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    Cultura poltica de las lites en Bolivia

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    (1982-2005)

    Gonzalo Rojas Ortuste

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    Cultura poltica de las lites en Bolivia (1982-2005)

    Primera edicin: abril de 2009

    Gonzalo Rojas Ortuste de esta edicin: FES y CIPCA

    Fundacin Friedrich Ebert (Friedrich Ebert Stiftung-FES)Av. Hernando Siles 5998 esq. calle 14, ObrajesTelfono: 591 2 2750005E-mail: [email protected]

    www.fes-bol.orgLa Paz, Bolivia

    CIPCA (Centro de Investigacin y Promocin del Campesinado)Calle Claudio Pearanda 2706, esq. Vincenti

    Telfono: 591 2 2910797 - 2910798E-mail: [email protected]

    www.cipca.org.boLa Paz, Bolivia

    D.L.: 4188409

    Cuidado de edicin: Patricia MontesDiseo de tapa: Alejando Salazar

    Impresin:Creativa 2 488 588

    Impreso en Bolivia

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    A la memoria de mi padre, Jos Rojas Montero, aquien hoy entiendo y admiro ms ntimamente.

    A mi querida madre, Lupe Ortuste Oporto, a quiendebo casi todo.

    A mi hija Maya Canela, a mi hijo Jos Ignacio: son laluz de mi vida.

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    Agradecimientos y antecedentes

    Este libro es la tesis delDoctorado Multidisciplinario en Ciencias delDesarrollo en el CIDES-UMSA, que en sus primeras versiones se llevadelante con colaboracin de la UNAM-Mxico con el ttulo de li-tes en la reforma del Estado de la democracia boliviana (1982-2005):

    Cultura poltica en perspectiva histrica. La versin presente slo hasido modicada en el captulo I, reduciendo y simplicando en algo su

    contenido. El trabajo cont con la disposicin amable y solcita, nuncaexenta de profesionalismo, del doctor Javier Sanjins. Durante su ela-boracin recib el gentil aporte del ex canciller don Gustavo FernndezSaavedra, del ex ministro de Educacin don Mariano Baptista Gumucioy del doctor Luis Tapia, contemporneo y compaero, que no por ello

    dej de tener la necesaria distancia como coordinador del Doctorado.En el seno del CIDES nuestra directora, Ivonne Farah, supo con-

    siderar los espacios requeridos para permitirme dedicarle tiempo a suredaccin. En la gestin inicial para concretar este emprendimiento ins-titucional Jos Nez del Prado hizo posible que la UNAM con elincansable apoyo all de Maya Aguiluz prestara una muy valiosa co-laboracin, a travs de los profesores y profesoras visitantes de la que

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    viii Cultura poltica de las lites en Bolivia (1982-2005)

    fue mi alma materen mi juventud, para la realizacin de la primera ver-sin del Doctorado. Junto a Luis Tapia, los doctores Fernando Mayorga

    y George Gray Molina, miembros del tribunal examinador de la tesis,aportaron positivamente a destacar y limitar ciertos elementos del traba-jo con mucha profesionalidad y bonhoma, de la que me congratulo.

    En los inicios del proyecto de tesis los doctores Xavier Alb y Sal-vador Romero Pittari animaron el emprendimiento, y colegas y ami-gos, como Gloria Ardaya, Rossana Barragn, Susanna Rance, Sinclair

    Thomson y Moira Zuazo, aportaron con observaciones, sugerencias y

    comentarios a partes especcas, lo que desde luego, no me exime de laresponsabilidad nal de lo aqu presentado en su conjunto. Vania San-doval colabor, adems, con importantes y esclarecedoras sugerenciasde edicin lo mismo que Pati Montes de FES-ILDIS. Esta publicacincont con el valioso apoyo de Kathrein Hoelscher, directora de FES-ILDIS, y de Lorenzo Sols, director general del CIPCA, a quienes agra-dezco.

    Menos en relacin al texto cuanto al nimo para seguir en esta acti-vidad acadmica (ociosa, segn los clsicos griegos), me beneci de las

    plticas en Mxico con Luis Ignacio Sinz, y en Bolivia con las de JavierMedina, Carlos Hugo Molina, Gustavo Rodrguez Ostria, Carlos To-ranzo y Eduardo Gamarra; de mis amigos Oscar Bazoberry y MarceloUribe y el trato con la literatura y la vida, adems de mis muy queridoshermanos Roco y Franz, as como mi cuada Mnica Ayala. A todasellas y ellos, muchas gracias!

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    ndice

    Presentacin........................................................................................................xiii

    lites y cultura poltica entre 1985 y 2000. A manera de prlogo........... xvUlrich Goedeking

    Resumen .................................................................................................... xxxvii

    Cultura poltica de las lites en Bolivia (1982-2005)

    Introduccin........................................................................................................... 3El enfoque metodolgico en retrospectiva ........................................................ 11

    Captulo I. Filiacin terico-metodolgica.Delimitacin conceptual y temtica............................................................... 171. Excurso epistemolgico ................................................................................ 192. Precisando conceptos ..................................................................................... 223. Estrategia metodolgica ................................................................................. 40

    Pregunta principal...................................................................................... 40

    Primera parte. Las lites en Bolivia, siglos XIX, XX y actuales

    Captulo II. Antecedentes.Hacia la conformacin de laslites actuales (cultura poltica en perspectiva histrica) ...................... 511. La oligarqua (siglo XIX) ............................................................................... 532. La generacin del nacionalismo revolucionario (siglo XX) ...................... 633. Coda de transicin (el testimonio de Alberto Crespo) .............................. 70

    Captulo III. La presente lite poltica en democracia.Retratos: presidentes y sus colaboradores................................................... 75

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    1. Jaime Paz y Oscar Eid ....................................................................................782. Snchez de Lozada y Snchez Berzan ......................................................... 903. Hugo Banzer y Jorge Quiroga .....................................................................101

    Captulo IV. Los empresarios bolivianos contemporneos..................1091. Antecedentes ..................................................................................................1102. La transicin hacia la democracia ..............................................................1143. La escisin crucea. mbitos regionales y globales ................................1144. Caracterizacin de los empresarios .............................................................1195. Recapitulacin y primera sntesis................................................................ 124

    Segunda parte. Procesos polticos y reforma de Estado (1982-2005)

    Captulo V. La reforma del Estado y las lites:Nuevo bloque histrico? ..............................................................................1391. El sistema poltico, la participacin popular, la descentralizacin.

    Las lites regionales con relacin a la demanda tierra/territorio ..... 142 La reforma municipal de participacin popular ................................. 144 Los movimientos cvicos y las lites regionales ..................................149 La temtica tierra/territorio ...................................................................153

    2. La capitalizacin y el sistema regulatorio .................................................. 160 Las irregularidades y la cuestin constitucional ..................................172 El sistema regulatorio .............................................................................178

    3. Balance de las principales reformas ............................................................182Sobre la constitucin del bloque histrico ..........................................186

    Captulo VI. El futuro del Estado-nacin boliviano.

    De la globalizacin. ..........................................................................................1891. La discusin y prctica sobre el Estado en Bolivia .................................. 191

    El Estado boliviano en Sudamrica. Doctrina internacional ............191 Personal de Estado y etnografa ............................................................197

    2. El contexto contemporneo ........................................................................204 Globalizacin ..........................................................................................204 Estado perifrico .....................................................................................205

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    Pervivencia del Estado-nacin ..............................................................207 La fuerza de la identidad nacional. Las otras identidades colectivas:

    glocalizacin .........................................................................................209 Bloques y acuerdos supraestatales ........................................................ 211 De la modernizacin del Estado y el perl del Estado por venir.... 211

    Captulo VII. Conclusiones ............................................................................ 2151. Las lites hoy ..................................................................................................2152. Crisis de crecimiento democrtico ..............................................................2253. El porvenir ......................................................................................................230

    Bibliografa .......................................................................................................... 235

    Anexo 1:Esquema lgico en la tesis.................................................................263Anexo 2:Lista de siglas ...................................................................................... 265

    Eplogo ....................................................................................................................267George Gray Molina

    ndice de cuadros

    Cuadro 1. Estado del proceso de saneamientosegn clasicacin (1996-2006)...................................................................................... 157

    Cuadro 2. Datos relevantes de la Capitalizacin. ........................................................ .166

    Cuadro 3. Reclamos de usuarios en primera y segunda instancia (1998)(sobre la regulacin en los sectores). ..............................................................................181

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    Presentacin

    Desde principios del siglo XXI Bolivia vive una crisis estatal caracteri-zada por un proceso an inacabado de debilitamiento institucional, quecomienza por el debilitamiento del Congreso y los partidos polticos yque llega al debilitamiento del conjunto de la estructura institucional delEstado.

    A partir de 2005, pero fundamentalmente a partir de 2006, con la

    realizacin de la Asamblea Constituyente, se abre una nueva coyunturapara el pas. La Asamblea Constituyente es la oportunidad para sentarlas bases estructurales de un nuevo andamiaje institucional para un Es-tado boliviano ms democrtico, en base al establecimiento de puntosde compromiso entre los diferentes actores de la sociedad.

    Aunque la aprobacin por referndum de una nueva ConstitucinPoltica del Estado constituye un punto de anclaje central de este pro-

    ceso, hoy queda claro, para la mayora de los actores, que el procesode cambio y transicin iniciado por la Asamblea Constituyente an noacaba; ms bien abre un nuevo proceso encaminado hacia su implemen-tacin, que sin duda tomar un tiempo largo hacia delante.

    En esta nueva etapa el desafo ms importante es quiz el de repo-sicionar el debate pblico y el dilogo entre los actores como un bienpoltico y social. Reponer la idea y la prctica del dilogo como un ins-

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    trumento importante para el diseo de nuevas instituciones que, por unlado, materialicen la nueva CPE, y por el otro, en el propio proceso de

    construccin institucional, retroalimenten y le den mayor estructura ycoherencia a la carta fundamental.

