Cuadernos hispanoamericanos 611

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  • CUADERNOS HISPANOAMERICANOS

    611 mayo 2001

    DOSSIER: Literatura catalana actual

    Vasko Popa Apuntes sobre la poesa

    Blaise Cendrars

    Siete poemas de Hojas de ruta

    Recordatorios de Arturo Uslar Pietri y Eladio Dieste

    Cartas de Argentina, Chile y Ningn Lugar

    Entrevistas con Alfredo Bryce Echenique, Juan Ferrat y Pere Gimferrer

    Notas sobre Mario Vargas Llosa, Osvaldo Soriano, Garca Lorca y el cine espaol de 2000

  • CUADERNOS HISPANOAMERICANOS

    DIRECTOR: BLAS MATAMORO REDACTOR JEFE: JUAN MALPARTDA

    SECRETARIA DE REDACCIN: MARA ANTONIA JIMNEZ ADMINISTRADOR: MAXIMILIANO JURADO

    AGENCIA ESPAOLA DE COOPERACIN INTERNACIONAL

  • Cuadernos Hispanoamericanos: Avda. Reyes Catlicos, 4 28040 Madrid. Telis: 91 5838399 - 91 5838400 / 01

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    Imprime: Grficas VARONA Polgono El Montalvo, parcela 49 - 37008 Salamanca

    Depsito Legal: M. 3875/195S - ISSN; 1131-6438 - IPO: 028-01-003-7

    Los ndices de la revista pueden consultarse en el HAPI (Hspanle American Peridica! Index) y en. la MLA Bibliography

    * No s mantiene correspondencia sobre trabajos no solicitados

  • 611 NDICE DOSSIER

    Literatura catalana actual

    JULIA GUILLAMN La literatura catalana ante el reto de la calidad 7

    DAVID CASTILLO Panorama de la narrativa y la poesa catalanas 17

    JORDIAMAT Y BLANCA BRAVO CELA El memorialismo cataln 1990-2000 25

    JORDI AMAT Charlando con Juan Ferrat 33

    MARCOS MAUREL Entrevista con Pere Gimferrer 39

    PUNTOS DE VISTA

    JUAN OCTAVIO PRENZ Vasko Popa a diez aos de su muerte 49

    VASKO POPA Apuntes sobre la poesa 53

    BLAISE CENDRARS Siete poemas de Hojas de ruta 63

    ALEJANDRO QUIROGA FERNNDEZ DE SOTO La revista Sol y Luna y el nacionalismo argentino 67

    GUSTAVO VALLE Casi todo es otra cosa, para Gonzalo Rojas 75

    CALLEJERO

    JORDI DOCE Crnica desde ningn lugar. Vamos a ciegas 85

    JORGE ANDRADE Carta de Argentina. La mafia 93

    MANUEL CORRADA Carta de Chile. Cuestaciones 99

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    JOS AGUSTN MAHIEU Cine espaol: la cosecha del 2000 103

    REINA ROFF Entrevista con Alfredo Bryce Echenique 107

    CSAR LANTE La magia de Uslar Pietri 123

    JAVIER CARCA-G. MOSTEIRO Eladio Dieste, in memoram 127

    BIBLIOTECA

    OSVALDO GALLONE, MIGUEL HERREZ, LUIS SAINZ DE MEDRANO, GUSTAVO GUERRERO, RITA GNUTZMANN

    Amrica en los libros 133 JOS LUIS MORA, ANTONIO JIMNEZ MILLN, JOS MANUEL LPEZ DE ABIADA, DANIEL TEOBALDI, LUIS CORREA DAZ

    Los libros en Europa 142

    El fondo de la maleta Globalizacin y bibliorrea 152

  • DOSSIER Literatura catalana actual

    Coordinadores: BLANCA BRAVO, JORDIAMAT Y MARCOS MAUREL

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    Portada de Flavio Josefo, Los siete libros de la guerra que tuvieron los judos con los romanos (Sevilla, Juan Cromberger, 1536)-

  • La literatura catalana ante el reto de la calidad

    Julia Guillamn

    Durante los aos noventa la literatura catalana ha sufrido el proceso de adaptacin a lo que Andr Schiffrin ha llamado la edicin sin editores: la prdida de peso especfico de la direccin literaria, la obsesin por el beneficio a corto plazo y la puesta en marcha de proyectos editoriales en funcin de determinados objetivos contables, excluyendo del mercado todos aquellos libros que no cumplen con las elevadas previsiones. Este proceso se ha producido tambin en otras literaturas, pero en el caso cata-ln sus consecuencias han sido muy visibles, a causa de un mbito reduci-do y de la escasa especializacin editorial. El nmero de lectores, inferior al de otras lenguas, ha impedido una di versificacin de la oferta, el mante-nimiento de sellos de calidad y, como consecuencia, ha propiciado una cierta confusin de niveles entre la literatura popular y la literatura culta. Por las caractersticas mismas de la edicin catalana -que hasta mediados de los aos ochenta no contaba con unas estructuras plenamente consoli-dadas- la profesionalizacin del sector ha comportado la puesta en prcti-ca de nuevos sistemas de gestin y promocin, hasta el punto de que pro-fesionalizacin se identifica con los mtodos de gestin ms duros, excluyendo otro modelo.

    Durante el franquismo, escribir, leer y editar en cataln tena fuertes con-notaciones polticas. Hacia mediados de los ochenta, la situacin cambi radicalmente. En un momento de crisis ideolgica y de desmovilizacin, como consecuencia del desencanto que acompa la transicin espaola, la edicin de libros perdi en gran parte su significado poltico, al tiempo que tomaba cuerpo una sociedad del ocio y unas industrias del entretenimiento encargadas de abastecer a esta nueva sociedad de productos de amplio con-sumo. La aparicin de un nuevo modelo editorial, basado en criterios de alta rentabilidad, situaba en un segundo trmino los valores tradicionales del rigor y la calidad literaria. Del inters por los gneros, en un afn de ganar lectores aunque sin pretensiones de competir con la literatura culta, se ha pasado al best seller, literario o meditico (libros que se fabrican a la sombra de programas de televisin de gran audiencia y que copan los pri-

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    meros puestos en las listas de ventas). Al no encontrar un mercado diversi-ficado, los libros de consumo y la literatura de calidad se han situado en un mismo plano.

    Las instituciones han introducido una perversin en el sistema: los pode-res pblicos han dado prioridad a la normalizacin lingstica y han pre-miado la cantidad por encima de la calidad, para garantizar el uso social del cataln. De esta forma se ha llegado a una situacin muy propia: una indus-tria editorial competitiva y cada vez ms moderna y unos poderes pblicos (a los que se suman los restos del antiguo mecenazgo privado que conti-nan activos, aunque en recesin) que en lugar de imponer un efecto corrector sobre el mercado -proponiendo medidas de proteccin de la cali-dad y del rigor- han apostado claramente por el nmero, en aras de una mayor difusin de la lengua catalana.

    Las cifras de venta de los libros en cataln han aumentado espectacular-mente, de lo que no slo se benefician los autores ms comerciales, que en el ltimo decenio han superado todos los rcords de presencia pblica y ventas. Tambin autores ms minoritarios gozan de grandes oportunidades de promocin. El techo para algunas obras de calidad -como por ejemplo los libros de cuentos de Quim Monz- se sita en torno a los 100.000 ejemplares (sobre una cifra estimada de 8 millones de hablantes). Los mejores libros de la literatura en cataln se traducen habitualmente al cas-tellano en editoriales de primera lnea (aunque sin superar el bloqueo del lector espaol: la mayor parte de estas traducciones se venden en Catalu-a). Existe tambin una lnea de traducciones a lenguas extranjeras, con resultados dispares -traducciones testimoniales y reconocimientos puntua-les, con alguna excepcin exitosa como las novelas de Joan Perucho-, aun-que sin llegar a constituir un fenmeno de promocin cultural equiparable al que se ha producido con otras lenguas minoritarias. Las principales novedades literarias aparecen simultneamente en cataln y en castellano. En los ltimos tiempos se han establecido acuerdos entre editoriales para explotar conjuntamente los derechos de algunas obras, lo que representa un acercamiento sin precedentes entre dos mundos que habitualmente se dan la espalda.

    En narrativa domina la amalgama, con colecciones en los que los ttulos de calidad y de consumo aparecen entremezclados. Y como consecuencia, la confusin de niveles: algunos libros de consumo aspiran a la legitima-cin cultural, mientras que la narrativa de calidad no renuncia a la popula-ridad que ofrecen los medios de comunicacin, a riesgo de rebajar plante-amientos. Nada que no se haya producido tambin en otros lugares, aunque aqu resulte ms visible por el volumen relativamente limitado de la pro-

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    duccin. Algunos gneros, como el ensayo, se han visto arrinconados en los catlogos editoriales, mientras que a pesar del economicismo imperan-te, la poesa ocupa todava un lugar importante en el catlogo editorial. Los clsicos que constituan una de las principales bazas del proyecto de recu-peracin cultural de los setenta, se someten a la misma lgica comercial que se aplica a las novedades. La tendencia actual invierte los usos tradi-cionales: hay pocas colecciones, el fondo en la prctica desaparece y cada ttulo es tratado de forma independiente en su especificidad.

    En definitiva, los aos noventa han representado para la edicin en cata-ln un cambio de modelo, la ampliacin de las perspectivas del negocio editorial que se ha traducido en una multiplicacin de ttulos, un aumento de la competencia entre las editoriales, que relanza el papel de los agentes literarios y robustece la posicin de los autores, principales beneficiarios de una escalada inflacionista de premios y adelantos. Todo esto viene acom-paado de una reduccin de los plazos de produccin, con lo que el proce-so de edicin se acorta -menos trabajo con los originales, textos no tan cui-dados- como consecuencia de la aceleracin, que se ha producido tambin en otras literaturas, una suspensin de los mecanismos de control de cali-dad y de legitimacin literaria, substituidos por frmulas de promocin y creacin de una imagen meditica.

    An aceptando la prdida de incidencia social de la cultura escrita -que Xavier Bru de Sala ha explicado en su libro El descrdit de la literatura (1999)- una nueva generacin de crticos sostiene el papel que los nuevos autores pueden desempear en la renovacin de la literatura catalana. Una nueva generacin de autores, nacidos en los aos sesenta, que se han bene-ficiado de la normalizacin del cataln en el sistema educativo, acaba de saltar a la palestra. No sin problemas; esta renovacin de temas y estilos choca con la poca atencin de los medios de comunicacin y con el desco-nocimiento del pblico. No pueden competir con aquellos autores de gran popularidad aparecidos al abrigo de la industria ni con sus equivalentes en otras lenguas. Tal vez por los temas, un mundo cerrado que refleja quizs la extraeza del escritor en un mundo que le rodea, en el que la literatura -como sostiene Bru de Sala- ha pasado a ocupar un segundo plano y la pr-dida de uso social del cataln -pese a la poltica de promocin oficial- que condena a los creadores a sentirse extranjeros en su propio entorno.

