Cuentos ilustrados 2

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Libro de cuentos hecho con los relatos enviados por los alumnos de la Facultad de Diseño y comunicación de ISIL, para el 2do Concurso de cuentos ilustrados.

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A través de la paredJanny Castañeda RiosIlustración : Cinthya Condori Arango

Déjà VuRosa Fernández MelgarIlustración : Luis Andrés Cortez

Dos peces en el aguaJonathan Arriaga NegrónIlustración : Robert Villegas

El hechizo más poderosoRafael Wong KuanIlustración : Juan Villanueva

El primer amorMarco Antonio Pacheco QuispeIlustración : Jorge Centeno Novoa

Ella es mi debilidadGreta QuijanoIlustración : Cinthya Condori Arango

¿En dónde empieza el olvido?Anderson Najarro RamirezIlustración : José Luis Canchari

Mi amistad con GeorgeCarlos Torres AparicioIlustración : Alexandra Rivas

VértigoMelissa Mendoza GómezIlustración : Alejandro Gavancho Ayquipa

Yosfu y el secreto de la cámaraJohana Fuentes RomeroIlustración : Ray Saldivar Espinoza

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EQUIPO

staf

f

©ISIL S.A. 2013

Av. Benavides 779, Miraflores. Lima-Perú

www.isil.pe

Facultad de Diseño y Comunicación

Coordinación y producción

Ítalo Carrera,Sandra León, Liliana Higa.

Diseño de cubierta

Alejandro Gavancho Ayquipa.

Diseño y diagramación

Alejandro Gavancho Ayquipa.

Corrección de estilo

Carmen Escobar,Carlos Sotomayor.

Ilustraciones

Robert Villegas, Luis Andres Cortés, José Luis Canchari,

Juan Villanueva , Alexandra Rivas, Jorge Centeno Novoa,

Ray Saldivar, Cinthya Condori, Alejandro Gavancho

Acabados

Talleres Confraternidad.

Todos los derechos reservados.

Prohibida la reproducción total o parcial del libro, por cualquier medio, sin consentimiento escrito de los editores.

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7 Prólogo

A través de la pared

Déjà Vu

Dos peces en el agua

El hechizo más poderoso

El primer amor

Ella es mi debilidad

¿En dónde empieza el olvido?

Mi amistad con George

Vértigo

Yosfu y el secreto de la cámara

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Sumergirnos en las páginas de una novela, por ejemplo, nos permite enfrentarnos a un universo en el cual podemos reconocernos,

entendernos y comprendernos. Y comprendiéndonos podemos comprender a los demás.

Por qué escribir cuentos, se pre-guntará más de uno –de aquellos gobernados por el pragmatismo y la velocidad rauda de la vida mo-derna–. Por qué echar por la borda un tiempo que podría ser valioso para otros asuntos más reditua-bles. Hace mucho tiempo, en una entrañable charla con el poeta peruano Jorge Eslava, en su cálido estudio barranquino, nos plan-

LOGO

”teábamos la interrogante de por qué seguir leyendo y escribien-do literatura en un mundo que, aparentemente, le da la espalda, en dónde radica el beneficio de hacerlo, en qué nos ayuda. Si bien reconocimos que la literatura no nos hacía, automáticamente, me-jores personas, si nos colocaba en un camino propicio para lograrlo. Sumergirnos en las páginas de

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una novela, por ejemplo, nos per-mite enfrentarnos a un universo en el cual podemos reconocernos, entendernos y comprendernos. Y comprendiéndonos podemos comprender a los demás. En re-sumen, nos hace más reflexivos y más sensibles frente al mundo exterior y frente a nuestro propio mundo interno. Nos ahonda, como diría Jorge, y nos posibilita ser me-jores seres humanos.

Concursos de cuentos, como el or-ganizado por ISIL, entre nuestros alumnos, nos permite, además invalidar aquella frase de que “los jóvenes no leen” (sentencia arbi-traria, como toda generalidad), darnos cuenta que la literatura

sigue contagiando su magia, a través de las palabras, del cuidado excelso de las palabras, a las nue-vas generaciones. Y los cuentos que usted amable lector encontra-rá en las páginas siguientes –fruto de la selección de los mejores rela-tos presentados al certamen– son una clara e ineludible confirma-ción de todo esto. Cuentos que, en sus distintas variantes (realistas o fantásticos) nos presentan a una troupe de jóvenes y talento-sos narradores que han sabido mostrarnos un pedazo de su in-terioridad y, al mismo tiempo, revelarnos la nuestra.

PRÓLOGOINTRODUCTORIO

CARLOS m. SOTOMAYOR

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A todos aquellos que se involucraron en este proyecto.

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30 de Mayo de 1998.

Hubo un tiempo en el que solía tener correspondencia con Antoi-ne, el mejor amigo de la vida; pero por cosas del destino nos dejamos de escribir, cosa muy común entre hombres.Yo vivía en París, ayudaba a mi padre en su negocio de la pesca-dería. Viví 11 largos años en aque-lla ciudad; y no me puedo quejar, siempre quise visitar París, y ahora que tenía la oportunidad de vivir en esa ciudad, no lo iba a desper-diciar.Gracias a Dios el negocio de mi pa-dre iba viento en popa, y eso me

Por : Janny Castañeda RiosIlustración : Cinthya Condori Arango

A TRAVÉS DELA PARED

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permitió poder volver a mi país, para restablecer las amistades perdidas por el tiempo con mis compañeros de la infancia, que aún vivían y me recordaban con afecto. Y como era de esperarse, decidí pues, ir a visitar a Antoine.Aquella noche en que lo visité ha-bían grandes lluvias que bañaban el asfalto, un viento helado que corría sin piedad y rebotaba en la cara de quién se atreviese a cami-nar. No recordaba bien el lugar en el que vivía mi amigo, la aparien-cia de aquella calle me produjo cierta sensación de escalofrío y la noche la complementaba. Al pare-cer me había perdido, tantos años fuera me hicieron perder la noción del tiempo. Me detuve un momen-to a pensar y a reubicarme, hasta que di con su paradero…Toqué la puerta. Los nervios y las ansias invadían mi cuerpo; en mi cabeza un conflicto de: “¿Lo abrazo

primero y luego le digo que lo ex-trañaba? o ¿Cuánto tiempo Antoi-ne, véngase pa’ acá compañero de la vida?”, no me decidía.Oí unos pasos que cada vez so-naban con mayor frecuencia, y pronto se creaba un nudo en mi garganta. Oí el chirrido de la puer-ta que lentamente se abría y me mostraba la silueta de mi com-pañero. Lo vi… y me quedé mudo, bueno fuese por la emoción del momento, pero no fue así. Mi ami-go, mi compañero del alma no era el mismo; lo encontré muy delga-do, tanto así que parecía hecho de piel y huesos, la cara pálida sin ninguna pizca de color, el cabello completamente blanco, los ojos hundidos; simplemente parecía muerto en vida.Me invitó a pasar. Nos sentamos en su pequeña sala y me dijo que estaba encantado de verme. Me empezó a contar de todas las

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aventuras y locuras que hacían los amigos del barrio cuando me fui a París; y yo, no dejaba de verlo con sorpresa y tristeza a la vez. Se percató y me preguntó si yo tam-bién estaba sorprendido con su

dos se sorprenden al verme, pero no conocen la historia detrás de mi apariencia. Serás el primero a quién se lo cuente; siéntate bien, que será una larga historia.Fue un verano —comenzó— Me

apariencia. Lo miré con los ojos re-dondos de sorpresa y me ruboricé; pero solo me quedé callado, otor-gándole respuesta a la pregunta formulada.—No era de esperarse —dijo—. To-

encontraba viviendo en la casa de playa, sólo por esas fechas de sol, playa y arena. Un día, salí al jardín a regar las flores, y por algún mo-tivo que aún desconozco, volteé la mirada y allí estaba ella: piel

“ NOS SENTAMOS EN SU PEQUEÑA SALA Y ME DIJO QUE ESTABA ENCANTADO DE VERME.

ME EMPEZÓ A CONTAR DE TODAS LAS AVENTURAS Y LOCURAS QUE HACÍAN LOS AMIGOS DEL BARRIO

CUANDO ME FUI A PARÍS; Y YO, NO DEJABA DE VERLO CON SORPRESA Y TRISTEZA A LA VEZ.

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canela, ojos marrones que resal-taban con su tez, cabellos ondula-dos, sonrisa radiante, contextura perfecta; en fin, una chica salida de mis sueños. No pude evitar fi-jar la mirada en aquella joven, me quedé estupefacto. Ella solo volteó y me sonrió.Aquel día no puede dormir, que-dé hipnotizado; hasta se me cru-zó por la mente si era otra de las tantas alucinaciones que solía te-ner. En ese momento pensé que la frase “la chica de mis sueños, con la que alguna vez soñé” en verdad existía, y vivía al lado mío. Algo de no creer.Cada tarde salía a regar las flores sólo con el hecho de volver a ver-la, pero no apareció. No quería aceptar que era otra de mis aluci-naciones. Estuve así esperándola por dos meses. Estaba seguro de

que era real; y mis alucinaciones, las mandé al diablo. Yo la vi y era de carne y hueso. Te sonará cursi, pero el corazón lo dictó.Llegó el tercer mes y mis intencio-nes poco a poco se iban agotando. Salí por última vez a regar aquellas pobres flores que terminaron aho-gadas. ¿Y qué crees?, la volví a ver. ¡Yo sabía que era real! Pero esta vez mi orgullo, maldito orgullo, no me dejó volver a fijar la mirada en aquella tierna joven. La vi, sonreí en mis adentros, y rápidamente volteé la mirada.Cada tarde, a través de la venta-na apreciaba su figura; que como yo, salía todos los días a la misma hora al jardín, quién sabe si con la intención de verme.Desesperado porque estaba dejan-do pasar mi oportunidad por este maldito orgullo, decidí dar unos

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cuantos golpes a la pared (por la rabia que llevaba acumulada en mis adentros), unos golpes que me fueron contestados.Desde entonces, todas las noches tocaba con algún ritmo la pared de mi habitación y me eran respon-didos de la misma forma. Me di cuenta que la habitación de aque-lla dama se encontraba al lado de la mía. Una esperanza y oportuni-dad más, que se me tenía dado.La última noche en que toqué la pared, no recibí respuesta alguna. Pasó una par de semanas, y mis esperanzas las deseché. No tenía caso seguir con el mismo juego to-das las noches.La última noche de aquella sema-na sonó levemente la pared, mi co-razón dio un salto, pero mi orgullo no quiso atender el llamado, así que lo dejé pasar.

Esperé la noche siguiente, otro llamado el cual estaba dispuesto a contestar, pero jamás apareció. Derrotado, decidí pues, ir a com-prarme unas pastillas para dormir porque me era difícil conciliar el sueño. Ya en la farmacia de la ve-cindad, escucho hablando a dos vecinas mías sobre una jovencita que sufría de alguna extraña en-fermedad. Por un momento no presté atención a la conversación, hasta que de pronto empezó a describir poco a poco aquella mu-chacha. Tomé aire de sorpresa y sin preámbulos, interrumpí la con-versación y le dije que si por favor me podía contar quién era aquella chica de la que tanto hablaban. La vecina me miró confusa e inme-diatamente después me empezó a contar: “Esta jovencita, hace unos meses atrás descubrió que tenía

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alguna extraña enfermedad, y le recomendaron que pasase sus días frente al mar, que era lo que adoraba. Fue así que llegó a la ve-cindad; se hospedaba en la casa de su tía. Hace un par de semanas regresó a la ciudad a recibir los úl-timos cuidados y medicamentos. Y pidió que por favor la llevasen de vuelta a la playa, que era su mayor adoración. Fue así, que el día de ayer, en su agonía, pidió que pega-sen su cama a la pared, que nece-sitaba dar señal de alguna extraña comunicación que tenía. Así fue que cumplieron su último deseo, el poder tocar aquella pared por última vez”.No pude aguantar el llanto al es-cuchar las palabras de la vecina, solo me abrazó y me dijo que ya no existía más. Y yo, había desperdi-

ciado la última oportunidad que tenía en la vidade poder decirle que en verdad me importaba, pero este maldito or-gullo me traicionó.Antoine rompió en llanto, y fue así que en ese momento que pude comprender el por qué de su apa-riencia. Lo abracé con todo el tiem-po que lo había extrañado y me puse a llorar con él. Las últimas palabras que dijo aquella noche fueron: “No hay nada más triste en el mundo que vivir con el peor demonio. Acostumbrarse a esa co-tidianidad en la imbatible soledad que causa el maldito orgullo”.

