Cuentos de Hadas Argentinos

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    Los zapatos voladoresCierta vez, en el reino del cacique Calfucir, durante la dominacin indiade los territorios de Amrica, el influyente soberano de la gran tribu de

    los tehuelches, que se extenda en todo el Sur de la hoy RepblicaArgentina, tuvo graves desavenencias con otro jefe llamado Rayn, queejerca su autoridad en aquel tiempo, sobre los grupos aborgenesaraucanos, que poblaban el lado occidental de la cordillera de losAndes, hoy Repblica de Chile.Motiv la situacin de odio mortal entre los dos grandes caudillos el queRayn, en un viaje de cortesa que efectu por la pampa, se enamorlocamente de la princesa Ocrida, hija de Calfucir.- Dmela por mujer! -haba suplicado Rayn al soberano tehuelche.- Nunca! -respondi el anciano monarca blandiendo su enorme lanza decombate.- Ocrida se casar con un joven de su raza y no con un

    araucano enemigo de los indios pampas.Rayn, ante esta contestacin arrogante y desafiadora, se retir a sustierras lleno de rencor y con propsitos de venganza; y convocando alConsejo de Ancianos de sus vastos dominios, resolvi reunir unpoderoso ejrcito e invadir las grandes llanuras, dominio del padre de lahermosa Ocrida.A las pocas lunas, ya que de esta manera los aborgenes medan eltiempo, millares de araucanos iniciaron la marcha, para cruzar laselevadas cumbres de la cordillera de los Andes, lo que lograron despusde mltiples peligros, al transponer las enormes montaas, pasandoros caudalosos, cimas casi inaccesibles y senderos interrumpidos por

    las rocas y rodeados de abismos.Una tarde, cuando el sol ya se pona por el lejano horizonte, las huestesde Rayn se lanzaron como un huracn sobre la pampa, ysorprendieron a las tribus de Calfucir, las que nunca pudieron imaginarque los araucanos intentaran la temeraria empresa de atravesar lasmonumentales cumbres andinas.La batalla fue de corta duracin, y aunque los tehuelches presentaronuna tenaz resistencia, fueron vencidos por los hombres del pas deArauco, que despus de dar muerte a muchos guerreros, raptaron a lahija de Calfucir, la bella Ocrida, para entregarla a su jefe el bravoRayn.

    La infeliz princesa, acomodada en un improvisado palanqun fueconducida al lejano pas de su raptor por los accidentados caminos quecruzan los nevados picachos. El viaje dur varias lunas, ya que en esosdas haba dado comienzo el invierno y cado sobre la cordillera tanenorme cantidad de nieve que, al obstruir las sendas, dificultaba lalenta marcha de la comitiva.Rayn recibi la noticia con muestras de la mayor alegra y ordeninmediatamente se festejara la gran victoria obtenida sobre los

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    hombres de la llanura y el rapto de la mujer a quien tanto quera a laque pensaba hacer su esposa cuando las flores de la araucaria, el rbolsagrado, cubrieran de blanco los caminos de su reino.Por supuesto, la desgraciada prisionera lloraba angustiada, al recordarsu lejana patria, sus vastas pampas y el amor de su padre que,

    apenado, lamentara su involuntaria ausencia.A todo esto, el soberano de los tehuelches, desesperado no slo por laderrota sufrida sino por la prdida de su hija, no saba qu decisinadoptar en venganza del agravio y pasaba los das encerrado en sutoldo, triste y meditabundo, pensando en el mal destino que la suertehaba deparado a su querida Ocrida.- Ya no la ver ms! -gritaba sin consuelo. Pobre hijita ma! Mil vecespreferira su muerte, a su vida en manos del odiado Rayn!Los ancianos de la tribu estaban tambin desconcertados, al no hallar elmedio de rescatar a la nia, pues sus ejrcitos eran impotentes paraluchar contra las aguerridas fuerzas araucanas que defendan los

    difciles pasos de la gran cordillera.Como una ltima esperanza, el rey Calfucir dict una proclama que hizopregonar hasta en los ms lejanos puntos de su reino, por la que ofrecala mano de la bella Ocrida y gran parte del pas, al valiente queconsiguiera restituirle la dolorida cautiva.Muchos jvenes tehuelches intentaron llegar a las tierras de Arauco enprocura de la princesa, pero fueron descubiertos y muertos por loscentinelas de Rayn que vigilaban noche y da los caminos de lamontaa.En el tiempo de este suceso y en una apartada regin de la pampa,sobre el caudaloso ro Colorado, viva un pastor de guanacos llamado

    Catiel, quien al escuchar de boca de los pregoneros del cacique losdeseos de ste y el premio a tan magna aventura, se propuso intentarel fantstico viaje, encaminndose a las tolderas de Calfucir paraofrecer sus servicios.- Aqu estoy majestad! -dijo el valiente Catiel, arrodillndose ante suseor.- Yo procurar traer la tranquilidad y la alegra a la nacinTehuelche, rescatando a la hermosa Ocrida de manos del sanguinario ycruel Rayn!- Hijo mo -contest el dolorido cacique,- si consiguieras ese milagro,seras mi sbdito predilecto y el feliz esposo de mi desdichada hija!Catiel, sin temor ni vacilaciones inici la empresa y despus de varias

    lunas lleg hasta los primeros pasos de la enorme cordillera, casi sobrelas fronteras de su pas con la tierra de los araucanos.Pero... all comenzaron las grandes dificultades! El macizo andinoestaba cubierto de nieve y sus difciles sendas eran intransitables parala planta humana, no slo por las crueldades del invierno, sino por losmiles de guerreros que, muy alerta, vigilaban la peligrosa lneadivisoria.

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    Una y otra vez, el denodado Catiel intent subir a las cumbres ysiempre se hall detenido por el terrible fro y las flechas de lossoldados araucanos, que silbaban trgicamente sobre su cabeza.Cansado un da de pretender en vano la extraordinaria aventura, sesent sobre una piedra y baj la cabeza abrumado y vencido,

    lamentando no poder cumplir el juramento hecho a su rey, cuando, demanera inesperada, se present frente a l una viejecita india, arrugadacomo una pasa, que con voz clara y firme le dijo:- Valiente Catiel! Hijo predilecto del pas de los tehuelches! S tuspesares y tus anhelos y comprendo que slo la muerte ser el premio atus intiles esfuerzos para cruzar la gran cordillera! Los araucanosvigilan y te matarn! El hondo de las montaas ser tu sepulcro siprosigue la lucha!- Qu he de hacer entonces? -pregunt el decidido muchacho a laanciana hechicera.- Nada podrs, sin m! -repuso sta.

    - Quieres ayudarme? -suplic de nuevo el mozo, mirando con ojos deduda a la centenaria mujer.- S! Yo te ayudar y podrs traer a la pampa a la hermosa Ocrida, yaque lo mereces por tu valor y tu decisin!- Pero... cmo? Los pasos de la montaa estn cerrados por la nieve ylos soldados araucanos los guardan!- Hay un medio -respondi sonriente, la hechicera. Y luego, sealando aun cndor que en aquel instante volaba sobre ellos, continu.- Podrsllegar al pas de Arauco volando como esa ave que ahora cruza sobrenosotros!- Volando como el cndor? T ests loca!

    - Loco es quien no cree en m poder -contest la mujer.- Dime el medio!- Yo lo tengo, ya que poseo la fuerza del viento, el calor del sol y lagrandeza de las cumbres. -Y diciendo esto, hizo un signo misterioso conla mano derecha y por arte de encantamiento aparecieron junto alasombrado Catiel, unos zapatos de cuero de guanaco, llamados usutas.- Qu es esto? -exclam aterrorizado el muchacho.- Son tus alas! -contest la vieja.- Mis alas? No lo comprendo!- Escucha! Las cumbres estn nevadas y los guerreros araucanos teaguardan para matarte en los pasos de la montaa! Tienes un solo

    medio para llegar a donde est la infeliz cautiva! volando! Estoszapatos, una vez puestos, te elevarn sobre los hombres y la tierra,como si fueses un cndor y as, burlars la vigilancia de los soldados ypodrs rescatar a la pobrecita Ocrida!Esto diciendo, la misteriosa viejecita desapareci tan sbitamente comohaba llegado y el valiente Catiel qued mudo de asombrocontemplando los usutas que estaban prximos a sus pies.- Lo intentar! -exclam, y acto seguido se calz los zapatos.

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    No bien termin de atrselos a los tobillos, cuando sucedi loinesperado. Como impulsado por una enrgica fuerza invisible, comenza elevarse con rapidez fulmnea y luego de unos pequeos giros, comolos que para orientarse describen las palomos, inici su marcha porsobre la cordillera hacia el temido pas de Arauco.

    - Esto es maravilloso! -exclamaba Catiel en el colmo del estupor.El viaje fue de pocos minutos; muy pronto estuvo a la vista de la cortedel reino de Rayn, que claramente se distingua a la luz de una granluna que pareca de plata.Catiel prepar sus armas cuando los usutas iniciaron el descenso yantes de que lo pudiera pensar, ya estaba sobre el negro castillo delmonarca, que se elevaba majestuoso sobre unas grandes moles depiedra rojiza.Como es lgico, la entrada le fue muy fcil, al descender sobre lostechos de la morada y luego, cerciorado de que nadie le haba visto,inici sus trabajos para dar con el paradero de la hermosa cautiva.

    Bien pronto, el llanto y los suspiros de una mujer, que se oan por unaventana pequea, le indic el lugar donde estaba encerrada Ocrida yentrando audazmente en la lujosa residencia, se encontr con lamorena princesa que sollozaba sin consuelo por su triste soledad.- Ocrida! -grit Catiel cayendo de rodillas ante la apenada muchacha.-Me manda tu padre, el cacique Calfucir para que te lleve a las lejanastierras de la pampa!La prisionera, loca de alegra, casi no daba crdito a lo que escuchaba yvea y presa de una invencible pasin, se ech en brazos de su jovensalvador, cubrindolo de besos.Fcil fue para el valiente Catiel el regreso. Tom a Ocrida de la cintura

    suavemente y dijo: - Vamos!Los zapatos maravillosos elevaron a la pareja por encima de la ciudaden silencio, y tomando de nuevo el camino de los cielos, en muy pocotiempo llegaron a las tolderas del dolorido soberano de las pampas queaun lloraba la prdida de su querida hija.El entusiasmo fue imponderable y Calfucir orden se celebrasengrandes fiestas en homenaje del salvador de la bella cautivo, las que serealizaron en toda la vasta extensin de la pampa, desde el Ro de AguaDulce, que ms tarde se llam Ro de la Plata, hasta las desiertasregiones de la Patagonia.De ms est decir que Catiel se cas con la divina Ocrida y as consigui

    la felicidad, por la ayuda milagrosa de la viejecita india que, en tanbuen momento, le haba obsequiado con los zapatos voladores.

