Curso 50 años

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1 PATRIA - UNIÓN - PROGRESO 55 años ACORE ISSN 0123-2894 Circulación nacional Separata 50 años CURSO Bodas de oro Curso de oficiales ‘Coronel José Cornelio Borda Sarmiento’ Por: Coronel (RA) Jaime Piñeros Rubio El 30 de enero de 1963 in- gresamos a la Escuela Militar de Cadetes General José María Córdova un grupo de 180 entu- siastas estudiantes con apenas el cuarto año de bachillerato cursado. Hicimos parte para de la compañía Córdova bajo el mando del entonces Capitán Jaime Hernández López. Tres años y medio después, el prime- ro de junio de 1966, sólo 53 de aquel grupo de cadetes re- cibíamos con orgullo el grado de subteniente, otorgado por el gobierno nacional en cere- monia militar realizada en el campo de paradas del alma mate de nuestro Ejército. Este contingente lo confor- mábamos jóvenes no mayores de 18 años, provenientes de diferentes regiones del país, quienes habíamos aceptado de manera espontánea el desafío personal de hacer propio el an- helado proyecto de seguir la carrera de las armas, surgido de las aspiraciones que en cada uno había despertado la todavía desconocida vocación militar. Hace 50 años, aquella esperan- za se insinuaba apenas como una lejana posibilidad de esca- lar con relativo éxito el primer peldaño en el camino de la pro- fesión, señalado con la idea de portar con ostentación algún día el uniforme verde oliva, luciendo sobre las presillas la estrella de subtenientes del Ejército Nacional. Todos sabíamos y así lo admi- timos, que nuestras aspira- ciones sólo cristalizarían una vez termináramos con éxito los estudios exigidos por el Ministerio de Educación den- tro del pensum académico que regía para la Escuela Militar, por una parte, y la capacitación cas- trense contemplada dentro de los programas de instrucción y entrenamiento impuestos por aquel entonces, por la otra, condicionados estos dos aspec- tos a la manifestación del nece- sario espíritu militar que en nosotros pudiera fraguarse, con base en las experiencias de la vida de cuartel que pudiésemos obtener durante el tiempo de permanencia que nos esperaba en las aulas y campos de entre- namiento de aquellas formida- bles instalaciones. Alternábamos el estudio que metódicamente se cumplía en los salones de clase desde las primeras horas de la ma- ñana con la instrucción militar teórico-práctica desarrollada generalmente en las horas de la tarde. Los consabidos pro- gramas de la instrucción básica que incluían, entre otras mate- rias, la de un intenso horario de orden cerrado durante el primer año, se entre tejían con algunas extenuantes jornadas de terreno que se programaban durante periódicos fines de se- mana como parte del llamado orden abierto en áreas retira- das de las instalaciones, fuera de la ciudad habitualmente, en las frías laderas del municipio de La Calera sobre la vereda de Los Patios. Los ejercicios de campaña se programaban bajo parámetros diferentes durante dos sema- nas y se desarrollaban cada seis meses, la mayor de las veces en los calurosos terrenos de la meseta de Chelenchele, dentro de los predios del Fuerte Militar de Tolemaida para entonces ju- risdicción de la Décima Brigada. En otras contadas ocasiones, estos se cumplieron también en alguna región de los Llanos Orientales o del Magdalena Medio, y se caracterizaron porque en el planeamiento de su logística se incluía la partici- pación de la totalidad del per- sonal orgánico de la escuela. Por aquellos años, los primeros de la década del 60, la estructura orgánica solamente contempla- ba tres compañías de cadetes, una de alféreces, y la compañía de Apoyo de Servicios para el Combate. Unos lustros después se fueron imponiendo los nece- sarios cambios requeridos para la vieja organización y además exigidos por la dinámica del crecimiento institucional, que dio pie a la creación de los primeros batallones de cadetes. Para 1964, el grupo inicial- mente incorporado con la com- pañía Córdova se redujo a 65 ca- detes, los que recibimos de ma- nos del Director de la Escuela, Brigadier General Guillermo Pinzón Caicedo, en noviembre de aquel año, el cartón que nos confirmó como bachilleres de la institución. Dentro del esfuerzo que repre- sentó el logro de esta primera conquista académica, debemos destacar el valioso aporte y dedicación puestos en nues- tra formación por el Capitán Hernández López, distinguido oficial del arma de Artillería y comandante de la unidad Fundamental desde enero de 1963, así como también la pre- sencia de los oficiales que con acierto enrumbaron nuestros primeros pasos en el camino iniciado para la búsqueda de aquel particular objetivo profe- sional. El héroe de la Guerra de Corea, Teniente Nolasco Espinal Mejía desempeñó funciones como ejecutivo de la compañía duran- te dos años, mostrándose como un verdadero ejemplo de místi- ca y superación al frente de los iniciados conscriptos. También, para esa primera etapa de for- mación, ejercieron como co- mandantes de pelotón los teni- entes, Humberto González Rozo, Ramón Emilio Gil Bermúdez, Jaime Cuellar Zubieta, Ricardo Dalel Barón y Óscar Calderón Vanegas, todos ellos represen- tantes como el que más de cada una de las cuatro armas de com- bate, por las que adelante ten- dríamos que decidirnos en sana emulación para hacerlas parte indiscutible de nuestras aspira- ciones a lo largo de la carrera. La ruta seguida en ese naciente proceso alcanzó un valioso se- gundo escalón, cuando lo- gramos materializar la más significativa nominación de so- porte al propósito visualizado como una inminente realidad, al recibir, el 7 de diciembre de 1965 el sable que, como alfé- reces, nos ubicaba ad portas del paso final. Y el producto resul- tante de los esfuerzos empren- didos se reflejó al año siguiente, el primero de junio de 1966, en ceremonia presidida por el Presidente de la República, cuando 53 subtenientes desfila- mos ante la Bandera de Guerra configurando curso de oficiales ‘Coronel José Cornelio Borda Sarmiento’. Esta fecha acrisoló nuestra primera gran conquista, produc- to del fervor con que asumimos aquel reto emprendido el 30 de enero de 1963. Las alegrías y los sinsabores de los años de estudio militar quedaron atrás y se abrieron para el grupo de inexpertos subtenientes las puer- tas de un panorama profesional desconocido, que nos obligaba a reafirmar el compromiso de honor implícito en el juramento pronunciado un día como re- clutas, porque a partir de allí la marcha del tiempo comenzó a marcar en cada uno el desafío a Integrantes del curso reunidos durante la celebración de los 30 años de la graduación en junio de 1996. Para esa fecha aún se encontraban en servicio activo los Brigadieres Generales Mario F. Roa Cuervo y Gabriel F. Chemas Bernal y el Coronel Jaime Piñeros Rubio. Bodas de oro / Sigue página 2

