cuento traducido por Sara Arevalo - majuscrit.fr · El vaquero disfrazado perdió el equilibrio....

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traducido por Sara Arevalo

yillustrado por

cuento

Lapache y Lasso eran dos caballos que vivían en las grandes

llanuras de América.

Lapache era un caballo blanco con numerosas manchas negras.

Vivía en libertad, sin bocado ni montura, y un indio se ocupaba de

él. Lasso, sin embargo, vivía encerrado en un cuartel. Allí había

aprendido la disciplina y el trabajo con su amo, un digno vaquero.

Un día, los dos tuvieron que encontrarse. Lapache llevaba sobre sus lomos a su indio, abigarrado y emplumado, como para las grandes ocasiones. Lasso, por su parte, llevaba a su vaquero coronel, con un traje lleno de condecoraciones y con un sombrero bien puesto en la cabeza. De repente, Lapache oyó el grito estridente de su jinete y fue espoleado para partir a todo galope, derecho hacia el campamento de los vaqueros que estaba más abajo.

Enseguida hubo lanzamiento de flechas, intercambio de tiros, carros volcados y niños que lloraban. Aquello se parecía bastante a una gran batalla. Lapache empleaba toda su agresividad, galopaba, esquivaba, coceaba, se encabritaba… ¡Éste era él! El vaquero disfrazado perdió el equilibrio. Pero, al caer, el bribón se agarró al indio y lo arrastró en su caída.

Los dos rodaban, cuerpo a cuerpo, y los caballos, ahora sin jinete, se miraron con mala cara.

Lasso, con un agudo sentido del deber, fue el primero en dar una buena coz.

Lapache, sin embargo, no cedió y respondió con una coz magistral.

Al igual que sus amos, los animales combatieron. Lapache, más hablador, se puso a comentar:-¡Bestia estúpida! ¡Ver-güenza de la raza! ¡Dejarse dominar de esta manera por ese ridículo títere!

-¡Y además, zoquete! ¡Pero qué te han enseñado, maldición!- Y esa montura sobre el lomo, esos arreos alrededor de la boca, hay que caer realmente bajo….

Lasso reaccionó con más fuerza. Las palabras de su atacante empezaban a ponerle nervioso.

¡Ah! Iba a ver lo que era bueno, este caballo cubierto de plumas, primitivo y sin grandeza.Le empezó a dar más golpes, algunos de los cuales, efectivamente, fueron certeros.Los caballos continuaron luchando así durante muchos días, más tiempo incluso que sus amos, los cuales ya habían regresado a sus hogares hacía tiempo para recuperar fuerzas. Al final, agotados, se derrumbaron. Lasso fue el primero en caer con un gran soplido, y Lapache, justo después, se tumbó junto a su oponente y cerró los ojos.

Ahora la tranquilidad era total, y visto desde arriba, parecía que los dos combatientes se abrazaban. Cuando se despertaron, ambos se quejaron a coro.-¡Bueno, amigos! ¿Ya está? ¿Nos despertamos? —pió un gorrión— qué ruido habéis levantado, ¡cual-quiera diría que un tren de locomotoras pasó por la llanura!Los caballos se miraron, asombrados. ¡Ah sí! ¡La pelea! Recuperaron la memoria... Pero el otro, ¿seguía ahí? ¿No le había ajustado las cuentas? Entonces, los golpes comenzaron a caer de nuevo.-¡Eh, eh, calmaos chicos! ¡Pero bueno, tenéis muy mal despertar! ¿Habéis tenido pesadillas o qué? ¡Aunque es verdad que los amigos se incordian! —dijo el gorrión.

-¡Pero no somos amigos! -exclamó Lasso.-¿Ah no? ¿Entonces sois hermanos? -replicó el pajarito.-¡Pero qué dices! ¡Míranos, no nos parecemos! -exclamó Lapache.

- Sí, bueno, es verdad que vuestro pelaje no es del mismo color. Pero aparte de eso, no veo diferencias…

- Estás equivocado, gorrión, somos enemigos -anunció Lasso.

-¿Enemigos?, qué idea tan rara, ¿y por qué? -preguntó el pájaro.- A causa de la gran guerra entre los vaqueros y los indios… ¡se odian! -explicó Lapache.-¿Ah sí? ¿Y en qué os conciernen estos conflictos estúpidos de los humanos? -continuó el gorrión.

-Porque son nuestros amos, sus ideas son las nuestras… -añadió Lasso.-¡Ésta es la respuesta más estúpida que he escuchado en mucho tiempo! -bromeó el pajarito.Molesto, Lasso le dio la espalda. Entonces el gorrión concluyó:-Pero veamos, sois de la misma raza, caballos de pura sangre, y os peleáis para defender unas ideas que no son las vuestras. ¡Miraos, aparte de vuestros dueños, sois semejantes! ¡Entonces, sed más inteligentes que aquellos que os dominan! ¡Haced la paz, no la guerra! y se fue volando.

Los caballos, de nuevo solos, se miraron. Lo que había dicho el pájaro parecía razonable y lleno de sensatez. Los dos, al mismo tiempo, esbozaron una pequeña sonrisa. Al final, el caballo moteado comenzó, inclinando la cabeza:-Hola, me llamo Lapache.-Y yo soy Lasso -se presentó el caballo del ejército.-Creo que nos hemos equivocado… —continuó Lapache.- Sí, lo siento mucho. ¿Cómo hemos podido hacernos mal entre caballos? Los hombres son tontos, es verdad, pero de ahí a actuar como ellos….-No hablemos más de eso y recuperemos más bien el tiempo perdido. ¿Quieres que te muestre la comarca? —propuso Lapache.

Y así fue como los dos caballos guerreros se

convirtieron en amigos y decidieron, a su vez,

difundir

un mensaje de paz.