Cuentos para comer sin cuentos - esferalibros.com

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Cuent os para comer sin cuent os Ángel Peralbo Silvia Álava Mila Cahue Cristina Palmer Equipo de especialistas del Prólogo y supervisión María Jesús Álava Reyes Ilustraciones Jordi Corbella Cómo enseñar buenos hábitos alimenticios a los niños y acabar con la pesadilla de los padres Centro de Psicología Álava Reyes

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Cuentospara comer sin cuentos

Ángel PeralboSilvia ÁlavaMila Cahue

Cristina PalmerEquipo de especialistas del

Prólogo y supervisiónMaría Jesús Álava Reyes

IlustracionesJordi Corbella

Cómo enseñar buenos hábitos alimenticios a los niñosy acabar con la pesadilla de los padres

CUENTOS 165X230.indb 5CUENTOS 165X230.indb 5 17/10/07 15:55:0517/10/07 15:55:05

Centro de Psicología Álava Reyes

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Agradecimientos .......................................................... 11

Prólogo, por M.ª Jesús Álava Reyes ........................... 13

Introducción .................................................................. 19

Los mejores colores .................................................... 27

Los alimentos están contentos .................................... 49

El cumpleaños de Poti ................................................. 61

Los cubiertos ¡descubiertos! ........................................ 81

La granja de plastilina ................................................. 97

La Bapimix 3000 ........................................................... 113

El amigo invitado ......................................................... 129

El regalo de la tortuga Missi ....................................... 145

La gran final y el misterio de las verduras ................. 161

¡A mí los dragones! ...................................................... 179

Un pollito sorprendente .............................................. 199

Índice

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Las caras de Luis ......................................................... 213

El Reino de lo Perfecto ................................................ 233

El supermercado de las hormiguitas .......................... 247

¡Cómo me lo como! ...................................................... 263

Bibliografía ................................................................... 283

Índice temático ............................................................. 285

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Prólogo

Hay personas que para mí siempre son y serán un referente en la

educación. Desde que en 1978 empecé a trabajar en el apasio-

nante mundo de los niños he tenido la oportunidad de conocer

grandes profesionales: psicólogos, pedagogos, maestros, profe-

sores, educadores infantiles, excelentes padres y miles de niños

que me han ayudado en esa visión compleja, rica, profunda e

ilusionante que compartimos los que nos dedicamos a la tarea

más difícil: educar. Pero la persona que más admiración me ha

producido es Josefina Aldecoa.

Uno de mis libros más conocidos, El NO también ayuda a crecer, empezaba con unas palabras de Josefina Aldecoa: «La edu-

cación es un proceso que no termina nunca». Efectivamente, la

educación empieza antes de que el niño nazca, cuando los padres

piensan cómo quieren educarlo, y no termina nunca, aunque se

produce un relevo en un momento crucial de la vida, cuando

nuestros padres nos pasan el testigo y nos erigimos en los princi-

pales autores de nuestro destino.

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Ese bagaje que recibimos y que hemos vivido de forma

muy intensa, especialmente durante los primeros años de nues-

tra vida, conformará en gran medida lo que llegaremos a ser.

De qué esté cargada esa mochila dependerá de nosotros. Los

niños pueden recibir un saco lleno de seguridad, de estabilidad

emocional, de razonamientos que les hacen aprender cada día,

de experiencias llenas de vida y de sabiduría o, por el contra-

rio, una bolsa cargada de piedras, que lastrarán en extremo su

evolución; una bolsa con grandes espacios para la inseguridad,

las dudas, la inestabilidad, la dependencia emocional, la insa-

tisfacción… y los miedos; en definitiva, podemos legar a los

niños un auténtico tesoro lleno de sabiduría y de aprendizajes,

o toneladas de incertidumbres que condicionarán negativa-

mente sus vidas.

Este libro está pensado para ayudar a los padres a desarrollar

los principios básicos que todo niño necesita. Ése será el mejor

regalo que podáis ofrecer a vuestros hijos.

Algunos lectores se preguntarán cómo desarrollar esos prin-

cipios. La respuesta es clara: aprendiendo de nuevo a observar

y actuando con grandes dosis de coherencia, sensibilidad y sen-

tido común. Con frecuencia pido a padres y educadores que

aprendan de los niños, que ejerciten al máximo su capacidad

de observación, para que vean qué nos dicen los niños, qué

nos muestran, qué nos transmiten, qué nos enseñan y qué nos

ocultan.

Si sabemos observarles, difícilmente nos confundiremos. No

obstante, cada vez se nos manifiesta con más firmeza un hecho

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poco cuestionable: no es fácil educar a los niños de hoy, y no

tanto por ellos, sino por las circunstancias que les rodean, por el

mundo tan cambiante que les ha tocado vivir, por las influencias

a las que se ven sometidos, lejos de nuestro campo de acción;

por lo que ven y lo que ya no tienen ocasión de ver; lo que oyen,

lo que escuchan y lo que no tienen filtros para interpretar. En

definitiva, por todo lo que les llega y lo que les falta, por todo

lo que les rodea y les influye, y que escapa a nuestra capacidad

de control.