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Bodas de oro: Curso de oficiales 'Coronel José Corelio Borda Sarmiento', Coronel Jaime Piñeros Rubio. Semblanza biográfica: Coronel José Cornelio Borda Sarmiento, un héroe facatativeño, Teniento Coronel Mario Prieto Cuspoca (Compilador) In Memoriam, Brigadier general Gabriel Fernando Chemás Bernal.

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1Edición 560 / JUNIO 2016

PATRIA - UNIÓN - PROGRESO

55 añosACORE

ISSN 0123-2894 Circulación nacional

Separata50 añosCURSO

Bodas de oroCurso de oficiales ‘Coronel José Cornelio Borda Sarmiento’

Por: Coronel (RA) Jaime Piñeros Rubio

El 30 de enero de 1963 in-gresamos a la Escuela Militar de Cadetes General José María Córdova un grupo de 180 entu-siastas estudiantes con apenas el cuarto año de bachillerato cursado. Hicimos parte para de la compañía Córdova bajo el mando del entonces Capitán Jaime Hernández López. Tres años y medio después, el prime-ro de junio de 1966, sólo 53 de aquel grupo de cadetes re-cibíamos con orgullo el grado de subteniente, otorgado por el gobierno nacional en cere-monia militar realizada en el campo de paradas del alma mate de nuestro Ejército.

Este contingente lo confor-mábamos jóvenes no mayores de 18 años, provenientes de diferentes regiones del país, quienes habíamos aceptado de manera espontánea el desafío personal de hacer propio el an-helado proyecto de seguir la carrera de las armas, surgido de las aspiraciones que en cada uno había despertado la todavía desconocida vocación militar.

Hace 50 años, aquella esperan-za se insinuaba apenas como una lejana posibilidad de esca-lar con relativo éxito el primer peldaño en el camino de la pro-fesión, señalado con la idea de portar con ostentación algún día el uniforme verde oliva, luciendo sobre las presillas la estrella de subtenientes del Ejército Nacional.

Todos sabíamos y así lo admi-timos, que nuestras aspira-ciones sólo cristalizarían una vez termináramos con éxito los estudios exigidos por el Ministerio de Educación den-tro del pensum académico que regía para la Escuela Militar, por una parte, y la capacitación cas-trense contemplada dentro de los programas de instrucción y entrenamiento impuestos por aquel entonces, por la otra, condicionados estos dos aspec-tos a la manifestación del nece-sario espíritu militar que en nosotros pudiera fraguarse, con base en las experiencias de la vida de cuartel que pudiésemos obtener durante el tiempo de permanencia que nos esperaba en las aulas y campos de entre-namiento de aquellas formida-bles instalaciones.

Alternábamos el estudio que metódicamente se cumplía en los salones de clase desde las primeras horas de la ma-ñana con la instrucción militar teórico-práctica desarrollada generalmente en las horas de la tarde. Los consabidos pro-gramas de la instrucción básica que incluían, entre otras mate-rias, la de un intenso horario de orden cerrado durante el primer año, se entre tejían con algunas extenuantes jornadas de terreno que se programaban durante periódicos fines de se-mana como parte del llamado orden abierto en áreas retira-das de las instalaciones, fuera

de la ciudad habitualmente, en las frías laderas del municipio de La Calera sobre la vereda de Los Patios. Los ejercicios de campaña se programaban bajo parámetros diferentes durante dos sema-nas y se desarrollaban cada seis meses, la mayor de las veces en los calurosos terrenos de la meseta de Chelenchele, dentro de los predios del Fuerte Militar de Tolemaida para entonces ju-risdicción de la Décima Brigada. En otras contadas ocasiones, estos se cumplieron también en alguna región de los Llanos Orientales o del Magdalena Medio, y se caracterizaron porque en el planeamiento de su logística se incluía la partici-pación de la totalidad del per-sonal orgánico de la escuela. Por aquellos años, los primeros de la década del 60, la estructura orgánica solamente contempla-ba tres compañías de cadetes, una de alféreces, y la compañía de Apoyo de Servicios para el Combate. Unos lustros después se fueron imponiendo los nece-sarios cambios requeridos para la vieja organización y además exigidos por la dinámica del crecimiento institucional, que dio pie a la creación de los primeros batallones de cadetes.