    El caballito incansable

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    Habis odo hablar de caballito incansable? No? Pues, entonces, yo oscontar una historia muy interesante sucedida hace muchos aos,cuando los ejrcitos argentinos combatan tenazmente por su libertad.Dicen los que saben, que despus del gran triunfo que el general don

    Manuel Belgrano obtuvo sobre los realistas en la memorable batalla deSalta, necesit un mensajero que trajera a la ciudad de Buenos Aires laextraordinaria noticia de la gloriosa victoria.En el ejrcito de Belgrano haba muy buenos jinetes, ya que estabaformado en su mayora por gauchos que, como es sabido, son los msdiestros domadores de caballos del mundo entero.Belgrano hizo formar a los hombres que juzgaba ms aptos para tandelicada empresa y orden dieran un paso adelante los que se sintierancapaces de tan enorme y loable esfuerzo.- Mis queridos soldados -dijo el general.- Necesito un chasqui quelleve a la capital mi parte de batalla! El hombre que se arriesgue a tan

    dura prueba, ya que deber recorrer miles de kilmetros, debe tenerpresente que no descansar ni un minuto durante el viaje y que slohallar reposo una vez entregado el documento! Quin se anima?Ni uno de los soldados se qued quieto! Todos dieron un paso adelanteen espera, cada uno, de ser elegido por el general.Belgrano, orgulloso de la valiente actitud de sus hombres, pase lamirada por la larga fila de caras nobles y curtidas y titube en laeleccin, ya que todos le parecan capaces de afrontar la peligrosamarcha.En un extremo de la fila estaba rgido y plido, un joven moreno, quemiraba a su jefe con ojos ansiosos, como anhelando que se fijara en l.

    Belgrano aun no haba decidido, cuando el muchacho, impulsado porsus deseos, se adelant hacia el general y cuadrndose a pocos pasosde ste, te dijo con voz serena pero conmovida:- Seor! Yo quisiera llevar ese parte!- Te atreves? Es muy largo el camino! -respondi el hroe.- Nada me detendr! Juro por Dios y por la Patria, que llegar aBuenos Aires en el menor tiempo posible! Tal simpata y franqueza brotaba de los ojos del desconocido, queBelgrano no vacil ms y entregndole un voluminoso sobre, le dijo,mientras estrechaba su mano:- Aqu est mi parte de batalla! En ti confo para que sea puesto en

    manos de mi Gobierno! Debers correr rpido como la luz por montes,sierras, cumbres y desiertos, sin que nada te detenga hasta atar tucaballo en el palenque del Cabildo de Buenos Aires!- Est bien, seor! -respondi el muchacho.Belgrano continu:- En el largo camino, encontrars muchas postas y ranchos amigos, endonde podrs cambiar de cabalgadura, detenindote lo indispensablepara ensillar el animal de refresco! No te dejes engaar por ninguno

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    que intente entorpecer tu misin y muere antes de que te arrebateneste sobre!Benavides, que as se llamaba el joven soldado, rojo de orgullo, recibilos papeles de manos de Belgrano y despus de elevar su mirada a labandera azul y blanca que haca pocos das flameaba como smbolo de

    la patria, mont en su caballo alazn que parti al galope, ante losviva! de sus compaeros, que lo vieron perderse entre las cumbreslejanas.La primera posta para cambiar de cabalgadura distaba tan slo diezleguas, las que fueron cubiertas por el brioso alazn de Benavides enpocas horas.El dueo del rancho, no bien vio llegar a un soldado del ejrcitolibertador, dispuso todo lo necesario para que cambiara de animal ysacando de un corral un caballo tostado, se lo ofreci a Benavides.El muchacho se dispona con gran prisa a desensillar su valiente alazn,cuando ocurri algo tan inesperado que lo conmovi en todo su ser.

    El caballo, al ver a su amo desmontar y observar los preparativos delcambio, lanz un estridente relincho en el que claramente se oy quedeca:- No me dejes!... Tengo fuerzas para seguir!...Benavides no dio crdito a lo que oa y prosigui en su trabajo de aflojarla cincha, cuando, otra vez, el relincho del alazn rompi el silencio, yentonces con ms energa...- No me dejes!... Tengo fuerzas para seguir!...No caba dudar! El caballo haba hablado!El mensajero, plido como un muerto, mir al noble bruto concuriosidad y estupor y slo contempl unos ojos negros y grandes que

    parecan implorarle que no lo abandonara!Y decidido, volvi a ensillar a su valiente compaero y emprendi denuevo la marcha a gran velocidad, pasando por escarpados caminos demontaa que ponan en peligro la vida del chasqui.Pero el alazn, dcil y animoso, sin dar la ms pequea muestra decansancio, cruz las cumbres y descendi a la llanura!Llegaron a la segunda posta!Benavides desmont de un salto y pidi un caballo de repuesto, en lacerteza de que su alazn ya no resistira ms tan extraordinarioesfuerzo, pero cul no sera su sorpresa, el or el relincho agudo que denuevo expresaba:

    - No me dejes!... Tengo fuerzas para seguir!...- No puede ser! -exclam el jinete.- No hay ser en el mundo capaz deafrontar tal desgaste. Te dejar aqu!- No me dejes!... Tengo fuerzas para seguir! -repiti el caballo en otrorelincho sonoro y despus se acerc a su amo, acaricindole las manos,con su belfo tibio y cubierto de espuma.El muchacho no vacil ms y creyendo en un milagro, otra vez monten su noble amigo emprendiendo el camino peor de toda la travesa: el

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    desolado desierto de Santiago del Estero, tan espantoso y solitariocomo los temibles arenales africanos.As, bajo un sol abrasador, pisando la arena ardiente, galop todo el da,detenindose a ratos para dar descanso a su maravilloso alazn, quesin mostrar fatiga, lo miraba como invitndole a continuar la marcha.

    Varias aves de rapia revoloteaban por encima de sus cabezas,esperando que caballo y jinete cayeran rendidos, para lanzarse sobreellos y llenar sus buches de comida fresca.Pero el alazn no se daba por vencido y as prosigui toda esa noche,con su constante galope corto y parejo, hasta que los primeros rayosdel sol los sorprendieron junto a la tranquera de la tercera posta dellargo trayecto.- Esta vez s te cambiar -dijo el muchacho echando pie a tierra.- Hasprobado ser bueno, pero si continas as reventars! -Y comenz latarea de desensillar, mientras el dueo de la posta le preparaba otrocaballo negro y lustroso.

    Pero la sorpresa de Benavides lleg a su colmo, cuando volvi a or elrelincho del noble bruto, su lastimera peticin:- No me dejes!... Tengo fuerzas para seguir!...El jinete desde entonces prosigui la marcha con un miedo casisupersticioso y al llegar a cada posta, escuchaba el agudo relincho quele volva a suplicar...- No me dejes!... Tengo fuerzas para seguir!...As continu el soldado su camino, durante das, que se convirtieron ensemanas, cruzando llanuras, lomas, caudalosos ros, arenalesinhospitalarios, bosques poblados de alimaas y, en cada posta que sedetena para el relevo, el alazn alargaba su pescuezo, sacuda su

    cuerpo sudoroso y lanzaba a los vientos su potente relincho que msbien pareca un clarn de batalla:- No me dejes!... Tengo fuerzas para seguir!...Por fin, un da, desde la pampa solitaria, Benavides y el alazn,contemplaron a la distancia, las torres de las iglesias de Buenos Aires ylos tejados rojos de sus casas.Estaban llegando!Breves momentos despus, hacan su triunfal entrada por la calle de laReconquista y penetraban en la ansiada Plaza de las Victorias, donde selevantaba el Cabildo, punto terminal de tan maravilloso viaje.Benavides no caba en s de orgullo!

    Como lo jur al heroico general Manuel Belgrano, at su noble y tenazcaballo en el palenque de la Casa histrica y entreg el sobre quecontena el parte de la batalla de Salta a los hombres que gobernabanen aquel tiempo el pas.Y el alazn?El alazn haba cumplido con su deber!Entonces, se sinti rendido! Una angustiosa fatiga lo domin hastahacerlo arrodillar en el suelo spero de la calle!

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    La gente lo contemplaba dolorida y suspensa. Un estremecimiento demuerte agit sus patas y lanzando un postrer relincho, que semejaba altoque de clarn de la victoria, cay para siempre entre un charco desangre que brot de sus narices!El noble bruto haba realizado algo maravilloso, casi increble, y esto...

    no era sino un ejemplo sencillo de lo que puede el poco esbelto caballitocriollo, nervioso y crinudo, pero de una resistencia inigualada por suscongneres del mundo!A ese animal pequeo y valiente... a esos nobles amigos que pueblanlos campos argentinos, es a los que un gran poeta les ha cantado enestrofas inolvidables:

    "Caballito criollo del galope corto,del resuello largo, del instinto fiel...Caballito criollo que fue como un astapara la bandera que anduvo sobre l!"

    Y sta es la verdica historia del caballito incansable!

    El Hada del ArroyoEl Hada del Arroyitotiene los ojos azules,y su cuerpo chiquitolo lleva envuelto entre tules!Su cabello es como el oroy en su pecho de algodn,

    tiene anidado el tesorode su hermoso corazn!

    Los nios de la estancia, una y mil veces haban cantado estas sentidasestrofas, mientras agarrados de la mano formaban el bullicioso y alegrecorro infantil.La tarde era plcida y tibia, el sol al parecer en el ocaso doraba losrboles y las mieses y los pajarillos del campo se refugiaban entre lasfrondas, para cobijarse en ellos de las crueldades de la noche.El majestuoso edificio de la lujosa casa de campo, se elevaba a muypocos metros de donde los nios del propietario continuaban en sus

    infantiles juegos, mostrando sus enormes ventanales, sus torres deagudas puntas y sus escalinatas de blanco y lustroso mrmol.Dos enormes perros daneses, echados a los lados de la puerta principal,eran el complemento de esta escena, que pareca sacada de un antiguocuento de hadas europeo, de esos en que los prncipes de ojos azules,cabalgando en dorados pegasos, llegan hasta los castillos prendidos enlas cumbres de la montaa, para rescatar a la angustiada y hermosaprincesita, convertida en flor por los sortilegios de las brujas.

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    Los nios eran ocho. Tres hijos del acaudalado propietario de la estanciay cinco amiguitos invitados a pasar las vacaciones con ellos.Como es natural, entre los chicuelos, los haba de buenos y de malossentimientos, pero esas virtudes o esos defectos no se adivinaban ensus caras risueas, de mejillas rojas por la agitacin del juego, y los

    cabellos revueltos por el viento.Zulemita, la hijita mayor del dueo, era una nia de diez aos, dulce ybuena, que nunca pensaba en hacer dao a los humanos ni a losanimales y que siempre tena palabras de aliento y de piedad paratodos aquellos seres que sufran o padecan miserias. Acompaada porsu padre, recorra los puestos de la estancia, llevando regalos ygolosinas para los nios de los humildes labriegos y por todas esasvirtudes, era querida por cuantos seres habitaban los grandes dominiosde sus mayores.Entre los pequeos invitados, estaba Carlitos, un chicuelo travieso y deno buenos instintos que se solazaba en el mal y era por lo tanto la

    piedra de escndalo de las inocentes reuniones diarias que tenan en elpatio del establecimiento.Los animales domsticos le tenan terror, ya que en muchas ocasiones,por placer y sin motivo, haba muerto gallinas a pedradas, colgado enlargas cuerdas a los patitos indefensos o atado hasta ahogarlos a loscachorros de los lebreles que se criaban en la casa.Zulemita, por todos estos actos, le haba increpado ms de una vez y elnio travieso, despus de jurar no cometer de nuevo tales fechoras,persista en sus acciones, cada vez ms repudiabas.Pero, aquella tarde, olvidados de estas cosas, todos los chicuelosjugaban agarrados de la mano en la bulliciosa ronda, entre carcajadas

    argentinas y agitados corazoncitos.El Hado del Arroyitotiene los ojos azules,y su cuerpo chiquititolo lleva envuelto entre tules.

