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Cuentos en la Naturaleza
Cuentos en laNaturaleza
Ricardo Rivero
Rivero, RicardoCuentos en la naturaleza / Ricardo Rivero. 01a ed. ilustrada. La Plata : RicardoRivero, 2015.88 p. ; 15 x 11 cm.
ISBN 9789873389290
1. Literatura Infantil Argentina.I. Título.CDD 863.9282
Diseño editorial: Ezequiel RiveroIlustración: Adriana RiveroBiografía: Andrea RiveroTexto de contraportada: Dario RiveroFotografía: Mercedes Novas
Comité editorial: Mercedes Novas, AdrianaRivero, Dario Rivero, Andrea Rivero,Ezequiel Rivero, Santiago Dacal, LucianoDacal, Catarina Dacal, Javier Dacal, NataliaMarrare, José María Lezcano.
Impreso en ArgentinaISBN: 9789873389290
Esta obra está licenciada bajo laLicencia Creative CommonsAtribuciónCompartirIgual 4.0 Internacional.Para ver una copia de esta licencia,visita:http://creativecommons.org/licenses/bysa/4.0/.Realizado bajo plataformas linux ysoftware open source.Para descargar una copia digital de estelibro, totalmente gratuita, visitarwww.ricardoriveroblog.wordpress.com
Estos cuentos se los dedico a lamemoria de mi amada abuela,Isidora Zapata de Rivero, que fuemi guía en vida, y es desde algunaestrella, la que me cuida hasta quenos encontremos.
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El Sol, la Luna y lasEstaciones
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En un rincón del anchocielo estaban charlando,como buen matrimonio, laLuna y el Sol.Eran las siete de la mañana,pero cada tanto les gustabaquedarse un rato mas para
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cambiar informaciones. Ellale pasaba las novedades dela noche y él las del día.En eso estaban cuando elSol le dice asombrado:–¡Mira quienes llegan!La Luna, que estabamirando para otro lado, seda vuelta y a lo lejos losdivisa, «hay que tener encuenta que la señora Lunatiene menos vista que sumarido el Sol. Tendría queusar anteojos, pero la muy
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coqueta ni loca va aloculista».Cuando los ve bien lepregunta al Sol:–¿A que vendrán juntos elVerano, el Otoño y elInvierno? Y no viene laprimavera, alguna quejatraerán, porque estos nuncaandan juntos. Vamos aescucharlos.Cuando llegan, los treshablan a la vez, y claro, elSol no los entiende. Se
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dirigen al sol, a la Luna,como es mujer, no le dan nila hora. En realidad vienen aquejarse de otra mujer, laPrimavera, a la que sabenprotegida por la Luna.Cuando el Sol les pide quehablen uno por vez y lespregunta de donde vienen,toma la palabra el Otoño.El Otoño le explica al Solque vienen del sur, “másprecisamente del trópico decapricornio para el sur”.
