Cuentos Disney

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Cenicienta Érase una mujer, casada con un hombre muy rico, que enfermó, y, presintiendo su próximo fin, llamó a su única hijita y le dijo: "Hija mía, sigue siendo siempre buena y piadosa, y el buen Dios no te abandonará. Yo velaré por ti desde el cielo, y me tendrás siempre a tu lado." Y, cerrando los ojos, murió. La muchachita iba todos los días a la tumba de su madre a llorar, y siguió siendo buena y piadosa. Al llegar el invierno, la nieve cubrió de un blanco manto la sepultura, y cuando el sol de primavera la hubo derretido, el padre de la niña contrajo nuevo matrimonio. La segunda mujer llevó a casa dos hijas, de rostro bello y blanca tez, pero negras y malvadas de corazón. Vinieron entonces días muy duros para la pobrecita huérfana. "¿Esta estúpida tiene que estar en la sala con nosotras?" decían las recién llegadas. "Si quiere comer pan, que se lo gane. ¡Fuera, a la cocina!" Le quitaron sus hermosos vestidos,le pusieron una blusa vieja y le dieron un par de zuecos para calzado: "¡Mira la orgullosa princesa, qué compuesta!" Y, burlándose de ella, la llevaron a la cocina. Allí tenía que pasar el día entero ocupada en duros trabajos. Se levantaba de madrugada, iba por agua, encendía el fuego, preparaba la comida, lavaba la ropa. Y, por añadidura, sus hermanastras la sometían a todas las mortificaciones imaginables; se burlaban de ella, le esparcían, entre la ceniza, los guisantes y las lentejas, para que tuviera que pasarse horas recogiéndolas. A la noche, rendida como estaba de tanto trabajar, en vez de acostarse en una cama tenía que hacerlo en las cenizas del hogar. Y como por este motivo iba siempre polvorienta y sucia, la llamaban Cenicienta. Un día en que el padre se disponía a ir a la feria, preguntó a sus dos hijastras qué deseaban que les trajese. "Hermosos vestidos," respondió una de ellas. "Perlas y piedras preciosas," dijo la otra. "¿Y tú, Cenicienta," preguntó, "qué quieres?" - "Padre, corta la primera ramita que toque el sombrero, cuando regreses, y traemela." Compró el hombre para sus hijastras magníficos vestidos, perlas y piedras preciosas; de vuelta, al atravesar un bosquecillo, un brote de avellano le hizo caer el sombrero, y él lo cortó y se lo llevó consigo. Llegado a casa, dio a sus hijastras lo que habían pedido, y a Cenicienta, el brote de avellano. La muchacha le dio las gracias, y se fue con la rama a la tumba de su madre, allí la plantó, regándola con sus lágrimas, y el brote creció, convirtiéndose en un hermoso árbol. Cenicienta iba allí tres veces al día, a llorar y rezar, y siempre encontraba un pajarillo blanco posado en una rama; un pajarillo que, cuando la niña le pedía algo, se lo echaba desde arriba. Sucedió que el Rey organizó unas fiestas, que debían durar tres días, y a las que fueron invitadas todas las doncellas bonitas del país,