    En los primeros aos del nuevo siglo, el reto consiste en encontrar sali-das para que la literatura catalana conecte con la sociedad, desgajar del tronco comn, poco diversificado, un pblico que pueda mantener una lite-ratura de alto nivel: un pblico que debe renovarse tambin generacional-mente (en su mayor parte el pblico de la literatura catalana se form en

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    los aos setenta). Los autores debern abrirse a nuevos temas y ampliar las perspectivas para que la literatura de calidad no quede circunscrita a un ghetto residual y d cuenta de la complejidad de la realidad social, La labor de los editores resultar fundamental, en este sentido, si se mantienen sus funciones -aunque sea en parte- frente a las nuevas exigencias de la indus-tria que hace recaer la mayor parte de las decisiones en la gerencia.

    Todo ello no se aparta en exceso de a dinmica generai de \a edicin y la cultura literaria en otros pases y culturas, donde la prdida de peso de las humanidades es el sntoma de un cambio cultural de amplsimas conse-cuencias. La cultura en cataln no es ninguna excepcin. Es importante hacer constar, en cualquier caso, que estamos hablando de una cultura viva y dinmica, con una industria editorial moderna, lo que convierte el cata-ln en un caso nico entre las lenguas minoritarias del mundo.

    De modo similar a lo que sucede en la literatura en castellano, se podra establecer una lnea imaginaria para deslindar muy claramente dos genera-ciones de escritores catalanes. A un lado una serie de autores forjados en la resistencia al franquismo, comprometidos en causas colectivas, para quie-nes el recuerdo de la guerra civil, la represin y la desertizacin moral de la posguerra tienen un peso decisivo. Esta generacin ha llegado a su madurez durante los aos ochenta y noventa. Baltasar Porcei (Andratx, Mallorca, 1937) es el autor ms destacado. Sus ltimos libros forman una triloga sobre tres dcadas de vida catalana. Lola i els peixos morts (1994) proyecta una mirada satrica sobre la resistencia poltica al franquismo, la transicin y los nuevos poderes democrticos. Valindose del gnero de la autobiografa de ficcin, Porcei crea un contrapunto a la historia oficial, un personaje desengaado y soez que procesa la historia personal y colectiva pasndola por el filtro de un impecable escepticismo. Ulisses a alta mar (1997) es su reverso. Todo lo que en la novela anterior es cinismo y resen-timiento aqu se transforma en comprensin y humanidad. El alter ego de Porcei es un hombre acechado, que se debate entre la responsabilidad y \a libertad. El cor del senglar (2000), trata la historia de su estirpe, que ha hecho de la estrategia del jabal -viene, come, se va- una norma de com-portamiento, por encima de las fidelidades polticas.

    Junto a Porcei, destaca Robert Saladrigas (Barcelona, 1940), autor de novelas como Aquell gust agre de l'estel (1977), Memorial de Claudi M. Broch (1986) ya clsicas, a la que se suma la reciente La mar no esta mai sola (199&), que replantean la situacin del escritor en el mundo contem-porneo. Carme Riera (Palma de Mallorca, 1948), ha iniciado un ciclo de grandes relatos de tema histrico con Dins el darrer blau (1995) y Cap al cel obert (2000), en las que plantea una reflexin sobre \a tolerancia (a

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    propsito de la expulsin de los judos de Mallorca y de la vida de los mallorquines en Cuba en el siglo XIX). Otro autor destacado es Jess Moneada (Mequinenza, 1941), que ha creado un mundo mtico en torno a Mequinenza, una poblacin entre Catalua y Aragn sepultada por las aguas de un pantano. Todos ellos se caracterizan por una fuerte individua-lidad -que hace improcedente la referencia a generaciones y grupos- y una fidelidad a los modelos de la novela moderna, que revisitan y actuali-zan en sus relatos.

    Porcel ha pasado de la creacin de un mito personal (Andratx y las pre-sencias familiares que en sus novelas de los aos setenta formaron un terri-torio mtico) adaptndolo a los nuevos tiempos, con una estructura narrati-va ms abierta, muchos personajes y situaciones paradjicas que cuestionan la historia comn. Jess Moneada recrea el mito personal del mundo per-dido a travs de novelas y cuentos. Despus de Cam de sirga (1988), un clsico indiscutible concebido como una gran obra total, su mundo no se encuentra en la novela mtica sino en un tipo de literatura anecdtica, que explota aspectos parciales de la cosmogona, con ternura y humor, como en el caso de Calaveres atnites (1999). La literatura de Robert Saladrigas supone el intento ms riguroso de incorporar a la literatura catalana los grandes temas de la novela moderna. Saladrigas proyecta su mirada sobre la ciudad, relata la lucha del individuo por construir su identidad y la del artista por imponer una forma esttica a su experiencia del mundo. En sus ltimos libros, Carme Riera, se aproxima a ciertos postulados de la novela postmoderna, con la recreacin del ambiente y la utilizacin del lenguaje del folletn, aunque con una fuerte carga moral.

    La narrativa catalana de los ltimos aos no se entendera sin la figura de Quim Monz (Barcelona, 1952) que capitanea el segundo grupo, crecido a expensas de lo que represent para la cultura europea la revuelta de mayo del 68. Inicia su obra con una novela vanguardista y libertaria, L'udol del griso al caire de les clavegueres (1976) que es un referente de la contra-cultura. Pero al mismo tiempo, Monz es uno de los primeros autores que, a finales de los aos setenta, renuncia a las frmulas de la novela experi-mental en pos de una mayor claridad expositiva, una prosa ms contenida y equilibrada y un ritmo rpido, televisivo o cinematogrfico. La moderni-dad de su lenguaje, la rapidez de su forma de narrar, la concisin, el escep-ticismo que encaja con un momento de desmovilizacin y su feroz indi-vidualismo le convertirn en un modelo para los jvenes autores. En un principio su influencia es ms ambiental y epidrmica (una literatura cool, a la moda, oportunista, tpica de los ochenta). Su influjo adquiere posteriormente ms calado. La mayor parte de los autores de talento que

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    han aparecido en los ltimos aos -Sergi Pmies, Josep Mara Fonalleras, Jordi Pun o Toni Sala- tienen en Monz un punto de referencia indiscuti-ble. Vuitanta-sis coates (1999), que rene ia totalidad de la obra narrativa breve de Monz, es uno de los libros ms importantes publicados en cata-ln en los ltimos tiempos. Monz ha tenido como modelos -entre otros-, a Cabrera Infante y a Frank Zappa, al Grupo Pnico, a Wolinski, a Hand-ke, a Martm Amis y aDonaid Bartheieme. ltimamente ha descubierto afi-nidades con autores como Robert Coover o el polaco Slawomir Mrozek. Sin acabar de comprometerse con ninguno de ellos, los ha integrado en una lnea de continuidad, y en una lectura propia de la tradicin literaria que lleva de la utopa vital y literaria de los setenta al estupor que provoca vivir en los tiempos actuales.

    La otra gran figura de la narrativa catalana, junto a Porcd y Mon2ds es Miquel de Palol (Barcelona, 1953), que ha conseguido una gran repercu-sin internacional con su primera novela El Jard deis Set Crepuscles (1989), Paiol encarna la novela postmoderna, que se presenta como una interrogacin sobre el poder y el conocimiento. La obra de Palol se propo-ne invertir el proceso de desublimacin que ha acompaado el movimien-to moderno en el domino de la historia, el arte y la poltica. La cultura cl-sica tiene un peso fundamental en sus novelas., jumo a \a tradicin hermtica, en un intento de reconstruir la antigua unidad del saber. Otras obras relevantes de Palol son Igur Nebl (1994) una utopa moderna a la manera de Campanella y Thomas Moore. y Vngel d'hora n \\orv (19Q5) con la que intenta re vitalizar la novela social en un cruce sorprendente con la novela de ideas.

    El magnetismo de Monz ha limitado las oportunidades de renovacLon de ia narrativa catalana, pese a lc> cual en el ltimo lustro el panorama se ha ampliado con nuevas referencias y modelos. Pone Puigdevall (Girona, 1963) toma como referencia a Faulkner y a Juan Benet. Los ms recientes Mart Rosseli y Pasqual Farras, a Kafka y a Robert Walser, David Casti-llo (Barcelona, 1961) y Albert Mestres (Barcelona, 1962) buscan un com-promiso entre la narrativa y la historia. Castillo es autor de la novela El cel de l'infern (1999) que recrea los das de la XianSieiw apaala esde un punto de vista muy infrecuente: el de los que a finales de los aos setenta tomaron parte en los movimientos libertarios y la guerrilla urbana. Mestres novela el paso de los setenta a los ochenta en La la de Mdi (1998). Los modelos de Castillo parten de las ideas de Norman Mailer sobre la novela como historia y las aplica a su propia experiencia personal, sin eludir refe-rencias a la novela carcelaria o al cine de accin Mestres se remite a la libertad de ia novela decimonnica y saca de Vctor Hugo la idea de incluir

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    en su libro largas disquisiciones mdicas y sociolgicos sobre los inicios de la epidemia del sida.

    Con la poesa en cataln ha sucedido un fenmeno curioso. A finales de los aos setenta la vitalidad del gnero resultaba inaudita, con varias edito-riales dedicadas exclusivamente a la poesa, antologas de amplia difusin y poetas que gozaban de una gran popularidad. Sobre la base de la identi-ficacin de la poesa con la causa poltica, que abri amplios espacios de resonancia para el gnero, una nueva generacin de autores aprovech estas infraestructuras para saltar a la palestra con una literatura esteticista y experimental, vanguardista y libre de compromiso poltico. La crisis de los ochenta acab con aquel movimiento en lo que tuvo de reivindicacin fes-tiva y vital y abri la puerta al posmodernismo conservador. Entre los auto-res que se dieron a conocer en los setenta, Narcs Comadira (Girona, 1942) y Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) son los que han consolidado una obra ms importante, junto a la desaparecida Mara Merc Margal (Barcelona, 1952-1998).

    En los ltimos aos se ha producido un cambio de orientacin. Ha surgi-do un grupo de poetas que toman sus referentes en la alta cultura -aunque en su mayora son de formacin autodidacta- y se abren a influencias poco habituales en cataln: e barroco (Albert Roig), la poesa del silencio (Andreu Vidal, Arnau Pons), los clsicos latinos (Jordi Cornudella). A tra-vs de recitales y conciertos, la poesa ha recuperado su oralidad. Ha apa-recido una promocin de nuevos autores que mezclan los modelos tradi-cionales con influencias de la contracultura. El nmero uno de esta tendencia es Enric Casassas (Barcelona, 1951) que se declara punk y tro-vador al mismo tiempo, pero las posibilidades son mltiples y sugerentes. Tras Casassas ha aparecido una nmina de poetas entre los que figuran Dolors Miquel, Jordi Pope, Albert Mestres y Gerard Horta.

    Otra de las caractersticas de los ltimos tiempos es la recuperacin de algunas voces olvidadas de cara a una relectura de la tradicin potica. Bartomeu Fiol, Miquel Bauc o Mrius Sempere se proponen como nue-vos clsicos, aunque estas recuperaciones no gozan del fervor que acom-pa la reivindicacin de Joan Brossa o Joan Vinyoli en el clima exaltado de los setenta.

    El ensayo literario es una de las grandes asignaturas pendientes de la lite-ratura en cataln. La influencia de las estructuras acadmicas, que imponen modelos positivistas, la falta de tradicin y las escasas posibilidades que ofrece el mercado editorial, determinan una situacin de grave carencia.

