Cuarto - El Finado Era Virtuoso y Rollizo

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 El finado era virtuoso y rollizo  Dice Henri Bergson que la risa es una acción necesariamen te social, que necesita de un cómplice para hacer de la vida cotidiana una situación humorística. Esa sociedad puede ser factual o implícita, el otro puede estar presente o no, pero en completa soledad ningún aspecto de la vida es cómico sin relacionarlo con otros tantos de la vida en sociedad. En su ensayo “La risa”, Bergson despliega una serie de situaciones que cataloga como típicas, y va en busca de axiomas sobre la comicidad de las situaciones de la vida. Sin entrar en detalles, el autor llega a la conclusión de que una gran parte de risas es arrancada por homologa r la vida llamemos “natural” a procedimientos mecánicos, repetitivos, maquíneos. En esa conjunción (que él llama contraposición) es que se produce la risa. La repetición seriada de acciones, los movimientos y reacciones esquemáticas , o toda aquella situación en donde aparezcan los engranajes en una fisonomía humana, es que habrá impacto, y habrá risa. “Nos reimos siempre que una persona nos de la impresión de una cosa” . Así, “el finado era vi rtuoso y rollizo” resulta una conjunción de cuerpo y valores que choca. En la medida en que naturalizamos cuerpos cosificados , ¿de qué nos reímos? Decía antes que el humor necesita un cómplice. En clase se conversó sobre la identidad de ese cómplice. Así, el humor puede ser liberador u opresor, con la misma facilidad. Bifo y Lazaratto abarcan la posmodernidad, la decentralización del poder, de los mecanismos de control (como los plantea Foucault para la era moderna) y refieren a una estructura desentraliza da, donde el oprimido incorpora al opresor en su actuar y lo refuerza. Cuando el “kapo” se convirtió en “capo”, en una connotación positiva. De la slapstick commedyal cuerpo como canal (y no como extensión McLuhaniana), a la comedia picaresca de un Olmedo, ya no Piluso sino atravesado por el bastón Sofovicheano, hay una naturalización del cuerpo-máquina, interpelado por un sistema de producción “invisible”, en donde la enajenación es voluntaria, intenc ional y hasta pasada por gust osa. Hablábamos de “Animales sueltos” y pensaba en cómo una mujer voluptuosa, maquillada por dentro, por fuera, poco vestida y hasta linda entra en el círculo de la comicidad, de esa complicidad con el “macho” que hace hablar un discurso represor. Y me retrotraigo a la comedia picaresca, a un  joven Sofovich, y proba blemente me que de corto, pero en ma teria de humor me parece un momento histórico de un país que se ve reflejado en esa forma de complicidad entre el humor y el poder.

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“El finado era virtuoso y rollizo” 

Dice Henri Bergson que la risa es una acción necesariamente social, que necesita de un

cómplice para hacer de la vida cotidiana una situación humorística. Esa sociedad puede ser

factual o implícita, el otro puede estar presente o no, pero en completa soledad ningún aspecto

de la vida es cómico sin relacionarlo con otros tantos de la vida en sociedad. En su ensayo “La

risa”, Bergson despliega una serie de situaciones que cataloga como típicas, y va en busca de

axiomas sobre la comicidad de las situaciones de la vida. Sin entrar en detalles, el autor llega a

la conclusión de que una gran parte de risas es arrancada por homologar la vida llamemos

“natural” a procedimientos mecánicos, repetitivos, maquíneos. En esa conjunción (que él llama

contraposición) es que se produce la risa. La repetición seriada de acciones, los movimientos y

reacciones esquemáticas, o toda aquella situación en donde aparezcan los engranajes en una

fisonomía humana, es que habrá impacto, y habrá risa. “Nos reimos siempre que una persona

nos de la impresión de una cosa” . Así, “el finado era virtuoso y rollizo” resulta una conjunción

de cuerpo y valores que choca. En la medida en que naturalizamos cuerpos cosificados, ¿de qué

nos reímos?

Decía antes que el humor necesita un cómplice. En clase se conversó sobre la identidad de ese

cómplice. Así, el humor puede ser liberador u opresor, con la misma facilidad. Bifo y Lazaratto

abarcan la posmodernidad, la decentralización del poder, de los mecanismos de control (como

los plantea Foucault para la era moderna) y refieren a una estructura desentralizada, donde el

oprimido incorpora al opresor en su actuar y lo refuerza. Cuando el “kapo” se convirtió en

“capo”, en una connotación positiva.

De la “slapstick commedy” al cuerpo como canal (y no como extensión McLuhaniana), a la

comedia picaresca de un Olmedo, ya no Piluso sino atravesado por el bastón Sofovicheano, hay

una naturalización del cuerpo-máquina, interpelado por un sistema de producción “invisible”,

en donde la enajenación es voluntaria, intencional y hasta pasada por gustosa. Hablábamos de

“Animales sueltos” y pensaba en cómo una mujer voluptuosa, maquillada por dentro, por

fuera, poco vestida y hasta linda entra en el círculo de la comicidad, de esa complicidad con el

“macho” que hace hablar un discurso represor. Y me retrotraigo a la comedia picaresca, a un

 joven Sofovich, y probablemente me quede corto, pero en materia de humor me parece un

momento histórico de un país que se ve reflejado en esa forma de complicidad entre el humor

y el poder.