Para 1964, el grupo inicial-mente incorporado con la com-pañía Córdova se redujo a 65 ca-detes, los que recibimos de ma-nos del Director de la Escuela,

Brigadier General Guillermo Pinzón Caicedo, en noviembre de aquel año, el cartón que nos confirmó como bachilleres de la institución.

Dentro del esfuerzo que repre-sentó el logro de esta primera conquista académica, debemos destacar el valioso aporte y dedicación puestos en nues-tra formación por el Capitán Hernández López, distinguido oficial del arma de Artillería y comandante de la unidad Fundamental desde enero de 1963, así como también la pre-sencia de los oficiales que con acierto enrumbaron nuestros primeros pasos en el camino iniciado para la búsqueda de aquel particular objetivo profe-sional.

El héroe de la Guerra de Corea, Teniente Nolasco Espinal Mejía desempeñó funciones como ejecutivo de la compañía duran-te dos años, mostrándose como un verdadero ejemplo de místi-ca y superación al frente de los iniciados conscriptos. También, para esa primera etapa de for-mación, ejercieron como co-mandantes de pelotón los teni-entes, Humberto González Rozo, Ramón Emilio Gil Bermúdez, Jaime Cuellar Zubieta, Ricardo Dalel Barón y Óscar Calderón Vanegas, todos ellos represen-tantes como el que más de cada una de las cuatro armas de com-bate, por las que adelante ten-dríamos que decidirnos en sana

emulación para hacerlas parte indiscutible de nuestras aspira-ciones a lo largo de la carrera.

La ruta seguida en ese naciente proceso alcanzó un valioso se-gundo escalón, cuando lo-gramos materializar la más significativa nominación de so-porte al propósito visualizado como una inminente realidad, al recibir, el 7 de diciembre de 1965 el sable que, como alfé-reces, nos ubicaba ad portas del paso final. Y el producto resul-tante de los esfuerzos empren-didos se reflejó al año siguiente, el primero de junio de 1966, en ceremonia presidida por el Presidente de la República, cuando 53 subtenientes desfila-mos ante la Bandera de Guerra configurando curso de oficiales ‘Coronel José Cornelio Borda Sarmiento’.

Esta fecha acrisoló nuestra primera gran conquista, produc-to del fervor con que asumimos aquel reto emprendido el 30 de enero de 1963. Las alegrías y los sinsabores de los años de estudio militar quedaron atrás y se abrieron para el grupo de inexpertos subtenientes las puer-tas de un panorama profesional desconocido, que nos obligaba a reafirmar el compromiso de honor implícito en el juramento pronunciado un día como re-clutas, porque a partir de allí la marcha del tiempo comenzó a marcar en cada uno el desafío a

Integrantes del curso reunidos durante la celebración de los 30 años de la graduación en junio de 1996. Para esa fecha aún se encontraban en servicio activo los Brigadieres Generales Mario F. Roa Cuervo y Gabriel F. Chemas Bernal y el Coronel Jaime Piñeros Rubio.

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2 SEPARATA CURSO/ Coronel José Cornelio Borda Sarmiento

la perseverancia para la conse-cución de los mejores éxitos en la carrera, en la medida en que la voluntad y fortaleza de tem-peramento así lo permitieran.

En otro orden de ideas, la vida de los integrantes de nuestro curso, heredero simbólico del epónimo Coronel José Cornelio Borda Sarmiento, fue marcada indistintamente por el inexora-ble paso del tiempo, propio del acontecer castrense, caracte-rizado por los continuos trasla-dos de guarnición, comisiones de todo orden y cursos de capa-citación para ascenso que se de-sarrollaban, verbo gracia, en las escuela de Infantería y Superior de Guerra, circunstancias que coadyuvaron con nuestra inten-ción de surgir y progresar como parte del esquema institucional al que pertenecíamos.