    As cantaban todos a coro, al acompasado danzar de la rueda, hastaque uno de ellos caa entre la gramilla, con el consiguiente alboroto delos dems.Pero los nios, posedos de entusiasmo, no se haban fijado en algo queconmova el corazn.Escondida tras un rbol, una niita harapienta, hija de uno de los

    peones de la casa, contemplaba el juego con los ojos abiertos por elasombro, chupndose el dedo meique de su mano derecha y sonrientetambin al contemplar la jarana general.La pobrecita nia se llamaba Teresa y haba llegado por casualidad alpalacio de la estancia, acompaando a su padre que traa las verdurasde las extensas huertas lejanas.

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    Teresa, en el entusiasmo y sin meditarlo siquiera, se asom de suescondite ms de la cuenta y por fin fue vista por los nios ricos quecorrieron hasta donde estaba.- Pobrecita ma! -exclam Zulemita,- quieres jugar con nosotros?- S! Que juegue! Que juegue! -exclamaron varias vocecitas entre

    carcajadas.Antes de que lo pensara, la pobre humilde criatura, fue arrastrada hastael centro del patio y tomndola de las manos, los nios prosiguieron elinterrumpido juego.

    Su cabello es como el oroy en su pecho de algodn,tiene anidado el tesorode su hermoso corazn!

    Pero Carlitos, con su cerebro predispuesto al mal, haba meditado lamanera de hacer sufrir a la chicuela harapienta y en una de las vueltasrpidas del corro, la tir con fuerza contra el suelo, de manera tan

    desgraciada, que la pobre Teresa dio con su frente en una piedra,producindose una pequea herida de la que enseguida man sangreabundante.El alboroto fue general y mientras los dems nios corran asustadoshacia el interior de la casa, la buena Zulemita resta la sangre y colma Teresita de caricias con sus manitas blancas de ngel.- Perdona a ese perverso -le dijo entre sollozos. -No sabe lo que hace yalgn da pagar sus maldades!Teresita mir a la nia rica con sus grandes ojos negros y en tonohumilde le respondi:- No es nada mi seorita... Seguramente habr sido sin querer! Yo

    estoy muy agradecida a sus bondades!- Mira -le contest Zulemita,- para que tengas un grato recuerdo de m,te regalar un libro de cuentos de hadas, hermoso y entretenido, endonde vers prncipes encantados, dragones monstruosos, brujas conojos de fuego, y castillos de oro prendidos en montaas de piedraspreciosas.- Pero... es verdad todo eso? -pregunt la inocente Teresa, mirandoasombrada a la nia.- Para nosotros, es verdad, ya que lo vivimos en nuestra imaginacin!Sabes leer?- S -respondi la campesina.

    - Pues bien... espera!Y levantndose corri hacia la casa, regresando a los pocos minutos conun gran libro, lleno de fantsticas y hermosas lminas, que abri anteTeresita, quien al verlo, le pareci estar soando.- Muchos gracias! -alcanz a musitar...- Es para m?- S... para ti!Y la humilde chicuela, con su extraordinario libro debajo de su desnudobracito, parti corriendo en busca de su padre, en el deseo de retornar

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    pronto a la pobre choza para devorarse los cuentos y extasiarse en susmagnficos y divinos dibujos.Como era de esperar, toda esa tarde, Teresita, sentada al pie de ungran rbol, y rodeada de gallinas y patitos que picoteaban a su lado,ley las pginas de tan portentoso regalo, cada una de las cuales le

    pareca an ms interesante.En su cabecita de nia humilde, danzaban ms tarde mil encontradasideas y soaba despierta con los relatos fantsticos de hadas hermosas,de caballeros invencibles y de terribles hechiceras que salan por laschimeneas de los castillos, cabalgando en escobas con alas.La noche la sorprendi en estos pensamientos y se recogi ms tarde,siempre meditando en aquellos extraos relatos que haban recorridosus ojos.Una hora despus, Teresita, bajo la influencia de su preocupacin,comenz, en su pobrecito lecho, a soar escenas fantsticas, mezclandolas lecturas del libro con las cosas de la llanura en que viva. Y as...

    agitada y estremecida por mil raras sensaciones, inici su sueo, en laquietud del campo, envuelto en las sombras nocturnas...Era... un castillo hermoso... de miles de ventanas, por las que sederramaba una luz tan brillante como la del sol. El castillo estabaenclavado sobre una roca elevada, casi inaccesible, cuidadoeternamente por miles de vizcachas que recorran sus profundosfosos, armadas de enormes espadas de oro puro.En los altos corredores de la maravillosa mansin, se vean pasear comocentinelas, vigilando los intrincados senderos, a varios soldados deraros trajes, mezcla curiosa de gauchos y de caballeros medievales. Enlas cabezas ostentaban brillantes plumas de and , sostenidas por

    vinchas rojas como la sangre. Sus pechos estaban protegidos porbruidas corazas adornadas con arabescos de plata y sus extremidadeslas cubran chirips

    P

    con calzoncillo bordado. Sus armas eran tambincuriosas, pues junto a la enorme espada de los caballeros andantes,colgaban largos trabucos naranjeros de ancha boca y alargado can.Aun haba ms. En el amplio patio de armas del castillo, junto al puentelevadizo que era manejado por cuarenta dragones con cabeza de toro,estaba reunida la soldadesca, alegre y bulliciosa, la cual se agolpabajunto a un gran fogn en el que herva una descomunal pava que decuando en cuando sacaban de las brasas varios de los soldados, paracebar un mate de enormes proporciones.

    De pronto, se hizo el silencio! De una de las torres, partan ayeslastimeros, que estremecieron a las vizcachas y conmovieron a lossoldados.Quin era la cautiva?En una buharda, prisionera y separada del resto del mundo por unagran puerta de hierro, sollozaba una princesa rubia, de belleza slocomparable a la gloria del da o al perfume de las flores! Cosa

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    extraordinaria! La princesita cautiva no era otra que Zulemita, labondadosa hija del dueo de la estancia!De pronto se escucharon pasos en los negros y lgubres corredores yabrindose la pesada puerta, penetr en la habitacin un hombre alto,de mirada torva y gesto repulsivo que se detuvo junto a la infeliz,

    cruzndose de brazos. Pero... s! Ese hombre perverso, tena la carade Carlitos, el pernicioso nio que haba herido a Teresita!- No has resuelto an, princesa Flor, casarte conmigo? -pregunt elgigante posando su mano derecha sobre el pomo de su espada quependa de un lucido cinturn de monedas de plata.- Nunca! -exclam la dolorida princesa, mirando a su verdugo.- Antes,la muerte!- Pues bien... morirs! -respondi en un bramido el salvaje, levantandosu mano.- Maana al salir el sol, te har ejecutar al pie del omb queeleva sus ramas junto al horno de hacer empanadas. -Y al decir esto,dio media vuelta y se retir, cerrando la puerta y sumiendo a la

    desgraciada en el ms espantoso dolor.Lleg la noche. El castillo maldito se cubra de sombras y de quietud yslo se escuchaban a lo lejos los trinos de los pjaros y el ladrido de losperros. De pronto, quiz atrada por los sollozos de la pobre princesa,brot de las sombras una hermosa mujer, pequea, rubia, con ojosazules y cubierta de tules vaporosos, que acercndose a la dolorida, letoc un hombro, mientras le deca con voz suave y cristalina:- Princesa triste! Me conmueve tu desgracia y vengo a salvarte!- Quin eres? -pregunt la desvalida nia.- Soy el Hada del Arroyo que llego, atrada por tus sollozos!- Es verdad! -contest la cautiva- Soy muy desgraciada! El prncipe

    Chimango quiere que me case con l y, ante mi negativa, ha dispuestosacrificarme! Ser posible que yo muera joven sin que nadie se apiadede m?- Yo procurar salvarte, princesa dolorida! respondi el hada yalargando su mano, la puso sobre el convulso pecho de la prisionera,mientras sus ojos contemplaban su plido rostro.La princesita, presa de una alegra enloquecedora, se arrodill ante elHada del Arroyo y tomando sus manos las bes varias veces en pruebade profundo agradecimiento.- Gracias... gracias... -repeta- mi vida desde hoy te pertenece y micorazn es tuyo!

    - No digas eso! -exclam el hada sonriendo. Tu vida y tu corazn,pertenecern al prncipe maravilloso que consiga sacarte de esteencierro!- No conozco a ninguno! Si es por eso, estoy perdida! -grit laprincesa, sollozando.- El prncipe salvador, llegar, no lo dudes, y no necesita conocerte, yaque la fama de tu belleza ha corrido de boca en boca hasta los remotospases del otro lado del mar!

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    - Pero... cmo podr saber en dnde me encuentro? -pregunt la nia,levantando sus ojos hacia los de la hermosa aparecida.- Yo me encargar de ello! Confa! -respondi sta, y despus deponer sus labios sobre la plida frente de la cautiva, se perdi en lassombras con la facilidad con que haba nacido de ellas.

    Entretanto, el malvado Chimango, haba ordenado preparar el lugar dela ejecucin, tal como lo pensara, debajo del omb que estaba junto alhorno de hacer empanadas.La pobrecita princesa de los ojos azules, algo tranquila por la visita de laesplendorosa hada, aguardaba el nuevo da, confiando en las palabrasde su bienhechora y pensando para s, cmo sera el prncipe misteriosoque pudiera llegar hasta su elevado balcn para rescatarla de tanhumillante encierro.- Ser bello? Ser rubio? Ser joven? -se preguntaba, mientras lassombras se iban disipando y los primeros albores del da surgan en elhorizonte.

    "La ejecucin se efectuar a la madrugada!" haba dicho el terribledueo del castillo, pero un inconveniente, quizs ordenado por el Hadadel Arroyo, aplaz el cumplimiento de la sentencia.Una lluvia torrencial cay sobre el castillo e inundando sus patios yhabitaciones, impidi que los planes de Chimango se llevaran al cabo,por lo menos en aquel da.La furia del hombre no tena lmites y mirando hacia los cielosblasfemaba, levantando sus puos, como si pretendiera retar a lasnubes que, sin escucharlo, seguan lanzando sobre la tierra verdaderascataratas de agua.Entretanto, a muy pocas leguas del castillo, junto al arroyo que cruzaba

    murmurante por los campos, habitaba un joven pastor, hermoso yalegre, haciendo su feliz vida, entre las ovejas y los perros que loayudaban a vigilarlas.Este pastorcito, de nombre Cojinillo, haba nacido en el lugar y desde suinfancia se haba mirado en las cristalinas ondas de la corriente queserpenteaba junto a su cabaa.As, pues, era compaero de las lmpidas aguas y del hada que habitabaen su cauce, la que desde nio le protega en su tranquila existenciaescasa en complicaciones.Aquella tarde, mientras guardaba el rebao, apareci de pronto suprotectora y tocndole la cabeza con su vara mgica rodeada de rayos

    como los de la luna, le dijo a modo de saludo.- Amigo Cojinillo... ha llegado la hora de que me pagues mis cuidados!- Soy todo tuyo, Hada del Arroyo! -respondi el pastor cayendo dehinojos ante la deslumbrante diosa.- Bien -continu la hermosa y fantstica mujer,- te ordeno que vayas alcastillo del prncipe Chimango y rescates a la cautiva que estencerrada en la torre de poniente!

