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Emmanuel Carballo Jos' d la I a Miguel e

Transcript of d la I a e -...

Emmanuel Carballo Jos' d la I a Miguel e

BIBLIOTECA

N Ú M E R O 100

JULIO-AGOSTO · 2007 · $36.00

PLAZA DE LA CIUDADELA 4, CENTRO HISTÓRICO

DE LA CIUDAD DE MÉXICO,

CP 06040.TELÉFONOS (55) 9172 47 lOY 12

CORREO ELECTRÓNICO;

[email protected]

CERTIFICADO DE LICITUD DETÍTULO # 6270

CERTIFICADO DE ÜCITUD DE CONTENIDO # 4380

C O N S E J O N A C I O N A L P A R A L A C U L T U R A Y L A S A R T E S P R E S I D E N T E

SERGIO VELA

D I R E C T O R G E N E R A L D E B I B L I O T E C A S

FEDERICO HERNÁNDEZ PACHECO

R E V I S T A B I B L I O T E C A D E M É X I C O D I R E C T O R F U N D A D O R :

JAIME GARCÍATERRÉSf

D I R E C T O R : EDUARDO LIZALDE

E D I T O R : JOSÉ ANTONIO MONTERO

E D I T O R A S O C I A D O : MARIO BOJÓRQUEZ

S E C R E T A R I O D E R E D A C C I Ó N : JOSÉ DE LA COLINA

C O N S E J O D E R E D A C C I Ó N : JUAN ALMELA, FERNANDO ALVAREZ DEL CASTILLO,

MIGUEL CAPISTRÁN. ADOLFO ECHEVERRÍA,VÍCTOR

TOLEDO Y RAFAEL VARGAS

P R O M O C I Ó N E D I T O R I A L :

MIGUEL GARCÍA RUIZ

D I S E Ñ O : BRUNO ACEVES HUMANA

A S I S T E N C I A E D I T O R I A L : MARINA GRAF

A S I S T E N C I A T É C N I C A Y C O R R E C C I Ó N : LINA GARAY VAQUERA

RAÚL ZENDEJAS DE LA PEÑA

C O M E R C I A L I Z A C I Ó N Y D I S T R I B U C I Ó N : RUYSDAEL NAVA

I M P R E S I Ó N : EDICIONES CORUNDA, S.A. DE C.V

2 ' D E F O R R O S : SALVADOR ELIZONDO.

FOTOGRAFÍA DE PAULINA LAVISTA

I L U S T R A C I O N E S I N T E R I O R E S :

PIPER-BÜCHEREl, EDVARD MUNCH. LEBENFRIES. 4b

GRAPHIKEN, R. PIPER & CO VERLAG, MUNCHEN, 1955,

AA.VV, ANTHOLOG/E DU L/VRE ILLUSTRÉ PAR

LES PEINTRES ET SCULPTEURS DE LECOLE DE PARIS,

EDITIONS ALBERT SKIRA, GENEVE, 1944.

JUAN GARCÍA PONCE, PAUL KLEE. IMPRENTA

MADERO. 5.A.. CIUDAD DE MÉXICO, 1965.

PATRICK WALDBERG.SURREAL/SM.THAMES

AND HUDSON, LONDON, 1965.

BIBLIOTECA DEMÉXICO

Páginas inéditas

Salvador Elizondo

Malcolm Lowry ( 1 9 0 9 - 1 9 5 7 )

revisited

Sobre qu

Günter Grass

Memorias sentimentales Primer borrador de un libro futuro Emmanuel Carballo

Li Po y To Fu, poetas amigos José de la Colina

Dos textos de Salvador Novo Miguel Capistrán

Poetas de Méxic Sudamérica y España Coral Bracho, Elsa Cross, Minerva MargaritaVillarreal, Héctor Carreto, José Javier Villarreal.Jaír Cortés, Edgar Amador, Ledo Ivo, Rodolfo Hinostroza, Arturo Corcuera, Hildebrando Pérez Grande, Marco Martos, Jaime Jaramillo, Ramón Cote, Omar Lara, Raúl Zurita, Ramón Ordaz, lacobo Rauskin, Alvaro Salvador

2 ilillOHCA O[ M[XI(O

SALVADOR ELIZONDO

PAGINAS INÉDITAS*

* U n a vez m á s a g r a d e c e m o s a P a u l i n a Lavis ta la a m a b l e co labo­rac ión q u e h a b r i n d a d o a Biblioteca de México p a r a q u e esta revis­ta se h o n r e al pub l i ca r las p á g i n a s inéd i tas de La estatua de Con-dillac, nove la de Sa lvador E l i z o n d o . T a m b i é n d e b e m o s a P a u l i n a la gene rosa a p o r t a c i ó n de fotografías inéd i tas de E l i z o n d o , de las cua les es a u t o r a , q u e a p a r e c e n en la s e g u n d a de forros y en las pá­g inas 2 y 3 .

Sa lvador E l i z o n d o inc luyó al m a r g e n de su t ex to a lgunas a n o ­t ac iones q u e s e g u r a m e n t e u t i l i zar ía al revisar lo p o s t e r i o r m e n t e . L a s r e p r o d u c i m o s aqu í c o n t ipograf ía y color d i fe renc iado .

ΐνΐΕΝΤΙ·ΕΚ· Verdaderamente estelar, creo, es la presente entrega número

100 de nuestra revista, antes

que nada por la primicia de

estos manuscritos extraordina­

rios de Salvador Elizondo, que

nuestro equipo de redacción ha

paleografiado y descifrado con

el auxilio de Paulina Lavista,

esposa del escritor y posee­

dora de esa copiosa colección

de cuadernos inéditos que el

autor de Farabeuf redactó a lo

largo de varias décadas.

Las páginas manuscritas

acompañadas de nuestra ver­

sión tipográfica pertenecen a

la novela La estatua de Condi-

llac, que Elizondo dedicaba a

su padre con la data del 18 de

julio de 1970.

El texto es precedido por

el bello epígrafe en francés del

libro Traite des sensations, la

obra clásica del filósofo del si­

glo XVIII Éttienne Bonnot de

Condillac, al que se agrega un

segundo epígrafe en alemán

del Tractatus de Ludwig Witt­

genstein ("Lo que se puede

mostrar no puede decirse", en

la clásica versión castellana de

don Enrique Tierno Galván).

Reproducimos todas las pá­

ginas manuscritas de Elizondo

no sólo por su valor documen­

tal sino por su auténtica belle­

za de caligrafía mayor, precisa

y elegante, como los signos

ideogramáticos de la escritura

china, que el autor admiraba.

Un homenaje a esa devoción

oriental parece también en

nuestro número el estupen­

do texto Li Po y To Fu, poetas

amigos, de José de la Colina

(a quien por cierto, por error

involuntario, no dimos en el

número pasado -de homenaje

a Mozart- todo el crédito que

merecía por su extensa y eru­

dita colaboración).

4

¡1¡lIOmA O[ MÉXICO

La estatua

d e Condillac

Pour rempür cet objet, nous imoginomes

une statue orgonisée intérieurement

connnne nous, et animée d'un esprit privé

de tout espéce d'idées. Nous supposdnnes

encore que l'extéñeur tout de morbre

ne lui permettait l'usage d'aucun de ses

sens, et nous nous réservomes ¡o liberté

de les ouvrir a notre choix, oux différentes

innpressions dont ils sont susceptibles.

Étienne Bonnot de Condillac

Traite des sensations

ENTIVEM

Was gezeigt werden kann, kann nicht

gesagt werden.

LWittgenstein

Tractatus 4.1212

A mi padre

S. E.

I8-VII-70

m Elizondo, inventor de genio

desaparecido hace poco más de

un año, nos dejó una obra ma­

gistral admirada, originalísima

y reconocida, acaso no lo sufi­

cientemente durante su vida.

Por fortuna, como lo anuncitin

las páginas que aquí se impri­

men por primera vez, las más

de ochenta libretas que ha deja­

do escritas y dibujadas para sus

estudiosos editores y lectores

futuros nos ofrecerán sin duda

deslumbramientos tan atípleos

y sorprendentes como los de

La estatua de Condillac.

Además de las páginas de

Elizondo y el ensayo de José

de la Colina, ocupan el núme­

ro otros materiales valiosos,

como el poema del novelista y

Nobel germano Günter Grass,

desconocido en español, que

aquí se reproduce gracias a la

generosa gestión de Eva María

Hackenberg, directora del Cen­

tro de Información del Goethe

Institut Mexiko, A.C., que con­

siguió los derechos amorales

para la publicación del poema

de Grass.

En el cincuentenario de la

muerte de Malcolm Lowry y

a sesenta años de la primera

edición de su emblemática no­

vela Bajo el volcán, publicamos

un grupo de poemas y algunas

cartas del gran escritor en ver­

sión española de Marta Donís.

Integran también el núme­

ro unas sorpresivas páginas de

Emmanuel Carballo: Memorias

sentimentales. Primer borrador

de un libro futuro; dos textos de

Salvador Novo, que presenta

y rescata Miguel Capistrán, y

para terminar, un conjunto de

poemas inéditos de México,

Sudamérica y España, cuyos

autores nos envían especial­

mente para esta entrega de Bi-

^^l^teca de México.

Eduardo Li:

6

BIBlIOmA Ol M[XICO

-¿Se supo Krentznaer observado? CC) - Tal vez en el último instante de su

vida. Algunas veces se imaginó acom- Revisar los tiempos

pañado por esa entidad que había in- de verbo.

ventado. Ese personaje imaginario era en todos aspectos idéntico a él y esa estatua ideal de sí mismo lo habitaba cómodamente en la soledad de la isla desierta y le servía para entablar efu-sivas discusiones acerca de la inter-vención que había tenido en las infa-

mes iniciativas que culminaron con la

tentativa de instaurar la nefanda Re-pública de Caoba.

De la misma manera, sabía inventar­se ya muerto.

Como estaba muerto, pensó que 0 podría proseguir el experimento has-ta sus últimas conclusiones.

Cuenta además, con un acervo de datos mucho más copioso que los que su paso por la vida le había proporcio­nado. Conserva ventajosamente las facultades y las condiciones aparentes, sensibles que tuvo en el instante de ser tocado por el tiro de gracia que el Comandante le había disparado

7

818l10mA o¡ M¡XICO

a quemarropa.

Esto es una novela; se dice, una no­

vela que trata del habitante de una isla

desierta.

Luego escribe, a manera de proemio

a la minuciosa relación de los hechos

relativos a la Confederación de Cao­

ba, un compacto apotegma acerca del

misterioso arte de escribir novelas: una

novela es una falacia total. Su condición

novelar se sustenta en su inconcordan­

cia con cualquier realidad, en su ser una

sarta de mentiras, pero de mentiras ab­

solutas, totales; mentiras tan vastas que

en ellas cabe el universo mismo con

toda la verdad que contiene o dimana. y agrega más abajo: Todo esto es para recalcar

Sólo la tecné de esa ors tiene que ver

con las palabras.

-¿Por qué?

el aspecto esencialmente

ideológico que t iene el

relato. Además de la

-Porque en la isla desierta todas confusión de la personalidad

las posibilidades menos una son del autor.

real izables .

. -¿Cuál es la imposible?

-El diálogo.

Se trata del proceso de la estatua de G Condillac, pero a la inversa. La esta-

tua deprivada progresiva-

9

818l10HCA Of MfXICO

10

118U fCA Of MEX CO

mente de "los sentidos hasta que se

convierte en un hecho, no en un ser,

de conocimiento puro. La estatua no

es; piensa.

La isla desierta es la concreción de su G) propia imposibilidad, es por ello el único

medio que hay para vencer a la muerte.

Presiente, siguiendo un proceso de de- 0 privación progresiva de las facultades y

los sentidos, que dentro de muy poco

tiempo habrá olvidado la técnica llamada

"habla". Me apresuro por ello a extraer

de mi memoria los vestigios de aquella Krentznaer tiene que

técnica imprecisa, aprendida en los años analizar dos posibilidades:

lejanos, al lado de [falta el nombre] para a) La de que al cabo de

dar un testimonio de la extraña conjun- los años ese manuscrito

ción de circunstancias de la que tal vez, si sea arrojado por el mar a

estas escrituras son llevadas por el azar la misma playa en que fue

de los océanos a un destino, a un puer- arrojado al mar.

to apropiado, si es que existe todavía en b) La de que el único libro

el mundo, a estas fechas, un destino que que haya allí sea

no sea esta isla desierta, habitada apenas Robinson C.

por el solitario fantasma de su remitente

y de las palabras que conforman la cir-

cunstancia de esta soledad inmensurable,

perfecta, se vuelven sinónimas. 11

818liOHCA Of MfXICO

Me soy mi ·propio personaje. Me miro 0 deambular por este vasto escenario en

el que el otro Krentznaer, el que escribe

esas líneas, me ha inscrito y en el que En este punto se crea

por su voluntad soy capaz de realizar los un equívoco o una figura

sueños que él sueña y me pregunto si viciosa. La identidad de uno

y de otro es intercambiable . no ha llegado a la isla la hora de una

perfección sutilísima e incomprensible.

