Cuba a la Patagonia

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Teresita de Jesús González RETAZOS DE TERUCA 1/104

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Una mujer de 70 años viaja de Cuba a la lejana Patagonia y a a la Antártica, donde cuenta su biografía.

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“DE CUBA A LA PATAGONIA” (Retazos de Teruca)

AUTORA: TERESITA DE JESÚS GONZÁLEZ PÉREZ

Registro de propiedad intelectual Nº 146.594 (Chile)

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CAPITULO 1LA VUELTA DE LOS FANTASMAS

El día estaba nublado y fresco, así que me decidí a dar un paseo por mis grandes recuerdos.

¡Claro que la vi! , ahí estaba la bodega de Miguel, con su cantina l lena de gente y del otro lado las mujeres comprando sus mandados y con qué alegría los niños compraban caramelos de diversos colores. Que tranqui l idad y qué fel ic idad yo percibía de pronto se me ocurre caminar dos cuadras hacia arr iba. Y al l í estaba la botica de Martí con su azúcar Candy de varios colores, para los niños que se inyectaban y las señoras que compraban. Me acuerdo que me paré extasiada viendo su l impieza en los cr istales de las vitr inas y el aspecto doctoral de nuestro boticario de barrio

Sigo y doblo a la esquina y qué sorpresa, la quincal la de Ofel ia, el la seguía con su aspecto erguido y su rubio pelo, peinada con su moño, mostrando, con su semisonrisa de siempre sus encajes, elást icos, botones, en f in múlt iples chucherías tan úti les para nuestro aspecto diario.

Todavía medio embobada, sigo caminando media cuadra más y me topo, de la acera de enfrente, con el puesto de los chinos, no lo pienso dos veces, cruzo la cal le y entro en el establecimiento y le digo: - José, por favor, un medio de naranjas peladas-. Me encanta ver el aparatito manual para pelarlas, dar vueltas y vueltas, ver la serpentina naranja y sentir el olor dulzón de la fruta y porque no, la vestimenta cantonesa de José y su amigable sonrisa, con la pregunta acostumbrada -¿Y la famil ia?-. Me voy saboreando y ol iendo mis naranjas; cuando oigo la fuerte música del Cha-Cha-Chá, toma chocolate y paga lo que debe. Ya empezó la vitrola de la bodega de Miguel.

Frente a la bodega, estaba el quiosco de Bernabé, me dir i jo hacia al l í y muy rápido pido un batido de Mamey y dos bizcochos. Comiendo sabrosamente, me viro y veo a Ramón con sus carbones y su monedero de piel a la cintura, devolviendo menudos del despacho de sus latas de carbón.

Los pregones de los vendedores ambulantes siguen sonando en mis oídos a pesar del t iempo. El los me servían para saber cuándo l legaba el domingo, pues ese día se mult ipl icaban. El tamalero con su lata repleta de ese r ico manjar de maíz, envuelto en hojas de la mazorca, como un niño con su pañal -¡Tamales, taaamalero pican y no pican, casera, se me acaban!-. El manisero, con su lata l lena de cucuruchos de papel con el maní tostado, cal iente, por aquel la especie de estufa portáti l , que tanto me l lamaban la atención. Una lata con agujerito, donde se ponía carbón y siempre tenía una candel ita roja -¡Maní, calentito el maní!- . Manisero se va.

En el c ine del barr io, en los intermedios, sal ía por los pasi l los, un señor con una caja colgada al cuel lo, que decía así : -Gal let icas, peters, bombones.. . .rrrefrescos-. Así con muchas erres y eso acentuaba con mucho gusto esa palabra.

Todo tenía tanto colorido y sonido.

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Bueno, se ha hecho tarde y me voy a medianía de cuadra donde mis abuelos me esperan siempre. Siento un cosqui l leo y escalofr ío Porque la noche se acerca y el fantasma de la pi jama de rayas espera a que nos acostemos para dar un paseo por la casa y sentarse a mecerse en el s i l lón, que estaba junto a la ventana. Eso me da miedo y a la vez, me gusta pues no todo el mundo t iene ese t ipo de persona en su casa, ¿y porqué no? Me siento importante.

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CAPITULO 2

LA CASA DE MI TÍOS

Ahora les contaré como mi famil ia obtuvo la casa.

Cuando mis t íos vinieron del pueblo de Quemados de Quines a buscar una vida diferente en la cuidad de La Habana. Precisaban de una casa donde cupieran todos y que a la vez fuera de bajo precio. La suerte los l levó a una casa de un barrio de la Habana, que era barata y lo suf ic ientemente grande para que la famil ia viviera holgadamente. Era una época dif íc i l y lo raro era el precio, pero la oferta era buena para estar averiguando mucho. La dueña solamente exigía el pago por adelantado, pues los inqui l inos anteriores se marchaban a la semana.

El los, los t íos hombres, preguntaron: -¿Por qué?- y la dueña les expl icó que los inqui l inos se quejaban de apariciones y ruidos extraños en la noche. La necesidad fue más fuerte que el temor a los cuentos de fantasmas. Los hombres decidieron no decir nada a las mujeres y comenzar a usar la casa de inmediato.

Así fue como empezaron a vivir con un fantasma en la casa, o más bien se mudaron a la casa de un fantasma. Pues en buena ley, él vivía al l í . Según supieron después, era un estudiante de medicina, que murió de tuberculosis, de ahí el pi jama y el s i l lón, que siempre sonaba en la noche.

A más de 30 años de todo aquel lo, conocí una famil ia que me hace una historia de una casa con extraños ruidos. Cual no fue mi sorpresa al saber que esa casa estaba al fondo de la de mi famil ia. Así que el fantasma quedaba perfectamente comprobado.

La noche que mi abuela, confundió a la persona que estaba en la sala, con uno de mis t íos y que no le respondió cuando lo l lamó, fue la primera presentación de nuestro fantasma.

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Capitulo 3

LA TONTA DEL BARRIO

Una mañana me despierta una gran ruido, gentes que habla y cuenta una historia, me pongo a escuchar, y mi t ía decía en un tono histérico -Yo sé lo decía a la madre, que no dejara a Margarita sola-. Pero ¿qué había pasado con Margarita?. De pronto, la voz de mi t ío, un poco desenfadado dice: -A la boba se la l levó un hombre, el la no se perdió- En la casa reinó de pronto un si lencio sepulcral . Mis t ías miraron a mi t ío con ferocidad. ¡Que desfachatado era! La tormenta se acercaba, bueno, de pronto la mesa servida y todos a desayunar, la gula, aunque es pecado capital , a veces controlaba las peleas.

Pasaron algunos meses y la vida seguía igual. Entre semanas pasaba el chinito vendedor de pescados, parguitos; casi s iempre con su cajón largo de cristal y madera, repleto de hielo y del hombro una especie de si l la de t i jeras, que al abrir la le servía para apoyar la caj ita, s i comprabas, al l í escamaba tu pescadito rojo. También venía el curita a cobrar su mensual idad para los pobres, se puede decir, mi primer amor de la infancia yo me sentaba frente a él y lo miraba extasiada, en aquel entonces lo encontraba hermoso, hoy lo recuerdo y me parece que tenía la cara un poco bobal icona. Abuela le pagaba la cuota para algo caritat ivo. Él daba las gracias y se marchaba, mientras yo me quedaba suspirando.

Claro eso me duraba cuestión de segundos, porque sino era la cotorra, era la chiva que clamaba y yo me iba para mi zoológicoprivado, que ahora les contaré; pero tengo que interrumpir, oigo otra vez el parloteo de mis t ías y la r isa socarrona de mi t ío, -Yo se los di je, Margarita no se había perdido-. Yo corro hacia la ventana y como había cambiado en esos meses, tenía una barriga grande como si hubiera comido mucho, le pregunto a mi t ío y me dice: -Pero no ves muchacha que va a parir esa boba-. Yo no entendí muy bien; pero, al poco t iempo, Margarita tenía un niño. Mi t ío, s iempre que la veía, decía: -Y eso que era boba-. Para mi comprensión de niña, todo era muy confuso, pues la tal Margarita de nuestra cuadra, s iempre se estaba babeando, la cabeza ladeaba y su mirada perdida. Pero eso es lo bueno en la niñez, que uno se cuestiona muy poco. Bueno, ahora vamos a mi zoológico part icular, así como lo oyen, en él como les di je había una chiva negra como el azabache, amarrada siempre debajo de la escalera, también tenía una cotorra tuerta, que por la mañana andaba en l ibertad, una jaula gigante con pericos mult icolores. Todavía cierro los ojos y veo a mi abuela dentro de el la rodeada de sus pajaritos, un ratón blanco que vivía dentro de una jaula para pájaros, un Tomeguín y en los altos, es decir en la azotea, curieles, gal l inas, patos de la Florida. Una jut ía, a la que yo tenía pánico. Pero f í jense bien, ahora en lo que voy a decir, había, nada más y nada menos que un pinchón de cocodri lo, amarrado con una cadena, la curiosidad de verlo era más fuerte que el miedo que tenía, claro verlo siempre de lejos. Me parecía que cuando abría la boca y yo cerraba los ojos, me comía.

Todo esto estaba inf luenciado por las pel ículas de King Kong y el monstruo de la laguna negra, que mi t ío Miguel me l levaba a ver al c ine de barrio, s iempre los lunes, Día de damas, cuando el precio era más barato para nosotras. Por un período de t iempo corto yo era una heroína, como las protagonistas de las pel ículas del cine. Pero ustedes se preguntarán ¿por qué esos animales? Yo tenía un t ío que cuando se pasaba de copas, pues en

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la vida de claustro que yo l levaba jamás se usaba la palabra emborrachar, entraba de madrugada dando tumbos con uno de estos animales. ¿De donde los sacaba?. Eso quedará archivado para los grandes misterios de la humanidad.

El día que l legó el cocodri lo, una de mis t ías dio un grito de horror, al lá arr iba, en la azotea. Todos subimos par ver que pasaba. A el la le faltaba muy poco para echar espuma por la boca.El la, que le tenía fobias a las pobres lagart i jas, imagínese cuando se vio de repente, ante ese señor tan grande. En ese momento, mi abuela, con sus seis pies de estatura y su recio carácter, nos apartó. Traía en la mano una cadena y sin decir una palabra, lo amarró con destreza de domadora. Así , con este pequeño show terminó la presentación del cocodri lo a la famil ia.

Pero, haciendo memoria, la t ía mía, que dormía en los cuartos de arr iba. Un buen día que subió, gritó otra vez. Ahora la jut ía le había mordido una pierna. Según los cuentos de entonces las jut ías se enamoran perdidamente de los humanos y a Dios gracia, yo no le era simpática.

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CAPITULO 4 MI PRESTADA FAMILIA

Como se puede ver, yo tenía varios t íos y t ías. Aquel lo era como un regimiento, todo en perfecto orden, l impieza y pulcritud.

Cada una de las t ías tenían muy definidos sus quehaceres, la t ía de la cocina, que decía que las cocinas tenían que ser blancas por todos los lados, por eso nuestra cocina era como una cúpula celest ial . Recuerdo que en el vertedero había una j icotea grande y todos los días se cepi l laba. Nada bri l laba como ese carapacho. Un día la j icotea se perdió y el regimiento se puso en estr icto orden para buscarla, a mí me sentaron en un si l lón muy grande, me subieron las piernas y me di jeron que me mantuviera t iesa hasta que no apareciera el animalito.

El grito se oyó estr idente y muy cerca de mí habían movido el refr igerador y al l í estaba la j icotea, electrocutada. Recuerdo sus patas t iesas y toda la cabeza hacia fuera, inmóvi l y como sostenida por un alambre. Hoy pienso que el la pref ir ió suicidarse antes de seguir la tortura del cepi l lo diario.

Dos t ías trabajaban en la cal le y yo jugaba a las casitas o a las muñecas hasta que en una hora determinada la t ía de la cocina me decía: -Tere recoge, que ya están por l legar-. Había otra que l impiaba, rompía y l loraba y l loraba. Hasta que un día mi abuela, cansada de la cantinela y el l lanto, la amarró en un palo para que l lorara todo lo que tenía que l lorar. No sé si era buena psicología pero así se arreglaban las cosas en mi casa.

Por las tardes después del r i tual de la mesa, con sus cucharas, cucharitas, vasos y otros cubiertos que aunque no se fueran a usar, yo tenía que ponerlo porque la buena mesa hay que ponerla completa decían el las. Ahora venían las peleas de mis t ías para ver cuál de las dos lavaban la vaj i l la, cosas que parecían locas, pero sucedían en casa.

Mis t íos, eso era otra cosa, había uno que era barbero de gran prosperidad, que aprendió con mi t ía, a la mayor, dejándola calva varias veces. El otro era un individuo f laco, s iempre de mal genio, porque las mujeres no lo miraban en la cal le, y que mi t ía en la cocina siempre decía: -El pobre, como ha sufr ido, mira que yo lo l levaba todos los días al hospital- y le introducían un clavo cal iente por el pecho. ¿Esto sería cierto? El la lo decía y así yo le pongo. Claro que era para traumatizar a cualquiera pero como yo nací al l í para mí todo era muy natural .Mi abuelo era un hombre sumamente austero, fuerte de carácter siempre con un bastón en la mano, se l lamaba Ricardo, pero lo conocían por Ricardo el bizco, ya sé imaginarán porqué. Él vivía pendiente del calendario, recuerdo que el día que empezaba “el invierno” caribeño, así hubiera un calor sofocante siempre se ponía su saco de lana, a cuadros blancos y negros y una boina para esperar su invierno, s in resultados ninguno, pues nunca l legaba. Mis t ías imploraban al c ielo yendo a la iglesia casi todos los días, para que los vecinos no pensaran que estaba loco. Era el famoso problema de los barrios del qué dirán.

La bebida preferida del abuelo era el potente laxante, la leche de magnesia, otra razón más para vigi lar lo, pues no fueron las pocas veces que se tomaba un frasco entero, con la consecuencia de mantener el baño ocupado permanentemente, al día siguiente. La vigi lancia de las t ías les hacían dif íc i l poder tomar la ansiada bebida por el día, así , que en la madrugada,

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aprovechaba el sueño de todos y se despachaba a sus anchas para luego ir al baño. ¡Qué gusto el de abuelo!, se volvía loco por la leche de magnesia y yo, que me ponía a correr la casa de un lado a otro, cuando me obl igaban a tomar ese asco.

Pero aparte de esas manías. Mi abuelo fue un importante electr ic ista en su t iempo en el pueblo del que vino mi famil ia. Pues fue él que puso la electr ic idad en el pueblo de Quemados de Güines y arreglaba los radios al l í , por eso era muy considerado dentro de esa especial idad, como un técnico muy capacitado. Ya verán después cuantas cosas pasaban en un día, pues eran tantas. Una tarde se aparece el t ío más joven del que no había hablado aún, era alto, bonito y corpulento, pero le había sal ido con los mismos ojos de abuelo, por lo qué se operó unos años después, pero volvamos al tema. Mi t ío había traído unos discos para enseñar a cantar los pericos de la abuela. Fue algo descomunal no hizo más que poner uno de el los, para que los pajaritos comenzaran un canto sin f in, ¡eran más de cien periquitos!, una sinfonía dir igida por mi t ío, delante de la jaula. Era tremendo barul lo aquel lo.

La vecina del fondo de la casa, que cantaba tangos, estaba ensayando para presentarse a un concurso de televisión. El la tuvo que encaramarse y asomarse por la ventana de su casa, que daba a nuestro patio, para averiguar porqué había tenido que suspender su vocal ización. Mis t ías l lenas de vergüenza horrible y excusándose se pasaban agua de colonia por el rostro para evitar el desmayo, de pronto la música cesó. A mí se me había ocurrido la genial idea de apagar el tocadiscos. La niña de la casa había resuelto el problema.

Ahora que recuerdo a la vecina tanguera, el la tenía una radio que lo ponía muy alto que lo ponía para el gusto de la famil ia. Cuando le di je que mi abuelo era un gran electr ic ista y se le ocurrió la idea de poner una interferencia y cercar la radio a la ventana de el la y sintonizaba su misma emisora y con esto hacía que se produjera un ruido infernal, por lo que la pobre vecina, no les quedaba más remedio que quejarse de lo mala de las trasmisiones y apagar su radio. Fue una lucha fuerte en la que venció la ciencia.

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CAPITULO 5

LA NIÑA MUY BUENA

Yo era una niña tan buena, tan educada, tan, tan.. . que no podía jugar con nadie, pues no había nadie que fuera tan excelente como yo, pero siempre hay sus excepciones. Una o dos veces a la semana, me traían a una niña negrita que era buena, l impia, etc. y optima para jugar conmigo según los cánones de mis t ías. Siempre oía decir que su mamá era profesora de inglés por lo que pensaba que era algo muy importante. Así fue que tuve a mi amiga Techi

Techi nunca había ido a la playa y el la me pedía que le expl icara como era. Por mucho que trataba de decir le, el la no comprendía. Una tarde, desesperada por hacerle entender, vi que no había nadie en la cocina y tomé la sal y una palangana. Extendí la sal y l lené la palangana de agua y le di je: -La sal es la arena y el mar es la palangana-. Por muchos años la idea de la playa que tuvo Techi fue la de la sal y la palangana.

Un día le di je a mi padre -por favor vamos a invitar a Techi al Yacht Club- y mi padre respondió: -El la no puede entrar, no ves que es negra-. Para mí los colores nunca tuvieron gran importancia, pero comprendí que el color negro era lo que impedía ir conmigo y qué cosas tan raras t ienen las personas mayores pensé yo. A mi casa traían cada cierto t iempo un puerco para sacri f icarlo y comerlo, por supuesto. Una vez fue uno negro y me l lamó la atención como lo raspaban con agua hirviendo y ¡qué maravi l la!, bajo la piel negra había otra blanca. Ya estaba resuelto el problema de Techi. Podríamos ir juntas a la playa, solamente había que esperar el momento. Una tarde estábamos jugando, cuando me percato que la t ía que l loraba, se había quedado dormida en el s i l lón, con el pañuelo en la mano l leno de mocos y la de la cocina se estaba bañando, al f in estábamos solas. Ya le había contado a mi amiga los detal les del plan y el la estaba de acuerdo.

Yo no sabía encender fósforos para la cocina, pero Techi s í . L lené el recipiente con agua y Techi subida a una si l l i ta, Lo colocó en la horni l la a hervir, mientras tanto, yo buscaba un cuchi l lo grande de cabo negro, el que mis t íos decían que era bueno para raspar. Cuando el agua estaba hirviendo tomé el recipiente con un paño y el cuchi l lo e íbamos para el patio para comenzar el tratamiento dérmico. Entonces mi t ía, que sale del baño con rolos en la cabeza, nos ve y empieza a gritar con un sonido de espanto agudo al igual que la pel ícula “Psicosis” -¡Suelta el cuchi l lo, por tu vida!, ¡suéltalo yaaa!- nunca la había visto así . Yo no solté nada, me petri f ique y Techi estaba muerta.. .del susto. ¿Qué cosa tan horrible estábamos haciendo? Nos preguntábamos.

Después del interrogatorio, para saber que íbamos a hacer, las t ías se espantaron. Me l levaron a un psicólogo y que me puso hacer muchos dibuj itos, a identif icar f iguritas y otras cosas por el est i lo. Por otra parte, me impidieron que viera televisión, pues a mí me gustaba los programas de lucha l ibre y eso era muy violento para una niña.

Pero una de las t ías, la que trabajaba, me complacía y me cargaba para que pudiera verla. Una vez, emocionada, le di un puñetazo y las dos rodamos por el suelo. El las decían definit ivamente que mi agresividad era horrible. Yo siempre pedía que me escucharan, para expl icarle lo que había pasado, pero era mucho pedir.

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Al cabo de los años, cuando pienso que mi amiga, en lugar de ir al Yacht Club, hubiera ido a parar al hospital , mi piel se eriza.

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CAPITULO 6

TRUCOS Y SUPERSTICIONES

El t ío Miguel me hacía trucos, como hacerme creer que se comía una semil la de mango. Estando en el patio con su juego, que para mí era de verdad, me dice: -La persona que se come un mango y luego toma café, se muere sin remedio-. Aquel lo quedó grabado muy fuertemente en mí. Pasó el t iempo, ya era la temporada de los mangos y logré tomar uno del estante alto, donde guardaban las frutas y a escondidas lo saboree.

Era mediodía, la hora en que los abuelos dormían la siesta, la t ía de la cocina, se bañaba dos veces al día y la que l loraba, se quedaba aletargada, después del l lanto, en un si l lón junto a la ventana de la cal le. Era el momento en que me sentía l ibre. Cuando terminé de comerme el mango, fui a la cocina, a hacer otras cosas prohibidas a las niñas de mi edad, beber el café. Y fue entonces cuando estoy terminando, que me acordé de la sentencia de mi t ío que morir ía sin remedio. Solté la tacita y sal í corr iendo hacía el baño, gritando -¡Me muero, t íaa!, ¡ay¡, que me mueroo-. Mi t ía al oír aquel lo, no le dio t iempo a secarse, no obstante, no sal ió desnuda, pues el pudor podía más que todo Sal ió a la puerta del baño, envuelta en una toal la grande, mientras, yo no dejaba de gritar. El la aguantaba la toal la con una mano y con la otra, me sostenía y trataba de averiguar qué rayos me pasaba.

Después de un sacudión, le pude expl icar lo inminente de mi muerte. Sin darme cuenta cuando terminé de contar lo sucedido y yo me quedé cal lada al ver que no le importaba que yo fuera para el otro mundo. Al poco t iempo sal ió y subió corr iendo hacia el cuarto de arr iba, donde dormía mi t ío Miguel. Al l í le acribi l ló la cabeza a cocotazos. Por supuesto la tarde y la noche fueron para mí un horrible tormento, esperando que la Parca me l legara por la mezcla venenosa que había bebido.

A mí me gustaba mucho la Guanábana, esa fruta con la piel l lena de espinitas y su masa blanca y agridulce, que mezclada con leche fr ía y algo de azúcar era una bebida muy refrescante: La champola. Cada vez que en mi casa se iba a tomar, a mí no me daban pues yo no sal ía de un catarro para entrar en otro y mi abuela decía que la Guanábana era muy fr ía y provocaba catarros muy fuertes según su teoría. Yo me quedaba con los deseos de tomar champola y siempre con la incógnita de como esa bebida refrescante podía dar catarro. Para mí fue una propiedad de la Guanábana de aquel los t iempos, nunca antes ni después.

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CAPITULO 7

LA CULTURA Y LA FAMILIA

Cuando a mis t ías les daban por la cultura, era otro problema, me vestían con mis mejores galas para l levarme a los museos. Lo que más recuerdo de aquel las vis itas era la picazón que me provocaba las batas almidonadas y el dolor en los pies por los zapatos de sal ir . Mi famil ia de gran tradición cultural , pues tenía como mi t ío abuelo pintor muy conocido como gran retratista y era primo hermano de mi padre como gestor de maestro y gran poeta muy conocido también. Un primo hermano músico y cantante conocido en Europa y en Estados Unidos. El las querían cult ivarme sobre esta base cultural de la famil ia.

En una de las sesiones de mi vis itas a los museos que había ido con mi abuela por parte de padre que era una señora regia, doctor en pedagogía y mujer de gran cultura; En una visita a un museo me pregunta frente una gran retrato al óleo del general Antonio Maceo -¿Quien es este señor?-, señalando el retrato. Yo leo el pie del cuadro y veo: GRAL Antonio Maceo lo digo orgul losa y repito-¡Es el GRAL Antonio Maceo!-. Lo di je así , leyendo la abreviatura de General. La abuela se quedó alterada, asombrada, boquiabierta y con los ojos mirando al c ielo, como si el la hubiera visto una aparición y me volvió a preguntar. Le respondí lo mismo y el disgusto fue mayor -¡Pero, niña, qué disparate!- . Me l levó con su mano temblorosa y con cierto espasmo y me di jo hay que hablar personalmente con la directora de la escuela. Ya se pueden hacer una idea, cuando habló y exigió una expl icación de por qué no se expl icaban las abreviaturas como era debido, ni muchísimo menos al honrado Don General Antonio Maceo. Bueno, el f inal de esta historia fue que estuve un mes quedándome una hora después de terminar las clases, escribiendo: Señor, Madam, Señora, y como es lógico GRAL y General, entre otras muchas en abreviaturas.

Yo estaba en un colegio de monjas donde siempre sonreían todo el t iempo, mirando al c ielo. El colegio era oscuro, o al menos yo lo veía inmenso y tétr ico, quizás era por los trajes de las monjitas y por los pasi l los sombreados con pocas ventanas, como es común en la arquitectura habanera, donde la luz que entraba en los edif ic ios eran opacos y hasta a veces lúgubres. El caso era que yo me pasaba el día pegada a la falda negra de la Madre Superiora y no entraba al aula. De el la tengo un grato recuerdo, pues tenía una tolerancia y una paciencia enorme, era capaz de entender mi miedo y me daba las clases personalmente, en su of ic ina con un venti lador que hacía un ruido tremendo por falta de grasa. Luego recorría con el la todas las aulas, incluso las de las niñas pobres, que usaban otro uniforme.

Un día estando en una de las aulas de las niñas pobres, l legaron los periodistas de un diario de mucha circulación “La Prensa Libre” para hacer un reportaje sobre el desayuno escolar. El reportero me dice: -Oye, niña párate ahí- . Me da una lat ica de metal como vaso de café con leche y una gal let ica con dulce de guayaba. Con la misma me hacen una fotografía y yo vuelvo al lado de la madre superiora, que no se había dado cuenta de lo que había pasado.Al otro día, ya que en la mañana l legaba el periódico. En una de las páginas aparece una fotografía de una niña con uniforme escolar, un vaso y una gal let ica en la mano y decía:

EL DESAYUNO ESCOLAR: UNA REALIDADLas niñas pobres también desayunan.

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-¡Pero como era posible eso!- decían mis padres, s i en la casa el la no come nada y su uniforme es diferente al de las niñas que no pagaban la escuela -¡Ay¡ Dios mío, madre mía, qué pensarán el barr io de nosotros-. Pues todo eso se hablaba a una velocidad tremenda “la radio bemba” que es como dicen popularmente y que signif ica habladurías de boca en boca. De vuelta a la escuela y quejas otra vez. Pobre Madre Superiora, s i el la hubiera tenido un plan de quejas para el mes, con mis padres podía cumplir lo en una semana.

También daba clases de bai le español, bal let y piano, que adorna tanto a la niña para su cultura general y para completar la tradición famil iar, debía caminar derecha, con l ibros sobre la cabeza, poniendo un pie delante de otro, s in mirar el piso. Aprendí a comer a la francesa y a la inglesa, pues debía estar preparada a entrar en la sociedad en aquel t iempo y no sé sí ahora también. Hoy comprendo cuando l legó la revolución cubana que lo importante es tener comida y luego comer, aunque sea con las manos, pues con este gobierno he pasado mucha hambre, pues mi tez rosadita, pasó a ser una tez amari l lenta verdosa, del mismo color de los uniformes de nuestra gloriosa armada mil i tar. Pero en f in quien iba a saber todo esto, nadie pensaba lo que iba a pasar y no me educaron para marchar y tomar machete en la mano para cortar caña, en f in cosas que suceden en este mundo loco en que nos tocó vivir .

Antes nuestra gloriosa independencia me torturaba cuando venía una visita a la casa -Niña hazme el favor, s iéntate al piano y toca-, luego me decían: -bai la uno pedazo de alguna pieza de bal let, para que te vea las señoras . . .y ahora da unos pasos de jota, con las castañuelas-. Entonces venía el elogio a la gracia de la niña y yo me sentía como un monito en la jaula, nada más faltaba que me dieran un maní como premio.

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CAPITULO 8

MI ASPECTO PERSONAL

Siempre tenía que mostrar los aros metál icos con los que me enderezaban los dientes, para luego oír la historia de porqué se me jorobaron.

Yo no tenía los dientes así . Cuando era más chiquita, estábamos en la casa de la playa y yo jugaba con mi perrita Manchita, en el segundo piso de la casa. Se me ocurre hacerle un peinado al animalito y agarro un pal ito de tender ropa y se lo pongo en las dos orejas. La perrita, al sentir el pel l izco, sale corr iendo, dando chi l l idos y salta por el balcón. Yo salto tras el la, tratando de aguantarla y caigo sobre la arena.