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–El problema que tenemos–continua Otoño–, es quePrimavera... no sabemos porque es la preferida de lagente. Escuchamos portodos lados que es la mejorestación del año, que es laestación de la juventud y delamor. Sin embargo aparecea trabajar a las diez u oncede la mañana y a las cinco oseis de la tarde se va. ¿¡Yquién tiene que cubrirla!?Porque alguien tiene que
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cubrirla. Porque alguientiene que completar loshorarios tanto a la mañanacomo a la tarde noche. Alprincipio, el pobre Invierno.Después, a fines denoviembre o diciembre, setiene que adelantar muchasveces el Verano–.Todo esto, el otoño lo dijode un tirón, siempre con elasentimiento del Verano y elInvierno.En ese momento el Sol
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pregunta si a Primavera lacubren siempre en el mismohorario.–No –dijo el Otoño–. Alprincipio, como a la señoritale gusta dormir hasta tarde,no aparece hasta las diez,once y trabaja hasta lascinco, seis de la tarde, yesos primeros meses cubreel resto de las horasInvierno. Pero esto no estodo, muchas veces entre lasonce treinta y las quince
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treinta, la señorita tambiéndesaparece, ¿y quién lacubre? Lógicamente Verano.Pero no solo eso, al llegar amediados de noviembre,diciembre cambia, selevanta temprano, se quedahasta el mediodía y desdeesa hora hasta lasdiecinueve, veinte la tieneque cubrir verano, pero ellase lleva todos los laureles,porque se vanagloria por loque dice la gente, que
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Primavera es la estación dela vida, del amor, que es laestación de la flor, delreverdecer de las plantas.Pero lo que más enoja aOtoño es, por ejemplo, quelo culpen siempre de que secaigan las hojas, que lasplantas se pongan amarillentas, y para la gente todoeso es negativo.–Incluso, –continua Otoño–.Cuando en abril o mayorecibo la visita de Verano, la
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gente dice “que linda primavera en otoño!”Y eso vos, el Sol, no lotienes que permitir. QuePrimavera cumpla con todossus horarios, para queInvierno y Verano no latengan que cubrir, y ellasiempre se lleve el crédito.El sol, que como todossabemos es el astro rey, losescuchó. Mejor dicho,escuchó a Otoño, que era elque se quejaba en nombre
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de los tres, y como sabioque es, consultó a la Luna yles dijo:–Queridos muchachos, ustedes le echan toda la culpaa la Primavera, pero ella,pobre, no tiene la culpa denada. Ella es la primeravíctima, pues quiere cumplircon su trabajo, pero elhombre con su granignorancia y egoísmo, estáproduciendo un efectoinvernadero al lanzar al
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espacio cada vez mayorcantidad de gases nocivos, yeso hace que la peor parte sela lleve su hermana, por sucondición de mujer.Ustedes fíjense, Primavera,como todas las mujeres essuave, dulce, amorosa, y silos hombres siguen haciendo lo que hacen, suhermana Primavera cadavez tendrá menos presencia.Y no es culpa de ella,entonces cada vez más,
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Invierno y Verano se veránobligados a ocupar mayorespacio de tiempo, no solode Primavera, sino tambiénespacio tuyo Otoño, porqueal ser muy educado, eresmas suave que tus hermanosInvierno y Verano.Cuando escucharon esto, loshermanos comprendieronque fueron muy injustos conPrimavera y desde ese díaanduvieron tratando deayudarse entre los cuatro,
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siempre bajo la atentamirada del astro rey, el Sol.Y si el Sol se fuera demambo, está la otra damapara poner orden, la Luna.
Fin
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Volver a la infancia
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I
Esto que les cuento me pasócuando tenía nueve o diezaños, época en que cursabatercer grado en el turnotarde.A la mañana trabajaba en eltaller de un zapatero. Iba de
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lunes a sábados.Los sábados al medio día,después de comer, junto aunos amigos íbamos al ríoAguapey, a unos treintakilómetros del pueblo, «mipueblo» Alvear, en Corrientes.Previo pedido de permiso ami abuela, me llevaban.Camino al río cazaban patossilvestres, liebres, perdicesy en el monte, unas palomasgrandes como pollos.
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De todos esos animalitossiempre cazaban alguno,porque caso contrario, lacena sería unas galletas.Siempre viajábamos en uncarro.También llevábamos unbote a remo, donde poníamos los espineles. Esoera lo único que teníantiempo de hacer antes que lanoche no dejara ver nada.En el bote iban el zapatero yun amigo, y los otros dos,
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que se encargaban deprender el fuego para asar loque se cazaba.Luego comíamos y nosíbamos a dormir.Después de este preámbuloles paso a contar mi aventura personal.Todo el mundo arriba, tempranito. Era domingo, perobueno...Yo miraba lo que hacían losgrandes. Dos de ellos sefueron al bote a ver el
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espinel, ya que el cencerrose había vuelto loco, señalde que algún pez grandeestaría enganchado.Antes de todo eso, mipatrón me prestó unaescopeta chica de un solocaño, con un cartucho.–Con esto por lo menostenés que traer un pato, perosi le tirás a una bandadapodes matar a más de uno,–me dijo–.Como yo nunca tuve una
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escopeta, me enseñó comose apuntaba y apretaba elgatillo.Empecé a caminar y acaminar. Al principio noaparecía ni un pato, niperdiz, ni nada. Ya estabacansado de caminar. Mecorría la transpiración por lafrente y me mojaba los ojos.No se si fue el cansancio oqué, pero lo que pasódespués, fue lo másemocionante.
