David Noble

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DAVID NOBLE: Todos nosotros hemos escuchado que la tecnología aplicada a la educación puede aportar grandes cambios y mejoras a los procesos de enseñanza-aprendizaje. Sin embargo, existe una voz disidente, la del historiador y profesor de la Universidad de York, David Noble, quien afirma que el uso de tecnología -y más concretamente, el uso de tecnologías para la educación en línea- no resulta en mejoras reales a la calidad educativa, y que existen motivos ajenos a lo educativo por los que se impulsa ese tipo de reestructuraciones en los entornos educacionales. Lee algunos fragmentos del pensamiento de Noble al respecto. Una vez que los hayas leido, comenta este artículo y discute con tus compañeros su contenido. Se valorará altamente la profundidad y calidad de las reflexiones. -------------------------------------------------- Digital Diploma Mills (fragmentos). Por David Noble. Versión al castellano: Alejandro Díaz Infante Los eventos recientes en 2 grandes universidades norteamericanas anuncian dramáticamente que hemos entrado a una nueva era de la educación superior, una que lleva a la academia a la nueva era de la automatización. A mediados de verano la administración de la UCLA lanzó su histórica “Iniciativa de Mejoramiento Instruccional”, que requería que todos los cursos de ciencias y artes tuvieran páginas web para el otoño, y fue la primera vez en que una universidad grande hizo obligatorio el uso de tecnologías computacionales en la transmisión de la educación superior. Algo semejante ocurrió en la Universidad canadiense York. Pero, significativamente, tanto en UCLA con en York, los presumiblemente felices ciber estudiantes dieron indicaciones claras de que no estaban exactamente entusiasmados con su prospecto de futuro académico de alta tecnología, y se opusieron a la iniciativa tanto en UCLA como en York, apoyaron la huelga de los maestros y lanzaron su propia investigación independiente acerca de las implicaciones comerciales, pedagógicas y éticas de la tecnología de educación en línea. ¿Qué es lo que está alimentando esta prisa por implementar nueva tecnología con tan poca atención a la deliberación sobre los costos pedagógicos y económicos, así como el riesgo de la

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DAVID NOBLE:

Todos nosotros hemos escuchado que la tecnología aplicada a la educación puede aportar grandes cambios y mejoras a los procesos de enseñanza-aprendizaje. Sin embargo, existe una voz disidente, la del historiador y profesor de la Universidad de York, David Noble, quien afirma que el uso de tecnología -y más concretamente, el uso de tecnologías para la educación en línea- no resulta en mejoras reales a la calidad educativa, y que existen motivos ajenos a lo educativo por los que se impulsa ese tipo de reestructuraciones en los entornos educacionales. 

Lee algunos fragmentos del pensamiento de Noble al respecto. Una vez que los hayas leido, comenta este artículo y discute con tus compañeros su contenido. Se valorará altamente la profundidad y calidad de las reflexiones. 

-------------------------------------------------- Digital Diploma Mills (fragmentos). Por David Noble. Versión al castellano: Alejandro Díaz Infante 

Los eventos recientes en 2 grandes universidades norteamericanas anuncian dramáticamente que hemos entrado a una nueva era de la educación superior, una que lleva a la academia a la nueva era de la automatización. A mediados de verano la administración de la UCLA lanzó su histórica “Iniciativa de Mejoramiento Instruccional”, que requería que todos los cursos de ciencias y artes tuvieran páginas web para el otoño, y fue la primera vez en que una universidad grande hizo obligatorio el uso de tecnologías computacionales en la transmisión de la educación superior. Algo semejante ocurrió en la Universidad canadiense York. 

Pero, significativamente, tanto en UCLA con en York, los presumiblemente felices ciber estudiantes dieron indicaciones claras de que no estaban exactamente entusiasmados con su prospecto de futuro académico de alta tecnología, y se opusieron a la iniciativa tanto en UCLA como en York, apoyaron la huelga de los maestros y lanzaron su propia investigación independiente acerca de las implicaciones comerciales, pedagógicas y éticas de la tecnología de educación en línea. 

¿Qué es lo que está alimentando esta prisa por implementar nueva tecnología con tan poca atención a la deliberación sobre los costos pedagógicos y económicos, así como el riesgo de la alienación de los estudiantes y facultativos? Una respuesta corta podría ser el miedo de quedarse atrasados, las presiones incesantes del “progreso”. Pero hay algo más que eso. Para las universidades no es simplemente lograr una transformación tecnológica. Detrás de esos cambios, y camuflajeados por éstos, subyace otra razón: la comercialización de la educación. La tecnología no es sino su vehículo y su disfraz desarmante. 

El mayor cambio ocurrido en las universidades en las últimas 2 décadas ha sido la identificación de los campus como lugares significativos para la acumulación de capital, un cambio en la percepción social que ha dado como resultado la conversión sistemática de la actividad intelectual en capital intelectual y, por ende, en propiedad intelectual. Ha habido 2 fases

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en esta transformación. La primera, que comenzó hace 20 años y todavía está en camino, convirtió la función investigativa de la universidad, transformando el conocimiento científico e ingenieril en productos propietarios comercialmente viables, productos que podían ser comprados y vendidos en el mercado. La segunda, que es la época que atestiguamos ahora, convierte la función educativa de la universidad, transformando los cursos en courseware, en que la actividad misma de la instrucción se convierte en un producto que se puede comprar o vender. 

