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Cuentopos de Gulub

El gato Murrn no era empleado ni sastre ni militar. El gato Murrn no era bailarn ni heladero. El gato Murrn era nada ms que linyera, profesin muy respetable entre los gatos, los gatolines y los gatiperros.

Viva vagando, con su colita a cuestas, por la calle y por la plaza, la azotea y la terraza, sin tener dueo ni casa.

Una noche fra y lluviosa trotaba muy alicado pensando dnde dormir.

Y de repente... iOooh!

All, junto al cordn de la vereda, vio un gran zapato viejo.

Como Murrn era muy chiquito, se lo prob, es decir, se acurruc dentro del zapato, y comprob que le iba de medida. Y que adems era abrigado y no dejaba pasar la lluvia. (No s si ustedes habrn observado que los gatos y las gotas no se llevan nada bien.)

Ronrone y se durmi, con la puntita de la cola asomada por el agujero del zapato.

Durmi y rquete durmi. Ronc y rquete ronc y a la maanita se despert.

Murrn quiere desperezarse y lavarse la cara, pero... qu pasa?

El zapato est lleno de tierra hmeda. Murrn no puede respirar, se ahoga, tiene que darse vuelta trabajosamente y asomar el hocico por el agujero para tomar un poco de aire.

Qu es esto? Quin ha llenado de tierra mi casa mientras yo dorma?

Murrn se pone a araar valientemente para remover los terrones. Le cuesta mucho, porque estn endurecidos por el sol, que ya brilla en el ltimo piso del cielo.

Por fin consigue asomar el hocico al aire... Y qu es lo que ve?

iUna Plantita! Una Plantita, muy instalada y plantada en el

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zapato, en su zapato!

Qu bonito! dijo Murrn. Gracias contest la Planta, creyendo que era un piropo. Quin te ha dado permiso para instalarte en mi casa? Estaba tan cansada de vivir siempre quieta en el mismo lugar... le contest la Planta, soaba con mudarme a un zapato y pasearme de aqu para all, de all para aqu, ir a visitar a la mam del alhel. Eso s que no! rezong Murrn, est muy bien que un Gato Murrungato viva en un zapato, pero t para qu quieres zapatos si no tienes pies? Yo soy Planta le contest ella muy orgullosa, y aunque no sea planta de pie, igual tengo derecho a vivir en un zapato, s seor. Pero este zapato es mi casa y no quiero inquilinos! iFffff! Qu lstima! llorique la Plantita, tendr que pedirle a Felipe que me trasplante otra vez a la vereda donde todos me pisotean... Ay, yo que soaba tanto con viajar en zapato por el mundo! Ay, qu va a ser de m, de m y de la mam del alhel! Murrn se lavaba la cara de muy mal humor. Justo cuando haba encontrado una casa tan linda... rezongaba entre lengetazo y lengetazo.

Bueno, si te molesto me voy dijo la Planta. Cmo te vas a ir si no tienes patitas, tonta? Y, esperemos que pase Felipe y me trasplante a la vereda dijo ella lloriqueando. Esperemos que pase Felipe... suspir Murrn con cara de mrtir. Y mientras esperaban los dos muy callados, la Plantita, ya que no tena nada que hacer, se puso a dar flores. Un montn de flores, como cuatro: una celeste, una colorada, una amarilla y una ms grande.

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Murrn vio las flores y se puso bizco de la sorpresa. No atin a decir ni mu ni miau ni prr ni fff.

Estir la patita para juguetear un poco con ellas... Y el viento las mova, y Murrn trataba de acariciar las flores muy suavemente, escondiendo las uas.

Cuidado, no las araes dijo la Planta. Debo reconocer contest Murrn sin dejar de jugar que aunque eres una Planta muy molesta, tus flores son realmente lindas y peripuestas. No faltaba ms dijo la Planta modestamente, bajando las hojas. Y tienen rico perfume dijo Murrn con el hocico pegado a los ptalos. La verdad es que me gustara tenerlas siempre cerca, para jugar. Si ahora te gusto ms dijo tmidamente la Planta, por qu no me llevas a pasear en zapato, como era mi ilusin? Ests loca? contest Murrn. Todo el mundo te mirara con admiracin, porque nadie ha visto nunca algo tan maravilloso. Viajaramos... Yo andara de aqu para all, de all para aqu, vera a la mam del alhel. Entonces Murrn lo pens bien. l tambin estaba cansado de vagabundear solo. Y dijo:

Bueno. Murrn se olvid de su mal humor y empu los cordones. All se fue, llevando a la Plantita con sus flores a pasear en Cochezapato por el mundo.

Y as, con un garabato, se acaba el cuento de Murrungato.

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Felipito Tacatn estaba haciendo los deberes. Inclinado sobre el cuaderno y sacando un poquito la lengua, escriba enruladas emes, orejudas eles y elegantsimas zetas.

De pronto vio algo muy raro sobre el papel.

Qu es esto? se pregunt Felipito, que era un poco miope, y se puso un par de anteojos. Una de las letras que haba escrito se despatarraba toda y se pona a caminar muy oronda por el cuaderno. Felipito no lo poda creer, y sin embargo era cierto: la letra, como una araa de tinta, patinaba muy contenta por la pgina. Felipito se puso otro par de anteojos para mirarla mejor. Cuando la hubo mirado bien, cerr el cuaderno asustado y oy una vocecita que deca:

Ay! Volvi a abrir el cuaderno valientemente y se puso otro par de anteojos, y ya van tres. Pegando la nariz al papel pregunt:

Quin es usted, seorita? Y la letra caminadora contest: Soy una Plapla. Una Plapla? pregunt Felipito asustadsimo, qu es eso? No acabo de decirte? Una Plapla soy yo. Pero la maestra nunca me dijo que existiera una letra llamada Plapla, y mucho menos que caminara por el cuaderno. Ahora ya lo sabes. Has escrito una Plapla. Y qu hago con la Plapla? Mirarla. S, la estoy mirando, pero y despus? Despus, nada.

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Y la Plapla sigui patinando sobre el cuaderno mientras cantaba un vals con su voz chiquita y de tinta.

Al da siguiente, Felipito corri a mostrarle el cuaderno a su maestra, gritando entusiasmado:

Seorita, mire la Plapla, mire la Plapla! La maestra crey que Felipito se haba vuelto loco. Pero no. Abri el cuaderno, y all estaba la Plapla bailando y patinando por la pgina y jugando a la rayuela con los renglones. Como podrn imaginarse, la Plapla caus mucho revuelo en

el colegio.

Ese da nadie estudi.

Todo el mundo, por riguroso turno, desde el portero hasta los

nenes de primer grado, se dedicaron a contemplar a la Plapla.

Tan grande fue el bochinche y la falta de estudio que desde ese da la Plapla no figura en el Abecedario.

Cada vez que un chico, por casualidad, igual que Felipito, escribe una Plapla cantante y patinadora, la maestra la guarda en

una cajita y cuida muy bien de que nadie se entere.

Qu le vamos a hacer, as es la vida.

Las letras no han sido hechas para bailar, sino para quedarse

quietas una al lado de la otra, no?

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Sukimuki era una princesa japonesa.

Viva en la ciudad de Siu Kiu, hace como dos mil aos, tres meses y media hora.

En esa poca, las princesas todo lo que tenan que hacer era quedarse quietitas.

Nada de ayudarle a la mam a secar los platos. Nada de hacer mandados. Nada de bailar con abanico. Nada de tomar naranjada con pajita.

Ni siquiera ir a la escuela. Ni siquiera sonarse la nariz. Ni

siquiera pelar una ciruela. Ni siquiera cazar una lombriz.

Nada, nada, nada.

Todo lo hacan los sirvientes del palacio: vestirla, peinarla,

estornudar por ella, abanicarla, pelarle las ciruelas.

Cmo se aburra la pobre Sukimuki!

Una tarde estaba, como siempre, sentada en el jardn

papando moscas, cuando apareci una enorme Mariposa de todos colores.

Y la Mariposa revoloteaba, y la pobre Sukimuki la miraba de reojo porque no le estaba permitido mover la cabeza.

Qu linda mariposapa! murmur al fin Sukimuki, en correcto japons. Y la Mariposa contest, tambin en correctsimo japons:

Qu linda Princesa! Cmo me gustara jugar a la mancha con usted, Princesa! Nopo puepedopo le contest la Princesa en japons. Cmo me gustara jugar a la escondida, entonces! Nopo puepedopo volvi a responder la Princesa, haciendo pucheros. Cmo me gustara bailar con usted, Princesa! insisti la

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Mariposa.

