet). Del mismo autor, el artículo 217 en la RELaT (http://servicioskoinonia.org/relat): Cómo anunciar hoy la Cruz de nuestro señor Jesucristo. Para el estudio de la sucesión de interpretaciones de las fiestas a lo largo de la historia de Israel, se puede recurrir al ya citado Fiesta en honor de Yavé, de Thierry MAERTENS (disponible en la biblioteca de Koinonía: servicioskoinonia.org/biblioteca). También: Problemas en torno a la idea de expiación/satisfacción, de Robert J. DALY, en «Selecciones de Teología» 47/188(2008)310-324 (disponible en el portal de la revista, www.seleccionesdeteologia.net). También, véase: John Shelby SPONG, Jesús como Rescatador y Redentor: una imagen que debe desaparecer, en RELaT (servicioskoinonia.org/relat/380.htm). Sobre mesianismo, véase: Jon SOBRINO, Mesías y mesianismos (servicioskoinonia.org/relat/069.htm).

Para la revisión de vida

Jesús fue, ante todo, históricamente hablando, un Mesías. Y a ese Mesías histórico es al que confesamos como símbolo especial de Dios. El Jesús que guía mi forma de ser religioso, ¿es también mesías? ¿Mi concepción de Jesús, es mesiánica, tiene algo de mesiánica, o pienso que eso del mesianismo es un concepto bíblico que hoy ya no tiene relevancia ni aplicación? ¿Mi seguimiento de Jesús, es “mesiánico”, está centrado en una esperanza para los pobres? ¿Prolongo el mesianismo de Jesús aquí y ahora, «viviendo y luchando por la Causa de Jesús», por una gran Utopía –como la que él llamaba malkuta Yahvé, Reino de Dios?

Para la reunión de grupo

La escena de la entrada triunfal en Jerusalén es uno de los símbolos mesiánicos más claros que nos presentan los evangelios sobre la vida de Jesús. Tomar el artículo de Jon Sobrino «Mesías y mesianismos. Reflexiones desde El Salvador» (RELaT: http://servicioskoinonia.org/069.htm ) y montemos una reunión de estudio teórico y aplicado, con estas preguntas sugeridas (u otras):

Nuestro Cristo, al que nosotros rezamos y seguimos, ¿es en verdad «mesías», o lo hemos desmesianizado? ¿Es acaso un Cristo sin Reino? ¿Es el nuestro un cristianismo sin utopía, sin lucha por la verificación histórica de una utopía?

La devoción personal a Jesús, la «concentración en la persona» de Jesús (esa afirmación de que el cristianismo no sería una doctrina ni una religión... sino el «encuentro con la persona viva de Jesús»), lleva a veces a muchos cristianos al olvido de «la Causa» de Jesús, el Reino. Poner ejemplos de esta situación. Explicar/discernir ese conflicto. ¿Es nuestro caso?

¿Influye en todo esto el lugar geográfico del mundo en el que vivamos, o/y el “lugar social” al que pertenecemos?

Abordar en el grupo la “nota para lectores críticos”: ¿Qué tipo de explicación de la salvación (soteriología) nos fue transmitido en la catequesis infantil? ¿Nos sirvió? ¿Nos planteó dudas? ¿Cuáles? ¿Nos sirve hoy? ¿Por qué? ¿Tenemos respuestas adecuadas y actualizadas? ¿Qué podemos hacer?

Para la oración de los fieles

Hoy responderemos: -Te amamos, Dios nuestro, creemos en Ti.

-Contemplando una vez más tu pasión y tu muerte, Jesús, nos sentimos llamados a hacer nuestra tu Causa, tu esperanza, tu labor de Mesías venido para todos los que tienen esperanza. Por eso decimos:

-Observando también tu pasión y tu muerte realizadas hoy día, en los hombres y mujeres que sufren cualquier situación de injusticia, opresión o exclusión, nos sentimos interpelados a intervenir en esas situaciones, y a consagrar nuestra vida a la tarea de ser y dar esperanza para los demás. Por eso decimos:

-Al entrar en la “semana mayor” del año, nos sentimos unidos a todos los hombres y mujeres que creen en Cristo, esperando y deseando que llegue el día en que, más allá de cualquier frontera de separación religiosa, podamos decir todos juntos:

-Al saber por Jesús que el amor es el criterio supremo por el que serán juzgadas todas las naciones, soñamos con que llegue el día en que los hombres y mujeres de todos los Pueblos y Religiones invoquemos al “Dios-amor, de todos los nombres” y le digamos a una sola voz:

-Al comenzar una semana que también es para muchos de descanso, de interrupción del ritmo semanal ordinario, de vacaciones o incluso de turismo, queremos sentirnos unidos a todos los que en medio de esas actividades “profanas” no van a dejar de saber encontrarse consigo mismos y con lo divino que llevan dentro, por otras formas que las habituales; y con ellos queremos proclamar:

Oración comunitaria

Oh Misterio infinito, que, de muchas maneras y de una forma constante a lo largo de la Historia, has hecho surgir nuevos Mesías para salir al encuentro de las esperanzas de la Humanidad de todos los tiempos y de todas las religiones, especialmente al encuentro de las esperanzas de los pobres. Haz que los que nos sentimos iluminados por Jesús, admiremos consecuentemente su espíritu mesiánico de servicio y de lucha esperanzada, para que huyendo de toda imposición o arrogancia, y de toda alienación o resignación, pongamos siempre en el centro, por encima de todo, como él, la esperanza de un “cielo nuevo y tierra nueva donde more la Justicia”. Te lo queremos expresar con la esperanza misma de todas las personas y pueblos que hoy siguen necesitando y esperando un mesías salvador. Inspirados por Jesús, te lo pedimos a ti, que vives y haces vivir, en plenitud, por los siglos de los siglos.