Si todos intentamos recordar aquellos momentos de nuestra

infancia que más huella nos dejaron, sin duda nos acordaremos

de los cuentos que nos leían o narraban nuestros padres, edu-

cadores, abuelos, tíos, hermanos, amigos… Esos cuentos que

nos acompañaron en nuestro crecimiento, que excitaban nuestra

imaginación y desbordaban nuestras ilusiones, pero que también

provocaban nuestras dudas y razonamientos, que nos envolvían

con su misterio, a la vez que nos mostraban al desnudo las gran-

dezas y miserias de los personajes.

A través de los cuentos se abrían ante nuestros ojos los grandes

enigmas del comportamiento humano: las personas que gozaban

haciendo el bien y aquellas que parecían disfrutar ocasionando

dolor, angustia o desesperación. De forma sencilla, pero clara,

vislumbrábamos los principios de lo que parecía justo o injusto,

bueno o malo, positivo o negativo…; de aquello que nos daba

seguridad o nos infundía miedo e intranquilidad.

Hoy, en que casi todo ha cambiado, afortunadamente aún

nos quedan los cuentos y los padres, educadores, maestros…

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sabemos la importancia que siguen teniendo en la educación, en

el aprendizaje y en la vida de los niños.

Pero con los cuentos nos está pasando como con la televisión,

las películas infantiles, la videoconsola y la mayoría de los juegos

a los que se entregan los niños: ¡qué poco los controlamos! Si los

cuentos tienen tanta influencia, ¿no resulta paradójico que no nos

ocupemos de sus contenidos, de sus moralejas y de los aprendiza-

jes o desaprendizajes que encierran?

Ese vacío es el que hemos querido llenar con este trabajo, que

ha sido desarrollado por Ángel Peralbo Fernández, Silvia Álava

Sordo, Mila Cahue Gamo y Cristina Palmer García, psicólogos

que forman parte de nuestro equipo de especialistas y que han

realizado un gran esfuerzo durante los dos últimos años para tratar

de ofreceros una obra de gran ayuda a todos los padres y educado-

res que queréis vivir y compartir con vuestros hijos y alumnos los

«cuentos» de su infancia.

En nuestro centro vemos todos los años a cientos de padres

y educadores con problemáticas diferentes, que nos piden ayuda

en la orientación y educación de los niños. La riqueza, la com-

plejidad y el gran número de casos tratados nos han permitido

escribir este libro de cuentos, dirigido de forma muy especial a

establecer buenos hábitos en todo lo relacionado con la alimen-

tación de los niños.

La temática de los cuentos abarca las principales dificulta-

des que se dan en el área de la comida, pero no solamente será

de utilidad para aquellos casos en que los niños manifiesten

problemas en este ámbito: niños inapetentes, manipuladores,

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tiranos, lentos, que juegan, provocan o utilizan la comida para

llamar la atención de los adultos; también será muy práctico

para establecer buenos hábitos alimenticios, así como una serie

de pautas y valores que se pueden trasladar al resto de las esferas de

la vida infantil.

Como verá el lector, nuestros autores se han esforzado por

ofrecer una obra enormemente práctica y participativa, con unos

contenidos y un desarrollo hasta ahora inexistentes.

La temática de estos cuentos, la estructura de los mismos, la

terminología utilizada, las pautas pedagógicas que se han segui-

do… permitirán y favorecerán la participación constante de

niños y adultos. Son mucho más que unos cuentos interesantes

e inéditos, ya que nos proporcionan las ideas y los materiales

necesarios para que todos, niños, padres y educadores, nos ilusio-

nemos con las prácticas, los juegos y las actividades que se deta-

llan. Casi sin darnos cuenta, estaremos sentando los principios

que nos permitirán establecer unas bases sólidas, fundamentadas

en los hábitos y valores que deben consolidarse en la conducta

alimenticia.

Ángel, Silvia, Mila y Cristina han realizado un gran trabajo,

les felicito por ello y porque no han escatimado esfuerzos para

que podamos conseguir el principal objetivo de este libro: fijar

los pilares que permitirán que los niños adquieran los hábitos,

las pautas y los valores que les permitirán crecer con salud

física y emocional; que les ayudarán a evitar una de las lacras

más temidas en la actualidad: los trastornos de la conducta

alimentaria (anorexia, bulimia…); que les harán cada día más

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autónomos y seguros, más creativos y reflexivos, más sensibles

y profundos, más generosos y respetuosos, más positivos y

proactivos, más flexibles y más coherentes. En suma, que les

acercarán a esa felicidad y estabilidad emocional que todos

anhelamos.

M.ª Jesús Álava Reyes

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Introducción

El libro de cuentos que os presentamos está planteado funda-

mentalmente para cumplir dos objetivos principales; el pri-

mero, fomentar en el niño, a través de la escucha de historias

y experiencias, la atención, la imaginación y el pensamiento,

funciones éstas básicas en los procesos de aprendizaje; el segun-

do, transmitirle actitudes positivas y deseables que, en este caso

concreto, tienen que ver con los hábitos de la alimentación, que

son valorados por los padres como complejos y no exentos de

dificultades.

