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CURAS OBREROSCOMPROMISO DE LA IGLESIACON EL MUNDO OBRERO

Jaume Botey

INTRODUCCIÓN ................................................................................................................1. ORÍGENES Y EVOLUCIÓN .........................................................................................

1.1. Dos formas de entender la iglesia y la evangelización ................1.2. Una nueva forma de vida sacerdotal ...................................................1.3. Tensiones y prohibición ...........................................................................1.4. El Concilio y la rehabilitación ...............................................................1.5. Treinta años después .................................................................................1.6. Los CO en Cataluña y en el estado español .....................................

2. ESPIRITUALIDAD ...........................................................................................................2.1. Ser obrero .....................................................................................................2.2. Ser cura ..........................................................................................................2.3. Ser contemplativos ....................................................................................2.4. Vivir el Reino ..............................................................................................2.5. Vivir la Iglesia ..............................................................................................2.6. Vivir feliz .......................................................................................................

BIBLIOGRAFÍA .................................................................................................................CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN ...............................................................................

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INTERNET: www.cristianismeijusticia.net • Dibujo de la portada: Roger Torres • Impreso enpapel y cartulina ecológicos • Edita CRISTIANISME I JUSTÍCIA • Roger de Llúria, 13 - 08010Barcelona • Teléfono: 93 317 23 38 • Fax: 93 317 10 94 • [email protected] • Imprime:Edicions Rondas, S.L. • ISSN: 0214-6509 • ISBN: 84-9730-273-7 • Depósito legal: B-20.495-2011 • Septiembre 2011La Fundación Lluís Espinal le comunica que sus datos proceden de nuestro archivo histórico perteneciente a nues-tro fichero de nombre BDGACIJ inscrito con el código 2061280639. Para ejercitar los derechos de acceso, rectifica-ción, cancelación y oposición pueden dirigirse a la calle Roger de Llúria, 13 de Barcelona.

Jaume Botey es licenciado en Teología. Doctor en Antropología y profesor de Historia en laUniversitat Autònoma de Barcelona (UAB). Miembro del equipo de Cristianisme i Justícia.

En recuerdo de Antonio Andrés, Cisco Vinyes, Enrique Gil, FerranBonnin, Josep Mª Borri, Rafael Casanova, Vicente Martínez, curasobreros de Cataluña, Valencia y Mallorca, amigos que nos handejado para siempre.

Con la colaboración de:

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INTRODUCCIÓN

El movimiento de curas obreros (CO) ha sido una de las experienciasmás importantes y originales que se han dado en la Iglesia del s. XX. Unhecho de esta envergadura, por la dureza inherente a la vida laboral,por la pobreza y por el anonimato buscados, por la desconfianza quede inmediato suscitó en la jerarquía y por el compromiso total quesuponía, sólo podía ser fruto de una vivencia espiritual honda del evan-gelio por parte de aquellos que escogieron este camino.

Es también uno de los capítulos más logrados de la historia de la espi-ritualidad cristiana. El movimiento ha sido objeto de innumerables estu-dios desde la sociología, la teología, la política, y de él se ha llegado aescribir incluso alguna novela. Este cuaderno se centra en la espiritua-lidad. Por suerte disponemos de un valioso material de primera mano:las “Memorias” de los encuentros anuales de CO de Cataluña, Valenciay Baleares desde el año 1978. No obstante, el presente escrito sólo esel borrador de una descripción muy fragmentaria. Se hace evidente lanecesidad de un estudio más en profundidad que, superando la des-cripción de los hechos históricos y la espontaneidad e inmediatez delos testimonios, intente ir más allá con el fin de que esta espiritualidadde encarnación pueda encontrar nuevas formas en el futuro. No setrata de la crónica de un pasado o presente heroicos sino de extraer delos hechos aquello que aún tiene validez universal, que tenga capaci-dad de concretarse en el futuro y en otras situaciones o contextos cul-turales. Hoy, sin embargo, la necesitad de comprender su sentido real,nos obliga aún a situarla en el contexto histórico en el que se ha dado.Por eso estas páginas empiezan con una breve descripción del origeny la evolución del movimiento.

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Sobre el proceso de descristianizacióncausó especial impacto el libro de HenriGodin e Yvan Daniel, que atribuía aFrancia, el calificativo de “País deMisión”, reservado hasta entonces a lascolonias. Era necesario replantearse laevangelización y sus procedimientosdesde la raíz. Para preparar esta refle-xión, en 1944 el cardenal Suhard fundaun centro de formación sacerdotal “LaMisión de París”. El movimiento pron-to se extendió a otros países como Italiay Holanda por la conciencia de queEuropa entera, no solamente Francia oBélgica, era ya tierra de Misión.

1.1. Dos maneras de entender laIglesia y la evangelizaciónEvangelizar es anunciar el evangelio,pero ¿cómo?Constatado el fracaso de laevangelización a través de las formastradicionales (la parroquia y sus estruc-turas) los CO proponen un nuevo cami-no. El modelo no es tanto el de la Iglesiaque intenta abrirse y ofrecerse al mun-do con el fin de que la gente entre, sinola Iglesia que se esfuerza por entrar enel mundo. Son dos concepciones dife-rentes de evangelización, diferentes porla práctica pastoral y por la teología quelas sustenta. Era una fórmula hasta en-

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1. ORÍGENES Y EVOLUCIÓN

Después de la II Guerra Mundial se empieza a hacer evidente en lospaíses de centro-Europa el imparable proceso de descristianización,especialmente de la clase obrera. Cardijn y la JOC ya habían dado untoque de alerta. Por otro lado se mantenía fresco en el recuerdo el tes-timonio de los curas movilizados durante la guerra y que convivieron enlas trincheras con la tropa en igualdad de condiciones, sin que su esta-do clerical impidiera que fuesen deportados a campos de concentra-ción.

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tonces desconocida ya que no se tratabade servir a la sociedad desde institucio-nes propias (parroquias, colegios, hos-pitales…) sino “de estar” en la sociedadsin la protección del estatus clerical, es-tar “con la gente”, no de cualquier ma-nera, sino “vivir con” la gente, de modoque “el estar” acabe convirtiéndose en“ser como” la gente.La opción por la fábrica y el trabajo

manual son la consecuencia de esta for-ma de querer estar en el mundo, funda-mentada no en la palabra sino en la pre-sencia. La motivación es obviamenteeclesial y parte de una vivencia espiri-tual, fruto de percibir que la BuenaNoticia no llegaba a los pobres. Y cau-sa a su vez en los CO un profundo cam-bio espiritual en la forma de pensar yacercarse a Jesús. Para ellos, ser obreroy querer ganarse un sueldo con su tra-bajo no es por necesidad económica si-no como la única manera de estar encontacto con la clase obrera. Por estamisma razón no aceptaban la definiciónde “curas en el trabajo”, sino que prefe-rían la de “curas obreros” porque abar-caba un sentido más amplio.Para unos, el proceso de encarnación

significaba querer caminar hacia los po-bres, ser pobre y con la sola presenciadar testimonio, al estilo de Carlos deFoucauld. Para otros significaba, ade-más, participar activamente en el movi-miento obrero y en sus luchas, asu-miendo responsabilidades sindicales sihacía falta. Es lo que se denominó“compromiso temporal”. Una vez másla pregunta era qué significaba la pala-bra “encarnación”. La jerarquía eclesialveía peligroso el sentido que los CO da-ban al compromiso temporal. En la lí-

nea de la Doctrina Social, serían acusa-dos de alimentar la lucha de clases y defilocomunismo.

1.2. Una nueva forma de vidasacerdotalLa aceptación de “Iglesia en estado demisión” obligaba a repensar las relacio-nes entre sacerdocio y misión. DesdeTrento el perfil del sacerdote era el de“hombre sagrado”, “separado” de losotros hombres, “alter Christus”, “me-diador de Dios”. La doctrina de los úl-timos papas, Pío X, XI y XII, habíaacentuado aúnmás este perfil. Roma vioen el ministerio que proponían los COuna especie de “sacerdocio disminuido”o, peor aún: un atentado contra la trans-cendencia del sacerdocio.Los CO proponían una nueva forma

de presencia evangélica desde el silen-cio y el testimonio. En el corazón de suespiritualidad no se encuentra nada másque el seguimiento de Jesús (Mt 16,24)como resultado de una forma dinámicay viva de entender la fidelidad. Así elCardenal Suhard definió esta forma deapostolado con estas palabras: “Serapóstol significa estar al lado de la per-sona humana y de su mundo y mirarde penetrar de valores cristianos todoaquello que hoy está tan lejos del evan-gelio”.Las grandes normas, la liturgia so-

lemne en el altar, la oración, se tuvieronque ir adaptando a los condicionantes desu vida cotidiana: las misas domésticasen el comedor de casa, elmodelo de ora-ción más concreta y ligada a la vida delos barrios y a la convivencia con la gen-te de la calle. Era el mismo proceso de

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encarnación el que obligaba a ello. Escierto también que el cansancio, la so-ledad, el ambiente y un contexto de ma-yor libertad también provocó el aban-dono de algunos.

1.3. Tensiones y prohibición

ElVaticano observaba con inquietud es-ta nueva realidad. La razón era la nece-sidad de preservar la identidad del mi-nisterio sacerdotal y la preocupaciónpor la vida espiritual de los CO: «Romadebe cuidar del alma de los sacerdotes,que corre en las fábricas un enorme ries-go». En el fondo preocupaba mantenerdeterminada concepción del sacerdo-cio: no se puede sacrificar la concepcióntradicional del sacerdocio a la evangeli-zación de la clase obrera. El trabajo enla fábrica dejaba a los sacerdotes ex-puestos a determinados ambientes, yademás, el contacto directo con las lu-chas obreras alimentaba las desconfian-zas y sospechas de contaminación mar-xista. La parte más sensible delobispado francés de dio cuenta de la im-posibilidad de evangelizar desde posi-ciones tradicionales y no veía conve-niente el hecho de sacrificar este tipo deexperiencias pioneras. Pero pronto co-menzaron a circular las exigencias deRoma, que equivalían de hecho a unaprohibición:

a) No al trabajo a tiempo completo.Éste quedaba limitado a tres horas dia-rias.b) No al trabajo en grandes empre-

sas.c) No al compromiso político, ni a

participar en luchas obreras, ni a afiliar-

se a sindicatos con todo lo que esto con-llevaba.El proceso hasta llegar a la prohibi-

ción fue relativamente rápido: los car-denales Liénart, Feltin y Gerlier, obis-pos de Lille, Paris y Lion, decidieronllevar su inquietud hasta Roma, y el no-viembre del 1953, fueron recibidos porel cardenal Ottaviani e inmediatamentepor Pío XII. El papa les comunicó la in-compatibilidad del trabajo manual conel estado sacerdotal: «La vida de un sa-cerdote es el bien más precioso de laIglesia.Yésta no puede confundirse conla vida de un obrero. Porque es una vi-da de oración, de enseñanza y de culto,inconciliables con el trabajomanual. Unsacerdote que pasa la mayor parte de sutiempo en el trabajo manual no puedeejercer la forma superior de sacerdociosi no es de una manera anormal. No esposible seguir exponiendo a los curas aestos riesgos» (Pío XII, texto íntegro enVinatier, Le Cardinal Liénart et la mi-sión de France. Paris, Le Centurion1978).Aquellos obispos tuvieron que aca-

tar sin entender. Con la voluntad de ge-nerar acuerdos, el 19 de enero de 1954comunicaron su apoyo al colectivo deCO pero a su vez les pidieron que obe-decieran las normas del Vaticano: sola-mente tres horas diarias de trabajo, enempresas pequeñas y sin afiliarse a nin-gún sindicato: «Vuestra fe os llevará ala obediencia. Vosotros creéis queCristo instituyó la Iglesia y que ha con-fiado su dirección a los Apóstoles y asus sucesores. Ahora os encontráis antela alternativa entre la fe en vosotrosmis-mos o la fe en Jesús. En realidad es unproblema de fe […] Algunos de voso-