En contraste con estos propósi-tos, durante esa edificante mar-cha profesional, muchos de nuestros compañeros optaron por declinar la actividad im-primida a ese esfuerzo, resol-viendo dar un paso al costado para hacer frente al asomo de nacientes expectativas en dife-rentes campos de acción ajenos a la vida militar contraída. Estas determinaciones, consideradas en su momento por ellos como las de mayor conveniencia per-sonal, los llevó a cambiar el norte proyectado originalmente, para pasar con decoro a engro-sar las filas de la reserva activa. La marcha del tiempo siguió para los que continuamos en filas, más no así para varios de quienes nos acompañaban desde las aulas y campos de instrucción en la escuela, toda vez que para 11 de ellos inexo-

La siguiente es la relación de los integrantes de la promoción egresada de la Escuela Militar hace cinco décadas:

No. Nombre Arma

1 Lozano Osorio Rodrigo Infantería

2 Novoa Parra José Laureano Artillería

3 Jaimes Sánchez Luis Alberto Infantería

4 Prieto Cuspoca José Mario Ingenieros

5 Morales Bedoya Jaime Alfonso Artillería

6 Ramírez León Heriberto Artillería

7 Giraldo Prada Jairo Artillería

8 Perdomo Tapicha Víctor Germán Ingenieros

9 Roa Cuervo Mario Fernando Caballería

10 Benavides Concha Gerardo Alirio Infantería11 Chemas Bernal Gabriel Fernando Ingenieros12 Jiménez López Eduardo Vicente Infantería13 Bernal Muñoz Guillermo Alfredo Caballería14 Moreno Parra Pedro Ignacio Ingenieros15 Urbina Rincón Moises de Jesús Infantería16 Garzón Guzmán José Jaime Ingenieros17 Astorquiza Moncayo Jaime Adolfo Infantería18 Espinosa Dederle Carlos Alejandro Infantería19 Duarte Vargas Mario Ingenieros20 Laguado Bueno Rubén Darío Caballería21 Peña Onzaga Ávaro Francisco Infantería22 Piñeros Rubio Jaime Caballería23 Becerra Rojas Ángel Gustavo Ingenieros24 Cardozo Chaparro Gustavo Alfredo Infantería25 Cruz Cruz Guillermo Infantería26 Rueda Hernández Esdras Infantería27 Romero Lozano Marcos Artillería28 Betancourt Rives Jorge Luis Artillería29 Mahecha Ramírez Pedro Nel Caballería30 Alvarado Baquero José María Artillería31 Gutiérrez Perdomo Jorge Artillería32 Figueredo Aranguren Homero Ingenieros33 Gil Marín José Hisler Ingenieros

34 Bazzani Duarte Jaime Luis Caballería

35 Correa Ojeda Julio Adolfo Ingenieros

36 Hincapié Segrera Leopoldo Caballería

37 Grisales Pizarro Yesid Humberto Caballería

38 Meléndez Wilches Eduardo Artillería

39 Tarazona Guarín César Augusto Artillería

40 Delgado Palermo Roger Antonio Infantería

41 Camargo Vargas Samuel Infantería

42 Gil Rojas Gonzalo Caballería43 Ciceris Vargas Jorge Augusto Infantería44 Jiménez Laverde Pablo Emilio Infantería45 Martín Carvajal Alberto Roberto H. Caballería46 Cervantes Gil Próspero Infantería47 Rodríguez Suárez Graciano de Jesús Infantería48 Estrada Gutiérrez Juan Jairo Infantería49 Cifuentes García Alejandro Infantería

50 Angarita Dodino Salvador Infantería

51 Fragoso Caballero Luis Guillermo Infantería52 Botero Arango Armando Infantería53 Morales Grisales Hair Infantería

rablemente se fue cerrando por diferentes e irreversibles circun-stancias la página final del libro de la vida que escribieron du-rante su paso por este mundo.

Los ascendidos en cada grado, una vez cumplidos los periodos y requisitos de ley, fueron reducié-ndose proporcionalmente. El grupo de graduados en junio de 1963 se fue mermando con cada grado del escalafón alcanzado y al extinguirse la representación de nuestro curso en la cúspide de la pirámide de la estructura orgánica de la institución con el ineludible paso del último de nuestros compañeros a las fi-las de la reserva activa, sólo dos de aquellos 53 subtenientes al-canzaron la categoría de General: Mayor General Mario Fernando Roa Cuervo y el Brigadier General Gabriel Fernando Chemas Bernal.

La palpable satisfacción de haber sido útiles al país colma con creces las expectativas por nosotros trazadas para toda una vida. Quienes pudimos acariciar el siempre presente sueño de haber sido y continuar siendo soldados de Colombia, desde nuestra condición de reti-rados con nostalgia miramos el pasado de esa etapa finalmente cumplida.

Cincuenta años después, nues-tra presencia reivindica el éxito de una misión cumplida. Otras promociones, otros hom-

bres y otras nuevas esperanzas nos sucederán sin que en la his-toria de nuestra fuerza queden vacíos por llenar. Con autentico orgullo de soldados y a pesar de que el peso de los años co-mienza a lacerarnos haciendo más frágil nuestra confianza en el incierto futuro de los días por venir, ratificamos nuestra vocación en la labor profesio-nal concluida, que revitaliza con su fuerza la imborrable huella de los recuerdos y el tes-timonio del esfuerzo que cada uno entregó, para dar el valor que corresponde a las ilusio-

nes que animaron la vida de los entonces bisoños y alboro-zados cadetes que ingresamos el 30 de enero de 1963.

La ausencia de quienes no con-testan a lista en este aniversa-rio, impone por sobre todo el más legítimo tributo de nuestro respeto a sus memorias y la inmensa expresión de gratitud postrera por la camaradería compartida y en el presente trocada en el perceptible sen-tido de compañerismo que de ellos recibimos como perdura-ble legado.

