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30 de .abril Cuando perder es ganar Le dolió a Jacob haber perdido la lucha contra el ángel, pero más le hubi- era dolido si hubiera seguido ganando siempre. Harold Kushner HAY CIERTAS LUCHAS de la vida cristiana que ganamos cuando per- demos. Esto fue lo que le pasó a Jacob en su lucha contra el ángel; puede parecer que perdió, pero aquella pérdida fue en realidad su mayor ganancia espiritual. Precisamente la ganancia que él necesitaba. La astucia había sido, hasta aquel momento, el punto fuerte de Jacob. Astuta- mente había negociado con su hermano los derechos de una primogenitura que no le correspondía, y el plan le había salido redondo. Con gran astucia se había aprovechado de la ceguera, tanto física como espiritual, de su anciano padre para obtener una bendición que no hubiera obtenido por ningún otro medio (o eso creía él). Y de nuevo años más tarde, a través de una jugada astuta, se li- beró de las garras de su suegro Labán, que curiosa- mente también se había valido de la astucia para aprovecharse de él. Por experiencia propia y ajena, Jacob se había convencido del poder de la astucia. Ser astuto y salir victorioso se habían conver- tido en sinónimos para Jacob, por eso tenía gran confianza en su propia capacidad para superar dificultades. Pero al mismo tiempo, con cada victoria social, obtenía una derrota espiritual: su relación con Dios salía perjudicada y su fortaleza moral iba en descenso. Hasta que llegó el punto de inflexión en su vida: el reencuentro con su hermano, el gran perjudicado por sus actos. Angustiado, Jacob comenzó a orar. Pero esta vez no le pidió a Dios que le diera una idea brillante con la que engañar a Esaú.* Simplemente dijo: "Señor [...] no merezco la bondad y fidelidad con que me has tratado [...]. ¡Por favor, sálvame de las manos de mi hermano!" (Gén. 32:8-12). Ya no confiaré en mi astucia; ya no buscaré yo la salida; me dejo en tus manos. Todas corremos el riesgo de confiar excesivamente en nuestras propias capa- cidades, ya sean naturales o adquiridas: la astucia, la intuición, la experiencia, la formación... El problema es que cada vez que obtenemos una victoria valiéndonos de nuestras cualidades personales, en realidad estamos cayendo derrotadas espi- ritualmente, pues dejamos de depender de Dios única y completamente. Es un engaño tan sutil como letal. Salgamos del error. Para ganar a Dios, hemos de perder las batallas que queremos ganar por nosotras mismas. "Confía de todo corazón en el Señor y no en tu propia inteligencia" (Prov. 3:5). * Harold S. Kushner, Lidng a Life thac Matters (Viviendo una vida que importa] (Nueva York: Anchor Books, 2002), p. 30.

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30 de .abril

Cuando perder es ganar Le dolió a Jacob haber perdido la lucha contra el ángel, pero más le hubi-

era dolido si hubiera seguido ganando siempre. Harold Kushner

H A Y C I E R T A S L U C H A S de la vida cristiana que ganamos cuando per-demos. Esto fue lo que le pasó a Jacob en su lucha contra el ángel; puede parecer que perdió, pero aquella pérdida fue en realidad su mayor ganancia espiritual. Precisamente la ganancia que él necesitaba.

La astucia había sido, hasta aquel momento, el punto fuerte de Jacob. Astuta-mente había negociado con su hermano los derechos de una primogenitura que no le correspondía, y el plan le había salido redondo. Con gran astucia se había aprovechado de la ceguera, tanto física como espiritual, de su anciano padre para

obtener una bendición que no hubiera obtenido por ningún otro medio (o eso creía él). Y de nuevo años más tarde, a través de una jugada astuta, se li-beró de las garras de su suegro Labán, que curiosa-mente también se había valido de la astucia para aprovecharse de él. Por experiencia propia y ajena, Jacob se había convencido del poder de la astucia.

Ser astuto y salir victorioso se habían conver-tido en sinónimos para Jacob, por eso tenía gran confianza en su propia capacidad para superar dificultades. Pero al mismo tiempo, con cada victoria social, obtenía una derrota espiritual: su relación con Dios salía perjudicada y su fortaleza moral iba en descenso. Hasta que llegó el punto de

inflexión en su vida: el reencuentro con su hermano, el gran perjudicado por sus actos. Angustiado, Jacob comenzó a orar. Pero esta vez no le pidió a Dios que le diera una idea brillante con la que engañar a Esaú.* Simplemente dijo: "Señor [. . .] no merezco la bondad y fidelidad con que me has tratado [...]. ¡Por favor, sálvame de las manos de mi hermano!" (Gén. 32:8-12). Ya no confiaré en mi astucia; ya no buscaré yo la salida; me dejo en tus manos.

Todas corremos el riesgo de confiar excesivamente en nuestras propias capa-cidades, ya sean naturales o adquiridas: la astucia, la intuición, la experiencia, la formación... El problema es que cada vez que obtenemos una victoria valiéndonos de nuestras cualidades personales, en realidad estamos cayendo derrotadas espi-ritualmente, pues dejamos de depender de Dios única y completamente. Es un engaño tan sutil como letal. Salgamos del error. Para ganar a Dios, hemos de perder las batallas que queremos ganar por nosotras mismas.

"Confía de todo corazón en el Señor

y no en tu propia intel igencia"

(Prov. 3:5).

* Harold S. Kushner, Lidng a Life thac Matters (Viviendo una vida que importa] (Nueva York: Anchor Books, 2002), p. 30.

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2 de abril k 101

Contenta con estar contenta El que esté contento con estar contento,

siempre estará contento. Lao Tse

" H E APRENDIDO a estar contento con lo que tengo" (Fil. 4:11, NTV), afirmó Pablo. Y no deja de ser intrigante el hecho de que se sintiera contento un hombre que experimentó privación, cárcel, hambre, sed, escasez de ropa, mal-trato, cansancio, injurias, constante persecución, peligro y adversidad (ver 1 Cor. 4:11-13). ¿Cómo logró el apóstol sentirse contento con lo que le había tocado en la vida siendo a todas luces una sucesión de penurias? ¡Yo quiero alcanzar esa misma plenitud!

Elena de White se hizo la misma pregunta que estoy formulando esta mañana para nuestra reflexión: "¿Cuál es la base del gozo del cristiano?" (Recibiréis poder, p. 85). Estoy segura de que quieres saberlo para experimentar ese gozo en tu propia vida. Su respuesta fue: "Es el resultado del sentido de la presencia de Cristo" (ibíd.). Bási-camente la misma explicación que el propio Pablo dio a su sentido invariable de contentamiento: "He aprendido el secreto de vivir en cualquier situación, sea con el estómago lleno o vacío, con mucho o con poco. Pues todo lo puedo hacer por medio de Cristo, quien me da las fuerzas" (Fil. 4:12, 13, NTV).

En estos tiempos que corren, muy poca gente se siente contenta con su vida porque dependen de las cosas externas y de las circunstancias que los rodean para sentirse contentos. Tal vez tú misma tienes dentro de ti una insatis-facción o un afán que te impiden estar contenta. Esto es tan común que el filósofo Schopenhauer se preguntó: "¿Existe algún hombre vivo que esté contento con lo que le ha tocado en la vida?" La respuesta es que sí, existe, y más de uno: todos aquellos que han aprendido a encontrar su verdadero contentamiento en la serena aceptación de una vida en obediencia a Dios.

El que ama a Dios, el que depende de Dios, el que confía en Dios, vive con-tento interna y externamente. No padece de ese mal moderno de nunca sentirse saciado que tanto explota la publicidad. No necesita el auto último modelo, ni la mejor casa, ni un gran título universitario, ni la popularidad, ni el dinero, ni el placer constante... Si se tienen todas esas cosas materiales, qué suerte, pero el verdadero contentamiento no proviene de ellas, sino que es de naturaleza pura-mente espiritual.

"Para quien está afligido, todos los días son malos; para quien está contento, son una fiesta constante" (Prov. 15:15).

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30 de .abril

No pierdas tu brújula Cuando se ha perdido la brújula, lo inmediato

es navegar a la deriva. Enrique Rojas.

"Todo lo que no se hace con la convicción que da la fe,

es pecado" (Rom. 14:23).

¿ H A S E S T A D O alguna vez en una casa que tiene cuarenta escaleras que no conducen a ninguna parte, doscientas puertas que dan a diversos muros, y numerosas ventanas que solo cubren paredes? ¿Una casa con trece cuartos de baño, ventanas de trece cristales y salones con trece lámparas? En serio, no es una pregunta retórica. Cuesta imaginarla, pero existe. Está en California. Y es que la realidad supera muchas veces la ficción. ¿Qué clase de mente pudo concebir una construcción semejante? Una mente perdida y sin brújula, porque no creía en las verdades de la Biblia. Me explico.

Sarah Winchester, nuera del hijo único del fa-'""•—"——»—— moso creador de los rifles Winchester, hizo construir

esa mansión tras la muerte de su esposo y de sus dos hijos. Sarah estaba convencida de que ella también moriría pronto, porque creía que la gran fortuna que había heredado estaba maldita por causa de la sangre de las personas que habían muerto a manos de los rifles Winchester. Para buscar una salida a su angustia, fue a visitar a un espiritista. El médium le aseguró que no moriría mientras no terminara de construir su casa de California. Por esa razón gastó toda su fortuna y empleó treinta y ocho años en edificar aquel desatino. Como no podía ser de otra manera, la muerte la encontró en 1922, sin haber

finalizado su proyecto. Esto es lo que pasa cuando ignoramos las verdades del evangelio: superstición,

miedo a la vida, desconocimiento de lo que nos espera más allá de la muerte, igno-rancia del amoroso carácter de Dios... Por muy ridículo que parezca, este suceso real no es más ridículo que otras insensateces que cometemos tú y yo por el simple hecho de que no siempre creemos al pie de la letra las indicaciones y las promesas de Dios. ¿Acaso no hacemos cosas que no haríamos si confiáramos plenamente en nuestro Padre celestial? ¿Acaso no tenemos afanes que no tendríamos si estuviéramos con-vencidas de ciertos pasajes bíblicos? Créeme, cuando no se confía plenamente en Dios se pueden cometer muchas locuras, por muy cuerdas que nos puedan parecer.