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    - Ir al castillo del prncipe Chimango? sera una locura! Esa casa estcustodiada por miles de vizcachas armadas y de guerreros valientes,que me matarn antes de haber podido cruzar su puente levadizo!- Y, sin embargo, debes ir! -contest el hada.- Me ultimarn!

    - Te har invulnerable!- No podr cruzar los caminos de la montaa!- Allanar tus pasos!- La torre es muy alta!- Te dar los medios para alcanzar sus almenas!- La princesa me arrojar de su lado, al verme desastrado y feo!- Mi poder es ilimitado y pronto cambiars! Aceptas?- Hermosa hada -respondi por ltimo Cojinillo,- ira aunque supieraque mi cuerpo sera pasto de los caranchos... tus deseos son rdenespara m!El Hada del Arroyo sonri complacida y le pregunt:

    - Has visto al gusano convertirse en mariposa?- s...!- Pues bien... mrate ahora en la corriente!Y diciendo esto, toc al pastor con la vara luminosa y de pronto cambisu traje, poniendo tanta belleza en su rostro, que al contemplarseCojinillo en las aguas, lanz un grito de sorpresa y bes frenticamentelos tules blancos de la extraordinaria y misteriosa protectora.- Es milagroso! Dime lo que sea y lo har!- Vete ahora al castillo y qutale al maldito Chimango la divinaprincesa!- A pie, tardar mucho!

    - Ya lo he pensado -respondi el hada;- aqu tienes tu cabalgadura! -Yhaciendo un ademn con su prodigiosa vara, apareci un avestruznegro y enorme, enjaezado como si fuera un caballo, que se quedquieto junto al pastor, en espera que ste subiera sobre su lomo.Cojinillo no sala de su asombro ante tanta maravilla y luego de treparsobre el animal, esper las ltimos rdenes en silencio.- Escucha -continu el hada;- seguramente tendrs que luchar contrahombres y fieras! Chimango es implacable y enviar todo su podercontra ti, pero te dar armas para combatir y para vencer!Y de nuevo extendi su vara y prendida en la cintura del muchachoapareci de pronto una enorme espada de luminosa punta, que el

    pastor tom enseguida y blandi sobre la cabeza, en seal de saludo.- Ahora... vete mi buen Cojinillo! -termin el hada y seal con su manode ncar el castillo que se elevaba a distancia, casi perdido entre lasnubes.A todo esto, haba llegado un nuevo da y el prncipe Chimango,contento de poder cumplir su juramento, mand sacar de su cautiverioa la hermosa princesa que fue transportada hasta el pie del omb, porcinco fuertes guerreros de brillante coraza y negro chirip.

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    La pobre nia, llena de terror, lleg hasta el lugar del sacrificio, sinesperanzas de salvacin, ya que pensaba que la hermosa Hada delArroyo la haba abandonado, y mirando los cielos, rog a Dios queacogiera su alma despus de tan injusta muerte. - Por ltima vez...quieres ser mi esposa? grit Chimango iracundo.

    - Nunca! -volvi a responderle la valiente nia, en un gemido.-Mtame y que mi sangre manche tus noches llenas de remordimientos!Chimango, ante la inutilidad de sus esfuerzos para conseguir la manode la hermosa cautiva, orden que se efectuara la ejecucin y la infeliznia fue llevada hasta el patbulo, ante el silencio de la muchedumbre.Un horrible dragn con tres cabezas, una de toro, otra de serpiente y laltima de guila, la esperaba en lo alto del tablado, para engullirla encuanto los soldados la abandonaran a su voracidad.La princesa al ver tan monstruoso animal; lanz un grito y cerr losojos, creyendo que haba llegado por fin su ltimo instante.- Maldito! -slo alcanz a gritar entre sollozos- algn da pagars tus

    culpas!Una horrible carcajada de Chimango fue la respuesta mientras lossoldados, dejaban a la desgraciada, casi junto a las garras de la terriblefiera.Pero sucedi lo inesperado.De pronto, desde las nubes, se dej caer en el lugar del injustosacrificio, un avestruz negro, en el que iba montado un caballerohermoso, blandiendo una enorme espada con punta fulgurante.- Aqu estoy para salvarte, hermosa princesa! grit el jineteinterponindose entre ella y el monstruo.- Ten calma y te arrancar deaqu!

    La princesita, al escuchar esta voz, abri sus ojos y se encontr anteuna escena jams imaginada.El desconocido, con un valor rayano en la temeridad, se habaempeado en franca lucha con el horrendo animal, que le atacaba entrebramidos ensordecedores.De un mandoble cort la cabeza de toro y grit:- Va una!Instantes despus rodaba por el suelo la segunda cabeza, del guila yCojinillo, que no era otro el recin llegado, volva a exclamar:- Van dos!El monstruo se revolva presa de temible furia. Su sangre manchaba los

    tules de la princesa mientras sus garras queran llegar intilmente alcuerpo del caballero que no era tocado, por la velocidad demovimientos del gigantesco avestruz.- Van tres! -grit por fin triunfante el salvador, mientras su fantsticoenemigo caa exnime a sus pies, en las convulsiones de la agona.Chimango, al ver al intruso, no permaneci quieto y mand un ejrcitode vizcachas armadas, para aniquilar a tan audaz visitante.

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    La espada de Cojinillo entr de nuevo en danza y en pocos segundos noquedaba vizcacha viva en el lugar de la contienda.No creyendo an lo que vean sus ojos, Chimango orden a todos sussoldados que atacaran al valiente defensor de la princesa, pero laespada de Cojinillo, despidiendo rayos de su filo y de su aguda punta,

    envi al otro mundo uno por uno a los atacantes, terminando en pocosminutos con centenares de enemigos.El malvado prncipe Chimango, al ver esta espantosa carnicera, y presade un terror sin lmites, intent la fuga, pero la velocidad del avestruzno le permiti esquivar el ataque de Cojinillo, que en contadossegundos le parti el corazn, terminando de esta manera las andanzasmalvadas de tan perverso personaje.La pobrecita princesa, ya no lloraba, y contemplaba a su salvador contal admiracin que no se dio cuenta cuando ste, tomndolasuavemente por la cintura, la subi en el lomo del avestruz y emprendiel prodigioso camino de los cielos, en direccin al arroyo donde moraba

    el hada.- Aqu la tienes -dijo Cojinillo, breves momentos despus, dejandodeslizar hacia la tierra a la hermosa cautiva.- He cumplido tus rdenesdivina Hada del Arroyo!- Bien est lo que has hecho, Cojinillo! -respondi la diosa sonriente.- Yen premio a tanto valor y lealtad, te entrego a la princesita por esposa,pero antes deseo hablar con ella... -Y acercndose a la nia, le dijo condulzura.- Princesa Flor... como te haba prometido, consegu tu libertad.Ahora podrs gozar de la vida y ser feliz por el resto de tus das!- Gracias Hada del Arroyo! -exclam la pobrecita cayendo de rodillas.-te debo la libertad y la inmensa dicha de haber conocido a mi hermoso

    salvador el Prncipe Encantado!- No hay tal -respondi el hada con una sonrisa,- el Prncipe Encantadono es ms que un pobre pastorcillo que vive miserablemente junto alarroyo! Ahora... elige! Si quieres, puedes quedarte a su lado poresposa, pero vivirs humildemente y no habr lujos para ti, y si aun teagradan las joyas y el esplendor, puedes continuar tu camino y llegar alpalacio de tus padres! Pero antes... quiero hacerte una observacin:"La riqueza no es la madre de la felicidad!"- Tienes razn Hada del Arroyo -respondi la nia.- Quiero quedarmeaqu y ser la esposa del pastor que tan valientemente expuso su vidapor salvarme!

    - Bien! -termin el hada y al mover con leve ademn su vara mgica,hizo que Cojinillo volviera a ser el pobre cuidador de rebaos, con suscalzones remendados y su camisa burda.- Lo quieres an? -Pregunt a la princesita.- Ms que nunca! -exclam sta, echndose en brazos de Cojinillo.El hada bendijo la unin y se march a su morada del arroyo.

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    Y Teresita, al despertar, sintise embargada por una inmensa felicidad,recordando la expresin alegre de los rostros de la princesita Flor y delpastorcillo.

    El alcalde presuntuosoEn cierta ocasin, y en la entonces pequea ciudad de Salta, capitalms tarde de la provincia argentina del mismo nombre, exista unalcalde orgulloso y antiptico, que era odiado por la poblacin por suestpida mana de avasallar a la gente.El mal incurable de este alcalde, le haca cometer infinidad de yerros,ya que todo el que se cree superior a los dems mortales y tiene ladebilidad de declararlo, slo consigue ser aborrecido por cuantos loconocen y lo tratan.

    La humildad para este hombre insoportable, era debilidad de tontos yno comprenda que una de las mejores virtudes de los humanos esprecisamente el conocerse a s mismo y no pretender ir ms all de loque le permitan sus medios y su inteligencia.Los consejeros del gobernante intentaron intilmente hacertecomprender lo perjudicial de su defecto y terminaran por cansarse ydejar al insensato librado a su suerte.Una tarde en que el alcalde se paseaba por los alrededores de la ciudadacompaado de uno de los ms ancianos consejeros, tropez en elcamino con una serpiente de gran tamao, que yaca muerta entre lahierba.

    - Mira! -exclam el alcalde, sealando al repugnante reptil.- Alguien haluchado contra este animal!- Efectivamente -contest el consejero y, aprovechando la coyuntura detan desagradable hallazgo, le pidi al ilustre orgulloso, permiso parareferirle un cuento que vena muy al caso.El seor alcalde acept con gusto la prometida narracin, en espera dealgo interesante, pues el consejero tena fama de listo y ameno, y as,esa tarde apacible, los dos hombres se sentaron sobre una piedra delcamino y el anciano, despus de unos momentos de silencio, comenz:- Pues bien... el cuento que le voy a narrar, sucedi en las maravillosaspocas en que los animales hablaban como nosotros y pensaban quiz

    mejor que nosotros!Era en un pas remoto de esta parte del mundo, conocido actualmentepor Amrica, y en un vasto desierto de hierba, que llegaba hasta elhorizonte.En dichos parajes convivan infinidad de razas de animales, quepasaban su existencia tranquilamente, bebiendo en las cristalinas aguasde los ros o comiendo los hermosos y fragantes frutos de laencantadora regin.