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3Edición 560 / JUNIO 2016

Semblanza biográfica Coronel José Cornelio Borda Sarmiento, un héroe facatativeño

Teniente Coronel (RA) Mario Prieto CuspocaCompilador

Con motivo del sesquicentenario de la inmolación del héroe fa-catativeño Coronel José Cornelio Borda Sarmiento y del cincuen-tenario del curso de oficiales que lleva su nombre, egresado de la Escuela Militar de Cadetes el primero de junio de 1966, la presente semblanza biográfica es un reconocimiento y home-naje al hombre que con su sacri-ficio contribuyó a sellar la inde-pendencia de América.

Su partida de bautismo reza que “… En Facatativá a seis de agosto de mil ochocientos vein-tinueve, el señor Dr. Reyes Cura de la Parroquia de Serrezuela bautizó solemnemente a un niño a quien puso por nombre José Domingo Cornelio De La Merced De Cristo, hijo legítimo de José Cornelio Borda y María Dolores Sarmiento. Abs. Pats. Bruno Ventura Borda y Cristina Esguerra. Abs. Mats. Agustín Sarmiento y Rufina Sánchez PP. Los mismos abuelos maternos. Doy fe en caso necesario. F.J.M. de la Su. Nicolás Salanilla”.

Esta partida fue tomada del folio 138 del libro 13 de bautismos de la Parroquia de Facatativá. Aunque la fecha exacta del nacimiento no aparece en la par-tida de bautismo, algunos histo-riadores la ubican el 4 de agosto de 1829.

Pertenecía a una rica y distin-guida familia de hidalgos y cris-tianos viejos, de aquellos que de antaño enseñaban a sus hijos cómo la mejor manera de amar a la patria era sacrificándose por ella. Desde los primeros años de su niñez se distinguió por su carácter dulce y apacible, sus buenas inclinaciones y su infati-gable aplicación al estudio. Por su facilidad en el aprendizaje ad-quirió los primeros conocimien-tos en las letras y las ciencias con maestros especiales y a los diez años entró a estudiar en el cole-gio que regentaba el distinguido literato D. Ulpiano González. De aquí pasó a los claustros de la Escuela Militar que dirigía el Dr. José María Ortega y Nariño. Allí se destacó por sus facultades in-telectuales de tal forma que su tío Joaquín Sarmiento, quien lo cuidó como si fuera su padre por haber perdido Borda los suyos a temprana edad, lo envió a Europa a estudiar ingeniería ci-vil y militar por las cuales sentía inclinación desde muy temprana edad.

Permaneció cerca de 14 años en Francia y habiendo obtenido las más altas calificaciones y hon-rosos reconocimientos de sus superiores en la Universidad de París, salió a recorrer las prin-cipales ciudades de Europa con el objeto de complementar sus conocimientos: leyes y costum-bres, museos y bibliotecas, tem-

plos y toda clase se edificios ur-banos, caminos, puentes, calza-das, arsenales y fortificaciones. José Cornelio Borda representa en la historia americana un tipo humano de asombrosa actividad. Ingenieros de vasta preparación científica, autor de numerosas obras de carácter técnico, no se recluyó en la torre de marfil de sus estudios, sino entró en con-tacto con los hechos circundan-tes, intervino en los episodios máximos de su tiempo, prestó su desvelado concurso a la causa de los americanos y finalmente ofreció a la libertad el sacrificio de su propia vida.

Concluidos esos viajes volvió a Francia, en donde permaneció algún tiempo, ocupado en prac-ticar sus conocimientos en las obras del Estado; y más tarde recibió el honroso nombramien-to de Director de Ingenieros, para la construcción de uno de los principales ferrocarriles de aquella nación, de cuyo destino no lleg6 a encargarse por moti-vos desconocidos.

A su regreso a Colombia, en-tre otros cargos destacados que ejerció, fue nombrado como director del Observatorio Astronómico de Bogotá.

José Cornelio participó en la guerra civil de 1860 a 1861, como ingeniero militar, defen-diendo la legitimidad del go-bierno central presidido por Mariano Ospina R.; aunque no fue un líder de polémicas doc-trinarias, fue ante todo un ver-dadero patriota y convencido republicano. Durante los años que duró la guerra civil y moti-vado por sus ideas morales y sus severos principios políticos, así como por la posición social de su familia, participó en cuatro campañas y en trece acciones de guerra, varios combates y muchos tiroteos que se desarro-llaron como parte de las luchas intestinas que ya azotaban las sociedades políticas del conti-nente y con mayor intensidad en territorio colombiano.

Como ingeniero en el campo de batalla, desplegó desde el prin-cipio una actividad ejemplar para mejorar el tren de artillería de campaña que se encontraba en mal estado y en poco tiempo convirtió las antiguas y pesadas piezas en ligeros cañones raya-dos con municiones adecuadas. Y como soldado fueron muchos los hechos de armas en los que se encontró, en los que unas veces como vencedor y, otras, como vencido, brilló siempre; ya por su valor y denuedo en el combate, ya por su generosidad después del triunfo o ya por su noble y digna resignación en la desgracia.