Comencé a sangrar por la boca. Oía que decían: -Se reventó la pobrecita- pero no me había reventado gracias a dios aunque si me afectó la columna hasta hoy en día en que muchas veces padezco de dolores fuertes. Con la caída se me habían af lojado todos los dientes. Me los arreglaron como mejor pudieron en el Hospital de urgencias, pero eso atrasó mi dentición y a los 13 años. No me reía para nadie, s ino que sonreía de forma gutural , porque me faltaba un diente delante que no acababa de sal ir . Tratamiento van y tratamientos vienen para que el diente sal iera. El día que vi el pedacito blanco asomando por la encía, empecé a gritar de alegría, mas recibí un duro regaño porque los vecinos podían hablar. ¡Ay¡ cómo odiaba a los vecinos, esas personas que sin saberlo, eran los causantes de que tuviera que estar t iesa y no hablar, pues todo era malo.

En uno de los almuerzos dominicales, donde estaban los t íos casados y las t ías casadas, con sus esposas y esposos, los abuelos, etc. Se me ocurre decir en plena comida -¡Me sal ió un diente en el c ielo de la boca!- todo el mundo se quedó mirando como si yo fuera un bicho raro. Me levantaron, me lavaron la boca y me la revisaron, efectivamente al l í estaba esa cosa fuera de lugar. El domingo me l levaron al dentista y me extrajeron el diente, que cosa más larga y fea, que no sé como fue a parar a esa parte. Me hicieron algunas radiografías y según mis t ías, yo tenía una dentadura de t iburón, después me entero que este animal tenía dentadura doble.

Llegué a la casa y busqué un tomo del l ibro que se t itulaba “Tesoro de la juventud”, donde aparecía una lamina de un t iburón con la boca abierta mostrando toda su sonrisa. Estuve varios días mirándome el espejo comparando mis dientes con los del escualo, temiendo en que me iba a transformar en la niña-t iburón, pero no lograba encontrar el parecido. Sin embargo, me asustaba de verás, al pensar que mis dientes se fueran a poner así , por lo que estuve preocupada mucho t iempo. Pero al ver que no pasaba nada, me fui tranqui l izando.

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CAPITULO 9EL ASEO DE LA NIÑA

Recuerdo que para mí el baño era algo especial . Al l í yo me encerraba y respiraba con tranqui l idad y l ibertad, nadie me miraba. La cesta de la ropa sucia tenía un magnetismo extraño para mí. Yo lo abría y de al l í sal ía mi pelo largo, una sayuela que me ponía en la cabeza, también una falda larga de mis t ías y el cepi l lo de dientes en la boca, imitando a un cigarro con su larga boqui l la, a lo Greta Garbo. Después me subía al lavamanos, grande y fr ío y antes el espejo, imitaba a las vampiresas de la pel ícula cuando me l levaban al c ine. Así subida al lavamanos y mirando al espejo vivía mi propia pel ícula.

Pero parece que de tanto subirme al lavamanos se resint ió y un día, en lo mejor de mi actuación, se cayó. Yo atiné a aguantarlo, mientras sal ía un chorro de agua de la tubería rota, como si fuera una fuente. Por supuesto, el ruido, el grito que di y el agua que sal ía l lamaron la atención de mis t ías. Entran abriendo la puerta que eran de dos hojas, fáci l de abrir y siempre recordaré los ojos desorbitados de el las, preguntándose qué hacía con ropas sucias puestas, y ese lavamanos en ese estado. Pero yo no abrí la boca para nada.

Otro día me colgaba del tubo de la cort ina del baño, creyéndome una trapecista, hasta que parece que de un salto violento que hice, zafé el tubo y la caída, con cort ina, todo fue grande. Vuelta abrir la puerta. Pero entonces hubo un consejo de famil ia y dictaminaron que en lo adelante, me debía bañar con la puerta abierta.

Una vez mi abuela le pregunta a mi t ía -¿Mi hi ja tú no oyes como un ruido extraño cuando Miguel (el t ío mas joven) se está bañando?- parece como si tronara al lá dentro y así era todos los días. Por f in, después de hablar sobre ese misterioso ruido decidieron abrir la puerta y. . .!qué sorpresa!, vieron a mi t ío dentro de la bañadera con una palangana grande puesta arr iba para no mojarse. Los truenos por supuesto, era el ruido del agua de la ducha, al chocar con la palangana.

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CAPITULO 10

EL CIRCO

Una mañana siento por la cal le el anuncio de un circo, lo que más me l lamaba la atención era que se anunciaba una chiva que jugaba dominó. Creo que estuve todo el santo día insist iendo para que me l levaran a ver la famosa chiva y nadie me quería l levar, pero la letanía fue tanta que decidieron l levarme. Entramos a la carpa y comenzó la música de las tumbadoras, la trompeta y un acordeón. Las rumberas bai lando y después más rumberas. Mis t ías me ponían un abanico delante de los ojos, para que no viera ese espectáculo de mujeres mulatas l igeras de ropas, meneándose, para gusto de los papás que l levaban a sus hi jos. En esa t ira y encoge, pasó el t iempo y al f in la fanfarr ia y . . . ¡ la chiva que juega dominó!

Era una chiva de color blanco, bastante sucia y tuerta, para desgracia de mis t ías. La chiva la l levaba un payaso que le puso sus paticas delanteras sobre una mesa y la aguantaba fuertemente, al frente de el la, otro payaso, su contrincante en la mesa después de un r imbombante anuncio con trompetas, el payaso le suelta las paticas y las f ichas de dominó se movieron y ahí terminó todo. El regreso a la casa fue algo inolvidable. Me fueron halando las orejas y recordándome que habíamos ido a ver rumberas medias desnudas, una chiva sucia que no hizo nada. Menos mal que la carpa estaba a cuadra y media de la casa.

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CAPITULO 11EL MÁS Al lÁ A mí me gustaban los cuentos de fantasmas, los adoraba y siempre había alguien que venía por las tardes, a la hora del cafecito, después de tomar el café azucarado en una tacita como era de costumbre, contaban alguna historia de ruidos de objetos, apariciones repentinas o luces misteriosas. A veces mi t ío el joven, Miguel se escondía detrás de una cort ina y antes se enfr iaban las manos en el congelador del refr igerador me la ponía encima cuando yo pasaba por donde él estaba. Mis gritos si eran fantasmales y la carrera que él tenía que dar para huir le a mis t ías, era digna de una aparición.

Había una señora, a la que yo quería mucho y siempre la recordaré que iba por las tardes, el la era la abuel ita Emil ia. Al rato de estar sentada junto a mí, me decía: -¿Qué quiere que te cuente, a ver?- yo le respondía: -El cuento de la loca- el la me miraba t iesa y decía: -Pero otra vez mi hi j i ta, bueno-. Con su dulce cara me lo contaba por centésima vez con paciencia que solo el la tenía. El cuento era este:

Abuel ita Emil ia empezaba contando su nacimiento, decía que era mitad cubana y mitad asturiana porque casi nace en el barco que la traía a la Habana, aquí creció sin perder el acento Bable heredado, se casó y quedó viuda joven. Para ganarse la vida y mantener a sus hi jos pequeños, cuidaba a una señora r ica.

No sé porque la parte que más me gustaba de su historia era en la que me narraba como se vestía el la misma, con su gorrito negro y traje cerrado hasta el cuel lo, del mismo color como le correspondía a su condición de viuda. Me contaba que la señora siempre estaba encerrada en un cuarto, pero que una mañana, cuando l legó a su trabajo y la señora que decían que estaba loca y ese día estaba muy bien vestida y le di jo: -Emil ia hoy nos escapamos-.

El asombro de abuela Emil ia fue grande, la señora loca lo tenía preparado todo hasta la ventana por donde se ir ía. Todo fue muy rápido y un coche paró, subieron y la señora dio la dirección de un barrio muy lejano. A cada rato la señora miraba atrás para comprobar que no la seguían, mientras abuela Emil ia invocaba a toda la corte celest ial .

Cuando l legaron a la dirección, la señora tomó por la mano a abuela Emil ia que en aquel t iempo era joven y la l levó a un r ío y con pericia marinera abordó un bote que estaba amarrado a la ori l la y ayudó a subir a la pobre abuel ita que ese momento el miedo la consumía y el la remaba y remaba hasta l legar al medio del r ío, era agua por todos los lados. Esa era la mejor parte del cuento, yo siempre hacía lo mismo, cruzaba las piernas con fuerza, tragaba la sal iva y esperaba con tensión, algo que ya me sabía, ¡pero como me gustaba!.

Según decían sus hermanos que la señora era agresiva, eso hacía que la abuel ita Emil ia sint iera un gran horror y pensaba que la iban a matar, que sus hi j i tos quedarían solos,¡qué emoción yo sentía! La loca le di jo:-Emil ia yo no estoy mal de la cabeza-.Te he traído aquí para poder contarte la verdad.

El problema era que la señora había heredado una suma mayor que la de sus hermanos y que el los la habían hecho encerrar para quedarse con toda la

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fortuna y estaban gestionando para ponerla en un manicomio, para así quedarse con el dinero de el la. La abuela Emil ia me contaba que una amiga de la famil ia la ayudó a sal ir del país, antes de que la internaran y los planes de los hermanos se frustraron. Ya yo sabía el f inal de la historia, pero siempre suspiraba al iviada.

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CAPITULO 12EL DEPORTE

Por esa época estaban de moda los patines de rueda, por las cal les de La Habana aparecían patinadores profesionales, sobre todo en el paseo del Prado, donde hacían unas piruetas asombrosas. Yo no me iba a quedar atrás y empecé a pedir mis patines, días tras días los pedía y siempre la misma respuesta: -Los patines son para varones y además pel igrosísimo-. Pero por f in se cansaron de mi insistencia -¡Ay!, dale otra vez con esos patines, está bien vamos a la t ienda-. Me compraron un par y eran muy bonitos l lenos de bel los colores. Me los puse emocionada para tener mi gran aventura. Salgo a la acera y cuando trato de patinar, las ruedas no giraban. Las ruedas no tenían municiones y estaban casi f i jas!. Era como sí tuviera un par de botas. Por más que trataba de moverme agarrada a la reja de la ventana de las casas. Llegué a la conclusión de que los patines eran la gran porquería del mundo -¡Qué decepción!, ¿verdad?-.

De vez en cuando me l levaban al c ine, para ver una pel ícula infanti l en que las t ías también iban. Recuerdo a Bambí una pel ícula de dibujos animados que trataba de la muy tr iste odisea de un venadito, no sé si ustedes también lo habrán visto, con la que yo l loré muchísimo. Cuando mis t ías me preguntaban que era lo que pasaba, mis sus ojos algo irr i tados y roj izos, yo le respondí que me ardían los mismos, pues mi orgul lo no me permit ía decir que estaba muy, pero muy tr iste y que había l lorado. Al día siguiente me l levaron al ocul ista, el buen doctor no me encontraba nada, pero mi t ía insist ía en que yo algo tenía en la vista, y bueno, la pel icul ita Bambi me costó unos lentes.

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CAPITULO 13

MI EXTRAÑA FAMILIA

Ustedes pensarán que esto se terminó, pues no es así . Ahora les diré que pasó con todas esas personas y con otras que también formaron que parte de mi vida.

Al cerrar los ojos, todo está ahí, igual que siempre y recuerdo de mi abuela alemana con sus brazos fuertes tomando mi mano y caminábamos por un césped no tan verde como el del país caluroso en que vivía, con árboles de frondosas hojas, que debía ser otoño por lo predominante del color amari l lo y roj izo con un cl ima l luvioso, pero era muy hermoso para mi gusto. Abuela sacaba de su ancho bolsi l lo una gran tela de cuadros, la ponía sobre el césped y nos sentamos a contemplar un lago grande que había cerca y el la me decía: -Teruca vamos a estudiar otro idioma, porque siempre es bueno-, Así me aprendí unas palabras en inglés de las que sólo recuerdo “Pol l i to/Chicken, Gal l ina/Hein, Lápiz/Penci l , Pluma/Pen”

Después venía mi mamá a buscarnos, pues era la hora de comer. Mis recuerdos se desvanecen. Volvamos a esa is la calurosa, rodeada de mar.

La noche era como un cuento de hadas, venían los novios de las t ías, pues t ía Tata no era la única que tenía novio, también las otras t ías tenían. Uno era un apuesto of ic ial de la marina aunque un poco calvo y al que veían como a un galán de cine. El de la otra era muy alto, muy alto. El de mi t ía Tata, era Ramón el carbonero.

Así , al caer el sol , la casa estaba en movimientos, olor a colonias, perfumes, vestidos ¡y cuántos preparativos había! Para una niña que no sal ía era algo muy especial .

¿Cómo empezaron los amores de la t ía Tata, la de la cocina blanca? Sin mucha trascendencia, pues el la era dulce, suave y como todo lo de la casa, rut inaria. Es decir, cada cosa en su sit io y cada cosa a su hora. El la se enamoró del carbonero de la esquina. Esto fue algo peor que la bomba de neutrones. Para hablar sobre el tema se cerraban las puertas y ventanas que daban al patio, para que la vecina tanguera no oyera el gran problema famil iar, “un carbonero del que no se sabía ni quién era la famil ia” y además Gal lego

Mi t ía Tata era una mujer que no había tenido grandes estudios, pero si leía mucho. La recuerdo al mediodía, cuando me sentaba en un si l loncito a su lado, con un l ibro en mis piernas. Me habituó al placer de leer para toda la vida y también yo se lo transmit í a mi hi jo pero él superó el récord, creo que ha leído montones de l ibros más que yo. Ahora en mis horas tr istes o en las alegres, s iempre me acompañan los l ibros, mis f ieles compañeros

Volvamos a la t ía. El la me expl icaba que su novio era de un lugar de la madre patr ia l lamado Gal ic ia y que había l legado a Cuba durante la guerra civi l española, para tratar de ganarse la vida.

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CAPITULO 14LAS NARRACIONES DE TATA

Mi t ía Tata me contaba de lo que le pasó a la otra t ía mayor. El la iba todos los días al trabajo muy temprano y siempre se encontraba a cierta distancia con un señor en un garaje de la quinta avenida de Nueva York, pues esta t ía vivió un t iempo en Estados Unidos. Él s iempre la miraba muy insistentemente, pero de ahí no ocurría nada y así estuvieron un t iempo hasta que un día de mucho fr ío, él le di jo en un tono respetuoso -Señora, ¿aceptaría ir en mi coche que t iene calefacción y así su camino se haría más agradable?- mientras el señor esbozaba una sonrisa seductora y mientras el la no lo pensó mucho, pues el fr ío era terr ible y le dol ían los pies y se montó rauda y veloz con cara de mujer decente ¿cuál es esa cara?, es muy dif íc i l de decir, pues cuando yo se lo preguntaba el la ponía ojos semicerrados y apretando su mandíbula y esto junto con la boca fruncida que ponía que para su cabeza era presencia de mujer seria. Para mí daba la impresión de tener cól icos y no encontrar un baño cerca, ¡qué terr ible!. Yo he estado en estas circunstancias, pero en mi casa y he corr ido al baño y me visto en el espejo sentada en el inodoro y es algo desastroso, pues mi cara ha sido de una mujer decente.

Bueno, el señor empezó a l levarla desde el garaje hasta el trabajo, pero el fr ío se recrudeció y él s iempre muy atento, le di jo a el la en el auto mientras se miraba y retorcía su bigote frente al espej ito -No se preocupe, señora, la puedo l levar y traer-. El la aceptó por la necesidad del cl ima con muchas muecas en su cara, pues era la forma de expresar decencia. Luego vinieron las atenciones como: -Señora, bajase por favor y acépteme una taza de café cubano, que para el fr ío es lo mejor-. El señor era mejicano. Un día cuando tomaba su café, comenzó a bajar la temperatura terr iblemente y el c l ima se había recrudeció y así empezó el gran amor de la t ía, hubo una pasión desenfrenada y a vivir para siempre con su gran amor. Un día le pusieron una multa por beso muy largo, tan l lenos de pasión que no sint ieron que habían parado todo el tráf ico de la quinta avenida, pues estaban en las nubes fue el beso tan largo que no sint ieron los claxon de los demás autos que estaban atrás, ni el s i lbato de la pol ic ía. Cuando el la contaba esto alzaba los ojos y decía que le pusieron una multa sumamente cara y qué él lo pagó gustosamente. Otro día amanecían en la playa y caminaban descalzos en la arena. Este señor la l levaba a todos los lugares, ya que él era dueño de varios establecimientos y gasol ineras por tanto era una persona desahogada monetariamente. Este amor desenfrenado de mi t ía l legó a Miami y fueron sorprendido por unos vecinos de mi abuela que iba a pasar las vacaciones al lá cuando aquel t iempo ir a Miami, era como ir a otra provincia más de Cuba y no exist ía esa emigración necesaria que actualmente paceremos los cubanos en estos momentos. Cuando l legó la noticia, mi abuelo dio su bastonazo correspondiente y di jo que pusieran una l lamada y qué se decidiera si se iba a casar o sino que tomara el avión mañana mismo de regreso. El la cuenta que cuando l legó el mensaje se dispuso a hablar con él y el la le planteó la situación en que se encontraba. El abuelo le contestó de un modo vaci lante y poco convincente. Pero al f inal le di jo: -No te preocupes, mi amor- El la gustosa estaba escogiendo la casa donde iban a vivir y le envió un telegrama tranqui l izando a la famil ia cubana.

La t ía recorrió algunas casas hasta que por f in vio una que le gustó y el señor estuvo de acuerdo y la alqui laron amueblada y ya se disponían a f i jar la fecha de matrimonio, cuando un día l legó una carta dir igida a él , mi t ía la toma alegremente y se da cuenta que viene un nombre de una mujer en el

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remitente y no era lat ino, el la se decide abrir lo pues piensa que es de algún negocio de los que él tenía, pero para sorpresa de el la desgraciadamente no era así , se trataba de la esposa de la persona con que el la se iba a casar y la que escribía era la hi ja desde Ital ia diciendo que se había enterado que él vivía con otra mujer. En la carta el la expresaba que no mandaba dinero de siempre. Mi t ía rompió en l lantos y tambaleándose, l legó a sentarse porque no podía creerlo, l loraba y se sint ió muy engañada. Cuando él l legó, le trató de expl icar y después de una breve aclaración de él que se f i jara en la carta que no expresaba sentimientos ni mucho menos que lo extrañaba, s implemente mediaba un interés monetario y el miedo a quedarse sin el dinero que él enviaba, por lo tanto no había amor de mujer ni de su hi ja. Pero él pref ir ió quedarse con el la y mi t ía se preguntó siempre ¿Por qué?

Regresó a La Habana con una angustia terr ible y totalmente destruida y con el r ictus amargo que siempre l levaría por el resto de su vida. Se puso a trabajar en una t ienda y al pasar los años se jubi ló por un problema en el corazón y un dolor que nunca terminó. Así acabó el romance más grande de la historia de la cuadra de ese barrio.

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CAPITULO 15EL ACCIDENTE

La t ía Tata no sabía si casarse o no, pues para el la se encontraba vieja con 40 años y temían que se r ieran de el la y un día me dice: -Teri , s i tú quieres ir a una excursión que Ramón (su novio) que va con las otras t ías por la Asociación de Ortigueiras de Gal ic ia- pero le di je que al otro día era domingo y tenía que cantar en el coro de la Iglesia y después tocar el órgano. A la mañana siguiente me despiertan con l lantos y me dicen que la t ía Tata había tenido un accidente, yo me despabi lo y mi gran t ío Miguel me hace el cuento que Ramón había ido temprano a buscar a mis t ías y al cruzar la cal le ven un coche que choca con otro coche pero de pronto unos de el los da marcha atrás y por mucho que corr ieron, la t ía Encarnación sufr ió un l igero golpe y a Ramón no le pasó nada y a la otra t ía tampoco pero como Tata era baj ita, al subir corr iendo el contén de la acera había metido un pie en la alcantari l la y el coche la arrastró casi a dos cuadras y el la había quedado abajo de el . Estuvo meses graves pero se salvó. Después el la me contaba que cuando quedó debajo del coche, lo único que pensaba, ya que había quedado enganchada por el vestido, era dar la vuelta y ponerse boca abajo por si moría y que no sal iera en la prensa de la “Crónica Roja” medio desnuda y con todas los intestinos afuera que el la misma decía: -¡Que asco!-. Al f in se convenció que la vida era corta y había que vivir la y se decidió casarse con el carbonero, di jera lo que di jera.

La carbonería quedaba en la esquina de la cuadra de la casa y él tenía un cuarto con baño y cocina que mi t ía lo convirt ió en un apartamento muy l indo y acogedor. La boda fue senci l la pero hermosa para mí pues había mucho amor por parte de los dos.Así empezó la vida de casada de mi t ía Tata, pasaron los meses y yo veía a mi t ía tr iste pero no sabía porqué. Al f in el la le confiesa a mi t ío el medico que no tenía la menstruación y mi t ío la revisó y fel izmente Tata estaba embarazada, El la no se sentía bien, pero hacíamos planes para el bebé que venía. Un buen día estando yo trabajando en el hospital me l lega la noticia de que el la estaba ingresada y ahí voy para al lá para estar junto con la persona que más quise en mi vida e ingresé con el la. El problema era que del accidente le había quedado un coágulo en el pulmón y al crecerle el feto esto oprimía los órganos, sentía dolores terr ibles y falta de aire. Al ver esta situación una junta de médicos dictaminaron hacerle una cesárea.

Estando un día en el hospital , pues ya tenía 19 años y además estudiaba. Me l laman que Tata está peor e ingresada, salgo corr iendo para estar al lado de el la y cuando l lego estaba toda la famil ia reunida con caras tr istes y l leno de lágrimas sus ojos y pregunto: -¿Donde está el la?- y me dicen que en ese cuarto, entro y la veo cianótica (color morado) el la me reconoce pero tengo que sal ir rápido, pues la junta de médicos decidió hacerle la cesárea urgente aunque el bebito pel igraba un poco pues no estaba a termino, es decir no tenía el t iempo requerido. Todo fue una tensión terr ible pero yo no tenía donde recostarme, ni l lorar pues con las t ías había que ponerse f irme y tragarse las emociones y mi novio que era estudiante de medicina, cuando fui a la universidad para contarle mi problema, lo encuentro besándose con otra mujer, me di je: -Traga tus tr istezas, Teresita y deja las expl icaciones que siempre vienen después-. En este momento tan tr iste estaba muy sola.

Cuando l lego al hospital y entro a la habitación veo a una Tata sonriente como si nada hubiera pasado, el la me l lama y me dice: -Teri ya todo pasó, es un varón de 8 l ibras- yo recuerdo que tomé al niño de la cunita y se lo puse en su regazo y le di je: -Mira a esta mamá tan bel la-. El la le acarició los

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pies, las manos y lo besó y di jo: -anda ponlo en su camita que tú nunca has cargado un niño- Bueno yo estaba contenta y me fui a descansar.

Al otro día temprano cuando entro a trabajar eran como las seis de la mañana, pues estaba de guardia en el hospital me dicen: -Teri , te l laman por teléfono- y era para informarme que Tata estaba grave. Voy corr iendo al hospital y cuando l lego estaba muerta. Empecé a cantar el barr i l i to cervecero y mis t ías se horrorizaron, pero yo tenía un pacto con el la pues el la me decía que si moría le cantara esa canción y me tomara una cerveza a su nombre y que jamás me pusiera luto. Todo lo hice menos tomarme cerveza pues en aquel lo momentos yo estaba muy vigi ladas por las otras t ías, que sin Tata le temían mucho más. Ahora cuando tomo una cerveza siempre en si lencio, brindo por el la.

La t ía que vivía en la quinta avenida de Nueva Cork, Estados Unidos que ya estaba en Cuba se encargó del niño pues el la nunca pudo parir y lo acogió de forma adsorbente a Fel ipito que así es como se l lama el niño y primo mío. Él creció y siempre fue malcriado, alocado y le encantaba el mercado negro, como vender bates de pelota a los chicos que jugaban en el barr io, hoy vive en Miami siendo un buen trabajador y tranqui lo y él pudo emigrar con mucha faci l idad gracias al pasaporte español de su padre.

La t ía Raquel estaba casada con un excéntrico y r ico de mundo, a los dos les gustaban hacer locuras, como patinar en plena tormenta, pues lo hicieron en un huracán cuando pasaba por la Habana y Raquel estaba embarazada con 5 meses y sal ieron a patinar con una torrencial l luvia y viento y se reían mientras los truenos caían cerca. Esto fue de gran escándalo para la casa.

Que decir de mi t ío Israel el barbero, era buen mozo y las mujeres le caían atrás según decía él . Una noche toda la famil ia estaba dispuesta a esperar, para conocer a la dulce novia de mi t ío. Al f in iba asentar cabeza, tocaron a la puerta y mi t ío Israel sal ió de su asiento para abrir le la puerta y entra una señora teñida de rojo con una blusa transparente de encaje negro y ajustadores del mismo color, la famil ia pensaban que era la mamá de la novia y mi t ío con su cara de galán seductor di jo -Esta es Nena, mi novia- Todos quedaron momificados y estupefactos. El la est iró la mano, pero nadie de la famil ia la saludó. Mi t ío le di jo a Nenita que ya rayaba en los 50 años -Mi amor, es que el los están muy nerviosos-.

Después me enteré que Nena tenía uno de sus hi jos estudiando para cura y que por casual idad tenía la edad de mi t ío, la historia de la novia es muy simple, pues su famil ia tenía mucho dinero, pero el la hizo algo muy grande y escandaloso y la excomulgaron de la famil ia. A los pocos días Israel y Nena contrajeron matrimonio y de esta unión tuvieron dos hi jos varones. Nenita que no estaba tranqui la nunca al poco t iempo empezó a sal ir sola y dice que la veían con un polaco muy gordo que tenía negocios en Cuba y mi t ío al enterarse se divorció de el la, no pasado mucho t iempo el bel lo Israel di jo que traería a una nueva novia pero que tenía que casarse rápido porqué el la se sentía muy sola pues su padre había muerto y no tenía a más nadie.

La noche indicada de la presentación, el la se presentó muy senci l la y sin maquil lajes encima, pero esto sí que un gran bigote arr iba del labio y mis t ías suspiraron y di jeron, bueno al menos es más decente.

CAPITULO 16MI TIA ABUELA

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Mencionar a la t ía abuela Amelia, en mi casa de mis abuelos era algo vergonzoso, pues la t ía trabajaba en el ministerio de Relaciones Exteriores y había sido designada para un cargo en el exterior que yo desconozco, y lo rechazó porque encontró el amor de su vida que fue el escándalo de la famil ia, pues era un joven que podía ser el hi jo de el la y que no tenía instrucción ninguna, nada más y nada menos que el trabajo que tenía era ser repart idor de bidones de agua minerales por las casas, eso sí buen mozote como el mejor. El la dejó todo, su carrera diplomática y su buen futuro. Esto nunca fue perdonado en la famil ia. Mi abuelo era el único que la vis itaba pues era su hermano, un día se trajo a una muchacha que si bien recuerdo era media pariente de el los, pues así ayudaba en la casa y a la vez el la resolvía su situación económica que era bastante precaria. Años después sal ió embarazada del esposo de la t ía abuela. En ese momento de saberlo, fue tal la consternación y el asombro que la botó prácticamente fuera de la casa. Con los años las cosas se perdonan y el la después bautizó al niño de la muchacha, cosa que mi famil ia no podía creer, a el los ni los años los hacían perdonar, aquel la injuria y aquel la mancha hecha a la famil ia.

Mi abuelo a escondida que iba a su casa siempre y un día me l lamó para que viera si podía l levar a la t ía al hospital oncológico, pues yo trabajaba al l í . Mi t ía tenía un dolor en la garganta y había bajado mucho de peso. Se le detectó un cáncer en la garganta y fue operada y les extirparon las cuerdas vocales teniendo una recuperación buena. Así es como conocí a mi t ía abuela, una mujer dulce, amable y perseverante pues no sé quién le recomendó que machara todos los días el Perej i l y con telas de gasas lo ponía en el medio y lo exprimía con sus manos hasta sacarle el jugo y se lo bebía.

