¿Cuándo Demonios Vas a Crecer de Una Vez?

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¿Cuándo demonios vas a crecer de una vez? Con Holden Caulfield millones de personas se han sentido menos solas: 'El guardián entre el centeno' ejerce un poder extraordinario "Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia…”. Desde el arranque de El guardián entre el centeno queda claro que Salinger pretendía situar su narración en la modernidad. Lo que no podía saber es que, bien entrado el siglo XXI, esta novela de aprendizaje iba a mantenerse tan fresca y actual como cuando la publicó en 1951, tanto por la forma en que está escrita como por lo que nos presenta, salvando el detalle de la ausencia de móviles y demás artefactos. Diez años antes, en una carta a una amiga, decía que estaba escribiendo una historia sobre “un chico de instituto durante las vacaciones de Navidad”. Y sí, es eso. Eso y mucho más, seguramente porque ese chico, Holden Caulfield, es uno de los personajes más entrañables de la literatura universal, que mira y juzga lo que le rodea de una forma original, ácida, tierna a veces. Con algunos datos autobiográficos (unos epidérmicos, otros más profundos: el Holden que desprecia a casi todos, ¿no será ese escritor misántropo que deja de publicar y se aísla, acrecentando su leyenda?), Salinger escribió sobre los adolescentes, su rebeldía, su lucha por encontrar un lugar en el mundo, su miedo a crecer y a la vez su deseo de hacerlo. Porque Caulfield critica a los adultos, falsos, hipócritas o sencillamente imbéciles, mientras que aprecia a los niños, espontáneos, inocentes, generosos. Y por eso, lo que de verdad le gustaría es estar al borde del precipicio, al final del campo de centeno, para vigilar que los niños no caigan por él. Evitar que se hagan mayores. Pero eso es imposible, y de MARTIN CASARIEGO 18 FEB 2015 - 10:11 Enviar Imprimir Guardar

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¿Cuándo demonios vas a crecer de una vez?

Con Holden Caulfield millones de personas se han sentido menos solas: 'El guardián entre el

centeno' ejerce un poder extraordinario

"Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que

querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi

infancia…”. Desde el arranque de El guardián entre el centeno queda claro que

Salinger pretendía situar su narración en la modernidad. Lo que no

podía saber es que, bien entrado el siglo XXI, esta novela de

aprendizaje iba a mantenerse tan fresca y actual como cuando la

publicó en 1951, tanto por la forma en que está escrita como por lo

que nos presenta, salvando el detalle de la ausencia de móviles y

demás artefactos. Diez años antes, en una carta a una amiga, decía

que estaba escribiendo una historia sobre “un chico de instituto

durante las vacaciones de Navidad”.

Y sí, es eso. Eso y mucho más, seguramente porque ese chico, Holden

Caulfield, es uno de los personajes más entrañables de la literatura universal, que

mira y juzga lo que le rodea de una forma original, ácida, tierna a

veces. Con algunos datos autobiográficos (unos epidérmicos, otros

más profundos: el Holden que desprecia a casi todos, ¿no será ese

escritor misántropo que deja de publicar y se aísla, acrecentando su

leyenda?), Salinger escribió sobre los adolescentes, su rebeldía, su

lucha por encontrar un lugar en el mundo, su miedo a crecer y a la

vez su deseo de hacerlo. Porque Caulfield critica a los adultos, falsos,

hipócritas o sencillamente imbéciles, mientras que aprecia a los

niños, espontáneos, inocentes, generosos. Y por eso, lo que de verdad

le gustaría es estar al borde del precipicio, al final del campo de

centeno, para vigilar que los niños no caigan por él. Evitar que se

hagan mayores. Pero eso es imposible, y de ahí la crisis de Holden.

Observador, sensible, exagerado, sarcástico, curioso (¿dónde irán en

invierno los patos de Central Park?), en esos pocos días que dura su

aventura, cuando, tras una pelea decide escapar del colegio del que

ha sido expulsado y retrasar la vuelta a casa, ese chico de 16 años al

que le gustaría aparentar más para que le sirvan las copas sin

preguntas y para ser tenido en cuenta por las mujeres, piensa en el

MARTIN CASARIEGO 18 FEB 2015 - 10:11 

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sexo, se emborracha, fuma, requiere los servicios de una prostituta,

despotrica contra la educación académica, se deprime, dice tacos y

abusa de las coletillas. Eso puede explicar que aún en 1980 fuera el

libro más prohibido en los institutos de Estados Unidos. Pero el texto

es inteligente, original, tiene humor, está lleno de vida y sensibilidad,

posee un ritmo perfecto, nunca cae ni en lo cursi ni en lo soez, así

que tampoco extraña que, en ese mismo año, fuera el segundo más

recomendado.

En esa división

entre los

profesores que lo

prohíben y los que

lo recomiendan,

estos últimos

tienen un

argumento difícil

de rebatir: aquellos se están convirtiendo en lo que critican, en

guardianes entre el centeno que no quieren que sus alumnos

maduren. Carl Luce, un conocido mayor que él con el que Holden

toma unas copas, le espeta: “¿Cuándo demonios vas a crecer de una

vez?”. Y de eso trata este libro, a eso asistimos a lo largo de sus

páginas, al abandono definitivo de la infancia, al complicado paso de

una edad a otra. Todo, aquí, está en esa frontera: Holden, y la propia

novela, publicada para adultos y adoptada por millones de

adolescentes y jóvenes. Cada año se venden 250.000 ejemplares. La

crítica también lo considera, casi unánimemente, como una de las

obras mayores del siglo pasado. Es uno de esos felices y raros casos

en los que crítica y público van de la mano a lo largo de décadas.

Holden se rebela contra la educación, contra la autoridad, contra los

mayores, contra el inevitable proceso de madurar, cumpliendo

muchas de las características de las novelas de iniciación. Su rebelión

está condenada a la derrota, pero de ella surge una victoria

imperecedera, la de dejarnos uno de los libros más maravillosos que

se pueden leer casi a cualquier edad. Ese muchacho que pide y

confiesa: “Toma una copa más. Por favor. Tengo una depresión

horrible. Me siento muy solo, de verdad”, ha conseguido que millones

de personas se sientan menos solas en algún momento de sus vidas.

Ese es el extraordinario poder de los libros extraordinarios. Hacia el

final, Holden nos da un consejo: “No cuenten nunca nada a nadie. En

el momento en el que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de

menos a todo el mundo”. Y al lector le sucederá algo semejante a lo

De la derrota de Holden surge una victoria imperecedera, la de

dejarnos uno de los libros más maravillosos que se pueden leer

casi a cualquier edad

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que le sucede al narrador: cuando cierra el libro, empieza a echar de

menos a Caulfield. Ya sólo le queda recomendarlo a los jóvenes y no

tan jóvenes como si se hubiera publicado ayer.

El guardián entre el centeno. J. D. Salinger. Alianza Editorial. Madrid,

2013. 288 páginas. 9,13 euros.