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Eso tampocopo puepedopo contest la pobre Princesa. Y la Mariposa, ya un poco impaciente, le pregunt: Por qu usted no puede hacer nada? Porque mi pap, el Emperador, dice que s una Princesa no se queda quieta quieta quieta como una galleta, en el imperio habr una pataleta. Y eso por qu? pregunt la Mariposa. Porque spi contest la Princesa, porque las princesas del Japonpn debemos estar quietitas sin hacer nada. Si no, no seramos princesas. Seramos mucamas, colegialas, bailarinas o dentistas, entiendes? Entiendo dijo la Mariposa, pero escpese un ratito y juguemos. He venido volando de muy lejos nada ms que para jugar con usted. En mi isla, todo el mundo me hablaba de su belleza. A la Princesa le gust la idea y decidi, por una vez, desobedecer a su pap. Sali a correr y a bailar por el jardn con la Mariposa.

En eso se asom el Emperador al balcn y, al no ver a su hija, arm un escndalo de mil demonios.

Dnde est la Princesa! chill. Y llegaron todos sus sirvientes, sus soldados, sus vigilantes, sus cocineros, sus lustrabotas y sus tas para ver qu le pasaba. i Vayan todos a buscar a la Princesa! rugi el Emperador con voz de trueno y ojos de relmpago. Y all salieron todos corriendo y el Emperador se qued solo en el saln.

Dnde estar la Princesa! repiti. Y oy una voz que responda a sus espaldas: La Princesa est de jarana donde se le da la gana. El Emperador se dio vuelta furioso y no vio a nadie. Mir un poquito mejor, y no vio a nadie. Se puso tres pares de anteojos y entonces s vio a alguien. Vio a una mariposota sentada en su propio trono. Quin eres? rugi el Emperador con voz de trueno y

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ojos de relmpago.

Y agarr un matamoscas, dispuesto a aplastar a la insolente Mariposa.

Pero no pudo.

Por qu?

Porque la Mariposa tuvo la ocurrencia de transformarse inmediatamente en un Prncipe.

Un Prncipe buen mozo, simptico, inteligente, gordito, estudioso, valiente y con bigotito.

El Emperador casi se desmaya de rabia y de susto.

Qu quieres? le pregunt al Prncipe con voz de trueno y ojos de relmpago. Casarme con la Princesa dijo el Prncipe valientemente. Pero de dnde diablos has salido con esas pretensiones? Me met en tu jardn en forma de Mariposa dijo el Prncipe, y la Princesa jug y bail conmigo. Fue feliz por primera vez en su vida y ahora nos queremos casar. No lo permitir! rugi el Emperador con voz de trueno y ojos de relmpago. Si no lo permites, te declaro la guerra dijo el Prncipe, sacando la espada. Servidores, vigilantes, tas! llam el Emperador. Y todos entraron corriendo, pero al ver al Prncipe empuando la espada se pegaron un susto terrible. A todo esto, la Princesa Sukimuki espiaba por la ventana.

Echen a este Prncipe insolente de mi palacio! orden el Emperador con voz de trueno y ojos de relmpago. Pero el Prncipe no se iba a dejar echar as noms. Pele valientemente contra todos. Y los lustrabotas escaparon por una ventana. Y las tas se escondieron aterradas debajo de la alfombra. Y los vigilantes se treparon a la lmpara.

Cuando el Prncipe los hubo vencido a todos, pregunt al Emperador:

Me dejas casar con tu hija, s o no?

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Est bien dijo el Emperador con voz de laucha y ojos de lauchita. Csate, siempre que la Princesa no se oponga. El Prncipe fue hasta la ventana y pregunt a la Princesa:

Quieres casarte conmigo, Princesa Sukimuki? Spi contest la Princesa entusiasmada. Y as fue como la Princesa dej de estar quietita y se cas con el Prncipe Kinoto Fukasuka. Los dos llegaron al templo en monopatn y luego dieron una fiesta en el jardn. Una fiesta que dur diez das y un enorme chupetn.

As acaba, como ves, este cuento japons.

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En una casita del bosque de Gulub estaban sentadas siete chicas escuchando la radio.

Eran las siete hijas del jardinero Nieves. Por la radio cantaba el grillo Canuto.

Qu bien canta este grillo! suspiraron las siete seoritas embelesadas, dnde habr estudiado canto? Cuando el grillo Canuto termin, entre grandes aplausos, cont que haba estudiado canto en la escuela del profesor enanito Carozo.

En cuanto oyeron esto, las siete chicas de Nieves salieron disparando por el bosque. Preguntaron a todo bicho viviente, pero nadie supo informarles dnde quedaba la dichosa escuela. Hasta que se encontraron con el sapo Ceferino un sapo muy sabio, que estaba leyendo el diario al revs. Le preguntaron:

Usted no sabe, seor sapo Ceferino, dnde queda la escuela del profesor enanito Carozo? Y el sapo les contest sabiamente:

Guau. As informadas, salieron corriendo hasta que en una esquina del bosque encontraron un cartel que deca:

All estaba el profesor, sentado detrs de su escritorio que, como todo el mundo sabe, era un hongo.

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Queremos estudiar en su escuela! gritaron todas al mismo tiempo, queremos que nos ensee a cantar como el grillo Canuto! El profesor se asust mucho y trat de explicarles que en su escuela slo haba alumnos chiquitos: grillos que estudiaban canto, araas que estudiaban tejido, ranas que aprendan natacin.

Pero ellas insistieron tanto que fue intil que el profesor enanito Carozo les dijera que era peligroso inscribirlas porque en cualquier momento podan pisar a los alumnos.

Las chicas prometieron caminar con las manos para no pisarlos, y el profesor se decidi por fin a inscribirlas. Sac un lpiz y un montn de papelitos, papeletas, papelotes y papelones, y les pregunt:

Nombre? Blancarucha. Apellido? Nieves. Profesin? Seorita. Nombre? Blancachofa. Apellido? Nieves. Profesin? Seorita. Y as anot a las restantes, que se llamaban: Blancarita, Blancarota, Blancarina, Blancarufa y Blancatula Nieves. Ya iba a empezar la clase de canto, cuando de atrs de un rbol sali el inspector de escuelas del bosque de Gulub, que tambin era enanito pero ms grande, es decir, enanote.

Qu es esto? rugi el inspector.

El profesor Carozo se cay sentado del susto y slo atin a

tartamudear:

S... s... son las... se... seoritas de Nieves, seor

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inspector.

Venimos a aprender a cantar como el grillo Canuto! dijeron las siete al mismo tiempo.

El inspector sac un librote de adentro de su gorro, lo abri y empez a hojear.

Esto no puede ser dijo. El reglamento de escuelas de Gulub dice que no puede haber un enanito y siete Blancanieves. Imposible. Voy a cerrar la escuela. Pe... pero, se... seor inspector tartamudeaba Carozo. Nada de peros. Dnde se ha visto? La aritmtica y la historia nos ensean que puede haber una Blancanieves y siete enanitos, pero jams, rquete jams ms, un solo enanito y siete Blancanieves. Las chicas se pusieron a llorar, el profesor a protestar, y todos los alumnos a hacer un bochinche impresionante.

Porque a todos les gustaban las siete hijas del jardinero Nieves, tan limpitas y con trenzas.

Tanto chillaron todos que el sapo Ceferino la persona ms sabia del bosque los oy, dobl el diario, guard los lentes, apag la pipa, y all se fue a ver qu pasaba.

En cuanto lleg el sapo Ceferino, le propusieron ser juez de tan complicado asunto.

Le parece justo, seor sapo Ceferino, que me cierren la escuela porque la aritmtica y la historia dicen que no puede haber un enanito y siete Blancanieves? pregunt el profesor Carozo haciendo pucheros. El sapo Ceferino se rasc la cabezota, medit durante 14 segundos y 35 minutos, y luego les contest sabiamente:

Guau. Ante tan sabia declaracin, el enanote inspector no pudo decir ni mu. Manose un poco su librote, se acomod el gorro y dijo nerviosamente:

No puede ser. El reglamento de escuelas de Gulub dice adems que esta escuela es para grillos, ranas, araas solteras y otras personas chiquitas, pero no para siete Blancanieves grandes. Eso jams, rquete jams ms lo permitir!

