Dashiell Hammett - La Herradura Dorada

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la herradura dorada, libro segunda guerra mundial

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La herradura dorada

La herradura dorada Un relato del Agente de la Continental

- No tengo nada emocionante que ofrecerle esta vez -me dijo Vance Richmond mientras nos estrechbamos las manos-. Slo quiero que encuentre a un hombre, un hombre que ni siquiera es un criminal. En su voz haba un dejo de disculpa. Los dos ltimos casos que este abogado de cara enjuta y griscea me haba encargado, haban acabado en autnticos escndalos callejeros acompaados de tiroteo, y supongo que pensaba que cualquier trabajo de menor monta me aburrira a muerte. Confieso que hubo un tiempo, cuando tena unos veinte aos y la Agencia de Detectives Continental acababa de contratarme, en que eso pudo ser cierto. Pero los quince aos que haban transcurrido desde entonces me haban aplacado el gusto por los platos fuertes. - El hombre que quiero que encuentre -continu el abogado mientras nos sentbamos- es un arquitecto ingls llamado Norman Ashcraft. Es un hombre de unos treinta y siete aos, de un metro setenta y cinco de estatura, buena facha, piel clara, pelo rubio y ojos azules. Hace cuatro aos era el tpico britnico de aspecto conservador. Puede que haya cambiado ahora, pues estos ltimos aos me imagino que deben haberle sido bastante duros. "El caso es el siguiente. Hace cuatro aos los Ashcraft vivan juntos en Inglaterra, concretamente en Bristol. Al parecer la seora Ashcraft era muy celosa y por este motivo no dejaba nunca en paz a su marido. Para colmo, l slo contaba con el producto de su trabajo, mientras ella haba heredado de sus padres una considerable fortuna. Ashcraft era muy sensible al hecho de estar casado con una mujer rica y, en consecuencia, haca todo lo posible por demostrar que no dependa del dinero de su esposa y que no se dejaba influenciar por l, actitud bastante absurda, pero que caba esperarse de un hombre de su temperamento. Una noche ella le acus de haber prestado demasiada atencin a cierta mujer. Discutieron; Ashcraft hizo las maletas y se march. "A los pocos das su esposa estaba arrepentida. Haba cado en la cuenta de que su enojo careca de fundamento a no ser el de los celos, y trat de encontrarle, pero Ashcraft haba desaparecido. Consigui rastrearle de Bristol a Nueva York y de all a Detroit, donde haba sido detenido y multado por alteracin del orden pblico en una ria entre borrachos. "A raz de aquel incidente desapareci de nuevo y no volvi a aparecer hasta diez meses ms tarde, en Seattle." El abogado revolvi los papeles que tena sobre el escritorio hasta dar con un informe. - El 23 de mayo de 1923 mat de un tiro a un ladrn en el cuarto que ocupaba en un hotel de Seattle. Al parecer la polica de aquella ciudad sospech que haba algo de irregular en aquel crimen, pero no pudieron acusarle de nada, pues la vctima era indudablemente un ladrn. Con esto desapareci otra vez y no se volvi a saber de l hasta hace aproximadamente un ao cuando la seora Ashcraft puso un anuncio en la columna correspondiente a anuncios personales de todos los peridicos de las principales ciudades de Estados Unidos, y un da recibi respuesta desde San Francisco. En la carta, redactada en trminos muy correctos, su esposo le peda simplemente que dejara de poner anuncios. Aunque ya no utilizaba el nombre de Norman Ashcraft, le molestaba verlo impreso en cada diario que lea' "Ella le contest a la lista de correos de aquella ciudad, avisndole de ello previamente por medio de otro anuncio. El respondi con otra carta bastante custica. Finalmente la seora Ashcraft volvi a escribirle pidindole que regresara a casa, a lo que l se neg, aunque en trminos ms amistosos. Intercambiaron despus una serie de cartas en las que l confes que se haba aficionado a las drogas y que lo poco que le quedaba de orgullo le impeda verla hasta que no volviera a ser el que era. Ella le persuadi de que aceptara el dinero suficiente para rehabilitarse y desde entonces le enva mensualmente cierta cantidad a la lista de correos de esta ciudad. "Mientras tanto, como no tena parientes que la retuvieran en Inglaterra, liquid sus asuntos all y se vino a San Francisco para estar cerca de su marido cuando ste decidiera regresar a ella. As ha pasado un ao. La seora Ashcraft le sigue mandando una cantidad cada mes y contina esperando su vuelta. El, por su parte, se ha negado repetidamente a verla y sus cartas estn llenas de evasivas y referencias a la lucha que sostiene contra la droga, de la que se libera un mes para volver a caer en ella al siguiente. "La seora Ashcraft, como es natural, comienza a sospechar que su esposo no tiene la menor intencin de regresar a ella ni de renunciar a las drogas, que simplemente la est utilizando como fuente de ingresos regulares. He tratado de convencerla de que interrumpa los envos durante cierto tiempo, pero se niega a hacerlo porque se considera responsable de todo lo ocurrido. Cree que aquella extempornea expresin de celos es lo que provoc la desgracia de su marido y tiene miedo de hacer algo que pueda daarle o inducirle a tomar medidas an ms perjudiciales. En ese aspecto es imposible hacerla cambiar de actitud. Quiere que Ashcraft vuelva a ella y se rehabilite, pero si l se niega a ello, est dispuesta a continuar pasndole una pensin durante el resto de su vida. Lo nico que desea saber es qu le cabe esperar: Quiere acabar con esta terrible inseguridad en que vive. "Lo que queremos es que usted encuentre a Ashcraft. Deseamos saber si hay esperanza de que vuelva a ser el hombre que era o si ha cado tan bajo que no existe recuperacin posible. Esa es su tarea. Bsquele, averige lo que pueda, y luego, una vez que sepamos algo, decidiremos si es mejor concertar una entrevista entre los dos con la esperanza de que ella pueda convencerle, o no". - Lo intentar -respond-. Qu da hace la seora Ashcraft su envo mensual? - El primero de cada mes. - Hoy es el veintiocho. Eso me da tres das para terminar un asunto que tengo entre manos. Tiene una foto de l? - Desgraciadamente, no. Despus de la discusin, la seora Ashcraft destruy en un rapto de ira todo lo que pudiera recordarle a su esposo. Me levant y descolgu mi sombrero del perchero. - Le ver el da dos -dije mientras sala de la oficina. La tarde del da uno me fui a la Central de Correos y habl con Lusk, el encargado en aquellos das de la lista de correos. - Nos han informado de que un tipo que ando buscando -le dije a Lusk- vendr a recoger su correspondencia a una de estas ventanillas. Puede dar orden de que cuando venga me lo identifiquen? Los inspectores de correos estn a merced de una serie de regulaciones que les prohben colaborar con detectives privados excepto en ciertos asuntos de decidido matiz criminal. Pero un inspector complaciente no tiene por qu someter a un detective a ningn martirio chino. Se le miente para que tenga una coartada en caso de que el asunto se complique, y el que l sepa que se le ha mentido o no, carece de importancia. As que volv al piso de abajo y me apliqu a la tarea de matar el tiempo sin perder de vista la ventanilla correspondiente a las letras A a D. El empleado a cargo de dicha ventanilla tena instrucciones de hacerme una sera cuando alguien fuera a reclamar la correspondencia de Ashcraft. La carta de su esposa an no haba llegado, pero no quise correr ningn riesgo y me qued vigilando hasta la hora del cierre. A la maana siguiente, poco despus de las diez, empez la funcin. Uno e los empleados me dio la seal en el momento en que un hombre de corta estatura vestido con un traje azul y sombrero flexible de color gris, se retiraba de una ventanilla con el sobre en la mano. Contaba unos cuarenta aos de edad, aunque estaba muy avejentado. Su rostro tena una consistencia pastosa, andaba arrastrando los pies y su traje peda a gritos un buen cepillado y planchado. Se vino derecho a la mesa frente a la cual me hallaba yo de pie fingiendo revisar unos papeles. Sac un sobre grande del bolsillo y aunque slo pude ver el frente por un segundo, me bast para comprobar que estaba ya escrito y franqueado. Manteniendo la cara del sobre contra su pecho de modo que me era imposible leer la direccin, introdujo en l la carta que acababan de entregarle y humedeci la goma con la lengua. Peg el sobre cuidadosamente y se dirigi hacia los buzones. Yo le segu. No me quedaba otro remedio que utilizar el siempre socorrido recurso del tropezn. Me adelant un paso, fing resbalar en el suelo de mrmol y me aferr al hombre como tratando de recuperar el equilibrio. Fue un desastre total. En medio de aquel fingido resbaln, di un patinazo y ambos camos al suelo enzarzados como un par de luchadores. A duras penas logr ponerme en pie, le ayud a levantarse, murmur una disculpa y casi tuve que apartarle de un empujn para impedir que recogiera el sobre que yaca boca abajo en el suelo. Al entregrselo tuve que volverlo para poder leer la direccin:

Sr. D. Edward Bohannon Caf de la Herradura Dorada Tijuana, Baja California, Mjico

