Das ding, óleo sobre lienzo. Sublimación, memoria y nostalgia

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Seminario Modalidades de la Memoria: El Trauma y la Nostalgia Dr. Néstor Braunstein Das Ding, Óleo sobre Lienzo Sublimación, Memoria y nostalgia Martínez Terrazas Elvia Laura Licenciatura en Historia, 9º Semestre Pequeña Introducción Después del curso de El Trauma y La Nostalgia y, refiriéndome siempre al área de mi interés – la historia del arte – he estado relacionando diversas lecturas con los cursos de arte del siglo XX. Como primer acercamiento a la teorías del psicoanálisis quiero reflexionar sobre la relación entre “La Nueva Objetividad”, - corriente pictórica que surgió hacia el final de la Segunda Guerra Mundial – derivada del expresionismo alemán (en concreto de los grupos El Jinete Azul y El Puente) y algunos contenidos del seminario.

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Seminario Modalidades de la Memoria: El Trauma y la NostalgiaDr. Néstor Braunstein

Das Ding, Óleo sobre LienzoSublimación, Memoria y nostalgia

Martínez Terrazas Elvia LauraLicenciatura en Historia, 9º Semestre

Pequeña Introducción

Después del curso de El Trauma y La Nostalgia y, refiriéndome siempre al área de mi interés – la historia del arte – he estado relacionando diversas lecturas con los cursos de arte del siglo XX. Como primer acercamiento a la teorías del psicoanálisis quiero reflexionar sobre la relación entre “La Nueva Objetividad”, - corriente pictórica que surgió hacia el final de la Segunda Guerra Mundial – derivada del expresionismo alemán (en concreto de los grupos El Jinete Azul y El Puente) y algunos contenidos del seminario.

De acuerdo a la fábula de Zeuxis y Parrasio, la representación perfecta gana el concurso. Las uvas son engañosamente reales, pero el velo, ¿qué esconde detrás? La respuesta a esto último se encuentra en la disertación sobre la sublimación de las pulsiones en objetos culturalmente aceptados, como la pintura. Pintar para llenar el vacío. El vacío que nunca puede llenarse puesto que significa la ausencia irreparable de La Cosa, aquello a donde no podemos volver y que se busca por siempre.

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La experiencia artística como representación de la memoria, como sublimación, como nostalgia.

Cuando el artista llega al lienzo se realizan múltiples operaciones mentales entre las que se encuentra la síntesis del medio exterior. A partir de la historiografía del arte sabemos que la expresión pictórica ha evolucionado de actividad gremial a actividad creativa e inclusive genial.

Hasta el siglo XIX la representación de la realidad fue figurativa. El conocimiento del mundo era establecido en relación a un entorno cultural que a decir verdad, se desarrollaba pausadamente y a ritmo continuo; por lo tanto los lienzos contenían visiones del mundo exterior, paisajes, retratos y bodegones que se plasmaban como método para contener la memoria de un momento que efectivamente, tal vez no aparecía como había sido, pero ese no era el objetivo del cuadro, sino la constatación episódica por medio de la herramienta visual que legitimaba la presencia del hombre. La pintura era un arte imitativo, que tomaba un momento de la realidad y lo plasmaba para la memoria colectiva, haciendo alusión a un recuerdo de la humanidad (como las escenas mitológicas griegas), a una persona, a una forma artística estereotipo (naturalezas muertas, Vanitas, retratos, autorretratos, escenas costumbristas y religiosas).

El gran rompimiento viene en el siglo XX, cuando no solamente el tiempo pasa más rápido, también el conocimiento, la historia, la vida y la paz lo hacen, se esfuman y en un segundo estalla la guerra, la primera del siglo XX. La Gran Guerra. Un acontecimiento que forma parte de la cadena de hechos que transforman al mundo y lo convierten en un territorio nuevo, desconocido y hostil, aun para los más inteligentes. El escenario que toca vivir a esta generación de alemanes implica su participación en los frentes, sus vivencias y su lastimoso regreso a la vida cotidiana.

El resultado es un mundo partido a la mitad. Detrás se encuentra aquel territorio conocido, figurativo pero ya destruido. Un escenario al que no se puede regresar, pero que se buscará incontables ocasiones, como el recuerdo de la vida “antes de la guerra”.