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Cenicientarase una mujer, casada con un hombre muy rico, que enferm, y, presintiendo su prximo fin, llam a su nica hijita y le dijo: "Hija ma, sigue siendo siempre buena y piadosa, y el buen Dios no te abandonar. Yo velar por ti desde el cielo, y me tendrs siempre a tu lado." Y, cerrando los ojos, muri. La muchachita iba todos los das a la tumba de su madre a llorar, y sigui siendo buena y piadosa. Al llegar el invierno, la nieve cubri de un blanco manto la sepultura, y cuando el sol de primavera la hubo derretido, el padre de la nia contrajo nuevo matrimonio.La segunda mujer llev a casa dos hijas, de rostro bello y blanca tez, pero negras y malvadas de corazn. Vinieron entonces das muy duros para la pobrecita hurfana. "Esta estpida tiene que estar en la sala con nosotras?" decan las recin llegadas. "Si quiere comer pan, que se lo gane. Fuera, a la cocina!" Le quitaron sus hermosos vestidos,le pusieron una blusa vieja y le dieron un par de zuecos para calzado: "Mira la orgullosa princesa, qu compuesta!" Y, burlndose de ella, la llevaron a la cocina. All tena que pasar el da entero ocupada en duros trabajos. Se levantaba de madrugada, iba por agua, encenda el fuego, preparaba la comida, lavaba la ropa. Y, por aadidura, sus hermanastras la sometan a todas las mortificaciones imaginables; se burlaban de ella, le esparcan, entre la ceniza, los guisantes y las lentejas, para que tuviera que pasarse horas recogindolas. A la noche, rendida como estaba de tanto trabajar, en vez de acostarse en una cama tena que hacerlo en las cenizas del hogar. Y como por este motivo iba siempre polvorienta y sucia, la llamaban Cenicienta.Un da en que el padre se dispona a ir a la feria, pregunt a sus dos hijastras qu deseaban que les trajese. "Hermosos vestidos," respondi una de ellas. "Perlas y piedras preciosas," dijo la otra. "Y t, Cenicienta," pregunt, "qu quieres?" - "Padre, corta la primera ramita que toque el sombrero, cuando regreses, y traemela." Compr el hombre para sus hijastras magnficos vestidos, perlas y piedras preciosas; de vuelta, al atravesar un bosquecillo, un brote de avellano le hizo caer el sombrero, y l lo cort y se lo llev consigo. Llegado a casa, dio a sus hijastras lo que haban pedido, y a Cenicienta, el brote de avellano. La muchacha le dio las gracias, y se fue con la rama a la tumba de su madre, all la plant, regndola con sus lgrimas, y el brote creci, convirtindose en un hermoso rbol. Cenicienta iba all tres veces al da, a llorar y rezar, y siempre encontraba un pajarillo blanco posado en una rama; un pajarillo que, cuando la nia le peda algo, se lo echaba desde arriba.Sucedi que el Rey organiz unas fiestas, que deban durar tres das, y a las que fueron invitadas todas las doncellas bonitas del pas, para que el prncipe heredero eligiese entre ellas una esposa. Al enterarse las dos hermanastras que tambin ellas figuraban en la lista, se pusieron muy contentas. Llamaron a Cenicienta, y le dijeron: "Pinanos, cepllanos bien los zapatos y abrchanos las hebillas; vamos a la fiesta de palacio." Cenicienta obedeci, aunque llorando, pues tambin ella hubiera querido ir al baile, y, as, rog a su madrastra que se lo permitiese. "T, la Cenicienta, cubierta de polvo y porquera, pretendes ir a la fiesta? No tienes vestido ni zapatos, y quieres bailar?" Pero al insistir la muchacha en sus splicas, la mujer le dijo, finalmente: "Te he echado un plato de lentejas en la ceniza, si las recoges en dos horas, te dejar ir." La muchachita, saliendo por la puerta trasera, se fue al jardn y exclam: "Palomitas mansas, tortolillas y avecillas todas del cielo, vengan a ayudarme a recoger lentejas!:Las buenas, en el pucherito;las malas, en el buchecito."Y acudieron a la ventana de la cocina dos palomitas blancas, luego las tortolillas y, finalmente, comparecieron, bulliciosas y presurosas, todas las avecillas del cielo y se posaron en la ceniza. Y las palomitas, bajando las cabecitas, empezaron: pic, pic, pic, pic; y luego todas las dems las imitaron: pic, pic, pic, pic, y en un santiamn todos los granos buenos estuvieron en la fuente. No haba transcurrido ni una hora cuando, terminado el trabajo, echaron a volar y desaparecieron. La muchacha llev la fuente a su madrastra, contenta porque crea que la permitiran ir a la fiesta, pero la vieja le dijo: "No, Cenicienta, no tienes vestidos y no puedes bailar. Todos se burlaran de ti." Y como la pobre rompiera a llorar: "Si en una hora eres capaz de limpiar dos fuentes llenas de lentejas que echar en la ceniza, te permitir que vayas." Y pensaba: "Jams podr hacerlo." Pero cuando las lentejas estuvieron en la ceniza, la doncella sali al jardn por la puerta trasera y grit: "Palomitas mansas, tortolillas y avecillas todas del cielo, vengan a ayudarme a limpiar lentejas!:Las buenas, en el pucherito;las malas, en el buchecito."Y enseguida acudieron a la ventana de la cocina dos palomitas blancas y luego las tortolillas, y, finalmente, comparecieron, bulliciosas y presurosas, todas las avecillas del cielo y se posaron en la ceniza. Y las palomitas, bajando las cabecitas, empezaron: pic, pic, pic, pic; y luego todas las dems las imitaron: pic, pic, pic, pic, echando todos los granos buenos en las fuentes. No haba transcurrido an media hora cuando, terminada ya su tarea, emprendieron todas el vuelo. La muchacha llev las fuentes a su madrastra, pensando que aquella vez le permitira ir a la fiesta. Pero la mujer le dijo: "Todo es intil; no vendrs, pues no tienes vestidos ni sabes bailar. Seras nuestra vergenza." Y, volvindole la espalda, parti apresuradamente con sus dos orgullosas hijas.No habiendo ya nadie en casa, Cenicienta se encamin a la tumba de su madre, bajo el avellano, y suplic:"Arbolito, sacude tus ramas frondosas,y chame oro y plata y ms cosas!"Y he aqu que el pjaro le ech un vestido bordado en plata y oro, y unas zapatillas con adornos de seda y plata. Se visti a toda prisa y corri a palacio, donde su madrastra y hermanastras no la reconocieron, y, al verla tan ricamente ataviada, la tomaron por una princesa extranjera. Ni por un momento se les ocurri pensar en Cenicienta, a quien crean en su cocina, sucia y buscando lentejas en la ceniza. El prncipe sali a recibirla, y tomndola de la mano, bail con ella. Y es el caso que no quiso bailar con ninguna otra ni la solt de la mano, y cada vez que se acercaba otra muchacha a invitarlo, se negaba diciendo: "sta es mi pareja."Al anochecer, Cenicienta quiso volver a su casa, y el prncipe le dijo: "Te acompaar," deseoso de saber de dnde era la bella muchacha. Pero ella se le escap, y se encaram de un salto al palomar. El prncipe aguard a que llegase su padre, y le dijo que la doncella forastera se haba escondido en el palomar. Entonces pens el viejo: Ser la Cenicienta? Y, pidiendo que le trajesen un hacha y un pico, se puso a derribar el palomar. Pero en su interior no haba nadie. Y cuando todos llegaron a casa, encontraron a Cenicienta entre la ceniza, cubierta con sus sucias ropas, mientras un candil de aceite arda en la chimenea; pues la muchacha se haba dado buena maa en saltar por detrs del palomar y correr hasta el avellano; all se quit sus hermosos vestidos, y los deposit sobre la tumba, donde el pajarillo se encarg de recogerlos. Y enseguida se volvi a la cocina, vestida con su sucia batita.Al da siguiente, a la hora de volver a empezar la fiesta, cuando los padres y las hermanastras se hubieron marchado, la muchacha se dirigi al avellano y le dijo:"Arbolito, sacude tus ramas frondosas,y chame oro y plata y, ms cosas!"El pajarillo le envi un vestido mucho ms esplndido an que el de la vspera; y al presentarse ella en palacio tan magnficamente ataviada, todos los presentes se pasmaron ante su belleza. El hijo del Rey, que la haba estado aguardando, la tom nmediatamente de la mano y slo bail con ella. A las dems que fueron a solicitarlo, les responda: "sta es mi pareja." Al anochecer, cuando la muchacha quiso retirarse, el prncipe la sigui, para ver a qu casa se diriga; pero ella desapareci de un brinco en el jardn de detrs de la suya. Creca en l un grande y hermoso peral, del que colgaban peras magnficas. Se subi ella a la copa con la ligereza de una ardilla, saltando entre las ramas, y el prncipe la perdi de vista. El joven aguard la llegada del padre, y le dijo: "La joven forastera se me ha escapado; creo que se subi al peral." Pens el padre: Ser la Cenicienta? Y, tomando un hacha, derrib el rbol, pero nadie apareci en la copa. Y cuando entraron en la cocina, all estaba Cenicienta entre las cenizas, como tena por costumbre, pues haba saltado al suelo por el lado opuesto del rbol, y, despus de devolver los hermosos vestidos al pjaro del avellano, volvi a ponerse su batita gris.El tercer da, en cuanto se hubieron marchado los dems, volvi Cenicienta a la tumba de su madre y suplic al arbolillo:"Arbolito, sacude tus ramas frondosas,y chame oro y plata y ms cosas!"Y el pjaro le ech un vestido soberbio y brillante como jams se viera otro en el mundo, con unos zapatitos de oro puro. Cuando se present a la fiesta, todos los concurrentes se quedaron boquiabiertos de admiracin. El hijo del Rey bail exclusivamente con ella, y a todas las que iban a solicitarlo les responda: "sta es mi pareja."Al anochecer se despidi Cenicienta. El hijo del Rey quiso acompaarla; pero ella se escap con tanta rapidez, que su admirador no pudo darle alcance. Pero esta vez recurri a una trampa: mand embadurnar con pez las escaleras de palacio, por lo cual, al saltar la muchacha los peldaos, se le qued la zapatilla izquierda adherida a uno de ellos. Recogi el prncipe la zapatilla, y observ que era diminuta, graciosa, y toda ella de oro. A la maana siguiente presentse en casa del hombre y le dijo: "Mi esposa ser aquella cuyo pie se ajuste a este zapato." Las dos hermanastras se alegraron, pues ambas tenan los pies muy lindos. La mayor fue a su cuarto para probarse la zapatilla, acompaada de su madre. Pero no haba modo de introducir el dedo gordo; y al ver que la zapatilla era demasiado pequea, la madre, alargndole un cuchillo, le dijo: "Crtate el dedo! Cuando seas reina, no tendrs necesidad de andar a pie." Lo hizo as la muchacha; forz el pie en el zapato y, reprimiendo el dolor, se present al prncipe. l la hizo montar en su caballo y se march con ella. Pero hubieron de pasar por delante de la tumba, y dos palomitas que estaban posadas en el avellano gritaron:"Ruke di guk, ruke di guk;sangre hay en el zapato.El zapato no le va,La novia verdadera en casa est."Mir el prncipe el pie y vio que de l flua sangre. Hizo dar media vuelta al caballo y devolvi la muchacha a su madre, diciendo que no era aquella la que buscaba, y que la otra hermana tena que probarse el zapato. Subi sta a su habitacin y, aunque los dedos le entraron holgadamente, en cambio no haba manera de meter el taln. Le dijo la madre, alargndole un cuchillo: "Crtate un pedazo del taln. Cuando seas reina no tendrs necesidad de andar a pie." Cortse la muchacha un trozo del taln, meti a la fuerza el pie en el zapato y, reprimiendo el dolor, se present al hijo del Rey. Mont ste en su caballo y se march con ella. Pero al pasar por delante del avellano, las dos palomitas posadas en una de sus ramas gritaron:"Ruke di guk, ruke di guk;sangre hay en el zapato.El zapato no le va,La novia verdadera en casa est."Mir el prncipe el pie de la muchacha y vio que la sangre manaba del zapato y haba enrojecido la blanca media. Volvi grupas y llev a su casa a la falsa novia. "Tampoco es sta la verdadera," dijo. "No tienen otra hija?" - "No," respondi el hombre. Slo de mi esposa difunta queda una Cenicienta pringosa; pero es imposible que sea la novia." Mand el prncipe que la llamasen; pero la madrastra replic: "Oh, no! Va demasiado sucia! No me atrevo a presentarla." Pero como el hijo del Rey insistiera, no hubo ms remedio que llamar a Cenicienta. Lavse ella primero las manos y la cara y, entrando en la habitacin, salud al prncipe con una reverencia, y l tendi el zapato de oro. Se sent la muchacha en un escaln, se quit el pesado zueco y se calz la chinela: le vena como pintada. Y cuando, al levantarse, el prncipe le mir el rostro, reconoci en el acto a la hermosa doncella que haba bailado con l, y exclam: "sta s que es mi verdadera novia!" La madrastra y sus dos hijas palidecieron de rabia; pero el prncipe ayud a Cenicienta a montar a caballo y march con ella. Y al pasar por delante del avellano, gritaron las dos palomitas blancas:"Ruke di guk, ruke di guk;no tiene sangre el zapato.Y pequeo no le est;Es la novia verdadera con la que va."Y, dicho esto, bajaron volando las dos palomitas y se posaron una en cada hombro de Cenicienta.Al llegar el da de la boda, se presentaron las traidoras hermanas, muy zalameras, deseosas de congraciarse con Cenicienta y participar de su dicha. Pero al encaminarse el cortejo a la iglesia, yendo la mayor a la derecha de la novia y la menor a su izquierda, las palomas, de sendos picotazos, les sacaron un ojo a cada una. Luego, al salir, yendo la mayor a la izquierda y la menor a la derecha, las mismas aves les sacaron el otro ojo. Y de este modo quedaron castigadas por su maldad, condenadas a la ceguera para todos los das de su vida.

