Cursillo cristiandad

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1.) Creemos que somos nosotros los que construimos los pilares de nuestra vida. Buscamos cosas en el mundo, con las que llenar los huecos, ansias, necesidades y vacíos. Éste deseo es bueno, porque por él sabemos que buscamos; que necesitamos ¿pero qué buscamos? Al final, buscamos aprender a ponernos en manos de Dios y desde ahí liberarnos de todo aquello a lo que nos hemos atado. Liberarnos del miedo de vivir y acoger la vida que Dios nos ofrece; nuestra vida ofrecida por Él y que de Él viene. ¿Qué quiere? Vivo con unos dones; con unas potencialidades, y la vida me ofrece unas pruebas; unas oportunidades ¿y yo qué hago? ¿Cómo respondo? ¿Cómo me siento con lo que hago? El cómo me siento con lo que hago, me habla de lo que necesito. Mis necesidades me hablan; mis sentimientos son voz que me habla. Con eso actuó. Y según actuó, mi cuerpo, mi alma, responde. Hay algo en mí con lo que puedo dialogar, aprender y buscar mi camino. Y así, buscando, dispuesto a hacer lo que mi interior me pida; buscando crear, ese interior a imagen de Jesucristo, descubro su huella en mí como Camino, Verdad y Vida. Lo descubro dentro de mí y me pongo en sus manos. De este modo, le abrimos las puertas a Dios, permitiendo que entre nosotros el desarrollo de nuestras potencialidades. Hacemos, para lo que hemos sido hechos. Aunque lo que nos siga diciendo esa voz en sentimientos, no sea siempre paz (que no nos invitaría a buscar) sino nuevas inquietudes, que nos guían por los caminos que hemos o no de recorrer y nos ayudan a crecer. Lo necesario es saber, hacia donde dirigir la búsqueda. Saber elegir entre la necesidad del bien o del mal en tu interior. El hacer, lo hago en el mundo; en mi relación con los demás. Y es, en mi ser con Dios y con los demás, cuando formó un diálogo con el que hacerme, proponerme y aprender a vivir. Qué doy, qué pido, qué me dan, como me siento, que quiere Dios, como ver a los demás, como descubro el mundo… Puesto en los ojos de Dios, descubro un mundo nuevo ¿me atrevo a responder a ese mundo nuevo?, ¿a esa llamada? ¿Me atrevo a hacerme nuevo? 2.) Vivir el presente. Liberado de lo que no es ahora, respondemos al ahora. Señor ¿qué quieres “ahora” de mí? ¿Qué me ofreces ahora? ¿Qué has creado ahora para mí? Tú eres el otro que te muestras en las cosas y, ahora, yo quiero verte. Quiero vivir siempre en el ahora de verte y así poder servirte y seguirte.

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1.) Creemos que somos nosotros los que construimos los pilares de nuestra vida. Buscamos cosas en el mundo, con las que llenar los huecos, ansias, necesidades y vacíos. Éste deseo es bueno, porque por él sabemos que buscamos; que necesitamos ¿pero qué buscamos? Al final, buscamos aprender a ponernos en manos de Dios y desde ahí liberarnos de todo aquello a lo que nos hemos atado. Liberarnos del miedo de vivir y acoger la vida que Dios nos ofrece; nuestra vida ofrecida por Él y que de Él viene. ¿Qué quiere? Vivo con unos dones; con unas potencialidades, y la vida me ofrece unas pruebas; unas oportunidades ¿y yo qué hago? ¿Cómo respondo? ¿Cómo me siento con lo que hago? El cómo me siento con lo que hago, me habla de lo que necesito. Mis necesidades me hablan; mis sentimientos son voz que me habla. Con eso actuó. Y según actuó, mi cuerpo, mi alma, responde. Hay algo en mí con lo que puedo dialogar, aprender y buscar mi camino. Y así, buscando, dispuesto a hacer lo que mi interior me pida; buscando crear, ese interior a imagen de Jesucristo, descubro su huella en mí como Camino, Verdad y Vida. Lo descubro dentro de mí y me pongo en sus manos. De este modo, le abrimos las puertas a Dios, permitiendo que entre nosotros el desarrollo de nuestras potencialidades. Hacemos, para lo que hemos sido hechos. Aunque lo que nos siga diciendo esa voz en sentimientos, no sea siempre paz (que no nos invitaría a buscar) sino nuevas inquietudes, que nos guían por los caminos que hemos o no de recorrer y nos ayudan a crecer. Lo necesario es saber, hacia donde dirigir la búsqueda. Saber elegir entre la necesidad del bien o del mal en tu interior.El hacer, lo hago en el mundo; en mi relación con los demás. Y es, en mi ser con Dios y con los demás, cuando formó un diálogo con el que hacerme, proponerme y aprender a vivir . Qué doy, qué pido, qué me dan, como me siento, que quiere Dios, como ver a los demás, como descubro el mundo… Puesto en los ojos de Dios, descubro un mundo nuevo ¿me atrevo a responder a ese mundo nuevo?, ¿a esa llamada? ¿Me atrevo a hacerme nuevo?