La Segunda Guerra Mundial completa el mayor desencanto entre lo conocido hasta entonces como humanidad y lo descubierto ahí, en las trincheras. Armamento novedoso, masacres y políticas bélicas inconcebibles hasta ese momento provocan que los jóvenes artistas –personajes sensibles de la realidad exterior – busquen la explicación a lo vivido y la permanencia del mundo que habían conocido.

Surge la impugnación a la re-presentación. El camino a la abstracción permite que la actividad pictórica pase de ser un arte imitativo y genial, a un arte objetivo, actividad sublimadora intensificada por las guerras.

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Ahora lo que importa es el acto mismo de pintar, elevándolo a la búsqueda explicativa del existir del artista, quien ya no encuentra colectividad e identidad social y deja de lado su función cultural para tomar el lienzo como la pantalla para rechazar su realidad, validar su existencia y explorar su vacío interior, en un intento apasionado y enfermizo a veces por esconder lo doloroso, por resaltar lo doloroso, por reclamar lo doloroso pero sin tener en cuenta al espectador, a la sociedad, y solo abocándose a expresar la nostalgia por regresar no solo a un mundo que antes le era conocido sino a un mundo donde él importaba, donde todos importaban.

La guerra explota el lado expresivo del artista, y es en el expresionismo alemán de la última etapa donde observamos que la nueva objetividad se aleja del arte imitativo para convertirse en pivote de presión psicológica. El artista del siglo XX sublima en el acto de pintar, y el producto de esta triste sublimación es la obra pictórica, que no significa más lo que el pintor quiso hacer sino sólo el resultado del ejercicio desesperado por recordar, olvidar y regresar a donde todo inició, antes de que el mundo se convirtiera en catástrofe inhumana, en bombardeos intermitentes, en excombatientes mutilados.

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Conclusiones

La sublimación se define como el acto de elevar el objeto a la calidad de La Cosa. Después de reflexionar un rato sobre el concepto, he logrado captar que este concepto conlleva la nostalgia por volver a ser uno con el vientre materno, y en esa búsqueda desesperada por regresar, el ser humano encuentra los medios más diversos de volcar esa nostalgia, esa identidad de producto triste de la cosa, en ítems socialmente aceptados. Una de esas actividades es la pictórica, donde lo que se disfruta, el acto sublimador, es la actividad de plasmar en el lienzo todo aquello que fue y no será más.

La sublimación expresionista o sublimación de la Nueva Objetividad, funciona como medio para enfrentar la pérdida múltiple en ese sujeto histórico. Se pinta para llenar el espacio vacío, un espacio nostálgico que no puede ser llenado y que se acentúa y dramatiza con los acontecimientos bélicos.

Tiene que ver con el deseo de restaurarse a sí mismo enunciado por Melanie Klein, pero al ser imposible tal devolución, se realiza en la nostalgia y el producto de aquella sublimación es parte de un recordatorio obligado que no desea dejar memoria en lo social – aunque lo hace – pues su objetivo es llenar el océano, la inmensidad, el vacío dejado en el lienzo, en el artista, en el hombre. Entonces detrás del velo estará el vacío, la nostalgia por Das Ding, y tal vez con algo de suerte, un trazo de memoria, un óleo sobre lienzo. Con referencia a la clase No. 11 del seminario. El producto de esta particular sublimación, el cuadro del artista, pretende eternamente llenar el vacío interior. Reflexión que está en relación con el sentimiento oceánico de eternidad plasmado en El Malestar en la Cultura, de Sigmund Freud. Recuerdo la primera clase del seminario, donde se habló de la Neurofisiología del Recuerdo Doloroso. La memoria pictórica funciona como renovadora del dolor. El recuerdo doloroso se trabaja con dinamismo, a veces exaltando con realismo el drama de la guerra, a veces escondiendo la versión original bajo el velo abstracto y caricaturesco. Grandes ejemplos son el trabajo de Otto Dix y Georges Grosz. En el Esquema del Psicoanálisis (1940 [1938]) dentro de la Doctrina de las pulsiones, me encontré con este párrafo que esclarece mis reflexiones y redondea la idea sobre el proceso de factura plástica. Dice Freud: “Así, se puede conjeturar, en general, que el individuo muere a raíz de sus conflictos internos; la especia, en cambio, se extingue por su infructuosa lucha contra el mundo exterior, cuando este último ha cambiado de una manera tal que no son suficientes las adaptaciones adquiridas por aquella”. Tomo XXIII, Página 148, Sigmund Freud, Obras Completas. Editorial Amorrrortu, Buenos Aires Argentina. 1980 (1996). Referencia: Acta No. 11 del curso.

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