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tros creéis que el papa y los obispos seequivocan. Solamente podemos deci-ros: obedeced. Nadie se equivoca obe-deciendo».Los afectados ven en el endureci-

miento del Vaticano la confirmación desu crítica a una Iglesia alejada del mun-do obrero e inmovilizada por el miedoal comunismo. Desde una tristeza y an-gustia infinitas, el 2 de febrero de 1954publican un comunicado en todos losperiódicos franceses con setenta y tresfirmas: «Las autoridades religiosas hanimpuesto a losCOunas condiciones queles obligan de hecho a abandonar la vi-da obrera y a prescindir de las luchasque llevaban a cabo con sus compañe-ros. Nosotros creemos que nuestra vidade obreros no es obstáculo ni para la fi-delidad a la fe ni para nuestro sacerdo-cio. La sola existencia de los CO ha per-turbado los ambientes habituados aponer la religión al servicio de sus pro-pios intereses». La jerarquía objeta queel lenguaje de la carta traslucía marxis-mo, pero uno de los firmantes respondeque efectivamente es la distancia tangrande entre los dos mundos la que haobligado a los CO, casi sin darse cuen-ta, a utilizar el lenguaje de los obreros.Finalmente el 1 de marzo de 1954

llega la temida notificación de prohibi-ción firmada por el cardenal Pizzardo,secretario del Santo Oficio: a partir deldía 10 los curas obreros dejan de exis-tir. Los que deseen continuar deberánsometerse a las tres condiciones. Pocosdías antes, los días 20 y 21 de febrero,en una dramática asamblea el colectivofrancés, el más numeroso, pide que ca-da uno se pronuncie sobre el dilema«obedecer las directrices de Roma, o

continuar en el trabajo con la excomu-nión». De 95 sacerdotes presentes, 42aceptarán la sumisión, 40 continuaránen el trabajo y 13 de momento no se de-finen, aunque de hecho continuaron tra-bajando. En un largo comunicado diri-gido a los obispos expresan entre otrascosas: «Somos rechazados por el poderestablecido debido a nuestra identifica-ción y participación en la lucha obrera,y porque la Iglesia y la mayoría de susmiembros defienden un régimen, el ca-pitalismo, contra el que luchamos, porinjusto y opresor. La Iglesia lo apoya yaque de este apoyo depende el mantenersus instituciones e incluso sus obras decaridad”. Los religiosos (dominicos, je-suitas y franciscanos), aceptarán en sugran mayoría la decisión vaticana.Algunos buscarán nuevas formas de tra-bajo en la agricultura y en la artesanía,como monseñor Ancel, el único obispoobrero.El colectivo de laMisión de Paris, se

declara mayoritariamente insumisoaunque también la mayoría de ellos vana seguir viviendo como antes, en celi-bato y en pobreza. Su vida se convierteen un doloroso testimonio de la fractu-ra entre iglesia y mundo moderno. LaIglesia se cierra ante ellos y los conde-na al silencio y olvido más absolutosnegándose a reconocer su camino. Nin-guno de ellos, ni después del VaticanoII cuando se autorizó de nuevo a los CO,pudo reemprender el ministerio sacer-dotal. El silencio ha envuelto su testi-monio: el silencio de la jerarquía, que esla que causó más sufrimiento, pero tam-bién el silencio del mundo al cual qui-sieron ser fieles. Silencio tanto de lasociedad como de los medios de comu-

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nicación: desde el 1 de marzo de 1954,ningún otro periódico volvió a mencio-narlos, ni aquellos que con anterioridadles habían dado su apoyo, como fue elcaso del diario LeMonde. Por el contra-rio, se emprendieron medidas contra lostres provinciales dominicos de Franciay contra los PP. Congar, Chénu, Féret yBoisselot que les habían dado su apoyo.Todo parecía perdido. Muchos de

ellos, tanto los que habían aceptado co-mo los que no, se sintieron injustamen-te tratados por aquella Iglesia a la cualamaban pero que no les había sabidotratar como una madre. Así se expresa-ba uno de los sacerdotes obreros: «El lu-gar en el cual trabajo está a punto de ce-rrar. El 10 de marzo mi función se habrávisto terminada. Mi acto de obedienciaa la Iglesia de Cristo supondrá no podervolver al trabajo como lugar de mi mi-nisterio sacerdotal. No quiero recordarahora a la jerarquía aquello que hemosoído tantas veces en relación al aleja-miento de Dios de millones de personasy que por nuestra misión habían empe-zado a sentirlo más cercano. Roma hadecidido que esto terminase.Más allá detantas cosas que seguramente unos yotros hemos hecho mal, mañana el dra-ma de aquella separación continuaráexistiendo y pesando en la concienciade millones de cristianos».La prohibición no podía hacer olvi-

dar la fractura entre la iglesia y el mun-do obrero, y surgen señales que de-muestran que la cosa se había resueltomal, que la herida no estaba aún cerra-da. El sectormás sensible de la jerarquíaes consciente de la gravedad de lo queha pasado y de inmediato habla de la ne-cesidad de «continuar la experiencia

aunque sea de otra forma». Solamenteun mes después de la prohibición, losobispos franceses publican un «directo-rio pastoral en materia social», dondeaceptan algunas de las propuestas de losCO: necesaria renovación teológica y li-túrgica, renovación de la vida parro-quial, necesidad de encontrar nuevasformas del ministerio sacerdotal, aun-que «tendrá que ser siempre respetuosacon la forma de ser tradicional del sa-cerdocio. No se aceptarán nuevos ca-minos…». El 15 de agosto Pío XII au-toriza la reapertura del seminario de laMisión de Francia. El cardenal Feltin deParis permite el retorno al trabajo conhorario completo a aquellos que habíanobedecido, pero se mantiene la prohibi-ción de ir a las grandes fábricas. Enoctubre se funda la “Misión Obrera”bajo la responsabilidad de l’abbé Fros-sard.El cuestionamiento del ministerio

sacerdotal en el campo laboral abrió laspuertas a otros cuestionamientos en re-lación al trabajo, la política o el celiba-to, pero el problema de los CO era sen-cillamente la inserción en el mundo deltrabajo. La confusión entre las dos pro-blemáticas produjo muchos malenten-didos.

1.4. El Concilio y la rehabilitaciónLa elección el 1958 de GiuseppeRoncalli, Juan XXIII, despertó toda cla-se esperanzas. Había sido nuncio enParis desde 1944 hasta 1953, poco an-tes de la prohibición de los curas obre-ros y por tanto había vivido el conflictodesde dentro y en los momentos de ma-yor ebullición. Su origen humilde y ru-

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ral, su actitud de pastor y la amistad conlas figuras más significativas del obis-pado francés le predispusieron a favor,pero probablemente su concepción tra-dicional del sacerdocio lo llevaron acompartir los miedos del Santo Oficio.Poco tiempo después de ser elegido, el1959, el cardenal Feltin le planteó denuevo el tema, pero recibió por escritola misma respuesta del cardenal Pizzar-do: “no”. Y Roma quería que ahora el“no” fuese un “no” definitivo.Pero se volvió a plantear en el

Concilio. Juan XXIII había dado espe-ranzas que el problema de los CO se re-solvería en el Concilio. Y así fue. PabloVI, que siempre había tenido muchasimpatía por este modelo de evangeli-zación, hizo público el 23 de octubre de1965 la autorización. Lo anunciaron losobispos franceses: «El obispado fran-cés, con la autorización de la SantaSede, se propone autorizar a un peque-ño número de sacerdotes a que trabajeen horario completo en las fábricas».Señala que «la misión que se confía aestos sacerdotes será considerada comoesencialmente sacerdotal y destinada alanuncio del evangelio». Los sacerdotesen el trabajo podrán inscribirse en el sin-dicato, pero no podrán ocupar cargossindicales. La expresión ya no será la de“sacerdotes obreros” sino “sacerdotesen el mundo del trabajo”.Como consecuencia de ello, el 7 de

diciembre del 1965 el Concilio aprobóel “Decreto sobre el Ministerio y la vi-da de los sacerdotes”, donde se afirma(nº 8): «Todos los presbíteros son en-viados a colaborar en esta obra de(evangelización) ya ejerzan el ministe-rio parroquial o interparroquial, ya se

dediquen a la investigación o a la ense-ñanza, ya realicen trabajos manuales,participando, con la conveniente apro-bación del ordinario, de la condición delos mismos obreros donde esto parezcaconveniente».