2.) Vivir el presente. Liberado de lo que no es ahora, respondemos al ahora. Señor ¿qué quieres “ahora” de mí? ¿Qué me ofreces ahora? ¿Qué has creado ahora para mí? Tú eres el otro que te muestras en las cosas y, ahora, yo quiero verte. Quiero vivir siempre en el ahora de verte y así poder servirte y seguirte. Confiar en ti, en lo que veo; en lo que te veo. Y dejarme llevar. Responder a los otros que eres Tú, con el mismo amor y misma entrega, que la dedicación a mí, que viéndolo en las cosas, recibo de ti. Y así vienes a mí, y sin darme cuenta, eres en mí; haciéndome yo, en ti.Nadie le entendió, pero hoy Él y su mensaje, siguen vivos. Nadie le entendió, y sin embargo, sigue salvando vidas. Porque sigue hablando, y está en nosotros el tratar de entenderlo. Porque el entenderlo no es un verbo del pasado; es un verbo del presente. Es el Verbo; la acción, la Palabra de nuestra vida, en nuestra vida. Que explica nuestra vida y capaz de cambiar, transformar y renovar nuestra vida. Dice: niégate a ti mismo y no te preocupes, yo he venido al mundo. Ha venido a vencer al mundo al que te atas, el que tú crees que eres, y al que Él dice que ha vencido. Niega el mundo. Niégate, y Él, que ha vencido, te ayudará a vencer con Él; sólo si permanecemos en su amor, en su busca, andando su camino. Y solo, por permanecer en amor a Él, en su búsqueda sincera, con deseo de acoger su camino.Vivir es convivir. Vivir con… Convivir con los demás, convivir con Dios y convivir con uno mismo. Negarse a uno mismo, para convivir con los demás y disfrutar de los demás, para

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convivir con Dios y disfrutar de Dios, para encontrarte con el verdadero yo, el yo limpio y puro, del que puedo disfrutar al convivir, al librarme del yo egoísta, que no sale de sí.

3.) La imagen de Cristo permanece viva, gracias a los que se pusieron en camino. Se dejaron guiar, que actuase el Espíritu, y providencialmente, pese a las limitaciones de los hombres, se dirige el caminar de la Iglesia. Cada miembro tiene una responsabilidad personal en su relación con Dios, en cuanto a que su camino es personal. Pero la Iglesia es comunidad, y aunque está en manos de los hombres, su caminar lo orienta Dios por medio del Espíritu. Pero es de cada uno, dejarse llevar por el Espíritu. La Iglesia es la construcción de esa comunidad según el camino que Cristo nos enseña; crecer el reino de Dios en cada miembro, y en la comunidad; mantener el mensaje y el sentido, para seguir avanzando y creciendo. Yo soy el responsable; Yo construyo mi parte; yo formo parte de la Iglesia, me guste o no. Aunque no me sepa cristiano, creyente de la Iglesia, puedo construir Iglesia. Es una invitación a un estilo de vida. No criticar tanto como hacer. Llegar a no criticar, sino actuar. ¿Hasta dónde somos capaces de vivir el Evangelio? ¿De responder a nuestra parte, para construir la Iglesia? Cristo nos ama a nosotros, con nuestros defectos o limitaciones. A imagen de Cristo, hemos de amar al hermano y a la Iglesia peregrina; a la Iglesia de todos peregrina.