Tena la direccin, pero me haba delatado. No haba forma humana de que aquel hombrecillo vestido de azul no hubiera reparado en mi estratagema. Me sacud el polvo del traje mientras l introduca el sobre en la ranura del buzn y se diriga despus a la puerta que daba a la calle Mission. No poda dejarle escapar con lo que saba. A toda costa tena que impedir que avisara a Ashcraft. Decid utilizar otro truco tan viejo como el del resbaln y segu al hombrecillo de nuevo. En el momento en que le alcanzaba se volvi para ver si le segua. - Hola Micky -le salud-. Cmo van las cosas por Chicago? - Usted se equivoca -respondi sin detenerse entreabriendo apenas la comisura de sus labios grisceos-. No tengo nada que ver con Chicago. Tena ojos de color azul plido y pupilas diminutas; los ojos del hombre adicto a la morfina o la herona. - Djate de historias -le respond-. Acabas de bajarte del tren esta misma maana. Se par en la acera y se volvi hacia m. - Yo? Quin se cree que soy? - Eres Micky Parker. El "Holands" nos dio el soplo de que venas a San Francisco. - Est chiflado! -dijo mirndome con sorna-. No s de qu demonios est hablando. La verdad es que yo tampoco lo saba. Levant la mano derecha sin sacarla del bolsillo del abrigo. - Como t quieras -dije con voz amenazadora-. De un salto, se apart de mi abultado bolsillo. - Oiga amigo -suplic-. Usted se ha equivocado, de verdad se lo digo. No me llamo Micky Parker y hace un ao entero que vivo en San Francisco. - Eso tendrs que demostrrmelo. - Se lo demostrar -dijo ansiosamente-. Venga a mi casa conmigo y ver. Me llamo Ryan y vivo a la vuelta de la esquina, aqu en la calle Sexta. - Ryan? -pregunt. - S, john Ryan. Aquello le delat. No creo que haya ms de tres ladrones de solera en el pas que no hayan usado el nombre de John Ryan por lo menos, una vez. Es el "John Smith" del hampa. Aquel John Ryan en particular me condujo a una casa de la calle Sexta donde la patrona, una mujer de armas tomar de unos cincuenta aos de edad con unos brazos tan musculosos y velludos como los de un herrero de aldea, me asegur que su inquilino haba vivido en San Francisco durante varios meses y que recordaba haberle visto al menos una vez al da durante las dos ltimas semanas. De haber ido buscando realmente al mtico Micky Parker en Chicago, jams hubiera credo a aquella mujer, pero dada la situacin, fing darme por satisfecho. El asunto iba tomando mejor cariz. Haba conseguido confundir a Ryan. Le haba convencido de que le haba tomado por otro hampn y que no era la carta de Ashcraft lo que me interesaba. Tal como estaban las cosas, poda considerarme relativamente a salvo. Pero dejar un solo cabo suelto es cosa que me inspira verdadero horror. Ese pjaro era un drogadicto y me haba dado un nombre falso, as que ... - Cmo te vas defendiendo? -le pregunt. - Hace un par de meses que no doy golpe -balbuce-, pero pienso abrir una casa de comidas con un compaero la semana que viene. - Vamos a tu habitacin -suger-. Quiero hablar contigo. La idea no le entusiasm, pero, aunque a regaadientes, me condujo escaleras arriba. Ocupaba dos cuartos y una cocina en el tercer piso, dos habitaciones sucias y de olor nauseabundo. - Donde est Ashcraft? -le espet. - No s de qu me habla -balbuce. - Pues ms vale que te vayas enterando -le aconsej-, si no quieres pasarte una temporadita a la sombra. - No puede acusarme de nada. - Cmo que no? Te gustara que te echaran de treinta a sesenta das por vagancia? - Qu vagancia ni qu nio muerto! Llevo quinientos dlares encima. Le lanc una sonrisa burlona. - No me vengas con esas Ryan. T sabes que un fajo de billetes no te sirve de nada en California. No tienes trabajo. No puedes justificar ese dinero. Eres que ni hecho de encargo para la Seccin de Vagancia. Daba por sentado que aquel individuo se dedicaba al trfico de drogas. Si corra el riesgo de que aquello pudiera salir a la luz cuando le detuvieran, lo ms probable es que estuviera dispuesto a vender a su compinche para salvar su propio pellejo, sobre todo si, tal como yo crea, Ashcraft no haba cometido realmente ningn delito serio. - Yo de ti -prosegu mientras l meditaba con la mirada clavada en el suelo-, sera buen chico y hablara. Ests ... Sbitamente se inclin hacia un lado sin levantarse y ech una mano hacia atrs. De una patada le saqu de su asiento. Si no hubiera tropezado con la mesa, le habra tumbado. Aun as, el puetazo que a rengln seguido le dirig a la mandbula, le alcanz en pleno pecho y le hizo caer con la mecedora encima de l. La apart de un manotazo y le arrebat el arma, una pistola barata contrachapado del calibre 32. Luego volv a ocupar mi asiento al otro lado de la mesa. Con aquel conato de lucha hubo suficiente. Se puso en pie gimiendo. - Se lo dir todo. No quiero los. Ese tal Ashcraft me cont que estaba sacndole el jugo a su mujer. Me dio diez dlares para que recogiera cada mes una carta dirigida a l y se la mandara a Tijuana. Le conoc aqu en San Francisco. Hace seis meses se fue a Mjico y ahora anda liado con una mujer all. Antes de irse le promet que le hara el encargo. Saba que se trataba de dinero porque l lo llamaba su "pensin", pero no saba que fuera nada ilegal. - Qu clase de fulano es ese Ashcraft? Qu es lo suyo? - No lo s. Puede que sea un estafador, pero se cuida de las apariencias. Es ingls y generalmente usa el nombre de Ed Bohannon. Le da bien a la droga. Yo no la gasto -esa s que no me la tragu-, pero ya sabe usted lo que pasa en ciudades como sta. Uno se roza con gente de todas las calaas. No tengo ni idea qu se trae entre manos. Eso fue todo lo que pude sacarle. No pudo o no quiso decirme dnde haba vivido Ashcraft en San Francisco ni con quin se haba tratado. Puso el grito en el cielo cuando se enter de que pensaba entregarle a la Seccin de Vagos y Maleantes. - Usted dijo que me dejara en paz si hablaba -gimote. - No promet nada. Adems, cuando un fulano trata de largarme un balazo, eso para m cancela cualquier acuerdo que tuviera con l. As que, andando! No poda arriesgarme a dejarle en libertad hasta que pudiera localizar a Ashcraft. En cuando me diera la vuelta poda ponerle un telegrama y con eso mi plan se volatilizaba. Fue una corazonada lo de encerrar a Ryan. Cuando le tomaron las huellas en la Jefatura de Polica, result ser un tal Fred Rooney, alias "jamocha", traficante de drogas fugado de la Prisin Federal de Leavenworth con ocho aos de condena por delante. - Podr tenerlo a la sombra por lo menos un par de das? -pregunt al director de la prisin municipal-. Tengo un asunto pendiente y me vendra muy bien que le tuviera incomunicado. durante ese tiempo. - Desde luego -prometi el director-. Las autoridades federales no le reclamarn hasta dentro de dos o tres das. Hasta entonces le tendremos bien guardadito. De la crcel me fui a la oficina de Vance Richmond comunicarle el resultado de mis averiguaciones. - Ashcraft recibe su correspondencia en Tijuana donde vive. Utiliza el nombre de Ed Bohannon y parece que est liado con una mujer all. Acabo de poner a la sombra a uno de sus amigos, un prfugo que se encargaba de enviarle el correo. El abogado descolg el auricular. Marc un nmero. - Est la seora Ashcraft? Soy el seor Richmond. No le hemos encontrado an, pero creemos que sabemos dnde est ... S ... Dentro de unos quince minutos... Colg el telfono y se levant. - Nos acercaremos a casa de la seora Ashcraft y hablaremos con ella. Un cuarto de hora despus bajbamos del coche de Richmond en la calle jackson casi esquina a la calle Gough, frente a una casa de piedra blanca de tres pisos ante la cual se extenda un pequeo jardn de csped cuidadosamente cortado rodeado por una verja de hierro. La Sra. Ashcraft nos recibi en una salita del segundo piso. Era una mujer alta de unos treinta aos de edad, vestida con un traje gris que subrayaba su esbelta belleza. El adjetivo que mejor la describa era el de "clara"; claro era el azul de sus ojos, el tono rosado de su piel y el castao de sus cabellos. Richmond me present a ella y le dijo despus lo que haba averiguado, a excepcin de lo referente a la mujer de Tijuana. Tambin yo me call que muy posiblemente su marido era ahora un delincuente. - Me han dicho que su esposo est en Tijuana. Se fue de San Francisco hace seis meses y le envan la correspondencia a un caf de esa ciudad, a nombre de Edward Bohannon. Sus ojos se iluminaron, pero se abstuvo de hacer demostraciones de alegra. No era mujer para ello. Se dirigi al abogado. - Quieren que vaya yo a Tijuana? O prefiere ir usted? Richmond neg con la cabeza. - Ni usted ni yo. Usted no debe ir, y yo no puedo, al menos por ahora -se volvi hacia m-. Tendr que ir usted. Est ms capacitado que nosotros para llevar este asunto. Sabe lo que conviene hacer y cmo hacerlo. La seora Ashcraft no quiere forzar a su esposo a nada, pero tampoco quiere dejar de hacer nada que pueda ayudarle. La Sra. Ashcraft me tendi una mano fuerte y fina. - Usted har lo que crea ms conveniente. Aquellas palabras eran a la vez una interrogacin y una expresin de confianza. - Desde luego -promet. Me haba cado bien aquella Sra. Ashcraft. Tijuana no haba cambiado mucho en los dos aos que llevaba yo sin visitar la ciudad. All seguan, idnticos, los doscientos metros de calle sucia y polvorienta que se abra entre dos filas casi continuas de bares y cantinas. En las mugrientas calles laterales se refugiaban los tugurios que no haban hallado cabida en la calle principal. El automvil que me llev desde San Diego, me vomit en el centro de la ciudad a primera hora de la tarde, cuando el ajetreo diario no haba hecho ms que comenzar. Slo dos o tres beodos vagabundeaban entre perros callejeros y mejicanos ociosos, pero una muchedumbre de borrachos en potencia haba comenzado ya a hacer la ronda habitual de los salones. En medio