Una disciplina capaz de hacernos per­

der todos los hábitos que la operación

El inventor K y el invento:

él mismo.

de nuestros sentidos, de nuestra inte- Descripción de la disciplina

ligencia y de nuestra sensibilidad han seguida para poder inventar

conformado en nuestra alma. Aquí se el universo.

realiza la posibilidad de desaprehender

todo aquello que da una imagen previa

del mundo, para poder aprehenderlo,

saberlo en una potencia más pura, más

e·sencial y por lo mismo más clara de su

forma. Hasta aquí el 15-1-70

La memoria precisa el momento en el ~

que se produce ese equívoco 11

818l10ncA o¡ M¡XICO

en el que, al fin de cuentas, Krentznaer

se vería inscrito. Consideraba, inclusive

que estas líneas, las desordenadas

páginas de esta bitácora lo contenían

como un especimen conservado en

un frasco y muchas veces no sabía si

era el guardián del museo, si era uno

de los especímenes en exhibición o si --------------------

era un visitante, venido de algún lugar Después de esto el diálogo

remoto para guardar (detenidamente) que está en el Cuaderno

las colecciones y los dioramas. 25, Pág. 3.

Obligado por una circunstancia te- G) rrorífica más vasta que todo el univer-

so, Krentznaer dudaba, sin embargo, en

definir la naturaleza de su condición de

habitante de la isla desierta como un

simulacro sinóptico de la evolución del

género y dudaba porque ello lo obli-

gaba a sentirse único en el ejercicio de

ese dominio que la orden en la escena

le imponía y que, a la vez, le confería

una dignidad secreta-15

ili llOncA o¡ MÉXICO

mente mon-árquica. El castigo que [falta ----------

el nombre] le había impuesto tenía el R f '1' . e erenclas Iteranas:

ambiguo carácter de una recompensa y La única, remota: Robinson

ese terror tan vasto que la naturaleza

hubiera podido asignar al náufrago de P.Valéry en Histoires

se tornaba en una sabiduría mínima, Brisees.

hermética y en una destreza perfecta

que gratificaban esa soledad poblada de

sus propios reflejos. En el ejercicio de

un poderío sin límites se satisfacía esa

tentación del espíritu que nos proclama,

silenciosamente como los dioses

todopoderosos de nuestros mínimos

universos insulares.

Krentznaer había accedido a una forma @ de la virginidad de la inteligencia; de la

experienciatalvez,en laque innumerables

veces había soñado, representándose

a sí mismo como el detentador de un

universo particular; ese universo que

hubiera querido crear en el interior de la

mente, como un teatro de gestos, como

un drama de la sabiduría manual.

17

!1!lIOmA Dí MÉXICO

La vida en la isla desierta no puede ser ® dedicadaa laelaboración o de inventarios

o de invenciones. El tiempo por ello sólo

se puede dividir en dos épocas: época

de invención de inventarios y época de

inventario de invenciones.

En cuanto Krentznaer llega a una @ conclusión válida acerca de la naturaleza

ideal del mundo, ha tenido que pensar

forzosamente en la posibilidad de

suicidarse. Pero el suicidio no tiene caso

en la isla desierta.

La isla era apacible y voluptuosa. Todo ® en ella dimanaba los esplendores de un

lujo bárbaro y solar en la misma medida

en que todas las cosas me son nuevas y

únicas.

Este es mi primer pensamiento cuando

he dominado la razón que subyacía a

esa estructura azarosa que era la isla

desierta: origen del universo en el que

estaba contenida como parte.

Una tarea literaria: Krentznaer se @ abocaría a escribir sistemáticamente

todas las ideas que tuviera oportunidad

de formular durante su vida allí, en la

isla desierta, acerca de la soledad .

." ~IOncA o¡ M[XICO

MALCOLM LOWRY (1909-1957)

REVISITED

~~. a1com Lowry es todavía un míto y un misterio acerca de lo que vivió durante su estancia en México, país que disfrutó y amó y

en donde al fmal padeció las más nefandas aventuras, incluida alguna accidental persecución de las autoridades mígratorias que

confundieron al extraño Ma1colm cón un espía extranjero, en esos oscuros años de la segunda guerra Mundial. Pero fue también aquí

donde escribió la mejor de sus novelas: Bajo el volcán, obra deslumbrante e imperecedera, llena de resonancias del sombrio y taciturno

carácter nacional, con personajes reales que muestran asimismo la delicadeza y amabilidad de los mexicanos, en descripciones

precisas que no lograron captar otros grandes escritores ingleses que se refirieron a aquéllos: Graham Green, Aldous HuxIey, D. H .

Lawrence. En la realidad y en la ficción Lowry es el mejor personaje de sus novelas, el más preciso y pulido protagonista de sus obras,

como en otros casos excepcionales: Franz Kafka, William Faulkner, Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo. La selección de poemas y cartas

aquí .incluidos de seguro contribuirán a mantener el interés por conocer a quien realizó en este país partes de una obra y una vida

trascendentes, todavía insuficientemente esclarecidas por critico s y biógrafos.

lO

BIBlIOTlCA D[ M[XICO

el co POEMAS*

Versiones de Marta Donís

Viñetas de José AntonIO Montero

SIN OTRA COMPAÑíA QUE EL MIEDO

¿Cómo empezó todo esto, y por qué estoy aquí,

en el arco de esta barra marrón de pintura cuarteada?

Papegaai, mezcal, hennessey, cerveza,

dos escupideras babeadas, sin otra compañía que el miedo:

miedo a la luz, a la primavera, miedo a la protesta

de los pájaros y a los autobuses que van a sitios remotos,

miedo a los estudiantes que van a las carreras

y a las chicas que brincan con el viento en la cara.

Pero, sin otra compañía que el miedo:

miedo a la fuente siseante, y todas las flores

que conocen el sol son mis eJlemigas,

¿estas horas (muertas)?

DELIRIO EN URUAPAN

1936-1937

Encontré en la esquina a un hombre que sufría

más que yo. Luego a otro, y al rato a otro más.

Después encontré una ennegrecida calle de infortunados

maleantes que habían sufrido una eternidad.

Le pedí al primer hombre que me hiciera compañía,

pero se rehusó; así que, extrañado,

pensé en pedírselo al segundo, en cuya mirada fija

de perfecto desdén había tal gelidez

que subí de prisa por la calle ennegrecida para contarles

a los que más sufrían, para preguntar qué habíamos hecho

para merecer esto. Pero había una imprecación en su risa.

Recordé entonces que estaba en el infierno.

Sí: ¿qué había hecho yo para merecer

hasta el desprecio de los condenados?

. .. y regresé descendiendo por la calle más negra del yo,

sabiéndolo muy bien.

1936-1938

* The colleaed Poetry 01 Maleo/m Lowry, editado y prologado por KatWeen Scherf, 1992.

21

BI8l10mA D¡ MÉXICO

Poemas no reunidas [Uncellected peems]

E" EL TREN DE OAXACA

Cuando el maguey cede su puesto al pino 10 que vemos desde el tren es más amable: "esto" es Inglaterra, o del Rin un recordatorio.

Pero cuando el pino cede su puesto al cactus 10 que vemos, alguien dice, es "brutal". A las formas quebrantadas del maguey llegamos desde pensamientos lanudos de Bonn o de Bootle.

Luego, cuando oscurece, no puede verse desde el tren ni bosque ni campo, así que, adentro, de la oscuridad huyen el dolor del maguey la fuerza del abeto,

para asentarse en el rostro de los trabajadores, en el rostro de los que se reclinan, en el rostro de los que han trabajado en el maguey o, arriba, en el pino.

Mas, ¡cuánta esperanza en este compartimento que se hunde!, que se fragua como señal mientras duermen. Esperanza que aún aletea en Inglaterra, pero se esfumó en las aguas del Rin.

u ilillomA o¡ M[XICO

1937

EL VIERNES SANTO DEL SEÑOR LOWRY DEBAJO DE UN CACTUS GENUINO

Porque soy un impostor porque tengo miedo porque debo eludir la sentencia del Señor, y luego mofarme de Él otra vez, y no obstante, ser crucificado junto a Él y luego eludir otra vez .. . Porque debo decidir, porque no debo hacerlo, porque soy como Crusoe pero en un naufragio de dolor que excede toda creencia. Estoy muerto, estoy hastiado, porque soy un impostor, porque tengo miedo ...

2l

ilillOncA O¡ M¡XICO

LOS NOMBRES DE Ríos MEXICANOS QUE OLVIDO

Los nombres de ríos mexicanos que olvido -o en el mapa ahumado de la memoria quizá no aparecen Xochimi1co, Xochitepec, que tampoco son ríos: aun así, invoco todo de los nombres contra el olvido .. . mas el Estigia, el Aqueronte, el Cocito, el Flegetón bastan por el Guadalquivir y otros-. Pero mejor que estas bebidas tan clásicas recuerdo el Leteo, de sobrenombre tequila. Todo 10 que sé es que México es la muerte, que comparte con el amor la única pasión que la humanidad sabe respetar; así que quien bebe olvida no sólo la alegría y la pena, el placer y el dolor sino todo 10 demás, salvo 10 simbólico: ves tu vida entera flotando corriente abajo más veloz que el Hebrus pero sin destino en Lesbos. No has sabido cuán real es la tristeza ni entendido su emblemático desaliento.

24 ¡1¡lIOmA O[ M[xICO

1940

TRES CARTAS DE MALCOLM LOWRY

Traducción de Marta Donís

Carta a Harold Matson'

Querido Hal:

1643 Queens Road, Hollywood 46,

California 8 de mayo de 1946

Te envío una copia del contrato de Cape, que me parece repetitivo y que por supuesto no he firmado todavía: ya le cablegrafié diciéndole que la cláusula que 10 pone como mi agente estado­unidense y posiblemente también otras cláusu­las son desde luego inválidas, y le escribo para preguntarle si no podemos llegar a algún arreglo mediante el cual tú tengas los derechos. Pero qui­zá haya otras cláusulas que son demasiado am­biguas y sobre éstas quisiera tu consejo. Como dije antes, no firmaré hasta que tú no des el visto bueno; quizá también podrías indicarme de qué manera debo cancelar esas cláusulas: si con cor­chetes, con papel pegado encima, tachándolas o en qué otra forma.

Te enviaría gustoso el original, pero deseo

Cónsul, a las 2 de la mañana fui más listo que el inspector dostoievskiano, y logré que Margie y yo cruzáramos la frontera, donde Texas me dio asilo legal y por supuesto que también a ella.

Estaré en Hollywood en la dirección que indico arriba hasta el día 15 más o menos, si quieres telegrafiarme acá por cualquier motivo urgente, y luego estaré de vuelta en Dollarton en mi antigua dirección una semana después, aproximadamente, y claro que espero con an­siedad tu respuesta.

En cuanto al asunto de México, después te cuento. Me dan ganas de volver a Zola para ir en contra de todo esto, y me han aconsejado que también 10 haga por el bien de otros. Pero por el momento me contengo. El gobierno actual de este país, plácido y calmado en la superficie, es la cosa más malvada que jamás haya visto. Me parece que México es ahora predominantemen­te nazi.

[ . .. ]

conservarlo junto con el telegrama de Hitchcock Carta a Jonathan Cape para fanfarronear un poco con algunos amigos de mi mujer que me han organizado una fiesta para pasado mañana ... ; pero si 10 quieres te 10 enviaré 'quam celerrime.

Si esta carta te parece un poco errática debo decirte, entre corchetes, que acabamos de vivir la experiencia más terrible de nuestra vida.

Debido a mis humildes o a mis demasiado po­tentes escritos (creemos que el capítulo XII del Volcán), después de siete semanas de un infierno puro y no adulterado durante el que nos quitaron todos nuestros papeles y nuestras identificaciones, después de que violaron la Constitución mexica­na y 10 admitieron ellos mismos, súbitamente y sin previo aviso nos llevaron mil millas a punta de pistola fuera de México: con mucho trabajo, por tres minutos me libré del destino fmal del

1 Sursum Corda: The Col/ected Letters of Malcom Lowry, editado con intro­ducción y anotaciones de Sherrill E, Grace, Toronta, The University of Toronto, 2 vols,

Estimado señor Cape:

Dollarton P. 0. , Dollarton, B. c. ,

Canadá 30 de mayo de 1946

Esta es aproximadamente la 50a vez en el curso de las últimas semanas que redacto esta carta.

Mi mujer y yo regresamos a Cuernavaca de una experiencia extremadamente desagradable en Acapulco para descubrir su carta y su contra­to, que no pude fumar tal como estaba entonces por la razón que indiqué en mi telegrama. Si bien le dije antes que preferiría que usted actua­ra como mi agente estadounidense, que también es el de mi esposa, resulta que mi agente neo­yorquino 10 había vendido en Estados Unidos, y todas estas noticias, las recibí el mismo día.