1.5. Treinta años despuésTreinta años después en Francia eranmás de quinientos, en Italia, España yBélgica más de cien en cada país y otrosen Alemania, Suiza o Portugal. En al-gunas diócesis se dio a los candidatosuna formación específica en forma deseminarios, a aquellos interesados en laopción por el mundo obrero. Las voca-ciones respondían a los mismos objeti-vos de la Misión Obrera y, adaptadas alcontexto europeo, encontraban su inspi-ración en el mismo espíritu de la Teo-logía de la Liberación y la Conferenciade Medellín (1968). Europa vivía unmomento de euforia por el crecimientoeconómico, pero atenazaba también elmiedo que provocaba la guerra fría y losrecelos contra el comunismo. Los COsufrieron por partida doble, por parte dela jerarquía y por parte de los empresa-rios, sobre todo los de las grandes em-presas como Renault en Paris, o Fiat enTurín.El espíritu de pobreza, el contacto

con el obrero, la humilde vida domésti-ca y la oración vivida en pequeña co-munidad, eran el humus espiritual quetodos dicen respirar como unmodelo devida y fidelidad al evangelio. Empiezanunos pequeños encuentros de herman-dad, hasta que en el año 1988 se convo-ca el primer encuentro europeo. Desdeentonces se han producido encuentros

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anuales alrededor de Pentecostés. LaPommeraya, Basilea, Barcelona, Setú-bal,Waterloo oEstrasburgo, han sido al-gunas de las ciudades donde se han re-alizado estos encuentros. Encontrarseha facilitado el conocimientomutuo y lafraternidad. Ha ayudado a vencer el ais-lamiento, pero sobre todo ha facilitadola construcción desde el evangelio de unpensamiento común ante un mundocambiante y una jerarquía que tolera,pero que va en dirección contraria.Ellos, desde el anonimato, desde ras detierra, han vivido una vida fundamen-talmente enraizada en el mensaje deJesús.Poco tiempo después del 1954 un

grupo de insumisos empezó a encon-trarse de manera informal pero regular.En el encuentro anual de CO de Franciael año 1991 (treinta y siete años des-pués), fueron invitados a compartir suitinerario de silencio. Considero intere-sante transcribir una parte de sus refle-xiones porque probablemente puedenser compartidas por otros que puedenhaber tenido experiencias de exilio pa-recidas: «Durante estos largos años,más de 37, algunos de nosotros nos he-mos ido encontrando para poner en co-mún aquello que para cada uno resultaesencial. Constatamos que después de37 años sin misión, nuestra perspectivaes otra, también nosotros hemos cam-biado. Nuestro camino ha sido más es-piritual que misionero (…) y en este ca-mino espiritual, Jesús sigue siendo, paranosotros, con toda su fuerza de silencioy acogida, el camino, la verdad y la vi-da. ¿Qué queda de aquel sueño portransmitir su mensaje a la clase obreramediatizada por una institución anacró-

nica y una dogmática cerrada? Para nos-otros queda, sobre todo el inmenso en-riquecimiento que resultó del encuentroentre el cristianismo y una cultura obre-ra, supuestamente atea. Los que vivi-mos los primeros pasos de este encuen-tro, entre riesgos y peligros, pudimosdisfrutar de las promesas, libertad y gra-tuidad del evangelio. Vivimos el evan-gelio, y todavía lo vivimos en la actua-lidad, como una simiente que en sucapacidad espiritual de acogida puedeabsorber, deshaciéndose, las sustanciasespirituales que le ofrece, como un hu-mus, el actual contexto humano» (in-tervención de un CO “insumiso” en elencuentro internacional de pastoralobrera de 1991).Otro de los insumisos, Henri Perrin,

antes de morir (25 de octubre de 1954),había escrito: «Más allá de lo que ha pa-sado, el problema de fondo permanece.La participación en la vida obrera me hahecho tomar conciencia del abismo quesepara el cristianismo del mundo del si-glo XX. Es un abismo demasiado amplioy profundo para poder creer que cual-quier iniciativa o nueva institución lapodrá llenar. Es imprescindible un tra-bajo de fondo, que será oscuro, lento,hecho a menudo de muerte y sufrimien-to donde, como en el ajedrez, perderpiezas será necesario para ganar lenta-mente la partida. Serán tentativas quepermitirán que los rostros hoy ocultos sepuedan manifestar. Esto, que para algu-nos pueda parecer un juego de ajedrez,a mi me parece el primer paso, inevita-ble, de un camino que hay que caminara fin que la Iglesia y el mundo del sigloXX puedan encontrarse. Un amigo medecía que las piedras que se habían

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colocado para hacer de puente habíancaído al agua. Algunos las consideranperdidas, otros sin embargo siguen cre-yendo que han quedado en el fondo pa-ra que sea más fácil un día volver a le-vantar el puente caído» (recogido por E.Poulat, p. 134).

1.6. Los CO en Cataluña y en elestado españolEn España el movimiento de curas queoptaron por trabajar manualmente, em-pieza después del Concilio y en el con-texto de los movimientos sociales yeclesiales ligados a la transición. Desdeprincipios de los 60s son ya muchos loscuras que promueven una nueva pre-sencia pastoral en los barrios periféricoso suburbiales, mayoritariamente com-puestos por población inmigrada.Algu-nos, con el propósito de “superar” losMovimientos Apostólicos Obreros, ini-ciaron en los barrios comunidades po-pulares que pronto se organizaron a ni-vel territorial. Desde el año 1963 ya hayCO en Vizcaya (Bandas de Etxebarri),Barcelona, Sabadell, Terrassa, en lascuencas mineras de Asturias, Cartage-na, Málaga y en otras ciudades. El año1966 nos encontramos en el contexto deuna “Semana de Pastoral Obrera” enSevilla. Allí se presentaron los princi-pios que inspiraban el movimiento, losmismos que años atrás habían inspiradolos CO de otros países: identificacióncon la clase obrera, fidelidad al Dios delos pobres, la voluntad de vivir un sa-cerdocio pobre, servidor, entre la gente,sin ningún poder clerical. En la clausu-ra, el cardenal Bueno Monreal sorpren-de a los asistentes con unas palabras im-

pensables por su parte antes del conci-lio: «No niego a ningún sacerdote el tra-bajo como obrero; porque no va a tra-bajar simplemente como obrero, sinocomo sacerdote. Si el ministerio sacer-dotal, dadas las condiciones sociológi-cas, pide que el trabajo del sacerdote serealice machacando o fundiendo hierrocon los demás, hará este trabajo comosacerdote. Hermanos: os pido que noslancemos a la evangelización de los po-bres, especialmente del mundo del pro-letariado urbano y rural hoy alejado dela Iglesia».El mismo año 1966 los jesuitas cre-

an la Misión Obrera con el objetivo depreparar a laicos y sacerdotes para el tra-bajo en las fábricas. Forman parte delmovimiento popular en plena ebullicióndurante la transición. Se sitúan en unaiglesia de base que, impulsada por elconcilio, promueve un nuevomodelo deevangelización y participa en las movi-lizaciones obreras y en las reivindica-ciones vecinales. Entre los seminaristasde Barcelona había nacido un grupoque se autodenominó “la Obrera” o la“Fiambrera”. Esta iglesia, que se oponíaal nacionalcatolicismo, será víctima derepresión, condenas, multas y detencio-nes. Recordemos, por ejemplo la mani-festación de curas en Barcelona el 11 demayo del 1966; el famoso proceso 1001que tuvo lugar el 1973 y que entre losacusados había un cura obrero que fuecondenado a veinte años, o la prisión pa-ra sacerdotes en Zamora. Al mismotiempo, estábamos en un momento decrecimiento económico e industrial,bueno para la clase obrera, pero quepronto, y en el momento del máximoauge de los CO, derivará en las prime-

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ras crisis y en el inicio del desmantela-miento del tejido industrial. La pérdidade impulso del movimiento obrero afec-tará también al colectivo de CO: des-pidos, trabajo en pequeñas empresas,etc.Los encuentros estatales de CO

nacen el año 1982 en Pozuelo de Alar-cón, aunque estos encuentros no seránestables ni se coordinarán con los en-cuentros europeos hasta el 1987. Los

encuentros anuales conjuntos de Cata-luña,Valencia y Baleares, a los que asis-ten la mayoría, habían empezado unosaños antes, el 1978. El colectivo catalánlo conforman unos treinta curas obreros,hoy ya casi todos jubilados. Todos elloshan mantenido el trabajo manual (meta-lurgia, hospitales, artes gráficas, cons-trucción, peonaje agrícola, taxi, limpie-za, recogida de basura) hasta sujubilación.

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Pero, afortunadamente, ponen por es-crito las reflexiones que hacen en voz al-ta. Son las “Memorias” o “Cuadernos”(en adelante citados por “C”) desde elaño 1978, a las que ya he hecho refe-rencia. En ellas manifiestan las motiva-ciones, la espiritualidad, el compromi-so, las flaquezas…con lenguaje directo,de expresión sencilla, sin palabras vací-as o empalagosas. Cada uno de estosCuadernos supone un sedimento de vi-da, experiencia acumulada de evangelio

pero en el conjunto, después de 32 años,hay teología, a veces, implícita peromuy evidente y sobre todo hay espiri-tualidad. Los títulos son por sí solosmuy significativos y corresponden a lostemas propuestos por el encuentro decada año.

1ª. Procesos personales. Mirando elmundo obrero ymirando a la Iglesia.2ª. Realidad obrera, realidad deIglesia, realidad personal.

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2. ESPIRITUALIDAD

Una de las características más remarcables del grupo de CO deCataluña, Valencia y Mallorca es la discreción: escasamente se hanmanifestado públicamente, o han sido noticia, o han intervenido en losmedios de comunicación. Han preferido hablar más con hechos quecon palabras. Han encarnado, valga la redundancia, aquello de “laPalabra se hizo carne”. No ha sido tanto por pudor como por fidelidadal principio de estar debajo de todo, conscientes de que esto de sercura obrero es una opción arriesgada y puede ser objeto de instru-mentalización: “Los pobres te hacen socialmente y políticamente pode-roso, tienes relaciones con la prensa, con el mundo políticoW y poco apoco puedes dejar de ser uno de ellos”.

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3ª. La incidencia de aquello especí-fico obrero en nuestro sacerdocio.4ª. La iglesia, cómo la vivimos, có-mo la queremos, cómo la vamos ha-ciendo.5ª. Pastoral y espiritualidad obrera.6ª. (no se editó)7ª. En torno a la “iglesia popular”.8ª. Nuestra plegaria de SacerdotesObreros.9ª. Nuestras comunidades y el papeldel sacerdote en ellas.10ª. La marginación y el evangelio.11ª. Hacia un mística de izquierdascomunicable.12ª. Nuestro espinazo teológico o¿qué hilo nos sujeta?13ª. ¿Qué cotidianeidad vivimos?¿Qué nos mantiene?14ª. Sacerdotes trabajadores en unmundo en cambio permanente.15ª. ¿Qué dice el capítulo primero dela carta a los Efesios?16ª. Cultura obrera “viejos y nuevosvalores”.17ª. Los nuevos apartheid.18ª. Cambio de paradigmas.19ª. ¿Qué mundo nos viene…?20ª. ¿Qué “gemidos” escuchamos yqué valores descubrimos?21ª. Alternativas al neoliberalismo.22ª. Participación y corresponsabili-dad para una nueva cultura.23ª. Salidas a la precariedad galo-pante.

24ª. Los nacionalismos.25ª. Búsqueda de Dios, pluralismo ysecularización.26ª. Los inmigrantes.27ª. La nueva espiritualidad queemerge.28ª. Repensar las formas religiosas.29ª. Desde la teología feminista: elhecho religioso.30ª. Perfiles de la Iglesia que esta-mos construyendo.31ª. Diálogo, proceso de paz, reso-lución de los conflictos nacionales.32ª. Crisis global: sufrimiento y re-to.