En lugar de reírnos de la señora Winchester, lo que conviene es que nos ana-licemos a nosotras mismas y aprendamos a vivir única y exclusivamente por la fe, porque "todo lo que no se hace con la convicción que da la fe, es pecado" (Rom. 14:23).

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¿Cómo es nuestro testimonio? La cortesía es el aceite que suaviza tos frotamientos inevitables

de la máquina social. Rafael Barrett

N A R A Y A N T I L A K pertenecía a la casta de los brahmanes, la más alta de la India. Había sido educado en un entorno hostil al cristianismo. De hecho, se declaraba enemigo de Jesús y de sus seguidores, a pesar de que nunca había leído una sola página de la Biblia ni había oído ninguna predicación cristiana.

Cuando el rey del estado de Rajnandgaon le pidió que fuera profesor y fun-cionario de su gobierno, Narayan se subió en el primer tren. Entró en el com-partimento y se dio cuenta de que había un inglés allí. "Oh, no -pensó-, voy a tener problemas. No está permitido que un indio se siente con un inglés. Si me denuncia, caeré en desgracia". Pero el europeo le sonrió, le dio la bienvenida y se hizo a un lado para dejarle espacio. "Este europeo tiene modales" pensó Narayan, y comenzaron a conversar.

Cuando supo que Narayan era profesor, el in-glés le preguntó su opinión sobre un poema en sánscrito. "¿Será posible que a este extranjero le interese nuestra poesía? -pensó Narayan- De ver-dad parece un hombre diferente". Pasaron de la poesía a la filosofía y después a temas espirituales. Narayan pidió que le dijera cosas que Jesús hubiera dicho. "Ama a tus enemigos". "Haz bien a los que te hacen mal..." Finalmente el hombre le regaló un ejemplar del Nuevo Testamento. Narayan pro-metió leerlo. Y lo leyó. Y se convirtió. Y perdió su casta. Y perdió su esposa y a su hijo. Y perdió su trabajo. Lo perdió todo. Pero en todo momento se sintió consolado por el Señor. Narayan compuso varios himnos y escribió un libro con su testimonio.*

Nunca se podrá insistir lo suficiente ni exagerar demasiado el valor del testi-monio cristiano. La cortesía, la bondad, la generosidad, la falta de egoísmo, la in-tegridad, la rectitud... convierten corazones ajenos y el nuestro propio. Cada acto de amor y desinterés profundiza más y más en nosotras nuestro convencimiento de su eficacia y de la obra del Espíritu Santo. Considera tu testimonio ahí donde vives, quizá puedas derribar prejuicios y cambiar vidas si permites que los frutos del Espíritu hagan mella en ti.

"El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley" (Gál. 5:22, 23, RV95).

* Ron y Dorothy Watts, Pouierful Passages [Pasajes bíblicos poderosos] (Idaho: Pacific Press, 1996), pp. 65-69.

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30 de .abril

En lugares oscuros y profundos Cuando las cosas se pongan negras, recuerda que el universo comenzó

con la oscuridad. Norman Vincent Peale

SI ESTÁS sufriendo, me solidarizo contigo; yo también he sufrido. La muerte de mi padre cuando tenía once años, el despido de un empleo en el que lle-vaba nueve años muy felices, la pérdida de más de una amiga, apuros económicos para llegar a fin de mes, tener que emigrar de mi país, un novio que no era lo que parecía... Mejor no sigo. No me atrevo a decirte que te animes, que veas el lado positivo, que pronto pasará... Sé que algunos dolores son insoportables, y que se siente una como si la hubieran "echado en lo más hondo del hoyo, en lugares oscuros y profundos" (Sal. 88:6). Esa oscuridad es terrible.

Pero fíjate en este texto: "En el comienzo de todo, Dios creó el cielo y la tierra. La tierra no tenía entonces ninguna forma; todo era un mar profundo cubierto de oscuridad" (Gén. 1:1, 2). Como ves, Dios creó la luz partiendo de la oscuridad. Antes de la creación, la tierra era un mar profundo cubierto de oscuridad (exactamente como te sientes tú ahora) y de ahí, creó la luz.

Siglos después, en el Sinaí, "Moisés se acercó a la densa oscuridad en la que estaba Dios" (Éxo. 20:21, NVI) activamente presente con su pueblo durante su peregrinar por el desierto. En otras pa-labras: Dios no solo está presente en la oscuridad, sino que actúa en ella, crea a partir de ella, no se ve

limitado en ningún sentido por ella. Así que este es mi mensaje para ti: en tu oscuridad, por muy profunda que

sea, Dios no solo está presente, sino que está actuando para hacer de ti la mayor luz que puedas llegar a ser. Sin minimizar por un segundo la dura realidad de tu dolor, te pido que confíes en que Dios encontrará la forma de crear luz a partir de tu oscuridad; él te ayudará a construir si no te dejas seguir arrastrándote por esa fuerza totalmente destructiva. Lo que te digo es: mantén la fe.

En medio del dolor, lo único que funciona es mirar al Señor, porque "los que miran al Señor quedan radiantes de alegría y jamás se verán defraudados" (Sal. 34:5).

"El mismo Dios que mandó que la luz brotara de la oscuridad,

es el que ha hecho brotar su luz en nuestro corazón, para que

podamos ¡luminar a otros, dándoles a conocer la gloria de Dios"

(2 Cor. 4:6).

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l o d e abril X l O ^

Inspirada, no desesperada No pierdas el tiempo lamentándote

por lo que no puedes cambiar. Norman Vincent Peale

No SÉ si a ti te habrá pasado pero yo, en ocasiones, me he avergonzado de las personas que estaban conmigo. Por ser familiares míos, o amigos míos, en fin, gente cercana a mí, sentía como una responsabilidad por su conducta y me frus-traba cuando no estaban públicamente a la altura. A veces, incluso me pasaba con desconocidos. En el fondo, era orgullo herido: no quería que me asociaran con gente que llamara la atención de manera negativa. Me preocupaba demasiado mi imagen.

Pasado el momento de incomodidad, siempre me quedaba pensando que no era positivo lo que yo sentía, y deseaba encontrar un modo de superar aquel senti-miento de inferioridad. Estudiar la vida de Jesús y ser consciente del poder de Dios para ayudarme a superar ciertas limitaciones, me hicieron madurar a este respecto. Hoy le pido a Dios que me inspire una respuesta o una solución oportunas cuando me siento tentada a avergonzarme de alguien. Como inspirado estuvo Paderewski en este relato que se cuenta sobre él.

Una madre llevó a su hi jo de ocho años a un concierto del gran pianista polaco. Como el niño tenía talento musical, la mamá creyó que le haría bien escuchar en directo a Paderewski. Ya dentro de la sala, la madre se paró a saludar a unos co-nocidos y el niño, cansado de esperar, se subió al escenario. Sin darse cuenta, el encargado del evento abrió el telón para dar paso a Paderewski, pero quien apareció sentado al piano fue el pequeño, golpeando en las teclas una melodía infantil. ¡Imagínate la vergüenza de aquella mujer!

Pero Paderewski no se avergonzó. No dudó en salir al escenario. Se sentó junto al pequeño y le dijo: "Sigue tocando". Y comenzó a acompañar la melodía con un arreglo improvisado. De esa manera convirtió una situación embarazosa para todo el mundo, en un momento emocionante y maravillosamente creativo.*

Pide ayuda a Dios para que te dé confianza y fortaleza cuando te sientas ten-tada a sentir vergüenza ajena, e inspiración para salir del paso con una refinada elegancia cristiana. Jesús no se avergüenza de ti ni de mí, a pesar de que le damos sobrados motivos para hacerlo.

"El Hijo de Dios no se avergüenza de llamarlos hermanos" (Heb. 2:11).

* Norman Vincent Peale, Bible Power for Successful Living (Nueva York: Peale Center for Christian Living, 1993), p. 34.

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30 de .abril

La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad

Es fácil hablar claro cuando no va a decirse toda la verdad. Tagore

A P U N T O de tomar un avión para regresar a casa, una mujer llamó a su esposo: "¿Cómo está mi gato?", preguntó. "Muerto", respondió él. "¡Por favor, no seas tan sincero! - lo reprendió ella- ¿Por qué no me dices las cosas con más tactor' "¿Qué quieres decir?", preguntó él. "Que podrías habérmelo contado poco a poco. Primero haberme dicho que el gato se había subido al tejado, y cuando te volviera a llamar en mi próxima escala podías haber añadido que estaba actuando de forma rara. En el aeropuerto me hubieras dicho que lo habías llevado al veterinario, y al llegar a casa, que el gato había muerto". "Está bien, la próxima vez no seré tan sin-

cero", asintió el esposo. Acto seguido, ella preguntó: "¿Y cómo está mi madre 7 "Humm, se ha subido al tejado".*

Hombres y mujeres... ¿verdad? Está claro que somos muy diferentes. Pero más allá de esa primera lectura superficial, la esencia del mensaje es esta: ¿Qué concepto tenemos de la sinceridad? ¿Decimos las cosas con el necesario tacto cristiano, es decir, llenas de verdad pero al mismo tiempo llenas de amor? La verdad es la verdad, ¿quién podría estar a favor de ocultarla? Si tengo cáncer y me voy a morir prefiero saberlo para poner mis cosas en orden, pero qué bueno si me lo dicen con tacto... La cuestión es

que el verdadero tacto, ese que marca para bien la vida de la gente, solo proviene de una relación íntima con Dios; es una respuesta al increíble tacto que él usa con nosotras, fruto de su amor.

La verdad puede granjearnos enemigos, pero si queremos ayudar a alguien señalando algo grave en su vida, debemos decírsela pata que tome conciencia; pero decírsela con compasión, poniéndonos en su lugar si tuviéramos que oír ese mensaje.

"Jesús no suprimía una palabra de la verdad, pero siempre la expresaba con amor. En su trato con la gente hablaba con el mayor tacto, cuidado y misericor-diosa atención. Nunca fue rudo ni pronunció innecesariamente una palabra severa, ni ocasionó a un alma sensible una pena innecesaria. No censuraba la debilidad humana. Decía la verdad, pero siempre con cariño. Denunciaba la hipocresía, la incredulidad y la iniquidad; pero las lágrimas velaban su voz cuando profería sus agudas reprensiones" (E¡ camino a Cristo, cap. l,pp. 17,18). Ahí está, una vez más, nuestro único ejemplo a imitar.

