Culpa y Vergüenza

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1. Culpa y Vergüenza Coloquialmente, a la culpa se le llama también consciencia, pues implica poseer una facultad de poder diferenciar lo bueno de lo malo, según principios personales y valores morales. Desde tiempos muy antiguos, esta dinámica suele caricaturizarse en forma de un ángel y un diablo que se aparecen para tratar de influir en la conducta de alguien cuando se confronta con un dilema personal. Sigmund Freud de hecho definió a la culpa específicamente como el resultado de la confrontación directa entre el ego y el superego, aunque siempre rechazó la postura de que en la pugna, una fuerza ofreciera alivio en la bondad y la otra representara castigo a la maldad. Para Freud, nunca fue propiamente una cuestión de consciencia moral, dado que los mecanismos de la culpa muchas veces funcionan a nivel subconsciente… En psicología moderna, la culpa se plantea como un conflicto de emociones que intentan imponerse como respuesta única tras realizar alguna acción. Con frecuencia se asocia con estados de ansiedad, stress o depresión, dando lugar a veces a la aparición de círculos viciosos donde por ejemplo, provoca depresión, y ésta a su vez genera nuevas culpas por no manifestar alegría o calma. A nivel popular se habla de la existencia de un complejo de culpa, pero por sí misma no está catalogada formalmente como un trastorno mental o emocional. Por otra parte, aunque generalmente se atribuye directamente a los responsables materiales de un acto dañino, es también muy frecuente que las víctimas

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1. Culpa y Vergüenza

Coloquialmente, a la culpa se le llama también consciencia, pues implica poseer una facultad de poder diferenciar lo bueno de lo malo, según principios personales y valores morales. 

Desde tiempos muy antiguos, esta dinámica suele caricaturizarse en forma de un ángel y un diablo que se aparecen para tratar de influir en la conducta de alguien cuando se confronta con un dilema personal. 

Sigmund Freud de hecho definió a la culpa específicamente como el resultado de la confrontación directa entre el ego y el superego, aunque siempre rechazó la postura de que en la pugna, una fuerza ofreciera alivio en la bondad y la otra representara castigo a la maldad. 

Para Freud, nunca fue propiamente una cuestión de consciencia moral, dado que los mecanismos de la culpa muchas veces funcionan a nivel subconsciente…

En psicología moderna, la culpa se plantea como un conflicto de emociones que intentan imponerse como respuesta única tras realizar alguna acción. 

Con frecuencia se asocia con estados de ansiedad, stress o depresión, dando lugar a veces a la aparición de círculos viciosos donde por ejemplo, provoca depresión, y ésta a su vez genera nuevas culpas por no manifestar alegría o calma. 

A nivel popular se habla de la existencia de un complejo de culpa, pero por sí misma no está catalogada formalmente como un trastorno mental o emocional. 

Por otra parte, aunque generalmente se atribuye directamente a los responsables materiales de un acto dañino, es también muy frecuente que las víctimas manifiesten sentimientos de culpa, ya sea por responsabilizarse de incitar los daños en su contra, o por no haberse defendido de modo más enérgico…

El concepto del Crimen Perfecto implica una paradoja ética. La forma más obvia de cometer impunemente algún delito grave, es manteniendo un anonimato absoluto, pero por otra parte, no tiene caso realizar la hazaña de cometer un crimen perfecto si uno no puede adjudicárselo, así sea a nivel personal. 

El dilema es ampliamente explorado en obras clásicas como Crimen y Castigo de Dostoievsky y El Corazón Delator de Edgar Allan Poe, donde se plantean asesinatos aparentemente perfectos, pero que al final son confesados por los propios criminales. 

Las circunstancias y razones son distintas, pero invariablemente, la culpa siempre los obliga a delatarse de lo que saben fue obra suya…

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La culpa como tal no es un sentimiento único, pues existen otras emociones de rasgos similares. 

Dichas sensaciones son generalmente independientes a esta, pero su similitud propicia que se confundan entre sí, o bien que se asocien conforme van surgiendo, incrementado el estado generalizado de confusión emocional que siempre provoca. 

La sensación más relacionada con la culpa es sin duda el remordimiento. A saberse, el remordimiento o arrepentimiento es una expresión de rechazo personal contra conductas pasadas. 