    En esta coyuntura, amigo lector, y en el entendido de que slo laproduccin de conocimiento y el debate en torno a los diversos actoresdel dilogo, como las lites, permitir aportar a su desarrollo democrti-co, tres instituciones CIPCA, FES y CIDES-UMSA ponemos a suconsideracin el libro de Gonzalo Rojas Ortuste lites en la democracia

    boliviana (1982-2005).Desde una perspectiva histrica que, a lo largo de la lectura, se re-

    clama tambin como una mirada de presente, el texto de Rojas Ortustepermite entender los caracteres y lo que el propio autor llama el papelde las lites en nuestro destino. El texto ofrece asimismo un prlogodel reconocido bolivianista alemn Ulrich Goedeking y cierra el crculoun eplogo del notable acadmico boliviano George Gray Molina.

    Lorenzo Solz Kathrein Hoelscher Director CIPCA Directora FES

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    lites y cultura poltica entre 1985 y 2000

    A manera de prlogoUlrich Goedeking

    El periodo entre 1985 y 2000 se caracteriza por la validez del modeloneoliberal en lo econmico y, al mismo tiempo, por una estabilidad po-ltica poco usual en la historia de Bolivia. Ningn gobierno tuvo quesalir prematuramente. Si bien el gobierno liderado por ADN dur hastael ao 2002, ya el ao 2000, con la as llamada guerra del agua en Co-chabamba, marc el n de la estabilidad poltica. Los conictos sociales

    empezaron a manifestarse incluso de forma violenta. Antes de 2000,sin embargo, se efectuaron elecciones cada cuatro aos, y los conictos

    sociales si bien existentes se lograron manejar de una forma queno amenazaba la viabilidad del pas. La historia conictiva de los aos

    posteriores muestra que posiblemente durante los aos de estabilidadeconmica y democrtica no se tomaron sucientemente en cuenta de-terminados reclamos desde la sociedad, pero esto ya es otra historia.

    Aqu interesan, tanto como en el trabajo de Gonzalo Rojas Ortuste,los aos de la estabilidad con sus lites polticas respectivas. Quinesfueron los que dominaron la escena poltica en aquellos aos? Qudinmica se dio entre lites polticas ya conocidas de los partidos esta-blecidos, como el MNR, el MIR y ADN? Qu de nuevo trajeron laslites empresariales alrededor de Gonzalo Snchez de Lozada al sistemapoltico boliviano? Qu rol jugaron polticos como Carlos Palenque y

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    Max Fernndez con su oferta poltica a primera vista tan diferente a loacostumbrado?

    Si los procesos polticos relevantes de aquella poca se enfocan aqumirando a las lites polticas, esto no debe entenderse como una pre-misa en sentido de que seran solamente las lites las que determinan elrumbo del desarrollo de una sociedad. La clsica teora de lites en lasobras de Vilfredo Pareto, Gaetano Mosca y Robert Michels podra dehecho llamarse elitista. Con diferentes matices, el pensamiento elitistase maniesta en la idea de que seran las lites las que inician y manejan

    progreso y desarrollo social, contrapuestas a las masas que, supues-tamente por falta de educacin y capacidad de pensar y actuar racional-mente, no jugaran un rol activo y determinante en tales procesos.

    Est de ms enfatizar que tales enfoques ya no pueden ser consi-derados como vlidos, puesto que conllevan un fuerte desprecio porcualquier movimiento social. Tomar distancia frente a un pensamientoelitista, sin embargo, no necesariamente tiene que llevar a la conclu-

    sin de que las lites polticas no tendran importancia. lites polticastoman decisiones y las implementan; lites polticas se encuentran enpermanente interaccin con su electorado y con actores sociales; litespolticas no se dejan reducir a ser agentes determinados en su accionarpor estructuras y grandes procesos histricos. Importa quines son, qupiensan y cmo actan. Partiendo de esta premisa, aqu se intenta daruna mirada a las lites polticas en Bolivia sin ponerles de antemanoninguna etiqueta valorativa.

    A quines se considera lites polticas? Aqu las lites polticas sedenen por su posicin. Se entiende como lites polticas aquellas que

    estn en cargos polticos de importancia o en las las de la oposicin, y

    tienen la perspectiva de ocupar altos cargos polticos siempre y cuandose den las mayoras respectivas. Por el contrario, muchos trabajos sobrelites polticas preeren denirlas no por su posicin, sino por su fun-

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    Prlogo xvii

    cin real en el ejercicio del poder poltico. El argumento a primera vistasuena muy convincente: seran de inters los que efectivamente tienen

    poder. Se incluira a las eminencias grises, es decir, los que tienen podersin tener cargo poltico. Al mismo tiempo, se eliminara a los que s tie-nen cargo, pero sin poder poltico real, aquellos a los que se podra lla-mar tteres. Evidentemente existen tanto las eminencias grises como lostteres. Sin embargo, partiendo de este ltimo enfoque, slo para denir

    a las lites polticas y, por ende, al sujeto de investigacin, se requerirade toda una investigacin previa en el sentido de un anlisis exhaustivode las relaciones de poder poltico. Sin tal anlisis previo no se podra

    fundamentar a quin se considera parte de la lite poltica y a quin no,quin tiene poder real y quin no lo tiene. Partiendo de un enfoque quedene a las lites por su posicin, la pregunta por el poder real que tiene

    un poltico llega ms bien a ser parte del mismo anlisis.

    Una cosa son determinadas polticas diseadas e implementadas poralgn gobierno, otra cosa es la forma en que se gobierna y, por ende,la pregunta sobre las caractersticas de la cultura poltica reinante y las

    posibles iniciativas dirigidas al cambio de cultura poltica. Por culturapoltica se entiende aqu a todo el conjunto de reglas formales y es-pecialmente de las reglas informales que determinan cmo funcionael proceso de toma de decisiones polticas. Estas reglas pueden cambiary no son estticas. En los inicios del enfoque de political cultureen losEstados Unidos durante los aos cincuenta un punto de partida fue, porel contrario, la bsqueda de explicaciones culturalistas: por qu las na-

    ciones seran capaces o no de construir con xito sistemas polticos de-mocrticos, entendiendo democracia siempre en trminos occidentales.Por ejemplo, si bien una herencia histrica autoritaria tiene importanciaen cuanto a la forma de desarrollo de la democracia, un determinismoculturalista ciertamente no ayuda a comprender las caractersticas de losrespectivos procesos. Si una sociedad estuviera determinada frreamen-te por pautas de cultura poltica profundamente enraizadas, el nico

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    remedio sera una psicoterapia colectiva, con ms que dudosas posibili-dades de xito. Aqu se intenta ms bien preguntar por la contribucin

    de diferentes sectores y grupos de lites polticas a la renovacin de laspautas existentes de una cultura poltica entendida como tan dinmica ysujeta a procesos de cambio como lo es toda cultura.

    Bolivia no tiene y no tuvo una lite coherente en el sentido de ungrupo de familias reducido que monopolizara continuamente tanto elpoder econmico como el poder poltico y el prestigio de ser social-mente la clase alta. Los latifundios nunca haban llegado, ni en trminos

    de extensin ni de ingresos generados, a lo que eran y son los latifundiosen otros pases latinoamericanos. Industria relevante nunca hubo. LaRevolucin de 1952 puso n a lo que haba de latifundios en la regin

    andina del pas, al mismo tiempo que acab con el poder de los magna-tes del estao. Santa Cruz todava era un pueblo insignicante; sus lites

    econmicas ganaran importancia mucho ms tarde. Algunas familiasde la lite social de la parte andina haban asegurado su bienestar eco-nmico antes de que la Revolucin pueda afectarlos; otras se arreglaron

    con los emenerristas; otras, despojadas de sus fuentes de ingreso msimportantes, pasaron a una vida econmicamente ms modesta.

    El estatus de lite social, para ponerlo en trminos ligeramente exa-gerados, ms bien se expresaba, y se expresa hasta hoy da, en ser in-

    vitado a sus respectivos matrimonios y ser mencionado en las pginassociales. Por supuesto, los colegios privados ms prestigiosos siguensiendo los lugares en que se establecen redes que ms tarde facilitarn

    a sus integrantes el acceso a posiciones de importancia. Sin embargoall los hijos de la lite social no estn solos; tienen que compartir estosespacios con otros, entre ellos los nuevos ricos. Las lites sociales, porlo menos en La Paz, se caracterizan en la actualidad por una actituddefensiva: Que nos dejen vivir nuestra vida, como lo dijo una seorade una familia tradicional, lejos de expresar ambiciones de dominar laeconoma y la poltica del pas.

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    Prlogo xix

    Las lites polticas de Bolivia son fragmentadas en cuanto a su ori-gen social, su situacin econmica y tambin cada vez ms en lo que se

    reere a sus respectivas identidades tnicas. Hay polticos provenientesde familias tradicionales, pero no necesariamente son los ms importan-tes en poltica. Hay nuevos ricos que pueden darse el lujo de invertir ensus sueos de llegar a un alto cargo poltico, si es que no a la Presidencia.Hay personajes que slo entran a la poltica al ser invitados en un con-texto poltico especco. Y hay muchos integrantes de la lite poltica

    que durante aos subieron paso a paso en los aparatos partidarios parallegar nalmente a ocupar un cargo destacado.

    Concertacin: Los tres partidos dominantes entre 1985 y 2000

    La concertacin se celebr en Bolivia como la gran novedad po-ltica de 1985 en adelante. Los tres partidos polticos dominantes enaquel entonces el MNR, el MIR y ADN llegaron a formar diversascoaliciones que garantizaban estabilidad poltica, pese a tener razones

    sucientes para odiarse mutuamente. El MNR, en su afn de ser el au-tntico partido de la Revolucin del 52, con el supuesto derecho legti-mo de ejercer una hegemona parecida a la que tuvo el PRI mexicano.El MIR, fundado como partido de la que podra llamarse la generacinboliviana del 68, una generacin de protesta desde la izquierda contrael sistema poltico establecido, perseguida a su vez por la dictadura deHugo Banzer entre 1971 y 1978; hasta el ao 1989 casi ningn obser-

    vador de la poltica boliviana hubiera apostado por que el MIR y ADN

    pudieran establecer alianza alguna en algn momento.

