Data Rev Antigua v03n2

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    CONTENIDO (Tabla original de la Revista antes de ser digitalizada)

    JOANNE RAPPAPORT La recuperacin de la historia en el gran Cumbal............ 7

    SUZY BERMUDEZ Y ENRIQUE MENDOZA Etnohistoria e historia social: dos formas de recuperacin del pasado............................................... 31

    JOANNE RAPPAPORT Interpretando el pasado paez....................................... 55

    ROBERTO PINEDA CAMACHO Malocas de terror y jaguares espaoles: aspectos de la resistencia indgena del Cauca ante la invasin espaola en el siglo XVI ............................................... 83

    CARL HENRIK LANGEBAEK Dispersin geogrfica y contenido simblico de la cermica Guatavita Desgrasante Tiestos: un ensayo de interpretacin ........................................................... 115

    Debates

    NINA S. DE FRIEDEMANN Antropologa en Colombia: despus de la conmocin..... 133

    FELIPE CRDENAS ARROYO La arqueologa en Colombia: inducimos, deducimos, o imaginamos? ............................................................. 157

    MARA VICTORIA URIBE ALARCON El manejo del tiempo en arqueologa ........................... 167

    Reseas bibliogrficas

    Nina S. de Friedemann y Jaime Arocha De sol a sol: gnesis, transformacin y pre sencia de los negros en Colombia. Resea por Peter Wade ....................................................................... 176

    Roberto De Zubira La medicina en la cultura muisca. Resea por Felipe Crdenas Arroyo .................................................... 181

  • Presentacin del Volumen 3, No.2 de 1987

    Con el presente nmero de la Revista de Antropologa del Departamento de Antropologa de la Universidad de Los Andes, damos cabida a una serie de trabajos originados durante el Taller de Etnohistoria realizado aqu en 1987, as como tambin a un interesante ensayo que por primera vez busca relacionar un tipo cermico con aspectos de simbolismo e ideologa entre los muiscas.

    Una nueva seccin, que hemos llamado "Debates", tiene doble intencin: primero, es un espacio para que los antroplogos y arquelogos expongan sus puntos de vista en acuerdo o en desacuerdo - con respecto a las investigaciones, datos y conclusiones que han ido conformando la estructura de nuestra disciplina y reas afines. En otras palabras, es un lugar para que se ventilen las diferentes posiciones tericas de nuestra antropologa para el enriquecimiento de las ciencias humanas.

    El Departamento de Antropologa de la Universidad de Los Andes considera que el futuro de la disciplina depende del debate abierto y dla crtica constructiva, y no de las tergiversaciones tericas que se hacen "entre bambalinas". Segundo, es tambin un espacio para presentar resultados nuevos y originales, o aspectos relevantes de alguna investigacin; como por ejemplo, resaltar una nueva fecha de radiocarbono, resear un documento relevante encontrado en archivo, o desarrollar nuevas hiptesis.

    Por otra parte, a partir de este nmero empezaremos a resear brevemente las tesis de grado que han sido aprobadas por el Departamento en el ao correspondiente. En nmeros subsiguientes, estaremos ofreciendo un resumen de las tesis que han sido presentadas en este Departamento desde su fundacin, como tambin informes sobre las investigaciones en curso que financia el Comit de Investigaciones de la Universidad.

    Sobra anotar que la Revista de Antropologa es un rgano de difusin para todas las ramas de la antropologa, y donde tambin se tienen en cuenta trabajos sobre arte, ecologa, historia y literatura --entre otras que de alguna u otra forma ayuden a enriquecer el conocimiento del hombre. Su contribucin es importante.

    Felipe Crdenas Arroyo Editor

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    Revista de Antropologa VoUlI, No.2, 1987 Departamento de Antropologa, Universidad de Los Andes, Bogot

    LA RECUPERACIN DE LA HISTORIA EN EL GRAN CUMBAL

    Joanne Rappaport Departamento de Antropologa, Universidad de Maryland

    profesora visitante Departamento de Antropologa, Universidad de Los Andes

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    Introduccin:

    El auge mundial de los movimientos tnicos y minoritarios, ms su empeo por recuperar su historia, han despertado un nuevo inters por parte de antroplogos e historiadores en la recopilacin de la tradicin oral. Algunos (Alien 1984; Price 1983; Rappaport 1985; Rosaldo 1980) se han dedicado al anlisis de la naturaleza y estructura de este pensamiento histrico, que se presenta en diversas formas, desde la narracin estilizada o libre, la expresin musical y el teatro, hasta el rito y la utilizacin de rasgos topogrficos como referentes histricos. Se han interesado, adems, por descubrir las definiciones nativas del quehacer histrico y por precisar los atributos de los historiadores locales.

    La historia no es tanto el monlogo grabado de un anciano venerado, como un dilogo entre personas, un dilogo mediado por el poder poltico, econmico y social cuya modalidad de expresin sea objetiva o metafrica, una narracin estilizada o unas pocas palabras est informada por las condiciones bajo las cuales viven el historiador y su pblico. La modalidad elegida por el historiador en un momento dado tambin llevar consigo su propio criterio de la verdad histrica. Es decir, la veracidad de una representacin histrica est fuertemente ligada a su contexto de presentacin. Las representaciones alternativas -- metafricas o "mitolgicas" que observamos en muchas tradiciones orales, no son malas interpretaciones de los acontecimientos del pasado, sino vehculos alternativos al de la historiografa tradicional, la que siempre est escrita desde arriba, en un lenguaje "objetivo" aunque su contenido no lo sea, y en formas poco asequibles a los que carecen de una educacin formal. Taussig, expandiendo sobre los pensamientos de Walter Benjamin, recalca la importancia poltica, la fuerza libertadora, que contienen las expresiones populares del pasado, cuando habla de:

    la enorme energa de la historia, la que permanece presa dentro del "haba una vez", de la narrativa histrica clsica. Aquella historia que demostraba las cosas "tal como verdaderamente eran", seal (Benjamn), era el narctico ms potente de nuestro siglo... La liberacin de aquella energa requiere modalidades especiales de presentacin, su meta es el desorganizar la imagen de un orden natural por medio del cual, a nombre de lo real, el poder ejerce su dominio (Taussig 1987: xiv).

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    Dada esta relacin entre expresin histrica y liberacin, es sorprendente el hecho de que los estudiosos de historias no occidentales no hayan profundizado en el rea de la utilizacin del pensamiento histrico dentro de los movimientos tnicos. En este artculo, tratar de esbozar los rasgos generales de la articulacin de historia y accin poltica en las comunidades indgenas del Gran Cumbal, Nario.

    Ubicado al noroccidente de Ipiales, el Gran Cumbal est compuesto por cuatro resguardos indgenas: Cumbal, Pann, Chiles y Mayasquer, que antes formaban un slo resguardo y cacicazgo pertenecientes a la etnia de los pastos. Sus aproximadamente 16.000 habitantes cultivan las faldas de los volcanes de Chiles y Cumbal, por encima de los 3000 metros. La produccin agropecuaria se concentra principalmente en el cultivo de tubrculos andinos y la ganadera lechera. Estas comunidades estn rodeadas por haciendas -- terrenos usurpados desde la poca de los encomenderos coloniales (Gobernacin de Nario 1980 ~ y los comuneros se han visto forzados histricamente a buscar la vida fuera de sus estrechas tierras tradicionales, en el peonaje de las haciendas, el empleo como cargadores en el camino de Barbacoas, la extraccin de recursos naturales, tales como la quina, el azufre, y el hielo y, ms recientemente, como jornaleros en los ingenios azucareros del Valle del Cauca y las plantaciones de palma africana de la costa ecuatoriana.

    En 1975, los comuneros de Cumbal recuperaron el Llano de Piedras, un terreno ubicado al oriente de la zona de habitacin indgena, que haba sido usurpado por los mestizos del pueblo a raz del terremoto de 1923 que lo destruy. Desde esta primera entrada a una hacienda, los cumbales1 se han organizado para recuperar, por la va del hecho, aquellas grandes propiedades que caen dentro de su ttulo de resguardo (Notara de Pasto 1908). El movimiento pro-recuperacin no es una novedad en Cumbal. Durante el siglo XIX, los indgenas viajaron a Popayn y a Quito en busca de sus ttulos, llevando con xito sus demandas hasta la Corte Suprema de Colombia. En los aos 30 del presente siglo el cabildo presida ceremonias nocturnas sobre posesin de lotes en el Llano de Piedras, demostrando as que la preocupacin por el territorio y la desobediencia civil encuentran sus raices en el pasado. Cabe agregar que todas las acciones de recuperacin de las tierras, tanto en el pasado como en la actualidad, estn respaldadas por

    1 Los habitantes indgenas de la parcialidad indgena de Cumbal se autodenominan cumbales. Los cumbaleos, en cambio, son los residentes mestizos de la cabecera municipal.

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    un conocimiento histrico y, generalmente, este conocimiento est transmitido por historiadores indgenas participantes en la lucha.

    Los cumbales retienen una fuerte identidad indgena, la que no aparece exclusivamente en su retrica poltica, sino que es muy evidente en su organizacin sociopoltica y su utilizacin del espacio, a pesar del hecho de que los cumbales no hayan hablado su idioma indgena desde hace casi dos siglos. El monolingismo de los indgenas ha sido utilizado por los mestizos puebleros y por los grandes propietarios, quienes creen que por no hablar lengua, no son indgenas y, por consiguiente, no deben gozar del derecho a recuperar sus tierras1. En el presente artculo, en cambio, acepto la validez de la auto identificacin indgena de los cumbales.

    En este artculo tratar de esbozar una visin amplia en torno a la naturaleza de la historia contada por los cumbales, a travs del anlisis de ciertos temas fundamentales: (1) las definiciones indgenas de la historia, (2) las caractersticas de los historiadores autctonos, (3) la historia en la vida cotidiana de los comuneros no historiadores, (4) la estructura del pensamiento histrico, y (5) la utilizacin del conocimiento del pasado en las acciones polticas actuales. A lo largo del artculo se har bien evidente que muchos elementos de la visin histrica de los cumbales provienen de la cultura dominante hispana. Sin embargo, creo que estos rasgos ajenos estn ordenados dentro de un modelo espacio- temporal propio y, por lo tanto, no pueden .entenderse como elementos aislados, sino que forman parte de un conjunto, la naturaleza del cual demuestra precisamente la especificidad cultural del pensamiento histrico cumbal. Adems, al acercarnos al tema de la visin histrica indgena, no podemos olvidar que esta gente tambin vive dentro de la historia, y experimentan sus propias transformaciones sociales que, hasta cierto punto, obedecen a los cambios ocurridos dentro de la sociedad dominante, pero que tambin tienen su propio rumbo cultural.

