Cuadernos Del Sur

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CONSEJO DIRECTIVO Enrique Fernández (INAH) Laura Gaytán (IISUABJO) Sergio Navarrete (CIESAS) DIRECTOR Salvador Sigüenza (CIESAS) CONSEJO EDITORIAL Isidoro Yescas (IISUABJO) Eduardo Bautista (IISUABJO) Olga Montes (IISUABJO) Salvador Aquino (CIESAS) Rodrigo de la Torre (CIESAS) EDITOR Abraham Nahón ASISTENTE Itandehui Ruiz DISEñO Jorge López IMPRESIóN Carteles Editores FOTO DE PORTADA Eleuterio Xagaat Presentación La generación de la “emergencia indígena” y el comunalismo oaxaqueño. Genealogía de un proceso de descolonización Alejandra Aquino Moreschi Colonialidad del poder y construcción de las fronteras internas de México Heriberto Ruiz Ponce División espacial y organización social en un área ecoturística en la costa de Oaxaca David Ivan Fleischer La Unidad Productora de Materias Primas Forestales (UPMPF) de Santa Catarina Ixtepeji, Ixtlán, Oaxaca: una forma de gobernalidad local Judith Arely García Avendaño Oaxaca 2006: alianzas y rupturas en la clase política Isidoro Yescas Martínez La guerra durante el periodo clásico en Oaxaca Angélica Rivero López RESEñAS: La conciencia imprescindible. Ensayos sobre Carlos Monsiváis Alfonso Gazga Flores Identidad y estilo entre las alfareras mixtecas y amuzgas de la Costa de Oaxaca y Guerrero Gonzalo Sánchez Santiago ¿Transición a la democracia o hacia un régimen policial? Tania Fernández Moreno 3 7 23 35 51 65 81 97 año 15 • no. 29 • julio-diciembre 2010 CUADERNOS DEL SUR Revista de Ciencias Sociales Año 15, No. 29, julio-diciembre, 2010 Registro en trámite [email protected]

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Consejo DireCtivo

Enrique Fernández (INAH)Laura Gaytán (IISUABJO)Sergio Navarrete (CIESAS)

DireCtor Salvador Sigüenza (CIESAS)

Consejo eDitorial

Isidoro Yescas (IISUABJO)Eduardo Bautista (IISUABJO)Olga Montes (IISUABJO)Salvador Aquino (CIESAS)Rodrigo de la Torre (CIESAS)

eDitor

Abraham Nahón

asistente

Itandehui Ruiz

Diseño

Jorge López

impresión

Carteles Editores

Foto De portaDa

Eleuterio Xagaat

Presentación

La generación de la “emergencia indígena” y el comunalismo oaxaqueño. Genealogía de un proceso de descolonizaciónAlejandra Aquino Moreschi

Colonialidad del poder y construcción de las fronteras internas de MéxicoHeriberto Ruiz Ponce

División espacial y organización social en un área ecoturística en la costa de OaxacaDavid Ivan Fleischer

La Unidad Productora de Materias Primas Forestales (UPMPF) de Santa Catarina Ixtepeji, Ixtlán, Oaxaca: una forma de gobernalidad localJudith Arely García Avendaño

Oaxaca 2006: alianzas y rupturas en la clase políticaIsidoro Yescas Martínez

La guerra durante el periodo clásico en OaxacaAngélica Rivero López

Reseñas: La conciencia imprescindible. Ensayos sobre Carlos MonsiváisAlfonso Gazga Flores

Identidad y estilo entre las alfareras mixtecas y amuzgas de la Costa de Oaxaca y GuerreroGonzalo Sánchez Santiago

¿Transición a la democracia o hacia un régimen policial?Tania Fernández Moreno

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año 15 • no. 29 • julio-diciembre 2010

CUAdERNOS dEL SURRevista de Ciencias Sociales

Año 15, No. 29, julio-diciembre, 2010Registro en trámite

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Cuadernos del Sur. Revista de Ciencias Sociales, es una publicación plural e interdisciplinaria en la que se divulgan avances y resul-tados de investigación sobre antropología, historia, lingüística y otras ciencias sociales afines como geografía, sociología y ciencia política; además brinda espacio para dar a conocer testimonios, legados y reseñas. Se otorga preferencia a temas sobre Oaxaca y el sur de México.

Este número representa el inicio de una nueva época en la lar-ga y azarosa vida de la revista, actualmente editada gracias a la confluencia de voluntades de tres instituciones: el Centro Regional Oaxaca del Instituto Nacional de Antropología e His-toria, el Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Univer-sidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y la Unidad Pacífico Sur del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en An-tropología Social.

Sin embargo, y como reflejo del espíritu oaxaqueño, esta labor y sus frutos no serían posibles sin el tequio de amigos, colabo-radores y colegas que han contribuido –como si fuera domin-go– a que dicho esfuerzo colectivo se vea plasmado en este ejemplar. Han prestado su ayuda y dedicado su tiempo varios colegas involucrados en el proceso de dictaminar artículos, par-te crucial en la vida de las publicaciones académicas enfocadas a contribuir al análisis y conocimiento de la realidad. Asimismo, ha sido esencial la labor de los colegas del Consejo directivo, la contribución y paciencia de los compañeros que integran el Consejo Editorial, la capacidad y experiencia de Abraham Na-hón como editor, el profesionalismo de Jorge López en el dise-ño y la colaboración de Itandehui Ruiz Merlín. Esta ardua labor editorial, también ha sido respaldada por el dedicado trabajo que Carteles Editores ha aportado número tras número.

Presentación

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El diseño editorial ha tenido una serie de modificaciones con la finalidad de mejorar visualmente la presentación de los artícu-los, buscando que la lectura de los mismos resulte más agrada-ble y amena; además, para fortalecer un lenguaje visual alterno, se presenta una notable serie de fotografías de Jorge Santiago, originario de la sierra norte de Oaxaca, y de Eleuterio Xagaat García, maestro indígena y poeta chinanteco. Las imágenes, por sí mismas, representan un discurso visual contundente, que da cuenta de la compleja y diversa realidad de los pueblos de Oaxaca. En este mismo sentido, en la tercera de forros se presenta una foto histórica para contribuir al conocimiento de imágenes inéditas o poco difundidas sobre Oaxaca.

Este número incluye seis artículos y tres reseñas, los primeros comprenden temas de antropología, medio ambiente, proce-sos electorales y arqueología. El artículo de Alejandra Aquino propone una genealogía de las luchas indias y el pensamiento comunalista de la Sierra Juárez, proponiendo que la emergen-cia indígena se debe a una generación de jóvenes mixes y za-potecas que a partir de los años ochenta produjo conocimien-tos y subjetividades contra-hegemónicos, que permitieron un proceso de descolonización subjetiva a través del cual se ha invertido el estigma atribuido a su identidad y se construyen propuestas políticas alternativas basadas en la autonomía.

Por su parte, Heriberto Ruiz expone de manera concisa una postura crítica dentro del debate reciente acerca de la redefini-ción de las identidades indígenas contemporáneas, resultado de un ejercicio que propone reflexionar en una cartografía cul-tural de México diferente a la que vemos en los mapas nacio-nales; así, el autor sugiere poner color, volumen y forma a un imaginario-otro.

El texto de david Fleischer se refiere a la organización social de Mazunte y a sus transformaciones durante los últimos veinte años; desde mediados del siglo XX, este lugar era un impor-tante sitio para la caza de tortugas marinas en México y a partir de los noventa se volvió un destino para la práctica del ecotu-rismo. Los cambios en la economía local han repercutido en la vida social y política de la comunidad, modificando la organiza-ción social del espacio urbano y las maneras en las que el poder político se estructura.

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Judith Arely García presenta un artículo en el que refiere la ex-periencia de la Unidad Productora de Materia Prima Forestal (UPMPF) de Santa Catarina Ixtepeji, Ixtlán. En el texto plantea la importancia de la organización tradicional colectiva para el éxi-to social y económico de la empresa. Así, las fuentes de ingreso de los ciudadanos del municipio han variado, se han producido empleos y la migración ha descendido, lo que ha propiciado una mayor cohesión social.

El conflicto político-social del año 2006 en Oaxaca es analizado por Isidoro Yescas, a partir de fuentes documentales y entrevis-tas con políticos y líderes sociales; en la colaboración se señala el proceso de movilización popular que confrontó al magisterio oaxaqueño y a la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxa-ca con el gobierno del estado, así como los factores estatales y nacionales que incidieron en el desarrollo, desenlace y conse-cuencias de dicho proceso.

Finalmente, Angélica Rivero contribuye a este número con un texto en el que señala el papel de la guerra en la configura-ción del área cultural mesoamericana en general, y de la región oaxaqueña en particular. El conflicto se aborda como la lucha armada entre grupos sociales que se encuentran en oposición de intereses sociales y económicos.

Asimismo, se han incluido las reseñas de tres libros: Alfonso Gazga Flores entrega un texto compilado por Jezreel Salazar sobre el recientemente desaparecido Carlos Monsiváis: La con-ciencia imprescindible. Ensayos sobre Carlos Monsiváis; Gonzalo Sánchez Santiago se refiere al libro de Frances Ahern, Identi-dad y estilo entre las alfareras mixtecas y amuzgas de la Costa de Oaxaca y Guerrero; y Tania Fernández Moreno presenta Los nu-dos del régimen autoritario. Ajustes y continuidades de la domi-nación en dos ciudades de Oaxaca, escrito por Eduardo Bautista. 

Así, quienes colaboramos para hacer posible Cuadernos del Sur, esperamos que la lectura de este número brinde momentos de aliento, de reflexión y de aprendizaje a los lectores que tengan la inquietud de sumergirse en sus páginas.

Salvador Sigüenza Orozcodirector

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C omo ya ha sido señalado por diferentes autores, el “in- dio” como categoría racial y social nace con la conquis- ta de América (Bonfil, 1995a; Quijano, 2005). Antes de

la llegada de los españoles no había “indios”, ni existía ningún concepto que calificara de manera uniforme a la gran diver-sidad de pueblos que habitaban en este continente (Bonfil, 1995a: 343). Esta categoría resultó indispensable para cons-truir un sistema de clasificación racial dentro del cual, los pue-blos originarios fueron colocados en un extremo y los coloni-zadores en el otro, dando como resultado una relación bipolar antagónica y excluyente en la que se afirmaba la superioridad racial y moral de los colonizadores.

La racialización de los pueblos originarios, y con ello, el esta-blecimiento de relaciones sociales degradadas propias del ra-cismo, en las que al mismo tiempo que se estigmatiza al grupo segregado, se sobrevalora al grupo segregador (Wieviorka, 1992: 20), no se acabó con el fin de la colonización española. Los nuevos Estados independientes del siglo XIX siguieron re-produciendo, bajo diferentes variantes, lo que Quijano (2005) ha llamado la “colonialidad del patrón de poder” que se produ-jo bajo el colonialismo y que según el autor produjo: 1) La “ra-cialización” de las relaciones entre colonizadores y colonizados; 2) La configuración de un sistema de explotación capitalista; 3)

La generación de la “emergencia indígena” y el comunalismo oaxaqueño. Genealogía de un proceso de descolonización

Alejandra Aquino Moreschi*

Bajo la lógica de la “co-lonialidad del poder”, el indio fue considerado un “problema” o un “lastre”, primero, para la confor-mación y unidad de los Estados-nacionales, poste-riormente para su mo-dernización. Los pueblos indios no permanecieron pasivos ante esta situa-ción, su historia ha estado marcada por la resistencia silenciosa y por nume-rosas rebeliones abiertas en contra del poder. La “emergencia indígena” representa uno de los grandes fenómenos socia-les acontecidos en México durante el siglo XX…

* Doctora en sociología por la École des Hautes Études en Sciences Sociales. Actualmente realiza un posdoctorado en la uam-x, dentro del proyecto “Cultu-ra política en regiones y localidades de alta intensidad migratoria. Perspec-tivas generacionales”. Sus temas de interés son los movimientos indígenas y la migración trasnacional. Últimas publicaciones: “Migrantes chiapanecos en Estados Unidos: Los nuevos nómadas laborales”, “Migraciones Internaciona-les”, 2010, “Indiens migrants transnationaux” (con Y. Le Bot), en “La grande révolte indienne”, 2009. Correo: [email protected]

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El eurocentrismo como el nuevo modo de producción y de control de la subjetividad y el conocimiento; 4) Finalmente, la hege-monía de un sistema de Estados en el que se excluyen a las poblaciones “racialmente” clasificadas como “inferiores”.

Bajo la lógica de la “colonialidad del poder”, el indio fue considerado un “problema” o un “lastre”, primero, para la conformación y unidad de los Estados-nacionales, pos-teriormente para su modernización. El lla-mado “problema indígena” fue combatido a través de diferentes políticas públicas –principalmente educativas e indigenis-tas– orientadas a asegurar su asimilación dentro de un modelo de Estado unitario y de una nación con una cultura y una iden-tidad mestiza concebida como exclusiva y excluyente (de la Peña, 1998: 318). Los pueblos indios no permanecieron pasivos ante esta situación, su historia ha estado marcada por la resistencia silenciosa y por numerosas rebeliones abiertas en con-tra del poder. Sin embargo, fue hasta las tres últimas décadas del siglo XX cuando emergen en toda América Latina una am-plia gama de organizaciones que se afir-man como indias y que logran confrontar con fuerza la “colonialidad del poder”. El surgimiento de estas organizaciones in-augura lo que algunos especialistas han llamado: el “despertar indio” (de Certeau, 1977), la “emergencia indígena” (Bengoa, 2000), el “retorno del indio” (Albó, 1991), “la cuarta ola de movilizaciones indíge-nas” (Trejo, 2000), la “gran revuelta indíge-na” (Le Bot, 2009) entre otras denomina-ciones que tienen por objeto dar cuenta de la proliferación de movimientos y or-ganizaciones indígenas en toda América Latina y, sobre todo, de su transformación en actores políticos centrales de las socie-dades latinoamericanas.

La “emergencia indígena” representa uno de los grandes fenómenos sociales acon-tecidos en México durante el siglo XX, como ya algunos autores han sostenido (Le Bot, 1994; Hernández-Navarro, 1998; Recondo, 2007), este fenómeno se en-

cuentra estrechamente vinculado a la formación de una ge-neración de intelectuales indígenas. En las siguientes páginas me interesa trazar la genealogía de algunos intelectuales de esta generación –a la cual llamaré la “generación de la emer-gencia india”– y analizar el papel que han desempeñado en las luchas por la autonomía, tomando como región de estudio la Sierra Juárez de Oaxaca.1

Este caso resulta de gran interés, ya que ahí aparecieron algu-nas de las primeras organizaciones que en México se reivindi-caron claramente como indígenas y que, de forma temprana, incorporaron como demanda central de sus luchas el derecho a la autonomía y la libre determinación. Fue también en esta región donde nació una de las corrientes de acción y pensa-miento crítico indio más importantes de México: el comuna-lismo oaxaqueño, corriente que tuvo gran influencia sobre los Acuerdos de San Andrés.2

Es necesario señalar que cuando hablo de generación no lo hago en términos de edad, sino en función al tipo de experien-cias en las que se formaron y al tipo de subjetividades compar-tidas. Esto significa que si bien la mayor parte nacieron entre las décadas de los cuarenta y los cincuenta, lo que realmente me permite pensarlos como generación es el tipo de experien-cias por las que pasaron. En el caso de los intelectuales de la Sierra Juárez, si bien hay una diversidad de trayectorias, existen algunos elementos comunes que me permiten hablar de ge-neración. Por ejemplo, la experiencia de una emigración a las ciudades, su paso por la universidad o las Escuelas Normales Rurales y su politización en el contexto del movimiento estu-diantil de 1968 o dentro de la iglesia. Otro elemento común es que muchos de estos jóvenes en vez de quedarse en las ciuda-des decidieron regresar a sus pueblos de origen y vincularse a los diferentes procesos colectivos de lucha que estaban en marcha. del reencuentro de estos jóvenes con sus pueblos de origen surgen las primeras organizaciones indígenas en la Sie-

1 La Sierra Juárez de Oaxaca se ubica al noreste de la capital del estado. Administra- tivamente se encuentra dividida en tres distritos (Ixtlán, Villa Alta y Mixe) y en sus 68 municipios, donde habita población mayoritariamente zapoteca, aunque tam- bién mixe, chinanteca y mestiza. Todos estos municipios siguen siendo clasificados por el Consejo Nacional de Población (2005) como de alta o muy alta marginación.2 Con base en lo que han teorizado los intelectuales comunalistas y algunos antropó- logos, definiré al comunalismo como una corriente de acción y pensamiento crítico indio. Como acción, el comunalismo se expresa cotidianamente en las formas de or- ganización, resistencia y lucha de los pueblos serranos, así como en sus organizacio- nes; en cambio, como pensamiento crítico, es en gran medida resultado del esfuerzo de una generación de intelectuales y militantes indios por conceptualizar y visibilizar la experiencia organizativa y el conocimiento de sus comunidades, así como del es- fuerzo por elaborar desde una perspectiva propia lo que los define como pueblos indígenas. Véase Floriberto díaz (2001), Jaime Martínez Luna (2003), Adelfo Regino (2000), Benjamín Maldonado (2003), Hugo Aguilar (2009), Juan José Rendón (2003), Cardoso y Robles (2007).

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rra y nace propiamente la generación de la “emergencia india”, es decir, un nuevo tipo de intelectual y luchador indígena.

Finalmente, lo que caracteriza a esta generación es que la lucha por el reconocimiento se transformó tanto en su gran proyecto colectivo como pueblos, como en un proyecto de vida mediante el cual resolverán diferentes necesidades sub-jetivas. Es decir, para esta generación la militancia representa una práctica política cotidiana esencialmente emancipatoria, ya que a través de ésta se transformaron en productores de nuevas subjetividades, identidades y prácticas políticas contra hegemónicas. Por ejemplo, fue en el marco de los procesos de lucha emprendidos que se sentaron las condiciones intersub-jetivas para que accedieran a nuevas formas de reconocimien-to y lograran producir la representación propia de sus pueblos, alejada a la construida por el Estado.3

1. La tripLe experiencia

Hasta la fecha es frecuente que la migración a las ciudades exponga a la población indígena al racismo de Estado y al racismo cotidiano de una sociedad que se piensa mestiza y que está atravesada por las contradicciones que produ-ce el rechazo al “indio vivo”, y la veneración al “indio muer-to” y al pasado prehispánico. Como explica un intelectual zapoteca de la generación de la emergencia india:

Desde el momento en que te vas de tu comunidad, eso (el racismo) inmediatamente se siente a donde quiera que vayas; si vas a alguna institución de salud, a algu-na oficina pública, a la escuela, a la universidad, en las organizaciones, en la fábrica, el racismo se siente, yo así lo sentí.4

En México, durante casi todo el siglo XX, predominó un racismo asimilacionista de Estado, no declarado (Gall, 2004: 243), disfrazado de política indigenista (Bonfil, 1995a: 331) y de paternalismo. Para el Estado, no se trata-ba de exterminar o segregar a los pueblos indios, sino de “asimilarlos” e “integrarlos” a una “cultura nacional”. Como señala M. de la Cadena (2006: 64), en América Latina, “el hermanamiento conceptual entre ‘razas’ y ‘cultura’, produ-

jo bio-políticas con vocación culturalistas que no se orientaban hacia la modificación biológica de los cuerpos, sino al mejora-miento de almas racialmente concebidas”. Lo anterior se haría substituyendo los “ras-gos negativos” de las culturas indígenas por rasgos “positivos” –supuestamente propios de la cultura mestiza. Por supues-to, el Estado se reservó el monopolio para definir cuáles eran los rasgos negativos y las estrategias para combatirlos (Bonfil, 1995a). Muchos otros jóvenes zapotecos y mixes que migraron a las ciudades du-rante los años sesentas para continuar sus estudios experimentaron el racismo insti-tucional dentro de las Universidades o las Escuelas Normales, como uno de ellos ex-plica: “Yo no conocí a un solo profesor en

3 Toda la información presentada en las siguientes páginas proviene de un capítulo de mi tesis doctoral. Aquino Alejandra, “Entre luttes indiennes et rêve américain’. L’expérience migratoire des jeunes indiens mexicains aux Etats- Unis”, doctorado en sociología, École des Hautes Études en Sciences Sociales, 9 de abril de 2010.4 Entrevista personal a Joel Aquino, intelectual y militante zapoteco, Yalalag, 2001.

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la Escuela Normal de Oaxaca que hablara con orgullo de lo que es Oaxaca, que ha-blará del orgullo de lo que es ser zapote-co, mixteco, mixe. Ahí el modelo ideal era convertirse en un citadino más”.5

El racismo no sólo se producía al interior de las instituciones públicas, los jóvenes migrantes lo experimentaron también en su vida cotidiana. En casi todos los secto-res de la sociedad mexicana se practica un racismo no declarado, muchas veces ni si-quiera consciente, que se expresa en el len-guaje y en muchas actitudes y acciones de la vida diaria. de modo que un tipo físico asociado en el imaginario colectivo con lo “indígena”, se convierte en un “marcador” étnico y social capaz de producir relacio-nes sociales negativas; es decir, cargadas de maltrato, desprecio y humillación. Esta situación obligó a muchos migrantes a tratar de esconder estos marcadores estig-matizantes y presentarse bajo otras identi-dades. Como cuenta un hombre de Yalalag que emigró a la Ciudad de México durante esos años:

Dentro de la gran diversidad de la Ciudad de México siempre salía a re-lucir eso, de que “tú eres oaxaco”, esa discriminación, ese “ninguneo” pues, entonces se procuraba ocultarlo (…) La mayoría de las veces se trataba de ocultar que éramos zapotecos, pero no podíamos ocultarlo, en mi caso no podía ocultar mis rasgos de indígena. Esto de ocultarse dio por el racismo, por la discriminación que sufrimos de un principio.6

Pese al fenómeno del ocultamiento de la identidad zapoteca, la migración a la ciudad no provocó la adquisición de una mentalidad “aculturada” y “nacional”, ni la substitución de la identidad étnica y el

apego a la comunidad, por la conciencia de clase y la identidad urbana, tal y como Aguirre Beltrán y otros antropólogos de la época lo habían pronosticado (de la Peña, 1999: 19). Más bien, el contacto de estos jóvenes con las organizaciones migrantes que se estaban formando en la ciudad les permitió comenzar a tomar conciencia de la fuerza de las prácticas organizativas comunitarias y de su reproducción en contextos urbanos; en otras palabras, les permitió visualizar la “irrelevancia de las dicotomías tradicional-moderno, indio-mestizo, campesino-citadino, en cuanto categorías objetivas y autocontenidas de análisis” (de la Peña, 1999: 19). de ahí que la experiencia de vivir dentro de una cultura urbana y “mestiza” que ignoraba o menospreciaba las culturas indígenas fuera decisiva para que posteriormente toda una generación de jóvenes indios iniciara una reflexión sobre el significado de su identidad india, la cual desencadenaría un proceso de afirmación positiva.

Mientras los jóvenes de la generación de la “emergencia indí-gena” cursaban sus estudios en la Universidad o las Escuelas Normales, estalló el movimiento estudiantil de 1968. La gran mayoría se formó políticamente en el marco de estos eventos, algunos jóvenes, incluso, militaron en el seno de diferentes or-ganizaciones y conocieron de cerca el pensamiento marxista en sus diferentes vertientes. Además, establecieron importan-tes contactos con universitarios, intelectuales y movimientos sociales de izquierda que después les servirían para impulsar sus propias luchas.

Las organizaciones en las que participaron los jóvenes indíge-nas estuvieron formadas centralmente por estudiante urbanos de clase media y popular, estas tenían como objetivo central la lucha de clases y como principal enemigo al Estado burgués (Zermeño, 1987: 233-234). Muchas de estas organizaciones centraron su trabajo en la formación de brigadas encargadas de difundir la ideología del grupo, promover y organizar la for-mación de comités de lucha, dar servicio social en colonias po-pulares y comunidades rurales, etc.

durante su militancia en este tipo de organizaciones los jóve-nes de la generación de la “emergencia india” adquirieron una formación marxista que si bien no los convencía del todo, du-rante algunos años le serviría de lente para leer la realidad. En ese momento las organizaciones de izquierda consideraban que la población indígena y campesina era conservadora y pa-rroquial, con un limitado potencial como sujetos del cambio social. Para ellos la identidad étnica se reducía a una manifes-tación cultural de dominio económico que sería desechada en un proceso de lucha de clases y todos coincidían en que el sujeto revolucionario por excelencia era la clase obrera. La vertiente maoísta consideraban que eventualmente el campe-sinado podría ser una “fuerza motora” de la revolución, aunque

5 Idem.6 Entrevista personal a Bulmaro Ventura, intelectual y mili- tante zapoteco, Ciudad de México, 2001.

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la “fuerza directriz” seguiría siendo el proletariado y su ideolo-gía. Nadie pensaba que los pueblos indios pudieran tener un lugar en las luchas revolucionarias. Este tipo de discurso no dejaba satisfecho a muchos de los jóvenes zapotecos y mixes, sin embargo, la ruptura con este pensamiento se daría algunos años más tarde, cuando estuvieran de regreso nuevamente en sus comunidades. Como explica uno de ellos:

Para aquel entonces las corrientes de izquierda en el país tampoco entendían las reivindicaciones étnicas de los pue-blos, no entendían la naturaleza pluricultural de México y del mundo, ahí simplemente el planteamiento era un plan-teamiento de carácter clasista. “La lucha es entre explota-dos y explotadores” nos decían en la Liga, “entre opresores y oprimidos”. Ahí el ideal era la construcción del socialismo y con eso decían que se resolvía el problema de la opresión de los pueblos indígenas.7

Estas ideas no convencían del todo a estos jóvenes, sin em-bargo, habría que esperar todavía un poco para que tomaran distancia y crearan sus propios discursos contra hegemónicos.

2. eL regreso a sus puebLos y Las Luchas contra eL caciquismo

durante la década de los setenta y hasta principio de los ochen-ta, luego de terminar sus estudios, algunos jóvenes serranos re-gresaron a sus pueblos de origen y se incorporaron a los distin-tos procesos de lucha que estaban en marcha: Floriberto díaz en Tlahuitoltepec y la zona mixe, Jaime Martínez Luna en Gue-latao de Juárez, Joel Aquino y Juana Vásquez en la comunidad de Yalalag, por sólo mencionar a algunos. Lo anterior está rela-cionado con diferentes factores, por ejemplo, en algunos casos el incremento de la represión del Estado contra todas las orga-nizaciones de izquierda comenzó a dificultar enormemente el trabajo político en la ciudad, por lo que el repliegue a las zonas rurales se empezó a ver como algo deseable, además, entre al-gunos grupos maoístas la idea de que la revolución se debía de hacer del “campo a la ciudad” también comenzó a cobrar fuerza. Como explica un intelectual zapoteco en entrevista:

Aunque en aquel tiempo yo tenía interés de seguir estu-diando, al final de cuentas me convencieron de que no ha-bía necesidad de ir a la universidad, de que lo importante era la lucha. Había que transmitir los conocimientos que se iban adquiriendo a lo largo de la militancia, a lo largo de las reuniones y de los talleres, había que llevar ese mensaje para comenzar a inquietar a los que realmente les intere-

sara superar su situación. Se prioriza-ba el hacer trabajo político sobre el estudiar. Entonces, ésa fue una razón poderosa, la necesidad de contribuir a construir una organización.8

En otros casos, la decisión estuvo ligada a una demanda explícita de las comunida-des de origen, las cuales necesitaban de los jóvenes formados para impulsar con éxito sus luchas. Como explica Juana Vázquez, intelectual y activista zapoteca de Yalalag:

Para 1980 fue cuando las compañeras de Yalalag directamente me llamaron a México y me dijeron: “Juana, necesi-tamos que estés acá”. “¡Híjole! ¿cómo le hago?”, yo estaba en segundo año de medicina “¿qué hago?”. “Juana, necesitamos que te vengas” me dicen. Primero pensé en ir unos días, pero la carrera de medicina necesitaba que yo estuviera constantemente, es una carrera que requiere de mucho tiempo. Entonces lo pensé y dije: “Ni modo, me regreso porque está de por medio toda una comunidad, todo un movimiento, yo como quiera ya logré una carrera de “trabajo social”, y si no puedo lograr la de medicina pues ni modo, ya cuando menos puse un pie en la universidad”.9

La decisión de Juana no debe verse como un sacrificio o un acto de abnegación, más bien representa un ejemplo de cómo hay concepciones de la vida en las que el pro-yecto colectivo y el “servicio” a la comuni-dad tienen prioridad sobre un proyecto in-dividual centrado en la satisfacción de las necesidades y deseos personales.

Además de las convicciones personales, el retorno de todos estos jóvenes tuvo que ver con la crisis económica y política que atra-

7 Entrevista personal a Joel Aquino, intelectual y militante zapoteco, Yalalag, 2001.

8 Idem.9 Entrevista personal a Juana Vázquez, intelectual y militan- te zapoteca, Yalalag, 2001.

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vesaba todo el país. Para ese momento, el modelo de desarrollo estabilizador aplicado por toda América Latina durante las déca-das anteriores se encontraba en crisis, y era evidente su fracaso en el objetivo de elevar las condiciones de vida de la población (Le Bot, 1994). En México, por ejemplo, esto se reflejó en la incapacidad del Estado para in-tegrar a las nuevas generaciones de jóvenes escolarizados que provenían de las regio-nes indígenas y que aspiraban a ascender socialmente vía la educación (Bonfil, 1995b: 374-376; Le Bot, 1994; Recondo, 2007: 105-107). Además, la crisis económica estuvo acompañada de una crisis política derivada de la represión estudiantil de 1968.

Como un esfuerzo por contener el malestar que comenzaba a surgir en diferentes re-giones indígenas del país y por “controlar” a la nueva generación de jóvenes indios

profesionalizados que estaban regresando a sus comuni-dades, el Estado creó “por lo alto” diferentes organizacio-nes indígenas10 con el objetivo de mantener el control so-bre cualquier expresión de descontento y desviar la lucha indígena hacia aspectos educativos y culturales (Mejía y Sarmiento, 1987: 155). Con este mismo objetivo, el Esta-do formó el Consejo Nacional de Pueblos Indígenas (cnpi, 1975), sólo que en este caso su intento por controlar a las nacientes organizaciones fracasó, ya que varios líderes provenientes de las bases, se incorporaron al cnpi y, des-de ahí, posicionaron las demandas de sus movimientos y transformaron al mismo en un medio de crítica al sistema.

Los jóvenes serranos regresaron a sus pueblos con sus certificados universitarios, con un dominio perfecto del español y llenos de nuevas ideas y proyectos para mejorar la situación de la población, “despertar” las conciencias e incluso organizar “la lucha de clases”. Sin embargo, el reen-cuentro con sus comunidades los obligó a replantear sus proyectos políticos y personales. Los jóvenes se enfrenta-ron al desfase entre la realidad de sus pueblos y muchas de las ideas de la izquierda urbana que habían hecho su-yas durante su militancia en la ciudad y su paso por las universidades. Como narra en el siguiente testimonio Jai-me Martínez Luna, intelectual y militante zapoteco:

Yo llego a mi comunidad en 1977, formado dentro de una tendencia marxista en la Escuela de Antropología de la Universidad Veracruzana. Cuando regreso, lo primero que pienso, lo que traigo en mente es: ¿Cómo mejorar las condiciones laborales de los trabajadores en el monte? Entonces, lo primero que yo quiero hacer es organizar a los trabajadores del monte para enfren-tarse a la empresa que les pagaba por su trabajo, pero de manera inmediata me doy cuenta de que todo es más complicado; no son trabajadores de la empresa, sino que son campesinos de su misma comunidad porque la comunidad es poseedora de los bosques y es la que firma las condiciones con la empresa que saca la madera. Ahí es un primer golpe para mí, porque yo busco trabajadores y lo que encuentro son campesi-nos de la comunidad. Entonces veo cómo la concep-tualización clasista de la realidad se queda corta para entender esa dinámica comunitaria.11

10 En 1973, por ejemplo, fundó el Movimiento Nacional Indígena (mni), una organi- zación compuesta casi en su totalidad por maestros indígenas de todo el país; cua- tro años más tarde formó la Alianza Nacional de Profesionistas Indígenas Bilingües A. C. (anpibac).11 Entrevista personal a Jaime Martínez Luna, intelectual y militante zapoteco, Guela- tao, 2006.

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El contacto con la realidad comunitaria permitió que las ideas de estos jóvenes se transformaran, adaptándose a la situación local; por ejemplo, vieron que en ese momento lo más urgente no era la lucha de clases, ni hacer la revolución, sino acabar con los caciques locales que mantenían el control político y econó-mico de muchos municipios de la sierra, así como mejorar las precarias condiciones de vida de la población. En ese momen-to la Sierra estaba controlada por diferentes cacicazgos ligados al Partido Revolucionario Institucional (pri). No hay que olvidar que a partir de la figura del cacique y de otros intermediarios, el Estado integró a las comunidades rurales e indígenas a su estructura corporativa, convirtiéndolas así en lo que Rus (1995) llama “comunidades revolucionarias institucionales”, las cuales, aunque mantuvieron cierta autonomía, afianzaron la repro-ducción del sistema (véase también Recondo, 2007).

En este contexto, el gran desafío para los jóvenes recién llega-dos a sus pueblos fue subvertir el orden de esta “comunidad revolucionaria institucional”, sin ser devorados por ella, como ya había sucedido con otros jóvenes indígenas que, una vez convertidos en profesores o abogados, se transformaron en los nuevos intermediarios encargados de la reproducción de un orden comunitario subordinado al Estado y su partido (Rus, 1995). No hay que el olvidar que una de las particularidades del Estado mexicano priista fue precisamente su capacidad para incorporar a su favor a toda disidencia potencial.

Subvertir el orden de la “comunidad revolucionaria institu-cional” no era tarea fácil, ya que no se trataba solamente de

acabar con el cacique en turno, sino de reconstruir un nuevo proyecto político-democrático y con autonomía del pri. La primera tarea de los jóvenes fue formar una base social. En ese momento, muy poca gente estaba dispuesta a involucrar-se en un movimiento, pues conocían la violencia con la que habían respondido los caciques cada vez que vieron amena-zado su poder. Para sumar a la población al naciente movimiento, los jóvenes recién llegados tuvieron que abandonar los dis-cursos encendidos que proclamaban en las colonias populares o las fábricas de la Ciudad de México cuando militaban en las organizaciones políticas de izquierda ur-bana, y substituirlos por discursos pacífi-cos y acciones discretas que a simple vista no implicaran una abierta confrontación con el poder, por ejemplo, organizar una huerta colectiva, una asamblea de padres de familia, una nueva fiesta patronal y de-cenas de pequeñas acciones enfocadas a crear lazos de solidaridad y reflexión entre la gente. En este proceso de organización, los jóvenes fueron cobrando conciencia de la fuerza organizativa de sus pueblos y del valor de sus prácticas políticas, hasta ese momento menospreciadas por el Estado.

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3. eL encuentro con La teoLogía india y La antropoLogía crítica

La mayor parte de los movimientos comu-nitarios que aparecieron en México duran-te las décadas de los setenta y los ochenta, mantuvieron vínculos de algún tipo con la iglesia progresista orientada por la teo-logía de la liberación y con los antropólo-gos críticos conocidos como indianistas o etnodesarrollistas. El encuentro con estos dos actores fue central para la formación de una red de luchas indígenas por todo el territorio nacional.

La teología de la liberación nació duran-te el Concilio Vaticano II y la Conferencia

Episcopal Latinoamericana de Medellín, celebrada en 1968. Su objetivo era romper el compromiso de la iglesia con las clases dominantes y adoptar una solución “ver-daderamente cristiana” al problema de la pobreza y la miseria existentes en Améri-ca Latina (Meyer, 2000: 32). dentro de la teología de la liberación, hay una vertiente que se enfocó en el trabajo con las comu-nidades indígenas y que desarrolló una

doctrina propia: la teología india. La cual se encuentra influida fuertemente por la antropología crítica, una corriente que na-ció como cuestionamiento a las políticas indigenistas asimila-cionistas del Estado y que postulaba la necesidad de construir nuevos modelos civilizatorios basados en la recuperación de la cultura de los pueblos originarios (véase Guillermo Bonfil Ba-talla, Rodolfo Stavenhagen y Salomón Nahmad) y planteaba como uno de sus objetivos fortalecer y ampliar la capacidad autónoma de decisión, gestión y acción de los pueblos indios a partir de potenciar sus culturas. Este pensamiento resultó de gran utilidad para que las organizaciones indias le dieran fuer-za a sus propias reflexiones y a los procesos de reversión del estigma que estaban impulsando en sus comunidades.

En la Sierra Juárez el contacto con estos dos actores empezó en la década de los setenta ya que diferentes grupos de religio-sos se establecieron o frecuentaron las comunidades serranas

y se pusieron en contacto con los nacientes movimientos co-munitarios. Aunque muchos de los jóvenes indios forma-dos en las organizaciones de izquierda, en un principio vie-ron con desconfianza todo lo que oliera a iglesia católica, muy pronto simpatizaron con este grupo de religiosos, quie-nes organizaban regularmen-te talleres de reflexión a los que invitaban a jóvenes indios de todo el país. Allí se discu-tían los problemas de las co-munidades, se socializaban las distintas experiencias de lucha y, sobre todo, se impulsaban reflexiones encaminadas a la revaloración de la cultura y la identidad india (Meyer, 2000: 133). En estos talleres, los dife-rentes dirigentes e intelectua-les indios pudieron sistemati-

zar la reflexión que habían iniciado en sus comunidades en el marco de distintos procesos de lucha. Como explica uno de los intelectuales zapotecos:

El contacto que tuvimos con los religiosos nos ayudó a en-tender nuestra problemática. En esos talleres fue precisa-mente que se logró entender que las culturas indígenas no son culturas muertas, ni son culturas del pasado, ni son la causa por la que viven los campesinos indígenas en la mi-seria o en el abandono. Al contrario, es una riqueza cultural

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inmensa la que existe en Oaxaca; las causas por la que se vive en la miseria son otras. Ahí empezó precisamente el proceso de revalorar tu propia cultura.12

Estas reuniones también fueron espacios privilegiados para la construcción de una red de luchas indias que saldría clara-mente a la luz durante la década de los noventa, pues facili-taron los encuentros entre jóvenes de cientos de comunida-des indígenas, quienes poco a poco fueron construyendo una agenda de lucha compartida y una identidad colectiva más allá de sus pertenencias comunitarias. Es decir, fueron espa-cios privilegiados para la producción de nuevos significados en torno a su identidad y para dotar de coherencia a un con-junto de acciones colectivas que a simple vista podían parecer demasiado diversas.

