Cuentos de Sueñobscuro, de Cristián Berríos

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Libro de cuentos del ganador del concurso "Un cuento en mi blog" 2010, organizado por Zona Literatura. Incluye el cuento ganador: Conspiración paranoide

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Cuentos deSueñobscuro

CUENTOS

Cristián Berríos

INCLUYE “CONSPIRACIÓN PARANOIDE”1º LUGAR EN EL CONCURSO “UN CUENTO EN MI BLOG” 2010

POR VOTACIÓN DE LOS LECTORES

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Edición

ZONA LITERATURAhttp://zonaliteratura.com

Ilustración de tapa

MARTÍN J. [email protected]

Diseño y maquetación

HURLINGHAM DIFUSIÓNhttp://www.hurlinghamdifusion.com.ar

Hurlingham, Argentina | Enero de 2011

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CRISTIÁN BERRÍOSCristián Berríos (Chile) integró talleres depoesía y narrativa en Balmaceda Arte Joven,impartidos por Erwin Díaz y Mili RodríguezVillouta. Ha publicado en formaindependiente Chocolate Post Mortem,Cuentos de Sueñobscuro, Breve sinfonía deun crimen sin remordimientos, La Cofradía ySanto Grial de un underground en formatodigital, además de otras publicaciones enmedios de Chile, Venezuela, México y Perú.Fue incluido en la antología de poesíaChile-Venezuela Me Urbe. A fines del 2009 elproyecto independiente EntreLasTierraslanza en Viena, Austria, una breve selecciónde sus poemas titulada Brücke des Saturns,luego dos cuentos en español y alemán.Está incluido en el libro 10 Años de Poesíaen Balmaceda Antología Histórica 1997-2007 Región Metropolitana (EdicionesBalmaceda Arte Joven). Fue finalista delconcurso Cuéntame Valparaíso 2010,organizado por El Mercurio y la Universidadde Valparaíso, además ganó el concurso Uncuento en mi blog de Zona Literatura.Desde el año 2009 publica la revista Puentede Saturno.LAS OBRASLAS OBRASLAS OBRASLAS OBRASLAS OBRASConspiración Paranoide pertenece al libroTórax y fue la obra ganadora del primerconcurso Un cuento en mi blog de ZonaLiteratura en 2010.La trilogía de Cuentos de Sueñosbcuro,terminada en el año 2002, fue parte del alproyecto en internet lanzado por el autor enel año 2003 y destacado por eldesaparecido programa de tecnología Hi-Tech, de Más Canal 22, el 26 de noviembrede 2006. Está compuesta de dos novelasbreves y un cuento del género fantástico, locuales presentan diversas razas, lenguas ycronologías que poseen como escenario laciudad de Sueñobscuro.

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copiar, distribuir y comunicar públicamente la obra

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Reconocimiento — Debe reconocer los créditos de la obra de la maneraespecificada por el autor o el licenciador (pero no de una manera quesugiera que tiene su apoyo o apoyan el uso que hace de su obra).

No comercial — No puede utilizar esta obra para fines comerciales.

Sin obras derivadas — No se puede alterar, transformar o generar una obraderivada a partir de esta obra.

Más información sobre esta licencia enhttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/deed.es

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cuentos / novelas cortas

Conspiración paranoide > 99999

Cuentos de SueñobscuroCuentos de SueñobscuroCuentos de SueñobscuroCuentos de SueñobscuroCuentos de Sueñobscuro

Vol. 1 / Guardián Subterráneo > 1111177777

Vol. 2 / Origen del Mago Obscuro > 111111111177777

Vol. 3 / Destrucción de Sueñobscuro > 111114444477777

Cuentos de SueñobscuroCristián Berríos

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Conspiración paranoide

Conspiración paranoidepertenece al libro Tórax.

Obtuvo el 1º premio(por votación de los lectores)

en el concurso «Un cuentoen mi blog», organizado

por Zona Literatura en 2010

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- ¿En qué puedo ayudarle? – preguntó la funcionaria conuna sonrisa discreta desde el otro lado de la ventanilla.

- Me apellido Zepia. Conversaba con una amiga dentrode mi carpa en una zona de camping a orillas del lago Villarricay de pronto fuimos transportados a este mundo absurdo yclaustrofóbico donde solamente existe una calle principal ati-borrada de carros e idiotas que se pasean de un lado a otro,ninguna otra autoridad que esta oficina de reclamos y un as-censor que no conduce a ninguna parte.

- Lamento informarle que su situación escapa a nuestrasposibilidades de ayudarle, ¿Necesita alguna otra cosa?.

- ¿Está bromeando?… ¡Retienen a mi amiga en una uni-dad criogénica!, su carácter normalmente es desagradable ypoco antes de que ustedes nos transportaran ella me había lla-mado idiota… ¡Pero no saldré de esta oficina hasta que nosaseguren un pasaje de regreso!…

- Le comunicaré con mi superior directo, tenga la bondadde desplazarse hasta la ventanilla que se encuentra hacia suderecha.

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La funcionaría caminó por el otro lado del mesón y conuna amplia sonrisa dijo con cordialidad desde la otra ventani-lla:

- ¿En que puedo servirle?- ¿Se ríe de mi?… ¡Usted acaba de atenderme hace unos

segundos!. ¡La vi caminando a través del mesón!…- ¿Desea que le atienda nuevamente nuestra ejecutiva?- ¿Con que objeto?… Usted es un demonio, una bacteria

o quizás un alienígena… No pueden engañarme, he escritocuentos sobre realidades virtuales.

- ¿Acaso los libros no llevan impresa la fotografía de susautores?, recordaría su rostro si hubiese leído algo suyo.

- Ahórrese la ironía, además vi «Dark City». Quizás se tratede un sueño, hace un momento alcé la mano cuando tratabade subirme a ese ascensor inútil y derretí por casualidad conuna onda expansiva la máscara de unos ejecutivos que se su-bían a él conscientes de que jamás llegarían a ninguna parte…Los cretinos hacían esa farsa para engañarme y desnudaronsus rostros bacterianos a causa de un poder que solo poseo enel mundo onírico… ¡Pero he tratado de despertarme y sigoaquí!… ¡Hay tantas posibilidades de que esté dormido comode que haya muerto!…

- Nuestra preocupación es proporcionarle el mejor servi-cio, cuénteme su inquietud.

- ¡La inquietud se desvaneció justo cuando caí en la deses-peración absoluta!… ¡Ustedes deben tratarse de las simplesalucinaciones febriles de un virus que me devora en la camade un hospital miserable!… Ya perdí la noción del tiempo.¡Confiese!… ¿Estoy en el infierno?…

- Como ha llegado hace poco permítame darle la bienve-

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nida a nuestra comunidad. Si no puedo servirle en nada más yaún posee dudas diríjase a la primera ventanilla, le deseo unbuen día.

- Muy ingeniosos… Idearon la captura de mi amiga comoun vínculo imaginario para que aceptara hundirme en este pozoy arrojaran la llave. Posiblemente lo planeaban desde que eraun niño y acechaban para destruirme en el momento exacto.

- Impresionante – Replicó ella – , si canalizara su creativi-dad en vez de pasearse disgustado nuestra comunidad valora-ría sus aportes.

Poco antes de que abandonara la oficina, miró unos se-gundos hacia la calle y al voltearse dijo a la funcionaria:

- Cretinos… Ahora que observo han puesto cartones pin-tados en la calle que reemplazan a los descerebrados que ha-bía antes. Cada vez que vuelva a preguntarles o plantearles unreclamo irán desgastando este mundo hasta que me rinda oquede inmerso en un espacio en blanco, ¿Verdad?.

- La oficina siempre estará a su servicio.- Ya te gustaría que me quedara aquí por toda la eternidad

y quizás saltara el mesón para fornicarte, maldita bacteria odemonio, pero prometo que encontraré la salida y cuando lohaga jamás lograrán atraparme de nuevo.

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Cuentos de Sueñobscuro

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Desde que hubo una piedra sobre otraEl sol fue desterrado.

La luna y estrellasPerdieron el beneplácito de sombríos.

Bienvenidos eran Espíritus de la tierra,Y de los gélidos Océanos.

Sus muros dominaban los Bosques del Norte, Este y Sur,En el poniente dormía una fiera.

Un nicho Canta a la Joya de Cam

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Cuentos de SueñobscuroVol. 1

GUARDIÁN SUBTERRÁNEO

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En un pequeño pueblo llamado El Otoño de Argid, bau-tizado así en honor de un célebre forajido, vivía un honestocomerciante cuyo nombre era Gabriel. Tras largos años deabnegado trabajo había logrado establecerse con su propionegocio, y tenía a su lado a la única mujer que quiso comoesposa. Sin embargo un mal presentimiento enturbiaba sualma. Gabriel sufría fuertes dolores y, aunque intentaba olvi-darse de ellos, temía que estos malestares anunciaran su muer-te.

Como apenas superaba los treinta años, la idea de un finprematuro le trajo más de una angustia en aquellos días. Deci-dido a salir de esta lacerante inquietud, una mañana le pidió alcomerciante del negocio vecino que cuidara su tienda y se di-rigió al consultorio del curandero, dueño de un gran prestigiotanto en El Otoño de Argid como en las regiones aledañas. Elmercader no dudaba que pondría su salud a buen recaudo.

Cuando el curandero le dio un diagnostico lapidarioGabriel sintió que de pronto el peso del cuerpo se hacía inso-portable. Sin embargo, a pesar de la tierra se estremecía bajo

Capítulo 1

LA VISITA DEL CURANDERO

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sus pies, el mercader descubrió con espanto que las palabrasdel hierbatero no le había sorprendido ni en lo más mínimo.Apenas pudo sacar la voz, Gabriel preguntó con timidez:

- ¿Hay algo que hacer?- Me temo que nada muy eficaz- Dijo el curandero imper-

turbable -. Podríamos iniciar un tratamiento, pero debo ad-vertirle que su mal está muy avanzado. Sólo un charlatán ledaría esperanza.

El hierbatero le explicó a continuación que ese mal carco-mía las entrañas con la voracidad del comején, y se confesóextrañado porque aún no le arrojara en cama. Mientras le re-prendía por dejarse estar y no prestarle importancia a los cui-dados que requiere el organismo, Gabriel le interrumpió parapreguntar:

- ¿Cuánto me queda de vida?...- Es difícil determinarlo con exactitud- Comentó el espe-

cialista-. Usted es joven y fuerte, quizás pase un año antes deque su salud empeore, pero podría ser cuestión de seis o sietemeses.

En tanto el curandero le recomendaba unas infusiones paradolores postreros, Gabriel vio con tristeza como se derrum-baba el porvenir que había proyectado junto a Alicia, su es-posa. De pronto el sudor, la sangre y el llanto derramadosdurante años le parecieron un esfuerzo absurdo, porque el des-tino, libre transcriptor de los designios de la justicia, le consi-deraba intrascendente dentro de su esquema maestro.

En los días posteriores, Gabriel surcó los ardientes maresdel infierno. Debía contarle a Alicia sobre su enfermedad eignoraba de donde sacaría el valor para hacerlo.

A tanto llegó la amargura de Gabriel, un alma sencilla en

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la tierra de los grandes dilemas, que por un momento inclusopensó en huir sin contarle nada a Alicia.

En el transcurso de una semana, el mercader visitó losmédicos de tres pueblos, bajo la excusa de que le faltabanmercancías. En cada una de sus consultas fue auscultado condetención, y recibió al final de ellas tres sentencias distintas demuerte. Además, en un lugar llamado Prosperidad, visitó auna mujer que leía las cartas. Luego de estudiarlas un rato ellale dijo mirándole a los ojos:

- Aquí aparece bien claro que morirás dentro de poco;pero también puedo ver que te levantarás de la muerte.

Sin hallarle sentido a estas palabras, Gabriel decidió ig-norarlas, y en cuestión de semanas, luego de que fracasaranuna y otra vez sus esfuerzos por alcanzar una cura, su templefue decayendo ,obscureciéndose sobre su cabeza los días quepara otros resplandecían.

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Esa mañana Gabriel despertó asténico y dolorido. Ras-cándose sus barbas amarillentas, recordó que no era extrañoque tuviera malestares porque al fin y al cabo estaba murien-do. Después de sentarse en el borde de la cama, hizo un traba-joso intento por ponerse de pie, pero se le doblaron las pier-nas y finalmente decidió tenderse de nuevo.

- Quédate acostado- Le pidió Alicia mirándole alarmada.Luego se arrodilló en el lecho y agregó:- Anoche soñé algo horrible. Tú te encontrabas en un si-

tio penumbroso y húmedo, en el que abundaban las ratas portodas partes. No es una buena señal. Descansa y deja que meocupe de la tienda. Si sigues enfermo, prométeme que estatarde visitarás al curandero.

- ¿Para que me diga que mi salud es tan fuerte como unroble?- Exclamó el mercader con una sonrisa-. De seguro meva a venir una gripe. Si quieres adelántate y abre la tienda.Cuando me sienta mejor iré a reemplazarte.

Un tanto más tranquila, Alicia se acercó a él y le besó en lafrente. En media hora Gabriel se halló solo en la habitación.

Capítulo 2

EL ELÍXIR MARAVILLOSO

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2011 • ZONA LITERATURAhttp://zonaliteratura.com

Poco a poco el vértigo que jugaba con su cabeza se cansó deatormentarle y las difusas imágenes del cuarto detuvieron suscorrerías. Aunque le molestaba que su esposa fuera a trabajarpor los dos, descubrió que cada día perdía más interés en elnegocio. Si Alicia le suplía en el mercado él no ahuyentaría a laclientela con una actitud displicente.

Gabriel no acostumbraba reposar en el lecho. En vanotrató de distraerse interpretando el sueño de Alicia, sin quellegara a otra conclusión que la expuesta por ella, más aúnconsiderando su estado. En seguida quiso reconstruir uno desus sueños, pero todas sus tentativas fueron inútiles.

Como en apenas un rato se había restablecido, la inactivi-dad comenzaba a exasperarle. Esa agitación era un rasgo co-mún entre los miembros de su familia, pues no pudo evocarun día que sus padres destinaran al descanso. Sin embargo elhábito del esfuerzo incesante y prematuro se remontaba a lasramas más altas del árbol genealógico. Un aire del pasado tra-jo la voz de su abuelo materno, a quien en una ocasión escu-chó decir: «Si la muerte quiere alcanzarme, deberá seguir mispasos, pues a un hombre de trabajo no le sorprenderá atado auna cama.» Dispuesto a adueñarse de estas palabras, Gabrielresolvió dar un paseo.

Como a esa hora circulaba poca gente en el mercado ypor consecuencia Alicia no necesitaría ayuda si no hasta mástarde se dirigió a la plaza principal de su pueblo. En el cami-no, el mercader se detuvo a comprar una hogaza de pan y que-so, porque ya había pasado la hora en que tomaba desayuno yel estómago le gruñía. Sorprendido con la gran cantidad depersonas que había reunidas en un círculo amplio, Gabriel seacercó al grupo más numeroso y vio a muchos niños y adul-

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tos. Rodeaban a un hombre de edad muy avanzada que vestíauna larga túnica blanca. En seguida le preguntó al hombre quese hallaba a su lado:

- ¿Quién es ese anciano?...- ¿No lo sabe?.- Exclamó éste muy extrañado- Es El Vie-

jo Narrador de Historias.Gabriel había oído hablar de él un par de veces mientras

atendía su tienda; pero en ambas ocasiones estaba sumamenteocupado, y el trabajo acabó absorbiéndole. El Narrador deHistorias recorría los pueblos con sus cuentos y leyendas detiempos olvidados, deleitando a los niños y a aquellos quevolvían a serlo por un instante. Aunque había quienes le deja-ban monedas a sus pies, jamás le exigía nada a nadie; por estarazón sus historias siempre congregaban un público numero-so.

Cuando el anciano, que había permanecido en silenciodurante largo rato, carraspeó ligeramente, se produjo un mur-mullo general en la plaza, y muchos empezaron a sentarse enel suelo. Satisfecho con la atención de la concurrencia, El Vie-jo Narrador de Historias dijo lo siguiente:

El arte de un buen relatoEs poco cultivado en estos días,A los sabios les cierran las puertas,A bandidos, lisonjeros y asnos les ceden la palabra.

- ¿Y cuál de los tres eres tú?- Preguntó un sujeto visible-mente ebrio.

- Espero que ninguno- Contestó el anciano y luego aña-dió-:

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Soy un vencedor de la muerteY un esclavo de la vida,Cuya fortuna radica en conocer lo que muchos ignoran.Podrán vislumbrar el fuego de los demoniosY oír vagamente el cantar de las sirenas,Pero si desean ser uno con mis historiasAvísenle al dueño del circoQue un simio le robó el ron.

Bajo un diluvio de burlas y risotadas, el ebrio se sentó enel suelo sin comprender lo que acontecía. Muy pronto la gentele olvidó por completo, porque el anciano iniciaba su narra-ción y esta vez nadie se atrevió a interrumpirle. Así como unbuen cocinero está pendiente del tiempo y la sazón, Gabrielse había empapado durante años con cada detalle de su oficiohasta el punto de sentirse culpable y ocioso cuando no teníaque hacer. Sin embargo esa mañana en la plaza principal de supueblo el mercader descubrió que aún había cosas que conse-guían cautivarle. Escuchando las historias del anciano, Gabrielse transportó a tierras lejanas donde habitaban seres extrañosy poderosos. No solo aprendió de la cultura etílica de gnomosy elfos, si no además supo de los hábitos alimenticios de losogros; y se emocionó con el dolor de aquél mago que, destro-zado por la muerte de su amada, condenó a su asesino a lasprofundidades de una enorme caverna, y dijo estas sencillaspalabras frente a la tumba de ella:

Sofía, aún en tu ataúd de cristal,Seguías siendo la más hermosa.

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Contigo se ha ido el futuro,La primavera dentro del invierno.

También le cautivaron la lucha de dos indígenas contra ungenio maligno, y el relato de cómo un mago llamado Rim po-bló las aguas, el cielo y la tierra con lagartos gigantes. Tanembelesado estaba el mercader, cuya infancia se había desva-necido como el salario de un gran moroso, que se levantó deuna banca para acercarse más al anciano, quien interrumpió surelato al verle de pie y le observó durante algunos segundos.Pensando que el anciano le reprendía por distraerle, Gabrielse apresuró en elegir una nueva ubicación, y fue a sentarse enprimera fila, lugar que de preferencia ocupaban los niños. Enlos ojos del Viejo Narrador de Historias cruzó un rayo ape-nas perceptible y luego retomaba el hilo de un cuento.

Entre los relatos que siguieron hubo uno en especial queatrajo a Gabriel de sobremanera y no es difícil imaginarse elmotivo. En él se mencionaba la existencia de cierto elixir de lavida, compuesto con raíces de Wadetaselure, un arbusto sub-terráneo. A tal extremo llegaría su interés que le preguntó aviva voz:

- ¿Ese elixir maravilloso me permitiría vivir por largosaños?

En seguida quienes escuchaban alrededor, a excepción delos niños, rieron de buena gana con la interrogante de Gabriel.Si bien disfrutaban del espectáculo, ninguno de ellos creía enbrebajes mágicos y encantamientos, menos en gnomos, ena-nos y brujos, pero el Viejo Narrador de Historias permane-ció muy serio, y le dijo lo siguiente:

- Si bebieras de él las estrellas que han brillado por una

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miríada de generaciones sobre Cam, como los Antiguos lla-man a este mundo, se apagarían antes que la tierra cubriera tushuesos.

- ¡No le cuentes patrañas viejo!- Gritó un comerciante queconocía a Gabriel - ¡Quizás esta misma tarde parta a buscaresa porquería!

Se desató otra carcajada. Percatándose de que había per-dido la atención de la gente, el anciano recogió unas monedasque tenía a sus pies y se fue a paso lento. Por este motivoGabriel no tardó en darle alcance y después de inclinar su ca-beza le preguntó:

- Venerable anciano ¿Puede decirme dónde se encuentrael elixir de la vida?

- Un humilde artesano de las palabras y simple testigo dehazañas que han engrandecido a otros no posee esa informa-ción- Contestó el Viejo Narrador de Historias-, pero conoz-co a alguien que domina el arte de la magia y es docto en lasciencias ocultas. No solo pienso que ese ser, que pasa por hu-mano cuando cierra su fétida bocaza, sabe de que civilizaciónproviene el elixir, le atribuyo la facultad de producirlo...

- ¿Cuánto dinero me cobraría por él?- Preguntó Gabrielcon recelo.

- ¿Crees que los misteriosos Magos del Oriente se pre-ocupan de recibir un salario?...- Exclamó el anciano iracundo-Ellos heredaron la sabiduría de los

Antiguos Magos, aquellos que luchaban contra las Tinie-blas en el Tiempo Inmemorial, y levitaban en Cranato (Pala-bra que en la Lengua Primaria o Pre Inmemorial significa Tan-gible) mientras los antepasados del hombre aún no aparecíanen los vastos océanos... ¿Crees que las brujas, esas que des-

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cienden de los propios humanos, aderezan el mortal conteni-do de sus calderas con los rostros de reyes y emperadores?...¿Le sería útil al despiadado Cherufe ser dueño de una fortu-na?. Ni siquiera los ogros buscan algún pago en numerario,aunque les agrada el oro por su brillo, ellos acostumbran sa-quear mercados y alimentarse con quien se pone en su camino.De seguro me dirás que unas cuantas monedas nos permitencomer a muchos y en ese caso estaría de acuerdo contigo...Pero¿Porqué un hombre que yacía en la miseria logra levantarse yademás hace de su vida una experiencia extraordinaria?... Muysencillo: Más importante que el dinero son la fuerza del tem-ple y los propósitos. No, es bastante difícil que a ese ser leinteresen tus bienes materiales.

- Entonces, venerable anciano, ¿Con qué podría pagarle?Mi alma no está disponible.

- ¡Claro que no lo está!- Gritó el viejo- ¡Sería tan justocomo cambiar sal por aserrín!... Me parece que confundes aun mago con un demonio. En todo caso aciertas al pensar queese brebaje te va a costar caro, pues él no acostumbra interve-nir en el destino de los humanos. Si posees algo valioso para elmago, ten por cierto que obtendrás el elixir de la vida. ¿Cuan-do deseas hablar con él?...

- Cuanto antes mejor maestro - Dijo Gabriel - En mi relojse cuentan las horas del sentenciado.

- ¡Eso es hablar en plata!- Manifestó el anciano coronan-do sus palabras con un guiño. Entonces iré a visitarle de inme-diato aprovechando que reside justo aquí en El Otoño deArgid. Ha sido un verdadero placer hablar contigo, más aúnen esta época en que los gusanos no exploran las manzanasque les cobijan. Haré cuanto me sea posible para que ese viejo

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roñoso e irritable del mago decida verte. En caso de que acep-te, y conociendo su hábito de no darle más vueltas a un asun-to, vendrá a la plaza principal del pueblo a eso de la mediano-che.

En seguida Gabriel le agradeció su gentileza estrechán-dole la mano con efusión. Pero a medida que el viejo se aleja-ba una sombra cubría su corazón exultante. La desesperaciónle hacía aferrarse hasta de la esperanza más descabellada. Muyapesadumbrado decidió que le contaría lo de su enfermedada Alicia cuando llegaran a casa después del trabajo. Camino almercado compró media docena de alfajores y la misma canti-dad de pasteles salpicados de ajonjolí, los dulces favoritos desu esposa.

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Capítulo 3

LA ENTREVISTA CON EL MAGO

Si no hubiera sabido que Gabriel moriría Alicia le habríaliquidado al enterarse de que había ocultado su diagnosticopor semanas. El mercader estaba resignado a su asesinato por-que veía con temor como los cabellos de su esposa se torna-ban más aún rojos. Al fin ella estalló en un llanto inconsolable.Cuando ya respiraba sin sobresaltos, Alicia se acercó a Gabrielpara darle un abrazo y besarle.

Decidido a no causarle más disgustos por ese día, Gabrielno le contó acerca sobre el encuentro que sostendría con elmago ni mucho menos le cruzó por la mente mencionarle quehabía oído acerca de un elixir. Cerca de la medianoche, se es-cabulló entre las sombras en silencio aprovechando que Aliciadormía, pues había bebido té de Cedrón. Al llegar a la plaza,el mercader encontró a un anciano vestido con una túnica ne-gra. Aunque sus facciones diferían del Viejo Narrador de His-torias había cierta paz en su mirada que le evocaba sin esfuer-zo.

- Gabriel- Dijo el anciano sin perder un minuto-, un viejomalviviente y parlanchín me comentó tu interés en el elixir.

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- ¿Cómo supo mi nombre?- Soy Baltazar el Mago y habito en este mundo desde

mucho antes que el hombre. Supongo que eso me ha dadoalgunas ventajas. Me alegra que seas puntual. Si el tiempo ca-reciera de importancia muchos de nosotros viviríamos en unsueño confuso y agitado. Por esta razón todos llevamos unaCronología: Magos, gnomos, brujas, faunos... Pues bien, unavirtud debe pagarse con otra; por lo tanto iré directo al gra-no: Puedo salvar tu vida.

- Nadie puede salvar mi vida- Repuso Gabriel con pesar.- Si digo que está a mi alcance prestarte ayuda, así es- Afir-

mó El Gran Baltazar algo molesto-. Soy un Mago del TiempoInmemorial. Por otra parte, el hecho de que hayas venido aquírevela que tu corazón aún no se ha resignado. Escúchame conatención: Te entregaré el Elixir Maravilloso a cambio de unfavor...

- ¿Cuál?- Preguntó el mercader con los ojos muy abiertos.Entonces el Mago dijo:- Quiero que vayas a una tierra distante, y custodies allí

algo sumamente valioso.Con visible recelo, Gabriel le preguntó en seguida:- ¿Qué tierra es esa?... ¿Y qué se supone que tengo que

custodiar?...- Tu ciudad de destino se llama Sueñobscuro- Dijo

Baltasar-. Del resto te enterarás cuando sea preciso.- ¿Por cuánto tiempo deberé cuidar esa cosa? - Por un período bastante breve- Contestó el Mago-. No

creo que sea mayor a unos doscientos cincuenta años.Sintiendo que aquél anciano se burlaba de él, Gabriel ex-

clamó:

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- ¡Nadie podría vivir durante tantos años!.- Hay centauros que viven aproximadamente cinco siglos.- Como si existieran – Rezongó el mercader – ¡Y me refe-

ría a seres humanos!- Conozco a algunos que superaron esa marca con largue-

za- Repuso el Mago- Aunque para hacerlo tuvieron que comerunas amargas raíces, que crecen en los pantanos del Sur. Tusituación es diferente porque vas a morir a causa de una enfer-medad; y solo el elixir lograría regenerar tu organismo, muymenoscabado por la metástasis. Además si lo bebes te con-vertirás en un ser inmortal ¿Aceptas el trato o no?

- ¿Tendré que partir sin ninguna compañía?- Si -Contestó Baltasar-. Llevar a alguien contigo sería un

riesgo innecesario.Gabriel suspiró profundamente y dijo al Mago:- Señor, preferiría morir junto a mi Alicia antes que estar

una eternidad sin ella.- Entiendo- Murmuró Baltazar- También he estado ena-

morado.- ¿Qué ocurrió?...- Murió entre las cenizas de su hogar; y aunque esparcí la

vida en un millar de planetas muertos nada pude hacer paraevitarlo. Eres muy sabio al no caer rendido en los brazos de lainmortalidad, para mí no ha sido más que una terrible conde-na, pero no rechaces con tanta prisa lo que te ofrezco. Mi ofertaincluye un incentivo extra: Si al cabo del plazo convenido aque-llo que pondré bajo tu protección vuelve a mis manos, y máste vale que así sea, prometo enviarte de regreso al día en quepartiste de El Otoño de Argid.

- ¿Es eso posible?...- Preguntó el mercader sin disimular

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su asombro.- Por supuesto.Tras quedarse absorto por unos segundos Gabriel supu-

so:- Quizás mi esposa llegue a necesitarme.- Deberá salir adelante- Replicó el Mago-, lo que no me

parece tan difícil. Según la información que puedo extraer deti, ella es una mujer excepcional, y manejaría espléndidamenteesa tienda que poseen ¿O me equivoco?

El mercader negó con la cabeza.- En todo caso- Prosiguió El Gran Baltazar-, y siempre y

cuando no entorpezca mis asuntos, veré que nada le falte.- ¿Tiene usted mucho dinero?...-Preguntó Gabriel.Si bien su rostro flameó de ira en un principio, el Mago

contestó con una amplia sonrisa:- Hay tanto dinero en mis arcas como maleza en el campo

de un ocioso.Debido a que había notado que la túnica del poderoso

Baltazar estaba hecha con una tela muy común, el mercaderrecordó en aquél instante ese proverbio que dice: «Un hom-bre sabio no hace alarde de su destreza, de sus conocimientos,ni de sus bienes». En seguida supuso que el Mago le encomen-daría el cuidado de un fabuloso tesoro. Entonces no dudó enpreguntarle:

- Señor, ¿Por qué no le da esta misión a alguien de su con-fianza?

- Confianza es lo que menos tengo en los demás- ConfesóBaltazar-. En el pasado hubo seres que sucumbieron ante laambición, y a la larga se convirtieron en un fastidio. No creoque eso ocurra contigo.

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- ¿Por qué?- Interrogó Gabriel- ¿Qué pasaría si me apo-dero de aquello que pondrá a mi resguardo? ¿O si bebo elelixir y luego no cumplo con el trato?...

- Te eliminaría sin pensarlo dos veces- Dijo el MagoBaltazar con absoluta tranquilidad.

- ¿Cómo? ¿No dijo que seré inmortal?Luego de encogerse de hombros, el Mago le explicó lo

siguiente:- Existen dos clases de inmortales: Los que mueren con

cierta facilidad, ya sea cortándoles la cabeza y quemándoles elcorazón, por poner un ejemplo, y los que solo pueden ser ex-terminados a través de la disolución; es decir, al ser atacadospor una energía superior a la que ellos poseen. Tú pertenece-rías a los del primer tipo, y no habría mayor obstáculo paraque te aplastara como a un mosquito.

- ¿Usted también podría morir a través de la disolución?- Claro que sí. Sé bien que en mi porvenir hay una som-

bra.Pero Gabriel, que a esa altura comenzaba a agotar la pa-

ciencia del Mago, no prestó atención a lo éste había dicho, ymirándole nuevamente con recelo masculló:

- Apuesto que si tuviera otra alternativa usted no me lodiría.

Al oír esto Baltazar otra vez se encogió de hombros.- Hubo en una tierra lejana cierta especie de caracoles,

cuya secreción además de curar todos los males rejuvenecía aquienes la tomaban, pero ahora es imposible que halles unagota de esa sustancia. Un grupo de desalmados forzaron a loscaracoles a salir de su hogar, las profundidades de las caver-nas Abenéas (Nombre derivado de Abenéo, que es un musgo

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anaranjado muy característico de la región. El abenéo es con-siderado un abono milagroso). Las expusieron a la luz del día,letal para aquella especie. Otra opción es el jugo de las hormi-gas que habitan en los Volcanes Rojos, a unos trescientos kiló-metros al noroeste de este pueblo.

- ¿Jugo? - Exclamó el mercader-¿Hay que exprimirlas?...- No- Contestó el Mago con una generosa sonrisa-. Sería

bastante complicado hacerlo, porque cuentan con una estruc-tura muy resistente que además les permite soportar altas tem-peraturas. Su jugo se extrae al derretir la miel que producen...¡Ah!...¡Cuando la memoria es frágil se desluce el brillo de lainteligencia!... ¡Lo había olvidado!... Ese líquido funciona úni-camente en el organismo de un fauno. En un humano podríaser un veneno mortal... O un eficaz remedio contra el estreñi-miento. ¡Creo que tu panorama se aclara!... Tú única alternati-va es aceptar mi oferta.

- No me parece prudente decidir algo así en este momen-to- Manifestó Gabriel- Primero me gustaría discutirlo con miesposa.

- Pensando de esa forma vivirás más tiempo del que crees-Comentó el Mago-. A contar de esta noche cuenta tres días yluego, al amanecer, ven a este lugar a comunicarme tu res-puesta. Si aceptas deberás ponerte en marcha de inmediato.

Dando por terminada la conversación, y antes de que elmercader pudiera abrir la boca de nuevo, Baltazar desapare-ció entre las sombras sin dejar rastro. Entonces Gabriel, in-merso en un intrincado laberinto de incertidumbre, empren-dió el regreso a su hogar, lamentándose de no tener a mano nisiquiera un pequeño dulce salpicado de ajonjolí.

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Capítulo 4

EL INCIDENTE DEL BOSQUE

Luego de esperarle despierta largo rato, Alicia escuchó loque Gabriel debía decirle en completa calma. Mientras le oía,desenredaba sus rizos rojos y mantenía clavada su mirada ce-lestial en el mercader, sin revelar esbozo alguno de reproba-ción.

Una vez que Gabriel había acabado su relato, ella pregun-tó:

- ¿Realmente crees que ese anciano loco puede curarte?...- Si- Contestó el mercader con más culpa que convicción.- Entonces vete- Dijo Alicia-, porque antes que te quedes

aquí sin luchar prefiero que te marches lejos y descubras por timismo si ese elixir sirve para algo.

Gabriel la contempló por un instante.- No quiero dejarte sola.- No lo estaría por mucho tiempo- Replicó su esposa-.

Según entiendo regresarías a casa de inmediato, aunque esosuena más imposible que la idea de una cura.

- ¿Y si no fuera cierto?...- Exclamó el mercader-. Enton-ces además de morir te perdería

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- No es así, pues donde quiera que vayas ten presente quesiempre te amaré. Si ese anciano es un farsante y su elixir unabasura, me quedará el consuelo de no verte morir y a ti la sa-tisfacción de haber hecho todo lo que estaba al alcance.

. Parece que quieres deshacerte de mí.- Repite eso de nuevo y te arranco la cabeza – Repuso

ella.Esa noche el mercader se embriagó con la piel de su es-

posa del mismo modo que al descubrirla por primera vez.Por la mañana, en tanto ella dormía, Gabriel rozaba con layema de los dedos las delgadas cejas de Alicia; el oasis de suboca, principio y fin de todos los deseos. y sus hombros res-plandecientes, como dos lámparas que le guiaban a los pe-chos. Aunque la belleza de aquella mujer no había dejado dedeslumbrarle ni por un minuto, y percibía el alborozo y la an-gustia que, al igual que un murmullo, propagaba su paso en elmercado, Gabriel se sentía orgulloso de saber, por sobre cual-quier otra cosa, que ella era capaz de vaciar el corazón másduro, y de expresarse en las palabras justas y necesarias.

Al cabo del plazo estipulado por el Mago, Gabriel se des-pidió de ella con enorme

pesar y luego de guardar ropas y otras cosas en un talego,y de prometerle a su esposa que volvería, salió de su casa conpaso presuroso. Baltazar esperaba en la plaza sentado en lamisma banca de la ocasión anterior.

- Lo haré- Dijo el mercader al llegar junto a él.El Mago sonrió complacido.- Primero que todo debo explicarte en que consiste el fa-

vor que te pedí, y advertirte sobre los múltiples riesgos queenfrentarás- Te espera la mayor aventura de tu vida.

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Baltazar carraspeó un poco y agregó en un tono apenasaudible:

- Tendrás que resguardar ni más ni menos que uno de LosTres Libros de Alina.

- ¡¿Tanto escándalo por un libro?!Un surco se abrió en la tierra a pocos pasos del mercader,

pero el Mago le explicó en perfecta calma:- Ellos constituyen la mayor fuente de poder conocida en

Cranato, que es este Universo donde estamos tú y yo ahora.En una época muy remota, Los Libros llegaron de La TierraSagrada con la siguiente leyenda:

Los Tres Libros de Alina cumplirán un Destino.Un dolor olvidado da paso a la vida.Id Izparutu Xrielur Li Tulu Du Icaztimtiles ama con devoción,Sufre porque no puede visitarles,Él vive dentro de un Círculo que jamás debe romperse.Aún así está pendiente y les envía la voz de Alina:No harás daño ni mandarás a que lo hagan.Les pide que usen Los Libros para el bien de otrosY jamás para saciar enojos o caprichos.Una sola cosa está prohibida por sobre todoUno que siempre fue uno jamás deberá ser Tres.

- ¿Cómo uno va a ser tres?- Ya tendrás tiempo de darle vueltas al asunto – Rió el

Mago –. Probablemente no entiendes la responsabilidad quedepositaré sobre tus hombros, pero te aseguro que no sonpocos los que la aceptarían sin sentirse abrumados. Comoprimera medida, asegúrate de mantener el Libro siempre ce-

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rrado. Si lo abres emitirá una gran energía y no pasará un se-gundo antes que te veas rodeado de seres despreciables.

- ¿Quiénes son esos seres?...- Viles criaturas de las sombras... - Masculló el Mago y sus

ojos apacibles se encendieron.Algunos pertenecen a la Cofradía Obscura. Ellos han pre-

tendido adueñarse de los Libros desde que fueron enviadospor el Todopoderoso Izparatu Xrielur Li Tulu Du Icaztimti,también llamado Nguechén. Los demás son simples mercena-rios que sin pensarlo venderían su alma a las fuerzas malignas.No confíes en nadie y mucho menos en aquellos que parecenconfiables. Cuídate de las brujas, no todas son horrendas...Hay algunas tan hermosas que podrían hacerte perder la ra-zón y mucho más. Mantente alejado de los ogros, ya que hue-len a los Humanos desde lejos. No hables con absolutamentenadie y ten presente que los pensamientos de los hombres seabren con facilidad a quien quiera leerlos.

En tanto Baltazar le hacía todas esas advertencias, Gabrielle miraba en forma condescendiente y pensó por un momentoque había caído en manos de un viejo senil. Entonces el Magono hizo otra cosa que sonreír y de pronto el mercader tuvo lasensación de que se hallaba ante un nuevo ser. Sus cabellos ybarbas seguían siendo blancos, pero ahora destellaban bajo elsol como delgados hilos plateados, y sus hombros se levanta-ron soberbios enalteciendo su estampa. En sus ojos hubo porunos segundos un destello de nieve, y al levantarse los párpa-dos, las marcas del rostro revelaron a un sabio y no a un ancia-no decadente. Ningún soberano sobre la tierra habría lúcidotan altivo y radiante con ropas tan sencillas, aunque le ciñeranhermosas coronas y le sentaran en un trono dorado. Así como

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había trastocado su imagen, el Gran Baltazar volvió a su apa-riencia habitual; y le dijo a Gabriel, que le contemplaba absor-to:

- Hubo en otra época Humanos cuya nobleza nos alentó acompartir una carga que hasta entonces había sido únicamen-te nuestra. Con el tiempo sus estirpes se volvieron indignas yparásitas de los honores que heredaron, pero espero que tútengas algo de los que enaltecieron a tu raza.

Extendiéndole un frasquito verde oscuro al mercaderagregó:

- Este es el Elixir Maravilloso, bébelo de inmediato.Así lo hizo Gabriel sin dudar ya del Mago, y luego excla-

mó con una mueca de repugnancia:- ¡Que porquería!... ¿Habrá algo más amargo que esto?...- Por algo le llaman Elixir de la Vida y no chicha de man-

zana - Comentó el Mago sonriendo de nuevo- ¡Bien!... ¿Cómote sientes ahora?...

El mercader se quejó de que todo le daba vueltas. Teníauna sensación muy desagradable en el estómago.

