Cuadernos Rovirosa nº 6

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6 Cuadernos Derechos y justicia

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Esta reflexión es un comentario a los dos libros sobre la Cooperación Integral escritos por Guillermo Rovirosa.

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Derechos y justicia en Guillermo Rovirosa

La afirmación ¡Señor mío y Dios mío: Tú eres comunión y todo es comunión! encierra la gran afir-mación de Rovirosa: Jesucristo es todo, lo demás es nada.

El derecho y la justicia en Rovirosa tienen su origen, su sentido y su meta en este gran descubri-miento. Toda su vida, su pensamiento y su obra es un intento de vivir la comunión y construir la co-munión. Para Guillermo, NO HAY JUSTICIA NI DERECHOS FUERA DEL COMUNITARISMO.

Derechos y justicia

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Derechos y justiciaen Guillermo Rovirosa

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Esta reflexión es un comentario a los dos libros sobre la Cooperación In-tegral escritos por Guillermo Rovirosa. Aunque nos ha guiado un deseo de fidelidad a su pensamiento, es posible que algunos aspectos de su obra hayan sido sobredimensionados y otros empequeñecidos. Por ello, nuestro mayor deseo es que estas reflexiones provoquen en quien las lea la necesi-dad de conocer el pensamiento de este santo hacista.

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¡Qué bueno está el pan!

Nuestra vida militante, el sentido de lo que hacemos, la vida de la HOAC, el anuncio, la denuncia, la construcción de la justicia, todo… depende de que Jesucristo esté con nosotros, pues sin Él nada podemos hacer (Jn. 15, 5). La petición «Quédate con nosotros» que hicieron los discípulos de Emaus (Lc. 24, 29) es la súplica que manifiesta la necesidad más profunda del ser humano y de las organizaciones que deseamos vivir con Él y en Él. ¿Está con nosotros? es la pregunta que siempre debemos hacernos.

Es posible que tengamos el convencimiento de que casi toda nuestra vida su camino ha sido nuestro camino; de que hemos estado compartiendo con Él la mesa servida en plenitud, el pan tierno y humeante y el envejecido vino que se quedaba pegado al paladar dejando sabores y olores que perduraban hasta después de la última palabra. Pero no está de más que cuestionemos esta afirmación, que pensemos que su camino no ha sido nuestro camino, sino que hemos pretendido que nuestro camino sea el suyo; que nos haya pasado como le pasó a una buena amiga:

Esta amiga contaba que sus relaciones de pareja no funcionaban muy bien. Después de muchos años de matrimonio, trabajando los dos, aten-diendo a dos hijos… las relaciones de pareja habían caído en una rutina insoportable.

Un día, al regresar del trabajo, mi amiga decidió sorprender a su marido y le preparó una estupenda comida con las cosas que a él más le gustaban. Adornó la mesa, lo dispuso todo y esperó a que llegase.

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La comida transcurrió como siempre más o menos. Hablaron de las mismas cosas de siempre y el tiempo transcurría como siempre. Pero ella aguar-daba a que él reaccionara y le hiciera algún comentario sobre la comida y sobre el momento que ella había pretendido que fuera un poco especial.

Ya, casi al final, rebañando con la sopa de pan la poca salsa que quedaba en el fondo del plato, el marido la miró y le dijo: ¡Qué bueno está el pan!

De todos los alimentos, el único que ella no había preparado era el pan. Pero no es esto lo más grave. Lo importante no era los alimentos, sino lo que significaban. Aquella comida era la expresión de un deseo, de una in-quietud, de un sueño, de una ilusión, de una esperanza, de una resistencia al fracaso, de una lucha, de una necesidad de amar y ser amada. Esta mujer esperaba reiniciar una historia de amor, comenzar una nueva vida basada en el amor, pero la respuesta que obtuvo fue: ¡Qué bueno está el pan!

Quizás podamos vernos reflejados en esta historia. Podemos vernos sen-tados con Jesucristo en la mesa del mundo, la que Dios ha preparado, una mesa que contiene no ya los alimentos más sabrosos, contiene la salva-ción del mundo y del hombre, el sentido de todo, la felicidad más hermosa de cuantas hayamos podido imaginar. Y podemos descubrirnos ignorando todo lo que nos ofrece y exclamando: ¡Qué bueno está el pan!

Perdonad por esta larga introducción, pero nos ha parecido necesaria para hablar de Rovirosa. Su pensamiento, su vida, su obra, sus escritos, su espi-ritualidad, su eclesialidad, su militancia no se entienden si no partimos del siguiente convencimiento: Rovirosa, sentado en la mesa con Jesucristo, no se dio cuenta del hermoso pan caliente que esperaba a ser partido. Como gran científico que era, quedó extasiado ante el gran descubrimiento que acababa de hacer, el mayor descubrimiento de la historia de la humanidad, y exclamó: ¡Señor mío y Dios mío! ¡TÚ ERES COMUNIÓN Y TODO ES COMUNIÓN!

La mesa estaba servida, caliente el pan y envejecido el vino. Pero Rovirosa no los ve, porque la COMUNIÓN lo llena todo y lo llena a él. Lo contrario que le pasó al marido de esta mujer y nos pasa a nosotros con la misma frecuencia con que respiramos.