15

¡1¡LlOmA Df MÉXICO

N o había sabido nada de mi agente desde que me escribió una carta que me decepcionó mu­chísimo, pues en ella decía que no creía en elli­bro tal como estaba, que si bien tenía posibilida-

des, debía reescribirlo en buena parte, etc. Según recuerdo, todo esto sucedió aproximadamente cuando respondí a su primera carta, cuando dije que no estaba totalmente satisfecho con mi conexión en Estados U nidos y también cuando

esperaba yo su telegrama que -por razones que sólo pude ver con claridad mucho después- no llegó. Entretanto, mi es-

posa tenía dificultades con sus editores (Scribner's), que según el contrato de­

bían publicar un libro suyo el otoño pa­sado, y no ofrecieron explicación alguna

al respecto. Durante meses y meses no recibimos

en verdad ni una palabra de nuestro agente salvo estas que le menciono, tan desalenta­

doras, y cuando fuimos a México, aun­que su carta me dio una esperanza

de otro tipo, fue con la suposi­ción de que la copia de Bajo el

volcán que yo le había enviado a nuestro agente en Estados

Unidos, nos sería devuel­ta a nuestra dirección en

Canadá. Ciertamente, mi esposa, que a veces

actúa como mi secre-

26

BIBlIOTlCA Df MfxlCO

taria, le había enviado una carta, diciéndole que la devolviera, si eso era todo 10 que él pensaba del libro: eso me llevó a decirle 10 que le dije a usted al respecto.

Sin embargo el agente, en vez de enviarnos la copia, continuó con sus gestiones y vendió el libro a la empresa Reynal y Hitchcock que, hasta ahora me entero, sólo la ha tenido desde media­dos de febrero, y la cosa curiosa de esta compa­ñía es que aparentemente creen que es una obra maestra. Quieren publicarla este otoño exacta­mente como está, o con cualesquiera cambios que yo quiera hacerle. Puesto que el agente en cuestión no sabía que estábamos en México, re­mitieron la aceptación de Nueva York a México desde Canadá, y esta noticia, le repito, llegó pre­cisamente el mismo día que la suya, después de la nefasta experiencia mencionada.

Debí haber dicho a mitad de la experiencia, ya que el Cónsul, o algo peor, nos clavó ahora otra garra fuera del abismo, justo en este mo­mento de triunfo doblemente complicado. Para no hacerle el cuento largo -ya que la experien­cia duró casi dos meses -, el gobierno mexicano (y el de ahora es probablemente el peor desde Díaz) descubrió una pequeña falta en nuestros papeles: que fuera culpa de su propio Cónsul en Los Ángeles, no importa. Y luego descubrieron, o inventaron, otra: nuestras tarjetas de turistas indicaban nuestra ocupación como escritores; por lo tanto, decidieron que estábamos "traba­jando" en México, por 10 que debíamos pagar una fianza considerable, en Semana Santa, con todas las compañías afianzadoras cerradas ... Por lo tanto debían confiscar todos nuestros pa­peles, por 10 tanto no debíamos escribir ni una palabra, ni siquiera cartas a nuestras madres y menos aún a editores.

Debido a ordenamientos de guerra, Canadá sólo podía permitirnos cierta cantidad de dine­ro para nuestro viaje, y como ahora estos brutoS­nos habían quitado todo lo que teníamos, fue por consiguiente necesario conseguir dinero de inmediato de algún lado. Entretanto, yo le ha­bía cablegrafiado que no podía fumar todas las cláusulas de su contrato a causa del de Reynal y Hitchcock, y el agente de Nueva York ídem a causa del suyo. Pero en ese momento las difi­cultades en México hicieron crisis, mi agente de

2 En castellano en el original.

Nueva York me telegrafió diciéndome que Hit­chcock ofrecía un viaje gratis a Nueva York, así como más dinero en efectivo de inmediato [ ... ] y, como nuestra situación ya se había vuelto desesperada, por no decir melodramática, prác­ticamente no me quedó más opción que aceptar este dinero.

Después de eso, el gobierno mexicano, una vez que tendió su trampa, rápidamente nos robó la fianza, nos mantuvieron incomunicados para que nuestros Cónsules -¡Cónsules!- no pudie­ran interferir en el trato ilegal que nos dieron, y luego les pareció necesario llevarnos, a punta de pistola, 1500 millas a través de México con el perturbador aunque patente propósito, puesto que estaban aterrados por miedo de que no sa­liéramos con la historia, de matarnos a tiros en Nuevo Laredo. No obstante (sin duda porque he visto muchísimas películas rusas o francesas) de un modo u otro fui más listo que el Inspector dostoievskiano a las 2 a. m., y, con la conniven­cia de otros funcionarios mexicanos bastante peculiares, escapamos y cruzamos la frontera, con todo y papeles, donde Texas nos dio asilo legal. Posiblemente entienda usted ahora que he estado algo estresado.

[ ... ]

Carta a Albert Erskine

Estimado señor Erskine:3

Dollarton P. 0., Dollarton, B. C.

Canadá 22 de junio de 1946

Muchas gracias de veras por su carta y por sus palabras más que alentadoras, y le respondo 10 más pronto que puedo.

Mi copia al carbón de Bajo el volcán se quedó en México, para enviarla (junto con muchas no­tas, y un borrador de otra novela) pero aún no llega, después de siete semanas, de modo que sólo tengo una copia de trabajo con diferente paginación de la suya. Desde luego que puedo ubicar cualquier pasaje tan sólo con una palabra o dos, y creo que 10 he hecho bien ahí donde ha mencionado usted una oración en especial.

J Editor y amigo de Lowry desde que aquél preparó la edición de Bajo el volcán para su publicación por Reynal y Hitchcock, en febrero de 1947, hasta su muerte.

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BIBLIOTECA o¡ MD:ICO

[ ... ]

Respuestas a sus preguntas.

Página 7 - también página 328.

Si no se consigue nada con la frontera alrededor de Quaunahuac a la luz de mi intención men­cionada abajo, entonces propongo que la ponga en una línea separada sin los filetes alrededor, tal como usted dice.

Sentí que Quaunahuac era un nombre más bien esotérico y que la frontera en su derredor como que la hacía universal, al relacionarla con cualquier sitio al borde del camino en cualquier lado. También siento que esto se ve más excén­trico en un escrito mecanografiado que en uno impreso. Pero déjeme ceder frente a su juicio al respecto. N o obstante, como quiera que se haga, debe hacerse lo mismo tanto en el capí­tulo 1 como en el VIII : la evocación debe ser la misma, y la evocación se propone ser la de "estación, sitio, ubicación" y "despedida" . No trataba de resaltar el nombre como tal.

Respecto del nombre mismo, tengo esto que decir: Quaunahuac fue el nombre azteca de

-Cuernavaca. Muy poca gente sabía esto en 1938, pero ahora tienen un gran letrero en los subur­bios que lo dice. Sin embargo, la Quaunahuac de los libros no es Cuernavaca, siJ1.o Cuernavaca en el aire, a unos pies del suelo, con un poco de Oaxaca, etc. incluida. Supongo que debería escribir una nota a este propósito. No obstante, en una visita a México de la que acabo de regre­sar hice un descubrimiento un tanto siniestro. Quaunahuac solía traducirse, eso entendí siem­pre, como "Donde el Águila se detiene" . Pero ahora resulta que no significa eso en absoluto, y tal cosa es lo que dice el letrero.

Debo mencionar ahora que Bajo el volcán era originalmente parte de una trilogía - en térmi­nos generales, la parte del inferno, del que segui­rían el purgatorio y el paraÍso-, el protagonista se pondría un poco mejor, como Tchitchikov .. . , pero bueno, de cualquier modo por eso entra el Casino de la Selva, y la cita del principio del lnfemo: "A la mitad de mi vida me encontré en una selva oscura", etc. Al principio del capítulo VI a la mitad del libro (el Cónsul también se en­cuentra en un bar llamado "El Bosque", o la sel­va) y así sucesivamente: el tema vuelve a surgir

en el XI. Ahora descubro que Quaunahuac de hecho significa en azteca "Cerca del Bosque", y creo que esto es algo demasiado bueno para dejarlo de lado y que debe incluirse en alguna parte, en tamaño pequeño. Tal vez usted podría sugerir algo.

[oo .]

Página 350 (cf. 339)

Entiendo 10 que señala usted, y está bien, pero creo que un ladrón experimentado podría haber­lo hecho. En realidad yo trataba de describir algo de lo que fui testigo ocular. Intentaré reescribirlo si realmente parece imposible, pero me caería extremadamente bien una sugerencia al respec­to. Tampoco puedo ubicarme del todo debido a la diferente numeración de las páginas. De modo que le pediría que especifique la oración empie­za así y así, eso me ayudaría muchísimo.

Hay otras cosas que me molestan en este ca­pítulo. Me gustaría llamar a un experto mexi­cano para que me diera su opinión sobre la pa­labra pelado. Disculpo la ignorancia relativa de Hugh, pero no estoy del todo seguro de si exa­gero al respecto, así como también sobre el uso ahí de gachupiné.4 En un sentido estos términos se contradicen mutuamente, desde luego: lo que me molesta es si mi ironía se asienta sobre una base lo bastante sólida como para significar algo mientras el lector acepta que Hugh farfulle al mismo tiempo. No estoy totalmente seguro de si gachupiné puede aplicarse o no a cualquier espa­ñol nacido en España . Tal vez sea mejor usar la palabra española .

También estoy un poco inquieto con la pa­labra chingam.s (Cuando pelean a un lado del camino.) N o estoy seguro de si puede caracte­rizarse precisamente como una palabra que ex­presa tan sólo un desdén obsceno. Impugnar a la propia madre, significa en Oaxaca una frase completa tan obscena que no pude encontrar una oportunidad en mi reciente visita a México para preguntar con la mayor discreción posible si el significado que yo tenía era correcto sin per­der la vida en el ínterin .

¡ Sic , Sic.

[oo. ]

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~ I WOHCA D[ M[\ICO

GÜNTER GRASS

SOBRE ,

QUE ESCRIBO* Sobre el comer, el regusto. Después, sobre huéspedes no invitados o llegados con un siglo de retraso. Sobre la sed de limón exprimido de la caballa. Más que sobre cualquier otro pez, escribo sobre el rodaballo.

Escribo sobre la abundancia. Sobre el ayuno y por qué lo inventaron los comilones. Sobre el valor nutritivo de las migajas de la mesa del rico. Sobre la grasa y las heces y la escasez y la sal. Describiré doctamente - en medio de una montaña de mijo­cómo la mente se volvió biliosa y el estómago demente.

* Poema: "Sobre qué escribo" (original: "Woruber ieh sehreibe") written 1977 and edited in: Günter Grass : Linco Botin (e), Bartleby Editores, S.L. 2006 (for Spanish edition) (e) , translation by Miguel Sáenz. Title of the German original anthology: Günter Grass: Lyrische Beute (e) SteidJ Verlag, Góttingen 2004. Reconocemos la amable y generosa disposición con que Eva Maria Haekenberg, dIrectora del Centro de Información del Goethe Institut Mexiko. A. C. gestionó la autorización de los derechos de autor para publicar este poema en Biblioteca de México.

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BIBlIOHCA D[ MmCO

Escribo sobre los pechos. Sobre Ilsebill embarazada (su antojo de pepinillos), escribiré mientras dure. Sobre el último bocado compartido, la hora pasada con el amigo con pan, queso, vino y nueces. (Hablamos con delectación de 10 divino y 10 humano y también del engullir, que no es más que miedo.) Escribo sobre el hambre, sobre la forma en que fue descrita y por escrito propagada. Escribiré, de viaje a Calcuta, sobre las especias (de cuando Vasco y yo hicimos bajar el precio de la pimienta).

Carne: cruda y cocida, se ablanda, se deshilacha, se contrae o deshace. Las gachas nuestras de cada día y demás cosas premasticadas: historia con fechas, las carnicerías de Tannenberg-Wittstock-Kolin y todo 10 que queda luego: huesos, pellejos, tripas, salchichas.

Sobre el asco ante el plato lleno, sobre el buen sabor, sobre la leche (y cómo se cuaja) , sobre el nabo, la col y el triunfo de la patata escribiré mañana o cuando las sobras de ayer sean fósiles de hoy.

Sobre qué escribo: sobre el huevo. Frustraciones y grasas, amor que devora , soga y clavo, disputas por un pelo y por la palabra caída en la sopa. Sobre el congelador y lo que pasó cuando se fue la corriente. Escribiré sobre todos nosotros sentados ante platos vacíos; y también sobre ti y sobre mí , y sobre la espina en la garganta.

lO

¡lilIOmA D[ MfxlCO

EMMANUEL CARBALLO

MEMORIAS SENTIMENTALES

Primer borrador de un libro futuro

Mi primer acercamiento a la sexualidad ocurrió en Guadalajara en los tiempos en que estudiaba el segundo y último año del bachillerato en el Instituto de Ciencias. Habituado a las expulsio­nes escolares periódicas, cuando los jesuitas me pusieron de patitas en la calle tenía poderosos motivos para actuar drásticamente. Sin embar­go me concedieron derecho de examen. Mamá, para que me repusiera del golpe moral, me envió con una amiga suya que regenteaba en Santiago, Colima, el hotel Anita. Después me instalé en la hacienda de mis parientes ricos. Allí comencé a escribir textos extraños e ingenuos. Un tanto memorias y otro tanto poesía.