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LLUUNNEESS SSAANNTTOO

NNiiccoollááss ddee FFllüüee ((11449977))

Is 42,1-7: Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones Salmo 26: El Señor es mi luz y mi salvación Jn 12,1-11: María tomó una libra de perfume y con él ungió los pies de Jesús

La familia de Lázaro, Marta y María era los mejores amigos de Jesús. Por eso no es de

extrañar que María quisiera tener el gesto de hospitalidad para recibir a Jesús, ungiéndole los pies según las costumbres de la época. Gesto que no es comprendido por Judas, no tanto por el recibimiento sino por el perfume costoso derramado sobre los pies de Jesús. En esta escena confluyen dos actitudes contrarias: la acogida y codicia. La acogida fraterna, sincera, generosa es un gesto típico de los pobres. Basta con llegar a casa de una persona sencilla y humilde para que se le brinde al recién llegado lo mejor. No es lo mismo cuando se llega a casa de alguien que tiene el interés como principio de vida. La otra persona tiene valor si es útil para un propósito egoísta y ambicioso. He ahí lo radical del mensaje de Jesús. Destaca la gratuidad de una amistad. Más aún, en un ambiente patriarcal, andrógeno, masculinizante y excluyente, la valoración y defensa que Jesús hace del gesto de la mujer, debió sonar desafiante. Con seguridad los que pensaban como Judas no debieron quedar muy contentos. ¿Qué gestos de solidaridad y hospitalidad se práctica en el ambiente en que vives? ¿Cómo se valoran los gestos de acogida en tu medio social y eclesial?

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MMAARRTTEESS SSAANNTTOO

LLeeaa,, ppeenniitteennttee ((338844))

Is 49,1-6: El Señor me llamó en las entrañas maternas Salmo 70: Mi boca contará tu salvación, Señor Jn 13,21-33.36-38: Les aseguro que uno de ustedes me va entregar

La vocación es misterio. El Señor llama desde el origen de la existencia. Y toda

llamada está estrechamente vinculada con una misión específica al servicio del pueblo de Dios. Una vocación implica la totalidad de la vida. Es un proyecto al servicio del Pueblo de Dios. La llamada vocacional tiene varios elementos a tener en cuenta. En primer lugar, Dios llama no a personas perfectas o “semisantas” sino a personas que tienen una historia, un cuadro familiar, un contexto social y religioso. Llama desde la condición de cada uno, teniendo en cuenta sus posibilidades y limitaciones. En segundo lugar, llama para consagrar dándole una misión específica. Jesús se despide de sus amigos más cercanos. Deja claro que no todos han comprendido y asumido el proyecto del Reino de Dios. Judas no comprendió la propuesta de Jesús. No se puede reducir la traición de Judas a una mala intención. Hay razones políticas, probablemente ambiciones de poder que lo llevaron a darle la espalda a Jesús y entregarlo a los adversarios. ¿Qué aspectos debes reforzar en este día santo para mantener firme tu vocación al servicio del Reino?

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MMIIÉÉRRCCOOLLEESS SSAANNTTOO

TToorriibbiioo ddee MMooggrroovveejjoo,, oobbiissppoo ((11660066))

Is 50,4-9: Ofrecí la espalda a los que golpeaban, la mejilla a los que mesaban mi barba Salmo 68: Señor, que tu bondad me escuche en el día de tu favor Mt 26,14-25: ¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?

Nos acercamos a la celebración del triduo pascual. El profeta Isaías continúa

presentando la figura del Siervo sufriente. Este misterioso personaje nos presenta la radiografía de Jesús en la pasión. Su palabra siempre fue de esperanza y aliento para los oprimidos. Pero tiene toda su confianza en Dios, su defensor. Desde la perspectiva del Nuevo Testamento podemos afirmar que Jesús es el Siervo sufriente del Señor. Mateo describe el contexto de la cena pascual en medio de dos episodios referentes a la traición de Judas. La primera parte presenta a Judas concertando la traición con los sumos sacerdotes y demás autoridades judías. Luego viene la narración de la preparación de la comida ritual de pascua, finalmente, cierra con el anuncio de la traición y la confrontación que hace Jesús a Judas. A veces las ambiciones de poder y de prestigio que anida en el corazón humano son más fuertes que la fidelidad al proyecto de Jesús y la lealtad al hermano de camino. La Eucaristía nos confronta a vivir la radicalidad al seguimiento de Jesús y solidaridad con el hermano perseguido, injuriado o calumniado. Pero también estamos convocados a asumir la condición de “siervo del Señor” para estar en plena disponibilidad para el servicio y la entrega por el Reino. ¿Cómo enfrentar las dificultades de la deslealtad en la familia y en la comunidad?

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JJUUEEVVEESS SSAANNTTOO

ÓÓssccaarr AArrnnuullffoo RRoommeerroo,, mmáárrttiirr ((11998800)),, CCaattaalliinnaa ddee SSuueecciiaa,, rreelliiggiioossaa

((11338811))

Ex 12,1-8.11-14: Prescripciones sobre la cena pascual Salmo 115: El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo 1Cor 11,23-26: Cada vez que coman y beban, proclamarán la muerte del Señor Jn 13,1-15: Los amó hasta el extremo

Jesús pasó la última tarde de su vida en Jerusalén en el círculo de sus discípulos,

probablemente también en compañía de las mujeres que habían ascendido a la ciudad santa con él. Fue esa tarde, la tarde de una fiesta pascual? Parece superflua la pregunta. Sin embargo hay razones para establecerla. Y de la relación que se establezca entre el ambiente pascual y la cena de Jesús depende en gran parte la interpretación que se deba hacer del acontecimiento histórico de la muerte y resurrección del Señor.

Si de todos modos aceptamos que Jesús y sus discípulos se reunieron para celebrar una cena pascual, entonces conviene que recordemos los pormenores de esta celebración. En Num 9,13 se deja entrever la seriedad que reviste para un judío celebrar la fiesta: no celebrarla es como no pertenecer ya al pueblo. Según Ex 12,3, la fiesta debía ser una fiesta familiar. La inmolación y el ofrecimiento del cordero, que debía ser realizada por algunos de los miembros de la familia en representación de la comunidad, debía tener lugar en el atrio de los sacerdotes "entre las tardes", es decir, en el tiempo que precedía al comienzo de la puesta del sol. (cfr Ex 12,6). La Haggada pascual orientaba la celebración, en el sentido de la memoria de la liberación de la esclavitud de Egipto (Ex 12,26s). Comer las carnes del cordero, beber el vino, compartir el pan sin levadura, que debía recordar con las hierbas amargas la miseria vivida en el Egipto, constituían el ritual que estaba acompañado de bendiciones y de la recitación de los salmos del Hallel.