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La afirmación ¡Señor mío y Dios mío: Tú eres comunión y todo es comu-nión! Encierra la gran afirmación de Rovirosa: Jesucristo es todo, lo demás es nada.

El derecho y la justicia en Rovirosa tienen su origen, su sentido y su meta en este gran descubrimiento. Toda su vida, su pensamiento y su obra es un intento de vivir la comunión y construir la comunión. La descubrió en su conversión. La maduró durante la guerra civil. Hizo el primer intento en 1949 publicando el Manifiesto Comunitarista y elaborando los planes de formación encaminados a construir el comunitarismo 1. Y se entregó al Comunitarismo en los últimos años de su vida. Para Guillermo, NO HAY JUSTICIA NI DERECHOS FUERA DEL COMUNITARISMO.

1   «Toda la formación, durante muchos años, estuvo enfocada al desarrollo del comunitarismo para posibilitar las iniciativas del cooperativismo integral» (José Domínguez, Guía de lectura del Manifiesto Comunitaris-ta, en Guillermo Rovirosa, Obras Completas, Tomo I, pág. 60).

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La lucha por la existencia

El ser humano lleva toda su historia intentando construir la justicia y la paz, y no lo ha conseguido.

Es importante, muy importante, que nos detengamos en esta afirmación. La historia de la humanidad está plagada de revoluciones. Qué duda cabe de que en los inicios de cada revolución hay un noble deseo de paz y de justicia, una rebeldía contra la opresión. Pero la permanencia de este deseo de paz y justicia, y su desarrollo a través de una revolución tras otra, nos dicen que la revolución anterior ha fracasado.

Podemos pensar que Rovirosa hace este razonamiento sobrecogido por la ex-periencia de nuestra Guerra civil y de la 2.ª Guerra Mundial. Pero nosotros, que no hemos vivido esa experiencia, que hemos disfrutado del Estado del Bienestar que ahora agoniza, ¿Podemos afirmar que se ha realizado la justicia?

No podemos hacer esa afirmación. Cada día experimentamos que la injus-ticia es la dueña del mundo, de nuestro mundo cercano y de toda la humani-dad. Y no es necesario que rubriquemos esta afirmación con datos y cifras que todos conocemos.

El problema, nos dirá Guillermo, es que la búsqueda de la paz y la justicia se ha basado en la lucha por la existencia, que tiene como principio el amor

1. Una reflexión de actualidad sobre la historia

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propio, y nunca la lucha ha generado la paz. Mientras que Jesucristo nos pide que nos amemos unos a otros, no de cualquier manera, sino como Él nos ha amado.

La lucha por la existencia ha producido unos vencedores, los que tienen propiedad y se aprovechan del trabajo de otros, y unas víctimas, los que ca-recen de propiedad y trabajan por cuenta de otro. Las víctimas principales son los trabajadores y las mujeres 2.

No es solo una lucha de una clase contra otra, es una lucha entre las clases y una lucha en las clases. Vencidos por los poderosos, son vencedores sobre las mujeres, nos dirá Rovirosa.

La lucha por la existencia es más amplia que lo que conocemos como ca-pitalismo, es como un marco de referencia que absorbe todos los intentos que se hacen por cambiar la situación, porque en realidad estos intentos más que a cambiar la lucha por la existencia lo que pretenden es que ésta se realice en otras condiciones, a veces más favorables a las víctimas, otras más favorables a los poderosos, pero siempre dentro de la lucha por la exis-tencia.

Este es el drama más grande del ser humano: pretender construir la paz mediante la lucha.

La ley del más fuerte

En la lucha por la existencia, la ley siempre es la ley del más fuerte. Nunca se ha visto que los débiles, o los vencidos, impongan la ley a los más fuer-tes.

Lo que ocurre, nos dice Rovirosa, es que la condición de vencedor y ven-cido no se da en estado puro. Todos somos vencedores y vencidos. Unas

2 Es muy importante leer detenidamente el capítulo que Rovirosa dedica a la mujer y el papel que le asigna a ésta dentro del comunitarismo en las cooperativas de consumo, de producción y de crédito (Vid. Guillermo Rovirosa, Obras Completas, Tomo I, pp. 189-208).

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naciones oprimen a otras al tiempo que son oprimidas por otras. Y en el plano individual, hasta el más humilde de los mendigos aplicará la ley del más fuerte sobre su mujer o sus hijos. Todo es cuestión de la oportunidad que se tenga.

Esto es muy importante para entender el planteamiento de Rovirosa. Los fuertes no son solo los capitalistas, lo somos todos en el ámbito y en la medida en que podemos. Por eso las revoluciones han fallado siempre, y seguirán fallando mientras se basen en la lucha por la existencia.

En la lucha por la existencia, unos luchamos por sacudirnos el yugo de otros, pero muy pocos luchan para evitar poner el yugo a otros, siendo ésta la clave esencial para entender el fracaso de las revoluciones.