Sabemos que esta cuestión es importante no solamente por

los numerosos problemas que pueden surgir a su alrededor, como

los casos de niños inapetentes, o los que comen en exceso, o los

que únicamente toman unos pocos alimentos, sino también por

la necesidad de tiempo y paciencia que se requiere para instaurar

en los niños estos hábitos de manera adecuada. Y esto es así inclu-

so en aquéllos en los que en principio no hay ninguna problemá-

tica asociada a la misma. Sería difícil encontrar familias que no

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presten atención a estos hábitos de manera particular, buscando,

incluso, recursos para mejorarlos.

Hoy en día, sabemos que tan importante es conseguir que los niños se alimenten variada y adecuadamente, siguiendo unos criterios nutricionistas, como que lo hagan mantenien-do un comportamiento en la mesa ordenado y propio del contexto social en el que viven.

Según los datos actuales, los problemas que provoca una mala

alimentación son muy significativos, tanto en un extremo, por ser

aquélla insuficiente, como en los países en desarrollo, como en el

otro, por sobrealimentación y exceso de grasas, que no son nece-

sarias para el cuerpo y cuyo consumo va en aumento sobre todo

en países considerados altamente desarrollados. Asimismo, una

mala alimentación está en la base de muchos trastornos y enfer-

medades de los que hoy adolece la población y cuya incidencia

está en continuo aumento, como los problemas cardiovasculares,

entre otros.

Hasta los seis y siete años se habla de período crítico del

desarrollo, lo que significa que en esta etapa los niños son espe-

cialmente vulnerables a las diferentes variables que pueden influir

en su aprendizaje, por lo que es el mejor momento para instaurar

conductas y hábitos saludables.

Sabemos que los niños aprenden jugando y que el cuento es una

herramienta de referencia a estas edades. Por ello, nos parece una vía

crucial para hacer llegar a vuestros hijos las actitudes adecuadas que

necesitan desarrollar para convertirse en unos buenos comensales y

para sacar el máximo provecho de este importante hábito.

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El criterio que hemos seguido a la hora de seleccionar los temas de los cuentos es, en primer lugar, el grado de inciden-

cia de las cuestiones a tratar, y que conocemos a través de las

consultas que los padres nos trasladan en nuestro trabajo diario

como psicólogos especialistas en el área de problemas infantiles;

no obstante, hemos querido ofreceros también otros temas de

carácter positivo que están en la base de un adecuado aprendi-

zaje del hábito de la alimentación, para que saquéis el máximo

provecho, tanto si se os presenta una determinada problemática

como si ya la habéis pasado o simplemente deseáis hacerlo bien

desde el principio.

El orden de los cuentos está pensado precisamente para que

encontréis al principio los que tienen un carácter más positivo

y, poco a poco, os vayáis introduciendo en las distintas pro-

blemáticas con las que en mayor o menor medida os podáis ir

identificando.

Respecto a la redacción de los textos, hemos querido usar una terminología perfectamente comprensible para cualquier padre

y que, además, os ofrezca la posibilidad de aprender conceptos y

referencias usados actualmente en las revistas especializadas y libros

sobre psicología infantil, para así facilitaros la familiarización, por

ejemplo, con la modificación de conducta, que es una parte de la

psicología que os aportará las herramientas adecuadas para usar

durante estos maravillosos años de vuestros hijos.

Los cuentos tienen una estructura pensada para que vues-

tros hijos capten perfectamente desde el principio cuál es la con-

ducta problemática y, sobre todo, vean cómo se puede corregir,

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y para que se acuerden de aspectos importantes de la narración

que después os ayudarán a mantener la esencia de la misma, para

así conseguir uno de los objetivos de la lectura de las diferentes

historias, que es, o bien solucionar el problema en cuestión,

o aprender algún aspecto importante del mismo. Asimismo,

dentro de la composición de cada cuento hemos introducido

elementos importantes que los niños a estas edades deben ir

conociendo y que no tienen que ver estrictamente con el hábito

de la alimentación sino con otras cuestiones importantes referi-

das a actitudes y valores, como aprender a expresar emociones,

o la importancia de comunicar a los papás lo que les preocupa,

aprender a pedir las cosas, a ser respetuosos con el resto de la

familia, a compartir, etc.

Todo ello, en un lenguaje apropiado para los pequeños y

con una característica que destaca en todos los cuentos, la incer-tidumbre, que a través de la imaginación hace que los niños

mantengan mucho interés y una alta atención hasta el final de la

narración.

Las pautas pedagógicas que hemos elaborado para vosotros

están basadas, por un lado, en la psicología del aprendizaje y toda

la experimentación que se viene realizando de unos años a esta

parte desde esta disciplina y, por otro, en la experiencia clínica

proporcionada a los autores en los diversos trabajos que venimos

desarrollando desde hace años en el ámbito de la intervención

psicológica infantil.

Esto constituye el aporte educativo esencial que los padres

vais a tener la oportunidad de conocer, para tratar los problemas

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que se presentan habitualmente ante la adquisición de los hábitos

alimenticios.