En la cena festiva, el ambiente estaba impregnado por el recuerdo alegre y confiado de la liberación, que tuvo siempre una eficacia esperanzadora en épocas difíciles. En estas circunstancias Jesús tenía conciencia de su muerte y habló de ella. Los textos de Mc 14,25 y Lc 22,18 constituyen una profecía de la muerte. Jesús expresa, ante la probabilidad de su muerte, la confianza y la confirmación de su mensaje del Reino. No es necesario señalar que en esta sentencia de Jesús hubiera otras intenciones que tener en cuenta. Es suficiente y fundamental pensar, al leer estos textos, la intención escatológica de Jesús, que él relaciona estrechamente con la convicción de la posibilidad de su muerte.

En estas circunstancias, Jesús ha realizado una verdadera interpretación teológica de su propia muerte, en un sentido salvífico, indisolublemente ligada con su proyecto del Reino de Dios. Y, de nuevo, en este contexto tiene una importancia muy grande la relación que Jesús establece entre su muerte, así interpretada, y los elementos de la cena: el pan y la copa de vino. Comer el pan y beber la copa constituyen algo completamente

comprensible en el contexto de una cena judía, pero ahora esta acción tiene que ver con la interpretación de la muerte de Jesús, que él mismo ofrece. Jesús debió haber dicho otras cosas y debió haber compartido otros sentimientos con sus discípulos. Pero la tradición ha conservado sus sentimientos ligados principalmente con la acción del pan y de la copa. En cuanto a la última, no sabemos con seguridad si en la cena pascual, en tiempos de Jesús, se utilizaba o no una sola copa, en un momento determinado, pues todos tenían sus propias copas. La tradición cristiana recuerda, en todo caso, la utilización de una sola copa como característica de la cena del Señor (cfr 1 Cor 10,16).

Las palabras de Jesús que nos han sido conservadas para comprender el sentido del pan y de la copa compartidos, implican pues una interpretación salvífica de su muerte, tanto en el sentido de al expiación y de la representación ("morir por", "para el perdón de los pecados"), como en el sentido de una nueva alianza.

Jesús, que interpretó así su muerte y la relacionó intrínsecamente con los dones de la cena, le dejó a la comunidad de sus discípulos la posibilidad de vivir siempre la realidad de una nueva alianza con el Dios salvador, en el sentido del Reino definitivo que había anunciado. La relación entre alianza y Reino ya tenía una tradición importante, pero en la acción de Jesús adquirió una importancia trascendental y original para sus seguidores.

Haced esto en memorial mío: Este mandamiento del Señor es verdaderamente sagrado para los seguidores de Jesús. La experiencia comunitaria vivida originalmente por los discípulos se convierte en algo posible en todos los tiempos para los cristianos. Se trata de entrar en el destino histórico de Jesús, que es la historia misma de Dios, su Reino, que acontece definitivamente en la manifestación suprema del amor.

Participar así en el destino del Maestro significa hacer, de manera insuperable, la fraternidad humana. La cena del Señor es la asunción, por parte de los cristianos, de lo que nos une más profundamente: la vida misma del Maestro, la historia del Hijo del Padre en la que participamos todos como hijos también y como hermanos los unos de los otros.

Y la cena Pascual cristiana fue originalmente una pascua judía. Para los cristianos es el modelo de la celebración eucarística, el modelo de la celebración del misterio de la Pascua. Cada uno de nosotros somos los protagonistas de la Cena del Señor. Y cuando celebramos hoy una comida juntos, tenemos que hacerlo con la mentalidad de Jesús, una comida que anticipa el reino de Dios, una comunidad dispuesta al servicio que la fortalece y enriquece, pero sobre todo una comunidad de todos los hombres unidos por el lazo más fuerte: el amor.

Primera lectura: Éxodo 12,1-8.11-14: De la esclavitud a la libertad

La Pascua siempre ha sido una fiesta de liberación cuyos orígenes se remontan a costumbres anteriores ala Pascua del pueblo judío. En efecto, los pastores nómadas antes de emprender su viaje, en busca de mejores pastos para sus rebaños en la noche de luna llena, más cercana al equinoccio de primavera, sacrificaban un cordero o un cabrito nacido el año anterior, macho, sin defecto; para que no perdiera su energía vital, al comerlo no podían romperle ningún hueso. Además como estaban en una región desértica, sin agua, el animal no era cocido en agua, sino asado al fuego. Con su sangre rociaban las entradas de sus tiendas de campaña para evitar la entrada de los espíritus malignos portadores de enfermedades y desgracias. Como debían partir antes de la salida del sol, comían de prisa, calzadas las sandalias, el bastón en la mano y listos para partir.

El sacrificio y la comida tenían como fin asegurarse la protección de sus dioses en el camino que iban a emprender, donde podían encontrar salteadores y otros peligros.

Estos mismos ritos fueron adoptados por los israelitas cuando celebraron la Pascua; pero para ellos cambiaron de significado. Con la sangre del cordero marcan sus puertas para evitar la entrada del ángel exterminador; el cordero no sólo era inmolado, sino también comido; de esta manera los comensales se comprometían aún más con el misterio de la fiesta. La Pascua entre los judíos, unida indisolublemente a la liberación de Egipto, se reactualizaba en la liturgia, es decir se hacía presente como si ellos fueran los protagonistas y de esta manera el pasado se mantuvo vivo y los proyectaba hacia el futuro.

La mención de la sangre nos introduce en pleno sacramentalismo del Antiguo Testamento y por ella se opera la continuidad entre la Pascua judía y la Pascua cristiana. Pascua es la gran fiesta de la liberación de la servidumbre y de la muerte, donde la sangre del cordero juega una función redentora; más aún, como Egipto en el Antiguo Testamento es la tierra del pecado, la salida de Egipto es una liberación de la esclavitud material y de la del pecado. La Biblia concibe la salvación a medida que se desarrolla la revelación como una salvación del pecado. San Pedro desarrollando esta idea nos dice: habéis sido rescatados de vuestro vano vivir según la tradición de nuestros padres, no con plata y oro, sino con la sangre preciosa de Cristo, como cordero sin defecto ni mancha (1Pe 1,18b-19).

Salmo 115 (116): Señor, yo soy tu siervo, hijo de esclava, pero rompiste mis cadenas.