    En gran medida, las mismas lites polticas de los tiempos anterioresfueron protagonistas de la concertacin: Vctor Paz Estenssoro en elMNR, Jaime Paz Zamora en el MIR, Hugo Banzer en ADN, con susrespectivos cuadros partidarios. Ciertamente la concertacin conllevabaun elemento de cambio de cultura poltica, que impona una lgica de

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    negociacin y compromiso frente a la lgica confrontacionalista esta-blecida, en la que cada compromiso se interpreta como debilidad y hasta

    claudicacin frente al enemigo. Sin embargo, la sorprendente capacidadde concertar posiblemente lleg ms por conveniencia que por convic-cin. En lo econmico, el modelo neoliberal estaba en pleno auge enel mbito mundial. Francis Fukuyama hablaba del n de la historia, ya

    que nalmente se habra impuesto la nica forma racional de organizar

    tanto la economa como la poltica. En lo poltico quedaba claro quehaban concluido los tiempos en que los Estados Unidos apoyaban dic-taduras militares en Latinoamrica. Los dos elementos, neoliberalismo

    en lo econmico y democracia parlamentaria en lo poltico, llegaron aser el modelo predominante, impuesto fuertemente desde afuera.

    Vctor Paz Estenssoro entendi en 1985 que un pas econmica-mente tan dbil y tan dependiente de otros como Bolivia difcilmentepoda darse el lujo de oponerse a todos los dems, bajo la amenaza deseguir en una situacin tan agonizante como en los aos previos, du-rante la presidencia de Hernn Siles Zuazo. Por el mismo camino iban

    las lites del MIR y de ADN, con la consecuencia de que las diferenciasideolgicas se achicaban hasta esfumarse.

    Hay que enfatizar que este pragmatismo de las lites polticas tenasu correspondencia en la poblacin boliviana y, por ende, entre los elec-tores. Quienes hablan hoy en da de la mayora popular opuesta al neoli-beralismo olvidan fcilmente que los partidos de la concertacin conta-ban con un masivo apoyo popular. Muy pragmticamente, los electores

    se inclinaban por opciones polticas que prometan estabilidad. Todavaestaba muy presente el recuerdo de la hiperinacin. Ninguna mano ne-gra tuvo que imponer el neoliberalismo en Bolivia, fue suciente que los

    precios estuvieran estables, que los telfonos funcionaran nuevamente,que en los mercados hubiera de todo. Si bien se tena poco, con lo pocoque se tena uno poda planicar hasta n de mes.

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    Prlogo xxi

    La mxima expresin de este pragmatismo popular posiblementefue la eleccin de Hugo Banzer como presidente en el ao 1997, una

    victoria cantada mucho antes del da de las elecciones. Mientras que enel exterior bolivianos y bolivianistas se escandalizaban por el regreso delex dictador al poder, en Bolivia la presidencia de Banzer empez de ma-nera poco espectacular. Fue la nica opcin que garantizaba estabilidad.Posiblemente tambin las recientes victorias del presidente Evo Mora-les en los diferentes referendos se pueden interpretar en parte, pese ala polarizacin, como resultado de este pragmatismo en la bsqueda de

    viabilidad poltica. Inclusive muchos que puedan tener sus distancias

    frente al gobierno de Morales, se habrn preguntado qu pasara si Evocayera. La falta de una alternativa viable posiblemente sea una de lascartas ms fuertes de Evo Morales.

    Patrimonialismo y clientelismo: La cultura poltica establecida

    Con el MNR, el MIR y ADN, los tres partidos grandes de aquella poca

    y no solo stos con gran parte de sus respectivas lites se inscribenen rasgos de una cultura poltica patrimonialista y clientelista estable-cida en Bolivia, analizada en detalle entre otros por H. C. F. Mansilla.Un partido poltico con opcin de llegar al poder ofrece posibilidadesde ascenso social, por ejemplo, para lites provincianas y clases mediasbajas urbanas. Una adhesin basada en ideas fundamentales comparti-das con el programa de un partido no tiene mayor importancia. Lo quecuenta es la perspectiva de formar parte de la gran reparticin de pegas,

    una vez que el partido en cuestin haya llegado al poder. Durante cuatroaos se tiene acceso a los recursos estatales, y hay que aprovechar estoscuatro aos para cosechar los frutos de todo lo invertido en el apoyoal candidato respectivo. Esa cultura poltica se caracteriza por un fuertecaudillismo. Los partidos polticos tienen por lo general a un lder his-trico, una suerte de padre fundador del partido cuya autoridad resultaprcticamente incuestionable; el partido tiene dueo.

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    En el MNR Vctor Paz Estenssoro tuvo tal posicin, Jaime Paz Za-mora en el MIR y, evidentemente, Hugo Banzer en la ADN. Cuando

    un poltico de segunda lnea tiene ambiciones que van ms all de serseguidor del respectivo caudillo, en muchos casos no le queda otra quefundar su propio partido para llegar a ser a su vez padre fundador.Cuando por alguna razn el caudillo desaparece, por un lado existe elpeligro real de que nadie pueda reemplazarlo y que el partido respectivopierda rpidamente su importancia poltica. Qu qued del MIR y de

    ADN? No mucho. Por el otro lado, puede darse un espacio de renova-cin siempre y cuando haya una sucesin exitosa. Este caso se dio en el

    MNR cuando Snchez de Lozada lleg a ser jefe del MNR despus de lasalida de Paz Estenssoro de la poltica activa. El caso se ver en detallems adelante; aqu se destaca que el mismo Paz Estenssoro arregl lasucesin y que el nuevo jefe de partido poda apoyarse en la autoridaddel caudillo fundador que, adems, tuvo desde Tarija un rol activo en elMNR durante varios aos.

    Un joven abogado provinciano, por ejemplo, que busca una carrera

    poltica que lo llevar en algn momento a La Paz, bien poda adherirsea uno de los partidos grandes con posibilidades de liderar un gobierno.Mientras tanto, toca subir poco a poco en el aparato partidario. En lospartidos mencionados, de existencia lo sucientemente larga como para

    permitir tales carreras polticas, en parte las lites polticas se formaronen los mismos aparatos y con gran probabilidad internalizaron comple-tamente las reglas de juego establecidas. Si bien sus posiciones polticas

    podan diferir mucho, casi inevitablemente, despus de haber luchadotanto para ascender dentro de ese sistema, tenan que compartir un con-servadurismo en lo que se reere a la validez de estas reglas. Iniciativas

    dirigidas a cambios de cultura poltica, y menos cuando se trata de ini-ciativas desde fuera de los aparatos polticos establecidos, no podanser bien vistas. Con este conservadurismo, como se ver ms adelante,chocaron los gonistas en el MNR.

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    Prlogo xxiii

    CONDEPA y UCS: Nuevos discursos, viejo estilo

    Con Carlos Palenque y Max Fernndez, a partir de nales de los ochen-ta, dos nuevos lderes aparecieron en la poltica boliviana con discursosnuevos, dirigidos explcitamente a los sectores populares.

    En los noventa, Palenque, con su partido CONDEPA, logr domi-nar el escenario poltico regional sobre todo en La Paz; su esposa Mni-ca Medina lleg a ser alcaldesa de la ciudad. En sus programas de radio,Palenque se diriga explcitamente a la poblacin aymara urbana queencontraba en ellos un lugar para expresar pblicamente sus preocupa-ciones. No haba cocina de familia clasemediera en La Paz en la cual laempleada domstica no haya escuchado al compadre y a la inevitablecholita Remedios. Carlos Palenque asumi el rol de caudillo popular,que no tena por qu ser aymara, mientras Remedios Loza representabaa la autntica chola pacea que encarnaba una nueva realidad social: unamujer de pollera poda tener presencia pblica y manejar el micrfono.

    El empresario cervecero Max Fernndez tuvo semejante xito pol-tico con una oferta de identicacin con lo popular. No haca falta un

    programa poltico. La persona fue el programa: un cholo se lanzcomo candidato y desaaba a los partidos establecidos. Fernndez haca

    campaa con camiones llenos de cerveza.

    Ambos tenan en comn el haber establecido, al estilo muy tradi-cional de la poltica boliviana, una relacin vertical con sus seguido-res. Ninguno de ellos fue un lder ni indigenista, ni indianista; fueroncaudillos populares que despertaron emociones y expectativas difusasde cambio. Cuando Carlos Palenque muri de un infarto en 1997, susepelio termin en una concentracin masiva con caractersticas casireligiosas en las calles de La Paz. Tambin Max Fernndez falleci pre-maturamente en un accidente.

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    xxiv Cultura poltica de las lites en Bolivia (1982-2005)

    La historia de los dos partidos despus de la desaparicin de suslderes indica claramente el rol de aquellos como clsicos caudillos: la

    herencia poltica slo poda caer en manos de familiares, al estilo dins-tico. En el caso de Max Fernndez fueron sus hijos quienes asumieronel liderazgo, mientras CONDEPA termin agonizando en una peleatelenovelesca por la herencia entre tres mujeres: su esposa mientrastanto separada de su esposo, su hija y Remedios Loza como una suer-te de familiar poltico del fallecido Palenque.

    CONDEPA y UCS canalizaron con xito reclamos y sentimientos

    de muchos electores que ya no se sentan incluidos en las propuestasde los partidos establecidos. Se perla especialmente que la diferencia

    tnica llega a ser un tema de importancia. Resalta que este proceso no sedio a travs de algn partido con ideologa indianista, sino por un MaxFernndez que se diriga no a lo indgena, sino a lo popular, a lo cho-lo, y por un Carlos Palenque que busc a los aymaras urbanos en LaPaz que, ciertamente, no tenan el regreso a las supuestas glorias prehis-pnicas en su lista de prioridades. De esta manera, el mensaje que debi

    haber llegado a todas las fuerzas polticas es que en adelante no serasuciente la integracin clientelista de las mayoras de la poblacin, sino

    que haba una clara demanda de dar respuestas a la distribucin desigualde oportunidades de vida segn rasgos tnicos. Al mismo tiempo, senotaba que una respuesta integradora exitosa no necesariamente tenaque ser ni indianista, ni indigenista, sino que lo popular poda ser unacategora mucho ms vlida en el contexto boliviano que lo indgena.

    Posiblemente valga la pena recordarlo en discusiones actuales.

