Cuentos de Clinton Ramírez, Illán Bacca

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Serie de cuentos por parte de los narradores Ramón Illán Bacca y Clinton Ramírez.

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~RAMON ILLAN BACCA

G VILLERM o HENRI Q VEZCLINTON RAMIREZ

TRES PARA UNA MESA(CUENTOS)

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EDICIONES LA CIFRA '-{"111991 ,';jib::I

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Primera edición: diciembre de 1991

Carátula: diseño de Margarita María Gómez"Paisaje interior" del pintor Jaime A.Correa

Impreso y hecho en Colombia porEditorial Lealon. Medellin

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y que nosotros, a nuestra manera, ha-gamos de la reunión presente banquetede palabras.

Platón

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A: Germán Vargas.~

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INTRODUCCION

Tres para una mesa, son los invitados a parti-cipar en esta aventura editorial bautizada por Clin-ton Ramírez C.

Tres escritores nacidos en el antiguo ámbitode la Zona Bananera del Magdalena, región alnorte de Colombia, más conocida universalmentecomo Macondo.

Aunque pertenecientes a generaciones distintas,todos a la vez muestran unas características fácil-mente asimilables a estética común, factor de co-hesión basado en la utilización de atmósfera a y sen-sibilidades afines.

Se presentan en este libro juntos, en tácito ho-menaje a su amigo y mentor Germán Vargas, re-cientemente fallecido. Pero por demás, como cer-teros diseccionadores de su realidad.

G. H.

Barranquilla, mayo de 1991.

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DON GERMAN

Así lo llamaban. Título de dignidad que élmerecía en justicia, por su nobleza de espíritu. Pe-ro siempre insistió -sin conseguirlo- en que nole sumaran el Don. El era un ser que poseía mu-chos dones: el de la amistad sincera, el de la maes.tría bondadosa, el del consejo transparente, el dela gracia espontánea.

En Ciénaga él sentía fltlir de una manera es-pecial sus afectos y por ello era la tierra dondetransitaba sin el Don. Siempre recordaba que en laantigua hacienda cienaguera de "Papare" habíavivido por mucho tiempo uno de sus más queridosancestros. Amaba ese pedazo de mar Caribe queen nuestras playas tiene un indefinible color pro-vocado por la afluencia de ríos que bajan de laSierra Nevada. Respiraba el encantamiento de lascalles, las antiguas casas de acentuado estilo re-publicano y el Templete de lá Plaza del Centena-rio, cuyos planos hizo el padre del admirado AlejoCarpentier. Disfrutaba nuestras tenidas donde nun-ca faltaban las historias de los fantasmas que se-gún Gabito en Ciénaga aparecen a plena luz deld.ía (a veces los mismos fantasmas no faltaban. ..Como aquel de Remedios.la bella -o Rosario Ba-rranco en la vida real- que le saludaba apagán-

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dole los focos de la estancia). Por todas partes ,veíamos al Nene Cepeda: sus relatos y los aconte-cimientos cotidianos se enlazaban entrañablemen-te en los corazones. Recordábamos a sus antiguoscontertulios: Pedro Bonett y Armando BarramedaMorán. Y el ron caña, la literatura y el afecto co.rrían parejos.

Era que cuando Germár llegaba a Ciénaga sedesataban los hechizo;sd'e esta ciudad, que al de-cir de Cepeda ,"ese¡l..único sitio que conozco dondeel tiempo, obedie*te.. ,a los relojes, se mueve encírculos y no ~acia adf?;lante como en todas par-:-tes". '

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Un 10 de julio de 1983 Germáff bautizó elGrupo de Ciénaga y desde entonces sentimos quenos ha entregado el bastón tallado en la primeramitad del siglo p~:r ~o~.ahora legendarios miem~ ibros del Grupo de Barra~quilla. Nombres .como [los de Guillermo Henríquez y Clinton Ramírez,a los que se suma ese otro hijo adoptivo de Cié-naga que es Ramóff .Illán Bacca, ,~emuestran porqué Germán sintonizó tan ,fluidamente su espíritucon nosotros..

...'"Nunca olvidaremos l~s conversaciones cQn Gér-

r,nán llena~ d,e ft~~es G~,rtas y, sil~ncios. 4ma~a aestos como nrngun(). Y a traves de ellos ensenabaque la literatura ?o sólo s~ con~truye con pala-bras. ' ;

, Para él va dedicado este libro con los mejo-res cuentos de tres; escritores que le quisieron in-mensamente.