A la hacienda llegaba los fines de semana un cura para enseñar el catecismo, confesar, dar la comunión y oficiar la misa. Como el cura vivía en la hacienda, me preguntó en una de las so­bremesas: "¿Te has acostado con alguna mujer?" Como respondí en forma negativa, me propuso: "Vamos a hacer una cosa. La próxima vez que vayas a Guadalajara me avisas por teléfono y te voy a dar clases con mi amante. Vamos a ir a un hotel para que veas cómo lo hago y después lo harás tú." Y llegó el día. La amante del cura, chaparrita tímida, parecía una almohada. En el cuarto del hotel le indicó que se desvistiera para hacer el amor. Cuando terminaron, el padre me dijo: "Ya viste cómo se hace, ahora haz lo tú. " Me desvestí, pero por más esfuerzos que hice no tuve erección. Abandoné el hotel y salí asquea­do del sexo.

Nunca me he acostado con prostitutas, casi siempre me acosté con mujer amada y deseada. Para mí el sexo no ha sido sólo una necesidad car­nal sino una urgencia espiritual. Pasaron muchos años desde ese fracaso para que hiciera el amor

tal como lo describe Jorge Guillén: "Cuerpo es espíritu y todo es boda." Mi vida sentimental ha sido un tanto heterodoxa: comencé con el matri­monio y después practiqué el noviazgo. Padecía complejo de Edipo: estaba enamorado platóni­camente de mi madre. Ella fue mi primer amor. La dedicatoria de El cuento mexicano del siglo XX es elocuente: "A doña Tula que me enseñó entre otras cosas a equivocarme solo."

Mi primer amor real, concreto, fue Laura Villaseñor. Era una mujer guapa e inteligente, tal como la había soñado. Era once años mayor que yo, y con ella tuve mis primeros tres hijos: Laura, Emmanuel y Pablo. Permanecimos ca­sados durante diez años.

Con Laura fui el típico marido mexicano que tenía su casa grande y efímeras casas chicas. N o me juzgo ni bien ni mal , soy producto de las circunstancias. Aunque eso de "casa chica" me quedaba un poco grande, porque siempre bus­qué que las mujeres con quienes salía tuvieran techo y coche, para no frecuentar los moteles. Me gustaban las mujeres mayores que yo, y creo que ellas fueron las que curaron mi ya modesto complejo. Como ya lo dije, mis mujeres reunían esas dos condiciones: techo y coche, ya después vendría lo más importante: la inteligencia, la sensibilidad, el acoplamiento sexual, espiritual , intelectual.

Sólo tuve un largo amor que no concluyó en el registro civil o la iglesia: Lucha Zapata Vela. La quise mucho, era mayor que yo: provenía de una familia comunista, era hermana de Joaquín Zapata Vela, Procurador General Militar de la República. Nunca vivimos juntos. En ese tiem­po me entró la locura de sentirme atractivo, gua­po, era como un general en busca de mujeres-

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ilillOmA D¡ MÉXICO

o llenó Matisse

medalla. Tenía la solapa constelada de retratos, pero el de Lucha resultó imborrable: en Diario

Público 1966-1968 me refiero a ella, brevemente, como una de las mujeres que más he amado en la vida.

Luego anduve con Martha Sáenz, discípula de Cosío Villegas y amiga de Emma, la hija de don Daniel. Era una linda muchacha, aunque no de mi absoluto agrado: juntos algo nos falla­ba. Era leal, me hizo favores, parecía mi hada madrina, me defendía de la gente con quien me peleaba. Martha y yo tampoco vivimos juntos, aunque me quedaba a dormir en su casa dos o tres veces por semana. Cuando el terremoto de 1957 derrumbó el Ángel de la Independencia yo vivía en la calle de Ámsterdam, y estuve a punto de morir. Vivía solo, separado de Laura. Me gustaba beber ron Castillo mientras leía o perdía el tiempo. Esa madrugada sentí que la lámpara se movía y la cama bailaba, los libreros cayeron al suelo, y me coloqué bajo el marco de una puerta como entonces se recomendaba en esos casos. A los diez minutos llegó Mar­tha, y después Lucha. Fue terrible. Me fui con Martha, y Lucha, en un explicable arranque de mujer ofendida destrozó algunos de mis teso­ros, los ciento cincuenta primeros números de "México en la Cultura" , de Novedades, donde yo escribía y que eran para mí casi una reliquia. Cuando dejábamos de vernos a Martha se le lle­naba la cara de ronchas. Me avisaba: "Ya apa­recieron los granitos." Entonces reanudaba las visitas. Esa broma hizo que el romance durara muchos meses; reconozco que hubo más amor de parte suya que de la mía. Martha era dulce, comprensiva e ingeniosa. Pese a sus esfuerzos no se le dio la literatura. El Centro Mexicano de Escritores no le abrió de par en par las enten­dederas. Se encontró a sí misma, años después, como ayudante de historiador.

Posteriormente fui jefe de redacción de La

Gaceta del Fondo de Cultura Económica, en los años sesenta. En esos días el tema de moda era la Revolución Cubana. La Gaceta la editábamos en la Imprenta Madero. Allí conocí a N eus Espre­sate, la mujer que en ese momento reunía todas mis aspiraciones. Nuestro amor comenzó du­rante la crisis de octubre. Pronto vivimos juntos. Alquilé un departamento donde, los sábados por la tarde, recibía a Giménez Siles y a algunos es­critores jóvenes sobresalientes. Cuando salí del

Fondo de Cultura Económica, don Rafael me propuso trabajar con él y con Martín Luis Guz­mán. Acepté . Se me ocurrió lanzar una nove­dosa empresa editorial. De esas reuniones en la calle de Manzanillo salió mi antología El cuento

mexicano del siglo XX, que todo mundo utiliza y nadie me da crédito. Cuento esto para situar el contexto de ese departamento donde nos veía­mos Neus y yo: a los pocos meses nos dimos cuenta de que era imposible seguir viviendo así y pensé en el divorcio; Laura se resistió a dármelo, así que tuve que conseguirlo en forma fraudulenta en Ciudad Juárez, donde se coci­naban al vapor los divorcios dificiles (allí se di­vorció entre otras famosas Ingrid Bergman). Me divorcié , pero ya no hablamos de casamiento. No era ya necesario. Neus y yo éramos com­pañeros, compartíamos ideas revolucionarias y que yo recuerde no caíamos en infantilismo s ni posturas demagógicas. Vivimos juntos diez años: en esos años hice la primera versión del Diario Público y boceté los Protagonistas. Ella era muy trabajadora, inteligente, pero era mujer y eso representaba entonces una desventaja; sin embargo se impuso. La imprenta Madero era de su padre; ella y sus hermanos tenían la mayo­ría en Ediciones ERA (sigla que indica no una época sino la inicial de tres apellidos: Espresate, Rojo y Azorín). ERA se convirtió, bajo la direc­ción de Neus, en la editorial joven más impor­tante del México de esos años. Con Neus termi­nó una etapa fundamental de mi vida. Hasta ese momento Neus fue la mujer más perfecta entre las que conviví en esos años. Practicamos juntos el amor, la fiesta, la lucha política y el trabajo bien organizado.

Después viví una corta aventura amorosa con Graciela Iturbide. Hicimos al alimón un libro sobre el festival de rock de Avándaro, via­jamos juntos por Sudamérica a lo largo de un mes. Graciela fue discípula de Álvarez Bravo, y quizá en ese momento era la mejor fotógrafa de México.

La segunda etapa de mi vida amorosa la vivo con Beatriz Espejo desde hace más de treinta años. Desde los cincuenta le eché los perros y no me hizo caso. Le repugnaba, me dijo, andar con hombres casados. Cuando la veía en el área cul­tural de Ciudad Universitaria su sola presencia me conturbaba. Beatriz era para mí un hechizo permanente. Tiempo después una amiga en co-

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BIBlIOmA Ol M[XlCO

mún, Enriqueta Ochoa, le dijo a ella: "fijate que Em­manuel se está muriendo, deberías ir a verlo. "

Beatriz, que acababa de divorciarse, fue a verme y me encontró barbón, des­cuidado, enfermo en la casa que compartía con mi Edi­toriai Diógenes. Volvimos a frecuentarnos. (Antes re­cién llegado de Guadalaja­ra, la invitaba a escuchar jazz y beber parcamente hasta las ocho de la noche: si llegaba más tarde la re­gañaban en su casa.) Bea­triz era hija de familia y yo

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vertirme en 10 que soy, un burgués por fuera pero no por dentro. Beatriz tam­bién cambió: dejó atrás la visión inmovilista que le inculcaron las monjitas y poco a poco comprendió el mundo democrático y libérrimo en el que ahora vivimos. Como cuentista es una de las mejores. Juntos hemos sido felices y desde entonces no he apetecido a ninguna otra mujer. Tene­mos un hijo a quien hemos inculcado que se desprenda de las ideas prefabricadas y

________ ---, _______ .-..J viva como le dé la gana.

vivía solo. Esto ocurría en 1972. Veía a Beatriz Recapitulo. No tuve novias antes de casar­me. Mi primera intentona fue una experiencia amarga de la que salí lastimado. Viví mis años de soltero después de mi primera boda. Fueron años de libertinaje, de muchachas risueñas, de fiesta, de alcohol y de revolución. Por eso fui tan mal marido en la primera etapa de mi vida: gocé a destiempo los placeres de la juventud.

tan hermosa como la miré veinte años atrás, en las aulas de Filosofia y Letras. Nos casamos por 10 civil al año siguiente. A veces me burlo de ella y le digo que vive amancebada conmigo. "Yo puedo casarme por la Iglesia contigo y tú debes pedir antes la anulación de tu boda ecle­siástica" .

Cuando nos casamos vivíamos en Copilco, en una casa contigua a la que compartí con N eus, 10 que resultaba incómodo para los tres. Tras de leer en un periódico la venta de una be­lla casa hecha por Artigas fuimos a verla. Nos gustó y la compramos. La casa está situada en El Contadero, Delegación

Desde aquí pido perdón a algunas mucha­chas' unas cuantas ya muertas, a quienes no traté como ellas merecían. A mí las mujeres me han hecho, deshecho y vuelto a hacer. Lo digo con mi verdad más profunda y por supuesto la más humilde.

de Cuajimalpa, y desde entonces vivimos en ella. Su dueño anterior fue un diputado que la utilizaba como leonero. Como era tan chaparrito, y la casa estaba diseñada a su ta­maño, al principio me gol­peaba en la regadera y las puertas. La casa tiene dos entradas, por una entraban las amantes, amigas de ocasión y por otra salían.

Con Beatriz arribaron el orden y el rigor a mi vida. Abandoné mis camisas de manta, mis huaraches y mi barba silvestre para con-

YOOOPllblkerl. aG.1Poo'l4o_o.utur.~oa.1'1.Ia.at..I!lta¡Nhl.iqua ... al

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N o gocé a mi padre por­que murió cuando tenía tres años y unos cuantos meses. Mi madre no vol­vió a casarse, pese a que yo le sugería que si no se casaba tuviera por 10 me­nos un amante: quizá tuvo uno o dos pero muy recata-damente. Le conocí varios amigos que eran, tal vez, algo más que eso.

Mi fachada me ha servi­do mucho: mi estampa de "gente decente" . En cuan­to a mis contactos con las clases sociales opulentas

~~-~-------~---"""",..,...J mi facha apenas obtendría Páginas 1 Y 10 con correcciones del autor

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ilillOncA DE MlxlCO

seis: aprobado pese a mis

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o Herui Mati sse

deficiencias. Estudié en colegios de ricos, pero ante ellos desaté un complejo de rabia. Mis ami­gos tenían casas en Chapala, iban a Manzanillo, los recién casados viajaban a lugares fastuosos europeos o gringos. Por eso quizá , para supe­rarlo, hablo claro y con toda la boca . No tuve bicicleta, pero recorrí Guadalajara en patín del diablo. Como alumno fui fatal, me dedicaba sólo a las materias que me gustaban, como his­toria, geografía, gramática, zoología. Estudiaba no para sobresalir, no para sacar buenas califi­caciones, sino para poner en ridículo al maestro, para que viera que yo sabía más que él.

Mi hermana murió en 1933, un año después que mi padre: están enterrados en el mismo se­pulcro, en el Panteón Civil de Guadalajara. Por

cierto, queda un lugar vacío en la cripta, el mío (a mi madre la enterramos en 1964). Me gusta­ría que al morir me hicieran polvo y me metie­ran en esa tumba. Mi hermana era un año me­nor que yo, tenía carácter más fuerte que el mío, y yo siempre hice lo que ella quería . Viví con mi madre hasta que cumplí los veintiún años. Mi círculo de amistades fue principalmente de mu­jeres, desde adolescente empezaron a gustarme los lady bar y no las cantinas.

