Daños de Armas Medievales
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Cráneo de soldado medieval con el rostro lesionado por un arma contundente y su
almófar o cofia de malla en perfecto estado de conservación, víctima de la batalla de
Visby, durante la invasión del ejército del rey Valdemar Atterdag de Dinamarca a la isla de
Gotland, Suecia (27/07/1361). Gotlands Museum.
Cráneo de soldado medieval con su almófar o cofia de malla en perfecto estado de
conservación, víctima de la batalla de Visby, durante la invasión del ejército del rey
Valdemar Atterdag de Dinamarca a la isla de Gotland, Suecia (27/07/1361). Gotlands
Museum.
Cráneo procedente de una fosa común de la batalla de Towton, en Yorkshire, Inglaterra
(29/03/1461). Herida provocada por el cuadrillo de una ballesta, los cuadrillos eran los
proyectiles de ballesta más usados por su alto poder de penetración. Su forma de
pirámide cuadrangular permitía traspasarlo todo. Una buena muestra de la efectividad de
estos proyectiles, así como de la potencia de las armas que los disparaban es que el
orificio es completamente limpio, sin apreciarse muestras de astillamientos.
El Hombre de Porsmose: Cráneo masculino de entre 35 y 40 años de edad aprox., datado
en el 3500 a.C. aprox., durante el periodo Neolitico. Fue descubierto casualmente en 1946
en una turbera cerca de Næstved (Selandia, Dinamarca). Una punta de flecha de hueso
incrustada en proyección oblicua en su fosa nasal y el maxilar superior y un segundo
proyectil en su esternón (alcanzado la aorta), revela la causa de su muerte. Se presume
que las flechas fueron disparadas desde arriba y a una distancia cercana.
Esternón de un hombre penetrado por una punta de flecha de pedernal. Período
Neolítico. National Museum of Denmark, Copenhague, Dinamarca.
Cráneo procedente de una fosa común de la batalla de Towton, en Yorkshire, Inglaterra
(29/03/1461).
En este ejemplar se aprecia una bestial herida en diagonal (probablemente causada por
una espada) que abarca desde el parietal izquierdo hasta el maxilar superior derecho.
Esto nos indica que la herida se llevó a cabo con el agresor situado en un plano superior, o
sea, a caballo y que fue realizada desde atrás de la víctima, quizás mientras este escapaba.
Cráneo procedente de una fosa común de la batalla de Towton, en Yorkshire, Inglaterra
(29/03/1461). Un arma cortante, casi con seguridad una espada, cortó limpiamente el
maxilar superior de arriba para abajo. En el detalle inferior de la foto podemos ver el
ángulo teórico de la espada que causó la herida en cuestión.
Puntas de ballesta incrustadas en el cráneo de un soldado medieval, víctima de la batalla
de Visby, durante la invasión del ejército del rey Valdemar Atterdag de Dinamarca a la isla
de Gotland, Suecia (27/07/1361). Gotlands Museum.
Cráneo y armadura de un soldado medieval de 30-35 años de edad, víctima de la Batalla
de Visby (27/07/1361), procedente de la fosa común de Korsbetningen, excavada en mayo
de 1905 en Gotland, Suecia. Debido al calor, los muertos tenían que ser sepultados
rápidamente, y muchos fueron enterrados con sus propias armaduras puestas.
El cráneo de este individuo presenta indicios de una muerte violenta, un corte en la parte
posterior de la cabeza, causado por una espada o hacha y en el lado derecho, una
hendidura provocada posiblemente por una maza. Los dientes están muy desgastados,
con huellas de una inflamación crónica en el maxilar superior.
Cráneo de soldado medieval con su almófar o cofia de malla en perfecto estado de
conservación, víctima de la batalla de Visby, durante la invasión del ejército del rey
Valdemar Atterdag de Dinamarca a la isla de Gotland, Suecia (27/07/1361). Gotlands
Museum.
Fémur de gladiador romano con una probable herida causada por un cuatridente cúbico
(200 d.C.), hallada en una necrópolis de Éfeso, oeste de Turquía (2007). Esta ciudad fue
uno de los centros religiosos, culturales y comerciales más importantes de toda la
antigüedad.
Especialistas en patología de la Universidad Médica de Viena, han catalogado y analizado
miles de huesos correspondientes a al menos 67 individuos de entre 20 y 30 años de edad.
El análisis de los restos óseos, así como el tipo de heridas que presentaban, han arrojado
además datos muy curiosos sobre cómo vivieron, lucharon y murieron, ademas de
romperse ciertos mitos sobre la vida de estos "deportistas".
Uno de los aspectos más llamativos de los estudios forenses llevados a cabo, son las
cicatrices de heridas que revelan que los gladiadores recibieron tratamiento médico,
bueno y costoso. De hecho, uno de los cuerpos muestra incluso signos de que fue
sometido a una amputación quirúrgica. Por otra parte, ninguna de las lesiones observadas
sugiere que fueran producto de peleas caóticas, sino que por el contrario, se debieron a
duelos organizados bajo estrictas reglas de combate.
Se descubrieron además heridas mortales, probablemente producto del "golpe de gracia"
que en ocasiones recibía el gladiador perdedor para acortar su sufrimiento.
En la necrópolis de Éfeso no han aparecido solamente restos de gladiadores que murieron
en la arena, sino también de luchadores que consiguieron su libertad después de 3 años
combatiendo y dedicándose a otros menesteres.
