Cuentos de Miedo

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CUENTOS DE MIEDO (basados en personajes de cine) SAMAÍN 2012 3º ESO

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Cuentos de miedo

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CUENTOS DE MIEDO (basados en personajes de cine)

SAMAÍN 2012 3º ESO

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EL NUEVO MR. HYDE

No es fácil describirle. Hay algo desagradable en su aspecto nada más verle. Es un hom-

bre pequeño, pálido, deforme, con sonrisa desagradable, tímido y osado; habla con voz ronca y

entrecortada. Todo en él provoca repugnancia y representa la esencia del Mal, es un ser

horrible y sin sentimientos.

Este personaje se llama Mr. Hyde, habita en el sótano de una casa oscura, donde su única

compañía es la vieja criada. Un día lluvioso en que se inunda su vivienda no tiene más remedio

que irse con ella a la casa de campo que esta tiene a las afueras de la ciudad. Al llegar a la

granja se encuentran con Myriam, la sobrina de la Sra. Smith, que cuida de la pequeña granja

con los ahorros que su tía le envía.

Los primeros días a Myriam le resulta repulsivo el aspecto de Peter Hyde y, cada vez que

se encuentran a solas, la muchacha no deja de temblar de miedo debido a su cercanía. Peter la

evita todo lo que puede, pero la casa es pequeña para la convivencia diaria de los tres adultos,

que intentan llevarlo lo mejor que pueden.

Día a día empiezan a conocerse mejor, Hyde ya no se esconde como hacía en la ciudad y

ahora que no necesita medicarse para sus dolencias - puesto que el campo sienta de maravilla

a su salud - se hace preguntas que nunca antes habían pasado por sus pensamientos.

Todos los días ve la alegría con la que la muchacha vive y hace sus tareas, parece que está

en otro mundo distinto al de Peter. Hasta entonces la única ocupación de Peter había sido

hacer daño a las personas cercanas a él, provocarles temor era la mejor labor que hacía. Aho-

ra se preguntaba por qué sin haber hecho daño a la muchacha ella lo evitaba como si fuera el

auténtico Diablo. ¿Sería su aspecto deformado, sería su voz ronca?

Días después Peter intentaba acercarse a Myriam pero ella seguía con la misma actitud,

no pensaba acercarse a él, y menos después de conocer su historia; el daño que había causado

le producía más repugnancia de la que había sentido nunca por nadie. Peter no sabía porqué

Myriam cada día estaba más asustada, ahora él podía ver como sus piernas temblaban cuando

se cruzaban en el pasillo.

Un día Peter le preguntó por qué sentía tanto miedo de una persona que nunca le había

hecho daño; ella le contestó que tan solo con saber lo que le había hecho a muchas otras per-

sonas y a sus familias le causaba pánico y, además, su aspecto no le ayudaba a causar una bue-

na impresión.

Después de aquella charla, Peter cambió su actitud y comenzó a comportarse como una

persona normal: cuidaba el jardín y ayudaba a las mujeres en las labores del campo, no maltra-

taba a los animales que rondaban la casa; su aspecto cambió completamente, su rostro mejoró

al tomar el sol a diario y el ejercicio físico tonificó sus músculos, haciendo que se viese más

corpulento. Comenzó a hacer una vida normal como cualquier otra persona, incluso lamentando

el daño que había hecho en el pasado a sus semejantes.

Minerva Rivas Cabanas 3º ESO B

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PÁNICO A LO ESPÍRITUS

¿Cómo me describo? Como un psiquiatra sicópata al que le gusta la carne humana, o acaso

soy un triste doctor al que le encanta la gastronomía y tiene buenos modales. Ambas afirma-

ciones son ciertas y son esas dos combinaciones las que me distinguen del resto de la gente.

Yo diría que por mi canibalismo las personas tienen miedo de mí, pero ellas no saben que yo

también temo muchas cosas. Una de ellas son los espíritus de las personas que como y eso

me lleva cada día a una nueva aventura, pero no como la que me ocurrió el pasado sábado.

Estaba yo tranquilamente comiendo unos hígados con habas cuando de repente se apare-

ció uno de los muchos espíritus de mis víctimas. No era nada raro para mí, ya que todos los

días me encontraba con alguno. Sin embargo, esta alma tenía algo especial, normalmente no

podían coger nada con las manos, ya que eran un producto de mi imaginación, pero esta sí que

lo hacía. Se acercó a mí y me preguntó cómo tenía el valor de comerme sus vísceras. Le con-

testé que me encantaba el hígado y que como ella era una niña pequeña estaban más tierno y

jugoso que nunca.

Señaló mi hacha, con la que le había cortado la cabeza, y me gritó que cómo podía matar-

la con un arma tan dolorosa, que debería asfixiarla o envenenarla, pero yo me reí ya que me

encantaba hacer sufrir a mis víctimas. Ella dejó ver una sonrisa en su rostro fantasmal y con

un gran sigilo me lanzó el hacha tan cerca de la cabeza que hasta me cortó algunos pelos. En

ese momento, me di cuenta de que me quería matar. En el mismo instante me eché a correr

sin rumbo alguno, salí de mi casa y, tras alejarme un poco del espíritu, decidí esconderme en

el cementerio.

Era de noche y no sabía qué hacer. A lo lejos me pareció divisar una extraña luz y pensé

que era la Santa Compaña, lo que me aterrorizó. Sin poder pensar más en eso, escuché los

gritos del alma que se acercaba cada vez más a mi posición. Entre las penumbras logré divi-

sar la sombra de aquel cuerpo que flotaba con un hacha en una mano y con un cuchillo en la

otra. Me deslicé por entre las tumbas con el menor ruido posible, pero aquel ser tenía un oí-

do tan fino que pronto descubrió mi posición. Desde la huida inicial hasta que logré salir del

cementerio se desarrollaron los minutos más horribles de mi vida.

Cuando por fin logré salir, me di cuenta de que detrás de mí había una presencia, lo que

me puso los pelos de punta. Estaba empezando a girar la cabeza cuando el espíritu se aba-

lanzó sobre mí y me clavó el cuchillo. Desde ese instante hasta unos minutos después no re-

cuerdo nada, solo sé que me desperté siendo un fantasma y que ahora vago por el mundo in-

tentando que los secuestradores y asesinos no maten a la gente como hacía yo, e intento que

cambien porque, igual que yo pude hacerlo, todo el mundo puede reformarse.

Javier García Rodríguez. 3º B

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DRÁCULA

Drácula ha entrado en un programa para reformarse y para sorpresa de toda la sociedad

de los monstruos lo ha conseguido. Ahora dirige un hotel para monstruos, sin duda una buena

idea, ya que es un lugar donde ellos se pueden relajar y desconectar. El hotel ya ha alcanzado

cierta fama y Drácula empieza a hacerse rico. Todo lo invierte en él y este mejora a pasos de

gigante, pero todo tiene un precio y con la fama llegaron los problemas.

Un día como otro cualquiera llegaron al hotel unos famosos de la música monstruosa que

estaban de gira y se hospedaron allí, en el hotel TRANSILVANIA, propiedad de Drácula. Él

se puso eufórico, ya que si su estancia era placentera difundirían la monstruosa calidad de su

hotel y lo harían famoso, por eso intentó que la estancia de sus importantes huéspedes fuera

la mejor posible, pero esto no fue así ya que durante su estadía comenzaron a suceder cosas

extrañas. Se sucedían ruidos de cadenas arrastrándose por el suelo, mas cuando la gente sal-

ía a ver no había nada, en medio de la noche sonaba un grito agudo que despertaba a todos,

las personas tenían terroríficas pesadillas o el agua empezaba a hervir cuando la gente se

disponía a beberla. Por esto los famosos huéspedes de Drácula se marcharon corriendo y

aterrorizados por las extrañas cosas que ocurrían en aquel hotel, lo que no ayudó mucho a

que este se hiciera famoso (más bien todo lo contrario).

El hotel se mantuvo cerrado durante unos días mientras Drácula intentaba resolver el

misterio que se encerraba allí pero, por desgracia para él, sin resultado alguno. Durante un

paseo por el hotel, uno de sus emplea-

dos escuchó el ruido de las cadenas

arrastrándose por el suelo, lo siguió

hasta su origen y se encontró con una

especie de verdor transparente que

entraba en una habitación de las más

lujosas. El empleado entró allí. ¿Qué

sería lo que había visto? Su sorpresa

fue inmensa cuando descubrió qué era

lo que los había estado aterrorizando

las últimas semanas. Era un conocido

fantasma llamado EL HOLANDÉS

ERRANTE que había estado intentando

no ser visto para no tener que pagar por hospedarse. Todo cuadraba, ya que había habido nu-

merosas desapariciones de comida para fantasmas en las despensas del hotel y el el Holandés

tenía extraños poderes que explicaban los hechos. En cuanto a las cadenas, aún no había con-

seguido librarse de ellas antes de su muerte y ahora le acompañaban a todas partes. El em-

pleado se lo dijo a Drácula, que capturó al gorrón y llamó a los cazafantasmas, que se lo lleva-

ron.

Finalmente el hotel de Drácula se hizo famoso por los hechos, ya que salió en las noticias

de monstruos. Drácula ganó en clientes y montó una cadena de hoteles de lujo.

José Rodríguez, 3ºB

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LA MUCHACHA DE BLANCO

Cuenta la gente del valle mindoniense, que todos los viernes trece a las doce de la noche se

escucha el ruido de unas campanas y que, si se mira por la ventana, se ve a una joven muchacha

vestida de blanco, pálida y demacrada como un ser de ultratumba.

En el invierno del año 1613 la familia de Orly procedente de la Bretaña Francesa, viene a

vivir al palacio mindoniense, el cual antes había pertenecido a los duques de Bortomís. Era un

palacio inmenso, con pasillos escurridizos, paredes húmedas, capilla propia, más de treinta

habitaciones, dos cocinas, trece baños y muchas galerías y ventanas. La familia estaba com-

puesta por tres niños, los padres y la abuela, a la cual no le gustaba nada venirse a vivir a Mon-

doñedo.

Cuando la familia llegó al palacio, los recibió un mayordomo y les dijo que solo se quedaba

para recibirlos por orden de los duques de Bortomís, pero que en cuanto llegaron tendría que

abandonar el palacio. La madre de los niños le contestó que creía que se debería quedar porque

necesitaría ayuda para atender las necesidades del palacio y las de su familia. El mayordomo,

no muy convencido de la propuesta que le habían hecho, le dijo que se lo tendría que pensar,

puesto que no era un sitio donde él se sintiese cómodo con su trabajo. La madre asintió con la

cabeza y le dijo que se tomase el tiempo necesario para pensárselo y que cuando lo decidiese le

hiciese llegar su decisión.

Entraron en el palacio y el mayordomo les mostró en donde estaban sus habitaciones; a

Juan, que era el mayor de los tres hermanos, no le gustó mucho la suya porque, comparada con

la que tenía antes, esta era muy vieja y con una decoración muy seria para su gusto. María e

Isabel, la dos hermanas de Juan, eran gemelas y tenían 6 años. Como cualquier niño o niña de

esta edad eran traviesas, curiosas y juguetonas. Ellas no se quejaron de su habitación porque,

comparada con la que tenían antes, la cual compartían, esta era mucho más grande por lo que

dispondrían de mucho más espacio para sus juegos y travesuras.