La SirenitaEn el fondo del ms azul de los ocanos haba un maravilloso palacio en el cual habitaba el Rey del Mar, un viejo y sabio tritn que tena una abundante barba blanca. Viva en esta esplndida mansin de coral multicolor y de conchas preciosas, junto a sus hijas, cinco bellsimas sirenas.La Sirenita, la ms joven, adems de ser la ms bella posea una voz maravillosa; cuando cantaba acompandose con el arpa, los peces acudan de todas partes para escucharla, las conchas se abran, mostrando sus perlas, y las medusas al orla dejaban de flotar.La pequea sirena casi siempre estaba cantando, y cada vez que lo haca levantaba la vista buscando la dbil luz del sol, que a duras penas se filtraba a travs de las aguas profundas.-Oh! Cunto me gustara salir a la superficie para ver por fin el cielo que todos dicen que es tan bonito, y escuchar la voz de los hombres y oler el perfume de las flores!-Todava eres demasiado joven -respondi la abuela-. Dentro de unos aos, cuando tengas quince, el rey te dar permiso para subir a la superficie, como a tus hermanas.La Sirenita soaba con el mundo de los hombres, el cual conoca a travs de los relatos de sus hermanas, a quienes interrogaba durante horas para satisfacer su inagotable curiosidad cada vez que volvan de la superficie. En este tiempo, mientras esperaba salir a la superficie para conocer el universo ignorado, se ocupaba de su maravilloso jardn adornado con flores martimas. Los caballitos de mar le hacan compaa y los delfines se le acercaban para jugar con ella; nicamente las estrellas de mar, quisquillosas, no respondan a su llamada.Por fin lleg el cumpleaos tan esperado y, durante toda la noche precedente, no consigui dormir. A la maana siguiente el padre la llam y, al acariciarle sus largos y rubios cabellos, vio esculpida en su hombro una hermossima flor.-Bien, ya puedes salir a respirar el aire y ver el cielo! Pero recuerda que el mundo de arriba no es el nuestro, slo podemos admirarlo! Somos hijos del mar y no tenemos alma como los hombres. S prudente y no te acerques a ellos. Slo te traeran desgracias!Apenas su padre termin de hablar, La Sirenita le di un beso y se dirigi hacia la superficie, deslizndose ligera. Se senta tan veloz que ni siquiera los peces conseguan alcanzarla. De repente emergi del agua. Qu fascinante! Vea por primera vez el cielo azul y las primeras estrellas centelleantes al anochecer. El sol, que ya se haba puesto en el horizonte, haba dejado sobre las olas un reflejo dorado que se dilua lentamente. Las gaviotas revoloteaban por encima de La Sirenita y dejaban or sus alegres graznidos de bienvenida.-Qu hermoso es todo! -exclam feliz, dando palmadas.Pero su asombro y admiracin aumentaron todava: una nave se acercaba despacio al escollo donde estaba La Sirenita. Los marinos echaron el ancla, y la nave, as amarrada, se balance sobre la superficie del mar en calma. La Sirenita escuchaba sus voces y comentarios. Cmo me gustara hablar con ellos!", pens. Pero al decirlo, mir su larga cola cimbreante, que tena en lugar de piernas, y se sinti acongojada: Jams ser como ellos!A bordo pareca que todos estuviesen posedos por una extraa animacin y, al cabo de poco, la noche se llen de vtores: Viva nuestro capitn! Vivan sus veinte aos! La pequea sirena, atnita y extasiada, haba descubierto mientras tanto al joven al que iba dirigido todo aquel alborozo. Alto, moreno, de porte real, sonrea feliz. La Sirenita no poda dejar de mirarlo y una extraa sensacin de alegra y sufrimiento al mismo tiempo, que nunca haba sentido con anterioridad, le oprimi el corazn.La fiesta segua a bordo, pero el mar se encrespaba cada vez ms. La Sirenita se dio cuenta en seguida del peligro que corran aquellos hombres: un viento helado y repentino agit las olas, el cielo entintado de negro se desgarr con relmpagos amenazantes y una terrible borrasca sorprendi a la nave desprevenida.-Cuidado! El mar...! -en vano la Sirenita grit y grit.Pero sus gritos, silenciados por el rumor del viento, no fueron odos, y las olas, cada vez ms altas, sacudieron con fuerza la nave. Despus, bajo los gritos desesperados de los marineros, la arboladura y las velas se abatieron sobre cubierta, y con un siniestro fragor el barco se hundi. La Sirenita, que momentos antes haba visto cmo el joven capitn caa al mar, se puso a nadar para socorrerlo. Lo busc intilmente durante mucho rato entre las olas gigantescas. Haba casi renunciado, cuando de improviso, milagrosamente, lo vio sobre la cresta blanca de una ola cercana y, de golpe, lo tuvo en sus brazos.El joven estaba inconsciente, mientras la Sirenita, nadando con todas sus fuerzas, lo sostena para rescatarlo de una muerte segura. Lo sostuvo hasta que la tempestad amain. Al alba, que despuntaba sobre un mar todava lvido, la Sirenita se sinti feliz al acercarse a tierra y poder depositar el cuerpo del joven sobre la arena de la playa. Al no poder andar, permaneci mucho tiempo a su lado con la cola lamiendo el agua, frotando las manos del joven y dndole calor con su cuerpo.Hasta que un murmullo de voces que se aproximaban la obligaron a buscar refugio en el mar.-Corran! Corran! -gritaba una dama de forma atolondrada- Hay un hombre en la playa! Est vivo! Pobrecito...! Ha sido la tormenta...! Llevmoslo al castillo! No! No! Es mejor pedir ayuda...La primera cosa que vio el joven al recobrar el conocimiento, fue el hermoso semblante de la ms joven de las tres damas.-Gracias por haberme salvado! -le susurr a la bella desconocida.La Sirenita, desde el agua, vio que el hombre al que haba salvado se diriga hacia el castillo, ignorante de que fuese ella, y no la otra, quien lo haba salvado.Pausadamente nad hacia el mar abierto; saba que, en aquella playa, detrs suyo, haba dejado algo de lo que nunca hubiera querido separarse. Oh! Qu maravillosas haban sido las horas transcurridas durante la tormenta teniendo al joven entre sus brazos!Cuando lleg a la mansin paterna, la Sirenita empez su relato, pero de pronto sinti un nudo en la garganta y, echndose a llorar, se refugi en su habitacin. Das y ms das permaneci encerrada sin querer ver a nadie, rehusando incluso hasta los alimentos. Saba que su amor por el joven capitn era un amor sin esperanza, porque ella, la Sirenita, nunca podra casarse con un hombre.Slo la Hechicera de los Abismos poda socorrerla. Pero, a qu precio? A pesar de todo decidi consultarla.-...por consiguiente, quieres deshacerte de tu cola de pez! Y supongo que querrs dos piernas. De acuerdo! Pero debers sufrir atrozmente y, cada vez que pongas los pies en el suelo sentirs un terrible dolor.-No me importa -respondi la Sirenita con lgrimas en los ojos- a condicin de que pueda volver con l!No he terminado todava! -dijo la vieja-. Debers darme tu hermosa voz y te quedars muda para siempre! Pero recuerda: si el hombre que amas se casa con otra, tu cuerpo desaparecer en el agua como la espuma de una ola.-Acepto! -dijo por ltimo la Sirenita y, sin dudar un instante, le pidi el frasco que contena la pocin prodigiosa. Se dirigi a la playa y, en las proximidades de su mansin, emergi a la superficie; se arrastr a duras penas por la orilla y se bebi la pcima de la hechicera.Inmediatamente, un fuerte dolor le hizo perder el conocimiento y cuando volvi en s, vio a su lado, como entre brumas, aquel semblante tan querido sonrindole. El prncipe all la encontr y, recordando que tambin l fue un nufrago, cubri tiernamente con su capa aquel cuerpo que el mar haba trado.-No temas -le dijo de repente-. Ests a salvo. De dnde vienes?Pero la Sirenita, a la que la bruja dej muda, no pudo responderle.-Te llevar al castillo y te curar.Durante los das siguientes, para la Sirenita empez una nueva vida: llevaba maravillosos vestidos y acompaaba al prncipe en sus paseos. Una noche fue invitada al baile que daba la corte, pero tal y como haba predicho la bruja, cada paso, cada movimiento de las piernas le produca atroces dolores como premio de poder vivir junto a su amado. Aunque no pudiese responder con palabras a las atenciones del prncipe, ste le tena afecto y la colmaba de gentilezas. Sin embargo, el joven tena en su corazn a la desconocida dama que haba visto cuando fue rescatado despus del naufragio.Desde entonces no la haba visto ms porque, despus de ser salvado, la desconocida dama tuvo que partir de inmediato a su pas. Cuando estaba con la Sirenita, el prncipe le profesaba a sta un sincero afecto, pero no desapareca la otra de su pensamiento. Y la pequea sirena, que se daba cuenta de que no era ella la predilecta del joven, sufra an ms. Por las noches, la Sirenita dejaba a escondidas el castillo para ir a llorar junto a la playa.Pero el destino le reservaba otra sorpresa. Un da, desde lo alto del torren del castillo, fue avistada una gran nave que se acercaba al puerto, y el prncipe decidi ir a recibirla acompaado de la Sirenita.La desconocida que el prncipe llevaba en el corazn baj del barco y, al verla, el joven corri feliz a su encuentro. La Sirenita, petrificada, sinti un agudo dolor en el corazn. En aquel momento supo que perdera a su prncipe para siempre. La desconocida dama fue pedida en matrimonio por el prncipe enamorado, y la dama lo acept con agrado, puesto que ella tambin estaba enamorada. Al cabo de unos das de celebrarse la boda, los esposos fueron invitados a hacer un viaje por mar en la gran nave que estaba amarrada todava en el puerto. La Sirenita tambin subi a bordo con ellos, y el viaje dio comienzo.Al caer la noche, la Sirenita, angustiada por haber perdido para siempre a su amado, subi a cubierta. Recordando la profeca de la hechicera, estaba dispuesta a sacrificar su vida y a desaparecer en el mar. Procedente del mar, escuch la llamada de sus hermanas:-Sirenita! Sirenita! Somos nosotras, tus hermanas! Mira! Ves este pual? Es un pual mgico que hemos obtenido de la bruja a cambio de nuestros cabellos. Tmalo y, antes de que amanezca, mata al prncipe! Si lo haces, podrs volver a ser una sirenita como antes y olvidars todas tus penas.Como en un sueo, la Sirenita, sujetando el pual, se dirigi hacia el camarote de los esposos. Mas cuando vio el semblante del prncipe durmiendo, le dio un beso furtivo y subi de nuevo a cubierta. Cuando ya amaneca, arroj el arma al mar, dirigi una ltima mirada al mundo que dejaba y se lanz entre las olas, dispuesta a desaparecer y volverse espuma.Cuando el sol despuntaba en el horizonte, lanz un rayo amarillento sobre el mar y, la Sirenita, desde las aguas heladas, se volvi para ver la luz por ltima vez. Pero de improviso, como por encanto, una fuerza misteriosa la arranc del agua y la transport hacia lo ms alto del cielo. Las nubes se tean de rosa y el mar ruga con la primera brisa de la maana, cuando la pequea sirena oy cuchichear en medio de un sonido de campanillas:-Sirenita! Sirenita! Ven con nosotras!-Quines son? -murmur la muchacha, dndose cuenta de que haba recobrado la voz-. Dnde estn?-Ests con nosotras en el cielo. Somos las hadas del viento. No tenemos alma como los hombres, pero es nuestro deber ayudar a quienes hayan demostrado buena voluntad hacia ellos.La Sirenita, conmovida, mir hacia abajo, hacia el mar en el que navegaba el barco del prncipe, y not que los ojos se le llenaban de lgrimas, mientras las hadas le susurraban:-Fjate! Las flores de la tierra esperan que nuestras lgrimas se transformen en roco de la maana. Ven con nosotras! Volemos hacia los pases clidos, donde el aire mata a los hombres, para llevar ah un viento fresco. Por donde pasemos llevaremos socorros y consuelos, y cuando hayamos hecho el bien durante trescientos aos, recibiremos un alma inmortal y podremos participar de la eterna felicidad de los hombres -le decan.-T has hecho con tu corazn los mismos esfuerzos que nosotras, has sufrido y salido victoriosa de tus pruebas y te has elevado hasta el mundo de los espritus del aire, donde no depende ms que de ti conquistar un alma inmortal por tus buenas acciones! -le dijeron.Y la Sirenita, levantando los brazos al cielo, llor por primera vez.Oyronse de nuevo en el buque los cantos de alegra: vio al Prncipe y a su linda esposa mirar con melancola la espuma juguetona de las olas. La Sirenita, en estado invisible, abraz a la esposa del Prncipe, envi una sonrisa al esposo, y en seguida subi con las dems hijas del viento envuelta en una nube color de rosa que se elev hasta el cielo.

