CUENTOS LEITO
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Todas las tardes, en un hato Cerca de Pueblo
Viejo, en Barinas, se oye un pájaro que le para los
pelos a la gente y eso ocurre para que nadie olvide a
un caporal, llamado Gaspar y su mujer de siempre, de
la cual se cansó Gaspar y que quiso cambiar por otra
más joven y bella. Resulta que invita a su “vieja” a
pasear por la sabana. Cuando vio que nadie los
miraba le sacó los dos ojos y ciega la abandonó en la
sabana, para que se la comieran los bichos y echarles
la culpa a ellos y quedarse con la otra. Desesperada,
la ciega, lo llamaba a gritos: Gaspar, Gaspar, Gaspar,
hasta que se murió y se convirtió en un pájaro que
vuela clamando: Gaspar, Gaspar, Gaspar. Desde que
ella murió, el pájaro pasó miles de veces por el hato
llamando a Gaspar a gritos. Gaspar no podía comer
tranquilo. Si se sentaba a la mesa el pájaro se paraba
en el techo de la casa a llamarlo. Tenía hambre,
mucha, pero el pájaro no lo dejaba comer sereno por
la llamadera. Se puso flaquito hasta que se murió y lo
enterraron. En el entierro el pájaro lo acompañó
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gritando: Gaspar, Gaspar, Gaspar y cantaba así todas
las tardes, a la misma hora en que mató a la mujer.
LA MUJER (Elsa Parada Reyes)
Bueno, resulta que un día estoy en la parada que
va a San Carlos y escucho que un hombre le dice a
otro: “Cámara, ¿A qué no sabe la que me acaba de
ocurrir? Bueno resulta que hace ratico estaba yo con
unas ganas raras de irme caminando desde El Pao a
Tinaco, al ver lo solo de esa carretera, me acordé que
el compa Tomás era baquiano de esa ruta y bien
bueno: lo busqué, para no irnos solos poray. El me dijo
que sí, pero que tenía que aguantarle el paso, yo le
dije que era hombre de andá más terreno que un buey
conuquero. El compa, se sonrió y convino rapidito.
Habíamos andado una legua cuando siento una broma
enorme como un trueno rompiendo la tierra y veo es
que se viene una maceta ´e toro, negro, echando
cachos pa´rriba y pa´bajo, suaz: mi compa y yo
corrimos dos leguas en siete segundos. Pero
aguántese ahí, que ahora es que le cuento: Después,
pero eso fue al ratico, casi sin darnos chance a pasá
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ese susto, divisamos un préstamo con aguita bien
fresca, cuando estamos por refrescarnos me paralizó:
ná má que del fondo de esa charca salió un caimán
enorme, pero que más bien parecía un pájaro por lo
ligero, eso daba gusto, como de veinte metros zácata:
nueve segundos en tres leguas. Bueno, cámara, y con
ese par de sustos ya veían las primeras casas de
Tinaco, eso parece increíble. Casi llegamos en un
minuto. Al voltear, veo al compa volviéndose un tigre y
me doy cuenta del truco. Era él, que por el apuro de
venirse, se convertía en animal y así yo de tonto lo
ayudaba a correr más duro: yo era como un cebo pa´
él. Le digo: -Ajá, Compa, con esas vainas casi me
mata del susto. Y me dice: -No, jejeje: eso lo aprendí
jugandito con la mujer que veré horita, imagínese qué
no me hará si le llego tarde y se me pone brava”. Me
entraron unas ganas de reír y una gran pena también,
cuando escuché esa historia: sobre todo con el
hombre llamado Tomás, porque ese venía a visitarme
a mí y ahora como yo iba pá San Carlos quién sabe en
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qué tendría que volverse para verme, porque si no,
esta noche me las paga: me las paga.
Textos tomados de CIEN CACHOS: ANTOLOGÍA
DE LA NARRATIVA FANTÁSTICA ORAL DE
COJEDES (2013), compilación de Isaías Medina
López. Editado por la UNELLEZ-San Carlos.EL POLLITO SABANERO
Érase una vez, una bella mañana en la inmensa sabana, en donde todos despertaban con un tierno rocío que les acariciaba el rostro y les invitaba a salir a jugar entre verdes campos rodeados de manantiales y senderos luminosos llenos de muchos colores.
Entre los más divertidos y jubilosos habitantes de aquel lugar, destacaba “el pollito sabanero“, que a pesar de su pequeño tamaño, siempre ganaba las carreras que se celebraban para premiar, al habitante mas rápido que viviera en esa localidad.