Los días pasaban y aunque la madre y la abuela siempre tenían trabajo en aquel edificio tan

grande, al final pudieron contar con la ayuda del mayordomo ya que se sintió atraído por aque-

lla familia, le había gustado desde el principio, sobre todo los niños, y por ello pronto hizo sa-

ber la respuesta a la señora del palacio. En poco tiempo el mayordomo se había ganado la con-

fianza Juan porque siempre, antes de dormirse, le contaba alguna historia.

Un día Juan le pidió que le contara alguna de miedo; el mayordomo le dijo que no sabía mu-

chas y que solo eran eso, historias para asustar a los niños, pero, ante la insistencia de Juan,

se ofreció a narrarle una que las gentes de Mondoñedo contaban desde hacía mucho tiempo,

aunque que él nunca había visto nada: “Todos los viernes trece a las doce de la noche se escu-

cha el sonido de unas campanas y si se asoma uno a la ventana, tal vez, pueda ver a una mucha-

cha vestida de blanco, de tez pálida y demacrada, como salida de ultratumba, Mirta la llorona,

que así se llamaba este espectro“. Juan comenzó a reírse y el mayordomo le preguntó qué le

había hecho tanta gracia, él le contestó: “¡Eso es imposible! Solo son historias de pueblo para

tener a la gente asustada”. El mayordomo le dijo que no debía de reírse de las cosas que se

cuentan pues, a veces, por inciertas que parezcan, siempre suelen tener un algo de verdad,

pero Juan no lo escuchó y siguió riéndose.

Pasados unos días, como solía tener por costumbre, Juan se acostó a las diez de la noche,

pues su madre era muy estricta con los horarios a la hora de que se fueran para la cama. En

apenas unos minutos Juan se había quedado dormido, pero unas risas que escuchaba dentro de

su habitación lo despertaron. Se incorporó y miró debajo de la cama, luego de un salto se puso

en pie y apartó las cortinas, pero no había nadie. Se quedó pensativo y se dio cuenta de que de-

ntro del armario no había mirado; al abrirlo, descubrió allí a sus dos hermanas y, enfadado por

el susto que le habían metido, las echó de la habitación.

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Las horas pasaban pero después de aquel incidente con sus hermanas, no lograba conciliar el

sueño, hasta que de pronto escuchó tocar unas campanas; enmudeció, sus palabras no podían sa-

lir de su garganta y su cuerpo se quedó rígido, como petrificado, cuando observó que la ventana

se abría de par en par; cuando pudo reaccionar, se levantó a cerrarlas y observó a una muchacha

paseando por el jardín del palacio y señalándolo con el dedo. Consiguió reunir fuerzas para poder

articular alguna palabra, pero de su garganta solo salieron gritos de socorro. El mayordomo al

oírlos corrió a la habitación de Juan y vio al niño de pie junto a la ventana, desencajado y muer-

to de frío indicándole con la mano el jardín. Juan le preguntó: ”¿Es esa Mirta la llorona, la mu-

chacha de la que me has hablado?” El mayordomo no logró ver nada y así se lo dijo; Juan volvió a

asomarse para indicar el sitio más exacto en donde la había visto, pera la figura de la chica se

había desvanecido en la oscura noche sin haber dejado ni rastro de su visita.

A partir de entonces Juan se toma más en serio las historias que se cuentan en los pueblos,

pues si bien puede ser que no sean ciertas al cien por cien, siempre suelen tener algo de verdad

y de misterio y cuando escucha el sonido de las campanas, sea en viernes trece o no, siempre mi-

ra hacia atrás por si Mirta la llorona decide hacerle otra visita.

Patricia Sanjurjo, 3ºB

Page 12: Cuentos de Miedo

--LeatherfaceLeatherface-- Nadie sabía su nombre. Era un hombre robusto y alto.

Debido a su desfiguración facial, maltratos infantiles y cierta tendencia transexual moti-

vada por trastornos psicológicos se pasaba parte de su tiempo haciendo máscaras de la piel de

sus víctimas, para ocultar aquel horrible rostro que se escondía detrás de ellas.

A pesar de su apariencia sumisa, era un

verdadero asesino, siempre llevaba consi-

go una motosierra con la que rajaba por la

mitad a sus inocentes damnificados,

mientras se desangraban en el suelo.

Él no controlaba sus actos, pero sus sádi-

cos hermanos lo utilizaban para sus críme-

nes debido a que padecía un severo re-

traso mental. Sin embargo, en el fondo, no

era un asesino sino una especie de mario-

neta mandada por sus tres hermanos:

Dayton, Nubbins y Charles. Dirigían a un

pobre ser sin apenas sentimientos con fi-

nes malignos, como ocurrió en la matanza de Texas, donde asesinaron a más de 80 personas.

Una mañana todo cambió, había desapareci-

do de la prisión en la que se encontraba y en

la que llevaba 12 años condenado a cadena

perpetua. Sus tres hermanos habían muer-

to, pero él no se inmutaba, se pasaba el día

escuchando una vieja radio que había en su

celda. Sentía curiosidad, cómo podía aquel

aparato hablar e incluso reproducir música. En la cárcel no había rastro de él y las patrullas

de las afueras estarían alerta por si lo encontraban. Pasaban los meses y nadie lo localizaba,

por lo que al cabo de un año abandonaron su búsqueda.

Al poco tiempo, una joven

radiofonista apareció muerta

en su despacho y a su lado apa-

reció Leatherface, así lo llama-

ron. Aquella chica hablaba en la

radio principalmente de la vida

después de la muerte. Leatherface interpretó que si mataba a la chica y luego se suicidaba

podría pasar el resto de su existencia con ella. Porque después de todo él tenía un corazón

que conquistó aquella pobre chiquilla con su delicada y dulce voz.

Antonio Cendán, 3ºB

Page 13: Cuentos de Miedo

SUICIDIO POR EL PASADO

Serían las once de la noche cuando

me introduje en la casa; estaba todo

oscuro. Pulsando el interruptor de la

luz, noté una vibración en el salón. La

luz no se había encendido, supuse que

habían saltado los plomos. Presa del

pánico quise abrir la puerta para aba-

lanzarme fuera de la casa, ya que aque-

lla vibración no me había causado bue-

nas sensaciones.

Algo me impedía abrirla, era como

si alguien estuviera al otro lado tirando

de ella para impedirme el paso. Solté la

puerta y las ventanas empezaron a

temblar hasta abrirse por completo. Y

entonces la puerta se abrió poco a poco

haciendo chirriar mis oídos.

Una mujer de al menos metro

ochenta, pelo negro y blanco, un abrigo

de piel de dálmata y cigarro con boqui-

lla se precipitaba intentando entrar en

la habitación. Cualquiera diría que esa

mujer se había escapado de un circo,

aunque la verdad yo tenía un poco de

miedo y, a la vez, su rostro se me hacía

familiar.

Al fin me atreví a intentar escapar

de allí, pero ella exclamó:

– No te escapes, no te haré nada

malo. En el pasado me hiciste mucho

daño, quería vengarme. Me verás morir

como venganza. Su…

Y en ese momento fue cuando caí

en la cuenta de quién era; por algo su

rostro me era familiar. Pero era tarde,

ya había sacado la pistola con la que se-

gundos después se voló la cabeza sin

darme tiempo a reaccionar.

Loreto Fernández Redondas 3ºB

Page 14: Cuentos de Miedo

DIECISIETE VÍCTIMAS MÁS UNA

Durante este último mes han sido halladas muertas quince personas y diez están des-

aparecidas. No se conoce la causa de su muerte, se cree que ha podido ser un animal sal-

vaje que se encuentra en el gran bosque debido a las mordeduras que presentan las vícti-

mas en el cuello. Se han organizado cinco batidas para dar caza al animal y sacrificarlo,

pero en su lugar solo encontraron alguna que otra huella de un pie humano descalzo.

Esa noche hacía mucho viento, oía como las ramas del abeto del jardín se agitaban y

las tejas crujían, hacía mucho frío. Era el día de Samaín, el día de los no vivos, no conse-

guía dormir. De repente algo chocó contra mi ventana, no me atreví a girarme hasta que el

viento invadió mi habitación y mis deberes, que estaban aún sin acabar en el escritorio,

comenzaron a volar, la ventana se había abierto. Me levanté de la cama de un salto y me

apresuré a cerrarla. Desde allí pude ver la calabaza que habíamos hecho y posteriormente

puesto en el jardín mi madre y yo por la mañana. Me estremecí al ver su sonrisa maligna,

ilumina por la vela de su interior. Cuando por fin ya había cerrado la ventana y pasado las

cortinas, me giré y allí estaba.

-¡AAAAAAH! -grité.

-¡Ssssssh! Niño, baja la voz si no quieres que me enfade -me amenazó.

-¿Cómo has entrado? ¿Quién eres? ¿Qué quieres? -pregunté mientras me echaba hacía

atrás a medida que el hombre de rostro pálido se acercaba.

-¿No crees que estás preguntando demasiado? -contestó riendo.

-Me das miedo.

-Todas mis víctimas me dicen lo mismo -dijo con voz serena.

-¿Víctimas? -Tragué saliva y continué preguntando-. ¿Soy una víctima?

-Me gustas, niño, me gusta hablar con mis presas antes de… -no acabó la frase porque yo

le interrumpí.

- No me llamo niño, soy Ayeik.

- Menudo nombre te han buscado -dijo burlón.

- ¿Ah sí? ¿Es mejor el tuyo acaso? -protesté.

- Me llaman Crepúsculo, pero en realidad mi nombre es Edwar.

- ¿Por qué te llaman así? -pregunté, pero él desapareció en un abrir y cerrar de ojos.

Me quedé quieto un momento y volví a acostarme. No podía creer que un hombre había

estado en mi habitación hacía unos instantes y que había pronunciado la palabra víctima

refiriéndose a mí.

Juan Martín Rey, encontrado muerto esta madrugada en Central Park -lee mi padre en

voz alta la noticia del periódico. Yo escucho mientras bajo las escaleras-. Otra muerte

más, otra víctima más -dice a continuación.

La palabra “víctima” retumba en mis oídos y recuerdo lo que me había pasado esa mis-

ma noche. No le cuento nada a mamá ni a papá, porque sé que no me creerían. Desayuno si-

lenciosamente y después subo a vestirme para ir al colegio. En mi mesita encuentro una

nota que dice: “Siento haberme ido sin despedirme. Esta noche regresaré”. Estaba seguro

de que esa nota era de Crepúsculo, regresaría.

Al venir de clase subí a mi cuarto. No sabía qué deberes tenía porque en clase no hab-

ía prestado atención, y mi amigo Nicolás no había asistido a clase, por lo tanto no le podía

preguntar.

-Ayeik, hay unos señores que quieren hablar contigo. Baja -gritaba mamá.

- Voy -dije ya bajando las escaleras.