BlancanievesHaba una vez, en pleno invierno, una reina que se dedicaba a la costura sentada cerca de una venta-na con marco de bano negro. Los copos de nieve caan del cielo como plumones. Mirando nevar se pinch un dedo con su aguja y tres gotas de sangre cayeron en la nieve. Como el efecto que haca el rojo sobre la blanca nieve era tan bello, la reina se dijo.-Ojal tuviera una nia tan blanca como la nie-ve, tan roja como la sangre y tan negra como la madera de bano!Poco despus tuvo una niita que era tan blanca como la nieve, tan encarnada como la sangre y cuyos cabellos eran tan negros como el bano.Por todo eso fue llamada Blancanieves. Y al na-cer la nia, la reina muri.Un ao ms tarde el rey tom otra esposa. Era una mujer bella pero orgullosa y arrogante, y no po-da soportar que nadie la superara en belleza. Tena un espejo maravilloso y cuando se pona frente a l, mirndose le preguntaba:Espejito, espejito de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin?Entonces el espejo responda:La Reina es la ms hermosa de esta regin.Ella quedaba satisfecha pues saba que su espejo siempre deca la verdad.Pero Blancanieves creca y embelleca cada vez ms; cuando alcanz los siete aos era tan bella co-mo la clara luz del da y an ms linda que la reina.Ocurri que un da cuando le pregunt al espejo:Espejito, espejito de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin?el espejo respondi:La Reina es la hermosa de este lugar,pero la linda Blancanieves lo es mucho ms.Entonces la reina tuvo miedo y se puso amarilla y verde de envidia. A partir de ese momento, cuando vea a Blancanieves el corazn le daba un vuelco en el pecho, tal era el odio que senta por la nia. Y su envidia y su orgullo crecan cada da ms, como una mala hierba, de tal modo que no encontraba reposo, ni de da ni de noche.Entonces hizo llamar a un cazador y le dijo:-Lleva esa nia al bosque; no quiero que aparez-ca ms ante mis ojos. La matars y me traers sus pulmones y su hgado como prueba.El cazador obedeci y se la llev, pero cuando quiso atravesar el corazn de Blancanieves, la nia se puso a llorar y exclam:-Mi buen cazador, no me mates!; correr hacia el bosque espeso y no volver nunca ms.Como era tan linda el cazador tuvo piedad y di-jo:-Corre, pues, mi pobre nia!Pensaba, sin embargo, que las fieras pronto la devoraran. No obstante, no tener que matarla fue para l como si le quitaran un peso del corazn. Un cerdito vena saltando; el cazador lo mat, extrajo sus pulmones y su hgado y los llev a la reina como prueba de que haba cumplido su misin. El cocine-ro los cocin con sal y la mala mujer los comi cre-yendo comer los pulmones y el hgado de Blancanieves.Por su parte, la pobre nia se encontraba en medio de los grandes bosques, abandonada por todos y con tal miedo que todas las hojas de los rbo-les la asustaban. No tena idea de cmo arreglrselas y entonces corri y corri sobre guijarros filosos y a travs de las zarzas. Los animales salvajes se cruza-ban con ella pero no le hacan ningn dao. Corri hasta la cada de la tarde; entonces vio una casita a la que entr para descansar. En la cabaita todo era pequeo, pero tan lindo y limpio como se pueda imaginar. Haba una mesita pequea con un mantel blanco y sobre l siete platitos, cada uno con su pe-quea cuchara, ms siete cuchillos, siete tenedores y siete vasos, todos pequeos. A lo largo de la pared estaban dispuestas, una junto a la otra, siete camitas cubiertas con sbanas blancas como la nieve. Como tena mucha hambre y mucha sed, Blancanieves co-mi trozos de legumbres y de pan de cada platito y bebi una gota de vino de cada vasito. Luego se sin-ti muy cansada y se quiso acostar en una de las ca-mas. Pero ninguna era de su medida; una era demasiado larga, otra un poco corta, hasta que fi-nalmente la sptima le vino bien. Se acost, se en-comend a Dios y se durmi.Cuando cay la noche volvieron los dueos de casa; eran siete enanos que excavaban y extraan metal en las montaas. Encendieron sus siete faro-litos y vieron que alguien haba venido, pues las co-sas no estaban en el orden en que las haban dejado. El primero dijo:-Quin se sent en mi sillita?El segundo:-Quin comi en mi platito?El tercero:-Quin comi de mi pan?El cuarto:-Quin comi de mis legumbres?El quinto.-Quin pinch con mi tenedor?El sexto:-Quin cort con mi cuchillo?El sptimo:-Quin bebi en mi vaso?Luego el primero pas su vista alrededor y vio una pequea arruga en su cama y dijo:-Quin anduvo en mi lecho?Los otros acudieron y exclamaron:-Alguien se ha acostado en el mo tambin! Mi-rando en el suyo, el sptimo descubri a Blancanie-ves, acostada y dormida. Llam a los otros, que se precipitaron con exclamaciones de asombro. Enton-ces fueron a buscar sus siete farolitos para alumbrar a Blancanieves.-Oh, mi Dios -exclamaron- qu bella es esta ni-a!Y sintieron una alegra tan grande que no la des-pertaron y la dejaron proseguir su sueo. El sptimo enano se acost una hora con cada uno de sus com-paeros y as pas la noche.Al amanecer, Blancanieves despert y viendo a los siete enanos tuvo miedo. Pero ellos se mostraron amables y le preguntaron.-Cmo te llamas?-Me llamo Blancanieves -respondi ella.-Como llegaste hasta nuestra casa?Entonces ella les cont que su madrastra haba querido matarla pero el cazador haba tenido piedad de ella permitindole correr durante todo el da hasta encontrar la casita.Los enanos le dijeron:-Si quieres hacer la tarea de la casa, cocinar, ha-cer las camas, lavar, coser y tejer y si tienes todo en orden y bien limpio puedes quedarte con nosotros; no te faltar nada.-S -respondi Blancanieves- acepto de todo co-razn. Y se qued con ellos.Blancanieves tuvo la casa en orden. Por las ma-anas los enanos partan hacia las montaas, donde buscaban los minerales y el oro, y regresaban por la noche. Para ese entonces la comida estaba lista.Durante todo el da la nia permaneca sola; los buenos enanos la previnieron:-Cudate de tu madrastra; pronto sabr que ests aqu! No dejes entrar a nadie!La reina, una vez que comi los que crea que eran los pulmones y el hgado de Blancanieves, se crey de nuevo la principal y la ms bella de todas las mujeres. Se puso ante el espejo y dijo:Espejito, espejito de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin?Entonces el espejo respondi.Pero, pasando los bosques,en la casa de los enanos,la linda Blancanieves lo es mucho ms.La Reina es la ms hermosa de este lugarLa reina qued aterrorizada pues saba que el es-pejo no menta nunca. Se dio cuenta de que el caza-dor la haba engaado y de que Blancanieves viva. Reflexion y busc un nuevo modo de deshacerse de ella pues hasta que no fuera la ms bella de la re-gin la envidia no le dara tregua ni reposo. Cuando finalmente urdi un plan se pint la cara, se visti como una vieja buhonera y qued totalmente irre-conocible.As disfrazada atraves las siete montaas y lleg a la casa de los siete enanos, golpe a la puerta y grit:-Vendo buena mercadera! Vendo! Vendo!Blancanieves mir por la ventana y dijo:-Buen da, buena mujer. Qu vende usted?-Una excelente mercadera -respondi-; cintas de todos colores.La vieja sac una trenzada en seda multicolor, y Blancanieves pens:-Bien puedo dejar entrar a esta buena mujer.Corri el cerrojo para permitirle el paso y poder comprar esa linda cinta.-Nia -dijo la vieja- qu mal te has puesto esa cinta! Acrcate que te la arreglo como se debe.Blancanieves, que no desconfiaba, se coloc delante de ella para que le arreglara el lazo. Pero rpi-damente la vieja lo oprimi tan fuerte que Blancanieves perdi el aliento y cay como muerta.