A rasgos generales, se manifiesta como un dolor muy sutil pero sumamente persistente, lo que se traduce en una incomodidad difícil de ignorar, y que puede derivar a su vez en estados depresivos o de stress. 

El arrepentimiento posee la peculiaridad de no limitarse a los actos cometidos de manera consciente, y con frecuencia se manifiesta también por la inacción en alguna situación pasada…

En varios contextos legales, manifestar arrepentimiento sirve como una atenuante para reducir la severidad de los castigos impuestos a cualquier falta. 

A nivel religioso, el arrepentimiento ante las faltas cometidas es considerado como un paso obligatorio antes de alcanzar cualquier paz o salvación espiritual. El remordimiento con frecuencia genera un impulso voluntario de ofrecer disculpas, reparar los daños cometidos o bien autoimponerse algún castigo, todo con el fin de crear un balance. 

En todo caso, hay que notar que dicha idea de balance depende mucho de los valores morales y personales de cada quién, por lo que se presta a toda clase de subjetividades. 

La incapacidad de manifestar remordimientos es considerada un síntoma típico de tendencias sociópatas, aunque en algunos casos es meramente un rasgo derivado de poseer un temperamento altamente racional y analítico…

En numerosas culturas, las normas de cortesía están fundamentadas directamente en fomentar la vergüenza como un castigo antes las faltas sociales. A una escala más profunda, se relaciona también con los conceptos de la dignidad y el honor. 

Si bien la vergüenza propiamente se proyecta en la autoestima, desde la década de los 90 los psicólogos han identificado también la existencia de la vergüenza de vicario, más conocida coloquialmente como pena ajena. Esta noción se refiere a manifestar vergüenza o culpa por los actos cometidos por alguien más. 

Dicha tendencia depende en gran medida de la propensión a experimentar vergüenza personal, de modo que la gente demasiado tímida o con problemas de

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autoestima o neurosis es muy vulnerable a avergonzarse e incluso culparse por las acciones cometidas por los demás…

En numerosas culturas, las normas de cortesía están fundamentadas directamente en fomentar la vergüenza como un castigo antes las faltas sociales. A una escala más profunda, se relaciona también con los conceptos de la dignidad y el honor. 

Si bien la vergüenza propiamente se proyecta en la autoestima, desde la década de los 90 los psicólogos han identificado también la existencia de la vergüenza de vicario, más conocida coloquialmente como pena ajena. Esta noción se refiere a manifestar vergüenza o culpa por los actos cometidos por alguien más. 

Dicha tendencia depende en gran medida de la propensión a experimentar vergüenza personal, de modo que la gente demasiado tímida o con problemas de autoestima o neurosis es muy vulnerable a avergonzarse e incluso culparse por las acciones cometidas por los demás…

Como ya habíamos mencionado, la culpa es una emoción común a toda la especie humana, pero varía según los valores y creencias de cada sociedad. 

A causa de esta situación se ha propiciado que varias culturas adopten dinámicas de interacción social basadas en el principio de fomentar sentimientos de culpa y vergüenza a modo de garantía de cordialidad y respeto mutuo. 

A estas dinámicas sociales se les denomina formalmente como sociedades o culturas de vergüenza y culpa, según sea el caso. 

En ambas dinámicas se suele manejar la idea básica de inculcar un firme sentido del honor y la moralidad que guíe la conducta de los miembros de la comunidad. 

Pero mientras las sociedades de culpa le dan especial énfasis al principio de resarcir las faltas o daños cometidos, las sociedades de vergüenza le otorgan mayor prioridad a la idea de usar el miedo a la humillación pública como una medida preventiva contra toda conducta inadecuada…

Un ejemplo típico de una sociedad de vergüenza, son las culturas tradicionales del Este de Asia, particularmente la japonesa y la koreana. 

Es de sobra conocido que en dichas sociedades los índices de criminalidad son relativamente bajos en comparación con su densidad poblacional, y ésto se debe a que la humillación pública acarrea consecuencias e implicaciones más contundentes que cualquier beneficio inmediato que podría obtenerse con un acto inmoral o deshonesto. 

La vergüenza pública no se limita contra quien comete una falta, sino que implica una culpabilidad mutua y extensiva hacia la familia, las empresas o las comunidades a las que pertenece una persona. 