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-Hola chico, ¿qué tal estás? -Un policía se dirigía a mí.

-¿Qué pasa, mamá? ¿Qué hacen estos policías en casa? -pregunté sorprendido.

-Nada. Te tienen que hacer unas preguntas sobre Nicolás.

-¿Sobre Nicolás? -pregunté y luego proseguí-.Hoy no ha asistido a clase.

- ¿Desde cuándo no lo ves? -preguntó el agente.

-Desde el viernes. ¿Qué le ha pasado a Nico?

-Lo siento mucho, sé que era tu amigo. Nicolás ha fallecido -contestó el policía.

-¿Cómo? Eso no es verdad, me estáis mintiendo - dije llorando y subiendo de nuevo a mi cuar-

to.

Ya allí oí como los agentes le decían a mi madre que esa noche se volvería a organizar otra

cacería más exhaustiva.

No podía ser, mi mejor amigo muerto, no lo creía. Me acosté, me tapé por completo y lloré

desconsoladamente durante tres largas horas.

Cuando ya tenía los ojos inflamados por las lágrimas, miré mi correo en el ordenador y

después fui al diccionario donde busqué “crepúsculo”, que resultaba ser el momento antes de

la salida del sol y después de su puesta. No comprendía qué tenía que ver eso con el hombre

de rostro pálido.

Lo esperé toda la noche con la ventana abierta pero no apareció.

Mi madre me dejó quedarme en casa al día siguiente, ya que no había dormido nada y aún

no le habían dado caza al animal que había matado a Nicolás y al resto de las víctimas. Al caer

la noche bajé a cenar con mis padres, pero no había tema de conversación alguno y casi lo pre-

fería así. Subí a acostarme y allí estaba, jugando al ajedrez.

-Buenas noches. ¿Juegas? -me saludó.

-Hola. Sí, claro -respondí.

-Siento no haber venido ayer como te había indicado en la nota. ¿La viste, verdad? -preguntó

ya con seguridad.

-Sí. ¿Por qué no has venido? -moví mi peón.

- La cacería. Estaba atrapado en el bosque -respondió.

-Ah -dije sin saber qué tenía que ver la cacería con él.

- ¿Me sigues teniendo miedo?

- No, ya no te temo. Yo respondo a todas tus preguntas, ¿por qué no haces tú lo mismo con las

mías?

-Pregunta.

-¿Qué tiene que ver la salida del sol contigo?

- ¿Cómo? -preguntó nervioso.

-Busqué tu apodo en Internet -respondí.

-Digamos que soy como alérgico.

- No me lo creo… ¿Y qué tiene que ver la cacería contigo? -le insistí.

- Tú has dicho que no me temías, ¿no es así? Pues te diré la verdad -dijo respondiendo a su

propia pregunta.

-Bien, cuéntamelo -respondí.

-Soy un vampiro.

Mi cabeza analizó la palabra vampiro. Criatura que se alimenta de la esencia vital de otros

seres vivos para mantenerse activo. Se define como un ser frío, poco agradable, chupasangre,

asesino, bestia sin escrúpulos…

-Tú eres la bestia que mató a mi amigo -dije balbuceando.

- “Jaque mate”. Tú ganas.

De repente se abalanzó sobre mí y clavó sus colmillos en mi cuello. Un golpe de adrenalina

recorrió mi cuerpo, ahora yo era uno de ellos.

Tamara Rodríguez, 3ºA

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DR. LECTER: EL CANÍBAL LOCO

Desperté con la convicción de que no iría al instituto, el día anterior habían anunciado en la

televisión que un fuerte temporal se dejaría caer sobre las doce de la mañana en nuestra ciudad.

En efecto, la primera noticia con la que abrieron las noticias fue esa:

“Debido al fuerte temporal que auguran los partes meteorológicos, hoy no habrá jornada lec-

tiva en los centros de esta ciudad”

Me alegró el día, a mí y a todos los alumnos y profesores. Las siguientes noticias fueron ruti-

narias, sobre economía y cultura. Pero escuché con atención una noticia que se salía de la rutina

de cada día, no le prestaría demasiada atención si no fuera porque, aparte de ser un asesinato,

transcurrió bastante cerca de mi casa. Subí el volumen y pude escuchar como detallaban lo ocu-

rrido, hablaban de un asesino en serie que venía dejando muertos por el país en extrañas condi-

ciones. No habían encontrado ninguna pista en sus asesinatos anteriores y no parecía que lo fue-

ran a encontrar en este. Un escalofrío me recorrió, quise pensar que no era miedo, pero el asesi-

nato había sucedido a menos de dos quilómetros de mi casa y, para empeorar las cosas, al día si-

guiente era Halloween. Era una tontería pensar que ese asesino, al que tachaban de caníbal y san-

guinario, viniera precisamente a por mí o a por cualquier persona de mi alrededor.

Subí a mi habitación y, justo al pasar por delante de la ventana que hay antes de entrar en

ella, vi, supuestamente, pasar por el jardín de mi casa a un hombre que era idéntico a como deta-

llaban en las noticias al sanguinario asesino. Me reí y me convencí de que veía demasiadas pelícu-

las de terror.

Me pareció interesante buscar información sobre ese criminal del que nadie sabía el nombre.

Me metí en mi cuarto, alcancé el portátil, tecleé: “El asesino caníbal” y aparecieron miles de re-

sultados. Un portal de noticias hacía un gran hincapié en que era muy inteligente y que engañaba

a las víctimas, porque a primera vista parecía un señor mayor apacible y sin ninguna rareza que

hiciera pensar algo malo de él. Otra web anunciaba que era un antiguo psiquiatra y que los pacien-

tes que había atendido le hicieron volverse loco; pero conservaba una gran mente privilegiada,

capaz de saberlo todo acerca de una persona fijándose en pequeños detalles y, así, extorsionarla

hasta obtener de ella lo que quería. Había que admitir que, por el perfil que ofrecían en los me-

dios, estaban hablando de un loco criminal. Confié en que pronto la justicia lo cazara y juzgara.

De pronto alguien tocó a la puerta de casa, bajé y al abrir me encontré con un anciano que

parecía herido en la pierna.

-Me llamo Hannibal, Hannibal Lecter -dijo el extraño-. Me acabo de mudar a la casa de al la-

do y he perdido la llave que me dieron. ¿Puedo utilizar su teléfono?

-Pase por favor.

Hannibal cruzó la puerta con una mano oculta entre la ropa; al quitarla para marcar el número

al que quería llamar, vi un ligero rastro de sangre, me asusté y pensé que Hannibal era muy pare-

cido a la descripción que habían dado en las noticias. ¡Era él, el asesino sanguinario!

Cuando me quise dar cuenta Hannibal me estaba atacando. Cogió el bolígrafo que había en la

mesa del teléfono y me lo clavó en el brazo, mientras sonreía malévolamente. El dolor era pun-

zante. Logré sacar el bolígrafo del brazo, pero me di cuenta de que era el final, observé un gran

charco de sangre en el suelo, mi sangre. Hannibal volvió a arremeter contra mí, esta vez con sus

puños; logré esquivarlos pero caí al suelo, cada vez sangraba más y me sentía más débil, creí que

no había posibilidad de pararlo. Con mi otra mano oprimía la herida pero no podría aguantar mu-

cho más tiempo sin ayuda médica. Grité “socorro” pero nadie parecía oírme.

Hannibal, dispuesto a acabar conmigo, se lanzó sobre mí, mordiéndome el otro brazo. Sentía

como no tenía fuerza para más y decidí usar la poca que me quedaba toda de una vez, me levanté

con ímpetu con tanta suerte que noqueé a Hannibal, al golpearlo contra la puerta quedó incons-

ciente. En mi rostro se dibujó una gran sonrisa, estaba viva; pero de pronto me fijé en que mis

Page 17: Cuentos de Miedo

brazos estaban llenos de sangre, no existía un solo rasguño en todo mi cuerpo, excepto en mis

brazos. Marqué casi desmayada el número de la policía y, con solo decirle que el caníbal estaba

en mi casa, colgó el teléfono y vino lo más rápido que pudo hasta mi casa. Se lo llevó y los servi-

cios médicos me atendieron, me dieron la enhorabuena, no sé si por seguir viva o por dejar no-

queado a su criminal.

Nunca sabré por qué eligió esta ciudad, este barrio, esta casa y mucho menos a mí. Sé que

sobreviví y que volví a nacer y espero que ese loco caníbal no vuelva a ver la luz del sol.

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El Monstruo Esta es la historia de un extraño ser llamado CJ que nació con muchos defectos, por lo que

sus padres lo abandonaron en la montaña. Fue criado por unos seres llamados GOLLUMS, unas

extrañas criaturas que aterrorizaban a la gente y quedaron casi extinguidas, pues fueron conde-

nadas a huir si no querían morir. CJ se salvó y la última vez que fue visto fue por un juguernaut,

uno de los soldados de la unidad militar que iba armado hasta los dientes. Intentó perseguirlo

pero se le escapó porque no consiguió dispararle, pero esta es la foto que le hizo.

CJ en la actualidad tendrá unos 16 años.

Después de este acontecimiento, también lo vieron en la ciu-

dad donde mató a una persona y la devoró, solo fueron encontra-

dos los huesos de esta. Le hicieron otra foto cuando estaba in-

tentando entrar en la vivienda de una familia, donde hubo esta

conversación:

-¿Quién es?

-jjjjjjjj…

-¡¡¡¡¡Llama a la policía, es CJ!!!!!!!!

Por desgracia CJ entró en la vivienda y devoró a la familia, in-

cluido un niño de 3 años. Se piensa que está muy enfadado pues no

ataca normalmente así a las personas. Puede ser que este cambio de

carácter se deba a que el juguernaut le disparó muy cerca de la ca-

beza. La bala debió de rozarle. Entonces él decidió atacar.

Un periodista se adentró en las montañas y, como no aparecía,

fueron a buscarlo. Allí encontraron su cámara con esta imagen:

Más tarde se descubrieron unos huesos y se certificó que eran

humanos. Dicen que parecen justo de la fecha en la que desapareció

el reportero.

Yo, perdón por no haberme presentado hasta ahora, soy un sim-

ple periodista que pereció por intentar dar a conocer estos sucesos

al mundo arriesgando mi vida. Si hubiera sabido lo que iba a ocurrir,

no lo habría hecho.

Fui a investigar la desaparición del periodista antes mencionado

y, metiendo la nariz donde no me llamaban, me adentré en una cueva

porque escuché unos ruidos extraños. Descubrí que al otro lado de

esta había una salida a otra montaña. Esto fue lo que me encontré

allí:

Lo primero que se me ocurrió fue correr cuanto pude, miré un momento hacia mi espalda y

contemplé con gran horror como aquella criatura me perseguía a cuatro patas gritando espeluz-

nantemente. Entonces vi un grupo de juguernauts, pero cuando estaba a punto de llegar junto a

ellos se abalanzó sobre mí, me arrastró hacia la cueva y me devoró.

Desde donde estoy ahora (el cielo) lo veo todo y sé que después de este suceso lo mataron a

él.