Ciertamente, las formas con las quehace cincuenta años se concretó la vo-luntad de evangelización entre el mun-do de los pobres hoy habría que adap-tarlas. Los cambios en la clase obrera,en la iglesia, en las condiciones labora-les y de la empresa, en el ministerio o elfenómeno de la secularización, definenhoy un marco muy diferente para laevangelización. Sin embargo, y ésta esuna de las tesis del presente cuaderno,las razones de fondo y la espiritualidadque los motivaron no han perdido ac-tualidad.Finalmente, una observación de mé-

todo. He ordenado los temas según laslíneas de fondo que me han parecidoejes transversales presentes en todos losdocumentos. Y he preferido dar la pala-bra a los mismos protagonistas transcri-biendo fragmentos, como si fuera una“voz en off”, más o menos “coral” y au-tocompensada, con una breve introduc-ción para cada uno de los temas trata-

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dos. La riqueza del testimonio directocreo que compensa el riesgo de la utili-zación de las fuentes sin filtros. Hay queagradecer al colectivo de CO de Catalu-ña, Valencia y Mallorca que, a pesar desu modestia y manteniendo el anonima-to, hayan permitido hacer públicas al-gunas de sus vivencias.

2.1. Ser obrero2.1.1. Los orígenes y el porquéEs el itinerario de una aventura espiri-tual. Aparte de algunas excepciones, lamayoría no proviene de familias de laclase obrera. Se trata de una opción quenace de la fe, resultado de la lectura delevangelio y del convencimiento de queel amor de Dios pasa por los pobres.Había que ir donde se encuentran, a lasfábricas y los talleres, al campo, al tra-bajo manual como la mayoría de la gen-te. Fue un lanzarse, quemar las naves...Ahora “ya estamos allí”, y llevamosaños. Están donde querían estar, dondeles “toca” vivir. El mundo obrero es sucasa, su terreno, su “heredad”. El puntode partida espiritual es el misterio de laEncarnación y el deseo de quererse fu-sionar con el mundo obrero.Aquello del“Deus Absconditus” en medio de la de-bilidad. Como Jesús, que «aunque erade naturaleza divina, no se aferró al he-cho de ser igual a Dios, sino que renun-ció a lo que le era propio y tomó natu-raleza de siervo» (Flp 2,7).

«¿Por qué me hice cura obrero?Porque para el evangelio lo importan-te es estar en una dinámica de pobre-za... ser pobre. Trabajo y barrio obre-ro te hacen sentir parte del mundo de

los pobres, primero como una opción,pero poco tiempo después ya lo eres‘por narices’, no puedes irte. Esto noslleva a vivir ‘la Iglesia de los pobres’ ya entender que ‘evangelizar’ es anun-ciar que los pobres están salvados,que en ellos hay la salvación, y que só-lo es posible evangelizar a los pobresdesde la pobreza y con medios po-bres» (C.10).

«Por compromiso con los pobres, por-que en casa éramos pobres, mi padrey mi abuelo obreros, así fue mi fami-lia. Porque en casa éramos payeses...porque me sentía incómodo con el he-cho clerical. El corazón demi identidades de creyente y trabajador» (C.3).

«Por una cuestión de justicia, no de“pastoral”. Y si en algún caso teníamosalguna intención escondida de instru-mentalizar el trabajo “para evangeli-zar” pronto este “para” ha desapare-cido. Lo importante es “ser obrero” yserlo sencillamente y gratuitamente,sin las intenciones del vendedor. Enlas relaciones entre personas jamásse tiene que introducir un “para”»(C.3).

«Yo me hice sacerdote al “convertir-me” ya de mayor, y el centro de mi vi-da sigue siendo ahora, como lo era an-tes, mi dimensión religiosa y cristiana,más que la sacerdotal» (C.8).

«Empecé a descubrir que la Palabrade Dios era Vida. Pero desde el lugaren el que estaba empecé a sentir in-comodidad. Y entré en el mundo obre-ro. Ha sido un proceso progresivo. Alcabo de unos años observé quemi lla-mada hacia “los pobres” tenía que irmás allá a raíz de ir descubriendo elmundo de la miseria. Y sigue el pro-ceso, ya que aún estoy distante de es-

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te mundo y veo que siempre hay unpeldaño más abajo» (C.10).

El corazón de su vida es el trabajo,la imprenta, el taller, la construcción, eltaxi, el trabajo del campo, la cooperati-va, el paro o el mundo de los inmigran-tes. Y todo esto con las limitaciones quecomporta sobre la calidad de vida y to-do lo que supone de desarticulación so-cial: habiendo huido del mundo clericaly lejos de la casa caliente y estructura-da. Es aquello de ver a Dios sin omni-potencia, el Dios que está al lado de lasvíctimas.

«He pagado la novatada. Al principioesperaba resultados, cambios en losdemás, quería ver “los frutos”. Pero heido entendiendo que quien va cam-biando eres tú. Se da un empobreci-miento progresivo en todos los senti-dos, tanto físico como intelectual. Teves más débil, más vulnerable, vascambiando de mentalidad. Te vuelvesun “trabajador normal” con todo lo queesto quiere decir. A veces lo llevo mal,caigo en la trampa de vivir este entie-rro no en el sentido positivo sino comoun proceso descendente: notas que tevas deteriorando. Sé que el grano noverá jamás la espiga... Cuando lo vivoasí pido perdón, porque para mí sercura obrero es un don, un regalo queDios hace a algunos, un regalo quemeha hecho a mi» (C.13).

«Me despidieron de la empresa don-de trabajaba como mecánico de man-tenimiento. Me cogieron en un tallermetalúrgico de tornero, 12 horas dia-rias, salario el mínimo y lamitad ‘en ne-gro’. O aceptaba esto o nada» (C.20).

¿Pero sirve de algo? ¿Cómo hablarde Dios en un mundo en el que la ma-

yoría vive en la pobreza? ¿Cómo pue-den creer que Dios es liberación? Hanvivido el evangelio comoBuenaNoticiapara los pobres, pero los pobres no se locreen.

«Vivimos la grave incomunicación en-tre iglesia y mundo obrero. Lo que pa-sa es que los que van a misa tampo-co se creen que Dios es liberaciónpara los pobres. A menudo nos senti-mos más próximos con los pobres-no-creyentes que con muchos de los quevan a misa» (C.4).

«Dios me salva a través de mi pobre-za, pobreza que me ha hecho aceptara los pobres. Pobreza que es ‘putamierda’. Si no eres pobre jamás teaceptarán, aunque vayas a ayudarlos.Tu pobreza es lo que te acerca y gra-cias a ella ellos te entienden, e inclu-so te perdonan tus faltas, porque ellostambién las tienen. Nunca antes comoahora he visto mis limitaciones y misdefectos. Pero los pobres me hancambiado la vida, ven mis limitacionescomo yo veo las suyas. Si no conocentus debilidades, ¿cómo te aceptarán?Tú le quieres, él te quiere. Ya no vie-nen a aprovecharse de nosotros por-que somos tan pobres como ellos. Sino hay un lazo común con su pobre-za, no hay aceptación» (C.11).

«No es posible ser ‘creyente’ sin ‘pa-sar’ por los explotados de la tierra, sinexperimentar en la propia carne lo jo-dido que se ha puesto para los pobrespoder vivir dignamente. Por esto lo no-tas incómodo con el “cristianismo” quese vive mayoritariamente en la Iglesia.No queremos dar lecciones ni defini-ciones de nada, pero tampoco cree-mos que el evangelio sea interpretablede tantas formas. Es imposible la vi-

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vencia de nuestra fe en Jesús deNazaret sin un compromiso absolutocon los más débiles, compartiendo lavida con ellos» (C.3).

«Por historia me siento miembro delmundo obrero y siempre del mundoobrero más pobre (abuelos, padres, elpueblo de donde venimos). Necesitoque el colectivo de CO tenga sentido...¡esto tiene que tener sentido!» (C.12).

2.1.2. Las primeras experiencias delcontacto con el mundo obreroPor diferentes razones el colectivo re-salta la dureza del choque al incorpo-rarse al mundo laboral, a la empresa oal taller. Primero las dificultades inhe-rentes a la vida obrera para los que noestán acostumbrados: horarios difíciles,levantarse a las 5 o las 6 del mañana, elturno de noche o cambio de turnos, lle-gar tarde a casa, cansados y con sueño,el frío, las largas distancias a las zonasindustriales, el transporte público, la ex-periencia de la limitación personal físi-ca, psicológica o en todos sentidos.Dentro del taller, la explotación y las hu-millaciones, a veces del capataz, que tetrata como una pieza, o de los mismoscompañeros que resisten más o los des-pidos, en contraste con la parroquia enla cual eres alguien y tenías la vida ase-gurada.

«Pero, como contrapunto, ‘te encuen-tras bien’, ‘palpas’ que ellos son los tu-yos, y es aquí donde nace la amistad.‘La forma de ser cura’ te había distan-ciado de la gente..., aquí no eres el ‘cu-ra’ sino uno más, has pasado de ser el‘hombre-religioso-por-oficio’ a una‘persona normal’. [...] Es lo que haselegido, tienes que aceptarlo, has de-

jado liderazgos, estás al mismo nivelque ellos [...] tomaste la opción de noser ‘cura’, eres simplemente un peón:te toca escuchar los chistes de muje-res, de sexo, de curas, de la iglesia, delos políticos [...] Muy a menudo no sa-bes qué hacer o qué haces allí, te do-mina la sensación de impotencia y desoledad» (C.3).

«Empecé en el mundo del trabajo (sinpermiso del obispo) aprendiendo a pin-tar coches. Una experiencia dolorosapor la edad, delante de chiquillos quesaben mucho más que tú» (C.14).

El contacto con el mundo obrero yde la pobreza los ha cambiado. No setrata de ir a “ayudar”, sino de “no po-der” ayudar porque eres pobre.

«Dios me ha cambiado a través de mipobreza. Nos guiamos por el esquemaburgués de ir a ayudar. El único que tepuede cambiar es el pobre que te rom-pe el esquema burgués y eclesiástico,siempre distante, compasivo. [...] Losmarginados pueden ser locos pero noburros. Al principio te buscan comouna teta. Pero en un segundo mo-mento, ¿a quién aceptan? ¿A quiénquieren? Entras en un terreno deamistad profunda y cuasi mística. Tehan cambiado. La clave debe estar ensaber amar lo que no tiene aparienciaamable, como el siervo de Yahvé.Tienen que saber que no juegas consegundas. Y además, no le engaña-rás, puede que en tu interior perma-nezca la actitud ‘de ayudar’, y esto ha-ce daño. Sólo cuando esto cae,cuando no eres nadie, entonces ya novienen por el favor que buscan sinopor tu ternura. Entonces ya podéis seramigos» (C.11).

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«La vida obrera simplifica –purifica– yenriquece muchas cosas. Nos ha ayu-dado a disfrutar de las cosas cotidia-nas y de espacios de felicidad ‘bara-tos’, pero sobre todo hace más limpiala relación con los demás. ¿Es posible‘encarnarse’ en el mundo de la pobre-za y la marginación?, ¿cómo hacerlo?Porque vives entre la posibilidad de te-ner poder y no querer tenerlo, entre laactitud más ‘profética’ y la más ‘posi-bilista’, entre la Iglesia y el Reino»(C.5).