"Tres cosas hay que son permanen-tes: la fe, la esperanza y el amor;

pero la más importante de las tres es el amor" (1 Cor. 13:13).

* Max Lucado, Como Jesús (Miami: Editorial Caribe, 1999), pp. 95,96.

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30 de .abril

Una fe que mueve montañas ¡Mujer , qué grande es tu fe! Hágase como quieres. Jesús

C U E N T A U N A A N T I G U A H I S T O R I A que había dos tribus guerreras en los Andes, una que vivía en el valle y otra en lo más alto de la montaña. Un día, los habitantes de la montaña saquearon las tierras del valle y, entre otras cosas, se llevaron a un bebé. Los habitantes del valle vieron la necesidad de subir a la cima de la montaña para rescatar al pequeño, pero no sabían cómo hacerlo. No conocían los senderos que utilizaban los habitantes del lugar, ni sabían dónde encontrarlos o cómo perseguirlos por el escarpado terreno al que no estaban acostumbrados. Aun así, enviaron a algunos hombres fuertes a escalar la montaña y rescatar al bebé.

Aquellos hombres intentaron por todos los medios llegar al destino, pero tras varios días de esfuerzos no lograron encontrar el poblado. Desesperanzados e impotentes, decidieron — — — — — que su causa estaba perdida y se prepararon para re-gresar a su aldea. Mientras descendían, se encontra-ron con la madre del bebé que bajaba la montaña " L e s aseguro que si t ienen fe llevando a su hijo a la espalda. Uno de los hombres Y no d u d a n " l e s respondió Jesús-le preguntó: "¡¿Cómo pudiste subir esta montaña y no s o l ° h a r á n lo <lue he h e c h o c o n

encontrar el poblado si nosotros, que somos hom- la h i 9 u e r a . s i n o <lue P o d r á n d e c i r l e

bres fuertes, no hemos podido lograrlo?!" La mujer a e s t e m o n t e : ' ¡ Q u í t a t e de a h í

se encogió de hombros y respondió: "Es que el bebé V t l r a t e a l m a r ! ' " ( M a t 2 1 : 2 1 ) ' es mío, no de ustedes".*

¿Qué es lo que nos hace superar pruebas en la vida? No cabe duda de que la motivación, el valor del objetivo, la fe, la esperanza y el amor son los elementos que nos dan esa convicción interna de que podremos lograr algo con la ayuda de Dios. Sin ellos, nuestros mayores esfuerzos de poco servirán.

¿Recuerdas el relato de los doce espías de Israel enviados e explorar la tierra de Canaán? Diez de ellos, embargados por la incredulidad y el desaliento, únicamente vieron las dificultades y peligros que, como montañas gigantes, hacían imposible a sus ojos el cumplimiento de la promesa de Dios. "No podemos subir contra aquel pueblo", dijeron (Núm. 13:31, RV95) . Pero hubo dos hombres, Josué y Caleb, que únicamente miraban a Dios, y el poder que él nos da para escalar montañas, superar dificultades y resistir pruebas. Que su espíritu de confianza en Dios, de fe y valentía te inspiren a lo largo del día de hoy, y de tu caminar cristiano.

* Jim Stovall, Sopa de pollo para el alma de la madre, citado en "Dios es madre", http://cpm.com. es/dios-es-madre/ [consultada el 16 de junio de 2013].

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30 de .abril

Obedecer o no obedecer Las Santas Escrituras deben ser aceptadas

como dotadas de autoridad absoluta. Elena de White

EN LA U N I V E R S I D A D DE Y A L E se real izó un experimento muy inte-resante. El doctor Stanley Milgram seleccionó a varias personas y les dijo: "Ustedes serán mis colaboradores en un estudio sobre la tolerancia al dolor. En esa silla se sen-tará un hombre conectado a la corriente, y cada uno de ustedes tendrá una palanca con la que controlará la intensidad de las descargas. Cuando lo deseen podrán dejar de administrarle corriente". Las órdenes estaban claras. Lo único que no sabían era que el hombre de la silla era un actor, y que en realidad no iba a recibir ninguna descarga.

A la orden de Milgram, los sujetos fueron aumentando la intensidad de las des-cargas, hasta que el hombre comenzó a gritar: "¡Por favor, paren, no puedo más!" Pero Milgram dio una contraorden: "Ignoren sus gritos y aumenten la po-tencia". A pesar de que no tenían ninguna razón para hacerle daño y que podían dejar de hacérselo

" ¡No tengan miedo! Dios quiere cuando quisieran, la terrible verdad es que todos ponerlos a prueba. Si ustedes lo continuaron infligiendo dolor a un desconocido sim-obedecen, todo les saldrá b ien" p l e m e n t e p o r q u e alguien con autoridad se lo había

(Éxo. 20:20, TLA). o r d e n a d o *

Qué concepto tan equivocado de la autoridad. Y sin embargo, cuán cierto es que en ocasiones, aunque algo no nos parezca correcto ni moral, lo hacemos porque la persona que tiene el mando nos lo pide/exige. Al fin y al cabo, si está mal, es culpa

de quien dio la orden, ¿no? ¡¡¡Pues no!!! Nuestros actos y sus consecuencias, como adultas que somos, son responsabilidad nuestra, única y exclusivamente. Por eso lo mejor es que revisemos bien nuestro concepto de autoridad y a quién se la con-cedemos, no vaya a ser que estemos haciendo un daño irreparable.

Este mensaje inspirado resulta revelador: "El que tiene la ley de Dios escrita en el corazón obedecerá a Dios antes que a los hombres, y desobedecerá a todos los hombres antes que desviarse en lo mínimo del mandamiento de Dios. Los hijos de Dios, enseña-dos por la inspiración de verdad e inducidos por una buena conciencia a vivir según toda Palabra de Dios, tendrán su ley escrita en el corazón como la única autoridad que puedan reconocer u obedecer. La sabiduría y la autoridad divina son supremas" (Conse-jos para la iglesia, p. 572) . No temas desobedecer a nadie cuando obedecer te lleve a desviarte lo más mínimo de los principios de Dios.

* Harold S. Kushner, Living a Life that Matters [Viviendo una vida que importa] (Nueva York: Anchor Books, 2002), pp. 46,47.

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30 de .abril

Un hábito del alma U n a persona realmente cortés

es una persona realmente religiosa. Fulton J. Sheen

SE C U E N T A que George Washington, el primer presidente de los Estados Unidos, se cruzó en una ocasión con un esclavo que se quitó el sombrero y lo saludó: "Buenos días, general Washington". Inmediatamente el presidente se quitó también su sombrero e inclinó la cabeza haciendo un gesto de cortesía hacia el esclavo. El general Lafayette, que acompañaba a Washington, le preguntó: "¿Por qué se inclinó ante el esclavo V' Obviamente, los convencionalismos y etiquetas no lo requerían, por ser aquel hombre de condición social infinitamente inferior a la suya. Washin-gton contestó: "No puedo concebir que nadie sea más cortés que el presidente". Interesante anécdota, como interesante es el concepto que tenemos de la cortesía; Virtud que, por CiertO, brilla por SU ausencia.

Tendemos a confundir cortesía con etiqueta, pero son dos realidades bien distintas. La etiqueta, mero convencionalismo social, se aprende con el fin último de cuidar nuestra imagen, de fomentar en los demás un buen concepto de nosotras. Sin "Den preferencia a los demás" embargo, la etiqueta parte del convencimiento (Rom. 12:10, PDT). de que no todos somos iguales, se aplica haciendo acepción de personas en función de la clase social o la autoridad. De acuerdo a la etiqueta, Wash-ington no debía en absoluto haberle hecho una reverencia al esclavo; si lo hizo, fue porque tenía un concepto elevado de los demás, fueran esclavos o fueran lo que fueran. Cuando uno se cree más que el otro, es imposible que lo trate con cortesía.

La cortesía brota de un convencimiento interno de que todos somos hijos de Dios, y conduce a un trato profundo con todos, ricos o pobres, patrones o esclavos, independientemente de la autoridad o posición social que tengan. La cortesía "es un hábito del alma";* es la manifestación externa a través de nuestros actos de una profunda convicción espiritual interna. "El evangelio no fomenta la cortesía formalista [la etiqueta], tan corriente en el mundo, sino la cortesía que brota de la verdadera bondad del corazón" (El colportor evangélico, p. 207) . Porque "la esen-cia de la verdadera cortesía es la consideración hacia los demás [...] y estimula la bondad hacia todo el mundo" (La educación, cap. 27, p. 216) .

Cuánto hemos de cambiar por dentro para que lleguemos a tratar a los demás con verdadera cortesía cristiana en todas circunstancias. Eso solo viene de Dios.

* Fulton J. Sheen, On being human [sobre el ser humanol (Nueva York: Universal Press Syndycate, 1982), p. 177.

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1 1 0 11 de abril

Cuida tu reserva de aceite No hay campo de acción más importante que el señalado a los fundadores y protectores del hogar. Elena de White

P O R AQUELLOS días en que los faros funcionaban con lámparas de aceite, había un farero que lograba mantener su llama ardiendo gracias a los suministros que recibía una vez al mes. Una noche, aquel farero recibió la visita de una mujer que necesitaba aceite para calentar a su familia, y él se lo proveyó. Otra noche un vecino le pidió aceite para lubricar una rueda, y él se lo cedió. A la noche siguiente, otro vecino necesitó aceite para sus propias lámparas, y se lo regaló. Petición tras petición, al farero le parecían todas legítimas, así que no se atrevía a decir que no. Antes de finalizar el mes, el faro se apagó, pues se había terminado la reserva de aceite. Lamentablemente, unos cuantos barcos se estrellaron contra la costa.*

„ „ « m , a . » m m m „ m _ ¡Quién pudiera suplir todas las necesidades del mundo! ¡Quién pudiera complacer a todas las per-sonas que se acercan a nosotras, y no tener que decir nunca que no! Pero así no es como funcio-nan las cosas. Lo cierto es que hemos de estar bien

"Vayan a los que venden aceite c e m r a d a s e n n u e s t r a ¡ a m i s j ó n b i e n y compren para ustedes mismas , _ . . , » , ' . .„„. dientes de nuestra propia reserva espiritual. Asi Mat. 25:9, NVI . . .

como la misión del farero no es suministrar aceite a particulares sino impedir que los barcos choquen contra la costa, tú y yo debemos tener claro cuál es nuestro primer campo misionero en la vida, ese al que no podemos fallarle, y ceñirnos a lo que Dios requiera de nosotras para llevarlo a cabo con éxito.