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    Un sol tibio los calentaba de da, y por las noches una luna grande yplateada los acariciaba desde los cielos.Como es natural, las razas de animales eran mltiples y all estabanunidos, desde los ms variados reptiles hasta los ms veloces pjaros.Pero como no todo es color de rosa en este pcaro mundo, tambin las

    pasiones se cobijaron en las almas de los irracionales de mi cuento yflorecan la envidia con su corte de sombras, el odio, la venganza yotros innumerables horribles defectos, iguales a los que hoy anidan enla mayora de los corazones humanos.En dicho pas, viva su msera existencia una gran serpiente de hermosapiel pintada, que por su poder y aspecto era temida por los demsanimales de los contornos.La tal serpiente se paseaba dominadora por las frescas hierbas y seenorgulleca del pavor que despertaba su presencia y que, ingenua,tomaba por sumisin y respeto.Indiscutiblemente, el animal era invencible y lo haba demostrado una y

    mil veces en terribles luchas contra pumas, tigres y otras fieras, quehaban muerto ahogados por sus anillos de poder sin igual.Pero la serpiente no estaba contenta con su suerte, ya que es comnque ni el ms poderoso se sienta satisfecho de su destino, y envidiabael vuelo de las raudas aves, que cruzaban sobre su cabeza, haciendomil maravillosas curvas en el azul infinito.- Eso es lo que me falta para ser la dominadora del mundo! -exclamaballena de envidia, mientras sus amarillos ojos seguan una bandada deblancas palomas que se perdan en el horizonte.- Si yo tuviera alas, meconvertira en el rey de la tierra y de los cielos! Y llena de loca furia se enroscaba en los troncos de los rboles,

    mitigando su ira con ensordecedores silbidos que espantaban a losotros animales de aquellos campos.Una maana que dormitaba nuestra serpiente junto a los restos de unpobre animalito que haba muerto momentos antes, por casualidad sepos a su lado una hermosa guila blanca que la mir con curiosidad.- Eh! Amiga reptil! -le grit- puedo devorar algunos pedazos de esecervato que tienes a tu lado?La serpiente, bruscamente despertada, irgui su cabeza llena de furorante la insolencia de la osada ave que as se atreva a dirigirle lapalabra y le contest con aire de desafo:- Si quieres comida, vete a buscarla! Acaso no te sirven de nada tu

    afilado pico y tus fuertes garras?- Me sirven de mucho -le contest el guila,- pero hoy no he visto unabuena presa desde las alturas, y tengo apetito!La serpiente se ri con ganas.- De manera -contest en el colmo del orgullo- que apelas a m parasaciar tu hambre? Es natural! Con esto me demuestras que yo valgoms que todos los seres de la tierra, y que mi poder es ilimitado e

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    insuperable! Ningn animal me ha vencido hasta hoy y todos merespetan y me temen!- Es verdad -contest el guila mirando a la serpiente desde lejos- medoy cabal cuenta de tu fuerza y de tu habilidad para arrastrarte ensilencio y sorprender a tus vctimas, pero... te falta algo para convertirte

    en la reina de la creacin!- Qu? -pregunt el repugnante animal, levantando su achatadacabeza.- Mis alas! -le respondi el guila, batiendo su plumaje, para dar msfuerza a sus palabras.- Es verdad! -exclam con amargura la serpiente.- Eso es lo queanhelo poseer, ya que con alas, dominara la tierra y los cielos!- Has intentado volar?- S, pero intilmente!- Desearas, hacerlo?- Dara la mitad de mi vida! -respondi el ofidio con un movimiento de

    sus ojillos brillantes.El guila supo sacar provecho de los anhelos fantsticos de suinterlocutora y prontamente dijo:- Pues... es fcil! Yo te ensear a volar, si me das los restos de tucomida!- Trato hecho! -contest la serpiente y dej que el ave saciara su vorazapetito.Una vez terminado el almuerzo, el guila inici sus difciles lecciones.- Mira -dijo- volar no es una cosa del otro mundo y slo consiste enperder el miedo al espacio! Todo es cuestin de audacia y buenavoluntad! Ya me ves a m! Antes no saba cernirme entre las nubes y

    ahora domino los cielos con mis alas! Procura hacer lo mismo ytriunfars!- Pero... cmo?- pregunt interesada la discpula.- Djame que te eleve entre mis garras y cuando estemos a muchosmetros de la tierra, te ensear como puedes quedarte en las alturas!La serpiente, en su deseo insano de pretender lo imposible, aceptciegamente el ofrecimiento y se dej elevar por el ave que muy prontola suspendi en los espacios sin lmites.- Te gusta? -le pregunt en un chillido.- Es maravilloso! -respondi la incauta. Ahora s que dominar almundo!

    - Bien -continu la improvisada profesora ahora debes aprender asaber caer!Y al terminar la frase abri sus garras y la serpiente, privada de sostn,se precipit a tierra, estrellndose en el duro suelo!- Este es mi cuento! -termin el consejero mirando detenidamente alalcalde.- El deseo de querer ser ms de lo se puede, perdi al orgullosoanimal, que ms tarde fue devorado por las alimaas que antes tanto lahaban temido!

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    El alcalde comprendi el significado del cuento y desde entoncessepar de su corazn su fatuidad y sus anhelos de dominio, paraproseguir por la vida, mansamente, alejando de s todo lo que pudieraconducirlo a pretensiones, vanidades y orgullos mal entendidos, que loprecipitaran sin remedio, al triste fin del repugnante reptil!

    El enanito de la llanura

    Don Juan el colono, era un hombre bueno, lleno de mritos, ya quedesde haca muchos aos labraba la tierra para alimentar a sunumerosa familia.Sus campos eran grandes y en ciertas pocas del ao, se cubran deverduras o de frutos, segn fuera el tiempo de las diversas cosechas,ayudado siempre por los brazos de su mujer y de sus hijos quetrabajaban a la par del jefe de la familia.

    Don Juan el colono viva feliz, y la vida se deslizaba sin dificultades,entre las alegras de los nios y las horas de trabajo que para l eransagradas.Muchos aos fue ayudado por la mano de Dios para levantar buenascosechas y de esta manera pudo ir acumulando algunos centavos, yaque el ahorro es una de las mayores virtudes que puede poseer unhombre que tenga hijos que atender.Pero, hete aqu que lleg la desgracia a las tierras del buen labrador,con la aparicin de una plaga de ratas que de la noche a la maana,convirtieron sus frtiles huertas en un desierto y sus hermosos frutalesen esquelticos ramajes sin una sola hoja que los protegiera.

    Don Juan el colono, se desesper ante tamaa desgracia y procur portodos los medios luchar contra tan temible enemigo, pero todo fue envano, ya que los roedores proseguan su obra de destruccin sinmiramientos y sin conmoverse por las lgrimas del humilde trabajadorde la tierra.Una noche, don Juan el colono, regres a su casa, muerto de fatiga porla intil lucha y sentndose entristecido, se puso a llorar en presenciade su mujer y de sus hijos que tambin se deshicieron en un mar delgrimas, al ver el desaliento del jefe de la familia.- Es el trmino de nuestra felicidad! -gema el pobre hombremesndose los cabellos.- He hecho lo posible por extirpar esta maldita

    plaga, pero todo es intil, ya que las ratas se multiplican de tal maneraque terminarn por echarnos de nuestra casa!La esposa se lamentaba tambin y abrazaba a sus hijos, presa de grandesesperacin, ante el desastre que no tena visos de terminar.En vano el pobre colono quem sus campos, envenen alimentos quedesparramaba por la propiedad e inund las cuevas de los temiblesenemigos que, en su audacia, ya aparecan hasta en las mismas

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    habitaciones de la familia, amenazando con morder a los ms pequeosvstagos del atribulado hombre.Don Juan el colono, tena en su hijo mayor a su ms fervientecolaborador. ste era un muchacho de unos catorce aos, fuerte ydecidido, que alentaba al padre en la desigual lucha contra los

    implacables devastadores de la llanura.El muchacho, de nombre Pedro, aun mantena esperanzas de triunfo, yse pasaba los das y hasta parte de las noches, recorriendo los surcos yapaleando enrgicamente a las bien organizadas huestes de ratas queavanzaban mostrando sus pequeos dientes blancos y afilados.Mas para el pobre nio tambin lleg la hora de desaliento y unanoche, al regreso de su intil tarea, se tir en su cama y comenz aderramar copioso llanto, presa de una amarga desesperacin.- Pobre padre! -gema el nio.- Todo lo ha perdido y ahora nos vemosarruinados por culpa de estos endiablados animalitos! Qu podremoshacer para aniquilar a tan temibles enemigos?

    - No te aflijas mi buen Pedro! -le contest una dbil voz, llegada deentre las sombras de la habitacin.El nio se irgui sorprendido y temeroso, ya que haba escuchadoclaramente las palabras del intruso, pero no lo distingua por ningunaparte.- No me ves? -volvi a preguntar la misma voz, con risa irnica.- No, y sin embargo te escucho, -respondi Pedro dominado por unmiedo invencible.- No te asustes, porque vengo en tu ayuda, mi querido Pedro -,volvi adecir la misteriosa voz. Mira bien en todos los rincones de tu cuarto yme hallars.

    El muchacho busc hasta en los grietas de la madera al intruso, perotodo fue intil y ya cansado volvi a pedir, casi suplicante:- Si eres el espritu del mal que llega para rerse de nuestra desgracia,te ruego que me dejes!- No soy el espritu del mal, sino, por el contrario, tu salvador! -lerespondi la voz, aun ms cerca.- Mira bien y me hallars.Pedro inici de nuevo la bsqueda, la que le dio igual resultado que lavez primera y presa de un pnico irrefrenable se dirigi a la puerta parademandar ayuda a su padre.- No te vayas! No seas miedoso! Estoy a tu lado! -escuchnuevamente.

    - Pero... dnde? Presntate de una vez!Una risa larga y sonora le respondi y acto seguido apareci la diminutafigura de un enano, sobre la mesilla de noche del muchacho.- Aqu me tienes! -dijo el hombrecito.- Ahora me puedes mirar a tugusto y supongo que te desaparecer el miedo que hace temblar tuslabios.

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    Pedro, en el colmo del asombro, contempl a su extrao interlocutor,que desde su sitio lo saludaba sacndose un enorme gorro color verdeque le cubra por entero la cabeza.Mudo de admiracin analiz al intruso. Era un ser humano,magnficamente constituido, de larga barba blanca, ojos negros,

    cabellos de plata y rosado cutis, vestido a la usanza de los pajes de loscastillos feudales de Europa, pero que no meda ms de trescentmetros de estatura, lo que le facilitaba ocultarse a voluntad de lasmiradas indiscretas.- Ahora ya me conoces! -dijo por fin el enanito, despus de largosilencio.- Te gusto?- Eres un hombrecillo maravilloso -respondi el nio.- Jams he vistouna cosa igual!- Como qu soy el nico ser, en la tierra, de tales proporciones!-respondi l visitante con una carcajada.- Cmo has podido entrar en mi cuarto?

    - Hombre! Para un ser de mi estatura, nada difcil es meterse encualquier parte!. He entrado a tu habitacin por la cueva de losratones!- Es extraordinario! -exclam Pedro, contemplando con ms confianzaa tan fantstico y diminuto visitante.- Aunque mi tamao es muy pequeo -continu el vejete,- mi poder esilimitado y ya lo quisieran los hombres que por ser de gran estatura, secreen los reyes de la creacin! Pobre gente!- continu con un dejo dedesprecio.- Viven reventando de orgullo y son unos mseros gusanosincapaces de salvarse si algn mal los ataca! Me dan lstima!- Y t, todo lo puedes?