«A pesar de la incomunicación denuestra vivencia de fe, el caso es quenos sentimos profundamente vincula-dos a esta gente sencilla que nos ro-dea en el trabajo y en el barrio, dondese va consumiendo nuestra vida. Estaligazón humana es un elemento muyfuerte que vivimos y sentimos, y esquizás la motivación más profunda denuestra vida. Queremos estar presen-tes en este mundo obrero al cual nosha llevado nuestra historia y nuestrocompromiso de estar con los pobres»(C.4).

«A veces notas que la relación con loscompañeros es demasiado débil, erespoco transparente, no tienes amista-des seriasW Por el contrario, cuandote lanzas de lleno, en un primer mo-mento notas una cierta falta de equili-brio interior (como un tornillo pasadode rosca), se te reducen los espaciosde plegaria, de lectura, de cultivo inte-riorW» (C.5).

2.2. Ser cura2.2.1. Sacerdocio “de frontera”Cuesta descubrir la “identidad” del sa-cerdote. En el sacerdocio institucional

hay mucha “usurpación” de lo que essencillamente el sacerdocio común a to-do bautizado. La figura del sacerdoteaún tiene un fuerte ascendente social:tiene estudios, tiene posibles contactospolíticos y culturales, tiene las espaldascubiertas, forma parte del cuerpo cleri-cal.

«¿Qué incidencia tiene aquello espe-cíficamente obrero en nuestro sacer-docio? Siendo obrero, el sacerdociodeja de ser una actividad ‘profesional’y afecta a toda la persona: vives unaplena dedicación, no medida por eltiempo laboral-pastoral, al cual tengasque dedicar la cabeza y las manos, si-no por toda una situación vital en laque, además, quedan involucrados elcorazón, los riñones, el hígado... Estote hace sentir ‘sacerdote’ de una for-ma totalmente nueva, que no puedesdefinir, pero que es ciertamente másprofunda» (C.3).

«Nuestro sacerdocio es ‘de frontera’,un peregrinar por el mundo y con du-das. El mundo obrero ha incidido encada uno de nosotros, y en nuestro sa-cerdocio. No nos lo ‘proponíamos’, ha‘salido’ así, hemos hecho un camino,hemos cambiado como personas, y derebote como sacerdotes. Quiere decirque, a pesar de las diversas ‘interpre-taciones sacerdotales’ que hay entrenosotros, tenemos una forma de ha-cer, una sintonía profunda: no somossacerdotes en el mundo obrero, sinoobreros y sacerdotes» (C.9).

«Mi ‘ser sacerdote’ es el trabajo ma-nual. Si quisiera podría elegir ganarmela vida de otro modo, pero he elegidoestar con ellos» (C.14).

«El ministerio está al servicio delReino. Si fuera posible hacer la distin-

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ción entre la realidad del Reino –‘res’–y su virtuosismo externo –‘sacramen-tum’–, diría que el trabajo nos ha cen-trado en la ‘res’, más que en el ‘sacra-mentum’, somosmás hombres de vidaque de sacramentos» (C.8).

«Siempre he visto el sacerdocio minis-terial como un ‘signo’ sacramental,tanto si ejerces las funciones como sino. Tanto eres ‘signo’ en el trabajo co-mo en la liturgia» (C.14).

«Más que ir dando vueltas sobre elsentido profundo del sacerdocio, esmás importante vivir y compartir la fe,la persona de Jesús, la encarnación.Ésta es la cuestión vital, ya que la vi-da se nos escapa y en ella nos lo ju-gamos todo» (C.9).

«El choque es cuando empiezas a co-nocer en propia carne la vida dura delobrero. Vives tensiones en el trabajo[...]. Algunos sienten la vergüenza deser sacerdote, otros se vuelven suspi-caces con las personas que te valoranpor el hecho de serlo. Cambia tu uni-verso de afectividad, incluso el modode relacionarte con la mujer. Es vivir laEncarnación y tener conciencia deanonimato. Entonces te das cuenta dela situación de privilegio que te veníapor ser ‘cura’. Más aún, no sólo se tecambia la forma de hacer de sacerdo-te, sino de entender la vida: más ca-paces de entender la debilidad huma-na, mayor unificación interior, mayorcoherencia entre el creer y el vivir, ma-yor libertad. [...] Por otro lado pronto tecae el idealismo con el que veías elmundo obrero, junto a la entrega vesegoísmo, cerrazón, mentira, “esquiro-laje”, afán de subir. Pero te encuentrasbien compartiendo esta pobreza radi-cal, tan a fondo. Has dejado liderazgos

y te encuentras al mismo nivel de lamayoría de la gente. Tú también erespecador» (C.12).

2.2.2. La Carta a los HebreosLa lectura de la carta a los Hebreos (2,17-18 i 10, 4-20), ha sido para ellos unarevelación del sentido de fondo del sa-cerdocio. Parte de las “funciones” ritua-les de los sacerdotes del tiempo deJesús, que Él transforma en vivencias.Cristo es sacerdote a través de toda suvida. En Él la “vivencia” sacerdotalqueda contrapuesta a la pura “función”sacerdotal. No es un “funcionario” quese encarga del culto, sino que vive sa-cerdotalmente.

«Él, pues, coloca en su lugar la fun-ción que hacíamos ‘como sacerdotes’:ya no pueden haber más sacerdotesal estilo del Antiguo Testamento, sinoal estilo de Cristo. Nosotros no pode-mos ser otra cosa que seguidores deAquel que ha asumido la realidad hu-mana tan a fondo».

«El mundo obrero nos ha ayudado aevolucionar como sacerdotes: no nosqueda nada de la mística del ‘segre-gatus’, somos hechos del mismo ba-rro. Estar ‘metido’ en la vida normal dela gente es lo que da mayor valor al‘sacerdocio’. Puede ser incluso que tesientas más sacerdote en la fábricaque en ningún otro lugar» (C.3).

Pero, a partir de esta visión del sa-cerdocio del Cristo, en el colectivo deCO hay como dos acentos en su viven-cia, los que acentúan la función misio-nera del ministerio y los que ponen elacento más bien en la reducción de estafunción.

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«El sacerdote es el hombre de Dios,de la fe y de los demás, para acompa-ñar. Y es así, asumiendo plenamentela humanidad y la dinámica del mun-do obrero que vives y sientes este ‘sa-cerdocio real’. Y piensas –sobre todoen situaciones muy jodidas– en el‘misterio ontológico’ que supone reco-ger esta vida, con sus injusticias, parapresentarla y ofrecerla al Señor. [...] Elcaso es que en nuestras experienciashemos perdido mucho del sacerdocio‘cultual’, y se ha vuelto como una ex-presión de una experiencia vital. Nues-tro proceso ha sido ir descubriendo vi-vencialmente el valor de la vida... y dela vida en el mundo obrero: en las ga-leras de este mundo» (C.3).

«El hecho de que te conozcan comosacerdote causa una cierta alegría oadmiración esperanzada; ‘si todosfueran como éste...’ es lo primero queoyes. El solo hecho de que un sacer-dote, que es un símbolo de fe, se pon-ga a trabajar, impregna todo el am-biente del taller, incluso ante los nocreyentes. Así pues, sólo trabajandoya ejerces el ministerio sacerdotal.Pero la polarización de la gente en tor-no a la figura del sacerdote es tre-menda. Sería mejor que dijéramos ‘sitodas las personas fueran como és-ta...’. La carta a los Hebreos va másallá de los ‘ministerios’ del pasado y delos ‘testimonios’, plantea una realidadmás profunda. Esto que vivimos no espara ‘ser testimonio’, sino que es unavivencia con densidad por sí misma»(C.3).

«Todo lo que creías tener claro sobreel evangelio, por la formación que hasrecibido y la experiencia anterior, re-sulta que cuando sales a la calle sinprotecciones, no sabes qué hacer ni

cómo moverte. Nos formaron para ha-blar y para dirigir. Pero cuando sóloeres uno entre los demás, ¿qué dices?¿cómo comunicas tu vivencia obrera-evangélica? Tu vivencia obrera es lamisma que la de los demás, y tu vi-vencia evangélica les parece una cho-rrada. ¿Cómo puedo pedir a un com-pañero que no siente lo mismo que yo,que entienda mi mística? La místicade renuncia sólo es de quien ha teni-do alguna cosa, pero, ¿y quién no hatenido nunca nada?» (C.3).

2.3. Ser contemplativos2.3.1. Espiritualidad “de encarnación”Han vivido una espiritualidad de “en-carnación”. Al principio iban a “encar-narse”, ahora ya saben que son “de lamisma pasta” que el mundo obrero. Estoda otra situación. Antes hablaban de“opciones”, ahora están allí. El itinera-rio espiritual ahora es al revés, ahora setrata de cómo “aceptan” lo que les vie-ne dado por la vida por la que optaron.

«Es como un ‘digerir’ interior, necesi-dad de vivir la fe con mayor profundi-dad, mayor cultivo de la vida interior.Podríamos decir que es una espiritua-lidad:

– de ‘desierto’, de estar con los po-bres para encontrar a Dios, quedasdesnudo de seguridades, te conducehacia una mayor simplicidad, elevangelio se te reduce a tres o cua-tro cosas muy fundamentales.

– ‘escatológica’, mirando allá, nos hapasado como a Jonás, hemos apren-dido a relativizar nuestros tiempos,ya no buscas resultados palpables,no ‘esperas’ nada de lo inmediato, de

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la euforia primera hemos pasado auna constancia más gris, pero másmadura y serena.

– de ‘compartir’: hemos entrado a for-mar parte de la ‘debilidad’ humana,de los de abajo. Pero es una debili-dad compartida, sabes que no eresnadie y que sólo es posible avanzarsi lo hacemos juntos.

– desde “la vida”. En el mundo obre-ro Dios se manifiesta de una formamuy concreta, y hemos aprendido aleerlo y a encontrarlo a partir de es-tas ‘formas concretas’. Mezclados enmedio de la realidad, allá vives aDios, has aprendido a ser un con-templativo a partir de los rostros dela gente que te rodea» (C.5).

«Intento encontrar el sentido quepueda tener mi gris cotidianidad. Ypienso: es precisamente esta exis-tencia gris la que escogí cuando en-tré a formar parte del mundo obrero.Era allí donde quería “enterrarme”para encontrar a Dios. Porque sabesque Dios está también en lo gris,aunque no lo veas: el Dios anonada-do. Y constato que he aprendido acompartir la mediocridad del día dehoy (como el pan del padrenuestro):¿Qué tenemos hoy para comer?¿Qué te duele? ¿Cómo está tu ma-dre?» (C.13).