Esta segunda fase de la comercialización de la academia, se califica como la solución a la crisis creada por la primera fase. Ignorando cuáles son las fuentes reales de la debacle financiera, los campeones que promueven la instrucción basada en computadora ignoran que sus remedios de alta tecnología sólo van a agravar el problema, incrementando en vez de reducir, los costos de la educación superior. La experiencia a la fecha demuestra claramente que la enseñanza basada en computadora, con todas sus demandas ilimitadas sobre el tiempo del instructor y vastos requerimientos de equipo, actualizaciones, mantenimiento, soporte técnico y administrativo, no es superior a la educación tradicional. No es de extrañar que los maestros y estudiantes tengan recelo de abrazar a esta panacea tecnológica. Pero sus dudas no reflejan miedo sino sabiduría. 

Además, esta segunda transformación de la educación superior no es obra de maestros o alumnos, -los supuestos beneficiarios de esta educación mejorada- porque no se trata en absoluto de educación. Los promotores son los vendedores de hardware de redes, de software y “contenidos”. Apple, IBM, Bell, las compañías de cable, Microsoft, y las compañías Disney, Simon and Schuster, Prentice Hall, etc., que ven a la educación como un mercado para sus almacenes, un mercado estimado por la firma de inversiones The Lehman Brothers en varios cientos de billones de dólares. 

Los otros que promueven estos cambios son los administradores universitarios, quienes ven a esto como una manera de dar a sus instituciones una imagen más de moda. Pero, lo que es más importante, ven a la instrucción basada en computadora como una manera de reducir la fuerza de trabajo directa. Menos maestros y salones, al mismo tiempo que minan la autonomía e independencia de los facultativos. 

La mayoría de las universidades en Norteamérica están siendo rápidamente tomadas a esta fase de comercialización y, una vez que los facultativos y los cursos se suben en línea, los administradores ganan un control directo sobre el desempeño del docente y sobre el contenido de los cursos, abriendo paso al escrutinio, supervisión, regimentación, disciplina e incluso censura. Al mismo tiempo, el uso de tecnología abre una dramática extensión del tiempo de trabajo y su intensificación, conforme los docentes batallan a cualquier hora del día o de la noche para mantenerse a flote de la tecnología y responder a los alumnos, ya sea a través de chats, horas virtuales de oficina y correos electrónicos tanto para los estudiantes como para los administrativos, de quienes ahora están instantánea y continuamente accesibles. 

Más aún, una vez que los docentes ponen sus materiales en línea, sus habilidades de diseño y el conocimiento puesto en esos materiales queda

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fuera de su posesión, son transferidos a una máquina y colocados en manos de la administración. La administración está ahora en posición de contratar a maestros menos hábiles, pero más baratos, simples trabajadores para transmitir un curso tecnológicamente empaquetado. Esto también le permite a la administración, quien tiene la propiedad del curso, a vender el curso a cualquier parte sin tomar en consideración al creador original o incluso, sin su consentimiento. 

Pero lo que es más importante, es que cuando los docentes convierten a sus cursos en coursewares, sus servicios a largo plazo ya no se requieren. Se convierten en redundantes, y cuando salen, sus creaciones se quedan como propiedad de otros. En la novela clásica de Kurt Vonnegut “El Pianista”, el maquinista es animado por los ingenieros en automatización, quienes le dicen que su genialidad va a ser inmortalizada. Le compran una cerveza. Capturan sus habilidades en un tape. Luego simplemente lo despiden. 

Hoy los facultativos están cayendo en la misma trampa, de que su brillantez va a ser difundida a millones de personas. Y quizá así pase, pero sin su participación. Algunos docentes escépticos dicen que lo que ellos hacen no puede ser tecnologizado, y están en lo cierto. Pero será tecnologizado de todas formas, sin importar la pérdida en calidad educativa. Porque aquí la educación no es la cuestión esencial; lo esencial es hacer dinero. En resumen, las nuevas tecnologías de educación, al igual que en la automatización que ocurre en otras industrias, roban al facultativo de su conocimiento y habilidades, su control sobre su propia vida laboral, del producto de su trabajo y, al final, hasta de su medio de vida. 

Los docentes de la Universidad York habían escuchado toda la propaganda a favor de la educación en línea. Y, sin embargo, pelearon vigorosamente y lograron preservar la calidad educativa y protegerse a sí mismos del asalto administrativo. Durante su huelga contrarrestaron la propaganda administrativa con la verdad acerca de lo que pasaba realmente en la educación superior, y eventualmente ganaron el apoyo de los estudiantes, los medios, y el público en general. Pero lo que es más importante, aseguraron un nuevo contrato de trabajo que contiene provisiones únicas y sin precedente, que le dan a los docentes un control directo y sin ambigüedades sobre las decisiones concernientes a la automatización de la instrucción, incluyendo el poder de veto. Todas las decisiones relativas al uso de tecnología “deben ser consistentes con juicios pedagógicos y académicos y con los principios del docente con respecto a la pertinencia del uso de tecnología en las circunstancias”. Esto contribuye a hacer una mejora genuina a la calidad de la educación en vez de degradarla, mientras que al mismo tiempo preserva la posición del maestro, su autonomía, y su libertad académica. La batalla no ha sido ganada, pero es un comienzo.

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