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Cuando el paraíso se convirtió en un infierno. Los franceses en el Coatzacoalcos Ana Bella Pérez* En las rancherías de las riberas del Coatza- coalcos, del Uxpanapa y del río Chiquito, entre bocanadas de humo del tabaco fuerte, los viejos relatan historias salpicadas éon mitos y leyen- das. Alrededor de las fogatas de coyol, de ésas que prenden para ahuyentar a los mosquitos, sentados en troncos de árbol o en cuclillas, tien- den un puente hacia el pasado para recrear his- torias de hechos y sucedidos. De tiempos lejanos, de aquéllos en que los dioses guiaban a los hombres, procede un pri- mer relato; la historia de la destrucción de una gran ciudad ubicada en las riberas del Coatza- coalcos: Mixtán. Se dice que sus habitantes, de probable origen mixteco, adoraban a Michitéotl, ... quien periódicamente se presentaba a su pueblo en la forma de un gran pez rojo [. .. ] honrado por los sacerdotes de aquel culto, elevándole plegarias, quemándole copal, chapo y resinas perfumadas en los sahumerios de los altares de granito del Templo Mayor de la ciudad de Mixtán. En una ocasión, los guerreros salieron a pelear con otros pueblos. Habían pasado ya varios meses cuando cargados con el botín recogido en sus campañas, regresa- ron las tropas victoriosas de Mixtán, quie- * Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM. nes después de una larga permanencia al lado de los mexicanos, olvidaron a Michi- téotl y conocieron y aprendieron a venerar otros dioses, más poderosos que el suyo. 1 Este encuentro con otra cultura, el rechazo a sus antiguos dioses y a sus propias 'Costumbres, generó el castigo del dios pez. Mixtán desapare- ció bajo las aguas del Coatzacoalcos. · La narración de esta historia se convierte en preámbulo para dar paso a otra eli la qüe se fun- den la fantasía y la realidad. LOs fantasmas del Coatzacoalcos invaden la noche. De las aguas del río emergen las figuras etéreas de hombres, mujeres y niños llegados de lejánas tierras, víc- timas de la naturaleza y la codicia humana, que fallecieron sin lograr sus sueños. Imágenes que se materializan en los relatos de los viejos para dar cuenta de lo sucedido en el siglo decimono- no. Los relatos atropellados hablan de los fran- ceses que vivían en el rancho Minerva. Aquellos extranjeros que frecuentemente iban a Minati- tlán a vender maíz, cueros de venado y de tigre. Los lugareños les prevenían, pues aseguraban que en las profundidades del agua del río Coat- zacoalcos vivía el "Dueño del Remolino", y que hombres llegados de lejanas tierras habían des- aparecido cuando invadían sus dominios acuá- ticos. Los franceses reían ante lo que conside- raban fantasías, "patrañas" de los ignorantes. Pero 21

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Cuando el paraíso se convirtió en un infierno. Los franceses en el Coatzacoalcos

Ana Bella Pérez*

En las rancherías de las riberas del Coatza­coalcos, del Uxpanapa y del río Chiquito, entre bocanadas de humo del tabaco fuerte, los viejos relatan historias salpicadas éon mitos y leyen­das. Alrededor de las fogatas de coyol, de ésas que prenden para ahuyentar a los mosquitos, sentados en troncos de árbol o en cuclillas, tien­den un puente hacia el pasado para recrear his­torias de hechos y sucedidos.

De tiempos lejanos, de aquéllos en que los dioses guiaban a los hombres, procede un pri­mer relato; la historia de la destrucción de una gran ciudad ubicada en las riberas del Coatza­coalcos: Mixtán. Se dice que sus habitantes, de probable origen mixteco, adoraban a Michitéotl,

... quien periódicamente se presentaba a su pueblo en la forma de un gran pez rojo [. .. ] honrado por los sacerdotes de aquel culto, elevándole plegarias, quemándole copal, chapo y resinas perfumadas en los sahumerios de los altares de granito del Templo Mayor de la ciudad de Mixtán.