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Para Germán, el maestro y amigo, va este tes-timonio atribulado de quien en muchas mesas (deconferencias, recitates, lecturas de cuentos, bebi-das y comidas) le sirvió de acompañante.

Javier Moscarella

Ciénaga, junio de 1991.

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RAMON ILLAN BACCA

(Santa Marta, 1938), abogado. Nunca ha ejercido sUprofesión. Dirigió en compañía de otros, el famoso "Su-plemento del Caribe", de Barranquilla por espacio demás de un lustro, donde adelantó una encomiable laborde difusión de las letras costeñas y sus principales crea-dores, luego del "boom" García Márquez. Es profesorde la Universidad del Norte, de Barranquilla.

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EN LA GUERRA NO HAYMANZANAS

Abandonó una de las ventanas que daban alpresuntuoso jardín (un surtidor sin uso por lomenos una década, un palo de grosella, el árbolpipón y algunas trinitaria s y cayenas recostadasa algo que debió ser columna, no lograban darleese nombre) y decidió pasar al comedor, en unaincursión prohibida a la alacena donde escondíanel pan, pero cuando su mirada topó el bodegóncolgado a la pared, no pudo reprimirse, y mos-trando al enemigo su posición al descubierto, pre-guntó:

Abuela, ¿por qué no me das manzanas. ..?

Fue u:n violento tirón a la realidad para ellaque en este momento odiaba al primer ministrpinglés, porque se opuso al matrimonio de Williscon el Rey, y precisamente ahora, cuando losamantes lograban escaparse de la oscuridad pú-blica, para ir a bañarse en las playas de Yugoes-lavia, aparece esta pregunta impertinente y mi}veces respondida. Cerró la revista "Para ti" y conun tono de voz donde la rabia se deslizaba le di-

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jo: ¿Cuántas veces te lo he dicho, estamos en gue-rra, y en la guerra no hay manzanas; acaso hablo. 1, ?en mges y volvió Eduardo de Windsor a agarrarse de

manos con Wallis, Simpson, pero ya no era lo mis-mo, se había puesto furiosa por la interrupcióny esa no es la mejor forma para leer una historiade amor.

Benjamín comprendió que había cometido ungrave error, ahora quedaría bajo la mirada per-manente de la abuela, todo por su estúpida pre-gunta.

La verdad es que las cosas se le presentabanmuy confusas. Al principio la guerra fue la apa-rición del dirigible. Lento, como un cigarro enor-me, casi silencioso, apareció un viernes sobre labahía. Todos corrieron a la playa, dándol'e unainterpretación distinta al hecho. Por último pre-valeció la explicación del tío Nicolás "Busca sub-marinos nazis, sale del Canal de Panamá y llegael Cabo de la Vela. ..". Era una explicación tangeográfica que nadie discutió más.

Ahora todos los viernes se modificaba el pai-saje, con la presencia de un dirigible sobrevolan-do la bahía, ante la total indiferencia del público.

Después fueron las reuniones por la noche pa-ra oir la radio. Empezaban con et tañido de unacampana y después las noticias sobre alemanesque avanzaban y franceses que retrocedían. Siem-pre venían Gastón y Oiga, los franceses dueños delhotel "entre-nous". Al principio era formidable.

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Era un inmenso plato compuesto por Delikatessende la abuela, chistes de Gastón y el último rumorsobre la última excentricidad de Débora. "Saleen bata del baño hasta la playa, pasa delante delPalacio Arzobispal generalmente cuando "NosJoaquín" está rezando el breviario, usa un vesti-do de baño de dos piezas, se besa en público conun teniente. .."iHorror!". Benjamín esperaba conimpaciencia la llegada de la noche, pero todocambió cuando madame OIga empezó a llorar porlas noticias, desmayándose en una ocasión. Esoera demasiado, pero no protestó, ni le hizo nin-gún comentario a la abuela; después de todo, Gas-tón era ,formidable, a pesar de haberlo puesto enridículo el día que repitió su comentario de que,el pito de la fábrica de licores sonaba mejor, que ~la campana del Big Ben. :.

Sin embargo lo que siempre permaneció in- ~

comprensible para él, guerra o no guerra, fue lode Benedetto. Sólo era pronunciar su nombre pa-ra que el tío Nicolás hiciera un guiño y una es-pecie de ruido, que podría tomarse como obsceno,con la boca. Pero el dueño del único cine del pue-blo y de la mejor tienda, era alguien de impor-tancia, porque al preguntarle a la abuela quiénera, ella contestó con una amenaza de muenda silo veía hablándole alguna vez. Mayor fue el mis-terio cuando indagado Gastón, dijo, que era al-guien entre barroco y chévere, palabras que ayu-daron a envolver el misterio en un enigma.