    1 Ciertos antroplogos (Chaves, et.al, 1986; Ziga 1986) estn empeados tambin en probar que los habitantes del sur y centro nariense no son indgenas, porque se han perdido una lista de usos y costumbres que stos consideran como fundamentales para la cultura indgena. En mi opinin, esta postura no nos ayuda a entender la realidad de estas comunidades y, adems, es peligrosa para la supervivencia de aquellas.

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    Los dominios de la historia

    Qu es la historia para un comunero del Gran Cumbal?

    Pues, claro, es un fundamento de sabidura, claro porque por medio de la historia uno sabe, conoce, se da cuenta, y para as conversar con los dems, o darles tambin alguna enseanza, por medio de la historia, porque en la historia uno, claro, ve lo ms interesante, y lo ms importante de lo que ha pasado en tiempos y de lo que pasa y puede suceder, puede venir, mediante la historia...

    Segn este historiador indgena, la historia es lo ms importante que ha pasado y lo que ser til para el futuro. Otro comunero no historiador expresa las mismas ideas en otras palabras:

    P: Estoy tratando de precisar, para los de Cumbal, qu es la historia, porque eso es importante si vamos a recuperarla.

    R: Ah! S, eso es una historia muy bonita, de que deja pues, en qu acordar y eso es pues, un

    _ ejemplo para los dems, los jvenes que vienen, pues, enseguida y para que se den cuenta lo que precisamente los mayores han luchado en la recuperacin, y ya con pensamiento claro, con ideas, pues, nuevas, no?

    A lo largo de mis conversaciones con los historiadores del Gran Cumbal, me di cuenta de que, para ellos, las cosas "ms importantes" son, en su mayor parte, aspectos de la historia poltica del resguardo: la vida y luchas de los caciques, la historia del cabildo, la prdida de tierras y de autoridad del cabildo, la trayectoria de demandas jurdicas y recuperaciones que han vivido. Otros temas, tales como la agricultura, cambios en el clima, la socializacin de los nios, los tejidos, sta es informacin conocida por casi todos y no slo por los historiadores; son datos contenidos en algunos relatos sobre el pasado, pero no son aquellos que narraran los historiadores cuando se les pide que cuenten historias. O sea, como en muchos pueblos indgenas, la historia se percibe como una arma para defenderse polticamente como pueblo (Bonfl 1985) y, por lo tanto, su contenido est dirigido hacia este objetivo.

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    Pero no es slo el contenido el que le da historicidad a un relato: tambin son centrales las evidencias que respaldan el contenido. Este punto se clarificar si contrastamos dos categoras de relatos o "conversas", que los indgenas mismos ven como contrarios: la historia y el cuento.

    P: Y cul es la diferencia entre cuento e historia? R: Pues, la diferencia de la historia y un cuento pues, bueno que un cuento se lo inventa pues, casi muchas veces es mentira, no? Yo creo que, claro que alguno que piense le voy a decir un cuento pues, se saca de la cabeza, pues, se le hace una mentira al otro para que se ra un rato, o estar contento con el otro. Pero esta historia es una cosa de que es cierta, y lo que ha pasado con nuest ros mayores , y lo que se ha hecho en recuperacin, porque estamos de presentes. p: Entonces, por ejemplo, la historia del toro y del bramadero1, eso si es historia? R: S.

    P: Y la conversa de la Mama Grabiela en el Gritadero, y la piedra Moledora2, es historia o cuento?

    R: Pues, eso , yo me parece que es un cuento, no? P: Por qu? R: Porque yo pues, tambin iba para all, pero no vea nada. Decan la Moledora, la Moledora, pero dnde est la moledora? Los que bamos para all, que por all es una piedra que est en el monte...pero yo quiero verla, pues, nadie hacerse ac, camine ac est, yo le amuestro aqu est. Porque uno hay que ver y creer, porque de otra manera mientras no vea pues, eso es como un cuento.

    P: Y el cacique Cumbe, sa es historia o cuento?

    1 A mediados del siglo XIX, el cabildo de Cumbal recuper una hacienda llamada "El Zapatero" por medio de una demanda llevada hasta la Corte Suprema de Justicia. El propietario abandon su terreno, dejando all un torete y un bramadero. Meses despus, cuando los indgenas le avisaron de la presencia de aquellos en la hacienda, l enfatiz que los haba dejado como evidencias de su posesin, y as El Zapatero cay de nuevo en manos del terrateniente. No fue sino hasta 1975 que los indgenas lograron recuperar la propiedad mediante compra 2 Este es un relato sobre la mujer antropfaga que devoraba a la gente que transitaba por el camino de Cumbal a Mayasquer.

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    R: No, eso claro es una historia. P: Y cmo sabe que es historia? R: Pues, claro, desde que fue el primer nativo que recibi el resguardo. P: Pero, cmo sabe que es verdadera la conversa? R: Ah! No. Porque eso existe en los ttulos que maneja el cabildo. Entonces, no es cuento, ni

    mentiras, sino que ,pues, encuentra, ah se lee, uno se da cuenta de como es lo que han sido y como ha sido el cacique, hasta donde mandaba el cacique, el resguardo del municipio de Cumbal, que no se pasaba de un lado a otro, ni a pelear con los caciques de Carlosama, con el cacique de Guachucal, San Diego, Mallama, no?

    De esta conversacin, quedan claras algunas reglas de la distincin entre historia y cuento:

    1. La historia proviene de las experiencias de los mayores, a travs de sus los relatos.

    2. La historia est basada en evidencias tangibles, tales como documentos escritos o sitios topogrficos;

    3. La historia proviene de la experiencia personal del narrador, ya sea porque vivi el acontecimiento, o porque ha experimentado alguna relacin con las evidencias que sobreviven del evento.

    Esto ltimo es muy interesante, porque es ah donde percibimos la naturaleza propia de la definicin de la historia en el Gran Cumbal. El mismo interlocutor me convers sobre sus experiencias en el monte, en busca de la quina. All se perdi un hombre por el espacio de varios das. Al ser encontrado, cont que un espritu maligno le haba llevado ms y ms distante de sus compaeros. El interlocutor me dijo que la "conversa" era cierta, que el hombre se haba perdido, y que era historia porque el mismo narrador haba estado all. Pero el relato del espritu maligno, segn l, era cuento, porque l no cree en estos espritus. Sin embargo, otro me coment que el relato era histrico, porque en otra ocasin, l haba odo los gritos del mismo espritu maligno del bosque. Otra vez un interlocutor me coment acerca de un relato que para algunos sera cuento, lleno de seres sobrenaturales; pero cuando le ped que lo clasificara, me dijo que era historia, porque a pesar de su contenido, el protagonista utilizaba aquellas hierbas que todava forman parte de la botnica de los curanderos. Es decir, para este interlocutor, el hecho de que reconociera algunos elementos del relato como parte de su

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    vida cotidiana, le llevaba a clasificar el relato como historia y no como cuento. Por lo tanto, la historicidad de un relato proviene del mismo narrador, quien goza de la flexibilidad de poder clasificar, como historia o como cuento, segn su propia experiencia, las historias que ha odo de los mayores, los documentos que ha ledo, y la confianza que tenga con los dems participantes en la conversacin. Esto quiere decir que no existe una distincin clara entre historia y cuento, sino que es una decisin coyuntural por parte del narrador y su pblico. Es ms, en algunos casos, nadie puede precisar si un relato es historia o cuento, y varias veces los interlocutores se han abstenido de clasificar el contenido de una conversacin.

    Los ms confiables en relatar los eventos del pasado son los historiadores, personas reconocidas como buenos "memoristas". Generalmente son hombres, pero tambin hay unas pocas historiadoras. Son personas ya de edad, pero no necesariamente ancianos. Todos los historiadores que yo he conocido son buenos narradores. Generalmente sus relatos toman la forma de dilogos, y a veces cambian de voces cuando asumen el papel de un protagonista u otro. Pero la capacidad de sostener el inters del pblico es un atributo necesario, aunque no suficiente, del historiador cumbal: muchos cuentistas son buenos narradores sin ser historiadores. El conocimiento y la legitimidad de un historiador provienen de su experiencia poltica. Todos los grandes historiadores del Gran Cumbal han sido cabildantes -- o, como en un caso, esposa, abuela y nieta de cabildantes activos por muchos aos en los quehaceres pblicos de la comunidad. Es a travs de esta actividad que adquieren su familiaridad con los pleitos antiguos de la comunidad y con la historia de los caciques, conocimiento que proviene en gran parte de su lectura de documentos del archivo del cabildo, pero tambin de sus mltiples oportunidades de escuchar a los mayores ms comprometidos con las recuperaciones del pasado.

    Aquellos antiguos cabildantes que son conocidos como historiadores, han adquirido sus conocimientos, segn los comuneros, a travs de su estudio de la ley, ms especficamente, la Ley 89 de 1890, la Ley de los Resguardos, y los varios decretos y amparos concernientes a los linderos de la comunidad:

    S seora, yo la le, la Real Provisin (Notara de Ipiales 1906), esa la conoc, la Real Provisin, la tenan desde que yo estuve en la escuela, desde eso

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    la le, hasta le saqu una copia... Yo tena la Real Provisin de propiedad.

    Una historiadora, legitimada por su relacin de parentesco con muchos cabildantes, y porque tena su propia copia de la Ley 89, me mand hablar con su hermano, uno de los historiadores ms reconocidos del resguardo, cuyo principal conocimiento es acerca de la Ley 89:

    P: Ha odo de los caciques Mites? R: No, pero all tiene que haber habido los principales, pero la Ley 89 debe decir y mi hermano, que lea, debe saber, porque a l lo indagaban los abogados que porque decamos que eramos dueos legtimos como lo eramos...

    En Cumbal, existe una fuerte identidad entre historia y ley. Para muchos, son facetas de la misma cosa. Por eso, no me era sorprendente cuando en una ocasin le pregunt a un comunero acerca de la historia de la laguna de Cumbal y, despus de comentarme sobre el hecho de que all existe el lindero entre Cumbal y el resguardo de Muellamus, se pregunt sobre cul "historia" rega en la laguna. Y tampoco me sorprendi cuando la gente deca que yo era una doctora de leyes, porque desde su propia perspectiva, este oficio y el del historiador son idnticos.