Ahora dicen que se han extinguido. Pero sé que no es verdad, que en un rincón de la montaña

están esperando la oportunidad para volver al ataque.

Page 19: Cuentos de Miedo

Viernes 13 Un viernes 13 se encontraron tres compañeros los cuales ese día iban a la casa del bos-

que de uno de ellos, llamado Javier. Se encontraban allí otros tres chicos llamados Diego,

Sergio y David.

Entre ellos contaban historias de terror para meterse miedo y, entre muchas de esas

historias, se habló sobre la de Jason Vorhees, el mítico personaje de películas de terror que

asesinaba a sus víctimas en las noches oscuras de los martes trece. Diego le dijo a Jorge:

-Tío, no me metas miedo en el cuerpo, que después no duermo.

-No te preocupes -dijo Jorge-, todo son leyendas, nada es verdad.

Al ser un personaje tan famoso, muchos se disfrazaban de Jason para asustar a la gente.

Sergio tenía un hermano mayor que sabía dónde iba a estar su hermano pequeño, así que sus

amigos y él se disfrazaron de personajes de películas de miedo, entre ellos Freddy Krueguer,

Jason Vorhees, el payaso de la película Saw y se dirigieron a la cabaña de Javier. Había mu-

cha niebla, por lo tanto iba a ser un día perfecto para meterle un susto a alguien, pero antes

de llegar a la cabaña el hermano de Sergio y sus amigos observaron algo extraño entre las

sombras y se dieron cuenta de que era un hombre con el aspecto de Jason Vorhees. Uno de

ellos exclamó:

-¡Chicos, mirad que disfraz tan perfecto tiene ese hombre! Hasta parece ser el mismo

Jason.

Pero ese hombre tenía algo extraño, no se movía y tenía la mano derecha rígida, soste-

niendo un machete con manchas rojas. Por un momento el hermano de Sergio se sintió intimi-

dado por aquel sujeto pero, como no se movía, tomó a coña su apariencia y dedujo que era un

gran disfraz. Uno de sus amigos se acercó a él y le dijo:

-¿Hey, acaso eres una estatua o qué? Muévete o haz algo.

Este hombre le hizo caso y le rebanó la cabeza de un machetazo, hizo un corte perfecto

y derramó mucha sangre. Los demás chicos pegaron un gran grito y salieron corriendo lo más

deprisa que pudieron en dirección a la cabaña de Javier, lo que no era buena elección ya que

así Jason sabría dónde había más gente para matar.

Los chicos llegaron a la cabaña dando alaridos tan grandes que los demás, dentro de la

cabaña, se asustaron terriblemente y Javier gritó:

-¿Qué hacéis y por qué gritáis de esa manera, subnormales?

-Porque han matado a Andrés, uno de mis amigos -dijo el hermano de Sergio.

-¿Cómo que lo han matado? ¿Qué dices? Habla en serio –contestó Sergio.

-Hermano, créeme, era un hombre que iba disfrazado de Jason -dijo el hermano de Ser-

gio.

-¿Qué día es hoy? -preguntó David.

-Es martes 13. ¿Por qué? -preguntó Diego.

-Porque la historia dice que los martes 13 Jason surge de entre las sombras y mata a las

personas que estén cerca -contestó David.

-Eso son todo mentiras, David, leyendas de los mayores para asustarnos -dijo Javier.

-No sé, pero yo te digo lo que ha pasado, que ese hombre disfrazado de Jason le ha re-

banado la cabeza a Andrés y lo ha matado -comentó el hermano de Sergio.

-Lo mejor será que huyamos -dijo Diego-. Paso de estar aquí mientras hay un psicópata

matando gente.

-Larguémonos de aquí -dijo Javier.

Al salir de la cabaña entre las sombras se veía algo extraño y el hermano de Sergio y sus

amigos empezaron a correr y a alertar a los demás chicos de que eso era lo que habían visto

cuando apareció Jason. Este, más rápido que un relámpago, se abalanzó sobre uno de los

Page 20: Cuentos de Miedo

muchachos y lo mató. Los demás trataron de escapar de Jason, aunque fue en vano. David se

encontró con él de frente, suplicó por su vida arrodillado, pero Jason no lo pensó un minuto,

cortó de cuajo su brazo derecho y lo acabó matando de un machetazo en la cabeza. Diego

quedó tan petrificado con la trágica imagen de la muerte de su amigo que Jason aprovechó

para acabar con él con su sangriento y desgastado machete, quedando así tan solo Javier,

Sergio y su hermano. En su huida llegaron a un muelle donde ya no había escapatoria, Jason

iba a por ellos, era una muer-

te segura, pero había maqui-

naria de construcción. Javier

se metió en la cabina de una

excavadora mientras Sergio

y su hermano buscaron otro

tipo de arma para defender-

se de su perseguidor: Sergio

cogió una pala y su hermano,

un tubo que acababa en pun-

ta. Sergio se quedó extasia-

do por la hazaña de su her-

mano, que se abalanzó sobre

Jason clavándole el tubo, y

no se movió. Javier, con la

excavadora, le dio a Jason un

fuerte golpe que lo dejó in-

móvil en el suelo. Los tres compañeros se reunieron pensando que habían acabado con el ase-

sino, pero Jason es es inmortal, así que se levantó sin que los chicos se dieran cuenta, cogió

su machete y dio un golpe vertical de izquierda a derecha rebanando el cuello de los tres

jóvenes y poniendo fin a sus vidas.

Juan Manuel Quilote, 3ºA

Page 21: Cuentos de Miedo

Halloween Halloween es para muchos un motivo suficiente para suspender clases y hacer intransita-

bles algunas calles que normalmente están completamente vacías. Para George, un adolescente

inglés de dieciséis años, esto no es así. Para él, esta fiesta es una simple celebración fruto de

una campaña publicitaria. Aquel año el chico se iría de vacaciones con unos compañeros suyos a

una pequeña isla apartada de la civilización. Allí se iba a llevar una gran sorpresa que le haría

cambiar de opinión con respecto a esta particular celebración.

Era el treinta de octubre, la víspera de Halloween, y los chicos, incluido George, estaban

contentos de apartarse un poco de la ebullición de la gran ciudad de Londres. Se habían sub-

ido a la barca y estaban preparados para levar anclas.

Ya en mitad del océano George empezó a tener náuseas y los chicos intentaron desembar-

car en la primera isla que encontraran para que se sintiera un poco mejor, pero entonces no

sabían nada del incidente que se les avecinaba. George no mejoraba y vomitaba continuamente

por la borda hasta el punto de sangrar de tanto echarlo todo para fuera. Pasada un hora de

viaje, vieron una pequeña isla de apenas unos siete quilómetros de longitud. De repente, cuan-

do estaban a punto de bajar del barco, la parte de proa se tambaleó hasta hacer caer a uno

de los cinco muchachos que allí estaban presentes. Los daños eran terriblemente grandes. La

cubierta estaba completamente destrozada y entraba agua por todas partes. El arreglo de las

partes más dañadas del barco podía llevarles días o incluso semanas y para colmo las radios no

funcionaban.

Era ya de noche cuando Sarah, una preciosa chica de dieciocho años, salió a buscar leña

para encender un fuego. De repente gritó y de las sombras salió un extraño ser que se la

llevó hacia lo más profundo del bosque. Los gritos habían sido tan fuertes que se habían escu-

chado en el campamento que los chicos habían preparado para pasar la noche e inmediatamen-

te salieron en su busca, pero cuando llegaron allí lo único que encontraron fue el rastro de

sangre que la chica había dejado a su paso.

Al día siguiente los chicos reanudaron la búsqueda, pero no encontraron nada hasta que,

unas horas después de haber comido, la chica apareció en el campamento con las ropas todas

manchadas de sangre y una enorme herida que le recorría el brazo de arriba abajo. Le pregun-

taban qué había sucedido y ella, con un terrible gemido, cayó desmayada después de haber di-

cho: “ZOMBI”. Impresionados por lo sucedido, pensaron que había sido consecuencia de la ma-

la noche que había pasado, ya que la existencia de un muerto viviente era realmente imposi-

ble. Pero se iban a llevar una gran sorpresa.

Esa misma noche salieron rifle en mano para cazar algo para comer, cuando sintieron en

medio de los matorrales un ruido muy fuerte y de entre ellos salió justamente lo que la chica

había visto la noche anterior. Un zombi con la cara completamente desfigurada se abalanzó

sobre ellos, que dispararon repetidas veces contra su cuerpo sin que surtiera efecto alguno

hasta que uno de las detonaciones alcanzó la cabeza del zom-

bi, precipitándose este contra el suelo y hallando así el punto

débil del ser vivo, si así se le podía llamar.

Los chicos, sorprendidos por lo que habían visto, volvieron al

campamento sin dejar de pensar en aquello. Unos días des-

pués, cuando estaba arreglado el barco, volvieron a casa y

contaron lo que habían visto a la policía, que blindó toda la isla

hasta acabar con toda existencia de zombis.

Fue entonces cuando George se dio cuenta de que había sub-

estimado la magia de Halloween.

Julio Prado López , 3ºA

Page 22: Cuentos de Miedo

EL CASTILLO ENCANTADO DEL CONDE SANTO

Cuenta una antigua leyenda que en la fiesta del

Conde Santo en Lorenzana, cada cinco años, apa-

recía un castillo encantado de la nada. Se decía

que estaba custodiado por un muñeco diabólico lla-

mado Chuki.

En el Conde Santo, a la gente le encantaba salir a

dar un paseo, pararse a mirar los puestos de ropa

u objetos y quedarse embobada mirando cada de-

talle de cada objeto. Ese mismo día Greace decidió

salir a dar una vuelta con su hermano Freddie.

Iban paseando cuando de pronto el suelo comenzó

a temblar y, con tan solo un pestañeo, un castillo

se posó delante de ellos. Se quedaron asombrados

junto a otras personas que llegaron al mismo tiem-

po que ellos. En cuanto volvieron en sí, empezaron

a correr hacia casa. Cuando llegaron allí estuvieron hablando de qué podía haber sido ese mis-

terioso objeto que se había elevado bajo sus pies. Estuvieron pensando varias horas, uno

frente al otro, hasta que Freddie rompió ese silencio que abundaba en la habitación.

¿Y si el castillo es el de la leyenda?

¿De qué leyenda hablas?

Freddie le contó lo que la gente decía por las calles y Greace, sorprendida pero a la vez

distante, dijo:

No digas tonterías, enano. ¿Cómo va a haber un castillo? Seguro que es para hacer maña-

na una representación del Conde Santo. No te preocupes, vete a dormir que ya es muy tarde.

Esa noche Greace no paró de pensar en lo que su hermanito le había dicho. Tantas ideas

rondaban por su cabeza que no sabía cual escoger para que le resultara normal.

Ya por la mañana, decidió ir a la sesión vermú e inspeccionar ese castillo tan intrigante

que había aparecido. Greace se levantó, se duchó, desayunó y le dijo a su madre que se iba a

ir un poco antes a la fiesta porque había quedado con unas amigas, cosa que era mentira, ya

que ella quería investigar sobre el castillo.