¿Soy esposa? Entonces he de edificar mi relación matrimonial, recordando que "el hogar es el primer campo misionero al que he sido llamada a trabajar" (El hogar cristiano, cap. 32, p. 189). ¿Soy madre? Entonces he de criar a mis hijos con paciencia y visión de futuro, teniendo siempre bien presente que "esas preciosas plantas de mi jardín exigen mi primer cuidado" (ibíd.).

Querida amiga, consideremos cuidadosamente nuestro camino, la obra que Dios pone delante de nosotras, y centrémonos en ella. Bajo ningún concepto pongamos en peligro el cumplimiento fiel de nuestra primera responsabilidad en la vida desperdiciando nuestra reserva de aceite en afanes que nos impedirán alum-brar nuestra propia casa. Esa pequeña llama del hogar cristiano será en sí misma un faro que conduzca a quienes lo ven a la verdadera fuente inagotable de aceite.

* Max Lucado, Como Jesús (Miami: Editorial Caribe, 1999), p. 86.

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30 de .abril

¿Por qué camino iré? El hombre superior es persistente en el camino cierto. Confucio

EL CAMINO que eligió Henri Nouwen fue uno muy poco popular. Este sa-cerdote holandés había sido profesor en las prestigiosas universidades de Harvard, Yale y Notre Dame, pero sintió que aquel no era su llamado y los últimos diez años de su vida los pasó cuidando a discapacitados mentales en Ontario, Canadá. Entre esos discapacitados estaba Trevor.

En una ocasión, Henri llamó a un hospital para pedir cita para Trevor, y cuando los administradores del centro se enteraron de que el famoso profesor y escritor Henri Nouwen iba a hacerles una visita, le pidieron que comiera con los administradores, los médicos y los enfermeros del centro. Así que prepararon un almuerzo en el salón más especial del edificio. Cuando llegó al salón, Henri buscó por todas partes a Trevor, pero no estaba allí. , "¿Dónde está Trevor?", preguntó. Le dijeron que los pacientes no podían comer allí, era una polí-tica del hospital. "¡Pero el propósito de mi visita es estar con Trevor! Si Trevor no puede comer con "Engañoso es el corazón más nosotros, me voy", afirmó Nouwen.* que todas las cosas, y perverso;

Al contrario que el farero del relato de ayer, ¿quién lo conocerá?" Henri Nouwen estaba bien centrado en su misión. (Jer. 17:9, RV95). Obviamente, en aquel caso, ayudar a un enfermo mental no era compatible con codearse con gente que lo admiraba. De haberlo hecho, su luz hubiera dejado de brillar para Trevor, para quien Henri era — — — un faro en su oscuridad. Henri no se dejó distraer por factores como la fama o el prestigio; no había protocolos que no estuviera dispuesto a romper para cumplir con su deber.

Cuán fácil es desviarse del camino que Dios abre ante nosotras. ¡Incluso a un profeta le sucedió! Dios le había ordenado no detenerse a comer ni a beber por el camino, pero un falso profeta lo invitó, y él cedió, dando prioridad a la voz hu-mana y dejando de lado el llamamiento divino (ver 1 Reyes 13:11-24). Se desvió de su camino, y su luz dejó de brillar para otros. Así de sutiles son los desvíos, y así de radicales sus consecuencias.

En la Biblia, así como en nuestra vida, podemos encontrar experiencias de personas que se mantuvieron bien centradas en su misión y de personas que la abandonaron por seguir otros caminos. Valoremos esos casos, sopesemos nuestra vida, y elijamos el camino que nos permita ser el faro a través del cual brille la luz de la verdad.

* John Ortberg, The Me l Want To Be [El yo que quiero ser] (Michigan: Zondervan, 2010), pp. 22, 23.

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30 de .abril

Agentes de cambio La grandeza espiritual no tiene nada que ver con ser mejores que los

demás; tiene todo que ver con dar lo mejor que cada uno puede dar. Henri Nouwen

"Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abun-

dancia" (Juan 10:10).

¿ Q U É SUCEDIÓ finalmente con Trevor, el amigo especial de Henri Nouwen? ¿Lo habrán dejado entrar al salón y comer con los médicos y adminis-tradores del hospital? Pues sí. Y lo que sucedió después es sumamente inspirador.

Todos estaban entusiasmados con la visita. Henri se sentó a la mesa al lado de Trevor, pero estaba tan entretenido hablando con la persona sentada a su otro lado que no se dio cuenta de que Trevor se había levantado con un vaso en la mano. "Propongo un brindis", dijo mirando a todos los presentes. Todo el

mundo hizo silencio, a la expectativa de lo que • 1 1 — « diría aquel enfermo mental. Y entonces Trevor

empezó a cantar: "Si estás feliz,

tú puedes aplaudir; si estás feliz,

tú puedes aplaudir; si en verdad estás contento

tu sonrisa es el reflejo; si estás feliz, tú puedes aplaudir".

Aunque al principio nadie supo cómo reaccio-nar, al ver la cara de Trevor, resplandeciente de feli-cidad al lado de su amigo Henri, todos comenzaron a cantar; tímidamente al principio, pero después

con gran entusiasmo. Todos cantaban bajo la dirección de Trevor. Nadie pensaba en protocolos, ni en separar a los profesionales de los enfermos... durante unos instantes todos estaban en sintonía, dando lo mejor de sí mismos.

¿Qué es lo que hace falta para que se despierte lo mejor de uno mismo? En el caso de Trevor, un enfermo mental, hizo falta el toque desinteresado y desprejui-ciado de Henri; en el caso de Henri, un prestigioso escritor y profesor universita-rio, el toque único y definitivo del Maestro. Ese toque que le permitió descubrir su verdadera vocación y tratar a todos con la misma dignidad, independientemente de títulos, dinero o prestigio. Cada persona requiere un toque sutil y a la vez pro-fundo para que se despierten en ella sus mejores cualidades, aún latentes. Nosotras tenemos a Dios a nuestro alcance para que él obre en nosotras el cambio con el toque de la fe, pero mucha gente depende de nuestro toque personal para desarro-llar su potencial. Quizá nosotras seamos el único contacto en su camino que les permita ver una realidad que los motive a dar lo mejor de sí. ¿Qué tal si vivimos una vida enfocada en el cambio, primero el nuestro, y luego el de los demás?

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de abril

Odio al ocio Más que nada, temo no hacer nada. Charles Colson

M U C H A GENTE ve el trabajo como un mal necesario, pero en realidad sueñan con vivir una vida ociosa, libres de horarios y oficinas, sin la presión de la productividad... Si no fuera por la necesidad económica que los apremia, se levantarían a cualquier hora, y no harían nada más que lo que les gusta. Poco se han parado a reflexionar en cuán dañinas serían las consecuencias de ceder a esta moderna y antibíblica manera de pensar. Si algún día lográramos vivir así, ¿qué satisfacción encontraríamos en la vida?

El ocio no es una bendición, sino una gran maldición. "Dios ha bendecido a los seres humanos con nervios, órganos y músculos; y no deben permitir que se de-terioren a causa de la inacción, sino que necesitan fortalecerlos y mantenerlos saludables mediante el ejercicio. No tener nada que hacer es una gran desgracia, porque el ocio siempre ha sido y siempre será una maldición para la familia humana" (Con-ducción del niño, cap. 21, p. 129).

Trabajar da vida; no hacer nada resta vida. Estar activas nos da energía; estar inactivas nos la roba. El trabajo nos orienta hacia objetivos; el ocio dis-persa nuestra mente y la predispone hacia el mal. Trabajar nos ayuda a conocer nuestra identidad y a encontrar un propósito en la vida; no hacer nada no ayuda a nada de nada. Si a algo hemos de temer no es al trabajo, la productividad ni la actividad continua, sino al ocio y a la indolencia.

La actividad es fuente de vida y de riqueza mental, sin embargo, "las manos ociosas conducen a la pobreza" (Prov. 10: 4, NV1), no solo económica, sino tam-bién mental y espiritual. "El trabajo juicioso es tónico para la familia humana. Hace fuertes a los débiles, ricos a los pobres, felices a los desgraciados. Satanás [...] nunca tiene más éxito que cuando se acerca a los hombres en sus horas de ocio" (Consejos para los maestros, cap. 37, p. 265).

Teniendo esto en cuenta, procuremos hacer de la oficina, la computadora o la cocina nuestro propio altar, en el que mostremos a Dios la importancia que con-cedemos a los valores que nos ha transmitido a través de su Palabra. Centrémonos en lo positivo que aporta a la vida el trabajo constante y la actividad (incluidas toda actividad misionera y de ayuda humanitaria), teniendo en cuenta la gloria de Dios. Y de cuando en cuando, alguna actividad lúdica, no reñida con la espiri-tualidad, tampoco viene mal.

Más que nada, teme no hacer nada.

"Amados hermanos, les damos el siguiente mandato en el nombre de nuestro Señor Jesucristo: aléjense de todos los creyentes que llevan vidas ociosas" (2 Tes. 3:6, NVT).

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Una verdad absoluta Los jóvenes no ven la Biblia como la revelación de Dios,

sino como relatos inspiradores que los ayudan a formarse su propio concepto de "verdad". Josh McDowell

L O S J Ó V E N E S de hoy no lo tienen fácil. Ni siquiera nuestros hijos, criados en la iglesia, son inmunes al relativismo que impera. Acércate a escucharlos y verás que se expresan en términos como: "Yo lo veo así, pero tú puedes verlo de otra manera"; "En mi opinión, lo que Dios quiere decir es esto, pero tú puedes opinar distinto". Sus palabras indican que, para ellos, la verdad de la Biblia no es objetiva y absoluta, sino que viene determinada por el filtro de sus propios razo-namientos y su manera de ver la vida. No acuden al texto bíblico para descubrir

en él qué es verdad y qué no lo es; qué es correcto o incorrecto. Buscan dentro de sí mismos una verdad que se acomode a su propia experiencia, y es en esa verdad en la que creen.