Eso lo hizo durante años y un día que le tocaba la revisión médica, el médico oncólogo me l lamó para decirme que era un milagro o el Perej i l era un cicatr izante muy bueno. Mí t ía prácticamente estaba curada y aquel esposo que decían que era tan malo yo lo pude ver curando en los primeros t iempos la incisión hecha en la tráquea por la operación que era bastante desagradable y él se lo hacía con mucho cariño y amor. El los nunca se separaron y el niño de la muchacha iba a la casa a vis itarla y al l í se respiraba un ambiente tranqui lo y yo me sentía muy bien pasando unas tardes muy agradable. Yo la l lamaba todos los días. Le l legué a coger mucho cariño y como el la no hablaba quedamos en acuerdo, s i estaba bien el la usaba el lápiz y daba dos golpecitos en el teléfono y yo le repetía lo mismo. Yo sé que a veces las cosas que quizás no son morales para los conceptos de nuestra sociedad l legan a tener una historia bonita. Aquí termina mi pequeño homenaje a la t ía abuela Amelia.

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CAPITULO 17MI OTRA VIDA

Creo que ya se percataron que yo no tenía vida propia que vivía a través de los demás, pero para mi el día terr ible eran los miércoles porque se trataba de alguien que yo no he mencionado, es mi madrastra, mujer despechada, no real izada, muy frustrada como mujer se sint ió siempre muy poco amada. Tenía una nariz muy perfecta, cejas muy f inas y pelo muy negro, era una señora de malos sentimientos. Recuerdo que sus comentarios cuando yo tocaba el piano o sacaba buenas notas, eran siempre muy hir ientes y nunca estaba conforme. Los miércoles eran la clase de piano y bai le español y Bal let, esto para mí era un tormento no porque no me gustara sino por la conducta áspera de el la. En sus histerias hacia mí persona un día sin yo saber porque me amenazó con un machete y me decía que me iba a cortar la cabeza y yo me quedé t iesa, s in dar un paso, el la tenía las mandíbulas muy apretadas y el machete en alto y en eso entró mi padre y yo corr í hacia mi habitación y no sentí palabras altas es decir peleas, mi padre era un hombre que no me quería mucho tampoco. Después comprendí que la furia era que cuando yo crecía me parecía más a mi madre alemana.

Cambiamos de tema y hablemos de la pareja de mi t ío Carlos ( le decían el f laco o el f ino) por lo sumamente delgado que era y siempre estaba amargado, El recuerdo que tengo de él es que un día se me antojó sal ir a jugar y me habían dicho que no y yo l loraba mucho, el t ío Carlos le gustaba cazar y de pronto apareció con unas de sus escopetas de cacería y apuntándome me di jo. -¡O te cal las o te mato!- De ahí terminé en otro psicólogo porque cada vez que oía un grito me orinaba los pantalones. De su novia recuerdo que las t ías decían que eran una buena mujer se casaron y tuvieron dos hi jos, pero t ío Carlos comenzó a beber pues él estuvo preso durante el gobierno de Fulgencio Batista y recibió muchos golpes y se cree que no quedó bien de la cabeza.Ahora recuerdo que cuando él estaba preso muchas veces me l levaban al presidio l lamado “el príncipe” con el objet ivo de que yo era una niña muy delgada y l levaba cartas de la clandestinidad dentro de mi ropa, pues así era menos sospechoso, primero había que esperar afuera donde vi muchas madres y mujeres l lorar en f in famil iares, porque a esta hora sacaban camiones bl indados donde l levaban a los presos donde no se veían y quizás nunca sabrían de el los, después abrían el portón y entraban las personas hacer una f i la en el patio. Había un preso común que repart ía las f ichas y para que yo pudiera entrar con alguien mayor, yo abría mi mano y la cerraba rápido para que yo entrara con mi famil ia y no con gentes desconocidas y a la vez yo abría y cerraba la mano sin ninguna f icha, pues se entraban de diez en diez y se pasaba por una escalera oscura y húmeda y con un hedor desagradable. Los presos estaban detrás de un muro bastante semialto y todos juntos, habían jóvenes que gritaban -¡Viva Cuba Libre!- al l í se veían que eran muy val ientes porque estaban rodeados de guardias y entre el muro y los vis itantes había una barra de hierro para que los famil iares no se pudieran acercar a los presos pol ít icos y ahí es donde venía mi función, yo me agachaba y entraba por la barra del muro que era muy estrecho y al t ío preso me alzaba y me abrazaba fuerte, en ese abrazo me sacaban las cartas que l levaban y eso se hacía muy rápido. Un día estando en la f i la unos de los pol ic ías se da cuenta que a mi no me han dado f icha y me saca de la f i la con bastante brusquedad y con un palo de madera que siempre l levaban le di jo a mi famil ia que siguiera, me sentó debajo de un árbol y mirando largo rato al preso que repart ía las f ichas, me levantó bruscamente y me l levó a la of ic ina donde estaba sentado un capitán de la pol ic ía. El jefe me hizo un extenso interrogatorio preguntándome a quién yo visitaba y como mi

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aspecto y tono de voz era de una niña educada, contestaba con mucha f luidez sin t i tubear porque debido a mi cr ianza, yo no era miedosa, la única mentira que di je era que a mi me importaba mucho mi t ío y lo quería como un padre y por eso me traían a verlo, lo que nunca di je que dentro de mi ropa de niña estaba l lenos de carta del movimiento clandestino. El capitán ni se imaginó que una niña tan modosita di jera era esa mentir i l la con una candidez perfecta me miró largamente y me dejó sal ir esta serenidad se lo debo a estar cr iada con adultos. Cuando estuve en el patio mis t ías estaban l lorando y temblando porque no sabían de mí y me sacaron muy rápido de al l í . El las estaban asustaban porque a mi t ío le habían encontrado un apartamento l lenos de armas y la cosa no era para juego. Al l legar a la casa conté todo lo que me pasó y mis t ías decidieron esperar un t iempo para seguirme l levando, gracias a este régimen de Batista que fue tan sanguinario. Llegó otro dictador Fidel Castro que ha durado cincuenta años, después que muchos de los jóvenes que gritaban Cuba Libre, cuando se percataron del nuevo régimen dictatorial y carente de expresión de l ibertad y movimiento, terminaron emigrando hacia Estados Unidos. La que relata esto, escribe desde el exi l io porque la situación en mi país es muy tr iste y la identidad como persona se pierde y todo se convierte en una manipulación pol ít ica con un solo cr iterio El de Nuestro Comandante en Jefe. Que t iene el poder de saber todas las carreras universitarias posibles del mundo que en Cuba se dice-¡se la sabe toda!-

Y retomemos a la esposa de mi t ío Carlos. Años después un día tocan a la puerta de mi casa y era mi t ío Miguel que venía con una cara de asombro y pál ido y me dice- s iéntate y oye lo que te voy a contar- me di jo que la señora del t ío de Carlos estaba presa por contrabandista de telas y comidas, es decir el mercado negro y hasta ahí no eran gran cosa pues en Cuba se vive así , También habían fotos de inf idel idad de ambos sexos, ya estos eran males mayores, por eso la buenaza compraba bebidas alcohól icas para tener al t ío durmiendo. Esto fue manejado en la famil ia con mucho tacto para que no hubiera escándalo en el barr io. (Aunque todo el mundo se enteró), fue la comidi l la de los vecinos por mucho t iempo.

De aquel los tumultuosos días tengo una bufanda blanca hoy en día un poco amari l la por los años, que no recuerdo porque está conmigo, entre golpes y palos que le daban a mi t ío en la pris ión lo enseñaron a tejer.

No todos los pol ic ías del régimen de Batista eran malos, recuerdo que el teniente Pérez que vivía al frente de la casa y no salvó de una grave situación, pues una tarde el chofer de mi papá que me traía de las clases de piano me dejó en casa de mis abuelos, el chofer se tuvo que percatar que algo pasaba en aquel la cuadra pues estaba l lenos de patrul las y pol ic ías pero no comentó nada conmigo en f in yo era una niña, cuando entro a la casa de mis abuelos me dan un gran empujón contra la puerta y mis part ituras de música caen al suelo y el pol ic ía pregunta a mi abuela que quién era yo, mi abuela le contesta que yo era su nieta, el pol ic ía con otro empujón y me sentó en una butaca, la casa tenía dos plantas y en la sala habían vestidos, prendas, joyas, fotos por dondequiera y estaba todo virado al revés. Los cajones de la cómoda o gavetas estaban esparcidos por toda la casa. Cuando se disponían a subir al segundo piso, unos de el los l lamaban por teléfono y en eso el teniente Pérez se paró próximo en la ventana de la casa de mis abuelos y di jo gritando:-¡Que ustedes hacen aquí, que le han hecho a esta famil ia bastit iana!-él era nuestro vecino. El los pertenecen a este régimen y sino hubiera sido por el teniente Pérez, la pol ic ía hubiera subido al segundo piso donde había una caseta de madera que mi abuelo guardaba sus herramientas al l í , pero ya no usaba nada de esto, fue el lugar

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que seleccionó mi t ío para esconder en esta caseta más armas, cosa que toda la famil ia desconocía.

Mi t ío Carlos cuenta que estando él en la esquina, porque ya le habían dicho que venían a buscarlo y el tuvo que sal ir s in camisa y que unas de las patrul las le preguntó que donde vivían Carlos más conocido por el f ino y él contestó que no lo conocía y así pudo escapar desapercibido sin camisa, el error que él cometió fue que al otro día l lamó a la casa y todavía no me expl ico porque la abuela di jo que no faltara al trabajo y mi t ío que era un hombre intel igente en ese momento parece que estaba muy perturbado, volvió al trabajo y al l í fue detenido. Al menos yo la niña de la casa y creo que también mi famil ia estaremos eternamente agradecidos al Teniente Pérez, más tarde cuando tr iunfó la Revolución cubana, fue fusi lado por el régimen de Fidel Castro. Gracias Teniente Pérez.

Así termina un pasaje más de mi vida.

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CAPITULO 18MI LINDO TÍO

Comencemos a las novias del t ío Miguel, la primera era una señorita r ica y sus padres eran dueños de granjas vacunas en provincia y el la vivía en la cuidad con su hermana mayor. El los se iban a casar y estaban haciendo los preparativos con un amor increíble y todos iba viento en popa y a toda vela con el amor y el cariño que había entre el los. Unos de los días últ imos antes de casarse, él fue a su casa para ult imar los últ imos detal les de la boda y cuál sorpresa se l levó cuando un vecino le di jo que las dos muchachas jóvenes que vivían en el apartamento donde él tocaba la puerta, se habían marchado para Miami, Estados Unidos. Eso fue un golpe muy duro para mi t ío Miguel después de comprobar que era cierto. El golpe mayor pensó él que ya lo había recibido, pero no fue así . Días más tarde se entera que su novia de años se había casado con el abogado de la f irma canadiense donde él trabajaba, el carácter alegre, el vocabulario gracioso y la sonrisa continua se enterraron el día que él recibió la noticia.

Tuvo que pasar muchos años para que mi t ío volviera a pensar en mujeres, Un día en una recepción diplomática conoció a una negra de la embajada francesa l lamada Miguel ina que parecía estar tal lada a mano y con un color de ébano muy atractivo, él sabía el costo de enamorarse pero en el corazón no r ige nadie y casi s iempre ocurre primero fueron amigos y después novios, pero como en toda la vida t iene su pro y su contra. Él sabía que los prejuicios sociales que exist ían en la época en que estoy narrando que ver una pareja negra y un blanco se veía mal y él no se encontraba con fuerza para l levarla a la casa, pues lo que se le venía encima era peor que la Apocal ipsis, pero mi t ío Miguel aprovechó la coyuntura de que su mamá iba a ingresar por unos días para un chequeo y aprovechó el momento para l levarla a la casa, mis t ías se asombraron y se comportaron lo más educadamente que pudieron pero cuando Miguel ina sal ió con mi t ío, aquel lo fue de Té de Ti lo, sedantes y fat igas y mis t ías no sal ían de su asombro, solamente decían cuando mamá se entere. Pero como todo l lega mi abuela por supuesto se enteró y mi t ío en su defensa alegó –Mamá, mira yo fui a teatro con el la y todo el mundo me miraba y yo me sentía muy importante-abuela di jo con su f i losofía campesina -¡Claro Miguel, como todo el mundo no te va a mirar, s i era una negra con un blanco, no te admiraban sino que se asombraban- y ahí terminó esta conversación, creo el noviazgo duró mientras el la estuvo en Cuba pero más nunca se supo de el la en la casa.

Pasado los años y Miguel ya era maduro y tenía su apartamento pero por hábito y costumbres, él s iempre iba a comer a casa de la abuela es decir su mamá, un buen día, estando toda la famil ia almorzando en la mesa di jo de pronto –me caso tal día-. Tío Miguel dio las invitaciones y no hubo quien le sacara palabras de la boca. Cuando él se marchó empezaron entre las t ías y la abuela las especulaciones de quién podía ser la novia de mi t ío, porque por su apel l ido no era conocida. Así que hubo que resignarse y esperar el día de la boda.

Llegó el dichoso día, todos vestidos de domingo para ir a la misteriosa boda, que fue en el palacio de las novias. Al l í la famil ia se paró a la entrada, s in conocer a la novia ni a su famil ia y Miguel estaba adentro y no lo podía informar quien era el la. Aquel lo estaba repleto de personas porque habían varias bodas, cada vez que se bajaba una negrita como chapapote de cabeza pelá como se dice en Cuba, se sentían los suspiros de mis t ías y las fat igas de mis abuelos y de pronto volvía la negrita con su novio y volvían a

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suspirar de al ivio, así luego bajó una enana, una mulata achinada y ya mi abuela estaba a punto de desmayarse porque cuando aquel lo la palabra Streets no se conocía. De pronto se baja una tr igueña ni muy bonita ni muy fea con un traje de encaje color crema claro y Miguel sal ió a recibir la junto con la famil ia de el la que todavía hoy no sabemos de donde venían. El la l levaba el ramo de f lores de novia que parecía un fusi l y después de pasada la boda vinieron la siempre fotos y por más que mis t ías le bajaban el ramos de f lores, el la se lo ponía otra vez como un fusi l , después nos enteramos que la novia era primer teniente de la seguridad del estado, aquel lo nunca se entendió, pues mi t ío no era revolucionario y además que trabajaba en una compañía canadiense. El matrimonio duró hasta que el la le puso un recipiente de metal con agua muy cal iente en la alfombra persa de mucho valor de mi t ío, cosa que él nunca perdonó, el la pasó por la famil ia sin pena ni gloria.

Después de esto, mi t ío empezó a vivir una vida un poco extraña ya que se comentaba fuera de la famil ia que él vivía con varios hombres, cosa que en aquel la época era tremendo escándalo, mi famil ia si lo sabía al menos no lo comentaba siempre fue el gran secreto ¡Claro!, no para los primos jóvenes de aquel entonces entre el los me incluyo yo, que si estábamos consciente del hecho.

CAPITULO 19LOS TÍOS

El t ío Gibe lo apodaban así porque en real idad se l lamaba Gi lberto, él era mecánico principal de la planta de Pepsi-Cola que había en Cuba, por lo tanto tenía una holgada posición y manejaba correctamente el idioma inglés para entenderse con los norteamericanos dueños de esta fabrica, no sé como el se casó con una campesina de muy baja instrucción y l legada la revolución cubana. El dueño norteamericano lo sacó de Cuba para Venezuela y de él recuerdo lo cariñoso y bueno que era conmigo y las compras caras en las t iendas selectas que él me hacía, él se fue cuando yo era niña. El t ío Gibe tenía una hembra y un varón que por supuesto eran mis primos. Cuando l legaron a Venezuela él adquir ió un puesto mayor y las fotos que mandaban eran de un lujo extremo y la campesina ostentaba en sus brazos cadenas de oro y sus trajes de marca. Al pesar los años mi prima Mercedita que así se l lamaba se casó con un árabe hi jo de padres petroleros. Solo recuerdo que mandaron la invitación de la boda f i leteada con letras de oro y para mi gusto un poco r idículo pero se veía que abundaba el dinero. Mi primo Gilbert ico l lamado igual que su padre era muy gordo y cuando l legaban a casa de mi abuela era electr izante pues el se comía todo lo que había en el refr igerador con el t iempo me enteré que emigró a Canadá porque se hizo un buen abogado. Dios quiera que mi t ío haya muerto para que no viera el descalabro pol ít ico de la Venezuela de hoy y que mi prima haya podido conservar algunas propiedades que el los poseían al lá. Aquí va mi pequeño recuerdo para él .

El t ío Fel ipe era médico y era hi jo de crianza de abuela y se puede decir que intocable de la famil ia, pues mi abuela y todas mis t ías lo adoraban, tanto así que cuando a él le dol ía la cabeza mi abuela corr ía a darle el mejor Ron cubano, primero Bacardí y después Habana Club, pues en la teoría de él era ir tomando poquito de Ron y poner la cabeza hacia abajo y así con este cuento se tomaba la botel la completa de la abuela. Se casó y duró doce

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años el matrimonio y no tuvo hi jos. Después dicen las malas lenguas que el Dr. Fel ipe era homosexual. Mi t ío Miguel y Fel ipe eran inseparables y no sé si hoy en día estarán vivos o muertos, pues hace casi seis años que vivo pegado a la Antárt ica y escuchando a diario el fuerte viento del sur.

De pronto recuerdo a mi t ío Miguel enseñadome a caminar con l ibros en la cabeza y me decía que había que poner un pie delante del otro, me enseñó a oír la música clásica, a vestirme y a comportarme como toda una señorita. Esto da r isa porque entré en el descalabro del régimen cubano, sorpresa que t iene la vida.

En esta especie biológica, yo me hubiera sentido más o menos bien de no haber exist ido la madrastra. Cuando pasaba cierto t iempo papá me venía a buscar. Me preparaba la maletica para vivir con el los y sin decirme nada, me tomaba de la mano como una maleta más y montábamos el coche y una nueva aventura. Ya no estaba con mis t ías

CAPITULO 20PEPILLITA

Recuerdo que el auto de papá entraba a una mansión que yo no sabía que tuviera que ver conmigo. Al l í v ivía mi t ía abuela Pepi l l i ta. La casa era demasiado grande para mí, con sus jardines, la piscina, los garajes, todo era muy bonito pero de una fr ialdad aterradora pues cuando pasaba a la puerta no había una sala acogedora, s ino un salón grande con un piano negro que bri l laba a todas luces y una escalera de mármol descomunal. La cr iada me quitaba la carterita y mi papá como siempre sin hablar me dejaba sola con la maletica y la cr iada me tomaba de la mano y subíamos para ver a una señora que siempre estaba en cama con cefalea intensa y una bolsa de hielo en la cabeza y me saludaba desde su cama con una angustia terr ible y yo no me movía de la puerta. Después sal ía para encontrarme con un bobo que al oírme se adelantaba como para darme un golpe mientras gritaba con la boca retorcida, yo me aterraba, en verdad nunca me pegó pero me l levaba un buen susto

Me quedaba a vivir por un t iempo. El médico de Pepi l l i ta, le contó que el problema de mi primo se había puesto muy mal porque había entrado en la edad del desarrol lo juveni l y se había puesto incontrolable y el médico le aconsejó traer una inst itutr iz de un afamado inst ituto americano y así se hizo, al poco t iempo mi primo se ponía traje con corbata, no ladeaba la cabeza ni babeaba. Tocaba un poco de piano y ya me decía “mi pima Teresita”. La inst itutr iz logró avances notables en la educación de mi primo.

El esposo de mi t ía abuela tenía negocios en toda Latinoamérica y mi padre era socio de su compañía, en su afán de dejarle el negocio a un hi jo varón, tuvo siete hi jas hembras, cosa crueles que t iene la vida. El octavo fue el varón que nació con el conocido síndrome de Down, pasó mucho t iempo para

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que yo me percatara de que todos eran famil ias mías y cuantas famil ias tengo por el mundo y que sola me encuentro en estos momentos

Llegada la revolución cubana Pepi l l i ta que vivía en su mundo se aterró y de pronto le entró un miedo muy grande y lo único que decía constantemente-¡Yo soy revolucionaria!- , pues sacó a la hi ja del jardinero a pasear. Después la montaron en un avión y ahí se quedó una parte de mi recuerdo. Desgraciadamente mi t ío le di jo a mi padre cuando vio que el estado iba interviniendo los bienes y que la cosa tomaba matices negros le di jo-Gi lberto esto yo no lo voy a soportar- . Mi primo no quiso irse con la famil ia y se quedó con mi t ío, días después mi t ío cayó en la escalera con un infarto masivo y mi primo que estaba bien instruido fue capaz de l lamar por teléfono a mi papá y decir que su papá estaba enfermo pues él desconocía la muerte. Después de muchos trámites mi primo pudo sal ir del país.

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CAPITULO 21COSAS CURIOSA DE MI PAPÁ.

Yo vivía en una casa inmensa donde yo era la única niña ¿Por qué? Pues era

una casa de huéspedes donde no se permit ían niños. Pero mi papa era muy

amigo del dueño y le permit ió que yo viviera ahí mi primera infancia estuvo

rodeada de personas mayores yo no era una niña malcriada pues exist ía un

nivel de educación no propia para que yo estuviera al l í . Recuerdo a

Fernando el dueño se la casa era alto fuerte y muy bueno

También estaba Luís, el dueño de una de las mayores jugueterías del país,

que se l lamaba Los Reyes Magos. Era viej i to, muy dulce. Me cuenta que

muchas veces sal ió en calzonci l los largos, por aquel entonces y camisa con

t irantes para trabajar. Menos mal que la empleada lo alcanzaba antes de

que l legara a la cal le.

Estaba mi t ía y mi padrino: Panchito. El la, muy rel igiosa y él , con un gusto

especial por las mujeres. El la le regañaba y le advert ía que iba a ir para el

inf ierno, cuando muriera. Él le respondía: Qué bueno, porque al l í estaría

Tongolele y las Mulatas de Fuego, de Tropicana. Tía ponía sus ojos en

blanco, juntaba sus manos y rogaba por el alma de él .

Sí me acuerdo de Carola, anciana de 90 años, de pelo blanco, recogido en un

moño. Vestía con una elegancia acorde con su edad. En cada pómulo, dos

redondeles rosados, de colorete. Por la mañana, cuando se servía el

desayuno, el la siempre hacía la misma pregunta: ¿Panchito, qué edad usted

cree que tengo? Padrino, respondía: Unos 120 años. El la fruncía el ceño y

ponía su boca en actitud molesta; se viraba hacia mi padre y le preguntaba:

¿Gi lberto, qué edad tengo? Y el le respondía: Pues usted no l lega a los 50

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años. Ahí se sentaba, ponía una servi l leta en las piernas, con gesto

placentero y decía: Gi lberto, es usted un cabal lero.

Papá tenía una casa en la playa, yo iba ahí todos los veranos con el padrino Panchito. Él tenía un yate y unos de esos días que el los iban a pasear, me fui directo al camarote y me escondí debajo de la l i tera sin que nadie me viera y me quedé dormida, al rato por los movimientos del yate me di cuenta que estábamos navegando y cuando sal í , el padrino se asustó fue el primero en verme y se puso las manos sobre la cabeza -¡Gi lberto!, tu hi ja está aquí ¿que hacemos ahora?-. Yo estaba rodeada de l indas mulatas y había golosinas y bebidas por donde quiera, papá me l lama y me dice: -Está bien disfruta del viaje, pero ni una palabra cuando l leguemos-. El viaje era ida y vuelta hacia Yucatán, pude pasear con las mulatas que me tenían como una reina para congraciarse con los señores como papá y padrino.

La vuelta fue tranqui la y me asesoraban antes de l legar -Acuérdate de que viajamos nosotros tres solamente-. Yo repetía la frase de memoria y el los quedaban tranqui los. Pero todo sal ió mal pues a la madrastra le carcomían los celos y siempre estaba desconfiando ¡Claro no era para menos! Cuando anclaron, estaba la pol ic ía y muchas personas, pues hacía día que me estaban buscando y ya se puede imaginar, hubo l lantos, desmayos, discusiones.

Papá part ió para la Habana y yo quedé a merced de mi madrastra, los interrogatorios no cesaban y yo repetía: -Solo fuimos los tres-. Como me lo habían dicho y así yo lo repetía esto aumentaba la furia y los alones de pelo eran muy fuertes, yo l loraba y l lamaba a mi abuela Frida (que estaba en La Habana), porque la casa de la playa de mis padres quedaba cerca de la famil ia alemana y no sabía que el los no estaban al l í .Cuando yo me reunía con mis amiguitos a jugar y que era por muy poco t iempo. Cuando entramos en más confianza unos de los mayores me contaron que mi papá con el suyo y otros más sal ían por la madrugada o más bien al amanecer con las alemanas completamente desnudas.

Estaba yo jugando en el jardín cuando alguien a quien yo quería mucho se me puso delante y me di jo: -Buenas, Teruca- y fue mi sorpresa al ver a Milagros, era una señora gorda, descomunal con sus cachetes rosados y toda una dulzura. El la era quien me cuidaba con los otros niños para sal ir de mi país y siempre nos hacía cuentos mientras viajamos. Mi lagros apareció y desapareció de mi vida como un sueño. Yo me pregunto a veces -¿Qué será de Milagros, que le habrá sucedido?-. Lo malo es que después me enteré que su nombre no era ese, s ino que la l lamaban así porqué la gorda se salvó de milagro.

Como yo iba siendo mujer adolescente, me quise independizar, trabajar y estudiar, pues no soportaba las torturas de mi madrastra y la indiferencia de papá. Mis t ías me di jeron horrores de mí pero como mi f irmeza era la de un buey.

QUIEN ERA MIMÍ?

Las Navidades eran maravi l losas: Un enorme árbol de Navidad, tan alto

como los 7 metros del techo de aquel la antigua casa. Después, en la

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inmensa sala se hacía el Nacimiento que, además de las tradicionales

f iguras, tenía un r ío, montañas, una cascada. Todo era de ensueño. Después

venían los regalos, en sus cajas, envueltos con maestr ía de moños y lazos

en colores de cuentos debajo del árbol. Con las f iestas navideñas aparecían

dos personas, para mí, l lenas de misterio: Mimí y Fifa.

Entre aquel la fel ic idad, aparecía Mimí, una americana alta y delgada,

elegante, no hablaba ni jota en español, lo que no era importante en aquel la

casa. Los regalos que me hacía eran de hadas. En su rostro había una

dulzura que a todos nos gusta ver.

Mimí aparecía y desaparecía como un fantasma, se movía sin sentirse. Así

l legaba desde New York y se así se iba sin grandes aspavientos. Era como si

es tuviera montada en una nube.

Cierto día pregunté por el la y me di jeron que había aparecido muerta en su

apartamento, en Estados Unidos.

¿Quién sería? ¿Tenía famil ia? ¿Exist ió Mimí?

Por lo que a mí respecta, ahí va mi pequeño homenaje a su memoria.

Gracias por los cuentos, por sus caricias y regalos. Te recuerdo siempre.

DE MI INFANCIA.

Nací en Alemania, al l í v ivía mi supuesta mamá. Siempre estaba con abuela

Frida, dulce y buena. Íbamos a desayunar en un r ío que tenia un césped no

muy verde. Como ya he dicho mis recuerdos se pierden un poco y se

confunden con los de la Habana así la recuerdo a mi Fifa, era alta elegante

con un carácter fuerte como para l levar el matrimonio del cual había dos

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varones y yo la única mujercita y no podía demostrarme el cariño de una

madre pienso que todo era tan extraterrestre como se dice ahora mi vida

era un conjunto de todo famil ias que no eran famil ias unos me querían otros

me rechazaban y asi en ese carnaval de gentes en ese ir y venir para aquí y

para al lá estaba el rostro de Fifa con su mirada melancól ica y su

imposibi l idad de tenerme algo extraño pero cierto todo queda ahí porque

cuando l lego Fidel el la tuvo que marcharse y dejarme para siempre cosa que

ninguna de las dos sabía.

