Cuando La Arq. Quiere Ser Paisaje

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Curso de historia de Habitad III Programa profesional de Arquitectura e Ingeniería Civil y del Ambiente. Universidad Católica Santa María –UCSM-. Docente Curso: Arq. Edward Chuquimia Payalich Capítulo I: Arquitectura contemporánea Española, un neo modernismo regionalista. Pág. 1 Estructura de la publicación: Caratula y contra carátula. 1. Índice. 2. Introducción. 3. Biografía. 4. Contexto histórico de formación y propuesta teórica. 5. Artículos referidos a su obra. 5.1 Cuando la arquitectura quiere ser paisaje. 5.2 6. Extracto de publicaciones (si lo hay). 7. Proyectos. Los proyectos van por tema. 8. Memoria Descriptiva del Proyecto. 9. Planos. 10. Imágenes. 11. Los proyectos van por temas 12. Comentarios Finales. (Referido a el contexto en su formación y construcción teórica, sobre sus proyectos en diferentes etapas, los proyectos más representativos y el aporte a la escuela española). 13. Anexos Digitales, videos PDF´s, otros.

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Estructura de la publicación:

Caratula y contra carátula.

1. Índice.

2. Introducción.

3. Biografía.

4. Contexto histórico de formación y propuesta teórica.

5. Artículos referidos a su obra. 5.1 Cuando la arquitectura quiere ser paisaje.

5.2

6. Extracto de publicaciones (si lo hay).

7. Proyectos. Los proyectos van por tema.

8. Memoria Descriptiva del Proyecto.

9. Planos.

10. Imágenes.

11. Los proyectos van por temas

12. Comentarios Finales. (Referido a el contexto en su formación y construcción teórica, sobre sus proyectos

en diferentes etapas, los proyectos más representativos y el aporte a la escuela española).

13. Anexos Digitales, videos PDF´s, otros.

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5.1 Cuando la arquitectura quiere ser paisaje

Por Rafael Moneo.

En su primera obra, la Torre de Vista Alegre, en Zarauz (1958), Luis Peña, de vuelta a San

Sebastián tras haber terminado sus estudios en la Escuela de Madrid, demostró que era capaz

de hacer una arquitectura al día en la que destacaban la seguridad y firmeza con que se

manifestaba en el volumen y la habilidad con la que se manipulaban los complejos espacios

interiores. Era la Torre de Zarauz muestra primeriza de aquella corriente crítica que entiende las

obras como "objetos autónomos", ajenos al medio, dependientes tan sólo de la lógica en que

reposaba su diseño. Cautiva hoy en un conjunto de construcciones que le han hecho perder

el que fue en su día un absoluto protagonismo, la Torre de Zarauz mantiene su dignidad y aún

cabe todavía vislumbrar, en el pintoresco perfil con que se dibuja la oscura masa de la

montaña de Santa Bárbara, el que fue su arrogante y sereno, potente y confiado volumen.

Pero si bien había salido airoso de la prueba planteada, la flagrante condición de "objeto

autónomo" que la Torre de Zarauz mostraba debió inquietar a Luis Peña. ¿Era aquélla la

arquitectura que el lugar reclamaba? Su instinto como arquitecto le llevaba a cuestionar la

autonomía del objeto por el que denodadamente había luchado; a pensar que era preciso

tener más en cuenta, tanto los propósitos y metas que con la construcción de una obra se

persiguen, como las circunstancias que caracterizan al medio físico en que aquélla se

levanta; a plantear, en definitiva, una arquitectura diversa. En adelante, para Luis Peña hacer

arquitectura iba a ser construir en el País Vasco, en un medio bien conocido, aceptando los

límites y las reglas del juego que imponen tanto la sociedad como el paisaje.

Tan sólo así, el construir la arquitectura, tenía sentido. De ahí que sus intervenciones en Motrico

pocos años después, deban ser consideradas como todo un programa de lo que será su

futura carrera como arquitecto. Motrico iba a servir de banco de pruebas a tal programa. No

cabía mejor modo de comprobar el valor de sus propuestas, pero como contra partida,

había que admitir que la respuesta sería inmediata e inapelable: Motrico no daba pie a

posibles errores. Peña corrió el riesgo con decisión y gallardía. Sus primeras obras en el lugar,

en que había transcurrido su infancia y el grupo de viviendas “Entzus” y las llamadas “Casas

Rosas”, reflejan, lo que será una característica en todo su futuro trabajo: la sensibilidad para

con el lugar y su escala.