En una ocasión, los guerreros salieron a pelear con otros pueblos. Habían pasado ya varios meses cuando cargados con el botín recogido en sus campañas, regresa­ron las tropas victoriosas de Mixtán, quie-

* Instituto de Investigaciones Antropológicas, UNAM.

nes después de una larga permanencia al lado de los mexicanos, olvidaron a Michi­téotl y conocieron y aprendieron a venerar otros dioses, más poderosos que el suyo. 1

Este encuentro con otra cultura, el rechazo a sus antiguos dioses y a sus propias 'Costumbres, generó el castigo del dios pez. Mixtán desapare­ció bajo las aguas del Coatzacoalcos. ·

La narración de esta historia se convierte en preámbulo para dar paso a otra eli la qüe se fun­den la fantasía y la realidad. LOs fantasmas del Coatzacoalcos invaden la noche. De las aguas del río emergen las figuras etéreas de hombres, mujeres y niños llegados de lejánas tierras, víc­timas de la naturaleza y la codicia humana, que fallecieron sin lograr sus sueños. Imágenes que se materializan en los relatos de los viejos para dar cuenta de lo sucedido en el siglo decimono­no. Los relatos atropellados hablan de los fran­ceses que vivían en el rancho Minerva. Aquellos extranjeros que frecuentemente iban a Minati­tlán a vender maíz, cueros de venado y de tigre. Los lugareños les prevenían, pues aseguraban que en las profundidades del agua del río Coat­zacoalcos vivía el "Dueño del Remolino", y que hombres llegados de lejanas tierras habían des­aparecido cuando invadían sus dominios acuá­ticos. Los franceses reían ante lo que conside­raban fantasías, "patrañas" de los ignorantes. Pero

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... una tarde que regresaban en su canoa de Minatitlán [. .. ]les pareció ver que un hom­bre se había arrojado al río y no había surgido; por lo que remando rápidamente trataron de salvarlo. Esfuerzos inútiles; no lo encontraron, por lo que llegaron a la con­clusión de que habían sido víctimas de un espejismo. Semanas más tarde, cuando uno de ellos se estaba bañando, al tirar­se un clavado sintió que una fuerza lo arras­traba hacia las profundidades del remolí­no. [ ... ] fue arrastrado hasta un agujero adonde pudo respirar, pues estaba seco. Asombrado quedó al ver en la semioscuri­dad de aquella cueva, soportada por tron­cos de palmera, un hombre extraño de complexión robusta, quien le dijo en mal español que lo siguiera. [ ... ] fue conducido por galerías hasta llegar ante una puerta cubierta por una cortina de pieles de tigre que abrió el guía para que entrara; su asombro no tuvo límites, estaba en una gran habitación con pisos y paredes de pie­dra perfectamente labradas. [ ... ] al frente se levantaba un trono en el que estaba sen­tado un hombre de aspecto severo vestido a la usanza de los reyes mexicanos. ¡Sién­tese!, ordenó al francés, que obedeció aco­bardado. ¿Quiénes son ustedes y qué están haciendo en mis dominios sin mi permiso? Señor, contestó el interrogado, fuimos en­gañados al venir a estos lugares; y le contó la historia de su viaje al país. Me has di­cho la verdad, contestó el rey, todo esto ya lo sabía y por eso no los hemos molestado, pues veo que son hombres de trabajo y los voy a recompensar para que no se perjudi­quen al abandonar mis dominios; sonó un manojo de cascabeles y por una puerta di­simulada apareció un anciano. [ ... ] el rey o cacique le habló y el anciano desapareció volviendo al rato con una bolsa de cuero de venado repleta de monedas de oro de la na­ciente República. Creo que con todo esto les alcanza para irse a otro lado, dijo el caci­que. Gracias señor, te prometo que tan pronto recojamos cuanto tenemos en el rancho, nos iremos a Minatitlán ... [el fran-

cés fue conducido] por extraños caminos de la montaña hasta que, quitándole la ven­da, uno de los hombres le señaló la vereda que lo conducía a Minerva ... 2

Por ello, aunque el inmigrante francés aludió ante el Dios del Remolino que habían sido en­gañados al traerlos a las tierras de la antigua Mixtán, éste, que puede ser Michitéotl o el dios impuesto por los mexicas, lo obliga a abandonar sus dominios Michitéotl vela para que gente ex­traña no destruya su imagen ni cuestione su poder. Relatos que la tradición oral ha perpetua­do y que decidí usar para iniciar esta ponencia: cortas notas para dar cuenta de la inmigración francesa a México en el siglo XIX. Presentarla de esta manera tiene como justificación inten­tar anudar el quehacer historiográfico sobre los materiales del pasado con la tradición oral vi­gente en las comunidades de hoy. Un acontecer histórico visto bajo la mirada de un pueblo en el que la leyenda quedó incrustada en la memoria de sus hombres. Testimonios de fenómenos que, por extraordinarios que sean, sus exponentes los elevan a rango de una verdad cultural.

Retomar la tradición oral registró la presen­cia de los franceses en el Coatzacoalcos; res­ponde también al hecho de que en el relato se conjuga un fenómeno social, la inmigración francesa, con un acontecer de seres y dioses cu­yo origen se remonta a las culturas del mundo mesoamericano.