Fi fa: donde quieras que estés. Siempre te quiero

CAPITULO 22LA HUÍDA

A los 17 años con la inexperiencia y osadía de la edad. Decidí i rme de mi casa de mis padres, pues mi supuesta madre cada vez me toleraba menos y la vida se me había hecho más que insoportable y en una tarde en una fuerte discusión, me maché con la misma ropa de andar de la casa, s in más nada que mis deseos de huir, de los maltratos, de los insultos, de la indiferencia de mis padres de no ver todo lo malo lo que sucedía. Me fui s in rumbo ninguno y con muy escaso dinero. Ya había l legado la Revolución cubana, por lo tanto no exist ían personas que alqui laran habitaciones. Todavía se podía entrar en Hoteles, l legué a un pequeño Hotel que se encontraba en la avenida del Prado, donde tenía una habitación con baño, teléfono, cama confortable muy l impia. Al l í pude l lamar a mis amigos que acudieron inmediatamente, en mi inconsciencia no pregunté el precio, cosa que hicieron mis amigos y solamente pude pasar una noche, pues en este momento no podía pagar lo que me pedían

Después mis amigos me l levaron a otro Hotel que quedaba frente del Malecón Habanero, el Hotel prácticamente estaba destruido y me fui a una habitación pequeña, sucia, despintaba con una cama vieja y en mal estado. Pero estas cosas que uno no entiende, no sé porqué el baño era lujosísimo de color rojo oscuro y prácticamente nuevo, pero tenía un defecto estaba repleto de cucarachas, mientras yo abría los ojos y la boca de asombro, mis amigos estaban arr iba de la cama donde había una ventana todos mirando por el la, era una cal le estrecha donde se podía ver perfectamente el otro edif ic io ¿y ustedes se preguntarán que se veían? Pues una prostituta acostada desnuda completamente donde al lado había una caj ita de madera de tabaco aparentemente vacía, donde le ponían el dinero. Al l í v í . por primera vez como se puede hacer relaciones sexuales por negocios. Yo me imagino que el la no se levantaba de al l í hasta que pasaban 4 0 5 hombres. Ustedes se imaginarán entre la cama, el baño, las paredes sucias y la

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prostituta. No se podía vivir al l í . Sal imos de al l í a seguir buscando donde alojarme y l legamos a otro Hotel del principio del s iglo 20, que debió en su t iempo ser lujoso, pues el nombre era r imbombante se l lamaba “EL PALACIO DE LA MORTERA” por supuesto solo quedaba el dulce nombre de los t iempos en que fue importante en su época.

Al l í conseguí una habitación con baños, era asombroso ver como la cama y el armario eran del principio del s iglo, estaban completamente sanos y fuertes, lo único que un mal entendido en antigüedades lo pintó con pintura aceite color gris metál ico y eso le restaba bel leza a los muebles de madera. El señor que l impiaba la habitación era un gay ya entrado en años, que conservaba su uniforme blanco y su pelo teñido de negro, muy circunspecto me di jo: -Nunca se le ocurra abrir la ventana del baño porque la habitación del frente a la tuya coincide con el otro baño y al l í v ive una señora muy mayor que no t iene bien su cabeza y si s iente que abres la ventana de este baño, el la se asoma y usted se va asustar- A los pocos días a mi se me olvidó y bañándome abrí la ventana o más bien la ventanita que quedaba muy alta y era pequeña y había que subirse por la tapa del inodoro para poderla abrir , estando yo en pleno baño, s iento una r isa y miro hacia la ventanita y ¡Qué veo!. Una anciana con la cara pintada de blanco con los ojos muy negros y una boca muy roja que se reía y se reía e inmediatamente cerré la ventana. Yo no me asusté, por la naturaleza no soy asustadiza, eso sí no lo abrí más Lo que sí me molestó a la mañana siguiente es que amanecí completamente negra. Yo l lamé al señor que l impiaba y el me expl icó que eso era Hol l ín, pues mi habitación quedaba al f inal del pasi l lo donde del otro lado quedaba la cocina, así que me acostumbré a levantarme l lenas de Hol l ín. Como yo era simplemente estudiante no contaba con mucho dinero y l levaba tres meses sin pagar la habitación. Un día l legué y ya me tenía toda la ropa abajo y botada hacia la cal le. Llame a mis amigos y me dieron la grata noticia de que nuestro comandante en jefe Fidel Castro, había abierto las becas para universitarios.

Mi primera y últ ima beca. A los que estudiábamos ciencia, nos repart ieron por varios lugares. En mi caso fui a parar a Centro Habana. Todavía me acuerdo del nombre de la cal le se l lamaba “Virtudes entre Gervasio y Escobar” cuando l legué era un caserón viejo con dos baños como para diez estudiantes. No sé porque a mí siempre me tocaban las últ imas habitaciones donde la ventana daba al pasi l lo donde todo el mundo pasaba hacia el comedor. Yo le puse una cort inita para que no se viera hacia el interior pues debido al calor la ventana debía mantenerlo un poco abierta. Una noche estando yo estudiando veo como en las pel ículas de Terror de Alfred Hitchok, una mano tenebrosa que apartaba la cort ina para ver hacia adentro de la habitación, pues por el mismo calor mis piyamas eran muy cortas. Grité y grité sal ieron todos a ver que pasaba y yo di je que ví pasar un ratón. A esta hora que eran las tres de la madrugada muerta de miedo me vestí y fui para casa de una amiga que se asustó mucho al verme a esta hora y sola en la cal le que era pel igroso.

Ahora recuerdo que yo habi l i té el segundo baño que estaba l lenos de madera podrido. Yo l impié para poderme bañarme y l legar a t iempo a la Universidad. Un buen día y un buen amigo mío que estudiaba medicina abrió el baño mientras yo me bañaba, él l lenos de vergüenza me decía-¡perdóname, perdóname Teresita!- y yo estaba tan abochornada que no encontraba la Toal la y así estuve un corto t iempo aunque para mí parecía inf inito desnuda frente a él , Después estuvo un t iempo largo cuando nos veíamos bajaba la cabeza pues sentía vergüenza. Al l í termina mis aventuras de mi huída de casa.

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CAPITULO 23MI PRIMER TRABAJO

Les contaré como obtuve mi primer trabajo, pues a los 16 años, me dio por ser independiente y como no dejaba vivir en paz a mis t ías, unas de mi t ía Encarnación era jefa del departamento de admisión del Hospital General Cal ixto García, unos de los más grandes de la Habana, pero que tengan una idea se l leva varias manzanas, dentro de el las hay cal les con nombres, es como estar en un pueblo pequeño. Yo fui a trabajar con el la, los días entre semanas, uno se encargaba de los ingresos y egresos del hospital . Pero en los f ines de semanas eran trabajos pesados pues había que encargarse y entregar a la funeraria los muertos que estaban en la morgue. Por aquel entonces una amiga mía de estudios no tenía trabajo y se encontraba en una situación dif íc i l y me pidió que hablara con la t ía y así fue como la aceptaron y empezamos a trabajar juntas.

La of ic ina tenía una pared de cristal que daba al salón de espera del cuerpo de guardia y un pequeño cuarto con si l las y un televisor usable para los que estaban guardias que en este momento éramos nosotras. Chavela que así se l lamaba mi amiga, me confesó desde la primera vez cuando nos quedamos solas que el la no podía entregar un muerto, pues aquí empezó mi calvario cuando había alguna defunción, yo esperaba en el Hospital al carro fúnebre que en aquel entonces todavía Fidel Castro no había nacional izado las funerarias, como el hospital era tan grande como le di je, yo me montaba en el carro funerario e iba con el la hasta la morgue, había que seccionarse del cadáver que se estaba entregando era el requerido y que no se l levaran las sábanas donde estaban envueltos él mismo, pues en aquel entonces ya empezaban a escasear productos y entre el los las sábanas y por lo que me contaron es que el los las lavaban, las planchaban y las vendían en el mercado negro y después yo regresaba en el mismo carro.

Un día yo tenía examen de química y le pido a Chavela de favor que me hiciera el favor de entregarme el cadáver, yo pues no había podido estudiar nada. El la al principio l loró, gritó, me ofreció dinero y yo le di je que no podía sin saber las consecuencias que esto traía. Yo estaba estudiando en la habitación de guardia, cuando siento un manotazo en el cr istal y sal í un poco furiosa, porque si rompían el cr istal iba a tener yo problemas. Cuando veo quien era, nada más y nada menos que el dueño de unas de las funerarias más grande de la cuidad de la Habana. Estaba rojo de ira, preguntando quién rayos había entregado el cadáver, yo le digo: -Disculpe señor, un momento por favor-. L lamo a Chavela, el la sale y discute con el señor. Él se estaba poniendo más colorado de furia y le tuve que mandar a pasar y darle un poco de agua, en esa jerga cubana y como estaba fuera de sí me dice: –¡Chica, ustedes no se ha dado cuenta que me entregaron un chino por un negro, eso les pueden costar la cárcel, toda la famil ia del muerto están doblemente herida, por el dolor y por la falta del respeto!-. Chavela con sus ataques de pánicos se confundió de muerto.

Mi t ía se enteró de todo este problema y tuvimos que ir al juicio, por suerte todo quedo aclarado para bien de nosotras, menos mi t ía que nos puso guardia seguida durante un mes. Me acuerdo cuando me recogía mi novio en la tarde me decía: -Qué perfume más raro tú usas- yo respondí a: -No es perfume, es formol- . Mi novio se sentía mal en esos momentos.

Estando en el castigo, Chavela entra al pequeño cuarto de guardia y yo había sal ido a hablar un poco con el custodio del cuerpo de guardia de hospital , yo lo hice para relajarme un rato. Cuando entro al departamento

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mío veo una mujer l lor iqueando y gritando: -¡Ay!, mi papito, ¿donde estás?- yo le digo que nadie puede entrar al departamento de nosotras, es decir a la of ic ina, Chavela en mi ausencia había entrado a esta señora a este lugar cuando el la sabía que estaba prohibida la entrada del personal no cal i f icado. Yo le digo a Chavela que por favor saca a la señora y que espere en el salón. Chavela me dice:- Tere, pobrecita se le murió el papá y está mal- . Yo le di je:-¡Otro problema más Chavela!-Pero en esos momentos el custodio Nelson blanco como la pared pues también tenía miedo a los muertos, me di jo:-Por favor, yo no puedo revisarlo, porque el señor murió en su casa y hay saber su identidad y sus cosas personales. Fuimos los dos al cuerpo de guardia y dejé a Chavela con la señora que daba gritos. Cuando entramos al cuerpo de guardia y ruedo la cort ina verde donde estaba el cadáver, su cara no me fue desconocida. Nelson por supuesto quedó afuera. Yo empiezo a buscar en los bolsi l los a quitarles las prendas, reloj , ani l los y se lo entregaba a Nelson por un costado de la cort ina, para que él no viera el cadáver, en eso me percato que se sal ía un short de playa por arr iba del pantalón, eso me pareció extraño, les cierro los ojos y lo tapo hasta arr iba con una sábana blanca muy usada. Después de estar afuera Nelson me comenta: -Oye tú sabe quién es el cadáver, es el Dr. Fulano de tal , renombradísimo ortopédico de la Habana-. Yo sigo para mi of ic ina con una gran pena y que Cuba había perdido unos de los mejores ortopédicos del país y le digo a Chavela:-Por favor di le a la hi ja del señor que voy a l lamar a su mamá, para darles la tr iste noticia-, Yo tomé el teléfono y pregunté por la señora del Dr. Y el la me dice soy yo, yo le digo que su esposo ha fal lecido que está con su hi ja-y el la me responde:-¿Qué hi ja?-Pues el la nada más tenía dos varones hombres. Yo me quedo asombrada y no sé que decir y le digo que t iene que venir a mi of ic ina a f irmar el acta de defunción. Pasó un rato y se presentó la señora elegantemente vestida. Yo le pregunto después que el la f irmó el acta cuál funeraria lo iba a l levar, el la me responde en un tono fuerte que eso no era asunto de el la, pues el la se iba para Miami dentro de tres días y mirando atrás del cr istal , me di jo:-¡Qué se ocupe la señora!-El la por supuesto cuando la vió había dejado de gritar, a pesar de mi juventud me percaté que esta era su querida quién l loraba. La señora del Dr. La recuerdo como si la estuviera viendo y su nombre era igual que el mio, se l lamaba Teresita. Después me enteré que el Dr. en casa de la querida le había dado un infarto masivo cuando se disponía ir a la playa. OTRAS EXPERIENCIAS EN EL HOSPITAL Estando de madrugada en el hospital , mientras hacía la guardia y estudiaba a la vez, de pronto siento un ruido violento y extraño, voy hacia el pasi l lo y veo a José que se había caído al suelo, se había desmayado, pues era gay y tenía la manía de l impiar el pasi l lo y a la vez cantaba y decía que por la mañana era un art ista de opereta. Llamo al médico inmediatamente y me di jo cuando l legó: -Tráeme amoniaco ahora mismo- y José se recupera de la conciencia con ayes de dolor y cuando abre los ojos, le dice al médico que el muerto que él había bajado con la camil la estaba vivo.-Bueno vamos conmigo, para ver el caso-dice el médico, José señaló con el dedo que era ese mismo muerto que se movía, el médico se acercó y lo revisó. Él expl ico que eran gases que le quedaban a las personas al morir , pero esto no lo entendía José y meneaba la cabeza negativamente y decía rotundamente:-Yo lo vi moverse y hacer cosas-. Le tuvieron que dar unos días por psiquiatr ía para que descansara, pues no podía oír un eructo que de solo recordarlo, se desmayaba y tardó en volver a cantar por mucho t iempo.

Pasó cierto t iempo y me trasladaron para otro Hospital donde no era tan grande como el anterior, este Hospital era de maternidad.

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All í conocí a varios personajes como la que l impiaba el piso una negra gorda tan dulce, buena y tenía unos labios enormes, andaba siempre con un pañuelo en la cabeza y con palo de escoba en la mano, el único defecto era que tenía una peste en su culo grande que a veces se tornaba insoportable. Era muy parecida a la nana negra gorda de la pel ícula “Lo que el viento se l levó” En f in nada es perfecto, conocí a otro personaje que era como sal ido de un l ibro de cuentos pornográficos, pues en mi mundo no era de muchas amistades. Yo era un poco tonta y siempre me t i ldaban de “comemierda”, pero no hablemos de mí, s ino hablemos de mi personaje. En aquel momento ya había l legado la Revolución donde se emprendió una campaña de igualdad para todos algo así como productos enlatados fabricados en serie, los vestidos, el corte de pelo todo era igual y también se promovió una moral casi extrema, tanto es así que metieron presos que en aquel entonces empezaban a gustar mucho como cantantes. El los eran Si lvio Rodríguez y Pablo Milanés por las letras de sus canciones Protesta, que interferían en la pol ít ica cultural del gobierno actual, fueron enviados a la Unidad Mil i tar de Ayuda a Producciones l lamada UMAP, después Si lvio Rodríguez fue obl igado a la Columna Juveni l del Mar, como l impieza ideológica del gobierno. Hace ya algunos años sal ió de la cárcel el pobre actor Pedro Álvarez conocido por su gran talento y por lo buen mozo que era. Sal ió totalmente envejecido y destruido y al año murió de un infarto, fue una condena ejemplar revolucionaria. Cayó preso por una simple f iesta que el los t i ldaron de orgías, fueron varios actores. ¿ustedes se preguntarán porque le cuento esto, que no t iene nada que ver con mi vida en los hospitales? y es que este personaje que me falta narrar forma parte de la no acertada sociedad moral ista y exageradamente decente..

Este era una señora muy alta con ropa elegantís ima y con unas manos muy bien cuidadas al igual que su pelo, yo pensé que era una doctora muy seria por su imagen y su bata blanca, lo único malo es que mi pobre Olga que así se l lamaba no sabía donde estaba parada, es decir s in ningún conocimiento. Cuando pasaron los días me fui percatando que aparte de no saber nada de nada, estaba medio ciega y tropezaba con muchas cosas, rompiendo probetas de anál is is y otras cosas más.

Un día estábamos solas y yo estaba atenta de lo que el la hacía para que no fuera a matar o empeorar algún paciente ni tropezar con algo y se fuera a dar con las narices al suelo. Yo me había convert ido en el lazari l lo de el la, cuando el trabajo duro de la mañana pasó, Olga me l lamó: -Ven Tere, que tengo que contarte algo-.Esta mujer me invitó a sentarme cómodamente, yo por mi parte con mi tontería cándida y juveni l me acomodé sin pensar que cosa iba a pasar. El la empezó a decirme que no todo el mundo nace igual y que el la nació puta y como la Revolución el iminó la prostitución, a el la la colocaron a trabajar en el Hospital . Este era un tema bastante fuerte para mis oídos cándidos pero mi cara se mantenía tranqui la. Olga tomó mi mano y siguió tratando el tema con un desenfado sin igual.

El la me cuenta que a los 15 años tenía ya un amante muy r ico y se escapaba del colegio de monjas. Un día este amante le propone ir a Miami y el la era una menor de edad pero no de mente. Entonces una famil ia amigas de sus padres que también a iban vacacionar a Miami y el la le preguntó si podía ir con el los. La famil ia le di jo que el los primero preguntarían a sus padres, s í le decían que sí no había ninguna inconveniencia. Al principio el papá se negó pero la mamá le convenció para que la niña fuera a pasear.

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Finalmente logró l legar a Miami donde Olga había quedado encontrarse con su amante r ico y para sorpresa de la famil ia que la l levó. Olga desapareció y comenzaron a buscarla por todas partes, pero no quedaba más remedio que l lamar a La Habana para informarles a los padres de que Olguita había desaparecido sin dejar rastro. Olga no era nada tonta y con su coquetería de puta vieja a pesar de su juventud andaba en estos momentos en la cuidad de los Angeles y entró en la primera notaría que se encontró en el camino y se casó con el amante adinerado, pasaron unas vacaciones fenomenales y sin contar los días.

En la mitad del cuento la emoción me hizo ir al baño corr iendo a orinar de lo nerviosa que estaba, porque la parte que venía era el castigo terr ible. Terminé de hacer mi necesidad y le pregunto a Olga -¿Y que te hicieron tus padres?-, yo pensando como la pasaría en aquel momento, a lo mejor le halarían los pelos y las orejas. Olga continúa contándome y me dice: -Tere l legué con mis regalos, pero la fr ialdad de mi padre era de asustarse, f igúrate que mi madre no dejaba de tener t ics en los ojos, me pestañeaba y se retorcía las manos como indicándome que me escapara-. Pero para asombro de Olga, él permaneció indiferente y el la le enseñó el cert i f icado de matrimonio y él le di jo: -¡Mira, chica no te me hagas la boba y me da lo mismo que te hayas casado o no!- pues él sabía que este cert i f icado no era legal, solamente di jo: -Me voy para siempre- y nunca más volví a verlo y yo le pregunto: -¿Y eso te dol ió Olga? y el la me responde: - Ja, ja, para nada, niña-.

La vida t iene cosas que te enseñan que casi todas las personas moral istas en exceso no lo son. Un día en mi trabajo entraron dos ginecólogos a la farmacia del Hospital y yo me quedé con los ojos desorbitados, pues unos de el los eran un buen mozo a igual que los actores de cine. Se apartaron para hablar con Olga en privado y sal ieron con el la. Después Olga me cuenta que estos dos médicos eran homosexuales y habían dos ancianos casados hacían cincuenta años que disfrutaban y pagaban mucho para ver hacer el sexo entre el los dos. Estos ancianos eran muy respetados por la sociedad y por la profesión que el los ejercían.

Otro día Olga me l lama y me dice: -Tere,¿tú puedes hacerme el turno?, porque tengo algo muy importante que hacer-Yo le respondí que sí . Después el la me cuenta que el la tenía que ir a casa de un abogado que era r ico y que debido a un accidente quedó paral ít ico y él me paga muy bien porque yo me desnude y le bai le por una hora-. Ya yo me había casi acostumbrado a las cosas tan “bonitas” que me contaba Olga. En una mañana el director del Hospital me pregunta de quien era la prenda interior de color rojo que sal ía por la ventana y daba al salón de operaciones, pues él entró un día y vió como los cirujanos y enfermeros estaban parados mirando por la ventana y Olga que estaba presente y escuchando todo lo que decía el director y le respondió con una semisonrisa –Señor director, es mío, lo lavé por la mañana porque pasé la noche fuera y quiero que usted sepa que soy muy l impia-. El director quedó mudo por un t iempo y con una voz de viol ín le di jo: -Señora, no lo haga más o se va arrepentir- y sal ió pál ido con la cabeza baja. Olga con un gesto de indeferencia, subió los hombros y di jo: -¡Bah!-.

Un domingo voy a vis itar a la casa de mi padre y lo veo con su bata t ípica de seda y su habano en la boca, leyendo la prensa, donde sal ía paginas enteras de los discursos de Fidel donde prometía que Cuba iba a ser el país más r ico

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de Latinoamérica (ahora está en quiebra económica). Mi padre además conversaba con los dos ancianos que habían estado con los homosexuales que yo lo había visto una vez yendo a buscarlos al hospital . Mi padre me los presentó como grande amigos y personas profesionales y morales. Gracias a Olga y otras cosas que me habían pasado en la vida, yo me había graduado en la Universidad de la Vida. Puse mi mejor sonrisa y cara de candidez y di je:-Encantada de conocerlos-. La vida se me había haciendo ancha y cruel

En el hospital l impiaba una l inda joven campesina, de pelo negro y piel morena que part ic ipaba en un programa de educación de Cel ia Sánchez, mujer de toda confianza desde la Sierra Maestra de Fidel Castro. Una noche estando en el cuerpo de guardia l lega el director con una sonrisa y me di jo: -¡Buenas noches!- venía acompañado con dos funcionarios de alto rango del Ministerio del Interior. Estos compañeros como se dice en Cuba, se dir igieron directo a un refr igerador grande con dos puertas abajo y arr iba que nunca se usaba. La puerta inferior se guardaban los materiales médicos y el los l levaban un empleado del hospital y con una escalera subió el empleado a sacar paquetes de carnes. Me preguntaron que si yo sabía algo del origen de esta carne, yo le respondí:-Señor director, desconozco su procedencia-y eso lo repetía muchas veces de lo nerviosa que estaba. El los se fueron con los paquetes de carnes y si me di jeron que al terminar mi guardia, pues era de madrugada no podía irme de hospital .Después me enteré que la l inda campesina que l impiaba y además aprendía a leer y a escribir y hacer otras cosas del hospital y aprendió también a estar con los japoneses y recibir todos t ipos de regalos entre el los, la procedencia de la carne. Al pasar el t iempo más nunca se supo de la campesina.

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CAPITULO 24.“EL CÓNSUL”

Yo vivía sola y en un buen apartamento del barr io del Vedado, zona privi legiada de la ciudad de La Habana rodeada de Hoteles cinco estrel las, avenidas, t iendas, cines, un lugar céntrico. En un 31 de Diciembre que íbamos a festejar mis compañeros y yo en mi casa. Un primo hermano mío se presentó en mi apartamento y me di jo que si yo podía recibir a un amigo de él que había cumplido cinco años en la antigua Unión Soviética como consejero comercial por el Ministerio de Comercio Exterior y yo le di je que sí que no había ninguna inconveniente. Mi primo se fue y yo me puse a decorar mi casa para el día fest ivo. Cuando tocan a la puerta y veo un señor con un traje de seda azul oscuro con un clásico maletín de dir igente y un olor a perfume que hacía tanto años que yo no ol ía pues ya en Cuba había pasado el huracán de la escasez y esas cosas no se veían, la f iesta se iba a hacer con unos pol los robados del patio de la abuela de un amigo mío. La bebida era de otra amiga mía que el t ío trabajaba en un bar que robaba y vendía la cerveza y el ron en el mercado negro. No nos podíamos quedar para nosotros esto era el fest ín del s iglo, y para acabar con broche de oro me l lamó Magnol ia por teléfono para decirme que el panadero la había cobrado caro, pero tenía el pan y esto era como estar en la gloria con champán y caviar. El señor del traje di jo:-Yo soy Pedro-y yo le di je en mi tono juveni l : -y yo soy Teresita-.Él se r ío y di jo: -yo soy el amigo de tu primo Iván- Yo lo mandé a pasar y mi primo me había contado que yo venía un rato a hablar con él pero que después se iba rápido a una reunión de una embajada pero pasaron las horas y el señor no se iba y yo estaba por dentro cagándome en la hora que nací porque mi primo Iván no aparecía y empezaron a l legar los invitados y una amiga me l lamó para la cocina y me di jo:-¡Oye que cal ladito te lo tenías!-y yo respondí: -Qué cosa, muchacha!-y el la me di jo dir igiéndome al señor con el traje: -¡Al cónsul!-y ahí se quedó para toda la vida el sobrenombre del Cónsul. Yo le pedí permiso para bañarme porque ya que él no tenía conversación y mi primo no aparecía. Yo tenía que arreglarme porque la f iesta había empezado y así empezó esta historia de amor por mí y de interés por él . En f in para abreviar que esta historia terminó en matrimonio con la presencia de embajadores de la Europa del Este a toda pompa o a todo trapo como se dice en Cuba, yo suspiraba por él , por sus atractivos ojos verde, estatura y con lo buen mozo que era sin percatarme de mis pertenencias en un país donde no había casa para nadie, donde no exist ían refr igerador, cocinas, nada y yo tenía estas cosas y para más suerte todavía quedaba cerca del Ministerio de Comercio Exterior. Así que para él era el matrimonio ideal.

Después de la luna de miel que fui al Hotel Riveria, lujoso en el 38 piso con Caviar y Champán de verdad empezó mi tr iste vida matrimonial . No me faltaba ropa, protocolos y todo t ipo de actividades diplomáticas y una noche después de un tratamiento muy largo para sal ir embarazada logré lo que tanto años había esperado tener un hi jo que fue empañado esta alegría por una rubéola a la que cuál yo me negué hacerme el aborto. Para satisfacción mía hoy día

Un día me encuentro con la secretaria de mi esposo y estaba embarazada y yo le di je que se cuidara pues estaba fumando. Días después me entero que este embarazo era de mi esposo, lo cuál él negó siempre hasta que el Part ido Comunista que él pertenecía lo obl igó a reconocer a la niña que había nacido de la secretaria. Pues decían que era igual ita a él , en aquel entonces no exist ía el examen de ADN y él terminó reconociéndola. Esto fue un golpe muy duro para mí. Él lo hizo en si lencio y fue una gran traición.

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Cuando mi hi jo nació yo estaba aterrada por la consecuencia de la rubéola que podía acarrearle defectos. Cuando él nace después de un parto muy dif íc i l . Yo le pregunté al Dr. Acevedo que si mi hi jo tenía cinco deditos y él se echó a reír y me di jo: -No seas tonta son diez y diez- Pues aparte de la Rubéola m suegra me había l levado a una casa que según era amiga de el la y querían que me conociera, era mentira, se trataba de una brujera que me hizo caminar por un cuarto l lenos de granos de maíz y cosas extrañas. En aquel momento yo desconocía que cosa era aquel lo. Después me enteré y sentí c ierto miedo. Luego cuando l legamos a la casa como todo niño recién nacido l loraba cada tres horas cosa que a mí querido esposo le estorbaba como era el t iempo del derroche. Él como funcionario del gobierno se planif icaba los viajes del Europa del Este tanto es así que él se marchó para Bulgaria cuando Pedro mi hi jo, tenía un mes y regresó cuando el niño tenía más de seis meses y como ven el amor de padre no era muy fuerte.

Un buen día todo terminó pues se fue con mi mejor amiga, no me puede esto asombrar debido a la poca cal idad humana y el desprecio que sentía él hacia las mujeres. Me han dicho que la otra ha recibido cuantos golpes e insultos se puede esperar. Cosa de que el la me l ibró de esto. Lo que digo es cierto, pues estando en la funeraria del abuelo de mi hi jo y del padre de él . El los estaban en una esquina peleando y dándose golpes o trompadas como se dice en Cuba. Este señor se l lama Pedro Álvarez Borrego que l legó a ser viceministro del Comercio Exterior y palabras textuales de él que este era su única ambición en la vida y ahora está haciendo las negociaciones entre Estados Unidos y Cuba con productos de al imentos. De aquel buen mozo solo queda un gordo enorme con dos patas muy f lacas al igual que un globo con dos mondadientes y aquel pelo rubio castaño, solo le queda una gran calva y unos pelos encanecidos.

No sé si ahora este señor podrá comprar a las mujeres con medias largas, bol ígrafos y perfumes de muestras que traía de Polonia, porque después de la desaparición del comunismo en Europa del Este. Cuba permit ió tener dólares, abrir las t iendas con monedas extranjeras conocidas como Shoping, recibir remesas famil iares y abrir el ingreso de turistas.

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PEQUEÑOS RECUERDO DE MI DESASTROSO MATRIMONIO

Para entonces ya se notaba que el niño no respondía a los ruidos, como si no oyera y había que esperar al año para detectar cuál era el problema. La respuesta del doctor Ul ises fue af irmativa, el niño estaba en un mundo de si lencio, no oía casi nada. Recuerdo que estaba muy sola en la sala de mi casa esperando a Pedro hasta tarde, él l legó muy arrogante y con rostro sombrío -Ya lo sé, me contó tu madrastra, no quiero l lanto ni histeria, el niño es un sordo más en este país, hazme el favor de prepararme el baño que quiero ir a dormir- . En este momento juré en si lencio que mi hi jo, no iba a ser un sordo más y que él hablaría y l levaría una vida normal como las demás personas, yo no sabía como, pero así sucedió.Matriculé mis estudios en Física ya que estaba relacionado con la acústica y prótesis audit ivas y otras cosas más que me servía para ayudarlo en lo posible.