Podemos utilizar un símil de la informática para explicarnos el problema a que nos enfrentamos. Cuando tenemos una figura en el ordenador, podemos pinchar en uno de sus extremos para agrandarla o achicarla guardando todas sus proporciones. Pues eso exactamente es lo que nos ocurre: la lucha por la existencia reproduce los comportamientos, los valores, las actitudes, las ma-neras de proceder… limitados únicamente por las posibilidades que tenemos.

Hace poco leíamos en el TÚ un artículo titulado ¡Que no hay veinte! En él se narraba un hecho de dos mujeres discutiendo entre ellas ante un cajero auto-mático. Una le decía a la otra que sacara más dinero, que sacara veinte euros. Y la que manipulaba el cajero le gritó desesperada: ¡Que no hay veinte!

Nosotros hemos explicado muchas veces el problema de la desigualdad, y hemos razonado la injusticia que supone que el 20% de la humanidad uti-lice el 80% de los recursos. Además, lo hemos razonado desde los criterios del derecho a la propiedad personal y el destino universal de los bienes, contenidos en nuestra doctrina social.

Comentando este artículo con un militante de la HOAC, nos contaba que su familia dedica una parte de sus ingresos para compartirlos con otros, bien sean personas o instituciones. Además, suelen tener un remanente de unos seis mil euros en la cartilla. Yo no sé, me decía, si esto es una barbaridad en más o en menos ante lo que vosotros tenéis. Este saldo disminuye durante el mes, pero cuando cobran vuelven a recuperarlo. Frente a estas mujeres, que

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no tenían ni veinte, este militante decía que ellos tenían trescientas veces más que ellas. O dicho de otra manera, ellas disponen del 0,33% de lo que posee esta familia.

En la desigualdad expresada por el binomio 80/20, que nosotros explicamos acaloradamente y con vehemencia, esta familia de militantes participa con una desigualdad 99,7/0,3.

¿Cuál es la relación de desigualdad que mantenemos cada uno de nosotros con los empobrecidos? Debemos hacernos esta pregunta porque de lo con-trario siempre estaremos esperando que la solución venga de otros más po-derosos que nosotros, pero eso mismo esperan los que nosotros calificamos como más poderosos

Hablando de derechos y justicia, que es de lo que estamos hablando, ¿es una barbaridad este razonamiento? ¿Es acaso demagogia, que es otro de los ar-gumentos que solemos utilizar, o más bien supone una toma de conciencia de la propia responsabilidad en la construcción de la justicia?

La ley es la expresión de la voluntad del más fuerte, por eso vivimos en una situación de una gran inseguridad, porque el estatus actual puede cambiar en la medida que lo puede hacer la voluntad de los más fuertes. Y de esto sabemos mucho en los momentos actuales.

Cuando la ley es la expresión de la voluntad del más fuerte nunca puede ha-ber justicia, porque ésta brota del reconocimiento de los derechos del otro, derechos consustanciales a su ser personal: cuando se nace ya se viene con ellos. Siendo así, los derechos no se dan, no se otorgan, nadie puede dar de-rechos a otro, solo se pueden reconocer. Por ello, la ley no busca la justicia, aunque su aplicación pueda mitigar en parte la desigualdad, lo que busca es garantizar que la lucha por la existencia se siga manteniendo.

Durante mucho tiempo hemos hablado de la fortaleza y debilidad del blo-que dominante y del bloque dominado, y toda la lucha ha estado enca-minada a fortalecer al bloque dominado y debilitar al bloque dominante, para así poder imponer la voluntad de los dominados e impedir que se nos impongan la del bloque dominante. Pero el mismo lenguaje que utilizamos nos sitúa dentro del esquema de la lucha por la existencia.

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Rovirosa llega a las siguientes conclusiones:

1.ª La ley es expresión de los criterios morales de los que la hacen, que son los que dominan.

2.ª La ley sirve a los intereses de los que dominan, a esto se le llama defen-der la legalidad, promover el bien común, etc. al tiempo que se aplica para mantener sujetos a los sujetos.

3.ª El rigor de la ley es inversamente proporcional a la capacidad econó-mica de los individuos a los que se les aplica. (Los banqueros que han robado andan sueltos, les estamos pagando lo que han robado y encima nos quitan nuestras casas).

4.ª El orden que impone la ley es siempre un orden parcial, tendente a que los que mandan encuentren los menores obstáculos en su camino.

5.ª Lo de la de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley es un camelo que no puede exigirse en la práctica, porque cuando lo buenos delinquen es por debilidad, mientras que los malos lo hacen por malvada maldad.

Y termina con lo que entendemos que es la conclusión fundamental: ES INÚTIL ESPERAR QUE LAS LEYES PUEDAN SUPRIMIR LA LU-CHA POR LA EXISTENCIA

Pues bien, si buena parte de la lucha está encaminada a cambiar las leyes ¿Podemos esperar que la justicia se implante algún día?

Rovirosa responde que no. Él valora, y nosotros también valoramos, todo el tra-bajo y esfuerzos que hacemos para mejorar las leyes y las condiciones de vida de los débiles. Lo que dice es que solo por ese camino es imposible que llegue-mos a sustituir la lucha por la existencia por la colaboración por la existencia. Su razonamiento es necesario repensarlo con detenimiento y admiración.