4.) Llegada del anuncio. Encuentro con Cristo. No entiende nada, confía y responde; Cree. Regalo de la fe y acogida de la fe. Oferta de Dios; regalo. Respuesta mía; acogida; confianza; fe.Me encuentro con Jesucristo, me emociona su mensaje y empiezo a dejar de pensar en mí, para pensar en los dos, en un plan de los dos. La fe, el encuentro, el cambio y la misión que exige acogerla, no es fácil. Por eso no es fácil acoger la fe. María escucha la Palabra, la guarda en su corazón y la encarna. La fe no me la puedo guardar. Si la guardo se estanca y se corrompe. Hay que sacarla y compartirla. Dar y recibir para que la fe crezca y se renueve.En la oración hago balance; me sitúo en la vida. Donde estoy. Como esta todo a mí alrededor y la respuesta que doy. No es fácil verlo, pero también eso le podemos pedir a Dios al hacer oración. Ahí me propongo el cómo actuar. Y ahí voy a ver cómo actúo. A pedir la gracia y a dar gracias; a pedir perdón y a dar el perdón. Y así liberarme de las cargas y cargarme de esperanza.

5.) La formación ha de ser permanente y actual. La sociedad cambia, y en ella, las necesidades cambian. La formación laical es indispensable en la Iglesia, pues se debe profundizar en la fe para descubrir el verdadero misterio, dar razones de ella y tomar conciencia de la grandeza de la vida que Cristo nos propone vivir, y así, poder vivir con coherencia. En la formación cristiana, puestos en disposición de búsqueda y escucha, en búsqueda de integridad personal y del amor de Dios, es Cristo el que nos enseña.Podemos encontrar varios tipos de formación. Podrían ser del tipo espiritual, doctrinal y de valores. La formación espiritual, nos puede ayudar a entroncarnos a Dios a través del Espíritu que Cristo nos envía. Nos indica el camino que hemos de seguir, como aprender a escucharnos a nosotros mismos para descubrir la huella que la llamada de Dios va dejando en nosotros; nos enseña cómo tratar a Dios, como crear una íntima relación con Él y las técnicas para poder vencer las dificultades, que al ponernos en oración, podemos encontrar. Es alentador saber de otros que ya anduvieron el camino, las etapas y problemas que al recorrerlo encontraron.

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Saber que todos ellos no se consideraban especiales. Eran gente como tú y como yo, para los que su mayor grandeza, fue ponerse en manos del Señor; saber escucharle y entregarse a su voluntad. La formación doctrinal nos enseña el mundo en el que vivimos, como tratar con las necesidades de nuestros días y adaptarlas a las necesidades de nuestra fe. Hay un mensaje único, común para todos los hombres, si bien es cierto, que habrá que saber respetar todas las culturas y tradiciones del mundo. Para todas ellas tienen cabida las verdades de fe, y es obligación nuestra, saber escuchar a todos, y hacer entender desde dentro de cada realidad, la necesidad de la mentalidad que Jesús anuncia, la comprensión de la constitución del hombre, y la promesa de salvación; y también la evolución, del estado de ser del hombre, después de la conversión. La formación en valores nos ayuda a superar obstáculos, fundamentándolos en el entendimiento y creando técnicas para fortalecer la voluntad. Nos permite concienciarnos de nuestra verdadera actitud en el mundo, nuestro nivel de responsabilidad en cada uno de los aspectos sociales y cuál debiera ser el compromiso mínimo a tomar en nuestras acciones.