Lo primero que publiqué fue un libro de poe­mas, especie de hai-kais, o más bien una suerte de antipoemas a la manera de Nicanor Parra. Por supuesto, antes leí a Tablada, pero lo mío era más bien poesía política: hablaba de la polí­tica con términos amorosos, y del amor con tér-

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minos políticos. Me disgustaba la experiencia chilena, un socialismo menos estructurado que el cubano, de manera que a las mujeres que me disgustaban las comparaba con Allende y a las que sí me agradaban las sumaba a las huestes de Fidel Castro.

A propósito de Castro debo confesar que fue una influencia muy importante en mi vida y año.s después una gran decepción que todavía me duele. Fidel fue mi mayor acercamiento a la política y posteriormente la principal causa de mi alejamiento de ella. Vi el surgimiento de un héroe y después su estruendosa caída. El uno consiguió grandes logros y el otro los deshizo en poco tiempo. Pasó de Martí a ser Stalin. En Cuba hoy gobiernan más o menos los mismos cuadros que en 1959. Persiste el personalismo de los hermanos Castro, no hay democracia in­terna, se persigue a la disidencia. Pese a lo que digo no soy un anticomunista profesional. Leo Letras Libres, pero no comulgo con sus ideas ul­tramontanas. Lo digo con gran dolor: todavía sueño con La Habana de los sesenta, con los es­critores con quienes hice amistad. En el México de esos años escribí acerbamente contra el PRI. De acuerdo como van las cosas quizá dentro de cinco años empiece a ver a este partido como una de las soluciones menos malas para que el país no se desintegre.

Hoy veo que el pensamiento de Mao Tse Tung sentó las bases para que China se convir­tiera en la cuarta economía capitalista de prin­cipios del siglo XXI.

Amorosamente me siento realizado. N o puedo demandar más de mí, y cada vez daré menos porque cada vez tendré menos días de vida. La vida se va deshaciendo, te va anulan­do, hasta que un buen día ya no te acuerdas ni cómo te llamas. Pienso en Arrigo Cohen, que ya murió, a quien traté en la escuela de la So­gem. Sus clases eran excelentes y a sus alumnos les divertía que su esposa lo llevara a la escue­la y lo condujera de regreso a casa al concluir su trabajo porque había olvidado la dirección. Por ese temor traigo anotados en la agenda mi nombre y dirección, por si me sucede lo que le pasaba a Arrigo. El Alzheimer me asusta. Mis problemas no son ya nacionales ni universa­les sino biológicamente personales: la vejez y cómo vas a soportarla, qué vejez vas a padecer. Yo miraba a Alfonso Reyes como un alto edi-

ficio, y ahora tengo siete años más de los que él alcanzó a vivir. N o he llegado a la edad de Martín Luis Guzmán, que murió muy lúcido, ni a la de José Vasconcelos. A Rulfo le convino morir a la edad en que lo hizo, en plena madu­rez. Las memorias son ahora el género que más me apasiona, y en las mañanas lo primero que leo en los periódicos son los obituarios.

Si me encontrara en la calle o en la sala de un aeropuerto a Emmanuel Carballo le diría: "Qué haces aquí, a dónde vas que no me lle­vas." En este momento se bifurcan las dos per­sonas que todos llevamos dentro: una la que logró vencer el asco de aceptar la sociedad en que vivimos y otra la que por entendibles y jus­tificables puntos de vista se alejó de ella e, in­cluso, la quiso dinamitar, sin éxito, desde sus cimientos. En mi caso personal oscilo entre las dos personas. Hasta ahora no he hecho las pa­ces con ninguna .

Pongo un ejemplo. Cometí de joven un gra­ve error al convencerme a mí mismo de que si estudiaba idiomas lo último que leería serían las letras en lengua española y en · especial las mexicanas. Seguir ese camino me hubiera lleva­do a ser erudito de una literatura sin lectores. Me di cuenta de mi infantilismo y modifiqué los planteamientos: me dedicaría a historiar y criti­car nuestras pobres letras nacionales desde dura perspectiva: la del rigor y la retórica de nuestros días. Si nuestra literatura no es buena, más que en contados casos, es necesario valorar y difundir esos "contados casos" en que aflora la excelen­cia. No podemos darnos el lujo de ser parciales, como buenos compadres: por el contrario tene­mos que ser exigentes para que los escritores no nos den gato por liebre. Tenemos la obligación de defender a los lectores y desenmascarar a los escritores que no se esfuerzan hasta el límite de sus posibilidades.

Las personas no son adivinas, pero los que saben leer y pensar con lógica e imaginación, descubren el futuro inmediato. El crítico tiene numerosos asideros, y creo que una de las cosas que más me gustan es adivinar, contadísimas ve­ces, el futuro de la literatura mexicana. Recorde­mos que la única manera de no equivocarnos es no abrir la boca.

Hace días revisaba un libro que me publicó la Universidad de Nuevo León. Me dio gusto leer que en el prólogo (escrito en 1967 dije: "Monsi-

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o Pablo Picasso

váis es el futuro Salvador Novo. Dentro de veinte años va a ser el cronista de la ciudad de México." Lo es de hecho, pero no de derecho.

Tengo tantos enemigos gratuitos que no ca­brían en el Estadio Azteca. Alguna vez dije que el crítico que tiene amigos posee un enemigo terrible dentro de sí mismo; el lazo de amistad con los lectores. Dije también que el crítico de­bería vivir en una montaña y mandarle con un propio los libros; así no conocería a los autores. Después llegué a la conclusión de que quizá se pueda sostener una amistad y al mismo tiempo decir 10 que se opina sobre el autor. Esta utopía

. la practiqué con Felipe Garrido, pero la amistad se luxó un tanto cuando en el Centro de Ense­ñanza para Extranjeros de la UNAM, donde le ofrecían un homenaje, dije por qué no me gus­taban sus trabajos sobre Rulfo. Desde entonces no nos vemos como nos veíamos antes. Lo quie­ro mucho, le debo mucho y él también me debe algo: era periodista y 10 ayudé a que se convir­tiera en escritor.

He sido un privilegiado en muchos sentidos; el hecho de que no me hayan quemado vivo es una fortuna. Pero me las he visto negras: por ejemplo, cuando me separé de la Mafia me que­dé solo, y ese hecho coincidió con mi separación de Neus. Perdí los contactos con las editoriales, el cariño y la amistad de Fuentes, de Paz, de casi toda la gente "famosa". García Terrés dijo que mientras él estuviera vivo yo no publicaría en el Fondo de Cultura Económica. Finalmente publiqué en el Fondo 10 que significa natural­mente que García Terrés murió años antes.

Tengo el defecto, y 10 he confesado pública­mente, de que las cosas me entran por la oreja y me salen por la boca. No sé guardar secretos. Digo: "No debo contar esto", y a la primera provocación 10 cuento. Es mejor que a mí no me cuenten algo importante porque lo divulgo. Lo que no cuento aquí en estas páginas, lo digo sinceramente, permanecerá sumergido. Una ra­zón: porque no 10 entiendo cabalmente; otra, porque me da pavor, compasión de mí mismo.

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IIIUOITCA O¡ ,.OICO

LI Po

JOSÉ DE LA COLINA

LI PO y

TU FU, POETAS AMIGOS

Li Po (o Li Tai Po) y Tu Fu, dos poetas del pe­riodo de la dinastía Tang, considerados como los mayores creadores líricos chinos y a la vez como ejemplos de poetas muy distintos -aquél, bohemio y taoísta; éste, un bardo social y con­fuciano-, fueron grandes amigos, pero sus vidas siguieron cursos muy diferentes.

Li Po (701-762), nacido en la nobleza pro­vinciana, pasó la mocedad estudiando libros "raros", ejercitándose en las armas, soñando ser una especie de caballero andante: un hsieh, un héroe vengador de los agravios que sufrían las mujeres desvalidas, los huérfanos, los po­bres, los humillados y ofendidos. Durante unos años convivió en los montes y fuera del hogar con un monje taoísta al que llamaba el Maestro del Acantilado Oriental. "Nunca poníamos los pies en una ciudad -dirá unos años después-, y había miles de pájaros que acudían a comer en mi mano sin dar signos de desconfianza o ten10r. "

De tal gusto por los estudios, por la vida viajera, por las soledades, lo apartarían las se­ducciones mundanas. Conoció las campañas militares y cantó la vida cotidiana de los gue­rreros, y, llamado en 1843 a la ciudad capital de la dinastía por un alto funcionario admirador suyo, fue sobre todo poeta áulico, celebrador de las fiestas de la Corte, y con unos letrados heterodoxos formó la sociedad Los Ocho In­mortales de la Bebida, los cuales, como decía uno de ellos, bebían los versos y declamaban el vino. Solo y nocturno y acaso ebrio escribió los versos de "Bebiendo a la luz de la luna":

Entre flores, la jarra de vino, y nadie que beba conmigo. Pero invito a la Luna, y ella, mi sombra, y yo, ya somos tres.

PARÉNTESIS MEXICANO

Ese poema de las nupcias entre vino y luz de luna ha tenido eco en muchas literaturas, entre ellas la de México:

José Juan Tablada 10 glosó en un libro de textos "ideográficos" (una especie de poemas­dibujos) titulado, precisamente, Li Po y otros poemas:

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¡1¡lIoncA Ol M[xICO

Solo estoy con mi frasco de vino bajo un árbol en flor; asoma la luna y dice su rayo que ya somos dos, y mi propia sombra anuncia después que ya somos tres.

Mario Talavera, con la versión aportada por un poeta ahora desconocido, seguramente un modernista rezagado, convirtió el poema en una canción-bolero titulada "Fiesta" (y transcribo una cuarteta "reconstruyendo" hipotéticamente el tercer verso, que falta en el texto impreso en el libro Cancionero Mexicano, Editores Mexicanos Unidos, 1989):

En la humilde fiesta con que me divago, aunque vaya solo, somos siempre tres: yo mismo, la luna brillante en el lago, y luego mi sombra que viene después.

Finalmente, ¿finalmente?, Octavio Paz dio un nuevo, erótico y fulgurante giro al asunto con un poema nuevo y ya desde entonces suyo:

Anoche En tu cama éramos tres: Tú

yo la luna.

LA LUNA TERMINAL

A final de cuentas, la conjunción de poesía, ja­rra de vino y luz de luna resultaría fatal a Li Po: el poeta salió de la vida y entró en la leyenda ahogándose en un lago por haber intentado, bo­rracho, abrazar el reflejo de su nocturna, cari-

rredonda, pálida musa: la Luna. Pero hay una ligera variante "realista" del mítico final del poe­ta , quien en verdad se habria ahogado cuando, también en una noche de fervor alcohólico, se levantó en un endeble bote de remos y quiso ti­rar al agua la botella de vino (pero sin el vino, que ya estaba en su persona) . Ese gesto violento le anuló el equilibrio, haciéndole naufragar. Y quedaría entonces una imagen irónica: el reflejo de la Luna se habria fracturado en fragmentos de fría luz para luego ir reconstruyéndose hasta volver a ser, ya inmóvil, un disco blanco, como una anónima losa tumbal.

El poeta ya no se interrogaría sobre la Luna, como muchas veces había hecho :

Miro hacia el cielo y me pregunto si sobre los montes de Mikasa, no lejos de Kasuga, asciende la Luna.

Los poemas de Li Po cantaban la amistad, la gracia de las mujeres y de los paisajes, las evaporadas glorias cortesanas y guerreras, la euforia y las melancolías del vino, de la noche y la Luna y las estrellas. Sus poemas de camino son de un impresionismo fresco , moderno: presentizan los paisajes filtrados por una de las más finas sensibilidades: las imágenes reflejadas con gozo o melancolía en el ánimo del poeta :

Si la vida es sólo un sueño, ¿por qué atormentarse? Yo tomo vino todo el día, y cuando me mareo me duermo entre columnas. Luego despierto bajo el sol. Un pájaro canta sobre las flores . ¿Qué hora será? Me enternezco y suspiro, pero tomo otra copa. y canto como el pájaro.

LA VOZ CONDOLIDA

Hermano menor de Li Po en la poesía, Tu Fu (710-770) se crió en una famil ia pobre y leyó a Confucio. Las dificultades económicas le persiguieron toda la vida, y además él mismo se

3' IlIUOTECA OE MÉXICO

Li Po

imponía austeridad. Pasó la juventud viajando por China a pie, o a lomo de asno o mula, para alargar la amplitud de su mirada y la visión interior de las cosas.