de la manzana siguiente vi una gran herradura dorada. Recorr el corto trecho que me separaba de ella y entr en la cantina. Constitua un ejemplo caracterstico del antro local. A la izquierda de la puerta de entrada, se hallaba la barra que ocupaba ms o menos la mitad de la longitud del muro. Al final de ella haba tres o cuatro mquinas tragaperras. Frente a la barra, junto a la pared de la derecha, una pista de baile se extenda desde el frente del local hasta una plataforma donde una orquesta de msicos grasientos -se dispona a comenzar su tarea. Tras de la orquesta haba una fila de pequeos cubculos con una mesa y dos bancos en cada uno de ellos. A causa de lo temprano de la hora, el local estaba medio vaco. Mi aparicin atrajo la atencin del camarero. Era un irlands fornido de tez arrebolada y pelo rojizo que le caa en dos rizos sobre la cara ocultando la poca frente que tena. - Quiero ver a Ed Bohannon -le dije confidencialmente. Volvi hacia m unos ojos sin expresin. - No conozco a ningn Ed Bohannon. Cog un lpiz, garrapate en un papel "Trincaron a jamocha", y se lo alargu. - Si alguien que dice ser Ed Bohannon pide este papel, se lo dar usted? - No veo por qu no. - Muy bien -le dije-. Me quedar un rato por aqu. Me dirig al otro extremo del saln y me sent a la mesa de uno de los apartados. Antes de que pudiera siquiera acomodarme en mi asiento, se instal junto a m una chica larguirucha que no s qu extraa operacin se habra hecho en el pelo, pero lo tena de color prpura. - Me invitas a una copa? -me pregunt. La mueca que esboz probablemente pretenda ser una sonrisa. Fuera lo que fuera, me hel la sangre en las venas y ante la posibilidad de que la repitiera, decid rendirme. - S -respond, y ped una botella de cerveza al camarero que se haba apostado, expectante, a mis espaldas. La mujer del pelo color prpura haba liquidado su vaso de whisky y habra ya la boca para sugerirme que pidiera el siguiente (las prostitutas de Tijuana no se andan por las ramas), cuando son una voz a mi espalda. - Cora, Frank te anda buscando. Cora frunci el ceo y comenz a buscar con la mirada por encima de mi hombro. Luego esboz otra vez aquella mueca siniestra, y dijo: - Est bien, Kewpie. Quieres ocuparte t de mi amigo? -y se fue. Kewpie se sent junto a m. Era una chica llenita y de corta estatura, como mucho de dieciocho aos de edad. Pareca una nia. El cabello moreno le caa en bucles sobre un rostro redondo de muchacho travieso. Sus ojos eran risueos y atrevidos. La invit a una copa y ped para m otra cerveza. - En qu piensas? -pregunt. - En beber, Me dirigi una sonrisa burlona, una sonrisa tan infantil como la limpia mirada de sus ojos castaos. - En trincarme todo lo que tengan. - Y aparte de eso? Saba que aquel relevo no haba sucedido porque s. - Me han dicho que andas buscando a un amigo mo. - Quines son tus amigos? - Por ejemplo, Ed Bohannon. Conoces a Ed? - No. An no. - Pero, le ests buscando? - S. - De qu se trata? Quiz yo pueda avisarle. - Djalo -dije echndome un farol-. Ese Ed se da demasiada importancia. El se lo pierde. Te invito a otro trago y me largo. La muchacha reaccion. - Espera un minuto. Ver si puedo encontrarle. Cmo te llamas? - Digamos que me llamo Parker. Es un nombre tan bueno como otro cualquiera -ese era el que haba dado a Ryan y el que primero me vino a la mente. - Espera aqu -me dijo mientras se diriga a la puerta trasera del local-. Creo que s dnde est. Diez minutos ms tarde, un hombre entraba por la puerta delantera del establecimiento y se acercaba a mi mesa. Era un ingls rubio, algo menor de cuarenta aos con todo el aspecto del hombre respetable que se ha dado a las drogas. No haba llegado an a lo ms bajo, pero se hallaba en camino, como indicaban la opacidad de sus ojos azules, las bolsas bajo sus ojos, los surcos en torno a la boca, los labios entreabiertos y el tono grisceo de su piel. Su aspecto era an agradable gracias a lo que quedaba de su antigua prestancia. Se sent frente a m. - Me buscaba? - Es usted Ed Bohannon? Asinti. - Pescaron a Jamocha hace un par de das -le dije-, y debe estar ya de vuelta en la prisin de Kansas. Logr enviarme recado desde la crcel para que le avisara a usted. Saba que yo pensaba venir a Tijuana. Frunci el ceo sin levantar la vista de la mesa. Luego me lanz una mirada penetrante. - Le dijo algo ms? - No me dijo nada. Me mand recado con un individuo. Yo ni le vi. - Va a quedarse en Tijuana mucho tiempo? - Dos o tres das -respond-. Tengo aqu un asunto pendiente. Sonri y me tendi la mano. - Gracias por el aviso, Parker. Si se viene conmigo, le dar algo decente de beber. A eso s que no tena nada que objetar. Salimos de la "Herradura Dorada" y por una de las bocacalles llegamos a una casa de adobe que se levantaba all donde la ciudad mora en el desierto. Me dej en un cuarto que daba a la calle no sin antes sealarme una silla, y desapareci en la habitacin contigua. - Qu le apetece? -me pregunt desde all-. Whiskey de centeno, ginebra, whiskey escocs .... ? - El ltimo gana -le respond interrumpiendo la enumeracin. Trajo una botella de Black and White, un sifn y unos vasos, y nos sentamos a beber. Bebimos y hablamos, hablamos y bebimos y ambos pretendimos estar mucho ms borrachos de lo que estbamos aunque a decir verdad no pas mucho tiempo antes de que los dos estuviramos como cubas. Aquello se convirti pura y simplemente en un concurso de resistencia al alcohol. El trat de hacerme beber hasta reducirme a pulpa, una pulpa que soltara fcilmente todos sus secretos, y confieso que mi intencin era exactamente la misma. Pero ninguno de los dos logr hacer muchos progresos. - Sabes? -me dijo en un determinado momento de la tarde-. He sido un completo idiota. Tengo la mujer ms encantadora del mundo y est empeada en que vuelva a ella. Y sin embargo, aqu me tienes, dndole a la botella y a la droga mientras podra ser alguien. Soy arquitecto, te enteras? Y de los buenos. Pero ca en la rutina, me mezcl con toda esta gentuza y es como si no pudiera salir de todo esto. Pero lo conseguir, eso te lo digo yo.... Volver con mi mujercita, la mujer ms buena del mundo. Acabar con la droga y con todo. Mrame bien. Tengo yo pinta de drogado? Claro que no. Como que ya me estoy curando... Vas a verlo. Te lo demostrar. Voy a echar una pitada y luego vers como puedo dejarlo.... A duras penas se levant de su asiento, fue al cuarto de al lado, y volvi dando tumbos trayendo una pipa de opio de bano y plata en una bandeja tambin de plata. La deposit sobre la mesa y me tendi la pipa. - Echa una a mi salud, Parker. Le dije que prefera seguir dndole al whiskey. - Si prefieres cocana, puedo ponerte una inyeccin -me invit. Rechac la cocana. El se tendi cmodamente en el suelo junto a la mesa y as continuamos la fiesta, l fumando su opio y yo castigando a la botella, y ambos hablando para beneficio ajeno y tratando de sonsacarle lo ms posible al otro. Cuando Kewpie apareci a la medianoche, yo ya llevaba encima una buena curda. - Parece que os diverts, eh? -dijo riendo mientras se inclinaba a besar el pelo del ingls. Se sent de un salto sobre la mesa y ech mano a la botella. - No puede irnos mejor -le respond aunque quiz no muy claramente. - Deberas ajumarte ms a menudo, pescadilla. Te sienta bien. No recuerdo si contest, o no. Lo que s recuerdo es que poco despus me tend en el suelo junto al ingls y me dorm. Los dos das siguientes transcurrieron ms o menos como el primero. Ashcraft y yo no nos separamos ni por un momento. La muchacha nos acompa la mayor parte del tiempo y nosotros seguimos bebiendo interrumpindonos slo para dormir la mona de lo que tenamos dentro. Pasamos aquellas horas, parte en la "Herradura Dorada" y parte en la casa de adobe, pero an nos qued tiempo para recalar de vez en cuando en alguno de los muchos tugurios de la ciudad. No llegaba a darme una idea clara de lo ocurra en torno mo, pero tampoco creo que nada se me pasara totalmente por alto. Ashcraft y yo ramos en apariencia ua y carne, pero en el fondo ninguno de los dos lleg a confiar en el otro por muy borracho que estuviera, y puedo asegurar que lo estuvimos mucho. Ni que decir tiene que l segua dndole a la pipa regularmente. Creo que la muchacha no era aficionada a la droga, pero s tena buen saque para el alcohol. Al cabo de tres das de orga ininterrumpida me encontr en el tren camino de San Francisco con una resaca monumental encima y haciendo una lista de lo que saba y lo que sospechaba acerca de Norman Ashcraft. La lista deca as. (1) Ashcraft sospechaba o saba que yo haba ido a verle a causa de su mujer, el modo en que me haba tratado no dejaba lugar a dudas; (2) al parecer haba decidido regresar junto a su esposa, aunque no haba garantas de que llegara a hacerlo; (3) su aficin a las drogas no era incurable; (4) la posibilidad de que bajo la influencia de su mujer pudiera rehabilitarse, era remota. Fsicamente no era caso perdido, pero s haba probado la vida del hampa y no pareca que le hiciera muchos ascos; (5) la muchacha llamada Kewpie estaba loca por l, mientras que a l la chica le gustaba, pero nada ms. Tras una noche de sueo reparador entre Los Angeles y San Francisco, me encontr en la estacin de la esquina de las calles Tercera y Townsed. Para entonces la cabeza y el estmago me haban vuelto casi a su estado normal y mis nervios se haban tranquilizado. Desayun ms de lo que haba comido en los ltimos tres das y me dirig a la oficina de Vance Richmond. El seor Richmond