Por eso el día que la abuela lo mandó a com-prar un carreto de hilo, no sin antes hacerle la

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expresa advertencia de no estarse más tiempo delestrictamente necesario y de no, "óyeme bien, telo prohíbo, ¿eh?", meterle conversación, salió elnuevo Magallanes hasta la esquina, Detrás delmostrador se agitaba el monstruo, hombre de edadmediana, robusto y cara amable, con la camisade flores más bella que hubiera vistQ en esta tie-rra de uniformidad donde el pantaloncito de ca-qui y la camisa blanca eran de rigor, flO bastán-dole eso al pionero, avanzadilla de la civilización,sino que un embriagador perfume emanaba de sucuerpo otra ruptura de moldes, para alguien cu-ya al?uela había dicho en et monte Sinaí "Loshombres sólo deben oler a ron, tabaco y pólvo~l oa "

Posiblemente la contemplación era en silenciomudo, porque Benedetto, tuvo que preguntarlevarias veces qué quería, hasta decirle a lo último"¿pero es que el ratoncito Pérez te ha comido lalengua ?". Esto dio origen a la risa con grandesaspavientos de un grupo de muchachos que toma-ban cerveza en un rincón. Desde ese instante lacuriosidad se convirtió en odio pese a las arran-camuelas de ñapa que le encimó sobre la com~pr~, Por eso, no tuvo ningún reparo en mentir ydecirle el tío Nicolás, que sí, que erit el italianoquien le había enseñado el saludo nazi, cuandoéste lo encontró ensayándolo frente al ~spejo. Nun-ca pensó que ta cosa haría tanto ruido, pero sutío absolutamente iracundo, lo agarró qe la orejay a rastras lo llevó hasta la esquina, no sin queantes, un montón de gente se le sumara a lo queya era un principio de manifestación. En ese ins-

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tante Benedetto pegaba un afiche donde BetteDavis sonreía sardónicamente, en su papet de Je-zabel, mientras al mismo tiempo y con la piernaimpedía a una gallina et acceso al salón de cinea pesar de su clamorosa protesta. Alguna vez pen-só, años después, que nunca había visto una caratan de sorpresa como la de Benedetto en ese ins-tante.

Lo que no le impidió y con su mejor acento,preguntar qué cosa había hecho el "ragazzo", pa-ra arrastrarle así y allí. Pero no era el momento

i de las explicaciones sino de la victoria y el tíoi le asestó un golpe mientras gritaba "fascista: in-

mundo, corruptor..." mientras el gentío forma-ba de inmediato un ring humano y movible.

Pero una cosa es gritar y otra hacer; mal lahubiera pasado el tío, si no llega Gastón a sepa-rarlos ante la protesta de la gente por la rupturadel espectáculo.

Todo concluyó en un ojo amoratado, et triun-fo de las fuerzas del mal sobre las del bien, eldesprestigio de nuestra raza, crisol donde se fun-den las otras, y las burlas que le hacía Gastón, a}maltrecho tío.

Al día siguiente, después de un cuchicheo conla abuela y un comentario de "no seas canalla"salió el tío, cosa curiosa, con el vestido y el bas-tón ocultos en la cómoda, monumento permanen-te al viaje a Bruselas. porque "nosotros tambiénestuvimos en Europa, usted lo sabe ¿no?". Asíataviado, la estatua viviente encaminó sus pasos ala alcaldía.

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Esa misma tarde, cuando veía azul y crepus-cular a través de las gafas oscuras del tío, el ros-tro hondamente caviloso de una lagartija, pasóraudo y veloz un camión atestado de soldados ha-cia la esquina.

Su carrera, que veía llegar el retrasado vien-to, quedó frenada en el instante que un feroz gri-to de la abuela, hizo imposible su récord.

Una rabia feroz entre las paredes de su pie-za por "no pierdas tiempo hay que hacer lastareas" cuando él sabía una y mil veces que esedesmedido afán por su éxito en la escuela, no erasino un pretexto para que no supiera lo que ocu-rría. No hubo nada qué hacer y después ante latienda y el cine cerrados, encontró un mutismototal de la abuela y en rictus nervioso en el ros-tro del tío. Sólo Gastón dijo unas frases enigmá-ticas como "Fusagasugá" y "Campo de Concen-tración".