    - Todo! Mi pequeez hace que consiga cosas que vosotros no podraislograr jams! Me meto donde quiero, s cuanto se me ocurre y atacosin que me vean!- Tienes mucha fuerza? -pregunt de nuevo el muchacho.- Mira! -respondi el enano y levant el velador, con una sola mano,rojo su semblante, como lo hubiera hecho un atleta de circo.Pedro gozaba admirado y sonrea ante el inesperado amigo, que subidopor uno de sus hombros, se colgaba de una de sus orejas.- Eres tan pequeo como mi dedo meique! exclamaba el chico sinquerer tocar al hombrecito por miedo de hacerle dao.- Pero tan grande de alma como Sansn! -le respondi gravemente el

    minsculo ser humano.Pedro lo contempl con incredulidad.- Qu puedes hacer con ese tamao?- Todo! Para ti ser difcil creerlo, pero dentro de muy poco tiempo telo demostrar!- De qu manera?- Ayudndote en tu lucha contra las temibles ratas de la llanura!- Sers capaz de eso?

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    - Capaz de eso y de mucho ms -respondi el enano ensanchando supecho.- Ya lo vers!- Tienes algn secreto o talismn misterioso?- Tengo el poder ilimitado de hacerme obedecer por los pequeosanimales de mis dominios!

    - Explcamelo todo! -dijo el muchacho mirando ahora con mayorrespeto al hombrecillo, que en aquel instante se haba sentado sobre lapalma de su mano derecha.- Es bien fcil! Con paciencia durante muchos aos, porque has desaber que cuento ciento cincuenta abriles, he dominado a las aves derapia y poseo un ejrcito bien disciplinado de caranchos y aguiluchosque slo esperan mis rdenes para atacar a los enemigos!- Es increble!- Pero exacto! La constancia es la madre del xito y yo he conseguidolo que ningn hombre de la tierra ha logrado!- Me ayudars entonces en mi lucha contra las ratas que han arruinado

    a mi padre?- A eso he venido! Maana, a la salida de sol, mira desde tu ventanalo que pasa en la llanura, y te asombrars con el espectculo! Y...ahora me voy! Tengo que preparar mis huestes para que no fracasenen la batalla! Maana volver a visitarte! Y diciendo estas ltimas palabras, descendi por la pierna delmaravillado Pedro y en pocos saltitos se perdi por una entrada deratones que haba en un rincn de cuarto.El muchacho, con entusiasmo sin lmites, corri a la alcoba de su padre,Juan el colono y le refiri la fantstica visita que haba tenido momentosantes.

    - Has soado! -respondi el labrador despus de escuchar a su hijo.-Eso que me dices slo lo he ledo en los cuentos de hadas!- Pues es la pura verdad, padre! -contest el chico.- Y si lo dudas,dentro de pocas horas, a la salida del sol, el hombrecillo me haprometido venir con su poderosas huestes de aves de rapia.Juan el colono se sonri, creyendo que su hijo haba tenido un alocadosueo y le orden volviese a la cama a seguir su reposo.Pedrito no durmi aquella noche y esper los primeros resplandores delda con tal ansiedad, que el corazn le lata en la garganta.Por fin apareci la luz por las rendijas de la puerta y el muchacho, talcomo se lo haba pedido el enanito, se puso a contemplar el campo

    desde su ventana, a la espera del anunciado ataque.Las mieses haban desaparecido por completo y en la tierra reseca sevean merodear millones de ratas que chillaban y se atacaban entre s.De pronto, en el cielo plomizo del amanecer, apareci en el horizontecomo una gran nube negra que, poco a poco, cubri el espacio como sicayeran otra vez las sombras de la noche.Esttico de admiracin, no quera creer lo que contemplaban sus ojos.

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    La nube no era otra cosa sino millones de aguiluchos y de chimangos ,que en filas simtricamente formadas, avanzaban en vuelo bajo lasnubes, con admirable disciplina, precedidos por sus guas, aves derapia de mayor tamao que les indicaban las rutas a seguir!Pedro, ante el extraordinario espectculo, llam a sus padres a grandes

    gritos; acudieron stos y quedaron maravillados tambin de las escenasfantsticas que contemplaban.De pronto, como si el ejrcito de voltiles cumpliera una ordenmisteriosa, se precipitaron a tierra con la velocidad de un rayo y enpocos minutos, despus de una lucha sangrienta y despiadada, noqued ni una rata en la llanura!- Es milagroso! -exclamaba Juan el colono abrazando a su hijo.- Tuamiguito el enano ha cumplido su palabra. Ahora s creo en lo que mecontabas, querido mo!La batalla mientras tanto, haba terminado y las aves iniciaban laretirada en estupendas formaciones, dejando los campos del

    desgraciado labrador limpios de los temibles enemigos que tanto mal lehaban causado.A la noche siguiente, Pedro esper a su amiguito salvador, elhombrecillo de la llanura, pero ste no lleg y el muchacho, desdeentonces, todas las noches lo aguarda pacientemente, en la seguridadde que alguna vez tornar a su cuarto y se sentar tranquilamente en lapalma de su mano, para conversar de mil cosas portentosas, imposiblesde ser llevadas a cabo por los hombres normales que se decepcionan alprimer fracaso.

    El cndor de fuegoPues bien... vais a saber ahora la verdica leyenda del Cndor de Fuego,que segn algunas personas de la regin, vivi hace muchsimos aosen los ms altos picos de la cordillera de los Andes.En aquellos tiempos, trabajaba en los valles frtiles de Pozo Amarillo,junto a la enorme mole de piedra que se alarga desde Tierra del Fuegohasta Amrica Central, un hombrecillo anciano ya, pero no por eso

    menos activo que los jvenes de giles brazos.Este hombre se llamaba Inocencio y era descendiente de uno de losbravos espaoles que llegaron a estas tierras en la expedicin deFrancisco Pizarro.Sus hbitos eran sobrios y sosegados y su vida se limitaba a trabajar ya guardar algunos centavos por si la desgracia le pusiera en camaenfermo.

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    Vecino a Inocencio, viva otro hombre de nombre Jenaro, cuidador devacunos y a veces buscador de oro entre los misteriosos vallesescondidos en la gran cordillera.Jenaro, al contrario de Inocencio, era un hombre ambicioso, que todo losupeditaba al oro, capaz de cometer un desatino, con tal de conseguir

    cuantas riquezas pudiera.Para el bueno de Inocencio, Jenaro era un insensato, pero no llegabams all su opinin, porque su alma se rebelaba a creer que existieranperversos en el mundo.Una tarde que Inocencio volva de sus trabajos en las cumbres,encontr cada junto a una roca, a una pobre india vieja que se quejabamuy fuerte de terribles dolores.- Pobre anciana -exclam nuestro hombre y levantndola del durosuelo, se la llev a su choza, donde la atendi lo mejor que pudo.La india se encontraba muy mal por una cada en los cerros y bienpronto, ante la angustia de Inocencio, le comenzaron las primeras

    convulsiones de la muerte.Inocencio se afligi mucho por la desgraciada y slo atinaba a llorarjunto a la anciana que pareca sumida en un profundo sopor.De pronto, los ojos de la india se abrieron y, luego de pasearlos por lachoza, se fijaron en Inocencio con marcada gratitud.- Eres muy bueno, hermanito de las cumbres le dijo en un suspiro,- thas sido el nico hombre, que al pasar por el camino, se ha apiadado dela pobre Quitral y la ha recogido! Por tu bondad, mereces ser feliz ytener tantas riquezas que puedas dar a manos llenas a los necesitados!- Yo soy dichoso con mi vida, viejecita -respondi Inocencio.- para m, lamayor riqueza consiste en la tranquilidad espiritual!

    - Es verdad -repuso la aborigen con voz entrecortada,- pero no esmenos cierto que si pudieras disponer de grandes cantidades de oro,muchos menesterosos tendran ayuda y paz!- Quiz tengas razn, pero de dnde sacara el oro que dices?- Yo te lo dar!- T? Una pobre india.- Las apariencias engaan muchas veces, hijo mo -contest la ancianasonriente.- Yo siempre he vivido miserablemente, mas poseo el secretode la cumbre y s dnde anida el codiciado Cndor de Fuego!- El Cndor de Fuego! exclam Inocencio, con el ms grande estupor, alrecordar una leyenda antiqusima que le haban narrado sus padres.-

    Entonces... es cierto que existe?- Es cierto... yo lo he visto... yo estuve a su lado!- Dime, cmo es?- Es un cndor enorme, cuatro veces mayor que los comunes y suplumaje es totalmente rojo oro, como los rayos del sol! Su guarida estsobre las nubes, en la cima ms alta de nuestra cordillera y es elguardin eterno de la entrada de los grandes tesoros del ReyTihaguanaco, jefe de mi raza, hace miles de aos!

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    Inocencio no sala de su asombro y escuchaba tembloroso la interesantenarracin de la anciana.- Yo soy la ltima descendiente de esa raza de hroes, que se extinguihace muchos siglos! -continu la india.- En las cumbres he estado muycerca de la guarida del Cndor de Fuego y he vivido en su compaa

    durante casi dos siglos, mantenida por el hermoso animal, quedescenda a los valles solitarios para llevarme alimentos! Muchas ymuchas veces he entrado en las enormes cavernas donde duerme elmaravilloso tesoro! Cuando lo veas, creers volverte loco! All seencierran ms riquezas que todas las que hoy existen en el mundoconocido, y con ellas tendrs dinero suficiente para alimentar y hacerfelices a todos los menesterosos de la tierra!- Ser posible? -exclam Inocencio en el colmo del estupor.- T mismo te cerciorars de lo que digo -contest la india suavemente.-Esos tesoros, por una tradicin de mis antepasados, debern caer enmanos de un hombre bueno, de vida acrisolada y de sentimientos

    nobles como los del mismo Dios! Ese hombre tendr como nicaobligacin, recorrer el mundo repartiendo felicidad a los necesitados,edificando hospitales, asilos, colegios, sanatorios, y todo lo que seaposible en favor de la humanidad enferma o desgraciada! Y... esehombre, que tantos aos busqu, ya lo he encontrado, casi a la hora demi muerte! Ese hombre eres t, Inocencio!- Yo?- S! T!- Cmo puedes saber que soy bueno, si apenas me conoces!- La sabia Quitral nunca se equivoca y tiene la virtud de leer la verdaden los ojos de los mortales.

    - Entonces... me dirs dnde se encuentra el Cndor de Fuego?- S... te lo dir, pero con una condicin!- La que quieras! -exclam el maravillado Inocencio.- Me jurars cumplir con los deseos de mi raza! Ese dinero nunca serempleado en armas, ni en campaas guerreras que son el azote de loshumanos, ni ser la base de ninguna maldad! Ese dinero, se teentregar para el bien y la paz de todos los mortales! Me lo juras?- Te lo juro! -exclam el hombre con gran emocin.- Bien... ahora, escucha! La voz de la india se iba debilitando pormomentos y su mirada se fijaba insistentemente en las pupilas deInocencio.

    Continu:- En mi dedo meique de la mano derecha, tengo un anillo con unapiedra verde, y sobre mi pecho cuelga de una cadena, una diminutallavecita de oro. El anillo te servir para que el Cndor de Fuego tereconozca como su nuevo amo, y te cuide y te gue hasta la entrada detesoro... la pequea llavecita es la de un cofre que est enterrado en lasladeras del Aconcagua, la enorme montaa de cspide blanca, dentrodel cual encontrars el secreto para entrar a los sagrados sitios donde

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    se halla tanta riqueza! Cuando yo muera ... entirrame simplemente junto a tu choza y emprende el camino de las cumbres! Algn davolar sobre tu cabeza el hermoso Cndor de Fuego; no le temas ycumple mis rdenes! Ya te he dicho todo... ! Me voy tranquila, al lugarmisterioso donde me esperan mis antepasados.