est en Eureka -me dijo su secretaria. - Puede usted llamarle por telfono? Poda, y lo hizo. Sin mencionar nombres, le dije al abogado lo que saba y lo que sospechaba. - Entiendo -respondi-. Le sugiero que vaya a ver a la seora Ashcraft y le diga que la escribir esta misma noche. Probablemente volver a San Francisco pasado maana. Creo que podemos esperar hasta entonces a tomar una decisin sin peligro de que ocurra nada. Tom un tranva hasta la Avenida Van Ness, all hice trasbordo y llegu a la casa de la seora Ashcraft. Llam al timbre sin obtener respuesta. Despus de insistir varias veces, me di cuenta de que en el suelo, ante la puerta, haba dos peridicos. Mir las fechas. Eran el del da en curso y el del anterior. Un hombre vestido con un mono descolorido regaba el jardn vecino. - Sabe usted si se ha ido la gente que viva en esta casa? -le pregunt. - No creo. La puerta trasera est abierta. Lo vi esta maana. Se detuvo rascndose la barbilla. - Aunque puede que hayan salido -continu con lentitud-. Ahora que usted lo dice, ayer no les vi en todo el da. Baj la escalinata, di la vuelta a la casa, salt la cerca trasera y sub los peldaos que conducan a la entrada de servicio. La puerta de la cocina estaba entornada. Dentro no se vea a nadie, pero se oa correr el agua. Llam con los nudillos lo ms fuerte que pude. No hubo respuesta. Empuj la puerta y entr. El sonido proceda de la pila. Bajo un dbil chorro de agua haba un cuchillo de carnicero cuya hoja saldra unos treinta centmetros de longitud. Estaba limpio, pero la pared opuesta de la pila, all donde salpicaba levemente el agua, estaba cuajada de manchas diminutas de un color marrn rojizo. Ara una de ellas con la ua. Era sangre seca. A excepcin de la sangre, no vi nada que pudiera considerarse anormal. Abr la puerta de la despensa. Todo estaba en orden. Frente a m haba una puerta que comunicaba con el resto de la casa. La abr y avanc por un pasillo dbilmente iluminado por la poca luz que llegaba de la cocina. Tanteaba en la penumbra el lugar donde supona que hallara el interruptor de la luz, cuando tropec con un bulto blando. Apart el pie, busqu en el bolsillo una caja de cerillas, y encend una. Un muchacho filipino yaca a mis pies a medio vestir con la cabeza y los hombros sobre el suelo del pasillo y el resto del cuerpo contorsionado sobre los primeros peldaos de una escalera. Estaba muerto. Mostraba una herida en un ojo y una enorme cuchillada justo debajo de la barbilla. Sin necesidad siquiera de cerrar los ojos, pude reconstruir el crimen. El asesino haba alcanzado a la vctima en lo alto de las escaleras, le haba sujetado por la cara introducindole el pulgar en uno de sus ojos y echndole hacia atrs la cabeza para poder asestarle la cuchillada en el cuello. Despus le haba arrojado por las escaleras. A la luz de una segunda cerilla, hall el interruptor de la luz. Lo accion, me abroch el abrigo y comenc a subir las escaleras. Aqu y all se vean goterones de sangre oscurecida. En el descansillo del segundo piso, una enorme mancha roja destacaba sobre el dibujo del papel de la pared. En lo alto de las escaleras hall otro interruptor y encend la luz. Avenc por el pasillo, me asom al interior de dos habitaciones en que no vi nada que me llamara la atencin y segu adelante hasta doblar un ngulo del corredor. All me detuve de un salto a punto de tropezar con el cuerpo de una mujer. Yaca en el suelo boca abajo con las rodillas dobladas bajo el cuerpo y las manos crispadas sobre el estmago. Iba vestida con un camisn y llevaba el largo cabello recogido a la espalda en una trenza. Le puse un dedo sobre la nuca. Estaba fra como el hielo. Me arrodill junto a ella teniendo cuidado de no rozarla, y mir su rostro. Era la doncella que cuatro das antes nos haba abierto la puerta a Richmond y a m. Me puse en pie y mir a mi alrededor. La cabeza de la sirvienta casi rozaba con una puerta cerrada. Evitando tropezar con el cadver, la abr y entr en un dormitorio evidentemente no era el de la doncella. Estaba lujosamente decorado en tonos grises y crema y adornaban las paredes unos grabados franceses. Todo estaba en orden en la habitacin excepto la cama. Sbanas, colchas y mantas estaban apiladas sobre ella en confuso montn, un montn que, a decir verdad, abultaba demasiado... Inclinado sobre el lecho, comenc a retirar una por una las cubiertas. La segunda apareci manchada de sangre. De un tirn apart el resto. Frente a m apareci el cadver de la Sra. Ashcraft. Formaba un pequeo ovillo del que sobresala solamente la cabeza que colgaba contorsionada de un cuello rebanado hasta el hueso. Cuatro profundos araazos le cruzaban un lado del rostro, de la sien a la barbilla. Vesta un pijama de seda azul, una de cuyas mangas haba sido arrancada. Tanto ste como las sbanas estaban empapadas en sangre que las cubiertas haban mantenido hmeda. Cubr el cadver con una manta, sorte cuidadosamente el cuerpo de la mujer que yaca en el pasillo, y baj encendiendo todas las luces que pude en busca de un telfono. Lo encontr al pie de la escalera. Llam primero a la polica y despus a la oficina de Vance Richmond. - Dgale al sefor Richmond que la seora Ashcraft ha sido asesinada -le dije a la secretaria-. Estoy en casa de la vctima. Puede llamarme aqu. Sal al exterior por la puerta principal y me sent en el escaln superior a fumar un cigarrillo mientras aguardaba a la polica. Estaba destrozado. No era la primera ocasin en que vea ms de tres muertos, pero sta me haba pillado con los nervios an resentidos de tres das de borrachera. Antes de que terminara mi primer cigarrillo, un coche de polica dobl la esquina a toda velocidad, par frente a la casa y comenz a vomitar hombres. El sargento O'Gar, jefe de la Seccin de Homicidios, fue el primero en subir la escalinata. - Qu hay? -me salud-. Qu ha descubierto esta vez? - Al tercer cadver me di por vencido -le dije mientras le conduca al interior de la casa-. Quiz un profesional como usted pueda encontrar alguno ms. - Para ser un aficionado, no se le ha dado mal -respondi. Mi resaca se haba desvanecido y estaba ansioso de poner manos a la obra. Le mostr primero el cadver del filipino y luego los de las dos mujeres. No hallamos ninguno ms. Durante las horas siguientes, O'Gar, los ocho hombres que haba trado consigo y yo nos dedicamos por entero a las tareas de rutina en esos casos. Haba que registrar la casa de arriba abajo, interrogar a los vecinos, llamar a las agencias que haban facilitado el servicio, localizar e interrogar a las familias y amigos del filipino y la doncella y tambin al chico de los peridicos, al de la tienda de ultramarinos, al de la lavandera, al cartero... Una vez reunidos la mayor parte de los informes, O'Gar y yo nos escurrimos lo ms discretamente que pudimos y nos encerramos en la biblioteca. - Anteanoche, eh? La noche del mircoles -gru O'Gar una vez que nos hallamos confortablemente instalados en sendos sillones de cuero fumando un cigarrillo. Asent. El informe del forense que haba examinado los cuerpos, la presencia de los dos perodicos en la entrada y el hecho de que ni los vecinos, ni el chico de los recados de la tienda de ultramarinos ni el carnicero hubieran visto a ninguno de los habitantes de la casa desde el mircoles, haca suponer que el crimen haba ocurrido o el mircoles por la noche o durante las primeras horas de la maana del jueves. - Yo dira que el asesino forz la puerta de servicio -continu O'Gar mirando al techo a travs del humo-, cogi un cuchillo en la cocina y subi las escaleras. Puede que se dirigiera directamente al cuarto de la seora Ashcraft o puede que no, pero lo cierto es que antes o despus lleg all. La manga arrancada y los araazos del rostro de la vctima demuestran que sta ofreci resistencia. El filipino y la doncella oyeron el ruido de la lucha o quiz los gritos de su seora y corrieron a ver qu pasaba. Lo ms probable es que la criada llegara a la puerta del dormitorio en el momento en que sala el asesino y ste la mat all mismo. Luego debi ver al filipino que sala huyendo, le alcanz en lo alto de las escaleras y acab con l tambin. Luego baj a la cocina, se lav las manos, dej el cuchillo y huy. - Hasta aqu estoy de acuerdo -conced-, pero veo que ha pasado por alto la cuestin de quin es el asesino y por qu hizo lo que hizo. - No me agobie -gru-, ahora llegaba a eso. Al parecer tenemos tres posibilidades a elegir. El asesino tuvo que ser o un manaco que simplemente mat por darse el gusto, o un ladrn que perdi totalmente la cabeza al verse descubierto, o alguien que tena un motivo para liquidar a la seora Ashcraft y que se vio obligado a matar a los sirvientes que le sorprendieron. Mi opinin es que fue alguien que tena una razn para acabar con la vctima. - No est mal -aplaud-. Ahora escuche bien esto: el marido de la seora Ashcraft vive en Tijuana. Es un hombre ligeramente adicto a las drogas y anda mezclado con todo tipo de indeseables. Ella estaba tratando de convencerle de que regresara a casa. Lo que no saba es que su esposo andaba liado all con una muchacha que bebe los vientos por l y es una actriz estupenda, lo que se dice una chica de cuidado. El estaba pensando en dejarla y volver al lado de su esposa. - Y bien? -dijo O'Gar lentamente. - El problema es -continu-, que yo me hallaba con l y con la chica anteanoche, es decir, la noche del crimen. -Y bien? Alguien llam con los nudillos a la puerta interrumpiendo nuestra conversacin. Era un polica que vena a avisarme de que me llamaban por telfono. Baj al primer piso, tom el auricular y escuch la voz de Vance Richmond. - Qu ha pasado? La seorita Henry me transmiti el recado, pero no pudo darme ningn detalle. Le puse al corriente de lo sucedido. - Salgo para San Francisco esta noche -me dijo cuando hube terminado-. Usted contine la investigacin y haga lo que crea ms conveniente. Tiene carta blanca. - De acuerdo -repliqu-. Cuando usted vuelva probablemente estar fuera de la ciudad. Puede localizarme a travs de la Agencia. Ahora voy a telegrafiar a Ashcraft en su nombre para pedirle que venga. Despus de hablar con Richmond llam a la crcel municipal y pregunt al director si John Ryan, alias Fred Rooney, alias, jamocha, continuaba all detenido. - No. Los agentes de la polica federal se lo llevaron ayer por la maana. Volv a la biblioteca y le dije a O'Gar apresuradamente: - Voy a tomar el tren de la tarde para San Diego. Apuesto lo que quiera a que el crimen se plane en Tijuana. Voy a enviar un cable a Ashcraft pidindole que venga. Quiero sacarle de all durante un par de das y si le hago venir a San Francisco usted se puede encargar de vigilarle. Le dar una descripcin completa de l. Esprele a la salida de la oficina de Vance Richmond. La media hora siguiente la dediqu a enviar apresuradamente tres telegramas. El primero iba dirigido a Ashcraft:

EDWARD BOHANNON CAFE DE LA HERRADURA DORADA TIJUANA, MEJICO

LA SEORA ASHCRAFT HA MUERTO. PUEDE VENIR INMEDIATAMENTE? VANCE RICHMOND

Los otros dos los redact en clave. En uno peda a la sucursal de Kansas City de la Agencia Continental que enviara un agente a Leavenworth para interrogar a jamocha. En el otro rogaba a la oficina de Los Angeles que mandara un agente a San Diego, donde habra de encontrarse conmigo al da siguiente. Hecho esto, corr a mi apartamento, met a escape unas cuantas prendas limpias en una maleta, y poco despus me hallaba en el tren que avanzaba en direccin hacia el sur, dispuesto a echarme un buen sueo. Al descender del tren a primera hora de la tarde del da siguiente, me recibi una ciudad alegre, atestada de visitantes que haban acudido a San Diego atrados por el comienzo de la temporada hpica de Tijuana. El acontecimiento haba reunido a un pblico de la ms variada condicin: artistas de cine de Los Angeles, propietarios de fincas del Imperial Valley, marineros de la flota del Pacfico, jugadores, turistas, tiniadores, y hasta alguna que otra persona normal. Com, me registr en un hotel donde dej la maleta y me dirig al Hotel Grant donde deba encontrarme con el agente enviado por la oficina de Los Angeles. Le encontr en el vestbulo. Era un hombre joven, de cara pecosa y unos veintids aos de edad. Tena los ojos, de un gris brillante, clavados en un programa de las carreras de caballos que sostena en la mano derecha, uno de cuyos dedos llevaba con un esparadrapo. Pas junto a l, me detuve a comprar un paquete de cigarrillos y, mientras lo haca, correg una imaginaria inclinacin del ala del sombrero. Luego sal a la calle. El dedo vendado y mi gesto constituan la contrasea. Admito que son trucos inventados antes de la Guerra Civil, pero como an siguen dando resultado, su antigedad no constituye razn suficiente para descartarlos. Avanc por la calle Cuarta en direccin opuesta a Broadway, la arteria principal de San Diego, y al poco rato, el detective me alcanz. Se llamaba Gorman. En pocos momentos le inform de lo que deba hacer. - Tiene que ir a Tijuana y montar guardia en el Caf de la Herradura Dorada. All ver a una chica llenita encargada de hacer beber a los clientes. Es de corta estatura, cabellos rizados, ojos castaos, cara redonda, boca grande de labios rojos y hombros anchos. No puede pasrsela por alto. Tiene unos dieciocho aos de edad y se llama Kewpie. A ella es a quien tiene que vigilar. No se le acerque ni trate de ganarse su confianza. Cuando lleve usted all una hora aproximadamente, entrar a hablar con ella. Quiero saber qu hace cuando me vaya y en los das siguientes -le di el nombre de mi hotel y el nmero de la habitacin que ocupaba-. Venga a informarme cada noche, pero en pblico no d nunca pruebas de conocerme. Terminada la conversacin, nos separamos. Yo me dirig a la plaza y permanec sentado en un banco durante una hora. Luego me acerqu a la esquina y entabl una lucha a brazo partido por un asiento en la diligencia que parta para Tijuana. Tras veinticinco kilmetros de camino polvoriento compartiendo con otras cuatro personas un asiento destinado a tres, y de una parada momentnea en el puesto de Polica de la frontera, me hall frente a la entrada del hipdromo de Tijuana. Las carreras haban empezado haca rato, pero una hilera ininterrumpida de espectadores continuaba entrando por la barrera giratoria. Me dirig a la fila de coches de caballos que esperaba ante el Monte Carlo, el gran casino de madera, me encaram a uno de ellos, y di orden al cochero de que me llevara al barrio viejo. El barrio viejo estaba desierto. La poblacin en bloque se hallaba en el hipdromo viendo a los caballos hacer sus monadas. Cuando entr en la Herradura Dorada vi asomar el rostro pecoso de Gorman tras un vaso de mezcal. Ojal que tuviera una constitucin fuerte. La necesitaba si pensaba aguantar la guardia a base de una dieta de cacto destilado. El recibimiento que me hicieron los habitantes de la Herradura no tuvo que envidiar al que hara una ciudad de provincias a su equipo de ftbol despus de un triunfo en campo enemigo. Hasta el barman de los ricitos engomados me dirigi una sonrisa amistosa. - Dond est Kewpie? -pregunt. - Cuidndole la familia al hermano Ed, eh? -me espet una enorme muchacha sueca-. Ver si puedo encontrarla. Kewpie entr en ese momento por la puerta trasera y se abalanz sobre m asfixindome a besos, abrazos, arrumacos y Dios sabe cuntas otras muestras de cario. Vienes a por otra curda? No -respond conducindola hacia la barra-. Esta vez se trata de negocios. Dnde est Ed? - Se fue al norte. Su mujer la palm y fue a hacerse cargo de la lana. - Y eso te destroza el corazn, no? - Cmo te lo dira! No sabes qu triste me tiene que papito se embolse ese montn de pasta. Le dirig lo que pretenda ser una mirada cargada de experiencia. - Y crees que Ed va a volver a depositar el tesoro a tus pies? Sus ojos despidieron un fulgor oscuro. -Qu diablos te ha dado? -pregunt. Sonre como quien se las sabe todas. - Pasar una de estas dos cosas -predije-. O te dejar como estaba planeado, o va a necesitar hasta el ltimo cntimo para salvar el pellejo. - Cochino mentiroso! Se hallaba de pie junto a m, su hombro izquierdo casi rozando mi hombro derecho. Con un rpido movimiento se introdujo la mano izquierda bajo la falda. La empuj por el hombro hacia delante apartando su cuerpo lo ms posible del mo. El cuchillo que haba sacado qued clavado en el reverso del tablero de la mesa. Era un pual de hoja gruesa, equilibrado para facilitar una mayor puntera al arrojarlo. Ech un pie hacia atrs, clavndome uno de sus finos tacones en el tobillo. Rode su cuerpo con el brazo izquierdo y mantuve su brazo apretado contra el costado mientras ella liberaba el cuchillo de la mesa. - A qu viene todo esto? Alc la mirada. Frente a m haba un hombre que me miraba de pie con las piernas separadas y los puos apoyados en las caderas. Era un tipo alto y fornido de hombros anchos entre los que emerga un cuello amarillento largo, esculido que a duras penas lograba sostener una cabeza pequea y redondeada. Sus ojos parecan dos bolas de azabache pegadas a ambos lados de una nariz pequea y aplastada. - Qu se propone? -me grit aquella belleza. Era intil tratar de razonar con l. - Si es usted un camarero trigame una cerveza y algo para la chica. Si no lo es, largo de aqu. - Lo que le voy a traer es un ... La muchacha se escurri de entre mis manos y le hizo callar. - Para m, un whiskey -le orden bruscamente. El desconocido gru, nos mir, primero a m y luego a la chica, volvi a mostrar unos dientes roosos, y se retir. - Es amigo tuyo? - Ms te vale no andarte con bromas con l -me advirti sin responder a mi pregunta. Luego devolvi el pual a su escondite y se volvi hacia m. - Qu es eso de que Ed est metido en un lo? - Leste lo del asesinato en el peridico? - s. - Entonces puedes imaginrtelo -contest-. La nica salida que le queda es echarte la culpa a ti. Pero dudo que pueda hacerlo. Si no puede, est arreglado. - Estas loco! -exclam-. Por muy borracho que estuvieras, sabes muy bien que la noche del crimen estbamos los dos aqu contigo. - Puede que est loco, pero no lo suficiente como para pensar que eso demuestre nada -correg-. En lo que s puede que est loco es en que espero no irme de aqu sin llevarme el criminal atado a la mueca. Se ech a rer en mis narices. Yo re tambin y me levant. - Nos veremos -le dije mientras avanzaba hacia la puerta. Volv a San Diego y envi un telegrama a Los Angeles pidiendo que mandaran otro agente. Luego fui a comer algo y regres al hotel a esperar a Gorman. Lleg con retraso y oliendo a mezcal a diez leguas a la redonda. Dentro de todo, pareca bastante sereno. - Por un momento, pens que iba a tener que ayudarle a salir de all a balazos -brome. - Djese de ironas -le orden-. Su trabajo consiste en ver qu pasa y se acab. Qu ha descubierto? - Cuando usted se fue, la muchacha y el hombretn se pusieron a cambiar impresiones. Parecan bastante nerviosos. Al rato, l sali del local, as que dej a la chica y le segu. Fue al centro