En esa época había encuentros que eran extraordinaria-mente interesantes y que al terminar el taller, te sentías más seguro, te sentías más fortalecido, porque sabías que no es un proyecto de lucha aislado, es parte de un proyecto de carácter nacional. Además, eso me permitió conocer a muchos compañeros de otras regiones del país, a muchos líderes de ahora y eso me permitió ir construyendo y enri-queciendo mi visión; eso me permitió ir construyendo una red, una red de activistas que trabajan en el sur, en el norte, en el centro del país.13

4. Las Luchas por La autonomía durante Los años 80

Hacia principios de la década de los ochenta aparecieron en México las primeras organizaciones independientes del Esta-do que se definieron explícitamente como indias, en lugar de campesinas, y que por primera vez, a las tradicionales deman-das de redistribución agregaron reivindicaciones de reconoci-miento, como el derecho a la autonomía y a la libre determi-nación. durante esta década, las luchas por el reconocimiento se manifestaron todavía de forma discreta, por lo que pasaron desapercibidas para la mayor parte de la sociedad; sin embar-go, fue en esta etapa cuando los pueblos indios pusieron en marcha los primeros intentos de autogobiernos autónomos e iniciaron una profunda reflexión colectiva sobre sí mismos y su futuro como pueblos. En el marco de esta acción-reflexión, la autonomía se fue perfilando como lo que Bartra y Otero (2008: 409) llaman un proyecto hegemónico popular-democrático multicultural, por medio del cual los pueblos indios constru-yen órdenes de organización alternativos.

Los jóvenes de la generación de la “emer-gencia india” facilitaron la articulación de lo local con lo nacional; es decir, permitieron que las luchas locales lograran proyectar demandas de amplio alcance comunes con otras luchas que se estaban llevando a cabo en diversas regiones indígenas del país. Esto se logró, en gran medida, gracias a la cantidad de foros, talleres y seminarios so-bre la cuestión indígena que organizaron a lo largo de la década de los ochenta en dife-rentes lugares de México y América Latina.

Como explica Maldonado (1998), en Oaxa-ca, las luchas por la autonomía han sido impulsadas centralmente por dos tipos de organizaciones indígenas: las comunitarias y las Asambleas de Autoridades. Las prime-ras, según este autor, han aparecido sobre todo en municipios que han sido contro-lados por cacicazgos y por el partido ofi-cial (por ejemplo, el caso de Yalalag). Estas organizaciones se componen de hombres y mujeres inconformes con la vida política del municipio, que buscan democratizar sus instituciones políticas y construir alter-nativas colectivas para el desarrollo de sus pueblos. El segundo tipo de organización, continua el autor, está compuesto por las llamadas Asambleas de Autoridades Mu-nicipales (aam). Como su nombre lo indica, se trata de organizaciones que reúnen a las autoridades de diferentes municipios que deciden asociarse. En sus orígenes, estas agrupaciones se formaron para ha-cer gestorías de obras de infraestructura; sin embargo, funcionaron también como espacios de deliberación y reflexión ge-neradores de una identidad regional y multiétnica, y ámbitos privilegiados para la revalorización de la “cultura propia” y la construcción de un proyecto político indio.

Las primeras organizaciones indias de Oaxaca que reivindicaron explícitamente su derecho a la autonomía aparecieron en la Sierra Juárez. En todas ellas estuvieron involucrados los jóvenes de la generación de la “emergencia india”. La primera or-ganización apareció en 1979 y aglutinó a 20 comunidades de la región mixe, quie-

12 Entrevista personal a Joel Aquino, intelectual y militante zapoteco, Yalalag, 2001.13 Idem.

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nes se autodenominaron como Comité de defensa de los Recursos Naturales y Humanos Mixes (Codremi). Sus principa-les objetivos eran obtener la reparación de los daños causados en sus territorios por diferentes compañías e instituciones gubernamentales, proteger sus recursos naturales, demandar servicios de infra-estructura básicos para la población y consolidar la unidad de las comunidades mixes en tanto pueblo (ser, 2000). Unos meses más tarde en la comunidad de Guelatao, nació la Organización de defen-sa de los Recursos Naturales y desarrollo Social de la Sierra Juárez (Odrenasij), aglu-tinando a 26 comunidades zapotecas del distrito de Ixtlán con el objetivo de impe-dir que el Gobierno Federal renovara las concesiones que durante 25 años había otorgado sobre sus bosques a diferentes compañías madereras y papeleras. En esa misma época, del otro lado de la sierra, surgió la Asamblea de Autoridades Zapo-tecas y Chinantecas de la Sierra (Aazachi), agrupando a 17 comunidades, entre ellas Yalalag. Su objetivo inicial fue la gestión de demandas sociales comunes ante el Estado, tales como la construcción de ca-minos, clínicas, escuelas, etcétera.

Lo nuevo de estas organizaciones es que lograron articularse políticamente a escala regional, así como entre diferentes pueblos indios (zapotecos, mixes y chinantecos). Hasta ese momento, las luchas indíge-nas se habían desarrollado principalmen-te en el ámbito comunitario, ya que las pugnas entre comunidades –muchas de éstas ligadas con problemas de linderos ocasionados por las propias autoridades gubernamentales–, dificultaban su articu-lación. Otra característica novedosa es que se mantuvieron independientes y críticas frente al Estado y los partidos políticos, aunque siempre se mostraron abiertas al diálogo y la negociación con las autorida-des. Finalmente, lo que caracterizó a es-tas organizaciones es que se identificaron como indígenas, antes que campesinas o de clase, y esto no fue sólo un discurso, se reflejó tanto en el tipo de demandas que

sostuvieron, como en sus formas de lucha y organización. Por ejemplo, aunque la prioridad de estas organizaciones fue la solución de demandas concretas de corte redistributivo o la reparación de daños causados por el Estado y empresas pri-vadas, estás fueron acompañadas por demandas de reconoci-miento, como el respeto a su autonomía y libre determinación.

La dimensión india de estas organizaciones también se vio reflejada en sus estrategias de lucha y en el tipo de funciona-miento interno. Por ejemplo, se rechazó la injerencia o relación con cualquier partido político y, en cambio, se adoptaron me-canismos comunitarios de organización, tales como el consen-so, la asamblea y el tequio. Las tres organizaciones se estructu-raron a partir de asambleas regionales en las que participaban las autoridades de cada comunidad (de ahí el nombre de “Asamblea de Autoridades”), siempre bajo el principio de res-peto pleno a la autonomía comunitaria. En estas reuniones, las comunidades emprendieron una reflexión colectiva sobre su cultura y los problemas de sus regiones y las alternativas para su solución, llegando a la conclusión de que el mejoramiento de sus condiciones de vida se encuentra estrechamente ligado al fortalecimiento de sus instituciones comunitarias y su auto-nomía en el control de sus recursos naturales y el ejercicio del autogobierno (véase Aguilar y Alatorre, 1988).

Los jóvenes de la generación de la “emergencia india” jugaron un papel clave en estas organizaciones, no como dirigentes –ya que este tipo de organización no daba espacio para lide-razgos personificados–, más bien como asesores, técnicos y “operadores” de las decisiones de las comunidades. Las organi-zaciones aprovecharon los conocimientos y las redes que estos jóvenes hicieron durante la triple experiencia –migración, los estudios y la militancia–, y les delegaron importantes tareas, tales como: acompañar y dar seguimiento a las gestiones de la organización, participar en las negociaciones con el Gobierno, coordinar los diagnósticos de las distintas problemáticas de la región, difundir las luchas con otras organizaciones, publicar periódicamente los boletines de la organización, etcétera.

5. eL pensamiento comunaLista y La producción de nuevas subjetividades

Los procesos de organización política que tuvieron lugar en la Sierra Juárez fueron un campo privilegiado para, como dicen los propios intelectuales indígenas: “Fortalecer nuestra conciencia como pueblos”. En el marco de sus luchas, estos pueblos em-prendieron una reflexión profunda sobre sí mismos y sobre el tipo de relaciones que han mantenido con el Estado y la sociedad nacional. Esta reflexión dio lugar a un proceso de producción de nuevas subjetividades en torno a su identidad, su cultura y sus

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formas de organización, que permitió que los pueblos indios co-menzaran a revertir el estigma asociado con su identidad.

En esa época, todavía dominaba en todo el país una represen-tación negativa de lo indio, construida desde el Estado. Tantas décadas de políticas públicas educativas e indigenistas discri-minadoras y racistas, provocaron que una parte de la pobla-ción indígena hubiera terminado por interiorizar los prejuicios asociados con su identidad, llegando incluso a tratar de elimi-nar los signos exteriores que los vincularan con una iden-tidad vivida como “vergonzosa”.14 Como explica Plutarco, otro militante de la generación de la “emergencia india”:

Eso es lo triste, eso es lo triste de que nos ven (las éli-tes gobernantes) como gentes que no valemos, gen-tes que no tenemos por qué exigir algún derecho. Yo antes pensaba que ellos [los de la ciudad] eran los que tenían que decidir qué es lo que hay que hacer porque eran las gentes dizque civilizadas, las gentes que estudiaron, ellos son los que tienen la razón, así se pensaba hace años. Yo oía decir cuando era niño: “Ellos como estudiaron, como son gente Ben Oshtill -o sea gentes mejores que nosotros-, ellos son los que tienen razón, la escuela es la que tiene razón, el que va a la escuela es el que entiende, es el que comprende y en cambio nosotros los hombres de la hierba, los del campo, no tenemos mucha razón.” Entonces yo mu-cho tiempo anduve con esa creencia (…) luego con el movimiento me di cuenta que no es cierto.15

El proceso de reflexión sobre la cultura propia fue impulsa-do, en gran medida, por los jóvenes de la generación de la “emergencia india”, quienes rechazaron los elementos es-tigmatizantes que el Estado les había impuesto como de-finitorios de su identidad y vieron en el fortalecimiento de ésta un elemento indispensable para darle sustento al pro-yecto político que se estaba gestando en la región. Apo-yados por las autoridades de sus pueblos y, muchas veces también, por antropólogos, lingüistas y sacerdotes india-nistas, los jóvenes promovieron diversas iniciativas dirigi-das, según sus propios términos: “A la urgente necesidad

de reconstruir lo destruido y de recuperar y fortalecer nuestra identidad como pueblo zapoteco”. Por ejemplo, organizaron talle-res de reflexión con las autoridades, esta-blecieron las primeras radios comunitarias, impulsaron talleres para la escritura de sus lenguas, formaron bandas de música y gru-pos de danza, etc. Estas actividades gene-raron un espacio central para la reflexión

sobre la lengua y la cultura, y tuvieron im-portantes efectos sobre las representacio-nes que la población tenía sobre sí misma:

Fue hasta ese momento que se llegó a comprender que la lengua zapoteca es una lengua que tiene el mismo va-lor que el español, que el inglés y que el

14 Según relata Julio de la Fuente (1977) en su famosa etnografía sobre Yalalag (realiza- da entre 1938-1952), en esa época los “blancos” o “mestizos” eran considerados por los yalaltecos como superiores, a los cuales además se les atribuían cualidades natu- rales como “la inteligencia –que se relaciona básicamente con el dominio del idioma español–, la habilidad en los negocios, la capacidad para hacer grandes cosas y la de aprender con facilidad. “El “nativo” se siente inferior por esto y especialmente por tener una lengua ‘pobre, torpe, poco clara’ que le da una irracionalidad semejante a los animales, pero se estima superior al castellano por su resistencia física, al cargar o trabajar y por su honradez en los trabajos” (de la Fuente, 1977: 218).15 Entrevista personal a Plutarco Aquino, intelectual y militante zapoteco, Yalalag, 2001.

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francés y que (…) la causa de la pobreza no tiene nada que ver con el hecho de que hablemos una lengua indígena.16

No todas las reflexiones se dieron en el marco de talleres y encuentros, de hecho, la mayoría se desarrollaron en la lucha co-tidiana de las comunidades por mejorar sus condiciones de vida. Por ejemplo, cada iniciativa que impulsaron los gobiernos comunitarios fue objeto de reflexión en torno a la cultura propia y a sus capacida-des como pueblos para dirigir su propio desarrollo. Esto quedó bien expresado en el siguiente documento, redactado por las autoridades del municipio de Yalalag, con motivo de la inauguración del palacio mu-nicipal que remodelaron a base de Tequio:

La concentración jubilosa que habre-mos de hacer el doce de junio, más que para exaltar el valor de una obra material de grandes dimensiones, es para reflexionar y exaltar el inmenso valor que encierran las tradiciones culturales que nos heredaron nuestros antepasados como son: el tequio, el servicio municipal, la lengua, la indu-mentaria, la música, la gotzona,17 la alimentación y los cultivos tradicio-nales; en suma, toda la cosmovisión zapoteca. Que el acto de inaugura-ción sea como un testimonio vivo de reconocimiento y agradecimiento profundo a nuestros antepasados para establecer y expresar el solemne compromiso de saber conservarlo con la dignidad propia de los zapotecas.18

Este tipo de eventos le permitió a la gente cobrar conciencia de que el proyecto polí-tico de sus pueblos y su propio “desarrollo” (entendido como la incorporación de in-

fraestructura y nuevas tecnologías) está estrechamente vincu-lado con su organización colectiva y el fortalecimiento de sus instituciones tradicionales, y no con su abandono. de hecho, en la mayor parte de las comunidades indígenas la adquisición de infraestructura y el acceso a algunos servicios se ha logrado gracias a sus instituciones tradicionales, en particular, al Tequio y el Servicio Municipal; de ahí la importancia que ha tenido para las luchas indígenas revalorar estas instituciones y mante-ner su funcionamiento bajo principios democráticos.

Las luchas por la autonomía han ido de la mano de un proceso de producción de nuevas subjetividades y conocimientos que les han permitido a los pueblos indios darle fuerza y dotar de nuevos sentidos sus identidades como pueblos, sus prácticas políticas, sus formas de organización, sus instituciones comu-nitarias, etc. Ellos le han dado un nuevo contenido al término de “indio”, alejado de los estereotipos racistas dominantes que los han estigmatizado e inferiorizado durante siglos. En este contexto, la afirmación de identidades consideradas “tradicio-nales” no debe verse como un repliegue “comunitarista”, sino como un combate contra el racismo y un proceso subjetivo de descolonización.

Los primeros intelectuales en elaborar nuevas categorías para explicar y pensar lo indio fueron Floriberto díaz, mixe origi-nario de Tlahuitoltepec, y Jaime Martínez Luna, zapoteco de Guelatao, ambos, activos participantes en las luchas políticas de sus pueblos. Ellos llegaron a la conclusión de que el con-cepto que mejor caracteriza a los pueblos indios es el de “co-munalidad” y con esta idea dieron nacimiento al pensamiento comunalista. Para Floriberto díaz (2001), la comunalidad “es el elemento que define la inmanencia de la comunidad”, o dicho en otras palabras, el principio que explica a la sociedad indí-gena. A diferencia de muchos antropólogos que habían defi-nido lo indio en oposición a lo occidental, Floriberto sostiene que las sociedades indígenas no deben entenderse como algo opuesto, sino diferente a la sociedad occidental. Con esta ob-servación cuestiona la dicotomía original que encierra la cate-goría de indio desde que fue inventada por los españoles, una dicotomía en la que sólo han cabido dos polos antagónicos y excluyentes: el conquistador frente al conquistado, el domina-dor frente al dominado, el católico frente al hereje, el civilizado frente al salvaje (Bonfil, 1995a: 344).

Jaime Martínez Luna (2003), por su parte, desarrolló un cuerpo teórico basto para pensar a sus pueblos, para él la comunalidad representa “el pensamiento y la acción de la vida comunitaria (…) es una ideología emanada de acciones que portan los pueblos indios (…) que nos ha permitido enfrentar y resolver infinidad de retos y problemas a lo largo de la historia”. En sus diferentes ensayos, Jaime Martínez muestra cómo los pueblos indios han

16 Entrevista personal a Joel Aquino, intelectual y militante zapoteco, Yalalag, 2001.17 Es un sistema de ayuda mutua que consiste en el inter- cambio de mano de obra o de conocimientos.18 Carta de invitación dirigida a las autoridades de la comu- nidad de La Candelaria, distrito Mixe, de parte del presi- dente municipal de Yalalag, 8 de mayo de 1989.

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tenido que resistir ante la imposición de modelos de vida y de organización que les son ajenos como: el individualismo, la ho-molatría, el desarrollo, el derecho occidental y la competencia.

Estos dos intelectuales también elaboraron una crítica aguda a las interpretaciones antropológicas o indigenistas de las cul-turas indígenas centradas en la definición de rasgos como: la lengua, el vestido, la música, la danza, la comida, las prácticas rituales, etc. Ellos consideran que al definirlos a partir de “ras-gos” inconexos, el Estado usurpa su identidad, la pulveriza y la convierte en folklore. Además, como explica Jaime Martínez (2003) “se puede ser monolingüe en español y seguir siendo in-dígena… pero no se puede dejar de servir a la comunidad”, de ahí que para ellos los ejes que definen la comunalidad sean:1) La relación con el territorio; 2) La asamblea; 3) El trabajo por el colectivo (tequio y servicio municipal) y; 4) La fiesta.

Estos aportes teóricos resultan centrales para la lucha de los pueblos indios por el respeto y el reconocimiento, pues hasta ese momento pensar lo indio había sido una tarea exclusiva de intelectuales blancos o mestizos. Además, para cualquier movi-miento social contra hegemónico resulta indispensable tener la capacidad de construir y proyectar una imagen positiva de sí entre sus miembros y en la sociedad en general, ya que la efi-cacia de la dominación de los grupos en el poder descansa, en gran medida, en su capacidad para imponer a su conveniencia definiciones del “otro”.

Una vez que Jaime Martínez y Floriberto díaz acuñaron y de-sarrollaron el concepto de “comunalidad”, éste fue retomado y enriquecido por otros intelectuales indios y algunos académi-cos no indios, también ha sido retomado por organizaciones indígenas que encuentran en el discurso comunalistas una ex-presión de su propio pensamiento y una base filosófica para su movilización. dentro de la nueva generación de intelectua-les indios han destacado Adelfo Regino (2000), Hugo Aguilar (2009) y otros miembros de Servicios del Pueblo Mixe (ser), una asociación civil heredera de la asam. Regino (2000) define a la comunalidad como “la actitud humana hacia lo común”, “la raíz, el pensamiento, la acción y el horizonte de los pueblos in-dígenas”. Esta organización ha desarrollado una propuesta de reconstrucción de los pueblos indios basada en la comunali-dad, la cual consiste en: el fortalecimiento de la comunalidad a partir de proyectos que impulsen y valoren la cultura propia; la articulación e interacción eficaz de las comunidades de un mismo pueblo y de estas con otras, y la articulación e interac-ción de los Pueblos indígenas en los planos estatal y nacional.

diferentes intelectuales no indios, como Juan José Rendón (2003), Benjamín Maldonado (2003) y Gustavo Esteva, han pro-fundizado en la reflexión y han sistematizado e incorporado

las ideas comunalistas a sus escritos. Mal-donado, por ejemplo, define a la comuna-lidad como una “ideología de identidad” y como “un componente estructural de los pueblos indios que ha sido además el ci-miento de la resistencia”. Uno de sus gran-des aportes es señalar que la comunalidad debe verse como una perspectiva antro-pológica y debe ser utilizada por los antro-pólogos para el análisis de las sociedades indias. Es decir, propone pensar lo indio a partir de las categorías construidas por es-tos pueblos, lo que hasta el momento no se ha hecho.

concLusiones

En este artículo se ha argumentado que la emergencia indígena en la Sierra Juá-rez de Oaxaca se relaciona estrechamente con la formación de una nueva genera-ción de militantes/intelectuales indios; quienes después de pasar por una triple experiencia que marcará definitivamente su trayectoria –la migración a las ciudades, el paso por la universidad o las escuelas normales y la politización en el contexto del movimiento estudiantil de 1968– de-cidieron regresar a sus pueblos de origen y comprometerse con las luchas que es-taban teniendo lugar. Esta generación, a la cual me referí como la generación de la “emergencia indígena”, ocupó un lugar central en las luchas de sus pueblos por la autonomía y la libre determinación.

En el reencuentro de esta generación con sus pueblos de origen, se abrió un espacio privilegiado para la producción de nuevas formas de acción colectiva, nuevas prác-ticas políticas, nuevos conocimientos y nuevas subjetividades críticas de las hege-mónicas. Por ejemplo, se experimentaron nuevos órdenes de gobierno autónomos basados en las instituciones comunitarias propias de los pueblos indios, los cuales, pusieron en cuestión las prácticas políticas institucionalizadas por el Estado y repre-sentadas por la llamada “comunidad revo-lucionaria institucional”; construyeron un

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nuevo tipo de organización política que se afirmó explícitamente como indígena y lo-gró mantener su autonomía con respecto al Estado y a los partidos políticos; lograron también construir y proyectar una imagen propia de sí mismos. Finalmente, la sola existencia de esta generación alteró la de-finición que el Estado durante décadas le había dado a la identidad indígena –repre-sentada por este bajo una serie de “rasgos” negativos considerados inherentes a su cultura, tales como la pobreza, el atraso, el analfabetismo, la ignorancia, la sumisión, la naturaleza rural, entre otros–, pues ningu-no de estos jóvenes se ajustó a esta defini-ción. Ellos vivían tanto en el campo como en la ciudad, eran campesinos y al mismo tiempo intelectuales, músicos, poetas, escritores y profesionistas, eran perfecta-mente bilingües, cosmopolitas y ninguno pensaba que la inclusión y participación de sus pueblos en la sociedad nacional pasaba por su asimilación a la cultura dominante.

Para las organizaciones indígenas y movi-mientos de la Sierra Juárez, los ochentas son una década muy importante ya que es cuando se consolidan en lo local, al mis-mo tiempo, que se articulan en lo global. Además se dibuja claramente un proyec-to político y un discurso colectivo que le da fuerza a los procesos particulares y los une en la obtención de un mismo objeti-vo: el reconocimiento de su derecho a la autonomía y a la libre determinación. En otras palabras, en esta década los pueblos indios comienzan a transformar una iden-tidad defensiva para la resistencia, en una identidad proyecto, lo que en palabras de Castells (1999) sería una identidad cons-truida a partir del repertorio cultural de los actores, que redefine la posición de éstos en la sociedad y al hacerlo busca transfor-mar toda la estructura social, es decir, una identidad que es en sí misma un proyecto de vida y de sociedad diferente. Con todo, los movimientos indios de Oaxaca tendrán que esperar hasta la aparición del ezln para lograr una verdadera visibilidad y conse-guir que sus demandas se discutan en el espacio público nacional.

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La noción de Colonialidad del Poder

D esde finales de la última década del siglo XX, algunos círculos académicos e intelectuales de la hoy llamada América Latina y fuera de ella, iniciaron una discusión

teórica provocadora que ha tenido como base inicial una críti-ca directa a la epistemología de occidente y su perspectiva al momento de definir los bordes y el fondo que definen la región americana1, centrándose sobre todo en proponer elementos de interpretación que vayan hacia la descolonización del co-nocimiento sobre la región.

Se trata de explorar sucintamente una pos-tura crítica dentro de la discusión recientemente abierta en la academia referente a la redefinición de las identidades indíge-nas contemporáneas. Es el producto de un breve ejercicio reflexivo sobre la posibilidad de pensar en una cartografía cultural de México distinta a la que estamos acostumbra-dos a ver en los mapas nacionales. Sugiere la posibilidad de poner color, volumen y forma a un imaginario-otro.

Aucun contact humain, mais des rapports de domination et de soumission qui transforment l’homme colonisateur en pion, en adjudant, en garde-chiourme, en chicote et l’homme indigène en instrument de production.

Aimé CésaireDiscours sur le colonialisme, Paris, 1955.

* Culiacán, Sinaloa, 1978. Internacionalista. Doctorado en Estudios Iberoame-ricanos por la Universidad Complutense de Madrid. Fue becario de posgrado del Programa Internacional del conacyt y de la Fundación Carolina. También posgraduado en Regionalismo, Desarrollo Social y Fronteras como becario de la Oficina de Cooperación de la Unión Europea para América Latina en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. En los últimos años ha centrado su trabajo de investigación en temas sobre los nacionalismos y la construcción de las identidades políticas en el ámbito latinoamericano. Correo: [email protected]

Colonialidad del poder y construcción de las fronteras internas de México

Heriberto Ruiz Ponce*

1 Hoy día se le conoce a aquella discusión multidisciplinaria como el “programa (o red) de investigación modernidad/colonialidad” en la que participan investigadores ema- nados, sobre todo, de diversas ramas de las ciencias sociales de América Latina: Ro- dolfo Kush, Orlando Fals Borda, Pablo González Casanova, darcy Ribeiro, Walter Mig- nolo, Enrique dussel, Aníbal Quijano.

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desde entonces, en torno a ese cuerpo teórico-discursivo se han generado todo tipo de reacciones y críticas. Sin embargo, también aquel se ha ido abriendo paulati-namente espacios de reconocimiento aca-démico en torno a su validez como herra-mienta de análisis en los estudios históricos, políticos y sociales del subcontinente. Para abordar el tema aquí sugerido sobre las identidades indígenas y su situación en las fronteras internas de México, llevaremos la atención hacia una de las sugerencias teó-ricas propuestas por el programa moderni-dad/colonialidad, evocada bajo la noción de Colonialidad del Poder.

El sintagma colonialidad del poder fue acuñado originalmente por el sociólogo peruano Aníbal Quijano (2000) y se le ha retomado como base analítica inicial de diversos estudios sobre países con un ori-gen colonial histórico. A su vez, el plantea-miento analítico se ha ido complemen-tando gradualmente a través de diversas perspectivas y autorías2, trasladándolo al centro mismo de la crítica epistemológica occidental, cuyo proceso de construcción le ha llevado a reflexionar sobre sus posi-bles alcances y límites. En este trabajo, se realiza un bosquejo no exhaustivo de los planteamientos instrumentados en la pers-pectiva de la colonialidad del poder, con el objeto de que sirva como elemento teóri-co que problematice uno de los procesos sociopolíticos registrados hoy en México en torno a las tensiones entre los pueblos indígenas y la llamada sociedad nacional envolvente, tensiones que están siendo constatadas empíricamente en estudios etnográficos concretos. La intención es presentar aquí una reflexión sucinta que conecte los procesos contemporáneos de

construcción discursiva indígena de México en espacios en que las fronteras interestatales dividen, tentativamente solo en términos jurídicos, a pueblos indígenas con (relativa) homoge-neidad lingüística.

A primera vista, la propuesta teórica a la que se hace referencia se antoja irreverente frente a los cánones que la modernidad occidental señala en referencia a la construcción del Estado-nación, de matriz inconfundiblemente eurocéntrica. El argu-mento inicial de esta postura crítica se refleja enseguida:

La colonialidad es uno de los elementos constitutivos y específicos del patrón mundial del poder capitalista. Se funda en la imposición de una clasificación racial/étnica de la población del mundo como piedra angular de di-cho patrón de poder y opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y subjetivas de la existencia social cotidiana y a escala societal. Se origina y mundializa a partir de América (Quijano, 2000: 342).

A partir de siglo XVI se da inicio a “nuevas formas de relaciones intersubjetivas de dominación bajo una hegemonía eurocen-trada” (2000: 345). El autor abunda en su argumentación esta-bleciendo que el poder es una malla y un espacio de relaciones sociales de explotación/dominación/conflicto articuladas bási-camente en función y en torno de la disputa por el control de los siguientes ámbitos de la existencia social:

1. El trabajo y sus productos;2. La naturaleza y sus recursos de producción;3. El sexo, sus productos y la reproducción de la especie;4. La subjetividad y sus productos, materiales e intersub- jetivos, incluido el conocimiento; 5. La autoridad y sus instrumentos de coerción en particular, para asegurar la reproducción de ese patrón de relaciones sociales y regular sus cambios.

Vale apuntar un matiz importante respecto al reposiciona-miento epistémico que proyecta esta perspectiva. El semiótico y teórico cultural argentino Walter Mignolo, por ejemplo, con-cibe que “América Latina” es una consecuencia y un producto, de la geopolítica del conocimiento, esto es, del conocimiento geopolítico fabricado e impuesto por la “modernidad”, en su autodefinición como modernidad. En este sentido, América Latina se fue fabricando como algo desplazado de la moder-nidad, un desplazamiento que asumieron los intelectuales y estadistas latinoamericanos y se esforzaron por llegar a ser “modernos” como si la “modernidad” fuera un punto de llegada y no la justificación de la colonialidad del poder (Walsh, 2006: 1-2). Así, se ha propuesto plantearse la interrogante sobre cómo conceptuar la geografía del conocimiento. La cuestión

2 Actualmente existe una gran cantidad de trabajos que adoptan esta perspectiva. Véase por ejemplo Walsh, Ca- therine (próximo a publicarse), “Interculturality and the Coloniality of Power. An “Other” Thinking and Positio- ning from the Colonial difference”, en Ramón Grosfoguel, Nelson Maldonado-Torres y José david Saldívar (eds.), Coloniality, Transmodernity, and Border Thinking. Tam- bién Sandoval, Chela, 2000, Methodology of the Oppres- sed, Minneapolis, University of Minnesota Press, usa.

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tiene que ver, en última instancia, con las herramientas analí-ticas y los paradigmas con los que interpretamos la realidad. Como ejemplo, Mignolo propone pensar en alguna historia, como la de la filosofía. Cuando se relatan sus orígenes, de ma-nera “natural” éstos se sitúan en Grecia, y de ahí se dibuja su traslado a Europa, pasando por el norte del Mediterráneo.

de tal manera que todo el resto del planeta queda fuera de la historia de la filosofía. Así, en América Latina hay una larga tradición en la cual una de las preguntas es, ¿existe una filosofía en América Latina?. Pregunta seme-jante se han hecho los filósofos africanos, sobre todo a partir de la descolonización de África, después de la Se-gunda Guerra Mundial. Así, en la misma vena, se dice que “la filosofía oriental” es más “práctica” que la occidental. Esto es, no se sabe muy bien, por un lado, qué diablos es filosofía fuera de esa historia con una geografía precisa (de Grecia a Francia) y, por otro lado, la filosofía funcionó, hasta hace poco, como el punto de llegada de la moder-nización del conocimiento (Walsh, 2006: 2. Sin cursivas en el original).

Algo similar ha sucedido con prácticamen-te todas las áreas de conocimiento hoy consideradas “válidas” en la modernidad eurocéntrica. Sin embargo, según dussel, en las ciencias sociales hubo un cambio de percepción reciente. Se refiere a la introduc-ción de un nuevo elemento crítico hecho por Wallerstein3: reconoció que aquellas (las ciencias sociales), como las conocemos hoy, se fundaron en Europa, se construye-ron en las lenguas modernas de conoci-miento y de colonización, y se ocuparon fundamentalmente de países Europeos, porque el resto del mundo, con excepción de la antropología al servicio del colonia-lismo, no valía la pena de ser estudiado. El “orientalismo”, recordemos, es producto de los estudios filológicos más que sociales (Walsh, 2006: 2). Ello lleva a cuestionar –otra vez– sobre la fuente que alimentan los mar-cos de interpretación de los que echamos mano quienes nos dedicamos a proponer aproximaciones a objetos de conocimiento extraídos de las sociedades, y en específico de las llamadas latinoamericanas.

La coLonización deL mundo de la vida

Subrayo preguntas centrales que están abiertas a debate: ¿existe una filosofía en América Latina?. Más aun, respecto al pen-samiento de los pueblos originarios, y sus cosmovisiones del mundo ¿se les puede considerar filosofía?. O indefectiblemen-te dicho pensamiento desapareció con la conquista y colonización ibérica de la re-gión. Para dussel, la colonización del anti-guo Anahuac (hoy parte el territorio deno-minado Mesoamérica) y el Tihuantansuyo (hoy Perú) coloniza el mundo de la vida.

3 La producción de Immanuel Wallestein es sumamente abundante. Sin embargo, son considerados textos noda- les de su pensamiento: 1974: The Modern World-System, vol. I: Capitalist Agriculture and the Origins of the Euro- pean World-Economy in the Sixteenth Century. New York/London: Academic Press. 1979: The Capitalist World- Economy. Cambridge: Cambridge University Press. 1983: Historical Capitalism. London: Verso. 1991: Geopolitics and Geoculture: Essays on the Changing World-System. Cambridge: Cambridge University Press. 1999: The End of the World As We Know It: Social Science for the Twenty- first Century. Minneapolis: University of Minnesota Press.

Vela-muxhe

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Colonización (Koloniserung) aquí tiene una connotación fuerte, no es sólo una metáfo-ra: “Colonia romana (...) eran las tierras y cul-turas dominadas por el Imperio -que habla-ba latín (al menos sus élites) y que pagaban tributo-. Era una figura económico-político. América Latina fue la primera colonia de la Europa moderna –sin metáforas, ya que his-tóricamente fue la primer “periferia” antes que el África y el Asia-. La colonización de la vida cotidiana del indio, del esclavo afri-cano poco después, fue el primer proceso europeo de modernización, de civilización, de “subsumir” o alienar, al Otro como “lo Mismo” pero ahora no ya como objeto de una praxis guerrera de violencia pura (...), sino de una praxis erótica, pedagógica, cul-tural, política, económica, es decir, del domi-nio de los cuerpos por el machismo sexual, de la cultura, de tipos de trabajos, de insti-tuciones creadas por una nueva burocracia política, dominación del Otro (dussel, 1992: 48-49). Por extensión histórica,

(...) sobre el efecto de aquella coloniza-ción del mundo de la vida se construi-

rá la América Latina posterior: una raza mestiza, una cul-tura sincrética, híbrida, un estado colonial, una economía capitalista (primero mercantilista y después industrial) dependiente y periférica desde su inicio, desde el origen de la Modernidad (dussel, 1992: 50. el subrayado es mío).

La colonialidad del poder encubrió toda posibilidad de valoriza-ción de los sistemas de pensamiento distintos a los generados en Europa. Según la hipótesis de dussel, 1942 será el momento del “nacimiento” de la Modernidad como concepto, el momento concreto del “origen” de un mito de violencia sacrificial y, al mis-mo tiempo, un proceso de “en-cubrimiento” de lo no-europeo.

estructura sociaL coLoniaL y continuidad estructuraL histórica

En el espacio geográfico que hoy evocamos mentalmente como América, el patrón de poder colonial quedó establecido a partir de su constitución y se da por legítimo, según la lógica de la conquista, el repartimiento territorial de propiedad europea. Fue el momento del encubrimiento del Otro. En el siglo XVI, la región ocupada por España y Portugal tienen la “originaria ‘experiencia’ de constituir al Otro como dominado bajo el con-trol del conquistador, del dominio del centro sobre la periferia. Europa se constituye como el centro del mundo -en su senti-

do planetario-“ (dussel, 1992: 11-12). Bajo esta consideración, sostenemos que hoy día, inten-tar llevar a cabo una aproxima-ción al análisis de la formación de las identidades interestatales, es decir, de los diversos procesos que eventualmente convergen en su construcción social con-temporánea –incluidas las iden-tidades producidas y manteni-das por los pueblos indígenas–, necesariamente nos obliga a ha-cer una revisión de sus orígenes histórico-estructurales, de sus procesos de formación y del po-sible establecimiento eventual de rasgos identitarios hegemó-nicos en una región específica.

La estructura social establecida y funcional en México durante los trescientos años de coloni-zación tuvo mínimas modifica-ciones (formales, de hecho) al

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entrar a la etapa independiente, cuyos reflejos pueden ser cons-tatados en las distintas formas de relaciones de poder que se ejercen hoy en el país.4 La invención de México se llevó a cabo con cambios político-estructurales, pero la estructura social de dominación y la diferenciación/segregación de la población precedente permanecieron, rigiendo diversos ámbitos de exis-tencia social de la “nueva sociedad”. Es el control hegemónico (la colonialidad) de los diversos ámbitos de la existencia social.

La cuestión se problematiza al proponer un acercamiento e intento de interpretación de sociedades ubicadas en regiones del mundo cuya historia reciente refleja, en primera instancia, una alta marginalidad de sus poblaciones, y con esto estoy su-giriendo focalizar aquí a la población indígena de México. Si no se considera la perspectiva histórica para intentar comprender el origen de su segregación y la ubicación de bajo perfil en que la llamada sociedad envolvente les coloca, queda a la vista solo una explicación epidérmica y huidiza de su realidad. Tenemos que ir más atrás, atender a la sugerencia de Braudel (1980) so-bre la perspectiva del tiempo largo y plantearnos la posibilidad de la existencia de continuidad y mantenimiento de formacio-nes estructurales históricas de origen colonial. La evocación de las identidades de los pueblos indígenas se está haciendo cada vez más presente en la cotidianeidad del te-jido social y político no sólo de México, sino en el ámbito conti-nental. Incluso, las fronteras identitarias de los pueblos indíge-nas desbordan los límites de las fronteras estatales. Pensamos en la posibilidad de imaginar otra forma de mapeo identitario de México, cuya definición no se refleje necesariamente en una cartografía, sino en una realidad de construcción discursiva.

La resistenCia Cultural deL coLonizado

En el caso de los pueblos indígenas, la colonialidad del poder y la clasificación social mundial que impuso, redefinió su situa-ción frente al poder hegemónico capitalista que se constituía, desplazándolos a la parte más inferior de la escala social.