Le Petit Prince

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Escribir es algo que siempre me apasionó. Lo utilizo como un me-dio de escape de este mundo tan cuadriculado. Y si me preguntan

“¿qué es lo que más te gusta hacer?” –Escribir, sin duda–.

JANNYCastañedaEdad: 19 años

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Por : Rosa Fernández MelgarIlustración : Luis Andrés Cortez

DÉJÀ VU

Sabía que iba a morir.

Con la mirada fija al frente y sin un vestigio de temor en su cuer-po, Jenny Santos se apoyó tras una mesa volcada tratando de enten-der el porqué de su reacción. No era del todo normal no sentir ni una pizca de pánico en el cuerpo.—Tenemos que movernos ya.El susurro de su mejor amiga Stephanie Torres hizo que volteara el rostro a su izquierda. Steph era la personificación de la calma y la determinación. Estaba cubierta de polvo, sangre y café derramado pero no por eso no tenía la situa-ción bajo control.

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—Imposible y mas aún sin celu-lares —susurró Jenny intentando no llamar la atención de ellos. Los celulares que tenían se rompie-ron tras la barra, aun podía ver los restos de sus móviles con comida aplastada y jugo de naranja espar-cido por el suelo.

—Nada es imposible. Nada.Suspiró aun sin saber cómo res-ponder a eso. El ambiente cargado de tensión y nerviosismo debió ca-lar dentro de ella de alguna forma pero no fue así. Buscó la manera de explicarlo pero el sonido de pa-sos muy pesados cortó todo hilo de pensamiento. ¿Qué demonios estaba sucediendo del otro lado de esa endeble mesa?La incertidumbre de no saber que ocurría iba en aumento y tras ver la decidida y fuerte mirada de su compañera estuvo de acuerdo con

algo: Admiraba a Steph como nun-ca lo hizo antes. El mundo pudo haber sufrido el más grande apo-calipsis del milenio y ella segui-ría tan preparada para enfrentar a cualquiera que se le cruzara en frente.

—Imposible y mas aún sin celu-lares —susurró Jenny intentando no llamar la atención de ellos. Los celulares que tenían se rompie-ron tras la barra, aun podía ver los restos de sus móviles con comida aplastada y jugo de naranja espar-cido por el suelo.—Nada es imposible. Nada.Suspiró aun sin saber cómo res-ponder a eso. El ambiente cargado de tensión y nerviosismo debió ca-lar dentro de ella de alguna forma pero no fue así. Buscó la manera de explicarlo pero el sonido de pa-sos muy pesados cortó todo hilo

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“ CON LA MIRADA FIJA AL FRENTE Y SIN UN VESTIGIO DE TEMOR EN SU CUERPO, JENNY

SANTOS SE APOYÓ TRAS UNA MESA VOLCADA TRATANDO DE ENTENDER EL PORQUÉ DE SU

REACCIÓN. NO ERA DEL TODO NORMAL NO SENTIR NI UNA PIZCA DE PÁNICO EN EL CUERPO.

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de pensamiento. ¿Qué demonios estaba sucediendo del otro lado de esa endeble mesa?La incertidumbre de no saber que ocurría iba en aumento y tras ver

ría tan preparada para enfrentar a cualquiera que se le cruzara en frente.Jenny cerró los ojos intentando recordar el orden de los sucesos.

la decidida y fuerte mirada de su compañera estuvo de acuerdo con algo: Admiraba a Steph como nun-ca lo hizo antes. El mundo pudo haber sufrido el más grande apo-calipsis del milenio y ella segui-

Era todo tan confuso, como si hu-biera ocurrido en cámara rápida. Ya había anochecido y era un día normal en la cafetería donde tra-bajaban. Servir mesas, tomar pe-didos, atender a los clientes, nada

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fuera de lo común...hasta que ellos llegaron. Mesas y sillas quebradas, vidrios rotos, porcelanas lanzadas, quejidos sombríos, chillidos ensor-decedores, es como si se hubiera li-brado una batalla campal, una ma-sacre terrorífica en esa pequeña cafetería ubicada en un zona poco concurrida de Miraflores.Nunca quiso que todo haya explo-tado en sus caras y en especial en la de Steph, no se lo merecía en realidad.Todo era un maldito desastre de proporciones épicas.¿Ladrones? ¿Secuestradores? ¿Te-rroristas? ¡¿Quiénes han sido los culpables de todo esto?!Jenny, aún pegada a la mesa y viendo la forma como Steph bus-caba despejar el corredor para salir por la puerta trasera, intentó veri-ficar la situación al otro lado de su escudo. Sentía como si tras éste,

existiera una gran distancia, todo un campo de batalla infernal y así mismo una terrible visión que provocaría pesadillas por todos los días de su vida. Cogiendo fuerte-mente la madera y tomando a su amiga como fuente de decisión y fortaleza, se impulsó lo suficiente para ver de reojo. Sin embargo no fue muy lejos, una de sus manos, sin haberse dado cuenta, se había apoyado en el suelo cubierto de platos y tazas rotas. Su piel había entrado en contacto con algo más viscoso. El olor metálico y denso de la sangre llenó sus fosas nasales, era tan fuerte que estaba segura que esta pesadilla no era un sim-ple mal sueño, sino que lo estaba viviendo en carne propia.Y es cuando realmente todo tuvo sentido.Sin saber que cosa la poseyó, dejó de esconderse tras la mesa, para

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ayudar a Steph a arrastrar el cuer-po inconsciente de un comensal. Sorprendida, su compañera ayudó con la tarea despejando el camino detrás de la barra. Cajas apiladas y botellas resquebrajadas fueron es-quivadas por las jóvenes mientras se arrastraban por el camino hacia la salida. Había una puerta trasera que llevaba a los exteriores de la cafetería, esa era la única vía para pedir ayuda y salir de ese infierno.—Los peones hacen su jugada y no saben por dónde se mueven. —Sin duda, no tienen noción del peligro.A Jenny se le escarapeló el cuerpo de solo escuchar cada palabra. La primera voz grave y tosca cargada de ironía y la segunda, tan melo-diosa que en cualquier otra situa-ción sería la de un ángel caído, pero en actuales circunstancias era una voz salida del mismo in-framundo.

Steph empujó ligeramente a Jen-ny para despertarla del trance en el que se encontraba. No podían perder tiempo, tenían que salir ahora o nunca.Con ese pensamiento en mente y con la decisión en cada paso, am-bas jóvenes atravesaron la barra. Jenny sentía como su corazón la-tía con cada paso dado, las rodillas le dolían por el suelo áspero, sudor cubría su rostro y sus manos su-cias y con olor a sangre llenaron su olfato. Podía soportar el olor a comida y café con leche derrama-do, podía soportar cualquier otro olor nauseabundo, pero nada pue-de superar ese olor característico y metálico de la sangre. La sangre sería una de las cosas que jamás olvidaría de esta pesadilla, una pe-sadilla que había dejado de serla.Sabía que iba a morir, pero no te-nía miedo. Ahora sabía por qué

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y no la asustaba, ella ya lo había visualizado mucho antes. Mucho antes que de que hubiera encon-trado este establecimiento, mucho antes de ni siquiera haber encon-trado el aviso de “Se necesita” en los diarios, incluso mucho antes de haberle mencionado a Steph la idea de poder trabajar juntas para ganar algo más de dinero.Porque siempre supo cómo acaba-ría, así como sabía que la sangre sería lo último que vería.Y tras abandonar la posición su-misa de miedo y correr tan rápido como sus piernas podían, Jenny sintió como una voz sedosa, la más hermosa y oscura que haya oído en su vida más allá de cualquier sueño o pesadilla, la envolvía y la hacía aceptar con resignación la verdad de todo. — Jaque mate.

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Su gusto por escribir nace de las tantas novelas que ha leído. Siente que tiene la capacidad de transmi-

tir y de alguna forma dar vida a personajes imaginarios e historias

fantásticas.

ROSAFernándezEdad: 24 años

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¿Que cómo nació mi vocación li-teraria? Bueno, he aquí la historia. Historia que por cierto guarda olor a polvo, nostalgia y algunas piezas de algún rompecabezas, y que tal por su jerarquía debería ser, sin duda, la más importante de mi vida.Definitivamente fue la extraña adicción, el singular hábito o llá-mese fetiche que papá concibió. Accionar el cual, a inconsciencia suya, le dio sentido a mi vida en el preciso momento y en la mejor circunstancia. Paso a explicarme: en 1999 yo tenía 7 años y papá tra-bajaba. Surgía. Empezaba a disfru-tar de todo tipo de frivolidades e

Por : Jonathan Arriaga NegrónIlustración : Robert Villegas

DOS PECES ENEL AGUA

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incluso con mamá decidieron que era hora de traer una mujercita al planeta.

Pero el hecho más importante, tomando en cuenta la premisa re-velada, se resuelve en una época invernal. Época gloriosa para la lle-gada de turistas a Lima, tendencia notoria, la cual papá había estu-diado minuciosa y empíricamen-te. Pero así como habían miles de turistas en búsqueda de los servi-cios de mi padre, habían también vendedores de paso que se dete-nían a probar suerte en cada tien-da llena de joyas, antigüedades y artículos de plata que adornaban la Av. La paz de Miraflores.Sin embargo un día harto de ex-pulsarlos, lo cual era común pues los vendedores ofrecían todo tipo de cachivaches como productos de limpieza, películas, discos y un

sinfín de ornamentos, papá invitó a uno a adentrarse hasta su mos-trador, jactándose de mucho inte-rés, preguntando que traía.

- Libros, señor, libros. Tengo las mejores enciclopedias, manuales, biografías, libros de historia, libros de matemática, de física, de geo-grafía, de química. También tengo historietas, cuentos, novelitas.- Enséñeme todo– sentenció papá.El vendedor, ipso facto, arrodillán-dose, empezó a llenar el mostrador de papá sacando todos los libros que pudiera con ambas manos de un maletín que traía. Cuan-do el mostrador fue vestido por completo de folios y numerosas tapas, papá se detuvo a mirarlos todos uno por uno, nervioso y de-tenidamente, deleitándose en sus imágenes y colores, como dándose con un tesoro el cual no se atrevía

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ni a tocar.Y fue ahí que papá descubrió y empezó a desarrollar una extraña tendencia que más, con el tiempo, llegó a parecer un hechizo. Ten-

nato de fútbol se le presentase. Y qué decir de la vida social, era de los más queridos en el barrio por los amigos y por las chicas. Es de-cir, para resumir, los libros nunca

dencia la cual lo sacaba de sus ca-bales. Hechizo el cual menciono al inicio.Vale mencionar que papá siempre quiso ser marino o aviador. Sin embargo, la vida lo llevó por otros rumbos. Cuando terminó la secun-daria estuvo en cuanto campeo-

estuvieron dentro de sus intereses.- Señor tengo otros libros también. Si usted me hace una lista podría conseguirle cuanto libro quisiese. También, señor, tengo otro....- Compraré todos- ¿Perdón?- Todos. ¿Cuánto es?