Si quienes construyeron los caseríos habían sido capaces de hacer compatibles la condición

instrumental de los mismos con la geografía, y de levantar pueblos y ciudades en valles y

laderas sin que las dificultades que ello implicaba supusieran el entrar en conflicto con el

medio, no había por qué renunciar, a que así ocurriese en nuestros días. Bastaba con ser

sensible a las lecciones implícitas en la arquitectura del pasado y entre ellas, y de modo muy

especial en estas latitudes, a la que nos habla de la atención que es preciso mostrar a la

Obra como objeto autónomo

Construir en el país Vasco

Construir con sensibilidad en el lugar

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topografía, que Luis Peña escuchó tales lecciones y que valoró sobremanera. La importancia

que tienen para la arquitectura el lugar y la topografía, está fuera de toda duda. Y así

podemos ver que en su trabajo tal y como ocurre en la arquitectura tradicional, el respeto a la

topografía ha sido clave para establecer las masas y definir los volúmenes de su arquitectura:

como en aquélla, las estructuras lineales abundan en calles, caminos y valles, en tanto que en

las laderas la condición cúbica –tridimensional- prevalece.

Viviendas de Miraconcha (San Sebastián, 1982) Este proyecto de 30 viviendas en

Miraconcha, es un trabajo que este arquitecto, una vez más, ha hecho cabalgar entre lo

urbano y la naturaleza. Ha sometido la inspiración, al genio de la topografía que en este

lugar es sagrada…

No puede sorprendernos, por tanto, el que las casas “Entzus” dibujando con precisión sus

aristas y haciendo del tejado un elemento clave tanto por razones climáticas como por

buscar una justa dosis de pintoresquismo, se instalen cómodamente en una ladera merced a

su compacta volumetría y acaben siendo parte de aquel delicado paisaje a caballo entre lo

rural y lo urbano; ni el que las “Casas Rosas”, por el contrario, se integren e incorporen al

denso casco de Motrico, prestando atención al trazado, fragmentando sus volúmenes,

diseñando con precisión los huecos, ajustando los encuentros con las construcciones

existentes, usando materiales apropiados, etc. Con aquellas obras Luis Peña demostraba que

era capaz de construir sin alterar el entorno, tal y como se lo había propuesto, incrustándose

así lo nuevo en la realidad existente con la continuidad deseada.

Viviendas Aizpurúa (Motrico, 1969) y Viviendas Rosas (Motrico, 1966). Si hay algún signo

que distingue al arquitecto Peña Ganchegui, es su instinto para proteger sus obras, hasta

convertirlas en paisaje, así sucede con estas viviendas, que forman un núcleo espacial,

unidad o racimo en la periferia de Motrico, se nota que por aquí a pasado un arquitecto

que no quería hacerse notar, solo comprometido con la realidad de su entorno, Pese a la

modestia del proyecto realiza una obra, suelta, consistente, alegre y sobria.

Viviendas de Miraconcha (San Sebastián, 1982) Este proyecto de 30 viviendas en

Miraconcha, es un trabajo que este arquitecto, una vez más, ha hecho cabalgar entre lo

urbano y la naturaleza. Ha sometido la inspiración al genio de la topografía que en este

lugar es sagrada, todos los valores de esta obra son excelsos y humildes. Peña Ganchegui

se limita a hacer ciudad sin que se note, y este es un merito muy difícil de alcanzar. Su

talento se adapta a la ladera, se asoma a la bahía de la concha y uno puede pasear sus

ojos por esa curva edificada sin que nada lo hiera, la estructura lineal, variada y

fragmentada, adquiere una maleabilidad casi corporal. El principio de identidad en este

caso, consistía en ceder todo el protagonismo al alma de San Sebastián, que aquí se

manifiesta

…Eh aquí el secreto ser natural y no doblegarse, realizar una obra singular que no rompa al

paisaje, ni el propio estilo de vida, “La rebeldía que no se nota es una forma de

elegancia”…

Construir respetando la topografía.

Construir sin alterar el entorno -captar lo singular-.