En los últimos años, y en términos generales, se ha situado a la movilización política indígena de México dentro de las alterna-tivas de resistencia cultural a las que han tenido que recurrir los

grupos marginales del país a lo largo de su historia. Para Bonfil Batalla fue “la misma do-minación colonial, al subsumir a los diversos pueblos en la categoría genérica de indios, la que creó las condiciones para que hoy puedan darse movimientos y solidaridades que expresan una identificación supraétni-ca, indianista, capaz de abarcar a todos los pueblos en tanto indios, es decir, por enci-ma de sus especificaciones lingüísticas, cul-turales e históricas” (Bonfil, 1995: 554, T.2).

Una breve mirada histórica a lo largo de las cinco centurias pasadas y que se con-densan en el presente nos proveerá de la confirmación de esta sugerencia empírica. Parece evidente que lo que ha cambiado en el amplio panorama social del México colonizado son las formas de resistencia cultural, entendidas estas como aquellas expresiones de protesta, ruptura, negación o encriptación de rasgos culturales, histó-ricamente continuas, que surgen en so-ciedades concretas y que están dirigidas a establecer oposición permanente ante las relaciones de dominación ejercidas por un poder hegemónico establecido.

Se recupera la noción de resistencia cultural con la que E.W. Said (1996: 544), siguiendo las premisas de d. Basil, señala que «tras el

4 Es necesario recordar que desde el punto de vista social, por ejemplo, en el Virreina- to de la Nueva España se estableció un sistema rapaz de diferenciación/segregación de la población basado en la división de castas. Se llevaba un registro preciso de las castas, cuya importancia llevaba aparejadas discriminaciones o ventajas sociales, al grado de que se pagaba por registrar determinada clasificación en el registro. Entre las castas que hubo se cuentan: mestizo, sambo, sambo-prieto, mulato, morisco, al- bino, saltapatrás, coyote, harnizo, chamizo, cambujo, tente en el aire, no te entiendo, albarazado, etc. Nosotros sostenemos que ese será en parte el origen de problemas de tipo discriminatorio y racista en la sociedad actual mexicana.

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período de ‘resistencia primaria’, en el que literalmente (los pueblos colonizados) lu-chan contra la intrusión extranjera, viene el periodo segundo, es decir, de resistencia cultural, durante el cual se realizan esfuer-zos para reconstituir esa

(…) comunidad pulverizada y salvar o restaurar el sentimiento y el hecho mismo de la comunidad contra las presiones del sistema colonial (Basil, 1978. Citado en Said 1996: 326).

Lo anterior se suele corresponder teórica-mente a la explicación de que la estructura social del México actual –cuyo origen es co-lonial– mantiene también, aunque de ma-nera velada, los antiguos elementos de di-ferenciación social que se emplearon para su invención como Nación: los mecanis-mos de control social y político a partir de su base fundamental: la situación colonial histórica o, en términos contemporáneos se alude conceptualmente al neocolonialis-mo.5 Para los fines actuales, enfocamos esta noción a través del concepto de colonialis-mo interno, mismo que sintetiza una parte de la realidad mexicana y que operativa-mente aquí entendemos como:

Sistema de dominación y de explo-tación, históricamente determinado, en el cual un grupo dominante que se identifica como la sociedad nacio-nal mantiene a otros grupos sociales en un estado de sujeción y subordi-nación (Zapata, 1990: 295).

Ahora bien, con la transformación ima-ginada6 de las sociedades coloniales a su

concepción como Nación por parte de las élites dominantes, aquella estructura de control y diferenciación social no se vio afectada por el cambio formal durante el proceso de las inde-pendencias latinoamericanas (y la formación de la idea de la integración nacional homogénea) de principios del siglo XIX.

La formación de Las fronteras internas de méxico y Los puebLos indígenas:

Los límites fronterizos actuales de los estados o, si se prefie-re, entidades federativas de México, se constituyeron y fueron acomodándose hasta su división actual por la subdivisión jurí-dica previa del territorio de la Nueva España llevada a cabo por los colonizadores. Para poner color al momento mismo de la colonización del territorio, colocamos aquí una de las visiones militares con que la conquista española irrumpe en territorio descubierto –virginal para seguir expandiendo la ocupación– con la descripción hecha por Juan de Pagazaurtúndua7, en 1797, y que ilustra claramente el imaginario con el que inter-preta su llegada (en castellano antiguo):

(…) El terror que aquellos Yndios salvages, llamados Apa-ches, (cuio número de naciones aún esta por averiguarse) há infundido justamente en aquellos vecinos con sus con-tinuos, é inhumanos destrozos en sus vidas, y haciendas, es causa de que no vea el mundo los immensos tesoros que están sepultados en aquellos Montes: Estos Barbaros son Yndios errantes, abitan las cañadas, o intermedios entre montes y montes: no profesan Religión alguna: son mui corpulentos especialmente los Comanches (que es-tan de paz) y aunque usan mil estratagemas en su guerra, tienen acreditado su espiritu: su principal alimento es ca-ballo, ó mula a medio asár, y sustituien el sebo en lugar de pan; quando carecen de los expresados animales, se sustentan con la carne de toro, venado, cibolo, ú otros montarazes, y con el seso de estos curten sus mugeres las pieles, con las que cubren sus carnes; los que carecen de esta proporción, no visten mas que un genero qualquiera para tapar sus partes: sus principales armas son arco, fle-cha, y lanza, y muchos fusil: á caballo son diestrisimos, y mui agiles a pie. Si no fuera por la persecucion incesante de aquellas valerosas tropas, hubieran ya acabado con las haciendas, y gentes de aquellos terrenos, y estarian mu-cho mas próximos de México (Moncada, 2003).

5 La categoría analítica del neocolonialismo ha resultado muy útil en los estudios recientes que se han realizado sobre los nacionalismos emergentes debido quizá, a las amplias posibilidades que ofrece para su verificación em- pírica.6 Sobre este concepto de las formas de imaginación de las comunidades identitarias, véase Anderson (1993). Este autor considera que las naciones son “comunidades polí- ticas imaginadas como inherentemente limitadas y so- beranas”, reconociendo, no obstante, que toda comuni- dad mayor a las aldeas primordiales, y quizás incluso ellas son imaginadas, pero difiere la forma en que se imaginan.

7 En esa época, Juan de Pagazaurtundúa fue de los pocos ingenieros militares, si no el único, originario de la ciudad de México, aunque su carrera militar la realizó en la Pe nínsula (España). Ingresó como cadete en el Regimiento de Soria, participando en 1779 en el bloqueo de Gibraltar. Estudió en la Academia de Matemáticas de Barcelona, lo que le permitió ingresar en el Real Cuerpo de Ingenieros en 1785 (Moncada, 2003).

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La geografía del México actual revela los cambios y conflictos de las múltiples iniciativas de los gobiernos (oficinas, comi-siones, planes o ingenieros) y de los grupos sociales (pueblos indígenas, campesinos, hacendados o ejidatarios) llevadas a cabo para el conocimiento del vasto territorio de lo que hoy es conocido como México. Es una historia de tensiones y expe-riencias, de propuestas y variaciones de escalas, de invencio-nes e innovaciones, de adaptaciones y adopciones ideológicas o metodológicas de la geografía ante una compleja realidad, tanto natural como cultural.

de acuerdo a estudios histórico-geográficos, hacia los siglos xvii y xviii y más adelante, por supuesto, dentro del proceso de colonización se dio la construcción de una nueva forma ob-jetiva y racional de mirar el territorio novohispano, similar en sus propósitos a lo que España impulsaba en sus dominios peninsulares. La nueva aplicación geográfica privilegia el ra-zonamiento matemático, la descripción topográfica y la ela-boración de mapas bajo criterios rigurosos de precisión como se puede constatar con la publicación del atlas mexicano de Alejandro de Humboldt (Friedrich Heinrich Alexander). La alta especialización de la geografía fue una adaptación a los esce-narios cambiantes del México independiente (Mendoza, 2004, en Moncada, 2004: 12).

El mapeo actual de México es el producto de varias razones e instituciones coloniales y decimonónicas. En este último periodo se destaca por ejemplo la atención pues-ta hacia la Sociedad Mexicana de Geogra-fía y Estadística, así como las Comisiones de Límites organizadas para el trazo de la frontera con los Estados Unidos. La prime-ra, que procede de 1833, es un ejemplo destacado de las primeras organizaciones científicas del estado mexicano con la fi-nalidad de asegurar la definición de las fronteras. Según una tesis clásica de Thon-gchai Winichakul (1994)’ “el surgimiento de una nueva mentalidad estatal dentro de una estructura ‘tradicional de poder polí-tico’ que, para esa época, no era otra que la controlada por los caudillos y caciques regionales que tuvieron animadversión el nuevo Estado que se alzaba en la Ciudad de México” (Mendoza, 2004, en Moncada, 2004: 13). Eran, por supuesto, las élites que tenían el control hegemónico de la pobla-ción y el territorio. Necesitaban una visión

Cartografía de México, 1780 (Moncada, 2003)

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segura y completa de las posesiones. “Las segundas (las Comisiones de límites) ofre-cieron al país mapas (más acabados), de impecable elaboración y precisión para conseguir una nueva realidad espacial de México trazada en una moderna cuadricu-la y con coordenadas geográficas homolo-gadas a las del mundo por su referencia al meridiano de origen aceptado: Greenwich. Estamos frente a la constitución artificial-jurídica de las fronteras. El efecto en el len-guaje (discurso) de los políticos fue parale-lo, pues vieron en los mapas de la época los argumentos de una soberanía por mucho tiempo porosa e indefinida en la inmensa y desconocida realidad del norte mexicano (Mendoza, 2004, en Moncada, 2004: 13).

Todas las fronteras internas de México, des-de el trazado de las vialidades de conexión urbana de las ciudades; las instituciones y sus categorías de administración; y funda-mentalmente las sociedades que viven en este país, conservan esencialmente la he-rencia estructural colonial.

En el xii Censo General de Población y Vivienda (2000) se esti-mó que el número de personas que estaban asociadas a hoga-res indígenas o tenían características indígenas ascendía a 12.7 millones en el año 2000 (Corona, 2001). En definitiva, referir-nos a los pueblos indígenas en el siglo XXI no es lo mismo que evocar a las poblaciones indígenas del siglo XVI o del XIX. El imaginario de la modernidad construye y, en última instancia, rechaza las propuestas de idealización esencialista de las for-maciones identitarias. dentro de ese marco de interpretación histórica crítica que hemos venido bosquejando, se introduce la interrogante de si esa construcción artificial (jurídica) de las fronteras internas de México dividieron materialmente a las poblaciones indígenas que se encontraban dentro. Recordemos que en 1948, el Estado mexicano crea con la jus-tificación de ampliar sus capacidades administrativas hacia los indígenas, el Instituto Nacional Indigenista (ini). Ésta va a ser durante muchos años8 la institución gubernamental que se encargaría de recibir los reclamos y demandas de los pueblos indígenas hacia el Estado. Huelga decir hoy que las políticas indigenistas de ese período tuvieron como saldo principal el

8 El ini permanece activo con dicha denominación hasta el año 2000, año en que se transforma en la Comisión Nacional para el desarrollo de los Pueblos Indígenas (cdi).

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incremento de las dinámicas paternalistas hacia los pueblos indígenas, así como el fomento de corporativismos9 y depen-dencia abierta al Estado. La última década del siglo XX se ca-racterizó por el registro y explosión de una gran cantidad de movimientos sociales que se identificaron como movimientos indígenas (y cuyos orígenes se remontan a la década de los años setenta). Ello generó múltiples reacciones en térmicos jurídicos, sociales y políticos. La discusión sobre derechos di-ferenciados hacia los pueblos indígenas sigue activa, no es un tema acabado.

¿ pensar en una cartografía cuLturaL desde La diferenCia Colonial ?

La breve descripción teórica e histórica realizada, es un intento por problematizar y cuestionar brevemente los cánones de in-terpretación académica eurocentrados y la posición social mis-ma en la que se encuentran los pueblos indígenas en México. Se acepta que esta descripción lleva consigo una fuerte carga crítica que pone en entredicho muchos de los supuestos epis-temológicos a los que el conocimiento en occidente se suelen emplear. Ahora se apela a pensar en otro imaginario. Y cuando decimos imaginario se está proponiendo en el sentido que le da Mignolo (2002: 3), es decir, en referencia a la construcción simbólica mediante la cual una comunidad (racial, nacional, imperial, sexual, etc.) se define a sí misma.

Es necesario repensar en una cartografía cultural de México distinta a la que estamos acostumbrados a ver en los mapas nacionales.10 dicha perspectiva, en caso de percibirla como una posibilidad, tendría que plantearse como una construcción evocada desde la diferencia colonial, considerando la constitu-ción histórica de esta noción, tal como Mignolo propone:

La cristiandad europea, hasta finales del siglo XV, era una cristiandad marginada que se había identificado con Ja-fet y el Occidente, distinguiéndose de Asia y de África. Ese Occidente de Jafet era también la Europa de la mi-tología griega. A partir del siglo XVI, con la concurrencia triple de la derrota de los moros, la expulsión de los ju-díos y la expansión por el Atlántico, moros, judíos y ame-rindios (y con el tiempo también los esclavos africanos),

todos ellos pasaron a configurarse, en el imaginario occidental cristiano, como la diferencia (exteriodad) en el interior del imaginario (2002: 3. El su-brayado es mío).

Visto de esta manera, los moros, los ne-gros, los indios, los chinos, los Otros, cons-tituyen la diferencia colonial. Siguiendo la argumentación de Mignolo (2002: 4), éste señala que las rebeliones indígenas y la producción intelectual amerindia, desde el siglo XVI en adelante así como la Revo-lución Haitiana, a comienzos del siglo XIX, son momentos constitutivos del imagi-nario del mundo moderno/colonial y no meras ocurrencias en un mundo construi-do desde el discurso hispánico (por ejem-plo, el debate Sepúlveda/Las Casas sobre la “naturaleza” del amerindio, en el cual el

9 Para el concepto de corporativismo bajo esta perspectiva, véase el trabajo de Zapata (1993: 10-35).10 Ya Barth (1976) se encargó de deslindar algunas categorías que pueden ayudar a fo- calizar el problema. Mi punto aquí es preguntarnos si somos capaces de aceptar “otras” propuestas de definición que no se deriven de concepciones eurocéntricas, sino de definiciones emanadas de los propios sujetos que se autodefinen como par- te de un entorno que se interpreta con otros parámetros culturales.

San Cristóbal Lachirioag

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amerindio no tuvo su lugar para dar su opinión). La última década del siglo vein-te marcó otros derroteros: durante los úl-timos años los indígenas mexicanos han empezado a emerger de su condición de “invisibilidad política” ancestral y han re-cuperado su propia voz, introduciendo lenguajes sociales, políticos y jurídicos sobre las diferencias étnicas. Sin embar-go, la recepción de estos discursos por parte de sus interlocutores no indígenas se ha enmarcado por lo general en las premisas interpretativas y las categorías políticas heredadas del siglo xix (Zúñiga, 2006: iii), es decir, marcos de interpreta-ción eurocéntricos.

Si los pueblos indígenas de México hoy se observan a sí mismos como un producto de la colonialidad del poder, pero también con la posibilidad de inventarse a sí mis-mos como diferentes (lejos del proceso histórico que los colocó en la escala más baja de la estructura social en la Colonia y en el México independiente, según la argumentación que hemos seguido has-ta aquí), cabe preguntarse si aquellos (los pueblos indígenas) están visualizando una cartografía distinta, por encima y más allá de las fronteras interestatales del país, que considere sus rasgos culturales diferencia-

dos de la cultura nacional. Si una cartografía de esta naturaleza fuera posible, se enfrenta al problema de la invisibilidad, al no acceso al mercado de las ideas de occidente:

Los pueblos indígenas han salido a la escena y están hablando. Pero, al parecer, eso no basta. Ahora hablan, pero no necesariamente son escuchados; o no son escu-chados en los términos en los que ellos desean ser escu-chados. Tomada por sorpresa la parte no indígena de la sociedad mexicana parece estar estupefacta, sin lograr digerir lo que escucha. Ante la novedad ha tratado de responder utilizando categorías, metáforas , claves se-mánticas e interpretativas y cánones políticos que la his-toria independiente de México nos ha heredado, la del lenguaje político que usaron los criollos y mestizos en los albores del México independiente (Zúñiga, 2006: iv).

Siguiendo una forma de interpretación ontológica y epistémica distinta a la occidental en México, emanada del pensamiento de los pueblos indígenas, tendremos frente a nosotros una al-ternativa de interpretación que revierta los modelos construi-dos en función de la colonialidad del poder. Pensar y reconocer que los pueblos indígenas crean y fomentan por sí mismos sus propias tablas de valores, y que tienen sus propios mecanismos de difusión nos permitiría abrir otros caminos de reflexión so-bre el pasado y futuro más acorde con las realidades locales. Pensar en el presente de cualquier objeto de estudio implica repensar sus antecedentes de origen. La discusión filosófica-política en torno a la posibilidad de existencia (o aceptación de la existencia) de explicarnos a nosotros mismos con discursos de otro modo, es posible.

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1. introducción

E ste artículo analiza, desde la perspectiva de la Antropo- logía Aplicada, la apropiación del espacio en la locali- dad de Mazunte, la cual está ubicada en la costa del

pacífico del estado de Oaxaca, México. Es importante conside-rar las divisiones espaciales creadas por la organización social local. La división espacial es un aspecto central para entender cómo los grupos sociales definen sus propios límites locales. Esta localidad fue una importante área de caza de tortugas marinas de México. En 1992, el gobierno federal prohibió la caza de tortugas marinas y cambió la base de subsistencia de la localidad.

La investigación aquí presentada está basada en un capítulo de mi tesis de doctorado. La tesis analiza cómo los proyectos de desarrollo de ecoturismo se relacionan con los proyectos de conservación de especies en peligro. Esta investigación de doctorado fue comparativa, considerando dos estudios de caso: (1) el municipio de Santa María Tonameca (más específi-camente la agencia municipal de Mazunte), estado de Oaxaca, México; y (2) el municipio de Mata de São João (más específica-mente el distrito municipal de Praia do Forte), estado de Bahía, Brasil. Para ajustarse a esta publicación, que concentra su mi-

La localidad de Mazun-te, situada en la costa del Pacífico del estado de Oaxaca, solía ser un sitio principal para la caza de tortugas marinas en México desde 1956 y se convirtió en un sitio de ecoturismo en la década de 1990. La conversión de la economía local ha impactado la vida social y política de la localidad, reflejándose en la organi-zación social del espacio urbano y en las formas de negociación del poder político.

* Coordinador del Instituto Lemann de Estudios Brasileros en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. Tiene doctorado en Antropología Cultural por la Universidad Estatal de Nueva York en Albany y maestría en Antropología Social por la Universidad de Brasilia. Sus intereses de investigación abarcan proyectos de conservación ambiental y proyectos comunitarios de desarrollo de ecoturismo en Brasil y México. Ha trabajado para el Gobierno de Brasil, en la Universidad de Brasilia, en el Programa de las Naciones Unidas para el Desa-rrollo en Brasil y en dos universidades de Nueva York. Actualmente es co-editor de dos volúmenes en Antropología, uno sobre las relaciones interétnicas en Brasil y otro sobre el ecoturismo y la conservación. Correo: [email protected]

División espacial y organización social en un área ecoturística de la costa de Oaxaca

David Ivan Fleischer*

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rada sobre estudios realizados en la región sur de México, este artículo enfoca su aná-lisis sólo en el estudio de caso de Mazunte.

Este artículo utiliza una parte específica de los datos de la investigación de cam-po, centrándose en las formas de apropia-ción del espacio de los diferentes actores locales interesados. Al analizar esos datos y cruzarlos con otros datos demográficos (obtenidos por el autor con encuestas, en-trevistas y fuentes oficiales), fue posible trazar un panorama socio-espacial de la localidad de Mazunte y relacionarlo con el proceso de desarrollo de una política para el ecoturismo y la conservación ambiental.

2. eL ecoturismo

Mazunte es especialmente un destino de ecoturismo porque tiene tortugas marinas y desarrolla su actividad turística alrededor de este animal. Los animales han formado parte de la experiencia del turismo conven-cional desde el establecimiento de zoos y safaris en África en la década de 1960. Más recientemente, los animales se han añadi-do a la experiencia del ecoturismo. dife-rentes destinos atraen a los visitantes con la presencia de determinadas especies. Tal es el caso de las mariposas Monarca en Mi-choacán, México; de las aves en la Reserva de Quetzal Bosque Nuboso, Costa Rica; y de los búfalos en el Parque Nacional de Ye-llowstone, Estados Unidos.

En Mazunte, las tortugas marinas son símbolos culturales, atracción turística, comercial y son los íconos emblemáticos de la conservación ambiental. Mazunte es el sitio del Centro Mexicano de la Tor-tuga (cmt), un proyecto de conservación que hace investigación científica dirigida a la protección de las tortugas marinas y a la educación de las comunidades y los turistas sobre la importancia de la protec-ción de las tortugas marinas. Proyectos de conservación de tortugas marinas como el cmt representan una fuerte intervención gubernamental, científica e ideológica.

Los visitantes son atraídos a Mazunte por su belleza peculiar, el alto nivel de conservación del medio ambiente costero y la presencia de las tortugas marinas. No arriban las tortugas ma-rinas a todas las playas de México. Este animal suele elegir pla-yas específicas para poner sus huevos y determinadas zonas de la costa para alimentarse:

“El éxito del destino turístico para atraer y mantener la de-manda en cuestión depende de la calidad de la experiencia que ofrece a los turistas. Esto depende, entre otros factores, de la calidad ambiental del destino” (Avila-Foucat y Euge-nio Martín, 2007:2).

Es importante entender que la relación que los seres humanos tienen con las tortugas marinas en localidades como Mazunte es de producción. En base a las tipologías clásicas de los sis-temas de producción, podemos identificar la caza como un modo de producción. En este caso, la relación es la que se da entre depredadores y presas. Como lo expresa Tapper:

Maestras

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“Los cazadores viven en relaciones de complementarie-dad con las especies de otros animales en su entorno, y no particularmente cercanos a alguno de ellos, pero con un amplio conocimiento de los hábitos de todas las especies. Objetivamente son depredadores, pero las relaciones de los cazadores con sus presas suelen ser una construcción cultural como de intercambio recíproco y cooperación en la producción mutua de la existencia del otro” (1994:52).

El ecoturismo o turismo de naturaleza, que incluye turismo de observación de los animales, se ha mostrado preocupado por el desarrollo sostenible (Wearing y Ponting, 2005). Los proyectos de conservación, por lo general, coordinados por gobiernos, organizaciones no gubernamentales (ong´s) o co-munidades locales (López, 1995; Jervis y Freire, 1995; Bastidas et al. 1995) han trabajado en camino opuesto al desarrollo económico (Honey, 1999) y han encontrado en este tipo de tu-rismo la posibilidad de relacionar la conservación ambiental y el desarrollo local sostenible. Los recursos naturales (fauna y flora silvestres) son el principal atractivo para el ecoturismo o turismo de naturaleza y la viabilidad de estas actividades de-penden en parte de las iniciativas de conservación de estos recursos (Butler, 2000).

Así, el concepto de ecoturismo está basado en la conservación de recursos escasos y la utilización consciente de los recursos renovables (Fennel y Weaver, 2005). Un análisis más acertado acerca del ecoturismo incluiría también la noción de inclusión social y mantenimiento de un patrimonio cultural. de cualquier modo, el desarrollo del ecoturismo –así como de otras varian-tes del turismo– está directamente relacionada con la globali-zación y los flujos de ideologías, capital y tecnología (Appadu-rai, 1996:33). Para un sitio turístico como Mazunte, todos estos aspectos están presentes de una manera muy evidente. Los si-tios de turismo tienen un alto flujo de personas, representado sobre todo por los turistas y los trabajadores migrantes (o de trabajadores temporales) (Levy y Lerch, 1991). Esta situación crea una disyuntiva entre lo local y global, o entre localidades –como el resultado de una riqueza mucho mayor de turistas en comparación con los residentes locales (Walsh, 2005), la dife-rencia de conocimiento cultural entre turistas y locales (Pania-gua, 2002) y las distintas ideologías en interacción.

La organización social de Mazunte se refleja en la forma en que la localidad se organizó espacialmente. Los conflictos sociales existentes surgieron en el primer momento de contacto, en 1992, cuando Mazunte comenzó a recibir sus primeros visitan-tes. Estos problemas persisten actualmente. El conflicto tiene origen en el posicionamiento político antagónico que mantie-nen los dos grupos en relación a las cuestiones de ecoturismo y conservación ambiental.

3. divisiones espaciaLes en mazunte

En esta sección, se hace un análisis de la forma en que la localidad se organizó es-pacialmente para después explicar cómo la espacialidad se relaciona con la estruc-tura social local. El objetivo aquí, es de-mostrar cómo las relaciones conflictivas e ideologías opuestas pueden influenciar el proceso de desarrollo urbano de una lo-calidad, e indirectamente amenazar pro-yectos futuros de transformación de una comunidad que busca convertirse en un ejemplo de destino de ecoturismo.

La discusión de Appadurai sobre la pro-ducción de la localidad es muy útil aquí. Su definición de la localidad está vincula-da a la del barrio. Nos señala que aunque para la localidad es “fundamentalmente relacional y contextual, que escalar o espa-cial” (1996:178), los barrios son “verdaderas formas sociales existentes en que la loca-lidad comprendida como una dimensión o como valor, tiene forma variable” (Appa-durai, 1996: 179). A partir de esta mirada, la localidad se entiende en términos feno-menológicos, algo que se construye men-talmente y no un lugar real. El lugar en que efectivamente es el barrio. Usando esta definición la localidad transforma en una categoría volátil, que varía según la fuer-za del barrio: “La dimensión de contexto generativo de los barrios es una cuestión importante ya que proporciona el ángulo teórico sobre la relación entre las realida-des locales y globales.” (Ibidem:184).

Una localidad puede tener distintas formas de relación con las redes externas, depen-diendo de cómo está consolidada la locali-dad y qué tan bien está establecida su red de relaciones. Así, las localidades turísticas son fluctuantes debido a su característica de “barrio”, que no puede, a veces, ser tan fuerte y conciso como es necesario para darse cuenta de la localidad. Esta defini-ción es muy importante para entender Ma-zunte. Mientras que el espacio es bien de-finido por una comprensión coherente de la localidad, tiene divisiones internas mar-

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cadas por características sociales y geográ-ficas. Muchas localidades pequeñas suelen ser homogéneas y estrechamente unidas, como un solo barrio. Mazunte es diferente porque puede ser definida como un ba-rrio fraccionado en dos mitades, una en su mayoría ocupados por los locales (los anti-guos residentes) y el otro por los extranje-ros (residentes más recientes). Este modelo social es muy común en localidades turís-ticas como Mazunte. Hay diferentes con-flictos sociales presentes en Mazunte entre estos dos grupos, sin embargo, la situación y posición de cada grupo vuelve estos con-flictos únicos, o al menos muy particulares a las localidades ecoturísticas pequeñas.

La división espacial del Mazunte actual es el resultado de dos fuerzas principales: la conservación del medio ambiente y el desarrollo del ecoturismo. La localidad es el sitio del Centro Mexicano de la Tortuga (cmt) y un punto de monitoreo importante de tortugas marinas adultas. desde finales de 1990, también se convirtió en un im-portante destino de turismo, alternativo al grande complejo de Huatulco –a 40 Km. al sur– que fue desarrollado por el Fondo Nacional de Turismo (Fonatur), la agencia nacional mexicana para la financiación y la promoción del desarrollo turístico a gran escala. Huatulco es uno de los grandes complejos turísticos desarrollados por Fo-natur en la costa del Pacífico. Es una loca-lidad predominantemente urbana con va-rios hoteles de cinco estrellas de enorme apariencia. Mazunte es una localidad más rústica, que ofrece alojamiento más senci-llo, playas poco desarrolladas y un entorno rural. Por esta característica, se convirtió en un destino turístico preferido para viajes sencillos a la costa del Pacífico de Oaxaca. La conservación ambiental de todo el municipio de Santa María Tonameca está representada por las restricciones y re-gulaciones establecidas por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) en 1994, junto con la prohibi-ción de la caza de tortugas marinas. Toda la costa de Oaxaca es una importante área de alimentación de las tortugas marinas y

posee los más importantes sitios de anidación de México. Con la prohibición, se hizo necesario establecer normas ambienta-les que protegen el hábitat de las tortugas marinas –playas, la vegetación natural y los arrecifes de coral– de la degradación.

Estos códigos son impuestos por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y el cmt, y han tenido un im-pacto en el desarrollo turístico de Mazunte. Las áreas cercanas a la playa no pueden tener construcciones de alta densidad y una buena parte se ha transformado en una reserva natural municipal. Las áreas del interior tienen menos restricciones, lo que permite construcciones un poco más grandes. Hay una carretera del estado que corta a la localidad por la mitad. Fue construida en 1994 para facilitar el acceso de turistas a la loca-lidad. Esta carretera se extiende paralelamente a la playa y de hecho contribuye a la división espacial de Mazunte.

La división del espacio en Mazunte ocurrió principalmente después de la construcción de la carretera estatal y de la llega-da de turistas y nuevos residentes. Se divide la localidad en dos mitades: una que está frente a la costa y la otra que se ubica al interior. Esta división física ha contribuido a la división social en la localidad: el interior está ocupado principalmente por los primeros residentes, y la costa por los forasteros. Los prime-ros residentes son los que trabajaban en la caza de tortugas marinas y que hoy tienen cultivos al interior de la agencia mu-nicipal. Ellos han vivido allí desde la fundación de la localidad en 1955. La costa es la parte más turística de la localidad. Esta parte está prácticamente cubierta por forasteros y extranjeros que se trasladaron a la localidad después de haber cesado la caza de tortugas marinas en 1992.

El ecoturismo en Mazunte está directamente relacionado con el mar, la playa y los senderos naturales que atraviesan las co-linas en la orilla del mar. La mayoría de las atracciones de la localidad se encuentran en esta franja costera, entre la carre-tera y el mar. La mayoría de hostales, pequeños hoteles, res-taurantes y bares se encuentran en esta parte de la localidad. Casi todos los extranjeros están vinculados a la prestación de servicios para el turismo. Mazunte posee una asociación de prestadores de servicios, compuesta por todos los que ofrecen servicios dirigidos a los turistas, sean hoteles, restaurantes, en-tretenimiento o guías de turismo. Los residentes del interior, en su mayoría, trabajan en la agricultura y en las actividades de albañilería. Pocos de ellos trabajan como prestadores de ser-vicios. Algunos tienen servicios de alojamiento y restaurantes. Los servicios ofrecidos en la parte interior de la localidad son más sencillos y sin lujos. de hecho, el camping es el más co-múnmente ofrecido porque sólo requiere una infraestructura mínima. La playa es un espacio en sí mismo, separado del resto de la localidad. Es el lugar para los turistas. La playa es el lugar

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de las palapas, un escenario bastante diferente del resto de la localidad. Las palapas se mezclan con la arena, cocoteros y con la exuberante vista al mar. La playa y las palapas son los lugares que los turistas prefieren cuando están de vacaciones. Todos los servicios se proporcionan para mantener cómodo al turis-ta. desde la carretera hasta la costa, las calles son simples, sin pavimento, pero hay una urbanización en forma de edificios, servicios y atracciones, y contaminación visual y sonora.

La mayoría de los locales no suelen utilizar la playa. Los niños y adolescentes locales son frecuentes en la playa, sobre todo des-pués de las horas de clase. Los adultos mayores de 30 años que han vivido en Mazunte desde antes del auge del ecoturismo, no son usuarios frecuentes de la playa o el mar. En el tiempo de caza de tortugas marinas, nadie usaba la playa debido al mal olor, las aguas contaminadas de san-gre y la amenaza representada por los tiburones blancos. Mu-chos nacidos en este tiempo cre-cieron sin el hábito de nadar en el mar o jugar en la playa. La vida social en Mazunte se quedaba en el interior, en el área de bosque bajo los árboles, y a lo largo del arroyo. Era una localidad rural en lugar de una marítima. Esto ex-plica por qué los turistas pasan la mayor parte de su tiempo en la playa mientras los residentes de mayor edad prefieren la parte interior de la localidad.

Los residentes locales que se oponían al proceso de desarro-llo turístico se aislaron hacia el interior, lejos de la costa, de los turistas, y de toda la agitación que llegó a Mazunte, en la última década. desde la carretera hacia el interior, las casas son más sencillas y el paisaje se vuelve más rural, con algunos cultivos, orquídeas, graveras, y creaciones de animales. Esta zona de la localidad reproduce muchos aspectos de otras comunidades rurales en el estado de Oaxaca. Algunas mujeres usan huipil, el vestido tradicional indígena, y la mayoría de los hombres atien-den sus tierras y animales. Pese a su sencillez, las casas son gran-des y amplias. Las calles no tienen pavimento y la mayoría de las casas vierten a la calle el agua que utilizan en sus hogares.

Mirando hacia el diseño de la localidad, la división espacial de Mazunte es compleja. Por el lado de la costa, algunas calles

se construyeron más recientemente. Toda esta sección de la localidad frente a Playa Mermejita fue ocupada por los forasteros o los recién llegados, sean ciudadanos mexi-canos o extranjeros. Muchos establecieron albergues o comedores. La parte del lado costero frente a la Playa Principal es más heterogéneo con frecuentadores foras-teros y lugareños. Los residentes en esta parte de la localidad son dueños de come-dores, hoteles, supermercados o estableci-mientos de diversión para los turistas.

Punta Cometa es una península que se adentra en el mar entre la Playa Principal y Playa Mermejita y marca el punto más me-ridional de México. Punta Cometa se con-serva como un santuario de la localidad y no se permite la urbanización del área, la vivienda o acampamiento en esta parte. Punta Cometa, tiene una pequeña playa, desierta y rodeada de colinas. Unos cinco diferentes senderos llevan a la playa y has-ta la punta de la península, que es el mejor lugar para observar la puesta del sol. Todas las tardes, los turistas van a pie hasta Punta Cometa para observar al sol hundirse en

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el océano. El lugar se convirtió en un lugar místico y esotérico, después de que grupos de la nueva era comenzaron peregrinacio-nes al lugar. Hoy en día, llevan a cabo ri-tuales durante el equinoccio de primavera. Punta Cometa es un santuario de la natu-raleza en Mazunte y dentro de la división espacial de la localidad, contribuyendo a la “elegancia” ecoturística de Mazunte. Hay guías que llevan a los turistas a este lugar, para caminar y observar el paisaje natural diferente.

Los flujos mundiales se consumen a nivel local (Tsing, 2000). El ecotu-rismo y la conservación fueron res-ponsables por la introducción de los diferentes aspectos culturales e ideológicos, así como la división espacial, en Mazunte. Los extran-jeros, forasteros y turistas trajeron nuevos credos y prácticas reli-giosas. Las personas que migran suelen traer consigo sus formas culturales, religiones, costumbres, creencias y prácticas sociales. La re-verberación de estas nuevas prác-ticas religiosas tiene que ver con el tipo de turista que visita Mazunte. La mayoría de los turistas son jó-venes y provienen de los grandes centros urbanos. La posibilidad de experimentar una religiosidad diferente en un contexto cultural diferente es gratificante para ellos. Estos eventos demuestran cómo el flujo global de ideas distantes es recreado localmente para dar cabi-da a espacios de estas novedades.

El siguiente mapa (Figura 1), explica la con-figuración actual de Mazunte y cómo cada espacio social se construyó. Este mapa es una creación del autor basado en datos demográficos obtenidos por encuestas y entrevistas realizadas por un periodo de cinco meses. Los espacios sociales fueron divididos de acuerdo al tipo de actividad económica y la composición de sus resi-dentes. Aunque la composición en cada espacio es un tanto diversa, hay un predo-

minio de grupos sociales específicos en cada espacio. Las áreas marcadas como A se encuentran en las playas locales. Este es el lugar donde están las palapas y donde los turistas pasan la mayor parte de su tiempo. Las palapas están marcadas en el mapa con pequeñas BB. Por la tarde, la mayoría de los lugare-ños siguen hasta la Playa Principal para pescar con línea. Algu-nos otros que tienen barcos de pesca toman todas las tardes para preparar sus embarcaciones y redes de pesca para salir al mar. La relación de los ancianos con el mar siempre fue por la actividad económica que realizaban y no por el ocio.

Figura 1: Mapa de Mazunte y sus divisiones espaciales, elaborado por el autor.

Los espacios B y C son las partes más antiguas de la localidad. Un pequeño arroyo solía cruzar la localidad en sentido al mar y fue alrededor de éste que se estableció por los primeros po-bladores el primer sitio de la localidad en 1956. Espacios B y C forman un valle, con un terreno plano. Este arroyo fue desvia-do hace años para alimentar el embalse de la localidad. Con la construcción de la carretera, los espacios B y C se dividieron. Con la llegada del turismo, el espacio B pasó a concentrar la mayoría de los servicios al turismo. Fue en el espacio B que los primeros extranjeros se asentaron. El cambio social interpues-to por el ecoturismo ha estimulado a algunos a avanzar hacia

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el interior, ocupando más del espacio C. Hoy en día el espacio C concentra los ranchos y pequeñas propiedades de los pri-meros residentes. La Figura 3 muestra cómo este espacio es más rural y simple. El cmt está en el lado este de la zona B, y fue el primer lugar de la interacción importante entre lugareños y forasteros. Todo el personal del cmt era de la Ciudad de México y de otros grandes centros urbanos de México.

El espacio d es el área de expansiones más reciente de la locali-dad, presentando una topografía diferente, con las elevaciones más altas y el terreno más accidentado. dado que la mayoría de esta parte está compuesta por montes arduos, la ocupación se quedó dispersa hasta mediados de 1990. Los primeros habi-tantes eran extranjeros que vinieron y construyeron sus casas, albergues y otros negocios. Hoy en día los residentes de esta área siguen siendo predominantemente forasteros. Las áreas de E son en su mayoría deshabitadas y con vegetación natural bastante protegida. Hay una reserva natural comunitaria en la península de Punta Cometa. Nadie vive allí, no se pueden cons-truir casas y no se puede acampar allí. Punta Cometa es el espa-cio más importante de ecoturismo en Mazunte. Las otras áreas de E se utilizan para caminatas, mountain biking y escalada.