Calota craneana de un gladiador romano con una probable herida de Tridente (200 d.C.),
hallada en una necrópolis de Éfeso, oeste de Turquía (2007). Esta ciudad fue uno de los
centros religiosos, culturales y comerciales más importantes de toda la antigüedad.
Este primer ejemplo muestra una bóveda craneana. Procede de una masacre en la que el
rey inglés Etelredo II el Indeciso llevó a cabo en 1002 y en la que fenecieron más de 30
personas. Tenemos dos tipos de heridas. Las marcadas en rojo son cortes propinados con
una espada que marcaron pero no llegaron a penetrar en el hueso. Por el trazado de las
mismas podemos contar hasta siete diferentes. Luego tenemos las dos más contundentes
que no solo llegaron al cerebro, sino que incluso hicieron saltar fragmentos de cráneo.
Estas heridas debieron ser posiblemente producidas con un hacha.
Lo que vemos a continuación es un preclaro ejemplo de cómo se puede sobrevivir a una
herida de arma blanca bastante grave para, al fin, caer muerto con el cráneo literalmente
triturado por un golpe de maza. La foto de la izquierda muestra la mandíbula inferior con
claros síntomas de haber recibido un tajo de espada que la partió e incluso le hizo perder
algún molar. La zona interesada abarca desde el masetero hasta el mentón. Sin embargo,
el sujeto sobrevivió a la herida ya que muestra la misma soldada. Hizo mal en no jubilarse
tras eso, porque en Towton entregó la cuchara por obra y gracia de un mazazo en la zona
frontal de la cabeza que se la dejó en el estado que vemos, y eso que ha sido reconstruido.
Las armas contundentes, mucho más utilizadas de lo que la gente imagina, eran
terriblemente devastadoras, y más sobre hombres con una protección escasa.
En la foto inferior tenemos un pequeño surtido que sirve de muestra acerca del poder
destructor de las armas contundentes. Junto a cada cráneo tenemos un detalle con el tipo
de arma que pudo producir la herida conforme a su aspecto. El que aparece a la izquierda
muestra ambas órbitas oculares o, mejor dicho, no muestra nada porque simplemente
han desaparecido, completamente aniquiladas, así como el hueso nasal y parte de la zona
frontal del cráneo. En el detalle vemos un hisopo, un tipo de arma usada generalmente
por peones si bien no por ello carecían de eficacia. La foto tanto del cráneo como del arma
hablan por si solas. En la imagen central tenemos el típico golpe de revés que ha
fracturado el parietal derecho, posiblemente con una maza de aletas como la del detalle.
Este arma, propia de caballeros, era tanto o más usada que la misma espada. Por último, a
la derecha tenemos otro, como se suele decir, con la boca rota. La parte fracturada, casi
circular, sugiere que el golpe pudo se propinado con una maza como la del detalle, un tipo
de arma obtenido mediante fundición y generalmente armada en un mango de madera.
También pudo ser producida con la parte contundente de un martillo de guerra. El
cualquier caso, le saltó los incisivos, caninos y premolares de ambas mandíbulas, aparte de
fracturarle la inferior. Hay que reseñar, como ya hice en una entrada anterior, que heridas
como esta última, que no mataban en el acto, debían suponer un verdadero martirio para
los que las recibían. El dolor debía ser simple y llanamente bestial. Imaginemos que nos
sacan una muela sin anestesia y lo berridos se oirían en medio barrio, así que ya podemos
hacernos una idea del calvario que pasó ese hombre hasta que murió.
Finalmente, como conclusión a las heridas por armas contundentes, a la derecha tenemos
una muestra muy interesante. En la zona superior del cráneo aparece una hendidura
cuadrangular, producida sin duda por el pico de un martillo de guerra. Además, muestra
una fractura en el arco superciliar y el esfenoides, otra en el hueso cigomático, en el
maxilar superior y el hueso nasal. Esto podemos traducirlo como varios golpes con la parte
contundente del martillo en la misma zona de la cara tras lo cual, el herido fue rematado
con el pico de la misma arma hundiénselo en el cráneo. Es pues más que evidente el
ensañamiento llevado a cabo con éste hombre, que fue golpeado sin cesar hasta acabar
con él. Hablamos de nada menos que seis fracturas antes de ser rematado y que, según
los forenses que estudiaron éste cráneo, son todas perimortem, lo que corrobora que no
son producto de destrozos a la hora de excavar la fosa en tiempos modernos.
Sin embargo, no todas las heridas eran mortales, al menos en el momento de recibirlas.
Otra cosa es que las infecciones, la grangrena o el tétanos hicieran de las suyas al cabo de
pocos días y acabaran con la vida del herido. Veamos algunos ejemplos. En A podemos ver
la zona superior de un cráneo en el que dentro del círculo rojo se aprecia un cráter
astillado de forma circular que no llegó a traspasar el hueso. Esta herida la produjo el pico
de un martillo de guerra casi con toda seguridad, atravesando el yelmo y el almófar que
amortiguaron el golpe para, al final, producir una brecha en la cabeza. Si el herido hubiese
ido sin protección en esa zona, el pico le habría atravesado la cabeza sin problemas como
ya vimos antes. La foto B muestra como una espada acertó de refilón, llevándose una
considerable lasca de hueso con su correspondiente cuero cabelludo. Se escapó de
milagro, vaya. La C muestra una hendidura sobre la bóveda craneana producida por una
espada y que tampoco llegó a hendir el hueso por completo.