    Tales requisitos para ser historiador limitan mucho a los posibles practicantes del oficio. Automticamente excluye a la mayora de las mujeres, salvo aquellas que han gozado de relaciones muy estrechas con cabildantes, de la habilidad de leer, y de un comportamiento pblico ms agresivo que el que caracteriza a la mayora de las mujeres. Adems, la participacin como cabildante es tambin limitada . La mayor parte de los cabildantes-historiadores viene de unas cuantas familias que tienen una larga trayectoria de participacin en la vida pblica de la comunidad para ser historiador. Hasta el momento, entonces, hay que provenir de estas familias.

    Pero ser cabildante no basta para ser historiador. El cabildo est compuesto por seis regidores de las seis veredas, un gobernador y un teniente. El primer da del ao los integrantes del nuevo cabildo elijen a su directorio entre los seis regidores -- o sea, su presidente, vicepresidente y tesorero. Cuando pregunt sobre por qu slo algunos cabildantes llegarn a ser historiadores, me dijeron que los nicos que generalmente logran estudiar las leyes son los principales del cabildo; ellos no comparten este conocimiento con los dems regidores. Por lo

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    tanto, solamente aquellos podran llegar a ser historiadores. Adems, muchos de ellos tambin han servido de secretario del cabildo, gozando de una relacin ms estrecha con la palabra escrita y los documentos claves de la historia del resguardo. Son, en su mayora, de dos veredas, las que siempre se han preocupado por la educacin de sus hijos, y las que siempre han gozado de bastantes recursos econmicos para lograr este objetivo. En otras palabras, los historiadores de Cumbal han tenido que gozar de una influencia poltica considerable, adems de un poder ms extenso.

    Historia y vida cotidiana

    En muchas ocasiones, la historia de Cumbal no est narrada, sino que est experimentada a travs de la vida cotidiana. Esto no quiere decir que la vida diaria es historia, sino que en varias coyunturas los quehaceres de la vida estimulan la memoria histrica, dando la oportunidad para narrar o solamente recordar cosas del pasado. Aun cuando existen mltiples ejemplos de historicidad en la vida cotidiana de Cumbal, los ms claros son dos: la cultura material y la socializacin de los nios.

    No es nada nuevo decir que la cultura material de un pueblo tiene su propia historicidad. Lo importante es precisar aquellos elementos de la cultura material que son ms histricos que otros. Aqu hablar de dos: las zanjas que dividen las propiedades y las varas de mano que cargan los cabildantes.

    Desde la invasin espaola, los viajeros se han maravillado de las tremendas zanjas que cruzan y entrecruzan el territorio de los Pastos. Estas inmensas cunetas, que pueden llegar a unos tres metros de ancho, tres de profundo y varios kilmetros de largo, dividen las propiedades de los indgenas y forman fronteras entre indgenas y propietarios blancos. Hechas por minga, son considerados como linderos por excelencia, puesto que son ms difciles de borrar y que inhiben que los animales pasen fcilmente de una propiedad a otra. Las zanjas precolombinas y coloniales se han borrado con el tiempo, sea de la superficie de la tierra o de la mente de los actuales habitantes. Sin embargo, las zanjas conllevan una historia ms reciente, una que a veces se extiende a la poca de la independencia. Los dueos de un terreno mantienen el conocimiento acerca de quin construy cada zanja y esta informacin les lleva a pensar en la historia de la tenencia de la tierra, la historia de los pleitos entre familias, y la historia de individuos excepcionales de su familia.

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    Las varas de mando que cargan los cabildantes tambin son portadoras de la historia. El cabildo no tiene varas de propiedad, sino que cada nuevo regidor est obligado a comprar una vara propia, o de conseguirla prestada de un pariente o vecino. Cada portador de una vara sabe la historia de su insignia:

    R: El bastn que se conserva donde el seor Benjamn Cuaical tiene ms de 200 aos. Fue el primer dueo Juan Agustn Cuaical. Siendo joven, bail de danzante doce aos consecutivos. Enseguida, pas a poder de Fidel Cuaical. Despus de Fidel Cuaical, pas el bastn a poder de Valentn Cuaical, que fue mi padre. Despus lo conservo yo hasta la actualidad, Benjamn Cuaical, y con este bastn, acab Juan Agustn Cuaical un ao en Tquerres, de gobernador.

    P: Y esta vara tambin salv la vida de Don Agustn...

    R: S seora. Esta le salv la vida. Cuando lo iban a fusilar en tiempos de la Revolucin, pero eso ya no s en cul ao fue, el tiempo de la

    Revolucin, como que fue en tiempo de la guerra de Toms Cipriano de Mosquera... No, en

    la de Mosquera no fue... Ah yo no le doy ese dato, porque yo no s en qu revolucin sera,

    como en ese tiempo haba tanta revolucin, que se revolucionaban por ganar el poder... Pero se supo que en ese tiempo, en algunas de esas guerras, lo iban a fusilar a don Agustn Cuaical, l todava como dije ya que l fue ya abuelo, ya abuelo que ms que sea, que lo sacaron ya para fusilarlo. Y entonces, cuando ya han estado para fusilarlo, entonces, apareci un comandante ya de la Fuerza Armada. Entonces es que grit "Alto ah", es que haba dicho, "Ese indio acab gobernador en Tquerres, djenlo" As, elai !

    Entonces, acabado con ese bordn, gobernador en Tquerres.

    Lo que demuestra esta conversacin, es que la vara de mando, aquella insignia que para los Cumbales representa el cabildo y la Ley 89 de 1890, sirven como un estmulo para la memoria histrica: tanto la memoria genealgica, como la historia ms amplia de la comunidad y sus relaciones con la sociedad dominante.

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    amplia del resguardo, a la historia de los caciques. Esta multidimensionalidad se logra de varias maneras:

    1. Los indgenas sostienen que la ceremonia de posesin est dictada por la Ley del 89, la que es, para ellos, la historia.

    2. Leen y firman un documento de posesin, el cual formar parte del archivo del cabildo, esto es, los datos para la historia de las generaciones venideras.

    3. Los usufructuarios adoran la vara de mando del presidente. De estaforma repiten las ceremonias de su socializacin, pero delante de un smbolo que representa varias generaciones de mando poltico, varios padres, abuelos y bisabuelos.

    4. Las palabras que ora el presidente son metafricas, invitndoles a pensar en otros aspectos de la historia: segn ellos, son las mismas palabras que usaron cuando el cacique Cumbe recibi la primera obsesin en el resguardo. Adems, el texto de posesin aparece en la Real Cdula. Por consiguiente, son palabras que prestan historicidad a la nueva relacin de usufructuario que nace con el acto de posesin.

    Las expresiones de la historia

    Metforas histricas

    No son slo las actividades de la vida cotidiana que llevan a los cumbales a recordar su historia. Existen tambin ciertas metforas, usadas cotidianamente, que despiertan la memoria en sus oyentes. Son metforas que sirven en mltiples ocasiones, forjando relaciones entre varias instancias de la vida actual y la vida pasada. Aqu hablar de dos de ellas, las cuales estn relacionadas entre s.

    El resguardo de Cumbal est dividido en seis veredas, antes llamadas secciones: Guan, Tasmag, Cuaical, Quilismal, Nazate y Cuaspud. Aun cuando existen seis secciones, slo se pueden mapear cinco, dado que Cuaical y Quilismal estn intercaladas y ocupan el mismo territorio, los terrenos de cada seccin se los puede precisar solamente al nivel de hogares. Cada uno de los cinco territorios es endgamo; existen muy pocos matrimonios entre una vereda y otra, con la nica excepcin de Cuaical y Quilismal que ocupan el mismo territorio. Por lo tanto, los apellidos son muy diferentes de una vereda a otra, y en cada vereda el apellido ms numeroso es aquel de los caciques coloniales que reinaban all.

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    Para los cumbales, estas estirpes son de suma importancia, y frecuentemente se refieren a ellos mediante la metfora de un tronco que renace con ramas, que son la descendencia. Estas familias llevan apodos, que distinguen entre las varias ramas de una sola familia. As que, en'la familia Tarapuez, hay tres ramas grandes: los Eugenios, los Ursulos y los Alcntares, que provienen de tres antepasados, Eugenio, Ursulina y Pedro Alcntar Tarapuez. La mencin de estos apodos, o de la idea del tronco y su renaciencia, les llevan a recordar la adquisicin de los terrenos de la seccin y los pleitos que surgieron entre los varios miembros de la familia Tarapuez sobre el pramo.

    Pero la nocin de la renaciencia tambin les hace recordar otras historias y metforas claves. Por ejemplo, una cancin compuesta a partir de la ola de recuperaciones que empez en 1975 dice, "El cacique Cumbe tendr que venir..." declaracin metafrica que representa la necesidad de reconstituir el resguardo colonial a travs de las recuperaciones, y la reunificacin de los cuatro resguardos del Gran Cumbal, pero que es, adems, claramente mesinica y alude a la renaciencia del hroe colonial. Esta relacin entre los "renacientes" y el cacique est expresada frecuentemente en las historias orales de Cumbal.

    La metfora del tronco da lugar a otra metfora que liga a las historias de familia con la historia del resguardo, y la prctica del cabildo actual como renaciente del resguardo antiguo. Los antepasados de Nazate llevaban cuadernos genealgicos de sus estirpes apuntes llamados "troncos" o "rboles". Desafortunadamente, estos cuadernos se han perdido con el tiempo. Una interlocutora me habl de estas genealogas:

    Que haba en este tiempo rboles, bien reformados los familiares. Que haba el rbol como la planta de la mano.

    Esta nocin de los diferentes estirpes de los Tarapuez siendo como los dedos de la mano est repetida en otras ocasiones menos locales y ms polticas, ms precisamente, en la retrica actual del cabildo. Para hablar de la unidad de las seis veredas, el gobernador y presidente se refieren muchas veces a los dedos de la mano y al resguardo como la planta de la misma. De esta forma, ligan su prctica poltica a una metfora cuyas races se encuentran en el discurso histrico.

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    Tiempo y espacio

    No se puede hablar de la historia de Cumbal sin referirse a la identidad de tiempo y espacio que rige la memoria de su gente, segn un modelo muy conocido en el mundo andino. Como ya se mencion, Cumbal est dividido en seis secciones o veredas. Estas estn organizadas en franjas que irradian de un punto central -- ms o menos el pueblo de Cumbal. Las franjas estn divididas por ros, acequias y zanjas. Llevan un orden fijo: la primera seccin es Guan, luego sigue Tasmag, Cuaical, Quilismal, Nazate, y finalmente, Cuaspud. Guan est al noroccidente y Cuaspud al suroriente.Todo aspecto de la vida comunitaria de Cumbal est regido por este orden de las secciones, desde la eleccin de gobernadores y las decisiones del cabildo, hasta la reparticin de cargos de fiesteros y, finalmente, la cronologa histrica.