Guillermo pone de ejemplo el pueblo de Israel, al que el mismo Dios ha sacado de Egipto y lo ha conducido por el desierto hasta la tierra prometi-da. El largo camino por el desierto, dice, tiene como finalidad que mueran los que han sufrido la opresión de los egipcios y queden los que solo tienen la experiencia de haber vivido bajo la protección del mismo Dios. A este pueblo, Dios, el más poderoso de todos los poderosos, le entrega la ley más

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perfecta de todas las leyes. La respuesta de este pueblo es crucificar y matar al Hijo de Dios.

Luego, el camino que consiste en que el más fuerte imponga las leyes a los más débiles nunca da resultado, aun en el caso de que el más fuerte sea el mismo Dios, el más bondadoso de todos los bondadosos.

El Fenerismo y la propiedad privada

El problema fundamental consiste en que se ha creado un sistema de re-laciones, —que Rovirosa llama fenerismo, (alquiler)— en el que todo se alquila: Se alquilan bienes muebles e inmuebles; se alquila dinero, y se alquilan personas.

Si el derecho de propiedad implica la posesión del bien y el uso del mismo, el fenerismo supone una perversión del derecho de propiedad, porque el que tiene la propiedad no puede usarla, y el que la usa no tiene la propiedad.

Esto es especialmente grave en las relaciones de trabajo, pues en toda com-praventa hay un comprador, un vendedor y un objeto o bien que se vende y se compra. Pero en el caso del trabajo, el vendedor es el obrero y el compra-dor el empresario, pero ¿cuál es el objeto o bien que se compra y se vende? Es el mismo obrero. Vendedor y objeto que se vende son la misma cosa.

Es evidente que, considerada en términos estrictamente económicos, esta compra venta es cualitativamente distinta a cualquier otra. Pero además, este obrero y este empresario son hijos de Dios, templos del Espíritu, Cristo el uno para el otro, y no pueden establecer entre ellos las mismas relaciones que establecen con un objeto.

El verdadero problema de «la cuestión social» no es la mayor o menor jus-ticia que existe en las relaciones laborales, sino que se utiliza a un ser hu-mano como un instrumento, y que se establecen relaciones instrumentales entre seres humanos. Por ello, en los inicios del capitalismo hubo personas que se negaban a trabajar para otro a cambio de un salario por considerarlo contrario a la dignidad humana.

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Junto a la lucha por la existencia, siempre han existido otras iniciativas que han tratado de implantar la colaboración por la existencia. Iniciativas casi todas ellas de matriz cristiana: Owen, el socialista utópico. Las gran-jas del Movimiento Obrero Católico norteamericano cuyo lema era «culto, cultura, cultivo». La economía de comunión de los focolares, le economía del bien común. En esta tradición, pero más profundizada, se enmarca el comunitarismo de Rovirosa.

La colaboración por la existencia tiene su origen en un mandamiento y en dos metas inscritas por Jesucristo en nuestro bautismo:

MANDAMIENTO: Amaos unos a otros COMO YO OS HE AMADO.

METAS:

Como individuos: Ser perfectos como nuestro Padre es perfecto.

Como grupo: Que todos sean UNO, como mi Padre y Yo somos UNO.

Para ser perfectos hay que tomar conciencia de lo que somos, de cómo hemos sido creados. Rovirosa, haciendo un símil con nuestra anato-mía, nos dice que somos estómago, cerebro y corazón. La economía corresponde al estómago. La cultura al cerebro. La revelación al cora-zón. La colaboración por la existencia hay que establecerla en esas tres dimensiones, buscando un equilibrio entre la economía, la cultura y la religión.

2. La colaboración por la existencia

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A la economía, estómago, corresponden los valores materiales; a la cultura, cerebro, los valores culturales; y los religiosos, corazón, a la religión. Vea-mos cada uno de ellos.

Valores materiales

El desarrollo de los valores materiales del hombre debe basarse en el dere-cho de propiedad rectamente entendido. Su importancia radica en que de este derecho depende la libertad de la persona, y de la libertad depende su respuesta a la llamada de Dios

Para Adela Cortina, la persona es libre cuando dispone de las siguientes capacidades:

•   Independencia: Dispongo de un ámbito para actuar sin que nadie me interfiera.

•   Autonomía: Tomo mis decisiones por mí mismo.

•   Participación: Participo en las decisiones que se toman en mi comuni-dad política.

•  No dominación: Nadie puede dominar a otro ni dejarse dominar por otro.

Flora Tristán escribió a principios del siglo xix ¡Qué poder da la pobreza del obrero a la palabra del amo! Si aplicamos estas características al preca-riado, que es la versión actual del proletariado, podemos repetir las palabras de Flora Tristán sin temor a decir ninguna barbaridad.

Es evidente que la libertad personal solo puede ser garantizada por la propiedad personal. Rovirosa defiende el derecho de propiedad «a la me-dida del hombre». Por eso, más que propiedad privada debemos denomi-narla «propiedad personal». Todo ser humano debe ser propietario de su casa y de sus herramientas, de su casa y de sus medios de producción. La empresa debe ser propiedad íntegra de los que trabajan en ella. No del Estado y de los obreros a través de El, como plantea el marxismo. Ni tampoco de los accionistas, como plantea el capitalismo. De los que trabajan en ella.