A los treinta y ocho años su reputación como poeta le valió un humilde empleo burocrático en la capital. Sus poemas satíricos de esa época acusaban a los ricos y al gobierno de la miseria del pueblo, develando así, con imágenes a veces "reporteriles", el lado negro del imperio Tang. Una enorme revuelta popular y militar devastaba al país. Para conservar la lealtad del ejército, el emperador hubo de sacrificar a su concubina más querida, la llamada emperatriz Yang Kuai Fei, pero ello no 10 eximió de abdicar. Siguió en China un periodo turbulento y en 759 Tu Fu ya se había elegido el cantor de los horrores de la guerra, de la ruina de las ciudades, del infortunio de la familia imperial:

De una pobre mujer escuchad el lamento: Uno de mis hijos me escribe: los otros dos murieron en batalla.

Yo, dolida de sobrevivirlos, y vieja y débil que soy, me iré a Hoyang a trabajar de sirvienta. Sus palabras se perdieron en la noche cruzada de sollozos.

Ante el dolor de su patria, Tu Fu hizo contrición, abandonó la burocracia y se dedicó a la pobreza, a la vida rústica, a escribir una poesía trágica. Quiso ser el eco consciente de la desdicha social y el denunciador de los abusos del poder, pero el vigor lírico, la sensibilidad ante la pobreza y el dolor, la percepción trágica de la época y el genio poético le permitieron alejar las tentaciones del discurso moralizante, populista y maniqueo. Es frecuente en sus poemas el acento melancólico del solitario desengañado de la existencia y testigo de un mundo sin razón ni piedad:

Me atropellan duros instantes. Me pesa la sombra del anochecer. La vida gira y pasa: es sólo ebriedad y fuego fatuo.

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ilillOTlCA O[ M[xICO

Tu Fu

EL FANTASMA ANTE LA PUERTA

¿ Cuándo se conocieron el poeta Li Po y el poe­ta Tu Fu? Tal vez fue en el periodo en que Li Po, recién casado con una tal señorita Tsung, su cuarta mujer, llevaba una vida relativamente tranquila y estable. La relación de los dos ami­gos, los dos poetas tan diferentes, fue de mutuo afecto, de mutua admiración; cosa rara, pues los grandes poetas, sobre todo si comparten un mis­mo tiempo, no suelen practicar la coexistencia pacífica.

Li Po, registrando en un poema la partida de Tu Fu a otra ciudad, lamentó una ausencia de la cual la bebida no 10 consolaba:

N o logra embriagarme el vino de Lu. En vano quieren hechizarme las canciones de Ch ' i. Te evoco, amigo, y al sur, por el río Den, te envío mi pensamiento.

Por su parte, Tu Fu escribió unos catorce poemas acerca del maestro y amigo ("Pensando en Li Po, un día de invierno", "Pensando en Li Po, un día de primavera", "Veinte estrofas a Li Po", "Un regalo a Li Po", etcétera) y sobre todo el famoso "Soñando con Li Po", uno de los más bellos, elegantes y emotivos poemas elegíacos de todas las literaturas, en el que unos pocos versos, unas pocas palabras, ponen en pie y honran al fantasma del hermano mayor en la poesía:

Por tres noches he soñado contigo. Te hallabas ante mi puerta pasándote la mano por el pelo blanco. ¿Qué pena te amargaba el corazón? Después de diez mil , de cien mil otoños, sólo tendrás el premio vano de la inmortalidad.

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1II1IonCA Of MUICO

MIGUEL CAPISTRÁN

DOS TEXTOS DE SALVADOR NOVO Si oficialmente Salvador Novo ostentó el cargo de cronista de la Ciudad de México, lo cierto es que su ejercicio de la crónica fue mucho más allá de los límites de la capital y de la temática relacionada con ésta, pues si alguien representa a plenitud ese género entre los escritores mexi­canos del siglo XX, fue ese autor que, asimis­mo, aplicó su inteligencia y su pluma al más que amplio espectro de la realidad mexicana, con la adición de un elemento que muy pocos han ma­nejado y sobre todo de manera tan diestra como él, esto es, el humor.

Inscrito en una tradición que entre nosotros arranca en las páginas que legara J. Joaquín Fernández de Lizardi y prosiguieron, entre otros, Francisco Zarco, Ignacio Manuel Alta­mirano, Enrique N. Chávarri ("Juvenal"), Ma­nuel Gutiérrez Nájera, y José Juan Tablada, por mencionar unos cuantos miembros de esa nómina que desemboca en N ovo, si bien dicha tradición, en su caso, aparece no sólo reforza­da por el conocimiento a cabalidad de esa ge­nealogía local y también española y francesa, enmarcado ello con un estilo de muy sabrosa lectura y, marcada por el cambio radical que supuso para el periodismo mexicano, la intro­ducción, por parte suya, de nuevas perspectivas de modernidad debido a que abrevó, él como ningún otro mexicano de las primeras dos dé­cadas del siglo pasado en las fuente renovado­ras de las letras anglosajonas, especialmente en las de Estados Unidos, e introdujo en sus textos el uso de anglicismos, especialmente los provenientes de la terminología cinematográfi­ca en medio de un ambiente aún dominado por la hegemonía de autores franceses y por el uso considerado elegante de giros y frases galicistas y por los rescoldos de un Modernismo que se resistía a apagarse del todo.

Realizador de una vasta producción de la cual en el campo de la crónica, se han publi­cado los volúmenes que recogen sus semana­les colaboraciones en las cuales aún palpitan los días y los años que conformaron la vida en México, desde el periodo presidencial de Láza­ro Cárdenas hasta el tramo que alcanzó a vivir del sexenio de Luis Echeverría e, igualmente, el acervo que dejó esparcido en las numerosas publicaciones periódicas en las que colaboró desde sus primeros tiempos, hasta 1940 en los tomos que llevan el titulo de Viajes y Ensayos (1

y 11) . N o obstante, falta mucho por explorar en el

monumental trabajo hemerográfico constituido por todas sus aportaciones de ese carácter y de ahí he extraído dos testimonios de diferentes épo­cas en los que el carácter evocativo del escritor se vuelca en su "Recuerdo de D. Enrique González MartÍnez" en el que al tiempo que rememora al poeta y maestro, desgaja en breves líneas los an­tecedentes de esa comunidad literaria a la que perteneció y que desde 1928 fue conocida como los Contemporáneos y narra alguna anécdota llena de humor y de naturaleza literaria. Dicho texto fue publicado en su columna "Ventana" del hoy inexistente periódico Novedades con fecha 24 de febrero de 1952.

El otro texto en el que alude a aquella revolu­ción capilar que fue uno de los hechos que carac­terizaron la liberación juvenil de los años sesen­ta del siglo anterior, muestra a ese maestro N ovo que estuvo siempre atento a todas las expresio­nes de una juventud a la que siempre impulsó y de lo cual su descubrimiento y lanzamiento de Emilio Carballido y Sergio Magaña, que frisa­ban apenas los veinte años, es una de las más claras muestras de cómo, pese a su pertenencia a un stablishment del que él mismo desde su propia

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ilillOmA o¡ MÉXICO

juventud no digirió totalmente; este texto proce­de de la revista Época correspondiente al mes de abril de 1966.

I RECUERDO DE DON ENRIQUE GONZÁLEZ MARTíNEZ

Febrero de 1952 El más viejo recuerdo que tengo de don Enrique González Martínez es el de su breve magisterio en una Preparatoria de 1920 en que empezó a dar una clase de literatura castellana. Era aque­lla la época de su mayor gloria literaria. Muerto Amado Nervo el año anterior, la gente de enton­ces saboreaba con deleite las numerosas reedicio­nes de sus versos místicos, de sus prosas poéticas: "Elevación", "La Amada Inmóvil "; el retrato impresionante del poeta, ascético, con el rostro apoyado en la mano, circulaba entre la admira­ción arrobada del público.

y el amor por Nervo y por su poesía "filosó­fica " debe en alguna medida de haber allanado o abierto el camino para gustar de una poesía que, como la de Enrique González Martínez, se impregnaba de una más honda , menos superfi­cialmente "mística" ni renunciadora , filosofia . "Cultura", la venerable "Cultura", lanzaba en­tonces mensualmente sus ediciones, y entre ellas (con un mercado inmediato que después no han tenido ya los libros de versos, acaso por la doble razón de que el público se haya prosificado y de que los verdaderos poetas escaseen), los libros de González Martínez los publicaba también M éxico Moderno, y aparecían en las ediciones de POITÚa y en las de Bouret. El libro de la Fuerza,

de la Bondad y del Ensueño; . Parábolas y otros Poe­

mas; Los Senderos Ocultos, eran inmediatamente devorados por los lectores, que en las perfectas traducciones de los poetas franceses a quienes el doctor González Martínez admiraba, conocie­ron también los Jardines de Francia.

Ese grande poeta fue a darnos clase de litera­tura castellana. Llegaba temprano; robusto, se­rio, con los lentes de carey delicados caballeros sobre su nariz, y aquel ademán suyo que abría las manos al explicar la clase como si hojeara un infolio. No pasamos con él del Cid. Dejó la clase, porque el gobierno le nombró embajador

o ministro en Sudamérica , tuve entonces con él apenas el disparejo y superficial contacto del adolescente discípulo y admirador que se atreve a solicitar un autógrafo y que osa enseñarle al maestro un poema.

Pero tuve también, casi enseguida, el ejem­plo más próximo y frecuente de la profunda ad­miración que le profesaba Jaime Torres Bodet. De sus labios había yo escuchado la afirmación rotunda de que el doctor González Martínez era el poeta más grande de lengua castellana. Mientras me mostraba los suyos propios, Jaime decía con arrobamiento los versos de González Martínez . Era el maestro y el modelo para el brillante grupo que formaban el propio Jaime, Bernardo Ortiz de Montellano, José Gorostiza y Enrique González Rojo, hijo mayor del poe­ta : el "Ateneo de la Juventud", dentro del cual Jaime había publicado su primer libro, Fervor, y Bernardo el suyo, Avidez, ambos notoriamente influidos por González Martínez.

¿Y quién entonces no sufrió -no se enri­queció , mejor dicho, con ella- su influencia? Xavier Villaurrutia y yo, que veníamos detrás, produjimos poemas y "parábolas" en que re­sonaba nuestra admiración por los suyos. Ra­fael Heliodoro Valle había escrito -antes del Anfora Sedienta- un famoso poema que solía ir a leer en la tertulia familiar y cordial del doc­tor Enrique González Martínez: un poema que originó que una vez, al llegar Heliodoro a esa casa y verlo Héctor, el hijo menor, corriera a anunciarlo con don Enrique: "Papá, ahí está el señor que pone su corazón en el brasero". Por­que el poema de Rafael Heliodoro Valle empe­zaba así: "Pongo mi corazón en el brasero del Espíritu Santo" .

Yo no disfruté el privilegio de la amistad familiar de don Enrique, ni conté en el grupo de sus inmediatos y constantes discípulos. Era amigo aislado de Héctor, por una parte, y lo fui pronto por otra de Enrique González Rojo, cuando éste permaneció en México al volver su padre a la diplomacia. De él heredaba Enri­que no sólo la inclinación y la cultura literaria: sino la bondad, la felicidad de vivir y el buen humor. Traté también de cerca a la tía de Enri­que, hermana del doctor, Josefina, ya sus hijas Josefina y Laura, con las cuales vivía Enrique chico. Era aquella una familia dichosa y unida en la admiración y el cariño por el doctor, y

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¡1¡lIoncA o¡ M[XICO

-------- ,/-' /

A

Autorretrato de Salvador Novo

no aún entristecida por la muerte de "Luisa, la bien amada", que habría más tarde de marcar su huella dolorosa en la poesía y en el alma es­toica del gran poeta.

Ya había el doctor abandonado la diploma­cia (o bien, una "diplomacia" que prescindía de hacer que nos representasen los escritores para que nos representaran los políticos, había aban­donado al doctor González Martínez), cuando Enrique, su hijo amadísimo, murió, hace trece años. Este nuevo y profundo golpe lo sublimó el

poeta en hermosos versos. Estoico, fuerte, siguió viviendo para sus otros hijos y para el nieto que lleva su nombre y hereda su inspiración.

Y para sus amigos, y para toda buena causa. Cumplió ochenta años increíbles si uno miraba su aparente salud, su vigor, la integridad no me­noscabada de todas sus facultades: su actividad, en empleos un poco absurdos, como el de con­sejero o secretario del Consejo de un banco agrí­cola; o más congruente, como su membresía del Colegio Nacional.

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¡1¡lIOTlCA Ol MÉXICO

2 DEL RECHAZO A LAS JÓVENES CABELLERAS

Abril , 1966 Perdida entre las noticias, apareció una: un chi­co de diecisiete años lucía larga melena. A su padre le pareció mal y lo obligó a cortársela. Ante aquella mutilación, el muchacho huyó de la vida; se arrojó bajo las ruedas de un tranvía .

Nada más bochornoso, injusto, anacrónico, censurable, que la "cacería de brujas" a que equivale la persecución que se ha desatado con­tra los "melenudos."