Hoy en día mi hi jo está graduado de arte y para orgul lo mío ha viajado el mundo entero con sus exposiciones de pinturas. Habla y se comporta como cualquier oyente, lást ima que su padre biológico quiso ser viceministro y no disfrutar de los avances de su hi jo varón. Pero hay personas que su mundo es muy estrecho. Es como el que nace pobre y quiere hacerse mil lonario robando bancos. Él se lo perdió, yo me lo gané. Yo he sido la presidenta de la repúbl ica de mi hogar y con esto me siento sasti fecha de mis los logros de mi hi jo.

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CAPITULO 25MI BUENA AMIGA CLARA

Después del nacimiento de Pedro, todo para mí fue muy dif íc i l pues la columna se resint ió y tuve que ser intervenida muchas veces en el hospital ortopédico. Vivía sola pero esta vez en un pequeño apartamento después de que ocurrió la separación, pero aún así impart ía clases como profesora de Física y estaba rodeaba de buenas amigas de la universidad.

Y de estas amigas había una que se l lamaba Clara y para el la todo eran cosas del más al lá en exceso. La pobre no vivía de forma plena, s ino con prejuicios y l lenos de superst iciones para cada cosa. Clara empezó la carrera de Arquitectura pero no l legó a graduarse. Los rasgos de el la eran bien interesantes, tenía unos ojos azules muy penetrantes que daba miedo, pues los tenía casi fuera de orbita y tan abiertos como si la vida fuera de terror y de misterio. El lado izquierdo de su ojo tenía una verruga tan grande pero tan grande como la del tamaño de un fr i jol . Sus pelos estaban siempre muy parados lo que combinaban muy bien con sus ojos de susto. Con el t iempo Clara se abrió con nosotras y fue hablando. Lo primero que nos preguntó: -¿Y que hacen ustedes con las int ímas de menstruación?-. Todas contestábamos que botarla a la basura. Clara se alarmó al oír la respuesta y nos expl icó que el la las quemaba y las cenizas iban a parar a la taza del baño. Le preguntamos para que había que hacer ese r itual y nos contestó: -Pero ustedes no saben que con las int imas se hacen las peores brujerías y los perros cal lejeros, sarnosos les gustan olerlas y comerlas. Pues esos perros son el diablo-.-¿Y que hacen cuando ustedes se cortan el pelo?-, nos pregunta Clara y respondimos -¡Botarlo!- . El la se retorcía las manos con sus uñas enormes y pintadas al rojo vivo, ponía los ojos más desorbitados aún hasta que gritó diciendo: -¡Pero ustedes están locas!, pues yo misma me lo corto, lo recojo y lo quemo-, y yo pensé que Clara lo que necesitaba era un incinerador.El interior de su casa tenía un color verdoso. Una vez a la semana, el la recogía unas plantas y las hervía hasta que el agua se ponía verde como la t inta. Con esa agua verdosa y algo espesa, la restregaba fuerte en la pared y en las losas para evitar el mal de ojos y los daños que le podían hacer. . . .

Ahora describiré como era la casa de Clara. Había tres puertas principales, estaba la puerta de entrada de la casa, otra puerta que daba al cuarto de el la y una tercera que sal ía por la cal le posterior. El la era una persona como se las pueda l lamar, pasadita de edad y no se había casado. En la universidad, a la hora de la merienda casi todas las estudiantes tomaban tabletas anticonceptivas. Clara no tenía relaciones sexuales pero igual se la tomaba y esto le hizo sal ir en la verruga, pelos y también en los brazos. Ya se imaginarían, lo único que le faltaba era la manzana de la bruja de Blancanieves.

Pero en f in, la suerte es loca, pero loquísima y a cualquiera le toca. Se apareció un buen día a clase, con una cara de sonrisa y nos contó que tenía un enamorado que lo l lamaría Hamburgo. El la lo entró en su casa por la puerta de su cuarto, pues en la casa el la vivía con un hermano que lo l lamaba la famil ia Pototo y su esposa negra que según el la le decían que era una gran brujera.

Un día apareció el la en nuestra clase con una cara muy tr iste. Pues nos contó que Hamburgo, su enamorado, se había calentado l leno de pasión fogosa estando en la cama pero cuando Hamburgo sin darse cuenta, pone el pie izquierdo debajo de la cama. Él dio un grito y el la asustada pregunta: -

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¿Que te pasó Hamburguito?- y él indignado grita: -¡Me has arruinado mi único pantalón, por Dios, Clara, con la escasez que hay en este país!- , Clara le dice: -Pero, mi amor, no es para tanto-. El problema es que Hamburgo había metido el pie y parte de su pierna en una palangana l leno de orina concentrada y con un hedor terr ible. Era donde el la orinaba para no ir al baño pero que muchas veces olvidaba botar la orina y es por eso su concentración. Hamburgo decepcionado de su enamorada, le pidió ir al baño para lavar su único pantalón, pero el la gritó -¡ Jamás!- y Hamburgo pregunta: -¿Por qué?- El la le expl icó que los muertos estaban del otro lado del baño y venían para hacer mal. Él gritando di jo: -¡Ya no puedo más, me voy, estás loca de remate!-. Ahí terminó su amor. Otro ejemplo de mi querida amiga. Estando un día en su cuarto y conversaba con Clara de temas de la Universidad y de pronto el la dio un grito de espanto -¡Ahí están las tenazas del diablo!- . Yo me sentí horrorizada y me puse muy pál ida, t iesa y muerta de miedo hasta que l legó mi esposo a buscarme. Mi esposo empezó a reírse y me di jo: -Date vuelta- y me tocó la cabeza y fue tan val iente, osado, que tomó las famosas tenazas diaból icas y él me di jo: -Te falta un pedazo de la hebi l la de tu pelo que es esta-. CAPITULO 26LA DESESPERACIÓN

Muchas veces siendo joven me reía, del s incretismo cubano ( la santería) pues pensaba que eso era cosa de personas de raza afr icana (negros y de bajo nivel de estudios), pero la vida nos enseña a ver las cosas de otro modo. Esto me trae al recuerdo cuando un periodista le preguntó a Albert Einstein en una entrevista que si temía a la muerte y le contestó yo le temo a todo lo desconocido.

Pasaron los años y yo tenía una f iebre que no se me quitaba, mis compañeros médicos no sabían que hacer después de anál is is y exámenes no se encontraba nada y decidieron a la semana siguiente ingresarme, cosa que a mi me disgustó mucho. Estando caminando por la cal le muy preocupada me encuentro con la hermana de una amiga mía y la saludo y el la me vió muy pál ida y me pregunta como estaba, le expl iqué la breve historia de mi salud de lo que me pasaba y el la me di jo que practicaba la santería y el espir it ismo y que podía ayudarme con una santera muy buena, en aquel t iempo estaba perseguido en la Cuba atea y revolucionaria este t ipo de prácticas pero mis ansias de no terminar en un hospital era más fuerte y le respondí que iba con el la a ver a la santera.

Así empezó mis bregar por estos lugares a la señora que el la me l levó, me sacó el dinero y no resolvió nada, no obstante caí en manos de otra en mi afán de ponerme bien. Esta fue peor, pues me sacó más dinero todavía y me hizo comprar una t inaja de barro que en estos momentos no recuerdo que tenía adentro y según el la había que hacerle un trabajo a dicho objeto y l levarlo a mi casa, a mí todo esto me parecía absurdo pero en estos momentos yo no pensaba con cordura con las ansias de no tener más f iebre y por supuesto no terminar en el hospital . No me daba cuenta ver que todo era un gran disparate, el la se percata de mi decepción y me l leva a ver a un gran sacerdote afrocubano (Babalao) Es lo único que puedo estarles agradecida es que conocí a un gran hombre desinteresado y buena persona.

Cuando l legué a su casa noté que era una casa normal como otra cualquiera con cosas de madera muy bien tal ladas y elaboradas, porque en Cuba las casas de los santeros o babalaos sobrecogen a cualquiera, pues están l lenas

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de brujerías como cazuelas de hierro, maíz, palomas, miel , gal los sin cabezas y cosas bastantes desagradables posteriormente me entero de que su profesión era ebanista y restaurador de museos de la cuidad y que no se ganaba la vida estafando a las personas. En la primera visita sentada en la sala de su casa él me cuenta porque se hizo Babalao, dice él que estando joven tuvo una gran enfermedad y su papá que era medico y también Babalao, lo ingresó aparte de los exámenes que le hizo en el hospital quería hacerle r ituales de santería y él se negaba rotundamente y no creía en esto, pero pasaban los días y fue empeorando su salud estando como se dice vulgarmente con una pata en el cementerio en su desesperación, le di jo a su padre que hiciera sus r ituales. En la noche su papá l legó al hospital con una gal l ina negra, un huevo, caracoles y otras indumentarias de la santería, él se dejó hacer todo el r i tual y cosa sorprendente a la mañana siguiente inexpl icablemente, se pudo levantar de la cama aunque algo débi l , pudo caminar y al pasar los días le dieron de alta médica. Eso se los narro no para que crean yo simplemente lo cuento como él me lo di jo. Ya ustedes después sacarán sus propias conclusiones.

Él me di jo esto -no es para convencerte porque sé que no crees en estas cosas, déjame trabajar contigo que no te voy a cobrar ningún centavo-. Así empezó mi historia con el Babalao que yo le l lamaba Padrino. Me l levó para una mesa de comer y puso un papel con un lápiz y me dio un huesito de un muerto humano y un caracol y los tomé uno en cada mano y él me las cerró. Me di jo que sin él ver yo fuera pasando el huesito y caracol de una mano a otra, cuando yo hacía esto, él me decía-abre la mano derecha o abre la mano izquierda- y según lo que hubiera en mi mano el hueso o el caracol, él iba anotando un cero o un uno, yo le di je –padrino esto se parece mucho a la lógica matemática que yo estudié en la universidad- porque el papel tenía muchos ceros y muchos unos seguidos como números binarios y también combinados en uno y cero. Llegado el momento, el me di jo-ahora te voy a leer tu letra, o sea la historia tuya-.

Tu eres hi ja de una mata de plátano macho que no da frutos, yo le pregunto que signif icaba esto y el me dice-Lo que voy a decirte es muy duro, la que está fungiendo como mamá tuya no es la verdadera, pues el la nunca pudo dar el fruto y las que dio tuvo que dejarte, este es tu origen verdadero y ahora voy a leerte tu segunda letra- después de un si lencio continuó leyendo los ceros y los unos y me di jo-por esta letra r ige el s ímbolo del conejo-y me expl ica- jamás podrás comer conejos por que el es como tú, manso, carece de maldad y se deja cazar muy fáci l , con esto te quiero decirte que el conejo no come al conejo y tampoco puedes tomar vino blanco o bebidas blanca y no me expl icó el porqué, continuó diciendo-Tu signo que traes en la vida es de Reina-él se viró y de una vitr ina de cristal sacó unas l ibretas que eran bastantes y me di jo-Aquí están los signos de todas las personas que yo he visto y te puedo demostrar que muy pocas personas l levan este signo-yo le pregunto-¿Qué signif ica esto? Y él me dice pausadamente que todo lo que tenga que hacer en mi vida, lo tengo que hacer doble (como todo lo mío nada es senci l lo).

-Te voy a hacer, s i tu me dejas, unas cuantas cosas- yo le contesto que sí pues no tenía nada que perder y además eran gratis, él convocó a una cantidad de Babalaos mayores en reunión (Sacerdotes afrocubanos con rango). Día después se me hizo en una habitación cerrada un r itual secreto y todos iban vestido de blanco y sentados en el piso sobre una estera y por lo que yo intuyo el señor del medio debía de tener el rango principal, pues l levaba en la cabeza un gorro blanco como el de los cocineros muy grande y todos me trataban con mucho respeto. El los empezaban hablar en lengua

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Yoruba y después empezaron a contarme cosas de mi vida que era ciertas t irando sus caracoles, yo no sabía que este r itual no se podía interrumpir y alcé la mano como una colegiala y di je-Con permiso estas t iradas que han hecho con los caracoles está mal hecha- El los abrieron los ojos con asombro y conversaron algo que no entendí, unos de el los me preguntó después-¿Por qué dices esto?- Y yo le di je porque me hablaron al oído y me di jeron que estaba mal t irados pero no muy convencidos volvieron a t irar los caracoles que se hacía en una estera y después de t irarlo di jeron-¡Ache pá t i!- Y alzaban los brazos y eso pasó dos veces y así l legaron a la conclusión de que yo padecía de un estado nervioso febri l , resultado cl ínico del diagnostico de los Babalaos afrocubanos.

Después pasé a las mujeres, l lamadas las Babalochas y luego de otros r ituales, el las me sacaron mi Santo, según me di jeron que yo era hi ja de Obatalá ( la virgen de las Mercedes) que es la patrona de la salud.

Como se ve en todas las rel igiones, los hombres y las mujeres están separados. Los Babalaos me dieron una serie de remedios y plantas medicinales que no la puedo decir por respeto porque según el los era secreto para siempre, lo único que puedo decir es que me dieron los santos guerreros (Ayaguns) que signif ica ayuda para la salud, estabi l idad y fuerza, los orishas fuertes Ososhi Elegguá y Oggún y también como oshun que se compara con la individual idad, para que protegieran mi casa. Elegguá es el propietario de todos los caminos que posee la l lave de abrir y cerrarlo se personif ica por la cabeza de cemento con los ojos, nariz, boca y oídos de caracoles, Oggún el dios de hierro personif icado por la herramienta de trabajo; El hierro es unos de los metales fundamentales que se encuentra en cualquier t ipo de construcción y está siempre disponible. Ososhi el cazador y propietario de misiones, juez en santos de la ley, Oggún y Oshosi s iempre viven juntos y nunca se separan. Oshún es una barra de metal en lo más alto en un acopa de metal tapada con una tabla redonda en la parte superior está puesta un gal lo. La copa contiene el secreto con la carga mágica. La tabla rodeada por cuatro pequeñas pelotas de metal que representan los cuatros puntos cardinales, Oshún t iene la función contra los brujos y todo lo malo y nunca puede caerse. En el caso que se caía debe visitar inmediatamente al Babalao porque tenía efectos negativamente sobre su propietario. Oshún está solamente preparado y transferido por el babalao, puesto que los Orishas se manif iestan tanto en las piedras sagradas, a part ir de estos comienzan a crecer.

Bajo el regimen de Fidel Castro, en aquel los momentos era penado por la ley y puedo terminar en pris ión porque no se podía tenerlos en la casa a la vista por lo tanto los santos guerreros fueron escondidos dentro del televisor y como lo tenía también la mitad de la Habana.Una madrugada estando dormida me tocaron en el hombro y me di jeron- Recoge todas estas cosas ahora mismo y vete lejos ponlos en un camino en el monte-. Y así se hizo.

Después de esto la f iebre que padecía desapareció. Expl icación no le puedo dar ninguna, lo que sé es que fue una parte de mi vida que recuerdo a estas personas con gratitud y amor solamente por querer hacer el bien.

CAPITULO 27

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TODO LO QUE BRILLA NO ES ORO

Un día cualquiera de un mes cualquiera del año 1979 me tocaron a mi puerta y una amiga mía me trajo a un joven buen mozo y por ahí empezó una buena amistad y me casé nuevamente. Ahora visto después de 29 años lo que yo creía que era el gran amor todo fue una gran falsa. Estuve siete años montada en una nube rosada, después de esto he tenido pocas horas de paz y tranqui l idad ¿Porqué no rompí?, ¿Porqué no terminé con aquel la pesadi l la de mi vida? Simplemente porque la ceguedad de mi amor y de mi mente se quedó muy impreso los sietes años vívidos de aquel l indo amor.

¡Que lást ima! Pues hubiéramos sido una famil ia maravi l losa en una dictadura férrea, nosotros no carecíamos de nada material . Lo que faltaba era lo más importante el amor. Hoy en mi vejez, estoy sola, muy sola, s in casa, s in dinero, s in amigos en el f in del mundo en la patagonia, s int iendo el fr ío del alma y este fr ío de este lugar lejano casi los doces meses del año.

Hagamos un poco de historia. Como yo rehabi l i té con el apoyo muy bueno de mi esposo, que ha sido como muy buen padre para mi hi jo. Quise dar mis conocimientos a la situación de sordos e hipoacusicos de Cuba. Ahí yo me volqué con el los que son personas muy dif íc i les, pues no aceptan al oyente para nada. Yo les expl icaba con esfuerzo que no debían vivir como peces dentro de una pecera en su mundo de si lencio y aislados. Traté de l levarle lo mejor de mí e hice muchas cosas entre estos publ iqué dos l ibros y f iestas colectivas que no estaban acostumbrados con oyentes, lecturas de periódicos y enseñarlos a comportarse a hablar, pero yo era más bien rechazada. Quise poner a los sordos en la escuela de oyentes como hice a mi hi jo y que l levaran el s istema normal de educación. Trabajé mucho con mi esposo. Debido a los trabajos que yo hacía en la Asociación de Sordos y mis publ icaciones en periódicos y revistas tenía que asist ir a las reuniones de equipo de salud del Consejo de Estado de Fidel Castro. Se discutían los problemas de atención de salud, las reclamaciones, etc. Y anal izar lo que se debía o no decir en las publ icaciones, Un día en la reunión en que ya se había aclarado todos los puntos en nuestro régimen dictatorial . El jefe de la reunión dice: no se vayan los compañeros que son mil i tantes del Part ido Comunista-, como yo no lo era, me levanto para irme y el jefe me dice, s iéntese que usted es de toda mi confianza. Él empezó a plantear y a preguntar dist intas cosas que yo desconocía y unas de las preguntas fue que si todas las unidades estaban completas y en aquel la mesa que era enormemente grande, todos empezaron a decir: -FALTA UNO-. Yo no entendía de que estaban hablando, lo que yo sí sabía que en mi pais no se podía discrepar ni tener cr iterios propios, por lo tanto, cuando l legó mi turno y yo repetí como el papagayo y di je:-FALTA UNO-. Pues a mí me daban ocho que ochenta, pues mi ignorancia era total .

Después me entero que lo que faltaba era un chivato o informante en el pol ic l ínico de salud en la cal le de San Lázaro que podía ser uno trabajando como l impiando piso, repart iendo turnos, así que cada vez mi miedo era mayor al abrir la boca.

Hablando de esta reunión, yo tenía un amigo arquitecto que estaba trabajando en la insipiente fábrica de bioquímica en Cuba. Este día le tocó la guardia de cuidar el edif ic io ( idioteces del régimen, porque él lo que hacía era estar sentado sin hacer nada) para defenderse él tendría que t irar las piedras que estaban a su alrededor. Él me cuenta que este día le di jeron que l legaba Fidel Castro, tomaron el edif ic io como trescientos guardaespaldas y después l legaron más hasta l legar nuestro comandante en jefe. El director lo

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estaba esperando en la puerta pues según se decía venía a revisar las obras. Fidel entró al edif ic io y estuvo horas adentro hablando y hablando de la cantidad y diversidad de medicamentos que iba a haber en Cuba. Cosa que nunca se vió, pero vamos al tema, cuando sal ió Fidel Castro, al frente del edif ic io habían palmas y di jo señalando con su dedo:-¡Al l í hay 48 Palmas reales!-se montó en su auto escoltado y se marchó. Atrás quedaron unos guardaespaldas y le di jeron al director del hospital : -Cuenten mañana cuántas palmas, s i hay 50 corten y quiten dos. Si hay 46 siembre dos más-. Así ustedes se pueden percatar porque nuestro l íder y comandante nunca se equivocaba.

Un día estando en la consulta de audio logia habían unos soviét icos con un niño muy rubio y sordo. Yo y mi esposo que hablábamos un poco de ruso, les ayudamos para que entendieran lo que tenían el niño. El los muy atentamente nos dieron las gracias y nos invitaron a su casa. De ahí s in saberlo conocimos lo que era la base soviét ica de Lourdes en Cuba, que quedaba en la carretera que se dir igir ía hacia la ciudad de San Antonio de los Baños y estaba situada hacia adentro, pues no se veía. Nosotros desconocíamos que él era un mil i tar soviét ico de las fuerzas armadas de la antigua Unión Soviética. Cuando vimos que había que desviarse de la carretera hacia un monte con nuestro pequeño auto, nos pareció extraño y hasta nos reímos que estos vivieran en un lugar tan apartado. Lo que no sabíamos es que estábamos l legando a la base. A la entrada de lugar habían dos casetas unas frentes a otras. Una soviét ica y otra cubana. Nos pidieron el carnet de identidad y dimos nuestros nombres y parecen que nuestros nuevos amigos habían anunciado nuestra l legada, no hubo problema en pasar. Aquel lo era una cuidad escondida l lenos de edif ic ios y antenas paraból icas de color gris y muy enormes apuntando al c ielo. Cuando l legué a casa de los padres fuimos bien recibidos con Vodka y sopas de pescado del mar Caspio. Con el t iempo, cuando íbamos los f ines de semana pude ayudar al niño para que pudiera hablar con la prótesis audit iva que con el t iempo iba mejorando su dicción, también pude conocer mejor sus costumbres y fui percatándome que “la pureza social ista” no exist ía. Alex como se l lamaba el papá del niño sordo Deniska era hi jo de una madre con rango de Coronel del ejército soviét ico y l legó a Cuba gracias a las botel las de Coñac Napoleón de 5 estrel las que poseía su mamá que le regalaba al médico del ejército para que emit iera un cert i f icado, de esta forma Alex no tendría que ir a la guerra de Afganistán y caer suavemente en el paradisíaco mundo de la is la azul, con su esposa Gal ia y su hi jo Deniska.

Pasado un t iempo, cuando Gorbachov anunciaba la perestroika en este país y con los manejos no convencionales pudieron adquir ir un equipo de audio que en aquel la época era un lujo total en las t iendas para diplomáticos en La Habana. Recuerdo que un domingo mientras yo impartía clases de dicción al pequeño Deniska, mi esposo y yo oímos unos anuncios cantados en inglés de la Coca-Cola, en este momento yo me quedé aterrorizada me parecía ver a la Santa inquisición, lo único que me faltaba gritar y decir:-¡Blasfemia!- Yo le expl iqué a Alex y a Gal ia que bajaran el volumen de su nuevo equipo de audio, pues este anuncio publ ic itario y capital ista provenía de una estación de Miami y que por estar cerca de la is la de vez en cuando se escuchaban sus ondas radiales. La palabra capital ismo era un tema prohibido, pero Alex y Gal ia di jeron con natural idad que les gustaban la música publ ic itaria para grabarlos y venderlos en la inmaculada e incorruptible antigua Unión Soviética. Alex que era teniente del ejercito tenía inf luencias con los contactos, de esta forma adquir ían con los campesinos que vivían cerca de la base de Lourdes, como carapachos de tortugas, pues el Carey es muy preciado, vasos de cristales de Bohemia y muchos más objetos que los iban

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acumulando en cajas grandes de madera guardados en una habitación. Guardaban cosas val iosas y vendibles para el mercado negro y exportarlos hacia al lá. Me di cuenta que el los tenían la picardía y experiencias más que nosotros a pesar de las restr icciones y su moral casi r is ible, pues en los sábados en Cuba ponían una pel ícula norteamericana y recuerdo en una reunión famil iar en un sábado en la noche en casa de el los, estábamos viendo una pel ícula pol ic íaca, donde en una parte se veía una mujer desnudándose solamente y de pronto Alex grita con el rostro colorado: -¡Teruska no mires la televisión!-y me tapa los ojos, le pregunto a Alex que sucedía y él me dice:-¡Pornografía!- y yo me eché a reír pensando en la cort ina de hierro pol ít ica y moral que exist ía en la antigua Unión Soviética, por eso el destape posterior ha sido fuera de serie, es como los pajaritos cuando están enjaulados y cuando les dan la l ibertad vuelan y vuelan sin rumbo f i jo, pues desconocían el mundo l ibre. En el año 1986 el los cumplieron su misión y por la parte mil i tar que regían en su país el los no podían entrar nuevamente a Cuba ni como turistas. Esto sí se l levaron, el los y otros más parte de nuestra is la.

CAPITULO 28LA FAMILIA Y EL REGIMEN DICTATORIAL

Ya es sabido en un régimen de una dictadura muy fuerte, cuando la unión de la famil ia no es verdadera y se anteponen los conceptos pol ít icos antes que el amor famil iar, esto conl levan a muchas situaciones penosas, por ejemplo mi esposo era una gran persona y asimilaba los defectos y las virtudes de su famil ia hasta que un buen día dos hermanos menores, pues el los eran tres se dieron a la tarea de pertenecer de una forma agresiva al régimen. El más pequeño pertenece al ministerio del interior, vive hoy en día en la Inglaterra con la mentira de decir que estaba trabajando para una f irma muy renombrada de seguro, cobrando en Dólares y viviendo en Inglaterra como en Cuba con una cal idad de vida nada social ista. Tanto es así que para quedarse con la buena casa de los padres, le compró al hermano del medio en Dólares un apartamento de un edif ic io construido por la revolución cubana, porque mi esposo hacía años había renunciado a la herencia de la casa y él quería ser dueño y señor de una casa de cinco cuartos, tres baños, etc. Mi suegra era parte del juego, pues él la mantenía en Dólares y la jubi lación de la t ía y la de el la que vivían juntas en esta casa simplemente se cobraba y se depositaban en el banco. Para mi suegra el vivo o el de chispa y él que más sabía sobre negocios no muy l impios era el que más val ía. Él la pudo l levar a Inglaterra, a Asturias y otros lugares de visita y darse una vida de gran señor con el sudor del pueblo cubano. Los sentimientos en él se fueron de paseo hacían muchos años. Mi suegra se ocupaba de establecer las diferencias. El intel igente era el hermano mayor, es decir mi esposo, pero este no aportaba Dólares. Así que la intel igencia y los sentimientos en esta casa no val ía. El hermano del medio que pertenecía a la Pol ic ía Nacional Revolucionaria (PNR). Este a pesar de haber estudiado profesorado de geografía era manejable y bueno para hacer lo que el los querían con él , no así mi esposo.

Él iba a Cuba todos los años a vacacionar con sus ínfulas de gran señor, donde les rendían plestecía la famil ia de él , la famil ia de la esposa, los

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vecinos, conocidos, por zapatos y ropas de un Dólar. Cuando él l legaba por supuesto el la le daba el cuarto principal donde en un país de miseria se escondían los ambientadores, perfumes, los talcos, las ropas que no eran de a Dólar juntos con las leches de dist intos t ipos y comidas más exquisitas. Nunca hubo una pregunta hacia mi esposo, hacia mi hi jo y a mí si teníamos algo que comer, cosa que se esperaba a la actitud que él asumía pues él podía pagar veinte dólares a la ascensorista de un Hotel cinco estrel la para que les dejaran subir las prostitutas del momento y no así darles dos dólares con veintes centavos para su hermano mayor y poder comprar leche o una botel la de aceite, pues en Cuba había hambre, claro el dinero era de él por supuesto y cada uno invierte en lo que le parezca pero estamos hablando de la famil ia y de un buen hermano que lo enseñó a caminar, s iempre lo quiso mucho. Cada día veo que la sangre une muy poco cuando se quiere, a veces un buen amigo te t iende una mano que no lo hace un hermano.