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Pero el sapo Ceferino le replic sabiamente diciendo:

Guau. Y como el sapo Ceferino era la persona ms sabia del bosque, el inspector ya no le pudo discutir ms. No tuvo ms remedio que cerrar su librote, guardarlo bajo el gorro y desaparecer furioso detrs de su rbol. Blancarucha, Blancachofa, Blancarita, Blancarota, Blancarina, Blancarufa y Blancatula Nieves aprendieron muy pronto a cantar como el grillo Canuto. Todos los domingos, por la radio de Gulub, canta el coro de las siete Blancanieves, dirigido por el profesor enanito Carozo. Su repertorio est compuesto de zambas cuya hermosa letra dice as:

Crtiqui crquiti cric...

Y valses, cuya hermosa letra dice as:

Chpiti chpiti chp...

Y rancheritas, cuya hermosa letra dice as:

Plmpiti plmpiti plimp...

Por eso, si ustedes alguna vez encuentran detrs de un rbol,

o detrs de cualquier cosa, a un inspector enanote y sabihondo que les dice que no es posible que existan un enanito y siete Blancanieves, o que no es posible que exista cualquier otra cosa linda, ustedes pueden contestarle: S seor, existe, en el bosque de Gulub. O si no, respondan sabiamente, como el sapo Ceferino. Guau. Y as termina, en jueves, el cuento del enanito y las siete Blancanieves.

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Donde se cuenta la historia de un rbol maravilloso llamado Sombrera, y de un seor malsimo llamado Platini, y de las cosas que hizo el Viento para que todo terminara bien.

Haba una vez un rbol tan bueno, pero tan bueno, que adems de sombra daba sombreros.

Este rbol se llamaba Sombrera y creca en una esquina del bosque de Gulub.

Las gentes que vivan cerca acudan al rbol pacficamente todas las primaveras, cortaban los sombreros con suavidad y los elegan sin pelearse: esta gorra para ti, este bonete para mam, esta galera para el de ms all, este birrete para m.

Pero un da lleg al bosque un comerciante muy rico y sinvergenza llamado Platini.

Atropello a todos los vecinos gritando:

Basta, todos estos sombreros son para m, me llevo el rbol a mi palacio! Todo el mundo vio con gran tristeza cmo el horrible seor Platini mandaba a sus sirvientes a que desenterraran el rbol. Los sirvientes lo desenterraron y lo acostaron sobre un lujoso automvil de oro con perlitas. Una vez en el palacio, el seor Platini mand a plantar la Sombrera en su jardn. El rbol creca raqutico y de mala gana, cosa que enfureca al horrible seor Platini. El seor esperaba que floreciera para poner una sombrerera y vender los sombreros carsimos y con ese dinero comprarse tres vacas y luego venderlas, y con el dinero comprarse un coche y venderlo, y con el dinero comprarse medio palacio ms y luego venderlo, y con el dinero comprarse un montn de dinero y guardarlo.

Por fin lleg la primavera, y el rbol floreci de mala gana unos cuantos sombreritos descoloridos.

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El seor quiso mandarlos a cortar inmediatamente, pero el Viento, que se haba enterado de toda la historia, se puso furioso.

Y el Viento dijo:

Yo siempre he sido amigo de los vecinos de Gulub, no voy a permitir que les roben sus sombreros as noms. Y se puso a soplar como un condenado, arrancando todos los sombreros del rbol. El seor Platini y todos sus sirvientes salieron corriendo detrs de sus sombreros, pero nunca los pudieron alcanzar. Corrieron y corrieron y corrieron hasta llegar muy lejos, muy lejos del bosque de Gulub y perderse en el desierto de Guilib. Entonces los vecinos aprovecharon y se metieron en el jardn del seor Platini y volvieron a trasplantar a su querido rbol al bosque de Gulub.

El Viento estaba muerto de risa, y el rbol recobr pronto la salud.

Cuando volvi a florecer, los vecinos cosecharon sus sombreros sin pelearse.

Y el seor Platini se qued solo y aburrido en el desierto, sin sombrerera, sin tres vacas, sin coche, sin medio palacio y lo que le daba ms pena, sin su montn de dinero.

Ah, y sin sombrero.

Y de esta manera se acaba el cuento de la Sombrera.

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Haba una vez un seor todo de nieve. Se llamaba Don Fresquete. Este seor blanco haba cado de la Luna? No. Se haba escapado de una heladera? No. Simplemente, lo haban fabricado los chicos, durante toda la

tarde, poniendo bolita de nieve sobre bolita de nieve. A las pocas horas, el montn de nieve se haba convertido en

Don Fresquete.

Y los chicos lo festejaron, bailando a su alrededor.

Como hacan mucho escndalo, una abuela se asom a la

puerta para ver qu pasaba. Y los chicos estaban cantando una cancin que deca:

A la rueda de Firulete, tiene fro Don Fresquete.

Como todo el mundo sabe, los seores de nieve suelen quedarse quietitos en su lugar.

Como no tienen piernas, no saben caminar ni correr.

Pero parece que Don Fresquete result ser un seor de nieve muy distinto.

Muy sinvergenza, s seor.

A la maana siguiente, cuando los chicos se levantaron, corrieron a la ventana para decirle buenos das, pero...

Don Fresquete haba desaparecido!

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En el suelo, escrito con un dedo sobre la nieve, haba un mensaje que deca:

Los chicos miraron hacia arriba y alcanzaron a ver, all muy lejos, a Don Fresquete que volaba tan campante, prendido de la cola de un barrilete.

De repente pareca un ngel y de repente pareca una nube gorda.

Buen viaje, Don Fresquete!

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Una vez, en el bosque de Gulub, apareci un Gatopato. Cmo era? Bueno, con pico de pato y cola de gato. Con un poco de

plumas y otro poco de pelo. Y tena cuatro patas, pero en las cuatro calzaba zapatones de pato.

Y cmo hablaba?

Lunes, mircoles y viernes deca miau.

Martes, jueves y sbados deca cuac.

Y los domingos?

Los domingos, el pobre Gatopato se quedaba turulato sin saber qu decir.

Una maana calurosa tuvo ganas de darse un bao y fue hasta la laguna de Gulub.

Toda la patera lo recibi indignada.

Qu es esto? decan los patos, un pato con cola de gato? Y como era lunes, el Gatopato contest miau. Imagnense! Se imaginaron? Los patos se reunieron en patota y le pidieron amablemente que se marchara, porque los gatos suelen daar a los patitos. Y el pobre Gatopato se fue muy callado, porque si protestaba le iba a salir otro miau. Camin hasta un rincn del bosque donde todos los gatos estaban en asamblea de ronrn, al solcito. Y como el Gatopato los salud diciendo miau, lo dejaron estar un rato con ellos, pero sin dejar de mirarlo fijamente y con desconfianza.

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El pobre Gatopato se sinti muy incmodo entre gente tan distinguida.

Muchos das pas el pobre completamente turulato y llorando a cada rato adentro de un zapato.

Hasta que una tarde pas por el bosque la Princesa Monilda, toda vestida de organd, y lo vio, llorando sin consuelo, a la sombra de un man.

Qu precioso Gatopato! dijo la Princesa. De veras te parezco lindo, Princesa? pregunt el Gatopato ilusionado. Precioso, ya te dije! contest la Princesa. Sin embargo, aqu en el bosque nadie me quiere se lament el Gatopato. Si quieres, yo te puedo querer le dijo la Princesa cariosa. S, quiero que me quieras dijo el Gatopato, siempre que t quieras que yo quiera que me quieras, Princesa. Yo s que quiero que quieras que yo te quiera respondi la Princesa. Qu suerte! dijo el Gatopato. Haca aos que quera tener un Gatopato en m palacio dijo la Princesa. Y lo alz delicadamente, le hizo mimos y se lo llev al palacio, donde el Gatopato jug, trabaj, estudi y finalmente se cas con una sabia Gatapata.

La Princesa cuid a toda la familia Gatipatil, dndoles todos los das una rica papilla de tapioca con crema Chantilly. Y todos vivieron felices hasta la edad de 99 aos y pico.

Y de este modo tan grato se acaba el cuento del Gatopato.

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La mam de Felipito Tacatn lo mand a comprar media docena de huevos.

Media docena de huevos... repeta Felipito por el camino, para no olvidarse. Porque era tan distrado, que a lo mejor se le ocurra comprar un tarro de moscas, o una escoba, o media docena de nubes. Y le retumbaban en los odos las palabras de su mam:

Cuidado, que los huevos estn muy caros. A no tropezar y romperlos. Felipito compr los huevos y sali del almacn caminando despacito, casi sin respirar y mirndose las zapatillas, bizco de preocupacin.