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La negación de este derecho, dice Guillermo, ha sido el mayor favor que el marxismo ha hecho al capitalismo. Porque defendiendo la Iglesia esta for-ma de propiedad privada, la negación de la misma por parte del marxismo ha situado a la Iglesia junto al capitalismo, que haciendo una defensa for-mal de la propiedad privada, constituye su máxima negación.

Valores culturales

El cultivo de los valores culturales del hombre debe basarse en el desarrollo de la vocación profesional 3.

Esta afirmación contiene una gran profundidad antropológica. Según Ro-virosa, todas las personas nacemos con tres vocaciones: Vocación a la san-tidad. Vocación de estado y vocación profesional .

La vocación a la santidad es la primera y fundamental. De responder sí o no a esta llamada de Cristo depende la felicidad de los seres humanos. Esta respuesta depende enteramente de la libertad de cada persona.

La vocación de estado, por la que unos somos llamados a la vida religiosa y otros somos llamados a formar una familia. Depende más de las presiones del ambiente, la cultura, la familia, etc.

La vocación profesional, que es tan amplia como tareas pueda desarrollar el ser humano. Forma parte del yo de cada persona, de la identidad de cada uno.

De aquí se desprende que el trabajo de las personas ha de tener las siguien-tes características:

•   Que cada uno siga su vocación profesional.

•   Que esté con entera libertad.

•   Que perciba beneficios en proporción al trabajo que realiza.

3   En otro capítulo del libro habla de una cuarta vocación que llama vocación evidente, que consiste en la vocación a ser mujer, en las mujeres; y a ser varones, en los varones.

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•   Que sus puntos de vista cuenten en la dirección.•   Que la empresa pertenezca, con plena propiedad, a todos los que traba-

jan en ella 4.

Valores religiosos

Puede parecer que una sociedad basada en el derecho de propiedad, recta-mente entendido, y en la que cada uno pueda desarrollar su vocación pro-fesional, podría funcionar bastante bien aún en el caso de que las personas no fueran religiosas.

Rovirosa afirma que esa sociedad sería mejor que la que tenemos, pero nunca se podría acercar al ideal de comunión. La razón es antropológica: El hombre es egoísta por naturaleza y no es posible anular su egoísmo desde fuera.

Esta afirmación siempre ha sido polémica porque parece minusvalorar la capacidad del hombre para ser en plenitud. Acudimos a una breve historia para razonar nuestro planteamiento.

En un viaje por la selva, unos científicos se encontraron a un niño que en lugar de andar se arrastraba. No sabían cómo el niño había llegado allí ni cómo había vivido, pero les extrañó que el niño no hablaba ni andaba. La pérdida del habla les pareció normal, ya que no encontraron a ningún ser humano por allí. Pero que no andara les intrigaba enormemente. Pensaron que tendría algún tipo de parálisis, una poliomielitis, que se lo impedía, pero después de estudiarlo no encontraron ninguna anomalía en sus piernas, solo la debilidad producida por no haberlas usado y ejer-citado.

Entonces se les ocurrió dejar al niño donde lo habían encontrado y ob-servarlo. El niño se quedó en el suelo arrastrándose de un lado para

4   Es interesante comparar estas características, escritas por Rovirosa en 1949, con la des-cripción de trabajo decente en Caritas in Veritate, 63; y la propiedad de los trabajadores en Laborem Exercens, 15.

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otro. De pronto apareció una gran serpiente, y con ella muchas más. Los hombres quedaron horrorizados pensando que ese sería el final del niño.

Las serpientes se acercaron, se enroscaron en su cuerpo al tiempo que el niño se abrazaba a ellas. Después, rodearon al niño y empezaron a despla-zarse acompañadas por él, que se desplazaba arrastrándose igual que ellas.

En ese momento comprendieron que por un extraño milagro de la natu-raleza el niño se había criado entre serpientes, y había reproducido los movimientos de las mismas.

Ante este hecho, tres consideraciones:

Primera: Las piernas existen aunque el niño no las use ni tenga conciencia de ellas.

Segunda: Una persona en su sano juicio trataría de que el niño tomara con-ciencia de sus piernas y aprendiera a ejercitarlas, y no dudaría de que así tuviera una vida más digna y humana.

Tercera: Por el contrario, sólo a una persona intransigente se le ocurriría decir que con ello no se respeta la libertad y autonomía del niño.

Sobre este tema San Agustín escribió:

Pero ¿cómo invocaré yo a mi Dios, a mi Dios y mi Señor, puesto que al invocarle le he de llamar a mí? ¿Y qué lugar hay en mí a donde venga mi Dios a mí, a dónde Dios venga a mí, el Dios que ha hecho el cielo y la tie-rra? ¿Es verdad, Señor, que hay algo en mí que pueda abarcarte? ¿Acaso te abarcan el cielo y la tierra, que tú has creado, y dentro de los cuales me creaste también a mí? ¿O es tal vez que, porque nada de cuanto es puede ser sin ti, te abarca todo lo que es? Pues si yo soy efectivamente, ¿por qué pido que vengas a mí, cuando yo no sería si tú no fueses en mí? (S. Agustín. Confesiones libro I).