Siendo nosotros psicólogos, y además especializados en el

área de la intervención familiar, es lógico que la obra contenga

este valor adicional que, a su vez, se convierte en la esencia del

libro; está elaborado a partir de los cuentos, formando con ellos

conjunto que persigue un objetivo global: CONOCER LOS CORRECTOS HÁBITOS EN LA COMIDA Y AYUDAR A SOLUCIONAR LOS PROBLEMAS QUE SE PUEDAN PRE-SENTAR AL RESPECTO.

Al final de cada cuento y sus pautas os proponemos una

actividad para que la realicéis con vuestros hijos, para que, con

ella, podáis disfrutar, experimentar y, sobre todo, reforzar lo

aprendido en el cuento en cuestión. La experimentación lúdica

que supone esta parte facilita que el niño asimile los mensajes

del cuento y mantenga el interés por lo aprendido más allá del

tiempo que dura la lectura del mismo.

Lo que sugerimos para ellos

A la hora de elaborar los cuentos, se ha pretendido que las ilustraciones llamen la atención de los niños y les permita imaginar

y crear a partir de ellas sus propias imágenes mentales relacionadas

con lo narrado; los textos les envuelven en historias que manten-

drán su atención e ilusión y, al mismo tiempo, les indicarán aspec-

tos positivos relacionados con la temática central de la obra.

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Para empezar, observarán detenidamente la ilustración pri-

mera que les introduce al cuento. En ella podrán apreciar partes

que les llamarán poderosamente la atención y que les motivarán

a escuchar la historia para conocer los detalles.

Asimismo, será muy positivo que les ayudéis a identificar el

significado del lenguaje no verbal que se transmite a través de

las ilustraciones y que, en el caso de la que introduce cada cuen-

to, hace hincapié en la problemática tratada en el mismo y en la

actitud de los que participan en él.

Las ilustraciones también cumplen la función de recordarles

después lo que han escuchado y las ideas más importantes, tanto

el problema principal como el desenlace.

Lo que sugerimos para vosotros

Es preferible que leáis vosotros antes el cuento para conocerlo

bien y poder resolver con prontitud cualquier duda que le pueda

surgir al niño. Ellos necesitan respuestas inmediatas y concretas

a sus preguntas, por lo que os será de gran ayuda.

Aunque es muy positivo que los niños puedan manipular

ellos solos los cuentos, ya que les suele gustar mirar y escu-

char muchas veces las mismas historias, será importante que les

acompañéis al principio cuando observen las ilustraciones, para

poder explicarles los detalles a los que hayan podido no pres-

tar atención y los gestos que puedan no identificar o entender

bien.

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Tratad de leer los cuentos sin prisa, parando todas las veces

que sea necesario y permitiendo que los niños vuelvan atrás tantas

veces como lo estimen oportuno.

Cuando os encontréis ante una problemática concreta, rela-

cionada con el tema tratado en el cuento, trataréis de atender

bien a las pautas pedagógicas y de ser sistemáticos en su puesta

en marcha, para obtener los resultados esperados.

Lo que sugerimos para todos juntos

Tras leerles el cuento, o cuando sea posible, realizaréis la acti-

vidad sugerida permitiendo que se impliquen lo máximo posible

y, según sea la actividad en cuestión, intentando que ellos se sien-

tan los verdaderos protagonistas. Esto supondrá una experiencia

muy agradable. Compartiréis a través del juego los mejores ratos

de vuestros hijos, que estarán encantados.

Y, por último:

Esperamos que lo disfrutéis muchísimo.

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Los mejores colores

—Hola, Nani, buenos días, princesa —le dice María, su madre—, son las siete y media, hora de levantarse. Date prisa o llegaremos tarde. Tus hermanos ya se están preparando.

Así comienzan todas las mañanas en casa de Nani; en realidad se llama Encarnita, pero desde pequeña sus hermanos la llaman así. Es la más chica de cuatro hermanos, de una de esas pocas familias que hay hoy en día. Digo ahora y pocas por-que antes había muuchaas familias con muuchoos hermanos.

Sus hermanos son Carlos, Marcos y Enrique.

María vuelve a llamar a Nani para que se levan-te, pero a ella le cuesta mucho hacerlo, también le

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cuesta mucho acostarse y vestirse (aunque la verdad es que la viste su mamá, o Carlos o Enrique, incluso Marcos, y hasta Andrés, su padre, tiene que rendirse y acabar por ayudarla). Conseguir que Nani estuviese lista a tiempo para ir a desayunar no era nada fácil. Y, sin embargo, era una cuestión muy importante para toda la familia, dado que cada uno tenía sus obligaciones persona-les y diarias, y además tenían que preocuparse de ella. Solamente llegaba a tiempo si los demás hacían las cosas por ella, y ahí veías a Marcos poniéndole los calcetines, a Carlos buscando sus zapatos, y a su pa-dre peinándole la coleta, mientras su madre le ponía la pasta de dientes para que se los cepillase.

En su casa el desayuno es a las ocho y cuarto, e in-tentan tomarlo todos a la vez, ya que casi siempre se marchan juntos, aunque a veces alguno debe salir antes, y entonces se hacen dos turnos; por supuesto, ella siem-pre figura en el último.