-Y bien -dijo la vieja-, dejaste de ser la ms bella. Y se fue.Poco despus, a la noche, los siete enanos regre-saron a la casa y se asustaron mucho al ver a Blanca-nieves en el suelo, inmvil. La levantaron y descubrieron el lazo que la oprima. Lo cortaron y Blancanieves comenz a respirar y a reanimarse po-co a poco.Cuando los enanos supieron lo que haba pasado dijeron:-La vieja vendedora no era otra que la malvada reina. Ten mucho cuidado y no dejes entrar a nadie cuando no estamos cerca!Cuando la reina volvi a su casa se puso frente al espejo y pregunt:Espejito, espejito, de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin?Entonces, como la vez anterior, respondi:La Reina es la ms hermosa de este lugar,Pero pasando los bosques,en la casa de los enanos,la linda Blancanieves lo es mucho ms.Cuando oy estas palabras toda la sangre le aflu-y al corazn. El terror la invadi, pues era claro que Blancanieves haba recobrado la vida.-Pero ahora -dijo ella- voy a inventar algo que te har perecer.Y con la ayuda de sortilegios, en los que era ex-perta, fabric un peine envenenado. Luego se disfra-z tomando el aspecto de otra vieja. As vestida atraves las siete montaas y lleg a la casa de los siete enanos. Golpe a la puerta y grit:-Vendo buena mercadera! Vendo! Vendo!Blancanieves mir desde adentro y dijo:-Sigue tu camino; no puedo dejar entrar a nadie.-Al menos podrs mirar -dijo la vieja, sacando el peine envenenado y levantndolo en el aire.Tanto le gust a la nia que se dej seducir y abri la puerta. Cuando se pusieron de acuerdo so-bre la compra la vieja le dilo:-Ahora te voy a peinar como corresponde.La pobre Blancanieves, que nunca pensaba mal, dej hacer a la vieja pero apenas sta le haba puesto el peine en los cabellos el veneno hizo su efecto y la pequea cay sin conocimiento.-Oh, prodigio de belleza -dijo la mala mujer-ahora s que acab contigo!Por suerte la noche lleg pronto trayendo a los enanos con ella. Cuando vieron a Blancanieves en el suelo, como muerta, sospecharon enseguida de la madrastra. Examinaron a la nia y encontraron el peine envenenado. Apenas lo retiraron, Blancanieves volvi en s y les cont lo que haba sucedido. En-tonces le advirtieron una vez ms que debera cui-darse y no abrir la puerta a nadie.En cuanto lleg a su casa la reina se coloc frente al espejo y dijo:Espejito, espejito de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin?Y el espejito, respondi nuevamente:La Reina es la ms hermosa de este lugar.Pero pasando los bosques,en la casa de los enanos,la linda Blancanieves lo es mucho ms.La reina al or hablar al espejo de ese modo, se estremeci y tembl de clera.-Es necesario que Blancanieves muera -exclam-aunque me cueste la vida a m misma.Se dirigi entonces a una habitacin escondida y solitaria a la que nadie poda entrar y fabric una manzana envenenada. Exteriormente pareca buena, blanca y roja y tan bien hecha que tentaba a quien la vea; pero apenas se coma un trocito sobrevena la muerte. Cuando la manzana estuvo pronta, se pint la cara, se disfraz de campesina y atraves las siete montaas hasta llegar a la casa de los siete enanos.Golpe. Blancanieves sac la cabeza por la ven-tana y dijo:-No puedo dejar entrar a nadie; los enanos me lo han prohibido.-No es nada -dijo la campesina- me voy a librar de mis manzanas. Toma, te voy a dar una.-No-dijo Blancanieves -tampoco debo aceptar nada.-Ternes que est envenenada? -dijo la vieja-; mi-ra, corto la manzana en dos partes; t comers la parte roja y yo la blanca.La manzana estaba tan ingeniosamente hecha que solamente la parte roja contena veneno. La be-lla manzana tentaba a Blancanieves y cuando vio a la campesina comer no pudo resistir ms, estir la ma-no y tom la mitad envenenada. Apenas tuvo un trozo en la boca, cay muerta.Entonces la vieja la examin con mirada horri-ble, ri muy fuerte y dijo.-Blanca como la nieve, roja como la sangre, ne-gra como el bano. Esta vez los enanos no podrn reanimarte!Vuelta a su casa interrog al espejo:Espejito, espejito de mi habitacin!Quin es la ms hermosa de esta regin? Y el espejo finalmente respondi. La Reina es la ms hermosa de esta regin.Entonces su corazn envidioso encontr repo-so, si es que los corazones envidiosos pueden en-contrar alguna vez reposo.A la noche, al volver a la casa, los enanitos en-contraron a Blancanieves tendida en el suelo sin que un solo aliento escapara de su boca: estaba muerta. La levantaron, buscaron alguna cosa envenenada, aflojaron sus lazos, le peinaron los cabellos, la lava-ron con agua y con vino pelo todo esto no sirvi de nada: la querida nia estaba muerta y sigui estn-dolo.La pusieron en una parihuela. se sentaron junto a ella y durante tres das lloraron. Luego quisieron enterrarla pero ella estaba tan fresca como una per-sona viva y mantena an sus mejillas sonrosadas.Los enanos se dijeron:-No podemos ponerla bajo la negra tierra. E hi-cieron un atad de vidrio para que se la pudiera ver desde todos los ngulos, la pusieron adentro e inscribieron su nombre en letras de oro proclamando que era hija de un rey. Luego expusieron el atad en la montaa. Uno de ellos permanecera siempre a su lado para cuidarla. Los animales tambin vinieron a llorarla: primero un mochuelo, luego un cuervo y ms tarde una palomita.Blancanieves permaneci mucho tiempo en el atad sin descomponerse; al contrario, pareca dor-mir, ya que siempre estaba blanca como la nieve, roja como la sangre y sus cabellos eran negros como el bano.Ocurri una vez que el hijo de un rey lleg, por azar, al bosque y fue a casa de los enanos a pasar la noche. En la montaa vio el atad con la hermosa Blancanieves en su interior y ley lo que estaba es-crito en letras de oro.Entonces dijo a los enanos:-Dnme ese atad; les dar lo que quieran a cambio.-No lo daramos por todo el oro del mundo -respondieron los enanos.-En ese caso -replic el prncipe- reglenmelo pues no puedo vivir sin ver a Blancanieves. La hon-rar, la estimar como a lo que ms quiero en el mundo.Al orlo hablar de este modo los enanos tuvieron piedad de l y le dieron el atad. El prncipe lo hizo llevar sobre las espaldas de sus servidores, pero su-cedi que stos tropezaron contra un arbusto y co-mo consecuencia del sacudn el trozo de manzana envenenada que Blancanieves an conservaba en su garganta fue despedido hacia afuera. Poco despus abri los ojos, levant la tapa del atad y se irgui, resucitada.-Oh, Dios!, dnde estoy? -exclam.-Ests a mi lado -le dijo el prncipe lleno de ale-gra.Le cont lo que haba pasado y le dijo:-Te amo como a nadie en el mundo; ven conmi-go al castillo de mi padre; sers mi mujer.Entonces Blancanieves comenz a sentir cario por l y se prepar la boda con gran pompa y mag-nificencia.Tambin fue invitada a la fiesta la madrastra criminal de Blancanieves. Despus de vestirse con sus hermosos trajes fue ante el espejo y pregunt:Espejito, espejito de mi habitacin! Quin es la ms hermosa de esta regin?El espejo respondi:La Reina es la ms hermosa de este lugar. Pero la joven Reina lo es mucho ms.Entonces la mala mujer lanz un juramento y tuvo tanto, tanto miedo, que no supo qu hacer. Al principio no quera ir de ningn modo a la boda. Pero no encontr reposo hasta no ver a la joven reina.Al entrar reconoci a Blancanieves y la angustia y el espanto que le produjo el descubrimiento la de-jaron clavada al piso sin poder moverse.Pero ya haban puesto zapatos de hierro sobre carbones encendidos y luego los colocaron delante de ella con tenazas. Se oblig a la bruja a entrar en esos zapatos incandescentes y a bailar hasta que le llegara la muerte.