- Eso es perfectamente normal- Aseguró El Gran Baltazar.Luego el Mago le mostró a Gabriel una hoja que había

extraído de su cinturón; una túnica negra con capucha; un cor-dón de por lo menos dos metros de largo; un sombrero negrode ala ancha, y un enorme libro de tapas rojas y letras dora-das; éstos últimos objetos se encontraban junto a él, en el otroextremo del banco.

- La soga es para que te amarres el Libro entre pecho yabdomen, y luego lo puedas esconder bajo la túnica. El Som-brero te proporcionará agua fresca si lo pones al revés y dicesVengan a mí las Aguas de Romin. Debo advertirte que el Som-

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brero de Romin se llenará solo si hay agua bebestible en lascercanías. Es sumamente útil cuando hay que viajar en secretoy permanecer oculto. En cuanto a la hoja, espero que nuncatengas que recurrir a ella. Lleva escrita una frase que pronun-ciarás como último recurso en caso de que alguien quiera ma-tarte.

- ¿Usted aparecerá en el momento que la lea?...- PreguntóGabriel.

- Es muy difícil que eso ocurra- Dijo el Mago y luego conuna visible preocupación musitó casi para sus adentros-: Deboencontrar a Deléba.

Luego de mirar a su alrededor como si hubiera cometidoun gravísimo error, y de pedirle al mercader que olvidara loque había oído, El Gran Baltazar le explicó un tanto más tran-quilo:

- Con esas sencillas líneas que hay escritas en la hoja, leharás entender a tu atacante que debe pensarlo dos veces an-tes de acabar contigo. Pero te advierto que este escuálido re-curso, el único que puedo ofrecerte, no te será de utilidad conun ogro, porque a ellos nada les detiene cuando sienten ham-bre. Como humano considérate su platillo favorito ¿Algunapregunta?

- ¿Cómo sabré cuando deba entregarle el Libro? ¿Y dón-de podré localizarle para entregárselo?

Entonces Baltazar hizo aparecer un par de botas negras ypequeñas, de puntas amplias y suelas gastadas, y un bastón muyextraño, que tenía una esfera de cristal por empuñadura.

- Estas son las Botas Errantes, sin duda las mejores guíasdel mundo y también las que poseen mayor experiencia, hanservido a innumerables exploradores y viajeros desde los al-

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bores de la Era Cronológica. No te preocupes por la talla deellas; sabrán ajustarse a la tuya. Sobre el Bastón te diré paraempezar que pasó por las manos del valiente y sabio AcobeValla, el Primer Soberano del Reino Sur, y le fue de suma uti-lidad cuando tuvimos que repeler una terrible invasión deDemonios Polimorfos. Sobre su empuñadura tiene un CristalLium (Estrella en Azol, Lengua de Alina) que fue traído comoun obsequio a los Magos

Inmemoriales desde La Tierra que Esta Más Allá de Todolo Conocido; como jamás se le utilizó, si no hasta mucho des-pués, recibió el nombre de El Ojo del Reino Sur. Te será muyútil para detectar la presencia de un ser maligno, pues cuandose le acerca uno de ellos el Cristal Lium se vuelve negro comoun pozo sin fondo.

En seguida puso una de sus manos sobre la esfera y estase tornó ligeramente opaca. Tuvo por unos segundos el tristeaspecto de una mañana de invierno.

Entonces el Mago rió con fuerza y dijo:- Solo el Gran Nguechén podría salir airoso de una prue-

ba así.Pero Gabriel hizo lo mismo y el cristal resplandeció como

el tímido sol que sucede a la aurora.- Bastante lógico en alguien que jamás ha marchado a la

guerra- Gruñó el Mago- ¡Ah! Antes que lo olvide!... El día enque el plazo se cumpla, la esfera del Bastón se tornará com-pletamente roja y las Botas te conducirán hacia mí. Ahora bien,puede que pasen más de doscientos cincuenta años antes queeso ocurra, pero no creo que mis cálculos tengan un margende error muy amplio.

Después de poner el Bastón, las Botas Errantes y el Som-

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brero de Romin en su talego, el mercader preguntó al Mago:- ¿Hacia dónde debo dirigirme para l legar a

Sueñobscuro?...- Al Suroeste del Otoño de Argid- Contestó El Gran

Baltazar. Son por lo menos tres días y dos noches de viaje. Encualquier caso, descuida, las Botas te indicarán la ruta a la Ciu-dad sin Estrellas, como la llaman con frecuencia, y también tellevarán al refugio que elegí para ti. Si quieres detenerte, solotienes que pedirles que lo hagan.

- ¿Qué comeré?...- Preguntó Gabriel-. Ahora que soy in-mortal ¿Puedo fallecer a causa del hambre?

- Primero veamos...- Murmuró el Mago-, ¿Tienes dine-ro?...

- Si- Contestó el mercader con recelo, pues a menudo oíala misma pregunta.

- Entonces- Dijo el poderoso Baltazar-, compra algunasprovisiones en el pueblo más cercano, y raciónalas para que teduren durante la larga jornada que vas a emprender. EnSueñobscuro tu situación será muy complicada, pues deberásalimentarte de lo que puedas conseguir día a día, aunque ten-gas que comer carne de rata. Como te habrás dado cuenta,una parte fundamental de tu misión consiste en que pongas atrabajar el ingenio... Con relación a tu otra pregunta, por su-puesto que morirás si no comes; pero también es cierto quedesde ahora resistirás mejor las aflicciones del hambre.

Frunciendo el ceño, el Mago agregó:- A diferencia de aquellos que pretenden transformar el

Jrem (Gran) Universo en un infierno, nosotros no podemosdarnos el lujo de cometer errores. Te lo preguntaré solo unavez: ¿Crees que puedas con esta responsabilidad que cargo

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sobre tus endebles hombros?..Sintiéndose menospreciado, Gabriel masculló:- No han de ser tan endebles si fueron escogidos para so-

portar el peso de un Libro tan gigantesco. Cumpliré mi partedel trato para regresar al lado de mi esposa.

- ¡Eso es lo que quería oír!- Exclamó El Gran Baltazarfrotándose las manos y luego agregó: Por último Gabriel...¿Debes decirme algo antes de irte?... ¡Me imaginaba que tumente quedaría en blanco!... Es curioso, pero una vez predije-ron que un mercader me iba a comunicar la fecha exacta...

Mientras Gabriel le observaba sin entender lo que decía,El Gran Baltazar le dijo poco antes de desvanecerse como elhumo:

- Entonces, y si el todopoderoso Nguechén no disponeotra cosa, nos reuniremos al cabo de dos y media centurias.Recuerda mantener el Libro y la boca bien cerrados.

Una vez que el mago había desaparecido, Gabriel amarróel Libro a su cuerpo con bastante dificultad y tras cubrirsecon la túnica, se puso en marcha sin más demora.

Cuando se había alejado unos dos kilómetros y medio deEl Otoño de Argid, el mercader comenzó a sentirse muy dé-bil, y el malestar que le acompañaba desde la ingestión delelixir fue agudizándose en forma notable. Unos treinta segun-dos más tarde se desplomó a un costado del camino que uníaal Otoño de Argid con el pueblo del Oeste. Poco antes de queperdiera el conocimiento, Gabriel lamentó el hecho de quemoriría en un sitio desolado y a pleno sol.

Muy decepcionado, el mercader descubrió al abrir los ojosque su visita al curandero, y todo lo acontecido posteriormente,no había sido parte de un mal sueño. Aún seguía tendido a un

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costado del camino, con un inmenso libro amarrado a su estó-mago y unas botas muy pesadas en su talego, acompañadas deun bastón y un sombrero. Hurgando en su costal, el mercaderdio con este último, y se puso a examinarlo meticulosamente.Luego de ponerlo boca arriba, dijo muy sediento:

Vengan a mí las Aguas de RominPero ni siquiera acudieron a él unas miserables gotas y

volvió a guardarlo muy desanimado. Posteriormente tomó elBastón Lium entre sus manos y también lo estudió con deten-ción. Parecía diseñado para un hombre alto, como él, y poseíauna capa de barniz obscuro. A excepción de la esfera que lle-vaba en su extremo superior, se podía decir que era un bastóncomún y corriente, aunque hecho por un magnifico artesano.

En seguida reparó en las Botas Errantes y, después qui-tarse sus sandalias y calzárselas, les dijo ya de pie:

- Quiero ir a Sueñobscuro.Pero las Botas permanecieron inmóviles, y pese a que

Gabriel repitió la orden de muchas formas distintas, así semantuvieron ante la molestia del mercader. Entonces éste ex-clamó:

- ¿Qué tienen estas antiguallas de mágicas?...¡No vale ni elcuero que usaron para hacerlas!... ¡Mil veces mejor mis viejassandalias!...

En seguida, y olvidando por completo sus aprensiones,Gabriel al fin ordenó directamente a ellas:

- ¡Llévenme a Sueñobscuro de inmediato!Antes de que el mercader pudiera arrepentirse de dar esa

orden, las Botas comenzaron a correr por si solas, arrastrán-dole a una velocidad impresionante, como si ambas confor-maran un corcel invisible que llevaba a su jinete colgando del

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estribo. Gabriel, erguido de las rodillas hacia abajo, intentóaferrarse a la tierra inútilmente.

- ¡Deténganse endemoniadas!- Exclamó desesperado ape-nas logró salir de su estupor.

Para su alivio, las Botas obedecieron a su mandato conprontitud y, aunque en ese instante deseaba arrojarlas lejos yolvidarse por completo de aquél viaje, el mercader les hablócon suavidad:

- Guíenme a Sueñobscuro, pero esta vez vayan más des-pacio.

Entonces las Botas Errantes no dudaron en hacerle caso,y Gabriel sintió que dos garras invisibles le jalaban de los to-billos llevándole a paso ligero. Si bien al principio se sintiómuy incomodo con esto, muy pronto fue acostumbrándose alcompás de sus guías.

El mercader no se detuvo hasta llegar a Las Acacias, pue-blo que seguía al suyo en dirección al Oeste. En ese lugar com-pró un caballo azabache, al que nombró Elixir. Gracias a sumontura, el viaje se hizo bastante ligero, y muy pronto cubrióuna buena parte del trayecto, al pasar por Gergot (Ciudadbautizada en honor a un acérrimo enemigo de Argid), CielosTemplados y Prosperidad. Según lo que indicaban las Botas, alas que de vez en cuando consultaba, y las indagaciones querealizó con mucha discreción, iba bien encaminado; y solo lerestaba pasar por un sitio llamado El Descanso, y cruzar unbreve trecho para que su jornada finalizara.

Aunque pensaba que no estaría a salvo hasta ocultar elLibro en un sitio seguro, su inminente arribo a la Ciudad sinEstrellas le traía más inquietud que calma; y la explicación eramuy simple: A medida que se acercaba a Sueñobscuro, el es-

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panto en los rostros de quienes oían ese nombre aumentabaconsiderablemente. Una anciana que atendía cierta posada deProsperidad, donde servían un delicioso pastel de choclo, ledijo aterrada:

- Seguramente usted viene de lejos y no sabe lo que allásucede, pero déjeme advertirle que esa no es una tierra paranosotros los humanos, si no para demonios y otras criaturasde las tinieblas.

Por este motivo, en tanto se acercaba a El Descanso,Gabriel recordó aquello de que un sorbo amargo debe beber-se de prisa y se propuso llegar a Sueñobscuro esa misma tar-de. Bajo el cielo de la pequeña localidad, Gabriel se topó conuna invasión de esporas, que caían al ritmo cansino con quelos lugareños deambulaban por sus calles. Sin saber porqué,ya que había dosificado fuerzas, sentía de pronto una gran som-nolencia. Entonces supuso que se trataba de un estado de debi-lidad pasajera, como el que padeciera en las afueras de su pue-blo, y decidido a proseguir el viaje, azuzó a Elixir para cruzarcuanto antes aquél territorio.

En las afueras de El Descanso, Gabriel se sobrepuso alletargo, y siguió cabalgando a través de un angosto camino,peligrosamente rodeado de dos vastas ciénagas, las cuales con-trastaban con la belleza de la floresta que se extendía a amboslados de ellas. El bosque, cuyo verdor contagioso desnudabala aridez de su tierra natal, impuso un sepulcral silencio, pro-fanado solo por el ruido de los cascos de Elixir, y por un cán-tico suave que se arrastraba entre las ramas de los árboles. Apesar de esa dulce melodía, la quietud reinante hizo que Gabrielcreyera por un momento que ningún ser habitaba en las cerca-nías, pero muy pronto se daría cuenta de lo contrario. Esa tar-

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de el mercader iba a ser testigo de un espectáculo cruento yaterrador, que sobrepasaba por mucho a cualquier otro delque tuviera memoria.

Luego de que oyera unos gritos desgarradores, y girarainstintivamente hacia su derecha, Gabriel vio que diez u oncehombres emergían del bosque a diez u once hombres corrien-do por el borde de la ciénaga. Entre estos individuos y él ha-bía unos veinte metros de pantano, por lo tanto el mercaderseguía los hechos desde una posición privilegiada.

Desde su ubicación, Gabriel notó la angustia que les des-figuraba el rostro y no tardó en darse cuenta de cual era lacausa de ella: Unas entidades luminosas volaban en su perse-cución. Cuando finalmente les dieron alcance, muchos de aque-llos hombres cayeron aterrados, y chillaron como cerdos en elmatadero.

- Diz elwirtanuz qoit mut wamairem et etexer et moiztruzhirmenuz. Ehuret

pejoim xum zoz walezt (Les advertimos que no vinieran aatacar a nuestros hermanos. Ahora paguen con sus vidas) -Dijo de pronto una voz que espantó a tres aves anaranjadas.

En seguida esos seres resplandecientes tomaron la formade unas gigantescas espadas, y en cuestión de centésimas cer-cenaron las cabezas de aquellos diez u once. Gabriel en tantono solo luchaba con el miedo que sentía, si no además contrasu caballo, el cual inquieto por la presencia de esas extrañasentidades bregaba por darse la vuelta a El Descanso. Tras va-rios tirones de riendas y bruscos movimientos de pescuezo,Elixir terminó por arrojarle violentamente y en seguida saliócorriendo como un rayo. Para colmo de males, cuando aún nopodía levantarse del suelo a causa del costalazo, Gabriel se

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percató de que uno de los seres luminosos iba acercándose aél. Ante la mirada consternada del mercader, que hacía un es-fuerzo supremo para no ensuciarse en los pantalones, la enti-dad se puso en medio del camino y le dijo con voz de trueno:

- Zedoluz hirmenut, ¿Poiliz lixarni, hagut li Gadok pranutli Gobina, porqoit ti larajiz et Zoiñubzxorut? (Saludos her-mano, ¿Puedes decirme, hijo de Gado y primo de Gobina,porque te diriges a Sueñobscuro?)

Recordando lo que el Mago ideara para su protección,Gabriel tomó el talego y se puso a hurgar entre sus ropas, losalimentos que había comprado en el trayecto, un cuchillo quesacó de la tienda, el Sombrero y el Bastón Lium, sin que repa-rara en el color del Cristal de la empuñadura.

Finalmente encontró la hoja que buscaba, pero al desdo-blarla descubrió que la frase que tenía que pronunciar estabaescrita en una lengua desconocida para él. Temeroso de que supronunciación no fuera la correcta, Gabriel leyó lo siguiente:

- Xoimtu xum de prutixxaume lid jrem Bedteseri, k idwimjere xoeqoair leñu qoi rixabe (Cuento con la protecciónde Bedteseri y él vengará cualquier daño que reciba).

Al escuchar esto el ser luminoso se elevó por los aires y ledijo al cabo de unos segundos:

- Et boim erbud tit hez errenelut. Nemtimt im zixritut toprupuzatut, zat ezat dut liziezt (A buen árbol te has arrimado.Mantén en secreto tu propósito, si así lo deseas).

Luego fue a reunirse con los otros de su especie, que enese momento recolectaban las cabezas de sus víctimas. Aúnrespirando sobresaltado y con un agudo dolor en el brazo iz-quierdo, Gabriel les vio perderse entre los árboles con su té-trico cargamento, y se preguntó si en Sueñobscuro correría

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una suerte similar a la de esos pobres infelices que perecieronese día.

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Capítulo 5

EL ESPÍRITU DEL LIBRO MÁGICO

Al final del camino le esperaba la Ciudad sin Estrellas.Sueñobscuro estaba cercada por altos muros y su entrada eraresguardada por dos gigantescas puertas de acero, que parafortuna del mercader se hallaban entreabiertas. Amparado porun cielo cerrado y gris y con el rostro oculto bajo la capuchade su túnica, Gabriel se deslizó hacia adentro con el Bastón enla mano y en seguida le ordenó a las Botas que le condujeran alrefugio que el mago había destinado para él. Mientras camina-ba por una senda de grandes círculos de piedra y otros máspequeños de mármol, el mercader oía un murmullo similar alque flotaba en el bosque, aunque sin duda éste carecía de laarmonía y sutileza del otro. A veces las voces se transforma-ban en una simple brisa, y azotaban su rostro como si fuera unrompeolas; pero en seguida se erguían muy molestas, ento-nando un cántico escalofriante, que fue opacando más y másal Cristal Lium. A Gabriel le pareció que le soplaban unas pre-guntas indescifrables al oído en un tono de desconfianza yapatía. Al llegar a un punto donde unos árboles tristes exten-dían sus enmarañadas ramas hacia la calle, y bruñía sobre la

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palidez del mármol el fulgor rojizo de un farol que tiritababajo las tinieblas, el mercader dio un fugaz vistazo hacia atrásdistinguiendo entre las penumbras tres siluetas espigadas yenjutas de ojos deslucidos. Pero no tuvo tiempo para preocu-parse por ellas, porque una horda de presencias gélidas ydisonantes pasaron por su lado estremeciéndole de pies a ca-beza. La empuñadura del Bastón Lium se había vuelto com-pletamente negra y así permanecería hasta que el mercader secansó de mirarla.

Tras atravesar un terreno de hierba amarillenta sembradode puertas redondas, Gabriel se halló entre enormes mansio-nes y colosales castillos que le deslumbraron con su encantomacabro. Como hacia delante la calle seguía cuesta abajo, elmercader pudo divisar a lo lejos muchas cúspides puntiagu-das de cristales brillantes y obscuros que navegaban sobre unaespesa niebla. Cuando comenzaba a creer que dispondría deuna fortaleza para defender el Libro, las Botas le desviaronpor una calle perpendicular y luego le llevaron unos cien me-tros al Norte. Minutos después, el mercader se encontraba fren-te a una escalera de piedra que conducía a un subterráneo, pro-tegido por una reja sencilla y oxidada. Al descender por laescalera, Gabriel vio escritas sobre el arco de la entrada lassiguientes palabras: Jrem Xduexea Lia Zoiñubzxorua (Grancloaca de Sueñobscuro). Aunque no entendió nada de lo queallí decía, la bocanada de inmundicia que provenía del interiordel subterráneo y el ruido del agua que caía eran una señalinequívoca de que en ese sitio iban a parar los desechos de laciudad. Entonces el mercader sintiéndose muy absurdo mirósus Botas y les dijo:

- De seguro han cometido un error o quizás me oyeron

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mal. Quiero que me guíen al refugio que eligió el Mago paramí y donde tengo pasar los siguientes doscientos cincuentaaños.

Pero en el fondo sabía que las Botas Errantes no iban allevarle a ninguna parte, y así ocurrió. Entonces Gabriel, a pesarde que a sus espaldas la oscuridad se alzaba como una sigilosatempestad, dudó largo rato. En el vientre de la cloaca el he-dor iba a ser mayor y para colmo el mercader tenía pánico alas ratas. Estaba seguro de que ahí las hallaría por montones.Si el destino no le hubiera dado el empujón que necesitabaprobablemente Gabriel habría estado un año frente a la entra-da sin decidirse. Desde la calle que se extendía en forma trans-versal a la que le había conducido al subterráneo, escuchó depronto nuevas voces, esta vez vibrantes y acompañadas depasos. De inmediato subió unos cuantos peldaños de la esca-lera, los precisos para que su cabeza no sobresaliera demasia-do. Así, sin ser visto divisó a un grupo de seres corpulentos,que marchaban provistos de espadas, garrotes y escudos. ElCristal Lium no había cambiado su tinte oscuro. Aunque éstosseres deslumbraron a Gabriel por el lila pálido de sus pieles ylas largas y desaliñadas cabelleras que lucían, azuladas y ne-gras en su mayoría, para el mercader resultaron más llamati-vas sus frentes amplísimas, las que parecían comprimir boca,nariz y ojos, estos últimos ocultos en profundas cuencas. Lu-cían gruesos cuernos que les brotaban del tórax. Bajo la aten-ta mirada del mercader, estas criaturas se acercaban poco apoco enarbolando una enseña negra con un tridente rojo depuntas triangulares en el centro, y entonando una deslucidacanción que decía más o menos así:

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¡Da zamgrez ez Zabrozaz!¡Ed vimoz ez nejor!¡Da wixtoria zeraz muestraz!,K nañamaz doz temdrenoz tolo...!

Cuando pasaban frente a la cloaca, uno de ellos se detuvovisiblemente confundido olfateando hacia donde estaba elmercader. Entonces Gabriel supo que eran ogros, y de inme-diato recordó lo dicho por Baltazar sobre la afición de éstospor la carne humana. Sin que perdiera una centésima, el mer-cader descendió por la escalera, y abrió con mucho cuidado lareja que le restringía el paso, para que sus goznes se oyeran lomenos posible. Una vez que atravesó el umbral de la entradacorrió por un túnel que finalizaba en una bifurcación, dándosecuenta que las Botas se había vuelto ligeras como plumas. Enseguida tomó el pasillo de la derecha, iluminado con la acoge-dora llama de una antorcha, y quedó expectante por unos se-gundos. A pesar de que el ruido de las aguas se había intensi-ficado, Gabriel se dio cuenta de que le seguían pues llegaba asus oídos el eco de los pasos de al menos dos individuos. De-cidido a aprovechar la ventaja que les llevaba siguió corrien-do por el mismo túnel, y solo se detuvo al descubrir que sidaba un paso más caería de una altura considerable. A sus pieshabía una extensa y sinuosa escalera que conducía a una enor-me galería providencialmente dotada de muchísimas antor-chas, en la cual una decena de acueductos desembocaban enun turbulento canal que corría de nueve a tres.

Aunque observó que algunas ratas deambulaban con sumatranquilidad por el piso, Gabriel bajó los peldaños a toda pri-sa, y dando un fugaz vistazo a su alrededor buscó donde es-

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conderse. Fue entonces cuando, estimulado por el vértigo quele dominaba, ideó una arriesgada maniobra que en circunstan-cias normales jamás habría concebido.

Ayudándose de un garabato que había junto a la escalera,y tras tomar bastante impulso, saltó sobre el canal rezandopara que la improvisada garrocha resistiera el peso suyo y delLibro. En seguida, aún sorprendido con su proeza y con lavara en las manos, se ocultó tras uno de los pilares en quedescansaba el cielo de la galería, sin que despegara la vista dela escalera. Antes de que inhalara cuatro veces, dos ogros ba-jaron corriendo por ella guiándose por su olfato. Al acercarsea la orilla del canal, uno de ellos se detuvo extrañado y luegoexclamó molesto:

- Nadlitoz hunamoz, ze ezxapoz. (Maldito humano, seescapó)

- Con el olor a mierda que hay aquí nunca lo encontrare-mos - Comentó el otro en su lengua.

- Si fuera por eso jamás cazaríamos nada porque tú siem-pre hueles a mierda.

El último en hablar, un tanto más voluminoso que su acom-pañante, sacó sorpresivamente un cuchillo de su cinturón, y loarrojó sobre una gorda rata que recién había salido del canal.Luego de cortarle la cabeza y la cola, se puso a beberle la san-gre con devoción y en seguida dijo al otro:

- Es mejor que volvamos con los otros antes de que notennuestra ausencia.

Treinta segundos después, los ogros subían disconformespor la escalera .Gabriel por su parte estuvo largo rato ocultopor si acaso regresaban, pero nada de eso ocurrió, y tras des-hacerse del garabato se propuso explorar su refugio. Con este

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fin tomó una de las antorchas que iluminaban la galería, y seintrodujo en un túnel que al cabo de cinco minutos continuabahacia la izquierda. En el trayecto, Gabriel distinguió entre laspenumbras un centenar de ratas, que encandiladas por la luzemprendían frenéticas carreras a su paso, trepándose variasveces a los zapatos del mercader. Al descubrir un pasillo en elque flameaban antorchas, Gabriel sintió un poco de alivio. Estecorredor le condujo a una reducida estancia, también ilumina-da y bastante seca. En su interior, notó que adherido a una delas paredes había un bloque de piedra, el cual medía alrede-dor de dos metros de largo, uno y medio de ancho, y algo másde un metro de altura. Sobre él se hallaba una delgada colcho-neta y tres mantas dobladas de manera meticulosa; al frentede este improvisado lecho había un bloque similar, aunque ca-rente de las comodidades del otro. Como el cuarto parecía unoasis en medio de tanta inmundicia, Gabriel se imaginó que enesa estancia reposaba un nochero o tal vez un capataz de lostiempos en que construyeron la cloaca. El frío raspaba losmuros, y una bruma subía de las aguas sucias e inundaba hastael último rincón de la cloaca. Después de liberarse del talego ydel enorme Libro que traía firmemente atado a su estómago,el mercader se acurrucó sobre la colchoneta, a pesar del inso-portable vaho de orín de rata que emanaba de ésta y de lascobijas. Aunque necesitaba con urgencia un descanso repara-dor, debido a que el último tramo de su viaje y las emocionesde ese día le habían extenuado, no conciliaba el sueño porquetemía al intempestivo ataque de un roedor hambriento. Añoróla tibieza del cuerpo de Alicia y la comodidad del colchón desu lecho matrimonial. Luego de que llenara sus pulmones conel gélido y nauseabundo aire de la cloaca, Gabriel se preguntó

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si no habría sido mejor quedarse junto a su esposa y abando-narse en una dignidad que en ese momento atribuía a la muer-te.

Sin embargo la realidad era muy distinta ya que inducidopor el instinto de sobrevivencia se hallaba inmerso en el amar-go infierno de las causas ajenas. Tras sentarse en el lecho, elmercader tomó el Libro y leyó la inscripción que éste teníaescrita en letras de oro, la cual decía: Tirxir Dabru, DeFurmexaum Lid Omawirzu (Tercer Libro, la formación delUniverso). Hasta entonces, Gabriel pensaba que los librospertenecían a personas más instruidas y desocupadas que él,pero ese enigmático texto entre sus manos expelía una fuerzairrefrenable que le impulsó a develar sus secretos. Era como siun murmullo seductor se agitara dentro de su cabeza y domi-nara sus brazos. Cuando se disponía a abrirlo, vino a su mentela advertencia que le hizo el mago al respecto y de inmediatose detuvo, pero luego de dar una mirada al Cristal Lium, denuevo transparente, y de convencerse de que estaba en un si-tio seguro, hundió los pulgares en el Texto, excarcelando conello un denso vapor, que cobró forma en la figura de un gi-gante muy delgado, dueño de una cabeza similar a una perapuesta al revés, y de una luenga coleta plateada que nacía casien la frente y colgaba hacia atrás. Tras despegar sus enormesojos amarillos, que se extendían a lo largo de su rostro y al-bergaban entre ellos dos orificios nasales y una boca muy di-minuta, este ser lanzó un bostezo formidable, dejando al des-cubierto una circular hilera de dientes. En tanto el gigante, debrazos no menores de dos metros y piel plomiza, trataba dedesperezarse, Gabriel le veía sin que parpadeara siquiera, por-que no podía creer que un ser así, y en realidad cualquier otro,

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residiera dentro del Libro, y menos aún que un lazo de humole encadenara a él.

- Zuk id Izparatud lid Tirxir Dabrud (Soy el espíritu deltercer libro. Dime que deseas buscar en su interior y podréservirte.) - Dijo el extraño con una voz que espantó a las ratasque merodeaban cerca del cuarto, las que habrían volado sihubieran podido, y luego añadió:-. Lanid qoid lisies bozxerim zod amtiraur, k pulrid zirwartid.

Como Gabriel había quedado perplejo, el Espíritu insis-tió:

- Pur fewur, lanid qoid liziez bozqxer im iztez pejamez...(Por favor, dime que deseas buscar en estas páginas.)

- Perdóneme- Dijo el mercader-, pero no conozco esa len-gua.

- Deberías conocerla- Replicó el Habitante del Texto-.Está escrito que dos seres de distinta especie hablarán en laLengua del Tiempo Inmemorial. En fin, supongo que pode-mos prescindir de esa norma... Dime que buscas en el TercerLibro.

El mercader miró el Libro que aún tenía en las manos,debido al impacto que le produjo la aparición del Espíritu, yluego contestó:

- Nada... Solo lo abrí por curiosidad...- ¡¿Cómo?!- Exclamó el gigante como un volcán, en tanto

aumentaba el volumen de su cuerpo- ¡Gusano miserable!...¿Metraes a este basural infectado de ratas para nada?... Si todavíafuera el despiadado genio de hace veinte mil años créeme quelibraría al mundo de tu estúpida presencia...

- ¿Qué le impide hacerlo ahora?...- Mi honor- Replicó el Espíritu con el pecho henchido-

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¿Acaso no sabes que juré cumplir con mis deberes ante elmismísimo Nguechén?... Muy mal te serviría aplastándotecomo a una sucia sabandija...

- Espera un momento...- Dijo el mercader- ¿Usted estábajo mis ordenes?...

- Así es- Contestó el otro con desgano en tanto recobra-ba su delgadez inicial-,

y seguiré estándolo hasta que cierres El Tesoro del ReinoSur...

- En ese caso- Dijo Gabriel frotándose las manos-, le agra-decería mucho que me proporcionara un atuendo adecuadopara el frío, y también unas cuantas provisiones, ya que las quetengo me alcanzarán para un día o dos a lo sumo.

- Lo siento- Se excusó el Espíritu-, pero tu petición exce-de las facultades que poseo actualmente. A menos, por ejem-plo, que quieras crear un mundo o abrirte paso a otra dimen-sión, y necesites que te indique las páginas adecuadas, debidoa que el libro siempre se abre primero en ésta, no te seré deninguna utilidad.

Ante esto el mercader se encogió abatido, pero segundosdespués recobró su animo y dijo al gigante:

- Aún puede hacerme un pequeño favor; pero primeroque todo, le ruego que responda: ¿La energía que emana delLibro traspasa estos gruesos muros?...

- Por supuesto- Aseguró la delgada criatura-; aunque, se-gún lo que percibo, por ahora nadie se ha acercado a tu pocil-ga.

- ¿Le molestaría avisarme si alguien intenta llegar hastaaquí?- Preguntó Gabriel-. Se supone que mi Bastón cumpleesa función... pero alguien puedepillarme desprevenido.

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- Claro que no- Contestó el Espíritu fijándose en el Cris-tal Lium del Bastón que estaba sobre la colchoneta-. Me pare-ce bien que estés alerta. Cualquiera podría borrarte del mapa.

- Entonces- Dijo el mercader-, le diré lo que quiero quehaga: Cuénteme una historia.

- ¿Una historia?...- Exclamó el gigante- . Tu estomagoparece un campo de grillos... ¿Pretendes acallarlo con una his-toria?.., Para eso te recomiendo el salame que escondes en tutalego.

- Con gusto lo compartiré con usted, si accede a lo que tepido... – Masculló Gabriel maravillado con el olfato del Ha-bitante del Texto.

Mirándole con extrañeza El Espíritu del Tercer Librocomentó:

- Debes estar muy interesado en oír un buen relato.- Hasta hace unas semanas estaba demasiado ocupado

para disfrutar de muchas cosas simples- Confesó el mercader-. Pero una mañana asistí por casualidad a la presentación queun anciano realizó en mi pueblo, El Otoño de Argid, y oír susnarraciones hicieron que en mi pecho latiera el corazón de unniño... Ojalá usted pueda animarme como lo hizo aquél maes-tro, ya que esta fría cloaca es tan triste como un nicho... ¿Co-noce alguna historia realmente buena?...

- ¡Ja!- Exclamó el gigantesco ser mirándole con despre-cio-, nada me costaría recitarte de memoria las extraordina-rias epopeyas que se escuchan a toda hora en torno al palacioen que habita Id Izparatu Xrielur Li Tulu Du Icaztimti... Perocreo saber cual es el relato que te conviene escuchar... Sé muybien que fue el propio Mago Bedteseri, a quien conoces comoBaltazar, quien te pidió que cuidaras del Libro...

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Al notar que el semblante del mercader habíaempalidecido bruscamente el Espíritu acotó:

- No pongas esa cara de espanto... Aunque te esfuerzaspara ocultarme tus pensamientos el Bastón Lium te traiciona.

Recién entonces Gabriel se fijó en que la esfera tenía untono gris.

- Todavía tengo ganas de asesinarte pero me agradas-Agregó el Habitante del Texto-. Quizás El Gran Bedteseri hizobien en elegirte. Una hormiga camina sobre el borde de unabismo con mayor agilidad que las bestias más poderosas delmundo. Sin embargo estoy casi seguro que ni siquiera sospe-chas en que lío te has metido; por esta razón te contaré unahistoria donde intervengo brevemente, y que en gran parteme confió Amcrom, el siervo de Nguechén que todo lo ve.Escucha con atención:

«Hace muchísimo tiempo, Efisto y Yirazú vivían en el PalacioSagrado de Alina, y eran considerados los sirvientes más diestros delTodopoderoso. Sin embargo, dentro de ellos se incubaba una enorme en-vidia hacia su señor y miraban con desprecio a quienes le rendían pleite-sía.

«Una mañana, y esto es un decir pues los días en la Sagrada Alinaacaban al mediodía, y siempre brillan sus Veintiún Soles Blancos, elTodopoderoso Nguechén les pidió que se acercaran a él, y les contó muyanimado que había escrito Tres Libros, con los cuales pensaba propagarel polen de la vida en distintos rincones del Jrem Universo. En seguidales pidió que por favor estuvieran preparados para un viaje, pues lesencomendaría la misión de pasarles Los Libros a los encargados paratal misión.

«Olfateando las asombrosas facultades que otorgaban estos Libros,Efisto vio en ellos la posibilidad de obtener el sitial que creía merecer.

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Yirazú, más resuelto y agresivo que él, no tardó en apoyarlo, y juntosinstigaron a secundarlos a otros que estaban hartos de servir a Nguechén,pero no tenían el valor de decírselo.

«El día elegido por Id IZparatu Xrielur Li Tulu Du Icaztimtipara el viaje de Efisto y Yirazú, el Todopoderoso puso en sus manos losvaliosísimos Textos. Dicen los presentes que mientras los conspiradoresno disimulaban su perversa algarabía, un triste resplandor afligía elrostro del Infinito y que una sombra, por primera vez desde el inicio de laCreación, fue opacando los Cristales Lium del Palacio a medida que lossirvientes favoritos de Nguechén pasaban por su lado.

«Con una energía desbordante entre sus garras, Efisto y Yirazú, enlugar de ponerse en camino como le había pedido el Creador, fueron areunirse con los que estaban a disgusto en el Palacio, pues necesitaríantoda la ayuda posible cuando Nguechén se enterara de sus planes. Sinembargo, los Habitantes de Alina apenas sospechaban del poder delNguechén, porque nunca le habían visto en su Real Dimensión.

«Y ocurrió que Id Izparatu Xrielur Li Tulu du Icaztimti les sor-prendió murmurando contra él; pero en vez de reprenderles, se acercó aellos y les dijo con una voz muy dulce y triste:

«- ¿Por qué no se han puesto en camino?...«Entonces Efisto, soberbio como un príncipe y ataviado con las

mejores telas delPalacio, le dijo con un tono agresivo:«- Ni esa ni ninguna otra orden recibiremos de ti. Ha llegado el

momento en que todos seamos libres.«- Siempre lo han sido- Replicó Nguechén con una sonrisa-, pero

creo que de alguna forma les resulta más cómodo quedarse aquí. Si hayalgunos que desean irse, tomen cuanto deseen de mi Palacio, y vayan alos rincones más tenebrosos del Universo para que los llenen de Luz.»-

«- Ya tomamos lo que nos hace falta- Dijo Efisto aún más envalen-

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tonado-. Con los Tres Libros crearemos nuestro propio Universo y gober-naremos en él como legítimos dueños. Me gustaría que nos visitaras, perosi no me equivoco estas preso en esta Pajarera de Oro. Si realmente pue-des hacerlo, recuerda inclinarte ante nosotros. Ahora nos retiramos, contú permiso.

«La desfachatez de Efisto despertó la cólera del Todopoderoso, y seprodujo tal estruendo que todos los presentes cayeron al piso en tanto elPalacio se sacudía como una hoja. En seguida, y sin que nadie se entera-ra de cómo lo había hecho, Nguechén arrebató Los Libros a Efisto yYirazú y, luego de abrir brechas a dos universos distintos, envió al pri-mero y a sus secuaces por un lado, y al segundo por el otro. Pero allí noterminaría el incidente, pues Id Izparatu Xrielur Li Tulu Du Icaztimtise percató que su enojo había sido tan grande, que si no expulsaba laenergía negativa que había acumulado ésta acabaría convirtiéndose enodio.

«Por este motivo la extrajo soplando con fuerza y dio vida de estemodo a una poderosa criatura que sería conocida como Arkán (En Azolsignifica Nacido de la Furia Divina). Como esta criatura poseía uninstinto maligno, huyó despavorido del lado de Nguechén, y fue a reunir-se con Efisto, que más tarde se convertiría en su maestro.

«Aún en medio de su pesar, el Todopoderoso no dudó en darle unaoportunidad a los desterrados, pero solo uno de ellos pudo reivindicarseante sus ojos, aquél que fue conocido más tarde como Id Imperilur LiDuz Erbudiziz (El Emperador de los árboles). En cuanto a los de-más, su maldad les convirtió en demonios, y enfriaron el Buen fuego consus halos siniestros. Mientras Efisto, Arkán y sus secuaces pretendíanapoderarse del Universo Cranato, Yirazú no cesaba de disolver y mataren el Universo Amin, donde cumplía su condena.

«Los encargados de custodiar Los Libros en Cranato eran LosMagos del Tiempo Inmemorial, quienes estaban agrupados en una Asam-

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blea dirigida por Bedteseri. El Gran Bedteseri, como le llamaban, nun-ca puso en duda la importancia de que todos los seres bienintencionadosparticiparan de la custodia de los Libros, pero estimó indispensable nom-brar tres Guardianes específicos para ellos, y que fueran construidas tresbóvedas para resguardarlos, sobre las cuales se levantarían más tardeTres Reinos. Al termino de una acalorada discusión, y pese a la negati-va inicial del jefe de la Asamblea, los elegidos para vigilar Los Librosfueron Dobro, Nicán y Bedteseri.

«Una mañana, y esto es un decir pues en un comienzo las sombrasse paseaban a su antojo en este mundo, Bedteseri salía de una extensareunión, donde el mago Rim había propuesto a la Asamblea que pobla-ran el mundo con lagartos gigantes, y de inmediato se dirigió hacia labóveda del Tercer Libro, el cual debía proteger. Sin que pudiera salir desu asombro, descubrió que el guardia que había elegido para reemplazar-le, el Mago Inmemorial Nekrum, hojeaba el Texto Sagrado. De inme-diato le reprendió severamente, recordándole que la ley prohibía leer LosLibros en secreto, pero Nekrum en vez de excusarse le invitó a compar-tir los conocimientos adquiridos gracias al Texto, si a cambio no le de-nunciaba a la Asamblea. Luego de que rehusara este ofrecimiento,Bedteseri le dijo que no volviera a acercarse a Los Libros o de lo contra-rio lo lamentaría. Como sabía que la energía del Guardián superabaampliamente la suya, Nekrum se alejó de la bóveda muy humillado.

