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  • cuentos, relatos y poesas

  • Recuerdos de nuestra Argentina en el bicentenario: cuentos, relatos y poesa / Guillermina Pieyro ... [et.al.]. - 1a ed. - Buenos Aires: ANSES. 332 p.; 21x14 cm.

    ISBN 978-987-27243-1-3

    1. Literatura Argentina. 2. Poesa. 3. Narrativa. I. Pieyro, Guillermina CDD A860

    Diseo de portada e interior: Tresdementes

    1er Concurso de Narrativa y Poesa para adultos mayoresRecuerdos de nuestra Argentina en el Bicentenario

    1 EdicinANSESAv. Crdoba 720 - Ciudad Autnoma de Buenos Aires, Argentinawww.anses.gob.ar

    Impreso en septiembre de 2011

    Queda hecho el depsito que establece la Ley 11.723.Libro de edicin argentina.No se permite la reproduccin total o parcial, el almacenamiento, el alquiler, la transmisin o la transformacin de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrnico o mecnico, mediante fotocopias, digitalizacin y otros mtodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infraccin est penadas por las leyes 11.723 y 25.446.

    Fecha de catalogacin: 05/09/2011

  • Este libro que est en sus manos es mucho ms que el re-sultado de un concurso literario. Es la respuesta masiva y entusiasta a un llamado que no tuvo las caractersticas del clsico certamen. As lo entendieron desde todo el pas las cientos de personas que decidieron volcarse a escribir sin reparar en la obtencin de premios.

    La consigna fue entendida a la perfeccin: dejar plasmado en el papel un tiempo vivido, aquella ancdota inolvidable, un recuerdo poderoso, un poema sin lmite. Arribaron a manos de los jurados casi setecientos trabajos que refleja-ban la necesidad de expresarse en un marco de libertad y creatividad. Relatos y poesas escritos en computadoras, pero tambin en las viejas Olivetti o Remington, e inclu-so manuscritos, llegaron desde los ms variados puntos geogrficos de nuestro pas. La forma no importaba. La intencin fue siempre que todos pudieran comunicar sentimientos y experiencias.

    Los aos vividos no son en vano, traen con ellos la histo-ria de cada uno, los sueos que no pudieron ser y los que an pueden hacerse realidad.

    Nuestra ilusin fue abrir canales y espacios para que cada uno pudiera embarcarse en esta aventura de pensar, crear y decir a travs de la prosa y la poesa aquello que saliera de su corazn. Por eso se decidi dejar de lado la conven-cin del primero, segundo o tercer premio y las mencio-

    Prlogo

  • nes, privilegiando la idea de sumar la mayor cantidad de obras. Las mismas fueron seleccionadas por un amplio comit evaluador, conformado con gente de la cultura, las artes y la literatura.

    Las obras seleccionadas se encuentran hoy en este libro. En esta era digital y de cambiantes soportes tecnolgicos tambin se pretende reivindicar el valor del texto volcado en el papel, en su clsico formato. Sobre todo, porque se trata de una prctica sociocultural que encierra su miste-rio y su mstica, un desafo constante que permite cono-cer, pero a la vez sentir, pensar, imaginar y creer.

    A propsito, un filsofo y escritor desliz una idea sin tiempo: con los libros aprend que siempre necesitaremos coraje para vivir, generosidad para convivir y prudencia para sobrevivir.

    Esperemos que estos cuentos, relatos y poesas sean sen-deros que nos inviten a recorrer las experiencias y recuer-dos de nuestra Argentina del Bicentenario, haciendo rea-lidad nuestro sueo de estar con cada argentino, siempre.

  • Cuentos y Relatos

  • 9

    Indice

    6 de septiembre 70

    AA mi perro Len 171

    CChacho 133

    DDe qu pobreza me hablan? 156Detrs de la puerta 113Don Sneca 110Doscientos aos ms tarde 179

    EEl aaaaa 29El castigo 142El Coronel muri al amanecer 238, 241El de all 44El fantasma del Ideal 214El hombre actual 92El lmite exacto 121El pedido 150El veterano 88El viaje 79En el Tortoni 21Epitafios 101Ese milagro, la imagen 62

    GGood bye, Miss Jane 54

    IImpronta 130

  • 10

    KKona solo 66

    LLa cigarrera 222La emocin de una quimera 33La escuelita de los cien aos 209La inmigracin 241La inmigrante 161Las antorchas 95Las golondrinas de plaza de mayo 39La vendedora de pan 146La vida es joven 190Los chaparrales 183Los eucaliptos de espigas 235Los ojos verdes 25Lugar del hombrecito 127

    NNo hay peor ciego que el que no quiere or 116Nostalgias y fantasas 164

    PPaseto de doscientos aos 226

    RRecuerdos de familia 204Recuerdos de mi pueblo 176Remembranzas 5, 13Retrospectiva 137

    SSinchi 17

    TTiempo de cosecha 200

  • 11

    UUna historia de los aos setenta 48Un barrio distinto 167Un relato en el tiempo 75Un tal Ortiz 196

    VValle de Ro Negro. El hombre y el ro 231Vamos 59Vivencias del pasado 52Volver 152Volver en azul y blanco 84

    YYmi Dios, te va a castigar 106

  • 13

    Hgase la luz y la luz se hizo. Seprense las aguas de las tierras, en eso pens, en la creacin de un mundo, cuando vi la foto del pueblo que daba sus primeros pasos y se ex-tenda en cuatro manzanas polvorientas, entre seis o siete rboles altos y esculidos, como un adolescente crecido de golpe, con hojas lnguidas y amarillentas que se batan castigadas por la fuerza del viento, debajo de cada rbol una casa humilde pero slida y algn molino de grandes aspas. Pueblito solitario en esa pampa plana, sin sombra de montaas ni reflejos de agua aunque fuera en una mi-nscula laguna.