Mi esposo, mi hi jo y yo íbamos a la iglesia bautista del municipio Cerro de La Habana, en aquel momento estaba muy vigi lada la rel igión. Nosotros escondíamos el auto, pero no sabíamos que estábamos vigi lados por la propia famil ia porque un día fuimos al campamento bautista de Tía Helen que quedaba en el centro de la is la, de la provincia Santa Clara. Íbamos con la t ía de mi esposo y el la que es muy buena persona ingenuamente lo comentó a la famil ia, esto se dio paralelamente justo con la edición de un fol leto mío editado por una f irma muy importante de prótesis audit ivas, de Suiza donde solamente cobré trescientos dólares, cuando la tenencia y colecciones de monedas extranjeras estaba muy prohibida por el gobierno de Cuba. Esto le costó a mi esposo que lo l lamara del trabajo y en una of ic ina dos of ic iales del ministerio del interior lo interrogaron duramente durante tres horas. Posteriormente él se enteró y también sospechó por cuestiones muy ínt imas que se comentaron en el interrogatorio acerca de la casa bautista de t ía Helen, de donde venían la acusación. Fue expulsado del trabajo y pudo conseguir malamente un trabajo de ingeniero muy lejos de la ciudad y con un sueldo de miseria. Esta era “la sagrada famil ia” que le había tocado. Después de esto su carácter cambió, se puso hosco, no sociable y entró en la fase de estar mal con los que le rodeaban, pero seguía siendo un buen padre. Él no volvió a ser más nunca quien fue. Yo espero que la vida lo vuelva a l levar por el camino de quién era él , que era todo bondad y un ser incapaz en su hogar de ofender ni de maldecir a su hogar. Yo espero que se reconci l ie con la humanidad y que vuelva a ver su hogar como antes lo fue.

CAPITULO 29LA MITAD DE UNA MENTIRA

Es cierto que la medicina en Cuba es buena y los estudios son mejores, pero ahora viene el después. A un médico graduado de la famil ia ya le asignan una casita pequeña sin agua con un escritorio sucio y con una pesa que no pesa, con unas ventanas que no cierran y una camil la de metal del año de 1930. A mi por experiencia me tocó una vez ir al conocido consultorio médico de la famil ia. Donde la médico t iene que atender una manzana completa l lenas de edif ic ios y de casas coloniales que se han convert idos en divis iones de dormitorios y apartamentos muy chicos para vivir . Había una casa colonial que le decían el hormiguero por la cantidad de personas que vivían. Estando yo en la consulta, el señor que iba delante de mí tenía sarna, es una enfermedad de la piel contagiosa. Yo vi porque las puertas del consultorio no cerraban, como este señor ponía el brazo encima del

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escritorio médico. La Sarna suelta como una caspita que por supuesto él dejó al l í . Cuando él sal ió me tocaba mi turno y yo pensé “uno entra con una enfermedad y sale con dos o tres, pues la doctora no tenía ni agua para lavarse las manos, ni medicinas que recetar. Según nuestro comandante en Jefe Fidel castro, el bloqueo imperial ista del norte acababa con todo.Lo primero que preguntaba un médico era que si tenían famil ia en Estados Unidos y ustedes se preguntarán ¿porqué?, pues al no haber medicinas había que pedir al cruel y brutal imperial ismo donde vivían sus famil ias emigrados para que estos cobraran el doble de lo que val ía la medicina. El gobierno nunca pierde. En las farmacias estaban l lenos de estantes viejos, carcomidos por pol i l las y vacíos. Yo tenía una amiga que trabajaba en la farmacia que estaba medio trastornada de que la gentes fueran a pedir les medicinas que no habían y que los extranjeros tomaran videos de la situación y l lenaban los frascos de medicinas con agua y ponían las et iquetas. Esto es r is ible, pues como habían pocos frascos en aquel la farmacia tan grande. Los tres o cuatros de frascos bai laban en aquel los estantes enormes. En las vitr inas el la colocaba las caj itas de medicinas vacías y caducadas. El pobre pueblo creía que había l legado el pedido del mes y el la le decía que simplemente era un adorno farmacéutico, cuando l legaban aspir inas era tan dura como la leche que se vendían por dieta a los enfermos. Un amigo mío bioquímica que trabajaba en la producción de medicamentos al cuál que yo le expl iqué que tenía que machacar la aspir ina con un mortero y muchas veces tomarme dos o tres para que me hicieran efecto, él se echó a reír y me di jo: -Mi hi ja, eso t iene más talco que ácido aceti lsátel ico- Esa era la potencia médica de la revolución, lo que si hay que fel ic itar a los médicos que se las ingenian día a día y tratar de resolver a su alcance y casi s in recursos las enfermedades del pueblo cubano.

Porque existe otro t ipo de farmacias, hospitales, equipos médicos que son para los turistas, extranjeros y l íderes del part ido comunista de Cuba y otros países. Por poner un ejemplo a mí un día me dio una fat iga y fui al pol ic l ínico de mi área. La enfermera me puso un pedacito de algodón con agua fr ía pues carecía de alcohol.

Una muy querida amiga mía canadiense se le ocurrió ir a una cl ínica de extranjero por una diarrea que tuvo y según el la ha sido la diarrea más cara de su vida, le clavaron como se dice en Cuba, como 60 dólares por un frasco antidiarreico. Yo le comenté que yo compraba en bolsa negra la fruta de Guayaba que quita la diarrea y sabrosa y no le hubiera costado tanto. Cosas de mi país.

En estas cl ínicas para extranjeros todos él que trabaja al l í esperan propinas en dólares que ofrezcan o algo de comida que dejan o cualquier dádiva que regalan los turistas porque la miseria no t iene nivel cultural y el hambre mucho menos.

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CAPITULO 30MI INOLVIABLE AMIGO JOAQUÍN

Ya ha pasado unos 20 años y aquel la niña la Teri , la Teruca o Teresita había encanecido algo aunque el fondo seguía siendo la misma. Preparaba la comida que eran fr i joles con arroz pues escaseaba la comida y mi hi jo tenía que hacer una enorme cola para comprar solamente las papas que además venían sucias y podridas. Mientras oía el discurso pol ít ico de Fidel por la televisión y se oía su voz ronca, con soberbia de siempre e intolerante en todos los sentidos pero l levaba más de 7 horas hablando en su tr ibuna t ípica y pidió permiso para ir al baño y di jo: -No he terminado ¿me entendieron?- y volvió a hablar después de hacer su imperiosa necesidad. Espero también si él se habría lavado las manos.

Estaba hablando con la periodista Rita Rosa que nos habían visitado para entrevistar a mi hi jo, por ser el primer sordo que se graduaba con éxito en la Academia de Bel las Artes. La periodista al entrevistar a mi hi jo directamente por el programa de televisión en el canal 6, se asombró que Pedro no tenía problema de dicción y se desenvolvía con natural idad. Yo l loraba de emoción de haberle prometido que él hablaría sin problemas.

La real idad era bien tediosa por aquel entonces, habían apagones de luz, escasez de comida, monotonía diaria, apenas vendían l ibros excepto de que se tratara la vida de Mao, Marx, José Martí y circulaba un solo periódico que apenas tenía dos o tres paginas, donde mostraban que el mundo estaba acabándose. Exist ía un alto consumo de psicofármacos y Ron vendidos en mala cal idad por el gobierno y se distr ibuía en pipas para la población. Las gentes iban con mirada ausente al trabajo en los buses, en las cal les, parecido a los autistas. Era el régimen cubano.

Mi esposo Enidio que es un ingeniero industr ial bri l lante, ganaba un salario tan bajo como todos los profesionales que vivían en la is la, decidió probar suerte con la artesanía para vender a los turistas y mi hi jo le ayudaba a hacer los dibujos en la madera mientras él trabajaba con el pirograbado. Cierto que en aquel momento los artesanos ganaban buen dinero. Conocimos a Humberto también ingeniero y de la misma manera se dedicó a la artesanía haciendo l indas máscaras con yaguas de la palma cubana y él nos presentó a un bonachón español que se l lamaba Joaquín, unos de los primeros en trabajar con los ordenadores cuando entraron a España en la época del caudi l lo. Joaquín siempre fue un hombre alegre y ávido lector. Él le encantó mi cuento “la vuelta de los fantasmas” me alentó a que continuara, pero nos l legó la lamentable noticia de que se había ido para siempre y todo aquel lo que se iba a publ icar murió también.

Por aquel entonces las pinturas de mi hi jo gustaban mucho por su colorido y de temática costumbrista. Sonaba la música “Buena Vista Social Club” y muchos decían que el documental de Win Wenders se había inspirado en sus cuadros. Pedro se enamoró de Bélgica cuando fue a exponer sus pinturas y sentía un profundo lazo con este país por la l luvia, el fr ío, los bosques de otoño y regresó muy nostálgico y en esto me hacía acordar de mi extraña famil ia alemana.

CAPITULO 31LA COMIDA

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Se sabe que mucho países la comida es un gran problema. Yo me voy a remit ir a la al imentación del pueblo cubano que es la que conozco porque la viví en carne propia.

Hay un dicho en mi país y quizás en otros que reza así “El que t iene un amigo t iene un central”, yo tenía una amiga que vivía en un edif ic io de 36 pisos donde anteriormente a la Revolución vivían famil ias bastante acomodada. El edif ic io, tenían t iendas de ropas y comidas en la planta baja, una piscina para mayores, para niños, cafeterías. En f in nada de esto queda ya para el pueblo. Hubo una primera etapa donde el supermercado eran para los rusos, búlgaros, rumanos, que antiguamente pertenecían al bloque social ista del este y que invadieron a nuestro país como dioses del ol impo. Yo pude constatar con mis propios ojos como era esta t ienda por dentro del edif ic io más alto de la Habana, porque mi f isonomía podía pasar por cualquiera de estos personajes de la Europa de Este. Mi amiga búlgara que trabajaba conmigo me l levó un día a este lugar y cuánto fue mi sorpresa, al ver tanta comida, me acuerdo que me paré frente a unos ajos grandes, las carnes y las manzanas como si fuera una estatua con los ojos abiertos y en la mente en blanco, fue un shock para mi cabeza, pues no podía pensar que esta cantidad de comida, la hubiera para el los y no para los cubanos. Sal í atontada y me encuentro con una gran amiga muy querida l lamada Isabel Bretón y le cuento todo lo que había visto.

El la era de las pocas personas que quedaron viviendo en este edif ic io porque estaban invadidos por famil ias de Europa del Este, que le entregaban a el los aquel los enormes apartamentos, con muebles, manteles, camas, en f in todas las cosas que las personas dejaban sus propiedades huyéndole al s istema castr ista o más bien por temor a la persecución y represión de nuestro país. Yo le comento a Isabel lo que ví y el la me pregunta: -¿Tú quieres de estas cosas de comer?-y yo le pregunto pero como lo voy a obtener y el la me respondió: -Si , t ienes pesos sube al edif ic io conmigo que te voy a l levar a las grandes t iendas que t ienen instaladas en sus apartamentos estos camaradas. Al l í pasé por el piso 17, 20, 24, comprando carnes rusa enlatadas, aceite de ol iva de origen búlgaro, los ajos, en f in todo lo que habían en la t ienda de abajo, el los lo tenían arr iba para la venta aprovechándose de nuestra miseria en el mercado negro.Isabel me di jo:-Te voy a l levar a unas de las mejores t iendas que es de una búlgara-continuó diciéndome:-Esa si sabe hacer negocios-. Entramos a su apartamento y cuando fue mi asombro, porque no sé de donde carajo había sacado vitr inas de t iendas y en aquel la sala enorme tenía por departamentos, perfumes, shampoo, suavizantes, lociones, pinturas de uñas y todo muy bien colocado. Después pasamos a otra vitr ina donde había ropa interior de todo t ipo de colores y que decir de los vestidos, la blusa, los abrigos. Era como para caerse para atrás, hoy en día no hay búlgaros, rusos, rumanos, no quedan nadie, pero lo que sí me consta que se l levaron los muebles de valor, los gri fos de los lavamanos, del baño y l levarse todo lo que se pudieran l levar para su país. Este edif ic io quedó desolado y abandonado como un oeste, las puertas sin cerraduras, cuartos abandonados, un pequeño gran desastre. Hoy día el supermercado, la t ienda de efectos eléctr icos, las cafeterías son para el “pueblo” que t ienen dólares, que no son muchos los privi legiados. Todo al lá adentro está sumamente caro y es abusivo. Pero en f in esta es parte de nuestra historia con los pueblos que nos decían hermanos que nos visitaron para darnos todo t ipo de “ayuda”. Yo doy test imonio de el los no porque me lo contaron sino porque lo viví .

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Así comenzó la bolsa negra en mi país, s i tenían dólares, el que trabajaba en la bodega de la esquina, que le l legaba la leche en polvo para dieta de diabéticos, canceroso y ulceroso que la podían comprar con un cert i f icado médico y le vendían 5 l ibras de leche en polvo para el mes. No sé como se las arreglaba el bodeguero, yo les compraban cinco a diez l ibras de leche en polvo de cal idad muy mala, porque muchas veces se sol idif icaba como una piedras y había que darle con un mortero y a veces me avisaban: -¡oye, l legó leche amari l l i ta, de las buenas, de Canadá-. Esto costaba un dólar la l ibras. Así era todo el vendedor que tocaba a la puerta, vestidos en camisetas y short, con una bolsa l lenos de carne que te decían: -Tía, t ía, vamos, apúrate que esto es fachaó-que quiere decir robado. Yo r is iblemente me iba para la casa del al lado donde vivía la chivata de la cuadra o como se dice “la informante”, pues el la compraba también y era el eje principal de dichas compras pues tenía pesas para que no le robaran y un cuchi l lo muy bueno af i l iado para cortar, cosa que todavía las cuentos y son dif íc i l de creer pero así era la real idad cubana.

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CAPITULO 32MI QUERIDO CHÉ

Donde quiera que estés porque yo sé que estás con el pueblo cubano y con aquel necesitado de nuestra pobreza en el planeta t ierra. Yo esta humilde cubanita te escribiré desde la Patagonia he l levado una pintura hecho en una madera burda pero que se engrandece con la pintura de tu cara. Yo te siento desde este exi l io s iempre conmigo y mi hi jo también se siente igual. Por eso no me asombra que tu esfuerzo hacia el pueblo cubano de hacerlo mucho mejor y luchaste por que l levaran una vida digna, te aprecian tanto como yo.

Me dicen biógrafos comunistas y ateos que han estado en Bol ivia, al l í donde tu muerte material fue y que has hecho muchos milagros, esto no me asombra, pues si fuiste bueno en la vida y nada material te importaba y tu querías que todos vivieran una vida senci l la pero sin escasez e igualdad. ¡Qué last ima! Que no pudiste completar tus ideas pero sé que donde tú estés como tú eras, estás ayudando a los necesitados a los humildes, a los enfermos, por eso tu memoria no se extingue en el mundo por los principios e ideales que tú luchaste y moriste.

Conocí a tu famil ia cubana, a tu señora y a tus hi jos. La casa donde tu viviste y algunas cosas tuyas como tus botas de trabajo, uniforme verde ol ivo que ejemplif icaba tu vida de ser quién eres de senci l lez y modestia. Con esto me dí cuenta la conducta que había seguir en la vida, con el nuevo esposo de tu señora me sentí satisfecha y tranqui la al ver que seguían los pasos de tener un hogar normal, celebrando los cumpleaños de los niños como tu lo celebrabas con el Cake duro que daba el gobierno y las botel las de refresco de cola, s in ostentación y sin ninguna gota de superioridad. Desde lo alto t ienes que sentirse tranqui lo y orgul loso de ver de lo que tu pensabas se ha cumplido, como me sentía yo cuando iba a tu casa, pues era una casa digna de un buen revolucionario.

Le doy gracias a la vida por haberme sentado en los muebles que una vez tu te sentaste y por haberme permit ido entrar en tu casa y conocer mucho más de t i . ¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!, querido Ché.

Que contraste tan grande visitar las casas de otros dir igentes cubanos donde predominaba el lujo y el confort entre el las pude conocer unas de las tantas casas del comandante en jefe, el de Manzani l lo, cuidad oriente de la is la donde se hospedaba Fidel Castro, estaba l lenas de lujos, de guardaespaldas, de criadas situado al frente malecón de esta cuidad. Nadie en la cúpula quiere soltar el jamón porque no quieren roer el puesto de la senci l lez, pero lo bueno es que la vida tarde o temprano nos pasan su cuenta. Esperemos que el r ío tome su cauce y que nuestra Cuba no sea una tortura para vivir al l í , s ino un paraíso tropical por lo que tú luchaste y tanto amaste. ¡VIVA NUESTRA CUBA LIBRE!

CAPITULO 33.LA CULTURA CUBANA

Una vez quise introducirme en la intelectual idad cubana, y una escritora que le gustaba mi manera de escribir me invitó a una conferencia y a la vez asociarme a la Fundación Lezama Lima, un gran escritor cubano. Yo no tenía deseo de ir pero mi hi jo, gran admirador de la forma en que yo escribo (cuanto quisiera que un poco de ese mundo pensara así) empezó a pelear y

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dar gritos diciéndome que no hacía nada y estaba hundida en la casa, s in futuro, bla, bla. . .En real idad estaba pasando por una depresión muy fuerte. Decidí i r a la Fundación y nos fuimos en Taxi con dólares en vez de la moneda nacional pues no había Taxis en Pesos cubanos y me dio un poco de fat iga gastar 5 dólares con la miseria que hay en Cuba. Pero mi hi jo estaba contento que yo fuera y yo también me sentía importante. Me había maquil lado y me puse el mejor vestido que tenía y me miraba constantemente al espejo grande que tenía en el cuarto. Mi hi jo se puso un saco muy elegante que parecía que iba para una boda en vez de una reunión de intelectuales.

Llegamos a la casa del escritor muerto hace años. El pobre Lezama Lima que tanto soñó con ir a Paris y conocer la nieve pero el gobierno cubano en unos de sus caprichos no le dio el famoso permiso para que él viajara.En la reunión de intelectuales había un montón de lesbianas vestidas de forma hombruna y casi todas en parejas. Le pregunté a Pedro -¿Hi jo, l legamos a un lugar equivocado?- Pedro con su saco azul y elegante al sentirse que no pegaba con el ambiente, se puso colorado.Nos sentamos y al lado mío estaba una anciana que fue muy amiga de Lezama Lima y nos enseñaba fotos del escritor junto a el la y otros conocidos como Virgi l io Piñera, Reynaldo Arenas, etc.Se sint ió un si lencio de pronto y es que venía la conductora de la reunión para decir unas palabras y lo primero que di jo haciendo un gesto muy brusco -¡Aquí no vamos a hablar de Pingas!- (el miembro vir i l ) Todas aplaudieron con orgul lo.

Lo interesante de la reunión es que hablaron acerca de la cultura lésbica pero no del difunto escritor. De las destacadas lesbianas en el ámbito de la pol ít ica, escritoras, bai lar inas, obreras y mujeres consagradas que podían dir igir el país. Luego a beber Ron y hablar puros temas picantes y eróticos, se oía r isotadas bien grotescas. Pero el hambre es mala consejera y esperamos el bufete de comida, yo l levaba la clásica bolsa de Nylon usual que todo cubano l leva cuando hay eventos de comida. Bueno todo fue un debut y despedida.

He aquí que mi i lusión intelectual de compartir , hacer tertul ias, leer obras l i terarias se vino abajo. Me despedí aunque me dejaron muchas invitaciones y l lamadas telefónicas. Caminando hacia el paseo del Prado le di je a mi hi jo –¿Tenía razón o no? Pedro, en un país donde no hay l ibertad no se permite ser tú mismo-. Él quedó pensativo mirando con cierta admiración los detal les de la arquitectura habanera.

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CAPITULO 34 COSAS CURIOSAS

El matrimonio de la que fue mi cuñada Rosarito ha sido un fracaso. Pero después de divorciada, el la se empeñó en casarse o tener un marido a como le diera lugar. El primero en la l ista fue un pintor que tenía un apartamento para el sol i to. Todo estuvo bien y eran fel ices en la cama hasta que l legó el hi jo de el la que era un hiperactivo y un poco retrasado mental, se l lama Victor Hugo.El saludo de Victor fue romperles los cuadros que el hombre había hecho para una pequeña exposición. El pintor al ver los cuadros rotos le dio un ataque de histeria y se puso a l lorar en el suelo y Victor algo perplejo le di jo a su madre –Mami, Mami, él es un maricón-. Por supuesto se terminó la relación de Rosarito y el pintor.

Al mes el la me cuenta que fue a la casa del Club de Solteros que quedaba en el quinto inf ierno, había que tener ganas para ir cosa que a el la no le faltaba. Al l í se bai laba, se cantaba Karaoke pero los que iban a este lugar eran viejos ret irados. Pero el la tenía muchas ganas de tener un marido.

La suerte estaba de su parte y me l lamó con voz alegre y me cuenta que había encontrado un ingeniero mecánico que vivía solo. Se mudó para la casa del ingeniero y mi esposo tuvo que ayudarla en la mudanza cargando una lavadora alemana de la antigua RDA enorme que pesaba toneladas en un auto muy pequeño. El ingeniero era un señor alto y gordo que le decían Mandarria por su gran miembro vir i l . ÉL vivía solamente para comer, comer y ver como se podía emigrar hacia Estados Unidos. Pero Mandarria se enamoró de Rosarito por los viajes que el la había tenido en aquel t iempo cuando iba para la Europa del Este. No obstante él se adueñó de la situación de la nueva famil ia. Con sus puños grandes bañó a Victor, a su hi jo postizo que no era tr igueño sino mugriento y le enseñó algo de educación y modales. Por ese t iempo nos invitaban a comer en los días domingos y Victor servía la comida poniendo los cubiertos y paños. Lo cierto es que Mandarria preparaba una comida criol la del ic iosa. Luego me enteré que se separaron porque la obsesión de Mandarria además de comer era irse del país y él no sabía que mi cuñada hacía rato, no veía un avión y sus tarjetas de presentación eran más viejas que Tutancamen.

Nuevamente se enamoró de un arquitecto de origen chino muy intelectual porque según me contaba el la leía el periódico todas las mañanas y él vivía solo en su mundo intelectual. Rosarito se fue a vivir con el arquitecto. Su apartamento era muy pequeño que parecía un submarino y ahora con todas las cosas de el la y del hi jo no se podía caminar dentro de la casa, había que colgar la bicicleta de Victor en una pared y lo l lamaba la cleta en vez de bici . Pero después que se fue Mandarria, el hi jo de Rosarito dejó de bañarse y su nuevo marido que muy intelectualmente le decía: -¡Que pesti lencia, que hedor tan insoportable t ienes Victor!- . Cosa que el muchacho no podía entender palabras muy escogidas para su estrecho intelecto. Si le hubiera dicho así -¡Oye chico t ienes una peste en las patas del coño de su madre!- De esta forma quizás se hubiera bañado.

En este t iempo mi ex-cuñada le dio por ser empresaria y trabajar por cuenta propia. El la era hábi l para la costura y hacía culeros, chupetes, estampitas de Santos y todos estos productos, el la lo l levaba en una mochi la y se iba para los hospitales de maternidad a vender.

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Una noche que el la estaba afuera de un Hospital esperando que la luz volviera después de un apagón que era muy normal en aquel t iempo. De repente siente que le tocan el hombro y le preguntan: -¿Compañera, que hace usted aquí?- y el la le responde: -A usted que le importa-. Y nada más y nada menos que era un pol ic ía que la tomó por el brazo y la metió dentro de la patrul la con fuerza. Rosarito comenzó a dar sugerencia a los pol ic ías de la patrul la diciéndoles que porque no se dedicaban a prender J ineteras (prostitutas) y que el la tenía un cuerpo bastante feo y que tenía que ganarse la vida haciendo culeros para bebés, etc.

Cuando el la l legó a la estación de pol ic ías y la interrogaban pidiéndole el carnet de identidad y el la le dice que el carnet estaba en su casa. Los pol ic ías la vuelven a tomar por el brazo y la l levan en la patrul la después de dar su dirección. Llegando a su casa, la patrul la prende sus faroles con la clásica música que l leva el artefacto arr iba del techo del auto y todos los vecinos se asoman curioseando que rayos sucedía a esta hora de la noche. Rosarito le pidió a la pol ic ía que apagara la música, pues su marido estaba enfermo de los nervios. El marido intelectual al enterarse que la pol ic ía venía a su apartamento preparó una maleta y se iba a fugar por la ventana de al lado pero no le dio t iempo. Rosarito tocó la puerta y sal ió su esposo chino que ya no era amari l lo s ino blanco como el fantasma al ver a su amada Rosarito escoltada por dos pol ic ías. Él se desmayó cayendo al suelo con un montón de ropas y cosas. De ahí terminó su tercer matrimonio pero después cargando a su hi jo segundo que sal ió chino y con oj i tos azules como es el la, que ahora le encanta comerse los mocos y habla diciendo cochinadas de forma intelectual.

Tengo amigas heroínas y buenas hi jas. Es el caso de mi amiga Sandra. El sofá de su casa estaba en tan malas condiciones que si te sentabas, caías en un hoyo profundo que no podías sal ir del sofá.Un día l legué a su casa y había una tremenda discusión, pues Sandra había conocido a un argentino que era un perfecto boludo y feo como una careta de carnaval. El la con las manos juntas para su súpl ica le di jo a su madre con estas palabras inolvidables en “el período especial cubano” -¡Mamá, lo voy a hacer por t i y por el sofá!- .Esto lo cuento como me vino a la mente

El papá de Alejo (vidas curiosas)

Mi hi jo estudiaba en la Academia de Bel las Artes de la Habana conocida como “San Alejandro”. Al l í tuvo muy buenos profesores pero entre el los se dist inguió el profesor de Historia del Arte Antonio Alejo que hizo muy buena amistad con Pedro e iba a la casa con su modestia de siempre y nos contaba sus historias en Paris y frecuentaba en el Tal ler de Pablo Picasso y del conocido pintor afrocubano Wilfredo Lam. Él ayudó mucho a la formación art íst ica de Pedro, pues sostenían alargas conversaciones y por esas casual idades vivía cerca de la casa donde mi hi jo me cuenta que tenía una gran bibl ioteca de l ibros antiguos en francés y en español, donde él podía leer.

Un día estando mi hi jo en su casa, vió sal ir de la habitación a un anciano con un l ibro en la mano y un bastón en la otra y que mágicamente se incorporó a la conversación de Alejo con mi hi jo con una coherencia y una claridad de un joven de 30 años. Pedro le pregunta a Alejo que quien era. Alejo le responde: -Es mi padre que t iene 105 años-. Cuánto fue el asombro de mi hi jo de ver una persona tan vital con esta edad y que le gustara

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hablar temas de arte y f i losofía. Mi hi jo siguió vis itando a la casa del profesor. Un buen día preguntó por el papá que siempre se incorporaba a las tertul ia y el profesor le di jo: -Mi papá me di jo hace una semana que decidió morirse- y me hi jo le pregunta: -¿pero, como fue eso?- y él me responde- Muy senci l lo, él cuando termino de leer su l ibro y dar las buenas noches nos di jo a mi hermana y a mí, he decidido morirme pues creo que ya he vivido demasiado t iempo, se despidió de nosotros y se fue a su cama como todas las noches y al otro día estaba en el mundo misterioso de los muertos-. En esa paz que había en este buen hogar murió placidamente este anciano sabio, claro que es una bendición de Dios, pues no todo el mundo puede darse este lujo de morir de esta forma, ni vivir tantos años. El profesor Alejo reaccionaba con mucha natural idad, pues él también tenía 80 años.

SIMPLEMENTE MARITZA

Yo tenía una vecina muy alegre que con 40 tantos años de edad se pasaba la vida con su short corto y mostraba sus nalgas f lácidas y su pelo largo teñido de negro de un negro como una noche sin estrel las y manchada su frente por el t inte, pero todo esto lo supl ía su gracia folklórica de bajo nivel cultural pero no por eso, dejaba uno de reírse, tenía una sal ida tan alegre y una comicidad tal que podía alegrarte el día.

Un buen día me tocó a la puerta muy temprano diciéndome: -¡Vístete rápido que l legan los norteamericanos!- Yo le pregunté: -Se habría vuelto loca- y el la como casi todos los cubanos oían la emisora “Radio Mart í” que era la voz de la oposición cubana en Miami y que decían que se pararan en las azoteas todos los cubanos que iban a bombardear Jeans, Blusas, Zapati l las, camisetas, jamones, carnes y grabadoras, etc. Maritza con una gran cesta en la azotea junto con la espía del barr io que trabajaba para el gobierno que también quería su parte. La chivata se olvidaba quién era cuando vendían carne de contrabando y otras cosas más. Así que con este cargamento que anunciaban no sabían ni de la historia de la Revolución, ni los discurso de nuestro comandante en Jefe Fidel. Que fáci l hubiera sido pienso yo derrocar de esta forma a nuestro máximo l íder.