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Aquella experiencia adquirida por Luis Peña en tan vital campo de la arquitectura como la

vivienda iba a extenderse a otros muchos lugares del País Vasco a lo largo de su dilatada

carrera. Vitoria, Oyarzun, San Sebastián, etc. Las respuestas a los problemas planteados se

harán más complejas, más amplias, sorprendiéndonos siempre la capacidad de Peña para

captar lo singular y específico de cada lugar. Si al respeto a la realidad, siempre presente en

su trabajo, se añade el interés que Peña ha mostrado por subrayar el valor y la importancia de

los espacios públicos en los proyectos de vivienda colectiva, se comprenderá el amplio eco

que han tenido sus proyectos y que tal eco haya rebasado el ámbito de lo estrictamente

profesional contribuyendo definitivamente a establecer durante estos últimos años el modo

de construir viviendas en el País Vasco. Pocas satisfacciones más cumplidas pueden tener un

arquitecto.

Hay que hablar ahora del interés que Luis Peña mostró y desde los albores de su carrera

profesional y por intervenir, con/y/desde la arquitectura, en ámbitos más amplios como la

ciudad y el paisaje. El proyecto de la Plaza Trinidad en San Sebastián fue la primera ocasión

que se le ofreció para demostrar cuáles eran sus propósitos. En el proyecto de la Plaza

Trinidad Luis Peña nos dice que es posible hacer arquitectura manipulando toda una serie de

elementos que le vienen dados. Y así como un director avezado es capaz de alcanzar unidad

y armonía con un coro de voces bien diversas, el arquitecto Luis Peña lo fue de dar cohesión

a tan singular conjunto de variados elementos hasta el extremo que nadie duda en calificar

aquel espacio como "plaza". No limitó el arquitecto su intervención al construir; en ocasiones

su trabajo consistió en cancelar, eliminar, borrar. Es así como el ámbito de donde se partía se

transformó. El arquitecto nos hizo percibir lo existente de otro modo, mostrándonos que hacer

arquitectura es también establecer un diálogo con lo que se construyó en el pasado, convertir

en realidad tangible y dotar de nuevo significado a elementos que lo habían perdido.

Plaza Trinidad fue el primero de una serie de proyectos que hoy consideramos cruciales en su

carrera. Son, naturalmente, todos aquellos proyectos que extienden el territorio de la

arquitectura a la construcción de la ciudad y del paisaje. No es posible dejar de mencionar,

incluso en una breve reflexión como ésta, obras tal que el "Peine de los Vientos", en el que la

arquitectura se transforma en naturaleza, invirtiéndose sutilmente los términos al hacer que el

cambiante océano se convierta en forzoso término de referencia para descubrir tanto la

ciudad como las esculturas de Chillida; o el Frontón Oyarzun donde la arquitectura

contribuye a que vida y muerte, juego y trabajo, pasado y futuro, se entrelacen y confundan

disolviéndose en el melancólico paisaje.

Dejemos que la furia del mar se explaye hasta que entren en acción sus domadores, según

el ingeniero de caminos Juan Machimbarrena, un pliegue tectónico deprimió el terreno

que hoy corresponde a la bahía de San Sebastián, rompió la estratificación costera y abrió

los boquetes contiguos a la isla de Santa Clara y al Monte Orruño, las corrientes, el oleaje

y el viento se encargaron de arrastrar las arenas por las aberturas para constituir la

concha, hasta aquí la fuerza ciega.

Cuando una ciudad tiene un mar macho tan poderoso, que después se vuelve íntimo y

femenino en la concha, el arquitecto que gobierne este espacio, tiene la obligación de

pasar inadvertido. Luis Peña Ganchegui ha sido durante años el arquitecto de guardia de

Importancia de los espacios públicos en la vivienda colectiva

Dar cohesión a un conjunto de variados elementos. Dialogo con el pasado.