En eso se oy desde una rama:

Pi pirip! Felipito alz los ojos para mirar al pjaro que cantaba tan bien cuando zpate! tropez, se cay, y los huevos se hicieron aicos. All noms se sent Felipe en el cordn de la vereda a llorar desconsoladamente. El pajarito, al ver el zafarrancho, se descolg en seguida de la rama y tambin se sent en el cordn de la vereda, diciendo:

Piu piripi! Felipito, triste y preocupado, le dijo: Ssh, no cantes. No estoy cantando le dijo el pajarito, te estoy ayudando a llorar. Bah, qu diferencia hay entre tu canto y tu llanto? Mucha le contest el pajarito, no oste que antes deca "pi pirip" y ahora digo "piu piripi", que en idioma de pajarito quiere decir: "Qu desgracia!"? S contest Felipe, pero con piu piripi no vamos a remendar estos huevos rotos, y mi mam me va a dar una buena

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paliza.

Vamos a ver, vamos a ppiri ver le contest el pajarito. Yo entiendo bastante de este asunto... Hace mucho, para nacer, yo tuve que romper un huevo con el pico, y romper un huevo desde adentro es mucho ms difcil que remendar uno desde afuera, como todo el mundo sabe. Y cmo vas a hacer t algo tan difcil? le contest Felipe sin ninguna esperanza. Probemos dijo el pajarito, vamos a ver, vamos a ppiri ver. El pajarito vol hasta su nido, revolvi entre sus cachivaches y sus juguetes viejos y volvi trayendo un carretel de hilo de telaraa, una aguja, un poquito de baba del diablo y una pizquita de leche de higo.

Entre los dos volvieron a llenar, como pudieron, las cscaras con sus claras y sus yemas.

Pero deca Felipito, estas yemas estn sucias de barro. Ssh le contestaba el pajarito, que muy apurado cosa las cscaras con la telaraa, luego pegoteaba las grietas con leche de higo y reforzaba todo con baba del diablo. Pronto estuvieron en fila los seis huevos, un poquito sucios y remendados, pero huevos al fin.

Gracias, pajarito grit Felipe muy contento. Y el pajarito le contest, mientras volva volando a su nido: iPi pirip! Felipito lleg a su casa, la mam abri el paquete, vio muy asombrada los huevos remendados, mir de reojo a su hijo y murmur:

Hum. Los parti y vio muy enojada las claras y las yemas revueltas y sucias de barro, pelusa, piedritas y leche de higo.

Otra vez tropezaste! No te dije que no tena dinero para comprar ms huevos? Mereces una buena paliza por distrado, boquiabierta y tropezador! Ahora no tenemos qu comer! Y le dio una buena paliza y lo mand a la cama.

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Felipito se tir en su cama y, restregndose la cola dolorida, se puso a llorar y llorar y rquete llorar. En eso oy una vocecita que deca:

Piu piripi! Felipe se levant, fue hasta la ventana y vio que all, en una rama, estaba su pajarito ayudndolo a llorar otra vez.

Ya estoy enterado le dijo el pajarito, te retaron, te pegaron... lloremos, Felipe: piu piripi, piu piripi! Felipe iba a llorar otra vez, pero... mir bien al pajarito y dijo:

No, no hace falta llorar ms. Cmo no va a hacer falta, en medio de tantas desgracias? le contest el pajarito asombrado. S que hace falta: pipi, piripi, piupiripi!!! Pero te digo que no lo interrumpi Felipe, qu me importan los retos y las palizas, si hoy he encontrado un amigo como t... No quiero que llores, quiero que cantes, porque es tan lindo orte cantar y ser tu amigo que me olvido de todas mis desgracias. Y el pajarito, luego de pensar un rato, le contest:

Tienes razn, cantemos. Y los dos juntos cantaron: Pi pirip! Y verdoln verdolaga, este cuento as se acaba.

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Pupulik era un chico esquimal que viva con su familia en un igl, esas casitas redondas como un nido de hornero, pero todas de hielo.

Un buen da la familia decidi salir a cazar, y para eso el pap enganch los perros en el trineo y izzzummm! all salieron todos patinando sobre el hielo fro fro fro.

En una de esas zpate! el trineo dio una vuelta muy brusca y el pobre Pupulik se cay sentado y all se qued solo solo solo.

El trineo iba tan rpido y los perros ladraban tan fuerte que nadie oy los lamentos del pobre Pupulik.

Y all se qued sentadito llorando, esperando que volvieran a buscarlo, con la cola helada helada helada.

La verdad es que no llor demasiado porque los chicos esquimales son muy valientes.

En eso oy una voz que deca:

Poooobre Pupuliiiik! Quien hablaba era una seora Foca, muy elegante en su lustroso abrigo de piel de foca, con un sombrerito de escamas y unos lujosos mocasines de charol.

Buenos das, seora dijo Pupulik, que era muy educado aun en los peores momentos. Qu te pasa? pregunt la Foca, afligidsima. Me ca del trineo de mi pap, seora, y l ni se dio cuenta. Pero qu calamidad dijo la seora. Si quieres, yo te llevo a upa y vamos a buscar a tu familia. Bueno dijo Pupulik, y salt sobre el lomo de la seora. Y all fueron, a los saltitos sobre el hielo. Pupulik se agarraba de los bigotes de la seora Foca para no caerse otra vez. Despus de mucho trotar encontraron por fin el trineo de la familia de Pupulik, que volva a buscarlo.

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La pobre seora Foca esperaba temblando que decidieran sobre su destino.

Le resbalaban por la trompa gruesos lagrimones que iban a parar congelados a la punta de sus bigotes.

Mientras la familia discuta, la pobre Foca pareca una lmpara llena de caireles de hielo.

Por fin el cazador accedi, de mala gana, a salvarle la vida.

Menos mal!, no?

Pupulik corri a abrazar a su amiga y era tanta su confusin que le dijo:

Ta! La seora Foca le dio un besito con su trompa de terciopelo y le prometi que jugaran a la pelota. Desde ese da la seora Foca les ha sido fiel, y monta guardia junto al igl, previnindoles si se acerca algn enemigo. Pupulik, todas las maanas, le sirve un rico plato de pescaditos plateados plateados plateados.

Ya ven que no acab mal este cuentito esquimal.

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Haba una vez un pescador que, como todos los pescadores, se llamaba Martn. Pescaba unos peces que, como todos los peces, andaban haciendo firuletes bajo el agua. Y el agua era de mar, de un mar que, como todos los mares, estaba lleno de olas. Unas olas que, como todas las olas, se empujaban unas a otras diciendo patatrn patatrn patatrn. Un da Martn arroj el anzuelo y zpate! sinti que haba picado un pez muy grande. Trat de enrollar el hilo, pero el pez era fuerte y tironeaba como un camin. Tanto tirone que arrastr a Martn por la arena de la playa. Pero Martn era muy cabeza dura. No iba a dejarse pescar as noms y mucho menos por un pez. De modo que con una mano se sujet el gorro y con la otra sigui prendido de su caa. Cuando Martn se quiso acordar, ya estaba metido en el agua, arrastrado a toda velocidad hacia el fondo del mar.

Qu raro! dijo Martn, yo debera tener miedo, y sin embargo este paseo me gusta... y lo ms gracioso es que no me ahogo... Lo que sucede es que, de tanto pescar, estoy "pescadizado" y puedo respirar bajo el agua. As pensaba cuando de pronto zpate! su vehculo se detuvo en seco. Es decir, no tan en seco porque el mar est siempre bien mojado.

Parece que hemos llegado, pero adonde? se preguntaba Martn, muerto de curiosidad. Haba llegado a una enorme gruta llena de peces de colores

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que tocaban el saxofn, de langostinos vestidos de payasos, de pulpos con bonete y otras cosas rarsimas y martimas.

Sobre la gruta haba un gran cartel escrito en pescados, que deca:

Esto s que est bueno! pens Martn, un circo en el fondo del mar! Inmediatamente llegaron un montn de ballenatos y arrastraron a Martn hasta la pista, en el fondo de la gruta. Y un tiburn vestido de locutor anunci:

Pasen, seores, pasen a ver la maravilla del siglo, pasen a ver el fenmeno! Por primera vez, en el fondo del mar, un autntico Martn Pescador pescado! Pasen, seores, y vean cmo el gran Delfn Domador Piruln va a domar a este pescador salvaje! Eso s que no protest Martn, yo quiero ver la funcin, pero a m no me doma nadie. Los peces pekineses, los langostinos finos, los camarones cimarrones, el pulpo con la seora pulpa y los pulpitos, todos hicieron cola para sacar entradas y ver al fenmeno.