    A ese pramo haba llevado el abuelo a su familia. Venidos de Italia primero y de Buenos Aires despus, se instalaron en el lugar donde ms adelante naceran otros hijos. No lo conmovieron las lgrimas ni la desolacin de su mujer, porque l, el visionario, el civilizador, lo vea a la distan-cia convertido en una ciudad pujante y prspera donde se asentaran nuevos inmigrantes para trabajar sus tierras. Vea las futuras chacras y hasta el verde de los cultivos.

    Ella no dejaba de hacerle llegar sus reproches en un cas-

    GUILLERMINA PIEYROCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Remembranzas

  • 14

    tellano con musicalidad italiana y mezclando ambos idio-mas:

    Mir adnde nos has trado, a este desierto donde ni si-quiera tendr comadrona cuando nazca nuestro prximo hijo; si casi se huele todava el olor de los indios. La pro-mesa era vivir en la ciudad, pienso que no deb seguirte, pero pintabas todo como un paraso. Adems, la familia admiraba que te hubieras atrevido a venir antes a estudiar el lugar y te haban prometido que yo estara esperndote.

    Y, a los hijos sola contestarles cuando le preguntaban cmo se haba atrevido a semejante viaje y a tal alejamien-to. Cmo podan resistir mis ingenuos diecisiete aos a los experimentados y seguros treinta y siete de un hom-bre bueno y tan agradable?

    Muchas veces insisti: Todava estamos a tiempo. Vol-vamos.

    Pero los odos del visionario parecan cerrados a sus argu-mentos, solo se defenda con un dbil: Pero si nos est yendo bien, mujer.

    Y ese regreso nunca se realiz.

    Mir de nuevo la foto, l estaba de pie junto al carro con el cual repartan el pan que fabricaba en su reciente pa-nadera, con una receta exclusiva que se pasaba de una

  • 15

    generacin a otra. Con el tiempo se hizo famoso su pan y los productos derivados; el carro andaba kilmetros y kilmetros entregando a pueblitos vecinos o venan de las chacras a buscarlo para abastecerse por muchos das.

    Despus fund su Almacn de Ramos Generales, tan generales que hasta oficiaba de banco. Fueron aos de lucha titnica y denodada pero que lo hicieron prspero y dieron bienestar a la familia.

    Pero siempre hay un pero, una poblacin que depende del campo sufre siempre sus avatares. Hubo un ao de sequa, en un segundo lo asolaron mangas de langostas y, en un tercero la lluvia inund los campos y se perdieron todas las cosechas.

    El abuelo no pudo cobrar a los deudores ni quiso quedar-se con sus tierras. Ya sin capital el negocio languideci y fue muriendo lentamente como una vela que ha consu-mido toda su cera. Pero an le quedaba su panadera a la que consigui reflotar fabricando otros productos afines, tambin con recetas heredadas. El da en que se instal en el pueblo una nueva panadera, muy lujosa y con produc-tos ms sofisticados, la suya perdi ventas y no le qued otra solucin que cerrar.

    Le dio un ataque en el momento en que recorra por lti-ma vez su local.

  • 16

    La abuela quiso volver a ver a su gente, mis tos haban emigrado mucho antes para estudiar y nadie de la familia qued all.

    Antes de que se fueran definitivamente mucha gente se acerc queriendo comprar las famosas recetas pero no se las pudo encontrar.

    Amigos que an viven all nos han contado que todava est en pie y remozada la vieja casa donde el abuelo tena su panadera y que descendientes de un antiguo emplea-do fabrican exquisitos panes que tienen mucho xito. Vi-virn todava las recetas del abuelo?

    Ser esa noticia la que me hizo buscar las viejas fotos, con su bagaje emocional y rememorar las historias fami-liares, escuchadas tantas veces?

  • 17

    Seis de la maana, el tren da un sacudn y se pone en marcha; comienzan a pasar casonas bajas de un unifor-me color terroso. Inesperadamente nos detenemos, otro sacudn y el tren retrocede. El resto de los pasajeros est imperturbable ante nuestra sorpresa. Otra detencin y comienza a avanzar en la direccin esperada. El proce-so se repite, es el zig-zag que nos va elevando y alejando de Cuzco. Lentamente con el traqueteo nos dormimos. Abro los ojos y por el pasillo veo avanzar una pierna, un brazo se balancea en el aire y otra pierna se acerca a la primera. Aparece otro brazo y todo se une a un tronco ensangrentado. Una cabeza de indio se junta al resto de los miembros y sus ojos me miran sin ver. Hay odio y desprecio en su