    Los gonistas

    En 1993, asumi su cargo el presidente ms controvertido que tuvoBolivia entre 1985 y 2003, Gonzalo Snchez de Lozada Snchez Bus-tamante, su nombre completo. Es hijo de una familia tradicional y re-

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    Prlogo xxv

    presentaba el poder econmico como uno de los empresarios minerosms exitosos de Bolivia. Snchez de Lozada, por su origen y por su

    bienestar econmico, ofrece a primera vista el clich de una lite que su-puestamente lo controlaba todo. Sin embargo, parece irnico, las litesgonistas tal vez fueron las que ms han aportado a un cambio de lacultura poltica en esta fase de la historia boliviana.

    Con Snchez de Lozada como protagonista, a partir del ao 1985un grupo de empresarios lleg a tener en la poltica boliviana un rol im-portante que no corresponda con las pautas tradicionales de las lites

    polticas post-1952. Convencidos de la validez de la propuesta neolibe-ral, llegaron a la poltica con una determinada idea de modernidad queno se limitaba a lo econmico y que atraa a jvenes profesionales, mu-chos de ellos formados en el exterior. La distancia frente a los polticosque haban aprendido todas las reglas de juego de la poltica clientelistay patrimonialista en su ascenso paulatino en los aparatos partidarios,no poda ser ms grande. Los gonistas, como se les llamaba, crean enun Estado moderno-occidental, ecaz y liberal. El pensamiento liberal

    se expresaba tambin en una mirada ms abierta hacia la sociedad bo-liviana. No es que todos hayan estado libres de prejuicios en lo tnico,pero no es ninguna coincidencia que fueran precisamente los gonistasquienes en 1993 invitaran a Vctor Hugo Crdenas a la Vicepresidenciade la Repblica el primer aymara en un alto cargo alto de gobiernoen Bolivia. Se equivocan quienes sostienen que para las lites gonis-tas Crdenas slo habra sido una gura de fachada para ganar el voto

    rural. Su rol como vicepresidente fue una de varias manifestaciones deun liberalismo de las lites gonistas impregnado por la experiencia dehaber estudiado o vivido en los Estados Unidos o en Europa, dondepor ejemplo en la universidad se comparte con estudiantes de todas lasnacionalidades y de todos los orgenes tnicos y donde el prejuicio ra-cial est mal visto. Con Vctor Hugo Crdenas se invit a un intelectualaymara que ciertamente, se quiera o no, corresponda a la imagen de un

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    xxvi Cultura poltica de las lites en Bolivia (1982-2005)

    indio culto, digerible por ello para las lites polticas establecidas. Estaexperiencia, sin embargo, no signicaba necesariamente que entre las

    ltimas haya habido una mayor comprensin de la realidad rural en Bo-livia. De alguna manera, a estas lites Harvard les quedaba mentalmentems cerca que el norte de Potos.

    Para llegar al poder poltico, este grupo de empresarios, que al mis-mo tiempo fueron los representantes ms destacados del gonismo, ne-cesitaba un partido. La persona de Gonzalo Snchez de Lozada en elcontexto de la era neoliberal fue central para construir una opcin de

    poder. A travs de su familia, Snchez de Lozada tena la cercana ne-cesaria al MNR. Lleg a un cargo alto de la poltica como arquitecto dela poltica econmica bajo Paz Estenssoro entre 1985 y 1989. Asumiel liderazgo del partido en el momento en que Paz Estenssoro, el lderhistrico, tuvo que retirarse de la poltica activa por razones de edad.Ms importante todava: Snchez de Lozada contaba con el apoyo delpresidente saliente. Un atractivo ms para el MNR fueron seguramente

    como mucho se comenta las sumas con que Snchez de Lozada

    habra contribuido de su propio bolsillo a las campaas polticas delMNR.

    Los cuatro aos del primer gobierno de Snchez de Lozada se ca-racterizan por una creciente brecha dentro del ocialismo que se deja

    interpretar en trminos de cultura poltica. El presidente invit a variosindependientes a cargos centrales en su gobierno, entre ellos FernandoIllanes y Fernando Romero como superministros y Ren Blattmann

    como ministro de Justicia. Tambin ms abajo, en los aparatos minis-teriales, aparecieron muchas caras nuevas que no eran emenerristas. Setrataba de expertos en cuya contratacin tuvieron ms importancia cri-terios profesionales que liaciones polticas. A travs de la alianza con el

    MBL, una escisin del MIR en ese entonces Antonio Aranbar, Juandel Granado y Miguel Urioste eran sus principales representantes,muchos expertos provenientes del mundo de las ONG dieron el paso

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    Prlogo xxvii

    para trabajar en la administracin estatal. La administracin del primergobierno gonista tuvo, de esta manera, el encanto de haber reunido

    una considerable capacidad tcnica en sus las, por supuesto tambincon limitaciones, pero marcando una diferencia con la cultura polticaclientelista establecida.

    En el lado de los perdedores se encontraban no solamente los segui-dores de los partidos de la oposicin. Muchos de los mismos militan-tes del MNR vieron desvanecerse sus ambiciones de conseguir pegas.Por tanta presencia de independientes, no quedaban puestos sucientes

    para satisfacer sus ambiciones. Si Vctor Paz Estenssoro era un lder his-trico que se preocupaba por los suyos, de repente el aparato partidariodel MNR se vio como el partido ms grande de gobierno y, al mismotiempo, marginado del poder, una experiencia sumamente frustrante.No sorprende que las lites del gonismo, tanto los empresarios comolas lites de izquierda liberal del entorno del MBL, encontraban msoposicin de parte del mismo MNR que de los dems partidos.

    De alguna manera, el MBL fue un sustento mucho ms slido para lapresidencia de Snchez de Lozada que su propio partido, el MNR. Losemebelistas aceptaron el marco de la poltica neoliberal en lo econmi-co y se dedicaron a aprovechar los espacios que de repente se abrieronpara dar paso a una modernizacin del Estado y de la sociedad bolivianams all de lo meramente econmico. Con los empresarios gonistastenan como denominador comn el desprecio por los aparatchiks delos grandes partidos y la orientacin hacia una mayor ecacia de la ad-

    ministracin estatal a travs de mayor presencia de tcnicos expertos enlos cargos respectivos.

    Sin embargo, este nfasis en la democratizacin tena sus lmitescuando se trataba de las estructuras internas como partido. Tambinel MBL se caracterizaba por el liderazgo de lderes histricos como

    Aranbar, del Granado y Urioste, que difcilmente se poda cuestionar

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    xxviii Cultura poltica de las lites en Bolivia (1982-2005)

    desde un nivel ms bajo en el partido. Ciertamente, el MBL tampocoestaba libre de caudillismo; este elemento de la cultura poltica boliviana

    est presente prcticamente en todo actor poltico organizado.

    Participacin Popular y cultura poltica

    La Ley de Participacin Popular constituye el ejemplo ms destacadoen lo que se reere al aporte de las lites gonistas al cambio de cultura

    poltica en Bolivia. Ninguna reforma en la era neoliberal ha despertado

    tantas expectativas acerca de la democratizacin del Estado boliviano.Esta ley del ao 1994 fue uno de los proyectos estrella del primergobierno de Gonzalo Snchez de Lozada. No faltan los que interpretanla Participacin Popular como una maniobra de los representantes delneoliberalismo, diseada para dar una fachada democrtica a un proyec-to de dominacin. Muy criticado fue el monopolio de los partidos po-lticos para designar candidatos a alcalda, lo que obligaba, por ejemplo,a autoridades de comunidades a establecer alianzas con partidos parapoder ser alcaldes.

    Lo que aqu interesa es el signicado que tena o todava tiene

    la Participacin Popular como un proyecto pensado y elaborado por undeterminado sector de las lites polticas del pas con una dimensinreformista que va mucho ms all de una mera poltica de descentrali-zacin.

    Bsicamente se trataba de atribuir tanto competencias como pre-supuesto a los municipios, para que determinadas decisiones se toma-ran en el mbito municipal. Al mismo tiempo los municipios tambintenan que asumir la responsabilidad por las decisiones tomadas. Conlos comits de vigilancia se instal un mecanismo de control desdela sociedad civil, pensado para limitar el peligro de que alcaldes y cau-dillos locales corruptos se aprovechen de los presupuestos que tenan

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    Prlogo xxix

    que administrar. Por primera vez en la historia de Bolivia, los escenariosmunicipales llegaron a ser una esfera de decisiones polticas. Hasta en-

    tonces un alcalde no tena mucho poder. Lo mejor que poda hacer eraviajar a La Paz para solicitar a las autoridades ms altas del gobiernocentral, a las cuales poda acceder, algn favor para su pueblo. Ahora,con la Participacin Popular, el cargo de alcalde lleg a tener impor-tancia poltica. Ms todava, por primera vez todo el territorio nacionallleg a municipalizarse.

    Ya son legendarias las ancdotas sobre las primeras manifestaciones

    de la nueva capacidad de gasto de los municipios. En ms de un pueblose podan observar las plazas de la Participacin Popular, sueos demodernidad hechos realidad en forma de concreto echado alrededor deplazas polvorientas; duchas y baos pblicos que casi llegaron a instalar-se en plena plaza, por ser el proyecto priorizado en alguna comunidad; elcasi escndalo que se desat cuando un alcalde retir del banco todo elpresupuesto otorgado y que al ser cuestionado por ladrn respondicon un argumento innegablemente vlido: Qu iba a conar en bancos,

    mejor se llevaba la platita a su casa para que no se pierda por all. Pa-reci iniciarse un proceso de aprendizaje a nivel municipal, donde nuncase haba tenido la oportunidad de manejar un presupuesto.

