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Primer Congreso Intemadonal Reencuentro con Enrique Gómez Carrillo

La Modernidad discursivahispanoamericana: literatura, periodismo ymercado ¿un intento de contramodernidad?

Pedro Pablo RodríguezCentro de Estudios Marcianos, Cuba

! periódico y el periodismo son de tal modo elementoscaracterizadores de los procesos modernizadores impulsados por eldesarrollo del sistema capitalista que se han convertido también en unsínibolo, quizis de los más notables, de la Modernidad.

La prensa escrita fue creciendo entérminos numéricos y en signi-ficación social a lo largo del sigloXIX, aunque es indudable quedurante sus decenios finales yaalcanzó ese sentido simbólico parala sociedad industrial. Ello fueresultado de un conjunto defactores interactuantes paradeterminar que el inicio de losmonopolios en los países centralesdel sistema mundo capitalista yacelerar los procesos de mercan-tilización de las artes y las letras, enlos que el periodismo Riera vehículoprincipal.

El crecimiento exponencial de laproducción mercantil, y de sussistemas organizativos y dedistribución, determinó también lahipertrofia del consumo y laaparición del fenómeno delconsumismo, como una carac-terística cultural y psicológica de lavida moderna.

Mercado y consumo serían cada vezmás los dioses adorados, al lado ycon tendencia a situarse por encimade la libertad en el panteón de laModernidad. Ambos, mercado yconsumo, servirían además comoencubridores de las reales relacionessociales de producción yreproducción, y de las domina-ciones de la clase burguesa y susgrupos hegemónicos.

Si la libertad se sobrepuso a laigualdad y a la fraternidad procla-madas en sus comienzos por laRevolución Francesa, el consumo yel mercado fueron asumiendo losencantos de aquella, al mismotiempo que parecieron materializarel viejo afán igualitario reclamadopor el cristianismo y reconocido enel Derecho.

Las publicaciones periódicas habíansurgido al término del siglo XVIIIpor tres impulsos que tendieron a

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permanecer separados por muchotiempo, y en ocasiones bastacontrapuestos: Informar sobre lavida mercantil, debatir acerca de lapolítica y abrir espacio a la literatura.Así se amplió el sentido primigeniode las hojas oficiales impresas enque los gobernantes daban aconocer documentos de obligadodominio público, y que banperdurado hasta nuestros días enlas Gacetas oficiales.

Pero, con timidez primero, y desdemediados del siglo XIX a ritmoveloz, la noticia flie reclamando supropio espacio. El telégrafo y eltendido del cable submarinocontribuyeron decisivamente, desdeluego, al surgitniento de ese tipo deinformación llamado noticia: lavelocidad de la comunicación ideadapara informar a las Bolsascomerciales y de finanzas y a losbanqueros, permitió convertir lossucesos de actualidad en noticia. Losperiódicos, pues, resultaban mediosidóneos para reproducir esasnoticias y darlas a conocer a ununiverso mayor de personas conrelativa rapidez.

Los conceptos claves delperiodismo se plasmaban yaentonces: rapidez en la comu-nicación y el deseo de llegar al mayornúmero de receptores posibles. Setrata, como sabemos, de dos rasgosesenciales de la vida moderna,imprescindibles también para la

realización y reproducción del capitala través del mercado.

Pero había limitantes para la plenaexpresión de esos rasgos que fueronsuperadas justamente en lasegunda mitad de aquella centuria.Pot un lado, la invención de lamáquina rotativa permitió acelerary abaratar sustancialmente laimpresión al entregar en pocashoras cientos de miles deejemplares. Por otro lado, si no ensu totalidad, la alfabetizaciónalcanzó a las grandes mayorías enlos países industriales, ampliándosede esa manera el potencial delectores, a la vez que se buscaconvertir en tales a sectores socialescomo los obreros y las mujeres. Y,por último, la ampliación yhomogenización del mercadomundial no dejo prácticamentefi-ontera inviolada para los negocios,con lo que el resto del mundo noindustrializado también aportónoticias y deseos por conocer sobreesas partes del planeta.

Velozmente, los años finisecularesdel siglo XIX aportaron, pues, lascondiciones tecnológicas, sociales yeconómicas que impulsaban latransformación del periódicoartesanal en empresa mercantil, allector en consumidor y al escritoren periodista asalariado.