A Martn, claro, no le gustaba que lo miraran con ojos de pez, y forcejeaba para escaparse, pero dos enormes tiburones disfrazados de mamarrachos lo agarraron con sus aletas y no lo dejaron ni respirar, a pesar de que Martn respiraba bastante bien bajo el agua.

Por fin, entre grandes aplausos, entr el Domador, un Delfn gordo como tres buzones, con chaqueta colorada, charreteras de alga y botones de ncar.

Martn ya estaba enfurecido y el Delfn se dispona a domarlo nada ms que con una ballenita para cuellos de camisa, porque en el mar no hay sillas; y no hay sillas, parece, porque los peces nunca se sientan.

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Desfilaron cientos de miles de millones de milloncitos de millonzotes de peces y bicharracos de toda clase para ver el gran nmero del Circo.

Martn no se dejaba domar as noms, pero se estaba cansando y tena mucha sed, es decir, ganas de tomar un poco de aire.

Peleaban duro y parejo, y Martn ya iba a darse por vencido cuando de pronto se oy en el Circo la siguiente palabra mgica:

iPfzchztt! A pesar de que esta palabra mgica haba sido pronunciada muy bajito, su tono fue tan autoritario que el pblico hizo un silencio impresionante. Las ostras se quedaron con la boca abierta, y todos miraron hacia la entrada. El Delfn Domador Piruln se qued quieto, dej de domar a Martn, se quit la gorra e inclin la cabeza. Martn se pregunt:

Y ahora qu pasa? No me doman ms? Se escuch otra vez una voz muy suave y chiquita que dijo: iPfzchztt! Y todos, silenciosa y respetuosamente, le abrieron paso a la duea de la voz. Martn, que era muy educado, tambin se quit el gorro y salud. Entraba en la gruta, lenta y majestuosamente, una Mojarrita con corona de malaquita y collar de coral.

Quin ser sta que los deja a todos con la boca abierta? se pregunt Martn. El Delfn Domador Piruln le adivin el pensamiento y le dijo al odo:

Es Su Majestad Mojarrita V, Reina del Mar, el Agua Fra y el Ro Samborombn. Ah... coment Martn, me parece cara conocida. La Reina Mojarrita se acerc a Martn y le dio un besito, ante el asombro y la envidia de todos.

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Martn se puso colorado y no supo qu pensar de todo esto.

Despus de un largo y misterioso silencio, la Reina habl. Con una voz tan chiquita que tuvieron que alcanzarle un caracol como micrfono. Y dijo as:

iPfzchztt! Yo, Mi Majestad Mojarrita V, Reina del Mar y el Agua Fra y el Ro Samborombn, ordeno: Basta de domar a Martn Pescador! Basta, rquete basta, y el que lo dome va a parar a la canasta, y el que sea domador va a parar al asador! Gracias, Majestad tartamude Martn emocionado. iPfzchztt!, prosigo interrumpi la Reina: Martn me pesc una vez, hace un mes o cinco o tres, cuando yo era chiquitita y me baaba en camisn en el Ro Samborombn. Claro dijo Martn, ya me acuerdo, con razn me resultaba cara conocida, Majestad... iPfzchztt!, prosigo interrumpi la Reina: Martn me pesc, pero le di lstima y, sin saber que yo era Princesa, volvi a tirarme al agua. Ahora yo quiero devolverlo a la tierra, y lo enviar en mi propia carroza, lleno de regalos y paquetitos. Y as fue como Martn volvi a su playa en una gran carroza tirada por 25.000 tiburones disfrazados de bomberos, mientras la banda de langostinos tocaba un vals, las ostras le tiraban perlas y el Delfn Domador Piruln le haca grandes reverencias.

Martn volvi a su casa y, como no era mentiroso, todo el mundo crey en su aventura.

Lo nico que no le creyeron del todo fue que Su Majestad Mojarrita V, Reina del Mar, el Agua Fra y el Ro Samborombn, no slo le hubiera dado un besito al reconocerlo, sino que le haba dado otro besito al despedirlo.

Y as llegamos al fin de la historia de Martn con el Delfn Piruln.

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Donde se cuentan las catastrficas aventuras de una seora y su nene.

La distinguida seora doa Elefanta Trompitelli de Barriguini miraba las vidrieras de la calle Chacabuco, con su Nene prendido de su cola.

La seora quera comprar mocasines para su Nene.

Por la calle Chacabuco no suelen salir las seoras Elefantas, de modo que se arm una terrible tremolina.

No s qu nos ven de raro deca doa Elefanta. Entraron por fin en una zapatera y la llenaron toda con sus pancitas y sus orejotas. El vendedor, muy asustado, dijo que no tena mocasines para elefante. A pesar de todo, doa Elefanta quiso probarle algunos a su Nene. Pero, efectivamente, ninguno le entraba. Le dieron las gracias al vendedor y salieron trabajosamente

por la puerta. Recorrieron veinticinco zapateras y en ninguna haba mocasines para elefante. El Nene se puso con trompa. Al pasar por un bazar, doa Elefanta vio unas preciosas

cacerolas, enormes, de esas que se utilizan para preparar la comida de un regimiento.

Entraron forzando un poco el marco de la puerta y, antes de que el vendedor tuviera tiempo de desmayarse, doa Elefanta le pidi dos pares de cacerolotas para las patitas de su Nene.

Se las prob y le quedaron perfectas. Menos mal! Doa Elefanta pag y salieron muy contentos a la calle,

rompiendo un poco la pared del bazar. Los mocasines de aluminio del Nene hacan clin clan chin chan plin plan por la calle.

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Vamos a tener que ponerles suela de goma dijo la seora de Barriguini, no me gusta llamar la atencin. Pero esto no es nada. Todava le quedaba una compra por hacer a la distinguida seora. Tena que comprar un guardapolvo, porque el Nene estaba a punto de entrar al Jardn de Elefantes para aprender a leer. El Nene, que no tena ganas de ir a la escuela, se puso con trompa. En la tienda, el vendedor le mostraba guardapolvos y el Nene a todos les encontraba defectos: que eran chicos, que no tenan un ratn bordado, que los botones no eran de caramelo, que patatn y que patatn.

Como la mam insista, el Nene tuvo un ataque de rabieta y empez a hacer un zafarrancho descomunal: revoleaba los guardapolvos y los arrojaba por todos lados.

La calle Chacabuco qued sembrada de guardapolvos: por el suelo, por los rboles, por los balcones. Entonces apareci un Vigilante y dijo:

Seora, o su Nene ordena esto, o va a parar al Zoolgico en calidad de detenido. El Nene temblaba como un ratn, pegado a su mam. No tuvo ms remedio que recoger los guardapolvos, uno por uno, doblarlos con la trompa y volver a ponerlos en los estantes de la tienda.

Una vez restablecida la calma, y con el Vigilante siempre vigilando, no tuvo ms remedio que probarse algunos. Naturalmente, todos le quedaban chicos. O chico de mangas,

o chico de cintura, o chico de sisa, o chico de botones. Pero la seora de Barriguini no se dio por vencida. Fue a la tienda de al lado y compr seis docenas de sbanas para coserle el guardapolvo ella misma. As lo hizo, y el Nene no tuvo ms remedio que ir a la escuela, como todos los nenes, slo que l, en vez de un sandwichito, en el bolsillo del guardapolvo llevaba 14 bananas, 25 naranjas, 67 panes y 89 chocolatines.

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Este cuento nos ensea que es fesimo tener rabietas y estar con trompa, y que en la calle Chacabuco no se consiguen guardapolvos para elefante.

Ah, me olvidaba de una cosa. La seora de Barriguini todava no sabe qu nombre ponerle a su Nene. Prob varios, pero al Nene ninguno le gusta. A ustedes no se les ocurre un lindo nombre? Cmo se podra llamar un Elefante ms o menos grande as, de color gris nublado, que usa capita escocesa los das de lluvia y va a la escuela con mocasines de cacerola?

Si se les ocurre un nombre, escrbanlo aqu:

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Haba una vez un oso que se llamaba Osofete, de apellido Colorete.