    Y diciendo estas ltimas palabras, la vieja india cerr los ojos parasiempre.Mucho llor Inocencio la muerte de tan noble anciana y cumpliendo susdeseos, la enterr modestamente junto a su cabaa, despus de sacarleel anillo de la piedra verde y la llavecita que guardaba sobre su pecho.Al otro da empez su largo camino, en procura del Cndor de Fuego.Pero la desgracia rondaba al pobre Inocencio. El malvado Jenaro, quesolapadamente haba escuchado tras de la puerta de la cabaa laspalabras de la india, acuciado por una terrible sed de riqueza, no vacilni un segundo en arrojarse como un tigre furioso sobre el indefensolabrador, hacindole caer desvanecido.

    - Ahora, ser yo quien encuentre tanta fortuna! -exclam el temibleJenaro al ver a Inocencio tendido a sus pies.- Ser inmensamente rico yas podr dominar al mundo con mi oro, aunque haya de sucumbir lamitad de la humanidad.Su fiebre de poder lo haba convertido en un loco y sus carcajadasresonaban entre los pasos de la montaa, como si fueran largoslamentos de muerte.Ansioso, Jenaro quit el maravilloso talismn de la piedra verde aInocencia y olvidando la pequea llavecita continu el camino, sinpensar en el grave error que cometa.Muchos das despus, casi ya en las ms altas cumbres de la montaa,

    record la diminuta llave, pero no hizo caso, ya que se imaginaba quede cualquier manera podra entrar a la caverna del tesoro, con la ayudadel Cndor de Fuego.Una tarde que cruzaba un valle solitario, escuch sobre su cabeza elfurioso ruido de unas enormes alas. Mir hacia los cielos y vio conasombro un monstruoso cndor que desde lo alto lo contemplaba consus ojos llameantes.- Ah est! -exclam el malvado.El fantstico animal era imponente. Su cuerpo era cuatro veces mayorque los cndores comunes y, su plumaje, rojo oro, pareca sacado de untrozo de sol. Sus garras enormes y afiladas, despedan fulgores

    deslumbrantes como si fueran hechas de oro. Su pico alargado y rojo seabra de cuando en cuando, para dejar pasar un grito estridente queparalizaba a todos los irracionales de la montaa.Jenaro tembl al verlo, pero, repuesto enseguida, alz su mano derechay le mostr al Cndor de Fuego el precioso talismn de la piedra verde.El carnicero gigantesco, al contemplar la misteriosa alhaja, detuvo suvuelo de pronto y se qued como prendido en el espacio. Despus,lanzando un graznido ensordecedor, cay de golpe sobre Jenaro y

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    tomndolo suavemente entre sus enormes garras lo elev hacia loscielos con la velocidad de la luz.El malvado se sinti sobrecogido de miedo, creyendo que le haballegado su ltima hora y cerr los ojos ante el inmenso abismo que seextenda a sus pies.

    Los valles, los ros y las mismas cumbres, desde tan prodigiosa altura, leparecan pequeas cosas de juguete y pensaba aterrorizado que si eltemible animal lo dejaba caer, su cuerpo se estrellara entre los riscos ysu muerte sera espantosa.Pero nada de esto sucedi. El Cndor de Fuego lo transport por losaires, en un viaje de varias horas, hasta que, casi a la cada del sol,descendi con velocidad fulmnea sobre las mismas cumbres de laenorme montaa llamada del Aconcagua. Haban llegado.El corazn del miserable palpitaba emocionado, al darse cuenta de queestaba muy cerca del codiciado tesoro que le hara el ms poderoso dela tierra.

    El Cndor de Fuego, una vez que lo abandon, se detuvo junto a l y locontempl como esperando rdenes. El anillo de la piedra verdecumpla la misin de obligar a la terrible ave a servir de gua y guardinde su poseedor. Jenaro, ms tranquilo, mir el punto en donde lo haba dejado elmonstruo y vio muy cerca, casi al alcance de su mano, una enormeentrada de caverna, escondida en las nubes eternas.- Ah es! Ya el tesoro es mo! -grit el codicioso, elevando su frente congestos de loco.- Ahora el mundo temblar con mi poder sin lmites!En pocos pasos estuvo a la entrada de la misteriosa profundidad, pero...se encontr con que sta se hallaba cerrada por una gran puerta de

    piedra, llena de inscripciones indescifrables.- Cmo har para abrirla? -se preguntaba Jenaro impaciente.- Lallavecita olvidada hubiera sido el remedio, pero... me ingeniar paraentrar!Tante la puerta y perdi sus esperanzas, al darse cabal cuenta de queni millares de hombres hubieran podido franquear tan gigantesco trozode granito.- Lo har saltar con la plvora de mis armas! dijo sin meditar lasconsecuencias de su accin. Y acto seguido se puso a juntar todo elpolvo explosivo de sus cartuchos hasta fabricar una pequea mina, queenseguida coloc bajo la majestuosa entrada.

    Mientras tanto, el Cndor de Fuego, lo contemplaba en silencio desdemuy cerca, y sus ojos refulgentes parecan desconfiar del nuevoposeedor de la alhaja, ya que de tiempo en tiempo brotaban de sugarganta graznidos amenazadores.Jenaro, sin recordar al monstruo, e impulsado por su codicia sin lmites,prendi fuego a la mecha y muy pronto una terrible explosin conmovila montaa.

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    Miles de piedras saltaron y la enorme puerta que defenda el tesoro de Tihaguanaco cay hecha trizas, dejando expedita la entrada a lamisteriosa y obscura caverna.- Es mo! Es mo! -grit el demente entre espantosas carcajadas, perouna terrible sorpresa le aguardaba.

    El Cndor de Fuego, el eterno guardin de los tesoros que indicara laindia Quitral, al darse cuenta de que el poseedor de la piedra verdedesconoca el secreto de la llave de oro, con un bramido que atron elespacio, cay sobre el intruso y elevndolo hasta ms all de las nubes,lo dej caer entre los agudos riscos de las montaas, en donde elcuerpo del malvado Jenaro se estrell, como castigo a su perversidad ycodicia.Desde entonces, el tesoro del Cndor de Fuego ha quedado escondidopara siempre en las nevadas alturas del Aconcagua, y all continuarpor los siglos de los siglos, custodiado desde los cielos por el fantsticomonstruo alado de plumaje rojo oro como los rayos del sol.

    Las andanzas del gauchito Coliflor

    El gauchito Coliflor, era un pintoresco habitante de la pampa en dondetena su pequea morada.Su estatura no era mayor que la de un nio de diez aos, pero su edadera mucha, ya que al decir de quienes lo trataban desde tiempospasados, el gauchito Coliflor era un hombre de ms de cincuenta aos.Por toda propiedad tena un caballito enano, de gran mansedumbre yde hermoso aspecto, siempre lustrosas sus ancas y bien trenzado su

    crin renegrido y brillante.Su apero o montura gaucha, era de un valor incalculable, ya que en ellase vean virolas de oro y plata, riendas con adornos del mismo metal yestribos resplandecientes de inmenso valor.Toda la comarca envidiaba al gauchito Coliflor, que sin tener haciendasni campos ni otras propiedades, viva como un rey en la inmensasoledad de la verde llanura.En su cintura, sujetado por un cuero cubierto de monedas de oro,ostentaba su afilado facn, alargada arma de aguda punta, que enmanos de nuestro diminuto personaje era temible, segn los colonos deaquellos contornos.

    Muchas leyendas se narraban del gauchito Coliflor, y hasta seaseguraba que haba librado ms de un encuentro con hombres demayor estatura, y que siempre haba salido victorioso de los singularescombates, quizs ayudado por alguna bruja endemoniada e invisible,que lo protega y lo amparaba para que prosiguiera su vida misteriosa yaventurera.

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    Lo cierto es que nadie se acercaba a su guarida y hasta los indios, esostemibles merodeadores del desierto, no se atrevan a dejarse ver porlos contornos de la tapera que le serva de albergue.Cierta vez desapareci de las casas de una estancia, una hermosamuchacha de nombre Clorinda y la alarma por el rapto fue general, ya

    que en otras ocasiones haban desaparecido de la comarca nias ynios que nunca ms se volvieron a ver.Todos los colonos se reunieron para efectuar una batida con deseos dehallar el misterioso delincuente y regresaron a sus viviendas dasdespus sin haber dado con el ms leve rastro que les indicara elescondite del invisible raptor.Pero, lo que para los dems haba sido motivo de temor y de misterio,no lo fue para un nio, hermano de Clorinda, que ante la desgracia detan dolorosa prdida se impuso la obligacin de buscar solo, algunashuellas que lo orientaran hacia el lugar donde se hallaba la hermosamuchacha.

    Das y das vag por las inmensas soledades de la pampa, tras de algnindicio y nadie se salv de su peticin de ayuda. El nio, desesperado,acudi a todas las fuentes informativas sin conseguir ningn dato de lamisteriosa desaparicin.El tero que encontr en su camino le respondi que nada haba visto; elzorro a quien lleg confiando en su vivacidad, tambin te dijo quedesconoca el paradero de Clorinda; el veloz corredor de los desiertos,el and, nada supo responderle, y as prosigui, hasta que una noche,fatigado, se ech al amparo de un omb, para llorar su desesperacin eimpotencia.En esta triste situacin estaba, acostado contemplando las estrellas,

    cuando se le aproxim un pequeo tucutucu, es decir, un ratoncillo delcampo, que as lo llaman por su extrao grito muy parecido a sunombre, el cual, llegando hasta su odo, le dijo muy quedo:- Soy el tucutucu! Escucha!- Habla! -le respondi el nio incorporndose lleno de esperanzas.- Conozco tu desgracia -prosigui el roedor mirndolo con su ojillosredondos y vivaces;- tu hermanita Clorinda ha desaparecido y yo squin la tiene!- Quin? -demand el muchacho ansiosamente.- El gauchito Coliflor, que no es sino un temible brujo de la pampa!- No puede ser! -respondi Rudecindo, que as se llamaba el nio.- El

    gauchito Coliflor es un enano inofensivo!El tucutucu se ri por lo bajo y contest con sorna:- Qu sabes t! Nadie conoce las andanzas de ese bandido, porquesabe ocultarlas. El matrero est protegido por sus hermanas, lasarpas, que son las temibles brujas del desierto que todo lo pueden, ypor esto siempre sale victorioso de sus fechoras. Pero... nosotros lostucutucu, aguardamos el da en que alguien ms poderoso que l nossepa vengar de todos los agravios que nos ha inferido.

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    - Os ha hecho dao? -pregunt Rudecindo.- Mucho! El gauchito Coliflor vive en un rancho del desierto, pero lo quetodo el mundo ignora es que ese rancho, bajo el suelo, tiene unamisteriosa galera que se interna hasta lo ms hondo de la tierra, endonde mora el maldito acompaado de sus hermanas las brujas.