«Desde entonces, y emulando a Efisto y a Yirazú, Nekrum comen-zó a sembrar la cizaña entre las huestes luminosas, desprestigiando aBedteseri y a los otros Guardianes. Como muy pronto tuvo la respuestaesperada, llegó a reunir un grupo de disconformes que prometieron apo-yarlo. Sin embargo, cuando al fin decidió amotinarse, sus esbirros serindieron casi sin presentar batalla, al verse superados en número y ener-gías. Nuevamente humillado, Nekrum enmudeció a sus perseguidoresabriéndose paso a otro universo, aunque no sin antes jurar que tomaría

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venganza de Bedteseri, y permitir por accidente que Yirazú viniera aCranato.

«Alarmado con el provecho que Nekrum había sacado de su lectu-ra, Bedteseri me preguntó a mí, el Espíritu del Tercer Libro, cualeshabían sido las páginas consultadas por el traidor. Una vez que obtuvola respuesta, el Guardián del Tercer Libro dedujo lo que Nekrum seproponía: Había ido al planeta Corumbus del Universo Amin, y parti-cularmente a una tierra llamada Aminabis, en busca de uno de los frag-mentos del Sello del Equilibrio Universal. Este Sello había sido creadopor el Infinito para apartar a Cranato de Amin, un recodo del JremUniverso donde las Tinieblas habían levantado una verdadera fortale-za.

«Aunque tenía serias dudas sobre la factibilidad del plan, Bedteserisupuso que Nekrum, conocedor de las palabras que unirían el Sello,deseaba además establecer una alianza con los espíritus malignos deAmin; un trato que le permitiera apoderarse de Los Tres Libros deAlina. Sin duda el traidor jugaría apuesta muy arriesgada, pero jugosaen dividendos. Como sabía de sobra que él no podía ir a desbaratar susplanes, Bedteseri le pidió al Mago más poderoso de Cranato que fuera ensu reemplazo, el Legendario Dragón Inmemorial, pero éste se negó yadujo que no era su asunto. Entonces encomendó la misión a los magosYama y Lynavid, los cuales jamás regresaron.

«Tras el incidente de Nekrum, Bedteseri y los Guardianes de LosTres Libros tuvieron que enfrentar un desafío muchísimo mayor, puesEfisto, Arkán y Yirazú habían formado el poderoso Tridente, y tam-bién un Ejército a la Altura de sus generales. Pero allí comienza unahistoria larga e intrincada, y debe ser relatada por un experto...»

Recién había dado termino a su narración, cuando el Es-píritu del Tercer Libro preguntó a Gabriel:

- ¿Y bien? ¿Qué te pareció?

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- No fue un relato muy estimulante- Dijo el mercader algopensativo-. Pero de todas manera le agradezco su intención.

- Un buen vino no necesita ser dulce para que te embria-gue - Dijo el Habitante del Texto algo molesto-. Pero estoyseguro que estas palabras te parecerán más alentadoras: Paratu tranquilidad el Tridente se halla cautivo en el Mar deSueñobscuro, y de Nekrum jamás se tuvo noticia. Sin embar-go, me imagino que ya comprendes la importancia del TercerLibro y de los otros, y el peligro en que te encuentras. Yo mis-mo formé parte del Ejército de la Obscuridad hace miles deaños, y te aseguro que recién en las Praderas Rojas de Alina,bajo el canto de las Inspiradas Voces y con el Bosque de To-dos los Árboles a la vista pude curarme del horror que rodeaa la Cofradía... ¡Suerte en tu misión!.

Bostezando nuevamente el Espíritu dijo:- Como ya he cumplido de sobra con el favor que me

pediste, te ruego que cierres el Libro y dejes que descanse poralgunos siglos.

Luego de que cumpliera con esta solicitud, Gabriel sepreparó para dormir pero solo conciliaría el sueño al cabo demuchas horas.

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Capítulo 6

LA CONVERSACIÓN CON

EL GNOMO

Gabriel sacudía las sabanas frenéticamente como conse-cuencia de una pesadilla. En ella tres sombras de enormescolmillos le ataban a un árbol seco en lo alto de un monteeriazo, y luego de someterle a horribles torturas, le dejabanmorir a merced de una vasta legión de ratas. Aún con la ima-gen de unos ojillos negruzcos y crueles dentro de su cabeza,se sentó en el borde del bloque secándose el sudor de la fren-te, y luego de que sacara el Sombrero de su talego, dijo muyesperanzado:

Vengan a mí las Aguas de Romin

Para su tranquilidad, un vapor azul cubrió por algunossegundos la boca del Sombrero, y luego se transformaría enun líquido dulce y gélido. Sorbo tras sorbo, Gabriel fuellenándose de un súbito optimismo. Al notar que la antorchadel cuarto no se había consumido ni un micrón, no pudo me-nos que extrañarse, pues creía que había dormido un buen rato.Como su estomago le reclamaba algo de alimento, hurgó en

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su talego hasta dar con el salame. Mientras comía ávidamente,el mercader percibió la presencia dos o tres ratas a unos cen-tímetros del umbral de la estancia, y tuvo una escalofriantereminiscencia de su sueño. Gabriel las espantó dando gritos yfuertes pisoteadas en el suelo. Pero los roedores volvieron acongregarse al cabo de unos minutos. Inquieto con la idea deque sus vecinos planearan algo en su contra, les amedrentó dela misma forma en que lo hiciera antes; aunque sin que pudieralograr el mismo efecto, pues las ratas tardaron menos en re-gresar, y al parecer su contingente no era inferior a cinco.

Temiendo que la osadía de los roedores se transformaraen agresividad, el mercader cortó su salame en dos, y arrojóuno de los trozos hacia fuera. Casi en el acto seis ratas cruza-ron frente a sus ojos en busca del preciado botín, una de ellasde proporciones elefantinas. Tanta fue la sorpresa de Gabrielal ver este espécimen, que de un brinco retrocedió el equiva-lente a un par de zancadas, y subió a su improvisada cama enlo que dura un parpadeo. Con su cuchillo en la mano diestra, yel Bastón Lium en la otra, el mercader se dijo que debía bus-carse otro refugio o de lo contrario jamás dormiría de nuevo.

Llevando consigo sus pertenencias, y todo aquello que teníaa su cargo, Gabriel abandonó la estancia, y fue en busca de lagalería del torrentoso canal, donde le resultó muy sencilloorientarse al exterior. Al descubrir que los pasillos iluminadostrazaban una ruta entre la escalera de la galería con su cuarto,se dio cuenta de lo imprudente había sido al instalarse ahí sinantes explorar las inmediaciones.

Cubierto con la capucha de su túnica, y con el cuchillo y elLibro escondidos bajo ésta, el mercader cerró tras de sí lamohosa reja de la cloaca, y tal como lo había hecho al oír la

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marcha y el canto de los ogros, subió unos cuantos peldañosde la escalera exterior, para que así pudiera observar su alre-dedor sin ser descubierto. Al ver que nada parecía sospecho-so, siguió adelante a paso veloz.

Aunque daba por hecho que las sombras cubrían sus mo-vimientos, Gabriel caminaba un tanto encorvado, evitando deeste modo que la forma del Libro se moldeara en su túnica. Apesar que las calles parecían desiertas, cada quince o veintesegundos buscaba a su lado una silueta maligna, pues el Cris-tal del Bastón se empecinaba en mostrarse sombrío como elcielo de la Ciudad. Pese a sentirse observado y perseguido, elmercader no pudo evitar quedarse sin aliento ante laarrebatadora belleza de Sueñobscuro.

La Ciudad, dueña del embrujo solemne y perturbador deun cementerio, carecía del cariz entrañable de su pueblo natal,simple y hermoso como un desierto florido; pero sus pincela-das de virtuosismo por momentos traspasaban los trazos lú-gubres de sus residencias, y la perfidia que se hacía sentir enuna bruma densa y ponzoñosa. Ante sus ojos extasiados selevantaban colosales estatuas de piedra, mármol, bronce y oro,que emergían en el obscuro telón de la noche como espectrosde un carnaval. Cuando se acercaba a un enorme dragón es-culpido en la variedad azul del Umtanio, una sombra de muertepasó rauda sobre su cabeza. Casi en seguida Gabriel percibióel clamor de una multitud enfervorizada.

Si bien todavía refulgían en su memoria los sucesos delbosque, el mercader tuvo la certeza de que en esta oportuni-dad se trataba de un asunto distinto. Más tarde, al oír el es-truendo por segunda y tercera vez, se convenció plenamentepor dos motivos muy simples. Las voces que llegaban a sus

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oídos diferían de los registros humanos uniéndose en una si-niestra aclamación: «¡Imallén, ¡Imallén!...» A pesar de que enun principio no le faltaron ganas de ponerse a salvo, Gabrieldecidió indagar, pues se dijo que darle la espalda al peligroquizás a la larga resultaría peor que enfrentarlo y en seguidaenfiló rumbo hacía el este de la Ciudad, punto del cual prove-nían los vítores incesantes y poderosos.

El mercader caminó cerca de un kilómetro antes de queaveriguara el origen de esas voces. Escondido tras un robustoárbol, tuvo la respuesta ante sus ojos, y descubrió que éstasobrepasaba por mucho lo que la razón le permitía de buenasa primeras. En una remota tarde de sus días de adolescencia,Gabriel cargó telas hasta el teatro local, donde la encargadacreaba y confeccionaba trajes que vestían los actores de la com-pañía. Cuando la mujer le mostró unos cuantos diseños detemporadas pasadas, a Gabriel le pareció asombroso que unhombre, gracias a su talento y a una caracterización prolija,pudiera interpretar personajes tan diversos como un aldeanoo un emperador, y si la obra lo exigía, a seres de cuentos yleyendas como un mago o un sátiro, entre muchos otros. Perola visión del contingente de espantosas criaturas que había enla espaciosa plaza a la que le llevaron sus pasos de sabueso, leazotó el rostro con el duro látigo de la realidad.

¿Qué humano podría elevarse en los cielos como uno delos temibles seres que levitaban sobre los demás?, ¿Cómo unhombre, sin utilizar zancos, igualaría la estatura de esos gigan-tes, orgullosas moles de piedra, que lucían tres cuernos en susespaldas y largas trenzas plateadas?...¿Quién sería capaz dereproducir la horrible y chillona risa de esas mujeres altas ydelgadas cuyos dedos alargados rascaban el suelo?...Y, si aún

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lo anterior fuera posible, al mercader no le cabía duda queningún enano era tan pequeño como unos engendros diminu-tos que desaparecían de su vista cuando posaba los ojos di-rectamente sobre ellos. Por primera vez desde que estaba conél, el Cristal Lium se había transformado en una perla negra.Bajo una neblina de la que sobresalían las cabezas de unos ne-fastos espectros, alzaban hacia el cielo negro la misma enseñadel Tridente Rojo que portaban los ogros; y varias más conunos rostros malignos que Gabriel no pudo evitar observar, yque de vez en cuando aparecerían en sus sueños años más tar-de.

Aunque jamás lo supo, esos eran Egregios de la Cofradía,espantos ya vencidos de la Era Inmemorial que en las nochestenebrosas tomaban la potestad del viento. En medio de lahorrible muchedumbre, que incluía una larga lista de criaturasque el mercader no supo reconocer, se hallaba un gigante ver-doso que tenía un grueso cuerno en la frente, y dos más delga-dos en los pómulos. El resplandor infernal de su semblantedifería de un enorme monumento que había a su espalda, ésterepresentaba a una niña que sostenía un bastón de empuñadu-ra circular. Mientras el mercader lo comparaba con el BastónLium, las aclamaciones, silenciadas por un momento, comen-zaron otra vez; pero esta vez fueron más breves, porque elgigante de los tres cuernos en el rostro, al que llamaban Imallén,ordenó a la concurrencia que se callara levantando una mano.Gabriel no le despegaba la vista desentendiéndose del peligroque corría.

- Hermanos del Gran Fuego- Dijo Imallén en la Lenguadel Tiempo Inmemorial aprovechándose del silencio-. Cono-cemos la profecía que nos tiene atados de manos.

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Aunque se trate de un HumanoHabrá tanto odio en su interiorComo en el corazón de una bruja o demonio.Se convertirá en el Mago ObscuroY aunará al Mundo de las Tinieblas.Entonces el comienzo del fin habrá llegado.

- Pero si quieren saber mi opinión- Prosiguió-, me pareceque es solo una historia absurda. Ningún humano es digno deintegrarse a la Cofradía ni mucho menos de comandar nues-tro ejército en la Gran Batalla...¿Cómo un gusano podría as-pirar a ser el Líder de verdaderos guerreros?...También estáaquella que habla sobre los poderosísimos Yirazú, Efisto yArkán... Hasta el último de ustedes sabe que hemos intentadoliberarlos por largo tiempo, y que todo esfuerzo ha sido envano, porque no existe conjuro que logre romper sus cadenas.¿Debemos seguir esperando?...¡Claro que no!... ¡Ha llegado elmomento de pelear, y de apoderarnos de una vez por todasde Los Tres Libros de esa tierra maldita!... No contamos connuestros Maestros, ni con el despiadado Esclavo del abismo,pero ¿No basta con nosotros para acabar con ese triste reme-do de Ejército, que comanda un fósil y está conformado porun grupo de ineptos?... El decrépito Bedteseri nos teme, y hacebien, pues lo destruiremos sin clemencia alguna... Por mi par-te no dejaré de disolver y matar mientras haya uno de ellos depie... Y luego Iré por el campo de batalla en busca de la sangrede sus mortales... ¡Para brindar con ella por el inicio de unNuevo Orden!...

Aunque no entendió lo que el temible Imallén decía con

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indescriptible pasión y encono, Gabriel supuso que azuzaba asus esbirros, ya que éstos de le respondían con nuevos vítoresy puños erguidos. Una vez que su curiosidad estuvo satisfe-cha, el miedo fue apoderándose del terreno cedido. Casi alborde del paroxismo, se propuso huir de inmediato aprove-chando que esos engendros de los abismos aún no notaban supresencia.

Sin embargo no alcanzó a ir muy lejos, pues algo (O me-jor dicho alguien) cayó desde el árbol tras el cual se ocultaba,y le arrojó al suelo. Levantándose casi a un tiempo con el des-conocido, Gabriel se halló frente a un ser de rostro muy pun-tiagudo, metro y medio de estatura, y tez amarilla, cuyo cuer-po se dividía en dos partes muy distintas: De la cintura paraarriba se asemejaba a un enano, y hacia abajo parecía una gi-gantesca larva de color celeste, cubierta de minúsculos molares,que se apoyaba en dos piernas tan delgadas como sus brazos.

Mientras el mercader daba un vistazo al Bastón Lium, queseguía como boca de lobo, el híbrido hizo una profunda reve-rencia, y le dijo muy asustado:

- ¡Lazxodpi zañuri, pirui mui di wai!... Di roijui qoi naiturpisei... Zoi icxidimxaei imtimlirei qoi omi irruri ezai duipoili xunitiri xodqoairei!... (¡Disculpe señor, pero no le ví...Le ruego que perdone mi torpeza... Su excelencia entenderáque un error así lo puede cometer cualquiera!)

Como el mercader se quedó mirándole, el extraño agre-gó:

- Su excelencia será piadosa y no me castigará... ¿Verdad?...Gabriel, a esa altura más que harto de no entender nada,

se dio cuenta que el misterioso personaje le temía, y que nodebía preocuparse de él, si no de los obscuros entes que sem-

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braban el cielo trazando círculos sobre ellos. Por esta razóncomenzó a caminar lentamente. Entonces el pequeño ser co-menzó a seguirle de cerca, y al notar que el mercader mirabacon insistencia hacía arriba, inquieto con la presencia de aque-lla horripilante horda, le preguntó con timidez:

- Señor... ¿Es usted un mago?...Luego de que reparara en el Bastón que Gabriel sostenía

en su mano diestra, el diminuto extraño le dijo en voz baja:- ¡Que me coma un ogro si no eres el Humano que fue

enviado a esta ciudad!...Olvidándose que no era prudente hablar con alguien de

Sueñobscuro, el mercader exclamó:-¿Qué sabes tú sobre eso?... ¿Y quién eres tú?...Pero justo cuando el desconocido iba a contestarle, una

criatura de piel completamente blanca y brillante, y ojos muynegros, apareció de la nada emitiendo un aterrador gruñido.Gabriel, con los pelos de punta, le observó perplejo. Éste sertenía la espalda completamente flexionada; a tal punto que suslargos brazos, tan extensos como los del Espíritu del TercerLibro, se apoyaban en el suelo para estabilizarlo, y su cabeza,de frente amplia y forma de martillo, ubicaba unos cuarenta ycinco centímetros sobre sus rodillas. Pero aquella no era suúnica particularidad, porque además contaba con un afiladocuerno en el mentón, y una cola bifurcada en dos látigos decasi tres metros.

La obscura esfera del Bastón Lium parecía rugir si esoera posible. Antes de que lograran reaccionar, el recién llega-do tomó por el cuello al pequeño desconocido y a Gabriel, yluego les estudió con atención. En tanto el primero de sus cau-tivos le golpeaba sin cesar con su mitad larva, reforzada con

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un notable crecimiento de los molares que la envolvían,Gabriel apenas si sabía que hacer e intentaba liberarse con unade sus manos comprobando que la criatura blancuzca poseíauna fuerza descomunal.

-¡Golpéalo con tu Bastón! - Le gritó el otro prisionero.Pero el mercader tuvo una idea más drástica, y tras sacar-

lo de la túnica enterró su cuchillo en el cuello de su monstruo-so atacante, el cual había puesto al híbrido bajo su cuerno y seaprestaba a matarlo. Gravemente herido, la criatura encorvadaemitió un apagado chillido y, después de tambalearse unosmetros se desplomó pesadamente. Apenas había caído, cuan-do el pequeño desconocido se precipitó sobre él para sacarleel cuchillo del cuello y cercenarle la cabeza. En seguida, y mien-tras escurría de sus manos un líquido morado y espeso, excla-mó sumamente fatigado:

-¡Vaya!... ¡Es la primera vez que veo morir a un DemonioEstaca!... Pudo matarnos con solo estrellarnos contra su fren-te...

Tras pedirle al mercader que le ayudara a esconder losrestos del demonio en unos arbustos, le dijo:

- No hay tiempo ni es el sitio para presentaciones... ¡De-bemos ponernos en camino!...

Y al ver que Gabriel le miraba dubitativo, el extraño agre-gó:

- Te aseguro que soy un gnomo confiable, aunque sé queen Sueñobscuro abundan los traidores. Luego de que escupie-ra en el suelo exclamó: ¡En mi casa estarás mucho más cómo-do que en esa fría y sucia cloaca!..

Gabriel y el gnomo caminaron a través de la Ciudad hastallegar finalmente al terreno de las puertas redondas que el

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mercader atravesara poco después de internarse en la Ciudadsin Estrellas. En seguida el gnomo se dirigió a una de ellas y,tras dar cierto numero de golpes, se introdujo en un túnel. Alcabo de unos minutos asomó un par de dedos para indicarleal mercader que entrara de prisa. Gabriel se metió de cabeza ybajó hasta una sala subterránea, en cuyo centro tuvo la impre-sión de que podía ponerse de pie; pero en lugar de eso prefi-rió sentarse debajo de la entrada. En una rápida inspección,divisó una mesita con tres sillas alrededor; una biblioteca convarios libros; un sofá verde, reclinado en ciento treinta y cin-co grados, y un sillón negro de similares características. Habíaademás el retrato de un gnomo de aspecto marcial en uno delos muros; dos espléndidos óleos de un bosque, y dos acuare-las de una ciudad subterránea en las restantes; y una magníficaarpa apegada a un rincón.

Pero si hubo algo que llamó la atención del mercader fueuna pequeña criatura de la misma especie que su anfitrión, quele miraba con tanto interés como pavor.Llevaba puesto unvestido blanco, y sobre él un delantal verde agua; su cabelloera castaño y brillante, y poseía en sus ojos un destello de bon-dad. Por escasos segundos, el Cristal Lium, que hasta enton-ces no había variado su tonalidad desde el encuentro con elDemonio Estaca, resplandeció como un sol de verano al me-diodía, para luego recobrar su transparencia original.

- Ella es Pola, mi esposa y una pintora de gran talento. -Dijo el gnomo con orgullo, y añadió extendiendo la mano-: Yyo soy Ulises Rayogris.

Después de que Gabriel le extendiera la suya y corres-pondiera a su generoso apretón, Ulises se dio vuelta para mi-rar a su esposa y le dijo en la lengua de su pueblo:

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- ¿Wisi qoiradei, nui musi herei nangoni doñui?Ella le contestó con una sonrisa y su cuerpo fue perdien-

do rigidez poco a poco.En seguida Ulises se sentó en el sillón negro, e informó a

Gabriel:-Hace unas cuantas semanas, El Gran Bedteseri me pidió

que acondicionara el cuarto que ocupas en la cloaca.-Se suponía que nadie iba a saber.- Y nadie lo sabe- Aseguró Ulises con prontitud-; bueno,

a excepción de mí. Eso no fue todo lo que me encomendó,pues me dijo que te vigilara por si necesitabas comida o algopor el estilo.

- ¿Te reveló el motivo de mi visita?...- Preguntó Gabriel.- No- Contestó el gnomo en forma tajante-, y te aseguro

que no deseo enterarme de más si Bedteseri se enfurecerá...Preferiría saltar en el plato de un ogro, aunque sé que esta car-ne les desagrada, antes que entrometerme en sus asuntos...Bueno, para ser del todo honesto, debo confesarte que le hiceun par de preguntas al respecto... Pero bastó que sus ojosrelampaguearan para que me arrepintiera de mi curiosidad...Ya sabes lo que dicen sobre el Mago:

El Líder de la Luz es muy huraño,No tiene ningún amigo.Vive solo en el bosqueY todos le temen,Dentro de él habita el Gran Fuego.

- Si debías ayudarme, ¿Por qué no intentaste hablar con-migo antes?...

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- El Mago fue muy claro en ese punto- Dijo Ulises-. Meadvirtió que me acercara a ti solo si te perdía la pista por másde un mes, y luego te encontrara tirado en el piso con la lenguaafuera como un lagarto.

En ese momento, el mercader percibió el delicioso aro-ma que salía de un puchero puesto al fogón de la cocina a leña,sintiendo un tremendo vacío en el estomago.

Al notar su aflicción, Pola dejó de lado su timidez y ledijo con un tono muy afectuoso:

- Lei xinei isterei lastei moy pruntui.- Eres sumamente afortunado- Dijo Ulises con una am-

plia sonrisa-, estás a punto de probar el mejor estofado delmundo.

Luego de comer tres porciones de ese exquisito manjar, yde beber cuatro copas de Trugueleña, un delicioso licor a basede frambuesa que los gnomos habían comprado a unos ena-nos del Sureste, Gabriel dio las gracias a Pola por su amabili-dad y luego comentó a Ulises:

- Baltazar me dijo que no debía confiar en nadie, pero veoque se equivocó...

- Por el contrario- Replicó el gnomo-, te aconsejó muybien. Pola y yo nos arriesgamos demasiado al vivir en esta ciu-dad de demonios y brujos. Si no fuera por la cronología queel Consejo de mi pueblo me asignó, habríamos regresado anuestra amada Gurbanom hace mucho tiempo. Sé que las co-sas no están del todo apacibles con los elfos, pero aún así nocorreríamos tanto peligro como aquí. ¡Preferiría incluso so-portar a otro maldito Macarroni! (Macarroni fue el despiada-do Jefe del Consejo gnomo entre el 2659 y 2739 de la C. Gn.).

- Sueñobscuro...- Dijo Gabriel en tono pensativo-, hasta

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su nombre indica algo tenebroso.- Te equivocas- Corrigió el gnomo-. Se le llamó «Sueño»

porque sin duda era una verdadera quimera esa idea de quelos seres de la Luz y la Oscuridad convivieran en paz, y «Obs-curo», debido a las tinieblas que cubren el cielo...

Al ver la expresión de asombro que se dibujaba en elmercader, Ulises exclamó:

- ¿Bedteseri no te habló de esto?... En Sueñobscuro noexiste la luz del día. Desde que hubo una piedra sobre otra, seestableció que las sombras le envolverían para siempre. Erauna forma de dar la bienvenida a los espíritus que habitabanen el fondo del mar y también a aquellos que residían bajo latierra... Sin embargo, no hay trato que la Cofradía no hayaroto desde el Exoirlu lid Iqoadabrau li dez foirsez, y con sa-bandijas de esa calaña es imposible firmar la paz...

-Esos que estaban reunidos en la plaza... ¿Se preparabanpara pelear?...

- Si- Contestó Ulises-. Imallén es tan ambicioso comocabezadura... A pesar de que El Ejército de la Obscuridad seencuentra muy diezmado, intenta convencer a los suyos de queha llegado el momento de la Gran Batalla...

- ¿Qué Gran Batalla?- Preguntó Gabriel con una aguja enel pecho.

- Aquella en que las fuerzas de la Luz y la Obscuridaddecidirán el destino del Universo Cranato- Dijo el gnomo-.¿Acaso no conoces las antiguas profecías?... Bueno, el caso esque ninguna de ellas se ha cumplido: Ellos no cuentan con ellegendario Mago Obscuro, y sus mandamases descansan bajoel Océano; por lo tanto no debes intranquilizarte. Esto nopasará de ser una simple escaramuza... Apuesto que Bedteseri

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acabará con ellos en un abrir y cerrar de ojos. ¡Que me comaun ogro si no es así!... En todo caso ocúltate por unos díascomo lo ha hecho una buena parte de Sueñobscuro, y que es-pera a que todo haya pasado. Ahora es indispensable que tepongas en camino, porque ni siquiera estas paredes escapan alos oídos de los espías. Muchos de nuestros vecinos sirven abrujos y hechiceros con la fidelidad de un perro.

Tras agradecerle a los gnomos por su hospitalidad, Gabrielse puso en cuclillas bajo el túnel que le condujo hasta allí, y yase preparaba para subir por él; pero se detuvo en seco al escu-char a Ulises decirle con enojo:

- ¡Ni pienses en irte con las manos vacías!...¡Que diría elpoderoso Bedteseri si sabe que no te he atendido comocorresponde!...Bueno, sea lo que sea, probablemente lo diríaluego de arrojarme a una cueva de Zedregales, (El Zedregales una especie de rata gigantesca y muy feroz.) por abrir tantola boca y no obedecerle... ¡Que el genocida Macarroni me lle-ve al infierno si el Mago llega a descubrirlo!... Espera un poco,porque en seguida te traigo algunas provisiones...

De inmediato partió por un pasillo que conducía a las otrashabitaciones de la acogedora morada y al cabo de unos minu-tos regresó con un costal abultado. Antes de entregárselo almercader, extrajo de éste un frasquito que contenía un liquidorojo, y le advirtió:

- Jamás bebas más de un sorbo de Ebra cada día o te da-ñarás seriamente el estómago. Ahora debes irte en seguida,pero recuerda que si algo te hace falta...

- Necesito un favor más- Dijo Gabriel al instante-. En unaciudad donde hablan una lengua totalmente desconocida paramí, no me extrañaría nada que también tuvieran su propio ca-

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lendario, y el tiempo es muy importante para mí... ¿Puedesdecirme qué día es hoy?...

- Por supuesto- Contestó el gnomo-. Hoy es el decimo-cuarto día del séptimo mes del año cuarenta y dos mil seis-cientos tres de la Era Cronológica, y el mismo día y mes deldos mil setecientos cincuenta y tres de la Cronología Gnoma.No me fue fácil llevar la cuenta en un principio, porque un díaequivale a tres noches aquí en Sueñobscuro.

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Capítulo 7

LA BRUJA ZAFIRO

Lejos de desanimarse por volver a la cloaca, Gabriel ex-perimentó un gran alivio al bajar a las entrañas de ese nausea-bundo rincón de Sueñobscuro. Además le animaba de sobre-manera el hecho de que tenía algunos aliados, y no se encon-traba tan a la deriva como creía en un comienzo. Una vez quecomprobó que su cuarto estaba vacío, y tras retirar las antor-chas que delataban su posición, se tendió sobre la cama y, ha-ciendo caso omiso de ruidos y olores, pudo quedarse dormi-do sin ningún problema.

Tres días más tarde, mientras tomaba un sorbo del líqui-do rojo, compuesto que le nutría y saciaba su apetito por va-rias horas, Gabriel percibió los ecos de una confusa carrera.Aunque tuvo la impresión de que las ratas invadirían su cuartode un momento a otro, cientos de estas pasaron frente a laestancia sin prestarle mayor atención. Minutos despuésSueñobscuro se sacudió hasta los cimientos, y en ese precisoinstante el mercader supo lo que pasaba: La contienda habíacomenzado.

Basándose en el instinto de los roedores, pensó que no

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era seguro quedarse en ese extremo de la cloaca, entonces, luegode que recogiera el Libro y el talego, salió del cuarto en segui-da, y recién a los pies de la escalera interior se percató de quehabía olvidado la túnica, pero no se detuvo. Una vez que estu-vo bajo el arco de la entrada a la cloaca, Gabriel se sentó en elsuelo rogando que todo terminara lo más pronto posible.Desde ahí pudo darse cuenta que la temperatura había aumen-tado unos diez grados, tal vez quince, y escuchaba innumera-bles gritos y alaridos, algunos casi tan estridentes como lossismos que se sucedían sin fin. Esa agitación y el aroma a ceni-za que colmaba el aire no duraron demasiado, pues al cabo deaproximadamente cuatro horas, un silencio sepulcral se apo-deró de Sueñobscuro. Si bien tuvo miedo de que la calmavaticinara una lucha más ardua, sus inquietudes fueron disi-pándose a medida que ésta se prolongaba.

Así continuó todo. Al cuarto día se dedicó a examinaracuciosamente los muros de la cloaca, hasta que halló al fin loque buscaba: Un forado del tamaño preciso para esconder elTercer Libro de Alina. Luego de hacerlo, y de grabarse biensu localización, abandonó la cloaca enfilando rumbo hacia elhogar de Ulises.

Cuando el gnomo vio un encapuchado a través del ojo dela puerta, casi se muere ahí mismo del susto. Al reconocerle yrecobrar el aliento, le indicó que entrara rápidamente.

- Uno de estos días iré a la cloaca sin avisarte...- Gruñómolesto Ulises.

- No deberías hacerlo- Repuso Gabriel_. Estoy adiestran-do unas ratas que podrían engullirte de un bocado.

En seguida cambió su semblante y dijo al gnomo:- Parece que me estoy volviendo loco, y que perdí la no-

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ción del tiempo... ¿Me creerías que desde que llegué ni siquie-ra una antorcha se ha consumido en la cloaca?... Pero eso noes lo peor... Hace unos días oí el clamor de la batalla que anun-ciaste; pero hoy observé que no había rastros de destruccióny podría jurar que una parte de la lucha se desarrolló bajo mispropias barbas.

- No estás mal de la cabeza- Comentó el gnomo de buenanimo-, al menos no más de lo que se requiere para ponerse alservicio del Mago y vivir rodeado de excremento. La maderade las antorchas fue rociada con resina de Amxemlizximtit,una especie de pino negro que crece en el Bosque del Norte,cuya propiedad principal ya debes imaginarte. En cuanto a lootro, es lógico que no encontraras señales de la devastaciónque hubo, porque los daños fueron reparados el día posteriora la batalla. Aquí hay seres que no requieren de ayuda paralevantar un castillo de sus cenizas.

- Entonces... -Dijo Gabriel con ansiedad- Si la batalla real-mente existió... ¿Cuál fue el resultado?... ¿Ha terminado elenfrentamiento?...

- ¡Claro que terminó!- Exclamó Ulises con una ampliasonrisa-, ¿No te dije que sería cuestión de minutos?... El Ejér-cito de la Obscuridad fue derrotado, pero eso no es todo:Imallén fue tomado prisionero, y permanecerá cautivo pormucho tiempo, como esos patanes que Bedteseri y otros Ma-gos enviaron al fondo del mar...

- ¿Entonces acabaron con todos los brujos y demonios?...- Por supuesto que no- Contestó el gnomo encogiéndose

de hombros-. Bedteseri posee un poder incomparable, peroni siquiera él podría aniquilarles con tanta facilidad... Que note engañe mi entusiasmo. Esto no pasó de una simple contien-

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da, y falta mucho para que se libre la Batalla decisiva. Cuandollegue ese momento, ninguno de los Ejércitos cederá hasta quesea derramada la última gota de sangre; o mejor dicho, hastaque el último inmortal sea disuelto. Imallén no era el líder ade-cuado para los suyos, pues les envió a pelear sin que estuvie-ran listos... Un error que lamentará por muchos años.

- Entonces tendremos que seguir ocultándonos de esosseres malignos...- Lamentó Gabriel, que no había puesto aten-ción a gran parte de lo dicho por el gnomo.

- Me temo que sí- Corroboró Ulises-. Contamos con unamínima protección. Al ver el clima bélico que imperaba enSueñobscuro, la mayoría de los guerreros Luminosos marchóal bosque, donde inevitablemente terminará cualquier comba-te.

- Combates... Ejércitos- Masculló el mercader-. Estoy hastael cuello en algo

que no me corresponde. Si pudiera continuar con mi vida,me importaría un comino quien dominara el Universo.

- Ese es un pensamiento muy egoísta- Dijo el gnomo re-criminándole.

- Supongo que no soy el único egoísta del mundo- Repu-so Gabriel-, ni tampoco el único de Sueñobscuro.

Esa noche Gabriel permanecería despierto por variashoras. Entre la calma de la cloaca, donde solo se escuchaba elsonido del agua, reconstruía hasta el más mínimo detalle deAlicia: Sus manos suaves y pequeñas; su cabello ensortijado eindomable; y la esencia de menta que volaba en torno a sucuerpo. Entonces una irrefrenable angustia se apoderó de él,quemándole el pecho, salando su sangre, y aunque hizo el in-tento de concentrarse en otra cosa, no consiguió exorcizarla

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de su alma. Luego de incorporarse como un rayo y ponerse latúnica, guardó el Bastón Lium bajo la colchoneta, pues se dijoque ya bastantes veces le había delatado. Estaba dispuesto asalir de ese encierro: le impulsaba un profundo y rabioso des-apego por la vida.

Libre de temores y responsabilidad, deambulaba por lascalles con una daga invisible en las entrañas. Maldijo su desti-no, al mago, a Sueñobscuro, y luego se tranquilizó un poco. Lacloaca se hallaba a unos trescientos metros, pero tenía ganasde seguir adelante. En su camino divisó a dos enanos que ca-minaban presurosos y asustados; dos encapuchados que con-versaban entre sí; tres gigantes de tres cuernos en la espalda, alos que Ulises llamaba Etanes y un par de ogros, de los cualesse alejó justo a tiempo. Hacia el Noroeste de Sueñobscurohabía un luengo puente que atravesaba un río cubierto de bru-ma. Gabriel lo cruzó en un instante, hallándose en otro extre-mo de la Ciudad; si bien no escapaba al halo tétrico del restode ella, lucía unas hermosas torres y cúpulas de cristal negro,rojo sangre, azul océano y blanco diamantino. A poco de an-dar, se apoderó de sus oídos un rumiar vigoroso y hechizanteque, a diferencia de los gritos en el bosque y las aclamacionesa Imallén, le atrajo sin ninguna resistencia. Si bien encerrabauna fuerza desconocida este sonido despertó una voz en suinterior infundiéndole nuevos bríos. Luego de dirigirse haciael Oeste e internarse en un terreno arenoso y húmedo, Gabrielvislumbró entre las sombras a un dios furioso, cuyas aguas lehicieron temblar. Aunque parecía dispuesto a abalanzarse so-bre él, este ser le amenazaba desde lejos con espumososzarpazos, mientras le veía a los ojos desde el centro de su seramplio y obscuro.

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A pesar de que temía que las aguas le envolvieran de pron-to, y le adormecieran en su vientre sin dejar huella, el merca-der caminó junto a la orilla durante algunos minutos, descu-briendo la generosidad de una ola que estalla en nombre delos pesares del alma. Pero ese no sería el único hallazgo queGabriel hizo en esa expedición, pues cuando ya pensaba envolver a la cloaca vislumbró una silueta sobre una roca inmersaen esa alfombra misteriosa. Desafiando la bravura del mar, ya despecho del impenetrable manto de la noche, la sombracontemplaba absorta el horizonte. Guiándose más que nadapor su instinto, el mercader se dijo que no debía tratarse deuna criatura maligna si tomaba un momento para meditar enese sitio; y se acercó sigilosamente para verle de cerca. Perocomo si tuviera ojos en la espalda, la sombra se volteó haciadonde estaba él, y desapareció sin dejar huella. Sin saber por-qué, Gabriel se sintió muy desanimado por unos cuantos se-gundos, y luego lamentó su imprudencia. Sin embargo, no tuvomucho tiempo para recriminarse, pues al girar encontró al serque había visto sentado en la roca. Vestía una túnica gris, y aligual que el mercader se cubría el rostro con un capuchón. Enese momento, Gabriel se habría echado a correr de buena gana,pero supuso que era demasiado tarde para escapar, y se que-dó callado, esperando con los dedos cruzados a que le con-fundieran de nuevo con alguien poderoso. No obstante nadade esto acontecería, y en cambio escuchó una voz femeninaque le dijo:

- Eres un miserable mosquito en una tierra de sapos. Lár-gate de aquí antes que alguien te coma o te aplaste.

Si bien se trataban de palabras enérgicas y lapidarias, elmercader se sintió cautivado por el tono pastoso y deslum-

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brante de la desconocida.- ¿A quien debo agradecerle la advertencia?.- A alguien que no pertenece a esta Ciudad ni a ninguna

otra parte- Contestó ella mientras se alejaba caminando-. Ahó-rrate tus agradecimientos porque bien entendiste: Te di unaadvertencia y no un consejo. A diferencia de otros brujos yhechiceros no tomo esclavos. Evita toparte conmigo o me daréel trabajo de darle fin a algo tan inservible como tu vida.

Al ver que la bruja comenzaba a desaparecer, el merca-der le dijo prontamente:

- Quizás algún día pase cerca de su hogar y este infortuniotermine costándome caro. Me gustaría saber su nombre.

Entonces ella, antes de desvanecerse por completo, lecontestó:

- Mi nombre es Zafiro.

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Capítulo 8

AL A CAZA DEL TERCER LIBRO

Si bien solo había recibido insultos y amenazas de ella,Gabriel quedó prendido de la dulce voz de Zafiro, e imagina-ba la cara, el cabello, los ojos, las manos, y en general cadarecodo del cuerpo que ocultaba su atuendo. Cada vez que re-petía este inocente ejercicio, recordaba también a la mujer quehabía dejado en El Otoño de Argid llenándose de culpa. Alcabo de una hora o dos, se convenció de que otra vez no iba aconciliar el sueño. Entonces, y a pesar de que bruja le habíadicho que le eliminaría sin más provocación que su presencia,y de saber que aquello era un nuevo obstáculo para su misión,el mercader se propuso averiguar que había debajo de la túni-ca de Zafiro o de lo contrario no tendría descanso. Despuésque verificara que el Libro se hallaba a salvo, se sentó en sucama, planteándose si debía preguntarle a Ulises acerca de labruja. En seguida pensó que el gnomo le iba a reprender porsu curiosidad, o que en el peor caso daría cuenta al Mago desus actos. Ante esto tuvo de pronto una idea, y apoyando lasmanos en las rodillas le dijo esperanzado a las Botas Errantes:

- Llévenme al hogar de Zafiro.