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En una lagunita vi patos.Seguro no me habían vistoporque ninguno salió volando. Como ya me habíapasado en todas las horasque llevaba caminando, queal escucharlos y acercarme,antes de preparar la escopeta para apuntar, lospatos no estaban más.Habían salido volando.–¿Y estos qué? –pensé–.¿Serían ciegos? Porqueestaban cerquita y no
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volaban.En eso escucho una voz queme dice: –Gurisito, ¿dóndevas con esa escopeta? ¿vas auna guerra?Me quedé duro. –¡El patogrande me habla!Supongo que debo habermepuesto rojo, porque la carame ardía. Cuando pudearticular palabra, le dije:–Señor pato...–¡Señora pata! –me retrucómuy enojada. ¡Qué carácter
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tenía la señora pata! Parecíami maestra de tercer grado,que cuando algún chico seportaba mal, le daba con laregla. Así parecía el carácterde la señora pata.Mientras tanto yo seguíaduro, pero le pude decir:–Señora pata, perdoneusted, pero me mandaron acazar un pato y tengo quecumplir, porque si no meretan. A lo que ellarespondió:
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–¡Ahaha!, ¡así que te mandaron a matar un pato! ¿Tedas cuenta que casi mematás a mi? ¡A una madrede familia! ¡Qué vergüenza!¡Pensabas dejar huérfanos atodos mis hijos!–¡No, no señora pata, ahoraque se, a usted no le haríanada! Seguiré buscando unpato, alguno encontraré –ledije.–¡Y claro! ¡A vos te dicen:“tomá la escopeta, andá y
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matá un pato”, y así comocasi me matás a mí, ¿quiénte dice que al que mates nosea a mi marido, el padre demis hijos?! ¿Vos te haráscargo de mantenernos a mishijos y a mí? ¿Te das cuentagurisito que si ustedessiguen así en el futuro seráncapaces de matar por un parde zapatillas?No pude escuchar más y mevolví corriendo y llorando.Cuando llegue al campa
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mento los demás me vierony pensaron que llorabaporque no había podidocazar nada.Nunca se enteraron de miconversación con la señorapata, pero yo jamás en lavida volví a agarrar unarma.
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II
Cuando regresábamos alpueblo, no podía dejar depensar en lo que me dijo laseñora pata, en realidad mereto de lo lindo la señorapata. Eso era lo extraño parami, ya que la única que me
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retaba era mi abuela.Cuando algunos de mis tíoso tías tenían alguna quejacontra mí, le decían a sumadre, o sea a mi abuela, ysi ella consideraba que teníamerecido un reto, me retabaella. En esa época los hijos,chicos o grandes, le teníanun gran respeto a la madre.Lo que ella decía erapalabra sagrada.Pero a mí me retó unaseñora pata y eso no se lo
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dije a nadie.No llegué a casa con lasmanos vacías, porque en eseviaje la pesca fue muybuena, y en el reparto depescados a cada uno nostocó la misma cantidad,incluido un pedazo desurubí enorme.El sábado siguiente otra veza cazar y pescar. La mismarutina. Al llegar al lugar depesca, otra vez colocabanlos espineles, comíamos y
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nos íbamos a dormir.Cuando a la mañanasiguiente me despertaron,abro los ojos y meencuentro colgado frente amí, un surubí enorme maslargo que yo, tendría casidos metros. Luego mecontaron que habíanpensado acostarlo al ladomío, pero no lo hicieron.Como estábamos en unabarranca, si yo salíacorriendo por el susto de
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despertar y encontrarme consemejante animal, mepodría caer al río, o mepodría golpear al rodar porla barranca, que era bastantealta.Ese fue mi despertar.Después de desayunar, unose quedó de guardia paravigilar los espineles y losotros se fueron por distintasdirecciones a cazar.Quisieron darme unaescopeta de un caño como