En los relatos se funden milenios de historia; caminantes de diversas regiones que detuvie­ron su andar en las tierras del Coatzacoalcos. Huellas de pueblos que, como las de los olmecas, quedaron plasmadas en las expresiones mate­riales de La Venta, San Lorenzo-Tenochtitlán, Tres Zapotes y Laguna de los Cerros, entre otros lugares. De la presencia de nahuas, toltecas, zoques, ahualulcos, mixtecas, zapotecas y mexi­cas, dan cuenta el registro lingüístico, las ano­taciones impresas dejadas por Suero de Cangas, Bernal Díaz del Castillo, fray Bernardino de Sahagún o Hernán Cortés. Culturas con sus pro­pias creencias y tradiciones que ocuparon un espacio y recrearon el poder de sus dioses. Le­yendas y relatos que son la expresión de un

imaginario social, ensoñación de la sociedad que subvierte la realidad y en el que asoma el ele­mento literario del sujeto social. En consecuen­cia, en estos relatos encontramos que el imagi­nario social tiene " ... en la historia no oficial, expresiones de protesta incomparable, por lo que ayuda a resolver el conflicto social".3 O tal vez sean espejismos de la realidad, como apunta Vansina, 4 que nos muestran cómo los hechos históricos han sido afectados por la cultura, la sociedad y los individuos.

Sin embargo, tomando en cuenta que estos testimonios o relatos como fuente histórica es­tán impregnados de la libertad de inspiración, he tomado otras fuentes de información: relatos de viajeros, informes de políticos y recopilación e interpretación de investigadores del pasado, para dar cuenta de la historia de la inmigración francesa a la cuenca del Coatzacoalcos.

Buscando población para un territorio. Los prolegómenos de la colonización fran­cesa

Con la llegada de los españoles a tierras ameri­canas empezaría una nueva etapa para los ha­bitantes del México prehispánico y aun para la de los del viejo mundo. En efecto, este hecho mar­caría el inicio de las migraciones transcontinen­tales en busca de fortunas y sueños de gloria.

América se antoja un paraíso terrenal. Su ri­queza se descubre día tras día. De Sevilla, el gran puerto fluvial de los emigrantes, parten hombres sedientos de aventura, dispuestos a conquistar pueblos desconocidos.

De las tierras del Coatzacoalcos se conocieron las cualidades de sus maderas. Cedro y caoba servirían para realizar trabajos de ebanistería y de ingeniería naval. Más aún, los españoles, fascinados por el colorido, pronto la explotaron para construir puertas, ventanas, estantes y escritorios. Riqueza forestal que, a su vez, atra­jo a los piratas ingleses; con ellos se fue forjando una historia de violencia e intrepidez; destruc­ción y abandono.

Un mundo no imaginado permitió al europeo su pronto enriquecimiento; fortunas forjadas y

reproducidas a costa de la destrucción del mun­do indígena. Allá en las tierras del Coatzacoal­cos, los pueblos y poblaciones originales fueron desapareciendo.

Los años transcurren. La región del Coatza­coalcos deja ver su grandeza y las grandes ven­tajas que representa su explotación.

En efecto, teniendo conocimiento de la impor­tancia de los recursos madereros, y de un viejo proyecto del conquistador Hernán Cortés para crear un paso que uniera a los dos océanos, a finales del XVIII el virrey Bucareli comisionó al ingeniero Agustín Cramer para estudiar la po­sibilidad de la comunicación interoceánica y es­tablecer un astillero en Coatzacoalcos. 5

El siglo XIX se inicia, y el sistema social en Mé­xico se va transformando, al igual que los inte­reses y necesidades de los grupos en el poder. Pero la historia no se detiene; otros aconteci­mientos van surgiendo como producto de la in­conformidad social._ México se independiza y busca nuevos derroteros. El cambio de una so­ciedad colonial a la constitución de una nación conlleva el surgimiento de hombres y grupos sociales con diferentes intereses. Unos tratan de conservar la estructura novohispana; otros buscan la modificación del sistema político y de la sociedad. La desigualdad social y económica imperante planteaba la necesidad de buscar so­luciones para que la nueva nación se recupera­ra económica y políticamente, de tal manera que mientras el pensamiento y las actividades económicas de los gobiernos federales de las primeras décadas del México independiente se encauzaban a revitalizar la producción minera, otros, como Lucas Alamán, veían la necesidad de colonizar y redistribuir grandes extensio­nes de tierra improductiva para impulsar la agricultura comercial y la industria manufac­turera. El sureste llama la atención. El Congre­so General empezó a buscar medidas útiles pa­ra colonizado y. el4 de enero de 1823 se elabora la ley para regir la colonización, aunque queda suspendida por los acontecimientos políticos de esos días.