Un día llegó una nota del colegio en la que ponía:

«Estimados María y Andrés, lamentamos comuni-caros que si Nani continúa llegando tarde a clase ten-drá que dejar de asistir durante unos días al colegio.

Un abrazo, el director».

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—Esto no puede ser, ya no es un bebé —se lamentó su padre, y además añadió—: A mí también me han dicho en el trabajo que no puedo llegar siempre tarde a la reunión por las mañanas.

—A mí me sucede lo mismo; los días que llevo a Nani al colegio llego con retraso al periódico —dijo María.

Todos en casa se veían retrasados por la lentitud de Nani; ella siempre decía: «Ya voy». Pero eso era todo; no se movía, era como si el mundo se parase a su alrededor, ella era capaz de entretenerse con cualquier cosita, un trocito de papel, un lápiz o incluso una hebra de hilo.

Con la llegada de la nota todo empeoró. A Nani cada vez le hacían más cosas y ella se esforzaba cada vez menos. Había días que no le quedaba ni tiempo para desayunar, se comía unas galletitas y si acaso medio vasito de leche. Nani cada día se volvía un poquito más lenta, se sentía cansada y con poquitas fuerzas. Todos estaban preocupados, sabían que si no tomaba un buen desayuno, su cansancio y desgana aumen-tarían, pero no había forma de que Nani entendiera que debía hacer las cositas un poquito más rápido.

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Una tarde, al regresar del cole, encontró en su habi-tación tres cajas de colores muy vivos, grandes y muy bonitas, numeradas del uno al tres.

La número uno era de un color verde brillante y lle-vaba un lazo amarillo muy grande y un cartel colgado que decía:

«Mañana, al levantarte, cuando te vistas para ir al colegio, ábreme. Sólo me puedes abrir si te levantas a la primera (no vale hacerse la remolona)».

Nani estaba entusias-mada; las cajas eran tan grandes y tan bonitas que por supuesto que las que-ría abrir todas.

Esa noche se acostó más emocionada incluso que en la noche de Reyes; pensaba: «¿Qué habrá en las cajas?». Y: «¿No las puedo abrir seguidas?, qué raro, ¿por qué será?». Ella pensaba, pensaba y las miraba, ¡qué bonitas eran!

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Durante la noche soñó con millones de cajas de millones de colores.

A la mañana siguiente, cuando apenas su madre había en-trado en la habitación, Nani saltó de la cama a su cuello, le dio un beso y dijo gritando:

—Dame la ropa, corre, dame la ropa.

María le dio la ropa, mejor dicho Nani le quitó a su madre la ropa de las manos, pues tenía prisa. Se puso su chándal, ya que ese día tenía que ir al gimnasio, y volvió a gritar:

—Papá, Carlos, Enrique, Mar-cos, venid, que ya puedo abrir la caja.

Todos corrieron a su lado, mirándola encantados, ella qui-

tó el gran lazo amarillo y el pa-pel verde con cuidado y, ¿qué es

lo que encontró?, la verdad, no se lo

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podía creer, solamente había una cajita pequeña del mismo color verde brillante, cuadradita y con una tapa transparente.

La cajita estaba vacía, no tenía nada dentro, bueno, sí, un papel que decía: «NO ME TIRES», y dentro de la caja grande también había un cartel que decía:

«Mañana abre la caja que tiene el número dos, pero hazlo después de asearte; lávate la cara y las manos y, después, ábrela».

Nani estaba terriblemente decepcionada; ¿cómo una caja tan grande y tan bonita podía tener sólo algo tan pe-queño?, ¿para qué quería ella esa cajita? Se puso triste, casi le dieron ganas de llorar, no pensaba abrir ni una caja más, que desapareciesen todas las cajas, eso es lo que gritó:

—¡NO PIENSO ABRIR NI UNA CAJA MÁS!

Su hermano Enrique, al verla tan triste y enfadada, le dijo:

—Nani, la cajita es preciosa. ¿No crees que una cosa tan bonita tiene que servir para algo?

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Ella le contestó:

—Quique, yo deseaba en-contrar un gran regalo dentro, no esto, que es una guarrería.

Enrique le volvió a preguntar:

—¿Qué sería un gran regalo? Acaso otra muñeca, u otro puzle, o una bici…

—No lo sé —contestó ella muy enfadada—, otra cosa —y se quedó pensativa.

Su hermano tan sólo añadió:

—Yo guardaría esa cajita, y por supuesto que abriría la siguiente.

Las cosas se quedaron así. Durante todo el día Nani le dio vueltas al asunto. Estaba muy enfadada con las cajas, pero ¿y si Quique tenía razón?, ¿para qué sería esa cajita?, aunque no sirviera para nada era verdad que era bonita, tan brillante, con esa tapita que parecía de cris-tal. Al final del día ya había tomado su decisión, abriría la caja con el número dos. Total, ¿y si la número uno era una broma y en la dos estaba el gran regalo?