2.3.2. La oración: desnudos ante DiosSentirse pobre es como estar “desnudo”ante Dios, con todo lo que eres y lo queno eres. También ante los demás hayque “vaciarse” de autoridad, “desnudar-se” de poder igual a comoFlp 2,6-11 ex-presa el “vaciamiento” de Dios en Je-sucristo. Nuestro punto de partida fue el

“vaciamiento” de toda autoridad sacer-dotal. Se trata de parecerse a Jesucristoque «no se aferró al hecho de ser iguala Dios, sino que renunció a lo que le erapropio».

«Sólo desde el vaciarse es posible laplegaria. Si es así, la oración es elaliento de nuestra vida. Todos reza-mos. Sin plegaria personal no podría-mos vivir como vivimos, en la soledad,el anonimato, incapaces ante los pro-blemas del mundo, ni con la alegríaque vivimos y que nos reconocen quevivimos. De hecho, incluso en el tra-bajo somos contemplativos. La plega-ria ocupa un lugar central en nuestravida. Cuando tu vida no es la que sa-bes que llevaría Jesús, te invade unagran tristeza. Querrías que fueseconstante la conciencia de tu relaciónpersonal con Él. Querría que toda mivida fuera una plegaria» (C.8).

«En la primera etapa hacía una ple-garia de cinco horas diarias, distribui-das en tiempos fijos. Silenciosa: ‘Diosme ama’. En el mundo del trabajo al-gunos aspectos de la ‘práctica’ religio-sa se han acabado. Pero no la con-ciencia permanente de que Dios meama: una contemplación o la concien-cia habitual de que Dios está con nos-otros, y escucharlo a través de todo.[...] Ahora no necesito esforzarme pa-ra buscar a Dios, ahora lo encuentro.Antes me esforzaba en descubrirlo enla vida.Ahora, lo encuentro. Pero a ve-ces me siento como a la intemperie yrezando de manera desorganizada,como bajo una tienda de campaña yno en una ‘catedral segura’. Es una fede nómada. He llegado al convenci-miento de que la plegaria depende dela actitud de vida que has tomado. El

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tema no es rezar mucho... sino el es-tilo de vida que llevas» (C.8).

«Dios se hace buscar, me pide. Es elPadre que me despierta cada mañanay a quien doy mi ofrecimiento de cadadía, ‘venga hoy tu Reino’. A veces es-toy aburrido o cansado y aunque nohable con Dios, sé que Él está allí, enla comunicación humana no todo eshablar, también está el amar y las se-ñales de amar. La plegaria es unacuestión de amor. Como en un proce-so de pareja, llega un momento en elque las palabras sobran pero el amoresmás vivo que nunca. [...] Me he sen-tido muy fuertemente amado por Dios.En los acontecimientos duros (muertede la madre, del hermano, de un com-pañero), jamás he dudado del amorque Dios me tiene. He aprendido afiarme en todo de Él, y Él sabrá quéquiere de mí. Sé que todo lo que mepasa a Él le interesa, el dolor, el mal,las alegrías, todo lo que me pasa le in-teresa.Así se abre la dimensión de ac-ción de gracias y de sorpresa. De re-pente, la alegría que tengo setransforma en acción de gracias haciaÉl» (C.8).

«Por la noche, al meterme en la cama,saboreo el ‘Padrenuestro’, poco a po-co, palabra por palabra. Rezo de for-ma fija por la noche, es lo último quehago cada día, aunque venga cansa-do y con sueño. Y también en mo-mentos muy concretos y de duraciónde reloj, si no todo quedaría muy difu-so. Es estarme con ‘Otro’ y referirme a‘Alguien’. Diferente de cuando ‘pien-so’. Pensar, pienso todo el día, perorezar es diferente. Hablo con este‘Alguien’ de aquello que me va preo-cupando (taller, barrio, compañeros,sacerdotes obreros, la última alegría,

la salud de JosepW todo, todo). A ve-ces me obligo a hablar en voz alta. Elbreviario me había ayudado mucho,pero se había ido difuminando. [...]Procuro que cuando rezo (salmos,evangelio, padrenuestro...), sea Je-sucristo quien rece en mí a través deirlo descubriendo: el Padre es tambiénmi Padre. Jesucristo es el camino y lavida de plegaria más segura –no lo hedescubierto yo, me lo dice Él mismo–.Él es el camino de plegaria que te vacambiando» (C.8).

«Voy a misa a la parroquia, pero, a pe-sar de que no hay comunidad,me gus-ta que otro me diga a mí la Palabra deDios, te desnuda del egoísmo, sé queno sintonizo, pero vas en actitud dehumildad. San Francisco también iba,no quería ser clerical. Es bueno pasarpor este embudo» (C.8).

«Tengo necesidad de vivir la fe conmás profundidad, de contraste cons-tante con el evangelio, de ‘ver a Jesús’y de referirme a Él en las dificultadesde hoy. Una reafirmación de la con-fianza con Dios, una búsqueda de es-pacios de silencio, de recogimiento, deplegaria. Un mayor cultivo de la vidainterior. Con el convencimiento de queno hay verdadero edificio social sinuna maduración humana personal, yesto requiere tiempo de paz y de cal-ma. También una cierta prevención acreernos haber encontrado el ‘tesoroescondido’, ya que estamos expues-tos a la debilidad y a los errores. Delmismo modo que la Iglesia ha caídoen las tentaciones, también podemoscaer nosotros. Cristo, que no sucum-bió, acabó crucificado. Quizás nuestrofuturo es también la Cruz» (C.4).

«Me gusta rezar solo, pero necesitotambién rezar en grupo, aunque esté

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en la luna. Estoy enganchado y colga-do de la plegaria oficial, no acostum-bro a fallar, y casi no sé hacer otra co-sa. Suerte de la plegaria colectiva: lasmisas, la liturgia de las horas... Rezarjuntos sólo es posible si el grupo viveen la transparencia hacia Dios. [...] Elesqueleto de mi vida es la experienciareligiosa, la mirada amorosa de Diosen Jesús» (C.14).

«La vida que llevo es de desnudez to-tal, cultural y religiosa. No te sirve denada ser sacerdote. El trabajo secula-riza. De pequeño me encontraba có-modo en el ambiente religioso. Ahoraa veces he añorado un ambiente ‘cris-tiano’ porque en el trabajo no te pue-des expresar como religioso o comocristiano. Soy cristiano clandestina-mente y sólo lo puedo expresar conalgunas personas. Por tanto, estástambién desnudo ante Dios: no hayformas, hay que amarlo y basta»(C.14).

«Este estilo de vida no es posible sinuna profunda vivencia religiosa, ali-mentada con el apoyo de otros com-pañeros que también viven unamismasituación fronteriza y con los que pue-das rezar, celebrar la fe, revisar la vi-da. Sin hacerlo continuamente y co-lectivamente, es difícil que se puedamantener la fidelidad a Cristo y a laclase obrera. Nuestra vida de sacer-dotes-obreros va necesariamente uni-da a la contemplación, al estar conti-nuamente a la escucha de Dios, a unaactitud habitual de plegaria que recojaaquello que es vivo, lo refiera a Cristoy lo devuelva a la vida. ¿Dónde estáDios entre esta gente tan aplastadapor la vida? ¿Quién se acuerda de losaccidentes laborales, de los despidosy cierres de empresa, de la falta de

condiciones, de las horas intermina-bles en los altos hornos?» (C.9).

«¿Dónde está Dios, entre esta gentetan aplastada por la vida? Acercarmeme ha proporcionado una experienciade Dios, del Dios-pobre, que no habíatenido antes. Mis esfuerzos de antes,de autocontrol, de austeridad, de con-versión, me creaban tensión. No sa-bía.Al cambiar la perspectiva desde laque miro el mundo, me ha cambiadola misma visión del mundo. Ahora soymás capaz de entender las Bienaven-turanzas: el Reino de Dios está dondeno hay nada y en los que son nada.Quien se identifique con esto, cambia-rá, Dios lo cambiará. La mística estáaquí» (C.5).

2.3.3. MísticaAquello que llamamos “mística” no tie-ne por qué ser experiencias reservadasa privilegiados. La palabra “mística”tiene mucho de experiencia profunda,de entrega, de totalidad, de plenitud.Sale de dentro, cada uno la vive a suma-nera. El revolucionario vive la místicade la lucha y la liberación. El enamora-do de Dios vive la mística de la fe.

«Todo esto, nuestra vida, la plegariaque respiramos, ¿es mística? Hemosvivido una mística de pobreza... perotambién de libertad y de liberación.Todo lo que ahora me hace estar don-de estoy y hacer lo que hago es por-que Dios está con los pobres. Místicaes estar con la gente, compartir. Diosestá con los pobres y yo soy uno deellos. Dios está con los pobres y losquiere felices, Dios me quiere feliz.Compartir esto desde el fondo del al-ma es mística. Te llena de alegría ver

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cómo las Bienaventuranzas te confir-man que los pobres poseerán la tierrapor felices. Es una mística que me ha-ce feliz también amí yme produce unaalegría profunda, que me gusta podercomunicar y compartir» (C.11).

«Lo que te va uniendo a Él es una re-lación cada vez más profunda, másallá de la relación de ‘dar’ y ‘recibir’ [W]¿Qué es lo que Dios me da? [W]Quizás caminamos por el camino delos místicos, aunque a veces te salede dentro, como a Jesús, el ‘¿por quéme has abandonado?’» (C.8).

«Si hago de carpintero, si celebro o sihago de enfermero, todo consiste endejarse amar por el hecho de que Diosama el mundo, que me ama, que meatrapa, que me enamora, que me in-terpela, que me cambia, que me con-vierte» (C.12).

2.4. Vivir el Reino2.4.1. Encontrar a DiosLa preocupación de los CO se centra enel Reino, no en la Iglesia, que sólo esinstrumento al servicio del proyecto deJesús. El anuncio de la Paternidad deDios es un llamamiento a vivir la filia-ción divina y la fraternidad humana.Esto provoca una mayor capacidad de“sorpresa”, de “admiración” y “ale-gría”. “La Gloria de Dios es la felicidaddel hombre”, dice san Ireneo.

«Mi convicción es que creo de verdadque Dios está cada día entre los po-bres. Dios habla. San Francisco decíaque cuando fuéramos a tierras de sa-rracenos sólo sirviéramos, sin predi-

car. Estoy haciendo de peón de un pa-leta árabe» (C.14).