Nacía el periodismo moderno, quetambién fiie creando sus propias

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maneras de expresión, que incluyendesde el uso del espacio (y dentrode este de los recursos gráficos)hasta la organización y redacción deldiscurso textual, y el propio lenguajeempleado. Luego, el periodismo seiba convirtiendo en un áreadiferenciada, tendiente a desgajarsecada vez más del ámbitoestrictamente literario para llegar aser una "profesión" y hasta unadisciplina, según fue ganandoterreno hasta en los estudiossuperiores al entrar el siglo XX.

Está claro que la tensión mayor delperiodismo moderno en su faseformativa, junto a otras varias, teníaque ocurrir con la literatura por másde una razón. En primer lugarporque la prensa plana (que aún nose llamaba así) se sustenta en laescritura y obviamente los que sededicaban al arte literario resultabanlos más proclives a escribir para losperiódicos, dado su entrenamientoen la comunicación con los lectoresy porque habían acumuladosaberes, voluntad y deseos parapublicar sus creaciones artísticas enesas hojas periódicas. En segundolugar -y ello es asunto másprofundo- porque la literaturamoderna, particularmente desde elromanticismo, tendía a romper losesquemas escritúrales y las normasdel buen decir, pretendía reproducirel lenguaje oral y de los grupos másdiversos, aspiraba a comunicarsentimientos y emociones, y cadavez más concedía mayor relieve a lo

referido al individuo, a supersonalidad interna y a laconcienda.

En dos palabras: mientras elmoderno autor de Bellas Letras sesentía cada día más libre en el planoexpresivo, el periodismo, sinembargo, surgía bajo la tiranía delespacio y las decisiones de políticaeditorial impuestas por el dueño.Y aunque ya la edición de libros seconvertía también en un negociomercandi, el literato tenía el resquiciode que trabajaba para y por sí, nodirectamente para un patrón. Noes casual, por demás, que los casosde escritores sometidos al mercado-como Balzac, quizás uno de losejemplos más conspicuos-escribían folletines por entregas parael periódico y, por tanto, elmercantilismo los entrampabajustamente a través de las redes delperiódico.

El periodismo, por otra parte, teníaque ser rentable de inmediato, cadadía, o en las variadas periodicidadesde la época, pero siempre en másbreve tiempo que el libro vistocomo mercancía. Por eso elperiódico tenía que crearse ysostener una clientela en franca,constante y sistemática lucha frentea sus rivales. Es verdad que muypronto se descubrió que los costosde impresión se podían cubrir conlos anuncios, pero sólo disponía ymantenía anunciantes suficientespara cubrir esos gastos quien tuviera

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una mayor tirada y una venta segurade ella.

Luego el periódico tuvo queaprender muy pronto a estimularsu propio consumo entre loslectores. Para ello se valió dediversos procedimientos, losesenciales el formato o diseño y,sobre todo, la informaciónbrindada y su manejo como textoescrito, lo cual contribuyó tambiéna estimular la formación de supropio estilo y de sus propiosgéneros. Ello, pues, tambiénimpulsaba al alejamiento respectoa la literatura.

Como todo proceso histórico-social, el formativo del periodismomoderno obedece a múltiplesfactores, no se repite de igualmanera en todas partes y se adaptaa las culturas y características de lasdiferentes sociedades.

En Hispanoamérica, el periodismomoderno se fue formando por lamisma época finisecular, pero sin larelativa ventaja de un salto masivocuantitativo en los lectorespotenciales y con mayoresdificultades para financiar lasgrandes tiradas mediante rotativas.AJ mismo tiempo, dos paradigmasinfluyeron en tal proceso: elperiódico europeo, especialmente elfrancés, aunque sin desdeñar elespañol, y el estadounidense. Elprimero aún estaba en aquella épocacerca del periódico político y literariode antaño; el segundo se apartaba a

toda marcha de aquellos modelos eintroducía sin tapujos los nuevosprocedimientos, que ya en el sigloXX harían del periodismo del paísnorteño el modelo del periodismomoderno en todo el orbe. Por esoen todas las escuelas de periodismose enseña el lead (voz inglesa a lacual no se le ha encontradoequivalente en español) y laredacción en forma de pirámide, laigual que sigue imperando el criteriode la objetividad, precisión ylenguaje directo como lascaracterísticas propias delperiodismo.

No se trata, por supuesto, que losperiódicos políticos o literariosdesaparecieran de golpe y porrazo ypara siempre. Los hubo a finalesdel siglo XIX y los ha seguidohabiendo, tanto en EstadosUnidos, como en Europaoccidental, como en la propiaHispanoamérica.