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    Las realizaciones ms interesantes se encuentran en el territorio de los intergneros. Los libros de Antoni Mari (Eivissa, 1944) -El vas de plata, Entspringen- pisan el terreno del ensayo y de la narracin. Algo parecido sucede con Valent Puig (Palma de Mallorca, 1949), ensayista y articulista, autor de aclamados dietarios -Bosc endins-, novelas -Primera fuga- y narraciones. La obra de estos autores compone un conjunto unitario del que apenas pueden desgajarse ias distintas partes. La narracin se contagia de elementos ensayfsticos mientras que el ensayo incorpora fragmentos lri-cos, ancdotas y relatos. Tambin se sitan en el territorio de los interg-neros algunos libros de Xavier Rubert de Ventos (fici de Setmana Santa, publicado en 1978, es uno de los mejores libros de la transicin) o la reciente novela de Pere Gimferrer, L'agent provocador (1998), recuperada de finales de loa setenta.

    Otras aportaciones se producen desde el mundo del periodismo o del arte. Merc Ibarz (Said, 1954) es autora de un par de libros que tratan del final del mundo rural a partir de experiencias personales y familiares. La trra retirada (1994) tiene formato de reportaje. Relata un viaje al pueblo natal, en la frontera con Aragn, donde las tierras de cultivo han empezado a ser abandonadas, retiradas por subvenciones de la Unin Europea. La pal-mera de blat (1995) es una novela con abundantes elementos, documenta-les con el mismo paisaje, que se llena de elementos surrealistas y visiona-rios. Perejaume es un artista plstico con una dilatada trayectoria de exposiciones y obras en diversos museos del mundo. Es tambin un escri-tor de gran talento, que ha recuperado la tradicin de la escritura sobre el paisaje que desde el romanticismo ha tenido un papel relevante en la lite-ratura catalana con autores como Verdaguer, Joaquim Ruyra o Mari Manent Libros como Ludwig-Jujol (1989) o Osme (1998), contienen algunas de las mejores pginas de cataln literario.

    Figura indiscutible de la filologa espaola y de los estudios romnicos, la sabidura de Mart de Riquer (Barcelona, 1914) ha ido acompaada de un soberbio talento para la narracin. Su obra erudita parte de una pasin divulgativa cuyas races se remontan a los aos treinta cuando publicaba sus crnicas de literatura medieval en peridicos como La publicitai o Mirador, Su comprensin de la historia es fluida y dinmica, como la de aquellas historias generales de la Edad Media: arranca en la antigedad cl-sica y acaba en el cine y el noticiario. Ms all del inters filolgico, los motivo y temas de la literatura se presentan en su obra como parte de un acervo comn, la tradicin en la que la comunidad se reconoce. Quinze generacin^ d'una familia catalana (reeditado en 1999) en el que recrea la historia de Catalua desde la edad media a partir de los documento^ del

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    archivo familiar. En el reciente Llegendes histriques catalanes (2000) Riquer aparece como un detective que husmea en busca de indicios que per-mitan situar los orgenes de cinco leyendas tradicionales. Los libros de Riquer son una lectura apasionante que supera en inters a muchas novelas.

    Pero quizs el autor ms importante en este apartado intergneros es Josep Palau i Fabre (Barcelona, 1917), autor de una serie de libros sobre Picasso que han gozado de una gran repercusin internacional. Pese a su apariencia de libros de estudio, eruditos, con numerosas ilustraciones, estos son verdaderos ensayos de creacin. Los elementos narrativos estn siem-pre presentes, junto a un anlisis psicolgico que remite a la novela, en par-ticular al Balzac de los Estudios filosficos. Ms all de esta lectura bio-grfica de la obra de Picasso, los ensayos de Palau proponen una interpretacin del tema de la identidad en el mundo moderno. Desde 1980 han aparecido tres gruesos volmenes, el ms reciente, Picasso deis ballets al drama (1917-1926) hace slo unos meses.

    Miquel Baug (Felanitx, Mallorca, 1940) representa un caso aparte en la literatura catalana de los ltimos aos, que debera ser conocido en caste-llano. Hasta ahora existe slo una versin francesa de uno de sus mejores libros, Carrer Marsala (1979). Bau encarna la figura del escritor aliena-do. El Canvi (1998) es un libro fuera de toda medida. Bauc se instala en el centro de la ciudad, vive como un eremita, y empieza a escribir un die-tario. Muy temprano se conecta a la CNN y a la televisin por satlite. Luego escribe sus impresiones sobre lo que acontece en la interfaz, lo que imagina y lo que suea. A menudo se remonta a los aos de la infancia en Mallorca, a la religin y la vida campesina, las lecturas capitales (el roman-ticismo, el freudismo, el marxismo). Otras veces se siente asediado, perse-guido. Se presenta a s mismo como un superhombre o como una nulidad. Como un sabio universal o como el perfecto sirviente. Orgulloso e inde-fenso, aspira a la perfeccin y a la supervivencia. Su obra conjuga mstica, sebastianismo, art brut: Bau es un excntrico filsofo y un santo.

    Los libros de Bauc simbolizan la encrucijada actual de la literatura cata-lana. Por un lado, una literatura de calidad -incluso de altsimo vuelo- pero con una clara tendencia a abandonar la realidad y a recluirse en mundos paralelos. Por el otro, un pblico acomodaticio y acomodado, poco recep-tivo a las novedades, que ha abandonado la literatura ms rigurosa. El reto consiste ahora en ampliar temas e intereses y establecer las condiciones para un reencuentro.

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  • Panorama de la narrativa y la poesa catalanas

    David Castillo

    Durante los ltimos diez aos, la narrativa y la poesa catalanas se han movido entre la renovacin de la nmina de autores y la consolidacin de unas obras, que en el caso de la novela ha ido encontrando, asimismo, un pblico mayoritario. Narradores como Jess Moneada, Baltasar Porcel, Jaume Cabr, Emili Teixdor, Quim Monz, Sergi Pmies, Vicenc Villa-toro y Carme Riera, todos ellos desde estilos e intereses bien diferentes, han conseguido un pblico fiel de muchos miles de lectores. Otros narra-dores como Ferran TorrenU Maria de la Pau Janer, Mana Merc Roca e Isabel-Clara Sim se han convertido en slidos narradores de best sellers, capaces de competir con los supervenas de la literatura en castellano prcticamente en cada fiesta del libro de Sant Jordi (23 de abril) de los ltimos aos. Parece que sin tener un territorio todava plenamente con-solidado, los autores van definiendo su trayectoria y han ido generando un pblico difcil de captar hace poco ms de una dcada si no era en conta-das excepciones.

    El panorama quizs no es tan alentador como algunos pretenden ni tan deprimente como otros vaticinan, pero creo que sin demasiados estudios sociolgicos se puede ver claramente que la narrativa culta mantiene la calidad mientras incrementa el consumo. Adems se ha dado otro fenme-no que nunca se haba dado en la literatura catalana: la pervivencia de dife-rentes generaciones de escritores en una misma poca. Los escritores de la Generado deis setanta (Monz, Cabr, Oliver, Grau, Montserrat Roig, Jaume Fuster y Albanell, entre muchos otros) que coincidieron con los escasos narradores de la postguerra (Pedrolo, Maria Aurelia Capmany Joan Fuster, Jaume Vidal i Alcover, entre otros) y con algunos anteriores como Merc Rodoreda, Pere Calders, Tisner y Palau i Fabre han visto cmo durante los ltimos ochenta se incorpor una nueva generacin de narra-dores importantes como Miquel de Palol, Sergi Pmies, Llus-Anton Bau-lenas, Montserrat Palau, Mrius Serra, Gabriel Galms, Maria de la Pau Janer, Josep Mana Fonalleras y Mana Merc Roca, entre muchos otros nombres que mantienen su obra abierta. Los noventa han servido para con-solidar este espacio de terica normalizacin y han visto nacer una genera-

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    cin de escritores nacidos a finales de los sesenta y comienzos de los seten-ta, que con sus primeras obras apuntan fuerte, estn siendo traducidos al castellano y escriben sin complejos y fuera de tendencias. Entre los desta-cados podramos citar a Jordi Punt, Pep Sala, Ada Castells, Empar Moli-ner, Eva Piquer -todos ellos nacidos a finales de la dcada del sesenta- y a algunos que cronolgicamente pertenecen a la generacin anterior, pero que han publicado obras destacables a finales de los noventa, como por ejemplo Mart Rossell, Albert Mestres y Pon? Puigdevall.

    La situacin en la narrativa resulta francamente alentadora, a pesar de los malos augurios que a menudo se repiten ms de lo necesario, pero hara falta matizar. Uno de los efectos, a mi entender, ms positivos es la origi-nalidad de algunas de las propuestas. Si se ha reiterado que muchos de los narradores de la nueva generacin estn muy condicionados por el estilo de Quim Monz -cosa que es perfectamente legtima e incluso recomenda-ble-, lo cierto es que la sombra de Monz ha servido para encontrar un esti-lo muy periodstico, nervioso y con economa de lenguaje, con sentido del humor, imaginacin e, incluso, hasta llegar a unas propuestas que bien podran entroncar con ciertas lneas de la llamada narrativa postmoderna norteamericana, de Barth a Barthelme pasando por Coover y por algunos de los narradores europeos que utilizan el cuento o la novela breve como principal frmula de expresin. Monz ha preferido el cuento y el artculo periodstico -en los que buscando los tres pies al gato acaba encontrando un contundente sentido comn- para superponer el realismo a la ficcin o para filtrar la ficcin en la ficcin siempre a travs de un agudsimo senti-do de la observacin. Los libros de cuentos Uf, va dir ell, Villa de Maians, El perqu de tot plegat o Guadalajara -de los que realiz una significati-va antologa el aos pasado-; las novelas Benzina y La magnitud de la tragedia y las selecciones de artculos que va publicando en su editorial habitual, Quaderns Crema, han compuesto un fresco significativo del escri-tor cataln actual ms significativo, el que ha sabido conjugar la ficcin breve, imaginativa y aparentemente espontnea de Pere Calders con una visin de la literatura abierta a otras culturas.

    Para encontrar una fecha emblemtica en la evolucin de la narrativa catalana nos situaremos en 1989, cuando coinciden en las libreras el gran xito de Jess Moneada (Mequinenza, 1941), Camde sirga con la segun-da novela precisamente de Quim Monz (Barcelona, 1952), La magnitud de la tragedia y la primera del poeta Miquel de Palol (Barcelona, 1954), El jard deis sets crepuscles, una fbula apocalptica y futurista, que con-tiene infinidad de relatos en paralelo dentro de la novela y que parte de cl-sicos como Las mil y una noches y el Decamern de Bocaccio. Aislando-

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    se del mundo, que padece un desastre nuclear, los protagonistas se enzar-zan en una coleccin de historias, que son un placer intelectual para lecto-res sibaritas. Las tres novelas, traducidas en castellano por Anagrama, revolucionaron el panorama de la narrativa culta y se sumaron a dos ejer-cicios estilsticos de gran calidad: Alfabet, del valenciano Josep Palacios, e Illa Flaubert, del mallorqun Miquel ngel Riera, publicados, asimismo, entre 1989 y 1990. Tambin se public en 1989 la primera novela de Ramn Solsona (Barcelona, 1950), Figures de calidoscopio un magnfico relato introspectivo sobre el vaco, protagonizado por una mujer madura. Solsona ha continuado su obra narrativa en los noventa alternando el rela-to breve con las novelas extensas y alguna incursin en la novela satrica con gran acierto.