La cosa parece haber comenzado casi simul­táneamente en Monterrey y en Guadalajara . En Monterrey, unos muchachos estudiantes irrum­pieron en la estación de televisión, y despojaron por fuerza de sus cabelleras larga, amorosamen­te crecidas, cultivadas y lucidas a imitación de los famosos beatles londinenses, a los integrantes de una orquesta de guitarras eléctricas.

En Guadalajara fue peor: el gobernador se ex­cedió en sus funciones al disponer que se prohi­bieran las actuaciones públicas de los conjuntos melenudos.

Ambos tristes ejemplos repercutieron en Puebla. Y los periódicos capitalinos de la tarde dieron cabezas llamativas a los atracos: "GUE­RRA A LOS MELENUDOS" ; mientras un lo­cutor informaba por radio a sus oyentes de lo de Puebla, y agregaba su indebido comentario personal: "Hasta que hicieron bien las chusmas estudiantiles." "La prueba es que la policía no intervino." O sea que este señor aprobaba el des­mán, e incitaba a repetirlo.

Tendríamos que realizar el difícil milagro de penetrar en la psicología de los adolescentes

. para estimar con justicia lo que ellos depositan simbólicamente en su cabellera cuando sigue, como ahora, una moda que es tan rotundamente propia de los jóvenes - a causa de la imposibili­dad material en que los mayores se encuentran de seguirla, a partir del momento en que estos empiezan a perder el pelo.

Un trasunto de Sansón, de Absalón; la pro­yección externa de un vigor corporal; algo que nace de uno mismo; que se yergue como la cres­ta de un gallo a proclamar su fresca vigencia, su poder, su brío. Los nahuas se dirigían a sus hijos llamándoles "mi pelo, mis uñas."

Por muchos siglos, muchas razas, hombres y mujeres llevaron igualmente largo el cabello. Dife­renciados por la barba cuando no se la afeitaban, los caballeros medioevales trenzaban su largo pelo como las damas. En tan grande aprecio tuvo siempre el hombre la posesión del obvio rasgo de juventud que es el cabello, que las pelucas acudie­ron a recobrarlo desde muchos siglos antes que los Luises de Francia (Luis XIII el primero, Luis XIV el creador de las más altas, rizadas y exagera­das y abundantes) ocultaran su alopecia heredita­ria bajo las "perruques" , y con ello sancionaran la costumbre de usarlas en toda Europa, se fuera o no calvo; pero más halagüeñamente si se era.

En nuestros días, los postizos han resucitado: por el realismo que exige la implacable cámara para el close-up, cine y televisión han contribui­do no solo a propagar el uso del bisoñé, sino a estimular la pericia de los peluqueros hacia la perfección cada vez más realista de estas apa­riencias cuya imposición restituye la de la ju­ventud. Abolido el sombrero, es aún más nece­sario que cuando éste se usaba, evitar la visión desagradable, deprimente por simbólica de una vejez que nos acerca a la mondadura absoluta, irremediable, de las calaveras, de una calva re­luciente.

Es muy de sospechar que los instigadores de la persecución a los jóvenes melenudos sean calvos resentidos. No se explica de otro modo su saña. Se mueren de envidia al ver que los mu­chachos hacen gala y ostentación de un adorno natural que los viejos ya no poseen. Quieren reducirlos al estado en que ellos subconsciente­mente lamentan hallarse; y que adquieran, que se les imponga, esa semicalvicie que confiere el corte de pelo tradicional. N o se puede pensar que sean los peluqueros los enemigos de los me­lenudos. Con raparlos, ganarían menos que con el ejercicio de un arte figárico que se complica y encarece cuando exige el cuidado minucioso de una cabellera que ha de preservar un aspecto de naturalidad, artificiosamente logrado gracias a la docta navaja.

Nada pues más descabellado que esta ofensi­va -ofensiva, en verdad contra una juventud a la que se pretende domar por los cabellos.

Una ofensiva que mal disimula la envidia adulta y negativa de los que si alegan que no tienen un pelo de tontos, es porque ya no las queda ningún otro.

4S

818l10HCA DE M[xICO

es> Paul Klee

POETAS DE MÉXICO, SUDAMÉRICA

,., y ESPANA

Poetas de Latinoamérica y de España aparecen reunidos en este número con poemas inéditos en secuencia que no obedece orden

ni criterio específico, sino lugar elegido más por gusto -siempre aleatorio en determinaciones de carácter subjetivo- que por razones

criticas. Será el lector en todo caso quien con mejor o mayor arbitrio y sabiduria disponga preferencias, valores y calidad y señale el

sitio que a cada autor corresponda en el sinuoso itinerario de la poesía contemporánea del continente aquí incluida.

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ilillOncA D[ MlXICO

o Henri Matisse

CORAL BRACHO

(México, 1951)

ESTA PALABRA OCULTA

Esta palabra oculta abre su selva. Su ensortijada sombra. Entra al agua el lagarto y la luz se separa. El fantasma se acerca, cuchichea. Como un muro que se alza contra las olas. Como un espejo encajado en la mitad del arroyo. Todo lo desdice en silencio, todo lo quiebra.

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BlilIoncA o¡ M[XICO

Dibujo de Sergio Pérez Sarrelangue

ELSA CROSS

(México, 1946)

BOMARZO

(Fragmento 11, 4)

Pensamientos que son sólo neblina. La de esos bosques que no pudimos atravesar descendía hasta el lago. Un lago mujer, dijiste, una laguna, y esa niebla parecía un amante bajando hasta su piel de agua, ocultándola en su abrazo.

N o como amante venía la niebla que llenaba el corazón, vaho que la propia mente generaba y hacía volver a Sinaia, a aquel otoño en los Cárpatos donde a las hojas doradas del ocaso seguían las cortinas de niebla, los precipicios. y aquí, de día , en plena primavera no distinguíamos la otra orilla de la laguna. El mismo poder de ocultamiento empujaba a perderse. N o había horizonte en torno. Sólo un camino hacia abajo o un camino hacia arriba que no parecían el mismo.

El coche topaba casi con un árbol o una barda de contención sobre el barranco­Recordamos el extravío de Perceval ,

y al amigo muerto que había saltado al precipicio como poeta romántico sordo por el láudano, envuelto en el ruido de su propio torrente.

O acaso 10 llamara alguna diosa de la niebla , el abismo imantado con sus voces cambiantes, sus velos entreabiertos.

Temblábamos en el bosque, con los pies metidos en el fango , y el viento como voz de otro mundo, ese viento no disipaba la niebla, pero hendía los huesos. ¿Éramos o no esa carne de dioses?

A la noche el agua se colaba por la hendidura de un nudo en la madera, un gran nudo negro como nudo del destino, o de la red que nos tenía atrapados. Otros nudos eran ojos que nos miraban, sistemas planetarios, paramecios.

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¡1¡lIOmA D[ M[XICO

MINERVA MARGARITA VILLARREAL

(México, 1957)

NOVIEMBRE

La primavera dentro de la oficina de cristal y argamasa

Fuentes de piedra Un marco que despliega un pasillo

que lleva a una puerta que abre a otra puerta que conduce a un jardín

Aquí florece el amor que te tengo

Florece en medio de la geometría y el cemento

en ese laberinto

bajo largas barandas y cipreses

florece como un preso

en la miseria del alba

tallando cristos crucificados en madera de arbustos

En tanto que se eleva el amor que te tengo

me sustrae: puedo volar puedo brotar del calor de la tierra

puedo alcanzar la condición

de aquello que permanece en lo que cambia

y entonar en los bosques de piedra

un himno hacia la eternidad

pues lo irreal existe

y al fondo en el estanque

nadan los patos

del mantel que hace ya muchos años ella tejió para mí

Tu sueño bajo la alegoría del polvo

Tu silencio como una consulta postergada

Tus manos y el jardín que me hiciste librándote de las espinas de los cactus

con la luz del espíritu

Había un lago en el viento y el silencio filtraba su lluvia

Delicado sonido como el ámbar

Como la luz que alumbra para darse a la noche

paredes ladrillos dorados y ventanas que el misterio allanó

Me llevaste contigo

La habitación era un pacto celeste Un murmullo de gasa

y tu cuerpo el principio de una constelación

La arquitectura de noviembre tiene que ver con la colmena de un castillo

Un castillo engendrado para vivificar un ámbar líquido

Tus manos como el pan de mañana

y yo como una niña

que clava sus ojos e imagina su lengua en la piel que deseó

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BIBlIoncA o¡ MfXICO

(;) Herui Matisse

H ÉCTOR CARRETO

(México, 1953)

EL POETA REGAÑADO POR LA MUSA

"Ante sus cabellos, el viento fue incapaz de enredarse. Intactos sus labios permanecen. Sólo la luz -camafeo- fijó el recuerdo", fueron los versos que escribí pensando en Ella . Después de leerlos, la Musa marcó mi número : "¿Por qué me describes con palabras de epitafio? Según mi espejo de mano, no estoy muerta ni soy estatua; Tampoco quieras que me asemeje a tu madre. ¿Estás enfermo, o qué sinrazones te obligaron a cambiar de poética? ¿Acaso aseguras un túmulo en la Rotonda de los Ilustres, en el Colegio Nacional, o paladeas dieta vitalicia? Escúchame: no escribas más como geómetra abstraído en un lenguaje que suena a cristales que entrechocan, capaz de pintar una batalla como un ramo de madreselvas. Confia en el instinto: que tus labios refieran con orgullo mi talento en el baile, mi afición por el vino. Presume al lector de mis piernas en loca bicicleta, de los encuentros sudorosos, cuyos frutos son tus epigramas. Tampoco ocultes que tenemos diferencias. Entre la musa que riñe contigo y la que duerme en un lienzo, no dudes: confia en el instinto".

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¡I!lIoncA D[ M[XICO

JOSÉ JAVIER VILLARREAL

(México, 1959)

LA MESA

Hay un momento en que la mesa se queda sola. Los vasos, los platos,

el mantel que ondea como queriéndole dar vuelta a la página. El pan en la canasta y la botella al centro. Hay un silencio acariciado por las patas de las moscas, un sueño que se reclina, un gesto, un murmullo, la mecedora que no atina a mecerse o a quedarse dormida. Es como si el café tardara . Como si nadie tuviera nada que decirse. Como una hoja que se desprende y no alcanza todavía a posarse sobre la tierra. Como un silencio muy largo a mitad de la frase. Como quien se sorprende mirando una mesa donde tú no estás.

JAIR CORTÉS

(México, 1977)

LA ÚLTIMA CENA

Con el rojo vino de la tarde brindamos y comimos el Emental entre risas y abrazos. Un techo alto: grandes ventanas dejaban ver el cóncavo azul del mar/cielo. Una vez que la cena estuvo lista , nos sentamos: reluciente vajilla (más de tres cubiertos siempre me han puesto nervioso, Señor). Éramos trece sin contar a la servidumbre. Vegetales al vapor, un aderezo a base de vinagre y pimiento estilo California, cordero al centro del plato (alquimia en la cocina, sacrificio y elogio para los comensales de ese día) . Yo miraba extensas planicies en tus ojos, parvada de luz alzando el vuelo, cuando, después del tintineo, ofreciste en voz ALTA tu casa como quien ofrece su

/ muerte. Te imaginé subiendo la escala metálica por donde ascienden los que se marchan sin aviso.

Después, entrar en confianza, la garza del brazo derecho sosteniendo la copa.

Se fueron yendo, una por una, las horas, (el Traidor era el tiempo) . Supe que no volvería a ti nunca más. Trinitaria soledad la mía: sin ti, sin mí, sin nosotros dos. Llegué hasta el balcón y descubrí que el mar cantábrico para mí: un dos tres, me decían las olas, un dos tres, dijo Cristo, ¡SALVACIÓNl para todos mis amigos y para mí también.

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BIBlIoncA o¡ MixlCO

o Max Ernst

ÉDGAR AMADOR

(México, 1967)

GLOSA

Esta tarde mi bien cuando te hablaba y tras mirarte y verte no veía Que mis quejas tu sangre las oía Que mi voz tu cariño la escuchaba

y mi pena que tanto se empeñaba De tan hondo penar se convencía Con lágrimas y llanto persuadía Corazón por los ojos derramaba

Por celos y recelos me dejaste Mis cuidados ya truncos y lejanos ¿ Cómo curas mi bien 10 que estropeaste

Con señas falsas, guiños inhumanos? Si líquido y corriente te encontraste Mi corazón deshecho entre tus manos

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¡1¡1I0mA o¡ MfxlCO

o Raoul Dufy

LEDO Ivo

(Brasil, 1924)

AQuí

No crea tarde lo que es mañana. El sol no arde su teja vana.

Almas son cuerpos. La tierra el cielo. El otro mundo es este mundo.

Ningún lugar fuera de aquí está a la espera.

Todo verano es siempre otoño y primavera.