Por eso hoy, no es suficiente con que crean en algo, pues esa creencia seguramente estará mucho más fundamentada en sus propias preferencias y opiniones, en sus sentimientos o emociones, que en un "así dice Jehová". ¿Cómo ayudarles a ir más allá de la creencia subjetiva hasta llegar al conven-cimiento de una verdad objetiva, absoluta y rele-vante para sus propias vidas? ¿Cómo contrarrestar la influencia del pensamiento posmoderno y lle-varlos a entender que la Palabra de Dios presenta

una verdad objetiva, que pueden llevar a su propia experiencia? Lo primero es que nosotras, madres, educadoras y dirigentes, nos mostremos

a nuestros hijos y jóvenes como ejemplos reales de vidas fundamentadas en los sólidos principios bíblicos. No tanto por palabra sino por obra, que es como ellos entienden, podemos acercarlos al cristianismo real. Además de mostrar esta co-herencia, hemos de comprender que lo que ellos más valoran son las relaciones positivas y significativas. Si nos relacionamos con ellos con amor, tolerancia y paciencia, les estaremos facilitando su propia relación con Jesús, quien vino a este mundo para mostrarnos cuánto valora el Padre tener una relación estrecha con cada uno de sus hijos. La verdad no es un concepto abstracto, sino una persona, Jesús, que desea una relación real y diaria con ellos.

Creer en Jesús debe conducir a una relación estrecha con él. Ayudemos a nuestros jóvenes a desarrollarla, y Jesús hará el resto. Ayudémosles a encontrarse con ese que es el camino, la verdad y la vida.

"Dios es siempre el mismo: en él no hay variaciones ni oscurecimientos"

(Sant. 1:17).

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l é d e abriL

¿Un canal abierto o un canal cerrado*? El Espíritu Santo siempre está listo para guiarte

a la mejor versión de ti misma. John Ortberg

C O M P R A N D O en el supermercado, una mujer oyó a un padre hablando con su pequeño de dos años: "Ten paciencia, Billy. Tú puedes hacerlo, Billy. No te impacientes, Billy". Fascinada por lo que veía, la mujer se acercó y le dijo: "Disculpe, pero quiero felicitarlo por lo paciente y cariñoso que es usted con el pequeño Billy". El hombre respondió: "Mi hijo se llama Patrick, Billy soy yo".* Por lo visto, Billy necesitaba que una vocecita lo animara a seguir poniendo en primer lugar la educación de su hijo, sometiendo para ello su propia naturaleza impaciente. Así sucede en la vida cristiana; nuestra mayor necesidad es la de mantenemos conectadas a esa vocecita del Espí-ritu Santo.

"No apaguen el fuego del Espíritu" (1 Tes. 5:19), nos aconsejó el apóstol Pablo, porque es a través de él que todo fluye en nuestra vida. Las cosas que ha-cemos, los rasgos de carácter que potenciamos, las inclinaciones naturales que acariciamos, los gustos que adquirimos, los hábitos que desarrollamos, o bien nos llevan a abrir nuestro corazón a la influen-cia del Espíritu o a cerrarlo.

El Espíritu de Dios está siempre listo para guiar-nos. Y gracias a Dios por eso, porque por mucha fuerza de voluntad que yo tenga, por mucho que lo intente o que quiera cambiar por mí misma, esa ba-talla está perdida. Porque "queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí, pues según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros" (Rom. 7:21-23, RV95). Mi única opción de victoria pasa por mantener todos los canales abiertos a la obra del Espíritu en mí.

¿Qué debe cambiar en mi vida para que el Espíritu de Dios siga fluyendo a través de mí? ¿Qué es lo que me impide seguir percibiendo esa vocecita hablándole a mi conciencia? ¿Tal vez un sentimiento de superioridad o justicia propia? ¿Tal vez un carácter impaciente o una tendencia que me domina? El quid de la victoria cristiana es seguir siendo sensibles a la voz de Dios, seguir manteniendo vivo en nosotras el fuego del Espíritu. Entonces él seguirá produciendo tanto "el querer como el hacer, por su buena voluntad" (Fil. 2:13, RV95).

"Si ahora vivimos por el Espíritu, dejemos también que el Espíritu nos guíe" (Gál 5:25).

* John Ortberg, The Me I Want To Be [El yo que quiero ser] (Michigan: Zondervan, 2010), p. 42.

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« J 1 ^ M 17 de abril

De la humillación a la humildad El orgullo es hijo de la ignorancia; la humildad

es hija del conocimiento. Fulton J. Sheen

H U B O UN TIEMPO en que las biografías que se publicaban eran las de hombres y mujeres cuyas vidas habían dejado un impacto positivo en la historia de la humanidad. La intención que había detrás era claramente inspirar al lector/ espectador a vivir vidas significativas por medio de la imitación de aquellos gran-des personajes. Hoy, sin embargo, consumimos biografías de vidas escandalosas, porque nos ayudan a alimentar nuestro ego (como si necesitara ser alimentado) al hacernos sentir que somos mejores que ellos. Por una parte, al regodearnos en los pecados ajenos llegamos a creer falsamente que somos superiores a otros, y nos lle-namos de orgullo; por otra parte, al reflexionar en las grandezas ajenas llegamos a

sentirnos falsamente humillados cuando nos com-paramos con ellos. Como siempre, el ego entorpece el camino de nuestro crecimiento personal.

El apóstol Pablo escribió: "Por nuestro ejemplo aprendan ustedes a no ir más allá de lo que está escrito, para que nadie se hinche de orgullo [...]. Pues, ¿quién te da privilegios sobre los demás? ¿Y qué tienes que Dios no te haya dado? Y si él te lo ha dado, ¿por qué presumes, como si lo hubieras conse-guido por ti mismo?" (1 Cor. 4:6, 7). No ha lugar a presumir de ser más listas o más talentosas, hemos nacido con una serie de talentos y eso es lo que podemos aportar. Y tampoco ha lugar a presumir

de nuestras realizaciones debidas al esfuerzo personal, pues nuestras miras han de ser engrandecer nuestro entorno -y no nuestro ego- de manera altruista. Ese es el camino de la humildad, que nada tiene que ver con la humillación sino con una visión sabia de la vida (ver Sant. 3:13).

La generalizada tendencia de nuestra sociedad a alimentar el ego ha resultado en una cada vez mayor infelicidad individual y colectiva. Lo que necesitamos es regresar de nuevo a la contemplación de las vidas íntegras y sólidas de los grandes héroes de la fe, como Pablo y especialmente Jesús. Cuando reflexionamos en la grandeza de Dios a través de sus actos en las experiencias de sus hijos es cuando nos damos cuenta de nuestras limitaciones y de nuestra dependencia de él; de ese modo damos paso a la humildad y, contra la humildad producida por el Espíritu Santo, no hay ley (ver Gál. 5:22).

"Tras el orgullo viene el fracaso; tras la humildad, la prosperidad"

(Prov. 18:12).

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30 de .abril

La "red" de seguridad No hay que tener miedo de la pobreza, ni del destierro, ni de la cárcel,

ni de la muerte; de lo que hay que tener miedo es del propio miedo. Epicteto

C U A N D O se comenzó a construir el puente Golden Gate en San Francisco, Estados Unidos, no había medidas de seguridad para los trabajadores, y veintitrés hombres murieron durante la primera etapa de construcción. En la fase final del proyecto, se utilizó una inmensa red, que salvó de una muerte segura a los diez hombres que se cayeron mientras trabajaban. Por si eso fuera poco, todos los trabajadores avanzaron un 25 por ciento más rápido tras la instalación de la red, pues ya no tenían miedo a morir. Al saberse seguros, se sintieron libres y confiados en sus capacidades.

El miedo, consecuencia directa del pecado, paraliza, destruye la confianza propia y la confianza en Dios, y condiciona nuestra manera de actuar. Así le sucedió al mismo Adán, quien dijo a Dios tras haber comido del árbol prohibido: "Escu-ché que andabas por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí"' (Gén. 3:10). Así nos sucede también a nosotras: hemos aprendido a vivir condicionadas por el miedo. Sin embargo, Dios quiere enseñarnos un camino mejor, que arroja el temor de nuestra vida.

Dios nos dice: "No tengan miedo, mi rebaño pequeño, porque es la buena voluntad del Padre darles el reino" (Luc. 12:32, NVI). Y el propio Jesús nos repite: "No se angustien ni tengan miedo. Ya me oyeron decir que me voy y que vendré para estar otra vez con ustedes" (Juan 14:27, 28). Con la confianza que dan estas palabras, podemos recobrar la libertad perdida por causa del temor y actuar de nuevo conforme a la voluntad de Dios. Este es el mensaje divino: "Digan a los de corazón temeroso: 'Sean fuertes, no tengan miedo. Su Dios vendrá, [...] vendrá a salvarlos' " (Isa. 35:4, NVI).

El Señor nos ofrece una red para que caminemos seguros; esa red es su amor. "Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios en él. En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio. [...] En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor" (1 Juan 4:16-18, RV95).

Por eso, mi querida amiga, cuando te asalten de nuevo tus temores, combátelos recordando el inmenso amor de Dios por ti.

"Aunque pase por el más oscuro de los valles, no temeré peligro alguno, porque tú, Señor, estás conmigo; tu vara y tu bastón

me inspiran confianza" (Sal. 23:4).

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de abril

Lo que cuenta es la fe Las frivolidades cautivan a los espíritus ligeros. Ovidio

D I C E LA F Á B U L A : "Por entre unas matas, seguido de perros (no diré corría) volaba un conejo. De su madriguera, salió un compañero y le dijo: 'Detente, amigo, ¿qué es esto?' '¿Qué ha de ser? -respondió-. Sin aliento llego. Dos picaros galgos me vienen siguiendo'. '¿Sí? -replica el otro-, por allí los veo. Pero no son galgos'. 'Pues... ¿qué son?' 'Podencos'. '¿Qué? ¿Podencos dices? Son galgos y muy galgos: bien vistos los tengo'. 'Son podencos, vaya, que no entiendes de eso'. 'Son galgos, te digo'. 'Digo que podencos'. En esta disputa llegan los perros, y pillan descuidados a mis dos conejos".*

Creo que, en ocasiones, así considera Dios nuestras actitudes. Sabiendo él los peligros que corremos en el mundo, los esfuerzos del enemigo por hacernos perder

la fe, ve que nos detenemos en cuestiones que no son las más importantes, y olvidamos lo princi-pal. Corremos así el riesgo de estar desprevenidos cuando llegue la prueba.