    Entre los autores veteranos que han destacado durante los ltimos veinte aos no sera justo ignorar la contribucin de Baltasar Porcel (Andratx, Mallorca, 1937). Autor de una obra de gran fuerza, con personajes con carcter y con un estilo que se mueve equidistante entre un realismo casi naturalista y un sobrio lirismo, Porcel public en 1986 una de sus novelas ms importantes, Les primaveres i les tardors. En los noventa, el narrador y periodista mallorqun abandon el entorno arraigado o buclico de sus novelas anteriores para mostrarnos un fresco de la sociedad actual, el mundo del poder y del capitalismo salvaje en dos novelas, Ulisses a alta mar i Lola i els peixos mors, que fueron reconocidas por la crtica. El mito de la mediterraneidad, lejos de la evocacin del paisaje y del complejo entramado de las familias mallorqunas que haban protagonizado sus dos novelas ms destacadas, Cavalls cap a la fosca y Les primaveres i les tar-dors, se transforma en una idea dominadora del mundo y de la naturaleza. Si en las novelas de Porcel se podan haber localizado concomitancias con la narrativa de Lorenzo Villalonga, las de los aos noventa nos acerca ms a la fuerza y la violencia de Hemingway. Porcel, al que nunca se le ha teni-do suficientemente en cuenta, es un narrador con talento.

    Otra autora que destac en los ochenta y en los noventa fue Maria Angels Anglada. Dotada de una prosa potica de gran calidad y preocupada por recrear los mitos clsicos, especialmente los griegos, en su obra, Anglada public a finales de los noventa dos novelas brevsimas, El viol d'Ausch-witz y Quadern d'Aram, en que denunci la perversidad del exterminio a travs de dos historias protagonizadas por personajes en minscula, de los que nunca tienen voz.

    Otros autores que mereceran una mencin ms destacada son Jordi Coca, Robert Saladrigas, Terenci Moix, Isidre Grau, Joaquim Carb Olga Xirinacs, Josep Lozano, Llus Racionero, Joan Rend, Maria Antonia Oli-

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    ver, Jaume Fuster, Jaume Cabr, Joan Francesc Mira, Maria Barbal, el hete-rodoxo y lcido Biel Mesquida y la desaparecida y aorada Montserrat Roig (1946-1991). Roig, que hasta el ltimo da de su vida mantuvo su vin-culacin al periodismo como una militancia, escribi una obra narrativa marcada por la evocacin, la sensibilidad e incluso por la melancola y la nostalgia por el tiempo perdido y por la pequea burguesa barcelonesa del Ensanche. Todo con tono intenso y moderno, sin ceder a ningn tipo de cursileras. El temps de les cireres, Vhora violeta, La veu melodiosa y El cant de lajoventut son un buen ejemplo de una narradora inquieta, que con-sideraba que su obra mayor todava estaba por llegar. Otra autora con un gran potencial dramtico y que tambin nos abandon prematuramente fue Maria-Merc Marcal (1952-1998). Poeta destacada de la Generado deis setanta y tambin feminista militante, Margal public en 1994 una magn-fica novela, llena de poesa, La passi segons Rene Vivien, que combina sabiamente la ficcin con una historia biogrfica que tienen muchos pun-tos de autobiografa esttica.

    Entre los citados en el comienzo del prrafo anterior deberamos aadir que algunos gestaron el colectivo Ofelia Dracs, que dinamiz la literatura de gnero en los setenta y en los ochenta. Algunos de estos narradores han apostado por un tipo de novela histrica de calidad, muy marcada por el estilo y por tramas bien resueltas. Quizs el caso ms paradigmtico sea Jaume Cabr (Barcelona, 1947), que ha conseguido complementar el xito de pblico con la calidad en novelas histricas como La teranyina, Fra Junoy o Vagona deis sons y Senyoria. Con L'ombra de l'eunuc, Cabr introdujo el tema de la transicin democrtica, que han continuado, entre otros, el verstil y polidrico Jordi Coca (Barcelona, 1947) con Dies mera-veilosos. Coca es, asimismo, autor de una amplia obra narrativa entre la que destacan ttulos como La japonesa, Louise. Un cont sobre lafelicitat y Uemperador.

    La literatura catalana ha asumido su renovacin en un tiempo marcado por las prisas, el consumo y los efectos mediticos sobre la cultura. El efec-to nocivo que puede tener la preponderancia de la industria editorial espa-ola en Barcelona, ha servido de complemento a pesar de las torpes y err-ticas polticas normalizadoras de la Generalitat, que ni han servido para consolidar la literatura, ni para dotarla de unos instrumentos mnimos de proyeccin. A pesar de los pesares, la relacin de autores y las obras son lo que en definitiva cuenta, lo que quedar. Y creo que la progresiva prdida de los grandes nombres de la literatura catalana contempornea que se ha producido durante las ltimas dcadas no ha provocado un trauma de orfandad demasiado profundo. Los nombres de Bartra, Estells, Foix,

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    Espriu, Vinyoli, Rodoreda, Brossa, Manent, Joan Fuster, Blai Bonet, Pedrolo, Capmany, Ferrater, Calders, Tisner, Benguerel, Vadot, Joan Sales, Pere Quart, Joan Teixidor y Villalonga, han sido substituidos por autores quizs de menos renombre, pero que han provocado una autntica eclosin. Ha sido como una democratizacin en que han coincidido auto-res ya clsicos como Joan Perucho, Josep Palau i Fabre o Jordi Sarsanedas con chicos que rondan los veinte aos. En los habituales recitales poticos que se celebran en Barcelona, que han recuperado las tradiciones novecen-tistas y libertarias de nuestra literatura, se pueden encontrar poetas de dife-rentes lenguas -el cosmopolitismo de Barcelona es un fenmeno innegable que se puede constatar paseando por los barrios ms cntricos- y tambin de diferentes generaciones. Ni la torpeza, ni los maniquesmos lingsticos auspiciados por polticos de diferente signo han conseguido romper la armona, cooperacin y amistad entre los numerosos escritores catalanes y castellanos que conviven -no cohabitan- en Barcelona.

    La poesa a examen

    Si hemos citados los nombres de Perucho, Palau i Fabre y Sarsanedas mientras hablbamos de narrativa, tendremos que convenir que en el mbi-to cataln, algunos de los prosistas con ms talento provienen de la poesa. Estos tres nombres no son una excepcin si los sumamos a los tambin citados Miquel de Palol y Maria-Merc Margal. A esta lista deberamos aadir uno de los grandes maestros de la literatura actual: Miquel Baug. Nacido en Felanitx, Mallorca, en 1940, el poeta y excelente prosista tiene algunos de los ttulos ms extraos y conmovedores de lo que se ha publi-cado durante las ltimas dcadas a pesar de ser casi un desconocido. Desde su primer poemario Una bella historia, de 1962, hasta los de culto como las novelas Carrer Marsala y Uestuari o la monumental enciclopedia ide-olgica El canvi, Baug ha sido, conjuntamente con Blai Bonet, uno de los poetas que mejor ha sabido transcribir las imgenes surreales con ms potencia emotiva. A su lado hay que citar otros ejemplos de la mejor poe-sa que se est haciendo en el pas, como Feliu Formosa, Lus Alpera, Joan Margarit, Miquel Mart i Pol, Narcs Comadira, Antoni Mari, Marta Pessa-rrodona, Francesc Parcerisas y Pere Gimferrer. Esta lista apresurada y de memoria de nombres demuestra la calidad de una poesa que en nada des-merece a la de la difcil poca franquista. La obra de estos autores ejem-plifica los intereses estticos de su tiempo y en todas ellas podemos encon-trar desde elementos realistas a simbolistas pasando por el surrealismo o la

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    imaginera barroca. La bsqueda formal y el compromiso esttico han superado el espritu gregario y las tendencias. La individualidad, a origi-nalidad y los ojos bien abiertos a otras tradiciones, desde la alemana de Formosa, la anglosajona de Parcerisas y Pesarrodona, la italiana de Coma-dira, la francesa de Mari o la espaola de Margarit, ha convertido a esta generacin en un referente para lo que fue la eclosin de los aos setenta en que las revistas, las editoriales e infinidad de tribunas vieron nacer las obras de Marcal, Desclot, Pont, Pinyol, Bru de Sala, Sala-Valldaura, Medi-na, Creus, Altai, Granell, Piera, Navarro y Terrn, adems de un largo etctera.

    El compromiso poltico de la eclosin de la Generado deis setanta coin-cidi con la reivindicacin de algunas figuras semiolvidadas, como Bartra, Foix, Brossa, Estells o Blai Bonet, en un autntico cruce de culturas que uni la transicin poltica a una especie de renacimiento de colectivos y de autores. La repblica de las letras mostraba un vigoroso caos esttico, que fue contestado por algunos de los poetas de la generacin surgida durante los ochenta, que busc los mismos u otros referentes, pero sobre todo, desde un punto de vista ms riguroso y acadmico. Los espacios domsti-cos, el rock, la pintura, la tradicin latina, el barroco o el surrealismo fue-ron algunas de las constantes de unos autores jvenes de gran calidad entre los que destacaban Andreu Vidal (muerto en 1998), Jordi Cornudella, Isi-dre Martnez, Margarida Pons, Jordi Larios, Xavier Llovers, Albert Roig, Caries Tomer, Jaume Subirana, Aniom Puigverd, Josep Ballestea Llus Figueroa, Caries Duarte, Xulio Ricardo Trigo, entre muchos otros como los veteranos y heterodoxos Caries Hac Mor y Enre Casassas. La actitud de la mayora de estos poetas jvenes resultaba menos militante y ms rela-cionada con la cultura clsica o con las formas de vida modernas, desde el mbito domstico a la msica pop. A pesar de la diversidad de registros, en la mayora de los casos, se trata de una poesa escenificada en. un paisaje urbano.

    Esta tercera promocin ms o menos clara ha visto nacer a autores de gran talento de una nueva generacin universitaria. La vinculacin a la poesa oral y la calidad formal, la proximidad a la msica o a la poesa experimental puede vincular a todos estos jovencsimos poetas nacidos en la dcada de los setenta, entre los que deberamos citar a Josep Porcar, Sebasti Alzamora, Melcion Mateu, Eduard Escofet, Nuria Martnez Ver-nis y Josep Pedrals como primeros nombres de una lista de una poesa que se ha mostrado ms viva que nunca despus de este perodo de paradojas normalizadoras.