6.) Los sacramentos son signos sensibles que realizan lo que significan. Somos cuerpo, y por tanto hay que exteriorizar lo que se quiere expresar. El gesto nos habla por dentro, a los sentidos, aunque no seamos conscientes de ello. Nos manifestamos y dejamos nuestra huella en los signos. Vivimos dentro de los signos sensibles: lo que vemos, lo que tocamos, lo que olemos, oímos… Conscientes o no de ellos, los signos sensibles son el lenguaje que Dios ha usado desde nuestro nacimiento, para comunicarse con nosotros; con los que se expresa, nos comunica y nos lo da todo. Estos son lo que somos, en ellos nos movemos y comemos: física, mental y espiritualmente. De igual modo, es con los signos sensibles, con lo que más trasmitimos en nuestra relación con los demás. Se manifiesta aquí la importancia de nuestro testimonio de vida, creando así una conversación silenciosa pero real con los demás, con Dios y con el mundo. En los sacramentos se manifiesta la fuerza de verdad de estos signos sensibles. Son signos de acogida de lo que en sí manifiestan, y por la fuerza que tienen, se hacen reales, de modo consciente o inconsciente.En el caso del bautismo, es interesante hablar de un bautismo renovado, pues aunque el signo, para la mayoría ha sido realizado en un acto inconsciente, para un verdadero actuar de la gracia en nuestras vidas, dando paso a la evolución personal de la verdadera transformación, habrá que hacer una renovación consciente, en la que sumergirse, para renacer a la nueva vida, dejando atrás al hombre del pasado -aunque siempre habrá, quien en un acto instintivo de confianza, se habrá dejado llevar por el buen Espíritu, habiendose dado en él, la renovación espiritual-. El hombre nuevo quiere poder liberarse de la esclavitud del pecado; “pecado vivo” que se alimenta de nosotros y, si en nosotros haya cobijo, vive en nosotros. En este paso a través de las aguas del Mar Rojo -de dejar atrás el pecado- no vamos solos, nos acompaña el Espíritu del bien vivo, que nos ama y nos guía, y a Él nos tendremos que acoger para hacernos fuertes. Al renacer, nos viene, cruzar el desierto, igual que la historia del éxodo del pueblo de Israel: caminar en soledad, con la sola compañía de la fe, hasta encontrar el oasis. Este caminar en el desierto es necesario para permanecer en Cristo; dejarle cabida a su Espíritu en tu alma; hacer limpieza o cerrar puertas al mal espíritu y reconocer la lucha entre dos bandos.

7.) El Señor siembra en nuestros corazones su vida, y es trabajo nuestro, preparar nuestra tierra: “No endurezcáis el corazón”. ¿Cómo está nuestro corazón? ¿Está preparado para recibir la Palabra de Dios?

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Leer algo que me mantenga inquieto, que mantenga mi ardor, sobre la vida de otros que antes caminaron, o documentos o libros en los que pueda llevar al corazón, y al entendimiento, la fe que busco; el proceso, para poder vivir coherente y con valentía. La oración que me mantenga unido a Dios y así pedir que me llevé y me guíe, para que yo sepa qué es Él y no yo; para poder crecer en confianza en Él y en humildad, y así poder llegar más allá; andar el camino estrecho. Esta es el agua y abono, que mantiene regado el huerto.La maleza que crece y no deja que le dé el sol a la planta del Espíritu de Cristo que crece en mí, son los problemas y distracciones de la vida cotidiana; todas las cosas que no me dejan ser constante y firme en mi fe; en lo que quiero ser. Por eso es algo mío, el cómo cuido mi huerto o como acojo la Palabra y la llevo a mi vida, dando respuesta.En el círculo vital de la respuesta, me encuentro con la Palabra escuchada, la meditación o decisión, la acción de compromiso, visión y reconocimiento de las dificultades y cierre del círculo en la oración-eucaristía-formación. Este círculo repetido, nos conduce por la espiral del progreso y se complementa con el resto de los sacramentos, sobre todo la confesión, que nos libera de las cargas y nos permite levantarnos y volver a empezar, renacidos en el perdón de Dios.A la luz de la fe, se observa la vida bajo otro ángulo. Y desde ese ángulo, usando la razón, se ve todo. Y es entonces cuando crees y cuando eres capaz de dejarlo todo, de llevarlo a tu vida, cada vez posicionarte más firmemente en la vida nueva. Lo contrario tiene nombre y se llama fideísmo. Habla el Espíritu Santo, al corazón de cada uno, dándole forma a la historia, que en nuestro interior creamos. Allí respondemos a Dios y con nuestras acciones y palabras, damos fe de ello, saliendo de nosotros mismos y entrando en comunión con Dios, y con los hermanos, en su creación.Al final de nuestra vida, miraremos atrás y ¿cuál será la huella que habremos dejado? ¿Qué nos habremos atrevido a hacer? ¿Nos habremos fiado de Dios? Porque si es así, habremos sido capaces de hacer, lo mejor que está en nuestra mano dejar en este mundo. Habremos conseguido el mejor Espíritu que está en nosotros poder acoger, y habiendo acogido el Amor, viviremos en el Amor.Es fácil decirlo y difícil conseguirlo, pero Jesús nos dijo: yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Así que no vamos solos, sabemos lo que buscamos, y a quien, servimos y seguimos.