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el sábado anterior, pero noquise. Les dije que me iría acaminar y eso hice. Tenía lasecreta esperanza de encontrarme con la señorapata.Caminé y caminé y ninoticias de la señora pata.Empecé a pegar la vuelta, yal pasar cerca del monteescuché una voz que medijo: –Gurisito... –La señorapata, –pensé–, pero la vozvenía de la parte alta de un
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árbol. Levanté la cabeza yvi una paloma enorme queme preguntó: –Gurisito,¿Que buscás? ¿Hoy noandás con la escopeta?–No, le prometí a la señorapata que nunca más tomaríaun arma y quería encontrarla para que vea comocumplo mi promesa. Pero apesar de todo lo que caminéno la pude encontrar.–Gurisito, no la busquesmás. A la señora pata la
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pasó a buscar su marido,porque como los hijos yavolaban se fueron a otraregión mas segura.–Y usted por qué se queda?–Porque tengo mi familia enel medio del monte. Es ellugar más seguro. Si estoyacá, al borde del monte, esporque estoy de centinela enuno de los árboles másaltos.Te vi dando vueltas y tereconocí, y como andabas
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sin la escopeta quise saberque te pasaba.Nosotros somos pacifistas,no se si sabrás que somoslos palomos y las palomasde la paz. Estamos en contrade la violencia y de lasguerras. Por eso me gustóverte sin la escopeta.¿Y ahora que sabes que laseñora pata no está, que vasa hacer?–Voy a volver al campamento, debe ser hora de
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comer porque tengohambre.Adiós señor palomo de lapaz, tuve mucho gusto enhablar con usted. A partir deesta charla, también yo seréun militante por la paz.–Esperá gurisito, –me llamóel señor palomo–.¿Vos sabés para dónde tenésque ir?–Creo que sí.–¿Estás seguro? A mí meparece que no.
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Esperá, te voy a buscar aalguien que te acompañe. Sivoy yo, corro peligro,porque si me ven tusamigos, me pegan unescopetazo.Son rápidos para tirar. ¡Paraellos no hay palomo de lapaz que valga!Allá viene Susi, la lagartija.Lo que más le gusta esandar por los árboles, peroella está loca y te va a hacerperder enseguida.
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Vos seguime, por un trechote acompaño. Seguro encontraremos un compañero.Esa que va allá adelante esuna acompañante que tepuede guiar bien hasta tucampamento.–¿Quién es? –pregunté yo,porque no veía a nadie–.Es Majo, la culebra. No laves porque el pastizal lacubre de tu visión, pero yola veo desde la altura.Esperá que la llamo y te la
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presento. Las culebras sonmuy desconfiadas, más conustedes los humanos.¡Majo, esperá!–Sorprendida, Majo seenroscó, levantó la cabeza ynos vió.–Juancito, ¿Qué hace un palomo con un humano? –lepreguntó Majo–.El palomo sonrió y lecontestó:–Sabés que pasa Majo, estegurisito es un amigo, y anda
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medio perdido. Andababuscando a Maru, a quien élle dice señora pata. Labusca para decirle queaprendió la lección, despuésdel reto que le dio. ¡Vossabés el carácter que tieneMaru!¿Te podrás hacer cargo deguiar al gurí?Su campamento está en labarranca de “La Olería”.–No te preocupes Juancito,yo me ocupo. –dijo la
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culebra Majo, y entoncespartimos–.El palomo le hizo unaúltima advertencia a suamiga:–¡Cuidado con tus amigaslas yararás!–No tengas cuidado palomo,mis primas no me quierenpero me respetan.Mientras ellos charlaban yopensaba «y por lo que pasódespués, seguro quepensaba en voz alta». Mi