(Traducción del portugués Mario Bojórquez)

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818l10TfCA DE MÉXICO

RODOLFO HINOSTROZA

(Perú, 194 1 )

CANCiÓN DE LA INGLESA

A Lita

Un canto shakesperiano sobre el mercado de Lince: eso ha sido y antes que me repitan que la rebeldía no conduce a nada veneraré las fotos de los padres de rodillas (sic) . "He is very sick" dijo la inglesa poniendo las tetas sobre la mesa. Ginebra y el estrépito. Un Cristo de Rouault con mangas verdes. "Campos verdes" corrigió y sin duda cantó algo de Haendel y yo vi colinas de Grecia, y algo perfecto y plástico que íbamos a forjar con nuestra fe, y vi cómo es que un unicornio se para sobre sus cuartos traseros y te habla con voz de barítono: "El futuro es una fea palabra entre estas gentes, y sin embargo tú sufres por pronunciarla"

y antes de las tres de la mañana hubo algo, un tumulto en los pasadizos, un

malentendido en los dormitorios entre risas agudas

Where' er you walk cool gales shall fan the glades.

Cantó . Y afuera un espantoso grito

54 ¡¡¡lIoncA o¡ M[X¡CO

Ricardo III , Act. II : "Han matado a Luis de la Puente! " Y nosotros, y la

muchedumbre dónde estábamos que no nos arrojamos a las calles fluyendo como leche hacia el corazón de la ciudad!

y la lucha arreció . Ah, Plaza de Armas cubierta de cadáveres,

Cuartel de Santa Catalina agujereado por obuses. La foule ensangrentada

cantando por las calles. "Es la revolución, es la revolución hijo de mi alma!"

Como en los cuentos de hadas Eh! Eh! Esta vez

no habrá un atronador velorio sino algo más callado, que resbala como miel o lágrimas sobre la

faz . Canto de reconciliación y tragedia sobre el mercado

/ de Lince. N o ha pasado nada. Todo se olvidará. Somos tantos los sobrevivientes, que acaso no lloraremos más, que acaso volveremos el lujoso rostro atormentado al llamado de la Voz .

Canta la inglesa: "Oh noche shakesperiana, oh noche shakesperiana ... "

y en la madrugada lavé mi cuerpo en los baños del 900, entre burlas y risas de aquellos elegantes.

y lavé mi cuerpo. y no volví a soñar.

ARTURO CORCUERA

(Perú, 1935)

EL JAZMíN y SU LOOK CON UN AIRE DE FAMILIA

Mi casa anida la enramada de un jazmín añoso que reluce en pleno Sol como llorado por la Luna. A su sombra leo y escribo, mientras chillan y canturrean pájaros a su alrededor, y el frescor que fluye del río hace ondular sus reverberantes ramajes. Es una de las alegrías más antiguas de la casa. Me da sombra y aroma, amigos y poemas. Es un madrigal la delicadeza pequeña de sus flores. Llegué tarde al trabajo ¡cuántas veces! por recoger la nieve tibia de sus pétalos, garúa que por las mañanas tapiza de plata el patio solariego de la casa.

Entre su fronda y mi melena, los amigos encuentran un aire de familia . Y yo también: Cómo se asemeja / a mi cabello gris la sombra blanca / del jazmín.

ss BIBlIOncA D[ MfXICO

HiLDEBRANDO PÉREZ GRANDE

(Perú, 1941)

CANCIÓN Y MUERTE DE HILDEBRANDO CEMENTERIO DE AUTOMÓVILES

Todo en él era viejo, salvo sus ojos.

Ernest Hemingway

Corrías cara al sol en las tardes claras de un loco Verano, seduciendo a las muchachas Con tu chasis reluciente y la potencia de tu HP. Muchos miraban con envidia la forma como subias Por las lomas más empinadas, fierro A fondo. Y más aun cuando bajabas por laderas Iluminadas por el carmín y la somisa de tu gitana en flor. Eran los prodigiosos años sesenta. Los caminos Inciertos los recorrías cantando only you. Pero No siempre merecemos nuestros sueños: ahora Se te cae el pelo, el aceite, los deseos. Eres Una chatarra inútil y estás bajo de rating. Tan sólo Añoras un espejo retrovisor para mirar S , Tardíamente las maravillas insospechadas del universo. ,\3 ^

Sin chasis, sin jazmín, sin lubricante J^]L ^ ^ T ^ ^ Acaricias tu vieja placa: PERÚ. Lima.

27-04-41. I L ^ ^

Dibujo de Sergio Pérez Sarrelangue (detalle)

S6

6IBLI0m D E M É X I C O

T I

o

MARCO MARTaS

(Perú, 1942)

EL MAR DE LAS TINIEBLAS -Carta Moral a Lucilio, Escribe Séneca (40 d. C.)

Solitario y débil , el buey viejo quiere pasto tierno y los hombres, no muy diferentes, somos alimento diario de la muerte. Nuestros cocineros circulando entre los fuegos preparan manjares para muchos y los labriegos en Sicilia y en África, y acaso más allá del mar de las tinieblas, siembran hierbas aromáticas, hortalizas y frutales para alimentar a Roma y a las ciudades de los cuatro confines en cada uno de los imperios. Cada quien defiende con los dientes su verdad en el foro. Con discursos y denuestos los antagonistas se acompañan. La mujer discute con el marido. Ambos escuchan el eco de dos voces y como eso no les basta engendran al hijo entre sollozos. Condición del hombre es estar solo, vivir lo breve en la incertidumbre. En cualquier cosa que hagas, Lucilio, pon tus ojos en la muerte. Consérvate bueno.

57

ilillOncA DE MfxlCO

o Paul Klee

~ Edvard Munch

JAIME JARAMILLO ESCOBAR

(Colombia, 1932)

LA CENA DE LOS MUERTOS

Al acostaros, no dejéis la leche ni el pan sobre la mesa: atraen a los muertos.

Rainer María Rilke

Los tiernos muertos vienen a beber en mi vaso, y silenciosamente rondan en mi aposento, alargando sus tímidas trompas hacia los panes que apenas si se atreven a rozar con los dedos.

11 Penetran por el hueco de la llave uno a uno, evitando en la sombra tropezar con las lámparas, y van mañosamente a ponerse a la mesa donde les he dejado: leche, pan y una carta.

111 El pan se desharina en sus dedos temblones y la flecuda lengua lame el fondo del vaso, con presurosa angustia disputando las sobras que el frío soplo del viento sobre el mantel esparce.

IV Entrada la mañana, al volver a la estancia, corriendo las cortinas para abrir las ventanas, cuando la sombra vuela hacia el día como un pájaro, sobre la mesa encuentro intocada la carta.

58 BIBlIOmA O[ M[XICO

RAMÓN COTE

(Colombia, 1963)

LA JOVEN DE LA PERLA Veermer

Suplicantes me miran tus ojos como las olas que en alta mar preguntan entre espumas por su isla

porque ese beso prohibido que todavía aturde las vocales de nuestros labios me ha condenado para siempre

. a amarte a distancia y a ti , a permanecer en dolorosa lejanía.

Antes de iluminar con tu perla la sombra que te reclama y te castiga te detienes para mirarme por última vez

pidiéndome que te haga compañía, como si yo, impedido a este lado del tiempo, pudiera acompañarte,

como si tú, atrapada en un cuarto de la vieja ciudad de Delft, hubieras olvidado por completo que únicamente existes

para despedirte.

S9

BIBlIOHCA O[ MfxlCO

(9 Auguste Rodin, 1902

OMAR LARA

(Chile, 1941)

CÓMO SE HACE UNA TARDE

Éramos dos libélulas en torno al dulce vino Éramos dos libélulas en la tarde quietísima Volábamos

Volábamos Enredadas las alas En la música antigua

Yo contaba tu sueño Ese que me soñaste Ese sueño de mí construyéndome en ti Volaba el vino antiguo y yo lo trasegaba En la boca de quién en el aire de quién

Éramos dos libélulas trastornadas y ciegas Mientras la tarde armaba su pedestal ubérrimo Su escalera su trino su nostalgia su plan Su secreta artimaña

La tarde nos hacía a su amaño y su gracia Nos besó y nos bendijo Nos tomó de la mano nos condujo nos hizo Brevemente tan sabios como esas dos libélulas Que demoran su vino en la tarde estancada .

• PaulKlee

60

ilillOTfCA o¡ M[XlCO

RAÚL ZURITA

(Chile, 195 1)

Sueño 117/ a Kurosawa

Los farallones recortaban abajo la herradura del mar y en lugar de las casas playeras edificadas en las terrazas de los acantilados, se erguían arcos y columnatas de una antigüedad indiscernible que descendían escalonadamente hasta los bordes de la playa. El sol todavía alto le imprimía al mar una solidez radiante y cuando finalmente llegué a su orilla, la infinidad de sus colores se abrió de golpe inundándome los ojos. Las rompientes se hacían cada vez más altas, más resplandecientes y luminosas, y sin emitir un sonido sus resacas iban y venían cubriendo la arena con incontables líneas de tonalidades distintas como si fueran cuerdas pintadas. Hundí entonces mis pies en los bordes y vi que el mar entero eran llanuras y llanuras de cuerpos muertos, extensiones infinitas de torsos y piernas exánimes, de vientres que ondeaban extendiéndose hasta el horizonte mientras que más acá, siguiendo la curvatura ascendente de las rompientes, comenzaban poco a poco a doblarse alargándose hasta emerger por un segundo transparentados en la cima de la ola para luego caer. Eran millones y millones de caras con las bocas abiertas, millones de hombros y brazos que se volcaban barriendo una y otra vez la playa i gual que hilos de colores. Sí, le dije entonces a Kurosawa, este no es un sueño, este es el mar.

61 ¡1¡lIOmA Dl M[XICO

o André Masson

• Paul Klee

RAMÓN ORDAZ

(Venezuela, I 948)

ALLA RIPA DEL flUME ••• EN LOS VERILES

La ciudad gime silabea en sus cantos rueda hacia sus abismos.

Vocablos en declive.

Muestra el rastro el rostro de su apagada herida milenaria.

Es la ciudad en el borde. Ostra que descorre en la playa su viscosa lección de sinusoides, su vibrátil no ser.

Es la ciudad en su vasta hendedura, en sus guijarros, en su curtida laja, en su claustro de arrecifes muertos, donde fallece el verso por instantes, cuando el relámpago abanica, ilumina la inédita tierra del poema.

6l

ilillOTECA DE MÉXICO

(5;) André Dunoyer de Segonzac

JACOBO RAUSKIN

(Paraguay, 1941)

LA NOCHE

Cincuentón, pronto sexagenario, sin prisa, sin tugurio a modo de oficina, dejo hablar a los años en Arcadia. Al viento dejo hablar, dejo hablar a la noche donde quiera mi temblorosa estrella que algo también en mí se estremezca. La noche pide pan, pide vino. Pide más, pide un pedacito de muslo y sienes pétalos y pezones flores. Quiere el cielo y la tierra. Quiere constelaciones. Quiere la flor del sexo, la pide con la orquídea que sirve de rima y nexo. y el amor la confunde como siempre. y el amor la ilumina con un beso.

63

818l10mA DE MÉXICO

o Max Ernst

ÁLVARO SALVADOR

(España, 1950)

CÁRMENES

Como el niño que enseña, lleno de asombro ...

Federico García Larca

Ladran los perros a mi paso, ladran y parecen saber que este hombre anda solo tan perro como ellos. Esta ciudad, estas calles, este barrio, este nido de perros retumba en el umbral de mi noche y del mundo, del mundo que se extiende más al N arte fuera ya de murallas y jardines. Como tambores suenan los ladridos, y también los redobles que responden desde el hondo declive de la historia.

Oigo un rumor de estrellas, huelo el jazmín helado de noviembre, siento batir de alas en mi pecho.

¿Por qué no puedes tú encontrar los cuerpos, esa carne de amor, como un regalo de cumpleaños, esparcida al viento? ¿Por qué el naufragio te condena siempre, a encallar en su dársena, cuerpo conocido, presentido cuerpo de mujer, único y solo? ¿Qué buscas en su carne, quién 10 busca cincuenta años atrás, desnudo cuerpo, cuerpo tendido lejos de mis brazos?

Esta luna me mira con tus ojos, madre, como todas las reinas de mi vida.

64

¡1¡lIOmA O[ MixlCO

E V E L Y N E B U C H D I D

VS(:\ VDERWCIOMS MiTisncvs

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Y . , ™ w é „ p . , — 1 0 6 0 AM • el canal 2 del Sistema Edusat • el 6185 khz de Onda Corta en la .banda

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Juan Ramón de la F u e n t ó ^

El español , instrumento d e

integración iberoamericana

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Salas <J<-< ' \ |M>^i 'H '<»"^ >

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Or teg i ' fGasset y l a t e r o s

Mauricio M ^ n ^

La e s c r i t u r a f l p p i i ^ ^ ^ t ó s

Edith Nepin •*

Sobrfl Margit Frer»k

Alberto Blanco

Josu Landa

Poemds

Htmkn Lavfn Cerda

Sobre Rosario Caslellanos

Reportaje gráfico

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