Pues seor, este oso estaba triste porque no encontraba novia.

Y no encontraba novia, no porque fuera un oso calamitoso, sino sencillamente porque en todo el bosque de Gulub no haba ninguna osa.

Y, como ustedes podrn imaginarse, por ms mimoso que sea un oso, y por ms ganas que tenga de casarse, no puede casarse con una lombriz, ni con una elefanta, sino solamente con una seorita osa.

Por eso Osofete se senta muy triste y solitario, y se paseaba todas las maanas suspirando.

Cada suspiro de Osofete era un enorme ventarrn que dejaba los rboles sin una sola hoja.

Estaba triste como una chaucha, triste triste como un canario sin alpiste.

Haba enflaquecido de pena, de modo que su grueso sobretodo de piel le colgaba por todas partes en desprolijos pliegues.

Una vez, mientras paseaba buscando nueces para el desayuno, encontr un paquete cado en una esquina del bosque.

Se acerc, lo husme con desconfianza y decidi llevrselo a su casa, muerto de curiosidad.

Lo levant delicadamente con los dientes, y all se fue Osofete trotando con su paquete.

Le cost mucho desatar un moo tan lindo y prolijo con sus enormes manotas.

Le cost mucho desenvolverlo, pero por fin lo abri y... se cay sentado de la sorpresa.

All, entre el papel y el moo deshecho, haba un oso.

Un oso ms chiquito, claro, pero oso al fin.

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Patatip dijo Osofete. Y el otro oso repiti: Patatip. Un oso, un oso, qu maravilloso! dijo Osofete. Y como la tristeza lo haba entontecido mucho, Osofete no se dio cuenta de que lo que haba encontrado era simplemente un espejo. Fue tal su emocin y su tontera, que dijo:

Pobrecito, qu flacucho est. Y antes de que el otro oso pudiera repetir la frase, Osofete sali corriendo a buscarle nueces y garbanzos y chupetines de perejil y medialunas y caf con leche. Volvi con las provisiones y comi lleno de satisfaccin al ver que su amigo tambin coma y masticaba haciendo crunch crunch y crash crash, igual que l. Osofete era tan atropellado que ni siquiera pens en aburrirse de que su amigo repitiera siempre sus mismas palabras. (En realidad no las repeta, sino que la casa de Osofete quedaba dentro de una caverna y tena eco.) Tampoco se aburra de que su amigo repitiera sus propias muecas; naturalmente. Esa noche se fue a dormir muy tranquilo y con gran alegra en su corazn.

Maana, cuando est descansado pensaba Osofete, le preguntar si no tiene una hermana osa que quiera casarse conmigo. Apag la vela, se puso el gorro y los escarpines y ronc toda la noche. A los tres meses, tempranito se despert y vio cmo su amigo en el espejo se desperezaba junto con l.

Vamos afuera a bailar la rancherita? le pregunt. Y oy cmo su amigo le contestaba entusiasmadsimo: Vamos afuera a bailar la rancherita? Y all se fue Osofete a bailar la rancherita con su espejo pegado a la nariz.

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En lo mejor del baile decidi preguntar tmidamente:

Por casualidad no conoces ninguna seorita osa que quiera casarse conmigo? Por supuesto que el otro oso no dijo nada. Al aire libre, no escuchaba repetidas sus propias palabras como con el eco de la cueva. Osofete, entonces, no tuvo respuesta, cosa nada rara ya que los espejos no hablan. Y se puso de mal humor, e insult a su amigo dicindole:

iChimpetecpateplafff! Al no recibir respuesta, su indignacin fue tan grande que arroj a su amigo contra una piedra, de modo que el espejo se hizo aicos. En cuanto el espejo hizo crashl al romperse, un eco le contest buaaah! Osofete crey que el que lloraba era el oso de adentro del espejo.

Pero no.

Osofete se dio vuelta y vio que quien lloraba era...

imagnense.

Se imaginaron?

Era una osa!

Una osa preciosa, hermosa, pomposa y maravillosa!

Una osa que lloraba con un pauelito blanco pegado al

hocico.

Me has roto mi espejo!grua desconsolada, el espejo que perd el lunes cuando paseaba por el bosque! Cunto lo siento! dijo Osofete, sin dejar de enamorarse de ella inmediatamente. Osofete se agach y trat de recoger los restos del espejo.

Buaah! no me sirven protest la osa, ya no tendr dnde mirarme cuando me peine las orejas! Pero me puedes tener a m le contest Osofete, y yo te dir siempre la verdad, igual que el espejo: te dir que ests linda.

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S? pregunt la osa con desconfianza, pero sin dejar de enamorarse inmediatamente de Osofete. S, no tienes ms que casarte conmigo, quieres? pregunt tmidamente Osofete.

Voy a ver contest la osa. Cosa que en idioma de osa quiere decir: s. Osofete la tom de la manota, y all se fueron los dos a invitar a todo Gulub a su casamiento. La osa era tan maravillosa y bailaba dando tan graciosos saltos, que un ratn corto de vista que pasaba por all pregunt:

Pero sa es una osa o una mariposa? Despus de la gran fiesta de bodas, Osofete la llev a su casa y le puso en la cabeza el mismo moo que haba atado al paquete con el espejito.

Y fueron muy felices.

La osa no lament nunca ms haber perdido el paquete con

su espejo, porque cada vez que se peinaba las orejas, Osofete estaba delante de ella dicindole:

Ests hermosa, pomposa, graciosa y maravillosa como una mariposa. Y as, con un firulete, se acaba el cuento de Osofete.

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Como ustedes saben, la Luna es una seora redonda, monda, oronda y lironda, que est siempre sentada en el cielo.

Y tambin habrn pensado muchas veces: la Luna no se aburre all arriba, tan sentada?

Ahora que los hombres ya van a visitarla, no se le habr ocurrido nunca jugar a las visitas con nosotros?

Podramos hacerla saltar, botar y rodar como una pelota blanca.

Pues bien, yo les contar un secreto, pero no lo repitan a nadie:

Hace mucho, mucho tiempo, cuando la Luna era chiquita, bajaba a la Tierra todos los lunes.

S, vena a jugar y a hacer travesuras.

Y bajaba sin permiso del Sol, que se quedaba all arriba sentado en su trono, muerto de calor, mirndola de reojo muy enojado.

Y la Luna chiquita se diverta mucho aqu en la Tierra.

Jugaba con los gatos, los chicos, las mariposas y las ovejas. Se baaba en los arroyos y rodaba por los toboganes. Se caa de las hamacas y botaba por las calesitas. Pero un lunes... un lunes le pas un accidente, pobre Luna, y desde entonces no quiso volver ms a la Tierra. Se qued sentada en el cielo para siempre, redonda, monda, oronda y lironda, repitiendo una triste cancin que dice:

No, no, no, a la Tierra no vuelvo yo, que una Vaca me lami y eso s que no me gust, no, no, no.

Y ahora les contar, en secreto, qu le pas a la Luna cuando baj a la Tierra hace muchos, muchos aos, por ltima vez.

Resulta que vino rodando por el cielo, como todos los lunes.

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Aterriz en un campito verde lleno de flores y mariposas.

El Sol brillaba muy fuerte, de puro enojado que estaba con la escapada de la Luna. Como se haba agachado para mirarla mejor, haca mucho calor.

La Luna se ba en el arroyo para refrescarse y despus se sent en el pastito muy tranquila cuando, como todos los lunes, se le acercaron sus amigos: chicos, sapos; ovejas, mariposas y grillos.

Se pusieron todos a jugar, y la Luna rodaba de aqu para all, de all para aqu, riendo en jajaj y riendo en jijij.

Jugaron a la escondida, a la mancha venenosa, al Martn Pescador... bailaron la rancherita y el pericn, hasta que por fin los chicos tuvieron que irse al colegio, las ovejas a almorzar, los grillos a cantar y las mariposas a mariposear.

La Luna se qued sola y, como estaba muy cansada de tanto

brincar, decidi dormir una siestita.

Durmi un rato muy largo.

Cuando se despert, el Sol ya estaba resbalando por el

horizonte, sin dejar de mirarla de reojo y con las cejas arrugadas como si fueran dos ciempis.

Al despertarse, la Luna sinti algo muy raro en la cabeza.

Una cosa spera, caliente y hmeda la acariciaba torpemente.