DEFINITIVAMENTE FUE LA EXTRAÑA ADICCIÓN, EL SINGULAR HÁBITO O LLÁ-

MESE FETICHE QUE PAPÁ CONCIBIÓ. “”

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Ahora, después de tiempo, entien-do bajo qué gran lupa papá veía las cosas. Fue en ese momento que algo cambió y su concepción por ello completamente. Una vez todos los libros suyos, empezó a ojearlos rápidamente y vio opor-tuno empezar a componer una pe-queña biblioteca en casa.Papá llego esa noche con dece-nas de libros en inmensas bolsas de papel. Fui el primero en verlos pues entró a mi cuarto y, como si no existiese otro lugar en el mun-do, los dejó tirados, todos ahí.- Mañana veremos donde los pon-dremos – dijo.Esa primera noche las novedades de papá no asaltaron mi intriga. Es más, me eran inexistentes pues por aquella época mi diversión se basaba en el arte de armar rom-pecabezas y ver cuanta película encuentre y que – gracias a mis

caprichos – mamá comprase.Al día siguiente, papá trajo más libros. Y posteriormente, aún, más. No fue hasta que un día cualquie-ra, día de buena venta, en el cual me ofreció ir por helados y un nue-vo rompecabezas, por fin, me di tangiblemente con el problema: cada vez que papá pasaba por al-guna librería, se detenía y compra-ba un libro.Armoniosamente se detenía y em-pezaba un romance. Primero con los vitrales de la tienda, se acer-caba hacia ellos, ponía sus manos sobre ellos y miraba como si estu-viera en una especie de profundo hipnotismo cada tapa y título. Luego entraba y se dejaba llevar por cuanto laberinto y camino lle-nos de libros pudiese. Finalmente, tomaba a sus elegidos, los pagaba, salía airoso y luego, hasta los olía.Tuve mis dudas. Papá se compor-

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Page 33: Cuentos ilustrados 2

taba extrañamente y sentía que debía esclarecer singular situa-ción. Representar y figurar en or-den mis ideas como en un rompe-cabezas. Así que un sábado por la tarde, me las arreglé y lo convencí de dejar un rato el trabajo para sa-lir a dar un paseo. Y volvió a pasar. Papá se detuvo y lo hizo de nuevo. Hasta pasta para el detalle había conseguido. Entró sin más a una li-brería, señalo uno y dijo: ‘’ ¡Lo llevo, envuélvanlo!’’

“Papá está enfermo’’- le dije a mamá - “Compra libros sin parar’’. Sin embargo, al cabo de un tiempo me di cuenta que algo, peor aún, ocurría: nunca los leía. Ni los to-caba. Sólo, cada mañana, antes de irse al trabajo, se detenía un mo-mento a ver su pequeña biblioteca y partía sonriente. Mamá siempre lo miraba.

No se perdía ese sublime momen-to. Lo atendía a consciencia y pen-sativa. Como si estuviera en un cine viendo una gran película.Un domingo por la tarde despe-dían risotadas del cuarto de papá y mamá. Ambos conversaban ávi-damente y su cuarto estaba ce-rrado. Me di cuenta entonces que podía hacer la casa mía. Hacer lo que quisiese. Explorar los lugares secretos de la casa o fabricar algu-na travesura. Pero recordé el nue-vo rompecabezas que papá había traído y me puse a solucionar el interminable caos que las piezas, todas alborotadas, hacían intere-santes mis tardes de niño.Al cabo de un pequeñísimo tiem-po, fui por agua y al volver a las piezas, mientras me iba acomo-dando en el piso, un estruendoso ruido hizo que se me ponga la piel

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de gallina, de un brinco y actúe como un loquito. Un ruido bastan-te fuerte, ruido que me causó mu-cho interés.De la biblioteca de papá, de uno de sus estantes más altos, un li-bro había caído. Un libro inmenso, comparable por su tamaño a una biblia. Su tapa era azul cielo, muy sombría y a la vez encantadora. Tenía los bordes dorados y en el centro, con letras plateadas, se leía: DonQuijote de la Mancha.En cuanto lo abrí descubrí algunas ilustraciones. Un hombre delgado y gallardo, de cabello blanco, vesti-do con armadura plateada, encima de un caballo rocinante. A su lado, un hombre bajo y corpulento, colo-rado, con cara de buen tipo y vesti-do para el campo.Comencé a leerlo. Me atreví a ha-cerlo. No tuve miedo de su exten-sión ni sus personajes. Cuando lo

terminé, algo conmigo había pa-sado. Me había sumergido en un profundo y nuevo mundo. Había engullido cada capítulo, cada hoja y cada frase como si formara par-te de ella. Había descubierto algo placentera y deleitosamente bue-no.Después de mucho tiempo, vale decir años, me di cuenta de algo importante. Había enfermado como papá. Estaba tan enfermo como él. Ambos compartíamos el mismo padecimiento. No obstan-te, había una diferencia. Diferen-cia la cual hasta ahora nos hace vi-vir tranquilos, felices y en armonía con nuestra enfermedad.

¿Cómo lo hacemos? Es una ecua-ción muy simple, una solución re-ligiosa. Respecto a los libros, desde ese entonces, él los compra y yo... yo los leo.

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La idea de escribir siempre se me hizo ilusoria y hasta fantasiosa: una especie de curiosidad. Hoy,

después de tanto, la idea de escribir me espanta. Sí, me espanta: ya no

puedo hacer otra cosa.

JonathanArriaga

Edad: 21 años.

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04En los tiempos antiguos, los hombres convivían con los Dioses y las criaturas que sólo hoy en día existen en lo más profundo de nuestra imaginación; se alzaba sobre los prados una tierra de antaño, donde crecían hombres fuertes y valientes. Vivían por las leyendas de los grandes guerreros que pelearon con valor y con honor para defender al hombre de la oscura maldad que deseaba apoderarse de todo aquello que tuviera vida, pues de la vida se ali-mentaba y la transformaba en oscuridad y muerte. Hombres que lucharon por defender su Tierra majestuosa, donde los ríos, mares y montañas se jun-taban en un solo camino para ser testigos de la historia.

Todos conocían las leyendas de los hombres de armadura dorada que se jun-taron para derrotar las maldades acechantes de la sombra, que su vida algu-nos dieron para asegurar el futuro de sus hijos.

Fueron grandes Guerreros, ojos profundos, mirada penetrante, brazos fuer-tes y pecho de roca, montando guardia y combatiendo sobre la fiereza de sus nobles corceles. Sobre los muros de los castillos se elevan símbolos y ban-

Por : Rafael Wong KuanIlustración : Juan Villanueva

EL HECHIZO MÁS PODEROSO

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deras rojas con criaturas mágicas bordadas con hilo dorado. En las tierras crecían niños que jugaban a ser grandes héroes del pasado, con espadas de madera y capas cortadas, jugaban a combatir los demonios de la oscuridad, e imaginaban criaturas con las que vivían cuando los ancianos del pueblo los juntaban en rondas para contarles las historias.

Los niños de la tierra sagrada, vivían soñando con convertirse en aquellos grandes guerreros de antaño. Había fiestas en el pueblo, se escuchaba mú-sica, y gritos de algarabía. Hombres y mujeres bailaban y se enamoraban, Bebían y comían hasta estar satisfechos, celebrando la dicha de estar vivos.

En las mesas se juntan los ancianos, son ancianos sabios, tan sabios como los grandes hechiceros de la tierra. Los ancianos han aprendido a sentir y dejarse guiar por su mente, y lo que les dice su mente y su cuerpo no es algo de lo que puedan celebrar. Saben que el mal fue derrotado pero no fue aniquilado, el mal fue destinado a vivir entre las sombras del bosque de la niebla. Encerrado bajo el conjuro del gran hechicero.

Sin embargo los ancianos saben, algo les dice su corazón que entre las som-bras del bosque alguien está acechando, esperando el momento para salir y dar rienda suelta a su oscuridad.

Los caballos de los hombres no se acercan al bosque de la niebla, pues sus sentidos los previenen de algo malo que está tomando vida y fuerza, algo

04cap.

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FUERON GRANDES GUERREROS, OJOS PROFUNDOS, MIRADA PENETRANTE, BRA-ZOS FUERTES Y PECHO DE ROCA, MONTAN-DO GUARDIA Y COMBATIENDO SOBRE LA FIEREZA DE SUS NOBLES CORCELES.

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que no se había sentido en muchos años desde la gran batalla. Los ancianos saben que no hay que dejarse fiar y que el hombre debe estar preparado. Los rumores son tan fuertes que llegan a los oídos del Gran hechicero, aquel que luchó junto a los hombres para encerrar al maligno en las tinieblas. El Mago vuelve a sentir el mal acechante, que observa y vigila desde las profundida-des del bosque negro, esperando a salir y saciar su venganza.

En las casonas de los hechiceros siempre estaban presentes los monumen-tos a las criaturas con las cuales tenían contacto, sobretodo el ave fénix, le-gendaria ave que tenía el poder de regresar a la vida, después de la muerte.

Los rumores de los ancianos no son fantasía pues cada vez más las sombras sobresalen del límite de los bosques negros. El mal dentro de los bosques cre-cía y era cada vez más fuerte y amenazante. Los Reyes de la tierra sabían, lo veían con sus propios ojos, las sombras se acercaban a la tierra del hombre. El hombre sentía que el Hechicero Maligno había regresado.

El hechicero fue un día como los grandes hechiceros nobles, pero el Gran Mago descubrió sus oscuras pretensiones y fue desterrado de las tierras no-bles. El hechicero oscuro creó un ejército de Demonios y creó el terror en el hombre con sangre.

En la Gran Guerra, El Gran hechicero se enfrentó al maligno y con un gran hechizo lo llevó al encierro eterno en las tinieblas del Bosque negro. Mas el

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mago oscuro prometió que algún día regresaría para clamar su venganza. Así pues el temor se hizo verdad y el mago oscuro rompió con el conjuro que lo mantenía encerrado en las tinieblas, un hechizo recitado por cientos de años logró romper el hechizo del gran Mago.

El mago oscuro ya no era más un hombre, era una entidad negra, oscura y pura tiniebla. Su ejército de bestias era más escalofriante que nunca, jamás el hombre hubiese imaginado ver algo tan intimidante. Los guerreros de la tierra se armaron de valor, vistieron sus armaduras plateadas para ir a la batalla y destruir al mago oscuro que había regresado de las sombras.

Con gran coraje fueron a la pelea mas cometieron el error de subestimar al mago maligno. La magia del mago negro era abrumadora y jamás habían sentido algo tan macabro. Bestias negras salían de la tierra y se tragaban a los hombres con sus caballos y los llevaban a lo profundo de la tierra en medio de gritos de dolor y temor.

Algunos guerreros valientes quedaban en pie, mas era tan solo el honor lo que los mantenía con vida. Un último guerrero vivo caía sobre sus rodillas, con la espada en mano esperaba la muerte.

Mas el mago maligno le dijo que enviara un mensaje a los hombres, que el mago maligno había regresado, pero esta vez no habría conjuro que lo devol-viese al encierro, que le dijera a los hombres que se rindieran ante su poder.

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Los reyes se congregaron y convocaron a los guerreros de armadura dorada que vengarían la muerte de sus compañeros soldados. Los hechiceros de la tierra se juntaron y decidieron unir su fuerza para derrotar al maligno, pues esta vez el gran mago no podría derrotarlo por si solo, pues el odio del ma-ligno era insuperable.

Ahora necesitarían todas las fuerzas unidas. Los hechiceros van al encuentro del mago oscuro en los límites de la tierra de los hombres y el bosque ne-gro. Al encontrarse frente a frente, la gran pelea mágica de los siglos había empezado, los hechiceros batían sus báculos mágicos y conjuraban poder, rayos, truenos y vientos azotaban en contra del Maligno, pero el maligno se había vuelto demasiado fuerte.

Las criaturas negras del mago salían de la tierra y atacaban a los hechiceros, estos se defendían y atacaban con su magia, mas las criaturas eran dema-siadas, los hechiceros retrocedían frente al incesante ataque de las bestias y demonios que alcanzaban sus cuerpos poderosos pero envejecidos.

El maligno azotó sus cuerpos con rayos de fuego y cuatro de ellos cayeron muertos sobre la tierra, tan solo el Gran Mago quedaba con vida incansable en la pelea.

Los demonios rodean al Gran Mago y este no puede contra todas las bestias y el maligno al mismo tiempo.

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Su final estaba cerca. Mas de entre las nubes emergen los rugidos de los dra-gones de las leyendas y con llamaradas de fuego las bestias del oscuro que-dan inmersas en infernales llamas que los aturden. Los reyes y los guerreros de armadura dorada llegan al encuentro y junto a sus grandes caballos, las bestias son aplastadas como insectos. Los hombres pelean con valor, honor y gloria frente a las bestias, poco a poco cada demonio cae ante la bravura y la fiereza del hombre y los dragones de fuego. El Mago oscuro enfurecido por la derrota de sus bestias arremete pero esta vez el gran Mago retoma la batalla y con báculo en alto protege a los hombres del ataque del oscuro.