Este salmo es un cántico de acción de gracias y de confianza en el Señor que le ha librado de las cadenas de la esclavitud. Este salmo lo podemos leer a tres niveles: el canto del pueblo de Israel que en la libertad sabe que el Señor lo ha librado de la esclavitud en que vivía en Egipto. También es el canto de Cristo resucitado, que sabe que su Padre lo ha liberado de las cadenas de la muerte. Pero también es el canto de toda la Iglesia cristiana, liberada de las cadenas del pecado por la Pascua de su Salvador.

La respuesta del orante a la liberación con el voto de alabanza y sacrificio de acción de gracias, parece privilegiar la alegría y el agradecimiento del pueblo cristiano liberado definitivamente del pecado, de la muerte y de la ley, que celebra esta reconciliación en la eucaristía en presencia de su Señor muerto y resucitado por él.

Segunda lectura: 1Cor 11,23-26: Cada vez que comen de ese pan y beben de esa copa, proclaman la muerte del Señor.

Encontramos aquí el testimonio más antiguo de la celebración eucarística. Pablo transmite la tradición que él recibió de los discípulos de Jesús, al mismo tiempo que muestra que la eucaristía no es una celebración que recuerda un hecho pasado, sino que está abierta al futuro, a todos los tiempos, porque en ella anunciamos la muerte del Señor, la obra salvífica de Dios que ofrece a todos, en todas las épocas.

La Pascua judía tiene para los cristianos un nuevo sentido; como el texto del éxodo narraba la celebración litúrgica judía, Pablo muestra la celebración litúrgica cristiana como una nueva pascua, con el anuncio de la liberación bajo el signo de la sangre que ahora se ha transformado en pan y vino. Es el mismo rito de la alianza y de la

reconciliación, con paralelos que permiten comprender la celebración cristiana desde el sentido de la Pascua judía:

la noche de la salida de Egipto/la noche de la Pasión

el cordero del éxodo/el cordero pascual

memorial de las pruebas del desierto/memorial del sacrificio de Jesús

Pablo dirige su atención sobre todo a la asamblea y muestra como una celebración indigna de la Eucaristía desemboca en el menosprecio del Cuerpo místico de Cristo constituido por la asamblea y cómo ésta es el símbolo de la reunión de todos los hombres y mujeres en el reino y en el Cuerpo de Cristo. Una comunidad dividida por el odio y el desprecio a los demás no puede dar testimonio de esa unión, es más bien un escándalo.

Evangelio: Juan 13,1-15: ¿Comprenden lo que hecho por ustedes?

Jesús antes de partir de esta vida, quiere que sus discípulos comprendan, con un gesto simbólico, lo que significa su misión: el lavatorio de los pies es la expresión del compromiso por el servicio a la comunidad que se le ha encargado. Es muy significativo que en el lugar en que los evangelios sinópticos colocan la última cena, Juan, sin decir una palabra sobre esta cena, describe el signo más diciente del amor y del servicio, porque cuando había llegado la hora, en el momento en que su misión termina, Jesús quiere demostrar su compromiso definitivo con la humanidad por medio del servicio.

El lavado de los pies era un gesto que en la antigüedad mostraba acogida y hospitalidad; de ordinario lo hacía un esclavo o una mujer, la esposa a su marido, los hijos o las hijas al padre un gesto de deferencia o de consideración excepcional para con los huéspedes. Jesús rompe con la tradición: no pide ayuda. Él, que preside la cena y dentro de ella, realiza el lavatorio de los pies, demostrando que no hay alguno mayor que pudiera ser el primero; la comunidad de sus discípulos se conforma en la igualdad y en la libertad como fruto del amor; y el Señor se convierte en el servidor, porque la verdadera grandeza no está en el honor humano sino en el amor que transforma a los hombres y mujeres en la presencia de Dios en el mundo. Dicho gesto se comprende bien dentro de la teología de la encarnación del mismo Juan y también en el sentido de la misma en Pablo (cfr. Flp 2,5-8). Pero el gesto no apunta simplemente a presentarnos una teología propia de Juan, puesto que no es difícil encontrar en la otra tradición evangélica, la de los sinópticos, la misma inspiración naturalmente no dramatizada: por ejemplo en Lc 22,27, en el contexto de la cena, nos son transmitidas palabras muy significativas de Jesús en el mismo sentido: Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve.

Por otra parte, el mismo relato indica que el lavatorio de los pies es un medio por el cual los discípulos "tienen parte con" su Maestro (Tendrás parte conmigo: 13,8), lo que nos hace comprender que dicho gesto pertenece al cuerpo general de los preceptos destinados a los discípulos como comunidad cristiana, aunque no sea difícil referirlo a la actitud de quienes son asociados a la misión del Maestro en cuanto tal.

Estaba cenando con sus discípulos, nos dice el evangelista Juan que se levantó de la mesa, dejó el manto y, tomando un paño, se lo ató a la cintura. Minuciosamente nos describe la escena porque cada uno de estos detalles revelan el verdadero sentido de la acción que Jesús va a ejecutar: el verdadero amor se traduce en acciones concretas de servicio. Cuando se dice que Jesús dejó el manto se expresa cómo deja de lado su vida, la vida que

él da por sus amigos. Luego toma un paño, como el que usaban los sirvientes que es, por lo tanto, símbolo del servicio.

Jesús niega la validez de los valores que el mundo ha creado; al ponerse de rodillas ante sus discípulos, Jesús, Dios entre los hombres, destruye la imagen de Dios creada por la religión: Dios recupera su verdadero rostro con el servicio. Dios no actúa como un soberano celeste, sino como un servidor del hombre porque el Padre que no ejerce dominio sino que comunica vida y amor, no legitima ningún poder ni dominio. Lo que Dios hace por el hombre es levantarlo a su propio nivel; Jesús es el Señor, pero al lavar los pies a los suyos haciéndose su servidor, les da también a ellos la categoría de señores. Su servicio por tanto elimina todo rango porque en la comunidad que él funda cada uno ha de ser libre; son todos señores por ser todos servidores, y el amor produce libertad.

Sus discípulos tendrán la misma misión: crear una comunidad de hombres y mujeres iguales y libres porque el poder que se pone por encima del hombre, se pone por encima de Dios. Jesús destruye toda pretensión de poder, ya que la grandeza y el poderío humanos no son valores a los que él renuncia por humildad, sino una injusticia que no puede aceptar.