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A la mañana siguiente, Nani de nuevo se sentía en-cantada de pensar que abriría la caja número dos; se levantó nada más llamarla su mamá y rápidamente se vistió y se lavó la cara y las manos, pero esta vez no llamó a nadie. Se sentó en el suelo delante de la caja número dos; ésta era roja, como el papel que tienen algu-nos bombones, que brilla mucho, además tenía colgando un muñequito de papel pinocho, de esos arrugaditos, re-dondito y pequeñito, y de su interior asomaba una nota que decía en la esquinita: «Cuando abras la caja léeme».

Nani quitó el muñeco y muy despacio abrió la caja; ésta tenía una gran tapa, la le-

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vantó lentamente, sin saber qué podría encontrar, y de pronto GRITÓ:

—Pero ¿qué es esto?

Todos corrieron un poco sobresaltados al oír a Nani. Ella lloraba desconsolada:

—¡No quiero, no quiero más cajas!

Sus hermanos y sus padres miraron en el interior de la caja y vieron muchas hojas verdes, hojas de árbol, sólo hojas, todas de un verde muy intenso, unas más grandes y otras pequeñitas, pero sólo había eso, hojas de árbol. Pero ¿y ahora quién iba a consolar a la peque-ña? Su padre la cogió en brazos y muy bajito, al oído, le preguntó:

—¿Había algo más en la caja?

Ella, aún lloriqueando, le dijo:

—No, sólo eso —pero, de repente, recordó—, ¡sí, había una nota en el muñeco gordito!, yo la vi.

Saltó de los brazos al suelo y buscó la nota; ésta decía:

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«No creas que es una broma, guarda las hojas en el frigorífico y mañana cuando te levantes, te vistas, te laves y hayas terminado el desayuno, abre la caja número tres».

—¡No, no y no!, ¡las voy a tirar a la basura!, no las quiero —y se dispuso a llevarlas al cubo de la basura.

Pero su padre le dijo:

—Es mejor que ahora nos marchemos al colegio. Cuando regreses, los dos juntos las tiraremos, yo te ayudaré. ¿Vale, princesa?

Nani, aunque un poco enfadada, asintió con la cabeza y más triste que otra cosa se marchó al colegio. Ese día estuvo un poco descentrada; pensaba en la cajita, pen-saba en las hojas, pero no entendía nada, pero nada de nada.

Cuando llegó de clase no fue corriendo en busca de las cajas para tirarlas. Se asomó a su habitación y vio la terce-ra y última que quedaba por abrir; tenía el número tres muy grande pegado en color plata

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en un lado y era azul como un trozo de cielo, eso es lo que parecía, un trocito de cielo en su habitación; era tan bonita como las otras. Suspiró, como hacen los mayores cuando deciden que tienen que cambiar de opinión, y de-cidió: «¡Esperaré y abriré la última caja!». Por el pasillo se encontró a su padre, que le preguntó:

—¿Vamos a tirar las cajas?

Ella le respondió:

—No, mañana. —Y se marchó.

Al día siguiente, de nuevo se levantó sin protestar, se vistió, se lavó y se fue a desayunar, no dijo nada, no habló de las cajas, se tomó todo su desayuno, fue al baño, se limpió los dientes y se puso los zapatos para irse al colegio. Todo esto lo hizo sin pausas, sabiendo que iba a ser la primera en estar lista para marcharse. Cuando acabó todo, volvió a su habitación y cogió el pedacito de cielo, bueno, la caja número tres, y le dio varias vueltas; no pesaba nada. Ella se había dicho que sería otra tontería y que no le iba a importar. Bueno, podría usar las cajas para guardar juguetes, por-que era una pena tirarlas, eran demasiado bonitas. La abrió, asomándose con una curiosidad tan grande que ni ella sabía cómo había podido esperar tanto tiempo,

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levantó las solapas, metió la cabeza, y sólo vio ¡algo-dón blanco!, ¡como una nube!, estaba llena de algodón. Metió la mano con un poquito de miedo, ¿y si había un ratón, o un pájaro, o un conejo…? Tocó algo pequeño, del tamaño de una cajita de sus gominolas favoritas, era eso:

—¿Son gominolas?, ¡qué ricas…!, ¡mamá, son gomi-nolas, papá, mis caramelos favoritos!

Carlos y Enrique también querían probar las famosas gominolas. Todos se juntaron en su ha-bitación. Abrió la caja y, ¡qué sor-presa!, estaba llena de pequeños gusanitos de seda, muy chiqui-titos, como minifideos de los de la sopa. Estaban un poco amontonaditos, pero eran tan bonitos… Había por lo menos veinte; el más pe-queño era como la punta de un alfiler.

—Éste es chiquitín —gritó encantada. Era lo más precioso que había tenido ja-más—. Tengo gusanitos, tengo gusa-

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nitos… Los puedo llevar al cole, les puedo poner nombre —daba saltos con sus gusanitos en la mano.

De pronto miró a los demás y, sonriendo, les dijo:

—Ya sé para qué quiero la cajita de la tapa transpa-rente, es la casita de mis gusanos, claro, y las hojas son su comida, por eso había que meterla en el frigorífico —ahora lo entendía todo. Era maravilloso.