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De inmediato empezaron a guiarle fuera de la cloaca. Sin-tiendo que estallaría de gusto, Gabriel les pidió que se detu-vieran, pues debía ponerse la túnica.

El castillo de la bruja, coronado por un extenso pabellónáureo de ventanales celestes cuya vista debía dominar gran partede la Ciudad, se encontraba muy cerca de playa en que Gabriella había visto tres noches antes.

Sobre las torres flameaban banderas azules y blancas, ysus muros, impecablemente vestidos de cal, destacaban entreel gris y el abandono de las fortalezas y mansiones colindan-tes. Mientras se decía en voz baja que esa vez había llegadodemasiado lejos, el mercader entró tímidamente en el hogarde Zafiro aprovechando que el puente levadizo estaba abajo.Luego de atravesar un extenso patio, Gabriel ingresó a unapequeña estancia, que conducía a una mucho más espaciosa.En ésta última había hermosísimas pinturas de motivos muydiversos en las paredes, y varias enseñas destellantes. Con ali-vio Gabriel comprobó que ninguna de ellas se asemejaba a lasque blandían los miembros de la Cofradía.

- ¿Cómo te atreves a entrar aquí sin mi permiso?- Excla-mó la bruja, que había aparecido de pronto en el cuarto vis-tiendo una túnica verde y brillante. Tal como a la orilla delMar, un capuchón cubría su cabeza.

- Señora mía- Dijo el mercader destapándose el rostro- ,soy el único humano que hay en esta tierra extraña, o al menoseso creo. Mi naturaleza me lleva a hacer cosas que quizás ustedno entienda... Desde ayer no he dejado de pensar en usted, ypor eso irrumpí de esta forma en su morada. Prometo alejar-me en seguida de aquí si me deja ver que esconde su capucha,pues a veces dentro de una ostra se refugia una perla...

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- A veces dentro de una ostra se refugia una perla - Repi-tió Zafiro-. Apuesto a que en tu tierra le llaman poetas a losfarsantes y les llenan de gloria, mientras dejan morir a los ver-daderos artistas en la miseria.

- No son las palabras de ningún poeta- Dijo Gabriel-, sino de un humilde mercader de un pueblo llamado El Otoñode Argid.

- ¿Argid?- Exclamó la bruja con sorpresa-. Argid fue unmercenario que peleó junto a mi padre en contra de los ene-migos del Reino.

- ¿El Reino de Volcanes Rojos y Tierras Bajas?...- Ese mismo- Dijo Zafiro-. Claro está que sin duda ahora

no debe poseer el prestigio que tuvo en otro tiempo.- Lo poco que sé de ese lugar es que los impuestos son

muy altos- Confesó el mercader-, y que por este motivo mu-chos comerciantes prefirieron emigrar.

- No me extrañaría que fuera así- Dijo la bruja con pesar-. En el pasado, sus gobernantes fueron personas instruidas quese desvelaban por el bienestar del pueblo. Pero cierto día eltrono fue usurpado por un traidor, y de una semilla venenosasolo se cosecha más ponzoña.

- ¿Su padre no pudo evitar que esto ocurriera?...- Pregun-tó Gabriel.

- Jamás se imaginó que su propia sangre le arrebataría elpoder- Contestó Zafiro.

- Eso quiere decir que su padre fue nada más ni nada me-nos que un Rey- Dijo el mercader asombrado-, y que usted esuna princesa, pero ¿Cómo?

- ¿Cómo me convertí en bruja?...- Interrumpió Zafiro-.Con mis propios ojos vi que mi padre era asesinado por su

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hermano, y de inmediato supe que algún día iba a correr unasuerte parecida. Entonces huí lo más lejos que pude, y me unía una aldea gitana que se mudaba de un lado a otro, hasta quepor último se afincó con otros gitanos en el Bosque del Sures-te. Con ellos fui desarrollando las facultades mágicas que esta-ban ocultas en mí.

- ¿Ocultas?...- Si- Afirmó la bruja-. Una vez una sirvienta me dijo que

mi madre había muerto cuando yo tenía apenas un año, y quela mujer a la que quería como tal (La cual falleció siendo muyjoven) era en verdad mi madrastra. Con el paso de los años,he llegado a pensar que soy la hija de una bruja: Eso explicaríael porqué de una buena parte de mis poderes. En fin, ahoraque sin saber como te he contado casi toda mi vida, tendréque matarte para que nadie se entere de lo que te he dicho.

- Otra vez con lo mismo ¿Hay otras ideas en su menteademás del asesinato?

- Te advierto que no debes revelarle a nadie lo que hasoído esta noche o realmente lo haré. Ahora vete en seguida oterminaré perdiendo la paciencia.

- Antes que me vaya- Dijo Gabriel con timidez-, ¿Podríadarme lo que he venido a buscar?... Déjeme ver su rostro, aun-que sea por una vez...

- Veo que eliminarte sería en el fondo darte reposo- Co-mentó la bruja-. Es mejor que sigas vivo, y que sufras con tuestupidez. Está bien, haré lo que me pides.

Y luego de que bajara su capucha agregó:- Espero que estés satisfecho.Ratificando aquello de que a veces el remedio es peor que

la enfermedad, Gabriel, que ya tenía problemas de insomnio

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antes de conocer la arrebatadora belleza de Zafiro, llegó a creerque iba a permanecer despierto por el resto de sus años. An-helaba acariciar la cabellera corta y ligeramente rizada de labruja, que incitaba a perfumarse las manos, la boca y el pechocon su veneno azafrán; y ardía hasta lo indecible al recordarsus labios rojos y carnosos, que aseguraban la indulgencia deldelirio; y sus ojos, dos anillos cósmicos que hacían pleno ho-nor a su nombre, y encerraban el rayo de la astucia. «¡Estúpi-dos!, pelean por unos Libros cuando el único valor importan-te se halla encerrado en una mujer», pensaba Gabriel en unarrebato.

Entonces al tercer día desestimó lo que le había dicho labruja, y partió rumbo a su castillo con el pecho en llamas y lasmanos temblorosas. No cupo en si de gozo al ver que el puen-te se encontraba abajo tal como la vez anterior. En esta opor-tunidad, el mercader interrumpió a la bruja mientras cenaba,y le dijo con un nudo en la garganta:

- Señora mía, posiblemente no soy la compañía adecuadasi se trata de hablar de arte, historia, magia o de tantas otrascosas, pero le diré lo que sé: Me costará mucho olvidarla yalejarme de usted de buenas a primeras. Disponga de mi ca-beza o permítame venir para acá cada cierto tiempo, y asípodré aprender de su boca lo que me tardaría mil años en verpor mis ojos. De este modo le dará algo en que ocuparse a mimente, que solo sabe de telas y otras mercancías, y de paso lebrindará un poco de sosiego a mi alma.

Al terminar hizo una profunda reverencia, y esperó a quela bruja le contestara.

Luego de permanecer unos segundos en silencio, Zafirole dijo:

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- Puedes sentarte en la mesa, si eso te complace. Te reco-miendo que mojes tu lengua con un sorbo de vino, o de locontrario se resecará y terminará rompiéndose en pedazos.

Luego de obligarle a jurar que no diría una palabra deaquello, y que tampoco dejaría que le siguieran hasta el casti-llo, la bruja aceptó la suplica de Gabriel; y así éste pudo respi-rar un poco más tranquilo, y también dormir un tanto cadanoche.

Un día Zafiro le enseñó un cuadro en el que había unamujer refrescante con el cabello cayéndole al rojo vivo sobrelos hombros desnudos. Entonces Gabriel sintió que una som-bra cubría su corazón, y solo opinó que era notable la canti-dad de luz reflejaba ese rostro, pero la bruja le dijo con since-ridad:

- Aún amas a tu esposa. Es el secreto peor guardado quehay dentro de ti.

- ¿Acaso conoce todos mis secretos?- Preguntó el merca-der asombrado y temeroso.

- No todos- Contestó Zafiro-. Te niegas a que averigüe elporqué de tu venida a Sueñobscuro, pero ya encontraré lamanera de descubrirlo.

Poco después, ocurrió que una noche Gabriel fue seguidopor un grupo de seis ogros hasta la cloaca sin que se dieracuenta. Tan inmerso se hallaba en sus pensamientos, divididosentre Alicia y Zafiro principalmente, que no se percató de lapresencia de estos aún cuando estaban a pocos metros de él.Los ogros pensaban abalanzarse sobre el mercader justo an-tes que bajara por la escalera exterior, y lo habrían consegui-do, si no hubiera sido porque uno de ellos dejó caer su escudopara agarrarle con ambas manos. Por esta razón, Gabriel re-

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accionó en el último instante, y luego de que extrajera su cu-chillo, que como de costumbre escondía bajo la túnica, cortóa uno de sus atacantes en el pecho, y de inmediato saltó losescalones que tenía por delante, y se introdujo en la cloaca.Los voraces ogros no estaban dispuestos a perderle pisada ypartieron detrás suyo sin que perdieran un segundo. Para sufortuna resultaría demasiado veloz para ellos, y tras tomarlescierta ventaja logró ocultarse en uno de los túneles. Ante estolos ogros se dividieron y empezaron a buscarle por separadoayudándose de algunas antorchas que tomaron de la galería.El mercader sabía que era urgente que les eliminara antes quedescubrieran el Tercer Libro por casualidad. Entonces, y gra-cias al conocimiento que había adquirido de la cloaca, fuerebanándoles el cuello a los ogros a medida que pasaban porsu lado, y de esta manera acabó con cuatro de sus enemigos.Sin embargo, hubo un ogro se anticiparía a sus movimientos ytras despojarlo del cuchillo le asestó un terrible golpe con elrevés del puño. Pese a que estaba un tanto mareado, Gabriellograría levantarse del suelo y correr antes de ser atacado nue-vamente. Al llegar a la galería se halló con que uno de estosengendros, aquél que había herido en la calle, le cerraba el pasocon su voluminosa presencia. Presa de la desesperación, y aúnalgo aturdido, el mercader perdió el equilibrio, y quedó tendi-do a un costado del canal caudaloso esperando el ataque ful-minante de sus depredadores.

Mientras los ogros se le acercaban, Gabriel pensó que tardeo temprano Baltazar vengaría ese ataque e iba a recuperar elLibro que había puesto en sus manos. Sin embargo, cuandocreía que todo estaba perdido, apareció de pronto una criatu-ra de un naranja muy rojizo, y enormes y obscuras alas. Este

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ser tenía cuernos en los hombros, codos, rodillas y tobillos; ytambién en la cabeza: Uno de cuarenta centímetros en el occi-pucio, y dos en la frente, éstos últimos de unos dos metros ymedio. Al verle los ogros se detuvieron en el acto y le hicieronuna reverencia, pero en centésimas les eliminó con poderosasdescargas. En seguida, este ser tomó a Gabriel por debajo delas axilas, como si fuera un muñeco de trapo, y le dijo entredientes:

- ¿Xoede ize ide dabrue qoie izxumlize? (¿Cuál es el libroque escondes?)

Al ver que Gabriel no le contestaba le arrojó contra unmuro dejándole aún más herido. Una y otra vez repetía la pre-gunta, en tanto el mercader se esforzaba porque sus pensa-mientos no le delataran. Furioso por la resistencia que oponíaese humano tan testarudo, la criatura, que a duras penas habíaentrado a la cloaca, enterró el cuerno de su codo derecho enel hombro izquierdo del mercader, y le murmuró al oído en laLengua del Tiempo Inmemorial:

- Dime al menos el nombre de ese libro...Sé que te lo en-tregó Bedteseri.

- ¿Bedteserí?- Dijo el mercader casi sin aliento al recono-cer el nombre del Mago- ... Sí, él te dará lo que te mereces.

Gabriel desfallecía. La criatura le dejó en el suelo y per-maneció alerta por unos segundos. Cuando hizo el amago derecogerle, se interpuso entre ellos la bruja Zafiro, y lanzó unrayo al ser de los largos cuernos justo entre los ojos. Aprove-chando que su adversario había caído a tierra, la bruja trans-formó su brazo derecho en una gigantesca hacha y le cercenóla cabeza, tal como lo hiciera Ulises con el Demonio Estaca;pero no se detuvo allí, pues también le arrancó el corazón, y

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lo hizo arder ante los incrédulos ojos de Gabriel. Luego seacercó a él, y colocándole el brazo bajo la cabeza le dijo consuavidad:

- No debes temerme.- ¿Qué era esa cosa?...- Preguntó Gabriel completamente

adolorido.- Un Demonio Lanza- Contestó Zafiro-. Pero no te pre-

ocupes, irás conmigo al castillo donde nadie podrá hacertedaño... Llevaremos todas tus pertenencias... ¡Ah!... Y tambiénel Tercer Libro de Alina.

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Capítulo 9

EL DOLOROSO PASO DEL TIEMPO

Zafiro la bruja, llamada Lilian en un comienzo, no perte-necía a la Cofradía, y estaba más preocupada de sus propiosconflictos que de interesarse por los Tres Libros de Alina, y elpoder extraordinario que estos contenían. A menudo decíaque resultaba tentador tener uno de ellos tan cerca, pero queen el mismo momento en que abriera el Texto su ambiciónacabaría con la paz que había conseguido en Sueñobscuro; estole trajo un gran alivio a Gabriel, que cumplía con su rol deGuardián Temporal sin contratiempos.

Lilian y Gabriel se convirtieron en amantes, y por muchosaños fueron sumamente felices. El recuerdo de Alicia se fuehaciendo cada vez más remoto, y el mercader, que en su vidapasada no había sabido de otra cosa que no fuera esfuerzo ypenurias, conoció las ventajas de una existencia plagada dedelicias y comodidades. Gabriel, que en esa época llevaba muycorta su cabellera ambarina y ondulada, otrora deslucida comoun sol en la ruina, muy pronto se acostumbró a la degustaciónde exquisitos platillos; a conversar sobre temas interesantísi-mos, entre ellos las costumbres que imperaban en otras tie-

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rras, y principalmente a entregarse al placer en cualquier ins-tante del día.

Gracias a Zafiro, pudo conocer la Lengua del TiempoInmemorial y sus distintas variaciones; y también algunas co-sas elementales del arte y la ciencia, que su pronta entrega altrabajo le había vedado.

El más hermoso de los sueños tiene un final, y un día elmercader y la bruja tuvieron que separarse. Ocurrió que Zafi-ro deseaba marcharse a su tierra, y recuperar para su sangre eltrono arrebatado. Se sentía en armonía consigo y considerabaque había llegado el momento.

- Tu has ayudado en todo eso- Dijo la bruja a Gabriel-.Ven conmigo y quédate a mi lado.

Pero el mercader estaba consciente que debía quedarseen Sueñobscuro, y la vio despedirse desde la antípoda de ladicha, en los arrabales del más amargo de los infiernos. Segúnsupo a través del gnomo, con quien Gabriel había retomadocontacto, aquello aconteció en el año42.653 de la EraCronológica.

Sin la protección de la bruja, Gabriel estimó que corríademasiado riesgo viviendo en su castillo, y se trasladó nueva-mente a la cloaca; donde se había incrementado en forma no-table la población de ratas y el hedor de los desechos, el cualse le hacía aún más nauseabundo luego de que absorbiera eldelicado aroma de la piel de Zafiro, y el olor a incienso quereinaba en su hogar.

Sin embargo, y como si el destino se empeñara en hacerlepagar por sus cinco décadas de placer, el mercader perderíaademás a sus únicos aliados en Sueñobscuro, y fue el propioUlises quien le anunció lo que sucedería:

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- Dentro de poco se producirá una Gran Migración, en laque todos, hasta el último habitante de Sueñobscuro, se mar-chará al bosque para esperar allí el momento de la Gran Bata-lla. Así lo indica el pacto: Los Ejércitos se replegarán, y esperaránla señal que establece la profecía. Con esto se evitan conflictos comoel que pasó hace cincuenta años, y nos permite a muchos denosotros, los Habitantes de los Pueblos Milenarios, caminarpor la faz de la tierra sin mayores preocupaciones... ¡Hasta elsanguinario Macarroni podría pasearse por la Ciudad sin reci-bir su merecido!... Cada esclavo que antes trabajaba para unbrujo o hechicero será libre de seguir a su señor, y de ir adonde le parezca. De esta forma, solo integrarán los Ejércitosaquellos que realmente deseen luchar.

La Gran Migración se produjo en el año 42. 710 de la EraCronológica. Desde lo alto de una de las torres del castillo deZafiro, donde se apostó especialmente para ver el espectácu-lo, el mercader divisó a muchos ogros, gigantes Etanes y Sorgas,enanos y gnomos que cargaban bultos, libros, algunos mue-bles, entre otras cosas que pertenecían a brujos, demonios yhechiceros. Estos últimos cubrieron el cielo en el centro de laCiudad, como años antes lo hicieran en torno a Imallén, y lue-go volaron hacia los Bosques del Norte, Este y Sur. En losdías posteriores, los sirvientes volvieron a buscar sus escasaspertenencias, y finalmente la Ciudad quedó en silencio. Cuan-do Ulises y su esposa Pola fueron a despedirse del mercader,el gnomo le dio un fuerte abrazo, y le dijo:

- Aún después de todos estos años ignoro cual es el traba-jo que haces para Bedteseri... ¡Que me coma un ogro si mien-to!... Pero sea lo que sea, nada justifica que tengas que estartanto tiempo lejos de tu tierra.

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En seguida le obsequió un hermoso reloj de cuerda detreinta seis horas, y se fue junto a su esposa secándose los ojoscomo un niño y culpando al dictador Macarroni de todos suspesares. A partir de entonces el mercader tuvo una idea aproxi-mada de lo que significa hallarse solo en el mundo. Su únicacompañía fueron las ratas. Al igual que Gabriel, ellas dejaronde lado sus temores, y deambulaban libremente por las calles,pero muy pronto se convertirían en malas vecinas pues se arro-jaron sobre cada hogaza de pan y trozo de queso que había enla Ciudad; y también dejaron su huella en toneles de manza-nas, de peras, y frambuesas; costales de harina, arroz y azúcar,y sobre muchos otros alimentos.

Para su fortuna, Gabriel encontró algunos víveres intac-tos, y pudo abastecerse con una generosa cantidad de Ebraque Ulises le dejó, y que también había en las otras viviendassubterráneas de los gnomos.

Veinte años después, el tiempo que había vivido con labruja le parecía algo acontecido en una vida anterior y su ma-trimonio con Alicia se asemejó a un sueño. Muchas veces, can-sado de tanta miseria, tuvo la tentación de largarse a un lugarmuy distante y renunciar de este modo a la misión que cum-plía, pero no lo hizo porque temía la furia de Bedteseri y habíacobrado conciencia de lo importante que era la proteccióndel Libro. A veces se sentía tan solo que, aburrido ya del po-bre desahogo que le entregaban las lagrimas, simplemente gri-taba de dolor y junto con la suya se elevaba la voz de unasombra o un aullido en la lejanía. Si no hubiera sido porque devez en cuando conversaba con el Espíritu que residía en elTercer Libro Mágico, Gabriel se habría vuelto loco sin dudaalguna. Gracias al Habitante del Texto el mercader tuvo al-

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guien con quien compartir, pese que a menudo el Espíritu lerogaba que no volviera a despertarle insultándole en diversaslenguas.

Cierto día el mercader salía de una mansión con un grue-so libro de sicología bajo el brazo, en el que pensaba subirsepara alcanzar unos tomos de astronomía y varios volúmenesde magia, cuando sin darle crédito a sus ojos vio pasar a unhombre por la calle principal de Sueñobscuro; éste llevaba uncostal en su espalda y vestía una ropa polvorienta, que habla-ba de lo azaroso de su viaje.

En seguida Gabriel le saludó muy contento, y le preguntósi por casualidad tenía un chocolate o alguna otra golosina. Elhombre le miró con curiosidad, y luego de dar un fugaz vista-zo a ese Mundo de grandes y sombrías residencias, de torres ycumbres de cristales verdes, azules, amarillos, negros y rojos,y esculturas de oro macizo, la indiscutida Joya de Cam, le pre-guntó:

- ¿Acaso usted no puede conseguirlo aquí?...- Claro que no- Dijo el mercader-. Por si no lo ha notado

aún la Ciudad está desierta.Donde no pudo correr la noticia escurría como el agua, y

Sueñobscuro comenzó a poblarse de seres Humanos, aunquelentamente. Solo en el año 42.758 E.C. fueron habitadas lamayor parte de las propiedades que estaban vacías. Al restode ellas las redujeron a escombros, y dieron paso en su lugar apequeñas casas, construidas unas muy cercanas a las otras.Hermosas Plazas y Calles sufrieron saqueos, y por años la Ciu-dad recibiría una vasta legión de viajeros sedientos de rique-zas y asesinos despiadados. Aunque al principio le entusias-maba la idea de rodearse de nuevo con personas, Gabriel vio

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con espanto los cambios y daños que éstas producían. Sinembargo, se hallaba dispuesto a abrirse camino en esa socie-dad pujante aprovechando que había reunido muchas obrasde arte y unos cuantos objetos valiosos en el castillo de Zafi-ro, al que se había mudado tiempo después de la Gran Migra-ción. Con lo que obtuviera de la venta de aquellos bienes, pen-saba formar un capital importante y establecerse con un nego-cio.

Pero bien es sabido que el hombre propone, y el Todo-poderoso Nguechén dispone. Ante su sorpresa y desconsue-lo, Gabriel fue despojado de la mayoría de sus valores y echa-do a la calle por la fuerza, luego de que rescatara a duras pe-nas el Tercer Libro, el Bastón Lium y el Sombrero de Romin,además de unas cuantas cosas, y las Botas que llevaba puestas.En su favor solo pudo alegar:

- ¡Me corresponde vivir aquí!... ¡Tuve un romance con labruja que habitaba en el castillo!

Finalmente, al ver que le cerraban las puertas en las nari-ces, exclamó en la Lengua del Tiempo Inmemorial:

- ¡Malditos microbios! ¡Yo soy el Guardián del Tercer Li-bro de Alina!... ¡Y caminaré por la tierra cuando ustedes ali-menten a los gusanos!

Entonces, después de unas cuantas semanas en una pen-sión llamada El Rincón del Bucanero, y ante la destrucción delos hogares de los gnomos, volvió a la cloaca. Sus ropas setransformaron en harapos y debió pedir limosna para alimen-tarse, mientras traía consigo, bajo lo que quedaba de su túnicay amarrada al vientre, la Tercera Parte de una fuente de ener-gía inimaginable en el mundo de los Humanos.

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Capítulo 10

LAS PUERTAS DE TODOSLOS MUNDOS Y A TODOS

LOS TIEMPOS

Al cabo de ciento dos años de miseria, el mercader amenudo creía que había imaginado su encuentro con el Mago,lo acontecido en el bosque, lo que había pasado en la plaza dela estatua, su amistad con Ulises y el amor que había sentidopor la bruja. Se decía que había estado casado años atrás conuna mujer maravillosa llamada Alicia, y que probablementehabía abandonado su hogar en busca de aventuras, sin saberque jamás volvería.

Sin embargo, y aunque también estaba el hecho de que noenvejecía, el Libro, las Botas Errantes y los otros objetos quele había entregado el Mago le probaban lo cierto de todo loque había vivido. En otras ocasiones trataba de decidir a quienhabía amado más, y si que era asunto en verdad complejo. Poruna parte su historia con Alicia, gracias a la brevedad, conta-ba con el beneficio de lo idealizado; y por otra, la evocaciónde los largos años con Lilian transportaban desde el pasado elroce de su piel y de sus labios, como si tuviera estos detallesimpregnados en el alma. Entonces se quejaba de que la brujadecidiera irse sumiéndole en un inmenso dolor y una terrible

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decadencia; y también se lamentaba de que no había alcanza-do a quedarse mucho tiempo con su esposa.

A esas alturas, Gabriel sentía un profundo rencor contrael Mago por confiarle una responsabilidad tan grande; y amenudo se repetía que, antes de sufrir esa abrumadora conde-na, habría sido mucho mejor que encontrara el sosiego y lafrialdad de la muerte. Como el reloj que le obsequiara Ulisesantes de partir se había descompuesto, no tenía noción deltiempo transcurrido, y pasaba los días sumido en la indolen-cia.

Cuando sus fuerzas tras flaquear una y mil veces le habíanabandonado casi por completo, y sus esperanzas se revolca-ban moribundas al igual que ratas que han probado una efecti-va ponzoña, sucedió algo que a causa de una espera infructuo-sa y exasperante acabaría por sorprenderle tanto como si undía se topara con alguien que creía muerto, o una voz desco-nocida le llamara por su nombre.

Tendido sobre los restos de su colchoneta en el cuarto dela cloaca, una vez más se despertaba a causa del hambre, puescasi no había probado comida en el transcurso de esa semana.Con sus últimas energías pretendía ponerse de pie y buscar susalvación en la caridad. Al tomar el Bastón Lium notó que laesfera de la empuñadura se había vuelto roja, y que una fuerzainvisible le tiraba de los pies.

Muy extrañado, y demasiado fatigado para dar pasos enfalso, le pidió a las Botas Errantes que cesaran su alboroto; yse puso a examinar el Bastón durante un par de minutos, te-meroso que ese resplandor volcánico augurara una presenciamuy perversa:

- El Mago debió darme un Bastón y una Botas que pudie-

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ran hablar, así les preguntaría que es lo que quieren, y tendríaalgo de paz.

Entonces, cuando apenas empezaba a reconstruir su con-versación con el Mago, recordó presa de una emociónavasallante lo que aquello significaba: Había llegado el fin desus días en Sueñobscuro. Con los restos de un atuendo que leobsequiara Zafiro, Gabriel envolvió el Libro y luego lo ató asu cuerpo. En seguida se cubrió con una capa y los restos desu túnica, y luego de ponerse el Sombrero de Romin empuñóel Bastón Lium y se puso en marcha, maravillándose del vigorque le había inyectado la señal. No obstante, a pesar de lo quehabía supuesto durante innumerables noches de encono y frus-tración, no se sintió exultante al momento de alejarse deSueñobscuro, ni tampoco experimentó un alivio restaurador,pues en su interior había una mezcla de variadas sensaciones.Bajo una lluvia impetuosa y rejuvenecedora, le dijo a las BotasErrantes al llegar a las afueras de la Ciudad:

- Amigas mías, guíenme a donde se encuentra el MagoBaltazar.

Entonces, en lugar de tomar rumbo por el camino que sehallaba ante él, ahora cubierto con la estela gélida de ese mons-truo de acero negro que unía a la Ciudad sin Estrellas con lalocalidad de El Descanso, las Botas le llevaron por una estre-cha senda que cruzaba la ciénaga a lo ancho. Si bien ésta seencontraba a su mano diestra, el mercader no se había fijadoen ella a causa de la obscuridad.

Pese a que las botas Errantes le conducían ágilmente através del Bosque, el camino se hizo arduo y fatigoso porquelos árboles cambiaban de sitio, y cubrían los pocos espaciosvisibles para dificultarles el viaje. A tal punto llegó esta situa-

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ción, y el enojo que le produjo, que Gabriel exclamó en esaLengua que hasta entonces había usado solo para maldecir:

- ¡Situei iz ide xunu! ¡Hezte duz erbudiziz izten in naxumtre!. (¡Esto es el como! ¡Hasta los árboles están en mi con-tra!)

De inmediato escuchó una voz:- Hirnemut , ¿Iz qoit exezut xumuxiz det dimjoet sejrele,

k mut sebiz qoit libiz ppilanuz qoit tit serwenuz li joaez?...(Hermano, ¿Es que acaso conoces la Lengua sagrada, y no sa-bes que debes pedirnos que te sirvamos de guías?)

- ¿Quiénes son ustedes?- Preguntó el mercader sorpren-dido en la Lengua Inmemorial.

- Somos los espíritus que habitamos en el interior de losárboles, y que obedecemos a nuestro señor, Id imperilur diduz Erbudiziz, quien a su vez rinde honores al TodopoderosoIzparatu Xrielur li Tulu du Icaztimti. Debes apresurarte, puesmuchos de nosotros abandonaremos nuestras posiciones, ypelearemos en la Batalla decisiva.

Gabriel se quedó atónito.- ¿El momento de la Gran Batalla ha llegado?- Así es- Contestó el espíritu-. Si tienes algo que hacer en

el Bosque antes que eso ocurra, dinos a donde quieres ir y teindicaremos el camino.

- Tengo hablar con el Mago Bedteseri - Dijo el mercader-. Según mis guías él se encuentra en este Bosque. Llévenmehasta su presencia, por favor.

De inmediato los árboles se movieron de nuevo, y deja-ron un camino entre ellos. Tras seguirlo por una hora, el mer-cader vislumbró un reconfortante y espacioso claro, en el quese hallaba instalado un campamento. Luego de ordenarle a las

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Botas que se detuvieran, Gabriel avanzó hacia la entrada, queestaba bajo la custodia de un grupo de gigantes muy robustosy carentes de cuernos. Según una de las descripciones que lediera Ulises sobre los Pueblos Milenarios, pertenecían al gru-po de los Asetos.

- Hirnemu, ¿Qoij iz du qoij qoairiz? (Hermano, ¿Qué eslo que quieres?)

- Bozxu edei Neju Bedteseri. Id ni izteei izpiremlu. Buscoal Mago Bedteseri. Él me está esperando)

En seguida, el guardián fue a comprobar la veracidad delo dicho por el mercader. Al retornar le dijo:

- El poderosísimo Mago Bedteseri, indiscutido Líder dela Luz, quiere que lo veas ahora mismo. Sígueme.

Así lo hizo Gabriel, en tanto los otros gigantes encendíanuna pipas de hermoso tallado, y se introdujo en aquél campa-mento, poblado de seres muy diversos, que salvo gnomos,enanos, hombres y un gigante Sorga, característico por sumezquindad de carnes y grandes manos, en su mayoría le erandesconocidos. Asomaban por doquier entre las tiendas unemblema donde Tres Torres Azules resaltaban sobre un fon-do blanco; y otras que parecían representar a los Pueblos delos Guerreros. Cuando el Aseto se detuvo frente a una tiendade cristal Océano, similar al capullo puntiagudo de una bellaZinutria (Planta de interior que mantiene sus flores rojas y li-las todo el año) le ordenó al mercader:

- Espera aquí.Al cabo de algunos segundos, el Mago Baltazar apareció

justo cuando el cielo se despejaba. Vestía una túnica color san-gre donde brillaban Tres torres doradas, y sus cabellos relu-cían como en aquél día ya lejano en el Otoño de Argid. Una

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vez que el guardián Aseto se había retirado, Bedteseri obser-vó un instante a Gabriel, y al verle desaliñado y vestido conharapos le dijo:

- Lamento haber sido la causa de tus pesares, pero si traescontigo aquello que te encomendé ninguno de ellos habrá sidoen vano.

- Lo traigo-. Masculló el mercader fijándose en la lujosatúnica que traía puesta el Mago.

- Entonces entrégamelo de inmediato y así de rápido ten-drás tu recompensa- Dijo Baltazar muy entusiasmado.

Entonces el mercader, que se había desatado el Libro enel camino porque el peso le encorvaba, le entregó el Textoenvuelto en un sucio andrajo, y le dijo:

- Difícilmente podría recibir una recompensa justa portodos estos años.

- Mi suerte no ha sido mejor que la tuya- Dijo el Mago-.Aquí me tienes preparándome para un combate, cuando pre-feriría quedarme en algún rincón del Bosque. Sin embargo, sino peleo jamás habrá paz para mí ni para nadie... ¿Por qué unamadre trae al mundo a su hijo entre mil suplicios, y luego son-ríe al tenerle en los brazos?... ¿Por qué entregar el corazón aquien se ama si este puede quedar destrozado?... ¿Por qué al-gunos de mis bravos guerreros irán al frente si su fuerza no secomparan con las de un demonio o un hechicero?... La res-puesta es simple: Cualquier sacrificio es ínfimo cuando se per-sigue un objetivo supremo. Aún así me imagino que tu estan-cia en Sueñobscuro fue muy provechosa.

- Pur zopoiztu qoiei du foi, ni zarwau perei eprimlir iztedimjoeei, k tenbaim dei liei dez retez. (Por supuesto que lofue, me sirvió para aprender esta lengua, y también la de las

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ratas.)- Iztuka Zijoru li qoia imxumtrerez omea resume nigura

zi bozxez xuma xoalelu- Replicó el Gran Mago. (Estoy seguroque encontrarás una razón mejor si buscas con cuidado)

En seguida Baltazar le entregó un pergamino y un peque-ño Cofre de color esmeralda con valiosas incrustaciones, y ledijo:

- Abre este Cofre y pídele al Espíritu que lo habita que tetransporte al cuarto donde se encuentran Las Puertas a Todoslos Mundos y a Todos los Tiempos.

- ¿Puede llevarme a donde se lo pida?.- InterrumpióGabriel.

- Así es- Corroboró el Mago-, quédate con él y si lo de-seas también con el Sombrero de Romin y las Botas Errantes.Por desgracia no puedo permitir que te lleves el Bastón Lium,porque no me pertenece. Un día, cuando Cam brille débil-mente en una constelación siniestra, será muy necesario.

Una sombra se asomó en el semblante del Mago, pero sesobrepuso en seguida, y le dijo al mercader:

- Cuando aparezcas frente a las puertas, lee lo que dice elpergamino y muy pronto estarás en casa. Te aseguro que hasinscrito tu nombre entre aquellos que dieron honor a tu raza.Ahora vete de inmediato o la Guerra estallará en tus propiasnarices.

Gabriel se despidió de Baltazar con una reverencia, y depronto descubrió que su rencor había cedido en buena parte.Luego caminó unos cuantos metros, y mirando el Cofre sedijo:

- Podría pedirle que me lleve con Zafiro.Pero de inmediato recordó que ésta le había abandona-

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do, y sus pensamientos apuntaron a la bella Alicia y a la pro-mesa que le había hecho. En ese momento abrió el cofre, y deéste aparecería un anciano muy delgado de mirada petrificante,largos cabellos blancos, pómulos marcados, y tres delgadoscuernos en el mentón, que le dijo:

- Lani due qoi Liziezei k duei xonpdariei, piruei libizeihexirluei liei prazeei, poizei pumtuei ziriei darireluei. (Dimelo que deseas y te lo cumpliré, pero debes apresurarte puespronto seré liberado)

- Hirmenu- Dijo el mercader sin que perdiera tiempo-,lliweniei e lumli zi hellemei dez poirtez e tuluz duz nomluz ktuluz duz taimpuz. (Hermano, llévame a donde se hallan laspuertas a todos los mundos y a todos los tiempos)

En seguida su deseo fue hecho realidad, y en un abrir ycerrar de ojos Gabriel se halló en una inmensa habitación, tanamplia como el cuarto principal de un palacio. Sus paredesera de un pulcrísimo mármol, y poseían múltiples adornos depiedras preciosas. Había cuatro pilares de oro macizo en lahabitación, y dos puertas de madera labrada ubicadas justo enfrente de Gabriel. Mirándole atentamente desde un gran sillónnegro, un guardia estaba apostado junto a la puerta que tenía asu derecha.

Se parecía al Espíritu del Libro en la distribución facial, yen la forma de la cabeza, aunque la suya era más diminuta ycompletamente calva; y ahí acababan las similitudes, porqueel guardia lucía una piel dorada y brillante, un color de ojosrojo sangre, y una estrella verde bajo el labio inferior. Ade-más, una enorme y finísima cola le salía del mentón, y rodeabasu cintura; y vestía una túnica plateada. Al ver que Gabrielcaminaba hacia las puertas le dijo:

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- Lanid dez pedebrez nejases ud tid idanameri emtiz lidqoid poilez lixar: «Mud dez xumuzxud» (Dime las palabrasmágicas o te eliminaré antes que digas: «No las conozco»)

Ante esto, el mercader desenrolló el pergamino, y leyóuna Inscripción la cual iba desapareciendo a medida que aca-baba, que decía lo siguiente:

«Quiero sumergirme en el Lago del Tiempo y empinar-me sobre otras épocas. Pisar la Tierra colmada de Hojas De lasemilla que aún no brota o buscar a los antepasados detrás delas estrellas».

Asombrado el Guardián de las Puertas exclamó en la len-gua ancestral:

- ¿Quién eres tú que tienes anotado en un pergamino loque dice en un Libro secreto y sagrado? - Y luego dijo-: Bue-no, de todas formas, ahora pronuncia la fecha a la que desea iry después cruza el umbral que protege la puerta que está a tuizquierda. Cuando sientas que todo ha acabado, y créeme quelo sabrás, debes volver a este lado de la puerta. No te olvidesde dejar aquí los objetos que traes contigo, y también los hara-pos que vistes.

- ¿Tengo que hacerlo?- Preguntó Gabriel con los ojos muyabiertos.

- Si- Afirmó el Espíritu-, pero tus cosas estarán aquí cuan-do salgas. Esta habitación es un limbo donde no existe el tiem-po.

Gabriel hizo un calculo ayudándose de los datos propor-cionados por Ulises y, luego de que mencionara la fecha envoz alta, abrió la puerta de la izquierda y traspasó el umbral.Al otro lado no había nada en su entorno, salvo una oscuridadtan densa que incluso le impedía verse las manos. En cuestión

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de segundos sintió que la temperatura variaba entre el polo yel más ardiente de los infiernos, y que su forma mutaba. Sentíaque agonizaba y quiso volver a la habitación, pero su cuerpose había disipado y era apenas una hoja luchando contra elviento.

Jamás tuvo tanto miedo como al confundirse con las som-bras que le rodeaban, y se dijo que las almas de los muertosdebían pasar lo mismo. En ese momento surgió de la nadauna laguna blanca, y dominado por una enorme quietudsobrevoló encima de ella. Una voz cantaba a lo lejos, y su dul-ce melodía le hizo ligero y diestro como un ave. Era libre. Ylo sería hasta que una fuerza superior le atrajo a las aguas, y enel helado fondo de ella una vez más lo absorbió la obscuri-dad.

Entonces poco a poco fue recobrando su constitución, ydescubrió sorprendido que aún se hallaba junto a la puerta.Sin ningún esfuerzo pudo abrirla y poner un pie en la estanciade mármol. En tanto se vestía, el Espíritu Guardián de lasPuertas le dijo:

- Al abandonar esta habitación te hallarás en la época queelegiste. Sal de la misma forma en que llegaste.

En ese momento, Gabriel pensó en Alicia y en cuan feli-ces serían al reunirse. En seguida abrió el cofre esmeralda conentusiasmo, pero no obtuvo el resultado que esperaba.

- El espíritu de ese cofre fue liberado mientras cruzabasel umbral -Dijo el Guardián con una sonrisa ya que le animabaver la cara de espanto del mercader.

Entonces Gabriel cayó de rodillas cansado y harto de es-tar cansado, y dijo presa del desanimo:

- El destino me tuvo cientos de años alejado de mi tierra,

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y ahora quiere que muera encerrado aquí.- No debes desanimarte- Repuso el Guardián compade-

cido-, pues no soy un espíritu común ni me encuentro atadode manos. Puedo llevarte al lugar que desees.