    La Participacin Popular no lleg por presin popular. No hubo

    ningn movimiento social relevante que haya exigido la descentrali-

    zacin de la administracin estatal con municipios fuertes. Fueron las

    lites gonistas las que decidieron dar un paso hacia una redistribucin

    de poder, del gobierno central hacia los municipios. Los que pensaban

    hacer poltica al estilo acostumbrado, tenan que percibir a la Parti-

    cipacin Popular como una amenaza. Un partido de gobierno tiene

    capacidad de establecer un dominio basado en relaciones clientelares

    en la medida en que pueda controlar los recursos estatales. Cuanto ms

    centralista es el sistema poltico, ms espacio hay para perfeccionar el

    sistema de estas relaciones. Si bien, en muchos casos, un clientelismo

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    xxx Cultura poltica de las lites en Bolivia (1982-2005)

    manejado desde el gobierno central despus de una descentralizacin

    del acceso a recursos dio lugar a relaciones clientelares a nivel local, la

    Participacin Popular por lo menos cuestion la validez de estas pau-tas de la cultura poltica establecida. Los militantes del MNR no slo

    quedaron decepcionados por la falta de pegas: la Participacin Popular

    amenazaba el monopolio de los recursos a ser distribuidos de acuerdo

    a la expectativa de llevrselo todo una vez en el poder, lo que muchos

    perciban como legtimo.

    La Participacin Popular reeja de esta manera el concepto de mo-

    dernidad de las lites gonistas. Un rgimen centralista que distribuyefavores segn liacin poltica pareca, desde ese punto de vista, ana-crnico y premoderno. Un sistema descentralizado ms bien estara di-rigido a aumentar la ecacia de la administracin estatal. Pese a todas las

    deciencias de la Ley de Participacin Popular, no deja de ser un mrito

    del primer gobierno de Snchez de Lozada el haber intentado iniciar unproceso de innovacin en la forma en que se hace poltica en Bolivia,por ende, en la cultura poltica.

    La Participacin Popular no se deja reducir a una maniobra delneoliberalismo para asegurar su dominio, por una simple razn: si losgonistas hubieran concebido una poltica de descentralizacin en estostrminos, no tenan por qu ir tan lejos en cuanto a la redistribucinde los recursos estatales. Una mirada comparativa con otros pases la-tinoamericanos muestra que el modelo neoliberal bien poda gozar deuna parecida estabilidad a la de Bolivia sin tomar semejantes iniciati-

    vas democratizadoras. Sin embargo la otra crtica mencionada anterior-mente, en el sentido que no se habran considerado sucientemente

    estructuras de poder y de autoridad con legitimacin tradicional, sobretodo en el rea rural, deja lugar a la reexin. Posiblemente faltaba un

    reconocimiento explcito de tales estructuras que, por un lado, habrasido importante a nivel simblico y por otro lado, se reejara tambin

    en espacios para candidaturas ms all de listas partidarias. Aqu ya se

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    Prlogo xxxi

    perla un vaco que ms tarde sera aprovechado por otras fuerzas pol-ticas emergentes, fuerzas polticas que, sin embargo, no necesariamente

    compartiran con los autores de la Participacin Popular la vocacindescentralizadora; ms bien se inscribiran mucho ms en un conceptotradicional en lo poltico-cultural de dominio centralista.

    Comentarios fnales

    Lo que se acaba de presentar, es, entre otras, una lectura del gonismoatribuyndole mritos en su primera fase de gobierno por haber intenta-do promover cambios de cultura poltica. Las lites gonistas intentaronreducir el nivel de clientelismo acostumbrado en la poltica bolivianaa travs de reformas que seriamente quitaron fondos y, por ende,poder al gobierno central para fortalecer el nivel municipal. Resultaparadjico que los gonistas, para poder implementar tal poltica, tuvie-ran que apoyarse en el liderazgo, fuera de duda en aquel momento, de

    Gonzalo Snchez de Lozada. Para dar una seal de cambio se recurri,de alguna manera, a mecanismos establecidos en la cultura poltica do-minante, autoritaria y personalista.

    El gonismo no pudo mantenerse en el poder. Este fracaso no se diorecin cuando Gonzalo Snchez de Lozada decidi huir del pas en elao 2003, sino desde 1997 en adelante. En las elecciones de 1997 nohubo ninguna oferta poltica, ninguna candidatura de continuidad de la

    poltica gonista. Muy brevemente, el entonces ministro de Justicia, RenBlattmann, muy cercano al presidente Snchez de Lozada, fue procla-mado candidato a la presidencia. Blattmann hubiera sido un candidatode continuidad. Sin embargo, a los pocos das se retir de la candida-tura. Una posible lectura es que una candidatura de Blattmann para losgrandes del aparato partidario del MNR habra sido demasiado. Tantohaban sufrido con Goni por haber sido marginados del gobierno, que

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    un candidato resultaba inaceptable si encima de haber sido ministro in-dependiente, recin se integraba al MNR. Juan Carlos Durn, que lleg

    a ser candidato del MNR, representaba al aparato partidario y de ningu-na manera al gonismo.

    Lo dems es conocido: tal como se esperaba, el MNR perdi laeleccin, Hugo Banzer regres e inici una presidencia caracterizadapor una megacoalicin y, al mismo tiempo, por una suerte de parlisiscolectiva de la poltica: se les daba algo a todos, y no pasaba casi nada. Eldescontento con estas lites polticas que ya slo parecan administrar el

    poder ha contribuido con lo suyo a las protestas que caracterizaron losprimeros aos del nuevo milenio y que culminaron con la eleccin deEvo Morales como presidente de Bolivia.

    Si algo ha quedado de la experiencia gonista de los aos noventa,es la experiencia en todo el pas de haber ganado nuevos espacios departicipacin y de responsabilidad. Por supuesto que la ParticipacinPopular no funcion de la misma manera en cada municipio; fue instru-

    mentalizada, tergiversada o bloqueada por poderes locales, sean stosempresarios, obispos o sindicalistas. En otros municipios, se fortaleciefectivamente el espacio municipal como espacio de decisiones polti-cas, un proceso que no fcilmente se puede revertir.

    Otro proceso de cambio de la cultura poltica boliviana se perl de

    manera ms difusa y dispersa durante los aos ochenta y noventa; sinembargo, tiene consecuencias importantes en el desarrollo poltico enBolivia de 2000 hasta la fecha. Cada vez ms, caras indgenas y/o popu-lares llegaron a la esfera poltica.

    Llegaron con discursos y propuestas muy diferentes; grandes bre-chas separan a Max Fernndez, Remedios Loza, Vctor Hugo Crdenas,Evo Morales y Felipe Quispe. Esa diversidad de expresiones polticas deun reclamo de representacin diferente a la poltica tradicional indica,

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    Prlogo xxxiii

    sobre todo, que no hay forma de denir un inters poltico colectivo de

    los indgenas, muchos menos del pueblo en general. Ms bien que-

    dara claro que dentro de la poblacin boliviana existe una multitud deidentidades culturales y tnicas que pueden buscar formas muy diversasde expresarse en lo poltico. Inclusive en el mismo individuo habra msde una posibilidad de autoidenticarse en trminos culturales o tnicos.

    De todas maneras, la paulatina apertura del sistema poltico a personasque no son hijos de familias de descendencia espaola se fue dando du-rante muchos aos, lo que al mismo tiempo signica que la existencia de

    polticos indgenas a partir de 2005 bajo la presidencia de Evo Moralesno fue tampoco tan nueva, como los seguidores del presidente reclamancon frecuencia.

    En un texto redactado en el ao 2009 es imprescindible un comen-tario nal acerca del surgimiento de Evo Morales como poltico y pre-sidente que, sin lugar a dudas, ya forma parte de las lites polticas delpas. Anteriormente se ha hablado de la lgica confrontacionalista que

    caracterizaba a gran parte de la poltica boliviana y a sus lites. EvoMorales ha crecido precisamente en este ambiente, como lder cocaleroen el Chapare. En la regin del pas ms afectada por sucesos violentosdebido a intervenciones de las Fuerzas Armadas y a la resistencia de loscampesinos cocaleros, Evo Morales se form en los noventa como ldersindicalista y ciertamente no como supuesta autoridad indgena, algoque nunca fue. Se form bajo condiciones en las que las estructuras

    autoritarias y el caudillismo no slo se dieron como resultado de unacultura poltica establecida, sino que partieron de una lgica casi militar.Los cocaleros se perciban permanentemente en una situacin de lucha,lo que difcilmente poda permitir complicados procesos de democraciainterna. Evo Morales fue el lder nico e incuestionable de los cocaleros.El movimiento cocalero haba adquirido el liderazgo de facto de un mo-

    vimiento sindical boliviano que se encontraba en una profunda crisis.

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    xxxiv Cultura poltica de las lites en Bolivia (1982-2005)

    Con el cierre de las grandes minas estatales, los mineros virtualmentedesaparecieron como base del poder sindical, o por lo menos su nme-

    ro se redujo considerablemente.Es de destacar que en el Chapare, por la propia forma en que se

    constituy el movimiento cocalero, Evo Morales nunca se puso en es-cena como lder indgena ya que los cocaleros constituyen un conjuntode migrantes de diferentes partes del pas, lejos de cualquier coherenciatnica. Una alusin al pasado indgena y las pocas prehispnicas sloapareca en el discurso al hablar de la coca como hoja sagrada. En el

    fondo los cocaleros estn ms integrados al mercado mundial que cual-quier otro sindicato.

    A diferencia de una percepcin, sobre todo en el mbito interna-cional, de un presidente Evo Morales que representara un cambio pro-fundo a travs, entre otros, del acceso de los indgenas bolivianos alpoder poltico, aqu ms bien se enfatiza su origen poltico en el movi-miento sindical, con fuertes elementos de continuidad cuando la presi-

    dencia de Evo Morales se enfoca desde los trminos de cultura polticavigentes. El movimiento sindical ha sido siempre un actor enraizadoprofundamente dentro de las reglas de juego de la cultura poltica tradi-cional en Bolivia. Entr a su profunda crisis a partir de 1985, tambinpor su incapacidad de asumir una actitud diferente, ms dialogante quela vieja lgica de confrontacin con el Estado. Esta herencia culturalrespecto al estilo de hacer poltica se pudo notar en estos primeros aosde la presidencia de Evo Morales. Aunque no es ste el lugar para entraren detalles, hay que mencionar el manejo de la Asamblea Constituyentecaracterizado por formas poco democrticas para promover un borra-dor de Constitucin que, supuestamente, debi ser una slida base parael futuro de la democracia boliviana.