    El tiempo poltico sigue el patrn de este orden topogrfico. En cada ao, el gobernador viene de una vereda especfica, siguiendo el orden topogrfico. As en 1984 el gobernador y teniente eran de Guan ; en 1985 de Tasmag, en 1986 de Cuaical; y en 1987 de Quilismal; el gobernador de 1988 ser de Nazate y en 1989, de Cuaspud. O sea, el tiempo poltico de Cumbal est ordenado por espacios de seis aos, dentro de los cuales se cumple una rotacin completa de la gobernacin desde la primera hasta la ltima vereda. En la votacin por regidores, primero se elige al regidor de Guan, luego el de Tasmag, siguiendo el orden hasta votar por el regidor de Cuaspud. La entrega de los archivos de cada seccin a los nuevos cabildantes tambin sigue este mismo ordenamiento. En las reuniones del cabildo, cuando el gobernador pide a los regidores que den su opiniones sobre algn asunto, siempre empieza por Guan y termina por Cuaspud. En el pasado, cuando los cabildos repartan cargos de fiestero, los nombramientos tambin seguan el mismo orden. Y la mesa del cabildo reproduce el orden al revs, con el gobernador ocupando el lugar del cerro de Cumbal en la topografa de la regin. Este aspecto de la organizacin sociopoltica y temporal de Cumbal se asemeja profundamente a la organizacin de Tawantinsuyu, el imperio de los incas, compuesto por numerosas secciones que radiaban de un punto central, a travs de la cual se rega la participacin en la poltica y en el rito imperial (Zuidema 1964).

    El ordenamiento de las veredas de Cumbal tambin divide el tiempo en unidades de un ao. Aunque los Cumbales actuales usan almanaques para fijar sus calendarios agrcolas, no es una coincidencia que el orden de las secciones sea como un enorme calendario: el sol sale por Guan en el solsticio de junio, siguiendo su ruta en frente de las

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    dems veredas, hasta salir por Cuaspud en el solsticio de diciembre, las dos grandes cosechas tradicionales en Cumbal.

    Pero lo ms interesante es que en este ordenamiento tambin rige la organizacin del pensamiento histrico. Las seis secciones de Cumbal pueden ser simplificadas en tres: Guan y Tasmag comparten apellidos y compartan en el pasado ciertos cargos en las fiestas. Cuaical y Quilismal ocupan un solo territorio. Los restantes, Nazate y Cuaspud, forman una tercera seccin, dentro de la cual hay estrechas relaciones sociales. Esta simplificacin de la estructura de las seis veredas no es ajena al patrn andino: cada seccin de Tawantinsuyu estaba compuesto por tres grupos de tres rayas imaginarias o ceques (Zuidema 1964). Son las tres grandes secciones que facilitan un patrn para la cronologa de la historia contada por los cumbales. El primer cacique, Cumbe, era de Guan, seguido por dos caciques, los hermanos Mites, de la misma vereda. La prueba de su existencia no viene solamente de los documentos: sus descendientes todava viven en la vereda, llevando el apellido Cumbal. Despus de estos primeros caciques, viva el cacique Pedro Alpala, de Cuaical. Solo despus, hablan de los tres hermanos Tarapuz, de Nazate, quienes compraron la hacienda grande de Cuetial, expandiendo as el territorio indgena mientras recuperaron tierras que haban sido usurpadas por los espaoles1. El hecho de que la cronologa histrica siga el ordenamiento geogrfico no es novedoso en el mundo andino: Zuidema (1982) mantiene que el orden de los reyes de las dinasta inca era, en realidad, una reproduccin del orden geogrfico, poltico y ritual dentro del discurso histrico.

    La recuperacin de la historia

    En el idioma quichua, los trminos para el"pasado" y "por delante de uno" son idnticos: awpa. En otras palabras, dentro de la visin quichua del pasado, la historia est enfrente del espectador y su rumbo es hacia atrs. Esta visin espacio-temporal de la historia contrasta con la nuestra, en la cual el pasado est por detrs del observador, y el proceso histrico mueve hacia adelante. Los cumbales no hablan sino el castellano, pero han retenido esta visin netamente andina del tiempo y el espacio: en el habla~de Cumbal, cuando uno quiere "lo pasado", se dice en adelante.

    1 La Real Cdula (Notara de Ipiales 1906) demuestra que Pedro Alpala y los primeros caciques Tarapuz eran contemporneos. Sin embargo, en la conciencia histrica actual, estos gobernantes estn dispersos a lo largo de una trayectoria temporal que concuerda con el orden geogrfico de las veredas.

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    He discutido este aspecto del habla con la gente del Gran Cumbal, y la explicacin que me han dado es muy relevante para el estudio del proceso de recuperacin de la historia: aun cuando las cosas sucedieran en el pasado, vivimos sus consecuencias hoy, y nos es preciso actuar sobre ellas ahora; por lo tanto, las cosas que pasaron estn por delante de uno, porque ah es donde uno las puede corregir.

    Estos pensamientos contribuyen mucho al entendimiento del sentido de la recuperacin en Cumbal, porque en adicin a la recuperacin de la tierra, hablan de la recuperacin de la economa, la cultura y la historia. Estas ltimas recuperaciones no son sencillas recirculaciones de tcnicas e ideas del pasado, sino que muchas veces son apropiaciones de elementos nuevos dentro del contexto de la recuperacin de las tierras. No implica tanto la reintroduccin o la reactualizacin de costumbres perdidas, como la "cumbalizacin" de conceptos extranjeros, pero tiles. No es historia "tal como aconteci", sino "lo que deba haber pasado". En esta ltima seccin, nos fijamos en la recuperacin de la historia como un elemento que est por delante de uno, examinando los campos de la agricultura y la reparticin de las tierras recuperadas.

    La Agricultura

    En la poca de los antepasados, la produccin agrcola de Cumbal era baja. Adems de la falta de expendios de los productos, los indgenas padecan de una serie de calamidades naturales que acababan con sus cultivos, entre otras, los insectos y enfermedades de las plantas, y las heladas. Aunque exista toda una gama de semillas de la papa, la oca, el olluco y la majua, dicen que stas se iban degenerando, hasta que su produccin resultaba mnima. En los aos cuarenta y cincuenta, algunos terratenientes locales fueron instrumentales en la introduccin de los abonos qumicos, los fungicidas e insecticidas, y nuevas semillas de la papa, fomentando as una produccin muchsimo ms alta y facilitando la entrada ms directa al mercado local. ltimamente, empero, con las alzas en los precios de estas sustancias qumicas, y con la creciente esterilidad de sus tierras cansadas, estas soluciones tecnolgicas se han transformado en barreras para los indgenas y, a raz del movimiento pro-recuperacin de tierras, se han buscado salidas ms propias para resolver sus problemas econmicos. De ah viene la nocin de la recuperacin de la economa.

    A pesar del hecho de que la historia propiamente dicha en Cumbal es una historia de hechos polticos y de relaciones con otros

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    pueblos, la recuperacin de la historia se centra tambin en la reintroduccin de antiguas tcnicas agrcolas o, por lo menos, en tcnicas ligadas a la industria agropecuaria. Buscan, por ejemplo, formas alternativas de lucha contra las enfermedades de las plantas. Entre ellas, la que ms se ha desarrollado es la introduccin de la datura conocido como el guanto en Cumbal como un elemento de fumigacin que sirve principalmente contra la roya. En el pasado, se frotaba la semilla de la papa con el guanto antes de sembrarla pero segn mis interlocutores, esto era como una especie de magia; ellos no trazan ningn lazo entre esta utilizacin antigua del guanto y su empleo como fumigante actualmente.

    Parece que el impulso ms directo para la recuperacin del guanto fue la observacin de que los ecuatorianos venan a comprar las hojas para la fabricacin de fumigantes, hecho que llev a los cumbales a capacitarse en su fabricacin y utilizacin. Las aplicaciones del guanto han progresado por la ruta de la experimentacin individual, algunos usando las pepas de la planta y otros las hojas, ensayando hasta encontrar una potencia de solucin apropiada para sus necesidades locales. Hoy muchas familias no slo usan el guanto como fumigante, sino que la fomentan en sus relaciones con otras comunidades y hasta les regalan la semilla.

    En qu sentido es una recuperacin esta introduccin del guanto en la agricultura del Gran Cumbal? Desde el punto de vista tcnico, no se est reintroduciendo nada, puesto que la utilizacin de los fumigantes lleva pocas dcadas en la comunidad. Parece que pocos comuneros plantean una conexin entre su empleo antiguo como elemento mgico y su introduccin actual como fumigante. Ms bien, es la recuperacin de una serie de relaciones sociales con el mundo de afuera y con el medio ambiente local, un paso hacia la autosuficiencia que perciben que exista en mayor grado en el tiempo de los antepasados.

    Pero esta interpretacin de la recuperacin del guanto proviene de nuestra visin cultural, y no de la de los cumbales. Es un intento de acomodar a las ideas indgenas dentro de nuestra nocin de la naturaleza de la historia. Visto desde la perspectiva cumbalea, la introduccin del guanto es una aplicacin muy clara de la nocin de que la historia est por delante del observador: viven las consecuencias de la introduccin de sustancias qumicas en su agricultura -- principalmente, el alto costo de los fumigantes - y las estn solucionando en la actualidad mediante el uso del guanto. Es decir, a travs de este ejemplo podemos ver que el pasado no es una cosa fija en Cumbal, sino que es maleable y flexible, y es por eso que es historia.

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    La Redistribucin de las tierras

    De una manera tal vez menos consciente, los cumbales han recuperado sus patrones de organizacin espacio-temporales en la redistribucin de las tierras recuperadas. Empezando con el Llano de Piedras en 1975-76, han seguido un modelo propio, en lugar de simplemente distribuir los lotes entre familias o grupos de familias. En cambio, han reproducido el mismo orden de las veredas en las recuperaciones, trazando primero los linderos entre veredas y slo luego dividiendo los lotes entre individuos:

    Bueno, eso sera por veredas, trayendo pues, el ingeniero. Hizo caminos, entradas, salidas no? Para que haiga por dnde andar. Y cada vereda hizo un acta en primer lugar, un acta que cada regidor maneje una acta con los afiliados de cada -vereda, no? Y pues, si se hizo ya el reparto ya, a metros a lo que les alcanz, despus ya reparti el cabildo lo que les alcance a cada persona, a metros...

    Es decir, en el Llano, tanto como en las recuperaciones ms recientes del Laurel y la Boyera, existen las secciones de Guan, Tasmag, Cuaical, Quilismal, Nazate y Cuaspud, y sus usufructuarios son oriundos de estas mismas veredas.