El mago oscuro junta sus fuerzas y lanza un fuerte conjuro, del cielo sale una llamarada de fuego en la forma del ave fénix y se posa sobre los cuerpos de los hechiceros caídos, estos vuelven a la vida y se unen en la pelea junto al Gran hechicero.

El Maligno le increpa al gran hechicero que no tiene hechizo que pueda de-rrotarlo, y el gran Mago afirma que no lo tiene, pero el Pueblo sí.

En eso los hechiceros alzan sus báculos e invocan las oraciones de los hom-bres y en el aire se escuchan voces de los hombres recitando palabras de amor, de paz y de unión. Los guerreros dorados y los reyes elevan sus espa-das en forma de cruz y recitan las oraciones junto a los hombres de la tierra.

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44 I el hechizo más poderoso

04cap.

El mago oscuro no puede contenerse y se retuerce de dolor ante las oracio-nes de amor de los hombres.En cielo apareció un brillo inmenso y un caballo alado cruzó y a la velocidad de un rayo al mago oscuro atravesó. En un alarido de demonio sufriente, su cuerpo empezó a resquebrajarse con una luz imponente, su cuerpo estalló como quiebre de hielo y los hombres pegaron el grito en el cielo.

Espadas en mano hombres gritaban con gloria ¡Victoria! ¡Victoria! ¡Victoria!.

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I 45

Escribir es una de las formas más esenciales para decir en palabras lo que uno a veces no puede decir

cuando habla. Sueño con algún día poder utilizar mis aptitudes como

redactor, para poder realizar un guión de alguna película animada.

RAFAELWong Kuan

Edad: 32 años

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Despertó con mucha dificultad: la flojera, el sueño. Ya frente al espejo se contempló - Estoy muy flaco – pensó. En efecto, lo estaba. Era flaco y alto, no era una buena combinación para él. ¡Y demonios, los lentes! Allí en medio de la nariz que poca gracia le hacía. Pero esta mañana sería diferente. Persisten-te como nadie, siempre buscó for-mas de verse mejor y un gimnasio ciertamente lo ayudaría mucho y posiblemente lo ayudaría también a controlar ese afán de crítica dia-ria a su apariencia.

A pesar de no gustarle lo que veía frente al espejo, reconocía lo bue-

Por : Marco Antonio Pacheco QuispeIlustración : Jorge Centeno Novoa

EL PRIMERAMOR

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48 I el primer amor

no que era en lo que hacía y aun-que era duro consigo mismo, era generoso para elogiar cada logro. Jamás era ignorado, y era algo que le fascinaba. Y aunque mucha gen-te no lo veía con buenos ojos, él no vacilaba en decir lo que pensaba. Ser él mismo y lograrlo a su mane-ra era su filosofía.

Ya de camino a la Universidad con la cabeza pegada a la ventana fría de la combi donde había tomado tiempo para pensar en lo que te-nía que hacer, buscó un momento de paz para alejarse de todo aque-llo que lo tenía estresado y quizás pudo haberlo logrado con dos pa-raderos más, pero ya era hora de despertar.Las mañanas de las Universidad eran siempre iguales, lindas caras y escasos cerebros. Una pasarela donde el ridículo jamás se podía

presentar en la manera de vestir. Él siempre encontró todo aque-llo muy gracioso y lo consideró como algo de lo que uno no podía mantenerv qué churro ese chico y es una persona indudablemente preparada ¿Por qué no ser ambas cosas?.

Y aunque hace algún tiempo le hu-biera importado un pepino que al-guien se fijara en él, últimamente este aspecto, para su sorpresa, ha-bía logrado un nivel considerable de importancia en su vida.

Afortunadamente, no tanto como para descuidar lo importante: Que uno está aquí para estudiar y no para pásate la tarea pe, brother.

Llegó al aula 106 a tomar la clase con el grupo que siempre lo acom-pañaba y con un profesor cuya

05cap.

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el primer amor I 49

ausencia permitió algo muy dife-rente en él. Tenían que quedarse a leer un fragmento del libro y como era común, nadie hacía caso cuan-do no había presión, pero él se dio

Esa tarde, al finalizar las clases, él decidió acercarse y empezar una conversación. Todo resultó muy bien porque ella fue muy gentil y hasta pareció interesarse por todo

cuenta de que alguien sí lo hacía. A pesar de conocerla ya hacía dos meses, hoy vio a María, una com-pañera, de forma diferente. Antes había mandado ese pensamiento al montón de cosas que le eran in-diferentes, pero curiosamente esta vez no pudo...

lo que Pablo le decía. Sin duda, Ma-ría era muy diferente al resto de las chicas de la Universidad, aun-que él no era un tipo que a la pri-mera conversación ya veía como serían los ojos de sus hijos o Ojalá hereden su nariz, él se consideraba racional, pero sí, María le gustaba

A PESAR DE NO GUSTARLE LO QUE VEÍA FRENTE AL ESPEJO, RECONOCÍA LO BUE-NO QUE ERA EN LO QUE HACÍA Y AUN-QUE ERA DURO CONSIGO MISMO, ERA

GENEROSO PARA ELOGIAR CADA LOGRO.

“”

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desde que la conoció y ahora mu-cho más.

El tiempo pasó entre muchas conversaciones y desayuno-al-muerzos al lado de María, quien realmente se llavmaba María Fer-nanda y era mejor que la llamara así: ella decía que era más sofis-ticado. Además, era profesora de Spinning en el gimnasio donde ra-ras veces él acudía y al que obvia-mente empezó a ir más seguido. Entablaron una amistad cómoda: hacían la tarea juntos, él disfruta-ba enseñarle, algo que era inusual porque solía mandar al demonio a quien no entendiese con la prime-ra explicación.

Una tarde común de toquecitos en el hombro, risas hasta por de-cir la hora y un roce de manos con la infaltable excusa cursi de - Mi

mano está fría, ¿A ver, la tuya? - él sintió que era correspondido y era todo perfecto y tanto que no era posible, pero entonces la vio y ella estaba allí para calmar esa duda - Eres muy lindo, Pablo - le dijo, y no era una frase que se entendiera como Eres muy lindo, pero jamás estaría contigo, sino con un imbé-cil de quien siempre me quejaré contigo, amigo. ¡No! Era real. Se sentía real.

Y ya que era tan extraño eso de sentir mariposas en el estómago, decidió caminar para pensar que - Bueno, es hora de intentarlo. He pasado mucho tiempo concen-trado en otras cosas y no en esto. Mañana le diré, ella espera que lo diga - El siguiente día fue el día de frases de valor frente al espejo. No tanto como para fingir una pose y voz de seductor, así como algunos

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publican sus fotos, casi cerrando los ojos, pero sí como para prac-ticar un par de frases. Finalmen-te, concluyó que todo aquello era para perdedores y se dirigió hacia la Universidad. Había exposicio-nes ese día porque el ciclo estaba por finalizar. Y entonces sucedió: Un poco de realidad. Estaban las amigas de María Fernanda ter-minando un proyecto, pero sobre todo dedicándose a lo que sabían: Ser hipócritas.

- O sea, tiene algo, ¿manyas? ¡Pero no pues! No hay forma. Además, está Roberto, él si es como para Marifé.

¿Pero no es como muy mayor?

- ¿Y eso qué? Tiene un carrazo y está bueno. Pablo... pues, es Pablo.

- Sí. Y finalmente le es muy útil. ¿Has visto las notas que ella tiene? Ya pues, hijita. No hay que ser muy inteligente para darse cuenta.

Y soltaron las risas venenosas de película, al menos así sonaron en la cabeza de Pablo. No era algo que le hubiera importado antes, pero sí le molestaba un poco. ¿Acaso ella pensaría igual? ¿Acaso ella elegi-ría a Roberto? Se sacudió de esas ideas. Terminaron las exposicio-nes y María nunca llegó. La llamó.

- Hoy no podré llegar, se me pre-sentó algo. Te veo mañana - res-pondió María.

Tampoco apareció al día siguiente. En la semana que estaba por llegar se celebraría su cumpleaños. Él ya tenía pensado un regalo especial: Un libro que ella buscaba desde

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hace mucho porque su abuela se lo había leído cuando ella era una niña, pero esa bastó para darse cuenta que ella había cambiado, parecía evadirlo siempre y ya sus pláticas se volvieron breves salu-dos. El ciclo casi terminaba y las calificaciones más importantes ya habían sido entregadas. - Muy conveniente – pensó.

El día del cumpleaños, él llegó al gimnasio al finalizar las clases que ella daba. Entonces sucedió: La vio bajar muy guapa como era y feliz. Esta vez, le dedicaba una sonrisa a alguien más. Trató de acercarse lo más que pudo sin que ella reparara su presencia y entonces lo vio. Ese debía ser Roberto. Efectivamente, era mayor para ella. Lo vio abrazar-la y llenarla de besos y entregarle un enorme obsequio y globos. Ella subió al indudablemente lujoso

“carrazo” del que hablaban sus amigas. Zorra. Pero ¿Por qué?

Esa noche experimentó lo que nunca antes: un terrible dolor ali-mentado por la idea de enamorar-se de una extraña, por enamorarse tanto. Por enamorarse y por ser un huevón, como todos aquellos de los que hasta hace un tiempo se burlaba. Hoy había confirma-do con aquella escena que tanto volvía a su cabeza, que una mujer como ella no podría haberse fi-jado en él y renegaba de por qué mierda no se había dado cuenta antes. Se quedó viendo el televi-sor apagado y entonces, recibió una llamada. Era ella, ya la había saludado fríamente en la mañana por su cumpleaños. Le dijo conten-ta: “Pablo, ven a mi casa. A ver si me ayudas con algo y de paso me visitas por mi cumple”. Listo, fue

52 I el primer amor

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todo. Tan zorra no puedes ser. Sí había escuchando casos de círcu-los viciosos de mujeres que tienen comiendo de la palma de sus ma-nos a hombres con poco orgullo. - Es suficiente – se dijo. Él aceptó ir, no sabía por qué. Todo el camino fue de llorar disimuladamente y atormentarse con pensamientos acompañados de demasiado re-sentimiento. Bajó del carro. Nun-ca antes había estado allí. Era una calle muy linda, pero él no veía nada de eso. Entró a la casa. Ella lo esperaba sonriente. Y encima de puta, hipócrita. Pablo permaneció callado todo el tiempo. Entonces, ella trajo un paquete de libros y cuadernos y no paraba de hablar sobre todas sus actividades que la tenían ocupada. Pablo no escucha-ba. Dejó los libros sobre la mesa de centro y se sentó junto a él en el sillón. Se le acercó, casi tan cerca a

los labios de él que a pesar de todo, moría por besarla. - Pablo, gracias por ser lindo conmigo. Me has ayudado mucho, hay algo más que tengo que pedirte, ¿puedo? – ella le preguntó con aquella misma voz que siempre le pedía un favor: suave, tierna, insoportablemente sensual. Y ya cuando ya no había espacio entre los dos, lo demás fue irresistible. Los labios de ella se abrieron lentamente y también sus ojos grandes y preciosos con-gelados sobre él en solo segundos. Pablo, entonces, retiró el cuchillo que había enterrado en el vientre de ella...

No contuvo el llanto silencioso después de haber matado cruel-mente a quien que pudo haber amado tanto... Permaneció senta-do contemplándola y logró ver el cuaderno rosa que ella siempre

el primer amor I 53

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llevaba en la mesa de centro. A la mitad, había una especie de diario. Avanzó rápidamente hasta la últi-ma página y pudo morirse en ese instante cuando leyó:

“Hoy será el día. Hoy le diré que lo amo. Todo este tiempo fue tan raro para mí que ni lo quería ver. Ya se lo dije a papá hoy cuando me reco-gió del gimnasio y le pareció bien. Invité a Pablo a una cena sorpresa por mi cumpleaños. Veremos qué pasa...”