El misterio nunca fue develado, pero en cual-quier momento, ll~gó feliz y jacarandoso el tío,con un par de llaves enormes, que no eran las deSan Pedro, ni las del paraíso, pero para los efec-tos eran lo mismo. Las llaves estaban diciendoque el tío era, ahora, el nuevo propietario del ci-ne Rex.

* '" * ;

Al principio Gastón dudaba sobre sus cono-cimientos en historia, pero al final tuvo que reco-nocer que el exceso de imaginación de Benjamín,~ra extraordinario. Con sólo dejarlo hablar, una

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larga estela de personajes se hacía presente. Lostres mosqueteros mataban al fundador de la ciu-dad en una pelea de espadas, que eospechosamen-te se parecía a la última película de Errol Flynn."Aquí fue", y para confirmar su historia señalabalos escalones del castillo derruido. frente al mar."¿Se enredó en su capa?" pedía aclaración Gas-tón, quien ya decidía navegar en el proceloso mar-del escepticismo y concluir que con este niño era =inútil hablar de la decadencia de la mentira. O

2:Para la abuela, sin embargo, todo esto reves.-,

tía características de drama. "Se la pasa en el ci.~ne y leyendo, con la vista tan mala qu~ ~iene. ..". OUn rotundo V erboten a todas esas actIvidades fue cinstaurado. En cualquier momento un auto de fe~quemó decenas de "Pif-paf' y "Penecas" en el:patio, mientras Benjamín se sobrecogía de impo-w

o b o ~tencla y ra la. Z

Entonces arrecia la lucha en la clandestinidadgy la abuela hubiera perecido de un trauma síquicoy una emholia cerebral si hubiera visto al niñopor las noches revoloteando por los techos en unasecuencia que ya envidiaría Lon Chaney en el"Jorobado de Nuestra Señora" antes de llegar algallinero de} teatro. Después se pasa a la ofensi-va y la represalia se manifiesta cuando desapa-rece el "Para Ti" extraordinario con las fotos delmatrimonio de Eduardo y Wallis y un mutismototal se cierne a la pregunta ritual "¿Pero alguienh ..?',a VIsto esa revIsta. Mientras tanto en su refugio del castillo, Ben-

jamín encuentra que la brecha generacional exis-

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te, y que el mundo del adulto no le roza, pues " ¿ es

esa sosa historia de amor, la que produce tantoalboroto a la abuela y Madame OIga?". Bajo lapiedra saliente que da hacia el alcantilado se en. ,cuentran las joyas de la corona. No importa queel arcón sea simplemente una cajita de acero encuya tapa se lee ~'Cája de Ahorros", al abrirlasalen monedas antiguas, franc()s nuevos, algunasmedallas con la cara de Petain y que Gastón haIbotado a un chiquero; pet() que él ha recogido si-gilosamente; fotos de Olivier y Hardy, un peda- ,zo de pipa con la cara de .Po~y~ algunos suple. I

mentos dominicales de la "Prensa" y el máximo.tesoro (hay que desdob~arlo con cuidado para que I

no se dañe) un c8;r:t~l del "Ange1 Azul".

.Ahora la pregunta proviene del tío Nicolás"Bueno, ¿y el afiche que tenía en el escaparate?".Silencio absoluto, acompañado de una mirada~ómplice de Gastón. '

Pero Marlene~ a pesar del tiempo, la distanciay la exótica geograÍía todavía hace estragos. Ben-jamín ha encontrado .mientras la contempla, esasensación deliciosa' de frotarse, hasta que irrum-pe el abandono confundido, CQft ~l m~ior~,!~bol ,o con el romper de la ola sobre la gran piedra delEste. " ..I

Su pasión fue.at~mp~r~da c:uando se acentuóel escozor en el ojq izq~~er:~o y los graves docto.res decidieron que su operación era imposterga-ble. y allí está enfundado e indefenso, con el olordef éter invadiéTIdolo tod~'y con esa ácida y fríapunta metálica que leoptime el ojo, hasta que las

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estrellita s rojizas dan paso al desfile intermina-ble de los monjes azules con capuchas que cubrensus rostros de fuego. Cuando volvió en sí todoestaba negro. La abuela cariñosamente le quitólas manos de la venda, que quería arrancarse."No, no puedes hacerlo. Quédate quieto para quepuedas curarte.. .". Ahora hay una reconcilia-ción total y la abuela le complace en todos susdeseos. Pasan horas silenciosas, en donde él sien-te su presencia solícita. Aprende a diferenciar losdistintos chasquidos orgánicos de los muebles ydisfruta con el golpear de un pequeño cucarrón enel vidrio de la ventana. A veces interrumpe el si-lencio cuando con acento consentido le pide " Abue-

la, léeme otra vez el cuento del Príncipe Fe-1."IZ. ...