    Pero la aplicacin del modelo espacio-temporal a las haciendas recuperadas tiene su lgica propia, la cual corresponde al modelo tradicional, pero tambin la transforma. Por un lado, reproduce el orden de las veredas, pero lo idealiza: en las recuperaciones existen seis territorios fsicos, con Cuaical y Quilismal ocupando sus propios espacios, separados por linderos claros:

    ...Claro que aqu la vereda es entrecalada Cuaicales-Quilismales, y all que pues, dijeron no, lo que nos pertenece a Quilismal pues, hay que dividirnos de una vez all, desde que pues, haba el campo de tierra, y aqu no se puede sto dividir. Claro que cada cual nos conocemos cuales son, somos.

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    Cuaicales, los otros, Quilismales, y los terrenos tambin se reconoce que cual, cual es Cuaical, cual es Quilismal, pero ac pues, as como estar juntos.

    Segn una historiadora de Quilismal, la relacin entre las dos veredas result de los matrimonios que se controlan entre las dos familias Quilismal y Cuaical. Esto implica que, en un tiempo lejano, existan dos territorios distintos, los que se unieron en alguna poca. Desde este punto de vista, la creacin de dos territorios distintos en las tierras recuperadas es un retorno a una poca ms lejana, en adicin de ser una idealizacin de la estructura tradicional del territorio.

    La creacin de seis sectores paralelos en el Llano es una inversin del patrn tradicional que rige en el resguardo, porque es una reflexin del orden, en lugar de una reproduccin literal de aqul: mientras que en el resguardo, las veredas proceden en un ordenamiento, en las recuperaciones proceden al revs ~ o sea, los dos territorios de Guan- resguardo y Guan- Llano estn unidos tanto como los de Cuaspud-resguardo y Cuaspud- Llano. El Llano es la reflexin en espejo del resguardo. Este ordenamiento de la tierra recuperada es una reproduccin de la organizacin de la mesa del cabildo, la cual tambin es una reflexin del orden de las veredas.

    Pero de otra forma, la reparticin de las veredas recuperadas reproduce la organizacin del resguardo. De las seis veredas, solamente la primera -- Guan y la ltima Cuaspud - siempre han tenido sus contrapartes. Guan colinda con el resguardo de Muellamus o San Diego, cuya vereda colindante tambin se llama Guan.. Cuaspud es el lmite entre Cumbal y el resguardo de Carlosama, cuyo otro nombre es Cuaspud mismo. Entre las varias explicaciones que la gente me ha dado de esta repeticin de nombres, sobresale una: la repeticin existe porque son linderos. O sea, la nocin del lmite, desde la perspectiva cumbalea, no es una de simple divisin, sino ms an, representa la unin. De la misma forma, cuando los incas conquistaron hacia el norte en el Ecuador, las fronteras temporales que crearon eran linderos en proceso de transformarse en centros, puesto que se ubicaban en los centros de los valles y no en sus periferias (Salomn 1985). En sus recuperaciones, los cumbales han logrado mantener esta nocin del lindero unificador, al crear las nuevas veredas de Guan y Cuaspud al lado de las secciones tradicionales.

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    Conclusiones

    La recuperacin de la historia en el Gran Cumbal es un proceso vivo, no simplemente de recopilacin del conocimiento antiguo, sino de re-creacin de sus antiguos patrones dentro de coyunturas novedosas. Este proceso tampoco es de recuperar una cultura totalmente perdida, sino de ajustar ciertos elementos vivos de la cultura, para que se encajen mejor dentro de una realidad nueva. El estudio de la visin histrica cumbal y sus aplicaciones polticas actuales nos lleva a reconsiderar nuestra metodologa de investigacin etnohistrica, porque nos presenta nuevas tareas investigativas: el estudio de la historia como una cosa de la actualidad y del futuro; el anlisis de la historia a travs de las acciones en lugar de las narraciones; la produccin de historias propias que siguen las mismas pautas de organizacin que usa la comunidad, nos lleva a rechazar la nocin tradicional de las cosas "tales como verdaderamente eran" en los tiempos pasados, y nos obliga a tornar nuestra vista hacia la historia como un mtodo de crear estructuras nuevas que servirn, ms que todo, para el futuro.

    Agradecimientos

    Este artculo es el producto de diez meses de investigacin en los resguardos del Gran Cumbal, Nario, financiada por el programa Fulbright de la Comisin para el Intercambio Educativo, por la National Science Foundation de los EE.UU. (BNS 86-02910), y por el Social Science Research Council de Nueva York. Mi estada en Colombia est patrocinada, adems, por la Universidad de los Andes. Quiero agradecer a mis colaboradores en el terreno, Luz Anglica Mamin y Jess Ivn Villota de Pasto, as como a Hel Valenzuela Mites de Cumbal; a Mercedes Guerrero, por su asistencia tcnica en la trascripcin de mis grabaciones; a los participantes en el Taller de Trabajo en Etnohistoria de la Universidad de los Andes y a Adela Bravo por sus comentarios sobre el presente artculo. Sobre todo, doy mis agradecimientos a la comunidad de Cumbal: al Cabildo Indgena, especialmente a los dos gobernadores bajo cuyo mando he tenido la buena fortuna de colaborar, Jos Elipcio Chirn Alpala (1986) y Alonso Valenzuela Taramuel (1987); a Moiss Tapie de Nazate-Cuetial, por sus interpretaciones de la historia; a Benjamn Cuaical, historiador de Cuaical, por su inters y estrecha colaboracin en mi proyecto; y a aquellas familias que me han dado hospitalidad en los ltimos meses: Miguel y Dolores Taimal (Guan), Jos Abraham Mimalch y Mercedes

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    Cuaical (Tasmag), Alejandro Chirn y Maximiliana Alpala (Cuaical y Quilismal), Moiss Tapie e Isabel Peregeza (Cuetial), Alonso Imbago y Etelvina Chirn (Nazate), Alonso Cuaspud y Carmen Peregeza (Cuaspud).

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    Revista de Antropologa Vol.III, No.2, 1987 Departamento de Antropologa, Universidad de Los Andes, Bogot ETNOHISTORIA E HISTORIA SOCIAL: DOS FORMAS

    DE RECUPERACIN DEL PASADO1

    Suzy Bermdez' Departamento de Historia, Universidad de Los Andes

    Enrique Mendoza Departamentos de Antropologa y de Historia Universidad de Los Andes

    1 Queremos agradecer los comentarios que Mauricio Archila y Jorge Morales hicieron sobre una versin preliminar de este texto.

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    "Americo Vespucci, el Descubridor llega del mar. De pie, y revestido con coraza, como un cruzado, lleva las armas europeas del sentido y tiene detrs de s los navios que traern al Occidente los tesoros de un paraso. Frente a l, la india Amrica, mujer acostada, desnuda, presencia innominada de la diferencia, cuerpo que despierta en un espacio de vegetaciones y animales exticos. Escena inaugural. Despus de un momento de estupor en ese umbral flanqueado por una columnata de rboles, el Conquistador va a escribir de la otra y trazar en l su propia historia. Va a hacer de ella el cuerpo historiado - el blasn -- de sus trabajos y de sus fantasmas. Ella ser Amrica "Latina". Esta imagen ertica y guerrera tiene un valor casi mtico, pues representa el comienzo de un nuevo funcionamiento occidental de la escritura. Ciertamente, la escena de Jan Van der St raet revela la sorpresa ante esta tierra que Vespucci capt claramente primero que todos, como una nuova trra inexistente en los mapas un cuerpo desconocido destinado a llevar el nombre de su inventor (Amerigo). Pero lo que se esboza de esta manera es una colonizacin del cuerpo por el discurso del poder, la escritura conquistadora, que va a utilizar el Nuevo Mundo como una pgina en blanco (salvaje) donde escribir el querer occidental. Esta escritura transforma el espacio del otro en un campo de expansin para un sistema de produccin. Partiendo de una ruptura entre un sujeto y un objeto de operacin, entre un querer escribir y un cuerpo escrito (o por escribir), la escritura fabrica la historia occidental. La escritura de la historia es el estudio de la escritura como prctica histrica". (De Certeau,1985:11).

    Aceptando sin titubeos que las tcnicas tanto de la escritura como de la lectura han sido uno de los principales aportes que trajeron los europeos al Nuevo Mundo, no se debe olvidar, sin embargo, que tales tcnicas y mtodos de acumulacin del conocimiento fueron, y continan siendo, utilizadas para mantener diversos tipos de relaciones de poder. La cita introductoria a este trabajo, tomada de uno de los escritos de Michel De Certeau, La Escritura de la Historia (1985), refleja precisamente cmo " la escritura conquistadora" hace uso del "Nuevo Mundo como una pgina en blanco", o sea que va a utilizar al Nuevo Mundo tanto como un continente sin historia a la vez que y es lo peor -- como un continente en donde sus habitantes no haban elaborado conceptos sobre lo que se entiende por historia.

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    Tal como lo menciona el historiador antes citado, "la escritura fabrica la historia occidental"1, es decir, que la historia se escribe tanto desde el punto de vista europeo, como tambin a partir del concepto que sobre la Historia tenan los colonizadores. Por consiguiente, a partir de la Conquista, la historia que conocemos quienes sabemos leer' y 'escribir' es, en su gran mayora, la Historia Occidental, cuyas caractersticas principales se centran en la narracin, nfasis en lo cambiante y la interpretacin general de los hechos del pasado para entender el presente. Pero esta historia occidental tan slo da cuenta de una versin de la Historia; por tanto, se hace urgente y necesario conocer la otra cara de la moneda, las otras interpretaciones histricas de aquellos a quienes se les consideraba sin historia y sin elaboracin de conceptos. Tal conocimiento cumple un propsito doble: por una parte, permite conocer su propia historia y, por otra parte, narra la versin de su interaccin con la 'historia occidental'.

    Despus de casi un siglo de 'separacin' de las ciencias sociales, durante las ltimas dcadas, y en especial con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, estas han pasado por un proceso de acercamiento, y por lo tanto de sobreposic4n, entre unas y otras, lo cual ha llevado a un 'nuevo deslindamiento' para el campo de accin de cada ciencia social, como tambin a la identificacin de las reas comunes de dos o ms de estas ciencias.

    La antropologa y la historia, debido tal vez a la amplitud de sus reas de conocimiento, son quizs las dos ciencias sociales que se acercan ms entre s, y en las cuales se da una mayor sobreposicin de reas temticas. Tal rea de confluencia ha sido denominada Etnohistoria por los antroplogos e Historia Social por los historiadores. El presente trabajo solamente pretende identificar aquellos aspectos comunes de la etnohistoria y de la historia social, como tambin sus diferencias; pero no se persigue, en ningn momento, presentar una propuesta que delimite los campos de investigacin y metodologas de una y otra.