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    Una experiencia personal

    Quiz pueda resultar pretencioso atribuirse el xito o la supervivencia de una literatura, pero lo que puedo constatar es que muchos de los que nos iniciamos literariamente en cataln hemos trabajado enconadamente, pri-mero por la supervivencia y luego por intentar transmitir un viejo eslogan que cada da se repite menos: Noms la qualitat ens salvar (Slo la cali-dad nos salvar). Este criterio ha luchado contra la poltica de la Generali-tat de caf para todos, en que se han subvencionado durante aos todos los libros literarios que se presentaban sin el ms mnimo criterio de calidad. Muchas veces hemos sospechado que algunos de estos libros no se los han ledo ni los responsables de la traduccin ni tampoco el editor. Quizs slo el sufrido corrector. Esta poltica de subvenciones, unida a una industria incipiente con un mercado en ampliacin, han provocado que no siempre el criterio cualitativo haya prosperado. Los premios, que han servido para poder pagar el esfuerzo de los escritores, han deformado asimismo sus pro-psitos hasta convertirse en refugio de oportunistas y han provocado infla-cin y competencia desleal. Este estado de cosas, de perversiones entre la administracin y los agentes de la cultura, no difiere mucho de lo que suce-de en Espaa o en otros pases europeos.

    Mi experiencia personal est ligada a las tribunas en cataln que se gene-raron en los ochenta, como, por ejemplo, el Quadern de Cultura de la edi-cin catalana del diario El Pas, y las revistas El Temps y El Man. En ellas y en algunas otras nos iniciamos los crticos y los periodistas culturales cata-lanes de la nueva generacin. Hablo de gente solvente como Julia Guilla-mn, Manel Oll, Oriol Castanys, Anna M. Gil, Miquel Porta Perales, Esta-nislau Vidal-Folch, Caries Geli, el colectivo Joan Orja, Xavier Pericay y una lista inacabable de nombres que han dinamizado la cultura de este pas.

    Tambin dirig durante casi todos los noventa la revista literaria Lletra de Canvi (del mismo grupo que Quimera y El Viejo Topo), una cabecera que surgi con grandes ambiciones, pero que sucumbi entre la anemia y la falta de apoyos de una industria demasiado mal alimentada por la adminis-tracin. Un caso parecido me sucedi durante la corta singladura del suple-mento cataln de la revista Qu leer, que desapareci sin que los editores lo tuvieran en consideracin. La historia de la edicin es una historia de naufragios, de los que nadie se ha librado. Personalmente tambin quiero destacar el xito -a pesar mo- del suplemento de libros del diario Avui, que dirijo desde 1989. Veinte pginas semanales han incrementado las ven-tas del diario y me consta que son un punto de referencia para la sociedad literaria catalana, refractaria a tantas y tantas cosas.

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    Paralelamente a la militancia en la divulgacin de nuestra herida literatu-ra, he podido salvar mi obra literaria con una coleccin de libros de versos -minoritariamente perversos- y con una novela. Yo que me inici en los crculos concntricos de la contracultura en los setenta, he acabado inten-tando que estos criterios econmicos no lo acaben de estropear todo. La demanda de la revolucin ha quedado supeditada a mantener la dignidad en el frgil territorio cultural. En todos estos aos ha cambiado el mundo y no es una justificacin reconocer que el principal objetivo ha sido no perder el norte, ni perecer ante los cantos de sirenas de las empresas que lo supedi-tan todo a los balances o a la poltica que todo io engulle.

    Otro fenmeno que he encontrado preocupante ha sido la desaparicin o marginacin progresiva de los directores literarios en la mayora de los sellos editoriales, que han sido substituidos por ejecutivos y por los res-ponsables de prensa. A menudo, ms que hablar de la calidad de un autor o de un libro, se habla de las ventas que ha tenido o que puede tener. Cada da se disean ms los xitos desde los despachos y el xito parece que tiene que ser a cualquier precio. Triste destino nos espera si no somos capa-ces de cambiar la tendencia. Parece que se han importado las peores din-micas del capitalismo ms sofisticado. Hoy cuando se habla de la desapa-ricin de las libreras, de la substitucin del formato libro y de otras perversiones del consumo, mis esperanzas se renuevan sabiendo que no lo podrn estropear todo. Malos tiempos para la lrica, es decir, los mejores para crearla.

  • El memorialismo cataln (1990-2000)

    Jordi Amat Blanca Bravo Cela

    La vida, en la dimensin de lo pblico, implica actitudes y exige conce-siones. Una fundamental -no estamos hablando de eremitas ni de exhibi-cionistas, que de todo hay- es la aceptacin de lo dominante: el encaje den-tro de los cnones no nicamente de lo tolerado sino de o bien visto. Se trata, de definitiva, de aceptar las ineluctables imposiciones del presente. Los textos autobiogrficos no escapan del yugo que implican los condicio-nantes de la circunstancia. O sea que en la escritura pesa la coyuntura e incluso se puede llegar a ser vctima de ella. De la primera a la ltima pala-bra, el presente ejerce un papel fundamental en tanto que se convierte en un activo modelador del recuerdo. El memorialismo espaol reciente, da igual que sea de expresin castellana como catalana, gallega o vasca, avan-za por una senda explicitada ya en los primeros libros autobiogrficos publicados tras la muerte del dictador.

    En efecto, la llegada del cambio poltico modific talantes y actitudes, exigi novedades y oxigenacin. Una innovacin fundamental fue la de iniciar la revisin del pasado inmediato. Protagonistas del presente y del ayer se pusieron el mono de memorialista, sacaron punta al lpiz y empe-zaron a hurgar en el negro pasado de la dictadura desde la perspectiva del yo con la voluntad proustiana de recuperar un tiempo que pareca perdido. As, a partir de 1975 -momento definido como el de la explosin testimo-nial- el gnero empieza una etapa de vitalidad ininterrumpida hasta hoy1.

    Tenemos, en definitiva, un amplio sector de escritores que se dedican a escribir sobre s mismos. Y qu es lo que recuerdan los autobigrafos con-temporneos? A estas alturas del siglo quien recuerda debe hacerlo, nece-sariamente, de los aos de la guerra civil, del franquismo y de la transicin. Pero ese configurador de identidades que es el bal donde se almacenan los

    ' Prueba de la buena salud en el caso cataln es que todas las editoriales de envergadura destinan al menos una coleccin a la edicin y reedicin de obras testimoniales. As, contamos con Biografes iMemries, de Edicions 62; D'un dia a l'altre, de Quaderns Crema; Vides i Memries, de Editorial Prtic y Memoria, de la editorial Proa. Una oportuna reedicin, por ejemplo, han sido dos obras importantes de Teresa Pmies: Quan rem capitans [1974] y Quan rem refugiis [1975] recogidas bajo el ttulo de Memries de guerra i d'exili [2000].

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    recuerdos no es -no puede ser- asptico. Por eso nos interesa saber cmo se describe el recuerdo histrico, cmo se mediatiza el discurso colectivo para justificar la peripecia personal. En este sentido, ya lo veremos, la elip-sis y los silencios se convierten en socorridas figuras retricas del gnero y esas ausencias, que existen siempre en este tipo de textos, se refieren, en el caso de nuestro fin de siglo, al imaginario poltico.

    Con la mirada en los textos de hoy, tenemos la impresin -como ya indi-c Anna Caball en su ensayo Narcisos de tinta2- de que el captulo memo-rialstico que iniciaron a mediados de los setenta Dionisio Ridruejo, Pedro Lan Entralgo y Carlos Barral an no se ha cerrado. En el caso del memo-rialismo en cataln, tampoco. Es evidente que se detectan excepciones -pensamos en relatos de infancia limitados a los aos republicanos en los que apenas se entrev la realidad exterior (como por ejemplo las Memories d'un nen de Sarria [2000] de Jess Mestres Godes y su recreacin cos-tumbrista del barcelons barrio de Sarria)-, pero la disidencia franquista en todas sus variantes ideolgicas sigue copando el protagonismo de los tex-tos autobiogrficos.

    Encontramos no tanto la descripcin del vivir en el franquismo, sino de la vivencia del franquismo y sus consecuencias en la vida relatada. La dife-rencia de matiz es clave para nuestro enfoque, puesto que no es la cotidia-neidad lo dominante, ni la conformacin de la individualidad o el escena-rio de la intimidad lo que nos encontramos. Se trata ms de opiniones, siempre exageradas por lo alto o lo bajo, que desembocan en juicios de valor y, por tanto, tomas de posicin desde el ms puro antifranquismo.

    Las veladas actuaciones franquistas de los memorialistas quedan restrin-gidas al mbito de lo polticamente incorrecto y, en caso de aparecer, lo hacen como demonios vergonzantes. Vemoslo con un detalle concreto. En febrero del 2000, el reconocido economista Fabin Estap [2000] -activo y escuchado animador de debates televisivos y radiofnicos- vea publica-das sus memorias bajo el ttulo De tots colors. El libro, nacido de las con-versaciones de Estap con una profesora de periodismo y traducido recien-temente al castellano, abordaba, entre otros aspectos -el Ftbol Club Barcelona o la figura de Josep Pa, temas recurrentes en los libros de memorias catalanas recientes-, la activa colaboracin del economista en

    2 Anna Caball, Narcisos de tinta. Ensayo sobre la literatura autobiogrfica en lengua caste-

    llana (siglos XIX y XX), Mlaga, Megazul, 1995, p. 218. Las memorias de Carlos Barral, de Lan Entralgo, de Dionisio Ridruejo, sern los primeros testimonios de una nueva etapa de la historia de Espaa, la que se inicia con la muerte de Franco y que hasta el da de hoy mantie-ne una notable homogeneidad.

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    los Planes de Desarrollo. La voz irnica, sarcstica e incluso bufonesca domina el libro, pero el tono que impera sufre un parntesis precisamente al abordar la vinculacin del personaje con la poltica econmica franquis-ta. Estap se ve impelido a introducir una cua sin parangn en el conjun-to del libro que transcribimos y traducimos completa por su relevancia: Llego con hasto a este captulo de mi vida, porque s que son muchos de los que leern estas memorias que lo esperan, con cierta morbosidad. Cmo podra justificar su involucramiento con el gobierno del general Franco? Ciertamente, la respuesta resulta sencilla, porque, pasados los aos, si aun estuviera vivo, habra dado la razn a m amigo Manuel Sacris-tn: nunca debera haber sumado mi nombre a la lista de personas que tra-bajaron para sostener aquella infamia que dur tantos aos. El franquis-mo, claro est, como demonio.

    Es que franquistas catalanes haberlos, los hubo. Recordemos si no lo que escribe irnico el empresario Manuel Ortnez en sus memorias, Una vida entre burgesos [1993]: Se debe tener el coraje de aceptar que el 90 por ciento de los catalanes recibieron con satisfaccin el fin de la guerra y la llegada de los nacionales. Ortnez aade como ancdota curiosa que le hizo este comentario a Josep Tarradellas, presidente de la Generalitat en el exilio, y ste ltimo lo matiz con un febril: El 95 por ciento1. Los fran-quistas catalanes, decamos, se abstienen de realizar el ejercicio de la escri-tura del yo. Lo cierto es que sus nombres se desvanecen y han de ser otros los que den cuenta de este aparente espejismo. Pensamos, por ejemplo, en la brillante biografa de Juan Antonio Samaranch escrita por Arcadi Espa-da y Jaume Boix o en dos libros recientes, uno tendencioso, Els franquis-tes catalans [19981, de Ignasi Riera y otro erudito e inteligente, Elfran-quisme i els catalans. Els informes del Consejo Nacional del Movimiento (1962-1971) [2000], del historiador Caries Santacana. La explicacin de ese silencio testimonial es obvia: la autocensura. Si en 1950 los silencios testimoniales escondan banderas tricolores debajo de la cama, los de hoy guardan a menudo en el armario ms de una camisa azul.