Después del resultado desfavo-

rable de las armas de su partido, Borda, junto con varios de sus compañeros que sobrevivieron a esa lucha tenaz y sangrienta, se separaron del país; pero al abandonar la patria, Borda no dejó entre sus adversarios un solo enemigo político personal. Esto sólo habla muy en alto en favor de sus sentimientos y de la conducta que observó como gue-rrero y como ciudadano.

Borda se lamentaba con fre-cuencia de la dura fatalidad que pesaba sobre las repúbli-cas sudamericanas. “La natura-leza –decía– ha dotado a estos países de grandes cualidades; tienen una imaginación despe-jada, valor y energía, sentimien-tos nobles y caballerosos, amor a la libertad y a la patria, genio emprendedor y audaz, y si to-das estas cualidades que son otras tantas fuerzas motrices las aplicásemos al cultivo de las in-mensas riquezas que poseemos en todos los reinos de la natura-leza, la Europa misma envidiaría nuestro progreso y sabría res-petarnos; pero, aplicadas esas fuerzas solamente a la destruc-ción y a la matanza, los demás pueblos de la tierra no vuelven los ojos hacia nosotros sino para compadecernos y explotarnos. Esto nos obliga a sostener fre-cuentes guerras internacionales para hacer respetar nuestros derechos, agregando así nuevas calamidades a las que interior-mente nos devoran. Triste situa-ción, agregaba, que no habrá de terminar sino cuando nos con-venzamos de que el único medio de que se nos respete en el exte-rior es que empecemos nosotros por respetar nuestros propios gobiernos, consolidando así nuestras instituciones republi-canas y rodeándolas del presti-gio que necesitan para que cese el estado de anarquía en que se encuentran nuestras incipientes sociedades”.

Borda viajó al exterior con des-tino a Argentina y de paso quiso conocer Lima; pero antes de continuar su viaje, tuvo lugar un escandaloso atentado co-metido por los españoles en las Islas Chincha y esto decidió para siempre de su suerte. Su corazón bien templado y lleno de sen-timientos del más puro ameri-canismo, no pudo ser indiferente a la bofetada que España dio a toda la América con la toma de aquellas islas y los absurdos principios de reivindicación y tregua de cuarenta años procla-mados por Pinzón y Mazarredo. Decidió en consecuencia que-darse en Lima para cooperar a la defensa y honra de la inde-pendencia americana, hollada la una y amenazada la otra, por la insensata altanería de los agen-tes españoles.

Por lo pronto se dedicó a escri-bir una serie de importantes y luminosos artículos, como co-laborador de El Mercurio, sobre

buques blindados, monitores, artillería y medios de ataque en general. Estos artículos, tan cele-brados entonces por la prensa nacional y extranjera, contenían, en efecto, una infinidad de reve-laciones científicas de grande importancia que Borda se pro-puso generalizar en el país, con el objeto de que fuesen aplicadas prácticamente en la guerra, que él creyó desde entonces infalible entre Perú y España.

Poco tiempo después, el gobier-no peruano celebró un contrato para rayar todos los cañones existentes en las baterías del Callao, pagando a los operarios mil quinientos pesos por cada cañón; pero el primero que se sujetó a prueba no correspondió a los ofrecimientos hechos por los contratistas; y con ese mo-tivo se llamó a Borda para que ejecutase esa importante mejo-ra, ofreciéndole esa misma can-tidad. Borda aceptó la comisión pero no la paga y en pocos días tuvo el placer de presentar al gobierno una nueva artillería, de más precisión y alcance que la antigua. Y de proporcionarle una economía de más de 200 mil pesos; en circunstancias en que casi todos los contratistas con el gobierno no se proponían sino sacarle grandes ventajas al teso-ro nacional.

Ante las pretensiones de recon-quista de Isabel II, determinó quedarse allí para tomar parte activa en la defensa. Entonces puso a disposición del gobierno del Perú su espada y sus cono-cimientos profesionales como Ingenieros Militar.

En cumplimiento de las órdenes e intenciones de la corona espa-ñola, el Brigadier Castos Méndez Núñez, encargado del mando de la escuadra invasora, ordenó el bloqueo del puerto de El Callao, el 27 de abril de 1866.

El historiador Armando Gómez Latorre narra así los momentos significativos de la vida de este héroe facatativeño:

“España y Perú estaban en gue-rra y era el 2 de mayo de 1866. La bahía y el firmamento de El Callao se habían incendiado por el duelo de la Artillería. 300 ca-ñones de la poderosa escuadra de S.M. Isabel II vomitaban fuego, muerte y tragedia contra las tor-res y fortificaciones del puerto peruano. El rugido atronador de las bocas de fuego estremecía el ambiente cargado de humo, entretanto los defensores y ata-cantes se trenzaban en desco-munal batalla; aquellos atinando puntería sobre el blindaje de los buques y éstos desplazándose por la bahía en círculo y dispa-rando contra los parapetos”.

“Todos lo vieron. Dinámico, de-cidido, impávido. Corría aquí y allá por el contorno de las forti-ficaciones, advirtiendo peligros

y dando órdenes. Al pie de las baterías, instruyendo a precisión de puntería a los soldados. Con el catalejo calculando distan-cias y objetivos. Ora tomando medidas, trazando esquemas y estudiando las maniobras de las Fragatas enemigas. O bien, corri-giendo aquí, amonestando allá y disparando acullá. Era, defini-tivamente el brazo y cerebro de la defensa de El Callao”.