A un costado de Mazunte está la localidad vecina de San Agus-tinillo. Esta localidad contribuye con servicios de hoteles y co-medores y está separada de Mazunte por una colina. Es más pequeño y apretado entre la ladera y el océano. La carretera corta a través de la parte inferior del cerro, dejando poco espa-cio para que crezca la localidad. Los residentes locales de San Agustinillo son más partidarios del desarrollo y de los ingresos. Quieren el dinero del turismo y por lo tanto son más receptivos a los extranjeros en comparación con Mazunte. Esta posición diferente ha hecho de San Agustinillo una localidad más ho-mogénea, donde los locales se mezclan con los forasteros en el mismo espacio. San Agustinillo tiene una configuración más urbanizada, donde los turistas encontrarán los mejores aloja-mientos con más infraestructura. Es el lugar para los turistas yuppies que quieren un baño caliente en una bonita habita-ción con aire acondicionado al final del día, y sobre todo, una buena vista del mar.

La homogeneidad de San Agustinillo permite una simplifi-cación de los espacios físicos. No hay divisiones de espacios entre forasteros y lugareños. Es un gran contraste con la diver-sidad de espacios de Mazunte. La organización social de San Agustinillo fue más favorable a los extranjeros, que son bien recibidos por los primeros pobladores, interesados en asocia-ciones comerciales. Por otro lado, San Agustinillo no ofrece alternativas ecoturísticas como Mazunte o Ventanilla, otra co-munidad vecina situada al norte, que es considerada ejemplo de desarrollo comunitario del ecoturismo.

4. estructura de Los grupos y Las reLaciones

Esta sección examina la organización so-cial de Mazunte y su relación con la divi-sión física de la localidad. Mazunte cuenta con determinados grupos sociales involu-crados en el ecoturismo y la conservación. El trabajo de campo, realizado entre di-ciembre de 2007 y Mayo de 2008 en toda la franja costera del municipio de Santa María Tonameca (incluyendo entrevis-tas, encuestas y observación participante y directa en las localidades de Mazunte, Ventanilla, San Agustinillo y Escobilla) de-mostró que proyectos de conservación de tortugas marinas –como el caso del CMT– tienden a atraer determinados actores interesados, requieren la contratación de profesionales capacitados y desarrollan planos de trabajo específicos. La organi-zación social de Mazunte también está estrechamente relacionada con el tipo de turismo desarrollado en lo local y con los actores interesados.

Mazunte tiene dos principales grupos so-ciales que pueden ser considerados ca-tegorías paralelas a las descritas por Elias (1994): los establecidos y los forasteros. El grupo establecido se compone de las anti-guas familias que han vivido en la localidad desde el inicio de la actividad de caza de tortugas marinas en la década de 1950. La mayoría de los hombres trabajaban en el pasado directa o indirectamente en el co-mercio de tortugas, y hoy ellos son dueños de negocios, pescadores o agricultores. Los ancianos todavía se dedican a la pesca y sólo algunos de los más jóvenes tienen interés en esta actividad. Las generaciones más jóvenes tienen un mayor interés en la prestación de servicios turísticos. Los resi-dentes mayores no continuaron sus estu-dios después de cursar la escuela primaria. Los más jóvenes tienen niveles más altos de educación y todos los menores de 20 años nacieron en Mazunte. Las generaciones más jóvenes están hoy en día heredando los negocios de sus padres. Casi todas las familias establecidas tienen algún tipo de

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negocio o alquilan un espacio para que los foráneos establezcan su propio negocio.

Los forasteros son los que llegaron después de 1992, cuando el turismo estaba comen-zando. La mayoría de ellos están bajo la edad de 50 años y tienen hijos menores de 20 años. Los forasteros fueron de hecho los primeros turistas en llegar y se establecie-

ron localmente. Casi todos tienen títulos universitarios y han pasado la mayor parte de sus vidas en grandes centros urbanos de la república mexicana, como Ciudad de México, Guadalajara, Querétaro o Puebla. Casi todos llegaron a la costa con el plan de establecer un pequeño negocio y vivir una vida más sencilla y tranquila. Ellos son de clase media urbana con un ahorro su-

ficiente para comenzar una nueva vida a nivel local. Cuando llegaron, estos forasteros se convirtieron en empresarios, invir-tiendo en turismo y servicios afines.

El grupo de forasteros también incluye extranjeros. En Ma-zunte hay norteamericanos, franceses, ingleses e italianos que viven en la localidad. Administran restaurantes, cabañas y otros servicios especializados. El origen de estos extranje-ros está relacionado a las redes de turismo que existen entre estas localidades y el mercado de turismo internacional. Con el desarrollo del ecoturismo, cada localidad establece nuevas conexiones con grupos específicos del mercado de turismo, provenientes de diferentes partes del mundo. Agencias de tu-rismo, empresarios e incluso los ecoturistas que han visitado esas localidades en el pasado, contribuyen con la promoción y el establecimiento de estos vínculos. El personal técnico de coordinación del cmt se compone también de forasteros. Los lugareños ocupan los niveles más bajos en la estructura orga-nizativa del proyecto. Ellos trabajan en la limpieza, servicios generales, mantenimiento, conducción, o como tortugueros.1

Mazunte se hizo conocida a través de los hippies extranjeros que vivían en Zipolite, localizado a 20 kilómetros al este. La mayoría de los hippies eran de los Estados Unidos y Canadá. Además, Mazunte es promocionado en las guías de ecoturis-mo, como Moon Handbook.2 La cmt se muestra en la guía de ecoturismo “La Guía Verde”.3 El destino es todavía conocido principalmente por jóvenes turistas de mochila. Los primeros visitantes extranjeros en establecerse fueron los estadouni-denses y los franco-canadienses. Es interesante conocer las historias de vida de estos residentes extranjeros. Las razones para ir a Mazunte son personales. Cada persona tenía una ra-zón diferente para visitarla y establecerse. Sin embargo, una razón principal unía a todos: querían vivir una vida simple, lejos de los grandes centros urbanos, y en contacto directo con la naturaleza.

Los pescadores dominan el grupo de lugareños, con la ten-dencia a dominar las discusiones de las políticas locales. En el grupo de forasteros, los empresarios forasteros –nuevos po-bladores provenientes de la Ciudad de México y otros grandes centros urbanos de México– son los más participativos en los debates de políticas locales. El ecoturismo y la conservación

1 Los tortugueros son los antiguos pescadores especializados en hallar nidos de tortu- gas en la playa. Con la veda, ellos fueron contratados por el cmt para auxiliar en la lo- calización de los nidos en las playas. Una vez localizados los nidos, estos son recogi- dos para áreas de incubación, protegiendo a las futuras crías de predadores naturales y de las comunidades costeras que aún saquean nidos de huevos de tortuga.3 Moon Handbook Oaxaca. By Bruce Whipperman. Avalon Books.4 La Guía Verde, México, Guatemala y Belice. Michelin, Ediciones de Viaje.

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en la localidad han reorganizado la estructura social y ha con-tribuido a los cambios en las formas de compromiso social de los actores interesados. Antes, la localidad vivió bajo una es-tructura administrativa específica e inflexible de una empresa privada. Con la veda de la caza y el ecoturismo, los lugareños se convirtieron en actores con intereses y responsabilidades. Se convirtieron en participantes en la política de los nuevos pro-cesos tales como la aplicación del desarrollo del ecoturismo y de los proyectos de conservación, la organización de la infraes-tructura local y la transición entre los medios de subsistencia. Ahora la localidad se relaciona directamente con el gobierno federal, el gobierno del estado de Oaxaca, ong´s y otras orga-nizaciones. de hecho, los residentes locales se convirtieron en:

“Ciudadanos capaces de formular sus propias necesidades y participar en el establecimiento de prioridades y la ejecu-ción de proyectos, sea de sistemas de desarrollo comunita-rio, de salud y de vivienda, o de microcrédito para empre-sas.” (Molyneux, 2008:783).

Utilizando el enfoque de analizar el proceso de participación en el proceso de decisiones sobre las políticas de desarrollo del ecoturismo y de conservación del medio ambiente, nos en-contramos con una gran variedad de actores interesados. Este universo más amplio de actores interesados nos ayuda a com-prender las estructuras de poder dentro de esta localidad y a describir las divisiones y rivalidades locales y el compromiso con el ecoturismo.

En Mazunte y San Agustinillo, los principales actores intere-sados son: (a) los ex trabajadores de comercio de tortugas marinas que hoy en día tienen la profesión de pescadores o de guías turísticos, (b) las familias establecidas (primeros pobladores) que viven en el interior y tienen actividades no relacionadas con el turismo, o indirectamente relaciona-das; (c) los forasteros de otras partes de México, que se han trasladado a San Agustinillo y Mazunte para trabajar con el turismo o en actividades directamente relacionadas; (d) los extranjeros que han adquirido la ciudadanía mexicana y aho-ra administran negocios relacionados al turismo en Mazunte, (e) de la Asociación prestadores de Servicio (proveedores de servicios), que se compone de establecidos y forasteros y son parte de una asociación local creada para organizar a los pro-veedores de servicios; (f ) el Centro Mexicano de la Tortuga, como entidad del gobierno y que tiene poder de decisión en materia de desarrollo en áreas consideradas cruciales para el ciclo biológico de las tortugas (por ejemplo, playas, arrecifes de coral, dunas de arena, vegetación de dunas, etc.); (g) los locales miembros de la Asociación de Comuneros, que es la asociación encargada de pronunciarse sobre cualquier tema relacionado con la tierra colectiva de Bienes comunales. (h)

El gobierno municipal, a través del Agen-te de Policía Municipal, un administrador local, elegido por los residentes de Ma-zunte y San Agustinillo, (i) los propietarios de negocios (grupo de establecidos) que administran pequeños comercios, tiendas de conveniencia, bares, hotelitos y otros negocios; (j) los profesores de la escuela local, que son miembros del Sindicato de

profesores del estado de Oaxaca; y (k) las ong´s: Ecosolar, Bioplaneta y Sierra Negra, que han iniciado en diferentes momentos proyectos y programas de fomento para el ecoturismo, proyectos ecológicos de gestión de residuos y reciclaje, y el man-tenimiento del proyecto comunitario de la fábrica de cosméticos.

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La realidad de múltiples actores interesa-dos de Mazunte indica que cada uno de estos grupos se ven afectados de alguna manera por los problemas originados por el desarrollo del ecoturismo y por la con-servación del medio ambiente. Por eso, to-dos consideran que tienen algún derecho para contribuir con sus puntos de vista y tienen la autoridad para resolver estos pro-blemas. diferentes agendas y diferentes discursos a menudo se enfrentan en la are-na social, espacio donde esos problemas se discuten. No obstante, existen coinci-dencias de afiliación individual a diferentes grupos. Esto no significa que los individuos miembros se mueven de un grupo a otro, sino que las identidades se pueden solapar en los grupos individuales. Por ejemplo, los miembros del personal técnico del proyec-to de conservación de tortugas marinas (las partes interesadas en ambas localida-des) también pertenecen al grupo de fo-rasteros. En Mazunte, como otro ejemplo, algunos pescadores son también miem-bros de la Asociación de Comuneros o de la Asociación de Prestadores de Servicio.

Los actores interesados se definen dentro de un espacio temporal. Antes del ecotu-rismo y de la conservación, la organización social local de Mazunte no incluía actores interesados. Estas localidades no tenían un foro abierto para debatir el proceso de políticas locales. Con el cambio en la si-tuación jurídica –la elevación de Mazunte (San Agustinillo incluido) a condición de Agencia del Municipio de Santa María To-maneca) en 1992– los lugareños pudieron finalmente participar activamente de los procesos de decisión, por ejemplo, en la organización de la producción local y la implantación de proyectos de investiga-ción (cmt) y otras iniciativas de desarrollo.

Ninguno de los actores interesados, inclui-dos las ong´s, los forasteros y extranjeros, prestadores de servicios, empresas, comi-tés de fiesta y el proyecto de conservación estaban presentes antes de este cambio político, social y jurídico que coincidió con la veda a la caza de tortugas. Estos actores

interesados sólo se convirtieron en parte de la red social des-pués que la conservación ambiental y el desarrollo del ecotu-rismo fueron incluidos en los espacios políticos, económicos y sociales. El cambio de una economía agraria a una economía de prestación de servicios ha creado un nuevo motivo para ejercer la política local y su gobierno, con un mayor número de decisiones participativas. También significa que los acon-tecimientos sociales que suceden a nivel local afectan a una gama más amplia de individuos. En Mazunte, antes de la veda, todas las familias trabajaban en la única actividad económica que existía a nivel local: la caza de tortugas marinas y el proce-samiento en la fábrica PIOSA. Las decisiones locales eran más fáciles porque todos tenían el interés compartido en el ingreso de la caza de tortugas. Con el cambio a la economía de servi-cios (turismo), los intereses se dispersaron haciendo más difí-cil para la localidad alcanzar un compromiso sobre cuestiones distintas, como por ejemplo, la pavimentación de calles, ilumi-nación pública, reforma de escuelas, ofrecimiento de activida-des culturales a los niños, atracción de más turistas.

Mazunte tiene frecuentes reuniones de asamblea de la loca-lidad para discutir los planes presupuestarios y las obras pú-blicas y servicios. Estas reuniones suceden cuando hay una demanda y son excelentes escenarios para observar y analizar la negociación entre los actores interesados. El análisis aquí se basa en la observación directa de estas reuniones. La discusión sobre la asignación de recursos para obras pública suele ser el tema más controvertido. Las reuniones más difíciles para llegar a un acuerdo, son las que debaten los recursos obliga-torios asignados de la cabecera del municipio de Santa María Tonameca para la Agencia Municipal de Mazunte, que incluye también a San Agustinillo. Estas reuniones ocurren solamente una o dos veces al año, cuando la cabecera municipal asigna los recursos que recibió del gobierno del estado de Oaxaca o del gobierno federal. Al realizar la investigación, tuve la opor-tunidad de observar una de estas reuniones, que ocurrió en Mazunte el 14 de Marzo de 2008.

En esta reunión, el grupo de Prestadores de Servicio pidió que el recurso disponible se destinara a la pavimentación de las ca-lles que conducen a la playa, porque eso contribuiría para una mejora de la imagen y de la infraestructura de Mazunte. El mis-mo grupo también defendió la importancia de la construcción del paseo, con el paisajismo detrás de las palapas y a través del arroyo, para inhibir el depósito de residuos en ese lugar por los propietarios de las palapas, y facilitar a los turistas y locales el poder caminar de una calle a otra. Los maestros impugnaron la idea diciendo que el área era propiedad de la escuela y que el paseo no se podría construir allí y que el dinero se debería utilizar para mejorar los edificios escolares. Los lugareños de la parte del interior argumentaron que nunca se realizan inver-

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siones en su parte de la localidad (zona C) y que los que están en la costa (zona B) siempre son los beneficiados. Los foraste-ros recomendaron la utilización del dinero para la recolección de residuos y limpieza de la playa, y que la pavimentación de las calles cambiaría las características de la localidad.

En general, los forasteros están en contra de la urbanización de Mazunte, mientras que los lugareños están a favor. Los foraste-ros quieren la naturaleza como parte de la localidad, mientras que los lugareños quieren urbanización y, en especial, todas las calles pavimentadas. Los forasteros representan los mo-vimientos sociales y ambientales que han surgido en barrios de clase media de grandes centros urbanos, y que tienen una actitud de acuerdo con Castells “a menudo defensiva y reac-tiva, centrándose en la más estricta conservación de su espa-cio y entorno inmediato” (Castells, 2004:66). Los forasteros han transportado estas ideas a Mazunte, donde definitivamente entran en conflicto con los lugareños.

Ecoturismo y conservación son elementos fundamentales para entender la organización social de Mazunte y San Agustinillo. Las dos actividades siempre dependieron de la implicación de la comunidad para obtener éxito. Inmediatamente después que se decidió establecer el cmt en Mazunte, el gobierno fede-ral proporcionó recursos para ong´s y asociaciones comunita-rias para que desarrollaran proyectos y talleres para preparar a la comunidad para el turismo. El gran desafío en Mazunte y San Agustinillo siempre fue el de conseguir la adhesión de los primeros habitantes al ecoturismo y conservación.

de acuerdo con Jamal y Stronza, la “modernización ecológica, la globalización y el ecoturismo son múltiples y comúnmente conflictivos discursos sobre desarrollo” y “llevan a cabo de ma-nera paradójica, a través de la contestación y la negociación, con las tecnologías empleadas por el gobierno, las ideas de los académicos, y los intereses de la industria” (Jamal y Stron-za, 2008:327). O sea, ecoturismo y proyectos de conservación, cuando son introducidos en localidades como Mazunte y San Agustinillo, causan fisión en la comunidad. La intensidad de la fisión depende del nivel de participación de los habitantes lo-cales. Ese es el punto contencioso: los primeros habitantes de Mazunte aún resisten mucho esas actividades, esos discursos externos. Es justamente esa fisión que divide la localidad entre lugareños y forasteros: los primeros se resisten mientras que los segundos están a favor.

Cuando relacionamos la apropiación del espacio urbano con ecoturismo y conservación, nos enfrentamos con una situa-ción de conflicto muy compleja. Mazunte, así como todo el municipio de Santa María Tonameca está bajo la estructura de Bienes Comunales, que de acuerdo con el artículo 99 de la Ley

Agraria, son bienes “inalienables, impres-criptibles e inembargables”. Sin embargo, los comuneros venden lotes para los fo-rasteros. El forastero obtiene un título de usufructo, o sea, él tiene derecho a usar la tierra, pero no tiene propiedad sobre ella. Es una situación jurídica compleja y coloca diferentes aspectos en cuestión. Los luga-reños aprovechan la brecha en la ley agra-ria para hacer dinero vendiendo lotes. La venta de lotes es una actividad lucrativa, y complementa el sueldo de las familias lo-cales, especialmente en bajas temporadas. El turismo elevó el valor de los terrenos en por lo menos unos 500% en el periodo de 1992 al 2007. Los forasteros aprovechan la oferta de terrenos para establecerse. Al dar acceso al forastero, el lugareño está perdiendo su propio espacio y permitien-do que nuevas ideologías externas predo-minen sobre la localidad. Las playas están en zona federal, y según el artículo 27 de la Constitución Federal, son propiedad del estado y no pueden ser vendidas. Pero hay concesiones federales existentes a luga-reños para la utilización de turismo de las playas en Mazunte y San Agustinillo. Hasta eso se negocia con forasteros y extranjeros mediante la asociación informal con un lu-gareño que posee una concesión federal. El lugareño ofrece la concesión y el foras-tero la inversión de recursos.

La localidad va ampliándose y transfor-mando todos los antiguos espacios rurales en espacios urbanos, o por lo menos con vocación para uso urbano. Si considerára-mos que la conservación ambiental depen-de de ambientes naturales con poca acción antrópica, esa especulación inmobiliaria puede ser vista como un riesgo a la soste-nibilidad del proyecto cmt y de las playas y arrecifes de corales usado por las tortugas como área de alimentación. Al turismo, la reorganización del espacio físico puede significarle un cambio en la vocación de la ciudad. Si hoy aún es una comunidad rural, con buenos atractivos de ecoturismo y po-sibilidad de conocer tortugas marinas en su hábitat, de aquí a algunos años podrá per-der esos atractivos por la urbanización.

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El rápido crecimiento del ecoturismo y la búsqueda de lugares auténticos por los ecoturistas han aumentado la amenaza a los recursos naturales. La introducción de actividades de ecotu-rismo en áreas ambientalmente sensi-bles debe considerar el mantenimien-to de los recursos naturales y el uso de estos recursos como atracciones, de lo contrario el ecoturismo puede llevar a la degradación o la inestabilidad en el ecosistema local. Los turistas también están dispuestos a buscar lugares con calidad ambiental. No sólo el interés en la fauna silvestre es lo que está en juego sino también las condiciones del medio ambiente que componen su hábitat natural. Avila-Foucat y Eu-genio-Martín explican:

“Desde el punto de vista ecoló-gico, la calidad del medio am-biente se refiere a la capacidad de los ecosistemas en el apoyo a las perturbaciones. Por ejem-plo, la calidad del agua y/o la calidad del aire son indicadores comunes de calidad ambiental “ (Avila-Foucat y Eugenio-Martín, 2007: 5).

de esta forma, la relación entre los acto-res interesados influencia directamente el futuro de la localidad. El problema en Ma-zunte fue la falta de planificación estraté-gica para el turismo. En el proceso, la co-munidad, más precisamente los primeros residentes, no fueron incluidos en todos los aspectos relacionados al turismo y la conservación.

5. consideraciones finaLes

Mazunte ha demostrado una historia bas-tante dinámica, con cambios considera-bles en un período relativamente corto. La capacidad de la localidad a reaccionar a los cambios internos y externos y hacer frente a los mecanismos de regulación es variada. La existencia de diversos actores interesa-

dos dificulta el proceso de toma de decisiones, especialmente porque los dos principales grupos –forasteros y lugareños– se orientan por ideologías muy distintas. La arena social en Ma-zunte es representada por: “espacios de poder performativo relacionales y situados encuentros entre turistas, residentes, ong y el sector público y privado” (Jamal y Stronza, 2008:317).

En este artículo se intentó hacer un análisis del impacto del ecoturismo y de la conservación en la organización socio-es-pacial de la agencia municipal de Mazunte. La validez de este tema está justamente en el fuerte impacto que el ecoturismo y la conservación pueden tener en una pequeña localidad. La introducción de esos elementos en la localidad aquí analizada impuso alteraciones sociales, culturales, políticas y económi-cas a sus residentes. Mazunte fue por muchos años, escena-rio de proyectos experimentales que buscaban elevar los ni-veles sociales y económicos locales y permitir que la antigua comunidad extractiva pudiera transitar armoniosamente para una economía de prestación de servicios. Sin embargo, todos esos proyectos fueron introducidos por ong´s compuestas por personas de grandes centros urbanos, que trajeron consigo fuertes ideologías ecologistas y poco tacto para lidiar con una realidad muy distinta. La comunidad extractiva vivía bajo un

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protegido. Ocurrió un nuevo direccio-namiento del consumo de tortugas: ahora ellas son objeto de consumo visual para turistas.

La naturaleza y la cultura se mezclan en diferentes formas cuando el mar y la playa se convierten en áreas de recreo, las granjas y los jardines se transforman en hogares, negocios o lugares de ecoturismo. Los recursos naturales dejan de ser fines de sub-sistencia y se convierten en objeto de conservación científica y mer-cancía para los ecoturistas (Jamal y Stronza 2008:324).

El nuevo periodo que empezó des-pués de la veda hizo que Mazunte fuera incluido en la economía en la red mundial del turismo. Una vez que llegó el turismo (así como las normas de conservación), se creó una “intensi-ficación de la interconexión mundial, lo que sugiere un mundo lleno de mo-vimiento y mezcla, de contacto y vín-culos, y de interacción e intercambio cultural persistentes” (Rosaldo y Inda,

2002:2). Estas localidades pasaron a conec-tarse a través de una economía mundial y empezaron a compartir sus propias dife-rencias, ahora como mercancías (commo-dities). Estas localidades comenzaron a experimentar un “flujo cultural de capital, personas, mercancías, imágenes e ideolo-gías” (Rosaldo y Inda, 2002:2).

Entrar en el mundo globalizado significa que la localidad se amplía: ahora esta loca-lidad, en representación del local, han am-pliado sus relaciones sociales a las prácticas sociales y eventos más distantes (Giddens, 1990). Con el turismo, las relaciones loca-les se extienden a personas extranjeras. El intercambio de identidades sociales y cul-turales y las ideologías entre los turistas y residentes locales amplía el espectro social de la localidad: la vida social ya no se limita a lo que sucede en la localidad, pero está influenciada por estas nuevas ideas.

régimen de trabajo intenso, coordinado por una empresa par-ticular, gestionada por un empresario extranjero que nunca aparecía en el local. La función de los residentes era la de cazar tortugas, procesar sus productos y exportar la producción. No existía una organización social que pudiera ser asemejada a la de una comunidad. Pues se dice que Mazunte y San Agusti-nillo eran juntas un entrepuesto comercial con el objetivo de exportar productos de tortugas para el mercado mexicano e internacional.

La transición de un entrepuesto comercial, donde la tortuga era la principal fuente de renta, para una economía de presta-ción de servicios, donde la tortuga es protegida y conservada como un atractivo ecológico, fue muy forzada y causó secuelas. Los primeros habitantes se sienten despojados de su pasado. de hecho la nueva localidad turística representa una verdade-ra ruptura con el pasado agrario extractivo.

La introducción de conceptos relacionados con la conserva-ción ambiental alteró justamente la base de la economía local que era extractiva. Y su recurso extractivo primordial –la tor-tuga– pasó por una transformación de valor. dejó de ser un recurso de subsistencia de base extractiva y pasó a ser un bien

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“La polaridad de la identidad local-contra-global es ahora igualmente evidente en todo el mundo. Esta polaridad es gene-rada por los sistemas nacionales y la in-tegración internacional que requieren la centralización, la movilidad y los grupos de interés especializados supralocales.” (Hornborg, 2005: 206).

Así, de todas las transformaciones que la localidad ha pasado, podemos considerar que se convirtieron en fronteras turísticas (tourist borderzones) (Bruner, 2005), lu-gares en los que el local y el global se en-cuentran, conviven e interactúan. Los re-sidentes locales se reúnen con los turistas por el tiempo que están presentes e incor-poran a su rutina mucho de lo que apren-dieron con este intercambio después que los visitantes se van. Hay mucho de un ca-rácter pre formativo aquí. La frontera turís-tica (borderzone) es el lugar donde la loca-lidad se reúne con lo global, representado aquí por los turistas y todo el equipaje que estos aportan.

Para concluir, la organización socio-espa-cial de Mazunte es un reflejo directo de la influencia de los discursos de desarrollo ecoturístico y de conservación ambiental y de su efectiva implementación en la lo-calidad. La asociación de los actores inte-resados ocurrió para lidiar con todas las transformaciones que pasaban localmente, pero también para garantizar que los inte-reses de los diferentes grupos fueran debi-damente atendidos. Aún hoy, el gran pro-blema en Mazunte es justamente la falta de integración de los primeros residentes a los proyecto ambiental cmt y a los otros proyectos de desarrollo sustentable exis-tentes. Es importante destacar que la falta de integración no resulta sólo de la pasivi-dad por parte de la coordinación de esos proyectos, sino también de la resistencia que los primeros residentes tienen en invo-lucrarse con los proyectos. La resistencia es una forma de protesta contra la interven-ción forzada de la modernización ecológi-ca, representada aquí por el ecoturismo y la conservación de tortugas marinas.

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i. introducción

L a presente investigación tiene como propósito demos- trar que la Unidad Productora de Materias Primas Forestales (upmpF ) de Santa Catarina Ixtepeji, Ixtlán, re-

presenta una forma de gobernabilidad local en pro del desa-rrollo social y económico de la comunidad. Se argumenta que el éxito de esta empresa se debe en gran medida al arraigo de sus estructuras político-sociales y a sus formas de organización tradicionales.

En el artículo se describe brevemente el contexto histórico, so-cial y cultural, y la organización política de esta comunidad. Para ello, se apoya en estudios antropológicos e históricos, fuentes orales y en la experiencia de la autora, dado que sus raíces ma-ternas provienen de este pueblo. Así también, se cita la teoría de la comunalidad desarrollada por intelectuales serranos.

Se aborda también el tema de la Unidad Productora de Mate-rias Primas Forestales (upmpF ) de Santa Catarina Ixtepeji como una forma de gobernabilidad local. Para ello, se hace alusión a los principales teóricos del término. de igual manera, se men-

La upmpf de Santa Cata-rina Ixtepeji, representa una forma de gobernabi-lidad local en pro del de-sarrollo rural. El éxito de esta empresa se debe en gran medida al arraigo de sus estructuras políti-co-sociales y la forma de organización tradicional propia del pueblo. Dicha empresa forestal comuni-taria ha diversificado las fuentes de ingreso de los ciudadanos del munici-pio, generando empleos y controlado el proceso de migración, dando como resultado un mayor gra-do de cohesión social.

La Unidad Productora de Materias Primas Forestales (UPMPF) de Santa Catarina Ixtepeji, Ixtlán, Oaxaca: una forma de gobernabilidad local

Judith Arely García Avendaño*

* Pasante de la licenciatura en Relaciones Internacionales por la Universidad del Mar, Campus Huatulco, Oaxaca. En el verano de 2009 realizó prácticas profesionales en el Centro de Apoyo a la Mujer Indígena Purépecha uarhi, Michoacán y en el Instituto Nacional de Migración, Delegación local de Santa Cruz Huatulco, Oaxaca. Ha participado como activista de Amnistía Interna-cional desde el año 2008. Correo: [email protected]

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cionan los antecedentes de la operación forestal, la organización comunitaria de la empresa, las actividades, la planeación y el manejo forestal que lleva a cabo. Estos ele-mentos permiten evaluar los logros y desa-fíos que enfrenta la upmpF en la actualidad.

ii. santa catarina ixtepeji: cosmovisión de un puebLo zapoteca

José María Bradomín señala que Ixtepeji significa “frente al peñasco o derrumba-dero”, y se compone de “ixtli”, cara o faz y “tepexitl”, peñasco o derrumbadero (Brado-mín, 1992:92). Por su parte, el antropólogo Michael Kearney, confirma que el término zapoteca para el poblado original, que es-taba situado en un llano en la parte inferior del pueblo actual, es Latzi yela (llano de la-guna), nombre que todavía se emplea para referirse a él (Kearney, 1971:4).

La cosmovisión de este pueblo serrano se basa en la comunalidad, fundamentada en la solidaridad y armonía, dado que para los habitantes, lo más importante es con-servar la paz y el orden en la comunidad, y se caracteriza por su unidad e integridad respecto a su toma de decisiones. Asimis-mo, el respeto a sus creencias y tradicio-nes es parte fundamental de su cultura. Es decir, Santa Catarina Ixtepeji, al igual que los otros pueblos de la Sierra Juárez, basa sus estructuras sociales y políticas en el colectivismo. Basado en lo anteriormente expuesto, se argumenta que su empresa comunitaria funciona de manera eficiente gracias al cumplimiento cabal de los traba-jos comunitarios, considerados como un deber de los buenos ciudadanos.

2.1 ubicación geográfica

El municipio de Santa Catarina Ixtepeji pertenece al distrito de Ixtlán de Juárez, ubicado en la región de la Sierra Norte del estado de Oaxaca. Ocupa el 0.22% de la superficie de la entidad y el 80.6% de su te-rritorio se conforma de bosques. El munici-

pio está integrado por la cabecera municipal de Santa Catarina Ixtepeji y cuatro agencias municipales: Tierra Colorada, Yuvila, El Punto y San Pedro Nexicho. Además, según Inegi, cuenta con veintiún localidades: la Parada (el Punto), las Ánimas, el Ce-rezal, el Estudiante (Tierra Colorada), la Cumbre, Loma Grande, Xia Ixtepeji, la Nueva Esperanza, el Cebollal, Vicente, Rosa Blan-ca, Xielave, el Manzanal (Tierra Colorada), El Manzanal, Cruz de Vaneli, Yovaneli, Cañada de León, la Hacienda, el Calvario, Sali-da a la Capilla y Linda Vista (el Pasajuego).

2.2. contexto histórico

En la historia de Oaxaca, Santa Catarina Ixtepeji se ubicó entre los primeros asentamientos feudatarios del imperio Zapoteca.1 Como señala el historiador José A. Gay (1982:44), los zapotecas tenían por feudatarios a los señores de Ixtepeji, Teococuilco, Teotitlán y Miahuatlán.

Se dice que la fundación de Ixtepeji se debió a la migración de 30 a 40 familias desde el área actual de Yólox, y que ocu-rrió con probabilidad entre los años 650 y 700 de nuestra era (Pérez García, 1998: 169). Antes de la conquista, “Ixtepeji el viejo” se ubicaba en el actual San Pedro Nexicho, agencia municipal del Ixtepeji; tenía una reducida población y ha sido caracterizado como el centro vacío de una comunidad disper-sa (Guerrero, 2005: 18). Fue hasta 1565 cuando se estableció oficialmente el lugar del pueblo en el sitio en el que está ahora (Kearney, 1971: 43).

En el siglo xvi, en los inicios de la época de la colonización, los españoles congregaron a indígenas de los alrededores de la Sierra Juárez en Ixtepeji para explotar las minas de oro y plata que se encontraban cerca de Ixtepeji. En el valle zapoteca y en las mixtecas altas, habían esparcidos algunos que desea-ban oro y bienestar más que glorias militares. después, en el periodo del siglo xvii y xviii, Ixtepeji formó parte del ducado de Atlixco, pero según reporta Kearney (1971: 43) poco es lo que se sabe de este periodo.

Posteriormente, con el inicio de la Revolución Mexicana, el pueblo sufrió un ataque con cañones y armas menores por los militares y voluntarios de los pueblos vecinos, y muchos de los varones fueron forzados a entrar al ejército y enviados al nor-te a combatir. Aunado a esto, sufrieron el saqueo de sus casas en búsqueda de tesoros escondidos por parte de los pueblos de los alrededores, quienes terminaron expulsando del pue-

1 Un poco después se erigió un segundo trono zapoteca en Tehuantepec, unido al de Teotzapotlán por la sangre y la amistad (Gay, 1982:44).

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blo a la población que quedaba. después de que estos años de guerra constante se terminaran en 1921, los sobrevivientes pudieron regresar y el pueblo volvió a poblarse. Estos aconte-cimientos trajeron como consecuencia trastornos económicos y sociales en la población (Ibídem: 6) Además, ocasionó que se viera socavado su desarrollo económico y cultural en compa-ración con su rival tradicional: Ixtlán de Juárez.

Esta situación fue agudizada por el hecho de que la nueva carretera abierta o principal de la Sierra Norte construida en 1930 dejó de lado a Ixtepeji. Por estas razones es que hasta la actualidad existe un resen-timiento entre Ixtepeji e Ixtlán, que se refleja en su competencia por alcanzar el desarrollo y progreso económico (Idem).

La historiadora Margarita dalton hace mención a di-cha rivalidad, notando que Ixtepeji “siempre había peleado por ser la cabecera del distrito de Ixtlán y que dicha competencia entre ambos pueblos impri-mió su carácter en muchos de los acontecimientos que sucedieron durante la etapa revolucionaria de 1911 a 1920”. La autora describe con detalle las ba-tallas de la etapa revolucionaria entre los dos grupos, uno liderado por Ixtepeji y otro por Ixtlán (dalton, 2004: 223-225).

2.3. contexto socioeconómico

El municipio de Santa Catarina Ixtepeji cuenta una población de 2,480 habitantes de los cuales 1,195 son hombres y 1,285 mujeres, de acuerdo al Prontua-rio de Información Geográfica Municipal de los Esta-dos Unidos Mexicanos.

A lo largo del tiempo, Ixtepeji se caracterizó por ser un pueblo de campesinos, quienes en su mayoría se dedicaban al cultivo del maíz, frijol y otros productos básicos de la dieta mesoamericana rural. Casi toda la producción se daba a un nivel de subsistencia y los pobladores obtenían otros ingresos mediante actividades secundarias, como la compra-venta y el transporte del café y otros productos de las cercanías; haciendo carbón; dedicándo-se a la carpintería o a la albañilería; atendiendo pequeñas tien-das; y curando o dedicándose a la brujería (Kearney, 1971:7).

Actualmente, la Población Económicamente Activa (pea) repre-senta el 42.94% del total de la población y los sectores eco-nómicos se encuentran distribuidos de la siguiente manera: 503 personas (65.40%) en el sector primario; 115 habitantes

(14.95%) en el secundario y 139 habitantes (18.07%) en el terciario, con 12 habitantes (1.56%) no especificado (Consejo Munici-pal de desarrollo Sustentable de Santa Ca-tarina Ixtepeji, 2008-2010).

Santa Catarina Ixtepeji es un municipio con un grado de desarrollo medio alto

según el Consejo Nacional de Población (conapo, 2003), referido a cuatro estratos: bajo, medio bajo, medio alto y alto. Su eje económico está basado en el desarrollo del sector primario, el cual incluye todas las actividades donde los recursos natura-les se aprovechan, ya sea para alimento o para generar materias primas. Entre ellas encontramos la agricultura, la explotación forestal, la ganadería, la minería y la pesca.

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En la actualidad, las principales activida-des económicas de la comunidad son la producción forestal maderable, el apro-vechamiento de recursos forestales no maderables, la agricultura de básicos y la ganadería, que se complementan con acti-vidades como la floricultura, la acuacultura y la extracción de leña. Además, algunas familias se encargan de ofrecer servicios de ecoturismo y alimentación para los tu-ristas (Fonseca, 2005:7).

2.4. contexto sociaL y cuLturaL

Santa Catarina Ixtepeji se caracteriza por la conservación de sus estructuras político-sociales y formas de organización tradicio-nales, lo cual ha permitido la existencia de gobernabilidad a nivel local. Jaime Martí-nez Luna, destacado autor de Guelatao de Juárez, describe la forma de gobierno que rige en dicha zona, a la que se refiere como “comunalicracia”.

Este autor menciona que la co-munalicracia es diferente de democracia. “La comunalicracia implica la disolución de cual-quier posible sociedad política en la sociedad civil. La represen-tación es temporal y obligatoria, por lo mismo no permite la es-pecialización ni lo oficioso que conduce a la hegemonía del po-der y su concentración en pocas personas” (Martínez, 2003:50).