Pedro rechaza que el Señor le lave los pies lo que indica que éste no ha entendido la acción de Jesús. Él piensa en un Mesías glorioso, lleno de poder y de riqueza y no admite la igualdad. Aún no sabe lo que significa amor, pues no deja que Jesús le manifieste la grandeza de su amor y su medida: igual que yo he hecho con vosotros, hagáis también vosotros. La medida de nuestro amor a los demás es la medida en que Jesús nos ha amado y esto que parece imposible, se puede hacer realidad si nos identificamos con él. Deberíamos poder decir como Pablo: No soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí (Gal 2,20).

En cuanto a su significación, cada vez tenemos que repetir con el mismo entusiasmo que este relato del evangelio de San Juan nos transmite un mensaje verdaderamente central de la existencia en Jesucristo: la vida del Maestro ha sido un testimonio constante de la inversión de valores que hay que establecer para poder hacer parte del Reino de Dios. No es el poder, ni la dignidad accidental, ni ningún otro motivo de dominación lo que constituye el secreto de la verdadera sabiduría de Dios. El gran valor que ennoblece al hombre es el de tener la disposición permanente para servir. Jesús lo ha proclamado, según el evangelio de Juan, por medio de una parábola que tiene fuerza incomparable: el Maestro se ha convertido en un esclavo. El verdadero sentido profundo de la existencia del Maestro es el de ser servidor. Una lógica así se convierte en el secreto para edificar un mundo, cuya razón de ser no nos puede ser revelada sino por Dios mismo.

No celebramos la ceremonia del lavatorio de los pies simplemente para recordar un episodio interesante y conmovedor de la vida de Jesús, sino para reconocer en una expresión sacramental la única manera posible de ser discípulos del Maestro.

También Jesús nos enseñó que hay más gozo en dar que en recibir; hermosamente lo expresó Rabindranath Tagore: "Dormí y soñaba que la vida era alegría. Me desperté y vi que la vida era servicio. Serví y vi que el servicio era alegría".

También hoy es la fiesta de los ministros en la Iglesia. Es el día de recordar el espíritu del Señor en el servicio. El no vino para ser servido sino para servir. Una Iglesia pobre, que sirve, estará siempre cerca de los que aspiran a una liberación material y espiritual, de los que han emprendido el camino del éxodo.

http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/

El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» de los hermanos López Vigil, en el capítulo 110, que puede ser escuchado aquí (http://radialistas.net/category/un-tal-jesus/). Ahí mismo puede ser buscado el guión, y un comentario bíblico-teológico. También el capítulo siguiente se refiere al Jueves santo.

La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, tiene un capítulo, el 64, que se titula «¿El Cuerpo y la Sangre de Cristo?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el tema. Su guión y su audio puede recogerse en www.emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=160064 Hay varios otros varios guiones con temas relacionados, que se prestan a un debate-catequesis.

Este año, este Jueves Santo coincide con el 36º aniversario del asesinato de Mons. Romero, san Romero de América, hoy ya beato. No deje de visitar su página en internet (servicioskoinonia.org/romero), donde encontrará materiales sobre su persona y el significado de su martirio. Busque en google y verá que hay muchas otras páginas a él dedicadas.

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Is 52,13–53,12: Él fue traspasado por nuestras rebeldías Salmo 30: Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu Heb 4,14-16; 5,7-9: Se ha convertido en autor de salvación Jn 18,1–19,42: Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan

Is 52,13-53,12: Cuarto canto del Siervo de Yavé.

El cuarto poema del siervo muestra un personaje paciente y glorificado. Se trata de la narración que se hace de la pasión, muerte y triunfo del personaje, enmarcada por una introducción y epílogo que el autor pone en boca de Dios.

El contenido es clarísimo. Un inocente que sufre, dejando de lado la doctrina de la retribución que considera el sufrimiento como consecuencia del pecado; mientras que los culpables son respetados. Más sorprendente es aún, que el humillado triunfe y que un muerto siga viviendo. El mismo texto proclama que se trata de algo inaudito.

La biografía del siervo se presenta de una manera escueta: nacimiento y crecimiento (15,2), sufrimiento y pasión (3,7) condena y muerte (8), sepultura (9) y glorificación (10-11a). Los que narran los acontecimientos participan en ellos; son transformados y dan cuenta de esta transformación.

Dios confirma el mensaje con su oráculo. Anula el juicio humano declarando inocente a su siervo. Este sufrimiento del inocente servirá para la conversión de los demás. Su vida, pasión y muerte han sido como una intercesión por los demás y el Señor lo ha escuchado. El triunfo del Siervo es la realización del plan del Señor (v. 10).

Si después de leer el texto nos preguntamos ¿quién es este personaje que sufre hasta la muerte y sigue vivo? ¿a quién nos recuerda? Sin duda que la figura se parece a Moisés, o a Josías, quizás a Jeconías el desterrado, o al profeta Jeremías. Algunos piensan que es el mismo siervo de los cantos precedentes, otros que el profeta Isaías II, otros lo identifican con el pueblo judío o el pequeño resto. Una cosa si es evidente. Jesús, el Mesías quiso modelar su vida de acuerdo con el siervo de Is 53.

Cristo tenía muy clara la idea que El debía sufrir y morir y estos eran elementos de su misión redentora. Su identificación con el siervo de Yahveh en Mc 14,24 y sus paralelos, sacrificado por todos, es evidente. El Hijo del Hombre viene a cumplir su misión de Siervo de Yahveh. Desde qué momento se reconoció Cristo como Siervo de Yahveh? Desde el Bautismo (Mc 1,11 par. Is 42,1). En San Juan también aparece mucho la idea de la identificación de Cristo con el Siervo. Entonces no es una identificación posterior que hizo la comunidad cristiana, sino que es anterior. Es posible que el autor no hubiera comprendido la significación completa y total, tal vez no pensó en Cristo, pero sí en un personaje posterior que haría la intercesión total.

El Siervo de Yahveh es una personalidad corporativa. Es Cristo que actúa personalmente y su actuación repercute en toda la comunidad.

Salmo 30 (31): A ti Señor me acojo, no quede yo nunca defraudado.