- Hermano- Dijo Gabriel con el corazón bregando porescapársele del pecho-, llévame a mi pueblo El Otoño de Argid.

Apenas había terminado de decir el nombre de su tierra,cuando Gabriel fue transportado allí sin demora. Deseaba darleuna sorpresa a Alicia, por este motivo había añadido un parde días a la fecha de su partida. Al ver la luz de la aurora, elmercader se dio cuenta que era muy temprano. Rápidamenteatravesó la plaza principal de su pueblo y se dirigió a su ho-gar. Al llegar a éste, se desplazó sigilosamente hasta su habita-ción. Muy desanimado, recordó que la puerta del cuarto re-chinaba, y ésta hizo un largo y quejumbroso ruido al abrirla.Entonces vio que su esposa se despertaba de un salto, con losojos desorbitados por la impresión. A su lado dormía el co-merciante que se había burlado de él aquél día en que supo dela existencia del elixir.

- Gabriel - Dijo ella amargamente y luego peinó algunosrizos que le caían sobre el rostro.

Ante esto, el mercader permaneció en silencio durante unmomento y al fin dijo:

- Wawemei k noirem gontuzei. (Vivan y mueran juntos)Luego de que Gabriel abandonara su hogar fue a sentarse

en la plaza principal de El Otoño de Argid profiriendo milesde maldiciones en el trayecto. Al cabo de una extensa y des-carnada meditación, descubrió que su orgullo estaba herido,pero no así su alma; y de pronto se hizo presente en él la vir-tud de ver la realidad a través de otros ojos.

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Tras reunir un poco de agua en el Sombrero de Romin,cortó un trozo de los harapos que le colgaban y se dedicó alimpiar la suciedad que la lluvia y los años habían acumuladoen las Botas Errantes. Cuando su labor le dejó satisfecho y elfuego pálido que le dañaba la vista se reflejaba en ellas, Gabrielse puso de pie dispuesto otra vez a abrirse paso entre un marde obstáculos, y pidió a la Botas que le guiaran hasta el GranBedteseri.

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Cuentos de SueñobscuroVol. 2

ORIGEN DEL MAGO OBSCURO

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Capítulo 1

UNA MIRADA AL PASADO

Poco antes de embarcarse en el Roblestev, Urbano dio unúltimo vistazo al puerto de Sueñobscuro, y por un momentocreyó que había divisado, bajo la luz dorada de los farolesnegros que abundaban en la Ciudad y sobre un telón oscuro ymovedizo, la silueta de Samuel, su padre, encorvada bajo elpeso de un bulto monstruoso.

- Uno de estos días tendré que cargar un elefante- DijoSamuel en un recodo de su infancia- Espero que me toque unosepa ir al baño.

Cuando esa imagen fue diseminada por la brisa del Nor-te, vino a su mente una tarde fría como el aliento de un espec-tro. Él y su padre se dirigían a la oficina de un contratista,entre otras cosas jefe de los trabajadores de los muelles. Laspisadas de ambos se perdían en las calles como remotos alari-dos, y unas aves anunciaban lluvia en sombrías alturas. Urba-no jamás había visto a su padre tan preocupado; por ese mo-tivo casi se le hiela la sangre cuando se detuvieron frente a unviejo y deslucido edificio, y le oyó murmurar:

- Aquí es.

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Segundos después de que el cargador llamara, la descolo-rida puerta que había frente él cedió unos centímetros, y unosojos pequeños y hostiles se asomaron a las penumbras de lacalle.

- ¿Qué quieres?- Dijo una voz fulminante.- Vengo a ver al jefe- Contestó Samuel sin inquietarse.Entonces el dueño de la mirada incisiva bramó a todo

pulmón para que pudieran oírle desde adentro:- Si necesitas ganar más dinero, entrena a un simio para

que trabaje en los muelles y luego preséntalo como tu gemelo.Envuelto en el halo de risotadas y alcohol barato que sa-

lía disparado a la calle, el padre de Urbano aclaró:- No busco un aumento sino un préstamo.Sin duda había pronunciado una palabra mágica. En se-

guida se oyó el quejido de unas bisagras, y la misma voz bur-lona les invitaba a pasar. Apenas cruzaron el umbral de la puer-ta, Urbano se halló en un cuarto escasamente amoblado, y tro-pezaron con su mirada inquieta una mujer muy hermosa, cuyaexpresión de desencanto le daba la dulzura de un vino añejo;un hombre pelirrojo y fornido con el rostro pintado de bo-rrachera, y finalmente el sujeto que les había recibido, un bui-tre de horrible sonrisa vestido con un impecable traje azul.Los dos primeros bebían sentados en una mesa redonda y pe-queña. El buitre avisó que hablaría con el jefe, y subió corrien-do las escaleras que había al fondo del cuarto.

- ¿Cuántos años tiene el niño?- Dijo la mujer en tanto en-cendía un cigarrillo.

- Diez años- Contestó Samuel.- Edad suficiente para que se tome un trago- Comentó el

pelirrojo mientras llenaba un vaso.

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Escapando por unos segundos al embrujo de la mujer,Urbano contó las botellas que había en la mesa. Eran cuatrovacías y una a medias.

- Tu vaso te está esperando muchacho- Dijo el borracho-. Con esto te saldrán pelos en el pecho, y de paso se te borraráesa mirada de serpiente.

- Mi hijo no tiene edad para beber- Replicó Samuel conabsoluta calma.

En ese momento bajó el sujeto del traje azul, y le comuni-có al cargador que el jefe le esperaba. En seguida el padre deUrbano hizo el amago de avanzar, pero debió detenerse enseco, pues el pelirrojo se había puesto de pie rápidamente yencarándole exclamó:

- Suba si quiere, pero el muchacho no va a ninguna partesi no ha tomado su medicina.

El padre de Urbano hizo caso omiso de estas palabrasordenándole a su hijo que le siguiera. Desairado, el ebrio suje-tó de un brazo al cargador, y Samuel, luego de que girara conla velocidad de un rayo, le propinó un puñetazo tan vigorosoque hizo volar al pelirrojo hasta la mesa. Un estruendo de vi-drios rotos llenó el cuarto por un par de segundos.

- ¿Qué pasó? - Gritó el jefe alarmado desde arriba.- Nada- Contestó el buitre del traje azul apenas sofocan-

do una carcajada-. Sólo se quebraron unas botellas.- ¡Entonces tengan más cuidado!...- Exclamó el jefe- ¡Les

pago para que trabajen y no para que causen destrozos!...En el segundo piso Urbano y su padre fueron conducidos

a una habitación muy reducida. Tras un escritorio de caoba sehallaba un hombre de calva insipiente y bigotes, que al ver aSamuel no disimuló su sorpresa.

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- ¿Hace cuánto tiempo que trabajas para mí?...- Exclamó.- Llevo casi tres meses- Dijo el cargador.- ¿Qué quieres?....- Rugió el jefe.- Señor- Dijo Samuel inclinando la cabeza-, la menor de

mis hijas se encuentra gravemente enferma, y creo que morirási no la interno en un hospital... Necesito dinero, y no sé aquien más recurrir.

- Sabes de sobra que no debería prestarte nada- Dijo eljefe clavando la vista en Samuel como un puñal-, pero supon-go que el dinero de un pelafustán es tan bueno como el de unhombre decente. ¿Qué garantía puedes darme?... Hasta don-de sé solo posees la ropa que llevas puesta y esa casita en elcentro de la Ciudad... Si no puedes ofrecerme nada más lárga-te en seguida y no vuelvas a aparecerte en los muelles.

Urbano se fijó entonces en lo demacrado y abatido quelucía de pronto su padre, y tuvo la impresión que al menosveinte años cayeron sobre sus hombros cuando dijo:

- La casa será mi garantía.Al oír a Samuel, una sonrisa triunfante y maliciosa apare-

ció en el rostro del jefe, y dijo con un tono desinteresado:- ¿De cuánto estamos hablando?...De este modo los sanguinarios dedos de la venganza co-

menzaron a deslizarse sobre el cuello del cargador. Hacíamucho tiempo ya que el nefasto corazón del contratista la-mentaba el abandono de una jovencita, que harta de sus malostratos había buscado refugio en un hombre honesto y tan po-bre como ella. Y ocurrió que antes de que pudiera pagar latercera parte de la deuda Samuel perdió su empleo, y su anti-guo jefe movió cielo y tierra para que no le contrataran enninguna parte. A partir de entonces la familia del cargador se

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sustentaría con el escaso dinero que su esposa, Alondra, gana-ba cosiendo y lavando.

Sospechosamente, los escasos interesados en comprarlesla casa se arrepentían a última hora de la transacción. Aunquetentado de probar suerte en otras tierras, Samuel no tuvo va-lor para dejar a su hija en el hospital, y a su esposa y su otrohijo alimentándose apenas día a día. Convenciéndose de quecada vez se acercaban más al abismo, recorría las calles infati-gablemente en busca del sustento diario. Sin embargo, hubouna última esperanza para ellos, ya que Urbano se ofreció parair a emplearse en la oriental localidad de El Descanso, dondehacía apenas un año habían arrancado todo vestigio de la Florde Tol. Con una amarga sensación en sus corazones, sus pa-dres le dejaron partir.

Por largos días, Urbano tuvo la impresión de que fracasa-ría en El Descanso, pues nadie quería emplearle a causa de suendeble contextura. Pero al cabo de varios intentos, un ancia-no muy gentil lo dejó a prueba en su tienda, y así fueron trans-curriendo los días hasta accedió a darle el trabajo.

Luego de que apartara lo justo y necesario para comida, ygracias a que su jefe le permitía alojarse en una pequeña bode-ga, Urbano enviaba todo el dinero restante a su hogar enSueñobscuro, pero no lucía satisfecho: Conforme pasaba eltiempo una gran inquietud le hería como una aguja al rojo vivo.Finalmente, una mañana de poco movimiento en la tiendaUrbano le contó su historia al dueño del negocio, y éste lepermitió ausentarse por el resto del día para que viajara aSueñobscuro. Pero fue demasiado tarde. Cuando tocó a lapuerta de la que había sido su casa por años, le recibieron unosextraños. Ni siquiera había una carta para él. Ellos recibían el

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dinero aunque negaron el hecho mirándose en forma cómpli-ce.

Bajo las tinieblas de la Ciudad sin Estrellas, Urbano visi-taría incansablemente una decena de hosterías y posadas, has-ta que al fin halló por casualidad a su madre instalada en unsucio callejón, y sintiendo que el alma le hervía exclamó:

- ¿Quién te hizo esto mamá?... ¿Dónde está mi padre?Con los ojos arrasados en lagrimas, y desenvolviéndose

con mucha dificultad, Alondra le contó que cuando llevabanapenas una semana en la calle, dos hombres se acercaron a ellapara atacarla. Samuel se encargó de ambos luchando comouna fiera, aunque no sin antes recibir una estocada mortal.

Aunque un hedor putrefacto y el cuchicheo de unas ratasle indicaron el paradero de los agresores, el niño no se atrevióa preguntarle a su madre donde había dejado el cuerpo deSamuel. A pesar de la abstracción que la dominaba a ratos ellaadivinó la inquietud de Urbano, y le dijo con la sonrisa vacíade una muñeca de porcelana:

- Lo arrastré hasta el mar.Días después, Urbano se enteró de que su hermana me-

nor había muerto en el hospital de Sueñobscuro. Si bien lepareció prudente ocultarle la noticia a su madre hasta verlamás restablecida, Urbano se dio cuenta de que ella lo supocon solo mirarle, como si sus ojos aflojaran la verdad aún másdóciles que sus labios. Si bien en más de una ocasión parecióresplandecer sentada en el lecho de un cuartito de bajo alqui-ler en El Descanso, la miseria había dejado una huella indele-ble en ella, y Urbano la vio marchitarse sin remedio a causa deuna pulmonía.

En los años sucesivos, la pobreza le persiguió como un

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perro salvaje, y rasgó las mangas de sus camisas, las bastillasde sus pantalones y los codos de sus abrigos, le hizo indigno yofensivo a las miradas de los demás; pero jamás pudo hincarleel diente en las carnes, porque Urbano estaba hecho de unamateria impermeable al frío y al hambre, lo suficientementedura para que resistiera malos tratos y las desventajas de unaeducación a medias, y a la vez flexible y ligera para mantenersea flote por adversos e imprevistos que fueran los designiosdel Destino.

Se había jurado convertirse en un hombre poderoso, yvengarse tarde o temprano por la muerte de los suyos con lasangre de aquél que había extendido una sombra sobre ellos;pero quedó dentro de sí ese deseo. Apenas unos meses des-pués de que muriera su madre supo que el contratista tambiénhabía fallecido, y una ira incandescente se incubó en sus entra-ñas. Con el paso del tiempo, Urbano se hizo cada vez másarisco e inaccesible, y su corazón fue albergando tanto odioque muy pronto se convirtió en la fuente de todas sus fuerzas,en un auténtico soplo de vida.

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Capítulo 2

LA ISLA DE LOS ETANES

Si bien en muchísimas ocasiones compartió el lecho conmujeres tan dulces y suaves como los susurros del Mar, Urba-no nunca se dio una auténtica oportunidad en el amor; quizásporque reconocía que escapaba a sus capacidades. Entre losmarinos fue temida su resolución a la hora de matar, y poreste motivo a menudo le dejaban embriagarse sin compañíaen un rincón de La Abadía del Bebedor Penitente, taberna queposeía la mejor cerveza de la región. No en vano corría a lolargo del muelle el relato de como Urbano había vencido adiez extranjeros bien armados que maldecían Sueñobscuro.La historia era una alegoría exagerada, porque en realidad ha-bía enfrentado a seis y uno de ellos le habría apuñalado por laespalda de no ser porque una daga le perforó el cuello. El cu-chillo pertenecía a Eyré, un marino enjuto y moreno tan dies-tro que luego de que arrojara las dagas se quedaba indicandocon el dedo a la muerte que bailaba con las víctimas.

A raíz de lo sucedido, Eyré se convirtió en la sombra deUrbano en noches de pendencias y burdeles. Pero el alivio delplacer y la bebida eran pasajeros, y no conseguían que Urbano

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olvidara. Cuando recorría las sombrías calles de la Ciudad sinEstrellas deambulaba en una época de dicha burlona, y al mis-mo tiempo sufría en carne propia los azotes que el Destino, através de la injusticia y la miseria, había propinado a sus seresqueridos. No resistía quedarse en Sueñobscuro ni abandonar-lo por más de un año. La Ciudad y él eran dos amantes quediscutían y acababan estrechándose desnudos.

Al fin un día, a los cuarenta y cinco años de edad, Urbanodecidió alejarse de la Ciudad sin Estrellas para siempre. Poreste motivo puso su nombre en la nómina del Roblestev, unmercante que desafiando la costumbre de esos años pretendíalanzarse en línea recta a Nariago, el Continente Occidental.Para ello debía cruzar frente a la costa Norte de la temida islaVaker, también llamada Isla de los Gigantes, donde habita-ban, según una leyenda de mucho arraigo entre los marinos,una raza sanguinaria de criaturas altas como un abeto, cuyoscabellos plateados brillaban al sol cuando se disponían a sem-brar la muerte.

Pero el miedo y las creencias de los viejos jamás han cu-bierto deudas ni pagado una ronda de cerveza, y muchos ma-rinos, entre ellos Eyré, se sumaron gustosos a la travesía antela noticia de que recibirían el triple del salario acostumbrado.Bajo la mirada atenta de marinos retirados, prostitutas, niños,los empresarios que habían ideado el viaje, y aquellos que nohabían aceptado la generosa oferta, el mercante zarpó por úl-tima vez de Sueñobscuro siendo despedido con pañuelos blan-cos y sucias risotadas.

Los tripulantes del Roblestev pronto vislumbraron lopenoso y fatídico de su viaje. Tres días después de queabandonararan el puerto de Sueñobscuro, y como si el fin del

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mundo comenzara con el levantamiento de las aguas, una tem-pestad sin precedentes descargó su furia contra el mercante; yal cabo de ocho horas de zozobras, cuando los creyentes mal-decían y los ateos rezaban, el Mar succionó a la embarcación yle invitó a dormir eternamente en sus profundidades.

En el momento en que Urbano abrió los ojos, vio a lonta-nanza que unas palmeras rendían pleitesía, y volaban de ellasunos Ordajos marrones emitiendo tristes graznidos. Se halla-ba tendido de abdomen en la arena, y le dolían los brazos y laspiernas, como si no tuviera huesos y los miembros le colgarandel pellejo. Nunca imaginó que despertaría.

Cuando se dejaba llevar por las olas pensó por un instan-te que iba a morir, porque los calambres menguaban sus mo-vimientos, y comenzaba a hundirse como si fuera de plomo.Entonces un tentáculo de hielo le envolvió justo a tiempo per-mitiéndole respirar en la superficie.

- ¿Eyré?- Dijo Urbano asombrado.En lugar de oír la voz del lanza cuchillos, un sonido ate-

rrador penetró en su mente confusa, y de él descifraría las si-guientes palabras:

Soy Oden el viajeroY cruzo el Universo.El Tiempo es una brisaQue no vuela mi sombrero.

No parecían tener ningún sentido y a la luz de la mañanale parecieron parte de un sueño. Cerca de él había tres hom-bres, mas allá uno, dos... Eran ocho; ocho de un total de vein-ticinco. Con la mitad del cuerpo en la arena y la otra en el

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agua, Eyré despertaba cuando Urbano llegó junto a él.- Debemos raquear la playa- Dijo Urbano-. Necesitamos

todas las provisiones posibles, y aún así creo que acabaremosmuriéndonos de hambre.

- Los que mueran primero alimentaran a los otros- DijoEyré acariciando las empuñaduras de las tres dagas que soste-nía en una de sus manos.

Cuando caminaban por la orilla en busca de dos barrilesdistantes unos cincuenta metros, el enjuto marino se dio cuen-ta que les observaban a la distancia. Los seres no tenían cuer-po, pero formaban siluetas humanas con la arena, y se escon-dían bajo ella.

- Nos vigilan los Tairrejus- Informó Eyré señalándoles conel dedo-. Se supone que sirven a los gigantes Etanes.

Como los extraños desaparecieron, Urbano no pudo verlesy preguntó al lanzador de cuchillos:

-¿De donde sacaste esa mierda?Eyré aclaró su garganta y dijo:«La noche previa al viaje, tu yacías borracho en un rincón

de La Abadía del Bebedor Penitente. A mí no me quedabamucho para alcanzarte, cuando oí que en la mesa contigua a lamía dos marinos jóvenes se burlaban de un lobo de Mar. Loconocía. Su nombre era Hambar o al menos así le llamaban.Me levanté dispuesto a tumbarlos, porque me enfureció quemolestaran a un hombre que les confió el alma al embriagarsejunto a ellos, y tuvo el valor de enfrentar al demonio que habi-ta en el fondo de una botella.

«Cuando acabé de darles lo suyo, invité a Hambar a sen-tarse conmigo y hablamos hasta que cerraron la taberna. Mecontó la historia de la isla, y de los gigantes que habitan en

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ella. Les llamaba Etanes. Hace años él iba en un barco querecogió a un naufrago que flotaba sobre unas tablas. Apenaslo rescataron, el desdichado comenzó a relatarles sus desven-turas, pero nadie entendía su lengua. Hambar sí, porque suprimera esposa era oriunda de tierras extrañas. Al oírlo,Hambar se enteró de la existencia de los Tairrejus y de susseñores, los Etanes, y supo de la afición que estos tenían portomar prisioneros y luego cazarlos como si fueran su comida.No eran totalmente salvajes en cualquier caso, porque segúnel infeliz estaban bien organizados y comprendieron las len-guas de todos los hombres que habían caído junto a él. Hambarvino con nosotros en el barco, y tengo la impresión de quequería arrastrarnos a esta isla. Sabía más de lo que el ron y lacerveza le obligaron a contar».

-¿Está ese Hambar entre los seis que hay con nosotros?-Preguntó Urbano.

-No, me temo que murió en el naufragio.Echándose un barril al hombro, Urbano le dijo:-Me parece que aún no se te pasa la última borrachera.No bien acababa de decirle aquello y el cielo tronó como

si el propio Nguechén rugiera desde Alina. Cuatro sombrasenormes emergieron de la verde vegetación que se extendíamás allá de las dunas desplazándose velozmente. En sus cabe-zas, las cabelleras separadas en trenzas les brillaban como co-ronas de plata, y sus manos blandían espadas de fuego blanco,y arrastraban redes de pequeños círculos. Medían al menoscinco metros de altura y poseían tres cuernos en la espaldaque formaban un triangulo.

Sin que perdieran un segundo, los Etanes capturaron acuatro hombres como si fueran muñecos de trapo, y dos de

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ellos se aproximaron a Eyré y a Urbano, que miraban perple-jos lo que ocurría. El enjuto marino lanzó un cuchillo a uno desus atacantes, sin mayor resultado que una ronca carcajada desu oponente y fue tomado prisionero. En cuanto a Urbanohizo el ademán de rescatar a Eyré; pero se detuvo al percatar-se que los otros dos gigantes corrían hacía él con seis marinosen sus redes. Luego de escabullirse entre las piernas de losEtanes como una rata en una tierra de elefantes, se dirigió a laespesa vegetación que se resplandecía a lo lejos como un bos-que de esmeralda. Aunque al cabo de algunos minutos tuvo laimpresión de que no le seguían, siguió adelante hasta que aca-bó por desplomarse sobre unos matorrales.

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Capítulo 3

EL OFRECIMIENTO DE EFISTO

Aunque su corazón latía aterrado y el cansancio habíaincrementado tres veces el peso de su cuerpo, Urbano se sen-tía muy insatisfecho con lo ocurrido. Poco y nada le importa-ban los otros seis prisioneros, pero lamentaba el hecho de quelos gigantes capturaran a Eyré, a quien le debía la vida. Poresta razón, y luego de que descansara oculto bajo las hojassecas de una palmera, volvió a la playa donde habían sufridoel ataque. Pretendía apoderarse de la daga que Eyré había arro-jado a uno de sus captores. Con el arma bajo su cinturón, fueal rescate de Eyré. Siguiendo las huellas de los Etanes recorriólos estrechos senderos de un monte ceniza; y continuó treskilómetros al Noroeste entre negros pantanos hasta que al finvislumbraría una empalizada cuyos muros superaban los cin-cuenta metros.

Aunque a simple vista parecía una trampa, Urbano se des-lizó hacia adentro aprovechando que las puertas estaban abier-tas y el único vigilante dormía en lo alto de una torre. Luegoatravesó un enorme patio llenos de jaulas de madera, dondeasomaban los rostros afligidos de diversas criaturas.

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Todas le dirigían la palabra en un idioma que nunca habíaoído, pero sus gestos y el brillo de sus ojos hablaban por simismos: Ansiaban la libertad. En una de las jaulas, Urbanodescubrió a Eyré y a los seis marinos capturados con él en laplaya. Sin duda habían sido maltratados, porque sobre sus ca-misas rasgadas brotaba sangre y sus rostros lucían agotados.Cuando vieron a Urbano gritaron alborozados, pero él les callócon autoridad y preguntó mirando a izquierda y derecha:

- ¿Dónde se encuentran los gigantes?- Esos malditos fueron a comer- Contestó Eyré a punto

de desfallecer- Asaron treinta cerdos y doce novillos frente anosotros.

- ¿Cuántos son en total?- Dijo Urbano mientras cortabalas gruesas cuerdas que amarraban la puerta de la jaula.

- Ciento ochenta y dos docenas más contando a su líder-Contestó el lanzador de cuchillos-. Las mujeres y los niñostambién son guerreros.

Cuando Urbano acabó su ardua tarea, le dijo al enjutomarino:

- Con esto pago mi deuda.Eyré tomó el cuchillo para darle libertad a dos criaturas

que estaban encerradas en la jaula contigua. Una de ellos po-seía cuernos en la cara externa de brazos y piernas y poseía unojo amarillo ubicado donde normalmente va la boca, la cualtenía unos diez centímetros sobre el ombligo. Medía algo asícomo dos metros y se hallaba cubierto por un pelaje gris. Elotro era de una piel blanca como un sol de invierno, y mirabaaltivo con sus ojos naranjas.

- ¿Qué haces?-Preguntó Urbano.- Consigo ayuda- Dijo Eyre-. El peludo es un Balquio y el

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otro un gigante Sorgas. Hablan nuestra lengua y desean po-nerle las manos encima a los Etanes.

- No creo que sean útiles a menos sepan volar- Dijo Ur-bano mirando a los desconocidos con recelo.

En seguida se escuchó un toque de alerta: Desde lo altode la torre el guardia había descubierto la fuga. En cuestiónde segundos una decena de Etanes se arrojaron sobre elloscon redes y espadas, pero esta vez los marinos contaban conrefuerzos y se produjo un duro combate. Como no requeríade armas para luchar, el Balquio enterraba sus cuernos en losgigantes poseído por una furia descomunal, y el gigante Sorgassembraba tajos a diestra y siniestra con una espada que le ha-bía arrebatado a uno de los Etanes. Eran guerreros de unaaltísima estirpe, y se arrojaban sobre sus enemigos como si unejército interminable se extendiera tras ellos. «Gramam om»gritaba el Balquio y «Riinhihim iniminim hialinim» el gigantepálido. Eran los gritos de guerra de sus pueblos, y los nom-bres de los primeros de sus razas que juraron lealtad a la Luzy al legendario Mago Bedteseri.

Sin embargo la ayuda fue insuficiente y Eyré y seis de lossiete marinos restantes fueron capturados de nuevo. Al verque el Balquio era abatido por tres gigantes, el guerrero Sorgasle indicó a Urbano que corriera hasta la salida, y se lanzó con-tra los Etanes alzando su espada teñida de rojo. Urbano esca-pó por una mínima abertura justo cuando el Guardia de latorre cerraba las pesadas puertas de la empalizada, y luegocorrería dos kilómetros hacia el Este antes de desplomarse denuevo. Cuando por fin se puso de pie el cielo se había obscu-recido por completo.

No dudaba que los gigantes organizarían una cuadrilla para

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buscarle, y fue en dirección al Norte. Dos horas más tarde elMar se ofrecía engañosamente frente a sus ojos, al igual que unvaso de vino en una mesa aledaña o una bella mujer que paseadel brazo de otra persona. Caminó sobre unas rocas en buscade un bote, pero en el fondo de su alma sabía que no lo encon-traría. Muy apesadumbrado, le dio la espalda al Mar esperan-do que un gigante apareciera tras sus pasos. En ese instanteescuchó unos gritos que decían:

- ¡Oh, poder que te escondes en el Mar! ¡Aparece frente amí!

Le pertenecían a un hombre que se hallaba parado sobreuna roca. Sus ropas eran deshechos y parecía sumamente can-sado. Urbano se acercó a él, y le dijo:

- Hambar, si no me equivoco.El hombre le miró sobresaltado.- ¡Que haces aquí! ¡Deberías estar muerto! ¡Lárgate de

inmediato!...¡Seré el elegido y nadie más!... ¡Un Humano y nin-gún otro!

De pronto se quedó en silencio pues una sombra emergíadel Mar y una neblina cubrió la tierra. Un horrible canturreodecía:

Yirazú trajo un secreto de Amin...¿Cuál es ese secreto?Uno que el Creador no querría que se supiera

Urbano sintió que extrañas presencias volaban en torno asu cuerpo. Para su espanto y el de Hambar, un horrendo mons-truo surgió de las aguas. Era tal el horror que producía queera prácticamente imposible mirarle a los ojos. Estos poseían

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un bello resplandor dorado, muy parecido al oro; pero el oroes un metal al fin y al cabo y carece de vida, y aquella miradaenfriaba el alma y quemaba la piel. Al verle, Hambar se des-plomó sin vida, pero Urbano se mantuvo cabizbajo y cuandopudo controlarse alzó la vista sintiendo que envejecía diez añosy lo observó detenidamente.

- Humano- Dijo la criatura-, me impresiona tu valor. Teaseguro que grandes Magos, como Dobro y Rim, huyeron demí en el pasado, y que muchos hechiceros temen mi nombre ymás aún visitarme.

- ¿Quién eres tú?...- Soy Efisto- Contestó el monstruo-. Uno de los Tres

Demonios que descansan en el fondo del Mar.- ¿Descansan?- Exclamó Urbano-. Si hay otros dos como

tú me extraña que no se hayan apoderado del mundo.- Cam es un platillo que no sacia el apetito de este ham-

briento- Dijo Efisto riendo-, pero sin duda ya sería nuestro deno ser porque un Mago entrometido nos encadenó a las pro-fundidades del Océano.

- ¿Un Mago bastó para capturarles?...- No creas que se trata de un ser invencible, o de una ener-

gía similar a la del Tridente que conformo con los otros escla-vos de esta aguas- Dijo Efisto ofendido-. Hace un tiempo elTridente y la Cofradía se habrían apoderado de Los Tres Li-bros si no hubiera sido porque carecíamos de la unión necesa-ria. Cada uno de mis guerreros pretendía ganar la Batalla porsi mismo, y esa fue una equivocación fatal. Pero en el futurotendremos un Líder, así esta escrito. Su energía no se compa-rará con la de nuestros mejores guerreros, pero será lo sufi-cientemente astuto como para aunar nuestras fuerzas en el

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momento adecuado. He traído a la isla un montón de gusanosinservibles, como ese montón de huesos que esta junto a ti,pero por fin la espera ha terminado y el Líder se haya frente amis ojos.

- Se equivoca- Dijo Urbano muy sorprendido-. Yo no soyningún líder, y no me interesa encargarme de nada que no seami vida.

- Pero te seduce la idea de convertirte en un ser temido yde amplias facultades- Replicó Efisto con una sonrisa malig-na-. Hay tanta ambición en tus entrañas como sal en estosMares... Y en tu alma tanto odio como en el interior de mu-chos de los nuestros... Ya lo dice la profecía:

Aunque se trate de un Humano,Habrá tanto odio en su interiorComo en el corazón de una bruja o demonio.Se convertirá en el Mago ObscuroY aunará al mundo de las Tinieblas.Imtomxiae ide ainxue lideFame hebre llijelue.

En seguida Efisto agregó:- Del rencor que sientes proviene tu energía y sin él no me

cabe duda que estarías muerto. A nosotros nos pasa algo pa-recido... Todos fuimos creados por el Todopoderoso, aunquea algunos nos toca el trabajo sucio. Por ejemplo, no niego queel amor debe ser maravilloso, pero... ¿Es mi culpa no cono-cerlo?... Conozco la obscuridad y el mal, y me agradan el do-lor y el pánico... ¿Es extraño que siembre el grano conocidoen lugar de uno diferente?...¿O que acabe haciendo lo que me

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gusta?... Ahora es la oportunidad de que tu odio te brinde unbeneficio y te ayudará a decidirte el hecho que no amas la vidaajena. Fuiste al rescate del lanzador de cuchillos por una cues-tión de orgullo.

- ¿Cómo supo?...- Estoy prisionero y no disuelto- Interrumpió el demo-

nio-. Sé que estás aquí desde que tu barco se adentró en lasaguas del Mar de Sueñobscuro. Urbano, mi paciencia se ago-ta, porque mal que mal la paciencia es un don divino, y co-mienzo a hartarme de hablar en esta lengua de gusanos. Dime...¿Aceptas mi ofrecimiento?

Urbano se quedó unos segundos en silencio, y luego pre-guntó:

- ¿Todos reconocerán mi autoridad?...- Sí- Contestó Efisto sin que ocultara su entusiasmo-, de

eso nos encargaremos yo, Arkán y Yirazú, las otras puntas delTridente. La Palabra del Mago Obscuro será respetada y obe-decida por nosotros y por cada miembro de la Cofradía.

- Entonces acepto- Dijo Urbano con gran seguridad.- Esa es la respuesta que deseaba oír- Repuso Efisto-.

Ahora escúchame con atención, porque te diré cuales son tuspróximos pasos a seguir...

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Capítulo 4

LA CAVERNA DEL DRAGÓN

Luego de que hablara con Efisto el demonio, Urbano sedirigió a la fortaleza de los gigantes Etanes, y fue recibido pordos guardias que le llevaron a un salón repleto de tesoros yarmas. Allí le esperaba un gigante vestido con una túnica ne-gra que llevaba un Tridente Rojo en el pecho. Este Etán lucíamás voluminoso que los otros; y si no hubiera estado sentadoen un trono de oro, quizás también habría resultado ser másalto. Una bella gigante cepillaba su cabellera plateada, y el so-berano acariciaba la empuñadura de una enorme hacha queestaba apoyada en su asiento. Después de que examinara a lolejos al marino, el gigante rasco su barba gris y le dijo en unalengua familiar:

- Tú eres Urbano.- Así es- Contestó el marino.- Me llamo Titán y soy el Soberano de esta isla. Jamás me

canso de decirlo. Cada año sostengo cinco combates a muertepara mantenerme en el cargo.

Luego de que chasqueara los dedos, uno de sus sirvientestrajo un cofre dorado y lo puso a los pies de Urbano. Enton-

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ces Titán le dijo al marino:- El Gran Efisto, nuestro protector, me pidió que te en-

tregara este obsequio.Urbano lo abrió con esfuerzo; si bien no era mucho más

grande que un cofre cualquiera, la tapa pesaba como el acero.En su interior había un gran Martillo de Cristal Rojo.

- También me dijo que lo complacerías si le dieras unapequeña muestra de aprecio y lealtad- Agregó el Soberano delos Etanes y volteándose hacia otro de sus sirvientes musitóunas cuantas palabras.

- ¿Cómo? - Preguntó Urbano imperturbable.- Mata a uno de los hombres que vinieron contigo- Con-

testó Titán-, y señaló a Eyré que caminaba hacia el trono acom-pañado por dos guardias.

- Denle un arma- Dijo Urbano muy despacio.- Limdiao omao ernioa- Repitió el Soberano.Sin tardanza un gigante trajo a Eyré uno de las dagas que

traía consigo antes de que fuera capturado; y en seguida Urba-no le gritó al enjuto marino con una voz terrible:

- ¡Eyré prepárate!...Por un instante Eyré dudó acerca de cuan real era la ame-

naza de Urbano, pero muy pronto reconocía en él la sombrade la muerte, y le lanzó su cuchillo veloz como un relámpago.La daga habría atravesado el corazón de su atacante, de no serporque éste giró levemente su tronco recibiendo el impactoen su brazo izquierdo. Cuando se encontraba a escasos me-tros de Eyré, Urbano arrojó su cuchillo con gran precisión, yla daga fue a incrustarse en la garganta del moreno lobo deMar. Una vez que Eyré expiró, Urbano le dijo a Titán:

- Ignoro como tratan ustedes a sus muertos, pero quiero

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que este hombre sea arrojado al Mar.- Esta bien- Aprobó Titán-, pero en cuanto a los otros...- No me interesa lo que hagan con ellos- Interrumpió

Urbano mientras vendaba su herida con un jirón de ropa.Cuando el marino tomó el Martillo de Cristal Rojo, el

Soberano Etán le dijo:- Debes golpearlo contra el suelo y saldrá el Esclavo que

habita en él.Así lo hizo Urbano y del Martillo salió un Espíritu amari-

llento. Era más bien una sombra, pues no había esperanza ensus enormes ojos blancos; y su luenga figura se hallabaencorvada como si cargara un peso abominable sobre los hom-bros. Al mirar a Urbano el Esclavo le dijo:

- Lanid dud qoid lisies, k dud xunpdarid.Sin que se intimidara, Urbano replicó:- Aún no hablo la Lengua de los Antiguos, pero como sé

que comprendes la mía cumple con este mandato: Llévame ala Caverna del Dragón Inmemorial.

Aunque el Esclavo parecía molesto, no tardó en obede-cerle y en un abrir y cerrar de ojos Urbano irrumpió en lasoledad de un denso Bosque. A unos pocos pasos de él, sehallaba la entrada de una cueva, cuya oscuridad habría depri-mido a un centenar de luciérnagas. Apenas el marino habíaentrado en ella percibió una energía que remecía levementelas paredes y el suelo, donde abundaba el Musgo Amarillo. Amedida que descendía por un sendero espiral se intensificabanen sus oídos unos latidos monumentales. El marino tuvo laimpresión que un volcán bombeaba furioso el magma de latierra.

Al final de la senda había una inmensa galería. Una veintena

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de antorchas negras la iluminaban y al fondo de ella se exten-día un abismo. Urbano observó que dos enormes cadenas col-gaban del muro de la galería y caían al vacío. Cuando se aproxi-maba a la orilla para mirar hacia abajo, un murmullo se ex-pandió como el ruido de una avalancha y en seguida aparecíadel abismo una criatura gigantesca.

Era un reptil de piel azul y amplias alas grises, cuyos ojosnegros resplandecían plenos de sabiduría. Urbano no tuvomiedo de él, y no supo explicarse el porqué. Irradiaba un aurapoderosísima que empujaba y atraía al marino como una sua-ve ola. Luego de que observara detenidamente a Urbano ledijo:

- ¿Hebdezii naii dimjoeii? (¿Hablas mi Lengua?)Como Urbano seguía mirándole fascinado sin que supie-

ra que decirle, la criatura le preguntó:- ¿Sabes quien soy?- Sí- Dijo Urbano-, eres el Legendario Dragón Inmemo-

rial, Líder de la orden de los Dragones Inmemoriales.- ¿Quién te envió a verme?- Preguntó el Dragón.- Efisto- Contestó Urbano-. Si bebo de tu sangre obten-

dré facultades mágicas. Así estaré preparado para hacermecargo del Ejercito de las Tinieblas bajo el Título de MagoObscuro.

En seguida clavó su vista en el líquido rojo que escurríapor los eslabones de las cadenas. Provenía de la argolla queapretaba el cuello del Dragón.

- Esa es la parte fácil del asunto- Dijo el Dragón-, perocreo que esa sabandija buena para nada no te explicó lo queeso significa. Si bebes de mi sangre y te pones al mando de lasTinieblas no tardarás en anhelar el descanso de la muerte. No

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sabes cuanto duelen los pesares del espíritu cuando éste cuen-ta con toda la eternidad para recriminarse.

- Hablas como si hubieras pasado por ello- Reflexionó -Urbano- ¿Porqué te encerraron aquí?...

- Porque lo merecía- Contestó el Dragón Inmemorial-.Hace poco más de quinientos años alardeaba de mi superiori-dad, y Mataba y disolvía a muchas criaturas sin necesidad al-guna. Un día acabé con una aldea que se apoyaba en los murosdel Reino Centro. Allí vivía una dama muy querida para unode los seres más poderosos de Cranato y el cobró venganzacontra mí luego de que recurriera al poder de Nguechén.

- En verdad hacía falta que te dieran lo tuyo- ComentóUrbano-, pero quizás ya pagaste lo suficiente... Si encuentro laforma de ayudarte ¿Jurarás lealtad al Mago Obscuro?

- ¿Efisto pidió que me hicieras ese ofrecimiento?...- Ex-clamó el Dragón y al darse cuenta que Urbano se mantuvo ensilencio agregó indignado-: Dile que no serviré al Tridente nia la Cofradía Obscura, pues consagrarse a las Tinieblas signi-fica despedirse de la libertad para siempre. En un principiono reprimía el odio que sentía por Bedteseri, mi carcelero,pero aprendí que si aceptas que la ira te alimente no consegui-rás deshacerte de ella cuando aspires a la paz. Urbano, sé queese es tu nombre, aún tienes la oportunidad de rehusarte alcamino que la Oscuridad te ofrece.