    Los tiros no suenan, lo vamos viendo, al ritmo del dogmatismo. Sean del frente que sean. Un falangista militante durante el primer franquismo como fue Francesc Farreras construye su brillante autobiografa Gosar no mentir [1994] con la voluntad de explicar por qu actu como lo hizo y, sobre todo, describir su progresivo desmarque hacia tendencias ms libe-rales. Para ello inicia el relato -no sin victimsmo- en la celda de una pri-sin franquista de posguerra. Doscientas pginas despus, una vez expli-cado con detalle el calvario que tuvo que vivir por contradecir activamente las propuestas del rgimen, refiere su actividad falangista de juventud. El

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    objetivo final del libro, como vemos inteligentemente camuflado, no es otro que el deseo de justificacin por un error de juventud que, el lector comprender, era lgico por el contexto que le rode. Es ms, lo suyo fue la lcida inteligencia que le permiti ver la luz en el oscuro panorama impuesto.

    La crtica tambin se produce contra la izquierda desde la misma izquier-da. Jordi Sol Tura, personaje que tuvo una indiscutible filiacin comunis-ta, no duda en su notable Una historia optimista [1999] en cuestionar el talante arbitrario de algunas de las decisiones del PC y se desmarca de las posiciones ms radicales. Se tratara, en este fin de siglo, de la plena asun-cin del pacto que supuso la transicin. Las mejores pginas del libro son aquellas en las que Sol Tura narra con la brillantez literaria de un escritor experimentado sus peripecias europeas como integrante del antifranquismo (la vida del exilio en Pars, el da a da de Radio Pirenaica en Varsovia, la ingenuidad y la intransigencia ideolgica del PC en el exilio).

    Complejsimas relaciones polticas y plurales perspectivas, como vemos, se dan cita en el memorialismo cataln actual. Punto de vista singular es el del carterista Caries Fontser. Mientras que en sus Mentones d'un carte-llista ctala (1931-1939) [1995] relata la experiencia de la Repblica y la guerra civil desde el punto de vista del dibujante anarquista que debe aban-donar el pas al fin de la guerra, en Un exiliat de tercera, A Pars durant la H guerra mundial [1999] realiza una crtica radical, no slo del rgimen franquista, sino tambin de la escisin que protagonizaron los grupos de izquierda que impidieron la realizacin de su idea de repblica: la consoli-dacin de una repblica catalana inserta en un Estado federal.

    Recientemente y con xito aparecieron los Records de quasi un segle [2000], del jesuta Miquel Batilor. El libro, nacido de la iniciativa de Cris-tina Gatell y Gloria Soler, que entrevistaron a Batllori y reunieron las con-versaciones en este volumen, presenta la encrucijada a la que se enfrent Batllori: se debate entre la defensa de la cultura catalana -en contra del rgimen castrante de Franco- y su filiacin a la Iglesia, en contra de los republicanos ms radicales. Humanista refinado, Batllori se autorretrata como un cura liberal y popular, figura que haba descubierto tras su estan-cia en Italia durante los aos de la Segunda Repblica espaola y que des-pus le confirmara el neorrealismo italiano de pelculas como Roma, ciu-dad abierta.

    Otro nombre destacado del memorialismo cataln reciente es el del empresario peletero Josep Espar Tico. La trayectoria vital que describen sus memorias Amb C de Catalunya [1994] es especialmente significativa: miembro de una familia que se exili al San Sebastin nacional y que

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    levant el brazo ante las tropas franquistas, la actitud de Espar ir evolu-cionando progresivamente hacia el antifranquismo en la medida en la que tome conciencia del ataque sistemtico en el que viva la cultura catalana. Los fundamentos ideolgicos de Espar tienen su origen en el magisterio de Raimon Gal -uno de los nombres fundamentales en la biografa inte-lectual de Jordi Pujol- y su apuesta por un activismo pragmtico. De aqu, seguramente, surge la infatigable labor de Espar que abarca desde modes-tos proyectos a la creacin de dinmicas iniciativas culturales -desde revistas infantiles en cataln hasta asociaciones en defensa del folklore pasando por una compaa discogrfica desde la que catapultar a los pro-tagonistas de la Nova Cane. Las memorias de Espar Tico retratan la peri-pecia de un infatigable activista y son perfecto ejemplo de una de las lne-as ms fructferas del antifranquismo en Catalunya: la del catolicismo de signo catalanista.

    Dentro de esta panormica sera injusto no destacar la figura y la obra de Albert Manent, a pesar de que no haya escrito sus memorias. Intelectual activo y defensor convencido del catalanismo desde posturas moderadas, Manent ha escrito cinco libros de retratos de personajes que durante el fran-quismo mantuvieron viva la llama de una cultura perseguida. En En un repl del meu temps [1999] -ltimo libro, por ahora, de la serie iniciada en 1988- defina su proyecto como una galera de personajes, heterogneos, la accin, cultural o poltica, de los cuales marc nuestro lento resurgi-miento como pueblo. Preciso y elegante en las descripciones y escrupulo-so a la hora de detectar la filiacin ideolgica de sus biografiados (ya son ms de noventa!), Manent es un claro ejemplo de la voluntad de preservar un mundo y unas gentes a travs de la memoria. De polticos a escritores, de clrigos a mecenas, un universo ha sido radiografiado por su pluma.

    Del caldo de cultivo retratado en los libros de Manent y Espar -a gran-des rasgos, el de un catolicismo catalanista- emerge la figura de Jordi Pujol, que se convierte en uno de los personajes y temas principales, secun-darios o accidentales del memorialismo cataln reciente. Tanto Espar como Manent reflejan los primeros pasos de Pujol, pero el mejor retrato -a pesar de la voluntad desmitificadora y lo maniqueo de su planteamiento- lo lleva a cabo Xavier Muoz, un excompaero de viaje comprometido actualmen-te con la poltica de la oposicin socialista de Pasqual Maragall. El libro de Muoz, Dries publiques i negocis privats [1999], ofrece tambin una apa-sionante crnica de los ltimos aos del mundo de la industria textil, uno de los sectores tradicionalmente con ms peso en la economa catalana. Desde la subjetividad de la experiencia propia, la narracin de la lucha coti-diana por salvar una empresa da las mejores pginas de un buen libro.

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    Hilvanado con el caso anterior pero desde una perspectiva distinta, el mundo empresarial textil y poltico aparece en un texto que desat agrias polmicas en su momento. Se trata de las ya mencionadas memorias del empresario Manuel Ortnez, Una vida entre burgesos. Ortnez retrata el tra-picheo empresarial generado por las corruptelas del poder franquista y da una leccin prctica de cmo funcionaban las lites empresariales catala-nas durante la dictadura. Otro gran logro del libro es el retrato de dos per-sonajes fundamentales de la Catalua contempornea: gracias a un conoci-miento de primera mano, Ortnez revive las figuras de Tarradellas y del escritor Josep Pa con indisimulada admiracin. Pa emerge casi como un modelo vital y literario (el cinismo y el carcter sentencioso del texto son de estirpe planiana) y Ortnez, desde la aoranza del recuerdo, da cuenta de la torrentera de conocimiento y lucidez del escritor ampurdans. Tarrade-llas, ya sea en el exilio o en los ltimos aos en Catalua, pero sobre todo durante el lapso de tiempo del retorno, aparece como una apuesta y una fidelidad a la que Ortnez concede todo su apoyo.

    Ms ambicioso que el texto de Ortnez resulta La memoria es un gran cementiri [1990] del periodista Manuel Ibez Escofet. Ibez -que se autodefine como cristiano y catalanista sin duda, pero nada agresivo, siempre tolerante y defensor de la reflexin y el dilogo- aparece como modelo del cataln conciliador, que jug multitud de papeles (tots els papers de l'auca en expresin tpicamente catalana) a lo largo de su vida. Combatiente, preso en un campo de trabajo durante la guerra, representan-te comercial -encarnando y retratando con nostalgia uno de los clichs del cataln: el viajante-, periodista en distintos medios, amigo de un Pa recor-dado con admiracin -He recibido- escribe -su influencia y me siento orgulloso de ello e incluso intercesor entre Pujol y Tarradellas. Se trata de un libro irregular que revela la pluma de un buen periodista con pginas memorables, es cierto, pero con algunas cadas en el tono narrativo.

    Tambin conciliador, pero desde el punto de vista de quien nunca ha que-rido tomar una posicin clara en trminos polticos es De memoria. Autobio-grafa (1924-1994) [1996] de Llorenc Gomis, donde evita constantemente el juicio poltico. El ataque a la lengua catalana -al que pone el nombre propio del que fuera director de La Vanguardia, Luis de Galinsoga- y la presin que recibi de la censura, son algunos de los factores que esbozan las dificulta-des de quien vivi en tiempo de polmicas entre comprensivos y excluyen-tes. Mientras tanto l se dedicaba a escribir artculos sobre poesa y poetas (...) y sobre temas literarios y culturales. Las memorias de Gomis son un claro ejemplo de evasin del compromiso poltico en un texto que relata, fun-damentalmente, su peripecia pblica durante el franquismo.

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    Las Mentones cviques (1950-1975) [1994] de Joan Gomis, hermano de Llorenc, son tangencialmente parangonables con De memoria. Estructura-das desde una perspectiva temtica -no cronolgica, que es la ordenacin ms habitual-, estas memorias quedan circunscritas explcitamente a narrar la dimensin pblica del personaje en tanto que activo desarrollador de actividades de compromiso ideolgico durante los ltimos veinticinco aos del franquismo. Se habla de la censura o del desarrollo de movimientos pacifistas, pero destaca el revelador retrato de los espacios que ocup el cristianismo comprometido en la conformacin de una mirada crtica para con el rgimen. Las confluencias y posteriores disensiones entre el progre-sismo religioso y los movimientos de izquierda que se iban fraguando en la universidad muestran un humus ideolgico que en el presente puede causar desconcierto, pero que revela a la perfeccin las aspiraciones de muchos estudiantes comprometidos durante aquellos aos.

    Excelente es la Memoria personal. Fragment per a una autobiografa [segunda edicin de 1993] de Antoni Tapies. Tapies adopta la visin del padre para optar por una primera actitud de sumisin ante el rgimen, pero, al contrario que Gomis, es consciente de lo castrante que resulta el control que ejerce el dictador sobre la sociedad y se rebela: La idea de ir a Pars (...) me ilusionaba ms que nada porque crea que all podra prepararme espiritualmente ms a fondo y estudiar y leer de todo sin prohibiciones ni censuras. Ms que nunca me pareca que aqu no haba nada que hacer. La situacin de aquellos aos lo ahogaba todo. El gran representante del arte abstracto vio coartada su libertad creadora porque las iniciativas experi-mentales no eran valoradas o, lo que es peor, eran criticadas y prohibidas por cautela, para evitar revoluciones inesperadas.