“De pronto, sobre la torre “La Merced” se concentró el fuego de la flota. Un certero caño-nazo, calculado por el coronel de Ingenieros José Cornelio Borda, había inutilizado la fra-gata “Numancia”, hiriéndola de muerte. Y en revancha, su gemela “La Blanca” apuntó la andanada hacia la torre. El im-pacto fue inmediato. Una bom-ba cayó sobre los explosivos y sus efectos fueron desastrosos. Hombres, parapetos y cosas volaron por los aires. El manto nauseabundo de la pólvora y la asfixia de sus efectos, denun-ciaron la magnitud de la trage-dia. “La Merced” había desapa-recido y con ella sus defensores. Entre éstos el más denodado y capaz: el coronel José Cornelio Borda Sarmiento. A un lado de los despojos humanos estaba el catalejo. Cumpliendo su deber y al pie del cañón, como reza el dicho popular, había muerto el joven gallardo y valiente coronel facatativeño”.

“Parecía, además que con él –como Antonio Ricaurte en San Mateo– la historia se hubiera de-tenido. Cuando lo encontraron para rayar cañones y tecnifi-car las fortalezas, había dicho: “Sirviendo al Perú sirvo a toda América, y por consiguiente a mi patria” Y esto porque aceptó el trabajo pero no la paga. Como el Libertador hubiera podido ex-clamar: “Yo he venido al Perú a buscar gloria, no dinero”.

Tal fue el trágico y heroico final del coronel José Cornelio Borda. Así, el 2 de mayo de 1866, antes de los 37 años sucumbió el héroe facatativeño para ser símbolo de la fraternidad eterna entre pe-ruanos y colombianos. El nom-bre de Borda lo pronuncia todo labio colombiano y peruano, con reverencia y gratitud.; está indisolublemente unido a los de los representativos máximos del alma nacional y de los sen-timientos de unidad americana.

Por lo anterior, es muy propio afirmar que el sitio de El Callao fue, en su momento, el último acto de guerra a favor de la in-dependencia de América. Si los cañones de Méndez Núñez hu-bieran abatido El Callao, la obra de los libertadores hubiera que-dado deshecha y, efectivamente, podría haberse dicho entonces que: “todos ellos araron en el mar”. Los valientes de El Callao rompieron el último eslabón de las cadenas que quedaba. Allí se consolidó la obra de los paladines de Boyacá, Junín y Ayacucho, y se alejó el peligro con que soñaron algunos penin-sulares.

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4 SEPARATA CURSO/ Coronel José Cornelio Borda Sarmiento

A las 9:00 horas del 30 de en-ero de 1963, hace un poco más de 53 años, la Escuela Militar de Cadetes General José María Córdova se vistió de gala para recibir en ceremonia inolvi-dable a 195 jóvenes, muchos de ellos aún imberbes, que ini-ciarían en breve su quinto año de bachillerato y su primero general de la carrera militar, como integrantes de la compa-ñía Córdova, con la esperanza de alcanzar en cinco años la estrella de subtenientes efecti-vos del Ejército Nacional. Estos cinco años, por circunstancias especiales, se convertirían en tres años y medio.

Tras la deslumbrante ceremonia de recibimiento vino el inicio, difícil por cierto, de una nueva, dura e interesante vida. Muchos de esos jóvenes no consideraron que en esos claustros sagrados se cumplieran sus expectativas de vida y sus ambiciones per-sonales y fue así como median-te resolución 1434 del 25 de marzo de 1963 el Ministro de Guerra de ese entonces diera de alta a 95 de ellos como cadetes pensionistas y a 33 como cade-tes becarios, con novedad fiscal primero de febrero. Es decir, en ese corto tiempo habían decli-nado su propósito de continuar en carrera de las armas 67. De todos estos cadetes, 45 fueron nombrados alféreces junto con otros 9 provenientes de la com-pañía Santander

Y la vida en la Escuela Militar continuó y llegó a su fin...

Arribamos entonces al prime-ro de junio de 1966, cuando de ese grupo de muchachos llenos de sacras ambiciones, 51 al-canzaron la ansiada estrella de subtenientes efectivos del Ejército Nacional.

El paso por el alma mater del Ejército Nacional fue algo ex-cepcional que hoy evocamos con infinita satisfacción y sana alegría. “Los recuerdos son, en la vida presente, el perfume del pasado”.

Y la vida, en los cuarteles para unos y en la civil para otros, continuó...

Hoy, jóvenes aún, pues alberga-mos esperanzas e ilusiones que superan en grado sumo recuer-dos gratos y épocas difíciles ya pasadas, estamos reunidos con nuestras señoras, hijos, nietos y familiares para rendir homenaje a aquellos compañeros que por designios del Supremo Hacedor ya partieron. Se fueron, pero su recuerdo permanecerá vivo en nuestros corazones hasta cuan-do también nos llegue la hora de partir para reunirnos en el infinito arcano.