Haciendo caso omiso de las palabras del Dragón Inme-morial, Urbano extendió las manos hacia las cadenas para re-cibir la sangre y le dijo con una voz plagada de resentimiento:

- No espero que comprendas lo que hago. Nadie te quitóa las personas que amabas ni tampoco fallecieron sin que pu-dieras hacer algo. Por la miseria que sufrieron los míos me

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cobraré con todas las riquezas del mundo y nadie volverá adoblegarme o a robar lo que me pertenece.

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Capítulo 5

LA LEYENDA DEL

MAGO OBSCURO

Luego de que abandonara la caverna Musgo Amarillo,Urbano comenzaba a sentirse mareado y caminó fatigosamentepor el Bosque. Cuando estaba a punto de desmayarse, le pidióal Esclavo del Martillo que le vistiera con ropas limpias, y leproporcionara un saco de dinero. En seguida le solicitó que letransportara a Sueñobscuro, donde buscó alojamiento en ElRincón del Bucanero, una antigua posada de la Ciudad.

Los días siguientes fueron un lento martirio para Urbano.Su piel se cubrió con manchas rojizas, y tuvo malestares esto-macales y fulminantes dolores de cabeza. Por momentos teníala impresión de que había bebido un letal veneno, y que suorganismo trataba de resistirse a la muerte; pero simultánea-mente percibía que una fuerza asombrosa comenzaba a apo-derarse de su cuerpo. Sus sentidos fueron agudizándose hastaconvertirse en una pesadilla, y no tardó en percatarse de queera capaz de leer los pensamientos de quienes pasaban por sulado. Cuando se disponía a quedarse dormido danzaban entrelas sombras del cuarto los rostros de Efisto, Eyré, y el Dra-gón como nefastas apariciones, y le llenaban de inquietud. Pero

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su mayor calvario se producía cuando recordaba una y otravez a Samuel, Alondra y a su hermana. Entonces sufría susperdidas como cuando era niño, y las lágrimas brotaban gri-ses y escasas.

Sin embargo, los malestares desaparecieron al cabo de unasemana, y Urbano se levantó un día sintiendo que despertabade un largo sueño. Pronto comprobó que era capaz de cosasasombrosas, tales como elevarse en el aire, volar y aparecer ydesaparecer con solo desearlo. Con su metamorfosis, produ-cida el año 42.815 de la E.C., la oscuridad que había en suinterior fue incrementándose; y a su pasión por las mujeres yla bebida se agregó un afán insaciable de combatir y devastar.Pero estas actividades no entorpecían las obligaciones delMago Obscuro, pues simultáneamente se interiorizaba de loocurrido desde el T. A. en adelante, y estudiaba las artes ocul-tas, buscando conjuros y encantamientos en los diversos rin-cones de Cranato.

Muy pronto se trazó como único objetivo apoderarse deLos Tres Libros de Alina, y rendir a sus pies al Jrem Universo.Como bien pudo vislumbrar Efisto, al asumir el mandato delEjercito de las Tinieblas Urbano cumplió una de las profecíasque anunciaban la proximidad de la Gran Batalla. Ogros,Berserkers, Etanes, brujas, hechiceros, demonios y el resto dela Cofradía juraron obediencia ante el Mago Obscuro, y mu-chos habitantes de los Pueblos Milenarios temblaron al oír sunombre, como antes lo había hecho al escuchar los nombresde los miembros del Tridente; pero nadie se enteró jamás delalto costo que Urbano tuvo que pagar ni de lo terrible quesería su condena.

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Cuentos de SueñobscuroVol. 3

DESTRUCCIÓN DE SUEÑOBSCURO

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Capítulo 1

REPENTINO ADIÓS

Se dirigía a la estación ferroviaria de Sueñobscuro. La víaFérrea atravesaba el Bosque del Este, hogar de varios Pue-blos Milenarios y lecho eterno del Gran Acobe Valla. Cuandose detuvo en la estación, Bastián recordó la alegría que en suinfancia despertaba el ferrocarril, y cuanto había cambiadoaquello a partir del accidente de su padre. Una puerta en suinterior se abrió mientras el tren iniciaba su marcha. Comomás allá del límite este de la Ciudad los rieles estaban cerca-dos en extensos pasajes por profundas ciénagas, su padre lerepetía por esos años que no se acercara a la vía férrea, ya quepor intermedio de ella acostumbraba internarse en la espesu-ra del Bosque. Sin embargo, sus ansias de aventura le llevabana desobedecerle con frecuencia ignorando cualquier peligro.

En cierta ocasión Bastián caminaba por el tronco de unenorme pino que servía de puente sobre el cieno, como si lapropia arboleda le tendiera la mano. Cuando ya casi alcanzabala orilla resbaló a causa de la humedad de la corteza, y comen-zó a hundirse lentamente en las aguas pantanosas. Sin que ha-llara respuesta alguna, sus gritos se extraviaron en el abruma-

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dor silencio que envolvía a la floresta, de vez en cuando rotopor unos aullidos. Justo en el momento en que la desespera-ción terminaba por sepultarle, Bastián vislumbró una siluetaentre las penumbras del Bosque arrimándose raudamente a laciénaga. En apenas unos segundos, el extraño subió al troncocon la agilidad de un felino y le extendió una rama.

Tal destreza hizo que Bastián le creyera un ser alógeno,pero segundos después, luego de que saliera de la ciénaga y lediera las gracias por su ayuda, descubrió que se hallaba frentea un niño apenas unos años mayor que él, cuya palidez, radian-te como las cumbres nevadas de Noasa (Tierra del Continentede Roaduz ubicada al norte de Oaz) le llamó mucho la aten-ción. Su nombre era Martín.

Martín y su abuela Estela vivían en una casona situada entreel Bosque del Este y la estación anterior a Sueñobscuro (Pre-cisamente a la que Bastián viajaba esa noche), la cual corres-pondía a El Descanso. Hasta el momento en que rescató delcieno al único amigo que tendría por esos años, la infancia deMartín había transcurrido sin la compañía de otros niños. Ensu grisácea mansión de amplios jardines se refugiaba en lassombras porque no tenía tolerancia a la luz.

Por desgracia la amistad que surgió entre ellos pronto tuvoun duro golpe. A raíz del accidente de su padre, Bastián emi-gró a la comarca natal de su madre en busca de unos parien-tes. Después de que regresara a Sueñobscuro doce años mástarde, se enteró de que Estela había fallecido gracias a un in-serto en el principal periódico de la Ciudad, y no dudó enenviarle un telegrama a Martín anunciándole su visita.

Luego de que cubriera a pie el breve trecho que habíaentre la estación y la casona, Bastián divisó a su Martín en uno

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de los jardines. Contemplaba absorto una rosa que resistía losembates del viento. Cuando se dio cuenta de que Bastián ca-minaba hacia él en seguida hubo un cambio en la expresión desu rostro.

A pesar de que se puso muy contento de verle, Martínevidenciaba el desgaste de una pena abrumadora. Con el de-ceso de Estela había perdido de una vez todo el afecto que nopudieron entregarle sus padres; y además, como si lo anteriorfuera poco, poseía otro motivo para desvelarse: Martín pen-saba en una mujer aunque nada sabía del amor.

Con la prisa con que una chispa enciende las hojas secas,una ilusión consume el alma de quien se aferra a ella desde elabismo de la desolación. Sucedió que en un breve alivio de laenfermedad que le aquejaba, cierto día Estela se animó a dar-se una vuelta por la floresta. La anciana tuvo la sensación deque pinos, abetos y alerces le envolvían en un dulce y perfuma-do manto, mientras una energía desconocida le subía por lospies; y ni siquiera un pájaro que voló burlón sobre su cabezapudo arrebatarla de ese encantamiento. A poco de que inicia-ra el camino de regreso, Estela encontró a una hermosa jovenvestida de blanco parada junto a un ciprés, y pensando que esavisión se desvanecería de un momento a otro le dijo:

- ¿Quién eres tú?...- Mi nombre es Delénia- Contestó la joven envuelta el

susurro de los árboles-. Soy la Princesa del Reino Sur, aquélque pertenece a este Bosque.

La anciana quedó impresionada con su tono melodioso.Jamás había oído una voz tan suave y hechizante; parecía queel viento la había tomado entre sus gélidos dedos deslizándo-la hasta ella.

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- ¿Una princesa dijiste?...- Murmuró sorprendida y luegoañadió con una sonrisa-: Sé de alguien que va a estar muy inte-resado en conocerte.

Y sin hacerle más preguntas, la abuela decidió invitarla ala casona en tanto los destellos postreros de la tarde se filtra-ban entre los árboles, pues a diferencia de Sueñobscuro losBosques del Norte, Este y Sur permitían que el sol se posaraen sus dominios. Si bien siempre solía ser muy cordial y atentacon las demás personas, había un trasfondo en el sencillo ges-to de la anciana que elevaba infinitamente su valor.

Días después de que fallecieran los padres de Martín, cuan-do él apenas tenía unas semanas de vida, una mujer de atuendosgitanos llamó a las puertas de la mansión. Como brindabahospitalidad a los esporádicos visitantes de la casona con unpuesto en la mesa, la anciana le atendió amablemente, pese aque se hallaba muy acongojada, y le agasajó con una muestrade los exquisitos manjares que preparaba con maestría.

Al terminar de comer, la mujer agradeció su gentileza y ledijo:

- En esta época de sombras ya no quedan almas como lasuya- Y Mirando a Martín que dormía en su cuna agregó-: Sinninguna duda usted será una verdadera madre para él...

No bien acababa de decir esto, cuando la mujer cerró losojos al igual que si recibiera una estocada mortal, y una som-bra repentina como lluvia de verano cubrió de pronto su sem-blante. Al cabo de unos cuantos minutos, la mujer se sobrepu-so a su malestar y con una palpable angustia predijo lo siguien-te:

Una noche en que Sueñobscuro se ilumine como si mil yun relámpagos resplandecieran, ese niño que duerme ahora

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tranquilo errará en el sendero de la muerte. Dejarán de servir-le ojos y oídos y a sus pies se hallarán el fuego y la sangre,mientras busca con el corazón afligido a una hermosa zagaladel Bosque.

Apenas conteniendo su asombro, Estela le pidió que sefuera inmediatamente de la casona; y si bien durante largo tiem-po quiso olvidarse de lo ocurrido la predicción fue a la largauna espantosa encrucijada para ella.

Finalmente un día se prometió que nada malo le pasaría aMartín en tanto pudiera Evitarlo, y que alejaría a su nieto deSueñobscuro, sin perderle el rastro a la joven que mencionabael nefasto augurio. Aunque la anciana siempre creyó lo contra-rio, el arribo de la princesa Delénia a la casona no tuvo nadade fortuito; mas bien fue una medida extrema. Al conocerla,Martín descubrió la luz a través del corazón, y los relatos de lajoven trazaron una senda hacia un mundo misterioso, que po-cos Humanos habían vislumbrado. Aunque en esas historiasse hacía evidente su amor y devoción por el Reino Sur, Deléniatambién les hizo ver que un soplo de muerte enfriaba la flores-ta, y sembraba innumerables peligros tras sus arboledas, talcomo reza el fragmento de un Antiguo Canto:

Una tarde camino a casa me atrapó el aliento de los Egregios.Entonces pedí a los árboles una ruta hacia el horror.

Pero no todos estaban al tanto de esos riesgos, y apenasse habían percatado de que extrañas cosas ocurrían ahí, comopor ejemplo Martín antes de que Delénia llegara a la casona.Entre la oscuridad de la floresta y la densa niebla que abunda-ba en ella, corría velozmente entre los árboles hasta caer ren-

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dido. Cuando apenas podía levantarse, buscaba un hermosoclaro que había descubierto cuando niño, y se tendía de espal-das para ver las estrellas durante horas. A los astros les confia-ba sus secretos, en un ritual que se repetía noche tras noche.En tanto las tinieblas recogían sus telones en favor de la auro-ra y los espectros volaban a encerrarse, Martín retornaba a lamansión sumido en un sueño del que es imposible despertar.Si el amor puede llevarnos al sepulcro, la soledad nos alargasus manos frías desde lo hondo de la tierra pidiéndonos querenunciemos a los temores y el escarnio.

Con la aparición de Delénia, brotó agua y vino en todoslos causes secos de su alma, e incluso las sombras de la casonase replegaron ante su presencia; quizás por que le había cam-biado la cara, y poseía un fulgor que contagiaba a su abuela ya la propia Princesa del Reino Sur. Pero no todo era sonrisaspara Martín, pues le atemorizaba que Delenia sintiera algo dis-tinto y un día se fuera de su lado. Si eso ocurría estaba dis-puesto a seguirla hasta el último rincón de Cam, pese a quehabía prometido a su abuela que siempre tendría en cuenta lapredicción que le alejaba de la Ciudad sin Estrellas.

Sin embargo, Estela no siempre consiguió que Martín es-cuchara sus inquietudes; como ocurrió cuando su nieto tuvoque contratar un reemplazo para el viejo Señor Mustafá, ad-ministrador de los bienes que había heredado de sus padres.

Todo comenzó una noche en la que Martín regresaba desu expedición por el Bosque. No pudo evitar sobresaltarse, alver que un hombre se hallaba frente a las puertas de la casona.

- Mi nombre es Franz Plata -Dijo el desconocido-. Vengode parte del Señor Mustafá, y traigo dos cartas para usted.

- ¡Vaya!- Exclamó Martín-, Mustafá es muy querido en esta

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casa. Espero que se encuentre bien.Como Martín sabía que el vestíbulo estaba en penumbras,

entró primero a la mansión y encendió un candelabro. Al verque el Señor Plata se había quedado en el umbral, no dudó enpedirle que pasara y agregó:

- Cualquier persona que trabaje con un hombre sabio debeser digna de confianza.

- Gracias- Dijo Franz Plata-. Mis modales son de una épocaremota y necesito una invitación.

Revisando las cartas que el Señor Plata traía consigo,Martín verificó que habían sido escritas por Mustafá. En unade ellas el anciano renunciaba al empleo por motivos de sa-lud, y en la otra recomendaba a Franz Plata como su sustituto.Luego de que sopesara esa referencia, y a falta de otras alter-nativas, Martín le contrató con un tanto de recelo.

El Señor Plata era un hombre de constitución sólida quehabría perforado un muro sin otra herramienta que su mirada.Tenía el cabello oscuro y la piel curtida por el sol. Siemprelucía incomodo cuando vestía de traje, y con frecuencia do-blaba las mangas de su camisa revelando una voluptuosa mu-jer tatuada en la cara interna de su antebrazo derecho. A sim-ple vista representaba unos cuarenta y cinco años; pero al oírsus extraordinarios relatos se le habría atribuido un siglo deaventuras. En su época de marino había recorrido diversospaíses, lo que le permitió que degustara en ellos un sin fin dedelicias culinarias, y enterarse de sus costumbres, algunas muydisímiles entre sí. Esto hizo que la desconfianza de Martín setransformara en admiración, pues había soñado muchas vecescon trasladarse a sitios fascinantes.

Sin embargo, las apasionantes historias del Señor Plata

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no lograron que fuera visto con buenos ojos por las mujeresde la casona, ni mucho menos lo consiguieron sus comenta-rios acerca de las innumerables conquistas que había realiza-do. Ambas poseían distintas y justificadas razones para su hos-tilidad.

Estela pensaba que la sorpresiva renuncia del SeñorMustafá, y la contratación de su reemplazante merecían unanálisis más profundo, pese a reconocer que éste último du-plicaba el dinero por encanto; quizás también le trajo malaespina oír voces durante la noche, y ver la niebla del Bosquecolándose bajo las puertas. En cuanto a la princesa Delénia,no le dio mayor importancia al asunto, a excepción de sentiruna solidaria antipatía hacia él, al menos hasta que en ciertaocasión le escuchó unos comentarios que despertaron su ira.

Ocurrió en la visita anterior a la que Franz Plata haría lanoche en que Bastián llegó a la casona, la princesa relataba unahistoria que decía más o menos así:

«Hubo en una tierra distante cierto rey muy obstinado. De la nochea la mañana decidió hacer un día un camino por el Bosque haciaSueñobscuro, pues estimaba que la única vía disponible a esa tierra mis-teriosa era muy angosta para el paso de su gran comitiva, integrada porcientos de escoltas y decenas de elefantes cargados con valiosísimas y exó-ticas mercancías.

«Los primeros leñadores que envió retornaron bastante pronto; ysin que dieran cuenta exacta de lo que les había sucedido, le rogaron queno les obligara a retomar su labor. Molesto, y pensando que la marchadel proyecto debía acelerarse, el rey envió un grupo mejor nutrido de leña-dores, los cuales también regresaron con premura. Sin embargo, a dife-rencia de los otros, estos hombres advirtieron al soberano sobre la incon-veniencia de la empresa. Según ellos, seres luminosos de grandes poderes

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les perseguían mientras pronunciaban palabras incomprensibles.«Negándose a darle crédito a esos testimonios, el rey se enfureció

aún más a causa de los nulos resultados que había obtenido, y sostuvouna reunión con sus asesores. En lugar de aconsejarle juiciosamente,ellos le alentaron a que encabezara un tercer grupo, pues a sus espaldashacían planes para derrocarle.

«En el instante en que fueron hallados sus cadáveres, las cabezasdel rey y de su sequito pendían de unos árboles como espantosos ador-nos...»

Cuando Delénia concluyó, el Señor Plata dijo que no sóloconsideraba absurda la idea de que seres sobrenaturales habi-taran en el Bosque, si no también una profecía que anunciabala destrucción de Sueñobscuro. En seguida Martín preguntó ala joven si había oído de tal premonición, y finalmente ellaacabó por revelársela. Con un tono muy solemne y sin queFranz Plata y la abuela Estela perdieran detalle, la princesadijo lo siguiente:

Tres demonios emergerán del Marestremeciendo la tierra a su paso.Esta será la señal que hará temblar a los valientes.En la Ciudad sin Estrellas se enfrentarán la Luz y las Tinieblas,y bajo el fragor de la lucha arderá hasta los cimientos.

En seguida, advirtió que esta parte había sido guardadaen secreto por muchos años:

Antes de que usurpen el oro, la plata y el Nekal (Mineral),el brillo cristalino del rubí ,la esmeralda y el zafiro,las ventanas de diamante y los portones de Osaebo (Madera),

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las armas cederán y habrá una contienda».

Cuando ella había terminado, el Señor Plata dijo lo si-guiente:

- Sueñobscuro es una Ciudad de mal clima, nada más. Enmi opinión las supersticiones y los cuentos de hadas debendarle paso a las maquinarias y a los inventos. Aunque esas his-torias que esta hermosa señorita nos relata tan bien fueran cier-tas, y lo digo por más que nada por respeto a ella, mal podríallegar ese día terrible si esos demonios ni siquiera han asoma-do la nariz.

Mirándole fijamente, la princesa le dijo:- El comienzo del fin está cerca.Justo un día después, Martín recibía a amigo Bastián en la

casona; y casi dos horas más tarde, tras las condolencias y pre-sentaciones correspondientes, Bastián oía alucinado a la prin-cesa Delénia de los espaciosos claros que poseía la floresta, yde los ríos relucientes como espejos que la cruzaban al Nortey al Sur, remontándose a sus periplos por la floresta. Pero suefervescencia muy pronto fue cubierta por una sombra. Mien-tras Martín encendía las velas de los tres candelabros que ha-bía sobre la enorme mesa del comedor, y Delénia abastecíade cubiertos a los lugares dispuestos en ella, el ruidoso des-plazamiento del ferrocarril, que pasaba unos escasos metrosal norte de la mansión, transportó a la época más dura de suinfancia. Justo al día anterior a la muerte de su padre.

Una tarde, luego de que saliera agotado de su empleo enel telégrafo de la estación ferroviaria, el padre de Bastián em-prendió el regreso a casa en compañía de su hijo sin que pro-nunciara palabra. Por tercera vez en la semana, esa noche se

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tendió como una tonelada plomo sobre la cama, mientras suhijo comía solo. Bastián trató de explicarse lo que sucedía, yse dijo que quizás él le culpaba de que su madre muriera aldarle a luz. Pero no pudo soportarlo, y al fin quiso convencer-se de que el trabajo consumía las energías de su padre. Estahipótesis hizo que a la mañana siguiente le anunciara que iba atrabajar para ayudarle con los gastos. En seguida su padre re-chazó el ofrecimiento en forma enérgica, pues recordaba laspenurias que sufriera en la niñez y se había jurado que su hijojamás pasaría por lo mismo.

Ante la inflexibilidad de su padre, a quien visitaba siem-pre en la estación, Bastián buscó una solución para el proble-ma durante largo rato, y finalmente se encaminó muy apenadoal Bosque, convencido de que era un lastre. En medio de tantapesadumbre, no se percató de la prisa con que corría el tiem-po.

Su padre si estaba pendiente del paso de las horas, y latardanza le trajo mala espina. Entonces caminó por la vía fé-rrea para buscarle, a despecho del peligro que él mismo habíaadvertido. Irrumpiendo entre las sombras y el silencio delBosque, un tren, treinta y ocho minutos atrasado a su hora dellegada, provocó el accidente que terminaría costándole la vida.A raíz de lo sucedido, Bastián cargó con la culpa de la muertede su padre y la condena de las voces del pasado.

Al agitarse bruscamente, las flamas del candelabro quetenía frente a él trajeron a Bastián al presente. No tardó endarse cuenta de que la brisa provenía de un ventanal abierto.Cuando estaba a punto de cerrarlo, Martín se detuvo al verque el Señor Plata entraba sigilosamente.

- Llegó justo a tiempo- Le dijo y mirando hacia fuera agre-

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gó-: Se desatará una tormenta.El recién llegado asintió. Durante la cena, Franz Plata se

mostraba muy interesado en la única joya que lucía la prince-sa, un espléndido anillo de rubí. Al fin acabó por solicitarleque le permitiera examinarlo. Entonces Delénia le dijo que envano había intentado desalojarlo varias veces de su dedo; sibien no le causaba daño alguno, permanecía ahí desde el mis-mo día en que le fuera obsequiado por Fátima, la mujer quehabía sido su nodriza cuando niña. Tras sonreírle, Franz Platase excusó por ser tan curioso, y luego de que vaciara su copade Merlot le dijo a Delénia:

- En el tiempo en que usted residió en el Bosque ¿Encon-tró a algunos de esos seres que mencionan sus relatos?

- Solo a los Espíritus Guías y al Guardián del Reino Sur,Baltazar el Mago - Contestó Ella-; aunque a éste último lo vien pocas ocasiones porque vivía fuera del castillo.

- ¿No se supone que un Guardián tiene que quedarse en elsitio que le encomendaron? - Dijo Franz Plata.

- Supongo que sí - Contestó la princesa- Pero su refugioquedaba muy cerca del Reino... En cualquier caso es nuestrocorazón el que decide donde debemos quedarnos.

Y como se produjo un breve silencio, sin ningún esfuerzoreconstruyó una tarde de sus ocho años, y puntualmente lafigura de un anciano sentado bajo la sombra de un árbol. Lasoledad que éste reflejaba le conmovió tanto que, olvidandoque una niña no debe acercarse a un extraño, se propuso acom-pañarle. Como aquél viejo, una forma humana de Baltazar, nodecía palabra, Delénia le preguntó al fin:

- Anciano, ¿Esperas a que el Bosque hable contigo?...- No- Contestó él con una sonrisa-. Espero a que deje de

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gritarme.Distanciándola de su remembranza, el Señor Plata le pre-

guntó:- ¿Está segura de que no encontró señales de algún otro?Mientras se oían unos extraños murmullos afuera, aún más

intensos que la brisa del invierno, y los arañidos de las ramasde los árboles en las ventanas del segundo piso, la princesaDelénia le miró con recelo y dijo lo siguiente:

- Ahora que recuerdo, en la aldea gitana que había a me-dio kilómetro del Reino, donde la mujer que me cuidaba y yoteníamos grandes amigos, oían en ocasiones al Dragón Inme-morial.

Esta respuesta transformó el rostro de Franz Plata, quehasta ese momento resplandecía, y también se expandió unrumor apagado sobre la respiración de la chimenea, y tras loscristales de las ventanas. Uniéndose a la inclemencia del vien-to, de pronto la lluvia empezó a desplegarse con la mismahostilidad. Justo en ese momento, la princesa Delénia le indi-có a Martín que la siguiera y se levantó de la mesa visiblemen-te perturbada. Al detenerse a unos pasos de las grandes puer-tas de la entrada, donde los seseos de los árboles se transfor-maban en murmullos apenas audibles, le dijo sin que elevarala voz:

- Tengo que irme de inmediato.Apenas se apagaban en la boca de Delénia, esas palabras

desataron un tormenta en el interior de Martín, quizás másintensa que aquella que remecía la mansión hasta los cimien-tos. Pero éste no tardó en reponerse de la sorpresa; y tras pe-dirle a la joven que le esperara, salió de la casona a toda prisa.En tanto Delénia le comunicaba su decisión de marcharse a

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Martín, y las paredes de la casona se llenaban de lamentos, yparecían estrecharse como si miles de largos y fuertes brazosla envolvieran, el Señor Plata comentó al verles juntos:

- Aunque la miseria nos muerda las camisas y elija paranosotros un reino de ratas siempre se aspira a las cosas her-mosas. Quizás jamás alcancemos algunas, aunque hayamospuesto todo el esfuerzo posible tras ellas, pero tarde o tem-prano comprendemos las razones que influyeron en tal desen-lace. Sin embargo, ¿No cuesta más resignarse cuando hay algoque creyéndolo cercano permanece lejos de nuestro dominio?.Ante lo prohibido toda posesión termina siendo escasa o in-satisfactoria, y se olvidan las otras metas concentrando nues-tras energías en eso que resulta tan esquivo. El porqué y laduración de una búsqueda revelan la esencia de quien la lleva acabo pudiéndose confundir perseverancia con despilfarro. Antecualquier duda, es preciso ser sumamente mezquinos, pues acada minuto nos embriagamos más con la vida, cuando enverdad nos acercamos a un fin incierto. Hay que amar con cuen-tagotas y buscar el veneno en cada beso, el puñal tras cadacaricia... No hay que darle más cuerda a las ensoñaciones, niobcecarse con la búsqueda aquí en la tierra lo que habita enAlina, ya que cualquiera puede despertarse un día en un nidode alimañas o en el vientre de un abismo insondable. A mu-chos mis palabras sonarían como el anuncio de la sentenciapara un hombre muerto, pero no tengo motivos para conven-cerme de que si el pasado fuera restituido, y cada aroma ysonido se levantaran de su sepulcro, todo sería distinto. Aun-que parezca increíble, a veces se salta una zanja en la penum-bra para caer en un foso más profundo. Cuando pretende sor-prendernos el destino no escatima grandes estrategias ni gro-

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seras injusticias.Mirando a Bastián que le oía atentamente, agregó:- Hijo, la desventura corre por nuestras venas.Cuando retornó a la mansión con sus ropas empapadas y

una rosa desfalleciente por el temporal, Martín se aproximó aDelénia para entregarle su sencillo obsequio, en tanto el fuegode la chimenea se extinguía poco a poco. Pero su mano al ex-tenderse pareció vacía, a pesar de sentía en ésta una carga casiinsignificante y una que otra aguja invisible. Muy confundidoMartín apretó la rosa, y al abrir su mano de nuevo aparecieronen ella unos círculos rojos y diminutos, que iban ampliándosecon lentitud. Entonces la princesa se acercó para darle un vis-tazo a la herida, y los tres candelabros se apagaron simultá-neamente dejando la habitación en absoluta oscuridad.

Luego de que Martín encendiera una vela con prontitud,y de que los muros y el cielo de la casona se distendieran libe-rados de un enorme peso, Bastián constató que la princesaDelénia y el Señor Plata habían desaparecido.

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Capítulo 2

EL CAMPAMENTO DE BALTAZAR

Recorrieron cada uno de los rincones de la morada y susjardines sin ningún resultado. Sin embargo, Martín no parecíadispuesto a quedarse de brazos cruzados, y menos aún si pen-saba que en todo ese asunto había gato encerrado. Después depedirle a Bastián que permaneciera en la mansión por si acasoDelénia regresaba, y olvidando que conocía las ciudades soloa través de ilustraciones y fotografías, emprendió el viaje a ElDescanso, donde según los antecedentes que manejaba el Se-ñor Plata tenía su residencia.

Apenas transcurridos algunos minutos desde que Martínse fuera, Bastián escuchó que llamaban a las puertas de la man-sión y se apresuró en abrir; en seguida tuvo frente a él a unamujer de cabello encanecido, aspecto amable y actitud decidi-da, que no atravesaba el umbral de esa estancia en más de dosdécadas.

Aunque hacía un esfuerzo por mantenerse en calma, senotaba que una enorme angustia le roía las entrañas. Luego deuna escueta presentación, Fátima le interrogó sobre la prince-sa Delénia.

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- Es demasiado tarde- Murmuró al enterarse de lo ocurri-do-. Él se la llevó.

Tras comprobar que se refería al Señor Plata, Bastián lecomentó que era imposible que éste hiciera algo así, porquehabía contado con un exiguo lapso de oscuridad, sin duda in-suficiente para retirarse de la casona. Como a Fátima le apre-miaba volver al Bosque, prometió a Bastián que respondería atodas sus preguntas si la acompañaba y se ponían en marchade inmediato. Una vez que iniciaron su camino, Fátima le dijo:

- Para empezar, el verdadero nombre de ese monstruo esUrbano. Hace mucho tiempo bebió de la sangre del Dragón yobtuvo asombrosas habilidades. Muy pronto se convirtió enel Legendario Mago Obscuro, el líder del Ejército de las Ti-nieblas. Desde entonces grandes ciudades e imperios comoSialur, Azonia y Lantis comenzaron a derrumbarse, pero susambiciones superaban largamente esos antojos de conquista-dor. En tanto combatía bajo múltiples rostros, y sin que nadiesupiera con exactitud como ni cuando, adquirió nuevas des-trezas transformándose en un ser aún más temible. Pude pre-ver que la princesa Delénia sería acechada por un espíritu som-brío, y esta noche Urbano decidió raptarla aprovechando quela Luz hace preparativos para enfrentarse a sus legiones.

- ¿Habrá una batalla?...- Así es - Afirmó Fátima-. Esta noche Cam se sacudirá

hasta los confines. Pero no temas, a nadie le conviene que elplaneta estalle.

Bastián no supo si aliviarse o no. Al cabo de unos segun-dos dijo:

- Si el Señor Urbano es tan poderoso pudo llevársela an-tes.

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- No quiso precipitarse- Contestó la mujer-. Sabía que unerror así desencadenaría el inicio de la guerra, y no estaba pre-parado para hacerle frente a nuestro Ejército, que es el de laLuz. Sin embargo corre el rumor de que cuenta con la sustan-cia y los conjuros necesarios para que devolverle la libertad alTridente y también a los Espíritus cautivos en los Bosques.

Sin que prestase demasiada atención, Bastián se detuvode pronto y exclamó:

- Martín va camino a El Descanso...- Ahí no correrá ningún peligro- Replicó Fátima-. En todo

caso él conoce parte de los acontecimientos que se avecinan, ydebe probarse en la adversidad, como también el resto denosotros. Por ahora debemos apurarnos en llegar al campa-mento de la Luz, para que así nuestro líder El Gran Baltazarsepa lo sucedido... Estoy segura de que él te dirá como pue-des ayudar a tu amigo.

- Los poderes de ese Señor Baltazar... ¿Se comparan conlos del Señor Urbano?...

- Por supuesto que no...- Aclaró la mujer de inmediato-Los superan ampliamente. Pero en este instante las compara-ciones nos perjudican. Me temo que la presencia del Tridenteinclinará la balanza a favor de las Tinieblas... Y podría sermucho peor.

- ¿Por qué? Fátima tomó un poco de aire.- Años atrás, Sofía, la adivina que predijo la Batalla que

está a punto de desarrollarse, aseguró que dos importantesmiembros del Ejército de la Luz serían eliminados por unahorrible criatura llamada Iar... Antes de morir dijo también:

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El Universo se ha reinventado una y otra vez,Pero Iar el cruel es muy persistente.Y siempre se las ingenia para aparecer sin que lo llamen.El maligno teme a una niña.Ella domina los latidos de su corazón»

- ¿Quién es esa niña?...- Ignoro su nombre- Contestó Fátima-. Sobre ella Sofía

escribió dos líneas más que decían:

Iar intentará evitar que coma del Árbol Sagrado,Donde se oculta un gran poder.

- El árbol que menciona se llama Niabulus- Agregó lamujer-, pero no es muy diferente a los otros, salvo por susdeliciosas frutas... Bueno, ese no es un asunto que deba pre-ocuparnos por ahora jovencito, y me temo que he sido muyimprudente al discutirlo en el Bosque, donde algunos sirvien-tes de Urbano viajan en el Viento del Norte. Ya habrá un mo-mento para preocuparse de esas predicciones.

Cuando le encomendaron la atención de Delénia, Fátima,en aquella época una joven empleada de confianza, no cayó ensí de gusto, y vio iluminarse una parte de su alma que hasta esemomento dormía. No obstante, pronto se hallaría inmersa enun mar de inquietudes, pues en su mente aparecían confusasimágenes que revelaban una amenaza para la princesa. De esasvisiones logró concentrarse en tres fundamentales. La primerade ellas trataba de la bravura de un oscuro guerrero; la segun-da era un aviso de que habría un enlace con su interior, y latercera le entregaba un desolador fragmento de la contienda

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final.Fátima daba por hecho que el Reino Sur a la postre no

sería seguro. Bajo prendas que ocultaban su identidad y pro-pósito, se dedicó a buscarle un hogar a la heredera del trono..Exhausta por una caminata que concluía a lo largo del panta-no más próximo al Reino (En dirección al Noreste del casti-llo), una tarde encontró una mansión en las afueras del Bos-que, la misma en que vivía Martín desde hacía apenas unosdías y su abuela Estela. Sin necesidad de ponerla a prueba,tuvo pruebas de la bondad de la anciana, una virtud que bru-ñía al igual que el oro en el fango, y que Fátima percibía comoel aroma de un pastel.

Un año después de que acudiera a su mente la primeraimagen sobre Urbano, Fátima volvería a perturbarse con unretazo del futuro; por este motivo, y a pesar de que palpaba eldolor que había en la casona, sintió el deber de advertirle a laanciana acerca del peligro que correría su nieto. Por aquel pre-sagio, Fátima dudó sobre la conveniencia de que enviara aDelénia a tal lugar, pero también supo que ahí la querrían condevoción. Por lo demás, Fátima pensaba que si llegaba a tiem-po a la casona evitaría el cumplimiento de su predicción.

Aún así tomó algunas precauciones. El anillo que le obse-quió a Delénia protegía la mente y el corazón de su dueña decualquier influencia sobrenatural; sin embargo, estaba lejos desu alcance que Urbano la transportara fuera de la morada deMartín, y la encerrara en lo alto de una torre que se situaba aunos kilómetros de la casona que el Mago Obscuro tenía enSueñobscuro, donde en realidad residía. En un comienzo,Delénia había desestimado las aprensiones de Fátima, y sededicaba a darle sosiego a las necesidades de los desampara-

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dos. La princesa siempre se distinguió por un gran espíritu deservicio, y muy pronto se hizo merecedora del aprecio y grati-tud de la gente.

Sin que dejara de lado las actividades benéficas, Deléniase interesó además en la defensa personal, y pronto les pidió asus padres que la dejaran integrar la guardia real. Los reyes,que no veían con buenos ojos el interés de la princesa por lospobres, accedieron de inmediato pensando que esta nueva in-quietud la alejaría de ellos y que con el tiempo iría desencan-tándose de su fascinación por la lucha. Pero no sucedió ni louno ni lo otro y es más: Gracias a su extraordinaria destreza ya una voluntad inquebrantable, la princesa superó cada desa-fío hasta constituirse en cuestión de semanas en el mejor ele-mento de la guardia, de la cual fue destituida por ayudarle aun fugitivo.

Entre tanto, y debido más que nada a la desaparición desu amigo Marco el gitano, Delénia se puso en manos de Fátima,convencida de que en realidad había una sombra tras sus pa-sos. Entonces, sin más compañía que su protectora, y llevandoa regañadientes una ramita de ruda entre los pechos, una ne-bulosa tarde inició el trayecto hacia la mansión, con el resulta-do ya conocido. Sólo en la torre donde el Mago Obscuro ladejó cautiva, Delénia se dio cuenta de que había hallado algosumamente valioso en la casona, además de la calidez de laanciana.

El amor y el bacilo de la peste se asemejan en que ambospueden infiltrarse en nuestro organismo y liquidarnos despuésde un buen tiempo. Tanto el uno como el otro han sido perse-guidos por la faz de la tierra, e incluso los síntomas suelenparecerse. La diferencia está en que solo el primero de ellos,

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cuando cuenta con la complicidad de las circunstancias y elmilagro de la correspondencia, nos inyecta un generoso hálitode vida, quizás solo la ilusión que hay de por medio justificatodo sufrimiento.

Mientras Delénia descubría aquello que sigilosamente ha-bitaba en su interior, Fátima y Bastián, segundos después deque la lluvia amainara, pisaban Iracus, una de las tierras sagra-das de los Centauros Escorpiones, y el claro del Bosque Surque Baltazar había elegido para su Campamento. Al aproxi-marse a los temibles gigantes que estaban apostados en una delas guardias, Bastián sintió que de alguna manera se sumía enuna antigua leyenda, y ni siquiera el desagradable olor del ta-baco que estos fumaban desvanecieron su asombro.

Esta criaturas de cabezas pequeñas y largas trenzas, cue-llos cortos, hombros, codos, y rodillas abultados no termina-ban de impactarle cuando poco después sus ojos recibían unamarea de rojos cobrizos, verde aguas, amarillos crepuscula-res, grises y brotes marrones que entre otros tonos les inunda-ron desde el Campamento.

En tanto seguía a Fátima de cerca, Bastián se esmeró enmemorizarse cada detalle de lo que pasaba en su entorno im-presionándole notablemente la afabilidad de un grupo degnomos; el apasionado discurso de un minotauro, pese a queno comprendió la lengua que éste hablaba; la belleza de doshadas que volaron sobre su cabeza como luciérnagas, y de cua-tro ninfas, tres de ellas provistas de inmensas alas que salíande su nuca, y la última de dos madreselvas que brotaban de lasmuñecas y envolvían parte de su cuerpo desnudo, enmarcadoen una extensa cabellera de finos tallos y flores. También lla-mó su atención el relinchar ansioso de los pegazos; la armonía

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de dos tipos de patas en el desplazamiento de un CentauroAraña; el hermetismo de unos encapuchados que levitaban enabsoluto silencio; la corpulencia de unos dragones con formahumana, y la majestuosidad de los unicornios. Finalmente, seinteresó en una ceremonia que realizaba un grupo de indíge-nas del Sur, cuyo pueblo vivía unos cuantos kilómetros al nor-te de las frías estepas que preceden a los campos de hielo. Enese momento se encomendaban al Izparatu Xrielur Li TuluDu Icaztimti, a quien llamaban Nguechén, para que velara porsus almas si caían en combate.

Se detuvieron frente a una enorme tienda ubicada en elcentro del Campamento. Lucía completamente distinta a cadauna de las varias decenas que le rodeaban. En lugar de génerohabía sido confeccionada a base de cristal, y destellaba comouna lámpara azul. Cerca de ellos, conversaban un anciano yalguien que traía una cosa envuelta en un sucio manto; ésteúltimo, aunque poseía un impecable sombrero negro, hermo-sas botas, y un particular bastón, estaba pobremente vestido,y difería bastante con el primero, cuyo atavío, una túnica largay roja, lucía Tres Torres de oro bordadas en el pecho. Aque-llas figuras se repetían en numerosos estandartes, aunque enazul y sobre un fondo blanco. «El anciano es el Gran Baltazar,a quien nosotros llamamos Bedteseri», susurró Fátima al jo-ven mientras él les observaba.