Hablo de una tendencia, yaapreciable en ia Hispanoaméricafinisecular del siglo XIX, que seafianzaba con el paso de los años.Circunstancias propias del ambientecontinental favorecían ese cambiodel periódico hispanoamericano.Las reformas liberales que fueronteniendo lugar a lo largo de lasegunda mitad de aquel siglo,intentaron -y lo lograron casisiempre- insertar nuestros paísesen punto significativo dentro delmercado mundial en expansión, ybajo la inspiración del positivismo

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y una concepción lineal del prc resohistórico, aspiraron a andar por lamodernidad industrial y cultural.Con contadas excepciones, lasburguesías latinoamericanasfallaron enronces en la aspiraciónindustrialista, pero lograron muchoen cuanto a la cultural, y dentro deella, en el terreno del periodismo.

Una pléyade de escritores empezó arenovar la expresión literaria de lalengua española, muchos de ellosempleando el periódico comosalida a su creación. Generalmenteson reunidos bajo la denominaciónde modernistas, ideada entre ellosmismos en claro indicio de su afánde modernidad. Fueron frecuentessus quejas en cuanto a que aquelejercicio desde el periódico, al quelos compulsaba el reclamoeconómico, les alejaba de laverdadera literatura, aunquetambién hubo no pocos casos dequienes apreciaron ese ejercicio dela prosa como una interesante yvaledera experiencia artística.

Ya hoy en día se admite la variedaddentro del canon modernista y susfilas se han nutrido con muchosescritores que en otros tiempos noclasificaban como tales. Más allá designos lingüísticos o estilísticos seha ido definiendo el modernismohispanoamericano (y también elespañol) como una sensibilidadparticular ante el arte y la vidamoderna. Se ha ido admiriendotambién que no hay frontera para laexpresión modernista entre los

escritos ficcionales y los textos parael periódico, y que cada perso-nalidad, al igual que el conjunto,manifestaron esa voluntadrenovadora por ambos caminos.

Por eso también se ha ensanchadoel examen de la crónica, como elgénero privilegiado, aunque noúnico, empleado en ese perio-dismo. No es esta la ocasión paraanalizar cuan similar fue aquelcriterio acerca de la crónica con el quehoy suele emplearse en el argotperiodístico. Lo cierto es quemuchos escritores modernistascalificaron de ese modo sus textospara los periódicos, tanto fueran decarácter costumbrista, como que serefirieran a viajes, como queentregaran observaciones acerca dela sociedad contemporánea, suscostumbres y hasta sus vicios ylacras.

Para ellos, evidentemente, no setrataba de la crónica de laAntigüedad, y aunque compar-tieran de cierto modo el mismocriterio que en otras lenguas yculturas de Occidente llamabacrónicas a tactos para los periódicoscon similares temas, me parece quesería un acto de simplismohomologar la crónica hispano-americana modernista con estasotras.

Si hay algo común a todos esosautores de crónicas para el periódicoes la voluntad literaria, siempre porencima de la informativa, la ctial se

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manifiesta en el empleo de los másricos y variados recursos yprocedimientos literarios. Por eso,la crítica actual encuentra a menudoen rales crónicas altas cualidadesnarrativas, como también en másde un caso pueden acercarse alreportaje periodístico de nuestrosdías. Y es, sin duda alguna talnaturaleza literaria lo que en lamayoría de los casos hace de lasdichas crónicas un texto de interéspara el lector de hoy.

No se trata, por supuesto, de queen otras lenguas y culturas no semanifestara entonces también estamarcada tendencia literaria sino queen aquellas lo informativo ynoticioso se imponía a todamarcha, incluidas las crónicas, y quela voluntad literaria quedaba cadavez más relegada a la publicaciónestrictamente sujeta a las BellasLetras, al extremo de que fue enaquellos finales del siglo XIX enque se fueron fijando las diferenciasentre estas y los periódicos en cuantoa formato, impresión y estilo.Aquellas fueron quedando paraexquisitas minorías ilustradas; estosse apoderaron de las grandes masas,borraban las diferencias clasistasentre sus lectores y los impulsabanal consumo habitual de lapublicación.

El periodismo mercantilprivilegiaba la noticia porque era lamanera de ofrecer y de atraermediante la entrega cotidiana de lonovedoso. Y cuando no había tal

novedad, tranquilamente seinventaba o se estiraba un acon-tecimiento para sostener elconsumo de la mercancía impresa.Ustedes saben perfectamente queello no es, lamentablemente, cosadel pasado, de hace cien o más años,sino que forma parte de nuestropresente en que tales procedi-mientos —ahora mucho másrefinados- se han adueñado de losmedios de difusión masiva y sonsu práctica común.

Así, el periódico tendía a vedar loliterario en aras de lo noticioso y, yaen el siglo XX, hasta en las revistascomenzó a suceder el mismoproceso.