El 21 de abril, Tadeo Ortiz, José Antonio Echavarría y Massano Barbadosa presentaron ante los diputados federales un plan para colo-

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nizar el Istmo de Tehuantepec. Un poco más tarde, Tadeo Ortiz de Ayala dirige al Poder Eje­cutivo un proyecto de colonización para el Coat­zacoalcos: "Se trataba de emplear en la coloni­zación a numerosos militares que desearían dedicarse al cultivo y a la ganadería. "6

El Ejecutivo aprueba el proyecto y se ofrece lo necesario para crear la nueva provincia en el Istmo. -El14 de octubre, por decreto, queda esta­blecida esta provincia, integrada por Acayucan yTehuantepec, y se procede a la colonización de terrenos baldíos del centro del Istmo y de la Barra delCoatzacoalcos.

Los terrenos se dividieron en tres partes; Ja primera se otorgó a los militares retirados con parte de su sueldo y a personas que hubieran prestado servicios a la patria: " ... se hizo un llamado general para el reparto de tierras li­bres en parcelas de diez hectáreas para vetera­nos de, guerra pero hubo pocos emprendedo­res".1 Otra·parte se dio a capitales nacionales y extranjeros establecidos en el país que observa­ran las reglas de colonización; la tercera frac­ción quedaría distribuida entre habitantes que no tuvieran tierras propias. Este proyecto se suspendió en 1824 y el Congreso Constituyente dispuso·que Tadeo Or-tiz se limitara al recono­cimiento de los ríos y las tierras del Coatzacoal­cos. Sus .observaciones le llevaron a proponer nuevamente la construcción de un camino per­manente; de . Tehuantepec a un puerto en el norte de Coatzacoalcos, a través del paso de La Tarifa. Sobre el particular anotaría:

. · ... sí .por una parte se pulsan inconvenien-. tes para la empresa de un total canal po­sitivo, por otra un camino de medos cortos y fácil deja en su importancia y ventajosa posición a una de las vías más cómodas pa­ra el vasto .comercio que se debe empren­der .con la América meridional, con la In­dia, la China y el Japón, las Islas de Luzón, el gran continente del noroeste, las Cali­fomias, Sonora, Jalisco, Michoacán, Méxi­co, Oaxaca, Los Chiapas y Guatemala, que algún día constituirán su emporio poblan­do y civilizando uno de los puntos más fe­cundos y bien situados de nuestro planeta.8

Asimismo, sobre las características de la re-gión señalaría: '

Las planicies interiores están cubiertas con densos bosques y están infectadas de fiebres y epidemias, como lo están todas las regiones sin poblar. Sin embargo, una vez desmontada, esta área estaría adecua­datpara el establecimiento de colonias. Sus productos podrían ser fácilmente trans­portados al mercado por varios ríos que alimentan al Coatzacoalcos. 9

Tan entusiastas informes repercutieron en una gran publicidad exterior; pronto llegaron las primeras ofertas.

En 1825 se encuentran "algunos extranje­ros laboriosos, procedentes de los Estados' Uni­dos ... " que establecieron una máquina de ase­rrar en Minatitlán, con el fin de explotar las ricas maderas de los valles y selvas. Asimismo, una fuerte casa comercial de Londres a la que estaba asociada el señor Justo Ruperti, radica­do en México, ofrece colonizar el alto Coatza­coalcos con 1 500 familias que ellos conducirían asumiendo todos los gastos. Pero, como para es­tos momentos el gobierno de Veracruz no había ratificado la ley -sobre colonización, la oferta quedó en pie. Cuando al fin el gobierno acepta, " ... llega la noticia a México de la quiebra de las grandes casas comerciales de Londres, y Ruper­ti se ve obligado a suspender todo negocio". 10

Meses después se publica la ley de coloniza­ción en Veracruz·y, para dar auge al Istmo, en 1826 se expide el decreto en que se dispone la fundación de tres poblaciones: Hidalgópolis, Allendópolis y Abasolópolis, comunidades inte­gradas por indígenas traídos de la Mixteca Alta. Sin embargo, lo inhóspito del medio, la fal­ta de comunicaciones y carencias de artículos de primera necesidad, provocaron que Tadeo Ortiz se pasara "recurriendo a las tiendas de raya, casi siempre manejadas por extranjeros, para mantener a los habitantes en las zonas que les habían asignado".U

Poco duró la euforia. El deseado pro.yecto se vio afectado por las pugnas por el poder, la inestabilidad política y la conformación de oli-

garquías regionales. Todo ello, junto con la tie­rra fértil pero hostil, la incomunicación, la insa­lubridad y las carencias, conllevaron a malo­grar el proyecto.