Un día, cuando entre todas las visitas que lle-naban el cuarto, se acercó Débora a besarlo, sin-tió la misma vibración que en sus tardes con Mar-lene. Por eso no le importó que le dijeran mon-tuno mientras permanecía sumergido con la ca-beza debajo de la almohada. Sólo regresó cuandoel perfume de Débora se fue con el olor de sudeseo en la brisa.

La convalecencia le hace visitar a menudoel refugio. Ahora todo le era más pleno. La tibie-za de la arena, los colores del crepúsculQ o la sua-ve brisa del atardecer. Cualquier tarde castellana,cuando las alas del áng~l de la noche arrastrabanlas últimas horas del día, pasó arrastrado por lacorriente un inmenso piano de cola. Gritó parallamar la atención de una lancha cabotaje que se

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hallaba en las cercanías, pero sólo encontró co-mo respuesta el cordial saludo de los pasajeros.Esa noche cuando relató el suceso, en la reuniónpara oir las noticias de la BBC nadie le creyó, só-lo el comentario de Gastón fatigaría para siem-pre los surcos de su memoria: "A lo mejor es elpiano, del Titanic. ..".

Absolutamente ofendido decidió guardar in-violables sus impresiones crepusculares. Por esono dijo nada cuando el periscopio le hizo identi-ficar al submarino nazi, y sólo cuando la alertase hizo general, comentó su presencia. El tío Ni-colás, volvió a ser la sibila del lugar, ya que alpreguntársele por una explicación racional, a lapresencia de un submarino por el contorno afirmódogmático "Cosas de esos degenerados, deben es-tar buscando Marihuana para Goering... ".

Cualquier tarde gris Benjamín, desde su tes-timonio inverosímil, contempló la llegada de ladama de negro con su inmenso sombrero y un lar-go velo que le cubría el rostro. Decidió que supresencia sería su más profundo secreto, y asícontempló casi que sin respirar todos los actosde la bella desconocida.

Ella, la única, lanzó unas piedrecillas al mar,mientras exclamaba con voz grave: "Oh qué martan mstriómco. ..".

Aunque no puedo distinguirla con precisiónsupo desde ese instante que era iGreta Garbo!

Los años pasaron reiterativos e iguales. Eldirigible era una presencia infaltable los viernes;

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en el hogar el annisticio logrado con la abuelasiempre estaba al borde de la ruptura y en elpuerto, los cabrestantes enrollados manifestabanl'a ausencia de los embarques.

En las calles las gentes iban y venían comen-tando Gua.ldacanal. En la radio los primeros com-pases de la quinta de Beethoven indicaban los

I triunfos cada vez más frecuentes de los aliados.

En la puerta de} cine el tío Nicolás colocó uninmenso cartel donde San Jorge parado sobre elcadáver del vampiro nazi hace frente al pulpo ja-ponés.

Para Benjamín, sin embargo, nada de estotiene importancia. Ahora su última ansiedad esesperar la presencia de Débora por el camellónen el atardecer. Para su total desaliento, nuncaanda sola. Con frecuencia está con las Chuchay,tarareando mientras pasean agarradas de la ma-no, la última canción de moda. De tanto oirlas, yaBenjamín diferencia "Temptation" de "Stormy

\ Weather" y más fácil le resulta acompañarlas¡ cuando cantan en español "Solamente una vez" o

"Vereda Tropical".

A veces las acompañan algunos gringos delPrado y así Benjamín logra conocer los celos an-tes que el amor. Débora alimenta su pasión ya

I que a veces, cuando la ansiedad de su mirada sehace más ostensible, se separa del resto del gru-, po y dándole un beso le dice "Cuando cumplas

¡ los veintiuno, hablamos buen mozo... ".,

f...Al fin se impone la cordura y Benjamín ter-

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mina mandándole esquelas a Reina, la hija deLino un italiano garibaldino y Chola una prince-sa guajira.

Esa tarde espera impaciente al fondo del jar-dín de las monjas, mientras relee la cartica "Teespero a las seis cerca a la puerta de escape".