Una vez allí, decidió ponerse a mirar el castillo, ya que cuando estaba sola le resultaba

más fácil pensar. De pronto, se abrió la puerta del castillo y, tras mirarla un rato, decidió en-

trar. Al principio no vio nada raro, pero la puerta que comunicaba con el exterior se cerró.

Greace intentó tranquilizarse y comenzó a caminar perdida por el castillo. Andando, andando,

iba observando con detalle cada cosa que veía. Entonces escuchó un ruido en una de las habi-

taciones y decidió entrar. Lo hizo sigilosamente y vio a un muñeco muy raro hablando en un

idioma que para ella era desconocido.

El muñeco era diabólico y estaba como cosido por parte del cuerpo. Era como si una per-

sona lo hubiese destripado y luego cosido, como una operación. Greace intentaba no hacer

ruido, ya que tenía miedo. Pero su intento por pasar desapercibida fue en vano, pues sin que-

rer estornudó y el muñeco la vio.

En ese momento el muñeco paró de hablar y comenzó a caminar hacia donde Greace esta-

ba situada. Ella permanecía inmóvil, ya que el miedo se había apoderado de ella. En ese mo-

mento el muñeco se acercó y la contempló. Cuando ella reaccionó comenzó a correr, pero no

le valió de mucho, ya que en las demás habitaciones, al oír los ruidos de socorro que Greace

lanzaba, iniciaron su captura. Era como una competición, quien antes cogiera a Greace, más

Page 23: Cuentos de Miedo

famoso sería entre sus compañeros. Pero Greace no lo veía así. Ella sentía pánico, al fin y al ca-

bo un hombre lobo, un zombie y un muñeco diabólico corrían detrás de ella.

Greace se dirigió hacia la salida, pero una vez allí vio que necesitaba las llaves, que estaban

custodiadas por el gran muñeco diabólico, Chuki. Cuando Greace se dio la vuelta, descubrió que

los monstruos se habían ido y que estaba a salvo, de momento. Necesitaba encontrar las llaves,

necesitaba salir de ese infierno.

Pasaron meses hasta que Greace consiguió una cuartada para poder cogerle las llaves a

Chuki. Consistía en pasar las habitaciones en silencio y, cuando Chuki bajara a cenar, Greace se

adentraría en su habitación y se haría con las llaves. La mala noticia era que, cuando Chuki iba a

cenar, el zombie quedaba cuidándola para que nadie entrase. Tendría que entretenerlo, pero

eso sería fácil.

Greace intentó llevar a cabo este plan lo antes posible, por eso al día siguiente decidió ir a

ver Chuki. Cuando llegó a su habitación no estaba y, lo que era mejor, tampoco estaba el zom-

bie. Por tanto ella entró como si nada temiese y visualizó las llaves. Cuando estaba a punto de

cogerlas, sintió algo frío rondando su cuello y, en cuestión de un pestañeo, su vida se había ido.

En ese último segundo de su vida pudo ver como última imagen a un zombie.

Pasados cinco años, por las fiestas del Conde Santo, el castillo volvió a aparecer y, esta

vez, en cuanto se levantó, se abrió la puerta y de ella salieron los restos de Greace. No se sabe

ni quién ni cómo hicieron para que llegara al exterior sin ayuda, solo se sabe que cada cinco

años, cuando el castillo sale por las fiestas, se oye el llanto de Greace rondar por el castillo.

Unos dicen que es porque ella sigue ahí, otros porque nos quiere advertir de algo, pero yo tengo

mi propia versión.

Carmen Ledo, 3ºB

Page 24: Cuentos de Miedo

LA SANGRIENTA VENGANZA

Era noche de luna llena. Adrián, un alto ejecutivo, venía de trabajar de su oficina, como ca-

da día, paseando por el parque que le llevaba a su casa. No había casi nadie allí a esas horas de

la noche. De repente vio un movimiento extraño detrás de los arbustos que rodeaban el estan-

que. Adrián se asustó al oír la escalofriante risa que resonó en todo el estanque. Siguió andan-

do, pero al oír un grito de mujer detrás de los arbusto, se dio la vuelta y, temblando de miedo,

fu a ver lo que pasaba. Llegó a los arbustos y no había nada, por lo que pensó que todo había si-

do producto de su imaginación, pero no era así. Al pasar por el estanque vio que el agua no era

azul, sino roja. Había una tremenda mancha de sangre y, flotando, una mujer muerta con mu-

chas heridas.

Al día siguiente, sentado en el bar y leyendo el periódico, vio la noticia de la muerte de una

señora cuyo cuerpo apareció en el parque. Esa noche no puedo dormir, tenía unas grandes oje-

ras y tomaba un café para despejare. Cuando lo acabó fue hasta el estanque del parque, estaba

vacío, los bomberos le habían quitado el agua para que no quedara ningún resto del horrible

asesinato ocurrido la pasada noche. En la semanas siguientes Adrián pudo dormir muy poco pen-

sando en qué o quién había podido cometer el crimen.

Llegaron las Navidades y con ellas la felicidad a la ciudad. Adrián organizó en su casa la

típica cena familiar de todos los años. Quedaron a las ocho de la tarde para darse los regalos.

Toda la familia estaba llegando a casa, pero faltaba su hermano Nicolás, que no llegaba. A las

ocho y media lo llamaron para preguntarle por dónde venía, pero Nicolás no cogía el teléfono.

Adrián estaba muy preocupado por su hermano, cogió el coche y salió a buscarlo a su casa, pero

a medio camino vio su coche parado en medio de la carretera. Rápidamente salió del automóvil

para ver lo que había sucedido. Su hermano había sido asesinado dentro del coche, tenía unas

heridas similares a las de la mujer del estanque. Él no lo podía creer, ahora que se había olvida-

do de la señora, estaba muerto su hermano.

Un mes después, lo despidieron del trabajo por no rendir como se esperaba de él. Sentado

en su casa solo no podía asimilar lo que le había pasado en los últimos tres meses. Fue a desayu-

nar a un bar y, leyendo el periódico, se enteró de otra muerte, la de un señor que vivía cerca de

la ciudad. Los policías pensaron que esta se debía al ataque de los lobos, pero Adrián no creía lo

mismo porque habían sido tres muertes muy similares y porque unos lobos no vendrían a matar

a la ciudad.

Como no tenía trabajo y sí muchas ganas de saber quién había matado a su hermano, se

ofreció como ayudante d para investigar lo sucedido. Aceptaron su ayuda y le pusieron al co-

rriente de los asesinatos. Esa noche se fue al parque a pasear y pensar sobre la relación de to-

da la información que le habían dado con lo que él sabía y había visto. De la nada, en la noche

oscura, con el ruido de las hojas de los árboles y sin nadie en los alrededores, percibió una voz,

un grito de niño. Se asustó y gritó:

No le hagas nada., ven aquí y mátame a mí.

El silencio se apoderó del parque. Adrián fue corriendo al estanque para ver si había lago

allí. Nada. Detrás de los arbustos tampoco había nada. Volvió a gritar:

Déjate ver.

Por allí no apareció nadie. A las cuatro de la madrugada una llamada telefónica le informó

de lo que había sucedido, un niño de diez años asesinado en un callejón de la afueras. Adrián

acudió al lugar de los hechos, no podía entender que estuviera tan cerca de él y ahora hubiese

muerto. Al momento se oyó una risa malvada como la que había oído en el primer asesinato e in-

formó ala policía de que se trataba del asesino. No podía más, se le caía el mundo encima y no

quería seguir en él. Tantas muertes en los alrededores, su hermano, el trabajo… Pero se prome-

tió a sí mismo que antes de morir encontraría al asesino.

Page 25: Cuentos de Miedo

Otro día, otra vez en el parque esperando a que apareciera el asesino con otra víctima pa-

ra poder capturarlo y matarlo. Esa noche se sentó en un banco a esperar por si veía algo. Eran

la tres de la mañana y nada, no había aparecido nada ni nadie por allí. Estaba muerto de frío,

pero de repente, una mano de hierro le tocó el hombro y una risa malévola a sus espaldas apa-

reció de la nada. Era el asesino que tanto tiempo llevaba buscando. Se dio la vuelta, pero un

zarpazo de un hombre quemado ya le había destrozado el pecho. El hombre llevaba un sombre-

ro, una mano de hierro y un jersey a rayas rojas y negras. Se puso a hablar

- Me llamo Freddy, Freddy Krueger.

- ¿Por qué matas a personas inocentes? -le interrumpió Adrián.

- No son inocentes. Ellos sabían que hace meses había una persona quemándose en una ca-

baña y no hicieron nada para salvarla. Por suerte, sobreviví, pero nadie sabe que estoy vivo.

Ahora me estoy vengando de todas aquellas personas que no hicieron nada para salvarme.

- ¿Por qué vienes a por mí?

- Porque no paras de investigar. Déjame vengar mi muerte con tranquilidad.

- Jamás.

Empezó un forcejeo entre ambos. Uno intentaba matar al otro, pero Freddy no estaba para

bromas y puso fin a la pelea con un zarpazo de hierro que perforó el pecho de Adrián.

Así se puso fin a la vida de un alto ejecutivo en una noche oscura de luna llena tras tres

meses en que su único pensamiento se centraba en su futuro asesino.

Adrián Huertas, 3ºA

Page 26: Cuentos de Miedo

EL MUÑECO DIABÓLICO Eran las nueve de la mañana del día 14 de agosto. El despertador llevaba ya rato sonando.

Hugo lo apagó y se levantó de la cama, bajó corriendo para desayunar. Cuando llegó abajo esta-

ba su madre, Irene, esperándole con un regalo en sus manos y le dijo:

- Felicidades, cariño, este es tu regalo de cumple. Ábrelo, a ver si te gusta.

Hugo le da un beso, coge el regalo y lo abre con entusiasmo.

- Gracias, mamá, ¡me encanta!

- De nada, Hugo, disfrútalo.

Era un muñeco que hablaba, de unos 65 metros de altura y pelirrojo.

Esa misma tarde, Hugo se fue a jugar al parque con sus amigos. Normalmente, su madre no

le dejaba llevar nada al parque, porque lo perdía todo, pero como era su cumpleaños le dejó lle-

var su muñeco. Llegó al parque y se puso a jugar. Todos los niños se quedaban asombrados de

cómo hablaba el muñeco; hasta que de repente empezó a decir frases amenazantes. Todos se

asustaron, se pusieron a llorar y se fueron corriendo para refugiarse en sus mamás; todos me-

nos Hugo. Él no daba crédito a lo que había oído. Tan asombrado se quedó que no supo qué

hacer: si llorar, si correr, si reír… Cuando más o menos se dio cuenta de lo que había pasado,

pensó que había sido una alucinación y lo que hizo fue coger al muñeco y marcharse a casa con

su madre. Todo iba muy bien hasta que el muñeco volvió a hablar de la misma manera que lo

había hecho minutos antes en el parque. El coche frenó de golpe. Su madre lo miró con cara de

espanto, dio media vuelta y se marchó a toda velocidad hasta la tienda de juguetes. Cuando

llegó, abrió la puerta de golpe, dejó el muñeco sobre el mostrador y le contó a la dependienta

lo que había pasado. Al acabar, esta se echó a reír, no creía ni una palabra, pero Irene no insis-

tió y, tristemente, se fue.