    Seguir siendo un reto para el gobierno de Evo Morales el estable-cer una cultura poltica en Bolivia, que tambin merecera la etiqueta de

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    Prlogo xxxv

    cambio profundo y que, a la vez, fuera profundamente democrtica.Posiblemente habra algo positivo que rescatar de las reformas de los

    noventa, una herencia poltica que se podra profundizar. Sin embargo,parece poco probable que los masistas sean capaces de atribuir algo po-sitivo al tan odiado y demonizado Gonzalo Snchez de Lozada; pensaren la categora de enemigo en vez de competidor en democracia siguesiendo un rasgo caracterstico de la cultura poltica boliviana.

    Lima, marzo de 2009

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    Resumen

    La propuesta presentada aspira a abordar la temtica de las elites (po-lticas, principalmente, y econmicas, complementariamente), crucialesen la conguracin Estado-sociedad en la Bolivia contempornea y de

    relevancia en el periodo democrtico en curso. Se busca, entonces, com-parar su desempeo en reas clave desde la reforma del Estado, conpertinente acotamiento. Implica esto al sistema poltico, la participacinpopular y la descentralizacin con relacin a la multi e interculturali-dad y la demanda tierra-territorio, de una parte; y la capitalizacin y elsistema regulatorio, de otra, con los periodos previos (la emergente dela Revolucin del 52 y la oligrquica). Nos interesa denir si persisten

    predominantemente comportamientos seoriales o si los democrticos(en orientacin, actitud, valores) empiezan a emerger con perspectivade consolidacin democrtica y ciudadana; es decir, a qu polo del con-tinuum autoritarismodemocracia estn ms cerca los grupos so-ciales objeto principal de este estudio. Disponemos para ello de ciertascontroversias de tipo histrico, como de literatura biogrca y (pocos)estudios sobre lites, cuanto de estudios, monitoreos y evaluaciones so-bre las polticas pblicas mencionadas. El resultado es ms complejoque el planteamiento inicial, por cuanto se ha estado abierto a los da-tos generados en particular, en relacin a la comprensin del rolque la lite prerrevolucionaria concibi para Bolivia en Sudamrica.Lo ambicioso del emprendimiento intelectual, empero, arroja ciertas

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    conclusiones tiles y claras sobre cultura poltica de la sociedad y litesbolivianas.

    Hallazgos:As, uno de los elementos ms conspicuos del trabajoconsiste en relativizar la narrativa del nacionalismo revolucionario comolectura poltico ideolgica que concentra responsabilidades en una oli-garqua la lite que lo precede en el ejercicio del poder poltico yque ensalza componentes de difcil conjugacin con una cultura polticams de tipo cvico-republicano, que busca desarrollar virtudes y com-promisos de los y las ciudadanas, antes que descargar culpas en otros,los ajenos.

    Congruente con ello, para el periodo estudiado tambin se es cautoa la hora de dictaminar el fracaso total del llamado neoliberalismo y lademocracia pactada al sealar claroscuros del proceso, en gran medidainterpretado como cierta desmesura por intentar acortar las diferenciascon otros pases de la regin en trminos de desarrollo y modernizacinque posibilitaron una mayor democratizacin y fortalecimiento del dis-curso de la diversidad (tnica-cultural y tambin regional, casi defensiva-

    mente), aunque sin un proceso de mejoramiento econmico paralelo.Metodologa empleada: El trabajo se apoya sobre todo en un

    recurso interpretativo inspirado en el trabajo hermenutico de H. G.Gadamer, en particular en la conclusin de que se alcanzan ciertas ar-maciones luego de intentar ponerlas en duda, en un examen despojadode verdad a ser probada. Los datos de tipo ms cuantitativo y anes a

    cierto empirismo realista estn presentes, en especial respecto a ciertaspolticas pblicas, pero bajo el gran encuadre interpretativo. Es el pro-

    ceso histrico el privilegiado en la panormica, pero se utiliza para loslderes y su respectivo hombre fuerte (seis personalidades, tres presi-dentes entre ellas), una suerte de retratos para visibilizar los rasgos sa-lientes de la lite poltica contempornea, que encuentra anidades con

    otras guras sobresaliente de nuestra trayectoria poltica aun en el siglo

    XIX (formacin de la Repblica), y desde luego en el XX (la generacindel nacionalismo revolucionario).

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    Cultura poltica de las lites en Bolivia

    (1982-2005)

    Gonzalo Rojas Ortuste

    [] como si las historias que durante largos aos estnen reposo tuvieran una hora de desperezamiento y nada

    pudiera hacerse contra su llegada, quizs slo demorarlaun poco, un poco ms, a ningn efecto. [...] Quizs llegaun momento en que las cosas quieran ser contadas, ellasmismas, quizs para descansar, o para hacerse por n

    cticias.

    Javier Maras,Corazn tan blanco, 1992.

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    Introduccin

    En este trabajo estudiamos en qu medida y con qu caractersticas sematerializ la herencia histrica de tipo seorial de las lites polticas yeconmicas bolivianas en la conformacin y desarrollo del Estado, enla cspide del mbito poltico y econmico, y las limitaciones que este

    legado comporta para la consolidacin de un rgimen democrtico quetambin tenga esa caracterstica en la sociedad.

    Hemos buscado comparar el desempeo y buscar continuidades ydiferencias entre las distintas lites que jugaron un rol poltico en Bo-livia en reas clave del desarrollo del Estado, con nfasis en las dosltimas dcadas y la llamada Reforma del Estado. Esto implica analizarel sistema poltico, la Participacin Popular y la descentralizacin con

    relacin a la multi e interculturalidad y la demanda tierra-territorio, poruna parte; y la capitalizacin y el sistema regulatorio, por otra, con losperiodos previos (la Revolucin del 52 y la oligrquica). Nos interesadenir si persiste predominantemente un tipo de comportamientos (en

    orientacin, actitud, valores), o si empiezan a emerger con perspectivademocrtica y ciudadana; es decir, a qu polo del continuumautoritarismo democracia estn ms cercanos los grupos sociales objeto prin-cipal de este estudio.

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    4 Cultura poltica de las lites en Bolivia (1982-2005)

    Siendo el Estado una abstraccin conceptual, tambin tiene concre-cin en sus instituciones y en el personal de Estado, segmento crucial

    de las lites que queremos estudiar. Dado que el Estado es tanto unproducto histrico como una estructura de dominacin (con las obviasasimetras que esto ltimo implica), es tambin una instancia que en sumodernizacin ha requerido crecientemente de legitimidad, adems delas condiciones subjetivas que sta comporta; tiene relacin con logrossocioeconmicos para su poblacin, que en el caso boliviano contem-porneo son ms bien modestos.

    Estaramos, entonces, ante la constatacin de que las lites respon-sables en su correspondiente medida de tales resultados han continuadocon aquella tradicin que las ciencias sociales en y para Amrica Latinahan asociado al periodo post-independentista (siglo XIX y comienzosdel XX, Cf. Kaplan 1984, Morse 1974 y Vliz 1984), y cuya persistenciacuestiona notablemente la afeccin que se crey conseguida por la de-mocracia. Es decir que si los ms prominentes ciudadanos las lites, acontramano de las pretensiones de igualdad de que la misma nocin de

    ciudadana busca dar cuenta continan con comportamientos corres-pondientes a la cultura oligrquica, el resto de los ciudadanos encuentrapocos elementos de emulacin para el aanzamiento de un rgimen

    democrtico que adems perle una sociedad digna de ese calicativo,

    cuya delimitacin hacemos adelante. De tal modo, nos encontraramosante un crculo vicioso, que podra convertirse en virtuoso si hay cam-bios importantes hacia una lgica ciudadana, democrtica de las lites,

    grupo relevante en la relacin que abordamos entre Estado y sociedad.La idea de reforma estatal apunta a ello, pero justamente de lo que setrata es de auscultar si los resultados se acercan a esto o no.

    La denominada teora de las lites (Mosca 1984, Pareto 1961 y Mi-chels 1979) es desde luego nuestra referencia marco, adems de la di-mensin valorativa y operativa de la democracia multi e intercultural ylas polticas pblicas contextualizadas con la historia especca de esta

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    Introduccin 5

    sociedad. De esa clsica teora de hace un siglo, que tratamos en otrodocumento publicado (Rojas O.,Tapia y Bazoberry 2000), rescatamos

    principalmente la idea de lite como minora que decide, y ms bienavanzamos en la discusin sobre los datos estructurales del mundo dehoy, crecientemente intercultural y globalizado, con las dicultades y

    respuestas por lo menos conceptuales de valoracin en dicho es-cenario.

    Para el caso en cuestin, recurrimos a conformar una sucinta ca-racterizacin de las lites bolivianas a partir de la lectura de material

    biogrco y ensaystico sobre algunos personajes relevantes del sigloXX principalmente, aunque no se descuidan referencias a prominentesdel siglo XIX, los aos iniciales de la formacin de la Repblica, enla bsqueda de dar la suciente densidad histrica a nuestro abordaje.

    Mientras que para el periodo contemporneo se usar adems materia-les relacionados con evaluaciones y monitoreo de las polticas pblicas,entre las ms relevantes de los noventa, como son la descentralizaciny la capitalizacin. La primera reforma de esa dcada implica al sistema

    poltico, la Participacin Popular y las reformas con orientacin terri-torial con relacin a la multi e interculturalidad; la segunda incluye tam-bin al sistema regulatorio. En resumen, visualizamos las pretensionesde democratizacin del Estado en lo social y poltico, y de bsqueda deecacia y modernizacin institucional en lo econmico.

    En el ndice se muestra con claridad esta doble estrategia: la primeraparte busca bosquejar retratos de eminentes representantes de la clase

    poltica en el captulo III central y articulador del trabajo, precedidopor la revisin histrica (captulo II), junto con el anlisis del rol de losempresarios (captulo IV), que culmina con la sntesis sobre la culturapoltica de las lites que se estudia aqu. En la segunda parte se abordael contexto poltico y econmico de las reformas que se llevan adelantetratadas en su respectivo captulo, el V, mayormente con anlisis institu-cional, que est presente en esta segunda parte, para continuar en el VI

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    6 Cultura poltica de las lites en Bolivia (1982-2005)

    en una arena ms amplia, la perspectiva internacional, desde el Estadoboliviano, principalmente en Sudamrica. El captulo VII, de conclusio-

    nes, es la sntesis nal del trabajo.