"El que cree que sabe mucho Discutimos si orar de rodillas o de pie; comer en realidad no sabe nada. Pero Dios c a m e ° s e r vegetarianos; utilizar instrumentos de reconoce a todo aquel que lo ama" percusión en la iglesia o no . . . y perdemos de vista

(1 Cor. 8:3, TLA). 1° que en realidad cuenta para nuestra salvación: que "gracias a Cristo Jesús, [ . . .] lo que cuenta es la fe, una fe activa por medio del amor" (Gál. 5:6). "Debemos reconocer que el conocimiento nos

.,r.jMmmmmmmmmm̂ m vuelve orgullosos, mientras que el amor fortalece nuestra vida cristiana. Sin duda, el que cree que

sabe mucho, en realidad no sabe nada. Pero Dios reconoce a todo aquel que lo ama" (1 Cor. 8:1-3, T L A ) .

La esencia del mensaje de Pablo es promover, ante todo, la libertad de criterio de los demás que, al igual que nosotras, también dependen de la gracia de Dios para su salvación. Todos gozamos de libertad de conciencia, con tal de que nuestra mo-tivación sea agradar al Señor. "Cada uno debe estar firme en sus propias opiniones. [.. .] El que come de todo, come para el Señor, y lo demuestra dándole gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y también da gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni tampoco muere para sí" (Rom. 14:5-7, NVI) . "En asuntos de conciencia, el alma debe ser dejada libre. Ninguno debe [. . .] juzgar por otro, o prescribirle su deber. Dios da a cada alma libertad para pensar y seguir sus propias convicciones. [ . . .] En el reino de Cristo no hay opresión señoril ni imposición de costumbres" (El Deseado de todas las gentes, cap. 60, p. 517).

* Tomás de Iriarte y Félix María Samaniego, "Los dos conejos", Fábulas de triarte y Samaniego (Bar-celona: El País, 2005), p. 38.

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30 de .abril

Solo cosas buenas No codiciarás. Dios

¿ E S M A L O C O D I C I A R ? Seguramente dirás que sí, pues un mandamiento lo prohibe. Pero ¿es malo así, de manera rotunda y absoluta?

Según el diccionario, "codiciar" es "1) desear con ansia las riquezas u otras cosas; 2) el deseo vehemente de algunas cosas buenas". Creo que estaremos de acuerdo en que desear con ansia, o vehementemente, no es malo si lo que se desea son cosas buenas. ¿Es malo que un hombre "desee con ansia" a una mujer, si ambos son solteros y existe la posibilidad de que le corresponda? Lo malo es que codicie a una mujer casada o, si él está casado, que desee a otra. ¿Es malo desear un cargo de responsabilidad en la iglesia? Pablo dice: "Si alguno aspira a ocupar el cargo de anciano en la iglesia, desea una posición honor-able" (1 Tim. 3:1, NTV). La cuestión está en cuál 11111

es el motivo que nos lleva a codiciarlo y si estamos dispuestas a arrebatárselo a otro.

No estoy poniendo en tela de juicio un man-damiento de Dios, sino dirigiendo tu mente al matiz que el propio Dios incluyó en él: "No codi- "E l 9 u e s e da a la c o d i c i a a r r u i n a

ciarás la casa de tu prójimo: no codiciarás la mujer su ProPia c a s a " <Prov- 1 5 : 2 7 ' -de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo" (Éxo. 20:17, RV95). Ese tipo de codicia sí resulta ofensiva para Dios, pues fue la raíz del primer pecado del uni-verso (Isa. 14:13, 14). Lo malo de Lucifer es que *"****''" quiso ser lo que no le correspondía; quiso ser igual a Dios.

Esta fue también la raíz del pecado de Acán, quien deseó para sí un botín para el que Dios ya tenía reservado un destino, y que por tanto no le correspondía tener (ver Jos. 7), ni tan siquiera desearlo con ansias. Aunque su destino fuera el exterminio, el botín había de ser respetado, así como nosotros hemos de respetar lo que Dios no nos ha llamado a ser, tener o hacer. Desearlo es pecado.

No hay nada de malo en ambicionar cosas buenas, en querer llegar al máximo de nuestras capacidades, en apuntar a lo más alto, siempre y cuando lo hagamos teniendo en consideración lo que Dios desea para nuestra vida, y no nuestro deseo de que nuestra vida sea aquello para lo cual Dios no nos ha llamado a nosotras, sino a otra persona.

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1 2 0 i 21 de abril

^fn-posible La palabra "imposible" es poco acertada; no hay que esperar mucho

de quienes la ponen con frecuencia en su boca. Thomas Carlyle

A VECES A veces suceden cosas que parecen imposibles, como cuando en 2012 ni el Real Madrid ni el Barcelona, los dos mejores equipos de fútbol del mundo en ese momento, llegaron a la final de la Liga de Campeones de los mejores clubes de Europa. ¡No se podía concebir otro candidato para llevarse el trofeo! Sin em-bargo, otros dos equipos, de manera sorprendente, se disputaron la gloria. ¿De dónde salieron? Todavía no me lo explico. Pero este tipo de "surgimientos inesperados", que raramente se producen según la lógica humana, son una fórmula más que pro-bable en las matemáticas de Dios, donde dos más dos casi nunca son cuatro. Dios está acostumbrado a usar el factor cero sin que el resultado sea cero; a hacer surgir

lo posible no de lo que parece imposible, sino de lo que es imposible.

Hubo varias ocasiones en la historia del pueblo de Dios en que las cosas no es que parecieran, sino que eran imposibles. No había ni un candidato, nadie a quien Dios pudiera usar para llevar la sal-vación a los suyos. Pero cuando parecía no existir camino, él abrió un camino; cuando parecía no haber candidato, Dios lo hizo aparecer en escena.

Estando en vigencia el edicto de echar al río a todo niño hebreo que naciera, Dios abrió el camino a Moisés para que llegara a convertirse en el gran libertador de Israel de la esclavitud de Egipto (Éxo.

1:22-3:12). Cuando parecía imposible que se cumpliera para Abraham y Sara la pro-mesa de descendencia, pues ya Sara había superado la edad fértil, "Sara concibió y dio a Abraham un hijo en su vejez" (Gén. 20:2, NRV). Cuando hacía falta un hombre que liberara a Israel de la opresión filistea, una mujer estéril concibió y dio a luz a Sansón (Juec. 13). Otra mujer también estéril, llamada Elisabet, concibió a Juan el Bautista, quien vino a este mundo "con el espíritu y el poder de Elias, para reconciliar a los padres con los hijos y guiar a los desobedientes a la sabiduría de los justos. De este modo [preparó] un pueblo bien dispuesto para recibir al Señor" (Luc. 1:17, NVI).

Teniendo un Dios así, ¿qué hemos de temer? Él hará el milagro necesario en tu vida para mostrarte su amor, o acaso "¿hay algo difícil para Dios?" (Gén. 18:14, NVI). Confía plenamente en Dios y en sus métodos.

"¿Hay algo difícil para Dios?" (Gén. 18:14, NVI).

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30 de .abril

"Ven y sigúeme" El que confía en sus riquezas se marchita. Salomón

D I C E N que las comparaciones son odiosas, pero algunas nos ayudan a tomar decisiones espirituales. Al valorar las diferentes respuestas dadas por diversas per-sonas a una misma invitación de parte de Dios, nos sentimos motivadas a actuar de la forma que, según el texto bíblico, le agrada a él.

En una ocasión, un dirigente judío (ver Luc. 18:18) se acercó a Jesús para pre-guntarle qué hacer para heredar la vida eterna. Jesús le extendió una invitación clara y directa: "Vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sigúeme" (Mat. 19:21, NVI). "Cuando el joven oyó esto, se fue triste porque tenía muchas riquezas" (Mat. 12:22, NVI). Qué interesante: el propio Jesús, el Maestro, el Mesías, nada más y nada menos se detiene a dialogar con este joven y, aun así, él no reacciona. Cree que guarda todos los mandamientos, pero hay uno con el que tiene problemas: "El amor al dinero es raíz de toda clase de males" (1 Tim. 6:10). Ya ves, el dinero puede ser un dios que te impida ser cristiana.

En contraste con este joven rico del Nuevo Testamento que tiene el privilegio de hablar con Jesús, en el Antiguo Testamento encontramos a otro joven rico, Eliseo, que toma la decisión contraria: lo deja todo para servir a Dios. Eliseo tenía una buena posición económica, pues es-taba arando sus propias tierras con doce yuntas de bueyes (ver 1 Rey. 19:19, 20) e invitó a comer "a todo el pueblo" (vers. 21, NVI); ambos datos indican que no le iba mal. Pero a pesar de llevar una vida acomodada, respondió al llamamiento sin que tan siquiera mediara palabra entre él y la persona que le extendió la invitación: "Elias pasó junto a Eliseo y arrojó su manto sobre él. Entonces Eliseo dejó sus bueyes y corrió tras Elias" (1 Rey. 19:19, 20, NVI). Así, sin más, sin debate ni discusión teológica, Eliseo respondió libremente al llamamiento.

Tú y yo también hemos recibido una invitación directa a hacer de Dios nues-tro mayor tesoro, pues donde tenemos nuestro tesoro, tenemos también nuestro corazón. Por eso, Jesús nos dice: "Piénsenlo bien. Si quieten ser mis discípulos, tendrán que abandonar todo lo que tienen" (Luc. 14:33, TLA). ¿Qué harás? ¿De-jarás que Jesús arroje sobre ti su manto, es decir, harás de él tu Maestro y lo se-guirás libremente, desapegándote de las cosas materiales?

"Donde esté la riqueza de ustedes, allí estará también su corazón" (Luc. 12:34).

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30 de .abril

Rico delante de Dios ¿Quieres ser rico? No te afanes en aumentar tus bienes,

sino en disminuir tu codicia. Epicuro

C O N T A B A B Í L L Y QRAHAM que un niño estaba jugando con una va-sija cuando, de pronto, metió la manita dentro y ya no pudo sacarla. Su padre hizo todo lo posible por ayudarlo a liberarse sin romper el recipiente, pero era en vano. Finalmente dijo: "Vamos a hacer un último intento. Abre la mano, estira bien los dedos y empuja hacia afuera con mi ayuda". Para su asombro, el pequeño le respondió: "No puedo, porque si abro la mano se me caerá la moneda".