Una media hora después de haberse ido ambos, justo cuando iban a cerrar, el muñeco vol-

vió a hablar, amenazando a las cuatro chicas con matarlas. En ese instante se dieron cuenta de

que Irene tenía razón; pero aun así no le dieron mucha importancia, cerraron la tienda dejando

al muñeco dentro y se fueron a casa.

Al día siguiente, a las siete de la mañana llegó la jefa para abrir el establecimiento. Nada

más entrar se quedó con la boca abierta. Todos los juguetes estaban en el suelo, algunos esta-

ban rotos, excepto el muñeco, que paseaba por la tienda con un gesto amenazante. Ahí se per-

cataron de que él era el culpable de aquel desastre. Cuando llegaron las cuatro chicas, se dis-

pusieron a quitarle las pilas para que no provocara más daños. Pero lo más sorprendente fue

que después el muñeco seguía hablando, solo que ahora lo hacía aún con más maldad. Eso se

debía a que estaba poseído por el fantasma de Freddy Kruger, muerto desde hacía una semana.

Las pobres chicas se estremecieron aún más al oírle hablar así, pero no se marcharon; cogieron

el muñeco entre las cuatro, lo encerraron en un baúl y lo dejaron allí todo el día. Llegada la

hora de cerrar, todo estaba muy tranquilo, por eso ellas no se preocuparon por él.

Pero habían cometido un error, porque el muñeco, en cuanto le pareció oportuno,

salió del baúl sin problemas y se escapó por la calle. Llevaba una pistola en la mano

y, a cada persona que se quedaba mirándole, le disparaba sin piedad. Cuando ya

había matado a unas doce, alguien llamó a la policía y esta apareció allí, le quitó el

arma, le encerraron en una jaula y, como no sabían muy bien qué hacer con esta,

viajaron hasta la playa más cercana y la tiraron por un acantilado de unos 1500 metros, por lo

que cuando tocó el suelo se rompió y, por supuesto, el muñeco también quedó totalmente des-

trozado. Entonces, el fantasma de Freddy Kruger abandonó su cuerpo.

Ya pasados un par de meses desde el accidente, un niño que paseaba por la playa encontró

los restos del muñeco, los recogió y los llevó a su casa. Con la ayuda de su padre consiguió mon-

tarlo de nuevo. Le llamaron Chucky. Volvieron a pintarlo y vestirlo y se convirtió en su juguete

favorito, era el muñeco más divertido y dulce que hubiera tenido nunca.

Noelia Novo, 3ºB

Page 27: Cuentos de Miedo

UN CAMPAMENTO INOLVIDABLE

Era un día de verano. El sol resplandecía en San Adriano. Un niño de pelo rubio, ojos azules y

más bien alto andaba en su bicicleta. Estaba tranquilo hasta que llegaron los hermanos Matwuai,

que lo empezaron a perseguir. Se escondió en una cabaña, donde lo buscaron, pero él no salió. En-

tonces se cansaron y decidieron marcharse. Manuel se fue a su casa y les preguntó a sus padres

si lo podían mandar a un campamento de verano en Lorenzana. Ellos le contestaron que lo hablar-

ían más tarde.

Manuel salió a la calle de nuevo y los Matwuai lo persiguieron otra vez. Ahora él se escondió

en una fábrica abandonada. Según la leyenda, allí vivía el fantasma de un vagabundo. El chico ten-

ía mucho miedo, le temblaban las piernas. Cuando intentó salir las puertas estaban cerradas y él,

completamente aislado del mundo. Entonces una voz salida de entre la nada dijo: “No escaparás,

estás encerrado”. Los Matwuai se reían entre dientes por la broma que le estaban gastando.

Más tarde consiguió salir y se dio cuenta de que había sido cosa de sus perseguidores habi-

tuales, así que se lo contó a su madre, la cual le regañó porque siempre decía cosas malas de ellos

que no creía.

Por la noche no podía conciliar el sueño. Se levantó de la cama se asomó a la ventana y vio una

luz saliendo del techo de la fábrica, una luz inmensa y resplandeciente; de repente se despertó.

Se levantó de la cama, se acercó a la ventana, pero no vio nada, había sido un sueño.

Por la mañana bajó a la cocina, su familia lo esperaba. Su madre le dijo que desayunara e

hiciera las maletas para irse al campamento.

El autobús estaba a punto de llegar. Él estaba impaciente por saber quiénes serían sus com-

pañeros de cabaña y feliz de librarse de los hermanos Matwuai todo el verano. Pero en el au-

tobús se encontró a sus acosadores.

Al llegar al campamento se enteró de que sus compañeros serían los Matwuai. Todo había

empezado mal, solo Dios sabía cómo acabaría.

Más tarde se fue ala piscina y allí estaban ellos, que inmediatamente le gastaron una de sus

bromas tirándolo a la misma.

Por la noche decidió salir a tomar el aire. Cuando estaba fuera una sombra enorme se le

acercó por la espalda, estaba muerto de miedo. Al intentar escapar, no pudo hacerlo, el hombre

lobo le mordió. Rápidamente se fue a su cabaña, sabia lo que eso significaba, ahora él era un

hombre lobo.

Al día siguiente hicieron una excursión. Cuando hacían las parejas él rezaba para que no le

tocara con los hermanos Matwuai. Le tocó con Sara: tenía el pelo castaño y rizado, ojos verdes,

era más bien alta. É se enamoró inmediatamente d ella. La excursión había sido larga, pero él se

la pasó mirando a su compañera.

De noche salieron a pasear los dos juntos y, aunque las nubes tapaban la luna llena, allí esta-

ba, lo que significaba que se convertiría en hombre lobo. Cuando las nubes dejaron ver la luna en

todo su esplendor, las garras empezaron a salir, los colmillos se le afilaron y la vista se le agu-

dizó, ya era un hombre lobo. Había sobrevivido a su primera luna llena, pero ¿lo haría Sara?

Ella no daba crédito a lo que estaba viendo, un ser mítico justo delante de ella. Corrió cuanto

le permitieron sus piernas hasta llegar a su cabaña. Cuando entró, cerró el pestillo y se acurrucó

en su litera. Por ahora estaba a salvo.

El lobo se adentró más en el bosque, cada vez se veía menos, la oscuridad lo invadía todo…

Cuando se despertó, Manuel no recordaba nada de lo que había ocurrido la noche anterior. Se

fue al campamento para no meterse en un lío.

De camino al comedor Sara le preguntó qué había sucedido, él le contó y historia y ella se

sorprendió, aunque debía ayudarlo, tenía que hacerlo por una simple razón, lo quería. Sara le co-

mentó que la única manera de deshacer el hechizo era matando al lobo que le había mordido.

Idearon un plan.

Page 28: Cuentos de Miedo

Esa noche salieron los dos al bosque, él se convirtió y con sus aullidos de sufrimiento atra-

jo a su superior. Ella se colocó en medio de ambos lobos y, cuando el lobo mayor se le tiró enci-

ma, levantó un cuchillo de plata que impactó justo en el corazón. El lobo se murió y pudieron re-

conocer a la persona que se escondía detrás de él, era una persona a la que ellos conocían bien,

su monitor.

No todo se había acabado, tenía que devolverles todavía la broma a los dos hermanos.

Entró en la cabaña, les robó toda la ropa y la colgó de un árbol. A la mañana siguiente no la en-

contraron y salieron únicamente vestidos con sus calzoncillos, así que todos se rieron de ellos.

El campamento había terminado, se tendría que despedir de Sara, pero para su sorpresa

ella sería su nueva vecina. Por fin era libre para estar con su nuevo amor. Ese verano en Loren-

zana fue el mejor de su vida.

Page 29: Cuentos de Miedo

LA NIÑA DEL EXORCISTA

Era sábado. En Sunderland, un pequeño pueblo de Manchester, Melanie, una niña de doce

años, hacía sus deberes en el salón de su casa, cuando de repente se cayó al suelo, desmayán-

dose.

Cuando su madre la encontró tirada en el suelo, se fue corriendo a ver qué le pasaba, le co-

gió la cabeza, le mojó la frente con agua y se despertó. Al abrir los ojos, las ventanas se abrie-

ron de golpe y los muebles empezaron a levantarse y moverse, mientras Melanie empezaba a

hablar de forma muy rara, pero no presentaba ningún cambio físico. Su madre se asustó mucho

y llamó a Estefan, su marido. Cuando este llgó a casa, Melanie estaba en su habitación, en su

cama. Estefan fue primero al salón, se sorprendió al ver su estado, se preocupó y preguntó a

Giselle, su mujer, que le contó todo lo que había pasado. Entonces se dirigió a la habitación de

la niña, a la que encontró tranquila leyendo un libro. Ella le saludó y empezó a hacer un dibujo.

Al terminarlo, se lo enseñó a su padre. En él aparecía un fantasma y, al lado, una niña pequeña

tirada en el suelo. Melanie dibujaba muy bien y solía entretenerse pintando. Estefan lo observó

y se sorprendió porque ella no solía hacer este tipo de dibujos tan poco coloridos.

Al día siguiente fueron a un psicólogo, pero no le vieron nada raro, estaba normal. Entonces

pensaron en llevarla a un

hospital, donde le hicieron

un TAC en el que no vieron

nada extraño. Estefan y Gi-

selle, ya casi sin ninguna es-

peranza de saber el porqué

de su comportamiento aquel

día, intentaron seguir con su

vida, pero vigilando a Mela-

nie. Su único problema era

que hablaba de forma rara y

no paraba de hacer dibujos,

todos con colores oscuros,

fantasmas, sangre y cosas

repugnantes.

Ángel, un amigo del matri-

monio, apareció un día por

su casa y observó que había

un montón de dibujos por el

suelo. Él era muy creyente y

había estudiado fenómenos paranormales. Cuando vio los dibujos, en concreto, el que le había

enseñado a su padre, lo descubrió, Melanie estaba poseída por el fantasma del conde de Sun-

derland.

Después de mirar y mirar los dibujos entendió el porqué de lo que había ocurrido en el pa-

sado. Hacía doscientos años el conde había habitado en la misma casa en que ahora vivía Mela-

nie y su familia. En ella había escondido un medallón muy valioso que había heredado de sus an-

tepasados y que la niña había encontrado en el desván un día jugando. En los dibujos de Melanie

aparecían personas muertas y objetos ensangrentados. Él descubrió que era porque el conde

deseaba matara la pequeña y recuperar ese medallón apoderándose de su cuerpo. Entonces

buscaron el medallón, lo llevaron al mueble donde estaba originariamente, que localizaron por

uno de los dibujos, lo guardaron y el fantasma abandonó el cuerpo de la niña. Desde aquel día

todo volvió a la normalidad.

