Cuádruple bypass en las vegas, América Economía Internacional julio 2014

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DAVID CORNEJO 170 AMÉRICAECONOMÍA | JULIO, 2014 LÍNEA DIRECTA Curvas de neón: el downtown le compite con luces y sombras a Las Vegas Strip. se hicieron famosos en el cine. Pero con el predominio de Las Vegas Strip en los 90, el downtown entró en decadencia. Hoy no se ven turistas extranjeros, sino a estadounidenses trabajadores que se emborrachan, ven espectáculos callejeros y se pasean entre las bailarinas que se mueven sobre las mesas de apuestas. El Pioneer Club conserva al vaquero, pero hoy es una tienda de souvenirs fabricados en China. En la esquina de Freemont con Las Vegas Blvd está el Heart Attack Grill, cuyo lema lo dice todo: “Comida por la que vale la pena morir”. Es un restaurante de comida rápida que en letras luminosas anuncia “si pesas más de 150 kilos comes gratis”. También certifica que tiene la hamburguesa más calórica del mundo según el libro de Record’s Guinness (9.982 calorías). En la puerta un letrero dice “cuidado, este local es malo para tu salud”, seguido de “el gobierno exige que pongamos esto para satisfacer su deseo megalomaníaco E stoy vestido con una bata de enfermo. En mi muñeca tengo una pulsera que dice “tengo un bypass” y Katia, una enfermera rubia y escotada, está a punto de azotarme el tra- sero con una paleta de madera. No, no es uno de aquellos sueños; estoy despierto, en el downtown de Las Vegas. Hoy la ciudad tiene su zona más lujosa en Las Vegas Strip. Son 6 kilómetros de hoteles-casinos, como el Bellagio y su espectáculo de agua o el Ceasars Palace, donde se filmó The Hangover. Hay exclusivos shows del Cirque du Soleil basados en Michael Jackson y Los Beatles y presentaciones en vivo de Lady Gaga y Britney Spears. Gente de todo el mundo juega su dinero en los casinos. Pero hubo una época en que la verdadera diversión era el downtown. Media hora en bus al norte de Las Vegas Strip. Donde estoy ahora. Acá se fundaron la ciudad y los pri- meros hoteles. Sus luces de neón, espe- cialmente el vaquero del Pioneer Club, Cuádruple bypass en Las Vegas de controlar tus libertades”. Al entrar, una enfermera oriental te viste con bata de enfermo y la pulsera que indica que tienes un bypass. El sa- lón está lleno de afiches que parodian películas famosas, como “Gone with the waistline” (“Lo que la cintura se llevó”) o “Burger Wars” (“La guerra de las hamburguesas”). Hoy todo el público es adulto, y al menos la mitad se ve con sobrepeso, aunque no estoy seguro de cuántos están comiendo gratis. La carta dice “cuidado: este menú contiene pornografía nutricional”. Las hamburguesas, según la cantidad de tocino, se llaman “single bypass”, “double bypass”, y así, hasta llegar al óctuple bypass con 40 láminas de tocino. Las flatliner fries son papas fritas con queso y chile “fritas en pura manteca”. Literalmente: las ponen en la freidora con un puñado de manteca blanca encima. El vino es servido en bolsa en un pedestal portasuero y el menú vegano son ci- garrillos “100 % hojas de tabaco”. El postre es mantecado puro con vodka. El problema es que si no terminas este imposible menú una enfermera te azota con la paleta de madera. Si entras, estás entre la espada y la pared. Me siento junto al mesón y veo a un par de clientes azotados con la pa- leta. La manager del local es la negra enfermera “Stephanie”. Le pregunto si ella también come allí y su respuesta es un no rotundo. “La gente anda de vacaciones en Vegas y se da permiso para portarse mal”, me explica. “Pero comer esto todos los días sería fatal”. Sigo avanzando con mi menú, pero finalmente me rindo. Llegó mi hora. La enfermera Katia se acerca. Le pre- gunto cuántos azotes son y me dice “depende, tú tienes cara de cinco”. Prepara la paleta y me dice “esto va a doler”. Jamás la olvidaré. n David Cornejo en Las Vegas