    1 El nfasis es nuestro.

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    Los puntos que se desarrollan en el presente texto son siguientes:

    1. Orgenes de la etnohistoria y la historia social

    a. De la Antropologa a la etnohistoria b. De la Historia a la historia social

    2. Objetivos, mtodos y tcnicas de la etnohistoria y la historia social.

    3. Reflexiones finales.

    1. Orgenes de la Etnohistoria y de la Historia Social

    a. De la Antropologa a la Etnohistoria.

    Hacia mediados del siglo XIX, y debido a la influencia de las ideas evolucionistas, algunos investigadores de disciplinas distintas a la historia consideraban que, estudiando a las comunidades e instituciones primitivas, estaban escribiendo historia porque pretendan conocer de esta forma los orgenes y transformaciones de las instituciones estudiadas por ellos, y vigentes en su mundo (Evans-Pritchard 1967).

    Los estudios antropolgicos de fines del siglo XIX se caracterizaban por respaldar una secuencia "evolutiva unilineal" ("evolucin socio-cultural"), evolucin en la cual, en un extremo, se hallaban los 'salvajes', mientras que en el otro extremo estaban las sociedades de blancos. Dentro de esta perspectiva era importante conocer la cultura y costumbres de las 'sociedades salvajes'. Con tal propsito se hizo necesario acudir a diversas fuentes de informacin: archivos, diarios de viajeros, informes diversos no escritos por los 'salvajes', etc. Estos antroplogos no siempre realizaban trabajos de campo que les permitiera contrastar la informacin consignada en los documentos escritos con sus vivencias y percepciones. As, sus estudios se llevaron a cabo desde una perspectiva no slo de una historia unilineal, sino etnocntrica, racista y sexista. Es por el enfoque "histrico" de estos estudios (tales como Ancient Society de Lewis H. Morgan [1877] y Primitive Culture de Edward B. Tylor[1887]) que Karl H. Schwerin (1976) afirma que la investigacin etnohistrica se remonta hasta estos primeros aos de la disciplina antropolgica.

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    Aun cuando lo anterior puede ser cierto, habran de transcurrir varias dcadas ~ hasta despus de la Segunda Guerra Mundial para que la etnohistoria fuese reconocida al interior de la antropologa como una especialidad en s misma, ya que exiga metodologa, uso de fuentes e inclusive preguntas nuevas para la disciplina (Trigger 1982; Schwerin 1976). La etnohistoria pasara a ocuparse del estudio del cambio cultural en las diversas sociedades aborgenes, sin importar si el estudio cientfico de dicho cambio correspondiese o no con la permanencia o extincin de tales sociedades.

    La corriente antropolgica del "evolucionismo-unilineal" recibi las primeras grandes crticas hacia 1896, fecha en la cual Franz Boas present su obra The Limitations of Comparative Method in Anthropology. Si bien es cierto que F. Ratzel, A. Bastan y G. Klemm se haban opuesto a la visin de los evolucionistas, sera Boas quien invitara a la "mayor prudencia en la comparacin de los elementos culturales observados en distintas sociedades, cualesquiera que sean las semejanzas que presenten." (Mercier 1969: 61).

    De esta forma, Boas pasara a cuestidhar la validez del mtodo comparativo en la antropologa, y ms bien propugnara por el particularismo histrico. Estos dos elementos le llevaran a l y a sus seguidores a desvincular de todo contexto regional y nacional a las comunidades objeto de estudio, aunque acuase algunos trminos como 'rea cultural', 'rasgo cultural' y 'complejo cultural', con los cuales, a primera vista, podra pensarse en la realizacin de estudios regionales.

    Dado que lo importante era la observacin directa por parte del investigador sobre el grupo social objeto de observacin -reflexin, a la vez que era necesario hacer una coleccin de informacin exhaustiva y total respecto de estas mismas sociedades, estos estudios difusionistas constituan, en su gran mayora, anlisis ahistricos, ya que si bien se consideraba el aspecto histrico en algunas de sus partes, ste era tratado ms como meros antecedentes de la realidad observada por el estudioso de turno, y no como todo un filn objeto de preocupacin cientfica.

    Esta misma carencia de anlisis histrico presentaron las escuelas funcionalistas de Malinowski y de Radcliffe-Brown y, en general, la antropologa social clsica en Inglaterra. Si bien es cierto que Malinowski fue el primer antroplogo en pasar "un perodo de tiempo tan largo, entre 1914 y 1918, para efectuar un nico estudio de una poblacin primitiva, en este caso los habitantes de las islas Trobriand de la Melanesia" (Evans-Pritchard 1967:91), esta prolongada estada

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    en territorio de Oceana, sin embargo, se debi ms a su confinamiento forzoso en aquella regin, "en calidad de 'enemigo de un pas extrao'" (Pocock 1964: 62), una vez que estall la Primera Guerra Mundial. Esta permanencia forzosa de cuatro aos, correspondientes a los aos de la guerra, le permiti "aprender el lenguaje de los trobianos y entrar en relacin ms ntima con ellos de lo que hasta entonces haba sido posible a ningn antroplogo" (Pocock 1964:63), motivo por el cual uno de sus discpulos ms destacados afirma que Malinowski "fue el primero en interesarse en el idioma de los naturales y el primero en vivir en el seno de la vida nativa durante todo el transcurso de su trabajo" (Evans-Pritchard 1967-91).

    No obstante los anteriores aportes metodolgicos de Malinowski,l nunca abord el estudio de la historia porque, como l mismo lo afirmase, en relacin con el anlisis funcional, "aspira a la comprensin de la naturaleza de la cultura, ms bien que a las reconstrucciones conjeturales de su evolucin o de acontecimientos histricos pasados..." (Malinowski, citado por Pocock 1964: 65). Esta no consideracin de la historia sera compartida con Radcliffe-Brown, quien pretenda dar explicacin de los hechos del presente a partir de las interrelaciones existentes en las instituciones sociales vigentes, y no en el impacto e influencia que el pasado pudiese ejercer sobre el presente.

    Se pensaba que las "comunidades primitivas" podran recibir una adecuada explicacin, sin observar ms all de las mismas, y no haba necesidad de estudios histricos ya que estas comunidades sin literatura se pensaba -- no podan ensear historia alguna (Redfield 1969). No por esto se puede decir que se pensase que tales comunidades primitivas estuviesen aisladas o desconectadas del resto de la humanidad, sino que, ms bien, este "desconectar" a la comunidad se convirti en un mtodo de estudio. De estas afirmaciones se desprendi el que la antropologa pretendiese dar cuenta de las culturas y no de la cultura, motivo por el cual la misma disciplina experiment una apertura: Ahora las comunidades campesinas y urbanas se convertan en campo de reflexin antropolgica.

    Los cambios culturales en las comunidades eran abordados a partir de las 'nuevas visitas1 a estos grupos y, por contraste, era entonces posible identificar algunas variaciones ocurridas durante el perodo de aos que haba transcurrido entre las dos o ms "visitas" o estadas que hubiese realizado el antroplogo. Tal es el caso de Chan Komm, en Yucatn, comunidad que fue estudiada por Robert Redfield en dos oportunidades, con un lapso intermedio de dieciseis aos entre

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    la primera y segunda visitas (Villa Rojas y Redfield l934; Redfield 1950).

    Tambin se dieron casos en los cuales un antroplogo visitaba una localidad previamente estudiada por un colega suyo, y as lograban identificar los cambios culturales ocurridos. Tal es el estudio sobre Tepoztlan, efectuado por Osear Lewis (1951), veinte aos despus que Robert Redfield (1930) llevase a cabo su estudio en la misma localidad.

    Fue despus de la Segunda Guerra Mundial, y gracias a las influencias del marxismo que recibi Julin Steward, que aquellos planteamientos del difusionismo y del funcionalismo recibieron una crtica desde la perspectiva del materialismo histrico (Wessman 1981). Steward comenz a hablar de los "niveles de integracin socio-cultural" y de "evolucionismo multilineal", con lo cual los estudios antropolgicos transcendieron el lmite de la comunidad y comenzaron a abordar su sujeto-objeto de estudio desde una perspectiva regional e histrica. Este nuevo enfoque de la antropologa social trajo consigo una serie de nuevos derroteros para los antreplogos, ya que vieron la necesidad tanto de plantearse nuevas preguntas, como de encausar sus estudios a partir de nuevas metodologas, especialmente la histrica: ahora era pertinente y necesario adelantar trabajos con carcter histrico, no para trazar los antecedentes de la comunidad y regin estudiadas, sino que el conocimiento detallado de los ancestros de los pueblos actuales, o de los ya extintos, se converta en s mismo en una preocupacin antropolgica, con lo cual los estudios etnohistricos hacan su entrada a la antropologa como una sub-disciplina. Se pretenda y an actualmente se persigue ~ "reconstruir" la vida cotidiana de tales antepasados y, a partir de all, entender y explicar los cambios socio-culturales, ya que, como lo afirma Agnes Heller, "ni un slo valor conquistado por la humanidad se pierde de modo absoluto, ha habido, hay resurreccin, y la habr siempre". (Heller 1972:30).

    Las fuentes documentales para la reconstruccin de tal historia haban sido escritas frecuentemente por los historiadores 'blancos' euroamericanos, o bien por los administradores e 'historiadores oficiales1 al servicio ya fuera de la naciones colonialistas de turno, o bien al servicio de los sectores dominantes de la sociedad.

    Fue as como esta etnohistoria comenz a ser abordada a partir del estudio de las comunidades exticas y raras, 'primitivas', pero siempre haciendo uso de las fuentes documentales escritas, las cuales no necesariamente expresaban la versin mica de dicha historia.

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    Esta preocupacin sobre lo mico fue planteada durante la dcada de los sesentas por Evans-Pritchard, cuando analizando un texto de Sir Henry Maine escriba:

    "En otras palabras, las organizaciones primitivas [ni ninguna otra] no pueden ser interpretadas en funcin de la mentalidad del investigador civilizado que las estudia, porque sta es producto de un conjunto diferente de instituciones. Suponer lo contrario sera caer en lo que se ha llamado el 'sofisma de los psiclogos', que fue denunciado luego con tanta frecuencia por Durkheim, Lvy-Bruhl y otros socilogos franceses" (Evans-Pritchard 1967:51).