8.) Estilo de vida ¿queremos vivir con los planteamientos de Jesús?Actuamos desde dentro de la sociedad. Nos encontramos con las mismas necesidades, deseos y tendencias que los demás. Actuar en cristiano, será estar al lado de los demás, en la situación de los demás, tolerando, respetando y amando, pero en mi ser cristiano, con valores y esperanza en una meta; con los ojos y la mente abierta, para descubrir la Verdad y a Cristo en esa Verdad. En este camino es imposible permanecer perfecto, pero hay que mantenerse en la tendencia, en la actitud y no abandonar nunca. Recurrir a la confesión será renovar el espíritu y el ánimo de seguir.El ambiente en el que nos movemos influye en nosotros, afectando a nuestra voluntad, deseos y al final a nuestros actos, con lo que consigue afectar nuestro espíritu. Este espíritu afectado, influye sobre las posteriores decisiones y acciones, debilitando o mejorando nuestra fuerza de voluntad y fortaleza. Esto sucede en dos direcciones: para bien y para mal. Sí conseguimos superar las tendencias del mundo o de las modas, y cambiar nuestros actos, somos capaces de cambiar el ambiente e influir en esas tendencias (en lugar de ellas en ti), actuando en el

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cambio de personas que por los ambientes se veían afectadas, influyendo así en el espíritu que en sus experiencias reciben, y ayudando a que alimenten el ánimo de crecer.El cambio no se hace criticando lo que está más allá. El cambio se realiza aquí, en lo que te toca hacer o sentir; en las decisiones que tomas y en porque las tomas; en tu lucha interior y en que dejas “tú”, que sea en ti, en el mundo. Esa es nuestra parte, la de cada uno, con la que creamos el mundo. Dios puso la creación en manos del hombre, y esa es la creación que puso en nuestras manos: construir, con lo que somos hoy, lo que será mañana. A los únicos que engañamos, es a nosotros mismos. Vivimos con nuestros engaños y son esos engaños los obstáculos que esquivamos y nos desvían, al no atrevernos a encararlos y superarlos. Son los que no nos dejan vernos a nosotros mismos y ver que nos gustaría cambiar, que en realidad es lo que nos impide avanzar y nos haría mejores y más felices. En esos obstáculos es donde nos vemos débiles para ser quien ahora queremos ser. Pero es en esa debilidad donde nos hacemos fuertes en Cristo, que nos ayuda a superarlos o nos enseña, que aún con ellos, nos quiere así, y con ellos nos hace más sencillos, humildes y confiados en Él. Así nos quiere Dios, pequeños pero presentes en el mundo. Iguales, pero valientes.El mayor error de un cristiano, es separar la fe, de la vida cotidiana; no integrarlo todo en su ser uno y coherente; dar respuesta de lo que soy y en lo que creo en todo y a todos. Si tú das el primer salto de fe, y empiezas a actuar coherentemente, te inicias en la experiencia cristiana, corroborando la Verdad que expresa, creciendo en la fe y contribuyendo a crear el nuevo mundo, y en ti, al nuevo hombre; hombre enraizado en el Hijo de Dios, con capacidad para ser divino, vivir en paz, disfrutar de la vida y ser feliz. ¿Qué talentos tienes? ¿Por qué los tienes? ¿Para que los usas? Ponerlos a renta, en el banco “Dios”, al servicio de los demás. Porque Él da ciento por uno, en los bienes del espíritu: en sabiduría y amor, en respuesta y verdad. En lo que Él quiere para andar tu camino a su servicio. Él siempre paga, y bien pagado: En experiencias, en fe, en confianza, aventuras que nunca hubieras recorrido, en fortaleza y esperanza… en definitiva, y al final: en vida.