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pensamiento era: “la señoraculebra no me da ni lahora”.–¡Un momentito guri!¡Nada de señora culebra!¡Señorita y sin apuro! ¡Sostan mal educado como misalumnos y alumnas!–¿Cómo? ¿Usted es maestra? –le pregunté.–Claro, soy maestra en laescuela de culebras, de lasbuenas y de las otras, peroque querés si en la casa son
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madre y padre yarará, loshijos desde chiquitos tienenlos colmillos preparados.Pero nosotras las maestrasno perdemos la esperanzade cambiarlos.Y vos gurisito, ¿vas a laescuela?–Sí, estoy en tercer grado–contesté.–¿Y qué les enseñan? ¿¡Lesdicen como matar patos,palomas, culebras!?–No, nos enseñan a leer, a
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escribir, y muchas cosasmás, pero a matar, no.–Hablando de matar, ¡cuidado! Más adelante va unapareja de yararás, si llegás apisar a alguna de las dos,sos gurí muerto.Es la reacción naturalcuando se sienten atacadas.Por las dudas me adelanto yles hablo.Pero antes le habló suprima:–¿Qué hacés Majo con un
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gurí? ¿Adónde van?–Es un gurí amigo delpalomo Juancito, él mepidió que lo guíe porque loshumanos grandes sonrápidos con la escopeta.–Después de esta conversación entre las primas,seguimos hacia el campamento.Cada minuto que pasabatenía más hambre, y noaparecía todavía el campamento.
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Yo la seguía a Majo,oyéndola que hablaba yhablaba, porque verla en elpastizal no la veía.De pronto tropecé con algoque pensé era una piedra,pero me gritó:–¡Cuidado bruto! ¿Mequerés matar del susto y deuna patada?–Otra vez me quedé duro,me salvó Majo que conocíaa la piedra, que no era unapiedra, y le dijo:
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–Perdonalo Marita, no tevio, es medio dormido elgurisito éste. Lo estoyguiando a su campamentopor pedido de Juancito elpalomo.–Perdón Majo, ¿las piedrashablan? –pregunté.–¿No te has dado cuentaque no es una piedra? Es miamiga Marita, una mulita.La conocen como tatúmulita, también hay tatúpeludo y tatú carreta, que
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son más grandes.El tatú carreta es el másgrande, pero es muy posibleque ya se haya extinguido.Después de esta lección deMajo, ¡Se nota que esmaestra!, pensé, me dirigí ala mulita con una pregunta:–¿Señora o señorita?–Señorita. –Me dijo muyseria.–Pero en pareja con unmulito que es un primor. Porsuerte tiene un montón de
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hermanos y primos.–¿Y eso que tiene que ver?Le pregunté.–Tiene que ver, porque justomis hermanas y mis primaslos vieron y quedaron duras.No sabían que hacer, peroyo me salvé. Las locasvenían derechito a tratar deconquistar a mi pareja, conla aparición de mis cuñadostuvieron para elegir.–¡Gurisito! –Me empezó aretar Majo.
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–¿No estabas apurado y conhambre? ¡Y te quedás treshoras charlando con Marita!–Así que la dejamos aMarita y continuamos lamarcha.Al dar la vuelta a unmontecito, después decaminar un rato largo ycruzarnos con un montón deanimalitos, al único queconocí fue a un cuis. A losotros no los conocía, todossaludaban a Majo y ella
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contestaba a cada uno, perono se paraba a charlar connadie. Quería cumplir con lapromesa que le había hechoa Juancito.Al rato, vimos a lo lejos elcampamento.Cuando nos acercamos unpoco más Majo me dijo:–Tenés el campamentocerca, yo me despido. Yacumplí el pedido deJuancito. Y vos gurisito, quetengas suerte, y espero que
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cumplas tu promesa de noagarrar nunca más un arma.–¡Eso, Majo, te lo puedoasegurar! ¡Un arma en mismanos, nunca más!–Así me despedí de la jovenmaestra de nombre Majo.–¡Uy! ¡No le pregunté si enla escuela de culebras dondeella trabaja hay biblioteca!...No importa, pensé, lasemana que viene esperoencontrarla y podré preguntarle.