Pues bien: Somos hijos de Dios, somos criaturas de Dios, hemos sido he-chos por Dios a su imagen y semejanza, tenemos, si puede decirse así, los

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mismos genes de Dios, que es Padre de todas y cada una de las personas de este mundo, las que han existido, las que existimos y las que existirán.

Para enseñarnos que tenemos piernas y que lo genuinamente humano es andar, Dios se hizo hombre y nos reveló lo que realmente somos. Dios se hizo hombre para que el hombre se haga Dios. Pero este hacerse Dios no consiste en añadir algo nuevo a nuestra naturaleza, sino en tomar concien-cia de lo que tenemos y desarrollarlo, igual que debía hacer el niño con sus piernas.

Cuando decimos que el hombre no puede eliminar su egoísmo desde fue-ra, como dice Rovirosa, no estamos defendiendo la imagen de un hombre alienado por la idea de Dios o empequeñecido por la idea de Dios. Todo lo contrario, lo que estamos planteando es que, perteneciendo Dios a nuestra propia naturaleza, o perteneciendo nosotros a la naturaleza de Dios, vivir como si Dios no existiera es renunciar a usar las piernas para andar.

Cierto que la fe es don de Dios y respuesta libre del hombre, lo mismo que podemos usar o no las piernas que Dios nos ha dado. Pero el hombre debe saber las consecuencias de su respuesta y saber que elige entre vivir ergui-do o arrastrándose. Don Tomás Malagón decía que el hombre sin fe es un ser incompleto.

Cuando Rovirosa afirma que Cristo es todo y lo demás nada, está plantean-do el núcleo fundamental de la existencia humana. Los valores religiosos no son unos valores más junto a los materiales y culturales, son los únicos que pueden hacer que éstos, valores materiales y culturales, humanicen o destruyan al hombre; lo hagan permanecer en la lucha por la existencia, que tiene como eje el amor propio, o lo impulsen a vivir desde la colaboración por la existencia, que tiene como eje el amor al prójimo.

Así, el Comunitarismo de Rovirosa no es una respuesta económica frente al capitalismo, es un planteamiento para vivir siendo Cristo las veinticuatro horas del día.

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Rovirosa define el comunitarismo como una sociedad en la que todas las personas sean fieles a su vocación profesional, a su vocación de estado y a su vocación a la santidad, en un régimen de derecho de propiedad rec-tamente entendido.

Para ello es necesaria una triple colaboración:

•  Colaboración por la existencia de Dios con los hombres.

•  Colaboración por la existencia de los hombres entre sí.

•  Colaboración por la existencia de los hombres con Dios.

La colaboración de Dios con los hombres está realizada y garantizada: Je-sucristo, Dios hecho hombre, ha vivido con nosotros, ha muerto por noso-tros, ha resucitado y nos ha prometido que estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo. Lo único que nos pide es «dejarnos querer».

Lo que está más complicado es la colaboración de los hombres entre sí y la colaboración de los hombres con Dios.

Para hacerla posible nos ha dado:

•   Una LUZ: su Mandamiento Nuevo. Amaros los unos a los otros como yo os he amado. Antes de Jesucristo el amor era algo. Con Jesucristo el amor es una persona, Jesucristo, y tiene tres dimensiones: POBREZA, HUMILDAD Y SACRIFICIO.

3. El Comunitarismo

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•   Una MEDICINA: la Gracia.

•   Una FORTALEZA: los Sacramentos, que son torrentes de Gracia.

Todo ello, nos dice Guillermo, formando un TODO que puede expresarse con la palabra COMUNIÓN.

Nuestro papel es no resistir al tratamiento que Dios nos propone.

La COMUNIÓN procede de Dios. Dios es comunión y por ser comunión es Amor, y porque es Amor es comunión.

Dios, que es AMORCOMUNIÓN, se hace hombre y nos trae AMOR- COMUNIÓN a la tierra. Gracias a Jesucristo los hombres entramos en AMORCOMUNIÓN entre nosotros y con Dios. Porque al amarnos entre nosotros estamos amando a Dios, y así, el AMORCOMUNIÓN que se ha encarnado en el mundo vuelve al cielo en un ciclo permanente de diviniza-ción, encarnación, redención, divinización.

De esta manera queda realizado que todos seamos UNO, nosotros con Je-sucristo y en Jesucristo con Dios. Y, esto es lo más sorprendente, en esto consiste el proceso revolucionario.

El Comunitarismo y la construcción del Reino de Dios y Su Justicia

La mayoría de nosotros hemos vivido la época de los procesos revolucio-narios. Hemos estado firmemente convencidos de que cubriendo determi-nadas etapas podríamos llegar a la sociedad perfecta. Cuando elaboramos el Quehacer del Pueblo describimos con toda nitidez el contenido de estas etapas: de la dictadura a la democracia; de la democracia a la toma del Estado, por medios pacíficos y democráticos. Una vez tomado el Estado, la construcción de la sociedad maravillosa: sociedad sin clases, paraíso comunista, anticipo del Reino de Dios… como cada uno la llamara. Esto fracasó.