Pero qu es esto? grit la Luna asustada. Y se encontr con los ojos tontos y vacunos de una Vaca que la estaba lamiendo entusiasmada. La Luna se toc la cabezota y not con horror que le faltaba un buen pedazo. La Vaca, a todo esto, se relama.

Pero qu barbaridad! le dijo la Luna. Me has estado lamiendo durante toda la siesta con esa lengua grandota y de papel de lija! No te da vergenza, Vaca vacuna? La pobre Vaca se disculp diciendo:

Tunus rucu gustu u sul, u cumu u m mu gustu muchu lu sul...

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(Las vacas hablan solamente con la U, de modo que esto, traducido del vacuno al castellano, quiere decir: "Tenas rico gusto a sal, y como a m me gusta mucho la sal...".)

Y la pobre Luna se puso a llorar.

Ahora s que el Sol me va a retar, y con toda razn, porque ya no soy redonda, monda, oronda y lironda, me falta un pedazo, parezco un huevo! La Luna lloraba frotndose tristemente el pedazo de cabeza que le faltaba. A todo esto, la Vaca se relama, y como nica palabra de consuelo y disculpa, deca atentamente:

Muuuuu. El Sol se tap con una nube y desapareci, para no seguir presenciando tamaa calamidad. La Luna, tristsima, se volvi al cielo, donde algunas veces, cuando se da vuelta un poquito, ustedes le podrn ver el buen pedazo de Luna que le gast la Vaca con su lengua de lija. Por eso ahora la Luna prefiere no bajar ms a la Tierra, y se queda sentada en el cielo todas las noches, repitiendo esa triste cancin que dice:

No, no, no, a la Tierra no vuelvo yo, que una Vaca me lami y eso s que no me gust, no, no, no.

Y a las tres, a las dos y a la una, se acab el cuento de la Luna.

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Felipito Tacatn era muy distrado. Distrado, boquiabierto y desmemoriado. Qu le vamos a hacer, cada cual tiene sus defectos, no? Una vez, la mam lo mand a regar las plantas. Felipito, naturalmente, se olvid de llenar la regadera. Y ni siquiera se dio cuenta de que igual sala agua y que las

flores la beban muy contentas.

Al rato fue la mam al jardn y vio que las plantas estaban medio loquitas.

Las flores se rean y bailaban el vals, mientras las hojas aplaudan y los yuyos dorman la siesta.

Con qu has regado estas plantas, Felipito? Con la regadera, mam. Pero esa regadera no tena agua, sino vino dijo la seora de Tacatn, porque estas plantas estn todas borrachitas. Efectivamente, estaban borrachitas. Felipito trajo la regadera para que su mam la inspeccionara y oh sorpresa! esta vez la regadera no estaba llena de vino, sino de leche.

La mam se apresur a preparar una enorme mamadera para el hermano de Felipito. Cuando termin, dijo:

Felipito, alcnzame otra regadera de leche. Y cuando su hijo se la alcanz, resulta que estaba llena de jugo de naranja con azuquita.

Naturalmente, Felipito se lo tom todo sin respirar.

Y as siguieron las cosas.

No haba duda de que la regadera era mgica, misteriosa y

chiripitiflutica. Un da se llenaba de leche, otro da se, llenaba de tinta china, otro da se llenaba de caldo de gallina, y los domingos se llenaba de cerveza.

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As, porque s. Pero jams, rquete jams ms volvi a llenarse de agua. Qu lindo, no? Pero, y las plantas?, preguntarn ustedes. Hubo que regarlas, en adelante, con la manguera.

Y de esta manera se acaba el cuento de la regadera.

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Las tortugas, cuando se ponen a vivir, no tienen cundo acabar.

As fue como la tortuga Papalina una de las vecinas ms antiguas del bosque de Gulub cumpli un da 186 aos y medio.

Ni uno ms, ni medio menos.

El da de su cumpleaos, Papalina fue como siempre a tomar agua al charquito, y all se acercaron sus amistades a felicitarla.

Qu bien conservada ests, Papalina! decan las tortugas con sus voces tembleques y cascadas. Todas usaban lentes y bastn, todas menos Papalina, cosa que les causaba un poquito de ese feo sarampin llamado envidia. Papalina se miraba en el agua del charquito, y claro, como era bastante corta de vista, no se vea sus muchas arrugas, su cuello que pareca un bandonen, y sus prpados como guardabarros de camin.

Es cierto, no tengo ni una arruga les dijo Papalina a sus amigas. Pero una de ellas se acerc a mirarla con impertinentes y observ con cierta malignidad:

No tienes arrugas Papalina, pero tienes una verruga, la veo muy bien. Yo? respondi Papalina sorprendida. Yo? Pero si jams he visto una tortuga con verruga, no puede ser. Sin embargo, as es repitieron todas en coro, y una verruga muy fea. Y dnde tengo esa dichosa verruga? pregunt Papalina. All, en el cuello, Papalina, y si la dejas crecer, pronto no podrs meter la cabeza dentro de tu caparazn. Pero qu barbaridad coment Papalina, tener una verruga yo, que soy tan joven, que hoy cumplo apenas 186 aos y medio, ni uno ms ni medio menos... Y qu puedo hacer para quitarme esa fea verruga, chicas? pregunt Papalina a sus

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amigas.

Tendrs que ir al Instituto de Belleza de Gulub, querida contestaron las amigas.

(El Instituto de Belleza de Gulub est a cargo de la famosa rana Palmira.)

El Instituto quedaba como a diez leguas de distancia, y las tortugas saban que, no habiendo tranva en el bosque, la pobre Papalina iba a tardar cincuenta aos en llegar.

Pero Papalina era muy coqueta y decidi que, por lejos que quedara, ella iba a ir al Instituto para que le extirparan su fea verruga.

Y ah noms se despidi y se puso en marcha llevando una maletita y cantando una cancin que deca as, con la msica de Yo no soy buena moza:

Yo tengo una verruga yo tengo una verruga y no puede ser y no puede ser, porque muchas tortugas porque muchas tortugas se echan a perder se echan a perder...

Papalina desapareci, y al da siguiente las tortugas estaban diciendo chismes sobre ella, cuando las interrumpi el ruido de un galope. Como eran muy sordas, creyeron que se trataba de una chicharra.

Pero no.

No era una chicharra, era un galope de caballo.

De pronto se les apareci un mensajero del Rey, que, si no

detiene bruscamente su caballo, las pisa.

Las tortugas, muertas de miedo, se escondieron dentro de sus caparazones.

Queran disparar, pero al mismo tiempo no se atrevan a sacar las patitas afuera.

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El mensajero grit:

Alto, en nombre del Rey! Y adems sac una cornetita y toc turutut para que las tortugas se impresionaran todava ms ante tanta autoridad. Luego desenroll un largo papel y ley el siguiente mensaje oficial:

Seoras tortugas de Gulub, solteras, casadas y bizcas: Por orden del Rey proceder de inmediato a buscar entre ustedes una tortuga con verruga. Nosotras no tenemos chill una. Luego supusieron que el Rey quera premiar a la que tuviera verruga y, como en el fondo eran chismosas pero no malas, pensaron: Pobre Papalina, lo que se pierde por haberse marchado al Instituto! Y una dijo:

La nica tortuga con verruga en Gulub es Papalina... Pero ayer se fue aadi otra. Para qu la quera, seor? pregunt una tercera, tan curiosa como desconfiada. Para hacer sopa de tortuga con verruga! fue la inesperada cuanto espantosa respuesta del odioso mensajero del Rey. Las tortugas temblaron espantadas y una se desmay. Y el mensajero aadi:

Segn los mdicos y boticarios de Su Majestad, la sopa de tortuga con verruga es lo nico que puede salvar a la Princesa de su gravsimo y rubicundo sarampin... Dnde est esa tortuga con verruga llamada Papalina? Dnde? Las tortugas se hicieron las tontas y sealaron distintas direcciones para despistar al odioso mensajero del Rey Pero el mensajero no les hizo caso y sali galopando en busca de la pobre Papalina.

Pobrecita! lloriquearon las tortugas, tener que morir tan joven, y de muerte tan horrible, hervida en una olla! Ya era casi de noche cuando el odioso mensajero del Rey

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tropez por fin con Papalina en una esquina del bosque de Gulub. Papalina, imprudente, se haba detenido a comprar un

chupetn de remolacha frita.

El mensajero la hizo upa sin pedir permiso.

Papalina se dio tal susto que ni siquiera atin a pedir socorro.