Tadeo Ortiz fue desprestigiado y entre los colonos se sembró la discordia y el desorden. Las congregaciones se dispersaron y Ortiz Aya­la dejó la región del Coatzacoalcos para irse a Burdeos como cónsul mexicano; allá continuó su intento por colonizar su soñado paraíso.

Cuando la colonización se hizo historia y leyenda

Las fechas se hacen necesarias para explicar los hechos y sucesos: entender las políticas que lle­varon a que de 1824 a 1830 se crearan las leyes de colonización. En efecto, los hechos sociales y la política nacionalista buscan la construcción de un país moderno, a semejanza de los euro­peos. Los indios, símbolo del pasado, si bien son exaltados por su papel en la historia de conquis­ta y explotación, en aquel presente eran signo de atraso; un problema para consolidar la na­ción mexicana. Por ello, la colonización ofrecida a los países europeos es la respuesta para impul­sar el desarrollo y progreso de la nación. Asimis­mo, con sangre europea y de indio americano se formaría una nueva "raza" que en sí misma reu­niera lo mejor de cada una, como lo apuntara Francisco Pimentel. 12 Fortaleza y tesón para el trabajo serían las cualidades aportadas por el eu­ropeo; honradez, lealtad y un sentimiento de pro­fundo respeto a la naturaleza serían los valores transmitidos por el indio mexicano.

Por otra parte, hay que tener en cuenta que pocos años habían transcurrido desde la amar­ga experiencia de la colonización en Texas, por lo que los norteamericanos fueron excluidos para realizar el proyecto.

Mientras que en México se busca al europeo para modernizar el país, en el viejo mundo el pequeño agricultor, el artesano, e.l tendero y el comerciante resienten los efectos de la Revolu­ción Industrial. Europa se convierte en la reser­va principal de masas humanas, y vuelca sus excedentes de población más allá de los océa-

nos. La modernización los arroja a la proleta­rización. América los espera.

Agustín de Iturbide, el emperador, autoriza la distribución de tierras a los extranjeros que desearan colonizarlas. Las ofertas cruzan el mar y llegan a Europa. Pronto se establecerían en México la Compañía Alemana de Minas y la Com­pañía Alemana de Indias. Con ellas no sólo llegartían los empresarios, sino emigrantes que huían de Alemania por razones políticas y eco­nómicas. De esta forma llegaron los alemanes, deseaJndo obtener ricas tierras en territorio ve­racruzano. De los inmigrantes alemanes que llegaron a Minatitlán, se cuenta que sólo quedó Guillermo Thecsman,

seducido tal vez por las descripciones exa­geradas y casi fabulosas que hacían de las riberas del Coatzacoalcos en los periódicos franceses [ ... ]vino expresamente de su pa­tria, con más de ochenta mil pesos emplea­dos en mercancías, para radicarse allí. 13

Sin embargo, el comerciante alemán, víctima de la envidia de los angloamericanos y de nues­tra imperfecta legislación judicial, murió preso y arruinado en Acayucan.14

Por su parte, en Francia se iban conociendo las maravillas del territorio mexicano. La obra del barón de Humboldt, dando cuenta de la riqueza del país, su abundancia en metales pre­ciosos, las riquezas y posibilidades de tales tie­rras, su privilegiado clima y las grandes posibi­lidades para impulsar el comercio de productos de exportación como el azúcar, cacao, índigo, vainilla y cochinilla, contribuyó a entusiasmar a los franceses. La obra se puso en marcha cuan­do en 1828 Antonio López de Santa Anna, go­bernador de Veracruz, firmaba una concesión de 300 leguas cuadradas a favor de Laisné de Villaveque, " ... bajo la formal condición de que se empeñara a cumplir la promesa de estable­cer y animar lá cultura de la viña, la seda y de demás ... "15 Alexander Martín, cónsul en Méxi­co, pone en contacto a los señores Chedeheux y Laroche, agentes de la compañía de coloniza­ción formada por Laisné de Villeveque y Gior­dan con Tadeo Ortiz.