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Después hemos creído que podemos construir una mayoría parlamentaria consciente y honrada con capacidad para plantear otra política más justa. Se nos pasó un detalle importante. Tenemos un tío, un tío listo, que se lla-ma mercado; y una prima, que se llama «riesgo». Y formamos una familia mal avenida. Y no hay nada más difícil de solucionar que los problemas de familia.

Es verdad que en todo este proceso se han producido avances en justicia e igualdad. Pero, ¿Hay alguien que tenga esperanza de que esto pueda cam-biar realmente?

Pensamos que no, por las razones que antes hemos comentado: No se busca eliminar la lucha por la existencia, sino modificar las condiciones en que se realiza.

Rovirosa no sostiene el Comunitarismo como un planteamiento contra el capitalismo. Esa manera de proceder, dice, no soluciona nada porque no se puede vencer al mal luchando contra él: Jesús en el Sermón del Monte nos dejo dicho con toda precisión: No opongáis resistencia al mal (y en esto consiste la mansedumbre, de la que Él se erigió en nuestro modelo) y añadió, por la pluma de San Pablo: Al mal se vence con la abundancia de bien.

Es necesario el anuncio explícito, pero para mostrar la vida. En este senti-do, dice Rovirosa, las realizaciones del comunitarismo no deben enfocarse a hacer buenos a los demás, sino a vivir nuestro cristianismo de una manera consciente. El apostolado no irá dirigido a los demás, a convertir a los de-más por lo que se dice, ira dirigido a nosotros mismos, a purificar nuestra fe. Debe procurar que se conviertan por lo que vean. Actualmente oyen pa-labras y ven imágenes que le hablan del mensaje de Jesucristo, pero no ven que los cristianos nos amemos unos a otros con el amor del Mandamiento Nuevo de Cristo. Cuando los demás vean en los cristianos lo mismo que oyen de los cristianos, los resultados de la evangelización serán rotundos. Porque se nos ha dicho: Amaos los unos a los otros como yo os he amado, para que los hombres crean que Yo soy el enviado.

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Que los demás vean en los cristianos, lo mismo que oyen de los cristianos es todo un tratado de Pastoral.

En ocasiones mas de un obispo nos ha dicho que lo que los obreros necesi-tan es a Jesucristo. Nosotros, que sabemos por nuestras propias vidas lo que eso significa, no podemos menos que suscribir esas palabras. La HOAC también hemos dicho que Jesucristo es la propuesta de liberación para el mundo obrero. Esta es la verdad primera y fundamental: lo que el mundo obrero y toda la humanidad necesitan es a Jesucristo.

Pero no basta con que las cosas sean verdad, además deben ser creíbles. Un obrero parado, precario, hipotecado, angustiado, temeroso del mañana… ¿Cómo puede interpretar que lo único que necesita es a Jesucristo?

Hoy se plantea que la única verdad es la ciencia, y el método científico el camino para encontrarla. Pero hoy y siempre la única verdad ha sido y es el Amor. El Amor es la fuente, el camino, la realización y expresión de la verdad. El corazón tiene razones que la razón no entiende, les decía el científico Pascal a los científicos de su época en las polémicas que mante-nían a propósito del método científico que entonces nacía.

Sigamos el proceder de Dios: La Verdad, que es Dios, renuncia a su con-dición divina y se hace uno de tantos, aceptando la condición de esclavo y la muerte en la Cruz. Él sí puede decir que es el camino, la verdad y la vida.

4. Verdad y credibilidad

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Desde Jesucristo, la Verdad para ser creíble tiene que ser VERDAD ENCAR-NADA, porque Jesucristo no es solo la Verdad, es la Verdad Encarnada y re-sucitada, y sin encarnación ni resurrección no hay Jesucristo. Por eso, cuando decimos que lo que el mundo obrero necesita es a Jesucristo, estamos diciendo una verdad que, si nos falta encarnación, se convierte en una mentira para el otro.

Este es nuestro drama, si vivimos de espaldas a ello, o nuestra felicidad, si lo aceptamos como norma de vida. Cada obispo, cada sacerdote, religioso, militante de la HOAC… tiene, tenemos, la inigualable tarea de presentar la Verdad, pero fracasaremos si lo que presentamos es un Acontecimiento que ocurrió hace más de dos mil años. Por el contrario, el éxito es seguro si lo que presentamos es un Acontecimiento que está sucediendo. Y ese acontecimien-to soy yo, —cada uno de nosotros— que habiendo sido ungido por El Espíri-tu en el bautismo y desbordado por el amor de Jesucristo me presento con Él y en Él ante el otro como VERDAD ENCARNADA, para que el otro vea las maravillas que Jesucristo ha obrado en mi vida. Así, el gran acontecimiento de la encarnación de Dios deja de ser algo que ocurrió para ser algo que está ocurriendo cada día en la vida de muchas personas, y que puede ocurrir en la vida del otro. Decimos que a Dios solo se le puede amar en el otro, también es posible que solo se le pueda presentar encarnándolo ante el otro. Cuando me presento ante otro, él es Jesucristo, y yo debo intentar serlo, decía Rovirosa.