9.) La comunidad cristiana ha de buscar el compromiso de ser fermento en el mundo. Estar mezclados en la masa. Ir al mundo y anunciar el Evangelio, incluso con la palabra (y la pongo en minúscula, porque la Palabra, como expresión de lo que es Dios, siempre ha de acompañarnos). Sin embargo es necesario vivir la fe en una comunidad. Es más fácil crecer y avanzar en tu fe al compartir. De todos cogemos algo con lo que construir un suelo firme en nuestra fe. Porque nuestra fe no es una fe inventada, es una fe real, fundada en algo real, de lo que cada uno capta un trozo o una manera distinta de captarlo y expresarlo, con lo que construirnos de Verdad y en la Verdad, y corregir o matizar nuestra idea de Dios y de mi sitio en el mundo. Pongo al servicio mis dones y capacidades en la comunidad, y de nuevo salgo de mí y comparto lo que tengo gracias a Dios. Los demás comparten conmigo, y todos, enriquecidos, enriquecemos nuestra fe y al mundo. Creamos un ambiente que nos influye y en el que influimos; un ambiente nuevo que también es fermento en el mundo; un Todo bien orientado y asentado que de expande y crece. Yo no estoy solo y no puedo sentirme solo, o tarde o temprano, frente al mundo, caeremos en el relativismo, donde sin fuerzas, todo vale. Y eso que una vez sentí, pasara a ser el recuerdo, de solo un sueño. Es muy difícil mantenerse, solo, contracorriente. Lo normal, tarde o temprano, es que al final nos arrastre.

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Allí nos hacemos valientes, al reconocer en la lucha, que hay otros que dan valor a tus acciones, ayudando a dar firmeza a lo que crees, pues de otro modo, pareces ser: un loco en el mundo. Tú solo no podrás mantenerte firme en lo correcto.La parroquia es la primera comunidad donde vives la eucaristía con tu comunidad más cercana. Ahí se puede ayudar y empezar a conocer y querer a la gente que está más próxima en tu vida. Allí eres encargado de crear un nuevo ambiente, fermento cristiano, dentro de la comunidad donde vives. Compromiso y ejemplo de vida de lo que te rodea. Hay también otro tipo de grupos, de personas que buscan un mayor nivel de fe o profundidad del conocimiento de la fe, en una solidez de unidad integrada en la vida. Buscar vivir de cara al Señor, abiertamente, en una comunidad. Salir del armario de la fe en palabra, acción y vida.El grupo nos debe ayudar a crecer en nuestra vocación, y ésta es: ser santos. Aunque se debe ejercitar la comprensión y flexibilidad, pues también esto es de buen cristiano. Pero si debe ayudar al avance y perseguir el verdadero ideal cristiano. Si no, es una pérdida de tiempo, y con educación y respeto, seguiremos nuestro camino, puestos en la confianza de la providencia de Dios, y con los ojos bien abiertos, porque el Señor, al que busca con honestidad, no lo deja sin respuesta, y después de una de cal… vendrá una de arena.

Ánimo, valor y ¡ultreya!