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Finalmente; se otorgaron 500 leguas cuadra­das del Alto Coatzacoalcos a 500 campesinos "ro­bustos y laboriosos". Los bergantines L'Ame­rique, Diane, Glaneuse, Petit Eugene, Requin, Edouard-Eulalia, transportaron a trabajado­res agrícolas, cultivadores, artesanos y obreros. Hombres de diversas regiones se hacían a la mar. De los Altos Pirineos, Borgoña, Cham­paigne, del Franco Condado, el Alto Saona, Sao­na, Loria, Valnece y Orange. Mil colonos, entre hombres, mujeres y niños llegaron al soñado Coatzacoálcos en busca del territorio más "bello y fértil del globo", en el que las montañas cu­biertas con nieve producían una brisa agrada­ble y hacían "reinar la más dulce y deliciosa temperatura". Desde Francia imaginaban los valles y llanuras cubiertos con enormes caobas, "bosques saturados de maderas preciosas ... ", selvas de encinos y cedros "de cien a ciento cin­cuenta pies de altura". 16

Anhelaban llegar al paraíso descrito por Gior­dan y Laisné de Villeveque a cultivar vid, more­ra, olivo, algodón, tabaco, trigo, cebada, clavo, cochinilla, vainilla; café y maíz; a criar borre­gos, vacas, abejas y caballos que, según decían, se multiplicaban con rapidez. Como un atracti­vo más, se les mencionó la pronta construcción de medios de transporte para facilitar la expor­tación de sus productos.

Del puerto de Le Havre salieron los primeros colonos; L'Amerique los condujo con sus sueños. Cruzaron el océano para encontrarse pronto con tormentas, el naufragio y la desolación. Charles Dubouchet, uno de los sobrevivientes de este pri­mer viaje, fue narrando sus angustias; las en­fermedades, insectos y alimañas que destruían su esperado paraíso. Ni granos, ni frutas, ni viviendas; menos animales domésticos, sólo la impenetrable selva: " ... ni el fierro, ni el fuego podría contra esas masas gigantescas ... "17

Más tarde llegaría el Hércules transportan­do nuevos colonos y los mismos sueños. Las es­cenas se repiten con mayor crueldad, ya que es el mes de junio; tormentas y huracanes, calor y moscos parecen aumentar los estragos. Tem­peraturas hasta de 40 grados, enfermedades como la fiebre amarilla y la viruela van diez­mando a los colonos franceses.

La situación se denuncia, pero la astucia de Giordan, Villeveque y el abad Baradere conven­ce a otros franceses de las bondades de dichas tierras. Y las palabras del abad, revestido de un carácter sagrado y título responsable, hacen ignorar las advertencias. Su fácil palabra con­vence e ilusiona. De Francia, que entonces ge­mía bajo un poder tiránico cuya influencia de­sastrosa se extendía sobre todas las clases sociales, saldrían los pequeños comerciantes en bancarrota, los jornaleros sin trabajo, los agri­cultores sin tierra y los jóvenes sin esperanza ni porvenir. N u e vos acontecimientos y peores atro­pellos les deparaba el destino. Según narró Hi­ppolyte Maison, pocos sobrevivieron, unos más regresaron a Francia y otros buscaron mejores tierras mexicanas.

De Fossey, utópico colonizador francés, na­rraría que, seducidos por la tierra y por la exen­ción de impuestos durante diez años, arribaron a las costas de Coatzacoalcos. De ahí partieron a Minatitlán, que

... era el sitio donde debíamos desembarcar en la noche. Veíamos con ojos ávidos, los bosques[. .. ] el curso del río, que en algunas partes es muy bello, más de verdor y ramas entrelazadas que avanzaban por todos si­tios [ ... ] algunas mujeres de cuerpo cobrizo desnudo hasta la cintura [. .. ]. De cuando en cuando, advertíamos extendido sobre la arena a un caimán, que al vernos volvía presuroso al agua, o a una iguana de un verde dorado ... 18

Más adelante, el autor apuntaría: "pasamos noches verdaderamente horribles [ ... ] el horri­ble calor, las lluviosas tempestades. Pero nues­tro mayor suplicio empezaba cuando los bos­ques se coloreaban con la tinta rojiza del sol poniente. Los moscosllegaban a enjambres tan espesos, que el sol perdía su color" .19

Años más tarde, esta historia de horrores y engaños dio paso a otras. Testimonios diversos fueron dando cuenta del destino de los hombres que buscaron un paraíso.

En efecto, J.J. Williams, encargado de los es­tudios para la construcción del ferrocarril tran-

sístmico, aseguraba que los colonos franceses apuntaron no tener motivo alguno para quejar­se; sus caras alegres y robustas atestiguaban la verdad de su dicho. 20 El mismo autor apunta:

Hidalgotitlán, llamado así en honor del célebre general mejicano pero más conoci­do por Almagres, a causa de los montones de arcilla roja que hay en sus inmediacio­nes, está situado en el borde de unos cerros cubiertos de verdor y que tiene declive ha­cia la orilla del E. del Coatzacoalcos, a siete millas y media más arriba de la confluen­cia del brazo, a dieciocho de Minatitlán. Fundó a Hidalgotitlán en 1821 un coloni­zador francés, y es el solo punto habitable entre el término de la navegación de mar afuera y la parte alta de Coatzacoalcos .. . 21