Desde entonces, cada día, antes de irse al colegio y después de estar totalmente preparada, cogía

sus gusanos, les limpiaba su casita y les ponía comidita para todo el día. Apren-

dió que, cuando algo depende de uno mismo, no es suficiente con que los demás se preocupen o se encarguen de ello, la única manera de asegurarse de que todo va bien es siendo uno mismo puntual y siguiendo

los pasos adecuados. En este caso, Nani descubrió que el gusa-

no de seda necesita puntualmente limpieza y comida, y que ésta tie-

ne que estar preparada de antema-no, habiendo sido recogida del árbol y

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metida en la nevera para su conservación. Solamente ella, que sentía pasión por los gusanos de seda, po-día responsabilizarse de su cuidado diario. Y gracias a ello…

Cuando pasó algún tiempo, los gusanos se pusieron gorditos, y un buen día, de repente, dejaron de estar; so-lamente había pequeñas bolitas de color amarillo. ¿Dón-de estaban…?

Pero esto es otra historia.

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OBJETIVO DEL CUENTO

Conseguir que los hábitos matutinos se adquieran adecua-

damente.

IDEAS PRINCIPALES

Recordemos:• La hora del desayuno era muy importante para toda la

familia, dado que cada uno tenía que tener preparadas sus

cosas para sus obligaciones diarias.

• Es importante levantarse en cuanto le llaman a uno, como

a Nani su mamá, y, rápidamente, vestirse, lavarse la cara y

las manos, y estar listo para desayunar.

• Solamente Nani, que sentía pasión por los gusanos de seda,

podía responsabilizarse de su cuidado diario.

• Cuando algo depende de uno mismo, no es suficiente con

que los demás se preocupen o se encarguen de ello, sino que

la única manera de asegurarse de que todo sale bien, es sien-

do uno mismo puntual y siguiendo los pasos adecuados.

• Si Nani no tomaba un buen desayuno, su cansancio y des-

gana aumentarían.

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PAUTAS PEDAGÓGICAS

El adecuado aprendizaje de los hábitos y tareas diarias es fun-

damental, ya que permite a las personas adaptarse a su entorno

de una manera fácil y ordenada, y facilita centrarse de manera

especial en otros asuntos que requieran más esfuerzo, por ser nue-

vos o puntuales. La sistematicidad de las tareas permite que se vayan creando hábitos; es decir, tareas automatizadas que se llevan

a cabo casi sin esfuerzo. En la familia de Nani, todos y cada uno tienen por la mañana la tarea de estar listos a la hora del desayuno, para así poder irse, después de tomarlo juntos, unos

a trabajar y otros al colegio. De tal manera que se tendrán que

levantar, asearse, vestirse y hacer la cama, mientras uno se encarga

de hacer el desayuno para todos.

Cuando un hábito está bien instaurado, llevarlo a cabo no

requiere ningún sobreesfuerzo; por las mañanas, aunque sean

muchas las tareas a realizar desde que nos levantamos, si nos

hemos habituado, nos parecerá fácil. Pensemos incluso en las

decenas de cosas que podemos hacer al cabo de un solo día, casi

sin ser conscientes de ello.

El problema surge cuando, por diversas razones, alguien no

adquiere adecuadamente determinado hábito o hábitos. En el caso de Nani, le costaba mucho levantarse, y también acostar-se y vestirse. Las razones pueden ser varias; algunos niños son más lentos, y requieren más tiempo para movilizarse; los hay más dispersos, que tienen dificultades para todo lo que conlleve un

orden y una sistematicidad en el aprendizaje; otros más difíciles,

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con problemas de conducta; o incluso niños pequeños que se

han acostumbrado a que se lo hagan todo o les ayuden bastante.

Uno de los problemas que se produce con cierta frecuencia

es que a través de esas conductas el niño se acostumbre a que todos estén pendientes de él, «y ahí veías a Marcos poniéndole los calcetines, a Carlos buscando sus zapatos, y a su padre peinándole la coleta, mientras su madre le ponía la pasta de dientes para que se los cepillase».

¿Qué hacer cuando nos enfrentamos a una problemática como la de la

familia de Nani?

Hemos de averiguar si las pautas de comportamiento que

estamos marcando nos ayudarán a conseguir nuestros objetivos,

es decir, si a través de ellas Nani, por sí misma, conseguirá realizar

sus hábitos matutinos y agilizar los tiempos lo suficiente como

para poder llevar el ritmo del resto de la familia. Si no es así, habrá

que cambiar de estrategia, aunque aparentemente estemos con-

siguiendo algo positivo, como que su padre llegue a tiempo a su reunión de por las mañanas o que María, su madre, llegue puntual al periódico.

Porque podemos estar consiguiendo el efecto contrario; es

decir, que se estén instaurando costumbres negativas que después

sean más difíciles de cambiar. A Nani cada vez le hacían más cosas y ella se esforzaba cada vez menos. Nani cada día se estaba volviendo un poquito más lenta.

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¿Cuáles son los objetivos a conseguir?

1. Que por las mañanas se respire cierta armonía. A pesar de

tener que hacer las cosas deprisa, es necesario desterrar la sensación

de tener que correr ya desde bien temprano. Algunos niños que

tienen ritmos más lentos lo pueden vivir de manera negativa.