Natalia Novo, 3ºB

Page 30: Cuentos de Miedo

UNIDOS PARA MATAR

En un pueblo de la Comunidad Valenciana ocurrieron estos hechos cuya noticia llegó hasta

el periódico. Cinco chavales se reunieron en una vieja y solitaria casa abandonada en mitad de

grandes fincas de huertos con el fin de hacer una sesión de espiritismo, lo prepararon todo y,

como en cada sesión de espiritismo que se precie, uno de ellos, el portavoz, hizo la cuestión de

inicio: “Si hay alguien que te moleste aquí, dinos quien y se marchará inmediatamente”. El vaso

indicó dos nombres, cuyos dueños se miraron sorprendidos y se despidieron de los otros tres;

volverían andando al pueblo, ya se verían más tarde. Dejaron a los otros tres con su sesión de

espiritismo y conversaron por el camino. Cuando llevaban unos cien metros andados, escucha-

ron un ruido y se giraron: la casa se derrumbaba sobre los otros tres chicos que se habían

quedado en la sesión.

Los dos jóvenes continuaron su camino hacia el pueblo a toda velocidad, corrían todo lo que

podían y estaban muy nerviosos y agitados, los arbustos se movían más de lo normal, algo de lo

que al parecer no se dieron cuenta, pues el ataque que recibieron los cogió totalmente por sor-

presa. De entre los arbustos salieron Chucki, el muñeco diabólico, y La niña del Exorcista

arrastrando dos sacos.

Los chavales intentaron huir, pero la rapidez de los monstruos era asombrosa y se abalan-

zaron sobre ellos. Se despertaron poco después en el interior de una sala fría y oscura, esta-

ban maniatados y amordazados. Miraron a su alrededor y lo que vieron no fue de su agrado ni

mucho menos, eran los cuerpos desmembrados de sus compañeros. Poco tiempo más tuvieron

para comprender que su destino era el mismo, minutos después la puerta de la sala se abrió

con un chirrido terrorífico y surgieron dos oscuras figuras de entre las sombras, dos mons-

truos, dos bestias, dos bestias hambrientas.

PEDRO RODRÍGUEZ BARRO 3ºA

Page 31: Cuentos de Miedo

LLAMANDO A LOS MUERTOS

Un día de invierno Jonh, Anna, Martin y Joshep se conocieron en un bar, todos tenían

20 años. Anna y Joshep eran hermanos y los demás no se conocían de antes. Se hicieron ami-

gos al instante, era como si ya estuvieran predestinados a ello.

Un día se les ocurrió la pésima idea de convocar a los muertos, ya que Anna el día ante-

rior había visto una película que trataba de eso. Se había aprendido las palabras que tenía

que decir al pie de la letra. Ella les mandó que formasen un círculo, cosa que hicieron sin re-

chistar, formaron uno lo bastante grande como para que cupiera ella y juntaron sus manos.

Luego ella empezó a dar vueltas y después dijo:

-Faluramun sutoris halamon merturis. (ya has usado el verbo decir, no introduzcas gritó,

es repetitivo).

Se quedaron sorprendidos, ya que no entendían nada. Luego Anna siguió dando vueltas y se

paró de repente.

-Y ahora qué tenemos que hacer- dijo Joshep.

-!Cállate¡-gritó Anna-. Tiene que pasar algo.

Después de eso se fueron cada uno a su casa. Ya de noche Anna y Joshep empezaron a

escuchar ruidos; Joshep se despertó, se fue adentrando en la oscuridad y de repente apa-

reció él: era un hombre disfrazado de fantasma que vestía un atuendo negro con una gran

máscara blanca. Joshep se dirigió a la habitación de Anna y la despertó. Ella se sobresaltó y

salieron corriendo como locos, pero él seguía allí, detrás de la puerta, había cogido un hacha

del taller. Aún se asustaron más cuando comprendieron que los quería matar; huyeron pero

no pudieron escapar de él. El fantasma les alcanzó, les mató poco a poco y después colgó sus

cabezas en los cabeceros de sus camas, una en cada cama.

Tiempo después fue a la casa de Jonh y no pudo despertarse nunca más, ya que lo mató

mientras aún dormía.

Acto seguido se encaminó a casa de Martin. El fantasma lo encontró despierto y él se

escapó, pero consiguió alcanzarle. Lo que no se esperaba el fantasma era que Martin fuera

más listo que él, porque tenía un cuchillo bien afilado en su mano y lo atravesó; sin embargo,

el fantasma logró recuperarse y su última voluntad antes de morir fue arrancarle la pierna a

Martin. El chico logró escapar, pero a día de hoy está internado en un psiquiátrico y ha em-

pleado todo su dinero en una pierna mecánica. Cuando la policía llegó a su casa no encontró

nada, solo una nota al lado de un hacha que ponía:

“No se juega con los muer-

tos. La próxima vez os ma-

taré a todos”.

Adrián Dasilva, 3ºB

Page 32: Cuentos de Miedo

EL ATARDECER

Ya eran las ocho de la tarde cuando regresaba a casa. Como siempre, iba en mi bicicleta

pensando cómo sería el día siguiente y la rueda de la bicicleta impactó contra una piedra muy

grande. La caída fue tan brutal que perdí el conocimiento; cuando desperté estaba en el bos-

que atada al tronco de un árbol. ¿Qué hacía allí? ¿Qué había ocurrido? No me acordaba de na-

da. Miré a mi alrededor y vi un gran charco de sangre. Me asusté tanto que creo que me volví

a desmayar.

Desperté ya al día siguiente, seguía sin acordarme

de qué hacía allí. De repente vi que una sombra se

acercaba a mí, estaba tan aterrorizada que emití un

gran chillido. La sombra avanzó rápidamente y se pu-

so frente a mí. Levanté la mirada y no podía creer lo

que estaba viendo, era el famoso conde Drácula, al

que nunca nadie antes había visto a no ser en las

pantallas o retratado en los libros de terror.

El Conde se dirigió a mí en un tono muy amable di-

ciéndome que no me asustase, que estando a su lado

nunca me pasaría nada. Yo le contesté histérica que

entonces qué significaba la sangre en el suelo y la

que se veía corriendo por mi cuello. Sin contestar ni

media palabra comenzó a desatarme, yo solamente

le preguntaba: “¿A dónde me llevas?” Él, nuevamente

en un tono paciente y agradable, me dijo: “Tranquila,

chiquilla. Te voy a llevar a mi castillo, allí vivirás ro-

deada de comodidades y grandes lujos, tendrás una

doncella a tu disposición todo el día y seremos feli-

ces por el resto de los siglos gracias a nuestra in-

mortalidad”.

De repente una voz que suena lejana, ¡Paula, Paula! Son las ocho. Como no te des prisa,

perderás el autobús.

Qué alegría era la voz de mi madre. En ese momento fui la persona más feliz del mundo,

todo había sido una horrible pesadilla.

Paula Moirón, 3ºB

Page 33: Cuentos de Miedo

EL ORIGEN DEL HOMBRE DEL SACO

Un lunes a las ocho de la mañana un niño se levantó de la cama, se puso sus zapatillas y se

dirigió al baño, cuando, de repente, un grito hizo retumbar toda la casa. Era un grito de horror

que había salido de la boca del propio niño. La causa había sido su aspecto, al verse en el espe-

jo…, estaba horrible, tenía una cara de… de… ¡de monstruo! ¡Tenía una cara de monstruo! Se

miró y también su cuerpo era como el de un monstruo. Él aún así hizo lo de siempre: se visitó,

desayunó y se fue al colegio. Cuando llegó todos se empezaron a reír, el pobre niño, avergonza-

do, corrió hacia la salida del centro, a un sitio lejano donde nadie lo pudiera encontrar. Corrió

hasta haberse perdido, había salido del pueblo. Dejó de huir pero no de andar, nada lo podía

detener.

Al cabo de dos días llegó a otro pueblo, allí entró en una cafetería donde todas las perso-

nas se empezaron a burlar de él. Otra vez lo mismo, pero esta vez no se alejó del pueblo, se

fue al bosque. Consiguió sobrevivir comiendo hojas, tierra y algún animalillo. Cuando creció no

comía hojas ni tierra, sino que cazaba animales como zorros, lobos, etc.

Un día regresó al pueblo, se dirigió de nuevo a la cafetería y no se oyó ninguna risa o car-

cajada, la gente se fue corriendo, no le hacía gracia sino que le tenía miedo. Él, al darse cuenta,

volvió al bosque pensando en vengarse. Decidió tomarse la justicia por su mano, cogió unas pie-

les, las cosió haciendo un saco y eligió una de las grandes piedras afiladas que usaba para ca-

zar. Al anochecer bajó al pueblo, esperó a que la gente se durmiese, entró en una casa, mató a

una familia con su piedra y los metió en el saco. Se dirigió después al bosque, en donde dis-

frutó plácidamente del festín. Lo siguió haciendo cada noche hasta que mató a todas las perso-

nas del pueblo y decidió cambiar de lugar; así acabó con todas las personas de los alrededores.

Una noche una familia se enfrentó a él, pero todos murieron, excepto una niña de seis años

que lo mató a golpes con un palo de golf. Al día siguiente apareció la policía en la casa, pues una

vecina la había llamado porque la noche anterior había oído gritos. Cuando entraron, lo primero

que vieron fue a los padres desangrados de la niña tirados en el suelo, al monstruo y a la propia

niña, pero sorprendentemente ella estaba viva, aunque herida. La pequeña se quedó con los ve-

cinos y la policía se encargó del monstruo, lo investigaron, dieron con sus diferentes moradas

y, por lo tanto, con los pueblos que él había dejado desiertos. A este caso lo denominaron “el

caso del hombre del saco”.

Lo que nadie sabía era que si él

mordía a alguien y no lo mataba,

ese alguien se convertía en lo

mismo, en una monstruosidad.

Pero como nadie sabía lo que

iba a pasar a la adorable niña…

Hasta entonces, ¡buena suerte!

Melba paz Mora, 3ºB

Page 34: Cuentos de Miedo

DRÁCULA

Un día de verano cuando Lola, que tenía dieciocho años, y su hermano Lucas, que tenía vein-

te, paseaban por el campo observaron a un chico rubio que estaba metido dentro de un recinto

donde había caballos. El muchacho actuaba de manera extraña y los hermanos se acercaron a él.

Cuando estaban casi a su lado se dieron cuenta de que estaba comiendo vivos a los caballos, que

uno o uno se fueron muriendo poco a poco. De repente, Lucas gritó y se acercaron sus padres

para saber lo que sucedía.

-¡Mira mamá! -exclamó Lucas-, ese chico acaba de comer un trozo de pierna a ese caballo y

como era de esperar el caballo ha muerto.

La primera reacción de la madre fue coger a los chicos y

meterlos en el coche inmediatamente.

Desde ese momento al chico se le empezó a llamar Drácu-

la. Lola se había enamorado perdidamente de él y le daba

lo mismo que comiera animales vivos, para ella seguía siendo hermoso. En el pueblo ya se hablaba

de que también comía a personas vivas y

bebía su sangre, pero ella no lo creía.

A la semana siguiente de lo ocurrido

les dijo a sus padres que iba a estudiar

a la biblioteca; pero no fue así, volvió al

campo donde había visto a su enamora-

do. Cuando llegó se dio cuenta de que Drácula no estaría allí porque ya no había más animales.