    Durante estos mismos aos sesenta, por un lado, aquellos "primitivos"fueron expresando cada vez ms su descontento respecto de la relacin de dominacin a la cual estaban sometidos, y fueron dando a conocer a los investigadores no solo su versin de la historia, sino lo que ellos entendan por historia ; por otro lado, los "acadmicos" tambin se dieron cuenta de la necesidad de conocer la otra visin', la de los annimos, la de los 'vencidos', la de los oprimidos. Para tal fin, se hizo necesario abordar esta etnohistoria a partir de los testimonios de aborgenes, de las mujeres, de los negros, etc., escritos y orales,, que estuviesen al alacance del investigador. Igualmente, se requiri darle importancia a otras fuentes que no eran tan valoradas por quienes reconstruan la historia, como las arqueolgicas, las lingsticas y otras que se mencionarn ms adelante.

    Adems, a este inters de algunos investigadores por dar cuenta de la "visin de los vencidos" se le adicionan dos de los principales aportes que ha hecho Claude Lvi-Strauss (1972) a la antropologa: 1) Colocar a la tradicin oral y mitolgica de los pueblos grafos en el plano que se merecan, y desde all comenzar a entender y explicar tanto la historia de estas sociedades, como tambin las observaciones del presente de las mismas. 2) La identificacin de la existencia de dos tipos de secuencias histricas: mientras que unas sociedades, aceptan la historia y el cambio, otras sociedades pretenden rechazar tales cambios, y ms bien consideran que las condiciones observadas en cierto momento han sido permanentes y constantes al interior de la misma sociedad, como es el caso de la "historia mtica": "las cosas han sido siempre as', dice el indgena" (De Certeaul985:225). A partir de dicha historia mtica, es posible reconstruir el orden natural y la vida cotidiana de los antepasados de los pueblos sin escritura, o bien

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    complementar los documentos grficos (escritura y pictografas) producidos por ellos mismos, o por sus visitantes.

    Aquellas preguntas de los investigadores en torno a la vida cotidiana y cultural de pueblos "primitivos" en pocas anteriores vinieron a ser resueltas, en parte, a partir de la interpretacin mtica. Por lo tanto, se hizo necesario abordar esta historia aborigen a partir de los testimonios escritos, orales y de otro tipo, que estuviesen al alcance de los estudiosos. Algunos ejemplos latinoamericanos de los resultados de estas indagaciones sobre las condiciones de vida, de cambio cultural, son los trabajos de Francs F. Berdan (1982), Edward E. Calnek (1982), Pedro Carrasco (1976, 1981, 1982), Friedrich Katz (1958), Joanne Rappaport (1985) y Michael Taussig (1980), entre otros.

    Sobre la informacin registrada por los aborgenes mesoamericanos en torno a su historia, afirma Carrasco:

    Los documentos que podran servir de base a una historia en el sentido estricto de la palabra estn limitados por el carcter rudimentario de los procedimientos que usaron los pueblos mesoamericanos para registrar informacin . Los pueblos del centro de Mxico usaron sobre todo pictografas, pinturas de los hechos que se quieren registrar con slo un uso limitado de ideogramas o smbolos que expresan ideas y de signos con valor fontico... Los documentos pictricos indgenas de contenido histrico que han sobrevivido... Junto con las interpretaciones de algunos de ellos y con otras tradiciones escritas en alfabeto latino despus de la Conquista.permiten hablar ya de historia en el pleno sentido de la palabra para los dos o tres siglos anteriores a la Conquista..." (Carrasco 1981:167)

    Por tales motivos, para reconstruir la historia se hace necesario consultar otras fuentes diferentes a las orales y a las escritas , y no slo la de los vencidos, como se explica en la tercera parte de este artculo.

    La etnohistoria, tal como se ha apreciado en los ltimos aos, centra su inters en las comunidades "primitivas" y en los pueblos "sin historia" ~ manteniendo la divisin impuesta por los acadmicos entre la historia y la prehistoria -- al igual que se han hecho estudios sobre otros grupos con escritura como se puede apreciar en el libro de Juan Friede La otra Verdad: La Independencia Americana vista por los

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    Espaoles (1979), obra en la cual demuestra que los independistas lograron su cometido, gracias, en parte, a las contradicciones y conflictos internos por las que pasaron las autoridades colonialistas de la poca.

    Adems, los etnohistoriadores estn identificando nuevos conceptos sobre lo que se entiende por Historia, para interpretar hasta donde sea posible los hechos estudiados teniendo en cuenta el punto de vista del grupo analizado.

    Estas nuevas investigaciones han trado repercusiones de diferente orden. Por un lado han permitido que se empiece a 'cerrar la Brecha1 abierta entre la historia de los pueblos sin y con escritura ; por el otro, se aprecia cada vez ms la necesidad de revisar la conceptualizacin tradicional de historia que se nos ha enseado, pues no todos los grupos comulgan con esta visin.

    b. De la Historia a la Historia Social.

    Durante el presente siglo la concepcin de' la Historia'(con mayscula) ha venido cambiando tanto en su mtodo como en tcnicas y enfoques, trayendo como resultado el que hoy varios historiadores prefieran referirse o escribir sobre la historia (con minscula). Tales cambios han sido propiciados a partir de las diferentes 'escuelas' o 'corrientes interpretativas' las cuales han venido surgiendo tanto en Europa como Norteamrica (los autores de este ensayo ignoran estos cambios al interior de los pases de la Europa Oriental, Asia y frica). Cada 'escuela histrica1 ha pretendido, en lo fundamental, reescribir la historia con el propsito de satisfacer una de las dos premisas siguientes:" 1.) la reinterpretacin de la historia est en funcin de las necesidades variables del presente ; 2.) la reinterpretacin de la historia est en funcin de los efectos de los acontecimientos del pasado que surgen en el presente". (Schaff 1970; 324). As por ejemplo, cuando algunas naciones europeas constituan las grandes potencias mundiales del siglo XIX, los historiadores se preocupaban por concatenar una serie de eventos que el historiador de turno consideraba como relevantes - lo histrico dentro de su visin del mundo "eurocentrista". Desde esta perspectiva, las principales preocupaciones del historiador eran: hallar la fuente documental necesaria y presentar la informacin sin que mediara una interpretacin de tales documentos. Estos dos elementos permiten definir a estos historiadores como copartcipes de la escuela positivista. De la misma manera, en las naciones americanas, tales ideas positivistas se reproducan porque la concepcin e ideal de los sectores dirigentes de

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    estos pases era el acercarse al patrn europeo, el cual supuestamente era el mejor, y con el cual se sentan ms identificados. Es as como se explica por qu las interpretaciones positivas trascienden los lmites de Europa, se infiltran y se arraigan en otras reas geogrficas.

    Durante los ltimos aos del siglo XIX, y primeras dos dcadas del XX, los historiadores franceses comenzaron a recibir influencias de algunas de las nacientes ciencias sociales (Braudel 1970). Fue as como algunos historiadores adscritos a aquella historiografa positivista comenzaron a buscar nuevos derroteros, los cuales fueron concretados en 1929, cuando Lucien Febvre y Marc Bloch fundaron en Estrasburgo los Annales d'histoire economique et sociale. Aunque lo anterior es cierto, se considera que para explicar estos nuevos rumbos de la historia, y aunque no son analizados en este texto, tambin es necesario considerar los cambios poltico-econmicos que se venan operando en el concierto mundia l, y las secuelas que haban dejado la Revolucin Mexicana, la Primera Guerra Mundial y la Revolucin Rusa.

    A partir de los Annales se comenz a propugnar por una mayor interrelacin entre las diversas ciencias sociales, ya que la intencin era crear "una historia del hombre y de su grupo social", (Cardoso y Prez Brignoli 1981: 290) con lo cual se origin "el llamado a la colaboracin entre las distintas ciencias sociales para el estudio del objeto comn a todas ellas -- el hombre en sociedad --" (Cardoso y Prez. Brignoli 1981: 290). Pero este estudio del 'hombre en sociedad' se haca desde la perspectiva de la '"historia sin personas' --una historia edificada sobre los factores determinantes impersonales: el clima, el suelo y los ciclos de cambios seculares" (Samuel 1984: 17).

    Fue con posterioridad a la revuelta de mayo de 1968 en Pars que los historiadores adscritos a la Escuela de los Annales abandonaron aquella 'historia sin personas', y se adentraron en los campos de la historia etnolgica, en la historia de los grupos excluidos o marginados de la sociedad y de la Historia ( los primitivos, los negros, las mujeres, los nios), y finalmente aceptan la validez de la historia oral. (Samuel 1984). Ese tornar hacia la reflexin histrica respecto de la vida cotidiana, la etnologa histrica, conduce al estudio de las mentalidades, a las cuales se les considera como "'lo que menos cambia' en la evolucin histrica." (Le Goff 1983: 319).

    Por historia de las mentalidades se puede entender: '"Una historia de las visiones del mundo'" (Mandrn en Volvelle, 1985:12), o bien: "una historia de las actitudes, de los comportamientos y de las representaciones colectivas inconscientes" (Volvelle 1985:12).

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    Mientras que la historiografa francesa segua el anterior camino, la historiografa inglesa llegara casi que a los mismos resultados pero por una va diferente: la de la 'historia popular1, la de la 'historia desde abajo', la de la 'vida cotidiana1 . Aunque esta preocupacin por conocer esa otra historia se haba manifestado en algunos historiadores ingleses desde antes del siglo XIX, sta comenzara a expresarse como una nueva corriente historiogrfica en los aos posteriores a la Segunda Guerra Mundial, dado el resultado de la influencia del marxismo, particularmente dentro del grupo de historiadores del Partido Comunista, tales como Eric Hobsbawm, E.P. Thompson y Christopher HU. (Samuel 1984).

    Dado el inters mostrado por los historiadores antes mencionados en torno a la 'vida cotidiana1 y a la 'historia popular' fue que estos mismos fueron adentrndose en nuevos espacios del conocimiento histrico, y fueron desarrollando la escuela o corriente de la "historia de las mentalidades", para lo cual tuvieron que romper con los esquemas "tradicionales" de la historiografa (anlisis economicista, poltico, institucional, etc.) y ms bien propugnar por una interdisciplinariedad de las ciencias sociales.