Por otra parte anotaría:

En el caso de La Puerta terminan las lla­nuras del río; entre dicho punto y Mina­titlán no hay más que un lugar habitado que se llama Hidalgotitlán, o pueblo de los Al­magres. Está situado a la derecha de Coat­zacoalcos en un terreno elevado, a cosa de veinte millas más arriba de Minatitlán y contiene unos cuatrocientos habitantes, principalmente de la raza azteca que, con pocas excepciones, son sanos y robustos. También aquí encontramos colonos france­ses que, respecto de su salud, aseguraron no tenían motivo alguno para quejarse; sus caras al~gres y robustas formas atesti­guan claramente la verdad de su dicho.22

Por su lado, en 1855 Orozco y Berra consigna­baque Minatitlán tenía solamente 274 habi­tantes, 81 de ellos extranjeros, franceses en su mayoría, que sobrevivieron a los horrores de la colonización.

En 1859, Charles Brasseur, auspiciado por el Ministerio de Educación de Francia, llegó aMé­xico. Embarcado en el Guazacoalcos recorrió el río del mismo nombre y dejó asentado en sus memorias:

... bajo los macizos de las copas ondulantes extendidas de derecha a izquierda en una lejanía desesperante que se creía impene­trable a los rayos del sol, se encuentran sin embargo numerosas viviendas, esparcidas de ordinario entre las milpas y prados. No se trata sólo de indios que han fijado allá sus penates; se pueden encontrar nortea­mericanos, europeos, sobre todo franceses que, informados de los desastres de los pri­meros colonos de Guazacoalcos han apren­dido a vivir allí y a crearse un agradable bienestar. 23

En su recorrido llegó al Remolino de los Al­magres, hoy día conocido como Hidalgotitlán. Se detuvo frente al pueblo y vio a una mujer de rasgos europeos.

... se trataba de una francesa, madame Raimond, viuda de uno de los primeros co­lonos de la desastrosa expedición del señor de la Ville-Eveque; igual que su marido, sufrió mucho y sus aventuras, de las que había oído hablar, ofrecían material para una novela. Raimond superó la desgracia y hacía algunos años había muerto tran­quilamente, dejando a su familia en una situación próspera. 24

En otras historias, conocidas y recreadas por la tradición oral, los franceses, como en nuestro relato inicial, fueron abandonando las tierras del Coatzacoalcos para no provocar la ira del "Dueño del Remolino". En ellas, aunque los he­chos políticos y sociales van cambiando para dar forma a una sociedad distinta, perduran las ideas y creencias; perviven los dioses que infli­gen castigo, el terror sagrado, los dueños míticos de la naturaleza.

Actualmente, aún se puede observar la pre­sencia de los colonos franceses en los nombres con que bautizaron dos arroyos: Estero de Fran­cia y Estero de Francita, y algunos árboles de mango que todavía existen. Los apellidos De­veraux, Bremont, Lugan, De Foss, Raimond; los rostros de tez morena y ojos de color azul, la piel blanca y el pelo rubio son, asimismo, otras

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de las huellas dejadas por aquellos inmigrantes. Finalmente, no puedo dejar de mencionar que cuando se realizan entrevistas, o se hace alusión al parentesco, no falta uno que otro habitante de estas tierras que alude a que su abuelo, bi­sabuelo o pariente lejano era francés. Con ello reafirman su pertenencia a la "raza" emprende­dora.

Historias ¿para qué?

Considero que para poder acercarnos al conoci­miento del pasado, y en particular a lo aconteci­do en el siglo XIX con la presencia de los inmigran­tes en México, es necesario conocer y difundir la visión particular del pueblo al que llegaron, los testimonios escritos por los protagonistas y los re­latos de los viajeros de la época.

Registrar los hechos que impactaron a unos y otros, y en los que curiosamente existe un ol­vido al no estar presente en sus relatos los he­chos económicos y sociales que sucedían, ya en Francia, bien en México. Buscar, confrontar o fundir los recuerdos y olvidos de la población del sur de V eracruz sobre los sucesos sociales a con­tecidos en esta parte de· su historia tiene una ex­plicación. Como apunta Gellner, hay que tener en cuenta que el olvido y el recuerdo tienen pro­fundas raíces históricas; ni uno ni otro surgen del accidente histórico. 25 En esta suma de histo­rias, los hechos que impactaron a cada uno de los protagonistas adquieren diversos sentidos. Para los inmigrantes franceses, la idealizada visión del conquistador que sigue considerando

Notas

1 Viriato da Silveira, "El dueño del remolino", 1969, mecanoescrito.

2 Idem. 3 Francois Laplantine, Las voces de la imaginación

colectiva. Mesianismo, posesión y utopía, Barcelona, Garnica, 1977, p. 24.