A pesar de verse muy distintos, y de que el harapientolucía ligeramente fastidiado, parecían respetarse mucho. Asom-brado con la serenidad del Mago en medio del ruido que ha-bía en el Campamento, y con el garbo de su postura, Bastiánle preguntó a la mujer:

- ¿De dónde provino el Señor Baltazar?... ¿Él también

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bebió de la sangre del Dragón?...- No- Contestó la mujer de inmediato, y luego agregó-: Él

pertenece a la Primera Generación de Magos, aquella que en elTiempo Inmemorial venció a unos Demonios que todavía co-dician el Universo Cranato. Además de eso, es muy poco loque sabemos de su pasado... ¿Recuerdas que mencioné queUrbano asumía distintas apariencias?... Tal vez nosotros ve-mos una forma más del Mago... Bedteseri es principalmenteun Espíritu del Bosque.

Tras un breve intercambio de palabras que Bastián no al-canzó a oír, el harapiento le entregó al Mago lo que llevabaenvuelto, y éste le correspondió con un pergamino amarillen-to y un pequeño cofre verde, objetos que de pronto aparecie-ron en sus manos. Poco antes de irse, el harapiento dejó suBastón en manos de Baltazar.

Apenas tuvo tiempo para atenderla, Bedteseri le hizo ungesto a Fátima indicándole que se acercara. De inmediato lamujer le puso al corriente de todo lo ocurrido hasta ese ins-tante. Cuando Fátima concluyó su relato, el Mago le dijo:

- No te preocupes, Urbano no cuenta con tiempo ni ani-mo para hacerle daño. Es más, da por hecho que le atacare-mos antes de que estemos listos.

Luego llamó al minotauro para ordenarle que alistara alas tropas ya que la señal de traslado a la Ciudad sin Estrellasaparecería de un momento a otro. A pesar de la agitación quedespertó este mandato, Baltazar permanecía muy tranquilo, ymirando detenidamente a Bastián, como si recién notara supresencia, le solicitó que caminara hasta él.

En seguida, el Mago se halló frente a un joven de pielobscura, y unos veinte años a cuestas, que había heredado de

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un antepasado la capacidad de traspasar con la mirada. Era deestatura promedio y configuración mediana, y llevaba el cabe-llo corto y revuelto.

Luego de que llenara sus pulmones, Bastián se presentó alpoderoso Bedteseri con mucho respeto. Tras corresponderlea su saludo, el Mago preguntó si había alguien en Sueñobscuroque dependiera de su suerte, y ante esto el joven dijo sin du-darlo:

- Absolutamente nadie.- Si es así- Dijo el Mago -, recomiendo que abandones el

Campamento de inmediato y que te alejes cuanto puedas deesa Ciudad.

- Señor Baltazar- Interrumpió Bastián-, agradezco infini-tamente su consejo, pero si es preciso tendré que desobede-cerle.

Estas palabras sorprendieron a quienes se habían acerca-do a oír la conversación; y poco a poco fue incrementándoseun murmullo general, que únicamente tuvo fin cuando elminotauro bramó:

-¡ Zadimxaut! (Silencio) - En seguida se dirigió a Bastián yle dijo-: Habla únicamente cuando te lo indique su excelencia,el Líder de la Luz.

Bastián asintió con la cabeza y dio un rápido vistazo a sualrededor, encontrando muchos ceños apretados y rostrosamenazantes, entre ellos el de un fauno de cabello cobrizo ybrillante, armado con una lanza de seis puntas en ambas ma-nos (Akén, arma típica de su especie), y el de un gigante muypálido y tan delgado como un azadón, que le impactó por susglobos oculares completamente anaranjados, y sus puños si-milares a dos enormes mazos. No menos el fiero era el aspec-

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to de cuatro Leones- Hombres, que no perdían detalle de susmovimientos, y lucían a lo lejos sus amarillentos colmillos.Bastián tuvo de pronto una espantosa idea.

- No debes temerles – Dijo Baltazar adivinando sus pen-samientos-. Al único que despedazarán mis guerreros es alMago Obscuro, aunque tengan que tragarse su carne amargacon mucho vino.

Gracias a este comentario el ambiente pareció aligerarsey el Mago agregó:

- Además dentro de ti reside La Hermandad del Bosque yeso te convierte en uno de los nuestros. Por favor continúacon lo que me decías hace un minuto y habla cuando lo deseesya que no estás a mi servicio.

Un tanto más tranquilo el joven prosiguió:- Señor Baltazar, debo encontrar a mi amigo Martín sin

que importe el lugar donde se encuentre.- Entiendo- Musitó el Mago-. Ojalá pudiera disuadirte para

que no arriesgues tu vida más de lo necesario. Un guerreroenfrenta al enemigo perseguido de su propia muerte, y mu-chos de los que ves aquí lo sabemos de sobra. Pero a menudola Contienda cobra víctimas que no eligieron involucrarse. Aun-que me avergüence admitirlo, yo mismo desobedecí La Vozde Alina y colaboré para que ocurriera.

- Alina debe ser su consejera.- Más bien se trata de mi conciencia- Dijo Bedteseri-. Así

se llama el planeta está ubicado el palacio del Todopoderoso,un lugar sagrado donde se establecieron una serie de normasque nos diferencian de los miembros de la Cofradía Obscura,muchas de las cuales tuve que quebrantar. También he sidocorrompido por un propósito superior.

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- ¿Y cuál es?...- Impedirle a la Cofradía que se apodere del Jrem o Gran

Universo- Contestó el Mago-. Si eso sucediera levantarían unReino sobre tierras sombrías, y desde allí harían marchar a losesclavos sobre los restos de los muertos.

- ...Y ese Señor Urbano - Dijo Bastián sin poder salir desu estupor- ¿Cuenta con los medios para que se establezca eseterrible imperio?...

- No por ahora- Masculló Baltazar-. Pero será capaz deeso y mucho más si consigue arrebatarnos Los Tres Libros. Elprimero trata del poder de las palabras sobre los aconteci-mientos; el segundo de las palabras sobre la materia; y el ter-cero explica la formación del Jrem Universo, su estructura, elgénesis de la vida, y la distribución de las fuerzas.

Aún sin que dimensionara lo que le había contado Baltazar,el joven comprendió que la Batalla decidiría mucho más queel futuro de Sueñobscuro y de los amplios Bosques. En segui-da el Mago se dirigió nuevamente a Bastián:

- Intercepta a tu amigo en el trayecto a El Descanso o delo contrario le seguirás a un verdadero infierno. Después deque te cambies esas ropas mojadas, Fátima te contará algo quedebes saber de Martín, y de paso te explicará como puedesdesenvolverte en el Bosque con mayor facilidad... Aunque pre-sumo que ya estás al tanto.

Al llegar a este punto el Mago calló de pronto, y tras que-darse unas centésimas en trance murmuró:

- Nunca me gustado creer en el Destino, pero si cada pasoconstruye uno que ahora nos aguarde el más favorable o elmenos cruel.

En ese mismo instante, la tierra empezó a sacudirse terri-

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blemente provocando una gran conmoción entre los ahí con-gregados. Sabían que aquél era el anuncio de que El Ejércitode la Obscuridad estaba preparado pues recordaban una anti-gua profecía del Bosque:

«Triz linumauz inirjirem lid nerIztrinixaimlu de tairre e zopezu»...

Ante esto, el Mago les dijo con voz de trueno en la Len-gua Inmemorial:

- Hermanos del Bosque y de la Luz, las montañas pareceninexpugnables gigantes, y sobre ellas está el cielo. Jamás les hementido. Nos enfrentaremos con un enemigo muy numerosopero hasta ahora nadie ha ganado una batalla por verse másfuerte. ¡La adversidad justifica el miedo del cobarde y acre-cienta el temple de los corajudos!... ¡Luchen si hay fuego ensus entrañas!... ¡Y levántense cada vez que sean derribados!...Anhelarán el sosiego de la muerte si presencian el fin de lossuyos... El último de nosotros será ovacionado por nuestrospueblos o se lanzará contra el enemigo al tenerle cerca ¡SiSueñobscuro no quiere atestigua nuestra gloria que al menosse convierta en nuestra tumba!

Con el corazón enarbolado por el aliento de Bedteseri, elclamor de sus guerreros no se hizo esperar. Como si el temorsoltara al unísono las tenazas con que apretaba a cada guerre-ro, se produjo entre ellos una explosión de súbito optimismo,y no dejaban de estrecharse las manos o levantar las patas paradesearse suerte. Realmente no parecía que iban al Campo deBatalla, sino a asistir en masa a la celebración de un triunfo.Unicornios, pegazos y centauros simularon el ruido de una

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estampida; Genios, Humanos, Balquios de las gélidas tierrasde Oaz , Magos, Dragones y Leones Hombres, Hadas, elfos ytodos los demás se juramentaban la victoria, en tanto hacíanflamear sus destellantes y hermosas enseñas. Destacaban entreellas las Tres Torres; la Espada Celeste del Reino Norte; elCristal Lium del Reino Sur; la Hermosa Plebeya del ReinoCentro; el Mazo de Trugueleña; y la Pluma Verde deGurbanom.

Aunque no comprendía con exactitud porqué motivo,Bastián se sintió eufórico ante tal algarabía. Creyó que si noalzaba los brazos y aplaudía jamás iba sepultaría la energía leque impulsaba a hacerlo. Con gusto habría ido con ellos alCampo de Honor en ese minuto aunque después tuviera quelamentarlo.

Sin que mediara detonación alguna, Bastián vio de quepronto aparecían miles de bengalas en el cielo tiñendo fugaz-mente de rojo, azul y amarillo la hierba que había a sus pies.Esas luces podían distinguirse a varios kilómetros de distan-cia, y al divisarlas no fueron pocos los que rogaron a Nguechénuna jornada gloriosa, y la derrota definitiva de la Cofradía trasmiles de años.

En el momento en que unos espíritus grises salían de hon-das zanjas que no cesaban de abrirse, y una legión de cientosde seres resplandecientes, enormes y alargados abandonabanlas arboledas para unirse a las tropas, el joven notó que la apa-riencia del Mago era diferente, pues lucía bastante más alto ysu contextura revelaba un mayor volumen. De su rostro ocul-to bajo una capucha nada más se distinguían dos terribles ho-gueras.

En menos de un abrir y cerrar de ojos, el Ejército de la

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Luz había desaparecido y Bastián se quedó junto a Fátima enun campamento vacío.

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Capítulo 3

REMINISCENCIAS

En tanto recorría la última feria de primavera que habíallegado al castillo, Delénia se interesó en las obras del célebrepintor Baudegogh. Meses más tarde las incidencias de esa no-che le otorgaron una perspectiva equivalente: En lo alto de latorre que Urbano dispuso para su encierro, la princesa descu-brió que una dulce ponzoña corría por sus venas y alimentabasu espíritu. Estaba enamorada de Martín, y al darse cuenta deello tuvo la sensación de que se arrojaba al abismo. CuandoMarco supuestamente desapareció a manos de la entidad quela perseguía, la princesa acabó por convencerse de que debíaalejarse del Reino y obedecerle a su nodriza.

Al cabo de dos días, Fátima llevó a la princesa hasta lascercanías de la casona, y luego se despidieron convencidas deque no les quedaba otra alternativa. Como lo había anticipadouna de las tres visiones fundamentales de la nodriza, el ReinoSur se hallaba próximo a desplomarse bajo el poder de Urba-no amenazando a todo el Gran Bosque.

Detectando una presencia en las cercanías, Fátima se man-tuvo alerta durante un breve instante, en el que solo se oía la

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agitada respiración de ambas. Al fin vislumbró con un granalivio que se trataba de Estela, y en seguida le dijo a Deléniaque aguardara el paso de la anciana. Escondida tras unos ar-bustos, Fátima pudo comprobar que su intuición no le enga-ñaba: Al percatarse de que la joven necesitaba un lugar dondealojarse, la abuela de Martín no tardó en pedirle que fuera conella a la mansión, a pesar que al hacerlo daría forma a una desus peores pesadillas.

Acostumbrada al viejo castillo en que vivía y la aldea gita-na situada a menos de dos kilómetros al Sureste del ReinoSur, la princesa consideraba que la casona difería considera-blemente de lo que ella había conocido en materia arquitectó-nica, pues era demasiado endeble para que sirviera de fortale-za y muy espaciosa para acogiera a una pequeña familia. Suaspecto en un comienzo le sugirió cierta tristeza, pero estaimpresión fue diluyéndose a medida que atravesaba los colo-ridos jardines que la rodeaban.

Apenas unos minutos después, la abuela de Martín abríalas sólidas puertas de la mansión y le invitaba al interior. Enseguida Delénia entró a un vestíbulo de muros blancos en elque había un espejo de marco plateado, muy añoso, una mesadiminuta y un diván café; bajo sus pies, una alfombra amarillase desplegaba desde el umbral hasta el último peldaño de unaextensa escalera. A su derecha se encontraba la entrada al co-medor, significativamente más amplio, y a su izquierda habíaun pasillo que conducía a otras habitaciones.

Luego de solicitarle a la joven que tomara asiento, la an-ciana le dijo cariñosamente:

- De seguro tienes mucha hambre. Esta noche cenaremostemprano.

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Estela se dirigió a la cocina con un evidente entusiasmo,pues además de quienes realizaban encargos para Martín en laCiudad, y llevaban provisiones a la casona cada tres meses,nadie les había visitado en más de veintitrés años. Muy prontola princesa escuchó el inconfundible ruido de un cuchillo quetroza todo lo que se pone al alcance de su filo, y recordó esastardes en que acompañaba a Fátima en la cocina del castillo.Allí corrían y se esmeraban en la preparación de los innume-rables platillos que día a día satisfacían a reyes y nobles.

Cuando apareció en el vestíbulo, Estela le dijo a Deléniaque le presentaría a alguien, y subió la escalera llena de ansie-dad. Finalmente regresó acompañada de un hombre alto, decontextura delgada, cabello largo y oscuro, a quien presentócomo su nieto Martín. La extrema palidez en el rostro de éstehizopensar a Delénia que él se encontraba muy enfermo; perodespués se dio cuenta de que no revelaba indicios de mal algu-no.

Delénia había escuchado en la aldea gitana que la genteque vivía más allá de la floresta no daba crédito a la existenciade Los Tres Reinos, y que muchos ni siquiera habían oído deGurbanom (Construida en el 39.702 de la Era Cronológica),la Ciudad subterránea de los gnomos del Norte; de Atol(40.008), El Tesoro en las Alturas de los elfos del Noreste; deSicrum, la bella estrella del Sureste que las cuatro clases decentauros levantaron en el año 42.699 EC como símbolo depaz; de Trugueleña (42. 305) el pueblo de los enanos del Su-reste, muy reputado por su dulcísimo licor de frambuesa; deAcram (41.216), la fortaleza que los Sorgas levantaron al Su-roeste; de las cavernas Krum, residencia de los Asetos delExtremo Sur desde el año 40.016 E.C; y de otros tantos refu-

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gios que los Bosques del Norte, Centro y Sur escondían entrelas miles y miles de hectáreas que juntos congregaban.

Peor aún, esos afuerinos que construían extraños apara-tos de metal, que consumían bastas cantidades de combusti-ble y envenenaban el aire, llamaban dementes a cualquiera quese atreviese a darle crédito a las historias que provenían delBosque.

Por este motivo casi estalla de alegría cuando Martín ledijo sin asomo de burla:

- Mi abuela me contó quien es usted y de donde proviene.Puede quedarse todo el tiempo que guste porque es un granhonor tenerla con nosotros.

Cuando concluyó, Martín inclinó levemente la cabeza yen retribución a su generosidad la princesa Delénia corres-pondió a su gesto. Aunque la amenaza del Mago Obscuro aúnpersistía, ella se sintió de pronto más tranquila. Aquél día enque la princesa llegó a la mansión, Martín despertó más tem-prano que de costumbre. Aprovechando que el crepúsculorestringía los dominios de la luz se asomó al ventanal de suhabitación, que estaba justo sobre la entrada a la casona. Des-de ahí logró ver difusamente entre la claridad de la tarde a suabuela, la cual atravesaba uno de los jardines en compañía deuna molesta mancha blanca. Cuando se acercaron a las puer-tas de la mansión, Martín descubrió muy sorprendido que dela mancha se distinguía una mujer.

Su vida cambiaría por completo. Cabe recordar una delas tantas canciones que Delénia había inspirado entre los Com-positores del Reino Sur:

Un himno vuela con la brisa de sus ojos

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y la noche en sus cabellos.Prefiere el silencio y ofrenda una mirada,Que perfuma el alma y somete como el acero.

Salvo las conversaciones que sostenía con su querida abue-la, Martín jamás había hablado con una mujer hasta ese día,por lo tanto cayó rendido bajo los encantos de la princesa conla docilidad de un mosquito que se dirige hacia la luz.

A poco de haberse trasladado a la casona, Delénia cons-tató que su anfitrión tenía otra particularidad: Nunca se deja-ba ver durante el día. Sus apariciones siempre se producían ala hora de cenar, y luego de que bajara por la escalera queconducía al vestíbulo. Llena de curiosidad, no dudó en pre-guntarle a Estela sobre esta situación. Cuando la anciana leexplicó que Martín debía refugiarse entre las sombras, Deléniasintió pena por él, debido a que recordaba las cristalinas aguasde los ríos y de la cascada en que se bañaba, los claros delBosque, y el abismo frente al cual dibujaba.

Habituada a su entrenamiento y a los Bosques que tantoamaba, las horas, días y semanas en la mansión transcurríanlentamente para la princesa, pero aprovechó ese lapso paracompenetrarse con la dulce Estela, y de paso colaborarles enlos extenuantes deberes del hogar.

En una casa de tantas habitaciones, sacudir, limpiar y ba-rrer eran tareas titánicas, y a menudo la joven se preguntaba siel entrenamiento de la Guardia Real resultaba tan duro. Noobstante, aunque a la anciana le obsesionaba el aseo, y vivíapendiente de que cada cosa estuviera en su sitio, esta labortenía ciertas restricciones. Había cuartos en la casona que sehallaban bajo llave: La habitación de Martín, el estudio y la

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biblioteca. Según Estela, el propio Martín se ocupaba de ellos,y agregó que él a menudo le decía: «No se llega al caos a travésdel orden o el desorden, si no al alterar lo conocido».

Una mañana en que barría el pasillo que se hallaba a laizquierda de la escalera, Delénia notó que la llave del estudioestaba puesta en la cerradura.

Sin pensarlo dos veces la giró y entró en la estancia. Enella encontró un desorden que habría enloquecido a la ancia-na, pero no olía a encierro y se veía bastante limpia. Habíalibros en paquetes y sueltos; amontonados sobre una alfom-bra roja; encima de un escritorio y de un enorme sofá. La ha-bitación poseía un inmenso ventanal cubierto por gruesas cor-tinas verde obscuras. Cuando la joven las iba a correr paraque entrar el sol, escuchó una voz que le dijo:

- Por favor, déjelas como están.Martín había entrado sin hacer ruido aprovechando que

la puerta estaba entreabierta.- Disculpe esta intromisión - Se excusó la princesa. Al ver

que en el rostro de Martín no aparecían señas de reproche,Delénia agregó-: Pensaba que usted no podía salir a la luz.

- No puedo- Dijo Martín con una sonrisa-. Debería dor-mirme profundamente pero tengo algo de insomnio. Cuandoeso me pasa, echo un vistazo desde arriba... Hoy las cortinasdel comedor están cerradas, por lo tanto el vestíbulo aún nose encuentra muy iluminado. De ahí al estudio hay un trechocorto que recorro cubriéndome los ojos.

- ¿Y qué sucede si después desea volver a su habitación?- Nunca lo hago- Contestó Martín-. En un cajón del escri-

torio hay manzanas frescas. Si quiero ir al baño, atravieso esapuerta que se halla a su derecha; y cuando tengo sueño me

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tiendo en ese sofá que ve ahí...De inmediato se sintió como un oso que decía: «Esta es

mi cueva; aquél recipiente contiene miel. Si quiero ir al baño,voy detrás de esa roca...Si, si, si, soy un animal... ¿Y qué?...».La princesa Delénia percibió que Martín se había avergonza-do de la simpleza de sus hábitos, y dijo lo siguiente:

- Fue una verdadera fortuna encontrarlos. Sé que algunaspersonas no habrían creído nada sobre mi identidad.

- Mi abuela le cree y si no fuera así de seguro le habríaayudado de cualquier modo - Aseguró Martín-. Ella no per-mite que la razón le nuble el corazón y no al revés. Por miparte, poseo evidencias que demuestran la veracidad de algu-nas cosas que nos contó.

- ¿Qué evidencias?- Preguntó Delénia al instante.Martín se dirigió a su escritorio y sacó unas hojas amari-

llentas del primer cajón, las cuales extendió a la princesa. So-portando el olor a orín de rata que emanaba de ellas, la jovenlas revisó una por una, percatándose de que contenían dosregistros claramente separados, aunque escritos con el mismotipo de letra. El más breve decía lo siguiente:

«Escribo estas líneas en el pueblo llamado El Descanso. Su nom-bre proviene del efecto soporífero que produce una especie criptograma dela región, a la que denominan La Flor de Tol en honor a su descubridor.Sus esporas se encuentran en todas partes: En las calles, en el interior delas casas e incluso sobre la mesa en que estoy redactando esta nota. Loslugareños parecen resignados a esta somnolencia, ya que viven apacible-mente y duermen cuanto pueden en un día. Me gustaría cubrir un buenperímetro a mi alrededor con un campo invisible, pero terminaría sofo-cándome. Probablemente deberé dejar mi forma humana si quiero salir

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algún día de aquí. Mientras tanto espero a que él pase por este pueblo.Es sólo un mortal, pero en sus manos se halla un fragmento importantedel Futuro... En lo que concierne a otras cosas, continuaré los apuntesque permitirán una clara comprensión de la Cronología que llevo a cabo».

La princesa puso la primera hoja en el último lugar delmontón y luego continuó con el otro registro:

«Cuando aún no existía el sol que nos alumbra, y podían contarselos planetas y las estrellas que había en este lado del Universo, los espí-ritus que ahora se preparan para la Gran Batalla se dividían en Prima-rios y Secundarios, y se subdividían en malignos y luminosos. Entre losprimarios malignos se hallaban los miembros del Tridente, esas espanto-sas criaturas que duermen en las aguas del Ner li Zoiñubzxoru (Mar deSueñobscuro, actualmente Océano de la Tranquilidad). Ellos eran se-guidos por seres de menor energía, pero de todas maneras muy destructivos.Entre los secundarios malignos estaban El Esclavo del Abismo, unaentidad que solo busca la extinción de la vida; el temible Imallén, padrede todos los genios maléficos; algunos demonios que desataron cultos desangre; los Laebdalluzuz (Diablillos), aquellos que los humanos pue-den ver únicamente con el rabillo del ojo; y una gran diversidad de espan-tos y formas diabólicas que al concluir la era del T. A. (TainpuAmninuraedi) se dispersaron por los rincones más siniestros de Cranato.

«El Tridente y la Cofradía conformaron El Ejército de la Obscu-ridad (O de las Tinieblas), cuyo propósito es apoderarse de Los TresLibros que Id Izparatu Xrielur li tulu du icaztimti envió desde Alina.En el T. A. los Textos tenían por objetivo satisfacer a tres necesidades:Cerrar las brechas que enlazaban a Cranato con Amin, donde el nefas-to Yirazú aniquiló la resistencia del bien; propagar la vida y velar porella. Sin embargo, El Tridente pensó en utilizarlos como un armadevastadora para establecer un Orden Distinto, un reinado fúnebre quese extendería a través de Todos los Mundos y Todos los Tiempos. Con

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este fin, rompieron el Acuerdo del Equilibrio de las Fuerzas, y desata-ron una horrorosa guerra que marcó el termino del T. A. y el comienzode una época de trémula paz, cuyo nombre con los años fue Ire PriXrumudujaxua (Era Pre Cronológica).

«Aquellos seres que entendían el porqué de la creación (O que almenos parecían comprenderlo) se opusieron al plan de las Tinieblas.Entre ellos estaban los Primarios luminosos (Los Magos del T. A.,Las Hadas Reinas y los Espíritus que luego residieron en el mar y en latierra) y otros de menor energía, como por ejemplo Los Espíritus Rebel-des. Aunque Los Magos del T. A. eran los únicos que habían sidoelegidos para custodiar Los Tres Libros de Alina, cada uno de los ante-riores luchó más allá de lo imaginable por defender este universo en ex-pansión. Finalmente ese esfuerzo generosamente desplegado, la poca co-hesión de los guerreros de las Tinieblas, y el uso de la Magia Liquida,permitieron el triunfo del Ejército de la Luz al cabo de algunos mileniosplagados de incertidumbre.

«La paz reinó durante un breve lapso, porque después regresaría laguerra en una de sus formas más cruentas: Esa que derrama la sangre yenergía que una se agitó al unísono. Los Espíritus Rebeldes (Denomina-dos de este modo a raíz de lo sucedido) se tentaron con las facultades queofrecían los Libros, y manifestaron su anhelo de regir la Creación, pro-pósito que en la Luz ya tenía un débil precedente. Esta contienda durótanto como un estornudo, pues los primarios luminosos contaban con unaabrumadora superioridad. Sin embargo produjo una mitosis que trajodos claras consecuencias: Una merma considerable en El Ejército de laLuz, y por otra parte un incremento notable en el número de guerrerosobscuros. Sin lugar a dudas, ese fue el hecho de mayor relevancia en elperíodo Pri Xrumudujaxua.

«La aparición de los Pueblos Milenarios dio inicio a la IraXrumudujaxua (Era Cronológica). Al igual que sus antepasados, aque-

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llos espíritus buenos del T. A., los habitantes de Los Pueblos Milenarios(O Poibduz Li De Ira Xrumudujaxe) amaban a la naturaleza y a lavida en general. Se establecieron principalmente en el mismo lugar quefue su cuna: El Bosque más antiguo del mundo, ese océano verde queconforman los Tres que cubren las afueras de Sueñobscuro.

«También hubo razas que emergieron en otros rincones de la tierray desde esos sitios remotos, ya fuera en son de paz o impulsados por LaHermandad del Gran Fuego, llegaron sus representantes. Cíclopes,Balquios, Gigantes (Divididos en Berserkers, Etanes, Sorgas y Asetos),minotauros, ogros, arpías y los Magos del Oriente revelaron enSueñobscuro la naturaleza de sus almas.

«Alrededor del año 5.000 de la I. X. los seres Humanos se abrie-ron paso en la tierra fresca y fecunda. Los hijos de Gado y Turus (An-tepasado humano posterior a la especie Gado) vivieron en cavernas du-rante largo tiempo; más tarde, cuando el hielo ya cedía se congregaron enpequeños poblados; luego en grandes Ciudades, donde desarrollaron elarte y la ciencia. Se les considera débiles y ambiciosos, aunque han apa-recido entre los suyos sobresalientes espíritus. Como un reconocimiento aestos entes notables, algunos de ellos fueron nombrados Guardianes deLos Tres Libros, y se les concedió el título de nobleza. Sobre esta especiehay un adagio gnomo que dice: El laberinto más intrincado no se compa-ra con la mente de un Humano.

«De la unión que hubo entre los seres Humanos y otras entidadessurgió una parte de los hechiceros, de las hadas y de las brujas (Aquellasque son denominadas blancas). Seducidos por el Obscuro Poder que ron-daba Cranato aún antes que el Tridente, la Humanidad dio origen alicántropos, nosferátus y otros hechiceros y brujas, entre un sin fin deengendros.

«Muchos de los aquí mencionados acudirán al llamado de la Lu-cha el día en que Sueñobscuro será destruido. Cruel ironía, la Ciudad

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que acogería a todos los seres para que vivieran en paz, y se desvanecie-ran de esta forma los espectros del enfrentamiento producido en el T. A.,nuevamente se convertirá en el campo de Batalla, como lo anuncia unaconocida profecía...»

Al llegar a este punto, Delénia interrumpió la lectura. Es-tela, que estaba parada en el umbral de la puerta, exclamó:

- ¡Así que aquí te encontrabas, querida!... Apuesto queMartín te está aburriendo con sus preguntas acerca del Bos-que.

- No lo hacía...- Aclaró la princesa- La verdad es que meha enseñado algo muy interesante.

- De todos maneras no permitiré que te acapare. Acom-páñame y te mostraré unos hermosos vestidos que pertene-cieron a mi nuera. Creo que tú eres de su misma talla.

Encogiéndose de hombros, Delénia dejó los apuntes enmanos de Martín.

Cuando aún no acababa de explicarse el origen de losapuntes, y sin saber como ni porqué, su atención se centró enMartín, y recordó con agrado el interés que demostraba porsus relatos y los enigmas del Bosque. Una noche en que noconseguía conciliar el sueño, algo frecuente en las cinco sema-nas que llevaba de estadía en la casona, Delénia miraba a tra-vés de la ventana de su habitación. Fue así como se percató deque Martín atravesaba los jardines en ese preciso instante.

- ¿A dónde irá?...- Murmuró la joven.Rápidamente se puso una camisa de dormir encima y, lue-

go de que recogiera sus zapatos, bajó las escaleras a toda pri-sa. Una vez que estuvo fuera de la casona, corrió hasta vislum-brar a Martín, el cual en lugar de dirigirse hacia El Descansocomo ella supuso enfilaba rumbo al Bosque.

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Debido a que entre la Floresta y los arbustos que cerca-ban los jardines había un trecho descubierto, la princesa espe-ró a que Martín se perdiera de vista. En seguida hizo el amagode seguirle, pero se detuvo en seco. Sabía que deambular en elBosque a esa hora significaba meterse en la boca del lobo. Sinembargo, el hecho de que Martín se encontrara cerca le infun-dió valor, e intentó retomar su rastro. Al darse cuenta de quele había perdido, gritó lo siguiente:

- ¡Hirmenuz Erbudiziz!, lliwimni hezte Martín. (¡Herma-nos árboles!, llévenme hasta Martín.)

Inmediatamente después una voz que provenía de un gi-gantesco abeto le dijo:

- Pramxizet, izpiret om puxut (Princesa, espera un poco).Ella obedeció sentándose junto al árbol. Al cabo de una

hora, la joven reiteraría su petición, y obtuvo la misma res-puesta. Al fin, luego de una hora más, los árboles comenzarona desplazarse formando un sendero. Sin que perdiera tiempo,la princesa corrió por ese camino hasta que llegó muy exhaus-ta a un claro que frecuentaba con Marco el gitano. No pasaronmás de diez segundos antes de que pudiera divisarle. En esemomento Martín caminaba con dificultad y de vez en cuandocaía y se levantaba.

- ¿Está herido? - Preguntó la hermosa Delénia al espíritude un ciprés en la Lengua sagrada.

- No, princesa - Le informó el Espíritu del Árbol.En ese momento, la princesa Delénia observó que Martín

se había acostado sobre la hierba.- Quizás se quedó dormido- Murmuró y dándose vuelta a

donde estaba el ciprés le preguntó a su huésped-: ¿Cómo pudoencontrar este claro?

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Y el Espíritu le dijo:- Le dejamos llegar hasta aquí porque no hay oscuridad

en su corazón.Muy impresionada, la princesa regresó a la casona. Desde

lo acaecido esa noche, la joven Delénia esperaba a que Martíncruzara los jardines y salía detrás de él; pero nunca lograbaaveriguar que era lo que él hacía en sus expediciones, Y nodeseaba preguntárselo a los Espíritus de los Árboles por unacuestión de orgullo.

Delénia se adelantó una noche a la salida de Martín, y fuea esconderse entre el follaje de un florido arrayán, que habíacrecido cerca del claro donde le veía detenerse cada vez queiba tras sus pasos. Como había escogido el lugar indicado paraocultarse, su plan no tardó en darle dividendos, aunque la prin-cesa no lo supo de inmediato. Desde su escondite divisó unasombra que se desplazaba con una ligereza asombrosa: Tanpronto había pasado por su lado, ésta aparecía a lo lejos yvolvía a disiparse entre las sombras. Cuando esa entidad dis-minuyó la intensidad de sus movimientos, Delénia pudo reco-nocer en ella los rasgos y la palidez de Martín. Esto hizo queen su memoria surgiera una tarde de sus doce años, en la quehabía obscurecido tempranamente. La princesa conversaba ycomía galletas de chocolate con Marco el gitano. Se hallabansentados bajo la Araucaria Milenaria, el hogar del Inperilur LiDuz Erbudiziz, un gigantesco árbol que poseía la facultad decurar las heridas del cuerpo, y también la de disipar las som-bras del espíritu.

Interrumpiendo la amena charla que sostenían, de prontoambos fijaron su vista en unos arbustos que se habían agitadoen forma violenta. De inmediato Marco, el príncipe de los gi-

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tanos, se puso de pie y exclamó:- Si es un ogro hambriento, juro que conocerá el filo de

mi navaja.- No digas tonteras- Dijo la princesa intentando mante-

ner la calma-. Debió ser un animal.Pero se mantuvo alerta, y finalmente vio la silueta de al-

guien un poco más alto que ella. En seguida le apretó un bra-zo a Marco indicándole que mirase en esa dirección y luegogritó:

- ¡Es un niño!Como solo pudo divisar algo obscuro que se movía con

la destreza de un antílope, Marco replicó:- ¡Imposible!... Ningún niño correría tan aprisa, y aunque

lo hiciera ya es de noche. No distinguiría nada más allá de susnarices. Probablemente hace un rato tenías razón, y se trata deun animal.

Aunque la explicación de Marco le parecía muy sensata,la princesa Delénia estaba segura de lo que había visto, y másde una década después tuvo la oportunidad de comprobarlo.Martín poseía un lazo especial con el Bosque, al que habíaaprendido a amar a su manera; y tanto le amaba, que a travésde su cansancio le confiaba el dolor y la soledad de su alma.Entonces la lástima que ella había sentido por él en un princi-pio se transformó en admiración; y aunque estaba avergonza-da por haberle espiado, decidió acompañarle. Caminando muydespacio, Delénia llegó a su lado y le dijo con timidez:

- ¿Puedo sentarme junto a usted?...Martín siguió mirando hacia el cielo con el corazón a punto

de reventarle el pecho y le dijo con la mayor calma posible:- Por supuesto. Será mucho más cómodo que ocultarse

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tras un arbusto.- ¿Hace cuanto que notó mi presencia? - Preguntó Delénia

cabizbaja.- Unos tres días - Contestó él sin voltear el rostro.- ¿Le molesta que lo haya seguido?- No- Contestó Martín-, me preocupa que piense que es-

toy loco... Al margen de que lo esté o no.Permanecieron callados por un instante observando unos

roedores de pelaje rojizo que escarbaban a unos quince me-tros. Delénia les llamó Sajakas. Un emplumado ceniza los hizodispersarse.

- Princesa- Dijo Martín-, supongo que conoce el Bosquecomo la palma de su mano ¿Cuándo fue la última vez que visi-tó este claro?

- Hace casi tres meses- Dijo ella-, unas semanas antes deque desapareciera Marco, mi mejor amigo. El Bosque es unlugar maravilloso, pero eso no significa que sea seguro.

Al cabo de unos segundos, la princesa Delénia agregó conuna sonrisa:

- La penúltima vez que vine tuve un cómbate con algunosguardias de la realeza.

- ¿Cómbate?- Si- Corroboró la princesa-, es parte de la defensa, como

la lucha por ejemplo ¿Sabe luchar?- No.- Siendo así le enseñaré- Dijo Delénia-. Póngase de pie.Cuando Martín lo hizo, ella agregó:- Ahora quiero que intente golpearme.- No sería justo- Dijo Martín.- Solo es una práctica- Explicó Delénia-¿No tendrá mie-

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do a que le derrote, verdad?Mirándola a los ojos, Martín se puso serio y aceptó. En

seguida se alejó unos treinta metros de ella, y desde allí le pre-guntó:

- ¿Lista?...- ¡Desde hace rato!Segundos más tarde vio que Martín corría hacia ella, pero

no en forma directa, si no zigzagueando. Si bien tenía más de-seos de burlarse que de otra cosa, Delénia se puso en guardiay esperó el ataque de Martín. Pero éste dejó de ser visible amenos de cinco metros de distancia abandonándola en losvastos pagos del asombro. Cuando empezaba a creer que latierra lo había tragado, Martín la derribó por su flanco izquier-do con la agilidad de una fiera. Levantándose del suelo, Deléniamasculló:

- Esta es la primera vez que alguien me sorprende así yjuro que será la última. Creo que le pedí que me atacara y noque me matara del susto.

Pero la curiosidad pudo más que su orgullo herido, y enseguida le preguntó a Martín:

- ¿Cómo pudo hacerlo?...- Usted me obligó.- ¡No!.- Exclamó la princesa sonriendo-¿Cómo pudo des-

aparecer?- ¿Desaparecí? Sólo hice algo sencillo.- No me parece tan sencillo, de seguro requiere de mucho

esfuerzo y practica.- No hay avance sin paciencia - Dijo Martín.Mientras emprendían el regreso a la casona, la joven le

dijo:

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- Realmente me extraña que jamás se haya extraviado enel Bosque.

- No ha sido fácil- Admitió Martín, y luego agregó en vozbaja-: ¿Puede guardar un secreto?.

- Claro que si.- Por absurdo que parezca, a veces pienso que el Bosque

se mueve... En una ocasión alcancé a ver parte de un castillo...- ¿Dónde fue eso?...- Interrogó la princesa.- Más allá de la vía férrea- Contestó Martín-, muchos kiló-

metros al norte de este claro.- ¡Ah!- Exclamó Delénia-, ese es el Reino Centro.- Solamente logre vislumbrar una torre- Prosiguió Mar-

tín-. Cuando me encaminé en esa dirección surgieron mil ár-boles para cerrarme el paso.

- Eso no es extraño en este lugar- Dijo Delénia-. En va-rios árboles habitan Espíritus que nos ayudan a proteger losTres Reinos... En cualquier caso les agrada ya que le guiaron alclaro más grande y hermoso de un Bosque que carece de sen-deros.

- ¿Cómo se comunican con esos Espíritus? - PreguntóMartín mientras daba un vistazo a los árboles que había a sualrededor.

- Hablamos con ellos- Dijo la princesa-, pero no en cual-quier lengua ya que únicamente hablan la del Tiempo Inme-morial a pesar de que comprenden un sinfín de idiomas y dia-lectos.

En tanto la niebla les envolvía poco a poco, Martín le dijo:- Hace rato usted me comentó que el Bosque no es segu-

ro.- Es verdad- Afirmó la princesa Delénia-. En él también

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habitan seres perversos.- Jamás dejaría que alguno de ellos se le acercara.- Es usted muy amable. pero me temo que si alguno de

ellos se propusiera hacernos daño, ni siquiera los buenos Es-píritus de los Árboles podrían defendernos.

A despecho de lo dicho por la joven, los árboles se incli-naron de pronto hacia adelante, como si contuvieran una ava-lancha a sus espaldas. Desplazándose hicieron desaparecer unosbultos enormes que asomaban sus ojos amarillentos y carentesde vida. Martín pudo oír claramente unas voces frías queseseaban entre las sombras.