Los escritores modernistashispanoamericanos, sin embargo,eludieron llamarse reporters, cuandoaún no se había hispanizado eltérmino. Ellos generalmente no sevieron como cazanoticias sinocomo escritores para el periódico ydefendieron a capa y espada laoriginalidad y la individualidadcreadoras, el estilo propio. Por esola crónica y cualquier textomodernista para el periódico, hastabien entrado el siglo XX noincorpora los preceptos estilísticosni de estructuración informativa nide redacción del modernoperiodismo mercantil; no quierenhomogenizar su escritura para elmercado, no aspiran a convertirlaen una mercancía homogenizada.Era, sin dudas, una manera desdeel propio campo literario y de la

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cultura de contraponerse a esemercantilismo que, no obstante, seimponía y los hacía a ellos mismosasalariados de la palabra escrita. EnHispanoamérica también huborechazo, disgusto y revueltas delalma contra la mercan til ización delarte, las letras y la cultura, contra elespíritu mercanril, asociados esosdisturbios espirituales muchas vecescon los sueños y los proyectos dedesarrollo para nuestros pueblos.La modernidad atraía, encandilabay quemaba en ocasiones, y no podíaser eludida; pero, con diferenciasnotables de una a otra figura, entrelos modernistas se trató deadaptarla a nuestras circunstancias ya nuestras necesidades, de paísesdominados, con estructurassocioeconómicas cargadas desde lacolonia.

Es claro que no todos, quizás nisiquiera una amplia mayoría, nivoplena conciencia del problema y desus varias aristas, ni, mucho menos,de cómo afrontarlo a plenitud. Peroes indudable que en su terrenoexpresivo particular, la escritura, nose dejaron doblegar por el impulsodel periodismo moderno, al igualque emplearon la literatura -susmedios y procedimientosexpresivos- para sostener su diálogocon sus lectores del periodismomoderno, a ese vértigo doble develocidad y novedad que hacaracterizado a éste. Así, de hechoentregaron -probablemente sin quemuchos se lo plantearan a plenaconciencia- otro tipo de

comunicación, que obedecía a otralógica, a otras perspectivas delhombre, la sociedad y la cultura. Elperiodismo mercantil ios sometíamediante la necesidad de venderlesu capacidad intelectual; pero suescritura no se sometía a eseperiodismo y, de hecho, locuestionaba y buscaba otrospropósitos esenciales; unacomunicación que enriqueciera, noque limitara, encogiera y produjeraconsumidores en serie de los mismosproductos, las mismas ideas, losmismos sueños y hasta la evasión oel falseamiento consciente de la vidasocial.

De alguna manera, pues, losmodernistas y la misma crónicamodernista cumplieron -ointentaron cumplir, aunque no selo hubieran propuesto explícita-mente- entregar una expresión deotra Modernidad o de unacontramodernidad. Y pata ello fuedecisivo el sentido artístico de susescritos, aún en aquellos queadmiraron los grandes polos de laModernidad de su época comoParís y Nueva York.

El espacio es corto, y mi tesis noestá argumentada a plenitud. Lo sé.No pretendo agotar el tema; nisiquiera someterlo a análisisprofundo. También sé que esdebatible y polémico. Eso es lo quequiero: llamat la atención sobre elasunto, que rompamos losesquemas que oponen periodismoy literatura, que ensanchemos aun

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más nuestro entendimiento delmodernismo hispanoamericano,que comprendamos que todo loque se presenta bajo el ropaje de lomoderno y lo nuevo no tienesiempre que ser necesariamente lomejor. Insisto en que hemos deapropiarnos todavía más de lo quese ha hecho, de esos textos para elperiódico de los modernistasporque son nuestra tradicióncultural, literaria y periodística, yporque nos enseñan una actitud deindependencia creativa -método-lógica, conceptual y en el ejerciciopráctico- que actualmente nos hacemucha falta en el periodismo y enlos medios de comunicación engeneral. Que nos preguntemos por

qué tiene que haber un solomodelo comunicativo y a queconlleva este. No se trata de venderideas y conciencias, sino de estimulara la reflexión, al conocimientoverdadero y a la diversidad.Necesitamos una perspectiva y unalógica diferentes, pero tambiéntécnicas y procedimientos dife-rentes, surgidos de nuestrosrequerimientos y cultura, y queobedezcan a una ética humanists yno a la del mercado.

Esa espiritualidad y ese periodismoartístico fueron para mí el aporte delos escritores modernistas. Setrataría, entonces, de integrar esatradición a nuestro presente.

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