4 Jan Vansina, La tradición oral, Barcelona, N u e va Colección Labor, 1968, p. 123.

5 Documento inédito sobre la colonización de Vera cruz,

a América como la fuente de su enriquecimien­to y ascenso social; para los empresarios, el ne­gocio de engañar hombres y hacer fortunas; pa­ra el pueblo indígena, la presencia de hombres ajenos a su cultura, como antaño los españoles, representa el peligro de sus costumbres, creen­cias, libertad y propia vida. Por ello, buscan los mecanismos ideológicos que les permitan resis­tir y explicar el desastroso desenlace de la inmi­gración francesa.

Finalmente, sólo quiero apuntar que unir historias para dar cuenta de los hechos tiene un doble propósito. Por una parte, la antropología tiene el compromiso de conocer y manejar en su contexto cultural las historias locales, con el fin de revertir el conocimiento a sus protagonistas de la mejor manera. Ayudar a perpetuar la voz de los ancianos no es una labor ajena al compro­miso antropológico; transitada del discurso­etnología a la escritura-historia, la palabra has­ta hoy silenciada recuperará nuevos espacios para desplegar su misión de instrumento de conocimiento, de lucha y de identidad. Por otra parte, como una necesidad para poder explicar el devenir histórico de nuestro país. Conocer el pasado y explicar el presente puede acercarnos a la realidad que pretendemos aprehender con una idea clara en la mente: la necesidad de oír la voz de todos, la del indígena y la· del mesti­zo, la del que hace la historia y la del que la re­crea. Ello nos permitirá reflexionar de forma conjunta, crear una nueva historia que nos dé cabida a todos y en la cual sea posible vivir en igualdad la diferencia, como bien lo apuntara Mario Ruz alguna vez. 26

en Archivo Histórico de la Biblioteca Nacional de Antro­pología e Historia de México, slf, p. 3. Guido Munch, Etnolog(a del istmo veracruzano, México, UNAM, Ins­tituto de Investigaciones Antropológicas, 1983, p. 30.

6 Manuel B. Trens, Historia del estado de Veracruz, Jalapa, Editorial Jalapa-Enríquez, 1948, tomo III, p. 489.

7 George M. McBride, The Land Sistems of Mexico, New York, American Geographic Society, 1923, p. 90.

8 Tadeo Ortiz de Ayala, Istmo de Tehuantepec, Jala-pa, Summa Veracruzana, 1966, p. 90.

9 !bid., p. 13. 10 Documento inédito ... , op. cit., p. 7. 11 Carmen Blázquez, "Introducción" al libro La colo­

nización francesa en Coatzacoalcos, Jalapa, Univ,ersi­dad Veracruzana (Colección UV), 1987, p. 10.

12 Francisco Pimentel, Memoria sobre las causas que han originado la situación actual de la raza ind{gena en México y medios para remediarla, México, 1864.

13 Manuel Orozco y Berra, Diccionario universal de historia y geograf!a, México, Tipográfica de Rafael, Librería de Andrade, 1855, p. 84.

14 !bid., p. 106. 15 Luis Chávez Orozco, "Los franceses en Coatza­

coalcos", Revista Jarocha, Jalapa, 1968, P'· 21. 16 Hippolytte Maison y Charles Dubouchet, La colo­

nización francesa en Coatzacoalcos, Jalapa, Universi­dad Veracruzana (Colección UV Rescate), 1986, p. 20.

17 !bid., p. 39.

18 Margo Glantz, Viajes a México. Crónicas extranje­ras, México, FCE/SEP 80, t. 11.

19 lbid., p. 331. 20 J.J. Williams, El Istmo de Tehuantepec. Resultado

del reconocimiento para la construcción de un ferroca­rril de comunicación entre los océanos Atlántico y Pad­fico, México, Imprenta Vicente García Torres, 1852, p. 220.

21 ldem. 22 !bid., p. 229. 23 Charles Brasseur, Viaje por el Istmo de Tehuan­

tepec, México, FCE/SEP 80, 1981, pp. 35-36. 24 !bid., pp. 68-69. 25 Ernest Gellner, Cultura, identidad y poUtica, Es­

paña, Gedisa, 1987, p. 20. 26 Humberto Mario Ruz, "Matices de la historia: el

caso de Chiapas", Mesoamérica, año 10, cuaderno 18, Guatemala, Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica y Plumsock Mesoamerican Studies, 1989, p. 252.

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