2. Que vaya realizando, por sí misma y en un tiempo razonable, cada una de las tareas habituales: levantarse cuando

se le llama, vestirse, asearse, desayunar, lavarse los dientes, etc.

¿Cuáles son las estrategias a usar?

1. Seleccionar de antemano las tareas que se le van a pedir

y ordenarlas operativamente al máximo, separando unas de

otras, y realizando una lista con todas y con el orden en que han

de realizarse. También será necesario establecer el tiempo para la

ejecución de cada una de ellas.

2. Explicar al niño el sistema que vamos a utilizar. Nani ha

de conocer que primero vamos a intentar conseguir que se levante

a la primera vez que le avisen, y después que vaya a asearse, y así,

progresivamente. Es decir, que iremos poco a poco y no acome-

tiendo todas las tareas a la vez.

3. Establecer las consecuencias positivas asociadas a cada conducta realizada en el tiempo previsto. No es bueno que se

mezclen, de tal manera que el que no consiga hacer alguna de ellas

no debe repercutir en las que sí lleve a cabo adecuadamente.

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4. El criterio a la hora de establecer las consecuencias positivas dependerá de cada niño, e irá en función de los gus-

tos que tenga y de lo que se considere reforzante para él; en unos

casos serán minutos extra para ver sus dibujos preferidos, en otros,

puntos para conseguir cromos de la colección que tanto le gusta,

o la posibilidad de escoger parte del desayuno que más le apetez-

ca, o ponerse las deportivas que más le entusiasman, etc.

La función que cumple el refuerzo de cada conducta ade-

cuada es la de un aporte de motivación, que resulta necesario

cuando queremos instaurar y mantener durante un tiempo, hasta

que se hagan habituales, conductas que no están en el repertorio

actual del niño.

5. Hay que evitar que el niño pueda conseguir esos refuer-zos por otros medios que no sean la realización de los hábitos

de la mañana en los tiempos que se le van poniendo, porque

perderían eficacia.

6. Cuando el niño realice alguna de las tareas, pero no dentro

del tiempo fijado, se lo reforzaremos verbalmente, pero no conse-

guirá el reforzador o punto correspondiente fijado de antemano;

cuando no realice alguna de las tareas, al principio evitaremos quitarle refuerzos conseguidos anteriormente y nos centrare-mos, si es posible, en que el que pierda algo sea él, como no poder elegir una parte del desayuno, o no poder llevar sus zapatillas preferidas, o en lugar de llevar la coleta como le gusta, otro peinado más rápido de hacer.

7. Cuando el niño lleva ya algún tiempo sin realizar las con-

ductas adecuadas o incluso no ha llegado a hacerlas nunca, puede

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ocurrir que sea porque se haya acostumbrado a que le llamen la atención o regañen, y esto, a su vez, haya hecho que se identi-fique más con el papel de desobediente, o vago o irrespetuoso, etc. Hay que impedir por todos los medios que esto ocurra, y

restringir todas las verbalizaciones a las que se puedan hacer de tipo positivo y que estén ligadas a cualquier mejora que se produzca.

8. Hay que decidir quién de la familia se va a encargar de

controlarlo, y el resto debe prestar atención cada uno a sus cosas,

intentando no estar pendientes en ningún momento del niño,

para que éste no pueda captar la atención más que a través de las

conductas que realice adecuadamente, como cuando «Nani se levantó nada más llamarla su mamá y rápidamente se vistió, se lavó la cara y las manos».

Pueden turnarse varias personas para encargarse del niño.

9. No es conveniente que se le regañe o se le advierta de su comportamiento constantemente, pues esto constituye también

una clara manera de prestarle atención y, como al principio estará

muy acostumbrado a ello, sería una manera de seguir reforzando

el que no cumpla con las conductas adecuadas.

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ACTIVIDAD PLANTEADA

La experiencia del gusano de seda

Lo primero que haréis será buscar

el ciclo de la vida en el gusano de seda

y descubriréis lo maravilloso que resul-

ta el proceso y cada etapa en sí misma.

Cuando llegue el final del invierno,

podréis conseguir algunos de estos animalillos.

Será necesario ir preparando una caja adecuada para albergar

a los huéspedes, preferentemente transparente para poder obser-

varlos y que todo sea más emocionante.

¡Ojo! Recordad que es necesario hacer unos agujeros en la

tapa para que haya ventilación y puedan respirar.

Después tenéis que buscar cerca de casa un árbol que se llama

morera, cuyas verdes hojas serán la comida más adecuada para el

gusano de seda. Esta búsqueda es una experiencia cargada de emo-

ción, ya que supone el descubrimiento de que en la ciudad todavía

quedan especies vegetales que son fuente de vida y gracias a las

cuales perduran ciertas especies. Todo un reto que os hará pasar

unos ratos divertidos, cargados de interés y responsabilidad.

De cualquier manera, para que podáis hacerlo con más faci-

lidad, os facilitamos una página web donde podéis disponer de

toda la información necesaria para poderlo llevar a cabo y llegar

a ser unos grandes expertos en el gusano de seda.

www.gusanosdeseda.es

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El cumpleaños de Poti

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