Cuentos como pulgas c
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PREMIOLAZARILLO
de creación literaria2006
Colección SIETELEGUAS
© del texto: Beatriz Osés, 2013
© de las ilustraciones: Miguel Ángel Díez Navarro, 2013
© de esta edición: Kalandraka Ediciones Andalucía, 2013
Avión Cuatro Vientos, 7 - 41013 SevillaTelefax: 954 095 [email protected]
Diseño de los logotipos de la colección: Óscar Villán
Impreso en Gráficas Anduriña, Poio - PontevedraPrimera edición: junio, 2013ISBN: 978-84-92608-74-4DL: SE 915-2013Reservados todos los derechos
Beatriz Osés
Miguel Ángel Díez
C U E N T O S D E A G U A
Se aproximó a los juncos con lentitud de hexágonos. Desde
allí alcanzaba a ver la última línea de olas. Miró a su izquier-
da, miró a su derecha. Durante unos segundos se ruborizó de
verde, pero decidió bajarse la cremallera del caparazón. La
tortuga atravesó corriendo la playa nudista. Algunos incluso
la escucharon gritar de libertad. Antes de zambullirse en el
agua ya se había bañado de sol.
Sin miedo
El ruido hipnótico del agua abierta sobre la superficie de la
bañera despierta a los animales de las tuberías. Mientras tú
te bañas, se asoma la aleta del tiburón que traza giros verti-
ginosos en el desagüe, la ballena resoplando nubes de bur-
bujas blanquecinas, la raya que sobrevuela tus pies y te deja
un rastro de cosquillas, el oso polar que te sopla frío en el
cuello y descubre dónde te pica la espalda. Mientras tú te
bañas se despierta el mar. El patito de plástico lo sabe y, a
veces, se inquieta.
Lo que esconde tu bañera
En el espejo
Cuando hacía mucho frío y Juan Luna se levantaba descal-
zo por la mañana y se acercaba al cuarto de baño y bosteza-
ba dejando ver todos sus dientes y luego abría el grifo y se
agachaba sobre el lavabo y se mojaba la cara con el agua
helada… el oso polar, que lo observaba con atención desde
el otro lado del espejo, imitaba todos sus gestos.
11
Gallos de colores
Juan Luna solía cantar en la ducha por las mañanas. A ve-
ces desafinaba mucho y el baño se le llenaba de gallos de
colores.
Cuentos como pulgas deben ser leídos
en un lugar y un tiempo aparte,
sin relojes, ni timbres, ni horarios,
ni pantallas controladoras,
ni actividades didácticas,
ni notas, ni deberes.
Estos cuentos deben oírse en penumbra
y con los ojos cerrados.
Pues un buen cuento, estos cuentos,
son como «El viejo búho»,
en cuyos ojos caben todas las estrellas.
Y cada estrella esconde los sueños de miles de niños.
Por eso el viejo búho conoce todos los secretos.
Pero no dice ni pío.
Benito Estrella