Se trata de un salmo de súplica y una acción de gracias. En medio de la angustia, el salmista mezcla los gritos de socorro con las expresiones de confianza porque está seguro de que el Señor es su roca y su fortaleza. Esta confianza del salmista en el momento de la prueba nos invita a evocar en nosotros ese mismo sentimiento, seguros de que Dios escuchará nuestras súplicas.

Hebreos 4,14-16; 5,7-9: Dios lo proclamó sacerdote en la línea de Melquisedec.

El autor de la carta a los Hebreos presenta a Jesús como Sumo Sacerdote, no solamente como el responsable del sacrificio como lo era en el antiguo testamento, sino como el hombre lleno de misericordia, que asumió todos los sufrimientos del ser humano hasta la muerte, de tal manera que se convirtió en el modelo para todos los hombres. Su vida estuvo siempre condicionada a la voluntad del Padre, aún en el sufrimiento.

A este sumo sacerdote podemos acercarnos con libertad, sin miedo, porque en su trono abunda la gracia y por su misericordia conseguiremos el apoyo necesario.

Cristo fue llamado por Dios de la misma manera que Aarón y según el orden de Melquisedec, pero ya no para ofrecer el sacrificio y las oblaciones, porque él mismo es la víctima. Es un nuevo tipo de sacerdote que proporciona la salvación a cuantos se aproximan a él y su gran tarea es conducirlos al Padre.

Lectura de la Pasión: Jn 18,1-19,42

La narración de la pasión según San Juan nos presenta la imagen de Jesús que el evangelista ha querido forjar a través de todo su evangelio: un Jesús que es la revelación del Padre, al mismo tiempo que en él se revela la plenitud del amor. Aún pendiente de la cruz su vida y su muerte es una victoria, porque "todo se ha cumplido" como era la voluntad del Padre.

Las oraciones comunitarias

Las oraciones que la liturgia nos propone expresan los sentimientos que mueven a la comunidad cristiana. La universalidad de esta oración incluye aún a las personas que no pertenecen a la Iglesia y que no creen en Dios. La muerte de Jesús es una propuesta para que todos unidos participemos realmente de la nueva historia que surge de la cruz victoriosa.

Reflexión para hoy

La muerte ha sido el gran misterio que ha preocupado al hombre a través de toda su historia. Porque aunque éste ha pretendido negar todas las verdades, sin embargo hay una que siempre le persigue y nunca ha podido rechazar: la realidad de la muerte. Ni siquiera los ateos más recalcitrantes se han atrevido a negar que ellos también han de morir.

Para el pagano la muerte era toda una tragedia; no tenían ideas claras sobre el más allá, por eso no obstante que admitían una existencia más allá de la tumba, dicha

existencia estaba rodeada de oscuridad y enigmas. Además no todos admitían una vida después de la muerte porque ésta era un desaparecer total, el fin de todas las esperanzas, la frustración de todos los anhelos. Los mismos judíos aceptaban la resurrección pero la dilataban hasta el fin de la historia.

Para los discípulos la situación era muy desalentadora; ellos esperaban un Mesías terreno que iba a revivir las glorias del reinado de David y Salomón y he aquí que sus ilusiones se desvanecieron como la espuma. Esa sensación de desaliento está claramente expresada en uno de los discípulos de Emaús:

Nosotros esperábamos que sería él quien rescataría a Israel; más con todo, van ya tres días desde que sucedió esto (Lc 24,21).

La muerte de Jesús había sido un acontecimiento trágico; sus enemigos habían logrado lo que querían: quitarlo de en medio; los fariseos, porque había desenmascarado su hipocresía, los sacerdotes porque había denunciado la vaciedad de un culto formalista; los saduceos porque había refutado la negación de la resurrección; los ricos porque les había echado en cara la injusticia de sus actuaciones; los romanos porque pensaron que era un sedicioso.

Jesús murió abandonado por todos; sus discípulos huyeron, los judíos lo despreciaban; el Padre se hizo sordo a su clamor; esa tarde en la cruz colgaba el cuerpo de un ajusticiado, condenado por la justicia humana y rechazado por su pueblo. Parecía que el odio hubiera vencido sobre el amor; el poder sobre la debilidad de un hombre; la tinieblas sobre la luz; la muerte sobre la vida. Aquella tarde cuando las tinieblas cayeron sobre el monte Calvario parecía que todo había terminado y los enemigos de Jesús podían por fin descansar tranquilos.

Pero he aquí que en lo más profundo de los acontecimientos, la realidad era distinta. Jesús no era un vencido, sino un triunfador; no lo aprisionaba la muerte, sino que se había liberado de su abrazo mortal; lo que parecía ignominia se transformó en gloria; lo que muchos pensaban que era el fin, no era sino el comienzo de una nueva etapa de la historia de la salvación. La cruz dejó de ser un instrumento de tortura, para convertirse en el trono de gloria del nuevo rey y la corona de espinas que ciñó su cabeza es ahora una diadema de honor.

Al morir Jesús dio un nuevo sentido a la muerte, a la vida, al dolor. La pregunta desesperada del hombre sobre la muerte encontró una respuesta. Pero esto no significa que podamos cruzarnos de brazos y contentarnos con enseñar que la muerte de Jesús significó un cambio en la vida de la humanidad. Ese cambio debe manifestarse en nuestra existencia porque él no aceptó su muerte con la resignación de quien se somete a un destino ineludible, sino como quien acepta una misión de Dios. Por eso su muerte condena la injusticia de los crímenes y asesinatos, pero nos pide hacer algo contra la injusticia porque no solo condena la explotación de los oprimidos, sino que nos pide mejorar su situación; la muerte de Jesús no solo es un rechazo del abandono de las muchedumbres, sino que nos exige que nos acerquemos al desvalido.

Su muerte no es solamente un recuerdo que revivimos cada año, sino un llamado a mejorar el mundo, a destruir las estructuras de pecado; a restablecer las condiciones de paz; a construir una sociedad basada en la concordia, la colaboración y la justicia.

Jesús sigue muriendo en nuestros barrios marginados, en los soldados y guerrilleros que yacen en las selvas, en los secuestrados y prisioneros, en los enfermos y en los ignorantes. A nosotros nos toca hacer que se grito de desesperación que Jesús

pronunció cuando dijo “Padre, por qué me has abandonado” se convierta en el grito de esperanza: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”.