«Desde el mundo del trabajo se en-tiendemás qué quiere decir la Cruz delCristo y todo el Evangelio en peso:‘¿Dónde está el sabio, el culto, el pen-sador? Nosotros proclamamos a Cris-to. Crucificado. Esto resulta ofensivo alos judíos, y a los no judíos les pareceuna tontería; pero para los queDios hallamado, sean judíos o griegos, eseMesías es el poder y la sabiduría deDios. Pues lo que en Dios puede pa-recer una tontería es mucho más sa-bio que toda sabiduría humana; y loque en Dios puede parecer debilidades más fuerte que toda fuerza huma-na’ (1Cor 1,18-25), o también ‘nuestroSeñor Jesucristo, en su bondad, sien-do rico se hizo pobre por causa vues-tra’ (2Cor 8,9) [...] El hecho de creer seacaba reduciendo a una cosa muysimple: Dios, Cristo y su experienciaen la historia. ‘Simple’, pero ‘definitivo’.Esta manera de entender el evangeliote la crees, ellos te han ayudado. Yempiezas a entender que ser creyen-te quiere decir ‘estar con los oprimido-s’. Desde aquí relees la historia deJesús, y pasas de un ‘Dios-perfecció-n’ a un ‘Dios-en-la-cruz’ que toma par-tido por los pobres...» (C.3).

2.4.2. El ReinoTodos han seguido un camino diferen-te. De aquí los diferentes talantes a lahora de afrontar la dialéctica entreIglesia y Reino, probablemente conmástensión según las referencias sacramen-tales. Quizás la mayor diferencia se daentre aquel que dice que la Eucaristía “lesirve para darse cuenta de que aún noama a todo el mundo” y aquel que dice

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que este “amar a todo el mundo es pre-cisamente lo que él encuentra en laEucaristía”.

«El Espíritu Santo, ‘vertido sobre todoel mundo’ nos conduce a centrarnosen el Reino, a estar atentos a la pre-sencia de Dios en el mundo.Antes po-níamos la distinción entre “creyentes’y ‘no-creyentes’. Quizás llegaremos adescubrir que lo que hay en el fondoes el misterio de luces y de tinieblas,o que el Reino de Dios está ya ‘entrevosotros’. Por este motivo hay que:

– Vivir el Reino en el mundo, a tra-vés de la experiencia concreta, paraque aparezca el Reino de Dios, quees Reino de los pobres, y esto que-rrá decir estar atentos a las cosasmás sencillas de la vida: velar por lahermandad, la fraternidad, estable-cer relaciones personales, ser sensi-bles al sufrimientoW

– Vivir el Reino también en el interiorde la iglesia, procurar que la iglesiaesté abierta al mundo, que no sea unmontaje de poder, abocar más es-fuerzo en la evangelización que en lasacramentalización, personalizar lafe.

– Vivir el Reino como mística de lacomunión universal. La inclinaciónactual de una parte de la juventud ha-cia tendencias derechistas o espiri-tualistas hace pensar que nos hacefalta enraizamiento en la masa.

– Vivir el Reino en el presente pueses el presente el que está cargado deescatología: si comunicamos amor,si los pobres “son salvados”, esto tie-ne futuro. Recordemos “el que tratede salvar su vida, la perderá” (Mt 10,39), “No estéis, pues, preocupados

por el día de mañana” (Mt 6,34),“Buscad primero su Reino y su justi-cia" (Mt 6,33).

Creemos que el Reino de Dios estápresente entre nosotros porque “losciegos ven, los cojos caminan, los po-bres son evangelizados” (cf Lc 4,18)»(C.4).

«Nuestro itinerario de sacerdotes-obreros nos ha conducido a formarparte de un pueblo y a estar con lagente de igual a igual, sin ser un ‘per-sonaje’ por razón del sacerdocio.Somos ‘uno más’ entre el pueblo. Nosencontramos atados a una vecindad,un trabajo, unas humillaciones, unasinjusticias... y es compartiendo estadureza como intentamos construir elReino. Amalgamados con el pueblo,hemos descubierto los valores delReino. Entre nosotros hay quien tienemás una presencia foucauliana, otrosmás activistas. Aunque muchos denosotros hemos tenido un cierto papeldestacado en cooperativas, sindica-tos, asociaciones de vecinos o entremarginados en general, tenemos re-celo a ser ‘protagonistas’» (C.5).

«En el bar hablo con siete u ocho per-sonas que están solas. Siempre es lamisma gente, nos conocemos y nosrelacionamos, es una comunidad hu-mana muy marginal. [...] Me aguantauna especie de tozudez, de esperan-za que es posible vivir la vida del ‘pe-queño’, y desde aquí vivir la experien-cia de Dios y del hermano. Esta vidade los ‘pequeños’ es además lo que vi-ve la mayoría de la gente, y a partir deaquí conocen a Dios. Fue la experien-cia original de san Francisco y suscompañeros, cuando por ejemplo viví-an una ‘alegría profunda en medio del

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frío’. [...] Me sorprende no sentir loque antes sentía: el orgullo de estarcon los pobres. Percibo que esto especado. Lo he utilizado para justificar-me. Cuando ya no sientes ese orgullo,el pobre se fía. Mientras no he dejadoel orgullo no hemos podido hacer ca-mino juntos. Y desde aquí creo pro-fundamente que a pesar de toda suautodestrucción los valores del Reinocontinúan vivos» (C.9).

«Este ‘anonimato’ puede cansar, pa-rece que no tenga sentido. Pero a ve-ces percibes –como en un relámpa-go– que lo que has dicho o hecho hasido acogido, compartido, vivido, oque has sido señal indicadora. ‘Es unbuen tío que cree en Dios’. Esta esnuestra apuesta: creemos que el ca-mino es trabajar por el Reino. Nuestropapel es como el de los profetas: de-cir lo que tenemos que decir y hacer loque tenemos que hacer, sin quereruniversalizar nuestra experiencia. Ninosotros podemos renunciar a nues-tra vivencia –auténtica– ni podemosimponerla a los demás» (C.9).

«A veces vives épocas de perplejidad(¡se nos han desmontado tantas co-sas!). Pero no puedes volver atrás.Hay que reformular la situación a par-tir de la misma perplejidad. Lo curiosoes que si lo haces se te confirma laconvicción primera (como le pasó a lasamaritana). Y todo porque siguesviendo como un ‘hecho primero’ que ellugar de Dios es el mundo de los po-bres. De aquí que sigues con la mis-ma pasión por el Reino de Cristo y porel Cristo del Reino. A pesar del des-concierto, sigues obstinadamente cre-yendo y apostando por unmundo nue-vo. [...] Nace entonces una fidelidad ala vida tal y como es. Es una fidelidad

al compromiso con este mundo, una‘obediencia’ –hasta la muerte– a la vi-da y a la condición humana. De aquíaprendemos ‘Quién’ es Dios. ComoJesucristo, que ‘por obediencia apren-dió a comportarse como un hombrecualquiera, y en este camino aprendió‘Quién era Dios’. Quizás es lo que nospasa a nosotros: hemos descubiertoun ‘camino de Dios’ enmedio del mun-do, el Reino, a pesar de que a cadapaso tengamos que interpretar el ‘ca-mino’» (C.5).

2.5. Vivir la Iglesia2.5.1. Institución y comunidadDesde la condena de Pío XII en 1954obligando a abandonar las fábricas, lainstitución les ha jugado malas pasadas,desconocimiento, condenas e indiferen-cia. Criticados como ingenuos o incons-cientes. En algunas diócesis incluso ex-cluidos de los anuarios.Duele la incomprensión y dificultad

de dialogar con los propios compañerossacerdotes: no saben cómo explicar suopción. A menudo viven contradic-ciones con el mundo de la parroquia:algunos contraponen la “pastoral de lasacramentalización” (que llaman de“conservación”) con su compromisolaboral en la empresa. Sus preocupacio-nes y el lenguaje no son los suyos:sacramentalización, catequesis... Que-rrían en cambio poder compartir sus re-flexiones sobre el ministerio, su visióndel liderazgo sacerdotal o del poder.Querrían en definitiva poder ejercer suministerio entre los obreros sin tenerque defenderlo continuamente como situvieran que hacerlo a escondidas. Pero

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no abandonan. Constatan haberse en-contrado como marginados dentro de lamisma iglesia por el hecho de trabajarmanualmente. También por parte deellos se ha dado un alejamiento progre-sivo de las instancias oficiales.

«Esta Iglesia ligada al poder y alejadadel mundo obrero no es la instituciónevangélica ‘comunidad-de-pobres’ queanunció Jesús. La jerarquía y algúnsector con poder han secuestrado alDios de los pobres y lo han puesto asu servicio. Vivimos situados en elmismo corazón de la incomprensión,hay un foso de separación entre igle-sia y pueblo. Lo que la institución diceno interesa a la gente, esta iglesia tie-ne miedo del mundo, de los sin-poder,de vivir a la intemperie. [...] Hay gentecristiana (y no sólo encopetada, queno te extrañaría ni te importaría tanto)que te rechaza o te ve como una co-sa extraña, ‘un cura que no es cura’,dudan de tus opciones o las criticanabiertamente. Y a nivel de obispado,aunque participes en algunos organis-mos, vives como ignorado» (C.4).

Si la jerarquía aceptó con dificultadla conversión de sacerdotes en obreros,más difícil aún sería la aceptación deobreros como sacerdotes. EnBarcelona,durante unos quince años los jóvenesobreros que querían ser sacerdotes, sintener que dejar su trabajo seguían unproceso de formación intelectual y es-piritual adaptado para ser ordenadospresbíteros. Se denominó ESMO o“Encaminamiento Sacerdotal desde elMundo Obrero”. Aquella experiencia,facilitada por el cardenal Jubany, hoy hadesaparecido.Algunos de los miembrosactuales del colectivo se preguntan:

«¿No hay un cambio de orientación enla formación de los que tienen que lle-gar a ser presbíteros? ¿Qué ha pasa-do con el ESMO? Yo fui ordenado sa-cerdote cuando ya trabajaba en lacooperativa. El día de la ordenación elobispo Jubany afirmó en la homilíaque mi ordenación, siendo ya obrero,estaba ‘inspirada por el Espíritu San-to’» (C.14).

2.5.2.Comunidades pequeñas«Todos tendemos a compartir la fe conaquellos grupos en los que son posi-bles las relaciones de persona a per-sona y en los que se mantiene la po-rosidad con el mundo obrero, eclesialo no. Son aquellos pequeños núcleosque no se limitan a coincidir con oca-sión de un acto litúrgico, sino que quie-ren ‘encontrarse’ para poner en comúnla vida y la fe en Jesús. En ellos todoel mundo se conoce por su nombre, taly como somos conocidos por Dios, noparten de la teoría sino de la vivenciade la realidad; se esfuerzan por poneren práctica aquello que creen. Los iti-nerarios que nos han llevado a formarparte de estos grupos de iglesia sonlos mismos que nos han llevado almundo del trabajo. Vivimos la iglesiaen las comunidades como una iglesiacercana al pueblo; pero sin romper elcontacto con la iglesia universal. Esuna iglesia a escala humana, gruposde JOC, HOAC, ACO, o grupos impli-cados en el trabajo, grupo de sacer-dotes en el trabajo, núcleos de convi-vencia. En todos ellos evitan serhipercríticos con la iglesia institución oquedar cerrados en sí mismos, se re-quiere un esfuerzo para coordinar es-tos grupos parecidos» (C.4).