La Bella DuermienteHaba una vez un rey y una reina que estaban tan afligidos por no tener hijos, tan afligidos que no hay palabras para expresarlo. Fueron a todas las aguas termales del mundo; votos, peregrinaciones, pequeas devociones, todo se ensay sin resultado.Al fin, sin embargo, la reina qued encinta y dio a luz una hija. Se hizo un hermoso bautizo; fueron madrinas de la princesita todas las hadas que pudieron encontrarse en la regin (eran siete) para que cada una de ellas, al concederle un don, como era la costumbre de las hadas en aquel tiempo, colmara a la princesa de todas las perfecciones imaginables.

Despus de las ceremonias del bautizo, todos los invitados volvieron al palacio del rey, donde haba un gran festn para las hadas. Delante de cada una de ellas haban colocado un magnfico juego de cubiertos en un estuche de oro macizo, donde haba una cuchara, un tenedor y un cuchillo de oro fino, adornado con diamantes y rubes. Cuando cada cual se estaba sentando a la mesa, vieron entrar a una hada muy vieja que no haba sido invitada porque haca ms de cincuenta aos que no sala de una torre y la crean muerta o hechizada.

El rey le hizo poner un cubierto, pero no haba forma de darle un estuche de oro macizo como a las otras, pues slo se haban mandado a hacer siete, para las siete hadas. La vieja crey que la despreciaban y murmur entre dientes algunas amenazas. Una de las hadas jvenes que se hallaba cerca la escuch y pensando que pudiera hacerle algn don enojoso a la princesita, fue, apenas se levantaron de la mesa, a esconderse tras la cortina, a fin de hablar la ltima y poder as reparar en lo posible el mal que la vieja hubiese hecho.

Entretanto, las hadas comenzaron a conceder sus dones a la princesita. La primera le otorg el don de ser la persona ms bella del mundo, la siguiente el de tener el alma de un ngel, la tercera el de poseer una gracia admirable en todo lo que hiciera, la cuarta el de bailar a las mil maravillas, la quinta el de cantar como un ruiseor, y la sexta el de tocar toda clase de instrumentos musicales a la perfeccin. Llegado el turno de la vieja hada, sta dijo, meneando la cabeza, ms por despecho que por vejez, que la princesa se pinchara la mano con un huso*, lo que le causara la muerte.

Este don terrible hizo temblar a todos los asistentes y no hubo nadie que no llorara. En ese momento, el hada joven sali de su escondite y en voz alta pronunci estas palabras:

-Tranquilos, rey y reina, la hija de ustedes no morir; es verdad que no tengo poder suficiente para deshacer por completo lo que mi antecesora ha hecho. La princesa se clavar la mano con un huso; pero en vez de morir, slo caer en un sueo profundo que durar cien aos, al cabo de los cuales el hijo de un rey llegar a despertarla.

Para tratar de evitar la desgracia anunciada por la anciana, el rey hizo publicar de inmediato un edicto, mediante el cual bajo pena de muerte, prohiba a toda persona hilar con huso y conservar husos en casa.

Pasaron quince o diecisis aos. Un da en que el rey y la reina haban ido a una de sus mansiones de recreo, sucedi que la joven princesa, correteando por el castillo, subiendo de cuarto en cuarto, lleg a lo alto de un torren, a una pequea buhardilla donde una anciana estaba sola hilando su copo. Esta buena mujer no haba odo hablar de las prohibiciones del rey para hilar en huso.

-Qu haces aqu, buena mujer? -dijo la princesa.