54 I el primer amor

05cap.

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I 55

He sabido que me gusta escribir desde mis eternos viajes en los

carros y las historias que se formaban alocadamente en mi cabeza. Ese momento, cuando

sin control llegan las ideas, frases, personajes, diálogos… ¡ese

momento! es espectacular.

MARCOPACHECOEdad: 21 años

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Mejores amigos nos hacemos lla-mar. Recuerdo perfectamente la ultima vez que nos fumamos un pucho en el parquecito que queda a lado del real plaza. Era catorce de febrero y como era de esperarse en esta fecha nos abordaron dos hip-pies, ofreciéndonos “pulseritas de amor”, me regalaste una que me emociono la noche. Esa noche no era diferente hasta ese momento, los dos estábamos como siempre con la melena despeinada y los ru-los alborotados, con la mirada apa-gada por el cansancio y nuestros cuerpos flotando como dos almas flacas y diminutas en pena.

Por : Greta QuijanoIlustración : Cinthya Condori Arango

ELLA ES MIDEBILIDAD

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Ese día yo vi algo diferente en tus ojos , tan pequeños y negros ocultos bajo unos lentes rayados , y desgastados, mientas me mira-bas y me hablabas de la vida, de la muerte, del sol, de la luna, de la música, del alma y sus pasiones, de esos temas que a ti y a mi nos interesan y creemos que a nadie más. Ese día a mi tampoco me im-portó y disfruté de la pasión que brotaban de tus ojos mientras me mirabas, esa pasión que me en-contró desde que te conocí.

Una vez escuche que el amor co-rrespondido era lo mejor que le puede pasar a un ser humano. Yo no se si te amo, y si lo hago no se si me corresponderás, lo que si sé , es que desde que creo que lo hago siento que te estoy perdiendo. Tu alma solitaria esta huyendo de mi, como huyó de su familia, de

sus amigos y de cualquiera que te quite el tiempo para ser libre, crees que mis ojos, mis brazos, mi len-gua, mis senos y mi pelvis te van a encadenar, como ahora te enca-dena la libertad de las noches de pasión en cuatro paredes blancas, que te da un pucho, un libro y tu guitarra.

Aunque no lo creas, lo que creó que me enamoró de ti, es ella. No la conozco, no se como se llama, pues nunca me lo has querido de-cir, pero me la puedo imaginar y con la mente puedo dibujar, pintar y dar vida a cada parte de su cuer-po, sus ojos grandes y marrones, sus pequeños senos rosados con pezones grandes y marrones, una cintura delgada dibujada en un metro cincuenta y cinco de carne y hueso menos dos alas. Supongo que medirá así porque dices que

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ESE DÍA YO VI ALGO DIFERENTE EN TUS OJOS , TAN PEQUEÑOS Y NEGROS OCUL-

TOS BAJO UNOS LENTES RAYADOS , Y DESGASTADOS, MIENTAS ME MIRABAS Y ME HABLABAS DE LA VIDA, DE LA MUER-TE, DEL SOL, DE LA LUNA, DE LA MÚSICA,

DEL ALMA Y SUS PASIONES, DE ESOS TEMAS QUE A TI Y A MI NOS INTERESAN

Y CREEMOS QUE A NADIE MÁS.

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es más pequeña que yo, sus la-bios con el tamaño justo para ser perfectos para ti, su nariz perfila-da, sus manos delgadas y frágiles como las de una muñeca de porce-lana, sus pies suaves que acaricia-bas como patria para tus manos y besabas cuando ella dormía, estos eran tu debilidad, ella era tu debi-lidad, ella es mi debilidad.

Aunque no lo creas, lo que creó que me enamoró de ti, es ella. No la conozco, no se como se llama, pues nunca me lo has querido de-cir, pero me la puedo imaginar y con la mente puedo dibujar, pintar y dar vida a cada parte de su cuer-po, sus ojos grandes y marrones, sus pequeños senos rosados con pezones grandes y marrones, una cintura delgada dibujada en un metro cincuenta y cinco de carne y hueso menos dos alas. Supongo

que medirá así porque dices que es más pequeña que yo, sus la-bios con el tamaño justo para ser perfectos para ti, su nariz perfila-da, sus manos delgadas y frágiles como las de una muñeca de porce-lana, sus pies suaves que acaricia-bas como patria para tus manos y besabas cuando ella dormía, estos eran tu debilidad, ella era tu debi-lidad, ella es mi debilidad.

Ahora aquí sentada en la orilla de la cama, en una casa enorme, me siento como un ratón de alcanta-rilla asustado en un agujero. Por las pesadillas que me levantan sudorosa y con el corazón a punto de salirse por mi garganta en las madrugadas, y me he detenido a tratar de entender qué es el amor y porqué en mi no lo encuentras. Enciendo un cigarro y me enfado con las dos sombras de mi cuerpo

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estampadas en la pared, producto por el juego de luz y la posición de la lámpara que me hacen recordar que no estoy sola, que me acom-pañan dos sombras intocables, in-sensibles e inexistentes, sin nom-bre, solo con forma, la forma que le ha dado mi mente, así como tu, así como ella.

Más de una noche he soñado con ella. Que le arrancaba la piel y me la ponía para verte feliz, para verte sonreír, le he puesto mil nombres y a los mil nombres he maldecido. Esta noche he vuelto a soñar con ella, le he vuelto a arrancar la piel y la he vuelto a maldecir. No debería ser una madrugada diferente, pero esta vez en mi sueño también es-tabas tú y eras mi cómplice. Eso me asusta, me aterra, estoy sudando frío, me quiero mover y no puedo. De pronto siento que mi garganta

se seca, que no puedo respirar y un impulso casi sobre humano me da fuerza para reincorporarme y salir corriendo al baño.

Vaya sorpresa cuando me vi en el espejo, pues en el espejo no se re-flejaba ni mi sombra. No era yo. Era ella, era ella y debería estar feliz por eso, mis sueños se habían hecho realidad y ahora yo soy ella, casi vómito, no porque sea malo o no me guste... no es eso, es otra cosa, es como cuando te enteras de algo muy sorprendente... como cuando te dan una mala noticia, o peor aún, una noticia que espe-rabas. Lo que me mantiene en pie es saber que cuando me veas me estrecharas en tus brazos y por fin probaré tu lengua enredarse con la mía, tu alma enredarse con la mía y tu mirada penetrarse en mí, quise salir corriendo hacia ti.

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Pero pensándolo bien ¿de que ser-viría? Si lo que yo quiero es que te enamores de mi, de mis caderas, de mi melena e ideas alborota-das, de mis piernas rectas, de mi angustia, de mis pecas y de mis pecados. Pensándolo bien, mejor aprovecho la oportunidad de te-nerla en mi ser, de poder escuchar sus latidos en mi pecho y de oír sus gritos de auxilio en mi cabeza para poder deshacerme de una vez por todas de ella.

62 I ella es mi debilidad

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I 63

Soy Greta Quijano, tengo 22 años. La lectura es mi pasa-

tiempo favorito.

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GRETAQUIJANO

Edad: 22 años

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-¿“Qué es lo que necesitas”?- pre-gunto su padre. -“vivir”- respondió el niño. Y, acurrucándolo, lo amó para siempre.

I

Y un día, inevitablemente, se des-pojó de las sobras de afecto que resistían en la sangre. Volcó en su boca el desprecio y el rencor acu-mulado que habían sido alimen-tados por esos mundos infelices y abatidos de papel. Fue un jueves y no un domingo esperado y perfec-“Escuchadme grandísima merluza

Por : Anderson Najarro RamirezIlustración : José Luis Canchari

¿ EN DÓNDE EMPIEZAEL OLVIDO ?

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66 I ¿en dónde empieza el olvido?

mal engendrada. La próxima vez que vuelvas a intentar arder fuego a mis amigos, verás mi puño en-vuelto en rabia y con ausencia de lastima golpearé tu cara. Te haré sentir el mismísimo hincón que causa el dolor antes de presentar a la muerte y, cuando vuelvas a abrir los ojos, lo único que verás será el piso pegado a tu nariz, hasta ha-certe sentir el ardor de tu deforme aspecto rasgado debajo de mis za-patos”. ¡Entendiste! Papá? – Ame-nazo apretando los dientes, Hank - encendió un cigarrillo y con gé-lida mirada se marcho. No sin an-tes, llevarse en su sucia mochila los restos de sus incondicionales aliados.

Es de noche y llueve como si el cielo estrenara las nubes. Su pa-dre inmutado y confundido por la amenaza asentía con la mirada y

aceptaba con la vergüenza de su silencio el destino de un hijo al que acababa de perder. Irremedia-blemente. Nunca lo busco, nunca oyó de él, desde aquel día nunca quiso hacerlo. Aunque a pesar de todo, sospechaba con resignación la existencia de un lugar en donde podría encontrarlo en un futuro no muy lejano.

Todo empezó con los primeros diálogos de algún libro que ahora debe ser solo cenizas. -“Retiraos! marchaos minúsculos terrestres que no sabéis ni por qué existís.”- proclamaba por tercera vez su línea favorita, el puberto hank. Con algarabía y sobresalto, con la sangre en los ojos y el puño en alto, por fin pertenecía a un mun-do íntegro de héroes valientes que hacían frente a los dioses. Nadie como él para vivir con pasión las

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¿en dónde empieza el olvido? I 67

historias quiméricas que aprendía a conocer. Excepto él, nadie nunca pudo imaginar nada. Hank solía deprimirse cada do-mingo. Eran sus días favoritos,

inconsciente verdugo que le obse-quio años atrás su primera novela. Hank se refugió en las calles de la ciudad y como todo un adolescen-te, era un extraño idealista con in-

se abrazaba en una tristeza que sobrellevaba con nostalgia y que sorprendentemente terminaba transformando en sonrisa, en es-peranza inexplicable en la que él se envolvía gustoso mientras llo-raba. Un pobre ser desquiciada-mente indiferente y escéptico.

tenciones absurdas y utópicas. Un ser con actos estúpidos que deam-bulaba por el laberinto de su men-te. Un renegado de piel de barro y cabeza agacha que había aprendi-do a manejar el rostro fruncido y tosco y, una cabellera que añora-ba entre su alboroto el orden de

HANK SOLÍA DEPRIMIRSE CADA DOMIN-GO. ERAN SUS DÍAS FAVORITOS, SE ABRA-ZABA EN UNA TRISTEZA QUE SOBRELLE-

VABA CON NOSTALGIA ...“

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68 I ¿en dónde empieza el olvido?

07cap.

un peine. Tenía el andar trotador, husmeando el aire por donde pa-saba con la mirada investigadora. Siempre inquieto, siempre a todos lados.Un andante al que todo le apes-taba a extraño desde el día que decidió marcharse de casa y bus-car al “hacedor”. Pero, ¿Quién era el hacedor? Quizá solo el pretexto para encontrarse así mismo, así él nunca lo entendiese.

Hank vago por todos los pueblos de la ciudad. Andaba por plazas y se inventaba ágoras dentro de ellas; gritaba y predicaba todo lo leído. Entraba en polémicas con al-cohólicos y lugareños que lo apren-dieron a respetar con el paso del tiempo. Hank andaba buscando, nadie sabía qué. Quizá el tampoco. Quién sabe. La compra y venta de libros en las veredas de las plazas

cada vez eran menos. Como su razonar para intercambiarlos de-bidamente. Esa nula rentabilidad se reflejaba en sus ropas cada vez más grandes, cada vez más sucias, haciendo presagiar entre la gente, un futuro extraño, nuevo y poco lejano para el imberbe errante.