y puso un telegrama. No pude acercarme para ver a quin iba dirigido. Luego regres al bar. - Quin es ese tipo? - Por lo que he odo no es ningn angelito. Flinn el "Cuello de ganso", le llaman. Es el encargado de echar a los borrachos del local y de otros trabajitos por el estilo. Si "Cuello de ganso" era el matn de plantilla de la Herradura Dorada, cmo era posible que no le hubiera visto durante mi primera visita? Por borracho que estuviera, nunca se me habra pasado por alto semejante macaco. Y fue precisamente durante aquellos tres das cuando mataron a la Sra. Ashcraft. - Telegrafi a su oficina para pedir que mandaran otro agente -dije a Gorman-. Se pondr en contacto con usted. Encrguele de la chica y usted ocpese de "Cuello de ganso". Creo que acabaremos encajndo los tres asesinatos, o sea que ndese con ojo. - Como usted diga, jefe -respondi, y se fue a acostar. Al da siguiente pas la tarde en el hipdromo entretenido con los caballos mientras haca tiempo hasta que llegara la noche. Al terminar la ltima carrera, cen en la "Posada de la Puesta de Sol" y me dirig despus al casino principal, situado en el mismo edificio. Haba all reunida una muchedumbre de al menos un millar de personas que, a empujones, pugnaban por abrirse paso hasta las mesas de pker, dados, ruleta y siete y medio, ansiosas de probar fortuna con lo mucho que haban ganado o lo poco que no haban perdido en las carreras. No me acerqu a las mesas; mi hora de jugar haba pasado. Entre el gento trat de seleccionar a los que, por una noche, haban de ser mis ayudantes. Pronto descubr al primero, un hombre tostado por el sol que era, indudablemente, un campesino en traje de domingo. Se diriga hacia la puerta con la expresin vaca del jugador a quien se le ha acabado el dinero antes de terminar la partida. Su congoja no se debe tanto a la prdida en s, como a la necesidad d abandonar la mesa de juego. Me interpuse entre el jornalero y la puerta. - Le desplomaron? -pregunt compasivamente cuando lleg junto a m. Asinti con gesto vacuno. - Le gustara ganarse cinco dlares por unos minutos de trabajo? -le tent. Desde luego que le gustara, pero de qu se trataba? - Quiero que venga conmigo al barrio viejo y mire bien a un hombre. Cuando lo haya hecho, le pagar. No hay truco ni cartn. La respuesta no le satisfizo completamente, pero, qu caramba!, cinco dlares son cinco dlares y siempre quedaba la posibilidad de retirarse si no le gustaba cariz que toma ban las cosas. As pues, se decidi probar suerte. Dej al bracero junto a una puerta y me fui derecho hacia otro candidato, un hombre bajo y regordete de ojos optimistas y boca de gesto dbil que se mostr tambin dispuesto a ganarse cinco dlares del modo anteriormente descrito. El tercer individuo a quien repet la oferta se neg a correr un riesgo semejante a ciegas. Al fin acab convenciendo a un filipino-vestido con un traje de glorioso color kaki, y a un griego corpulento que probablemente era o camarero o barbero. Con cuatro me bastaba. Por otra parte, eran justo los hombres que necesitaba; lo bastante poco inteligentes como para avenirse a mis planes, pero, al mismo tiempo lo suficientemente honrados como para que pudiera fiarme de ellos. Les instal en un coche de caballos y me los llev al barrio viejo. - Se trata de lo siguiente -les inform cuando llegamos-. Voy a entrar al Caf de la Herradura Dorada que est a la vuelta de la esquina. A los dos o tres minutos entran ustedes y piden algo de beber -le di al bracero un billete de cinco dlares-. Pague con esto. No se lo descontar de su paga. All veran a un hombre alto y fornido de cuello largo amarillento y una cabeza diminuta en lo alto. Es imposible que les pase desapercibido. Quiero que le echen una buena mirada sin que l se d cuenta de nada. Cuando estn convencidos de que podran reconocerle en cualquier parte, hganme una seal discreta con la cabeza. Luego vuelvan aqu y les dar su dinero. Tengan cuidado de que nadie en el bar se d cuenta de que me conocen. El asunto les pareci raro, pero teniendo en cuenta que les haba prometido cinco dlares por cabeza, y que en las mesas de juego con un poco de suerte... El resto pueden imaginrselo. Hicieron algunas preguntas que yo me negu a contestar, pero al fin accedieron. Cuando entr en el local, "Cuello de ganso" se hallaba detrs de la barra echando una mano a los camareros. Y la ayuda estaba justificada; el local estaba de bote en bote. No pude descubrir entre la muchedumbre la cara pecosa de Gorman pero s descubr el rostro enjuto de Hooper, el agente que haban mandado de Los ngeles en respuesta a mi segundo telegrama. Algo ms all distingu a Kewpie bebiendo en compaa de un hombre cuyo rostro reflejaba la repentina osada de un marido modelo echando una cana al aire. Me hizo una sea con la cabeza pero no abandon a su cliente. "Cuello de ganso" me obsequi con un gruido y la botella de cerveza que le haba pedido. En ese momento entraron mis cuatro ayudantes que representaron sus papeles de maravilla. Para empezar pasearon la mirada a su alrededor mirando uno tras otro a todos los rostros a travs del humo y eludiendo nerviosamente las miradas que se encontraban con la suya. Al poco uno de ellos, el filipino, descubri detrs de la barra al hombre que les haba descrito. La emocin que le produjo el hallazgo le hizo pegar un salto de medio metro. Para acabarlo de arreglar, en el momento en que se dio cuenta de que "Cuello de ganso" le observaba, le volvi la espalda con gesto inquieto. En aquel momento, los otros tres descubrieron su presa y le lanzaron una serie de ojeadas tan conspicuamente furtivas como un bigote postizo. "Cuello de ganso" les respondi con una mirada aplastante. El filipino se volvi hacia m, asinti con la cabeza hasta casi romperse la barbilla contra el pecho, y se dirigi hacia la 'puerta. Los tres restantes apuraron sus copas y trataron de interceptar mi mirada. Yo, entretanto, lea un cartel que haba colgado en la pared detrs de la barra:

EN ESTE LOCAL SOLO SE SIRVE AUTENTICO WHISKEY AMERICANO E INGLES DEL DE ANTES DE LA GUERRA

Trat de contar cuntas mentiras encerraban aquellas palabras. Haba encontrado ya cuatro, y perspectivas de varias ms, cuando uno de mis compinches, el griego, se aclar discretamente la garganta con el estruendo de un motor de explosin, "Cuello de ganso", con el rostro como la grana, avanzaba al otro lado de la barra con una pistola en la mano. Mir a mis ayudantes. Sus gestos de asentimiento no habran resultado tan terribles si no hubieran ocurrido todos a la vez, pero ninguno quiso arriesgarse a que yo apartara la mirada antes de que pudieran informarme de su hallazgo. Las tres cabezas asintieron a un mismo tiempo, seal que no pudo pasar desapercibida a nadie en varios metros a la redonda. Despus los tres a una se dirigieron apresuradamente hacia la puerta con el fin de poner la mayor distancia posible entre ellos y el hombre del cuello esculido con su juguete. Vaci mi vaso de cerveza, sal a la calle y dobl la esquina. Mis cuatro ayudantes me esperaban apiados en el lugar indicado. - Le reconocimos! Le reconocimos! -repitieron a coro. - Buen trabajo -les felicit-. No pudieron hacerlo mejor. Creo que son ustedes detectives natos. Aqu tienen su dinero. Y ahora, muchachos, yo de ustedes no volvera a poner los pies en ese lugar, porque a pesar de lo bien que han disimulado - y conste que lo hicieron a la perfeccin - puede que ese tipo haya sospechado algo. Ms vale pasarse de prudentes. Se abalanzaron sobre los billetes y antes de que terminara mi discurso haban desaparecido. A la maana siguiente, poco antes de las dos, Hooper entraba en mi habitacin del hotel de San Diego. - Poco despus de irse usted "Cuello de ganso" desapareci con Gorman pisndole los talones -me inform-. Luego la muchacha se dirigi a una casa de adobe a las afueras de la ciudad y entr en ella. Cuando me vine, an no haba salido. La casa estaba a oscuras. Gorman no apareci. A las diez de aquella maana me despert un botones que me entreg un telegrama cursado en Mexicali y que deca lo siguiente:

VINO AQUI ANOCHE EN AUTOMOVIL. SE ALOJA CON UNOS AMIGOS. PUSO DOS TELEGRAMAS. GORMAN. Las cosas tomaban buen cariz. El tipo del cuello largo haba cado en la trampa. Haba tomado a mis cuatro jugadores frustrados por testigos y sus gestos de asentimiento por muestras de reconocimiento. "Cuello de ganso" era el asesino y por eso hua. Me haba despojado del pijama y estaba a punto de embutirme en mi pelele de lana, cuando regres el botones con otro telegrama. Este lo firmaba O'Gar:

ASHCRAFT DESAPARECIO AYER Llam a Hooper por telfono para sacarle de la cama. - Vaya a Tijuana -le dije-. Vigile la casa donde dej anoche a la muchacha a menos que la encuentre antes en la Herradura Dorada. Qudese de guardia hasta que aparezca. Cuando la vea, sgala hasta que se encuentre con un hombre rubio y fornido con aspecto de ingls y entonces sgale a l. Tiene algo menos de cuarenta aos, es alto, de ojos azules y pelo rubio. Que no se le escape porque en este momento es el que ms nos interesa. Yo voy para all. Si mientras yo estoy con el ingls la chica nos deja, sgala a ella; si no, viglele a l. Me vest, desayun a toda prisa y tom la diligencia de Tijuana. A la altura de Palm City nos adelant un automvil deportivo marrn a tal velocidad que la diligencia, que llevaba una buena marcha, de pronto pareci que estaba parada. Al volante iba Ashcraft. Cuando volv a ver el deportivo marrn, estaba estacionado ante la casa de adobe. Un poco ms all Hooper se haca pasar por borracho mientras hablaba con dos indios vestidos con el uniforme del ejrcito mejicano. Llam con los nudillos a la puerta de la casa. La voz de Kewpie respondi: "Quin es?" - Soy yo, Parker. Me han dicho que Ed acaba de volver. - Oh! -exclam. Y despus de una pausa- Entra! Abr la puerta y entr. El ingls se hallaba sentado en una silla con el codo derecho apoyado en la mesa y la mano correspondiente metida en el bolsillo de la chaqueta. Si esa mano empuaba una pistola, era indudable que apuntaba hacia mi. - Qu hay? -me dijo-. Me han dicho que ha andado haciendo conjeturas acerca de m. - Llmelo como quiera -acerqu una silla a medio metro aproximadamente de donde se hallaba, y me sent-. Pero no nos engaemos. Usted hizo que "Cuello de ganso" liquidara a su mujer para poder heredarla. Su error consisti en elegir a semejante estpido para hacer la faena Salir a escape slo porque cuatro testigos le identificaron! Y una vez puesto a huir, irse a parar en Mexicali! Vaya sitio que ha ido a elegir! Supongo que estaba tan aterrado que esas cinco o seis horas por las montaas se le hicieron un viaje al fin del mundo. Continu hablando. - Usted no es ningn idiota, Ed, y yo tampoco. Quiero llevrmelo al norte con las esposas puestas, pero no tengo prisa. Si no puede ser hoy, estoy dispuesto a esperar a maana. Antes o despus le agarrar a menos que alguien se me adelante, lo que confieso que no me partira el corazn. Entre el chaleco y el estmago llevo una pistola. Si le dice a Kewpie que me la quite, estoy dispuesto a decirle lo que pienso. El asinti lentamente con la cabeza sin quitarme la vista de encima. La muchacha se me acerc por la espalda. Desliz una de sus manos por encima de mi hombro y la introdujo bajo mi chaleco. Sent cmo mi vieja compaera de fatigas me abandonaba. Antes de apartarse de m, Kewpie apoy el filo de su cuchillo en mi nuca durante un instante, por si acaso se me olvidaba.... - Muy bien -continu una vez que el ingls se hubo metido mi pistola en el bolsillo con la mano izquierda-. Voy a hacerle una proposicin. Usted y Kewpie cruzan la frontera conmigo para evitar problemas con los documentos de extradicin y yo los pongo a la sombra. Lucharemos en los tribunales. No estoy absolutamente seguro de poder convencer al jurado. Si fracaso, sern libres; si lo logro, les colgarn. Qu sentido tiene escapar? Quiere pasarse el resto de su vida huyendo de la polica? Slo para que al final le cojan o le liquiden tratando de huir. Admito que quiz salve el pellejo, pero qu me dice del dinero que dej su mujer? Ese dinero es lo que le interesa, lo que le indujo a cometer el crimen. Entrguese y quiz pueda disfrutarlo. Huya, y despdase de l para siempre." Mi propsito era persuadir a Ed y a la chica de que huyeran. Si les llevaba a la crcel, la posibilidad de que lograra demostrar su culpabilidad era bastante remota. Todo dependa del giro que tomaran las cosas, de que pudiera probar que "Cuello de ganso" haba estado en San Francisco la noche del crimen, y me tema que saldra con unas cuantas coartadas en su defensa. Lo cierto era que en la casa de la Sra. Ashcraft no habamos podido hallar una sola huella, y aun en el caso de que yo pudiera demostrar que se hallaba en San Francisco la noche de autos, tendra que probar no slo que haba sido el autor del crimen, sino que lo haba cometido en nombre de sus dos amigos, lo cual era an ms difcil. Lo que quera es que la pareja huyera. No me importaba adnde fueran ni lo que hicieran con tal que pusieran pies en polvoroso. Aprovecharme de su huida era cosa que encomendaba a mi suerte y a mi inteligencia. El ingls meditaba. Mis palabras le haban hecho mella, especialmente lo que haba dicho acerca de "Cuello de ganso". - Est usted completamente loco, pero... Nunca llegu a saber cmo pensaba terminar la frase, ni si yo haba ganado o perdido la partida. La puerta se abri de golpe y "Cuello de ganso" irrumpi en la habitacin. Entr cubierto de polvo y con el cuello amarillento estirado hacia delante. Sus ojos de azabache se posaron en m. Sin moverse de donde estaba hizo un rpido giro de muecas. En cada mano apareci un revlver. - Las manos sobre la mesa, Ed -exclam. Si, como yo pensaba, Ed empuaba una pistola con la mano que se ocultaba bajo la mesa, en este momento no le serva de nada. Una esquina del mueble le bloqueaba el tiro. Sac la mano del bolsillo y la pos junto a la otra sobre el tablero. - Y t no te muevas -grit "Cuello de ganso" a la muchacha. Luego me mir durante cerca de un minuto. Cuando al fin habl, lo hizo dirigindose a Ed y a Kewpie. - Para esto me telegrafiasteis que viniera, eh? Una trampa! El chivo de expiacin! Eso es lo que os habis credo! Primero me vais a or y luego saldr de aqu aunque tenga que tumbar a tiros al ejrcito mejicano entero. Yo mat a tu mujer, y a sus criados tambin... Y lo hice por mil dlares... En aquel momento la muchacha dio un paso hacia l gritando: - Cllate, maldita sea! - T eres la que tiene que callarse! -aull "Cuello de ganso" mientras se aprestaba a disparar-. Yo soy el que habla aqu. La mat por... Kewpie se inclin hacia delante. Su mano izquierda desapareci como un rayo bajo la falda y un segundo despus la levantaba en el aire... vaca... La bala del revlver de "Cuello de ganso" ilumin una hoja de acero que atravesaba el aire. La muchacha retrocedi despedida en giros por el impacto de las balas que le traspasaban el pecho. Al fin dio con la espalda contra la pared y cay boca abajo en el suelo. "Cuello de ganso" dej de disparar y trat de articular un sonido. De su garganta amarillenta sobresala la empuadura oscura del cuchillo de Kewpie. Las palabras quedaron trabadas en la hoja. Dej caer un revlver y trat de extraerse el arma. Apenas iniciado el gesto, la mano cay inerte. "Cuello de ganso" se desplom de rodillas, lentamente. Apoy las palmas contra el suelo, rod sobre un costado y qued inmvil. Me abalanc sobre el ingls. El revlver de "Cuello de ganso" haba cado entre mis pies y me hizo resbalar. Con una mano roc la chaqueta de Ashcraft que se hizo a un lado con un movimiento rpido al tiempo que sacaba sus pistolas. Me miraba con expresin dura y fra. Tena los labios tan fuertemente apretados que apenas se adivinaba la ranura de su boca. Retrocedi lentamente mientras yo permaneca inmvil en el lugar donde haba tropezado. No dijo una sola palabra. Antes de salir tuvo un momento de duda. De pronto la puerta se abri y se cerr. Ashcraft haba desaparecido. Recog el arma responsable de mi cada, corr junto a "Cuello de ganso", le arrebat el otro revlver y me lanc a la calle. El descapotable marrn levantaba una nube de polvo a travs del desierto. A diez metros de distancia vi estacionado un coche de alquiler negro cubierto de polvo. Salt a su interior, lo hice revivir y sal a toda velocidad en persecucin de la nube. El automvil se hallaba en mucho mejor estado del que permita adivinar su aspecto, lo que me hizo sospechar que se trataba de uno de los vehculos que se utilizaban para cruzar ilegalmente la frontera. Lo trat con cario, sin forzarlo. Durante cierta distancia, la nube de polvo y yo mantuvimos nuestras respectivas posiciones, pero al cabo de media hora comenc a ganar terreno. El piso haba empeorado. En algn momento la carretera haba dejado de ser asfaltada para convertirse en camino de tierra. Aceler un poco a pesar de los terribles bandazos que me costaba la nueva velocidad. Por un pelo evit darme contra una roca un encontronazo que me habra costado la vida, y mir adelante. El automvil marrn haba abandonado la carrera y estaba ante m, detenido. El conductor haba desaparecido. Continu. Detrs del deportivo un arma dispar. Tres veces. Slo un tirador consumado habra podido acertarme por el modo en que me agitaba sobre el asiento, como una bola de mercurio sobre la palma de un posedo. Ashcraft volvi a disparar desde su escondite y luego sali corriendo en direccin a un barranco de paredes abruptas y unos tres metros de profundidad que se abra a nuestra izquierda. Se detuvo un instante para hacer un nuevo disparo y luego, de un salto, se ocult a mi vista. Hice girar el volante, pis con fuerza el pedal del freno y obligu al automvil a patinar hacia el lugar donde Ashcraft haba desaparecido. El borde del barranco se desmoronaba bajo las ruedas del vehculo. Solt el pedal del freno y sal dando tumbos. El auto se precipit al fondo del barranco. De bruces sobre la arena y empujando, uno en cada mano, los revlveres de "Cuello de ganso", me asom sobre el reborde del barranco. En aquel momento, el ingls, a gatas sobre el suelo, hua a toda prisa de la trayectoria del automvil que se despeaba rugiendo. En su mano aferraba una pistola: la ma. - Suelta esa pistola y ponte de pie, Ed! -grit. Rpido como una vbora gir sobre s mismo y qued sentado en lo ms hondo del barranco apuntando con el arma hacia arriba. Mi segundo disparo le acert en el antebrazo. Cuando baj junto a l le hall sostenindose el brazo herido con la mano izquierda. Recog el revlver que haba dejado caer y le registr para ver si llevaba otro. Luego retorc un pauelo y se lo at a modo de torniquete algo ms arriba de la herida. - Salgamos de aqu y hablemos -le dije mientras le ayudaba a trepar la empinada ladera. Subimos a su automvil. - Adelante. Hable todo lo que le d la gana -me invit-, pero no espere que yo participe en la conversacin. No tiene nada contra m. Usted