-Estoy hilando, mi bella nia -le respondi la anciana, que no la conoca.

-Ah! qu lindo es -replic la princesa-, cmo lo haces? Dame a ver si yo tambin puedo.

No hizo ms que coger el huso, y siendo muy viva y un poco atolondrada, aparte de que la decisin de las hadas as lo haban dispuesto, cuando se clav la mano con l cay desmayada.

La buena anciana, muy confundida, clama socorro. Llegan de todos lados, echan agua al rostro de la princesa, la desabrochan, le golpean las manos, le frotan las sienes con agua de la reina de Hungra; pero nada la reanima.

Entonces el rey, que acababa de regresar al palacio y haba subido al sentir el alboroto, se acord de la prediccin de las hadas, y pensando que esto tena que suceder ya que ellas lo haban dicho, hizo poner a la princesa en el aposento ms hermoso del palacio, sobre una cama bordada en oro y plata. Se vea tan bella que pareca un ngel, pues el desmayo no le haba quitado sus vivos colores: sus mejillas eran encarnadas y sus labios como el coral; slo tena los ojos cerrados, pero se la oa respirar suavemente, lo que demostraba que no estaba muerta. El rey orden que la dejaran dormir en reposo, hasta que llegase su hora de despertar.

El hada buena que le haba salvado la vida, al hacer que durmiera cien aos, se hallaba en el reino de Mataquin, a doce mil leguas de all, cuando ocurri el accidente de la princesa; pero en un instante recibi la noticia trada por un enanito que tena botas de siete leguas (eran unas botas que recorran siete leguas en cada paso). El hada parti de inmediato, y al cabo de una hora la vieron llegar en un carro de fuego tirado por dragones.

El rey la fue a recibir dndole la mano a la bajada del carro. Ella aprob todo lo que l haba hecho; pero como era muy previsora, pens que cuando la princesa llegara a despertar, se sentira muy confundida al verse sola en este viejo palacio.

Hizo lo siguiente: toc con su varita todo lo que haba en el castillo (salvo al rey y a la reina), ayas, damas de honor, sirvientas, gentilhombres, oficiales, mayordomos, cocineros. Toc tambin todos los caballos que estaban en las caballerizas, con los palafreneros, los grandes perros de gallinero, y la pequea Puf, la perrita de la princesa que estaba junto a ella sobre el lecho. Junto con tocarlos, se durmieron todos, para que despertaran al mismo tiempo que su ama, a fin de que estuviesen todos listos para atenderla llegado el momento; hasta los asadores, que estaban al fuego con perdices y faisanes, se durmieron, y tambin el fuego. Todo esto se hizo en un instante: las hadas no tardaban en realizar su tarea.

Entonces el rey y la reina, luego de besar a su querida hija sin que ella despertara, salieron del castillo e hicieron publicar prohibiciones de acercarse a l a quienquiera que fuese en todo el mundo. Estas prohibiciones no eran necesarias, pues en un cuarto de hora creci alrededor del parque tal cantidad de rboles grandes y pequeos, de zarzas y espinas entrelazadas unas con otras, que ni hombre ni bestia habra podido pasar; de modo que ya no se divisaba sino lo alto de las torres del castillo, y esto slo de muy lejos. Nadie dud de que esto fuese tambin obra del hada para que la princesa, mientras durmiera, no tuviera nada que temer de los curiosos.

Al cabo de cien aos, el hijo de un rey que gobernaba en ese momento y que no era de la familia de la princesa dormida, andando de caza por esos lados, pregunt qu eran esas torres que divisaba por encima de un gran bosque muy espeso; cada cual le respondi segn lo que haba odo hablar. Unos decan que era un viejo castillo poblado de fantasmas; otros, que todos los brujos de la regin celebraban all sus reuniones. La opinin ms corriente era que en ese lugar viva un ogro y llevaba all a cuanto nio poda atrapar, para comrselo a gusto y sin que pudieran seguirlo, teniendo l solamente el poder para hacerse un camino a travs del bosque. El prncipe no saba qu creer, hasta que un viejo campesino tom la palabra y le dijo:

-Prncipe, hace ms de cincuenta aos le o decir a mi padre que haba en ese castillo una princesa, la ms bella del mundo; que dormira durante cien aos y sera despertada por el hijo de un rey a quien ella estaba destinada.

Al escuchar este discurso, el joven prncipe se sinti enardecido; crey sin vacilar que l pondra fin a tan hermosa aventura; e impulsado por el amor y la gloria, resolvi investigar al instante de qu se trataba.

Apenas avanz hacia el bosque, esos enormes rboles, aquellas zarzas y espinas se apartaron solos para dejarlo pasar: camin hacia el castillo que vea al final de una gran avenida adonde penetr, pero, ante su extraeza, vio que ninguna de esas gentes haba podido seguirlo porque los rboles se haban cerrado tras l. Continu sin embargo su camino: un prncipe joven y enamorado es siempre valiente.

Lleg a un gran patio de entrada donde todo lo que apareci ante su vista era para helarlo de temor. Reinaba un silencio espantoso, por todas partes se presentaba la imagen de la muerte, era una de cuerpos tendidos de hombres y animales, que parecan muertos. Pero se dio cuenta, por la nariz granujienta y la cara rubicunda de los guardias, que slo estaban dormidos, y sus jarras, donde an quedaban unas gotas de vino, mostraban a las claras que se haban dormido bebiendo.

Atraviesa un gran patio pavimentado de mrmol, sube por la escalera, llega a la sala de los guardias que estaban formados en hilera, la carabina al hombro, roncando a ms y mejor. Atraviesa varias cmaras llenas de caballeros y damas, todos durmiendo, unos de pie, otros sentados; entra en un cuarto todo dorado, donde ve sobre una cama cuyas cortinas estaban abiertas, el ms bello espectculo que jams imaginara: una princesa que pareca tener quince o diecisis aos cuyo brillo resplandeciente tena algo luminoso y divino.

Se acerc temblando y en actitud de admiracin se arrodill junto a ella. Entonces, como haba llegado el trmino del hechizo, la princesa despert; y mirndolo con ojos ms tiernos de lo que una primera vista pareca permitir:

-Eres t, prncipe mo? -le dijo ella- bastante te has hecho esperar.

El prncipe, atrado por estas palabras y ms an por la forma en que haban sido dichas, no saba cmo demostrarle su alegra y gratitud; le asegur que la amaba ms que a s mismo. Sus discursos fueron inhbiles; por ello gustaron ms; poca elocuencia, mucho amor, con eso se llega lejos. Estaba ms confundido que ella, y no era para menos; la princesa haba tenido tiempo de soar con lo que le dira, pues parece (aunque la historia no lo dice) que el hada buena, durante tan prolongado letargo, le haba procurado el placer de tener sueos agradables. En fin, haca cuatro horas que hablaban y no haban conversado ni de la mitad de las cosas que tenan que decirse.

Entretanto, el palacio entero se haba despertado junto con la princesa; todos se disponan a cumplir con su tarea, y como no todos estaban enamorados, ya se moran de hambre; la dama de honor, apremiada como los dems, le anunci a la princesa que la cena estaba servida. El prncipe ayud a la princesa a levantarse y vio que estaba toda vestida, y con gran magnificencia; pero se abstuvo de decirle que sus ropas eran de otra poca y que todava usaba gorguera; no por eso se vea menos hermosa.

Pasaron a un saln de espejos y all cenaron, atendido por los servidores de la princesa; violines y oboes interpretaron piezas antiguas pero excelentes, que ya no se tocaban desde haca casi cien aos; y despus de la cena, sin prdida de tiempo, el capelln los cas en la capilla del castillo, y la dama de honor les cerr las cortinas: durmieron poco, la princesa no lo necesitaba mucho, y el prncipe la dej por la maana temprano para regresar a la ciudad, donde su padre deba estar preocupado por l.

El prncipe le dijo que estando de caza se haba perdido en el bosque y que haba pasado la noche en la choza de un carbonero quien le haba dado de comer queso y pan negro. El rey: su padre, que era un buen hombre, le crey, pero su madre no qued muy convencida, y al ver que iba casi todos los das a cazar y que siempre tena una excusa a mano cuando pasaba dos o tres noches afuera, ya no dud que se trataba de algn amoro; pues vivi ms de dos aos enteros con la princesa y tuvieron dos hijos siendo la mayor una nia cuyo nombre era Aurora, y el segundo un varn a quien llamaron el Da porque pareca an ms bello que su hermana.