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línea directa

curvas de neón: el downtown le

compite con luces y sombras a las

Vegas Strip.se hicieron famosos en el cine. Pero con el predominio de Las Vegas Strip en los 90, el downtown entró en decadencia. Hoy no se ven turistas extranjeros, sino a estadounidenses trabajadores que se emborrachan, ven espectáculos callejeros y se pasean entre las bailarinas que se mueven sobre las mesas de apuestas. El Pioneer Club conserva al vaquero, pero hoy es una tienda de souvenirs fabricados en China. En la esquina de Freemont con Las Vegas Blvd está el Heart Attack Grill, cuyo lema lo dice todo: “Comida por la que vale la pena morir”.

Es un restaurante de comida rápida que en letras luminosas anuncia “si pesas más de 150 kilos comes gratis”. También certifica que tiene la hamburguesa más calórica del mundo según el libro de Record’s Guinness (9.982 calorías). En la puerta un letrero dice “cuidado, este local es malo para tu salud”, seguido de “el gobierno exige que pongamos esto para satisfacer su deseo megalomaníaco

Estoy vestido con una bata de enfermo. En mi muñeca tengo una pulsera que dice “tengo un

bypass” y Katia, una enfermera rubia y escotada, está a punto de azotarme el tra-sero con una paleta de madera. No, no es uno de aquellos sueños; estoy despierto, en el downtown de Las Vegas.

Hoy la ciudad tiene su zona más lujosa en Las Vegas Strip. Son 6 kilómetros de hoteles-casinos, como el Bellagio y su espectáculo de agua o el Ceasars Palace, donde se filmó The Hangover. Hay exclusivos shows del Cirque du Soleil basados en Michael Jackson y Los Beatles y presentaciones en vivo de Lady Gaga y Britney Spears. Gente de todo el mundo juega su dinero en los casinos. Pero hubo una época en que la verdadera diversión era el downtown. Media hora en bus al norte de Las Vegas Strip. Donde estoy ahora.

Acá se fundaron la ciudad y los pri-meros hoteles. Sus luces de neón, espe-cialmente el vaquero del Pioneer Club,

Cuádruple bypass en Las Vegas

de controlar tus libertades”.Al entrar, una enfermera oriental te

viste con bata de enfermo y la pulsera que indica que tienes un bypass. El sa-lón está lleno de afiches que parodian películas famosas, como “Gone with the waistline” (“Lo que la cintura se llevó”) o “Burger Wars” (“La guerra de las hamburguesas”). Hoy todo el público es adulto, y al menos la mitad se ve con sobrepeso, aunque no estoy seguro de cuántos están comiendo gratis.

La carta dice “cuidado: este menú contiene pornografía nutricional”. Las hamburguesas, según la cantidad de tocino, se llaman “single bypass”, “double bypass”, y así, hasta llegar al óctuple bypass con 40 láminas de tocino. Las flatliner fries son papas

fritas con queso y chile “fritas en pura manteca”. Literalmente: las ponen en la freidora con un puñado de manteca blanca encima. El vino es servido en bolsa en un pedestal portasuero y el menú vegano son ci-

garrillos “100 % hojas de tabaco”. El postre es mantecado puro con vodka. El problema es que si no terminas este imposible menú una enfermera te azota con la paleta de madera. Si entras, estás entre la espada y la pared.

Me siento junto al mesón y veo a un par de clientes azotados con la pa-leta. La manager del local es la negra enfermera “Stephanie”. Le pregunto si ella también come allí y su respuesta es un no rotundo. “La gente anda de vacaciones en Vegas y se da permiso para portarse mal”, me explica. “Pero comer esto todos los días sería fatal”. Sigo avanzando con mi menú, pero finalmente me rindo. Llegó mi hora. La enfermera Katia se acerca. Le pre-gunto cuántos azotes son y me dice “depende, tú tienes cara de cinco”. Prepara la paleta y me dice “esto va a doler”. Jamás la olvidaré. n

david cornejo en Las Vegas