mismo vio con sus propios ojos cmo Kewpie liquid a "Cuello de ganso" cuando l la acus de haber planeado el crimen. - Cul es tu versin entonces? -pregunt-. Que la chica pag a "Cuello de ganso" para que matara a tu mujer cuando se enter de que pensabas volver a ella ? - Exactamente. - No est mal, Ed. Todo encaja perfectamente a no ser por un pequeo detalle. Que t no eres Ashcraft. Se sobresalt y luego se ech a rer. - Creo que su entusiasmo le est ofuscando el cerebro -brome-. Si lo que dice fuera cierto, cree que habra podido hacer creer a una mujer que era su esposo sin serlo? Supone que el seor Richmond no me hizo probar mi identidad? - Te dir, Ed, creo que soy ms listo que la seora Ashcraft y que Richmond. Supongamos que tenas un montn de documentos que pertenecieron a Ashcraft; papeles, cartas, notas de su puo y letra... Por poca habilidad que tuvieras con la pluma, no te habra sido difcil engaar a su mujer. En cuanto al abogado, lo de demostrar tu identidad fue un puro formalismo. A Richmond nunca se le pas por la imaginacin que pudieras ser otra persona. "Al principio te propusiste aprovecharte de la seora Ashcraft poco a poco, sacarle una pensin vitalicia. Pero una vez que ella cancel todos sus asuntos en Inglaterra y se vino aqu, decidiste matarla y hacerte con todo. Sabas que era hurfana y no tena parientes que la heredaran. Sabas tambin que lo ms probable era que nadie en Amrica supiera que no eras Ashcraft." - Y a todo esto,,dnde cree que est Ashcraft? - Est muerto -respond. Se sobresalt 'Aunque no quiso dar muestra alguna de emocin, sus ojos adquirieron detrs de su sonrisa una expresin mditabunda. - Naturalmente es posible que est en lo cierto -concedi-, pero aun as no s cmo va a conseguir llevarme a la horca. Puede probar que Kewpie saba que yo no soy Ashcraft? Puede probar que saba por qu la seora Ashcraft me enviaba dinero? Puede probar que saba lo que me traa entre manos? Creo que no. - Es probable que te libres -admit-. Nunca se sabe cmo va a reaccionar un jurado y no me importa confesar que preferira saber ms de lo que s acerca de esos crmenes. Te importara entrar en detalles de cmo suplantaste a Ashcraft? Frunci los labios y se encogi de hombros. - Se lo dir. Al fin y al cabo ya no tiene gran importancia. Si van a meterme en la crcel por suplantacin de personalidad, confesarme autor de un robo no puede empeorar mucho las cosas. "Comenc como ladrn de hotel -dijo el ingls despus de una pausa-. Cuando la cosa comenz a ponrseme difcil en Europa, decid venir a los Estados Unidos. Una noche, en un hotel de Seattle forc la cerradura de una habitacin del cuarto piso y entr. Apenas haba cerrado la puerta tras de m, cuando o el rasguo de la llave en la cerradura. La habitacin estaba completamente a oscuras. Encend la linterna, descubr la puerta de un armario empotrado y me refugi en su interior. "Por suerte el armario estaba vaco, lo que significaba que el ocupante de la habitacin no tendra necesidad de abrirlo. "Un hombre entr y prendi las luces. Al rato comenz a pasear por la habitacin. Durante tres largas horas pase de derecha a izquierda, de izquierda a derecha, mientras yo permaneca de pie en el interior del armario con un revlver en la mano dispuesto a utilizarlo en el momento en que se le ocurriera abrir la puerta. Tres horas se pate aquel maldito cuarto. Luego se sent a una mesa y o el rasguar de una pluma sobre el papel. A los diez minutos volvi a sus paseos, pero esta vez por poco rato. O el clic de la cerradura de una maleta al abrirse y luego un disparo. "Sal de mi escondite. El ocupante del cuarto estaba tendido en el suelo con un agujero en la sien. Buena me la haba hecho! "En el pasillo se oan voces excitadas. Saltando sobre el cadver me acerqu a la mesa y le la carta que haba estado escribiendo. Iba dirigida a una tal seora Ashcraft a un nmero de la calle Wine de Bristol, en Inglaterra. La abr. En ella le comunicaba que iba a suicidarse y firmaba, Norman. Se me quit un gran peso de encima. Al menos ya nadie pensara que le haba asesinado. "Aun as me hallaba en una habitacin ajena cargado de linternas y de llaves maestras... por no mencionar un revlver y un puado de joyas que me haba apropiado en el piso inferior. En aquel momento alguien llam con los nudillos a la puerta. "Llamen a la polica! -grit sin abrir para ganar tiempo. "Luego me volv hacia el hombre que me haba metido en aquel lo. Habra adivinado que era ingls sin necesidad de leer la direccin de la carta. Hay miles como l y como yo en Inglaterra, rubios, fornidos y relativamente altos. Hice lo nico que poda hacer en aquellas circunstancias. Su sombrero y su abrigo seguan sobre la silla donde los haba arrojado. Me los puse y deposit mi sombrero junto a su cuerpo. Me arrodill a su lado y cambi,el contenido de sus bolsillos por lo que llevaba en los mos. Sustitu tambin su revlver y abr la puerta. "Esperaba que los primeros que entraran no le conocieran ni siquiera de vista, y aun en el caso contrario, no pudieran reconocerle inmediatamente. Esto me dara unos cuantos segundos para organizar mi desaparicin. Pero cuando abr la puerta me di cuenta de que las cosas no iban a salir como yo haba imaginado. All estaban el detective del hotel y un polica. Me vi perdido, pero aun as represent mi papel. Les dije que al entrar en mi habitacin haba hallado a aquel tipo registrando mis maletas. Habamos luchado y en medio de, la pelea haba disparado un tiro. "Los minutos pasaron tan lentos que parecan horas y nadie me denunciaba. Todos me llamaban seor Ashcraft. Mi intento de suplantacin haba resultado un xito. Al principi el hecho me asombr, pero cuando averig ms detalles sobre Ashcraft ca en la cuenta de lo que haba sucedido. Haba llegado al hotel aquella misma tarde y todos le haban visto con el abrigo y el sombrero que yo llevaba puestos. Por otro lado ambos respondamos al tipo de ingls de cabello rubio. "Ms tarde me llev una nueva sorpresa. Cuando la polica examin sus ropas, hallaron que haba arrancado todas las etiquetas. La razn la supe ms tarde cuando le su diario. Durante algn tiempo haba estado debatiendose en la duda, alterando entre la decisin de suicidarse y la de cambiar su nombre y comenzar una vida totalmente nueva. Mientras contemplaba esta segunda posibilidad haba arrancado todas las etiquetas de sus trajes. Pero yo no saba nada de eso mientras me hallaba all de pie, en medio de toda aquella gente. Lo nico que saba es que estaba ocurriendo un milagro. "Al principio tuve que actuar con mucha cautela, pero despus, una vez que revis a fondo sus maletas, llegu a conocer al muerto como si fuera mi hermano. Conservaba una tonelada de papeles y documentos y, para colmo, un diario en que haba escrito todo lo que haba hecho y todo lo que pensaba hacer en su vida. Pas la primera noche estudiando todos aquellos papeles, aprendiendo datos de memoria y practicando su firma. Entre las cosas que llevaba en el bolsillo haba 1.500 dlares en cheques de viajero y quera cambiarlos lo antes posible. "Permanec en Seattle tres das hacindome pasar por Norman Ashcraft. Haba dado con un filn de oro y no iba a tirarlo por la ventana. La carta que escribi a su mujer poda librarme de la horca si algn da se descubra el pastel y, por otra parte, era ms seguro quedarse y hacer frente a la situacin que tratar de escapar. Cuando las cosas se calmaron, hice las maletas y me vine a San Francisco, donde volv a adoptar mi verdadero nombre, Ed Bohannon. Pero conserv todo lo que haba pertenecido a Ashcraft porque haba descubierto que su mujer tena dinero y pensaba que si saba ingenirmelas parte de l podra pasar a mis manos. La seora Ashcraft no pudo hacrmelo ms fcil. Un da vi uno de los anuncios que puso en el Examiner, respond, y aqu me tiene. - No hiciste matar a la seora Ashcraft? Neg con la cabeza. Saqu un paquete de tabaco del bolsillo y coloqu dos cigarrillos sobre el asiento, entre los dos. - Vamos a jugar a un juego. Quiero darme el gusto de saber una cosa. No comprometers a nadie ni te acusars de nada. Si hiciste lo que los dos estamos pensando, coge el cigarrillo que est de mi lado. Si no lo hiciste, coge el que est del tuyo. Quieres jugar? - No, no quiero -respondi enrgicamente-. No me gusta su juego. Pero s le acepto el cigarrillo. Extendi el brazo sano y eligi el cigarrillo que estaba de mi lado. - Gracias, Ed -le dije-. Ahora lamento decirte esto, pero voy a hacer que te cuelguen. - Est usted loco! - No me refiero al crimen de San Francisco, Ed -expliqu-. Me refiero al de Seattle. Un ratero de hotel en el cuarto de un hombre que acaba de morir de un balazo en la cabeza.- Qu crees que va a pensar el jurado, Ed? Comenz a rer y poco a poco su risa se fue transformando en una mueca amarga. - Claro que lo hiciste -le dije-. Cuando empezaste a madurar el plan para hacerte con la fortuna de la seora Ashcraft haciendo que otra persona la matara, lo primero que hiciste fue destruir la nota de despedida de su marido. Por muy cuidadosamente que la guardaras, siempre caba la posibilidad de que alguien la encontrara y pusiera fin a tu juego. Haba cumplido su propsito y ya no la necesitabas ms. Conservarla habra sido una locura. "No puedo hacer que te cuelguen por los crmenes que maquillaste en San Francisco pero s conseguir que te juzguen por el que no cometiste en Seattle. De un modo o de otro, se har justicia. Vas a Seattle, Ed, a que te ahorquen por el suicidio de Ashcraft. Y as fue.