Ser militante es ser VERDAD ENCARNADA, y solo podemos serlo por la gracia de Jesucristo que es la única fuerza que nos puede ayudar a vivir el Amor de Dios en sus tres dimensiones: Pobreza, humildad y sacrificio.

En el Comunitarismo:

•   La Pobreza nos impulsa a compartir lo nuestro con los nuestros.

•   La Humildad nos impulsa a aceptar como nuestro lo de los nuestros.

•   El Sacrificio nos impulsa a renunciar al criterio nuestro ante el criterio de los nuestros.

Y terminamos:

Además de rogar a todos que leáis a Rovirosa, porque nos queda la sensa-ción de haber dejado lo mejor en el tintero, queremos terminar esta torpe

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exposición de su pensamiento con una reflexión que hace después de hablar de estas tres dimensiones del Amor de Dios:

En esto consiste la promoción de los débiles, de los vencidos en la lucha por la existencia. Promoción que no los convertirá en vencedores, sino en hombres libres, con la libertad de los hijos de Dios. Esta promoción no provocará en la sociedad actual ningún cambio brutal, sino la aparición discreta y pacífica de hombres libres, portadores de paz, cuyo triunfo no dependerá de grandes realizaciones posteriores, sino de la fidelidad al ideal. Bastará con que los débiles nos percatemos de que Cristo es nuestra fuerza y nos unamos a Él y con Él. Amándonos unos a otros como Él nos amó y nos ama, poniendo este amor de manifiesto en las tres dimensiones que acabamos de ver.

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La reflexión con que hemos iniciado este cuaderno nos puede llevar a to-mar conciencia de las veces que, sentados en la mesa con Jesucristo, hemos exclamado ¡Qué bueno está el pan! Algunas de ellas son las siguientes:

Cuando me habla de comunión, y yo pienso en lo que le falta a los demás para llegar a ella. ¡Qué bueno está el pan!

Cuando me habla de pobreza, y yo pienso en mi seguridad. ¡Qué bueno está el pan!

Cuando me habla de humildad, y yo pienso en mi realización. ¡Qué bueno está el pan!

Cuando me habla de sacrificio, y yo pienso que no sirve porque la cultura actual solo admite lo que satisface ¡Qué bueno está el pan!

Cuando me habla del destino universal de los bienes, y yo pienso en los bienes de los otros. ¡Qué bueno está el pan!

Cuando me habla del derecho de propiedad personal para todos, y yo pienso en lo que le sobra a los demás. ¡Qué bueno está el pan!

Cuando me habla de poner la otra mejilla, y yo pienso en vencer al otro para que aprenda. ¡Qué bueno está el pan!

Cuando me habla de que Dios me ha creado y me dado una vocación para servir, y yo pienso en cómo ganar más dinero. ¡Qué bueno está el pan!

5. Para la reflexión personal

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Cuando me habla de que sea como los lirios del campo o los pájaros, y yo sonrío. ¡Qué bueno está el pan!

Cuando me dice que lo fundamental es la confianza en Dios, y yo pienso en mi capacidad de razonar, planificar, prever... ¡Qué bueno está el pan!

Cuando me dice que busque primero el reino de Dios y su justicia, y yo pienso en mi seguridad, mi familia, mi profesión, mi futuro… ¡Qué bueno está el pan!

Cuando me dice que sin Él nada puedo hacer, y yo pienso que sin mí nada se puede hacer. ¡Qué bueno está el pan!

Cuando me ama a su Iglesia, y yo me avergüenzo de ella en lugar de aver-gonzarme de mí. ¡Qué bueno está el pan!

Cuando…

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Índice

Página

¡Qué bueno está el pan! ......................................................................................................................... 5

1. Una reflexión de actualidad sobre la historia ..................... 8La lucha por la existencia ............................................................................................................. 8La ley del más fuerte ............................................................................................................................ 9El Fenerismo y la propiedad privada .................................................................... 13

2. La colaboración por la existencia .............................................................. 14Valores materiales ................................................................................................................................. 15Valores culturales ................................................................................................................................... 16Valores religiosos .................................................................................................................................... 17

3. El Comunitarismo ........................................................................................................................ 20El Comunitarismo y la construcción del Reino de Dios y Su Justicia ......................................................................................................................... 21

4. Verdad y credibilidad............................................................................................................... 23

5. Para la reflexión personal .......................................................................................... 26

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Derechos y justicia en Guillermo Rovirosa

La afirmación ¡Señor mío y Dios mío: Tú eres comunión y todo es comunión! encierra la gran afir-mación de Rovirosa: Jesucristo es todo, lo demás es nada.

El derecho y la justicia en Rovirosa tienen su origen, su sentido y su meta en este gran descubri-miento. Toda su vida, su pensamiento y su obra es un intento de vivir la comunión y construir la co-munión. Para Guillermo, NO HAY JUSTICIA NI DERECHOS FUERA DEL COMUNITARISMO.

Derechos y justicia

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