La arquitectura echa naturaleza, paisaje y ciudad

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este lugar, su nombre está unido al del escultor Eduardo Chillida, que es a su vez, el

representante del dios hierro en esta tierra. La arquitectura como paisaje, esta ha sido la

clave de la inspiración en Peña Ganchegui, para llevar a cabo este principio se necesita

ante todo: independencia de cualquier otro poder que no sea el de la naturaleza. San

Sebastián es en gran parte Chillida, el arquitecto Peña Ganchegui le ha servido muchas

veces de soporte casi anónimo a la creación que el escultor ha impuesto con el hierro. En

esta plaza del Tenis (San Sebastián, 1975) San Sebastián se agarra al mar con el peine del

viento, Peña Ganchegui tubo que transformar este lugar abandonado, en una plataforma

escalonada, con un zócalo que recuerda a la base de los templos griegos, a su vez a

dotado de un carácter lírico al antiguo colector que había en el subsuelo, desde su alveolo

siete orificios elevan la voz del viento y del agua sobre la plaza según las mareas, este

mirador se ha incorporado al alma de San Sebastián.

Tras esta breve alusión a dos áreas de trabajo: vivienda y espacios abiertos y en el que la

actividad profesional de Luis Peña ha alcanzado tan altas cotas, quisiera hacer constar que el

ambicioso proyecto profesional que se manifiesta a lo largo de toda su obra, la ansiosa

búsqueda de una arquitectura para el País Vasco, tenía antecedentes. Luis Peña fue siempre

explícito al reconocer que hubo quienes pretendieron tal proyecto en el pasado y no ha

tenido reparos en mencionar cuáles han sido sus modelos. Y así nos ha enseñado a ver cómo,

los arquitectos que trabajaron a principios del siglo XIX en el País Vasco, hicieron suya la

arquitectura de la Ilustración y, en efecto, los brillantes testimonios que de la misma quedan

nos hablan de un proyecto cuasi-global y armónico en el que las instituciones fueron capaces

de vertebrar ciudad y territorio. Más tarde, a mediados de siglo, tanto los más modestos

núcleos urbanos como las ciudades y Bilbao, San Sebastián y Vitoria, supieron incorporar al

valioso patrimonio de lo ya construido la nueva escala que las obras de infraestructura, hijas

de las técnicas propiciadas por el desarrollo científico de aquellos años, traían consigo. Se

ponía así una vez más de manifiesto que el hecho de que la arquitectura atienda a las

específicas condiciones que imponen los usos y costumbres de unas gentes y un paisaje no

implica el olvido del inquieto pálpito cultural que acompaña al correr del tiempo.

Luis Peña siempre ha insistido en la idea de que la arquitectura del País Vasco había sido en el

pasado "una arquitectura culta", una arquitectura abierta a la discusión teórica. De ahí que, si

bien hizo del respeto de los límites su lema, su proyecto siempre haya incluido el conocimiento

teórico de la disciplina como condición “sine qua non". Fácil es percibir tal actitud en su

arquitectura, a la que no dudaríamos en aplicar el calificativo de "culta" que él gusta aplicar

a la de su país. Pero dejando para otra ocasión el examen de la deuda que la arquitectura

de Luis Peña tiene para con los problemas que han interesado a sus coetáneos (tipología y

forma urbana, uso del ornamento, transmisión de significados en arquitectura, incorporación

de nuevos materiales, etc.) me gustaría destacar en esta páginas que sirven de introducción a

una exposición y catálogo que celebran su trabajo, cuánto su compromiso con la idea de

que la arquitectura del País Vasco ha sido y debe ser en el futuro "una arquitectura culta",

capaz de incluir a un tiempo las ideas más generales y de especificidad más estricta, se ha

puesto de manifiesto en su decisiva contribución al establecimiento de la Escuela de

Arquitectura de San Sebastián. Nada habla con tanta elocuencia de su positivo talante para

con su profesión y para con las obligaciones que como profesional tiene con su país, como el

ahínco con que Luis Peña ha defendido, ante las más diversas instancias, la necesidad de una

Escuela de Arquitectura en San Sebastián. El camino estuvo lleno de dificultades. Pero,

Su proyecto profesional en el contexto histórico de su obra

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afortunadamente Luis Peña puede hoy sentirse satisfecho de que se haya convertido en

realidad lo que un día fue para él un acariciado sueño. Estoy seguro de que mirando en el

espejo de lo que es su obra, la Escuela de San Sebastián contribuye ya a consolidar lo que

siempre fue la meta que Luis Peña persiguió con su trabajo: dar al País Vasco una arquitectura

propia y culta.

Escrito publicado en Abril de 1994, en el catálogo editado con motivo de la exposición "Luis

Peña Ganchegui. Arquitecturas 1958-1994"

La arquitectura de País Vasco propia y culta