Según la opinión de Floriberto díaz (2007), destacado escritor mixe, cualquier comunidad in-dígena tiene los siguientes ele-mentos: “un espacio territorial, demarcado y definido por la posesión; una historia común, que circula de boca en boca y de una generación a otra; una variante de la lengua del pue-blo, a partir de la cual identifi-camos nuestro idioma común; una organización que define lo político, cultural, social, civil,

económico, religioso; un sistema comunitario de procuración y administración de la justicia”. Se puede resaltar que los fun-damentos de la comunalidad son: el territorio comunal, la au-toridad comunal, el trabajo comunal y la fiesta comunal. de igual manera, se deben puntualizar los valores de la comuna-lidad: el servicio; lo propio, lo criollo, lo nuestro; la gracia y la armonía (Guerrero, 2005:199).

En el caso de Ixtepeji, existe una comunalicracia basada en la comunalidad (en el bien común), donde la toma de deci-siones debe ser aprobada por el Consejo o Asamblea de Ciu-dadanos, la cual atiende los asuntos de carácter comunitario. Por otro lado, la Asamblea de Comuneros toma las decisiones relacionadas con las empresas comunitarias. La estructura y el funcionamiento del sistema de gobierno local, donde las auto-ridades se eligen con base en normas y procedimientos elec-torales tradicionales, son pieza fundamental para la existencia de gobernabilidad.

La premisa central de esta investigación es que el buen funcio-namiento de la upmpF es una muestra de gobernabilidad local en pro del desarrollo rural sostenible. La gobernabilidad se re-fiere a un estado de equilibrio, una propiedad, una cualidad que nos indica el “grado de gobierno” que se ejerce en una so-

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ciedad. Es conveniente hacer mención de los elementos que componen la gobernabilidad, según dicho autor: la legitimi-dad, la estabilidad y la eficiencia (Camou, 2007: 7). Los cuales, en la cosmovisión zapoteca serrana de Ixtepeji son reflejados en la comunalicracia.

La Unidad Productora de Materia Prima Forestal (upmpF ) ha sido un proyecto ejemplar basado en el sistema político propio de la comunidad. En Ixtepeji, la participación ciudadana es funda-mental para resolver las dificultades que enfrenta la empresa y trata de resolver asuntos de interés común de manera consen-suada en la Asamblea de Comuneros.

La autoridad comunal se basa en el sistema de cargos, donde los derechos y obligaciones de los ciudadanos se encuentran establecidos en su Estatuto Comunal. dentro de sus deberes se encuentra cumplir con los cargos que le asigne el pueblo para poder conservar sus derechos como ciudadano ixtepejano. En el sistema de cargos, cada comunero es nombrado de acuerdo a su edad, experiencia y calidad moral para servir en cargos públicos, lo cual, es una obligación no remunerada.

En el caso de la upmpF, la deliberación respecto a la toma de decisiones se lleva a cabo en la Asamblea de Comuneros, ór-gano supremo donde se toman las decisiones respecto a la organización y funcionalidad de la empresa. El Comisariado de Bienes Comunales se conforma por un presidente, un se-cretario y un tesorero, con sus respectivos suplentes, además de un consejo de vigilancia que se integra por un presidente y dos secretarios, que cuentan también con sus suplentes. Estos cargos tienen una duración de tres años y son elegidos en la Asamblea General de Comuneros, la máxima autoridad en la comunidad (Castellanos, 2009).

Retomando al multicitado autor, Jaime Martínez Luna, “la co-munalidad es el pensamiento y la acción de la vida comunita-ria. Es el resultado de la apropiación social de la tierra y de los códigos de relación que se deciden por medio de la comunali-cracia”. La comunalicracia es una forma de organización social legendaria que nos ayuda a entender e interpretar la forma de ser de las comunidades indígenas. “Su significado es el poder de la comunidad, es decir, el poder por medio de la asamblea” (Martínez, 2003:51).

Es preciso notar que lo que permite el funcionamiento y per-manencia de las sociedades comunales es la Asamblea Gene-ral, el máximo órgano de poder en el que participan todos, directa o indirectamente, que es entonces, la base de dicho sis-tema. Cabe resaltar, que la participación ciudadana se refuerza con el tequio, el trabajo colectivo que sus integrantes tienen como un deber en su comunidad.

En el caso de la UPMPF, el tequio permite al Comisariado convocar a los comuneros, hombres mayores de 16 años, para reali-zar trabajo colectivo en beneficio de la co-munidad y del bosque. El tequio se aplica como medida de conservación ambiental y se centra en actividades como: limpie-za de brechas limítrofes, limpieza de bre-chas y caminos, reforestación, control de incendios, y control de plagas, entre otras (Castellanos, 2009).

iii. unidad productora de materia prima forestaL (upmpf) de santa catarina ixtepeji, ixtLán de juárez, oaxaca

3.1. contexto histórico

La explotación forestal en el Estado de Oaxaca comenzó en la década de los años cincuenta cuando, por decreto pre-sidencial, se concesionaron por veinticin-co años los bosques de comunidades za-potecas, chinantecas y mixes de la Sierra Norte a Fábricas de Papel Tuxtepec (Fa-patux). durante los primeros veinte años, la extracción fue semiclandestina, bajo el concepto de “ordenación” del bosque y con acuerdos con los comisariados de bie-nes comunales de cada municipio fores-tal. Por esta extracción, la compañía pagó mínimos derechos de monte, que fueron depositados a nombre de las comunida-des en el Fondo Nacional para el Fomento Industrial (Nigh y Rodríguez, 1995:132).

Lo notable es que la deforestación en la Sierra Norte ha ido “pareja a la ocurrida en el resto del Estado de Oaxaca, el cual tenía, en 1956, una superficie forestal que ocupa-ba el 89% de su territorio y, en 1985, sólo el 31%.” Es importante destacar que el 80% de las zonas donde Fapatux realizó extrac-ción forestal, tienen pendientes del 20 al 60%, y que los programas de reforestación realizados no llegaron a cubrir siquiera el 1% del bosque talado (Ibidem:133).

Ante esta problemática, en 1983 Santa Catarina Ixtepeji decidió fundar la upmpF a

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iniciativa de la Asamblea General de Co-muneros para aprovechar los recursos de la comunidad de manera industrial. Por estas fechas, terminó la concesión de “Fá-bricas de Papeleras Tuxtepec”, y para que no se volviera a concesionar los bosques, decidieron crear su empresa comunitaria (Castellanos, 2009).

A decir de Mario Santiago Castellanos, ac-tual comisariado de bienes comunales, el financiamiento necesario para emprender la empresa lo obtuvieron de los ingresos de los derechos de monte que pagaban anteriormente las “Fábricas de Papeleras Tuxtepec” y de una aportación inicial de ciento cincuenta pesos con la que con-tribuyeron cada uno de los comuneros. Cabe destacar que los trabajos de limpia, marqueo, corte, etc., los realizaron los co-muneros como tequios con la finalidad de ahorrar costos.

Posteriormente, en 1985 los Pueblos Man-comunados de Santiago Textitlán, San Pedro El Alto, San Miguel Aloapam y San-ta Catarina Ixtepeji decidieron formar la Unión de Comunidades y Ejidos Foresta-les de Oaxaca (uceFo), con la finalidad de obtener asesoría y capacitación técnica para el manejo forestal. No obstante, en 1989, Santa Catarina Ixtepeji se separó de la uceFo por conflictos internos y determi-nó suspender sus aprovechamientos fo-restales (Fonseca, 2007: 8).

En 1993, Ixtepeji se integró al Programa de Manejo Forestal que promueve la Comi-sión Nacional Forestal (conaFor) y decidió trabajar de manera independiente, con-tratando los servicios técnicos del direc-tor técnico de la uceFo, el Ingeniero Elfego Chávez. En la actualidad, el manejo forestal de la upmpF se encuentra bajo su dirección. Su función dentro de la organización es in-dependiente del organigrama general de la comunidad.

Las principales fuentes de financiamiento de la upmpF incluyen los apoyos otorgados por la Comisión Nacional Forestal (conaFor),

un organismo público descentralizado cuyo objetivo es desa-rrollar, favorecer e impulsar las actividades productivas, de conservación y restauración en materia forestal, así como par-ticipar en la formulación de los planes, programas y en la apli-cación de la política de desarrollo forestal sustentable. Estos apoyos se otorgan a través del Programa de desarrollo Forestal Comunitario (procymaF ) y proárbol, los cuales han ampliado la infraestructura de la empresa para su desarrollo y crecimiento (conaFor, 2009).

El Programa de desarrollo Forestal Comunitario (procymaF ) está destinado a los ejidos, comunidades y asociaciones que se formen, principalmente por indígenas. Con este programa, se busca fortalecer los esquemas comunitarios de buen ma-nejo forestal y contribuir a que los dueños y poseedores de esos recursos forestales incrementen sus alternativas de in-greso derivadas de esta actividad. de igual manera, proárbol es el principal programa federal de apoyo al sector forestal que ordena en un solo esquema el otorgamiento de estímulos a los poseedores y propietarios de terrenos para realizar accio-nes encaminadas a proteger, conservar, restaurar y aprovechar de manera sustentable los recursos en bosques, selvas y zonas áridas de México (Ibídem).

La experiencia de la uceFo y la experiencia posterior de Ixtepeji con la upmpF indica que “reintegrar en un solo proyecto agrosil-vícola, ecológicamente orientado, con base en el manejo del medio natural y adecuando las formas productivas hoy anta-gónicas, sería la única alternativa viable para el desarrollo sos-tenible de los grupos indios que viven la zona boscosa en la Sierra Juárez” (Nigh y Rodríguez, 1995: 142).

Lo anterior refleja el hecho de que Ixtepeji se ha aprovechado de las coyunturas históricas recientes para convertirse de una comunidad rentista, lo que fue hasta la década de los ochen-ta la realidad dominante de la Sierra Norte, a una comunidad forestal, que maneja sus propios bosques. El manejo forestal comunitario es entonces un modelo de desarrollo rural soste-nible que demuestra el dinamismo de dicha comunidad zapo-teca que si bien conserva su cultura y formas de organización politica-social propias, ha vivido cambio importantes. dichos cambios han promovido una forma de manejo forestal comu-nitario propio, en el marco de la comunalicracia.

No obstante, el manejo forestal comunitario enfrenta una serie de problemáticas, entre las que destacan el insuficiente apoyo financiero; la ausencia de transferencia tecnológica; la falta de asesoría técnica y científica, y el desconocimiento de los sis-temas de comunicación e información sobre la conservación ambiental.

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Además de estas dificultades, las instituciones comunitarias enfrentan una problemática mayor, que es la falta de conoci-miento sobre los nuevos instrumentos y mecanismos ambien-tales, siendo uno de ellos la certificación ambiental. Los bos-ques de Ixtepeji son certificados bajo los principios y criterios del Consejo de Manejo Forestal.2 La comunidad invierte parte de su capital en esta certificación voluntaria, con un costo con-siderable. Sin embargo, existe una falta de conciencia social en el mercado nacional al adquirir un producto certificado, sobre las implicaciones del mismo, ya que, los consumidores com-pran cualquier mueble, sin saber si es o no una madera obteni-da de una forma ambientalmente responsable.

La upmpF también enfrenta problemas en cuanto a los incenti-vos y programas de apoyo que beneficien el aprovechamiento forestal. En este sentido, la certificación forestal representa una barrera a la producción y a la comercialización para los peque-ños productores que cuentan con escasos recursos de capital.

3.2. contexto jurídico-poLítico

La upmpF “Santa Catarina Ixtepeji”, está legalmente constituida como empresa comunal bajo los términos de la Ley Federal de Reforma Agraria (upmpF, 2009). El carácter jurídico de la upmpF se relaciona con el carácter jurídico de la tenencia de tierra del mu-nicipio. El artículo 2º del Estatuto Comunal de Santa Catarina Ixte-peji, Ixtlán, Oaxaca, el cual me-diante la Resolución Presiden-cial publicada en el diario Oficial

de la Federación con fecha 13 de julio de 1964, se titula a favor de la comunidad de Santa Catarina Ixtepeji, una superficie de terreno comunal que abarca una extensión de 21,038.90 hectáreas, de las 20,874.58 son terrenos de diversa calidad que pue-den destinarse a usos agrícolas, forestales y pecuarios, y 181.32 hectáreas constituyen la zona urbana del poblado (Estatuto Co-munal de la Comunidad de Santa Catarina Ixtepeji, Ixtlán, Oaxaca, 1994).

de igual manera, el artículo 58º del esta-tuto establece que las tierras comunales serán respetadas por todos los comuneros de acuerdo con lo que especifica la Reso-lución Presidencial y con fundamento en los artículos 2º y 13º del mismo Estatuto, y que por su uso y destino se dividen de la siguiente forma: tierras para el asenta-miento humano, tierras parceladas y tie-rras de uso y reserva común. del mismo modo, el artículo 63º y 64º del referido Es-tatuto establecen que: “las tierras de uso

2 Existen dos tipos de certificación dentro del Consejo de Manejo Forestal (Fsc, por sus siglas en inglés): Certificado de buen manejo forestal (cmF ) y Certificado de cadena de custodia (ccc). El primero, “in- volucra la auditoría de las actividades de las empresas madereras para verificar que los bosques estén siendo manejados se- gún los estándares sociales, ambientales y económicos establecidos por el Consejo de Manejo Forestal”. El segundo involucra “la evaluación de la línea de producción, desde el árbol hasta la elaboración del artículo final, para verificar que la madera utilizada proviene de un bosque certifica- do. Aunque un fabricante puede producir productos de madera certificada y no certificada, únicamente los artículos certi- ficados con la cadena de custodia pueden llevar el logotipo del Consejo de Manejo Forestal”.

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común constituyen el sustento económico para el presente y futuro de la comunidad y comprenden aquellas tierras que no es-tán destinadas al asentamiento humano ni a las parceladas. Las tierras de reserva común constituyen las áreas de los mantos acuíferos, aspectos forestales en peligro de extinción, así como las áreas con recursos no maderables” (Estatuto Comunal de la Comunidad de Santa Catarina Ixtepeji, Ixt-lán, Oaxaca, 1994).

de acuerdo a la perspectiva de los ciuda-danos de Ixtepeji, “la tierra es de quien la trabaja”, y el derecho al uso de la tierra en el municipio se obtiene por nacimiento, o por matrimonio con alguien de la comunidad. La Asam-blea de Comuneros es quien determina respecto a lo que por herencia le corresponde a cada comunero basándose en los usos y costumbres de la comunidad (Estatuto Co-munal de la Comunidad de Santa Catarina Ixtepeji, Ixtlán, Oaxaca, 1994).

Es menester tomar en cuen-ta la opinión de david Barton Bray, profesor en el departa-mento de la Tierra y Medio Ambiente de la Universidad Internacional de Florida y miembro del Consejo de la Fundación de desarrollo Eco-lógico, en Cambridge, una ong que trabaja en la conserva-ción comunitaria en México y América Central. En su libro “La experien-cia de las Comunidades forestales en Méxi-co”, señaló lo siguiente: “La devolución de tierras forestales públicas y privadas a las comunidades locales con regímenes de recursos de propiedad común y tenencia segura pueden crear equidad económica, paz social, democratización del poder y un mejor manejo de los ecosistemas foresta-les” (Bray, 2007:422).

En el caso de la upmpF de Santa Catarina Ixtepeji, las tierras de uso común son aprovechadas en pro del desarrollo de la co-munidad, y la decisión del uso de estas tierras se toma en la Asamblea de Comuneros. Este órgano es la base del sistema organizativo de la empresa comunitaria, el cual ha permitido crear una cohesión social bajo el esquema de comunalidad.

La forma de gobierno democrático que se ejerce en Santa Catarina Ixtepeji no está basada en el sistema de partidos po-líticos competitivos, sino en instituciones políticas y sociales propias, lo que acarrea ventajas y desventajas en la adminis-tración de la propiedad común del bosque. Aquí, existe una relación de cooperación que se basa en la tenencia y la ad-ministración de tierra comunal, lo cual fortalece la organiza-

ción comunitaria y los modelos políticos y sociales propios que se refuerzan con los mecanismos de inclusión, como la Asamblea de Comuneros, donde se toman la mayor parte de las decisiones sobre los recursos del bosque.

3.3. organización comunitaria de La empresa forestaL

El esquema de organización de la upmpF es de manera horizon-tal. La Asamblea General de Comuneros, la máxima autoridad, está apoyado por el Consejo Comunal, y por el Comisariado de

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Bienes Comunales. Este último esta auxiliado por el Consejo de Vigilancia. Como parte del esquema tenemos también a la Co-ordinación de la upmpF, que se integra por un Administrador, un Jefe de Monte y un Jefe de Industria; como órganos auxiliares de la Coordinación se encuentra la dirección Técnica Forestal y los Servicios de Contabilidad.

Por su parte, la Asamblea de Comuneros está conformada por 707 comuneros activos y 1021 comuneros pasivos que se en-cuentran registrados en el padrón de comuneros (Castellanos, 2009). dicho dato nos indica que se cuenta con una pequeña población de comuneros activos, ya que de acuerdo a sus usos y costumbres, si uno no cumple con las obligaciones como ciu-dadano, puede perder sus derechos, con el resultado que uno deja de ser comunero activo y pasa a ser comunero pasivo.

La Unidad Productora de Materia Prima Forestal (upmpF ) está integrada por un coordinador, que siempre es un comunero nombrado por la Asamblea de Comuneros, quien a su vez es apoyado por el responsable de la dirección Técnica Forestal, y por un contador, quien se encarga de los asuntos administrati-vos de la empresa. A su vez, el coordinador tiene a su cargo tres áreas: la administración de la unidad, el jefe de monte y el jefe de industria (Castellanos, 2009).

La UPMPF cuenta aproximadamente con 100 empleados, de los cuales 27 trabajan en el aserradero, 52 empleados direc-tamente en el área de monte y 12 en el área administrativa; 4 dirigentes (el coordinador, el administrador, el jefe de monte y el jefe de industria); un contador; dos documentadores (uno en el área de monte y uno en el aserradero); y 2 trabajadores en el vivero. La dirección Técnica de la empresa se encuentra bajo la dirección del Ingeniero Elfego Chávez González, quien tiene a su cargo aproximadamente 80 trabajadores, los cuales están en el marqueo y los demás en la limpia y el diagnóstico de plagas, así como tres técnicos auxiliares (González, 2009).

Los encargados de elaborar los mecanismos de información del aprovechamiento forestal son el contador y los administrativos, quienes presentan informes mensuales de las actividades al gobierno municipal. El balance lo presenta el contador junto con el coordinador y administrador, y los jefes de monte y de in-dustria. En la Asamblea de Comuneros se plantean los proyec-tos y ahí se decide qué porcentaje se destina a los mismos y qué parte se designa al reparto entre los comuneros. Las utilidades que genera la empresa comunal se reparten al fin de la anuali-dad que abarca del 1º de julio al 30 de junio (Castellanos, 2009).

A decir del Comisariado de Bienes Comunales, las actividades que realiza la empresa se basan en el aprovechamiento ma-derable o la producción de madera en rollo para hacer tablas

y para venderla en trozos, ya que estos úl-timos son considerados desechos porque tienen muchos nudos, y son vendidos a Fabricas de Papeleras Tuxtepec. Además, la upmpF cuenta con un vivero forestal, el cual tiene la finalidad garantizar el cumplimien-to del compromiso de reforestación que tiene la empresa cada año, en el que se plantan entre 23,000 y 25,000 árboles.

iv. Logros y desafíos de La upmpf de santa catarina ixtepeji, ixtLán de juárez, oaxaca

La comunidad de Santa Catarina Ixtepeji no escapa del esquema de globalización generalizado. No obstante, gracias a la soli-dez de sus instituciones socio-políticas pro-pias, conserva su organización comunitaria. Además, el éxito de esta empresa forestal comunal refleja la existencia de una gober-nabilidad local, basado en los elementos de la legitimidad, estabilidad y eficacia.

Así también, se argumenta que la upmpF ha servido como factor de atenuación del pro-ceso migratorio. Aquí es importante notar que los ciudadanos de Ixtepeji se emplean en trabajos propios de las empresas comu-nitarias (la upmpF, la resinadora, la purifica-dora de agua y la empresa de ecoturismo), las cuales han creado una forma de autoe-mpleo para los jefes de familia.

El proyecto de la upmpF ha sido determinan-te para estabilizar la migración nacional e internacional, pues los jefes de familia al tener una fuente de empleo en su pueblo prefieren quedarse a trabajar en el bosque. Se estima que el 5% de los comuneros han emigrado fuera del pueblo en los últimos años, ya que se han mantenido activos más de 500 comuneros de los 707, y los de-más son los comuneros mayores, es decir, las personas mayores de 60 años (Comisa-riado de Bienes Comunales, 2010).

Esto lo notan también los propios comu-neros puesto que, ellos consideran que los comuneros son la base del sistema de or-

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ganización de la upmpF. Un comunero que emigra a otra parte del Estado o del país pasa a ser comunero pasivo. Lo anterior significa que al estar ausente, no puede participar en los acuerdos que se deciden en la Asamblea de Comuneros. Como se dice “ser ciudadano no significa ser comu-nero”, por lo que sólo los comuneros acti-vos son quienes toman las decisiones de los asuntos relativos a la empresa y acce-den a las utilidades que genera (Margarito Avendaño, comunero de la zona, 2010).

La lista de los comuneros que emigran se compensa con los nuevos integrantes que adquieren su titularidad, puesto que las personas que cumplen 16 años ya pueden solicitar su inscripción, siempre y cuando estén al corriente con sus tequios, asisten-cia a las asambleas y las demás obligacio-nes. Así también, los comuneros que cum-plen 60 años pasan a formar parte de la categoría de comuneros mayores. Lo cual, genera que se mantenga estable la pobla-ción de comuneros.3

Uno de los factores que inciden en el crecimiento y desarrollo de la upmpF es el adecuado manejo forestal, dado que se sujeta a las normas y programas ambientales establecidos por el go-bierno federal. Cabe señalar que en el año 2002, la upmpF obtuvo una mención honorífica en la categoría de Manejo Sustentable de la Montaña del Premio Nacional al Mérito Forestal que otor-ga la Comisión Nacional Forestal (conaFor) a fin de reconocer y estimular la participación social en la promoción del desarrollo forestal sustentable. El diploma lo recibió el presidente munici-pal en turno, Eustorgio Santiago Acevedo (conaFor, 2006).

A decir del Comisariado de Bienes Comunales, las medidas que aplican para que la empresa tenga un manejo sustentable se basa principalmente en cumplir con varias certificaciones ambientales. En el caso de la Certificación Smart Wood, para la cual del 2001 a la fecha se llevan a cabo auditorias técnicas, los obliga a cumplir con las condiciones que les pide el organismo. Además, se lleva a cabo la reforestación cada año hacia finales de junio o principios de julio a través de tequios que realizan los 707 comuneros activos, quienes son los que reciben utili-dades de la empresa. Se ocupan por ejemplo cincuenta en la limpia cada fin de semana en una jornada de trabajo de 8 de la mañana a 4 de la tarde, y el Consejo de Vigilancia se encarga de vigilar que los trabajos se lleven a cabo (Castellanos, 2009).

No obstante, uno de los principales desafíos que enfrenta la empresa es en cuanto a la continuidad de los proyectos y el desempeño laboral, debido a los continuos cambios en el sis-tema de cargos. de acuerdo al Estatuto Comunal, los que ocu-pan los cargos de Comisariado, Consejo de Vigilancia y Coordi-nadores no pueden durar más de tres años. Esto genera que, en el cambio entre un periodo de servicio y otro, se dé una etapa de relajamiento que afecta directamente el proceso pro-ductivo de la empresa, ya que se pierde tiempo mientras las nuevas autoridades aprenden la operación y el funcionamien-to de la empresa.

Además, se puede decir que existe un desconocimiento de la importancia del manejo forestal como una práctica de con-servación ambiental y falta financiamiento para el desarrollo de la estructura productiva de la empresa. En este sentido, los pobladores consideran que se debería invertir más en el crecimiento de la empresa que en repartir las utilidades entre los comuneros. Las utilidades que la upmpF provee a los comu-neros son destinadas para gastos del hogar, vivienda, salud y del campo.

A pesar de los referidos desafíos que enfrenta la empresa, esta comunidad indígena tiene un adecuado manejo de los bos-ques y la upmpF beneficia el desarrollo rural sostenible. El éxito de esta empresa forestal se debe en mayor medida a las es-

3 La lista de comuneros se actualiza cada tres años, lo que equivale al ejercicio del Comisariado de Bienes Comunales.

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tructuras político-sociales pro-pias de la comunidad, así como al eficiente funcionamiento de los órganos que las conforman.

v. consideraciones finaLes

dentro del organigrama gene-ral de Santa Catarina Ixtepeji, se puede observar que el Comisa-riado de Bienes Comunales diri-ge, aparte de la Unidad Produc-tora de Materia Prima Forestal la industrializadora y envasadora del agua blanca, la resinado-ra y la empresa de ecoturismo. En esta investigación nos enfo-camos a su estudio como una forma de gobernabilidad local basada en el principio de uni-dad y en el respeto a las formas tradicionales serranas de orga-nización social y política.

de acuerdo a las encuestas rea-lizadas a los pobladores de esta comunidad y desde el punto de vista de la organización comunitaria, el aprovechamiento forestal se ha dado de manera sostenible gracias a las medidas de conservación ambiental y las prácticas como el tequio. Esta característica tradicional de la organización comunal forma parte de las obligaciones ciudadanas. Por tanto, permite que los trabajos comunitarios se encaminen a la conservación de sus bosques.

La práctica comunitaria tradicional del tequio ha permitido una buena coordinación y ahorro en los costos de producción, así como una constante supervisión del funcionamiento y ope-ratividad de la empresa. Asimismo, se habla de un impacto po-sitivo en la economía familiar de los comuneros de Ixtepeji; de acuerdo a 100 encuestas realizadas, el 68% de la población se ha visto beneficiada en su economía familiar.

Aunado a lo anterior, la presencia de programas de desarro-llo forestal sostenible en el ámbito federal ha beneficiado a la upmpF en cuanto a inversiones en infraestructura, obteniendo equipamiento como son grúas, tractores, una aserradora y una estufa de secado. No obstante, el aserradero tiene deficiencias por el desgaste del tiempo, y actualmente se está buscando fi-nanciamiento para automatizar los talleres de carpintería, con la finalidad de aumentar sus ganancias y así beneficiar más a

los comuneros. Además, es muy importan-te buscar la capacitación y asesoría espe-cializada para el manejo de los bosques.

En suma, las principales problemáticas que enfrenta la comunidad serrana de Ixtepeji respecto al fomento del manejo forestal estriban en el financiamiento insuficiente, falta de transferencia tecnológica, asisten-cia técnica y científica, así como el desco-nocimiento del funcionamiento y utilidad de los mismos. Además, existe una falta de conciencia social sobre la importancia de la conservación de los bosques.

Sin embargo, nos atrevemos a decir que a pesar de estas problemáticas, Ixtepeji ha logrado un aprovechamiento sostenible de sus recursos forestales, que se debe en mayor medida a la existencia de estruc-turas sociales y políticas propias que ha posibilitado la gobernabilidad, y la cons-trucción de un orden social a favor del de-sarrollo rural sostenible.

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A unque en el imaginario colectivo persiste la convicción de que el conflicto sociopolítico que Oaxaca vivió en el 2006 fue resultado de un mal gobierno y de la acumu-

lación de agravios a diversos sectores de la sociedad civil, lo que sociológicamente no debe perderse de vista es que para una cabal comprensión de este fenómeno es indispensable buscar explicaciones que trasciendan lo meramente coyuntural.

Varios autores, incluyendo el que esto escribe, han analizado este movimiento a partir del comportamiento del gremio ma-gisterial, de las organizaciones no gubernamentales y de la appo, así como de sus liderazgos, expresados lo mismo a nivel individual que de corrientes políticas, sin perder de vista, por supuesto, a sus aliados y adversarios. Se ha hecho mucho én-fasis en estos estudios, en el carácter autoritario y represivo del régimen como un elemento detonador del conflicto así como en la sistemática violación de los derechos constitucionales y humanos por parte del gobierno del estado.

Sin embargo, a pesar de su papel protagónico en el desarrollo del conflicto, hasta la fecha poco o nada se ha escrito sobre el papel de las iglesias, especialmente la católica; y lo mismo ha ocurrido con los empresarios, los medios de información , la guerrilla y la clase política.

Oaxaca 2006: alianzas y rupturas en la clase política

Isidoro Yescas Martínez *

* Maestro en Sociología. Investigador titular del Instituto de Investigaciones Sociológicas de la uabjo (iisuabjo) desde 1980. Profesor Perfil promep y cate-drático de la licenciatura en Ciencias Sociales del iisuabjo. Es autor y coautor de las siguientes publicaciones: “Política y Poder en Oaxaca” (1991); “La insurgencia magisterial en Oaxaca” (2006); “Educación, Sindicalismo y Go-bernabilidad en Oaxaca” (2006); “Movimiento Popular y Crisis de Goberna-bilidad en Oaxaca” (2007) y “2006: Elecciones Federales en México” (2007). Correo: [email protected]

El proyecto se propone re-visar y analizar el papel jugado por líderes parti-distas y parlamentarios, funcionarios públicos y ex gobernadores en el conflicto político-social del año 2006 en Oaxaca. A través de la consulta de fuentes hemerográficas y documentales, y median-te entrevistas con dirigen-tes partidistas, ex dipu-tados locales, federales y líderes de organizaciones sociales, la investiga-ción tiene como objetivo principal reconstruir el proceso para analizar el comportamiento de todos estos actores y los factores que incidieron en la per-manencia de Ulises Ruiz en la gubernatura.

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Es precisamente sobre el papel que juega esa clase política a nivel local y nacional, el tema de este texto. A través de la descrip-ción y análisis de las alianzas y rupturas de partidos, líderes políticos y parlamentarios, gobernantes y factores reales de poder, es como se pretende ubicar el origen de la crisis política y en esas mismas relaciones encontrar los factores que definieron la permanencia de Ulises Ruiz como gober-nador de Oaxaca.

eL ascenso deL madracismo

El año de 1998 no solamente fue un año electoral y de una nueva contienda inter-na del priismo oaxaqueño para definir a su candidato a la gubernatura, sino el punto de inflexión y ruptura de la clase política. Este hecho propiciaría reacomodos po-líticos en la estructura de poder local en beneficio de un nuevo grupo identificado abiertamente con el político tabasqueño Roberto Madrazo, que en el año 2001 sería electo Presidente del cen del pri y en el 2005 candidato a la Presidencia de la República.

En efecto, si seis años antes el gobernador Heladio Ramírez López había logrado con-sensar la candidatura del senador diódoro Carrasco Altamirano (dca) para la guberna-tura con el apoyo del presidente Carlos Sa-linas de Gortari, en ésta ocasión no ocurrió así ante el febril activismo y las presiones del senador José Murat Cassab para impe-dir que el gobernador dca dejara como su sucesor al diputado federal José Antonio Estefan Garfias. Bajo estas condiciones, y con una clase política priista polarizada en dos bloques y con riesgos de ruptura interna, el presidente Ernesto Zedillo ter-minaría por designar a José Murat como el candidato a la gubernatura de Oaxaca. Meses después, al concluir su mandato, dca se incorporó al gabinete presidencial, primero como Subsecretario y luego como Secretario de Gobernación.

El arribo de Murat a la gubernatura para el período comprendido de 1998 al 2004

trajo consigo, casi de inmediato, el rompimiento con el dio-dorismo y la instauración de un gobierno unipersonal y mar-cadamente autoritario. Como todo régimen priista, el de dca también se caracterizó por su autoritarismo, pero combinado con un pluralismo limitado y respeto a las reglas escritas y no escritas del sistema político mexicano. Murat, en cambio, mo-dificó radicalmente estas reglas al enfrentarse abiertamente al grupo del exgobernador, socavar la credibilidad en las institu-ciones políticas y sociales, romper con el equilibrio de poderes y “asegurar” la gobernabilidad de Oaxaca a través de la coopta-ción y corrupción de dirigentes sindicales, partidistas, sociales y empresariales.

El choque entre el exgobernador dca y su sucesor, tuvo diver-sos episodios y manifestaciones públicas, pero sin duda fueron dos los sucesos que evidenciaron que los proyectos de Murat y Carrasco eran antagónicos y hasta cierto punto irreconciliables en el corto plazo: primero, la elección en el 2001 del presiden-te municipal de la ciudad de Oaxaca y, segundo, la elección a principios del 2002 del presidente del cen del pri. A lo anterior se sumarían los reiterados intentos de Murat, vía la dirigencia estatal del pri y sus diputados federales, para expulsar a diódo-ro Carrasco de este partido.

Para la contienda municipal, dca habría pactado con la diri-gencia nacional del Partido Convergencia democrática (luego Partido Convergencia) para que uno de sus más cercanos exco-laboradores en el gobierno de Oaxaca, Gabino Cué Monteagu-do, renunciara al pri y contendiera por la presidencia municipal de la ciudad capital bajo las siglas del pcd.

Con este objetivo, dca se alió con el ex gobernador interino, Jesús Martínez Álvarez (1984-1986), quien se había separado del pri en el sexenio muratista y para estos momentos forma-ba parte de la dirigencia nacional del Partido Convergencia democrática. Jesús Martínez Álvarez, además, era miembro distinguido de un grupo político-empresarial conocido como Grupo Noticias, que edita el diario del mismo nombre, sin duda el de mayor circulación e influencia en la ciudad de Oaxaca.

Con el apoyo de este diario, Gabino Cué se enfrentó al can-didato del pri (y de Murat), Javier Villacaña, ganó la elección y casi de inmediato empezó a construir su candidatura para la gubernatura, proyecto en el cual lo siguió acompañando el pc y el periódico Noticias. Y para el año 2004 una coalición electo-ral integrada por el pc, el prd y el pan postulaba a Cué como su candidato a gobernador.

En la elección del presidente del cen del pri, realizada en el año 2002, Murat le apostó al ex gobernador de Tabasco, Roberto Madrazo, mientras que diódoro Carrasco y su grupo se incli-

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naron por Beatriz Paredes Rangel. Y ambos tomaron otra vez a Oaxaca como su laboratorio, con la diferencia de que la alta votación registrada en ésta entidad y en Tabasco (la quinta parte de la votación nacional) resultarían determinantes para el triunfo de Madrazo.

No menos importante en el resultado global de la elección fue la alianza establecida entonces con la guía moral del snte, Elba Esther Gordillo, propuesta como Secretaria General, y quien abonó a la causa madracista el voto corporativo del gremio magisterial.

Una vez que Madrazo fue ungido como presidente del cen del pri, lo que siguió fue un proceso intenso de afianzamiento del liderazgo de Roberto Madrazo para proyectarlo como aspiran-te a la candidatura para la Presidencia de la República y el pro-gresivo desplazamiento de Gordillo del círculo madracista.

de esta manera, y como parte del posicio-namiento del madracismo a nivel nacional, los políticos más cercanos a sus afectos personales empezaron a ser promovidos como candidatos a cargos de elección po-pular a nivel municipal, estatal y federal. Fue así como su viejo amigo y operador electoral, Ulises Ruiz Ortiz, obtendría la se-naduría por Oaxaca en el 2003 y luego, en el 2004, la candidatura para la gubernatura.

Con un proyecto transexenal de estas di-mensiones, a Murat no le costó mucho trabajo desafiar el poder presidencial ni al gobierno federal que en varias ocasiones intentó auditar el ejercicio de recursos fe-derales aplicado a programas sociales y que en el año 2004 sumaban aproximada-mente 48 mil millones de pesos.1

A través de una controversia constitucio-nal, y movilizaciones y pronunciamien-tos públicos a nivel nacional de parte del Congreso local y de organismos empresa-riales y priistas, el gobierno de Murat se enfrentó al presidente Vicente Fox a quien acusó de pretender violar la soberanía del estado. Con esta ofensiva evitó por un tiempo que el gobierno federal auditara a su administración.

A grandes rasgos estos fueron los principa-les hechos que configuraron el escenario que antecedió a la elección de gobernador del 2004, sin duda, una de las mas com-petidas y costosas que ha tenido Oaxaca, y en donde con una diferencia de 35 mil 338 votos, el priista Ulises Ruiz se alzó con un cuestionado triunfo que, para ser recono-cido, debió pasar finalmente por la revisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. No obstante, entre los sim-patizantes de Gabino Cué permaneció la convicción de que solo mediante una elec-ción de Estado el pri había conservado la gubernatura.2

1 Noticias, noviembre 1 de 2006.2 Véase Yescas Martínez, Isidoro, “Continuidad y alternancia política en Oaxaca”, entrevista Humanidades, No.3, no- viembre de 2005, pp.109-119.

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Con ese déficit de legitimidad, Ulises Ruiz tomó posesión de su cargo el primero de diciembre del 2004 prometiendo “un nue-vo pacto social” entre la sociedad y el go-bierno. Se dijo portador de “un proyecto incluyente y legítimo donde todo cabe, menos los sectarismos y las visiones inme-diatistas de grupo.” Llamó a sus opositores a superar “la pasión electoral” porque, subra-yó, “Oaxaca es mucho mas que querellas y contiendas, es mucho más que coyuntura”.3

Sin embargo, este posicionamiento públi-co, aparentemente conciliador y unitario,

no se tradujo en un proceso de reconci-liación política con su principal adversario político, Gabino Cué, tampoco con el Par-tido Convergencia ni mucho menos con el diario Noticias, que mantuvo su postura crítica frente a los actos de gobierno de José Murat y no dejó de poner en duda la legitimidad de su sucesor.

El alineamiento de este diario con un proyecto político-parti-dista opuesto al binomio Murat-Ulises se constituiría, al final de cuentas, en uno de los factores que llevarían al gobierno mura-tista a ordenar la ocupación de las bodegas del diario, retirarle la publicidad oficial y a boicotear toda su publicidad comercial, en un abierto intento para forzar al cierre de la empresa, postu-ra que luego secundaría el gobierno de Ruiz al otorgarle todas las facilidades a la croc para que presuntos trabajadores sindi-calizados de dicha empresa obstruyeran y luego ocuparan por tiempo indefinido sus instalaciones.