Las aprensiones de la princesa fueron desvaneciéndose amedida que se acercaban a la casona. Luego de desearse unbuen descanso, cada uno se marchó a su habitación. Con loocurrido esa noche, Delénia quedó prendida del aura de tris-teza y misterio que emanaba de Martín, quien casi sin propo-nérselo se había acercado a ella como nunca antes. Como nun-ca había podido esa Obscura Entidad que también la amaba.

Como si las sonrisas se pagaran con lagrimas, Martín cayódesde la cima de la montaña a lo más profundo del abismo.Ante los inútiles esfuerzos del médico que trataba la enferme-dad de la anciana, su abuela Estela comenzó a agravarse nota-blemente, y murió al cabo de algunos días de agonía.

Simplemente, el fallecimiento de la anciana fuu para Mar-tín como si le arrancaran un trozo del alma. Desde entonces, ypor un par de semanas interminables, no conciliaba el sueño yapenas se alimentaba lo suficiente; tampoco salía al Bosque ypasaba encerrado en su cuarto sin que pronunciara palabra.Sentía que la había abandonado.

La princesa en tanto se sobrepuso a su propia pena para

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darle consuelo a Martín estableciéndose entre los dos una fuerteunión. Con sus energías en reposición, Martín se propuso en-contrar a alguien que hubiera conocido a su abuela, y le pidióa Urbano que publicara un aviso en varios medios de prensa,y que éste siguiera apareciendo aún después del funeral, el cualse realizó en la misma casona una noche sumamente fría. Elúnico que respondió a este llamado fue Bastián, al que consi-deraba de su sangre.

La noche anterior a la de la cena que compartirían conBastián y Urbano, Martín se acercó a Delénia y le dijo consuma tranquilidad:

- Sé que llegó aquí en busca de protección, pero a la largaha sido usted la terminó protegiéndonos. Primero a mi ma-dre- Refiriéndose a su abuela-, para quien no escatimó esfuer-zos, y luego a mí al ayudarme tras su muerte.

Delénia le agradeció con una reverencia y él hizo otra.Entonces ella sintió de pronto un irrefrenable deseo de abra-zarlo pero se contuvo, y en cambio se apresuró en darle lasbuenas noches aunque no conseguiría conciliar el sueño envarias horas.

Durante la cena del día siguiente, la princesa terminó porconvencerse de que Franz Plata era en verdad el Mago Obs-curo, y por esta razón le dijo a Martín que partiría, porqueprefería que la atrapara ese ser malvado antes de que él sufrie-ra algún daño. Cuando Urbano le dejó en lo alto de la torre,ella exclamó:

- ¡Quiero regresar!En vez de contestarle, el mago se quedó mirando a la jo-

ven fijamente. Entonces, la princesa le gritó:- ¡Asesino! ¡Mataste a Marco!

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En seguida se acercó para atacarle, pero sus golpes atra-vesaron al Mago Obscuro. Urbano apareció luego en otro rin-cón del cuarto, y le dijo con absoluta calma:

- No maté a tu amigo, pero reconozco que he derramadola sangre de muchos.

Después atravesaba la puerta pero Delénia escuchó quele dijo al oído:

Aunque trato de dar vida con el poder de mis manos,Todo se marchita en ellas;Porque me acompaña el soplo de la muerteY horroriza a quien se pone en mi camino.

Muy pronto la princesa Delénia quedó sola y a merced deuna enorme amargura, casi tan poderosa como el miedo quese apoderaba de ella. Fue en ese momento cuando, al pensarque jamás le vería de nuevo, descubrió lo que sentía por Mar-tín. Entonces, cansada de que le arrebataran las personas queamaba, se prometió que de una u otra forma escaparía de esaprisión. En seguida fijó su atención en los barrotes de la únicaventana de la estancia preguntándose que tan sólidos serían.

Una hora antes de que se produjera el estruendo que alertóal Ejército de la Luz, Urbano culminaba los preparativos parala Gran Batalla en el lúgubre sótano de su mansión. Luego deque enviara a un grupo de Laebdalluzuz a reunir su legión debrujas, etanes, demonios, hechiceros, berserkers, dragones,genios maléficos como El Cherufe, y otras alimañas que habi-tan en las sombras, había pronunciado los conjuros para darlelibertad al Esclavo del Abismo y al temible Imallén, y se pre-paraba para hacer lo mismo por Arkán, Efisto y Yirazú, aun-

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que aquello no concluía la tarea, pues debía utilizar el líquidoKurbaa que el propio Yirazú trajo desde Aminabis.

La verdad sea dicha, Urbano no odiaba a Martín, y hastaese momento descartaba la alternativa de eliminarle. Habíaconocido la miseria en sus años de mortal y también la impor-tancia de ser bien recibido bajo un techo. Si había algo que elMago Obscuro aborrecía era la Cofradía.

Detestaba a las brujas y a las arpías, porque con frecuen-cia se enamoraban de él (y pocas cosas le parecían tan moles-tas como alguien con el poder de seguirle hasta el último rin-cón de Cam); detestaba a los ogros, debido a que abandona-ban cualquier asunto si les sorprendía la hora de comer; detes-taba al Esclavo del Abismo, porque éste no compartía su pro-pósito de conquistar y en cambio hablaba de destrucción ymasacres irracionales. De cualquier modo debía soportarles atodos por difícil que resultara.

Tiempo atrás, cuando ya se había convertido en el Líderde las Tinieblas, lo único que endulzaba sus días era el amorde las mujeres que dormían a su lado. Pero aún este placer sevolvió insuficiente, y por sobre un millar de caras seguía sien-do el odio su única compañía, ese odio que arrastraba desdehacía muchos años. Sin embargo, tal como le ocurriría a Mar-tín años más tarde, la existencia del Mago Obscuro fue tocadapor la vara que transforma el hierro en oro, y las pozas deagua en vasijas de plata.

Caminando por el Bosque, Urbano se aproximaba a lacascada frente a la que solía sentarse. Para su sorpresa dosmujeres habían invadido su lugar predilecto. Una de ellas, unahermosa joven de quince años, se bañaba tranquilamente su-mergida hasta el ombligo. La otra, algo así como dos décadas

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mayor, le hablaba desde la orilla, pero ella tenía la vista fija enlas estelas que dejaba el jabón sobre su cuerpo sinuoso, y ocul-taba el rostro bajo una cascada de rizos negros.

Ninguno de los tesoros que poseía arrebataba con mayorintensidad que los otros, y cada uno de ellos cautivaba por simismo. Pero no fueron sus labios, bocados de Nía (Fruta re-donda que proviene del Niabulus), los causantes del embrujoque ejerció en el Mago Obscuro; ni su piel, que probablemen-te se habría deslizado sobre la suya como un exquisito aceite.Tampoco participaron de una manera especial sus pechos or-gullosos, y su vientre plano. No, por supuesto que no. Todo loanterior había sido degustado por Urbano en infinitas formas,y apenas pudo nublarle un tanto la razón. Sin duda alguna, elMago Obscuro quedó prendido de ella por la pureza que irra-diaba, y la infinita bondad que vislumbraba en su corazón; vir-tudes que le dejaron absorto, como si habitara en los confinesde una caverna y un día descubriera a un intruso le quema losojos.

El embelesamiento de Urbano permitió que Fátima, lamujer que esperaba a la joven en la orilla, detectara su presen-cia y estableciera un vínculo con los recodos más sórdidos yamargos de su ser. Molesto y sumamente confundido, el MagoObscuro se alejó a prisa de la laguna, pues Fátima alertaba asu protegida dando unos gritos espantosos.

Durante semanas, el recuerdo de esa zagala de cabelloazabache le encendía la sangre y agitaba su respiración sin dar-le tregua. Pero sus ansias iban más allá de la sed por el placer,y lo entendió perfectamente al tratar en vano de aplacarla. Poraquél entonces los Espíritus del Bosque cantaban:

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Una sombra busca ser de carne y huesoPara conquistar una doncella

Muy pronto Urbano averiguó que aquélla joven era la pre-ciosa Delénia, Princesa del Reino Sur, custodiado como ya essabido por el poderosísimo Bedteseri. Pese a todo, y sin quedejara de lado el anhelo de apoderarse del Jrem Universo,Urbano se juró que algún día llegaría hasta ella para conquis-tarla, y así encaminarse a la redención de sus actos.

En la quietud del sótano en que trabajaba la noche decisi-va, el Mago Obscuro se hallaba de muy buen animo. Tenía aDelénia junto a él al cabo de nueve años y la posibilidad deapoderarse de Los Tres Libros de Alina por fin estaba a sualcance.

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Capítulo 4

LA VÍA FÉRREA

Quince minutos antes de que Fátima y Bastián pisaran elCampamento de Bedteseri, Martín llegaba a El Descanso enbusca de la residencia de Urbano. Cuando pasaba cerca de laestación ferroviaria, un anciano le tomó del brazo, exclaman-do:

- ¡Martín!... ¡Bendito sea dios, hijo mío! ¿Te encuentrasbien?...

- Si- Contestó el aludido lleno de sorpresa-. Mustafá, pen-saba que te hallabas gravemente enfermo.

- ¡No lo estoy Martín!- Gritó el anciano-, deja que te ex-plique.

- Este no es el momento adecuado- Explicó Martín-. Hayun asunto de vida o muerte que atender.

- ¡Que me unten el culo con miel y me sienten en un granhormiguero si lo que te diré no lo es!...- Aulló Mustafá.

Luego de solicitarle que pusiera mucha atención, el ancia-no le relató lo siguiente:

«Hace poco más de dos meses, oí que llamaban a la puerta de mioficina. Cuando la abrí me hallé frente a un hombre de aspecto sombrío,

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cejas pobladas y de unos cuarenta y tantos años a cuestas, que me dijo:«- Señor Mustafá, necesito un momento de su atención ¿Le importa

si entro?...«- Por su puesto que no- Contesté-, dígame en que puedo servirle.«Pero en lugar de revelar el propósito de su visita, se transformó en

una gigantesca serpiente. Lleno de asombro y de terror, busqué refugiodetrás de mi escritorio. El reptil, en tanto, se arrastraba hacia mí con elhocico abierto, como si fuera a engullirme de un solo bocado. Sin embar-go, al llegar a mi lado retomó su forma habitual y me dijo:

«- ¡Vaya!... Es un hombre muy valiente. Le aseguro que muchos sehabrían muerto del susto. Tengo el presentimiento de que nos entendere-mos sin ningún problema. Me llamo Urbano y soy el Mago Obscuro dela legión de las Tinieblas. Desde hace largo tiempo, he tenido que matara los que se oponen a mis planes, pero en verdad me estoy cansando dehacerlo. Sin embargo, no me costaría trabajo hacerme cargo de una vidamás. Ahora bien, le daré una alternativa: ¿Quiere seguir viviendo?...

«Asentí con la cabeza.«- ¡Bien!- Exclamó-. ¡Aquí hay una tortuga que no en vano asistió

a los sepelios de tres amos, veintiocho perros y treinta y un gatos!... Créa-me que en otras circunstancias seríamos grandes amigos y beberíamoshasta que el vino se nos escapara por las orejas...

«Después de reír a carcajadas, me puso al tanto de su ardid:«- Señor Mustafá, tengo ponerme en contacto con alguien que usted

conoce, y me es indispensable su cooperación. Para conservar su vida,escribirá dos cartas para ese sujeto que vive como termita...

«- Conozco a Martín desde niño, y le aseguro que sería incapaz dematar una mosca- Le dije en seguida-.¿Qué quiere de él?...

«- Nada- Contestó-. Es otra cosa la que me interesa. Sigamos conlo que le concierne: En una carta quiero que renuncie a su empleo comoadministrador...

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«- ¿Con que excusa?...- Pregunté.«- Si no lo hace- Dijo en un tono amenazante-, me transformaré en

lo que usted acaba de ver y le tragaré en seguida, a menos que lo mate dealguna otra forma horripilante. Supongo que eso califica como motivosde salud.

«Asentí con la cabeza nuevamente.«- En la otra- Prosiguió-, me recomendará como su sucesor, Franz

Plata, un eficiente hombre de negocios que se encuentra disponible. Esoes todo lo que quiero y nada más...¡Ah!, le advierto que debe marcharsede El Descanso, y negarse a cualquier tipo de comunicación con Martíno de lo contrario... Hurgaré dentro de su mente y le daré el fin que mere-ce...

«- ¿Moriré mientras presencio un espectáculo de hermosas coristas?–Pregunté esperanzado.

«- ¡Claro que no!- Dijo molesto-, me refiero a una muerte lenta ydolorosa.

«Cuando acabé de escribirte las cartas, se las extendí a él y luegodesapareció ante mis ojos. De inmediato fui a casa a empacar, y apenasterminé huí despavorido. Pero en todo este tiempo no he podido vivir conmi cobardía, y volví para contarte lo que pasó...»

Al concluir su narración, el anciano suspiró profundamen-te.

- Me crees. ¿Verdad hijo?Su antiguo empleador frunció el ceño y al cabo de unos

segundos le dijo:- Mustafá, es evidente que lidiaste con un ser que posee

extrañas habilidades... Estoy convencido de que jamás me ha-brías traicionado si él no te hubiera forzado. De cualquiermodo hoy reparaste tu falta ahorrándome un tiempo suma-mente valioso.

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En seguida Martín miró hacia Sueñobscuro y tuvo la im-presión de que el Destino guiaría sus pasos. Luego caminóhacia la boletería de la estación de El Descanso, donde le dije-ron que el último tren había salido hacía veinte minutos. En-tonces echó a andar por la vía decidido a enfrentarse con aquellaprofecía de Fátima. Una hora y media después del estruendo,cuando Martín llevaba unos treinta minutos en Sueñobscuro,Bastián le preguntó a un hombre que aseaba la estación de ElDescanso sobre la salida del próxima tren hacia el Oeste, yéste, mirándole de arriba a bajo por su extraña vestimenta, lecontestó:

- El último salió hace casi dos horas. En todo caso yo queusted no iría a Sueñobscuro. En esa Ciudad ha ocurrido unacatástrofe: Así lo aseguraban un par de telegramas que recibi-mos. Pude oír algunas detonaciones desde aquí, y también vicomo miles de ratas corrían por la vía desde allá... Le prome-to que jamás supe de algo parecido, salvo que se tratara de unbarco a punto de hundirse.

Bastián observó las líneas del ferrocarril, que convergíanunos metros hacia el Oeste, murmurando con resignación:

- Supongo que no hay otro remedio.Mientras se internaba en el Bosque a través de la vía, y

daba de mordiscos a una Adaba (Fruta pequeña y redonda decolor amarillo) que había cortado en el camino, Bastián re-construía el trágico accidente que pesaba en su conciencia.Observando las ciénagas, dos extensas lagunas que parecíanmorder los rieles, entendió la desesperación de su padre cuan-do no tuvo escapatoria, y en tanto recorría el mismo trayecto,aunque a la inversa, se concentró, en medio de la confusiónque provenía de Sueñobscuro y el gélido halo de la floresta,

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en un punto que hasta entonces la culpa ocultaba.Ese hombre que apagó su luz en la vía férrea ya había

perdido a alguien que amaba. El mismo calvario al que debíaenfrentarse Bastián después del accidente. Tras lamentarse pormilésima vez y repetirse que habría dado todo por darle ungiro al fatídico curso de los hechos, Bastián comprendió quesu padre había ofrendado en el momento justo lo que para élresultaba imposible a través del Tiempo.

Luego de que una generosa dosis de orgullo, bienvenidacomo un billete extraviado en la ruta de la vagancia, recorrie-ra vertiginosamente su cuerpo, Bastián sintió una fuerte mo-lestia estomacal y, tras caerse de rodillas en la vía, vio volar desu boca a un insecto de alas rojas y negras. La hermosaAdabatía se perdió entre las sombras sin dejar rastro. Cuandoaún no se recuperaba del susto que le produjo tal aparición,Bastián escucharía a lo lejos el silbato del ferrocarril, aunqueen un principio no supo si ese sonido provenía del Bosque odel pasado.

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Capítulo 5

LA NOCHE DE LA BATALLA

Después de que atravesara una procesión interminable deratas, algunas tan grandes como un voraz zedregal, Martín te-nía la estación ferroviaria de Sueñobscuro a la vista casi mediahora después de iniciada la Gran Batalla. La tierra se sacudíaalborotada como un potro salvaje bajo sus pies, y el cielo tro-naba enfurecido. Martín tuvo miedo que el mundo llegara a sufin de un momento a otro. En tanto se acercaba a la estaciónpresenció como una multitud huía desesperada hacia el Bos-que del Este bajo las siluetas de extrañas criaturas.

Corrientes humanas le empujaban de un lado hacia el otro.Ahora avanzaba por la avenida principal luchando contra elgrupo que se dirigía a los Bosques del Norte y del Sur. Solopensaba en reunirse con la princesa aunque implicara extra-viarse en Sueñobscuro. La fortuna, cuya mano tanto necesita-ba, decidió desairarle en el momento menos oportuno. Mien-tras se recriminaba nuevamente por la confianza que habíadepositado en Urbano, una explosión le arrojó en forma vio-lenta sobre unos escombros. El resplandor que había precedi-do a la detonación le dejó ciego, además sentía el pecho en

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carne viva y un agudo dolor en el costado izquierdo. Un cuer-po inerte yacía a su lado.

La princesa Delénia en ese minuto aflojaba el último ba-rrote de la ventana utilizando una tras otra las patas de la camaque había en su cuarto. En seguida, acercó al muro la mesa enque Urbano le había dejado Chumbeques y un delicioso licorde manzana, y puso una silla encima para apoyarse en ella, yasí escaparse por la ventana. Una vez que estaba colgando delborde exterior, flexionó sus piernas contra el muro paraimpulsarse, y se arrojó sobre el tejado de la mansión de Urba-no, quien en ese instante luchaba contra los bravos de la Luz.

Luego de que rodara por el techo de la casona, cayó so-bre un crecido arbusto. La maniobra tuvo como saldo cuatroespinas y varias rasguñaduras. El bombardeo inmisericordeque sufría Sueñobscuro y la destrucción sistemática de sus ca-lles y residencias le forzaron a detenerse y a presenciar partedel encarnizado combate que los guerreros más poderosossostenían el cielo. A pesar de que distinguía una mínima partede sus movimientos, la princesa logró percatarse de que lasfuerzas obscuras eran superiores en ese momento.

Pese a que contaban con el Gran Bedteseri, Las HadasReinas y otros Magos del T. A. como Rim, Dobro y Nicán, elEjército Luminoso apenas soportaba las embestidas del Tri-dente y la Cofradía. El desaliento que esto le produjo no ledetuvo demasiado porque su prioridad era volver a la casona.Después ya habría tiempo para inquietarse con el futuro delJrem Universo a menos que volaran en pedazos sin previo avi-so.

En el preciso instante en que Martín se ponía de pie conun esfuerzo sobrehumano, la lluvia comenzó a desplegarse sin

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reparos ni mezquindades, como si Cam rogara a los otrosmundos que vaciaran en Sueñobscuro sus Océanos para sal-varla de la marea de fuego que la arrasaba. Por algunos segun-dos escuchó unos gritos que se producían muy cerca de él, sinque supiera que correspondían a cuatro gnomos, armados conhachas y espadas, los cuales acorralaban a una siniestra bruja.Pero también sus oídos dejaron de guiarle a causa del traumaacústico y sus trémulos pasos le atravesaron en el camino deun furioso unicornio que pretendía deshacerse de un sangui-nario Etán.

Justo antes de que fuera arrollado, Martín sintió que uncuerpo diestro y ligero lo interceptaba, y en seguida escuchóuna voz familiar que dijo al oído:

- Me lo debías por aquella vez en el Bosque.Cuando terminaba de levantarse, Martín fue triturado por

los brazos de Delénia. Entonces recordó lo que había apren-dido de los libros que pertenecían a su madre, y de aquellosque su padre tenía bajo llave en el primer cajón del escritorio,y la besó con tanta pasión como le es posible a alguien queestá gravemente herido. Cuando recuperó el habla, Martín ledijo:

- Traía un ramo de rosas pero lo perdí en el barro.Ella sonrió.- Jamás te habría dejado de ese modo.- Lo sé- Interrumpió Martín-. Debemos escaparnos de

Sueñobscuro.Pero apenas empezaban su marcha, la princesa Delénia se

dio cuenta de que el Mago Obscuro se hallaba frente a ellos,envuelto en una negra neblina, que se disipaba lentamente. Te-nía los brazos cruzados y el ceño fruncido, y había un nefasto

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destello en sus ojos. La tierra se había elevado a sus pies si-tiándole en un pedestal, y cinco sables al rojo vivo formabanóvalos en torno a su cuerpo. En seguida estos se clavaron enla tierra, y él bajo por ellos como si fueran los peldaños deuna escalera.

- Es triste presenciar como el ladrón cuenta las piezas queel campesino ahorró arando la tierra- Dijo Urbano acercán-dose unos pasos-. Bien dicen que el amor es siempre una ilu-sión.

- ¡Franz... O como te llames!- Exclamó Martín sin quelograse recordar el nombre que había mencionado Mustafá-...¡Eres un traidor despreciable!

- Me alegra que estés aquí Martín - Bramó Urbano - Que-ría comunicarte personalmente mi renuncia. El sueldo era mi-serable y ese trabajo no me permitía desarrollarme en formasignificativa. ¡Prefiero que me llamen vago antes que morirmeen una oficina! Supongo que te puedo liquidar ahora sin pro-blemas de ética.

- ¡Espere!- Gritó Delénia- ¡No le haga daño!Urbano se encogió de hombros y dijo molesto:- Sus palabras me ablandan como el ácido. Si usted se va

conmigo querida princesa prometo que dejaré en paz a esteinfeliz.

Mirándole con infinita furia Delénia contestó:- Entonces no lo mate antes que a mí. No soportaría tan-

to asco.- ¡¡Mataré a ese gusano y volverás a esa torre porque esa

es mi voluntad!!- Exclamó Urbano con el rostro encendido.De inmediato apuntó a Martín con el índice de su mano

diestra, pero en tanto su energía resplandecía en la punta de su

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dedo sufrió la embestida del minotauro, que le incrustó unode sus cuernos en el costado izquierdo.

Para Urbano aquello no pasaba de ser una burda provo-cación y luego de sujetarle del cuerno que le había enterradolanzó a su atacante contra un muro que se encontraba a unosquince metros. El minotauro nunca volvería a levantarse. Conesa sencilla y valerosa acción, había pagado a la princesa porsalvarle de la guardia real meses atrás.

Decidido a acabar con aquel hombre que le robaba el amorde Delénia, Urbano debió acercarse nuevamente a ellos, por-que la princesa y Martín habían aprovechado su distracciónpara desplazarse. Sin embargo, otro obstáculo se interpuso enel trayecto del mago, y esta vez fue un hombre vestido conuna túnica negra y armado con una reluciente espada, que ha-bía pertenecido a uno de los centauros pegazos. Dos alas obs-curas y membranosas le brotaban de la cabeza. Era Bastián.Su reconciliación con el pasado y la energía que se ocultaba ensu sangre le habían transformado.

- Los nietos son siempre nuestras debilidades – Río Ur-bano.

Pero el joven aún no dominaba su poder. Urbano le alzócon la vista y le estrelló contra la vitrina de una antigua reloje-ría, aunque con menos fuerza de la que utilizara para desha-cerse del minotauro. En seguida, Urbano llamó a un ogro queestaba cerca de él y le dijo apuntando a la tienda:

- Busca al guerrero que arrojé ahí y llévalo a mi refugiodel Bosque.

Muy extrañado y ya mejor de los oídos, Martín preguntóa la princesa:

- ¿De quien está hablando?

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- Tu buen amigo Bastián lleva mi sangre - Aclaró el MagoObscuro-. Da por hecho que correrá mejor suerte que tú.

Mientras aún resonaban sus palabras y antes de que la prin-cesa parpadeara siquiera, Urbano lanzó sorpresivamente unadescarga de su maligna energía, pero esta vez tampoco pudoeliminarle. Si bien Martín únicamente sintió que le jalaban elbrazo, y Delénia creía que él mismo había esquivado el ataquedel mago, Urbano observó lo ocurrido con claridad:

- Isca - Murmuró atónito - ¿Qué diferencia hay entre queviva o muera una sabandija como Martín?

Isca era una entidad atemporal luminosa. Su contrapartese llamaba Oden, quien le había rescatado del mar en la Isla delos Etanes para que cumpliera su oscuro Destino. Si Martínresultaba tan trascendente para sus enemigos mayor razónhabía para que lo destruyese cuanto antes.

Obligándole a pagar tributo por ese instante de reflexión,el Guardián del Reino Sur se colocó entre él y sus persegui-dos.

- Urbano hea llijelu to fam (Urbano ha llegado tu fin).El aludido permaneció en silencio, pues nunca acostum-

braba a desgastarse con palabras que incrementaran la ira desus adversarios. Su única respuesta a una provocación era dar-le un vistazo relámpago al entorno, y en seguida arrojarse comouna fiera herida, sin que importara el número de enemigos queenfrentaba. Años después, tras convertirse en el Mago Obscu-ro, ganaría innumerables batallas con su nombre, no en vanole conocían como El Humano que había llegado a convertirseen Líder del Ejército de la Obscuridad desplazando a demo-nios y otros espantos de las Tinieblas.

Sin embargo, el poder de Urbano, increíble para un mago

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que no provenía del T.A. o del enigmático Oriente, no bastópara que soportase la avalancha que se le vino encima. Baltazarera considerado uno de los entes más fuertes de Cranato.

Tras unos minutos de intensa lucha, Urbano cayócontundido a tierra otra vez, y de inmediato Bedteseri hizoque aparecieran grilletes y cadenas en sus manos y pies. Su in-tención era que el metal fuera rociado con Magia Líquida ydejarle cautivo por toda la eternidad, a menos que le liberarancon el escaso Kurbaa. Justo en el instante en que sacaba elfrasco que contenía la asombrosa sustancia, Efisto el demoniollegó al rescate de Urbano y enfrentó decididamente a Baltazarconsciente de que le superaba en energía.

Ahora bien, Efisto sabía que nada bueno sacaría comba-tiendo con el Guardián del Reino Sur si éste contaba con Ma-gia Líquida, elemento fundamental para que le capturara en suanterior lucha. Tras acercarse a Urbano, que lucía recuperado,le sugirió:

- Urbano, wenumuze ede Riamue Zore (Urbano, vámo-nos al Reino Sur).

-Está bien - Contestó el Mago Obscuro en la Lengua delTiempo Inmemorial.

Pero Urbano no partió en seguida, porque una colosalexplosión en la zona portuaria le estremeció indeciblemente,como lo hubiera hecho el alarido de un ser amado, y tuvo laimpresión de que la humanidad que quedaba en él moría juntoa su Ciudad. Sin embargo, entre las tinieblas de su alma residíaun sentimiento muy arraigado y doloroso, al igual que una es-pina rota dentro de la carne.

Desde las alturas presenciaría como la princesa y Martínse adentraron en el Bosque del Este, pero Urbano sentía que

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en esa noche invernal del año 42.860 daría un paso definitivopara tenerla a su lado. Una buena razón para tal optimismoera que El Ejército de la Obscuridad, apoyándose en el poderdestructivo que poseían El Esclavo del Abismo, el temibleImallén y los demonios del Tridente, en mayor medida, aplas-taba sin piedad a sus adversarios, y por consecuencia Los TresLibros de Alina no tardarían en ser suyos.

Cinco minutos después de que Delénia y él se ocultaranen el Bosque, Martín se desmayó. Al examinarle, la princesadescubrió que él tenía una herida muy profunda en el costadoizquierdo del tórax, por la que se desangraba con rapidez.

Aunque comenzaba a congelarse y su rostro tomaba untinte apagado sonreía.

- ¡Resiste por favor!- Exclamó la princesa y luego de be-sarle en los labios le dijo con angustia-: ¡Levántate!

No recibía respuesta. Mientras Urbano pensaba que susueño se hacía realidad, Martín creía que la realidad se trans-formaba en un escenario onírico, donde de las formas se vol-vían embriagadoramente sinuosas y los colores palidecían. Unruido indescifrable ensombrecía el mundo.

- ¡Martín!- Exclamó la joven- ¡¡No basta con esto!! Denada sirve que consigamos algo maravilloso para después per-derlo. ¡Es injusto!

Náufrago en una somnolencia de flores mustias y sonidosdébiles, Martín vislumbraba la angustia de la joven como unbarco en el horizonte. Valía la pena un último esfuerzo.

Cuando Urbano apareció frente al Reino Sur los guardiasdel castillo temblaban de miedo ante el horripilante y malva-do Efisto.

- Iztuze xuberlizize zi rimlaraeme amxdozue zae

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imfrimterem e ome zudue (Estos cobardes se rendirían inclu-so si enfrentaran a un solo Sacurago).

El Sacurago era un Demonio de las tierras de Oaz, concuernos en las sienes y cabello en todo el cuerpo, despiadadospero en ningún caso invencibles para un ejército. Efisto dis-frutaba con la debilidad de sus oponentes. Sin que perdieratiempo, Urbano bajó el puente levadizo con un chasquido desus dedos y luego vaciaba el aceite que le arrojaron desde lacima de los muros en las aguas del foso con un movimientodel índice.

Luego de que cruzara el umbral de la entrada halló unagran cantidad de gente reunida al interior del castillo, entre lascuales sobresalían el rey y la reina.

De inmediato dos guardias se aproximaron a Urbano consus espadas alzadas, pero el Mago Obscuro desapareció entreellos y pronto volvía a ser visible unos metros más adelante.Poco después le atacaron otros dos guardias, cuatro arquerosy cinco mercenarios, pero al ver que las flechas se volvían ce-nizas antes de tocarle y el acero se quebraba contra su cuerpola mayoría de los atacantes huyó como alma que se lleva eldiablo. En apenas unos minutos el Mago Obscuro se encontrócara a cara con el rey.

Despojándose de su corona el soberano le dijo:- Toma mi trono si eso te complace, pero te ruego que no

le hagas ningún daño a mi esposa ni a estas personas que vinie-ron aquí buscando protección protección. Hace poco perdí auna hija y no deseo lamentarme por el fin de nadie más.

- Tu hija no está muerta- Aclaró Urbano-, solamente sefugó en señal de rebeldía y ahora piensa casarse con un fraca-sado. Con respecto a lo otro, ya deberías haberte dado cuenta

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de que el poderío de un gobernante radica en el aprecio que letiene su gente. Mira cuantos gitanos y súbditos de este Reinohan confiado en ti a pesar de que eres un gusano insignificante.Considérate afortunado.

De pronto, la reina dio un paso hacia el mago y le interro-gó:

- Usted que parece saber tanto sobre mi hija ¿Puede de-cirme donde se encuentra?

- Suegra- Dijo el Mago Obscuro inclinando la cabeza-, suhija está escondida en algún rincón del Bosque. Bien, ha llega-do el momento de ocuparse de un asunto en verdad relevante:La conquista del Universo.

Entonces desapareció de nuevo y unos treinta segundosmás tarde aparecía de la nada exclamando:

- ¡No está aquí!...¡Nos ha engañado!. ¡Ese malditoBedteseri ocultó El Libro Mágico del Reino Sur!... ¡Quebran-tó las Leyes de los Guardianes!...Deja que un tramposo repar-ta y jamás obtendrás una buena mano.

Efisto escuchó el lamento del Mago Obscuro y le dijo:- Mue ti priuxopize... De lirrute lie de dose ize amnamimte,

k, ome wase qoie iztue uxorre, Bedteseri libire lixarmuze lumliizxumlaue ide dabrue (No te preocupes... La derrota de la luzes inminente, y una vez que esto ocurra Bedteseri deberá de-cirnos donde escondió el libro).

- Es cierto- Masculló Urbano en la Lengua sagrada-. Vol-vamos al campo de batalla y acabemos con ellos.

Pero Efisto y el Mago Obscuro ignoraban que en ese pre-ciso momento, justo cuando las fuerzas malignas se esparcíanpor los Bosques del Norte, Este y Sur como un nefasto enjam-bre, Baltazar ejecutaba una audaz maniobra, que el Líder de la

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Luz había contemplado en caso de extrema necesidad. Re-suelto a solicitarle ayuda al Mago más fuerte que jamás hayaexistido, el legendario Guardián se había transportado a lasentrañas de la Caverna Musgo Amarillo.

Aunque los términos del acuerdo no se sabrían hasta mu-cho tiempo después, El Gran Bedteseri se puso de acuerdocon el legendario Dragón Inmemorial para que peleara a sulado. Luego de que ordenarara al resto de los dragones queabandonaran la lucha, el Dragón se elevó sobre los Bosquesresplandeciendo como un sol índigo y en seguida fue en de-fensa del Reino Norte, donde los valientes magos Nicán yDobro sucumbían en manos del despiadado Yirazú, victoriaque saborearía muy poco pues pronto se tragaba el polvo dela derrota ante la energía desbordada del Dragón, que en eltrayecto eliminó todo vestigio del temible Imallén.

Cuando Efisto y Arkán fueron vencidos por la misma cria-tura, en una batalla colosal que casi destruye el Jrem Universo,el primero de estos demonios le dijo a Urbano que ordenarala retirada y huyó junto a los otros miembros del Tridente auno de los rincones más siniestros de Cranato, donde funda-rían Ignominian, el tenebroso Reino del Tridente y la Cofra-día. Tras la huella de sus amos partió Esclavo del Abismo.

En cuanto al Mago Obscuro, aún combatía furioso cuan-do el Tridente se había retirado, pero muy pronto se hallórodeado sobre los Bosques humeantes por El Gran Bedteseri,el Dragón Inmemorial, y los últimos Magos del Oriente. Sinembargo no había un ápice de miedo en sus ojos, y les mirabaa cada uno de ellos en forma desafiante. Solo se distrajo al verde reojo las llamas que destruían Sueñobscuro. Sin embargo,no había tiempo para melancolías porque en seguida halló tres

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Magos del Oriente encima suyo, y debió esmerarse para queno acabaran con él de inmediato. Finalmente la fortuna le son-rió y pudo derrotarlos a todos, ante el asombro de Bedteseriy de los propios vencidos, que se levantaron de la tierra muymenoscabados por la humillación. Un miserable humano, unhíbrido, era capaz de derribarles movido por un poder querompía los designios. El Dragón Inmemorial en tanto le ob-servaba sin que perdiera detalle.

Cuando el Guardián del Reino Sur se acercó al MagoObscuro, el Dragón Azul habló en voz alta, y los hombres delas Ciudades cercanas y Todos los Habitantes del Bosque pu-dieron oírlo. La poderosa criatura dijo lo siguiente:

- Que nadie se atreva a tocarlo. Muchos han muerto gra-cias a los suyos y a su propia mano, pero si el Líder de la Luzha tenido que recurrir a la traición y a la mentira en defensa dela verdad y justicia, reconozcamos el valor de este guerrero.Cuando sus maestros huían como cobardes, él luchaba contemple por un juramento que otros hicieron antes que naciera.

- No es tan simple- Interrumpió Bedteseri-. Es nuestraobligación deshacernos de cada uno de ellos y perseguirles alo largo de Cranato si es necesario. Debemos vengarnos porla muerte y disolución de los nuestros. La amenaza de unaGuerra aún más terrible siempre rondará a las generacionesdel futuro mientras ellos existan.

- Creo que de Guardián y carcelero pretendes convertirteen verdugo- Dijo el Dragón Inmemorial-. Ni siquiera el To-dopoderoso Nguechén fue tan inflexible cuando expulsó aEfisto y Yirazú de Alina. En cada uno de nosotros reside laHermandad del Gran Fuego y estamos prestos a destruir ennombre del bien o el mal. Eso no es posible. Si pretendes

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darle caza a tus enemigos para que estos no perturben la pazdesconoces La Voz de Alina y abandonas la senda de la Justi-cia. Ha llegado la hora de que el Fuego se aplaque en noso-tros. No perseguiré a nadie que no deseé pelear y tú menosque nadie podrá hacerlo.

El Gran Bedteseri guardaría en silencio por unos segun-dos y luego advirtió al Urbano con tono amenazante.

- Aléjate de ella. Todo el Jrem Universo depende de quecumplan su Destino.

En seguida el Dragón se dirigió al Mago Obscuro y ledijo:

- Piensa en el humano que un día bebió de mi sangre paravolverse poderoso. Ahora lárgate.

Urbano mantuvo la frente en alto, soberbio como un con-quistador, y gritó antes de retirarse:

- Reuniré mis legiones y marcharé a las entrañas de la tie-rra. Si el hielo de las montañas congela a los mortalesdurmiéndoles en su regazo, que sea el magma el que alimentea mi Fuego y lo conserve hasta un Tiempo no muy lejano.

- Estos idiotas nunca aprenden – Rezongó Bedteseri.Poco después de que el Mago Obscuro se disipara en un

cielo límpido y fresco, el Gran Bedteseri, recibido con vítoresy alabanzas por los sobrevivientes de la Batalla que se habíadesarrollado en las calles de Sueñobscuro, y entre la densidaddel Bosque llamó al viejo Mago Rim y le nombró Guardiándel Reino Sur y Líder de la Luz, ante la sorpresa de sus guerre-ros y del propio designado.

Ese hecho marcaría el termino de la Era Cronológica y elinicio del Lapso Post Guerra, sucedido por la terrible EraIarática. Tras jurarle obediencia a la Luz, el Dragón Inmemo-

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rial encadenó al Gran Baltazar a las profundidades de la Ca-verna Musgo Amarillo, como habían acordado.

Justo en el instante en que unas gotas de Magia Liquidacaían sobre los eslabones, no muy lejos de ahí Martín abría losojos tras paserase por los arrabales de la muerte. Se hallabatendido en la hierba, con la cabeza reclinada sobre la falda deDelénia. Ella tenía su espalda apoyada en el tronco de un Ár-bol gigantesco.

- Si tenemos un hijo – Masculló él adolorido - ¿Tendrá unnombre raro como el tuyo?

- Será una hija – Contestó ella – Y se llamará Deleba.- Quizás se me ocurra un nombre mejor.- Descansa por ahora- Le dijo la princesa y observando

los tintes rojizos que asomaban en el horizonte añadió-: Des-pués de que te vende los ojos buscaremos donde ocultarnos.

Pero Martín no deseaba entregarse al sosiego hasta queaveriguara porqué sentía un irritante hormigueo en el pecho, yse inclinó cuanto pudo para ver sus heridas percatándose deque éstas comenzaban a cerrarse como si mil obreros invisi-bles trabajaran vertiginosamente en pos de su recuperación.

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Cristián BerríosCristián BerríosCristián BerríosCristián BerríosCristián Berríoses chileno y ha publicado en

forma independiente ChocolatePost Mortem, Breve sinfonía deun crimen sin remordimientos,La Cofradía y Santo Grial de un

underground en formato digital,además de otras publicacionesen medios de Chile, Venezuela,México y Perú. Fue incluido enla antología de poesía Chile-Venezuela Me Urbe. En 2010

ganó el concurso «Un cuento enmi blog», organizado por Zona

Literatura, con el relato«Conspiración paranoide», queabre el presente volumen queincluye la trilogía Cuentos deCuentos deCuentos deCuentos deCuentos deSueñobscuroSueñobscuroSueñobscuroSueñobscuroSueñobscuro, compuesta dedos novelas breves y un cuentodel género fantástico, lo cuales

presentan diversas razas,lenguas y cronologías queposeen como escenario laciudad de Sueñobscuro.

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