    Pintores, religiosos, polticos, empresarios, periodistas... Nuestra mirada sobre el memorialismo cataln contemporneo ha buscado deliberadamente delimitar la tendencia general (obviando ttulos que seguramente requerir-an algo ms que una mencin: de Perucho a Miserachs, de Huertas Clave-ria a Oriol Bohigas, entre otros) constituida por un corpus que juzgamos importante ya que, entre otros motivos, configura un rico mosaico desde el que poder acercarse a los aos del franquismo. Desde la pluralidad de acti-tudes y puntos de vista, la descripcin tanto de los compromisos de la socie-dad civil a lo largo del franquismo como la vivencia de los individuos bajo un rgimen dictatorial, marcadamente confesional (la opresin de una atmsfera de intransigencia catlica es uno de los temas ms frecuentes), configuran las lneas maestras sobre las que se ha edificado el vasto magma del memorialismo cataln de los ltimos diez aos. Estos escritores han con-cebido el espacio del memorialismo como el mbito desde el que retratar su

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    peripecia pblica, lo que ha originado lgicos vacos en el corpus que hoy por hoy manejamos. La escasa presencia de la dimensin privada e ntima de estos escritores del yo se convierte, por omisin, en significativa. En otras palabras, la autobiografa como tal es un vaco. Otro demonio, quiz.

    Dos textos, partiendo de esta constatacin, destacan y deben ser juzgados aparte sealando su indiscutible valor. Nos referimos a L'agent provocador [1998] de Pere Gimferrer y a las Memries intils 5.2000], del catedrtico de historia de la medicina Felip Cid. El texto del poeta -de intensidad tre-pidante y brevedad desilusionadora para el lector- retrata, con una prosa majestuosa y un ritmo perturbador, un momento concreto de la trayectoria, vital de Gimferrer. Su propuesta, que es esttica y con una indudable carga moral, consiste en escarbar en lo hondo de su intimidad para clarificar un estadio de inapetencia intelectual que encuentra en el amor -no, ni mucho menos en un sentimentalismo vacuo, sino en la vivencia de un amourfou (que debe mucho a la lectura del amor de las vanguardias)- un revulsivo totalizador para superar un atolladero que va ms all del vaco estricta-mente creativo. La propuesta de Gimferrer, medularmente autobiogrfica, es un ejemplo ms de la pluridad de formas que adopta los textos autobio-grficos del presente.

    Para finalizar es necesario referirnos a las Memries intils de Felip Cid. Publicadas en una editorial minoritaria y sin ningn tipo de promocin, son seguramente el mejor texto autobiogrfico escrito en cataln de la ltima dcada. En estas memorias (que, dicho entre parntesis, de intiles no tie-nen nada) asistimos a la constitucin de un carcter. Se trata de un viaje moroso a la formacin de un intelectual comprometido con su circunstan-cia histrica, s, pero que al relatar su vida escoge como eje argumenta! no tanto el contexto como su maduracin personal. Aparecen entonces el peso de las lecturas, el retrato de la miseria universitaria del primer franquismo, pero sin caer nunca en las simplificaciones ni en los lugares comunes.

    Estas Membries intils -que por la voluntad de radiografiar morosamen-te la formacin de un carcter relaconabes con el monumental Pretrito imperfecto de Carlos Castilla del Pino- tienen dos elementos ms que que-remos destacar. Por una parte, a voluntad de estilo, la conciencia de estar afrontando un reto que es de carcter histrico pero tambin literario. Por otra parte y en relacin con o dicho, Cid consigue construir una voz pro-pia, crea un narrador potente: su mirada sobre la realidad es agria, sus jui-cios nunca complacientes. Representante del intelectual maduro que carga con sus coherencias a sabiendas del precio que conllevan, las Memries intils de Felip Cid son el texto irrempazable y el puntg y final de diez aos -que son k>s ltimos y muy fructferos- de memonalismo catain.

  • Charlando con Juan Ferrat

    Jordi Amat

    Juan Ferrat (Reus, 1924) es uno de los nombres fundamentales de la lite-ratura en Catalua en la segunda mitad de siglo. Poeta, traductor (de Eliot a los lricos griegos arcaicos pasando por el chino Du Fu o Cavafis), crti-co, terico de la literatura, editor, polemista... pero fundamentalmente lec-tor. Su vivencia de la literatura avanza en paralelo al eje a partir del cual explica su biografa: la voluntad de hacerse sabio, en expresin tpica-mente suya.

    El inicio de su trayectoria intelectual pblica data de los primeros cin-cuenta como crtico de literatura extranjera en la revista Laye. Desde esa plataforma empez a forjar una obra de indiscutible relevancia en el pano-rama de la crtica literaria hispnica que tiene un hito clave en la publica-cin de su Dinmica de la poesa. Actualmente vive distanciado pero aten-to a todo, ejerciendo de jubilado en un tico tranquilo de Barcelona. Su discurso, olvidado al mismo tiempo por bien pensantes y malintenciona-dos, siempre refresca; el ejercicio de la conversacin con l resulta, en general, altamente gratificante. Acompaado por Blanca Bravo, buena amiga y compaera de la Unidad de Estudios Biogrficos, pasamos una tarde hablando con l, sobre todo escuchando. Algo de lo que fue aquella conversacin -un tanto catica, sin reservas y siempre en cataln- es lo que pretenden reflejar estas pginas.

    Un aviso: hablar con Juan Ferrat es, como mnimo, una experiencia. Superficialmente lo es por lo atrevido de sus juicios, la aparente arbitrarie-dad de sus afirmaciones o la incontenible propensin a la descalificacin sin matices que practica. Una vez que se acepta esta actitud empezamos a entender el valor de una voz singular y valiente, de unas reflexiones que van ms all de la tan habitual conversacin de caf en la que en muchas ocasiones se convierten los dilogos de los hombres de letras.

    Hace ms de diez aos, desde la tribuna del desaparecido Diari de Bar-celona, detectaba el advenimiento de una nueva generacin literaria. Le pregunto por aquellos jvenes. Primero es necesario aclarar qu entiendo por generacin. Son un grupo de personas de la misma edad, que han bebi-do de las mismas fuentes y que tienden -por estas razones- a reaccionar ante lo recibido de un modo ms o menos uniforme. Ferrat piensa en un

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    grupo de escritores nacidos entre 1952 y 1966: Quim Monz, Sergi Pmies, Pericay... Qu les una? Pareca -pero las apariencias engaan- que eran partidarios de romper con las convenciones sociales. Es decir, que se atre-van a ser libres por io que respecta al pensamiento. Ya en 1980 sealaba que Monz en prosa es realmente bueno. Hoy, con ms perspectiva, afir-ma que Monz no sabe para qu sirven las novelas, pero que por lo que respecta a los cuentos es un buen escritor.

    En otras ocasiones ha afirmado que en cuestin de lectura es un reac-cionario. De los poetas, que fueron amigos, de su generacin (Barral, Gil de Biedma) destac su capacidad por establecer una relacin civilizada, tanto en la lengua como en los temas y el modo de tratarlos, con las reali-dades de la experiencia comn contempornea. De la literatura catalana del presente afirma saber poco. El motivo? Las cosas que me interesan son limitadsimas. Releo a Josep Carner. Por razones personales, hace unos aos le la poesa de Narcs Comadira y Salvador Oliva.

    Lector de profesin y por vocacin, es escptico con el nivel de la crti-ca literaria que se hace hoy en da en Catalua. Buena crtica es la que hacen los ingleses en el Times Litterary Suplement; cada semana aparece un buen artculo sobre teatro, incluso hablan de dramas clsicos espao-les. Para contrastar con lo presente, alaba la figura de Ortega y Gasset, Era un crtico literario de primera y si en lugar de filsofo se hubiera dedi-cado exclusivamente a la crtica literaria recibira una adoracin univer-sal. Pienso en la suerte crtica que ha recibido ltimamente la poesa de su hermano Gabriel Ferrater, seguramente el poeta en lengua catalana ms reconocido de los surgidos tras la Guerra Civil. J.M. Marios public un estudio titulado Escritores en tres lenguas. No ha tenido la repercusin que merecera. En este libro, capital a m entender, se da la medida real de la capacidad y el talento de la poesa de Gabriel. En circunstancias normales este libro tendra el necesario reconocimiento que creo que merece.

    La reflexin sobre el papel de la lectura y su funcin en el individuo -lo que explic con la frmula de la operacin de leer- ha formado parte de su reflexin a lo largo de los aos. Seguramente por eso subraya el papel que la lectura debe tener en la vida. La adquisicin de una cultura inte-lectual pasa ineludiblemente por la lectura. Los libros -que son el alimen-to bsico de la gente leda, como ya dice la palabra- son, desde los griegos, el depsito en el que se acumula la sabidura universal. Un lector ha de guardar todos los libros.

    Ferrat nos habla de sus preocupaciones, de temas que a lo largo de estos ltimos aos han ocupado buena parte de sus reflexiones, Para empezar, en Catalua, la gente debera saber pronunciar bien el cataln. Se queja de

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    la despreocupacin lingstica que detecta sistemticamente en los medios de comunicacin autonmicos. Las personas que hablan por la televisin deberan ser el modelo. El origen del problema es un caso clarsimo de analfabetismo. Dnde estn los modelos? La gente debera buscarlos. Lo son, por ejemplo, Caries Riba o Salvador Espriu.

    La disquisicin sobre el nivel general de conocimiento lingstico me lleva a preguntarle sobre la hipottica existencia de un modelo de lengua literaria. Atinadamente, Blanca Bravo plantea el valor de los clsicos como modelo. O sea, existen unos clsicos capaces de ser vehculo de trabajo a partir del cual forjar una lengua literaria vlida para el presente? Los ni-cos clsicos de la literatura catalana son medievales: Ramn Llull y Ausis March, un mallorqun y un valenciano. Modelos vlidos del presente son los de Pmies y Monz. El referente para ellos es Josep Pa: que no hay ninguna duda de que es un buen escritor. Pa y su concepcin de la lengua literaria fundan una lnea que es en la que quieren enmarcarse tanto Pmies como Monz. Se trata de una lengua llana [la expresin catalana que Ferra-t utiliza es muy ilustrativa: plaera], una lengua que no busca separarse del uso que la gente hace de ella y que, al mismo tiempo, el escritor es capaz de someter a un control.

    De aqu Ferrat observa cual ha sido la consideracin que Pa ha recibi-do en Catalua en los ltimos tiempos. Ahora hay mucha gente que se ha despertado y afirma que Pa es muy respetable, pero hace unos aos la gente seria consideraba que era vergonzoso leerlo. La Catalua oficial, la representante de las opiniones establecidas, no lo consideraba. Jos Mara Castellet, por ejemplo, en Josep Pa o la rao narrativa repasa varios temas y al llegar a las ideas polticas de Pa afirma que son irrelevantes y no entra ni en su estudio ni en su comentario. Bueno, yo creo que las ideas polticas de Pa son interesantsimas, cualquier persona despierta ha de estar intere-sado por conocerlas. Concepciones de este tipo eran las que dominaban durante los aos cincuenta y sesenta.

    Ligando las palabras sobre Pa y la reflexin en torno a los modelos de lengua, Ferrat arremete contra aquellos que usan un nivel lingstico pre-tendidamente culto. Hay quien cree en la existencia de dos modelos de lengua: el cataln ms noble y el cataln de la gente de la calle. Para que lo entendamos nos pone dos ejemplos concretos. Los hablantes de este supuesto cataln ms noble -una concepcin que arranca ya de Pompeu Fabra- signen y no firmen o escriben lletres y no caries. Yo, que firmo y escribo cartas, creo que el cataln de la calle es la lengua ms noble siem-pre que est bien usado. Este cataln que se quiere ms noble que el de la calle es una lengua artificial; sus hablantes pecan por archicorrectos. Se

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    creen, usando la expresin americana, polticamente correctos, pero es una concepcin que debe ser abandonada.