Algunos dicen que Hank era un miserable, un cuerpo en pena que no sentía nada. Que Solía ofender a los cristianos exclamando afuera de los templos.-“! Quien dice que el hacedor es justo no conoce el significado del padecimiento”!- reclamaba desafiante, escupien-do en el viento la fe de los creyen-tes. Hank solía beber sopa en los bares; excusaba a los cantineros que prefería la compañía de los ebrios que de los sobrios. Y por las noches, los retaba a duelo en pro

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¿en dónde empieza el olvido? I 68

de la defensa de su orgullo y digni-dad de caballero ambulante. Como nadie se tomaba la molestia de entenderlo, solo les quedaba gol-pearlo. Semana tras semana, acep-tando el desafío innecesario y sin sentido. Así que, si alguien quería expulsar y expresar su berrinche, deseaba aprender artes mixtas o quizá algún boxeador amateur deseaba sentirse un fuerte gla-diador romano, ahí encontraría a Hank. Un voluntario de corazón. Un ofrecido kamikaze dispuesto a levantar el puño por su honra, a resistir con su endeble y famélico ser con corazón de acero y rostro de piedra pome. Un misántropo inconsciente que nunca supo ha-llar las razones exactas del porqué de sus actos.

anto tiempo deambulo Hank por plazas y bares que hasta él mis-

mo perdió la cuenta del tiempo durmiendo en albergues y bancas. Siempre recordaba con nostalgia y rabia lo único que creyó aprender en su confusa y errante vida sin sentido. -”La única promesa que nos puede asegurar la vida es el dolor de un adiós”. Repetía resig-nado la palabra en su mente cada vez que se preguntaba por qué nunca tuvo la valentía de obte-ner a un ser humano como amigo. Hank camina y busca, vigila y pre-gunta. A su sombra, a sus libros, a sus manos sucias. Se siente solo. Está solo.

Solo se van aquellos que no re-cordamos y entre ellos no estaba Hank. Muchos de los lugareños se preguntaron por un tiempo la ausencia de su lastre sombra gris por las plazas. Su arrastrar noctur-no, su ruido y aroma intrínseco

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07cap.

que delataba su presencia a dis-tancia. De pronto, el hombrecillo endeble e imaginario había sido desterrado y no por el olvido de los que lo vieron pasar alguna vez. A Hank, lo condenaron los hombres de blanco que llegaron con cuer-das en un domingo por la noche. Lo hallaron en un escondrijo en la parte trasera de un bar, mordién-dose los labios y sonriendo bajo la lluvia. En donde solía defender su honor y acostumbraba quedarse desmayado después del desma-dre de su cuerpo. Aún se escuchan los comentarios que describen lo extraño y triste que era verlo feliz después de cada zurra recibida or-gullosamente.

Nadie pudo separar sus brazos de sus únicos compañeros, ahora solo pedazos de hojas viejas y húme-das que lo acompañaron fielmen-

te hasta la urbe con fronteras de cemento de tres metros de alto. Con su vestidura entera y blanca, él pasea su cuerpo de caballero inderrocable. El hidalgo Hank re-corre el laberinto de su palacio de cemento y quincha cada tarde re-citando por sobre el hombro a los “plebeyos “que lo escuchan con desprecio mientras lo despojan de sus ropas para asearlo.

Hank, así, se fue acostumbrando a la rutina diaria del bullicio y recla-mos sin lógica de voces parecidas pero de mundos lejanos. Una ma-drugada, luchando con su cuerpo adormecido y tembloroso logró escabullirse hacia el patio, con el pecho saltando y los ojos encendi-dos e iracundos, convocó cual rey a su pueblo recordando su libertad; “!venid vasallos, acerquéis y es-cuchad a un noble caballero!” - Y

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¿en dónde empieza el olvido? I 71

ALGUNOS DICEN QUE HANK ERA UN MISERABLE, UN CUERPO EN PENA QUE NO SENTÍA NADA. QUE SOLÍA OFENDER A LOS CRISTIANOS EXCLAMANDO AFUERA DE LOS TEMPLOS.-“! QUIEN DICE QUE EL HACEDOR ES JUS-TO NO CONOCE EL SIGNIFICADO DEL PA-DECIMIENTO”!

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72 I ¿en dónde empieza el olvido?

07cap.

amenazando el cielo con su puño, bramó con lamento y rabia como si fuera a dejar la vida en una fra-se, resopla con sus pocas fuerzas y expulsa al viento - “No hay desgra-cia que se compare contigo Dios mío!” Vuelve a tomar aire - “lo he visto, nos observa tembloroso y aterrado desde la cloaca inservible de su trono, cabalguen y avancen, traigan la cabeza del hacedor, ese, que nunca ha hecho nada!” - des-quiciado Hank, no deja de ver el cielo ladrando sonrisas vengado-ras mientras es sujetado y amarra-do por médicos, guardias y algu-nos traidores vasallos.

Ahora, después de todo, volver a ver a su hijo sujeto sobre una ca-milla, inmovible y pálido como

plástico, para su padre, el signi-ficado de la palabra que ronda-ba su miedo ahora tiene rostro y nombre. Locura. Su padre lo mira con asco y con amor. No le nacen palabras, aun se pregunta en qué momento dejo de ser quien era su fantasioso hijo que solo añoraba vivir. -“Lo siento papá, estas son las cosas que he hallado en mi si-lencio. Era lo que pensaba pero no lo que sentía”-. Susurra con los ojos entreabiertos el inquieto Hank. -“Que es lo que necesitas” pregun-to su padre, - “Olvidar”- respondió el confundido y noble caballero.

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I 73

Desde que comencé a leer me di cuenta de que crear historias era

lo que quería hacer el resto de mi vida.

ANDERSONNAJARRO

Edad: 28 años

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I

20 de julio de 1937, Newport, Gales

Querido John :Tu carta fue muy linda hijo mío, espero que España te esté sentan-do bien a ti y a Jennifer. Felicida-des por el nacimiento del pequeño John. Dale un beso por mi.

Quiero decirte que lamento mu-cho la demora de mi respuesta. Mi cuerpo ya no me dá la fuerza necesaria para ir a dejar esta letra al servicio postal, así que tuve que pedirle a Harold, el vecino del 43

Por : Carlos Torres AparicioIlustración : Alexandra Rivas

MI AMISTAD CONJORGE

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08cap.

que la llevara. Se rehusaba, pero al final lo conseguí. Espero que llegue en buen estado, no confío en el.

Tengo noticias oscuras John, muy oscuras ¿Recuerdas que tenía una revisión mensual con el doctor?.

Dijo que los efectos del cáncer han empeorado. Así que debo señalar con pro-funda tristeza que quizás esta sea mi última carta. Debido a esto, me estoy sumergiendo en una soledad más que terrible, hijito mío. Aprovecho esta carta para contarte una historia que viví en la infancia, que me marcó hasta el día de hoy y que es uno de mis secretos más guardados.

Sé que nunca debí ocultártelo, pero las circunstancias se apoderan de mí para liberarlo de esta prisión que se volvió mi alma.

Yo tenía 11 años cuando todo comenzó en la vieja hacienda Morrison. Vi-víamos ahí con tus abuelos, Mary y Thomas. La casa era muy vieja y poco cuidada ya que la abuela vendía verduras y no tenía mucho tiempo para la limpieza. Tu abuelo, en cambio, trabajaba todo el día en la fábrica de zapatos del pueblo.

Siempre estuvieron ocupados los dos, pero no por ello eran malos padres. Tuve una buena educación. Asistí a un colegio con muchos alumnos y bue-

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mis amistad con jorge I 77

MI CUERPO YA NO ME DÁ LA FUERZA NE-CESARIA PARA IR A DEJAR ESTA LETRA AL SERVICIO POSTAL, ASÍ QUE TUVE QUE PE-DIRLE A HAROLD, EL VECINO DEL 43 QUE LA LLEVARA. SE REHUSABA, PERO AL FI-NAL LO CONSEGUÍ. ESPERO QUE LLEGUE EN BUEN ESTADO, NO CONFÍO EN EL.

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nos profesores. En aquella escuela, nunca me sentí agusto, siempre fuí aquel chico raro que vivía en la casa destartalada del último rincón del pueblo. Sentía que me faltaba un amigo, alguien con quien jugar.

Mi actividad favorita era sentarme en el columpio del patio. Ahí podía mirar las nubes y dibujarlas en mi cuaderno de toda la vida. También dibujaba al viejo roble al que el columpio estaba unido de su rama. Era un árbol particu-lar. Bastante viejo y parecía haber estado ahí de siempre.

Un día yo estaba tristísimo. Mis padres discutían por dinero y corrí a refu-jiarme al columpio. Pasaron unos minutos y desde la copa del roble cayó una bellota. Me dió de lleno en la cabeza y en el viento percibí una risa. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. “¿Quién anda ahí? ”No obtuve respuesta.

Pasaron unos días en los que las cosas estuvieron mejorando entre mis pa-pas. Yo estaba ocupadísimo haciendo mis actividades escolares y no pensé en lo de la bellota y la risa fugitiva. No hasta que volví al columpio una fría tarde de febrero.Estaba todo nevado y a pesar de tener un abrigo que casi me llegaba a los pies, moría de frío. Decidí sentarme esta vez no en el columpio, si no que apo-yado en el árbol. No tardé en quedarme profundamente dormido.En mi sueño, conversaba con el árbol, pero no con palabras, si no que sabía exactamente que me estaba diciendo de una forma difícil de explicar. En-

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08cap.

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tendí que se llamaba George, que había sido plantado hace 70 años y que odiaba el invierno. “¿Por qué lo odias?” En ese momento ví sus hojas cayendo desesperadas por el aire, juntándose con los copos de nieve y entonces...

Desperté por la mano de mi madre en la mejilla, llevándome cargado aden-tro de la casa. Me dió fiebre.

Estuve enfermo por dos semanas, con reposo absoluto. Mi única distracción era dibujar desde la ventana a George, mi nuevo amigo. Lo imaginaba como un señor mayor, de aspecto gentil como San Nicolás, pero más serio, algo parecido a un amigo sabio, de infaltable sombrero.

Apenas me recuperé, volví a pasar largos ratos en el columpio. Y con George. Le contaba a mi nuevo amigo las cosas que aprendía en la escuela. Sus ramas se movían como asintiendo y parecía responder a mis anécdotas.

No tardaron en sospechar mis padres de mis andanzas con George. Mis cali-ficaciones empeoraron, ahora todo eran árboles, nubes y columpios. Nunca fui tan libre, tan feliz. Solamente era George, el cielo y el balanceo del colum-pio, y los llantos desconsolables de mi madre por mi no sana obsesión con los árboles.

Dibujaba las ramas, las hojas y las raíces que apenas se dejaban ver en nues-tro patio. George inmortalizado en la pared, George inmortalizado en mi

mis amistad con jorge I 79

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cuaderno. George estaba siempre presente. Traté de hablar de el con algún compañero de colegio, pero no obtuve interés alguno. Casí año y medio des-pués de mi sueño, nos mudamos y nunca más volví a ver aquel viejo roble.

En mi vida he escrito una misiva con estas características. Se que no seré creído por ti, pero estoy seguro que George tenía pensamientos propios. Esta letra no expresa fantasía, ni representa ningún grado de locura de mi per-sona, solo es una forma de ser sincero de cara a la muerte que me pisa los talones.Te amo mucho hijo. James Morrison....

II

Me sequé las lágrimas con mi mano derecha. Con la izquierda, sostuve una llamadatelefónica para conseguir un vuelo a Escocia. En 18 horas estuve en la casa de mi padre y en 36, organizé el funeral. Bajo la sombra de George, donde debía haber estado aquel columpio, enterramos a mi padre, llorándolo como nun-ca se había llorado a un hombre en la faz de la tierra, donde no importaba nada más, ni la garúa

que se convertía en lluvia, ni la lluvia convertida en granizo, ni el granizo convertido en nieve, ni la barba que crecía en mi rostro.Han pasado 10 años desde aquel momento. Ahora visito la tumba donde reposa mi viejo y le dejo esta carta junto a la suya. Entonces me retiro son-riendo al sentir caer una bellota en mi cabeza.

80 I mi amistad con jorge

08cap.

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I 81

¿Que por qué me gusta escribir? Porque así la vida tiene un sentido

completo y el alma mía se satisface.