    - Ser posible?- Lo juro! -contest el roedor con firmeza. Nosotros los animales delcampo que vivimos bajo de tierra, nos hemos visto desplazados poreste invencible enano, que sin miramientos nos ha robado el subsuelo,dejndonos a la intemperie, en donde seguramente moriremos todos defro.El muchacho estaba asombrado. No era para menos! Quin hubierapensado que el inofensivo gauchito Coliflor, fuera tan terrible enemigoy, sobretodo, que estuviera en contacto con las horribles y siempretemidas brujas de la llanura!- Sabes dnde est? -pregunt angustiado.

    - S, lo s! -respondi el tucutucu con voz apagada.- Pero... no grites,que el gauchito Coliflor, segn dicen, cuando quiere se hace invisiblepara saber cuanto es necesario a sus endiablados planes!Rudecindo se sobresalt por la advertencia y mir con temor a todoslados, no viendo ms que sombras y campo desierto.- Sabes cmo se encuentra mi hermanita? -volvi a preguntar.- No creo que est bien! El maldito matrero rapta a las chicas parasacrificarlas a sus temibles dioses!- Entonces... mi pobre Clorinda est perdida! -gimi Rudecindo con unsollozo.El tucutucu lo mir detenidamente y luego repuso con voz de bajo

    profundo:- No desesperes! Tu hermana an no ha muerto! La fiesta del fuego enla que ser sacrificada, comenzar dentro de diez horas.- Pero... cmo podra llegar hasta ella y salvarla? De qu medios mevaldr para bajar hasta las profundidades de la tierra? Imposible!Imposible! -Y el pobre muchacho se puso a llorar copiosamente.El tucutucu pareci conmoverse ante la desesperacin de Rudecindo, yluego de una corta pausa le dijo, acaricindolo con su patita:- Oye, Rudecindo... a nadie debes comunicar lo que vas a escuchar yver! Me lo juras?- Te lo juro! -contest el muchacho.

    - Pues bien, fo en tu palabra y te ayudar. Recuerda lo que voy adecirte. Tengo un pelo en mi colita que es mgico y quien lo encuentrepodr conseguir tres cosas, sean cuales fueren. El hada del campo, medot cierta vez de esa virtud sobrenatural, tocndome con su varita deluz. Si quieres hacer la prueba de luchar contra Coliflor, elige uno de mispelitos y vete a buscarlo. Si el pelito elegido es el que posee las tresgracias del hada, podrs recuperar a Clorinda y dar muerte al gauchitobandido y si fracasas en tu eleccin, sers t el que morirs. Aceptas?

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    - S! -respondi Rudecindo sin vacilar.- Pues bien -prosigui el tucutucu, aqu tienes mi colita y quiera tusuerte que sepas elegir el pelo mgico que os salvar a ti y a tuhermana.El pobre muchacho vio junto a sus ojos la diminuta cola del roedor y al

    contemplarla cubierta de pelos, su turbacin fue tan grande que nosupo qu hacer.- Posees un milln de pelitos! -exclam.- Ya lo, s! Lo que quiere decir, que tienes en tu favor, slo unaprobabilidad contra un milln. Anda; elige y que la suerte te favorezca.Rudecindo no vacil ms y alargando la mano arranc nerviosamenteun pelo del parlanchn tucutucu.- Aqu lo tengo! -exclam.- Ya lo s, porque me ha dolido -respondi el animalito.- Ahora,gurdalo como si fuera un tesoro! Si cuando necesites ayuda la pides yte la dan, ser porque el pelo es el mgico y si nadie responde a tus

    demandas, habrs tenido poca fortuna en la eleccin y morirs sinremedio.- Est bien! Seguir luchando para hallar a mi hermanita y, si puedo, yel hada de los campos me protege, dejar sin vida al temible gauchitoColiflor.No haba terminado de decir Rudecindo las ltimas palabras, cuando elroedor, despus de dedicarle una sonrisa y un gesto amistoso dedespedida, se perdi entre las sombras y el solitario muchacho,guardando el casi invisible talismn de la cola del tucutucu, se levantanimado por nuevos bros y prosigui la marcha por el desiertomisterioso.

    Pasadas algunas leguas, divis a lo lejos la humilde cabaa del gauchitoColiflor y sin temores, avanz resueltamente, preparando sus armas ydecidido a dar la cara al temido enemigo.- Si puedo, lo matar y recuperar a mi hermana! -deca por lo bajo elbravo Rudecindo, mientras se acercaba a la lgubre morada.A los pocos minutos lleg a ella y no percibiendo a seal alguna de vidaen su interior, resolvi penetrar, lo que hizo, no sin antes encender unaantorcha para ver bien por donde caminaba.El rancho del gauchito Coliflor era pequeo y nada haba en su interiorque pudiera ser motivo de sorpresa. Una mala cama, una silla vieja ycolgados sobre las paredes de barro, algunos aperos, riendas,

    boleadoras y otros tiles de campo.- Me habr engaado el tucutucu? -murmur Rudecindo entre dientes.Ya iba a retirarse de la solitaria choza, decepcionado y contrito, cuandorecord que tena escondido en su pauelo el pelito de la cola delroedor.- Ver si he tenido suerte en la eleccin -dijo el muchacho y tomando eltalismn entre sus dedos, exclam en voz alta:- Pelito maravilloso

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    del rabo del roedor,si eres mgico, pelito,hazme tu primer favor.Rudecindo esper unos segundos despus de la rimada splica,angustiado y curioso por saber si haba tenido suerte en la difcil

    seleccin y cul no fue su asombro al contemplar algo insospechado.Casi junto a sus pies se abri de pronto un enorme agujero, por el quedivis una larga escalera de piedra que se perda en las profundidadesde la tierra.- Es maravilloso! -exclam.- El pelito que tengo entre mis dedos es elmgico!Y acto seguido apag su antorcha y empez a descender, en medio delas mayores tinieblas, la escalera que lo iba introduciendo en el mismocorazn del mundo.- Esto es interminable! -deca de rato en rato, al ver que la escalerapareca no tener fin.

    De pronto escuch a lo lejos un gran ruido, como de miles de tamboresque suenan acompasadamente, y el murmullo de muchas voces queentonaban un cntico extrao.- Estoy llegando -dijo con verdadero temor. Qu ser lo que existe allabajo? -Y, sin decir ms, prosigui el descenso con las mayoresprecauciones, mientras se arrojaba al suelo para no ser visto por losmisteriosos habitantes de las profundidades terrestres.De pronto sus ojos se cerraron ante una luz potente como la del sol, quealumbraba una sala de unos cien metros de largo, en la que contempllo ms extraordinario que haya visto criatura humana.En un trono de piedra, se hallaba sentado el gauchito Coliflor, vestido

    con su indumentaria criolla, teniendo en la mano derecha un granbastn de mando, del que brotaban rayos enceguecedores. A sualrededor, diez viejas esquelticas de caras horribles y narices corvascomo el pico del loro, estaban sentadas en las gradas del trono, y frentea este monarca extraordinario, cien criaturas deformes con ojosllameantes como los de los gatos, bailaban una danza extraa alcomps de unos enormes tambores batidos por cincuenta hombrecillosde tez roja y arrugada.Rudecindo, en los primeros instantes, qued paralizado por el miedoante la fantstica visin, pero bien pronto volvi a su cabal juicio, aldistinguir en un rincn, sujetas con gruesas cadenas, a varias

    muchachos, entre las cuales estaba su querida hermana Clorinda.- Por fin! Por fin te he hallado! -grit con toda la fuerza de suspulmones, corriendo hacia donde estaba la cautiva, sin meditar latemeraria imprudencia que cometa, ya que el gauchito Coliflor,ponindose en pie sbitamente en su ptreo trono, orden con vozpotente que dieran muerte inmediata al intruso.

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    Los cien demonios bailarines se lanzaron contra Rudecindo, con sus ojosllameantes y enseando unos dientes mayores que los de los tigres, conel propsito criminal de acabar con l.El muchacho se dio cuenta del peligro que corra y volvindose para darel pecho a sus atacantes, tom otra vez su pelito y dijo en voz baja

    mientras lo elevaba por encima de las cabezas de los monstruos:- Pelito maravillosodel rabo del roedor,si eres mgico, pelito,hazme un segundo favor.La respuesta fue instantnea.Un fuerte trueno retumb en la lgubre caverna y la tierra tembl en talforma, que las paredes comenzaron a derrumbarse con gran estruendo,aplastando a los demonios de ojos de fuego, que huan en todasdirecciones presas de un pnico sin lmites.Las brujas gritaban enloquecidas por tan espantoso terremoto y fueron

    tambin cayendo una por una, conmocionadas por losdesprendimientos de tierra que amenazaban con matar a todos,inclusive a Rudecindo y las cautivas.El gauchito Coliflor, gua y dominador de las brujas de la llanura, fuetambin sepultado entre los escombros, lanzando gritos de impotencia,hasta que su voz se extingui para siempre, terminando con susandanzas tan misterioso fenmeno.Pero Rudecindo se vio abocado a un peligro mucho mayor de los quehaba pasado. El derrumbe se le acercaba y cuando la muerte casi iba adar fin a su corta existencia, en unin de las aterrorizadas muchachas,record el estupendo tesoro que posea y apel a su ltima gracia:

    - Pelito maravillosodel rabo del roedor,si eres mgico, pelito,hazme tu tercer favor.El talismn tampoco fall en la demanda final, y abrindose la tierra enun camino esplndido de luz, dio paso a Rudecindo, Clorinda y lasdems cautivas, hacia la superficie terrestre, a donde llegaron muypronto, elevados por una fuerza desconocida que los impela como sifuera una potente rfaga de viento.Al pisar de nuevo la pampa, el pozo se cerr junto a ellos, sepultandopara siempre al gauchito Coliflor, sus malditas brujas y los terribles y

    feos habitantes de las profundidades de la tierra.Clorinda y las nias fueron entregadas a sus respectivos padres y elbravo Rudecindo se convirti desde entonces en el muchachoinvencible, que haba conseguido triunfar sobre tan espantososenemigos, ayudado por el mgico pelito del buen tucutucu, que al finalpudo saberse que era la hermosa Hada de la Pampa, quien paraacercarse al decidido muchacho se haba convertido por unos instantes

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  • 8/6/2019 Cuentos de Hadas Argentinos

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    Cuentos de hadas argentinos Annimo

    en el simptico y hablador animalito, que esconda en su diminuta colael pelito encantado, entre un milln de ellos sedosos y brillantes.

    La roldana maravillosaEn una humilde casa de campo, vivan, cierta vez, dos hermanasllamadas Rosa y Cristina.Rosa por ser tan bella como la flor de su nombre era la mimada de suspadres y para ella eran todos los regalos, todos las fiestas y todas lasdichas de la vida.Cristina, por el contrario, era una nia humilde y dcil que haba sidoabandonada del corazn de sus padres y slo la utilizaban en la casacomo sirvienta, ordeando las vacas por la maana, haciendo la comidaal medioda, fregando los platos, lavando la ropa de todos y dando de

    comer a las aves que cacareaban en los corrales.Tan injusta era la diferencia, que el vecindario estaba indignado y lashabladuras llegaron hasta los ms apartados rincones de la aldea.Rosa, como es natural, pronto tuvo un novio rico y buen mozo, tanorgulloso e intil como ella, con lo que colm la ambicin de los padres,que crean a la nia, por su belleza, como el astro de la fa