    Juan Ferrat es un fumador empedernido. Fuma tabaco negro, Coronas. Cigarrillo tras cigarrillo, la conversacin sigue y avanza por sendas impre-vistas. Mientras, el magnetfono va registrando silencios, descalificaciones, afirmaciones rotundas, iluminaciones y preguntas ms o menos contesta-das. Domina la penumbra, pero al rostro de Ferrat lo ilumina la luz de una lmpara que ya se ha hecho necesaria. Otra obsesin del Ferrat polemista aparece en la conversacin: la actitud de los escritores que el denomina los catalanes, con una modulacin en el tono que no es para nada inocente.

    La expresin los catalanes equivaldra a los murcianos. Esta es la pti-ca que adopta la gente de Madrid en la relacin con escritores como Mars, Flix de Aza o Enrique Vila-Matas, Es en Madrid donde se los etiqueta como los catalanes y son los nicos escritores con los que son capaces de contrastar pareceres. La cuestin es que los otros escritores catalanes, los que escriben en cataln, no interesan en Madrid. En Barcelona, afirma con irona, los catalanes sufren mucho. Sufren porque no representan el pas; para poderlo representar deberan escribir en cataln. Ferrat no est alu-diendo a una cuestin de nacionalismo cultural. Las bromas que en su lite-ratura puedan hacer un Pmies, un Monz o un Ramn Solsona van dirigi-das a un pblico capaz de entenderlas.

    Aduce un caso concreto. Ms que irnico, Ferrat es ahora corrosivo. Juan Mars hizo una novela titulada El amante bilinge. En la novela queda claro que los nicos bilinges son los hablantes catalanes. Pero hay dos pasajes, nicamente dos, en los que aparecen expresiones catalanas. En una ocasin el protagonista exclama Fes-me un francs, reina! y en otro pasaje un viejo jubilado le pregunta al protagonista Vost de qu se "n fot!. Estos dos pasajes estn muy bien, son geniales: expresiones catala-nas que reflejan todos los atributos de los catalanes. Cuando lo le pens y vi claramente que Mars es una persona que sabe ir orientado por el mundo.

    La charla deriva ahora hacia la consideracin que recibe la cultura cata-lana en Espaa. En una ocasin, la revista El Urogallo quera hacer un nmero dedicado a Catalua. Los responsables de la revista en Barcelona pensaron en m para que escribiera un artculo. El director -Gabriel y Galn- me llam pidiendo que participara. Yo le hice dos preguntas. La primera: pagan? Con lo cual aparecieron los tpicos comentarios sobre el cataln y la pela. La segunda pregunta era si algn colaborador de ese nmero no era cataln. La respuesta fue negativa. Mi pregunta es ahora: hay alguien en Madrid capaz de decir algo sobre ia cultura catalana?.

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    Si no son capaces de hacerlo, por qu debo hacerlo yo? Yo soy una per-sona perfectamente establecida y no tengo ninguna obligacin de informar sobre qu pasa y qu no pasa aqu. No hay voluntad de conocimiento, lo que no impide que se dediquen pginas y pginas a la cultura catalana. Ferrat sabe que est provocando, juega a la boutade. Pero tambin es ver-dad que tras sus palabras provocativas -no en balde uno de sus ltimos libros de artculos se titula Provocacions- se esconde la atenta y lcida reflexin sobre cul es el papel que juega la cultura hoy en Catalua, sobre la funcin que tiene y la que debera tener.

    De esto y de aquello, ms o menos, hablamos aquella tarde3.

    ' En unos meses aparecer De esto y de aquello, un nuevo libro en traduccin castellana de Juan Ferrat. En l recoge artculos hasta ahora no publicados y artculos viejos que ya fueron publicados en cataln.

  • I

    Pere Gimferrer

  • Entrevista con Pere Gimferrer

    Marcos Maurel

    - Cul es a su entender el nivel mximo logrado por la literatura cata-lana contempornea tanto en poesa como en narrativa?

    -En este asunto debo abstenerme de opinin porque soy parte de ambas, pero hay algn caso concreto en el que puedo opinar porque se trata de una persona ya fallecida. Una de las principales voces en ambos gneros es la de Maria-Merc Margal. Hasta mediados de los aos 80 estaban vivos una serie de autores de generaciones anteriores, y esos eran autores de valor universal de los que s puedo opinar. En el mbito de la poesa puedo nom-brar a J.V. Foix, Joan Vinyoli, Joan Teixid, Mara Manent, ste, adems de por su poesa, por sus diarios, su crtica literaria y su crtica de arte. Tam-bin hay otros autores que en aquel tiempo permanecan activos, como Palau Fabre, Joan Perucho, Jordi Sarsanedas, Salvador Espriu, Joan Bros-sa, que falleci recientemente. En lo referente a la narrativa he publicado una novela (Fortuny) y otra obra narrativa de difcil catalogacin (L'agent provocador), por lo que, repito, debo abstenerme de comentario. Pero cita-r los nombres de escritores como Llorenc Villalonga, Merc Rodoreda, una escritora extraordinaria, y de mi generacin por lo menos tengo que citar el nombre de Carme Riera,

    -Si hablamos de las tendencias poticas, cmo se ha vivido en Catalu-a la polmica entre las llamadas poesa de la experiencia y poesa de la diferencia ?

    -En el mbito cataln ha sido una polmica poco relevante, sin impor-tancia, en parte porque no haba un equivalente exacto al de la poesa espa-ola de las generaciones anteriores a las que se refera esta polmica. La llamada poesa de la experiencia, bien o mal llamada, se centra sobre todo en la actividad de dos poetas de raigambre catalana; Gabriel Ferrater y Jaime Gil de Biedma. No creo que ninguno de los dos se reconociera en lo que se llama poesa de la experiencia, ni para bien ni para mal, aunque tuvieran amistad personal con algunos de sus representantes.

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    -El teatro cataln tanto escrito como representado (dentro y fuera de Catalua) ha obtenido un xito muy destacable de crtica y pblico. Segn su opinin, a qu se debe este xito?

    -Si le digo la verdad no voy al teatro casi nunca. El teatro dej de inte-resarme cuando dej de ser sobre todo texto. Lo que ha tenido xito en el teatro en Catalua, principalmente, es el teatro basado en cosas distintas del texto. No dudo de la calidad de esos elementos, pero eso es otra cosa. Con todo, algunos textos teatrales tienen un valor literario manifiesto. Pero valorar el teatro slo por el texto es una valoracin tan incompleta como la que tenemos hoy, por cierto, cuando valoramos algunos textos, pongo por caso de Ronsard, y es que hay que tener en cuenta la representacin (con lo cual no quiero decir que el teatro cataln tenga el nivel de Ronsard, que es otra cosa). Ah caben voces poderosas muy distintas, desde La Fura deis Baus a Albert Boadella, pero esto no es exactamente, o no completamente, un tema del dominio de la historia de la literatura. Es del dominio de la his-toria de las manifestaciones escnicas, pues el texto no es slo lo definito-rio de estos trabajos. Hay una cosa que siempre respondo cuando se me pregunta sobre teatro: da simplemente vergenza que el teatro de Joan Brossa no tenga la incardinacin social que debera tener. Que existan cinco volmenes de teatro de Brossa y que apenas una mnima parte haya sido representado me parece una cosa increble, bochornosa. No menos bochornosa, sin embargo, que el hecho de que la mayor parte e la obra tea-tral de Francisco Nieva no haya sido estrenada en Espaa.

    -Yel cine?

    -No ha habido nunca. Ha habido algunas pelculas rodadas por directo-res catalanes, o bien unas pelculas rodadas en territorio en el que se habla cataln, y ha habido algunas pelculas, muy pocas, por cierto, rodadas en el idioma cataln. Una cinematografa catalana no la ha habido nunca. Ha habido algunas obras aisladas.

    -Cules destacara?

    -Individualmente, ha habido obras valiosas, muy distintas entre s. En su mayora no han tenido xito comercial y apenas exhibicin.

    cine de la Escuela de Barcelona.?

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    -Bueno, eso es otra cosa. Ese cine tiene muchsimo inters, pero la mayora no se vehiculaba en cataln. Ah hay cosas de gran valor. Algunos de sus representantes siguen hoy en activo y hacen pelculas muy buenas. Una pelcula excelente es Mones com la Becky, de Joaquim Jord, que es una pelcula hablada en cataln de un miembro de la Escuela de Barcelo-na. Y no est slo Jord, tambin Pere Portabella, pongo por caso. Pero esto no ha bastado para crear una filmografa en el mbito cataln.

    -Ensayos, memorialismo,... qu opina de la literatura catalana de no ficcin?

    -En el mundo de las memorias destacara a Josep Pa, pero quiero dejar claro que este gnero literario ha sido de los ms productivos. Mart de Riquer y Miquel Batllori, aunque sean uno historiador de la literatura y otro de la cultura, son excelentes prosistas y son algo ms que meros historia-dores. Riquer ha escrito la historia de su familia y Batllori es uno de los mayores estilistas que ha tenido la lengua catalana, aparte de ser un histo-riador excelente.

    - Y cul es el nivel de los ensayos ?

    -El ensayo es quiz lo ms dbil que tenemos. Mari Manent escriba ensayo en cataln y era muy bueno. De todas maneras, lo mejor del ensa-yo propiamente dicho escrito en cataln lo han hecho los poetas. Caries Riba, Juan Vicente Foix, que escribi ensayo interesante publicado hace unos pocos aos en libro, pero procedente de textos publicados con ante-rioridad en peridicos. Manent, ms que ensayos propiamente dichos, public crtica literaria y crtica artstica. Son textos muy interesantes sobre literatura y arte.

    ~En los ltimos aos la literatura escrita por mujeres ha experimentado un auge extraordinario en nmero de ejemplares vendidos (Isabel-Clara Sim, Mara Merc Roca, Maa de la Pau Janer,...) Estamos ante un boom dentro de la literatura catalana?

    -No es un problema especfico de Catalua, es un fenmeno ms gene-ral. Sospecho que se est produciendo en el mbito de todo Occidente (Europa y Amrica). Entre las autoras que ha citado hay algunas que apre-cio mucho. El problema creo que es el siguiente: la tendencia es que los hombres se dedican a ganar dinero y las mujeres se dedican tambin a

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    ganar dinero, pero menos, y parece que la lectura e incluso la redaccin de libros se reserva a ellas. Esto ya suceda en la cultura japonesa del siglo XI, en la cual los hombres eran samurais, se dedicaban a la guerra, y las muje-res eran las que se dedicaban a la literatura. Ahora se est tendiendo a que la literatura es cosa de mujeres y los hombres se dedican a los negocios, no hacen la guerra, al menos directamente.

    -Qu papel tiene para usted la figura del lector a la hora de escribir?

    -Como escritor, para m el lector no tiene ningn papel. Puedo pensar en algn lector concreto que conozca. O pensar en un lector, digamos, imagi-nario, que yo sea capaz