Pero miró hacia lo alto de la colina, donde vio un gran castillo de piedra y pensó que aquella deb-

ía ser su casa porque los alrededores estaban llenos de animales muertos. Cuando llegó al casti-

llo abrió la gran verja metálica y entró. Traspasó la puerta y vio un gran comedor con una enor-

me mesa llena de comida. Se sentó y empezó a comer. Al terminar, empezó a inspeccionar el lu-

gar hasta que encontró una cama, se acostó y se quedó dormida. Se despertó cuando ya habían

pasado unas horas y se dio cuenta de que alguien la observaba, ese alguien era su chico. Él le

preguntó cómo se llamaba, ella respondió que Lola y él le dijo que su nombre era Gustavo y que

tenía veinte años. Entonces él quiso saber a qué se debía su visita; ella le dijo que lo había visto

en un campo comiendo caballos vivos y quería saber por qué. Gustavo se sintió muy feliz al ver

que alguien se preocu-

paba por él. Lola se le-

vantó de la cama, fue-

ron a hablar al come-

dor y le contó toda su

larga historia. Él solo

bebía sangre o comía animales vivos la noche en que iba a haber luna llena, por eso no quería vi-

vir en el pueblo y prefería estar allí solo. A Lola le dio tanta pena que les dijo a sus padres que

se iba a vivir con él.

Gustavo dejó de comer animales vivos y de beber su sangre porque quería ser una persona

normal y se sentía muy triste cuando le llamaban Drácula.

Page 35: Cuentos de Miedo

LA ÉPOCA DE LOS ORCOS

En el año 3059 un mal hombre abandonó en medio de un bosque de 4980 hectáreas a un

buen orco y a una buena orca, llamados José y Luisa respectivamente.

José y Luisa, llenos de furia y rabia, decidieron recorrer el bosque entero en busca de

otros orcos que también habían sido abandonados para proponerles algo. Cuando ya estaba

todos juntos les comunicaron el plan, que todos aceptaron porque habían sido abandonados

en iguales o peores circunstancias que ellos.

Pasado un tiempo, en le año 3065, cuando ya estaba todo organizado, decidieron empe-

zar por América, por pueblos pequeñitos. Después de matar a toda esa gente indefensa e

inocente, consideraron que esos pueblos no les llegaban, que tenían que matar y comer a

muchos más humanos.

Entonces, en el año

3080, se pusieron to-

dos de acuerdo para

dar el gran salto, ata-

car la ciudad de Nueva

York, ya que allí era

donde vivía la gente que

los habían insultado,

maltratado y abandona-

do.

Finalmente, pensaron

en matar a todos los

habitantes de la tierra,

ya que habían acabado

con los de América. El

último lugar que les

queda por conquistar es

Mondoñedo, tu casa, así

que siempre que te va-

yas a dormir comprueba

que todos está en or-

den, si no te pueden

matar y, después, devo-

rarte.

Ángel Anido Oseira, 3º

A

Page 36: Cuentos de Miedo

La niña Futuro

Esta historia que os voy a contar es un poco rara, enseguida os daréis cuenta de por qué.

Hellín era una niña un tanto extraña y solitaria. Vivía con sus padres, una hermana peque-

ña y su abuela. Su abuela Margareth se pasaba todas las tardes con ella contándole historias

de miedo. Heelin se quedaba fascinada con el montón de relatos que sabía su abuela, en con-

creto con uno de ellos. Trataba de una chica de su edad que un día fue a la montaña con sus

amigos a visitar la tumba de un excursionista que había muerto y tenía allí su lápida. En ella

se leía: “James K. Challenger (1925-2001)”. Heelin, curiosamente así se llamaba la protagonis-

ta, y sus amigos volvieron a sus casas, pero ella se sentía inquieta con aquella tumba. Creía

que tenía algo especial, porque se percató de que su abuelo se llamaba igual que el excursio-

nista. Se fue a dormir pero a media noche se despertó y fue a la cocina a buscar un vaso de

agua. En el pasillo vio una sombra, era su abuelo, y se llevo tal susto que murió de un infarto.

La auténtica Heelin, unos días después de que su abuela le hubiera contado la historia,

también notó algo especial en esa historia. Se fue a acostar y, por casualidad, también se le-

vantó a beber. Cuando salía de la cocina vio una sombra y se asustó. Esta le dijo: “Ese hombre

enterrado en el bosque era yo, tu abuelo”. Heelin murió aquella noche de un infarto. Justo co-

mo la protagonista de la historia de su abuela. Pero lo más curioso es que Margareth, el día

siguiente al fallecimiento de Heelin, desapareció.

Sergio Rubal, 3ºA

Page 37: Cuentos de Miedo

UN ASESINO IMPARABLE

Termineitor era un hombre felizmente casado que tenía dos niños y una casa en la monta-

ña. Un día, llegó a su puerta un hombre con una sudadera negra enorme; este traía unos pape-

les para él en los que le encargaba regresar a las Fuerzas Especiales.

Al día siguiente Termineitor fue al super y, en ese trayecto, sufrió tres o cuatro inten-

tos de asesinato, aunque ninguno dio resultado, solo recibió unos arañazos en el coche. Sos-

pechando de estos hechos, volvió a casa y llamó al misterioso mensajero para averiguar si era

culpable de los mismos. Este se lo confirmó y le amenazó con matar a su familia si no acepta-

ba su propuesta. Por supuesto, él decidió hacer el trabajo.

Cuando llegó a la base, le informaron del trabajo y descubrió que no se trataba de las

viejas Fuerzas Especiales, sino de una banda que se hacía pasar por estas para matar a una

serie de personas famosas o presidentes. Termineitor cumplió con su trabajo, ya que era un

asesino perfecto. Le gustaba tanto matar que decidió asesina a un pueblo entero para calmar

su sed asesina.

Pasó un año sin ver a su familia, por lo que intentó matar a toda esa banda maléfica,

miembro a miembro, aunque se escapó el jefe. Lo persiguió hasta el núcleo urbano donde re-

sidía la familia de este. Entonces decidió matarlos a todos, no uno a uno, así que puso una

bomba. Al día siguiente toda la ciudad estaba destrozada, había escombros, restos humanos…

por todos lados.

Rubén Anido, 3ºA

Page 38: Cuentos de Miedo

Homer Simpson

En una ciudad llamada Springfield viven dos familias muy diferentes, la familia Simpson y

los Flanders.

La familia Simpson está formada por Homer, el padre; Marge, la madre; Bart, el hijo ma-

yor; Lisa, la hija mediana; y Maggie, la hija pequeña. Viven en una casa con jardín que tiene una

puerta que da al jardín de los Flanders, cuya familia está formada por Ned, el padre; Mod, la

madre (fallecida por culpa de Homer); y Rod y Tod, los hijos.

La relación entre Homer y Ned siempre fue tensa y más aún desde la muerte de Mod.

Un día Homer volvió temprano a casa y encontró a Marge y a Ned hablando mal de él,

así que echó a Ned fuera a patadas y puñetazos.

A la noche, Ned no conseguía dormir debido a la preocupación, por lo que pensó en hacerle

la vida imposible a Ned…

Al día siguiente, estaba Ned viendo la tele en su sala de estar, cuando oyó unos ruidos que

provenían de su despensa. Se levantó asustado y se dirigió hacia el ruido, que cada vez se oía

más. Cogió un cuchillo del cajón y puso la mano en el pomo de la puerta. El corazón le latía con

mucha fuerza y presión. Abrió la puerta… y se encontró con un gato muerto colgado de un

gancho de los jamones que se movía como un péndulo y chocaba con las paredes de la despen-

sa. Ned se asustó mucho y lloró la muerte de su gato.

Otro día Ned estaba en el baño dispuesto a ducharse cuando se cortó la luz. Decidió ir a

mirar los plomos, cuando oyó un ruido en el cuarto de baño. Volvió la luz y corrió hacia el baño

apresuradamente con una maceta en la mano, abrió la puerta y en la mampara de la ducha es-

taba escrito:

-¡Te voy a matar lenta y dolorosamente!

Ned, acongojado a causa del miedo, llamó al jefe de policía para contarle los sucesos ocu-

rridos.

Ned recibió en otra ocasión una

llamada anónima que le pedía que

acudiese a la iglesia para ayudar

a limpiar los cristales. Rápida-

mente lo hace. Se encuentra solo

en la iglesia y con los aparatos

de limpieza en el altar. Se acer-

ca a ellos y ve un mensaje que

pone “¡¡¡Date la vuelta!!!”. Lo hace

y se encuentra a Homer lanzán-

dole una espada a la ingle pero,

como pudo esquivarla, Homer se

saca de la espalda una motosie-

rra con la que lo mata cortándole

las zonas íntimas, después la ta-

pa de los sesos y, finalmente, la cabeza.

Cuando salía Homer de la iglesia le estaba esperando el jefe de policía con un coche del

psiquiátrico de Springfield para ingresarlo.

A la semana lo visita Bart y le dice que ha hecho bien porque Marge pretendía fugarse con

Ned Flanders.

Borja Torrente Carril, 3ºA

Page 39: Cuentos de Miedo

31 DE DICIEMBRE

Lo que nadie se podía imaginar era que aquel palacio tan hermoso por fuera era tan temible

y oscuro por dentro. Tras aquellas paredes de piedra en la novena torre existía un ogro llama-

do Chuki. Un ogro que era peligroso ya que cualquier persona que pisara su palacio se sometería

a una terrible maldición y el resto del pueblo también se vería involucrado.

Ese mismo año en el mes de diciembre un matrimonio extranjero compró ese mismo palacio

sin saber las malas consecuencias que podía traer consigo. La noche del 28 de diciembre el ma-

trimonio se acomodó en el palacio tras un día largo de mudanza. Al día siguiente hacía un tiem-

po precioso y por eso ni Genoveva ni su esposo entendían cómo podía ser si estaban en pleno di-

ciembre. Era algo inexplicable, ya que todos los años sí o sí, en ese pueblecito apartado de la

civilización nevaba, nevadas inmensas, pero ese año no ocurría lo mismo.

Pasados el 29 y 30 llegó el día esperado, el 31 de diciembre. Cuando Genoveva y su marido

Ricardo se levantaron hacía un calor de mil demonios. La mayoría de la gente del pueblo tenía

que irse, no se podía aguantar ese calor infernal, pero Genoveva y su esposo no estaban dis-

puestos a perder el palacio así que se quedaron. Los grados aumentaban progresivamente, era

insoportable ya que en cualquier objeto del palacio se podría freír un huevo; pero ellos no de-

sistían, pensaban que era una prueba que les mandaba el Señor, aunque en realidad era Chuki,

que no podía soportar a nadie en su palacio. Aún así ellos se convirtieron en cenizas para poder

dejar huella en el palacio.

Desde aquel año la Navidad volvió a transcurrir normalmente y a nadie se le ocurrió volver

a interrumpir la soledad de Chuki, el ogro.

Susana Gutiérrez, 3ºA