Siendo el evangelio de hoy todo el relato de la Pasión según san Lucas, pueden ser muchos los episodios de la serie «Un tal Jesús» que podrían ser escuchados. Puede elegirse en la página habitual: www.untaljesus.net

La serie «Otro Dios es posible», de los mismos autores, tiene un capítulo, el 85, que se titula «¿Los judíos mataron a Cristo?», que puede ser útil para suscitar un diálogo-debate sobre el tema. Su guión y su audio puede recogerse en www.emisoraslatinas.net/entrevista.php?id=180085 Hay varios otros varios guiones con temas relacionados, que se prestan a un debate-catequesis.

Recomendamos: "¿Cómo predicar hoy la cruz de nuestro Señor Jesucristo?", de Leonardo Boff, en "Pasión de Cristo, pasión del mundo" (ediciones en Sal Terrae de España, Indoamerican Press de Bogotá 1978, original portugués en Vozes, Petrópolis 1977). Es un texto corto que se presta muy bien para una reunión de estudio o reflexión del grupo bíblico o de toda la comunidad. Está disponible en la Revista Electrónica Latinoamericana de Teología, RELaT, nº 217: servicioskoinonia.org/relat/217.htm

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Gn 1,1–2,2 Vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno Salmo 32: La misericordia del Señor llena la tierra Rom 6,3-11: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más Lc 24,1-12: ¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? VIGILIA PASCUAL EN LA NOCHE SANTA Gen 1, 1 – 2, 2: La creación Sal 103: Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra. Gn 22, 1-18: El sacrificio de Isaac Sal 15: Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Ex 14, 15 – 15, 1: Paso del Mar Rojo Interleccional: Ex 15, 1-2.3-4.5-6.17-18 Is 54, 5-14: Las aguas del diluvio no volverán a cubrir la tierra Sal 29: Te ensalzaré, Señor, porque me has librado. Is 55, 1-11: Venid por agua, trigo, vino y leche de balde Interleccional: Is 12, 2-3.4.5-6 Bar 3, 9-15.32 - 4,4: Escucha, Israel, mandatos de vida Sal 18: Señor, tú tienes palabras de vida eterna. Ez 36, 16-28: Derramaré sobre vosotros un agua pura Sal 41: Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Rom 6, 3-11: Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más Sal 117: Aleluya, aleluya, aleluya. Mt 28, 1-10: Resurrección de Jesús según san Mateo

La vigilia pascual se inicia con la experiencia del fuego nuevo, y la luz que con este

fuego va iluminando poco a poco el recinto sagrado. Nuestra historia ha sido una historia de tinieblas y de muerte, una historia que parece no poder ver un camino de salida. Pero de la tumba vacía surge la luz, de la muerte surge el fuego-luz que anuncia que podemos creer en la vida, que podemos encontrar el camino en medio de la oscuridad, que la muerte no es la última palabra para el hombre. Por el fuego nuevo, por la luz del Cirio Pascual, por la luna llena que ilumina el firmamento en esta noche pascual, empezamos a experimentar en nuestra vida las consecuencias de la Resurrección de Jesús.

Las lecturas nos conducen desde la experiencia de la creación hasta la tumba vacía, porque Resurrección es agradecer los hermosos dones gratuitos de Dios que rodean nuestra existencia. Es vivir como el pueblo de Israel, la experiencia de la salida de la esclavitud a la libertad, una experiencia que pasa por el contacto con el agua del Mar

Rojo y para nosotros por la de las aguas bautismales; un camino guiado por la columna de fuego y por la nube que conduce a Israel de la experiencia de muerte a la de la vida.

La Bendición del fuego nuevo

En medio de las tinieblas del pecado y de la muerte, la bendición del fuego nuevo tiene como finalidad proporcionar la llama para encender el cirio pascual, que representa a Cristo Resucitado. A medida que el cirio avanza se va iluminando el templo, y de la llama del cirio se van encendiendo las velas de los presentes en el templo; se disipan las tinieblas cuando se propaga la salvación a partir del Resucitado. El Cirio Pascual permanecerá todo el año en el templo, como símbolo memorial de la celebración pascual.

La proclamación de la Resurrección

El canto del Pregón pascual (Exultet), es el punto culminante de la liturgia de la luz. En él se proclama la propagación de la luz en el mundo que disipa las tinieblas del pecado, guía a los hebreos en la salida de Egipto, vuelve a los hombres a la gracia, devuelve la inocencia a los caídos y a los tristes la alegría, destierra los odios, prepara la concordia y doblega el orgullo.

La Liturgia de la Palabra

Las diferentes lecturas del Antiguo Testamento permiten contemplar a través de la historia de Israel cómo se ha propagado la luz salvífica desde la creación. Estas lecturas nos recuerdan también que la historia de la salvación es nuestra propia historia y exhortan al compromiso de todos y cada uno con esta historia.

Primera lectura: Génesis 1,1-2,2a: La Creación

El primer relato de la creación

Toda la creación es la obra del amor de Dios Padre que quiso preparar para el hombre un lugar hermoso y adaptado a su dignidad de imagen de Dios. Al ser humano le corresponde el compromiso de continuar y conservar esta creación.

Desde nuestra sensibilidad ecológica actual, esta lectura debería asumir de alguna manera toda la inabarcable visión que la ciencia nos ha dado sobre la naturaleza. Una buena proyección, que recorra las etapas del desarrollo de la cosmogénesis (hay muchos, y fácilmente localizables en internet) puede reemplazar con ventaja la simple proclamación oral de esta lectura. También, se puede sustituir, con ventaja, debidamente justificada la sustitución ante el público, por la lectura de la página neobíblica «Génesis 1, narrado hoy», de Manuel Gonzalo (http://servicioskoinonia.org/neobiblicas/articulo.php?num=022).

Segunda lectura: Génesis 22,1-18: El Sacrificio de Isaac

La lectura de la salvación de Isaac nos coloca frente a las exigencias de la experiencia de fe de Abraham: aceptar que sólo Dios sabe cómo dirige la historia de salvación. De la misma manera que para el pueblo de Israel, para nosotros nuestra

historia se funda única y exclusivamente en la voluntad de aquél que libremente dispone de la historia, y en virtud de esa libertad dejó vivir a Isaac.