Otras de las cosas que tenían nuestros vecinos revolucionarios y combatientes eran la mala memoria. Una vez también a la puerta, los chivatos del edif ic io donde yo vivía y los de la cuadra también. Todos con una alegría total , los revolucionarios y los no revolucionarios me decían: -Es muy fáci l , Teresita, usar un palo de escoba, un pedazo de pechero de aluminio y un pedazo de cable- y yo pregunté: ¿Y ahora para qué?-. Era que nosotros estábamos rodeados de Hoteles donde vivíamos en el centro de la ciudad y unos de los postes de electr ic idad de nuestra esquina, habían puesto un ampli f icador que al estar descodif icado por un t iempo, comenzó a l legar las señales pero débi les de los canales de televisión vía satél ite que se usaban para el servicio de los hoteles por cables. Se sacaban los palos de escoba con antenas rústicas de pechero de metal, por una ventana en dirección hacia el querido poste.

Nuestra cuadra del barr io lucía como “un ciempiés gigante”. Todas las ventanas tenían sus palos de escobas y alambres hacia fuera para alcanzar el tan deseado saber lo que sucedía fuera nuestra is la y respirar un poco de l ibertad y ver los canales de televisión cuando a uno le diera la gana. Esa alegría duró un mes pues l legó la pol ic ía y las mandó a quitar, el que no quitara la antena artesanal iba preso o con altas multas y tuvieron que codif icar la señal satel ital nuevamente. Aquí se termina nuestra pequeña aventura a un mundo que desconocíamos y que desde nuestra óptica, lo

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magnif icábamos, pues como el que no sabe es como el que no vé. Todo para nosotros era grandioso, lujoso y los anuncios publ ic itarios eran como un canto de dioses en nuestra is la de cort ina de hierro. Aquí terminó esta historia tan tragicómica para los cubanos.

Pasó de la misma forma que cuando exist ían las ventas de las revistas rusas “Spunitk”, las verdades que nosotros teníamos que cal lar con represal ias cuando el gobierno de Gorbachov inició la apertura. Era como una victoria, una paz de que alguien hablara a través de nosotros pues lo que el los vivieron ahora podrían decir lo con l ibertad y nosotros estábamos contentos porque nuestras vidas y sufr imientos, estaban ref lejadas en esta pequeña revista de edición rusa que abría la Perestroika. Para el gobierno cubano fue pel igroso, pues había que mantenernos como los tres monos, tapados los oídos, la boca y cerrados los ojos. Al poco t iempo fueron retiradas las revistas de nuestra is la. Simplemente por miedo. Para que ustedes vean que los Cubanos somos uno, pues cuando se trata de l ibertad se olvidan de sus cargos en las cuadras como espías o chivatos de la Revolución y se unen en una sola famil ia en la ansiada apertura l lorada por un solo pueblo

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CAPITULO 35MI MUNDO POR TELEFONO

La gente piensa que mi vida es monótona porque no salgo de mi casa y.. .s i supieran que yo tengo una vida muy intensa, que yo estoy al tanto de todo lo que pasa.

Un buen día, levanto mi teléfono y qué oigo, a dos lesbianas hablando de sus amores, yo esperé pacientemente a que acabara este cruce telefónico. Ya, cuando se estaban t irando besitos de despedidas, empiezo a hablar con el las, (s in ninguna t imidez, porque si es algo bueno que t iene el teléfono, es que no se ven las caras), y les pregunto que si en el mundo de el las alguien hacía de hombre y alguien hacía de mujer. Al principio, cal laron y después, pienso yo, que la más osada me contesta: –Mira, cuando hacemos el amor vamos hacía la cama con las caras muy maquil ladas y con feminismo total , nos miramos los senos, los muslos, el largo de las uñas y con las que nos acariciamos las pelvis- . Yo estaba colorada de vergüenza, s in darme cuenta apretaba los puños fuertemente, porque ya que me había hecho la civi l izada, tenía que hacer lo que el toro cuando se lanza al ruedo: a matar o a que lo maten. Así que tenía que seguir con la conversación y una de el las me dice: -Yo soy casada y me l levo bien con mi marido, pero tengo otro amor que es una escultura de mujer y esto, tan sólo es una canita al aire-.Yo pensaba si Sor Maria, la superiora de la escuela en la que me crié, oyera una tercera parte de esto, me pondría dos granos de maíz para que me arrodi l lara en el patio a la vista de las alumnas, y mirando al sol por un t iempo inf inito. Además del pel l izco, que nadie me lo podía quitar de encima. En f in, que ya terminaba, cuando me di jo: -Eh, bombón si quieres, puedes entrar en nuestro juego-. Haciéndome la civi l izada, le di je que lo pensaría y colgué rápidamente.

Tengo una amiga que t iene una hi ja muy “decente” según el la, cuando t iene un marinovio (situación de unión marital s in legal izar) es muy estable. Puede ser un español que dure una o dos semanas, un empresario holandés que le dura el t iempo que va a estar en el país y así geográficamente, el la es muy estable con el mapamundi. Cambia de rel igión según con el que esté de turno. Una vez estuvo con un brujero o santero y al l í se hizo creyente que los mismos Babalaos (sacerdotes de la rel igión afrocubana). Tomó los col lares de santos o dioses, las maracas de Changó, Eleguá, porque era muy bueno y porque abría los caminos y así , hasta que un día se los quitó y los t iró al mar. Indiscutiblemente he aprendido a escuchar por teléfono y muchas veces me cal lo, pues la mamá sigue diciendo que su hi ja t iene pareja estable.

Cuando estoy bastante aburrida l lamo a otra amiga, s iempre sale al teléfono diciéndome lo mismo -Espérate que el niño se cagó y soltó la mierda en la sala, y tengo de visita a una griega que vino por mi proyecto cultural . En otras l lamadas, me dice: -Espérate que fumé un cigarr i l lo y bebí café, ¡Ay!, se me ha sal ido la mierda hasta los tobi l los-.Como verán, yo soy una persona tan porf iada que la vuelvo a l lamar, para hablar con el la y me contesta: -Tengo el dedo embarrado de vasel ina para metérselo en el culo de mi nieta que es estreñida y sacarle la mierda-. Como podrán apreciar que esa casa para mí, es una plasta de mierda y el estómago mío se fast idia.

Rrr ing, r ing. Levanto el teléfono. Es mi amiga Marta que me dice: -Oye, alcanzaste a buscar las papas que se acaban- yo le respondo que sí y el la me dice de nuevo -Las mías vinieron embarradas de t ierra que no dan más, me es urgente que me digas si las tuyas t ienen o no t ierra, pues ahí me

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quitaron por lo menos media l ibra-. Y sin dejarme contestar, me cuelga el teléfono, pues era tanta su ansiedad que ni me oye. Y mi hi jo ya se pone las manos en la cabeza -Sí ya lo sé, mami, tengo que ir a buscar las dichosas papas en la bodega-.

Tengo otra amiga que habla y habla sin saber si yo estoy del lado del otro teléfono. Gasta cinco jabones diarios y dos cajas de detergente, para que su casa luzca como un salón de operaciones. Y cosa rara, s iempre t iene la vagina rajada. Me hablan madre e hi ja acerca de su teoría de como quitarse la vagina rajada, que si hay que echar agua hervida y desti lada, después agua con manzani l la, y cuando esté bien mojada, ir corr iendo hacia la cama, abrir bien las piernas para que pueda secar un venti lador bien esti l izado. Y me preguntan, qué hacer con los pelos de adentro, porque se la ha enconado uno, porque entonces las piernas t ienen que estar más abiertas todavía y ahí viene la receta de la medicina verde. Como el la habla sin respirar, no les puedo decir que soy lampiña y que nunca supe que dentro de la vagina sal ían pelos.

Ring, r ing es mi amiga Mirta Rogel ia, que t iene un grave problema, es mulata y quiere ser blanca, se casó con un blanco para “adelantar” la raza, la hi ja le sal ió blanca como la leche, pero con un pelo duro que ni el cepi l lo entra más o menos, como lana de oveja en primavera y de tanto echar cosas en ese pelo, lo t iene parado como si s iempre estuviera asustada. En su afán de ser blanca, casó a la hi ja con un francés (para seguir adelantando). Al f inal , el francés que había venido a probar fortuna en el Caribe, porque era un muerto de hambre en París, la dejó en la is la como patata cal iente y con un hi jo, que él no quiere reconocer, qué según el la parece un español ito. Y yo me pregunto, -¿no era francés?-. Pero quiere seguir adelantando la raza, porque no resiste a los negros y yo estoy por recomendarle a un albino. Así tendrá su piel blanca, los dientes blancos, los pelos blancos y todo en blanco, hasta la mente.

Tengo un teléfono del año 1920, de esa época cuando no se hablaba de estas cosas y por respeto a él , no lo uso, porque si l lega a oír estas conversaciones, pudiera morir de susto. Rrr ing, r ing. -¿Oigo?-escucho una voz aguda diciendo: -Oye, mi amiga, l legaron los huevos, di le a Pedro que lo busque, que mira que se acaban, continúa el la -Sabes que a mi me parece que los huevos eran de las gal l inas que tenían el culo muy chiquito, yo le pregunto: -¿Por qué?- y el la me responde: -¡Hi ja!, porque parecen de codorniz y dime si te tocaron 6 o 7 personas-. Con su misma ansiedad me cuelga y yo pego el grito de Tarzán, -¡Pedrooo!, l legaron los huevos, anda para el mercado, ahora mismo-. Pedro, con cierto odio, mira al teléfono de reojo y se va.

Vuelve a sonar el teléfono, es una amiga mía, periodista y muy culta, pero en su soltería, ha olvidado usar los puntos y las comas. El la habla con la rapidez de un avión -Ay-mi-amiga-como-estás- jajajajaja-yo-estoy-bien-jajaja-f iguráte-que-tengo-48-años-y-no-logro-casarme-y-sigo-durmiendo-al- lado-de-mi-mamá-f igurate-con-este-pesimo-horario-que-tengo-entro-de-día-y-salgo-de-madrugada-jajajaja-f igurate-así-nadie-me-puede-ver- jajajajajajajajaja-y-y-cuando-Pedro-se-va-para-España-que-l leve-mi-foto-para-que-la-ponga-en-un-periodico-y-haga-algo-por-mí-aunque-sea-un-español-anciano-jajaja. Intento decir le que mi esposo se cayó de la moto y el la contesta:- Jajajajajaj- jajaja-ja-si-pero-al-menos-t iene-una-moto-.Yo le digo hasta luego y cuelgo y lo últ imo que oigo es- jajajajajaja-.

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Suena el t imbre -¿Dígame?- oigo una voz alegre y dice: -Óyeme, ya pusiste el arbol ito de navidad-. Yo respondo: -Pero, Mir iam, si estamos en Noviembre- y el la me responde con una voz coqueta,-No importa, ya lo puse con el retrato del cantante lat ino Ricky Martin y escribí mi dirección para ver si Santa Claus, me lo manda en original- Cuando cuelga, yo me quedo pensando, mi amiga Mir iam pesa 280 l ibras y t iene 40 años y con un solo abrazo que le dé al cantante Ricky, se muere asf ixiado, en esta is la de ensueño.

El teléfono otra vez. En el momento que yo estaba haciendo pipí , con el teléfono inalámbrico en la mano y yo tratándome de secar con la otra y sin poder halar la cadena del inodoro, para que no supiera que estaba en el baño. Salgo hacia el cuarto con el teléfono en la mano y el la contándome que su esposo Mario, tenía la maldición de un muerto oscuro atrás, la maldición de la amante de su esposo y que se sentía como seca, pues no la dejaba vivir , y su pobre hombre estaba quedándose calvo y sint iendo unos escalofr íos, que tenía que usar un abrigo bajo este verano infernal. Él es doctor en ciencias económicas y en medio de sus reuniones cientí f icas, se paraba, ponía los ojos en blanco, temblaba, se retorcía y rebuznaba como un burro cansado. Ya lo había mandado al médico, porque con este calor y ese abrigo había bajado de peso y estaba amari l lo como un chino. El la pregunta: -¿Ay, Tere que puedo hacer para espantar al muerto?-. Yo le respondo: -Hazle un col lar de ajos, que aunque el mal olor lo devore, entre el sudor y el ajo, el muerto se va-. El la me dice: -¿Y que hago con la impotencia?- porque la maldición lo ha puesto como un bebito de 6 meses. En esto, me acuerdo de mi amiga la que se echa manzani l la para la rajadura, y le di je: -Échate manzani l la, ábrete las piernas y pon el venti lador-.Yo pensé ¡Dios mío!, s i no lo cura, por lo menos la refresca a el la.

Suena el t imbre, estaba en la cocina, me seco las manos y tomo el teléfono -¡Magy!, ¡Magy!-, trato de decir les a la voz anciana, qué está equivocada, que yo no soy Magy, pero el la parece que está sorda de tapia y sigue diciendo: -Oiga, escogiste el arroz, porque este mes ¡vino maloo, que no hay quién se lo coma!-. Yo espero a que termine su disertación sobre el arroz, pues si cuelgo me vuelve a l lamar de nuevo.

Otras de mis grandes tortura es mi queridísima suegra, que todavía no se acostumbra a pensar que entro en sus 70, hace rato y cuando l lama, es para decirme de su cintura estrecha, de su pelo canoso que no lo parece, que son vetas y así tantas boberías, que me hace pensar que soy una gran idiota y que yo me lo puedo creer.

Este teléfono mío, es como una farmacia a la que nunca, le faltan cl ientes. Sobre las 3 de tarde, s iempre suena la misma l lamada -¿por favor es la radio?- (es otra vez la voz anciana). Yo le expl ico que está equivocada y el la sigue pidiéndome danzones, boleros, Salsa. Yo le digo que sí y el la queda contenta y fel iz y yo más tranqui la.

En unas de las tantas l lamadas, mi amigo gay, me cuenta que quiere usar una bata larga y una peluca tr igueña y ondulada para la inauguración de la exposición de mi hi jo, yo le expl ico que por mí encantada, pero caeríamos presos todos, en la apertura. Él da un ¡ay! de suspiro y me dice con voz aterciopelada -¡Que incomprensión, que incomprensión, amiga mía!-.

Como no me sentía bien con el terr ible dolor de columna, no pude ir a la exposición de Pedro y por la noche, sonó mi teléfono, era mi amigo gay

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–Amiga, mía, estoy emocionado, uy, que hombre más bel lo fue a la exposición, qué ojos, qué pelo, qué cachetes rosados-. Yo le digo que es un audiólogo amigo de nosotros y él me cuenta: -Pero, tú no sabes que no oigo bien por un oído, t ienes que l levarme urgente al audiólogo-. Y yo pensé: la atracción puede dejar sordos a las gentes, menos mal, que no era ortopédico, porque se dejaría cortar una pata y quedaría cojo de por vida con tal de verlo otra vez. Qué cosas las de mi amigo.

Por la tarde, estaba descanso viendo el l indo cielo azul, sonó el bendito teléfono -¿Sí?- . Mi amiga Rosa l lorando y dando gritos -¡Qué desastre!- lo que han hecho con mis tetas no t iene nombre. Yo trato de preguntarle qué le pasó y el la, entre sol lozos y gritos, me decía: -Antes mis tetas eran grandes, pero ahora una es más chiquita y la otra más grande, un pezón mira hacia el frente y el otro está debajo del brazo, ¡dios mío! qué desastre, parecen dos globos mal inf lados-. Cuando voy a tratar de consolarla, el la me colgó.

Al cabo de las dos, me l lama otra amiga Mary qué no paraba de decir horrores, que si sus tetas antes parecían dos pel lejos largos y con el pezón que le l legaba al ombligo, ahora eran do pel lejos pegados al pecho con pezones del tamaño de una tetera, uno mirando para el norte y el otro para el sur, de lo que le había hecho el c irujano después de que se acostara con el la en el salón. Cuando traté de hablarle, esta también me colgó.

Cuando el las me habían hablado de que querían hacerse cirugía estética de los senos, yo les hablé de lo r iesgoso que era y sobre todo en Cuba donde no existe la demanda médica, pero como nunca me escuchan y siempre me cuelgan, así todo quedó.

Tengo una amiga, que es muy buena peluquera, la Magalys, vive fuera de la cuidad y habla como una metral leta, por ésta me entero, como van los autobuses, pues a el la le cuesta mucho trabajo sal ir del lugar en que vive. Me habla de autobús, que se l lama M6 que ahora va por la cal le Marina y no por San Lázaro y que es el famoso autobús “camello”, que t iene dos partes enlazadas por el medio en forma de una giba, su tamaño es el del vagón de un tren, arrastrado por un camión GMC, y donde caben más de150 personas y el la me cuenta que algunos hombres se aprovechan para tocarles las nalgas a las mujeres, los carteristas, para cortar las carteras y otras cosas por el est i lo. Es un viaje de tensión, además de terr ible calor, sudor, pegajosidad entre las gentes de forma compacta.

Tengo un amigo que se desvive por la ecología, éste me l lama para decirme la cuenta exacta de árboles podados, arrancados o quemados para hacer leña, por la escasez de combustible, de pajaritos que se quedan sin nidos, en f in, de toda la parte verde de la Cuidad y, lo que le t iene el corazón achicado, es como arrancan las f lores, con raíces, t ierra y todo. Él me cuenta que vive corr iendo de un parque a otro, dando charlas sobre la importancia que t iene las áreas verdes para la cuidad. Sin embargo, nadie lo oye, porque hoy en día las gentes, desgraciadamente, están preocupados en resolver sus problemas y del como sobrevivir a diario.

Yo sabía que mi esposo había tenido una fuerte discusión en la of ic ina. Ri ing, r i ing. Era su compañero de Sevi l la, Santiago, él que estaba l lamando para averiguar como se sentía. Yo contesto: –Mal, está en el piso- y él me dice: –Bueno, pónmelo al teléfono-. Yo le digo que todavía está en el trabajo. Y él –¿Pero no dices que está en el piso?-. Si- le contesto: -Pero está en la of ic ina, no ha l legado aún- Santiago me dice: -¡Pero como va a estar en el piso si está en el trabajo!- . Al f in se despidió, colgó y al otro día le

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dice a mi esposo -Oye, Enidio creo que la Tere se ha vuelta loca con el problema que tuviste, porque me decía que estabas en la casa y que a la vez estabas en le trabajo-. Todo fue una confusión de que “el piso” en España es el apartamento y en Cuba “estar en el piso”, s ignif ica sentirse deprimido. “Ná, creí que la Tere se había chala’o”.

Y suena de nuevo. Mi amiga, la que habla como una metral leta y vive fuera de la Cuidad, me l lama indignada, diciéndome que su marido le era inf iel con una mujer teñida de rubia y solamente a tres cuadras de la casa, que por esa situación había perdido uno de los dientes delante; y eso que, antes de sal ir a buscar a la rubia, le había puesto café a la Virgen de la Caridad (Cachita), a San Lázaro lo viró boca abajo en una esquina de la casa y le encendió un habano en su honor, y luego se santiguó con agua de colonia de las siete potencias. Ahora su disgusto era también con los santos y no solamente con su marido, Con él , por serle inf iel y con los santos, por no responderle, porque cuando iba a t irarle una piedra a la amante, la piedra rebotó y le part ió el diente. Ahora cuando el la habla, parece tener un acompañante de f lauta.

Como verán, ninguna de estas personas saben ni porque estoy tr iste, ni que me pasa, y creo que el las solamente necesitan un oído que les escuche sus problemas y nada más. Pero me alegro, porqué así sé lo que pasa en el mundo en mi alrededor. Mi mundo por teléfono.

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CAPITULO 36EL DICHOSO 2000.

Todo el mundo habla sobre el año 2000. No es que yo no quería que l legue, s í no que ya me revienta que nada más se hable de eso. En este f in de siglo, todo se ha convert ido en ordenadores, Webcam, Internet, celulares, coches que te hablan (falta gasol ina, el aceite es poco), súper calculadoras portáti les y hasta “el famoso efecto 2000” que sería una tragedia en el mundo virtual, una especie de Apocal ipsis contemporáneo. Si preguntas cuánto vale algo, sale de mi bolsi l lo la calculadora que lee unas barritas en la et iqueta y te da el precio, el impuesto y luego por tus manos no pasa el dinero, s ino una tarjeta fr ía que se introduce en una ranura, así como hacía mi abuelo todas las mañanas, cuando sacaba del vaso su dentadura postiza y se la ponía.

Ya nadie te hace un apunte o un recordatorio con un lápiz y un papel. Las plumas solamente quedaron para f irmar los protocolos (por lo que se hacen cada vez más caras). Y si sacan un nuevo ordenador, otro tareco más, comienza tu agonía, porque tú no la t ienes y piensas que hace muchas más cosas que el del año pasado. Estás en el verdadero grito de la moda; pero tendrás que gritar alto.

La cantidad de sordos en el 2000, se incrementará en progresión geométrica, pues si no es con bocinas grandes de alta precisión o con audífonos digitales, que te l levan el sonido bien adentro, para que acabe contigo, la música no t iene “onda”. Los 80 db ya es algo común. No es música, se bai la, se abre la boca, se cierran los ojos, lo único que falta es echar espuma por la boca para parecer que están posesionadas por el Technodiablo. ¡Ah! Torquemada, cuántos aspirantes al fuego purif icador hubieras tenido. Y las teles con cables de f ibra óptica, diseminadas por la casa, no dejan que la famil ia se reúna delante de el las o son tan grandes, planos, con tantos mandos, que solamente el más joven de la casa puede manejarla, para hacernos esclavos de sus gustos.

El otro día me tocó en la puerta una vecina, con un art i lugio que contenía radio, l interna, venti lador, reloj con alarma, una luz de señales láser y una sirena decía: -Lo compré en Miami- pero todavía no sabía manipularlo, quiso poner la radio; pero aquel lo comenzó a sonar la sirena y a despedir destel los y el la se ponía los espejuelos para acertar cuál era el botón. Mientras se agotaba la batería y comenzaban a l legar vecinos, el la trataba, s in éxito, de encontrar el botón de OFF.A veces alguien me l lama para decirme las nuevas gracias de su ordenador, como si se tratara del pequeñín. Si t iene música compacta, s i la f lechita se mueve directamente a donde el los piensan, s i acepta la voz del amo o si ese moderno aparatico, que en inglés es “mouse”, pero que en nuestro español es un RATÓN (que asqueroso). Tengo que sonreír, para no decir que todas estas cosas nos ponen poco idiotas y con gran pesadez mental.

Hace poco fui a hacer un apunte y saqué de mi cartera un lápiz y un papel y todos me miraron como si hubiera sacado un revolver de últ imo modelo, suspiraron y me miraron con misericordia. Y me preguntaron: -¿Y tu hi jo no trajo una nueva agenda electrónica?-. Yo asentí con la cabeza y pensé. Será que me veo como una boba, porque no quiero perder t iempo abriendo la agenda, encendiéndola y tratando de pulsar sus minúsculos y planos botones con mi dedo índice-. Por cierto, al paso que vamos con la miniaturización, habrá que inventar el sacapuntas para dedos.

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Las minicámaras, los minimicrófonos, micromotores, nanotecnologias, todo del tamaño de una garrapata, lo mismo para la Just ic ia, que para la Injust icia. Tan apertrechada está la ley, como los que la violan.

Quién sabe si en cualquier momento nos darán un aparatico, que con dos sondas en la nariz, se conecten al olfato, y sin necesidad de aspirar, se sienta la fragancia deseada y “fabricada” por un ordenador o por vía Internet. Y tengamos que decir les adiós al adorable r itual de tomar el frasco y sentir lo en las manos, ver su diseño, color, destaparlo, l levarse el frasco hacia la nariz, aspirar profundamente, sentir la fragancia penetrando por nuestro cuerpo, para después poner el dedo en el hoyito del frasco y, virándolo, con mucho cuidado, sentir la humedad en el dedo y en la piel . Para después ponerlo en el dorso de la mano y comprobar qué tal t iene el f i jador. Tendrán que pasar muchos años para acostumbrarme y, entonces, ya no estaré en este planeta.

Qué me dices de la “contestadora”. Quizás, algo destructiva para las personas sensibles y emotivas. Supongamos que ese joven l loroso por un problema de amor, que le han dejado y le han dicho -¡Pues porque eres muy feo!- en el medio de la acera. Él quiere tomar el teléfono y l lamar a su mejor amigo para hablarle de su fracaso. Se sienta en el sofá con su pañuel ito y secándose las lagrimas, va marcando el número y cuando espera la respuesta de consuelo, lo que sale una voz de robot que le dice, s in importarle nada: “Hola, ha l lamado al 3, 4, 5, . . . ,deje su mensaje después de la señal”. Que le va a decir: “que no t iene suerte en el amor” y “que sino fuera por el la que sería de su soledad”. No nada de eso, lo que hace es t irar el teléfono, con más l lanto, angustia que oprime fuertemente el pecho y maldiciendo a la contestadora, s in recordar que t iene una igual en su casa.

Ahora recuerdo cuando los japoneses inventaron las mujeres inf lables y de plást ico, primero fueron crit icadas y después usadas. Pero son los que menos tasa del SIDA que t ienen en el mundo.

Ya que viene l legando el 2000, queremos todo con tecnología de punta y desechable hasta el mismo matrimonio. Antes cuando se escribía una carta, uno podía intuir por la cal igraf ía si la persona estaba nerviosa o ecuánime, si era f irme en sus propósitos y si había estudiado la cal igraf ía Palmer. Todo el mundo ponía mucha atención a la hora de tomar un lápiz, una pluma o el bol ígrafo, pues en el lo le iba la dignidad y la cultura. Ahora el ordenador es el que te recti f ica en secreto y te mejora la letra. A la escritura cursiva, le pusieron l i tas y se fue volando al c iberespacio.

Conoces personas por Internet, por Chat. Las t ienes delante; pero no es así . Te pueden conformar un muñeco con piezas de un rompecabezas y decirte esa soy yo (y tú puedes hacerlo igual y ¿porqué, no?). Hablas, perdón, Chateas con una pantal la. Indiscutiblemente que hay que reconocer la comodidad de ahorrarse el vestirse, arreglarse, servir café, usar perfume y la ventaja de decir mentir i l las tras la máscara que te has hecho.

Una amiga me viene a ver porque después de mucho t iempo había conseguido que alguien se enamorara de el la; pero él le había pedido su e-mail . El la desesperada, había corr ido a verme para buscar consejo. Le orienté que era mejor que el dinero que iba gastar en la terapia del psicólogo, lo invirt iera en un e-mail . Se calmó y todo le fue bien. Lo simpático es que el novio vive a tres cuadras de la casa de el la.

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Los niños recién nacidos, duermen en cuartos separados de sus padres. El calor de la madre lo t ienen a través de la pared. Ya hay un sensor que detecta si el niño l lora, s i or ina o si se cagó.

Yo trato de aparentar que soy moderna; pero, cómo me gustan los cuentos de antes, cuando las personas se enamoraban mirándose a los ojos, esperar y disfrutar de la mirada, luego se tocaban las manos y ol ían sus perfumes predi lectos. Ahora todo se vuelve maquinita para acá y maquinita para al lá y chateando con dos o tres extraños a la vez. ¿Donde está el romance y hacia adonde vamos?

No acabo de entender la publ ic idad electrónica. Una mujer bel la, con velos suti les, la missdigital anunciando cigarr i l los egipcios en colores. Pero lo mismo hace un hombre rudo a cabal lo. O un vaso que suda, invita a beber un cóctel . Y muchas comidas ahumada, en tentadoras mesas. Y debajo de cada uno de los anuncios, otros que te ponen tenso o los nervios de punta con consejo de salud: NO FUME, NO TOME BEBIDAS ALCOHOLICAS o NO CONSUMA PRODUCTOS SABORIZANTES, porque son dañinos.

A los calvos, les implantan pelos; a las mujeres, las cejas, no sólo con pelo sino tatuadas. Uñas postizas, pestañas postizas, moños postizos, s i l icona en la cara, nariz plást ica, orejas plást icas. Si los indios que encontró al almirante miran a alguien hoy con “los piercings”, quedarían patidifusos, porqué además de las argol las, hay bri l lanticos, estrel l i tas y todo en una pequeña área del cuerpo. Lo mismo en el ombligo, que en la cara. El bri l lante en la frente, que era patr imonio de la india, lo es de todo el mundo. Ah,. . .y los tatuajes, que eran de marineros, presidiarios, anarquistas o nativos de Papua o Nueva Guinea, los l levan hoy las niñas de alta clase sobre todo en las partes más sensuales como en el vientre, hombros, nalga, muslo, y es corr iente tenerlo en las universidades más importantes. Pero la moda es la moda.