    A los anteriores cambios de orientacin acadmica y vivencial que se dieron dentro de los historiadores de los 'Annales' y de la 'Historia popular1, se deben sumar una serie de eventos que ocurrieron durante las dcadas de 1950 y 1960 en algunas regiones no europeas del mundo, ya sea el proceso de independencia y autonoma de algunas antiguas colonias europeas en territorio africano, como tambin el triunfo de la Revolucin Cubana y el de la Revolucin Cultural China. Para el caso colombiano, hacia finales de la dcada de los aos sesenta e inicio de los setenta surgieron dos organizacions populares: la Asociacin Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) y la Organizacin Nacional Indgena de Colombia (ONIC), a partir de las cuales algunos grupos de base comenzaron a condicionar el trabajo de los cientficos sociales y a plantear interpretaciones histricas distintas a las tradicionales. Estos elementos coadyuvaron a una reflexin crtica respecto de la pertinencia de la historiografa, que se vena realizando hasta esas dcadas "nueva repblica" o grupo tnico querja ahora re-escribir su propia historia, con lo cual se pona en tela de juicio la visin Eurocentrista que antes prevaleca. Adems, en el transcurso de los aos sesenta, los movimientos en contra de la subordinacin de la mujer y del racismo, se hicieron cada vez ms fuertes en sus denuncias, especialmente en pases como los Estados Unidos. El resultado es que los historiadores comenzaron a tener en cuenta en sus

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    anlisis otras formas de opresin, que hasta ese momento difcilmente se evidenciaban.

    Tal re-escritura de la historia se vio enfrentada al problema de las fuentes para su reinterpretacin, ya que un sector considerable de la poblacin segua siendo grafo, y haba logrado mantener su historia utilizando recursos diferentes a la escritura. Por consiguiente, sus historiadores se vieron en la necesidad de hacer uso de otras fuentes como la tradicin oral, paso con el cual se aproximaban enormemente a la labor desarrollada por los etnlogos, los antroplogos sociales, y los etnohistoriadores.

    A partir de estas afirmaciones es que se explica el inters de los historiadores por trascender el lmite de la historia eventual, y ms bien adentrarse en el anlisis histrico de la vida cotidiana, dado que " la vida cotidiana no est 'fuera' de la historia, sino en el 'centro' del acaecer histrico: es la verdadera 'esencia' de la sustancia social" (Heller 1972: 42).

    2. Objetivos, metodologa y tcnicas de investigacin comunes a la historia social y a la etnohistoria.

    El desarrollo de la historia social y de la etnohistoria expuesto en el punto anterior, permite ver cmo ambas disciplinas tienen elementos en comn al interesarse por temas como el pasado, la cultura y las mentalidades. Sin embargo, su relacin se ha visto ms estrechamente ligada cuando investigan sobre procesos de cambio cultural o de contacto intercultural dado que los mtodos y tcnicas usados en ambos casos tienden a coincidir, como se ver ms adelante (Axtell 1979; Wachtell 1977).

    Esta mayor cercana al estudiar contactos interculturales se debe al mutuo inters de la etnohistoria y de la historia social por querer entender a cada una de las culturas en sus propios trminos, o sea desde una perspectiva mica, con el fin de evitar simplificar la "realidad". Adems, cada vez se es ms consciente que los cambios culturales no afectan de igual manera a la totalidad de la poblacin, ya sea por la posible existencia de diversas clases y sectores sociales o por diferencias de gnero, edad y ciclos de vida (familiar y laboral). Por consiguiente, se ha creado la necesidad de conocer y analizar estas otras formas de pensar que existen tanto al interior de la sociedad occidental (y a las cuales no se les haba dado importancia alguna), como en otros grupos culturales.

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    En este nuevo contexto lo cotidiano recobra valor en la historia, pues es a partir de esta ptica ms totalizante que se pueden analizar diversas formas de la cultura y del pensamiento. Adems, este mayor inters por lo cotidiano permite que, a ojos de los historiadores y etnohistoriadores, se tornen relevantes ciertas actividades, oficios, actitudes, lugares y tradiciones que eran (y en ciertos casos siguen siendo) importantes para las personas y el acontecer histrico, pero que no eran tenidas muy en cuenta por esas ciencias sociales.

    Vale la pena recordar que, aun cuando ambas disciplinas se interesan en los objetivos antes mencionados, se presentan, sin embargo, algunas diferencias en la forma como los abordan: mientras que de tiempo atrs la etnohistoria ha centrado su atencin especialmente en comunidades pequeas, no siempre occidentales y sin escritura, la historia se ha interesado por realizar estudios ms amplios (en lo que concierne al espacio y al tiempo) y sobre grupos con escritura que preferencialmente hicieran parte de la sociedad occidental. En este contexto la historia social ha prestado un mayor inters por investigar sobre grupos iletrados relacionados con el mundo occidental (Sturtevant 1966:6).

    En repetidas ocasiones se ha mencionado cmo los historiadores sociales y los etnohistoriadores se han basado en fuentes escritas. Sinembargo, la forma como estas han sido utilizadas por unos y otros durante los ltimos aos ha variado significativamente en relacin con pocas anteriores por las siguientes razones:

    1. Sobre el tipo de documentos escritos tradicionalmente consultados su posicin ha sido ms analtica y crtica que en tiempos pasados. Entre otras, estas son algunas de las limitaciones sealadas: a.) Se ha aceptado que buena parte de estas fuentes slo reflejan las vivencias y las formas de pensar de los grupos letrados, quienes controlaban las relaciones coloniales, o el poder poltico, religioso, social y cultural en los perodos estudiados. Por tal razn, sus escritos sobre los grupos sin escritura pueden estar viciados en su interpretacin, b.) Asimismo, se ha visto que a medida que nos remontamos en la Historia, las personas que dejaban consignadas sus experiencias en escritos, o bien cuyas vivencias haban sido mencionadas en este tipo de documentos, eran menos numerosas. c.)Igualmente se ha sealado la desaparicin de documentos escritos a lo largo del tiempo, lo que limita las interpretaciones del investigador, d.) Por ltimo, se ha indicado la necesidad de conocer mejor el contenido de la escritura de acuerdo con la mentalidad de la poca. (Sejournl977; Wachtell 1977 ; De Certeau

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    2. Los motivos antes mencionados han hecho que etnohistoriadores e historiadores sociales se hayan fijado en un nuevo tipo de fuentes, tanto escritas como de otro orden ( visuales, orales, espaciales, etc.), para complementar y contrastar la informacin ya existente . Esas otras fuentes nos presentan ms informacin sobre la gente del comn.

    En cuanto a los documentos escritos, las obras de literatura como poemas, novelas, cantos picos, etc., han readquirido valor histrico. Los escritos populares como cancioneros, pasquines, novenarios, etc., son frecuentemente 'rescatados' y consultados. Los archivos que nos permiten reconstruir parte de la vida cotidiana tales como los notariales, parroquiales, judiciales, y otros, se ven igualmente como importantes. En sntesis, las revistas, los folletos, los boletines o cualquier otro documento escrito de la poca que anteriormente no se valoraba, por ser considerado como una fuente no apta para reconstruir la Historia( con mayscula) hoy en da se consideran valiosos. Este hecho ha trado como resultado positivo un nuevo acercamiento entre la etnohistoria, la historia social y la literatura. Adems, ha logrado que se replantee de nuevo la diferencia entre lo que es "real" o "verdadero" y lo que se considera como "irreal" o "ficcin". (De Certeau 1985; Le Goff, 1983).

    En lo referente a las fuentes no escritas, actualmente se acepta que existe gran variedad en las mismas, las cuales facilitan la reconstruccin de la Historia y que, por lo general, los investigadores no les han dado la importancia que se merecen.

    Al no exisitlr documentos escritos, la fuente ms comunmente consultada por ambas disciplinas es la tradicin oral. En este caso, se debe aceptar que los etnohistoriadores, al igual que muchos antroplogos, han tenido que utilizar dicho tipo de informacin desde tiempo atrs dado que su campo de accin se ha centrado en las sociedades grafas; no as la historia, la cual ha utilizado dicha tradicin oral ms recientemente.

    Otras fuentes consultadas son los mapas, la msica, las pinturas, los iconos, los dibujos, las fotografas, el material arqueolgico, el lenguaje, las colecciones de museos, los nombres de lugares, el arte culinario y muchos otros (Volvelle 1985; Samuel 1984).

    Esta gran diversidad de fuentes ha trado como consecuencia el plantearse, como una necesidad, el trabajo interdisciplinario, dado que tanto el historiador social o popular como el etnohistoriador (o cualquier otro cientfico social) no estn en capacidad de realizar un

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    anlisis crtico frente a la totalidad de las fuentes consultadas o que estn a su disposicin. (Volvelle, 1985). ,s

    En este contexto, el historiador o el etnohistoriador dejan de ser las nicas disciplinas que "pueden" trabajar la historia. La arqueologa (y no slo la que investiga la historia antes de la llegada de los europeos, sino la Colonial, o la del perodo Republicano e inclusive la arqueologa industrial), la lingstica, la literatura, la botnica, la biologa, la antropologa fsica, la geografa, la sicologa y otras ciencias, se les ve igualmente como necesarias. (Axtell 1979; Sturtevant 1966; De Certeau 1985; Volvelle 1985).

    Anteriormente ya han sido sealadas ciertas diferencias que se consideran significativas entre historiadores y etnohistoriadores, en cuanto a la forma de abordar los problemas. Sin embargo, estas son cada vez menos notorias: los etnohistoriadores dicen haber prestado igual importancia a lo diacrnico que a lo sincrnico, mientras que los historiadores han prestado mayor atencin a lo diacrnico y slo se han interesado en el anlisis sincrnico cuando perciben un cambio. Por el contrario, los historiadores han considerado que los etnohistoriadores en sus estudios sincrnicos, se han quedado en lo descriptivo y no han analizado diacrnicamente sus hallazgos. A veces se han olvidado que sus investigaciones son importantes para sus contemporneos y no slo son piezas de museo (Axtell 1979; Samuel 1985). Los estudios recientes de ambas disciplinas muestran como tales diferencias no son tan claras. (Ver por ejemplo: Stern 1984; Spalding 1978; Carrasco 1976 y 1981; Rappaport 1986).

    Esta diferencia entre ambas disciplinas, que era ms clara en el pasado, es importante por cuanto el manejo del tiempo era as mismo diferente. Los trabajos histricos se realizaban del pasado hacia el presente, representando en ciertos casos una perspectiva unilineal de la Historia (Volvelle 1985: 19) al igual que una visin en donde fcilmente se confunda el presente con lo que la sociedad 'blanca' occidental ha llamado desarrollo. La etnohistoria aparentemente utilizaba un mtodo diferente, por cuanto ms frecuentemente iba hacia adelante y hacia atrs en el tiempo: del hoy hacia el ayer, y vice-versa; esto es, que tena un menor cuidado con lo que los historiadores denominan la cronologa. El problema es que este concepto, lo cronolgico, se elabor a partir de las vivencias e interpretaciones, principalmente de los grupos