Probablemente te estarás riendo... pero, en realidad, el fondo de esta historia es más bien triste. Lamentablemente nos aferramos tanto a cada monedita que

pasa por nuestras manos, que nos cuesta aceptar la liberación en Cristo. Para él, nuestra codicia resulta tan ridicula, como para nosotros el relato de este pequeño que valoraba más su tesoro que su libertad.

Como decíamos ayer, tenemos un problemita de idolatría con el dinero; nos cuesta entender que no hay mayor tesoro que la libertad. Nos gusta vivir bien, y en principio eso no tiene nada de malo, pues la prosperidad material puede ser señal de la bendición de Dios ("la bendición del Señor trae riquezas", Prov. 10:22, NVI); pero ¿desplazará la codicia al evangelio y su sencillez de nuestro co-razón?

Jesús dijo: "La vida de una persona no depende de la abundancia de sus bienes. Entonces contó esta parábola: 'El terreno de un hombre rico le produjo una buena cosecha. Así que se puso a pensar: '¿Qué voy a hacer? No tengo dónde almacenar mi cosecha.' Por fin dijo: 'Ya sé lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y cons-truiré otros más grandes, donde pueda almacenar todo mi grano y mis bienes. Y diré: Alma mía, ya tienes bastantes cosas buenas guardadas para muchos años. Descansa, come, bebe y goza de la vida'. Pero Dios le dijo: '¡Necio! Esta misma noche te van a reclamar la vida. ¿Y quién se quedará con lo que has acumulado?" Así le sucede al que acumula riquezas para sí mismo, en vez de ser rico delante de Dios" (Luc. 12:15-21, NVI).

Por eso, "no te afanes acumulando riquezas; no te obsesiones con ellas. ¿Acaso has podido verlas? ¡No existen! Es como si les salieran alas, pues se van volando como las águilas" (Prov. 23:4, 5, NVI). Más bien afánate por enriquecer tu patri-monio espiritual, en lugar de centrarte en lo material.

"No te afanes acumulando riquezas; no te obsesiones con ellas.

¿Acaso has podido verlas? ¡No existen! Es como si les salieran

alas, pues se van volando como las águilas" (Prov. 23:4, 5, NVI).

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de abril k ] 2 3 j t

¿Aún estás pensándolo? Los ricos que no saben usar sus riquezas son

de una pobreza incalculable. Jenofonte

NO T O D O S L O S N I Ñ O S son como el del relato de ayer, los hay como la sobrina de una mujer de mi iglesia. La pequeña tiene nueve años y recientemente le pidieron que hiciera un trabajo para la escuela. El tema era: "Si te dieran un mi-llón de dólares, ¿qué diez cosas harías con él?" Cuando llegó a casa, tomó una hoja en blanco y comenzó su lista: "Número 1, apartar 100.000 dólares de diezmo".

Esa muchachita tiene una gran riqueza de espíritu; para ella, la fidelidad a Dios es la mayor de sus prioridades. Y nosotras, ¿qué hubiéramos puesto de primer lugar en la lista? ¿Con qué orden de prioridades administramos nuestros recursos? Ten-gamos mucho o tengamos poco, a nadie le resulta fácil prescindir de una parte (y cuanto mayor la parte, más nos duele).

Esta dificultad de deshacernos del dinero la ilustró con gran acierto el comediante Jack Benny. El contaba que, un día, iba caminando por la calle "Honra al Señor cuando un ladrón se le acercó y le dijo: "Elige, el c o n ( U S r iquezas" dinero o la vida". Se produjo una larga pausa. Pas- (pr0Vi 3:9), ados varios minutos sin que Jack dijera nada, el ladrón demandó: "¿Y bien, qué prefieres?" Jack con-testó: "Aún estoy pensándolo".*

A veces actuamos con Dios de forma semejante: nos lo pensamos demasiado antes de responder fiel- * mente a sus demandas. Parece como si para nosotras Dios fuera un ladrón que nos pone a elegir entre el dinero o la vida, en lugar de un Padre que nos invita a usar los recursos que nos ha dado de tal manera que tengamos vida.

Elena de White escribió: "El sistema de los diezmos y de las ofrendas tiene por objeto grabar en las mentes humanas una gran verdad, a saber, que Dios es la fuente de toda bendición para sus criaturas, y que se le debe gratitud por los preciosos dones de su providencia" (Patriarcas y profetas, cap. 50, p. 506) . Si para ti supone un problema este aspecto de la vida cristiana, recuerda que la riqueza que importa es la que permanece para vida eterna (ver Juan 6:27). Porque si no somos honrados en el uso de las riquezas mundanas, ¿quién nos confiará las verdaderas? (Luc. 16:11).

* Michael P. Green, Illustrations for Biblical Preaching [Ilustraciones para una predicación bíblica] (Florida: Baker, 1990), pp. 248, 249.

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25 de abril

Un Maestro judío El arte de enseñar es el arte

de ayudar a descubrir. Mark Van Doren

La E S C U E L A secundaria Júnior High recibía visitas frecuentes de la policía de Nueva York para poner fin a peleas y disturbios. Los alumnos faltaban a clases más de lo que asistían y la escuela tuvo seis directores en solo dos años. Nadie que-ría aceptar aquel reto, y resultaba difícil vislumbrar un futuro para los estudiantes. Hasta que apareció en escena Shimon, un judío de barbas largas y ropa negra que asumió la dirección del centro en 2004. Tenía mejores ofertas de empleo, pero su vocación lo instó a quedarse allí.

A primera vista, aquel hombre parecía no encajar pero, tres años después de su llegada, la escuela dejó de ocupar el duodécimo lugar entre las más peligrosas

,„„mmmmmmmmmmmmmmm de Nueva York y la asistencia escolar aumentó un 93%. Padres y alumnos, con ayuda de Shimon, habían descubierto no solo la necesidad de cam-biar, sino cómo hacerlo. Para lograr aquel cambio,

" He venido para que tengan vida, Shimon había tenido que tomar medidas drásticas: y para que la tengan despedir a la mitad de los profesores, contratar a

en abundancia" otros más dedicados y buscar soluciones a los pro-(Juan 10:10). blemas del centro (incluso atendía las quejas de los

muchachos en los pasillos). Shimon ha marcado la diferencia porque está convencido de que Dios lo ha puesto en la tierra para ayudar a los demás.*

¿No te recuerda este maestro judío a otro Maes-tro judío? Jesús, como un simple hombre, vino a un

mundo que apenas tenía futuro. Podía haberse quedado en el cielo, pero su amor al ser humano, hundido en el pecado, lo instó a asumir el gran reto de venir a marcar la diferencia. Usó medidas drásticas: descartó las enseñanzas y criterios tradicionales alejados de los principios de Dios, se rodeó de un equipo de apóstoles y discípulos bajo su liderazgo, nos mostró la solución al pecado, que es el gran problema de este mundo, y atendió "entre pasillos" las necesidades de la gente que salía a su encuen-tro. En solo tres años, cambió muchos corazones.

Tal vez te cuesta vislumbrar un futuro; quizá vienes de un hogar destrozado, vives en un entorno difícil o has perdido la esperanza... Jesús te dice: "He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia" (Juan 10:10).

Asiste diariamente a la escuela del Maestro de los maestros, que te ayuda a descubrir el plan de Dios para ti. Y ten fe en él. Jesús es nuestra única esperanza de cambio.

* Adaptado de John Quiñones, Héroes (Nueva York: Harper Collins, 2008), pp. 31-35.

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30 de .abril

En las manos del gran Artista Donde solo existe habilidad, se encierra

de manera necesaria la frivolidad. Víctor Hugo

UN P R E S T I G I O S O V I O L I N I S T A iba a dar un concierto con un violín de un millón de dólares. Las entradas se vendieron en un abrir y cerrar de ojos y, la noche de la función, el teatro se llenó de espectadores ávidos de oír un violín de tanta calidad. Terminado el último acorde, el violinista arrojó el violín al suelo y lo pisoteó. El público no podía creerlo. Entre murmullos, el patrocinador del evento explicó que el violín destrozado había costado apenas doscientos dólares. Entonces, el virtuoso violinista comenzó a tocar el instrumento que todos espe-raban oír. Al finalizar el concierto, los presentes afirmaron no haber notado la diferencia entre un instrumento y otro.

Así sucede en la vida espiritual. Tú y yo somos instrumentos a disposición de algún maestro (el que elijamos). A ti puede parecerte que vales ape-nas doscientos dólares (que no puede salir nada extraordinario de ti), o que tienes tantos talentos y virtudes que vales más de un millón (y no necesi-tas que nadie te afine). Pero lo que da sentido y profundidad a todo sonido que pueda provenir de ti es el propósito para el que te use el maestro que elijas. Por eso, "Dios nos ha dado la facultad de elección; a nosotros nos toca ejercitarla. No po-demos cambiar nuestros corazones [.. .| y hacernos propios para el servicio de Dios. Pero si podemos escoger servir a Dios; podemos entregarle nuestra voluntad, y entonces [ . . . ] toda nuestra naturaleza se someterá a la dirección de Cristo" (El ministerio de curación, cap. 11, pp. 111, 112).

Jesús conoce el lugar exacto que has de ocupar en la orquesta que él dirige. Tu vida puede producir los acordes más bellos si se ponen al servicio del gran Director y en las manos del gran Artista. Nada más has de elegir hacer su voluntad. Y "esta es la voluntad de Dios: que, practicando el bien, hagan callar la ignorancia de los insensatos. Eso es actuar como personas libres que no se valen de su libertad para disimular la maldad, sino que viven como siervos de Dios" (1 Ped. 2 :15 ,16 , NVI) .

Recuerda cada día su promesa: "El mundo se va acabando, con todos sus malos deseos; en cambio, el que hace la voluntad de Dios vive para siempre" (1 Juan 2:17). Por eso, déjate "afinar" y "tocar" por tu Creador; pon tu voluntad al servicio de la orquesta de Dios.

"El que hace la voluntad de Dios vive para siempre" (1 Juan 2:17)

* Samuel Vila, Enciclopedia de anécdotas e ilustraciones (Barcelona: Clie, 1979), pp. 80, 81.

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30 de .abril

Blancos como la nieve La esperanza es, por sí misma, una felicidad.