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Por fin llegué al campamento. Estaba muerto dehambre, pero la comida noestaba lista todavía.Al acercarme, vi que teníantodas las cosas preparadasen el carro, incluso la canoa.Cuando vieron mi extrañeza me explicaron quecomo la pesca había sidomuy buena, en cuantotermináramos de comerregresaríamos.No querían que lo que
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habían pescado, por másque estuviera en sal, sepusiera feo.El que estaba de parrilleronos llamó a almorzar. Mepreguntaron que queríacomer, y me dijeron:–Tenés pescado, paloma omulita.–En ese momento me quedéduro, y se me llenaron losojos de lágrimas, porquepensé en Juancito, justo unpacifista enemigo de la
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violencia, las armas y de lasguerras. Y Marita, que consus hermanas y sus primassólo piensan en el amor.–¡Están ahí para ser comidanuestra!–En eso escucho que medicen:–¡¿Que bicho te picó quetenés los ojos llenos delágrimas?! ¿Qué vas acomer?–Quiero pescado.–Contesté.
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Así transcurrió la comida enel campamento. No podíadejar de pensar en Juancitoy Marita. En ese mismomomento, decidí que novolvería más al monte losfines de semana.Cuando le conté ésto a miabuela, ella estuvo deacuerdo, así que el lunessiguiente le dije a mi patrón,el zapatero, que iba atrabajar sólo hasta elviernes, que justo era fin de
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mes.Ante su sorpresa, le dije queera una decisión de miabuela, y yo hacía lo queella decía.Así fue como terminaronmis aventuras de los finesde semana en el monte, perola promesa que les hice aMaru, la señora pata,Juancito, el palomo, y Majo,la culebra, la cumplí al piede la letra.¡Nunca más en mi vida
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volví a tomar un arma deningún tipo!
fin
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Ricardo Rivero nació el 11 deOctubre de 1931 en Alvear,Corrientes. A los cuatro años setrasladó a Yapeyú, donde vivió hastaseis. De vuelta en Alvear, vivió allíhasta los quince. Siendo un joven dedieciseis años, y viviendo en CapitalFederal, se mantuvo gracias a suoficio de plomero. Estando en esaciudad, practicó atletismo, llegandoa ser subcampeón nacional en lacategoría de cuatrocientos metros.Cuando tenía treinta y un años, porcuestiones laborales, se mudó a laciudad de Las Flores, provincia deBuenos Aires, donde en 1963contrajo matrimonio con MercedesNovas, quien vivía en esa ciudad.Allí continuaron su vida juntos, ytuvieron cuatro hijos. Mientras losniños eran pequeños, comenzó aparticipar en eventos infantilesescolares o fuera de la escuela.Interpretó diferentes personajes,
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como uno de los Parchís, unmariachi o un payaso, entre otros.Fue aficionado a la fotografía,participó en el Coro Municipal,integró la Comisión de amigos delJardín Botánico, fundó un círculo deatletismo y fue candidato aintendente de la ciudad.En el año 1997, se trasladó a LaPlata junto a su esposa e hijo menor,los mayores ya estudiaban en esaciudad.A partir del año 2011, se radicó enNecochea, donde vivía desde hacíaveinte años una de sus hijas, con sumarido y tres hijos. Fue en estaciudad donde inició su tarea como"Abuelo lee cuentos", que organizael PAMI. Comenzó leyendo en laEscuela nº 28, luego también en laEscuela nº 52, y por último en laEscuela nº 35.A finales del año 2014, en la Escuelanº 52, lo homenajearon colocando su
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nombre a la biblioteca escolar,siendo ahora la "BIBLIOTECAESCOLAR RICARDO RIVERO",dicho homenaje se debió a lacapacidad de Ricardo Rivero paraacercar a los niños a la lectura, ylograr su participación en lainterpretación de los textos queleían.Actualmente, a los 84 años, continúasu tarea de abuelo lee cuentos en lastres escuelas, la que piensa continuarpor muchos años más.
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Impresos 100 ejemplares en octubrede 2015 en La Plata, Buenos Aires,Argentina.
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