El beeper le costó el matrimonio a mi amigo. Cuando tenía un t iempo para pasear con u esposa, el la embelesada hablaba de cosas románticas, sonaba el beep, beep. Y ahí terminaba todo. Regresaba a la casa corr iendo y conversando, pero no con el la sino a través del teléfono celular con el que lo estaba local izando. Irremediablemente todo tuvo que terminar, porque si no sonaba el local izador, lo trasteaba todo el t iempo para comprobar si se había roto. Era, en f in, la pesadi l la de beeper.

-¡Mira el coche que tenemos al lado!-, dice mi esposo. Era un chofer que debía estar medio loco, porque l levaba un teléfono del año 1950, puesto delante, para que todos lo vieran y hasta hablaba por él o mejor con él , porque no tenía conexión. Era de lo que creía que un atr ibuto de la elegancia es tener un teléfono en el auto. Es un moderno r idículo.

Yo me siento como mi abuelo, no entiendo muchas de estas cosas. Es interesantís imo lo que pasa cuando las personas van a la ópera, a un concierto, o al teatro y empieza a sonar el móvi l . Todos empiezan a mirarse con orgul lo, a registrarse, abriendo sus chaquetas y las carteras o buscando en sus bolsi l los y menos mal que los genitales están en su lugar, con ese movimiento de guardaespaldas que saca el revolver. Infel iz del qué pagó para ver su espectáculo, t iene que soportar la sinfonía del t imbre musical . Y qué de los art istas, asisten a otra función dentro de la suya. Pero los inventores de estas cosas no pueden dejar de ganar dinero y ahora en vez de sonar, lo que hacen es vibrar y sobre todo muy cerca de su parte ínt ima,

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de manera que mientras que la gente no se acostumbre, no se sabrá si alguien t iene un móvi l o el mal de San Vito.

La bul la de los niños no se oye. Ya no se meten en las conversaciones de los mayores. No hace falta la mirada inquisit iva de “los niños hablan cuando las gal l inas mean”. Los niños están jugando en el cuarto con un ordenador o con el equipo de real idad virtual y siempre el monotema de la guerra y aunque les afecte la vista, los oídos y el cerebro, ahí están los vencedores del futuro, que comienzan temprano a retar al mundo con una enseñanza electronizada (electrónica y entronizada). Siempre habrá niños sobresal ientes en juegos de videoconsolas, aunque a los 15 años además de vicioso, tengan artr it is en los dedos, t ics nerviosos en la cara y expresiones humanoides como de robots y gasten gafas con el grueso del fondo de una botel la.

Y que me dicen ustedes del del ic ioso pedalear de la bicicleta normal, no las actuales como la Mountain Bike que t ienen que ser aerodinámicas con 24 o 36 velocidades y de aleaciones similares a las de los aviones como la de f ibras de carbono o de si l ic io. Mi prima Adela t iene un novio que está pegado con la bicicleta. El la me decía lo agradable de un paseo, junto a su novio. Ambos con sus ajustadas ropas de lycras fosforescentes, bandas de velcro, los cascos l igeros y aerodinámicos que parecen la cabeza de Al ien el octavo pasajero, los espejuelos ref lectantes, micrófonos y audífonos para comunicarse ambos, guantes de plást icos que apenas pueden sentir el tacto de la piel y botel las de plást icos con bebidas energizantes. Me contaba cuando se tomaban de las manos durante el pedaleo, cuesta arr iba y cuesta abajo. Y cuesta creer que tanta fel ic idad dura poco. El novio la l lama para que mire las estrel las y. . .un estruendo. Mi prima que había puesto mal una de las velocidades, vio las estrel las pero en el pavimento. Ahora es coja y no puede pedalear.

La holografía. Los art istas no tendrán que viajar tanto, pues pueden cantar y estar en la China; o quizás cantando mientras se dan una ducha. El ordenador puede vestir los, maqui l lar los y lanzarlos al públ ico, como el señuelo que les ponen a los patos para que terminen en la cazuela. Esto es lo que yo l lamo un engañobobos, pues hasta el mismo cientí f ico David Bohm dice que el universo es holográfico.

Poor l i tt le Dol ly. Cuando leía una revista y me enteré de la clonación, me pregunté: -¿Señor, es que uno puede vivir tranqui lo?-. Pues con la pobre oveja Dol ly, hay tal confusión que no se sabe si es un recién nacida o si es tan adulta como la madre.Nada, que si la hubieran enseñado a hablar, seguro lo primero que dir ía es: ¿QUIEN SOY?.

Aunque lo parezca, yo no estoy en contra de los avances tecnológicos. Lo que me molesta es ver que el mundo se deshumaniza, se pierde los valores femeninos, el hemisferio izquierdo del cerebro se apodera por completo del hemisferio derecho como una dictadura. Que dentro de unos años, lo normal sea que le hables a una maquina o pienses como el la y esta responda a tus problemas; Que te perfumes con dígitos, que haga sexo con maquinas, satisface todas las necesidades humanas, pero no va más al lá de la auto-real ización personal, que la vida te gobierne un beep beep, que los niños dejen de correr, que no puedas leer un l ibro como es debido, s int iendo el papel. ¿Qué nos quedará del dulce y suave perfume de la vida?

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Me es dif íc i l aceptar tanto desarrol lo y metal; pero si no sigo la r ima, corro el r iesgo de que los fanáticos me corten con una navaja láser.

No le tengo miedo al nuevo siglo, pero creo que hay que sentarse a meditar acerca de cómo el HOMO SAPIENS pudo alcanzar el lugar que ocupa en el mundo. Yo creo y tengo fe en el bien de la humanidad, y en la mejora de nuestro planeta azul.

CAPITULO 37LA FALSA AMISTAD

Cuando uno piensa que t iene una amistad por más de 30 años aunque no sea de tu patr ia, pero ha vivido contigo un t iempo en tu país y tu le has brindado todo y le has entendido tu mano sin preguntar de donde eres y quién era, s ino que era un ser humano que necesitaba de t i , yo le brindé mi techo, mi famil ia y todo lo que me rodeaba. Cuando el la se marchó la comunicación no se interrumpió ni por carta, ni por teléfono. Quizás siendo yo un poco tonta siempre he dado más de lo que he recibido.

Cuando por motivos que mi famil ia quería emigrar, pues yo me ví en el compromiso de hacerlo también, s in percatarme de que dejaba lo que más aprecia las gentes del mundo entero. Mi casa y la casa de mis padres que heredé por ser única hi ja, yo me sentía confiada y joven y pensaba sobre todo tenía una gran amiga casi hermana y que mi esposo cambiaría su actitud porque ya no estaría dentro del régimen cubano.

¡Que decepción! Pues todo era una gran mentira. Mi hermana como yo le l lamaba a mi amiga no era ni hermana, ni amiga, pues al l legar a Santiago de Chi le de donde era el la. Me recibió una persona indiferente y fr ía y como las desgracias vienen juntas. También perdí mis maletas y las pocas pertenencias que me quedaban al ser robadas por la aerol ínea cubana. Al sal ir de Cuba a los 11 meses se pierde todo aunque sea de tu propiedad. Cuando l legué a su casa, el la no hizo ninguna gestión por recuperar lo perdido. Yo estaba en pleno shock al ver aquel la fr ialdad y al ver que nada de lo que yo esperaba se hacía real idad.

Estuve en su casa una semana “No comí cal iente ni fr ío” como se dice en mi país. No había ningún t ipo de comida. El la me dejó sola con mis tr istezas y mi angustia de no saber adonde yo iba y ver el poco afecto o más bien ninguno de el la hacia mí, sabiendo que mi vida se había convert ido en un gran cero. El poco t iempo que estuve al l í . Cuando a el la la vis itaban sus parientes y preguntaban para donde yo iba. El la nunca di jo para donde yo part ía. Yo no me percataba pues mi mente estaba medio dormida, no sé si pude subsist ir la semana. De haber sabido para donde iba y todo lo que me esperaba en el sur de Chi le, hubiera regresado a mi país por doloroso y malo que estuviera aquel lo.

Cuando l legué a mi lugar de destino ya yo sabía porque el la se reía. Yo nunca había visto nada semejante como cal les con lodos de fango, casas forradas en latas con paredes de cartón en mal estado, gentes que no se veían, ni se saludaban. El panorama de un pueblo olvidado. Me percato de que no tenía absolutamente nada, solamente alguna ropa vieja que me habían regalado entre el lodo, la nieve y el poco cariño que recibía de mi esposo, de las gentes. Mi angustia y mi estado de pánico eran terr ibles. Ustedes se preguntarán porque no regresaba pues todavía estaba a t iempo de no perder mis propiedades, pero yo siempre he creído en la humanidad y

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pensé que todo iba a cambiar y las fuerzas me faltaban pues mi enfermedad iba caminado hacía muchos años todavía no se había detectado una diabetes con insuficiencia renal gracias a la pésima atención médica cubana que se pudo haber prevenido a t iempo. El cansancio me vencía de todos modos. Solo de mi amiga recibí una l lamada con una voz muy alegre donde me decía -¿Qué, estás colonizando Puerto Natales?-Yo no pude contestar pues la opresión era muy fuerte. Así terminó esta gran amistad.

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CAPITULO 38MI LLEGADA A LA PATAGONIA.

AMAOS LOS UNOS OTROS A LOS OTROS

Quién iba a pensar que la Teruca iba a vivir cerca de la Antárt ica, con los pingüinos magal lánicos.

Recuerdo que l legué a Puerto Natales en un invierno muy crudo con nieve que me l legaban hasta los tobi l los, en el mes de Mayo .El pueblo me resultó de espanto pues para empezar las casas estaban herméticamente cerradas, no había luces encendidas ni personas en las cal les y muy pocas con pavimentos, las casitas parecían de juguetes, pequeñitas y cubiertas o forradas con chapas de latas y con colores de tonos muy chi l lones como violeta, rojo, naranja que hacía destacar más lo mal puesta arr iba de una chapa de lata arr iba de una de la otra.Yo le pregunté a mi esposo que cosa era aquel lugar y que si ahí realmente vivían personas, él me respondió que sí .Bajo una nieve pert inaz caminamos cal les con lodos, las pocas que habían subíamos y bajábamos con pendientes buscando algo donde vivir , yo le pregunté a mi esposo si había alguna prensa local donde anunciaba los arr iendos, por el fr ío tan intenso y el lodo que l legaba hasta mi tobi l los y la tr isteza que me embargaba de no poder comprender en la situación en que me encontraba.

Mi esposo me responde que habían carteles escrito a mano y pegados en las ventanas donde decía SE ARRIENDA, por eso había que caminar todo aquel pueblo. En esta caminata encontramos casas del verdadero oeste al igual que los f i lmes e incluso había casas que tenía maderas para amarrar cabal los. Al f in solo tenía dos habitaciones, una hacía de sala comedor cocina y otra de dormitorio con un baño sin calentador de agua y el techo de la casa le l legaba casi a la altura de la cabeza y carecíamos de calefacción y el cuadro era bastante tr iste, me hizo recordar las descripciones de Emile Zolá en su obra “La taberna”.De pronto me percato que no tengo plato, ni cubiertos para comer, ol las para cocinar, en f in absolutamente nada. Me preguntaba en que mundo me había metido y si yo no estaría soñando o más bien en una larga pesadi l la. Estaba perdida pues no veía a nadie y nos estábamos calentándonos con una cocinita de juguete le digo así porque era tan pequeñita que nunca me imaginé que exist iera.

Estábamos en el pueblo de Puerto Natales, porque mi esposo le habían ofrecido trabajo de turismo y había que vivir .Yo era una señora de cicuentaytantos años con un hogar establecido en la Habana y sin carencias materiales y espir ituales, s í había mucha hambre y carencia de medicinas y opresión en Cuba, pero yo pensaba que precio más alto estoy pagando y si val ía la pena emigrar la Patagonia a mi edad. Era la primera cubana que vivía realmente en este lugar tan lejos donde a nadie le importaba o desconocía que me había despojado de todos mis bienes materiales por emigrar, entre estos la casa de mi padre que heredé, mis perros, mis grandes amigos y mis lugares donde yo frecuentaba, en f in mi mundo que todavía añoro tanto, porque aunque yo expl icaba a las gentes de aquel pueblo, que era cubana y no me dir igían la palabra y la mayoría pensaba que Cuba estaba en Europa y no sabían quien era Fidel Castro y si nuestro comandante que siempre ha dicho que somos el centro y famosos mundialmente en cada r incón del planeta emplazaría a los natal itos de la Patagonia a una guerra por no conocer quien era él .

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No se puede negar la bel leza turíst ica que está cerca del pueblo de Natales, entre el las el famoso parque nacional Torres del Paine, sus glaciares etc.Pero yo no vivía de turista sino que vivía dentro de aquel pueblo.Mi vida ha sido muy dura, estuvimos mundanos en siete casas algunas parecidas y otras peores, cada vez que mi esposo arreglaba un poquito aquel las casas, inmediatamente nos decían que teníamos que irnos porque subían el precio de arr iendo, o la vendían o que un pariente venía a vivir y a así vivimos en siete casas cargando con muebles y cosas, reformando baños, alfombras. Para no descubrir los otros desastres de casas. Le contaré que la últ ima casa carecía de baño por no l lamar baño aquel hoyo hediondo donde estuve siete meses orinando en un recipiente de plást ico y bañándome en una cubeta donde me cabían los pies y otro recipiente, eso era bajo el fr ío perenne de la región de Magal lanes (Patagonia chi lena). En esta casa no había puertas nada más que de la cal le y en todas las cuadras en que viví nunca conocí a nadie, ni vecinos y solamente habían gentes mirando detrás la cort ina de ventana de sus casas, cosa que después me enteré y así todo conocí a dos grandes amigas al lá y que las quiero y no las olvido.

Voy a poner un ejemplo de cómo se vivía en Natales. Había una señora que el papá se estaba muriendo y la mamá tenía que cargarlo para bañarlo, yo me brindé con mis conocimientos de medicina y el la nunca me contestó. Después de muerto yo fui al velorio, el la me l lamó l lorando al lado de la caja y le decía-¡papá, papá el la es la señora cubana!-no sabía si reír o l lorar, pues estando en vida lo pude conocer y brindar ayuda, esa eran las cosas que ocurrían en este lugar.

A mi hi jo no le daban trabajo en los colegios para dar arte que fue lo que él estudió, pidió barrer cal les con este le cuento que él estaba dispuesto hacer cualquier cosa, después de tres años sin trabajo, al f in como una dádiva le dieron trabajo para reponer en un mercado, y tenía que diseñar los carteles para poner los precios. Hoy en día me pesa no haberle guardado unos de sus carteles porque eran trabajos art íst icos, su trabajo duraba unos meses porque lo reemplazaba un pariente del pueblo, no l legó a seis meses reponiendo viéndose en esta situación y los años que pasaban, pidió una entrevista con el alcalde y este señor funcionario de Natales que por cierto era de origen ital iano, le di jo que no podía ofrecerle trabajo porque era extranjero, mi hi jo no entendió ni yo mucho menos, cuando él había recorrido Europa y América exponiendo sus trabajos art íst icos y quería aportar todos su conocimientos a este gran Chi le que les abrió las puertas. Pero l legó el día en que nos mudamos a una cuidad más grande y más al sur l lamada Punta Arenas donde al f in fue reconocido su t ítulo y después de largos cinco años está trabajando en el mundo de la cultura.

Como ven el camino recorrido ha sido muy duro, entre esto tuve en Puerto Natales un coma diabético porque desconocía mi enfermedad, a pesar de que todo el mundo hablaban muy mal del hospital , al l í me salvaron la vida, después de haber pasado una operación en el hospital de Punta Arenas y haber estada dos meses ingresada. Cuando volví a Puerto Natales, pregunté que medico me había atendido y salvado. Les dí las gracias y pedí una entrevista con la TV local para que se diera a conocer en este puebl ito, muchas personas no miraron bien este gesto de reconocer los méritos de otras personas.Es decir dar la César lo que es de César y a Dios lo que es de Dios.

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Estoy caminando por unas aceras escarchadas que resbalan en este lugar de

casas cerradas de un cielo gris donde los colores se fueron de paseo y el

verdor de las veredas no existen, solo árboles pelados. En medio de mi

soledad me l lega un pedacito de una melodía 1 muy querida que trae algo de

alegría a mi viejo corazón:

COMO EL ARRUYO DE PALMAS EN LA ESPESURACOMO EL TRINAR DEL SINSONTEASÏ ERES TÚCOMO EL RÍO APASIBLE EN MI CIELO AZUL, ASÍ ES MI AMOR POR TIY CUBA QUERIDA.

CAPITULO 39MIS MUERTOS Y YO

Recuerdo que estaba leyendo en mi habitación, ya era algo tarde y se oía el chirr ido de los insectos, había humedad y se veía la ventana con rocíos de agua. Apago la lámpara y al ponerme cómoda en la cama, veo de pronto en la puerta de mi cuarto a mi misma t ía Tata con misma ropa intacta que la habían enterrado y la Tata estaba sonriendo, yo me asusté y pensaba como podía estar alegre en circunstancias tan terr ibles como lo fue su muerte y dejando un niño solo en la t ierra, pero esto son misterios de la vida. Tía Tata me decía: -Sino crees en las apariciones de los muertos, yo algún día me apareceré-. En efecto así ocurrió. Mi hi jo, que es art ista plást ico, se interesó en el tema de los fantasmas y tuvo contacto con la sociedad de parapsicología que aún no se reconocía en Cuba y me expl icó que eso se l lamaba casos poltergeist, experiencias fuera del cuerpo y con eso pudo pintar para su trabajo de diploma en la exposición de la Academia de Bel las Artes.

En mi casa no se creía en los muertos ni nunca escuche hablar a amistades de nada parecido pero como ustedes ven s i han leído la primera parte de mi l ibro nosotros vivimos y aun sigue viviendo el muerto que no l lego hacer medico comprobado y mas que comprobado porque esas cosas no t ienen expl icaciones o se aceptan o no.

Un día yo estaba trabajando en el pol ic l ínico de 15 y 18 en el Vedado cuando la jefa mía una Dra. Muy exigente el la me di jo que ya podía quedarme al frente con las preparaciones pues el pol ic l ínico era casi como un hospital pequeño y las preparaciones eran muchas como cualquier laboratorio industr ial chico. Al l í ya yo tenia varios días trabajando y siempre veía que el señor que l impiaba me miraba con mucha existencia, yo pensé que como yo era nueva le l lamaba mucho la atención, el se parecía mucho al t ío el de cuento de el Tío TOM de la Cabaña negro con el pelo canoso y una bondad en su cara buena para ver, un día se decidió a hablarme y me di jo: -blanquita usted perdone pero yo tengo necesidad de hablar con usted-. Yo pensé que necesitaba hablar conmigo porque quería alguna preparación, pero cual no fue mi sorpresa, cuándo el me expresa que

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era lo que tenia que decirme era sobre una persona muerta yo hacia muy poco había perdido a una de las personas mas queridas de mi vida y empezó hablar que veía una persona mas baja que yo de pelo r izado que tenia una herida en el corazón y otra en el estomago, me pregunta si yo conocía a alguien axial yo le digo que si que esa era mi t ía que había muerto del corazón, pero que antes le habían practicado una cesárea y mi t ío le había abierto el corazón para darle masaje pues le había dado un paro cardiaco cosa que no resulto fue muy duro la muerte de el la porque era una gran mujer, el me dice que esa persona me tenia abrazada muy fuerte porque me quería mucho, yo pienso como debió quererme porque el niño que el la l levaba estaba vivo y asi y todo estaba conmigo su bondad siempre fue inf inita, el me di jo que me hacia mucho daño al tenerme abrazada claro sin el la quererlo y hacia falta que yo le diera una misa espir itual y otra por la iglesia y yo nunca se la di a pesar que el me di jo que era muy necesaria y que el había cumplido porque como buen crist iano tenia que decir lo, después me trasladaron para un hospital muy grande y mas nunca lo vi . , ya ven cosas que pasan y no se entienden como todas o casi todas las cosas de esta vida.

Joaquín fue una persona que yo quise o aprendí a querer por su bondad y compresión quedo para siempre en mi corazón el valoraba todo lo que yo escribía le gustaba, una vez a mi me prestaron una computadora que era mas bien prehistórica pero funcionaba y yo muchas veces le decía vieja y que no servia hasta el día que me la pidieron ahí comprendí lo út i l que me había sido y le dedique un escrito pidiéndole perdón ,a mi esposo le gusto y ese día Joaquín tenia una reunión con altos mandatario pues traía una gran donación de computadoras para el país, el era asturiano residente en Madrid un hombre con un poder adquisit ivo grande el le gustaba mucho las pinturas de mi hi jo y fue un gran mecenas para el , mi esposo le dio el escrito que era corto lo leyó y delante de esas personas importantes soltó unas lagrimas y dice que di jo esa Teresita. Un t iempo después me entero que había amanecido muerto yo estaba sin comprender porque las personas tan buenas se nos van tan rápido. Paso el t iempo y siento el t imbre de la puerta de mi casa y eran dos jóvenes españoles que venían a vis itarme tenían aspecto decente y yo los mande a pasar el los se identif icaron como vecinos del difunto Joaquín el era abogado y el la era sicóloga y empezaron a hablarme de Kako que asi le decían a Joaquín lo conocían de chiquitos y Kako le había dado la dirección mía por si algún día iban a Cuba ,el los vieron los cuadros de Pedro mi hi jo en la casa de el y les gusto muchísimo y después se quedaron viendo los que había en mi casa el muchacho me pregunta porque Pedro no exponía en España y yo le digo la carta de invitación que la casa de cultura tenia que hacerle en este caso la de Pozuelo de Alarcón en Madrid, s in desconfiar me di jo que el pertenecía a la casa de cultura y que me podía hacerle a Pedro la invitación le di jo a mi esposo que le trajera papel blanco y f irmo un papel que no decía absolutamente nada para que nosotros redactáramos la invitación porque el le era dif íc i l de entender la cantidad de requisitos y cosas que pedía el Gobierno cubano, yo con una seguridad absoluta supe que ese era Joaquín y le di la gracias una vez mas mi hi jo pudo exponer en un lugar de prestigio y pudo conocer donde estaba enterrada las cenizas de Kako donde el quería cuando muriera en la terraza de atrás abonando un frondoso árbol .

En un momento dif íc i l de mi vida de emigrante que estaba en un pueblucho que yo nunca pensé que pudiera exist ir y mucho menos vivir donde había perdido mis raíces mis bienes materiales todo lo que una persona puede perder menos su dignidad donde las personas no son agradables y mucho menos bondadosas pueda que las haya pero yo no las conocí solamente

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conservo el recuerdo agradable de dos personas que a través de los años comprendieron que yo no era una extraterrestre y menos que iba les iba a hacerle daño hoy en día las aprecio y las respeto cuando yo me vi . Viviendo en unas condiciones miserables de una pobreza espir itual grande y desposeída de todo en condiciones denigrante empecé a sufr ir tanto que un gobierno me hubiera l levado ha esta situación sin nada vieja y en f in del mundo, esto hay que vivir lo para sentir u dolor profundo y fuerte que no se como no me l levo a la locura estando en ese estado de no comprender absolutamente nada con un viento de 90 Km. /h que parecía que el mundo se iba a acabar vi . a quien menos yo esperaba ver no le vi la cara pero si su yérsey como el decía y su pantalón de calentamiento no le vi . El rostro pero sabia que me comprendía y sentí que estaba conmigo y que desde el plano en que el se encontraba solo me podía ofrecer su compresión hacia mi dolor. Cuanto te extraño querido amigo.

Estando en ese estado miserable de vida sin dinero y sin un cubierto para comer, ni cama para dormir pues mi hi jo durmió en el suelo y nosotros en una camita personal prestada junto con las frazadas que nos habían prestados donde había nieve y no había calefacción las ventanas del cuarto de dormir no tenían cort inas y era de una estrechez r is ible donde no te podías mover.

No quedó mas remedio que ponerle a las ventanas que un cartón, porque el dueño pasaba por ahí era su camino, en ese estado de vida si asi se le puede l lamar una noche me despierto para ir al baño y que veo a mi padre estando sentada todavía en la cama veo pasar hacia donde dormía Pedro que lo que dividía era una tabla de cartón iba lo recuerdo perfectamente con su traje beige su habano muy erguido con la cabeza bien alta s in dir igirme una mirada estaría espantado, y muy bravo es lo que imagino yo pero en f in no se cuanto habrá sufr ido su ego, en vida me dio muchas cosas materiales pero no me dió lo mas importante, darme un poco de amor, la vida es sumamente compleja.

Ahora estando aquí en la cuidad de Punta Arena estoy escribiendo y alce la vista y para sorpresa mía vi . a mi t ía que murió no hace mucho ,no recuerdo, pero parece que yo le pregunte que haces aquí y el la me di jo en un tono de lo mas alegre , nada vine a haberte , l levaba un pantalón negro y una blusa blanca pero lo as signif icativo fue lo que l levaba puesto en el cuel lo un col lar hindú sin valor alguno, cosa que era inverosímil porque el la tenia prendas muy buenas y jamás se pondría una cosa asi , empecé a buscarle una razón o lógica a aquel lo y recordé que cuanta cosa yo me antojaba el la me complacía y yo había visto este col lar y me había gustado

Cosas sin expl icaciones

Ahora recuerdo que cuando entregue a mi perra salchicha l lamada Hanna el dolor había sido desgarrador mi compañera y confidente durante largos.11 largos años que desesperación no poderle expl icar la s ituación y el dolor de separarme de el las otro día estando yo leyendo en mi cama bajo el l ibro para descansar mi vista y que veo porque la vi a mi Hanna saltando arr iba de mi cama y poniéndose arr iba de mi, y si creo que la telepatía existe porque fue tan real, que eso me demuestra que nos queríamos de verdad Otros de mis tantos días de lectura, recuerdo que viro la cabeza hacia la cómoda y debajo de el la veo una copa de color rosa pál ida l lena de agua y una voz que me decía mientras tu tengas eso tu vida va a hacer normal,

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l levo buscando esa copa hace mas de 30 años en varias partes del mundo, y jamás la he encontrado.

CAPITULO 40

MI PUNTA ARENAS QUERIDA.

Al f in después de cuatros años y medio, l lego a este cuidad un poco más grande, magal lánica más próxima a la Antárt ica con más fr ío y vientos de 80 y 100 Km. por hora, pero a pesar de todo esto y a pesar de todo su cl ima, se siente algo del calor del médico amigo y buen profesional que ha l legado a darme una mejor cal idad de vida, parece que tenía que pasar por las dif icultades de la vida que uno nunca piensa que puede pasar, s in apoyo y sin ninguna mano amiga. Aquí a pesar de mi edad encontré algo de trabajo y una buena amiga que ha sabido entender mi idiosincrasia cubana. Esto me ha dado fuerza para que este si lencio profundo y esta forma de vida tan hermética y aislada en que viven las gentes, he podido subsist ir . Gracias Marisol querida y gracias a otros amigos más. También tengo que recordar a la cuidad de Natales, a mi Elena querida. Para poder l idiar con la nieve, el amari l lo verdoso de los árboles, pastos, el c ielo gris junto con su mar del mismo color, a pesar de estos inconvenientes vivo en una casa de cemento, amplia, condiciones buenas para vivir aunque sus cal les y sus aceras permanecen en la soledad absoluta. Yo no estoy crit icando a esta cuidad, pero lejos de esto la quiero. Tengo que adaptarme a su si lencio, a sus puertas y vecinas cerradas, a no conocer al vecino y olvidarme del dicho “Que el famil iar más cercano es el vecino del al lado”. Mi querido médico me di jo que la soledad del emigrante siempre es muy dura y en la lejana Patagonia mucho más. Cuando hay mucho viento, mucha nieve y mucho color gris que raya casi en la oscuridad durante el día, voy cantando muy baj ito “Vereda tropical”

HOY.... .SOLO ME QUEDA RECORDAR

TUS OJOS MUEREN DE LLORAR Y EL ALMA MUERE DE ESPERAR.

PORQUE SE FUE...TÚ LA DEJASTE IR

VEREDA TROPICAL

HAZLA VOLVER.... . A... . MÍ

QUIERO BESAR SU BOCA OTRA VEZ JUNTO AL MAR.

VEREDA TROPICAL...

VEREDA TROPICAL.

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Teresita de Jesús González Pérez R.U.N. 21.134.220-K

La Habana, 21 febrero, 1945

Reside en: Avda España 0277.PUNTA ARENAS. CHILE

Teléfono (61)237399

Email : [email protected]

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