Quizá la principal felicidad del mundo. Samuel Johnson

B l L L Y empujaba cada día la silla de ruedas de su hermana inválida; de casa a la escuela; entre clase y clase; a la hora del recreo y de vuelta a casa. Annie dependía de su hermano pero a él nunca le molestó aquella "carga". Cuando Billy estaba a punto de terminar cuarto grado su hermana murió y él se deprimió. Había perdido el propósito de su vida. Su rendimiento bajó, su conducta empeoró y se ganó la reputación de chico malo hasta que llegó el nuevo maestro.

El primer día de escuela el señor Smith le dijo: "Ven, siéntate en la primera fila". Billy creyó que iba a regañarlo, pero lo que oyó fue: "Tus informes hablan pestes de ti, pero no creo ni una palabra". Acto seguido rompió los papeles y

M continuó la clase. Días después, la maestra de ig-lesia de Billy preguntó a sus alumnos: "¿Conocen a alguien que se parezca a Jesús?" Uno respondió:

"Vengan, pongamos las cosas en "Sí, el señor Smith".* claro. ¿Son sus pecados como es- Billy tenía razón: la analogía es perfecta. Tene-carlata? ¡Quedarán blancos como mos un Jesús que nos da esperanza y ños rehabilita a

la nieve! ¿Son rojos como la la vida con dos actos: 1) borrando nuestros pecados púrpura? ¡Quedarán como y todo recuerdo de ellos y 2) viendo en nosotros

la lana!" (Isa. 1:18, NVI). posibilidades, dándonos una nueva oportunidad de empezar de cero y una motivación genuina para proyectarnos hacia el futuro.

• -.»»«« Es un gran motivo de esperanza saber que en todo ser humano, Jesús "percibía posibilidades in-

finitas. Veía a los hombres según podrían ser transformados por su gracia. Al mi-rarlos con esperanza, inspiraba esperanza. [...] Al revelar en sí mismo el verdadero ideal del hombre, despertaba el deseo y la fe de obtenerlo. En su presencia, las almas despreciadas y caídas se percataban de que todavía eran seres humanos, y anhelaban demostrar que eran dignas de su consideración. [...] A más de un deses-perado se presentó la posibilidad de una nueva vida" (La educación, cap. 8, p. 72).

Dios nos dice: "Vengan, pongamos las cosas en claro. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡Que-darán como la lana!" (Isa. 1:18, NVI). En otras palabras: "¿Tan grave te parece lo que has hecho? A ver, déjame revisar tus informes... ¿Sabes qué te digo? Que nada de esto es un obstáculo para que puedas empezar de nuevo. Mira cómo rompo tu pasado; ni me acuerdo de tus errores". Acepta ese perdón, y vive con esperanza.

* Tony Campolo, Historias que alimentan tu alma (Miami: Vida, 2011), pp. 25, 26.

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30 de .abril

Reconoce tus debilidades La más temible de todas las debilidades

es el temor a parecer débil. Jacques-Bénigne Bossuet

LA PRIMERA VEZ que el doctor Livingstone se levantó a predicar cose-chó un rotundo fracaso. Aunque resguardado tras el pulpito, se quedó sin capaci-dad oratoria y, ni corto ni perezoso, reconoció: "No recuerdo ni una sola palabra de lo que iba a decir". Acto seguido, bajó de la plataforma y se fue, convencido de que nunca podría predicar. Un hermano de iglesia se le acercó y le dijo: "David, no te rindas. Tal vez nunca seas un buen predicador, pero puedes ser un buen médico". Con el tiempo llegó a ser ambas cosas.

Lo extraordinario del caso es la capacidad de Livingstone de reconocer sus de-bilidades. Seamos sinceras, ¿a quién le gusta admitir que es débil, frágil o incapaz? ¡Especialmente ante alguien de la iglesia! Nos da temor no solo el hecho inevitable de ser débiles, sino también el hecho de parecerlo. Y creyendo que lo que conviene es esconderse, nos hacemos "Nos alegramos un gran mal y nos perdemos una bendición, que es cuando somos débiles, recibir ayuda de nuestros hermanos. con tal de que ustedes sean fuertes;

Jesús era capaz de reconocer que estaba atrave- y seguiremos orando para que sando un momento difícil. Creía que con el apoyo lleguen a ser perfectos" de los suyos podría superar mejor las pruebas y sentir (2 Cor. 13:9). que Dios respondía a las oraciones en su favor. Por eso no le importó decirles a sus amigos, con todas las letras: "Es tal la angustia que me invade, que me — — — —» siento morir" (Mat. 26:38, NVI). Jesús era autén-tico.

Imagina por un momento que tu madre, o tu marido, o tu pastor..., la per-sona más fuerte que conoces, se te acerca y te dice: "Ora por mí, porque tengo una gran depresión; me siento tan mal que quiero morirme". Pues eso fue lo que experimentaron los discípulos. Jesús era para ellos el Mesías, su líder, un pilar de fortaleza y obrador de milagros. Imagínate el shock de saber que estaba hundido en una profunda tristeza.

Jesús era valiente para admitir que necesitaba compañía, apoyo y ayuda. Y tú, ¿tienes ese mismo valor, eres auténtica y admites que no eres perfecta? No te pier-das la gran bendición de contar con la ayuda de los demás. No te escondas. Con el apoyo de tus "hermanos", y la confianza en Dios, irás superando cada obstáculo.

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30 de .abril

Gracia versus Verdad 1a parte

La gracia y la verdad son el ADN espiritual, los dos bloques de construcción de la vida cristiana. Randy Alcorn

EN SU LIBRO Entre la gracia y la verdad' Randy Alcorn cuenta una anéc-dota de un amigo suyo que fue a un restaurante de Londres. "¿Qué desea comer?", preguntó el camarero. Estudiando el menú, el amigo dijo: "Ahhhh". Inmediata-mente el camarero le preguntó: "¿De qué parte de los Estados Unidos es usted?" Apenas había abierto la boca ¡y había sido descubierto! Así les sucedía también a los primeros seguidores de Jesús: apenas abrían la boca, todo el mundo se daba cuenta de que eran cristianos. ¿Por qué?

Obviamente no era por sus impresionantes edi-ficios o programas de iglesia, ni por su poder político o sus publicaciones; no tenían nada de eso. Lo que distinguía a los primeros cristianos era que "con gran poder daban testimonio de la resurrección del

"Y el verbo se hizo carne y habitó J e s ú s i y a b u n d a n t e g r a c i a e r a s o b r e t odos entre nosotros lleno d e gracia e „ o s „ ( H e c h ^ R V 9 5 ) « T e s t i f i c a b a n a f a v o r

y de verdad" (Juan 1:14, RV9B). de fe v e ldad de Jesús y vivían por su gracia. La ver-dad era el alimento que comían y el mensaje del que hablaban. La gracia era el aire que respiraban y la vida que vivían. El mundo que los rodeaba nunca había visto nada igual" (ibíd., p. 13).

Gracia y verdad: dos ingredientes esenciales para ser como Jesús, quien "habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:14, RV95). Esta es la forma más sencilla de definir a Cristo y, por ende, a un cristiano. A la gente de los tiempos de Jesús le bastaba con mirarlo a él para saber cómo era Dios, pues Dios es "grande en amor y verdad" (Éxo. 34:6). A la gente de hoy ha de bastarle con mirarnos a nosotros para saber cómo es Jesús, y la mejor manera de reflejarlo es hallando un equilibrio en nuestra vida entre la gracia y la verdad, es decir, entre el perdón y la libertad (gracia) y las doctrinas de la Biblia (verdad). La verdad sin la gracia fomenta el legalismo y da una mala imagen de Cristo; la gracia sin la verdad produce indiferencia e impide que la gente se dé cuenta de que necesita a Cristo.

Busca en tu vida el equilibrio entre ambas. En este caso el equilibrio no se en-cuentra en el término medio, sino en estar lleno de las dos, como lo estaba Jesús.

* Randy Alcorn, Entre la gracia y la verdad (Miami: Unilit, 2003), pp. 12-21.

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30 de .abril

Gracia versus Verdad 2a parte

Al diablo no le importa de qué lado del caballo te caigas, siempre que no te quedes montado en la silla. Lutero

" S i M A N I F E S T A M O S de manera adecuada la gracia y la verdad, unos se van a sentir atraídos hacia nosotros, y otros se sentirán ofendidos por nosotros, tal como le pasó a Jesús. Cuando ofendemos a todos, es porque nos hemos puesto el manto de la verdad sin la gracia. Cuando no ofendemos a nadie, es porque le hemos echado agua a la verdad en el nombre de la gracia"*. Esta realidad nos lleva a una pregunta: ¿Cómo hacer para no ofender a nadie, especialmente la verdad de Dios? La respuesta es: hallando el equilibrio entre la gracia y la verdad.

¿Qué es ¡a gracia! Podemos tener una vislum-bre de ella en este texto de la Biblia: "Cuando to-davía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros" (Rom. 5:8) . La gracia es el perdón gratuito que nos ofrece Dios, y su total aceptación de nosotros "Conságralos a ti mismo a una relación de pacto gracias al amor de Cristo y por medio de la verdad; a su intercesión en nuestro favor. No hay nada que tu palabra es la verdad" nosotros podamos hacer para obtener la salvación, (Juan 17:17). "pues si se obtuviera la justicia por medio de la ley, Cristo habría muerto inútilmente" (Gál. 2:21). Merecíamos la muerte eterna, y él nos da la vida eterna. Ahora bien, a través de la gracia, Jesús no i rebaja las normas de Dios ni pasa por alto la verdad.

¿Qué es la verdad? Sin el gozo de la gracia, la verdad es apenas un montón de normas que nos pueden conducir a una actitud legalista y a un trato farisaico con los demás. Sin embargo, bien enraizada en el amor de Dios, es la protección que él ha dispuesto para conducirnos a una vida santa: "Conságralos a ti mismo por medio de la verdad; tu palabra es la verdad" (Juan 17:17). Y la palabra "verdad" define a Cristo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Juan 14:6).

Mantente bien sentada sobre una montura que contenga dos partes igual-mente importantes: 1) la convicción de que has sido salvada por la gracia de Dios, quien te llama a aceptar y amar a los demás con la misma gracia que tú has recibido; y 2) el conocimiento y la práctica de la verdad, es decir, de Cristo y de su Palabra. Dios te bendiga en tu carrera, para que llegues a la meta firmemente anclada sobre la cabalgadura cristiana.

* Randy Alcorn, Entre la grada y la verdad (Miami: Unilit, 2003), pp. 23, 24-