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«No sabemos ni podemos vivir solosla fe, necesitamos de los demás. La vi-vimos en grupos de pocas personasque nos ayudan a abrirnos. En ellos te-nemos unos vínculos serios para com-partir la fe y la vida. Tampoco en estosgrupos vamos a ‘desempeñar una ta-rea’, sino a compartir como un miem-bro más. [...] La opción de ‘bajar’ delpedestal, de no ser nadie con autori-dad, lo aprendes en el trabajo y des-pués se va trasladando a todas las re-laciones. En el trabajo los compañerosno te dan la razón por el hecho de sersacerdote, y en la comunidad de fetampoco. Esto hace que se te bajenlos humos de repente... Parece que teempobreces, que pierdes brillo, pero ala larga es un proceso que te ha enri-quecido» (C.9).

2.5.3.Testimonio y evangelizaciónInstauran una ruptura con el modeloheredado de la historia. Definen su ac-ción evangelizadora como una práctica“solidaria, profética y misionera” (IVEncuentro Europeo 1991). Viven la ten-sión entre la rigidez de la institución ce-rrada sobre sí misma y las exigencias dela fidelidad a la palabra de Dios vividaentre los obreros. Convencidos de quela evangelización auténtica conlleva laplena participación en la vida del pue-blo en la que el evangelio es anuncia-do.

«Preocupa que, ya que compartes lavida con los compañeros del mundoobrero, no puedas también compartiry celebrar plenamente y explícitamen-te la fe que llevas dentro. Te das cuen-ta de que también es diferente el esti-lo de vida: no haces ‘horas’, eressoltero... estás con ellos, pero no sa-

bes hasta qué punto ‘eres como ellos’.Los compañeros de trabajo, por su la-do, tampoco entienden que hayas ele-gido vivir mal teniendo la posibilidadde aprovecharte de tu ‘poder de sacer-dote’. E igual que pasó con Juan o Je-sús te podrán criticar por ‘bobo’. Así,tu testimonio está condenado a que-dar ‘nebuloso’» (C.4).

«Hay quien se ‘deslumbró’ con el mo-vimiento obrero en la época de la clan-destinidad. En otras ocasiones poruna nuevamanera de hacer iglesia, le-jos de privilegios. Unos y otros vivie-ron aquella euforia en un cierto climade heroísmo personal y, a pesar deque esto ha pasado, no ha conducidoa ningún ‘desencanto’. Ahora es dife-rente, ahora ‘estás’ en el mundo de lospobres, habiéndote desnudado depoderes, liderazgos, personalismos,dogmatismos. Y constatas que ‘desdeaquí’ reencuentras el evangelio y a timismo, y ves por dónde pasa la histo-ria de la salvación, a pesar de que nocoincide con los esquemas que tení-as. [...] Al no ir ligada al ‘éxito pastora-l’, nuestra vida de fe es más gratifi-cante y natural. Viviendo de la Palabray la vida, el evangelio ‘liga’ con lo quehaces, si eres coherente ya hay testi-monio, no hace falta que lo busques,vives con más paz que antes, ya no tepreocupa lo que diga Ratzinger, sinotu coherencia haciendo lo que puedes.No somos ‘progresistas’ en el sentidode acomodarnos a las formas delmundo, sino más bien ‘retrógrados’ alquerer volver a las fuentes del minis-terio encarnado de Jesús» (C.5).

«La cuestión no es si convencemos ono a la gente, sino preguntarnos quées lo que me aguanta a mí, porque to-do lo que vivo forma parte de una op-

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ción: en la forma de tratar a la gente,en el barrio, en el trabajo, en los mo-mentos de ilusión o de dificultad, o dedecir: ‘mira, yo creo en Dios, ¿quéquieres que te diga?’» (C.12).

«Antes ‘evangelizar’ era ‘hablar’. Aho-ra ‘evangelizar’ es ‘compartir’, salvar-se colectivamente. Evangelización nobasada en ‘la Palabra’, sino en ‘laPresencia’. Por ello, desde la místicade la pobreza, ‘pastoral’ obrera quieredecir sobre todo compartir» (C.3).

«Hemos renunciado a ‘tener rebaño’,pero no a ser testimonios de la fe enJesús en medio del mundo. ‘Estar enmedio del pueblo’ es la primera y esen-cial condición del ser creyente. Com-partir, estar, ser uno más, no tener ‘re-baño’. La pastoral habitual es de‘conservación’, no de ‘misión’. De aquíla potenciación de catequistas y la ten-dencia a marginar a gente ‘en punta’,que choca con la pastoral oficial. Paranosotros ‘misión’ quiere decir sentirte‘enviado’ hacia fuera, por un Dios queya ‘está fuera’ y que te hace ‘estar col-gado’, con el corazón abierto, a todolo que pase fuera. Es Jesús quien nos‘misiona’ a todos [...] La referencia aJesús es algo que te coge de una for-ma radical, profunda, tan íntima y pro-funda que coincide con la propia ‘li-bertad’ de ser y de vivir. No vamos a‘enseñar’, estamos allá simplementepara ‘estar’, para compartir llevando ala práctica aquello de ‘bajar de la con-dición divina’» (C.5).

2.6. Vivir felizEl tono de felicidad vital que respira elcolectivo es el mejor termómetro de susalud espiritual, de la conciencia del de-

ber cumplido, de la aceptación humildedel espacio reducido que la jerarquía lesha reservado en el interior de la iglesia,pero también del reconocimiento reci-bido por parte de los compañeros obre-ros –creyentes o no– en el barrio y enlos lugares de trabajo. Son vidas consa-gradas a la construcción del Reino. Susencuentros son de una alegría serena ycompartida, un sólido ‘colchón’ psico-lógico que como colectivo les ha per-mitido aguantar temporales. No se pre-ocupan por la pregunta que paracualquiera sería importante «crecemosjuntos, ¿qué futuro tenemos como COen el interior de la iglesia?»

«Vivimos nuestra situación con ale-gría, a pesar de que sabemos que porparte de la jerarquía es una opcióndesestimada... Nunca hemos tendidoa expresar nuestra experiencia conformas agresivas o molestas o comosi fuera la única. Tampoco vamos porla vida queriendo dar lecciones, vivi-mos y transmitimos una vivencia delseguimiento de Jesús en tono positivo,optimista, más alegre y más a favor dela vida. Tampoco acostumbramos aadoptar posturas de chapuceros»(C.7).

«Tantos años de tocar el mundo obre-ro, nos hemos ‘contagiado’, de su vi-da y su cultura, ‘no somos los mismosque antes’. Nosotros lo notamos, lonotan los demás y nos lo dicen. Y tam-bién ha ido creciendo en nosotros y enlos que nos conocen que ‘ya no sabrí-amos vivir de otra forma’. Estamos ‘co-gidos’ por dentro, y esto es lo que dasentido a nuestra vida en el Cristo. [...]Incluso nuestro lenguaje ha cambiado.Antes era más simbólico, ahora esmás concreto, de lo cotidiano y cosas

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pequeñas. De un modo parecido hacambiado nuestra plegaria, ahoramásespontánea, yendo hacia el trabajo, apartir de lo concreto, en cierta medidaes un diálogo con un Jesús más his-tórico, más cercano, menos manipula-ble ideológicamente» (C.5).

«Nuestra preocupación central ha si-do la presencia de la fe en el mundoobrero. No nos preocupa la continui-dad o no de nuestra ‘herencia’ de sa-cerdotes-obreros, y ni tan solo la desacerdotes a secas. La finalidad no esla continuidad de nuestra experiencia,sino vivir evangélicamente. Si el obje-tivo es el ‘futuro’, éste se convierte enla finalidad y nuestra vida sólo es unmedio para conseguirlo. Pero si la fi-nalidad es vivir evangélicamente, el‘futuro’ será una consecuencia. Vamospor aquí» (C.9).

«Hoy en día, la mayoría somos jubila-dos y pensionistas. Vivo la penuria deuna pequeña jubilación. Esto causaangustia y rabia. Vivimos con pensio-nes pobres. Por la edad, algunos denosotros pasaremos horas en las re-sidencias de la tercera edad, comocualquier anciano o jubilado, no nos di-ferenciamos de nadie. Esto nos dafuerzas, a pesar de vivir a la intempe-

rie, no atados a nada, sin fronteras.Fundamentalmente, creemos en Je-sús. Nunca ‘acabamos del todo’, a pe-sar de vivir a ‘pleno aire’, no sujetos a‘principios’ inamovibles, sino al ritmocambiante de la vida y de las relacio-nes horizontales. Ya te gusta prever yplanificar, pero también valoras estecontinuo dejarse sorprender por la vi-da» (C.20).

He aquí un bello resumen de todauna vida:

«Para mí el trabajo manual ha sidoel “lugar sociológico”, “lugar teoló-gico”, “lugar político”, “lugar ecle-sial”, “lugar pastoral” y “lugar dealegría y de paz”».

Éste es, en última instancia, el signi-ficado real de la experiencia de los cu-ras obreros: si ellos inauguraron un nue-vo estilo sacerdotal fue porque, másprofundamente, querían un nuevo estilode vida cristiana, en condiciones desco-nocidas hasta entonces por la tradicióncristiana. En un esfuerzo misionero quetiene que ser siempre de toda la Iglesia,laicos, sacerdotes y jerarquía, ellos asu-mieron la parte que les tocaba.¡Les damos las gracias!

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BIBLIOGRAF˝A

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CUESTIONES PARA LA REFLEXI N

El cuaderno presenta dos partes. Una donde se expone el origen, sentido yalgunos de los avatares históricos del movimiento de los curas obreros y unasegunda parte donde se da la palabra al testimonio y a la espiritualidad de losprotagonistas de esta historia.

Sobre la primera parte:

1. ¿De qué modo la forma de evangelización de los curas obreros hadejado huella en la Iglesia actual? ¿Se trata más bien de una cuestiónpuramente histórica, sin ninguna validez para el momento presente?

2. ¿A qué crees que se debe, principalmente, las dificultades que el mo-vimiento tuvo para ser reconocido y aceptado por la jerarquía?

3. El llamamiento por parte de los obispos franceses a la obediencia enla comunicación del 19 de enero de 1954, ¿te parece justificado? ¿Quécrees que movió a unos a acatar la decisión y a otros a declararse in-sumisos?

Sobre la segunda parte:

4. ¿Qué señalarías como más destacado de la espiritualidad que ex-presan los curas obreros y qué sostuvo su misión a lo largo de los años?

5. ¿Consideras que se trata de una espiritualidad válida aún para nues-tros tiempos? ¿Qué formas podría tener hoy esta espiritualidad?

6. ¿Hay lugar en nuestra Iglesia y en nuestra sociedad para un tipo desacerdocio como el que vivieron o intentaron vivir los curas obreros?

7. ¿Qué tendría que cambiar en nuestra Iglesia para hacer posible unaespiritualidad como la que exponen los testimonios en la segunda par-te del cuaderno?