Tercera lectura: Éxodo 14,15-15,1 El Paso del Mar Rojo

Los israelitas eran esclavos en Egipto, eran un pueblo sometido a otro pueblo. Pero Dios vio la miseria y las penalidades del pueblo, escuchó sus clamores y le abre un camino de salvación al pueblo esclavo y salva a Israel del poder del faraón.

Cuarta lectura: Isaías 54,5-14: Con misericordia eterna te quiere el Señor

El Profeta Isaías nos describe con bellas figuras una vida nueva, esa nueva creación que Dios Padre llevó a su plenitud en su Hijo Jesús Resucitado.

El canto del Gloria

La alegría de la comunidad por la resurrección del Señor se expresa con el himno del Gloria, himno de acción de gracias que el pueblo entona al mismo tiempo que resuenan las campanas del templo y vuelve a escucharse la música. Con el canto de los ángeles estamos confesando que Jesús, el Mesías que fue crucificado, sigue viviendo porque fue resucitado por Dios quien lo ha glorificado por siempre.

Epístola, Romanos 6,3-11: Cristo, una vez resucitado ya no muere más

En la carta a los Romanos el apóstol Pablo nos enseña que por el bautismo también el cristiano pasa de la muerte a la vida. Ese misterio pascual de Jesús, misterio de muerte y resurrección es nuestro propio misterio, porque el cristiano, mediante el bautismo, está muerto al pecado y vivo para Dios. En Cristo Jesús el cristiano vive el misterio de Cristo muerto y resucitado cada día en los momentos de tristeza y gozo, de enfermedad y salud, cuando pecamos y sentimos que Dios Padre nos acoge con misericordia. Lo vivimos especialmente en los sacramentos. Cada sacramento que recibimos es una reactualización del misterio Pascual, y esto lo vemos muy clara en el texto de Romanos que acabamos de escuchar.

Salmo 117,1-2.16-17.22-23

Sólo sentimientos de gratitud a Dios se experimentan al considerar su obra en Jesucristo. La piedra angular del templo de Jerusalén reconstruido, fue piedra de escándalo. Ahora un universo nuevo construido sobre la piedra angular, Cristo, se ha establecido el día en que Jesús resucitó.

Evangelio: Lucas 24,1-12: No está aquí, ha resucitado.

La narración de la tumba vacía del Evangelio de Lucas pone en la boca de los ángeles vestidos de blanco, el significado de la Resurrección de Jesús para las mujeres que fueron al sepulcro al amanecer del primer día de la semana, y para todos nosotros: no podemos buscar a Jesús entre los muertos, porque está vivo, en medio de nosotros. Sólo nos corresponde descubrir el rostro de Jesús en las miles de personas que pasan por la calle, en los niños tristes y desnutridos, en las mujeres que necesitan un trozo de pan

para ellas y sus hijos; en el hombre maloliente que está a nuestro lado en el templo, en todos los hombres y mujeres que por diferentes caminos buscan a Jesús.

La tumba vacía no es una prueba de la resurrección de Jesús, sino la pregunta que sólo tendrá respuesta cuando se logre vivir la experiencia de Jesús resucitado.

Los apóstoles no creyeron en lo que las mujeres les narraron. Entre los judíos las mujeres no eran personas creíbles: mucha mujer, mucha mentira, se afirmaba entre los judíos. Mientras habían vivido la experiencia de Jesús vivo, Pedro comprueba que la tumba está vacía, se asombra, pero no ha logrado vivir la experiencia pascual.

El evangelio de hoy está recogido en la serie «Un tal Jesús» de los hermanos López Vigil, en el capítulo 124, que puede ser escuchado aquí (www.untaljesus.net/audios/cap124b.mp3) y cuyo guión –con un comentario bíblico-teológico incluido– puede ser recogido aquí (www.untaljesus.net/texesp.php?id=1600124). También el capítulo 123 sirve.

La liturgia bautismal

¿Qué mejor ocasión para ser incorporados a Cristo y para hacer memoria de nuestra incorporación a él, que la vigilia pascual? La Vigilia Pascual es también celebración bautismal: celebramos los bautismos, renovamos las promesas bautismales.

En este momento tenemos que tener en la mente la mejor explicación del bautismo, que se pueda dar, la. que nos ofrece el apóstol Pablo en la epístola a los romanos que se ha leído en la liturgia de la Palabra en la vigilia. San Pablo nos enseña que ser bautizados significa pasar con Cristo de la muerte a la vida y señala las consecuencias éticas de esta conformación con el destino histórico de Cristo: si hemos muerto con Cristo, ya no debemos pecar más, porque hemos entrado en una nueva vida.

La liturgia eucarística

Con los sentimientos de alegría que nos embargan, compartimos la Eucaristía, por medio de la cual realizamos el mandamiento que recibimos del Señor de hacer memoria de él: Haced esto para recordarme.

El recuerdo que ahora hacemos de Jesús, el Señor, no consiste en la pura evocación de una historia perdida en el pasado. Recordar ahora significa para nosotros hacer la experiencia de la vida nueva: Jesús, aunque ha muerto, vive para siempre. Jesús, así resucitado, está vivo desde Dios, el Padre, en medio de todo el cosmos. Cada vez que compartimos este pan y esta copa, como hermanos, queremos comulgar con la vida que Él vive y que Él quiere también para todos para siempre.

En el hemisferio norte, al que pertenece el escenario de la vida histórica de Jesús, la primavera llega ahora a su plenitud: estamos en lo que se llama el equinoccio de la primavera. La celebración de la resurrección de Jesús tiene por eso sabor a primavera; a agua fresca; a retoños que revientan por todas partes en las plantas; y olor a flores de todos los colores. La naturaleza nos quiere regalar también ella la impresión de un mundo en el que comienza a germinar la vida nueva. La celebración de la resurrección de Jesús tiene lugar también en el día de la luna llena: es la fiesta de la luz.

Con los cristianos de todos los tiempos queremos ver amanecer en esta fecha un mundo nuevo, que podrá hacerse realidad si nosotros asumimos el proyecto de Jesús de

Nazaret, que es el evangelio. Dios es el fundamento de la permanencia de la vida aún desde la muerte, de una forma que no conocemos, y que no es expresable.