Pero la felicidad es esquiva y no puede con-formarse con la breve caricia y un leve beso quele da Rina, antes de reunirse con sus compañe-ras guardianas cercanas de la moral. Después lode siempre, el que menos ama, ese impone suscondiciones. Rina exige; nada de encuentros per-sonales, sólo el puente telefónico, y la esquela dia-ria y prolija que demuestra su devoción al géne-ro epistolar.

El desastre se generalizó, cuando el tío Ni-colás puso en duda la fidelidad exigida: "Yo nosé qué es lo que pasa, pero me parece que el hijodel turco te está haciendo el cajón. ..".

La frase lo enfermó. Llama por teléfono y enun "sí, quiero que me aclares algo, léeme la últi-ma carta que te envié, tenemos que discutirla. ..".

Corre las cinco cuadras que los separan y allíbaldón eterno para la memoria, pegado a los ba-rrotes de la ventana perdió la fe en el género hu-mano cuando contempló cómo la moderna Messa-lina, le leía melifluamente a su no-presencia alotro lado de la línea, la carta pedida. Mientras,(imagen indeleble) Solimán el Magnífico laarrullaba entre sus protervo s brazos.

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Corrió toda la noche por la playa. El cielo erauna sabana de doradas llamaradas que se exten-dían borrosamente al nublarse la vista por las lá-grimas. El alba 10 encontró al pie del castillo don-de veía e&tallar la luz con matices violáceos sobrela bahía. Todo sonido por quedo y sorpresivo quefuera, era casi como una expiación. Por eso fuesorprendido dolorosamente por los cohetes querompieron ton lucés de color y alegría su sole-dad y su distancia.

Emprendió lentamente el regreso. Al llegar alcameDón se encontró que una multitud cantaba yl'eía. Por un altoparlante la emisora transmitís.el porro del momento.

Ya la guerra se acabóYa por fin llegó la pazYa el Japón se rindióCon dos bombas nada más. ..

Se tropezó con Gastón, quien al verlo le abra-zó feliz mientras exclamaba, "Ganamos la guerra,

1 "ganamos a guerra... .

Una manifestación encabezada por el tío Ni-colás se dirigió al hotel donde Madame OIga izóla bandera colombiana y después la franc;:esa; lagente rugió un, "alons sanfán de la patrí, le yurde gluar etá arrivé. ..".

Ga~tón ~ su lado comentaba: "qué pronuncia-., , 11 "Clon, que ga os... .

Lo que era sólo un guión en el horizonte seconvirtió en un pequeño aeroplano que sobrevoló

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al camellón. Gran confusión dentro de la multi-tud. Los más precavidos corrieron a esconderse,mientras que los optimistas sacaron los pañuelosy vitorearon. El aparato empezó a dar círculos yescribió con humo "Tome píldoras de vida delDoctor Ross", después en unas largas subidas yhondos descensos trazó varias V de la victoria.

Siguió la fiesta con el ruido ensordecedor delos cohetes. Los gringo s salieron de su reducto enel Prado dando vueltas al camellón en sus auto-móviles, mientras con las bocinas tocaban el ta-ta-tá de la victoria. En algún momento la emociónhizo que se revolvieran democráticamente con losnativos, llegando en su exceso de confraternidada tomar whisky a pico de botella. "Ver para creer-dijo Gastón-, ojalá se le peguen unas cuantasamebas".

De repenre el horizonte fue interrumpido denuevo por la silueta de un barco. Todos corrieron Ia la playa en una alegría casi rayana al paroxis-mo.

Después fue que tQdos recordaron cómo en unpresentimiento habían enmudecido antes de quese produjera el estallido. Los hechos se sucedieronen forma más rápida que el asombro. El estruen- ido, el profundo torbellino y el intenso oleaje.

El estupor pobló todas las miradas, "¿fue una.?'",'

b .. ?" " M ."milla. , ¿serIa un su marmo naZI.. Iren,gritó Benjamín cuando las primeras manzanas em-pezaron a llegar cerca de la playa. Con una ale-gre carcajada se zambulló y recogió la fruta.

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Le dio un mordisco hondo para disfrutar delplacer largamente diferido. El sabor pulposo yfresco de la fruta le embriagó todos los sentidos.Respiró hondo y en ese instante tuvo concienciaplena del momento vivido. "Sí -pensó-, defini-tivamente la guerra ha terminado".

Una espinita penetró en su pensamiento reve-lándole que también había terminado su infancia.

(1976).

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