CARLOSTORRES

Edad: 20 años

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Es una típica mañana de invierno limeña, cielo gris y una ligera ga-rua que nunca llega a lluvia, pero igual todo el mundo hace escánda-lo y se abriga como si fuera a nevar en cualquier momento. Esto a mi no me disgusta, es más, me encan-ta porque puedo ponerme mil ca-pas de ropa encima, porque cuan-do uno tiene frio se abriga, toma un cafecito y listo. Sin embargo, el verano es terrible porque por más que te destapes siempre tienes ca-lor. Por eso hoy es un buen día para trabajar y salir a tomar fotos. Me pongo un vestido azul, botas, casa-ca negra, bolso, cámara y me voy

Por : Melissa Mendoza GómezIlustración : Alejandro Gavancho Ayquipa

VÉRTIGO

09vértigo I 83

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84 I vértigo

al centro. Mientras le estoy toman-do fotos a la catedral, mi teléfono suena. -

¿Sofi? – Dijo Andrea cuando contes-té - Hoy es el cumpleaños de Ceci y estamos invitadas ¿Vamos?-¡Hola! No, la verdad es que no ten-go muchas ganas de salir hoy. Ade-más, cada vez que salimos, tú te vas con alguien y me dejan botada por ahí – Le digo desanimada. -Esta vez será diferente, hace mucho que te veo y te prometo no tomar mucho- Dice con voz suplicante.Es cierto, últimamente estoy de-masiado metida en mis cosas y he dejado mi vida social de lado. Sobre todo a Andrea, que es una amiga a la que quiero mucho. Nos conocimos en un curso de la uni-versidad y hasta ahora nos segui-mos frecuentando. Lo que sucede es que después de lo que pasó con

él, solo tengo ganas de desapa-recer y olvidarme de todo lo que pasamos juntos. Por eso rechazo la invitación.

Me despierto a las 7 de la noche con el ruido de la alarma de un ca-rro. Me he quedado dormida luego de llegar a casa. Quizás sea porque que hoy pasó algo extraño y ne-cesitaba dormir para ver si había sido un sueño, para ver si desper-tando entendía que aquello no era real. Mientras volvía a mi casa lue-go de pasar la tarde en el centro, recibí una llamada de alguien que prefiero llamar H, porque de tanto maldecir su nombre siento que de verdad está maldito.

Salí con H por casi 3 años. El era un chico mayor, con una carrera y una vida hecha mientras que yo era una joven estudiante y recién

09cap.

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vértigo I 85

empezaba a descubrir el mundo. H me envolvió en una fantasía en la que las relaciones estaban sobrevaloradas, porque lo impor-tante era vivir el momento. Sin

vió a llamarme, me dejó... perdida sin saber que había hecho mal.

Me dediqué a deambular por las calles, tratando de borrarlo de mi

embargo, repetía esto mientras él cambiaba de novia como de zapa-to, mientras yo vivía pendiente de que algún día se fije de verdad en mí. Hasta que día me llamó para decirme que sentía que ya no po-día seguir jugando y que necesita-ba algo más que una niña. No vol-

vida, tratando de recordar quién era yo, porque sentía que al per-derlo a él me perdía a mí misma. A pesar del poco cariño que me daba, era lo único que tenía y que necesitaba desesperadamente. Así pasaron dos meses en los que poco a poco recuperé fuerza y decidí sa-

ES CIERTO, ÚLTIMAMENTE ESTOY DEMASIADO METIDA EN MIS COSAS Y HE DEJADO MI VIDA SOCIAL DE LADO. SOBRE TODO A ANDREA, QUE ES UNA

AMIGA A LA QUE QUIERO MUCHO.

“”

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carlo de mi mente. Todo muy bien hasta hoy, porque después de ha-ber recibido la llamada de Andrea, H decidió marcar mi numero.

-¿Sofía? – dijo H al otro lado del au-ricular

-¿Alo?- Dije yo, incrédula, mientras el corazón se me salía por la boca.

- ¡Hola! Llamaba porque quería sa-ber cómo estabas. Me quede muy preocupado después de lo que pasó. No me gustaría que estés sufriendo por mi culpa.

-Todo está muy bien, gracias. Per-dóname que te lo diga- Dije tra-gándome el orgullo e intentaba no llorar- Te extraño.

-Yo también te extraño... como amigos, claro. Bueno, me despido

porque más tarde tengo una fiesta - Dijo H haciéndose el importante y colgó después de despedirse.

Llegué a mi casa con una sensa-ción inmensa de vacío, porque sentía que H todavía me hacía falta. Quizá por eso caí rendida en la cama. Ahora que estoy des-pierta me siento terrible, tan ton-ta. Mi vida está pasando frente a mis ojos y yo sigo sin hacer nada. Miro el radio reloj que tengo sobre la mesita de noche y, como aún es temprano, decido llamar a An-drea. Quedamos en encontrarnos a las 10 de la noche en un bar de Barranco.

Me baño y como es una salida in-formal, me pongo un vestido azul con bolitas, lápiz labial rojo, botas y una casaca de jean. Como es sá-bado por la noche, Barranco está

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lleno y mientras espero en la puer-ta del local, me fumo un puchito. A los 5 minutos, Andrea baja de un taxi con Ceci, una amiga que la universidad a la que no veo hace mucho tiempo, y dos amigos más.

Entramos al local y nos sentamos en una mesita alejada. Pedimos dos cervezas y empezamos la no-che. Saludo a Ceci por su cumplea-ños y me cuenta que estuvo de viaje, que recién llegó ayer .Estuvo viajando por Europa gracias a una beca y que por eso no tuvo tiempo de avisarle a nadie de su cumple, que la salida fue idea de Andrea. Yo me sorprendí porque no sabía nada. Después de estar metida en casa supongo que es normal que me haya perdido de muchas cosas. Como es costumbre de An-drea, empieza a tomar hasta que se pierde con los dos chicos.

-¡Me ha dejado sola otra vez! No se puede con Andrea – Digo molesta.-Ay, pero que dices, estás conmigo ¿no? Además, tengo algo para ani-marnos un poquito - Me dice Ceci mientras saca una pipa.

La miro y dudo un poco, pero ya he tomado mucho y como no ten-go animo de volver a mi casa para pensar en él, acepto la oferta y me quedo con ella. Quizá fue por la mezcla de alcohol y Marihuana que empezamos a bailar, a saltar y cuando me doy cuenta estoy en medio de un montón de gente abrazada a Ceci. Ella me mira con una mirada pícara y se ríe. Me dice al oído que en Europa aprendió muchas cosas, sobre todo a rela-jarse y dejarse llevar. Yo, sin enten-der muy bien de qué habla, le digo que tuvo mucha suerte porque en Lima se sufre por tipos que solo te

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ven como juguete. Ríe y pide dos tragos más. La música continua mientras seguimos bailando y no sé si es por lo drogada que estoy, pero no puedo dejar de mirarla, de ver como se mueve. Ceci siempre fue una chica muy guapa y muy rara. Me pregunto si ella se habría dejado manipular como yo, pero ahora que lo pienso, nunca la vi con ningún chico. Me mira fija-mente y se acerca. -Estas con una cara, como si hu-bieras visto un fantasma – Me dice riéndose-Debe ser porque me siento mal. Es mejor que me vaya – Digo con unas ganas locas de correr. Sin embargo, sigo ahí parada y sonriendo.-Mi casa queda muy cerca, qué te parece si te quedas conmigo hasta que sea de día. No me gustaría que te vayas así – Dice mientras agarra mi mano para sacarme del lugar.

A pesar de que me da miedo, acep-to porque tiene razón. Además, estoy muy cansada y quizás si duermo un poco se me pase esta sensación rara que tengo. Salimos a la calle y caminamos en silencio. Es cierto, el lugar está solo a un par de cuadras. En la puerta nos qui-tamos los zapatos para no hacer ruido y Ceci me toma de la mano porque todo está oscuro. Subimos al segundo piso y entramos en su habitación. Cierra la puerta y en medio de la oscuridad nos queda-mos en silencio y sin decir nada, ella me empuja contra la pared y me besa mientras sus manos re-corren mi cuerpo. Sin embargo, se siente tan bien que solo puedo de-jarme llevar.

Cuando me doy cuenta estoy en su cama, desnuda. Ceci me toca por lugares que ni yo misma conozco.

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09cap.

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Me besa y mientras me muerdo los labios de placer, entiendo que nunca me había sentido así, tan egoísta, tan entregada, pero a mí misma. Concentrándome sólo en lo que yo siento, sin importarme lo que pasa con el mundo. Me en-trego a esta montaña rusa, entre el vértigo y las ganas de seguir. Trato de gritar pero los labios de Ceci me callan y siento que nunca había deseado a nadie de esta manera.

Me despierto con un dolor de ca-beza terrible. Ceci todavía está durmiendo, desnuda, a mi lado. La observo por un instante y de pron-to me asusto. Es mejor irme antes que despierte, no sé qué fue lo que me pasó, no sé qué decirle. Me vis-to tratando de no hacer ruido y salgo caminando en puntas de pie con los zapatos en la mano. Feliz-mente que en su casa todos están

durmiendo y puedo salir sin que nadie me vea.

Como son las siete de la mañana y tengo ganas de caminar con el frio de la mañana, me voy a tomar de-sayuno. Me muero de la vergüen-za. No quiero a ver a Ceci. ¿Qué se hace en estos casos? ¿Cuándo amaneces al lado de alguien sin saber que fue lo que pasó? No jus-tifico a los amantes furtivos que se largan sin decir nada, pero es que en este momento los entien-do. Para decir algo malo, mejor no decir nada.

Ha pasado una semana en la que Ceci me estuvo reventando el te-léfono con sus llamadas. La ver-dad es que aún no estoy lista para hablar con ella. De momento es mejor evitarla. Mientras tanto me distraigo trabajando y leyendo

vértigo I 89

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porque es mejor olvidar. Ese fue un momento que ya paso y punto. Ya no quiero darle más vueltas al asunto, o al menos eso es lo que prefiero. Tengo que dejar de pen-sar tanto en ella.

No puede ser, esto no puede estar pasando. Como siempre, necesito salir a caminar para ver si así, con el frío, mis pensamientos se orde-nan y logro entender en qué mo-mento el mundo giró tan rápido que me perdí.

Esta tarde, mientras volvía a mi casa del trabajo, recibí una llama-da de H. Me dijo que quería que lo acompañe a comprar un disco en Quilca. Hace tiempo que lo está buscando y como yo tengo cono-cidos ahí, seguramente conmigo es más fácil. Típico que él, buscán-dome cuando necesita algo. Como

necesitaba dejar de pensar en lo que pasó con Ceci, decidí acompa-ñarlo. Quedamos en encontramos en la Plaza San Martin, junto al monumento.

Cuando llegué, él me estaba espe-rando. Llevaba el pantalón marrón que nunca me gusto y esa sonrisa suya de niño engreído. Yo tenía una casaca roja y unos jeans. Re-cordé cuando me demoraba horas alistándome para verlo, y esta vez había agarrado lo primero que ha-bía visto. Nos saludamos y de gol-pe me abraso.

-¡¿Cómo estas, Sofí?! Estas muy bo-nita –Me dijo sin soltarme – Te ex-trañe mucho.

-Gracias- Dije alejándolo.Me sentí rara al tenerlo tan cerca y de pronto me di cuenta que no

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era como yo lo recordaba. Las cosas habían cambiado y por un instan-te recordé a Ceci. Caminamos hasta Quilca y, luego de preguntar un poco, encontra-mos el disco que H quería. En el trayecto no hablamos mucho, sólo contestaba puntualmente lo que él me preguntaba, el trabajo, la casa, los amigos. Estaba empezan-do a cansarme, pero justo cuan-do quise despedirme me invitó a tomar un café. Acepté para ver si algo cambiaba en ese encuentro. Había empezado a ver a H con otros ojos y hasta lo encontré pa-tético y presumido. ¿Era así cuan-do me moría por él?.

Entramos en una cafetería peque-ña en el jirón de la unión. Fuimos al segundo piso y nos sentamos en una mesita alejada. Como eran las 6 de la tarde, el lugar estaba lleno

de parejas y un grupo de amigas escandalosas. La mesera vino al instante y ordenamos. Cuando se fue, H me miro fijamente y se puso serio.

-Sofía, quería hablar contigo. La verdad es que lo del disco fue solo una excusa - Me dijo H tomándo-me la mano. Yo me quede helada sin saber que decir - Te extraño y en estos días que estuve sin ti me di cuenta de lo mucho que signifi-cas para mí, lo mucho que te nece-sito. ¿Te parece si salimos otra vez?