Sí, evocamos con sentido e indeclinable aprecio la memoria de:

Yesid Humberto Grisales PizarroDel arma de Caballería. Alcanzó el grado de Subteniente y falleció en San Vicente de Chucurí - Santander el 16 de mayo de 1968

Jorge Augusto Ciceris VargasDel arma de Caballería. Alcanzó el grado de Teniente y falleció en Tibú - Norte de Santander el 13 de noviembre de 1972

Jair Morales GrisalesDel arma de Infantería. Alcanzó el grado de Mayor y falleció en Barranquilla el 29 de marzo de 1980

Rubén Darío Laguado BuenoDel arma de Caballería. Alcanzó el grado de Mayor y falleció en Yopal - Casanare el 04 de mayo de 1981

Roger Antonio Delgado PalermoDel arma de Infantería. Alcanzó el grado de Capitán y falleció en Bogotá el 03 de diciembre de 1985

José María Alvarado BaqueroDel arma de Artillería. Alcanzó el grado de Mayor. Desapareció en 1991 y fue dado por fallecido en 2001.

José Isler Gil MarínDel arma de Ingenieros. Alcanzó el grado de Teniente Coronel y falleció en Bogotá el 2 de diciembre de 1994.

Luis Guillermo Fragozo CaballeroDel arma de Infantería. Alcanzó el grado de Mayor y falleció el 30 de noviembre de 2001.

Gonzalo Gil RojasDel arma de Caballería. Alcanzó el grado de Coronel y falleció en Bogotá el 19 de febrero de 2002.

Alberto Roberto Hernando Martín CarvajalDel arma de Artillería. Alcanzó el grado de Mayor y falleció en Bogotá el 24 de noviembre de 2004. Esdras Rueda HernándezDel arma de Infantería. Alcanzó el grado de Capitán y falleció en Medellín.

Pablo Emilio Jiménez LaverdeDel arma de Infantería. Alcanzó el grado de Capitán y falleció en Bogotá el 16 de febrero de 2010-

Luis Alberto Jaimes SánchezDel arma de Infantería. Alcanzó el grado de Mayor y falleció en Bogotá el 15 de octubre de 2012.

Guillermo Cruz CruzDel arma de Infantería. Alcanzó el grado de Subteniente y falleció en Bogotá el 24 de diciembre de 2012.

Señora Ángela Vanegas de Garzón GuzmánEsposa de nuestro compañero y amigo José Jaime Garzón Guzmán. Falleció en Cali-

Señora María Inés Santos de Tarazona GuarínEsposa de nuestro compañero y amigo César Augusto Tarazona. Falleció en Bogotá el 9 de septiembre de 2011.

Señora María Luisa Rodríguez de Figueredo ArangurenEsposa de nuestro compañero y amigo Homero Figueredo Aranguren. Falleció En Bogotá el 8 de noviembre de 2015.

Señora Alba Clara González de Novoa ParraEsposa de nuestro compañero y amigo José Laureano Novoa Parra. Falleció en Bogotá el primero de mayo de 2016.

Los invito, entonces, a que en un minuto de silencio, rindamos tributo a estos entrañables compañeros y a estas queridas amigas.

Paz en sus tumbas y a sus familias la seguridad de nuestro aprecio imperecedero y nuestra sincera consideración.

En nombre de todos, me permito elevar una plegaria, cuyo autor es el padre franciscano Ignacio Larrañaga Orbegozo, en la cual se plasman los nobles sentimientos que hoy nos embargan:

Requiem para unos seres queridos

Silencio y paz…Fueron llevados al país de la vida.¿Para qué hacer preguntas?Su morada, desde ahora, es el descanso, y su vestido, la luz.Para siempre…Silencio y paz… ¿Qué sabemos nosotros?Dios mío, Señor de la historia y dueño del ayer y del mañana, en tus manos están las llaves de la vida y de la muerte.Sin preguntarnos, los llevaste contigo a la Morada Santa, y nosotros cerramos nuestros ojos, bajamos la frente y simplemente te decimos: ¡Está bien! ... ¡Sea! ...Silencio y paz…La música fue sumergida en las aguas profundas,y todas las nostalgias gravitan sobre las llanuras infinitas.Se acabó el combate. Ya no habrá para ellos lágrimas, ni llanto, ni sobresaltos.El sol brillará por siempre sobre sus frentes, y una paz intangible asegurará definitivamente sus fronteras.

Señor de la vida y dueño de nuestros destinos, en tus manos depositamos silenciosamente estos seres entrañables que se nos fueron.

Mientras aquí abajo entregamos a la tierra sus despojos transitorios, duerman sus almas inmortales para siempre en la paz eterna, en tu seno inson-dable y amoroso, ¡oh Padre de misericordia!

Silencio y paz…

In memoriamPor: Brigadier General (RA) Gabriel Fernando Chemás Bernal.

TE. Jorge Augusto Ciceris Vargas ST. Yesid Humberto Grisales Pizarro MY. Hair Morales Grisales

CT. Roger Delgado Palermo MY. José María Alvarado Baquero TC. José Hisler Gil Marín

CO. Gonzalo Gil Rojas MY. Luis Guillermo Fragoso Caballero CT. Esdras Rueda Hernández

CT. Pablo Emilio Jiménez Laverde MY. Luis Alberto Jaimes Sánchez ST. Guillermo Cruz Cruz