Otro fue el trato con las fracciones parlamentarias del pan y del prd a nivel estatal, en donde el nuevo gobierno procuró tender puentes permanentes de comunicación y negociación políti-

ca. Conservó de esta mane-ra una accidentada relación institucional que le garanti-zó mantener el control del congreso local y romper con la alianza establecida en los comicios del 2004 entre es-tos dos partidos y el Partido Convergencia.

Por otro lado, no dejó de lla-mar la atención que casi des-de el inicio de su sexenio, y pese a tener un gabinete in-tegrado fundamentalmente por muratistas, el gobierno de uro empezó a chocar con su antecesor no solamente por diferencias en los esti-los de gobernar sino por la evidente pretensión del ex gobernador de implantar un maximato.

Bajo estas condiciones, prác-ticamente desde el inicio de

su mandato Ulises Ruiz se vio obligado a tomar distancia de Murat y al mismo tiempo acotar sus privilegios personales de ex gobernador, así como su poder e influencia en el aparato gubernamental y en la estructura partidista.

En ese sentido se orientó su decisión tomada en noviembre del 2005 para remover de sus cargos al director general del ieepo, Froylán Cruz Toledo; al Secretario de Salud, Juan díaz Pimentel, y a la titular de la Coordinación del Transporte (cotran), Aurora López Acevedo, todos destacados muratistas.

3 El Imparcial, diciembre 2 de 2004.

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Los desacuerdos que ambos políticos madracistas tuvieron en el proceso interno del pri para proponer y designar a los candi-datos a diputados federales y en la acción penal ejercida por el gobierno de uro en contra de la ex Coordinadora del Transpor-te, Aurora López Acevedo, terminarían por distanciarlos aún más, al punto de que para el mes de mayo del 2006 ya era un secreto a voces que las relaciones entre los dos políticos ma-dracistas se habían roto.4

Pero otra alianza estratégica tejida por Roberto Madrazo tres años atrás también ya se enfilaba a la ruptura: para el mes de septiembre del 2005 Elba Esther Gordillo debió renunciar a la Secretaría General del cen del pri, luego que un grupo de di-putados federales de Oaxaca, todos afines al gobernador José Murat, solicitaran en ese mismo mes su expulsión ante la Comi-sión de Justicia Partidaria. Aunque para el mes de noviembre ya el dictamen estaba listo, fue hasta el mes de julio del 2006 cuando la citada Comisión formalizó su expulsión. En el mismo dictamen la citada Comisión dio curso a las solicitudes de re-nuncia al PRI de los oaxaqueños diódoro Carrasco Altamirano e Irma Piñeiro Arias.5

Emplazado insistentemente por el priísmo muratista-ulicista a dejar el pri, el ex gobernador había formalizado su petición de renuncia tres meses antes, luego de una fugaz permanencia en el equipo de campaña del candidato presidencial, Roberto Madrazo, y de fracasar en su intento de ser postulado como candidato a diputado federal. Poco después formalizó su in-greso al pan para luego ser registrado en la lista de candidatos a diputados plurinominales por la tercera circunscripción, pese a las inconformidades expresadas por militantes y directivos de ese partido en la ciudad de Oaxaca.

En su breve carta de renuncia dirigida al líder nacional del pri, Mariano Palacios Alcocer, dca señaló que éste partido “se ha visto incapaz de acompañar a la sociedad (…) por lo que ha recurrido a la exclusión sistemática de principios, ideas, personas que no coincidan en métodos, prácticas, objetivos. Es decir, de ser una opción política, ha pasado a convertirse en un grupo represen-tante de una sola y anacrónica forma de ejercicio del poder”.6

Por separado, ahora tanto diódoro Carrasco como Elba Esther Gordillo, tenían no solamente adversarios comunes –Roberto

Madrazo y Ulises Ruiz– sino un solo candi-dato para la Presidencia de la República: Felipe Calderón Hinojosa, del Partido Ac-ción Nacional.

eL confLicto y sus actores poLíticos

Es un hecho, entonces, y así lo hemos es-bozado en la primera parte de este ensayo, que cuando estalló el conflicto magisterial en Oaxaca en el mes de mayo, el gobierno de uro ya tenía adversarios políticos a nivel nacional y local que no solamente alimen-taron una fuerte y amplia corriente de opi-nión pública en su contra sino que busca-ron sus propios conductos a nivel federal y local para procurar su desconocimiento como gobernador.

A nivel federal Elba Esther Gordillo encon-tró muy pronto la oportunidad de cobrar-le la factura de su separación de la diri-gencia nacional del pri a Roberto Madrazo y su operador Ulises Ruiz; y lo mismo haría diódoro Carrasco Altamirano, ahora des-de su privilegiada posición de hombre cercano al calderonismo y comentarista del diario Milenio.

Como Secretario de Gobernación, el pa-nista Carlos Abascal intentó ser el fiel de la balanza del conflicto, pero en la etapa de mayor fortaleza del movimiento popular quiso aprovechar la creciente corriente de opinión contraria a la permanencia de uro en la gubernatura de Oaxaca para empujar en ese sentido. Al no lograrlo y romperse las negociaciones, optaría por la solución de fuerza exigida por el pri.

Con mayor capacidad de movilidad políti-ca a nivel federal y local, y con aliados es-tratégicos en la sección 22 del snte y entre algunas de las principales organizaciones sociales que conformarían el estado mayor de la appo, José Murat jugó con arrojo y au-dacia para aislar a uro y, por la vía del interi-nato, intentar recuperar el control político de la entidad.

4 Entrevistado por un diario local, el gobernador Ulises Ruiz negó que se hubiesen roto relaciones con el exgobernador José Murat y aclaró que las órdenes de aprehensión giradas en contra de Aurora López Acevedo y dos de sus ex colaboradores respon- dían a un asunto de carácter legal “para evitar ilícitos en su administración”. Tiempo, mayo 13 de 2006.5 Notimex (agencia oficial de noticias), julio 13 de 2006.6 Milenio, abril 22 de 2006.

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En las condiciones de acoso laboral y boi-cot comercial que entonces sufría el pe-riódico Noticias, no causó mayor sorpresa la determinación tomada por su director general, Ericel Gómez Nucamendi y sus trabajadores para que el diario, de facto, se asumiera como portavoz del movimiento antiulicista.

Pero si estos actores estaban ya llamados, casi por selección natural, a convertirse en aliados coyunturales del movimiento y crí-ticos tenaces de uro, otros más se sumarían en el transcurso de los siete largos meses que duró el conflicto: en el gobierno fede-ral, Carlos Abascal, Secretario de Goberna-ción; en el prd, Andrés Manuel López Obra-dor y en el pc, Gabino Cué Monteagudo.

Como aliados estratégicos de uro estuvie-ron, a nivel nacional, el presidente del cen del pri, Mariano Palacios Alcocer, y el ex candidato presidencial, Roberto Madrazo. En el plano local, el presidente de la lix le-gislatura de Oaxaca, Bulmaro Rito Salinas, y el Secretario General de Gobierno, Jor-ge Franco Vargas. de igual forma, aunque vacilantes en algunos momentos del con-flicto, los coordinadores de las fracciones parlamentarias en el Senado, Manlio Fabio Beltrones, y en la Cámara de diputados, Emilio Gamboa.

Sin embargo, quien resultaría determinan-te para asegurar la permanencia de uro en la gubernatura fue el Secretario General del cen del pan, Manuel Espino. dentro de su partido, con los senadores y diputados federales albiazules y aun en altos nive-les del gobierno federal, Espino cabildeó muy fuerte para sostener al gobernador de Oaxaca. Como principal operador elec-toral del candidato presidencial Roberto Madrazo, uro había entablado una estre-cha relación con Espino. Y ya en plena campaña, ambos pactaron apoyar al can-didato presidencial (Calderón o Madrazo) que punteara en las encuestas porque el objetivo era evitar que ganara amlo. dicho pacto celebrado en el Club de Industriales del distrito Federal, fue atestiguado por

el senador Santiago Creel y por dos diputados locales y, de acuerdo a la versión de uno de ellos, uro cumplió su parte, una vez que las encuestas empezaron colocaron a Madrazo en ter-cer lugar y se perfilara un empate técnico entre los otros dos candidatos.7

Vayamos ahora por partes para intentar acercarnos a una ex-plicación del comportamiento de esa clase política, cuyas mo-tivaciones e intereses para actuar a favor o en contra de Ulises Ruiz no necesariamente estuvo guiada por una convicción o compromiso democrático para acotar el autoritarismo y la co-rrupción del sistema político oaxaqueño.

Si se recuerda, Elba Esther Gordillo mantuvo fuertes diferen-cias políticas con el ex gobernador José Murat porque ambos se inmiscuyeron en mayor o menor medida en la vida inter-na de la sección 22 del snte. Gordillo para intentar disminuir la fuerza política de ésta sección disidente del cen del snte y la influencia que ejercía sobre la Coordinadora Nacional de Tra-bajadores de la Educación. Y Murat para alentar el antielbismo y, en ocasiones, financiar las protestas públicas que llegaron a realizarse frente a la sede nacional del snte por parte del magis-terio de Oaxaca.

El ascenso de Ulises Ruiz no modificó sustancialmente esta confrontación y, al contrario, la relación se tensó aun más a partir del distanciamiento de Elba Esther Gordillo con Roberto Madrazo.

de ahí que una vez que estallara el paro magisterial en el mes de mayo, tanto el gobernador Ulises Ruiz como el candidato presidencial Roberto Madrazo responsabilizaron del hecho a Elba Esther Gordillo, quien ya para entonces trabajaba abierta-mente a favor del candidato del pan, Felipe Calderón.

“Yo le encuentro perfume de mujer”, expresó irónico Madrazo al referirse al origen del conflicto magisterial, tras precisar que se intentaba perjudicar al estado con mayor rentabilidad elec-toral para el pri.8

En respuesta, el Secretario General del Comité Ejecutivo Nacio-nal del snte, Rafael Ochoa Guzmán, deslindó a su organización y a Gordillo de toda responsabilidad en el conflicto y lo mismo haría la guía moral del snte, quien acusó al ex gobernador Mu-rat y a Ulises Ruiz de “manipular y corromper a los maestros” de Oaxaca y de ser los responsables de haber creado a un “mons-truo” que ahora intentaban reprimir.9

7 Entrevista con brs, Oaxaca, septiembre 8 de 2008.8 Milenio, junio 1 de 2006.

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En el contexto de la lucha electoral que entonces se libraba por la presidencia de la República, Oaxaca apenas si representaba el 3 por ciento del voto nacional y, ciertamente, en esta enti-dad el candidato del pri todavía tenía asegurado un mayor número de votos frente a los candidatos del prd y del pan. Sin embargo, en un escenario de votaciones divididas y polariza-das entre los candidatos del pri y del prd, el más beneficiado sería el candidato del pan. Si a esto se agrega, como por esas fechas lo registró el columnista político Raymundo Riva Pala-cio, que en los últimos meses se habían suscitado alrededor de 14 conflictos políticos en estados gobernados por priístas y perredistas, la hipótesis de alentar o dejar crecer los conflictos para modificar las tendencias electorales no parecía una mera coincidencia.10

En un sentido similar se expresó también el periodista Miguel Ángel Granados Chapa, al apuntar que por primera vez en Oaxaca en las elecciones federales del año 2000, la suma de los votos de las alianzas partidistas que postularon a Vicente Fox y Cuauhtémoc Cárdenas (en total 583 mil 782) habían superado

por casi 100 mil votos a los 486 mil 496 ob-tenidos por el candidato del pri, Francisco Labastida. “Quizá por eso, y en extraña co-incidencia con sus antagonistas –escribió– tanto el gobierno federal como los dirigen-tes del magisterio local, esté en su interés perturbar siempre la frágil tranquilidad social oaxaqueña, para que disminuya la participación ciudadana en las elecciones, por el temor de que actualice de nuevo la violencia el 2 de julio, o de plano para que haya que suspenderlas por imposibilidad material de realizarlas.”11

Ninguno de los dos escenarios previstos por Granados Chapa ocurrieron y, en cam-bio, la contracampaña promovida por la sección 22 del snte y la appo para que los ciudadanos no votaran por los candidatos del pan y del pri se constituiría en uno de los factores que favorecerían el inespera-

9 Milenio, junio 15 y 23 de 2006.10 Riva Palacio, Raymundo, “Estrictamente Personal”, en El Universal, junio 16 de 2006. 11 El Imparcial, junio 20 de 2006.

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do triunfo de 9 de los 11 candidatos postulados por la coali-ción integrada por el prd, el pt y el pc (Coalición por el Bien de Todos). Una tendencia similar se registró con los resultados de la elección presidencial en donde Andrés Manuel López Obra-dor obtuvo 620,062 votos (ganando en 10 de los 11 distritos electorales), superando así la suma de votos de los dos candi-datos presidenciales del año 2000, seguido del candidato de la Alianza por México, Roberto Madrazo con 428,026, ubicán-dose en tercer lugar el candidato del pan, Felipe Calderón, con 226,304 votos.

Por lo demás es un hecho indiscutible que antes y después del 2 de julio la elección presidencial estuvo presente en los dis-cursos y posicionamientos de prácticamente todos los actores del conflicto, incluyendo a las dirigencias de la sección del snte y de la appo.

diputado federal plurinominal por el pan a partir del mes de julio, diódoro Carrasco Altamirano fue muy claro en su valora-ción de lo que estaba sucediendo en el estado que había go-bernado entre 1992 y 1998:

El gobierno del estado –escribió días después del los violen-tos sucesos del 14 de junio– “está cosechando las tempestades que sembró con su política excluyente y represiva (…). Años enteros de discordia deliberadamente alimentada, de persecu-ciones políticas, de victimismos artificiales, manipulaciones y patrimonialismo, han degradado profundamente la vida polí-tica de Oaxaca”.12

Tres meses después, cuando ya el conflicto se encontraba fuera de control, dca se pronunció por la renuncia de uro, postura en la que se mostró inflexible y que se la expresaría al gobierno federal así como al candidato presidencial Felipe Calderón.13

Pero su posición no siempre coincidió con la del cen del pan, ni con la expresada por las fracciones parlamentarias de dicho partido representadas en el Senado de la República y la Cámara de diputados, quienes primero se inclinaron por la renuncia de uro pero, después, cuando a partir del mes de septiembre diputados, senadores y la mayoría de los gobernadores del pri empezaron a cerrar filas a favor del gobernador de Oaxaca, los panistas optaron por negociar otras salidas. La razón: temieron que el pírrico triunfo electoral de Felipe Calderón también fuera puesto en duda por el pri, cuyos legisladores ya habían adver-tido sobre la posibilidad de no acudir a su toma de posesión.

12 Carrasco Altamirano, diódoro, “Oaxaca: alerta roja”, en Milenio, junio 22 de 2006.13 Carrasco Altamirano, diódoro, “Construir la salida”, en Milenio, septiembre 21 del 2006. Entrevista con cma, exdiputado local, septiembre 5 de 2008.

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La señal más clara de esta capitulación o alianza, como se le quiera ver, fue que para el 19 de octubre, durante una larga y acalorada sesión del Senado de la República, las bancadas del pri, pvem y pan (74 votos en total) sufragaron a favor del dicta-men suscrito por el presidente de la Comisión de Gobernación, Jesús Murillo Karam, y la mayoría de sus integrantes, en donde rechazaban la petición de desaparición de poderes presentada meses antes por simpatizantes de la appo. En contra lo hicieron 31 senadores de las bancadas del prd, pc y pt.

El referido dictamen señalaba en su parte medular lo siguiente: “No procede la petición hecha por los ciudadanos Israel Eze-quiel Lázaro Serna, Gilberto Hernández… para que la Cámara de Senadores ejerza en el estado de Oaxaca la facultad prevista en el artículo 76, fracción v de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos”.14

Miembro también de la Comisión de Gobernación, el senador del pc, José Luis Lobato, emitió su voto en lo particular para argumentar, con base en los propios reportes oficiales que la Comisión del Senado había recogido durante su estancia en la ciudad de Oaxaca, que sí procedía la desaparición de poderes y el nombramiento de un gobernador provisional. Y, como tam-bién lo hicieron otros oradores del pc, prd y pt, el senador Lobato insistió en la ausencia de garantías individuales, en la ingober-nabilidad, en el rompimiento del orden legal y en el hecho de que los poderes ejecutivo, legislativo y judicial prácticamente estaban “desaparecidos” de Oaxaca. Citó el caso de los diputa-dos del Congreso local que sesionaban en recintos no oficiales y casas particulares. Y fue precisamente en una de esos recintos ad hoc en donde el 28 de septiembre habían aprobado una re-forma electoral para, entre otros puntos, prorrogar su período como diputados de la lix Legislatura por un año más.

Lobato también refirió que en el informe que el Tribunal Supe-rior de Justicia del Estado entregara a la Comisión de Senado-res se reconocía que por el conflicto que se vivía en Oaxaca no estaban sesionando 7 salas ni el pleno mismo; de igual forma, de 79 tribunales de primera instancia solamente trabajaban 50.

En cuanto al poder ejecutivo, señaló que el gobernador Ulises Ruiz no tenía el control político y administrativo de la entidad y que prevalecía un clima de violencia, inseguridad y represión. Sin embargo, en los reportes que el poder ejecutivo de Oaxaca hizo llegar a la Comisión de Gobernación del Senado se asentó todo lo contrario, precisando, entre otras cosas, que todas las secretarías del gobierno del estado laboraban con normalidad,

que los servicios administrativos no se ha-bían interrumpido en ningún momento y que entre enero y junio del 2006 el gober-nador Ulises Ruiz había visitado 400 de los 570 municipios de la entidad.15

Por lo que corresponde al papel del gobier-no federal, éste, inicialmente, buscó evadir sus responsabilidades en el conflicto, so-bre todo en la atención de la demanda de rezonificación económica de la sección 22 del snte.

Por ejemplo, en los primeros días de junio el vocero presidencial, Rubén Aguilar, declaró que la rezonificación y la movilización ma-gisterial debían ser resueltas en el ámbito del gobierno estatal. Una semana después, el Secretario General del Comité Ejecutivo de la sección 22 del snte, Enrique Rueda, de-nunció el desinterés del Secretario de Go-bernación, Carlos Abascal, para recibir a una comisión de su gremio. La representación, se quejó, fue recibida por Ismael Urzúa, di-rector adjunto de la Unidad de Gobierno, “que no tiene capacidad de decisión”.16

Aun después de los sucesos del 14 de ju-nio, cuando ya los maestros y la appo habían desconocido a Ulises Ruiz como goberna-dor de Oaxaca, el gobierno federal se sos-tuvo en su postura de no asumirse como corresponsable del conflicto y delegar en funcionarios de segundo nivel la respon-sabilidad de las negociaciones porque, según declaraciones del Subsecretario de Gobierno de la segob, Arturo Chávez, “el eje-cutivo federal sólo actúa como facilitador en las negociaciones”.17

Sin embargo, una vez superado el riesgo de que se suspendiera la celebración de las elecciones federales, pero sobre todo, después de la segunda mitad del mes de agosto, la postura del gobierno foxista va-rió sustancialmente: a partir de entonces

14 Versión estenográfica de la sesión ordinaria de la Cámara de Senadores, lx Legisla- tura, octubre 19 de 2006.

15 Información integrada a la versión estenográfica de la Cá- mara de Senadores, lx Legislatura, octubre 19 de 2006.16 Noticias, junio 9 de 2006.17 La Jornada, junio 19 de 2006.

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quien progresivamente fue tomando el mando directo de las negociaciones con todos los actores del conflicto fue el Secre-tario de Gobernación, Carlos Abascal.

Bajo este nuevo escenario, Abascal empe-zó a dialogar y sostener encuentros priva-dos y públicos con ex gobernadores, diri-gentes partidistas, diputados, senadores, empresarios, representantes de la iglesia católica y con funcionarios del gobierno del estado. El objetivo: conocer más a fon-do sobre los orígenes y causas del conflicto y valorar los puntos de vista de otros acto-res de la vida política, social, económica y religiosa de Oaxaca.

Así, durante el mes de agosto, Abascal sos-tuvo reuniones privadas para escuchar a los ex gobernadores diódoro Carrasco Al-tamirano, Jesús Martínez Álvarez, Heladio Ramírez López y José Murat. Y lo mismo hizo con Mariano Palacios Alcocer, presi-dente del cen del pri y con el Secretario Ge-neral del cen del pan, Manuel Espino y los dirigentes panistas en el estado de Oaxa-ca; hasta sus oficinas de Bucareli también acudieron el presidente del cen del prd, Leo-nel Godoy, el senador oaxaqueño, Gabino Cué, y el Secretario General del gobierno de Oaxaca, Manuel García Corpus; asimis-mo, la líder moral del snte, Elba Esther Gor-dillo, y el arzobispo de Oaxaca, José Luis Chávez Botello.

Intentando alcanzar un acuerdo mas rápi-do, los empresarios prefirieron entrevistar-se directamente con el presidente Vicente Fox. A mediados de agosto, una comisión de cámaras, asociaciones y agrupaciones empresariales sostuvieron un encuentro con el Jefe del Ejecutivo federal quien, para molestia de los empresarios, solamente les ofreció que su gobierno estaba estudian-do los mecanismos para da “una solución pronta” al conflicto.

Un mes después, políticos y otros empre-sarios oaxaqueños, entre estos, el diputado diódoro Carrasco Altamirano, el dirigente estatal del pan, Jorge Alberto Valencia, y el

filántropo Alfredo Harp, entre otros, se reunieron en privado con el presidente electo, Felipe Calderón, para analizar el de-sarrollo del conflicto y en donde, además, se convino que el gobernador tomara la decisión de permanecer o renunciar al cargo.18

Sin embargo, ninguno de estos encuentros resultó tan decisivo para el desenlace del conflicto como los que se llevaron a cabo a partir de la última semana de agosto entre el Secretario de Gobernación y una comisión del magisterio y de la appo.

En dichas reuniones se pusieron sobre la mesa una serie de propuestas de solución de carácter gremial y político y que fueron desde el mejoramiento de los sueldos de los maestros, la renuncia voluntaria de uro y la recomposición de su gabine-te, hasta el diseño de un gobierno de transición que incluyera una profunda reforma de Estado.

de hecho, ya desde la primera semana de julio varios funcio-narios del gabinete ulicista habían renunciado por efecto del fallido desalojo del plantón magisterial del 14 de junio, entre ellos el Secretario General de Gobierno, Jorge Franco Vargas, quien sería sustituido por el ex diputado federal, Heliodoro díaz Escárraga.

Sin embargo, dichas renuncias no tendrían mayor impacto en la reconfiguración de la gobernabilidad de Oaxaca toda vez que ni la dirigencia de la sección 22 del snte ni la appo recono-cieron en este hecho una señal de distensión de parte del go-bierno del estado.

A final de cuentas, la demanda central de estas organizaciones no era el cambio de funcionarios, ni un nuevo diseño institucio-nal para Oaxaca, sino la desaparición de poderes y la designa-ción de un gobernador interino , punto que, por otra parte, abrió un nuevo frente de disputa dentro de la clase política priista al alentar con ello las aspiraciones para relevar a uro del senador Adolfo Toledo Infanzón, así como de Heliodoro díaz Escárraga, Lino Celaya Luría y Jorge Tamayo López Portillo, Secretario Ge-neral de Gobierno, Secretario de Protección Ciudadana y Secre-tario de Economía, respectivamente, del gobierno del estado.

Al asumir que la demanda de la destitución de Ulises Ruiz era “irrenunciable y no negociable”, la appo y la sección 22 del snte rechazaron todas las alternativas legales y políticas ventiladas dentro y fuera de la mesa de diálogo de la segob. Una de estas propuestas fue la reforma de Estado que incluía, además de modificaciones sustanciales a la Constitución Política de Oaxa-

18 La Jornada, septiembre 23 de 2006.

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ca, el acuerdo para que la appo se convirtiera en partido po-lítico local, aceptada por ex gobernadores, partidos políticos y el propio uro; otra, la integración de un gobierno dividido; otra más que la pFp se hiciera cargo de manera transitoria de la seguridad pública de la entidad y que durante ese tiempo se acuartelara a la policía estatal.19

Ninguna de estas salidas encontró una respuesta afirmativa en los opositores a Ruiz Ortiz y bajo estas condiciones, y una vez que maestros y appistas prácticamente se levantaran de la mesa de diálogo de la Secretaría de Gobernación, Carlos Abas-cal reconoció que la situación se estaba complicando y que era necesario restablecer el orden constitucional en Oaxaca.

Aun bajo estas condiciones, Abascal se había convertido en un facilitador eficaz para que la demanda de desaparición de poderes se canalizara por la vía del Senado, así como para in-tervenir ante el gobierno del estado de Oaxaca para dejar sin efecto las ordenes de aprehensión giradas en contra de mas de una decena de líderes de la appo y del magisterio y gestionar la liberación de otros más.

Sin embargo, al fracasar todos los intentos por encontrar otras salidas diferentes a la renuncia de uro y frente a la reiterada postura de la appo de no volverse a sentar en una mesa de diá-logo, el gobierno federal endureció su postura al punto que cuando el 19 de octubre el Senado acordó no desaparecer los poderes, ya el plan para sostener a uro mediante la interven-ción de la pFp se estaba consensuando con líderes empresaria-les y políticos a nivel local y nacional.

En entrevista con los medios, el Secretario de Gobernación fue muy claro cuando expresó que la situación en Oaxaca era ”deli-cada y grave”. “Todo tiene un límite, sentenció, y ese límite está muy cerca”, aludiendo así a la nueva estrategia del gobierno federal que incluía: la firma de un acuerdo político con diver-sos sectores y personajes de Oaxaca; un paquete económico para el magisterio, reforma educativa y autonomía presupues-tal para este gremio, y el envío de la Policía Federal Preventiva “para restablecer el orden, liberar las vías de comunicación y garantizar el libre tránsito”.20

Al incluir un punto de acuerdo para atender las demandas del magisterio, el gobierno federal estaba enviando una señal muy clara de que el diálogo con la dirigencia magisterial no se había interrumpido pues el Secretario General del Comité Ejecutivo

19 Entrevista con Carlos Moreno Alcántara, exdiputado local del pan, lix Legislatura, Oaxaca, septiembre 5 de 2008.20 La Jornada, septiembre 28 de 2006.

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de la sección 22 del snte, Enrique Rueda, tenía abierta una línea de comunicación directa con el Secretario de Gobernación, Carlos Abascal.

En este punto conviene revisar el papel jugado por el prd porque, sin duda, la de-terminación del gobierno federal de nego-ciar por separado con la sección 22 del snte tuvo una relación directa con tres factores: el recrudecimiento de la violencia en Oaxa-ca, el asesinato del activista y periodista norteamericano Brad Will y la determina-ción del cen del prd y del excandidato presi-dencial, Andrés Manuel López Obrador, de radicalizar su postura al adherirse y secun-dar todos las acciones de la appo.

Por ejemplo, el 6 de noviembre, militantes del prd y del pt tomaron 16 de 25 delegacio-nes de gobierno y bloquearon las carrete-ras que comunican a las regiones del Istmo y la Costa en apoyo a la appo y por la renun-cia de Ulises Ruiz. Y dos días después, en un

mitin celebrado frente al Hemiciclo a Juárez en el distrito Fede-ral, el excandidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, sentenció: “Vamos a adherirnos a lo que decida la appo, que es una organización ejemplar de este movimiento”.21

Como pocas veces ocurriría en el desarrollo del conflicto, en ésta última etapa, desarrollada durante el mes de noviembre, fue evidente la coincidencia de la dirigencia nacional y esta-tal del prd para movilizar a toda la estructura partidista para apoyar a la appo en un intento ya tardío para presionar por la renuncia del gobernador, pues para entonces el magisterio había levantado su paro y el movimiento popular empezaba a desarticularse .

Antes, y sobre todo en su fase inicial, prevalecieron la descoor-dinación y una escasa comunicación entre la dirigencia estatal y sus diputados del Congreso local y de éstos dos niveles de dirección con el cen del prd.

Con un liderazgo débil, alejado de sus bases y sin capacidad para unificar a todas sus corrientes, la dirigencia estatal perma-

21 Milenio, noviembre 8 de 2006.

Nazareno Etla

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neció prácticamente ajena al desarrollo del conflicto logrando apenas generar un intrascendente pronunciamiento público en apoyo al movimiento y a la demanda de la renuncia del go-bernador Ulises Ruiz. Por el contrario, su fracción parlamenta-ria, dominada por la corriente Nueva Izquierda, le apostó sobre todo a pactar acuerdos políticos con la fracción del pri que in-cluirían la permanencia de uro en la gubernatura y la aproba-ción de una reforma electoral que, entre otros puntos, incluyó la ampliación del período de la lix Legislatura por un año más.

En cambio, a nivel nacional, tanto su dirigencia como sus dipu-tados federales y senadores cerraron filas para insistir en la de-manda de desaparición de poderes y para denunciar el clima de inseguridad, violencia y represión que se vivía en Oaxaca.

Un papel similar a la fracción parlamentaria del prd jugaron los diputados del pan aun cuando su alineamiento con el ulicismo no respondió a intereses netamente locales sino a una estra-tegia definida y coordinada por su dirigencia nacional, cuyo Secretario General, Manuel Espino, terminaría por imponerse sobre otras voces panistas que llegaron a pronunciarse por la renuncia de uro.

Fueron los casos del presidente de la mesa directiva de la Cá-mara de diputados, el panista Jorge Zermeño, quien declaró que para solucionar el conflicto de Oaxaca “Ulises Ruiz debe valorar la posibilidad de dejar el cargo”.22 O la del coordinador de los senadores del pan, Santiago Creel, quien un día antes de que la Cámara de Senadores rechazara la solicitud de desapa-rición de poderes declaró que era necesario que uro dejara vo-luntariamente la gubernatura si no quería enfrentar “una salida forzada con consecuencias muy riesgosas”.23

Más conciliador, el vocero presidencial, Rubén Aguilar, se pro-nunció por ofrecerle a Ruiz Ortiz un cargo en el gobierno fe-deral.24 Por el contrario, como ya se comentó anteriormente, Espino pondría en juego todas sus relaciones e influencias po-líticas dentro y fuera del gabinete foxista para pactar con el pri la permanencia de uro en la gubernatura de Oaxaca a cambio de que sus legisladores y gobernadores reconocieran y respal-daran al presidente electo Felipe Calderón.

Pero en este juego y conflicto de intereses de la clase políti-ca, otro actor protagónico lo fue el ex gobernador José Mu-rat. distanciado de su sucesor, Murat no permanecería ajeno al mapa de ruta trazado por algunos sectores opositores a Ruiz, pues el relevo en la gubernatura hubiese significado la posibili-

dad de un nuevo reacomodo político de la élite gobernante y, por tanto, el reposicio-namiento de su grupo.

A diferencia de dca, quien hizo público sus desacuerdos con el régimen de uro y apro-vechó su cercanía con el primer círculo cal-deronista para empujar por su desconoci-miento, José Murat prefirió alejarse de los reflectores y de los medios de información para coincidir, por otras vías, en el mismo objetivo. Sus vínculos de amistad y/o com-plicidad tejidas durante su mandato como gobernador con líderes sindicales, sociales y políticos se constituyeron así en una he-rramienta útil y eficaz para alentar y poten-ciar el desconocimiento de su sucesor.

de estas relaciones y complicidades polí-ticas fomentadas por el gobernador José Murat y que se prolongaron al inicio del gobierno de Ulises Ruiz dieron cuenta, durante el desarrollo del conflicto, colum-nistas políticos de diarios nacionales como Raymundo Riva Palacio, Ricardo Alemán y Jorge Fernández Menéndez.

Así, en dos entregas publicadas durante el mes de noviembre, y reproducidas por el diario Noticias, Fernández Menéndez, co-mentó que “durante la administración de José Murat y el inicio de la administración de Ulises Ruiz hubo numerosas organiza-ciones políticas y sociales ampliamente beneficiadas por los recursos públicos, que terminaron colaborando con la causa del gobierno estatal aunque provinieran de las antípodas de éste”.25

Apoyado en documentos derivados de las auditorías que por esas fechas se aplica-ban a diversas dependencias del gobierno del estado, el periodista enlistó a más de una decena de organizaciones de izquier-da que habrían recibido dinero del erario público, vía coplade, para supuestamente destinarlo a proyectos sociales pero que en realidad, señaló, “han servido para mu-

25 Noticias, noviembre 9 de 2006.

22 El Universal, octubre 5 de 2006.23 Reforma, octubre 20 de 2006.24 Milenio, octubre 26 de 2006.

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chas cosas, entre ellas para financiar aliados políticos e incluso adversarios a modo del gobierno del estado”.26

Y en esa lista figuraron las siguientes organizaciones, algunas jugando un papel central en la appo: Nueva Izquierda Oaxaque-ña, dirigida por Flavio Sosa; cocei, Organización democrática Insurgente, red, Organizaciones Indias por los derechos Huma-nos en Oaxaca (oidho), Frente Amplio de Lucha Popular (Falp), Comité de defensa de los derechos del Pueblo (codep), ucizoni, Movimiento de Unificación y Lucha Trique (mult), Coordinado-ra Estatal de Comunidades y Organizaciones Emiliano Zapata (cecoez), ugocp y la Organización Obrero Campesina Emiliano Zapata.27

Con este antecedente, no resultó extraño que Murat mantuvie-ra buenas relaciones con algunos de los líderes de estas orga-nizaciones después de dejar la gubernatura, interlocución que pudo traducirse en coincidencias y arreglos para empujar por la salida de Ulises Ruiz porque ya para entonces las relaciones entre ambos políticos madracistas estaba rota.

Pero Murat no solamente trabajaría en este frente sino tam-bién intentó infructuosamente romper con el control que uro ejercía sobre la bancada priísta del Congreso local con la meta de que, en uso de sus atribuciones constitucionales, la lix Le-gislatura acordara la desaparición de poderes en la entidad y procediera al nombramiento de un gobernador interino.

Bulmaro Rito Salinas, líder del Congreso y uno de los políticos priistas más cercanos al ex gobernador, fue uno de los conduc-tos de los que Murat se quiso valer para operar el desconoci-miento de uro. de acuerdo a testimonios de algunos ex diputa-dos locales, Murat intentó en más de dos ocasiones convencer al Presidente de la lix Legislatura para que éste instrumentara la desaparición de poderes y, en correspondencia, la misma le-gislatura lo designaría gobernador interino.

En cambio, quien sí se mostró receptivo a la propuesta de Mu-rat, porque, además, era la postura de su partido a nivel nacio-nal, fue el líder de la bancada del prd, Rosendo Serrano, quien aceptó cabildear con los representantes de la bancada del pan y con diputados del pri para que el Congreso local votara por la desaparición de poderes.

Bajo el supuesto de que todos los diputados del prd y el pan ya estuvieran de acuerdo para votar en este sentido, era indispen-sable que también la fracción parlamentaria del pri se dividiera para alcanzar la mitad mas uno de la votación global, para lo-

26 Noticias, noviembre 6 de 2006.27 Noticias, noviembre 6 y 9 de 2006.

Santa María Tlahuitoltepec (detalle)

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grar la mayoría y así garantizar la desaparición de poderes. Esto nunca ocurrió y el punto ni siquiera fue incluido en la orden del día de alguna de las sesiones que en los meses de conflicto tuvo el Congreso local porque fue el propio Rito Salinas quien se encargaría, por indicaciones del gobernador Ruiz Ortiz, de desactivar el plan muratista.28

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después del acuerdo tomado el 19 de octubre por el pleno del Senado de la República para no desaparecer los poderes en Oaxaca, se registraron por lo menos otros tres intentos para que uro se separara del cargo.

Con ese objetivo, la Presidencia de la República le ofrecería un cargo en el gobierno federal, según lo declarado por esos días por el vocero de Los Pinos, Rubén Aguilar.29 Por su parte, Emilio Gamboa, líder del pri en la Cámara de diputados, y el senador Jesús Murillo Karam, se habrían reunido en privado con uro para abordar el tema de su renuncia. Finalmente, el 30 de oc-tubre, a propuesta de los senadores oaxaqueños Gabino Cué y Salomón Jara, todas las fracciones parlamentarias representa-das en el Senado aprobaron exhortar al gobernador de Oaxaca a separarse del cargo.

El propio presidente electo, Felipe Calderón, orientó sus decla-raciones en este sentido al invitar a Ruiz para actuar “con plena responsabilidad. “Sin embargo, un día después diputados y se-nadores del pri otorgaron todo su apoyo a uro dejando así sin efecto el exhorto que habían suscrito.

Apoyado por todo el aparato nacional priista y por los gober-nadores del mismo partido, Ulises Ruiz asumiría a partir de este momento, que ya el riesgo de su salida estaba superado a pe-sar de la persistencia de las movilizaciones y de nuevos hechos de violencia registrados en la segunda mitad del mes de no-viembre y que culminarían con la detención de los principales líderes de la appo.

Y, en efecto, después de casi siete largos meses de incertidum-bre, miedo, movilizaciones multitudinarias, provocaciones, ingobernabilidad, violencia, pérdidas económicas y juegos de poder, el gobernador de Oaxaca recuperó la silla que había ex-traviado por un conflicto social y político que, pese a su magni-tud e intensidad pocas veces visto en México, no modificó de raíz el autoritarismo de un régimen ni impulsó nuevas reglas de participación y convivencia democrática.

28 Entrevista con brs, ex diputado local, septiembre 8 de 2008.29 Milenio, octubre 26 de 2010.

HEMEROGRAFíA

Diarios de la ciudad de Oaxaca:NoticiasImparcial

Diarios de la ciudad de México:MilenioReformaEl UniversalLa Jornada

Revista Humanidades, iisuabjo, No. 3, Oaxa-ca, Noviembre de 2005.

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Las imágenes incluidas en este artículo fueron proporcionadas por la autora.

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E n este trabajo se presenta de forma general algunas de las manifestaciones materiales localizadas en la región oaxaqueña relacionadas con la guerra durante el pe-

riodo Clásico. Se mencionan las características generales de este periodo, los sitios más relevantes y la evidencia arqueoló-gica o material con que contamos como indicadores arqueo-lógicos de la guerra (armas, monumentos escultóricos y urnas entre otros).