Yo lo miré como si me hubieran dicho que el mundo se terminaba mañana. Le quité mi mano mien-tras trataba de entender lo que es-taba pasando.

-¿Qué? ¿Qué estás diciendo? ¿De pronto me extrañaste y das por

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sentado que vamos a volver?- Dije mientras me levantaba de la silla.

-¿Qué haces? ¿A dónde vas? – Dijo H desconcertado.

-Déjame. No puedes decirme esto como si nada. Han pasado muchas cosas y yo... he conocido a alguien más. No me preguntes nada por-que ni yo misma lo entiendo. Adiós H. Por favor, ya no me llames. ¡Ne-cesito que me dejes en paz!- Le dije mientras salía del café.

Con el frio de la noche enroje-ciendo mis mejillas, recuerdo las palabras de H para ver si así logro entenderlo, pero sólo logro aborre-cerlo más. No es justo que ahora que lo estoy olvidando se presente en mi vida como si nada hubiera pasado. Quizás para él las cosas si-guen igual, pero para mí...

Cuando me doy cuenta, estoy frente a la casa de Ceci. ¿Qué es lo que me esta pasando? ¿Por qué no puedo dejar de pensar en ella? Toco la puerta deseando que esté en su casa. Debe odiarme por no haberle contestad, por haber des-aparecido así. No sé qué decirle si sale, pero ya estoy aquí.

-¿Si? – Me dice Ceci desde su venta-na.

-Hola, pasaba por aquí y quise salu-darte - Le digo sonrojada.-¿Que quieres? Creí que no querías volver a verme - Me dice muy seria.

-Perdóname por haberte dejado así, es que... no entendía lo que había pasado, no sabía qué hacer - Le digo nerviosa. - Necesito hablar contigo, necesito saber qué es lo que sientes .No puedo dejar de pensar en ti.

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CUANDO ME DOY CUENTA ESTOY EN SU CAMA, DESNUDA. CECI ME TOCA POR

LUGARES QUE NI YO MISMA CONOZCO. ME BESA Y MIENTRAS ME MUERDO LOS

LABIOS DE PLACER, ENTIENDO QUE NUN-CA ME HABÍA SENTIDO ASÍ, TAN EGOÍS-TA, TAN ENTREGADA, PERO A MÍ MISMA.

CONCENTRÁNDOME SÓLO EN LO QUE YO SIENTO, SIN IMPORTARME LO QUE PASA CON EL MUNDO. ME ENTREGO A ESTA MONTAÑA RUSA, ENTRE EL VÉRTIGO Y

LAS GANAS DE SEGUIR.

“”

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Ceci desaparece de la ventana y me quedo parada en la puerta, tem-blando. Creí que ella sentía lo mis-mo. Esto fue una pérdida de tiem-po. Me pongo la capucha dispuesta a partir pero escucho que la puerta se abre.

-Es mejor que entres. Hace mucho frío afuera y mi cama es más ca-lientita - Me dice Ceci sonriendo mientras se acerca para besarme.

FIN.

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09cap.

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I 95

Para ella, leer es un escape a mundo distinto en donde todo lo

demás desaparece. Escribir se con-vierte así en una manera de crear mundos nuevos y de perennizar lo

que se siente.

MELISSAMENDOZAEdad: 26 años

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En uno de los pocos bosques que quedan en nuestro inmenso mun-do, existe un pueblo muy tran-quilo llamado “Yosfuro”, rodeado de un lago inmenso con cálidas y transparentes aguas violetas, don-de Habitan los Osfurs. Apartado del pueblo vive una anciana que se sostiene con un bastón llamada Ema y sus dos nietos Yosfu y kuro.

Kuro es el mayor de los dos y el más inteligente, mientras Yosfu es el más despreocupado y siempre lleva con él una vieja cámara, que es el último recuerdo que su ma-dre le dejo; además, todos los días

Por : Johana Fuentes RomeroIlustración : Ray Saldivar Espinoza

YOSFU Y EL SECRETODE LA CÁMARA

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98 I yosfu y el secreto de la cámara

10cap.

toma muchas fotos para que tenga grabado cada momento de su vida, ya que su vieja abuela con el pasar de los días va perdiendo la memoria.

Un día Yosfu se levantó muy temprano para ir a su escuela llamada “Yisil”, cuando termino de desayunar se dio cuenta que su vieja cámara no estaba, miro a su hermano y le pregunto si lo había visto, antes que Kuro responda su abuela dijo: “Yosfu esa cámara estaba muy vieja y lo eh botado”... Yosfu molesto comenzó a gritarle le dijo que la odiaba y no quería verla, comenzó a correr sin mirar atrás, no fue a estudiar, con los ojos llorosos estuvo todo el tiempo sentando bajo un árbol hasta que anocheció, comenzaron a salir las luciérnagas que iluminaban todo el pueblo, miro su reloj pensó que ya era tiempo de volver a casa pero él seguía molesto. Cuando llegaba, vio a mucha gente afuera de su casa , comenzó acercarse con miedo, los Osfurs lo miraban con pena, se dio cuenta que algo pasaba , entra corriendo y ve a su hermano agachado llorando, su anciana abuela yacía en el suelo cubierta con una manta, ella había dejado de existir

. Yosfu no lo podía creer, se acercó a su abuela le tomo la mano todavía tibia y dijo: “Perdóname abuelita... por favor dime que estoy soñando que no es verdad, abre los ojos y tócame la cabeza como siempre lo hacías”. Su ira y tristeza se juntaron no podía creer lo que estaba pasando, su hermano Kuro solamente lo abrazo sin poder decir alguna palabra. A pasado tres días, desde la muerte de su abuelita, Yosfu sigue triste, no va a estudiar, no quiere comer, ni hablar con nadie. Su hermano cansado de verlo

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yosfu y el secreto de la cámara I 99

YOSFU AL ESCUCHAR A SU HERMANO COMIENZA A LLORAR, SE LEVANTA DE SU CAMA, DA UN GRAN SUSPIRO Y DECI-DE SALIR DE SU CUARTO DIRIGIÉNDOSE AL CUARTO DE SU ABUELA, PERO NO SE ATREVE ABRIR LA PUERTA.

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deprimido entra a su habitación y le dice: “La abuela no hubiera querido ver-te de esta forma deprimente sigamos adelante por ella prometiste estudiar”. Yosfu al escuchar a su hermano comienza a llorar, se levanta de su cama, da un gran suspiro y decide salir de su cuarto dirigiéndose al cuarto de su abue-la, pero no se atreve abrir la puerta.

Deciden ir a visitar la tumba de su abuela, dirigiéndose hacia el panteón compran hermosas flores azules... cuando de pronto... Yosfu ve algo pasar por el lago, le dice a su hermano: ¿viste eso?, se comienza acercar poco a poco ...escucha sonar chapoteos en el lago ...se acercar más y más ...cuando de pronto Yosfu cae al lago y comienza a formarse un torbellino, trata de nadar y grita: “hermano Ayúdame, ayudaaa” ...su hermano corre alrededor tratan-do de agarrarlo... se lanza al lago nada y nada, pero Yosfu ya no estaba...Kuro desesperado grita “Yosfu Yosfuuuu”...

Mientras tanto Yosfu abre los ojos asustado mira alrededor y se da cuenta que está en otro mundo... se encontraba con otros seres que en su vida ha-bía visto, les pregunta: ¿quiénes son? ... ¿Dónde estoy?... Uno de ellos con voz ronca respondió: Mi nombre es Mirac, estas debajo del lago... así q tú eres el niño de la cámara, (Yosfu quedó pasmado sin poder hablar)....nuestra tribu se llama Dostics y cumplimos deseos a cambio de algo,....yo te mostrare lo que paso con tu cámara”.... Abrió una inmensa burbuja y mostro lo que había pa-sado con su cámara, Kuro de casualidad lo había roto... Deciden ir a visitar la tumba de su abuela, dirigiéndose hacia el panteón compran hermosas flores

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azules... cuando de pronto... Yosfu ve algo pasar por el lago, le dice a su her-mano: ¿viste eso?, se comienza acercar poco a poco ...escucha sonar chapo-teos en el lago ...se acercar más y más ...cuando de pronto Yosfu cae al lago y comienza a formarse un torbellino, trata de nadar y grita: “hermano Ayúda-me, ayudaaa” ...su hermano corre alrededor tratando de agarrarlo... se lanza al lago nada y nada, pero Yosfu ya no estaba...Kuro desesperado grita “Yosfu Yosfuuuu”... mientras tanto Yosfu abre los ojos asustado mira alrededor y se da cuenta que está en otro mundo... se encontraba con otros seres que en su vida había visto, les pregunta: ¿quiénes son? ... ¿Dónde estoy?... Uno de ellos con voz ronca respondió: Mi nombre es Mirac, estas debajo del lago... así q tú eres el niño de la cámara, (Yosfu quedó pasmado sin poder hablar)....nuestra tribu se llama Dostics y cumplimos deseos a cambio de algo,....yo te mostrare lo que paso con tu cámara”.... Abrió una inmensa burbuja y mostro lo que había pasado con su cámara, Kuro de casualidad lo había roto...

Yosfu comenzó a llorar ya que había gritado a su abuela... “Nosotros conoci-mos a tu abuela recuérdala como fue...Ahora es tiempo de que vuelvas a tu mundo pero puedes volver de nuevo al nuestro si lo deseas, ahora ve y vuel-ve a tu casa abre la puerta del cuarto de tu abuela y mira cual fue el deseo de ella”, de pronto se llenó todo de agua ...Yosfu pensó que se iba a hogar cuando siente que le sujetan la mano, era su hermano jalándolo...Yosfu y Kuro salen del lago, le cuenta todo lo que había visto y le dice: “ya sé que tu rompiste mi cámara”, su hermano agacho su cabeza... Yosfu lo abraza y le dijo que lo perdonaba y que sigan adelante... “Ahora vamos a casa a abrir el cuarto de

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la abuela”. Comenzaron a correr hacia su casa como locos sonriéndose unos a otros , entran y abren el cuarto de su abuela, ven en la cama que hay un paquete, lo comienzan a romper ...entonces...Yosfu y Kuro se miran sorpren-didos, se arrodillan, comienzan a llorar ...no podían creer lo que veían ...lo que vieron fue la cámara ...estaba nueva... su vieja abuela había intercambio su vida por la cámara, el pasar del tiempo iba a sanar los corazones que se quedaron con un gran vacío tras la muerte de su abuela y el sacrificio que hizo ella.

Meses han pasado, volvieron a su rutina diaria... Yosfu retorno a sus estudios en Yisil y se inscribió en el club de fotografía, su hermano comenzó a traba-jar como doctor, era una de las promesas que él le hizo a su abuela. Un día Yosfu de retornó a casa... Decidió pasar por el lago, se quedó mirando... son-rió... y se prometió así mismo que regresaría algún día donde los Dostics a saber más de cómo su abuela los conoció y de donde vienen realmente ellos.

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Me gusta crear historias las cuales trasladan mi mente a otros mundos

haciendome sentir y pensar libremente.

JOHANAFUENTESEdad: 24 años

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www.isil.pe

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A través de la paredJanny Castañeda RiosIlustración : Cinthya Condori Arango

Déjà VuRosa Fernández MelgarIlustración : Luis Andrés Cortez

Dos peces en el aguaJonathan Arriaga NegrónIlustración : Robert Villegas

El hechizo más poderosoRafael Wong KuanIlustración : Juan Villanueva

El primer amorMarco Antonio Pacheco QuispeIlustración : Jorge Centeno Novoa

Ella es mi debilidadGreta QuijanoIlustración : Cinthya Condori Arango

¿En dónde empieza el olvido?Anderson Najarro RamirezIlustración : José Luis Canchari

Mi amistad con GeorgeCarlos Torres AparicioIlustración : Alexandra Rivas

VértigoMelissa Mendoza GómezIlustración : Alejandro Gavancho Ayquipa

Yosfu y el secreto de la cámaraJohana Fuentes RomeroIlustración : Ray Saldivar Espinoza