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En este sentido, la vergüenza resulta efectiva como norma de control social, pues aún si un individuo no le teme a la humillación, el temor de todos sus familiares y allegados basta y sobra para ejercer presión y desalentar toda tentación de cometer actos indebidos…

El sentido de la culpa en las culturas de vergüenza puede ser bastante rebuscado. Por ejemplo, en Japón los meseros y repartidores nunca aceptan propinas pues de hacerlo, estarían insinuando que la empresa para la que trabajan no les paga un salario justo. 

Ésto a su vez implica que quien da la propina no respeta ni al empleado ni al servicio que le han dado, puesto que le está ofreciendo el equivalente a la limosna que se le da a un indigente. Y todas estas vergüenzas son extensivas a la empresa para la que trabaja el empleado y cualquier comunidad o familia a la que represente quien esté ofreciendo la propina, pues se entiende que la ética de cada persona está directamente influenciada por el ejemplo y los valores que continuamente les están inculcando quienes están a su alrededor…

En lo que respecta a las culturas de culpa, aunque se caracterizan por contemplar castigos y reparaciones de daños tras determinados actos, también ofrecen alternativas para incurrir en dichas conductas bajo determinadas condiciones, en total libertad de culpa. 

Un ejemplo es el de las comunidades católicas, donde si bien la gula está contemplada como un pecado capital durante todo el año, se hace una excepción especial durante la cena de Navidad, donde sí está bien visto comer con todo exceso. 

Hasta cierto grado y desde ciertos puntos de vista este tipo de dinámicas pueden considerarse como conductas de doble moral o hipócritas. Pero hay que tomar en cuenta que al eliminar la culpa en determinadas ocasiones y bajo ciertas circunstancias, se crean válvulas de escape que ayudan a disminuir la presión creada por el hecho de sentir culpa de manera prolongada y generalizada…

Según la tradición católica, las personas al morir son enviadas al Cielo o al Infierno dependiendo de la virtud o el vicio con el que guiaron sus actos en la tierra. 

Si su calidad de vida resulta satisfactoria pero no del todo virtuosa, les corresponde ir al Purgatorio, para someterse a una purificación antes de ir al Cielo. 

Sin embargo, existe el caso adicional de quienes se les niega la entrada a todos esos lugares en tanto no enmienden alguna injusticia cometida o no terminen de cumplir con alguna obligación. Tales espíritus son las llamadas almas en pena, atadas al mundo material por sus culpas, las cuales se supone adoptan la forma tradicional y simbólica de grilletes y cadenas…

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La victimización es un recurso muy efectivo en la manipulación de culpas, pues mientras más desvalida se presente una víctima, más remordimientos generará a la hora de buscar compensar el daño en su contra, sea lo mismo real que insinuado. 

En el periodismo amarillista, la demagogia y las políticas discriminatorias, la victimización con frecuencia es utilizada para manipular la opinión de comunidades enteras, generando culpas colectivas que a su vez pueden encaminarse hacia la obtención de beneficios inmediatos de dinero o poder político. 

En algunos de los casos más radicales, puede ocurrir que la culpa inducida en un grupo sirva para que se ponga en contra de otra comunidad distinta. En estas situaciones, las insinuaciones de victimización casi siempre se presentan acompañadas de mensajes e ideas propagandistas de unidad comunitaria, para propiciar una idea de dignidad colectiva por encima de la responsabilidad individual…

En la antigua cultura judía, existía un ritual donde se elegía a un chivo, para que personificara todas las culpas de un pueblo. El animal era apedreado públicamente, y posteriormente se le abandonaba en el desierto, en calidad de sacrificio para apaciguar al demonio Azazel. 

El chivo se denominaba como expiatorio, y con su humillante muerte se tenía la convicción de que todas las culpas serían perdonadas automáticamente. 

En la actualidad, se le llama chivo expiatorio a las personas o instituciones a las que se les aplican represalias o castigos públicos con la intención de proyectar culpas ajenas, especialmente cuando ocurren tragedias o estallan escándalos públicos. 

Con gran frecuencia los chivos expiatorios son producto de campañas de manipulación, ya sea para que los verdaderos culpables evadan sus responsabilidades, o para que una comunidad acepte la imposición de restricciones y castigos excesivos. 

Históricamente, muchas guerras internacionales y civiles se han desatado al proyectar las inconformidades de una población contra un chivo expiatorio convenientemente elegido…