Para el periodo Clásico en Oaxaca, la información de que dis-ponemos es básicamente arqueológica, con representaciones de temas bélicos como guerreros y celebraciones de someti-miento. Los gobernantes manifestaban su poder por medio de estelas en donde se registraban eventos históricos. General-mente se ubicaban en edificios monumentales, que señalaban acontecimientos relevantes en la historia de los dirigentes. Las lápidas tenían como objetivo, promover o legitimar a sus diri-gentes y a su linaje, aunque no se han encontrado escenas de batallas. Los conflictos armados fueron representados icono-gráficamente en el Valle de Oaxaca, en la Mixteca y en la Costa.Para Richard Blanton la guerra no siempre constituye un fac-tor determinante en la evolución cultural, en muchos casos la guerra puede interpretarse como homeostática. Bajo ciertas condiciones la guerra puede jugar un papel significativo.

“La guerra intensa y orientada hacia las conquistas entre las sociedades de una región podría dar como resultado una si-

La guerra fue un aspec-to de vital importancia para la conformación del área cultural mesoame-ricana en general y para la región oaxaqueña en particular. Las socie-dades que vivían en la Oaxaca prehispánica se desarrollaron bajo ciertos aspectos sociales y econó-micos, que permitieron el desarrollo de conflictos armados. La guerra es entendida entonces, como la lucha armada de gru-pos sociales, que están en oposición de intereses.

La guerra durante el periodo clásico en Oaxaca

Angélica Rivero López*

* Licenciada en arqueología por la Escuela Nacional de Antropología e His-toria. Premio Alfonso Caso. Mención Honorífica en la categoría de tesis de li-cenciatura, correspondiente al campo de la arqueología dentro de los Premios Anuales inah 1997, con la tesis “Conjunto Poniente 1: Situación en el espacio urbano de Monte Albán”. Maestra en Antropología por la unam (ffyl / iia). Actualmente estudia el Doctorado en Antropología en la unam (ffyl / iia) con el proyecto de investigación “Patrón de asentamiento y poblamiento prehispánico en la zona mixe alta: El caso de santa María Tlahuitoltepec Mixe, Oaxaca”. Correo: [email protected]

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tuación en la cual existiría una presión se-lectiva y positiva, favorecedora de la cen-tralización de la toma de decisiones. Entre más centralizados estén los sistemas, pue-den organizar mejor a los ejércitos, y las élites poderosas de dichos sistemas ten-drán más éxito al canalizar los recursos de la sociedad hacia la guerra“(Blanton, 1987: 219).

Los conflictos intercomunitarios son ca-racterísticos de las sociedades agrícolas en general. La competencia por el acceso a los terrenos de primera calidad, al control de las mujeres y a las relaciones de inter-cambio con regiones lejanas provocaría el conflicto.

Los procesos conflictivos continuaron en la etapa urbana, pero a un nivel más notable. La formación de ciudades entre 500 a.C. y 200 a.C. marcó la emergencia de las socie-dades complejas con estratificación social, arquitectura monumental, especialización artesanal y el uso de la escritura. En el Pre-clásico Terminal y el Clásico Temprano, va-rios centros en la Mixteca como Cerro de las Minas, Yucuita, Montenegro y otros fue-ron abandonados. En algunos, como Yu-cuita aparecen partes del centro quema-das, probablemente como expresión de conflictos inter-regionales; sin embargo, en la costa no se manifiestan ni abandonos ni conflictos (Winter, 1990b: 54-56).

La época clásica en Oaxaca se centra aproximadamente entre el 300 y el 800 d.C., caracterizándose por una jerarquía de asentamientos encabezada por un centro urbano con una población que se agluti-nó en localidades con miles de habitantes, arquitectura monumental, diferenciación social, el uso del calendario y la escritura. durante el Clásico, también se manifestó un gran auge en lo artístico como la ela-boración de urnas de arcilla, lápidas gra-badas, pinturas murales y un desarrollo arquitectónico, civil y religioso. Los centros urbanos se formaron por el crecimiento de la concentración de la población en algu-nas aldeas y el aumento de poder y control

de éstas sobre otras, hecho que, probablemente, se debió a la posición estratégica de sus emplazamientos. durante esta etapa, se construyeron grandes centros cívico-ceremoniales (Winter, op.cit.: 55) que en las diversas representaciones, se de-dicaron a la exaltación del poder de los gobernantes registra-dos en monumentos de piedra. Las representaciones de éstos contribuyeron a que se consolidara su status político y social dentro de sus comunidades y entre sus gobernados. A nivel interregional, los gobernantes locales, también demostraban su poder por medio de grandes tallas en piedra.

Monte Albán fue el primer centro urbano y el más grande en Oaxaca. No se desarrolló al margen porque alrededor del año 300 d.C. en casi todas las regiones de Oaxaca, Mixteca Alta, Baja y Costa, surgieron otras ciudades, tras la fundación de Mon-te Albán, que llegaron a tener entre 2.000 y 3.000 habitantes, como: Tequixtepec, Cerro de las Minas, diquiyú, Huamelulpan, Eloxochitlán, Huautla, Quiotepec, Tepeusila, Yucuñudahui, Yucuita, Monte Negro, Cerro de la Campana, Yucuini, Ixtepe-ji, dainzú, Lambityeco, Jalieza, Luvina, Atepec, Ayotzintepec, Río Manzo, Juquila Mixes, La Ladrillera, El Guexe, Nopala, Río Grande y Río Viejo. También se han detectado ocupaciones del Clásico en la Sierra Zapoteca en los sitios Atepec y San Pedro Nexicho; en la Sierra Mazateca, los sitios de Huautla y Eloxo-chitlán; en la Chinantla Baja, en Ayozintepec y en el extremo este del Istmo en Zanatepec, existiendo una variación regional y demostrando que los distintos grupos del Clásico en Oaxaca no vivían de forma aislada, sino que hubo intercambio y tam-bién conflictos entre algunos grupos (Winter, 1990b).

durante la etapa urbana tardía, los asentamientos se movían y se establecieron muchos centros grandes encima de cerros y montañas como Jalieza y Mixtepec en el Valle de Oaxaca, Yucuñudahui en la Mixteca Alta, y Tepeusila en la Cañada. La elección de estas localidades pudo haber sido la defensa o protección (Winter, op.cit.: 77).

vaLLes centraLes

La época Clásica en los Valles Centrales se subdivide en tem-prana o época Monte Albán iiia (300–500 d.C.) y tardía o época Monte Albán iiib (500-750 d.C.) y iv (750–950 d.C.), (Cuadro1).

Los zapotecas empezaban a perder muchas de las provincias exteriores que habían colonizado o conquistado durante Mon-te Albán II. En aquel entonces el sitio de Monte Negro, ubicado en la cima de una montaña, se hallaba en gran parte abando-nado, también se renunciaría a la Fortaleza de Quiotepec, en la Cañada de Cuicatlán. Al norte y al oeste los mixtecos se ha-llaban en proceso de construir sus propios centros principales

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en lugares como Yucuñudahui (Marcus y Flannery, 2001: 278).Hacia finales de la época ii (200 a.C.) y durante la fase iiia (300–500 d.C.) Monte Albán mantuvo relaciones políticas y econó-micas con Teotihuacan, estableciéndose, alrededor de 200 a.C., un barrio zapoteco en dicha ciudad.

En la época iiia la capital zapoteca de Monte Albán, mantuvo un contacto estrecho con la ciudad de Teotihuacan ubicada en el Altiplano Central, una de las evidencias de este contacto se observa en la plataforma sur donde se encontraron lápidas grabadas con personajes teotihuacanos que llevan copal y van desarmados a visitar a un señor zapoteca. Existe una piedra grabada, encontrada en el Montículo x, conocida como Lapida de Bazán, en la se presenta una escena integrada por jeroglífi-cos que enmarcan a dos personajes de alto rango, realizando una ceremonia; a la derecha el gobernante zapoteca, vestido como jaguar, luce un gran penacho con una serpiente, su nom-bre es 3 Turquesa y sostiene una bolsa de copal. Ambos perso-najes están sobre plataformas que corresponden al glifo que significa “lugar”. No existen evidencias de que hubiera con-flictos entre Monte Albán y Teotihuacan, por el contrario esta lápida nos señala que existían relaciones diplomáticas entre ambas ciudades. Asimismo, en esta fase también se observa un interés en establecer genealogías reales zapotecas, a través de representaciones en las que se destaca el motivo “Fauces del cielo”. Las capitales de distrito fueron Xoxocotlán, Zaachila, Cuilapan y Santa Inés Yatzeche.

En la época iiia (de 300 a 500 d.C.) en la que se inicia el esplendor de Monte Albán las urnas adquieren mayor desarrollo y expre-sión, representándose más deidades que en la época anterior. La actividad comercial au-mentó, principalmente con otras áreas de Mesoamérica, muestra de ello son los ob-jetos de jade, obsidiana, cerámica y de or-namentación de diferentes materiales que llegaron a Monte Albán traídos por merca-deres o como tributo. Los programas narra-tivos de la Plataforma Sur de la época iiia se refieren a las conquistas efectuadas por los señores de Monte Albán, donde se mues-tran a los cautivos humillados en el momen-to de su ejecución o en el momento de ser presentados ante el líder. Las inscripciones están relacionadas con la historia política y del poder de los gobernantes de la ciudad (Caso, 1947, Marcus, 1980, 1983; Piña Chan 1993; Urcid 1994). Los datos indican que los zapotecas del periodo iiia habían dejado de extenderse fuera de sus fronteras y que se conformaban con consolidar su dominio sobre el Valle de Oaxaca. Las lápidas gra-badas sugieren que aquella consolidación se logró por dos medios: la diplomacia y la guerra (Marcus y Flannery, 2001: 279).

aÑos Valles Centrales MixteCa Baja MixteCa alta Cañada istMo Costa

150014001300120011001000 900 800 700 600 500 400 300 200 100 a.c. 0 100 d.c. 200 300 400 500

monte albán v nuyoo natividad cuicatlán ulam yucudzaa

aguadas

las Flores

monte albán iv ÑuiÑe tixum yuta tiyoo

monte albán iiib trujano

xuku

monte albán iiia ramos coyuche

Ñudee

monte albán ii niti chacahua

lomas

miniyua

monte albán i kuak

perdido minizundo

cruz d goma

charco

rÍos

Cuadro1. Cronología de las distintas regiones de Oaxaca.

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de aquellas nuevas ciudades, destaca Ja-lieza, sitio que cubría 408 hectáreas sobre una cordillera, al sur del Valle Grande. La ciudad dominaba el valle a una altura de 250m por arriba del aluvión, protegida naturalmente por su ubicación en la cima de una montaña. Se calcula una población de 12.835 habitantes durante la época iiia, se distribuía sobre 676 terrazas artificiales y contaba con los servicios de más de 20 edificios públicos. desde su ubicación do-minante, Jalieza podía observar el movi-miento a través de un importante paso en-tre las regiones del Valle Grande y Tlacolula (Marcus y Flannery, op.cit.: 275-276).

Había centros con poblaciones que osci-laban entre los 2000 y 4500 habitantes. Muchos de aquellos sitios se hallaban en la frontera del Valle de Oaxaca, con frecuen-cia en lugares defendibles. Suchilquitongo ocupaba la cima de un cerro en el extremo norte de la región de Etla; El Palmillo domi-naba las alturas cercanas a Matatlán, en el extremo este del subvalle de Tlacolula; San-ta Cruz Mixtepec, Rancho Tejas y San Mar-tín Tilquiapan se localizaban a lo largo del borde sur del Valle Grande. Había 38 sitios en Monte Albán iiia, más que en cualquier periodo anterior, en los cuales vivían casi las dos terceras partes de la población del valle. La defensa tenía mayor prioridad, en tanto que el acceso a la tierra laborable era menos prioritario que en periodos anterio-res (Marcus y Flannery, op.cit.: 276-277).

La época Monte Albán iiib (500 a 750 d.C.) tiene como rasgo principal un sistema re-gional más centralizado y enfocado direc-tamente sobre Monte Albán. Esta época se caracteriza por su crecimiento demo-gráfico, adquiriendo Monte Albán su ma-yor esplendor como centro ceremonial y capital económica y religiosa de Oaxaca. Así como por un auge constructivo al que pertenecen la mayoría de los edificios que se observan actualmente, alcanzando pro-porciones monumentales. La organización social de Monte Albán se encontraba com-pletamente controlada por los sacerdotes y los guerreros.

A partir de 500 d.C. cuando se desvincularon las relaciones con Teotihuacan surgieron nuevos centros, hubo cambios en la organización social y novedosos conceptos religiosos que se integraron a una política diferente; estos cambios se basaron en un resurgimiento de la cultura zapoteca. Las familias prin-cipales establecieron alianzas políticas y matrimoniales con diferentes comunidades, logrando cooperación entre los diri-gentes. Estas alianzas están documentadas en diversas lápidas y esculturas.

Se manifestaron unidades políticas dependiente e indepen-dientes de Monte Albán, éstas últimas, durante el Clásico Tardío, fueron disminuyendo el poder desde Monte Albán. Algunas ciudades ubicadas estratégicamente jugaban pape-les importantes dentro de la política, resaltaban aquellas que actuaban como centros de control de intercambio y las que servían de fortaleza, robusteciendo las fronteras de Monte Al-bán. Jalieza dominaba el comercio entre los pueblos asenta-dos en los Valles de Tlacolula y Zimatlán, Huijazoo era otro sitio de control comercial entre Monte Albán y el Altiplano Central y entre las regiones de La Cañada y la Mixteca, siendo además asentamiento defensivo de los zapotecas ante los mixtecos que buscaban dominar el valle.

En Lambityeco, ubicado en el Valle de Tlacolula, se observan esculturas ubicadas en los tableros de sus edificios, contienen una serie de frisos de estuco, que representan a hombres em-puñando fémures humanos, posiblemente como símbolo de valor y poder guerrero (Figura 1).

Monte Albán tenía la más importante concentración de habi-tantes, sin embargo, otros sitios de los Valles Centrales también presentaban patrones de asentamiento considerables; ciuda-des como Cuilapan, Zaachila, Lambityeco y Mitla adquieren prestigio y poder en sus respectivos valles, muchos de los sitios menores eran frontera defensiva.

La fase Monte Albán iv (700 a 950 d.C.) representa el periodo de declinación de Monte Albán, la plaza principal es abando-nada y la ocupación se restringe al sector interno de la muralla ubicada en la Plataforma Sur. Cuando decae políticamente no volverá a surgir una entidad que unifique con el antiguo es-plendor y eficacia a los diferentes señoríos.

Figura 1. Frisos de estuco en Lambityeco, que representa a un hombre empuñando un fémur humano.

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evidencia arqueoLógica

Existen grandes lápidas en las que se grabaron hechos históri-cos, personajes y jeroglíficos, las estelas estuvieron integradas en la arquitectura, al frente o a los lados de alguna estructura, siempre en relación con la expresión arquitectónica, la mayoría de los monumentos tallados durante el Clásico Temprano exhi-ben prisioneros atados.

En la época iiia las representaciones de las estelas consisten en relatos históricos de hechos, personajes y deidades ocurridos en fechas y lugares identificables en representaciones tanto pictográficas como simbólicas, como por ejemplo la Lápida de Bazán (Robles, 1993: 56-57), (Figura 2).

Algunos monumentos escultóricos de la etapa urbana reflejan el tema del conflicto; monumentos asociados a las esquinas de la Plataforma Sur en Monte Albán marcados con los números uno al ocho, que representan motivos generalmente de con-quista, muestran lo que se ha considerado como prisioneros (Winter, 1990a), (Figuras 3 y 4). Estas lápidas de prisioneros se han interpretado como lugares subyugados con personajes en bajorrelieve, ubicados sobre un diseño escalonado que sig-nifica un cerro, con el glifo del lugar, y sobre él guerreros con atavíos de diversos animales. Muchos de ellos se representan como prisioneros con los brazos atados a la espalda, y las pier-nas también aseguradas, rodeados de numerosos glifos. En la mayoría de los casos el personaje sobre el jeroglífico del lugar

porta una lanza u otra arma y, en ocasiones, el personaje está elevando su lanza sobre el sitio conquistado. Es probable que se tra-te del registro de poblaciones y de cautivos sometidos (Robles, 1993: 57). Los líderes pueden estar representados como perso-najes poderosos y aparecen en contexto comunitario, por ejemplo en la lápida VGE-2 en la Plataforma Norte o la estela 1 en la Plataforma Sur; o aparecen en un contexto privado. Los gobernantes son reconocibles por su contexto y también por los símbolos asociados, por ejemplo, un bastón de man-do o un tocado de jaguar (Winter, 2004: 30).

La estela número i, ubicada en la esquina noreste de la Plataforma Sur, presenta, en su lado izquierdo, un jaguar sobre un cerro

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con los brazos atados hacia atrás que por-ta en el tocado el rostro de Cocijo. Frente a los glifos se ubican dos columnas, en la pri-mera aparece el glifo del sol, dos cuchillos de pedernal, otro cuchillo, el numeral 7, un rectángulo, que representa el cielo del cual emerge una voluta, abajo una mano exten-dida y una bolsa. En la segunda columna, el signo 8 turquesa, una cabeza de frente con la voluta de la palabra, un pez o tortuga con el jeroglífico del sol y dos pies huma-nos; el glifo 12 tigre, el jeroglífico 5 turque-sa, un teocalli incendiado con el nombre del lugar, y otra bolsa como final de la ins-cripción (Robles, 1993: 57), (Figura 5).

En Monte Albán iiia fue investido el gober-nante 12 jaguar, quien mandó esculpir en la Plataforma Sur seis estelas que mues-tran cautivos de guerra, prisioneros con los brazos atados por detrás. Algunos pri-sioneros visten sólo taparrabos, otros lle-van el atavío e indumentaria de un animal, concedido a los guerreros que se habían distinguido en la batalla. Cada cautivo está de pie sobre un glifo de lugar que nombra la región de la cual proviene. durante este periodo, las regiones del sur y del este del Valle de Oaxaca fueron escenario de acti-vidad bélica, evidenciando el expansionis-mo militar de Monte Albán.

Una parte del rito de su investidura incluyó la dedicación de una estructura piramidal,

la Plataforma Sur de la Plaza Principal. Como preparativo para su investidura, el gobernante ordenó un monumento de pie-dra labrada que lo muestra sentado en su trono. También ha-bía capturado varios prisioneros para el sacrificio, seis de los cuales se representan en otros monumentos (Marcus y Flan-nery, 2001: 265).

En la Estela 4 de la Plataforma Sur se representa a un guerrero noble que conquista una región, ya que está perforando con un dardo su signo de lugar. Con la mano sostiene un objeto que tal vez sea una cuerda como las que usaban los guerreros para atar los brazos de los prisioneros por la espalda. Los glifos que se ubican junto a las rodillas de este noble lo identifican como el Señor 8 Venado, tal vez un distinguido antepasado reclamado por el Señor 12 Jaguar (Marcus y Flannery, op.cit.: 267-268), (Figura 6).

Figura 6. Estela 4 de Monte Albán, representa a un noble guerrero de nombre 8 Venado.

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En la época iiib (500-750 d.C.), Reyes Etla fue un importante cen-tro en la región de Etla. Una de las tumbas del sitio tenía la entrada flanqueada por dos jambas de piedra labrada. Cada una de las jambas muestra a un señor zapoteca ataviado con traje de guerrero jaguar, sosteniendo una lanza con la mano. Sus nombres aparecen como 5 Flor y 8 Flor. Cada uno está er-guido bajo las “Fauces del Cielo” y tiene el “signo de cerro” bajo los pies (Marcus y Flannery, op.cit.: 264), (Figura 7).

En las exploraciones que Alfonso Caso realizó en Monte Albán se encontró en el Montículo iv varias ofrendas de cerámica, entre ellas un cajete de cerámica de la época iiib, conteniendo un cráneo humano que conservaba en posición las vértebras cervicales asociado a un cuchillo. Con base en lo anterior, con-sidera que se trata de la cabeza de un decapitado (Caso, 1942: 173). Cuchillos de pedernal u obsidiana del tipo utilizado por los aztecas aparecen en Oaxaca desde la etapa urbana, aunque son poco comunes (Winter, 1990a: 78).

“Las armas ofrecerían indicios de conflictos, pero raras veces han sido encontradas […]. Comúnmente aparecen navajas en sitios arqueológicos, pero no se han distinguido las navajas de macanas de las navajas utilizadas en un contexto doméstico. Se conocían y utilizaban el arco y la flecha y el atlatl en Oaxa-ca desde la etapa lítica; junto con los garrotes habrían servido también más como armas que como implementos de cacería” (Winter, op.cit.: 76-77).

Los cuchillos representados en los monumentos escultóricos de Monte Albán aunque, probablemente, también servían

como armas, de forma simbólica quizá sig-nificaban el sacrificio humano. En la tumba 4 de San José Mogote se puede observar la intensidad de la guerra en la época iiia.

“Si bien durante aquel periodo había de-clinado en dimensiones, San José Mogo-te aún era lo suficientemente importante para permanecer ocupado por miembros de la nobleza hereditaria. Acompañados de elegantes vasijas del periodo iiia, varios nobles fueron sepultados en la Tumba 4. El individuo I, de sexo masculino, fue hallado con una gran lanza de obsidiana enterrada en el pecho. Fue tal la fuerza del golpe, que rompió la clavícula izquierda y varias cos-tillas, en tanto que la punta de la lanza se quebró y permaneció en la víctima” (Mar-cus y Flannery, 2001: 279), (Figura 8).

Los gobernantes, con frecuencia, se repre-sentaban en las urnas o en las esculturas de barro sentados sobre tronos o con las piernas cruzadas sobre esteras reales, car-gados de joyas y tocados de plumas. Su ca-rácter de guerreros se enfatizaba median-te el uso de una máscara hecha de la piel

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facial de un prisionero desollado (Marcus y Flannery, op.cit.: 256). Una urna del Valle de Oaxaca muestra un personaje llevando una cabeza humana sobre su pecho sus-pendido de una cuerda (Winter, 1990a).

En una urna funeraria encontrada en la Tumba 103 de Monte Albán se representa a un gobernante zapoteca que está sen-tado en un banco o trono ataviado como guerrero, sosteniendo un bastón o ma-cana de guerra en la mano derecha. En la izquierda, sujeta de la cabellera la cabeza cercenada de un enemigo, al tiempo que atisba a través de la piel reseca del rostro de un enemigo desollado. Porta un tocado de plumas en la cabeza y otro tocado do-ble sobre la espalda desplegado en dos ni-veles, ocultando el respaldo del trono. Una máscara elaborada con la piel de un sacrifi-cado le cubre el rostro. Porta orejeras circu-lares de jade, un collar de cuentas esféricas y tubulares de jade y una falda cubierta de conchas marinas tubulares (Marcus y Flan-nery, 2001: 156), (Figura 9).

Otra urna procedente de la Tumba 104 de Monte Albán mues-tra a un señor o gobernante zapoteca sentado con las piernas cruzadas, usando una máscara con colmillos. Sobre el pecho lleva una máscara humana de la cual cuelgan tres conchas tu-bulares. El gobernante usa una capa corta decorada con trenci-lla y lleva el cabello sujeto en un nudo superior, que se proyec-ta desde su frente (Marcus y Flannery, op.cit.: 256), (Figura 10).

mixteca baja

En otras regiones de Oaxaca había comunidades con rasgos pa-ralelos a los zapotecos, por ejemplo, clases sociales y estilos pro-pios de iconografía, pero sin obvias relaciones con Monte Albán y el Valle de Oaxaca. Un ejemplo es la cultura Ñuiñe de la Mix-teca Baja, que cuenta con piedras grabadas con temas de con-quista, dominación política y retratos de líderes (Rivera, 2000).

En la Mixteca Baja se desarrolla la cultura Ñuiñe (200-800 d.C.), Huamelulpan y Yucuita en la Mixteca Alta continuaron hasta declinar entre 750-800 d.C. Otros sitios como Yucuñudahui llegaron a ser grandes e importantes durante este periodo. Se ubica en la parte Noroeste de Oaxaca y comprende secciones de los estados de Puebla y Guerrero. durante el periodo Clási-

Figura 9. Urna hallada en la Tumba 103 de Monte Albán.

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co o fase Ñuiñe, entre los años 400 y 850 d.C., esta región tuvo un desarrollo cultural que se observa en varios centros de po-blación prehispánica. Algunos de estos pueblos posiblemente fueron las cabeceras políticas y económicas de la región. Te-nían una ocupación prehispánica extensa, arquitectura pala-ciega, basamentos para templos, plazas y canchas de juego de pelota, además de monumentos de piedra grabados con tex-tos jeroglíficos (Rivera, op.cit.: 6-7).

El ambiente de competencia durante el clásico ocurrió en otras partes de la Mixteca. Centros urbanos como Yucuñudahui, ce-rro Jazmín y cerro de Las Minas se localizaban en la cima de los cerros, tal vez buscando resguardo y protección natural (Spo-res, 1972, Winter, 1996). durante esta época se elaboraron la mayoría de los ejemplares con inscripciones ñuiñe, que estaba ligado al poder de los gobernantes (Rodríguez et al, 1996).

En cerro de La Caja existe el registro de tres personajes impor-tantes, posiblemente gobernantes, representados en diferen-tes posturas o actitudes: en el momento de sacrificar a seres humanos, como conquistadores de pueblos y también de su proclamación como soberanos. Uno de ellos, llamado “6 Jaguar”, se adjudicó la conquista de una población cuyo glifo topónimo puede interpretar-se como “Cerro del Lagarto” (Rivera, 2000: 32). Los gra-bados de cerro de La Caja muestran a los gobernantes de esta población en diversos actos donde hacen os-tentación de su poder político y sagrado. Es posible que el conjunto de las lápidas formara parte de un mismo programa narrativo que incluía el registro de poblacio-nes y de cautivos sometidos, muertos o en el momento de ser devorados, todo ello relacionado con el sacrificio humano. Este tipo de actos eran desarrollados por los gobernantes de las poblaciones para demostrar su po-der político y sagrado ante la población y las comunidades ve-cinas, los grabados en piedra celebrarían entonces el registro permanente de sus habilidades y hazañas (Rivera, op.cit.: 71).

En la Piedra 7 del Cerro de La Caja se representa una figura hu-mana inclinada sobre un glifo de lugar, recibiendo el golpe del Señor 6 Jaguar. Los atributos del personaje son su arreglo fa-cial, su peinado y su máxtlatl ceñido a su cintura. En la mejilla tiene un diseño ovalado que posiblemente representa los pó-mulos del personaje; este mismo tipo de decoración en la cara aparece en esculturas de la región que tal vez representaban cabezas humanas decapitadas (Moser, 1977b). Tiene una cinta que amarra su peinado llamada por los nahuas temílotl, ésta podría indicar que se trataba de un guerrero. Este tipo de arre-glo en el cabello era un atributo característico que distinguía a los militares del Valle de Coixtlahuaca, por lo que se enfati-za el carácter guerrero de la persona sometida (Rivera, 2000:

10). Otra interpretación es que representa un relámpago o rayo, siendo el topónimo “cerro del Relámpago o del Rayo” (Rivera, 2002: 57) (Figura 11). del glifo calendárico sale una mano decorada con un brazalete, que empuña un objeto con terminación trapezoidal, con la cual golpea a un per-sonaje inclinado sobre un glifo de cerro. El arma parece representar un garrote o hacha, con la sección distal formada por ángulos ligeramente agudos. Este mismo objeto aparece en otros grabados de si-tios arqueológicos cercanos a cerro de la Caja; probablemente fue un arma usada con fines ceremoniales y de combate en la región de Tequixtepec, es probable que su uso haya sido exclusivo de los gobernan-tes (Rivera, op.cit.: 53-55).

En la Piedra 2 del cerro de la Caja se repre-senta un jaguar en posición sedente sobre un glifo de cerro, dentro del cual se encuen-tra el numeral 6, el jaguar está devorando a un individuo. El Señor 6 Jaguar porta un tocado con una imagen del glifo “Lagarto”, una tira formada de plumas cuelgan en su parte trasera y remata en un diseño trape-zoidal. El personaje prensado en las fauces del jaguar está acostado, con la cabeza ha-cia arriba, desnudo del torso, con el brazo derecho extendido y con un brazalete en su muñeca (Rivera, 2000: 12-14). Hay carac-terísticas comunes en los personajes devo-rados como en el personaje golpeado por 6 Jaguar. Todos se encuentran semidesnu-dos, lo único que caracteriza a los cautivos

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y los distingue entre ellos son los peinados y el tipo de tocados (Rivera, op.cit.: 20-21). El señor 6 Jaguar, que se representa en esta piedra, es el mismo que golpea al persona-je del “cerro del Relámpago” de la piedra 7 (Rivera, 2002: 59), (Figura 12).

En la piedra 3 de cerro de La Caja hay una persona frente a las fauces de la serpiente que parece estar siendo tragado por el ani-mal, está boca abajo, con los brazos semi-flexionados. El tocado del personaje está formado por un yelmo, cintas y plumas que lo distinguen entre el resto de los per-sonajes representados en los grabados de cerro de La Caja (Rivera, op.cit., (Figura 13).

En la piedra 4 del Cerro de la Caja se re-presenta al Señor 11 Mono con los brazos extendidos y abiertos, parcialmente flexio-nados, son atributos característicos de los retratos de otros señores de pueblos de la Mixteca Baja; sostiene con las manos obje-tos diversos como son lanzas, bastones y mazos. El Señor 11 Mono porta en su mano derecha un bastón que termina en gancho y en la mano contraria sostiene un objeto semejante a aquél con que el Señor 6 Ja-guar golpeaba a su oponente en la piedra 7. Ambos objetos aparecen frecuentemen-te en otras inscripciones de la Mixteca Baja y están asociados a manos de personajes que tienen glifos calendáricos (Rivera, 2000: 22-24) (Figura 14).

La piedra 1 de Tequixtepec muestra el glifo anual “Relámpago”, asociado al numeral 11. de esta fecha sale un brazo y una mano que empuña un arma con la que se golpea a un personaje ata-viado con máxtlatl y que, como ocurre en los cautivos de Cerro de la Caja, muestra un glifo portador del año. Se indica entonces que en el año 11 Relámpago se conquistó a una población (Ri-vera, op.cit.: 28-29). de esta fecha se extiende hacia el extremo izquierdo un brazo y una mano que empuña un objeto con el que se golpea a una persona vestida con un máxtlatl y portando un yelmo. El personaje se apoya sobre un glifo topónimo con

Figura 13. Piedra 3 de cerro de La Caja (Rivera, 2002: Figura 11).

Figura 14. Piedra 4 del Cerro de la Caja se representa al Señor 11 Mono con los brazos extendidos y abiertos (Rivera, 2002: Figura 16).

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bandas diagonales paralelas. Se interpretó esta imagen como la representación de una conquista efectuada en el año 11 Re-lámpago contra una población no identificada (Paddock, 1966; Moser 1977a, Rodríguez, 1996 y Rivera, 2002: 69), (Figura 15).

mixteca aLta

Esta región se localiza en el centro-oeste del estado de Oaxaca. de acuerdo con Spores (1972), el Clásico se divide en temprano y tardío. El Clásico temprano corresponde a la fase Ramos (200 a.C.-500 d.C.) y el Clásico tardío a la fase Las Flores (500-1000 d.C.), aunque se han hecho modificaciones a esta cronología.

Marcus Winter sostiene que hay evidencias en la Mixteca Alta de conflictos en la etapa urbana. En Yucuita se encontró un gran muro en el lado este que posiblemente habría impedido el ac-ceso al centro, excepto por los pasillos y las escalinatas contro-lables. El sitio aparentemente fue abandonado cerca del inicio de nuestra era, quizá debido a conflictos. La construcción en los edificios mayores cesó y algunas estructuras posiblemente fueron quemadas. Los cráneos trofeo, conocidos de Huamelul-pan, Yucuita y Monte Negro, también son posibles indicadores de conflicto en la Mixteca Alta. después de la muerte se perfo-raban dos hoyos pequeños en el cráneo para suspenderlo de un hilo, quizá de un morillo, o como un pendiente de un collar (Winter, 1990a: 8).

La costa

La cuenca del Río Verde inferior se localiza en la parte occi-dental de la costa del Pacífico del estado de Oaxaca en donde se desarrolló la cultura Chatina. Los centros urbanos también surgieron durante el periodo Clásico en el Río Verde inferior y posiblemente en otras partes de la costa occidental de Oaxaca. Río Viejo era el más grande de los centros de la Costa en el Valle del Río Verde inferior y es probable que haya alcanzado 300 hectáreas durante el Clásico (Figura 16). El sitio incluía un gran número de edificios públicos monumentales, así como nume-

rosas estelas grabadas y sin grabar (Joy-ce y Winter, 1989). Río Viejo fue el centro primario en, por lo menos, un sistema de asentamientos jerárquicos de tres niveles. Otros centros urbanos, posiblemente del periodo Clásico, en la costa occidental de Oaxaca, son Río Grande, Piedra Parada Ja-miltepec y Nopala. Estos sitios fueron cen-tros primarios de complejas jefaturas o tal vez de pequeños estados (Joyce, 1994: 73).

En los monumentos escultóricos de esta región se representan sólo individuos de sexo masculino, unos en posición sedente con bastón de mando, semejantes a los re-presentados en la estela 1 de Monte Albán; otros están de pie con sus brazos cruzados,

Figura 16. Estela 1 de Río Grande (1); Estela 1 de Cerro del Rey (2); Estela 8 de Río viejo (3), (Urcid, 1993: Figura 18).

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aunque algunos investigadores conside-ran la posibilidad de que se trate de perso-nas muertas (Urcid, 1993; Winter, 2004: 32), (Figuras 17 y 18).

La Estela 5 de Río Grande muestra una persona sujetando un cráneo (Jorrín, 1974; figura 7d), algunos investigadores supo-nen que es una evidencia de guerra, pero donald Brockington (1987: 232) considera que no constituye una prueba suficiente para elaborar juicios en esta etapa (Figura 19).

Tenemos pocas evidencias de guerra durante el Preclásico Tar-dío o el Clásico. Las tres fortalezas que se encontraron parecen estar asociadas con los sitios posclásicos. Existen dos sitios del Clásico, ubicados en la cima de tres montañas, en lo que puede considerarse como posiciones de defensa, pero la mayoría de los sitios del Clásico se localizan sobre terrenos planos o cer-ca de éstos, los cuales resultan favorables para la agricultura (Brockington, 1987: 232).

Los cuchillos también están representados en los monumen-tos escultóricos de la Costa, probablemente utilizados como armas o como alusión al sacrificio humano (Figura 20).

La cañada e istmo

La región de la Cañada es parte de un cañón profundo, en donde sus laderas se ubican en la Mixteca Alta al poniente, y

Figura 17. Piedra 1 de Río Grande, se representa un hombre con bastón de mando (Jorrín, 1974: Figura 5).

Figura 18. Estela 1 de Chila, monumento escultórico con la representación de un gobernante con bastón de mando(Jorrín 1974: Figura 18D).

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en las regiones Mazateca al este y sur. El periodo Clásico en la Cañada corresponde a la fase Trujado (200-700 d.C.) (Spencer y Redmond, 1982). Por su parte, el Istmo de Tehuantepec incluye la planicie costera y las montañas bajas entre Tehuantepec y Coatzacoalcos Veracruz. El Clásico comprende las fases Xuku (300-600 d.C.) y Tixum (600-900 d-C.) (Wallrath, 1967).

En la Cañada de Cuicatlán y la parte sur del Istmo, los sitios fueron generalmente de menor tamaño y menos complejos arquitectónicamente que los existentes en áreas con centros urbanos (Redmon, 1983; Zeitlin, 1978). Saltillo, en el sur del Ist-mo, pudiera haber tenido una extensión de 150 hectáreas du-rante el periodo Clásico, aún cuando el sitio tenía pocos mon-tículos grandes y sólo una piedra grabada ha sido registrada como proveniente de ese lugar (Joyce, 1994: 73).

consideraciones finaLes

La guerra durante el periodo Clásico fue un aspecto de vital importancia para la región oaxaqueña, como lo demuestra la evidencia arqueológica con representaciones de temas béli-cos, que muestran la competencia y rivalidad que mantenían los diferentes asentamientos de esta región. Este fue un perio-

do de constantes cambios y movimientos, pero sobre todo de conflictos.

Existe un amplio número de represen-taciones iconográficas, que muestran el vínculo entre el poder político y social de las comunidades y de posibles conflictos entre ellas, donde los gobernantes pro-clamaron su poder en registros que con-memoraban sus principales conquistas. La evidencia arqueológica nos proporciona una amplia información sobre el aspecto sociopolítico imperante durante el perio-do Clásico en la región Oaxaqueña, esta evidencia refleja una competencia y riva-lidad entre los diferentes asentamientos que ocupaban el área.

En la región de Oaxaca, las representacio-nes del poder de los gobernantes se mani-fiesta en diversos sitios arqueológicos como en Monte Albán, donde los monumentos escultóricos están dedicados a conmemo-rar el poder de los gobernantes zapotecos desde el periodo de fundación de la ciudad. Ésta es una temática, que se mantiene en diferentes épocas del sitio. En otras regio-nes de Oaxaca ocurrió algo similar, como la Mixteca Baja y La Costa.

Figura 20. Estela 1 de Nopala (Jorrín 1974: Figura 9B).

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Foto: Eleuterio Xagaat

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reseñ

as

E l Personaje enumera las consignaciones men- tales, prepara la infantería discursiva, la avant

gard de sus últimas lecturas: Monsiváis y el cine, Monsiváis y la lucha libre, Monsiváis y las artes plás-ticas, Monsiváis televisado. El discurso se resiste, apenas anunciado su trazo y ya se ha convertido en ritmo fracturado. El Personaje vuelve a intentarlo: Monsiváis y las aproximaciones a su prosa desde la lingüística aplicada, Monsiváis y la escritura como práctica política de ficción experimental, Monsiváis y su análisis de la función de la literatura en la Repúbli-ca Restaurada. Nada.