    El captulo entre esta introduccin y las partes citadas (captulo I) esdonde se hace explcito el encuadre y los conceptos ms relevantes paraeste trabajo, en particular el recurso de la interpretacincomo inexcusablepara nuestra labor de dar cuenta de la conducta y orientaciones (culturapoltica prevaleciente) de un pequeo grupo humano en circunstanciascontemporneas de decisin. Por otra parte, selecciono el trabajo de

    Charles Taylor tanto como representante de una discusin en las cien-cias sociales actuales ms afn al trabajo que emprendo para situar unatradicin intelectual democrtica de mayor adecuacin a un pas comoBolivia y sus desafos dbilmente resueltos en su trayectoria polticarepublicana, que hoy se debate bajo el rtulo del multiculturalismo,como para el estudio de la ciudadana contempornea que involucraciudadanos responsables en polis especcas, la opcin republicanis-ta. Muy sucintamente, hemos incorporado algunos elementos y au-

    tores bolivianos que podran ser precursores de una tradicin como lasealada, y suelen asociarse en el pas a un proto-nacionalismo como el

    vigente en la segunda mitad del siglo XX.

    En realidad, intentamos dar cuenta de la historia del presente, yes sabido que una de las ventajas que suele atribuirse a la labor histo-riogrca es disponer de la sedimentacin de los hechos, apagadas o

    disminuidas las pasiones que inevitablemente se dieron en el momentoque ocurrieron. Por ello el planteamiento exible, pero sucientemente

    acotado, que presentamos aqu permitir ajustar itinerarios explicativossabiendo que, en lo individual y en lo colectivo, ser en el mundo es sercon otros, y all es imprescindible atender al contexto de poca, para sercontemporneos con la del presente. As, nuestro penltimo captulo (el

    VI), antes de la perspectiva inmediata del proceso poltico que se estdesarrollando (captulo VII) y de las conclusiones, aborda la discusin

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    Introduccin 7

    del Estado-nacin boliviano en el marco internacional, imprescindibleen la hora actual, pero destacado desde el nacimiento mismo de la Re-

    pblica, no slo respecto de la metrpoli europea, como es el caso detodos los Estados de Amrica, sino incluso en relacin a sedes de virrei-natos (Buenos Aires y Lima) con pretensiones de soberana en su mo-mento respecto a lo que ahora llamamos Bolivia, y ciertas implicacionesque dialogan con formulaciones ms tericas sobre conguraciones

    contemporneas que se ha dado en llamar globalizacin.

    A continuacin, realizamos una declaracin de nuestros motivos, no

    nicamente acadmicos, para explicitar esta opcin (clusula tica).Es necesario realizar un apunte para una mejor orientacin de lo quequeremos hacer, y principalmente, para qu se quiere hacerlo. Con estoy el trabajo realizado en el captulo siguiente, se pretende explicitar lomejor posible desde dnde se habla, argumenta y, en ltima instancia,se formulan juicios de valor.

    Desde luego, no por azar uno estudia ciencias sociales, habiendo

    quizs capacidades e incluso gusto por otras disciplinas, algunas conms reconocimiento social, como las denominadas exactas o puras. Hay,pues, un tipo de compromiso personal con un destino colectivo al queuno quiere contribuir a forjar, en la esperanza de que se puede incidir enel curso de las cosas, o mejor, de la cosa pblica. Con todo, hay un reco-rrido personal con fuerte nfasis en la formacin cientca social, que

    ha ido acudiendo constantemente tanto a la reexin losca cuanto

    a la elaboracin ms afn aexpresiones culturalesy tambin a la impa-

    ciencia para intentar aportar en lo prctico de la gestin pblica, inclusogubernamental, para impulsar cambios signicativos en la vida colectiva

    boliviana. Curiosamente ahora lo s, parte de esos cambios implicala conservacin de lo que en trminos de institucionalidad resulte perti-nente y adecuado a la realidad que el proceso histrico va congurando

    y se asocia al concepto de desarrollo, como acumulacin que proveerecursos para enfrentar demandas crecientes y viejas deudas sociales.

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    8 Cultura poltica de las lites en Bolivia (1982-2005)

    Esto se vincula al concepto que tengo sobre individuos tambinminoritarios de una sociedad, que sin otra pretensin que la clasica-

    toria denominamos intelectuales. Se trata del segmento de la sociedadque ha desarrollado o est desarrollando un cierto tipo de capacidades(y manas) que lo diferencian del resto y cuya ventaja comparativa es quedesarrolla destrezas mayormente asociadas a expresin verbal y argu-mentacin con cierta informacin que se puede constatar, usualmentehilvanada por fragmentos de teoras o algo que con cierta pretensinpodramos asimilar a paradigmas ms o menos laxos, segn capacida-des, audiencia y oportunidad. Un pluralismo de ocio, por llamarlo de

    algn modo, para diferenciarlo del pluralismo como credo, digamos li-beral, es requerido para ser parte de este gremio, al menos en lostiempos que corren. Los intelectuales ciertamente son una lite, perono es la que pretendo estudiar aqu, aunque algunas alusiones existenen la medida en que es desde ese mbito social, el intelectual, donde seproducen tambin proyectos de sociedad o pas.

    Ya en el plano ms personal, pero vinculado a lo anterior, ratica-mos que es desde nuestras especicidades personales desde donde po-demos aportar presentando una mirada crtica (y recogiendo en posibleautocrtica) de un segmento que con el tiempo hemos ido reconociendo

    a veces a regaadientes como decisivo para el desenvolvimientode la vida social y poltica de las sociedades, incluida la nuestra, por su-puesto. Desde mis lecturas iniciales sobre tal segmento, entonces en laUNAM, en Mxico en un par de recordados cursos con el profesor

    Salvador Cordero, con esa vertiente de comprensin compitiendo conel marxismo acadmico, entonces predominante, hasta los nfasisde estudio de quien fuera mi tutor en la Universidad de Pittsburgh, elprofesor James Malloy, que, resultndome interesantes, no conseguantodava absorberme del todo.

    As, las lites se han ido convirtiendo en objeto privilegiado de aten-cin, y pretendo desde hace aos que sean tambin de estudio. Primero,

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    Introduccin 9

    porque sostengo tienen una gran responsabilidad en la situacin actualde la colectividad de la que forman parte, como lo hace una importante

    tradicin de las ciencias sociales y tambin importantes autores boli-vianos como Zavaleta (1986), en cierto modo Almaraz (1967 y 1969) yalguien tan poco afn a stos como Mansilla (1995a y 2000), que es elautor contemporneo que ms se ocup del tema y con cuyos trabajosdialogamos y marcamos diferencias. El trabajo de Zavaleta nos pareceel ms valioso.

    Con explcita preocupacin por la democracia y la modernizacin

    trabajamos sobre las lites de una regin clave de Bolivia el Beni(Rojas O., Tapia y Bazoberry 2000). Consideramos que presente textopodra ser asumido como una continuacin en la temtica, incluyendouna ampliacin en cuanto su cobertura nacional y tambin un im-portante cambio de estrategia metodolgica antes mayormente cuan-titativa y ahora con fuerte nfasis cualitativo. El trabajo sobre la litedel Beni se realiz a partir de la seleccin de un segmento de la lite na-cional que sabamos ms conservadora junto con la de Pando que

    la del resto del pas. Por ello constitua algo as como el lmite inferior,empero no desalentador, de la cultura poltica democrtica en Bolivia enuna regin promisoria. El universo a cubrir, los recursos disponibles yla dicultad de acceso ameritan el cambio metodolgico, digamos ms

    bien de nfasis, as como las exigencias de la comunicacin acadmicaque implica un trabajo como el presente, en particular una discusinterica sobre justicia, a la que se dedic varios seminarios y que aqu

    hemos reencauzado para nuestros propsitos en el tratamiento de latemtica de la multi e interculturalidad.

    Segundo, porque buena parte de las lites se ha mostrado hartocomplacida con lo hecho, dado que casi por denicin ocupan un

    sitial destacado en la sociedad, y dicha graticacin personal predomina

    sobre una visin ms autocrtica de sus rendimientos ms colectivos;nalmente, porque liberado de compromisos familiares o primarios con

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    dicho sector, creo poder arrostrar el desafo de mencionar aspectos im-portantes de su conducta y actitudes, no como inapelable dictamen,

    pero s como juicio de valor argumentado para propiciar reexiones,dentro y fuera del grupo de estudio, que acte como fuerza de opininpblica sobre algunos segmentos relevantes de la sociedad. Se trata, ensntesis, de tomar el camino del mayor esfuerzo intelectual, que separey pondere procesos con mayor pertinencia para potenciar procesos decambio democrtico. Puede, incluso, que haya una inusitada vigenciadel presente estudio, ms all del cambio de rgimen poltico, aun condesplazamiento de las lites principalmente estudiadas aqu.

    En una palabra, queremos aprovechar de una situacin peculiar paraemprender este trabajo, a saber, la conviccin de la importancia en todasociedad del rol y conducta de sus lites, cuanto hay el reconocimien-to, en parte vericable, de un desempeo mayormente mediocre de las

    mismas; quizs sea ms propio tipicarlas como sujetas de un desem-peo improvisado1. Queremos aunque sea remota la posibilidadcontribuir a aportar insumos para construir una institucionalidad de-

    mocrtica.

    Habr algo de lo que aqu se estudia que no resulte muy novedosopara ciertos especialistas. En todo caso, me aparto de un sector hiper-crtico con relacin a nuestros problemas nacionales, pero ciertamentemi inicial valoracin fuertemente inuida por autores cercanos al na-cionalismo revolucionario, recin citados se ha modicado en una

    comprensin ms realista, dado el reconocimiento de las circunstan-

    cias en las que actan las lites, abandonando una subyacente intencincondenatoria. Junto al valor de una cierta documentacin examinada,

    1 Un breve y poderoso consejo me fue dado por el Dr. Salvador Romero Pittari, fu-gaz asesor en los inicios de este trabajo: que no me erigiera en Dios a la hora de

    valorar a las lites, lineamiento que tengo muy presente y que me esfuerzo porqueest vigente a lo largo del documento. (Las notas a pie de pgina estn numeradaspor captulo.)