La reina le dijo una y otra vez a su hijo para hacerlo confesar, que haba que darse gusto en la vida, pero l no se atrevi nunca a confiarle su secreto; aunque la quera, le tema, pues era de la raza de los ogros, y el rey se haba casado con ella por sus riquezas; en la corte se rumoreaba incluso que tena inclinaciones de ogro, y que al ver pasar nios, le costaba un mundo dominarse para no abalanzarse sobre ellos; de modo que el prncipe nunca quiso decirle nada.

Mas, cuando muri el rey, al cabo de dos aos, y l se sinti el amo, declar pblicamente su matrimonio y con gran ceremonia fue a buscar a su mujer al castillo. Se le hizo un recibimiento magnfico en la capital a donde ella entr acompaada de sus dos hijos.

Algn tiempo despus, el rey fue a hacer la guerra contra el emperador Cantalabutte, su vecino. Encarg la regencia del reino a su madre, recomendndole mucho que cuidara a su mujer y a sus hijos. Deba estar en la guerra durante todo el verano, y apenas parti, la reina madre envi a su nuera y sus hijos a una casa de campo en el bosque para poder satisfacer ms fcilmente sus horribles deseos. Fue all algunos das ms tarde y le dijo una noche a su mayordomo.

-Maana para la cena quiero comerme a la pequea Aurora.

-Ay! seora -dijo el mayordomo.

-Lo quiero! -dijo la reina (y lo dijo en un tono de ogresa que desea comer carne fresca)-, y deseo comrmela con salsa, Roberto.

El pobre hombre, sabiendo que no poda burlarse de una ogresa, tom su enorme cuchillo y subi al cuarto de la pequea Aurora; ella tena entonces cuatro aos y saltando y corriendo se ech a su cuello pidindole caramelos. l se puso a llorar, el cuchillo se le cay de las manos, y se fue al corral a degollar un corderito, cocinndolo con una salsa tan buena que su ama le asegur que nunca haba comido algo tan sabroso. Al mismo tiempo llev a la pequea Aurora donde su mujer para que la escondiera en una pieza que ella tena al fondo del corral.

Ocho das despus, la malvada reina le dijo a su mayordomo:

-Para cenar quiero al pequeo Da.

l no contest, habiendo resuelto engaarla como la primera vez. Fue a buscar al nio y lo encontr, florete en la mano, practicando esgrima con un mono muy grande, aunque slo tena tres aos. Lo llev donde su mujer, quien lo escondi junto con Aurora, y en vez del pequeo Da, sirvi un cabrito muy tierno que la ogresa encontr delicioso.

Hasta aqu la cosa haba marchado bien; pero una tarde, esta reina perversa le dijo al mayordomo:

-Quiero comerme a la reina con la misma salsa que sus hijos.

Esta vez el pobre mayordomo perdi la esperanza de poder engaarla nuevamente. La joven reina tena ms de 20 aos, sin contar los cien que haba dormido: aunque hermosa y blanca su piel era algo dura; y cmo encontrar en el corral un animal tan duro? Decidi entonces, para salvar su vida, degollar a la reina, y subi a sus aposentos con la intencin de terminar de una vez. Tratando de sentir furor y con el pual en la mano, entr a la habitacin de la reina. Sin embargo, no quiso sorprenderla y en forma respetuosa le comunic la orden que haba recibido de la reina madre.

-Cumple con tu deber -le dijo ella, tendiendo su cuello-; ejecuta la orden que te han dado; ir a reunirme con mis hijos, mis pobres hijos tan queridos -(pues ella los crea muertos desde que los haba sacado de su lado sin decirle nada).

-No, no, seora -le respondi el pobre mayordomo, enternecido-, no morirs, y tampoco dejars de reunirte con tus queridos hijos, pero ser en mi casa donde los tengo escondidos, y otra vez engaar a la reina, hacindole comer una cierva en lugar tuyo.

La llev en seguida al cuarto de su mujer y dejando que la reina abrazara a sus hijos y llorara con ellos, fue a preparar una cierva que la reina comi para la cena, con el mismo apetito que si hubiera sido la joven reina. Se senta muy satisfecha con su crueldad, preparndose para contarle al rey, a su regreso, que los lobos rabiosos se haban comido a la reina su mujer y a sus dos hijos.

Una noche en que como de costumbre rondaba por los patios y corrales del castillo para olfatear alguna carne fresca, oy en una sala de la planta baja al pequeo Da que lloraba porque su madre quera pegarle por portarse mal, y escuch tambin a la pequea Aurora que peda perdn por su hermano.

La ogresa reconoci la voz de la reina y de sus hijos, y furiosa por haber sido engaada, a primera hora de la maana siguiente, orden con una voz espantosa que haca temblar a todo el mundo, que pusieran al medio del patio una gran cuba hacindola llenar con sapos, vboras, culebras y serpientes, para echar en ella a la reina y sus nios, al mayordomo, su mujer y su criado; haba dado la orden de traerlos con las manos atadas a la espalda.

Ah estaban, y los verdugos se preparaban para echarlos a la cuba, cuando el rey, a quien no esperaban tan pronto, entr a caballo en el patio; haba viajado por la posta, y pregunt atnito qu significaba ese horrible espectculo. Nadie se atreva a decrselo, cuando de pronto la ogresa, enfurecida al mirar lo que vea, se tir de cabeza dentro de la cuba y en un instante fue devorada por las viles bestias que ella haba mandado poner.

El rey no dej de afligirse: era su madre, pero se consol muy pronto con su bella esposa y sus queridos hijos

OTRA VERSIONEn Sol, Luna y Tala, unos sabios y adivinos advierten a un gran rey, que su hija recin nacida llamada Tala, correra un enorme peligro por culpa de una brizna de lino. Para evitar el peligro, el rey prohibi que en sucastillono entrara ni lino ni camo.Pero unda, cuando Tala ya era una muchacha, viendo hilar a una anciana junto a su ventana , y maravillada por el modo en que bailaba el uso, tom la rueca en susmanosy empez a sacar el hilo ; y sucedi , que una diminuta astilla de camo se le clav bajo una ua, e inmediatamente cay muerta al suelo.Despus de lo sucedido, el rey sent a su hija sin vida en una silla de terciopelo, cerr la puerta del palacio y se fue para siempre, intentando borrar as, el recuerdo de su desgracialgn tiempo despus pas por all un rey que iba de cacera. Su halcn vol hacia el castillo vaco, entr por una ventana y no volvi a salir. El rey, persiguiendo al halcn, se acerc y recorri el palacio desierto. All encontr a Tala como sumida en un profundo sueo, sin que nada pudiera despertarla. Su belleza le trastorn hasta tal extremo, que la viola y se marcha despus. Nueve meses ms tarde, la durmiente Tala da a luz a dos gemelos, un nio y una nia llamados Sol y Luna. Los pequeos son cuidados por las hadas.Un da, el nio, hambriento, chupa el dedo de su madre con tal fuerza, que extrae la astilla envenenada, con lo que Tala recupera el conocimiento. Pasan los meses y el rey, recordando su agradable encuentro con la bella durmiente, visita de nuevo el palacio y la encuentra despierta. Le confiesa que l es el padre de los dos pequeos, y el rey y Tala viven un idilio de una semana antes de que l la abandone de nuevo... para volver junto a su esposa, de la que nunca hace mencin.La esposa del rey se entera de la existencia de los hijos bastardos de su marido, los hace prender y los entrega a su cocinero, con la orden de que degelle a los dos pequeos y con sus carnes prepare un sabroso guisado. Y cuando su esposo casi ha terminado lo que hay en su plato, ella le anuncia malignamente: Te ests comiendo lo que es tuyo!.Durante algn tiempo, el noble cree haberse comido a sus hijos pero resulta que el cocinero, hombre de buen corazn, puso a salvo a los pequeos gemelos y los sustituy por carne de cabra. La enfurecida esposa ordena que Tala, tambin capturada, sea quemada viva en una hoguera, pero la Bella Durmiente es salvada en el ltimo instante por el padre de sus hijos, que empuja a su esposa a las llamas.Muerta la esposa, el rey se casa con Tala y todos, incluidos Sol y Luna ,viven felices.