Un día, el tierno rocío no llegó de primero en la mañana a ese lugar, y en su lugar un Sol muy radiante y caluroso tomo su lugar, por lo que los primeros habitantes en despertar se pusieron a indagar, que había pasado con la brisa tierna y matutina que siempre pasaba temprano a invitarlos a jugar.
Pronto averiguaron que ese día el Sol deseaba ir también a jugar, que se había levantado más temprano que de costumbre, adelantándose al tierno rocío que venía con mucha cautela en su andar, esparciendo su dulce aroma y frescor en cada rincón, teniendo mucho cuidado en no dejar, a ningún habitante sin acariciar.
“El pollito sabanero” viendo lo que sucedía, de inmediato tomó por la mano al tierno rocío y corrió lo más rápido que pudo hasta alcanzar al Sol, para colocarlo delante de él para que fuera esparciendo sus caricias y dulce aroma al despertar en los habitantes de aquella sabana que se perdía en su inmensidad.
Todos los habitantes agradecieron a “el pollito sabanero” por su gran proeza de alcanzar el paso del Sol y volver a colocar el tierno rocío en su justo lugar y así asegurar que a la mañana siguiente todos en la sabana recibieran ese bello despertar, que a todos les hace recordar, los dulces besos y abrazos de su amada mamá.
FIN
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Inicio » Autores de Cuentos » El rapto de Catita dinosauria
Cuento infantil de dinosaurios sugerido para niños a partir de nueve años.
En una ciudad muy lejana, que estaba enclavada en las montañas y muy cerca del sol, vivía una mamá dinosaurio con sus tres hijitos dinosaurios.
Su esposo Dino, altivo y orgulloso traía los alimentos a sus bebés dinitos para que crecieran tan grandes como él.
Las montañas tenían mucha vegetación y estos niños dinosaurios se perdían constantemente haciendo que su mamá se preocupara en demasía.
Fue un día que el cielo estaba limpio, sin nubes, muy azul y que brillaba con la luminosidad del sol, cuando apareció un Pterodáctilo, venía volando, volando, luego de dar muchas vueltas en el cielo y viendo que la niña dinosauria Catita estaba distraída comiendo vegetales que le gustaban mucho, la atrapó con sus garras llevándosela colgada hacia otras montañas.
Sus hermanos dinosauritos luego de haber saciado su apetito regresaron a casa, pero faltaba Catita dinosauria. Su mamá, asustada, preguntó a sus hermanitos pero ellos no sabían nada de nada. Se habían extraviado en esas tierras porque cada uno quería comer las hierbas que le gustaban.
Ellos no vieron cuando pterdáctilo volaba, nadie se dio cuenta de su presencia.
Mientras al otro lado de la montaña, Catita dinosauria se defendía como podía de su depredador, y preguntándole por qué la había raptado, pterodáctilo se reía de su maldad, hasta que Catita se puso a llorar desconsoladamente.
Sus papás estaban muy preocupados y salieron a buscarla.
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Fue que por casualidad Catita dejó su pañuelo que siempre llevaba al cuello, se lo había sacado porque sintió mucho calor y lo dejó enredado en un árbol. Pero como sus papás eran tan sabios, sabían perfectamente por donde sus hijos buscaban sus alimentos, fueron precisamente por esos lugares y encontraron su pañuelo. No podían imaginar que su hijita había desaparecido misteriosamente.
Sus hermanos, que por estar jugando en otro sector de la montaña no vieron a pterodáctilo volar, quedaron castigados cuidando la casa.
La noche llegaba rápidamente, y el frío se hacía notar inquietando a sus papás dinosaurios, para regresar a casa y cuidar a su otros hijos, con la esperanza de encontrar a su hija a la mañana siguiente.
Don Dino, salió de madrugada, con sus largas patas atravesaba largas extensiones encontrándose en su camino con sus vecinos Plesiosauro, Diplodocus, Tiranosaurios y Braquiosario que salieron en caravana a buscar a Catita dinosauria.
No tardaron en encontrar la comunidad de los Pterodáctilos.
Ahí estaba el depredador pterodactus castigando con sus alas a Catita. Volaba sobre ella y con sus alas la maltrataba…
Catita lo esquivaba y con su cola también lo azotaba.
En esa guerra estaban cuando don Dino, rugió con tanta fuerza que pterodactilos se asustó tanto, que salió volando sin rumbo y daba tumbos por aire que ya se caía porque sabía que de seguro lo castigarían severamente por el daño que había causado a Catita.
Felices regresaron a su hogar, y todos los vecinos tomaron sus caminos correspondientes también preocupados porque sus hijos podían correr la misma suerte de Catita, por lo que aprendieron una hermosa lección.
Fin