El mensajero del Rey la revis con sus feos y sucios dedos,

descubri la verruga y, con una sonrisa siniestra, se guard a Papalina en el bolsillo.

La pobre Papalina era la primera vez que andaba a caballo y en bolsillo, y estaba muerta de susto.

Llegaron por fin al palacio, y all fue el mensajero derechito a la cocina con Papalina, para que la hirvieran en una cacerola e hicieran la sopa para la Princesa.

Se imaginan qu horror?

Ests seguro de que tiene verruga? pregunt el cocinero desconfiado. Por supuesto! contest el odioso mensajero del Rey. A verla...? pregunt la Princesa con voz sarampionosa desde su cuarto. Y el mensajero le llev a Papalina a la cama, en una bandejita de platino y cuarzo. Papalina temblaba de espanto, pero no esconda la cabeza porque tena mucha curiosidad por conocer personalmente a una Princesa, a quien slo haba visto en las revistas.

La Princesa se incorpor en su cama, sinti de inmediato una gran simpata por Papalina y una gran desconfianza por el odioso mensajero.

Voy a revisarla yo misma, a ver si tiene verruga dijo la Princesa. Papalina se senta muy orgullosa de ser revisada por dedos tan finos, que le hacan cosquillas en el cuello.

Pero si esta pobre tortuga no tiene verruga dijo la Princesa. Esto que tiene en el cuello es una hormiga dormida...

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La Princesa tom a la hormiga con sus finos dedos y la puso en el suelo. La hormiga dijo:

Buenas tardes a todos. Y se fue a su casa a seguir durmiendo la siesta. Vete! orden la Princesa al odioso mensajero. El mensajero, de rabia, busc a la hormiga para pisarla, pero la hormiga ya haba tomado el mnibus para Gulub. La Princesa se puso a conversar con Papalina, que se haba quedado tartamuda de atravesar tamaos peligros.

No me van a hacer sopa, Princesa? pregunt tmidamente. Y la Princesa, sonriendo, le dijo que no. Menos mal!

Princesa dijo Papalina cuando consigui retomar el aliento, yo s bastante de medicina, y en prueba de gratitud porque usted me salv la vida, le dir cmo se cura el sarampin rubicundo. Dmelo, dmelo enseguida contest la Princesa poniendo delicadamente a Papalina sobre las puntillas de su almohada. Es muy sencillo, Princesa contest Papalina. El sarampin rubicundo se cura con chupetn de perejil tostado. La Princesa orden a su cocinero que le preparara inmediatamente el remedio segn las instrucciones de Papalina. Y dicho y hecho, en cuanto prob el chupetn de perejil tostado, la Princesa se cur y se levant. Al da siguiente, la Princesa y Papalina jugaban juntas en el jardn del palacio. Papalina fue condecorada y premiada por el Rey en persona, en una ceremonia a la que asisti todo Gulub con traje de fiesta. La Princesa invit a Papalina a vivir en el palacio y ser su tortuga de compaa. La Princesa llev una vez a Papalina en carroza hasta el charquito donde vivan sus amistades. Las tortugas, que crean muerta a Papalina, lloraron de sorpresa y alegra. Varias se desmayaron y a una se le cayeron los lentes.

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Y as sigue viviendo feliz Papalina la tortuga, sin una sola verruga, pero se arruga, se arruga, a medida que pasan los aos y las hojas de lechuga.

Y verdolaga verdoln, este cuento lleg al fin.

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Ustedes habrn odo alguna vez la expresin que dice: "es un domingo siete", verdad?

Qu es eso del domingo siete?

En Centroamrica se cuenta una historia del domingo siete, que es ms o menos as:

Haba una vez dos chicos: Juan, que tena tres pecas en el cachete, y Domingo, que era malo y amarrete.

Los dos iban al colegio, atravesando todo el bosque de Gulub.

No se llevaban muy bien, porque Domingo le haca bromas a Juan a causa de sus tres pecas. Bromas que Juan tomaba con mucha paciencia porque era un chico bueno, muy bueno, rquete pecoso.

Una tarde sali Juan del colegio, y Domingo, como siempre, se qued en penitencia despus de clase.

Juan iba saltando y cantando por el bosque, cuando se desvi un poco del camino por seguir a una ardilla que jugaba por ah y le haca morisquetas.

Por correr tras la ardilla, como digo, se desvi del camino y se perdi.

Y de pronto zpate! lo sorprendi una espantosa tormenta.

Caan unas gotas gordas como patas de elefante, un granizo gordo como helados de cien pesos, soplaba un viento hecho por un milln de hlices.

Juan buscaba refugio, tratando de no mojar su prolijo cuaderno.

Corri y corri hasta que por fin pudo meterse en el hueco de un rbol, empapado y tiritando.

All esperaba acurrucado que pasara la tormenta.

Cuando amain, ya era de noche y a lo lejos vio una lucecita.

Debe de ser la casa de algn guardabosque pens,

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quiz me permita secarme junto a la chimenea y me d un plato de sopa.

Juan camin hasta la casa.

Se acerc a la ventana y oy un coro de voces chillonas y destempladas que cantaban una preciosa cancin que deca as:

"Lunes, martes, mircoles tres..." Como a Juan le gustaba mucho la msica, no pudo contenerse y cant tambin completando la cancin. Porque la cancin, en la palabra "tres", se paraba de golpe. Y Juan cant:

"Jueves, viernes, sbado seis..." La ventana se abri de par en par y se asomaron un montn de brujas, brujitas y brujotas, feas y desmechadas, que sonriendo con sus escasos dientes dijeron:

Pero quin es el chico rquete pecoso y bueno que nos ha completado tan graciosamente nuestra cancin? Yo dijo Juan con modestia. Pero qu preciosura! dijo la bruja capitana, hace tres millones de semanas y dos das que estamos tratando de completar la letra de esta cancin y no podemos!... "Lunes, martes, mircoles tres..." Y Juan volvi a corear: "Jueves, viernes, sbado seis..." Desde hoy, y gracias a ti, podremos cantar completo el himno de las brujas de Gulub, y por este gran favor que nos has hecho te vamos a premiar. Y dicho y hecho, las brujas, las brujitas y las brujotas le regalaron a Juan una bolsa enorme llena de caramelos, chupetines, bombones, alfeiques, turrones, nueces, chocolatines, helados que no se derretan y no me acuerdo qu ms.

Juan les dio las gracias y se fue cantando.

Ya no llova, y la ardilla lo guiaba por el camino.

Al da siguiente, Juan reparta golosinas entre sus

compaeros del colegio, cuando lleg Domingo y le arrebat unas cuantas de un manotn.

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Dnde has robado esto? le pregunt. No lo rob! le contest Juan indignado, me lo regalaron las brujitas de Gulub. Mentira! grit Domingo, dispuesto a pegarle en el cachete pecoso. Entonces Juan, para que no dudara de su honradez, le cont con detalles su aventura: cmo se haba perdido por correr tras una ardilla que le haca morisquetas, cmo lo haba sorprendido la tormenta, cmo haba llegado a la casa de las brujas y cmo les haba completado graciosamente esa cancin que deca: "Lunes, martes, mircoles tres..." Con un versito que deca: "Jueves, viernes, sbado seis..."

Bah, qu tontera contest Domingo y dio media vuelta. Pero como Domingo era copin y envidioso, decidi imitar la hazaa de Juan. Esa tarde sali del colegio y, en el bosque, encontr a la ardilla juguetona y la sigui. Tambin lo sorprendi la tormenta y tambin fue a dar a la casa de las brujas. Todo, todo igual que Juan. Una vez junto a la ventana, oy que las brujas, las brujitas y las brujotas cantaban:

"Lunes, martes, mircoles tres, jueves, viernes, sbado seis..." Para que me regalen caramelos pens Domingo, tengo que aadirle algo ms a esta cancin. "Domingo siete!" A las brujas, naturalmente, no les gust nada la interrupcin. La ventana se abri de par en par, y se asomaron preguntando:

Quin es el sinvergenza y amarrete que nos ha arruinado la cancin con un domingo siete? Y le arrojaron a Domingo por la cabeza el agua helada de una vieja palangana de latita. Domingo sali corriendo, mientras la ardilla se rea tanto que tena que taparse los dientes con la cola. Domingo decidi desde ese da no ser ms copin ni amarrete, y adems se hizo amigo de Juan, que sigui como

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siempre con sus tres pecas en el cachete.

Y as, con un firulete, se acaba el libro en un domingo siete.

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