No puede iniciar.

Un intento más: Monsiváis en la colonia Portales, Monsiváis y la Ciudad de México, Monsiváis y la au-tobiografía precoz de un outsider, Monsiváis y los ga-tos, Monsiváis intraducible.

Resignado, el Personaje decide revisitar Días de guar-dar, primero de los libros del prolífico Interpretado: Monsiváis y Dios nunca muere, Monsiváis en Oaxaca en marzo de 1970, año del eclipse, año de LEA, año del mundial de futbol –deporte que, acaba de enterarse el Personaje, es ajeno a las innumerables aficiones del Interpretado. Inevitable, en el trayecto oaxaqueño del

paisaje a la miseria, la frase puntualmente desmesu-rada y acusadamente anti-academicista hace su apa-rición: cotorrear es un acto metafísico. El Personaje ha encontrado un lugar de reconocimiento, sospechaba que ocurriría, sabía que por la pluma del Interpretado han pasado los últimos 40 años de la historia política y cultural de México. Una escritura sin la cual, más allá del lugar común, sería imposible des-cifrarnos.

El Personaje empieza a entender: la conciencia del Interpretado es imprescindible pues en el fondo nos devuelve a nosotros mismos, nos entrega sin conce-siones el mapa que cifra los mecanismos de algunos de los gestos que asumimos como intransferibles. Una conciencia sin concesiones, la mirada lúcida y lúdica que pone en entredicho algunas de nuestras más apuradas convicciones. Por ello la incomodidad y, con ella, la paradoja resultante de estar ante quien puede ser considerado –en palabras de Adolfo Cas-tañón– como el último de los escritores públicos del

* Oaxaca, 1978. Realizó estudios de Licenciatura y de Maestría en Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam. Actualmente está a cargo de la Coordinación Académica de Posgrado del Instituto de Ciencias de la Educación de la uabjo,espacio académico donde también realiza labores de docencia.

La conciencia imprescindible. Ensayos sobre Carlos MonsiváisAlfonso Gazga Flores*

jezreel salazar (comp.) la conciencia imprescindible. ensayos sobre carlos monsiváis. Fondo editorial tierra adentro. conaculta, méxico, 2009.

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país. No te claves, de veras que ya no me conozco. He cambiado chorros. De volada. Seguro que si me hu-bieses conocido entonces, hubieses dicho que yo era un fresa. Ahora, ya ves. ¿No te conté mi último experi-mento? Me dedico a secar flores con el poder de la con-centración mental. El otro día fatigué a un montón de geranios en el jardín de casa de mis tíos.

La solemnidad ha sido, una vez más, derrotada. Aho-ra el Personaje alcanza a identificar una de las cons-tantes que recorren el compendio de ensayos de La conciencia imprescindible: el reconocimiento al ca-rácter antisolemne de la escritura del Interpretado. desde cada una de las atalayas de los ensayadores, se apunta a esta actitud de voluntad verbal que hace uso del humor y de la ironía para desarmar el inven-tario atroz de todos esos actos, posturas, consignas, instituciones y tradiciones enquistadas y anquilosa-das que se gestan en algunos de nuestros haberes.

Entonces: Monsiváis y el humor. Monsiváis y la iro-nía: ese gesto, ese trazo de la discursividad que ya en el registro escritural o ya en el verbal es esgrimido como el elemento insustituible de la crítica, por esto ya siempre mordaz.

Queda claro, sin embargo, que el repertorio infinitivo que es Monsiváis, ese “aleph mexicano” como lo de-nomina aceradamente Jezreel Salazar –compilador y prologuista de La conciencia imprescindible–, exige transitar por una diversidad de planos temáticos en manufactura de taracea. Pues el repertorio, se insis-te, es infinito. Tal y como en su momento lo señalara Sergio Pitol, Carlos Monsiváis es “un sindicato de es-critores, una legión de heterónimos que por excen-tricidad firman con el mismo nombre”. Una corres-pondiente legión de especialistas en muy diversas áreas que irían desde la urbanística hasta la poesía goliarda –pasando por la sociología, la lingüística, la historia, la literatura y la antropología– se requerirían para intentar completar el rostro poliédrico y multi-tudinario del Interpretado que no sólo admite un nú-mero indeterminado de lecturas, sino antes bien las exige por razones bien conocidas.

Haría falta, piensa el Personaje, las interpretaciones de Monsiváis y los movimientos sociales, Monsiváis y la Provincia, Monsiváis y su defensa de los derechos de las mujeres, Monsiváis y el periodismo, Monsiváis y los antimonsivasianos, Monsiváis visto por Monsi-váis. Al menos.

No hay fijón, maestro, no hay fijón. Este último gesto, piensa el Personaje, tampoco me pertenece. Enton-ces sucede: el Observador de esa teratología histrió-nica que por economía discursiva denominamos realidad mexicana ha devenido elección estilística de nuestros personajes. Hemos aprendido a ensayar, a tratar la escritura, a ejercer la práctica de la crítica desde la lección ejemplar del Interpretado.

Redoble de tambores: junto contigo le doy un aplauso al placer y al amor....

El Personaje sabe que no puede eludir su propia dis-cursividad, y piensa una vez más en ese visaje de la obra monsivasiana donde se compendia parte de su se-ducción: la crítica a toda mistificación desde la atalaya de la ironía y el humor. Ese entramado panóptico donde se im-brican el estilo del humor y el humor como estilo. El Personaje piensa en Bernard Shaw o en Ber-trand Russel autores que, sospecha, pertenecen a la misma estirpe que el Interpre-tado, signados por el uso de las paradojas tan caras a los matemáticos, los teólogos y los humo-ristas ingleses. La ironía como estilo frente a la solemnidad como consigna: por un lado el júbilo de la lucidez que, por ser tal, reconoce el carácter histriónico de todo dis-curso que se pretende Verdad Absoluta, por el otro la incorregiblemente aburrida Administración omní-moda del Saber cuya función estratégica puede en-contrarse en la beligerante voluntad de exclusión, de sanción y de condena.

Los recuerdos de la reciente lectura se agolpan: es-tamos ante una conciencia virgiliana que nos guía desde ese mirada irónica que lo mismo atiende a las figuras del Ateneo de la Juventud como a los bru-

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jos de Catemaco y el entrevero de los cuerpos en el metro de la Ciudad de México en horas pico. Órale, nomás no apretujen.

Es hora (pico).

El Presentador vuelve de nueva cuenta las páginas de Días de guardar, la crónica del eclipse, Oaxaca en los 70s donde, frente al júbilo de los gurús de la re-conversion religiosa y los paisajes contemplados con una mirada complacidamente estetizante, Monsiváis no se deja seducir y apunta: más que cinematográfi-ca, la miseria es atemporal. La crónica avanza jun-to con el trayecto: Río Grande-Puerto Escondido-La Ciudad de la Ciencia (Miahuatlán).

Y, pese a lo aparente, en esta crónica se hace patente la dimensión crítica (en ese sentido propio de los en-ciclopedistas franceses) del discurso que se prolon-gará hasta Las Herencias ocultas del liberalismo y El Estado laico (dos de los últimos libros de Monsiváis): el cuestionamiento a toda excusa mi(s)tificadora y a todo envite mistagógico que, frente a la avanza-da contemporánea de toda suerte de sectas, movi-mientos espirituales macrobióticos, catolicismos de Pedro el Ermitaño, milagreros tántricos, hippies redi-vidos, psicoterapeutas agoreros, pitonisas de Matrix y hermeneutas de constelaciones, exige evitar las in-terpretaciones y los juicios taxativos, y opta por una lógica a favor de las libertades civiles, de la laicidad estatal y del liberalismo ilustrado desde la perspecti-va de un racionalismo nada perezoso que no elude la revisión de sus propios criterios.

Precisamente, en uno de sus más recientes ensayos, publicado en el número 69 de la Revista de la Univer-sidad de México, Monsiváis insiste en uno de su temas más recurrentes en la última década, el de la secula-rización y de la laicidad; el Personaje no ignora que en varios de los ensayos contenidos en La conciencia imprescindible se aborda esta temática, ya sea para reconocer los vaivenes teóricos de Monsiváis respec-to al arraigo en nuestra República de las Letras de la tradición liberal, ya para consignar la estirpe a la que el Interpretado pertenece. Y aquí se apresura algo que aparece en primera instancia como una hipótesis más, y que en transcurso de las lecturas de los ensayos dedicados al Homenajeado y de las crónicas-ensayos del propio Monsiváis ha ido rebasando sus estatus provisional para constituirse en una certeza estilística y eficazmente esclarecedora: el liberalismo de Monsi-

váis, su apuesta intransigente por los derechos civiles, su defensa de la laicidad, su anticlericalismo declara-do no pueden menos que trazar la imagen del señero representante de nuestra modernidad intelectual.

Si Octavio Paz, en la década de los 60s, se lamentaba de que nuestra colonial y contrarreformista tradición novohispana había imposibilitado que tuviésemos Modernidad propiamente dicha, bien podremos estar convencidos de que Monsiváis expresa este carácter absolutamente moderno en nuestra con-temporaneidad. El último de nuestros escritores de-cimonónicos es también al mismo tiempo, y pese a la aparente paradoja, el primero de los modernos. Un Voltaire en la región más impaciente del aire. Y que como tal hace uso constante del escarpelo pun-tual de la ironía contra los que siempre están ahí para administrar piadosamente la falta de alternati-va de los más. Esta misma lucidez que se gesta en el recurso estilístico de la ironía, es signo de un pe-simismo que no elude las adhesiones éticas y que por igual exhibe tanto al ínclito presidente del Club de los Optimistas como a la contemplación idílica y paternalista del capitalino cuando se asoma a sus en-dógenas provincias.

Está de acuerdo, el Personaje travestido de Reseñista está definitivamente de acuerdo: la obra de Monsi-váis es un repertorio inagotable, parte del cual está amplia y cuidadosamente abordado a lo largo del li-bro reseñado que es, indudablemente, un homenaje a la altura de las circunstancias, una serie de riguro-sos trabajos de interpretación que nos exigen leer la obra de Monsiváis sin premuras ni apresuramientos, evitando así lecturas desaliñadas.

Piensa entonces el Personaje en su circunstancia in-mediata, en la exigencia designada por la Lucidez de recuperar y defender (en ese orden) la universi-dad pública y el trabajo académico. Piensa también en la desafortunada negación de cir-cunstancia del Interpretado, en la comedia de los homenajes pós-tumos, en el histriónico envite de los carroñeros del mass media.

Entonces el Personaje recuerda lo primero que que-ría decir, lo único que había pensado decir en nom-bre propio:

Carlos, ojalá que nos vaya bonito.

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E n 2003, el dr. Marcus Winter, investigador del Centro INAH Oaxaca, inició la Serie Arqueología

Oaxaca, una publicación de carácter eventual dedi-cada a la difusión de las investigaciones arqueológi-cas que en años recientes se han venido realizando en la entidad oaxaqueña. El primer número, Tres tumbas postclásicas en El Sabino, Zimatlán, estuvo dedicado a la documentación de un rescate realiza-do por los arqueólogos Alicia Herrera Muzgo Torres y Marcus Winter en la porción sur del Valle de Oaxaca. El segundop número, Figurillas y aerófonos de cerá-mica de Cerro de las Minas (2009), contó con el patro-cinio del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes; en esa ocasión se trató de un estudio arqueológico y etnomusicológico –llevado a cabo por el autor de es-tas líneas– sobre las figurillas, los silbatos y ocarinas procedentes del sitio arqueológico de Cerro de las Minas, Huajuapan de León. En el mes de mayo pa-sado, la Serie Arqueología Oaxaqueña nos dio a co-nocer su tercer número intitulado Identidad y estilo entre las alfareras mixtecas y amuzgas de la Costa de Oaxaca y Guerrero de la dra. Frances Ahern.

La obra es el resultado de una investigación an-tropológica llevada a cabo en la década de 1990 y que estuvo orientada hacia la etnoarqueología. La etnoarqueología es una especialidad de la arqueo-logía que trata, a través de la analogía etnográfica, entender la cultura material antigua a través del es-

tudio de la cultura material contemporánea y puede tratar una diversidad de temas como la organización social, las creencias religiosas, las prácticas agrícolas o la tecnología. En cuanto a la cerámica, por ejem-plo, un estudio etnoarqueológico trataría de encon-trar respuestas a preguntas sobre los procesos y téc-nicas de elaboración de determinados artefactos, su uso y su significado, entre otros. Frecuentemente, los métodos de la etnoarqueología han sido utiliza-dos por los arqueólogos interesados en temas sobre estilo y etnicidad en las culturas antiguas. En la ma-yoría de los casos se piensa que los restos materiales pueden ser indicadores de un estilo asociado a un grupo etnolingüístico. Sin embargo, la problemática es mucho más compleja de lo que parece y, en este sentido, el libro de Frances Ahern ahora puede ser-vir de pauta para aquellos interesados en detectar a través de la cerámica los posibles indicadores de estilo y etnicidad.

La publicación referida cuenta con un prefacio pre-parado por Marcus Winter, quien de manera sucinta presenta una definición de la etnoarqueología, sus objetivos y la contribución que los estudios sobre la alfarería contemporánea pueden hacer al campo de la arqueología. A este prefacio le sigue un prólogo elaborado por el dr. Robert Markens, quien plan-tea la problemática en torno a los estudios sobre

* Maestro en Antropología Social por el ciesas (Pacífico Sur). Ob-tuvo el título con el trabajo “Las culturas musicales en el Istmo de Tehuantepec: una aproximación antropológica a los instrumentos musicales prehispánicos”.

Identidad y estilo entre las alfareras mixtecas y amuzgas de la Costa de Oaxaca y GuerreroGonzalo Sánchez Santiago*

Frances ahern. identidad y estilo entre las alFareras mixtecas y amuzgas de la costa de oaxaca y guerrero méxico, centro inah oaxaca, 2010.

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etnoarqueología y su validez en las investigaciones arqueológicas que pretenden relacionar los restos materiales con determinados grupos étnicos. En este sentido, Markens sugiere que el estudio de Ahern es de los pocos trabajos que cuentan con los suficientes datos empíricos para llegar a conclusiones válidas. El prólogo va acompañado de un listado útil sobre los principales estudios publicados sobre la producción tradicional de cerámica en Oaxaca.

El texto de Ahern está organizado en nueve capítu-los pequeños. En el primero, la autora brinda al lector información sobre la región de estudio, la población, los grupos étnicos que en ella habitan y la vestimen-ta tradicional. Las comunidades que formaron parte del estudio fueron San Pedro Jicayán, San Antonio Tepetlapa, San Lorenzo Mechoacan y Santa Catari-na Mechoacan, todas ellas en territorio oaxaqueño y con población hablante de lengua mixteca. Las comunidades pertenecientes al estado de Guerrero fueron San Cristóbal y La Guadalupe, la primera con hablantes mixtecos y la segunda de amuzgos.

En el segundo capítulo la autora presenta un panorama de las principales formas cerámicas de la Costa Chica que incluye comales, ollas, cazuelas, cántaros y tinajas. En el tercer capítulo se presenta de manera pormeno-rizada el proceso para la elaboración de cántaros y ti-najas en las comunidades mixtecas del distrito de Ja-miltepec (San Pedro Jicayán, San Antonio Tepetlapa, San Lorenzo Mechoacan y Santa Catarina Mechoacan). La descripción incluye todo el proceso, desde la ex-tracción del barro, su preparación, las técnicas de ela-boración y decoración hasta llegar al último paso que consiste en la cocción o el horneado de las piezas. La autora eligió las tinajas y los cántaros porque, como demuestra en capítulos más adelante, son precisa-mente estos artefactos en donde los diseños reflejan aspectos relacionados a la comunidad y a la identidad del grupo etnolingüístico.

La etnografía desarrollada en la investigación comprendió cuatro etapas principales. En la pri-mera, se hizo una observación y registro deta-llado de los métodos de producción; la segunda consistió en el análisis de las formas y decora-ción de los recipientes de agua a través de corre-laciones; en la tercera se llevó a cabo la identifi-cación de los patrones de comercio y distribución de los cántaros y las tinajas; la última etapa consistió en un censo efectuado en 300 hogares de 15 comu-

nidades a través del cual se pudo documentar la dis-tribución de los diseños así como la forma en que se utilizan los recipientes.

En el capítulo 4 se describe la alfarería actual de La Guadalupe, comunidad amuzga del estado de Gue-rrero. Los datos obtenidos en campo sugieren que tanto los diseños como el proceso de cocción difie-ren de lo observado en las comunidades de habla mixteca del distrito de Jamiltepec. Más adelante, en el capítulo5, se presenta el caso interesante de las alfareras mixtecas de San Cristóbal, Guerrero. En esta comunidad las alfareras decoran las tinajas y los cántaros con diseños que pueden asociarse tanto a los grupos mixtecos como a los amuzgos. Este es un caso singular en donde ambos grupos se identifican con estos diseños y cada uno los relaciona con su cultura material.

En los capítulos 6, 7 y 8 se presenta el análisis de la variación estilística, los patrones de comercio y dis-tribución de la cerámica. En el capítulo 9, la autora presenta los resultados de un inventario llevado a cabo en hogares para evaluar los patrones de canti-dades y de diseños de las tinajas y cántaros. Con este conjunto de datos, Ahern propone que los patrones de manufactura, decoración, cocción y comercio de los recipientes de agua sí pueden asociarse con grupos etnolingüísticos. Por otra parte, el inventario sobre el uso de de los recipientes de agua en los ho-

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gares, le permitió a la autora demostrar que los cán-taros y tinajas con diferencias en estilo, cantidad y patrón de uso se encuentran en los hogares de los dos grupos, es decir, tanto de los mixtecos como de los amuzgos. En relación a los diseños la autora en-cuentra que, por ejemplo, el estilo que identifica a las ceramistas mixtecas incluye no sólo los diseños de los recipientes de agua sino que también compren-de los diseños de las jícaras y de los textiles. Este con-junto de diseños, comenta Ahern, llega a conformar un sistema de símbolos para los mixtecos del distrito de Jamiltepec.

La cerámica de San Cristóbal, comunidad mixteca, representa un sincretismo o fusión de los diseños en los cántaros y tinajas. Por un lado, el proceso de ela-

E n este libro se analizan los procesos políticos oaxaqueños como nudos del régimen autori-

tario mexicano, en donde las élites locales reprimen sucesivamente todo tipo de oposición y aspiración de cambio social. desde una perspectiva histórica, Eduardo Bautista va situando diversos momentos de conflicto político en la larga historia de dominación y resistencia que caracterizan a las sociedades de Juchitán y la Ciudad de Oaxaca, tal como las conoce-mos ahora.

En los tiempos actuales –liberales y globalizados–, el autor va mostrando las continuidades y la vigencia de

* Egresada de la Licenciatura en Ciencias Sociales del Instituto de Investigaciones Sociológicas de la uabjo.

boración es propio de la tradición alfarera mixteca pero los diseños han sido adaptados para los consu-midores amuzgos o mixtecos. Este caso es interesan-te porque sirve perfectamente para ubicar fronteras etnolingüísticas a través de la cultura material.

Finalmente, el estudio de Frances Ahern constituye un trabajo ejemplar para los interesados en temas de etnoarqueología y su aplicación para el enten-dimiento de las sociedades, ya sean antiguas o con-temporáneas. El estudio es valioso no sólo por los datos que presenta –tal vez algunas de las tradicio-nes documentadas ya están desapareciendo– sino también por la metodología que logra desarrollar y que podría ser de gran utilidad en otras investigacio-nes sobre la alfarería tradicional.

¿Transición a la democracia o hacia un régimen policial?Tania Fernández Moreno*

bautista, eduardo (2010). los nudos del régimen autoritario. ajustes y continuidades de la dominación en dos ciudades de oaxaca. coedición miguel ángel porrúa–universidad autónoma benito juárez de oaxaca. méxico.

formas de organización y prácticas en las relaciones de poder que se presumían caducas por su antigüe-dad y primitivismo. El autor, nos sugiere pensar en el carácter aparente de la modernidad y de sus cam-bios abruptos, ya que estos mantienen en su esencia la persistencia de viejas formas de dominación.

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triunfos y adaptaciones graduales a la institucionali-dad en el transcurso de tres décadas. Repasa los mo-mentos más significativos, como la instauración del primer Ayuntamiento Popular en esta ciudad (1981-1983), en la coyuntura propiciada por la reforma electoral de 1977, que implicaba el reconocimiento de los partidos de oposición; relata la represión de que fue objeto ese movimiento y sus posteriores in-cursiones electorales.

Señalando que la cocei hizo un uso político de la iden-tidad cultural, para estructurar una oposición políti-ca electoral, sirviéndose de la idea de “los indígenas zapotecos como los oprimidos”. Esta organización logró ser una de las fuerzas políticas más importan-tes, no sólo de Juchitán, sino del resto de la entidad, convirtiéndose en una de las principales promotoras para encausar las diferentes inconformidades socia-les por la vía electoral.

El autor va dando cuenta de las transformaciones de un movimiento de izquierda en el gobierno munici-pal: que inició recurriendo a la movilización de sus bases, realizando consultas, propagando denuncias de arbitrariedades y abusos del poder centralizado. Pasando por la gestión de demandas laborales a fa-vor de los trabajadores, logrando una serie de acuer-dos con las élites regionales, culminando con la mo-deración gradual de sus acciones.

En 1989, otro de los momentos que menciona, la cocei ganó las elecciones municipales en alianza con el prd, triunfo que generó una lucha interna respec-to a la posición que la cocei debía tener frente a los gobiernos estatal y federal. Bajo la clásica disyuntiva ¿radicalismo o moderación? El acercamiento del mu-nicipio rebelde al cuestionado y recién nombrado, presidente Carlos Salinas de Gortari y la consecuen-te retribución para el municipio en recursos econó-micos, definiría tal disyuntiva. La ruta seguida pos-teriormente por la cocei hacia la institucionalización revela el viraje de sus orígenes como movimiento popular independiente que luchaba por la tierra a principios de los años setenta.

Respecto a la capital del estado, Eduardo Bautista documenta que a mediados de los años setenta, en Oaxaca comenzaron a florecer organizaciones inde-pendientes que escapaban del control clientelar del Estado en un contexto de pérdida de hegemonía en el régimen político. Lo que dio lugar a la inten-

La trayectoria de las prácticas autoritarias ejercidas por los gobiernos locales en México, son analizadas por el autor bajo el supuesto de que el régimen po-lítico autoritario no es asunto del pasado, en espe-cial cuando sus raíces se encuentran siglos atrás: por lo tanto estas y otras explicaciones de los procesos locales son reclamadas necesariamente a la historia.

Eduardo Bautista se refiere al régimen como la forma en que se ha organizado históricamente la domina-ción, como el espacio en donde ésta se concreta. El carácter autoritario se debe a que deja fuera de los procesos de decisión y poder público a la sociedad civil, reduciendo la política a un asunto de unos cuantos. Caracteriza al régimen como patrimonial en tanto los grupos de poder anteponen la búsqueda de privilegios personales, manteniendo las relacio-nes corporativas y clientelares a través de la distri-bución de dádivas para reafirmar el orden existente.Plantea que el régimen político mexicano es resulta-do de múltiples procesos de dominación y resisten-cia a lo largo de la historia, en donde el caciquismo se ha constituido como eslabón entre la antigua y la moderna política mexicana. En la larga ruta que va de la Colonia hasta la conformación de la burguesía nacional en ascenso, desarrollo y posterior descom-posición en el México posrevolucionario, la clase do-minante se encontró con el caciquismo y se sirvió de él para ejercer su supremacía, alentando la continui-dad de esta forma de intermediación para la domi-nación a través del tiempo.

En el libro refiere que México ha sido tierra de ca-ciques desde antes que el término fuera aplicado por los conquistadores españoles en el siglo xvi. Aunque las connotaciones del mismo han variado a través de la historia, el caciquismo ha estado allí como instrumento al servicio de la clase dominan-te en turno. Ningún gobierno, caudillo o partido político, se ha planteado la tarea de erradicar el caciquismo en México, ni siquiera a nombre de la política liberal y la modernización capitalista. Antes bien, han buscado la manera de subordinarlo a su proyecto de nación, integrándolo a sus formas de control sobre los diversos sectores sociales en las diferentes regiones del país.

Respecto a los casos locales, por una parte se realiza un recuento de los acontecimientos electorales en los que participó la Coalición Obrera Campesina y Estudiantil del Istmo (cocei) en Juchitán, sus alianzas,

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sificación de las protestas masivas no corporativas, que “acreditaban” el discurso gubernamental acer-ca del “restablecimiento del orden y la legalidad” y la mano dura de quien arribaría como gobernador en 1974 con el respaldo de las élites locales: Manuel Zárate Aquino.

Este personaje arribó a la gubernatura con el pro-pósito de desmantelar sindicatos independientes y mantener el control de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (uabjo), aunque su inter-vención provocó una fuerte disidencia y una huel-ga que se prolongó hasta el punto de provocar la renuncia del rector. La inestabilidad de la universi-dad, transformó a ésta en la principal arena de lu-cha, pero no en la única, ya que en las regiones de la entidad se recrudecían los conflictos políticos de manera considerable.

Toda protesta popular era considerada subversiva y por lo tanto ilegal. Las élites locales –incluido el gobernador– pensaban que esta situación subversi-va atentaba contra la estabilidad política y la pros-peridad económica. durante 1977, este discurso dio lugar a la acción represiva contra movilizaciones ma-sivas, la persecución de líderes y el desconocimiento de cualquier organización independiente, con un saldo de 33 muertos y decenas de heridos.

Los enfrentamientos al interior del estado entre manifestantes y élites, y el distanciamiento entre el poder local y federal generaron una situación insos-tenible, provocando la renuncia del gobernador. Ello implicó una oportunidad para los poderes centrales de desplazar a las élites locales más conservadoras y posesionarse al mando de los asuntos estatales, lo-grando además, que el movimiento popular se des-activara con la salida del gobernador e incorporan-do a la burocracia estatal a varios de los dirigentes estudiantiles.

Tales conflictos sociales, en Juchitán y Oaxaca, in-cidieron en la recomposición del poder y la corre-lación de fuerzas al interior de los partidos y en los gobiernos municipales de las ciudades en donde estos ocurrieron. Al final, el descontento social se encauzó por la vía de renovar la legitimidad basada en las elecciones, posibilitando el juego de relevos al interior de las élites gobernantes. Siguiendo la lógica del poder autoritario frente a los movimientos socia-les trascendentales ocurridos en estas dos ciudades,

es posible observar que al final logran regresar a la normalidad autoritaria, afirmándose en una serie de ajustes y continuidades de la forma de dominación.

Entre otros momentos acontecidos en la capital del estado, menciona el proceso electoral del 2001, que llevó a Gabino Cué a la presidencia del municipio de Oaxaca, como resultado de una purga de facciones del pri y su paso a otros partidos políticos, pero que permitió el acomodo de personajes que habían sido desplazados de la política local. El acontecimiento local se observa con el trasfondo de la alternancia en la Presidencia de la República en el año 2000 y el ascenso del pan.

Apunta que el ambiente generado por los ataques priistas contra Gabino Cué, fueron capitalizados por su grupo para crear una fuerte imagen de oposición al priismo local, dando continuidad a su participación en las elecciones para gobernador del 2004, año en el que contendió contra Ulises Ruiz Ortiz, bajo la coa-lición del pan, prd y Convergencia. Con un margen mí-nimo de ventaja y en medio de extraños incidentes, el triunfo fue adjudicado a Ulises Ruiz y las protestas poselectorales se fueron desactivando gradualmen-te. No obstante, se obtuvieron diputaciones locales para la coalición opositora. En la siguiente elección municipal, el PRI recuperó la presidencia municipal y con ello el restablecimiento del clientelismo y la sub-ordinación del municipio al gobernador.

A partir de estas experiencias, argumenta que la ló-gica del autoritarismo se impone por encima de la alternancia, sin contraponerse con las nuevas insti-tuciones. La alternancia es sólo uno de los ajustes emprendidos desde el poder para asegurar el con-trol de los pueblos y grupos de la sociedad. Un ajuste en las estructuras de dominación que aspira a reno-var la legitimidad, abanderando la idea de democra-cia en su mínima expresión, dejando en los partidos políticos la decisión sobre los asuntos públicos una vez ganada la competencia electoral. Es así, como la política pierde su carácter social, ya que quienes detentan el poder salvaguardan los intereses del ca-pital transnacional, reproduciendo el carácter autori-tario del régimen.

El autor considera que los movimientos son conse-cuencia de la lógica autoritaria, y para el caso parti-cular del año 2006 examina que hubo una disolución temporal de las instituciones gubernamentales, en-

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fatizando que en el trasfondo está la descomposición misma del régimen autoritario y la reorganización del aparato estatal, que va sustituyendo sus viejos recursos de control político de masas por estrategias de seguridad policiaca. Se trata de una degeneración de la clase dominante que cada vez defiende más los intereses particulares a nombre del interés general.

Para el autor, el movimiento popular y magisterial del año 2006, fue un momento inédito en el que saltaron a la luz las contradicciones acumuladas del orden autoritario, como un momento de descompo-sición de esta forma de dominio, mostrando la fra-gilidad o disolución de las instituciones de control, abriendo posibilidades a quehaceres diferentes a los que se realizan durante la normalidad autoritaria. Sin embargo, la interpretación del conflicto político no se centra sólo en el momento de la irrupción sino como el desenlace de un largo proceso de acumula-ción de inconformidades dispersas y contradictorias.

El movimiento que se articuló en torno a la Asam-blea Popular de los Pueblos de Oaxaca (appo) enfren-tó al conjunto de las instituciones locales, logrando la progresiva desaparición de los poderes institucio-nales de la capital. Ya que el gobernador permane-ció escondido durante toda esta etapa, el congreso local sesionó en casas particulares y hoteles, inclu-yendo a los miembros de los partidos de oposición, y el poder judicial cerró todas sus oficinas. La coyun-tura permitió observar el uso faccioso de las institu-ciones locales, incluidos los órganos electorales y los partidos políticos que durante los procesos electo-rales del año 2007 mostraron su subordinación al ejecutivo en turno.

Eduardo Bautista señala que en el año 2006, Oaxa-ca expresó una crisis de dominación, con el desgas-te de sus mecanismos de cooptación y corrupción, que al mismo tiempo abrieron espacios públicos a expresiones de rechazo ante los agravios tolerados y se generó un replanteamiento de viejas reivindi-caciones colectivas. Por ello, el conflicto político y social y su posterior desenlace, significaron la re-configuración del orden social, ya que la defensa de este orden no se limitó al uso de las relaciones cor-porativas y clientelares, sino que se recurrió al uso de las fuerzas policiacas, como forma de sustentar la “autoridad” basada en infundir temor. Esto es un salto en la forma de dominación sustentada en las viejas prácticas de control social corporativo hacia

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el uso cotidiano de la represión policiaca. Además, el autor hace un análisis del discurso de la appo, ex-presado en sus documentos principales, apuntan-do que las alianzas que se formaron constituyen un acontecimiento sin precedente en la historia local. Resistencias que se unieron en torno al rechazo a los excesos del autoritarismo y la corrupción, abriendo el espacio público para el encausamiento de deman-das económicas, políticas y sociales que nunca ha-bían sido resueltas. desde esta perspectiva la contri-bución del movimiento estriba en la articulación de diversas organizaciones sociales y comunidades que por encima de sus diferencias y divisiones lograron reunirse contra las arcaicas estructuras locales de dominación. La appo se lanzó contra la cabeza visible de las viejas estructuras de subordinación local, el gobernador Ulises Ruiz Ortiz.

desde mi punto de vista, sí hubo un discurso des-de algunas de las organizaciones acerca de la hori-zontalidad sin jerarquías; por tanto, la forma en que funcionó la asamblea no estuvo exenta de este pro-pósito. Sin embargo, la medida en que esto se logró fue motivo de un acalorado debate que se prolongó al menos por tres años. Para el autor, el movimiento popular se presenta como una incógnita frente a las formas tradicionales de interpretar los movimientos: amorfo, sin líderes, con tintes de revuelta e inconfor-midades desbordadas. Las consultas de base resul-taban incomprensibles para los que esperaban ne-gociar del otro lado de la mesa: no había otra forma de explicar el caos oaxaqueño más que buscando una mano oculta que moviera los hilos de las masas iracundas. desde esta óptica, no se podía concebir el ánimo colectivo de inconformidad proveniente desde la misma sociedad oaxaqueña: como si no hubiera una historia de opresión y explotación que justificara tal reacción colectiva, como si los históri-cos abusos del poder público, el uso arbitrario de la ley y la corrupción de las élites gubernamentales no fueran suficientes motivos para los insurrectos.

La prioridad de los gobiernos federal y estatal, no era la negociación ni el acuerdo. Aplicaron la política de la indiferencia, dejando que la descomposición se profundizara de la manera más negligente. La prio-ridad eran las elecciones por la Presidencia de la Re-pública de aquel año 2006; y con ella, el reacomodo y la negociación para obtener las mejores ganancias políticas y económicas. La defensa del gobernador por parte de la clase política nacional y local, reveló

que éstas comparten intereses fundamentales como clase dominante, así tengan contradicciones inter-nas y diversas filiaciones partidistas.

En la última etapa, desde el poder gubernamental se recurrió al uso de símbolos –mediáticamente cons-truidos– para luego derribarlos y ponerle fin al movi-miento popular en el momento en que estaba seve-ramente golpeado. La detención del líder Flavio Sosa –más construido por los medios que reconocido por los participantes del movimiento–, marcó el cierre de la coyuntura informativa por parte de la televisión comercial. Aunado a ello ocurrió el traslado al penal de Nayarit de los presos políticos capturados el 25 de noviembre, causando efectos devastadores para el ánimo de todo el que participó en el movimiento popular. Es así como el movimiento pasó de deman-das sociales a denuncias contra la violación a los de-rechos humanos.

de esta manera se restableció la gobernabilidad, el regreso a lo que el argot oficial identifica como el es-tado de derecho, lo que para el autor significa desde una perspectiva histórica el regreso a la normalidad autoritaria. El viejo régimen autoritario fue defendi-do tanto por las rústicas élites locales como por la sofisticada institucionalidad que representa al mo-derno Estado mexicano. Situación que asegura la im-punidad ante la represión de las protestas colectivas.

Con su respuesta al caso Oaxaca, el gobierno autori-tario ha enviado el mensaje de que las movilizacio-nes pacíficas no llevan a ningún lado, por lo que lejos de una transición a la democracia en México, se está transitando hacia un régimen policiaco. La lógica es la restauración del poder centralizado y autoritario, donde la estabilidad y el orden dependen menos de la legitimidad y más del uso de la fuerza pública: se pretende atemorizar para desalentar la desobedien-cia y las voces críticas.

El libro en su conjunto sigue un método de interpre-tación que considera la política local como expresión concreta de la política nacional. Si bien, parte de la consideración de espacios locales en dos ciudades no se limita a éstas y ofrece una visión de conjunto del régimen político –aunque sin generalizar sobre esa totalidad heterogénea– el método permite ob-servar lo local sin perder de vista lo nacional; asimis-mo, hacia el interior de lo local, se contrastan las di-ferencias y similitudes de las formas de dominación.

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Nos invita a reflexionar acerca de dónde provenimos y hacia dónde vamos en materia política, abriendo un debate acerca de si realmente transitamos hacia la democracia o hacia un estado policial en el que las grandes movilizaciones sociales son empujadas a la ilegalidad, reduciendo aun más los derechos políti-cos y sociales. Y ante ello, preguntarnos qué nuevas formas de resistencia se están gestando y los retos que el régimen autoritario va marcando.

Si bien, en un primer momento pareciera una visión fatalista, en donde las estructuras autoritarias se im-ponen sobre los intentos de los oprimidos para po-der transformarlas–incluso a través de la alternancia por la vía de los partidos políticos, en donde las élites se muestran indispuestas a perder el control sobre la sociedad– el autor sí nos sugiere una salida distinta: una que opta por la socialización de la política, es de-cir que la política se convierta en asunto de todos, y no únicamente de unos cuantos.

El autor defiende la posibilidad de una política so-cializada sin que ésta pase necesariamente por las reglas electorales y de representación, que suprimen dicha socialización. No es que el autor rechace la po-sibilidad de un cambio social, sino a los caminos tra-zados por la clase dominante, apelando al trazo de caminos propios de quienes sufren la dominación.

Para quienes se resisten a creer que no hay margen para el acuerdo entre los que dominan y los que son dominados, debe parecerles impertinente la postura que descarta la posibilidad de un cambio que vaya más allá de la vía electoral bajo el régimen autorita-rio. Porque quieren creer, de la manera más banal, sin mostrar evidencia de ello, que un cambio de par-tido o personas será suficiente para borrar una larga historia de dominación. Quieren creer que sujetos “bien intencionados” podrán escapar a la fuerza de gravedad del régimen autoritario históricamente construido y permanentemente recreado. Sin em-bargo, hay otro camino: el de asumir la realidad tal cual es para poder transformarla.

Pero si el capitalismo muestra ésta –su faz más fran-ca– burocrática y dictatorial en tiempos de demo-cracia liberal ¿Qué cuentas puede entregar a la hora de su acción, contraria a esa democracia prometida? ¿Cómo seguir pensando que democracia es lo mejor que podemos lograr en los términos planteados por las propias élites dominantes?

La agudización de las contradicciones, la crisis del régimen de dominación y los caminos cerrados, em-pujan necesariamente a trazar un plan, a definir ha-cia dónde puede avanzar el torrente de tenacidades inagotables de los oprimidos. desprovistos aún de una solución que ponga fin a la historia de dominio a la que siempre han mostrado férrea resistencia.

Para ello, es de gran importancia tener en cuenta trabajos como éste, que contribuyen al análisis de la realidad nacional y su diferenciación regional. En este caso se insiste en la postura de que en México hay resabios del pasado que no han podido ser barri-dos por la modernidad política, y hace resurgir la hi-pótesis de la refuncionalización de las viejas formas políticas en los nuevos tiempos globalizados.