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    con las caractersticas de validez que en su conjunto espero sean lo su-cientemente persuasivas como argumentacin para dar lugar a lo arriba

    sealado, incluidos los crticos que suelen demeritar los contextos es-peccamente polticos (nacionales e internacionales) donde se desa-rrollan las acciones de las lites estudiadas. Aqu la documentacinreposada y la interpretacin en los marcos de Gadamer me guo porun cautivante aforismo de Walter Benjamin2: el discurso conquista elpensamiento, pero la escritura lo domina.

    Luego de una primera versin completa del presente trabajo, hemos

    seleccionado unos epgrafes para cada captulo que buscan destacar yacaso iluminar eso esperamos la unidad del trabajo en lo referido alas lites, sus pautas de conducta, sus lmites y algunos gestos de lucidezenfrentados a sus propias circunstancias. Ciertas particularidades sondestacadas por esos autores mayormente extranjeros; otras correspon-den a problemas que enfrentan tambin sus pares en otros Estados eincluso culturas, a despecho de una lectura muy sesgada que atribuye alas lites bolivianas la responsabilidad de todos los males de este pas.

    El enfoque metodolgico en retrospectiva

    Presentamos aqu, como retrospectiva, y de manera sinttica, lo reali-zado en este trabajo, que enfatiza como elementos clave a los actoresdecisivos en la sociedad nacional, las lites, ladel campopoltico prin-cipalmente, en el sentido sociolgico. Aunque el campo disciplinario

    del estudio puede ubicarse en la cultura poltica, tiene largo tratamientodentro de la sociologa poltica, y hay aqu una importante atencin a laspolticas pblicas, mayormente las de los noventa en el periodo estudia-

    2 Este es un autor que tempranamente ha ejercido inuencia sobre mi trabajo in-telectual. En este caso, encontr este aforismo en una compilacin suplementoSalamandra del semanario Pulso, La Paz, 26/10/2001.

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    do (1982-2005) y a la institucionalidad, en particular el Estado bolivia-no, bajo el gran encuadre de la democracia.

    El trabajo es en cierta forma una continuacin de preocupacionesenunciadas en un texto sobre la lite del Beni (Rojas O., Tapia y Bazo-berry 2000) y un dilogo con algunas de las estimulantes reexiones de

    la postrer obra de Zavaleta (1986), en particular sobre el dcit de la

    relacin Estado-sociedad civil y las alusiones a las lites bolivianas conrelacin a algunas vecinas consideradas individualmente y en compara-cin de unas con otras.

    La opcin por la democracia como sistema de valores de vida sociale instituciones polticas es decisiva en nuestra ponderacin. Por ello,procesos de amplio aliento como el de modernizacin y conformacinde Estado-nacin son considerados y valorados bajo dicho prisma, cui-dando de no cometer anacronismos en los juicios de valor; asimismo,son incorporadas y discutidas las concepciones de multiculturalismo einterculturalidad.

    Ha sido la interpretacin el recurso principal para la elaboracin delpresente trabajo. Este es en general de carcter ms cualitativo, pero nodesdea las mediciones pertinentes disponibles, que de hecho se usanespecialmente en el captulo V referido al sistema poltico y la capitaliza-cin. En los captulos II y III, que resumimos en el apartado siguiente,en su presentacin conclusiva, en cada par de polticos que incluye a unpresidente en funciones entre 1989 y 2001, discutimos sucesivamente la

    relacin amigo-enemigo, la cuestin de la verdad (social y poltica) y -nalmente el asunto de la escisin entre lo privado y lo pblico, as comosus relaciones, para hacer evidente que no se trata de breves biografas,sino de ponderar el sentido de las visiones polticas a partir de sus con-

    vicciones expresadas en entrevistas publicadas. Este captulo sobre loslderes y, en cada caso, sobre uno de sus colaboradores ms repre-sentativos, est precedido por otras cohortes polticas del pasado, con

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    Introduccin 13

    cierta concentracin en las lites que tienen que ver con la fundacinde la Repblica y, ms cercana en el tiempo, la del nacionalismo revo-

    lucionario, que alcanza incluso a la primera etapa del periodo estudiadocentralmente, tal la gura de Paz Estenssoro.

    Vale la pena anotar que las importantes memorias3de Alberto Cres-po, ms que cualquier comunicacin acadmica que cierra el captulo II,ledas casi por accidente, me dieron la base de trabajo del captulo VI,y, quizs igualmente importante, para estar consciente de la medida enque mi propia comprensin de la vida poltica contempornea boliviana

    estaba signada por la versin de los victoriosos del siglo XX, los actoresy hacedores de la ideologa del nacionalismo revolucionario.

    Merecen destacarse aqu ciertos libros de autores bolivianos y dealguna bolivianista, puesto que en el captulo I consigno mayormentereputados autores extranjeros de las ciencias sociales y humanidades,gruesamente asociados a lo que hoy se llama republicanismo. En el ca-ptulo II, una gura importante sobre la que me ocupo con una interpre-

    tacin (inspirada en Scott 1990) que no tiene precedentes para el casoboliviano de la poca es la de Casimiro Olaeta, sobre la que escribie-ron principalmente Gantier (1968) Arnade (1979) y Roca (1997 y 2002,adems de sus otros trabajos) desde la condena de Ren Moreno en elsiglo XIX. Precisamente para dicho siglo me result relevante el trabajode Dmelas (2003). Para la generacin del nacionalismo revolucionario,me fueron de particular inters los trabajos de Mariano Baptista, comoya seal en otro lugar. Como recoleccin cronolgica y contexto po-

    ltico de los empresarios, me resultaron muy tiles los tres volmenesde R. Sanjins (2004). Finalmente, para la segunda parte, el volumen del

    3 Casi intuitivamente, en el diseo inicial haba consignado un campo para la novelahistrica o poltica, que tan til ha sido en ocasiones pasadas de mi formacinpara la comprensin de las complejidades del mundo humano. Aqu fue, conclaridad, este texto de memorias, un gnero poco frecuentado en la produccinboliviana, el que tuvo el peso decisivo.

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    Ministerio de Relaciones Exteriores (2004) fue un excelente fuente pararastrear la formacin de la doctrina internacional de Bolivia, y en parti-

    cular el prolijo trabajo de Ostria (1953), as como el breve y enjundiosode la Delegacin Presidencial sobre la capitalizacin (DPRMC 2004) yel de Salinas et al.(2002) en el captulo respectivo.

    Vale la pena consignar que creo haber revisado toda publicacin dela que tuve noticia sobre lites como descriptor en Bolivia en lasdos recientes dcadas. Hay pocos estudios que me fueron especialmentetiles; entre ellos destaco el de Caldern y Jett (2002), muy bien aco-

    tado. De manera ms general, para el penltimo captulo encontramosmuy estimulante el trabajo del PNUD (2007) en su Informe de Desa-rrollo Humano.

    Por su importancia en cualquier sociedad contempornea, pero tam-bin por sus ligazones con el poder poltico y las reformas de mercado,el captulo IV se concentra en los empresarios, y all se consigna unode los temas de relevancia en el escenario poltico actual, y que tiene a

    sus impulsores en este sector: la reemergencia de la demanda regionalhoy bajo la denominacin de autonomas departamentales. Este es untema todava en vas de procesarse, y nos centramos en situarlo en laposibilidad de viabilizarse dentro de un acuerdo concertado, o al menoseso esperamos.

    El contexto para comprender a los actores en su circunstancia, esdecir, anlisis de puesta en marcha y resultados de las polticas pbli-

    cas, principalmente las de los noventa, se aborda en los captulos de lasegunda parte. El sistema poltico y la descentralizacin, y de manerageneral las reformas con rasgo territorial que converge con la problem-tica de la tierra, por una parte; en tanto que las reformas especcamen-te econmicas conocidas como capitalizacin, como forma particularde privatizacin, y el sistema regulatorio, como forma de control estatalsobre las empresas que estn vinculadas a servicios pblicos, ocupan el

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    Introduccin 15

    captulo V. Lo presentado en este trabajo no se hace eco de la ntegracondenacin discursiva en la fase poltica actual de los procesos de mo-

    dernizacin, aunque desde luego tampoco sostiene una defensa cerradade cada una de estas polticas, sin dejar de valorar los avances demo-crticos de las que han sido portadores. Los matices y diferenciacionesespeccas son precisamente el resultado de un acercamiento ms bien

    a los datos y hechos, cierto que siempre mediados, reduciendo en lo po-sible la discursividad ideolgica propia de la accin poltica partidaria.

    Finalmente, en el captulo VI la consideracin del contexto involu-

    cra el mbito internacional como espacio crecientemente relevante don-de es preciso inscribir a Bolivia en el marco de grandes tendencias, enque el Estado es una realidad de agregacin institucional macro, vigentetodava, incluso en referentes de globalizacin o aun de glocalizacin,que permite dar cuenta de la reemergencia de identidades locales, lo quea primera vista resultan muy paradjico ante la mundializacin nan-ciera y de tecnologas de comunicacin. Al considerar esta dimensin,raticamos el acierto del nfasis multiculturalista de nuestros primeros

    captulos para dar cuenta de la realidad sociolgica boliviana, y aqureaparece en tesitura ms intercultural como realidad del mundo actual,incluso en su forma ms dinmica de cambios.

    Debemos dejar constancia de que, a consecuencia de la metodologay principalmente las deniciones epistemolgicas tomadas, la pregunta

    gua de la investigacin, aunque formulada no como dicotoma (demo-cracia o autoritarismo) sino como continuum, gener una respuesta que,

    como se ver, demanda ms dimensiones que esa imaginaria barra en-tre los extremos polares. Ms bien se modic signicativamente una

    orientacin inicial de la investigacin que tenda a raticar una suerte de

    pesado legado casi inmodicable y poco sensible a cambios importan-tes aunque insucientes de las relaciones del Estado y la sociedad

    boliviana. La Paz, julio de 2008

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